¿Por qué algunas personas son más sensibles que otras al olor a sudor? Los seres humanos somos capaces de percibir en torno a 10.000 olores diferentes. Sin embargo, la mitad de los genes responsables de esta capacidad olfativa han ido desapareciendo en gran parte de la población durante los últimos millones de años de historia de la especie humana. En un estudio publicado en PLoS Biology, Doron Lancet y sus colegas del Instituto Weizmann (Israel) analizaron este fenómeno midiendo la capacidad de distintos sujetos para detectar olores como el aroma a eucalipto, a menta verde, a plátano o a sudor. De este modo identificaron un gen, el OR11H7P, asociado a la percepción del olor a sudor. Concretamente, este gen afecta a la sensibilidad olfativa al olor del ácido isovalérico, un ácido graso presente en el sudor humano y en el vinagre de madera. Los investigadores llegaron a la conclusión de que aquellas personas con una mutación que inactivaba la pareja de genes OR11H7P no se inmutaban ante el olor a sudor ni siquiera en una habitación cerrada y llena de gente. Por el contrario, quienes eran especialmente sensibles a este desagradable olor tenían al menos un gen de la pareja intacto. ¿Es peligroso comer algo que se ha caído al suelo? Depende de lo escrupuloso que seas, del hambre que tengas, de la capacidad de adherencia del alimento caído y de la higiene del suelo. Suele decirse que no hay peligro en zamparse algo que se haya caído, siempre que lo hagas antes de que pasen 10 segundos, el tiempo que supuestamente necesitan los microbios para colonizar el apetecible bocado. Pero habría que matizar varios detalles. Cuando un alimento cae al suelo, se suele producir una transferencia de materia en ambas direcciones. Así que, salvo que el lugar del accidente esté completamente desinfectado, algún que otro ser microscópico se quedará enganchado en la superficie del alimento, aunque apenas hayan pasado unos segundos. No obstante, es de muy mala suerte que el inquilino sea patógeno y en una cantidad suficiente para desatar una infección. Otra cosa sucede si hay humedad por medio y se han derramado líquidos o fluidos –leche, sopa, aceite, mantequilla–, mucho más permeables a la entrada de bacterias, al ofrecer mayor superficie de contacto. Conducir con el brazo fuera aumenta el riesgo de cáncer De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Washington (EE UU) y publicado en la revista Journal of the American Academy of Dermatology, conducir en verano sacando el brazo del coche aumenta el riesgo de sufrir cáncer de piel. Para llegar a esta conclusion, los científicos examinaron una base de datos federal de enfermos de cáncer. Y comprobaron que tanto el melanoma como el carcinoma de células Merkel -un tumor de la piel poco frecuente pero muy agresivo- tienen mayor indicencia en el brazo izquierdo. El aumento de la exposición a rayos ultravioleta que implica sacar el brazo por la ventanilla mientras conducimos podria explicar estas diferencias, según los autores del estudio. De hecho, en países como Australia, donde se conduce por el lado contrario, la indicencia de estos tipos de cáncer es mayor en el brazo derecho que en el izquierdo. Los investigadores recomiendan conducir con las ventanillas cerradas en período estival, así como que los profesionales que pasan mucho tiempo al volante, como los camioneros o los taxistas, usen un protector solar. El ojo humano detecta el campo magnético terrestre El ojo humano parece ser capaz de percibir el magnetismo del planeta, según han demostrado investigadores de la Escuela Médica de la Universidad de Massachussets (EE UU) en un estudio que publica la revista Nature Communications. En muchos animales migratorios, como las aves o las tortugas marinas, se cree que las reacciones químicas sensibles a la luz que involucran a la flavoproteína criptocromo (CRY) juegan un papel importante en la capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra. Para probar si la proteína humana criptocromo 2 (hCRY2) tiene una capacidad magnética sensorial similar, Steven Reppert y sus colegas crearon un modelo transgénico de la mosca Drosophila sustituyendo la proteína CRY nativa del insecto por la variante presente en los seres humanos. Utilizando un sistema de comportamiento previamente desarrollado por Reppert, demostraron que estas moscas transgénicas fueron capaces de detectar y responder a un campo magnético generado por una bobina eléctrica. Los hallazgos sugieren que los humanos tienen capacidad de magnetorrecepción. Lo que aún no está claro es cómo nos influye. Reppert ha sugerido que "sería interesante una investigación adicional sobre la sensibilidad magnética en los seres humanos a nivel de comportamiento, con especial énfasis en la influencia del campo magnético en la función visual". Tu edad está escrita en tu saliva A partir de ahora ya no podrás mentir sobre tu edad. Científicos de la Universidad de California (UCLA), en Estados Unidos, acaban de desarrollar un test que permite averiguar cuántos años tienes a partir de una simple muestra de saliva. “Analizando sólo la saliva podemos saber la edad de una persona sin conocer nada más sobre ella”, explica Eric Vilain, profesor de genética humana de la UCLA y coautor del estudio que publica la revista Public Library of Science (PLoS) ONE. Para desarrollar su técnica prestaron atención a un proceso llamado metilación, es decir, una modificación química de una de las cuatro piezas básicas que forman el ADN, la citosina. Según Vilain, los patrones de metilación cambian a medida que envejecemos. Estudiando a 34 parejas de gemelos varones idénticos de edades comprendidas entre 21 y 55 años identificaron 88 sitios diferentes en el ADN que relación la metilación con la edad. Después repitieron sus hallazgos en 60 hombres y mujeres de 18 a70 años de edad. Finalmente comprobaron que analizando sólo dos o tres genes de los que habían identificado demostraron que podían predecir correctamente la edad de una persona con un margen máximo de error de cinco años. Vilain y sus colegas aseguran que la prueba podría ser muy útil para los forenses en la escena de un crimen. A partir de la saliva dejada en un cepillo de dientes o una taza de café se podría averiguar la edad aproximada de un sospechoso. Por otra parte, en una minoría de la población la metilación no se relaciona con la edad cronológica de una persona. Usando estos datos, los científicos podrían un día ser capaces de calcular la edad biológica de una persona, diferente de su edad cronológica. También podrían evaluar el riesgo de sufrir enfermedades vinculadas al envejecimiento en una prueba médica rutinaria basándose en la edad biológica del paciente, que es “la edad real del ADN” según VIlain, y no en la que aparece en su carnet de identidad. En las hamacas se duerme mejor El movimiento suave de las hamacas nos ayuda dormirnos más rápido y a alcanzar mayor profundidad del sueño que una cama, según se deduce de un estudio realizado por la Universidad de Ginebra (Suiza). “Desde hace tiempos inmemoriales mecemos a los niños para dormir, y caemos dormidos irresistiblemente en una mecedora”, explica Sophie Schwartz, que asegura que hasta ahora no se había encontrado una explicación neurocientífica a este fenómeno. En su investigación, publicada en la revista Cell Biology, Schwartz y sus colegas invitaron a una docena de voluntarios adultos y sanos a dormir una siesta de 45 minutos en una cama “clásica”, y otra siesta en una cama en movimiento. Durante cada período de sueño midieron la actividad de su cerebro usando un encefalograma (EEG). Y observaron que en todos los casos había una diferencia importante en las ondas cerebrales. Concretamente, dormir con el balanceo propio de una hamaca aumenta las oscilaciones lentas y los ejes o husos del sueño, que sirven de transición entre el sueño ligero y profundo. Ambos registros están asociados con sueño profundo y una mayor consolidación de la memoria. Además, los individuos que generan más husos del sueño son capaces de tolerar mejor el ruido mientras duermen. Durante el descanso con un movimiento de la cama, también aumentaba la duración de fase N2 del sueño, un tipo de movimiento de los ojos no-rápido que ocurre a mitad de una noche de sueño reparador. Además, más de la mitad de los participantes expresaron que la cama tipo-hamaca la siesta había sido más placentera. Ahora queda averiguar si el sueño en hamaca podría ayudar a tratar trastornos del sueño como el insomnio. El aceite de oliva protege el cerebro Las personas mayores de 65 años de edad que consumen frecuentemente aceite de oliva tienen menos riesgo de sufrir ataques cerebrales, según un estudio efectuado por científicos franceses publicado en la revista científica Neurology. Las conclusiones derivan de un estudio de cinco años de duración con 7.625 personas mayores de 65 años de las ciudades francesas de Burdeos, Dijony y Montpellier. Los pacientes, al comienzo del estudio, no tenían historial de infartos. Los científicos, del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (Inserm) de Francia, clasificaron a los sujetos según el consumo de aceite de oliva en las categorías de "no uso", "uso moderado y "uso intensivo". Este último incluye el empleo de aceite de olivar para cocinar, como aderezo en ensaladas o con pan. En el transcurso de los cinco años de experimento se registraron 148 ataques cerebrales. Teniendo en cuenta criterios de peso, actividad física y régimen alimentario, entre otros factores de riesgo, los científicos comprobaron que aquellos sujetos que consumieron con asiduidad aceite de oliva tuvieron 41 por ciento menos de riesgo de infarto en relación con quienes no incluían este ingrediente en su dieta. El infarto cerebral ocurre cuando una arteria en el cerebro o que lleva sangre al cerebro queda bloqueada por un coágulo o se rompe. Los infartos se hacen más comunes a medida que la gente envejece y el riesgo se duplica por cada década de vida después de los 55 años de edad, según la Asociación Cardíaca Estadounidense. ¿Cuántos microbios se acumulan en una flauta o una trompeta? Thomas Glass y sus colegas de la Universidad de Oklahoma (EEUU) publicaron hace poco un estudio en la revista General Dentristry que demostraba que los instrumentos de viento, tanto de latón como de madera, están contaminados con una gran variedad de bacterias y hongos, muchos de los cuales se asocian a enfermedades infecciosas y alérgicas, así como al desarrollo de asma. Los científicos analizaron 117 partes distintas (boquillas, cámaras internas...) de 13 instrumentos diferentes (clarinetes, saxofones, trompetas, cornetas...) pertenecientes a chicos y chicas de una banda musical escolar. Los datos revelan que seis de ellos habían sido tocados una semana anterior a la realización el ensayo, mientras que siete no habían sido empleados en cerca de un mes. El estudio reveló que los instrumentos tenían 442 bacterias diferentes, principalmente del género de los estafilococos, además de 58 hongos y 19 levaduras. La única forma de evitar que se transmitan de unos músicos a otros es limpiarlos a fondo (y no sólo la boquilla) tras cada uso, aseguran los expertos. La música alta aumenta el consumo de alcohol Un estudio publicado en la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research demuestra que la música alta en los bares incita a beber más alcohol en menos tiempo. Gracias a estudios previos los científicos sabían, por ejemplo, que escuchando música rápida se ingiere alcohol a más velocidad, o que en un local con música ambiental los clientes permanecen más tiempo que en ausencia de música. Sin embargo, esta es la primera vez que se estudia los efectos del sonido de fondo en un contexto real: en bares nocturnos franceses. Para llevar a cabo el experimento, Nicolas Guéguen y su equipo de la Université de Bretagne-Sud pidieron permiso a los dueños de una serie de locales para manipular el volumen de la música al tiempo que registraban el consumo de alcohol de 40 varones de edades comprendidas entre 18 y 25 años, que ignoraban que estaban siendo observados. Los resultados no dejaron lugar a dudas: cuanto más alto es el volumen de la música más rápido se consume la bebida. Y, por lo tanto, la ingesta final también aumenta. Los investigadores han llegado a la conclusión de que este comportamiento se explica por dos motivos. En primer lugar, la música alta hace que la gente esté “más espabilada". Y además, a partir de cierto volumen se dificulta la interacción social, lo que hace que "los clientes hablen menos y beban más", matiza Guéguen. ¿Qué es el síndrome de la "boca de pino"? Al comer piñones algunas personas perciben un amargo sabor metálico. Este gusto, conocido como "boca de pino", normalmente comienza de 12 a 48 horas después de consumir piñones (solos, en ensalada o en salsa pesto) y dura desde varios días hasta dos semanas. Se ve agravado por el consumo de cualquier otro alimento durante este período y disminuye significativamente el apetito y el disfrute de los alimentos. Tras recibir aviso de varias personas que sufrían este problema, la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense lo investigó y confirmó que es una reacción adversa a un alimento diferente de una alergia clásica. Lo que aún no está claro es qué la provoca. La FDA está investigando si la cantidad de piñones consumida condiciona los síntomas. El síndrome de "boca de pino" provoca cacogeusia, es decir, una alteración del sentido del gusto por la que el paciente detecta mal sabor en sustancias que no lo poseen. ¿Por qué los fumadores suelen pesar menos que los no fumadores? Investigadores norteamericanos han descubierto por qué los fumadores suelen, en general, pesar menos que los no fumadores. Según revelan en un estudio publicado hoy en la revista Science, la nicotina, uno de los principales factores de adicción al tabaco, suprime la sensación de apetito. Los experimentos realizados en ratones muestran que esta sustancia activa un conjunto de receptores neuronales, diferentes a los que suscitan las ansias de fumar, que se sitúan en el sistema de melanocortina del hipotálamo. Este sistema se encarga de distribuir la energía extra que aportan los alimentos, metabolizándola o almacenándola en forma de grasa. Además, tal y como señala Marina Picciotto, autora principal del estudio e investigadora del departamento de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale (EE UU), “es posible suprimir la sensación de apetito sin afectar los centros de recompensa del cerebro”. Y es que estos receptores aumentan la actividad de una serie de neuronas cerebrales, conocidas como células proopiomelanocortina o POMC, que se relacionan con la obesidad en humanos y animales. Los resultados revelaron que los ratones que carecían de las neuronas POMC no perdieron peso, a diferencia de los ratones que sí las tenían. El tabaquismo es la principal causa de muerte prevenible en los países desarrollados, pero hay personas, sobre todo mujeres, que se niegan a dejar de fumar por temor a engordar. “Identificar estos receptores ayudará a conocer los mecanismos asociados a la adicción, el peso y el hábito de fumar”, señala Mariella de Biasi, también autora del estudio e investigadora del departamento de Neurociencias del Colegio de Medicina Baylor de Houston (EE UU). Aunque los resultados de la investigación solo se han obtenido en ratones, “podrían ser claves para el desarrollo de fármacos que ayuden a los fumadores a abandonar el tabaco sin ganar peso”, subraya la científica. Además, “estos medicamentos también permitirían controlar la obesidad y los desórdenes metabólicos de otras personas”, concluye.