Subido por Alan Romeo Mendoza

ARBOL DEL YOGA

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Ashtanga significa “ocho ramas” (ashta: ocho / anga: rama o miembro). En esta progresión de ocho
ramas o pasos a seguir, se desarrolla la guía con los elementos prácticos para acercarnos al yoga en
todos los sentidos, fuera y dentro del tapete. A través de esta guía observamos los preceptos morales,
éticos y de auto disciplina que le dan sentido a nuestro propósito en la vida para alcanzar la máxima
realización espiritual en unión con la divinidad.
Esto quiere decir que practicar Yoga como ahora lo conocemos, es tan sólo practicar en la superficie
de todo lo que hay debajo de la verdadera práctica. Sin las bases que desarrolla Patanjali en los Yoga
Sutras a través de las ocho ramas, es prácticamente imposible hablar de Yoga, pues la base que le da
sustento a la disciplina esta justo más allá del tapete.
Los primeros cuatro pasos que nos muestra Patanjali en este camino, se enfocan en refinar nuestra
personalidad, aprender a controlar nuestro cuerpo y a desarrollar una conciencia energética de
nosotros mismos. Mientras que la segunda parte de este camino nos prepara para lidiar con nuestros
sentidos, nuestra mente, y para encaminarnos a un estado más elevado de conciencia.
Sin más preámbulo, te presento las ocho ramas:
La primera son los Yamas. Los Yamas son las bases éticas y de integridad que se enfocan en nuestro
comportamiento y en la manera en que nos conducimos por la vida. Son las reglas universales que se
resumen en una frase: “Trata a los demás como quieras que te traten”. Se dividen en cinco: Ahimsa
(no violencia), Saya (conducirse con verdad), Asteya (no robar), Brahmacharya (abstinencia), y
Aparigraha (desapego).
La siguiente rama son los Niyamas, y explican la auto disciplina y las reglas espirituales básicas a tener
en cuenta durante la práctica. También se dividen en cinco y son: Saucha (limpieza), Santosha
(contento), Tapas (austeridad y disciplina), Swadhaya (estudio de los textos espirituales para
comprendernos a través de ellos), e Ishwara pranidhana (entregarse al Ser supremo).
La tercera rama son las Asanas, o lo que actualmente conocemos como Yoga. Desde el punto de vista
del Yoga, el cuerpo es nuestro templo y cuidar de él es importante en el camino espiritual porque nos
ayuda a desarrollar disciplina y concentración, así la práctica física prepara al cuerpo a través de estas
habilidades para acceder a un estado de meditación.
La cuarta rama es Pranayama o control de la respiración. Prana significa “respiración, vitalidad o
energía”, y ayama significa “extender”. El Pranayama regula y extiende el flujo de energía a través del
cuerpo, la mente y las emociones.
La quinta rama es Pratyahara, e implica llevar hacia adentro nuestra atención y nuestros sentidos. Es
en este punto cuando la conciencia se mantiene lejos de los estímulos externos y podemos voltear
hacia nosotros mismos y encontrar la oportunidad de observarnos para darnos cuenta de lo que
debemos trabajar, y entonces estar en paz.
El sexto paso es Dharana. Una vez que hemos logrado llevar nuestra atención hacia adentro surge la
concentración o Dharana. El reto aquí es que ya que logramos alejar las distracciones externas,
debemos alejar las internas, tarea nada fácil, y enfocarnos en un punto de atención (respiración, una
parte del cuerpo, un mantra o sonido, etc.). Dharana es la base para desarrollar la siguiente rama:
Dhyana.
La séptima rama es Dhyana, también conocida como meditación o contemplación. Conlleva mantener
la atención constante en la concentración, sin perturbaciones ni interrupciones. Aunque pareciera que
Dharana (concentración) y Dhyana (contemplación) son lo mismo, hay una gran diferencia entre ambas,
pues Dharana mantiene la atención en un punto de enfoque, mientras que Dhyana mantiene la atención
sin ningún punto de enfoque, resultando en un estado mental neutro.
Finalmente, la última rama es Samadhi. Patanjali describe este último paso como un estado de éxtasis
que se alcanza como resultado de la progresión en las siete ramas anteriores. En este estado hay una
conexión directa con lo divino y una interconexión con todos los seres vivos, experimentando una paz
que sobrepasa todo entendimiento, de dicha y de armonía con el Universo. Quizá esto puede parecer
inalcanzable, pero lo que realmente describía Patanjali como resultado de este camino de ocho ramas,
es a lo que todos aspiramos: encontrar la paz.
En resumen, practicar sólo Asanas no es Yoga. Ni remotamente. Como puedes ver, es un poco más
complejo y va más de mantener la congruencia en cada aspecto de nuestra vida, con cada
pensamiento, cada palabra y cada acción. Justo donde surge la verdadera unión.
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