Subido por daguequi

Una visión indígena del mestizaje

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Una visión indígena del mestizaje
Desde adentro de las jaulas
Tomemos dos indígenas argentinos procedentes de la precordillera
saltojujeña, de los cuales reservaremos el nombre. Los llamaremos
Juan y Pedro. Ambos han nacido y se han criado en el mismo
caserío, con la misma cultura agropastoril y han mamado idénticos
usos y costumbres. Jamás han oído hablar de los indios, a no ser en
la escuela, donde les hablan de los aborígenes como algo lejano y
prehistórico. A partir de los quince años, sus caminos empiezan a
bifurcarse. Pedro emigra a Humahuaca, allí se conchaba en un
restaurante como hachador de leña, logra ahorrar y con esos recursos
viaja a Buenos Aires. Resumiendo, luego de muchos trabajos y
peripecias, logra recibirse de abogado en la UBA. Sus compañeros,
profesores, colegas y clientes le dicen que al emigrar y dejar de ser
portador de su cultura originaria ya no es indígena sino mestizo. Sin
embargo él, que no olvida su procedencia, ayuda a fundar una
asociación indígena, junto con otros residentes, en la que trabaja
largos años. Ahora es miembro de la Comisión de Juristas Indígenas,
que se encarga de asuntos legales de las comunidades, así que
trabaja conjuntamente con ellas en defensa de sus derechos y reparte
su tiempo entre Buenos Aires, donde tiene su hogar y los pueblos
indígenas, en los cuales tiene sus clientes que confían en él porque lo
reconocen como uno de ellos.
En cuanto a Juan, permanece un tiempo más en su aldea, termina la
escuela primaria y aprovechando que viajan unos parientes suyos,
residentes en Capital Federal, se va allí con ellos. Trabaja
duramente, sufre la discriminación hacia el cabecita negra, pero
luego de sufrir mucho, logra construir su casa, se casa con una
paisana y pone su propia panadería. Ha sido tan despreciado,
humillado y explotado por su condición, que ha aprendido a
camuflarse, niega su origen, dice que es santiagueño y reniega de sus
costumbres. Ahora tiene dinero, un vehículo, empleados blancos;
según él, ha dejado de ser indígena y en una encuesta organizada por
el INDEC, dice que es criollo, pero igual sus empleados,
proveedores y en las oficinas donde debe concurrir, lo siguen
tildando de colla y tratándolo como a tal, aunque en su presencia
manifiesten lo contrario y lo traten de señor.
Hubiera podido seguir así, como otros tantos emigrados, pero
empujado por la nostalgia, concurre a las peñas organizadas por una
asociación indígena, escucha su música, baila las danzas de su tierra
y se encuentra con su paisano Pedro, integrante de la comisión
directiva. Hablan con él, Pedro lo hace reflexionar, logra asumirse
como lo que es realmente, ingresa a la asociación, comienza a viajar
a su pago a fin de hacer abrir los ojos a sus coterráneos, e incluso
llevado por su apasionamiento se arroga la representación de los
indígenas en reuniones internacionales y ante el INAI, lo que
encoleriza a sus paisanos, que le niegan representatividad y lo
consideran engringado.
Ambas historias actuales, que no han concluido todavía, se
entrelazan, confluyen y son reales, de indígenas argentinos, pero que
perfectamente podrían ser de aborígenes de Bolivia, Perú, Ecuador,
Brasil, México, etc.
¿Qué conclusiones se pueden extraer o qué se puede inferir de estas
experiencias de vida?
a).- El originario no tiene conciencia de serlo. Nadie se lo ha dicho y
recién cuando sale, le hacen sentir el peso de ser diferente, el otro.
b).- El indio que sale de su origen, puede transculturarse y renegar
de su origen; lo convencen y se convence a sí mismo de que es
criollo o mestizo. Deja de ser indio para sí mismo y para los que lo
rodean, pero no se acultura. La cultura mamada permanece larvada
en su interior.
c).- Otro indio, también transterrado, sigue conservando su
conciencia de ser aborigen. Tal vez no lo sea de apariencia, pero sí
de sentimientos. Sigue siendo indio, aunque quizás no para el medio
en que vive.
d).- El originario al cual las influencias y vivencias exteriores han
hecho renegar de su identidad, quizás permanezca así o, con algún
estímulo, también exterior, puede volver a ser indio.
e).- Ambos vuelven en ocasiones a su comunidad, pero están
trasplantados en la ciudad. Son indios urbanos.
f).- La comunidad de origen reconoce o no a los emigrados y sus
descendientes, según su comportamiento hacia sus hermanos
indígenas, entre otras cosas.
g).- En ambos casos, no ha habido ninguna mezcla ni cambio
biológico. Las sucesivas transformaciones han sido culturales,
económicas y sociales. Han adquirido conocimientos que no poseen
los indios que continúan en su lugar de origen.
h).- Sus decisiones personales acerca de su identidad son libres en
apariencia, pero en realidad están condicionadas en gran parte por
estímulos externos: la escuela, los medios de comunicación y el
entorno sociolaboral.
¿A qué viene todo esto? A que indios, indígenas, originarios,
aborígenes, nativos, nombres utilizados indistintamente en este
trabajo, seguimos existiendo, aunque ya no somos los del siglo
pasado, somos diferentes, aunque no mestizos y pretendemos decidir
sobre nuestro futuro; pero para eso debemos tener claro, indios y no
indios, qué es el originario y qué hacer con él, así como el problema
de nuestro tiempo no está en saber cómo ha sido la Argentina. Está,
más bien, en saber cómo es la Argentina.
Este trabajo teórico sólo refleja una tendencia que en estos
momentos se está difundiendo entre el aborigen argentino y que
ahora se busca difundir en el ámbito académico.
Conceptualidad
Es indudable que el tema del racismo, discriminación y exclusión va
más allá de la terminología empleada, pero creemos que por algún
lado debe empezar a desenrollarse la madeja.
Hablar de mestizaje, hibridez, mezclas e impurezas es importante
porque no se trata sólo de una confrontación de términos, sino del
impacto social, político y hasta económico que tienen esos términos
de la vida cotidiana.
¿Qué es ser argentino?
Es una nacionalidad, no una etnia ni una raza. Ni siquiera una forma
de vida, y esa ambigüedad, ni chicha ni limonada, es lo que da pie a
muchos para hablar de la mezcla de culturas, del crisol de razas y se
animan a proponer al argentino como la raza del futuro,
contraviniendo no sólo la realidad sino el sentido común.
Son construcciones inconsistentes: obviamente la cultura
predominante es la “occidental” y la cultura indígena está relegada;
“mejorar la raza” es buscar una descendencia lo más clara posible y
la pretendida fusión se reduce en muchos a gestionar el pasaporte
europeo; lo cual a esas personas de doble nacionalidad no les impide
ser buenos argentinos, hasta patriotas que no sólo sugieren, sino que
practican una política de inmigración que divide entre inmigrantes
deseados y no deseados.
Es comprensible que subsista el temor de que cualquier alusión a
blancos o indígenas sea en sí misma otra forma de racismo. Sin
embargo, precisamente un primer paso para enfrentar el racismo
podría ser aprender a usar con seriedad ciertos conceptos, dejando de
lado sus connotaciones despectivas. Al fin y al cabo, se trata de
reconocer a los diversos argentinos como realmente son, aunque
todavía haya algunos a quienes les cueste admitirlo.
¿Somos criollos? ¿Gauchos?
En nuestro país hay una creencia generalizada de que criollo es
sinónimo de argentino y no es así. Un colombiano puede ser tan
criollo como un argentino, de acuerdo a lo que define el diccionario
de la Real Academia: “Dícese de los hijos y en general de los
descendientes de padres europeos nacidos en Hispanoamérica”. En
cuanto a gaucho, es una categoría ocupacional igual que cow-boy.
¿Por qué parece indeseable –cuando se confronta con indígena- un
término que ha sido sinónimo de lo argentino, junto con gaucho? No
porque se esté en contra del criollo o del gaucho. Es que se busca
asimilar al criollo a toda América Latina, en una suerte de
criollización y es mejor que estas categorías se eviten cuando se
refieren al mundo aborigen, porque confunden. Habría error en
apreciar el gaucho como equivalente del criollo, al cual no
reemplaza ni subroga. Esta turbiedad ocasiona resoluciones
perjudiciales para los aborígenes, como la del gobierno de Salta,
quien oficialmente incluye, cada vez más, hasta en el reparto de
tierras, a los “criollos” y a los “gauchos mestizos” junto a los
aborígenes, como veremos más adelante.
Como señala Jorge E. Rulli de nosotros, los argentinos: “Durante
mucho tiempo creímos ser europeos exiliados. Pero la imagen tan
grotesca que nos devolvió el espejo de los otros, y nuestros propios
fracasos, nos desalentó definitivamente. Durante mucho tiempo,
también, nos empeñamos en alcanzar con el criollismo una cuota de
respetabilidad frente a nosotros mismos. Pero el mestizaje es
siempre un equilibrio inestable que requiere un fundamento, una
base que nosotros no nos atrevíamos a asumir”.
¿Qué es el indígena?
El objetivo de este trabajo no es el de dar una definición del indio
actual, pero como eso se vincula con lo de mestizo y mestizaje, se
dejan sentados algunos puntos. Cuando se trata del indio, en todas
las bases censales se observan claras discrepancias según el criterio
adoptado: geográfico, cultural, biológico, lingüístico o psicológico.
El problema principal radica en la propia definición de población
indígena, tanto en lo conceptual como en el indicador operativo para
identificarla en los censos y encuestas. Por otro lado, el parlamento
chileno se encuentra debatiendo la creación del cupo indígena,
garantizando 5 diputados indígenas para pagar la deuda histórica (1).
Si en nuestro país se diera una situación similar ¿qué condiciones
deberían reunir los candidatos?
El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un
personaje. Es una categoría ontológica, un pueblo de esta tierra, una
tradición, un espíritu.
No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de vista
exclusivamente literarios, como un color o un aspecto nacional,
colocándolo en el mismo plano que otros elementos étnicos.
Tampoco se puede desconocer que el indio actual es, a la vez que un
segmento de la sociedad colonial, un producto de la mezcla
biológica entre colonizadores y colonizados.
El antropólogo Corrado Gini (2) comenzó y el mexicano Guillermo
Bonfil Batalla (3), terminó por desmontar la visión tradicional del
indio. Al interpretar sus afirmaciones se confirma que ser indio en la
actualidad es más una cuestión espiritual y psicológica que de rasgos
exteriores o sangre. Esta tesis presentada y aprobada en el II
Congreso de Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América (4) y
ahora retomada por algunos antropólogos ante los nuevos hechos,
comienza a revolucionar más que a los blancos, a los indígenas, que
de acuerdo a ella, deben aceptar como sus hermanos a personas de
otro color.
Sus trabajos arrancaron de que si antes era fácil reconocer a un indio,
por su color, forma de vida, lengua, ahora es difícil y se centra en
otros rasgos: la forma de vida, la aceptación por los mismos indios y
-fundamentalmente-, su estado de ánimo y comportamiento.
Estos elementos son tomados para el llamado criterio de
autopercepción, utilizado en los censos indígenas de Guatemala,
Panamá y Chile.
Los hechos en los que se basa: que un blanco puede indianizarse, un
indio puede renegar, europeizarse y aunque sea indio de sangre y
apariencia, ser más explotador de sus propios hermanos que un
blanco; además, la explosiva migración del indio a la ciudad, con la
aparición de los indios urbanos.
Las consecuencias inmediatas: que el indígena ya no es lo mismo
que en los siglos pasados, y la naciente mestizoclastia: que un
individuo pueda optar por ser indio o no indio, sin términos
intermedios. Lamentablemente en la actualidad la palabra “indio”
sigue siendo un insulto en la Argentina; por eso muchos aborígenes,
por dominantes que sean sus rasgos indígenas, no se auto-consideran
indios y se dicen mestizos
Esto entra dentro de la dinámica del pueblo originario y sus
transformaciones, pero más que todo en su propia toma de
conciencia, repensar su identidad para impedir su fragmentación y
ulterior desaparición, en síntesis, decidir él mismo sobre su futuro.
Definiciones y aportes
Mestizo es un adjetivo que se aplica a la persona nacida de padre y
madre de raza diferente y con especialidad al hijo de hombre blanco
e india, o de indio y mujer blanca; al animal o vegetal que resulta de
haberse cruzado dos razas distintas y a la cultura, hechos
espirituales, etc. provenientes de la mezcla de culturas distintas.
El calificativo, emblemático para ciertos sectores de las ciencias
sociales y de la polítología, se extiende y se usa en todos los niveles
de la actividad económica, política y social. La idea, tomada de la
zootecnia, que a fuerza de repetirla se ha incrustado en la población,
supone simplemente que el ser humano engendrado por progenitores
de diferente color, se va expandiendo hasta sobrepasar la cantidad de
progenitores.
Mestizo es una categoría psicológica y subjetiva, por cuanto se
refiere a la manera de sentir de una persona. Usan este adjetivo los
blancos, en forma peyorativa cuando se refieren a los blancos más
oscuros; a su vez los indios lo usan contra los indígenas más claros,
siempre como un factor de división y discriminación, hasta ahora.
Perú por ejemplo divide a sus negros en negros y negroides; a sus
indígenas en campesinos y nativos y surgen unas categorías que
recuerdan las creadas por los españoles: mestizo-blanco, mestizo
claro y mestizo-indio. En Bolivia, de un lado se usa mestizo con
sentido despectivo, blancoide y cholo, este último casi siempre como
un insulto. Del otro usan, indígena-mestizo y hasta criollo mestizo
(5).
En Argentina a nivel urbano se utilizan dos eufemismos: morocho y
trigueño. Las libretas de enrolamiento para los hombres y las libretas
cívicas de las mujeres, ambos documentos de identidad argentinos,
estipulan el color de piel: blanca, trigueña (del color del trigo, entre
moreno y rubio) y negra. Los morochos, según el diccionario de la
Real Academia, son personas de tez blanca y pelo negro. Ahora, es
una forma argentina de decir morenos, mestizos urbanizados. A los
marginales directamente se les dice cabecitas negras, así que además
de crear una distancia pigmentaria, se crea una distancia social.
Nos fijemos que el europeo no se aplica a sí mismo la categoría de
mestizo, a pesar que su propia identidad es producto de los
encuentros entre poblaciones, desde los anglos, los germanos, los
árabes y los celtas. Inclusive Estados Unidos de Norteamérica, a
pesar de tener inmigraciones oscuras de todo el planeta, no reconoce
en su población mulatos ni mestizos.
A propósito, una muestra actual de cómo las sociedades dominantes
clasifican o bautizan a sus dominados, es la denominación que
otorga la sociedad estadounidense a los inmigrantes, americanos
como nosotros, que llegan a los Estados Unidos. Los medios de
comunicación y hasta el mismo gobierno los llaman “hispanos” o
“latinos”. Analizando esto desde el punto que nos interesa,
advertimos, primeramente que ambos términos encierran una carga
despectiva, por cuanto los estadounidenses de ascendencia blanca y
anglosajona los consideran, en su acepción más suave, culturas de
rendimiento inferior y ese flujo está amenazando su identidad y su
ser nacional. En segundo lugar, no hacen distinción de nacionalidad
y por último, no distinguen entre indígenas y los que no lo son. Sin
embargo, los que emigran a Estados Unidos, son en gran parte,
descendientes de nahuas, otomíes, etc. nombrando solamente a los
de México.
Esas denominaciones que nos imponen tienen el propósito, por una
parte, de discriminar a ese sector de la población y por otro meter en
una misma bolsa a los inmigrantes indeseados. Algo parecido a lo
que hicieron los conquistadores al englobar como indios a todos los
habitantes originarios, sin tomar en cuenta ninguna de las profundas
diferencias que separaban a los distintos pueblos y sin hacer
concesión a las identidades preexistentes.
La conclusión es que el término “mestizo” se reserva para naciones
consideradas inferiores, como una más de las imposiciones de la
sociedad occidental.
Este análisis intenta demostrar que el pasaje de indio a mestizo no
representa una evolución sino más bien una involución en términos
sociales, políticos y económicos, pues significa un cambio a otras
formas de conducta, a causa de tensiones o conflictos no resueltos.
Ese concepto tiene una utilización histórica que complica aún más
las cosas. El mestizaje en la historia sudamericana ha sido acusado
de formar los traidores, los explotadores de los indígenas.
Ya en el primer Malón de la Paz (1945) se deslizó que entre sus
integrantes algunos eran indios puros y otros no eran indios. Ahora
se dice que los actuales indígenas “ya no son puros”, que son
mezcla, productos de un mestizaje.
Una estrategia usada históricamente, es la de exterminar a los
indígenas de una región, para luego apropiarse de sus tierras y los
recursos que hay en ella.
Antes el exterminio era físico. Ahora es insidioso: persuadirlos
psicológicamente de que ya no son indios, en una especie de
etnocidio, para proclamar incluso científicamente que ya no hay
indios y estrangular económicamente a los nativos para que se vean
obligados a emigrar malvendiendo sus tierras o abandonándolas,
convencidos de que en su tierra no hay porvenir.
El mestizaje abarca, en términos étnicos, el blanco, el negro y los
cobrizos, cuyos matices variaron con el advenimiento de sucesivas
generaciones llamadas mestizas.
Paralelamente, a pesar del incremento geométrico de la población
llamada mestiza, éstos y los indios han continuado tratando a los
blancos como a señores, avergonzándose de la proporción mayor o
menor de sangre india que corre por sus venas.
El mestizaje biológico es una categoría que se impone a los animales
con fines de eugenesia, y un adjetivo que se aplica a seres humanos,
con una intención apocadora, descalificante y segregacionista.
Lo peor es que el mismo indio también descalifica al blanco:
“mistis” en el Perú, “k´aras” en Bolivia, “ladino” en América
Central, “cholos” en el norte de Argentina, siempre con sentido
peyorativo.
La propia dinámica del neoliberalismo tiende a impulsar ese
mestizaje, ya que, según él, el mestizo es un indio que ha cambiado
de cultura, se ha vuelto consumista y se ha volcado a la economía de
mercado, mercantilización que erosiona y al final cambia su
identidad irreversiblemente. De acuerdo a esta visión, Tupac Amaru
sería un mestizo irredento, pero sabemos históricamente que era un
próspero comerciante, competidor de los españoles en materia
económica, y en determinado momento encabezó un movimiento
indígena que al final concluyó con su muerte.
Origen histórico en América del mestizaje
Desde Colón que decía: “Los indios no son ni negros ni blancos”
planteando primordialmente lo pigmentario, la construcción histórica
del mestizaje en América comenzó con la conquista.
No debemos olvidar que en el contacto interétnico, igual que el
nombre “mestizo” fue impuesto, el producto también fue resultante
de una unión forzada. Efectivamente, los primeros “mestizos”
surgieron de la cohabitación por la fuerza de los hombres europeos
con las mujeres indígenas.
Los indígenas contemporáneos somos como el fruto de una violación
que fue casual en su intencionalidad pero causal en el sentido de la
conservación de la especie. El conquistador no vino a hacer familia
sino en busca del enriquecimiento que produce la posesión del oro.
El matar, violar o, eventualmente, cristianizar, sólo fueron
accidentes en una aventura cuyo objetivo terminal era el oro.
Asimismo, si el violador es el conquistador y la violada es parte del
pueblo oprimido, entonces se trata de un derecho del Señor y no de
un atentado contra la dignidad humana. Lo que normalmente es un
delito se legitima por la situación de minusvalía de los conquistados.
Con el transcurso de los años los conquistados aprenden que son los
inferiores y que existe un superior, el conquistador.
En la sociedad colonial
Consolidada la conquista, comenzó para España la época colonial y
formó en sus colonias la llamada sociedad indiana, formada por tres
razas: la blanca o europea, la india o americana y la negra o africana.
Nótese que la clasificación deriva hacia los orígenes. En ese
momento, cada una tenía caracteres propios que las diferenciaban
netamente de las otras y dentro de ellas, los españoles sólo
diferenciaron a los indios que convivían con los blancos y los
nómades que vivían aislados. Pero con el advenimiento de nuevas
generaciones, surgieron nuevas situaciones.
Los españoles ante una realidad humana, ellos y esos “otros”, no
españoles ni indios, a los que luego se agregó el negro, crearon en
América un sistema de castas encabezado por ellos mismos, primero
entre los blancos: distinguiendo entre los españoles europeos o
metropolitanos y españoles americanos o “criollos” o “hijos de la
tierra”. Siempre el origen. La estructura de dominio colonial impuso
un término diferencial para identificar y marcar al colonizado; los
mestizos pueden verse como un sector de origen colonizado que el
aparato colonial cooptó para incorporarlo a la sociedad colonizadora,
asignándole dentro de ella una posición subordinada.
En cambio para los negros e indios, la distinción derivó hacia la
pigmentación
y la impusieron a la fuerza. Los europeos al tener que convivir con
gentes de otros colores, les negaron la igualdad social, económica y
política, incluso filosóficamente, con el título del “otro”, con el
estigma de la coloración como pecado original eterno que no podía
ser borrado por nada.
La unión de razas originó la llamada “mestización”, que si bien al
principio fue entre los tres colores, luego abarcó las sucesivas
mezclas y la manía clasificatoria originó extraños vocablos (Anexo
III) que ordenaban a esos seres humanos por castas. Bastaba una
dieciseisava parte de sangre africana, comprobada caprichosamente
por la contextura y coloratura de la piel, para que una persona fuera
considerada negra, y pudiera por lo tanto ser comprada y vendida
como objeto. Por ejemplo, las partidas de bautismo de 1700 decían
en México, entre otras: loba de casta.
Las castas fueron el resultado de múltiples cruzamientos interétnicos
en los que el negro entraba en algún grado. Los mulatos se unieron
frecuentemente a indias o mestizas, surgiendo así los zambos,
principio de una serie de castas donde fue imposible determinar los
ancestros. Estas castas fueron consideradas la ínfima clase social.
Decían las clásicas tablas de cruzamiento que el mestizo era el
resultado del cruzamiento entre blanco español e india. Las
categorías subsiguientes surgían de los entrecruzamientos
posteriores y tenían validez jurídica, por lo que su sitio no era entre
los indios, pero cargaban con la culpa del pecado original de su
progenitor indígena, por lo que tampoco podían estar entre los
blancos.
Para fines legales el mexicano Ignacio de Castro pintó 10 cuadros
(Museo de París), el licenciado José Lebrón y Cuervo realizó en el
siglo XVII una tabla que tenía en cuenta las uniones que se llevaron
a cabo en la época colonial y los hijos que resultaron de las mismas
(Academia Nacional de la Historia). También existen dos series de
cuadros al óleo, una de ellas del Perú (Museo Antropológico de
Madrid), una curiosa relación de "Las castas de Nueva España" dada
a conocer en el Siglo XVIII (Anexo I) y otras tablas por el estilo en
museos de Alemania,
Después de saber que nos clasificaban como si fuéramos animales,
no creo que quede un solo indígena que desee seguir llamándose
"mestizo, castizo, lobo, cambujo, zambayo, chamizo…”
Aplicar el criterio de mestizo o criollo para, por ejemplo la
adjudicación de tierras, es retroceder a los tiempos de la colonia,
cuando ser cuarterón o lobo daba derecho solamente a una parte
equivalente de la herencia o para educarse.
De este modo en América india, el color de la piel se tornó en signo
de superioridad que fue consolidándose progresivamente durante los
300 años de vigencia del imperio colonial español. Esos años de
sujeción nos enseñaron con dureza que el indio es inferior, que
inclusive su humanidad es discutible, como lo mostró la polémica
entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.
Surgimiento del Estado-Nación
La llamada emancipación, obra, fundamentalmente, de los
descendientes no mestizos del conquistador, sólo sirvió para afianzar
en los hechos la creencia en la superioridad étnica del blanco y la
inferioridad del indio y del mestizo. Junto con el antiguo orden
colonial, al declararse la independencia desapareció una tabla de
categorías que proporcionó orden y estabilidad a la sociedad
colonial, y las categorías para sustituirlas no eran fáciles de
encontrar, así que se optó por lo más fácil: mantener algunas.
En la época independiente, sobrevivió el término “mestizo”, para
diferenciarlo del indio y en Argentina empezó a designar al indio
más claro y al criollo más oscuro, no sólo durante la expansión
colonial sino a través de la gestación, consolidación y desarrollo del
Estado-Nación.
Y en el siglo XX, cuando se reconoció legalmente la existencia y
derechos de los pueblos indígenas, apareció la globalización, junto a
la macroeconomía y el neoliberalismo, que introdujeron nuevos
factores. Si antes se usó el color y el origen como elementos
clasificatorios, a ello se unió la economía y la cultura.
Presente
Nuestros países fueron colonias. La sombra del colonialismo no
desaparece de un día para el otro. Los residuos duran mucho, sean
institucionales, culturales, económicos o sociales. Es un largo
aprendizaje salir de esa sombra de la colonia y en cada país, la
influencia y la sombra residual de la colonia adopta expresiones
diferentes y se desarrolla en sectores diferentes según lo que se ha
padecido. En la práctica, los originarios no significan nada
económicamente, por lo general están desposeídos de la tierra, sin
permitírseles decisión alguna y dominados por el neoliberalismo y la
macroeconomía, que rigen el destino de sus recursos naturales, su
biodiversidad y su herencia cultural.
La mestización en el indígena es la salida de la comunidad donde ha
nacido, el olvido de la lengua, y la negación de los propios padres.
Nótese que no hay nada biológico.
Guillermo Magrassi habla en 1982 de tres vertientes principales:
aborígenes, europeas y afroasiáticas. Adviértase que vuelve al origen
y que de ellas una es originaria y las otras no. Muchos descendientes
de los inmigrantes no son mestizos, porque sus antepasados
prefirieron relacionarse con personas de su propio grupo étnico. Con
igual razón, carece de sentido calificar de mestizos a los millones de
indígenas que habitan las zonas rurales o las ciudades de Santiago
del Estero, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires o
La Pampa.
La Constitución Nacional y el Convenio 169 de la OIT con rango
constitucional, que otorgan derechos solamente a los pueblos
indígenas, no contemplan esas diferencias. Sin embargo, el término
“mestizo” y sus derivados siguen rigiendo el destino de los no
blancos. Porque el mestizo nunca fue oficialmente abolido ni por los
ex colonizadores ni por los descolonizados.
Mi concepción al respecto
Nos demos cuenta de lo que en realidad quieren decir los que
proponen que nos volvamos mestizos. Están queriendo decir que el
indio desaparezca. En vez de esterilizarlo quieren que se transforme
en otra cosa, una idea que ya han puesto en práctica algunos
gobiernos. Así, las poblaciones originarias van a ver enmascarada su
especificidad histórica y se van a convertir, dentro del nuevo orden
planetario, en un ser plural y uniforme: el mestizo /los mestizos.
En el fondo existe la intención de remodelar la especie humana para
suprimir a los imperfectos, entre los cuales están los indígenas. Para
ciertos círculos, el indio es un callejón sin salida y su evolución tiene
que desembocar en el no indio, pasando por el estadio límbico del
mestizo. Pero para que el hombre deje de estar en ese estadio, según
ellos atrasado y pobre, lo vuelve enteramente dependiente de una
estructura económica despiadada, sin especificar en ningún
momento a cargo de quién estaría su mantenimiento. Es notable que
esas personas se colocan en una categoría superior, y consideran a
los nativos como seres inferiores, en la última escala humana de
evolución.
En esta línea de ideas, que goza de cierta popularidad en nuestro
país, aunque no es ético planificar las capacidades de una población
mediante la eugenesia cultural, así como hacemos notar la existencia
de argentinos indígenas y no indígenas, esa gente divide a los
argentinos en dos especies: progresivos y regresivos. Por supuesto,
incluyéndose ellos en la primera categoría y encasillando a los indios
en la segunda. Algo que ya propugnaron Sarmiento y otros y que
llevaron a la práctica mediante el exterminio físico Roca y otros. Si
vale la pena resaltar esta distopía siniestra es porque con la creciente
proyección del mestizo, se está llevando a cabo en América..
Futuras implicaciones
Ahora que el indígena está reclamando sus derechos, entre ellos el
de elegir y ser elegido en democracia, y el gobierno de los
aborígenes es una realidad en otras naciones, es oportuna la
proclamación de la inexistencia de la mesticidad humana. Y esta no
es una cuestión menor; está en juego el futuro mismo del originario,
ya que está dentro de las necesidades del orden imperante el impedir
una cohesión creciente dentro del sector indígena. Esta separación,
conviene a los que no desean ver unificados a los indígenas y buscan
su extinción, porque los criollos o mestizos La categoría de mestizo
provee de un argumento de peso a los antiindios: que sus denostados
no son mayoría. Además, la ley fundamental da derechos a los
indígenas, no a los criollos ni a los mestizos, que además no pueden
conformar un partido político o un movimiento.
En el terreno político, donde las elecciones se ganan con dinero,
carisma o votos, es conveniente que los indígenas dejen de usar el
calificativo “mestizo”. Un movimiento o una agrupación política,
debe sumar, no restar y un candidato indio no puede darse el lujo de
discriminar por el color de piel o su identidad a sus potenciales
votantes y menos aún en el caso de ser elegido. La pertenencia o la
militancia se definen por sentimientos, no por obligatoriedad.
Hay valores indígenas, que son parte del ser aborigen. No hay
“valores mestizos”. La sumisión del originario a los valores
occidentales, ajenos a su forma de ser, es obligada, material y
psicológicamente y transgrede los principios constitucionales en
vigencia.
Para una visión estrecha, que en otras circunstancias distingue
tajantemente entre personas y animales, la aplicación de un criterio
zoológico es perfectamente aplicable a los seres humanos. Es decir
que a los llamados mestizos no se los asimila a los indígenas, pero
tampoco se los admite entre los blancos.
Para tener una idea de cómo se está manejando esto a nivel
educativo, este año un diario jujeño anuncia la realización en La
Quiaca del primer Encuentro Desarrollo e Identidad, organizado por
la Fundación Centenario, el Instituto de Formación Docente
Continua Nº 1 y el Ministerio de Educación y Cultura de la
provincia de Jujuy, y continúa reproduciendo la información
suministrada por esos organismos: “La población de la Puna está
formada por el mestizaje de dos grupos, uno indígena, descendientes
de Aimaras y Quechuas, y otro Europeo” (6).
Algunos gobiernos como el de Salta, usan otras categorías, como la
de “criollo”, para el momento de repartir las tierras fiscales. En otras
palabras, elevan, intencionalmente o no, lo que ellos creen mestizo
con otro nombre a la par del indio. Lo que se interpreta de la palabra
oficial es que el gobierno provincial ante los reclamos de los
indígenas por la tierra, les dice:
-Sí, les damos la tierra, pero tenemos que darla también a los criollos
que viven ahí.
"Lo que continúa ahora es materia del gobierno de la Provincia, el
gobernador (de Salta) hizo una propuesta de adjudicación de las
tierras y el resultado que tuvo el referéndum significa una aceptación
de la gente a esa propuesta", dijo Urtubey, Fiscal de Estado.
Asimismo recalcó que "la Provincia demostró siempre su propósito
de negociar, de acordar la forma de entrega de las tierras a los
criollos y aborígenes en los lotes fiscales"
El funcionario apuntó que "ahora van a seguir pasos de carácter
administrativo, técnico y aún legislativo para el cumplimiento de la
propuesta y para arribar al resultado perseguido mediante esta ley,
que es la de adjudicar las tierras a sus legítimos ocupantes". (7)
El peligro de pretender generalizar el mestizaje implica invisibilizar
las diferencias reales entre los argentinos y sus efectos concretos. En
otros países, al estudiar fenómenos como el rendimiento escolar, la
maternidad precoz, el grado de desempleo o la esperanza de vida,
suele tomarse en cuenta la pertenencia a un determinado grupo
étnico o racial. De esta forma, se pueden proponer determinadas
políticas sociales que atiendan a aquellos grupos con necesidades
específicas. En la práctica, si no se aborda el problema que se
plantea en este trabajo, las políticas estatales continuarán teniendo
efectos negativos hacia los sectores tradicionalmente discriminados.
Comparaciones
Como se ha visto, según la política de las potencias coloniales, el
mestizo o el mulato eran el resultado del ayuntamiento entre los
conquistadores y los nativos, que no eran ni uno ni otro, una
categoría despreciada por todos, privada de los derechos de los
padres y condenada a la anomia. Situación parecida al limbo de la
doctrina de los teólogos medievales, que lo consideraban una tercera
clase de cavidad distinta del cielo y el infierno, donde las almas de
los niños fallecidos sin bautismo pasarían la eternidad sin pena ni
gloria y sin gozar de la beatitud de la visión de Dios. Allí, estas
almas cándidas además, sufrían la ausencia de quienes habían tenido
la fortuna de salvarse: padres, hermanos y demás familia.
Este lugar gris ha sido objeto de disputas en el seno de los gobiernos
europeos desde la antigüedad y alcanzó su reconocimiento oficial.
Como principio, que nunca fue doctrina científica sino una
proposición política, se impuso a lo largo de los siglos, hasta que el
actual Papa Benedicto XIV lo enterró definitivamente.
Forzando un paralelismo con ese lugar, muchos indios y no indios
que conviven en un mismo país creen que son una tercera categoría:
la de mestizos. Así, su destino es hasta ahora similar a estar en el
limbo.
Termino con otra comparación, esta vez con los “hechores”, que
sería humorística sino fuera tan dolorosamente real, advertida por un
profesor peruano (Anexo II).
Consecuencias negativas del mestizaje
Inmediatas
Fragmentación aborigen
Reducción en los indios de capacidad poblacional y fuerza política
Censos de población indígena distorsionados
Que se comience a usar jurídica y/o legislativamente.
Mediatas
Negación del presente y futuro de poblaciones indígenas y
afroamericanas
Transformación de la identidad indígena
Desaparición del indio
Conclusiones
Para concluir cabe resumir los postulados expuestos a lo largo de
esta argumentación:
Que “mestizo” se siga usando, pero para animales, no para designar
a un ser humano, especialmente indígena. La razón: Mestizo es una
categoría límbica, zoológica y colonial, impuesta a seres humanos
considerados inferiores, que subsiste actualmente, está en
crecimiento y debe suprimirse para evitar sus consecuencias
negativas. Ese cambio sólo pueden efectuarlo la educación formal y
los medios de comunicación masivos.
Anexos
(I).- "Las castas de Nueva España"
De ingas y mandingas
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De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo , allí te estás.
De lobo y china, jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
(II).- Hechor es el nombre con que en ciertos lugares se conoce a un
burro degenerado que desde su infancia fue adoptado por una yegua
(inducida forzosamente por su dueño).
El hechor retozará desde su infancia entre potrillos y potrancas, y
alternará toda su vida (aunque de forma marginal), con los equinos.
Y en la pubertad buscará la compañía de las yeguas para aparearse,
evitando a sus congéneres, las burritas, pues él asume que es un
potro. Su vida será una ridícula imitación equina.
Y si por casualidad llega a olisquearle una despistada y amorosa
burrita, el la rechazará con coces y mordiscos, porque él es un
¡equino! ¡burras... qué asco! ¡¡horrible oye!!
También es frecuente que cuando este burdo imitador pelea con un
equino, todos estos, le hagan un cargamontón del cual saldrá
inválido o hasta muerto. Pero eso casi nunca pasa, pues hay un gran
poder externo (el amo) que le cuida su degeneración.
Entre un burro normal y un burro anormal (hechor) físicamente no
existe diferencia alguna, pero espiritualmente son antagónicos. Hay
una brecha. El hechor está convencido que es un equino y su mundo
se basa en ello. El pobre nunca se ha visto en un espejo, en cambio
los equinos y los burros normales saben la verdadera identidad del
acomplejado. Hasta los ajenos al problema: Vacas, chivos, carneros,
perros, etc, lo saben. Todo el mundo sabe que es un burro menos él.
Pobre inconsciente sobre la tierra... Tan inconsciente de su tragedia,
que sólo para el hechor, se justifica en su animalidad o
irracionalidad.
Pero, hechor probablemente también puede ser Juan Pérez, que al
regresar a su terruño rechaza sus costumbres, su folklore, su
gastronomía, y de remate le fastidia que le hablen en kechua... I am
speaking english, paisa, responde: ¡Regresó totalmente hechorizado!
Ante todo, el hechorismo en cuanto virus alienador es mayúsculo en
el mestizo, y ajeno al estrictamente cobrizo (indio). Habiendo
llevado al mestizo/cholo a una Crisis de Identidad que de ser
superada por obra de una educación autenticadora, lo transforma en
un ser potencialmente reivindicador de sus orígenes incásicos. Razón
por la que ayer los opresores españoles proclamaran que mestizo
educado, diablo encarnado. Por eso, sistemáticamente, el Estado
Occidental(izado) Virreynal como Republicano, buscó limitar su
educación con argucias demagógicas, porque los prefieren mejor
hechorizados, mitómanos e hipócritas. Felipillo Toledo y la Madre
Patria no son la excepción. (Prof. Genaro E. Torres).
(III) “Y que el más pobre yndio o yndia, negro o mulato, zanbahigo,
mestizo, español que diere carta o memoria, rrelaciones, testimonio
autorisado del corregidor, escriuano o del cabildo o de los alcaldes
hordenarios o del escriuano, del cauildo, sea como fuere, se le
entregue al chasque para adonde fuere por este rreyno.”(Felipe
Guaman Poma de Ayala)
(IV) “Cinco razas, que para los efectos de la síntesis histórica
pueden reducirse a tres, poblaban la América Meridional al tiempo
de estallar la revolución de la independencia: los españoles
europeos, los criollos hispanoamericanos y los mestizos, y los indios
indígenas (sic) y los negros procedentes de Africa.”… “Los criollos,
los descendientes directos de españoles, de sangre pura, pero
modificados por el medio y por sus enlaces con los mestizos que se
asimilaban, eran los verdaderos hijos de la tierra colonizada y
constituían el nervio social. Representaban el mayor número y
cuando no, la potencia civilizadora de la colonia”. (Bartolomé Mitre.
Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”)
Documentos citados
(1) “Cupo indígena”, En La Tercera, Santiago de Chile, 23 agosto
2007
(2) Gini, Corrado. “La clasificación de los seres humanos y los
caracteres psíquicos y culturales”. En Revista del Instituto de
Antropología. Universidad Nacional de Tucumán. Vol. IV. Entrega
I. San Miguel de Tucumán. 1958
(3) Bonfil Batalla, Guillermo. “El concepto de indio en América”.
En Anales de Antropología. Vol. IX. México. 1972
(4) “Conclusiones y Documentos del II Congreso de Pueblos y
Organizaciones Indias de Sud América”, CISA, Consejo Indio
Sudamericano, La Paz, Bolivia, 1983.
(5) Mier Luzio, Rodolfo. “Mestizos y blancoides ¡Culpables!”, En
La Razón, La Paz, Bolivia, 22 septiembre 2006.
(6) “Encuentro Desarrollo e Identidad”, En Pregón, 16 de mayo de
2007.
(7) “Quieren entregar los títulos cuanto antes”, En El Tribuno, Salta,
28 de octubre 2005.
Bibliografía
Mayer, Enrique, "Mestizo e indio, el contexto de las relaciones
interétnicas", en Fuenzalida, Fernando et al, El indio y el poder en el
Perú rural. Lima: IEP, 1970.
I Congreso Indígena Sudamericano, Actas, Ollantaytambo. Perú
1982
Toqo. Indiomanual. I.C.I. Humahuaca, 1985
Valcárcel, Luis E, Tempestad en los Andes, Lima. Minerva
(Biblioteca Amauta), 1925.
Lauer, Mirko. “Política indígena de cara al 2011. La República.
Perú, 2007
Sixto Vázquez Zuleta – Toqo.
Indígena argentino de origen colla, escritor y ensayista con catorce
libros publicados, representante intelectual de su comunidad,
investigador y defensor de la lengua y la cultura colla. Egresado del
Centro Interamericano UNESCO-OEA de Conservación y
Restauración de Bienes Culturales de México. Fundó en 1969 el
Museo del Patrimonio Intangible: en 1988 FM radio Humahuaca y
en el 2000 Indiocanal, primera emisora de TV indígena por aire del
mundo. Su libro “Indiomanual” fue editado en Argentina en 1985 y
en Bolivia en 1995. Acaba de publicar la novela “Chincanqui,
kallawaya y agitador” donde esboza las raíces de la actual lucha
indígena en los Andes centrales. Actualmente está preparando un
libro sobre el patrimonio cultural intangible de la Quebrada de
Humahuaca, otra novela titulada “La cabeza de Incarri” y un museo
sobre el indígena del norte argentino.
Es profesor de quechua en institutos de nivel terciario, recorre el país
y el exterior dictando conferencias sobre temas indígenas, escribe
para diferentes medios de comunicación y dirige el Instituto de
Cultura Indígena en Humahuaca.
E-mail: toqo.zuleta@gmail.com
Página web: www.toqo.com.ar
IX JORNADAS ARGENTINAS DE ESTUDIOS DE
POBLACION
Huerta Grande, Córdoba, 31 de octubre al 2 de noviembre de 2007
Una visión
indígena del
mestizaje
Sixto Vázquez Zuleta – Toqo
Separata del libro inédito:
Incarrihuma
Manual de acción política para el indígena argentino
Como pueblos emergentes, los indígenas de América Latina desean
poner en el centro del debate académico y político temas ignorados o
que han figurado como marginales en el contexto de los nuevos
gobiernos democráticos y la reactivación económica que han
caracterizado a la mayoría de los países de la región durante las
últimas dos décadas. Así, brindan una versión actualizada del
panorama histórico y antropológico de los años recientes, entregando
nuevas pistas para entender los conflictos por los que atraviesan hoy
los pueblos originarios, contribuyendo a enriquecer una discusión
teórica y política indispensable acerca de la nueva realidad indígena
latinoamericana.
Ponencias expuestas en Argentina
“Etapa política del indígena argentino”
Ponencia presentada el 29 de junio de 2007, en el taller
interdisciplinario: “Las poblaciones indígenas de la actual Argentina:
pasado y presente”, sesión diversidad, interculturalidad, relaciones
interétnicas, exclusión. Organizado en Resistencia (Chaco), por el
Instituto de Investigaciones Geohistóricas. IIGHI- CONICET
“La televisión indígena”
Ponencia presentada el 21 de septiembre de 2007, en las Jornadas
Interescuelas / Departamentos de Historia, sesión Historia de la
Televisión/la Televisión en la Historia, organizadas en Tucumán por
la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET.
“Una visión indígena del mestizaje”
Ponencia presentada el 31 de octubre de 2007, en las IX Jornadas
Argentinas de Estudios de Población. Sesión “Mestizaje y población
en la historia de América”. Organizadas en Huerta Grande, Córdoba,
por AEPA
UNA VISION INDIGENA DEL MESTIZAJE
Desde adentro de las jaulas
Tomemos dos indígenas argentinos procedentes de la
precordillera saltojujeña, de los cuales reservaremos el
nombre. Los llamaremos Juan y Pedro. Ambos han nacido y
se han criado en el mismo caserío, con la misma cultura
agropastoril y han mamado idénticos usos y costumbres.
Jamás han oído hablar de los indios, a no ser en la escuela,
donde les hablan de los aborígenes como algo lejano y
prehistórico. A partir de los quince años, sus caminos
empiezan a bifurcarse. Pedro emigra a Humahuaca, allí se
conchaba en un restaurante como hachador de leña, logra
ahorrar y con esos recursos viaja a Buenos Aires.
Resumiendo, luego de muchos trabajos y peripecias, logra
recibirse de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Sus
compañeros, profesores, colegas y clientes le dicen que al
emigrar y dejar de ser portador de su cultura originaria ya no
es indígena sino mestizo. Sin embargo él, que no olvida su
procedencia, ayuda a fundar una asociación indígena, junto
con otros residentes, en la que trabaja largos años. Ahora es
miembro de la Comisión de Juristas Indígenas, que se
encarga de asuntos legales de las comunidades, así que
trabaja conjuntamente con ellas en defensa de sus derechos
y reparte su tiempo entre Buenos Aires, donde tiene su hogar
y los pueblos indígenas, en los cuales tiene sus clientes que
confían en él porque lo reconocen como uno de ellos.
En cuanto a Juan, permanece un tiempo más en su aldea,
termina la escuela primaria y aprovechando que viajan unos
parientes suyos, residentes en Capital Federal, se va allí con
ellos. Trabaja duramente, sufre la discriminación hacia el
cabecita negra, pero luego de sufrir mucho, logra construir su
casa, se casa con una paisana y pone su propia panadería.
Ha sido tan despreciado, humillado y explotado por su
condición, que ha aprendido a camuflarse, niega su origen,
dice que es santiagueño y reniega de sus costumbres. Ahora
tiene dinero, un vehículo, empleados blancos; según él, ha
dejado de ser indígena y en una encuesta organizada por el
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, dice que es
criollo, pero igual sus empleados, proveedores y en las
oficinas donde debe concurrir, lo siguen tildando de colla y
tratándolo como a tal, aunque en su presencia manifiesten lo
contrario y lo traten de señor.
Hubiera podido seguir así, como otros tantos emigrados, pero
empujado por la nostalgia, concurre a las peñas organizadas
por una asociación indígena, escucha su música, baila las
danzas de su tierra y se encuentra con su paisano Pedro,
integrante de la comisión directiva. Hablan con él, Pedro lo
hace reflexionar, logra asumirse como lo que es realmente,
ingresa a la asociación, comienza a viajar a su pago a fin de
hacer abrir los ojos a sus coterráneos, e incluso llevado por su
apasionamiento se arroga la representación de los indígenas
en reuniones internacionales y ante el Instituto Nacional de
Asuntos Indígenas, lo que encoleriza a sus paisanos, que le
niegan representatividad y lo consideran engringado.
Ambas historias actuales, que no han concluido todavía, se
entrelazan, confluyen y son reales, de indígenas argentinos,
pero que perfectamente podrían ser de aborígenes de Bolivia,
Perú, Ecuador, Brasil, México, etc.
¿Qué conclusiones se pueden extraer o qué se puede inferir
de estas experiencias de vida?
g).- En ambos casos, no ha habido ninguna mezcla ni cambio
biológico. Las sucesivas transformaciones han sido culturales,
económicas y sociales. Han adquirido conocimientos que no
poseen los indios que continúan en su lugar de origen.
h).- Sus decisiones personales acerca de su identidad son
libres en apariencia, pero en realidad están condicionadas en
gran parte por estímulos externos: la escuela, los medios de
comunicación y el entorno sociolaboral.
a).- El originario no tiene conciencia de serlo. Nadie se lo ha
dicho y recién cuando sale, le hacen sentir el peso de ser
diferente, el otro.
b).- El indio que sale de su origen, puede transculturarse y
renegar de su origen; lo convencen y se convence a sí mismo
de que es criollo o mestizo. Deja de ser indio para sí mismo y
para los que lo rodean, pero no se acultura. La cultura
mamada permanece larvada en su interior.
c).- Otro indio, también transterrado, sigue conservando su
conciencia de ser aborigen. Tal vez no lo sea de apariencia,
pero sí de sentimientos. Sigue siendo indio, aunque quizás no
para el medio en que vive.
d).- El originario al cual las influencias y vivencias exteriores
han hecho renegar de su identidad, quizás permanezca así o,
con algún estímulo, también exterior, puede volver a ser indio.
e).- Ambos vuelven en ocasiones a su comunidad, pero están
trasplantados en la ciudad. Son indios urbanos.
f).- La comunidad de origen reconoce o no a los emigrados y
sus descendientes, según su comportamiento hacia sus
hermanos indígenas, entre otras cosas.
¿A qué viene todo esto? A que indios, indígenas, originarios,
aborígenes, nativos, nombres utilizados indistintamente en
este trabajo, seguimos existiendo, aunque ya no somos los
del siglo pasado, somos diferentes, aunque no mestizos y
pretendemos decidir sobre nuestro futuro; pero para eso
debemos tener claro, indios y no indios, qué es el originario y
qué hacer con él, así como el problema de nuestro tiempo no
está en saber cómo ha sido la Argentina. Está, más bien, en
saber cómo es la Argentina.
Este trabajo teórico sólo refleja una tendencia que en estos
momentos se está difundiendo entre el aborigen argentino y
que ahora se busca difundir en el ámbito académico.
Conceptualidad
Es indudable que el tema del racismo, discriminación y
exclusión va más allá de la terminología empleada, pero
creemos que por algún lado debe empezar a desenrollarse la
madeja.
Hablar de mestizaje, hibridez, mezclas e impurezas es
importante porque no se trata sólo de una confrontación de
términos, sino del impacto social, político y hasta económico
que tienen esos términos de la vida cotidiana.
¿Qué es ser argentino?
Es una nacionalidad, no una etnia ni una raza. Ni siquiera una
forma de vida, y esa ambigüedad, ni chicha ni limonada, es lo
que da pie a muchos para hablar de la mezcla de culturas, del
crisol de razas y se animan a proponer al argentino como la
raza del futuro, contraviniendo no sólo la realidad sino el
sentido común.
Son construcciones inconsistentes: obviamente la cultura
predominante es la “occidental” y la cultura indígena está
relegada; “mejorar la raza” es buscar una descendencia lo
más clara posible y la pretendida fusión se reduce en muchos
a gestionar el pasaporte europeo; lo cual a esas personas de
doble nacionalidad no les impide ser buenos argentinos, hasta
patriotas que no sólo sugieren, sino que practican una política
de inmigración que divide entre inmigrantes deseados y no
deseados.
Es comprensible que subsista el temor de que cualquier
alusión a blancos o indígenas sea en sí misma otra forma de
racismo. Sin embargo, precisamente un primer paso para
enfrentar el racismo podría ser aprender a usar con seriedad
ciertos conceptos, dejando de lado sus connotaciones
despectivas. Al fin y al cabo, se trata de reconocer a los
diversos argentinos como realmente son, aunque todavía
haya algunos a quienes les cueste admitirlo.
¿Somos criollos? ¿Gauchos?
En nuestro país hay una creencia generalizada de que criollo
es sinónimo de argentino y no es así. Un colombiano puede
ser tan criollo como un argentino, de acuerdo a lo que define
el diccionario de la Real Academia: “Dícese de los hijos y en
general de los descendientes de padres europeos nacidos en
Hispanoamérica”. En cuanto a gaucho, es una categoría
ocupacional igual que cow-boy.
¿Por qué parece indeseable –cuando se confronta con
indígena- un término que ha sido sinónimo de lo argentino,
junto con gaucho? No porque se esté en contra del criollo o
del gaucho. Es que se busca asimilar al criollo a toda América
Latina, en una suerte de criollización y es mejor que estas
categorías se eviten cuando se refieren al mundo aborigen,
porque confunden. Habría error en apreciar el gaucho como
equivalente del criollo, al cual no reemplaza ni subroga. Esta
turbiedad ocasiona resoluciones perjudiciales para los
aborígenes, como la del gobierno de Salta, quien oficialmente
incluye, cada vez más, hasta en el reparto de tierras, a los
“criollos” y a los “gauchos mestizos” junto a los aborígenes.
¿Qué es el indígena?
El objetivo de este trabajo no es el de dar una definición del
indio actual, pero como eso se vincula con lo de mestizo y
mestizaje, se dejan sentados algunos puntos. Cuando se trata
del indio, en todas las bases censales se observan claras
discrepancias según el criterio adoptado: geográfico, cultural,
biológico, lingüístico o psicológico. El problema principal
radica en la propia definición de población indígena, tanto en
lo conceptual como en el indicador operativo para identificarla
en los censos y encuestas. Por otro lado, el parlamento
chileno debatió hace poco la creación del cupo indígena,
garantizando 5 diputados indígenas para pagar la deuda
histórica (1). Si en nuestro país se diera una situación similar
¿qué condiciones deberían reunir los candidatos?
El indio no representa únicamente un tipo, un tema, un
motivo, un personaje. Es una categoría ontológica, un pueblo
de esta tierra, una tradición, un espíritu.
No es posible, pues, valorarlo y considerarlo, desde puntos de
vista exclusivamente literarios, como un color o un aspecto
nacional, colocándolo en el mismo plano que otros elementos
étnicos. Tampoco se puede desconocer que el indio actual es,
a la vez que un segmento de la sociedad colonial, un producto
de la mezcla biológica entre colonizadores y colonizados, por
otra parte una situación común a gran parte de la población
mundial.
El antropólogo Corrado Gini (2) comenzó y el mexicano
Guillermo Bonfil Batalla (3), terminó por desmontar la visión
tradicional del indio. Al interpretar sus afirmaciones se
confirma que ser indio en la actualidad es más una cuestión
espiritual y psicológica que de rasgos exteriores o sangre.
Esta tesis presentada y aprobada en el II Congreso de
Pueblos y Organizaciones Indias de Sud América (4) y ahora
retomada por algunos antropólogos ante los nuevos hechos,
comienza a revolucionar más que a los blancos, a los
indígenas, que de acuerdo a ella, deben aceptar como sus
hermanos a personas de otro color.
Sus trabajos arrancaron de que si antes era fácil reconocer a
un indio, por su color, forma de vida, lengua, ahora es difícil y
se centra en otros rasgos: la forma de vida, la aceptación por
los mismos indios y -fundamentalmente-, su estado de ánimo
y comportamiento.
Estos elementos son tomados para el llamado criterio de
autopercepción, utilizado en los censos indígenas de
Guatemala, Panamá y Chile.
Los hechos en los que se basa: que un blanco puede
indianizarse, un indio puede renegar, europeizarse y aunque
sea indio de sangre y apariencia, ser más explotador de sus
propios hermanos que un blanco; además, la explosiva
migración del indio a la ciudad, con la aparición de los indios
urbanos.
Las consecuencias inmediatas: que el indígena ya no es lo
mismo que en los siglos pasados, y la naciente
mestizoclastia: que un individuo pueda optar por ser indio o
no indio, sin términos intermedios. Lamentablemente en la
actualidad la palabra “indio” sigue siendo un insulto en la
Argentina; por eso muchos aborígenes, por dominantes que
sean sus rasgos indígenas, no se autoconsideran indios y se
dicen mestizos
Esto entra dentro de la dinámica del pueblo originario y sus
transformaciones, pero más que todo en su propia toma de
conciencia, repensar su identidad
para impedir su
fragmentación y ulterior desaparición, en síntesis, decidir él
mismo sobre su futuro.
Definiciones y aportes
Mestizo es un adjetivo que se aplica a la persona nacida de
padre y madre de raza diferente y con especialidad al hijo de
hombre blanco e india, o de indio y mujer blanca; al animal o
vegetal que resulta de haberse cruzado dos razas distintas, y
a la cultura, hechos espirituales, etc. provenientes de la
mezcla de culturas distintas.
El calificativo, emblemático para ciertos sectores de las
ciencias sociales y de la polítología, se extiende y se usa en
todos los niveles de la actividad económica, política y social.
La idea, tomada de la zootecnia, que a fuerza de repetirla se
ha incrustado en la población, supone simplemente que el ser
humano engendrado por progenitores de diferente color, se
va expandiendo hasta sobrepasar la cantidad de progenitores.
Mestizo es una categoría psicológica y subjetiva, por cuanto
se refiere a la manera de sentir de una persona. Usan este
adjetivo los blancos, en forma peyorativa cuando se refieren a
los blancos más oscuros; a su vez los indios lo usan contra
los indígenas más claros, siempre como un factor de división
y discriminación, hasta ahora. Perú por ejemplo divide a sus
negros en negros y negroides; a sus indígenas en
campesinos y nativos y surgen unas categorías que
recuerdan las creadas por los españoles: mestizo-blanco,
mestizo claro y mestizo-indio. En Bolivia, de un lado se usa
mestizo con sentido despectivo, blancoide y cholo, este último
casi siempre como un insulto. Del otro usan, indígena-mestizo
y hasta criollo mestizo (5).
En Argentina a nivel urbano se utilizan dos eufemismos:
morocho y trigueño. Las libretas de enrolamiento para los
hombres y las libretas cívicas de las mujeres, ambos
documentos de identidad argentinos, estipulaban el color de
piel: blanca, trigueña y negra. Los morochos, según el
diccionario de la Real Academia, son personas de tez blanca
y pelo negro. Ahora, es una forma argentina de decir
morenos, mestizos urbanizados. A los marginales
directamente se les dice cabecitas negras, así que además de
crear una distancia pigmentaria, se crea una distancia social.
Nos fijemos que el europeo no se aplica a sí mismo la
categoría de mestizo, a pesar que su propia identidad es
producto de los encuentros entre poblaciones, desde los
anglos, los germanos, los árabes y los celtas. Inclusive
Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de tener
inmigraciones oscuras de todo el planeta, no reconoce en su
población mulatos ni mestizos.
A propósito, una muestra actual de cómo las sociedades
dominantes clasifican o bautizan a sus dominados, es la
denominación que otorga la sociedad estadounidense a los
inmigrantes, americanos como nosotros, que llegan a los
Estados Unidos. Los medios de comunicación y hasta el
mismo gobierno los llaman “hispanos” o “latinos”. Analizando
esto desde el punto que nos interesa, advertimos,
primeramente que ambos términos encierran una carga
despectiva, por cuanto los estadounidenses de ascendencia
blanca y anglosajona los consideran, en su acepción más
suave, culturas de rendimiento inferior y que ese flujo
amenaza su identidad y su ser nacional. En segundo lugar, no
hacen distinción de nacionalidad y por último, no distinguen
entre indígenas y los que no lo son. Sin embargo, los que
emigran a Estados Unidos son en gran parte, descendientes
de nahuas, otomíes, etc. nombrando solamente a los de
México.
Esas denominaciones que nos imponen tienen el propósito,
por una parte, de discriminar a ese sector de la población y
por otro meter en una misma bolsa a los inmigrantes
indeseados. Algo parecido a lo que hicieron los
conquistadores al englobar como indios a todos los habitantes
originarios, sin tomar en cuenta ninguna de las profundas
diferencias que separaban a los distintos pueblos y sin hacer
concesión a las identidades preexistentes.
La conclusión es que el término “mestizo” se reserva para
naciones consideradas inferiores, como una más de las
imposiciones de la sociedad occidental.
Este análisis intenta demostrar que el pasaje de indio a
mestizo no representa una evolución sino más bien una
involución en términos sociales, políticos y económicos, pues
significa un cambio a otras formas de conducta, a causa de
tensiones o conflictos no resueltos. Ese concepto tiene una
utilización histórica que complica aún más las cosas. El
mestizaje en la historia sudamericana ha sido acusado de
formar los traidores, los explotadores de los indígenas.
Ya en el primer reclamo de las tierras altiplánicas argentinas
denominado Malón de la Paz (1945) se deslizó que entre sus
integrantes algunos eran indios puros y otros no eran indios.
Ahora se dice que los actuales indígenas “ya no son puros”,
que son mezcla, productos de un mestizaje.
Una estrategia usada históricamente, es la de exterminar a
los indígenas de una región, para luego apropiarse de sus
tierras y los recursos que hay en ella.
Antes el exterminio era físico. Ahora es insidioso: persuadirlos
psicológicamente de que ya no son indios, en una especie de
etnocidio, para luego proclamar, incluso científicamente, que
ya no hay indios y estrangular económicamente a los nativos
para que se vean obligados a emigrar malvendiendo sus
tierras o abandonándolas, convencidos de que en su tierra no
hay porvenir.
El mestizaje abarca, en términos étnicos, el blanco, el negro y
los cobrizos, cuyos matices variaron con el advenimiento de
sucesivas generaciones llamadas mestizas.
Paralelamente, a pesar del incremento geométrico de la
población llamada mestiza, éstos y los indios han continuado
tratando a los blancos como a señores, avergonzándose de la
proporción mayor o menor de sangre india que corre por sus
venas.
El mestizaje biológico es una categoría que se impone a los
animales con fines de eugenesia, y un adjetivo que se aplica
a seres humanos, con una intención apocadora, descalificante
y segregacionista.
Lo peor es que el mismo indio también descalifica al blanco:
“mistis” en el Perú, “k´aras” en Bolivia, “cholos” en el norte de
Argentina, siempre con sentido peyorativo.
La propia dinámica del neoliberalismo tiende a impulsar ese
mestizaje, ya que, según él, el mestizo es un indio que ha
cambiado de cultura, se ha vuelto consumista y se ha volcado
a la economía de mercado, mercantilización que erosiona y al
final cambia su identidad irreversiblemente. De acuerdo a esta
visión, Tupac Amaru sería un mestizo irredento, pero
sabemos históricamente que era un próspero comerciante,
competidor de los españoles en materia económica, y en
determinado momento encabezó un movimiento indígena que
al final concluyó con su muerte. Igualmente, la historia
revisionista afirma que el Libertador José de San Martín era
un mestizo, hijo de india y español.
Origen histórico en América del mestizaje
Desde Colón que decía: “Los indios no son ni negros ni
blancos” planteando primordialmente lo pigmentario, la
construcción histórica del mestizaje en América comenzó con
la conquista.
No debemos olvidar que en el contacto interétnico, así como
el nombre “mestizo” fue impuesto, el producto también fue
resultante de una unión forzada. Efectivamente, los primeros
“mestizos” surgieron de la cohabitación por la fuerza de los
hombres europeos con las mujeres indígenas. "Estos son
guaraníes y sírvennos como esclavos y nos dan sus hijas
para que nos sirvan en casa y en el campo, de las cuales e de
nosotros hay más de cuatrocientos mestizos entre varones y
hembras, porque vea vuestra merced si somos buenos
pobladores,
lo
que
no
conquistadores."
(Carta de Alonso Riquel de Guzmán en: Información hecha en
Jerez a pedimento de Álvar Núñez Cabeza de Vaca)
Los indígenas contemporáneos somos como el fruto de una
violación que fue casual en su intencionalidad pero causal en
el sentido de la conservación de la especie. El conquistador
no vino a hacer familia sino en busca del enriquecimiento que
produce la posesión del oro. El matar, violar o,
eventualmente, cristianizar, sólo fueron accidentes en una
aventura cuyo objetivo terminal era el oro. Asimismo, si el
violador es el conquistador y la violada es parte del pueblo
oprimido, entonces se trata de un derecho del Señor y no de
un atentado contra la dignidad humana. Lo que normalmente
es un delito se legitima por la situación de minusvalía de los
conquistados. Con el transcurso de los años los conquistados
aprenden que son los inferiores y que existe un superior, el
conquistador.
En la sociedad colonial
Consolidada la conquista, comenzó para España la época
colonial y formó en sus colonias la llamada sociedad indiana,
formada por tres razas: la blanca o europea, la india o
americana y la negra o africana. Nótese que la clasificación
deriva hacia los orígenes geográficos. En ese momento, cada
una tenía caracteres propios que las diferenciaban netamente
de las otras y dentro de ellas, los españoles sólo diferenciaron
a los indios que convivían con los blancos y los nómades que
vivían aislados. Pero con el advenimiento de nuevas
generaciones, surgieron nuevas situaciones.
Los españoles ante una realidad humana, ellos y esos “otros”,
no españoles ni indios, a los que luego se agregó el negro,
crearon en América un sistema de castas encabezado por
ellos mismos. Primero entre los blancos, distinguiendo entre
los españoles europeos o metropolitanos y españoles
americanos o “criollos” o “hijos de la tierra”. Siempre el origen
geográfico. La estructura de dominio colonial impuso un
término diferencial para identificar y marcar al colonizado; los
mestizos pueden verse como un sector de origen colonizado
que el aparato colonial cooptó para incorporarlo a la sociedad
colonizadora, asignándole dentro de ella una posición
subordinada.
En cambio para los negros e indios, la distinción derivó hacia
la pigmentación y la impusieron a la fuerza. Los europeos al
tener que convivir con gentes de otros colores, les negaron la
igualdad social, económica y política, incluso filosóficamente,
con el título del “otro”, con el estigma de la coloración como
pecado original eterno que no podía ser borrado por nada.
La unión de razas originó la llamada “mestización”, que
originó en Hispanoamérica una sociedad estamentalizada, en
la que el grupo «blanco» dominante, especialmente en los
sectores urbanos, comenzó a subclasificar a los distintos
grupos humanos producidos por los cruces que si bien al
principio fueron entre los tres colores, luego abarcaron las
sucesivas mezclas, y la manía clasificatoria originó extraños
vocablos (Anexo III) que ordenaban a esos seres humanos
por castas. Bastaba una dieciseisava parte de sangre
africana, comprobada caprichosamente por la contextura y
coloratura de la piel, para que una persona fuera considerada
negra, y pudiera por lo tanto ser comprada y vendida como
objeto. Por ejemplo, las partidas de bautismo de 1700 decían
en México, entre otras: loba de casta.
Las castas fueron el resultado de múltiples cruzamientos
interétnicos en los que el negro entraba en algún grado. Los
mulatos se unieron frecuentemente a indias o mestizas,
surgiendo así los zambos, principio de una serie de castas
donde fue imposible determinar los ancestros y consideradas
de ínfima clase social.
Decían las clásicas tablas de cruzamiento que el mestizo era
el resultado del cruzamiento entre blanco español e india. Las
categorías subsiguientes surgían de los entrecruzamientos
posteriores y tenían validez jurídica, por lo que su sitio no era
entre los indios, pero cargaban con la culpa del pecado
original de su progenitor indígena, por lo que tampoco podían
estar entre los blancos.
Para fines legales el mexicano Ignacio de Castro pintó 10
cuadros (Museo de París), el licenciado José Lebrón y Cuervo
realizó en el siglo XVII una tabla que tenía en cuenta las
uniones que se llevaron a cabo en la época colonial y los hijos
que resultaron de las mismas (Academia Nacional de la
Historia). También existen dos series de cuadros al óleo, una
de ellas del Perú (Museo Antropológico de Madrid), una
curiosa relación de "Las castas de Nueva España" dada a
conocer en el Siglo XVIII (Anexo I) y otras tablas por el estilo
en museos de Alemania.
De este modo en América india, el color de la piel se tornó en
signo
de
superioridad
que
fue
consolidándose
progresivamente durante los 300 años de vigencia del imperio
colonial español. Esos años de sujeción nos enseñaron con
dureza que el indio es inferior, que inclusive su humanidad es
discutible, como lo mostró la polémica entre Bartolomé de las
Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.
Surgimiento del Estado-Nación
La llamada emancipación, obra, fundamentalmente, de los
descendientes no mestizos del conquistador, sólo sirvió para
afianzar en los hechos la creencia en la superioridad étnica
del blanco y la inferioridad del indio y del mestizo. Al
declararse la independencia junto con el antiguo orden
colonial, desapareció una tabla de categorías que proporcionó
orden y estabilidad a la sociedad colonial, y las categorías
para sustituirlas no eran fáciles de encontrar, así que se optó
por lo más fácil: mantener algunas. Así, los gobiernos de los
blancos criollos, libres ahora de la dependencia de la
metrópoli, retornarían a la estructura societaria estamental en
los nuevos países.
En la época independiente, sobrevivió el término “mestizo”,
para diferenciarlo del indio y en Argentina empezó a designar
al indio más claro y al criollo más oscuro, no sólo durante la
expansión colonial sino a través de la gestación,
consolidación y desarrollo del Estado-Nación.
Y en el siglo XX, cuando se reconoció legalmente la
existencia y derechos de los pueblos indígenas, apareció la
globalización, junto a la macroeconomía y el neoliberalismo,
que introdujeron nuevos factores. Si antes se usó el color y el
origen como elementos clasificatorios, a ello se unió la
economía y la cultura.
Presente
Nuestros países fueron colonias. La sombra del colonialismo
no desaparece de un día para el otro. Los residuos duran
mucho, sean institucionales, culturales, económicos o
sociales. En cada país es un largo aprendizaje salir de la
influencia y la sombra residual de la colonia que adopta
expresiones distintas y se desarrolla en sectores diferentes
según lo que se ha padecido. En la práctica, los originarios no
significan nada económicamente, por lo general están
desposeídos de la tierra, sin permitírseles decisión alguna y
dominados por el neoliberalismo y la macroeconomía, que
rigen el destino de sus recursos naturales, su biodiversidad y
su herencia cultural.
La mestización en el indígena es la salida de la comunidad
donde ha nacido, el olvido de la lengua, y la negación de los
propios padres. Nótese que no hay nada biológico.
Guillermo Magrassi habla en 1982 de tres vertientes
principales: aborígenes, europeas y afroasiáticas. Adviértase
que vuelve al origen y que de ellas una es originaria y las
otras no. Muchos descendientes de los inmigrantes no son
mestizos, porque sus antepasados prefirieron relacionarse
con personas de su propio grupo étnico. Con igual razón,
carece de sentido calificar de mestizos a los millones de
indígenas que habitan las zonas rurales o las ciudades de
Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre
Ríos, Buenos Aires o La Pampa.
La Constitución Nacional Argentina y el Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo con rango
constitucional, que otorgan derechos solamente a los pueblos
indígenas, no contemplan esas diferencias. Sin embargo, el
término “mestizo” y sus derivados siguen rigiendo el destino
de los no blancos. Porque el mestizo nunca fue oficialmente
abolido ni por los ex colonizadores ni por los descolonizados.
Una concepción al respecto
Nos demos cuenta de lo que en realidad quieren decir los que
proponen que nos volvamos mestizos. Están queriendo decir
que el indio desaparezca. En vez de esterilizarlo quieren que
se transforme en otra cosa, una idea que ya han puesto en
práctica algunos gobiernos. Así, las poblaciones originarias
van a ver enmascarada su especificidad histórica y se van a
convertir, dentro del nuevo orden planetario, en un ser plural y
uniforme: el mestizo /los mestizos.
En el fondo existe la intención de remodelar la especie
humana para suprimir a los imperfectos, entre los cuales
están los indígenas. Para ciertos círculos, el indio es un
callejón sin salida y su evolución tiene que desembocar en el
no indio, pasando por el estadio límbico del mestizo. Pero
para que el hombre deje de estar en ese estadio, según ellos
atrasado y pobre, lo vuelve enteramente dependiente de una
estructura económica despiadada, sin especificar en ningún
momento a cargo de quién estaría su mantenimiento. Es
notable que esas personas se colocan en una categoría
superior, y consideran a los nativos como seres inferiores, en
la última escala humana de evolución.
En esta línea de ideas, que goza de cierta popularidad en
nuestros países, aunque no es ético planificar las
capacidades de una población mediante la eugenesia cultural,
así como hacemos notar la existencia de argentinos indígenas
y no indígenas, esa gente divide a los argentinos en dos
especies: progresivos y regresivos. Por supuesto,
incluyéndose ellos en la primera categoría y encasillando a
los indios en la segunda. Algo que ya propugnaron Sarmiento
y otros y que llevaron a la práctica mediante el exterminio
físico Roca y otros. Si vale la pena resaltar esta distopía
siniestra es porque con la creciente proyección del mestizo,
se está llevando a cabo en América..
Futuras implicaciones
Ahora que el indígena está reclamando sus derechos, entre
ellos el de elegir y ser elegido en democracia, y el gobierno de
los aborígenes es una realidad, surge oportuna la
proclamación de la inexistencia de la mesticidad humana en
una especie de mestizoclastia. Y esta no es una cuestión
menor; está en juego el futuro mismo del originario, ya que
está dentro de las necesidades del orden imperante el impedir
una cohesión creciente dentro del sector indígena. Esta
separación, conviene a los que no desean ver unificados a los
indígenas y buscan su extinción a través de los criollos o
mestizos. El estamento social de mestizo provee de un
argumento de peso a los antiindios: que sus denostados no
son mayoría. Pero, repetimos, la ley fundamental (6) da
derechos a los indígenas, no a los criollos ni a los mestizos,
quienes además no pueden conformar un partido político o un
movimiento.
En el terreno político, donde las elecciones se ganan con
dinero, carisma o votos, es conveniente que los indígenas
dejen de usar el calificativo “mestizo”. Un movimiento o una
agrupación política, a la hora de buscar afiliados y militantes
debe sumar, no restar y un candidato indio no puede darse el
lujo de discriminar por el color de piel o su identidad a sus
potenciales votantes, menos aún en el caso de ser elegido. La
pertenencia o la militancia se definen por sentimientos, no por
obligatoriedad.
Hay valores indígenas que son parte del ser aborigen. No hay
“valores mestizos”. La sumisión del originario a los valores
occidentales, ajenos a su forma de ser, es obligada, material y
psicológicamente y transgrede los principios constitucionales
en vigencia.
Para una visión estrecha, que en otras circunstancias
distingue tajantemente entre personas y animales, la
aplicación de un criterio zoológico es perfectamente aplicable
a los seres humanos. Es decir que a los llamados mestizos no
se los asimila a los indígenas, pero tampoco se los admite
entre los blancos.
Para tener una idea de cómo se está manejando esto a nivel
educativo, el año 2007 un diario jujeño anunciaba la
realización en La Quiaca, población fronteriza entre Argentina
y Bolivia, del primer Encuentro Desarrollo e Identidad,
organizado por la Fundación Centenario, el Instituto de
Formación Docente Continua Nº 1 y el Ministerio de
Educación y Cultura de la provincia de Jujuy, y reproducía la
información suministrada por esos organismos: “La población
de la Puna está formada por el mestizaje de dos grupos, uno
indígena, descendientes de Aimaras y Quechuas, y otro
Europeo” (7).
Algunos gobiernos como el de Salta, usan otras categorías,
como la de “criollo”, para el momento de repartir las tierras
fiscales. En otras palabras, elevan, intencionalmente o no, lo
que ellos creen mestizo con otro nombre a la par del indio.
"Lo que continúa ahora es materia del gobierno de la
Provincia, el gobernador (de Salta) hizo una propuesta de
adjudicación de las tierras y el resultado que tuvo el
referéndum significa una aceptación de la gente a esa
propuesta", dijo Urtubey, Fiscal de Estado. Asimismo recalcó
que "la Provincia demostró siempre su propósito de negociar,
de acordar la forma de entrega de las tierras a los criollos y
aborígenes
en
los
lotes
fiscales"
El funcionario apuntó que "ahora van a seguir pasos de
carácter administrativo, técnico y aún legislativo para el
cumplimiento de la propuesta y para arribar al resultado
perseguido mediante esta ley, que es la de adjudicar las
tierras a sus legítimos ocupantes". (8)
Aplicar el criterio de mestizo o criollo para la adjudicación de
tierras, es retrotraernos a los tiempos de la colonia, cuando
ser cuarterón o lobo daba derecho solamente a una parte
equivalente de la herencia.
Por otra parte, el peligro de pretender generalizar el mestizaje
implica invisibilizar las diferencias reales entre los argentinos
y sus efectos concretos. En otros países, al estudiar
fenómenos como el rendimiento escolar, la maternidad
precoz, el grado de desempleo o la esperanza de vida, suele
tomarse en cuenta la pertenencia a un determinado grupo
étnico o racial. De esta forma, se pueden proponer
determinadas políticas sociales que atiendan a aquellos
grupos con necesidades específicas. En la práctica, si no se
aborda el problema que se plantea en este trabajo, las
políticas estatales continuarán teniendo efectos negativos
hacia los sectores tradicionalmente discriminados.
Comparaciones
Como se ha visto, según la política de las potencias
coloniales, el mestizo o el mulato eran el resultado del
ayuntamiento entre los conquistadores y los nativos, que no
eran ni uno ni otro, una categoría despreciada por todos,
privada de los derechos de los padres y condenada a la
anomia. Situación parecida al limbo de la doctrina de los
teólogos medievales, que lo consideraban una tercera clase
de cavidad distinta del cielo y el infierno, donde las almas de
los niños fallecidos sin bautismo pasarían la eternidad sin
pena ni gloria y sin gozar de la beatitud de la visión de Dios.
Allí, estas almas cándidas además, sufrían la ausencia de
quienes habían tenido la fortuna de salvarse: padres,
hermanos y demás familia.
Este lugar gris ha sido objeto de disputas en el seno de los
gobiernos europeos desde la antigüedad y alcanzó su
reconocimiento oficial. Como principio, que nunca fue doctrina
científica sino una proposición política, se impuso a lo largo
de los siglos, hasta que el actual Papa Benedicto XIV lo
enterró definitivamente.
Forzando un paralelismo con ese lugar teológico, muchos
indios y no indios que conviven en un mismo país creen que
son una tercera categoría: la de mestizos. Así, su destino es
hasta ahora similar a estar en el limbo.
Termino con otra comparación, esta vez con los “hechores”,
que sería humorística sino fuera tan dolorosamente real,
advertida por un profesor peruano (Anexo II).
Consecuencias negativas del mestizaje
Inmediatas
Fragmentación aborigen
Reducción en los indios de capacidad poblacional y fuerza
política
Censos de población distorsionados
El riesgo de que se comience a usar jurídica y/o
legislativamente.
Mediatas
Negación del presente y futuro de poblaciones indígenas y
afroamericanas
Transformación de la identidad indígena
Desaparición del indio
Conclusiones
Cabe resumir los postulados expuestos a lo largo de esta
argumentación:
Que el adjetivo “mestizo” se siga usando, pero para animales,
no para designar a un ser humano, especialmente indígena.
La razón: Mestizo es una categoría límbica, zoológica y
colonial, impuesta a seres humanos considerados inferiores,
que subsiste actualmente, está en crecimiento y debe
suprimirse para evitar sus consecuencias negativas. Ese
cambio sólo pueden efectuarlo la educación formal y los
medios de comunicación masivos.
Anexos
(I).- "Las castas de Nueva España"
De ingas y mandingas
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De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y y mestiza, coyote mestizo.
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De coyote y mestizo , allí te estás.
De lobo y china, jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
(II).- Hechor es el nombre con que en ciertos lugares se
conoce a un burro degenerado que desde su infancia fue
adoptado por una yegua (inducida forzosamente por su
dueño).
El hechor retozará desde su infancia entre potrillos y
potrancas, y alternará toda su vida (aunque de forma
marginal), con los equinos. Y en la pubertad buscará la
compañía de las yeguas para aparearse, evitando a sus
congéneres, las burritas, pues él asume que es un potro. Su
vida será una ridícula imitación equina.
Y si por casualidad llega a olisquearle una despistada y
amorosa burrita, el la rechazará con coces y mordiscos,
porque él es un ¡equino! ¡burras... qué asco! ¡¡horrible oye!!
También es frecuente que cuando este burdo imitador pelea
con un equino, todos estos, le hagan un cargamontón del cual
saldrá inválido o hasta muerto. Pero eso casi nunca pasa,
pues hay un gran poder externo (el amo) que le cuida su
degeneración.
Entre un burro normal y un burro anormal (hechor)
físicamente no existe diferencia alguna, pero espiritualmente
son antagónicos. Hay una brecha. El hechor está convencido
que es un equino y su mundo se basa en ello. El pobre nunca
se ha visto en un espejo, en cambio los equinos y los burros
normales saben la verdadera identidad del acomplejado.
Hasta los ajenos al problema: Vacas, chivos, carneros,
perros, etc, lo saben. Todo el mundo sabe que es un burro
menos él. Pobre inconsciente sobre la tierra... Tan
inconsciente de su tragedia, que sólo para el hechor, se
justifica en su animalidad o irracionalidad.
Pero, hechor probablemente también puede ser Juan Pérez,
que al regresar a su terruño rechaza sus costumbres, su
folklore, su gastronomía, y de remate le fastidia que le hablen
en kechua... I am speaking english, paisa, responde:
¡Regresó
totalmente
hechorizado!
Ante todo, el hechorismo en cuanto virus alienador es
mayúsculo en el mestizo, y ajeno al estrictamente cobrizo
(indio). Habiendo llevado al mestizo/cholo a una Crisis de
Identidad que de ser superada por obra de una educación
autenticadora, lo transforma en un ser potencialmente
reivindicador de sus orígenes incásicos. Razón por la que
ayer los opresores españoles proclamaran que mestizo
educado, diablo encarnado. Por eso, sistemáticamente, el
Estado Occidental(izado) Virreynal como Republicano, buscó
limitar su educación con argucias demagógicas, porque los
prefieren mejor hechorizados, mitómanos e hipócritas.
Felipillo Toledo y la Madre Patria no son la excepción. (Prof.
Genaro E. Torres)
(III) “Y que el más pobre yndio o yndia, negro o mulato,
zanbahigo, mestizo, español que diere carta o memoria,
rrelaciones, testimonio autorisado del corregidor, escriuano o
del cabildo o de los alcaldes hordenarios o del escriuano, del
cauildo, sea como fuere, se le entregue al chasque para
adonde fuere por este rreyno.”(Felipe Guaman Poma de
Ayala)
Documentos citados
(1) “Cupo indígena”, En diario La Tercera, Santiago de Chile.
23 agosto 2007
(2) Gini, Corrado. “La clasificación de los seres humanos y los
caracteres psíquicos y culturales”. En Revista del Instituto de
Antropología. Universidad Nacional de Tucumán. Vol. IV.
Entrega I. San Miguel de Tucumán. 1958
(3) Bonfil Batalla, Guillermo. “El concepto de indio en
América”. En Anales de Antropología. Vol. IX. México. 1972
(4) “Conclusiones y Documentos del II Congreso de Pueblos y
Organizaciones Indias de Sud América”, CISA, Consejo Indio
Sudamericano, La Paz, Bolivia. 1983.
(5) Mier Luzio, Rodolfo. “Mestizos y blancoides ¡Culpables!”,
En diario La Razón, La Paz, Bolivia. 22 septiembre 2006.
(6) Constitución Nacional Argentina, En artículo 75, inciso 17.
(7) “Encuentro Desarrollo e Identidad”. En diario Pregón, S.S.
de Jujuy, Argentina. 16 de mayo de 2007.
(8) “Quieren entregar los títulos cuanto antes”, En diario El
Tribuno, Salta, Argentina. 28 de octubre 2005.
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Lemmo, Angelina, Y tenemos de todos los reinos: opúsculo
tentativo sobre la idiosincrasia del venezolano, Fondo Editorial
Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central
de Venezuela, Caracas, 1986
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interétnicas, En Moreno Gómez, Luis, País pardo, Cromotip,
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Rosenblat, Ángel, La población indígena y el mestizaje en
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Valcárcel, Luis E, Tempestad en los Andes, Lima. Minerva
(Biblioteca Amauta) 1925.
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nacional, En Gente negra, nación mestiza: dinámica de las
identidades raciales en Colombia, Universidad de Antioquia,
Bogotá, Uniandes. 1997.
XIII REUNIÓN ANUAL DE ETNOLOGÍA
SEMINARIO “REPENSANDO EL MESTIZAJE”
La Paz, Bolivia, 18 al 21 de agosto de 2009.
Una visión
indígena del
mestizaje
Sixto Vázquez Zuleta – Toqo
Indígena argentino de origen colla, escritor y ensayista con
catorce libros publicados, representante intelectual de su
comunidad, investigador y defensor de la lengua y la cultura
colla. Egresado del Centro Interamericano UNESCO-OEA de
Conservación y Restauración de Bienes Culturales de México.
Fundó en 1969 el Museo del Patrimonio Intangible: en 1988
FM radio Humahuaca y en el 2000 Indiocanal, primera
emisora de TV indígena por aire del mundo. Su libro
“Indiomanual” fue editado en Argentina en 1985 y en Bolivia
en 1995. Acaba de publicar la novela “Chincanqui, kallawaya
y agitador” donde esboza las raíces de la lucha indígena en
los Andes centrales. Actualmente está preparando un libro
sobre el patrimonio cultural intangible de la Quebrada de
Humahuaca, otra novela titulada “La cabeza de Incarri” y un
museo sobre el indígena del norte argentino.
Es profesor de quechua en institutos de nivel terciario, recorre
el país y el exterior dictando conferencias sobre temas
indígenas, escribe para diferentes medios de comunicación y
dirige el Instituto de Cultura Indígena en Humahuaca.
E-mail: toqo.zuleta@gmail.com
Página web: www.toqo.com.ar
Separata del libro inédito
Incarrihuma
Manual de acción política para el indígena
Sixto Vázquez Zuleta – TOQO
Como pueblos emergentes, los indígenas de América Latina desean poner
en el centro del debate académico y político temas ignorados o que han
figurado como marginales en el contexto de los nuevos gobiernos
democráticos y la reactivación económica, hechos que han caracterizado
a la mayoría de los países de la región durante las últimas dos décadas.
Así, brindan una versión actualizada del panorama histórico y
antropológico de los años recientes, entregando pistas actuales para
entender los conflictos por los que atraviesan hoy los pueblos originarios,
contribuyendo a enriquecer una discusión teórica y política indispensable
acerca de la realidad indígena latinoamericana contemporánea. Este es
otro aporte desde mi país: Argentina.
Ponencias expuestas en Argentina
“Etapa política del indígena argentino”
Ponencia presentada el 29 de junio de 2007, en el taller
interdisciplinario: “Las poblaciones indígenas de la actual Argentina:
pasado y presente”, sesión diversidad, interculturalidad, relaciones
interétnicas, exclusión. Organizado en Resistencia (Chaco), por el
Instituto de Investigaciones Geohistóricas. IIGHI- CONICET
“La televisión indígena”
Ponencia presentada el 21 de septiembre de 2007, en las Jornadas
Interescuelas / Departamentos de Historia, sesión Historia de la
Televisión/la Televisión en la Historia, organizadas en Tucumán por
la Universidad Nacional de Tucumán y el CONICET.
“Visión indígena del mestizaje”
Ponencia presentada el 31 de octubre de 2007, en las IX Jornadas
Argentinas de Estudios de Población. Sesión “Mestizaje y población
en la historia de América”. Organizadas en Huerta Grande, Córdoba,
por AEPA
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