Subido por Deliana Isaza

YERBATEROS

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En 1982 la EDTU compró 48 trolebuses tipo 112-EM
desde DAC en Rumania, los cuales numeró 001-048. En la
fotografía siguiente, tomada por el residente de Bogotá
Gustavo Arias en 1985, el Uritsky 2042 precede a dos de
los DACs, el primero de ellos numerado 010. El letrero de
destino del 2042 dice “VILLAS DE GRANADA”. La mayoría
de las palabras en el letrero del 010 son ilegibles, pero una
de ellas es “KENNEDY” [ver mapa] [Gustavo Arias]:
http://www.tramz.com/co/bg/b/bs.html
VENTA DE LA CONTRA CON LOS 7 METALES
VÍRGENES HINDÚES
Hágame EL favor caballero y se me corre para allá un poquito, la señora también, el niño no se me siente ahí
mijito, vamos abriendo la rueda estimadas damas y caballeros porque necesito espacio amplio para extender
esta serpiente, este peligroso animal que voy a pararlo en la punta de la cola por medio de un secreto porque,
mire, yo soy el hombre conocedor de muchos secretos, soy viejo de 70 años y cuando tenía la edad de 10 me
interné en la selva con el indio Paramachula, el cacique Pinipiguasca y la india María Chuspazuli. La india se
encaramó a un árbol y le metió un machetazo, del árbol empezó a brotar leche y la india la agarraba en un
calabazo, yo no sabía para qué servía y le pregunté a Paramachula que me respondía: Matarru matarra,
queriendo decir, palabra indígena, que la india era sabia y bruja, porque la india cogía esa leche y se la daba a
un hombre y así como el árbol sin leche se iba secando así también el hombre que la bebía se iba secando.
Secretos de la Madre Naturaleza. Mire señor, yo soy de acá del departamento de Antioquia de una tierra muy
pequeña donde no se mata a nadie con cuchillo ni con revólver, no señor.
Cuando tenemos un enemigo que se llama Arturo, por ejemplo, cogemos un sapo, le cosemos la boca y lo
bautizamos con el nombre de Arturo y lo enterramos. El sapo empieza a penar y ARTURO, pena; muere el sapo
y Arturo muere. Así es señores. Mire, en los llanos Orientales a un llanero que le roben el caballo o le roben el
ganado no corre a denunciarlo a la policía. El llanero conoce el secreto de la puya de raya. Llega el llanero con
la puya al lugar donde pisó el ladrón y hace una cruz sobre la pisada con la puya y reza una oración. A los
poquitos días regresa el ladrón con una llaga en forma de cruz; si el llanero se la quiere curar le hace un soplo
y se la cura, si no, lo deja así para sécula seculorum, con esa llaga para toda la vida, compadre. Y muchas otras
cosas porque en esta larga vida que he vivido he aprendido tantos secretos, he visto tanta maldad en el ser
humano que usted no se lo imagina, compadre. Porque hay gentes buenas pero también hay gentes malas. Hay
gentes de buenas pero hay muchas gentes que son de malas, que nacieron saladas o que las salaron. Porque
hay quienes consiguen plata de la noche a la mañana, en cambio hay otros que ponen un negocio y fracasan.
No todas las suertes son iguales. Hay ojos buenos y hay ojos malos. Hay gentes que pasan por un jardín y lo
secan, lo apestan. Mire señor que hasta para pedir limosna se necesita suerte, hombres que roban y son
honrados senadores y padres de la patria y hay hombres que no han robado y están pudriéndose en las
cárceles porque son de malas. Mire compadre, dos médicos que estudiaron lo mismo y en la misma parte, que
fueron compañeros de clase, mientras el uno mantiene el consultorio lleno al otro no le entra nadie ¿Por qué?
Porque a éste cuando opera se le muere el paciente. Y la gente pregunta ¿Quién lo operó? El Dr. Rodríguez,
pues claro tenía que morirse. Y si bien que le van a llevar un enfermo dicen ¿Dónde el Dr. Rodríguez? No vas
allá, por Dios, que no regresas vivo. Ese médico es de malas. Hay niños que nacen muy bonitos y de la noche a
la mañana amanecen con los ojitos dañados, porque hay mal de ojos. Gente que tiene un negocio y vende
mucho pero de repente el negocio para atrás. Le salaron el negocio, le tiraron una porquería. Vea, acá en
Medellín hay un señor que trabaja en el Hotel Nutibara, que tuvo mucho dinero, mucha plata y hoy lo veo
dizque de mesero en un hotel ¿Por qué? Porque ese señor se encontró por ahí con una mujer que le dijo que lo
quería mucho, lo cogió y le dio una porquería que lo embobó y le quitó todo lo que tenía y hoy ella está
viviendo por ahí con un muchacho de 18 años. Cuídese compadre que este mundo está lleno de maleficios y de
mala suerte. Los indios que conocen los secretos de la Madre Naturaleza desde que nacen cargan su contra, su
amuleto, que los preserva del mal y los vuelve de buenas. Esto me lo enseñó el indio Paramachula y el cacique
Pinipiguasca quienes me dieron el secreto del amuleto con los 7 metales vírgenes hindús inradiados que lo
defienden a usted contra envidias, calumnias, porquerías, rezos, alumbrados, maleficios, hechizos, tomizos,
bebedizos y traiciones. Es usted de malas en el juego, de malas en el amor, juega la lotería y pierde, juega
chance y pierde, tiene su negocio y va para atrás, todo lo que usted hace pierde, cuídese señor, a usted le han
tirado sal. Quiero ayudarle amigo. Cárgueme este, mi secreto. Cárgueme con fe esta mara, esta contra para
que tenga suerte en el amor y en los negocios. Todos los que han triunfado en la vida cargaban su contra, el
mismo Bolívar cargaba la suya, Leonidas Lara cuando murió fueron a verlo los hermanos y le encontraron su
herradura vieja colgada en el pecho, también tenía su agüero. Todos en el mundo tenemos agüero. Tenga fe en
Dios, crea en los secretos y cárgueme esta contra, amigo. Esto no le sirve a todo el mundo, hay que tener fe. El
que no tenga fe que no la lleve. Para todo hay que tener fe, caballero, si usted va a una iglesia a pedirle a un
santo, a sobornarlo con una veladora pa que lo socorra pa que se gane la lotería usted tiene que ir con fe, si no
nada le sirve.
Si tiene fe me vas a pagar este mi secreto, me vas a apuntar la hora y el día en que te lo entrego porque te
digo: líbrate del hechizo, líbrate del tomizo, líbrate del bebedizo, líbrate de envidias y calumnias, líbrate de
sales. Cubre como lo cubrió Nuestro Amo Santísimo dentrado a las puertas de Jerusalén. Ahora damas y
caballeros prestadme atención porque le voy a dar el rezo y la bendición a este mi secreto, la contra de los 7
metales vírgenes hindús inradiados: Oh hermosa piedra que anduviste con la samaritana, que al sol tu
hermosura le diste, yo te desahumo con oro para mi tesoro, con plata para mi casa para que no falte dinero ni
pan ni techo para mis hijos. Que Dios bendiga la mirra, que Dios bendiga el altar, que Dios bendiga la cama
donde te vas a acostar. Espíritu espíritu espíritu. Oh hermosa piedra que anduviste por tierras y por mares
sufriendo amarguras, traiciones y desengaños, quiero que la persona a quien entregue, este mi secreto, no
tenga traiciones, amarguras ni desengaños. Espíritu espíritu. Estas palabras las digo con toda fe en el dulce
nombre de Jesús María y José. Padre Hijo y Espíritu Santo Amén.
VENTA DE LA POMADA
INDOSTÁNICA
Ustedes no saben cómo es mi nombre porque mi nombre solo está escrito en nuestra madre: la Naturaleza,
que es lo más hermoso, lo más querido. La que me ha enseñado a internarme en las grandes selvas del
Putumayo y el Carare. Mire usted, ahora dicen muchas personas: saque la culebra. No se preocupen que ya
casito la saco. Está escondida, me la fueron a traer. Pero, yo no conozco culebra más grande que la lengua que
les está hablando, mi estimado amigo. Espérense un momentico para que vea usted lo que es secreto y lo que
es ventaja. Lo que es inradiarse uno con los espíritus divinos para principiar a trabajar aquí en estos sitios,
donde todos llegan, miran, se van y nadie paga. Porque ninguno tiene que pagar por la dentrada y mucho
menos por la salida, mi estimado compañero. Póngale mucho cuidado. Eso sí, la persona que no haya dejado el
burro amarrado, de pronto puede que corcovee y le derrame la mazamorra. Voy a clavar rodilla en tierra y voy
a presentarles una serpiente que ustedes no conocen. ¿Saben cuál es la serpiente que ustedes no conocen? El
que van a ver aquí dentro de poquísimos instantes, porque yo juro por Dios y su Santo Nombre, que no le he
conocido pero que creo en él, que si hay secretos y si hay ventajas, y que ustedes lo van a ver aquí con sus
propios ojos, que es lo que se llama el inotismo prático moderno. Hace muy poquito rato que concursé en el
Congreso de Brujería de Bogotá, sí señor, y fui uno de esos que con la mirada seduje lo que quise y obtuve un
premio, un galardón bastante delicado en eso de ser botánico naturalista, mi estimado amigo. ¿Y qué voy a
hacer? Lo que les prometí por la prensa, la radio y la televisión hace poquito. ¡No se retire nadie! Pacho Correa,
el mago de los culebreros va a empezar a demostrarles lo que es el poder de nuestra Madre La Naturaleza, lo
que es la verdadera botánica. Señores, el orgullo personal mío es tener el gusto, la satisfacción de presentar a
ustedes al gran culebrero de Antioquia: Francisco Correa, un hombre de misterios y secretos, hombre de verdá
verdá, que va a demostrarles a ustedes para qué sirve la baba del sapo con el extracto de Curare, hombre que
va a demostrarles qué es botánica práctica y moderna, qué es naturalismo práctico, con qué se entoga y se
desentoga un personaje que tengan hechizado. Un aplauso por la atención que se dignen prestar a Francisco
Correa. ¡Gracias!
Distinguidísimo público. Dándole acá primeramente muchas gracias a todas las personas por la atención que
acaban de prestarle al amigo, Efraín Castaño, el trovero Antioqueño. Va acá a permitirse mi persona sacar toda
esta bonita, célebre colección de animales ofídicos y, al mismo tiempo, darles a ustedes una corta y pequeña
explicación de lo que son los animales que inyectan a los animales que no inyectan. Póngale mucho cuidado.
Vamos acá a prepararlos. Decía una señora: ¿Por qué tiene tan amarrada la culebra? (mientras desata las
ataduras de la caja). Claro, porque este animal no es la madre ni la hija mía. ¿Saben con quién comparo este
animal? Con la suegra mía que la quiero con toda el alma y con todo mi corazón. ¡Jesús me ampare, Jesús me
favorezca! Virgen Santísima y Purísima, antes del parto y de las partes que repartes... yo quedo siempre
aparte. Vamos acá a permitirnos ir soltando estos animales, señores. Les pido a los niños que no se me
acerquen mucho porque la voy a extender a lo largo y, de pronto, sale el animal y los agarra, les echa mano de
la chirimía y ah, ah, ah ¡qué dolor! Y no falta alguno que diga "¡ah viejito hijuepu...eda ser que algún día,
apenas termine el trabajo de sacar esta colección de animales, de seguro va a coger y estirar la mano tan larga
que tiene y nos va a pedir una limosna!". ¡No señores! Soy un hombre rico, tengo ciento cincuenta mil dólares
en el banco que no son míos, lo que pase es que estoy mal de ropa, vea, los pantaloncillos son una tira de
esparadrapo pero, en fin... Vea señor, vamos acá a prepararnos. Soy padre de familia, no lo niego. Padre de
veinte hijos y esposo de cuarenta mujeres y no quiero que mañana o pasado diga un barrigón hijo mío:
"pobrecito mi padre, viejo desbaratado, lo mató una culebra acá en el Jardín Botánico, antes Bosque de la
Independencia". Vea señor, vamos a extenderla acá a lo largo. ¡Jesús me ampare. Por tu pasión y muerte no
nos desampares en esta vida, ni en la hora de la muerte. Amén. Santo Dios, santo fuerte, santo inmortal. Paz
en la tierra, paz en los cielos! Y, en Colombia que no nos pasen al papayo. Mire acá señor, vea cómo es que
salen toda esta colección de animales bravos, animales peligrosos, mi estimado señor. ¡Verla vamos y a llevarle
flores mujer morena! ¡Damas, caballeros, conozcan estas bellezas de animales! ¡Vaya despertando mijita! ¡El
animal ya está despertando! ¡Jesús me ampare y me favorezca! Mírela acá con mucho gusto. Vamos a
extenderla a lo largo y póngale cuidado caballeros. Vea como sale esta belleza de animal.
Hay personas que están diciendo que este animal es de caucho. Una señora dice, por ahí, que es plástica, un
caballero dice que le saqué los colmillo. No señor. Este animal es completamente inofensivo, crece hasta pesar
7 a 12 arrobas. Puede matar a una persona, no por el veneno porque este animal no porta ningún veneno, sino
enrollándolo y estrangulándolo. Oigan señores, hay personas que van por un camino, se encuentran la culebra
y ¿saben qué hacen? Llegan y la matan. Y creen muchos que matando la culebra se hace un bien. No señores,
al contrario, se hace un mal, y voy a explicarles el porqué. Si usted coge el animal, lo mata, hace un hueco y lo
entierra, usted hace un bien. Pero, muchos llegan y cogen la culebra, la dejan tirada en la cerca o en la chamba
y el mosco que se mantiene metido en todas partes llega y se contamina con el veneno de este animal y, en
seguida, lo pica a usted y se le hace una llaga y una úlcera incurables. No le tenga miedo señor a este animal.
Yo vivo acá, en Medellín, como Antioqueño que soy. Porque soy más Antioqueño que una rellena Envigadeña,
más Antioqueño que un muchacho con bastante revuelto y carne poca, y estoy comprando estas culebras.
¿Sabe a cuanto, señor? Las estoy comprando pesadas a razón de cincuenta pesos por kilo. ¿Qué hace usted con
la culebra? ¿Se las come? No señor. Las culebras las engorda mi persona, echándoles carne cruda, leche y
huevos. Cuando están gordas las mato. No a las pedradas. A las culebras, señores, se les pone una inyección
de permanganato, después se les corta la cabeza, se echa dentro de un frasco, se lleva a Bogotá, de Bogotá la
mandan al serpentario del Tolima; de la glándula de este animal se prepara un suero que llega con el nombre,
señores, de suero antiofídico.
¿Para qué sirve el suero antiofídico? Para curar la mordedura de animales bravos, como la rabodeají, la coral
mataganados, taya equis, mapaná, pudridora, cascabel ¡La cascabel, sí señores! Yo les saco la piel, de la piel
de estos animales, que se vende a caro precio, se hacen correas, zapatos, cinturones. ¿La carne la bota, señor?
No, eso se come como comer carne fresca p pescado. Miren, yo le saco la manteca, la manteca de estos
animales la derrito, derretida en chicharrones la cocino con las siete yerbas orientales, la manteca del oso
negro, el aceite del dragonero, aceite de pescada, bálsamo tranquilo, salicilato de metilo, mentol cristalizado,
alcanfor, y guayacol y muchas cosas más que no les puedo explicar aquí a ustedes. Este preparado, señores,
que se llama la POMADA INDOSTANICA, no la vende sino mi persona, señores ¡NADIE MÁS!
Y, ¿cómo se llama ese animalito, señor? La llamo con el nombre de Margarita y el apellido es Restrepo, si hay
alguna señora o señorita que lleve ese nombre, me perdona, y no se le olvide que acá tiene una buena amiga,
su buena tocaya. Yo la sacaba y le decía Margarita y una señora me dijo: "ah viejito pu...eda ser que algún día,
¿por qué llama Margarita a ese animal, no sabe que así me llamo yo? Le dije perdone misiá Mamerta ¡Jesús me
ampare y me favorezca! Vea señor, yo soy casado que no lo niego. De día trabajo y, de noche, la paso
haciendo con mi mujer toda la santa noche. ¿Y, sabe qué hacemos, caballero? Cogemos las culebras, las
matamos, derretimos la manteca, las freímos con las yerbas que machacamos, y cuando me canso, le digo a mi
mujer: Mijita, ¿descansamos? Y ella me dice: No mijo, hagamos más. Y así amanecemos, haciendo y haciendo
para preparar la POMADA INDOSTANICA. ¿Y qué hace, usted, con la pomada, señor? ¿Será que esa pomada
sirve para coger culebras? No señor. No sirve para coger culebras pero hay muchas personas que le tiene
miedo a las culebras y no le tiene miedo a una que se les enrolla por las piernas: la vena várice. ¡Miren! Ayer
estaba yo trabajando, sacando estos animales, y una señora gritaba: Culebrero, culebrero, culebrero puerco y
miserable. Era una señora muy elegante, caminaba así (se contonea imitándola) muy sabroso, requetemierda,
yo me quedo mirándola, cuando le alcancé a ver la pierna, y aquella señora tenía como una culebra enrollada
en la pantorrilla ¡La vena várice! La vena várice que estaba pa reventarle. Le dije, mire señora, cójame la
pomada, destápela y se la unta, vea, desde abajo para arriba y se acordará usté de la eficacia. Santo remedio,
señora, curación radical para la vena. ¿Para qué más sirve, señor? Conozco al padre y a la madre que le pegan
al niño. ¿Por qué le pega al niño, señor? Yo estoy muy pobre, el niño se orina en la cama y me pudre los
colchones y los tendidos. No le pegue al niño, él tiene frío en la vejiga, lo mismo que el señor que está aquí
presente y que también va por ahí, orinándose gota a gota. ¿Será de miedo? No. Es frío en la vejiga. ¡Ay, a mi
papá qué le pasa que se orina en la cama! No lo culpe, está viejito, tiene frío en la vejiga, úntesela calientico,
acá abajo en la vejiga. Es algo muy especial.
Se acordará usted de la eficacia. Ay, ay, ay, a media noche un dolor de muela. Ay, ay, ay ¿Qué le pasa misía
María? Ay, ay, ay. Miren, cójanme la pomada, saquen del hueco de la muela la comidita, la carne, la yuca, si la
han comido porque está muy cara ahora a cuarenta pesos la libra, ¿cómo les parece? Mire señor, ya la carne no
se ve. Me decía un hijo mío: Papá, yo conozco la carne cuando voy a mirar. Ahora sólo comemos yuca, ni yuca
porque ya es artículo de lujo, la venden pasada. Las cáscaras, compadre, esta situación si está muy berraca.
Señor, limpia usted las caries de la muela, se aplica esta pomada en las caries y ¡adiós dolor! Se acordará
usted de la eficacia, compadrito. Córrase pa allá jovencito que se me estrecha el corral y no puedo trabajar.
Personas hay que andan en muletas a consecuencia de una enfermedad que se llama reumatismo. Hágame el
favor, friccione fuertemente. Pies cansados, pies doloridos, fricciónese con esta pomada. Es muy especial para
el frío en la vejiga. Granos y enconos, aplíquese esto compadre. Para la eczema, consígase una piña, cocine sus
cáscaras, se me baña con el cocimiento y después se me aplica esta pomada. Vean acá una muestra de la
maravillosa pomada indostática, señores. El niño se arrastra por el suelo, anda como una serpiente, edad de
caminar tiene pero el niño no camina, úntele en las coyunturas que esto desencoge los tendones. Reumatismo.
Ay, ay, ay, caminando así compadre, como si estuviera desbaratado, úntele en el cuerpo al reumático y
acuérdese usted de su eficacia. Tiene un barro rebelde, un encono, lávese con agua tibia y fricciónese con este
preparado. ¿Se quemó con candela, se quema con el sol? ¿Quiere evitar usted que se le levante ampolla?
Aplíquese este preparado mi estimado caballero. Dolor de cabeza, de muela, oído, por berraco que sea se
esfuma con este preparado. ¿Señora, tiene usted dolores abajito? Aplíquese esto que es como la mano de Dios
en una cajita. Mire, para una ronquera, tráguese un poco de la pomada indostánica que no es veneno y queda
con la garganta despejada y libre de tos y de ronquera, compadre. Gripas, catarros, en aplicaciones calientes
en el pecho. Camina usted como si se le hubiera perdido algo, todo jorobeto, eso es dolor en la arrepujadera, sí
señor, para esto también sirve la bendita pomada indostánica. Para los dolores en piernas y rodillas, para la
garganta y rodillas hinchadas, para la várice, neuralgias, reumatismos, golpes, hinchazones, paperas,
sabañones, cortadas, heridas, puyas, machacones, Dios mío ¿para qué no sirve esta pomada? Dicen muchas
personas, señor ¿y cuanto vale? Se las voy a regalar porque aunque la manteca de estos animales se vende a
doscientos pesos la onza yo no les voy a cobrar tanto por una cajita de estas. No les voy a cobrar el precio de
cincuenta pesos que sería un regalo, quiero que la lleve el pobre y la lleve el rico, porque con la misma sed con
que bebe el pobre bebe el rico. Entonces ¿cuánto nos va a cobrar por la pomada? Tengo únicamente veinte
cajas, señor, no tengo más. ¿Sabe que voy a hacer, señor? El que comprenda que no es de palo, que el dolor
no avisa ni por carta ni por telegrama, a ese se la voy a regalar. Voy a hacer una cosa con ustedes señores:
Voy a cobrarles por una cajita de estas, no el precio de cuarenta pesos, ni el precio de treinta ni el de
veinticinco. ¿Sabe cuánto va a valer, señor? Veinte pesos sería un valor justo pero ¡no señor! Quiero que la
lleve el pobre que la lleve todo el mundo, voy a hacer una cosa con ustedes: el que tenga fe y crea
primeramente en Nuestro Amo Santísimo y en este preparado, hágame el favor y me pide una cajita de estas.
¿Les voy a cobrar a ustedes el precio de diez pesos? No señor, no me den diez pesos, ni nueve ni ocho ni siete
ni seis. Voy a cobrarles cinco pesos por una cajita. Cinco desvalorizados miserables cochinos billetes de peso. El
que lleva dos las lleva en diez pesos pero, como el tratamiento de la várice necesita tres cajitas, el que lleve las
dos en diez le entrego una caja más completamente regalada. Reparto únicamente dos docenas que me han
quedado. ¿Hay alguna persona que no me haya entendido? Tres cajas por diez pesos.
¡Dios mío que me arruino! Caballeros, vamos a guardar estos animales y alisten la plata en la mano, la plata en
la mano, caballeros, que vamos a ver cuántos somos y cuántos quedamos. Soy fresco, soy sincero, nadie me la
compre por lástima pero, eso sí, cuando el dolor lo agarre descuidado, no se ponga a quejarse por no haberme
hecho caso. Hay únicamente estas dos docenas de cajitas y no hay más. Vea, señor, me puede escupir en la
cara si hay más, se lo juro. Una cajita vale cinco pesos y las tres valen diez. Una acá para el señor, mil gracias,
caballero. Quedan las últimas señores. La reconocida y maravillosa pomada indostánica con manteca de
culebra, manteca del oso negro, aceite de dragonero, aceite de pescada y mil un preparados secretos de la
selva. Vamos a entregar únicamente dos docenas. Tres acá para la señora y muchas gracias. Vean la clase de
gente que lleva mis productos, señores, nada menos que el doctor me lleva tres, gracias doctor. Esta es la
maravillosa pomada indostánica con manteca de culebra, manteca del oso negro, aceite de dragonero. Tres
cajitas en diez pesos, del cielo hoy llovió maná, en Colombia la pomada indostánica para toda la humanidad.
Los ancianos la bendicen y los niños la veneran y en Colombia, dice el caballero, esta es una santa bendición
del cielo.
No la vayan a llevar que se van a quedar muy pobres ¡muertos de hambre! Una por acá y otra por allá, gracias
señores, la plata a la mano y no se me arrempujen que alcanza para todos. Hagan de cuenta que llegó un
ratero, que ese ratero fue mi persona que les robó diez pesos pero les dejó una cosa que servía. Nadie me la
vaya a comprar por lástima. No señor. Tenga primeramente fe en Dios y lléveme esto, gástese acá únicamente
lo que se gasta en la cantina en una cerveza o en aguardiente, cinco miserables cochinos billetes de a peso.
Uno para el caballero, otro acá para la señora que dice que ya antes la ha llevado y es muy buena ¿no es cierto
señora? Señores, muy agradecido, si esto les sirve háganme buena propaganda, si no les sirve donde me
encuentren díganme: ah viejito hijuepu... eda ser que algún día. Pónganme atención señores porque ya me
voy: corazón no seas cobarde a prende a tener vergüenza, al que te quiere querelo, y al que no talali-tan-tan.
Deus quino sacramentus mirabilis pasionis memoris relicuistis cuistis, queriendo decir: amaos los unos a los
otros. Adiós Catalina y adiós Soledad, ninguno se muere porque este viejito miserable se va.
Hijos míos, hijos queridos, hijos del Valle de Aburrá, hijos de la Villa de la Candelaria, hijos de la montaña, hijos
de Medellín, hijos de pu... eda ser que algún día volvamos a vernos. Para terminar y finalizar y cerrar con
broche de oro voy a tener el mayor gusto de presentarles a mi compañero y colega de trabajo, el hombre que
sabe dónde habitan Micuani, Trancazu, Sacabuche, Leguastres y Necay. ¡Qué van a entender ustedes de estos!
Queriendo decir, palabra indígena, que este sabe dónde están los secretos de Nuestra Madre la Naturaleza. Con
ustedes y para ustedes el brujo más joven, el Zaragozano, quien sacará este mortífero serpiente y se hará
morder el órgano más delicado que tiene el ser humano: la lengua y así aprenderán ustedes el secreto para
contrarrestar su veneno. In nímini nostrum, misericordian tuam. AMEN
VENTA DEL LIBRO DE RECETAS MEDICINALES
Honorable y respetable público: hoy que por primera vez visito esta localidad ya veo personas que estarán
diciendo: qué clase de ave rara será este hombre, de dónde viene y para dónde irá. Así dicen las personas que
no me conocen. Otros, de seguro, me estarán criticando, pero no liace, yo no hago caso de la crítica. No. Y voy
a decirle porqué mi estimado caballero: yo tuve una cuna pobre, humilde pero muy honrada, cuna que se
meció al impulso de la religión católica mil veces bendita y por eso digo las palabras de nuestro Amo Santísimo:
manu lava manu y molde hace molde, queriendo decir, el ladrón juzga por su condición porque para un hombre
ladrón no hay un hombre honrado y para una mujer mala y corrompida no existe una mujer buena. Para que
ustedes amigos míos se enteren les diré quién soy. El hombre que acá se para en esta mal improvisada tribuna
es el mismo que anuncia la prensa, la radio, la televisión y la revista Carteles de La Habana. Soy el renombrado
botánico y naturalista, el célebre CAMPANIN DE LAS SELVAS, el hombre que sabe de secretos, hijo de un
viejecito que cuenta en la actualidad 119 años de edad. Hombre que sabe dónde estarán lenguali, denguaru,
francasu, casamuche, becay y lenguastrey, queriendo decir, palabra indígena, hombre que sabe dónde está la
yerba que cura, la yerba que mata, la yerba que emboba, la yerba que enloquece. Las yerbas que nos dan la
vida y las yerbas que nos dan la muerte. Soy conocedor de cinco mil plantas medicinales. Voy a prepararme
enseguida para trabajar con el serpiente más peligroso de las selvas del Amazonas, el serpiente capaz de
enrollar, apretar y triturar un hombre menos valiente que yo. ¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, dame
fuerzas para dominarla! ¿Ya está? ¿Qué cómo las domino, señor? Con los secretos de las yerbas y crea en las
plantas. Porque en Colombia tenemos un grave error. ¿Cuál es caballero? Que tenemos en el huerto, en el
prado y en el jardín de la casa las plantas pero, usted las coge, las arranca, las pisa, las arranca con el
calabazo, el machete o el azadón y si aquellas yerbas pudieran hablar le dirían: ¡insensato, no me destruyas
que yo te curo! En cambio ¿qué hace el extranjero? Coge la planta con ternura, como si se tratara de su hijo
más querido y se la lleva para los grandes laboratorios del exterior donde la machaca, la envasa y nos la
devuelve en píldoras, jarabes e inyecciones que son remedios, sí señor, pero más caros. Porque la gente cree
que si los remedios vienen en envases bonitos y con nombres raros curan mejor. No señor. Por eso desprecian
al agua fresca del manantial. Un sabio amigo mío un día me preguntó: ¿Cuál es la mejor bebida? Estábamos en
un café y los borrachitos le respondieron, unos que el aguardiente y otro que la cerveza helada. Nos respondió:
No señores, la mejor bebida es el agua pura. Por ejemplo, si usted está estítico, yo no sé cómo expresarme
para que me entienda, mejor dicho, si va al inodoro a hacer del cuerpo y no puede, puja y puja y se brota en
sangre pero nada y así tres o cuatro días sin hacer del cuerpo, no se purgue señor, tome agua pura. Cuatro
vasos de agua al día y con eso tiene. Ahí va mi primer secreto señores. ¿Ven este fruto que se llama sidra? Es
el alimento del pobre, lo más barato que se vende en el mercado, lo come el campesino y la gente del pueblo
con frisoles. La sidra tiene un secreto: Si usted sufre de una enfermedad llamada el diabetis hágame el favor,
dama y caballero, de cogerme la sidra, me la pela, me la pone a licuar y tómese esto por las mañanas
mezclado con unas ramitas de apio. Hágame esto durante varios días y se cura, señor, porque la salud es
Nuestro Amo Santísimo en los cielos y plantas medicinales en la tierra. Va mi segundo secreto, señores: ¿Cómo
se cura el asma? Como la hacía el indio en la selva que cogía el animalito que llamamos armadillo o gurre,
comía su carne que es un gran alimento y se bebía su sangre y con ella se curaba del ataque del asma de
pecho. Secretos de los indios mi estimado compadre. Cuando la india se encontraba en estado de pirinpin,
embarazada, le daba por comer tierra o comer cal, por aborrecer al esposo o aborrecer al vecino, cogía un
pedacito de concha de gurre, la raspaban y se lo daban a tomar a la india y le desaparecían los ascos, ¿Y cómo
curaban nuestros abuelos el ataque de orina? Cogían un animalito que llama el grillo negro, lo tostaban y se lo
tomaban con agüepanela y se curaban. Señores, ahí van tres secretos. Voy a enseñarles señores otro secretico
y a nadie le voy a cobrar nada. Si tienen en la casa un niño con tos ferina. No lo deje morir, amigo. Porque hay
padres que no saben qué hacer y cuando el niño se muere ponen las manos al cielo y exclaman: "Bendito sea
Dios, un Ángel más para el cielo". La fe te salva, dijo Jesucristo, pero también dijo: "ayúdate que yo te
ayudaré". Hay un astro que se llama sol y trae la luz del día. Este astro ilumina en la ciénaga y en el arenal
donde está la espada para combatir la muerte. No deje morir a su criatura porque los hijos de los humildes son
los soldados de la patria mañana. Vea mi secreto: hay una yerba que ustedes bien conocen porque la colocan
en sus casas amarrada, prisionera de la buena suerte. Se llama la penca sábila. La penca de sábila se mete al
rescoldo, se calienta y los cristales se revuelven con la carnosidad del mango maduro, mézclelos con miel de
abejas y tres cogollos de guayabo agrio y dele este bebedizo al enfermo que sufre de tos ferina o de asfixia, se
acordará usted toda la vida de los secretos de este humilde servidor.
Hay gente que se me acerca y me dice: Usted que vende pomadas tan buenas véndame una para las manchas
de la cara. La cara manchada no se cura con pomadas, porque el mal viene de adentro, es el estómago
enfermo, sucio. Mejor consígase una planta llamada llantén, macháquela y tome el zumo revuelto con jugo de
limón en ayunas. Ha habido gente que ha hecho este tratamiento durante cuarenta días y se han salvado de
operaciones, pues se han curado de úlceras gástricas y estomacales.
Hay quienes parecen perezosos sin serlo, lo que pasa es que llegan al trabajo, empuñan la herramienta, pero al
agacharse ay, ay, ayayay un terrible dolor en la cintura: son los riñones. Consígase una plante que se come el
ganado y que se llama pasto micay, otra que se llama dentiaguja con los cabellos del chocolo.
Cocine todos los ingredientes y tómese diariamente unas bebidas y se acordará usted del secreto que le dio
este humilde servidor. Dobus qui nobis sacramentus mirabilis cancinem memoriam reliquistis. Latín, sí señores,
porque yo estuve en el seminario pero me echaron porque tuve una enfermedad: me gustan más las mujeres
que los hombres, mi estimado señor, y perdóneme que sea franco porque yo veo acá a muchos de mis
hermanos que dicen dizque son muy machos porque pelean con 7 u 8. No es macho, señores, el hombre que
pelea con 7 u 8. ¿Saben quién es macho, caballeros? El hombre que no se doblegue ante las caricias de una
mujer. Porque mire señor: yo conozco hombres casados que llevan nueve años desposados y la señora,
durante todo ese tiempo, acariciando un perro, abrazando un gato, jugando con una muñeca de trapo. Y si de
pronto tiene un hijo, se parece más al vecino, se parece más al patrón. Vean mis secretos, señores,, para curar
la impotencia: hay un árbol que se llama ciprés y que también le dicen pino, coja doce botones de pino, tres
cogollitos de guayabo agrio y una fruta del Brasil que se llama nuez moscada. Raspe media pepita de nuez
moscada, machaque los doce botones de pino y póngalos a cocinar, écheles miel de abejas y prepare un jarabe
y se toma dos copitas diarias y vea señor, esto lo vuelve fuerte, más fuerte que el hombre Hércules de la
mitología griega. Ya no necesita que el gallo vecino cante porque en su casa ya hay gallo que canta. Usted
antes se iba a subir al papayo a comerse la papaya madura y, cuando iba a medio palo, caía fritao. Ahora no,
porque esto le da potencia, esto le da berraquera mi estimado señor.
Voy a enseñarles a ustedes otros de mis secretos. Yo vivo señores en la ciudad de Medellín como Antioqueño
que soy y en mi casa hay un aviso que dice: Se compran y se venden yerbas. Allá llegan a cada rato las
personas con los bultos llenos de barbasco, quina y el romero. ¿Y qué hace usted con el barbasco y la quina y el
romero? Cojo las yerbas, las machaco y las pongo a cocinar en una vasija grande y con otros ingredientes
secretos preparo una receta especial. ¿Y para qué sirve? Las personas casadas pueden prestarme su atención y
el cochino puede retirarse porque voy a hablar del aseo personal. Hay personas que se pasan la peinilla por el
cabello y les queda enredada una cosa que parece viruta, aserrín de carpintería, el cabello se les cae por
manotadas, esto se llama caspa voladora, caspa trementinosa. Hágame el favor caballero, váyase al baño,
échese agua fría y enjabónese bien la cabeza, una vez que se haya enjabonado me coge pasta que yo preparo
y con su espuma se da un pequeño masaje por toda la raíz de pericráneo, luego se me seca bien el cabello y no
se me unte nada más, con esto tiene para curarse la caspa. Conozco muchas personas que llegan a un baile,
sacan a la señorita a bailar una pieza y al momentico ella dice: Vea caballero no puedo seguir bailando con
usted. ¿Sabe qué sucedió? Que cuando el señor levantó el brazo para arriba cayeron de los árboles privados los
gallinazos. Esto es lo que se llama grajo o chucha. Hágame el favor de bañarse y úntese este preparado y
seguro que la chucha tiene que irse a comer las gallinas del otro gallinero. Hay personas que se quitan las
medias y la cotiza o el alpargate y los ratones salen en desgracia porque hace estornudar un muerto. Esto es lo
que vulgarmente se llama pecueca. Lávese los pies, séquelos y aplíquese mi preparado. Se acordará usted de
su eficacia. No solamente esto, señores, veo muchas personas por acá que se meten las manos en los bolsillos
y se la pasan cazando tiras del calzoncillo, rascan por los lados de Copacabana, rascan por los lados de
Girardota, rascan por Guarne y entre más rascan más ganas les dan de seguir rascando porque el comer y el
rascar el trabajo es empezar. Esta es una enfermedad que se llama alegría en Cundinamarca, cutu cubano en el
Ecuador y aquí en Antioquia le decimos carranchil. Váyase al baño, enjabónese con mi producto y santo
remedio, se acordará usted de su eficacia. Pero señores, volvamos a las yerbas porque hoy no traje el jabón de
barbasco y quina. Ah benditas yerbas y plantas que nos dejó el Señor en su infinita bondad para que
venciéramos las enfermedades y los males. Vean ustedes caballeros. El aguacate sirve para los pulmones, su
pepa sirve para las almorranas, la cebolla sirve pal cerebro y pal estómago, la lechuga pa dormir, el limón
desinfecta y sirve pal estómago, pa la vista y pal dolor de cabeza. Y ahora voy a hablar del ser más bello, del
ser más querido que hay en la tierra: la mujer. Usted bien sabe, caballero, que el palacio de un rey no se
adorna con diamantes ni con esmeraldas sino con una reina, con una mujer. Porque mujer es la madre del rey,
la madre del presidente, mujer es nuestra esposa, mujer es nuestra hija. Dios lo comprobó colocándole aquel
galardón a María Santísima. Pero yo conozco hombres que llegan a la casa y porque la señora está de mal
genio la cogen del cabello y barren la cocina con ella. "No lastiméis a la mujer ni con el pétalo de una rosa".
Desventurados, no comprenden que aquella mujer padece enfermedades que nosotros los hombres
desconocemos y no padecemos. Se llaman enfermedades de madre. Flujos blancos, cancerosos, hemorragias
complicadas cuando viene el período que llega adelantao o atrasao y sienten una tristeza enorme y deseos de
llorar.
Conozcan ustedes los secretos de la altamisa, la savia amarga y la ruda de Castilla, pero señores no le hablo
más. Más bien voy a entregarles a ustedes unos folletos que traigo donde están explicados todos los secretos
de las plantas de la Madre Naturaleza pero, díganme claramente, ¿les interesa o no les interesa? Gracias
señores por su confianza. Me perdonan pero no traigo gran cantidad. Este folleto contiene 125 secretos de
cómo se cura una hernia, cómo se cura una quebradura. Por ahí estoy oyendo decir a un señor: yo quiero saber
cuál es el chalique, el antimonio, el cacao sabanero. Lo que se llama chalique o cacao sabanero es una planta
que se llama borrachero. Hagan el ensayo: consíganse un pepino de borrachero y le abren un hueco donde le
introducen un grano de mazorca, déjenlo adentro cinco minutos, tírenselo a un ave de corral y se priva, déjenlo
veinte minutos y el ave de corral se muere. Porque hay plantas que curan y plantas que matan, sí señor. Es tan
sabia la naturaleza que hay árboles que dan fruto y árboles que no lo dan, y tierras benditas y tierras que no
sirven para nada, hay piedras que dan oro, diamantes y esmeraldas y otras que no dan nada. Eso nos lo da
Dios para que nos demos cuenta de que existe el bien y el mal. Sí señor.
Este librito tiene ciento veintisiete fórmulas. Si se las cobrare barato, a peso cada fórmula, darían ciento
veintisiete pesos porque yo soy pobre como nadie es y no tengo fábrica de papel ni tengo tipografía. Pero voy a
ser generoso con ustedes. ¿Saben qué voy a hacer, caballeros? No me den treinta pesos, no me den
veinticinco, ni me den veinte, ni me den quince.¿Saben qué voy a hacer , caballeros? Voy a cobrarles
únicamente la porquería de diez miserables cochinos billetes de a peso. Para el que tenga fe y crea en Dios,
crea en las yerbas y crea en las plantas, sí señor. Tengan la plata en la mano todas las personas que lo vayan a
comprar porque el profesor Campanin sólo dará una vuelta al ruedo. Una acá para la señora, otra allá para el
señor y otra para el caballero, mil gracias señores. Tengan la plata lista y en la mano porque no traigo cargas
del libro, sólo pocos ejemplares. No se muevan de su sitio que ahora va a empezar lo mejor. Una acá para la
dama y otra ustedes del gran botánico y naturalista CAPANIN DE LAS SELVAS, hombre de secretos y misterio.
Se están acabando los folletos porque lo bueno no dura. Uno acá para la anciana, otro para el joven, mil
gracias. Que nadie lo lleve por lástima. Quedan únicamente tres folletos, esto se acabó amigos y recuerden que
hay yerbas que curan y yerbas que matan, yerbas que emboban y yerbas que enloquecen.
TRABAJA EN EL ASTOR
Me coloqué con don Enrique Weiss, el fundador de la confitería y salón de té Astor. El había llegado a Medellín a
trabajar con galletas Noel pero pronto se aburrió y montó su saloncito con unas laticas que tenía. Me tocaba
hacer los helados en una máquina que se voltiaba. Además salía a llevar bizcochos a El Poblado, Envigado y al
Club Campestre. Me acuerdo que cuando vino a Medellín el Dr. Olaya Herrera, por los años 30, don Enrique hizo
un bizcocho muy grande y muy bonito para él. Yo llevé el bizcocho, a mí me tocó partirlo. Tenía el escudo de
Colombia y una tarjeta en pasta que decía: Bienvenido Señor Presidente e la República. A Olaya le gustó mucho
y me dio veinte pesos y le mandó 50 más al Míster, quien dijo: no estar pidiendo limosna y devolvió la plata
conmigo. Yo me quedé con todo el dinero.
Me ganaba 10 pesos mensuales libres porque la comida la traían del Club Unión, y nos la daban ahí.
Tenía 15 años y ya me gustaba mucho el trago. Las propinas y el dinero que recibía me lo tomaba por las
noches en Guayaquil. Empecé a tener problemas con don Enrique por la bebedera. Yo entraba borracho a
trabajar y por eso me hacían la guerra. Duré como dos años y, finalmente, don Enrique me botó por borrachito.
Me hizo firmar un papel que decía que salía por voluntad propia pero, la verdad, es que él me echó. Mientras
estuve en el Astor aprendía a hacer unas repollitas fritas. Cuando me echaron, me fui para la Calle del Codo,
donde un viejito que vendía café con leche en unas ollas. Le cuidaba la tienda por la noche y, mientras tanto,
hacía en una hornilla las repollitas que salía a vender al otro día en el Parque de Berrío con el nombre de
Salvavidas. Creían que estaba loco porque salía con un paraguas al que le ponía una bandera y todo el mundo
se quedaba viéndome y, entonces, empezaba a anunciar las repollas: SALVAVIDAS, el bocado rico y sabroso de
la vida; el morrocotudo recamanudo archicolosal y pistoletudo; miles y millones de paladares exquisitos lo
piden, lo anhelan y lo vacilan: ¿Por qué será? Por su alta calidad que está que dicen: vení comeme ligerito
antes de que me coma otra, el bocado predilecto del embajador que también apetece el embolador;
SALVAVIDAS SABROSITO.
La gente se peliaba por comprármelas. Yo acababa rápido el surtido, eran una bolas grandes que vendía a
centavo. Pero ganaba muy poco. Un día pasó don Enrique, el dueño del Astor, y me vio vendiéndolas. Me
asusté y traté de esconderme pero me llamó y me llevó a la bizcochería. Esos Suizos son buenas personas. Me
preguntó cómo hacía los salvavidas y le conté. Me dijo: Creo que usted no gana nada porque yo las vendo a 10
y usted a centavo. Me aconsejó: no le eche mantequilla ni le eche huevo, mejor échele amarillo para darle color
y suprímale la nuez moscada que es muy cara.
Acepté su consejo y regué a hacerlas como me dijo.
EL DULCE CUBANO
Preparaba unas torticas de dulce a base de harina de trigo, nuez moscada, raspado de corteza de naranja,
azúcar y canela. Las amasaba con la mano y las echaba a freír. Las bauticé El Dulce Cubano. La gente me
llamaba el loco porque salía a venderlas en un cajoncito con banderines y un vestido extravagante, y una
sombrilla de colores chillones. Así llamaba la atención de las gentes, iba pregonando: Dulce Cubano, rico,
sabroso, morrocudo, remacanudo, pintoletudo. Miles y millones de paladares exquisitos lo piden, lo anhelan y
no vacila. ¿Por qué será? Por su alta calidad. Está que dice: Vení y comeme ligerito antes que me coma otro.
Bocado rico y sabroso del embajador que también apetece el embolador.
Lo vendía a centavo y a seis por cinco y se compraba mucho. Al principio me situaba por los lados del teatro
Granada, en Guayaquil, donde daban dos películas mudas por cinco centavos. Después, vendía tanto que ya
buscaba venteros.
Para anunciarlo también tenía unas hojitas con unos versos que escribió por cincuenta ctvs. un poeta bohemio
que vivía en Guayaquil descalzo y casi siempre borracho:
Si usted quiere estar bien
fuerte, contento y lozano,
consuma el Dulce Cubano
conocido por doquier.
Leche, huevo y mantequilla
son del dulce componentes
todos estos, justamente,
con maizena y con vainilla.
Por eso el Dulce Cubano
ha triunfado en la ciudad,
pues lo consume, en verdad,
desde el niño hasta el anciano, etc.
Vendía mucho y con lo que ganaba, casi todas las noches, me iba para Guayaquil a tomar trago, oír música en
las vitrolas y a estar con las putas. Por las noches llegaba a la pieza del edificio Toro, donde pagaba 7 ctvs.
diarios por dormir y, preparaba el Dulce Cubano. Una noche estaba tan borracho que no me di cuenta que
dentro del sartén habían caído dos ratones, uno grande y otro pequeñito. Al día siguiente vi la grande y la
saqué pero quedó la pequeña. Por la mañana llegó un muchacho y me compró dos pesos de tortas y se fue a
venderlas. Al rato regresó, furioso, diciendo: Vea, carajo, que casi me mata un ayudante de chofer al que le
vendí una torta y encontró una rata dentro. Le contesté: Le debió cobrar más caro porque llevaba carne.
LA INFANCIA
Nací en Don Matías, Antioquia, en 1911. Hoy, cuando empiezo a recordar mi vida tengo 66 años.
Mi papá tenía una tienda. Era un hombre muy juicioso. Yo ni me acuerdo de él porque murió cuando estaba
muy chiquito. Vestía con camisas de pechera, como se usaba en ese tiempo, ponchito y sombrero blanco
aguadeño y un bigote grande que se retorcía. Un tío mío, el cura, conserva un retrato de él, pero como es tan
orgulloso lo mandó retocar. Cuando lo vi le dije: Este no es el papá mío, usted lo mandó retocar y quedó de
cachaco. Al papá mío lo quiero ver como era: de alpargates, de ruana, poncho y sombrero blanco.
Nunca se tomaba un trago. Recuerdo que yo me chupaba el dedo y él me echaba ají en los dedos para que
dejara el vicio. De nada le valía, seguí chupándome el dedo hasta un día hasta un día cuando pasó un
boquinche con el labio demasiado partido y hablando muy gangoso y yo le pregunté, aterrao, a mi papá qué
tenía ese hombre y me respondió: Quedó así por chuparse el dedo. Ahí dejé el resabio.
Cuando se murió mi papá me tocaron quince pesos de herencia y para reclamarlos tuve que darle 5 a un
abogado. Total, me quedaron 10 pesos. A mi mamá le fue muy mal ¡pobrecita! El que se casó después con ella
fue pa quitarle lo poquito que tenía. A ese padrastro mío lo llamaban La Vaca Brava. Era abuelo de dos curas
que publicaron libros sobre la violencia. El padre Blandón Berrío que escribió Lo que el cielo no perdona y el
padre Gonzalo Jiménez, autor de Caín nació en Colombia. Cuando murió mi papá quedó mi mamá con 7 hijos,
sólo sobrevivimos dos: mi hermanita que es monja y yo. Del otro matrimonio tuvo dos hijos más, hermanos
medios míos, uno que es ahora policía jubilado y su hermana casada. No la vamos bien. El policía en una
oportunidad me hizo encarcelar y otra vez me iba a echar bala.
Mi infancia fue muy triste. Mi padrastro no me quería y a todas horas me daba rejo. La pobrecita de mi mamá
no se atrevía a decirle nada porque era de muy mal genio. Esa infancia fue de lo más duro que se pueda uno
imaginar en la vida. Ya cuando empecé a trabajar, desde muy chiquito, pues desde los ocho años ya sabía yo lo
que era trabajar y pagarse uno un almuerzo con su propio trabajo, todo el dinero que recogía él me lo quitaba.
Me tenía como a un esclavo.
Yo a ratos me pongo a pensar y digo: Hombre, antes es una gracia ser uno medio algo en la vida. Pues hasta
un pájaro necesita alas para volar en la vida y yo no tuve nada. Nunca sentí cariño de hogar, a pesar de ser yo
tan generoso con mis familiares. Ni mi abuelita me quería. A esa viejita yo le lambía y no sabía dónde ponerla
porque la quería mucho pero, yo le caía gordo. Para el resto de sus nietos eran todas sus preferencias y a mí en
cambio me ponía a hacer los trabajos más cochinos de la casa, a lavar los chiqueros de los marranos, a
llevarles el aguamasa. Mientras los otros nietos los mantenía bien arregladitos a mí me daba la ropa que les
sobraba.
Y todo porque ella odiaba al padrastro mío. ¡Como si yo tuviera la culpa! Como si yo fuera el responsable de
que mi mamá se hubiera casado con la Vaca Brava.
Yo tengo un tío cura. Antiguamente la familia donde había un cura era muy respetada. Casi en toda Antioquia
cuando veían a un cura todos llegaban y se arrodillaban y ¡Ay del que fuera a faltarle en cualquier forma al
respeto a un cura! ¡Qué crimen tan espantoso! Yo conocí viejitas en el pueblo de San Pedro, donde vivimos,
que agarraban los pantalones que dejaban por viejos los curas y los guardaban como reliquia para venderlos
retaciados como escapularios. Mi tío el cura era rico, mejor dicho, en esas épocas se le decía rico en un pueblo
al que tenía un par de zapatos o al que tenía un vestido nuevo que sólo se lo ponía los Viernes Santos en la
procesión del entierro del Santo Sepulcro, el que tenía cuatro pesos era rico, riquísimo y por consiguiente
buena persona. En cambio, el pobre, ese lo voltiaban a ver como una basura y no valía nada y sólo le decía ña
Juana, ño Pedro. El rico era Don y podía hacer lo que le venía en gana. Y como mi tío era cura y rico, imagínese
lo que podría hacer. Mi madre tenía una casa grandísima que le quedó de mi papá y mi tío se la fue quitando
por pedacitos hasta que la dejó sin nada. Le fue pagando con pastillas de chocolate y libras de panela. ¡Y ver
eso en la propia familia de uno! De ver esas cosas he vivido como estragao mucho tiempo, porque de la familia
nunca recibí poyo. El tío cura sólo me daba la bendición cada vez que me encontraba.
Yo vivía tan desesperao con mi padrastro que un día me fui a buscar al tío Cura que hacía tiempos no venía. Me
dijo que lo iban a nombrar cura de Toledo y que si quería me fuera con él. Salimos de Santa Rosa para Toledo,
él iba a caballo y yo a pie, decía que era para enseñarme a ser macho desde chiquito. Eso es muy lejos, son
como 16 leguas. Creí que no llegaría pues a cada rato sentía desmayarme en el camino, mientras el tío en el
caballo no se inmutaba y me apuraba cuando yo disminuía el paso. Por fin llegamos a Toledo. Nunca lo
olvidaré.
Me consiguió unos marranos pa que yo se los engordara. Yo junté unos pesitos y los domingos salía al mercado
con una cajita con unos cacharros pa vender. Mi tío se admiraba de lo bueno que era yo pa los negocios y
cuando se enteró de que ya había levantao 500 pesos con el cajón de cacharros me propuso poner una tienda
suya para que se la administrara, y me prometió darme plata para comprar café. Yo estaba muy contento y me
hacía ilusiones enormes con lo que me daría de los marranos y lo que ganaría administrándole la tienda y la
compra del café. Pero, una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando. Vendió los marranos y no me
dio nada. Puso la tienda bien surtida pero se la entregó a la maestra de la escuela que era joven y vivaracha.
Ahí empezaron a dañarse las cosas. Yo le hacía, de pique, pilatunas tontas como las de tomarme el vino de
consagrar y cambiárselo por café negro. Él comenzó también a tomarme bronca.
Un día estaba comiéndome una mazamorra y unos frisoles en la mesa cuando llegó él de una confesión
echándome vainas, diciendo que él matándose para criar tanto vergajo, tanto sobrino. Cogí el palto, se lo tiré
diciéndole que no me humillara y me largué. Me vine para Medellín y me puse a vender.
VENDEDOR DE PERIODICOS
No la iba bien con mi padrastro porque todo lo que yo ganaba me lo quitaba el viejo, total que un día, pelié con
él y me vine para Medellín. Un Viernes Santo me emborraché con aguardiente y sal. Cuando llegué a la casa me
encendió a garrote el padrastro, gritándome: Sinvergüenza, emborracharse en un día tan santo. Eso no se
hace. Tenga por ateo. No sé si fue que perdí el conocimiento o me dormí. Lo cierto es que cuando me desperté
estaba todo adolorido. Decidí largarme de la casa. Le saqué de la cartera 20 ctvs. a mi mamá y me vine en el
tren pa Medellín, que costaba 10 ctvs.
Los primeros días fueron muy duros. Gamineaba en las calles y vivía de lo que podía, limosnita que me daban,
comida que me robaba, pequeños mandados que me pagaban. Dormía en los portales y me tapaba con
periódicos viejos. A ratos dormía en el Café Vesubio donde trabajaba un muchacho amigo mío. Este amigo,
viéndome tan vaciáo, me prestó un peso con cincuenta y me aconsejo que me pusiera a vender periódicos. En
ese tiempo se compraba la prensa a 3 ctvs. y se vendía a 5. Era un buen negocio. Sólo había El Colombiano, El
Heraldo de Antioquia de Tobón Quintero, La Defensa y El Correo de Colombia, que era un periódico liberal. Me
iba bien con los periódicos. Ya no tenía que gaminiar, ni dormir en las aceras. Siempre he sido muy religioso.
Hacía los primeros viernes y me confesaba cada mes. Un día entré a la Veracruz a confesarme con un curita
que me preguntó qué hacía yo. Le dije que vendía periódico. ;e preguntó de qué clase y le dije que todos. Me
regañó: No venda El Correo y toda esa otra prensa liberal porque se condena y queda excomulgado. En fin, el
curita me puso a aguantar hambre porque yo, por hacerle caso, no volví a venderlos. Un mes más tarde me fui
a confesar nuevamente, pero cambié de Iglesia, y me fui para la de Villanueva. Le conté al curita que yo no
había vuelto a vender la prensa liberal porque el curita de la Veracruz me lo había prohibido. Este me dijo: No
hombre, vender prensa no es pecao ¡No sea bobo! Usted puede seguir vendiéndola. Y así fue.
Vivíamos en Girardota y vine hasta Copacabana a vender maíz. Estaba muchachito, tenia quizás 15 años. Un
extranjero, italiano, se quedó viéndome y me preguntó a dónde vivía, y si quería irme a trabajar con él.
Contesté: Señor, tiene que pedirle permiso a mi mamá. Le dije dónde vivía ella y cuando regresé a Girardota
encontré que el italiano ya había llegado y se había ido a pie por la loma hasta la casa. Y le echó el cuento a mi
mamá y al padrastro diciéndole que me traía a trabajar en Medellín en un almacén que tenía. Ellos me dijeron:
Bueno, váyase mijo. Y me fui con el italiano. Me trajo a Medellín, descalzo, con un pantaloncito pica pollos a
media pantorrilla, yo estaba muy pelaito y era muy bobo.
Me monté en ese tren por primera vez, lo más contento sintiéndome dentro de ese aparato. Al principio, me
parecía que el tren no andaba, que lo que se movía eran los árboles, la carrilera, las casas, y yo todo asustado,
no preguntaba nada pero pensaba cómo harían para moverse tan rápido las cosas y los árboles. Sentía alegría
y miedo al mismo tiempo y, mientras tanto, venía comiendo hojaldres y golosinas porque el italiano no sabía
qué hacer conmigo para complacerme.
Cuando llegamos a Guayaquil en Medellín ¡qué cantidad de coches de caballos! Yo me asusté, estaba todo
aterrado viendo una ciudad tan grande y con tanta gente.
En las vitrinas de los almacenes vía figurines y creía que eran personas de verdad sin entender cómo
demoraban tanto sin moverse. Me quedaba con la boca abierta viendo a los muchachos montar en bicicleta y
observando tantos coches de caballos, edificios, vitrinas, luces y tranvías, que no me explicaba cómo podían
moverse sin tener caballos que los arrastraran. Yo que venía del campo y era un montañero descalzo, me
asombraba de ver tanto cachaco de sombrero y bastón, elegantísimos, llamados filipichines y tantas mujeres
tan bien arregladas. Los avisos luminosos me impresionaron mucho, sobre todo los de los cigarrillos Dandy,
Victoria y Pielroja. En la plaza Guayaquil vi un culebrero, vestido con pieles raras, que tenía enrollada una
culebra y hablaba en voz alta, mientras toda la gente lo miraba asombrada haciéndole un corrillo que lo tapaba.
Me gustó tanto que juré que algún día sería culebrero. Yo caminaba atrasito del italiano, cerquita de él para no
perderme. Y era echando ojo pa todos lados, asustao, cabriao. Viendo yo ese gentío y toda la gente bien
vestida me sentía como acomplejado por las mechitas (ropas) con que yo venía del campo. Pero, de todas
maneras, pensaba en lo bueno que era conocer todo eso y me sentía muy contento al lado del italiano.
El italiano me llevó cerca de la plazuela de San Ignacio a un hotel. Ahí mismo fuimos a una barbería y me hizo
arreglar, peluquiar y dar en la cara un masaje y me echaron loción. En seguida, me llevó a un almacén y me
compró un vestido y ropa interior y me hizo un baño. Yo salí lo más titinito que usted pueda imaginarse.
Tenía ganas de hacer del cuerpo, mejor dicho, cagar, pero no me atrevía cuando entraba a esos baños tan
limpios y tan bonitos. Varias veces entré y volví a salir sin hacer nada, hasta cuando las ganas fueron tan
grandes que no resistí.
Después me llevó pal circo España. Era una casa grande que servía para corridas de toros, teatro y cine. En la
mitad del redondel de la arena habían colocado un trapito blanco colado con cuerdas. Dieron una película que
se llamaba Benhur y otra de vaqueros. Apagaron la luz y empecé a ver que del trapito blanco salían trenes
echando humo, vaqueros e indios peleando. Yo estaba aterrado y me preguntaba ¿señor, qué cosa rara es eso.
Cómo hace ese ferrocarril para pasar por ahí? Yo seguía pensando y pensando cómo pasaba ese ferrocarril
echando humo, y esas quebradas botando agua, y esos hombres peleando, y todo eso dentro del trapito
blanco. Yo pensaba: es magia. Pero la magia me la fue a dar el italiano por la noche en la pieza del hotel.
Después de la función nos fuimos pal hotel, ahí me pasó un cepillo para que le limpiara unos paños que tenía.
Me preguntó: ¿Vamos mañana para Rionegro en el tranvía? Era que subía por Guarne y se llamaba Tranvía de
Oriente. Me puse muy contento.
Entonces nos sirvieron la comida y yo no sabía comer con cubiertos porque estaba enseñado a comer con la
cuchara de palo. Pero, yo voltiaba a ver cómo comía el italiano y entonces cogía el cuchillo y cortaba como él.
Me dijo: el cuchillo es con la derecha. Porque como yo zurdo yo no lo cogía con la derecha. Después de la
comida fuimos a dormir. Me acosté en la misma cama con él pues sólo había una y me quedé dormido. A media
noche desperté porque sentí que él... trataba de comerme. Yo era tan sano que no entendía y me quedé
pensativo. Y volvía el hombre a intentar darme por detrás; amenazándome, me decía ¡Quitecito ahí!
Yo, todo aterrado, pensaba qué hacer. Le dije: Yo sí me dejo pero permítame ir al baño que me dieron ganas
de hacer del cuerpo. El me dejó salir, porque el sanitario estaba fuera de la habitación, y me escapé para la
calle, aburrido, desesperado, sin conocer nada y muerto de frío. Pasé la noche encurruñao en un zaguán,
esperando que amanecería pa arrancar pa mi casa como fuera. Amaneció.
No tenía 5 centavos. Salí y fui cogiendo toda esa carretera abajo, preguntando: ¿Por aquí voy a Bello? Y me
decían que sí y seguí caminando pa la casa. Cada ratico voltiaba a mirar pa atrás y si veía que venía un carro o
un cliente cachaco, me parecía que era él y corría asustado.
Llegué a Bello. Pensé: El Padre es el único que puede ayudarme, me fui pa donde el curita, le conté mi historia,
que venía de Medellín a pata y estaba varao. El cura me dio diez centavos.
Me fui pa un hotel y le pedía a la señora una tacita de chocolate de 5 centavos. Un señor que estaba comiendo
le dijo: vea, no me le dé al niño un chocolate, démele una comida que yo la pago. Me sirvieron un plato de
frisoles y mazamorra y me quedé con los diez centavos. Ese mismo señor pagó la pieza para que yo durmiera
(10 centavos). Al otro día tempranito, compré el tiquete para Girardota con los 10 ctvs. que tenía. Yo iba con la
mecha nueva (ropa) porque los pantalones picapollos los había dejado botados en el almacén cuando el italiano
me compró los nuevos. Iba descalzo pero con un vestido nuevo, muy bonito. Me subí al tren que estaba para
arrancar y en ese momento, se le cayó el sombrero a un pasajero. Me pidió que se lo recogiera y me bajé. Vea
hombre, lo que es la humanidad de corrompida, de mala: Cuando me bajé a recogerle el sombrero, otro lo
había cogido y se lo llevó corriendo, yo corrí detrás, sin alcanzarlo. Cuando me devolví ya el tren había
arrancado y me quedé en la mitad de la carrilera con la cara fría, pensando: Virgen Santísima, ¿qué voy a
hacer ahora? Me fui a pie muy triste hasta Machado donde vi una señora que vendía fritos en un puestico. Me
quedé mirándola, muerte do hambre, y le pregunté a qué horas pasaba el tren. Me contestó y le conté lo que
me sucedió. Me dijo: No se preocupe que con ese tiquete puede subirse en el próximo tren. Viéndome la cara
de hambre me dio desayuno de chocolate con arepa y quesito. Agradeciéndole, le dije que le ayudaba a
abarrer, cogí la escoba y me puse a barrerle. La gente era mucho mejor antes que ahora. Llegó el otro tren y
me subí. Más adelante pasó un señor pidiendo los tiquetes. Le mostré el mío y dijo: Este tiquete ya está
perforado. No sirve. Le expliqué lo que había pasado pero no hizo caso. Pararon la máquina y me bajaron.
Quedé yo más aburrido, en la mitad de la carrilera, en puro campo, lejos de todo. Cómo sería mi rabia que
cuando oía venir un tren le ponía piedras sobre los rieles, de la furia, pa que se descarrilara y me escondía.
Pasaba la máquina y lanzaba lejos las piedras sin que le pasara nada. Y yo furioso. Seguía caminando oía otra
máquina, volvía a ponerle las piedras en los rieles. Y nada. En fin, por la noche llegué a la casa, a pura pata.
Ahí mismo me abrieron la puerta saludándome. ¿Mijito, qué tal? ¿Cómo le fue por Medellín y por qué se vino?
Yo me aburrí, mamá, ese italiano sí fue muy formal conmigo, al principio, y me dio ropa pero, por la noche
cuando me fui a acostar con él me hacía como a una mujer. El creía que yo era una mujer. Mi mamá se quedó
callada.
Después me puse a contarle todas las cosas extrañas que había visto y le dije: Cómo le parece mamá que me
llevo a un teatro, que era una casa muy grande, donde había un trapito blanco de donde salían trenes echando
humo, vaqueros e indios montados a caballo y peleando. Ella, asombrada, preguntaba: ¿Mijito y usted no se
agachó para ver qué había por detrás? Yo si bregué, mamá, pero no pude ver nada. Ella me dijo: Eso es seña
de que el mundo se va a acabar, mijito, porque están habiendo tantas cosas raras que, según dicen, es que va
a nacer el Anticristo. Si mijito. Porque de un trapito blanco no pueden salir trenes echando humo, ni vaqueros e
indios peleando a caballo. Eso es que viene el Anticristo.
VENDEDOR AMBULANTE EN MEDELLIN
Vendí de todo. Repartía frescos por la calle en un carrito que me alquilaban a diez centavos diarios. Vendía
raspaos de hielo.
Después vendí lotería de Medellín a 30 centavos el pedacito, cinco pedazos que ganaban cinco mil. Un señor
Roberto González me daba los billetes, porque no tenía con qué comprarlos, y la tercera parte de la ganancia
era para él. Tenía que devolverle los billetes no vendidos una hora antes del sorteo. Un día le devolví un billete
que resultó ser el gordo premiado. Don Roberto se puso muy contento y ofreció darme para unos tragos al día
siguiente. Fui muy contento y el sacó el monedero y me dio 50 centavos. Quedé muy picao pues esperaba que
me diera 100 o 200 pesos. Entonces le pedí bastante lotería al fiado, 200 pesos en billetes de todas las rifas.
Los vendía y con la plata me fui pa los lados de Guayaquil, jugué a la lotería con unas viejas, me emborraché y
gasté el dinero con las putas. Me había llevado un muchacho para que me sirviera de testigo. Alquilamos una
pieza pa dormir en Guayaquil; por la noche me levanté y boté mi carrielito. A la mañana grité: me robaron.
Llegó la policía, agarró a unos sospechosos y me fui a poner el denuncio. En ese tiempo doscientos pesos era
mucha plata. Llamaron a don Roberto y me preguntaron cómo iba a arreglar con él. Contesté: Yo soy muy
pobre pero muy honrao y le quiero pagar, yo le voy pagando de contaitos. Aceptaron y como a los quince días
un contao de un peso y él me dio un recibo. Entonces ya el asunto quedó como una deuda consentida. Otras
veces de tarde en tarde fui a llevarle uno o dos pesos, hasta que el asunto se fue olvidando.
Después me conseguí un cajoncito y los surtí de cigarrillos, fósforos y confites. Tenía por ahí unos 15 años. Mi
capital eran 5 pesos con los que compraba tres cajetillas de cigarrillos Dandy que valían 25 ctvs., 3 cajetillas de
cigarrillos de tabacos y una caja de chicles que valían 80 centavos, unas Colombianas averiaditas que me las
daban baratas y recortes de galletas Noel. Vendía mis cigarrillos por los dalos del teatro Granada y por las
noches vendía en el Parque de Berrío hasta cuando guardaban el último tranvía. La dormida me la daba un
viejito que vivía en la Calle del Codo, arriba de la Gobernación, ahí tenía un cuchito donde vendía café con
leche, chocolate y empanadas. Yo amanecía ahí con el viejito. Así me la pasaba todos los días, caminando con
mi cajoncito terciado de una correa y gritando: Cigarrillos, fósforos, cigarrillos.
Esa fue la época en que me gané las seis loterías, es el recuerdo más feliz de mi juventud. Seis rifas y cada una
valía 5 pesos.
Resulta que vendían unos fósforos de palo en la cacharrería Mundial y por cada cuarto de resma de fósforos que
uno compraba daban una boleta para rifar 5 pesos. Cada vez que vendía mis cigarrillos y mis fósforos iba a
reponer mi surtido y me daban la boleta de la rifa. Yo he sido muy comeladrillo, muy religiosos, y un día que
salía de la Veracruz de rezarle a la Virgen del Perpetuo Socorro, me dijo un amigo: ¿Qué la boleta de la
Cacharrería? Me acuerdo mucho que le dije: 1111. Me contó que me había ganado la rifa. Creí que eran
mentiras, que estaba charlando. Me ofreció 4 pesos por la boleta. No acepté y me fui para la Cacharrería y veo
en la vitrina: Número 1111. Qué alegría tan mierda, hombre ¡CINCO PESOS! Compré un cirio de cuarenta
centavos para sobornar a la Virgen, pa lamberle, me arrodillé y le dije: Virgen Santísima, Virgen Bendita que
me socorristes! Con el resto del dinero puse ese cajón lo más bonito. Compré otro cuarto de fósforos y me
dieron otra boleta. A los 18 días me gané otros cinco pesos. ¡Ay qué alegría! Esa fue la alegría más enorme de
mi vida y otra vez cirio de 40 a la virgen. Y ese cajoncito mío lo surtí tan bien que parecía un rosario, muy
bonito: cigarrillos bien ordenaditos y hasta americanos Chester y Filis Morrie que en ese tiempo valían 25
centavos. En fin, así seguí ganando hasta que completé cinco seguiditas de a 5 pesos que eran 25 pesos, y no
seguí ganando más porque no me volvieron a vender boletas. Increíble mi suerte. Me dijeron: La mentamos
mucho pero no le podemos dar boleta, sí vendemos los fósforos pero sin boleta, entonces, yo mandaba a otro
muchacho para que le dieran a él la boleta.
Me gustaba demasiado el trago y las putas y como ya tenía mis pesitos me iba por las noches pa Guayaquil
donde creían que yo era riquito porque todas las noches iba y me emborrachaba en los cafeses donde ponía
discos (Pajarito Cantor, Luna de Arrabal). Cuando las coperas me veían llegar se ponían contentas porque como
me creían rico, les gustaba y yo, pa sostener la caña, era generoso con ellas y todos los centavos que ganaba
en el día se quedaban por la noche en los cafés de Guayaquil. Claro está que ya me había comprado mi primer
par de zapatos porque antes yo andaba descalzo, a pie limpio y de pantaloncito corto. En realidad los primeros
zapatos me los había dado mi tío, el cura, pero me maltrataban mucho porque tenía los dedos llenos de niguas.
Entonces, compré de contados unos zapatos en el almacén Argelino de Guayaquil. Costaban 1.50 y yo pisé el
negocio con 10 centavos y continué dando de a 5. Yo estaba muy contento porque ya tenía un par de zapatos y
cuando ya completé un peso llevaba a mis amigos y con orgullo les mostraba los zapatos que estaban exhibidos
en la vitrina y les decía: Vea hombre los zapatos que estoy pisando. El día que acabé de pagarlos y me los puse
me fui orgulloso pa Guayaquil y me emborraché.
Por ahí por Guayaquil me levanté una vieja que tenía como ochenta años. Ella doblaba tabaco y yo vendía
periódicos. Me daba la dormida y cuando yo llegaba por la noche ella no sabía dónde ponerme de la felicidad.
Me preparaba comida y descolgaba dos sillas mecedoras que mantenía con unas cuerdas en el techo de la pieza
pa sentarnos y mecernos. La viejita sacaba un cofre que tenía con alhajas y comenzaba a ponérmelas todas a
mí diciendo: A ver cómo quedas. En ese entonces yo era medio bobo y sólo me limitaba a verlas y a pensar y
decir que eran muy bonitas. Un día le conté a un tío quien me aconsejó que no fuera bobo y le echara mano a
uno de los anillos que en ese entonces valían no menos de 15 o 20 pesos. Así fue, me le llevé dos. Ella debió
darse cuenta pero, por temor de perderme, nada dijo.
Un día me propuso que nos casáramos y yo acepté. Entonces me llevó donde el sastre para que me hiciera dos
vestidos de paño, de esos con pantalones embombados hasta más abajito de la rodilla y se colocaban con
media negras largas. Me sentía tan elegante con mis vestidos nuevos. Nos fuimos a la Iglesia de la Veracruz,
donde un padre Henao, y la viejita conversó primero con él y al terminar preguntó el cura: ¿Y dónde está el
novio? Me adelanté y respondí: el novio está aquí. El cura me miró de arriba abajo y volviéndose a la viejita la
regañó: Vieja sinvergüenza, andá y cogé oficio. ¿No ves que ese muchacho lo tenés que criar vos? ¡Eh! Tenés
ganas de matrimonio.
Salimos todos asustados y la viejita, viendo que todo le fracasó, fue donde el sastre y le ordenó que ya no me
hiciera los vestidos. Pero después seguimos nuestro noviazgo. Yo en verdad no la quería, cómo iba a quererla si
ella tenía 80 años y yo era un pollito de 16. Pero yo me aprovechaba de ella porque aunque no tenía un solo
colmillito en la boca, me arreglaba la ropa, me daba comidita y se acostaba conmigo, ¿me entiende? Yo la
conocí en la Iglesia de la Veracruz, donde siempre he entrado desde pequeño a visitar a la Virgen del Pertetuo
Socorro, devoción que heredé de la madre mía. Ahí nos encontrábamos rezando la viejita y yo y ahí fue donde
empecé a caerle en gracia.
PRIMEROS CONTACTOS CON LOS CULEBREROS
Sin darme cuenta siempre me atrajeron los culebreros, desde cuando, ya hacía muchos años, llegué por
primera vez a la Plaza de Cisneros en Medellín y los vi vestidos con trajes extraños, rodeados de culebras en el
cuello y hablando un leguaje raro mientras un corrillo de personas curiosas los miraba con respeto y asombro.
Ahora, al regreso de mis viajes por el sur, vaciado y casi alcoholizado no tenía trabajo y me pasaba las horas
mirándolos. Claro que este oficio lo coge a uno, en primera medida, por la ignorancia, porque uno no ha
estudiado nada. También por la pobreza porque un hambre es espantosa. Pero a veces me pregunto. ¿Esto lo
explica todo? Porque de la misma manera y por las mismas razones hubiera podido escoger mil oficios
diferentes y ¿por qué precisamente este de culebrero? Sólo sé responder que desde pequeño me atrajo.
Comencé cargándoles las maletas a los propagandistas (que en esa época no se les decía culebreros), les
cuidaba y cargaba el cajón con las culebras y los menjurjes. Me daban centavos.
Alguno, después, me propuso que le cuadrara el público, pues generalmente les gustaba entrar a trabajar
cuando ya el público había cerrado el corrillo. Uno tenía que ingenriárselas para reunir a la gente. Al principio
parece difícil, pero ¡No! La gente es demasiado curiosa. Vea, amigo, haga usted la prueba, párese en Junín con
la Playa, cuando haya bastante gente, y póngase a mirar un rato para el cielo sin decir nada, al momentico
tendrá usted a su lado cien personas mirando y ya empezarán a ver platillo voladores y quién sabe qué cosas
más. Porque así es la humanidad. A ratos me paraba con una pañueleta y decía que iba a hacer una
muñequita: Del piste al piste corone este alpiste. Pase y contrapase. Le echamos los polvos de la madre
Celestina, los unos pasan por debajo, los otros pasan por encima. No hacía la muñeca pero la gente se iba
reuniendo esperando que la hiciera. Cogía a un muchacho de los que estaban curioseando y explicaba que le
iba a cortar la cabeza sin derramar una gota de sangre para ponérsela después en su lugar pero al revés. Le
vendaba los ojos y le pedía que repitiera conmigo la oración sagrada:
Persínate ancú
Ave María la chumbimba
Cómo será la petá
Lo sacan de cucho a cucho
y alabado sea Marucho
Así se iba reuniendo el pueblo y entonces presentaba al protagonista. Después conseguí un muñequito: Vean
ustedes a don Cirilo, el suma baila, canta y trasmite la voz del pensamiento. Canta cuando está contento y
reniega cuando está aburrido. Habla siete idiomas. Este es don Cirilo, el que le dio la vuelta al mundo pero que
un día le pegó a su madre porque le pidió chocolate y carne asada y ella no se los dio porque no los tenía. La
madre, en castigo, le echó la maldición de andar conmigo para arriba y para abajo todo el resto de su vida, que
es mucho porque don Cirilo, como yo, es inmortal. Y simulaba ventriloquia con don Cirilo.
Generalmente me daban el 20% de lo que hacían en la venta de sus pomadas. Un día me tocó reunirle público
al doctor Carrasquilla, un hombre que trabaja muy bien presentado, buena percha y buena corbata, y era hasta
preparado porque mostraba cuadros de anatomía y hablaba un lenguaje muy bonito. Pero no convencía, no
vendía.
Después de la primera presentación vendió 15 ctvs., a mí me tocaron 3 de participación. Hasta este momento
había estado esperando la oportunidad de ser yo el propagandista. En mi pieza había escrito los discursos para
vender la pomada y el jabón contra la caspa. Me los sabía de memoria y vivía esperando una oportunidad.
A la segunda vez fue peor, el hombre se blanquió y no vendió nada. Yo había comprado en la ferretería la
Campana unos jabones y unas pomaditas que guardaba en un maletincito. Cuadré al público por tercera vez y
cuando se acercó el corrillo se me acercó el doctor Carrasquilla para que lo presentara pero yo no le hice caso y
me lancé a vender mis pomadas.
Al final abrí la venta a 5 cvts., la caja y reuní 1.80. Las vendí todas. Me los eché en el bolsillo y orgulloso los
hacía sonar. Me fui pal café y pedí un aguardiente, doble (piernipeludo). Cuando regresé me preguntó
Carrasquilla si le iba a seguir cuadrando al público. Respete, mijo, ahora el que me tiene que cuadrar el público
es usted porque yo vendo más.
Después sí me regué a trabajar en el oficio. A los poquitos días llegó a Medellín un propagandista con el pelo
largo que se llamaba el Indio Pielroja. Hablaba a lo enredado y se ponía unas medallas. Era un marinillo y
reunía cantidad de público vendiéndole cargas de remedios: Mires bien, hombra y muler. ¿Qué les duele acá?
Están enfermos de la esturmaga, de la esturmaga.
No me puedo quedar atrás de este marinillo, pensé, y decidí dejarme crecer el cabello. Así que yo fui el primer
hippie de Colombia, cuando tener cabello largo sí era una rareza, no como ahora, cuando los hombres lo llevan
largo y las mujeres corto y se mete uno unas confundidas. Al principio sufrí mucho porque la gente me gritaba:
poeta fracasado. Cuando ya empezó a ponerse bien largo me lo agarraba en moño dentro de una cachucha y ni
se notaba. Pero yo no me atrevía a trabajar de cabello largo en Medellín porque la gente me conocía y ¿quién
iba a creer que yo era indio?
EL CORAZON DE PIEDRA,
LOS MONSTRUOS NIÑOS Y LA MOMIA ENANA
Al edificio donde vivía llegó un cliente con unos fenómenos: Un ternero de dos cabezas disecado, una piedra en
forma de corazón y unos como fetos de miquitos dentro de un frasco y unos cuadros con dibujos de los
monstruos. Me propuso negocio alquilándome todo a peso el día. Acepté y conseguí un localito donde exhibía el
corazón de piedra, los monstruos niños y la momia enana. ¡Sigan señores y señoras! Con permiso de las altas
autoridades y a petición de varias familias distinguidas, continuamos exhibiendo el fenómeno raro y bello que
visita hoy la ciudad de Medellín. Conozca usted los monstruos niños y convénzase que los pecados de los
padres los pagan los hijos. La señora Ana Felipa Aspiasco, de la vecina república del Ecuador, que se burlaba
mucho de los niños fue castigada por Dios, quien no castiga ni con palo ni con rejo, enviándole este par de
monstruos niños cuando quedó embarazada. Vean señores la maravilla del siglo: el corazón de piedra,
aprendan que no hay pena más dura que las de amor. Un amante despechado, de tanto sufrir, se le fue
convirtiendo su corazón de pura piedra. También la momia enana y el ternero de dos cabezas, que nació el
mismo día que una hija desalmada mató a su madre de 27 puñaladas.
Los signos terribles que sólo parecen cuando el mundo se va a acabar. Pasen, pasen, señores.
La gente se emocionaba creyendo que eran monstruos muy grandes y entraban en cantidades. Yo tenía
contratado un muchacho para que los mostrara dentro del local y, mientras se iban, para evitar los reclamos,
me escondía en la tienda del frente y despachado ese turno comenzaba otra vez mi perorata con una cornetica.
La gente entraba a 5 y a 10 ctvs. y eso era un platal enorme el que levantaba.
Un día llegó un cliente, Alfonso Villegas Giraldo, que después fue jefe del Das, era medio chiflado, se decía
periodista y vivía metido en todo. M e dijo, para no pagar: Con su permiso, voy a ver esto porque soy
periodista. Lo dejé entrar. El hombre se quedó dando vueltas por toda la calle, viéndome vender tantas boletas
y la gente entrando y saliendo. A los dos días regresó acompañado y diciendo lo mismo volvió a entrar. Al
hombre como que le daba envidia que yo consiguiera algún centavo y me miraba los bolsillos abultados de
tanta menuda que sonaba.
Un día el hombre redactó un memorial y lo hizo firmar de todos los dueños de los almacenes vecinos que no me
miraban bien porque les quitaba la clientela. Todos firmaron, excepto unos judíos Rabinovich quienes dijeron:
Nosotros no firmamos eso. Ese pobrecito muchacho tiene derecho a conseguirse la vida, él se gana su pan ahí.
No firmamos. Llevó el memorial a la Alcaldía y ahí mismo me llegó un empleado pidiéndome que le mostrara el
permiso. Como no lo tenía me envió a reclamarlo a la Alcaldía donde me lo negaron dizque porque yo estaba
hablando muchas vulgaridades, que era prohibido, en fin, me negaron el permiso. Salí furioso, conseguí un
cuchillo y fui a buscar el cliente ese para meterle una puñalada pero no lo pude encontrar.
Años después estaba en Bogotá trabajando encaramado en una mesa, ante un público vendiéndole el vino
Tropical, cuando se paró el hombre a verme. Había ido a una concentración Gaitanista. Me saludó. ¿Qué ha
habido hombre? ¿Cómo estas Correita? Y le dije: ¿Aquí venís a sapiar también, como me sapiaste en Medellín,
cuando me hiciste la guerra y me quitastes el pan por unos días? Salió un cliente amigo mío. ¿Con que ese es
sapo? Espérese a ver que yo le meto una puñalada a ese gediondo. Y el hombre salió a perderse, corriendo.
Después lo volvía a ver de jefe del Das en Antioquia. El hombre ya no me recuerda pero yo sí.
EL TRABAJO EN EL HOSPITAL
A mí me tocó el Cali vestir muertos y limpiar sanitarios, lo que en ese tiempo llamaban ordenanza, le hacían a
uno una ordenanza.
En el hospital de Cali.
Y en el hospital no había trabajo. Entonces, una hermana me dio una recomendación y me fui para Buga. En
Buga había una hermanita que llamaba Sor Duque, que estaba fundando un hospital allá, un pabellón de
tuberculosos. Entonces la hermanita me dijo que me fuera a trabajar y allá trabajé por ahí un año y medio, con
los tuberculosos.
Le tenían tanto miedo a esa enfermedad que un médico entraba con los zapatos al hospital, los zapatos los
dejaba en la puerta, entonces cambiaba de zapatos y esos no los sacaba para la calle. Al médico había que
abrirle la puerta, no cogerlo uno ni para nada porque decía que llevaba la infección, llevaba también una careta,
y entonces a mí me daban una careta para ponérmela; pero resulta que yo la careta no me la ponía porque yo
fumaba mucho tabaco y yo por fumar el tabaco botaba la careta y no me hice mucho cariño de los enfermos.
Los enfermos me mandaban a comprar sardinas y me dejaban a mí dizque el sobrao, y entonces yo decía:
"gracias muchachos, les agradezco mucho, Dios se los pague", entonces yo salía con eso y se lo daba a otro
enfermo, pues, pa no demostrarles que yo les tenía fastidio. En ese hospital yo le daba la comida a los
enfermos, salía a hacer los mandados; me tenían mucha confianza, me mandaban a Cali donde el gerente de la
lotería, un señor que se llamaba Gustavo Lotero, yo iba por la plata para pagar las enfermeras, para pagar
empleados y la plata para el hospital; cuando se necesitaban tendidos de cama, colchones, camas, a mí me
mandaban por eso a Cali, donde el gerente de la lotería. Las hermanitas me querían mucho.
A mí me querían sobremanera: me querían los médicos, me querían las hermanas de la caridad y, ¿y...no?
Cada que rezaba el rosario yo era el primero que decía: "Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores", rezaba duro para que esas hermanas me dieran buena comida, ¿no? Entonces las hermanas me
daban de la comida de la alimentación de ellas y me llevaban pa las...pa onde tenían ellas los camarotes, allá...
Sí. Entonces yo llegaba... esas hermanitas tenían, les tenían... las hermanitas le tenían mucha bronca era al
que no rezaba, ¿no?
Si hay una persona que vaya al hospital y sea buen rezandero ese tiene todo, o tenían en ese tiempo, porque
en ese tiempo las hermanas eran unas santas. A esas hermanitas les tocaba a ellas mismas lavar la ropa,
lavaban, tenían una máquina, cogían esa máquina y eran remendado los tendidos de los enfermos, una cosa y
otra, lavando las gasas, ¿no? Esas gasas, eso de los difuntos de los enfermos, eso lo lavaban otra vez y volvían
a aplicarlo. En ese tiempo había, había una pobreza franciscana enorme. Imagínese que no tenían... el que se
moría, lo llevaban en un cajón y lo voltiaban allá y volvían con el cajón otra vez pal hospital, ¿no?
Allá llegaban con un cliente y lo llevaban... un enfermo para, para examinarlo y esos enfermos le decían: "ese
viejito tiene que estar achacao, vea ¡Puh, esos pitos de él deben estar malos!", ¿no? Y cuando me preguntaban
a mí: "¿qué hubo de ese viejito?" Y les decía yo: "está aliviao", entonces: "esa vaina", y brincaban de contento
ellos, de rabia, ¿no?...
Y había un pastuso que me vio a mí ahí que yo lo bauticé con el nombre de Cacaito porque era muy chiquito él.
A ese pastusito le tenían bronca los enfermos, y un día llegó el pastusito y le dice a la hermanita: "¿por qué no
me hace el favor y me saca de aquí para dormir en otra parte?" Y entonces la hermanita dijo: "mijito, usted es
que le tiene mucho miedo a esto. Es mejor que se vaya". Entonces llega Cacaito y me llama a mí: "venga,
camine, asómese Correíta, fíjese bien lo que hay allí". Entonces llegué yo y debajo de la cama, debajo de la
almohada le habían tirado una partida de esputos los enfermos a él, porque el tuberculoso en ese tiempo era
muy malo... yo no sé si es por la enfermedad.
Le tenían bronca porque el pastusito a toda hora dentraba con la careta así, vea, no, y era de lejos. Y le decían:
"venga hombre". Y decía: "un momentico, un momentico. Ya voy para allá". Entonces les demostraba mucho,
pues, que les tenía miedo... ¿no?
Ni el pastusito, ni yo estábamos enfermos, éramos trabajadores.
Ganábamos quince pesos al mes.
¡Imagínese al pobre pastuso!
Un día salieron todos esos enfermos y se bañaron en unos tanques de agua que hay allá; se volaron de ahí del
hospital. Aquí, este es el hospital y aquí hay una salida que sale a una manga; y se bañaron todos en los
tanques, ¿no? En los tanques, en los tanques de agua por maldad...
Un día llevaron a un ñatico, que era de Sevilla, y al ñatico se le había ido la voz; hablaba delgadito delgadito.
Entonces me dijo el médico a mí que a ese enfermo le podía dar de todo, de lo que pidiera. Y un día me dijo el
ñatico: "yo me voy mañana de aquí, porque aquí no me curan. Y usted me hace el favor y me llama por la
mañana pa yo sacar mi maleta, pa sacarla a la carretera pa yo coger un carro". Y entonces el ñatico me mandó
a mí a que le comprara un salmón. Le compré un salmón, dos panes grandes de a cinco centavos –que en ese
tiempo eran unos panes así que es lo que vale tres pesos ahora o cinco-, bueno, una maltina, un aguacate,
unas cosas que llaman génovas, como salchichón, que vendían mucho por ahí. Entonces el ñatico comió esos, y
se acostó a dormir. Por la mañana lo llamé yo. Eran por ahí las cuatro de la mañana. Se levantó el ñatico. Se
fue pal baño. Cogió una maquinita, se afeitó, y se echó Alhucema. Y me dijo "yo voy a acostarme un ratico que
me voy a ir, pa irme ahora ". Y entonces llegó el ñatico y se arrecostó ahí y, y se quedó muerto.
Llegó un enfermo y me dijo a mí: "vea hombre, ese ñato que no se ha voltiao para nada". Y fui yo a ver, y
estaba muerto.
Había un cliente que era Antioqueño que se llamaba López de Mesa, de Don Matías. El se decía: ¡soy el profesor
López de Mesa! El hombre vendía un insecticida, ¿no? Un insecticida y tomaba mucho trago; y cuando estaba
ese hombre borracho se iba pal hospital a calmar guayabo allá, y lo, lo recibían. Entonces al hombre le ponían
los remedios ahí, y decía: "no, qué voy a tomar yo eso hombre". Y dijo: "vea, yo aquí he venido como siete u
ocho veces, y cada que vengo encuentro caras distintas. Los demás compañeros míos aliviaos no están, todos
están muertos. ¿Por qué? Por tomar esos remedios. Yo no tomo nada de esto". Bueno, y un día se lo...y un día
lo metieron a la cárcel. Entonces me mandó a llamar el hombre a mí. Y yo fui y lo saqué (pues le dije): "fíjese
que ese señor está tuberculoso. Este señor estuvo en el hospital". Y ahí mismo lo echaron pa fuera. Ah, un día
llevaron... habían unos presos que los llevaban cada rato allá, al hospital. Y los presos se volaban, a los ocho o
a los quince días. Los llevaban enfermos, los llevaban enfermos allá; los llevaban ¿no?, detenidos, entonces los
llevaban allá y de allá se volaban. Cuando, después volvían otra vez y los capturaban.
Tosiendo, que dizque tuberculosos. Y había un dotor muy vivo, y dijo: "caminen pues muchachos pa sacales
una radiografía. Llévenselos para allá". Y entonces se los llevaron pallá. Y entonces ahí mismo se vino el dotor y
me dijo a mí: "ábrales el nochero, a ver qué tienen".
Entonces abrimos el nochero y tenían de ese con que pintan los (ataúdes), humo de pez, ¿no? Y eso se lo
toman, y eso se va a los pulmones, ¿no? Y eso cuando sacan la radiografía ven y entonces ven de que hay, de
que hay una...¿no?, ¿no? De eso que es como una pintura, un humo de pez.
Llevaron también a una señora de Roldanillo-Valle. La señora estaba enferma. Entonces la trataron, la
examinaron bien, y la señora tenía dos cavernas en los pulmones, ¿no? La caverna le cogía el pulmón ahí.
Bueno, comienza el médico a tratarla, un dotor que se llamaba Cayetano Delgado. En ese tiempo era el jefe de
la compañía el dotor Arboleda Díaz, un gran tisiólogo, y era jefe del Valle del Cauca este dotor, Mario Correa
Renjifo.
Comenzaron a tratarla, a esa señora le pusieron unas inyecciones, calcio, Solganal y Vitadoni. Entonces ese
doctor le puso unas inyecciones, no me acuerdo si fueron Gaduzán. A los dos meses le toma una radiografía y,
y tenía una cosita muy poquita. Ese médico asustado llamó a los demás médicos, contento, y dijo, vea esto y
esto. Comienzan a ver la historia de la señora. Hombre, Cayetano –le decía el otro médico-, ¿y vos con qué la
trataste? Y le dijo: "hombre, yo le puse unas inyecciones de Gaduzán". "Hombre, pero ve a esta mujer ¡vea a
esta señora!". Bueno, la siguieron tratando a la señora. A los dos meses van y le sacaron otra vez nueva
radiografía y no tenía ni rastro de la enfermedad, ¿no?, ni rastro. La señora era esposa... de un turco, y le
dijeron: "señora, usted puede irse pa su casa, usted puede comer, cuidarse mucho, tome leche bastante, coma
mantequilla sin sal, y, y cuídese una gripa. Entonces me dijo la señora: "Vea, si usted me hiciera el favor y me
llevara un telegrama". Fui yo a llevarle un telegrama al esposo que viniera por ella. Le puse el telegrama. Eso
fue un sábado a mediodía, y ese mismo sábado, a las doce de la noche, le cayó un vómito de sangre a esa
señora, estando aliviada. Ahí mismo corrió una hermanita, porque en ese tiempo lo que daban pa atacar la tos,
era un agua cloroformada, agua que le echaban cloroformo y eso lo revolvían y eso era lo que le daban a los
enfermos para quitarles la tos; y entonces le dieron eso y le pusieron una inyección de Ergotina, me parece, o
una cosa así.
Bueno, una inyección, entonces le destancaron la hemorragia de sangre. Al otro día, a mediodía, le cayó un
vómito de sangre y se murió; y dizque estaba aliviada la señora.
Una vez se murió un señor... como que era de aquí de Medellín, entonces tenían el cadáver... tirao ahí en el
cuarto de los del olvido, que llamaban. Me llamaron a mí.
Llegaron con mucho imperio, y me dijeron: "¿adónde está aquí el enfermo o el que saca eso? Camine es que
vamos a vestirlo, para que nos lo vista y lo eche aquí, en este cajón". Y le dije: "señor, yo ya cumplí mi misión;
mi misión fue arreglarlos, lo acomodé en el cajón ahí, ya eso es cosa de ustedes", ¿no? Y entonces dijo la
hermanita: "sí, bien hecho, mijito, bien hecho, que le paguen", una hermanita que llamaba Sor Josefina Duque,
de Sonsón. Bueno, entonces dijo un cliente: "bueno, vamos a regalarle cien pesos pa que nos lo arregle".
Entonces otro dijo: "no, entonces démosle doscientos". Y entonces ya me dieron los doscientos y entonces ya sí
salí yo y me tomé dos tragos grandes, cogí alcohol y lo arregle, y lo despacharon, le hicieron entierro. Le voy a
contar este también que fue un caso que pasó en Cali; eso fue en Cali. Llevaron un viejito allá; ese viejito no
creía en nada. Y le dijeron: "¿se va a confesar?" Y dijo: "yo no creo en nada. Yo me confieso es con un Cristo.
Yo no, ¡qué va! ¡Qué voy a creer en estas gentes! Si estos son unos pecadores iguales a uno".
Bueno, entonces ese viejito trataba mal a las hermanas, "dizque hermanas de la caridad, de la comodidad,
¡esta viejas gorronas!".
Bueno, entonces al viejito lo operaron de una hernia estrangulada. Ese viejito se mejoró, y se fue del hospital.
Le mentó la madre a esas hermanas: "adiós viejas de los infiernos, ya me voy de aquí"... ¿me entiende, no?, y
salió el viejito y se fue. A las dos cuadras lo cogió un carro, y le cogió una pierna, ¿no? Volvió el viejo al
hospital, otra vez. Era un viejo de seten... casi de ochenta años, y se... oiga, se mejoró de la hernia y de la
pierna; a mí me pusieron a cuidarlo, y entonces yo por cuidar ese viejito, por irme a, a buscar un tabaco,
cuando vine, el viejo se había levantado, operado, y estaba tomando agua, ¿no?, ¡y yo más confundido! Llamé
a la hermana, y le dije: "vea, que ese enfermo, ese viejito se levantó y tomó agua". Y dijo: "e, y si se muere,
Dios sabrá qué hace con él" ¿no? Pues salió ese viejito aliviado de ahí, ¿no?, de ahí del hospital.
ALCOHOL Y VIAJES
Resulta que en este tiempo estaban esperando, en Cali, a Gardel, y un cliente me había prestado cien pesos
que dizque para que los comprara en boletas pa yo venderlas. Y estaba yo en el parque Caicedo, sentado en el
parque, cuando por radio habló Gardel de Bogotá; y cantó una canción, como que fue Farolito o una cosa así. Y
dijo: "esta canción se las dedico a mis amigos vallecaucanos, que mañana estaré en esa, si Dios quiere; porque
el hombre propone y Dios dispone" –me acuerdo mucho que dijo Gardel-.
Cuando al otro día, aquí en Medellín...
Se destutanó.
Bueno, y de ahí de Cali me fui pa Popayán con un muchacho Serna; no, con un muchacho Pineda; ese era muy
vicioso. Llegamos a Popayán, y me dijo el muchacho: ¡camine, Correita, vámonos a tomar el trago al barrio de
las mujeres! Y nos fuimos a tomar trago en el barrio de las mujeres. Y le dije yo: "pero hombre, yo no tengo un
centavo". Y me dijo: "deje de ser bobo que allá conseguimos".
Cuando llegamos allá a una cantina, y dijo: "señorita, hágame el favor y nos sirve dos cervezas", ¿no? "y usted
lo que quiera tomar". Y ella dijo: "yo me tomo una ginebra". Entonces la mujer trajo la ginebra para ella y las
dos cervezas para nosotros. En Popayán hay un señor muy mentao ahí que llama Angel Mejía que tiene un
almacén en la plaza, que vende cerveza, tiene la agencia de Bavaria y compra café, entonces ese hombre era
pedir y pedir ahí, y yo atisbando pa salir corriendo, a qué horas, ¿no?, ¡con qué vamos a pagar! Y dijo:
"déjeme, que el llanero cuadra. Usted no sabe quien soy yo". Y llamó a la dueña del negocio y le dijo: "usted...
¿no me conoce a mí?". Y ella dijo: "no joven, yo no lo conozco a usted". Y dijo: "mi papá es Angel Mejía B.".
"¿Usted es hijo de don Angel?, ay, pues si de donde don Angel es que me surto yo allá, traigo los cigarrillos,
traigo la cerveza y traigo todo. ¿Y usted a dónde estaba?". Y le dijo: "Yo me encontraba estudiando en Europa,
¡no? Nos sirve lo mismo". Bueno, y déle. Y yo dije: "vamos a amanecer en la cárcel, ¡virgen santísima!". Y
entonces yo viendo el asunto, le dije: "tráigame unos cigarrillos y tráigame unos tabacos" y me los metí al
bolsillo. Cuando llega un sargento de la policía, y dijo: "que hay hole, cómo te ha ido". Y dijo ella: "muy mal,
mijo. Esto está muy malo aquí. Imagínate, vé: el único cliente que tengo aquí es el hijo de don Angel Mejía". Y
dijo el sargento: "el hijo de don Angel Mejía, ¡no! Ese no es hijo de don Angel Mejía". Don Angel Mejía no tiene
sino un hijo y está estudiando en el seminario Conciliar de Cali, pa cura".
Y dije yo: "ve ahombre, ¡cómo nos caimos aquí, hombe!". Cuando llega el sargento y le dice: "Hombre, ¿usted
es hijo de quién?". Y dice él: "mi padre es Angel Mejía B". Y dijo: "No. Usted no es hijo de don Angel, don Angel
tiene un hijo que está estudiando para cura; yo lo conozco". Y le dijo: "agáchese, mi sargento". Entonces se
agachó, y le dijo: "es que yo soy hijo natural".
Con eso se cuadró y ahí le firmó...
Se le firmó un cheque a la vieja, ¿no me entiende? Pa que fuera a cobrar la vieja...
Bueno, de ahí me metí a tomar un trago que llaman el Chiquito en Popayán, de contrabando. (Con ese) trago
yo me estaba enloqueciendo todo, ¿no?
Es un contrabando, lo llaman el chiquito; yo no sabía qué era el Chiquito, porque yo llegué a una cantina y "vea
señora, deme un aguardiente". Y me dijo: "¿del grande o del chiquito? Y yo creía, pues, creía que el grande era
más caro, y yo: "démelo del chiquito, mi señora". Y me trae la señora un vasao, así, y le dije: "yo le dije que
del chiquito". Y me dijo: "ese es el chiquito".
Y me mando yo eso... A lo último me mando el otro, y me tomé un mundo de tragos ahí. Me fui pal hotel y yo
me estaba enloqueciendo. Salí del hotel envuelto en una cobija; ni pijama (porque qué pijama iba yo a tener)
en ese tiempo, ¿no?, en pantaloncillos, envuelto en una cobija y me fui pal parque Caldas y me (regué) a coger
flores, ¿no?, aquí me puse en el zapato un ramito de flores y aquí me puse otro. Cuando pasó un policía y se
quedó viéndome y salió conmigo, y... me dijo "acompáñeme a la estación".
Sí, entonces me llevaron allá. Me preguntaron que de dónde era, y yo dije que yo era antioqueño y les conté
que era que yo me había tomao un trago de esos que me había hecho daño. Entonces me dijeron: "ah, tomó de
contrabando, del trago Chiquito, ¿y vos dónde vivís?". "Ah, yo estoy en tal parte". Y me llevaron al hotel. Yo
más apenao porque... el comedor lleno de pasajeros cuando me entran a mí con flores ahí y envuelto en una
cobija. Entonces salí y me arreglé. Y en seguida volvía donde la vieja y seguí tomando trago; y en medio de la
perra me dio por envenenarme, y compré una onza de permanganato y lo cogí y lo revolví con el trago y me
tomé eso.
Me tomé eso y salieron conmigo pal hospital y ahí me abrieron la... me pusieron un aparato, un abrebocas ahí y
me echaron un agua de jabón con un huevo güero, porque en ese tiempo no había, ¿no? Porque para vomitar
todo eso ahí. Y entonces de ahí me fui pa Timbío porque me encontré con un muchacho que se llamaba... con
un muchacho que se llamaba el doctor Canadier.
Sí. Bueno, entonces un señor me dijo: "¡hombre, camine! –y me llevó pa Timbío-. Camine que yo le voy a
ponerle a usté un negocio allá, pa que se ponga a hacer velas, en compañía; y usté sale a repartirme unas
hojitas por ahí a los campos". El hombre preparaba menjurjes ahí. Entonces yo salía por ahí con un maletín,
que el hombre me daba unos frascos de lombrices y unos purgantes. Llegaba a las casas: "señora, buenos días
¿Cómo está? Vengo aquí con el vermífugo Mayo, el mejor expulsor de parásitos intestinales".
"Vea estas lombrices que las arrojó el Reverendo Padre de aquí de Timbío, ¿no? Se tomó dos frascos de estos y
vea, trescientas setenta y nueve lombrices". Y yo mostraba eso y yo vendía, y yo liquidaba con el hombre.
Resulta que el hombre me cogió bronca porque la señora se manejaba muy bien conmigo, la señora de él. Me
preparaba buenas comidas y al hombre como que le entró celos; claro que él estaba más viejo y yo estaba más
joven, bueno.
Y entonces en seguida llegó otro que tenía una botica en el Bordo, el Bordo, Cauca. Y me dijo: "no se abobo,
váyase para... que allá trabaja conmigo". Y me fui con él para el Bordo, Cauca. El hombre me dijo: "váyase y
coja un caserío que se llama Don Alonso, que hay unas, unas fiestas y hay unas elecciones, en Don Alonso, y
sale mucha gente y llévese usté estos productos y usté pone una mesita ahí y usté vende mucho allá". El
hombre me dio un caballito y unas alforjas y me dijo que fuera al Patía, que ahí en el Patía los negritos me
ayudaban a pasar el río, un vado que había pa, para ir al otro lado, y llego yo y me voy para allá.
Resulta que en Don Alonso estaban esperando a un inspector escolar, un visitador de una escuela. Cuando
llegué yo, salieron los muchachos a recibirmen, unos niñitos; y ahí mismo, ¿no?... dije yo: ¡qué gente tan
formal esta, hombre!, y entonces me desensillaron el caballito, me guardaron las alforjas allá y ahí mismo
fresco, y en seguida... ¿no?, a un comedor y me comí un pollo que había, ¿no? Y dije yo: ¡pero qué gente tan
atenta, no?
Señorita, téngame la bondad de decirme: ¿aquí sale gentecita al mercao? Y me dijo: "Sí señor, siempre sale
gentecita al mercado". Y dijo: "y usté... ¿por qué pregunta usté eso?". Y le dije: "No. Es que yo traigo aquí unos
vermífugos pa vender mañana". Y me dijo: "ah, no es el señor inspector nada...?". "¿No?". entonces tuve que ir
a buscar a otra parte pa que me dieran la dormida, a buscarla... el apa... la pieza pa dormir. Bueno, ahí está...
Se puso brava. Ahí salí y me fui, vendí, y me volví otra vez, pal Bordo. Del Bordo me fui pa la Unión, Nariño.
Me fui pa la Unión, Nariño. En la Unión, Nariño, había una compañía que se llamaba (Obelay), de zarzuelas...
Bueno; entonces yo me enamoré de una artista que había ahí, la bailarina, una española ¿no? Claro, yo vendía
por ahí pomaítas y me mantenía con centavitos ahí, entonces yo me enamoré, de esa artista, me acuerdo
mucho que me decía: "Oh, Corredilla, eh (Dadme un besito aquí, Corredilla. ¿No?)". Y bailaba ella con las
castañuelas ahí y yo más contento, loco por ella. Pero resulta que yo le caí gordo a una vieja que era la
directora de ese circo dizque porque era culebrero, y apenas mentaba culebras, decía: ¡culebras no, lagartos,
lagartos, lagartos! ¡no miente eso, que eso es sal y eso es ruina y eso es yo no sé qué y no sé qué!
Entonces arreglo yo dizque pa irme, que ellos iban pal Ecuador; y me voy pal Ecuador y a mí no me dejaron
pasar porque la vieja me hizo mal cuarto. La muchacha decía que yo era artista y los demás también, ¿no? un
español que llamaban España decía: "hombre, déjalo, déjalo, déjalo pasar, hombre, éste pertenece... hace un
número aquí muy bueno, malabarista de acá de nosotros; trabaja muy bien", ¿no? Ahí me devolvía. Voy a
contar. Yo estaba en la Unión por ahí y yo vendía pomaítas; y hacía rifas de un vestido de un corte de paño. Por
allá lo llamaban Calsimir; y ese corte de paño me lo daba una señora, me lo fiaba, y yo salía a rifalo, no; y el
primer corte se lo hice ganar al cura, a un padre que se llamaba el padre Cuevas, un bogotano. Le dije: "padre,
vea este cortecito que yo lo puse en rifa y, y yo como soy tan católico me acordé de la Iglesia y...". "Ah, Dios le
pague mijito", y cogió el curita el cortecito y lo puso por allá. Al domingo se para ese curita en la misa –me fui
yo pa misa-, y dice: "¡Ay! Aquí se acabó la fe. Aquí ya no ayudan para nada. Vea, esta iglesia se está cayendo,
¿no? esta iglesia... nadie ayuda. Más hacen los forasteros. Aquí vino un paisa, ¿no?, un paisa.
Unos les dicen, del interior, y hizo una rifita y se acordó de la iglesia y aquí trajo un casimir". (Y la gente: "ah,
sí el paisita, el antioqueñito", y comienzan pues a hacemen eso, ¡qué propaganda! Y comienzo yo a hacer rifas
ahí, todo pa entro, pa mí, ¿no?
Allí se ganó un caballo, que rifé yo, se lo ganó el personero. A quien me interesaba le daba el premio, al gusto
mío. Entonces un caballo que me lo pusieron a mí por cinco pesos, ¡cómo sería el caballo, oiga!
Sí, me puse un caballo por cinco pesos, y había un antioqueño ahí, un antioqueño que tenía un taller de pintura
y fui yo y le dije: "hombre, tengo un caballo pa rifarlo, pero vea, si yo saco ese caballo por ahí nadie se
apunta". Y me dijo: "no lo saque, yo le pinto un cuadro". Y el hombre me pintó un cuadro ahí, un caballo fino, y
salgo yo con ese cuadro; busqué un muchacho, con una tambora: ¡Tararararara! ¡No se les olvide señores. La
gran rifa de un hermoso ejemplar a veinte centavos la boleta!, ¿no? Veinte centavos en ese entonces era
mucha plata. Y me largo yo a vender boletas y el último día, ya pa rifalo contraté una banda de música, una
banda muy bacana. Me acuerdo mucho que tocaban Besos y Cerezas:
Dame siempre el primer beso, pues, empieza.
Ya verás que son igual que las cerezas...
Y yo: "hoy se juega, hoy se juega". Y era uno: "¡se juega hoy!" ¡Una boletica paisita! ¡Otra boleta! ¡Otra boleta!
Hicimos la rifa, ¿no? Y se la ganó el personero, entonces mandé yo a buscar un muchacho y le dije: "váyase a
la finca de la misiá Tulia Muñoz y dígale que yo mando por el caballo. Llévese, vea, lleve estos cinco centavos y
compre un lazo".
La Unión es una calle larga; y yo estaba en un cafecito tomándome un trago y yo me asomaba así, vea. Y
decía: "Santaitatai bonito, ¡qué fijarasteis! Ve, lo que... el caballo que ha sabido rifar ese paisa!". Era que el
caballo era cascorbo, ¿ah? Era de las cuatro. Cascorbo y tenía unas gomas, flaco, flaco, vea, y los huesos ni pa
la sopa servían.
"No le digo que antioqueño, el que no la hace a la entrada la hace a la salida". Bueno, y se lo llevaron al
personero, y dijo: "¡pero esta fue la rifa!". "¿Pero qué más quiere por veinte centavos?" Y le dije: "¡Sáquele el
cuero y verá por cuanto lo vende!".
Trabajé también en... en el departamento de Nariño, en San Pablo, de inspector de Sanidad.
Un día dentré a un hotel que se llamaba el hotel Valparaíso, de un señor chileno, don Moisés Galbache, y había
un viejito sentao ahí, en el comedor, un viejito monito. Y dije: "Señorita, sírvame el desayuno". Y me dijo:
"como no, paisa". Y entonces cuando yo hable me dijo el viejito: "Hombre, usted hasta antioqueño será
hombre". Y le dije: "a mucho honor, maestro". Cuando yo le dije maestro me dijo el... otro que era amigo
nuestro: "no le diga maestro, este es el doctor Miguel Posada Velásquez". Y le dije: "dotor, ¿y qué hace por
aquí, dotor?". Y me dijo: "hombre, voy por aquí a Pasto; pero vengo aquí a fundar un hospital en San Pablo, un
hospital contra una epidemia que se llamaba bartonelosis, verruga peruana. Y le dije: "dotor, acuérdese de mí
de un puestecito, oye. Estoy por aquí bailando en las medias, dotor –claro que en ese tiempo yo no tenía
cabello largo-, estoy bailando en las medias".
EL SUICIDIO
C.: ¿Y usted por qué estaba tan aburrido?
H.: Aburrido, ¿No?...
C.: ¿Por qué?
H.: Yo no sé; o qué, el sistema nervioso. ¿No? Y me llevaron pal hospital. En el hospital me acostaron en una
cama...
C.: ¿Cuántos años tenía usted cuando decidió matarse?
H.: Tendría por ahí qué, unos veintipico de años o una cosa así.
C.: ¿Y no tenía penas de amores, ni nada?
H.: No, nada.
C.: ¿Estaba aburrido? ¿Insatisfecho?
H.: Vivía aburrido, desengañado de la familia mía, porque yo sufrí mucho con la familia mía.
C.: ¿Eso era lo que dolía?
H.: Sí, la familia mía, sí. Llegar donde el tío mío, bien pobre, yo bien fracasado, engordarle unos marranos,
¿no? y apenas le engordé los marranos dijo: esos marranos se los voy a mandar al señor obispo. La plata es pal
obispo porque eso lo engordé con los diezmos aquí...
C.: Oiga, pero cuénteme a cosa, cuando a usté, cuando a usté le hicieron todo eso usté estaba consciente o
estaba inconsciente.
H.: ¿Qué me hicieron qué?
C.: Todas esas cosas. Cuando usté... ¿Usted perdió el conocimiento en algún momento?
H.: Sí, claro.
C.: Y cuando se despertó usté qué sintió, es decir...
H.: ¿Qué?
C.: En este, en este sentido; usté quería matarse, ¿sí?
H.: Sí, yo quería matarme.
C.: ¿Y quería matarse en serio?
H.: Sí, claro.
C.: Pero cuando se despertó...
H.: No, de esas locuras...
C.: ...vio que no se había podido matar qué, ¿qué sintió?
H.: De esas locuras que le dan a unos, qué le dijera yo, que le dan a uno por hacer una cosa y la tiene qué
hacer.
C.: Correcto, pero es decir, ¿cuándo usted se despertó sintió como alegría de no haberse matado o, por el
contrario, jartera de esar (ESTAR) nuevamente vivo?
H.: Jartera de estar vivo.
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