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ensayos en folosofia cientifica

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ENSAYOS EN FILOSOFÍA CIENTÍFICA
Book · October 2015
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2 authors:
David Siqueiros-Beltrones
Mario Jaime
Instituto Politécnico Nacional
Centro de Investigaciones Biológicas del …
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Rodolfina Carmona Juárez
Ensayos en filosofía científica
de David Alfaro Siqueiros Beltrones y Mario Jaime
se terminó de imprimir en la Ciudad de México
en el mes de octubre de 2015,
con un tiraje de 500 ejemplares
en los talleres de Conexión Publicitaria S.C.
conexionpublicitaria@yahoo.com
96
Rodolfina Carmona Juárez
Ensayos en filosofía científica
David Alfaro Siqueiros Beltrones
Mario Jaime
Primera edición, octubre 2015.
© David Alfaro Siqueiros Beltrones.
© Mario Jaime.
Portada:
Grabado en madera, artista desconocido, ilustración para:
L’atmosphère: météorologie populaire, de Camille Flammarion, 1888.
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total y parcial
sin autorización de la editorial.
Impreso en México / Printed in Mexico
ISBN 978-970-94-2953-4
4
DIRECTORIO
INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL
ENRIQUE FERNÁNDEZ FASSNACHT
Director General
MIGUEL ÁNGEL ÁLVAREZ GÓMEZ
Secretario Académico
JOSÉ GUADALUPE TRUJILLO FERRARA
Secretaria de Investigación y Posgrado
CENTRO INTERDISCIPLINARIO
DE CIENCIAS MARINAS
MARÍA MARGARITA CASAS VALDEZ
Directora
SERGIO AGUÍÑIGA GARCÍA
Subdirector Académico y de Investigación
FELIPE NERI MELO BARRERA
Subdirector de Servicios Educativos e
Integración social
LUZ DE LA PAZ PINALES SORIA
Subdirectora Administrativa
PRODUCCIÓN
RUBÉN E. GARCÍA GÓMEZ. Editor técnico
MIREYA G. LUCERO ROMERO Asistente editorial
CICIMAR Oceánides
David A. Siqueiros Beltrones
Distribuida por: CICIMAR-IPN, Ave. IPN s/n, Col. Playa Palo de Sta.
Rita, 23096 La Paz, B.C.S.,
Tels: (612)123-03-50, (612)123-46-58. Fax: (612)122- 5322.
“ENSAYOS EN FILOSOFÍA CIENTÍFICA”
David Alfaro Siqueiros Beltrones
&
Mario Jaime
Rodolfina Carmona Juárez
Ensayos en filosofía científica
David Alfaro Siqueiros Beltrones
Mario Jaime
Primera edición, octubre 2015.
© David Alfaro Siqueiros Beltrones.
© Mario Jaime.
Portada:
Grabado en madera, artista desconocido, ilustración para:
L’atmosphère: météorologie populaire, de Camille Flammarion, 1888.
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total y parcial
sin autorización de la editorial.
Impreso en México / Printed in Mexico
ISBN 978-970-94-2953-4
4
DEDICATORIA
Este libro va dirigido con especial dedicatoria a todos aquellos estudiantes
de ciencias que tuvieron la entereza de atender los cursos de Filosofía de
la Ciencia y Filosofía de la Investigación Científica, los cuales se ofrecieron como optativos en sus respectivos currículos. Su participación más o
menos activa durante las sesiones coadyuvó en reafirmar la convicción
de que el conocimiento de la filosofía de nuestro propio quehacer es imprescindible. Ello fue posible a pesar de la duda (justificada) acerca de la
utilidad de dicha cátedra, en gran parte derivada de la inercia cientista.
Espero que todos hayan continuado cultivando sus bases filosóficas a la
par de su desarrollo profesional. Asimismo, queremos dedicar esta obra a
los detractores, ya sean estudiantes o profesores investigadores, quienes
inadvertidamente han motivado a los estudiantes que osaron inscribirse
en dichos cursos a reafirmar su convicción sobre el beneficio que conlleva
el componente filosófico en su formación. Y para ser justos, extendemos
esta dedicatoria a todos aquellos colegas que han respaldado la aproximación filosófica de la formación científica, algunos que fueron nuestros
alumnos, nuestros compañeros, o nuestros maestros.
AGRADECIMIENTOS
La academia de Plancton y Ecología Marina del Centro Interdisciplinario
de Ciencias Marinas del Instituto Politécnico Nacional tuvo a bien comisionar la revisión de la presente obra y avalar su edición. Consecuentemente, reconocemos la labor de los miembros de la comisión: Francisco
de la Chica Bonilla, Gerardo Aceves Medina y sobretodo de Noé Díaz
Viloria cuyos comentarios y cuestionamientos ayudaron a mejorar notablemente el manuscrito. Agradecemos la labor de Uri Argumedo en la
adecuación de la figuras y a la confiable labor de Rubén E. García Gómez
en el formateo de esta obra. DASB es becario COFAA y EDI. MJ es Catedrático investigador comisionado al CIBNOR durante la fase final de
este trabajo.
CONTENIDO
Prólogo
I
Introducción
III
A modo de advertencia al lector
Mario Jaime
VII
Principios y actitudes filosóficas dentro de la investigación en biología
David A. Siqueiros Beltrones
1
La filosofía de la ciencia como materia obligatoria en la formación de
científicos
David A. Siqueiros Beltrones
9
Educación filosófica; una solución para evitar vicios en la ciencia
Irán A. Guzmán-Méndez
y David A. Siqueiros Beltrones
20
Impacto de las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos, Feyerabend y otros
filósofos de la ciencia sobre el quehacer científico en Biología
David A. Siqueiros Beltrones
25
Pseudociencia non fingo
David A. Siqueiros Beltrones
37
Filosofía y método en la generación de conocimiento científico
Jessica C. Hernández Martínez
y David A. Siqueiros Beltrones
45
Consideraciones sobre el Método Científico
David A. Siqueiros Beltrones
51
Advertencia sobre el método científico
David A. Siqueiros Beltrones
57
El problema de construcción de hipótesis en estudiantes de Ciencia
David A. Siqueiros Beltrones
y Oscar U. Hernández Almeida
61
¿El Método o los métodos? Feyerabend y su anarquismo
Mario Jaime
69
Principios filosóficos de la investigación en Biología; experiencias en
metodología, taxonomía y ética científica
David A. Siqueiros Beltrones
75
El papel del científico en la toma de decisiones bioéticas
David A. Siqueiros Beltrones
87
Principios éticos en investigación científica
Tania Zenteno-Savín
y David A. Siqueiros Beltrones
91
¿Estamos calificados los científicos para formar investigadores?
D.A. Siqueiros Beltrones
97
Examen filosófico de las listas sistemáticas como informes científicos;
y porqué deben ser publicados
David A. Siqueiros Beltrones
y José de La Cruz Agüero
101
Sobre el tratamiento estadístico adecuado utilizando valores de diversidad de Shannon (H’)
David A. Siqueiros Beltrones
111
La aplicación de la Teoría de la Información (H’) frente a la complejidad de los ecosistemas marinos
Oscar Ubisha Hernández Almeida
y David A. Siqueiros Beltrones
125
Una paradoja sobre uniformidad vs. orden y estabilidad en la medida
de diversidad de especies según la Teoría de la Información
David A. Siqueiros Beltrones
135
Serendipia y Método Científico; origen trombolítico de lagunas costeras
David A. Siqueiros Beltrones
145
¿Qué es la vida? y filosofía científica
David A. Siqueiros Beltrones
159
El lenguaje instrumental en las nociones sobre la vida y lo viviente
Mario Jaime
163
Cómo interpretamos los científicos la visión de Darwin en Biología; el
recurso filosófico
David A. Siqueiros Beltrones
171
La gran ilusión del calentamiento global
David A. Siqueiros Beltrones
177
Ciencia y Religión ¿Son compatibles?
Mario Jaime
181
La Profecía de Prometeo
Mario Jaime
191
PRÓLOGO
D. A. Siqueiros Beltrones
¿La Filosofía de la Investigación Científica nos permite visualizar la Filosofía de
la Ciencia pragmáticamente? La pregunta surgió mucho después que otras tantas
que apelaban a la filosofía de la ciencia, ya sea como estudiante o como profesor
investigador a 20 años de haber egresado de la Facultad de Ciencias: ¿Qué sé?
¿Soy científico? ¿Por qué soy científico? Estas preguntas encontraron respuesta
cuando fortuitamente se me asignó la materia de Método Científico aunque el
programa vigente me pareció hueco, como elaborado por alguien sin experiencia en práctica científica y acusando el riesgo de caer en algo yuxtapuesto, i.e.,
una ¡Filosofía de la Ciencia ajena a la Ciencia! Una nueva ola de reflexiones se
desató en la forma de nuevas preguntas ¿Qué saben esos maestros que me dan
confianza por la claridad en sus ideas, su convicción en sus estudios por elementales que parezcan, pero sin sentir demérito por no acceder a técnicas complejas
de vanguardia tecnológica o matemáticas, o de teorías de moda?
Lo anterior eventualmente me condujo a inferir que no se trataba de una mayor
capacidad intelectual o mayor genio, ni a la dedicación exagerada al estudio,
sino más al ejercicio de pensar. Nuestro propósito es mostrar a los estudiantes de
ciencias cómo llegar a la respuesta a estas preguntas. Asimismo, que se formen
una idea precisa sin prejuicios de lo que es la Filosofía de la Ciencia.
I
INTRODUCCIÓN
Ciertamente, la concepción de esta obra ocurrió mientras se trabajaba dentro del
campo de conocimiento de la Biología en Marina, por lo que se hace referencia
en algunos ensayos a investigaciones dentro de dicha temática, no obstante, se
pretende que sirva de referencia a cualquier estudiante de ciencias; ya que primero se es científico, independientemente de la especialidad por la que se opte.
Dentro de una carrera científica resulta imprescindible entonces que el estudiante adquiera conciencia acerca de lo que es y representa la Ciencia, su método y su
filosofía. La Filosofía de la Ciencia pertenece al pensamiento científico e influye
significativamente el proceder del investigador en cualquier campo de conocimiento, ayudándolo a reconocer el carácter científico en lo teórico, lo empírico,
o metodológico. De esta manera se puede acceder al aspecto pragmático de la
Filosofía de la Ciencia, toda vez que ayuda a entender la base epistemológica de
una investigación.
La Filosofía de la Ciencia está comprendida dentro de las múltiples definiciones
de Ciencia.
Asimismo, el rigor que conllevan sus componentes refleja dicha filosofía en el
denominado Método Científico. Independientemente de las adecuaciones que se
hagan sobre éste en cada una de las disciplinas científicas, cuando se realiza una
investigación, estará implícita su filosofía.
Es imprescindible pues que el
investigador científico esté consciente, ya sea por experiencia y/o convicción
temprana, de la profundidad que deben tener sus resultados, despojándose de la
prisa por generarlos inmediatamente a costa de su relevancia. Esto puede lograrse mediante una perspectiva filosófica de lo que es su desempeño como científico, más que como cientificista capacitado en el manejo, más no la comprensión,
de técnicas sofisticadas de investigación.
La metodología científica implica una serie de componentes o pasos a seguir,
que pudieran antojarse como una receta. Ciertamente, existen pasos secuenciales
bien establecidos y conocidos actualmente por la gente culta. No obstante, llevar
a la práctica una metodología científica, es decir, hacer investigación, requiere
de una comprensión de cada uno de dichos componentes y sus implicaciones.
En este caso, es necesario que el estudiante de ciencias comprenda qué es la Metodología en su otra acepción, el análisis crítico de los métodos, técnicas y estrategias utilizadas, para su correcta aplicación. Entender lo que es la Ciencia, sus
consecuencias éticas, el porqué de su metodología y su filosofía, servirán para
ubicar en buen tiempo al científico joven y pujante en la senda de una labor primordial dentro de la sociedad, misma que llevará a cabo con plena claridad de lo
que significa la Ética en la generación y divulgación del conocimiento científico.
Esta compilación de ensayos, la mayoría previamente publicados en foros diversos, ya sea impresos y/o en conferencias, está enfocada hacia la comprensión
del significado de la filosofía de la ciencia desde la perspectiva de la praxis y su
III
relación con la epistemología. Pretende el reconocimiento y aprovechamiento de
las técnicas lógicas y metodológicas a las que recurre el investigador científico,
mismas que le servirán para entender en qué consiste el Método Científico y los
riesgos de no comprender su filosofía como sería la práctica pseudocientífica.
Los ensayos ya publicados han sido revisados y actualizados; los otros, principalmente aquellos escritos por Mario Jaime, se editan por primera vez.
En la primera sección se abordan aspectos filosóficos sobre Educación; el primer ensayo evidencia las corrientes filosóficas que nos conducen hacia una carrera científica y, paradójicamente, el menosprecio de que es objeto la filosofía
de la ciencia en nuestra formación científica. Así, el segundo ensayo sintetiza la
argumentación para justificar la inclusión de cursos sobre filosofía de la ciencia en el currículo obligatorio de los estudiantes de ciencias; mientras que el
tercero (con A. Guzmán) se muestra cómo la visión filosófica en la formación
científica permite identificar vicios y prejuicios que limitan nuestro desempeño
como estudiantes de ciencias. El cuarto ensayo enfatiza (con J. Hernández) en
la necesidad de tomar cursos que nos den una idea apropiada sobre la Filosofía de la Ciencia, mientras que en el quinto se hace una crítica al preocupante
desentendimiento hacia las aportaciones de connotados filósofos de la ciencia.
Finalmente, el último ensayo advierte sobre los riesgos que se corren de caer en
prácticas pseudocientífica y la alternativa que ofrece una aproximación filosófica a la investigación. Se trata, pues, de dejar bien argumentada la necesidad de
incidir en la formación científica mediante un proceso educativo que cultive el
pensamiento filosófico a la par de la adquisición del conocimiento.
La segunda sección trata directamente sobre el célebre Método Científico. Mucho de lo anterior debe ser considerado si se sigue el Método Científico, sobre
el cual se ha especulado mucho; desde si existe o no, hasta aquellos protocolos
que se recitan inconscientemente buscando un símil con nuestra investigación
pero sin entender adecuadamente lo que se hace. Esta problemática se aborda
en tres ensayos que parten de la base filosófica del método en un primer ensayo,
siguiendo hacia la problemática actual sobre el concepto del Método Científico
legada por el positivismo que no logra vincular las bases filosóficas de la ciencia
con proceso de la investigación científica. Obligadamente, el segundo ensayo
lanza una advertencia a los foros de divulgación científica, haciendo una crítica sobre sendos artículos publicados erróneamente como ejemplos de Método
Científico. Mientras que en el tercer ensayo se rescata un componente imprescindible del pensamiento científico que a menudo se soslaya, la construcción
de hipótesis, lo cual es sintomático de la carencia de una filosofía científica en
la investigación. Por otra parte, M. Jaime puntualiza la visión de Feyerabend,
previniendo ante la interpretación superficial de su señalamiento; mientras que
el primer autor agrega algunas notas al final.
En la tercera sección se trata de la Ética, misma que es incomprendida y, por
lo tanto, convenientemente referida según nuestros propios intereses y nuestra
arrogancia infundada. Como filosofía práctica la Ética permite la coexistencia
IV
entre congéneres, mientras que la Ética Científica permite la confianza en la
praxis, toda vez que exige la crítica y el escepticismo que caracterizan al pensamiento científico. En tres ensayos solamente, se pretende mostrar algunas de las
circunstancias en las que estamos obligados o deberíamos estar, para reflexionar
antes de proceder.
En la cuarta sección, sobre Filosofía (científica) Aplicada, los ensayos muestran
cómo en torno al planteamiento de problemas de índole científico se estructura
el pensamiento filosófico científico y define el escenario para el planteamiento
preciso de las preguntas a responder y las hipótesis a contrastar. el primer ensayo
es una continuación intencionada de los principios filosóficos que rigen nuestra
formación como científicos (o deberían) explicando la vinculación entre la Filosofía de la Ciencia y lo que se denomina Metodología de la Ciencia o Método
Científico desde el punto de vista teórico y filosófico, con la Metodología de la
Investigación en la práctica. En el segundo ensayo (con J. De La Cruz), haciendo
alusión a las bases epistemológicas de la investigación científica se explica qué
le confiere cientificidad a un estudio, más allá de las ideas cientificistas de nuestra formación empírica como investigadores, sentando una referencia fundada
del seguimiento del método científico en la elaboración de listas florísticas y
faunísticas en los campos de la Sistemática la Taxonomía y la Ecología. Continúan tres ensayos de carácter metodológico que tratan sobre la utilización del
índice de diversidad adoptado por analogía de la teoría de la información para
la ecología. Desde la advertencia antigua a su utilización como bala mágica,
su comportamiento como reflejo de condiciones naturales, continuando con las
limitaciones en su interpretación y en su aportación real en términos de su analogía con la entropía de sistemas (con O. Hernández Almeida), hasta nuevas
advertencias en su utilización que pudieran demeritar la visión científica en turno
más que validarla. En Serendipia y Método Científico; origen trombolítico de
lagunas costeras (sexto ensayo) se muestra un ejemplo de cómo el azar puede ser
canalizado hacia la generación de teoría científica.
En la quinta y última sección: Filosofía crítica, presentamos ensayos sobre tópicos que han permeado a la sociedad propiciando la persecución y toma de posiciones de carácter existencial como ¿Qué somos? ¿Qué hacemos y para qué?
¿Hacia dónde vamos? etc.), preguntas que le dan sentido a nuestras existencias.
Empero, son igualmente abordados formalmente por la Filosofía y sirven de
materia prima para quienes reflexionamos científicamente sobre ellas. Entrando en materia, en el primer ensayo se evita abordar el problema de ¿Qué es la
Vida? desde la perspectiva científica por considerarse más de carácter metafísico
que científico y por lo tanto debe ser tratado principalmente desde el punto de
vista filosófico. En el segundo ensayo de esta sección, se advierte acerca de la
necesidad de fundamentar filosóficamente nuestra aceptación a corrientes como
Darwinismo, Neodarwinismo y Evolucionismo, toda vez que representan los
pilares de la teoría central de la Biología, i.e., la Teoría de la Evolución. Mientras
que en el tercero se pone en práctica la visión crítica y escéptica que conducen
V
al pensamiento científico y, en este caso exponiendo el dogmatismo detrás de
una “teoría” que intenta mostrar con fines políticos un supuesto impacto antropogénico a nivel planetario pero sin fundamentación científica. Por otra parte, en
los últimos dos ensayos, Mario Jaime aborda varios problemas desde una visión
sobre la ciencia aplicada y la tecnología para elevarnos como falsos dioses, así
como la antigua y pésimamente entendida polémica entre Ciencia y Religión,
misma que requiere de una base filosófica que la gran mayoría no nos preocupamos por adquirir.
VI
A modo de advertencia al lector
Mario Jaime
Un alumno de la carrera de Biología Marina— por cierto el mejor promedio de
la carrera— despreciaba a la “Filosofía” colocando a la “Ciencia” como actividad central del conocimiento humano. Este sujeto confundía la historia de los
pensamientos filosóficos con la filosofía.
Ante un mensaje provocador de otro estudiante de la misma carrera en el tabloide del edificio —que criticaba el uso de animales en prácticas de laboratorio—,
el mismo coordinador de la carrera escribió debajo del mensaje la penosa frase:
¿Por qué mejor no te cambias a la carrera de filosofía?
Semejantes ejemplos son muestra de ignorancia y desdén en actores que se precian de detentar actividades de conocimiento. ¿Qué me dirían estos sujetos si les
afirmo que las teorías científicas son mitos y por lo tanto lo que llamamos Ciencia es una mitología contemporánea como modelos para conocer la realidad? ¿O
que los conocimientos científicos no necesariamente coinciden con la realidad?
¿O qué las matemáticas son un lenguaje y no una ciencia? ¿O qué la biología y la
física contemporánea se basan en el estudio de entes metafísicos como la vida o
la materia? Necesitarían filosofar para aceptar o refutar estas nociones. Filosofar
no es más que pensar.
Aristóteles escribió en su Metafísica que la admiración fue lo que impulsó a los
primeros pensadores a la especulación filosófica.
¿De qué admiración nos habló Aristóteles? De aquella que surge cuando nos
preguntamos por qué las cosas son lo que son. ¿Acaso no es ese el primer motor
del científico?
¿Y qué es la teoría científica actual sino una especulación filosófica? ¿Acaso la
teoría de la gravitación universal, la hipótesis sobre los gravitones, la teoría de
la evolución por medio de la selección natural, el modelo cosmológico cuántico
o el modelo de los multi universos no son especulaciones filosóficas en última
instancia?
Para Platón y Aristóteles no había filosofar sin admirarse, asombrarse y maravillarse pues el espectáculo infinito de nuestra realidad o la naturaleza nos pasma.
La filosofía es una acción, es pensar sobre todo lo posible para no ser pensados.
El científico que no filosofa no piensa y, por lo tanto, ¿qué clase de ciencia puede
lograr?
Este libro es producto del esfuerzo de un soñador; David Siqueiros ha sostenido
una lucha durante décadas contra el desdén y la ignorancia de aquellos que (no)
piensan que el filosofar es ajeno a la actividad científica. Desde su cátedra sobre
VII
metodología científica y filosofía de la ciencia, el Dr. Siqueiros ha explorado la
historia de la epistemología, sus problemas, la ética científica y los problemas
derivados de una actividad que en México a veces es mero oficio y reporte de
datos que no logran teorías o conocimientos nuevos.
A modo de un manual o una introducción hacia asignaturas para estudiantes
de posgrado en áreas de la ciencia, este volumen destaca el pensamiento, pues
pensar es necesario para no caer en la apatía robótica y la necedad de creer que
la ciencia y la filosofía son campos ajenos y separados.
VIII
Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en biología
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Como científicos, los biólogos estamos obligados a tener un cierto manejo de la
filosofía que sustente nuestra disciplina de estudio y rija nuestra investigación
particular. Sin embargo, en muchas carreras de biología, los científicos potenciales no son educados, entrenados, capacitados o preparados con las bases filosóficas, mediante la estructuración ex profeso de cursos y se deja al libre albedrío
el eventual roce del estudiante con la filosofía científica. Después de impartir
este curso, y algunos de metodología de la investigación en varias ocasiones, así
como de revisar las minutas de algunas mesas redondas sobre este tópico, resultó
evidente que una fracción importante de los estudiantes prefiere optar por este
curso. En muchos de los casos, se aprecia un interés por conocer sobre el tópico,
mientras que existen posiciones utilitaristas (¿o hedonistas?) de quienes buscan
soluciones prontas a las dificultades que implica hacer tesis u otras que buscan la
tranquilidad de haber tenido contacto con el tópico “por si las dudas”. Otros no
se complican la vida y se dejan guiar por las designaciones de sus mentores (ipse
dixit), muchos de los cuales no quieren entender la importancia de la filosofía
científica, incluso cuando parte de su proceder a menudo se basa en ella, por
ejemplo, el pragmatismo, el utilitarismo, o el positivismo que ha impulsado a la
ciencia moderna, con el cual se sienten seguros.
Aun cuando puede haber tendencias filosóficas entre estudiantes e investigadores, como en cualquier disciplina, existen también las concomitantes inconsistencias debidas a la escasa o inexistente reflexión sobre el tema, ya señaladas
por Garduño Espinosa y Viniegra (1989) hace veinte años. En la actualidad, la
sintomatología percibida puede estar manifestándose sobre actitudes arraigadas
dentro de carreras científicas como en la biología, que parecen estar percibidas
por muchos colegas en su quehacer cotidiano y que quisiéramos ir desechando.
Es frecuente la expresión entre los colegas biólogos que revisan trabajos de tesis,
que el sustentante “parece que no entiende lo que está haciendo... y quizá su director tampoco” y eventualmente se llega a fricciones entre las partes de alguna
comisión revisora de textos. De la constante detección de incongruencias en los
estudios revisados, sean tesis o manuscritos para publicación, así como la atención del tutor a las quejas de los estudiantes respecto a actitudes intimidatorias de
profesores de la carrera, surgió la idea de identificar, con base en la experiencia
en investigación, los principios y actitudes filosóficas que se reflejan en la personalidad de los biólogos.
La bases filosóficas de la investigación biológica se han construido históricamente y en algunos casos pueden percibirse amalgamadas dentro de los cursos
1
que prepararán al estudiante en su formación profesional. Sin embargo, como se
sugirió al principio, se nota también que se ha perdido la esencia del quehacer
científico al no haber un reconocimiento de sus bases filosóficas o sus relaciones
con las distintas corrientes que han integrado la idiosincrasia del científico. Esto
incrementa el riesgo de producir cientificistas, protocientíficos y hasta seudocientíficos, así como de nutrir lo que puede denominarse “troglodismo científico”, es decir, la imposición autoritaria del conocimiento teórico o técnico sin
explicación fundamentada. Esta actitud es y perpetúa el psitacismo, cercano al
enciclopedismo, en donde nada se cuestiona ni se critica, lo que conduce eventualmente al dogmatismo. De la misma manera, se fomenta la megalomanía entre científicos incipientes, quienes practicando el “ipsedixismo” hacen suyas las
ideas de otros que sí han hecho el esfuerzo, i.e., sin usar estas ideas como base o
para avanzar a partir de ellas.
Afortunadamente, la actitud de un investigador puede inspirar y transmitir a sus
estudiantes actitudes y conocimientos como ética y filosofía científica, mismas
que rigen su actividad cotidiana. Es imprescindible que esto sea nutrido por el
resto de la academia, lo cual no sucede debido al desconocimiento del que adolecen muchos colegas sobre los componentes filosóficos de su disciplina. Quienes
optan por no reconocer la importancia de éstos llegan a sentirse hostigados, por
lo que toman posiciones defensivas más que correctivas. De esta manera, se gestan procederes antiéticos, los cuales conllevan a la desaparición de las cátedras
de carácter filosófico que son sustituidas por tópicos de moda.
Se deben identificar y proporcionar de manera dosificada los principios filosóficos de la investigación en biología de manera pragmática al estudiante de
ciencias (y a los colegas) para evitar su aversión hacia la filosofía de la ciencia,
ocasionada por el roce extemporáneo con estudios profundos sobre filosofía o
sobre tópicos epistemológicos de la biología, en el mejor de los casos. Asimismo, se deben aclarar las relaciones (diferencias y coincidencias) entre filosofía
de la ciencia, epistemología, teoría del conocimiento y metodología (González
Galván, 1992) y decidir hasta qué punto se pueden utilizar como sinónimos.
Una de las estrategias para recuperar el terreno perdido por la filosofía en el
ambiente académico es mediante la reinstalación de cursos, si alguna vez fueron parte de los currículos obligatorios, los cuales nunca serán demasiados. Asimismo es imprescindible estructurar e impartir dichos cursos partiendo de la
experiencia adecuada. Citando a Bunge (1978) “la filosofía científica que no es
enseñada por científicos a estudiantes de ciencias tiene mucho de farsa”. Aunque
esto puede considerarse una exageración de Bunge, conviene tenerlo como advertencia. No obstante, cabe aclarar que para cursos más avanzados se requiere
imprescindiblemente de una interacción entre profesionales de la filosofía y los
científicos que se interesen ex profeso por la filosofía de la ciencia. Así, aquellos
investigadores que se han dado el tiempo de reflexionar constantemente sobre su
investigación, recurriendo a una autocrítica antes que a una crítica a la actividad
de sus colegas, seguramente han identificado los elementos que constituyen las
2
bases filosóficas de su investigación, con las cuales sustentan sus argumentos.
Es necesario, pues, que la filosofía de la investigación sea impartida en un primer curso a estudiantes de ciencias por alguien cuya actividad primordial sea la
investigación científica y haya identificado, a su vez, instancias filosóficas de su
trabajo en sus diversas etapas. Esto requiere de un proceso educativo, mayéutico
y dialéctico, en donde la preocupación sea rescatar aquellas filosofías que ya
forman parte del estudiante para que las identifique, las desarrolle críticamente y
las aplique en su formación. A nivel de maestría, dicho curso, sustentado en la
experiencia, habrá de proporcionar ejemplos tácitos dentro de los campos más
problemáticos en la investigación biológica, recurriendo a la crítica, autocrítica,
escepticismo, sistemática, lógica inferencial y sentido común, ética y responsabilidad como miembro de la comunidad científica y mostrará las incongruencias
y las alternativas de manera sustentada. Esto habrá de tener eco con la práctica
de seminarios, en los que se aborden los aspectos filosóficos y metodológicos
identificados por los investigadores en su ejercicio particular.
Corrientes o doctrinas filosóficas y actitudes detectadas en la
investigación biológica
A diferencia de lo registrado por Garduño Espinosa y Viniegra (1989), quienes
detectan inconsistencias en las tendencias filosóficas de los estudiantes de posgrado, aquí se propone mostrar cuáles doctrinas filosóficas podemos identificar
o rescatar de nuestra identidad como estudiantes o estudiosos de la vida, mismas
que se recomienda cultivar en sus mediaciones pertinentes para tener un adecuado desempeño de nuestra práctica científica. Por lo tanto, al utilizar la evidencia
de los autores citados y al hacer referencia a las naciones que influyen cotidianamente sobre el individuo en la sociedad, se parte de un principio ecléctico.
Primero: ¿cuáles son las corrientes filosóficas que nos han inclinado hacia la profesión de biólogo? Para comenzar, cabe mencionar que un cierto romanticismo
nos despierta el interés por los fenómenos biológicos, esto es, estudiar la vida. La
confianza en que el estudio científico nos garantiza la mejor forma de conservar
y manipular los recursos bióticos y por lo tanto es una verdad práctica (pragmatismo), subyace al positivismo, el cual por definición se apega a la realidad, a
aquellos que está puesto, i.e., el objeto, garantizando con ello objetividad; pero a
su vez, es exacerbado por quienes se dedican a investigar con el propósito de optimizar su explotación (manejo sostenible). O bien el utilitarismo que subyace al
interés biotecnológico temprano de los científicos noveles (hedonismo). Asimismo, reconocemos la relación de la investigación científica con el materialismo
que se enfoca sobre la existencia siendo objetivo y el empirismo (metodológico)
para contrastar hipótesis mediante la experiencia, relacionando así teoría y realidad, punto de partida y forma de recabar información factual de primera mano,
respectivamente, para la generación de conocimientos científicos.
Ya sobre las bases amplias del quehacer científico, se deben comprender las con-
3
secuencias del determinismo aplicado a la investigación biológica, mismo que
permite establecer premisas que guíen el proceso. Mientras que el indeterminismo nos ayuda a comprender la aleatoriedad de los fenómenos naturales y a interpretarlos en su real proporción con un enfoque probabilístico, lo que permite una
adecuada aproximación al concepto de selección natural. De igual forma, ayuda
a relacionar las limitaciones de la ciencia en términos del idealismo en la filosofía y el principio de incertidumbre de la física cuántica. Un manejo adecuado de
determinismo e indeterminismo son indispensables para la correcta aplicación
de la bioestadística, según lo propone Méndez Ramírez (1989).
La aplicación de estos principios y la labor empírica nos permite contrastar la
teoría de la cual partimos. Aun con la intención de observar coincidencias, las
discrepancias estimulan el escepticismo característico de la actividad científica,
al que llevamos hasta sus últimas consecuencias. La forma más rica de ello lo
constituye el falsacionismo de Popper, que aplicamos tanto en las pruebas de
hipótesis (estadísticas o no), como en la confianza cuasi dogmática o altamente
probabilística que tenemos en una teoría.
Lo anterior exige mucho rigor, así como un acopio de estoicismo, debido tanto a
lo desgastante de la actividad intelectual, así como a los sinsabores de la autocrítica. Ante el riesgo de caer en un rigorismo, incluso al exagerar de manera irreflexiva, que puede resultar contraproducente, recapacitamos respecto a la validez
de lo ya logrado. De esta manera, en congruencia con los sistemas de estímulos
a la investigación, publicamos antes de sentirnos enteramente satisfechos. Esto
implica recurrir a un cierto cinismo y dudar de ciertas normas un tanto rígidas e
“inconvenientes”, lo que se deriva de nuestro apego al racionalismo mediante el
uso de lógica y del sentido común que cultivamos sobre la base de la experiencia.
En consecuencia, aludiendo al éxito como criterio de la verdad, promovemos el
pragmatismo aunque, si la medida resulta contraproducente, el cinismo recupera
su pleno sentido. De cualquier manera, el apego al método científico al llevar a
cabo investigación científica implica una actitud que deriva de la influencia de
las doctrinas mencionadas sobre la personalidad del investigador.
Por otra parte, en nuestra labor se llega igualmente a caer en el maquiavelismo
actitud derivada más de una noción sobre el poder político que una corriente, ya
que se requiere una actitud fría y calculadora para lograr propósitos y objetivos.
Aunque estas situaciones se presentan en torno a aspectos logísticos y financieros de los proyectos de investigación que afectan intereses de otras personas,
no somos ajenos a ellas y no son bienvenidas. También se nos obliga a tomar
decisiones cerca a los méritos dentro de las publicaciones; se requiere valoración
y firmeza para identificar coautorías y colaboraciones.
Conviene reflexionar respecto a la amoralidad que caracteriza al maquiavelismo
y lo que sigue siendo moral o inmoral, olo que se convierte en ético o antiético,
, partiendo del imperativo categórico kantiano. De esta manera, identificamos la
influencia de doctrinas filosóficas y religiosas, como el cristianismo y el judaís-
4
mo, que han aportado las bases de la moral y de la ética en occidente. Y qué decir
del calvinismo, una actitud exhibida en la práctica del arbitraje en las publicaciones o al defender puntos de vista más o menos rigoristas apelando a la autoridad
suprema, i.e., algún autor reconocido y su irrefutable tesis; pero que al aplicarse
o tomarse en una forma razonable, obliga a la depuración del informe científico
y a definir mejor las posiciones más informadas, lógicas y elocuentes.
La influencia de muchas de estas y otras corrientes sobre la formación del científico van más allá de lo ecléctico ya que han moldeado su criterio y su personalidad, logrando un balance positivo entre el espíritu apolíneo (del orden y la
forma) y el dionisiaco (de la creatividad impetuosa) evocado por Wagner y Nietzsche. En este plano del existencialismo (según Sartré) el estudiante de ciencias
y el científico deben hacer converger sus principios filosóficos para definir su
apego a la ética científica para continuar su adecuada formación como científicos
reconociendo y cumpliendo las exigencias para ello.
Así, dado que el científico joven habrá de encontrarse con actitudes que reflejen
las doctrinas referidas, debe estar preparado para confrontar adecuadamente las
situaciones resultantes, es decir, identificar sus raíces y asumir posiciones que le
permitan aprovechar las críticas rigurosas pero honestas hacia su trabajo. Antes
que sentirse agredido hacia su quehacer, deberá considerar que los miembros de
la comunidad científica con los que interactúa tienen convicciones fundamentadas en las doctrinas filosóficas anteriores.
Haciendo alusión a las tres etapas de la vida del hombre que propone Kierkergaard (estética, ética y religiosa), en el científico la prolongación de la fase estética puede retrasar en mayor o menor grado su formación integral, impidiéndole
captar los problemas. Un ejemplo de ello podría ser el deslumbramiento que se
aprecia en los estudiantes ocasionado por las líneas de investigación de moda o
por la posibilidad de aplicar técnicas con nombres sofisticados, a menudo redundantes, para la verificación de su hipótesis de trabajo; muchas veces el fenómeno
biológico es el pretexto para desplegar la habilidad para manejar alguna técnica
que lo motiva (buceo científico, hojas de cálculo, técnicas estadísticas, análisis
numéricos, sondas genéticas, microsatélites, reacción en cadena de polimerasa,
entre otras). Una orientación bien dirigida redundará en una marcada eficiencia
dentro de la investigación en cuyo caso se estaría entrando a la fase ética o reflexiva del investigador, quien además se apegará con convicción a las normas
que valora la comunidad científica, aunque a veces de manera dogmática. El
investigador debe concentrar su atención primaria en el problema del conocimiento que habrá de detectar y plantear adecuadamente de manera creativa, y le
permita su solución de manera eficiente. Lo mismo debe aplicar el estudiante,
quien deberá proponer un problema de estudio específico, y no conformarse con
aprender las técnicas y solucionar alguno que su mentor le asigne.
Una vez que ha adquirido mayor experiencia y esté preparado para emitir juicios
acerca de la actividad científica, propia y ajena, habrá alcanzado una fase filosó-
5
fica. A partir de entonces será capaz de identificar y aprovechar las aportaciones
de diversas instancias filosóficas, proceso que le ha de conferir seguridad y armonía como hombre de ciencia.
Es menester que aquellos principios filosóficos que subyacen en la actividad
científica se amalgamen de tal forma que no sólo sean invocados bajo circunstancias más o menos convenientes, sino que conformen el fundamento del pensamiento científico individual. Al integrar los principios de esas corrientes filosóficas en la formación del científico se garantiza su preparación y tendrá mejor
oportunidad de asimilar adecuadamente otras propuestas filosóficas que emanen
de la biología y de la ciencia en general. De esta manera, sus opiniones serán potencialmente más ricas respecto a doctrinas como el evolucionismo, darwinismo,
lamarckismo (y sus versiones modernas), vitalismo, reduccionismo o holismo,
que han moldeado el pensamiento biológico (Mayr, 1995), así como el deductivismo e inductivismo, continuismo y discontinuismo, que ya forman parte de
su acervo (Garduño Espinosa y Viniegra, 1989). Dichas corrientes y su difusión
influyen decididamente en el ámbito de las ciencias biológicas y en la de la comunidad científica en general, y definen en gran parte los paradigmas bajo los
cuales se desenvuelve el investigador.
Conclusión
La recuperación de las bases filosóficas de la investigación en biología no sólo
es necesaria sino factible. El eco de los estudiantes ante las diversas iniciativas
para lograrlo, además del interés mostrado por varios colegas, debe aprovecharse y se debe promover la creación de cursos y seminarios sobre filosofía de la
ciencia. Un primer curso deberá armarse pragmáticamente, de acuerdo con el
enfoque presentado, mientras que otros cursos más avanzados deberán hacerse
disponibles para que el esfuerzo no quede aislado. Opciones como historia de la
filosofía, historia de las ciencias, epistemología, teoría del conocimiento o sobre
las direcciones seguidas actualmente por las filosofías de la ciencia contribuirían al rescate y retroalimentación de la filosofía dentro de la propia academia
científica para su retroalimentación, y no dejar este importantísimo ámbito como
pertinencia exclusiva del área de humanidades.
Agradecimientos
La respuesta de los estudiantes de Biología Marina de la Universidad Autónoma
de Baja California Sur para los cursos de Filosofía de la Ciencia y la aceptación
abierta que tuvo por parte de la academia en el Programa de Posgrado del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR) del I.P.N. motivaron el
presente ensayo. Agradezco las acertadas opiniones y sugerencias al manuscrito
por parte del doctor Domenico Voltolina (CIBNORMazatlán); del doctor Leonel
Cota Araiza (CCMCUNAM); del maestro en ciencias Enrique González Navarro (UABCS); del doctor Ernesto Chávez (CICIMAR), y del biólogo Alberto
Antuna Mendiola.
6
Literatura citada
Bunge, M. 1978. La ciencia, su método y su filosofía. Ed. Quinto Sol.
Garduño Espinosa, J. y L. Viniegra. 1989. “Tendencias filosóficas sobre el quehacer científico en los egresados de los programas de maestría y de doctorado
de la Facultad de Medicina de la UNAM”. Ciencia 40: 119130.
González Galván, H. 1992. ¿Cuáles son las diferencias y coincidencias entre
la Epistemología, la Filosofía de la Ciencia, la Lógica, la Metodología y la
Teoría del Conocimiento? PanoramaUABCS 42 (marzoabril): 1825.
Mayr, E. 1995. Así es la biología. Madrid: Ed. Debate.
Méndez Ramírez, I. 1989. “La ubicación de la estadística en la metodología
científica”. Ciencia 40: 3948.
Apareció originalmente como: Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220. 2002.
7
La filosofía de la ciencia como materia obligatoria en
la formación de científicos
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Nuestra experiencia con los Posgrados en Baja California Sur indica que los
aspirantes de los programas de maestría y doctorado de las varias instituciones
del estado tienen poca oportunidad de desarrollar su potencial creativo y contribuir con ello algo original a la generación de teoría. La afirmación hecha por
Cereijido (1989) acerca de la forma empírica en que se forman los estudiantes
de ciencia en nuestro país parece bien fundada; inmersos en el ambiente de investigación van captando aquí y allá fracciones de lo que llegan a reconocer
como Método Científico (Pérez Tamayo, 1990). Sin embargo no se aprecia una
estrategia ex profeso en su formación científica.
La problemática en la praxis
La formación empírica es ajena al ideal científico ya que los estudiantes:
1) Son reclutados para abordar problemas de investigación que son extensiones
de investigaciones similares en otros países
2) Abordan preguntas o problemas a priori planteados por los asesores receptores.
3) Son sujetos a entrenamientos en el manejo de las técnicas importadas y su
aplicación a datos o situaciones locales.
4) Son atraídos a laboratorios y/o posgrados por su equipamiento y apoyo financiero, así como pertenencia o no al padrón de excelencia CONACYT.
Se desconoce y por lo tanto no se les enseña que:
A) El Método Científico es esencialmente una aplicación intelectual, que inicia
con la identificación de problemas de conocimiento, i.e., preguntas concisas y
fundamentadas derivadas de la teoría disponible
B) El diseño metodológico depende del problema planteado, no al revés.
C) El planteamiento de hipótesis no representa un capricho de científicos o profesores que solamente complican el trabajo de otros investigadores.
D) La Filosofía de la Ciencia no consiste en sofisticar el quehacer investigativo,
sino en conferirle cientificidad.
E) La Filosofía de la Ciencia confiere una estructura a la investigación e informes científicos, que trasciende el mero formato
9
F) El hecho de negar la existencia del Método Científico (MC) o de convencerse
de que en su campo tienen su propio MC, no resuelve la situación, la solapa.
Cualquier disensión habría de sustentarse en bases filosóficas adecuadas y no la
mera toma de posiciones.
Una evidencia acerca de la formación incompleta de los estudiantes de ciencias
lo representa el hecho de que no existen materias en los currículos que les proporcionen bases para desarrollar investigación científica con plena conciencia de
ello, i.e., examinando a fondo los principios de la Ciencia y del Método Científico. Mientras, la mayor parte del plan de estudios consiste en abarcar lo más que
se pueda del conocimiento disponible en su campo de conocimiento de interés.
Aparte de que esto parece indefinido y desesperado, se les niega su formación
como investigadores, quedando ajenos a las bases de la metodología científica
y a la filosofía de su propio quehacer. ¿Bajo qué sentido se justifica la enorme
cantidad de información que se les administra e inculca, enciclopédicamente? Si
no entonces ¿cómo se les pretende enseñar que aquello que llamamos literatura
científica, textos y artículos, que constituyen su base de conocimiento es meramente teoría, e inversamente, que dicha teoría constituye la visión científica de
la naturaleza misma a que ellos habrán de contribuir siguiendo el mismo procedimiento y sobre bases epistemológicas?
Cada disciplina de conocimiento nos muestra una versión del mundo (Física,
Química, Biología, etc.) pero la filosofía nos ofrece una visión integrada y bajo
esta perspectiva establece también las bases sobre las que se funda el Método
Científico. Sin embargo, durante nuestra carrera científica existen pocas referencias a esto y no se hace obligatorio cursar materias que nos describan, examinen,
o enseñen en qué consiste ser un científico. Quizá una explicación para ello es
que quienes practicamos docencia en dichas carreras nos hemos formado igual,
empíricamente sin bases docentes (didácticas o pedagógicas) y peor, sin bases
filosóficas de nuestro quehacer científico.
Como consecuencia de lo anterior el estudiante de ciencias carece de referencias
que le permitan entender aquello que le confiere cientificidad a su investigación
o al conocimiento que maneja, toda vez que su concepción del Método Científico no ha sido contrastada o siquiera reflexionada. Asimismo, carece de bases
para defender su tesis ante la heterogeneidad de opiniones de sus sinodales o
jueces, o para argumentar en pro de sus objetivos de interés o más, plantear sus
propios problemas de investigación. La Filosofía de la Ciencia, desde un punto de vista praxiológico, prepara en forma mayéutica al estudiante de ciencias
como científico mostrándole la relación entre su espíritu heurístico, la actitud
crítica y escéptica en el manejo de la información, a la luz del propósito ulterior
de la ciencia de generar conocimiento con bases epistemológicas. Así, lo lleva a
comprender la necesidad de identificar y poner en práctica conscientemente, lo
que le confiere estructura al Método Científico, desde los distintos procesos lógicos que sustentan nuestra labor intelectual, hasta la importancia del significado
de las palabras y su uso adecuado.
Método
A diferencia de cómo habría estructurado un informe científico, este informe
sobre observaciones dentro de lo que es la formación de científicos sin las bases
filosóficas de su quehacer, se adecua el formato sugerido a este ensayo filosófico,
bajo la premisa de que ciertas disciplinas filosóficas, incluyendo la Metodología
y la Epistemología no deben cientifizarse, al menos no por ahora ya que, como
en otros campos el conocimiento generado por la humanidad mediante la Ciencia, aún no se alcanza tal nivel. Sin embargo el formato se puede adoptar.
El curso de Filosofía de la Ciencia. Tratando de ser congruente con el susodicho formato, la forma de describir el procedimiento seguido para sustentar el
presente ensayo ha sido, durante 10 años, impartir el curso en cuestión y observar las reacciones de los estudiantes, ya sean regulares, oyentes, especiales, o colegas que han participado como oyentes o eventuales. Más adelante se muestran
las opiniones recabadas respecto a lo que se esperaba de este curso y lo que en
realidad se obtuvo o se ha ido obteniendo.
Independientemente de cómo denominemos la materia curricular, el curso sobre Filosofía de la Ciencia se halla estructurado de acuerdo con las necesidades
evidenciadas por la praxis científica. Ello obliga al profesor-investigador a mantener un ritmo de trabajo elevado; esto es, además de la docencia y divulgación
se mantiene una productividad científica que respalde la convicción por arriba
de los estándares promedio de la comunidad científica pero realizada además en
apego a los principios filosóficos que se profesan.
Una característica imprescindible del curso es que se enriquece con cada semestre, lo que se ha hecho patente, por ejemplo en un ciclo de investigación (modificado de Bunge, 1984) acoplado al concepto de Método Científico (Siqueiros
Beltrones, 2005), la propuesta de una definición propia de Ciencia (Siqueiros
Beltrones, 2005) después de casi 10 años, así como un mapa mental de lo que
comprende el curso y la tesis que lo subyace (Fig. 1), entre otras adiciones.
Ahora, para practicar la filosofía científica es necesario tener un conocimiento de
primera mano de la ciencia actual; por ello, debe ser una empresa colectiva, incluso su enseñanza. Sin embargo, aunado a que no existen cursos obligatorios de
este tipo, los optativos dependen de la iniciativa de algún romántico científico,
difícilmente se contará con el apoyo requerido, i.e., colegas que impartan tópicos
bajo la misma filosofía de base praxiológica como lo recogen los programas de
los cursos. Por ello, conviene reconocer que los asistentes al curso son estudiantes con buena preparación, que al ser sometidos a un proceso mayéutico se
puede aprovechar su aportación, tanto en conocimientos, como en experiencia y
opinión, supliendo así la imposibilidad de contar con varios exponentes. Asimismo, los principios filosóficos para la investigación científica se pueden dirigir a
cada campo de conocimiento especializado, tanto teórico como metodológico,
que interese en particular a cada estudiante del curso. De esta manera, cada estu-
11
Figura 1.- Mapa mental del curso Filosofía de la Ciencia que pretende
mostrar los elementos estructurales de la tesis que lo subyace.
diante podrá ver la conexión entre su problema de estudio (tesis) y los recursos
filosóficos para abordarlo y desarrollarlo conscientemente de su cientificidad, a
la vez que le reditúa soluciones a problemas diversos de la tesis que le permiten
avanzar y culminar, con cierta confianza.
Supuestos terapéuticos de la filosofía de la ciencia. Los argumentos en pro
de la Filosofía de la Ciencia que se hallan en los textos son planteados a los
estudiantes para su crítica y su contrastación; estos se examinan bajo la premisa
de que las proyecciones e implicaciones no científicas no harán más eficiente al
científico en su especialidad (de hecho, para algunos colegas no es formativa).
No obstante, logrará lo siguiente:
a) Evitará quedar ligado a una filosofía incoherente, ya sea religiosa o científica
adoptadas inconscientemente, al ser capaz de examinarlas y criticarlas..
b) No confundirá lo que se postula con lo que se deduce, ni la convención verbal
o la teoría con el dato empírico, la cosa con sus cualidades, el objeto con su
conocimiento, ni la verdad con su criterio
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c) Ordenará sistemáticamente las ideas y depurará su lenguaje, buscando coherencia y claridad; se esforzará por entender los términos que emplea
d) Se habituará a explicar las suposiciones y las hipótesis, para contrastar con la
teoría y corregir con precisión.
e) Se prevendrá del dogmatismo, afilando su crítica y autocrítica, de su deformación como cientificista capacitado en el manejo, más no la comprensión de
técnicas sofisticadas de investigación.
f) Mejorará su estrategia de investigación, procediendo con mayor cautela en la
implementación de métodos y técnicas.
g) Pasará entonces del resultado al problema, sin conformidad.
h) Entenderá que el avance científico no es meramente aditivo; se puede recular
y cada solución provee nuevos problemas.
i) Ampliará su horizonte ante las posibilidades de interpretaciones.
j) No se dejará llevar por el aparente valor de datos empíricos que concuerden
con teorías de moda; extremará sus exigencias.
k) No aceptará a ciegas la metodología estándar de la literatura o aquella aprendida en su laboratorio.
l) No exaltará figuras por el hecho de que conozcan dichas técnicas o métodos,
si no que aceptará sus cualidades y sus fallas.
m) Sobre todo aprenderá a conducirse con discreción, sin menosprecio o arrogancia, reconociendo sus limitaciones; dando el privilegio de la duda.
n) Tomará partido en las polémicas académicas, pero será crítico al respecto,
tolerante, sin temor a retractarse y cambiar de opinión
Lo anterior, aunque debe ser sujeto a un examen de objetividad, su seguimiento ha demostrado ser factible dentro del curso. Sin embargo, para lograr tales
objetivos es necesario que el estudiante de ciencias reafirme los conceptos de
Ciencia, su método, y su filosofía, para que pueda llevar a cabo la debida introspección durante su formación como investigador. Para abordar esto de manera
objetiva ha sido necesario examinar la situación actual respecto a las carreras
científicas, en este caso, lo que se ha podido apreciar en Biología Marina y en
posgrados dentro de sendos cursos de Filosofía de la Ciencia con vigencia de 10
años. Se ha iniciado una auscultación con estudiantes que han cursado o cursan
la materia para detectar cambios en su opinión acerca de esta antes y después de
sus experiencias. Asimismo, se rescatan varias preguntas (1, 2, 3, 6, 7, 10) de
una encuesta llevada a cabo en 2005, que recogen principalmente la opinión de
miembros de la comunidad científica del CICIMAR-IPN (Siqueiros-Beltrones,
13
2006).
Estas preguntas se utilizaron para contrastar la hipótesis (Ho) de la mayoría de
los miembros de la comunidad científica muestreada no considera necesario un
curso de Filosofía de la Ciencia (FC) en una carrera científica de su pertinencia.
Asimismo, se plantearon cuatro hipótesis auxiliares en relación con cuatro de las
preguntas: H1) La mayoría no lo considera necesario en su formación científica;
H2) No se relaciona con el Método Científico; H3) Consideran que la FC y la Filosofía de la Investigación Científica son distintas; H4) No recurren a la Filosofía
de la Ciencia en sus investigaciones.
Resultados y discusión
Con base en el seguimiento de las actitudes y participaciones de los estudiantes
y de miembros de las academias de licenciatura y posgrado, se puede afirmar lo
siguiente: paradójicamente, la mayoría de los científicos (al menos en las carreras de biología) no son sometidos a dicha enseñanza, siendo accidental su roce
ex profeso con la filosofía de la ciencia. Asimismo, la comunidad académica
muestra heterogeneidad en cuanto a su aceptación por la materia y su injerencia
en el quehacer científico. En sumario, la perspectiva del ambiente académico
actual es de que la mayoría de los académicos respetan la Filosofía de la Ciencia
pero ¡La mayoría no entienden bien qué es! O, más comúnmente, la mayoría
no se preocupan por tales aspectos filosóficos, ya que según sus opiniones, de
alguna manera ya saben. Por otra parte, la mayoría no encuentra el tiempo para
ello. Igualmente, de manera paradójica, la mayoría de los académicos tienen su
opinión sobre el Método Científico y en veces, sin muchos escrúpulos, critican
sobre bases empíricas, únicamente, sin recurrir a las bases filosóficas del Método. No obstante la realidad muestra que la mayoría forman a otros académicos
(dirección de tesis), científicos o docentes.
Problemas de formación en la praxis. En un curso de Filosofía de la Ciencia se
hace énfasis sobre aspectos de la investigación científica con que se enfrentan los
estudiantes de ciencias, quienes podrían mejorar su formación si contaran con
los fundamentos discursivos ad hoc. Estos pueden derivarse del examen de los
principios metodológicos, empíricos, lógicos y no lógicos de la ciencia, algunos
de los cuales se ejemplifican a continuación.
Encuesta sobre la influencia de la filosofía de la ciencia entre la
comunidad científica
CAMPO DE ESTUDIO____________________________________________
CRUCE SU RESPUESTA: ESTUDIANTE_______INVESTIGADOR_______
1) ¿SABE QUÉ ES LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
14
SÍ
NO
INSEGURO
2) ¿LE INTERESARÍA SABER DE FACTO EN QUÉ CONSISTE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
3) ¿CONSIDERA NECESARIA LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN SU
FORMACIÓN?
SÍ
NO
INSEGURO
6) ¿DEBERÍAMOS INCLUIR EN LAS CARRERAS CIENTÍFICAS LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
7) ¿RECURRE A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN SU INVESTIGACIÓN?
SÍ
NO
INSEGURO
10) ¿CONSIDERA QUE EL MÉTODO CIENTÍFICO SE RELACIONA ESTRECHAMENTE CON LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
¿Cómo se inicia una investigación? Normalmente, y ello no lo hace correcto, los
estudios que desarrollan tesistas de licenciatura o de posgrado no son ideados
por ellos, les son asignados. El problema de investigación, aquella pregunta que
surge del examen analítico de la teoría y que echa a andar la investigación debe
ser generado o inventado por el estudiante, con ello se garantiza novedad, una
visión menos contaminada o rutinaria que la de los investigadores experimentados. Cuando el conocimiento de la disciplina de interés es enseñado bajo una
perspectiva científica, que a menudo no es así, entonces el estudiante aprenderá
a percibir dicho conocimiento bajo la concepción de lo que es teoría y su construcción lógica. Ello le permitirá aproximar su revisión de dicha teoría con una
actitud más crítica, escéptica e inquisitiva, favoreciendo la posibilidad de que
descubre lagunas de conocimiento.
¿Definición y defensa de objetivos? Por exagerado que parezca, la experiencia
nos dice que los estudiantes de posgrado y por supuesto los de licenciatura, son
incapaces de plantear claramente sus objetivos, dado que no los vinculan con el
problema de estudio. Ello se debe a que no han reflexionado al respecto y porque
nadie se los ha exigido, ergo, no se practica esa forma de razonamiento; algo
que en una labor intelectual no tiene justificación. Consecuentemente, cuando
alguien les sugiere categóricamente ¿por qué mejor no hace esto o el otro, menospreciando su propuesta de estudio? son incapaces de defender la legitimidad
15
de sus ideas.
¿Cómo se construye una hipótesis? En demasiadas ocasiones se ha notado que
los colegas no saben lo que es una hipótesis; a menudo la consideran una pregunta y no una respuesta probable a la pregunta que constituye el problema de
estudio. ¿Cómo entonces se puede esperar que se desarrolle un razonamiento
inductivo-hipotético-deductivo y se plasme con la sintaxis adecuada la o las hipótesis correspondientes a un estudio? Aunque aparentemente sería más fácil
hacerlo cuando se conoce la definición de hipótesis, la falta de práctica en el
pensamiento lógico lo dificulta bastante.
¿Qué es una tesis? Un tesista debe estar consciente de lo que significa una tesis,
más allá del librito que presenta como requisito para su titulación. Debe estar
consciente de que su tesis dentro de la disciplina de conocimiento en la que
desarrollo su estudio, representa una posición intelectual acerca de un problema
de conocimiento que él mismo debió descubrir o plantear y para lo cual debe
esgrimir argumentos en su defensa (disertación). Tanto, en la lógica de los conocimientos generados con la teoría que utilizó de referencia, como metodológicamente, garantizando una base epistemológica para dicha tesis, en apego al
Método Científico.
Estructura del informe científico y su propósito. La estructura se refiere a
la manera en que los elementos que lo conforman se hallan interrelacionados,
confiriéndole solidez y congruencia al informe. A menudo esto se confunde con
el formato, el cual aunque es imprescindible para sistematizar su construcción
sobre la base analítica, debe ser respetado en su estructura, es decir, representar
de manera precisa lo que cada apartado indica con el propósito de comunicar
fielmente el conocimiento generado y el procedimiento que lo hace confiable.
Esto es, desde lo que debe representar el título, hasta lo que es una conclusión.
¿Qué son las conclusiones? La reflexión acerca de los alcances de nuestros estudios permitirá, sobre la base de la confirmación o refutación de nuestras hipótesis, contrastar la teoría de la cual emanó el problema de estudio que abordamos.
De tal manera que, utilizando el conocimiento generado y contrastándolo con
la base teórica examinada, podremos hacer deducciones que comprendan las
consecuencias teóricas de nuestro logro. Al contrario de lo que se practica casi
inconscientemente de repetir los resultados en una lista final, que evidencia las
limitaciones en el razonamiento inferencial en el seguimiento del Método Científico.
Principios de Ética (Filosofía Existencial). Gran parte de la filosofía que adoptamos los científicos es para comprender por qué nuestra actividad es científica,
i.e. ¿qué le confiere cientificidad a nuestra actividad o investigación? Una cierta
base de ética científica nos obliga a tener plena conciencia de qué nos hace científicos, qué estamos obligados a hacer o cómo debemos proceder para apegarnos
al Método Científico. La Filosofía de la Ciencia (FC) proporciona la guía para
16
llegar a resolver tales cuestiones, examinando las bases de la Ética en general
y de la Ética Científica en particular. La mera imitación para llegar a practicar
investigación científica conlleva el riesgo de caer en procedimientos pseudocientíficos.
Encuesta preliminar (primeras opiniones). Los asistentes a los cursos habrán
de emitir sus opiniones a través de un sondeo ex profeso; por ahora se adelantan
algunas opiniones preliminares para contrastar con las expectativas de los cursos:
El curso ha despertado las inquietudes de colegas y doctorandos, quienes han
encontrado un foro en donde externar sus posiciones respecto a los diversos problemas de la investigación científica dentro de un contexto filosófico congruente.
En algunos casos han recuperado su confianza contra las formas cuasi negligentes de hacer investigación en equipo (bajo coordinaciones improvisadas), al contar ahora con referencias derivadas de la filosofía del método científico que les
permiten hacer la crítica pertinente. En otros han cambiado sus conceptos fáciles
y sucintos de lo que es la Ciencia, Método Científico y Metodología, por otros
más profundos que los tentaban pero sin contar con la convicción para decidirse
por ellos. También han encontrado argumentos filosóficos para la exigencia del
uso de hipótesis ante su fácil soslayo, que solamente desmerita la aplicación intelectual que exige la investigación científica. Argumentan también seguridad al
momento de plantear y defender un trabajo; mediante el conocimiento de saber
qué se está haciendo y hacia donde lo dirigimos, les ha permitido encontrar los
elementos claves de una investigación, y les ha sido posible identificar la ética
subyacente al quehacer científico, así como la falta de ética de algunos colegas.
Con base en el manejo de estas experiencias han podido conducirse de manera
adecuada y tomar decisiones que les ayudan a sobrellevar situaciones diversas
sin perjuicios. Asimismo les ha permitido poner a la ciencia en el lugar adecuado
en su vida. Comentan por ejemplo: (Los cursos de Filosofía de la Ciencia) “Cultivaron mi capacidad de escuchar, respetar y conocer distintos puntos de vista, que
casi todo el tiempo ayudaron a ampliar mi panorama en el tópico que se tratara;
ayudaron (y mira que ahora lo uso cada vez con mayor frecuencia) con mi tolerancia hacia personas difíciles, generalmente aquellas que se piensan superiores
por ser portadores de títulos, y al contrario, que si bien lo doctor no garantiza…,
el tener un posgrado, nuestro esfuerzo nos costó y cuenta. En concreto me dieron
herramientas que nunca creí pudieran provenir de tal fuente (filosofía) y que (es
lo mejor de todo) éstas son para siempre, sea en el ámbito académico, social,
laboral incluso personal. El curso traspasa el carácter de científico en muchos
aspectos; da al alumno tarea mental constante…”
Asimismo, estudiantes a menos de la mitad del curso afirman que la FC es un
tópico que con la simple etiqueta no comunica mucho o de más, de tal manera
que los haría desistir de entrar en ella; pero que al entenderla y aprenderla puede
dejar gran satisfacción y aprendizaje, con gusto e interés por desarrollar más
el proceso de reflexión y análisis en clase. Ello incluye adquirir la convicción
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de que, para generar conocimiento, es necesario conocer los fundamentos de
la investigación científica. También se ha visto que el lenguaje por su parte en
algunos sentidos es limitado o incorrecto y que es bueno saber el origen de las
palabras para aplicarlas con mayor seguridad y sentido.
Aunado a lo anterior, la encuesta aplicada reveló que por mayoría (85% o más)
la Ho queda refutada y que se deberían incluir cursos de FC en las carreras científicas; asimismo, que esta es necesaria en su formación (refuta H1). Pero, paradójicamente, sólo un 34% consideran o saben que la FC y la Filosofía de la
Investigación Científica son lo mismo (no refuta H3), aun cuando un 60% afirmaron saber qué es la FC. Asimismo, a pesar de que casi el 74% considera la FC
estrechamente relacionada al Método Científico (refuta H2), solo el 42% dice
recurrir a la FC en su investigación (no refuta H4). Con base en esto se infiere
que la comunidad académica encuestada intuye la importancia de la FC en su
quehacer y clama por saber qué es; sin embargo, muchos no aprovechan el curso
optativo al que tienen acceso.
Quizá nuestra idiosincrasia inclina a la mayoría hacia la obligatoriedad del curso, máxime que nuestro contacto con las múltiples filosofías, de acuerdo con el
sistema “educativo” es magro o inexistente en los currículos de primaria, secundaria, preparatoria, y licenciatura, por lo que una FC aparece encajada. No es
raro que sean comunes las opiniones no favorables; las cuales llegan de manera
indirecta a través de estos mismos actores quienes son cuestionados por detractores de la FC, que la consideran inútil e innecesaria en la formación del científico. Ejemplos: 1) Ante la incapacidad de percibir el contexto filosófico de ciertos
temas, colegas reprueban que se ofrezcan presentaciones de este tipo en los foros
académicos. 2) Otros, consideran la materia FC no formativa, o 3) Pérdida de
tiempo y tediosa.
Conclusiones
A partir de la implementación de los cursos sobre Filosofía de la Ciencia, la
necesidad de llegar a más estudiantes y colegas ha motivado la construcción de
ponencias en seminarios y congresos. La crítica resultante ha permitido enriquecer el curso y la preparación personal. Asimismo, la difusión del interés por la
temática ha generado la propuesta de actividades como el Seminario de cultura
científica y otras actividades de divulgación de la ciencia. Por otra parte, han
surgido solicitudes de dicho curso en otros programas: recuperándolo para la
Carrera de Biología Marina de la UABCS y para implementarse en el posgrado
de la misma institución. También ha tenido demanda en el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (CIBNOR) en donde se cuenta con iniciativas
propias encaminadas al rescate de la Filosofía Científica. Como una exigencia
que respalda los principios que subyacen al curso, han emanado varios ensayos
filosóficos publicados que sustentan su base praxiológica. Finalmente, la participación de colegas y estudiantes como oyentes en el curso, es sintomático de
que la FC se difunde en la comunidad científica. De acuerdo con esto surge la
18
duda, toda vez que, si estamos formando científicos, ello obliga a enseñar en
qué consiste ser científico, en qué consiste la ciencia y en qué consiste el Método Científico ¿conviene hacer obligatorio el curso de FC (o de la Investigación
Científica) igual en licenciatura que en posgrado? La heterogeneidad detectada
en la encuesta sugiere que sí.
Literatura citada
Bunge, M. 1978. La Ciencia, su método y su filosofía. Ed. Quinto Sol. 110 pp.
Bunge, M. 1980. La Investigación Científica. Ed. Ariel, Barcelona.
Mayr, E. 1995. Así es la Biología. Ed. Debate. Madrid.326 pp.
Pérez Tamayo, R. 1993. ¿Existe el Método Científico? F. C. E., México. 230 pp.
Rosenblueth, A. 1979. El Método Científico. CoNaCyT.
Russell, B. 1974. La Perspectiva Científica. Ed. Ariel. 215 p.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2002. Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2002. Experiencias en Metodología, Taxonomía y
Ética científica en la investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (18): 185195.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2005. Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis 13 (23):
181-188.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2006. Impacto de las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos,
Feyerabend y otros Filósofos de la Ciencia sobre el quehacer científico en
Biología. II Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la
Educación. México, D.F. 23 – 27 de mayo 2006.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2007. Reflexiones sobre el método científico. III Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación. Campeche, Campeche. 20 – 23 de marzo 2007.
Presentado originalmente como: La Filosofía de La Ciencia como Materia
Obligatoria en la Formación de Científicos. IV Congreso Internacional de
Metodología de la Ciencia para la Educación. DF, 24-27 de junio, 2008.
19
Educación filosófica; una solución para evitar vicios
en la ciencia
Irán A. Guzmán-Méndez y David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Esta reflexión es el resultado de la discusión y acuerdos de un grupo de estudiantes de maestría y doctorado que tomaron la materia de Filosofía de la ciencia
en el semestre de julio a diciembre del 2008, la cual es impartida en el centro
Interdisciplinario en ciencias del mar, del Instituto Politécnico Nacional, y en el
cual se realizaba un análisis de los problemas y carencias a las que se enfrentaba
la ciencia en México. De esta forma se enfocaron muchos de los problemas que
afectan el desarrollo de la ciencia y de la escolarización, identificando los puntos
claves para la solución de dichos problemas. Uno de estos problemas lo denominamos conformismo científico.
La palabra conformista proviene del latín conformis que significa dejarse modelar, es decir, conformarse es la práctica de quien fácilmente se adapta a cualquier
circunstancia.
Por lo tanto el conformismo científico es la conducta que se caracteriza por perder el rumbo, la motivación y el gusto de hacer ciencia y lo suple la preocupación y el deseo de sólo cumplir con los niveles de productividad para poder
mantener sus estímulos económicos, i.e., una actitud mercenaria, convencido de
que se cumple el propósito pero soslayando racionalismo científico.
Consideramos que existen dos motivos principales para que esto ocurra: a) motivos institucionales; y b) motivos personales.
Los motivos institucionales los identificamos como aquellos requisitos que forman parte de la burocracia institucional y que terminan fomentando acciones
que se convierten en vicios que afectan al desarrollo de la ciencia, ya que la tendencia es a maquilar informes y publicarlos, mas no a la construcción de teoría.
Los motivos personales son aquellos que tienen que ver directamente con las
decisiones que toma el investigador y ponen en tela de juicio su ética y su profesionalismo.
Desarrollo
En la discusión y análisis de grupo, se identificaron algunos vicios institucionales del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT):
CONACYT apoya proyectos que satisfacen expectativas internacionales. La
tendencia en los últimos años de las convocatorias del CONACYT se han inclinado a favorecer proyectos con tecnología de punta, temas de moda en la
20
ciencia (como la “teoría” del Calentamiento Global) o títulos con nombres que
pretenden descubrir el hilo negro de todas las investigaciones. Cierto es que, en
muchas ocasiones, la información que resulta de este tipo de investigaciones
dista mucho de resolver los problemas que tiene el país. Pero ¿dónde quedan los
proyectos que se requieren en el país? La respuesta es en el archivo muerto, pues
muchas investigaciones innovadoras y creativas que podrían resolver problemas
concretos no pueden competir con los proyectos de tecnología de punta e investigaciones de moda, pues se considera que no son tan importantes. La visión de las
autoridades gubernamentales es que la ciencia en México debe estar a la altura
de los países desarrollados, aun cuando México no pertenece a esa elite, dejando
a un lado el verdadero sentido de la investigación. A pesar de que las autoridades
se esfuerzan en demostrar que en México tenemos científicos de altura, la realidad es que no existe motivación para hacer ciencia, pues si no se es parte de la
línea de investigación a la cual se dirigen la convocatorias, simplemente uno no
puede desarrollarse como investigador. Por lo tanto “Te Adaptas o Te Adaptas”,
pues las carencias económicas propias del país no permiten tener la capacidad
para la realización de cualquier investigación con recursos propios; por lo tanto
uno debe modificar sus proyectos para que se adapten a las convocatorias.
El sistema no enseña a pensar, sólo a repetir recetas. Los tiempos que exige el
CONACYT para la culminación de investigaciones en posgrados es irrisorio. Si
uno desea realizar una investigación propia, debe tener suficiente tiempo para el
muestreo, el análisis de datos y la realización de la tesis; sin embargo, en el caso
de la maestría son sólo dos años para alcanzar el grado y en el doctorado los tres
años que apenas alcanzan para realizar una investigación completa. Esto orilla
a los estudiantes a trabajar con datos ajenos o que fueron tomados para otras
investigaciones y que son más propicios para otra investigación. Esto limita la
creatividad e innovación que probablemente se buscaba.
También se encontraron los siguientes vicios personales:
Incapacidad de los Investigadores para guiar a los estudiantes. A la mayoría de
los tutores nadie les enseñó a ser tutores. Han aprendido con el paso del tiempo y
con base en las diferentes experiencias que han vivido. Muchos de ellos no saben
que la importancia de una buena guía en el camino de la investigación es clave
para la generación de recursos humanos con capacidades de inventiva, creatividad e imaginación, muchas veces con cuestionamientos tan simples cómo: ¿Por
qué?, ¿Para qué?, ¿Cómo? y ¿Cuándo?. Con paciencia para escuchar y encausar
las ideas de sus pupilos podrían cambiar todo el panorama futuro de la investigación en México.
Debido a este problema, en muchas ocasiones ofrecen temas a los estudiantes
para ahorrarse el viacrucis de plantear un tema de investigación generado por
sus estudiantes. Esto genera que, al obtener el grado, los estudiantes no tengan
la menor idea de cómo plantear un tema de investigación que satisfaga inquietudes propias y sigan adelante en su formación reciclando ideas obtenidas de sus
21
asesores.
Esta ignorancia motiva a realizar investigaciones similares a las del grado anterior, lo cual nos lleva al incesto intelectual, demasiada especialización. Con esto
no queremos decir que la especialización sea un problema pues cuando esta se
obtiene por gusto a un tema específico y se observa un fenómeno desde diferentes enfoques, el resultado puede ser óptimo. Sin embargo, al observar el currículo de muchos estudiantes de doctorado podemos identificar, gracias a los títulos
de sus investigaciones precedentes que, en muchos casos, las línea de estudio
fue la misma desde sus inicios, y sucede que terminan sus grados sin saber hacer
otra cosa que lo que realizaron de manera ponderada en licenciatura, maestría y
doctorado. Se atrofia la iniciativa de hacer algo diferente para cada grado.
Filosofía…. ¿Para qué? Haciendo un recuento de las experiencias del grupo desde el nivel secundaria sobre las cátedras de filosofía, se observó que la mayoría de éstas no enseñaban a filosofar (pensar). En todas se notó la tendencia de
hablar sobre historia de la filosofía y aprenderse los preceptos de toda la gama
de filósofos canónicos, pero ¿En dónde está la esencia de la filosofía? ¿En qué
momento te enseñan a pensar? La mayoría de los estudiantes perciben la materia
de Filosofía como algo innecesario, reservado sólo para otras disciplinas intelectuales; cuando realmente es la base para poder ser un buen investigador. Cuestionarse el porqué de las cosas es una característica que tenemos arraigada desde
la infancia; sin embargo, con el paso del tiempo se deja a un lado por comodidad
o por alienación. Pero ¿Qué pasaría si los propios estudiantes indagaran sobre la
filosofía de la ciencia? ¿Qué pasaría si la identificaran como fundamental para
la realización de cualquier investigación?
El simple cuestionamiento del ¿Por qué hacemos la investigación? ¿Para qué
servirá al momento de estar terminada? ¿Cómo pretendemos realizarla? ¿Cuándo sería el momento adecuado para empezarla? Nos liberaría de muchos obstáculos y nos abriría el camino para idear cosas nuevas que realmente requirieran
de nuestra atención; pero filósofo no se nace, uno debe buscar los mecanismos
para activar el razonamiento. Esto quedó ampliamente demostrado con los resultados del curso de Filosofía de la Investigación Científica en el CICIMAR (IPN),
pues se insertó la semilla de la autocrítica y permitió observar la ciencia desde
otro punto de vista.
El grupo coincidió en que no tener bases filosóficas permite caer en los vicios
del sistema. Pues el sistema premia: reciclamiento de proyectos, cantidad de artículos, resultados inmediatos, investigaciones con tecnología de primer mundo;
y las antecede a la calidad en investigación, innovación, creatividad y sencillez
que pueden estar a una altura internacional. La naturaleza humana espera el reconocimiento y obtención de estímulos por el trabajo realizado; es decir, cuando
un investigador obtiene el reconocimiento de sus colegas y los estímulos económicos que son el resultado de su trabajo jamás se permitirá dar un paso atrás
y mantendrá a toda costa su estatus y su estabilidad económica, lo cual puede
22
recaer en una baja de valores éticas y/o falsa productividad pues en la actualidad,
por ejemplo, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) no perdona. Estos
vicios recaen en una característica particular que engloba a todos los aspectos y
conllevan una educación filosófica deficiente. Por ello, no tener bases filosóficas
propicia caer en círculos viciosos del sistema, pues el sistema obliga a mantenerse dentro y caer en los vicios que genera.
Reflexionemos… ¿Frenas o promueves esta conducta? Los investigadores deben motivar en los estudiantes a que desarrollen amor por la ciencia exigiendo
innovación, ideas frescas y dando tiempo y atención a los estudiantes; promoviendo la diversificación de temas de investigación. No olvidemos incluir un
poco de filosofía en nuestra vida diaria, es probable que este sea el camino para
despertar el amor por la ciencia.
Presentado originalmente como: Educación filosófica; una solución para evitar vicios en la ciencia (Reflexión). Memorias 5o. Congreso Internacional de
Metodología de la Ciencia y de la Investigación para la Educación. 24 al 27
de junio, 2009. Universidad del Valle de México, campus Villahermosa.
23
Impacto de las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos,
Feyerabend y otros filósofos de la ciencia sobre el
quehacer científico en Biología
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Para los miembros de la comunidad científica interesados en Filosofía de la
Ciencia, el reciente curso histórico que ha seguido la Ciencia difícilmente puede soslayar las aportaciones hechas por los reconocidos filósofos de la ciencia
como, Thomas Kuhn (1962), Karl Popper (1962), Imre Lakatos (1978) y Paul
Feyerabend (1975), entre otros, cuyas ideas son a todas luces contemporáneas de
los miembros de la comunidad científica en activo y de sus formadores. Síntesis
de sus ideologías se pueden consultar en Pérez Tamayo (1993) y en Chalmers
(1982). Los enfoques de estos filósofos resultan distintos pero todos son en mayor o menor grado iconoclastas, ya que rompen con las ideas preconcebidas de
los investigadores sobre lo que es la ciencia, cómo se hace y cómo evoluciona;
y en general, qué es en sí la Filosofía de la Ciencia. De cualquier forma, un
examen reflexionado de sus tesis no puede más que garantizar un mejor entendimiento de lo que es la Ciencia y lo que es y ha sido su desarrollo dentro de la
sociedad. Pero ¿Cómo es esta Ciencia para el investigador típico, ordinario o
común, el del cubículo de al lado o el colega, o el miembro de nuestro colegio
de profesores? y ¿Cómo lo afectan las filosofías que se han gestado en torno a
su propio quehacer? En otros términos ¿Cuál ha sido el impacto de las ideas de
los citados filósofos de la ciencia sobre nuestro quehacer científico individual?.
Siendo pesimistas, aunque no muy alejados de la realidad, lo que a continuación
procedería serían un número indeterminado de páginas en blanco. Sin embargo,
en aras de ser formal sobre la realidad que se vive cotidianamente en algunos
(¿O muchos?) centros de investigación, se presenta un examen de la situación
imperante, con base en experiencias propias y de otros colegas; incluyendo algunas publicadas, como las de Cereijido (2001).
Así, a continuación se ofrece una visión analítica, desde el punto de vista praxiológico-empírico, i.e., bajo la garantía de que se aborda el problema bajo un
conocimiento de causa o de experiencia directa, de cómo se hace investigación
científica, en que consiste su filosofía y el porqué es imprescindible identificarla
y aplicarla. Sin embargo, se denuncia la realidad dentro de una y quizá (ojalá
y no) varias poblaciones de la comunidad científica, tanto en México como en
otros países, incluidos del primer mundo, en los que la filosofía científica se
soslaya.
Filosofía e investigación científica
Primeramente, considero factible identificar dos componentes de la Filosofía de
la Ciencia, o dos tipos de filosofía de la ciencia: 1) Aquella que confiere estruc25
tura al método científico: la Metodología sensu stricto que según su etimología
se refiere al concepto razonado del camino o procedimiento seguido para alcanzar metas (de conocimiento) y asimismo, confiere su estructura a la Ciencia, i.e.,
su Epistemología, y su Lógica; aquello que subyace al Racionalismo científico);
2) Una filosofía que vincula la Ciencia con la sociedad, que la caracteriza como
un invento de la sociedad propio de la crítica y evaluación por ésta y para ésta,
que abarca las corrientes filosóficas que la muestran y la llevan (o lo intentan) del
esoterismo o misticismo irracionales al exoterismo propio del sentido común, v.
gr., Empirismo y Positivismo, y que los amalgama con el Racionalismo en un
nivel superficial o mundano.
En segundo lugar, pero no menos importante, es menester considerar ¿Qué es la
Ciencia misma? Esta es en gran parte la propia Investigación Científica, como
se colige de la siguiente definición (modificada de Siqueiros Beltrones, 2005):
La Ciencia es una estructura dinámica, autotrófica y , de disciplinas de conocimiento, dirigidas heurísticamente hacia el entendimiento de la naturaleza,
mediante nuestra aplicación intelectual y empírica, con el fin de generar conocimiento, implementando métodos, estrategias y técnicas de investigación
ex profeso, con una actitud sistemática y lógica (Metodología), para responder
preguntas concisamente planteadas (problemas de conocimiento), derivadas por
inferencia sobre la base del examen analítico y crítico de la teoría en determinada
disciplina de conocimiento (base teórica), y de la observación de los fenómenos
(base empírica), o sea, el Método Científico.
Pero lejos de buscar saturar pnemotécnicamente al usuario ingenuo, dicha definición trata de mostrar que lleva intrínseca la filosofía que mueve al método
científico y, por lo tanto, a la investigación cuando esta es científica. Mucha de
esta filosofía se refiere al Positivismo o Empirismo Lógico y exige el entendimiento de que la estructura del lenguaje conlleva un nivel de precisión sintáctico que la Ciencia no puede soslayar (aunque el investigador sí lo hace). Cada
término empleado implica un concepto, por lo que se deben respetar las bases
lingüísticas de semántica, pragmática y, tanto como se pueda, la sintaxis.
Una forma de apreciar lo anterior es parangonando el ciclo de investigación con
el informe (artículo) científico, el cual debe ser un reflejo fiel de ésta, tanto en
formato, como (principalmente) en estructura. Este frecuentemente refleja una
extrema ineficiencia para expresar precisión. Ya que en vez de concisos (claros,
breves y precisos) resultan parcos, confusos, con pobres sintaxis, semántica y
pragmática; incluso, recurriendo innecesariamente al uso de palabras inadecuadas o no aceptadas dentro del idioma oficial (Elorduy Garay y Siqueiros Beltrones, 2002). Así, ante la dificultad de precisar un título, por ejemplo, se opta por el
uso de términos fatuos y redundantes tipo temáticos o indicativos como: Contribución al conocimiento..., o, Un estudio sobre..., o, Análisis espectrofotométrico
de... (Siqueiros Beltrones, 2002b). Ello no preocupa ni a los autores, ni a los árbitros o editores; mientras que títulos mejor pensados y precisos tipo descriptivo o
26
informativo que comprometen, llegan a ser reprobados sin opción a corrección.
Lo anterior nos obliga a ser realistas y considerar a quienes hacen (o participan
en) la investigación científica: científicos, investigadores, estudiantes de ciencias, y técnicos principalmente. Todos somos necesarios, pero ¿en qué consiste
la función sui generis del científico? y ¿qué lo diferencia del “mero” investigador? El científico entiende y maneja, al menos, la primera forma de filosofía
de la ciencia, con lo cual confiere el estatus de cientificidad a la investigación.
Mientras que el investigador, formado en gran parte empíricamente, sigue los
métodos y técnicas para derivar datos dentro de un cierto tópico, inductivamente; con frecuencia haciendo suyo algún problema científico, sin aportación creativa y, por lo tanto, sin visos de generar teoría propia sobre una base hipotético-deductiva. En contraste, el científico está consciente de esto; aunque claro, ha
(hemos) pasado por lo mismo durante su formación, pero ello constituye tan solo
una etapa, la cual no debe prolongarse, aunque esta sea promovida por el sistema
escolar (Bunge, 1978).
No obstante lo anterior, el científico debe comprender y a menudo no es así, que
su actividad es un fenómeno social y debe reconocer cabalmente el vínculo con
y mediante la segunda forma de filosofía de la ciencia. Paradójicamente, investigadores y técnicos que no entienden o no necesitan entender la primera forma de
filosofía y son incapaces de responder correctamente a qué es el método científico, ciencia, o qué le confiere cientificidad a una investigación, llegan a tener una
buena idea de la segunda forma de filosofía de la ciencia; quizá debido a su visión idealista de dicha actividad, que aceptan con plena convicción, producto de
la influencia positivista, por demás generalizada en la sociedad (Gaarder, 1991).
Encuesta sobre la influencia de la filosofía de la ciencia entre la
comunidad científica
Ahora, observando un balance de tal situación, se nota que la mayoría de los
actores dentro de la comunidad científica ocupan el estatus de investigador y
relegan consciente o inconscientemente ambas formas filosofía de la ciencia, a
un plano inoperante. Esta experiencia sobre el rechazo de los investigadores por
la filosofía de la ciencia es sintomático de un hiato en la preparación de los investigadores, y muestra una realidad preocupante, pero ¿por qué el desinterés de
muchos colegas por este tópico? Primero, la base para esta afirmación se halla
en la praxis, las experiencias cotidianas y sus preocupantes sinsabores. Desde
luego que al ser una opinión, aún fundada, es por definición filosófica; ergo, no
sería científica. Un intento por cientifizar dicha opinión, consistiría en documentar y analizar sistemáticamente dicha fuente documental y recabar la base de
datos correspondiente, ya que al menos se cuenta con una hipótesis nula (Ho = la
mayoría de los miembros de la comunidad científica desconocen la filosofía básica del quehacer científico), con observaciones (experiencia) y con el problema.
Este último, aclaremos, es ¿conocen los miembros de la comunidad científica las
bases de filosóficas de la investigación científica? Con esto en mente se elaboró
27
una encuesta entre investigadores del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del I.P.N. (CICIMAR) y algunos voluntarios del Centro de Investigaciones
Biológicas del Noroeste (CIBNOR), así como estudiantes de posgrado de ambas
instituciones (Apéndice). De ésta (N = 125) se hizo un extracto sobre la base de
5 de las preguntas; ello arrojó lo siguiente:
El 61 % de los encuestados afirman saber lo que es la Filosofía de la Ciencia, y
el 75 % la consideran estrechamente relacionada al Método Científico, en proporciones iguales estudiantes e investigadores; pero solamente el 41 y el 45 %,
estudiantes e investigadores, respectivamente, consideran que recurren a ella
para su investigación. Una siguiente pregunta mostró que solamente el 34% de
los encuestados sabe lo que es el Positivismo; considerando que dicha corriente
filosófica subyace a nuestra convicción de lo que es la Ciencia (su propósito,
su utilidad, y casi todo lo que creemos saber del tema), dicho porcentaje resulta
incongruente.
Finalmente, en relación con la influencia que los “reconocidos” exponentes de
la Filosofía de la Ciencia citados en este estudio tienen sobre su praxis investigativa, arriba del 75% de los encuestados no saben [75% (investigadores)-73%
(estudiantes)] o no los conocen. Es evidente la incongruencia entre el valor concebido a la filosofía científica y el praxiológico.
Ciertamente, el valor estadístico de dicha encuesta debe tomarse con reservas y
aunque en general no existen suficiente datos numéricos al respecto, la preocupación externada por otros (e. gr., Cereijido, 2001; Bunge, 1978; Pérez Tamayo,
1993; Theocharis y Psimopoulos, 1987) y estudios similares (Garduño y Viniegra, 1989) sugieren una tendencia predecible (ergódica) en los potenciales datos
a nivel mundial.
Las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos y Feyerabend
Los científicos conscientes de la relevancia de las “dos” filosofías de la ciencia
cuentan con los fundamentos legítimos para conducir la investigación y para
la argumentación académica con recursos retóricos fértiles, evitando posiciones
necias y con la posibilidad de adecuar las propuestas de los filósofos en cuestión.
Así, brevemente entendiendo a Kuhn, los paradigmas científicos demarcan la
teoría que nos sirve para conocer y entender la naturaleza, lo válido y lo no válido, cómo funciona el mundo; se cree que se es iconoclasta porque suponemos
que nuestras ideas (que creíamos novedosas) eran extra paradigmáticas, pero se
nos revela la cruel realidad; para que lo sean debemos cuestionar los cánones
mismos del paradigma, bajo el riesgo de ser rechazados (Fig. 1).
Los programas de Lakatos pueden interpretarse como los paradigmas conformados por las teorías particulares para cada campo del conocimiento, con núcleos
o fundamentos confiables y cinturones flexibles a las inexorables anomalías que
surgen de la investigación científica, ya sea en una fase teórica o empírica. De
esta manera se construye una visión sincrética del concepto de paradigmas cien28
Figura 1.- Esquema de un ciclo de investigación científica (modificado
de Bunge, 1980) que marca el inicio de una investigación y el reencuentro
de la nueva teoría generada con la original. La teoría y el paradigma se
refuerzan o se corrigen.
tíficos que concilia las propuestas de Kuhn y de Lakatos en la investigación
científica en Biología (Fig. 2) y dictan las bases para que una investigación en
Biología sea científica (Ledesma Mateos, 1993).
En cuanto a Popper, con referencia a su demarcación de la ciencia mediante el
falsacionismo, considerando otras exigencias de lo que es una teoría científica,
primeramente se reprochan sus ejemplos de teoría inductiva de “todos los cisnes
son blancos”, lo cual confunde y hasta insulta a quienes sufren durante mucho
tiempo para elaborar un fragmento de teoría (Siqueiros Beltrones, 2005). Por
otra parte, notamos que las teorías no se desechan por una anomalía, ni por varias; trabajamos bajo el entendimiento de que habrá correcciones, adecuaciones
y enriquecimiento de dichas teoría, e. gr., la
selección natural no nació completa ni mucho menos, se desarrolló con el darwinismo. La crítica de Popper a la Selección Natural como teoría es que resultaba
tautológica y con ello no falseable. Este tipo de cuestionamientos son imprescindibles dentro de la crítica científica toda vez que conducen ex profeso hacia
investigaciones que permitan rebasar dichos cuestionamientos. Es por ello que
29
Figura 2.- Visión sincrética del concepto de paradigmas científicos que
concilia las propuestas de Kuhn y de Lakatos en la investigación científica
en Biología
su reforzamiento o enriquecimiento subsecuente con la Teoría Genética, Teoría
Molecular, y otros componentes que conllevan a la Teoría Sintética de la Evolución, le confieren el estatus científico actual.
Una visión popperiana puede ser muy útil. Por ejemplo, adecuando el falsacionismo a la investigación real, aunque se complica es benéfico hacer el esfuerzo;
en gran parte funciona mejor con nuestra construcción y pruebas de hipótesis,
mismas que buscamos falsear con base en una hipótesis nula; tal y como hacemos con las pruebas estadísticas.
Finalmente, Feyerabend y su “todo vale” puede usarse mejor para intentar rescatar el espíritu dionisiaco que promover la anarquía, al menos así resulta más
provechoso, ya que ciertamente podemos recurrir a un libre albedrío que cultive
la imaginación, la inventiva, la intuición y la creatividad, pero ya dentro de ciertas normas, v.gr., partiendo de un manejo mínimo de la base teórica. Esto es, no
sobre metodologías fijas que guíen las elecciones y decisiones de los científicos
(Chalmers, 1982), sino más bien criticables y con cierta libertad, siempre sobre
la base del conocimiento confiable (¡se dice fácil!); no se parte de cero ni mucho
30
menos, y se echa mano de nuestros principales recursos: las bases inductivas
(empirismo) y la lógica hipotético-deductiva, pero sin caer en el racionalismo
extremo. Partiendo de ahí, de acuerdo, todo vale; así, mitigando lo radical en
Feyerabend, lo que se nos presenta es precisamente una filosofía de cómo debe
proceder el científico, sacando provecho de su naturaleza humana y humanística.
Discusión
En general, existe o ha existido poco interés de quienes hacen ciencia por entender de manera cabal (reflexiva) o filosóficamente aquello que constituye su modus vivendi, o sea, la investigación científica ¿Carecen, por lo tanto, de la inquietud existencial (sensu Sartré) de saber por qué se es científico? No, el problema
es que no se nos educa adecuadamente como científicos. Consecuentemente, a
la mayoría de los investigadores les da lo mismo, o no les interesa cuál filosofía
sea aceptada, ya sea de Kuhn, Popper, Lakatos, o Feyerabend; así se nos forma o
deforma como investigadores, desperdiciando la oportunidad de liberar la mente
ante fijaciones, prejuicios, bogas, e imposiciones que conllevan los paradigmas
científicos.
Asimismo, pocos colegas seguirán el conocido adagio: “...solo investigadores
viejos... acceden a cuestiones filosóficas de la investigación científica…” (Bunge, 1978). Sin embargo, haciendo referencia al modelo de Kierkergard, sobre las
tres etapas del hombre (sensu stricto), que de una fase estética juvenil progresa
hacia una fase ética y alcanza la madurez en una fase religiosa. Modificando tal
modelo para el científico (e incluyendo a la mujer), con una fase estética, otra ética, y madurez filosófica (Siqueiros Beltrones, 2002a). Esta se alcanza, entonces,
en una etapa muy avanzada de nuestra carrera, sin la energía para intentar corregir en las generaciones nuevas cuyo potencial intelectual es menester explotar
mediante una enseñanza y preparación ad hoc, educándolos en (su) filosofía en
el sentido Sócratico, cultivando el pensamiento crítico. Ya que un mayor problema serán los investigadores establecidos que carezcan de estas bases.
Particularmente, preocupa que no existan cursos de Filosofía de la Investigación
Científica en la mínima proporción con las “carreras científicas” accesibles y se
evidencia un hiato entre esta formación filosófica y la segunda forma de Filosofía
de la Ciencia aquí referida (Siqueiros Beltrones, 2005). Citando a Bunge (1978)
“la Filosofía de la Ciencia que no es enseñada por científicos a estudiantes de
ciencia tiene mucho de farsa”. Ciertamente, , quienes se refieren en general a las
aportaciones de las citadas filosofías no practican investigación científica; ello
incluye al célebre M. Bunge! Su loable labor abarca principalmente docencia y,
de acuerdo con la encuesta, quienes hacen investigación científica las entienden
o aprovechan poco. No obstante, recoger la citada afirmación de Bunge puede
resultar peligroso toda vez que menosprecia las aportaciones de los filósofos;
pero debe tomarse como advertencia de manera moderada, exigiendo un mínimo de formación filosófica en nuestros currículos. Así, dentro de las doctrinas
filosóficas que se nos deberían enseñar a lo largo de nuestra formación escolar
31
(desde la Primaria) debe incluirse, junto con el Positivismo, la filosofía de la
ciencia.
Aunque intentamos corregir con cierto optimismo, tratando de influir a los científicos incipientes y a quienquiera que se preste, desafortunadamente nos topamos con la cruda realidad de que por no ser eméritos, causa escozor evidenciar
tal carencia en la formación de los investigadores. Es comprensible que investigadores con alta productividad (sensu Sistema Nacional de Investigadores,
SNI) se impacten ante esta exigencia en su formación que, aparentemente no se
necesita. La praxis con este tipo de aprendizaje conlleva a confrontaciones con
mentalidades que no se pueden o no se dejan influir y que en disputas erísticas
usualmente utilizan una forma de argumentación machista e impositiva, recurriendo a sofismas o paralogismos, y referencias ad libitum; pero no comprenden
la visión filosófica de los métodos, ni del método científico o lo que implica.
Para agravar la situación, muchos colegas tienen una influencia rígida de la teoría en boga, esté o no establecida como paradigma. Muchos son conocedores
expertos de la temática particular, por lo que se les reconoce como autoridades. Ante las advertencias o sugerencias que un conocedor de la Filosofía de la
Ciencia les hace, solo esperan a que pase, ya que sólo los convencen métodos
sofisticados o técnicas complicadas, numéricas o de laboratorio, utilizadas en la
problemática de moda, propuesta (o impuesto) en el extranjero.
De acuerdo con lo anterior, en general no existe un interés en adecuar los esquemas de Kuhn, Popper, Lakatos y Feyerabend, y quizá de ningún otro filósofo de
la ciencia a la praxis científica entre el grueso de los investigadores que contribuyen a la ciencia. Entonces ¿cómo es qué ¨funciona¨ nuestro aparato científico?
Primero, podría funcionar bastante mejor. Segundo, es un fenómeno análogo a
los procesos de inducción y deducción. La primera contribuye materia prima de
buena o mejor calidad y al agregarse la segunda, aunque en una proporción mucho menor, se accede a la cientificidad; claro, si se ha estado siguiendo el método
científico, o algo lo más parecido a éste. Recordemos que la Ciencia es un invento de la sociedad y constituye un fenómeno colectivo; según su definición y concepto, la misma propiedad debe atribuirse al Método Científico, cuya aplicación
no es necesariamente a nivel individual sino por parte de la comunidad científica
o un grupo de ésta. Así, la labor conjunta de los actores de la comunidad científica (científicos, investigadores, técnicos y estudiantes), logran su cometido.
Tener acceso a la Filosofía de la Ciencia resulta reconfortante y provechoso, ya
que permite la identificación como investigador científico en la sociedad, proyectando una imagen confiable, y nos confiere la seguridad de saber qué estamos
haciendo, por qué ello es científico y por qué se es científico; puede considerarse una forma de mostrar respeto a la sociedad que nos estima (sensu lato). De
esta manera podemos funcionar como receptores, amplificadores, transmisores
y difusores de dicha filosofía para las nuevas generaciones, quienes serán los
responsables del cambio paradigmático, el cual será contingente ante una nueva
32
mentalidad medieval que frena el quehacer científico, y en pro de un nuevo renacimiento con esperanzas de ampliar su difusión.
Agradecimientos
Se agradece la respuesta de la comunidad científica encuestada. El autor es becario de los programas COFAA y EDI del IPN.
Literatura citada
Bunge, M. 1978. La Ciencia, su método y su filosofía. Ed. Quinto Sol. 110 pp.
Bunge, M. 1980. La Investigación Científica. Ed. Ariel, Barcelona.
Cereijido, M. 2001. Países con investigación pero sin Ciencia. Ciencia al Día Internacional. 4 (1), http://www.ciencia.cl/CienciaAlDia/volumen4/numero1/
articulos/articulo4.html
Chalmers, A. ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Ed. Siglo XXI. México, D.F.
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Elorduy J. F. y D.A. Siqueiros Beltrones. 2002. Perspectiva filosófica en la redacción del informe científico. pp. 23-26, en: Memorias del IV Encuentro
de Editores de Revistas Científicas. Instituto de Ciencia Animal, La Habana,
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Feyerabend, P. 1975. Against method. Londres, New Left Books.
Garduño, J. y L. Viniegra. 1989. Tendencias filosóficas sobre el quehacer científico en los egresados de los programas de maestría y de doctorado de la
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319 p.
Lakatos, I. 1978. The methodology of scientific research. Cambridge University
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Ledesma Mateos, I. 1993. Biología: ¿Ciencia o naturalismo? Ciencia y Desarrollo, 19
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Pérez Tamayo, R. 1990. ¿Existe el método científico? F. C. E., México,
297 pp.
D.F.,
Popper, K. R. 1962. La lógica de la investigación científica. Tecnos, Madrid,
España. 451 p. F. C. E., México, D.F. 216 p
Siqueiros Beltrones, D.A. 2002a. Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en
Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220.
33
Siqueiros Beltrones, D.A. 2002b. Experiencias en Metodología, Taxonomía y
Ética científica en la investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (18):
185-195
Siqueiros Beltrones, D. A. 2005. Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis, 13 (23):
181-188.
Theocharis, T. y M Psimopoulos. 1987. Where science has gone wrong. Nature,
329: 595-598.
Presentado originalmente como: Impacto de las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos, Feyerabend y otros Filósofos de la Ciencia sobre el quehacer científico
en Biología. II Congreso Internacional Metodología de la Ciencia para la
Educación. México, D.F. 23 – 27 de mayo 2006.
34
APÉNDICE
ENCUESTA SOBRE LA INFLUENCIA DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA ENTRE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA. En negritas las preguntas
extraídas para este estudio
CAMPO
DE
DIO______________________________________________
CRUCE SU RESPUESTA:
DOR_______
ESTU-
ESTUDIANTE_______INVESTIGA-
1) ¿SABE QUÉ ES LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
2) ¿LE INTERESARÍA SABER DE FACTO EN QUÉ CONSISTE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
3) ¿CONSIDERA NECESARIA LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN SU
FORMACIÓN?
SÍ
NO
INSEGURO
4) ¿CONSIDERA LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA MÁS FORMATIVA
QUE INFORMATIVA?
SÍ
NO
INSEGURO
5) ¿CREE QUE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA ES CONSIDERADA IMPORTANTE POR LOS INVESTIGADORES EN EL EXTRANJERO?
SÍ
NO
INSEGURO
6) ¿DEBERÍAMOS INCLUIR EN LAS CARRERAS CIENTÍFICAS LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
7) ¿RECURRE A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN SU INVESTIGACIÓN?
SÍ
NO
INSEGURO
8) ¿CONOCE LA CORRIENTE FILOSÓFICA DENOMINADA POSITIVISMO?
35
SÍ
NO
INSEGURO
9) ¿SABE QUÉ CORRIENTE FILOSÓFICA SUBYACE AL SENTIDO COMÚN?
SÍ
NO
INSEGURO
10) ¿CONSIDERA QUE EL MÉTODO CIENTÍFICO SE RELACIONA
ESTRECHAMENTE CON LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA?
SÍ
NO
INSEGURO
11) ¿CONOCE LAS DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS ENTRE FILOSOFÍA
DE LA CIENCIA, EPISTEMOLOGÍA, Y TEORÍA DEL CONOCIMIENTO??
SÍ
NO
INSEGURO
12) ¿CONSIDERA QUE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA
DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA SON DISTINTAS?
SÍ
NO
INSEGURO
13) CONSIDERA QUE, EN SU PRÁCTICA CIENTÍFICA, EXISTE INFLUENCIA DE LAS FILOSOFÍAS DE:
36
KARL POPPER:
SÍ
NO
INSEGURO
THOMAS KUHN:
SÍ
NO
INSEGURO
IMRE LAKATOS:
SÍ
NO
INSEGURO
P. FEYERABEND:
SÍ
NO
INSEGURO
Pseudociencia non fingo
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
La idea generalizada de pseudociencia. Existen diversos enfoques sobre lo
que se ha denominado pseudociencia y los problemas que acarrea su arraigo
dentro de las sociedades humanas. De acuerdo con Bunge (1983) y Méndez
Acosta (1999), la pseudociencia comprende campos cognoscitivos conformados de manera muy distinta a como se hace dentro de la ciencia; como tales se
identifican la astrología, los biorritmos, la iridología, autoayuda mágica y control
mental, y la rabdomancia, entre otras muchas supercherías.
Según Méndez Acosta (1999), al contrario de la ciencia, la pseudociencia desprecia la realidad y la exactitud, es decir, el conocimiento objetivo; no obstante,
explota otra realidad, la avidez de la gente por lo que esta les promete. Sus propósitos son también distintos en esencia, ya que persigue influir en las personas
bajo la promesa de mejorar sus existencias, dándoles a conocer soluciones espirituales o místicas y herméticas, descubiertas por personas “escogidas o iluminadas”. Como señala dicho autor, la sociedad envía estas pseudociencias a
los márgenes más remotos del medio cultural. Sin embargo, desde estos puntos
se infiltra sistemáticamente a la cultura, con complicidad de la mercadotecnia.
Corre por cuenta del sistema educativo depurar el conocimiento de la gente, sobre la base del Positivismo. Empero, los medios masivos de comunicación promueven mucho estas pseudociencias, v. gr., insertando programas de “ciencias
ocultas” (astrología) que reditúan “rating” y ganándoles adeptos.
Sin embargo, contrario a lo que propone Méndez Acosta (1999) estas supercherías no representan, en absoluto, un rival para ninguna disciplina científica.
La mayor parte de las personas con un nivel cultural promedio confiarían en la
educación escolar para erradicar este problema, aunque a largo plazo. Igualmente, para muchos es evidente que esta charlatanería y sus promotores continuarán
inmersos en la sociedad. De cualquier manera, la realidad es que diversos tópicos de índole científica solamente tendrían oposición de tipo religioso, respecto
a fenómenos de carácter social derivados de la actividad científica y tecnológica,
como la clonación o el control de la natalidad, o las implicaciones de la teoría del
Big Bang sobre la fe de los creyentes. No obstante, existe un riesgo real en términos de una verdadera pseudociencia; una cuya principal estrategia es (parafraseando un pasaje religioso) hacer creer a la comunidad científica que no existe.
De esta manera y sobre la base de la experiencia en investigación biológica,
se pretende identificar y advertir de la existencia de una verdadera pseudociencia. Asimismo, se critica la posición de la comunidad de investigadores que se
queda al margen de esta problemática, delegando la responsabilidad de juzgar
este fenómeno social a intelectuales que no son investigadores científicos, v.gr.
37
filósofos, quienes elaboran sobre lo que es la ciencia y dictan la manera en que
debemos proceder.
La verdadera pseudociencia. De acuerdo con su etimología, un pseudocientífico sería aquel que pretendiendo hacer investigación científica hace otra cosa,
quizá parecida, pero lo propone como tal. Es decir, se pretende ser científico,
pero se carece de la formación mínima para desarrollar investigación científica
con clara conciencia de lo que se hace. La verdadera pseudociencia no necesita
ser inventada, non fingo, y no recurre a propaganda por demás comercializada
como las supercherías anteriores; se genera paralelamente o a la sombra de la
actividad científica. Al igual que se definen las pseudoproposiciones de Rudolf
Carnap (Círculo de Viena) para indicar las expresiones erróneamente consideradas como proposiciones (Abbagnano, 1996) pero sin contenido cognoscitivo, se
pretende a continuación identificar la verdadera pseudociencia.
No muy recientemente, Theocharis y Psimopoulos (1987) advirtieron sobre la
carencia de fundamentos filosóficos en el quehacer científico. No solamente se
manifestaron acerca de la filosofía (externa) de la Ciencia, su definición, propósito, o el concepto que los filósofos han intentado construir, sino más bien
aludiendo a aquella filosofía (interna) que sustenta al quehacer científico real,
cotidiano, praxiológico, aquello que caracteriza y define al Método Científico
(Siqueiros Beltrones, 2002b). Ciertamente existe una conexión entre ambas
perspectivas de la filosofía de la ciencia, mismas que aborda la Epistemología,
pero para el estudiante de ciencias y el científico no es recomendable enfocar
solo una de estas perspectivas. En el primer caso, al construirnos una visión sintética de lo que es la Ciencia, se corre el riesgo de quedar atrapado en el juego de
lo que Theocharis y Psimopoulos (1987) llaman las antítesis, i.e., la elaboración
de argumentos sofistas que niegan la objetividad científica a base deposiciones
radicales de escepticismo, criticismo, agnosticismo, cinismo, relativismo, nihilismo, y anarquismo; este último promovido por Paul Feyerabend con su famoso
“todo vale” y las comparaciones que hace entre ciencia y las pseudociencias sensu Bunge (Pérez Tamayo, 1993). Al no interpretar a Feyerabend con la debida
proporción, se puede, por ejemplo, alentar a colegas y no colegas a negar que se
requiera una base teórica para que alguna afirmación o propuesta hipotética sea
científica. Véase el siguiente ejemplo: Algún árbitro argumentaba que:
“....podría tomar una muestra de sedimentos y después de colocarla sobre su
frente (como Karnak el magnífico) hipotetizar que encontraría la diatomea Navicula gregaria..., y por ello su propuesta no dejaría de ser tan científica como si
hubiera examinado la muestra siguiendo un método estándar (diatomológico)...
ya que una hipótesis no necesariamente debe hacerse por deducción...” Empero,
si se puede hacer dicha afirmación, es porque evidentemente se está inmerso en
la teoría respectiva, i.e., sabría de diatomeas; alguien que no sepa sobre el tópico en cuestión no podría argumentar lo mismo; aún más, hubo una razón para
hacer tal propuesta en particular; al haber detectado una posibilidad (presencia
de dicho taxón) a partir del análisis del conocimiento disponible. Es absurdo
38
suponer que se puede elaborar tal hipótesis sin conocer teoría y sin capacidad
analítica para percibir el problema, o sin capacidad deductiva para proponer una
respuesta probable. Se nota la misma contradicción de quienes refutan el inductivismo (Theocharis y Psimopoulos, 1987), pero recurren a este para armar sus
argumentos.
El investigador científico se halla inmerso en la praxis, ergo, al incursionar en la
filosofía de la ciencia lo hace con conocimiento de causa; es capaz de vincular la
acción real de hacer ciencia con sus bases filosóficas. Así, un Biólogo no deberá
ignorar la opinión (sensu stricto) de Popper sobre la teoría de la selección natural
la cual afirma... “ no es científica por ser tautológica y por lo tanto irrefutable...”
(Ruíz y Ayala, 1998), pero deberá sopesar sus argumentos de acuerdo a como
el científico biólogo entiende la evolución. Tampoco debe adecuarse a ejemplos
(popperianos) como “...si la teoría dice que todos los cisnes son blancos, esta
fallará con la observación de un solo cisne negro...” Esto no puede compararse
con la realidad que enfrentan los estudiosos de la naturaleza, quienes analizan
la complejidad de una teoría biológica con sus aparentes imprecisiones para justificar sus ideas, mismas que cristalizan en problemas de investigación. Un investigador consciente de lo que hace, bajo la perspectiva científica y su filosofía,
tomará la lógica detrás de las propuestas de los filósofos de la ciencia clásicos y
le dará su real proporción sobre una base praxiológica. Sin embargo, no sucede
así en la mayoría de los casos. Más bien, siguiendo la “moda popperiana” por
ejemplo, muchos biólogos que se decían popperianos hacían luego lo que les
daba la gana (Mayr, 1995); más a la Feyerabend, o a la Darwin, quien llevó a
cabo una investigación de base inductiva para elaborar su propuesta de la Selección Natural pero después se declaró deductivista.
Por supuesto que las tesis de los filósofos citados pueden aportar bastante al quehacer científico (y lo han hecho), si son utilizadas adecuadamente; sin embargo,
muestran visiones sintéticas de la teoría o de las teorías y de la ciencia en general.
Así, a primera vista se contradicen en la construcción de sus propios argumentos
(Theocharis y Psimopoulos, 1987), pero principalmente con la realidad de la
investigación científica. Ello puede ser síntoma de imprecisión; deberían, entonces, ser analizadas antes de ser adoptadas por su aparente congruencia, sin
reflexionar sobre nuestras propias bases en filosofía de la ciencia. De lo contrario, se parece apoyar la máxima “La filosofía de la Ciencia que no es enseñada
por científicos a estudiantes de ciencia tiene mucho de farsa” (Bunge, 1978).
Y, aunque esta proposición debe ser recogida por los estudiantes de ciencia y
por científicos, ello debe hacerse con cautela y sobre una base filosófica; para
aprovecharla habría que entender qué es la filosofía de la ciencia sobre la base
(praxiológica) de su propia experiencia. De esta manera, nos veremos obligados
a formarnos un criterio sobre una ética rigurosa de lo que es realmente la investigación científica y la filosofía que subyace o circunda nuestro quehacer. De una
manera similar, deberíamos sopesar las propuestas de Kuhn (1962) sobre las revoluciones científicas, las de Lakatos y sus programas de investigación (en Pérez
39
Tamayo, 1993), o las de Popper con su falsacionismo para demarcar las teorías
científicas, y su rechazo del inductivismo (Popper, 1962). Esto es, no debemos
simplemente mantenernos al margen de propuestas de tal magnitud, como las
citadas, evitando la confrontación con las ideas de estos grandes pensadores.
De acuerdo con lo anterior, es imprescindible recuperar las bases filosóficas de
la investigación científica, aquello que le confiere solidez al Método Científico:
su epistemología, la lógica de su estructura, así como su metodología, cuidando
asimismo, tanto semántica como pragmática, para aprovechar el real significado
de los términos. Esto no preocupa lo suficiente a muchos colegas, ni del “primer
mundo” (Theocharis y Psimopoulos, 1987), ni en México o el resto de América
Latina (Cereijido, 2001). En mi experiencia, los colegas investigadores pueden
alterarse y tomar posiciones defensivas ante este tipo de señalamientos, lo cual
conlleva riesgos, como perder su respaldo. Otros aluden a alguna posición que
les pareció atractiva (como las propuestas citadas) de cómo opera la Ciencia y la
concepción de esta; mismas que no han analizado críticamente.
Por otra parte algunos colegas al ser abordados con estos tópicos, muestran interés y emiten sus opiniones, pero frecuentemente se disculpan por no manejar
el tema. Esto, sea contradictorio o no, permite suponer que entienden más de
lo que creen. Es menester que, en vez de emitir opiniones, hagan críticas fundadas, recurriendo a su lógica científica. Tal pasividad es resultado de una falta
de preparación, el soslayo a las bases filosóficas de su propio quehacer, mismo
que se refleja sintomáticamente en su entendimiento cabal de lo que hacen. En
muchos casos, quizá la mayoría, los colegas y estudiantes de ciencias no responden correctamente a preguntas como: ¿Qué es el método científico? incluso
en el primer mundo (Theocharis y Psimopoulos, 1987); o, ¿Qué le confiere a la
investigación su carácter científico? ¿En qué consiste la estructura de una investigación científica? ¿Cuál es la diferencia entre el formato y la estructura de
un informe científico? Es decir, los conceptos de: título, introducción, discusión
y conclusiones; así como la diferencia entre método y metodología, o técnica
y análisis (sobre todo numéricos). Carecer de respuestas plausibles a dichas
preguntas evidencia carencias en filosofía de la ciencia, misma que les permitiría
aclarar de manera fundada porqué se es científico.
El “milagro de la ciencia”....es que, a pesar de todo lo anterior, se puede confiar
en mucha de la investigación que hacen colegas con tales limitaciones (Pérez
Tamayo, 1993). En gran parte, esto se debe a que la propia comunidad científica
(la ciencia) absorbe y adecúa el conocimiento generado sobre una base inductivista. Esta, al igual que el sentido común y el Empirismo, se sustenta en la experiencia (de facto), por lo que los productos de cualquier investigación, científica
o no, pueden ser aprovechados científicamente; solo hay que recordar que el
método científico permite y exige recurrir a los distintos tipos de conocimiento:
común, técnico, científico. Igualmente coadyuva el espíritu inquisitivo y estoico
del estudiante de ciencias o del científico joven, quienes van forjando gran parte
de su propia personalidad científica empíricamente. Inmersos en el ambiente
40
científico, van recogiendo aquí y allá ingredientes del método científico, e identificándose, ya con la escuela de Popper, ya con la de Feyerabend (Pérez Tamayo,
1993). Eventualmente llegan a percibir la filosofía que subyace su investigación
científica; aunque frecuentemente no es así.
De esta manera, aunque se pueden forjar excelentes investigadores que llegan a
publicar en las mejores revistas del mundo (Cereijido, 2001), ello conlleva un
riesgo; el no conocer o comprender la filosofía de la investigación científica incrementa el riesgo de producir protocientíficos, cientificistas, megalómanos, i.e.,
pseudocientíficos (Siqueiros Beltrones, 2002a). Esto es porque es más difícil
que el científico en formación identifique su labor específica dentro de lo que es
todo el proceso de la investigación científica, si desconoce su filosofía. En los
estudios científicos se involucran muchas personas; aquellas directamente implicadas en recabar y procesar la información son los técnicos y los científicos.
Dada la imprescindible labor de los primeros y el grado en que se familiarizan
con la investigación, llegan a cerrar parte de la brecha que los separa del científico. Ante la satisfacción que viene con el eficiente trabajo técnico, quienes fungen
o fungirían como científicos, atraídos por la complejidad de técnicas y métodos,
son desviados de su papel primordial, que es manejar el Método Científico, y no
solo los métodos, técnicas (Siqueiros Beltrones, 2002b); pero son estas las que
ocupan los títulos en reuniones científicas, o la mayor parte de su exposición,
aún cuando su trabajo no tenga un objetivo metodológico. Como dice Cereijido
(2001) se adopta toda la parafernalia que acompaña la investigación científica,
y se acaba simplemente siguiendo formas o modas. Para sobrellevar esta tentación, se debe llegar a entender cabalmente qué es Ciencia, en que consiste el
Método Científico (Siqueiros Beltrones, 2002b), y por lo tanto, cual es la filosofía científica.
Una definición de Ciencia. La ciencia es un sistema heurístico de disciplinas
de conocimiento, estructuradas de forma lógica en teorías, que se han generado
mediante una forma de pensar y con base en un procedimiento, mismo que se
refleja en una actitud inquisitiva, i.e., de acuerdo al propósito de obtener respuestas a preguntas concisamente planteadas (problemas), que se derivan por
inferencia a partir del examen riguroso de la teoría respectiva (disciplina de conocimiento de nuestro interés particular) y de la observación analítica y crítica de
los fenómenos; ello exige el seguimiento de métodos, estrategias y técnicas de
investigación implementadas ex profeso y aplicadas de forma sistemática y lógica (metodología), para realizar observaciones objetivas (base empírica) precisas,
mismo que ha sido denominado método científico.
Más que presentar una definición fácil, lo anterior, aunque con pobre estilo, intenta exponer la necesidad de formarse un concepto de ciencia, mismo que implica no sólo el conjunto de conocimientos, sino la forma en que los genera, los
maneja, los utiliza y los ordena. Esto requiere una actitud implícita en su filosofía, que a la vez nos crea un concepto adecuado de teoría. Como científicos estamos obligados a entender claramente lo que estamos afirmando (que hacemos
41
ciencia), y por lo tanto, estar conscientes de cómo lo estamos haciendo. Asimismo, se debe entender cuál es tal lógica empleada en estructuración de la teoría
científica y comprometernos también a utilizarla de manera consciente y ética.
Las consecuencias y sus causas. Lo anterior nos permite identificar aquello que
le confiere el carácter científico a nuestra investigación, para consolidarlo. De
lo contrario no se estará funcionando como científico, y al pretenderlo, se caerá
en lo pseudocientífico. Dicha actividad, como ya se sugirió en este escrito, ciertamente contribuye, pero el demérito existe también. Asimismo, no se esperará
lograr el mismo tipo de avance que si la figura del científico estuviera totalmente
respaldada y bien proyectada sobre la base de su filosofía. Un riesgo inmediato
es la pérdida de la confianza que la sociedad debe tener en su comunidad científica, sobre todo cuando se trata de la opinión de la comunidad profesionista
de otros campos de la producción. Otro riesgo, como lo advierten Theocharis y
Psimopoulos (1987), es la reducción en el presupuesto asignado a investigación
científica por los gobiernos; y, la pérdida de la confianza en la Ciencia por parte
de la sociedad.
Formamos doctores en ciencia instruyéndolos con el manejo de aparatos y manejo de bibliografía, sin que tengan una idea de que es Ciencia (Cereijido, 2001);
esto es, mediante entrenamiento y capacitación, pero sin preparación y carentes
de una filosofía científica. ¿Qué será de los Maestros en Ciencia? El resultado
corre el mismo riesgo y es que se realizará investigación científica desconociendo sus bases, su filosofía, o menospreciándola. Esta es la pseudociencia que
perjudica, misma que no hemos intentado reconocer y que puede crecer como
bola de nieve. Ello es debido al desconocimiento de filosofías o doctrinas que
deberían sustentar nuestra educación y particularmente de filosofía de la ciencia.
Esto es ocasionado en gran parte por la facilidad con que se puede caer presa
del atractivo tecnológico, al sustituir la creatividad científica por el manejo de
la técnica (Cereijido, 2001; Theocharis y Psimopoulos (1987). Asimismo, en el
caso de la Biología el espíritu naturalista que debería enriquecer la investigación
llega a mermar rigor y apego a método científico.
No obstante el intento de difusión de la filosofía de la ciencia en trabajos clásicos y el énfasis sobre su utilidad en la formación de los científicos de diversos
campos del conocimiento (e. gr., Chalmers, 1982; Bunge, 1983; Pérez Tamayo,
1993) esta no llega a formar parte del currículo del estudiante de ciencias y mucho menos de su preparación. Igual destino parecen tener tratados filosóficos
sobre tópicos biológicos (e.gr., Mayr, 1995; Ruíz y Ayala, 1998). Segregar la actividad naturalista de la auténtica investigación científica en Biología requiere de
bases similares. Con ello se puede identificar cuándo la actividad es meramente
naturalista en una investigación, sin rebasar el estatus protocientífico, pero se
pretende presentar como estudio científico; ello lo calificaría como pseudocientífico. Igualmente sucedería, aún insertando una serie de técnicas de laboratorio
o numéricas, pero sin un planteamiento teórico adecuado del problema de investigación.
42
Una de las razones que explican lo anterior es que no existen cursos obligatorios
ni optativos suficientes en las carreras científicas que inculquen, a los científicos
en formación, las bases filosóficas de su quehacer. De forma alarmante, tampoco
se encuentran en los programas de posgrado, de manera que se pudiera apreciar
una congruencia entre lo que se quisiera en la formación de un científico y la
forma correcta de lograrlo. Ciertamente, la educación durante las etapas escolares previas debería promover el desarrollo del pensamiento. Sin embargo, en
los programas educativos, no existen suficientes materias de carácter filosófico,
mucho menos acceso a las múltiples doctrinas surgidas históricamente que han
moldeado el pensamiento moderno; concomitantemente, lo que se ha adquirido
durante la educación familiar se irá perdiendo, o diluyendo.
Al optar por una carrera científica, no es de extrañarse el desconocimiento que
padece el estudiante sobre filosofía, y más sobre filosofía de la ciencia. Es imprescindible, pues, recuperar las bases filosóficas de la investigación científica;
más que inyectar más conocimiento y técnicas, continuar con el cultivo del pensamiento mediante la enseñanza de filosofía, y de la filosofía de la ciencia en
carreras científicas.
Reconocimientos
Las reflexiones vertidas en este manuscrito son producto de interacción con estudiantes y colegas, en seminarios departamentales y en el curso Filosofía de la
Investigación Científica, del posgrado en el CICIMAR–IPN.
Referencias
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Rosenblueth, A. (1979). El Método Científico. CoNaCyT. 110 pp.
Ruíz, R. y F. J. Ayala. (1998). El método en las ciencias; Epistemología y darwinismo. F.C.E., México. 216 p.
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Siqueiros Beltrones, D. A. (2002b). Principios filosóficos de la investigación en
Biología; experiencias en Metodología, Taxonomía y Ética. Ludus Vitalis. 10
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Theocharis, T. y M. Psimopoulos. (1987). Where science has gone wrong. Nature. 329: 595-598.
Apareció originalmente como: Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis, 13
(23): 181- 188.
44
Filosofía y método en la generación de conocimiento
científico
Jessica C. Hernández Martínez y David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
La Filosofía de la Ciencia como materia en la formación de científicos de las
Ciencias del Mar se halla disponible como electiva y no como obligatoria. El
criterio de un estudiante de posgrado debe conducirlo hacia la exploración de las
bases epistemológicas de su quehacer como profesional de la ciencia. La materia Filosofía de la Investigación Científica que se imparte en la Maestría en el
Manejo de Recursos Marinos del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas
del IPN, en La Paz, Baja California Sur, ofrece esta oportunidad. Este ensayo
muestra un panorama del tipo de reflexiones que serán capaces de desarrollar
quienes cursan la materia.
Referentes conceptuales. De acuerdo con ciertas teorías históricas, desde tiempos prehistóricos la curiosidad humana fue el motor que permitió la búsqueda
de las respuestas razonables a los eventos naturales que, por muy obvias que nos
parezcan hoy en día, en su momento fueron necesarias para entender el entorno
y la existencia misma de su naturaleza, el porqué de las cosas, el desafiar lo establecido por el grupo social y, mediante la interrogación, hacer la búsqueda del
conocimiento, ya sea que fuesen verdades, realidades, o simplemente una respuesta para satisfacer una necesidad. El pensamiento surgido en este tenor (aún
se debate en qué orden) pudo ser protociencia o filosofía primordial. Hoy en día
se conoce a la filosofía de la ciencia como una rama de la filosofía pero que está
lejos de ser contemplada dentro de la estructura de formación de un científico.
Desarrollo. Al distinguir entre la filosofía y la ciencia entre muchos miembros
de la comunidad científica, estas no sólo se separan, comúnmente se les entiende como ajenas la una a la otra y de esta manera se encajonan en conceptos
aparentemente aislados aunque ciertamente complementarios, más del intelecto
general que del pensamiento científico o filosófico. Es probable que esto sea
respuesta a la necesidad del humano en encajonar todo por su afán de ser práctico en el entendimiento de las cosas, es decir sistematizar los procesos; lo que
comúnmente se refiere como el método científico, el cual podría verse como
un sistema compuesto por distintos órganos que trabajan para un propósito en
común, i.e., la generación de conocimiento.
Asimismo, es posible según un punto de vista psicológico que para poder asimilar los eventos se debe dar un sentido de orden a las cosas. Es ampliamente
aceptado que el caos en la ciencia convencional no tiene lugar; aunque la serendipia y la intuición, tan socorridos en el quehacer científico, pueden mostrar lo
contrario, i.e., elementos no lógicos que, junto con la creatividad y el ingenio,
45
juegan un papel primordial en la poiesis científica que culmina con conocimiento, con teoría.
No obstante, ante esta referencia ordinal que se demanda, lo que comúnmente se aprecia como avances científicos son de hecho logros tecnológicos, o sea
el desarrollo de beneficios materiales fundados (actualmente) en conocimiento
científico, con un enfoque utilitarista. La tecnología representa dignamente el
progreso científico y cotidianamente lo opaca. Nuevamente es la interpretación
indiscriminada entre ciencia y tecnología lo que reenfoca la admiración de la
humanidad por la ciencia.
Entonces, lo que se presenta como realidad se va formando por la mejor información científica disponible en términos generales; por otra parte, la verdad es la
construcción social de la realidad. Así como cuando forzamos la comprensión de
algo desconocido y lo encajonamos poniendo etiquetas para nombrarlo, con lo
que se limita su alcance. Por ejemplo, cuando un investigador (de cualquier área
de estudio) al realizar una investigación con todo el rigor científico, se encuentra
con algo no esperado que dé lugar a un descubrimiento científico; lo recomendable es no sólo darle su orden o etiqueta, si no darse la oportunidad de dejar
ser al evento mismo. A esto nos referimos con dejar que las ideas fluyan tal vez
encaminadas a la imaginación, asunto que pensamos solo es de infantes, pero
que es humanamente razonable en la búsqueda de respuestas.
Recordando la obra de Isaac Newton Philosophiae naturalis principia mathemática, en el que él pretendía llevar el estudio de la naturaleza pero con un método sistemático apegado en aquel momento al empleado en las matemáticas.
La diferencia entre las matemáticas y la filosofía es precisamente el método; hay
que recordar que la construcción de las matemáticas se da en gran parte porque
su lenguaje utiliza una simbología universal que generalmente se aplica para
simbolizar los problemas y de manera abstracta se solucionan.
Hoy en día parecen imprescindibles los mal llamados datos duros (hard data)
para un proyecto de investigación que se jacte de ser serio; si bien son imprescindibles, es importante no descuidar la comprensión de los mismos, i.e., ver
más allá de lo obvio. Si bien existe este ejercicio sano del entendimiento de la
filosofía de la ciencia en la práctica científica, la apreciación en los resultados
finales en ocasiones tienden a ser los datos, y más datos; por supuesto que esto
no debe de ser así solamente (es sólo el componente inductivo), sino que debe
ser acompañado de un ejercicio filosófico que permita seguir en búsqueda de la
verdad, el cuestionar la verdad conocida, el reconocer lo desconocido, recurriendo al proceso deductivo.
El método científico es un procedimiento confiable y estable que permite la búsqueda racional del entendimiento de la realidad a través de pasos, sin que deba
traducirse como receta; y es primordialmente intelectual. Entre los procesos racionales conocidos se encuentran el inductivo, el deductivo, y el abductivo que
46
conduce al planteamiento de la o las hipótesis, según sea el caso. La hipótesis
es una suposición fundamentada teóricamente, algo que a primera instancia parece la explicación más lógica del problema; a este respecto no hay que olvidar
que puede ser incluso lo más obvio pero que nadie ha abordado o bien una idea
arriesgada que posiblemente se contraponga al paradigma actual. Este procedimiento lógico o racional seguido dentro del método científico es esencialmente
filosófico, filosofía científica o metodología científica.
La percepción sociológica general que se tenga sobre una investigación científica, depende de la filosofía de la ciencia, ya que toda vez que el discurso científico tiene un tratamiento de esta clase es más probable que al momento de que
la información o los resultados científicos sean divulgados tengan una mejor
aceptación de los receptores, pues permite conectar las necesidades humanas de
conocimiento y comprensión del mundo con bases sólidas que hasta el momento
nos da la ciencia.
Si algo tienen en común la filosofía y la ciencia es en que ambos buscan entender
los fenómenos naturales; pero mientras que la ciencia sólo puede ocuparse de la
realidad, la filosofía va más allá, pues cuestiona la realidad misma. La filosofía y
la ciencia no compiten. La primera recurre y la segunda genera el conocimiento
que permite explicar la realidad. Dicha acumulación de conocimientos permite
el desarrollo del pensamiento científico y en general de la humanidad; una manifestación de esto es precisamente la tecnología, sin ignorar la existencia de la llamada tecnociencia, la cual es reconocida como fruto del pensamiento científico.
Un tema recurrente es aquel que presenta a la tecnología sin una filosofía, lo
que la hace ver sólo como una herramienta más para realizar actividades rutinarias. Esto puede compararse al descubrimiento del utensilio de caza de pedernal,
cuando tal vez por error como sucede a menudo en los descubrimientos científicos que sirven para crear nueva tecnología, el hombre primitivo se dio cuenta
de que la piedra era necesaria para cazar, y así procuró conservarla y a medida
que observó (empirismo) que entre mayor filo tuviera la piedra se le facilitaría su
tarea de caza, comenzó a inducir que piedras de mejor calidad implicaban mejor
desempeño.
Aunque demostró la utilidad de la herramienta, no fue la piedra en sí lo que
le motivó a buscar mejores formas de subsistencia, posiblemente tuvo que tener un proceso de pensamiento transmitido de generación en generación que le
permitiera filosofar en el papel que desempeñaba en su entorno, un ejercicio de
pensamiento que no se ha visto, por ejemplo, acompañando la introducción de
recursos como el internet. ¿Será que no se requiere, que va implícito o que ello
le corresponde a ciertos grupos que lo contemplan y promueven sobre la base de
distintas corrientes de pensamiento? v.gr., Utilitarismo, Pragmatismo, Cientismo, Racionalismo. El conocimiento al alcance de internet exige una visión filosófica comprensiva que nos lleva a reflexionar sobre los riesgos, limitaciones y
beneficios de dicho recurso. Esto está implícito (o debería estar) en la formación
47
de filósofos y científicos.
Respecto a lo anterior, resaltan sobre todo las connotaciones éticas del quehacer científico y tecnológico, dado que este debe generarse ajeno a la multitud
de manejos perjudiciales, vanos, o banales que se pueden derivar en busca del
beneficio económico inescrupuloso como el que frecuentemente se observa. La
ética es filosofía práctica y resulta imprescindible en la formación científica; su
observación garantiza una búsqueda de apego al método científico y a los propósitos de la ciencia.
Según Echeverría (1998) hasta la década de los 70’ predominó la filosofía del
conocimiento científico y en las últimas décadas se ha desarrollado una filosofía
de la actividad científica, tomando importancia no sólo como complemento a la
epistemología sino como una manera de reflexión sobre los métodos científicos
para la investigación, lenguaje científico, los hechos y los conceptos. Muchas
de estas relaciones están siendo enfocadas entre la ciencia, la tecnología y la
sociedad.
Este panorama contrapone paradigmas; por ejemplo, el conocimiento generado
por las nuevas corrientes filosóficas y la sociología de la ciencia. Las nuevas
corrientes del pensamiento filosófico van encaminadas hacia una filosofía más
práctica que se ajuste al entorno sociocultural, la cual no debería ser dictada por
personas ajenas a su entendimiento; esto es, que la filosofía de la ciencia escrita
por no científicos, es un ejercicio valioso, pero la aplicación de la filosofía en la
ciencia es lo que a futuro marcará la diferencia en el desarrollo del pensamiento
científico. Por ello habrá de diferenciarse la filosofía de la ciencia que muestra
la naturaleza de la ciencia: su origen, su desarrollo histórico, su propósito y su
necesidad de ser, para definir el pensamiento científico de nuestra época, sea
científico o no. Y aquella que sienta las bases epistemológicas de su método, sus
metodologías y el sentido de su ética, misma que es imprescindible en la formación de un investigador científico. De esto se colige que la Filosofía de la Ciencia
como materia es imprescindible para la formación de un científico.
Consecuentemente, debe aceptarse que el proceso de la investigación científica
no puede llevarse a los niveles extremos de verdad absoluta, ya que se caería en
el dogmatismo, por lo que se espera que el científico siempre esté en constante
inquietud y necesidad de conocimiento; de esto es de lo que se nutre la ciencia,
de la curiosidad y la necesidad de saber, la imaginación que permita y obligue
a filosofar (pensar) en las posibles respuestas (hipótesis) para desarrollar una
investigación científica con bases filosóficas, que vaya más allá de la generación
de datos, i.e., hacia la generación de teoría.
Conclusión
Toda noción metodológica implica la comprensión racionalizada de las técnicas y métodos particulares, al igual de la metodología general, sus fundamentos
48
lógicos, teóricos y epistemológicos. Aceptar esto obliga a la reflexión, lo que a
su vez conduce hacia la filosofía que subyace a las metodologías científicas y al
propio Método Científico. Dado que de esta manera se busca la generación de
conocimiento, es imperativo que el científico adquiera una formación filosófica
y filosófico-científica ex profeso que garantice la adecuada comprensión de su
quehacer, sustentando así la calidad o cientificidad de su producto, i.e., conocimiento científico o teoría.
Literatura citada
Diéguez Lucena, A. 2005. Filosofía de la Ciencia. Biblioteca Nueva. Madrid
325 p. ISBN 84-9742-404-2
Echeverría J. 1998. Filosofía de la Ciencia. Ediciones Akal. Madrid. 100 p.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2007. Reflexiones sobre el Método Científico. Memorias del 3er. Congreso Internacional de la AMMCI para la Educación. Campeche, Camp., México.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2005. SEUDOCIENCIA NON FINGO. Ludus Vitalis.
12(23): 181-188.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2008. La Filosofía de la Ciencia como materia obligatoria en la formación de científicos. Memorias del 4o. Congreso Internacional
de la AMMCI para la Educación. México, D.F.
Presentado originalmente como: Filosofía y método en la generación de conocimiento científico. 7º Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia. 7 al 9 de noviembre de 2012, Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y
Eléctrica del IPN, DF.
49
Consideraciones sobre el Método Científico
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Este escrito es resultado de una de varias reflexiones dentro del ámbito de la
Filosofía de la Ciencia, motivadas por la experiencia propia dentro del quehacer
académico, docente y de investigación; ya que no son congruentes muchas de las
actitudes observadas dentro de la academia, respecto al desarrollo de la labor investigativa científica y de la formación de nuevos científicos. Aunque la premisa
es la misma que en esnayos similares previos, i.e., que la investigación científica
no se hace de una manera consciente de lo que estamos haciendo, apegándonos
consistentemente a su filosofía, la diversidad de situaciones, posiciones y perspectivas obligan a continuar la crítica filosófica de nuestro quehacer. Esto es, no
cuestionamos con convicción el cómo lo debemos estar haciendo, ni cuál es la
finalidad o propósito de las estrategias y métodos que implementamos para lograrlo (su metodología, sensu etimológico). Asimismo, se carece de respuestas
fundamentadas a preguntas tales como: ¿Alcanza este estudio para una tesis doctoral, o de maestría, o de licenciatura? o ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué le confiere
cientificidad a una investigación? o simplemente ¿Qué es el Método Científico?
Todo esto complica el accionar de la academia y vuelve más subjetivo el desempeño de las múltiples comisiones que se integran para llevar a cabo las diversas
tareas. No es de extrañar, entonces, que existan frecuentes desacuerdos irreconciliables entre colegas, ya que los recursos de la razón y la dialéctica, elementos
indispensables en cualquier discusión de nivel intelectual, están incompletos por
desconocimiento de la propia filosofía de su quehacer, la ciencia.
La filosofía en general nos proporciona los medios para hacer más eficiente
nuestra aplicación intelectual en la solución de este tipo de problemas, incluyendo aquellos que definen los preceptos éticos y nos permiten la convivencia
cotidiana en nuestro lugar de trabajo. De la misma manera, podemos encontrar
un sentido práctico en dicha filosofía para desempeñarnos adecuadamente dentro de las actividades que implica ser científico.
De acuerdo con lo anterior, es imprescindible conocer la filosofía que subyace
al Método Científico, entendiendo los preceptos que permiten su identificación
y funcionamiento. De la misma manera, como científicos debemos formarnos
un concepto y concretar definiciones reflexionadas de lo que son la Ciencia, la
Filosofía de la Ciencia y el Método Científico. Sin embargo, nos conformarnos
con esperar a que filósofos, filósofos de la ciencia, o incluso divulgadores de la
ciencia hagan dicha tarea, sin preocuparnos o sin sufrir, adecuándonos a las ideas
de quienes, aunque su labor es muy respetable, no tienen la referencia básica que
constituye la praxis científica, i.e., hacer investigación, construir teoría, y reconocer y aplicar la filosofía científica.
51
Consideraciones. Para tratar de aclarar la anterior problemática, conviene examinar algunas frases que funcionan como “actos de habla”, es decir impactan y
sirven de partida, condicionan y hasta limitan muchos de nuestros pensamientos
(directrices). Aunque sus implicaciones son de hecho bastante útiles, desafortunadamente a menudo se adoptan de forma irreflexiva, o al intentar hacer alguna
reflexión nos topamos con su fuerza dogmática y llegamos a callejones sin salida. Dichos directrices se analizan en este ensayo para entender su significado y
validarlas, de tal manera que sean realmente útiles cuando el investigador científico las requiera en su argumentación sobre la ontología del Método Científico.
Primeramente, una de las frases más impactantes e iconoclastas, sobre todo
al ser argumentada por el célebre Paul Feyerabend (1975), es que “el Método
Científico no existe...” Una contra argumentación que se rescata rápida y frecuentemente recurriendo a la praxis y al sentido común, podría generalizarse
en “...pero está ahí cuando se necesita” porque es de lo que echan mano los
investigadores de diversas disciplinas; es decir, nos referimos al Método Científico cuando pensamos en cómo hacemos y explicamos nuestras investigaciones.
Algo que quizá muchos hacen más intuitivamente que lógicamente; máxime
cuando no critican su trabajo con base en un concepto razonado de lo que es el
Método Científico. Igualmente se presenta la dificultad de argumentar con esa
referencia acerca de la validez de un determinado trabajo (tesis o artículo). A
menudo esto es sustituido eficientemente por la experiencia pero a menudo no
sucede y se detectan graves inconsistencias en desempeño de los investigadores,
ya sea como autores, árbitros, o sinodales.
En los mitos del método científico (Jiménez Domínguez, 2004) se hacen algunas
críticas que valen la pena considerar de manera igualmente crítica, y con el propósito de reforzar el reconocimiento del denominado Método Científico (MC).
Este autor denuncia que los siguientes preceptos son mitos:
1º). El MC existe como algo ya hecho, acabado, establecido y validado por la
ciencia…puede enseñarse, aprenderse, transmitirse…entonces podemos hacer
investigación científica”
2º) El MC puede darse como una serie de preceptos definidos aceptados…su
observancia garantiza hacer bien las cosas
3º) ...sin este no es posible hacer investigación científica. Todos los investigadores lo conocen, o deben conocerlo, si su trabajo habrá de tener un poco de
seriedad…
Sin embargo, a diferencia de la posición anárquica de Feyerabend (i.e., el MC
no existe),1 en la posterior argumentación de Jiménez-Domínguez se aprecia una
aceptación de la existencia del MC, según los siguientes enunciados:
a) Quienes más se preocupan por el MC son estudiosos de ciencias sociales y
humanidades vs. las disciplinas duras.
b) El problema del método cae en la esfera de la filosofía de la ciencia; como
52
afirmaba Descartes, se requiere conocer la ontología del método.
Como consecuencia de lo anterior puede derivarse la posición que con mayor
convicción defienden los investigadores, la de “Son muchos los Métodos Científicos”. Ciertamente, cada tipo de investigación o disciplina de estudio tiene su
propia estrategia metodológica, aun cuando tengan un marco teórico en común
con otras disciplinas. Sin embargo, la investigación puede definirse como una
serie de métodos para resolver problemas, cuyas soluciones necesitan ser obtenidas a través de operaciones lógicas, partiendo de datos objetivos, es decir, tomados de la realidad, de hechos. Se observa un denominador común en el proceder
de las investigaciones de diversas disciplinas de conocimiento.
De la misma manera, se puede reconocer aquello que las hace científicas…sus
bases epistemológicas, i.e., su filosofía (de la ciencia)... ¿su método? La tautología es inevitable, pero usémosla solo a manera de impulso. Por ejemplo, en
las investigaciones criminológicas, muy a menudo se aplican técnicas y tecnología de vanguardia, que utilizan también los científicos. Sin embargo, dichas
investigaciones no son científicas, puesto que no siguen el Método Científico,
aun cuando hablen de técnicas o evidencias científicas. Porque su propósito es
resolver casos, y donde el objetivo es siempre, a grandes rasgos, determinar si se
es culpable, o... ¿quién lo hizo? Claro, sin demeritar su importancia, o el rigor en
sus métodos, o su propósito.
A diferencia, mucho de lo que define al Método Científico depende de descubrir
y/o plantear el problema (de conocimiento), i.e., la pregunta inicial, partiendo
de una base teórica; el objetivo es responder a dicha pregunta específica, con un
propósito, contribuir a generar conocimiento o teoría en determinada disciplina.
Dicho conocimiento eventualmente será utilizado para la solución de problemas
prácticos (médicos, tecnológicos, de ingeniería, de conservación, e incluso culturales, educativos y filosóficos, etc.). Así, los campos de conocimiento reconocidos como científicos se definen en disciplinas que los formalizan para apoyar
el desarrollo de investigación, estructurando teoría que, a su vez, sirve de punto
de partida para la investigación científica haciendo preguntas sobre aquello que
la teoría no responde en ese momento.
También se ha propuesto que el “Método Científico es UNO”, es decir uno mis1
Es común malinterpretar a Feyerabend con su anything goes, qué no es tanto “todo
vale” como “cualquier cosa vale” en su tratado Contra el Método. Lo que Paul Feyerabend explícita como anarquismo epistemológico es que la historia de las ciencias nos
proporciona una gran cantidad de investigaciones importantes que violan los estándares
aceptados del Método Científico. Estas, desde el punto de vista de las normas vigentes
son “cualquier cosa”. Es decir, ningún argumento o construcción objetiva de la cientificidad puede predecir que una vía de investigación o una hipótesis dada no vayan a
ser importantes para el conocimiento científico. Los científicos perceptivos se toman
muchas libertades con las “reglas de los Métodos” cuando se enfrentan a su trabajo y
ello nada demerita los resultados ni las teorías. Este tipo de anarquismo se conoce como
Libertad positiva. Feyerabend no repudia la razón, es decir anarquismo no significa
irracionalismo.
Nota de Mario Jaime
53
mo, ya que la forma de proceder en la investigación es más la adecuada formación del científico (Siqueiros-Beltrones, 2002). Ello implica una actitud que
deriva de la influencia de diversas doctrinas filosóficas sobre la personalidad del
investigador. Así, la actitud científica se deriva de la integración de varios aspectos que conducen hacia su preparación.
Educación: actitud y espíritu científico; filosofía* y ética
Entrenamiento: estudio de paradigmas y formas de razonamiento*
Capacitación: conocer paradigmas teóricos y metodológicos
Preparación: consiste en comprender, usar y cuestionar paradigmas
Asimismo, procesos intelectuales no lógicos como la creatividad se habrán de
manifestar en la identificación de problemas de conocimiento; su imaginación
le permitirá ir más allá del establecimiento de una relación discreta y visualizar
consecuencias ulteriores; su inventiva lo conducirá hacia la elaboración de estrategias; y la intuición, la aplicará en la selección de preguntas y respuestas dentro
de su investigación.
En apego a su filosofía como científico, habrá de someter dichos recursos no lógicos a un escrutinio escéptico, con lógica y sobre la base de un manejo adecuado de información, apelando a una actitud crítica y sobre todo, autocrítica con
lo que sus principios morales abarcarán su desempeño científico. Así, la ética
científica será una extensión reflexionada, corregida y cultivada de moral que le
guiará en todo esto. Al aplicar lo anterior, el científico habrá de permanecer en
una fase de preparación constante para lograr su propósito.
Todas estas virtudes, que reconoce la filosofía, requieren de Lógica y Metodología, que son también derivadas de la filosofía, para su aplicación sistemática. Sin
embargo, la sistematización anterior no sustituye la capacidad intrínseca para la
inferencia humana (análisis, síntesis; inducción, deducción; y analógica), por lo
que cada individuo aportará sus cuotas individuales distintas. Y, así como habrá
distintas capacidades para filosofar, lo habrá en el desempeño individual dentro
de cada disciplina filosófica (Lógica, Metodología, Epistemología, Matemáticas, etc.) incluyendo la investigación científica. No obstante, en cada individuo
se podrán cultivar todas estas, lográndose una cierta preparación, en este caso,
dirigida a la investigación científica (Fig. 1).
Los pasos clásicos que se distinguen en descripciones de secundaria y preparatoria quedan absorbidos y ampliados en el esquema del ciclo de investigación.
Aunque operativamente el Método Científico puede definirse como el procedimiento general que se sigue para abordar y tratar de resolver uno, o un conjunto
de problemas (de conocimiento), i.e. en Investigación Científica, nos obligamos
a replantear la definición de MC, bajo la condición de que se utilice críticamente
como base para elaborar un concepto amplio, partiendo de las virtudes lógicas y
54
Figura 1.- Ciclo de investigación científica en donde la sistematización
lógica y metodológica estándar se enriquece con las capacidades lógica y
no-lógica individuales.
no-lógicas del individuo. Así, Método Científico es:
Nuestra aplicación intelectual para la generación ex profeso de conocimiento (propósito), mediante métodos, estrategias y técnicas de investigación (diseño), implementadas, y aplicadas de acuerdo con una actitud
sistemática y lógica (Metodología), dirigiéndolas hacia la obtención de respuestas a preguntas concisamente planteadas, y al contraste de hipótesis,
derivadas por inferencia a partir del análisis crítico y escéptico de la teoría
en determinada disciplina de conocimiento (base teórica) y de la observación de los fenómenos (base empírica), nuestro objeto de estudio.
El tipo de formación que exige llevar esto a la práctica científica no está contemplada en las carreras de formación científica, misma que más bien peca de
enciclopedista y poco crítica. Los estudiantes de ciencia van forjando gran parte
de su propia personalidad científica empíricamente. Inmersos en el ambiente
científico, van recogiendo aquí y allá ingredientes del método científico (Pérez Tamayo, 1993). Eventualmente llegan a percibir la filosofía que subyace su
investigación científica; aunque frecuentemente no es así. De esta manera, se
identifican (a veces), ya con la escuela de Popper, ya con la de Feyerabend (Pérez Tamayo, 1993), o ninguna, solamente con el éxito que significa lograr un
55
buen número de publicaciones en revistas de cierto prestigio. De esta manera,
en nuestro país y otros similares, se llegan a forjar excelentes investigadores que
publican en las mejores revistas del mundo (Cereijido, 2001). Entonces ¿cómo
es que funciona nuestro aparato científico?
Conclusiones
La Ciencia es un invento social y constituye un fenómeno colectivo; la misma propiedad debe atribuirse al Método Científico, por lo que su aplicación no
es necesariamente a nivel individual, sino de la colectividad científica. Esto es,
la labor conjunta de científicos, investigadores, técnicos y estudiantes. Así, se
rescatan las distintas individualidades: educación, entrenamiento, capacitación,
preparación, formas de pensar, visiones, razonamiento (inferencia), etc., mientras que los otros miembros de la comunidad científica (pares) nos exigen un
mínimo de apego al método científico en nuestras posibilidades; ergo, el método
científico es la aplicación intelectual de la comunidad científica en la generación
de teoría; el método científico no es uno, somos todos
Este tipo de reflexiones filosóficas deben ser recogidas por la comunidad científica y manejadas críticamente de tal manera que se incorporen en los preceptos
que respalden la actividad científica y den confianza al investigador. Igualmente,
confieren confiabilidad a la ciencia frente a la sociedad, toda vez que se podrá
difundir una idea más unificada de los que somos y lo que hacemos. Con ello, la
sociedad tendrá, a su vez, una visión desmistificada y desmitificada de la ciencia
y sus científicos, complementando así su formación cultural. Lo anterior habrá
de lograrse mediante la preparación que vayan adquiriendo los educandos en
todos los niveles, dado que eventualmente todo el conocimiento permea a través del sistema educativo del país. Así, tanto aquellos que se incorporen a los
sectores científicos, o de tecnología, ingeniería, humanidades, educación, etc.,
contarán con mejores bases para conducirse dentro de una sociedad realmente
influenciada por la actividad científica.
Literatura citada
Cereijido, M. 2001. Paises con investigadores pero sin Ciencia. Ciencia al día
internacional.En: ttp//www.ciencia.d/CienciaAlDia/volumen4/número1/artículos/artículo4.html.
Feyerabend, P. 1975. Against method. Londres, New Left Books.
Jiménez Domínguez, R. 2004. Los mitos del Método. Instituto Politécnico Nacional. CIECAS. 224 pp.
Pérez Tamayo, R. 1993. ¿Existe el Método Científico? F. C. E., México. 230 p.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2002. Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220.
Apareció originalmente como: Reflexiones sobre el método científico. III
Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación.
Campeche, Camp. 20–23 marzo 2007.
56
Advertencia sobre el método científico
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Como profesor investigador del CICIMAR-IPN, responsable del curso Filosofía
de la Investigación Científica, me preocupo por las bases epistemológicas de la
ciencia, su método y su filosofía. Aunque durante los cursos de licenciatura en
la UABCS y de posgrado del CICIMAR tengo la oportunidad de mostrar a los
estudiantes y colegas (en el curso Seminario Departamental) aquello que considero Método Científico, es una obligación ética, mía y de mis colegas, divulgar
un concepto adecuado. De tal manera que, cuando cualquier persona aluda al
Método Científico lo haga con las bases filosóficas requeridas, consciente de las
exigencias intelectuales que se deben cumplir para aplicarlo, seguirlo o apegarse a éste. Resumidamente, las bases deontológicas (deontología es la disciplina
ética-filosófica que se refiere a lo que es correcto y se debe hacer; mucho de esto
deriva del Kantismo) exigen entonces que quien hace investigación científica se
haya formado dentro de una carrera científica.
Ejemplos. Penosamente, he tenido que tomar como acicate sendos artículos que
aparecieron en dos prestigiadas revistas nacionales de divulgación: ¿Cómo ves?
de la UNAM y Conversus del IPN. En la primera se publicó “Luces, cámara y
el método científico” (Guzmán, 2010) en el segundo “Pobreza, lo que el método
científico puede aportar” (Estupinyá, 2012). En ambos casos se percibe una idea
simple y equivocada de qué es el Método Científico. Sin embargo, se difunden
ampliamente entre potenciales científicos, gente culta, o tomadores de decisiones. Esto, a todas luces, amerita un análisis de carácter ético-filosófico.
Para comenzar, Método Científico es una denominación que se da a la forma
de proceder de los científicos en la praxis, i.e., cuando hacemos investigación
científica, no algún otro tipo de investigación (que no son pocos ni menos importantes). Durante esta, recurrimos a una amplia gama de métodos disponibles,
generales y ad hoc que exigen técnicas específicas, así como estrategias y tácticas de nuestra propia inspiración pero que buscamos hacerlas intersubjetivas u
objetivas.
Sin embargo, todo lo anterior carece de sentido científico si no se han generado
y planteado de forma concisa las preguntas que inicien la investigación. Esto
es, el problema científico; aquella pregunta que provoque la búsqueda de una
respuesta sobre algo que se desconoce, incluyendo la invención de la propia pregunta. ¿De dónde viene dicho problema? Este se deriva de la teoría científica, o
sea, de todo aquel conocimiento que tiene bases científicas y que nos sirve para
entender la realidad, la naturaleza; nos dice cómo funciona. Para ello recurrimos,
tanto a las diferentes formas de inferencia: inducción, deducción, abducción,
analogías, como a formas no lógicas de pensar: imaginación, ingenio, inventiva,
57
creatividad, corazonadas, intuición. Las primeras, de manera simplista y por lo
tanto inadecuada son condensadas como lógica científica pero no por quienes
manejamos filosofía científica; las segundas son condensadas como imaginación
científica, lo cual es también inadecuado, toda vez que solo alude a la capacidad
de construir imágenes a partir de modelos o alguna otra abstracción.
¿Qué es la Ciencia? y ¿Qué es el Método Científico? Son preguntas que requieren de un libro o de uno o dos cursos para dejar un buen concepto; mismos que
deberían ser obligatorios en toda carrera científica. Aprovechando que se cuenta
con antecedentes importantes en esta misma obra es factible lograr una aclaración. Con referencia en los artículos citados, es necesario demostrar “qué” no es
el Método Científico y me he sentido obligado a corregir la visión que se ofrece
sobre éste en ambos artículos en aras de rescatar cualquier potencial mente científica que guste de llevar a cabo investigación científica sin confundirla bajo el
riesgo de caer en lo seudocientífico.
En el primer artículo, Guzmán parte de la premisa “no hace falta ser científico
para pensar científicamente” es cierto pero pensar no es lo mismo que investigar. Concluye que aprendió acerca del modo de trabajar de los científicos para
resolver sus problemas en fotografía. Básicamente lo que hizo fue una serie de
pruebas de ensayo y error para atender un problema común en la práctica fotográfica y que ya habían resuelto en múltiples ocasiones muchos fotógrafos buenos. Maneja experiencias propias y ajenas pero ninguna base teórica de óptica
fotográfica; todo es técnico. Se trató ciertamente de un proceso investigativo,
útil, pero no científico; incluso la hipótesis que propone carece de bases para
ser científica aunque sea hipótesis. En términos vernáculos “se ha descubierto el
hilo negro” de nuevo o “el agua tibia”. Seguir el Método Científico implica no
hacer preguntas para las cuales ya existen respuestas que se pueden consultar en
una fuente adecuada.
En el caso del artículo de Estupinyá, primeramente se confunde el Método Científico con el método experimental. Aunque este último es requerido por el primero, no son lo mismo. Su pregunta de partida “¿podemos averiguar científicamente cuál es la estrategia más eficiente…¡para resolver el problema de la pobreza!?
Igualmente se refiere al método experimental, o al empírico de ensayo y error.
Equipara teoría con hipótesis; independientemente de su estrecha relación son
recursos heurísticos muy distintos: a grandes rasgos la teoría como se explicó
es el conocimiento disponible que nos modela cómo funciona la realidad; la
hipótesis es aquella respuesta probable a la pregunta (problema) que inventamos
o descubrimos y planteamos mediante un razonamiento abductivo (Abbagnano,
1996). Una abducción es en sí una deducción, sin embargo podemos apreciar su
diferencia en los silogismos. En el caso de la deducción partimos de dos premisas igualmente fundadas y aceptadas para derivar (inferir) una conclusión; mientras que la abducción una de las premisas no es igualmente plausible e implica
mayor incertidumbre por lo que nuestra conclusión es una hipótesis, misma que
se presta a ser demostrada o refutada mediante la experiencia (experimentación).
58
Los estudios a los que alude el autor caen en el ámbito sociológico pero, aunque existe investigación científica sociológica al igual que en física y biología,
estos son disciplinas de conocimiento y no todo lo que se maneja es científico.
Asimismo, puede haber investigación naturalista, biológica o geológica. Muchos de los problemas sociales como los que se refieren precisan de soluciones
administrativas y económicas, mas no de investigación científica. Pero, por otro
lado, las preguntas que se proponen no son científicas pero no por ello carecen de
importancia. O no por ello no cuentan con bases científicas para resolverlas. Es
solo que la parte científica precede por mucho a la solución de estos problemas.
La pobreza es un fenómeno harto complejo y lo que el Método Científico puede aportar hasta ahora ya lo hizo o (aunque indirectamente se sigue aportando
más), sin abordar directamente la pobreza como su objetivo a resolver investiga problemas (que inventa) sobre aquellos fenómenos relacionados que deben
entenderse mejor y cuya solución eventualmente permitiría a expertos aportar
soluciones contra la pobreza. Así, corre por cuenta de expertos sociólogos, economistas o ecónomos y políticos hacer acopio de bases informativas para tomar
las decisiones. Ya no es trabajo del científico resolver tal problema, lo rebasa.
El Método Científico que sigue un investigador es para generar conocimiento
nuevo, partiendo de preguntas contestables y recurriendo a hipótesis contrastables, pero no preguntas que muchos conocen y cuya solución depende de iniciativa y voluntad de autoridades y gobernantes (bien preparados e intencionados
por supuesto).
Así pues, se practican investigaciones con metodología formal, teorías, hipótesis
y otros símiles científicos pero que no lo son. Aunque el segundo autor citado
está en lo cierto con que el Método Científico es el recurso (no herramienta)
más poderoso para generar conocimiento confiable…no puede ni debe utilizarse
como propone en la toma de decisiones. Esto compete a expertos quienes con
base en el conocimiento científico habrán de proceder; existen otros métodos
como el filosófico que recurre a la reflexión, al análisis, a la lógica en general
pero también al sentido común y no prescinde de la base científica. Empero,
el Método Científico es para generar conocimiento independientemente de que
vislumbremos o no su aplicación o utilidad inmediatas.
Un ejemplo: sobre el cáncer nos interesa por mucho poderlo erradicar medicamente pero se trata de un complejo problema social de salud y apenas se cuenta
con algunos recursos médicos para tratarlo eficazmente. La búsqueda del tratamiento definitivocontra el cáncer es muy compleja también. Gran parte del problema es que se ha requerido generar conocimiento científico básico a la par de
tratamiento de base empírica a ver si se topa con algún remedio. El tratamiento
a base de radiación y las primeras quimioterapias contaron con bases científicas
burdas, de ahí su limitada efectividad a costo de mucho deterioro de los pacientes dada la agresividad de tales “remedios”. El problema del cáncer desde el
punto de vista del Método Científico requiere desde preguntas filosóficas como
¿Qué es? ¿Por qué se presenta? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quiénes lo padecen? etc.
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(cuyas respuestas han derivado en gran parte de la experiencia y de estadísticas
médicas), hasta científicas, v.gr. ¿Por qué una célula es cancerosa? ¿Qué activa
a una célula cancerosa? Esta última pregunta sería similar a la planteada por el
Dr. Slamon (véase la película Prueba de Vida) quien derivó un compuesto (Herceptin/Trastuzumab) para tratar con bases inmunológicas cierto tipo de cáncer
de mama; o, preguntas relativas a la genética y biología molecular de las células
cancerosas, que dependen de la creatividad e inventiva de los científicos. Todo
esto es requerido para eventualmente llegar a una respuesta a las preguntas ¿Qué
las erradica? ¿Qué las inhibe? y la mayor ¿Cómo se erradica?
Se puede apreciar entonces que la visión científica rebasa la problemática cotidiana, es decir, lo que se percibe de manera gruesa y consideramos de primordial
importancia. Científicamente, buscamos primero entender ¿Cómo? Partiendo de
una base teórica (todo científico debe manejar las bases teóricas de su disciplina)
para derivar la preguntas que permitan iniciar el proceso investigativo y luego,
mediante hipótesis, iniciar el proceso metodológico para contrastarlas y llegar
como producto al conocimiento.
De acuerdo con lo anterior, se recomienda mayor cautela cuando se refiera al
Método Científico; ya antes ha sido expuesto brutalmente como una receta. Para
entender lo que es se requieren bases en filosofía de la ciencia y profesarlo en
ambientes adecuados; asimismo, es imprescindible que filosofía de la ciencia sea
enseñada por científicos a estudiantes de ciencias. Lo mismo aplica para el Método Científico; la praxis coadyuva de manera imprescindible al entendimiento
de lo que es, para qué es, cómo adoptarlo en nuestra investigación y, por supuesto, también sus limitaciones. Una ética elemental implica, entonces, conocer la
filosofía del método.
Literatura citada
Abbagnano, N. 1996. Diccionario de Filosofía. Fondo de Cultura Económica.
México. 1206 p.
Estupinyá, P. 2012. Pobreza; lo que el método científico puede aportar. Conversus 96: 4-5.
Guzmán, J.A. 2010. Luces, cámara y Método Científico. Cómoves? 12(137):
16-19.
Apareció originalmente como: Advertencia sobre el método científico. Suplemento de Bioética Sphinx 2. Periódico El Sudcaliforniano, 9 de febrero 2013.
60
El problema de construcción de hipótesis en
estudiantes de Ciencia
David A. Siqueiros Beltrones y Oscar U. Hernández Almeida
Introducción
Una duda legítima surgida durante la práctica científica, tanto en investigación
como en docencia es ¿Por qué mi investigación es científica? Los cursos de
orientación biológica tanto en licenciatura como en posgrado de distintas instituciones están encaminados hacia el conocimiento y aceptación de paradigmas (teorías) que sustentan una determinada disciplina científica. Sin embargo,
aquellos cursos en donde se muestra en qué consiste la actividad científica, su
propósito, su filosofía, su método (científico) y su lógica son menospreciados, ya
sea en el plan de estudios o como opción de estudiantes y tutores.
Dado que la hipótesis es un elemento heurístico básico de extracción científico-filosófica, la laxitud con que se trata al plantear una investigación científica y
en la formación de científicos resulta paradójica. Asimismo, independientemente
de su estrecha relación con el proceder lógico que caracteriza el apego al Método
Científico, tanto el proceso inductivo-deductivo como el hipotético-deductivo
son soslayados en nuestros razonamientos, lo cual resulta igualmente paradójico
pero más que nada preocupante.
Así, comúnmente se pueden recoger comentarios que menosprecian la necesidad de plantear hipótesis en una investigación científica refiriéndola como una
mera formalidad. También, se esgrimen argumentos pobres que pretenden justificar que un estudio en particular no la requiere; esta última autosugestión resulta
demasiado frecuente y denota una laxitud contraria al rigor científico. Dado lo
anterior, no es de extrañarse que la dificultad para derivar y redactar hipótesis que experimentan estudiantes de ciencias los incite a buscar excusas y no
plantearlas. Paradójicamente, obligados por exigencias administrativas, el futuro
científico cumple con plasmar hipótesis en tesis, informes y proyectos científicos
pero sin apego a método científico. Dicha práctica es a menudo soslayada por
tutores, consejeros y directores de tesis quienes carecen de la convicción en la
importancia de las hipótesis; y aunque en muchas ocasiones se hacen esfuerzos
loables por cumplir cabalmente como exige el rigor científico, sus deficiencias
en formación impiden el cumplimiento adecuado de dicho ejercicio.
Referentes teóricos y conceptuales. El cómo se construye una hipótesis rebasa
por mucho su aparente trivialidad, ya que en ocasiones se ha notado que los colegas no saben lo que es una hipótesis. A menudo la consideran una pregunta y
no una respuesta probable a la pregunta, i.e., el problema de estudio. No se debe
esperar entonces un razonamiento inductivo-hipotético-deductivo que deriven
en las hipótesis correspondientes de un estudio. Y, aunque sería más fácil hacerlo
cuando se conoce la definición de hipótesis, la falta de práctica en el pensamien61
to lógico lo dificulta bastante (Siqueiros Beltrones, 2008).
Así, negar que la generación de datos y el consecuente principio inductivo que se
deriva de su procesamiento son prioritarios en investigación científica, implica
desconocer cómo razonamos. Ya que, al seguir o utilizar la lógica científica nos
obligamos a exacerbar los procesos lógicos que comúnmente practicamos pero
con los que ahora nos aplicamos rigurosamente de forma sistematizada, profesionalizada, i.e., inducción, deducción, analogías, silogismos, análisis y síntesis
para solucionar problemas de conocimiento.
Lo anterior refleja síntomas de una carencia filosófica en la formación científica;
una autocrítica conlleva a denunciar que la práctica del análisis, por ejemplo,
obedece más a formatos y aplicación de técnicas de campo, de laboratorio y
numéricas (estadísticas principalmente) que en el significado que le confiere la
filosofía al término análisis como proceso lógico. Consecuentemente, el proceso complementario: la síntesis, queda mermado y reducido a una deducción, a
menudo, ajena al problema abordado o resuelto. Bajo la misma limitante en el
uso de la lógica, la investigación procede primordialmente de manera inductiva
y ante la incapacidad de proceder deductivamente, la inducción es exacerbada
para aproximar el principio o modelo así sustentado a uno enunciado previamente, el cual hallamos en la literatura que hemos utilizado para derivar nuestro
estudio. Así, faltan las deducciones y las consecuentes hipótesis post-facto, por
lo que queda solo en datos, sin elaboración de teoría.
Recapitulando, el proceso inductivo es frecuentemente llevado de manera exhaustiva (estadísticamente sustentado), sólo limitado por recursos económicos y
financieros. Como consecuencia, el proceso de construcción de hipótesis en apego al “abuso” inductivo tiene (cuando se utiliza) mayor connotación estadística
que deductiva; por lo que la aplicación analítica al estudio de la teoría que nos
motiva a abordar una investigación no reditúa problemas o preguntas planteadas
adecuadamente que, a su vez, permitan elaborar hipótesis para guiar el proceso
investigativo apropiadamente. Así, es absurdo suponer que se puede elaborar tal
hipótesis sin conocer teoría y sin capacidad analítica para percibir el problema,
o deductiva para proponer una respuesta probable (Siqueiros Beltrones, 2005).
Esta deficiencia en la formación de estudiantes de ciencias no es un problema
propio del sistema escolar mexicano; en países del primer mundo se han denunciado también problemas similares (O´Connor, 2000), mismos que quedan
implícitos en la problemática que denota igualmente una falta de preparación en
filosofía de la ciencia (Theocharis y Psimopoulus, 1987).
De acuerdo con lo anterior, el correctivo para esta (quizá) creciente situación
debe aproximarse filosóficamente, de tal manera que se reconozca y se recupere
la importancia y utilidad de esta práctica lógica en la investigación científica;
así, enfatizando sobre la bases de la filosofía científica, para lograrlo es necesario
saber qué es una hipótesis, cómo funciona, cómo se vincula con el ciclo de la
investigación y consecuentemente con el informe científico. Asimismo, la base
62
filosófica para comprender el uso y valor de las hipótesis debe complementarse
con su uso en el constante cavilar que requiere nuestro quehacer. Por ello es
imprescindible que los estudiantes de ciencias incorporen en su formación la
lógica que subyace a la construcción de hipótesis y el método inductivo-deductivo como parte del Método Científico. Esto debe comprender el propósito de un
curso de filosofía de la investigación científica.
Comprender la importancia de la hipótesis científica permitirá a los interesados
(estudiantes de ciencias y colegas) acceder a su utilización como recurso en sus
construcciones teóricas, logrando con ellos la imprescindible conexión entre la
teoría y la realidad. En esta reflexión se sigue la premisa de que el planteamiento
de hipótesis guía tanto nuestra investigación como la estructuración de nuestro
informe científico y asegura objetividad; a continuación se presenta una sustentación lógica sobre esto.
Concepto. La hipótesis científica puede definirse como un enunciado lógicamente sustentado en la teoría que a manera de pronóstico, explica o describe un
fenómeno, o afirma relaciones funcionales, ya sea entre variables o procesos
naturales, que se deriva del examen crítico y analítico de la teoría, apoyado (hipótesis post facto) o no (hipótesis pre facto) en observaciones concomitantes de
los fenómenos. Didáctica y operativamente se trata de una respuesta probable a
una pregunta que surge del examen igualmente lógico de la teoría, complementado o no empiricamente (observación del fenómeno a estudiar).
Para contextualizar lo anterior es necesario referirnos al propósito de la Ciencia,
el cual consiste en generar conocimiento mediante su Método Científico con lo
cual enriquece el cuerpo de conocimiento disponible en forma de teorías. Así,
en un estudio científico el propósito se refiere a las intenciones generales de la
investigación proyectada, i.e., hacia dónde llevamos, y cómo se maneja la información generada; asimismo, la manera en que encajaremos el conocimiento
generado dentro del marco teórico. Además de lo anterior, cada investigación
tiene objetivo general y objetivos particulares. Así, el o los objetivos de nuestra
investigación se refieren al problema (pregunta planteada); aquella interrogante
que nos impele a hacer investigación para obtener una respuesta expresa. Eso
que denominamos el problema de investigación es la fuente de la ciencia, en
donde el proceso creador se inicia con éste y culmina con la adquisición de
conocimiento. Creatividad, imaginación, inventiva e intuición, permiten, sobre
la base de una buena preparación, elaborar preguntas novedosas y desarrollar investigación factible. Los problemas científicos son problemas de conocimiento
derivados del raciocinio lógico y no-lógico, inquisitivo-heurístico, partiendo del
análisis crítico de la teoría en una disciplina de conocimiento de nuestro gusto
o interés.
De esta manera, una vez planteado el problema nos enfocamos sobre la solución
(la respuesta), recurrimos entonces a la hipótesis o solución pronosticada para
nuestro problema, i.e., el enunciado (y su sustentación) que responden tentati-
63
vamente a dicha pregunta, cuya elaboración sigue la misma ilación lógica que
sustenta la pregunta problema, dado que se fundamentan en la visión individual de cómo se explica un determinado fenómeno; bajo otra perspectiva, una
aceptación provisional de una afirmación acerca del hecho observado o sobre
la probable relación funcional entre variables. Estas predicciones sirven para
orientar y delimitar una investigación en la búsqueda de la solución a nuestro
problema. Si la hipótesis no se plantea adecuadamente el investigador corre el
riesgo de desviarse de su objetivo. Esto debe estar presente en nuestra mente,
para que guíe con precisión nuestro trabajo, ya que la hipótesis es un recurso
del científico en donde el propio proceso para construirla y contrastarla inyecta
sistematización a la investigación; ello se deriva del nexo que existe entre teoría
y la realidad empírica. Por ello resulta imprescindible construir una hipótesis
que permita contrastar nuestros datos bajo esta exigencia lógica. La hipótesis es,
por lo tanto, una proposición formal dentro del método científico que puede y
debe ser contrastada. Lo anterior implica que dicha propuesta puede examinarse
empíricamente, o sea, llevar a una respuesta empírica que se verifica o se refuta
como cierta o falsa (errónea) y con ello se garantiza objetividad.
El hábito de aplicar la sintaxis apropiadamente en la construcción de hipótesis
llega a ser tan útil como examinar nuestro problema o título de la investigación convirtiéndolos en preguntas. No obstante, la mera construcción sintáctica
del enunciado puede desmeritar los esfuerzos que implica el ejercicio lógico, al
grado de que el significado científico, biológico, social, fisiológico, o ecológico (O´Connor, 2000), ocasionando que la predicción se vuelva demasiado laxa
y sin el sentido y utilidad intentadas. Así, conviene insistir en que la hipótesis
no es solamente la respuesta en sentido sintáctico a nuestra pregunta (sin restar
mérito a estas acciones) sino también su sustentación teórica y lógica, como lo
implica su etimología (hypo),; al igual que con el problema que no es solamente
la pregunta en sentido sintáctico, sino su planteamiento (lógico con base en la
teoría). En ambos casos se exige también una sintaxis adecuada que muestre una
(construcción lógica a partir de la teoría examinada o de una ilación congruente).
De acuerdo con Tamayo y Tamayo (1980) pueden definirse alrededor de veinte
tipos de hipótesis (Tabla 1) pero entender en qué consisten radica gran parte de
la decisión para adoptar su utilización. De esta manera nos percatamos de que
una hipótesis puede pertenecer a varios tipos a la vez, e independientemente de
su tipo, es preferible aprovechar su estructura lógica en aras de inyectar rigor a
nuestra investigación. No obstante, al examinar la clasificación comprendemos
las propiedades de la hipótesis según el desarrollo de nuestro estudio particular.
Así por ejemplo, debemos preguntarnos ¿Qué es una hipótesis de trabajo? ¿Es
diferente de una premisa? La hipótesis de trabajo u operacional es más precisamente una suposición provisional, sin una base (experimental o empírica)
adecuada; su probabilidad es similar a otras, pero se escoge como alternativa
de avance (quizá por intuición) y se refiere a la respuesta que se espera para la
pregunta, o problema previamente planteado a partir de aquello que se considera
64
Tabla 1.- Algunos tipos de hipótesis (adaptado de Tamayo y Tamayo,
1980) que se identifican comúnmente en estudios científicos en Biología.
Hipótesis general
Hipótesis nula
Hipótesis de investigación
Hipótesis post-facto
Hipótesis empírica
Hipótesis alternativa
Hipótesis causal
Hipótesis ante-facto
Hipótesis operacional
Hipótesis estadística
Hipótesis descriptiva
Hipótesis de trabajo
aceptado (premisa). Esto último responde a la lógica de que nuestras propuestas
parten de la aceptación provisional o convencida de cierta situación y que usamos de soporte para hacer nuestra propuesta hipotética. Sin embargo, esta es una
situación generalizada del proceder científico y la naturaleza teórica del conocimiento generado e incorporado al preexistente que sustenta nuestras elucubraciones, preguntas, y repuestas pronosticadas; es en sí conocimiento confiable y
sirve de partida.
La costumbre de soslayar la construcción de hipótesis se basa en una rápida
respuesta a ¿se puede prescindir de especificar nuestra hipótesis o quizá carecer
de alguna durante parte de la investigación? Lo cual siempre es, erróneamente
sí; i.e., cualquier argumento dirigido a soslayar la construcción de hipótesis refleja laxitud en la investigación. Por otra parte, cuando se realiza investigación
pionera dentro de una disciplina específica, el conocimiento disponible resulta
muy general (ambiguo) y resulta conveniente hacer un mínimo de observaciones o exploración del fenómeno, ergo la hipótesis puede esperar. Sin embargo,
en la práctica dicha situación rara vez se presenta, ya que una vez establecidos
los investigadores tienen un manejo suficiente de su temática como para hacer
preguntas y sus correspondientes hipótesis. Incluso, en el caso de un estudiante
que carece de dicha experiencia o dominio del tema, existe la guía del asesor
para encaminarlo sobre esta forma de razonamiento sustentando sus críticas con
su mejor manejo de la temática. Cabe enfatizar que los principios inductivos
derivados de investigaciones de carácter más exploratorio culminan en hipótesis (post facto), mientras que las hipótesis (raramente) predictivas inician las
investigaciones (pre facto). Una diferencia importante entre el uso de una y otra
radica en la rigurosidad de la predicción vs. la laxitud de adecuar lo observado a
alguna hipótesis (Lipton, 2005). Asimismo, dado que las observaciones subsecuentes habrán de reforzar el conocimiento, las hipótesis pre-facto contrastadas
serán modificadas, sustituidas o reforzadas post-facto, con lo que se espera que
incremente su certidumbre y la posibilidad de enriquecer la teoría de donde se
derivó. De esta manera semuestra una explicación plausible de la función de la
hipótesis en el proceso de investigación científica, ya que obedece a la lógica que
le confiere base epistemológica.
Entonces ¿cómo se explica la incapacidad y falta de disposición para construir o
inventar hipótesis? Incluso en estudiantes o colegas que dominan sus temas. En
términos generales se aprecia un desconocimiento de la filosofía científica que
habrían de manejar en menor o (de preferencia) mayor grado. Dentro de dicha
65
filosofía se ubican los siguientes factores que facilitarán el entendimiento de la
filosofía a la que nos referimos.
1) Deficiencia en manejo del marco teórico. El marco teórico en una investigación científica debe integrarse de manera lógica para derivar concisamente
(planteamiento) el problema de estudio y la consiguiente hipótesis. Esto es, se
exige el examen analítico de la teoría, particularmente en el tópico de interés y de
ello se extrae la pregunta problema mediante un proceso deductivo. Así, cuando
el propósito de un estudio no se haya definido con precisión o se confunde con
el o los objetivos, el sentido que llevaría una hipótesis se confunde. Por ejemplo,
es común que los estudios enfaticen más sobre la técnica a emplear que sobre un
problema de conocimiento; el propósito se confunde y debe corregirse independientemente de si optamos por un propósito metodológico o uno teórico.
2) Imprecisión en la definición de objetivos. Si erramos la definición de nuestro
objetivo, la hipótesis correspondiente carecerá de sentido y algunas veces de
dirección. Nuestro objetivo es resolver un problema, i.e., responder una pregunta, por lo que es recomendable elaborar la sintaxis en sentido interrogativo y
entonces cambiar la redacción a la forma clásica de mostrar objetivos, v. gr., …
determinar la relación, medir el cambio, describir el funcionamiento de... De ahí
podremos redactar la hipótesis a manera de afirmación de cómo sería tal determinación, qué tanto cambio se espera o cómo funciona tal cosa, de acuerdo con
nuestro entendimiento del fenómeno en determinada temática o campo de conocimiento. Dado que todo esto normalmente se soslaya, laconsecuente construcción de una hipótesis resulta incongruente y casi imposible. Si a esto aunamos el
desconocimiento de técnicas o deficiencias para redactar, el resultado de nuestra
propuesta de hipótesis es de rechazo; aunque esto último no tendría mayor dificultad al interactuar con revisores, sinodales o el director de tesis.
La adecuada construcción de objetivos y de hipótesis habrá de reflejarse en el
título de nuestro estudio, mismo que generalmente adolece de imprecisión. Este
no tiene porqué referirse a otra cosa sino al cumplimiento del objetivo, o la refutación o confirmación de la hipótesis. Así, el principal problema estaría en el
desconocimiento de la estructura lógica que conlleva la definición del problema,
el planteamiento de los objetivos y la construcción y sustentación de la hipótesis.
Conclusiones
El planteamiento de hipótesis no representa un capricho de científicos o profesores que solamente complican el trabajo de otros investigadores. Su práctica
ayuda al estudiante a crear el hábito de explicar sus suposiciones y las hipótesis
que vaya generando, mismas que le sirven para contrastar con la teoría y corregir
con precisión. De acuerdo con el análisis precedente, es válido concluir que la
falta de aptitud para utilizar Lógica (científica o filosófica) al plantear nuestras
investigaciones (proyectos) o informes (artículos) científicos explica la incapacidad para construir hipótesis de investigación. Asimismo, esto es resultado de
66
un desconocimiento de lo que es la filosofía de la ciencia y lo que debe contener
cualquier curso sobre ésta en una carrera científica o programa de posgrado.
Literatura citada
Lipton, P. 2005. Testing hypothesis: Prediction and Prejudice. Science, 307(14):
219-221.
O´Connor, R.J. 2000. Why Ecology Lags Behind Biology. The Scientist. 14[20]:
35
Siqueiros Beltrones, D. A. 2005. Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis 13 (23):
181-188.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2008. La Filosofía de La Ciencia como Materia Obligatoria en la Formación de Científicos. Memorias IV Congreso Internacional
de Metodología de la Ciencia para la Educación. DF, 24-27 de junio, 2008
Theocharis, T. y M. Psimopoulos. 1987. Where science has gone wrong. Nature.
329 (15): 595- 598.
Presentado originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. A. y O. U. Hernández Almeida. El Problema de Construcción de Hipótesis en Estudiantes de
Ciencia (Reflexión). Memorias 5o. Congreso Internacional de Metodología
de la Ciencia y de la Investigación para la Educación. 24 al 27 de junio, 2009.
Universidad del Valle de México, campus Villahermosa.
67
¿El Método o los métodos?
Feyerabend y su anarquismo
Mario Jaime
Soy profesor de método científico,
pero tengo un problema:
el método científico no existe.
Karl Poppera
Si usted ha leído algunos ensayos en este libro se ha dado cuenta de que se
apela al Método como único y a veces se observa con cierto desdén la crítica al
anarquismo epistemológico propuesto por Feyerabend. Ya en el ensayo de este
libro Filosofía y Método, se explora como la metodología es la que distingue a
la ciencia contemporánea de la filosofía1, sólo quiero en este breve ensayo hacer
especificaciones de orden histórico e interpretativo.
Método es sinónimo de optar por un camino que se oponga a la suerte o al azar;
es decir, un orden supeditado a un conjunto de reglas. Si el azar condujera a un
fin entonces no sería necesario un método para alcanzarlo. Ahora bien, el tipo de
realidad que se desea conocer puede determinar el método que utilizaremos para
conocerla. Por eso se asume que las matemáticas b emplean otro método estructural que la física o que la biología o que la historia o que la ingeniería. Entonces
¿hay un Método científico o existen diversas estructuras metodológicas?
Feyerabend alude a que el Método originalmente está basado en la filosofía de
Aristóteles, un empirismo que puede relacionarse con el realismo ingenuo. Para
el estagirita, la experiencia es importante para el conocimiento y su método, inserto en la mentalidad de la Europa medieval no permitía el uso de instrumentos
que distorsionaran los sentidos humanos para conocer el universo.
A partir de la tradición aristotélica, algunos pensadores desearon encontrar un
método para lograr y justificar un conocimiento objetivo. Por ejemplo, en el
siglo XIII Raimundo Lulio desarrolló un sistema lógico basado en la astrología
y en las categorías aristotélicas que puede considerarse un método científico. Lo
nombró el “Arte”, una serie de silogismos y símbolos cristianos que pueden ser
utilizados como clave para entender el universo; el logos de la creación perfecta
representado por un árbol.
Fue Giacomo Aconzio (1592 – 1578), ingeniero italiano protegido de la reina
Isabel I de Inglaterra uno de los primeros filósofos en pensar un método cientíEpistemología de Feyerabend; Esquema de una teoría anarquista del
conocimiento. De Adolfo Vásquez Rocca
1
Algo muy triste con sinceridad. La ciencia y la filosofía deberían ser otra
vez vertientes de la misma fuente. Recordemos a Newton que se dedicaba
a la “filosofía” de la naturaleza, ligando lo sagrado del cosmos con el conocimiento, no en balde puede considerársele como el último alquimista.
a
69
fico moderno. Aconzio pensó que el estudio de un método era fundamental para
adquirir conocimientos verdaderos. La metodología de Aconzio es una doctrina
lógica, gnoseológica y pedagógica pues se basa en la adecuada comunicación de
estos conocimientos.
En su obra De methodo, hoc est, de recte investigandarum tradendarumque artium et scientiarum ratione, Aconzio piensa que sólo son cognoscibles las cosas
finitas e inmutables (ya de entrada los biólogos perdemos pues estudiamos seres
mutables) y que el conocimiento se obtiene por medio de un razonamiento pero
distingue el conocimiento basado en la abstracción y el obtenido por medio de
la experiencia. El mejor método de conocimiento es el que va de los efectos a
las causas y de los fines a los medios, pero de acuerdo con el orden de las evidencias que se vayan obteniendo en el proceso del conocimiento. Es un método
inductivo-analítico.
Fue René Descartes en su Discurso sobre el método quien propuso que el método
puede ser utilizado por cualquiera independientemente de la concepción que se
tenga de él. Aquí es donde podemos subrayar el nacimiento de un Método único
pues servía según Descartes para, mediante la razón “encontrar la verdad en las
ciencias”, lo de que el Método era necesario para la investigación de la verdad
era noción compartida por Galileo y Francis Bacon. Pero ni Galileo siguió reglas
metodológicas exactas ni Descartes siguió su método universal para realizar sus
experimentos sobre óptica y sus contribuciones a la geometría analítica.
La noción de unidad de método se popularizó a mediados del siglo XIX debido
al enorme optimismo de pensadores como Helmholtz, que a partir de la primera
ley de la conservación de la energía supuso a la ciencia como sistema del mundo y filosofía total pues mediante fuerzas, masas y leyes inmutables daría una
descripción completa de las formas y estructuras trascendentes que conforman
los fenómenos. Según esta doctrina, el método de la ciencia es uno y él mismo;
aunque puede adoptar especializaciones diferentes según las distintas ramas de
la ciencia, sus características esenciales son las mismas.
Antonio Aliotta, muerto en 1964, intentó ensamblar de una manera metodológica la ciencia con la filosofía. Este método considera al experimento como criterio de verdad, pero, en este caso, el experimento debe de ser un programa de
acción total que afecta tanto a lo práctico como a lo teórico.
¿Qué método es el mejor? ¿Existe sólo uno que caracteriza las ciencias? Un
filósofo anarquista va a pensar en lo absurdo de establecer tal caracterización.
Cuando Paul Feyerabend publicó Contra el método en 1975, varias voces académicas aullaron indignadas llamándolo enemigo de la razón y de la ciencia.2
Absurdo. Lo que hizo el filósofo alemán —que había estudiado teatro y física
también— fue analizar la historia de los conocimientos científicos dando luz
2
En un número de la revista Nature de 1987 se calificó a Feyerabend
como “el peor enemigo de la ciencia”.
70
acerca de que las investigaciones que han dado frutos de conocimiento aceptado, e incluso cambiado paradigmas científicos, han violado de forma natural los
estándares establecidos o las normas de un llamado Método Científico; desde el
punto de vista de las normas vigentes para la ciencia estas investigaciones fueron
“cualquier cosa” menos Método. De ahí su frase penosamente malentendida de
“todo vale”.
Feyerabend analiza el cómo triunfó la teoría de Galileo al defender la de Copérnico debido a la condición histórica del medio académico de su tiempo, en
que muchos estaban hastiados del latín, de los escolásticos en medio de una
atmósfera intelectual que rechazaba a Aristóteles y volvía a Platón y a Cicerón.
Galileo malinterpretó observaciones, adecuó fenómenos celestes y de observación a su hipótesis y rechazó los que la falseaban, cometió trucos y estratagemas
matemáticos y de propaganda. Remito el lector a la obra de Feyerabend para que
conozca cómo Galileo, héroe de la ciencia moderna, trabajó con una metodología irracional respecto a un supuesto “Método”.
Cito a Kurt Huebner (1969) “el origen del progreso científico no radica ni en las
reglas abstractas de la falsación, ni en las inferencias inductivas y semejantes,
sino en la situación completa, mental e histórica, en la que se encuentra el científico”. De este pensamiento se colige que nada permite decir a priori que vía de
investigación o hipótesis no será importante. Los científicos escogen y prueban
diversas vías en pos de encontrar la solución a un problema determinado sin que
exista una autoridad, receta o código epistémico que sirva para cada caso. Este
anarquismo teórico, según Vásquez Rocca, es más humanista para estimular el
progreso que un rígido orden racional.
Ahora bien, Feyerabend prefiere en ediciones posteriores, el término dadaísmo
al de anarquismo. Dadaísmo epistemológico es aquel en el que todo vale para
poner a prueba una hipótesis o desarrollar una teoría. Feyerabend sólo ratificó
que la ciencia no es algo sagrado pues no puede conocer los “hechos desnudos”
sino que estos hechos son interpretados de alguna forma por los “descubridores”
y por tanto, esencialmente son teóricos. Por eso la historia de la ciencia es compleja y caótica, llena de autocorrección y errores —hasta intereses económicos
y políticos — al igual que otras actividades humanas que intentan moldear la
realidad.
Imagino la molestia de ciertos científicos positivistas cuando Feyerabend afirma
que una teoría nueva es aceptada por la comunidad científica no por su “verdad”
sino por medios irracionales como la propaganda, sensibilidad, hipótesis ad hoc
y apelación
a prejuicios de todas clases. “Necesitamos de estos ‘medios irracionales’ para
defender lo que no es otra cosa que una fe ciega, hasta que hayamos descubierto
las ciencias auxiliares, los hechos, los argumentos que conviertan la fe en puro
‘conocimiento’.3
3
Tratado contra el método, capítulo 12.
71
Pero ¿acaso no es la propaganda y el medio histórico particular —no únicamente
le evidencia científica a su favor, pues también hay mucha en contra— los que
han ayudado a que se acepte en nuestros días la teoría del calentamiento global
tal como se formula?
Pienso en Al-Jahiz, sabio de Basora en el siglo IX que en su Libro de los animales describió un principio de selección natural como la lucha de los animales por
los recursos. En su tratado podemos leer que: “Los animales que sobreviven y
se reproducen pueden traspasar descendencia”. Sin embargo no es por el sabio
árabe que el paradigma de la selección natural como base de la evolución biológica ha llegado hasta nosotros, sino por la obra de Darwin diez siglos después.
¿Será porque el genio del inglés es más que el genio del árabe? Pensemos sobre
las condiciones políticas e históricas de cada época, no sólo los argumentos de
las teorías.
Feyerabend no se deja impresionar por la santificación de los científicos como
mentes privilegiadas ajenas a las pasiones humanas. Entiende que la historia
de la ciencia será tan compleja, caótica y llena de errores como las ideas que
contiene y, a su vez, estas ideas serán tan complejas, caóticas, llenas de errores
y divertidas como las mentes de quienes las han inventado. Así, el éxito de una
investigación no se da por la medida en la que se aplican las reglas y fórmulas
generales; es más, ni siquiera se conoce explícitamente el método con el que
se logró tal éxito. El condenar a Feyerabend como enemigo de la “Ciencia” es
ridículo e ignorante. Él es uno más de una tradición que parte del siglo III a.NE.,
pensadores lúcidos y sinceros, tradición que podemos rastrear hasta el escepticismo de Pirrón.
El escéptico entiende que no hay ningún saber firme ni opinión absolutamente
segura. Escépticos como Arcesilaeo y Carneades defendieron teorías sobre la
probabilidad. Sexto Empírico pensó sobre la cuestión del criterio de verdad, el
cual requiere de otro criterio para decidir del primero y así infinitamente; de esta
manera no puede existir un último criterio de verdad.
Se puede resumir el pensamiento escéptico así: si existiera el conocimiento seguro no habría cambios en el contenido del conocimiento. Dilthey atribuyó esto
a lo que llamó “anarquía de los sistemas filosóficos”. Los escépticos disputaban
para demostrar que toda discusión era inane. ¿No es acaso esto lo que caracterizó a Feyerabend? Su pensamiento se opuso a la idea de que existan estándares
invariables de racionalidad en cualquier campo, incluido el de la ciencia. Es más
bien el objeto de una ciencia el que determina el método apropiado o correcto en
dicha disciplina. Es uno más de los escépticos.
Uno de los más divertidos problemas filosóficos es semántico, pues el escepticismo sería imposible si se atribuye verosimilitud al enunciado de qué ningún
72
enunciado es verdadero. Resulta una paradoja sensacional. Los lógicos la resuelven así: Ninguna proposición es verdadera, es verdadera. Y volvemos a la rueda
loca.
En la lucidez que lo caracterizó, Feyerabend aclaró que el escepticismo sólo
puede tener sentido si la idea de fundamentación última se considera imprescindible de forma epistemológica. Así, cuando esta idea pierde su capacidad de
hechizar la conciencia del científico, toda argumentación escéptica puede ser
desechada sin menoscabar el rigor técnico. El científico debería ser escéptico
pero no puede, eso le constreñiría a nunca formular leyes, a menos que entienda
que esa ley no puede ser absolutamente verdadera. De esta forma los científicos
tenemos “fe” en nuestros métodos, pero como escribe Santayana, es una fe con
superposición de símbolos. De esta forma no es que existan diferentes tipos de
realidad, sino que existen diversas categorías en la realidad.
Notas de David Siqueiros.
a) Popper se refiere a algo que nunca aplicó. Una parte muy importante del método científico habrá de entenderse solo mediante la praxis.
b) Las Matemáticas no deben considerarse ciencia; pueden ser supeditadas a la
Filosofía pero no a la Ciencia, ya que eso las demeritaría.
73
Principios filosóficos de la investigación en Biología;
experiencias en metodología, taxonomía y ética
científica
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
La Filosofía de la Ciencia está comprendida dentro de lo que son las múltiples
definiciones (o intentos de definición) de Ciencia; mientras que el rigor que conllevan sus componentes refleja dicha filosofía en el denominado Método Científico. Este último término, aunque representa mucho del romanticismo dentro
y sobre todo fuera de la ciencia, puede seguirse utilizando para referirse a la
forma de hacer investigación científica de acuerdo con los estándares actuales, o
bajo las perspectivas diversas que sostienen varios filósofos de la ciencia (Pérez
Tamayo, 1993). Aunque puede decirse que el Método Científico sensu stricto
no existe... está ahí cuando se necesita; ergo, no se debe tomar como un método
en el sentido estricto, sino más como una concepción acerca de cómo procede
el hombre de ciencia para generar conocimiento. También puede afirmarse que
su única limitante lo constituye el propio status del conocimiento disponible, ya
que conforme se generan bases teóricas surgen nuevas interrogantes que no eran
visibles sobre la base del conocimiento anterior.
El Método Científico (MC) es resultado de reflexiones epistemológicas o filosóficas a través de la historia. Así, cuando se aplica el MC, independientemente
de las adecuaciones que se hagan sobre éste en cada una de las disciplinas científicas, todo proceso de investigación llevará entonces implícita su filosofía. De
esta manera, antes de continuar debatiendo respecto a la existencia o no del MC,
es menester entender la filosofía de la ciencia, específicamente aquella inmersa
en el proceder del científico, cómo se hace o debe hacerse, más que el porqué.
Una vez logrado esto, se puede apreciar que el MC es Uno (mismo), ya que la
forma de proceder en la investigación no es más que la actitud del científico bien
formado.
Los componentes del Uno. La actitud científica se deriva de la integración de
varios aspectos o componentes: la educación en el sentido socrático, que se refiere a las virtudes intrínsecas del individuo. Así, sus principios morales abarcarán su desempeño científico; la ética científica será una extensión cultivada y
enriquecida de su moral recurriendo a bases axiológicas, deontológicas, sentido
común y lógica. Sus habilidades intelectuales “no lógicas” como la creatividad
se manifestará en la identificación de problemas de conocimiento haciéndose
preguntas acerca de los fenómenos naturales, mientras que su imaginación le
permitirá ir más allá del establecimiento de una relación discreta y visualizar
consecuencias ulteriores de los modelos que maneja o construye. En el mismo
tenor, su intuición la aplicará en la selección de preguntas y respuestas dentro de
75
etapas de su investigación para las cuales aún no ha trazado la secuencia lógica
sistemática.
Insoslayablemente, dichos procesos “no-lógicos” habrán de ser sometidos a escrutinio, ejerciendo un muy requerido escepticismo fundamentado en la lógica
y en el manejo adecuado de la teoría, lo cual conforma una actitud crítica y
autocrítica. Estas actitudes requieren de procesos intelectuales que provee la Lógica para sistematizar su aplicación y lo hace mediante la inferencia (inducción,
deducción, abducción), analogía, silogismos, análisis y síntesis. Éticamente, es
imprescindible entender cómo funcionan dichos procesos lógicos, toda vez que
nuestra labor científica es esencialmente intelectual y depende en su mayor parte
de nuestra capacidad de razonamiento.
Así, para poder aplicar todo lo anterior el científico habrá de permanecer en una
fase asintótica de entrenamiento (siempre requiriendo actualización, sin llegar a
ser un producto terminado), dirigida a lograr su propósito, i.e. generar conocimiento en alguna disciplina científica, cuya elección libre de parte del investigador estimulará las propiedades individuales referidas. Tal entrenamiento comprende la revisión sistemática (y crítica) de literatura, el manejo de las técnicas
y estrategias de estudio más recientes, así como de las básicas; con ello podrá
seleccionar la estrategia que considere más adecuada en sus estudios, previo análisis crítico de sus fundamentos y resultados.
Al entender y asimilar el valor de la educación y del entrenamiento como componentes de su personalidad científica, definirá su capacitación para integrarse a
un determinado campo de investigación; denotando un potencial como científico. El científico bien formado logra la preparación mediante la integración de los
tres componentes básicos de su figura (educación, entrenamiento, capacitación).
Esto último implica una compenetración en los conocimientos específicos teóricos y metodológicos, los cuales aplica con base en las normas éticas que rigen
la actividad científica. Esta es igualmente asintótica, ya que exige una constante
actualización y reflexión en su quehacer durante toda su vida activa.
Entender lo que es la Ciencia, sus consecuencias, el porqué de su metodología y
su filosofía, servirán para ubicar en buen tiempo al científico joven y pujante en
la senda de una labor primordial dentro de la sociedad, la cual llevará a cabo con
plena claridad de lo que significa la Ética en la generación, difusión y divulgación del conocimiento científico.
La interacción que surge entre colegas con distinta formación, sobre todo al integrar comisiones para la revisión de tesis, desata discusiones que desequilibran
al tesista y a veces a los investigadores mismos. Empero, confrontaciones de
carácter erístico pueden llegar a un final plausible mediante argumentos categóricos respecto a los principios básicos que sustenta el estudio, más que sobre
una disensión de opiniones sobre el tópico específico. Dichos principios básicos
los proporciona la filosofía científica, mismos que son adecuados (cuando se
76
requiere) a una determinada disciplina científica, como la Biología, pero que son
igualmente útiles en las otras disciplinas científicas.
El propósito de este ensayo es el de proponer una vinculación entre la Filosofía de la Ciencia y lo que se denomina Metodología de la Ciencia o Método
Científico desde el punto de vista teórico y filosófico, con la Metodología de la
Investigación en la práctica de la investigación en Biología, aunque esto no excluye otras disciplinas científicas. Así, en este ensayo se abordan someramente
ejemplos de tipo metodológico, de Estadística y Ecología, y manejo de teoría en
el caso de la Taxonomía. Asimismo, se señalan problemas de carácter ético en
diversas etapas del trabajo científico.
Metodología. La metodología científica implica una serie de componentes o
pasos a seguir, que pudieran antojarse como una receta. Ciertamente, existen
pasos secuenciales bien establecidos y conocidos actualmente por la gente culta.
No obstante, llevar a la práctica una metodología científica, es decir, hacer investigación, requiere de una comprensión de cada uno de dichos componentes y
sus implicaciones.
Asimismo, es imprescindible que el investigador esté consciente, ya sea por experiencia o convicción temprana (ambas juntas es preferible), de la profundidad
que deben tener sus resultados, despojándose de la prisa por generarlos inmediatamente a costa de su relevancia. Esto puede lograrse mediante una perspectiva
filosófica de lo que es el desempeño como científico, más que como cientificista
capacitado en el manejo, pero sin la comprensión de técnicas sofisticadas de
investigación. De acuerdo con esto, es necesario que el estudiante de ciencias
comprenda lo que es la Metodología con otra acepción más apegada a la etimología del término, i.e., el examen analítico y crítico de los métodos, técnicas y
estrategias utilizadas, para su correcta aplicación; del griego odo que significa
camino, logos, razón (lógica) y meta, que denota el fin que se persigue
La utilización de los métodos en boga permite la comparación de resultados y
hacer inferencias. No obstante estos métodos a menudo no son aplicados concienzudamente y se justifican ligeramente con el aval de quienes no los manejan.
Ejemplos típicos son el uso de la estadística paramétrica en la Biología, así como
el cálculo indiscriminado de análisis numéricos y de índices ecológicos.
La Estadística y los análisis numéricos. La utilización de técnicas estadísticas
es imprescindible en el estudio de fenómenos con alto grado de aleatoriedad
dentro de la etapa metodológica general de la investigación (Méndez-Ramírez,
1989). Esto abarca indudablemente los fenómenos biológicos de cualquier tipo
y su aplicación depende del enfoque de la investigación.
Depende del investigador la aplicación correcta de las técnicas estadísticas y
numéricas adecuadas a los datos que quiere analizar. Es aquí donde se detectan
inconsistencias entre la habilidad para realizar las operaciones o correr programas estadísticos y el saber escoger las técnicas que permitan obtener resultados
77
confiables. Es común observar en muchos trabajos que, al correr determinado
programa para cierta técnica estadística, se adoptan los niveles de probabilidad
por ¨default¨, lo que es sintomático de una falta de convicción en la hipótesis bajo
los estándares usuales en Biología, o sea, a una α = 0.05 (Ambrose y Ambrose,
1995). Por otra parte, aduciendo a la potencia de las técnicas, particularmente las
paramétricas, se hace caso omiso de los requerimientos que deben cumplir los
datos procesados. En Biología, a menudo éstos no se conforman al modelo probabilístico (normal) que sustenta dichas técnicas, no se encuentran en la escala
adecuada (continua) de medición, no tienen el tamaño mínimo de muestra, o
incluyen valores extremos; sin embargo son aplicadas, ya sea inconscientemente
o recurriendo a manipulaciones de dudosa validez; o incluso al probar normalidad se aplican pruebas que de antemano se sabe que avalarán su predisposición
(Potvin y Roff, 1993; Krambeck, 1995; Ambrose y Ambrose, 1995; Siqueiros
Beltrones, 1998). Esto puede considerarse un “cuchareo” o manipulación inadecuada de datos, lo que implica también un problema de carácter ético.
Otro ejemplo, lo constituye el empleo de análisis numéricos, surgidos básicamente con fines exploratorios o de ordenamiento, mismos que a menudo se utilizan como “balas mágicas”. Para empezar, los análisis de componentes principales y otras formas de análisis factorial, análisis de función discriminante, de
agrupamiento, o correlación canónica, etc., son presentados como estadística en
los informes. El hecho de que incluyan pruebas estadísticas ad hoc para indicar
la probabilidad de los patrones que detectan, debe ser apreciado como complemento indispensable del análisis numérico. El exceso de confianza que parece
ocasionar el acceder a técnicas complicadas de este tipo y aplicarlas a fenómenos
biológicos inhibe frecuentemente la visión crítica sobre sus alcances y limitaciones, mermando el espíritu inquisitivo del estudioso y consecuentemente el
aprovechamiento del análisis numérico. Rara vez se recurre a estas técnicas para
probar hipótesis porque rara vez se plantea alguna; así, la utilidad ordenadora y
exploratoria se toma erróneamente como la parte conclusiva del estudio.
En el caso de índices ecológicos, al igual que las técnicas estadísticas, su acceso en paquetes de cómputo ha promovido su uso indiscriminado, carente de
un juicio crítico o sin profundizar sobre su utilidad real. El ejemplo típico se
observa con el índice de diversidad de Shannon (H´), basado en la teoría de la
información en el campo de las comunicaciones. Este es uno de los índices preferidos de los biólogos y también el menos estudiado, ya sea en términos de su
elección, o de su utilización (Siqueiros Beltrones, 1990; 1998). Frecuentemente,
los usuarios desconocen el origen de su naturaleza binaria o su relación con la
incertidumbre, entropía, o información potencial y por lo tanto no son apropiadamente interpretados. A este punto, se podría justificar su uso aduciendo fines
comparativos, lo cual en principio es correcto, pero tampoco lo es si no se entiende porqué se utiliza, o no se pretende su ulterior interpretación. De ser así,
se detectan las inconsistencias en los estudios comparados, mismos que deben
señalarse (Siqueiros Beltrones, 1990; 1998), si no, se perpetúa y se justifica su
78
uso sin sentido. Su combinación con índices que miden otros parámetros relacionados a la diversidad complica aún más lo que se pretende dilucidar o describir
en una asociación de especies.
Paradójicamente, sólo habría que revisar la teoría de la información en la obra de
Shannon y Weaver (1945) y algún texto sobre métodos ecológicos como Brower
y Zar (1979) para entender mejor su utilidad potencial real y las relaciones entre
las distintas versiones que pretenden medir este tipo de parámetros. Es decir, es
necesario aplicar metodología básica y confiable pero con una actitud crítica de
las técnicas y métodos que comprende, ya sean clásicos o recientes.
Teoría, cientificidad y el problema en la investigación. Los principios filosóficos aludidos en esta sección son esencialmente de carácter ético, ya que se
hayan relacionados con un proceso consciente de capacitación. De acuerdo con
Bunge (1980) es casi inobjetable que dentro de la ciencia el problema constituye
la fuente original o el momentum en el ciclo de la investigación científica. El
proceso creador inicia con el problema y culmina (momentáneamente) con la
adquisición de un conocimiento, con lo cual se abre toda una gama de interrogantes nuevas.
Aunque en la selección de problemas de investigación influyen ciertos factores,
como: los tópicos o líneas de investigación de moda, las facilidades instrumentales y financieras, así como objetivos personales, es importante (honesto) que
el problema per se sea el móvil y no tan solo un mero requisito o vehículo para
lograr propósitos velados de manera consciente o inconsciente, e. gr., aplicación
de técnicas diversas, relacionar forzadamente con campos de aplicación para
justificarlos, o quizá solo por permanecer en la línea de investigación de moda
sin objetivos definidos o válidos.
Cualquier estudio de carácter científico requiere de un cierto entendimiento del
papel que juegan los paradigmas en la investigación científica. El concepto de
paradigma dentro de la Biología y de manera global, permitirá al estudiante ubicar su campo de investigación con referencia en otras disciplinas y desde un
punto de vista histórico. Dado que la investigación científica se construye sobre
la base de teorías, es necesario comprender que éstas conforman nuestros paradigmas, es decir nuestra referencia o punto de partida hacia la generación de
nuevo conocimiento. El conocimiento que se genere será más o menos significativo, pudiendo reafirmar la teoría, reestructurarla o refutarla (revolución científica sensu Kuhn, 1962a, 1962b). Pero siempre que se siga el Método Científico
habrá progreso en el conocimiento, y partimos del análisis crítico del propio
paradigma que conocemos y que nos hace especialistas (expertos) en la materia.
Para que lo anterior sea operativo, es necesario que el conocimiento sea conceptualizado como esferas de distintos tamaños, concéntricas, que definan los
distintos niveles o paradigmas que sirven de referencia para las diferentes formas de proceder en la adquisición y generación del conocimiento. Así, existe un
79
esquema general de conocimiento que engloba a su vez aquellos conocimientos
científicos y formas de investigar para cada disciplina científica, ya sea Física, Química, o Biología, etc. Aunque éstas comparten fundamentos al hablar
de Física Cuántica, Química Cuántica y Biología Molecular, los campos divergen sustancialmente en todos los aspectos de acuerdo con las subdisciplinas que
abarcan. Estas obedecen en su dinámica investigativa a paradigmas más concretos de acuerdo con la línea de investigación particular.
De acuerdo con lo anterior, Ledesma Mateos (1993) puntualizó que la cientificidad de la investigación en Biología la confiere su sustento en dichos paradigmas
y al manejo adecuado de la teoría, con lo que se diferencia de una actividad más
bien naturalista. En Biología, independientemente del campo específico, se han
identificado dichas teorías centrales o paradigmas: Teoría Celular, Teoría de la
Evolución, Teoría de la Homeostásis, y Teoría de la Herencia (Ledesma Mateos,
1993). Ahora, como producto de los avances científicos se requiere incorporar
nuevos paradigmas: la Biología Molecular y la denominada Teoría de Gaia, la
cual nos presenta la Ecología como homeostásis a escala planetaria.
El problema en una investigación científica es esa primera interrogante que se
nos ocurre al revisar de manera crítica y escéptica la teoría y/o al contrastarla
con observaciones directas en la naturaleza. Ese pequeño hueco que se percibe
al analizar la información o esa duda respecto a los métodos utilizados, pueden
constituir el primer logro como científico; éste y el planteamiento del problema
de manera adecuada, denotan la profundidad y claridad en el manejo de la teoría,
a la vez que evidencian el potencial creativo del científico. Con ello se adquiere,
a la vez, convicción sobre la calidad del estudio; necesaria sobre todo en estudiantes de posgrado, quienes frecuentemente dudan, bajo presión o no, acerca
del problema que están planteando en su protocolo de tesis ¿dará el ancho para
una tesis de maestría o de doctorado? Dichas reflexiones deben retroalimentar su
actitud, estimulándolo para reforzar su autoestima con base en el proceso de su
preparación más o menos incipiente.
Pero, ¿cómo se refleja lo anterior de manera pragmática dentro de un estudio
específico, en Biología? Primeramente, al igual que en otras disciplinas, la pregunta debe ser concisa (breve, clara y precisa), pero ello depende también de la
complejidad del propio problema. De cualquier forma, se debe evitar la vaguedad o la exageración en los alcances del estudio. Ciertamente no es tarea fácil,
pero, al igual que con la posible respuesta que se proponga (hipótesis), servirá de
guía a la actividad heurística que sustentará la investigación.
De acuerdo con lo anterior, se debe distinguir entre el tópico, la problemática y
el problema específico, que en ese orden se describen de manera actual para introducir el estudio y plantear el problema dentro del marco teórico. Esto se hace
patente al definir el título del protocolo y del informe o publicación. Así, el título
solamente debe incluir el problema, y ser preferentemente de tipo informativo
más que indicativo (Style manual, en Llorente Bousquets y Alucema Molina,
80
1990); este último se refiere más al tópico o a la problemática, mientras que el
primero específica el contenido del informe, por ejemplo:
Título indicativo/temático: Influencia de los factores fisicoquímicos sobre la
distribución de la meiofauna en sistemas de manglar.
Título informativo/descriptivo: Variación espacio temporal de la meiofauna en
un sistema de manglar del subtrópico mexicano.
Asimismo, en el título deben reconocerse las limitantes del estudio, por ejemplo,
Debe ser: Estructura de las asociaciones de micromoluscos bentónicos en sedimentos de una laguna costera tropical.
No debe ser: Taxonomía, biogeografía y ecología de micromoluscos bentónicos
en una laguna costera tropical; tampoco es adecuado, Diversidad y tendencias
biogeográficas de micromoluscos bénticos del trópico mexicano.
Por otra parte, se recomienda no utilizar palabras vagas o redundantes, ya que
soslayan la responsabilidad ante el problema estudiado, tales como, contribución
al conocimiento..., estudio sobre..., aspectos relevantes..., observaciones en...,
etc. Por ejemplo: Contribución al estudio de los micromoluscos bénticos del Pacífico tropical mexicano; o en otro caso, Observaciones sobre aspectos reproductivos del tiburón volador (Carcharhinus limbatus) en el Golfo de California, que
bien podría ser: Talla de madurez reproductiva en poblaciones de Carcharhinus
limbatus del Golfo de California; con lo que se precisa el problema específico.
Un título informativo es una prueba efectiva de haber logrado una conclusión
definida, de lo contrario no se estará seguro de lo que se dirá en el informe (Style
manual, op. cit.). Asimismo, una concepción adecuada de los paradigmas en un
estudio particular se ve reflejada en la estructura y congruencia de las conclusiones derivadas de la investigación. Frecuentemente, en la sección correspondiente de un informe científico, sobre todo en tesis, a manera de conclusiones
se enlistan una serie de resultados que, en el mejor de los casos, representan
un sumario. Recordando el flujo de un ciclo de investigación, las conclusiones
surgen tras un proceso inferencial en el cual los resultados han sido contrastados
(durante la discusión) y mediante el cual se deducen postulados que sintetizan
dicho proceso. Así, se establece la veracidad de la hipótesis planteada o implícita
y se derivan consecuencias, quizá a manera de corolarios, lo que redunda en un
enriquecimiento de la teoría, ya sea que se sustente incrementando con ello su
nivel de influencia, o se modifique en menor o mayor grado.
El ejercicio anterior representa un esfuerzo sintomático de los principios éticos
que subyacen la comunicación científica y que confieren confiabilidad a una
investigación, toda vez que un título honesto nos exige un entendimiento claro
de lo que estamos haciendo y comunicando. Este proceso de autocrítica puede
ser complementado recurriendo a la crítica de la comunidad científica previo al
81
arbitraje de rigor para la publicación del informe.
Los estudios taxonómicos. El manejo del Método Científico en términos generales proporciona bases tanto para el manejo adecuado de la información disponible (teoría), como en el uso de la estadística, la interpretación de los datos y
las inferencias que resulten. Esto no debe resultar raro, dado que al entender la
taxonomía manejamos los primeros modelos biológicos propuestos y las consecuencias de su correcta elaboración, taxón por taxón. Lo anterior se hace extensivo a estudios sobre distribución y estructura de asociaciones (taxocenosis
y comunidades), ya que éstos parten directamente, o deben hacerlo, de una base
taxonómica confiable, primera parte del análisis sensu stricto.
Comprender el concepto de paradigma en Biología coadyuvará enormemente
para ubicar con el debido respeto a quienes hacen taxonomía y elaboran listas
o inventarios florísticos o faunísticos, así como a quienes los refieren peyorativamente como cuenta-patas. Es evidente que esta actividad científica no es
valorada, o más bien, no se entiende qué es lo que le confiere cientificidad. Tampoco se considera que, al igual que para otros estudios, un artículo que aporta un
inventario taxonómico puede o no tener calidad científica. Esto es determinado
mediante arbitraje siendo congruentes con la filosofía y ética científicas.
La mera convicción de que lo que hace el taxónomo es útil, ya sea porque proporciona una base imprescindible para estudios de carácter ecológico o biogeográfico, no es suficiente. El status de taxónomo se adquiere, como en cualquier
otra área del conocimiento, cuando se cuenta con las bases filosóficas del quehacer científico aplicado a la Biología. Así, la elaboración de listas taxonómicas
ciertamente es la tarea de un especialista en una disciplina de la Biología, que lo
califica para tener una opinión sobre los avances, prioridades y quehaceres de la
investigación científica.
Es apreciable, pues, que la Taxonomía no es sólo la construcción de una base
científica, es en si investigación científica de acuerdo con la filosofía misma de
la Biología y de la Ciencia en general. El problema estriba en que a menudo
quienes participan en disputas erísticas en torno a estos tópicos se hallan casados
con una sola corriente, v. gr., el Positivismo, o peor, desconocen dicha filosofía.
De ahí que adopten de manera irreflexiva posiciones intransigentes y contradictorias derivadas de su interpretación superficial de esta corriente. La crítica a la
actividad taxonómica bajo estos criterios atenta contra los principios filosóficos
que han estructurado dicha disciplina; estos,aunque no sean considerados estudios ¨de moda¨, no pierden vigencia ni son menos importantes. Nuevamente,
se reconoce aquí un aspecto de carácter ético, cuyas consecuencias afectan la
armonía dentro de la comunidad científica debido a imposiciones poco fundamentadas que relegan principios filosóficos básicos de la investigación científica
en Biología.
82
La ética en la investigación. Para apreciar y adoptar lo expuesto hasta aquí,
resulta imprescindible regirse cabalmente bajo las normas de la comunidad científica; lo que ésta valora queda implícito en su filosofía y dichos valores conforman la ética científica. Es necesario adquirir una convicción sobre lo que es
correcto y lo que se debe hacer, ante aquello que no lo es, durante el desarrollo
de una investigación. Evidentemente, una mayor experiencia en el ámbito incrementa la probabilidad de identificar este tipo de disyuntivas. Muchas fallas de
carácter ético suelen cometerse por desconocimiento, aun habiendo escrúpulos;
el resultado de sopesar bajo presiones de éxito, ya sea terminar una tesis, una
fase de la investigación, o una publicación, obligan a tomar decisiones éticamente cuestionables. Las experiencias de este tipo deben ser ponderadas, reconociendo los errores, y ser transmitidas a los discípulos.
Existen actitudes reprobables de colegas quienes reprimen la iniciativa de los
estudiantes y el ejercicio del sentido crítico. Ello se deriva de una falsa seguridad
en su capacidad, lo que los lleva a adoptar estrategias, ya sean instintivas o pensadas (antiéticas) para no evidenciar sus limitaciones. Asimismo, la crítica sin
autocrítica, no reconocer las limitaciones propias, o exacerbar las de los demás
y negar el reconocimiento a quienes lo ameriten, son máculas bien identificadas
en la comunidad científica, a menudo veladas por una falsa parsimonia o actitud
flemática; las actitudes viscerales no son aceptables, ni tampoco la megalomanía
que es más bien sintomática de procederes antiéticos igualmente ocultos. En el
otro extremo se puede identificar la exageración en la aplicación o exigencia
de las normas, llegando a rayar en lo ¨super-ético¨, con lo que también se causa
daño dentro del ámbito académico asumiendo posiciones inflexibles y dogmáticas. Para corregir esta problemática en la ética científica es menester administrar
una dosis de filosofía. La que se recomienda aquí, es aquella que rige la propia
actividad científica bajo sus normas de ética.
Para empezar, una elemental honestidad profesional y científica exige proseguir
la formación durante nuestra vida activa, bajo la premisa de que, independientemente de nuestra capacidad o preparación, seguimos siendo productos semielaborados (Bunge, 1978). Asimismo, es importante que el investigador tenga
una idea clara de los aspectos deterministas y probabilísticos dentro de la investigación en Biología; ello viene con el paradigma y obliga a apoyarse más en el
procesamiento inferencial de la teoría para la interpretación de nuestros resultados que en los datos de tipo matemáticos que utilicemos, lo que a su vez evita
desechar información objetiva que surgiera de improvisto. De igual manera, se
debe exigir que la interpretación, presentación y difusión de nuestros resultados,
se apeguen a los estándares establecidos (Llorente Bousquets y Alucema Molina, 1990) para que sean una propuesta de la comunidad científica al pasar por un
arbitraje riguroso pero bien intencionado, lo cual exige la misma ética de parte
de los revisores (árbitros). Asimismo, debe criticarse imparcialmente cualquier
metodología novedosa, sin prejuicios y reconociendo si se tiene o no la capacidad para hacerlo.
83
Todo lo anterior, derivado de la experiencia en investigación previa y posterior a la publicación original de este ensayo, ha permitido comprobar que el
seguimiento del Método Científico implica un entendimiento de su filosofía, aun
cuando ésta no se maneje per se. Al aplicar el Método Científico, adoptamos el
pensamiento científico, su filosofía, su ética y la actitud. En el sentido estricto,
la investigación científica es la fuente dinámica de conocimiento que nutre a
la filosofía, misma que le exige el seguimiento de principios específicos para
asegurar el conocimiento objetivo. Es incongruente que las carreras científicas
prescindan de su enseñanza, o la menosprecien, influidas paradójicamente por
un pensamiento positivista. Otras incongruencias e inconsistencias mencionadas
en este ensayo tendrían el mismo origen y es necesario identificarlas y reconocerlas para coadyuvar en una mejor formación de científicos.
Conclusiones
El concepto de paradigma y el manejo de la teoría, así como de la Metodología,
y el ejercicio de la Ética como componentes del Método Científico y su filosofía,
resaltan como los moduladores de la personalidad científica y coadyuvan en el
aprovechamiento de las virtudes individuales del científico. Así, se debe hacer
ver a los científicos jóvenes (y a los establecidos) que dicha filosofía acompaña
su actividad diaria y tan solo deben identificarla, logrando con ello reafirmar sus
convicciones e incrementando su seguridad en toda la actividad científico-académica.
Agradecimientos
La respuesta de los estudiantes de Biología Marina de la Universidad Autónoma
de Baja California Sur a los cursos de Filosofía de la Ciencia y la aceptación que
tuvo dentro del Programa de Posgrado del Centro Interdisciplinario de Ciencias
Marinas (CICIMAR) del IPN, motivaron el presente ensayo. Agradezco las opiniones y sugerencias al manuscrito a Domenico Voltolina (CIBNor-Mazatlán),
Leonel Cota A (CCMC-UNAM), Enrique González (UABCS), Ernesto Chávez
(CICIMAR) y Mar. Liza Gómez. Las críticas del Comité Editorial de Ludus
Vitalis ayudaron a reestructurar el manuscrito.
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84
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85
El papel del científico en la toma de decisiones
bioéticas
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Una visión filosófica de la actividad científica nos permite apreciar nuestro propio quehacer bajo un panorama más amplio y a la vez con mayor precisión. En
el caso del científico, esta perspectiva puede evitarle ser arrogante (de arrogar
que significa apropiarse de); una actitud por demás inapropiada, toda vez que ya
cumple con una función cuya justificación se halla en la base de las principales
virtudes humanas, i.e., la generación de conocimiento. Desafortunadamente, la
experiencia nos dice que a menudo nos apropiamos de otras funciones de manera incompetente. Nuestras contribuciones como científicos nutren el cuerpo de
conocimiento, aun cuando frecuentemente sea solo a manera de información y
no estructurado en forma de teoría, como sería lo ideal. Asimismo, esto ocurre en
campos de acción particulares, dada la vasta gama del conocimiento clasificado
en una gran cantidad de disciplinas y campos de conocimiento. La puntualidad de nuestra contribución no pierde, sin embargo, importancia. En la ciencia,
como en toda actividad que es patrocinada principalmente por la sociedad misma, nuestra obligación es tratar de eximirnos en la praxis, i.e., hacer mejor lo que
sabemos hacer bien.
Ante esta situación, puede presentarse una confusión acerca de qué más podemos hacer como científicos. A menudo la posesión de más de un talento puede
complementarnos, aunque a veces resulta contraproducente. Otras veces, ante la
dificultad de llevar nuestra obra científica a un máximo desempeño optamos por
alguna actividad que la justifique; la docencia podría ser una forma de hacerlo
pero bien podría ser nuestro otro talento o parte complementaria del adecuado
proceder del científico, i.e., formación de recursos humanos; máxime que la profesión de profesor de una carrera científica no exige una formación ex profeso,
sino que somos improvisados como docentes; somos empíricos y funciona.
Pero ¿puede continuarse con la misma “extensión” de funciones? Como científicos ¿hasta dónde podemos extender nuestras capacidades de manera ética?
Somos jefes de departamento, directores de proyectos, directores de centro de
investigación, de dependencias gubernamentales, rectores, etc. Estos cargos
implican toma de decisiones a niveles de impacto socioeconómico nacional y
mundial. La teoría de inteligencias múltiples va más encaminada a señalar que
existen individuos o grupos de individuos que son capaces de entender mejor
las cosas que otros (Espinal Gadea, 2007), no que seamos capaces de entender
todo a cualquier nivel. La toma de dichas decisiones implica un entendimiento
muy distinto de las cosas que lo que un científico tiene que entender durante
su quehacer. En el caso de la Bioética la toma de decisiones es medular, por lo
87
que debe considerarse con toda precisión el papel del científico en el complejo
campo que representa.
Es común escuchar en los noticieros, entrevistas a científicos (investigadores) a
quienes se les califica indiscriminadamente de expertos según su especialidad.
De esta manera, los investigadores científicos, sobre todo en los campos de moda
como: Cambio Climático, Calentamiento Global, Mareas Rojas, Biodiversidad,
Impacto Ambiental, Especies Transgénicas, Especies Invasoras, Clonación y
Células Madre, entre otros, son considerados o referidos como expertos. ¿Se es
científico o se es experto? Estrictamente, estos términos no son sinónimos, baste
con reflexionar sobre lo que es un científico, según uno mismo y según la Filosofía de la Ciencia (Siqueiros Beltrones, 2002a, 2005). Un fuerte prejuicio que está
detrás de todo esto es que, cuando se quiere exacerbar la importancia de algo, se
le refiere como científico; mientras que cualquier otra cosa o actividad puede ser
igualmente importante sin tener que ser científica. Esta y otras formas de confusión crecen al grado de que se va perdiendo toda precisión en el lenguaje y peor,
en las actividades que se justifican por sí mismas y que acaban desvirtuándose.
Una exigencia o recomendación ética para los científicos es de no considerarnos
expertos automáticamente por el hecho de ser especialistas, quizá los únicos en
nuestro país en determinado tópico. El riesgo de estar usurpando funciones es
grande y de tomar malas decisiones también. Asimismo, es menester crear y
definir la figura de experto en cada tópico que contemple el aprovechamiento
de lo que puedan aportar los científicos en la toma de dichas decisiones. Ello
requiere el reconocimiento de talento o capacidad para desempeñar tal función:
entendimiento del tópico, del funcionamiento social y económico para prever
consecuencias, así como sentido común. También es importante poseer una
cierta capacidad retórica que permita la negociación o cabildeo, en donde los
escrúpulos científicos se enfoquen mejor a soluciones positivas que a venerar la
incertidumbre que a menudo nutre la investigación científica. Ciertamente, entre
la duplicidad de talentos existirán investigadores científicos que llenen los requisitos, pero eso es muy distinto a automatizar o generalizar la dualidad funcional.
La Ética Científica nos exige conocer la Filosofía de la Ciencia que rige, desde
el Método Científico hasta las múltiples situaciones y conductas que caen en el
ámbito de la ética científica (Siqueiros Beltrones, 2002b). Ambos constituyen
tópicos que deben ser abordados reflexivamente pero que poco son atendidos
durante nuestra formación como científicos. Las consecuencias incluyen, desde
absurdos que desmeritan nuestra figura como profesionales, v. gr., “…somos
científicos resolvamos científicamente estos problemas, usemos el método científico” lo que muestra que no se entiende en qué consiste el método científico ni
su propósito, o en qué consiste ser científico y cuál es nuestra función, lo cual nos
coloca en el limbo entre ciencia y pseudociencia (Siqueiros Beltrones, 2002b,
2005). El enunciado anterior se podría estar refiriendo a cualquiera de los tópicos
88
citados en los que la aproximación científica ya ha hecho su parte y ahora corresponde a los expertos, quienes quizá no han hecho su parte porque no existen
como tales. Igualmente, cuando accedemos a la información en nuestros campos
de estudio, la manejamos de acuerdo con nuestra visión de la teoría, guiados
por paradigmas que frecuentemente han sido construidos bajo perspectivas muy
distintas a las de nuestro entorno social pero que son científicamente viables; no
se puede decir lo mismo sobre el impacto social y económico que conlleva el
uso de dicha información, el impacto a niveles social, económico, psicológico;
no es nuestro campo de competencia. El científico debe suministrar elementos para la toma de decisiones pero también debe aceptar que existen aspectos
como los anteriores que no domina y que sería éticamente reprobable pasarlos
por alto; puede y debe emitir su opinión pero las operaciones que preceden a la
toma de decisiones las manejan expertos. En pocos casos, tales expertos podrán
ser improvisados; sin embargo, la figura debe ser profesionalizada. Así, cuando
un científico asuma esta responsabilidad habrá de buscar la profesionalización
exigida, de la misma manera en que lo exigimos a quien haga investigación
científica.
Las carreras y posgrados científicos de nuestro país deben distinguir entre la
formación de investigadores científicos por un lado y de expertos por otro. Por
ejemplo, en el Plan de Estudios del Posgrado en Manejo de Recursos Marinos
del CICIMAR-IPN, actualmente, no discrimina la manera en que habrán de formarse uno y otro tipo de recursos humanos, lo cual parece poco profesional; pero
ello es producto del desconocimiento y de la irreflexión ante la obvia improvisación a la que recurrimos, justificadamente porque estamos en la retaguardia de
la investigación científica mundial, pero que debemos corregir. Así, estudiantes
que quizá tengan mayor vocación como expertos en algún campo particular,
actualmente siguen una “instrucción” como investigadores científicos, mientras
que quienes buscan ser expertos sufren las inclemencias de la crítica a sus tesis
que no parecen pero que tampoco tienen porqué ser científicas.
Recomendaciones
De acuerdo con lo anterior, nuestra participación como científicos, investigadores, o expertos, que conlleven a la toma de decisiones sobre tópicos bioéticos nos
exige un reconocimiento ético de nuestras propias capacidades y competencias,
así como una autocrítica, tanto individual, como a nivel de comunidad científica.
Al igual que la posición expresada hasta aquí, no es conveniente improvisar
principios éticos; no se nace sabiendo ética; aun cuando ésta tiene sus bases en la
honestidad y educación moral, requiere de una atención ex profeso. De la misma
forma, la bioética requiere de un aprendizaje profesionalizado que no debe ser
obviado, ni por el científico, ni por los planes de estudio que se refieran a esta
problemática.
89
Literatura citada
Espinal Gadea, A. 2007. Inteligencias múltiples vs. educación integral ¿Opuestos o complementos? Innovación Educativa 7(37): 66-75.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2002a. Experiencias en Metodología, Taxonomía y
Ética científica en la investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (18): 185195.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2002b. Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2005. Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis 13
(23):181-188.
Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. A. El papel del científico en la toma de decisiones. Periódico regional El Sudcaliforniano. 30 de
enero de 2011.
90
Principios éticos en investigación científica
Tania Zenteno-Savín y David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
A pesar de la poca popularidad que tiene la ética entre los científicos (Elliot y
Stern, 1997), la investigación científica se basa en valores y principios éticos,
tales como confianza, honestidad, responsabilidad y respeto. El avance de la
investigación científica depende tanto de que se cumplan esos principios éticos
como de la veracidad de los resultados y las conclusiones del trabajo experimental. Aún más, el propio método científico experimental, que incluye observación,
planteamiento del problema, hipótesis, experimentación, registro de datos, análisis e interpretación de resultados, confirmación de la hipótesis, y comunicación
de resultados, prevalece y es exitoso porque establece el conjunto de normas y
patrones que deben ser satisfechos para lograr una investigación responsable cuyas conclusiones merezcan la confianza de la comunidad científica y la sociedad
en general (Ortíz y García, 2005).
Existen ejemplos en diversas ramas del conocimiento sobre el tipo de desviaciones de la ética que se pueden presentar en la investigación científica. La fabricación o falsificación de resultados, la manipulación de datos, gráficos o imágenes, el plagio y los conflictos de interés (Marcovitch, 2007), son algunos de los
ejemplos que amenazan el avance de la ciencia. En la investigación biomédica y
clínica se incluyen también aspectos de confidencialidad, consentimiento informado y los principios de no maleficencia y beneficencia (Código Internacional
de Ética Médica, 1994).
Es difícil, en la mayoría de los casos, distinguir cuándo se ha cometido algún
fraude en la investigación científica. Un aspecto relevante en este tema es la intencionalidad, por ejemplo en errores de registro o análisis de resultados (Elliot
y Stern, 1997). Los científicos somos humanos y como tales, somos falibles y
sujetos a equivocarnos. Los dilemas éticos intervienen cuando se debe discernir
si el origen del conflicto es una equivocación de buena fe o existió una intención
en la omisión de datos, i.e., el engaño y la consecuente desviación de los principios éticos.
Las razones que llevan a los investigadores a comportamientos que se desvían
de la ética profesional son variadas. Entre ellas se incluyen la percepción de una
presión continua para ser el mejor en su campo de conocimiento, para confirmar
ideas (particularmente en tecnología e industria), para ser reconocido como pionero y líder, así como la necesidad de competir por recursos financieros cada vez
más escasos. Mientras la comunidad científica ejerce sobre sus propios pares una
presión para publicar inmediatamente los resultados de la investigación en revistas internacionales, la demanda de la sociedad en general de aportar respuestas y
soluciones a la diversidad de problemas médicos, sociales y económicos consti-
91
tuye una presión adicional sobre los investigadores.
En el caso particular de México, el sistema de estímulos, i.e., becas al desempeño de los investigadores, a la productividad, así como el pertenecer al Sistema
Nacional de Investigadores (SNI) impele a investigadores que carecen de los
principios éticos o están en el limbo, a optar por violaciones a la ética, ya que
dichas formas de razonamiento moral y ético no están incorporadas en su forma
de pensar que se basan en valores que no son capaces de apreciar. En el caso
contrario, a menudo se adoptan intuitivamente tales valores, pero sus bases no
tienen ilación dentro de un razonamiento y, por lo tanto, carecen de convicción,
ya sea para ser transmitidos o para aplicarlos durante situaciones críticas. Este
tipo de fallas pueden marcarnos para siempre, empero, reconocer el error puede
proporcionarnos recursos éticos que guíen el comportamiento personal, profesional y científico.
Uno de los mecanismos de prevención de la desviación de los principios éticos es la educación. Es recomendable que en la educación de los alumnos de
pre- y posgrado se incluya la preparación para distinguir y solucionar aspectos
éticos (Elliot y Stern, 1997). Por ejemplo, si se le enseña a un investigador en
formación cuáles son las reglas básicas al citar el trabajo consultado, bien sea un
libro, un artículo científico, una comunicación personal o el contenido de una
página de internet, el potencial de que esta persona cometa plagio disminuye
significativamente. Desafortunadamente, son pocas las instituciones que incluyen una clase de ética en sus programas de formación de recursos humanos en
investigación científica. Las carencias en educación en ética en investigación
científica son tan obvias que no es sorprendente que muchos investigadores no
saben que es posible cometer plagio contra uno mismo, el auto plagio definido
por Reich (2010) y no terminan de comprender la noción aún después de haber
sido acusados de ello (White, 2011). El segundo autor de este ensayo duda sobre
la objetividad de esto pero acepta la necesidad de reflexionar al respecto. Otro
ejemplo es la frecuencia de publicación de “refritos” disfrazados que evidencian
la falta de producción de ideas y el afán de simular dicha producción mediante la
repetición de resultados o enunciados, ilusionándose con haber burlado el principio de publicar información inédita.
No obstante, es imposible prescindir de la experiencia y sobre todo, de los errores para aprender ética, por lo que el proceso para ello debe iniciarse ex profeso
con la carrera, fundamentado por supuesto en los principios morales producto de
nuestra escolarización y de la educación familiar. De esta manera, es pertinente
recordar que la mayor parte de nuestra formación como investigadores depende
de la guía que recibimos junto a investigadores establecidos, quienes al igual que
los nuevos investigadores, han carecido de una formación en filosofía de la ciencia y ética científica; empero, no es algo que preocupe dentro de los planes de
estudio en carreras científicas. Esto último debe corregirse si habrá de romperse
este círculo vicioso.
92
Aunque ha habido denuncias sobre los riesgos de desconocer la filosofía del
quehacer científico, no está de más seguirlas haciendo. Difícilmente podremos
introducir el pensamiento ético prescindiendo de las bases filosóficas para ello.
El tan socorrido rigor científico está implícito en el método científico y éste se
debe a la filosofía de la ciencia. Pretender que se sigue el método científico sin
haberlo estudiado ex profeso es una ilusión; soslayar esta realidad conlleva una
falla ética elemental. Ciertamente mucha de la investigación científica que se
hace en México y en el mundo carece de esta exigencia y aun así funciona pero,
por qué no asegurar que toda o casi toda contribución en investigación científica
lleve bases filosóficas y éticas; el rigor ético debe equipararse al rigor científico,
es parte de la autocrítica que exige el proceder científico.
Otra alternativa para prevenir conflictos éticos es estar consciente de las consecuencias de ese comportamiento. Las consecuencias más obvias son sobre la
reputación del propio investigador, el grupo de trabajo y la institución a la que
pertenece, lo cual puede verse reflejado en la pérdida (temporal o permanente)
del financiamiento para continuar la investigación (Michalek et al., 2011). Es
necesario entender que el desconocimiento de la filosofía y ética científicas conlleva una falta de credibilidad en el quehacer científico; las consecuencias inmediatas son recortes de recursos financieros (Theocharis y Psimopoulos, 1987).
Así, de la misma manera en que materias humanísticas como Filosofía y Ética
perdieron apoyo en los currícula de educación media superior, la incapacidad de
recurrir a las bases filosóficas de la Ciencia podrían ubicarla en un papel secundario, accesoria a la tecnología, que en su mayor parte es importada, a menudo
para hacer investigación científica.
También puede haber consecuencias en forma de amonestaciones administrativas, civiles e incluso criminales (Glick, 2006). De cualquier forma, la principal
consecuencia de las desviaciones de la ética en investigación científica es un
retraso en el avance de la ciencia. Michalek et al. (2011) sugieren que es posible
calcular el costo monetario de las desviaciones de la ética en investigación científica. En este trabajo se consideran los costos directos, e.g., financiamiento al
proyecto de investigación, los intangibles, pérdida de la motivación en el grupo
de trabajo, los costos de las indagaciones sobre el caso específico, y los costos
de remediación; los autores concluyen que para la indagación de un caso específico utilizado como ejemplo el costo directo estimado es de 525,000 dlls. US
(Michalek et al., 2011).
El adquirir conciencia de la existencia de las desviaciones de la ética en investigación científica ha llevado a desarrollar definiciones, normas y reglas sobre qué
se considera mala práctica o mala conducta en investigación científica (Macrina,
2000). El Servicio de Salud Pública y el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos emitieron en 1989 un documento(modificado en
2005) que incluye la definición de mala conducta en ciencias, la responsabilidad
de los investigadores y las instituciones, y acciones administrativas (U.S. Public
Health Service, 1989; U.S. Department of Health and Human Services, 2005).
93
Recientemente, en Junio del 2010, la Fundación Europea de Ciencia emitió un
Código de Comportamiento Europeo para la integridad en investigación (Van
der Wall, 2011). Dicho documento incluye guías para buenas prácticas en investigación científica, que incluyen el registro y manejo de datos, procedimientos de
investigación, conducta en relación a publicaciones y responsabilidades editoriales. Los Institutos Nacionales de Salud Pública (NIH) de los Estados Unidos,
además de un programa extensivo de ética, tienen un sistema de comunicación
de los resultados de las indagaciones sobre casos de desviación de los principios
éticos (por ejemplo, NIH Guide Grants Contracts, 2011).
Con base en el prestigio que tiene la investigación científica frente a la sociedad
en general y la confianza que deposita ésta en los investigadores se asume que
la investigación científica se desarrollará bajo los más estrictos estándares de
comportamiento profesional. Ello implica que los investigadores tienen un compromiso social y una responsabilidad profesional y científica para realizar investigación científica coherente con las políticas públicas y las necesidades sociales
y económicas vigentes. Simultáneamente, la posición privilegiada que ocupa la
investigación científica en el desarrollo de cualquier país debe invitar a los investigadores a considerar las potenciales consecuencias de sus actos, comportamientos y decisiones en el ámbito personal, profesional y científico. Ejemplos de
esto último son la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos y
la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y Derechos Humanos de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO, www.unesco.org). Ambos documentos expresan una preocupación
sobre los posibles cambios sociales que implica la investigación científica. Se
sugiere que estos documentos se tomen como ejemplos de códigos de ética profesional para la investigación científica socialmente responsable.
Gran parte de lo que justifica el quehacer científico está comprendido en bases
filosóficas idealistas y racionalistas. Sin embargo, dado que mucho de lo que
conocemos sobre ciencia ha sido difundido por el positivismo, la mayoría de las
decisiones de un científico son pragmáticas (Macrina, 2000), por lo que sugerimos que en la investigación científica se adopte una ética normativa, es decir,
aquella que procura el establecimiento de normas de conducta (Macrina, 2000)
y práctica. Asimismo, debe pugnarse por desarrollar una conciencia reflexiva
y axiológica que sea receptiva bajo el esquema (filosófico) de la Ética. Esto es,
para obligarnos a prever las consecuencias de nuestros actos pero contando con
alternativas viables en nuestra toma de decisiones.
Literatura citada
Elliott, D. & J.E. Stern (Eds.). 1997. Research Ethics: A Reader. University
Press of New England.
NIH Guide Grants Contracts. 2011. Findings of research misconduct. NOTOD-11-070.
94
Glick, M. 2006. Scientific fraud--real consequences. J. Am. Dent. Assoc., 137,
428-430.
Macrina, F.L. 2000. Scientific Integrity. ASM Press. 2da Edición.
Marcovitch, H. 2007. Misconduct by researchers and authors. Gac. Sanit., 21(6):
492-499.
Código Internacional de Ética Médica. 1994.
Michalek, A.M., A.D. Hutson, C.P. Wicher & D.L. Trump. 2011. The costs and
underappreciated consequences of research misconduct: A case study. PLOS
Medicine, 7, 1-3.
Ortiz, F. & M.P. García. 2005. Metodología de la Investigación. Editorial Limusa. México.
Reich, E.S. 2010. Self-plagiarism case prompts calls for agencies to tighten
rules. Nature. 468, 745.
Theocharis, T. & M. Psimopoulos, 1987. Where science has gone wrong. Nature, 329: 595-598.
U.S. Public Health Service. 1989. Responsibilities of awardee and applicant institutions for dealing with and reporting possible misconduct in science; final
rule. Fed Regist., 54 (151): 32446-32451.
U.S. Department of Health and Human Services (HHS). 2005. Public Health
Service policies on research misconduct; final rule. Fed. Regist. 70 (94):
28369-28400.
Van der Wall, E.E. 2011. Suma cum fraude: How to prevent scientific misconduct. Neth. Heart J., 19: 57–58.
White, S.M. 2011. Self-plagiarism. Anaesthesia, 66: 220-221.
Apareció originalmente como: Zenteno Savín, T. y D. A. Siqueiros Beltrones.
2011. Principios Éticos En Investigación Científica. 383-388, en: Domínguez,
O.H. (Ed.) Ensayos Selectos en Bioética. Academia Nacional Mexicana de
Bioética.
95
¿Estamos calificados los científicos para formar
investigadores?
D.A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Para abordar adecuadamente esta pregunta se requiere de una crítica introspectiva que examine nuestras nociones acerca de la ética científica. Asimismo, es
esencial que los científicos reconozcamos nuestras limitaciones y nos veamos
como productos sin terminar e idealmente en constante formación. Así, una ética
mínima nos obliga a percatarnos de ello y a actuar en consecuencia. En docencia,
ejercemos sin tener formación didáctica o pedagógica; lo hacemos a base de
imitación y empirismo. ¡Y estamos seguros de que funciona! ¿Qué alternativa
buscamos, actitud cínica o filosófica? Pero esta última ¿ha influido lo suficiente
en la formación de científicos? En investigación, recurrimos adecuadamente a
la intuición para decidir cómo hacer la investigación, pero ¿es en apego a método científico? Y si aceptamos su existencia o si no —¿Todo vale?—. Si lo
aceptamos ¿hemos reflexionado sobre si es tan sencillo como para suponer que
ya lo manejamos, entendemos y seguimos apropiadamente? ¿Por qué menospreciamos la filosofía del método científico ante técnicas propuestas por otros,
sobre todo científicos del primer mundo? ¿Por qué no cuestionamos el mal uso
de neologismos y términos comunes en la jerga científica? ¿Por qué soslayar el
rigor científico de elaborar hipótesis inventando excusas o argumentos infundados cómo: no se requiere porque el estudio es descriptivo? Ante estos cuestionamientos debemos reflexionar sobre ¿qué debo considerar como parte de mi
formación científica antes de transmitirla a mis estudiantes? A este respecto, una
ética elemental nos exige a aclarar nuestra situación particular y exigirla a nivel
de programas.
Planteamiento del problema
De acuerdo con los currículos para la formación de científicos y otras profesiones, no se contempla ex profeso su preparación como futuros docentes, tutores
o directores de tesis; esto se obvia o queda implícito en el la inercia del proceso
como un aprendizaje básicamente empírico. ¿En qué momento, entonces, los
programas de estudio o los mismos planes pretenden asegurar que los estudiantes de ciencias sabrán hacer investigación científica distinguiéndola de otras formas de investigación (igualmente importantes)?
Al impartir nuestras cátedras ¿de qué manera enseñamos a los estudiantes en las
distintas materias un conocimiento? Sea dicho conocimiento generado científicamente o no, i.e., por qué es científico y no enciclopédico, o cómo facilitárselos
para que lo aprehendan sin que recurran al macheteo irreflexivo bajo presiones
casi medievales con un objetivo meramente mnemotécnico. Quizá deberíamos
identificar cuando hemos vertido la suficiente información o conocimiento, o
97
que se los hemos facilitado para que se consideren conocedores de determinada
disciplina, i.e., que hayan aprovechado la materia.
Debemos reflexionar sobre cuáles son las bases didácticas o pedagógicas que
hemos adquirido durante nuestra formación desde licenciatura, maestría y doctorado que nos califican para enseñar a nuevos científicos o investigadores. Ello
difícilmente constaría en nuestro currículo certificado, aun cuando figure en el
perfil de egresados, v. gr., Biólogo Marino de la UABCS. Empero, normalmente
el haber logrado el título en una carrera científica o un posgrado respaldan nuestra opción a fungir como profesor de la materia de nuestra preferencia. Pero, por
otro lado, frases como “…los profesores universitarios no sabemos enseñar” podrían en general considerarse ciertas pero también se puede decir que el sistema
ha funcionado ¿es realmente así? De esta manera, ante las diversas posiciones de
los interesados o directamente implicados, se podría incursionar en temas como
el de la vocación, o de que las técnicas didácticas y pedagógicas se han tomado
de la práctica para convertirlas en metodología y praxis (el hacer bien) mediante
capacitación de profesores.
La filosofía científica como alternativa. Así, el debate puede darse durante
mucho tiempo; mientras, se puede recurrir a medidas a nuestro alcance inmediato, esto es, reconocer qué nos hace científicos, qué es científico y qué no, y por
qué una investigación es científica, de tal manera que todo el conocimiento que
refiramos a nuestros estudiantes se fundamenten en tales preceptos. Por ejemplo, convencernos de que impartimos teoría y sabemos la diferencia de ésta con
información o la literatura que revisamos, distinguiendo las distintas formas de
conocimiento.
Así, siendo productos sin terminar y en constante formación, bajo una perspectiva ética estamos obligados a actuar en consecuencia; los mejores calificados
para reconocer nuestras limitaciones somos nosotros mismos. Esto es un buen
punto de partida para guiar a los estudiantes y congruentes con lo que hacemos, ya que investigamos algo porque desconocemos la respuesta a esa pregunta
(problema) científica que activa un estudio y conlleva a la praxis.
Con referencia en la praxis científica. Cuando nos referimos a la forma correcta de hacer nuestra investigación aludimos al Método Científico. Es indispensable entonces entenderlo para luego explicarlo a los estudiantes de ciencias; sin
embargo, existen evidencias en lo cotidiano de que no se reflexiona acerca de
lo que es en sí el Método Científico. Y, por otra parte, se corre el riesgo de ceder
irreflexivamente ante la anarquía negando su existencia, lo que a menudo se
percibe cuando se exige el cumplimiento de ciertos procedimientos y actitudes
al elaborar los informes científicos, incluyendo escritos de tesis.
Frecuentemente echamos a andar nuestras investigaciones sin el rigor sistemático que implica la elaboración de hipótesis, o preguntarnos qué es ésta, o que tipos
de hipótesis existen. Tiene preferencia el tratar (y lograr) de soslayar la dificultad
98
y rigor científicos de elaborar hipótesis inventando excusas o argumentando sin
fundamentos y bajo el riesgo de desmeritar la base teórica que se maneja. Por
ejemplo, cuando se excusan en el carácter descriptivo o exploratorio del estudio.
Como científico debo estar convencido de que la lógica es imprescindible en mi
trabajo, el cual es esencialmente intelectual (menos técnico) y que la elaboración
de hipótesis muestra el acceso a dicho recurso. ¿Qué decir de las principales
técnicas inferenciales que empleamos? Debemos reflexionar sobre cuándo estoy
haciendo dichas inferencias y de qué tipo: inducciones, deducciones, analogías,
silogismos. Asimismo, cuando hemos intuido, ingeniado, inventado o creado
algo, y cómo respaldarlo lógicamente, rescatando con ello todos los recursos
intelectuales, como lo busca el Método Científico. De hecho, mucho de lo que
significa apego al Método Científico es uso de la lógica científica, sin embargo,
anteponemos el manejo de técnicas inventadas por otros, sobre todo provenientes del “primer mundo” truncando con ello los procesos inferenciales. Es sintomático de esto la aceptación a veces incondicional de (jerga) neologismos importados, aun cuando existen los términos apropiados, pero se desconocen. Igual
se puede decir del uso de términos populares o vulgares que no cuestionamos y
sólo confunden a los nuevos investigadores.
En la elaboración de nuestros informes científicos, incluyendo los artículos, es
necesario identificar aquello que les confiere estructura, más allá del mero formato, el cual empíricamente utilizamos de molde. Esto es necesario a fin de que
podamos asesorar adecuadamente a nuestros estudiantes, minimizando la incertidumbre de si hemos cumplido con una estructuración adecuada del informe.
Asimismo, en el caso de los proyectos de tesis o de los escritos finales, es común
asumir posiciones arrogantes negando la calidad del trabajo pero sin esgrimir
argumentos lógicos, aludiendo a frases como “…no da el ancho” o “…aplicando
un análisis factorial sería más científico”. Es necesario que exista la capacidad
de argumentar con base en los principios del Método Científico, no sólo mencionarlo.
Asimismo, los principios éticos que rigen nuestro quehacer científico no son
automáticos y se conforman sobre la base de múltiples corrientes y actitudes
filosóficas, como estoicismo, cinismo, racionalismo, pragmatismo, maquiavelismo y hasta calvinismo, sin dejar a un lado el positivismo que muchos tomamos como plataforma para nuestros juicios. Pero, ¿qué son? ¿en qué consisten?
¿cómo se vinculan a nuestra actividad científica? No es recomendable dejarlo al
azar o confiar en que los estudiantes de ciencias accedan a ellos por supuesto.
Todo esto debe integrarse a su formación; sería ilógico e irresponsable o no ético
que en su criterio no figuraran las formas de pensamiento que sustentan el propio
pensamiento científico.
99
Conclusión
La respuesta a la pregunta central es que sí estamos preparados para enseñar
nuestra profesión de científico pero requerimos de un proceso educativo para
hacerlo con plena conciencia. Esto es, identificando introspectivamente las características, bases, principios y actitudes lógicas y filosóficas que nos hacen
científicos pero que no aprovechamos apropiadamente. Lo primero es reconocer
que no podemos seguir prescindiendo de la filosofía de la ciencia sobre la base
de prejuicios o argumentos que nos parecen más convenientes (cínicos) que la
reflexión autocrítica, frecuentemente respaldada en el éxito que se ha ido teniendo; eso, incluso, ya es una actitud pragmática con su doctrina filosófica respectiva. Recurriendo a la filosofía de la ciencia garantizamos una mejor transmisión
de los elementos que definen al científico a nuestros estudiantes pero, primero
hay que reconocerla dentro del Método Científico, no con base en prejuicios sino
reflexivamente.
Literatura citada
Bunge, M. 1978. La Ciencia, su método y su filosofía. Ed. Quinto Sol. 110 pp.
Pérez Tamayo, R. 1993. ¿Existe el Método Científico? F. C. E., México. 230 pp.
Rosenblueth, A. 1979. El Método Científico. CoNaCyT.
Siqueiros Beltrones, D.A. 2002. Principios y actitudes filosóficas dentro de la
investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (17): 213-220.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2002. Experiencias en Metodología, Taxonomía y
Ética científica en la investigación en Biología. Ludus Vitalis, 10 (18): 185195.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2005. Pseudociencia non fingo. Ludus Vitalis 13 (23):
181-188.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2006. Impacto de las ideas de Kuhn, Popper, Lakatos,
Feyerabend y otros Filósofos de la Ciencia sobre el quehacer científico en
Biología. II Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la
Educación. México, D.F. 23 – 27 de mayo 2006.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2007. Reflexiones sobre el método científico. III Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación. Campeche, Campeche. 20 – 23 de marzo 2007.
Siqueiros Beltrones, D. A. 2008. La Filosofía de La Ciencia como Materia Obligatoria en la Formación de Científicos. IV Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación. DF, 24-27 de junio, 2008.
Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. A. ¿Los Científicos Estamos Calificados Para La Formación De Nuevos Investigadores? 1º. Simposio Nacional de Ética. 2-5 de diciembre, 2008, La Paz, BCS.
100
Examen filosófico de las listas sistemáticas como
informes científicos; y porqué deben ser publicados
David A. Siqueiros Beltrones y José de La Cruz Agüero
Introducción
En diversos foros del ámbito científico en nuestro país y en el mundo se ha
manifestado cierta preocupación por recobrar los principios filosóficos de la investigación científica, mismos que han sido relegados como consecuencia de
la tecnología aplicada a la investigación o por el uso de sofisticadas técnicas
numéricas para el procesamiento de datos. Las consecuencias de lo anterior son
varias, aunque las que más ocupan son las actividades pseudocientíficas que frecuentemente la comunidad científica es incapaz de detectar y filtrar. No obstante, se puede considerar por principio que los comités y consejos editoriales, así
como los cuerpos de revisores hacen una labor aceptable. Es preocupante, sin
embargo, que no exista uniformidad en torno a los criterios de calidad que deben
regir la publicación de informes científicos. Un síntoma de ello son las medidas
que toman diversos comités editoriales, basadas sobre las opiniones de sus integrantes, pero que a menudo evidencian la falta de recursos epistemológicos que
sustenten sus posiciones.
Un caso como muestra. A partir de 1999, el Comité Editorial de la revista Ciencias Marinas dio a conocer a la comunidad científica su decisión de no aceptar para su publicación manuscritos sobre listas sistemáticas, aun cuando estos
correspondieran al ámbito marino. La disposición generó cierta controversia;
en algunos casos fue justificada, pero en otros resultó desconcertante y hasta
ofensiva. Esta decisión, además del impacto negativo esperado en la comunidad
científica que desarrolla dicho tipo de investigación (taxonómica o ecológica),
establece una paradoja, si se considera que actualmente existe un auge en los estudios científicos sobre biodiversidad, por demás faltantes en nuestro país, en los
que la lista florístico o faunístico constituye el peso del informe correspondiente.
Aunado a que muchos artículos fundados en listas taxonómicas nutrieron a dicha
revista que, así accedió al reconocimiento del padrón CONACyT y al ISI.
Respecto al porqué de una negativa a publicar listas sistemáticas solo se podrían
lanzar suposiciones, v. gr., respecto a la relación de espacio ocupado en la revista
por una extensa tabla y la aportación a la teoría científica; pero las tablas pueden
ser cortas, se pueden compactar o referir a sitios electrónicos institucionales (e.
g., de colecciones o museos). De cualquier forma, aceptar aquella premisa del
espacio, es negar el aporte teórico intrínseco de la lista. Por otra parte, pudiera
tratarse de la idea que tienen muchos colegas de que una “mera” lista de especies
no es resultado de una investigación científica, o que éste por sí solo no es un
informe científico; o que la florística y faunística no pueden ser consideradas per
se actividades científicas y por lo tanto los informes derivados no merezcan el
101
espacio en una revista científica.
En cualquier caso no se trata de justificaciones apegadas a un razonamiento.
Es arriesgado acatar este tipo de disposiciones dentro de un ámbito en el que se
rechaza el autoritarismo y el dogmatismo, en el que se valora el conocimiento,
la lógica, la dialéctica, el enfoque metodológico, y la ética, como los principales
ingredientes de nuestra labor (científica) en un claro apego al racionalismo. Es
sano, pues, hacer una reflexión de índole filosófica-científica sobre el caso que
permita entender y manejar estas circunstancias.
La situación general. Es evidente que la actividad científica dirigida hacia la
construcción de listas sistemáticas en muchos casos no es valorada o más bien
no se entiende qué es lo que le confiere cientificidad. Estas confrontaciones de
carácter erístico pueden llegar a un final plausible mediante argumentos categóricos, recurriendo a los principios básicos que sustentan un estudio. El discurso
que se desarrolla a continuación alude a la filosofía de la ciencia. Cabe aclarar
que dicha filosofía, aunque está dirigida hacia este problema que afecta directamente a la labor de los biólogos, es válida en cualquier otro ámbito de la Ciencia.
Es decir, norma la investigación para que ésta sea científica, razón por la cual
constituye la materia prima de lo que se denomina método científico. Éste se
fundamenta sobre bases filosóficas sólidas que lo han moldeado a través de la
historia. Aunque es factible reconocer muchas corrientes filosóficas que influyen en el quehacer científico y no deben ser soslayadas (Siqueiros Beltrones,
2002a), dichas bases derivan primordialmente de corrientes como el empirismo,
materialismo, positivismo, empirismo lógico y el falsacionismo de Popper. Estas definen el proceder metodológico exigido en una investigación para que sea
considerada científica
De acuerdo con lo anterior, el que en muchas partes del mundo la actividad
científica sea en gran medida taxonómica se explica porque faltan muchos taxa
por registrar. Se responde a las necesidades de un país en congruencia con los
principios del marxismo (el cual afirma que las condiciones materiales de una
sociedad y su estructura social dictan el tipo de actividad científica y cultural que
se habrá de desarrollar), pero no porque sea una actividad de uso y costumbre o
de relleno. En México no existen inventarios suficientes de los recursos naturales
y se desconoce la distribución precisa de muchas especies o sus relaciones ecológicas. Consecuentemente, se acepta que en muchos casos se elaboran “meras”
listas de especies para una determinada localidad, área o región, pero para la cual
no existe dicha información previa.
Entonces ¿Por qué están sujetos a ser o no publicados? ¿De qué depende el
que ameriten ser publicados según políticas editoriales? Primeramente, debemos aceptar que la política editorial tiene la obligación y la libertad de definir
el ámbito de la temática de acuerdo con la sociedad científica o institución que
patrocine la revista. Dicha prerrogativa es claramente aceptada por la comunidad científica, pero una vez que los estudios caen dentro de dicho ámbito la
102
comunidad científica no puede aceptar posiciones arbitrarias que conduzcan a
la discriminación de cierto tipo de estudios; solamente debe normar el hecho de
que sean o no científicos.
Existen revistas que publican las denominadas “check-lists” debido precisamente a su utilidad, pero su aceptación no es automática, depende de un arbitraje.
Otras revistas consideran que el informe se debe apegar a un cierto formato que
corresponda con una estructura dada, la cual a su vez derivará del esquema sistematizado de la investigación que se apega al método científico. En consecuencia,
la mera lista de especies o lista sistemática, sin la norma o formato estandarizado (ver adelante) no cubriría los requisitos para ser publicados en una revista
científica. Sin embargo, este tipo de políticas administrativas en las editoriales
promueven el demérito infundado de la actividad taxonómica (florística o faunística); esto obliga a recurrir a las bases filosóficas de la investigación científica
en aras de corregir aquellas actitudes que perjudican la armonía y la imagen de
la comunidad científica confundiendo la noción sobre aquello que es científico
y lo que no los es.
Filosofía y método científico. La mera convicción de que lo que hace el taxónomo es útil porque proporciona una base imprescindible para estudios de
carácter ecológico o biogeográfico, no es suficiente. Al igual que para otros estudios, un artículo que aporta un elenco taxonómico puede o no tener calidad
científica, pero esto debe ser determinado mediante el arbitraje científico para
ser congruentes con la filosofía y ética científicas, no arbitrariamente ni a priori.
Primeramente, un informe basado en una lista taxonómica debe ser valorado
respecto a su aportación científica. Apelando al racionalismo, publicarlo si el
conocimiento incluido en el informe es importante, i.e., vale la pena. Si es un informe científico entonces lo vale. Esta visión propia también del Positivismo del
conocimiento, el cual consideramos confiable por ser científico, debe por fuerza
advertir acerca del propósito y potencial científico de estos estudios taxonómicos. O, de acuerdo con el Pragmatismo y el Utilitarismo, la administración de los
recursos naturales sería mucho más eficiente al contar con una lista sistemática
como referencia.
Por otra parte, muchas listas florísticas y faunísticas no cumplen los requisitos
como informes científicos. La cientificidad de la investigación en Biología la
confiere el manejo adecuado de la teoría y de la metodología, aunado a ciertas
actitudes que definen al científico (Siqueiros Beltrones, 2002a), con lo que su
investigación se diferencia de una actividad más bien naturalista (aunque dichos resultados son también útiles). Así, dado que la investigación científica se
construye sobre la base de teorías, es necesario comprender que éstas conforman
nuestra referencia o punto de partida hacia la generación de nuevo conocimiento. Dichas referencias constituyen paradigmas, ya sean desde el punto de vista
de los programas de investigación de Lakatos (1975), o del esquema de Kuhn
(1962a y b); en cualquier caso, éstos marcan el tipo de investigación, sus bases,
sus métodos, sus propósitos, y las modas. Desafortunadamente, estas últimas
103
llegan a influir negativamente sobre aspectos básicos de dichos paradigmas,
máxime cuando no existe una preparación adecuada en los investigadores y estudiantes de ciencias (Siqueiros Beltrones, 2002b).
El concepto de paradigma en Biología permite ubicar a quienes hacen taxonomía y elaboran listas o inventarios florísticos o faunísticos, así como a quienes
los refieren peyorativamente como trabajo de “coleccionistas” o “cuenta-patas”.
La elaboración de listas taxonómicas es la tarea de un especialista en una disciplina de la Biología, ya sea Taxonomía, Ecología, o Biogeografía; normalmente
se trata de un científico que posee las bases teóricas y, por lo tanto, está preparado para emitir opiniones sobre los avances, prioridades y quehaceres de la
investigación científica en general. Los segundos adolecen de cientificismo, lo
que puede ser asociado a una influencia mal asimilada de positivismo, debido
a la cual exaltan la sofisticación y la base tecnológica evidentes por encima del
trasfondo filosófico de la investigación científica. Este tipo de actitudes requiere
de una cierta dosis de epistemología que ayude a ampliar su perspectiva científica (Siqueiros Beltrones, 2002a).
Así, de acuerdo con el paradigma taxonómico, una lista sistemática no es tan
sólo la representación ordenada de algo, se refiere principalmente al producto de
estudios en Sistemática, es decir, relativos a la disciplina científica que estudia
la diversidad de los organismos vivos y sus interrelaciones; abarca Filogenia y
Clasificación, así como Taxonomía y Florística / Faunística. Realizar investigación en estos campos exige tanta preparación como en cualquier otro, pero ciertamente no cualquiera que se aboca a ello se desempeña eficientemente. Se debe
estar consciente de que se lleva a cabo una labor científica y recurrir a la Ética
que la respalda (Siqueiros Beltrones, 2002b). Consecuentemente, se generan en
nuestro ámbito científico informes científicos sobre Sistemática y Taxonomía;
así como listas (informes ) no científicos, ya que muchos son solamente técnicos.
De esta manera, para identificar el estatus científico de la lista taxonómica (informe), nos aseguramos de que como problema de estudio se haya derivado de
la teoría y se halle correctamente enmarcado en ella, ya sea teoría taxonómica,
ecológica, biogeográfica, etc. Asimismo, es imprescindible que la investigación
se haya apoyado sobre bases metodológicas aceptables. Es decir, el seguimiento
sistemático de los pasos que conduzcan hacia la solución de algún problema de
conocimiento (Siqueiros Beltrones, 2002b). Con ello se garantizan:
a) Detección y planteamiento de un problema de investigación fértil.
b) La deducción de una hipótesis ad hoc.
c) Una rigurosa selección crítica de métodos y estrategias de trabajo y el uso de
técnicas reconocidas o fundamentadas.
d) La adecuada inserción de dicha solución en la teoría.
e) Una síntesis conclusiva; ya sea el reforzamiento de la teoría, o una anomalía
(refutación)
y nuevos problemas de estudio.
Lo anterior denota los ingredientes básicos del método científico dentro del informe científico, que es parte de éste (Elorduy-Garay y Siqueiros-Beltrones, 2002).
Toda investigación científica se considera terminada, aunque sea parcialmente,
una vez que ha sido sometida a la opinión crítica de la comunidad científica.
Ello se logra mediante la presentación o publicación de los informes resultantes,
principalmente los denominados artículos científicos. Estos últimos están condicionados por rigurosas normas editoriales, entre las cuales la principal es el arbitraje. Este tiene como función primordial asegurar que el manuscrito sometido
reúna los requisitos de cientificidad exigidos por la comunidad científica, i.e.,
que se apegue al método científico. De acuerdo con lo anterior debemos esperar
y exigir que las normas editoriales que califican en primera instancia nuestra
labor científica se apeguen igualmente a dichos fundamentos filosóficos.
Pragmatismo y listas sistemáticas. De acuerdo con lo anterior, lista sistemática no significa automáticamente estudio superficial o de segunda, ni falta de
metodología científica y aludir a la actividad taxonómica bajo estos criterios,
atenta contra los principios filosóficos que han estructurado dicha disciplina. Estos, aunque sean considerados estudios ¨fuera de moda¨, no pierden vigencia
ni son menos importantes. Sin este conocimiento básico, cualquier intento por
desarrollar teoría ecológica o biogeográfica carecerá de las bases necesarias para
la elaboración de inferencias objetivas. Muchos estudios dentro de los tópicos
anteriores requieren y se fundamentan sobre una base taxonómica, la cual debe
ser explícita en los informes. Ello deriva de uno de los principales paradigmas
en Biología, el esquema que proporciona la taxonomía. Aunque se han detectado
distintos paradigmas taxonómicos, representados en el cladismo y el feneticismo
(Ruíz y Ayala, 1998), ambos parten de un tronco común; dado que al entender la
taxonomía nos referimos al primer tipo de modelo biológico propuesto y las consecuencias de su correcta elaboración (identificación o determinación), es decir,
aquellas predicciones inferidas a partir de cada taxón y que definen su nicho
ecológico. De esta manera, las identificaciones o determinaciones taxonómicas
que se han realizado conllevan como modelo la capacidad de predicción teórica.
Es apreciable, pues, que la labor taxonómica no es solamente la construcción de
una base científica, es de facto investigación científica según la filosofía misma
de la Biología y de la ciencia en general. El problema estriba en que, a menudo,
quienes participan en disputas erísticas en torno a estos tópicos se hallan casados
con una sola corriente, v. gr., utilitarismo, cuyos adeptos esperarían un beneficio
derivado de la explotación de los recursos censados; o con el positivismo, que
caracteriza la cultura actual pero que fácilmente conlleva al cientismo, confundiendo a sus adeptos respecto a lo que es científico y por lo tanto importante.
Peor aún, frecuentemente se desconocen dichas filosofías y se tergiversan sus
105
bases e intenciones a conveniencia inmediata, siendo incapaces de comprender
la versatilidad de la ciencia y el potencial inherente al conocimiento generado.
Una mejor opción sería recurrir al pragmatismo, el cual nos permite reconocer
los beneficios que eventualmente reditúa una lista sistemática.
Actualmente el pragmatismo es más una actitud que la corriente filosófica original (derivada del empirismo), para el cual el criterio de verdad es el valor
práctico. Así, se identifica una forma de pensamiento que, en el caso de ciencia,
se reconoce la verdad de la teoría solo si de ella se pueden extraer aplicaciones
prácticas. En este contexto, más allá de las necesidades de la sistemática “pura”,
el conocimiento taxonómico detallado de los taxa de una región o zona en particular es esencial en áreas aplicadas del conocimiento; como por ejemplo en
Ictiología, para la determinación de las existencias pesqueras y las evaluaciones
de impacto ambiental (De La Cruz-Agüero, 2001). Las listas sistemáticas en
este último caso resultan un recurso fundamental para evaluar los cambios en la
biodiversidad derivados de las acciones del desarrollo humano.
En nuestro país en particular, las investigaciones ictiofaunísticas en el contexto
aquí tratado datan de principios de la década de 1940 (Castro Aguirre y Balart,
1993) y no obstante que gran parte de nuestros recursos marinos han sido objeto
de estudios por parte de investigadores y naturalistas extranjeros desde hace más
de 200 años, existen áreas geográficas para las cuales se desconoce no sólo el
estatus de sus recursos, sino cuáles son esos recursos (De La Cruz-Agüero et al.,
1996). En la ictiología mexicana, particularmente, se siguen documentando nuevos registros y describiendo nuevas especies (e.g., De La Cruz-Agüero y Cota
Gómez, 1998); González Acosta et al., 1999; Castro Aguirre et al., 2002). En un
contexto más general, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
a través del Instituto de Biología (IBUNAM) emprendió una iniciativa editorial
dedicada al tema que aquí se ocupa: Las Listas Faunísticas de México.
Las listas sistemáticas y su expresión refinada, las bases de datos de biodiversidad (e.g., World Biodiversity Database: www.eti.uva.nl), brindan acceso a información taxonómica dispersa o fragmentada sobre la composición de especies
de un área geográfica determinada (De La Cruz-Agüero et al., 1994). Las listas
sistemáticas se utilizan también en el establecimiento de esquemas de regionalización y de áreas prioritarias para la conservación y aprovechamiento racional,
como las Regiones Prioritarias Marinas de México de la CONABIO, Comisión
Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (Arriaga et al., 1998).
Los elencos taxonómicos o listas sistemáticas son igualmente la base para la
delimitación y caracterización de las áreas geográficas que a la postre, intentan
trazar la biogeografía histórica de los conjuntos flori-faunísticos de una región o
provincia en particular (Briggs, 1974; De La Cruz-Agüero, 2000).
La destrucción y alteración de los hábitats, con su corolario: la pérdida de la
biodiversidad es un síntoma del deterioro ambiental a escala mundial que trae
consigo una paradoja: saber que se están perdiendo valores biológicos y al mis-
106
mo tiempo desconocer cuanto exactamente comprende tal biodiversidad. En
esta crisis de la diversidad biológica, donde las estimaciones más conservadoras
establecen que sólo el 30% de las especies vivientes han sido formalmente descritas, la preocupación es mayor al pensar si podrán conocerse las 5 millones de
especies inéditas estimadas antes de su extinción (Winston, 1999). Desafortunadamente, para los propósitos de la conservación y manejo de esta biodiversidad,
no existen revistas clave o específicas para la taxonomía en general, que se avoquen a la publicación de inventarios de especies (Krell, 2002).
Las políticas editoriales de la revistas científicas y los científicos, no parecen
inmunes a la fascinación pública por las últimas novedades, de tal forma que ya
casi nadie quiere publicar o hacer “ciencia a la antigua” (e.g., Taxonomía) “cuando existen tantas ovejas por clonar o genes de peces para ser introducidos en tomates” (Zanetell y Rassam, 2003). En el sentido aquí expuesto, no sólo las listas
de especies sino la taxonomía en general tiene un “problema de imagen” y de
financiamiento. Los taxónomos han sido considerados “una especie en peligro
de extinción” (Whitehead, 1990; Anónimo, 1991; Scheltema, 1996) y la gente
que hace taxonomía es vista como coleccionistas de timbres postales (P. Kociolek, com. pers., California Academy of Sciences, San Francisco), que enfrenta
además, una crisis materializada en la falta perenne de recursos, de revistas para
difundir resultados de inventarios y de prestigio académico para sus practicantes
(Godfray, 2002; Anónimo, 2002). No obstante, el número de especies descritas
por año ronda las 15,000, trabajo que es realizado por un gremio de taxónomos
estimados a nivel mundial en 10,000; con una minoría establecida en los países
en desarrollo como México, países en los que precisamente se concentra la mayor biodiversidad del planeta (Anónimo, 2002).
Por otra parte, el advenimiento de la Internet ha proporcionado un nuevo vehículo para la diseminación de las listas sistemáticas, aunque en su mayor parte
sin arbitraje. Uno de estos proyectos es el Fauna Europaea Project (listado en
línea) que a la fecha incluye cerca de 100,000 especies. Mención aparte merece
el esfuerzo sostenido por el Integrated Taxonomic Information System (ITIS:
www.itis.usda.gov) y el consorcio Species 2000 (www.sp2000.org) que pretenden con el proyecto Catalogue of Life, establecer una federación de bases de
datos inter-operativas que documenten el conocimiento taxonómico mundial.
Finalmente y en esta misma tendencia, la organización All Species Foundation
(www.all-species.org) tiene como meta realizar el inventario (la lista sistemática) de toda biota de la Tierra en los próximos 25 años.
En consecuencia, las listas sistemáticas se están adaptando y reinventando como
la propia taxonomía, para sobrevivir y florecer en esta era de la información global (Godfray, 2002), posibilitando la visión de tener a la taxonomía a un “click
del ratón” (“taxonomy, at the click of a mouse”, Bisby et al., 2002). De esta
forma, actualmente es posible consultar mapas interactivos biogeográficos, consultar claves de identificación en línea (e.g., www.lucidcentral.com) y listas de
regiones particulares (e.g., peces del pacífico: www.www.id.ucsb.edu/lovelab/
107
index.html ).
Pragmáticamente, entonces, las listas sistemáticas soportan la creación de bases
de datos de biodiversidad, optimizan la construcción de claves de identificación,
facultan la comparación de patrones de distribución y promueven el uso de la
taxonomía en los estudios de la biodiversidad. En esta cadena de la descripción
de especies, elaboración de listas, ordenación natural de los taxa (filogenias) y su
análisis biogeográfico, los museos y colecciones biológicas de referencia tienen
una importancia preponderante. Así, las listas de especies publicados con arbitraje y sustentados con ejemplares en colecciones y museos, soportan la confiabilidad de los estudios taxonómicos que fundamentan a la Biología.
La publicación de listas sistemáticas ha llevado a una “profesionalización” de
estas, estableciéndose formatos estándar con lo que un elenco sistemático debiera de incluir como requisito mínimo para su publicación: número o clave de
permiso(s) de recolecta(s), sistema de clasificación, i.e., autoridad (es) utilizado,
nombre de la colección de referencia del depósito o catálogo de los registros, número(s) de catálogo por taxón, cantidad de especimenes recolectados, intervalo
de tallas, localidades o estaciones de recolecta, y afinidad zoogeográfica (ámbito
conocido de las especies); normalizado de esta forma, el arbitraje de informes
en la forma de elencos taxonómicos podría apegarse más claramente a la ética
científica (e.g., De La Cruz-Agüero y Cota Gómez, 1998).
Conclusión
Este escrito muestra una reflexión analítica sobre un problema: calificar a priori
un informe científico cuyo contenido básico es una lista sistemática, buscando
argumentos para no aceptarlo. Dicha política se cuestiona y se critica con base
en la experiencia en investigación científica y los fundamentos de la filosofía de
la ciencia. Asimismo, no se trata de una mera opinión, la cual se define como:
aquellas afirmaciones de carácter opuesto a lo científico; desde el momento en
que este trabajo es claramente praxiológico, implica conocimiento de causa y
que, a diferencia de la opinión, sí existe garantía respecto a su validez. Toda búsqueda de conocimiento mediante actividad heurística que se apegue al método
científico debería ser criticada y calificada bajo el mismo criterio, cientificidad,
sean listas sistemáticas u otro tipo de resultados. Dentro de una política editorial, no se debe prohibir mediante un tecnicismo la divulgación de conocimiento
científico, ni eludir la crítica que históricamente ha reconocido la comunidad
científica como el principal mecanismo para filtrar la investigación y discriminar
lo científico de lo pseudocientífico. Con esto, se reconoce otra disyuntiva de
carácter ético, cuyas consecuencias afectan la armonía dentro de la comunidad
científica y hace imprescindible que al presentarse este tipo de situaciones se
apele a la filosofía de la ciencia. Así, las decisiones que incumban a la comunidad científica no reflejarán una idiosincrasia poco fundamentada, que relegue
principios filosóficos básicos de la investigación científica, de los cuales no debe
prescindir en ningún momento su ámbito.
108
Agradecimientos
Agradecemos los comentarios a un manuscrito previo por parte de Elisa Serviere, Aída Martínez, Benjamín Anguas, Jon Elorduy, Verónica Zavala-Hernández
y Michel E. Hendrickx. Las revisiones de dos árbitros anónimos ayudaron a
mejorar el manuscrito.
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Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D.A. y José de la Cruz
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110
Sobre el tratamiento estadístico adecuado utilizando
valores de diversidad de Shannon (H’)
David A. Siqueiros Beltrones
Introduccion
Dentro de los objetivos primordiales de la Estadística está la generación de inferencias o teoría sobre la información mediante la cual se pueden predecir tendencias en universos o poblaciones de datos, partiendo de muestras representativas.
Aunque la estadística no fue desarrollada para la investigación científica ex profeso, esta disciplina llega a constituir un recurso imprescindible en la investigación científica, toda vez que implica insoslayablemente el proceso inductivo
para la generación de conocimiento.
De acuerdo con lo último, los análisis numéricos pueden ser de lo más sencillos
hasta más o menos complicados; estos incluyen pruebas estadísticas, por lo que
la aplicación de aquellas que resulten más finas o poderosas son muy tentadoras.
Ello conduce a los estudiantes y colegas con poca o sin experiencia a decidirse
por el empleo inadecuado de técnicas para el tratamiento de sus datos. La correcta aplicación de la Estadística compete al ámbito de la Metodología (en este caso
científica), lo cual no debe confundirse con el Método Científico, sino como una
parte medular de éste.
Dicha Metodología consiste en los aspectos filosóficos de la ciencia que se abocan a la epistemología, particularmente al estudio analítico y crítico de los métodos, técnicas y estrategias que se siguen para llegar a la solución de algún
problema de conocimiento. De ahí que la Estadística se sujete a este mismo tipo
de escrutinio y las técnicas que aporta no deben ser seleccionadas a la ligera.
Aun cuando se sigan métodos estándar en nuestras líneas de investigación, es recomendable una mirada crítica más o menos profunda de las técnicas utilizadas
comúnmente. Así, debemos determinar si podemos aspirar a aquellas técnicas
más finas o no, optando por las que mejor se adecuen a nuestros datos.
Un punto de partida para ello sería recurrir primero a técnicas paramétricas o
no paramétricas. Así, uno de los problemas principales durante el procesamiento o generación de datos, producto de cualquier investigación es la selección y
aplicación de un tratamiento estadístico adecuado para lograr una interpretación
confiable de aquello que inferimos. Muchos estudios han hecho uso inadecuado
de la estadística paramétrica; atraídos por la indiscutible potencia de las pruebas
que engloba, los investigadores frecuentemente pasan por alto las suposiciones
de las pruebas paramétricas, por lo que sus interpretaciones son incorrectas o carecen de confiabilidad (Potvin y Roff, 1993). Entre las suposiciones que exigen
a priori las pruebas paramétricas sobre los datos se incluyen:
111
a) Que éstos se hallen en escala de intervalo o mayor; v.gr., los valores de temperatura se hallan en escala de intervalo con un valor arbitrario de cero (artificial),
mientras que el peso se halla en escala de proporción con un cero real; los datos
ordinales (1º., 2º., etc.) y las abundancias en los inventarios florísticos o faunísticos que están en escala nominal no deben tratarse con técnicas paramétricas
(Siegel, 1979).
2) Que el tamaño de muestra n > 5;
3) Que no se presenten datos de alto ruido o extremosos;
4) En pruebas más complejas, v.gr., análisis de varianza, las varianzas deben ser
iguales (homoscedasticidad)1
5) Que dichos datos presenten (se aproximen significativamente a) una distribución normal o gaussiana; entre otras (Siegel, 1979).
Existen formas de cumplir algunos de los requisitos mencionados, ya que un
investigador determina la escala de los datos que desea manejar, puede optimizar
su tamaño de muestra (n) y, según su criterio, disponer de datos extremosos. Sin
embargo, una de las prácticas más preocupantes en el manejo de datos numéricos es aquella en donde se busca resarcir la falta de normalidad en la distribución
de datos. Al respecto, Potvin y Roff (1993) advierten sobre los riesgos de aplicar
técnicas estadísticas paramétricas a datos que no cumplen los requisitos para
ello, sobre todo el de normalidad. La idea es que el requisito de normalidad lo
debe cumplir cada muestra (Sokal y Rohlf, 1979) sea una sola, dos o más; en
cuyo caso, al intentarse un análisis de variación (de una o varias vías) ésta y
otras exigencias crecen. Asimismo, contrario a lo que muchos piensan, no se
le puede conferir normalidad indiscriminadamente a datos de una muestra que
no presentan dicha distribución, ya que ello trae consigo diversas dificultades
(Southwood, 1978). Los varios tipos de transformaciones que se practican estandarizan los datos para su manejo y presentación en modelos, mas no se puede
afirmar que los normalizan. Krambeck (1995) ha demostrado que la práctica
común de transformación de datos puede conducir hacia la obtención de resultados engañosos, por lo que no debe ser una vía para la aplicación de pruebas
estadísticas paramétricas. Potvin y Roff (1993) proponen como más adecuado el
uso alternativo de técnicas estadísticas no paramétricas.
¿Por qué tal énfasis sobre el requerimiento de normalidad? La distribución normal o de Gauss es un modelo de distribución teórico que sirve de base para derivar las pruebas estadísticas paramétricas que permiten comparar muestras representativas de las poblaciones. Sin embargo, aquellos datos que no se apeguen
a dicha distribución no se comportarán como predice el modelo. ConsecuenEs de extrañarse que un análisis de varianza requiera que las varianzas
sean iguales. Dicha confusión no debería solaparse, sino referirse a dicho
análisis como de variación de las medias, que es lo que en sí se compara,
exigiéndose que las varianzas sean similares
112
1
temente, las inferencias que se deriven de aplicar técnicas paramétricas sobre
dichos datos carecerán del fundamento teórico que debiera conferir el modelo
gaussiano.
En el ensayo que se desarrolla a continuación, se expone uno de tantos casos en
donde lo que nos ocupa es un estudio biológico, del cual habríamos de emitir
conclusiones sobre la base de análisis numéricos. Dichos fenómenos biológicos
(o ecológicos) son de por si complejos, por lo que es imprescindible que dichos
análisis reflejen fielmente el o los fenómenos que estudiamos para que exista
un sentido objetivo, que no sea rebasado por la sofisticación numérica. Esto es
común cuando se buscan las técnicas estadísticas que mejor se aplican a nuestros
datos.
El índice de diversidad de Shannon (H’) y su tratamiento estadístico.
Como caso de estudio se aborda el tratamiento estadístico que exigen los cálculos de valores de diversidad, en particular el H´ de Shannon, uno de los índices
más populares en estudios ecológicos. El índice de diversidad de Shannon H’,
ha sido cuestionado y defendido consistentemente; no obstante, sigue siendo uno
de los más utilizados (Washington, 1984; Magurran, 1988; Siqueiros Beltrones,
1990a). Dada su similitud con los parámetros estadísticos que condensan información, ha sido objeto de un uso inadecuado, una “bala mágica” (Washington,
1984) que igualmente ha carecido de una interpretación correcta como descriptor de taxocenosis o comunidades.
El origen algorítmico de H’ implica conversiones de abundancias de una escala nominal a una mayor mediante el cálculo de proporciones y logaritmos
(usualmente en base 2). De esta manera se genera artificialmente una escala de
intervalo o mayor (proporción) en apariencia, ya que presenta propiedades como
referencia a un cero y distancias definidas entre sus valores. Esta transformación
resulta inversa al sentido que permite normalmente la estadística, es decir, de una
escala de proporción > intervalo > nominal > ordinal. Sin embargo, tratándose de
un parámetro poblacional con las propiedades mencionadas, suponemos que su
manejo dentro de una escala mayor es factible, considerando de manera análoga
las abundancias relativas de los taxa como una medida del peso de cada taxón
dentro de la taxocenosis, como de hecho son alimentadas al valor del índice. De
esta manera, la estructura y la escala para el H’ no sería más arbitraria o artificial
que una escala de temperaturas, aunque mucho menos práctica.
A pesar de la consideración anterior, la subjetividad en el uso de H’ ha recaído
más en su sobrestimación y tratamiento ulterior que en su estructura, razón por
la cual se ha advertido que las medidas de diversidad mediante H’ deben manejarse de manera comparativa, más no como valores absolutos (bits) o balas
mágicas (Siqueiros Beltrones, 1990a). Es imprescindible, entonces, que dichas
comparaciones numéricas se apoyen sobre una base estadística mínima para
brindar confiabilidad a su interpretación.
113
Así, varios estudios que han utilizado la H’ como medida de la diversidad en
taxocenosis de diatomeas han recurrido al tratamiento estadístico de los datos y
en algunos se han hecho comparaciones mediante estadística no paramétrica (Siqueiros Beltrones et al., 1985; Siqueiros Beltrones, 1988) y otros han utilizado
técnicas paramétricas (Whiting, 1983); mientras que en la mayoría solamente se
proporcionan las medias y/o el error estándar, en el mejor de los casos.
De acuerdo con lo anterior ¿Cuál sería la mejor manera de enfocar la estadística
de los valores de H’? Primero es esencial que se cumplan los requerimientos
del estudio; asimismo, deberán satisfacerse las exigencias de las pruebas estadísticas que se vayan a aplicar. En el caso de Whiting (1983), p. ej., el autor aplicó
pruebas de análisis de variación (ANDEVA) suponiendo pero no probando normalidad en sus datos de H’. Esta forma de proceder aumenta la probabilidad de
cometer un error beta o de tipo II en la toma de decisiones (aceptación de una
Ho falsa), el error más costoso para un investigador según Ambrose y Ambrose
(1995). Ya que, en este caso significaría que la distribución de nuestros datos no
difieren significativamente de una distribución normal, avalando erróneamente
así el uso de técnicas paramétricas; ello aumentaría la incertidumbre que debería disminuir al utilizar pruebas más potentes como estas. El caso contrario,
rechazar la Ho cuando es verdadera (error tipo I), nos llevaría a omitir el uso de
pruebas paramétricas, perdiendo con ello potencia en las pruebas subsecuentes y
quizá fallar en detectar una diferencia significativa para separar entre poblaciones de datos distintas (error tipo II).
Margalef (1980), evocando indirectamente el teorema del límite central, afirmó
que los valores de H’ de un número elevado de muestras, tienden a distribuirse aproximadamente de forma normal, lo que permite aplicarles determinadas
técnicas estadísticas paramétricas. Asimismo, Magurran (1988) indica que valores de la medición repetida de la diversidad se distribuyen normalmente, lo
que permite también aplicarles pruebas como: cálculo de varianza, pruebas t y
ANDEVA. El aplicar una prueba paramétrica suponiendo a priori normalidad
en la distribución de los valores de H’ cuando en realidad no se distribuyan así
conlleva a equivocar la técnica de trabajo. Como consecuencia se provoca que
los errores gruesos magnifiquen las medias cuadradas, evitando así la detección
de efectos reales de variación dentro de los datos (Potvin y Roff, 1993).
Si los datos (H’ o cualquier variable) tienden a distribuirse normalmente, existe
una buena posibilidad de que nuestras muestras también lo hagan, sobre todo si
en primera instancia obtenemos o generamos un tamaño de muestra suficientemente grande; si aun así no se cuenta con una distribución normal, deben considerarse otras técnicas de análisis.
Un ejemplo de pruebas de normalidad para valores de H’. Dos formas comunes de probar normalidad a los datos de una muestra son: utilizando la prueba de Kolmogorov-Smirnov, y una prueba de bondad de ajuste. La primera se
basa en el cálculo de la diferencia máxima encontrada entre valores observados
114
y los esperados, o Dmax; mientras que la segunda considera todos los valores
observados y esperados para el cómputo de una chi cuadrada (χ2). Dado que esta
última resulta tediosa, se propició el surgimiento de la primera que en forma resumida indica supuestamente si los datos se ajustan a una distribución gaussiana
o normal. Sin embargo, la prueba de Kolmogorov-Smirnov es aparentemente
muy bondadosa, por lo que cualquier juego de datos sin valores extremosos resulta ser normal, sobretodo en muestras pequeñas (n < 50). Habría de esperar
entonces que su aplicación a nuestros juegos de datos (muestras) no sea útil, ya
que propiciaría que se incrementara la probabilidad de cometer un error tipo I al
avalar el uso de una prueba paramétrica que en tal caso sería inadecuada.
El mecanismo para el cálculo de la Dmax tiene la forma de una prueba de bondad de ajuste incompleta, en la cual sólo se busca la máxima diferencia existente
entre un par de valores (observado y su esperado). Por lo tanto, esta prueba pue2
de completarse y proporcionar una alternativa para probar bondad de ajuste (χ )
a la proporcionada en libros de texto (Sokal y Rohlf, 1979; Snedecor y Cochran,
1981) tan sólo continuando las operaciones (Tabla 1). Esto hace más práctica
la
2
comparación entre los dos tipos de pruebas, ya que las otras pruebas de χ utilizan frecuencias individuales para su cálculo.
Tabla 1.- Formato para pruebas de Kolmogorov-Smirnov (Dmax) y bondad de ajuste (X2).
Intervalo Frecuencias marcas de valor de z
valores
valores espede clase acumulativas clase
calculado observados
rados
(obs-esp)2
esp
I.C.
f
M.C.
Z
obs (f/n)
esp (Z)
Donde Z = M.C. -- Y / DS
*Valor relativo a 1
*Valor relativo a 100
Máxima diferencia: obs - esp = Dmax*
fin de los cálculos de Kolmogorov-Smirnov
**SUM (100) = χ2
Estas dos pruebas de normalidad se aplicaron a valores de H’ computados en
diversos estudios con diatomeas planctónicas y bentónicas. Se compilaron un
total de 889 datos, de los cuales 288 corresponden al bentos y 601 al plancton.
Estos se agruparon por bloques, incluyendo datos al azar y sus frecuencias por
intervalos de clase para las dos categorías, que se presentan en orden descendente del tamaño de muestra, de la siguiente manera:
1.- Pruebas de normalidad globales para 700 valores de H’.
2.- Pruebas para 471 datos representantes del fitoplancton global.
3.- Pruebas para 404 datos de diatomeas del fitoplancton lagunar.
4.- Pruebas para 217 datos del microfitobentos (diatomeas bentónicas).
115
Se generaron representaciones (histogramas) para observar la distribución de
frecuencias de valores de H’ en cada uno de los grupos, así como el grado de
tendencia de los datos hacia una distribución gaussiana de acuerdo con el tamaño de muestra (n).
Grupos (bloques) por autor:
5.- Pruebas para 63 datos de diatomeas de sedimentos (arena y limo) (Whiting,
1983).
6.- Pruebas para 47 datos de diatomeas planctónicas oceánicas (González López,
1987).
7.- Pruebas para 46 datos de diatomeas planctónicas lagunares (Verdugo Díaz,
1993).
8.- Pruebas para 36 datos de diatomeas bentónicas epífitas (Whiting, 1983).
9.- Pruebas para 25 datos de fitoplancton lagunar (Gárate Lizárraga, 1992).
10.- Pruebas para 25 datos de fitoplancton lagunar (Gárate Lizárraga, 1992).
11.- Pruebas para 23 datos de diatomeas de sedimentos hipersalinos (Siqueiros
Beltrones, 1990b).
12.- Pruebas para 18 datos de diatomeas de sedimentos de marisma (Siqueiros
Beltrones et al. 1991).
La Ho para las 12 pruebas fue: los valores computados de H’ presentan una
distribución gaussiana, i.e., no existen diferencias significativas entre la distribución de los datos y el modelo de una distribución normal. La tabla (2) de datos se
puede consultar en la publicación original.
Resultados
Los grupos de datos por autor muestran que los valores de H’ derivados de este
tipo de trabajos a menudo no constituyen muestras grandes, ni siquiera de n = 30,
debido a que dichos valores condensan a su vez abundancias relativas de muchos
taxa; ello implica arduo trabajo de cuantificación y cómputos posteriores, por lo
que el número de datos debe ser optimizado.
Las pruebas de normalidad por grupos dieron los siguientes resultados:
1.- Para la muestra global de n = 700, la prueba de Kolmogorov-Smirnov, con 31
intervalos de clase (I.C.) produjo un valor de Dmax = 0.10131 vs. D (0.05, 700)
= 0.05133, que resulta significativa, por lo que se rechaza la Ho; no se ajustan
a una distribución normal.
2
Sin
embargo, en la prueba de bondad de ajuste el valor calculado de χ = 38.41 vs
2
χ (0.05, 30) = 43.77, es decir, no es significativa, por lo que la Ho se acepta**;
los datos se ajustan a una distribución normal. Asimismo, la figura 1 denota
como las frecuencias tienen una distribución aparentemente gaussiana; por lo
tanto, se toma la decisión de la segunda prueba, con base en el teorema del límite
central.
116
Figura 1.- Distribución de frecuencias de 700 valores calculados de H´
para muestras de diatomeas bentónicas y planctónicas (BP).
2.- El análisis global de las muestras del plancton, n = 471 partió de igual número
de I.C. (31):
Dmax = 0.08395 vs D (0.05, 471) = 0.06257. Se rechaza la Ho. Sin embargo,
2
2
χ calc. = 36.00 vs χ (0.05, 30) = 43.77; se acepta la Ho. **
Igualmente, la figura 2 muestra una tendencia2 hacia la distribución gaussiana,
por lo que se toma la decisión con base en la χ : se ajustan a una distribución
normal
Figura 2.- Distribución de frecuencias de valores de H´ para fitoplancton
total.
3.- Para el fitoplancton lagunar, partiendo de n = 404 y I.C. = 22, se obtuvo lo
siguiente:
Dmax = 0.0774 vs D (0.05, 404) = 0.0675. Se rechaza la Ho.
2
2
χ calc. = 79.39 vs χ (0.05, 21) = 33.92. Se rechaza la Ho.
117
La figura 3 evidencia un sesgo en la distribución de frecuencias de H’, lo cual,
según lo anterior, puede considerarse significativamente alejada de una distribución gaussiana, a pesar del tamaño de la muestra. Aparentemente los valores
derivados del fitoplancton oceánico (n = 66) hicieron falta para mitigar el sesgo
observado en este grupo.
4.- Valores de H’ de microfitobentos (n = 217), I.C. = 21.
Dmax = 0.1513 vs D (0.05, 217) = 0.0922. Se rechaza la Ho.
2
2
χ calc. = 64.43 vs χ (0.05, 20) = 31.41. Se rechaza Ho.
Figura 3.- Distribución de frecuencias de valores de H´ para fitoplancton
lagunar (LF).
Según la figura 4, las frecuencias de H’ del microfitobentos tienen una distribución aproximadamente bimodal que no se ajusta a la gaussiana, lo que es
avalado por ambas pruebas de normalidad.
Figura 4.- Distribución de frecuencias de valores de H´ para diatomeas
bentónicas (DB).
Agrupamientos por autor:
5.- Diatomeas de sedimentos, n = 63, I.C. = 10.
Dmax = 0.126
vs D (0.05, 63)
= 0.171. Se acepta la Ho.
2
2
χ calc. = 89.39 vs χ (0.05, 9) = 16.92. Se rechaza la Ho.
6.- Fitoplancton oceánico, n = 47, I.C. = 10.
118
Dmax = 0.1275
vs D (0.05, 247) = 0.1981. Se acepta la Ho.
2
χ calc. = 42.11 vs χ (0.05, 9) = 16.92 . Se rechaza la Ho.
7.- Fitoplancton lagunar, n = 46, I.C. = 8.
Dmax = 0.1617
vs D (0.05, 46)
= 0.200. Se acepta la Ho.
2
2
χ calc. = 16.69 vs χ (0.05, 7) = 14.067. Se rechaza la Ho.
8.- Diatomeas epífitas, n = 36, I.C. = 13.
Dmax = 0.1186
vs D (0.05, 36)
= 0.221. Se acepta la Ho.
2
2
χ calc. = 68.95 vs χ (0.05, 12) = 21.026. Se rechaza la Ho.
9.- Fitoplancton lagunar, n = 25, I.C. = 8.
Dmax = 0.1146
vs D (0.05, 25)
= 0.264. Se acepta la Ho.
2
2
χ calc. = 11.27 vs χ (0.05, 7) = 14.07. Se acepta la Ho. **
10.- Fitoplancton lagunar, n = 25, I.C. = 8.
Dmax = 0.12
vs D (0.05, 25)2 = 0.264. Se acepta la Ho.
2
χ calc. = 52.79 vs χ (0.05, 7) = 14.06. Se rechaza la Ho.
11.- Diatomeas de sedimentos hipersalinos, n = 23, I.C. = 6.
Dmax = 0.2236
vs D (0.05, 23)
= 0.275. Se acepta la Ho.
2
2
χ calc. = 38.65 vs χ (0.05, 5) = 11.07. Se rechaza la Ho.
12.- Diatomeas en sedimentos de marisma, n = 18, I.C. = 5.
Dmax = 0.2103
vs D (0.05, 218) = 0.309. Se acepta la Ho.
2
χ calc. = 13.57 vs χ (0.05, 4) = 9.49. Se rechaza la Ho.
De este paquete de pruebas por autor solamente la número nueve produjo una
decisión igual entre la Dmax y Chi cuadrada; en ambas se aceptó la hipótesis
nula, es decir, los datos (n=25) se distribuyen normalmente. En las restantes, la
prueba de Kolmogorov-Smirnov indicó también normalidad de los datos, coincidiendo
dichos resultados con los tamaños de muestra pequeños, pero según la
2
χ no se ajustan a la distribución gaussiana.
Con los primeros cuatro agrupamientos globales el resultado de la prueba de
Dmax fue siempre de rechazo a la Ho. Contrariamente, la prueba de bondad
de ajuste con chi cuadrada fue más exigente con las muestras en general, y solamente indicó normalidad en los datos de dos muestras grandes, coincidiendo
con la distribución gráfica de las frecuencias (y con el teorema del límite central).
Asimismo, sólo indicó normalidad para los datos de una muestra pequeña (R);
dicho tamaño de muestra (25) impide su adecuada representación gráfica. Sin
embargo, en ésta se computó la menor desviación estándar en general, indicando
una baja dispersión en torno al promedio. Aunque la prueba de Dmax también
119
indicó normalidad en esta muestra, no hubo ninguna discriminación con respecto a las demás, salvo su resultados opuestos a los de χ2 con los grupos I y II
(n=700 y n=471).
Discusion
Al observar los valores tabulados de la D se nota que decrecen conforme aumenta el tamaño de muestra, lo que puede interpretarse como un aumento paulatino
en la exigencia de la prueba de Kolmogorov-Smirnov ante la tendencia de una
muestra grande a normalizarse. Empero, esta prueba es ampliamente recomendada para muestras pequeñas (Sokal y Rohlf, 1979; Snedecor y Cochran, 1981)
para las que casi siempre indica normalidad de los datos. Es difícil concebir que
unos cuantos datos, e.g., n < 10, puedan ser interpolados para una distribución
normal o alguna otra que son continuas y con infinito número de valores.
Por su
2
parte, la prueba de bondad de ajuste basada en la distribución de la χ no mostró
relación directa con el tamaño de la muestra (n), pero aparentemente se vuelve
más bondadosa al aumentar n. Esto es congruente con el teorema del límite central, así como con la forma adecuada de aumentar la sensibilidad de las pruebas
mediante el incremento de n, lo que les confiere mayor potencia (Sokal y Rohlf,
1979). Al contrario, la prueba de Kolmogorov-Smirnov negó que hubiera una
distribución normal en las muestras grandes que, según la prueba de χ2 sí se
distribuyen normalmente, en concordancia con los histogramas de frecuencia
(Figs. 1 y 3) que evidencian dicha tendencia.
Por otra parte la generación de un valor de H’ implica ya una transformación
de las abundancias relativas de los taxa dentro de una muestra, lo que complica
de hecho su interpretación biológica (aunque no lo impide) ¿Cómo entonces
puede concebirse una nueva transformación para “normalizar” dichos valores?
Si las técnicas paramétricas son derivadas de un modelo de probabilidad de distribución normal, los datos tratados deberán ajustarse a dicha distribución. Es
difícil aceptar que la potencia atribuida a cualquiera de dichas técnicas permita
sobrellevar violaciones a las exigencias básicas de su aplicación. El uso de transformaciones puede ocasionar problemas y no deben realizarse rutinariamente;
máxime que la re-transformación de los datos dificulta más su interpretación y
puede introducir sesgos (Southwood, 1978). Este tipo de manipulación de datos
no parece un tratamiento formal y resta confiabilidad a la información generada,
además de que se tiende a perder el sentido biológico o ecológico proyectado.
En general, trátese de índices de diversidad u otro tipo de datos, si éstos cumplen
las exigencias, es recomendable utilizar pruebas paramétricas; pero si no es así,
como sucede generalmente, la estadística no paramétrica ofrece una alternativa
formal. Ésta se basa en parámetros (aunque no los clásicos), pero no supone
como base una distribución gaussiana de los datos, y en tales casos representa
la opción adecuada por sobre la manipulación ulterior de los datos. Además,
existen pruebas no paramétricas equivalentes a las paramétricas. De hecho, la
120
popularidad de éstas no se debe sólo a su facilidad de cálculo, sino a que sus
curvas de potencia son menos alteradas que las de las pruebas paramétricas,
cuando no se cumplen los supuestos (Sokal y Rohlf, 1979); en la mayoría de los
casos los datos no cumplen los requisitos para ser analizados mediante técnicas
paramétricas (Potvin y Roff, 1993).
La normalización de datos para luego aplicarles estadística paramétrica (Magurran, 1988) constituye un artificio que hace aún más abstracto el manejo de
los resultados, máxime cuando se utilizan índices de diversidad como H’ cuya
interpretación es de por sí difícil. Por otra parte, el número insuficiente de datos
es un caso común en estudios científicos y conviene considerar si es realmente
apropiado suponer, probar, o inyectar normalidad a dichos datos (Potvin y Roff,
1993). Es difícil percibir que pocos datos, e. gr., n = 10, puedan ser interpolados
para una distribución normal (u otro tipo) que sea continua con infinito número
de valores.
Una alternativa para el tratamiento de datos que no cumplen con los requisitos de
la estadística paramétrica la proporciona las técnicas no paramétricas. Desafortunadamente ésta ha sido menospreciada y considerada por muchos investigadores
como estadística de segunda, cuando en realidad solo está limitada a no detectar
las diferencias sutiles entre los datos o muestras. Es un recurso útil y de acuerdo
con Potvin y Roff (1993) más adecuada en la mayoría de los casos; por lo tanto
es también más eficiente en términos de la potencia de sus pruebas. De hecho,
sí se basa en parámetros, aunque no en los clásicos (media, desviación estándar,
varianza) pero utiliza rangos o jerarquías que son propios de una muestra poblacional.
Finalmente, contrario a lo que algunos investigadores opinan, los valores de H’
pueden distribuirse normalmente tal y como lo sugieren Margalef (1980) y Magurran (1988), pero ello no significa que todos los valores de H’ se distribuyan
igualmente y que se pueda, por lo tanto, decidir a priori aplicarles pruebas estadísticas paramétricas; antes debe demostrarse que cada muestra se distribuye
normalmente (Sokal y Rohlf, 1979). Southwood (1978) señala que el H’ es un
índice (estadístico) no paramétrico, ya que no supone un tipo de distribución
para las abundancias de los taxa. Así, la utilización de técnicas estadísticas no paramétricas podría decidirse durante la etapa de planeación del estudio, ya que la
naturaleza no paramétrica de H’ lo avala, sin embargo, ninguno de los enfoques
debería descartarse a priori.
Lo anterior constituye una advertencia obligada y es responsabilidad de todo
investigador darle continuidad al rigor científico que utiliza para lograr confiabilidad en el conocimiento generado. Por ello la inferencia estadística y las
técnicas que proporciona deben ser aplicadas de acuerdo con sus limitaciones y
exigencias.
121
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Apareció originalmente como: D.A. Siqueiros Beltrones. 1998. Statistical
treatment of Shannon-Wiener’s diversity index; tests of normality for sample
values of diatom assemblages. Oceánides. 13(1): 1-11.
123
La aplicación de la Teoría de la Información (H’)
frente a la complejidad de los ecosistemas marinos
Oscar Ubisha Hernández Almeida y David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Los fenómenos ecológicos son por si mismos complejos, ya sea que estos se
estudien desde el punto de vista del objeto, es decir, de los elementos del sistema
o desde el punto de vista de las interacciones de los elementos, o bien como una
combinación de los dos, i.e., la estructura del sistema. Dicha complejidad está
dada no sólo por la gran cantidad de elementos e interacciones en los sistemas
ecológicos, sino porque las interacciones entre los elementos son reguladas por
los propios elementos, lo cual hace que la descripción de éstos sistemas sea difícil y complicada en algunos casos y en algunos otros prácticamente imposible. Los ecólogos han abordado el estudio de comunidades y ecosistemas desde
distintas perspectivas, pero en cualquiera de ellas lo primero que se aborda es
la descripción de sus elementos, es decir el número de especies, lo cual se ha
convertido en una medida intuitiva de la diversidad. Sin embargo, una vez que
se han descrito e identificado las especies se hace necesario conocer las interacciones que ocurren entre las especies y es en este momento que la perspectiva
ecológica se enfrenta a la complejidad de los ecosistemas.
A lo largo del tiempo se han tenido diferentes aproximaciones a dicho problema.
Así, se han intentado describir las relaciones tróficas (depredador-presa) de la
comunidad, lo que ha dado lugar a modelos conceptuales como son las redes
tróficas; sin embargo, esta aproximación ha enfrentado el problema de que las
interacciones entre las especies en una comunidad pueden llegar a ser muchas y
en algunas ocasiones inaccesibles para su estudio. Otro enfoque para el estudio
de las comunidades está dado por la descripción de las comunidades a partir del
número de individuos por especie, lo cual permite al ecólogo observar atributos,
i.e., dominancia y diversidad, los cuales se han tomado como una característica
propia de la comunidad. Algo que tienen en común las dos aproximaciones es
que en ambas se ha utilizado la teoría de la información como descriptor de
diferentes atributos de la comunidad, dependiendo del enfoque que se esté utilizando.
Frecuentemente, la Teoría de la Información (TI), específicamente el uso de H´
y sus derivados se enseña en las licenciaturas y posgrados de ciencias como
una forma incuestionable de medir la diversidad para describir comunidades.
Sin embargo, al hacer un cuestionamiento honesto, el cálculo de los parámetros
relacionados con la diversidad deja más dudas que certezas acerca de su utilidad
objetiva. Subsecuentemente, al utilizar la TI en investigación surgen todavía más
dudas y hay momentos en los que su aplicación como descriptor de las comu-
125
nidades parece carecer de sentido. Como herramienta estadística puede resultar
satisfactorio, pero ¿qué significado ecológico permite derivar de las comunidades de especies?
Las dudas vertidas sirvieron como estímulo para buscar argumentos que permitieran tener una posición acerca de la utilidad o bien la inutilidad de la TI en la
descripción de asociaciones naturales. Conforme la búsqueda avanzó se evidenció que el problema es que no había una noción clara de qué es lo que mide y por
lo tanto, tampoco había una interpretación precisa de los valores que derivaban
de sus cálculos. Así, la primera pregunta fue ¿de dónde surge la TI?
MÉTODO
La aproximación metodológica para tratar el problema planteado consistió en
la revisión histórica de fuentes primarias acerca del origen del algoritmo, las
propuestas para utilizarlo en otros campos y sus argumentos, así como contrastar
con el uso real que se le da en las investigaciones ecológicas, sobre la base hipotética de que no existen analogías válidas entre éste y las comunidades bióticas
que fundamenten la mayoría de los estudios.
En 1949, Claude E. Shannon, Ingeniero en Comunicaciones, derivó la Teoría
matemática de la comunicación, como parte de las matemáticas que se usaron
para descifrar los códigos del enemigo durante la Segunda Guerra Mundial. Este
investigador propuso el modelo de comunicación que conocemos y usamos actualmente, el cual está compuesto por un emisor, un canal de transmisión y un
receptor. Asimismo, propuso un modelo matemático que permite medir la cantidad de información que se transmite del emisor al receptor, mismo que está
representado por la siguiente fórmula:
H´ = -∑pi log2 pi
En este modelo la materia prima son los símbolos (letras, palabras, oraciones,
imágenes, etc.) y las probabilidades (pi). Para que el modelo matemático funcione los símbolos deben ser generados de manera probabilística por el emisor.
Específicamente deben ser generados por probabilidades que están relacionadas
con alguna otra variable como el tiempo, a lo cual se le denomina proceso estocástico. Si en este proceso la probabilidad de elegir una a está influenciada por la
probabilidad l y así sucesivamente con una secuencia de símbolos, al proceso
en conjunto se le denomina proceso o cadena de Markov. Finalmente hay
una última condición para la generación de símbolos y es que el sistema muestre regularidad estadística, es decir que si la muestra es grande, dos personas
que tomen una muestra al azar obtendrán un resultado similar, llamado proceso
ergódico.
Hasta este momento se pueden observar dos cosas: la teoría no se ha salido de
su contexto de comunicación y por otra parte la teoría tiene como fundamento
las probabilidades. Esta última parte fue de gran interés para los científicos que
126
trabajaban con probabilidades, tanto físicos como matemáticos, entre los cuales
destacó Norbert Wiener, quien derivó el mismo algoritmo que Shannon pero
estudiando la comunicación y el control en máquinas y animales, y a quien se le
reconoce como el padre de la Cibernética. En cuanto a los físicos, lo que les llamó la atención es que el algoritmo propuesto era idéntico al utilizado para medir
la entropía en Termodinámica.
Una vez establecida la semejanza entre la Teoría de la Comunicación y la termodinámica (entropía) el algoritmo para la primera comenzó a usarse para medir la
información en sistemas diferentes al de la comunicación y se le llamó Teoría de
la Información. Actualmente, el algoritmo derivado se usa para medir la información de diversos sistemas (físicos, químicos, biológicos, e incluso los sociales, e.
gr., sistemas financieros y económicos). Por lo tanto, la respuesta a la pregunta
planteada en un principio es que la TI es en sí la Teoría de la Comunicación, sin
embargo la primera se enfoca sobre una gama más amplia de fenómenos.
En Ecología, el uso de los algoritmos de la TI también tiene su historia. En 1953,
Branson colega de Linus Pauling (Premio Nóbel de Química en 1954, y de la
paz en 1962) lo utilizó para medir el contenido de información y la estructura
de las proteínas. A partir de esta idea, Ramón Margalef (1957) propuso el uso
de la TI como un índice de diversidad, a través de la analogía entre los sistemas
de comunicación y los sistemas ecológicos. Sin embargo, fue MacArthur (1955)
quien usó por primera vez la TI en Ecología, como un indicador del flujo trófico
en los sistemas biológicos.
A partir de las dos aproximaciones finales se han generado una serie de debates
en Ecología, los cuales se han difundido a través de distintas conceptos como:
presión de selección, nicho ecológico, diversidad, evolución, tiempos evolutivos, madurez, estabilidad, entropía (orden, desorden, auto organización). Así,
el algoritmo de Shannon ha sido usado bajo expectativas similares en Ecología
como un índice de diversidad. Sin embargo, el uso e interpretación de los algoritmos de la TI como índice/ descriptor de los sistemas ecológicos ha sido objeto
de uso indiscriminado y poco crítico, conduciendo a la propuesta de que dichos
índices no son de ningún provecho en el estudio de comunidades.
Desde un principio el índice se utilizó de manera análoga a un sistema de comunicación. Es decir, las especies se tomaron como equivalentes a los símbolos,
mientras que las abundancias relativas de los organismos serían la analogía de la
probabilidad que tendría cada uno de estos símbolos de ser elegidos. Sin embargo, a diferencia de los sistemas de comunicación haría falta preguntarse ¿qué es
el emisor? ¿en qué consiste el canal de transmisión y qué el receptor? Aun así el
índice es muy usado y su interpretación básica es que mide la incertidumbre que
existe cuando se extrae un individuo al azar de una población, i.e., de que pertenezca a una determinada especie. Pero, ello no dice nada acerca de la diversidad.
También se ha dicho que el algoritmo mide la heterogeneidad ambiental; así,
al obtener un alto valor de dicho índice se puede decir que el ambiente es más
127
heterogéneo y que por lo tanto es posible que haya mayor cantidad de recursos y
por lo tanto mayor diversidad. Pero, la analogía que se hace generalmente versa
más o menos de la siguiente manera: un mayor valor de H´ implica una mayor
diversidad, saltándose así el paso intermedio de la interpretación. Este problema
está implícito en el mismo concepto de diversidad sobre el cual todavía está sujeta a confusiones. Es conveniente entonces revisar dicho algoritmo en busca de
posibles usos e interpretaciones con base en el estado del conocimiento actual.
En lo que a la Ecología respecta la diversidad es una característica única del
nivel de organización denominado comunidad. Sin embargo, el problema surge
porque se han mezclado el concepto y las maneras de medirlo. Por ello es conveniente revisar las definiciones de diversidad. Este concepto tiene como origen
definiciones comunes: 1) variedad, desemejanza, diferencia; 2) abundancia, gran
cantidad de varias cosas distintas; las cuales han sido traducidas por los ecólogos
como medidas de diversidad intuitivas. Estas se refieren en general al número de
especies (riqueza) en una muestra determinada y cuáles especies o taxa (composición específica). Sin embargo, esta manera de medirla tiene el problema de
que puede variar dependiendo del esfuerzo que apliquemos a conocer una comunidad. Es decir ¿se puede registrar el mismo número de especies parado en
un sólo sitio que haciendo un recorrido de un kilómetro? Para evitar este tipo
de problemas se propuso que para medir la diversidad adecuadamente debería
tratarse la relación entre el número de especies y qué tan abundantes son éstas
en un tiempo, área o volumen determinado. Por lo que una buena medida de diversidad debería conjuntar en una sola medida dos cosas: el número de especies
y las abundancias. A las medidas que cumplen con lo anterior se les ha denominado diversidad ecológica, como un intento de separarlas del concepto básico de
diversidad; esto es precisamente lo que hace análogamente el algoritmo de la TI.
Por lo que está midiendo una relación entre dos atributos de la comunidad que
ya no reflejan la diversidad por si misma sino de una manera indirecta. Por lo
tanto, nos preguntamos ¿la TI sirve para medir la diversidad ecológica?
Por otra parte, ya que el algoritmo de la tTI también es semejante a la entropía,
se ha dicho que pudiera ser un indicador de dicha propiedad de los sistemas
ecológicos; y a la vez, ya que la entropía se asocia con desorden, también se ha
transferido esta propiedad a los sistemas ecológicos. En este caso ¿un mayor
valor derivado del algoritmo estaría indicando mayor entropía y por lo tanto
mayor desorden en el sistema? Esta es una de las interpretaciones que mayores
problemas ha causado, pues es contraria a la noción que tenemos de los sistemas
ecológicos, en donde el acoplamiento de los distintos componentes de la comunidad permite un funcionamiento armónico. Esta aparente paradoja en la interpretación tiene su principal fuente en las malas interpretaciones de la entropía,
por lo cual es imprescindible revisar este concepto.
La definición simplista de la entropía dice que es una medida del desorden o
del azar en un sistema cerrado, lo cual se ha traducido en el dicho común — el
aumento en la entropía de un sistema automáticamente aumenta el desorden de
128
dicho sistema—. Sin embargo, las revisiones actuales del concepto de entropía
muestran que es usada para medir y describir diferentes fenómenos en distintas
disciplinas. Por ejemplo, desde el punto de vista del emisor, a quien le interesa
generar y transmitir un mensaje, la entropía mide la información positiva, mientras que desde el punto de vista del receptor, lo que se mide es la información
negativa o negentropía.
Resultados y discusión
Una vez que se asimiló que la TI también podía ser utilizada para medir entropía,
se propuso que la entropía también podía ser un indicador de la diversidad. Con
este paso, se desligó el concepto básico de diversidad y su medición, y se pasó a
medir una relación. Por lo que en este momento es prudente responder la pregunta anterior ¿la TI mide la diversidad mediante H´? y entender qué consecuencias
puede tener esto sobre los estudios de las comunidades. Igualar la diversidad
con la entropía conlleva varios problemas. Considerando la definición básica de
diversidad (número de especies), consideremos una comunidad con 8 y otra con
16 especies, la intuición nos dice que la segunda es más diversa que la primera.
Sin embargo, surge el problema de qué tan bien repartidas están las abundancias
en una y otra comunidad. Para ello calculamos la entropía de Shannon (utilizando base 2), lo cual equivale a calcular una H´ máxima (teórica); en la primera
comunidad se obtiene 3 y en la segunda 4, lo cual, si bien es un indicativo de
que es mayor, no cumple con lo observado intuitivamente en donde la segunda
es el doble de la primera. Esto se debe a que la entropía calcula la incertidumbre
acerca de la identidad de una especie en una muestra y no el número de especies
en la comunidad. Con base en lo anterior podemos decir que la entropía es una
medida razonable de diversidad pero esto no es una razón para decir que la entropía es igual a la diversidad.
Para que la entropía pueda funcionar como una medida de diversidad se requiere
transformarla y, de acuerdo con Hill (1972) esto se puede hacer de la siguiente
manera:
N1= exp (∑pi log (pi)) exp (H)
Esta aproximación tiene como ventaja que es una medida de diversidad ponderada con las abundancias relativas y que conjunta el número de especies y las
abundancias de éstas en una sola medida. También ayuda a diferenciar el cálculo
de la entropía del de diversidad, lo cual permite explorar los usos e interpretaciones del cálculo de la entropía/TI en los sistemas ecológicos. De acuerdo
con esto, sería interesante explorar la capacidad de predicción del algoritmo de
Shannon. Es decir, si el remitente genera mensajes discretos por procesos Markofven donde la probabilidad de un determinado símbolo depende de un evento
previo, se forma una estructura estadística. Por lo que la medida de H’ estaría
caracterizando la estructura de todo el conjunto de mensajes/símbolos que una
fuente dada puede producir. En otras palabras está midiendo la probabilidad de
129
una distribución o estructura estadística.
Desde el punto de vista ecológico, el índice estaría midiendo la probabilidad de
encontrar una distribución determinada de acuerdo a las abundancias de cada
especie o taxón (estructura de las asociaciones o taxocenosis); así, por analogía,
un valor alto del índice estaría indicando que la probabilidad de volver a encontrar dicha estructura estadística o distribución es alta. Si bien hacen falta datos
para probar esta hipótesis, no es la primera vez que se intenta usar la TI para
hacer predicciones acerca de una estructura de un sistema; Sherwin et al. (2006)
probaron que esto se podía llevar a cabo con las frecuencias de los alelos en los
genes.
También es importante revisar los diferentes parámetros que se derivan de la TI
y que son utilizados en Ecología. Uno que nos parece especialmente importante
es la H’ máxima (H’max) o teórica. Este valor se ha tomado como el valor de
referencia hacia el cual se deben dirigir los valores H´, sin embargo, no se ha
sido lo suficientemente críticos en su uso. La H’max es un valor que se obtiene
cuando la distribución de las abundancias es equitativo. En la Física, esta característica es deseable pues ninguna posibilidad es ignorada y por lo tanto es usada
como un indicador de objetividad. Sin embargo, solo es usada en eventos en
donde no se tiene ninguna información (Jaynes, 1957). Desde el punto de vista
de Shannon (información positiva) la entropía máxima significa un mensaje perfectamente comprimido y por lo tanto no está sujeto a variaciones estadísticas.
Desde el punto de vista de Brillouin (información negativa) significa el grado de
ignorancia que tenemos del sistema y desde el punto de vista de la libertad de
elección, significa que el sistema tiene muchas opciones para elegir su siguiente
estado; es decir, el sistema no tiene una estructura y por lo tanto las predicciones acerca del estado de dicho sistema se vuelven indefinidas y tienen cada vez
menos sentido (Jaynes, 1957). Si este mismo argumento se usa para los sistemas
biológicos habría un nivel de referencia homogéneo (Kolasa & Biesiadka, 1984)
que, por lo demás, podría no tener ningún sentido pues, ya sea estudiando genes
o ecosistemas, los sistemas biológicos tienen restricciones fisiológicas, ecológicas y evolutivas, lo cual afecta la distribución de los organismos (o genes). Así,
una vez que se comienza a contar y conforme se van sumando especies y abundancias, la precisión de la medida de las probabilidades va aumentando y por lo
tanto se podría obtener información acerca de la estructura de dicho sistema; es
decir, alejándose cada vez más de la H’max.
Así pues, si aceptamos que todos los sistemas biológicos tienen restricciones y
que estas les confieren una estructura determinada ¿cómo debemos interpretar
que en la práctica los valores H’ se acerquen a la H’max? Una posible interpretación de esto es que la taxocenosis o comunidad está llegando a un momento en
que las restricciones están perdiendo fuerza y están cambiando hacia un nuevo
estado. Usualmente esto es observado durante los cambios estacionales, por lo
que cabría esperar que durante los periodos de transición se encontraran comunidades con una estructura menos definida como lo serían las medidas que se
130
acercan a H’max.
Actualmente, la TI también se utiliza en ecología urbana, desde el punto de vista
de la Termodinámica. Es decir se hacen mediciones de temperatura de las zonas urbanas y con base en dichas mediciones se calculan las temperaturas que
podrían registrarse en las ciudades; estas se utilizan para elaborar propuestas de
planes para mitigar la temperatura.
Finalmente, solo resta agregar que, si bien la Teoría de la Información y la Ecología han tenido una larga historia de confusiones, también han planteado problemas que han permitido el avance de la ecología hacia nuevos horizontes.
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Apareció originalmente como: Hernández Almeida, O. U. y D. A. Siqueiros
Beltrones. La aplicación de la Teoría de la Información (H’) Frente a la Complejidad de los Ecosistemas Marinos. IV Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación. DF, 24-27 de junio, 2008.
133
Una paradoja sobre uniformidad vs. orden y
estabilidad en la medida de diversidad de especies
según la Teoría de la Información
David A. Siqueiros Beltrones
Introducción
Desde hace varias décadas el concepto de la diversidad de especies y su medida
han representado algunos de los problemas ecológicos de mayor interés (Magurran, 1988). La medida de la diversidad ha sido enfrentada por los ecólogos
sobre la base de múltiples índices derivados según los propósitos de estudios varios; un sumario comparativo de estos (Washington, 1984) muestra los esfuerzos
por adaptar, sin mucho éxito, los índices disponibles a interpretaciones generales. Consecuentemente, se ha sugerido que los índices propuestos para medir la
diversidad solo serían considerados apropiados para cada estudio en particular
(Peet, 1974), lo que los sujeta a interpretaciones restringidas.
De acuerdo con lo anterior, es necesario tomar conciencia acerca del concepto
de diversidad y relacionarlo con las formas de medirla u observarla, e interpretar
sus mediciones, más que proceder sobre las bases de meras definiciones. La descripción de las taxocenosis ha sido aproximada mediante análisis numéricos y la
subsecuente estimación de parámetros de las comunidades o asociaciones, i.e.,
aplicando índices varios que se interpretan con sentido ecológico. Así, muchos
investigadores, especialistas y no especialistas como los conservacionistas, consideran la riqueza específica como sinónimo de diversidad (Magurran, 1988).
Índices como el 1-ʎ (diversidad de Simpson, 1949), el H’ de Shannon (Brower
et al., 1998) y la J’ (equidad) de Pielou (1969), describen las comunidades o
asociaciones en términos del número de especies y de su importancia (numérica
o en biomasa), o de la uniformidad con que se distribuyen los individuos o la
biomasa, entre los taxa; lo que refleja el grado de complejidad de la asociación.
Analizando asociaciones de diatomeas bentónicas, los índices más elaborados
referidos han sido propuestos como los más representativos de la diversidad,
sobre bases empíricas (Siqueiros Beltrones, 1990; 2002a). De esta manera, el
estudio de asociaciones mediante el análisis conjunto de los parámetros clásicos,
como diversidad de especies, riqueza, y dominancia, ha ayudado a definir patrones ecológicos durante el desarrollo de taxocenosis varias. Con base en esta
premisa, se han estudiado asociaciones de diatomeas bentónicas, tanto en condiciones de laboratorio, como en el ambiente natural (Siqueiros Beltrones, 2002a),
con el eventual propósito de coadyuvar en la comprensión de interacciones entre
los grupos taxonómicos que integran una comunidad. Por ejemplo, una diversidad elevada de las asociaciones de productores primarios podría representar un
mayor potencial de los recursos, derivado de la heterogeneidad de hábitat que
afectaría las poblaciones en otros niveles tróficos. Asimismo, podría buscarse
135
una interpretación en términos de la estabilidad real en el hábitat, de acuerdo
con los valores de diversidad y sus variaciones en espacio; o como indicador de
sus fluctuaciones en el tiempo, tanto de alta frecuencia (de sucesión), como de
baja frecuencia (estacionales), según el tiempo generacional de los organismos
en estudio.
En este sentido, el índice de diversidad de Shannon (H’) ha sido el más utilizado , históricamente, incluso que el de Simpson (Washington, 1984; Magurran,
1988; Siqueiros Beltrones, 1990, 2002a) y quizá lo sigue siendo. Sin embargo,
a pesar de su propiedad de permitir la comparación entre muchos estudios, ha
existido mucha subjetividad en el uso de H’, debido principalmente a su sobrestimación y a las pobres interpretaciones ulteriores (Siqueiros Beltrones, 2002b).
Esto es, su uso a manera de una “bala mágica” (Washington, 1984) y su similitud con los parámetros estadísticos que condensan información, ha propiciado
un manejo inadecuado (Siqueiros Beltrones, 1990), incluso en muchos trabajos
recientes. En consecuencia, su confiabilidad como descriptor de taxocenosis o
comunidades ha ido perdiendo terreno, al enfocar su cálculo como un objetivo
y no como medios para derivar teoría ecológica. Los valores de H’ no deben ser
utilizados tan solo para indicar mayor o menor diversidad en una u otra muestra
(o taxocenosis), para luego buscar alguna correlación con otras variables, ya
sean bióticas o abióticas. Sin embargo, por lo general es hasta allí a donde llega
su empleo y su magro aprovechamiento. Es recomendable y necesario que, al
menos, se deban identificar patrones sobre la base de su análisis que vinculen la
teoría de la información con algún campo de teoría ecológica o biogeográfica.
En este ensayo se contrastan los significados de los valores de diversidad calculados sobre la base de la teoría de la información (H’ teóricos y observados)
con el objetivo de aclarar su significado en términos de la entropía del sistema y
las características de las propias asociaciones, tales como orden, uniformidad y
estabilidad.
La interpretación de H’. En virtud de que la teoría de la información no redituó
buenos resultados al ser aplicada en psicología y sociología (von Bertalanffy,
1968), emergió la advertencia de que su potencial contribución a la teoría ecológica igualmente pudo haber sido sobrestimada, por lo que su uso aparentemente inadecuado en este campo bien puede ser sintomático de que no tiene
un significado ecológico ulterior. Ahora, antes de dictaminar en este sentido (lo
cual se extendería a otros índices, sobre todo aquellos basados en teoría de la
información) es menester hacer una reflexión analítica sobre el uso, el significado y las implicaciones del valor de H’ como medida de la diversidad (Siqueiros
Beltrones, 2002b). De acuerdo con este planteamiento, uno de los problemas a
resolver por el usuario del índice consiste en definir hacia dónde debe dirigirse la
interpretación de los valores de diversidad calculados.
Al igual que toda investigación científica de índole ecológica, el concepto y las
medidas de diversidad de especies basadas en la teoría de la información deben
136
ser dirigidas hacia la elaboración de teoría ecológica, i.e., qué dicen acerca de
una taxocenosis y del sistema. Para llevar adecuadamente el manejo anterior es
imprescindible conocer las bases sobre las que se sustenta el concepto de diversidad, pero sobre todo entender su relación o analogía con el cálculo de H’. Así,
originalmente, este parámetro se derivó de la teoría matemática de comunicaciones, como una medida en teoría de la información (Shannon, 1949), sin sentido
ecológico alguno; aunque no resultó del todo ajeno a la biología (neurología)
gracias a las aportaciones de Norbert Wiener (Alanis, 1978). Esta similitud es
más sorprendente, aun cuando se observa la similitud algorítmica con el cálculo
de la entropía (Weaver, 1949).
De acuerdo con lo anterior la H’ fue propuesta originalmente como una medida
de la información (H’ = - ∑ pi log2 pi), pero no en el sentido de un significado
específico, sino del potencial en un mensaje, i.e., lo que podría decir (Weaver,
1949). Esto eventualmente se utiliza para determinar la libertad de utilizar los
símbolos implicados, no sujetos a redundancia estadística, en un mensaje dado.
Igualmente, se le considera una medida de la incertidumbre en dicho mensaje,
equiparada con la libertad de escoger. Con ello se determina qué tanto sería información: H’observada / H’máxima o potencial (entropía relativa) y qué tanto
sería redundante; lo que sobre la base de las proporciones utilizadas (pi) sería
redundancia = [1 – (H’obs/H’max)].
Ahora, un valor calculado de H’ mide un grado de incertidumbre dentro de la
información analizada (en un mensaje), mismo que se deriva de la decisión
entre dos opciones o respuestas a cada pregunta (von Bertalanffy, 1968). De ahí
la necesidad de apegarse al algoritmo original que se basa en la lógica binaria
(Shannon, 1949), misma que deriva de la lógica del pensamiento humano y caracteriza la aplicada en electrónica, principalmente de la computación. Asimismo, aunque se ha afirmado que al utilizar H’ como índice de diversidad carece de
importancia el que se use una base logarítmica u otra, sean bits, nats, o decits de
información (Brower et al., 1998; Magurran, 1988), su interpretación ulterior se
basa en información binaria y consecuentemente su lógica según fue concebido
el algoritmo original.
De acuerdo con lo anterior, las inferencias surgidas del análisis de la diversidad de especies están estrechamente vinculadas a los taxa que componen dicha diversidad, mientras que las unidades propuestas para H´, o sea, bits/seg y
bits/símbolo, han sido adaptados a la ecología como bits/individuo (Margalef,
1982). Sin embargo, para que tenga un sentido, un símbolo equivaldría a un
taxón, usualmente de categoría especie; es decir, la información habría de medirse como bits/taxón dentro de una muestra de una comunidad, asociación, o
taxocenosis. Con ello se representaría la entropía del conjunto de probabilidades
o H´ de los distintos taxa, i.e., la información, incertidumbre u otras opciones;
también referida como entropía promedio en (el mensaje de) la muestra examinada (Shannon, 1949). La aproximación de bits por individuo implicaría que una
muestra con muchos individuos rindiera una mayor información, aun cuando
137
hubiera pocas especies o solo una.
Ahora, ciertamente en una muestra hay casi siempre pocos taxa muy abundantes
y abundantes, y muchos raros o poco comunes, por lo que los distintos taxa en
una muestra tendrán distintas incertidumbres para ser seleccionados en un momento dado. Consecuentemente, el concepto de entropía promedio es también
cuestionable, ya que H´ en el algoritmo es únicamente una sumatoria de todas
las probabilidades individuales (de cada taxón). No obstante, es una medida de la
entropía y de la incertidumbre, u opciones, producto del orden o desorden en la
muestra y derivado de las distintas probabilidades de los taxa. Entonces, un valor
promedio se entendería mejor como una H’max (= log2 S), en donde las probabilidades promedio de todos los taxa en la muestra sumarían el valor máximo posible de entropía cuando todos los taxa esten representados igual numéricamente.
Por otra parte, valores medios o promedio no son siempre la mejor representación estadística, no sólo por la distinta escala del juego de datos (v. gr., ordinal o
nominal vs. intervalo y proporción), sino por su significado y aplicación. Aunque al tratar con teoría de la información el significado no es el propósito, sino
la libertad de opción (Shannon, 1949), nuestra interpretación ecológica requiere
que el valor calculado de H´ sí tenga significado.
En ecología, el H’ como medida de la diversidad de especies se adoptó como
indicador de la incertidumbre de que un determinado espécimen tomado al azar
de una muestra de una comunidad (o taxocenosis) pertenezca a una cierta especie. Cuando los valores de H’ son altos la incertidumbre será alta, debido a
que muchas especies estarán igualmente representadas y la diversidad será alta.
Mientras que un valor bajo indicará poca incertidumbre, o mayor certidumbre
de que los individuos recolectados pertenezcan a una misma especie, o sea, las
dominantes; ergo, la diversidad será baja. Pero es necesario prever las implicaciones de este tipo de respuesta y cómo se integran a la teoría ecológica.
Recapitulando las bases de la teoría de la informaciónpara sistemas de comunicaciones, la incertidumbre representada por H’ se relaciona o es análoga con la
entropía, misma que se aplica como la medida del desorden dentro de un sistema
(Weaver, 1949). Es decir, se establece una relación directa: a mayor H’ ↔ mayor
incertidumbre ↔ mayor información ↔ mayor entropía ↔ mayor desorden. Si
lo anterior es cierto para un sistema determinado, entonces, al adoptar la teoría
de la información para analizar diversidad, el esquema que conlleva habrá sido
aceptado también en ecología. En este caso se agregaría que la mayor diversidad
implica una mayor complejidad estructural de la taxocenosis y, consecuentemente, una mayor estabilidad (Brower et al., 1998).
De acuerdo con lo anterior, mayor H’ ↔ mayor diversidad ↔ mayor complejidad estructural ↔ mayor incertidumbre ↔ mayor información ↔ mayor entropía ↔ mayor desorden ↔ ¿mayor estabilidad? Normalmente asociamos estabilidad con orden. Asimismo, quedaría en los mismos términos contradictorios el
138
concepto de organización característico de los sistemas vivos. Estos representan
un sentido contrario a la entropía, es decir, reflejan negentropía, misma que aumenta con la organización y el orden. Aunque, de hecho, aquí discrepan el significado de lo que se entiende por información (H´) según Shannon (1949) y la
interpretación de von Bertalanffy (1968); para este último, (mayor) información
↔ (mayor) negentropía.
La concepción generalizada en términos de entropía es, que existe una tendencia
de ésta a incrementarse en los sistemas, es decir, hacia el desorden; mientras que
la organización propia de los seres vivos tiende a disminuirla; esto es, tiende al
orden. Ahora, de acuerdo con su algoritmo (H’= -∑ pi log2 pi) los valores de H’
aumentan con el potencial de la información en comunicaciones, pero en Ecología denotan igualmente un incremento en diversidad; en ambos casos implica un
aumento en la entropía de los sistemas y, consecuentemente, un mayor desorden.
Es evidente que una cierta base empírica es necesaria para establecer referencias
de cómo se manifiesta en la praxis, la diversidad medida con base en la teoría de
la información (H’) en términos de orden.
Referencia empírica. En teoría ecológica una elevada diversidad conlleva, supuestamente, hacia una comunidad estable (Pielou, 1968). Para evidenciar la
aparente paradoja entre la diversidad de especies (H´) y la estabilidad se necesita
contrastar una imagen de orden y uniformidad en una taxocenosis. En experiencia propia en estudios con diatomeas bentónicas y de acuerdo con la riqueza de
especies máxima observada en una muestra con S = 64 (López Fuerte y Siqueiros Beltrones, no publicado), la diversidad observada (H’= 4.43) se deriva de
una distribución muy heterogénea (Fig. 1a); esta es una distribución típica que
ejemplifica la gran mayoría de las muestras de este tipo.
Mientras que, la diversidad máxima posible (teórica) con la misma riqueza de
especies y con una equidad máxima (J’= 1) sería H’= 6.0. Este esquema (Fig. 2)
parece más ordenado que cualquier otra opción, dada la clara uniformidad en la
distribución de las abundancias entre los taxa. Sin embargo, de acuerdo con las
equivalencias propuestas en teoría de la información, dicha uniformidad (máxima diversidad H’ ↔ máxima entropía) habría de denotar un máximo desorden
para una taxocenosis, lo que se antoja paradójico, según la figura 2. De hecho, resulta muy improbable que tal diversidad, o algo aproximado, refleje una taxocenosis (o comunidad) estable, ya que no ocurre en la naturaleza. Las distribuciones jerarquizadas de los otros ejemplos estudiados (como el de la figura 1b), por
el contrario, representan la gran mayoría de los casos. En estos, se encuentran
casi siempre unas cuantas especies muy abundantes, pocas especies comunes y
muchas especies poco comunes o raras, definiéndose así una taxocenosis típica.
Entonces ¿cómo sería la relación entre estabilidad y la diversidad de una taxocenosis? Las distribuciones heterogéneas representadas en la figura 1a y 1b, son
derivadas de observaciones directas, y altamente probables; por lo tanto, reflejan
una estructura típica que es realmente estable. En la gran mayoría de las observa-
139
Figura 1a.- Distribución de abundancias relativas (N = 1000) entre 64
taxa de una muestra de diatomeas bentónicas con H´ obs = 4.43.
Figura 1b.- Distribución ordenada de abundancias relativas (N = 1000)
entre 64 taxa de una muestra de diatomeas bentónicas con H´ obs = 4.43.
ciones, se ha registrado dicha distribución (log-normal) de las abundancias entre
los taxa. Esta distribución jerarquizada de las taxocenosis y comunidades es más
la regla que la excepción en gran número de sistemas (Margalef, 1982); refleja
la estabilidad en los sistemas, así como los cambios en entropía del sistema que
se llegan a notar en las taxocenosis como altibajos en H’.
140
Figura 2.- Distribución teórica de abundancias relativas (N = 1000) entre
(32 de) 64 taxa de diatomeas bentónicas de una muestra con H’ max = 6.
Las distribuciones estables pueden significar valores de diversidad de entre 1 <
H’ < 5. Así, en un estudio sobre la distribución de las frecuencias de 889 valores
de H’ derivados de distintas investigaciones con diatomeas (Siqueiros Beltrones,
1998) los valores más comunes (>50%) cayeron entre 2.6 y 3.8; estos pueden ser
considerados valores modales de diversidad. Otro subconjunto de valores de este
mismo estudio, varió entre 4.2 y 5, que caen entre los máximos. Por otra parte,
en uno de los pocos estudios sobre sucesión de especies con diatomeas del bentos, se observaron (experimentalmente) valores de H’ entre 2.9 y 3.74, y entre
3.45 y 4.33, a siete días de colonizado el sustrato (Siqueiros Beltrones 2002c).
Estos valores variaron de manera alternada entre valores más altos de dominancia y de diversidad en la segunda semana; en la tercer semana H’ descendió a
0.7 - 1.4, con una subsecuente recuperación hasta > 2 - 3.59.
De acuerdo con lo anterior, cuando los valores de H’ son más elevados (comparativamente para cada tipo de estudio) podrían representar, ya sea, una alta
diversidad de una taxocenosis, o más bien una determinada etapa en las continuas sucesiones cíclicas de las comunidades. Si dichas comunidades se hayan
en equilibrio y por consiguiente también las taxocenosis que las constituyen,
estas son también estables; la base empírica está dada por su permanencia como
comunidades bien identificadas en las que se distinguen combinaciones particulares de factores.
Ciertamente, la dependencia de los valores de H´ en el número de taxa dificulta
la comparación entre taxocenosis con riquezas muy dispares, como en estudios
con diferente tipo de organismos. No obstante, el uso de una diversidad relativa
como J´ (equidad) permite este tipo de comparación. Así, los valores de H´ habrán de utilizarse para calcular la J´ en aras de interpretar si la diversidad medida
corresponde a la asociación o comunidad estable, con su poca uniformidad y un
141
orden jerarquizado, o se encuentra en alguna etapa transicional (valores bajos o
altos) que denota inestabilidad. Tales cambios pueden ser analizados, a nuestro
juicio e interés particular, con referencia en factores varios, según nuestra perspectiva del ecosistema.
LITERATURA CITADA
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Brower, J.E., J.H. Zar y C. N. Von Ende. 1998. Field and laboratory methods for
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Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. 2005. Una paradoja
sobre uniformidad vs. orden y estabilidad en la medida de la diversidad de
especies según la teoría de la información. Ludus Vitalis 13 (24):1-10.
143
Serendipia y Método Científico; origen trombolítico
de lagunas costeras
David A. Siqueiros Beltrones
INTRODUCCIÓN
En agosto del 2005, mientras se recolectaban muestras de diatomeas (microalgas) de sedimentos en playas de la laguna costera conocida como Ensenada de
La Paz, B.C.S. (Fig. 1), se notaron extensiones de sustrato aparentemente rocoso
(plataformas) adentrandose al mar; su superficie era en general verdosa oscura
y estaban asociados con extensos tapetes activos de cianofitas creciendo a su
alrededor. Un examen rápido reveló que las estructuras en cuestión consistían
en conglomerados de sedimentos a manera de coágulos (trombos) rodeados por
una cubierta de algas azul-verdes. Esta relación atrajo más la atención generando
varias preguntas, la primera de ellas: ¿qué eran? y ¿si estas formaciones habían
sido registradas? Algunos colegas confirmaron la duda acerca de si habían sido
notados antes pero sin consecuencias, ya que no se contaba con bases para reconocer su naturaleza.
El interés por la investigación inicial con diatomeas pasó a un segundo plano,
máxime al constatar que no existía registro formal alguno de estas formaciones
rocosas. Así fue por lo que en esta ocasión el azar se sumó a bases cognoscitivas
que permitieron desarrollar teoría científica a partir de un evento de serendipia
(azar). De las elucubraciones se saltó inferencialmente a la construcción de hipótesis; se trataba de trombolitos vivos, activos, o en formación (Siqueiros Beltrones, 2006; Siqueiros Beltrones et al., 2006a. Las bases conforman el marco
teórico, mientras que la construcción de hipótesis permite la vinculación teórica
con la base empírica que en este caso la precedió (hipótesis post-facto); ambos
elementos son requeridos para que haya método científico (MC) como se describe a continuación.
Marco teórico. Las cianofitas han construido estructuras rocosas durante millones de años; estos se denominan, en general, microbialitos. Los más conocidos
son los estromatolitos, que se caracterizan por presentar capas o láminas que
evidencian el crecimiento vertical de cianofitas filamentosas y la acumulación
de sedimentos que se cementan con carbonatos y se fosilizan; este proceso lleva
miles y millones de años. Los trombolitos son también microbialitos, i.e., estructuras biosedimentarias carbonatadas originadas por actividad microbiana, principalmente cianofitas; dichas estructuras son producidas por entrampamiento,
precipitación y apisonamiento de sedimentos, como resultado del crecimiento
y de la actividad metabólica de microorganismos, principalmente cianofitas. Su
formación en el intermareal marino requiere condiciones similares a las de los
estromatolitos. El término trombolito se relaciona con grumo hecho piedra y con
estructura conglomerada, sin que exista una laminación como la que presentan
145
Figura 1.- Localidades en donde se registraron protrombolitos y/o trombolitos, dentro de la Ensenada de La Paz, B.C.S., México.
los estromatolitos (Stal, 2000; Charpy et al., 1999). Aunque estos trombolitos
vivos o activos se describieron recientemente como el primer registro para la
región y el país (Siqueiros Beltrones et al., 2006a), se vertieron dudas legítimas
sobre su autenticidad (J. Murillo, com. pers.) dada su baja compactación versus
la consistencia de los microbialitos fósiles.
Las estructuras tentativamente identificadas como trombolitos vivos o activos
posteriormente se denominaron protrombolitos, aludiendo a las formaciones
primeramente descubiertas que son sedimentos más o menos compactados sin
litificación. Sin embargo, se reafirmó la hipótesis de que estos representan el
proceso intermedio en la formación de trombolitos; el paso inicial sería la formación de gruesos y extensos tapetes de cianofitas, el final, la litificación de los
sedimentos atrapados y compactados. Las estructuras litificadas fueron halladas
poco tiempo después de acuerdo con las predicciones (Siqueiros Beltrones et al.,
2006b).
A partir de todo lo anterior surgieron las preguntas o el problema científico;
este es elemento que echa a andar el ciclo de investigación y uno de los más
ricos del MC, toda vez que representa la fuente de la creatividad científica. ¿Qué
papel ecológico o geológico llevan a cabo los crecimientos protrombolíticos
descubiertos? ¿Qué tanto se extienden dichas estructuras alrededor de la laguna
costera? Con base en éstas se plantearon las siguientes hipótesis:
Hipótesis general: La actividad protrombolítica promovió la punta hipotética
que generó la barra arenosa El Mogote y consecuentemente ocasionó la formación de la laguna costera (Ensenada) de La Paz a partir de una ensenada primi-
146
tiva existente hace unos 6000 años; esto de acuerdo con las interpretaciones de
Nava Sánchez & Cruz Orozco (1989) sobre la teoría que explica la formación de
lagunas costeras en general.
Asimismo, se derivaron varias hipótesis complementarias, mismas que fueron
respaldadas por las observaciones respectivas (Siqueiros Beltrones, 2008):
H1) Formaciones protrombolíticas se presentan en la mayor parte de los márgenes de la laguna.
H2) Estas habrán de encontrarse tierra adentro, enterradas o expuestas.
H3) Las estructuras más consolidadas (y litificadas) se presentarán en la base
de El Mogote y otras puntas, mostrando la relación entre su presencia y el
crecimiento mar adentro.
H4) Las estructuras más consolidadas (litificadas) conforman roca de playa (de
la cual sí existían registros).
H5) Las estructuras protrombolíticas presentan cubiertas activas de cianofitas
filamentosas.
H6) Se hallarán tapetes de cianofitas conglomerados pero no compactados como
resultado del entrampamiento y acumulación de sedimentos que representen
una etapa transicional.
MÉTODO
Con el fin de contrastar las hipótesis y cumplir los objetivos implícitos, i.e., responder las preguntas planteadas, se diseñó una estrategia dirigida a conocer la
distribución y los grados de compactación de las formaciones trombolíticas; se
localizaron cuatro sitios en la laguna con formaciones trombolíticas. En fechas
subsecuentes se hicieron exploraciones esporádicas en El Conchalito, El Mogote
(Fig. 1) y Balandra, localizada fuera de la laguna de La Paz, con el fin de descubrir nuevas formaciones y conocer mejor su extensión y distribución, así como
su grado de asociación con los bosques de manglar.
En todos los sitios se recolectaron fragmentos de trombolitos y protrombolitos;
en algunos se hicieron mediciones de los arrecifes y se tomaron mediciones de
temperatura y salinidad. Asimismo, se hizo una extensa documentación fotográfica de las distintas formaciones representadas. En el laboratorio, las cianofitas
se desprendieron de los fragmentos de trombolitos con agujas de disección y se
identificaron en fresco. Se identificaron con base en Charpy y Larkum (1999),
López Cortéz (1999) y Whiton y Potts (2000). Muestras de trombolitos litificados fueron examinados petrológicamente mediante la elaboración de láminas
delgadas.
147
RESULTADOS
Las formaciones trombolíticas de la Ensenada de La Paz resultaron ser el primer
registro de protrombolitos y de trombolitos modernos (no fósiles) para el país
(Siqueiros Beltrones, 2008). Estos últimos consisten en estructuras conglomeradas sin laminación, a base de arena y otros sedimentos compactados, entre los
que se aprecian abundantes fragmentos de conchas y rocas atrapados. Los rodea
una cubierta conformada por cianofitas filamentosas, principalmente Microcoleus chthonoplastes, la cual presenta filamentos multiseriados largos con una
funda mucilaginosa conspicua (Fig. 2). Sin embargo, se aprecia un complejo de
formas filamentosas como Oscillatoria limosa/Lyngbia aestuarii, con filamentos homogéneos, así como formas más delgadas que se fragmentan; también son
comunes Spirulina sp., Oscillatoria spp., Calothrix spp. y formas unicelulares
como Chroococcus turgidus y Aphanotece sp.
Los protrombolitos de la laguna de La Paz están formados por estructuras continuas (plataformas) o arrecifes, así como por fragmentos de tamaños variados
que, en conjunto, alcanzan dimensiones muy distintas. La primera formación
protrombolítica reconocida se ubica en la punta de la península de El Conchalito
en la playa norte del campus del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas
(CICIMAR – IPN); esta formación define una punta, y sirve de sustrato a plantas
de marisma como Salicornia sp. (Siqueiros Beltrones, 2006). En otras se anclan
mangles: Laguncularia racemosa (blanco) y Avicennia germinans (negro); en
estos casos se trata de ejemplares aislados (Fig. 3). En El Conchalito, algunos
Figura 2.- Filamento multiseriado dentro de una funda mucilaginosa
gruesa de la principal cianofita formadora de protrombolitos (Microcoleus
chthonoplastes).
148
protrombolitos afloran a la altura de donde ya hay asentamientos urbanos; otros
se hallan cubiertos por lodos o tierra en diversa zonas. Mientras que en los bajos
lodosos del CICIMAR, detrás de la línea de manglar afloran en algunas partes
placas petrificadas o trombolitos sensu stricto. En otros sitios se evidencia o se
sospecha su presencia dada la ausencia de galeras (hoyos) donde habitan los
cangrejos violinistas, que son abundantes en el sistema de manglar.
La segunda localidad explorada fue El Centenario, en la zona donde la carretera
se acerca más a la playa. Aunque no se observaron etapas finales o trombolitos (estructuras petrificadas), se registraron evidencias de los procesos iniciales, en la forma de extensos tapetes de cianofitas; algunos de estos ya formaban
promontorios de finos sedimentos atrapados (Fig.4), así como remanentes de
protrombolitos que se extienden hacia la playa desde la zona de asentamientos
humanos, a manera de escalones de lodo solidificado. Esta área está flanqueada
por bosques de manglar, los cuales se hacen más extensivos conforme se alejan
de los asentamientos humanos.
Una tercera localidad se ubica al norte del Centro de Investigaciones Biológicas
del Noroeste (CIBNor), en donde las formaciones son plataformas extensas y
proyecciones mar adentro que semejan roca, de manera similar a los famosos
estromatolitos de Bahamas (Fig. 5). No obstante, en su mayor parte son sedimentos consolidados con crecimientos delgados de cianofitas expuestos a desecación. Posteriormente se comprobó que las formaciones se distribuyen hasta la
vecina colonia El Comitán con algunos rasgos peculiares.
Figura 3.- Afloramiento protrombolítico en el campus CICIMar-IPN (El
Conchalito) con vegetación seca (Salicornia sp.).
149
Figura 4.- Tapetes de cianofitas (conglomerados) que atrapan sedimento
y formarán protrombolitos (El Centenario).
Figura 5.- Formaciones trombolíticas que semejan los estromatolitos de
Bahamas, en El Comitán, al norte del CIBNor.
150
En sentido opuesto, hacia el norte de El Comitán, se ubican plataformas adentradas en unas planicies lodosas que se denominaron Los Bajos. Estos protrombolitos son de consistencia semisólida y se rompen con cierto esfuerzo manual. En
esta localidad no se hallan mangles. Los trombolitos de Los Bajos y del CIBNor,
presentaban incrustaciones por balanos, lo que indican mayor antigüedad.
En el Estero Zacatecas, en la base de la barra arenosa El Mogote, se observaron
ejemplares diversos y extensos de protrombolitos bordeando el margen posterior
del manglar, mismo que se halla muy bien desarrollado. Tras la línea de mangles
(Fig. 6) se localizan placas litificadas a flor de suelo, así como bajo los sedimentos. También se hallan protrombolitos continuos bordeando la línea de manglar,
colonizados por plantas de marisma, principalmente Salicornia sp. Asimismo,
dentro de una misma área sobresalen bloques aislados un tanto más consolidados, así como placas petrificadas entre la zona de inundación (Fig. 7); estas
fueron las primeras evidencias de que el proceso alcanzaba la fase de trombolito;
en estos casos eran formaciones pequeñas o discretas. Con esto se respaldó la
hipótesis 3.
En una playa de El Mogote, localizada en frente del CICIMAR, se observaron
todas las fases (descritas) del proceso seguido por las estructuras trombolíticas,
tanto formadas, como en formación, y nacientes, i.e., tapetes gruesos de cianofitas en elevación por la acumulación de sedimentos. Junto a estas estructuras
Figura 6.- Placas trombolíticas casi petrificadas, detrás del manglar, Estero Zacatecas
151
Figura 7.- Bloques trombolíticos petrificados (trombolitos) del Estero
Zacatecas
sobresalen gruesas plataformas litificadas (trombolitos) en la parte superior del
intermareal, que se hallan sobre no petrificadas, mismas que a su vez están sobre
protrombolitos, y estos sobre la playa, en donde se pueden encontrar fragmentos
de trombolitos (Fig. 8). Estas playas están rodeadas por manglar y es común
encontrar mangles de distintas edades anclados en protrombolitos (Fig. 9).
Finalmente, en Balandra, ya fuera de la laguna de La Paz, pero en donde se halla
un importante bosque de manglar, se observaron extensos tapetes de cianofitas, también formando promontorios de sedimentos arenosos. Mientras que en
las playas más alejadas de los sitios de descanso se localizaron extensiones de
roca de playa que semejan formaciones trombolíticas y que han sido registradas
como roca de playa. Estas muestran numerosas depresiones por desgaste que definen múltiples pozas de marea. Se extienden desde el intermareal inferior hasta
el superior en donde se hallan cubiertas por arena de duna (Fig. 10). A diferencia
de los anteriores, estos aún no han sido estudiados ex profeso.
DISCUSIÓN
En gran parte, los procesos que generan protrombolitos y trombolitos se han
descrito para la roca de playa. Algunos autores han sugerido la participación de
cianofitas en la generación de ésta. Sin embargo, hasta ahora no se ha responsabilizado directamente a las cianofitas de la formación de tales estructuras, no
obstante que son declaradas responsables en el caso de los estromatolitos. En la
Ensenada de La Paz, en todos los casos se aprecia una estrecha relación entre lo
152
Figura 8.- Tapetes, placas y estratos trombolíticos y protrombolíticos en
El Mogote.
Figura 9.- Ejemplar de Avicennia germinans anclado en extensión trombolítica de El Conchalito.
153
Figura 10.- Roca de playa en el intermareal de Balandra, BCS. Estos
arrecifes semejan estructuras trombolíticas recolonizadas por cianofitas
incrustantes.
que hemos llamado estructuras trombolíticas y el sistema de manglar. Sobre todo
como sustrato de anclaje para Avicennia y Laguncularia, ya sea en protrombolitos semi-consolidados o lodosos. Los sedimentos conglomerados por los tapetes
de cianofitas son desde muy finos (El Centenario) a arena media y gruesa, como
en los protrombolitos del CICIMAR o los escalones lodosos que caracterizan
los manchones de manglar en el área de estudio. En estos casos la apariencia de
dichos escalones es muy similar a la de los escalones protrombolíticos descritos
para varias zonas de la ensenada. Esto sugirió que quizá los sedimentos han sido
más bien atrapados y conglomerados por los tapetes de cianofitas y no por los
mangles.
De acuerdo con lo anterior, se colige que las formaciones protrombolíticas pueden ser determinantes en el anclaje de individuos de mangle. Mientras no existe
consolidación de los sedimentos las raíces de los mangles pueden penetrar los
protrombolitos, como se observa con las raíces aéreas de Avicennia germinans.
Conforme estos crecen y se multiplican van ocultando las formaciones sedimentarias, aunado a la subsecuente deposición de sedimentos finos característicos de
los bosques de manglar. Cuando las formaciones trombolíticas litifican pueden
incluir raíces de mangle que también se litifican (Fig. 11). Así, la función atribuida a los manglares como trampas de sedimentos debe ser analizada nuevamente
bajo la perspectiva del crecimiento previo de los tapetes de cianofitas y las for-
154
Figura 11.- Trombolitos en una playa de El Mogote; se muestran rizolitos, i.e., raíces (posiblemente de mangle) petrificadas.
maciones protrombolíticas generadas. Esto conduce a la hipótesis de que los
procesos de evolución de estructuras protrombolíticas serían los iniciadores de la
formación de sustratos sedimentarios que ganan terreno al mar y luego permiten
el establecimiento de los mangles.
Al contrario de las funciones que se han atribuido a los manglares como trampas
de sedimentos y la aceptación consecuente de su importancia en la protección
de los sistemas costeros que caracterizan, prácticamente nada se había descrito
sobre la función de las formaciones protrombolíticas. Casi todo lo que se ha generado teóricamente acerca de estas tiene enfoque paleontológico, hipotetizando
acerca de cómo se generaron tales estructuras en tiempos pasados y la analogía
con lo mejor conocidos estromatolitos. Sin embargo, aquí se presentan evidencias para hipotetizar que lo que se denominan protrombolitos tendrían una función de alto impacto en los procesos de progradación, con lo que se gana terreno
al mar y que finalmente llevaría a la desaparición de la laguna costera.
Aunque existen registros de trombolitos fósiles en Santa Rosalía, B.C.S. y de
estromatolitos fósiles en otras partes de México, así como de estromatolitos vivos como en Cuatro Ciénegas, Coahuila, las asociaciones de trombolitos y protrombolitos de la Ensenada de La Paz representan el primer registro de formas
marinas de que se tiene conocimiento para la región y para el país. Dado que
parecen rocas cubiertas por algas, es fácil acostumbrarse a su presencia, sin pre-
155
guntarse qué son. Así, no obstante que los trombolitos ganan terreno al mar contribuyendo a la formación de una laguna costera como la Ensenada de La Paz,
hasta ahora habían sido ignorados por la curiosidad general y habían sido ajenos
al interés de naturalistas y científicos. Se atribuye más a la curiosidad científica,
al menos en esta ocasión, el que haya resaltado la existencia de estas estructuras, para exponerlos al interés científico. En los sitios Centenario y El Mogote,
estudios geológicos locales habían registrado roca de playa; pero en el primero únicamente se hallaron protrombolitos, quizá porque estos llegan a semejar
ese tipo de roca y eventualmente llegan a serlo; estos se hallan alejados de los
manglares en la zona. Sin embargo, como se describió, alrededor se encuentran
extensos tapetes microbianos gruesos formando promontorios por acumulación
de sedimentos finos. Igualmente, las formaciones observadas en Balandra han
sido registradas como roca de playa pero sugieren procesos trombolíticos que
igualmente forman suelos costeros.
El modelo. Las cianofitas, mediante la formación de protrombolitos a la altura
del Estero Zacatecas serían determinantes en la evolución geomorfológica de la
laguna, la cual se originó a partir de una ensenada primitiva. El desarrollo de los
trombolitos en la laguna de La Paz ha sido un crecimiento mar adentro a manera
de punta. Así, la punta hipotética, sugerida por Nava y Cruz (1989) necesaria
para que pudiera haberse formado la laguna costera llamada Ensenada de La
Paz, habría crecido hacia el este, actuando como dique, afectando la circulación
del agua y propiciando la deposición de sedimentos. Para ello, primeramente se
habrían formado tapetes de cianofitas (cuestión de meses) con la consecuente
captura y compactación de sedimentos (pocos años) debido a su crecimiento y
permanencia que eventualmente generarían (en muchos años) los protrombolitos, manteniendo un crecimiento activo mar adentro. Así, aunque con efectos a largo plazo (tiempo geológico), i.e., miles de años y con referencia en los
6000 años atrás cuando la ensenada primitiva carecía de una barra (Nava y Cruz,
1989), la ahora laguna de La Paz habría quedado definida al formarse la barra
conocida como El Mogote. Igualmente los protrombolitos serían responsables
de la formación de roca de playa discretamente localizada en algunos puntos del
intermareal superior y del supramareal de los márgenes de la laguna. Suponemos
también que la roca de playa más típica localizada en Balandra, tiene este origen;
en esta localidad apenas se iniciaron las observaciones de campo y se examinan
algunas muestras.
Las condiciones ambientales en la laguna de La Paz como, fondo somero, elevadas temperaturas la mayor parte del año, elevada salinidad (aunque no extrema)
y sobre todo, la baja energía hidrodinámica, han permitido que las cianofitas
que forman extensos tapetes en la laguna, desarrollen formas de crecimiento
que resultan en la extensa formación de protrombolitos y consecuentemente del
establecimiento de manglares. Estudios sedimentológicos en curso ayudarán a
precisar qué condiciones ambientales resultan selectivas y determinan su formación; esto incluye procesos de calcificación, el cual juega un papel importante en
156
la consolidación y litificación de estas estructuras.
CONCLUSIÓN
Lo anterior demuestra que la serendipia puede presentarse ante cualquiera dentro
de nuestro ámbito científico, por lo que es menester estar abierto a cuanto nos
rodea y bien preparados; ser críticos, escépticos y sobre todo inquisitivos durante
y fuera de nuestras investigaciones, sin dar nada por hecho y echando a volar la
imaginación, la inventiva, la creatividad y la intuición, como parte enriquecedora del Método Científico.
AGRADECIMIENTOS
El estudio del que se deriva este ensayo fue financiado por los proyectos CGPI20040024 y 20050069 del Instituto Politécnico Nacional; se aprecia la colaboración de campo de Uri Argumedo Hernández, Oscar U. Hernández Almeida
y Avryl Acevedo González, y la asesoría de Janett Murillo de Nava respecto a
procesos geológicos.
BIBLIOGRAFÍA
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recientes registrados por primera vez en México. CICIMAR Oceánides, 21
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B. A. & M. Potts (eds.). The ecology of cyanobacteria; their diversity in time
and space. Kluwer Academic Publishers. Dordrecht, Holanda. 669 p.
Whitton, B. A. & M. Potts (eds.). The ecology of cyanobacteria; their diversity
in time and space. Kluwer Academic Publishers. Dordrecht, Holanda. 669 p.
Presentado originalmente como: Siqueiros Beltrones, D.A. Serendipia y Método Científico; Origen Trombolítico de Lagunas Costeras. IV Congreso Internacional de Metodología de la Ciencia para la Educación. DF, 24-27 junio,
2008.
158
¿Qué es la vida? y filosofía científica
David A. Siqueiros Beltrones
INTRODUCCIÓN
No obstante que como biólogos nos desempeñamos tratando de entender el funcionamiento de cosas vivas bajo perspectivas muy distintas, es poco frecuente el
que hagamos reflexiones profundas sobre qué es la vida. Una explicación puede
derivarse examinando una situación similar que apenas se ha venido evidenciando, i.e., los científicos desconocemos la filosofía de la ciencia; en el mejor
de los casos se tiene una idea mínima que nos obliga a respetarla pero esto no es
suficiente.
Los científicos somos primeramente problematizadores, inventamos o descubrimos problemas que a otros no les preocupan; estos son preguntas que nos
hacemos acerca de la naturaleza (cosmos, universo, realidad). Ello es producto
de la actitud y forma de proceder que caracterizan al científico, mismas que identificamos en el humano en general y que son alentadas y cultivadas por la filosofía al grado de haber dado origen al pensamiento científico. Ello eventualmente
condujo a la realización de la ciencia como estructura de conocimiento “independiente” con su propio cuerpo de filosofía (científica). Dicha evolución se dio
con la insoslayable arrogancia de cuando se logra eximir en alguna actividad, v.
gr. Mediante afirmaciones como “solo el conocimiento científico es confiable”
ello es solo atribuible a los individuos que la practicamos. Sin embargo, existen
limitaciones para la ciencia como aquellas que fueron en gran parte señaladas
por la filosofía de Kant, en particular refiriéndose a lo que puede ser abordado
científicamente y aquello que no, al menos por ahora. Otras se relacionan con el
estado del conocimiento y el concomitante paradigma y nos dicta hasta donde
conocemos y qué es factible conocer.
La perspectiva filosófica. De acuerdo con lo anterior, junto con la filosofía
positivista podemos identificar la forma del pensamiento científico en nuestra
comunidad (ya sea nacional, latinoamericano o del primer mundo), lo que al
final de cuentas permite que el aparato científico funcione, i.e., que continúe la
actividad científica con base en el espíritu heurístico y la base teórica hasta ahora
construida, respaldada por amplias metodologías en el estado del arte, aunque
podría funcionar mejor si se tuviera plena conciencia de lo que la filosofía de
la ciencia representa para el quehacer científico, sobre todo durante el proceso
de formación del estudiante; es decir, la manera como enriquece la estructura
teórica y metodológica y, consecuentemente, el pensamiento científico. Con ello
podremos distinguir entre las diferentes interrogantes que nos inquietan, ya sean
desde una perspectiva filosófica o científica para poder abordarlas de manera
adecuada y funcional.
De acuerdo con lo anterior se deriva la premisa de que, por el momento, pre-
159
guntas como ¿Qué es la vida? no es algo que pueda ser abordado directamente
por la ciencia, ya que no constituye un problema directamente o únicamente
científico. Si acaso será una problemática aún identificada de manera incompleta; por lo que la primera tarea de la ciencia es desglosar exhaustivamente dicha
problemática en todas aquellas interrogantes cuya solución nos acerque a una
respuesta plausible. A partir de esto y bajo la visión sintética actual, el problema
¿Qué es la vida? resulta más de carácter metafísico que científico y por lo tanto
debe ser abordado principalmente desde ese punto de vista filosófico. En mi
opinión, bastante de lo que se propone ya ha sido considerado y muestra avances
provechosos aunque apenas primordiales en torno a esta pregunta. Es necesario,
sin embargo, continuar siendo crítico e inquisitivo, independientemente de que
dichos avances nos sean satisfactorios. Evidencias (o síntomas) para sustentar lo
anterior se ejemplifican a continuación.
Posiciones paradigmáticas. En lecturas diversas es frecuente encontrarse con
“actos de habla” o sea opiniones o enunciados que pretenden impactar en el
entendimiento de la gente aun cuando no tengan un sustento de base científica,
filosófica, o siquiera en el sentido común, tales como:
“…la situación no tiene precedentes, se desconoce en cualquier otra parte excepto en la materia viva…físicos y químicos jamás han sido testigos de tal…”
“…ningún siglo previo a éste (XX) ha tenido un efecto tan profundo sobre la
vida humana…” más sobre el temor que la curiosidad consecuente.
Los enunciados anteriores muestran una cierta arrogancia, más ingenua que
como producto de soberbia, ya sea de algunos científicos o de la ciencia en general. Asimismo, la posición de que “…la búsqueda de una definición de qué
es la vida está destinada al fracaso” i.e., Qué la cosa en sí (La Vida) es una visión Kantiana, no es una noción científica, pueden ser ciertas. Pero ello parece
también una filosofía arrogante ya que debe considerar el ritmo evolutivo del
conocimiento humano. ¿De verdad consideramos que sabemos tanto en el poco
tiempo que llevamos dominando el planeta, como para no entender que en varios milenios más nuestro conocimiento (y ojalá nuestra sabiduría también) será
mucho mayor?
Tales posiciones son cuestión, en gran medida de paradigmas (aquello que se
considera cierto, válido, verdadero, aceptable, etc., en un lugar y momento dados). Igualmente imposible y nefasto se consideraban muchos progresos derivados del pensamiento que actualmente nos parecen obvios. Ya vendrán cambios
paradigmáticos y éstos muy probablemente serán promovidos por los avances
científicos.
En mi opinión, podemos confiar en que el conocimiento generado en dicho futuro permitirá elaborar definiciones mucho más precisas de este y otros fenó-
160
menos y cosas, como evolución, universo, tiempo, espacio, conciencia, espíritu.
Sin embargo, a la par del avance del conocimiento, es menester que la filosofía
también lo haga e intervenga para lograr un balance adecuado entre los pensamientos humanistas, científicos y tecnológicos.
Lo primero que se evidencia de lo anterior es el procedimiento analítico, i.e., la
descomposición del problema en partes para estudiarlo mejor; algo de lo que un
estudiante de ciencias debe estar plenamente consciente antes de buscar soluciones.
Entonces ¿cómo se aborda filosóficamente dicho problema? Primeramente no
tratando de inventar el hilo negro sino considerando avances previos, primordialmente de índole filosófica y reconociendo los esfuerzos científicos dentro
de la temática pero en su real proporción. Así, podemos identificar corrientes
o doctrinas sobre el problema, como opiniones de diversa índole, por ejemplo,
siguiendo las formas de pensar aceptadas u…
Ortodoxia: 1) Espiritualismo; 2) Vitalismo; así como de las que se derivan…
Enunciados científicos: 3) Materialismo; 4) Reduccionismo (bioquímica, físico-química) /Mecanicismo (sistemas); 5) Biologismo; 6) Organicismo; 7) Física
cuántica, cuyas aproximaciones nos han conducido a establecer lo que denominamos Unidad (basado en reduccionismo), i.e. ¿Cuáles son las características
de la vida? a) Físicas (termodinámica); b) químicas; orgánicas; c) inorgánicas;
d) fisiológicas (homeostásis)? e) Autopoiesis (¿la vida proviene de la vida?); f)
Orgánico a partir de inorgánico.
Al menos, todas estas perspectivas deberán tomarse en cuenta al abordar la problemática que implica la pregunta central.
Asimismo, buscando el pensamiento complementario analizamos su Diversidad: ¿Cómo se manifiesta la vida? Sistemática, evolutivamente, Gaia. Nuestra
visión científica conduce nuestro intelecto hacia nuevas ideas y aproximaciones
para su entendimiento o Heterodoxia. En este apartado, la primera posición iconoclasta de acuerdo con la argumentación previa sería: sí es posible una definición de qué es la vida; alguna que permita cuando menos proponer problemas
sobre su origen....pero ¿sin saber qué es? Ya se ha intentado, al igual que se han
propuesto y adoptado muchas definiciones, v.gr., según el diccionario de la RAE
vida es: fuerza o actividad interna sustancial mediante la que obra el ser que la
posee; duración de las cosas. Asimismo, filosóficamente se puede recurrir a la
intuición y a partir de estos intentos de definición hacer propuestas de carácter
científico dirigidas a sustentar las tesis filosóficas mediante los enunciados científicos que emerjan de la investigación ex profeso. Para reflexionar.
LITERATURA CONSULTADA
Lazcano, A. 2008. What Is Life? A Brief Historical Overview. Chemistry & Biodiversity, 5: 1-15.
161
Murphy, M. P. and L. A. J. O´Neill. 1995. What is Life? The next fifty years.
Cambridge University Press, Cambridge.
Schroedinger, E. 1944. What is life? Cambridge University Press, Cambridge,.
162
El lenguaje instrumental en las nociones sobre la vida
y lo viviente
Mario Jaime
En el pensamiento de Nietzsche si no hay fundamentos últimos no existe un
lenguaje privilegiado sino muchos lenguajes que reclaman sus propios derechos.
Si todo es lenguaje nada puede escapar al dominio de lo simbólico. Según el
loco genial no hay hechos sino interpretación de los hechos. El lenguaje crea el
objeto, no lo expresa nada más. El sistema de poder (sea cual sea) señala qué hay
que entender y cómo entenderlo, ya sean los medios de comunicación, los padres
de familia, las autoridades religiosas o los profesores y académicos. El lenguaje
se vuelve un instrumento de poder y los conceptos herramientas al servicio de
ideas o ideologías imperantes.
¿La palabra es la cosa o evoca la cosa? ¿La palabra Nilo cabe en el Nilo como
escribe Borges en su poema? Este problema filosófico irresoluble que Platón
trata en su Cratilo es básico para abordar las relaciones de la posible realidad con
la concepción humana. La verdad deviene en una construcción social surgida en
un momento histórico dado que se vuelve dominante. Esta verdad incide sobre
las ideas de muchas personas que son pensadas bajo ella en lugar de pensar sobre
ella.
Michel Foucault plantea que en toda sociedad, el discurso es seleccionado y
redistribuido por procedimientos que tienen como función conjurar el peligro.
¿Peligro de qué? ¿De qué el discurso haga tambalear el poder de los que lo detentan? ¿Algo así sucede en el ámbito científico cuando se someten artículos o
trabajos ante el escrutinio de un comité?
Respecto a la vida, las palabras y los conceptos han evolucionado hasta adquirir
una configuración propia del momento histórico en que se utilizan.
El conocimiento no es un asunto desinteresado. Su uso reditúa y ayuda a establecer jerarquías. Es por eso que el predominio de ciertas palabras sobre otras en el
discurso biológico tenga una base nada inocente. El uso de metáforas, eufemismos y conceptos condiciona la relación entre el pensamiento y la cosa.
Así por ejemplo, el uso de justificaciones en los informes científicos se condiciona a un interés político o económico. ¿Por qué se tiene que justificar una investigación? ¿No basta con la pretensión de conocer la naturaleza?
El concepto de vida ha cambiado con los siglos. La palabra no significa hoy lo
que significaba hace mil años. Pero el significado que se le dé puede determinar
las relaciones de aquellos que la utilizan con sus fines específicos. Según Foucault la vida no existía antes del siglo XIX pues la noción entre ser vivo y ser
no vivo no operaba claramente. La misma palabra biología fue usada en sentido
163
moderno por Lamarck en 1802, antes de él se hablaba de una “filosofía natural”
o de “historia natural”.
En la actualidad se utilizan eufemismos para referirse a los seres vivos y sus relaciones con nosotros como si fuéramos seres aparte. Por ejemplo, no se masacran
tiburones o atunes, se capturan. Tampoco se asesinan ratas en el laboratorio sino
que se sacrifican. A veces no se habla de monos o ratas sino de agentes control.
La separación del humano (hombre) de los demás seres vivos es una noción de
poder. Para Descartes, por ejemplo, el hombre tiene una sustancia pensante y
otra extensa o física mientras que los animales y las plantas sólo tienen sustancia
extensa y por lo tanto carecen de alma y de raciocinio.
Negarle el alma o la razón a lo no humano ayuda a justificar la crueldad y la
matanza. Despojar al otro de lo que nos hace humanos, contribuye a minimizar
la responsabilidad de nuestros actos y a engrandecernos como si fuésemos los
dueños y señores del planeta. Por ejemplo, entre los pescadores y marineros
aún pervive la idea de que los tiburones no sienten dolor. Algunos fanáticos a
la tauromaquia tienen la misma idea respecto a los toros de lidia. La filosofía
judeo-cristiana y en general, la mediterránea de la antigüedad le niega el alma a
los no humanos e incluso a las mujeres.
En el Génesis 1: 27-28 podemos leer:
Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo Creó; hombre y
mujer los Creó. Dios los bendijo y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos. Llenad
la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo
y todos los animales que se desplazan sobre la tierra.” (Las cursivas son mías).
Esta noción es mucho más antigua que el Génesis, escrito en tiempos del rey
Josías. En el texto egipcio La Enseñanza para Merikare, del 2 200 a.NE se
ilustra la relación de la divinidad con el hombre:
Bien cuidada está la humanidad, el ganado de dios.
Él hizo el cielo y la tierra para ellos
Él dominó al monstruo marino,
Él creó el aliento para que pudieran respirar.
Ellos son sus imágenes, que surgieron de su cuerpo,
Él brilla en el cielo para ellos;
Para ellos él hizo las plantas y el ganado, las aves
y los peces para alimentarlos.
Este dios creador es Ptha o Atum, principios divinos. Los mitos subrayan el
carácter antropocéntrico. La tierra está creada para que nosotros la explotemos, nos nutramos de ella, la sojuzguemos.
164
En el Corán podemos leer: “Entre los animales, unos están hechos para llevar
fardos y otros para ser degollados.” El dualismo alma-cuerpo se justifica en pos
de un idealismo que busca la inmortalidad y la Gracia divina como destino del
hombre, pensamiento que en el siglo XIX se trocaría en un dualismo Naturaleza-Cultura, en la que los animales seguirían siendo servidores del hombre sin
posibilidad de trascendencia.
¿De dónde viene el eufemismo sacrificio que se usa para justificar la investigación invasiva sobre otros seres vivos? Los sacrificios han sido una constante en
casi todas las religiones. Derramar sangre y ofrecer la vida de otros para alimentar a los dioses es una actividad persistente de los ritos mágicos. Pero cuando
se han disuelto esos vínculos entre el más allá y nuestra realidad, queda sólo la
violencia. Entonces se cosifica al otro para minimizar el acto.
Una de las pocas religiones que se apartó de esta práctica es el Jainismo. Según
la tradición, el Jainismo se escindió del Hinduismo por estar en contra de los sacrificios de animales. Así, el ahimsa, o la no violencia se extiende hacia todos los
seres vivos. Los jainistas no consideran que los seres seamos iguales pero sí que
el alma es material y por lo tanto atómica. La materia está llena de almas y al ser
material cambia de tamaño, así el alma de un mosquito es pequeña mientras que
la de un rinoceronte es muy grande. Según Juan Miguel de Mora, el Jainismo
hace depender la ecología de la metafísica. Lo viviente es Jiva y es sinónimo de
alma. El jiva siente y actúa por lo que la abstención de matar a cualquier viviente
es la máxima virtud jaina.
En otro plano, que Mircea Eliade denominó religión de grado cero, el chamanismo crea su lenguaje, crea las palabras que pueden designar lo que carece de
nombre. Según Sergio Espinosa es porque el lenguaje nace de la noche y es
temporal y único. El delirio provoca un lenguaje sin idioma, primitivo o místico
según se desee parecido a la improvisación musical. Este lenguaje tiene como
objetivo la curación mediante la conciencia de que ni el cielo ni el infierno son
para nosotros. En el trance el cuerpo y el lenguaje se funden, lo desconocido es
la fuente del saber y lo que se vive no es comunicable en el sentido de los conceptos.
Los científicos, por otro lado, tienden a clasificar a la naturaleza nombrándola y
encasillándola. ¿Cómo clasificar lo que cambia, lo que evoluciona? A diferencia
del chamán que entiende que el hombre no está escindido de lo natural, el científico separa a los otros de sí.
Ciertas doctrinas metafísicas piensan que el hombre participa de la autoconciencia de sí mismo y de sus acciones, evaluando las consecuencias mientras que los
animales tienen sólo una conciencia inmediata que le impiden los actos reflexivos. Según esta doctrina pensada por Heidegger el hombre es la conciencia libre
de la vida, mientras que el animal tan sólo vive.
165
No todos los filósofos occidentales han defendido la separación del hombre y los
otros seres vivos. Boerhaave y La Mettrie redujeron el alma a un sentido interno
basado en el movimiento corpóreo. Ligar los animales al hombre en este sentido no era nuevo, ya lo habían pensado los discípulos de Aristóteles: Estratón y
Dicearco.
Para La Mettrie los animales y los hombres son máquinas orgánicas y más que
máquinas pues alcanzan un lenguaje. La Mettrie en pleno siglo XVIII plantea
una teoría de la evolución orgánica, pues el hombre es un mono que ha adquirido un lenguaje especial.
En el siglo XIX Luis Büchner escribió La Vida Psíquica de las Bestias donde
señaló la importancia que presenta el estudio del alma animal.
Alfred North Whitehead pensaba en el orden de la vida en términos de una organización poética, con relaciones orgánicas:
Así, un electrón dentro de un cuerpo vivo es diferente de uno fuera de él, a causa
del sistema total del cuerpo. El electrón corre ciegamente tanto dentro como
fuera del cuerpo, pero corre dentro del cuerpo, y este proyecto incluye el estado
mental. Sin embargo, el principio de modificación es perfectamente general en
toda la naturaleza y no representa ninguna característica peculiar de los cuerpos
vivos.
Esta organización fue evolucionando de una idea molecular de la vida a mediados del siglo XIX hacia un regreso a las regulaciones orgánicas. No es banal el
que J.D Watson —quien descifrara con Crick la estructura del ADN— cambiara
el título de su obra de Biología molecular a Biología molecular de la célula.
Por otro lado, el concepto de Ciberciencia de Keller en 1948 abrió nuevas perspectivas. La telegrafía o tele transportación de mensajes entre los seres vivos
permearon como metáforas biológicas provenientes de las teorías de la información.
Para François Jacob, el organismo vivo es una máquina cibernética. De ahí se
filtraron conceptos como mensaje genético o programación genética hacia la
biología del desarrollo. Las células se comparan a computadoras que intercambian información entre sí. Sin embargo, como piensa Anne Fagot-Largeault, ni
la nutrición, ni la reproducción, ni la defensa contra la depredación son problemas que se plantean las computadoras.
Lovelock, en 1979 hizo una analogía del planeta como un super organismo:
Gaia, lo que deriva en una metafísica totalitaria de su unidad en las teorías sistémicas.
Otros no están de acuerdo con que la Naturaleza sea un Ser debido a sus creencias religiosas. Buffon, desde su cristianismo, consideraba a la Naturaleza como
un sistema de leyes establecidas por el Creador. Según él, la Naturaleza no es un
166
ser sino una potencia viva, inmensa, que abarca todo pero se subordina a Dios.
Como la vida se resiste a clasificaciones rígidas —pues la evolución es un hecho, hay muchos tipos de reproducción y en algunos organismos sus estrategias
reproductivas pueden cambiar, las células forman tumores, hay mutaciones, etc.
— algunos pensadores tienden a usar conceptos plásticos. Como François Jacob
que usó el término bricolaje (tinkening) para expresar el carácter oportunista de
la evolución. Según Cournot la aparición de formas nuevas es un desafío para
la racionalidad nomológica. La inasibilidad de la vida a los conceptos lleva a
los filósofos y científicos a rozar la poesía. Por ejemplo Anton Danchin escribe
que “los organismos vivos son sistemas materiales que están construidos para
construir lo imprevisto”. Ciertas metáforas se consideran hipótesis irrefutables
pues, epistemológicamente no pueden confirmar que el objetivo es a lo que se
apunta. Estas son teleológicas como: los virus realizan una estrategia de invasión celular.
En el Mundo como Voluntad y Representación, Schopenhauer lo llama asombro
teleológico.
Adorno y Hockheimer realizaron una crítica de la razón instrumental preguntándose sobre el fracaso del Iluminismo constatado por las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Según la Escuela de Frankfort, en el siglo XX la técnica fue
la esencia de saber. (positivismo lógico). Lo que los hombres quieren aprender
de la naturaleza es la forma de utilizarla para lograr su dominio integral. Ninguna
otra cosa cuenta. Sin miramientos hacia sí mismo, el Iluminismo quemó el
último resto de su propia autoconciencia. Así, la naturaleza se transforma de un
en sí, en un para él, esto es, en sustrato de dominación, de apropiación por parte
del hombre. El sujeto, a su vez, siendo el dominador en cuanto tal, para serlo
determina una relación consigo mismo de sojuzgamiento.
Muchos científicos dejan de ser sabios para convertir su trabajo en un oficio al
servicio de lo inmediato. El pensamiento de muchas investigaciones se reduce
a reproducir regularidades. Expresa el predominio de un pensamiento que se
detiene en los datos inmediatos, en el nomen, nombre, dato como número sin un
concepto desarrollado. De esta forma “lo pensado”, ya no es lo nuevo sino lo que
ha sido decidido de antemano en su estructura.
Ya no son las matemáticas de Pitágoras ni Galileo sino una estadística ramplona.
Según Adorno y Hockheimer el número se convierte en el canon del iluminismo
positivista, reduciendo a priori lo heterogéneo a lo abstracto. El mundo como
“gigantesco juicio analítico” pierde la dimensión de lo nuevo y del misterio.
Recordemos que la palabra riqueza en la antigüedad significaba lo que no tiene
precio como la luz solar. Actualmente es sinónimo de dinero y producción material. La naturaleza devino en recursos naturales. Concepto ligado a la Economía;
la vida adquiere un valor monetario y se incorpora al Mercado. La alienación
total es supeditar absolutamente lo interno a la lógica del dominio, al dominio de
167
la naturaleza y de otros seres, la adaptación absoluta al mercado, o al consumo.
Así, la vida se calcula, no se aprecia. Por ejemplo, en 1991 se filtró públicamente un memorándum del Banco Mundial en donde su economista en jefe de
investigación apoyaba la exportación de residuos a países subdesarrollados. El
argumento detrás de esta decisión se sustentaba en que la esperanza de vida en
estas naciones es menor que en las desarrolladas y las rentas percibidas son más
bajas; así que, económicamente, es más acertado exportar contaminación ya que
se cuantifica el precio de las vidas de los pobladores de países pobres en una
décima parte de la vida de los de países ricos.
En un reporte del gobierno japonés defendiendo la caza de las ballenas se puede
leer que los cetáceos consumen tal cantidad de recursos pesqueros que se han
vuelto una plaga1.
El uso de nombres de animales como epítetos peyorativos es un claro ejemplo
del pensamiento de superioridad. Cerdo, zorra, cabeza de chorlito, cucaracha, insecto o la misma palabra animal pueden operar como insultos. Otra vez la tradición religiosa nos guiña en la base de estas nociones. En el Evangelio de Mateo,
el autor compara a los cristianos no judíos (circuncidados) con cerdos y perros.
San Cipriano, obispo del siglo III escribió: los herejes son “bestias con forma
humana” y “dragones venenosos”. Las compara con machos persiguiendo a muchas cabras o con garañones que relinchan al olfatear la yegua, y también con
cerdos gruñidores y verriondos:
A sus creencias las tacha de balidos, aullidos bestiales y ladridos.
El “santísimo” doctor de la Iglesia Católica y traductor de la Biblia, San Jerónimo decía que los herejes eran “reses para el matadero del infierno”.
En el Corán los que se han separado del camino recto, es decir, los infieles son:
“Aquellos a quienes Alá ha maldecido, aquellos contra los cuales está irritado, a
quienes ha transformado en monos y en cerdos”.
Históricamente, también se han aplicado insultos humanos ligados a características de un animal. Por ejemplo, el caló español del siglo XVI incorporó el
vocablo marrajo— matarife perdonavidas y bravucón— como sinónimo de un
tiburón grande. También el lenguaje de esta época se refiere a los tiburones como
cobardes y estúpidos; y en el siglo XX como máquinas perfectas de matar.
También hay un lenguaje exagerado que opera en sentido contrario. Después de
la publicación en 1976 de Liberación animal de Peter Singer, ciertas ideologías
exploran la homologación de los individuos humanos con los individuos aniNótese el uso de los vocablos. Las ballenas no comen: consumen. No
comen animales o presas sino recursos pesqueros y en lugar de ser animales que hacen lo que hacen por sobrevivir se vuelven una plaga en
perjuicio de los humanos.
168
1
males y surgen conceptos como especismo antropocéntrico. Incluso la noción
filosófica de persona tiende a extenderse hacia perros, delfines y otros primates
Cierto lenguaje tiende a antropomorfizar a los animales. Eso conlleva a cambiar
la percepción sobre ellos, que a veces tiene consecuencias fatales. Werner Herzog explora esta tesis en su documental Grizzly man sobre la muerte de Timothy
Treadwell, hombre que pasaba meses junto a los osos en Alaska. Treadwell comenzó a alienarse y en su lenguaje llamaba a los osos hermanos o hablaba sobre
la necesidad que tienen los osos de nuestro amor. Quién sabe qué tanto este lenguaje reflejaba una perspectiva torcida, el caso es que Timothy murió devorado
por un oso grizzli.
Ahora, para los estudiantes de ciencias biológicas ¿qué lenguaje es el adecuado
para referirnos a los fenómenos de la vida? ¿Cuáles son los argumentos detrás
de nuestras decisiones?
Quedan ciertas cuestiones para el lector que desea filosofar:
¿Nuestras nociones sobre la vida son objetivas?
¿Es congruente el fenómeno de la vida con nuestras nociones de los seres vivos?
¿Podemos tener conceptos objetivos sobre un fenómeno en constante evolución
como es la vida?
¿Inciden los vocablos en la percepción de los fenómenos vitales?
¿El lenguaje sobre los seres depende de los intereses y el entorno social e histórico
o del conocimiento científico?
Considerando que el uso del lenguaje nos define y establece nuestras relaciones
con el medio, no es banal pensar sobre el tema.
REFERENCIAS
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Deschner, K. 1990. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes,
desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana. Ediciones
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Espinosa-Proa P. Dos aproximaciones al chamanismo. A Parte Rei. No. 22.
Foucault, M. 1987. El orden del discurso. Ed. Tusquets, Barcelona.
Muhammad. Siglo VII. El Corán.
Munn, H. Los hongos del lenguaje. En. Harner M.J. Alucinógenos y chamanismo. Madrid. Ediciones Guadarrama.
169
Cómo interpretamos los científicos la visión de
Darwin en Biología; el recurso filosófico
David A. Siqueiros Beltrones
INTRODUCCIÓN
El Darwinismo puede considerarse la filosofía o doctrina base para la teoría
central de la Biología, esto es, La Evolución de la Vida; ello incluye todas sus
derivaciones no menos importantes, entre las que encontramos la propia tesis de
Darwin sobre uno de los mecanismos evolutivos, de cómo surgen o evolucionan
las especies mediante selección natural. Ahora, nos referimos a la Evolución
como teoría, al Darwinismo como doctrina o corriente filosófica y a El origen de
las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, como una tesis y para entender esto recurrimos
a argumentos filosóficos, no científicos.
Filosofía científica. Primeramente, una teoría científica es una propuesta formal
de conocimiento inferido, estructurado de forma lógica, que ha sido generado
con apego al Método Científico. La característica principal de las teorías científicas es que están y deben ser sujetas a crítica constante y severa. Esto tiene como
consecuencia la generación de conocimiento y toda una estructura lógica que las
enriquece, las corrige, o eventualmente las rechaza. Lo anterior está implícito en
la Filosofía de la Ciencia, la cual guía la forma en que procede el científico al investigar o al estudiar el conocimiento generado. Sobre esta base, se han generado
teorías como: el Origen de la vida, la Evolución, Teoría Celular, Genética, Taxonómica, Biogeográfica, la Teoría de la Relatividad, la Teoría sobre el Origen del
Universo, la Teoría de la homeostásis planetaria denominada Gaia y la Teoría de
la “Selección Natural”. La característica de estas teorías es que surgieron como
hipótesis que fueron, son y seguirán siendo puestas a prueba, por lo que su capacidad de explicar los fenómenos naturales es cada vez más precisa conforme se
obtienen nuevas evidencias. Ejemplo de lo contrario es la denominada “Teoría
de la Creación” que no es científica y a diferencia de las anteriores no es posible
cuestionarla, es dogmática y sólo se apega a la fe, sin recurrir a evidencias o a
demostraciones, en oposición a aquella que es científica. Su corriente filosófica
representa la línea de pensamiento basada, ya sea en creencias no sujetas a cuestionamiento alguno como el Creacionismo, o en evidencias como sucede con
el Darwinismo cuyos postulados son constantemente criticados, cuestionados y
puestos a prueba, dentro de un proceso reflexivo constante y positivo.
En consecuencia con lo anterior, cada una de las disciplinas de conocimiento
(taxonomía, biogeografía, genética, etc.) recurre a alguna doctrina general o su
propia filosofía; por ejemplo, Filosofía de la Biología, Filosofía Taxonómica,
Filosofía Biogeográfica, etc. De estas, algunas trascienden más allá de su campo de especialización, como el Darwinismo que se originó a partir de la Teoría
171
de la Selección Natural pero en mi opinión más a partir de su tesis “El origen
del hombre”. La primera es más compleja y consecuentemente de interés más
científico; mientras que en segunda se refiere a semejanzas entre mamíferos “inferiores” con el Homo sapiens y diferencias entre sus razas aludiendo discriminatoriamente a razas elevadas (superiores). Pero sobre todo cuestionando contundentemente la divinidad en su origen y aterrizándolo en un proceso evolutivo
congruente con la teoría central de la Biología, la Evolución.
De acuerdo con lo anterior, el Darwinismo se ha anidado en la Biología y ha
impactado a la sociedad en general, no solamente dentro de la comunidad científica; paradójicamente, es por esta última razón por la cual el Darwinismo es ampliamente conocido, referido, interpretado (bien y mal) pero poco discutido, más
a manera de un dogma. Sin embargo, esta última situación no es ajena dentro del
ámbito científico debido a que su enseñanza y de la Selección Natural a menudo
se hace sin que se cuente con bases filosóficas para tratar adecuadamente las tesis
que sustenta.
Siguiendo la línea de pensamiento anterior, según Karl Popper (el filósofo más
influyente del siglo pasado en ciencia) la Teoría de la Selección Natural, es presa
de una tautología “las especies existentes han sido seleccionadas a favor, mientras que las extintas han sido seleccionadas en contra”. El escritor colombiano
Fernando Vallejo opina algo similar en su obra “La tautología darwiniana”. La
filosofía científica prohíbe las tautologías toda vez que explican lo que sea sin
evidencia o demostración, imposibilitando incluso los procesos para generarlas.
Así, la propiedad tautológica de la Selección Natural permitía la explicación a
todo cuestionamiento. La argumentación contra este tipo de críticas, aunadas a
las sostenidas por los defensores del Creacionismo y la “Teoría de la Creación”
han propiciado el desarrollo del Darwinismo a partir de las tesis de Darwin;
pero han sido sus seguidores (contemporáneos y posteriores) quienes le dieron
su forma actual. De ahí que el Darwinismo como doctrina abarque todo tipo de
pensamientos apegados a sentido común y racionalismo, los cuales han exigido
congruencia en sus explicaciones, ya sean de carácter filosófico o científico,
Metodología científica. Mucha de la investigación científica en Biología utiliza
el método inductivo, es decir, a partir de observaciones repetidas somos capaces
de reconocer patrones o tendencias, condicionadas por nuestra intuición o quizá
por alguna hipótesis que preconcebimos (quizá deductivamente); el producto
de dicho proceso de inducción es un enunciado que describe un patrón, i.e., un
modelo que incluye y predice.
Solo con base en los métodos inferenciales inducción, deducción, abducción,
etc., se logra congruencia filosófica con aquellas corrientes o doctrinas filosóficas que ayudan a compenetrarnos, tanto en la ciencia y su método, como en
las hipótesis y teorías que se construyen. Así, como ejemplo para los “nuevos”
científicos, debemos entender la manera en que llegó Darwin a la construcción
de su tesis, es decir, su posición acerca de cómo surgen las especies y por lo
172
tanto, de cómo se diversifican y se relacionan entre sí. Es conocido que Darwin
hizo múltiples observaciones, abarcando cientos de especies de varias regiones,
que lo llevaron a reconocer patrones. Este proceso empírico al ser procesado
mentalmente (mediante lógica) es el que se denomina inducción, una forma de
inferencia que le permitió idear mediante abducción su (hipó)tesis (postulado)
de “el origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de
las razas favorecidas en la lucha por la vida”. Sin embargo, cuando el inductivismo (empirismo) fue severamente criticado por los filósofos de su tiempo a favor
de la deducción (deductivismo). Darwin optó por rechazarlo categóricamente,
antes de reconocer la fuerza del proceso inductivo en su propia obra, sin tratar de
conciliar las dos formas de inferencia (lógica) que caracterizan el pensamiento
científico. Así, a Darwin le tocaron cambios en la forma de hacer la investigación, es decir, en el Método Científico, pero no pudo seguir la evolución de dicho
método, cayendo en contradicción; al menos en cuanto a su interpretación del
Método. Desafortunadamente, de manera similar a lo que sucedió con Darwin,
los investigadores en Biología a menudo desconocemos o menospreciamos la
identidad del proceso lógico mediante el cual progresamos en nuestra investigación, es decir a qué hemos llegado inductivamente y luego qué hemos deducido.
Asimismo, es penosamente “creído” que proponer (abducir) hipótesis en estudios de Biología es improcedente. En contraste, la hipótesis así inferida por
Darwin es precisamente su propuesta más controversial, es decir, que las especies descienden de otras especies mediante transmutación (cambio); igualmente
dedujo que la misma especie humana descendía de formas “inferiores” (antropoides) o como se interpretó entonces, del simio1.De la misma manera en que a
Darwin le funcionó su método de investigación (inductivo), actualmente se usa
y funciona el método inductivo-deductivo y/o el hipotético-deductivo, paradójicamente, la mayoría de los investigadores y estudiantes de ciencias no están
plenamente conscientes de dichos métodos inferenciales.
El concepto de especie. Dado que la principal obra de Darwin trata sobre especies es congruente suponer que quienes nos involucramos en los aspectos científicos de la Biología (investigación, docencia, conservación, etc.), tengamos y
manejemos un concepto y una definición de especie bien reflexionado. Esto en
parte es cierto, pero dichas definiciones son aprendidas de memoria y se aceptan
independientemente de la congruencia que tenga el concepto que conlleva nuestra línea de investigación.
Esta situación reclama una aproximación filosófica que sustente nuestro concepto de especie. Si nos apegamos al Darwinismo, entonces invocamos la célebre
frase de T. Dobszhansky “En Biología nada tiene sentido si no es a la luz de la
1
Aunque esta idea no es original de Darwin. Lucrecio y Empédocles ya
habían pensado en un origen materialista a través de cambios orgánicos.
La idea de que el hombre desciende de otros primates o es un mono con
lenguaje ya fue teorizada por La Mettrie y por Lord Monboddo en el siglo
XVIII.
Nota de Mario Jaime.
173
Evolución”. Empero en la práctica nos encontramos con postulados como: El
concepto de especie es más una idea adaptable a nuestras observaciones sobre
los taxa que se estudian; por lo cual cabe preguntarse ¿cuál es la realidad del
concepto de especie en la práctica? Así, se debe comprender que las disciplinas
que llamamos Taxonomía y Clasificación conllevan filosofías que tienen como
propósito lograr un orden de carácter predictivo que muestre las relaciones naturales entre los organismos y taxones en que los agrupamos o clasificamos.
Este último término se refiere a grupos de organismos, como, Homo sapiens,
Canis familiaris, Macrocystis pyrifera, Orcinus orca, etc. ¡Los cuales llamamos
especies por ser la categoría taxonómica del taxón! Sí, algo confuso pero como
científicos no debemos perder la perspectiva y pasarlo por alto; pero, como lo
hacemos hasta la redacción se nos dificulta más y esto resalta en la práctica.
De la misma manera, los científicos que trabajamos con taxonomía, directa o
indirectamente en Biología con listas de plantas, algas o de animales (florística
y faunística), actuamos de manera pragmática o cínica pero reflexiva; es decir,
seguimos líneas de pensamiento, aunque a menudo inconscientemente, pragmatismo y cinismo. Pero ¿por qué? De acuerdo con Crisci y López Armengol
(1983) son cuatro corrientes o doctrinas filosóficas sobre las que se fundamenta la clasificación (Esencialismo, Cladismo, Feneticismo, Evolucionismo); sólo
que esto se hace de manera independiente más que conciliada. Mientras que en
la práctica el investigador combina las diferentes filosofías; esto es, toma de cada
concepto de especie características básicas que considera evidencias para discriminar entre taxa a nivel de especie encontrando que ello resulta biológicamente
congruente y operativo.
Entonces ¿cómo se diferencian tales doctrinas? ¿cómo es que podemos conciliarlas? y ¿cómo contrasta esto con el Darwinismo? Para enfatizar sólo en la crítica veamos dos: Esencialismo y Evolucionismo. Primeramente, el Esencialismo aristotélico de hace 2300 años sigue vigente; sostiene que existe y es posible
conocer la verdadera naturaleza o esencia de la cosa (la res) mediante la cual se
habrán de establecer clasificaciones naturales. Esta práctica contradice las posiciones de filósofos de la ciencia o de la biología como Popper, Kant y Mayr, de
la misma manera en que lo hace el Positivismo. Este por su declarada aversión
a las propuestas metafísicas o no fundamentadas en la realidad o los hechos. Sin
embargo, recordemos que Aristóteles no conocía algo sobre genes o genotipo,
nosotros sí; quizá intuimos la relación entre aquello que es esencial y el genoma,
el cual relacionamos con el fenotipo: forma, función, fisiología, anatomía, etc.,
comprendiendo así este concepto de especie que también denominamos tipológico. De la misma manera, Darwin desconocía las bases genéticas que subyacen
su mecanismo de especiación. Por su parte, el Neodarwinismo y el Evolucionismo han acoplado el conocimiento de genética a la idea de selección natural y
origen de especies, al menos dentro de la práctica en ecología.
La práctica en ecología. Entonces, si en la práctica la principal referencia que
tomamos al identificar y clasificar organismos a nivel de especie es su forma
174
(concepto morfológico, tipológico), evocamos el Esencialismo. Mientras que el
Evolucionismo parte del supuesto sólido de que especies relacionadas entre sí
son más parecidas y que dichos parecidos derivan de genotipos también similares. El término especie deriva de spectes que significa tipo, i.e., alude propiamente a la apariencia, al aspecto, lo que se ve en la cosa.
Así, aunque estamos conscientes de que los estudios en ecología y biogeografía
requieren de una base taxonómica confiable, más que nada, confiamos en las clasificaciones que no muchos taxónomos especializados llevan a cabo y a las que
contribuimos al señalar posibles incongruencias y relaciones a nivel de especie
en algún taxón. Claro que la situación difiere mucho entre líneas de investigación; pero aunque estemos interesados en investigar la distribución de una o dos
especies de macroalgas o tiburones, o en la riqueza y diversidad de diatomeas
o algas azul-verdes en una laguna costera, lo hacemos con escrúpulos en torno
al concepto y la definición de especie, buscando que sean congruentes con la
manera en que identificamos o reconocemos nuestras especies, o mejor dicho,
taxa. Asimismo, obviamos o reflexionamos (aunque quizá no lo suficiente) sobre
variaciones entre individuos y grupos (poblaciones) de la misma especie.
Para lograr lo anterior recurrimos o debemos recurrir a una filosofía que nos
permita elaborar argumentos sólidos que respalden nuestra posición; y esto se
halla representado en la filosofía propia de nuestra línea de investigación, ya sea
ecología, taxonomía, biogeografía, biodiversidad, etc., mismas que se relacionan
con el Darwinismo o con el Evolucionismo, y estas a su vez con Positivismo,
Pragmatismo e incluso Cinismo. En conclusión, más que una base científica, la
obra de Darwin ayudó a la construcción de doctrinas filosóficas de la Biología
y su Teoría (central) de la Evolución como son Darwinismo y Evolucionismo.
Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. A. 2009. La visión de
Darwin en la Biología. Conversus, 80: 18-21.
175
La gran ilusión del calentamiento global
David A. Siqueiros Beltrones
Es bien conocido por la mayoría de la gente que muchas actividades políticas y
de investigación giran en torno a lo que ambiguamente se conoce como cambio
climático, o calentamiento global, e incluso cambio climático global. Aclaremos, el cambio climático es real y es un proceso natural del planeta que lleva
millones de años ocurriendo; el calentamiento global es parte de dicho cambio
pero estos no son sinónimos, máxime que el segundo es atribuido a actividades
humanas como la industria, emisiones de automóviles y otras como causas del
incremento de la temperatura debido a generación de dióxido de carbono (CO2)
por los humanos; el tercero es solo síntoma de la confusión y de que no se entiende de qué se está hablando. Lo que ocupa a continuación es el segundo, el
supuesto calentamiento global antropogénico (CGA) como verdad impuesta políticamente más que científicamente como debería ser y la cual, no pocas veces,
se ha tratado de refutar aludiendo a que se trata de un gran engaño.
Dichaa ilusión o engaño de que ocurre un CGA del planeta debido a las actividades humanas ha rebasado los fundamentos de la razón. Y ¿por qué no? Si se
ha contado con complicidad de una parte muy activa de la comunidad científica.
Cientos de miles de trabajos en el mundo giran en torno a la aceptación de que
está ocurriendo; mucha investigación, sobre todo para generación de modelos
que lo respalden está siendo financiada. En investigación científica los tópicos
de moda reciben proporcionalmente mucho más apoyo financiero que otras propuestas igualmente importante.
Así, desarrollar una argumentación en contra de lo que ya es una aceptación
dogmática del CGA es una labor que exige un gran esfuerzo y una resignación
de que esta llegará a oídos sordos. Sin embargo, hay dos factores que animan a
intentarlo: la obligación ética de externar una opinión filosóficamente fundada
en base científica, como una retribución al esfuerzo social por formar científicos;
y, por otra parte, que el lector tiene acceso fácil a la información que sustenta la
antítesis que se difunde mediante este artículo.
Existe una gran cantidad de información en internet que demuestra cómo ha
sido deformada la base científica para respaldar una posición política acerca de
un supuesto calentamiento global antropogénico que aunque se considera una
verdad (incómoda) no es cierta. Todo interesado podrá conocer y sopesar ambas posiciones y determinar qué es más congruente, que exista fe dogmática
en información administrada a antojo por los medios de comunicación que son
manipulados por los intereses políticos (aunque esto rara vez sucede; sarcasmo) aprovechando el gusto de las masas por las situaciones sensacionalistas (de
preferencia ficticias o pseudocientíficas), que alarman sobre catástrofes, específicamente cataclísmicas (o sea por inundación); o una confianza en la teoría
científica que no apoya tal escenario y que sosamente nos dice que el cambio
177
climático durante miles de millones de años exhibe tendencias de altibajos y en
donde uno de esos altos coincide con el insignificante período que abarca nuestra manifestación industrial. Así entonces, el propósito de este ensayo es abrir el
albedrío de los lectores para que liberen su escepticismo y recurran a la crítica,
máxime cuando pueden acceder a las fuentes de ambas posiciones y juzgar por
sí mismos si se trata de un engaño global y por qué. Posteriormente se podrá
abordar el aspecto ético de quienes sin la reflexión debida han llevado la bandera
de esta verdad pseudocientífica
Primeramente se extiende la invitación para ver el documental El gran engaño
del calentamiento global versión en español de The great global warming
swindle. En este se muestran los antecedentes políticos derivados de crisis energéticas en Inglaterra hábilmente manipuladas por la entonces primer ministro
Margareth Tatcher quién inició un financiamiento sistemático de investigaciones
que apoyaran la falsa teoría del CGA, recogida fielmente por los EUA, específicamente por el gobierno demócrata; los republicanos lo rechazan. ¿Cuál es la
relación?
El principal portavoz de este modelo pseudocientífico es Al Gore (ex-vicepresidente de EUA), un “demócrata” al menos a ese partido se haya adscrito. Su actitud no lo es tanto; primeramente por utilizar descalificativos peyorativamente
a los opositores de su posición. Entre estos a Michael Crichton, mejor conocido
por haber escrito Jurassic Park y la serie televisiva Emergency Room (ER). Así,
a manera de contraste, Gore no es científico, no es climatólogo, no es experto
en aspectos de la ciencia, como buen político es demagogo. Crichton, estudió
ciencias y medicina, y tuvo el talento para escribir ciencia ficción de calidad, i.e.,
apegada a teoría científica. A diferencia de Gore, él sí entiende de ciencia. Hasta
antes de su muerte hace algunos años, refutó categóricamente que hubiera un
CGA utilizando en algunos casos los mismos datos y en otros, señalando los sesgos en los modelos construidos, v.gr., los supuestos incrementos irreversibles de
CO2 frecuentemente exagerados para apoyarlos. Esta crítica es también vertida
por científicos climatólogos, uno de ellos el más reconocido a nivel mundial y
otros miembros del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático PICC)
que optaron por salir de este en protesta por la incongruencias que informaron.
El PICC es responsable del respaldo que dio lugar a la conferencia documental
amarillista “La Verdad Incómoda” que promueve la idea del CGA, con la que
Al Gore se proyectó hasta el tristemente demeritado Premio Nobel.
Muchos defensores del CGA solamente creen con base en fe pero no han visto la
información y tampoco conocen la argumentación en contra; otro muchos no la
han enfocado críticamente. Como el comentarista político y comediante de TV
Bill Maher quien elaboró una sarcástica crítica (documental) sobre las prácticas
religiosas a nivel mundial. Sistemáticamente comenta en tono burlón acerca de
la necedad de quienes rechazamos este modelo del CGA (pero no como lo hacen
los republicanos de EUA), ya que siendo demócrata no aceptará que está apoyando una ilusión. Y sobre todo cuando se puntualiza que la referida relación
178
entre los incrementos de CO2 y la temperatura coinciden al revés, i.e., primero se
nota un incremento de temperatura y luego la del CO2; mucho menos se muestran escépticos a que sea solo una coincidencia. Este personaje por inteligente
y crítico que se muestre, no tiene formación científica sino política pero llega a
mucha gente inteligente a través de la TV.
El método científico advierte acerca de tales situaciones en aras de exigir rigor
científico a cualquier hipótesis o teoría; esto falta en la mentalidad de quienes lo
dan por un hecho. Al menos entre la comunidad científica esto es preocupante y
no ético. Se esperaría que un científico comprenda las magnitudes cuando se habla de emisión de gases y escalas de tiempo geológico que se están comparando
al elaborar este tipo de modelos. Aquí recomendamos revisar el año (calendario) cósmico explicado por Carl Sagan en el que se contrasta nuestra estancia
como especie en el planeta vs. el tiempo que ha pasado desde que se formó y en
que apareció la vida. Utilizándolo como referencia hemos estado en el planeta el
equivalente a ¡21 segundos del año!
¿Se puede objetivamente aceptar que ya influimos en el clima? No hablamos de
energía nuclear sino de generación de gases. Para ello, conviene darnos una idea
de la magnitud de las proporciones que se deben contrastar a nivel planetario,
basados en cálculos científicos libres de interés político. Para ello cito el trabajo de James Lovelock quien elaboró la teoría de Gaia; los detractores de Gaia
que conozco han mostrado claramente que no han leído su obra, sino que han
tomado las interpretaciones populares de esta, dejando mucho que desear como
científicos. Según Lovelock cada año se emiten de manera natural 140,000 megatoneladas de CO2 a la atmósfera producto principalmente de la respiración de
los organismos que utilizamos oxígeno, de este se calcula que se emiten 100,
000 megatoneladas al año por fotosíntesis, principalmente del plancton marino.
Lo anterior nos da mucho para pensar pero requiere de cultura científica para
llegar a cualquier conclusión calificada. Por ejemplo, el oxígeno lo tomamos
todos los aerobios pertenecientes a las millones de especies de animales, plantas,
algas, hongos, protozoarios y muchas bacterias para la respiración. El CO2, lo
toman los autótrofos (plantas, algas y muchas bacterias) para la fotosíntesis que
en su ruta bioquímica “desecha” el oxígeno molecular (O2) que luego usamos
en la respiración y que deriva del agua. El CO2 capturado queda integrado en
la materia orgánica y en esqueletos de carbonato de calcio; eventualmente todo
este llega a quedar enterrado. En fin, podríamos extendernos hasta la saciedad.
Lo que se intenta mostrar es que el fenómeno de ecofisiología o homeostásis
planetaria ha establecido un equilibrio en el planeta que ha llevado miles de
millones de años alcanzar y no es frágil. Tampoco es tan trivial el insertar un factor tan nimio como el antropogénico y suponer que ocasionará un desequilibrio
planetario; nuevamente, no es energía nuclear desencadenada. El equilibrio de
gases atmosféricos que influye en gran parte al clima ha sido provocado por la
vida misma, como se infiere de lo anterior, ya sea oxígeno que alcanza cerca del
21%, CO2, (0.033%) o metano (<0.001%); estos dos últimos considerados gases
179
invernadero. Lo que se omite (muy probablemente de manera intencional) es el
enfatizar que es el ordinario vapor de agua (H2O) el principal gas invernadero
cuya producción (alrededor de 1%) corre por cuenta del sol y su acumulación
depende de la formación de nubes; estas requieren de una gran cantidad de
gas sulfuroso producido por microalgas, sí en el orden de megatoneladas por
año. A más calor mayor formación de nubes; las nubes reflejan la luz solar que
calentaría la atmósfera pero como no penetra sobreviene un enfriamiento que
provoca la disminución de vapor de agua y entonces de nubes, lo que provocaría
más insolación y así repetidamente en equilibrio dinámico. Pero se advierte que
estos son procesos de cientos de miles de años; como especie llevamos acaso ese
tiempo y como contaminadores unos cien míseros años. Pensemos.
Este ensayo más que concluir para convencer que se rechace el modelo del
CGA, tiene más el propósito de exhortar a los lectores a pensar sobre este con
bases, tanto de sentido común, como en un escepticismo crítico y una actitud
inquisitiva de base científica.
La información está disponible y una ética elemental nos exige un mínimo de
estudio sobre tópicos de trascendencia social a nivel mundial.
Apareció originalmente como: Siqueiros Beltrones, D. A. La gran ilusión del
calentamiento global. Suplemento de Bioética Sphinx 11. Periódico El Sudcaliforniano, 15 de junio, 2013.
180
Ciencia y Religión ¿Son compatibles?
Mario Jaime
Nace, por ejemplo, un conflicto cuando una comunidad religiosa
insiste en la veracidad absoluta de todas las afirmaciones contenidas en
la Biblia. Esto significa la intromisión de la religión en la esfera de la
ciencia; aquí tenemos, pues, que situar la lucha de la Iglesia contra las
doctrinas de Galileo y Darwin.
Albert Einstein
Ciencia y religión
Fragmentos obtenidos de los agradecimientos de diversas tesis de doctorado
de estudiantes de ciencias:
A ti DIOS que me diste la oportunidad de vivir…etc. Agradezco a DIOS
por el camino recorrido…etc. A DIOS porque la conclusión de esta Tesis
se roza la prueba de su existencia… (¡!). A DIOS por la esperanza que me
mueve…etc. A DIOS Todopoderoso…etc.
Como podemos imaginar, estos doctores en ciencias creen en un Dios y le agradecen personalmente; lo que indica que ellos no consideran una incompatibilidad entre fe y pensamiento científico. Después de todo hay muchos científicos
creyentes.
Pero, ¿A qué Dios se refieren? ¿Es una entidad personal imaginada por una conciencia crítica al modo de Spinoza o es un modelo heredado por la religión inculcada desde una educación familiar? Si la respuesta es la primera entonces se
trata de místicos y filósofos, si el caso es el último entonces de trata de personas
religiosas.
Los rituales ligados a la religión son prácticas sociales, pero la base religiosa es
la fe. La fe es la creencia ciega a ciertos dogmas, nociones o doctrinas sin el uso
del pensamiento crítico. ¿Es compatible con las metodologías científicas que se
basan en la duda? Históricamente la respuesta es sí.
Tan sólo si revisamos la biografía de la mayoría de los naturalistas, filósofos y
científicos resulta que han sido personas religiosas. Sobre todo los matemáticos
y físicos como Napier, que —al tiempo que desarrollaba los logaritmos—escribió un tratado sobre el día del juicio final. O Newton o Galileo. Quizá el alto
índice de matemáticos que cree en Dios se deba no sólo a su educación sino a la
noción de cosmos, de estructura lógica que para ellos posee el universo lo cual
lo liga a una Creación ordenada.
La noción de causalidad del científico es compatible con la del mago. El pensar
que los fenómenos son causados por otros que pueden ser descubiertos es un
principio religioso. Platón, en el Sofista sostiene que la naturaleza no engendra
sin inteligencia pues si no, el mundo no sería ordenado, por lo tanto la causa debe
181
ser una divinidad artística y en el Timeo nombra a este creador como: “Demiurgo”.
Algo similar ocurría entre los naturalistas como Cuvier o Agassiz, quienes a
pesar de sus nociones evolutivas pensaban que Dios era el primer motor, ya que
la belleza de la vida podía clasificarse.
Sin embargo, la ciencia moderna entendió la filosofía kantiana de no hacer de la
relación causal un nexo ontológico sino una conexión de las cosas como objetos
de la experiencia. Según Kant no hay medio para remontarse desde la causalidad
empírica hasta una causalidad divina o como lo interpreta Brunschvicg: un Dios
que por hipótesis no lo es, es una operación imposible.
Las ideas sobre el origen y la estructura universal ya no son principal doctrina
religiosa y los dioses para la mayoría de la población no son entidades cósmicas
que parten de ideas filosóficas sino ídolos reales al servicio de los anhelos personales que viven en lugares incognoscibles y existen atentos a las banalidades
humanas. Dios no sería un principio de movimiento sino un ídolo gigantesco
y omnipotente que ha creado humanos a su imagen y semejanza para regir el
planeta con un sentido misterioso pero especial. Según González Rojo esta psicosis —tratar lo ficticio como real— proviene de una introyección mediante la
educación o en palabras groseras, i.e., lavado de cerebro.
Casi todas las doctrinas religiosas parten de los mitos institucionalizados. La
única diferencia entre el mito de Zeus preñando a Dánae en forma de luz dorada
y el dogma del Espíritu Santo preñando a María es que en el primero ya nadie
cree, mientras que el segundo es venerado como un hecho milagroso. Al institucionalizar los mitos la religión se vuelve una charlatanería alienante. Convertir
una metáfora o un símbolo en una verdad se conoce como psicosis (creer que lo
ficticio es real).1 Muchas religiones aluden a la resurrección o al regreso de los
muertos reencarnados de un más allá. La putrefacción de los cuerpos muertos ni
siquiera es una teoría científica ¡Es un hecho natural! Sin embargo las religiones, al tomar los mitos como hechos psicotizan al creyente. De esta manera la
religión puede condenar la observación y forma el sentido común. Como escribe
Edward Gibbon en Decadencia del Imperio Romano, lo que más condenaba la
Iglesia de Bizancio era el estudio de la naturaleza. Tristemente, somos animales
que esculpen una verdad no basada en los hechos sino en la interpretación de los
hechos.
Los que piensan que ciencia como pensamiento crítico y religión pueden convivir de manera armónica son ingenuos o ignorantes de los hechos históricos y de
las doctrinas religiosas. Una cosa es que los científicos tengan una fe individual
y otra es que la fe como institución no sea hostil a las teorías científicas.
1
Una discusión filosófica de este tipo ocurre en las matemáticas; la noción
de si los números son reales o no.
182
La religión es una abstracción, lo que la sustenta son los creyentes. Y muchos
creyentes siguen siendo hostiles a diversas consideraciones de conocimiento
científico. Quizá lo que algunas personas fanáticas atacan, no sea a la ciencia
como tal sino al pensamiento crítico que es la base del científico. Las preguntas
son incómodas y las probables respuestas o hipótesis tienden a abrir panoramas
más bastos que las doctrinas de religiones anquilosadas. Esa pérdida de certeza
es lo que temen los sacerdotes, teólogos y autoridades eclesiásticas pues el negocio se les viene abajo.
Casi no existen registros de una incompatibilidad entre la ciencia y las religiones antiguas. Esto puede deberse a que la ciencia era considerada una actividad
mística que los propios iniciados ejercían en los colegios de sacerdotes como las
enseñanzas de Hermes en Egipto. La misma geometría era considerada dentro
de los aspectos religiosos cuyo conocimiento era tanto esotérico como exotérico
entre las culturas sumerias, babilónicas y egipcias. Incluso los pitagóricos tenían
la creencia de que el número era la esencia del universo desde una estética doctrinal. En la Academia de Platón, por ejemplo, la ciencia —conocimiento— de
la música, las matemáticas y la astronomía, estaba ligada al culto a las musas y
se relacionaban con sacrificios rituales.
Dos ejemplos ilustran que no es tanto la ciencia como el ateísmo lo que sancionaba la sociedad: la condena a Anaximadro por haber considerado al sol como
una bola de fuego más que como un dios y el desprecio de San Jerónimo al
pensamiento atomista de Lucrecio que negaba a los dioses o les restaba importancia. De aquí podemos inferir que los científicos debían ser creyentes por lo
menos para la opinión pública ya que de otra forma serían condenados a muerte
por blasfemia.
El atomismo le horrorizaba a Platón pues el agnosticismo de Leucipo y Demócrito consideraba que los dioses no eran necesarios y según el cosmos platónico
la causa del orden es el Demiurgo o la Divinidad Creadora que teólogos medievales identificaron como su propio Dios cristiano falsificando o torciendo las
doctrinas platónicas. Irónicamente, Newton contribuyó a establecer explicaciones no deístas para entender el movimiento físico aun cuando él consideraba que
no podía existir otra explicación que Dios.
La idea de que la religión es mera superstición se afianza en el siglo XVIII gracias a materialistas como La Mettrie o el Barón de Holbach. Lo que critican, más
que la filosofía como base de la doctrina religiosa, es a la religión como detentora
del poder. Los enciclopedistas sustituyeron a Dios por la Diosa Razón y se mostraron hostiles al clericalismo. Pero el sueño de Condorcet de que el Iluminismo
sustituiría a las prácticas religiosas no se cumplió. Incluso la célebre muerte de
Dios según Nietzsche en una época donde el psicoanálisis freudiano atacaba a la
religión como mecanismo represivo, el darwinismo social de Spencer se afianzaba como dominante, la tesis de Feuerbach sobre la religión como aparato de
alienación y el anarquismo de Bakunin clamaba que mientras existiera un dios
183
en el cielo el hombre no sería libre en la Tierra; no llegó realmente a cumplirse.
¿Puede morir algo que no existe como realidad material? Pues sí, muchos dioses
han muerto, ya no se les considera reales y sus ritos han sido abandonados, pero
esto se debe a procesos de guerra en donde el conquistador somete al conquistado ideológicamente; recordemos cómo se expandieron Judaísmo, el Islam o el
Cristianismo, mediante rutas de sangre y genocidios.
Lo que los filósofos materialistas comenzaron a cuestionar era que los dogmas
eran invenciones. Ya Nietzsche pensó en que la moral era un invento de las clases poderosas para mantener su poder mediante las doctrinas y espetó a los sacerdotes de parásitos. La noción de que las religiones surgieron en una época de
ignorancia absoluta no es del todo cierta pues en la actualidad siguen surgiendo
doctrinas y sectas pero la noción de que toda aseveración metafísica es falsa
permea en un pensamiento crítico radical tal como lo pregonaba Christopher
Hitchens. Esta es una postura un tanto simple ya que la misma concepción de
vida y materia son también metafísicas y no han impedido el desarrollo de la
biología ni de la química.
El qué Dios sea algo opcional, es decir, una entre muchas creencias y no el primer móvil es lo que rechazan los religiosos. ¿Qué dios? Un aspecto demencial es
que las religiones teístas parten de la adoración a Dios. ¿Qué Dios? ¿Es lo mismo
Alá que Cristo o que Shiva? ¿Por qué la creencia en alguno de estos tendría que
chocar contra el conocimiento científico?
No podemos demostrar que Dios (cualquiera) no existe. En todo caso el que defiende su existencia debe demostrarla pero las argumentaciones lógicas al estilo
de Tomás de Aquino no demuestran su existencia como ente físico sino tan sólo
como una idea lógica. Bertrand Russell es muy claro al respecto; no porque algo
se defina entonces existe.
La noción de Dios es semejante a la de alma, un modelo, una intuición o una
teoría sobre la conciencia o el cosmos. Este vocablo Dios (Theos, Zeus) o God
en inglés (Wotan, Odín) tiene tantas definiciones e interpretaciones que su uso se
vuelve absurdo si el que lo utiliza no lo define con anterioridad.
¿Es lo mismo Jehová que Alá que Atón? Para muchos antropólogos y mitólogos
claro que es lo mismo. Pero Robert Graves plantea que Yahvé o Jehová es una
transliteración de una diosa de Palestina: Evohé. Entonces el sentido cambia, lo
cambia radicalmente.
¿Por qué el biólogo Morgan dijo que la fuente de los emergentes es una actividad
inmanente a lo real llamada Dios? ¿Es lo mismo el primer móvil aristotélico
que el Demiurgo platónico? ¿El Arquetipo de Malebranche que la Inteligencia?
¿El Dios de Algazali que es la noción del hombre religioso y no el primer móvil
natural? ¿El Dios de Malebranche que es lo infinitamente infinito que contiene
en su esencia todas las finitudes? ¿El de Leibniz como Mónada Suprema? Así,
184
Dios puede ser la Voluntad, el Espíritu, el Ser, el dinero, el Orden, el Bien, el
Uno, un carpintero judío, un dictador celestial, un furibundo con relámpagos,
una Fuerza, una partícula, la luz, el rey de los fantasmas, un soplo impersonal,
una realidad impersonal, lo incognoscible, un noúmeno, etc. Escribir una historia sobre la idea de Dios sería relatar la historia de la humanidad. Parafraseando
a un jesuita “si todo es Dios entonces Dios es nada”. Apelar a Dios nada significa
pues puede ser cualquier cosa. De pronto tengo la ingenua y grosera idea de que
a veces es fácil ser filósofo, mezclo palabras y escribo, luego pongo a Dios como
causa, lo defino como quiera y lavo mis manos ignorantes. Además, ¿por qué no
Diosa? ¿Qué acaso es macho?
La creencia en los dioses o en Dios como principio implica que él explique
todo. El problema es que Dios no es perceptible, no es distinguible para nuestros
sentidos. Lo que ciertas teorías científicas destacan es que la noción de Dios es
prescindible. Si existe o no, no afecta a las hipótesis. Es más, quitar a Dios como
hipótesis es mejor pues se soslaya el problema de un fin último y la teoría se
enmarca en un ámbito materialista. Como menciona el filósofo argentino José
Pablo Feinmann, si Dios existe no tiene caso pensar pues ya todo está pensado.
O mejor, la máxima de Epicuro: o los dioses no existen o si existen no se ocupan
de nosotros.
Los dogmas religiosos pueden refutarse con investigación antropológica si estudiamos cuándo y en qué contexto histórico fueron inventados pero esos dogmas
son defendidos como verdades absolutas por los sacerdotes. La diferencia es que
en la ciencia, los modelos de la realidad son falseables y cambian continuamente
mientras que las religiones teístas conservan sus mitos como verdad anquilosada. En una época en donde la embriología y la genética han demostrado que ciertos cromosomas determinan el sexo del embrión humano, conservar la leyenda
de la virginidad de María resulta hilarante.
El científico rechaza el milagro divino y lo sobrenatural, el religioso creyente los
acepta como revelación de un dios no inventado por él mismo sino dado ya por
una educación que le ha enajenado. Irónicamente, piensa Anne Fagot-Largeault,
la pérdida del punto de vista en Dios en el siglo XX significó la pérdida del
“absoluto” en el universo, lo que sembró la duda sobre la verdad científica pues
significó la pérdida de todo privilegio humano para enunciar lo verdadero. A mí
me parece esto excelente. El científico debe dudar de la propia ciencia. Remito
al lector al ensayo y la discusión sobre el método científico.
Lo que la religión condena es el escepticismo y que exista una moral no basada
en la divinidad. Las religiones teístas son las que más han condenado algunas
teorías científicas, especialmente ciertos mecanismos de evolución biológica y
algunos modelos cosmológicos. Las religiones ateas como el Jainismo y el Budismo no han tenido problemas con la ciencia actual, incluso el último Dalai
Lama envió a un grupo de monjes a que meditaran mientras eran examinados
por neurólogos de la Universidad de Chicago y en sus escritos se ha mostrado
185
abierto al conocimiento de las últimas teorías de física cuántica. El hinduismo,
tradicionalmente no ha mostrado rechazo con el conocimiento científico debido quizá a que su postura es que la realidad es sólo una ilusión incognoscible
(Maya).
Pero el Cristianismo —en todas sus sectas—, el Islam contemporáneo y en menor medida el Judaísmo son hostiles a ciertas teorías y conocimientos científicos.
La hostilidad tiene su base en la conservación del poder. Incontables personas
fueron torturadas y asesinadas como herejes2 debido a que no profesaban la fe
imperante. Tanto la condena a Giordano Bruno como la acusación contra Galileo
fueron porque sus tesis de la infinitud del universo, el que el espíritu estuviese
hecho de átomos y el modelo copernicano podían hacer tambalear los dogmas
del cristianismo imperante. La condena de los rabinos de Ámsterdam a Spinoza
por negar la inmortalidad del alma era en realidad por defender el hedonismo y
eso que en ese momento el filósofo no había publicado aún nada y tenía 23 años.
La Carta al personal de la salud del Vaticano condena la experimentación con
el embrión, las fecundaciones in vitro y la transferencia embrionaria; también la
procreación asistida médicamente para las parejas no casadas u homosexuales,
la clonación terapéutica y la eutanasia.
El mismo Génesis condena el conocimiento, Iahvé prohíbe comer el fruto de la
sabiduría pues los humanos serían como dioses y el castigo es la muerte. Poéticamente es un símbolo poderoso, el que la lucidez total destruye al estilo de
Rimbaud es el mismo principio de la Esfinge edípica. Pero si como mito es
sabio, como dogma es nefasto pues prohíbe la curiosidad y la investigación, el
anhelo de ser dioses en lugar de prosternarse ante ellos. El Génesis es una obra
probablemente escrita en el siglo VI a.NE en la corte del rey Josías. Ni siquiera
es un texto original sino que toma mitos egipcios y sumerios en un sincretismo
propio de la época. La condena al conocimiento se explica en que sólo los nobles
y los colegios sacerdotales tenían acceso al conocimiento, la coerción es el arma
predilecta de los poderosos.
En 1340, Nicolás d’Autrecourt propuso que la luz era un corpúsculo y por lo
tanto su teoría era atómica. La Iglesia Católica lo obligó a abjurar y quemó sus
escritos. Quemar escritos y personas, condenar, prohibir ideas, coaccionar, vigilar, castigar, imponer dogmas parecen acciones propias de criminales. Eso es lo
que las iglesias cristianas, y algunas islámicas, han hecho sistemáticamente por
más de 1 500 años de poder.
Las opiniones de líderes religiosos son tomadas como guías morales y si alguien
piensa que ya han pasado los excesos de tiempos en que una turba de cristianos
instigados por el obispo de Alejandría linchó a Hipatia, considere algunos ejemplos recientes: El Cardenal Alfonso López de Trujillo, Presidente del Consejo
2
Hereje es una palabra hermosa, significa él que decide por sí mismo, o
sea, él que piensa.
186
Pontificio para la familia del Vaticano aseguró que los condones se fabrican con
agujeros microscópicos para que pase el virus del SIDA mientras que el Cardenal Wamala de Uganda escupió que las mujeres que mueren de SIDA deben
considerarse mártires cristianas. Timothy Dwith rector de Yale se opuso a la vacunación pues la consideraba una injerencia contra la voluntad de Dios.
¿Sigue usted creyendo que la religión y la ciencia son compatibles? No tanto
desde la estética religiosa. Algunas lindezas del Concilio Vaticano I en 1968
bajo la autoridad del Papa Pío IX anatemiza a: “Quien diga que la ciencia humana debe proseguirse con tal espíritu de libertad, que puedan considerarse sus
afirmaciones como verdaderas, aun cuando se opongan a la verdad revelada”
y a “Quien diga que la revelación divina no puede hacerse creíble por pruebas
exteriores”.
El Corán copia de la tradición talmúdica el mito de los ángeles rebeldes en el que
son los demonios que enseñan ciencia y magia a los hombres y por lo tanto son
infieles. El Islam permitió el cultivo de las matemáticas. El álgebra se desarrolló
a su amparo, también la geometría, la astronomía y la óptica; pero como nos
recuerda Michel Onfray, eso está al amparo de la religión pues estos lenguajes
científicos eran para calcular mejor la dirección hacia La Meca con las estrellas o
establecer calendarios religiosos. Según Onfray ningún conocimiento científico
ha surgido durante siglos en los países musulmanes. El físico paquistaní Abdul
Mohammed recibió el permio Nobel en 1979, pero su trabajo lo realizó con
equipos de investigación en Italia e Inglaterra.
Lo anterior no es rigurosamente cierto, parece que Onfray cae en el error del universalismo prejuicioso. Si usted revisa artículos científicos realizados en universidades o institutos de países islámicos como Irán se encontrará con una pléyade
de estudios principalmente en química, mircobiología u}y medicina.
Durante más de cuatro siglos a partir de Muhammad, los imperios islámicos
rescataron conocimientos de la antigüedad clásica como tratados aristotélicos
y cultivaron el pensamiento científico. En el siglo IX, Al-Haziz desarrolló una
teoría de la evolución biológica en donde los seres cambiaban mediante un mecanismo parecido al de la selección natural. ¿Qué sucedió entonces? Al-Ghazali,
el filósofo del Islam más influyente en la historia del Islam en el año 1100 se
opuso a la idea de las posibles leyes naturales pues, de existir, estas leyes ataban
la voluntad de Alá. A partir de ese momento el Islam se volvió más estrecho. El
ulema de Córdoba ordenó quemar en el 1194 todos los textos médicos y científicos considerándolos blasfemia.
Las religiones teístas tradicionales no avanzan en un mundo que cada vez adquiere conocimientos más complejos. Es muy desalentador el observar cómo
antiquísimos modelos de una zarza ardiendo, de un dios que hace llover fuego en
una ciudad aislada en medio del desierto, un carpintero que multiplica pescados
187
o un dios invisible que amenaza a camelleros, sigan vigentes en una época que
tiene modelos cosmológicos con agujeros negros, teoría de supercuerdas, teoría
de la epigenética ambiental, medicina molecular, nanotecnología y aceleradores
de partículas. Algunas religiones han tratado de adaptarse, como la Cienciología
inventada por Hubbard que ya incorpora dioses alienígenos y bombas nucleares
en su teología.
El que la Realidad todavía —y quizá para nuestra inteligencia— sea incognoscible de manera esencial no significa tampoco que las religiones sean el mejor
método para acceder a esa sustancia. Si la Física está lejos de saber qué es la
materia o qué es exactamente la base material de la gravitación, esto no significa
que la creencia en un dios semítico que separa la luz de la oscuridad sea la mejor
respuesta. Si la Biología no sabe aún cómo surgió la vida con exactitud, esto no
significa que una divinidad sopló e insufló a la materia inerte como una creación
especial. Si la psicología o la neurología no son capaces de resolver el problema
de cómo la conciencia o el pensamiento emergen de un sustrato orgánico, eso
tampoco significa que la teología sea una mejor respuesta.
La ciencia (o más bien los científicos) admite su ignorancia, la religión (o más
bien ciertos fanáticos) jamás, se jacta de tener la verdad revelada. Esta última al
tener un componente idealista realiza el proceso de antropomorfización; hace
depender a la naturaleza de una Inteligencia Superior Divina con un propósito
casi siempre ligado al hombre como creación especial.
El que ciertas religiones rechacen las teorías de la evolución biológica se debe a
varias razones. Una es la materialidad de la teoría. El religioso no puede aceptar
que la conducta de los seres vivos se deba a una conformación material: genética, fisiológica o bioquímica que se va desarrollando con el tiempo y que el alma
no esté separada del cuerpo. Dos: la ausencia de un Dios creador en la biogénesis. Tres: la noción de que el humano no es una creación especial sino uno más
entre la diversidad de los tiempos geológicos. Cuatro: la idea de que la evolución
es contingente va en contra de un Creador con un propósito.
En su fanatismo, el religioso rechaza las pruebas evolutivas como los fósiles,
alegando el argumento de los fósiles intermedios. También es incrédulo respecto
a las dataciones con isótopos de carbono y arguye la metáfora del diseñador
inteligente. Sin embargo no investiga o pone a prueba sus hipótesis. Descree de
las rocas y los estratos geológicos pero acepta algo nunca experimentado como
el Espíritu, como cosa dada.
En la actualidad algunos teólogos hacen trampa, escogen algunos conocimientos
científicos para supeditarlos a sus doctrinas particulares. Esta es la falacia de
ligar hechos especiales a un principio general. Por ejemplo, en la internet usted
puede entrar a una página titulada Ciencia e Islam en donde se relaciona la supuesta rotación de los electrones en siete órbitas con el deber de los musulmanes
188
de girar siete veces alrededor de la Meca en su peregrinación. Semejante estulticia no toma en cuenta que su modelo atómico está ya pasado de moda sino que lo
relaciona, mediante una hermenéutica espuria, con una tradición de hace siglos.
Escuché a un pastor cristiano en la radio que mezclaba naranjas con cebollas o
sea confundía la gimnasia con la magnesia escupiendo estupideces de esta calaña: que los humanos estábamos genéticamente corruptos desde la caída de Adán
en el jardín del Edén. Otro ejemplo, según el Rabino Joseff Bitton en su ensayo
Big-Bang y Judaísmo, la teoría de la Gran Explosión que es un modelo cosmológico, confirma el Génesis. Visión simplista y adecuada si no se ahonda en los
principios de la Física actual y su diferencia con un libro de la época del Rey Josías como mera propaganda religiosa que sincretiza mitos egipcios y sumerios.
La religión es compatible con la ciencia mientras esta última no desarrolle teorías y modele esquemas del mundo en contradicción con los dogmas
religiosos. De lo contrario, el aparato de poder religioso prefiere el ataque y la
condena antes que el pensamiento crítico. Ciertos modelos cosmológicos como
el de Copérnico fueron condenados mientras que el del Big-Bang es aceptado
por la Iglesia Católica pues no contradice la Creación ex - nihilo.
Y es que la religión ya no cambia sus dogmas tan fácilmente, debido quizá al
temor de verse como lo que siempre ha sido, una institución defensora de supercherías para sostener un poder político y económico. Las religiones combaten a
ciertas ideas y hombres que sostienen la mentira de las doctrinas religiosas bajo
la supremacía de las teorías científicas.
Pero, voy a agitar el avispero. En un sentido estricto las teorías científicas son
mitos (mito es un ejemplo, narración, un conocimiento poético que se vuelve
modelo de pensamiento). El científico puede volverse un sacerdote que, si cree
que su modelo científico es verdadero, puede institucionalizar este mito y por lo
tanto trocar a la ciencia en religión. ¿Acaso no es un instituto o un laboratorio
una especie de templo sagrado? ¿Y las jerarquías académicas y los congresos
no son sino conciliábulos de hierofantes y modelos olímpicos? Las ciencias
describen fenómenos pero cuando intentan explicar el universo hay que pensar
en la sustitución de Dios como principio por otras teorías absolutistas. El modelo
cosmológico del Big-Bang es tan mítico como la Creación por parte de dioses
arcaicos (Entiéndase esto como modelo matemático). Lo único que puede salvar
a la ciencia de convertirse en religión es el escepticismo: la lucidez de pensar que
los conocimientos científicos pueden acercarse o no a una mejor comprensión de
la realidad pero en última instancia no pueden ser verdades reveladas ni mucho
menos la metodología científica nos llevará a una Verdad Absoluta. Por lo tanto
el científico no debe dejar de filosofar —de dudar—, pienso que el científico
debe ser hereje de su propia actividad pues de otra manera la ciencia y la religión
no sólo serían compatibles sino lo mismo.
189
REFERENCIAS
Andler, D., Fagot – Largeault & Saint-Sernin B. 2011. Filosofía de las ciencias.
Fondo de Cultura Económica. México.
Deschner, K. 1990. Historia criminal del cristianismo. Tomo I. Los orígenes,
desde el paleocristianismo hasta el final de la era constantiniana. Ediciones
Martínez Roca, S. A. Barcelona.
Ferrater- Mora. 1964. Diccionario de Filosofía. Montecasino.
Gónzalez-Rojo, E. 2007. Apologías del Absurdo (Supercherías, religiones, idealismos). México.
Hitchens, C. 1995. Dios no es bueno. Cambridge University Press, Cambridge.
Muhammad. Siglo VII. El Corán.
Onfray, M. 1995. Tratado de ateología. Cambridge University Press, Cambridge.
190
La Profecía de Prometeo
Mario Jaime
Cuando Zeus emasculó a Cronos, este le maldijo. Algún día perdería su divino
reino.
Prometeo sabía la manera como Zeus perdería su potestad, sería derrocado por
un hijo más poderoso.
“Nada podrá evitar que caiga la ignominia con caída insufrible. Un adversario
tal se está preparando por sí mismo invencible prodigio, que una llama inventará
que el rayo más potente y una explosión que ha de vencer al trueno…”profetiza
el Titán en la tragedia de Esquilo, Prometeo encadenado.
Diversos comentaristas han interpretado quién o cuál podría ser tal llamarada.
Para algunos era Heracles, para los primeros cristianos: Jesucristo.
Me aventuro a interpretar la profecía. Prometeo no ser refiere al uno ni al otro. Él
que derrocará a Zeus es el hombre.
La humanidad por medio del poder que su creador –Prometeo, el filántropo1 - les
concedió: el conocimiento que lleva a la técnica.
Según el mito, el titán creó al hombre con agua y arcilla. La humanidad horrorizada ante la muerte, vivía en cavernas, así que Prometeo nos regaló el olvido.
Pero no era suficiente así que nos transmitió la arquitectura, la astronomía, las
matemáticas, la navegación, la medicina y la metalurgia. Robó el fuego del carro
ígneo del sol y se lo dio a los hombres para que comenzara su aventura tecnológica.
Enfurecido, Zeus ordenó encadenar al titán a una montaña del Cáucaso donde
devoraba su hígado a diario en forma de águila.
Pero, en medio de la borrasca, encadenado, Prometo sabe que Zeus-Dios- sucumbirá al regalar a sus hijos el secreto para derrocarle.
Ahora el hombre desea elevarse y sustituir a Dios2; ser él mismo un nuevo Dios.
En el umbral de nuestro destino prometeico, el ascenso hacia el Olimpo se ha
configurado como desarrollo científico. Sin embrago ese ascenso también puede
significar la caída, el ocaso del hombre como un nuevo dios que no sabe cómo
detener la pesadilla que ha disparado, tal como un doctor Frankenstein3.
Philan Thrópos : amaro al carácter de los hombres
Qué otra cosa representa el mito en el “Génesis”. La serpiente al otorgarle
el fruto del conocimiento a Eva y Adán les promete: Seréis como Él.
3
No en balde, Mary Shelley subtituló a su novela: “El moderno Prometeo”.
191
1
2
El nuevo Zeus indaga y cambia. Es un mago que intenta predecir los fenómenos
sustituyendo el laurel y el hongo alucinógeno por la teoría. El nuevo lenguaje mítico ya no habla de quimeras o gorgonas sino de partículas, genes, ondas
electromagnéticas y probabilidades cuánticas. Sustituye a Eros por neurotransmisores y la teleología necesaria por la selección natural o la epigénesis. Este
lenguaje también se hace viejo, mejor pensemos en los micro agujeros negros y
las partículas supersimétricas.
Pero no es el significado que le damos al universo lo que nos impele a sustituir
a Dios sino la transformación de la materia y la consolidación del mundo (y de
los mundos posibles) por hacer. El fuego de Prometeo es nuestra inteligencia,
no nuestra conciencia. Nuestra capacidad o ceguera, nuestra facultad gracias al
pulgar y nuestra mente. Tal fuego nos ha servido y de él nos serviremos. Desde
curtir pieles hasta construir aceleradores de hadrones ese fuego interior se exterioriza.
El hombre sueña con modificar la vida, con sintetizarla, la pesadilla de Mary
Shelley es ya línea de investigación común. En la química de los polímeros
es factible sintetizar moléculas que se dupliquen a sí mismas. El objetivo es la
fabricación de co -polímeros y macromoléculas con estructuras terciarias que
contengan información semejante a las proteínas o al ARN. El siguiente paso es
la “vida sintética”.
Cairns-Smith en los 70’s inició en el Departamento de Química de la Universidad de Glasgow la investigación sobre “máquinas hereditarias” con materiales
genéticos primitivos basados en polímeros orgánicos.
“Una de las más útiles invenciones que es dado imaginar en el terreno de la
ciencia. Puede conducirnos a una vida sintética y ajena para la industria” (Cairns-Smith, 1973).
Para la industria, dijo. La vida como un proceso industrial, al servicio del interés
económico.
¿Qué nuevos dilemas bioéticos emergerán de estos procesos? Ya surgieron
con la experimentación con células madre, la clonación de diversas especies
incluyendo al humano, manipulación de estados mentales a través de fármacos,
experimentación animal, etc.
Prometeo clama sobre el usurpador de Zeus, el nuevo dios dominará un rayo
más potente y detonará una explosión que acabará con el trueno. Bien, ahora
pensamos en bombas arco iris; armas generadoras de energía electromagnética
que pueden destruir total o parcialmente el equipamiento eléctrico y electrónico
dentro de su radio de acción. Desde 1962 las potencias nucleares han incorporado a su arsenal armas capaces de producir un ataque de pulso electromagnético.
Bombas N, bombas H, bombas A y demás lindezas representan el arsenal bélico
192
con el cuál se pueden destrozar ciudades y asesinar a millones de personas. No
sólo eso, en el siglo XXI ya se tienen robots de guerra, los SWORD (Special
Weapons Observation Remote Direct-Ation System) que han entrado en batalla.
Hoy mismo la innovación tecnológica se aboca a mejorar ambulancias robots,
vehículos de combate de alta velocidad, bombarderos, tanques no tripulados y
minas inteligentes (¿inteligentes?). Ahora mismo, los drones sirven tanto para
cartografiar terrenos como para asesinar personas.
¿Inteligentes? Vuelvo a preguntar. En el siglo XXI ya hay ordenadores que vencen
al campeón mundial de ajedrez así como sistemas terapéuticos que permiten
detectar emociones para interactuar con niños autistas. Nuestra existencia ligada
a sistemas automatizados puede continuar en la pesadilla del golem cibenético.
“La terminación del momento en que el ábaco se transformó en un ente dotado
de raciocinio consciente es tan ardua como la tarea de señalar el momento en
que el simio se transformó en hombre.” Esta es una de las frases más geniales de
la literatura y lo que Stanislav Lem plantea en su novela Golem XIV, el enamoramiento del hombre de sí mismo al crear espejos de su conciencia. Pero esos
espejos podrán a su vez encontrar un camino autónomo aunque, según Lem, lo
construido sea más imperfecto que el constructor. La ignorancia del humano es
–según Lem- ver el progreso precisamente en la pérdida de la perfección inicial.
Aún la humanidad requiere de Dios, no lo hemos derribado pues no hemos vencido a la muerte. La profecía de Atenea: el hombre algún día alcanzará a Urano,
a Poseidón y vencerá al Hades, está en proceso. Pero ya comenzamos, minúsculos satélites, transbordadores espaciales, quizá un viaje lunar, batiscafos que
otean un miserable porcentaje del océano y medicamentos avanzados, terapias
génicas, trasplantes. Vamos en camino.
Somos protodioses jugando a Dios, la clonación y la creación de conciencias artificiales. Hemos endiosado al cerebro como si este fuera el parangón del polvo.
Cómo dice Golem XIV, ¿salvaremos al hombre rechazando todo lo humano?
Los nuevos dioses jugando con sus criaturas extenderán la profecía de Prometeo,
imaginemos a una supercomputadora encadenada, a una conciencia abstracta y
virtual encadenada a un Cáucaso de sílice y micro sensores, a un ciborg clonado,
todos ellos blasfemando contra el nuevo Zeus.
La pregunta fundamental de su nuevo alegato será: ¿Quién destronará al hombre?
193
.
Sobre los autores:
David Alfaro Siqueiros Beltrones
Es egresado de la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM;
hizo su maestría en Ecología Marina en el CICESE y obtuvo el doctorado en
Oceanografía Costera en la UABC (Ensenada). Sus principales aportaciones
científicas tratan sobre la ecología de diatomeas bentónicas y el papel de las
cianofitas en la geomorfología de lagunas costeras mediante la evolución de
protrombolitos. Ha impartido más de ochenta cátedras sobre Botánica Marina
y Biología de Microalgas, Metodología de la Ciencia, pertenecientes al currículo obligatorio de la Carrera de Biólogo Marino en la Universidad Autónoma
de Baja California Sur, donde en 1997 elaboró el programa de Filosofía de la
Ciencia, mismo que impartió durante siete años como materia optativa. Ha sido
miembro del Sistema Nacional de Investigadores durante más de 20 años; ha
publicado varios libros de su especialidad y más de cien artículos científicos,
filosóficos, y de divulgación. Actualmente se encuentra adscrito al departamento
de Plancton y Ecología Marina, del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del IPN en donde es editor de la Revista Científica CICIMAR Oceánides
desde 2006, e imparte semestralmente la materia Filosofía de la Investigación
Científica a nivel de posgrado desde el año 2000. Asimismo, preside el Capítulo
BCS de la Academia Nacional Mexicana de Bioética.
Mario Jaime
Doctor en ciencias por el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste,
Maestro en Ciencias por el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (IPN)
y Biólogo por la Facultad de Ciencias (UNAM). Filósofo y poeta, actualmente
imparte la asignatura de filosofía de la ciencia en la Universidad Autónoma de
Baja California Sur. Editor del suplemento de bioética del Capítulo BCS de la
Academia Nacional Mexicana de Bioética.
Ha ofrecido múltiples conferencias sobre las bases epistemológicas del conocimiento científico. Entre sus libros publicados se encuentran: Tiburones, supervivientes en el tiempo, Sangre en el zafir: pasión y muerte de un gran tiburón
blanco, Física para herejes, Poemas Africanos, Ontología del Caos, Ode to a
White Shark, Analemma y La luz no envejece.
Actualmente labora como Catedrático investigador comisionado al CIBNOR
195
Rodolfina Carmona Juárez
Ensayos en filosofía científica
de David Alfaro Siqueiros Beltrones y Mario Jaime
se terminó de imprimir en la Ciudad de México
en el mes de octubre de 2015,
con un tiraje de 500 ejemplares
en los talleres de Conexión Publicitaria S.C.
conexionpublicitaria@yahoo.com
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