27 Debate sobe evolucion

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La peligrosa idea de Darwin
1ero julio, 2008, Christian Hess, abogado
El 1.° de julio de 1858 (es decir, exactamente hoy hace 150 años), durante
un encuentro de la Linnean Society de Londres, se dio lectura a unos
breves manuscritos sobre una novedosa teoría científica, la evolución por
selección natural, escritos separadamente por un tal Charles Darwin y su
colega Alfred Russel Wallace. En el caso de Darwin, se trataba de un
fragmento de un manuscrito de 1844, así como de una carta escrita el año
anterior. El propósito de la reunión era el de establecer que, aun cuando
ambos científicos habían arribado por aparte a la misma teoría (por lo que
Wallace merece también los honores respectivos), lo cierto es que Darwin
lo había hecho primero.
El encuentro –por lo pronto– no tuvo grandes repercusiones, al punto de
que, en un informe posterior, Thomas Bell, el presidente de la Linnean
Society afirmó que, en su opinión, ese año había concluido sin que se
hubiese dado a conocer ningún descubrimiento científico particularmente
importante. La historia demuestra que estaba completamente equivocado.
Transcurrió algo más de un año, hasta que el 24 de noviembre de 1859,
Darwin publicó uno de los libros que más profundamente han marcado el
pensamiento posterior, tanto en el campo científico como en múltiples
otras áreas del quehacer humano. Me refiero, desde luego, a Acerca del
origen de las especies por selección natural , que, por primera vez,
expuso el mecanismo biológico en virtud del que se explica –de modo
simple y elegante– la inmensa diversidad que presentan los seres vivos en
el mundo.
Quizás de modo aun más importante, esta obra transformó completamente
nuestra visión de nosotros mismos y dio paso a la idea de que los seres
humanos no aparecimos mágica o milagrosamente sobre la Tierra, en
nuestra forma actual, sino que somos el resultado del mismo lento proceso
evolutivo que, a través de millones de años, ha hecho que especies
aparezcan y desaparezcan, vinculándonos con el resto de los seres vivos
en un árbol familiar, del cual tan solo ocupamos una rama específica.
Desafío al dogma. Esa es la que pensadores y filósofos han dado en
llamar “la peligrosa idea de Darwin”. Peligrosa, porque así como había
ocurrido también siglos antes en el terreno de la astronomía con las
teorías de Copérnico y Galileo, las ideas que Darwin dio a conocer
suponían un desafío directo al dogma religioso imperante en la época
acerca del origen de la diversidad biológica. Actualmente, la teoría de la
evolución por selección natural constituye, sin lugar a dudas, la piedra
angular de la biología y uno de los principios más influyentes en otras
áreas del conocimiento humano.
La fecha de hoy marca, entonces, el inicio de una serie de celebraciones y
actividades científicas y culturales que tendrán lugar alrededor del mundo
para marcar no solo los 150 años de las mencionadas efemérides, sino
también el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, que tendrá
lugar el 12 de febrero del año entrante. La página darwinonline.org.uk/2009.html es una de muchas referencias que se puede
consultar en Internet para estar al tanto de dichos eventos.
En Costa Rica, espero que el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el
Ministerio de Educación, la Academia Nacional de Ciencias, las
universidades y otras entidades públicas y privadas se sumen a las
festividades mencionadas y aprove- chen la oportunidad para contribuir a
la divulgación y comprensión popular de “la peligrosa idea”, uno de los
hitos científicos e intelectuales más importantes de todos los tiempos.
Áncora, 6 de julio, 2008:
CIENCIA
El siglo XX le dio la razón
MARLEN RUIZ DE ELVIRA | ancora@nacion.com
El País, Madrid
E l británico Peter Bowler, historiador de la ciencia, explica aspectos de la teoría de la
evolución.
¿Por qué se descubrió la evolución a mediados del siglo XIX?
Las ideas de evolución empezaron a ser propuestas a finales del siglo XVIII a raíz de la
confirmación de la gran antigüedad de la Tierra, con el descubrimiento del registro fósil. La
teoría procede en parte de la biogeografía, que se desarrolló por la exploración a escala
mundial de aquella época, como las expediciones en las que participaron Darwin, a bordo del
Beagle, y Alfred Wallace.
¿Cómo se llega a las conclusiones?
Gracias a la perspectiva mundial más que a los fósiles; estos crean la posibilidad, pero no
dicen qué pasó: hay muchos vacíos en el registro. Se llega a esas conclusiones al estudiar
cómo se distribuyen los animales por el mundo, por qué hay unas especies aquí y no allá, y
cómo se crean nuevas especies a partir de las anteriores. “La perspectiva geográfica impulsa
el sentido de la evolución por la migración y la adaptación. La selección natural es una de las
explicaciones de cómo se produce la adaptación. La otra es la teoría de Lamarck (17441829), que fue muy popular entre los científicos.
¿Cómo se relacionan las tesis de Darwin con la situación del Reino Unido?
Se dice que la selección natural refleja los valores competitivos y capitalistas de aquella
época. Tanto Darwin como Wallace leyeron a Thomas Malthus (1766-1834), quien propuso
la idea de que la presión de la población provoca la lucha por los recursos limitados.
“Sin embargo, mientras que Darwin era de familia adinerada, Wallace era de origen humilde
y fue un radical, un socialista. Aunque esto sea un factor, no se puede relacionar
estrechamente con la ética dominante en aquella época. La combinación de los factores
científicos, políticos y sociales lleva a encajar las piezas del rompecabezas.
¿Se pueden comparar en importancia Darwin y Wallace?
No se puede decir que Darwin y Wallace llegasen al mismo tiempo a establecer sus teorías y
que sean igual de importantes. Charles Darwin llevaba 20 años trabajando cuando le llegó el
manuscrito de Wallace desde Indonesia. Entonces se animó a presentarla y a dejar clara su
prioridad.
“Las mayores contribuciones de Wallace a la teoría fueron en los años posteriores a la
presentación, y él manejaba el término ‘darwinismo’ sin problemas. Había diferencias muy
interesantes entre ellos en su interpretación de los mecanismos de la evolución, y Darwin no
siempre tuvo la razón.
¿Se aceptó pronto la teoría de la evolución?
Hasta cien años después de haberse convertido en la teoría dominante, mucha gente, e incluso
muchos científicos, se resistían a aceptar sus implicaciones completas. Aceptaban la
evolución, pero no la selección natural. La síntesis con la genética en los años 50 del siglo
XX proporcionó la confirmación de este mecanismo.
Áncora, 6 de julio, 2008:
CIENCIA
Cambió al mundo y nadie lo oyó
150 años En julio de 1858, Darwin anunció, sin lograr eco, su teoría de la evolución natural
AGENCIA EFE Y BBC | ancora@nacion.com
Desde 1838, Charles Darwin tenía casi terminada su teoría de la selección natural, pero
solamente la presentó ante la Sociedad Linneana de Londres el 1° de julio de 1858. Lo hizo
junto con Alfred Russell Wallace, quien formuló sus propias teorías, similares a las de
Darwin.
Sin embargo, tras la presentación, las tesis de Darwin (1809-1882) no llamaron mucho la
atención de la Sociedad Linneana, organismo dedicado al estudio y difusión de la taxonomía.
“Los especialistas no tomaron en serio una propuesta que era materialista”, confirma Juan
Moreno, profesor del Departamento de Ecología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias
Naturales de España.
MÁS SOBRE ESTE TEMA

El siglo XX le dio la razón
De viaje. El naturalista Charles Darwin estuvo a punto de no ser aceptado en la embarcación
Beagle por la forma de su nariz. El capitán del barco, Robert Fitz Roy, creía que el carácter
de un hombre podía verse en sus rasgos faciales. Para Fitz Roy, Darwin carecía de la energía
necesaria para dar la vuelta al mundo en su nave.
Robert Darwin, padre de Charles, tampoco estaba de acuerdo con que su hijo abordase el
Beagle .
No obstante, el tío de Charles convenció a Robert para que le permitiese viajar al joven. Así,
Darwin completó la travesía en el Beagle (de 1832 a 1836), recopiló miles de muestras y
realizó bocetos y notas con sus observaciones.
Agnóstico. Cuando estudiaba en Cambridge, Darwin era un creyente, pero, al llegar a
Suramérica en 1831 y al comprobar la diversidad de las especies, “vio cómo la teoría de un
diseño divino chirriaba por todas partes”, asevera Moreno.
“Su visión científica y su aceptación de una visión materialista de la historia de la vida lo
convirtieron en un agnóstico”, añade.
Al volver a Inglaterra, Darwin previó que sus tesis generarían resistencias, de modo que se
empeñó en exponer su teoría con una sólida argumentación.
“Darwin quería elaborar un libro muy extenso sobre esta teoría, pero lo fue demorando hasta
el punto de que sólo había preparado un breve ensayo en 1844, que resumía su teoría y que
dejó como testamento por si él moría”, explica Moreno.
“Es posible que Darwin tuviese miedo a la recepción en los años 30 y 40. Se resistía a
publicar porque quería recoger aún más datos”, opina Thomas Glick, especialista en Darwin
y miembro de la Sociedad Linneana.
Según Glick, para concebir una teoría tan sintética, que cubre todo el mundo orgánico, hace
falta viajar a muchos lugares y ver numerosos organismos, o recibir mucha información de
colegas; todo esto dilató la publicación de Darwin.
En 1858, su colega Wallace llegó a conclusiones muy similares en Malasia, y esto precipitó
la ponencia darwiniana de 1858, titulada Sobre la tendencia de las especies a crear
variedades .
Darwin y Wallace acordaron presentar sus teorías conjuntamente en la Sociedad Linneana.
“Al enterarse de que Darwin llevaba veinte años investigando, a Wallace le pareció una
solución que no era mala para él. Es absolutamente falso el mito de que Darwin robó la
prioridad a Wallace”, asegura Moreno.
Además de no incluir al hombre en los rigores de la selección natural, Wallace tenía un
enfoque diferente: “La idea de la selección entre individuos de una misma población es
puramente de Darwin. Wallace pensaba que la variedad más exitosa suplantaría a otras, por
lo que las especies acabarían modificándose”, resume Moreno.
La aportación fundamental de Darwin era ajena a Wallace pues, para el autor de El origen de
las especies , “la competencia existía en todo momento”.
Darwin obtuvo el éxito con su libro, que se publicó en noviembre de 1859 y se agotó en su
primer día de venta. Moreno explica: “Lo que lo hizo tan impactante fue que ofrece
muchísima información. Se adelanta a sus críticos y presenta muy bien sus argumentos”.
VISIONES revolucionarias
Nombre: Gabriel Macaya Profesión: Genetista. Lugar de trabajo: UCR. Darwin aportó a
la biología evolutiva, a la filosofía de la ciencia y a nuestra visión del mundo. Lo más
conocido es su teoría de evolución por selección natural y también su efecto en la
secularización de la ciencia. A propósito de los 150 años de publicación de su libro, en
octubre del 2009 realizaremos un simposio sobre biodiversidad y recursos biológicos desde
una perspectiva evolucionista.
Nombre: Edgardo Moreno. Profesión: Biólogo. Lugar de trabajo: UNA. “Ninguna rama
que tenga que ver con la biología, ya sea medicina, farmacología o veterinaria, puede verse
fuera del contexto de la teoría de la evolución”. “Darwin y Wallace no generaron la idea de la
evolución –porque ya existía–, sino de los mecanismos, como la selección natural”.
Nombre: Rodrigo Gámez. Profesión: Biólogo. Lugar de trabajo: INBIO. “La labor de
Darwin fue muy importante porque explicó que, en el proceso de selección natural, sobrevive
el más apto –no el más fuerte– a las condiciones del medio.Darwin probó que también los
seres humanos somos productos de un proceso de evolución. Esto contradijo muchas
creencias científicas y religiosas”.
FERNANDO ZAMORA C. | fzamora@abogados.or.cr
Los dogmáticos de la evolución
La teoría de la evolución no es una verdad incuestionable
8 de julio 2008, Fernando Zamora, Abogado
Con el título, “La peligrosa idea de Darwin” , se publicó en Página Quince de La Nación
(01/julio/08) una apología en el que el abogado Cristian Hess promueve la idea de que
entidades públicas como el MEP, conmemoren la teoría de la evolución.
Lo que sí parece peligroso, no son las ideas de Darwin, sino las creencias de quienes dan por
sentado que la evolución es una ley científica y no una mera hipótesis, cada día más
cuestionada por la comunidad de ciencia, a la luz de sus últimos descubrimientos. Paso
brevemente a enunciar solo algunos ejemplos. Darwin afirmó: “Si pudiera demostrarse que
existió algún órgano complejo que tal vez no pudo formarse por modificaciones ligeras,
sucesivas y numerosas, mi teoría se vendría abajo por completo.”
Esto es precisamente lo que acaba de suceder con los últimos descubrimientos de la
bioquímica, que han venido indefectiblemente a demostrar que existe lo que denominan:
“órganos irreductiblemente complejos”.
Órganos complejos. Así se define a los órganos y funciones fisiológicas compuestas por
piezas o etapas que necesariamente interactúan y dependen entre sí para poder realizar su
función. Si se elimina una sola de estas piezas o etapas, el sistema es absolutamente
inexistente. El problema en que ahora están los darwinistas es que los científicos hoy han
hallado órganos y sistemas así, que no pudieron haberse producido por evolución. ¿Por qué?
Por que cualquier órgano o sistema precursor, que hubiese carecido de una de esas piezas o
etapas, sería absolutamente ineficaz e inviable.
Cualquier sistema biológico que requiera varias partes armónicas para funcionar implica que
sus órganos necesariamente tuvieron que originarse como unidades integradas. Ejemplo de
esto es el ojo, además por cierto, increíblemente complejo. Ante estos descubrimientos, y
partiendo de la anterior sentencia de Darwin, concluimos que si hoy viviera, es probable que
fuese un crítico, -o habría abandonado ya-, su teoría que, -con tanto entusiasmo-, el Señor
Hess nos invita a celebrar en los colegios. Veamos más ejemplos.
Los genes Hox. Otro de tantos nuevos hallazgos es la molécula de ADN. Esta posee la
misma estructura de un lenguaje, y está perfectamente diseñada para transmitir información y
dar órdenes precisas desde el núcleo de las células vivas. Sigamos. Otra desagradable
sorpresa que se han llevado últimamente los darwinistas, -la mayor de la biología en cien
años-, son los genes Hox. Resulta que está demostrado que estos genes no se han gestado de
lo simple a lo complejo, ni por ningún mecanismo asociado a la idea darwiniana, ni se han
producido por macromutaciones, ni por equilibrio puntuado.
Existen desde los orígenes terrestres. Esto contradice la tesis evolucionista, para la cual es
necesario que existan profundas diferencias entre seres alejados entre sí en la supuesta escala
evolutiva, dado que cientos de millones de años de mutación deben impedir, por ejemplo, que
genes de mosca y hombre siquiera se parezcan. Sin embargo, los genes Hox destruyeron esta
tesis darwiniana, que es incapaz de explicar el misterio del genoma de las especies vivas.
Aclaro, no estoy refiriéndome en este artículo a las moderadas variaciones ni a la mutación
de genes o cromosomas, evidentes desviaciones horizontales que tienen los seres vivos en un
mecanismo de adaptación, como las razas de los perros, los pinzones de Darwin, maíz o rosas
de distintos colores, las variedades de especies, o las modificaciones genéticas provocadas
para obtener mejores rendimientos de ellas. A lo que me refiero, es a los enormes saltos
evolutivos que la bioquímica moderna ya desacreditó absolutamente.
No es incuestionable.
Me refiero, también, al error de dar por hecho incuestionable que las especies fósiles
pertenecientes a géneros como el australopiteco o el parántropo sean presentados como un
probado eslabón ancestral de la humanidad, cuando eminentes científicos ya han afirmado
que ejemplares como esos corresponden a animales muy similares a primates equiparables al
orangután o al gorila africano.
Así puedo seguir con más ilustraciones que no detallo: la homología, la paleontología, la
probada existencia de la explosión cámbrica, que es la repentina aparición, en el registro
fósil, de vida compleja sin evidencia de ancestros. En fin, no pretendo argumentar en detalle
las recientes razones científicas que están desacreditando la teoría de la evolución como una
verdad absoluta. Esa es labor de los científicos.
Lo que ciertamente sí es mi objetivo, es combatir la pretensión de hacer creer que la
evolución es una verdad incuestionable. Lo que sucede es que generalmente, -y sé que no es
el caso del respetable colega Hess-, detrás de esa pretensión se esconde una oculta intención
de ganar crédito intelectual desautorizando como desinformados a los que sostenemos que la
ciencia puede respaldar la idea de que la naturaleza refleja un diseño, el cual susurra la
misteriosa e inescrutable intervención de un Ser creador.
Evolución y selección natural
La caja Hox y su papel en la evolución de las especies
11 de julio 2008, Claudio Gutiérrez, Filósofo
La drosófila (mosca del banano) es un organismo que ha ayudado mucho al avance de la
ciencia. En particular contribuyó al descubrimiento del “plan del cuerpo” en los animales.
Una estructura repetitiva de su larva, llamada “disco imaginal”, es capaz de dar origen a otras
estructuras que las que normalmente produce si es artificialmente traslada- da a otro sitio del
cuerpo.
Así, por ejemplo, donde esperábamos una antena, obtendremos una pata, o donde
esperaríamos un ojo, podremos obtener el órgano genital. Al trasladar un pedazo de material
(ese disco imaginal) a otro lugar relativo dentro de la larva, en algunos casos el material se
impone al lugar para determinar el resultado; en otros casos, ocurre lo inverso: el lugar se
impone al material. Ciertamente ha sido posible establecer mapas de estas curiosas
transdeterminaciones indicando cuáles transformaciones son posibles y cuáles no.
Genes homeóticos. Experimentos de este tipo llevaron al descubrimiento de los llamados
“genes homeóticos”, que constituyen los guías del desarrollo y representan el marco físico
fundamental del organismo. La drosófila tiene dos complejos homeóticos: torácico y
abdominal. El orden de los genes sigue el orden anteroposterior de la larva. Existe un gen
para cada segmento, a partir del primer segmento torácico. Si cualquiera de los genes falta, la
estructura siguiente será repetición de la anterior. El segundo segmento torácico es el “valor
de omisión”, y produce alas y patas. El respectivo gen se considera el ancestral, del cual han
debido surgir los otros por simple duplicación, uno de los medios más simples de que la
evolución se vale para ampliar los genomas, de naturaleza puramente mecánica.
Los genes homeóticos tienen todos una caja HOX, formada por 160 pares de bases que
codifican para un dominio proteico de 60 aminoácidos. Este dominio controla el desarrollo
mediante una “cascada de expresión” (un gen que produce una proteína que controla un gen
que produce una proteína, etcétera).
Todos los insectos tienen secuencias homeóticas parecidas a las de la drosófila. Las cosas van
aún más lejos: un sistema de patrones de expresión, que comprende los genes de la caja HOX
y otros semejantes, codifica la posición relativa de las partes del cuerpo en todos los
animales. Evidentemente, este sistema es muy antiguo y tiene que haber figurado en el
antepasado común a todos los organismos de este reino. Por ello, J. M. W. Slack y sus
colaboradores han propuesto llamarlo “zootipo” y tomarlo como criterio para decidir si un ser
vivo es o no un animal. Lejos de probar una intervención sobrenatural en el curso de la
naturaleza, su existencia es uno de los tantos elementos que confirman la evolución de las
especies por el simple mecanismo físico de la selección natural.
Agradezco al Dr. Pedro León haberme permitido asistir a su seminario graduado de genética,
de cuyos apuntes he extraído estos conceptos para ayudar a los lectores deLa Nación a seguir
una polémica actualmente en curso enForo y en suPágina Quince .
PÁGINA QUINCE
JORGE AZOFEIFA NAVAS | azofeifa@biologia.ucr.ac.cr
Falacias y mentiras
El diseño inteligente nos llama a volver al oscurantismo
13 de julio 2008, Jorge Azofeifa, Escuela de Biología, UCR
El abogado Fernando Zamora C. (‘Los dogmáticos de la evolución’. La
Nación , 8 de julio del 2008, Opinión, p. 36 A) nos anuncia que el diseño
inteligente, que ha causado mucho daño a la educación, y por lo tanto a la
sociedad, en los EE. UU., ya llegó a nuestro país. Con ello proclama el
ataque más difundido a la ciencia: que la teoría de la evolución está en
crisis. El artículo muestra las armas de los creacionistas: la mentira, la
tergiversación y la falacia.
La mentira. Al contrario de lo que afirma el Sr. Zamora, la evolución
orgánica es aceptada por la comunidad científica como un fenómeno
natural resultante de las propiedades del material genético –reproducción
y mutación–, de su expresión, de la interacción de los individuos con su
entorno y de la consecuente variedad fenotípica, sin dejar de lado los
fenómenos aleatorios. En verdad, el asunto no es ni siquiera de si se
categoriza como teoría o como ley científica, mucho menos de “una mera
hipótesis”. La evolución es el concepto unificador de todas las ciencias
biológicas y cada día cobra más vigencia; por ejemplo, en las fronteras de
la medicina se estudian las causas evolutivas de la enfermedad
(recomiendo el libro Why we get sick de R. M. Nesse y G. C. Williams –
también traducido al castellano–).
Un ejemplo contundente de evolución es el incremento de la resistencia
bacteriana a los antibióticos. Las consecuencias prácticas de este enfoque
han de traer enormes mejoras en el tratamiento y en la prevención de las
enfermedades. En farmacia se contemplan las diferencias, entre
poblaciones e individuos, relacionadas con el metabolismo de los
medicamentos, las que resultan del proceso evolutivo. El diseño de drogas
y su dosificación se hará en el futuro tomando en cuenta estos aspectos. El
control biológico de plagas se basa en relaciones evolutivas de las
especies involucradas y en la evolución del desarrollo de resistencia a
pesticidas tradicionales para diseñar nuevos plaguicidas y sus horarios de
aplicación. El Sr. Zamora debe ofrecer las referencias –artículos de
revistas científicas recono- cidas– donde se muestre la crisis de la teoría
evolutiva.
La tergiversación. Todos los ejemplos utilizados por el jurista han sido
tergiversados. La interpretación que hace de la cita de Darwin es un
argumento ad hóminem con el que pretende negar que los cambios
graduales requeridos por la teoría darwinista explican sobradamente la
aparición de los órganos y sistemas complejos. Nos dice que el ojo
humano es un ejemplo de órgano imposible de evolucionar porque ignora
la existencia de sistemas que, según él, son “absolutamente inexistentes”.
Existen organismos con “ojos” compuestos únicamente por parches de
células sensibles a la luz (como las de nuestra retina), otros tienen una
capa transparente sobre estas células receptoras, algunos tienen esta capa
transparente modificada que funciona como un lente primitivo, otros
tienen una capa protectora además del lente y otros tienen un lente capaz
de enfocar.
El argumento de que un ojo no puede funcionar sin todas estas piezas es
completamente falso; estos organismos han sobrevivido y se reproducen
diferencialmente, esto es, por selección natural (sobre la evolución de
órganos y sistemas complejos véase el libro de R. Dawkins The blind
watchmaker o su traducción al castellano). Por su parte, el ADN es un
reservorio de hechos históricos ancestrales que ha permitido someter a
prueba, desde hace décadas, las predicciones de las diferentes teorías
evolutivas, no solo selección natural, y posibilita trazar la historia de los
seres vivientes en la Tierra; por ejemplo, las relaciones filogenéticas entre
bacterias y humanos.
No es, como afirma el Sr. Zamora, un problema para esas teorías, todo lo
contrario: la genómica provee cada vez de más evidencia de la evolución
en sí y de cómo esta ha ocurrido en el tiempo y en el espacio (cfr., p. ej.,
el libro de D. J. Fairbanks Relics of Eden. The powerful evidence of
evolution in human DNA ). Los genes HOX son, al contrario de lo que
indica el abogado, ejemplos de conservación, por selección natural, y
origen común entre los animales. Igualmente, la paleontología, la
biogeografía, la bioquímica y la embriología comparadas han aportado las
primeras evidencias en favor de la evolución.
La falacia. El abogado atribuye dogmatismo, propio de las religiones e
instrumento de dominación, a la ciencia, mientras que los proponentes del
diseño inteligente se autocatalogan como científicos. Valga anotar que al
diseño inteligente se le denominaba, anteriormente, creacionismo. Se le
cambió el nombre con el fin de barnizarlo de ciencia y así proponer que si
se enseña evolución, se enseñe también la “ciencia” del diseño inteligente.
La noción de que la estructura de las comunidades científicas es como la
de los grupos religiosos es un argumento falaz, una aberración
epistemológica predominante en el discurso de quienes prefieren las
posiciones dogmáticas.
Las estructuras de la ciencia y la de las religiones son distintas. La
evolución se ha sometido rigurosamente a prueba, y la evidencia
científica acumulada por cerca de 150 años la ha apoyado; por el
contrario, la idea del diseñador se acepta y no se cuestiona, es dogma. El
período de la historia en que los dogmas religiosos predominaban se
conoce como ‘oscurantismo’. Estamos avisados. Corresponde a
instituciones como las universidades y la Academia Nacional de Ciencias
y a otros estudiosos de estos temas estar preparados para enfrentar esta
arremetida retrógrada.
XIMENA MIRANDA GARNIER | Ximena@post.harvard.edu
Evolución y educación
Respuesta de una bióloga a un debate entre abogados
14 de julio, Ximena Miranda Garnier, Bióloga y Educadora
Este artículo es una respuesta a Fernando Zamora (8/7/08, La Nación ); él
resumió críticas sobre las ideas de Darwin que no ponen en duda la teoría de
la evolución completa, sino que cuestionan su gradualismo. La mejor
redefinición existente de la evolución la propuso Mary Jane West-Eberhard
en Developmental Plasticity and Evolution (2003), quien demuestra que el
hecho de que algunos cambios no son graduales es compatible con la idea de
que los seres vivos son el resultado de la evolución: cambios en los
organismos a través del tiempo.
Genes y ambiente. Casi 150 años después de la publicación de El origen de
las especies , la mayoría de los científicos ni se cuestionan si los organismos
evolucionan. Al contrario, tienen mucho más evidencia que antes: hoy se
sabe que heredar una característica es posible gracias a los genes, un
hallazgo que fortaleció la teoría de Darwin.
El problema es que se ha dado un tipo de “obsesión por los genes” que ha
hecho que no se le dé suficiente importancia a otro factor fundamental en la
evolución de los seres vivos: el ambiente. Ponerle más atención al rol del
ambiente ayuda a entender mejor el gradualismo, fenómeno que Zamora
utilizó para atacar la teoría de la evolución. El gradualismo neodarwinista
planteaba que las variaciones en los seres vivos surgen por mutaciones
genéticas que producen cambios pequeños y luego se seleccionan con el
paso de las generaciones.
Podríamos pensar, como Darwin, que su teoría se vendría abajo si existiera
algún órgano complejo que no pudo formarse por cambios ligeros y
sucesivos, pero habría quedado una pregunta por responder: ¿pueden surgir
esas variaciones repentinamente, debido a un cambio en el desarrollo?
West-Eberhard (2003) responde esta pregunta con ideas poderosas,
documentadas con múltiples ejemplos; nos explica cómo los fenómenos de
recombinación del desarrollo y plasticidad multiplican el número y
diversidad de variaciones que se producen en los organismos.
También nos describe cómo los mecanismos de desarrollo son tan flexibles
que pueden acomodar esas variaciones en formas viables. Es decir,
documenta que la flexibilidad del desarrollo le da a la selección natural el
espacio para actuar gradualmente. Sus hallazgos contradicen las ideas que
resume Zamora, y ayudan a explicar cómo pueden haber surgido variaciones
viables, algunas de ellas precursoras de órganos y sistemas complejos.
No es cierto, entonces, que se ha desacreditado la teoría de la evolución. Al
contrario, las ideas de Darwin siguen siendo la base de construcción de
teorías todavía más poderosas; se han replanteado con la evidencia que traen
los avances científicos en genética y biología del desarrollo, y se han
fortalecido con nuevas perspectivas científicas.
Comprender la evolución: un derecho. Este debate sobre la evolución de
las especies lo comenzaron en La Nación dos abogados; lo continúa una
bióloga hablando de derechos. Todas las personas tenemos derecho a una
educación que nos permita comprender la naturaleza que nos rodea, y
nuestra propia especie, en todas sus dimensiones. Sin una comprensión del
proceso de la evolución de los organismos, no podemos ejercer ese derecho
completamente.
En esto, estoy de acuerdo con Howard Gardner ( The Disciplined Mind ,
1999) en que hay tres intereses que deben motivar la educación: la verdad, la
belleza y la moralidad.
En relación con la verdad, Gardner dice lo siguiente: “Solamente si tenemos
alguna comprensión de las nociones claves de especie, variación, selección
natural, adaptación, y otros similares (y la forma en la que se han
descubierto)… podremos comprender el mundo viviente del cual somos
parte… una comprensión de este tipo es necesaria si se quiere participar
significativamente en la sociedad contemporánea. En su ausencia, no
podremos pensar sistemáticamente sobre todo un rango de temas que afectan
a los seres humanos actualmente”.
Debemos promover una educación que desarrolle la comprensión en todas
las disciplinas y dimensiones, incluyendo ciencia, arte y espiritualidad, para
formar de esta manera estudiantes que manifiesten en sus vidas una
comprensión profunda de lo verdadero, lo bello, y lo bueno.
Versión ampliada (publicada en boletín de Fundación Cientec):
Evolución y educación:
Respuesta de una bióloga a un debate entre abogados
Ximena Miranda Garnier
Bióloga y Educadora
Ximena@post.harvard.edu
El objetivo principal de este artículo es aclarar una confusión que pudo haber causado
“Los dogmáticos de la evolución” (Fernando Zamora, 08/Julio/08, La Nación) sobre la teoría de
la evolución. Las críticas que presentó Zamora (de fuentes desconocidas) sobre las ideas de
Darwin de una evolución gradual no han puesto en duda la teoría de la evolución como un todo,
sino que han cuestionado específicamente el fenómeno del gradualismo. El Neo-Darwinismo del
Siglo XX integró la genética a la teoría de la evolución de Darwin, pero mantuvo la idea del
gradualismo. Actualmente, la mejor re-definición de la teoría de la evolución existente ha sido
propuesta por Mary Jane West-Eberhard en su libro Developmental Plasticity and Evolution
(Plasticidad del Desarrollo y Evolución, Oxford University Press, 2003). Ella demuestra que el
hecho de que algunos cambios no son graduales es compatible con la idea básica de que los seres
vivos son el resultado de la evolución - cambios en los organismos a través del tiempo.
Los principios básicos de la evolución. La esencia del proceso de la selección natural
que Darwin propuso en 1859 se fundamenta en tres principios muy simples: 1) Un individuo
generalmente tiene más hijos de los que logran sobrevivir, encontrar pareja y tener hijos; 2)
Existen variaciones de forma y comportamiento entre esos hijos. 3) Algunas de las características
de forma y comportamiento se pasan de una generación a otra. Así, una explicación simplificada
de la selección natural sería la siguiente: aquellos individuos de una población de plantas o
animales que lograron sobrevivir y reproducirse, heredarán a sus hijos las características que les
hicieron superiores en estas tareas. Con el paso de las generaciones en la población de esas
plantas o animales, fueron entonces cada vez más abundantes los individuos que heredaron las
características superiores que les permitieron a sus padres sobrevivir y reproducirse mejor.
La genética. Casi 150 años después de la publicación de El origen de las especies, la
gran mayoría de los científicos ni se preguntan si existe o no un proceso como este en el cual los
organismos evolucionan. Al contrario, los científicos tienen hoy mucho más evidencia que antes
para fundamentar estos principios. Por ejemplo, hoy se sabe que la idea de heredar una
característica de una generación a otra es posible gracias a los genes y el ADN. Los
descubrimientos en genética del siglo XX permitieron que se avanzara en el desarrollo de una
teoría coherente de la evolución, en la cual se incluyó la respuesta a una pregunta importante para
las ideas de Darwin: ¿cómo se pueden heredar características de forma y comportamiento de una
generación a otra?
Ambiente y gradualismo. Talvez porque la genética vino a responder preguntas
importantes que estaban sin contestar, surgió un tipo de “obsesión por los genes” en los
científicos que estudiaban la evolución. Esta obsesión hizo (y continúa haciendo) que los
científicos que estudiaban la evolución no le dieran suficiente importancia al otro factor
fundamental en el desarrollo y evolución de los seres vivos: el ambiente. Ponerle más atención al
rol del ambiente provee una respuesta al tema que Fernando Zamora utilizó como argumento para
defender la supuesta invalidez de la teoría de la evolución: el gradualismo.
El gradualismo neo-Darwinista del siglo pasado planteaba que las variaciones de forma y
comportamiento en las plantas y animales surgen por mutaciones genéticas que producen cambios
pequeños, y que luego se seleccionan gradualmente con el paso de las generaciones. Si esto se
diera por un hecho, pensaríamos como Darwin (1859) que “Si pudiera demostrarse que existió
algún órgano complejo que tal vez no pudo formarse por modificaciones ligeras, sucesivas y
numerosas, mi teoría se vendría abajo por completo”. Pero habría quedado otra pregunta por
responder: ¿ Pueden surgir esas variaciones repentinamente, debido a un cambio en el desarrollo?
West-Eberhard, en su libro Developmental Plasticity and Evolution (2003), nos presenta
ideas poderosas, documentadas con múltiples ejemplos. Ella nos explica cómo fenómenos como
la recombinación del desarrollo y la plasticidad multiplican el número y diversidad de variaciones
que se producen en los organismos, y que se pueden seleccionar en la evolución. También nos
describe cómo los mecanismos de desarrollo son tan flexibles, que tienen la capacidad de
acomodar esas variaciones en formas viables que pueden persistir y, por lo tanto, pueden
modificarse por selección natural. Es decir, ella documenta que la flexibilidad del desarrollo le
da a la selección natural el espacio para actuar gradualmente. Esto significa que lejos de tener
que esperar mutaciones viables, la selección se da ante una enorme diversidad de variaciones
producidas por las vías alternativas de desarrollo y las respuestas de acomodación. Estos
hallazgos científicos de la autora citada contradicen las ideas que resume (sin fuentes) Zamora, ya
que ayudan a explicar cómo pueden haber surgido variaciones eficaces o viables, algunas de ellas
precursoras de órganos y sistemas complejos.
No es cierto entonces que las investigaciones actuales han desacreditado la teoría de la
evolución. Al contrario, las ideas de Darwin han sido un punto de partida que hoy sigue siendo
la base de construcción de teorías todavía más extensas y poderosas. Aunque en la historia se han
cuestionado y replanteado las ideas de Darwin, también se han fortalecido con la evidencia que
traen los avances científicos como la genética y la biología del desarrollo, y con las nuevas
perspectivas científicas que han surgido a través del tiempo.
Educación para comprender la evolución: un derecho. Este debate sobre la evolución
de las especies lo comenzaron en La Nación dos abogados. Lo continuaré entonces “dándome el
lujo” de hablar de los derechos de las personas, aunque sea bióloga y no abogada.
Pienso que
todas las personas tenemos derecho a una educación que nos permita comprender la naturaleza
que nos rodea, y nuestra propia especie, en todas sus dimensiones. Sin una comprensión del
proceso de la evolución de los organismos, no podemos ejercer ese derecho completamente.
Sobre la importancia que tiene el promover la comprensión de la teoría de la evolución en nuestro
sistema educativo, estoy de acuerdo con quien comenzó este debate en La Nación con “La
peligrosa idea de Darwin” (Christian Hess, 01/julio/08).
En este sentido, cito un texto escrito por Howard Gardner ( The Disciplined Mind, 1999,
Penguin Books) que es particularmente claro. Gardner dice que hay tres intereses (que él llama
reinos) que deben motivar la educación: la verdad, la belleza y la moralidad. En relación a la
verdad, dice lo siguiente: “Mi ejemplo para el reino de la verdad es la teoría de la evolución,
como fue primero articulada por Charles Darwin y elaborada por otros científicos durante los
últimos 150 años. Esta es un área importante de las ciencias, con particular significado para un
psicólogo del desarrollo [humano] como yo. Solamente si tenemos alguna comprensión de las
nociones clave de especie, variación, selección natural, adaptación, y otros similares (y la forma
en la que se han descubierto), solamente si apreciamos la lucha perenne entre individuos por la
supervivencia en un nicho particular, podremos comprender el mundo viviente del cual somos
parte. El proceso de la evolución es fascinante por sí solo. . . pero una comprensión de este tipo
es necesaria si se quiere participar significativamente en la sociedad contemporánea. En su
ausencia, no podremos pensar sistemáticamente sobre todo un rango de temas que afectan a los
seres humanos actualmente.”
Formación de docentes: Como formadora de docentes en la Universidad de Costa Rica,
haré mi mejor esfuerzo por que los futuros educadores costarricenses comprendan la teoría de la
evolución, y que conozcan las mejores formas de promover esa comprensión al trabajar con
niños, niñas y jóvenes de escuelas y colegios de nuestro país. Igualmente, creo que debemos
promover una educación que desarrolle la comprensión en todas las disciplinas y dimensiones,
incluyendo ciencia, arte y espiritualidad, y especialmente la integración entre ellas, para formar
estudiantes que manifiesten en sus vidas una comprensión profunda de los tres reinos de los que
habla Gardner: lo verdadero, lo bello, y lo bueno.
ENRIQUE CHAVES CARBALLO | echaves17@hotmail.com
Ciencia y evolución
Enrique Cháves, Médico, 18 de julio del 2008
Es necesario aclarar algunos de los argumentos que ofrece el Lic. Fernando Zamora (
Opinión, La Nación, 8/7/08 ) en contra de la hipótesis propuesta hace más de un siglo por
Darwin sobre la evolución. Las observaciones hechas por Darwin durante su viaje por cinco
años a bordo delBeagle lo llevaron a plantear su hipótesis sobre el origen de las especies por
la selección natural. El sabio inglés demoró la divulgación de sus ideas, consciente de las
graves consecuencias y críticas que recibiría por parte de la comunidad.
Durante los siguientes veinte años Darwin trató de buscar algún error o incongruencia en sus
argumentos y, al no encontrar ninguno, decidió por fin anunciar al mundo sus hallazgos.
Igual que Copérnico y Galileo, Darwin logró ver más allá del dogmatismo y la ignorancia
que impedían el avance de la ciencia, y nos iluminó el camino de la verdad para entender
mejor a la humanidad y al universo.
Órganos irreduciblemente complejos. Según el Lic. Zamora, ahora se han encontrado
argumentos irrefutables contra el evolucionismo de Darwin, basándose en “órganos
irreduciblemente complejos” (el ojo, por ejemplo) y los genes reguladores Hox, que no han
cambiado por cientos de millones de años. En cuanto al órgano visual, el mismo Darwin
consideró este argumento y, en forma elegante, demostró cómo el ojo había evolucionado de
un simple fotorreceptor hasta el maravilloso y complejo órgano de los vertebrados.
Aún más, en el última número de la revistaNature Neuroscience (6/7/08), aparece un estudio
que demuestra la presencia de un sistema primitivo de fotorreceptores en la lombrizC.
elegans –organismo que vive bajo el suelo en plena oscuridad– que comprueba ya la
existencia de un precursor del órgano visual en esta forma de vida tan primitiva.
Igualmente que con los genesHox , hay otros ejemplos genéticos y bioquímicos que nos
demuestran la presencia de secuencias que tampoco han evolucionado más a través de los
milenios, posiblemente por haber alcanzado estas ya sus formas más eficientes y completas:
cualquier cambio adicional en su estructura o composición sería innecesario, ya que no
representa ninguna ventaja para el organismo.
La ciencia, de la cual es parte el darwinismo, no es un dogma ni anhela estar siempre en lo
cierto; al contrario, la ciencia busca pruebas para refutar cualquier hipótesis y comprobar que
esta no es sostenible (el principio de la hipótesis nula, al cual toda hipótesis debe someterse).
Hasta el momento, ninguno de los argumentos –incluso los citados por el Lic. Zamora– han
logrado refutar la hipótesis del origen de las especies por la selección natural
PÁGINA QUINCE
CHRISTIAN HESS ARAYA | hess-cr.blogspot.com@nacion.com
El diseño de don Fernando
Abogado
EnLa Nación del 8/7/2008, el Lic. Fernando Zamora C. replica con su
artículo “Los dogmáticos de la evolución” a “La peligrosa idea de
Darwin”, mi comentario previo del 1/7/2008. La posición del estimable
colega refleja los argumentos del llamado “diseño inteligente”, la doctrina
que postula –en sus propias palabras– “que la naturaleza refleja un diseño,
el cual susurra la misteriosa e inescrutable intervención de un Ser
creador”.
Me parece que los interesantes artículos publicados el domingo 6 de julio
en las páginas 12 y 13 de la Revista Áncora (incluyendo los comentarios
de connotados científicos nacionales) son suficientes para dimensionar
correctamente la significación de la teoría de la evolución por selección
natural de Charles Darwin, así como la importancia histórica del
aniversario a que mi artículo se refería.
En cuanto a los argumentos de don Fernando, propongo a las/os amables
lectoras/es una visita a la Wikipedia (es.wikipedia.org), donde una
búsqueda de la expresión “diseño inteligente” los conducirá a un artículo
que, con profundidad, expone –y refuta– las pseudocientíficas propuestas
de esa doctrina.
RENÉ GRIMALDI
Creación y evolución
René Grimaldi, presbítero, 20 de Julio del 2008.
Sobre el actual diálogo en torno al tema de la evolución en La Nación , me permito hacer los
siguientes comentarios: Me parece acertado que el Sr. Fernando Zamora (abogado), en el uso
de la libertad de expresión, escriba que “lo que sí parece peligroso no son las ideas de
Darwin, sino las creencias de quienes dan por sentado que la evolución es una ley científica y
no una mera hipótesis” ( La Nación , 8 de julio), pues el origen de la vida en la Tierra, así
como del ser humano, sigue siendo todavía hoy una cuestión abierta, tanto a nivel
paleontológico como de biología molecular. Sin embargo, su explicación “científica” para
demostrar la no total veracidad de la teoría de la evolución puede tener fallas, como lo
parecen indicar las críticas que su artículo ha recibido, alguna de ellas algo mordaz
En cuanto al artículo del Sr. Jorge Azofeifa Navas (Escuela de Biología, UCR), concuerdo en
que la “teoría” del Diseño Inteligente no ha logrado dar una respuesta satisfactoria (Véase la
revista Scripta Theologica 2007/2), pero no por esto se le debe llamar “oscurantismo” o
vuelta al “creacionismo”, ya que la realidad es que la “Teoría del Diseño Inteligente” (
Inteligent Design ), fue el intento de algunos científicos de EE. UU. (generalmente
protestantes o evangélicos) –en su legítimo derecho de libertad de investigación y expresión–
de hallar respuestas más satisfactorias que las propuestas por los neodarwinistas sobre el
origen del ser humano.
Para aclarar el tema, creo que, por una parte, hay que distinguir que entre “creación” y
“evolución” no hay contradicción, pues se está hablando de realidades distintas, ya que la
noción de “creación” implica el origen de algo “a partir de la nada”, y el concepto de
“evolución” significa que algo que “ya existe”, comienza a cambiar. De hecho la ciencia
experimental no puede estudiar la “creación”, ya que se sale de su campo de estudio, pues la
ciencia estudia realidades materiales (sean ondas o corpúsculos cuantificados) y no “la nada”.
Razón e irracionalidad. En este contexto, la Iglesia Católica se ha pronunciado desde 1950,
con la encíclica “Humani Generis” del papa Pío XII (y ratificado por Juan Pablo II en 1996),
cuando dice que “el magisterio de la Iglesia no prohíbe que, según el estado actual de las
ciencias humanas y de la sagrada teología, se trate en las investigaciones y disputas de los
entendidos en uno y otro campo, de la doctrina del ‘evolucionismo’, en cuanto busca el
origen del cuerpo humano en una materia viva y preexistente, pues las almas nos manda la
fe católica sostener que son creadas inmediatamente por Dios”.
También Juan Pablo II recordaba en 1996 que “hoy, casi medio siglo después de la
publicación de la encíclica , nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la
evolución es más que una hipótesis ”, pero aclaraba que “más que de la teoría de la
evolución , conviene hablar de las teorías de la evolución ..., pues existen también lecturas
materialistas y reduccionistas, al igual que lecturas espiritualistas. Aquí el juicio compete
propiamente a la filosofía y, luego, a la teología” (Discurso a la Pontificia Academia de las
Ciencias” (22-X-1996).
En este sentido, podría hablarse de una “evolución” guiada por una inteligencia superior, a la
que llamamos Dios; de hecho la ciencia va cada vez más descubriendo órdenes,
direccionalidad y finalidad en los procesos naturales, tanto microscópicos como cósmicos, tal
que avisan que la “racionalidad” de la naturaleza, y nuestra misma capacidad de razonar,
provienen de una razón superior y no de un principio irracional, lo cual sería una
contradicción en términos (véase comentarios de científicos y teólogos en www.unav.es/cryf
y www.disf.org, así como el libro “The language of God”, del físico y biólogo Francis
Collins, que dirigió el Proyecto Genoma Humano).
Para terminar, creo que no es justo vincular el “dogmatismo” con el “oscurantismo”,
identificando generalmente “dogmatismo” con Iglesia Católica, pues estudios recientes en
Historia de la Ciencia demuestran el papel importante de la Iglesia (sacerdotes y laicos) en el
desarrollo de la ciencia moderna, tal como lo explican Thomas Woods ( How the Catholic
Church built the western civilization ) y Rodney Stark ( The Victory of Reason ), que, aun
siendo protestante, muestra la falsedad de la tesis de Max Weber de señalar al catolicismo
como fuente de atraso económico o científico.
Los críticos de la macroevolución
Celebrar una teoría cuestionada por un sector de la ciencia, implicaría adoctrinar a los estudiantes
Fernando Zamora, Abogado, 22-07-08
He combatido la propuesta del abogado C. Hess de promover en los colegios las efemérides
de la selección natural de Darwin. Esta teoría del Siglo XIX explicó la realidad de los seres
vivos, con todos sus diversos y complejísimos elementos constitutivos, afirmando que es el
resultado de la lucha entre especies y sus mutaciones aleatorias. Confrontando dicha
pretensión del colega, -y con la limitación común de ser abogados-he debido tomar de lo que
no es mío, enunciando algunas tesis, -publicadas por eminencias de la ciencia-, quienes han
venido cuestionando la macroevolución.
Disensiones. Entre otros, -todos reconocidos investigadores de Universidades del primer
mundo-, menciono solo algunos de estos vanguardistas que han suscrito abiertamente serias
disensiones contra lo que hoy consideran un dogma que debe ser superado: Sandage
(discípulo de Hubble), Ashby, Linton, Rusell Carlson, Wells, Denton,Skell, Jensen, Gyertich,
Beloussov, Buff, Behe, Heinze...entre otros sólidos estudiosos, que han protestado ante el
hecho de que se siga considerando una verdad científica irrefutable el concepto de la
macroevolución.
Para ellos es claro que la biotecnología moderna ha reconocido el despliegue creativo de vida
en formas de cada vez más creciente diversidad y complejidad, como una característica
inherente a todos los sistemas vivos. Por ello han considerado que resulta cada día más difícil
seguir echando mano de esa teoría para afrontar dichos descomunales hallazgos
biotecnológicos.
Otros planteamientos, como el de Zeilinger, conducen directamente a los pilares de la teoría
cuántica, y con ello al concepto de la información como magnitud fundamental, lo que está
estimulando investigaciones para determinar su idea de que materia y energía sin aporte de
información, incapacita para generar estructuras necesarias para la vida. Rudo golpe contra el
materialismo.
La labor y publicaciones de científicos como ellos van en muy diversas direcciones. Por
ejemplo, algunos advierten la contradicción de la macroevolución, para explicar por qué las
primeras etapas de división celular entre embriones vertebrados y mamíferos, son
radicalmente diferentes y no están relacionadas.
En mi artículo anterior cité otras importantes críticas más sostenidas por algunos de ellos. Por
cierto, en La Nación del domingo 13/07 , las replicó un profesional en biología de nuestro
medio, de apellido Azofeifa Navas. No sé si creyó que escribía críticas de propia factura y me
calificó de retrógrado y oscurantista religioso por el hecho de haber repetido lo que estos
científicos afirman, ¡e invitó a nuestra Academia de Ciencias a lanzar una cruzada en contra
de esos cuestionamientos! En ese mismo artículo, -como estandarte en su defensa- remitió a
los lectores al autor Richard Dawkins, el mismo que escribió: “los seres humanos son
simplemente máquinas propagadoras de ADN y la propagación del ADN es un proceso
autosuficiente .Esa es la única razón de vivir…” (Guía de estudio. R. Dawkin, BBC
Londres1991)… Juzguen ustedes.
Macroevolución. Aclaro una vez más, como lo hice en mi artículo anterior: NO me refiero al
concepto de microevolución, que indudablemente poseemos todos los seres vivos como una
suerte de programación o de “plan del cuerpo”, mecanismo de adaptación y que ha sido
demostrado de forma irrefutable por la experiencia científica. La Iglesia ha reconocido esta
verdad microevolutiva. La ciencia sigue otorgando a la selección natural participación en la
realidad de la microevolución biológica, e indudablemente se acredita este gran aporte a
Darwin. Lo que pasa es que en aquel siglo, la bioquímica no había abierto la célula para
determinar qué la hacía funcionar. Hoy se ha logrado abrir la célula para descubrir que posee
las características propias de los objetos diseñados.
Si es que esta idea causa escozor en quienes se consideran pulcros defensores de la selección
natural de Darwin, los remito a la tarea que les imponen las palabras de F. Capra refiriéndose
a la macroevolución: “lo que pasa es que la atención ahora se centra en la creatividad, en el
constante avance de lo vivo hacia la novedad”. Sentencias como ésa imponen a los
macroevolucionistas una tarea terrible para seguir explicando las maravillas naturales sobre
bases como la lucha entre especies.
Otrosí: en relación a la inteligente réplica sobre los experimentos con la mosca de la fruta del
distinguido filósofo C. Gutiérrez, la respuesta la da Wells, quien afirmó que dichas moscas de
la fruta deben ser cuidadosamente engendradas a partir de tres especies mutantes conservadas
artificialmente: una circunstancia inviable en la naturaleza.
Quienes me conocen saben que solo he escrito libros de derecho, por lo que este zapatero
debería limitarse a sus zapatos. Es cierto, pero fui obligado por las circunstancias. La idea
que propuso el abogado Hess, de celebrar en nuestros colegios, -como si se tratara de una
verdad absoluta-, una teoría cuestionada por un sector de la ciencia, implicaría adoctrinar a
los jóvenes estudiantes con la idea de que somos un accidente de ciegas casualidades
materiales...vidas sin propósitos trascendentes. Sin duda, algo equivocado, que conminaría a
someternos a la dictadura de la desesperanza...
PÁGINA QUINCE
FELIPE MORA BERMÚDEZ | mora@mpi-cbg.de
Fortalezas de una teoría científica
Las ideas religiosas pueden coexistir con la ciencia, pero no deben confundirse con ella
Felipe Mora Bermúdez Instituto Max Planck de Biología Celular y Genética, Dresden, Alemania. Premio
Nacional de Ciencia 2007 (23-07-08)
Los artículos recientes sobre la teoría de la evolución en este foro son una
ventana útil para aclarar conceptos básicos al público. Se trata, al fin y al
cabo, de la teoría medular de las ciencias de la vida.
Esta no es una respuesta directa a quien intentara desvalorizarla.
Investigadores muy distinguidos ya respondieron eficazmente. Además,
esos intercambios siguen un patrón monótono y repetitivo: creacionistas
intentan desacreditar la evolución con ocurrencias o tergiversaciones;
investigadores competentes las refutan presentando datos y publicaciones
científicas; se solicita lo mismo a los creacionistas.
El intercambio con potencial interés científico invariablemente termina
ahí, porque no existe evidencia reconocida que contradiga la evolución o
apoye el creacionismo o “diseño inteligente”. Espiritualmente, cada quién
es libre de invocar fuerzas o propósitos sobrenaturales para la vida y las
especies, pero no hay necesidad ni evidencia científica de ello. Resta
únicamente saber si la necedad de querer atribuirle carácter científico a
creencias místicas es maliciosa o por ignorancia honesta. Hay que
combatir ambas cosas con educación.
Atacar la evolución con opiniones, incluso de algunos “expertos”, es
francamente inútil, más cuando esos “expertos” están ligados a grupos
religiosos conservadores, cuando sus argumentos ya fueron refutados, o
cuando las opiniones son mal comprendidas o sacadas de contexto.
Cabrían críticas de nivel científico, con datos y publicaciones en mano, y
las hubo cuando Darwin presentó sus ideas. Estas continuaron
vigorosamente hasta cumplir las exigencias de la ciencia, con creces.
Desde entonces, la teoría de la evolución se fortalece constantemente con
contribuciones de todas las ciencias naturales. La consulta de los datos
originales, obtenidos, verificados y publicados con rigor científico es
insustituible, pero complementando las citas de los previos
investigadores, puede empezarse con www.talkorigins.org y
http://nationalacademies.org/evolution de la Academia de Ciencias de EE.
UU.
Hipótesis, hecho y teoría. Es ahora necesario aclarar el concepto
“teoría”. A diferencia del concepto popular de teoría, el concepto
científico no es, de ningún modo, sinónimo u equivalente de hipótesis o
creencia. Sostener tal afirmación demuestra menosprecio o ignorancia de
los fundamentos de la ciencia.
Como otras teorías científicas, la evolución es un conjunto coherente de
propuestas que alcanzaron tal validez, que se usan como principios
generales para explicar, por ejemplo, cómo cambian las especies. Es tan
sólida que muchos científicos la consideran como el mejor ejemplo de
“teoría científica”. Otros ejemplos notables son la teoría celular, las
teorías de la gravitación universal, de la relatividad, de la mecánica
cuántica y del cambio climático antropogénico. Las humildes hipótesis
científicas tampoco son antojadizas, deben ser verificables
experimentalmente.
La siguiente es una manera simplificada de relacionar los conceptos
científicos de hipótesis, hecho y teoría: una hipótesis apoyada por
suficiente evidencia puede considerarse un hecho. Un modelo coherente,
construido a partir de hechos, y que explica procesos generales, puede
considerarse una teoría. Vea que este esquema pone, a propósito, al
concepto “hecho” como parte del concepto “teoría”.
Nótese también la ausencia de “verdades absolutas”. Este término
implicaría que todos y cada uno de los ejemplos imaginables de un
proceso fueron verificados. En nuestro vasto universo, eso es imposible.
La ciencia tiene por naturaleza el pragmatismo para no afirmar absolutos;
de otra manera, no sería ciencia, sería dogma o fe. Sin embargo, cuando
toda la evidencia obtenida confirma un modelo, se le otorga el rango de
teoría, el más alto posible dentro de la ciencia.
La usual confusión y uso impreciso de estos y tantos otros conceptos por
los creacionistas revela su mala comprensión del tema. “Micro-” y
“macroevolución” son otro ejemplo. Estos conceptos describen
esencialmente la misma evolución, aunque vista a escala diferente.
Ambos “tipos” han sido demostrados (vea fuentes previas).
“Macroevolución” es simplemente “microevolución” acumulada.
Teoría aceptada. Hay muchas razones por las que prácticamente todos
los científicos especializados del mundo aceptan la síntesis moderna de la
evolución: los organismos existen y cambian desde hace millardos de
años.
Hay organismos, como las aves, que no existían hace 250 millones de
años y que provienen de organismos ancestrales. Es más, todos los
organismos actuales provenimos de organismos ancestrales, y nuestros
cuerpos, células y genes son un gran conjunto de evidencia sólida al
respecto. Estas y muchas otras son afirmaciones equivalentes a que la
tierra es esférica y que el sol saldrá mañana.
Además, la teoría de la evolución explica con coherencia y solidez cómo
suceden estos cambios: la combinación de factores como la variabilidad,
la selección natural y la derivación génica. Refutarla requeriría entonces
mucho más que ocurrencias. Se requeriría demostrar que toda esa
evidencia es errónea, irrelevante o que otra teoría la explica mejor.
Como no hay tal, la comunidad científica especializada no se enfoca
desde hace décadas en debatir la validez fundamental de la evolución. Los
debates científicos siguen vigorosos, pero acerca de cómo actúan y se
interrelacionan esos fascinantes mecanismos naturales que sustentan la
evolución.
Religión y ciencia. Finalmente, quizás muchos pregunten: ¿Pueden la
religión y la evolución ser compatibles? Sin duda. La Iglesia Católica, por
ejemplo, ha manifestado que es compatible con el cristianismo,
reconociéndola como “más que una hipótesis” y apoyada por “diversos
campos del saber” (1996).
En cualquier caso, las ideas místicas o religiosas sobre la vida pueden
coexistir con la ciencia, pero no deben confundirse con la ciencia, ni
mucho menos enseñarse como tal.
La ciencia nos ayuda a comprender el mundo físico, y la enseñanza de la
evolución es fundamental para una formación general; debe, por lo tanto,
ser fortalecida en todos lo niveles.
CIENCIA
Humanos y monos
Unidad La ciencia enseña que todos los seres humanos formamos una sola especie, sin
diferencias de razas
EDGARDO MORENO ROBLES | emoreno@racsa.co.cr
Revista Ancora, La Nación, 27 de julio del 2008.
En 1966 se filmó la película Un millón de años antes de Cristo, cuyo
afiche, con la protagonista Raquel Welch, causó furor y dio la vuelta al
mundo. En ese filme se recreaba una versión troglodita de Romeo y
Julieta entre dos grupos humanos “diferentes”, que establecían luchas
absurdas con dinosaurios y pterodáctilos.
Obviando todas las inexactitudes y las pésimas actuaciones de ese
largometraje, hay un aspecto que vale la pena rescatar. Efectivamente,
durante un periodo entre 50.000 a 30.000 años a. C., en Eurasia
cohabitaron dos especies de seres humanos diferentes. Una de ellas, el
Homo sapiens , ha sufrido pocos o ningún cambio desde el punto de vista
genético, físico y cerebral, aunque sí cultural. Estos fueron nuestros
ancestros directos.
La otra especie la constituían humanos de menor estatura, mucho más
robustos, con un cráneo más chato y alargado, que contenía un cerebro
mayor que el nuestro, y una estructura gutural distinta. Este segundo
grupo se llama Homo neanderthalensis y fue descubierto en el valle de
Neandertal (Alemania). Lo conocemos por sus fósiles, utensilios y
algunos restos de su material genético.
Especies. La convivencia entre esas dos especies de homínidos es difícil
de imaginar. ¿Serían capaces esos dos grupos de generar los mismos
deseos, de imitarse, de sentir atracción mutua y de reproducirse?
¿Amarían, odiarían y recordarían a sus muertos? ¿Por qué los
neandertales desaparecieron y nosotros permanecimos? ¿Acaso fuimos
nosotros los responsables de su extinción o lo fue el Diluvio Universal?
En resumen, ¿fueron los Neandertales realmente una especie distinta, o
solo pertenecen a otra variedad de Homo sapiens, ahora desaparecida?
La mayor prueba de la evolución orgánica radica en un aspecto que a
primera vista parece contradecir nuestro sentido común. Las especies –si
tal cosa existe– no son permanentes ni estables; derivan a través del
tiempo, unas más rápidamente que otras, y muchas se extinguen. Es decir,
las especies no son “fijas”.
El concepto de “especie” es un principio de incertidumbre donde la
divergencia y la selección son mecanismos de cambio y adaptación
constante, algo así como una “dialéctica orgánica”. Por tanto, la
existencia simultánea de varias “especies” de homínidos distintos es
coherente con las concepciones evolutivas y no plantea un problema
científico. Sin embargo, es comprensible que la coexistencia de dos o más
especies de humanos genere dificultades éticas.
En este sentido, cuando nos referimos a especies de animales, no tenemos
problemas existenciales ni éticos. Reconocemos a las especies europeas
de vacas como Bos taurus, y las diferenciamos de los cebús de la India,
Bos indicus . Sin embargo, estas dos especies son capaces de reproducirse
entre ellas y de generar terneros fértiles.
Eso parece contradictorio cuando uno de los tantos conceptos de
“especie” establece la incompatibilidad reproductiva como una barrera
entre las especies. Hasta aquí, el problema parece ser de poco interés;
pero ¿qué ocurriría si involucrásemos a los chimpancés con los humanos?
Desde el punto de vista del número de cromosomas y del material
genético, los chimpancés y los humanos somos casi idénticos. Según
como se mida, la similitud entre las secuencias del ADN es entre 96% y
99%. Esa diferencia es mucho mayor que la existente entre vacas
europeas y cebús.
Diferencias sutiles. Hace más de 25 años, un grupo liderado por Michael
Bedford demostró que los espermatozoides humanos son capaces de
penetrar óvulos de primates, lo que predice la posibilidad real de que,
mediante fecundación “in vitro”, se pudieran generar híbridos entre
chimpancés y humanos.
Ese asunto traza una disyuntiva que nos colocaría en una posición similar
a la de nuestros ancestros cuando cohabitaban con los neandertales. Es
decir, ¿seríamos capaces de reconocer a estos híbridos como seres
humanos, medio humanos o simplemente como animales? ¿Tendrían
alma? Estas son preguntas situadas fuera del campo de la ciencia; sin
embargo, esta nos ayuda a evaluar el contexto y a tomar decisiones
ilustradas.
Si los científicos dieran pruebas concluyentes de que los escandinavos son
más inteligentes que los centroafricanos (o viceversa), deberíamos
aceptarlas y enseñar esto en las escuelas y universidades. Sin embargo, la
certeza científica apunta en otra dirección y convierte ese tipo de visiones
discriminatorias en absurdos.
Las investigaciones genéticas y antropológicas señalan que los humanos
modernos provienen de un grupo muy reducido, que estuvo al borde de la
extinción hace unos 150.000 años. Además, las diferencias genéticas entre
negros africanos que vivan a cien kilómetros de distancia, pueden ser
mayores que las que hay entre africanos y escandinavos.
Las “pruebas” de coeficiente intelectual IQ no han logrado revelar
diferencias cognoscitivas esenciales entre grupos y sexos.
Pese a todo, aún persisten remanentes discriminatorios. Por ejemplo, decir
que el candidato demócrata Barack Obama representa a los
“afroamericanos” de los Estados Unidos es una aberración.
Todos los humanos provenimos de ancestros africanos; por tanto, John
McCain, el candidato republicano, es tan “afro” como cualquier otro.
(Obama es un mulato nacido en Hawái, lo que lo convierte en algo así
como en un “afroamericanopolinesio”.)
Si comparásemos los genomas de esos dos candidatos, las divergencias
serían sutiles y no se diferenciarían significativamente de los genomas del
resto de los humanos y apenas del de los chimpancés.
Integración natural. Las personas nos ubicamos en una sola especie, sin
razas; pero esta identidad no se debe a las semejanzas (o diferencias) que
la ciencia ha revelado sobre nuestro material genético.
Los nombres son un asunto práctico, y –como dijimos– el concepto de
“especie” es una incertidumbre. Sin embargo, cuando el concepto
involucra a los humanos, entonces se convierte en un problema ideológico
y moral. Dentro de ese contexto, la preocupación de los creacionistas y
proponentes de otras quimeras (como “el diseño inteligente”) no reside en
la probada generación de la resistencia bacteriana a los antibióticos, como
resultado de mutaciones y selección, o de otras evidencias ampliamente
documentadas sobre evolución y diferenciación orgánica.
Lo que incomoda a esos grupos, es que las personas se incluyan dentro
del contexto de la evolución por medio de la selección natural. Por esto
dirigen sus ataques contra Charles Darwin, y no contra Alfred Wallace,
aunque ambos fueron autores del trabajo en el que plantearon los
mecanismos de la evolución de los seres vivos, hace 150 años.
En su libro El origen del hombre (1871), Darwin propuso que los
humanos evolucionan mediante el mismo mecanismo por el cual lo hacen
las flores y las iguanas. Su significado es lo que algunos rechazan ahora,
incluso en los albores del siglo XXI.
Sin embargo, es precisamente la prueba darwiniana la que nos permite
integrar a la humanidad con la naturaleza y comprenderla desde una
perspectiva amplia y solidaria. Nuestra permanencia como la última y
sola “especie” de humanos depende de ello.
La ciencia solo descubre y propone, pero los humanos somos los que
disponemos. No se trata de que todos seamos iguales, sino del potencial
real y la voluntad que tengamos para serlo.
EL AUTOR ES MIEMBRO DEL PROGRAMA DE
INVESTIGACIÓN EN ENFERMEDADES TROPICALES DE LA
UNA E INTEGRA LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS DE
COSTA RICA.
TOMÁS GONZALEZ GARCÍA
Las carencias de la macroevolución
Respetables científicos consideran insatisfactoria la teoría neodarwinista
Biogenetista cubano, 28 de julio del 2008
Los que hemos trabajado y estudiado en investigaciones genéticas, como es mi caso, sabemos
lo acertado del planteamiento central del artículo del abogado doctor Fernando Zamora
Castellanos, el cual denuncia el excesivo apego de muchos científicos a la teoría de la
selección natural. Por los descubrimientos que ha facilitado la biotecnología no podemos
negar la indudable respetabilidad de los cuestionamientos de un serio y respetable estamento
científico, que considera hoy insatisfactoria la teoría neodarwinista, la cual concibe el origen
de nuevas estructuras corporales teniendo lugar a partir de la recombinación al azar de
fragmentos de ADN durante largas eras.
Lo que pasa es que aunque la selección natural y las micromutaciones son una fuerza que
juega un cierto papel en la evolución de nuevas estructuras y morfologías, es casi imposible
que por sí sola dicha teoría explique la aparición de nuevos elementos específicos de la
construcción corporal. Esta NO es una observación exclusiva de los científicos del diseño
inteligente, la cuestión también se la han debido plantear científicos macroevolucionistas en
el congreso de Viena en 1999 tal y como puede verse en la publicación de Gerd Muller y
Stuart Newman, de la Editorial Mit Press del 2003. Desde su capítulo de introducción, los
mismos autores dejan claro los desafíos que enfrenta la actual teoría centrada en el gen.
Los genes HOX. Ante las carencias del darwinismo, científicos como Lynn Margulis han
debido recurrir a otras teorías menos convincentes como la de la simbiosis, que tampoco ha
podido ser comprobada pues se ha demostrado que células complejas como las eucariotas no
poseen ni rastro de los genes típicos que constituyen a las actuales bacterias espiroquetas.
Veo además que el artículo del Dr. Zamora encendió también el debate en relación con los
genes HOX. El problema que existe es que para la teoría de la selección natural todas las
estructuras de los seres vivos, incluidos los genes, deben irse transformando de lo simple a lo
complejo.
Así las cosas los seres primitivos deben tener genes primitivos y esperar profundas
diferencias entre genes que deben estar distantes en la escala de evolución. Para que fuese
aplicable la teoría de Darwin, cientos de millones de años de mutaciones y selección natural
deben provocar que los genes de una especie primitiva sean más sencillos que los genes de
otra superevolucionada, sin embargo la fila de genes HOX existe en todos los seres vivos y
sirve para lo mismo y no se han ido gestando lentamente ni se han producido por
macromutaciones o según el equilibrio puntuado y cualquier alteración en dichos genes en
vez de mejorar, perjudica a los seres vivos.
El ejemplo del ojo. Esto nos plantea a los genetistas una interrogante hasta ahora con
intentos de ser contestada, pero no satisfactoriamente. Los otros aspectos que atiende el
artículo del Dr. Zamora como el ejemplo de los sistemas irreductiblemente complejos, en la
que él dio solo un ejemplo, el del ojo, fue explicado por Darwin apelando a la idea de que el
ojo evolucionó de un fotorreceptor hasta lo que hoy es.
Sin embargo el conocimiento que hoy se tiene de la inmensa complejidad del ojo, no es el
mismo que teníamos en el siglo XIX, pues hoy, con el conocimiento más profundo de este
órgano, los científicos aún tratan de entender plenamente el complejo proceso en que solo
algunas partes de las piezas de los ojos –como son los fotorreceptores, los bastoncillos y
conos–, transforman la luz que reciben en señales en parte eléctricas y en parte químicas en
donde la luz que creara la imagen desaparece, apareciendo en su lugar señales en código.
Solo un dato como este deja también en entredicho la teoría darwiniana.
Como investigador genetista –y, desde luego, muy interesado en la linda Costa Rica, pues
debí vivir algún tiempo en vuestro país después de mi salida de Cuba–, he seguido desde la
página web del periódico este interesante debate y me permito solo este brevísimo
comentario.
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