Universidad Autónoma del Estado de México Facultad de Humanidades Licenciatura en Artes teatrales Literatura dramática. Rupturas Mtro. Carlos Gayón Díaz Caneja José Antonio Sánchez Vargas Ensayo final: Ubú Rey de Alfred Jarry Grupo 31 Ensayo final sobre Ubú Rey de Alfred Jarry Frente a la densa atmósfera de la escena simbolista, Alfred Jarry sacude al público parisiense con el grotesco Padre Ubú y sus palabras que parecen ininteligibles en un drama que parece un absurdo primigenio, nada relacionado con la pieza de teatro, los postulados aristotélicos o cualquier teoría sobre el buen arte; rompe, con una palabra, la solemnidad del teatro en París. “El indiano”, como también era conocido, presenta a un ser grotesco alejado de la idea romántica pues ya no tiene un aspecto positivo de contrapeso, solo es terrible y despiadado, no siente compasión ni culpa, es un ser completamente desgraciado. Ubú Rey es una obra que cuenta el acontecer de Padre Ubú, un personaje fársico en el que existen todas las cualidades negativas del hombre: traidor, cobarde, sucio, avaro, deshonesto y cínico; quien es capaz de asesinar al Rey Venceslao y apropiarse del reino a costa de todo pero sin ninguna intención profundamente humana salvo satisfacer sus deseos más instintivos y groseros: llenar su enorme barriga. Ubú Rey parece dibujarse como una tragedia por su estructura y sus acciones pero a cada momento se nos presenta la negación de este género, se trata pues de un tratamiento fársico sobre una tragedia, pues existe cierto orden con el reinado de Venceslao y con Padre Ubú como capitán de dragones, sin embargo, no es por autorrealización o por una pasión trágica, sino por simple impulso y por lo ilógico de las circunstancias que Ubú logra matar a Venceslao y a la mayoría de los integrantes de la familia real, entonces se desata el caos: Ubú parece ser un gobernante maquiavélico cuando, por conveniencia de su popularidad entrega oro al pueblo, pero luego vemos que es poco reflexivo y cambia de parecer a su antojo o al de su enorme barriga y manda a matar a todo político que sea un gasto que le impida disfrutar de sus placeres inmediatos, así van cayendo uno tras otro a tal punto que se queda sin quien pueda cobrar los impuestos y él mismo va de casa en casa quitando todo el patrimonio al pueblo. Y de pronto, Ubú se encuentra en una guerra con un ejército absurdamente débil frente a un zar ruso poderoso y aun le da tiempo de sentarse a comer antes del ataque, no actúa en coherencia con las circunstancias, solo le importa su propia vida, y tiene una suerte imposible, en medio de todo el entorno fantasioso de la batalla, puede llegar a destrozar a un ruso que le ha disparado y sale ileso junto con dos de sus fieles seguidores quienes le han guardado respeto por el hecho de ser el rey, luego frente a ellos se presentará un enorme oso que parece que los devorará y el infame Ubú solo puede rezar, sin embargo, para la lógica interna del personaje y de la obra, esta acción, es heroica. El orden vuelve a su lugar pero en realidad no hubo ningún cambio en la trayectoria del personaje, Padre Ubú es inalterable, nada le hace darse cuenta que sus acciones son estúpidas o inmorales y provocar peripecia trágica, es esta lógica de las circunstancias la que no permite este cambio realista pero lo que sí ocurre es el encuentro con la lógica externa a la ficción, el mundo en el que el espectador reconoce que todo eso es imposible, inverosímil, en el sentido aristotélico, la acción dramática se traslada al encuentro entre estos dos universos: espectador y ficción. Hernández (1977) nos dice que la farsa es “un género purificador, un sostén de la moral y de la lógica de las acciones diarias, a base de un conjunto de reacciones lícitas frente a la ficción escénica e inmensamente prohibidas en nuestro trato humano.” Desde esta definición podemos notar de inmediato el carácter fársico de Ubú Rey, una obra llena de acciones prohibidas en nuestro trato humano, llevando al máximo esta falta a la moral con el uso del lenguaje y la violencia en escena. EL RUSO: ¿Qué no? Ahora verás. (Le dispara un tiro de revolver) PADRE UBÚ: ¡Ah! ¡Oh! ¡Estoy herido, agujereado, perforado, sacramentado y enterrado! ¡Bah, pero da igua! ¡Ya te tengo! (Le despedaza) ¡Toma! ¡A ver si lo vuelves a hacer! (Jarry, 1980:94) Incluso violentando nuestro propio uso común del lenguaje, inventando palabras como mierdra, cuernoempanza, phinanzas, onejas, palabras que al lector o espectador lo llevan a un estado de confusión y diversión al mismo tiempo, purificando, según Luisa Josefina, desde el lugar lícito de la ficción escénica. Jarry en verdad esperaba ese enfrentamiento con el espectador y su realidad. Yo pretendía que cuando la cortina se alzara, la escena debía confrontar al público como el espejo exagerador en los cuentos de Madame Laprince de Beaumont […] No es de extrañar que el público se haya sentido espantado al contemplar su innoble otro yo, el cual nunca antes había sido mostrado por completo […] compuesto por: “eterna imbecilidad humana, eterna lujuria, eterna glotonería, la abyección de los instintos magnificada hasta la tiranía…” […] (Braun, 1992) Y es desde este lugar donde comulga con la intención simbolista, quienes tratan de buscar lo que está más allá de lo evidente, Jarry presenta un universo completamente disparatado pero coherente con lo profundamente humano, con sus deseos más reprimidos, y eso también está más allá de lo que percibimos como lo real. Por eso el autor después nombrará a Padre Ubú, doctor en Patafísica, que él mismo define como “la ciencia de las soluciones imaginarias”, rechazando todo postulado físico y metafísico y comulgando con el nihilismo epistemológico que niega la posibilidad del conocimiento y la verdad, el dramaturgo se burla de la gente que cree conocer algo, que entiende algo, declara a su personaje en el más alto grado de la inutilidad del conocimiento, por lo que la farsa alrededor de Padre Ubú también nos habla de otra posibilidad del orden de los valores humanos al ponderar los que nosotros consideramos negativos (glotonería, egoísmo, avaricia, ) y despreciar los que en común decimos que son positivos o correctos (honestidad, agradecimiento, control sobre los instintos). Además, estructuralmente, los diálogos cuentan absolutamente todo sobre lo que ocurre en escena o lo que ocurrirá, como al principio de la obra donde madre Ubú dice para sí misma en soliloquio: “¡Puah, mierdra, ha sido duro de pelar. Gracias a Dios y a mí misma, dentro de ocho días seré quizá reina de Polonia.” (Jarry, 1980:31) Cercano a los simbolistas, Jarry conoce sus intenciones de presentar símbolos que traspasen la propia realidad y profundicen en la conciencia del espectador y por eso parece que llena de símbolos la obra pero es evidente la inutilidad de estos símbolos, tanto el uso del lenguaje como los personajes que podrían parecer simbólicos, como el oso, no son más que un elemento más para fomentar este encuentro violento con el espectador, esta catarsis en la risa o el espanto que provoca ver desde el lugar fuera de la ficción algo tan irreal como esto. Se ha acabado toda pretensión realista en la construcción de personajes desde su complejidad psicológica pero también en la construcción de la escena, si bien la unidad de espacio no aparece por ningún lugar, cambiando en cada escena de espacio de ficción, lo que propone Alfred es colocar un cartel en lugar del cambio de decorados, lo que nos da una clara señal de la intención de mostrar el hecho escénico como tal y no como una manera de reproducción de la realidad. La obra, además, resulta ser un texto parcialmente intertextual con su hipotexto en las clásicas tragedias de Shakespeare, Macbeth, Ricardo III e incluso Marco Antonio en momentos muy precisos como la traición al rey que le dio una buena posición y la seducción de la esposa para que suceda esta traición, en el caso de Macbeth; cuando se encuentra indefenso en la lucha y muestra su cobardía como Ricardo III y un pequeño momento cuando la reina le advierte al rey Venceslao su muerte, en todo caso, lo que Jarry hace es tomar estas referencias imprescindibles de la anécdota de la tragedia clásica y la parodia con conductas ridículas que no se equiparan nunca con las pasiones de la tragedia. Junto a todo esto, la obra también, gracias a su carácter de farsa, permite hacer de ella una obra que crítica el poder político, así como podría sacudir al espectador con la gran caricatura del hombre despiadado y abusivo, también esta caricatura hace alusión directa a los gobernantes, Jarry es inteligente coronando a Ubú como rey de Polonia, “o sea, ningún lugar”, porque sabe que habla de la generalidad de las naciones y de sus gobernantes, del poder caricaturizado en su versión más oscura y divertida. Si bien, la obra hoy en día es inofensiva como absurda tan, ha sido, históricamente, el paso hacia la vanguardia teatral, se trata de una obra llena de contradicciones y apuestas controvertidas respecto a su contexto donde la vanguardia simbolista estaba en un estado tímido respecto a las infinitas posibilidades de lo escénico, Jarry abre el escenario a todo lo que habría sido prohibido, ya no hay imposibles salvo la imaginación, incluso esta barrera entre el espectador y el escenario se propone romper desde el momento que se concibe un drama donde ya no hay acción dramática dentro de la ficción, es decir, un cambio en la conducta del personaje, sino que este choque ocurre fuera de la escena, se considera la reacción del espectador como parte de la experiencia estética desde su creación, moviendo decorados, música, alteraciones a la lógica convencional para justamente provocar al que lo presencia desde afuera. Bibliografía Braun, Edward (1992). El director y la escena. Del Naturalismo a Grotowski. Buenos Aires: Galerna. Jarry, Alfred (1980). Todo Ubú. Traducción José-Benito Alique. Barcelona: Bruguera. Sterheim, Karl. (1977) Los calzones. Prólogo y traducción Luisa Josefina Hernández. México: UNAM. Wellwarth, George E. (1974) Teatro de protesta y paradoja: La evolución del teatro de vanguardia. Madrid: Alianza.