Fabula 1:El lobo hambriento Esta historia ocurrió una mañana cuando el labrador había terminado de trabajar en sus campos y llevo a los bueyes a que se refrescaran en el estanque. Después de beber agua se dispusieron a descansar un poco pues estaban muy agotados por el peso de los arados cuando de repente apareció un hambriento lobo en busca de alimento. Este se fue acercando poco a poco al arado, y una vez allí empezó a saborear los bordes del yugo para sentir al menos el gusto del sudor de los bueyes y así engañar a su estómago. Comenzó suavemente pero era tanta el hambre que tenía que no se percató que su iba metiendo su cabeza dentro del yugo. El hambriento lobo al percatarse de que había quedado atrapado por el yugo comenzó a desesperarse porque no podía salir así que empezó a correr en todas las direcciones. Mientras corría arrastraba el arado por todo el surco que habían hecho los bueyes. Un rato más tarde llego el labrador acompañado de sus bueyes y al ver lo que estaba ocurriendo le gritó al lobo: – ¡Maldito lobo! Que distinto sería todo si no tuvieses esas malas ideas de acosar a los animales que nos ayudan en el campo a trabajar. Yo sería un hombre muy dichoso si araras mis campos con la misma fuerza y rapidez con la que corres ahora desesperado para liberarte de ese yugo tan pesado. Moraleja: Cuando eres malo y tus intenciones no son buenas, aunque parezca que actúas bien al final tu naturaleza te pone al descubierto. Fabula2: el lirón tacaño Había una vez una familia topo que vivía muy próximo a la guarida de un lirón. Un día el menor de los topos se acercó a la puerta del lirón y le dijo: – Muy buenos días tenga usted Don lirón, mi mamá me ha mandado porque quiere que usted le preste medio kilo de harina para hacer una pastel. A pesar de que don lirón era muy tacaño le dio de muy mala gana la harina porque la señora topo en varias ocasiones lo había ayudado. Unos minutos más tarde volvió el pequeño topo a la puerta de don lirón para pedirle medio kilo de azúcar. Esta vez don lirón no quiso acceder pero para no negarse en vez de darle azúcar le dio sal. Al llegar la noche don lirón volvió a sentir unos toques a la puerta, y cuando abrió vio a la familia de topos completa y traían una torta y todos juntos dijeron – ¡Muchas felicidades! Aquí le traemos este pastel que hemos preparado con mucho amor para usted por su cumpleaños. Don lirón se quedo muy asombrado al ver tal gesto y para demostrar su agradecimiento accedió a comérsela después sin decir que la torta en vez de azúcar tenía sal. Moraleja: Si eres de esos que les gusta engañar a los demás, en algún momento tu vas hacer engañado. Cuento 1: El leñador honrado Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo, regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente pequeño, cuando de repente, se cayó su hacha en el río. “¿Cómo haré ahora para trabajar y poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba angustiado y preocupado el leñador. Entonces, ante los ojos del pobre hambre apareció desde el fondo del río una ninfa hermosa y centelleante. “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este instante” le dijo la criatura mágica al leñador, y se sumergió rápidamente en las aguas del río. Poco después, la ninfa reapareció con un hacha de oro para mostrarle al leñador, pero este contestó que esa no era su hacha. Nuevamente, la ninfa se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa. Al tercer intento de la ninfa, apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias” gritó el leñador con profunda alegría. Pero la ninfa quiso premiarlo por no haber dicho mentiras, y le dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”. MORALEJA: siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos y humildes de corazón. CUENTO 2: el cedro vanidoso Esta es la historia de un cedro presumido y tonto, que se jactaba a diario de su hermosura. El cedro vivía en el medio de un jardín, rodeado de otros árboles más pequeños, y para nada tan bellos como él. ¡Soy en verdad, algo digno de contemplar, y no hay nadie en este jardín que supere mi encanto! – repetía el cedro en las mañanas, en las tardes y en las noches. Al llegar la primavera, los árboles comenzaron a dar hermosas frutas. Deliciosas manzanas tuvo el manzano, relucientes cerezas aportó el cerezo, y el peral brindó gordas y jugosas peras. Mientras tanto, el cedro, que no podía dar frutos, se lamentaba angustiado: “Mi belleza no estará completa hasta que mis ramas no tengan frutos hermosos como yo”. Entonces, se dedicó a observar a los demás árboles y a imitarlos en todo lo que hicieran para tener frutos. Finalmente, el cedro tuvo lo que pidió, y en lo alto de sus ramas, asomó un precioso fruto. “Le daré de comer día y noche para que sea el más grande y hermoso de todos los frutos” exclamaba el cerro orgulloso de su creación. Sin embargo, de tanto que llegó a crecer aquel fruto, no hizo más que torcer poco a poco la copa de aquel cedro. Con el paso de los días, el fruto maduró y se hizo más pesado cada vez, hasta que el cedro no pudo sostenerlo y su copa terminó completamente quebrada y arruinada. Moraleja: Algunas personas son como los cedros, que su ambición es tan grande que les lleva a perder todo cuanto tuvieron, pues no hay nada tan fatal como la vanidad, y debemos evitar ser engreídos con las personas que nos rodean. Leyenda 1: el cipitillo El hijo, resultado de la infidelidad del romance prohibido entre Sigüet y un lucero de la mañana fue condenado por Teotl, el dios de dioses a permanecer como un niño por la eternidad y nunca llegaría a crecer y ser hombre. Quienes le han visto aseguran que tiene los pies al revés y por eso causa confusiones en los caminos que anda. Los campesinos que intentan seguir sus huellas, terminan por perderse ya que por la deformación, siguen el camino de manera errónea, yendo al lado contrario al que el Cipitío iba. También tiene una enorme barriga y viste ropa de manta blanca, caites y un sombrero de palma puntiagudo y de grandes alas. Dado que el Cipitío es un niño, le gusta frecuentar los trapiches de las moliendas de caña, donde hay miel de dedo y dulce de atado, aunque su alimento favorito es el guineo y las cenizas. También frecuenta ríos y le gusta espiara las chicas que son bonitas, a las que les silva y arroja piedras o flores. La leyenda cuenta que el Cipitío también simboliza al dios de los romances ilícitos .también sería un espíritu burlón. El personaje es ubicado principalmente en la región de San Vicente, aunque posee el poder de teletransportarse. Leyenda 2: la carreta bruja Cuenta la versión popular que había un hombre, quien un 15 de mayo, para la fiesta de San Isidro Labrador en Chalatenango, en la que muchos llegan al pueblo con su carreta para recibir la bendición del padre, un hombre decidió preparar la suya para hacer maldad. Cuando el sacerdote pidió a las personas que alinearan las carretas para que recibieran la bendición, el hombre respondió al padre que no la había llevado para que la bendijera, porque ya estaba bendecida por el diablo. Acto seguido azotó a los bueyes sin piedad para intentar entrar a la iglesia con todo y carreta, pero estos se resistieron a entrar y lograron zafarse del yugo y la carreta salió calle abajo con todo y el hombre. Entonces, el padre le dijo “Andarás con tu carreta por todo la eternidad”. Desde entonces la carreta sin bueyes va bendecida por el diablo, anda sola sin bueyes que la conduzcan, causando espanto con los chirridos metálicos que hacen sus ruedas. Se dice que la carreta se le aparece a las mujeres chismosas, revoltosas, criticonas y mentirosas. También llega a los pueblos en los que no hay amor ni armonía entre sus