LA DIVERGENCIA EN VERONICA ROTH COMO EVIDENCIA DEL PENSAMIENTO DÉBIL JUAN DAVID TRUJILLO NARVÁEZ 20152141552 A: BETUEL BONILLA ROJAS ANÁLISIS CULTURAL LICENCIATURA EN LENGUA CASTELLANA UNIVERSIDAD SURCOLOMBIANA 2018-1 LA DIVERGENCIA EN VERONICA ROTH COMO EVIDENCIA DEL PENSAMIENTO DÉBIL Con cada época o periodo histórico surge una idiosincrasia: valores y cosmovisiones que caracterizan a las sociedades particulares que habitan o habitaron en cada uno de estos períodos. Junto con tales estilos de razonar y de vivir, además, se erigen pensadores que reflexionan sobre el entorno en el que viven. Estos intelectuales plantean elementos que permiten al mundo entenderse a sí mismo o, por lo menos, crear un arquetipo sobre el que puedan existir nociones de su momento, y de las causas por las cuales el hombre se comporta y piensa de una manera distinta. En el caso concreto de la época presente, la sociedad se desenvuelve en las grandes superficies y los pequeños propósitos; en la producción en masa y el pensamiento limitado; en la fácil deserción y la inexistencia de ideales. Vivimos en un período donde “no existen esencias inmutables, solo hay interpretaciones” (Vattimo, 2007, pág. 2). Gianni Vattimo, filósofo italiano, define este período (llamado posmodernidad por otros estudiosos) como una serie de “negociaciones entre individuos y grupos que sin duda tienen intereses contrapuestos, y que pueden conciliarse solamente en nombre de valores comunes que se pueden encontrar en su propio patrimonio cultural, entendido este como repertorio de argumentos retóricamente persuasivos que terminan por reemplazar a las “razones” de los más fuertes”. (Vattimo, 2007, pág. 2) Estas “negociaciones” se traducen en una ruptura de los paradigmas de pensamiento absoluto, pues “es ilusorio pensar que exista un punto de vista supremo, comprehensivo, capaz de unificar todos los demás”. (Vattimo, 2000, pág. 2). El surgimiento de nociones que pongan en tela de juicio la veracidad de un criterio único que defina la humanidad, produce a su vez una ideología que Vattimo define como “pensamiento débil”. El pensamiento débil se caracteriza principalmente por aceptar la posibilidad de decursos distintos a los que ha propuesto, muchas veces por medio de imposición, el “pensamiento fuerte”, entendido como aquel modelo con la capacidad (ya sea económica, social o política) de instaurar en el colectivo humano una manera particular y sumamente especifica de pensar, en términos tanto de desarrollo como de retrospección. En medio del desarrollo de estas concepciones “la realidad, para nosotros, es más bien el resultado de cruzarse y “contaminarse” las múltiples imágenes, interpretaciones, reconstrucciones que distribuyen los medios de comunicación en competencia mutua y, desde luego, sin coordinación “central” alguna” (Vattimo, 2000, pág. 5) Como medio de representación de los momentos distintivos del pensamiento, surgen bienes, productos y elementos culturales que recogen las características propias de dichos puntos históricos. Los autores contemporáneos en distintas disciplinas, ya sea por motivos de identificación, de interés mercantil, alusión al contexto o antonomasia, evidencian en sus obras un sentido de vacío casi existencial, un frágil sentido del compromiso y una indecisión marcada por la veracidad de todas las perspectivas, producto de un “esfuerzo por sustraerse a la lógica de la superación, del desarrollo y de la innovación” (Vattimo, 1986, pág. 96). Dentro del prontuario de estas obras, específicamente en el área de literatura, un ejemplo destaca por representar de manera inequívoca los factores que caracterizan el pensamiento débil descrito por Vattimo. El libro Divergente de la estadounidense Verónica Roth, publicado en el 2011, ilustra por medio de las aventuras de su protagonista un mundo en el que las nuevas generaciones se oponen al estilo de vida preestablecido, justificando esta acción en el proceso, a pesar de que tal oposición obedece a una indecisión e inseguridad oculta respecto a la verdadera pertinencia del sistema. Divergente sigue la vida de Beatrice Prior, una adolescente de dieciséis años quien vive en la ciudad futurista y distópica de Chicago, ciudad que, tras un evento apocalíptico, se reconstruye por medio de un sistema de facciones, grupos humanos que defienden una virtud humana especifica como el modelo perfecto de vida. Las reglas de la sociedad dentro del libro estipulan que al llegar los dieciséis años, cada joven debe elegir, después de atravesar una prueba de aptitud, entre una de las cinco posibilidades de facción, y su respectiva característica (ya sea quedándose en la facción en la que nacieron o trasladándose de facción): Abnegación, defendiendo el desinterés, Intrepidez, en nombre de la valentía, Sabiduría, en pro del conocimiento y la inteligencia, Sinceridad, optando por la verdad absoluta y Cordialidad, buscando la paz y la amabilidad. Este sistema social y político es la representación del “pensamiento fuerte”, debido al absolutismo encontrado en su aplicación, en la limitación de los criterios de las facciones con respecto a lo que es “bueno”, y a la rigidez de sus reglas, ya que al elegir, el sujeto debe obedecer ciegamente a lo que imponga la facción. Entre otras características, es en el lema de la sociedad “Facción antes que sangre” (Roth, 2011, pág. 38) que se evidencia la “fortaleza” que refiere Vattimo. Sin embargo, en el caso de Beatrice, apodada “Tris”, ninguna de estas opciones se ajusta completamente ni a su forma de ver el mundo, ni a sus pruebas de aptitud. A pesar de que “Tris” tiene la posibilidad de quedarse en Abnegación, facción de la que es originaria, sus creencias, que están en un inconsistente proceso de contradicción, no son totalmente firmes: “Cuando veo a mi familia moverse en armonía… me enamoro de esta vida de nuevo. Es sólo cuando trato de vivirla por mí misma que tengo problemas. Nunca se siente genuina”. (Roth, 2011, pág. 24). Beatrice es la efigie del sujeto débil que intenta encajar en un modelo que le han dicho que es el correcto, pues busca la manera de adaptarse a la sociedad practicando las costumbres de su facción, aunque su “instinto” le indique lo contrario: “Siento un nudo en la garganta. Una voz fuerte en mi cabeza me dice, Agacha la cabeza y sigue caminando. No. Sacudo la cabeza. No debo tener miedo de este hombre. Necesita ayuda y se supone que tengo que ayudarlo”. (Roth, 2011, pág. 25) Sin embargo, la razón de mayor peso sobre la indecisión de la protagonista del libro se revela cuando se incluye en la trama el concepto de divergencia, una extraña condición que impide a quienes la padecen tener las aptitudes necesarias para establecerse en una única facción, pues poseen capacidades para estar en más de dos, lo que anula la unicidad que caracteriza el sistema. Debido a que Beatrice es divergente, su facultad de elección se expande más allá de las posibilidades ordinarias, creando un conflicto en la adolescente, quien no sabe si seguir con su familia en Abnegación, o escoger entre Intrepidez o Sabiduría. La divergencia, entonces, es la manifestación máxima del pensamiento débil, expresado en una profunda incertidumbre acerca de las creencias más básicas en las reglas que aparentemente rigen al mundo: “Mis ojos se cerraron hacia los tazones en el centro del cuarto. ¿En qué creo? No lo sé, no lo sé, no lo sé” (Roth, 2011, pág. 37). Sumado a la crisis interna de la joven, se cierne la imposición de la escogencia y el miedo infundido desde siempre a salir del esquema social, lo que solo refuerza la fortaleza del pensamiento de Chicago: - Apartados de ellos, no sobreviviríamos. El silencio que sigue a sus palabras es más pesado que otros silencios. Está pesado con nuestro peor temor, más grande incluso que el miedo a la muerte: estar Sin Facción (Roth, 2011, pág. 38). A pesar de que la joven esté convencida de que debe hacer una elección, y de querer un cambio en su vida, los deseos de permanecer en su casa crean argumentos de convencimiento: “El uniforme retumbar de pies en mis orejas y la homogeneidad de las personas alrededor de mí me hizo creer que podía elegir esto. Podía ser subsumida en la mente colectiva de Abnegación, siempre proyectando hacia el exterior” (Roth, 2011, pág. 34) Inmediatamente después, su naturaleza débil acude a explicarle por qué está indecisa: “Pero entonces mis piernas se sienten adoloridas, y lucho por respirar, y estoy nuevamente distraída” (Roth, 2011, pág. 34) Después de la ceremonia de Elección, Beatrice decide abandonar su estilo de vida y a su familia, y formar parte de Intrepidez. Lo hace no solo por el miedo a quedarse sin identidad, sino en respuesta a la amenaza que ella representa como divergente a la sociedad, ya que una de las virtudes que posee es la inmunidad a las sustancias que permiten al gobierno descubrir y controlar las aptitudes de cada individuo: “Cada Facción condiciona a sus miembros a pensar y actuar de una cierta manera. Y la mayoría lo hace. Para la mayoría de las personas, no es difícil aprender, encontrar un patrón de pensamiento que funcione y se mantenga de esa manera. Pero nuestras mentes se mueven en doce diferentes direcciones. No podemos estar confinados a una manera de pensar, y eso aterroriza a nuestros líderes. Eso significa que no podemos ser controlados. Y eso significa que no importa lo que hagamos, siempre causaremos problemas para ellos”. (Roth, 2011, pág. 326) Este tipo de conductas, ya reconocidas como propias del pensamiento débil, son rechazadas por la forma de pensamiento imperante, y Vattimo lo describe explicando que “en italiano y en otras muchas lenguas, según creo, es todavía una ofensa llamarle a uno «reaccionario», es decir, no adherido a los valores del pasado, a la tradición, a formas «superadas» de pensar” (Vattimo, 2000, pág. 1). Una vez incluida en la facción de la Intrepidez, el proceso de inducción y entrenamiento a las prácticas relacionadas a la valentía más el inicio de un estilo de vida enteramente opuesto al acostumbrado, ponen de nuevo en una cuerda floja la inseguridad absoluta de Beatrice, y su miedo al aislamiento: “A pesar de la depravación que veo en Intrepidez, con todo, no puedo dejarlo. No es sólo porque el pensamiento de una vida Sin Facción, en completo aislamiento, suena como un destino peor que la muerte” (Roth, 2011, pág. 57) A lo largo del libro, “Tris” siente la pugna constante entre su deseo de regresar a su facción de origen y su aparente hastío de las costumbres austeras de su familia: “Tal vez mi problema no es que no pueda ir a casa. Extrañaré a mi madre, a mi padre y Caleb, y la noche de luz de fuego y el golpeteo de las agujas de tejer de mi mamá, pero esa no es la única razón de esta hueca sensación en mi estómago. Mi problema es que aún si fuera a casa, no pertenecería a ahí, junto a las personas que dan sin pensar y son compasivas sin intentarlo”. (Roth, 2011, pág. 60) Hasta el final de la historia, este conflicto se repite mientras se desarrollan las otras contiendas sociales que enmarcan la obra. No obstante, la divergencia como fenómeno no resulta en una construcción de una nueva postura ideológica singular, sino que de algún modo genera inestabilidad en el sistema imperante sin recurrir a métodos agresivos, de hecho, ni siquiera tiene la intención de derrocar por sí misma el sistema. Tal es la característica final que enmarca la divergencia, quienes la padecen no abrazan una identidad única, ya que pueden pertenecer a todas, son pluriculturales de un modo u otro, aceptan los rasgos de la otredad, y se alinean con las propuestas de Vattimo sobre la posmodernidad en términos de la eliminación de la violencia. Obras como esta son, entonces, la muestra del rumbo que toma la humanidad, del sendero obscuro en el que se están extraviando los ideales firmes, dejando un rastro de incertidumbre del que justo ahora, las generaciones están empezando a comer. Bibliografía Roth, V. (2011). Divergente. México D.F: Molino. Vattimo, G. (1986). El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa. Vattimo, G. (2000). Posmodernidad ¿una sociedad transparente? En G. Vattimo, & otros., En torno a la posmodernidad (págs. 1-8). Barcelona: Anthropos. Vattimo, G. (2007). El pensamiento de los débiles. A Parte Rei, 1-2.