Subido por Jose Maria Gomez

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Palabras del Sr. Intendente Municipal, Dr. Juan José Alvarez.
Jornada por el Jubileo 2000.
Centro Cultural de Hurlingham - sábado 26 de agosto de 2000.
A todas las autoridades que se han comprometido con esta cruzada, en esta época tan
dificil donde quienes creemos en los valores trascendentes pensamos que ha llegado
el momento de la reflexión profunda, de replantearnos los temas más fuertes como
seres humanos, quiero decirles que no es casualidad.
Señalaban nuestros invitados, antes de llegar a este encuentro, a este momento final
de la jornada del día de hoy, que seguramente había sido esta la más numerosa de las
reuniones que se habían realizado con motivo de este Jubileo y también resaltaban la
profundidad de las conclusiones a las que se arribaron.
No es casualidad entonces. Es el trabajo de quienes saben que más allá de las
diferencias, nosotros profundizamos la discusión, el diálogo, la convivencia, que es,
en definitiva, la cimiente de la libertad.
El jubileo como tiempo de reflexión, el Jubileo como época de tratamiento de temas
profundos, nos obliga a nosotros, más allá de los cargos, de las circunstancias, de los
puestos que relativamente, efímeramente, ocupamos en nuestra vida, a examinar
nuestras conciencias, a reflexionar sobre nuestro mundo y nuestro tiempo, sobre
nuestra sociedad, a tomar posición
La dignidad de la persona, la libertad religiosa y la deuda externa no son tres temas
inconexos entre sí.
Tenemos una concepción de las personas, a la que sabemos individual pero inserta
dentro de una comunidad a la cual se debe. Una idea alejada de esos extremos que
pretenden ver en el hombre algo así como una especie de hormiga que tiene una tarea
predeterminada y no puede alejarse de ella y de esa otra visión, también alejada, de
aquellos que creen que el hombre es todo independientemente de su comunidad.
En el centro nos queremos ubicar nosotros. Rescatando a la persona individual de su
entorno social en un momento en el que parece que hay hombres sin derechos:
pobres, marginados, desaparecidos, olvidados, discapacitados, exluidos por sexo, raza
o religión y otros caminan negando esa realidad.
Parece que quisiéramos tener hombres sin naturaleza, porque se nos agotan nuestras
posibilidades de una vida digna, de una vida mejor: desforestaciones,
contaminaciones, emanaciones. Entonces, tampoco esa cultura de Dios, que es la
naturaleza, queremos respetar.
Parece que centros internacionales financieros, con una enorme hipocrecía, hablan de
honrar las deudas asumidas.
Es mentira que el problema de la deuda externa es un tema financiero.
El problema de la deuda externa es un tema político.
El problema de la deuda externa es el viejo tema de la decada del ´60 cuando ya
empezábamos a hablar y escuchar sobre la relación centro y periferia, sobre la teoría
de la dependencia, sobre todas esas cuestions que nos marcaron profundamente.
Si hasta parece una ironía recordar que uno de los motivos por el cual se depuso al
gobierno democrático en 1976, era la impagable..., según palabras de ellos, la
impagable deuda externa de seis mil millones de dólares.
Entonces yo pregunto si nosotros tenemos que honrar solamente la deuda financiera o
es nuestra obligación honrar una deuda social que tenemos con millones de
argentinos.
Nosotros no podemos, sin ninguna duda, y más allá de las diferencias partidarias que
podamos tener, -creo que son poquísimos quienes en el ámbito de la política puedan
estar en contra de esto- privilegiar una relación con los sectores financieros olvidando
fundamentalmente esa deuda impaga que tenemos con nuestra comunidad.
Me decían días pasados unos funcionarios mundialistas, empresarios muy
importantes: “no podemos sacar la Argentina al mundo”. Y yo les dije: miren
señores, porqué no van a explicarles a esos chicos de Jujuy, que miden cinco
centímetros menos que el promedio de la república Argentina, por falta de
alimentación, cuál es su lugar en el mundo.
La Iglesia nos recuerda algo permanentemente: la opsión preferencial por los más
pobres. Y ese es el perdón que la clase política debe publicamente pedir: haber
olvidado lo que alguno nos enseño, “que se gobierna para todos pero más hay que
gobernar para los que menos tienen”.
Summus ius, summan iuia, decían los latinos, el exceso de derecho puede convertirse
en exceso de injusticia.
El derecho es el vehículo para lograr la justicia, para reparar la injusticia dada, si no
es una enorme hipocrecía.
No es nuevo. Un gran escritor, tal vez uno de los más grandes, Shakespeare, en el
Mercader de Venecia decía que Antonio, un comerciante pidió un préstamo a Ciloc.
Ciloc se lo da pero le dice: “Cuidado, pero con una garantía, si no me pagas me cobro
con una libra de carne de tu cuerpo”. Antonio no puede pagar. Ciloc reclama que se
ejecute la garantía pero Antonio se niega. Van entonces a ver a una jueza, Porcia, en
Venecia, y Ciloc le dice “este hombre se ha comprometido, tiene una deuda conmigo,
no la ha pagado, vengo a cobrarme con una libra de carne de su cuerpo”. Porcia, la
jueza, medita y al cabo dice “sí, muy bien, Ciloc tiene su derecho. Que se ejecute la
garantía pero con una condición, que no caiga una sola gota de sangre”.
Es por eso que nosotros queremos decir hoy, desde aquí, no estamos dispuestos a que
el pago de una deuda financiera, contraída ilegítimamente, con intereses usurarios,
con intereses sobre intereses, como si fuera solo un problema del deudor y no del
acreedor, nos cueste una sóla gota de sangre de cualquier argentinio.
Se habló aquí de exclusión, sentido de trascendiencia, participación comunitaria.
Creo que son los grandes temas en este tiempo de reflexión, del Jubileo.
Termino con el Levítico diciendo: “y la tierra dará sus frutos y comereis hasta
saciaros y habitareis seguros en ella”.
Dios quiera que así sea.
Muchas Gracias.
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