LA CONCILIACIÓN DEL BICENTENARIO Por: Carlos Castillo Rafael La Resolución 53/243 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, denominada la “Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz”, en su introducción describe la paz positiva como un proceso dinámico por el cual la participación ciudadana lidera la promoción del dialogo y solución de conflictos, apelando al espíritu de entendimiento y cooperación. Por otro lado, el “Plan Bicentenario: El Perú hacia el 2021”, plantea la institucionalización del diálogo y la concertación, como una indispensable política pública. Más aun, sostiene la necesidad de construir un sistema de justicia integrado, donde los medios alternativos de solución de conflictos facilitan un adecuado y universal acceso a la justicia de todas las personas, quienes merecen conocer y aprender esta gestión dialógica del conflicto, reduciendo su judicialización. La conciliación extrajudicial representa, pues, algo más decisivo que un trámite prejudicial, una práctica para abogados y epígonos. Incluso, a los conciliadores y a los centros de conciliación no se les aprovecha en toda su virtualidad. Por ejemplo, hay cerca de cincuenta mil conciliadores acreditados por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, aproximadamente siete mil empleados en los cerca de mil cuatrocientos centros de conciliación. Como parte de la participación ciudadana, debiera promoverse que cada conciliador sea un gestor de conflictos en su comunidad, un agente de mediación en los múltiples ámbitos de la vida cotidiana. La esposa en medio de una crisis conyugal, los vecinos disputándose el uso de las áreas comunes del condominio, las rivalidades entre compañeros de trabajo, las competencias rebasando la ecuanimidad de los jóvenes, los desencuentros entre los amigos, las reivindicaciones gremiales, los conflictos sociales, los enfrentamientos entre comunidades, barrios y grupos identitarios, la lucha por el reconocimiento, etc. No hay conflicto que no tenga, tal vez, una arista jurídica, pero también no hay conflicto ante el cual no sea imprescindible las virtudes de la conciliación. Esta conciliación total, asumida responsablemente por cada ciudadano promotor de la Cultura de Paz, es la que propongo para nuestro bicentenario.