Curso de Iniciación Teológica I Heraldos del Evangelio En el principio, Dios Creó Esquema de la reunión 1.- En el principio Dios creó: la creación en la Biblia Relatos del Génesis y referencias en otros libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. La creación de la nada: seres por participación. Creación libre, por amor. El fin de la creación, y el cuidado providencial de Dios. 2.- A su imagen y semejanza lo creó: la creación del hombre. Relatos del Génesis Revelación y ciencia: Creacionismo vs. Evolución El cuerpo y el alma en unidad personal La imagen de Dios 3.- Quisieron ser como Dios: pecado original El relato bíblico: paraíso, convivio con Dios, tentación y pecado Pecado original en el Nuevo Testamento Pecado original en la Tradición y el magisterio El problema de la transmisión del pecado original La enemistad creada por Dios: clave para entender la futura Redención operada por el Nuevo Adán, Nuestro Señor Jesucristo “¡Oh felix culpa!”: Bautismo y gracia, el verdadero camino para que todos sean como Dios. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 2 En el principio, Dios Creó Ficha nº 1: Dios creó el cielo y la tierra (Gen. 1, 1-16) A l principio Dios creó el cielo y la tierra. 2 La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. 3 Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. 4 Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; 5 y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. 6 Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. 12 La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. 13 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día. 14 Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, 15 y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra». Y así sucedió. 16 Dios hizo que dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas. 7 Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; 17 Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, 8 y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día. 18 para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. 9 Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió. 19 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. 10 Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. 11 Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro». Y así sucedió. 20 Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo». 21 Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 3 En el principio, Dios Creó 22 Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra». 23 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día. 24 Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así sucedió. 25 Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno. 26 Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo». 27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. 28 Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». 29 Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. 30 Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde». Y así sucedió. 31 Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día. Ficha nº 2: La creación del hombre y la mujer (Gen. 2, 4-25) C uando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. 5 aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, 8 El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. 6 pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. 9 Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol del conocimiento del bien y del mal. 7 Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 4 En el principio, Dios Creó 10 De Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos. 11 El primero se llama Pisón: es el que recorre toda la región de Javilá, donde hay oro. 12 El oro de esa región es excelente, y en ella hay también bedelio y lapislázuli. 13 El segundo río se llama Guijón: es el que recorre toda la tierra de Cus. campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. 20 El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada. 14 El tercero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asur. El cuarto es el Eufrates. 21 Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. 15 El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. 22 Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. 16 Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, 23 El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre». 17 exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte». 18 Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada». 24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne. 25 Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza. 19 Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales de Ficha nº 3: La tentación y el pecado (Gen. 3, 1-24) L a serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?». 2 La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. 3 Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte». Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 5 En el principio, Dios Creó 4 La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. 5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal». 15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón». 6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. 7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera. 16 Y el Señor Dios dijo a la mujer: «Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará». 17 Y dijo al hombre: «Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. 18 Él te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. 8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín. 19 Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!». 9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». 20 El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes 10 «Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí». 11 El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?». 12 El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él». 13 El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí». 14 Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te 21 El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió. 22 Después el Señor Dios dijo: «El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre». 23 Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. 24 Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 6 En el principio, Dios Creó Ficha nº 4: Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra (Jn. 1, 1-14) A l principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Al principio estaba junto a Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. 4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. 6 Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 7 Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 8 Él no era luz, sino el testigo de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. 10 Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. 11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. 13 Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. 14 Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Ficha nº 5: Todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos (Rom. 1, 17-25) E n el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe. 18 En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. 19 Porque todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, 20 ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su divinidad– se hacen Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 7 En el principio, Dios Creó visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa. 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. 21 en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. 24 Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, 22 Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, 25 ya que han sustituido Dios por la mentira, sirviendo a las criaturas Creador, que es bendito Amén la verdad de adorando y en lugar del eternamente. . Ficha nº 6: La vida del hombre: conocer y amar a Dios (C.I.C. nº 1-3) D ios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerle partícipe de su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, se hace cercano del hombre: le llama y le ayuda a buscarle, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Para lograrlo, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo como Redentor y Salvador. En Él y por Él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada. 2 Para que esta llamada resonara en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles "salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16,20). 3 Quienes con la ayuda de Dios, han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los Apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (cf.Hch 2,42). Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 8 En el principio, Dios Creó Ficha nº 7: Dios revela su designio amoroso (C.I.C. nº 51-53) D ispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso el Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (DV 2). 52 Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef1, 4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas. 53 El designio divino de la revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una "pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo. San Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: "El Verbo de Dios [...] ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2; cf. por ejemplo, Ibid., 3, 17,1;Ibíd., 4,12,4; Ibíd.,4, 21,3). Ficha nº 8: La obediencia de la fe (C.I.C. nº 144) O bedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 9 En el principio, Dios Creó Ficha nº 9: “Creador del cielo y de la tierra” (C.I.C. nº 279-281) E n el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con estas palabras solemnes comienza la sagrada Escritura. El Símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el Creador del cielo y de la tierra", "de todo lo visible y lo invisible". Hablaremos, pues, primero del Creador, luego de su creación, finalmente de la caída del pecado de la que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a levantarnos. 280 La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo (cf. Rm 8,1823). 281 Por esto, las lecturas de la Noche Pascual, celebración de la creación nueva en Cristo, comienzan con el relato de la creación; de igual modo, en la liturgia bizantina, el relato de la creación constituye siempre la primera lectura de las vigilias de las grandes fiestas del Señor. Según el testimonio de los antiguos, la instrucción de los catecúmenos para el bautismo sigue el mismo camino (cf. Egeria, Peregrinatio ad loca sancta, 46: PLS 1, 1047; san Agustín, De catechizandis rudibus, 3,5). Ficha nº 10: “El mundo ha sido creado para la gloria de Dios” (C.I.C. nº 293-294) E s una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Concilio Vaticano I: DS 3025). Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, non [...] propter gloriam augendam, sed propter gloriam manifestandam et propter gloriam suam communicandam ("no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla") (In secundum librum sententiarum, dist. 1, p. 2, a.2, q. 1, concl.). Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad: Aperta manu clave amoris creaturae prodierunt ("Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas") (Santo Tomás de Aquino, Commentum in secundum Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 10 En el principio, Dios Creó librum Sententiarum, 2, prol.) Y el Concilio Vaticano I explica: El solo verdadero Dios, en su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que otorga a sus criaturas, con libérrimo designio, justamente desde el comienzo del tiempo, creó de la nada una y otra criatura. (DS 3002). 294 La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,5-6): "Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4,20,7). El fin último de la creación es que Dios, «Creador de todos los seres, sea por fin "todo en todas las cosas" (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad» (AG 2). Ficha nº 11: La Revolución, el pecado y la Redención (Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contrarrevolución, Parte I, Capítulo XI). E ntre los múltiples aspectos de la Revolución, es importante resaltar que ella induce a sus hijos a subestimar o negar las nociones del bien y del mal, del pecado original y de la Redención. 1. LA REVOLUCIÓN NIEGA EL PECADO Y LA REDENCIÓN La Revolución es, como vimos, hija del pecado. Pero si lo reconociese, se desenmascararía y se volvería contra su propia causa. Así se explica por qué la Revolución tiende, no sólo a silenciar la raíz de pecado de la cual brotó, sino también a negar la propia noción de pecado. Negación radical que incluye tanto la culpa original cuanto la actual, y se efectúa principalmente: • Por sistemas filosóficos o jurídicos que niegan la validez y la existencia de cualquier ley moral o dan a ésta los fundamentos vanos y ridículos del laicismo. • Por los mil procesos de propaganda que crean en las multitudes un estado de alma en el cual, sin afirmar directamente que la moral no existe, se hace abstracción de ella, y toda la veneración debida a la virtud es tributada a ídolos como el oro, el trabajo, la eficiencia, el éxito, la seguridad, la salud, la belleza física, la fuerza muscular, el gozo de los sentidos, etc. Es la propia noción de pecado, la misma distinción entre el bien y el mal, lo que Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 11 En el principio, Dios Creó la Revolución va destruyendo en el hombre contemporáneo. E, ipso facto, va negando la Redención de Nuestro Señor Jesucristo, que sin el pecado, se vuelve incomprensible y pierde toda relación lógica con la Historia y la vida. Ficha nº 12: Por fin, mi Inmaculado Corazón, triunfará (Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contrarevolución, Conclusión) L a primera, la grande, la eterna revolucionaria, inspiradora y fautora suprema de esta Revolución, como de las que la precedieron y le sucedieren, es la Serpiente, cuya cabeza fue aplastada por la Virgen Inmaculada. María es, pues, la Patrona de todos los que luchan contra la Revolución. La mediación universal y omnipotente de la Madre de Dios es la mayor razón de esperanza de los contrarevolucionarios. Y en Fátima Ella ya les dio la certeza de la victoria, cuando anunció que, incluso después de un eventual progreso del comunismo en el mundo entero, “por fin su Inmaculado Corazón triunfará”. Ficha nº 13: Dios creó el universo de la nada (Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 1, 316) L a creación en sentido estricto puede definirse: Primera producción de todo el ser, hecho de la nada por la causa universal, que es Dios. Examinemos uno por uno los términos de la definición: PRIMERA PRODUCCIÓN, para significar que es lo primero que da origen a un ser, sin que le haya precedido absolutamente nada en la línea de su propio ser. DE TODO EL SER. Es la nota más típica de la creación. En ella se produce todo el ser de la cosa, que antes no existía y ahora comienza a existir. No se trata de una modificación de un ser ya preexistente (como el escultor modifica un tronco o un bloque de mármol convirtiéndole en estatua), sino de la producción total de una cosa que antes de crearla no existía en forma alguna. HECHA DE LA NADA. Hay que entender rectamente estas palabras. Cuando Bayle y Schopenhauer rechazan la creación bajo el pretexto de que «de Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 12 En el principio, Dios Creó la nada nada se hace», muestran claramente que no han entendido el verdadero sentido y alcance de esa expresión. No se quiere decir con ella que Dios haya sacado las cosas de la nada como si preexistieran en ella antes de existir (como si las cosas estuvieran depositadas en la nada y Dios las fuera sacando de ella), sino que fueron creadas sin ninguna materia preexistente, o sea que al ser de la cosa creada no le precedió nada. Es un tránsito puramente imaginario: primero imaginamos la nada (que es una palabra vacía de sentido, puesto que la nada no existe) y luego el ser. se hace en un solo instante indivisible de tiempo; porque no hay tránsito de un lugar a otro, ni sucesión de un estado de ser a otro (lo que requeriría forzosamente algún tiempo), sino simple aparición de un ser que no existía y empieza a existir 1. POR LA CAUSA UNIVERSAL, QUE ES DIOS. Como veremos en su lugar, la producción del ser en cuanto tal sólo puede provenir de la causa universal, que es Dios. La creación es un acto tan propio y exclusivo de Dios, que ni por milagro podría Dios transferirlo o comunicarlo a ninguna criatura, por muy perfecta que fuera. Precisamente porque la nada no existe, la creación es siempre instantánea, o sea Ficha nº 14: El universo fue creado de la nada (Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 1, 318) E xpondremos la doctrina católica en forma de conclusión. Conclusión. El mundo universo fue creado de la nada por Dios. (De fe.) He aquí las pruebas: a) LA SAGRADA ESCRITURA. LO dice expresamente en el primer versículo del primero de sus libros: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gen. 1, 1). Esta misma afirmación se lee repetidas veces en la Sagrada Escritura. Recogemos, por vía de ejemplo, algunos textos: «Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos» (Ps 18,1). «El Señor ha creado todas las cosas, y El dio la sabiduría a los justos» (Eccli 43,37). «Bienaventurado aquel cuyo auxilio es el Dios de Jacob, cuya esperanza es Yavé, su Dios, hacedor de cielos y tierra, del mar y de cuanto en ellos hay» (Ps 145,5-6). «Desde el principio fundaste tú la tierra, y obra de tus manos es el cielo» (Ps 101,26). Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 13 En el principio, Dios Creó «Yo soy Yavé, no hay ningún otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas» (Is 45.7) «Yo soy Yavé, el que lo ha hecho todo: yo, yo solo desplegué los cielos y afirmé la tierra. ¿Quién me ayudó?» (Is 44,24). «El, con su poder, ha hecho la tierra, con su sabiduría cimentó el orbe y con su inteligencia tendió los cielos» (Ier 10,12). «Yo, con mi gran poder y la fuerza de mi brazo, he hecho la tierra. Yo he hecho al hombre y a los animales que hay sobre la haz de la tierra» (Ier 27,5). «Todas las cosas fueron hechas por El (Verbo), y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (lo 1,3). «Porque en El (Hijo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles» (Col 1,16). b) EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA. La Iglesia ha proclamado solemnemente esta doctrina desde los más antiguos Símbolos de la fe: SÍMBOLO APOSTÓLICO. «Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra» (D 7). SÍMBOLO NICENOCONSTANTINOPOLITANO. «Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles» (D 86). CONCILIO IV DE LETRÁN. «Creemos en un solo Dios... creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud, a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo» (D 428). CONCILIO VATICANO I. «Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada, según toda su substancia, sea anatema» (D 1805). c) LA RAZÓN TEOLÓGICA. La razón humana, aun prescindiendo de las luces de la fe, puede demostrar con toda certeza el hecho de la creación del mundo por u n Poder superior a quien llamamos Dios. Santo Tomás expone las principales pruebas en diferentes lugares de sus obras 2 que tienen por fundamento las cinco vías por las que se demuestra la existencia de Dios. Compendiosamente esbozadas son las siguientes: 1.a Por ser Dios la única causa sin causa, todo lo demás tiene que ser en absoluto causado por Él. 2.a Por ser Dios la única causa universal, la causa de todas las causas, todas las demás, como causas particulares y segundas, han de ser causadas por El y dependientes de Él, sin que El dependa en absoluto de ninguna de ellas. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 14 En el principio, Dios Creó Ficha nº 15: El hombre, imagen de Dios (Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 5, 450) C omo hemos visto en el artículo anterior, en el relato bíblico de la creación se nos dice que el hombre fue creado «a imagen y semejanza de Dios» (Gen 1,26-27). Esta sencilla expresión está cargada de contenido teológico—Santo Tomás le dedica toda una cuestión dividida en nueve artículos—, y por eso vamos a examinarla con la atención que se merece. Como siempre recogeremos en forma de conclusiones breves y sencillas los puntos fundamentales de la doctrina teológica en torno a esta cuestión. Conclusión 1.a El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, esta imagen divina no es univoca y perfecta, sino analógica e imperfecta. (De fe la primera parte, teológicamente cierta la segunda.) 450. La primera parte de esta conclusión consta expresamente en la divina revelación (Gen 1,26-27) y es, por consiguiente, de fe. La segunda parte es teológicamente cierta y no ofrece tampoco dificultad alguna. Sólo el Verbo divino es Imagen unívoca y perfectísima del Padre, como vimos en su lugar correspondiente (cf. n.291). Las criaturas no pueden serlo en esta forma, en virtud de la distancia infinita que existe entre el Creador y las criaturas. Sólo cabe en ellas, por tanto, una imagen o semejanza analógica e imperfecta, que, sin embargo, eleva al hombre a una dignidad sublime, incomparablemente por encima de toda la creación corpórea y animal. Escuchemos al Doctor Angélico «Como dice San Agustín, donde hay imagen hay también semejanza, pero donde hay semejanza no siempre hay imagen. La semejanza es algo esencial a la imagen; pero la imagen añade al concepto de semejanza el ser sacada de otro, ya que se llama imagen precisamente por hacerse imitando a otro. De ahí que un huevo, por más que sea semejante e incluso igual a otro huevo, no es imagen del mismo, puesto que no procede de él. La igualdad, en cambio, no es esencial a la imagen, porque, como dice también San Agustín, donde hay imagen no siempre hay igualdad, como se ve en la imagen de alguno reflejada en el espejo. La igualdad, sin embargo, es esencial a la imagen perfecta (v.gr., en el Verbo divino, imagen perfecta del Padre y en todo igual a Él), a la cual no falta nada de lo que tiene el objeto del que está tomada. Es evidente que en el hombre hay una semejanza de Dios, puesto que procede de Él como causa ejemplar; pero no es Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 15 En el principio, Dios Creó una semejanza de igualdad, ya que el ejemplar es infinitamente superior a lo ejemplado. Hay, pues, en el hombre una imagen de Dios, pero no perfecta, sino imperfecta. Y esto da a entender la misma Sagrada Escritura cuando dice que el hombre está hecho «a imagen de Dios», porque la preposición «a» indica acercamiento, que sólo es posible entre cosas distantes». 1 Cf. I g3,i. El paréntesis explicativo es nuestro. Al explicar la diferencia entre la imagen imperfecta, propia del hombre, y la perfecta, propia del Verbo, escribe el Doctor Angélico: «El Primogénito de toda criatura (Gol 1,15) es la imagen perfecta de Dios, que cumple exactamente las condiciones esenciales a la imagen. Por eso se dice de Él que es «imagen», no «a imagen». El hombre, en cambio, es imagen por la semejanza; pero es «a imagen» por la imperfección de esa semejanza. Y, puesto que la semejanza perfecta de Dios sólo puede darse en la identidad de naturaleza, su imagen se da en el Verbo como la imagen del rey en su hijo natural; pero en el hombre, como en una naturaleza ajena, se da la imagen de Dios como la imagen del rey en una moneda de plata, en expresión de San Agustín» (ad 2). Ficha nº 16: La tentación y la caída (Antonio Royo Marín, O.P., Dios y su Obra, Parte III, sección 1ª, cap. 6, nº 492) P ara proceder con el mayor orden y claridad que nos sea posible dividiremos este primer artículo en los siguientes puntos: la tentación y la caída, naturaleza del pecado de Adán y la pena o castigo del mismo. 1. La tentación y la caída 492. Acabamos de escribir la única palabra que puede explicar teológicamente la existencia del pecado original en nuestros primeros padres Adán y Eva: la tentación por parte del espíritu de las tinieblas. En efecto, en virtud del maravilloso don de integridad que el primer hombre había recibido preternaturalmente de Dios, no había en su naturaleza humana ningún estímulo ni aliciente para el pecado. Sometidas perfectamente sus pasiones inferiores al control de la razón superior y sometida la razón perfectamente a Dios, no podía levantarse en su naturaleza ningún movimiento desordenado que viniera a romper aquella maravillosa armonía de todas sus tendencias y facultades hacia Dios. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 16 En el principio, Dios Creó Quedaba, sin embargo, un punto vulnerable en la naturaleza humana: la libertad. Dios creó al hombre perfectamente libre, y aunque la verdadera, absoluta y omnímoda libertad excluye la posibilidad del pecado—tal es la libertad de Dios y de los bienaventurados, que no pueden pecar precisamente porque son libérrimos y el pecado no es otra cosa que un defecto y privación de libertad— , sin embargo, la libertad del hombre viador—o sea, mientras permanece en este mundo—tiene el triste privilegio de poderse desviar hacia el pecado, precisamente porque es una libertad imperfecta y tornadiza, que solamente alcanzará su perfección cuando quede definitivamente fijada en el bien en la patria de los bienaventurados. De esta libertad imperfecta y caprichosa del hombre viador se valió el espíritu de las tinieblas para asaltar la fortaleza espiritual de nuestros primeros padres, que jamás' hubiera sido profanada por iniciativa personal del propio hombre. Escuchemos la hermosa exposición de este estado de cosas por un excelente teólogo contemporáneo que tiene, además, la ventaja de enfocar admirablemente todo este capítulo relativo al pecado original: «La Escritura no nos dice cuánto tiempo duró el feliz estado original de intimidad con Dios, de dominio sobre la creación, de amor de la criatura a Dios y de complacencia del Creador en la criatura. Se comprende que los ricos dones que Dios regaló al hombre impondrían a éste graves deberes. Cada uno de los dones de Dios implica una obligación. Además, mediante un precepto, Dios recordó claramente al hombre que su vida privilegiada implicaba responsabilidades y deberes. Dios impuso a los primeros hombres un precepto destinado a recordarles su origen divino, su dependencia con respecto al Señor, su condición de seres creados, siendo otra de las finalidades de ese precepto el excitarles a la realización de su privilegiada existencia. El Génesis le expone de la siguiente manera: «Y le dio este precepto: de todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (2,i6ss). Para la perfecta comprensión de este precepto hay que tener presente lo siguiente: Como quiera que los primeros hombres vivían absolutamente de acuerdo con la naturaleza y las leyes derivadas de su esencia, creadas por Dios, adaptándose sin dificultad alguna al orden natural y a la voluntad divina que en él se manifestaba, Dios les impuso un precepto opuesto al orden natural para advertirles que Él era el Señor, para recordarles el señorío divino y para excitarles a reconocer tal señorío. En este precepto, Dios reveló que era el Señor, manifestándose de un modo superior al que se realiza en la Creación. Al mismo tiempo, esta nueva revelación se presentaba bajo la forma de un mandato que exigía como respuesta humana un acto de obediencia. El precepto era recuerdo y amonestación y, al mismo tiempo, un guía hacia Dios. Mediante tal precepto, Dios quería preservar al hombre del peligro de contentarse con la gloria de la naturaleza y de su propia esencia, Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 17 En el principio, Dios Creó olvidando al Señor y privándose de este modo de la futura perfección definitiva. Resulta, pues, que el precepto divino, además de manifestar el señorío de Dios, expresaba adecuadamente el amor divino, un amor previsor y protector, atento a evitar al hombre los peligros a que podía conducirle su propia grandeza. decir que encontraban a Dios para volver a buscarle de nuevo. No es una cosa totalmente evidente que también el primer hombre se hallase sometido a tales peligros. El que existiesen esos peligros a pesar de la unión íntima con Dios, se explica, teniendo en cuenta que también los primeros hombres vivían en un estado de fe y no de visión. Para los seres que viven en el estado de visión directa de Dios, no existen ni tentaciones ni posibilidades de pecado. Vivir en un estado de fe es vivir en la oscuridad. Resulta, pues, que también los primeros hombres, a pesar de su inocencia y pureza, conocían la insatisfacción, el sentimiento de nostalgia. Cuán lejos se hallaban los primeros hombres de haber alcanzado el supremo grado de unión con Dios, puede conjeturarse recordando el estado de perfección que ha adquirido la naturaleza humana en el Cristo resucitado y glorioso. Sólo en el Cristo glorioso existe la naturaleza humana en el estado de perfección que desde la eternidad Dios había previsto para ella. La creación de Adán no es más que un primer paso hacia la perfección final de la naturaleza humana. Esa creación es, por consiguiente, un mero comienzo y no el fin. La vida de la fe es una vida de crecimiento, de maduración libremente realizada, es decir, una vida de lucha continua (no contra el pecado, sino para obtener una comprensión más profunda y un amor más íntimo). El hombre que vive una vida de fe, afirma la existencia de una realidad oculta, de cuya presencia no duda en manera alguna, hacia la cual dirige sus pasos y que espera poseer en toda su radiante y luminosa hermosura. El creyente vive, pues, en un estado de esperanza. Nunca se queda parado, siempre se halla en camino. Vive en el dinamismo y la inquietud del movimiento que le lleva hacia la realidad futura. También los primeros hombres tenían que luchar y se hallaban en camino hacia Dios. También con respecto a ellos se puede Es para nosotros un misterio inescrutable el hecho de que el Creador no haya comenzado la historia humana con el hombre que en Cristo ha alcanzado la perfección final, sino con Adán, que fue un hombre originalmente inocente y puro, pero todavía no consumado y, por lo tanto, sometido a la posibilidad de pecar. De la falta de la perfección final se derivaba para el primer hombre la posibilidad de saciar falsamente su sedienta nostalgia, su amor insatisfecho, la posibilidad de pecar a pesar de la íntima unión con Dios y a pesar de que estaba libre de toda concupiscencia. Para que esta posibilidad de pecar del primer hombre, derivada de su situación existencial como creyente, pudiese convertirse en pecado efectivo era necesario que ese Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 18 En el principio, Dios Creó hombre dispusiese de la capacidad de rebelarse contra Dios. Ahora bien, la Revelación nos enseña que Dios otorgó al hombre una doble capacidad, la de decidirse por el bien y la de escoger el mal. Dios no quería tener esclavos ni ciegos instrumentos, sino hijos libres. Por eso entregó al hombre el don de la libertad, el supremo y también el más peligroso entre todos los dones del orden natural. Dios se arriesgó, por decirlo así, a entregar al hombre el don supremo con que podía agasajar a la criatura que vive fuera del ámbito de su amor: la participación en su propio señorío. La Historia ha puesto de manifiesto que el don era demasiado grande y el agasajado demasiado pequeño para tal don. Conviene observar de nuevo que la libertad no implica necesariamente la posibilidad de pecar. Dios mismo es la libertad en persona y, no obstante, Dios no puede pecar. Los bienaventurados viven en el cielo en un estado de suprema libertad, y tampoco ellos pueden pecar. El poder pecar es un atributo de la libertad del hombre que todavía no ha alcanzado el estado de perfección final. El problema relativo al por qué Dios dio al hombre una libertad en que podía pecar, queda convertido en el problema de por qué Dios no creó al hombre en estado de perfección final. Como ya vimos, es éste un problema que no podemos resolver en la tierra. Según el testimonio de la Sagrada Escritura, el hombre, elevado por Dios a tal altura, de por sí no hubiera incurrido en la idea de orientar su nostalgia por derroteros impíos y que le apartaban de Dios. De tal modo era Dios la realidad que le compenetraba y llenaba, que al hombre no se le hubiera ocurrido oponerse a Dios y su mandato si es que desde fuera no hubiese sido seducido a hacerlo. Es verdad que llevaba consigo la posibilidad de rebelarse contra la autoridad de Dios. Pero hasta el momento en que esta posibilidad no fue excitada desde fuera, el hombre vivió sometido a la voluntad de Dios y reconoció su autoridad. Era necesario que un poder externo irrumpiese en el interior del hombre para realizar en él las peligrosas e inertes posibilidades». Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 19 En el principio, Dios Creó Ficha nº 17: El plan de Dios para la humanidad (Plinio Corrêa de Oliveira, “O estudo da Historia nao pode ignorar o plano de Deus para a humanidade”, in Dr. Plinio, nº 3, junio de 1998) D ios creó los seres invisibles y todo el universo. Su gloria extrínseca proviene de la excelencia de las criaturas, o sea, de la semejanza de estos seres con Él. Todo lo que es excelente es semejante a Dios, y en la semejanza de las criaturas con Él se encuentra la gloria que le dan. Absolutamente hablando, Dios no necesitaba haber creado nada, porque no tiene necesidad de la gloria extrínseca que nosotros le damos. ¿Podría haber creado un solo ser? ¿O tendrían que ser varios? ¿Puede haber una criatura que sea capaz de dar suficiente gloria extrínseca a Dios? Esta materia es muy discutida. Nos inclinamos por la idea de que ninguna criatura ella sola, ni siquiera Nuestra Señora en su indecible perfección, sería suficiente para dar gloria a Dios. Dios es tal que ningún ser tiene posibilidad de reflejar todas sus perfecciones. Y para darle gloria es necesario que la Creación refleje todas sus perfecciones. Por lo tanto, es necesario que haya muchas criaturas. El conjunto de las criaturas forma una colección que refleja las perfecciones de Dios Por eso, la Creación es una especie de colección. Dios creó los seres de tal forma que cada uno refleje, de una forma inconfundible, alguno de sus atributos. Un atributo suyo puede ser reflejado por un conjunto de diez millones de seres, poco importa; cada uno refleja, de una forma inconfundible, un aspecto de este atributo divino. Por ejemplo, el canario refleja un cierto atributo de Dios. Pero imaginemos todos los canarios que existieron, existen y existirán hasta el fin del mundo: el “orden canario” forma una colección en la cual aquél atributo específico que el canario representa es desarrollado de una forma inconfundible por un conjunto enorme de seres, que forman una colección. Ésta, sí, da como resultado el total del cuadro de ese atributo. Esto que podemos decir de los canarios, lo podemos decir, por ejemplo, de los camarones, o de las demás criaturas. Por ahí comprendemos que Dios hace residir su gloria, no tanto en una sola criatura, sino en un conjunto de criaturas, porque el conjunto es mejor que cada parte. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 20 En el principio, Dios Creó Podemos decir que Dios formó como qué varias grandes orquestas: la creación angélica y la humana, así como la animal, la vegetal y la mineral, cada una cantando su gloria a su manera. […] El plan de Dios para los hombres ¿Cuál era el papel de los hombres en la realización de la gloria divina? El primer hombre fue puesto en el lugar más magnífico de todo el universo: el Paraíso Terrenal. La intención de Dios era que, viviendo en ese Paraíso, los hombres ya poseyesen la vida de la gracia. Aún no tendrían la visión beatífica, pero el Creador se manifestaría a ellos con frecuencia. Cuando llegasen al final de su existencia terrena, no morirían, sino que serían llevados vivos al Cielo. Los hombres en el Paraíso deberían, por su talento, crear cultura, civilización, sistemas artísticos, literatura; todo, en fin, lo que realizan en esta tierra. Pero deberían hacerlo de una manera mucho más magnífica de lo que lo hacen aquí, una vez que poseían una gran ciencia, en virtud de los dones sobrenaturales con que Dios los dotó. Imaginemos dos, cinco, diez billones de hombres viviendo durante decenas o centenas de siglos en el Paraíso, acumulando esas obras maravillosas. ¿Qué hubiera sido el Edén? En verdad, no podemos hacernos una idea de lo que habría sido la civilización humana en el Paraíso y de la gloria que habría dado a Dios. Infelizmente, ese plan cayó por causa del Pecado Original cometido por Adán y Eva. En virtud de esta falta, el hombre fue expulsado del Paraíso, perdió todos los dones sobrenaturales y preternaturales que tenía, y quedó sujeto a apetencias desarregladas. Su inteligencia se obnubiló, su voluntad se enflaqueció, y el cuerpo pasó a estar sujeto a las enfermedades y a la muerte. Sin embargo, fuera del Paraíso el plan de Dios para el hombre continuó siendo el mismo, porque la naturaleza humana permaneció fundamentalmente la misma: a) Primero: los hombres deben santificarse juntos, formando una sociedad. b) Segundo: esa sociedad debe construir un estado, una cultura, una civilización, como medio de santificación. c) Tercero: los hombres deben producir obras de arte y de cultura de todo orden, no solo para su servicio, sino también para embellecer la naturaleza hecha por Dios. A lo largo de la Historia de la Humanidad veremos que, en sus varios lances, existe esta constante: Dios siempre induce a los hombres a crear un orden como este, y los hombres huyen de crearlo. Dios creó ciertos seres en estado de perfectibilidad Es necesario que hagamos una última consideración al respecto del plan de Dios para sus criaturas. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 21 En el principio, Dios Creó Hay seres que, en cierto sentido, salieron de las manos de Dios acabadas. A título de hipótesis, imagino que Dios haya creado el Pao de Açucar como él es; y haya creado el agua del mar más o menos como ella es. Pero hay otros seres que se encuentran en estado de perfectibilidad, esto es, que pueden ser perfeccionados. Y existe, por parte de Dios, un plan muy bonito a este respecto. El hombre es creado de tal manera que, por la virtud y por la correspondencia a la gracia, puede aumentar su semejanza con Dios. Es decir, él aumenta el grado de perfección del que es susceptible. Pero, además, el hombre puede acrecentar el esplendor del Universo, porque Dios quiso que determinadas cosas creadas lucrasen en belleza y perfección a través de la acción humana. De ahí nace la bella expresión de Dante, de que las obras de arte son “nietas de Dios”. Dios es el padre del hombre, y el hombre es el padre de las obras de arte. De donde se deduce que éstas últimas serían nietas de Dios, viniendo a completar la Creación hecha por Él. Dios creó, por lo tanto, determinados seres en estado de perfectibilidad y, en cuanto esos seres existen, la acción de Dios se ejerce, de una manera o de otra, sobre ellos para que perfección aumente. De manera que tenemos la siguiente gran ley de la Creación: que ella debe reproducir y acrecentar en sí la semejanza de la perfección Divina. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 22 En el principio, Dios Creó Bibliografía La Biblia, http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM (consultada el 30/01/2014) Catecismo de la Iglesia Católica, http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html (consultada el 30/01/2014) Antonio Royo Marín O.P. Dios y su Obra, BAC, Madrid, 1963. Plinio Corrêa de Oliveira Revolución y Contra-Revolución, Madrid, 1992. “O estudo da Historia nao pode ignorar o plano de Deus para a humanidade”, in Dr. Plinio, nº 3, junio de 1998. Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli Deus... Quem é Ele?, Sao Paulo, 2012. A Vida Íntima de Deus Uno e Trino, Sao Paulo, 2013. Curso de Iniciación Teológica I – Heraldos del Evagelio Página 23