A lo largo del siglo XIX se desarrolló en España el movimiento obrero. Su aparición se vio favorecida por las difíciles condiciones laborales y económicas de los trabajadores, así como por falta de protección en caso de accidente o enfermedad. Inicialmente, las primeras protestas no tuvieron carácter político, pues se centraron en el derecho de asociación y en el mantenimiento del sueldo. el ludismo fue la primera expresión de rebeldía obrera contra la introducción de nuevas máquinas a las que se responsabilizaba de la pérdida de trabajo y de la bajada de salarios. El incidente más relevante fue el incendio en 1835 de la fábrica de hilados y tejidos de Bonap/ata en Barcelona, primer taller donde se introdujo el vapor como fuente de energía. Estas protestas fueron duramente reprimidas por los gobiernos de la época. Muy pronto, los trabajadores comprendieron que el origen de sus problemas no estaba en las máquinas, sino en las condiciones de trabajo que imponían sus propietarios. De esta manera la lucha obrera se centró en la defensa del derecho de asociación y las mejoras de las condiciones de vida y de trabajo. Fue entonces cuando el movimiento asociacionista obrero se extendió creando las Sociedades de Socorros Mutuos20, a las que los obreros asociados entregaban una pequeña cuota para asegurarse una ayuda en caso de desempleo, enfermedad o muerte. La primera de estas asociaciones fue la Sociedad de Protección Mutua de los Tejedores del Algodón, creada en Barcelona en 1840.