COMANDOS SUICIDAS Me acaba de picar una abeja en la frente. Me inyectó su veneno y me provocó una buena hinchazón, que se me extendió hasta el ojo, haciéndome perder momentáneamente la visión, cual maléfico efecto de un ataque de terrorismo integrista y biológico. Porque ya se sabe que las abejas son todas iguales, malas de nacimiento y por eso me cabreó muchísimo esa agresión hacia mi integridad física. No me provocó dolor en exceso, pero me desafió y, a partir de hoy, ya es, son, mis enemigas. Me enteré, además, que la que me picó era, como las demás lo son en potencia, una abeja suicida, que forma parte de comandos organizados y dispuestos a ataques fanáticos a quienes, como yo, ostentamos una clara superioridad técnica e intelectual. Son asesinas que atacan despiadadamente a las personas y que no les importa morir en su mesiánica locura, clavando su arma letal y dejándotela dentro, desgarrándose el abdomen en su cruel acción. Así es que, a partir de ahora, voy a por ellas. En el nombre de Dios –del mío que ese si es un Dios con fundamento–, que dijo en algún lugar que las abejas son la encarnación del mal, las llenaré de humo, desalojaré la colmena y las sustituiré por otras abejas, más mansas y sumisas. Así dejarán de ser una amenaza y, de paso, me voy a quedar con su miel, que no es más que la justa recompensa por haber librado al mundo de tamaño peligro. Seré yo, con mi capirote de visión nocturna y mis guantes a prueba de ántrax, quien las administre y acabaré con la tiranía de la reina, que tiene esclavizadas a tantas obreras. Yo eliminaré a esta abeja de culo grande que ya no permite que me acerque e instauraré un régimen democrático, un gobierno de zánganos sumisos que, a cambio de un poquito de néctar fresco, no se entrometerán en las explotaciones melíferas. La colmena, después de derrocar a la tiranía, formará parte del mundo libre. Me acaba de picar una abeja en la frente, justo cuando el dueño de las colmenas está dispuesto a castrar a los ricos panales iraquíes. Pero de la guerra y del imperialismo ya hablaremos en otra ocasión.