Resistencia feminista y El Angel del Hogar Author(s): María Arrillaga Source: Caribbean Studies, Vol. 25, No. 3/4 (1992), pp. 355-372 Published by: Institute of Caribbean Studies, UPR, Rio Piedras Campus Stable URL: https://www.jstor.org/stable/25613081 Accessed: 01-12-2019 04:57 UTC JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact support@jstor.org. Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at https://about.jstor.org/terms Institute of Caribbean Studies, UPR, Rio Piedras Campus is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Caribbean Studies This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar Maria Arrillaga* El actual sistema social con todos sus errores se sostiene por la ignorancia y la esclavitud de la mujer. Luisa Capetillo1 Sin libertad no hay amor, Sin derecho no hay deber. ^C?mo pues se las entiende para vivir la mujer? Lola Rodriguez de Ti?2 Nous qui sommes sans passe" les femmes Nous qui n'avons pas d'histoire Depuis la nuit des temps, les femmes Nous sommes le continent noir. Levons-nous femmes esclaves Et brisons nos entraves Debout! Asservies, humili?es, les femmes Achet?es, vendues, viotees Dans toutes les maisons, les femmes Hors du monde reteguees. Levons-nous. . . Canci?n del MLF franceV * Departamento de Espanol, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras. CARIBBEAN STUDIES, Vol. 25, 3-4 (1992): 355-371. 355 This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 356 Maria Arrillaga Siempre ha habido resistencia femenina. Un hermoso y temprano ejemplo de esta resistencia es la transformaci?n en ?rbol de parte de Dafne ante la agresividad de Apolo. No obstante varias y m?ltiples instancias de resistencia a trav?s de los siglos, el primer movimiento organizado de liberaci?n femenina surge en el Siglo XIX en Norteam?rica. Las ideas libertarias que conmueven a los hombres conmueven tambi&i a las mujeres y las incitan a luchar por sus derechos.4 El movimiento de liberaci?n femenina norteamericano se inspir? en la Declaraci?n de Independencia y en el movimiento abolicionista. Este esfuerzo libertario culmin? con la Primera Convenci?n Pro Derechos de la Mujer celebrada en S6neca Falls, Nueva York, en 1848. Durante las ultimas d6cadas del Siglo XIX y principios del XX, la mujer fue gradualmente admitida a la enseftanza secundaria y universitaria, las leyes de propiedad fueron reformadas a su favor, las de matrimonio y divorcio alteradas con el prop?sito de mejorar su situaci?n y paulatinamente fue adquiriendo el derecho al voto.5 Aun con los logros setlalados, no se alcanz? la igualdad de la mujer. Kate Millet considera que el error fue reducir a un solo problema, la ausencia del derecho al voto, toda una revoluci?n social. Seftala tambi6n que el movimiento sufragista no incorpor? adecuadamente a las clases trabajadoras.6 Un punto clave respecto de la ineficacia del movimiento de liberaci?n femenina para conseguir la igualdad de la mujer es el hecho de que hasta ahora la emancipaci?n se ha limitado a la esfera profesional y econ?mica y apenas ha rozado el aspecto emocional de la vida familiar.7 Manifestaciones del discurso feminista en Puerto Rico No obstante la afirmaci?n de Isabel Pic? de que la mayor parte del Siglo XIX en Puerto Rico carece de movimiento feminista asf como de conciencia feminista arraigada, ella misma seftala, en otro trabajo, las contribuciones a la educaci?n de la mujer de parte de Maria Bibiana Benftez, Alejandrina Benftez y Lola Rodriguez de Ti?, asf como la aparici?n, a partir de 1856, de varias revistas y publicaciones alentadoras de la educaci?n femenina tales como La guirnalda puertorriquena (1856-1857), editada por Ignacio Guasp y La azucena de Alejandro Tapia y Rivera.8 This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar 357 Jose Marfa de Labra, diputado a Cortes, seftal? los discrfmenes contra la mujer espafiola y la puertorriquefla. Rafael Marfa de Labra, Jos6 Pablo Morales Miranda, Gabriel Ferrer y Salvador Brau abogaron tambten a favor de la educaci?n de la mujer.9 El discurso feminista puertorriqueflo tiene un temprano, fructffero y variado desarrollo que vale la pena estudiar sistem?ticamente. Aun cuando el ?nfasis decimon?nico parece limitarse a la esfera educativa, tan temprano como en 1841 nuestraprimerapoetisaen el tiempo, Marfa Bibiana Benftez, acusa ya conciencia de la polftica sexual en su poema "La flor y la mariposa". M?s adelante, en 1895, Carmela Eulate Sanjurjo publicar? su novela La mufieca que todavfahoy impresiona por sus claros valores literarios y de liberaci?n humana. En esa novela el hombre aparece como la vfctima de su esposa quien ha internalizado hasta un punto lfmite los par?metros de su educaci?n como mujer. El mensaje es claro: la subordinaci?n de la mujer le hace daflo a los hombres tambi?n. En 1894 Ana Roqu? de Duprey funda La mujer, primera publicaci?n peri?dica defensora de los derechos de la mujer. La labor de Roqu? de Duprey fue amplia tanto a nivel creativo como a nivel de activista feminista. Organizadora de la Liga Femfnea Puertorriquefia (1917) y la Asociaci?nde Mujeres Sufragistas (1924) edit? tambi?n otras publicaciones peri?dicas tales como La evoluci?n (1902), La mujer del Siglo XX (1917-1921), El album puertorriqueflo (1918) y El heraldo de la mujer (1919). Roqu6 cultiv? tambi?n la novela y el cuento, public? obras de car?cter pedag?gico y escribi? un breve Estudio sobre la flora puertorriquefia.10 Participaron tambi?n en el discurso feminista Trinidad Padilla de Sanz y Marfa Luisa de Angelis, quien publica el primer libro puertorriqueflo dedicado a la biograffa femenina: Mujeres puertorrique?as que se han distinguido en el cultivo de las ciencias, las letras y las artes desde el Siglo XVII hasta nuestros dias (1908). De Angelis fund? y edit?, adem?s, las revistas Pluma de mujer y F?mina. Angela Negr?n Mufloz colabor? con varios peri?dicos publicando artfculos en defensa de los derechos de la mujer. Autora de Mujeres de Puerto Rico (1935), contin?a el quehacer de biograffa femenina que iniciara de Angelis.11 Isabel Andreu de Aguilar llev? a cabo una "Resefla hist?rica del movimiento feminista en Puerto Rico" (1935) y Mercedes Sol? public? el libro Feminismo en 1922. This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 358 Maria Arrillaga Aprovechamos este apartado para recordar a nuestra tfa abuela, Maria Luisa Arcelay, responsable de nuestra educaei?n y parte de nuestra crianza. Arcelay fue la primera mujer legisladora en Hispanoam?rica. Sirvi? en la C?mara de Representantes de Puerto Rico durante los cuatrenios correspondientes al 1932 y 1936. Ofrecemos testimonio personal de una mujer cuya vida fue modelo de valores feministas.12 Adem?s de las contribuciones ya sefialadas, interesa el hecho de la participaci?n del movimiento obrero puertorriquefto en el movimiento de liberaci?n femenina. En 1908, en el Quinto Congreso Obrero de la Federaci?n Libre de Trabajadores se pas? una resoluci?n que abogabapor el sufragio universal. Cabe seftalar las discrepancias, desavenencias y escisiones entre las sufragistas, en su mayorfa burguesas, y las lfderes trabajadoras proletarias.13 Como muestra del fermento libertario de principios de siglo, en ese mismo afto de 1908 Nemesio Canales present? un proyecto de ley ante la asamblea legislati va para conceder el sufragio a la mujer. En 1912 Luis Mufloz Rivera propuso una cl?usula para la plataforma de su partido reconociendo la posici?n de inferioridad que sufrfa la mujer puertorriquefta y propuso alternativas para mejorar su situaci?n.14 Culminamos estas notas con la figura de Luisa Capetillo, lider obrera y activista feminista, autora de Ensayos libertarios (1909), La humanidad en el futuro (1910), lnfluencia de las ideas modernas (1916), Mi opinion sobre las libertades y derechos de la mujer como companera, madre y ser independiente (1911). Isabel Pic? la considera "La mejor exponente de la nueva ideologfa femenina" de su 6poca y Rosa Santiago Marazzi opina que sus ensayos podrian catalogarse "como el primer manifiesto feminista en Puerto Rico".15 Es indudable el valor de Luisa Capetillo. No obstante contradicciones de las cuales ella misma confiesa estar consciente, articula la idea de lo imprescindible de "la autoridad de la experiencia" de la mujer en asuntos que la conciernen. Este principio lo inaugur? el simp?tico personaje de Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, Wife of Bath, y ha sido retomado por la crftica literaria contempor?nea. Capetillo expone, adem?s, otras ideas respecto de la condici?n femenina ampliamente estudiadas hoy dfa tales como el aislamiento de la mujer, la mujer como mercancfa y la importancia del trabajo para la mujer. Lo que nos parece m?s revolucionario de todo el ideario de Capetillo, puesto que constituye This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar 359 arranque imprescindible para entender por qu? se perpet?a su subordinaci?n no obstante las victorias sufragistas y las reformas alcanzadas, son sus ideas respecto de la represi?n sexual y los aspectos emocionales y de vida familiar de la polftica sexual.16 Luisa Capetillo intufa, antes de que Virginia Woolf lo afirmara, que para la mujer liberarse tenfa que matar el Angel del Hogar. El Angel del Hogar o los dispositivos de la perpetuaci?n de la subordinaci?n Su alma, que antano se estremecia de placer Porque ninguna mirada posefa su belleza, Se maravilla ahora del atrevimiento con que miran Lo que solamente le pertenece a eT; La indignidad de aceptar regalos Excita su pecho amante; Un rapto de sumisi?n eleva Su vivir a celestial ?xtasis; Ya no es nada de lo que ha sido; Volver a la infancia es morir y Toda su sabiduria de mujer Es para amarlo por lo que 61 sabe. Coventry Patmore, El Angel del Hogar11 El modelo ideal de feminidad y domesticidad, de perfecta casada, madre y mujer ejemplar vigente en la Inglaterra del Siglo XIX cobra cuerpo en la protagonista del poema largo de Coventry Patmore El Angel del Hogar (1885). Asf describe Virginia Woolf el Angel del Hogar: ...Eraintensamente comprensiva. Era intensamente encantadora. Carecia totalmente de egoismo. Destacaba en las diffciles artes de la vida familiar. Se sacrificaba a diario. Si habfa polio para comer, se quedaba con el muslo; si habia una corriente de aire, se sentaba en medio de ella; en resumen, estaba constituida de tal manera que jam?s tenia una opini?n o un deseo propios, sino que preferfa siempre adherirse a la opini?n y al deseo de los dem?s. Huelgadecir que, sobre todo, erapura. Se estimabaque su pureza constitufa su principal belleza. Su mayor gracia eran sus rubores.18 Esta imagen convencional de lo que se espera de una mujer nada tiene que ver con la realidad de la escritura. Representa una imagen inaut?ntica de feminidad que los hombres imponen a las mujeres o This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 360 Maria Arrillaga las mujeres se imponen a si mismas como resultado de su condicionamiento social. Virginia Woolf estim? que para poder desarrollar su obra con autenticidad las escritoras debfamos matar el "Angel del Hogar": ...Si no lo hubiera mat ado, 61 me hubiera matado a mi. Hubiera arrancado el coraz?n de mis escritos. Si, por cuanto, en el mismo momento en que puse la pluma sobre el papel, descubrf que ni siquiera la critica de una novela se puede hacer, sin tener opiniones propias, sin expresar lo que se cree de verdad acerca de las relaciones humanas, de la moral y del sexo. Y, seg?n el Angel de la Casa, las mujeres no pueden tratar libre y abiertamnente estas cuestiones. Deben servirse del encanto, de la conciliaci?n, deben, dicho sea lisa y llanamente, decir mentiras, si quieren tener 6xito.19 Junto con Virginia Woolf mataremos el Angel. Para tener 6xito en esta empresa debemos conocerlo bien. El Angel del Hogar vivfa rozagante y feliz en la Espafta de la segunda mitad del Siglo XIX. Varias revistas dirigidas a la mujer y a la familia tales como La moda elegante ilustrada, El correo de la moda, La guirnalda, El museo de la familia, adem?s de tratados de medicina y manuales de educaci?n para el matrimonio, instrufan a la mujer espafiola sobre c?mo ser y comportarse, en qu6 ocuparse y c?mo pensar. De manera especial, se le indicaba aquello hacia lo cual nunca debfa aspirar dado su rango como ser "superior".20 Seria interesante ver c?mo se manifiesta el Angel del Hogar en las revistas puertorriqueftas de la misma 6poca. Se puede atisbar la vigencia de esta ideologfa en un acr?stico que Alejandro Tapia y Rivera le dedica a su esposa Rosario dentro del texto de La sataniada: Rostro era de mujer, de ?ngel su esencia: ojos azules, cual celeste velo: seraffn y mujer, doble existencia, arc?ngel terrenal, mujer del cielo. Radiante cual de Dios en la presencia, inspirando de amor celeste anhelo ostentando infinita bienandanza, de una dicha sin fin era esperanza.21 La imagen del Angel del Hogar podrfa resumirse en el gozoso sacrificio que supone vivir totalmente en funci?n de los dem?s dentro de la esfera limitada del hogar. Honoria, la protagonista del poema de Patmore se arrebata de placer en el cumplimiento de sus This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar sacrificadas funciones. Su virtud esencial consiste en que enaltece a su hombre a expensas de su propia identidad y antepone en todo momento el bienestar de su familia al suyo propio. Dicha ideologfa se expresa perfectamente en el poema "Carta de recomendaci?n" de Jose Antonio D?vila. Como el Angel de Patmore y el que describe Woolf, la protagonista de "Carta de recomendaci?n" es dulce y tfmida. "Es la m?s hacendosa en la colmena / donde por todos se ha sacrificado". Sulaboriosidadseperpet?am?sall?delamuerte. En el cielo la vemos realizando tareas que a cualquier mujer dejarfan exhausta. Pero no faltaba m?s: Asi ha sido ac? abajo: nunca escasa de si misma en el bien de dicha ajena; es la m?s abnegada de la casa y la m?s hacendosa en la colmena. Y asi ser? all? arriba: en lo que puede hacer por otros, no andar? remisa. Ponla a sueldo, Senor, de una moneda: la moneda de luz de tu sonrisa.22 Freud adelantarfa tres rasgos principales del car?cter femenino: narcisismo, masoquismo y pasividad. AI Angel del Hogar se le ha quitado el narcisismo para garantizar que la muchacha, cuya coqueterfa fue entrenada para agradar a los hombres, no se conduzca mal luego de casada.23 Hoy dfa la imagen del Angel del Hogar se perpet?a en la glorificaci?n del rol de ama de casa, de esposa y madre como objetivo principal del destino femenino, respaldado por lo que llama Betty Friedan la "mfstica femenina". Esta "mfstica femenina" queda respaldada por los medios de comunicaci?n masiva y t?cnicas de mercadeo que necesitan hacer de la mujer una feliz consumidora de productos femeninos y artfculos para el hogar. El respaldo que se le brinda a la mfstica femenina en aras de su perpetuaci?n es multiple. Adem?s de la tecnologfa propagandfstica reci?n seflalada, incluye la interpretaci?n ideol?gica de Freud y los hallazgos antropol?gicos de Margaret Mead, la educaci?n y el ?nfasis en el romance como objetivos primordiales de la b?squeda de felicidad femenina. El rol de la mujer se glorifica equipar?ndose su lugar hegem?nico en la casa con aqu?l del hombre en la sociedad. Su aceptaci?n de este lugar asignado le impide a la mujer el m?ximo desarrollo de sus capacidades.24 This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 361 362 Maria Arrillaga Una duplicidad de intereses y objetivos que desgarran a la mujer contempor?nea y demoran su proceso de crecimiento hacia la autonomfa es el saldo de dicha mitificaci?n. Viola Klein ha expresado con toda claridad el dilema planteado: Aunque existe la igualdad nominal de los sexos, subsisten, como antes, dos distintas esferas de trabajo: una en conexi?n con el hogar y la familia, que es el dominio exclusivo de la mujer, y otra, la esfera de los negocios y profesiones que actualmente es compartida por ambos sexos. Esto significa que la mujer ha adquirido multitud de nuevas funciones, pero al mismo tiempo ha perdido pocas de las que antes desempenaba. El tratamiento diferencial no se limita s?lo a la esfera del trabajo. Coexisten, de hecho, dos ideologias, una que acent?a la igualdad de derechos y facultades, y otra que pone de relieve los intereses distintos de la mujer. Mientras ella aparece, como ciudadana y trabajadora, en las primeras p?ginas de nuestra prensa diaria, las columnas de avisos apelan a sus sentimientos especificamente femeninos: el deseo de agradar al hombre con sus encantos y el ansia de amor. Mientras la mayoria de los diarios y libros se dirigen a todos los ciudadanos sin distinci?n de sexos, hay un floreciente ramo dedicado exclusivamente a la mujer y basado en el antiguo supuesto de que su interns princi pal o ?nico se refiere a los vestidos, el maquillaje, la costura, la cocina y el amor rom?ntico.25 El Angel del Hogar corresponde a uno de los muchos estereotipos femeninos. La noci?n de estereotipo conlleva inexactitud respecto de la persona individual. El estereotipo es una imagen, un hecho subjetivo, una forma de aprehender el mundo exterior de acuerdo a nuestra memoria, suefios y deseos. Las im?genes, porque son emocionales, se pueden distorsionar. Los estereotipos contienen fijaci?n de cualidades, gestos, frases. Son las im?genes mentales de la sociedad creadas mediante el proceso de convertir las caracterfsticas de algunos individuos en modelo que se presume aplica a otros individuos que exhiben carateristicas similares.26 En opini?n de Klein: ...su efecto general tiende a ser inhibitorio. Serjuzgado como miembro de un grupo estereotipado, y no como individuo, implica una incalculable cantidad de restricciones, desalientos, sentimientos malsanos y frustraciones.27 This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar ^D?nde queda la mujer detr?s de toda esta pantalla construida? Seg?n Octavio Paz, "Su feminidad jam?s se expresa, porque se manifiesta a trav?s de formas inventadas por el hombre".28 Simone de Beauvoir concluye: Ahora podemos comprender por qu6 se encuentran tantos rasgos comunes en las requisitorias que se dirigen contra la mujer, desde los griegos hasta nuestros dias. Su condici?n ha permanecido igual a travel de cambios superficiales y define lo que se ha dado en llamar el "car?cter" de la mujer que "se encharca en la inmanencia", tiene espiritu de contradicci?n, es prudente y mezquina, carece del sentido de la verdad, de la exactitud y de la moralidad, y es bajamente utilitaria y mentirosa, comediante e interesada. En todas esas afirmaciones hay una verdad. Pero las conductas que la denuncian no le han sido dictadas a la mujer por sus hormonas, ni han sido prefiguradas en su mente, sino que son senaladas por su situaci?n.29 Veamos algunas de las consecuencias que trae consigo el Angel del Hogar. La duplicidad desgarradora que sefial?ramos respecto de las dos posiciones existentes en la actualidad, la igualdad de la mujer por una parte, el mito de la feminidad por otra, obliga muchas veces a la mujer a escoger entre derechos y sentimientos, entre intereses profesionales y emocionales. Asf, seg?n de Beauvoir: ...la mujer independiente se halla hoy dfa dividida entre sus intereses profesionales y las preocupaciones de su vocaci?n sexual. Le cuesta encontrar su equilibrio y s?lo lo asegura al precio de concesiones, sacrificios y acrobacias que le exigen una perpetua tensi?n. Hay que buscar aqui, mucho m?s que en los datos fisiol?gicos, la raz?n de la nerviosidad y fragilidad que se observan muchas veces en ella.30 Tanto Klein como Friedan consideran que una de las razones por las cuales las mujeres de hoy siguen viviendo las mismas circunstancias contra las cuales las primeras feministas se rebelaron es porque, no obstante los logros sufragistas, los mitos femeninos sobrevivieron y las j?venes entonces pensaron que tenfan que escoger entre el modelo de las primeras mujeres profesionales, asexuadas y solitarias, y el modelo de la mujer protegida y amada por su esposo e hijos.31 La perpetuaci?n de la imagen ideal, de la mujer pasiva dedicada al hogar, ha trafdo consigo, aun dentro de las exigencias actuales en que la participaci?n utilitaria de la mujer es aceptada y necesaria, una falta de estfmulo que se traduce en diferentes expectativas para This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 363 364 Maria Arrillaga ella y para el var?n, adem?s de cierta prohibici?n social a sobresalir puesto que las cualidades necesarias para el 6xito, ambici?n y agresividad, entre otras, no son vistas con buenos ojos cuando las ejerce una mujer.32 El pronunciamiento de Boccaccio, que sigue a continuaci?n, mantiene toda su vigencia hoy dfa: Resulta molesto y odioso ver a un hombre soberbio, y no hablemos ya de soportarlo. Pero lo insoportable e imposible es aguantar a una mujer orgullosa, porque en general la Naturaleza ha dotado a los hombres de orgullo y de un espfritu elevado, pero en cambio hizo a la mujer humilde y sumisa, m?s apta para cosas delicadas que para dominar. De modo que no habr? de sorprender que la ira de Dios sea m?s r?pida y sus sentencias m?s severas para las mujeres orgullosas cuando ocurre que sobrepasan los Hmites de su flaqueza.33 De acuerdo a Adrienne Rich el mito del Angel del Hogar le crea a la mujer una falta de identidad puesto que sin im?genes concretas y aut?nticas de sf misma, o muy pocas, no sabe c?mo existe dentro de una cultura que le ha negado experiencia aut?noma.34 Adem?s del problema que supone la vigencia del mito del Angel del Hogar existen otros escollos a la emancipaci?n final de la mujer. Viola Klein considera "que a la mujer le es imposible suprimir en el t?rmino de una o dos generaciones cadenas que tienen una tradici?n de siglos". La mujer ha internalizado inhibiciones que ya no le son impuestas por las costumbres sino por sus propias actitudes internas.35 La falta de tradici?n de verdadera emancipaci?n es responsable de la incapacidad y sentido de inferioridad que experimentan muchas mujeres en situaciones donde compiten con hombres en t?rminos m?s o menos iguales. De acuerdo al soci?logo W. I. Thomas: Incluso las mujeres m?s serias de nuestros dias, en cualquier trabajo que emprendan se hallan con repecto al hombre en la misma situaci?n del aficionado con respecto al profesional en un juego. Por mucho interns que tengan y por mucho que trabajen, a veces hasta el Hmite de su resistencia, entran tardiamente en el juego, como el aficionado, no se han entrenado extensamente, o bien carecen de la seguridad que solo puede lograrse por la competencia incesante con jugadores de primera linea. Nadie puede discutir que el aficionado al biliar tiene un sistema nervioso menos adaptado al juego que el del profesional.36 Ni hablar del hecho de que, contrario a lo que com?nmente se cree, This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar no existe igualdad de oportunidades. Acosta Bel?n y Sjostrom han documentado lo que llaman "la subutilizaci?n y el discrimen contra la mujer en la fuerza trabajadora", y concluyen: En Puerto Rico, las instituciones al igual que los patrones culturales y sociales preestablecidos operan de manera tal que privan a la mujer de alcanzar un mayor nivel de igualdad. La representaci?n de la mujer puertorriguena en profesiones influyentes y puestos de liderato es muy reducida. Su ausencia en los altos circulos gubernamentales es notable. La segregaci?n sexual en las profesiones, las ocupaciones y la fuerza de trabajo en general es un factor prevaleciente, y corrobora el car?cter predominantemente sexista de nuestra sociedad.37 Helen Icken Safa, despu?s de documentar la posici?n desigual de la mujer proletaria respecto del trabajador var?n, asf como de analizar minuciosamente toda una suerte de factores que conspiran para que no llegue a desarrollar conciencia de clase, concluye con una referenda al efecto debilitante que a manos de sus esposos sufre el Angel del Hogar proletario: "Indudablemente, el abuso sufrido por muchas mujeres a manos de sus esposos les hace sentirse mucho m?s oprimidas por los hombres y por el matrimonio que por su posici?n de clase".38 La subordinaci?n de la mujer se ha perpetuado, adem?s, a trav6s de una acendrada dial?ctica de premios y castigos. Una de las sanciones m?s elementales y m?s efectivas para mantener a la mujer en su lugar es el castigo del desamor. Uno de los premios de la subordinaci?n es la idealizaci?n y glorificaci?n de los roles e imagines que suprimen su energfa. Ha habido sanciones terribles como el ejemplo que provee la novela Balun Can?n de Rosario Castellanos donde Matilde es arrojada a la intemperie a morir de hambre y exposici?n a los elementos por su primo C?sar Arg?eyo como castigo por haber sostenido relaciones ilfcitas con Ernesto, el hijo bastardo de C?sar. En otras palabras, C?sar transgredi? impunemente, pero mata a su prima por el mismo tipo de transgresi?n. Las quemas de brujas constituyeron otro medio virulento de suprimir la energfa de la mujer. Sprenger, el gran inquisidor, habfa dicho: "Toda brujerfa tiene su origen en la lujuria carnal que en las mujeres es insaciable". La cacerfa de brujas representa el "ultimo intento desesperado de la Iglesia cristiana por vencer al demonio en el hombre mismo: sexualidad en figura de mujer".39 Hoy dfa no se queman brujas, pero subsiste en el uso ling?fstico el vocablo como This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 365 366 Maria Arrillaga uno de tantos que degradan y encharcan la imagen de la mujer. La falta de tradici?n emancipatoria, el condicionamiento social, la din?mica de identificaci?n con el opresor que comparten todos los grupos marginados, entre otras razones, han creado una falta de solidaridad femenina que no ayuda la lucha por la emancipaci?n. Se afiade a todo lo sefialado una generalizada desvirtuaci?n de logros femeninos, indicio de cuya din?mica es asignarle sexo masculino a los logros de mujeres como en el caso de reinas egipcias que se hacian llamar rey o el caso de Rabi'a, erudita del sufismo, cuyo bi?grafo consider? que no podia llam?rsele mujer puesto que una mujer en el Camino del Sefior se convierte en hombre.40 Tenemos un ejemplo hoy dia en Puerto Rico respecto de la din?mica que acabamos de exponer en la confusi?n que existe sobre el uso del t?rmino poeta o poetisa para referirse a las mujeres que hacen poesfa. Esta vacilaci?nsem?nticahasumido alaspoetisas en una situaci?n de encerrona, un tipico "double bind" ling?fstico que aprisiona de cualquier manera su imagen y la de su obra. La palabra poetisa que le es propia se ha llenado de asociaciones negativas, utilizada en el sentido de que una poetisa hace poesfa como las mujeres hacen poesfa y las mujeres que hacen poesfa no lo hacen tan bien como los hombres que hacen poesfa. El dilema se resuelve en la adopci?n del t?rmino poeta que la priva del t&rmino que provee la lengua para nombrar su especificidad. La soluci?n al proceso de degradaci?n y menosprecio del poetizar femenino que implica usar el t6rmino poeta no es soluci?n en realidad sino remate del proceso originario que la degrada y menosprecia. Es este un buen ejemplo de c?mo los terminos universales no son universales nada sino que son masculinos. AI hurtarle su especificidad gen6rica, el hombre castra a la poetisa. La anula. La sume en la encerrona de crear de acuerdo a una sensibilidad masculina. Sigue como consecuencia una intrincada red de polftica sexual donde para merecer el reconocimiento masculino la mujer debe renunciar, a un mismo tiempo que a su identidad gen6rica, a la especificidad de su expresi?n. ?Y qu6 de las mujeres que han obtenido logros protag?nicos en las ciencias o en las artes, en la polftica o en la vida social? Carmen Naranjo opina que "esas mujeres son los casos de excepci?n y no han abierto tradici?n cultural". La mujer que sobresale no le ha servido a otras mujeres de modelo, no s?lo por constituirse en excepci?n sino porque "su trascendencia se ha mirado como una especie de negaci?n al papel tradicional que la mujer ha tenido en This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar 367 la sociedad".41 Mary Daly opina que el sistema patriarcal permite a algunas mujeres la participaci?n en puestos de alto prestigio como especie de sfmbolo nominal que apacigua legftimas reclamaciones y perpet?a la diabetica opresiva.42 Dado lo extensivo de la desfiguraci?n que conlleva el mito del Angel del Hogar, asf como el mito supremo englobador de todos los mitos, el "Eterno femenino" que al establecer la feminidad como entidad contradice la variedad de la experiencia femenina, sigue en pie el planteamiento: ?qu? es una mujer? Ya en 1910 Emily James Putnam, decana de Barnard College, habia dicho que s?lo brind?ndole toda suerte de oportunidades a la mujer se podrfa descubrir quign es.43 En respuesta a la pregunta ?que es una mujer?, Virginia Woolf articula: "Os aseguro que no lo s6. No creo que nadie pueda llegar a saberlo, hasta que ella se haya expresado en todas las artes y profesiones abiertas a la humana capacidad".44 En 1936 Bernarda Alba habfa articulado: "Hilo y aguja para las hembras. L?tigo y mula para el var?n".45 De acuerdo a Lucia Guerra Cunningham: AI cruzar los umbrales del siglo XX, llama la atenci?n constatar que, a pesar de los movimientos feministas europeos y latinoamericanos, a?n subyacen aquellas categorias que dominaban en el pasado. Importantes estudios sociol?gicos realizados durante la d?cada de los anos sesenta demuestran que, al nivel ideol?gico, perduran los siguientes mitos: la mujer tiene como funci?n principal ser madre y esposa, el hombre es superior a la mujer tanto desde el punto de vista ffsico como intelectual, en el hogar, el hombre debe ejercer la verdadera autoridad, la mujer no debe ser independiente, el hombre es un animal poligamo, la mujer debe ser mon?gama, la mujer pertenece a la casa, el hombre pertenece al mundo.46 Acosta Bel?n y Sjostrom opinan respecto de la situaci?n social de la mujer puertorriquefia en la actualidad: Aunque la participaci?n activa de la mujer puertorriquefia en la educaci?n y las profesiones en general excede al de la mujer en otros paises latinoamericanos colectivamente, las mujeres puertorriquenas carecen a?n del apoyo necesario de las estructuras socioecon?micas y culturales para lograr su desarrollo integral como miembros productivos de la sociedad y como seres humanos. Todavfa no existe en Puerto Rico una polftica publica que reconozca la participaci?n creciente de la This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 368 Maria Arrillaga mujer en la vida socioecon?mica del pais y que este* orientada hacia estimular y ayudar a la mujer a lograr su liberaci?n. En nuestro pafs a?n no puede sustanciarse la aseveraci?n de que la mujer puertorriquena ha logrado su liberaci?n o emancipaci?n.47 La opini?n de Lidia Falc?n y Ma. Encarna Sanahuja responde a las anteriores: ...En el dia de hoy, en cualquier sociedad capitalista avanzada, un ama de casa le presta los mismos servicios a su marido que Raquel y Lia le prestaban a Jacob: le guisa la comida diaria, le lava la ropa, le apoya emocionalmente, le presta servicios sexuales y le reproduce hijos para su servicio.4* Podrfamos continuar documentando esta vigencia del patriarcado hasta la saciedad. Baste una ultima muestra, tomada de una noticia que apareci? recientemente en un rotativo de la capital: S?lo un cuchillo y los celos se necesitaron para que un vecino de Guayama diera fin a la vida de su esposa, inform? ayer la Policia, con lo que evidencia una vez m?s la significativa incidencia de crimenes pasionales que ocurren en el Pafs.49 Parte de la dificultad del cambio estriba en la vigencia de actitudes pasatistas no obstante ciertos logros. Los cambios en las condiciones materiales no traen necesariamente consigo un cambio inmediato en las ideas, valores y actitudes de una 6poca. La vitalidad de sentimientos pasatistas se explica no s?lo por la fuerza de la costumbre, sino por el inter6s de los que devengan el poder en conservarlo. Por otra parte, las actitudes no son innatas. Son predisposiciones adquiridas a actuar que surgen de un proceso de conciencia indi vidual que determina la actividad del individuo en la sociedad.50 La conciencia del individuo est? condicionada por su realidad mate rial, pero una vez creados los valores, el valor incide sobre las realidades materiales e ideol?gicas y tiende a perpetuarlas. Hoy dia se acepta ampliamente que en t?rminos del cambio social no hay resistencia m?s tenaz a las nuevas circunstancias materiales que los sentimientos y las actitudes inconscientes.51 Frangoise Parturier lo explica en la fr?se: "Es m?s f?cil cambiar las leyes que los corazones".52 Evelyn Sullerot llega a la asombrosa conclusi?n de que, dado los adelantos tecnol?gicos de lacivilizaci?n moderna, hoy dia res?lta m?s f?cil cambiar la naturaleza que la This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar 369 cultura. Fue mucho mas f?cil relevar a la mujer de la obligaci?n de darle el pecho al nifto recien nacido que convencer al padre de que asumiera la responsabilidad de darle la botella.53 No obstante las reformas alcanzadas, la ineficacia del sufragismo para cambiar radicalmente la situaci?n social subordinada de la mujer se hizo cada vez m?s patente y en concomitancia con los movimientos de cambio social que se desarrollan en la d?cada de los aftos sesenta surge una segunda ola de feminismo que se caracteriza por la agudeza de los an?lisis que lleva a cabo. Partiendo de modelos de activismo social y de los documentos feministas producidos, el feminismo invadi? la Academia donde hoy dfa prolifera en miriada de cursos, programas, departamentos de Estudios de la Mujer que producen a su vez perspicaces discursos cuya voz se hace ofr a trav6s de publicaciones multiples, foros, conferencias y encuentros internacionales. El 6nfasis educativo de la primera ola feminista ha dado sus frutos. En la actualidad el crecimiento intelectual de la mujer puede constituirse en acicate que la lleve no s?lo a la concienzuda indagaci?n sobre su propia condici?n, sino a la conciencia de que la especificidad de la situaci?n de la mujer debe ser tomada en cuenta en cualquier aspecto vital, cientffico, social o acad?mico puesto que la clara identificaci?n de su situaci?n social subordinada plantea una dial?ctica totalizante de subordinaci?n/ dominaci?n que incluye todo el g?nero humano asf como todo el quehacer humano. Notas 1. Citada por Yamila Azize, Luckas de la mujer en Puerto Rico: 1898-1919, p. 7. 2. Citada por Rosa Santiago Marazzi, "La mujer y su experiencia cultural en Puerto Rico", p. 322. 3. "Women Arisel/Debout les femmes!", p. 189. 4. Betty Friedan, The Feminine Mystique, p. 78. 5. En 1917 en los Estados Unidos, en 1931 en Espana, en 1932 En Brasil, en 1929 en Puerto Rico (a las mujeres que sabfan leer y escribir y en 1936 el sufragio universal), en 1945 en Francia, en 1947 en Argentina, en 1949 en Chile, en 1953 en Mexico, en 1957 en Colombia. 6. Kate Millet, Politica sexual, p. 112-113. 7. Viola Klein, El cardcter femenino: Historia de una ideologia, p. 63. 8. Isabel Pic?, "The History of Women's Struggle for Equality in Puerto Rico", p. 33. 9. Isabel Pico, "Apuntes preliminares para el estudio de la mujer puertorriquena y su This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 370 Maria Arrillaga participaci?n en las luchas sociales de principios de Siglo XX", p. 33-34; Norma Valle, "El feminismo y su manifestation en las organizaciones de mujeres en Puerto Rico", p. 92. 10. Josefina Rivera de Alvarez, Diccionario de literatura puertorriquefia, II, 2, p. 1404 1405. 11. Ibid., p. 1122; Ibid., II, 1, p. 66-67; Ibid., II, 2, p. 1064. 12. Sonia Rivera Sil vestry realiz? una tesis de maestri a sobre Maria Luisa Arcelay en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y del Caribe que versa sobre su contribuci?n legislativa y en la industria de la aguja. 13. Y. Azize, Op. cit., N. Valle, Op. cit. 14. Y. Azize, Ibid., p. 85-86. 15. I. Pico, "Apuntes preliminares para el estudio de la mujer puertorriquefia", p. 31; R. Santiago Marazzi, Op. cit., p. 323. 16. Luisa Capetillo, Mi opini?n sobre las libertades y deberes de la mujer como compahera, madre y ser independiente, p. 17-36. 17. Citado por Eva Figes, Actitudes patriarcales: Las mujeres en la sociedad, p. 114. 18. Virginia Woolf, "Profesiones para la mujer", p. 69-70. 19. Ibid., p. 70. 20. Bridget Aldaraca, "El ?ngel del hogar: The Cult of Domesticity in Nineteenth-Century Spain", p. 62-87. 21. Alejandro Tapia y Rivera, La sataniada, p. 246. 22. Jos6 Antonio D?vila, Vendimia, p. 91-92. 23. K. Millet, Op. cit., p. 259-262. 24. E. Figes, Op. cit., p. 114. 25. V. Klein, Op. cit., p. 77. 26. Mary Ann Ferguson, "Introduction to the First Edition", p. 6-36. 27. V. Klein, Op., cit., p. 33. 28. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, p. 177. 29. S. de Beauvoir, El segundo sexo, II, p. 381. 30. Ibid., p. 485. 31. V. Klein, Op. cit., p. 62; B. Friedan, Op. cit., p. 93. 32. Carmen Naranjo, "Mitos culturales de la mujer", p. 10-11; E. Figes, Op. cit., p. 24, 38. 33. Citado por E. Figes, Op. cit., p. 25. 34. Citada por Wendy Martin, "Another View of the 'City Upon a Hill': The Prophetic Vision of Adrienne Rich", p. 259-260. 35. V. Klein, Op. cit., p. 270. 36. Citado en Ibid., p. 271. 37. Edna Acosta Bele*n y Barbara R. Sjostrom, "La mujer puertorriquefia en la fase educativa y el ejercicio profesional", p. 110, 120. 38. Helen Icken Safa, "Conciencia de clase entre las trabajadoras en LatinoaimSrica: Un estudio de casos en Puerto Rico", p. 173. 39. E. Figes, Op. cit., p. 60-68. This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms Resistencia feminista y El Angel del Hogar 371 40. Vern L. Bullough, The Subordinate Sex: a History of Attitudes Toward Women, p. 149. 41. C. Naranjo, Op. cit., p. 11. 42. Mary Daly, Beyond God the Father: Toward a Philosophy of Women's Liberation, p. 10,14, 52, 55, 138. 43. Citada por Jeannette Mirsky, "Foreword", p. xiv. 44. V. Woolf, Op. cit., p. 70. 45. Federico Garcia Lorca, La casa de Bernardo Alba, p. 35. 46. Lucia Guerra Cunningham, "Introducci?n" , p. 16. 47. E. Acosta Beten y B. R. Sjostrom, Op. cit., p. 110. 48. Lidia Falcon O'Neill y Ma. Encarna Sanahuja Yll, "Superestructura ideologica y modo de producci?n", op. 23. 49. Andrea Martinez, "Acusado de matar a su esposa en Guayama", p. 9. 50. V. Klein, Op. cit., p. 275-276. 51. Ibid., p. 76. 52. Francoise Parturier, "An Open Letter to Men", p. 235. 53. Evelyne Sullerot, "The Feminine (Matter of) Fact", p. 158. This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms 372 Maria Arrillaga This content downloaded from 34.192.2.131 on Sun, 01 Dec 2019 04:57:47 UTC All use subject to https://about.jstor.org/terms