El prototipo de los Escuálidos | Domingo, 09/04/2006 11:19 AM | Ningún personaje de la historia de la Independencia encaja tan bien dentro del prototipo de los escuálidos, como Francisco de Paula Santander. En este arquetipo de gente mala sangre, hipócrita, falso, melifluo, verborreico, intrigante y traidor, que desgraciadamente tanto se ha venido cultivando en Venezuela, destacan en el siglo XIX, por su desbordada lengua y peor cinismo, Vicente Azuero, Francisco Soto, Florentino González, Diego Fernando Gómez, Antonio Leocadio Guzmán, con sus equivalentes hoy en tipos como Alfredo Peña, el cura Mickey De Viana, el padre Luis Ugalde, Carmona Estanga, Andrés Velásquez, Carlos Ortega, Pablo Medina, entre otros. Cuando ya Santander se había despojado de su careta de revolucionario comenzó a perorar despiadadamente contra el proyecto bolivariano; decía: "En Venezuela, en Quito y en Nueva Granada hay partidarios del gobierno monárquico, y lo peor es que es un estado de perpetua agitación, de inestabilidad y anarquía, corroboran fácilmente esta opinión y la propagan sin esfuerzo. ¡Qué de males le ha hecho Bolívar a nuestra pobre patria!". Ya sin careta, digo, Santander agitaba tambores de guerra para promocionar su figura y la de su propio partido. Y el enemigo a vencer era uno sólo: el Libertador. Había que destruirlo, porque de otro modo quedarían sin movilidad los mercaderes que se estaban enriqueciendo del Estado. Entonces procuraba hacer ver por cuantos medios tenía a su alcance que Bolívar era un tirano, enemigo de las leyes, arbitrario, sangriento y déspota. Y como sabía que la mejor manera de desacreditarlo era mandando papeles a Europa que lo pintasen como un ogro sin escrúpulos, pues en eso afinco sus uñas y sus flemas. Él lo llamaba entre sus íntimos el "Tirano en Jefe", "el loco de las malditas correrías". Como no tenía coraje como militar, Santander buscó apoyo entre los asesinos del Cauca y de Pasto (José María Obando y José Hilario López), quienes luego se pusieron del lado del Perú en la guerra contra su propia patria (y que para que no quedase heredero bolivariano en Colombia mataron artera y vilmente a Sucre). La misma cosa de está pasando en este momento, cuando muchos hacen votos porque EE UU nos invada, nos declare una guerra . Cuanto criminalmente se intentase contra Bolívar era "bueno" para la salud de la patria. Santander incluso confesó que estaba dispuesto a unirse, hasta con la religión de los musulmanes y con el propio Satanás si éstos de algo les servían en destrucción y aniquilamiento del Libertador. La FEDECÁMARAS de entonces estaba conformada por unos grandísimos ladrones del Estado que se habían enriquecido descarada y vulgarmente, despilfarrando el famoso empréstito de Goldschmidt (hecho en Inglaterra en 1825), y como siempre jugaban a la ruina de la Gran Colombia (pues con ello sacaban jugoso provechos para haciendas). El Pedro Carmona Estanga, el cura Ugalde y el Carlos Ortega tenían sus equivalentes en figuras como los banqueros y mercantilistas como los hermanos Manuel Antonio y Juancho Arrublas, Francisco Soto y Francisco Montoya. Estos personajes eran íntimos amigos, ultra solidarios con el proyecto mercenario y liberal de don Francisco de Paula. Además los unían los eternos negocios mercantilistas, ya que se le había propuesto a Santander conformar una compañía para controlar el canal de Panamá, y todos ellos estaban ya metidos y moviendo el asunto. Invitaron a Bolívar para que formara parte de esta macolla mercantil y el Libertador los mandó literalmente al carajo. Realmente Santander estaba profundamente convencido de que con aquel "bicho" no era posible el diálogo, acuerdos o componendas de partido. Con aquel "bicho" iban a ser desplazados por los Generales en Jefe de mayor mérito; con aquel "bicho" no había manera de enriquecerse con los fondos públicos, y se iban a poner a las malas con la Santa Alianza, es decir que se iba a vivir en una pertinaz guerra contra Europa sin poder sacar provecho alguno de las bendiciones que les aportaban los "haberes" militares. Aquel "bicho" tenía entre ceja y ceja liberar todos los esclavos y acabar con ello la única mano de obra que había en las grandes haciendas. Aquel "bicho" andaba con la obsesión y "estupidez" de hacer leyes protectoras de los indígenas y del ambiente e impedir la especulación. Entonces había que matarlo. Y siendo Santander Vicepresidente de la República, y no estando Bolívar sino en el frente de guerra en el Sur quemándose los pechos, se metió, digo, el Vice de lleno en la oposición. Entonces cuanto de bueno se derivaba de su alto cargo lo explotaba al máximo para su propio provecho y lo malo no era su problema sino del "Tirano de las Malditas Correrías". ¡Qué de similitudes, Dios mío!. Cómo fue el vil sabotaje al Congreso de Panamá | Martes, 18/04/2006 06:49 PM | Terminada la guerra de independencia, dos grupos se van a enfrentar por establecer una política hemisférica común, por un lado Bolívar, y por el otro Tomás Jefferson, Monroe y Henry Clay. Francisco de Paula Santander hará muy bien su papel de saboteador del Congreso de Panamá, poniéndose del lado de la política colonialista de los yanquis. La política hemisférica que plantearán los gringos será la del Big Stick, la del Garrote. En realidad entonces, que el génesis del Panamericanismo viene en parte a ser obra de Santander, con sus enredos y la manera como desoye las órdenes del Libertador en cuanto a la manera como debe organizarse aquel fundamental Congreso. El diplomático estadounidense Richard C. Anderson, llevaba en la mochila de sus planes que desenvolvería en Bogotá, la política de Jefferson, la de “absorber las colonias españolas pedazo a pedazo”. El método con el que le arrebataron a México, con la “guerra de Tejas” provocada por los algodoneros esclavistas, 944,825 millas cuadradas. Es decir, el territorio que hoy ocupan los estados de Texas, California, Arizona, Nevada, Utah, Nuevo México y Colorado. Bolívar no pensó que los Estados Unidos pudieran formar parte del Congreso de Panamá porque ¿cómo podían ser incluidos en esta unión conociendo la posición colonialista de Jefferson, Monroe y Henry Clay y, porque las instrucciones de los delegados de Estados Unidos a este Congreso iban plagadas de órdenes opuestas a la liberación de Cuba y Puerto Rico? Esto lo tenía que saber muy bien Francisco de Paula, porque Bolívar estaba claro en que sin las alianzas era prácticamente imposible mantener unificados los Estados recién constituidos. Era necesario pues, crear un plan de defensa hemisférico entre todos los pueblos recién salidos del colonialismo español, y debían prepararse para no caer la garra de los Estados Unidos. Decía genialmente el Libertador, que nuestra América estaba desencontrada de sí, porque estaba abandonada de todas las naciones; aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilio militares, y combatida por la España. Que cuando los sucesos no están asegurados y los estados son débiles, y las empresas son remotas, entonces los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Entonces proponía que fuesen fuertes bajo los auspicios de una nación liberal que nos prestase su protección. Tal nación, él pensaba, debía ser Inglaterra, sacando del juego a EE UU, por consideraciones de orden político e histórico; el entendimiento con Gran Bretaña era de carácter táctico. Añade el Libertador, con esa genialidad tan aguda y profunda, con ese amor tan entrañable y poético por lo nuestro: “Si me hubiera quedado un rayo de esperanza de que América pudiese triunfar por sí sola, ninguno habría ambicionado más que yo el honor de servir a mi país sin degradarle a la humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi separación de la costa firme. Vengo a procurar auxilios: iré en busca a esa soberbia capital; y si fuese preciso marcharé hasta el polo; y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi deber aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria.” En parte, tal idea venía expresada en la “Carta de Jamaica”, la de formar de todo el Nuevo Mundo una sola Nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo; pero entonces fue precisamente por este “boquete” confeccionado adrede por la mentalidad pro-norteamericana de Santander es por lo decide invitar a los Estados Unidos y al Brasil. Es así como consigue meter la cuña anti-bolivariana que buscaban los yanquis, y que movía míster Anderson en reuniones dentro del propio palacio de Bogotá. Como Santander podía cometer tamaña estupidez, si tenemos en cuenta que ya Bolívar lo había planteado meridianamente, cuando dijo que no sólo los europeos pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles espectadores de nuestra contienda, y que lo habían hecho por egoísmo y porque nada temen en su estado doméstico. El Vicepresidente le escribe a Bolívar el 6 de febrero de 1825: “Con respecto a los Estados Unidos he creído conveniente invitarlos a la augusta Asamblea de Panamá, en la firme convicción de que nuestros íntimos aliados no dejarán de ver con satisfacción el tomar parte en sus deliberaciones de un interés a unos amigos tan sinceros e ilustrados…”. Es en este momento cuando vemos nacer el vil Panamericanismo, y con ello estaba destruido el plan hemisférico que buscaba Bolívar para la unidad, solidez y fortaleza de los pueblos latinoamericanos. Sobre el sabotaje a la liberación de Cuba y Puerto Rico es contundente, fulminante, igualmente producto de los acuerdos a que había llegado con Anderson. Le escribe a Páez, el 22 de febrero de 1824: “Sobre expedición a Cuba o Puerto Rico no hay que hablar por ahora: primero, porque estando expuestos a ser invadidos en nuestra casa es locura ir a buscar fortuna a país donde creyéndose que hay jamones no hay ni estacas; segundo, porque el Perú demanda con más urgencia y necesidad auxilios que nos aseguren por el Sur; tercero, porque no tengo recursos para expediciones.” Es realmente admirable esta coincidencia con la política que EE UU llevará al Congreso de Panamá con relación a Cuba y Puerto Rico. Se plantea el escritor Ricardo A. Martínez, en su libro “De Bolívar a Dulles –El Panamericanismo, Doctrina y Práctica Imperialista”, a qué se debía tamaña omisión en las instrucciones del Gobierno de Colombia. Añade que Santander había sido informado confidencialmente por Mr. Anderson, sobre la decisión de su Gobierno de no permitir cambio alguno en la condición de esas estratégicas islas, salvo aquellos cambios que, en el futuro, fuesen resultados de su propia expansión colonialista. “Esta no es una hipótesis aventurada –agrega Martínez-, pues puede fundamentarse en hechos y consideraciones históricas contundentes: 1) el contenido de las instrucciones impartidas por el secretario de los Estados Unidos, Mr. Henry Clay, a sus comisionados al congreso; 2) como uno de esos comisionado era el propio Mr. Anderson es seguro que Santander conocía su orientación general; y 3) el secreto deliberado que se ha mantenido sobre esas históricas instrucciones, sobre las que no se encuentra ni siquiera alusiones en la extensa bibliografía que trata de demostrar que el congreso de Panamá es la Génesis del panamericanismo, pues ella demuestra que fueron las génesis de la “política del dólar y del gran garrote”. Henry Clay cumple a pie puntillas el mandato de Tomás Jefferson en las instrucciones que ordena a sus comisionados al Congreso de Panamá, Richard C. Anderson y John Sargent: “entre los objetos que han de llamar la atención del Congreso, escasamente puede presentarse otro tan poderoso y de tanto interés como la suerte de Cuba y Puerto Rico y sobre todo la de la primera. Cuba por su posición, por el número y carácter de su población, por la que puede mantener, por sus grandes, aunque todavía no explotados recursos, es el gran objeto de la atención de Europa y América. Ninguna potencia, ni aun la misma España, en todo sentido, tienen un interés de tanta entidad como los Estados Unidos en la suerte futura de esta isla. Nuestra política con respecto a ella está franca y enteramente descifrada en la nota a Mr. Middleton. En ella manifestamos que, por lo que respecta a nosotros, no deseamos ningún cambio en la posesión, ni condición política de la isla de Cuba, y no veríamos con indiferencia que el poder de España pasase al de otra potencia europea. Tampoco querríamos que se transfiriese o agregue a ninguno de los nuevos Estados de América”. Ya avizoraba entonces desde 1826 el Libertador que con el fracaso de esta convocatoria, la guerra en el continente sería por más de doscientos años; será una guerra muy prolongada y ardua, le dice a Santander. El Vice permanece indiferente, como si nada.