INTRODUCCIÓN. Las ciudades europeas después de la Segunda Guerra Mundial quedaron devastadas. La población sufrió grandes cambios en su manera de vivir, produciendo consecuentemente un notable cambio en su manera de pensar. El problema de la vivienda fue una de las grandes problemáticas de ese período. La cuestión del alojamiento para los sectores populares ya era un tema clave en la agenda pública de países europeos desde fines del siglo XIX. Sin embargo, luego de la segunda guerra comenzó un nuevo proceso de burocratización del problema, llevándolo a gran escala y creándose así, instituciones estatales destinadas a la investigación y construcción. En Italia, comienza una reconstrucción física y conceptual, a través del Plan Marshall, propuesto por Estados Unidos como plan político y económico, entre 1948 y 1951, con el fin de generar condiciones estables para garantizar el bienestar social y superar la crisis de posguerra. Luego surge en el ámbito arquitectónico italiano, la idea de recopilar las características de la arquitectura tradicional italiana. En Roma, se promueve la arquitectura académica y la monumentalidad, mientras que en Milán se presenta el monumento permeable y una propuesta dinámica, contrariamente a Roma. En el ámbito milanés, la orientación estuvo marcada por Rogers, director de la revista Casabella-Continuitá, que propuso retomar algunas de las ideas del movimiento moderno actualizándolas y poniéndolas en contexto con la realidad social italiana. Aldo Rossi, alumno del Politécnico de Milán, fue el que, con sus teorías y proyectos, representó de la mejor manera las ideas de Rogers, quien fue su profesor. Uno de sus principales escritos fue “La Arquitectura de la Ciudad”, publicado en 1966. Rossi, buscaba alejarse del funcionalismo ingenuo, siendo racionalista. Proponía ver la ciudad como una gran casa, y la casa como una pequeña ciudad, de la manera en que lo hacía Palladio. Lo que planteaba Rossi era diseñar, por analogía, utilizando las formas y tipologías del pasado, reviviendo así la historia del lugar. En “La Arquitectura de la Ciudad”, Rossi escribe en contra de la ciudad moderna, interesándose en la historia y trabajando con la tipología. Concibe a la ciudad como arquitectura, no sólo como una imagen, sino también como un proceso de construcción en el tiempo. “La arquitectura es la escena fija de las vicisitudes del hombre; con toda la carga de los sentimientos de las generaciones, de los acontecimientos públicos, de las tragedias privadas, de los hechos nuevos y antiguos. El elemento colectivo y el privado, sociedad e individuo, se contraponen y se confunden en la ciudad, constituida por tantos pequeños seres que buscan una sistematización y, al mismo tiempo, juntamente con ella, un ambiente para ellos, más adecuado al ambiente general.” Para él, la ciudad es un problema físico, en donde la geografía del lugar y los acontecimientos ligados a su fundación y a su historia, otorgan los elementos primarios, como los monumentos, los accidentes geográficos y topográficos, que conforman su estructura única e individual. Los elementos secundarios son las áreas residenciales, que se caracterizan por la correspondencia entre un tipo arquitectónico y una forma urbana. El monumento comprende señalamiento y trascendencia de un sentimiento o costumbre de una ciudad a través del tiempo. “Signos de voluntad colectiva expresados a través del principio de la arquitectura... puntos fijos de la dinámica urbana”. Rossi adoptó también, consecuentemente, el concepto de locus, que trata de definir la personalidad propia de cada ciudad en su modo tradicional de desarrollarse físicamente y de plantear su arquitectura. Con este concepto, se mostraba un fuerte reconocimiento a la individualidad de cada lugar, a la condición discontinua de la tierra, con todos sus puntos diferentes e individuales. Otros conceptos que se presentan en el texto de Rossi son hechos urbanos, tipo, tipología, morfología, memoria del colectivo, y ciudad análoga. La ciudad, entendida como hechos urbanos caracterizados por una arquitectura propia, y por lo tanto por una forma propia. Los hechos urbanos proponen autonomía de funcionalidad, adecuados al contexto. La relación entre arquitectura y ciudad se observa, a través del vínculo que se establece entre morfología urbana y tipología residencial y que para Rossi configura la ciudad como un hecho físico final y concreto. Los conceptos de tipo y memoria son los principales en los que Rossi se apoya en su crítica al funcionalismo. El tipo, está determinado por la necesidad y por la aspiración a la belleza. En él confluyen los caracteres individual y colectivo de la forma. Para Rossi, el tipo tiene una expresión formal que es extraída de una revisión, por lo tanto se debe relacionar con la forma. Identifica una forma de vida con una representación arquitectónica. Es el principio esencial de la arquitectura, factor estabilizador de su desarrollo. Este pensamiento de raíz estructuralista, de arquitectura como tipo, influiría durante mucho tiempo en el pensamiento europeo, principalmente en España e Italia, que en los años setenta fueron los países en que se desarrolló verdaderamente esta importante revisión, extendiéndose también de modo más general. La memoria es la noción simétrica del tipo respecto de la forma, en el ámbito de lo colectivo: introduce la autobiografía de la sociedad en la arquitectura. Si el tipo constituye el fundamento lógico de la forma, la memoria se encarga de su control social. La idea de ciudad análoga está directamente relacionada con la memoria colectiva. Se planteaba como una operación lógico-formal que podía traducirse en un modo de proyectar: “utilizando el mecanismo de la memoria es capaz de mostrar con imágenes la esencia de la ciudad”. GALLARATESE El conjunto de viviendas Monte Amiata, en el barrio Gallaratese de Milan en Italia, es un complejo diseñado por los arquitectos Carlos Aymonino y Aldo Rossi. Surge de la necesidad de la creación de planes de viviendas producto de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Este conjunto inspirado en una serie de experimentos realizados en 1950 por el Team X, se trata de un proyecto que proponía la integración de elementos dispares en una misma unidad, como residencias, comercios e industria. Estaba compuesto por 5 bloques (A1, A2, B, C, D) cuatro diseñados por el arquitecto Aymonino y uno por el arquitecto Rossi. El bloque D construido entre los años 1967 y 1974, por Aldo Rossi, toma un mayor protagonismo del resto de los volúmenes y se muestra en contraste con los diseños visualmente complejos del Aymonino. En su composición se puede notar como se inspira en las pinturas de Giorgio de Cherico y en la arquitectura de Khan, aunque con un idealismo más conceptual y afectado igualmente por un realismo de tradición racionalista. Ello es evidente, en la consideración autónoma de la forma y de la composición, en la valoración iluminista de las figuras y de los volúmenes simples o esenciales, en la preeminencia de la forma sobre la materia, en el vacío, el silencio, y la soledad surrealista del objeto; en la estimación de un moderno sentido de lo académico y de lo clásico. El proyecto Gallaratese es una obra en la que Rossi materializa y manifiesta en gran medida el contenido teórico de sus escritos, y propone un tipo de arquitectura que rompía en cierta medida con el paradigma planteado por el modernismo, desarrollando lo que conocemos hoy como post-modernismo. Se trata de un inmenso bloque lineal, de 182 metros de largo por 12 metros de fondo, que dispone dos sectores discontinuos de viviendas, servidas por un corredor de circulación común, cuyas dos o tres alturas descansan sobre un portico completo, que unifica las columnas de circulación vertical y que caracteriza el edificio. Esta sencilla disposición, que parece gozar en su naturaleza simple de un gesto racional radicalizado y extremo, alcanzó una importancia sobre todo figurativa, dando entonces la medida de una estética rossiana que tuvo muy fuerte impacto y una considerable repercusión. Simple, igual a sí mismo, indiferente en su continua línea de cornisa a los cambios del suelo, el gran bloque repite hasta la obsesión los sencillos temas compositivos de su fachada. Ventanas cuadradas a ritmos iguales, fuertemente sombreadas, exhiben una rigurosa monotonía que es elevada hacia una alta condición estética, y tan sólo un leve corte en el bloque, más conceptual que necesario, provoca una interrupción en la simple repetición de las pilastras para permitir la aparición de dos grandes columnas cilíndricas, contrapunto y articulación de tan obsesivo y cadencioso ritmo. El resultado es algo surrealista y de notable atractivo. De nuevo la arquitectura se exhibe como volúmenes expuestos a la luz, que las fuertes sombras revelan; como juego de formas primarias, esenciales, en las que la materia no importa. De nuevo, también, el tipo consigue la indiferencia funcional al estar dictado por principios arquitectónicos más firmes que la consideración funcional de las actividades. En esta obra existe una relación analógica con ciertas construcciones de ingeniería que se mezclan con la tipología de corredor y el mismo sentimiento que siempre ha experimentado por las viejas casas milanesas en las que el corredor es una forma de vida bañada en historias menores, en intimidades domésticas, en relaciones. Aldo Rossi utiliza el mecanismo tipológico para el análisis y desarrollo de esta unidad. Se propone el despliegue de organización sobre el concepto de galería restituyendo la tipología tradicional del hábitat de la Lombardía y el modelo de calle interior propuesto por Le Corbusier. Los pilares y las paredes tienen 20 cm de espesor. Cada 16 muros de soporte se ubican un grupo de escaleras. Las columnas se multiplican innecesariamente para agudizar la sistematización y organización basada en la geometrización del espacio, y en la repetición. La planta baja es libre. Soporta las unidades habitacionales que se repiten sistemáticamente sobre los pilares de elevación variable. El bloque de disposición horizontal requiere una junta de dilatación que se demarca en forma acentuada dando origen a la disposición de un grupo de cuatro columnas cilíndricas de 1,80 mts. de diámetro. El cambio de ritmo entre el espesor reducido de los pilares y las paredes portantes y la forma cilíndrica y monumental de los cuatro pilares centrales produce una ruptura tanto en la lectura como en la interpretación de las piezas enmarcadas en forma destacada. Rossi optó por una arquitectura radical, capaz de ofrecer la claridad de los principios que estaba interesado en trasmitir. Una arquitectura simple, del esquematismo, de la repetición, ligada al «tipo»; de composición intensa, frecuentemente simétrica y rígida. Apoyada en un cierto matiz surrealista. También la arquitectura de Rossi, como la de Venturi, siguió siendo fiel a la tradición que se reconocía como la más genuina de la modernidad: el racionalismo, o a la sublimación de éste. Su seguimiento fue tan razonado como explícito. Tanto Rossi, como Venturi, se opusieron a la modernidad intentando corregirla y restaurarla, es decir continuarla. Su pensamiento y su obra se tiñeron así de la ambigüedad que significaba rechazar la tradición moderna y, al tiempo, querer continuarla rectificando su camino. Rossi fue bien tajante en torno al concepto de funcionalismo, que rechazó como modo de pensar erróneo, y se opuso al compromiso social e ideológico, tradicional en las intenciones de la arquitectura moderna. De los edificios del pasado reivindicó su racionalidad, su capacidad de uso universal. “Máxima precisión arquitectónica significa máxima indiferencia funcional”. Esto es, que la lógica formal de la arquitectura logra la máxima disponibilidad para alojar cualquiera que sea la función, como demuestran los grandes edificios históricos, que cambiaron de uso a lo largo del tiempo sirviendo a todos ellos de igual manera. Rossi, mantuvo así un concepto antropológico de la arquitectura, a la luz del cual el uso del espacio por parte del hombre es siempre similar, indiferente tanto a la época como a la actividad, al reducir la preocupación funcionalista a una inútil obsesión. La especial poética de la arquitectura de Rossi constituye, de un lado, una expresión personal; de otro, una serie de metáforas que explican su pensamiento. Sus formas son esenciales, simples, y en ellas el silencio y el vacío se hacen presentes como expresión del lugar. Sus dibujos, de un aire entre ilustrado y metafísico, muestran espacios y objetos mediante fuertes sombras y nítidos contornos. Sombras permanentes, como si procedieran de un sol siempre quieto, expresan la esencia física de las cosas y sus invariables relaciones formales, tal y como a través del tiempo permanecen. Rossi aparece, así como un proyectista corbuseriano, al menos al entender la arquitectura como «el juego sabio y magnífico de los volúmenes bajo la luz». Gran parte de su obra se realizó en hormigón, material corbuseriano por excelencia, y material también eminentemente abstracto, capaz de poner en valor las formas en cuanto tales, en su sentido más puro. Dio valor a la forma por encima de la materia.