¿QUÉ ES UNA PROFESIÓN? Pablo Simón Lorda Profesor de la EASP Granada El concepto de “profesión” es hoy en día difuso. Prácticamente se ha venido a identificar con una ocupación laboral con competencias definidas y carácter más o menos estable 1 . De esta forma, uno de los elementos que han definido históricamente las “profesiones”, el de gestionar un cuerpo de conocimientos y habilidades específicos y no accesibles a todo el mundo, se ha convertido en el que determina la conversión de las antiguas ocupaciones en nuevas profesiones. La extraordinaria complejidad del mundo en el que vivimos hace inevitable la fragmentación y especialización de todos los saberes, teóricos y prácticos, y por eso cada parte queda en manos de una persona que domina ese cuerpo de conocimientos y habilidades. Así, esta persona es reconocida de foma general como un “profesional”... de la informática, de la instalación eléctrica, de la telefonía móvil, del transporte de mercancías, de la hostelería, del diseño, etc, etc. Además el prestigio social inherente a la condición de “profesional” hace que todos los trabajadores –legítimamente, por otra partequieran ser identificados como tales. Sin embargo, para ser un poco más precisos, conviene diseccionar más finamente el concepto originario de profesión para tratar de exponer la totalidad de los elementos que configuran lo que etimológica, histórica y tipológicamente ha sido una profesión. Aquellas ocupaciones que contengan la totalidad de esos elementos, serán verdaderas profesiones, las demás, lo serán en un sentido menos pleno y exacto. Es bien sabido que la palabra profesión proviene del latín “professio”, que tiene un sentido fundamentalmente religioso, pues hace referencia al compromiso público, realizado ante la comunidad, de adherirse de forma inquebrantable a una creencia religiosa, de asumir como proyecto vital, como fin de la existencia, la realización efectiva de sus valores en uno mismo y en la comunidad 2 . El que “profesa” lo hace en una ceremonia ante la comunidad, en la que pronuncia públicamente su compromiso mediante una fórmula del tipo de un juramento o promesa. Este sentido de entrega vital es el que se identifica con otro término bien conocido por todos: “vocatio”, que traducimos por vocación. “Vocatio” es “llamada”. ¿Llamada a qué?. Pues a incorporarse al grupo de los que “profesan”, que constituyen por tanto un colectivo “segregatio”, segregado del resto de la comunidad y de la sociedad por la misión tan elevada que van a tratar de realizar. Este colectivo de segregados se agrupa en organizaciones o asociaciones específicas dentro de las que se relacionan, con un fuerte sentido corporativo excluyente y cerrado.. 1 Además, la realización de la misión exige la adquisición de un cuerpo de conocimientos y habilidades especiales, un saber específico que es controlado y transmitido dentro del propio grupo de segregados. Nadie más que los miembros del grupo puede acceder a dichos conocimientos y prácticas, so pena de ser considerado un peligroso farsante que hace intrusismo. Una cosa en la que a veces no se insiste es que el saber es téorico y práctico, científico y técnico. El técnico saber hacer las cosas, pero no sabe dar razón téorica de por qué las hace. El científico y técnico sabe hacer las cosas, y sabe justificarlas teóricamente. Lo primero es típico del artesano, del oficio; lo segundo del profesional. Pero no sólo hay que adquirir conocimientos y habilidades. El vocacionado tiene que adquirir además unos hábitos de vida y de comportamiento, “virtus”, que vayan configurando un “ethos” que le ajuste al fin para el que ha sido llamado, un “ethos” excelente. Por eso, el grupo de vocacionados segregados no va a poder regirse por las normas sociales corrientes del resto de la sociedad, por las leyes. Su ámbito de responsabilidad está más allá del Derecho, es una responsabilidad moral, no jurídica. Y su conducta sólo puede ser juzgada internamente por los otros iguales que él, por los que pueden evaluar adecuadamente si con sus actos se mantiene fiel o no a su “professio”. Eso significa juzgarlo a la luz de un código moral interno al grupo, un código deontológico. Está elevada conducta moral, tan honorable, no puede ser pagada porque en realidad no tiene precio, sólo puede tener honorarios. Como puede verse, el mero análisis etimológico y semántico de las palabras que rodean y acompañan el concepto de profesión desde la Antigüedad, desentraña ya muchos de los rasgos que caracterizan dicha actividad. Las profesiones clásicas han sido tres: el sacerdocio, la política y la medicina. Posteriormente se incorporaron los militares y los marinos 3 . El fin de la actividad sacerdotal era la salud del alma; el fin de la política, la salud del cuerpo social; el de la medicina, la salud del cuerpo físico individual. Pero el paradigma de la actividad profesional en el sentido clásico ha sido ésta última, la Medicina, que es la que ha realizado con la mayor perfección todos los rasgos que antes hemos visto. De hecho cuando el sociólogo norteamericano Talcott Parsons, padre del funcionalismo, comienza a estudiar el rol sociológico de las profesiones en los años 30, lo hace mirando a la profesión médica 4 . Para Parsons el rol profesional médico es una respuesta funcional a un problema específico que está presente en todas las sociedades, el problema de la salud. Este problema genera un rol específico en la ciudadanía, el rol de enfermo, frente al cual la sociedad genera a su vez un rol funcional institucionalizado también específico: el rol médico . Las características más señaladas de ese rol son las siguientes: universalismo, funcionalidad específica, afectivamente neutral y orientado al bien de la colectividad. 2 • • • • Universalismo. El médico ejerce su rol en beneficio de todos los ciudadanos, y no sólo en función de una casta o de un grupo. Cuando alguien acude enfermo a buscar sus servicios, tiene que atenderlo. Funcionalidad específica. Es decir posee los conocimientos y habilidades necesarias, o sea la competencia adecuada para ejercer el rol. Neutralidad afectiva. El médico ejerce su rol desde una perspectiva objetiva, científicamente sustentada, y no en función de sus opiniones subjetivas, creencias o escalas personales de valor. Orientado al bien de la colectividad, y no al bien propio. Esto quiere decir que su fin primario es el cuidado de la salud de los ciudadanos, y no el propio beneficio, y menos el enriquecimiento económico. En este último sentido, más recientemente Adela Cortina ha propuesto aplicar al análisis de las profesiones el concepto aristotélico de praxis , en la acepción utilizada por McIntyre en su célebre libro “Tras la virtud” 5 . Por praxis (acción) entiende Aristóteles aquel tipo de acción que no se realiza para obtener un resultado distinto de ella misma, sino que tiene incluido en ella su propio fin. Se diferencia de la poiesis (producción) en que esta se realiza para obtener un resultado distinto, un “producto”. McIntyre entiende por “práctica” una actividad social cooperativa que tiende a realizar efectivamente unos bienes que son internos a ella misma y que le dan sentido y legitimidad a la acción. Además, dicha actividad puede generar consecutivamente otros bienes externos complementarios, pero que no son los que le dan valor y legitimidad. Pues bien, según Adela Cortina, el bien interno de la sanidad es el bien de paciente. Y eso implica que cuando alguien quiere ser un profesional de la salud tiene que aceptar que ese es el bien primero que tiene que orientar su actividad, porque es el que le da legitimidad social. Al realizarlo, puede originar simultáneamente otros bienes externos, que son buenos y legítimos, pero secundarios, como son por ejemplo el beneficio económico o el prestigio social. Lo que no puede hacerse es cambiar los bienes internos por los externos y priorizar estos últimos. Cuando eso sucede no hay profesión, hay corrupción. Corrupción significa cambiar la naturaleza originaria de una cosa y devaluarla, haciendo que ya no sea aquello para lo que fue creada. Un médico puede tener un gran interés en hacerse rico y ser famoso, y ello no es necesariamente malo. Lo será si para lograrlo orienta toda su actividad profesional a realizar primariamente ese fin, a costa del cuidado de la salud de sus pacientes. Si lo hace, aunque se convierta en un personaje relevante, carecerá de legitimidad moral y social para ejercer la medicina 6 . Podemos ahora tratar de sintetizar brevemente lo que caracterizaría a una profesión, en concreto, a un profesional de la salud: 3 • El profesional de la salud realiza un bien interno que le da sentido y legitimidad, y que es indispensable para el bienestar social: el cuidado de la salud de los pacientes. Puede realizar otros bienes externos, como el económico, pero siempre de forma secundaria y subsidiaria del primero. • Para realizar adecuadamente ese bien interno necesita: o Un cuerpo de conocimientos científicos y habilidades técnicas que son específicos y exclusivos, lo que exige un largo proceso de capacitación teórica y práctica, regulada y acreditada institucionalmente. Quien no posee este saber específico acreditado, y trata de ejercer la profesión es considerado un intruso, y se le prohíbe el ejercicio profesional. Este cuerpo de conocimientos le capacitan para definir unilateralmente cómo debe realizarse ese bien, el de la salud, en la práctica. o Un conjunto de actitudes morales que definen un ethos profesional, y que se caracteriza por: Partir de una vocación, entendida como compromiso vital en la realización efectiva del bien interno de la profesión. Forjar una hábitos de vida, un carácter, que traduce unas actitudes morales, virtudes, que siempre se orientan a la perfección en el desempeño del rol profesional, se orientan a la excelencia. Entre ellas se encuentran la capacitación permanente, la no acepción de personas en la atención, la no consideración del tiempo empleado en la misma, ni del dinero recibido, etc. Estar regulado por un Código deontológico interno, que define las responsabilidades morales de los miembros y tiende a evitar las responsabilidades jurídicas (impunidad jurídica). o Una organización interna del grupo que garantice el control monopolístico de la profesión, de su capacitación y de su excelencia, tanto técnica como moral (Colegio profesional) 4 BIBLIOGRAFÍA 1 Hortal A. Ética de las profesiones. Diálogo Filosófico 1993; (Mayo):205-222. Gracia, D. Profesión médica, investigación y justicia sanitaria. Estudios de Bioética 4. Bogotá (Colombia): El Búho,1998;p.45-54. 3 Gracia D. El poder médico. En: Dou A, ed. Ciencia y poder. Madrid: UPCO, 1987; p.143-145. 4 Parsons T. El sistema social. Madrid: Alianza, 1982. 5 Cortina A. Universalizar la Aristocracia. Por una ética de las profesiones. Claves de Razón Práctica 1997; (75 / Septiembre):46-52 6 Pellegrino ED. Character, Virtue and Self-Interest in the Ethics of the Profession. Journal of Contemporary Health Law and Policy 1989;5:53-72. 2 5