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2016 Paul Liffman Agua hermanos wixaritari

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El agua de nuestros hermanos mayores:
La cosmopolítica antiminera de los wixaritari
y sus aliados 1
Paul Liffman
El Colegio de Michoacán
Rice University
1. Introducción: la cosmopolítica wixarika
y la asimilación de sus públicos
Se ha producido una causa célebre sobre la amenaza del reinicio de
operaciones mineras de oro y plata en la región ceremonial wixarika
(huichola) de Wirikuta, en el estado de San Luis Potosí. Wirikuta, que
según decretos gubernamentales recientes abarca 191 000 hectáreas, es el
escenario ritual en el semi-desierto alto donde durante siglos estos indígenas han viajado cientos de kilómetros desde sus rancherías y templos
nativos en la Sierra Madre Occidental para dejar ofrendas y “cazar” peyote. Ahora que el proyecto asimilacionista y modernizador del indigenismo
oficial se ha desmoronado, grandes números de wixaritari y sus aliados
han recurrido a la esfera pública en vez del Estado para buscar apoyo
en contra del extractivismo desmedido, el cual critican como una forma
extrema del neoliberalismo, que amenaza el futuro del planeta. Hacen
hincapié en los intereses extraterritoriales (principalmente corporaciones
1 Versiones anteriores de este ensayo se presentaron en el simposio “Mostrar y Ocultar
en el Arte y en los Rituales: Perspectivas Comparativas” en la unam-iih el 29 mayo 2012, la
mesa “Refiguring borders: Knowledge, nature, and the production of commodities” en el congreso
de la American Anthropological Association el 18 de noviembre 2012 y en línea en Ediciones
mna (Museo Nacional de Antropología): www.mna.inah.gob.mx/contexto/el-movimientode-lo-sagrado-por-wirikuta-el-limite-de-lo-oculto-en-la-cosmopolitica-wixarika.html. Se
agradecen los valiosos comentarios de Mario Blaser en la AAA y a Johannes Neurath por
su invitación a participar en el primer evento y difundir este trabajo.
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transnacionales basadas en Canadá) que buscan minar—en todos sus
sentidos—la soberanía nacional.2
Desde luego este movimiento ha recibido apoyo porque la amenaza de una embestida globalizada de minería, llevada a cabo con poca
consideración para poblaciones y ecosistemas locales, no sólo implica a
Wirikuta. Más bien representa una crisis histórica entre amplios sectores de la sociedad rural latinoamericana (sin hablar de Oceanía y otras
regiones del mundo) y apela a públicos urbanos por lo que significa
para el patrimonio de la nación e inclusive el futuro del planeta. En este
sentido hay un amplio acuerdo con los wixaritari, a veces en el mismo
registro ritual-cosmológico, a veces en términos más tecno-científicos.
Este capítulo se enfoca en cómo y por qué se ha forjado el acuerdo ritualcosmológico entre diferentes sectores, qué intercambio está implicado en
la muestra de procesos rituales de la producción de territorio, qué queda
oculto, y la importancia de la ausencia que anima este trato. Después
se esbozan las implicaciones de mostrar dichos procesos en diferentes
maneras para distintas ontologías de agencia, y cómo actores de varias
etnias pueden ejemplificarlas en coyunturas particulares.
Como alternativa al modelo indigenista, los huicholes y sus aliados
han enmarcado un modelo de desarrollo regional integral en términos de
la cosmopolítica—una reivindicación planteada en la voz de los ancestros
agredidos por las fuerzas del ecocidio, la cual ahora está siendo proyectada por medios masivos de comunicación y en grandes eventos públicos.
Al introducir actores ancestrales y procesos rituales, otrora ocultos, a
la esfera pública, los wixaritari están tratando de reconstituir el campo
político en sí porque como señalan Marisol de la Cadena (2010), Bruno
Latour (2004) y Jacques Rancière (1999), la lucha política fundamental
es la de definir cuáles entidades se reconocerán como derechohabientes
en primer lugar.
En este lenguaje cosmopolítico, los dueños divinos del Cerro Que­
ma­do o Paritek+a, donde nació el Sol al extremo oriental de Wirikuta,
cerca del “pueblo mágico” y centro minero histórico de Real de Catorce,
estarían tan devastados por la reanudación de actividad minera en sus
flancos que no sólo sufrirían los manantiales y flujos subterráneos de
agua en sus inmediaciones—“el agua de nuestros hermanos mayores” o
tamatsima wahaa—sino también los patrones pluviales y todo el clima
Cabe agregar que una facción importante de wixaritari desconfía esta estrategia y
sigue aliándose con el gobierno a través de la Unión Wixarika de Centros Ceremoniales y
la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi).
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planetario. Una relación ambivalente entre plata y agua deviene de la
asociación de longue durée entre los ritos en Wirikuta y el inicio de
la temporada de lluvias además de la transformación en relatos históricos sagrados de sangre sacrificial en metal precioso, los cuales reflejan
la presencia minera en la zona desde el siglo xviii (Liffman 2011a).
Dichas asociaciones establecen lo que Fabiana Li (2011) denomina la
conmesuración (commensuration) entre diferentes clases de recursos norenovables para volverlos patrimonio inalienable, y la escala inmensa de
los reclamos apela a lo que el antropólogo ecológico Andrew Mathews
(2009: 87) llama “el carisma de lo global”.
La cosmopolítica wixarika ha logrado una notable popularidad
con la ayuda de una política identitaria que se expresa en el deseo entre
grandes sectores del público de identificarse con la territorialidad indígena—su relación íntima a lugares en el paisaje—. De hecho, muchos
aliados añoran (re)indianizarse a través de la participación en una religión chamánica. Por lo tanto, en una crisis compartida por wixaritari y
no-indígenas enajenados, los autóctonos han abierto parcialmente y de
manera pública su relación exclusiva con los antepasados que controlan
el clima, la salud y la fortuna.
En pocas palabras, por sentir que las “esencias de la vida” están
gravemente amenazadas, los wixaritari despliegan algunas prácticas rituales que antes ocultaban celosamente y hasta cierto punto comparten la
imagen altamente valorizada de su indigeneidad. Ofrecen esto a cambio
de una mayor parte de la agencia económica y soberanía territorial que
aseveran haber cedido voluntariamente a la mayoría no indígena en
siglos pasados. Esto es irónico en vista de que en la actual época de crisis continua, dicha mayoría cuestiona su propia identidad y pondera lo
sucedido con su soberanía nacional y la legitimidad del Estado (Lomnitz
2003). Por consecuente, la etnicidad se está desplazando y—por el poder
de los chamanes de regenerar el cosmos—la ontología de los actores se
ha desdibujado.
Para ser más preciso, algunos públicos no-indígenas son receptivos
a los reclamos cosmopolíticos porque comparten (o más bien les falta)
la categoría—a menudo fetichizada—de la “indianidad mágica”, pues se
abre un espacio para el reencantamiento del mundo. Aquí se entiende
el fetiche como un objeto sumamente valorizado cuyo desplazamiento
y condensación de significados cita a una supuesta totalidad que no
obstante sigue siendo invisible, de hecho imaginaria y por tanto un sitio
fértil de interpretaciones para diferentes clases de actores (Rihan Yeh,
com.pers.; Nakassis 2012). Como tal, posibilita una puesta en abismo o
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Fig. 1. Peyoteros del centro ceremonial de Mukuxeta
(en San Sebastián Teponahuaxtlán) permitieron la documentación de
su rito culminante en Paritek+a, el punto de emergencia del sol, para
publicitar lo que está amenazado por la minería (marzo 2011).
regresión infinita de traducciones tentativas y relaciones de reciprocidad
eternamente no consumadas entre grupos de poder asimétrico. A la vez,
esta reciprocidad negativa se parece a la manera que los mismos wixaritari
siempre persiguen el espejismo de satisfacer las demandas de sus antepasados divinos, la cual puede verse como una intromisión de la cultura
regional de relaciones sociales interétnicas en el dominio supuestamente
aislado de la cosmogonía indígena (Lomnitz 2005, cfr. Neurath 2013:58).
Lo que permite este trato es una ambigüedad dentro del fetiche que
tienta a los sujetos a que lo habiten y cambien su relación con la realidad
rumbo al chamanismo: por tanto, un cambio ontológico.
Además de los poderes chamanísticos de viaje y transformación
visionaria que muchos adherentes al movimiento antiminero admiran,
la ontología de “pertenecer a los lugares sagrados” (en vez de la noción
inversa y más convencional de la tenencia de la tierra) es fundamental
para varias territorialidades indígenas (Scott 2011). Este sentido radicalmente distinto de “propiedad cultural” y la agencia ancestral del paisaje
pueden ser las ausencias que algunos sujetos post-mestizos más añoran
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llenar y que explican la atracción de la imagen de subjetividad indígena
ofrecida por el movimiento. La implicación más general es que no sólo
lo oculto sino la ausencia en el corazón del fetiche posibilita desdoblamientos, hibrideces y desplazamientos de identidad.
Para ser más exacto, mi primer propósito es el de abordar lo implicado en la exhibición—casi museográfica—de símbolos, prácticas y discursos sagrados por parte de expertos ceremoniales wixaritari, como parte
de una estrategia para proteger el territorio de Wirikuta. El ejemplo más
famoso de esta apertura de la frontera entre la persona indígena iluminada (tewi) y el no-indio (teiwari) intrínsecamente indisciplinado tomó
lugar en el ritual que se llevó a cabo en Paritek+a la noche del 6-7 febrero
2012. Llamó la atención la mediación masiva de las visiones divinatorias o hein+tsika para la esfera pública. De hecho algunos participantes
anhelaron compartir las mismas visiones de los chamanes, sea a través del
esfuerzo compartido en la reivindicación territorial, su participación en
prácticas sagradas o la pura materialidad del peyote. Este parteaguas del
movimiento en contra de la reanudación de actividad minera no sólo se
destacó por ser masivo y multiétnico sino simplemente porque jamás
se había llevado a cabo un ritual semejante.3
2. La laminación de voces y la ontología de personas
El aspecto principal del evento en Paritek+a el 6-7 de febrero 2012
fue la adivinación colectiva llevada a cabo por varios chamanes en el
punto de emergencia del sol, a unos pasos del pico ventoso del cerro,
mil metros arriba del desierto de Wirikuta. Normalmente unos 20-30
oficiantes rituales de un solo centro ceremonial —raras veces acompañados por foráneos— suben de día, dejan ofrendas y se van. Pero en
esta ocasión, al atardecer llegaron representantes de al menos 20 adoratorios y centros ceremoniales (xirikite y tukite), y poco después cientos
de aliados de los cuales casi todos pudieron andar libremente entre los
lumbres de chamanes realizando sus cantos durante toda la noche. Esto
resultó después de un intento inicial de parte de los líderes wixaritari
y los ONGeros del Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa,
3 Sin
embargo, la coparticipación interétnica tuvo un cierto parecer a la presencia y
las expresiones religiosas cada vez más activas (pero aún bastante controvertidas) de n(e)
o-indios en las ceremonias de la Semana Santa en las comunidades wixaritari de la Sierra
Madre Occidental (Durin y Aguilar 2008).
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Fig. 2. Autoridades rituales, activistas, periodistas y observadores
de derechos humanos convergen en el punto de emergencia del sol
(7 febrero 2012).
Fig. 3. La mediación masiva de la esfera ritual se ha vuelto una
estrategia de opositores wixaritari a la explotación globalizada del
entorno.
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que habían orquestado el evento, de mantener el acceso diferenciado a
distintas partes del cerro a definidas clases de personas —por no decir
castas—wixaritari, “invitados especiales”, “la prensa”, etc. Un aspecto
clave de este intento de controlar el acceso fue el de restringir la documentación visual de determinados episodios del ritual. Regresaremos
a la importancia de este último punto en las conclusiones del capítulo.
El punto central de este apartado es la mediación masiva del
hein+tsika o sueño divinatorio de los chamanes para la esfera pública y
las posibilidades momentáneas que ésta parecía ofrecer para constituir
nuevas clases de persona. Después del canto de los chamanes y una consulta colectiva al amanecer, uno de ellos, Eusebio de la Cruz González
de Santa Catarina Cuexcomatitlán, condensó el sueño experimentado
por todos durante tantas horas en una síntesis de 15 minutos. Para
rastrear brevemente la laminación de voces que se empalmaron una vez
que los artefactos textuales empezaron a circular, el discurso de Eusebio
posteriormente se intituló El Mensaje de las Deidades, se lo tradujo
parcialmente al español en una película subida a Vimeo (Peguero 2012)
y llegó a ser parte del llamado Peritaje Tradicional Wixarika en Wirikuta.
En su acepción convencional “peritaje” es un término legal para un
testimonio o estudio presentado por un experto ante un tribunal, pero
aquí está fusionado con ideas de indigeneidad y tradición.4 Vale la pena
considerar la observación de Fabiana Li (2012) que los informes oficiales
de impacto ambiental suelen marginar los riesgos de un determinado
proyecto que no sean considerados como “manejables”, tratándolos como
meras “creencias”. Además estos informes tienden a legitimar “hallazgos
científicos” a base de su pura materialidad —es decir, su mera existencia
como artefactos textuales— aunque éstos hayan sido construidos de
manera espuria. Este proceso hegemónico de convalidar ciertos discursos
y descartar otros explica la naturaleza subalterna y no-institucional del
Peritaje Tradicional y el potencial, como también señala Li, para que
la falta de una resolución favorable polarice y margine los indígenas
aún más.
Eusebio De la Cruz entregó su resumen oral en lengua wixarika,
ostensiblemente para los medios y el público de cientos de personas
reunidas allí, pero puesto que muchos no eran indígenas en el sentido
En el interés de la transparencia: la apropiación por parte de los wixaritari de la
imaginería de producción de conocimiento experto para el Estado y sus consultores tuvo
una cierta resonancia personal debido a mi papel como perito antropológico a favor de los
reclamos antimineros (Liffman 2012a).
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Fig. 4. Santos de la Cruz, activista de la reivindicación territorial wixarika,
traduce y sintetiza aspectos del mensaje del chamán para los medios.
ortodoxo de la palabra, no podían entenderlo, pues lo más oculto sigue
siendo el idioma mismo. Su discurso recapituló una serie de sitios ancestrales en el orden visitado a lo largo del camino de peregrinación a
Wirikuta —una relación icónica entre geografía y texto bastante común
en los cantos chamánicos—. Así se enfatizó la centralidad no sólo de
Wirikuta sino de toda la territorialidad (kiekari) —la producción del
espacio que abarca cinco estados—y las responsabilidades concomitantes que los wixaritari han asumido “desde tiempos inmemoriales” para
satisfacer los dioses y así asegurar el bienestar del mundo.
Acto seguido a la síntesis de Eusebio de la Cruz, líderes wixaritari
del Frente en Defensa de Wirikuta Tamatsima Wahaa (Santos de la Cruz
Carrillo y Maximino Muñoz de la Cruz) leyeron sus propios resúmenes
en español (Emergencia.mx 2012). Éstos tuvieron contenidos distintos, aún más sintéticos y distanciados de los cantos chamánicos sobre
sueños divinatorios arraigados en la topografía, que habían otorgado
autenticidad —por no decir “magia”— al evento en primer lugar. Más
bien, los discursos en español se centraron en los riesgos de la minería
para el paisaje ancestral de Wirikuta, las figuras pan-indias (o bien New
Age) de la Madre Tierra-Tonantzin-Pachamama que residen allí y sus
“esencias de la vida”, junto con elementos ecologistas, nacionalistas y
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anticapitalistas más convencionales.5 Así, la progresiva enunciación de
discursos más accesibles en términos de idioma y estilo de narración a
públicos cada vez más amplios implicaba la inclusión condicional de
los asistentes al carácter sagrado del encuentro. Cabe señalar que con
la presente publicación se agrega otra síntesis aún más global a la serie,
aunque ahora se trata de un lenguaje más abstracto y generalizado (una
suerte de sacralidad secularizada tal vez).
Así los wixaritari incluyen temporalmente a los no-indígenas —con
quienes los intercambios normalmente se restringen a los tratos políticos
y económicos necesarios para mantener la vida cotidiana de una sociedad multiétnica— a las relaciones ceremoniales. Esta clase de apertura,
normalmente controvertida entre los wixaritari, se justifica por el gran
peligro que representa la minería a los procesos cosmogónicos en torno a
la cámara subterránea de ofrendas (tenari) al centro de Paritek+a, el punto
de emergencia del Sol. Para seguir la dicotomía que plantea Johannes
Neurath (2012) entre las ontologías de auto-transformación a través del
sacrificio y de coherencia social por medio del intercambio de dones,
después del encuentro con la alteridad étnica en el Cerro Quemado,
¿qué factores asegurarían la permanencia del intercambio interétnico que
expande el acceso al auto-sacrificio el cual, a la vez, posibilita la transformación cosmogónica, algo normalmente reservado para los iniciados
rituales wixaritari?
También cabe preguntar qué tanto los aliados están esencializando
la totalidad del pueblo wixarika como portadores de los poderes transformativos reservados para chamanes e iniciados. Como se ha observado
desde hace tiempo en Oceanía con respecto a la categoría de kastom, estas
objetivaciones étnicas se basan en imágenes de el costumbre, un conjunto
polisémico de prácticas —en sí objetivadas— y por tanto sujeto a diferentes apropiaciones por el Estado y actores populares. Sin embargo, en la
medida que la autonomía de las prácticas locales inscritos en el costumbre
siga vigente, se mantiene la potencialidad de “reventar […] limitaciones
institucionales sobre su forma de gubernamentalidad” (Rio 2011: 248).
Inclusive se puede forjar nuevos públicos con cierto poder soberano.
5 A
veces los wixaritari utilizan la frase en español esencias de la vida como glosa
para el nombre Y+rameka o “Crecimiento” en un sentido opuesto a la mercantilización.
Curiosamente el término también se asocia con “recursos naturales”; considerando la connotación normal de este último término de bienes explotables, se implica un área de tensión
ontológica dentro de la territorialidad sagrada en sí.
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En los hechos, por haber ofrecido mayor acceso a la indigeneidad
a los asistentes no indígenas, se cimentaron las bases de una alianza
multiétnica. Esto ayuda a explicar la venta casi instantánea de 60 000
boletos al concierto de beneficio Wirikuta Fest que se llevó a cabo en
el estadio Foro Sol de México D.F. tres meses después del mitote en
Paritek+a (lo cual no quiere sugerir que la comparecencia de Calle 13,
Café Tacuba y Los Caifanes no tuviera nada que ver). O bien, siguiendo sugerencias de Eduardo Viveiros de Castro (2004) y de Johannes
Neurath (2012), desde la perspectiva de los wixaritari se puede entender
esta estrategia como una invitación a nosotros, los seres indisciplinados
que llaman teiwarixi, de expandir los intercambios de capital simbólico con ellos y reencontrarnos con la plena humanidad que perdimos
al tomar el camino de lo que un informante de Neurath denomina “el
desarrollo no sustentable”.
Así el movimiento procedente de la crisis minera podría implicar
un desplazamiento eventual de las fronteras identitarias entre los mundos
del indígena (definido por su subordinación ritualizada a los antepasados) y del mestizo (entendido como la subordinación instrumental de
la naturaleza, la cual los wixaritari aseveran haber renunciado en siglos
pasados). En la brecha presenciamos la emergencia de un tercer posicionamiento que incluye a activistas, artistas, neo-indios y otros actores
intermedios, por momentáneo que sea.6 Digo momentáneo porque a los
foráneos nos pareciera que cada momento de identificación o apertura
y diálogo por parte de los wixaritari hacia lo teiwari obliga otro retiro y
regreso a la diferenciación y el distanciamiento anterior. Es como si los
wixaritari estuvieran renuentes a colapsar la jerarquía de castas vinculada
a la geografía cosmológica mesoamericana que escinde la iluminación
indígena en el oriente de la decadencia mestiza del poniente. Aún así,
se vislumbra cómo estos gestos hacia la inclusión de la alteridad podrían
implicar identidades emergentes para una política etno-nacionalista del
siglo xxi, las cuales trascienden la otrora oposición cosmológica tan
tajante que existía bajo el indigenismo y el sistema de castas colonial.
Esto es potencialmente significativo cuando el patrimonio nacional de
pemex está por abrirse a la inversión extranjera.
Como ejemplo de la identidad emergente, véase Guerra 2012, que destaca una
producción hiphop huicholero en un reclusorio con pandilleros al trasfondo.
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Fig. 5. Intercambios identitarias y comerciales en Wirikuta Fest.
Fig. 6. Control de la zona de temascales en tipis lakota. La feria
identitaria de Wirikuta Fest brindó un amplio sorteo de opciones
culturales.
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3. De las transformaciones de personas
al espacio-tiempo
Aparte del cambio en el estatus de los actores, facilitado por la gravedad
de la crisis minera, se puede analizar cómo la cosmopolítica trata de
la producción y extensión del territorio ceremonial de Wirikuta y sus
kaka+yarita o sitios sagrados en al menos tres dominios distintos: el ritual
íntimo, el ámbito legal y la esfera pública.
Siguiendo una sugerencia del etnógrafo Arturo Gutiérrez del Ángel
(com. pers.) y algo que se observó en el movimiento tradicionalista
dentro de una de las comunidades wixaritari de la sierra (Liffman 2012,
cap. 6), tal vez la diferencia más importante entre los dominios de ritual
íntimo por un lado y lo legal-mediático por el otro es la que se da entre
sus respectivas orientaciones hacia lo sagrado: aquel a través de la percepción de relaciones y éste por los objetos y entidades cristalizados de las
mismas —sean rasgos geográficos, implementos rituales o tal vez más
significativo aún, el peyote—, tanto por simpatizantes como opositores
de las reivindicaciones actuales.7
Es decir, las prácticas legales y populares en torno a la identidad y
territorialidad indígenas tienden a privilegiar, más bien objetivar los rasgos materiales del entorno geográfico y botánico como “actantes” (aunque
los chamanes también hacen esto en momentos claves dentro del marco
ritual). Siguiendo al historiador de la ciencia Bruno Latour, por actantes
se refiere a entidades no necesariamente humanas o ni siquiera vivas que
no obstante tienen cierto grado de agencia. En el caso de Wirikuta estas
últimas están siendo valorizadas por encima de las relaciones rituales
(oficialmente tildadas de “patrimonio intangible”, una categoría inferior
en cuanto protección) que median (o en el lenguaje de Latour, “traducen”) diferentes lugares u objetos, pues éstas son más difíciles de volverse
legibles en foros públicos.
En cuanto territorio geográfico, el desfase entre objetos y relaciones
tiene dimensiones espaciales y temporales. Por ejemplo, los discursos
públicos tienden a enfatizar la permanencia de lo sagrado en el paisaje de
un Wirikuta cuyos límites pueden trazarse claramente en un mapa. Por
otro lado, el discurso chamanístico clásico no hace tanto hincapié en la
En términos más amplios esta clase de proceso se ha denominado “enteficación”
(entification) —“la fabricación de ‘entidades’ o cosas de lo que habían sido categorías implícitas
o contingentes”— (Ernst 2001). Este concepto se distingue teóricamente de la noción más
crítica de reificación/cosificación, que connota un error epistemológico o la consciencia falsa.
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Fig. 7. Mapa topográfico tridimensional de la zona minera,
utilizando técnicas y símbolos del arte sagrado wixarika.
Fig. 8. El intento oficial de simultáneamente proteger y
circunscribir la territorialidad wixarika. Manantial de Tatei
Matiniere (“Nuestra Madre que Ve”), Yoliat SLP.
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estabilidad sino en la variabilidad de lugares y otros actantes relacionados
a los antepasados divinizados para que jamás se tome por asentado su
generosidad, sobre todo en cuanto la reaparición de las aguas cada verano, pero también para que se pueda extender la territorialidad a nuevos
espacios (Liffman 2012: 169-174).
En otras palabras, una estrategia importante de las reivindicaciones territoriales indígenas ha sido la de hacer hincapié en la extensión,
delimitación y permanencia del territorio sagrado hasta la centésima de
hectárea. Lo mismo sucede con los intentos del Estado de circunscribir
los reclamos, pues la territorialidad de propiedad medible es un lenguaje
hegemónico introducido por sus antecesores coloniales. Algo parecido
sucede en descripciones etnográficas estáticas del simbolismo ritual y
otros rasgos culturales. Por otro lado, estos rasgos concretos se vuelven
más contingentes o “delicados” en las descripciones y acciones de los
chamanes. Cabe destacar que desde luego los chamanes —que a menudo
guardan el conocimiento territorial más preciso— no menosprecian la
importancia de proteger la región más amplia posible contra los efectos
del capitalismo desenfrenado y así conservarla como escenario ritual donde se puede negociar su reproducción con los ancestros (íbid.: 123-124).
Como se acaba de sugerir, las diferencias entre los diferentes dominios discursivos mencionados líneas arriba pueden entenderse en términos de la legibilidad: cómo se establecen premisas compartidas para el
diálogo y negociación entre dichos dominios—públicos o institucionales
por un lado y ancestrales por el otro—. (Véase en las conclusiones la
discusión de “fricción” y “objetos limítrofes” que se prestan a establecer
tal legibilidad en primer lugar.) En todo caso, desde hace mucho la
cosmopolítica wixarika ha contemplado fluidez en el estado ontológico
de los actores a través de mediadores ancestrales como Mestizo Azul,
que imparten poderes de expresión artística, conocimiento científico y
agencia económica asociados con la sociedad nacional pero con el riesgo
de perderse el equilibrio. Pero ahora pareciera que un mayor número
de teiwarixi podemos gozar del metamorfosis a través de esta apertura
ceremonial, tal vez con semejantes peligros.
Para situar todo esto en un marco más amplio, el ensayo-reseña sobre minería de Chris Ballard y Glenn Banks (2003) cita a Tania
Murray Li por observar que
…la auto-identificación de un grupo como tribal o indígena no es ni
natural ni inevitable pero tampoco es simplemente inventada, adoptada o
impuesta. Más bien es un posicionamiento basado en prácticas, paisajes y
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repertorios de significado históricamente sedimentados que emerge a través de patrones particulares de compromiso y lucha (ibid: 298; trad. mía).
Por su parte, Li sigue la doble definición de “articulación” de Stuart
Hall como la fusión de entidades situadas a través de enunciaciones
históricamente contingentes. Según Li, “En vez de mero engaño, imposición u oportunismo reactivo, lo que mejor describen estos procesos
y relaciones son complejidad, colaboración y compromiso creativo en
arenas tanto locales como globales” (Li 2000: 152, 173; trad. mía). Sin
embargo, Ballard y Banks advierten que
En el proceso de auto-definición para representar sus intereses a agencias
del gobierno y corporaciones o a otras comunidades locales, las comunidades en la zona de un proyecto minero emplean estrategias tanto tradicionales como novedosas de inclusión y exclusión…, las cuales a menudo
giran en torno a retóricas de tierra, parentesco, mito y cosmología. A lo
largo del tiempo, estas estrategias tienen la capacidad de introducir inequidades de distribución y marginación entre comunidades locales acorde
con las brechas clásicas de género, edad, clase e identidad grupal. […] Las
comunidades indígenas han sufrido gran parte de la exploración y desarrollo minero […] y a menudo ya son marginados tanto económica como
políticamente dentro de la nación. [Por consiguiente] la preocupación
por el control sobre cuestiones fundamentales de soberanía comunitaria
se expresa a través de una multitud de canales y medios, y con frecuencia
debe apelar a públicos más poderosos (y a menudo occidentales) a través
de los tropos más potentes y familiares, como los abusos de derechos
humanos o la destrucción ambiental… (op. cit. 2003: 298-299, trad. mía).
En el caso de Wirikuta, bien podría ser que las igualmente marginadas comunidades rurales de no-indígenas en el desierto de San Luis
Potosí, que claman por trabajo en las minas, se encuentren excluidos por
la alianza indígena-urbana progresista que describo aquí. Se rumoreó
que esto iba a resultar de la presunta prohibición de actividad económica
campesina en la Reserva de la Biósfera propuesta para la región, lo cual
generó fuertes protestas y, hasta la fecha (marzo 2014), la suspensión
tanto de dicha Reserva como de las concesiones mineras.
De este planteamiento valioso derivado de Stuart Hall surge una
duda de cómo reconciliar esquemas analíticos centrados en “retóricas”,
que enfatizan performance e identidades situadas, con el giro ontológico
de la antropología del cual la cosmopolítica es parte. Esta última corriente
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tomaría los discursos ancestrales que escuchamos en la montaña de forma
más literal e implicaría distintos momentos libres de leyes culturalistas
universales y contextualizaciones políticas. Se trata de fragmentar la
cosmovisión dualista y naturalista de Occidente en momentos unitarios
y no-generalizables cuya articulación sólo puede acontecer a través de
“intensiones” flexibles en vez de “extensiones” universales de significación
(Holbraad, en Keane 2009).
Básicamente la hibridez o innovación ontológica wixarika depende
de que el paisaje de lugares sagrados sigue dependiendo de actos sacrificiales entre diferentes clases de actantes que cambian su estado y reparten
su sustancia en el proceso (Lira, este volumen). Como ya se comentó, no
todos deben ser humanos ni siquiera vivientes, mucho menos restringidos
a una sola etnicidad. Por lo tanto, como dijo Alfred Gell (1998), resulta
que la mente o el ser de uno (self) puede encontrarse distribuido espacialmente y encarnado en diferentes personas por todo un paisaje ancestral.
Se trata de una mente sumada de conciencias repartidas y emplazadas
(emplaced) en diferentes lugares. Así se encuentra la posibilidad de hibridez o nuevas identidades post-indígenas y post-mestizas emergiendo
desde la ontología wixarika clásica. Pero la crisis histórica en torno a la
reanudación de actividad minera en Real de Catorce explica la inusitada
escala y configuración de actantes en el movimiento que ha surgido.
Ahora —a diferencia de la retórica de estasis, permanencia y cristalización de lo sagrado en cosas, que los personajes públicos suelen emplear—
algunos voceros indígenas, sus aliados ONGeros y actores neo-indios,
preocupados por la devastación de la Madre Tierra y el cese de las lluvias
del mundo a causa de la minería, han adoptado el discurso más “delicado” de los chamanes al que se aludió líneas arriba. Enfatizan la naturaleza
performativa y contingente de la producción de territorio sagrado e inclusive nuevas secuencias de acciones dentro de ritos tradicionales. Así se abre
la posibilidad de una territorialidad más fluida por no decir expansiva en la
que se reclama el reconocimiento de espacios, lugares y rutas novedosas.
Un ejemplo de esta vuelta hacia la performatividad y el carácter
coyuntural de la territorialidad, según un relato etnográfico de Olivia
Kindl (com. pers.), es la novedad de anteponer el ascenso al cerro sagrado
Paritek+a, donde nació el Sol, a la cacería del peyote en torno al lugar
sagrado de Kauyumarie Muyeika en el Bajío desértico, cuando anteriormente éste había sido un requisito para alcanzar aquél. Por lo tanto, en la
frontera movible entre los aspectos del conocimiento y práctica wixaritari
que se mantienen ocultos y los que se muestran en la esfera pública o
en los tribunales, la naturaleza de lo ritual y lo indio en sí está en juego.
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Fig. 9. Peyotero invocando las madres de la lluvia.
4. Conexiones ocultas más allá de la esfera pública
Entre tanta revelación pública de lo ritual, ¿dónde quedó lo oculto?
Pareciera que finalmente los procesos de iniciación ritual para lograr
el pleno reconocimiento como persona y la legitimación o “registro”
del esquema territorial en su totalidad siguen siendo menos visibles.
Desde Wirikuta, por ejemplo, se destaca la invisibilidad de las conexiones
hidrológicas interregionales llamadas “venas” que se extienden por todo
el kiekari, salvo para los chamanes que las renuevan. Al mismo tiempo
la elección de esta palabra polisémica en español se apropia del lenguaje
minero referente a vetas minerales para cimentar una visión económica
alternativa entre varios públicos. En un sentido más literal, para algunos
el término también evoca la sangre sacrificial.
Fig. 10
Fig. 11
Más bien lo que sigue siendo más oculto es el trasfondo de las rela­
ciones de relaciones que vinculan diferentes actos rituales y lugares sagrados
aunque los conflictos que de manera concomitante envuelven cualquier
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Fig. 10. Ofrenda visionaria
(nierika) a una de las
madres de la lluvia, Tatei
Matiniere.
Fig. 11. El manantial Tui Maye’u, San Juan Tuzal SLP.
Aquí nacen las aguas que llegan a las cuatro esquinas del mundo
wixarika por “venas” subterráneas.
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reivindicación territorial wixarika, sea sagrada o no, se visibilizan de
sobremanera (’uxat+ki Salvador, com. pers.). Ya habíamos visto la tendencia de seguir encubriendo los procesos que articulan espacios y regiones
cuando los voceros bilingües que mediatizaron el discurso del chamán
Eusebio de la Cruz escindieron las referencias geográficas concretas que
conectan Wirikuta con el resto del kiekari. Estas relaciones territoriales se
basan en el control sobre ’ut+arika o escritura, pintura e inscripción que
las encarna y las hace vigentes y que no sólo las ilustran o representan
(Liffman 2012:106-109). También ya habíamos visto el ocultamiento
en el intento de parte de ONGeros y autoridades wixaritari de limitar
la producción de representaciones visuales durante los momentos claves
del ritual en Paritek+a. Pues la estructura virtual del territorio o cosmos
que los wixaritari llaman kiekari depende de la continua renovación o
recreación de las relaciones entre lugares por medio de la reinscripción
ritual en un sentido bastante gráfica. Hasta la fecha sólo unos cuantos
están permitidos a leer estas inscripciones y según los chamanes nadie
debería copiarlas frívolamente con una cámara, para no diluir su eficacia.
5. Conclusión: Ontologías intercambiables
Finalmente, comparemos la coyuntura de Wirikuta a una situación
parecida que no obstante muestra que la cosmopolítica puede provenir
de diferentes direcciones y no es necesariamente indígena por naturaleza. Andrew Mathews (2009, 2012), que se mencionó brevemente
al principio, ha analizado la intertextualidad entre chamanes, actores
gubernamentales y nuevos movimientos sociales opuestos al gobierno
en comunidades zapotecas de Oaxaca. Éstas, como los wixaritari, aseveran que ciertas intervenciones en el paisaje local tienen devastadoras
implicaciones nacionales si no globales. Los zapotecos han forjado una
alianza interétnica basada en una teoría climatológica que atribuye la
disminución de las lluvias a la tala de bosques. Es interesante que antes
de que se volviera meramente popular, en los años 1920 y 1930 esta teoría
era la dogma científica oficial propagada por el gran conservacionista
Miguel Ángel de Quevedo. Pero ahora, según Mathews, “la teoría de la
disecación brinda una manera de vincular preocupaciones ambientales
locales a escalas más grandes y lugares lejanos, proveyendo comunidades
forestales aparentemente remotas con un medio para criticar el poder
estatal y buscar aliados entre públicos urbanos” (2009: 78, trad. mía).
Por su parte, ahora el Estado descarta estas reapropiaciones de su otrora
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Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki TUKIPA Xiriki TUKIPA Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki TUKIPA CABECERA Xiriki Xiriki TUKIPA Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki CENTRO TEEKATA Xiriki Xiriki TUAPURIE Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki SUR (~300kms) XAPAWIYEMETA WAUTIA TATEIKIE Xiriki Xiriki TUKIPA TUKIPA CABECERA TUKIPA CABECERA TUKIPA Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki Xiriki ESTE WIRIKUTA (~400kms) Fig. 12. Jerarquía de organización espacial wixarika, que debe ser constantemente renovada por medio de inscripción
ritual (’ut+arika). Reproducida de Liffman (2012: 92).
OESTE (~200 kms)
HARAMARATSIE Xiriki Xiriki Xiriki NORTE HAUXA MANAKA (~150 kms) 582
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ciencia como mera creencia indígena, así desplazando un dominio discursivo y ejemplificando la lucha central de la cosmopolítica: la contención
para definir su alcance (2012: 69). En particular, es irónico que
Desde sus inicios, la teoría de la disecación ha sido vaga en cuanto exactamente qué escalas de deforestación tendrían efectos negativos… Es precisamente la ambigüedad de esta teoría la que permite atraer en diferentes
maneras a gente rural (que se preocupa más por los arroyos), ambientalistas (preocupados por la biodiversidad y el cambio climático), activistas
ambientales… y públicos urbanos consternados más sobre el abastecimiento del agua y el cambio climático. Hay numerosas traducciones y
errores de traducción a través de las redes que apoyan representaciones de
la naturaleza. En este sentido, son la ambigüedad y traducción equivocada
que posibilitan la construcción de alianzas (2009: 88, trad. mía).
En este sentido, la teoría científica popular —igual que las concepciones de recursos naturales e indigeneidad al centro de este ensayo— es
un “objeto limítrofe” (boundary object). Este concepto, de Star y Griesemer
(1989) y Anna Tsing (2000, 2005), se refiere a entidades que sirven como
la base de conexión, disputa y generación de nuevos objetos entre distintos grupos. O en términos de Tsing, que recuerda al teórico literario
Mijail Bajtín, la redefinición de la indigeneidad en torno a la crisis minera
es un ejemplo de “fricción”, que acontece en “zonas de articulación incómoda, donde las palabras significan algo diferente a través de una brecha
aun cuando la gente se pone de acuerdo para platicar” (2005: xi). Aquí
la fricción aborda plata, sangre, agua y clima, entendidas en diferentes
escalas espaciales y con variadas vinculaciones sustanciales.
Una diferencia entre zapotecos y wixaritari es histórica: los etnógrafos Robert Zingg (en los años 1930) y Carl Lumholtz (desde los 1890) ya
habían descrito el papel indispensable de los huicholes como “sacerdotes
de la lluvia”. De hecho, debido a su prominencia regional como chamanes
en la etnohistoria y arqueología, su mediación de procesos ecológicos
para evitar la catástrofe bien podría tener mil años de antigüedad. Aun
así, esto no significa necesariamente que las ideas de Quevedo no hayan
sido filtrados a la Sierra Madre Occidental por medio del indigenismo
oficial que buscaba modernizar la región en los años 1960 y 1970, o
que las teorías ecológicas de ONGs, movimientos neo-indios y mucha
gente común a lo largo y ancho del país no hayan reforzado las prácticas
chamánicas ya existentes.
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Para los zapotecos, los ritos para los “dueños del cerro” ancestrales
ya han sido sustituidos por la teoría semi-científica de la disecación
como base del manejo forestal. Resulta doblemente irónico que los
zapotecos “hablaron de los motivos técnicos para proteger los bosques y
que fueron los foráneos o intermediarios… que aludieron a las asociaciones espirituales de las creencias indígenas sobre bosques y agua” (2009:
87), mientras que el registro ritual sigue al núcleo de las predicciones
wixaritari sobre el cambio climático global (y al menos públicamente
sus aliados ONGeros manejan la hidrología científica). Cuando ellos
danzan sobre las arenas finas de Wirikuta y después en los patios de
baile en las comunidades de la Sierra durante Hikuri Neixa (la Danza del
Peyote), producen “nubes” literales de polvo que llaman indéxicamente a
la diosa de la lluvia Tatei Ni’ariwame (Nuestra Madre Mensajera) para
que traiga el tiempo de aguas pocas semanas después. Como ya hemos
visto, la exhibición pública de estos procesos sagrados ocultos es parte del
intercambio de dones y la inclusión eventual de foráneos en estas redes.
Esto nos invita a considerar la cualidad posicionada de la cosmopolítica
wixarika (y tal vez de otras ontologías indígenas) en torno a relaciones
interétnicas, entre todas las clases de actantes que las ontologías buscan
mediar. De todos modos, aunque sea un movimiento social, el Estado
o sus sujetos indígenas que plantean un salto de escalas ambiguo pero
moral y estéticamente dramático en torno a las relaciones ecológicas,
las cosmologías de estas agrupaciones pueden tener un cierta relación
familiar.
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