Una visión indígena del mestizaje Desde adentro de las jaulas Tomemos dos indígenas argentinos procedentes de la precordillera saltojujeña, de los cuales reservaremos el nombre. Los llamaremos Juan y Pedro. Ambos han nacido y se han criado en el mismo caserío, con la misma cultura agropastoril y han mamado idénticos usos y costumbres. Jamás han oído hablar de los indios, a no ser en la escuela, donde les hablan de los aborígenes como algo lejano y prehistórico. A partir de los quince años, sus caminos empiezan a bifurcarse. Pedro emigra a Humahuaca, allí se conchaba en un restaurante como hachador de leña, logra ahorrar y con esos recursos viaja a Buenos Aires. Resumiendo, luego de muchos trabajos y peripecias, logra recibirse de abogado en la UBA. Sus compañeros, profesores, colegas y clientes le dicen que al emigrar y dejar de ser portador de su cultura originaria ya no es indígena sino mestizo. Sin embargo él, que no olvida su procedencia, ayuda a fundar una asociación indígena, junto con otros residentes, en la que trabaja largos años. Ahora es miembro de la Comisión de Juristas Indígenas, que se encarga de asuntos legales de las comunidades, así que trabaja conjuntamente con ellas en defensa de sus derechos y reparte su tiempo entre Buenos Aires, donde tiene su hogar y los pueblos indígenas, en los cuales tiene sus clientes que confían en él porque lo reconocen como uno de ellos. En cuanto a Juan, permanece un tiempo más en su aldea, termina la escuela primaria y aprovechando que viajan unos parientes suyos, residentes en Capital Federal, se va allí con ellos. Trabaja duramente, sufre la discriminación hacia el cabecita negra, pero luego de sufrir mucho, logra construir su casa, se casa con una paisana y pone su propia panadería. Ha sido tan despreciado, humillado y explotado por su condición, que ha aprendido a camuflarse, niega su origen, dice que es santiagueño y reniega de sus costumbres. Ahora tiene dinero, un vehículo, empleados blancos; según él, ha dejado de ser indígena y en una encuesta organizada por el INDEC, dice que es criollo, pero igual sus empleados, proveedores y en las oficinas donde debe concurrir, lo siguen tildando de colla y tratándolo como a tal, aunque en su presencia manifiesten lo contrario y lo traten de señor. Hubiera podido seguir así, como otros tantos emigrados, pero empujado por la nostalgia, concurre a las peñas organizadas por una asociación indígena, escucha su música, baila las danzas de su tierra y se encuentra con su paisano Pedro, integrante de la comisión directiva. Hablan con él, Pedro lo hace reflexionar, logra asumirse como lo que es realmente, ingresa a la asociación, comienza a viajar a su pago a fin de hacer abrir los ojos a sus coterráneos, e incluso llevado por su apasionamiento se arroga la representación de los indígenas en reuniones internacionales y ante el INAI, lo que encoleriza a sus paisanos, que le niegan representatividad y lo consideran engringado. Ambas historias actuales, que no han concluido todavía, se entrelazan, confluyen y son reales, de indígenas argentinos, pero que perfectamente podrían ser de aborígenes de Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil, México, etc. ¿Qué conclusiones se pueden extraer o qué se puede inferir de estas experiencias de vida? a).- El originario no tiene conciencia de serlo. Nadie se lo ha dicho y recién cuando sale, le hacen sentir el peso de ser diferente, el otro. b).- El indio que sale de su origen, puede transculturarse y renegar de su origen; lo convencen y se convence a sí mismo de que es criollo o mestizo. Deja de ser indio para sí mismo y para los que lo rodean, pero no se acultura. La cultura mamada permanece larvada en su interior. c).- Otro indio, también transterrado, sigue conservando su conciencia de ser aborigen. Tal vez no lo sea de apariencia, pero sí de sentimientos. Sigue siendo indio, aunque quizás no para el medio en que vive. d).- El originario al cual las influencias y vivencias exteriores han hecho renegar de su identidad, quizás permanezca así o, con algún estímulo, también exterior, puede volver a ser indio. e).- Ambos vuelven en ocasiones a su comunidad, pero están trasplantados en la ciudad. Son indios urbanos. f).- La comunidad de origen reconoce o no a los emigrados y sus descendientes, según su comportamiento hacia sus hermanos indígenas, entre otras cosas. g).- En ambos casos, no ha habido ninguna mezcla ni cambio biológico. Las sucesivas transformaciones han sido culturales, económicas y sociales. Han adquirido conocimientos que no poseen los indios que continúan en su lugar de origen. h).- Sus decisiones personales acerca de su identidad son libres en apariencia, pero en realidad están condicionadas en gran parte por estímulos externos: la escuela, los medios de comunicación y el entorno sociolaboral. ¿A qué viene todo esto? A que indios, indígenas, originarios, aborígenes, nativos, nombres utilizados indistintamente en este trabajo, seguimos existiendo, aunque ya no somos los del siglo pasado, somos diferentes, aunque no mestizos y pretendemos decidir sobre nuestro futuro; pero para eso debemos tener claro, indios y no indios, qué es el originario y qué hacer con él, así como el problema de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido la Argentina. Está, más bien, en saber cómo es la Argentina. Este trabajo teórico sólo refleja una tendencia que en estos momentos se está difundiendo entre el aborigen argentino y que ahora se busca difundir en el ámbito académico. Conceptualidad Es indudable que el tema del racismo, discriminación y exclusión va más allá de la terminología empleada, pero creemos que por algún lado debe empezar a desenrollarse la madeja. Hablar de mestizaje, hibridez, mezclas e impurezas es importante porque no se trata sólo de una confrontación de términos, sino del impacto social, político y hasta económico que tienen esos términos de la vida cotidiana. ¿Qué es ser argentino? Es una nacionalidad, no una etnia ni una raza. Ni siquiera una forma de vida, y esa ambigüedad, ni chicha ni limonada, es lo que da pie a muchos para hablar de la mezcla de culturas, del crisol de razas y se animan a proponer al argentino como la raza del futuro, contraviniendo no sólo la realidad sino el sentido común. Son construcciones inconsistentes: obviamente la cultura predominante es la “occidental” y la cultura indígena está relegada; “mejorar la raza” es buscar una descendencia lo más clara posible y la pretendida fusión se reduce en muchos a gestionar el pasaporte europeo; lo cual a esas personas de doble nacionalidad no les impide ser buenos argentinos, hasta patriotas que no sólo sugieren, sino que practican una política de inmigración que divide entre inmigrantes deseados y no deseados. Es comprensible que subsista el temor de que cualquier alusión a blancos o indígenas sea en sí misma otra forma de racismo. Sin embargo, precisamente un primer paso para enfrentar el racismo podría ser aprender a usar con seriedad ciertos conceptos, dejando de lado sus connotaciones despectivas. Al fin y al cabo, se trata de reconocer a los diversos argentinos como realmente son, aunque todavía haya algunos a quienes les cueste admitirlo. ¿Somos criollos? ¿Gauchos? En nuestro país hay una creencia generalizada de que criollo es sinónimo de argentino y no es así. Un colombiano puede ser tan criollo como un argentino, de acuerdo a lo que define el diccionario de la Real Academia: “Dícese de los hijos y en general de los descendientes de padres europeos nacidos en Hispanoamérica”. En cuanto a gaucho, es una categoría ocupacional igual que cow-boy. ¿Por qué parece indeseable –cuando se confronta con indígena- un término que ha sido sinónimo de lo argentino, junto con gaucho? No porque se esté en contra del criollo o del gaucho. Es que se busca asimilar al criollo a toda América Latina, en una suerte de criollización y es mejor que estas categorías se eviten cuando se refieren al mundo aborigen, porque confunden. Habría error en apreciar el gaucho como equivalente del criollo, al cual no reemplaza ni subroga. Esta turbiedad ocasiona resoluciones perjudiciales para los aborígenes, como la del gobierno de Salta, quien oficialmente incluye, cada vez más, hasta en el reparto de tierras, a los “criollos” y a los “gauchos mestizos” junto a los aborígenes, como veremos más adelante. Como señala Jorge E. Rulli de nosotros, los argentinos: “Durante mucho tiempo creímos ser europeos exiliados. Pero la imagen tan grotesca que nos devolvió el espejo de los otros, y nuestros propios fracasos, nos desalentó definitivamente. Durante mucho tiempo, también, nos empeñamos en alcanzar con el criollismo una cuota de respetabilidad frente a nosotros mismos. Pero el mestizaje es siempre un equilibrio inestable que requiere un fundamento, una base que nosotros no nos atrevíamos a asumir”. ¿Qué es el indígena? El objetivo de este trabajo no es el de dar una definición del indio actual, pero como eso se vincula con lo de mestizo y mestizaje, se dejan sentados algunos puntos. Cuando se trata del indio, en todas las bases censales se observan claras discrepancias según el criterio adoptado: geográfico, cultural, biológico, lingüístico o psicológico. El problema principal radica en la propia definición de población indígena, tanto en lo conceptual como en el indicador operativo para identificarla en los censos y encuestas. Por otro lado, el parlamento chileno se encuentra debatiendo la creación del cupo indígena, garantizando 5 diputados indígenas para pagar la deuda histórica (1). Si en nuestro país se diera una situación similar ¿qué condiciones deberían reunir los candidatos? El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un personaje. Es una categoría ontológica, un pueblo de esta tierra, una tradición, un espíritu. No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de vista exclusivamente literarios, como un color o un aspecto nacional, colocándolo en el mismo plano que otros elementos étnicos. Tampoco se puede desconocer que el indio actual es, a la vez que un segmento de la sociedad colonial, un producto de la mezcla biológica entre colonizadores y colonizados. El antropólogo Corrado Gini (2) comenzó y el mexicano Guillermo Bonfil Batalla (3), terminó por desmontar la visión tradicional del indio. Al interpretar sus afirmaciones se confirma que ser indio en la actualidad es más una cuestión espiritual y psicológica que de rasgos exteriores o sangre. Esta tesis presentada y aprobada en el II Congreso de Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América (4) y ahora retomada por algunos antropólogos ante los nuevos hechos, comienza a revolucionar más que a los blancos, a los indígenas, que de acuerdo a ella, deben aceptar como sus hermanos a personas de otro color. Sus trabajos arrancaron de que si antes era fácil reconocer a un indio, por su color, forma de vida, lengua, ahora es difícil y se centra en otros rasgos: la forma de vida, la aceptación por los mismos indios y -fundamentalmente-, su estado de ánimo y comportamiento. Estos elementos son tomados para el llamado criterio de autopercepción, utilizado en los censos indígenas de Guatemala, Panamá y Chile. Los hechos en los que se basa: que un blanco puede indianizarse, un indio puede renegar, europeizarse y aunque sea indio de sangre y apariencia, ser más explotador de sus propios hermanos que un blanco; además, la explosiva migración del indio a la ciudad, con la aparición de los indios urbanos. Las consecuencias inmediatas: que el indígena ya no es lo mismo que en los siglos pasados, y la naciente mestizoclastia: que un individuo pueda optar por ser indio o no indio, sin términos intermedios. Lamentablemente en la actualidad la palabra “indio” sigue siendo un insulto en la Argentina; por eso muchos aborígenes, por dominantes que sean sus rasgos indígenas, no se auto-consideran indios y se dicen mestizos Esto entra dentro de la dinámica del pueblo originario y sus transformaciones, pero más que todo en su propia toma de conciencia, repensar su identidad para impedir su fragmentación y ulterior desaparición, en síntesis, decidir él mismo sobre su futuro. Definiciones y aportes Mestizo es un adjetivo que se aplica a la persona nacida de padre y madre de raza diferente y con especialidad al hijo de hombre blanco e india, o de indio y mujer blanca; al animal o vegetal que resulta de haberse cruzado dos razas distintas y a la cultura, hechos espirituales, etc. provenientes de la mezcla de culturas distintas. El calificativo, emblemático para ciertos sectores de las ciencias sociales y de la polítología, se extiende y se usa en todos los niveles de la actividad económica, política y social. La idea, tomada de la zootecnia, que a fuerza de repetirla se ha incrustado en la población, supone simplemente que el ser humano engendrado por progenitores de diferente color, se va expandiendo hasta sobrepasar la cantidad de progenitores. Mestizo es una categoría psicológica y subjetiva, por cuanto se refiere a la manera de sentir de una persona. Usan este adjetivo los blancos, en forma peyorativa cuando se refieren a los blancos más oscuros; a su vez los indios lo usan contra los indígenas más claros, siempre como un factor de división y discriminación, hasta ahora. Perú por ejemplo divide a sus negros en negros y negroides; a sus indígenas en campesinos y nativos y surgen unas categorías que recuerdan las creadas por los españoles: mestizo-blanco, mestizo claro y mestizo-indio. En Bolivia, de un lado se usa mestizo con sentido despectivo, blancoide y cholo, este último casi siempre como un insulto. Del otro usan, indígena-mestizo y hasta criollo mestizo (5). En Argentina a nivel urbano se utilizan dos eufemismos: morocho y trigueño. Las libretas de enrolamiento para los hombres y las libretas cívicas de las mujeres, ambos documentos de identidad argentinos, estipulan el color de piel: blanca, trigueña (del color del trigo, entre moreno y rubio) y negra. Los morochos, según el diccionario de la Real Academia, son personas de tez blanca y pelo negro. Ahora, es una forma argentina de decir morenos, mestizos urbanizados. A los marginales directamente se les dice cabecitas negras, así que además de crear una distancia pigmentaria, se crea una distancia social. Nos fijemos que el europeo no se aplica a sí mismo la categoría de mestizo, a pesar que su propia identidad es producto de los encuentros entre poblaciones, desde los anglos, los germanos, los árabes y los celtas. Inclusive Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de tener inmigraciones oscuras de todo el planeta, no reconoce en su población mulatos ni mestizos. A propósito, una muestra actual de cómo las sociedades dominantes clasifican o bautizan a sus dominados, es la denominación que otorga la sociedad estadounidense a los inmigrantes, americanos como nosotros, que llegan a los Estados Unidos. Los medios de comunicación y hasta el mismo gobierno los llaman “hispanos” o “latinos”. Analizando esto desde el punto que nos interesa, advertimos, primeramente que ambos términos encierran una carga despectiva, por cuanto los estadounidenses de ascendencia blanca y anglosajona los consideran, en su acepción más suave, culturas de rendimiento inferior y ese flujo está amenazando su identidad y su ser nacional. En segundo lugar, no hacen distinción de nacionalidad y por último, no distinguen entre indígenas y los que no lo son. Sin embargo, los que emigran a Estados Unidos, son en gran parte, descendientes de nahuas, otomíes, etc. nombrando solamente a los de México. Esas denominaciones que nos imponen tienen el propósito, por una parte, de discriminar a ese sector de la población y por otro meter en una misma bolsa a los inmigrantes indeseados. Algo parecido a lo que hicieron los conquistadores al englobar como indios a todos los habitantes originarios, sin tomar en cuenta ninguna de las profundas diferencias que separaban a los distintos pueblos y sin hacer concesión a las identidades preexistentes. La conclusión es que el término “mestizo” se reserva para naciones consideradas inferiores, como una más de las imposiciones de la sociedad occidental. Este análisis intenta demostrar que el pasaje de indio a mestizo no representa una evolución sino más bien una involución en términos sociales, políticos y económicos, pues significa un cambio a otras formas de conducta, a causa de tensiones o conflictos no resueltos. Ese concepto tiene una utilización histórica que complica aún más las cosas. El mestizaje en la historia sudamericana ha sido acusado de formar los traidores, los explotadores de los indígenas. Ya en el primer Malón de la Paz (1945) se deslizó que entre sus integrantes algunos eran indios puros y otros no eran indios. Ahora se dice que los actuales indígenas “ya no son puros”, que son mezcla, productos de un mestizaje. Una estrategia usada históricamente, es la de exterminar a los indígenas de una región, para luego apropiarse de sus tierras y los recursos que hay en ella. Antes el exterminio era físico. Ahora es insidioso: persuadirlos psicológicamente de que ya no son indios, en una especie de etnocidio, para proclamar incluso científicamente que ya no hay indios y estrangular económicamente a los nativos para que se vean obligados a emigrar malvendiendo sus tierras o abandonándolas, convencidos de que en su tierra no hay porvenir. El mestizaje abarca, en términos étnicos, el blanco, el negro y los cobrizos, cuyos matices variaron con el advenimiento de sucesivas generaciones llamadas mestizas. Paralelamente, a pesar del incremento geométrico de la población llamada mestiza, éstos y los indios han continuado tratando a los blancos como a señores, avergonzándose de la proporción mayor o menor de sangre india que corre por sus venas. El mestizaje biológico es una categoría que se impone a los animales con fines de eugenesia, y un adjetivo que se aplica a seres humanos, con una intención apocadora, descalificante y segregacionista. Lo peor es que el mismo indio también descalifica al blanco: “mistis” en el Perú, “k´aras” en Bolivia, “ladino” en América Central, “cholos” en el norte de Argentina, siempre con sentido peyorativo. La propia dinámica del neoliberalismo tiende a impulsar ese mestizaje, ya que, según él, el mestizo es un indio que ha cambiado de cultura, se ha vuelto consumista y se ha volcado a la economía de mercado, mercantilización que erosiona y al final cambia su identidad irreversiblemente. De acuerdo a esta visión, Tupac Amaru sería un mestizo irredento, pero sabemos históricamente que era un próspero comerciante, competidor de los españoles en materia económica, y en determinado momento encabezó un movimiento indígena que al final concluyó con su muerte. Origen histórico en América del mestizaje Desde Colón que decía: “Los indios no son ni negros ni blancos” planteando primordialmente lo pigmentario, la construcción histórica del mestizaje en América comenzó con la conquista. No debemos olvidar que en el contacto interétnico, igual que el nombre “mestizo” fue impuesto, el producto también fue resultante de una unión forzada. Efectivamente, los primeros “mestizos” surgieron de la cohabitación por la fuerza de los hombres europeos con las mujeres indígenas. Los indígenas contemporáneos somos como el fruto de una violación que fue casual en su intencionalidad pero causal en el sentido de la conservación de la especie. El conquistador no vino a hacer familia sino en busca del enriquecimiento que produce la posesión del oro. El matar, violar o, eventualmente, cristianizar, sólo fueron accidentes en una aventura cuyo objetivo terminal era el oro. Asimismo, si el violador es el conquistador y la violada es parte del pueblo oprimido, entonces se trata de un derecho del Señor y no de un atentado contra la dignidad humana. Lo que normalmente es un delito se legitima por la situación de minusvalía de los conquistados. Con el transcurso de los años los conquistados aprenden que son los inferiores y que existe un superior, el conquistador. En la sociedad colonial Consolidada la conquista, comenzó para España la época colonial y formó en sus colonias la llamada sociedad indiana, formada por tres razas: la blanca o europea, la india o americana y la negra o africana. Nótese que la clasificación deriva hacia los orígenes. En ese momento, cada una tenía caracteres propios que las diferenciaban netamente de las otras y dentro de ellas, los españoles sólo diferenciaron a los indios que convivían con los blancos y los nómades que vivían aislados. Pero con el advenimiento de nuevas generaciones, surgieron nuevas situaciones. Los españoles ante una realidad humana, ellos y esos “otros”, no españoles ni indios, a los que luego se agregó el negro, crearon en América un sistema de castas encabezado por ellos mismos, primero entre los blancos: distinguiendo entre los españoles europeos o metropolitanos y españoles americanos o “criollos” o “hijos de la tierra”. Siempre el origen. La estructura de dominio colonial impuso un término diferencial para identificar y marcar al colonizado; los mestizos pueden verse como un sector de origen colonizado que el aparato colonial cooptó para incorporarlo a la sociedad colonizadora, asignándole dentro de ella una posición subordinada. En cambio para los negros e indios, la distinción derivó hacia la pigmentación y la impusieron a la fuerza. Los europeos al tener que convivir con gentes de otros colores, les negaron la igualdad social, económica y política, incluso filosóficamente, con el título del “otro”, con el estigma de la coloración como pecado original eterno que no podía ser borrado por nada. La unión de razas originó la llamada “mestización”, que si bien al principio fue entre los tres colores, luego abarcó las sucesivas mezclas y la manía clasificatoria originó extraños vocablos (Anexo III) que ordenaban a esos seres humanos por castas. Bastaba una dieciseisava parte de sangre africana, comprobada caprichosamente por la contextura y coloratura de la piel, para que una persona fuera considerada negra, y pudiera por lo tanto ser comprada y vendida como objeto. Por ejemplo, las partidas de bautismo de 1700 decían en México, entre otras: loba de casta. Las castas fueron el resultado de múltiples cruzamientos interétnicos en los que el negro entraba en algún grado. Los mulatos se unieron frecuentemente a indias o mestizas, surgiendo así los zambos, principio de una serie de castas donde fue imposible determinar los ancestros. Estas castas fueron consideradas la ínfima clase social. Decían las clásicas tablas de cruzamiento que el mestizo era el resultado del cruzamiento entre blanco español e india. Las categorías subsiguientes surgían de los entrecruzamientos posteriores y tenían validez jurídica, por lo que su sitio no era entre los indios, pero cargaban con la culpa del pecado original de su progenitor indígena, por lo que tampoco podían estar entre los blancos. Para fines legales el mexicano Ignacio de Castro pintó 10 cuadros (Museo de París), el licenciado José Lebrón y Cuervo realizó en el siglo XVII una tabla que tenía en cuenta las uniones que se llevaron a cabo en la época colonial y los hijos que resultaron de las mismas (Academia Nacional de la Historia). También existen dos series de cuadros al óleo, una de ellas del Perú (Museo Antropológico de Madrid), una curiosa relación de "Las castas de Nueva España" dada a conocer en el Siglo XVIII (Anexo I) y otras tablas por el estilo en museos de Alemania, Después de saber que nos clasificaban como si fuéramos animales, no creo que quede un solo indígena que desee seguir llamándose "mestizo, castizo, lobo, cambujo, zambayo, chamizo…” Aplicar el criterio de mestizo o criollo para, por ejemplo la adjudicación de tierras, es retroceder a los tiempos de la colonia, cuando ser cuarterón o lobo daba derecho solamente a una parte equivalente de la herencia o para educarse. De este modo en América india, el color de la piel se tornó en signo de superioridad que fue consolidándose progresivamente durante los 300 años de vigencia del imperio colonial español. Esos años de sujeción nos enseñaron con dureza que el indio es inferior, que inclusive su humanidad es discutible, como lo mostró la polémica entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Surgimiento del Estado-Nación La llamada emancipación, obra, fundamentalmente, de los descendientes no mestizos del conquistador, sólo sirvió para afianzar en los hechos la creencia en la superioridad étnica del blanco y la inferioridad del indio y del mestizo. Junto con el antiguo orden colonial, al declararse la independencia desapareció una tabla de categorías que proporcionó orden y estabilidad a la sociedad colonial, y las categorías para sustituirlas no eran fáciles de encontrar, así que se optó por lo más fácil: mantener algunas. En la época independiente, sobrevivió el término “mestizo”, para diferenciarlo del indio y en Argentina empezó a designar al indio más claro y al criollo más oscuro, no sólo durante la expansión colonial sino a través de la gestación, consolidación y desarrollo del Estado-Nación. Y en el siglo XX, cuando se reconoció legalmente la existencia y derechos de los pueblos indígenas, apareció la globalización, junto a la macroeconomía y el neoliberalismo, que introdujeron nuevos factores. Si antes se usó el color y el origen como elementos clasificatorios, a ello se unió la economía y la cultura. Presente Nuestros países fueron colonias. La sombra del colonialismo no desaparece de un día para el otro. Los residuos duran mucho, sean institucionales, culturales, económicos o sociales. Es un largo aprendizaje salir de esa sombra de la colonia y en cada país, la influencia y la sombra residual de la colonia adopta expresiones diferentes y se desarrolla en sectores diferentes según lo que se ha padecido. En la práctica, los originarios no significan nada económicamente, por lo general están desposeídos de la tierra, sin permitírseles decisión alguna y dominados por el neoliberalismo y la macroeconomía, que rigen el destino de sus recursos naturales, su biodiversidad y su herencia cultural. La mestización en el indígena es la salida de la comunidad donde ha nacido, el olvido de la lengua, y la negación de los propios padres. Nótese que no hay nada biológico. Guillermo Magrassi habla en 1982 de tres vertientes principales: aborígenes, europeas y afroasiáticas. Adviértase que vuelve al origen y que de ellas una es originaria y las otras no. Muchos descendientes de los inmigrantes no son mestizos, porque sus antepasados prefirieron relacionarse con personas de su propio grupo étnico. Con igual razón, carece de sentido calificar de mestizos a los millones de indígenas que habitan las zonas rurales o las ciudades de Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires o La Pampa. La Constitución Nacional y el Convenio 169 de la OIT con rango constitucional, que otorgan derechos solamente a los pueblos indígenas, no contemplan esas diferencias. Sin embargo, el término “mestizo” y sus derivados siguen rigiendo el destino de los no blancos. Porque el mestizo nunca fue oficialmente abolido ni por los ex colonizadores ni por los descolonizados. Mi concepción al respecto Nos demos cuenta de lo que en realidad quieren decir los que proponen que nos volvamos mestizos. Están queriendo decir que el indio desaparezca. En vez de esterilizarlo quieren que se transforme en otra cosa, una idea que ya han puesto en práctica algunos gobiernos. Así, las poblaciones originarias van a ver enmascarada su especificidad histórica y se van a convertir, dentro del nuevo orden planetario, en un ser plural y uniforme: el mestizo /los mestizos. En el fondo existe la intención de remodelar la especie humana para suprimir a los imperfectos, entre los cuales están los indígenas. Para ciertos círculos, el indio es un callejón sin salida y su evolución tiene que desembocar en el no indio, pasando por el estadio límbico del mestizo. Pero para que el hombre deje de estar en ese estadio, según ellos atrasado y pobre, lo vuelve enteramente dependiente de una estructura económica despiadada, sin especificar en ningún momento a cargo de quién estaría su mantenimiento. Es notable que esas personas se colocan en una categoría superior, y consideran a los nativos como seres inferiores, en la última escala humana de evolución. En esta línea de ideas, que goza de cierta popularidad en nuestro país, aunque no es ético planificar las capacidades de una población mediante la eugenesia cultural, así como hacemos notar la existencia de argentinos indígenas y no indígenas, esa gente divide a los argentinos en dos especies: progresivos y regresivos. Por supuesto, incluyéndose ellos en la primera categoría y encasillando a los indios en la segunda. Algo que ya propugnaron Sarmiento y otros y que llevaron a la práctica mediante el exterminio físico Roca y otros. Si vale la pena resaltar esta distopía siniestra es porque con la creciente proyección del mestizo, se está llevando a cabo en América.. Futuras implicaciones Ahora que el indígena está reclamando sus derechos, entre ellos el de elegir y ser elegido en democracia, y el gobierno de los aborígenes es una realidad en otras naciones, es oportuna la proclamación de la inexistencia de la mesticidad humana. Y esta no es una cuestión menor; está en juego el futuro mismo del originario, ya que está dentro de las necesidades del orden imperante el impedir una cohesión creciente dentro del sector indígena. Esta separación, conviene a los que no desean ver unificados a los indígenas y buscan su extinción, porque los criollos o mestizos La categoría de mestizo provee de un argumento de peso a los antiindios: que sus denostados no son mayoría. Además, la ley fundamental da derechos a los indígenas, no a los criollos ni a los mestizos, que además no pueden conformar un partido político o un movimiento. En el terreno político, donde las elecciones se ganan con dinero, carisma o votos, es conveniente que los indígenas dejen de usar el calificativo “mestizo”. Un movimiento o una agrupación política, debe sumar, no restar y un candidato indio no puede darse el lujo de discriminar por el color de piel o su identidad a sus potenciales votantes y menos aún en el caso de ser elegido. La pertenencia o la militancia se definen por sentimientos, no por obligatoriedad. Hay valores indígenas, que son parte del ser aborigen. No hay “valores mestizos”. La sumisión del originario a los valores occidentales, ajenos a su forma de ser, es obligada, material y psicológicamente y transgrede los principios constitucionales en vigencia. Para una visión estrecha, que en otras circunstancias distingue tajantemente entre personas y animales, la aplicación de un criterio zoológico es perfectamente aplicable a los seres humanos. Es decir que a los llamados mestizos no se los asimila a los indígenas, pero tampoco se los admite entre los blancos. Para tener una idea de cómo se está manejando esto a nivel educativo, este año un diario jujeño anuncia la realización en La Quiaca del primer Encuentro Desarrollo e Identidad, organizado por la Fundación Centenario, el Instituto de Formación Docente Continua Nº 1 y el Ministerio de Educación y Cultura de la provincia de Jujuy, y continúa reproduciendo la información suministrada por esos organismos: “La población de la Puna está formada por el mestizaje de dos grupos, uno indígena, descendientes de Aimaras y Quechuas, y otro Europeo” (6). Algunos gobiernos como el de Salta, usan otras categorías, como la de “criollo”, para el momento de repartir las tierras fiscales. En otras palabras, elevan, intencionalmente o no, lo que ellos creen mestizo con otro nombre a la par del indio. Lo que se interpreta de la palabra oficial es que el gobierno provincial ante los reclamos de los indígenas por la tierra, les dice: -Sí, les damos la tierra, pero tenemos que darla también a los criollos que viven ahí. "Lo que continúa ahora es materia del gobierno de la Provincia, el gobernador (de Salta) hizo una propuesta de adjudicación de las tierras y el resultado que tuvo el referéndum significa una aceptación de la gente a esa propuesta", dijo Urtubey, Fiscal de Estado. Asimismo recalcó que "la Provincia demostró siempre su propósito de negociar, de acordar la forma de entrega de las tierras a los criollos y aborígenes en los lotes fiscales" El funcionario apuntó que "ahora van a seguir pasos de carácter administrativo, técnico y aún legislativo para el cumplimiento de la propuesta y para arribar al resultado perseguido mediante esta ley, que es la de adjudicar las tierras a sus legítimos ocupantes". (7) El peligro de pretender generalizar el mestizaje implica invisibilizar las diferencias reales entre los argentinos y sus efectos concretos. En otros países, al estudiar fenómenos como el rendimiento escolar, la maternidad precoz, el grado de desempleo o la esperanza de vida, suele tomarse en cuenta la pertenencia a un determinado grupo étnico o racial. De esta forma, se pueden proponer determinadas políticas sociales que atiendan a aquellos grupos con necesidades específicas. En la práctica, si no se aborda el problema que se plantea en este trabajo, las políticas estatales continuarán teniendo efectos negativos hacia los sectores tradicionalmente discriminados. Comparaciones Como se ha visto, según la política de las potencias coloniales, el mestizo o el mulato eran el resultado del ayuntamiento entre los conquistadores y los nativos, que no eran ni uno ni otro, una categoría despreciada por todos, privada de los derechos de los padres y condenada a la anomia. Situación parecida al limbo de la doctrina de los teólogos medievales, que lo consideraban una tercera clase de cavidad distinta del cielo y el infierno, donde las almas de los niños fallecidos sin bautismo pasarían la eternidad sin pena ni gloria y sin gozar de la beatitud de la visión de Dios. Allí, estas almas cándidas además, sufrían la ausencia de quienes habían tenido la fortuna de salvarse: padres, hermanos y demás familia. Este lugar gris ha sido objeto de disputas en el seno de los gobiernos europeos desde la antigüedad y alcanzó su reconocimiento oficial. Como principio, que nunca fue doctrina científica sino una proposición política, se impuso a lo largo de los siglos, hasta que el actual Papa Benedicto XIV lo enterró definitivamente. Forzando un paralelismo con ese lugar, muchos indios y no indios que conviven en un mismo país creen que son una tercera categoría: la de mestizos. Así, su destino es hasta ahora similar a estar en el limbo. Termino con otra comparación, esta vez con los “hechores”, que sería humorística sino fuera tan dolorosamente real, advertida por un profesor peruano (Anexo II). Consecuencias negativas del mestizaje Inmediatas Fragmentación aborigen Reducción en los indios de capacidad poblacional y fuerza política Censos de población indígena distorsionados Que se comience a usar jurídica y/o legislativamente. Mediatas Negación del presente y futuro de poblaciones indígenas y afroamericanas Transformación de la identidad indígena Desaparición del indio Conclusiones Para concluir cabe resumir los postulados expuestos a lo largo de esta argumentación: Que “mestizo” se siga usando, pero para animales, no para designar a un ser humano, especialmente indígena. La razón: Mestizo es una categoría límbica, zoológica y colonial, impuesta a seres humanos considerados inferiores, que subsiste actualmente, está en crecimiento y debe suprimirse para evitar sus consecuencias negativas. Ese cambio sólo pueden efectuarlo la educación formal y los medios de comunicación masivos. Anexos (I).- "Las castas de Nueva España" De ingas y mandingas De español e india, mestizo. De mestizo y español, castizo. De castiza y español, español. De española y negro, mulato. De español y mulato, morisco. De español y morisca, albino. De español y albino, torna atrás. De indio y torna atrás, lobo. De lobo e india, zambayo. De zambayo e india, cambujo. De cambujo y mulata, albarazado. De albarazado y mulata, barcino. De barcino y mulata, coyote. De coyote e india, chamizo. De chamizo y y mestiza, coyote mestizo. De coyote y mestizo , allí te estás. De lobo y china, jíbaro. De cambujo e india, zambayo. De zambayo y loba, calpamulato. De calpamulato y cambuja, tente en el aire. De tente en el aire y mulata, no te entiendo. De no te entiendo e india, torna atrás. (II).- Hechor es el nombre con que en ciertos lugares se conoce a un burro degenerado que desde su infancia fue adoptado por una yegua (inducida forzosamente por su dueño). El hechor retozará desde su infancia entre potrillos y potrancas, y alternará toda su vida (aunque de forma marginal), con los equinos. Y en la pubertad buscará la compañía de las yeguas para aparearse, evitando a sus congéneres, las burritas, pues él asume que es un potro. Su vida será una ridícula imitación equina. Y si por casualidad llega a olisquearle una despistada y amorosa burrita, el la rechazará con coces y mordiscos, porque él es un ¡equino! ¡burras... qué asco! ¡¡horrible oye!! También es frecuente que cuando este burdo imitador pelea con un equino, todos estos, le hagan un cargamontón del cual saldrá inválido o hasta muerto. Pero eso casi nunca pasa, pues hay un gran poder externo (el amo) que le cuida su degeneración. Entre un burro normal y un burro anormal (hechor) físicamente no existe diferencia alguna, pero espiritualmente son antagónicos. Hay una brecha. El hechor está convencido que es un equino y su mundo se basa en ello. El pobre nunca se ha visto en un espejo, en cambio los equinos y los burros normales saben la verdadera identidad del acomplejado. Hasta los ajenos al problema: Vacas, chivos, carneros, perros, etc, lo saben. Todo el mundo sabe que es un burro menos él. Pobre inconsciente sobre la tierra... Tan inconsciente de su tragedia, que sólo para el hechor, se justifica en su animalidad o irracionalidad. Pero, hechor probablemente también puede ser Juan Pérez, que al regresar a su terruño rechaza sus costumbres, su folklore, su gastronomía, y de remate le fastidia que le hablen en kechua... I am speaking english, paisa, responde: ¡Regresó totalmente hechorizado! Ante todo, el hechorismo en cuanto virus alienador es mayúsculo en el mestizo, y ajeno al estrictamente cobrizo (indio). Habiendo llevado al mestizo/cholo a una Crisis de Identidad que de ser superada por obra de una educación autenticadora, lo transforma en un ser potencialmente reivindicador de sus orígenes incásicos. Razón por la que ayer los opresores españoles proclamaran que mestizo educado, diablo encarnado. Por eso, sistemáticamente, el Estado Occidental(izado) Virreynal como Republicano, buscó limitar su educación con argucias demagógicas, porque los prefieren mejor hechorizados, mitómanos e hipócritas. Felipillo Toledo y la Madre Patria no son la excepción. (Prof. Genaro E. Torres). (III) “Y que el más pobre yndio o yndia, negro o mulato, zanbahigo, mestizo, español que diere carta o memoria, rrelaciones, testimonio autorisado del corregidor, escriuano o del cabildo o de los alcaldes hordenarios o del escriuano, del cauildo, sea como fuere, se le entregue al chasque para adonde fuere por este rreyno.”(Felipe Guaman Poma de Ayala) (IV) “Cinco razas, que para los efectos de la síntesis histórica pueden reducirse a tres, poblaban la América Meridional al tiempo de estallar la revolución de la independencia: los españoles europeos, los criollos hispanoamericanos y los mestizos, y los indios indígenas (sic) y los negros procedentes de Africa.”… “Los criollos, los descendientes directos de españoles, de sangre pura, pero modificados por el medio y por sus enlaces con los mestizos que se asimilaban, eran los verdaderos hijos de la tierra colonizada y constituían el nervio social. Representaban el mayor número y cuando no, la potencia civilizadora de la colonia”. (Bartolomé Mitre. Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”) Documentos citados (1) “Cupo indígena”, En La Tercera, Santiago de Chile, 23 agosto 2007 (2) Gini, Corrado. “La clasificación de los seres humanos y los caracteres psíquicos y culturales”. En Revista del Instituto de Antropología. Universidad Nacional de Tucumán. Vol. IV. Entrega I. San Miguel de Tucumán. 1958 (3) Bonfil Batalla, Guillermo. “El concepto de indio en América”. En Anales de Antropología. Vol. IX. México. 1972 (4) “Conclusiones y Documentos del II Congreso de Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América”, CISA, Consejo Indio Sudamericano, La Paz, Bolivia, 1983. (5) Mier Luzio, Rodolfo. “Mestizos y blancoides ¡Culpables!”, En La Razón, La Paz, Bolivia, 22 septiembre 2006. (6) “Encuentro Desarrollo e Identidad”, En Pregón, 16 de mayo de 2007. (7) “Quieren entregar los títulos cuanto antes”, En El Tribuno, Salta, 28 de octubre 2005. Bibliografía Mayer, Enrique, "Mestizo e indio, el contexto de las relaciones interétnicas", en Fuenzalida, Fernando et al, El indio y el poder en el Perú rural. Lima: IEP, 1970. I Congreso Indígena Sudamericano, Actas, Ollantaytambo. Perú 1982 Toqo. Indiomanual. I.C.I. Humahuaca, 1985 Valcárcel, Luis E, Tempestad en los Andes, Lima. Minerva (Biblioteca Amauta), 1925. Lauer, Mirko. “Política indígena de cara al 2011. La República. Perú, 2007 Sixto Vázquez Zuleta – Toqo. Indígena argentino de origen colla, escritor y ensayista con catorce libros publicados, representante intelectual de su comunidad, investigador y defensor de la lengua y la cultura colla. Egresado del Centro Interamericano UNESCO-OEA de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de México. Fundó en 1969 el Museo del Patrimonio Intangible: en 1988 FM radio Humahuaca y en el 2000 Indiocanal, primera emisora de TV indígena por aire del mundo. Su libro “Indiomanual” fue editado en Argentina en 1985 y en Bolivia en 1995. Acaba de publicar la novela “Chincanqui, kallawaya y agitador” donde esboza las raíces de la actual lucha indígena en los Andes centrales. Actualmente está preparando un libro sobre el patrimonio cultural intangible de la Quebrada de Humahuaca, otra novela titulada “La cabeza de Incarri” y un museo sobre el indígena del norte argentino. Es profesor de quechua en institutos de nivel terciario, recorre el país y el exterior dictando conferencias sobre temas indígenas, escribe para diferentes medios de comunicación y dirige el Instituto de Cultura Indígena en Humahuaca. E-mail: toqo.zuleta@gmail.com Página web: www.toqo.com.ar IX JORNADAS ARGENTINAS DE ESTUDIOS DE POBLACION Huerta Grande, Córdoba, 31 de octubre al 2 de noviembre de 2007 Una visión indígena del mestizaje Sixto Vázquez Zuleta – Toqo Separata del libro inédito: Incarrihuma Manual de acción política para el indígena argentino Como pueblos emergentes, los indígenas de América Latina desean poner en el centro del debate académico y político temas ignorados o que han figurado como marginales en el contexto de los nuevos gobiernos democráticos y la reactivación económica que han caracterizado a la mayoría de los países de la región durante las últimas dos décadas. Así, brindan una versión actualizada del panorama histórico y antropológico de los años recientes, entregando nuevas pistas para entender los conflictos por los que atraviesan hoy los pueblos originarios, contribuyendo a enriquecer una discusión teórica y política indispensable acerca de la nueva realidad indígena latinoamericana. Ponencias expuestas en Argentina “Etapa política del indígena argentino” Ponencia presentada el 29 de junio de 2007, en el taller interdisciplinario: “Las poblaciones indígenas de la actual Argentina: pasado y presente”, sesión diversidad, interculturalidad, relaciones interétnicas, exclusión. Organizado en Resistencia (Chaco), por el Instituto de Investigaciones Geohistóricas. IIGHI- CONICET “La televisión indígena” Ponencia presentada el 21 de septiembre de 2007, en las Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, sesión Historia de la Televisión/la Televisión en la Historia, organizadas en Tucumán por la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET. “Una visión indígena del mestizaje” Ponencia presentada el 31 de octubre de 2007, en las IX Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Sesión “Mestizaje y población en la historia de América”. Organizadas en Huerta Grande, Córdoba, por AEPA UNA VISION INDIGENA DEL MESTIZAJE Desde adentro de las jaulas Tomemos dos indígenas argentinos procedentes de la precordillera saltojujeña, de los cuales reservaremos el nombre. Los llamaremos Juan y Pedro. Ambos han nacido y se han criado en el mismo caserío, con la misma cultura agropastoril y han mamado idénticos usos y costumbres. Jamás han oído hablar de los indios, a no ser en la escuela, donde les hablan de los aborígenes como algo lejano y prehistórico. A partir de los quince años, sus caminos empiezan a bifurcarse. Pedro emigra a Humahuaca, allí se conchaba en un restaurante como hachador de leña, logra ahorrar y con esos recursos viaja a Buenos Aires. Resumiendo, luego de muchos trabajos y peripecias, logra recibirse de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Sus compañeros, profesores, colegas y clientes le dicen que al emigrar y dejar de ser portador de su cultura originaria ya no es indígena sino mestizo. Sin embargo él, que no olvida su procedencia, ayuda a fundar una asociación indígena, junto con otros residentes, en la que trabaja largos años. Ahora es miembro de la Comisión de Juristas Indígenas, que se encarga de asuntos legales de las comunidades, así que trabaja conjuntamente con ellas en defensa de sus derechos y reparte su tiempo entre Buenos Aires, donde tiene su hogar y los pueblos indígenas, en los cuales tiene sus clientes que confían en él porque lo reconocen como uno de ellos. En cuanto a Juan, permanece un tiempo más en su aldea, termina la escuela primaria y aprovechando que viajan unos parientes suyos, residentes en Capital Federal, se va allí con ellos. Trabaja duramente, sufre la discriminación hacia el cabecita negra, pero luego de sufrir mucho, logra construir su casa, se casa con una paisana y pone su propia panadería. Ha sido tan despreciado, humillado y explotado por su condición, que ha aprendido a camuflarse, niega su origen, dice que es santiagueño y reniega de sus costumbres. Ahora tiene dinero, un vehículo, empleados blancos; según él, ha dejado de ser indígena y en una encuesta organizada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, dice que es criollo, pero igual sus empleados, proveedores y en las oficinas donde debe concurrir, lo siguen tildando de colla y tratándolo como a tal, aunque en su presencia manifiesten lo contrario y lo traten de señor. Hubiera podido seguir así, como otros tantos emigrados, pero empujado por la nostalgia, concurre a las peñas organizadas por una asociación indígena, escucha su música, baila las danzas de su tierra y se encuentra con su paisano Pedro, integrante de la comisión directiva. Hablan con él, Pedro lo hace reflexionar, logra asumirse como lo que es realmente, ingresa a la asociación, comienza a viajar a su pago a fin de hacer abrir los ojos a sus coterráneos, e incluso llevado por su apasionamiento se arroga la representación de los indígenas en reuniones internacionales y ante el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, lo que encoleriza a sus paisanos, que le niegan representatividad y lo consideran engringado. Ambas historias actuales, que no han concluido todavía, se entrelazan, confluyen y son reales, de indígenas argentinos, pero que perfectamente podrían ser de aborígenes de Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil, México, etc. ¿Qué conclusiones se pueden extraer o qué se puede inferir de estas experiencias de vida? g).- En ambos casos, no ha habido ninguna mezcla ni cambio biológico. Las sucesivas transformaciones han sido culturales, económicas y sociales. Han adquirido conocimientos que no poseen los indios que continúan en su lugar de origen. h).- Sus decisiones personales acerca de su identidad son libres en apariencia, pero en realidad están condicionadas en gran parte por estímulos externos: la escuela, los medios de comunicación y el entorno sociolaboral. a).- El originario no tiene conciencia de serlo. Nadie se lo ha dicho y recién cuando sale, le hacen sentir el peso de ser diferente, el otro. b).- El indio que sale de su origen, puede transculturarse y renegar de su origen; lo convencen y se convence a sí mismo de que es criollo o mestizo. Deja de ser indio para sí mismo y para los que lo rodean, pero no se acultura. La cultura mamada permanece larvada en su interior. c).- Otro indio, también transterrado, sigue conservando su conciencia de ser aborigen. Tal vez no lo sea de apariencia, pero sí de sentimientos. Sigue siendo indio, aunque quizás no para el medio en que vive. d).- El originario al cual las influencias y vivencias exteriores han hecho renegar de su identidad, quizás permanezca así o, con algún estímulo, también exterior, puede volver a ser indio. e).- Ambos vuelven en ocasiones a su comunidad, pero están trasplantados en la ciudad. Son indios urbanos. f).- La comunidad de origen reconoce o no a los emigrados y sus descendientes, según su comportamiento hacia sus hermanos indígenas, entre otras cosas. ¿A qué viene todo esto? A que indios, indígenas, originarios, aborígenes, nativos, nombres utilizados indistintamente en este trabajo, seguimos existiendo, aunque ya no somos los del siglo pasado, somos diferentes, aunque no mestizos y pretendemos decidir sobre nuestro futuro; pero para eso debemos tener claro, indios y no indios, qué es el originario y qué hacer con él, así como el problema de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido la Argentina. Está, más bien, en saber cómo es la Argentina. Este trabajo teórico sólo refleja una tendencia que en estos momentos se está difundiendo entre el aborigen argentino y que ahora se busca difundir en el ámbito académico. Conceptualidad Es indudable que el tema del racismo, discriminación y exclusión va más allá de la terminología empleada, pero creemos que por algún lado debe empezar a desenrollarse la madeja. Hablar de mestizaje, hibridez, mezclas e impurezas es importante porque no se trata sólo de una confrontación de términos, sino del impacto social, político y hasta económico que tienen esos términos de la vida cotidiana. ¿Qué es ser argentino? Es una nacionalidad, no una etnia ni una raza. Ni siquiera una forma de vida, y esa ambigüedad, ni chicha ni limonada, es lo que da pie a muchos para hablar de la mezcla de culturas, del crisol de razas y se animan a proponer al argentino como la raza del futuro, contraviniendo no sólo la realidad sino el sentido común. Son construcciones inconsistentes: obviamente la cultura predominante es la “occidental” y la cultura indígena está relegada; “mejorar la raza” es buscar una descendencia lo más clara posible y la pretendida fusión se reduce en muchos a gestionar el pasaporte europeo; lo cual a esas personas de doble nacionalidad no les impide ser buenos argentinos, hasta patriotas que no sólo sugieren, sino que practican una política de inmigración que divide entre inmigrantes deseados y no deseados. Es comprensible que subsista el temor de que cualquier alusión a blancos o indígenas sea en sí misma otra forma de racismo. Sin embargo, precisamente un primer paso para enfrentar el racismo podría ser aprender a usar con seriedad ciertos conceptos, dejando de lado sus connotaciones despectivas. Al fin y al cabo, se trata de reconocer a los diversos argentinos como realmente son, aunque todavía haya algunos a quienes les cueste admitirlo. ¿Somos criollos? ¿Gauchos? En nuestro país hay una creencia generalizada de que criollo es sinónimo de argentino y no es así. Un colombiano puede ser tan criollo como un argentino, de acuerdo a lo que define el diccionario de la Real Academia: “Dícese de los hijos y en general de los descendientes de padres europeos nacidos en Hispanoamérica”. En cuanto a gaucho, es una categoría ocupacional igual que cow-boy. ¿Por qué parece indeseable –cuando se confronta con indígena- un término que ha sido sinónimo de lo argentino, junto con gaucho? No porque se esté en contra del criollo o del gaucho. Es que se busca asimilar al criollo a toda América Latina, en una suerte de criollización y es mejor que estas categorías se eviten cuando se refieren al mundo aborigen, porque confunden. Habría error en apreciar el gaucho como equivalente del criollo, al cual no reemplaza ni subroga. Esta turbiedad ocasiona resoluciones perjudiciales para los aborígenes, como la del gobierno de Salta, quien oficialmente incluye, cada vez más, hasta en el reparto de tierras, a los “criollos” y a los “gauchos mestizos” junto a los aborígenes. ¿Qué es el indígena? El objetivo de este trabajo no es el de dar una definición del indio actual, pero como eso se vincula con lo de mestizo y mestizaje, se dejan sentados algunos puntos. Cuando se trata del indio, en todas las bases censales se observan claras discrepancias según el criterio adoptado: geográfico, cultural, biológico, lingüístico o psicológico. El problema principal radica en la propia definición de población indígena, tanto en lo conceptual como en el indicador operativo para identificarla en los censos y encuestas. Por otro lado, el parlamento chileno debatió hace poco la creación del cupo indígena, garantizando 5 diputados indígenas para pagar la deuda histórica (1). Si en nuestro país se diera una situación similar ¿qué condiciones deberían reunir los candidatos? El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un personaje. Es una categoría ontológica, un pueblo de esta tierra, una tradición, un espíritu. No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de vista exclusivamente literarios, como un color o un aspecto nacional, colocándolo en el mismo plano que otros elementos étnicos. Tampoco se puede desconocer que el indio actual es, a la vez que un segmento de la sociedad colonial, un producto de la mezcla biológica entre colonizadores y colonizados, por otra parte una situación común a gran parte de la población mundial. El antropólogo Corrado Gini (2) comenzó y el mexicano Guillermo Bonfil Batalla (3), terminó por desmontar la visión tradicional del indio. Al interpretar sus afirmaciones se confirma que ser indio en la actualidad es más una cuestión espiritual y psicológica que de rasgos exteriores o sangre. Esta tesis presentada y aprobada en el II Congreso de Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América (4) y ahora retomada por algunos antropólogos ante los nuevos hechos, comienza a revolucionar más que a los blancos, a los indígenas, que de acuerdo a ella, deben aceptar como sus hermanos a personas de otro color. Sus trabajos arrancaron de que si antes era fácil reconocer a un indio, por su color, forma de vida, lengua, ahora es difícil y se centra en otros rasgos: la forma de vida, la aceptación por los mismos indios y -fundamentalmente-, su estado de ánimo y comportamiento. Estos elementos son tomados para el llamado criterio de autopercepción, utilizado en los censos indígenas de Guatemala, Panamá y Chile. Los hechos en los que se basa: que un blanco puede indianizarse, un indio puede renegar, europeizarse y aunque sea indio de sangre y apariencia, ser más explotador de sus propios hermanos que un blanco; además, la explosiva migración del indio a la ciudad, con la aparición de los indios urbanos. Las consecuencias inmediatas: que el indígena ya no es lo mismo que en los siglos pasados, y la naciente mestizoclastia: que un individuo pueda optar por ser indio o no indio, sin términos intermedios. Lamentablemente en la actualidad la palabra “indio” sigue siendo un insulto en la Argentina; por eso muchos aborígenes, por dominantes que sean sus rasgos indígenas, no se autoconsideran indios y se dicen mestizos Esto entra dentro de la dinámica del pueblo originario y sus transformaciones, pero más que todo en su propia toma de conciencia, repensar su identidad para impedir su fragmentación y ulterior desaparición, en síntesis, decidir él mismo sobre su futuro. Definiciones y aportes Mestizo es un adjetivo que se aplica a la persona nacida de padre y madre de raza diferente y con especialidad al hijo de hombre blanco e india, o de indio y mujer blanca; al animal o vegetal que resulta de haberse cruzado dos razas distintas, y a la cultura, hechos espirituales, etc. provenientes de la mezcla de culturas distintas. El calificativo, emblemático para ciertos sectores de las ciencias sociales y de la polítología, se extiende y se usa en todos los niveles de la actividad económica, política y social. La idea, tomada de la zootecnia, que a fuerza de repetirla se ha incrustado en la población, supone simplemente que el ser humano engendrado por progenitores de diferente color, se va expandiendo hasta sobrepasar la cantidad de progenitores. Mestizo es una categoría psicológica y subjetiva, por cuanto se refiere a la manera de sentir de una persona. Usan este adjetivo los blancos, en forma peyorativa cuando se refieren a los blancos más oscuros; a su vez los indios lo usan contra los indígenas más claros, siempre como un factor de división y discriminación, hasta ahora. Perú por ejemplo divide a sus negros en negros y negroides; a sus indígenas en campesinos y nativos y surgen unas categorías que recuerdan las creadas por los españoles: mestizo-blanco, mestizo claro y mestizo-indio. En Bolivia, de un lado se usa mestizo con sentido despectivo, blancoide y cholo, este último casi siempre como un insulto. Del otro usan, indígena-mestizo y hasta criollo mestizo (5). En Argentina a nivel urbano se utilizan dos eufemismos: morocho y trigueño. Las libretas de enrolamiento para los hombres y las libretas cívicas de las mujeres, ambos documentos de identidad argentinos, estipulaban el color de piel: blanca, trigueña y negra. Los morochos, según el diccionario de la Real Academia, son personas de tez blanca y pelo negro. Ahora, es una forma argentina de decir morenos, mestizos urbanizados. A los marginales directamente se les dice cabecitas negras, así que además de crear una distancia pigmentaria, se crea una distancia social. Nos fijemos que el europeo no se aplica a sí mismo la categoría de mestizo, a pesar que su propia identidad es producto de los encuentros entre poblaciones, desde los anglos, los germanos, los árabes y los celtas. Inclusive Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de tener inmigraciones oscuras de todo el planeta, no reconoce en su población mulatos ni mestizos. A propósito, una muestra actual de cómo las sociedades dominantes clasifican o bautizan a sus dominados, es la denominación que otorga la sociedad estadounidense a los inmigrantes, americanos como nosotros, que llegan a los Estados Unidos. Los medios de comunicación y hasta el mismo gobierno los llaman “hispanos” o “latinos”. Analizando esto desde el punto que nos interesa, advertimos, primeramente que ambos términos encierran una carga despectiva, por cuanto los estadounidenses de ascendencia blanca y anglosajona los consideran, en su acepción más suave, culturas de rendimiento inferior y que ese flujo amenaza su identidad y su ser nacional. En segundo lugar, no hacen distinción de nacionalidad y por último, no distinguen entre indígenas y los que no lo son. Sin embargo, los que emigran a Estados Unidos son en gran parte, descendientes de nahuas, otomíes, etc. nombrando solamente a los de México. Esas denominaciones que nos imponen tienen el propósito, por una parte, de discriminar a ese sector de la población y por otro meter en una misma bolsa a los inmigrantes indeseados. Algo parecido a lo que hicieron los conquistadores al englobar como indios a todos los habitantes originarios, sin tomar en cuenta ninguna de las profundas diferencias que separaban a los distintos pueblos y sin hacer concesión a las identidades preexistentes. La conclusión es que el término “mestizo” se reserva para naciones consideradas inferiores, como una más de las imposiciones de la sociedad occidental. Este análisis intenta demostrar que el pasaje de indio a mestizo no representa una evolución sino más bien una involución en términos sociales, políticos y económicos, pues significa un cambio a otras formas de conducta, a causa de tensiones o conflictos no resueltos. Ese concepto tiene una utilización histórica que complica aún más las cosas. El mestizaje en la historia sudamericana ha sido acusado de formar los traidores, los explotadores de los indígenas. Ya en el primer reclamo de las tierras altiplánicas argentinas denominado Malón de la Paz (1945) se deslizó que entre sus integrantes algunos eran indios puros y otros no eran indios. Ahora se dice que los actuales indígenas “ya no son puros”, que son mezcla, productos de un mestizaje. Una estrategia usada históricamente, es la de exterminar a los indígenas de una región, para luego apropiarse de sus tierras y los recursos que hay en ella. Antes el exterminio era físico. Ahora es insidioso: persuadirlos psicológicamente de que ya no son indios, en una especie de etnocidio, para luego proclamar, incluso científicamente, que ya no hay indios y estrangular económicamente a los nativos para que se vean obligados a emigrar malvendiendo sus tierras o abandonándolas, convencidos de que en su tierra no hay porvenir. El mestizaje abarca, en términos étnicos, el blanco, el negro y los cobrizos, cuyos matices variaron con el advenimiento de sucesivas generaciones llamadas mestizas. Paralelamente, a pesar del incremento geométrico de la población llamada mestiza, éstos y los indios han continuado tratando a los blancos como a señores, avergonzándose de la proporción mayor o menor de sangre india que corre por sus venas. El mestizaje biológico es una categoría que se impone a los animales con fines de eugenesia, y un adjetivo que se aplica a seres humanos, con una intención apocadora, descalificante y segregacionista. Lo peor es que el mismo indio también descalifica al blanco: “mistis” en el Perú, “k´aras” en Bolivia, “cholos” en el norte de Argentina, siempre con sentido peyorativo. La propia dinámica del neoliberalismo tiende a impulsar ese mestizaje, ya que, según él, el mestizo es un indio que ha cambiado de cultura, se ha vuelto consumista y se ha volcado a la economía de mercado, mercantilización que erosiona y al final cambia su identidad irreversiblemente. De acuerdo a esta visión, Tupac Amaru sería un mestizo irredento, pero sabemos históricamente que era un próspero comerciante, competidor de los españoles en materia económica, y en determinado momento encabezó un movimiento indígena que al final concluyó con su muerte. Igualmente, la historia revisionista afirma que el Libertador José de San Martín era un mestizo, hijo de india y español. Origen histórico en América del mestizaje Desde Colón que decía: “Los indios no son ni negros ni blancos” planteando primordialmente lo pigmentario, la construcción histórica del mestizaje en América comenzó con la conquista. No debemos olvidar que en el contacto interétnico, así como el nombre “mestizo” fue impuesto, el producto también fue resultante de una unión forzada. Efectivamente, los primeros “mestizos” surgieron de la cohabitación por la fuerza de los hombres europeos con las mujeres indígenas. "Estos son guaraníes y sírvennos como esclavos y nos dan sus hijas para que nos sirvan en casa y en el campo, de las cuales e de nosotros hay más de cuatrocientos mestizos entre varones y hembras, porque vea vuestra merced si somos buenos pobladores, lo que no conquistadores." (Carta de Alonso Riquel de Guzmán en: Información hecha en Jerez a pedimento de Álvar Núñez Cabeza de Vaca) Los indígenas contemporáneos somos como el fruto de una violación que fue casual en su intencionalidad pero causal en el sentido de la conservación de la especie. El conquistador no vino a hacer familia sino en busca del enriquecimiento que produce la posesión del oro. El matar, violar o, eventualmente, cristianizar, sólo fueron accidentes en una aventura cuyo objetivo terminal era el oro. Asimismo, si el violador es el conquistador y la violada es parte del pueblo oprimido, entonces se trata de un derecho del Señor y no de un atentado contra la dignidad humana. Lo que normalmente es un delito se legitima por la situación de minusvalía de los conquistados. Con el transcurso de los años los conquistados aprenden que son los inferiores y que existe un superior, el conquistador. En la sociedad colonial Consolidada la conquista, comenzó para España la época colonial y formó en sus colonias la llamada sociedad indiana, formada por tres razas: la blanca o europea, la india o americana y la negra o africana. Nótese que la clasificación deriva hacia los orígenes geográficos. En ese momento, cada una tenía caracteres propios que las diferenciaban netamente de las otras y dentro de ellas, los españoles sólo diferenciaron a los indios que convivían con los blancos y los nómades que vivían aislados. Pero con el advenimiento de nuevas generaciones, surgieron nuevas situaciones. Los españoles ante una realidad humana, ellos y esos “otros”, no españoles ni indios, a los que luego se agregó el negro, crearon en América un sistema de castas encabezado por ellos mismos. Primero entre los blancos, distinguiendo entre los españoles europeos o metropolitanos y españoles americanos o “criollos” o “hijos de la tierra”. Siempre el origen geográfico. La estructura de dominio colonial impuso un término diferencial para identificar y marcar al colonizado; los mestizos pueden verse como un sector de origen colonizado que el aparato colonial cooptó para incorporarlo a la sociedad colonizadora, asignándole dentro de ella una posición subordinada. En cambio para los negros e indios, la distinción derivó hacia la pigmentación y la impusieron a la fuerza. Los europeos al tener que convivir con gentes de otros colores, les negaron la igualdad social, económica y política, incluso filosóficamente, con el título del “otro”, con el estigma de la coloración como pecado original eterno que no podía ser borrado por nada. La unión de razas originó la llamada “mestización”, que originó en Hispanoamérica una sociedad estamentalizada, en la que el grupo «blanco» dominante, especialmente en los sectores urbanos, comenzó a subclasificar a los distintos grupos humanos producidos por los cruces que si bien al principio fueron entre los tres colores, luego abarcaron las sucesivas mezclas, y la manía clasificatoria originó extraños vocablos (Anexo III) que ordenaban a esos seres humanos por castas. Bastaba una dieciseisava parte de sangre africana, comprobada caprichosamente por la contextura y coloratura de la piel, para que una persona fuera considerada negra, y pudiera por lo tanto ser comprada y vendida como objeto. Por ejemplo, las partidas de bautismo de 1700 decían en México, entre otras: loba de casta. Las castas fueron el resultado de múltiples cruzamientos interétnicos en los que el negro entraba en algún grado. Los mulatos se unieron frecuentemente a indias o mestizas, surgiendo así los zambos, principio de una serie de castas donde fue imposible determinar los ancestros y consideradas de ínfima clase social. Decían las clásicas tablas de cruzamiento que el mestizo era el resultado del cruzamiento entre blanco español e india. Las categorías subsiguientes surgían de los entrecruzamientos posteriores y tenían validez jurídica, por lo que su sitio no era entre los indios, pero cargaban con la culpa del pecado original de su progenitor indígena, por lo que tampoco podían estar entre los blancos. Para fines legales el mexicano Ignacio de Castro pintó 10 cuadros (Museo de París), el licenciado José Lebrón y Cuervo realizó en el siglo XVII una tabla que tenía en cuenta las uniones que se llevaron a cabo en la época colonial y los hijos que resultaron de las mismas (Academia Nacional de la Historia). También existen dos series de cuadros al óleo, una de ellas del Perú (Museo Antropológico de Madrid), una curiosa relación de "Las castas de Nueva España" dada a conocer en el Siglo XVIII (Anexo I) y otras tablas por el estilo en museos de Alemania. De este modo en América india, el color de la piel se tornó en signo de superioridad que fue consolidándose progresivamente durante los 300 años de vigencia del imperio colonial español. Esos años de sujeción nos enseñaron con dureza que el indio es inferior, que inclusive su humanidad es discutible, como lo mostró la polémica entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Surgimiento del Estado-Nación La llamada emancipación, obra, fundamentalmente, de los descendientes no mestizos del conquistador, sólo sirvió para afianzar en los hechos la creencia en la superioridad étnica del blanco y la inferioridad del indio y del mestizo. Al declararse la independencia junto con el antiguo orden colonial, desapareció una tabla de categorías que proporcionó orden y estabilidad a la sociedad colonial, y las categorías para sustituirlas no eran fáciles de encontrar, así que se optó por lo más fácil: mantener algunas. Así, los gobiernos de los blancos criollos, libres ahora de la dependencia de la metrópoli, retornarían a la estructura societaria estamental en los nuevos países. En la época independiente, sobrevivió el término “mestizo”, para diferenciarlo del indio y en Argentina empezó a designar al indio más claro y al criollo más oscuro, no sólo durante la expansión colonial sino a través de la gestación, consolidación y desarrollo del Estado-Nación. Y en el siglo XX, cuando se reconoció legalmente la existencia y derechos de los pueblos indígenas, apareció la globalización, junto a la macroeconomía y el neoliberalismo, que introdujeron nuevos factores. Si antes se usó el color y el origen como elementos clasificatorios, a ello se unió la economía y la cultura. Presente Nuestros países fueron colonias. La sombra del colonialismo no desaparece de un día para el otro. Los residuos duran mucho, sean institucionales, culturales, económicos o sociales. En cada país es un largo aprendizaje salir de la influencia y la sombra residual de la colonia que adopta expresiones distintas y se desarrolla en sectores diferentes según lo que se ha padecido. En la práctica, los originarios no significan nada económicamente, por lo general están desposeídos de la tierra, sin permitírseles decisión alguna y dominados por el neoliberalismo y la macroeconomía, que rigen el destino de sus recursos naturales, su biodiversidad y su herencia cultural. La mestización en el indígena es la salida de la comunidad donde ha nacido, el olvido de la lengua, y la negación de los propios padres. Nótese que no hay nada biológico. Guillermo Magrassi habla en 1982 de tres vertientes principales: aborígenes, europeas y afroasiáticas. Adviértase que vuelve al origen y que de ellas una es originaria y las otras no. Muchos descendientes de los inmigrantes no son mestizos, porque sus antepasados prefirieron relacionarse con personas de su propio grupo étnico. Con igual razón, carece de sentido calificar de mestizos a los millones de indígenas que habitan las zonas rurales o las ciudades de Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires o La Pampa. La Constitución Nacional Argentina y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo con rango constitucional, que otorgan derechos solamente a los pueblos indígenas, no contemplan esas diferencias. Sin embargo, el término “mestizo” y sus derivados siguen rigiendo el destino de los no blancos. Porque el mestizo nunca fue oficialmente abolido ni por los ex colonizadores ni por los descolonizados. Una concepción al respecto Nos demos cuenta de lo que en realidad quieren decir los que proponen que nos volvamos mestizos. Están queriendo decir que el indio desaparezca. En vez de esterilizarlo quieren que se transforme en otra cosa, una idea que ya han puesto en práctica algunos gobiernos. Así, las poblaciones originarias van a ver enmascarada su especificidad histórica y se van a convertir, dentro del nuevo orden planetario, en un ser plural y uniforme: el mestizo /los mestizos. En el fondo existe la intención de remodelar la especie humana para suprimir a los imperfectos, entre los cuales están los indígenas. Para ciertos círculos, el indio es un callejón sin salida y su evolución tiene que desembocar en el no indio, pasando por el estadio límbico del mestizo. Pero para que el hombre deje de estar en ese estadio, según ellos atrasado y pobre, lo vuelve enteramente dependiente de una estructura económica despiadada, sin especificar en ningún momento a cargo de quién estaría su mantenimiento. Es notable que esas personas se colocan en una categoría superior, y consideran a los nativos como seres inferiores, en la última escala humana de evolución. En esta línea de ideas, que goza de cierta popularidad en nuestros países, aunque no es ético planificar las capacidades de una población mediante la eugenesia cultural, así como hacemos notar la existencia de argentinos indígenas y no indígenas, esa gente divide a los argentinos en dos especies: progresivos y regresivos. Por supuesto, incluyéndose ellos en la primera categoría y encasillando a los indios en la segunda. Algo que ya propugnaron Sarmiento y otros y que llevaron a la práctica mediante el exterminio físico Roca y otros. Si vale la pena resaltar esta distopía siniestra es porque con la creciente proyección del mestizo, se está llevando a cabo en América.. Futuras implicaciones Ahora que el indígena está reclamando sus derechos, entre ellos el de elegir y ser elegido en democracia, y el gobierno de los aborígenes es una realidad, surge oportuna la proclamación de la inexistencia de la mesticidad humana en una especie de mestizoclastia. Y esta no es una cuestión menor; está en juego el futuro mismo del originario, ya que está dentro de las necesidades del orden imperante el impedir una cohesión creciente dentro del sector indígena. Esta separación, conviene a los que no desean ver unificados a los indígenas y buscan su extinción a través de los criollos o mestizos. El estamento social de mestizo provee de un argumento de peso a los antiindios: que sus denostados no son mayoría. Pero, repetimos, la ley fundamental (6) da derechos a los indígenas, no a los criollos ni a los mestizos, quienes además no pueden conformar un partido político o un movimiento. En el terreno político, donde las elecciones se ganan con dinero, carisma o votos, es conveniente que los indígenas dejen de usar el calificativo “mestizo”. Un movimiento o una agrupación política, a la hora de buscar afiliados y militantes debe sumar, no restar y un candidato indio no puede darse el lujo de discriminar por el color de piel o su identidad a sus potenciales votantes, menos aún en el caso de ser elegido. La pertenencia o la militancia se definen por sentimientos, no por obligatoriedad. Hay valores indígenas que son parte del ser aborigen. No hay “valores mestizos”. La sumisión del originario a los valores occidentales, ajenos a su forma de ser, es obligada, material y psicológicamente y transgrede los principios constitucionales en vigencia. Para una visión estrecha, que en otras circunstancias distingue tajantemente entre personas y animales, la aplicación de un criterio zoológico es perfectamente aplicable a los seres humanos. Es decir que a los llamados mestizos no se los asimila a los indígenas, pero tampoco se los admite entre los blancos. Para tener una idea de cómo se está manejando esto a nivel educativo, el año 2007 un diario jujeño anunciaba la realización en La Quiaca, población fronteriza entre Argentina y Bolivia, del primer Encuentro Desarrollo e Identidad, organizado por la Fundación Centenario, el Instituto de Formación Docente Continua Nº 1 y el Ministerio de Educación y Cultura de la provincia de Jujuy, y reproducía la información suministrada por esos organismos: “La población de la Puna está formada por el mestizaje de dos grupos, uno indígena, descendientes de Aimaras y Quechuas, y otro Europeo” (7). Algunos gobiernos como el de Salta, usan otras categorías, como la de “criollo”, para el momento de repartir las tierras fiscales. En otras palabras, elevan, intencionalmente o no, lo que ellos creen mestizo con otro nombre a la par del indio. "Lo que continúa ahora es materia del gobierno de la Provincia, el gobernador (de Salta) hizo una propuesta de adjudicación de las tierras y el resultado que tuvo el referéndum significa una aceptación de la gente a esa propuesta", dijo Urtubey, Fiscal de Estado. Asimismo recalcó que "la Provincia demostró siempre su propósito de negociar, de acordar la forma de entrega de las tierras a los criollos y aborígenes en los lotes fiscales" El funcionario apuntó que "ahora van a seguir pasos de carácter administrativo, técnico y aún legislativo para el cumplimiento de la propuesta y para arribar al resultado perseguido mediante esta ley, que es la de adjudicar las tierras a sus legítimos ocupantes". (8) Aplicar el criterio de mestizo o criollo para la adjudicación de tierras, es retrotraernos a los tiempos de la colonia, cuando ser cuarterón o lobo daba derecho solamente a una parte equivalente de la herencia. Por otra parte, el peligro de pretender generalizar el mestizaje implica invisibilizar las diferencias reales entre los argentinos y sus efectos concretos. En otros países, al estudiar fenómenos como el rendimiento escolar, la maternidad precoz, el grado de desempleo o la esperanza de vida, suele tomarse en cuenta la pertenencia a un determinado grupo étnico o racial. De esta forma, se pueden proponer determinadas políticas sociales que atiendan a aquellos grupos con necesidades específicas. En la práctica, si no se aborda el problema que se plantea en este trabajo, las políticas estatales continuarán teniendo efectos negativos hacia los sectores tradicionalmente discriminados. Comparaciones Como se ha visto, según la política de las potencias coloniales, el mestizo o el mulato eran el resultado del ayuntamiento entre los conquistadores y los nativos, que no eran ni uno ni otro, una categoría despreciada por todos, privada de los derechos de los padres y condenada a la anomia. Situación parecida al limbo de la doctrina de los teólogos medievales, que lo consideraban una tercera clase de cavidad distinta del cielo y el infierno, donde las almas de los niños fallecidos sin bautismo pasarían la eternidad sin pena ni gloria y sin gozar de la beatitud de la visión de Dios. Allí, estas almas cándidas además, sufrían la ausencia de quienes habían tenido la fortuna de salvarse: padres, hermanos y demás familia. Este lugar gris ha sido objeto de disputas en el seno de los gobiernos europeos desde la antigüedad y alcanzó su reconocimiento oficial. Como principio, que nunca fue doctrina científica sino una proposición política, se impuso a lo largo de los siglos, hasta que el actual Papa Benedicto XIV lo enterró definitivamente. Forzando un paralelismo con ese lugar teológico, muchos indios y no indios que conviven en un mismo país creen que son una tercera categoría: la de mestizos. Así, su destino es hasta ahora similar a estar en el limbo. Termino con otra comparación, esta vez con los “hechores”, que sería humorística sino fuera tan dolorosamente real, advertida por un profesor peruano (Anexo II). Consecuencias negativas del mestizaje Inmediatas Fragmentación aborigen Reducción en los indios de capacidad poblacional y fuerza política Censos de población distorsionados El riesgo de que se comience a usar jurídica y/o legislativamente. Mediatas Negación del presente y futuro de poblaciones indígenas y afroamericanas Transformación de la identidad indígena Desaparición del indio Conclusiones Cabe resumir los postulados expuestos a lo largo de esta argumentación: Que el adjetivo “mestizo” se siga usando, pero para animales, no para designar a un ser humano, especialmente indígena. La razón: Mestizo es una categoría límbica, zoológica y colonial, impuesta a seres humanos considerados inferiores, que subsiste actualmente, está en crecimiento y debe suprimirse para evitar sus consecuencias negativas. Ese cambio sólo pueden efectuarlo la educación formal y los medios de comunicación masivos. Anexos (I).- "Las castas de Nueva España" De ingas y mandingas De español e india, mestizo. De mestizo y español, castizo. De castiza y español, español. De española y negro, mulato. De español y mulato, morisco. De español y morisca, albino. De español y albino, torna atrás. De indio y torna atrás, lobo. De lobo e india, zambayo. De zambayo e india, cambujo. De cambujo y mulata, albarazado. De albarazado y mulata, barcino. De barcino y mulata, coyote. De coyote e india, chamizo. De chamizo y y mestiza, coyote mestizo. De coyote y mestizo , allí te estás. De lobo y china, jíbaro. De cambujo e india, zambayo. De zambayo y loba, calpamulato. De calpamulato y cambuja, tente en el aire. De tente en el aire y mulata, no te entiendo. De no te entiendo e india, torna atrás. (II).- Hechor es el nombre con que en ciertos lugares se conoce a un burro degenerado que desde su infancia fue adoptado por una yegua (inducida forzosamente por su dueño). El hechor retozará desde su infancia entre potrillos y potrancas, y alternará toda su vida (aunque de forma marginal), con los equinos. Y en la pubertad buscará la compañía de las yeguas para aparearse, evitando a sus congéneres, las burritas, pues él asume que es un potro. Su vida será una ridícula imitación equina. Y si por casualidad llega a olisquearle una despistada y amorosa burrita, el la rechazará con coces y mordiscos, porque él es un ¡equino! ¡burras... qué asco! ¡¡horrible oye!! También es frecuente que cuando este burdo imitador pelea con un equino, todos estos, le hagan un cargamontón del cual saldrá inválido o hasta muerto. Pero eso casi nunca pasa, pues hay un gran poder externo (el amo) que le cuida su degeneración. Entre un burro normal y un burro anormal (hechor) físicamente no existe diferencia alguna, pero espiritualmente son antagónicos. Hay una brecha. El hechor está convencido que es un equino y su mundo se basa en ello. El pobre nunca se ha visto en un espejo, en cambio los equinos y los burros normales saben la verdadera identidad del acomplejado. Hasta los ajenos al problema: Vacas, chivos, carneros, perros, etc, lo saben. Todo el mundo sabe que es un burro menos él. Pobre inconsciente sobre la tierra... Tan inconsciente de su tragedia, que sólo para el hechor, se justifica en su animalidad o irracionalidad. Pero, hechor probablemente también puede ser Juan Pérez, que al regresar a su terruño rechaza sus costumbres, su folklore, su gastronomía, y de remate le fastidia que le hablen en kechua... I am speaking english, paisa, responde: ¡Regresó totalmente hechorizado! Ante todo, el hechorismo en cuanto virus alienador es mayúsculo en el mestizo, y ajeno al estrictamente cobrizo (indio). Habiendo llevado al mestizo/cholo a una Crisis de Identidad que de ser superada por obra de una educación autenticadora, lo transforma en un ser potencialmente reivindicador de sus orígenes incásicos. Razón por la que ayer los opresores españoles proclamaran que mestizo educado, diablo encarnado. Por eso, sistemáticamente, el Estado Occidental(izado) Virreynal como Republicano, buscó limitar su educación con argucias demagógicas, porque los prefieren mejor hechorizados, mitómanos e hipócritas. Felipillo Toledo y la Madre Patria no son la excepción. (Prof. Genaro E. Torres) (III) “Y que el más pobre yndio o yndia, negro o mulato, zanbahigo, mestizo, español que diere carta o memoria, rrelaciones, testimonio autorisado del corregidor, escriuano o del cabildo o de los alcaldes hordenarios o del escriuano, del cauildo, sea como fuere, se le entregue al chasque para adonde fuere por este rreyno.”(Felipe Guaman Poma de Ayala) Documentos citados (1) “Cupo indígena”, En diario La Tercera, Santiago de Chile. 23 agosto 2007 (2) Gini, Corrado. “La clasificación de los seres humanos y los caracteres psíquicos y culturales”. En Revista del Instituto de Antropología. Universidad Nacional de Tucumán. Vol. IV. Entrega I. San Miguel de Tucumán. 1958 (3) Bonfil Batalla, Guillermo. “El concepto de indio en América”. En Anales de Antropología. Vol. IX. México. 1972 (4) “Conclusiones y Documentos del II Congreso de Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América”, CISA, Consejo Indio Sudamericano, La Paz, Bolivia. 1983. (5) Mier Luzio, Rodolfo. “Mestizos y blancoides ¡Culpables!”, En diario La Razón, La Paz, Bolivia. 22 septiembre 2006. (6) Constitución Nacional Argentina, En artículo 75, inciso 17. (7) “Encuentro Desarrollo e Identidad”. En diario Pregón, S.S. de Jujuy, Argentina. 16 de mayo de 2007. (8) “Quieren entregar los títulos cuanto antes”, En diario El Tribuno, Salta, Argentina. 28 de octubre 2005. Bibliografía I Congreso Indígena Sudamericano, Actas, Ollantaytambo. Perú 1982 Fuenzalida, Fernando, El indio y el poder en el Perú rural. Lima: IEP. 1970. Lauer, Mirko, Política indígena de cara al 201, En La República, Perú. 2007 Lemmo, Angelina, Y tenemos de todos los reinos: opúsculo tentativo sobre la idiosincrasia del venezolano, Fondo Editorial Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1986 Mayer, Enrique, Mestizo e indio, el contexto de las relaciones interétnicas, En Moreno Gómez, Luis, País pardo, Cromotip, Caracas. 1987. Moreno Morales, Daniel, Sobre la identidad de los bolivianos, en La Razón. 22 jul 2007 Rosenblat, Ángel, La población indígena y el mestizaje en América, Editorial Nova, Buenos Aires. 1954. Salazar de la Torre, Cecilia, El mestizo-indio y la bolivianidad, CIDES-UMSA, Bolivia. Sánchez Albornoz, Nicolás, La población de América Latina desde los tiempos precolombinos al año 2.000, Alianza Editorial, Madrid. 1973. Uslar Pietri, Arturo, El mestizaje y el Nuevo Mundo, Caracas: s.n., 1967; Veinticinco ensayos, Monte Ávila, Caracas. 1969. Toqo. Indiomanual. I.C.I. 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Su libro “Indiomanual” fue editado en Argentina en 1985 y en Bolivia en 1995. Acaba de publicar la novela “Chincanqui, kallawaya y agitador” donde esboza las raíces de la lucha indígena en los Andes centrales. Actualmente está preparando un libro sobre el patrimonio cultural intangible de la Quebrada de Humahuaca, otra novela titulada “La cabeza de Incarri” y un museo sobre el indígena del norte argentino. Es profesor de quechua en institutos de nivel terciario, recorre el país y el exterior dictando conferencias sobre temas indígenas, escribe para diferentes medios de comunicación y dirige el Instituto de Cultura Indígena en Humahuaca. E-mail: toqo.zuleta@gmail.com Página web: www.toqo.com.ar Separata del libro inédito Incarrihuma Manual de acción política para el indígena Sixto Vázquez Zuleta – TOQO Como pueblos emergentes, los indígenas de América Latina desean poner en el centro del debate académico y político temas ignorados o que han figurado como marginales en el contexto de los nuevos gobiernos democráticos y la reactivación económica, hechos que han caracterizado a la mayoría de los países de la región durante las últimas dos décadas. Así, brindan una versión actualizada del panorama histórico y antropológico de los años recientes, entregando pistas actuales para entender los conflictos por los que atraviesan hoy los pueblos originarios, contribuyendo a enriquecer una discusión teórica y política indispensable acerca de la realidad indígena latinoamericana contemporánea. Este es otro aporte desde mi país: Argentina. Ponencias expuestas en Argentina “Etapa política del indígena argentino” Ponencia presentada el 29 de junio de 2007, en el taller interdisciplinario: “Las poblaciones indígenas de la actual Argentina: pasado y presente”, sesión diversidad, interculturalidad, relaciones interétnicas, exclusión. Organizado en Resistencia (Chaco), por el Instituto de Investigaciones Geohistóricas. IIGHI- CONICET “La televisión indígena” Ponencia presentada el 21 de septiembre de 2007, en las Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, sesión Historia de la Televisión/la Televisión en la Historia, organizadas en Tucumán por la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET. “Visión indígena del mestizaje” Ponencia presentada el 31 de octubre de 2007, en las IX Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Sesión “Mestizaje y población en la historia de América”. Organizadas en Huerta Grande, Córdoba, por AEPA