1.-ABUSO, MALTRATO Y NEGLIGENCIA: Diagnóstico diferencial respecto a la Alienación Parental (AP). 1.1.- Roles del menor en el conflicto parental En las disputas por la guarda y custodia de los menores, ambos progenitores puede que emitan alegaciones en contra del otro, atacando a sus competencias o actuaciones parentales como arma en su conflicto personal. En este enfrentamiento, puede que un progenitor mantenga el conflicto con su expareja a través de los hijos, utilizándoles como “niño espía”, “niño confidente” o “niño mensajero” (De la Torre, 2005). Respecto al lugar que ocupa el hijo en el conflicto de sus padres y que determina su evolución psicológica en mayor medida que el divorcio en sí mismo, Tejedor (2012) identifica nueve roles o posicionamientos en los que puede quedar el menor, algunos de los cuales son claros ejemplos de manipulación por parte de un progenitor y, por tanto, una forma de abuso: I. Niño hipermaduro: aquel que aparenta una madurez superior a la que le corresponde por edad (al igual que sucede en la Adultización). II. Niño espía: fuente de información respecto a lugares en que ha estado con el otro progenitor, actividades, nuevas relaciones sociales o sentimentales de la ex pareja. III. Niño dividido: intento de negar la existencia de un progenitor por parte del otro, convirtiendo a esa figura en tabú para el niño. IV. Niño mensajero: receptor de mensajes de rabia y agresividad hacia el otro progenitor, cuando el emisor siente que la otra parte debería colaborar más. V. Niño colchón: el niño que amortigua el conflicto entre sus padres, soportando descalificaciones y desvalorizaciones de un progenitor contra el otro sin delatarlos y justificando su actuación. VI. Niño confidente: receptor de mensajes de insatisfacción y malestar en la pareja, confidencias, a veces de infidelidades, e incluso de detalles de vivencias íntimas. VII. Niño víctima del sacrificio de su madre/padre: receptor de reproches implícitos en los mensajes de sacrificio por él/ella que hace uno de sus progenitores, conllevando que el menor se sienta una carga. VIII. Niño ante un conflicto de lealtad. IX. Hijo alienado por un progenitor. 1.2.- Alegaciones de abuso sexual infantil en casos de divorcio conflictivo Otra forma de abuso y manipulación de los menores en los casos de separación contenciosa es la ejercida por los agresores de pareja, donde los hijos son utilizados, generalmente por el padre biológico y en especial cuando existen derechos de visitación establecidos legalmente, para manipular, herir, obtener información o mantener el contacto y ejerce abuso sobre la madre de dichos menores (Beeble, Bybee, y Sullivan, 2007). Lee y Olesen (2001) señalan que las evaluaciones psicológicas en casos judicializados de divorcio son solicitadas por los tribunales por diversas causas. Entre ellas, se encuentran las referencias específicas a alienación debido a la resistencia del menor a la visitación o contacto con el progenitor no custodio y las alegaciones de conflicto familiar muy arraigado y/o abuso infantil, entre las que se incluyen las alegaciones de abuso sexual, la violencia o negligencia por parte de un progenitor, las cuales son contraatacadas por alegaciones de lavado de cerebro o alienación por parte del otro progenitor. Blush y Ross (1987) identifican un fenómeno que denominan “Síndrome de Acusaciones Sexuales en el Divorcio” (SAID), el cual describiría el desarrollo de falsas acusaciones de abuso sexual infantil, en una unidad familiar que se torna disfuncional en un contexto pre o post-divorcio. Estos autores han delimitado, además, diferentes perfiles para el progenitor acusador, el progenitor acusado y en el niño involucrado (Cartié et al., 2005). Debemos mencionar que las acusaciones falsas de abuso, maltrato y/o cualquier otro comportamiento grave, con el fin de impedir la relación de los hijos con el progenitor acusado, pueden dar lugar a conflictos de invalidación en los menores (Tejedor, 2012), por lo que es importante diferenciar adecuadamente en estos casos las causas concretas del rechazo manifestado por el menor, con la intención de actuar en favor de su bienestar. Por su parte, Gardner (2004) destaca como efecto relativamente tardío del SAP el llamado “Síndrome de la Falsa Memoria” (SFM), de aparición fundamental en mujeres, las cuales desarrollan una creencia falsa y persistente de haber sido abusadas sexualmente en la infancia, a consecuencia de la manipulación ejercida por el otro progenitor, creencia que incluiría componentes absurdos o imposibles (VallejoOrellana, Sánchez-Barranco, y Sánchez-Barranco, 2004). Los efectos de la instauración de falsas memorias traumáticas pueden ser igual de perjudiciales para el niño que la vivencia real de una situación de victimización (Ruiz, 2004). En este sentido, cabe resaltar que el diagnóstico de AP sólo puede establecerse en ausencia de cualquier comportamiento de abuso o negligencia por parte del progenitor rechazado; sin embargo, la AP podrían englobarse en una categoría que Turkat (2002) ha denominado “comportamientos interparentales problemáticos”, junto a otros fenómenos relacionados tales como el “Síndrome del Progenitor Malicioso Asociado al Divorcio”, la violencia doméstica y la “Disfunción de Parentalidad Compartida” (Turkat, 1999, 2002). De hecho, algunos autores sugieren la AP (en este caso SAP) como un subtipo de abuso emocional (O'Leary y Moerk, 1999; Segura et al., 2006). 1.3. Diagnóstico diferencial entre AP y Abuso, maltrato o negligencia. En ocasiones, un progenitor alienante justifica el rechazo manifestado por el menor mediante alegaciones de abuso infantil (físico o sexual) o negligencia por parte del progenitor alienado. Para la diferenciación, por parte del evaluador, entre la AP y el abuso o negligencia real como causa principal del rechazo parental exhibido, Gardner (1999a) recomienda la apreciación de diversos aspectos tanto en el menor como en los progenitores. En primer lugar, señala que los niños que han sido alienados manifestarán los ocho síntomas característicos de la AP (SAP) o, al menos, algunos de ellos, mientras que aquellos que han sido víctima de abuso o negligencia es más probable que manifiesten síntomas más propios del TEPT. En segundo lugar, Gardner (1999a) también establece diversos criterios para la diferenciación y reconocimiento de los casos de AP (SAP) frente a los casos de abuso, maltrato o negligencia, centrándose en la actuación, comportamientos y rasgos distintivos tanto de los progenitores como de los menores en estas dos situaciones (véase Tabla 2). En el caso concreto del abuso sexual infantil, Pereda y Arch (2009) puntualizan la dificultad del diagnóstico diferencial frente a la AP (en este caso SAP) y proponen que se base en los indicadores clínicos del abuso sexual infantil y de credibilidad de las declaraciones frente al relato inventado o inducido. Así, estas autoras exponen los siguientes criterios: A. Indicadores de credibilidad de la revelación de abuso sexual infantil: I. II. El abuso sexual es revelado por el menor. La información específica sobre el abuso se encuentra dispersa a lo largo del relato, alejándose de un relato estructurado. III. El relato de abuso se enmarca en unas coordenadas espaciotemporales. IV. V. VI. VII. El menor describe el acto sexual con vocabulario acorde a su edad. El relato del abuso incluye una gran cantidad de detalles. El relato del abuso incluye detalles irrelevantes para la acusación. El menor incluye en su relato fragmentos de conversaciones o interacciones verbales que pueden presentar expresiones del presunto abusador, de uso poco común para la edad del menor. VIII. El menor realiza rectificaciones y apostillas a lo largo de las declaraciones. IX. X. XI. Presencia de sentimientos de culpa y/o vergüenza en el menor. Conocimientos sexuales inapropiados para la edad de la víctima. El progenitor se preocupa más por el bienestar del menor que por el castigo del abusador. XII. Indicadores de TEPT. B. Indicadores clínicos o patrones de conducta en el menor observados en víctimas de abuso sexual: I. II. III. Conducta sexualizada (comportamientos erotizados). Percepciones distorsionadas que presenta el menor. Sintomatología postraumática asociada al abuso sexual. Por otra parte, presentan también indicadores de una posible falsa denuncia ante la revelación de abuso sexual infantil (Pereda y Arch, 2009): I. El abuso sexual es revelado por el progenitor y se sitúa en un contexto de separación o divorcio conflictivo. II. El relato se centra en la descripción del abuso sexual. III. El menor describe el acto sexual con vocabulario adulto. IV. El relato del abuso sexual incluye los detalles justos. V. El relato del abuso se basa exclusivamente en detalles necesarios para la acusación. VI. VII. VIII. El menor muestra un discurso automatizado. No aparecen sentimientos de culpa ni estigmatización. El menor no presenta conocimientos a nivel físico-sensorial: textura, sabor, etc. IX. El progenitor se preocupa más por el castigo del abusador que por el bienestar del menor. X. El menor presenta la mayoría de los ocho síntomas primarios descritos por Gardner y escasamente alguno del TEPT. Por el contrario, autores como Walker y Shapiro (2010) han sugerido que no existen datos empíricos suficientes para diferenciar a los menores abusados y traumatizados y que, por tanto, rechazan al progenitor que ha perpetrado estos comportamientos de aquellos menores que han sido alienados o distanciados de un progenitor. En estas dos situaciones planteadas, la intervención terapéutica recomendada difiere ampliamente, ya que se prescribe el contacto con el progenitor rechazado en los casos de AP, actuación que sería inadecuada en un caso de abuso. Esta escasez de base empírica sobre la AP como trastorno, supone graves dificultades en su diagnóstico diferencial, lo que podría dar lugar a intervenciones lesivas para el menor así como problemas técnicos y éticos (Walker y Shapiro, 2010). Ref. Tesis doctoral: “Las interferencias parentales y la alienación parental en el contexto jurídico español: revisión de sentencias judiciales en materia de guarda y custodia”. Autor: Ignacio González Sarrió. Universidad de Valencia, 2017.