Subido por Tania Contreras Diaz

psicoanálisis grupal y el experimento de la cárcel de Stanford

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Facultad de Psicología
Psicoanálisis II
Psicoanálisis grupal y el
experimento de la Cárcel de
Stanford
Estudiante: Tania Contreras Díaz
Profesor: Roberto Chaisan Quinteros
Fecha: 24 de junio, 2018
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo realizar un análisis del “experimento
de la cárcel de Stanford”, estudio psicológico llevado a cabo en 1971 por un
equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo en la Universidad de
Stanford, Palo alto, California. Este estudio se realizó con el fin de explicar la
influencia que puede tener un ambiente extremo (la vida en prisión) sobre la
conducta de los hombres, dependiendo de los roles sociales que cumplen
(prisioneros, guardias). Los participantes voluntarios (estudiantes universitarios
que recibirían una retribución económica) desempeñarían esto roles en una prisión
ficticia creada en los sótanos de la Universidad. Sin embargo, el experimento se
les fue pronto de las manos, por lo que tuvo que ser cancelado a seis días de
iniciado (Lacort, 2015). Se buscará explicar algunos de los fenómenos ocurridos
en este experimento a partir de las temáticas desarrolladas en la cátedra de
Psicoanálisis II sobre psicoanálisis grupal, específicamente en lo que respecta a la
teoría de la Grupalidad (Foladori), vínculo y teoría de las tres D; depositante,
depositario y depositado (Pichon-Riviere).
Desarrollo
En el desarrollo del experimento realizado en la Universidad de Stanford se
dieron diversas situaciones que complejizaron su persistencia. En un comienzo se
dividió el grupo de los sujetos seleccionados en dos, unos cumplirían el rol de
guardias y otros de prisioneros. Lacort (2015) señala que el objetivo de Zimbardo
era
que
los
prisioneros
acabarán
sintiéndose desorientados
y
deshumanizados durante los 14 días que todo iba a durar. Para lograrlo se
establecieron diversas condiciones como ser apresados en sus hogares, vestirlos
con delgadas túnicas, sandalias, cadenas, medias en la cabeza y lo más relevante
dejar de llamarlos por sus nombres, sólo eran números y de esa manera se dirigían
a ellos. Elementos que reforzaron que la figura de identidad de cada uno fuese
difuminada, convirtiéndose todos en parte de este grupo con grandes dificultades
para diferenciarse entre sí. Al respecto Eiguer (citado en Foladori, 1999) señala:
“En el desarrollo de los grupos, el temor que aparece tiene que ver con lo
desconocido dentro de lo conocido, es la figura de la no persona que cada quien
lleva consigo como parte de su persona, "temor fantasmático del encuentro con
una sociabilidad que los disuelve como personas, transformándolos entonces en
un medio homogéneo".
De esta manera, el contexto en que se vieron envueltos fácilmente los llevó
a transformarse en este medio homogéneo que los identificaba como el grupo de
los prisioneros, por lo que comenzaron a comportarse como tales, aceptando las
condiciones, reglas y castigos a los que eran sometidos e incluso organizando un
motín al segundo día del experimento, el que podría ser explicado producto de la
gran angustia que les generaba esta disolución de cada uno de ellos como
personas. Al respecto Soza (2006) expresa que cuando uno va subjetivando una
idea de sí, en realidad no logra una frontera muy precisa con el otro y lo otro. Uno
quiere tener la certeza de que uno es uno, necesita de esa certeza porque su
ausencia trae una angustia enloquecedora como la sensación de diluirse en el
espacio. Asimismo fue la experiencia de estos “prisioneros”, al sentir que su Yo se
desintegraba y diluía en este grupo era la angustia lo que apremiaba. Es así como
aparece el fenómeno de la grupalidad descrito por Foladori como:
“Un estado primario de indiferenciación, en el que el cuerpo es aquel de la
totalidad (el bosque más que los árboles, el agua más que las gotas), en el cual las
unidades no se han diferenciado aun apareciendo como una masa que puede
presentar diversos grados de "coagulación" o "solidificación" según su propio
desarrollo. Este estado es aquel con el que dominantemente comienzan los
grupos, en los que se privilegia más el continente que los contiene que la función
que realizan “(1999).
De esta forma ambos grupos se constituyeron indiferenciando a cada uno
de sus integrantes dentro de esta masa, donde el acento se encontraba en la
función que cada grupo debía cumplir, dejando de lado sus individualidades e
identidades personales. Asimismo, Foladori (1999) indica que es posible afirmar
que en el grupo humano que se constituye, lo reprimido es casualmente la
grupalidad y de esa grupalidad, los mecanismos de organización instituidos que
hacen que esa grupalidad se manifieste como tal y conserve la forma que
adquiere el líquido según el recipiente en el que se lo coloque. Fenómeno que se
logra observar en los comportamientos que comenzaron a tener los participantes
de este experimento, ya que el ser parte de estos grupos hizo que aparecieran
conductas reprimidas, aspectos inconscientes que sólo aparecen al estar en una
situación grupal. Tal como Soza (2006) señala es en la inevitable relación del yo
con otros que se producen diversos fenómenos mediante los que "retornan"
(invaden) al espacio relacional, esos aspectos primarios y primitivos de los que los
yoes conscientes no logran dar cuenta, fenómeno que se puede visualizar desde
el inicio del experimento.
De acuerdo a lo señalado por Lacort (2015) Al grupo de hombres que
fueron designados como guardias, se les pidió que dirigieran la “cárcel” como ellos
creyesen que fuera mejor, por lo que las normas fueron escasas y difusas, sólo se
les prohibió ejercer violencia física. Con el pasar de los días los hombres que
cumplían este rol comenzaron a unirse, imponiendo e intentando hacer cumplir las
reglas que ellos consideraban debían regir la prisión. Para lograr esto comenzaron
a someter a los prisioneros a diversos castigos como rosearlos con extintores,
obligarlos a estar desnudos para humillarlos, negarles el derecho a ir al baño, e
incluso utilizar la comida como un premio (que podía ser ganado o no). De ahí se
pasó a prácticas aún más crueles, como obligar a algunos prisioneros a dormir en
el suelo de hormigón, desnudos, tras quitarles tanto sus túnicas como los
colchones de sus celdas. También se les impusieron castigos en forma de
ejercicio físico forzado e incluso tener que limpiar baños con las manos desnudas,
avanzando rápidamente a medidas de humillación gratuitas y cada vez más
desmesuradas. Una forma de explicar la conducta de este grupo de hombres sería
a través del sincretismo, el que según explica Foladori:
“Se constituye en una poderosa fuerza de unificación, que si bien por una parte
angustia porque arrastra a la fusión, por otra parte alivia porque al indiferenciar
libera de identidad. El atractivo de la masa es casualmente la posibilidad del
anonimato, hacer sin ser” (1999).
De alguna manera, estos hombres al estar inmersos en este grupo y
caracterizarse como guardias del lugar (uso de uniforme estilo militar y gafas
oscuras) fueron arrastrados fácilmente a la fusión de identidad grupal, liberándose
de sus propias identidades como individuos. Al estar indiferenciados y actuar
como una masa, escondidos tras este rol que todos cumplían, dieron rienda suelta
a sus más primitivos e inconscientes impulsos de agresión y destrucción. Ellos
realizaban todos esos castigos y maltratos a los prisioneros sintiendo que lo
hacían por el grupo, y que no eran ellos como individuos quienes cometían estos
actos. Esa era la ventaja del anonimato que sentían escondidos tras este rol
grupal.
Una manera complementaria de analizar este fenómeno es desde la teoría
de las tres D de Pichon-Riviere (1980) en donde explica que para establecer la
comunicación se necesita depositar parte de uno en un otro que pueda recibirlo.
Pero este recibir no es un proceso mecánico sino un hacerse cargo de lo
depositado en él. Por lo que habría un inter-juego de adjudicación y asunción de
roles. Esto es algo que se evidencia a lo largo del experimento realizado, ya que
cada sujeto involucrado se hizo cargo de lo que fue depositado en ellos, es decir
cada uno aceptó el rol que le fue adjudicado y comenzó a comportarse a partir de
esto. Un claro modelo lo tenemos en el grupo de los guardias, de los presidiarios e
incluso en el mismo Zimbardo, quien sabiendo que todo esto se trataba de un
experimento asumió el rol de “superintendente” de la prisión y terminó actuando
como tal (por ejemplo al quedarse toda la noche vigilando en la puerta de la
“prisión” para que nadie pudiera escapar), por lo que a palabras de Lacort (2015)
las líneas de realidad y ficción se difuminaron. Con respecto a la asunción de roles
Pichon–Riviere señala:
“En la vida de relación siempre asumimos roles y adjudicamos roles a los demás.
En condiciones normales cada uno de nosotros debe poder asumir varios roles al
mismo tiempo (…) Todas las relaciones interpersonales en un grupo social, en una
familia, etc., están regidas por un interjuego permanente de roles asumidos y
adjudicados (…) El concepto de rol puede ser extendido a los grupos (…) Y aquí
nos encontramos con el concepto de espiral. En la medida en que uno adjudica y
el otro recibe se establece entre ambos una relación que denominamos vínculo.
Este tiende a desarrollarse dialécticamente llegando a una síntesis de los dos
roles, que son los que dan las características del comportamiento tanto del
individuo como del grupo considerado” (1980).
En la medida que se fue desarrollando el experimento, se logró visualizar
que cada uno de los participantes (depositarios) aceptaron lo que fue depositado
en ellos, tanto a nivel individual como a nivel grupal, recibiendo y acogiendo el
papel que les fue asignado a tal punto de aceptar que parte de este “juego de
roles” era experimentar el duro escenario al que se vieron expuestos, admitiendo
que como prisioneros debían ser castigados, maltratados y humillados y que como
guardias debían vigilar, hacer cumplir las normas, aplicar castigos, ejercer su
poder, violencia, etc. Este fue precisamente uno de los argumentos que Zimbardo
defendió tras acabar el experimento; a palabras de Lacort (2015) cada uno aceptó
su rol y asumió que era parte de un “juego”. Además, indica que esto se pudo
comprobar tras un pequeño intra-experimento que se realizó dentro de la “Cárcel”:
a cada prisionero se le ofreció la posibilidad de obtener la "libertad condicional" a
cambio de renunciar a su pago. A lo que casi todos accedieron. Sin embargo,
luego se les informó que dicha libertad condicional había sido rechazada. Los
participantes, en lugar de abandonar el experimento, como podría haber parecido
lógico tras haber decidido dar por perdido el pago, se quedaron en la cárcel.
Podrían haberse ido libremente en cualquier momento y no lo hicieron, sólo
aceptaron esta posibilidad cuando formaba parte del juego y era propuesto como
una especie de “libertad condicional”. Esto evidencia el gran poder que tuvo el rol
que les fue asignado a cada uno de ellos, ya que los llevó a perder, en algún
grado, de vista la realidad, convenciéndose y aceptando que eran lo que en ellos
se había depositado y entregándose completamente a esto, al punto de convertirlo
en su propia realidad.
Finalmente, Lacort (2015) señala que tras seis días de comenzado el
experimento, se decidió cancelarlo, luego de la visita de una estudiante que no
había visto previamente como se desarrollaba la rutina allí. Ella cuestionó la ética
y moralidad de las condiciones en que el experimento se realizaba, por lo que
Zimbardo se dio cuenta de que nadie había cuestionado hasta entonces lo que allí
estaba ocurriendo, que era evidentemente reprobable. Todos habían “caído”
dentro de este “juego de roles”, por un lado los “guardias” estaban disfrutando lo
que se había depositado en ellos, los prisioneros parecían haber aceptado que su
rol los hacía merecer ser sometidos y expuestos a esas inhumanas condiciones y
los investigadores también habían asumido plenamente sus roles continuando y
observando el experimento sin tener en cuenta que estaban trabajando con seres
humanos y los límites que debe tener una investigación de este tipo.
Conclusión
A partir del análisis realizado podemos destacar la gran influencia que tiene
el fenómeno grupal en los sujetos. Ya que, tal como se evidenció en el
experimento de Stanford, favorece la difusión de los límites entre la identidad
individual y la identidad grupal, trasformando a todos los integrantes de un grupo
en una forma homogénea, que deja fuera sus diferencias y singularidades como
sujetos particulares en pro de la consecución de los objetivos que ese grupo tiene
cómo un todo.
Asimismo, podemos observar como la grupalidad facilita la aparición de
elementos primarios reprimidos de nuestra personalidad, los cuales afloran en la
situación grupal, debido que, al actuar como grupo podemos despojarnos de
nuestra responsabilidad individual en los actos cometidos, de nuestra propia
identidad del yo y de la moral que a cada uno rige. Un ejemplo claro de este
fenómeno es lo que ocurrió con los “guardias” del experimento, quienes al estar
indiferenciados en el grupo, se liberaron de sus identidades y tras el anonimato
que este les otorgaba comenzaron a realizar todo tipo de vejámenes, agresiones y
violaciones a los derechos humanos de quienes cumplían el rol de “prisioneros”.
También, fue posible observar el inter-juego de adjudicación y asunción de
roles propuesto por Pichon-Riviere, ya que a cada grupo se le depositó el rol que
debía cumplir, por lo que cada uno recibió y aceptó lo depositado comenzando a
actuar como tal. Es así como podríamos explicar el comportamiento que
comenzaron a tener los participantes de este experimento y porque los
“prisioneros” toleraron los malos tratos que recibieron. Debido, a que cada uno
asumió el rol que le fue asignado y todo lo que ello implicaba. Entregándose
completamente de forma inconsciente a este “juego de roles”. Finalmente nos
queda como reflexión ¿Cuáles son los límites que la grupalidad nos puede llevar a
transgredir?
Bibliografía

Foladori, H. (1999). El origen de la Grupalidad. En Grupalidad. Teoría e
Intervención.

Lacort,
J.
(30
de
Marzo
de
2015).
Hipertextual.
Obtenido
de
https://hipertextual.com/2015/03/experimento-de-stanford

Pichon-Riviere, E. (1980) Vínculo y teoría de las tres D (depositante,
depositario y depositado). Rol y status. En Teoría del vínculo.

Soza, P. (2006). En torno a los conceptos de Grupo y Grupalidad.
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