El proceso de ser Mara Hodler ¿Alguna vez se han preguntado si llevan a cabo la tarea que les ha designado Dios? ¿Cuál es el propósito para el que hemos sido creados? ¿Qué es lo que se supone que debemos hacer y que dará sentido a la vida? Son algunos de los interrogantes que me hecho, y que continúo preguntándome a veces. Cabe añadir que son algunos de los grandes misterios de la vida, a los que no siempre encontramos con facilidad una respuesta. Hace poco vi una película que trata sobre ese tema. Se titula Este es nuestro tiempo. La historia gira en torno a cinco graduados universitarios: dos hermanos, Ethan y Ally; el novio —y luego marido— de Ally, Luke; y Ryder y Catherine, los mejores amigos de Ethan y Ally. Todos ellos creen firmemente en Dios y buscan el llamado de Cristo para su vida. Luke y Ally son invitados a trabajar en una misión que ayuda a personas con lepra en la India, y ellos aceptan. Ryder se interesa en el campo de la tecnología, seguro de que Dios desea que haga una diferencia desde la Internet. Catherine acepta un puesto en una corporación. Cree que Dios la llama a ser fiel en su lugar de trabajo. Solo queda Ethan. Mantiene la creencia de que Dios lo ha llamado a escribir, pero no es aceptado en la universidad que desea y termina trabajando en la cafetería de su padre. El día de su graduación, le piden un último consejo a su profesor antes de empezar la vida en el mundo. Él les dice: «Nunca olviden que Dios tiene un propósito para cada uno de ustedes». Pero el propósito de Ethan le es desconocido. Se siente rezagado, mientras observa a los demás proseguir en el cumplimiento de su destino. Nunca deja de indagar ni de buscar el llamado de Dios, pero al parecer no obtiene respuestas. Su profesor suele ir a la cafetería de su padre, y un día le pregunta acerca de su vida. Ethan le responde que está tratando de averiguar qué quiere Dios que haga, pero que aún no lo sabe. Lo que me impactó fue la respuesta del profesor. Dijo: «La pregunta no es “¿qué quiere Dios que haga?”, sino “¿quién quiere Dios que sea?” Cuando uno se convierte en la persona que Dios quiere, Su voluntad se hace visible.» No pretendo contarles toda la película, porque vale la pena verla. No se trata de una película de acción y aventura, pero es significativa, conmovedora y agradable. Basta añadir que circunstancias inesperadas alteran la vida de todos. Cuando Ethan finalmente empieza a ser la persona que Dios quiere, adquiere notoriedad. De repente, su vida cobra sentido y el propósito de Dios aparece ante sus ojos. Finalmente entiende que Dios no podía encomendarle la tarea que le tenía reservada hasta que se convirtiera en la persona que necesitaba ser. Pero esa transformación entrañó dificultades, decepciones, sacrificios, entrega y decisiones muy difíciles. Cuando Ethan por fin entiende que su tarea era convertirse en la persona que Dios quería que fuese y dejar todo lo demás en manos de Dios, encuentra paz y satisfacción. Y luego encontró su llamado… o al menos las primeras indicaciones. Me parece que muchos se identifican con su situación. La vida es una serie de ciclos. En ocasiones, nuestro objetivo se define con claridad, mientras que en otras sentimos que aguardamos, como si esperáramos en el banquillo, mirando y esperando una oportunidad. Los equipos deportivos profesionales mantienen en el banquillo incluso a estupendos jugadores. Y aunque pasen buena parte de la temporada sin jugar, se espera que entrenen con la misma intensidad que los titulares. Si llegan al punto en que no están seguros de lo que Dios desea que hagan (lo cual nos ocurre a todos), procuren ser la persona que Él desea. Lo demás vendrá por añadidura. Si alguna vez tengo ocasión de hablar con Moisés, me gustaría preguntarle sobre su vida en el desierto. Sobre lo ocurrido después de matar al capataz y escapar de Egipto hasta recibir el llamado de Dios de la zarza ardiente. Imagínense. Moisés fue educado para ser faraón, o al menos príncipe de Egipto. Era sumamente educado, probablemente un diestro guerrero, y estaba acostumbrado a un estilo de vida extravagante. Lo más probable es que su nueva profesión de pastor no fuera lo que se diría encontrar su llamado. Supongo que en ocasiones recibió atisbos del plan de Dios o vislumbres del futuro, pero durante cuatro largas décadas, no recibió el llamado definitivo ni guía en esa dirección. Eso es lo que se dice pasar toda la temporada en el banquillo. Pero un día cualquiera, ¡zas! ¡Recibió el llamado! Y la vida nunca volvió a ser la misma. No pretendo asegurar que todos recibiremos un llamado de la magnitud del de Moisés. Pero lo bueno es que no recae sobre nosotros la presión de encontrar una tarea sorprendente ni sumamente inspiradora a la que entregarnos de lleno. Eso es cosa de Dios. Lo único en lo que debemos concentrarnos es en ser quien Dios quiere que seamos. Cuando las cosas mejoran para Ethan en la película, no fue un llamado extraordinario para lanzarse a la presidencia del país ni erradicar la pobreza o el sufrimiento del mundo. Fue sencillamente la oportunidad que le presentó Dios de seguir el llamado que siempre había sentido. Era lo que Dios había planeado para su vida. Solo esperaba que Ethan estuviera listo. En la travesía de la vida, conviene recordar las palabras del profesor el día de la graduación: «Nunca olviden que Dios tiene un propósito para cada uno de ustedes». Dios tiene un plan perfecto y maravilloso para la vida de cada persona. Si parece tomar tiempo, ármense de paciencia. Dios se alegra tanto cuando somos lo que necesita que seamos, como cuando hacemos lo que quiere que hagamos. Para Él, suele ser la misma cosa. © La Familia Internacional, 2015 Categorías: plan de Dios, propósito en la vida, confiar en Dios