LAS OBRAS DE MISERICORDIA Compasión y Misericordia La compasión significa sentir como nuestras las miserias y las necesidades de los demás. La misericordia es lo que nos lleva a hacer algo al respecto (ayudarlos, auxiliarlos) movidos por esa compasión. ¿Qué son? Las “obras de misericordia” son acciones, o mejor dicho, sentimientos y actitudes, que hacen efectivo y concreto el precepto del amor fraterno, distintivo de los cristianos. La Iglesia nos propone practicarlas y vivirlas en todo tiempo y en toda ocasión; pero especialmente, nos las recuerda para que sepamos ponerlas en práctica a lo largo de la Cuaresma, como una buena preparación al Misterio Pascual de Cristo. ¿Cuántas son? LAS OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES Enseñar al que no sabe Es nuestro deber ayudar a los demás enseñándoles a realizar por ellos mismos aquello que no saben: leer, escribir, orar, perdonar, compartir, etc. Tenemos que hacerlo con moderación, pues podemos caer en el error de querer siempre dar lecciones a todo el mundo. Habrá veces incluso que debemos dejar que otros nos enseñen, escuchando y agradeciendo con humildad lo que hemos aprendido. Todos necesitamos aprender unos de otros, incluso el profesor del alumno, y el padre del hijo, y el empresario del obrero. Tenemos siempre que enseñar con amor, sin humillar al otro. Aprendamos a dar gratuitamente lo que hemos recibido de Dios gratuitamente. Dar buen consejo al que lo necesita Un buen consejo, una palabra orientadora, puede: ◦ ser luz de esperanza, ◦ evitar muchos tropiezos y caídas, ◦ salvar a alguien del fracaso y la desesperación. Antes de aconsejar a los demás, pidamos a Dios Padre, que nos envíe su Santo Espíritu y nos regale el don de Consejo. Así, bajo la guía del Señor, tanto nuestras palabras como nuestro actuar, serán verdaderamente eficaces. Cuando demos un consejo, hagámoslo: ◦ sin sentirnos superiores. ◦ cuando el otro nos lo pida o veamos que lo necesita ◦ siempre que estemos nosotros dispuesto a recibirlo. Corregir al que se equivoca Muchas veces nos enojamos o reímos cuando alguien comete un error, olvidándonos que no somos perfectos e inevitablemente también nos podemos equivocar. Cuando alguien se equivoque corrijámoslo con amor fraternal para que no lo vuelva a hacer. La corrección fraterna debe hacerse con humildad y con amor: ◦ Con humildad, reconociendo que también nosotros nos equivocamos. No queramos sacar la paja en el ojo ajeno, sin darnos cuenta de la viga en el nuestro. ◦ Con amor, no para avergonzar al hermano sino para ayudarle.Y hacerlo además con cariño, con delicadeza y con cordialidad. Perdonar las injurias Es de lo más difícil, pues somos muy dados a la venganza y el resentimiento, tanto que Jesús nos dice que debemos perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE. Además en el Padrenuestro, nos pone la condición de: PERDONA NUESTROS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN. Esta es una de las obras de misericordia más cristiana: Perdonemos, aunque la ofensa nos duela mucho. Perdonemos setenta veces siete. Perdonemos, si podemos, olvidando la ofensa. Y aprendamos a perdonarnos a nosotros mismos. Consolar al triste Jesús ha dicho: "Dichosos los que lloran porque serán consolados". Dios nos consuela por medio de su Espíritu Santo. Pero, además, se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir: no esté triste, sino de buscar en las Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente leerlos y meditarlos constantemente. Cada uno de nosotros tendría que ser un ángel del consuelo, como el que se acercó a Jesús en su agonía. Son muchas las personas que sufren tristeza, a veces por cosas bien pequeñas. ¡Resulta tan fácil y tan bonito consolar a los demás!. Podría bastar una palabra, una sonrisa, una explicación, un voz de aliento, un gesto de cariño. El que consuela se parece a Dios, que quiere enjugar las lágrimas de todos los rostros. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. ¡Que fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no ver la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces de disimular los defectos del otro, estaremos ayudando a la construcción del Reino de Dios. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tendrán con nosotros, en nuestros defectos. Démonos cuenta que todos somos seres humanos y todos tenemos cualidades pero también defectos. Soportemos con paciencia, con alegría y buen humor los defectos del prójimo –y los propios-. Nos ayudará a crecer en el amor y la misericordia. Como Dios, que tiene paciencia infinita con nosotros. Rogar a Dios por los vivos y difuntos. Cuando vemos a los niños orar por sus padres, por sus hermanos, por sus compañeros de colegio y por sus abuelitos ya fallecidos, sintámonos agradecidos de saber que muchos oran por otros. Cada oración es una intercesión, y el Señor nos pide que oremos unos por otros para mantenernos firmes en la fe, así como Él oró por Pedro para que una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos. Orar no es una rutina. Orar es amar. Cuando oramos por alguien nos solidarizamos con él, lo amamos como a nosotros mismos. Orar por los demás nos hace bien, porque nos ayuda a amar y nos compromete para hacer realidad, en la medida de nuestras fuerzas, aquello que pedimos. Roguemos a Dios por los vivos y difuntos y sentiremos cómo crece la comunión de los santos. Aprende a orar con los 5 dedos de tu mano 1. 2. 3. 4. 5. Tu dedo pulgar es el más cercano a vos cuando extendes tus manos. Empezá orando por aquellos que están más cerca de vos. Son los mas fáciles de recordar. Orar por nuestros seres queridos es como dijo una vez C.S. Lewis, una dulce tarea. El siguiente es tu dedo índice. Ora por aquellos que enseñan, instruyen y sanan. Esto incluye a maestros, doctores y sacerdotes. Todos ellos necesitan apoyo y sabiduría en su labor de indicarles a otros el camino correcto.. El siguiente es tu dedo mayor, el dedo más grande. Te recuerda a nuestros líderes. Ora por los gobernantes, y por los líderes en todas las áreas de la vida de nuestra nación. Ellos son los que moldean nuestro país y sirven de orientadores de la opinión pública. Sigue tu dedo anular. Aunque no parece, según los profesores de piano, este es el dedo más débil de la mano. Que te recuerde orar por aquellos que son los más débiles, por los que están en problemas o están sufriendo por cualquier causa. Necesitan mucho de tu oración. Por último viene tu dedo meñique, el dedo más pequeño de todos, que es como debes de considerarte en relación a Dios y a los demás. Tu meñique te debe recordar la necesidad de orar por vos mismo. Después que has orado por todos los grupos anteriores, verás tus necesidades desde una mejor perspectiva, y podrás orar de una forma más efectiva por vos mismo. LAS OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES Visitar y cuidar a los enfermos Los hospitales están llenos de enfermos olvidados por sus familiares, o bien, personas que por la lejanía de su hogares, no reciben visita alguna. Es bueno dar dinero para los necesitados, pero es mejor darnos nosotros mismos. Compartamos nuestro tiempo con ellos y llevémosles una palabra de aliento, un rato de compañía a esos cristos en su monte de los olivos. Que no sea una visita fría por cumplir. Sino algo que signifique cercanía y compasión. Una visita que suponga comunicación, ayuda, cuidado, ternura, consuelo, confianza. Los enfermos son partecitas del cuerpo doliente de Cristo. Hay muchas clases de enfermedades y de enfermos. No están sólo en los hospitales; los hay también en casa, en el trabajo y en la calle. Todos tenemos alguna enfermedad o alguna dolencia. Por eso tenemos que ser compasivos y misericordiosos. Dar de comer al hambriento. Jesús nos ordena compartir con el necesitado cuando nos dice, "El que tenga dos capas dele una al que no tiene, y el que tenga alimento, comparta con el que no"(San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro alimento, no solo les llenamos el estómago a nuestros hermanos necesitados, sino que les mostramos el amor de Dios que no los deja desfallecer. Hay que compartir el pan material y el espiritual ¡hay tantas hambres!-. Pero no basta. Hay que hacerse pan partido, como hizo nuestro Señor Jesucristo. El pan es fraternidad y es vida. El pan partido y compartido es amor. Dar de beber al sediento Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos en nuestros hermanos que no tienen agua papa beber, o en aquellos que se enferman porque beben agua contaminada, o en quienes no tienen agua porque otros la desperdician? Jesús, en la cruz, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado romano le acercó una esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Somos nosotros peores que ese soldado romano como para negar agua al sediento? Dar un vaso de agua es fácil y es bonito. Saciar otra sed más profunda es difícil. Pero Jesús puede hacer brotar en las entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable. Podemos ayudar a hacer posible ese milagro. Dar posada al peregrino Hoy no es fácil abrir la puerta de la casa, cada vez más protegidas, a muchos peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos, transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos…. Acojámoslos, pero no sólo materialmente sino cordialmente. Puede ser alguien que a lo mejor sólo nos pide una palabra, una sonrisa o una escucha. Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debemos dar en toda forma y en todo momento.Toda una herida abierta, que exige soluciones no sólo personales sino estructurales Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda posteriormente San Pablo: “No dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo”. (Hb. 13, 2) Vestir al desnudo A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos con harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuida su dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles ropa limpia y decente, que les permita ver al Señor en la bondad de los demás. Esto se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen a veces para los necesitados. Podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero no lo que está ya como para botar o para convertir en trapos de limpieza.También podemos dar de lo que aún es útil. Pero hay algo más grave que no vestir al desnudo; es el desnudar al vestido. Esto es ya tema de justicia. “Si, pues, ha de ir al fuego eterno aquel a quien le diga: estuve desnudo y no me vestiste, ¿qué lugar tendrá en el fuego eterno aquel a quien le diga: estaba vestido y tú me desnudaste?” (San Agustín). Redimir al cautivo. Cada mañana corremos a los centros de estudio o trabajo, y posiblemente pasemos frente a un centro de reclusión en el que muchos sufren la soledad y la indiferencia. Nuestra Santa Madre Iglesia nos llama a llevarles, no solo cosas materiales, sino el cariño de toda la comunidad, para que se sientan parte del rebaño del Único Pastor. No está en nuestras manos sacar a los presos de la cárcel; pero sí podemos aliviarlos y orientarlos espiritualmente para quitarles las cadenas de sus almas. Hay muchas cárceles y esclavitudes. Es tarea nuestra liberar a todos los cautivos: al preso, al drogadicto, al avaricioso, al consumista, al lujurioso, al hedonista, al fanático de lo que sea. Enterrar a los muertos. Sepultarlos no significa olvidarlos, por el contrario, esta obra de misericordia corporal nos lleva a la obra de misericordia espiritual que nos invita a rezar por los vivos y los muertos. Al enterrarlos no debemos olvidar que es nuestro deber mantener sus sepulturas en buen estado, pues en ellas se contienen los restos mortales de aquellos que fueron Templo del Espíritu Santo. El problema está más no en los que se van sino en los que se quedan. La muerte de un ser querido deja casi siempre heridas sangrantes. Es una obra de misericordia estar cerca de los que sufren por estas muertes. Cuando damos el pésame o “acompañamos en el dolor”, que no sea por decirlo o una palabra vacía.