LA EPOPEYA DEL CHACO Memorias de la Guerra del Chaco del Mariscal José Félix Estigarribia Redacción y Anotación del Dr. Pablo Max Ynsfrán MINISTERIO DE HACIENDA Imprenta Nacional Asunclón-Paraquay 1972 Indice General Prefacio del autor. Reminiscencias preliminares. Primera parte. La ofensiva inicial. Capítulo I A- Preparación militar del Paraguay y Bolivia en 1932. Cuadro comparativo de la preparación militar de Bolivia y el Paraguay a mediados del año 1932. Bolivia Cuadro comparativo de la preparación militar de Bolivia y el Paraguay a mediados del año 1932. Paraguay. B. El plan boliviano de invasión. Capítulo II. De Pitiantuta a Boquerón (De junio 15 a septiembre 3 de 1932) Capítulo III. Boquerón y sus repercusiones (De septiembre 3 a septiembre 29 de 1932) Capítulo IV. En busca de agua: Arce. Detención frente a Saavedra (De septiembre 29 a Diciembre 19 de 1932) Segunda parte La defensiva. Capítulo V. El General Kundt – Primera batalla de Nanawa (De diciembre 19 de 1932 a Febrero 26 de 1933) Capítulo VI. Toledo - Nuestra retirada de frente a Saavedra (De febrero 26 a julio 2 de 1933) 2 El hombre. Foto tomada en Nueva York,1938 Capítulo VII. Segunda batalla de Nanawa (De julio 2 a septiembre 2 de 1933) Tercera parte La ofensiva hasta el final. Capítulo VIII. Pampa Grande y Pozo Favorito (De septiembre 2 a octubre 22 de 1933) Capítulo IX. La batalla de Zenteno y la rendición de Campo Vía (De octubre 22 a diciembre 11 de 1933) Capítulo X. Consúmase la destrucción del primer ejército boliviano. Un armisticio (De diciembre 11 de 1933 a enero 8 de 1934) Capítulo XI. Frente a Ballivián (De enero, 8 a marzo 19 de 1934) Capítulo XII. Cañada Tarija -Cañada Esperanza (De marzo 19 a mayo 30 de 1934) Capítulo XIII. Nuestro fracaso de Julio de 1934 (De mayo 30 a Julio 10 de 1934) Capítulo XIV. El ejército paraguayo estratégicamente envuelto – Picuiba: La marcha hacia Carandayty (De julio 10 a septiembre 12 de 1934) 3 Capítulo XV. Cañada El Carmen - La catástrofe boliviana de Yrendagué-Picuiba. Queda deshecho el segundo ejército boliviano (De septiembre 12 a diciembre 14 de 1934) Capítulo XVI. En las primeras estribaciones andinas. Llegada al Parapití (De diciembre 12 de 1934 a abril 18 de 1935) Capítulo XVII. Ultimas operaciones. Cesación de la lucha (De abril 18 a junio 14 de 1935) Presentación de las Memorias. Gral. (SR) Raimundo Rolón Prólogo a la primera edición en español. Edgar L. Insfrán Advertencia. Pablo Max Insfrán Acerca de esta edición electrónica 4 INDICE DE ILUSTRACIONES El hombre. Foto tomada en Nueva York,1938 El soldado. Foto tomada al terminar la guerra, 1935. El estadista. Foto tomada en la Unión Panamericana. Washington, 1939. (En la foto aparecen Pablo Max Ynsfrán, el Mariscal Estigarribia y Leo S. Rowe, director de la Unión Panamericana). Los artífices de la victoria. Soldados paraguayos en pleno ataque. El cañonero “Paraguay” transporta soldados al Chaco. Puerto Casado: Desembarcadero “Coronel Estigarribia" El ferrocarril Puerto Casado-Kilómetro 180 Transporte de camiones hacia el frente. Kilómetro 145: Listos para marchar al frente Isla Poí, primera base del ejército Picada Boquerón-Isla Poí Nido de ametralladora pesada en Boquerón Fortín Francia (ex-Arce). Típico palmar del sector Nanawa. Grupo de artillería Puesto de observación: Sector Alihuatá Saavedra incendiada y capturada Cae Zenteno: Se iza la bandera Tanque boliviano destruído Campo de nadie: Sector Nanawa La tricolor ondea sobre Muñoz (Fortín Gral. Díaz) Transporte de prisioneros bolivianos Trincheras de Nanawa Misa de campaña en la línea Cementerio de Saavedra Campo de nadie Aviones de caza paraguayos Avión sanitario paraguayo Fortín Ballivián Nuestros zapadores: Terraplén de Camacho al oeste Puente sobre cauce seco Vista de un sector de Cañada "El Carmen” Camiones bolivianos incendiados después del desastre de Yrendagué Carandayty El río Parapití 5 Vista de Charagua Camatindy Fortín Capiírendá, hoy “Carrera Saguier” Quebrada del río Cuevo. Caños de pozos petrolíferos, tomado en Machareti Cercanías de Ingavi El Mariscal Estigarribia llega a “Puesto Merino” para la primera entrevista con el General Peñaranda El primer encuentro entre el Mariscal Estigarribia y el General Peñaranda Marcha de desmovilización El Mariscal al frente del desfile de la victoria Manifestación popular en Asunción: Se festeja el fin de la guerra INDICE DE MAPAS Mapa planimétrico del Chaco, indicando las posiciones ocupadas por los ejércitos paraguayo y boliviano al iniciar la guerra del Chaco. Mapa del Chaco con la ubicación de las batallas referidas en los croquis del Nº 3 al Nº 7. Croquis Nº 1, Concentraciones de los ejércitos paraguayos y bolivianos al inicio de las hostilidades Croquis Nº 2 Referencias guarniciones, posiciones defensivas y direcciones del avance boliviano y el ataque paraguayo Croquis Nº 3, Batalla de Pampa Grande, Setiembre de 1933 Croquis Nº 4, Batalla de Zenteno, Octubre a Diciembre de 1933 Croquis Nº 5, Batalla de Pilcomayo, Julio de 1934 Croquis Nº 6, Batalla de “El Carmen”, Setiembre a Diciembre 1934 Croquis Nº 7, Situación General de las Tropas a la Terminación de la Campaña Mapa que indica la progresión de nuestro ejército desde el comienzo de las hostilidades hasta el cese de las mismas 6 PREFACIO DEL AUTOR En las páginas que siguen no me he propuesto escribir una historia propiamente dicha de la guerra del Chaco, sino sólo he buscado reunir en un todo orgánico mis recuerdos personales de la campaña. Dada mi actuación en el curso de ella, estos recuerdos pueden contribuir a aclarar muchos aspectos de la misma. Tampoco ofrezco al público un trabajo puramente profesional. Me guía principalmente el móvil de difundir el conocimiento del titánico esfuerzo realizado por el pueblo paraguayo en la heroica defensa de su honor y de su heredad, y he pensado que una descripción técnica de la campana no cumpliría por si sola mi designio. La grandeza de la defensa del Chaco más que militar, es humana, y trasciende del limitado marco de una especialidad profesional. Relato en este volumen experiencias directamente vividas, o documentalmente probadas, con muy pocas excepciones. Entre estas excepciones figura el plan boliviano de invasión al Chaco, atribuido al General Kundt. No puedo asegurar que dicho plan haya correspondido exactamente a lo que yo reproduzco en el capítulo I, pero las informaciones más fidedignas recogidas antes de la guerra por nuestro servicio de inteligencia, coinciden con el esbozo que publico. Además, la conducta operativa del ejército boliviano, al iniciarse la campaña, pareció ajustarse claramente a él. En la enumeración cronológica de los hechos, más de una vez me he visto en la necesidad de descender hasta pormenores aparentemente demasiado minuciosos, con riesgo de fatigar al lector. Con ellos, sin embargo, he procurado destacar todos los factores de importancia que entraban en juego en un episodio dado (el cual parecería confuso si se omitieran esos 7 El soldado. pormenores) o todas las incidencias que dificultaban una operación; y también he querido que el lector apreciara la suma y la complejidad de actividades que el Comando en Jefe se veía obligado a desplegar para abarcar la situación en conjunto. Desgraciadamente, por falta de tiempo, no he podido pasar revista en un capítulo especial a la invalorable actuación de los diversos servicios del ejército paraguayo en el curso de la campaña, cada uno en su esfera. Pero alguna vez cumpliré este acto de justicia. Ellos merecerán siempre el homenaje de la gratitud nacional, porque, a pesar de tantas limitaciones materiales, hicieron posible toda la gloria de la epopeya del Chaco. José Félix Estigarribia Washington, D.C., Febrero 4 de 1939 8 El estadista. Foto tomada en la Unión Panamericana. Washington, 1939. (En la foto aparecen Pablo Max Ynsfrán, el Mariscal Estigarribia y Leo S. Rowe, director de la Unión Panamericana). REMINISCENCIAS PRELIMINARES El problema del Chaco derivó de la poca precisión con que estaban delimitadas las diversas divisiones administrativas del imperio español en América. Cuando el Paraguay se independizó de España en 1811, y Bolivia en 1835, no había entre estas nuevas repúblicas ningún problema chaqueño. El Paraguay nació a la vida independiente como miembro de la comunidad geográfica tributaria del Río de la Plata, es decir, como parte del sistema atlántico de la América del Sur. Bolivia, en cambio, se constituyó como país andino, tributario, en consecuencia, del océano Pacífico. El Chaco1 limita en toda su extensión oriental con el río Paraguay y cae de lleno, por este hecho, dentro del limite atlántico. Asunción, capital del Paraguay durante el dominio español, y después capital de la república del mismo nombre, queda frente al Chaco, con el río Paraguay de por medio. Era natural que, en tales circunstancias, Asunción ejerciera jurisdicción inmediata sobre el Chaco. Los centros administrativos del Alto Perú (nombre de Bolivia en la época colonial) se hallaban situados a centenares de kilómetros del Chaco propiamente dicho, del que les separaban enormes montañas y desiertos. No estaban, pues, por razones casi puramente físicas, en condiciones de ejercer influencia alguna sobre el Chaco, y en rigor jamás la ejercieron. Cuando sobrevino la independencia, no podía haber, y no hubo, ninguna cuestión sobre la jurisdicción paraguaya en el Chaco, hecho natural y secularmente reconocido, salvo con relación a la República Argentina, pero por razones diferentes que aquí no vienen al caso. El Paraguay independiente siguió ocupando el Chaco, en Ia parte habitable, sin ninguna objeción, puesto que el Paraguay y el Chaco forman prácticamente una unidad geográfica indisoluble. 1 Hay tres Chacos: Austral, Central y Boreal. En el presente trabajo sólo se hace referencia al Chaco Boreal. 9 Pero quedaba en pie la definición precisa de las fronteras en el fondo del Chaco, o sea, en la parte más inclemente del territorio, poco explorada y conocida durante el dominio español. Esa parte es la que limita con la República de Bolivia. El problema se reducía así a una demarcación de la línea de separación de las dos repúblicas. Y en este terreno quedó él planteado durante las primeras negociaciones entre el Paraguay y Bolivia para el arreglo definitivo de sus fronteras comunes. En 1879 prodújose un acontecimiento llamado a imprimir un giro diferente al asunto. En Ia llamada Guerra del Pacífico, Chile arrebató a Bolivia toda la franja de costa que ésta poseía sobre el océano Pacifico. Como consecuencia de este contraste, Bolivia se encontró encerrada tierra adentro, o, mejor dicho, a merced de Chile. Ciertamente, por el tratado de 1904 Bolivia obtuvo de Chile tránsito libre hasta el Pacífico, por su antiguo territorio costero; pero nunca se resigno a una carencia total de costa propia. En la imposibilidad de reivindicar por la fuerza la franja que le había sido arrebatada, Bolivia dirigió su vista hacia el sudeste, hacia las márgenes del río Paraguay. En esta dirección creía no tener que tropezar con ninguna dificultad insuperable. El Paraguay era un país débil, arruinado en su población y en su riqueza por una guerra desastrosa (1864-1870) y sin estabilidad política. Despojar al Paraguay de su Chaco sería una tarea relativamente fácil; todo dependería de un buen plan de penetración en aquel desierto, sistemática y persistentemente ejecutado. Los paraguayos, distraídos en sus guerras civiles, no se darían cuenta del peligro sino cuando los bolivianos hubiesen llegado sobre la ribera del río Paraguay, es decir, cuando estuviesen confrontados por un fait accompli. Y entonces sería tarde: el Paraguay, país considerablemente inferior a Bolivia en población y recursos, tendría que resignarse a este despojo, como Bolivia se resignó en el caso del Pacífico. Para adormilar las sospechas del Paraguay, Bolivia aparentó en un principio poner interés en una demarcación pacífica de las fronteras, mediante negociaciones diplomáticas. Pero desde comienzos del siglo actual, se propuso realizar un programa concreto de penetración material, sin prestar mayor atención a la posibilidad de un arreglo diplomático, que siempre podría tener un carácter transaccional. 10 Como a ella la guiaba una finalidad, apoderarse del Chaco o de la mayor parte del Chaco, en la que, sabía de antemano, el Paraguay nunca consentiría, las negociaciones diplomáticas le servirían solamente para distraer a su presunta víctima, no como procedimiento efectivo para la solución deseada. Esta solución se plantearía en el terreno de los hechos. El problema ya no consistía así en la dificultad de fijar una línea fronteriza satisfactoria para los dos países, sino en un desafío militar y este cambio no se podía ignorar en el Paraguay. Desgraciadamente, las desavenencias políticas que sacudieron a nuestro país durante períodos prolongados, impidieron contemplar la situación a la luz de las intenciones reales de Bolivia. Y aunque los esfuerzos de Bolivia se acentuaban más y más hacia una ocupación militar del Chaco, en el Paraguay persistía la creencia de que el diferendo podría postergarse en forma indefinida, sin que hubiese ningún peligro serio de un choque abierto. Se llegó a alentar hasta el último momento Ha esperanza de que Bolivia aceptara alguna solución en el campo jurídico, que era casualmente donde ella estaba menos dispuesta a concurrir, por la notoria debilidad de su alegato. Nuestro peligro mayor derivaba de esta incomprensión del problema. Cuando el país, de repente, desperté a la realidad, se encontró con que todo lo tenía que resolver apresuradamente, frente a un adversario que le llevaba la delantera de más de treinta años de preparación. En tales condiciones, la defensa del Chaco por el Paraguay ofrecía innúmeras dificultades. No sólo carecíamos de preparación militar, sino que la organización general de la defensa no estaba articulada. Se trataba, además, de un caso extraordinario, pues había que hacer la guerra en un desierto cuyas peculiaridades los paraguayos no conocían. Existía la opinión, muy difundida, de que el Chaco es una región pantanosa. Por el contrario, el Chaco es una vasta planicie sin agua, con ondulaciones casi imperceptibles y con un pequeño declive de oeste a este; planicie cubierta en gran parte por bosques bajos de maderas duras y de muchas especies de cactus, algunos trepadores, que en ciertas regiones cubren el suelo como alfombras espinosas. En las riberas de los ríos Paraguay y Pilcomayo, el Chaco se inunda periódicamente con las crecidas de estos ríos, y las aguas penetran a decenas de kilómetros tierra adentro, pero rara vez van más allá de cien kilómetros. El suelo del territorio es en general de naturaleza arcillosa, impermeable y duro para el trabajo del hombre. En la época de las fuertes lluvias estivales, las aguas cubren dilatadas 11 extensiones, que lo hacen difícilmente transitable. Pasada la estación de Ias lluvias, las aguas se evaporan con el sol y el territorio queda totalmente seco por el resto del año. También, por falta de agua, la fauna del interior del Chaco es relativamente pobre. Como el Chaco es rico en quebracho, madera de que se extrae el tanino para la curtiembre de cueros, se han establecido allá grandes empresas que utilizan dicha madera; las cuales construyeron ferrocarriles de trocha angosta, de extensión variable, para el transporte de los rollizos de quebracho hasta la costa. Estos ferrocarriles sirven a la vez para llevar agua desde el río hasta los poblados del interior. Tales características del Chaco daban al Paraguay cierta inmunidad de un ataque del lado boliviano. De ahí que la penetración boliviana en el territorio, en su etapa inicial, se viniera haciendo solamente a lo largo del río Pilcomayo, por la necesidad de no alejarse de la única fuente segura de agua. Pero ulteriormente, con la aparición de los medios de transporte de propulsión automotora, el Chaco se volvió vulnerable por todos lados, y no tardó en ampliarse la invasión boliviana y en aumentar las pretensiones de Bolivia, la que elaboró un plan de ocupación de largo alcance y se mostró más y más intransigente. De una franja sobre el río Paraguay, que era el deseo primitivo de Bolivia, ésta pasó a pretender todo el Chaco, virtualmente sin limitación. Estaba nuestro país confrontado con esta amenaza, cuyos aspectos esenciales como problema militar yo creía percibir con nitidez, cuando se me ofreció, hacia fines de 1924, la oportunidad de ir a Europa en viaje de estudio. Conocedor de que el punto más débil de nuestro ejército era el referente al mando superior, acepté dicha misión con el propósito de estudiar las lecciones recogidas por los europeos en la Guerra Mundial, y me dirigí a Francia. Una vez aquí, en diciembre del año citado, comprendí que el camino por donde podría llegar a lo que yo deseaba era la Escuela Superior de Guerra; y realicé las gestiones necesarias para mi ingreso a ella, a raíz de las cuales obtuve una plaza en la institución. Como preparación previa para los estudios de la Escuela, me incorporé sucesivamente a los regimientos de las diferentes armas que cubrían las fronteras con Alemania, donde permanecí seis meses. Después regresé a París para emprender los estudios de la Escuela, en noviembre de 1925. Debo confesar, de paso, que me vi en la 12 necesidad de desplegar un esfuerzo muy penoso para ponerme a la altura de mis camaradas, pues nuestra preparación secundaria en el Paraguay adolece de grandes lagunas, que hacen particularmente trabajoso nuestro paso por los institutos de enseñanza superior europeos y norteamericanos. En agosto de 1927 recibí mi Brevet de oficial de Estado Mayor francés, al finalizar los cursos de aquel año. Regresé inmediatamente al Paraguay, donde llegué el 22 de septiembre siguiente, aniversario de nuestra victoria de Curupayty sobre las fuerzas de la Triple Alianza, en 1866. Las primeras informaciones que recibí a mi regreso revelaban que la situación en el Chaco se había agravado considerablemente, en razón de los constantes avances realizados por los bolivianos en su penetración. Cadenas de puestos militares bolivianos, llamados impropiamente fortines, se dirigían hacia el rió Paraguay. Y las noticias de todas las fuentes concurrían a confirmar los grandes preparativos militares que Bolivia emprendía en el territorio, lo que indicaba que la guerra estallaría a corto plazo, salvo que el Paraguay se resignara a una entrega integral y pasiva de su Chaco. Pocos días después de mi regreso fui nombrado Sub-Jefe de Estado Mayor General, puesto desde el cual pude verificar directamente la ausencia casi completa de todo género de preparación para la defensa del Chaco, en presencia de un enemigo en plena actividad. A las dos semanas de haberme hecho cargo de mi nuevo puesto, realicé mi primer gran viaje de estudio a través del Chaco; y sucesivamente realicé cuatro viajes más, cruzando el vasto territorio, en medio de grandes penalidades, de un extremo a otro. Algunos meses más tarde, en el primer semestre de 1928, fui nombrado Jefe de Estado Mayor General en reemplazo del titular [General Manuel Rojas A.], que había presentado renuncia. En el curso de los viajes antedichos, ordené la fundación de algunos fortines, en los lugares hacia donde la amenaza boliviana se hacía más peligrosa, así como también el tendido de líneas telegráficas y la apertura de caminos, indispensables para el servicio de los puestos establecidos. La experiencia más valiosa que recogí de estas jiras fue el conocimiento del terreno, que me permitiría, en un futuro próximo, orientarme en la defensa de nuestro territorio. Pero las conclusiones que extraje de mis estudios sobre el terreno no armonizaban con las ideas dominantes a la sazón entre los jefes más influyentes del ejército paraguayo, Y en rigor me vi 13 constreñido a guardar silencio sobre aquellas conclusiones, hasta que el curso de los acontecimientos me brindó la ocasión de aplicarlas personalmente. Esta desarmonía en la apreciación de la forma de encarar la defensa del Chaco acarreó mi desgracia ante mis superiores. Y fui desposeído de mi cargo de Jefe de Estado Mayor General, en ocasión del incidente de Vanguardia, que se produjo en diciembre de 1928 y que me sorprendió cuando realizaba una de mis jiras por el interior del Chaco. Sin el miramiento usual en estos casos, el entonces General Comandante en Jefe [General Patricio A. Escobar] me designó, inesperadamente, comandante de uno de los sectores del Chaco, y me ordenó bajar a Concepción, donde debía establecer mi puesto de comando. En mi reemplazo fue designado Jefe de Estado Mayor el Tte. Cnel. Joseph Coulet, jefe de la Misión Militar Francesa que en aquella época dirigía la Escuela Superior de Guerra de Asunción. El Tte. Cnel. Coulet, en noble gesto de solidaridad, aceptó la jefatura del Estado Mayor, a pesar de que sólo tenía unos pocos meses de residencia en el país y no conocía el terreno, probable teatro de las operaciones, y menos las cualidades de nuestro pueblo, que acudía en masa a los cuarteles a pedir armas. Naturalmente, el Tte. Cnel. Coulet se adhirió a las ideas de sus jefes. Había llegado el momento, en opinión de los jefes militares de entonces, de poner en práctica dichas ideas, tan diferentes de las mías, circunstancia que hacía seguramente innecesaria mi intervención en el Comando Superior, lo que explica mi repentina exclusión. En el capítulo que sigue examinaré detenidamente nuestros respectivos puntos de vista. Pasada la crisis de Vanguardia, que por lo demás puso de relieve la tremenda desorganización en que se encontraba el Paraguay, militarmente, para afrontar una emergencia seria en el Chaco, y terminada la desmovilización, regresó de Europa uno de los jefes más prestigiosos del ejército paraguayo [General Manlio Schenoni L.], para hacerse cargo del Ministerio de Guerra y Marina. Poco tiempo después de asumir su cargo en el ministerio, me ordenó que entregara el comando de Concepción y bajara a Asunción a recibir órdenes. Una vez en la capital, el ministro me propuso mi vuelta a la jefatura del Estado Mayor General. Le opuse algunos reparos, pero él insistió y yo por último cedí, en la esperanza de llevar adelante mis puntos de vista sobre la organización de la defensa del Chaco. 14 Desgraciadamente, la incomprensión del problema era entonces más opaca que nunca. Los pocos trabajos que durante mi primera actuación en el Estado Mayor General yo había realizado en el territorio en peligro, estaban totalmente paralizados o abandonados, a tal extremo que se registraron actos de indisciplina entre las tropas de guarnición en el Chaco, por la completa desatención en que las dejaron las autoridades centrales. Por supuesto, traté sin demora de reanudar mis trabajos de organización en el Chaco, en concordancia con mis ideas de siempre; y esta insistencia no tardó en concitarme la mala voluntad del prepotente ministro, que pertenecía a la escuela de los jefes que con tanto disfavor acogieron mis primeras sugestiones sobre la forma de encarar la defensa del Chaco. Y hacía fines del año 1930, con un pretexto cualquiera, me vi nuevamente separado, sin muchas ceremonias, de la Jefatura del Estado Mayor General. A principios de 1931, el Presidente de la República cambió su ministro de Guerra y Marina, y entró a ejercer la cartera un civil [Dr. Raúl Casal Ribeiro], quien poco después me encomendó la Inspección General del Ejército, cargo que acepté en vista de la buena disposición del nuevo ministro de atender la preparación de la defensa del Chaco. Pero como las funciones del Inspector General eran meramente burocráticas, sin atribución suficiente para una acción vigorosa, como requerían las circunstancias, me ofrecí para ir al Chaco a organizar una división de ejército, que sería la primera con que contaría nuestro país. A fines de junio de 1931 llegué a Puerto Casado, puesto de comando de la división, para reiniciar mis trabajos. En mis nuevas jiras por el interior del territorio, comprobé la deplorable desidia en que se había dejado todo desde fines de 1928. Las líneas telegráficas estaban por el suelo. La penetración boliviana había realizado enormes progresos. Ante el abandono paraguayo, los bolivianos llegaron a instalar sus fuerzas en algunos de los puestos establecidos bajo mi dirección. Tal, por ejemplo, acaeció con el antiguo puesto paraguayo de Samaklay, donde se produjo el incidente de aquel año, a raíz de un reconocimiento que ordené para la reocupación del lugar2 . 2 El verdadero nombre indígena de este lugar es Masamaklay; pero el uso corriente suprimió la primera sílaba. Los bolivianos, al apoderarse del puesto paraguayo allí establecido, lo bautizaron con el nombre de Agua Rica. 15 Mapa planimétrico del Chaco Indicando las posiciones ocupadas por los ejércitos paraguayo y boliviano al inicio de la Guerra del Chaco PRIMERA PARTE LA OFENSIVA INICIAL CAPITULO I A - PREPARACIÓN MILITAR DEL PARAGUAY Y BOLIVIA EN 1932 La preparación militar del Paraguay al promediar el año 1932, en que comenzó la Guerra del Chaco, ofrecía un contraste impresionante comparada con la de Bolivia. Mientras, por el lado paraguayo, como se acaba de traslucir en el esbozo precedente, no se tenía nada hecho que pudiera considerarse como un apresto decidido, Bolivia contaba con una cosecha de treinta años de preparación tesonera y sistemática. Los datos de carácter militar que se consignar a continuación en columnas paralelas, puede que no sean rigurosamente exactos en lo que atañe a Bolivia, aunque sí aproximados, en razón de que dicho país, con algunos años de anticipación, mantuvo secreto su presupuesto de guerra. Los recogió nuestro servicio de información, pero los hechos posteriores demostraron su exactitud substancial. Las informaciones referentes al Paraguay, en cambio están extraídas de las estadísticas oficiales. Debemos partir de la base de que Bolivia tiene 3.000.000 de habitantes, en tanto que la población del Paraguay no llega a 1.000.000 de almas. El presupuesto general de gastos de Bolivia ascendía a 12.000.000 de dólares, y el del Paraguay no llegaba a 4.000.000 de la misma moneda. (Hago la conversión en esta moneda por su mayor fijeza). 16 CUADRO COMPARATIVO DE LA PREPARACIÓN MILITAR DE BOLIVIA Y EL PARAGUAY A MEDIADOS DEL AÑO 1932 B0LIVIA Instituciones Militares. Un Estado Mayor General bien organizado y bien atendido; una Escuela Superior de Guerra, para la preparación de oficiales de Estado Mayor; varias Escuelas de Aplicación o de Armas; una Escuela Militar para Ia formación de oficiales; una Escuela de Aviación bien dotada; Arsenales de Guerra perfectamente montados y una Escuela de SubOficiales. Efectivos: Seis divisiones de infantería con 2.000 hombres cada una; 2.000 jefes y oficiales de armas, entre ellos 19 generales en servicio activo; 1.000 jefes y oficiales de los servicios; una abundante reserva de jefes y oficiales de todos los grados; y como el país estaba poco menos que totalmente militarizado, Bolivia contaba con una reserva instruida de 10.000 ciases, por Ia parte baja, y 300.000 soldados. Armamento: 300 cañones modernos de varios modelos; 1.500 ametralladoras; 150.000 fusiles Máuser; 80.000 lanzas; 60 aviones de guerra; equipos y elementos diversos para 150.000 hombres. Había en depósito municiones de artillería para 80 baterías, a 1.000 tiros cada una, y una enorme cantidad de cartuchos para fusil y ametralladoras. Estaba en ejecución la adquisición de armamentos, municiones y equipos para 60.000 hombres, parte de cuyo material ya se había recibido en La Paz. Alto Comando: El Alto Comando boliviano estaba en el Estado Mayor, compuesto de profesionales de primer orden, con todos los elementos necesarios. En Ias condiciones precedentes, las más desfavorables en todo sentido para el Paraguay, estaban por chocar las dos voluntades. Una nación de 3.000.000 de habitantes, que disponía de un ejército perfectamente armado y equipado con los elementos más modernos, llena de confianza en su poderío y de desdén para el adversario, iba a lanzarse sobre un pequeño pueblo de menos de 1.000.000 de almas, desprevenido, sin preparación militar. 17 Pero a la fuerza organizada y arrogante opondríamos la tradición viril de nuestro pueblo y la disciplina de nuestro coraje; para desbaratar el empuje físico, desplegaríamos nuestra habilidad estratégica. Bolivia confiaba su suerte al poder de Ias fuerzas materiales; el Paraguay confiaría su destino al valor de Ias fuerzas imponderables de su entereza moral. CUADRO COMPARATIVO DE LA PREPARACIÓN MILITAR DE BOLIVIA Y EL PARAGUAY A MEDIADOS DEL ANO 1932 PA R A G U A Y lnstituciónes Militares: Un Estado Mayor General que funcionaba con extrema precariedad de medios y una dotación muy escasa de oficiales; una Escuela Superior de Guerra dirigida por una Misión Militar argentina, que entraba en el segundo año de su funcionamiento una Escuela Militar de cadetes; una Escuela de Aviación, y una Escuela de Sub-Oficiales de reciente creación. Efectivos: Una división de infantería (en formación). Las unidades, organizadas precariamente, eran: cuatro regimientos de infantería, un regimiento de caballería, un grupo de artillería y una compañía de ingenieros (zapadores). Los efectivos eran: 355 jefes y oficiales de armas, entre ellos tres generales; 146 jefes y oficiales de los servicios, 200 cadetes; 690 clases; 2.635 soldados de las cinco armas. Total: 3.325 de tropa. El Paraguay no tenía organización territorial. No poseía reserva instruida propiamente dicha. Nunca se había realizado una sola maniobra en el país. Armamento. 16 cañones de 105 y 16 de 75; 24 morteros Stokes-Brandt; 32 ametralladoras pesadas y 100 ametralladoras livianas; 12.000 fusiles, entre ellos 5.000 en buenas condiciones; 8 aviones de guerra; 1.000 tiros de artillería; y 4.000.000 cartuchos de infantería y ametralladoras. Alto Comando: No existía, en tiempo de paz, Alto Comando Militar. La preparación de la defensa estaba mal distribuida entre el Ministerio de Guerra y Marina, la Inspección General y el Estado Mayor General del Ejército. 18 B - EL PLAN BOLIVIANO DE INVASIÓN Según nuestro servicio de información, el plan boliviano de invasión, elaborado por el General Hans Kundt, a quien tendré ocasión de referirme con mayor amplitud, consistía en un avance sorpresivo y fulminante al través del Chaco, hacia el rió Paraguay, de acuerdo con un mecanismo de tenazas que se cerraría rápidamente sobre las débiles defensas paraguayas. A este efecto se constituirían seis columnas de 10.000 hombres cada una, que se concentrarían en las regiones de Puerto Suárez, Ingavi-Ravelo, Santa Fe-Charagua, Carandayty-Villa Montes, Ballivián-Platanillos y MuñozSaavedra. (Véase el Mapa Nº 1). Dichas columnas se moverían y el mecanismo de las tenazas accionaría del siguiente modo: La columna de Puerto Suárez partiría hacia el sur y la de Ravelo en dirección sureste para pasar por el fortín Pando, y cerrarían ambas una tenaza sobre Bahía Negra. Una tercera columna, partiendo de Ingavi, se dirigiría igualmente hacia el sureste, en dirección a Pitiantuta. Una cuarta columna marcharía por Picuiba y Camacho, juntamente con una quinta, que partiría de Ballivián, y ambas se cerrarían sobre Toledo. Una sexta columna tendría en jaque a la guarnición paraguaya de Nanawa y marcharía por Boquerón sobre Villa Militar.3 Una vez tomada Bahía Negra, las dos columnas del norte, reunidas, descenderían hacia el sur, a lo largo del río Paraguay, hasta la desembocadura del río Apa, por donde pasarían a la región oriental del país. Las tres columnas del sur, después de haberse apoderado de Toledo y de Villa Militar, marcharían simultáneamente para reunirse en Pozo Azul, de donde continuarían juntas y cerrarían otra tenaza sobre Punta Rieles con Ia columna que, de Ingavi, vendría por Pitiantuta. Realizado esto último, las cuatro columnas reunidas se dirigirían a Puerto Casado, para cerrar la última tenaza sobre dicho punto, con las otras dos columnas del norte, que habrían hecho su pasaje por el rió Apa y marcharían hacia el sur, siempre a lo largo del rió Paraguay. El comando enemigo suponía que el ejército paraguayo, después de este esfuerzo, estaría batido, y que las columnas bolivianas, todas reunidas, se 3 El nombre original de este lugar era Cacique Ramón. Después se Ia denominó sucesivamente Isla-Poí y Villa Militar, último nombre que conserva oficialmente 19 Los artífices de la victoria. Soldados paraguayos en pleno ataque. dirigirían hacia el sur del país, por el río Paraguay, para ocupar las ciudades principales: Concepción (que se denominaría Salamanca) y luego Asunción y Villarrica (esta última ciudad recibiría el nombre de Saavedra). El Paraguay perdería su Chaco y quedaría esclavizado. Se le declararía responsable de la guerra, se le cargarían en cuenta todos los gastos de la misma y se le obligaría a costear el mantenimiento de las tropas de ocupación, hasta hacer efectivo el pago de la deuda. En cuanto al Paraguay, no tenía plan de ningún género. 20 CAPITULO II DE PITIANTUTA A BOQUERÓN (De junio 15 a septiembre 3 de 1932) Casi en el mismo centro del Chaco Boreal, existe una represa natural de aguas pluviales que los indios de la región denominaban Pitiantuta y que las tropas a mi mando tenían ocupada con un puesto de vigilancia integrado por un cabo -Oliverio Talavera y cinco soldados- al que dimos el nombre de Carlos Antonio López. El 15 de junio de 1932, al aclarar el día, unos 300 hombres del ejército regular de Bolivia rodearon y asaltaron el pequeño puesto paraguayo, matando a sus ocupantes, con excepción de dos soldados, que en ese momento estaban fuera del fortín. El 18 de junio por la noche recibí en mi puesto de comando de Puerto Casado el parte correspondiente de uno de estos soldados fugitivos, que había hecho a pie una jornada de cerca de 150 kilómetros, hasta encontrar la primera línea telegráfica. La significación del asalto era excepcionalmente grave. Se lo perpetró en circunstancias en que una comisión compuesta de representantes paraguayos y bolivianos y de cinco países americanos neutrales, trabajaba en Washington, desde el 11 de noviembre del año anterior y a propuesta de Bolivia, para concertar un pacto de no agresión entre los dos contendores en la disputa del Chaco. Bolivia, pues, se había servido de estas negociaciones para distraer la atención del Paraguay y preparar un golpe sorpresivo. Pensar que estábamos en presencia de un incidente más o menos casual, sería un rasgo de ingenuidad. Tratábase de un acto premeditado, del principio de ejecución de un plan perfectamente maduro. El ejército boliviano, al descubrir que poseíamos en el centro del Chaco un lugar provisto de agua en abundancia, decidió apoderarse de él, precisamente porque era lo que necesitaba para empeñarse a fondo en la conquista del territorio; y el gobierno de La Paz, sin curarse de escrúpulos diplomáticos, autorizó el ataque. Nosotros no podíamos consentir en perder la ventaja de tan valiosa posesión, para dársela al enemigo. Pitiantuta figuraba como un elemento principal en el cuadro de nuestra defensa, dentro de mi concepción operativa. Su pérdida seria tan funesta para el Paraguay como beneficiosa 21 Croquis 1 Concentraciones de los ejércitos paraguayo y boliviano al inicio de las hostilidades para Bolivia, doble razón que aconsejaba imperativamente su retoma, y así lo resolví sin vacilación. Determiné enviar primeramente una columna de reconocimiento [al mando del Teniente 1º Ernesto Scarone] compuesta de 50 hombres, a Ia que seguirían las tropas necesarias para la captura del fortín. Pocos días después partía la columna de Casanillo, empleando cerca de una semana en llegar hasta las proximidades de Pitiantuta y establecer contacto con los bolivianos. Estos no bajaban en número de 300 hombres con cuya información despaché unos 300 hombres más [al mando del Capitán Abdón Palacios], como tropa de refuerzo, provistos de ametralladoras y dos morteros Stokes-Brandt. Tras una penosa marcha por senderos angostos y al través del bosque desértico, los hombres a pie y el transporte a lomo de mula, nuestra columna atacó a los bolivianos el 15 de julio. El empleo de los morteros, arma nueva, dio a aquéllos la impresión de que los paraguayos atacaban en crecido número y con artillería; y al día siguiente se pusieron desordenadamente en fuga, dejando en nuestro poder todos sus elementos, hasta la última ración de víveres. El Comando boliviano, al ver frustrada, con este contraste, una importante acción preparatoria, reaccionó violentamente; y proclamando el derecho a la represalia, se apoderó de otros tres de nuestros fortines : Corrales, el 26 de julio; Toledo, el 28; y Boquerón, el 31. Llegaba para mí el momento decisivo en mi carrera y en mi vida. Era Ia guerra. Con ella se someterían a prueba las ideas que siempre sustenté sobre lo que debía ser la defensa del Chaco, ideas que, como se sabe, contrariaban la ortodoxia en boga entre los altos jefes del ejército paraguayo, acarreándome muchos sinsabores en tiempos de paz.. La crisis de Pitiantuta precipitó en nuestra capital un desconcierto tan grande, que en verdad no se atinó, en un principio, a organizar la defensa. Una de las medidas de más urgente adopción era la designación de un Comandante en Jefe del ejército, de un jefe único, que se hiciera cargo, él solo, de la dirección de las operaciones. Las órdenes se sucedían unas a otras en el Chaco, sin ilación; las daban el Presidente de la República, el Ministro de Guerra y Marina [Don Luis Escobar], el Jefe del Estado Mayor General [Teniente Coronel Juan B. Ayala] y, por supuesto, yo. El 12 de julio 22 dije al Ministro de Guerra, por telégrafo, que con sus órdenes directas a las tropas de mi comando, mi presencia en el Chaco estaba de más. El mismo día le dirigí también la siguiente nota: Puesto de Comando, julio 12 de 1932 Al Ministerio de Guerra y Marina, Asunción Visto el estado de guerra creado por la nueva agresión boliviana y el retiro de nuestros Delegados de Washington, y constituyendo un peligro extremadamente grave la distribución estratégica de nuestras tropas -por lo cual de hecho se asigna a la 1a. División de Infantería un sector tan extraordinariamente extendido, desde Pitiantuta hasta Nanawa, que le será de todo punto de vista imposible defender con eficacia - y teniendo en cuenta, además la posibilidad de otra agresión, tal vez más importante, en un plazo breve, en otra parte del sector divisionario, propongo a ese Ministerio las siguientes medidas urgentes: 1. Traslado inmediato del Regimiento Corrales de Infantería Nº3 a Puerto Casado, con todos sus elementos, para hacerse cargo de la región de Pitiantuta; 2. Movilización de todas las unidades de la 1ª. División de Infantería; 3. Convertir la Escuela de Sub-Oficiales en un regimiento de infantería, dotándole rápidamente de todos los elementos necesarios; 4. Dotar de todos los elementos necesarios a los regimientos de caballería existentes; 5. Preparar la movilización de tres regimientos más de infantería; 6. Hacer efectivo el Comando en Jefe del Ejército, con las facultades legales requeridas, el que debe dirigir las operaciones de conformidad a un plan concreto, de su responsabilidad exclusiva. Es posible que Bolivia a estas horas haya ordenado la movilización de su Ejército, para cuya operación necesita tres meses. El Paraguay, en cambio, puede hacerlo en menos de la mitad de ese tiempo, y dada la inferioridad numérica del Ejército nacional, esta ventaja de poder adelantarse al enemigo en la movilización debe explotarse intensamente. El Ejército paraguayo no debe esperar la reunión de las columnas bolivianas que, como se sabe, debe realizarse en el sector de Puerto Casado, para la iniciación de las operaciones. 23 Fdo: José F. Estigarribia, Tte. Cnel. Comandante de la 1a. División Por decreto del 23 de julio fue designado Comandante en Jefe el General de Brigada en retiro D. Manuel Rojas A., hombre que no disfrutaba de buena salud -circunstancia que había contribuido a alejarle de las actividades del servicio- pero cuya falla primordial consistía en su absoluto desconocimiento del terreno donde se moverían sus tropas, en razón de que, al igual que los altos jefes de su jerarquía en el ejército paraguayo de aquella época, jamás estuvo en el Chaco. Y de esta ignorancia del terreno probablemente derivaba la teoría, tan tenazmente prohijada por todos ellos, de que había que organizar la defensa sobre el río Paraguay; en otras palabras, defender el Chaco después de haberlo entregado al enemigo. Mi discrepancia con tan palmaria contradicción fue el origen de las vicisitudes de mi carrera a mi regreso de Europa, resumidas en las páginas precedentes. Colocábame la guerra que se desencadenaba en una situación dramática, frente a dificultades nunca confrontadas por otro comandante. Un poderoso ejército enemigo se movía en ejecución de su plan, y para oponérmele yo no disponía en un principio de más de 500 hombres, dispersos en centenares de kilómetros sobre la línea paraguaya de ocupación; a lo que se sumaba la disparidad que me separaba de las autoridades militares de Asunción, disparidad que influiría necesariamente en ellas para que no me prestaran el apoyo requerido por la ejecución de mi plan, cuyo éxito, sin embargo, dependía de la rapidez de la acción. Según Ia escuela a que pertenecía el General Rojas, el único procedimiento adecuado para detener la avalancha boliviana era organizar Ia defensa sobre el río Paraguay, en vista de la extremosa precariedad de elementos disponibles para la defensa y, sobre todo, de la falta de preparación del país para la guerra. Esta concepción empezaba por desentenderse de las posibilidades que ofrecían las imperfecciones del ambicioso plan enemigo, entre otras, su estructura por demás simplista, que lo basaba todo en la sorpresa, al punto de no contar casi para nada con la voluntad paraguaya. El plan de Ia defensa sobre Ia ribera se atenía, ciertamente, a la realidad de nuestra indefensión- como no lo podía dejar de hacer- pero le faltaba el resorte de una confianza mejor cimentada, y renunciaba por adelantado, con notorio espíritu derrotista, a los frutos posibles de alguna audacia. Por mi parte, yo me apoyaba en el conocimiento de nuestro pueblo y en lo que él era capaz de dar en estos casos, así como también en algunos principios 24 técnicos a cuya fructuosa aplicación se prestaba ampliamente el presuntuoso plan boliviano; y sostenía que, lejos de permitir que el enemigo llegara impunemente sobre Ia ribera del río Paraguay, facilitándosele así Ia marcha por el desierto, Ia defensa debería ir a su encuentro a Ia mayor distancia posible del río, de modo que ese desierto fuese nuestro aliado para entorpecer su avance. En Ia defensa sobre el río los paraguayos estaríamos obligados a diseminar nuestras pocas tropas a lo largo de más de mil kilómetros, desde el fortín Galpón hasta el río Pilcomayo, como ya se había intentado hacer en 1928, con motivo del incidente de Vanguardia; es decir, nos declararíamos vencidos de antemano en todas partes. Mientras nosotros nos encontrásemos esparcidos en débiles fracciones, el enemigo, con todas sus tropas reunidas, accionaría libremente sobre cualquier punto elegido por él. Y su aparición en fuerza sobre un punto cualquiera del río Paraguay, le permitiría vivir de nuestros propios recursos, en tanto que nosotros, desde el comienzo de las hostilidades, perderíamos una vasta zona del país, grandes establecimientos fabriles y un enorme stock de ganado vacuno. Lo esencial, pues, para Ia defensa paraguaya, era precisamente lo contrario: no permitir Ia reunión de las columnas enemigas que en amplio despliegue marcharían hacia su objetivo, y tratar de romper los dientes de cada tenaza antes de que se cerrasen. Esto sólo podría hacerse lejos del río Paraguay. Pero había que actuar con rapidez. Un minuto de vacilación podría sernos fatal; lo que, en medio de Ia nerviosidad provocada por Ia crisis, no se atinaba a apreciar debidamente en Asunción, donde parecían alentarse esperanzas infundadas en frágiles posibilidades diplomáticas y prevalecía una completa incertidumbre acerca de las medidas militares propiamente dichas. En el terreno diplomático ya no quedaba nada que esperar. Bolivia perpetró Ia agresión de Pitiantuta en ejecución de un plan de carácter netamente militar, y así, deliberadamente, se alejó del camino de las negociaciones pacíficas. Esto resaltaba en el tono que empleaba en su contestación a todas las sugestiones que le hacían los mediadores neutrales de Washington. En fecha 12 de agosto, por ejemplo, el canciller boliviano expresó paladinamente por cable al Secretario de Estado americano, Mr. Henry L. Stimson, que Bolivia estaba "resuelta a liquidar, aún por las armas, el pleito" del Chaco, y que no le interesaban, por consiguiente, las investigaciones propuestas por los mediadores neutrales 25 para impedir Ia guerra. Ante semejante manifestación no era posible que nadie se forjara ilusión alguna sobre las intenciones de nuestra contendora. Y cuando, el 3 de agosto, los mismos neutrales formularon su famosa declaración de no reconocer "arreglo territorial alguno de esta controversia que no sea obtenido por medios pacíficos", Bolivia contestó desdeñosamente que esa declaración no Ia alcanzaba a ella y que, de todos modos, ella estaba “resuelta aún a sacrificios cruentos (la guerra)”, porque necesitaba "romper Ia barrera que le impide el acceso a su litoral sobre el río Paraguay", es decir, porque necesitaba apoderarse del Chaco. Esta notificación era harto explícita para comprender que el Paraguay no tenía otro camino que aprestarse a Ia defensa. Pero, en su desorientación, el Alto Comando de Asunción había dejado transcurrir todo un mes sin intentar Ia adopción de alguna medida salvadora, y se dejó caer en una verdadera aberración militar. El 10 de agosto, con el enemigo que pululaba por todos lados en torno a mis escasos contingentes, el Alto Comando me ordenó: "Disponga licenciamiento paulatino de tropas reservistas". Y el 12 del mismo mes me subrayó enfáticamente que una "gestión internacional muy favorable no permitía tomar ninguna ofensiva por el momento". No sé a que gestión en particular se referiría nuestro Comando; pero sí sé que Bolivia no Ia consideró como un freno para las operaciones -con Ia candidez de nuestro Comando-, pues el 15 del mismo mes el ejército boliviano atacó y ocupó nuestro fortín Coronel Hermosa (Carayá). Veamos cómo se desarrolló cronológicamente el proceso de concreción de nuestra defensa. El 24 de julio, al día siguiente de hacerse cargo del Comando en Jefe el General Rojas, ya se manifestaron los primeros síntomas de su deseo de replegar nuestras tropas sobre el río. Me envió el siguiente despacho Julio 24, 1932 Cifrado Nº 2/47/2 Dispondrá retiro batallón guarnición Pitiantuta, dejando puesto observación mando de un oficial y en condiciones de no ser sorprendido y retirarse en caso de ser atacado por fuerzas superiores, etc. Fdo: General Rojas 26 El cañonero “Paraguay” transporta soldados al Chaco. El 30 de julio, a raíz de Ia toma de nuestros fortines Corrales y Toledo por los bolivianos, propuse al Comando en Jefe: Puesto de Comando, julio 30 de 1932 Al Comando en Jefe, Asunción Las nuevas agresiones bolivianas a nuestras posiciones de Corrales y Toledo han de llevar por fin al Gobierno nacional Ia convicción de Ia existencia del estado de guerra con Bolivia. Hay que arrojar a este sector toda Ia población válida del país para salvar a Ia nación, y hay que hacerlo en el perentorio plazo de veinte días para poder vencer al ejército boliviano. Si no se resuelve accionar así, habremos perdido Ia única ventaja decisiva que podemos obtener sobre el enemigo en Ia campaña que se inicia, y Ia suerte de nuestras armas correrá el riesgo más grave que se pueda imaginar, si ya no se Ia ha herido de muerte. Decisiones graves, enérgicas y rápidas son las que deben ser tornadas en estos momentos, sin contemplaciones de ninguna clase. La extrema gravedad de Ia hora así lo aconseja. Fdo: J.F. Estigarribia, Tte. Cnel. y Comandante en Jefe de Ia 1a. División El 31 de julio, el Comandante en Jefe me envió a las 9:30 horas este mensaje telegráfico: Cifrado Nº 10/37/1 Después caída Toledo. ¿cómo quedan sus tropas para defensa Mennonitas? Cuál sería situación de Boquerón e Isla Poí una vez amenazadas Mennonitas? En este momento se embarcan refuerzos. Fdo: General Rojas. General en Jefe El Comando en Jefe, según este mensaje parecía conjeturar que el ataque principal del enemigo se produciría por el lado de las Colonias Mennonitas; pero yo no tenía esa sensación, puesto que en Toledo el enemigo mostraba poca actividad, en tanto que en ese mismo momento atacaba furiosamente a Boquerón con muchas tropas. Contesté a las 11:40 del mismo día: 27 Comando en Jefe, Asunción. Hasta este momento parece que dirección ataque principal es Boquerón-Isla Poí. Si esto se confirma y puedo reunir a tiempo mis tropas, haré defensa en Isla Poí. Mi caballería observa hacia Toledo. Amenazadas seriamente Mennonitas, situación Isla Poí será insostenible. Divinf. Con todo, el Comando en Jefe no quiso esperar Ia confirmación de Ia dirección del ataque principal enemigo y, siempre bajo Ia preocupación de que se me podría flanquear por el lado de las Colonias Mennonitas, el mismo día 31, a las 23 horas, me ordenó: Puesto de Comando en Asunción Comando División, Puerto, Casado. Proceda a agrupar su infantería sobre Ia vía férrea, maniobrando en retirada, sin empeñarse en una decisión aislada. Elija posición sobre línea férrea para contener avance enemigo, fortificándose. La intención es atraer al enemigo a retaguardia para librar batalla con nuestras divisiones primera y segunda. Lunes comienza transporte División Segunda. Diga dónde elige posición, que debe ser calculando tiempo necesario para encontrarse en dicho lugar Segunda División. Siempre el día 31, el Comando en Jefe firmó nuevas instrucciones, que recibí después por avión, en cuyo párrafo C me ordenaba: Informar Ia idea a este Alto Comando en cuanto a Ia forma de Ia maniobra táctica de Ia División de Infantería Nº 1 en su movimiento retrógrado sobre la vía férrea. El Alto Comando, pues, decidía abandonar, de un modo positivo, toda posibilidad de defensa a Ia altura de Villa Militar. Con esto se resignaba a dejar en manos del enemigo una extensa e importante zona, inclusive Ias Colonias Mennonitas. Estimé gravísima semejante medida. Significaba Ia confesión de Ia derrota antes de intentar ningún esfuerzo para detener al invasor dentro del Chaco y contrarrestar a tiempo el desarrollo de su plan 28 de operaciones. Ciertamente, en Ia hipótesis de un avance boliviano por el lado de Ias Colonias Mennonitas, sería inevitable Ia evacuación de Villa Militar; pero a Ia sazón no había ninguna indicación concreta de que el enemigo realizara dicho avance, ni tampoco de que marchara inmediatamente desde Boquerón, donde entraba aquel día, hacia Villa Militar. En consecuencia, en vez de seguir Ias directivas del Alto Comando, resolví, por el contrario, reunir en Villa Militar todos los refuerzos posibles, a marchas forzadas, y desplegué para el efecto una actividad extraordinaria. Al no seguir Ias instrucciones recibidas, yo aparentemente cometía un acto de desobediencia, que no era tal, sin embargo, cuando se examinan Ias circunstancias del momento. El Alto Comando no apreciaba serenamente Ia situación, y el subordinado puede separarse de Ias órdenes recibidas cuando le asiste el convencimiento de que el superior ignora Ia realidad. Proceder de acuerdo con los hechos, aún a trueque de no seguir Ia línea de conducta específicamente señalada por el superior, no es desobediencia, sino capacidad de iniciativa y amor a Ia responsabilidad. El subordinado puede presumir lícitamente que si Ia superioridad jerárquica apreciara mejor Ia situación, no impartiría órdenes inspiradas en una información defectuosa, y que, en consecuencia, aprobaría una modificación apropiada. Hágase abstracción por un momento de lo que sobrevino después, gracias a nuestra permanencia en Villa Militar y a nuestro ataque ulterior a Boquerón, y se comprenderá que el abandono de aquella zona en los días decisivos que rememoro, nos habría privado de Ia ocasión de escarmentar al invasor en Ia forma en que lo hicimos a Ia vuelta de pocas semanas. Esto no preveía el Comando en Asunción. En nuestra capital predominaba un peligroso desconcierto. El 27 de julio, el Jefe de Estado Mayor General me comunicaba (lo subrayado es mío): Asunción, 27/7/32. A Ias 20 horas Cifrado N2 38/47/2 Se confirma marcha grandes efectivos sobre Nanawa. Comando en Jefe ordena reclutamiento general sin contemplación, aunque se paralicen momentáneamente Ias fábricas, etc. Esmag Al día siguiente el mismo Comandante en Jefe desvirtuaba este reclutamiento sin restricciones en otro despacho (lo subrayado es mío): 29 Asunción, 28/7/32. A Ias 11:15 horas Cifrado N2 9/41/0 La movilización de reservistas puede hacerla en Pinasco, Casado, Sastre, San Lázaro, en tal forma que Ias fábricas no paralicen su funcionamiento. También puede bajar pasajeros de barcos de Ia carrera. Fdo: General Rojas General en Jefe Por un lado, no importaba Ia paralización del funcionamiento de Ias fábricas; pero, por otro, había que impedirla. El segundo despacho sugiere un sistema original para proceder a Ia leva: bajar a los pasajeros de los vapores que hacían Ia carrera por aquella parte del litoral. Huelga decir que no podría esperarse una defensa muy eficaz del Chaco con semejante sistema de movilización. Pero no vale Ia pena detenerse por más tiempo en estos pormenores. El Alto Comando no tenía, evidentemente, un criterio claro de lo que debía hacerse. En Ias operaciones que yo me proponía ejecutar ante Ia actitud del enemigo, para contrarrestar sus intenciones y desbaratar el plan Kundt -a pesar de Ia precariedad de nuestros medios-, el primer punto por esclarecer era si el Comando enemigo permanecería fiel a dicho plan. Desde Ia segunda quincena de julio me enteré por diversos conductos que Ias tropas enemigas se agrupaban en Saavedra, Muñoz y Ballivián, al propio tiempo que los contingentes del Beni y Santa Cruz se dirigían hacia Roboré - Puerto Suárez y Charagua - Santa Fe, sobre el Parapití. Supe también que otras tropas marchaban de Villa Montes hacia Carandayty. Todo esto demostraba que Ia movilización boliviana se ajustaba a Ias ideas centrales de Kundt. Además, Ia toma de Pitiantuta a mediados de junio, y de Corrales, Toledo y Boquerón a fines de julio, confirmaba Ia observancia de Ias instrucciones del maestro alemán por sus discípulos bolivianos. Después de Ia toma de Boquerón el enemigo desplegó poca actividad. Era de esperar que avanzara sin dilación sobre Villa Militar; pero no insinuó ningún avance. Esto indicaba que Ias cosas no andaban tampoco bien entre los bolivianos. Todo lo que éstos hicieron en agosto fue atacar y ocupar nuestro fortín Carayá (Huijay, según ellos) el día 15, para volverlo a perder 30 Croquis 2 Referencias de guarniciones, posiciones defensivas y direccion del avance boliviano y del ataque paraguayo el 17, y atacar Falcón, infructuosamente, el 19. La apresurada concentración de todas nuestras tropas disponibles en Villa Militar, como se ha visto, debióse a Ia posibilidad de un rápido avance del enemigo; pero ya que no se movía, ese enemigo nos brindaba Ia ocasión de tomar Ia iniciativa. Entre tanto, el Comando de Asunción se llamo a silencio sobre Ia dirección de Ias operaciones en sí mismas, después de sus primeras órdenes para un retroceso, con lo cual me permitió considerar más holgadamente Ia situación y adoptar Ias medidas del caso. Podíamos y debíamos accionar. Pero antes teníamos que establecer el orden de urgencia en que batiríamos a Ias columnas enemigas y elegir Ia dirección de nuestro esfuerzo principal. El factor más importante para determinar el alcance que daríamos a Ias operaciones en el primer momento, eran Ias circunstancias especialísimas en que Ia guerra sorprendía a nuestro país, desprovisto de casi toda clase de elementos y con posibilidades sumamente limitadas. La estrategia militar posee características propias, pero no es un coto cerrado; quiero decir que en su aplicación concreta, se Ia debe necesariamente relacionar con otros campos de acción. El, Paraguay era un país pobre y había que descartar Ia adquisición inmediata de los cuantiosos elementos que reclamaría Ia campaña. De nuestra diplomacia ya no cabía esperar, virtualmente, ningún rendimiento; mal atendida en tiempos normales, no contaba, sobre todo, con esa trabazón de intereses creados que forman amigos y dan influencia a los países de robusta economía. Pero nos apoyábamos en un factor estratégico invalorable: nuestra historia. El espíritu de sacrificio, Ia abnegación y el corazón de nuestros soldados, comprobados por una tradición viril sin paralelo, suplirían nuestra penuria material. Ahora correspondía fijar el punto donde se aplicaría el golpe de hacha que hiciera zozobrar el andamiaje del plan enemigo. A este respecto no había que perder de vista el principio físico de Ia atracción recíproca de Ias masas, que rige igualmente en el orden militar, principio cuya aplicación en aquella coyuntura podría darnos como resultado Ia absorción de Ias otras columnas enemigas en formación, antes de que rompieran Ia marcha hacia sus objetivos. Tampoco debía yo pasar por alto el problema del agua, que escaseaba en todas partes pero que abundaba en Ia región de Arce, por donde cruza un brazo del río Verde. Y estas consideraciones me llevaron a una solución en cierto modo paradojal: atacar al enemigo, no donde fuese 31 más débil, sino allí donde hubiese mayor garantía de obtener los resultados perseguidos, para cuyo efecto Ia dirección Boquerón-Arce era evidentemente Ia mejor. Cabía contemplar, sin duda, esta otra maniobra: Dirigir nuestra acción sobre Toledo, con Ia mira de caer luego directamente sobre Ballivián. Una simple ojeada al mapa parecía anticipar que de este modo quedaría aislada Ia concentración enemiga Arce-Saavedra-Muñoz, de un solo golpe. Pero tal pensamiento era impracticable por varias razones. En Toledo no había agua y no teníamos ninguna certidumbre de encontrarla en el trayecto de Toledo a Ballivián. Además, quedaría en nuestro flanco una poderosa organización enemiga, para detener a Ia cual nos haría falta una masa fuerte, de que no disponíamos. Por último, carecíamos de medios de transporte. Lo mejor era atenerse a Ia dirección Boquerón-Arce. Así llegué a definir concretamente los lineamientos generales de nuestro plan de campaña en su primera etapa. Pero, para aplicarlo. eficazmente, yo necesitaba más tropas en el menor tiempo posible. Con Ias tropas que estaban bajo mi comando a principios de agosto, una división incompleta que apenas llegaba a 1.000 hombres -parte de los cuales no se encontraban todavía en Villa Militar- no había base para intentar una acción ofensiva de cierto vuelo; y hasta era problemático que con ellas solas se pudiese organizar una defensa eficiente en Villa Militar. Para conseguir más tropas, tropezaba yo con Ia indecisión del Alto Comando y con su temor a emprender Ia campaña lejos del río. En Ias instrucciones que llevan Nº 1, de fecha 24 de julio, el Alto Comando disponía Ia distribución de Ias tropas a lo largo de todo el río Paraguay, desde Bahía Negra hasta Asunción; caía en el error de esparcir nuestros pocos efectivos frente a un enemigo en plena concentración. Con esto yo veía alejarse Ia anhelada posibilidad de formar rápidamente en Villa Militar una masa capaz de arrojarse en Ia dirección apropiada y desbaratar Ias intenciones del enemigo. Bajo el temor de que nuestro país desaprovechara este minuto decisivo de su historia, decidí enviar al Alto Comando Ia nota que paso a transcribir: Puesto de Comando, agosto 7 de 1932 (Secreto Nº 161) Al Comando en Jefe, 32 Asunción. Mis tropas estarán listas y reunidas en Ia región de Villa Militar para fines de la semana entrante, Y podremos operar si recibimos en este lapso los medios de movilidad cuyo envío se ha anunciado. En consecuencia, solicito autorización para retomar Boquerón, tomar los fortines Castillo y Yujra y atacar el fortín Arce. Espero Ia venida solicitada de un oficial de enlace para insinuar a ese Comando mi plan de acción posterior, en solicitud de aprobación. Fdo: José F. Estigarribía, Tte. Cnel. Comandante en Jefe de Ia Primera División. AI día siguiente, 8 de agosto, Ilegó a mi Cuartel General el oficial de enlace solicitado [Capitán Ramón Avalos Sánchez] y le entregué de inmediato una nota que en parte dice así: P.C.4 en Casanillo, agosto 8 de 1932 AI Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas, Asunción. Resumo a continuación Ias intenciones de este Comando referentes a Ias futuras operaciones: 1. La reunión de Ias tropas de Ia Primera División de Infantería se efectúa rápidamente en Ia región de Villa Militar, dirección más cercana de Ias posiciones bolivianas en el momento actual y donde disponemos de una organización defensiva que nos sirve de apoyo. 2. Hacía Ia dirección Toledo mantenemos una pequeña fracción de caballería (medio escuadrón) en observación, por falta casi completa de caballos. 3. En estas condiciones, creemos en Ia urgente necesidad de retomar Boquerón y atacar vigorosamente los fortines enemigos Castillo, Yujra y Arce. 4 Abreviación de Puesto de Comando, en adelante. 33 4. Para esta operación se requeriría la enérgica intervención del Regimiento de Infantería Nº 1. la cual consistiría en Ia toma del puesto boliviano de Agua Rica y del fortín Murguía, para luego atacar, según Ias circunstancias y la reacción del enemigo, el fortín Saavedra, con Ia intención de fijar Ia mayor cantidad de tropas enemigas en esa región y evitar su concurrencia hacia Arce. 5. Si disponemos, y ojalá fuese posible, de alguna tropa fuera de Ia que cuentan Ias Divisiones Primera y Segunda, para lanzarla al contacto del enemigo en Ia región Toledo-Corrales. estaría muy bien, porque podría darnos impresiones muy precisas sobre Ia reacción del enemigo en esa dirección. En todo caso distraería siempre alguna tropa enemiga que dejaría de concurrir en Ia dirección de nuestro ataque principal. 6. Una vez en posesión de Arce, y según Ias impresiones que recibamos de Ias regiones de Nanawa y de Toledo, resolveríamos Ia dirección que debernos dar a nuestra ofensiva, sea hacia Fernández-Platanillos, sea hacia Alihuatã-Saavedra-Muñoz. 7. Me permito desde ahora llamar la atención sobre Ia importancia que presenta Ia dirección Platanillos, por Ias siguientes razones: (1) Es Ia dirección descubierta y más cercana para el enemigo de nuestro flanco derecho; (2) Con Ia toma de Platanillos por nosotros, caerían en nuestras manos Ias fracciones enemigas de los fortines del norte, los cuales quedarían cortados en su única comunicación con sus bases5 : (3) Amenazaríamos Ia línea de comunicación enemiga hacia Ballivián y Ias tropas enemigas que defenderían Ia región Muñoz no se sentirían seguras; (4) Finalmente, si disponemos de suficientes medios mecánicos de transporte y si Ia estación ayuda, podemos dirigirnos rápidamente, previa reposición de una parte de nuestro personal y ganado, hacia Saavedra y Muñoz, para terminar Ia destrucción de Ia Cuarta División boliviana. 8. Se deduce claramente de estas intenciones, Ia necesidad de una gran movilidad, es decir, suficientes medios de transporte y el reemplazo oportuno de tropas y ganado. 5 Yo ignoraba en aquellos días Ia existencia del camino que por Camacho lleva hacia Carandayty. 34 9. Todo lo cual lógicamente implica Ia acumulación previa de víveres suficientes, por lo menos en Campo Esperanza, donde tenemos depósitos, y sobre, todo que Ia iniciación de Ias operaciones se haga en el más breve plazo posible. 10.- Me permito hacer notar que apenas podremos disponer de una veintena de días secos que podrán permitirnos el empleo de vehículos mecánicos, es decir, el empleo de Ia rapidez. 11. Hago notar igualmente que en Ias operaciones proyectadas, durante el presente período seco del año, seria indispensable el transporte de agua para Ias tropas. Fdo: José F. Estigarribia, Tte. Cnel., Comandante de Ia Primera División Con el documento que antecede yo buscaba obtener los elementos necesarios para emprender Yaz operaciones dentro de lo que me parecía un plazo perentorio que nos brindaba Ia poca actividad del enemigo, no obstante el tiempo que ya se había perdido con tantas cavilaciones, como resultado de Ia falta de fe en nuestras propias fuerzas. El 15 de agosto tuvo lugar en Asunción Ia transmisión del mando presidencial. Al Dr. José P. Guggiari entró a reemplazar en Ia presidencia de Ia república el Dr. Eusebio Ayala. La sucesión de Ia primera magistratura se realizaba dentro del mismo Partido Liberal en el poder, y se encararía el problema de Ia defensa virtualmente con el mismo elenco directivo de aquella agrupación política, si bien el Dr. Ayala distribuyó Ia mayor parte de su gabinete entre hombres nuevos en Ia responsabilidad directa de una cartera. El Dr. Ayala empuñaba Ias riendas del poder no sólo en medio de Ia tormenta sino frente a una expectativa que no le era del todo favorable. Con relación al problema del Chaco, se había explotado en contra suya su espíritu transaccional, y se le creía demasiado tibio para convertirse en el hombre de Ia hora, es decir, para recoger valientemente el guante que Bolivia nos arrojaba. El país estaba indudablemente cansado de Ias humillaciones que, para evitar el conflicto, tuvo que padecer frente a Ia arrogancia cada vez más acentuada de Bolivia, y había llegado a una 35 Mapa 7 Mapa 6 Mapa 5 Mapas 3 y 4 Mapa planimétrico del Chaco Indicando las principales batallas y los movimientos de tropa especie de exasperación, por lo demás bien legítima, del amor propio nacional. Como el Dr. Ayala, en su reciente campaña presidencial, predicó Ia necesidad de arreglar pacíficamente el pleito, y hasta mencionó un proyecto de desarme de los dos países, no se esperaba que fuese el hombre de intransigente patriotismo que reclamaba aquel grave cuarto de hora. Por contraste, el Presidente Salamanca, de Bolivia, encarnaba en su más áspera expresión Ia determinación boliviana de no ceder un ápice en Ia cuestión chaqueña y de triturar al Paraguay, si ello fuere menester. Los hechos, felizmente, demostrarían muy pronto que Ias sospechas relativas al Dr. Ayala carecían de fundamento. El Dr. Ayala fue en rigor el hombre de Ia hora, ante todo por su serenidad y lucidez. Era, desde luego, expeditivo, condición esencial en aquellos días de perplejidad y vacilación; y lo era porque tenía confianza en sí mismo, y al hablar y al proceder con aplomo, inyectaba confianza en los otros. A una vasta experiencia internacional, unía una notable agilidad dialéctica, con cierto sesgo paradojal, y una rara habilidad para formular síntesis inesperadas. Como físicamente daba una impresión de sana satisfacción, el buen humor que desplegaba sistemáticamente creaba en torno suyo una atmósfera de optimismo. Aunque su palabra no era fluida (nunca se destacó en Ia oratoria), razonaba tan hábilmente, que agradaba oírle cuando enunciaba sus frases entrecortadas por cierto tartamudeo pero llenas de intención, que a Ia larga llevarían a alguna conclusión original y jugosa. Y siempre hablaba intercalando oportunas anécdotas, que sabía por centenares. Era, sí, cortante, cuando defendía una tesis con que estaba encariñado, y esta modalidad dejaba a veces en el interlocutor Ia sensación de que tenía un excesivo apego a sus ideas. En tales casos, sobre todo frente a una objeción, llegaba hasta Ia acrimonia, lo que contribuyó a crearle más de una enemistad. Aunque a veces parecía dejarse llevar demasiado lejos por su propensión especulativa, nunca le abandonaba un espíritu práctico muy alerta en los problemas que abordaba. Y si bien no se desprendió una sola vez de Ia postura de confiar en Ias negociaciones diplomáticas como medio de solucionar el conflicto, aún en los períodos en que Ia contienda del Chaco se planteaba como un duelo mortal sin otra alternativa que Ia victoria o el sacrificio, comprendía Ia dificultad de llegar a un final satisfactorio para el 36 Paraguay sin un escarmiento ejemplar de su contendora; y demostró en todo el curso de Ia guerra una inquebrantable consecuencia y una firmeza patriótica diamantina en los postulados paraguayos para Ia cesación de Ia lucha, enunciados por él mismo. A pesar de su sagacidad, no evitó en el orden internacional más de una apreciación errónea, y a veces, no obstante su valor personal probado y su aparente desparpajo, le faltaba cierta dosis de espíritu aventurero. Con todo, el Paraguay tuvo Ia fortuna de hallar en el Presidente Ayala el hombre más completo y más oportuno que podría haberle conducido en Ia borrasca de aquella guerra. No iba a tardar yo en sentir Ia influencia del temperamento del nuevo presidente en mi Puesto de Comando. Pero el Alto Comando, al parecer, seguía tan perplejo como siempre, y entonces me vi forzado a urgir alguna acción, mediante Ia nota que transcribo más abajo: P.C. en Casanillo, agosto 17 de 1932 (Secreto N. 168) AI Comando en Jefe de Ias Fuerzas Nacionales. Asunción. He recibido Ia nota secreta, sin número, de ese Comando en Jefe de fecha 11 del corriente, transmitido por avión piloteado por el teniente D. Trifón Benítez Por el mismo conducto recibo igualmente Ia “apreciación de Ia situación" del día 10 del corriente de ese Comando en Jefe. Noto que el contenido de los mencionados documentos gira en torno a los mismos asuntos planteados por mi comando en Ia nota secreta Nº 165 de fecha 8 del corriente, enviado con el oficial de enlace, Capitán D. Ramón Avalos Sánchez, en avión. Hay, pues, en el fondo, felizmente, una coincidencia completa en los puntos de vista de carácter general, salvo en algunos, que me permitiré recalcar: 37 1. En los dos documentos de los cuales me he enterado, no percibo haberse tenido suficientemente en cuenta Ias proposiciones muy concretas Nº 159 de fecha 30 de julio último y Nº 165 de fecha 8 del corriente mes, Ias cuales se esfuerzan por demostrar Ias grandes decisiones que se deben tomar y Ia extrema urgencia de terminar cuanto antes nuestros preparativos, como único medio de aventajar al enemigo. En la historia militar del mundo entero no existe, en efecto, un caso en el cual un ejército inferior en número y en elementos, haya esperado que el adversario superior reúna todos sus elementos, para iniciar Ias operaciones. Repito una vez más, en consecuencia, que el triunfo de nuestras armas de pende, en forma substancial, de Ia rapidez con que pueda lanzarse sobre el enemigo, para sorprenderlo antes de terminar sus preparativos. 2. Se me pregunta si, al formular mi proposición de operaciones, habría yo pensado en Ias reservas del enemigo y en Ia posible cooperación de tropas de otros sectores. No creo que se pueda elaborar ningún plan de operaciones sin haber tenido en cuenta estos dos puntos capitales, los cuales fueron contemplados en los párrafos 3, 4 y 5 de mi referida nota secreta Nº 165. 3. Me permito, además, hacer notar muy respetuosamente a ese Comando el error en que hemos caído, violando un principio que a mi juicio es de rigurosa aplicación en nuestro caso particular y que consiste en transportar Ias unidades a su punto de concentración con todos sus elementos, de modo a poder emplearlas en forma eficaz desde el primar momento, si el caso así lo requiere. No solamente transportamos unidades desmanteladas, sino que ni siquiera a los regimientos de cubertura se Ias dota, hasta este momento, del armamento y ganado que les son absolutamente indispensables y de extrema urgencia, dado que se encuentran en contacto con el enemigo. Me refiero al regimiento Ytororó de Infanteria Nº 2, regimiento Curupayty de Infantería Nº 4, al regimiento Coronel Toledo de Caballería Nº 2 y al batallón General Aquino de Zapadores Nº 1,que están reunidos en Ia región de Villa Militar. 4. No debemos descuidar asimismo Ia estricta aplicación u observancia del principio de Ia reunión de Ias fuerzas. CONCLUSIONES: 38 1. Necesidad de reunir, con máxima celeridad, todas Ias tropas y elementos de movilidad necesarios allí donde se decida dirigir Ia acción principal; 2. Iniciar inmediatamente Ias operaciones, antes que el enemigo reúna todos sus elementos (antes de finalizar el presente mes); 3. Proveer urgentísimamente de ganado, armamentos y otros elementos solicitados, para Ias unidades de Ia Primera División de Infantería que están en contacto con el enemigo; 4. Enviar, sin más demora, los medios mecánicos de transporte, los cuales se deben sacar de donde hubieren; 5. Acumular, en pocos días, más víveres, municiones y ganado para consumo, en Campo Esperanza y en Villa Militar. Fdo: José F. Estigarribia, Tte. Coronel y Comandante en Jefe de Ia la. División. En Ia primera quincena de agosto llegaban a Puerto Casado los primeros contingentes de movilizados, pero, como se ha visto, el 10 de agosto recibí del Alto Comando Ia orden de desmovilizar a los reservistas; de suerte que para aquella fecha todavía no se sabía si el Paraguay verdaderamente determinaba defenderse contra Ia avalancha boliviana. Mi impresión en estos días era que Bolivia deseaba ganar tiempo para completar sus preparativos, y así se lo expresé al Comando en Jefe, en telegramas y notas. Yo continuaba imperturbable en mi resolución de organizar Ias tropas para emprender Ia campaña en el interior del Chaco, y proseguía en consecuencia Ia concentración en Villa Militar. El silencio del Alto Comando a este respecto hacía suponer que se había embarcado en Ia corriente de mis ideas, pues no insistió en sus intenciones originales. En vista de todo lo cual, le comuniqué el estado de concentración de mis tropas en una nota que dice6 : 6 Todos las notas eran llevadas a la capital en avión. 39 Puesto de Comando, agosto 22 de 1932 AI Comando en Jefe, Asunción. Comunico a ese Comando que Ia distribución de Ias tropas concentradas en esta línea es Ia siguiente: Regimiento Curupayty de Infantería N° 4 Regimiento Ytororo de Infantería N° 2 Regimiento Coronel Toledo de Caballería N° 2 Batallón General Aquino de Zapadores N° 1, en Villa Militar; Regimiento Corrales de Infantería N° 3, en Pozo Azul; Grupo de Artillería de Ia 1a. División, en Campo Esperanza; y Grupo de Artillería de la 2a. en el kilómetro 160 Este último grupo de artillería se trasladará esta semana a un lugar donde existe agua, sobre la picada recta del kilómetro 160 a Campo Esperanza, a veinte kilómetros antes de llegar a este último punto. He ordenado que el Regimiento Valois Rivarola de Caballería N° 1 se dirija de su actual vivac (kilómetro 115 de Ia línea Pinasco) a ocupar Laguna Capitán, 20 kilómetros este-sudeste de Villa Militar, en vista de Ias operaciones que creo muy próximas. Fdo: José F. Estigarribia, Tte. Cnel. Comandante en Jefe de la Primera División En la misma fecha y con el mismo avión envié mi apreciación sobre el enemigo en Ia siguiente nota: Puesto de Comando, agosto 22 de 1932 AI Comando en Jefe, Asunción Hasta este momento, Ias noticias dadas por nuestras tropas en contacto con el enemigo y los prisioneros tomados últimamente, más Ia febril actividad del enemigo en la región Boquerón-Arce, hacen suponer que Ia 40 mayor parte de tropas bolivianas se reúne en esta última región. Los prisioneros hacen saber al mismo tiempo que en Toledo habría solamente una compañía enemiga y que en Platanillos no había casi nada, lo cual confirmaría que el enemigo se reúne efectivamente en Ia región Arce. Esta circunstancia deberá influir en Ia modalidad de nuestras próximas operaciones, por lo cual me permito ponerla a conocimiento de ese Comando. Mis tropas serán irresistibles a condición de que puedan moverse sin más demora, y para eso nuestro problema consiste en los medios de transporte con que podamos llevar agua. Por otro, lado, nuestras aguadas disminuyen rápidamente, como no ha de escapar a Ia comprensión de ese Comando, con Ia reunión de tropas y ganado en número considerable. Es, pues, impostergable que hagamos todo el sacrificio necesario para obtener sin más tardanza los medios mecánicos de transporte anunciados por ese Comando en Jefe, e iniciar en seguida las operaciones, sobre cuyas modalidades desearía insinuar mis vistas por intermedio de un oficial de enlace, si así lo creyere admisible ese Comando en Jefe. Bolivia no me podrá detener: Ia cuestión es que pueda moverme enseguida llevando agua para mis tropas. Fdo: José F. Estigarribia Tte. Cnel. Comandante en Jefe De la Primera División Supongo que el aplomo que yo demostraba en los documentos que anteceden, tanto acerca de Ias disposiciones que tomaba por mi cuenta como de Ia situación del enemigo, contribuyó en buena medida a crear a mi favor en el Alto Comando una confianza mas firme. Yo ponía en el cuadro fuertes pinceladas de optimismo, y esto pareció disipar Ia atmósfera sombría que, por desconocimiento de los factores militares inmediatamente en juego, predominaba en Asunción. Como habrá observado el lector, yo adoptaba medidas que iban más allá de mi jurisdicción, pues distribuía tropas que no estaban bajo mi comando, como el Grupo de Artillería de Ia 41 Segunda División [Mayor José L. Vera] y el Regimiento de Caballería Valois Rivarola Nº 1 [Mayor Sigfredo Meigarejo]. Pero los comandantes de estas unidades, deseosos de que algo se hiciera para detener al invasor en franco movimiento, me obedecían sin ningún inconveniente. Y el Comando de Asunción, lejos de desaprobar mis disposiciones, considerando, por el contrario, que los hechos me colocaban a Ia cabeza de estos preparativos, me designó el 24 de agosto Comandante de Ias Divisiones Primera y Segunda. Desde ese momento, como era natural, mis actividades cobraron más vuelo; y sin ninguna demora ordené la venida al sector Casado, de Ia Segunda División [Teniente Coronel Gaudioso Núñez], que se organizaba en Concepción, la que se embarcó en cumplimiento de dicha orden el 31 de agosto. Un gran progreso se había realizado indudablemente con Ia adhesión del Comando en Jefe a mi manera de encarar Ia situación, pero todavía faltaba lo principal, a saber, Ia orden para la acción, Ia autorización para dar el impulso. El 12 de septiembre, temprano por Ia mañana, llegó a mi Cuartel General de Casanillo el Mayor Manuel Garay, enviado por el Presidente Ayala como portador de uno de los más curiosos documentos que se han elaborado en el curso de Ia guerra del Chaco. El Mayor Garay había viajado en hidroavión desde Ia capital hasta Puerto Casado, y de aquí se dirigió en autovía y luego en camión hasta Casanillo. En aquel preciso momento yo me disponía a salir para Villa Militar, donde me reuniría con mis tropas. EI documento de referencia, que le fue entregado al Mayor Garay por el presidente, dice textualmente así: 1°) TOMAR BOQUERON Objeto: a) Demostrar a los neutrales y a los demás países de América que el Paraguay posee capacidad militar. b) Dar satisfacción a Ia opinión pública y al ejército. Con esto se trata de ganar mayor consideración ante los neutrales a fin de que en sus proposiciones, consideren que no siempre debe 42 hacerse ceder al Paraguay. Además, conviene que Ias tropas prueben su capacidad militar. 2°) Poí. Conseguido el objetivo buscado, debe volverse con las tropas a IsIa - EJECUCION El Comandante debe encontrar la forma para no aparecer como agresor pues así conviene a Ia política internacional. El encuentro debe resultar, para el mundo exterior, como consecuencia de reconocimientos, debiendo hacerse constar esto en los partes previos y posteriores. Sin embargo, hay que asegurar el éxito militar, empleando Ias fuerzas necesarias y procediendo en forma adecuada para una decisión rápida y completa. Si se obtiene éxito, sólo se perseguirá en Ia medida necesaria del punto de vista táctico. Para regresar a IsIa-Poí, en este caso, pueden encontrarse pretextos satisfactorios; por ejem.: el círujano aconseja no ocupar los alojamientos por estar infectados y quemarlos, además el agua se encuentra contaminada, de manera que no resulte conveniente permanecer en Boquerón. Si el enemigo se substrae a Ia decisión, puede emplearse el mismo pretexto para regresar. En caso que el enemigo presente seria resistencia o contraataque inmediátamente, haciendo estabilizar el combate, o llegando a rechazar a nuestras tropas, Ia retirada resultará como consecuencia de Ia carencia de agua, pues el abastecimiento será muy difícil. CONSECUENCIAS El enemigo puede seguir hacia Isla Poí con fuerzas importantes. Para este caso todas Ias tropas a sus órdenes deben estar aprestadas ya al iniciarse la operación, puesto que podría llegar el caso de tener que concurrir en apoyo de Ias fuerzas empeñadas para facilitar su retirada, por ejemplo. 43 Producido un avance de fuerzas importantes hacia Isla Poí, cooperará con Ias fuerzas a sus órdenes el Destacamento Caballero desde Nanawa, para cuyo caso comunicará Ud. Ia oportunidad a dicho jefe. CONCLUSIONES Esta directiva sólo tiene por objeto enterar al Comando del alcance que debe darse a esta operación y del objetivo buscado. Es importante que Ia operación aparezca como resultado de una iniciativa del Comando. El documento no llevaba fecha ni firma ninguna, y venía manuscrito, aunque no con Ia letra del presidente. En vista de su forma anónima -primera peculiaridad- expresé a Garay Ia conveniencia de darle alguna autenticidad; Garay, de su puño y letra, le puso al pie lo siguiente: Entregado el presente documento en propias manos al señor Comandante en Jefe de Ias 1a. y 2a. Divisiones, Tte. Cnel. Don José F. Estigarribia, de orden del señor Presidente de Ia República, Dr. Eusebío AyaIa, hoy 12 de Setiembre de 1932, en Casanillo (línea Casado) Fdo: M. Garay, Mayor. Aún cuando se lo someta a un análisis somero, destácanse en este documento dos rasgos esenciales: mucho escrúpulo y mucha timidez. Ambos revelaban el estado moral y psicológico del país al estallar el conflicto. Había que evitar a toda costa, según él, que el Paraguay apareciera como agresor. Se proclamaba así un respeto casi supersticioso por algo que nuestra contendora insistía en desdeñar con hechos y palabras. No había Bolivia cometido cuatro agresiones, con Ia captura de cuatro de nuestros fortines, tres de los cuales retenía en su poder? Con nuestra marcha sobre Boquerón, fortín paraguayo arrebatado por Ia fuerza, no se trataría simplemente de rescatar lo nuestro con el mismo procedimiento empleado por nuestra contendora para su violenta ocupación? O regiría para Bolivia un derecho internacional aparte, que Ia autorizara a tomar fortines paraguayos sin incurrir en ninguna agresión y para el Paraguay otro diferente, que le obligara a quedar con Ias manos atadas, bajo pena de infamársele con la marca de fuego de agresor? 44 Yo me hago cargo de Ia consideración primordial que tendría en vista el presidente para recomendar tanta circunspección. Confiaba en Ia gravitación de Ia acción mediadora de los países neutrales, creyendo que la autoridad moral de éstos detendría a Bolivia; y quería que el Paraguay no arrojara ninguna sombra sobre su conducta, para que su voz pudiera tener eco simpático en Ia hora de considerar tranquilamente los hechos en torno a una mesa. Pero Ia realidad no corroboraba una apreciación tan ingenua de nuestra situación: en aquel momento el mundo presenciaba Ia bancarrota de los bellos ideales que habían hecho concebir Ia posibilidad de que Ia fuerza moral de un país bastara para ponerle a cubierto de los desbordes de Ia fuerza bruta. Los mediadores neutrales, en rigor, eran impotentes, lo habían sido antes y lo serían después. Bolivia jamás aceptó una sola sugestión razonable; hablaba siempre a aquéllos malhumoradamente, y obraba como le venía en gana. Sin embargo, nunca provocó en su contra medida alguna. Los neutrales creían posiblemente que Bolivia tenía el derecho de usar estos desplantes porque era fuerte. El Paraguay, en cambio, era todo respeto, mesura y comedimiento en su conducta. En Ia pieza que examino, el presidente ni siquiera autorizaba a permanecer en Boquerón, si lo llegáramos a recuperar; apenas permitía que rescatásemos el fortín, pero no para reivindicar Ia posesión de una cosa legítimamente nuestra, sino para demostrar que nuestro país era capaz de enfrentarse alguna vez, más o menos victoriosamente, con Bolivia, la que volvería a tener el campo libre -se infiere lógicamente- después de este golpe de efecto. Luego viene la parte del documento que revela nuestro complejo de inferioridad y su corolario natural, Ia timidez. En tan malas condiciones se encontraba el ejército paraguayo para trabar una lucha seria con su rival, que el presidente hacía previsiones más minuciosas para el caso de nuestra derrota que para el de nuestra victoria. En el fondo, para aquel documento, el Paraguay tenía que evitar Ia guerra; no había pie para suponer que saldría con bien de un conflicto armado. Pero esto equivalía a dejar de lado un factor decisivo, el único del cual dependían Ia guerra y Ia paz: Ia determinación boliviana de apoderarse del Chaco. No se trataba de que el Paraguay quisiera o no quisiera Ia guerra. Aunque enteramente ajena a Ia voluntad del Paraguay, Ia guerra era un hecho, sin otra alternativa que aceptarla con todos sus horrores o bajar Ia cabeza para recibir en Ia nuca el 45 peso del tacón del invasor; en otras palabras, desaparecer como país soberano. Si a raíz de Ia humillación de Ia retoma de Pitiantuta por los paraguayos, los bolivianos se habían arrojado sobre tres de nuestros fortines, ¡qué no harían si se los desalojara de Boquerón, llave de un vasto plan de operaciones! Suponer que después de esto se avendrían a aceptar Ias recomendaciones de moderación de los neutrales, era un rasgo de ingenuidad. Activo o pasivo, el Paraguay estaba en guerra con Bolivia; y no restaba otro recurso que aprestarse a Ia defensa antes de que fuese demasiado tarde. Aparte de estas consideraciones críticas, lo importante para mí era que el documento tenía en mis manos, en aquellas horas caldeadas, una trascendencia considerable. Significaba, a pesar de todos sus circunloquios y reticencias, Ia orden de ataque. Que Ia operación apareciera o no como resultado de una iniciativa de mi comando, era un punto que reputé secundario, no obstante Ia responsabilidad que se me obligaba a asumir completamente solo. El gobierno se decidía a obrar; en verdad que muy tímidamente, pero al fin se decidía. Bien o mal, ahora se podría realmente intentar Ia salvación del Paraguay.7 Acusé recibo de Ias instrucciones presidenciales con una carta que en su parte pertinente dice así: Villa Militar, 3 de setiembre de 1932. Sr. Dr. D. Eusebio Ayala, Asunción. Mi estimado Sr. Presidente: He recibido con vivo placer e interés las indicaciones que en nombre de Ud. me ha entregado el Mayor D. Manuel Garay. La única objeción que me permitiría formular sería Ia de Ia limitación demasiado estricta de nuestro avance. Creo en Ia conveniencia de lanzarnos a fondo, más allá de Boquerón, si podemos contar con agua, para lo cual nos hacen falta más camiones y los tanques de agua adaptables a los mismos, que hemos pedido desde hace más de un mes. Si desde el punto de vista de nuestra situación internacional ello no ha de traernos 7 Obsérvese que la "orden de ataque" procedía del Presidente, no del Alto Comando. 46 desventajas, conviene que nos movamos con miras a Ia destrucción de las divisiones enemigas que tenemos enfrente, en cuya posibilidad creo firmemente, con tal que podamos contar con agua y preparemos los reemplazos indispensables de hombres y caballos. Para el avance más allá de Boquerón creo que podemos emplear el mismo procedimiento que para el avance inicial, de conformidad a Ias indicaciones que he recibido. Preparo activamente lo necesario para el golpe a Boquerón y he ordenado los movimientos preparatorios de reunión de Ias tropas en Ia región de Villa Militar (Isla Poí). Apenas termine esta reunión, que creo será a fines de Ia semana entrante, nos lanzaremos resueltamente. Fdo: José F. Estigarribia. Tal es Ia génesis de nuestra marcha sobre Boquerón. 47 Puerto Casado: Desembarcadero “Coronel Estigarribia» El ferrocarril Puerto Casado-Kilómetro 180 C A P 1 T U L 0 III BOQUERON Y SUS REPERCUSIONES (De setiembre 3 a setiembre 29 de 1932) En aquel momento la situación del ejército boliviano, según nuestras informaciones, era como sigue: Una de las divisiones bolivianas realizaba su movilización en la región de Puerto Suárez; otra, en la región Roboré-Ravelo-Ingavi; otra, en la región Charagua-Casa Alta-Santa Fe; otra, en la región Carandayty-Capiírendá-Villa Montes; otra, en la región Camacho-Platanillos; y otra. en la región ArceSaavedra-Muñoz. (Véase el Mapa Nº 2) Yo tenía clara conciencia de la enorme superioridad numérica del enemigo sobre nosotros; pero estaba resuelto a sacar máximo provecho de la vasta dispersión del ejército boliviano, originada por el error de habérsele asignado más de un objetivo. Los paraguayos, aunque muy inferiores en número, nos encontrábamos en condiciones de hacer nuestra concentración principal donde más nos conviniera y destacar nada más que las tropas absolutamente indispensables en Bahía Negra, Coronel Bogado, Pitiantuta y la región de Toledo y Nanawa, de acuerdo con la situación. Por eso, al recibir la orden presidencial, ya estábamos habilitados para marchar hacia nuestro objetivo, o sea hacia Boquerón. Luego de disponer la ocupación de Bahía Negra, Coronel Bogado, Pitiantuta y Toledo por débiles fuerzas, dirigí al destacamento de Nanawa, con fecha 3 de septiembre, las siguientes instrucciones: P.C., 3 de setiembre de 1932. Instrucciones para el Destacamento del Mayor Caballero Alvarez. 1) El Comandante del Primer Cuerpo del Ejército que se ha constituido en esta línea, tiene igualmente jurisdicción de mando sobre ese destacamento, en cuya virtud se le imparten estas instrucciones. 2) Dentro de las operaciones del conjunto de nuestras tropas, la misión de ese destacamento consistirá en un ataque a las posiciones adelantadas del 48 enemigo, con el propósito de fijar en esa región la mayor cantidad posible de tropas enemigas y evitar en esta forma su concurrencia al teatro de nuestra acción principal. 3) A este fin, una vez que Ud. reciba la orden, que será telegráfica, desalojará al enemigo de Samaklay y tomará contacto con las tropas del fortín Murguía para abordar vigorosamente también esta última posición, si la reacción del enemigo no presenta, ante su avance, un número de tropas tan fuerte que le impida hacerlo. 4) En caso de que Ud. se apodere del fortín Murguía, tomará contacto con las fuerzas enemigas de Saavedra, sobre cuya posición su destacamento realizará una acción demostrativa sin empeñar una acción decisiva. 5) Si la reacción enemiga es tan poderosa, ya sea sobre Saavedra o sobre Murguía, que le impida avanzar; tratará Ud. de retener el terreno ganado; pero si el enemigo amenaza destruir su destacamento, podrá Ud. maniobrar en retirada sobre Samaklay y aún sobre Nanawa, detrás de cuyas fortificaciones podrá hacer en mejores condiciones una defensa muy eficaz. 6) Si en el curso de su maniobra en retirada, e1 enemigo disminuye o abandona la presión que ejerce sobre sus tropas, Ud. volverá al ataque, no perdiendo nunca de vista la necesidad fundamental de fijar la mayor cantidad posible de enemigos en esa zona, sin dejarse Ud. destruir. 7) Desde ahora dará Ud. instrucciones precisas y destacará, si es necesario, una fracción de caballería, para que, apenas reciba Ud. aviso de este Comando, proceda, partiendo sea de Gondra o de Falcón, a la destrucción de la línea telegráfica que une a Saavedra con Alihuatá y Arce. Al recibo de estas instrucciones me dará Ud. parte del tiempo que dichas fracciones de tropas necesitarán para el lleno del cometido que se les señala en el presente párrafo. 8) Me tendrá constantemente al corriente de su situación en todo el curso de las operaciones: especialmente me dará aviso de la hora de su partida de Nanawa, del resultado de la acción sobre Samaklay y, sucesivamente, de Murguía y Saavedra. Además, me elevará diariamente parte de sus novedades, desde el día siguiente de recibidas las presentes instrucciones. Mi Puesto de Comando desde ahora en Villa Militar (Isla Poí). 49 Fdo: José F. Estigarribia Comandante en Jefe E[ día 5 de septiembre reuní a todos los jefes y oficiales de las unidades agrupadas en Villa Militar [Teniente Coronel Manuel García de Zúñiga, Mayores José Antonio Ortiz, Juan Manuel Garay, José Domingo Melgarejo, José Vera y Tranquilino Ortiz Cabral, y Teniente 1º Basiliano Caballero Irala] para explicarles mis intenciones y definir lo que, a mi juicio, sería la guerra del Chaco. «Estamos -les dije- por empeñarnos en una guerra de comunicaciones: en ella se impondrá el ejército que logre dominar las comunicaciones del enemigo". Nos preparábamos, en efecto, para luchar en un desierto sin agua. El día 6 a las 14 horas, dicté la orden de movimiento para el día siguiente, 7. Yo tenía la preocupación de que nuestro ejército, dada su inferioridad numérica, ocupara siempre una posición central con respecto al enemigo. En la operación que se iniciaba, sin embargo, sacrifiqué momentáneamente esta ventaja, pues me decidí a atacar uno de los extremos del amplio despliegue enemigo, pero proponiéndome recuperar nuestra posición central tan pronto como las circunstancias me lo permitieran, lo que pude, efectivamente, realizar después. El día 7, a las 4 horas, partimos de Villa Militar con 3.500 hombres de las tres armas, divididos en dos columnas, una principal [Mayor Carlos José Fernández], que tomó el llamado Camino Viejo, y otra secundario [Capitán Abdón Palacios], que siguió por la Recta de Villa Militar a Boquerón. Yo iba a la cabeza de la columna principal. Nuestras patrullas adelantadas, entre tanto, mantenían contacto con las tropas enemigas de Boquerón, a una distancia de 15 kilómetros poco más o menos del fortín. Por la tarde, en momentos en que yo dictaba mis órdenes para el ataque del día siguiente, hicieron su aparición sobre nosotros los primeros aviones bolivianos, y dejaron caer algunas bombas. Aquella noche pernoctamos con nuestras vanguardias en contacto con las del enemigo. Al día siguiente, 8, arrollamos a todas las avanzadas enemigas y tomamos contacto con las primeras posiciones de Boquerón. Fiel a mi pensamiento de que la guerra del Chaco sería una guerra de comunicaciones, procuré con mis directivas de aquella etapa interceptar los caminos del enemigo hacia su base, ordenando que nuestra caballería cortara las comunicaciones de la 50 guarnición de Boquerón, mientras la infantería iniciaba el cerco del fortín. Con este procedimiento yo me proponía también batir a las tropas bolivianas de las proximidades, que lógicamente concurrirían a socorrer a Boquerón. Para tal efecto era esencial que nuestras tropas de intercepción tuvieran el poder suficiente de destruir más tarde a las columnas de auxilio que el enemigo destaca la sucesivamente en la batalla. Basábame en la hipótesis -cuya exactitud demostrarían los hechos- de que el enemigo cometería el error de emplear sus fuerzas en fracciones aisladas, a medida que llegaren; error estimulado por los pedidos de auxilio de los sitiados, a los que es difícil resistir. Pero la ejecución de estas intenciones estaba llamada a tropezar en parte con grandes escollos. La guerra apenas empezaba y nuestros cuadros y soldados no tenían ninguna experiencia aún. Desconocíamos el terreno y carecíamos de cartas; y sólo contábamos con escasísimos elementos materiales. El viernes 9, al aclarar el día, empezó el despliegue de nuestras tropas, que habían ganado sus lugares de apresto al amparo de la oscuridad de la noche anterior. Nuestra, infantería logró interceptar el camino de Boquerón a Yujra. Nuestra caballería, en cambio, encargada de la cubertura exterior, no pudo moverse. Yo había creído, por desconocimiento del terreno, que la caballería podría realizar esta misión inicial al galope, por la orilla del bosque que circunda a Boquerón; pero nos encontramos con que esta orilla estaba batida por el fuego de las ametralladoras del fortín. Nuestra caballería no sólo se vió en la imposibilidad de accionar en la forma proyectada, sino que, para marchar, hubo de abrir senderos por el bosque, en medio de innúmeras penalidades y ello retrasó su llegada a camino a Yujra hasta el día 10. Aquel primer día de lucha fue fecundo en enseñanzas para nosotros. Desde luego había que descartar por impracticable la tentativa de tomar Boquerón en un solo día de ataque. El fortín tenía defensas muy Poderosas y estaba ocupado por fuerzas muy superiores a las que previmos. Nuestros cálculos las estimaban en 400 o 500 hombres, pero he aquí que el número real de los ocupantes de Boquerón no bajaba de 2.000 hombres.8 8 El General Carlos Quintanilla, comandante en jefe de las fuerzas bolivianos que operaban en el sector Casado al comienzo de las hostilidades (Primer Cuerpo de Ejército), dijo en un manifiesto que "el efectivo del Ejército paraguayo en Boquerón» era de doce mil hombres “pertrechados ampliamente”. Pero, como acaba de verse, nuestros efectivos no pasaban 51 Además, rodeaban el fortín tres líneas de trincheras con fuertes alambradas de púa. Y la maniobra en campo abierto, que algunos de nuestros bravos combatientes quisieron realizar dentro de la trayectoria de las ametralladoras de la defensa, contraviniendo recomendaciones especiales, sólo sirvió para producir en nuestras filas pérdidas importantes. La caballería comprendió desde entonces que debía abandonar sus cabalgaduras y marchar y combatir a pie, como la infantería. Así lo impusieron brutalmente la escasez de nuestros medios de transporte en general y la falta de agua y de pasto en el Chaco. A la sazón la única aguada de donde se proveía nuestro ejército era la de Villa Militar, por sí sola insuficiente y temporal. Aquel día 10 ya no cabía dudar que la batalla se prolongaría por muchos días, y a medida que transcurriera el tiempo, el agua de Villa Militar mermaría más y más, hasta quedar expuestos a la sed no solamente los caballos, sino nuestros propios soldados. Ante tal amenaza, tomé una determinación penosa: ordené que se dejara sin agua a los caballos. Naturalmente, a la vuelta de pocos días, pereció toda nuestra caballada. La desaparición de la caballería era una lección trágica. El caballo, elemento que nuestro país poseía con relativa abundancia, quedaba descartado del cuadro de la defensa; y en su reemplazo había que recurrir a la motorización que demandaría gastos superiores a nuestros pobrísimos recursos. A partir del día 10, tuve la impresión definitiva de que el Comando enemigo hacía intervenir en la lucha fracciones de tropas enviadas a toda prisa. Aquel día, en efecto, acudió en auxilio de Boquerón el regimiento boliviano Nº 14 de infantería, a marchas forzadas, sin cuidarse de establecer algún servicio de seguridad. Por de contado que este regimiento, compuesto de la mejor juventud de Oruro, sufrió un aniquilamiento casi total: sólo pudieron salvarse con vida su comandante, el Mayor Adolfo Lairana, y unos pocos soldados. de 3.500 hombres, y por cierto muy mal pertrechados, pues en rigor nos faltaban hasta rifles para algunas unidades. El pertrechamiento "amplio" del ejército paraguayo empezó con los primeros reveses del enemigo, y más exactamente, con las acciones en torno a Boquerón, en setiembre de 1932. 52 Ante la confirmación de que el enemigo incurría en el error antedicho y la dificultad de tomar Boquerón rápidamente y a viva fuerza, y en presencia también del problema de los transportes, que nos obligaba a emplear medios de locomoción a tracción mecánica, opté por emprender el asedio metódico de la posición enemiga, y me empeñé en reforzar a nuestras tropas que luchaban hacia el exterior, es decir, contra las unidades bolivianas de socorro. Así comenzaron nuestras infiltraciones por el bosque. En cuanto a las fuerzas que avanzaban en campo abierto, cavaron trincheras sinuosas, único procedimiento practicable, pues no disponíamos de artillería suficiente ni del calibre necesario para demoler las defensas enemigas. Me propuse desplazar el centro de gravedad de nuestro esfuerzo hacia el lado norte del fortín, o sea hacia el lado boscoso. Fue por eso que sólo el día 11 pudimos interceptar efectivamente otro camino de acceso del enemigo asediado, que es el que se dirige de Boquerón al fortín Ramírez. En los días subsiguientes el episodio de la destrucción del regimiento boliviano Nº 14 se reprodujo con otras unidades bolivianas, y de este modo conseguimos obtener el armamento que nos hacía falta para completar el equipo de los regimientos que nos llegaban de Asunción a medio armar. Pero, no obstante nuestra vasta cosecha de material bélico y el debilitamiento del enemigo, este procedimiento de desgaste no podía dilatarse en el tiempo más allá de cierto limite. La aguada de Villa Militar, única disponible, se agotaba rápidamente. Según previsiones hechas en el momento de partir hacia Boquerón, sólo duraría un mes. Por otro lado, el ejercito boliviano, de acuerdo con nuestros cálculos, necesitaría tres meses para presentar en el frente de batalla del Chaco sus divisiones movilizadas, en el supuesto, bien fundado, de que su movilización hubiese comenzado en los primeros días de julio; y esos tres meses estaban por fenecer. A estas unidades había que esperar en otras condiciones, es decir, con todas nuestras tropas reunidas y dispuestas en forma adecuada. Mientras la batalla proseguía encarnizadamente, tanto con los cercados de Boquerón como con los que concurrían en su socorro, el Comando en Jefe me envió el día 23 una noticia que, desde el punto de vista general, tenía mucha importancia. Según ella, las fuerzas de los generales bolivianos Lanza y Pando, comandantes de las tropas enemigas que se reunían en la 53 región Roboré-Ravelo-Ingaví, (Véase el Mapa Nº 2), se dirigían, hacia el sur. Esta información me planteaba la duda de si marchaban hacia Pitiantuta o si concurrían llamadas por el comando de las tropas que defendían Boquerón. Cuando el estrechamiento de nuestro cerco en torno a Boquerón nos llevó al pie de las alambradas de púa de las defensas principales, recibí el día 24 un parte del Cuartel Maestre de Villa Militar [Mayor Arístides Rivas Ortellado] con el anuncio de que el agua de la laguna de donde nos abastecíamos empezaba a acusar síntomas de descomposición; en pocos días más quedaríamos privados de esta ayuda vital. Después de Villa Militar, no había agua para el suministro de nuestro ejército sino en el río Paraguay, y traería desde allá era imposible. El ferrocarril de Puerto Casado carecía del material apropiado en cantidad suficiente. Tampoco teníamos camiones para realizar el transporte en el segundo trecho, desde Punta Rieles hasta las tropas. No quedaba otra disyuntiva que apurar la caída de Boquerón, donde había agua. Hasta entonces hice todo lo compatible con la lucha para economizar vidas; pero ante la pavorosa novedad de la inminente falta de agua, comprendí que debíamos apoderarnos de las posiciones enemigas sin reparar en sacrificios. Mantuve en secreto la mala nueva, y dispuse la reunión del mayor número de tropas para alimentar los asaltos. Al saber que una fuerza enemiga se aproximaba por el lado de Ramírez, ordené que ese mismo día se la atacara; había que concentrar todos los esfuerzos contra Boquerón, y esa fuerza podría distraernos. Se organizó una columna de maniobra [C. 3. Mayor Federico W. Smith] contra ella, la que partió por el bosque a la 1 de la madrugada del día 25. Al aclarar la mañana cayó de improviso sobre los bolivianos, que se defendieron bravamente. Sumaban unos 400 hombres, pero a las 15 horas estaban aniquilados. Tomamos prisioneros y material de guerra de todo género. El mismo día 25, a las 14 horas, dicté la orden de asalto general para el día 26, la que disponía en su parte pertinente: A la hora H todas las unidades de la primera línea atacarán resueltamente y en estrecho enlace las posiciones enemigas que tienen a su frente. Un fuerte destacamento de la Primera División, que prolongará el ala derecha del Regimiento de Infantería Nº 6, atacará el extremo oeste de la lengua de bosque que circunda el fortín Boquerón y se esforzará por 54 Transporte de camiones hacia el frente. romper en esa parte la línea de defensa enemiga. El Regimiento de Infantería Nº 6, haciendo una conversión de su ala derecha hacia el este, apoyará y acompañará el esfuerzo del destacamento de la Primera División y se apoderará de las trincheras enemigas que tiene a su frente dicha ala. La Primera División dejará tropas suficientes sobre el camino que conduce de Boquerón al fortín Ramírez para garantizar su espalda contra posibles incursiones del enemigo desde esa dirección. La Segunda División adoptará el mismo procedimiento respecto del enemigo del lado del fortín Yujra, etc. Tras una lucha tremendamente porfiada, que duró todo el día 26, nuestras tropas pudieron llegar por la noche a distancia de asalto de la segunda línea enemiga de defensa. Les dirigí entonces la siguiente proclama, una de las pocas que lancé en el curso de toda la campaña: P.C., 26 de setiembre de 1932 A los Jefes y Oficiales y Soldados del Primer Cuerpo del Ejército. Rindo el homenaje de mi aplauso a los bravos jefes, oficiales y soldados del Primer Cuerpo de Ejército por la magnífica jornada cumplida hoy, que coloca a nuestros soldados en el puesto que siempre han merecido: a la cabeza de los mejores soldados Han roto en tres partes la poderosa línea de defensa del enemigo, abriéndose paso a machetazos a través de sus tupidas alambradas y asaltando nidos de ametralladoras y líneas sucesivas de trincheras. Todos deberán permanecer firmes sobre, el terreno conquistado y continuar mañana sus asaltos con el mismo denuedo y con la misma bravura incontenible de hoy, para reducir la última resistencia del enemigo, con gloria inmarcesible del ejército y de la patria. Fdo: José F. Estigarribia, Teniente Coronel y Comandante en Jefe El día 27 tuvimos que hacer una pausa y reorganizar y reabastecer las unidades de asalto, y nos ocupamos en rechazar un ataque de nuevas tropas enemigas del lado del fortín Ramírez. 55 El día 28 se reanudaban nuestras embestidas. A las 8:45 nuestros regimientos Nº2. y Nº 6 lograban, los primeros, romper a punta de bayoneta la segunda línea de defensa, y al terminar el día alcanzaban el último atrincheramiento enemigo. El día 29, a las 5:15, prosiguieron nuestros furiosos asaltos. Pero a las 6 horas, el Tte. Cnel. Marzana, comandante del fortín Boquerón, ante lo irremediable, pidió parlamentar. Casi a la misma hora las tropas bolivianas levantaban bandera blanca en toda la línea y se rendían. A las 7:25 horas, el Tte. Cnel. Marzana era llevado a mi presencia para ofrecer su rendición. El Tte. Cnel. Marzana es un hombre que impresiona bien. Llegó hasta mí en actitud militar, visiblemente afectado; me saludó y me expresó que, ante la furia de mis tropas, a las que ya no era posible contener en sus asaltos, venía a ofrecer la capitulación de él y de las fuerzas a su mando, a fin de evitar una matanza estéril. A pesar de su explicable emoción, conservaba serena la voz. Le contesté que en aquel, momento el fortín Boquerón estaba ya en nuestro poder; y a un pedido suyo sobre el punto, le respondí que su vida y la de sus camaradas y soldados quedaban plenamente garantizadas. Epilogaba así el primer acto de la tragedia. Aunque al precio de sacrificios dolorosos, el Paraguay acababa de obtener una victoria incuestionablemente trascendental. Nuestro ejército, medio desarmado hasta entonces, recogió en Boquerón elementos de guerra en relativa abundancia, que le permitirían proseguir la lucha en condiciones más desahogadas. Pero la importancia de nuestro éxito radicaba sobre todo en la repercusión moral que estaba él llamado a tener en uno y otro campo, repercusión que gravitaría decisivamente en el curso ulterior de la campaña. La toma de Boquerón retempló la fe de nuestros soldados y del Paraguay entero en la victoria; les llenó de confianza en su comando y en su gobierno, y dió al ejército una sólida unidad. A partir de Boquerón la guerra ya no sería considerada en nuestro país como una brega desigual contra un enemigo poderoso. Anteriormente el Paraguay estaba determinado a disputar al invasor, con entereza indeclinable, el territorio invadido, palmo a palmo; pero le alentaba muy poca esperanza de infligir a Bolivia un escarmiento ejemplar; en otras palabras, le dominaba un sentimiento de heroica resignación. Con nuestra victoria del 29 de setiembre esta perspectiva deprimente se borró para siempre del alma paraguaya. Nuestro 56 pueblo se vio repentinamente sacudido por un fuerte soplo de optimismo, que no le abandonaría en adelante y que le serviría para sobrellevar con maravillosa firmeza los sacrificios más terribles. Por otro lado, Boquerón era un triunfo rotundo de la estrategia paraguaya. No sólo asestaba un recio golpe a la moral del enemigo, destruyendo una buena parte de su ejército permanente, sino que provocaba el derrumbe irreparable de un plan de largo alcance, cuidadosamente elaborado y largamente preparado. Boquerón reveló a Bolivia, como un amargo despertar, que la guerra del Chaco no iba a ser lo que supuso y deseó el presidente Salamanca, una conquista fácil y resonante, destinada a cosechar prestigio a costa de un vecino débil, sino un duelo a muerte que, a la larga, obligaría a nuestra contendora a renunciar a un sueño utópico. Aturdida por el sorprendente descalabro, Bolivia ya no se repondría enteramente de él en el resto de la guerra. Y en el momento mismo del impacto, no atinó en su estupor a tomar otra medida que destituir al Jefe del Estado Mayor de su ejército. 57 Kilómetro 145: Listos para marchar al frente Isla Poí, primera base del ejército CAPITULO IV EN BUSCA DE AGUA: ARCE - DETENCION FRENTE A SAAVEDRA (De setiembre 29 a diciembre 19 de 1932) Boquerón levantó vigorosamente la moral de nuestros cuadros y tropas, apresuró su entrenamiento y acrecentó sus elementos materiales de acción. Pero en cuanto a la prosecución inmediata de la ofensiva, se presentaba el grave inconveniente de la escasez de medios de transporte para el abastecimiento general más allá de la región alcanzada. Además, aquella dura jornada de veinte días de constante batallar, obligaba a tomar algún descanso. Era forzoso procederá una reorganización general y preparar las acciones futuras, y para esto último, especialmente, había que cavar más pozos en Boquerón, donde se podía asegurar un suministro permanente de agua dulce. Mientras se atendían activamente estas necesidades, subsistía la duda sobre la dirección de la marcha de las tropas enemigas encabezadas por los generales Pando y Lanza, que hasta entonces no se dejaban sentir. Como por la región de Toledo una acción del enemigo podría ser para nosotros más peligrosa, ordené que las escasas tropas con que nos habíamos apoderado de Toledo el mismo día de la toma de Boquerón, trataran de retomar también nuestro fortín Corrales, para informarnos así de las intenciones del enemigo en esa región. Y el día 7 de octubre recibí parte de la caída de Corrales en nuestro poder, casi sin resistencia. Desde el 12 del mes me habían informado de Asunción que el enemigo tendría a Nanawa como objetivo principal de próximas operaciones. Esta noticia, así como la captura fácil de Toledo y Corrales y la completa pasividad del enemigo en dicha zona, me dieron una seguridad momentánea por aquel lado, y confirmaban el derrumbamiento del plan enemigo por la absorción de sus tropas hacia el extremo sur del vasto frente de despliegue. El 7 ordené la prosecución de nuestro movimiento ofensivo para el día siguiente. El 8 nuestras tropas se apoderaron fácilmente del fortín boliviano Ramírez, cuyos ocupantes fueron dispersados. Con esto nuestra ala derecha pudo avanzar hasta tomar contacto con la línea de puestos avanzados de la 58 nueva posición preparada por el enemigo, que se extendía entre los fortines Cabo Castillo y Yujra. Luego tomamos contacto con esta posición, en nuestro centro y en nuestra izquierda, donde el enemigo se defendió en atrincheramientos sucesivos escalonados en profundidad, el día 8 redujimos uno de ellos, el de nuestra izquierda, donde capturamos un batallón boliviano. El día 10 rompimos la segunda línea enemiga hacia Yujra, al propio tiempo que avanzábamos más nuestra ala derecha. El día 11 nos apoderamos por asalto del puesto Lara y del fortín Cabo Castillo, y así quedó rota la nueva línea enemiga en su ala izquierda, por donde incursionamos hacia atrás y provocamos, el mismo día, el desmoronamiento de todo el frente. Muchos oficiales bolivianos, entre ellos el Tte. Cnel. Humberto Cárdenas, cayeron aquí en nuestro poder. Tomamos, además, piezas de artillería, ametralladoras, fusiles y otros elementos, en crecida cantidad. Pero a pesar de que nuestra situación era extraordinariamente favorable, no podíamos acelerar nuestro movimiento por la falta de medios de transporte para abastecer a las tropas. En un despacho del día 12 hice notar esta circunstancia a Asunción. Hecho curioso: el mismo día el ministro de Guerra me indicó que el gobierno consideraba necesario evitar el aplastamiento de nuestra guarnición de Nanawa, amenazada por la poderosa ofensiva enemiga que se anunciaba. Colocábase de esta manera a mi Comando en una posición peculiar, porque se me ordenaba evitar un hecho al parecer inminente, que se produciría en una región alejada de nuestra línea, sin que se me proveyeran los medios de movilidad indispensables para hacer efectivo el socorro deseado. Muy juiciosamente, sin duda, el gobierno me prevenía del peligro; pero dejaba a mi cargo toda la responsabilidad de neutralizarlo, sabiendo que yo no tenía de ningún modo la certidumbre de acudir a tiempo al lugar amenazado. Mantúveme tranquilo, sin embargo, pues pensé que la gravitación de la presencia y de la acción de nuestras tropas en la dirección que habían tomado sería suficiente freno para que el enemigo no pudiera lanzarse muy a fondo en la región de Nanawa. El día 13 reuní a los Comandos divisionarios [D1, Mayor Fernández; D.2 Teniente Coronel Núñez; D4, Teniente Coronel Nicolás Delgado; Cuerpo ArtiIlería, Mayor Camilo Recalde] en mi P.C. del fortín Cabo Castillo, con el objeto de enterarles de la situación general, explicarles mis intenciones y ordenar la prosecución del movimiento en la única forma en que sería 59 factible en aquel momento, esto es, mediante la acción de nuestras vanguardias, hasta tanto que el grueso de las tropas se pudieran mover, después de recibir los medios de transporte indispensables para abastecerse. Posibilitaba este procedimiento el dispositivo adoptado por el enemigo, que consistía en un escalonamiento en posiciones sucesivas sobre el camino de repliegue, a varios kilómetros de distancia una posición de otra. Cada posición estaba defendida por tropas del valor de uno o dos regimientos. Debía precaverme también del lado del fortín Fernández, que dejábamos a nuestro flanco y por donde yo sabía que transitaban fuerzas bolivianas de importancia. Por consiguiente, yo debía acompañar el avance de nuestras vanguardias con numerosas patrullas de flancoguardia hacia el oeste. El día 18 recibí la noticia de la llegada de los primeros 14 camiones de una partida de 50 que yo había solicitado. El 19, un parte de Toledo [Teniente Coronel García de Zúñiga] -me informó que una patrulla de escuchas telefónicos de Corrales comprobó que los fortines enemigos de la región tenían como dotación fuerzas muy escasas. El mismo día, y previa una nueva reunión de los Comandos divisionarios en mi P.C., dicté la orden de movimiento de todas nuestras tropas hacia Arce, para el día siguiente, 20 del mes. , A la hora H del 20 se inició el movimiento general, que arrolló, unas tras otras, las posiciones escalonadas del enemigo, defendidas por los regimientos 16, 20, 36 y 45. Estos buscaron desordenadamente refugio en Arce. El día 22 nos aproximamos a las posiciones principales de Arce. En su avance, nuestras tropas recogían prisioneros, piezas de artillería, ametralladoras, fusiles, etc., abandonados por el enemigo. El día 23, a las 13:30 horas, nos apoderamos de Arce, que estaba ardiendo. Encontramos aquí seis piezas de artillería, un centenar de ametralladoras y un millar de fusiles totalmente quemados. Eran presa de las llamas enormes depósitos de víveres, vestuario y equipos. Con la toma de Arce se realizaba el primer salto estratégico previsto en mi plan inicial. Correspondía, por lo tanto, consolidar la situación general para adoptar nuevas resoluciones. Con este objeto lancé nuestras antenas para retomar Falcón y capturar los fortines enemigos Alihuatá y Fernández. 60 Organicé asimismo una rápida incursión a Platanillos, con la doble intención de asegurarnos por ese lado contra posibles incursiones del enemigo, según expresé en el capítulo anterior, y hacer caer en nuestro poder la serie de fortines bolivianos situados al norte de Platanillos, o sea Jayucubás, Loa, Bolívar y Camacho, en la suposición errónea de que, más allá de Camacho, ya no había comunicación hacia el norte. Así también dejaríamos en la duda al enemigo acerca de la verdadera dirección del avance de nuestra columna principal. Pero nuestra línea de abastecimientos se había prolongado en 27 kilómetros más, de modo que nuestros medios de transporte seguían siendo insuficientes, a pesar de la captura de Arce, importante fuente de agua y uno de nuestros objetivos. Estábamos siempre materialmente imposibilitados para emprender una acción rápida, como aconsejaban las circunstancias. Por eso hubimos de dar a nuestros movimientos más o menos alejados el carácter de incursiones, de muy limitada duración. Este fue el carácter, impuesto por las condiciones del momento, del golpe sobre Platanillos. El día 25 a las 18 horas hicimos nuestra entrada a FaIcón, que estaba completamente quemado y había sido abandonado por el enemigo. El día 26 a las 13 horas nos apoderamos de Alihuatá, donde recogimos buena cantidad de ametralladoras, fusiles, municiones y víveres. Estas acciones fueron ejecutadas con energía y celeridad pasmosas. El enemigo no salía de su aturdimiento. Los soldados bolivianos, en su desesperación, se desparramaban sin rumbo ni concierto por los montes, donde se extraviaban y perecían de sed por centenares, no obstante el esfuerzo inaudito que desplegábamos para hacerles llegar algún socorro, mediante verdaderas expediciones que despachábamos por senderos abiertos en todas direcciones, con agua llevada a hombro. Desde el día 27 establecimos enlace con las tropas amigas de Nanawa. Pocos días después de la retoma de Boquerón por nuestras tropas, prodújose la separación del General Quintanilla del Comando del Primer Cuerpo de Ejército boliviano. Le reemplazó provisoriamente el Coronel Peña, a quien sucedió el General Guillén a raíz de la caída de Arce. 61 El día 30 nos apoderamos del fortín Fernández, y como no llegaba el pedido de refuerzo de medios de transporte, recurrimos a la medida extrema de suspender momentáneamente los transportes de retaguardia, para reunir en Arce el número suficiente de camiones que nos permitieran llevar agua a los atacantes de Platanillos. Nuestra Primera División de infantería, unidad destinada a realizar esta misión, se reunió en Fernández con extraordinaria rapidez, y el 5 de noviembre a las 4 de la mañana marchó sobre Platanillos. Aquel mismo día cubrió una etapa de 37 kilómetros. Al día siguiente, a las 9 horas, cayó sobre el fortín enemigo y para medio día se apoderó de él. El regimiento boliviano Colorados, que defendía Platanillos, se dispersó, dejando en nuestro poder una documentación copiosa, en la que figuraban unas instrucciones del General Kundt, dictadas cuando era Jefe del Estado Mayor General del ejército boliviano, para el caso de una guerra de Bolivia contra el Perú, el Brasil o la Argentina. El regimiento de caballería a pie [R.C.1, Mayor Medardo Castagnino] que accionaba del lado de Corrales en cooperación con nuestra Primera División, se apoderó en aquellos mismos días de los fortines Bolívar, Loa y Jayucubás, y se puso en enlace con Platanillos. Pero por entonces caíamos en la cuenta de que Camacho tenía comunicaciones por el norte, hacia Carandayty, y esto traía un cambio fundamental, en cierto modo, en el panorama de la situación. En la hipótesis de que no había ningún camino más allá de Camacho, mi primera intención consistió en obtener seguridad por aquella parte, para luego, libre de toda preocupación hacia nuestro flanco derecho, impulsar nuestra acción sobre Saavedra. Pero ahora que dicha hipótesis resultaba errónea, se nos revelaba la posibilidad de que el enemigo apareciera por nuestra retaguardia, y aun, pasando por Toledo, que llegara hasta Campo Esperanza. Si yo hubiese sabido esto con anterioridad, es decir, que el enemigo podría llegar a Camacho por la dirección opuesta, sin pasar por Platanillos, Loa, Bolívar y Jayucubás, ciertamente que no habría sometido a nuestras tropas al esfuerzo agotador de obligarlas a recorrer previamente dichas regiones, sino hubiese concentrado todas nuestras disponibilidades hacia Saavedra, con mayor probabilidad de tomar esta posición. El, día 9 ordené a nuestra Primera División que regresara a Arce, dejando la vigilancia de aquella extensa zona a cargo del Regimiento Nº 1 de caballería. Adopté esta medida por la imposibilidad de abastecer mayor número de 62 tropas en dicha región y ante el hecho de que la fuerza principal del enemigo estaba en Saavedra, contra la cual debíamos defender eficazmente nuestra importante aguada de Arce; e incluso, de ser posible, teníamos que tratar de destruir a ese enemigo de Saavedra. A pesar de la angustia de nuestros medios de acción en aquellos días, nuestra Segunda División de infantería estableció contacto con las avanzadas de Saavedra a unos diez kilómetros de este fortín, y nuestra Cuarta División recibió orden de aproximarse a la Segunda desde el 8 de noviembre. Estas marchas y los transportes para atender el abastecimiento de las tropas, se realizaban en forma penosísima, a causa de nuestra escasez de elementos y de las lluvias que llenaban de fango los caminos. Huelga decir que entre mis pedidos más urgentes al Comando en Jefe de Asunción figuraban siempre camiones. También pedí el envío sin demora del Regimiento de caballería San Martín, que se organizaba en la capital, para ser trasladado a Toledo. El día 10 el enemigo de Saavedra desencadenó un furioso ataque con nueve regimientos de infantería y uno de artillería, sobre nuestra Segunda División, compuesta de dos regimientos de escaso efectivo. Después de cuatro horas de encarnizada lucha, varias veces cuerpo a cuerpo, las olas sucesivas de las tropas bolivianas fueron completamente barridas. Nuestras tropas se mantuvieron en posesión de terreno sin retroceder un paso. El enemigo dejó en el campo de acción 500 muertos y en nuestro poder 600 prisioneros. Recogimos 31 ametralladoras y un millar de fusiles, amén de sinnúmero de elementos diversos. En la orden de operaciones del enemigo, que también cayó en nuestro poder, estaba todo prescripto, hasta la retoma de Arce. El engaño respecto a la dirección de nuestro esfuerzo principal se había producido. Pero por la pobreza de nuestros medios de transporte no pudimos aprovechar esta magnífica oportunidad para emprender una acción a fondo, que probablemente nos hubiera dado la posesión de Saavedra y de los otros fortines hacia Nanawa y más al sur. Nuestra persecución, después del rechazo del enemigo, fue corta, a lo más de dos o tres kilómetros. Nuestra Cuarta División, que se encontraba a algunos kilómetros detrás de la Segunda, ni siquiera pudo adelantarse con la premura necesaria hasta la línea de combate. Habíamos vuelto a perder una coyuntura muy favorable, pero no se podía pedir más de nuestras tropas. La falta de medios de transporte las había sometido a penurias abrumadoras. Después de marchas incesantes a pie, después de combatir sin descanso, de maniobrar por bosques espinosos en medio de privaciones terribles, bajo la lluvia, bajo el sol, acosados por ese 63 polvillo del Chaco que todo lo permea, los efectivos de nuestras unidades mermaron considerablemente; a lo que se sumó, desde mediados -de aquel mes de noviembre, una epidemia de gripe y disentería, que afectó el 50 por ciento de la oficialidad y de la tropa. De suerte que era explicable la disminución de nuestro empuje. Comprendí al mismo tiempo -por el número de regimientos que el enemigo empleó en la última acción y por noticias recibidas de diversas fuentes, según las cuales llegaban a Saavedra más y más unidades bolivianas que teníamos frente a nosotros efectivos muy acrecentados. Con todo, sobre aquellos caminos que eran en realidad pantanos intransitables, cubiertos de lodo espeso, hacíamos llegar reemplazos a nuestras unidades y las abastecíamos de sus menesteres más apremiantes. El día 26 llegó frente a Saavedra nuestra Primera División de infantería y el día 30 ordené una maniobra sobre dicho fortín, en combinación con Nanawa. Me proponía desbordar por el oeste la posición enemiga con toda una división. Previa una preparación minuciosa, la Primera División, encargada de la maniobra, realizó la primera parte de la misma durante la noche, que era de luna clarísima, para escapar a la observación aérea del enemigo. Pero la patrulla de oficial que trabajó len los reconocimientos preliminares y que guiaba a la división en su movimiento, se desorientó, y después de andar toda la noche, cayó, al aclarar, juntamente con la vanguardia que marchaba a poca distancia del grueso sobre la extrema ala izquierda enemiga, en vez de salir mucho más atrás. Se produjo, sin duda, una gran alarma entre los bolivianos; pero fue fácil para ellos concurrir con sus tropas de reserva, ya que los paraguayos en realidad aparecían sobre una simple prolongación de la línea. La división paraguaya, en vez de sorprender, fue sorprendida, y se empeñó en malas condiciones, en campo abierto, sufriendo fuertes pérdidas. Ganamos terreno en varios sectores, pero fuimos detenidos después en todas partes. Este fracaso, con el que perdimos un tiempo precioso, elemento de excepcional valor para nosotros, tendría una larga repercusión. En la acción general habíamos consumido nuestro stock de municiones; y no lo podíamos reponer por las lluvias continuadas, que paralizaban casi en absoluto el transporte. Los bolivianos, en cambio, transportaban tropas y material en sus grandes trimotores. El 4 de diciembre, el Comando de Nanawa [Teniente Coronel Luis Irrazábal] me dió parte de que no tenía municiones sino para un día. Como respuesta a mis pedidos de más tropas a Asunción, se me ofrecían hombres sin armas. El único avión de que 64 Croquis 3 Batalla de Pampa Grande Setiembre de 1933 disponíamos por entonces fue derribado por el enemigo [Piloto Trifón Benítez y Capitán R.Avalos Sánchez]. El día 10 ordené la rectificación de la línea y el descanso de las tropas que operaban frente a Saavedra. El día 12 numerosas tropas enemigas aparecieron sobre Platanillos; y al día siguiente nos vimos obligados a abandonar el fortín. El día 14 abandonamos también el fortín Loa, bajo la presión de crecidas fuerzas bolivianas procedentes de Camacho. Las noticias que me enviaba el ministerio de Guerra hacían saber que en Camacho los bolivianos reunían varios miles de hombres para operar por ese lado; que en Ballivián estaban concentrados otros regimientos y que grandes contingentes bolivianos de tropas frescas se dirigían al Chaco. Así, pues, en pocos días, la situación experimentaba una transformación completa. Otras informaciones demostraban que el enemigo se disponía a desencadenar alguna acción importante y que ya estaba adelantado en sus preparativos. Nos era indispensable, por consiguiente, adoptar con urgencia medidas adecuadas para esperar en buenas condiciones los próximos acontecimientos, máxime cuando entre nosotros la serie de éxitos sucesivos y la esperanza en una paz próxima, basada en gestiones iniciadas por los países limítrofes, habían adormilado bastante los ánimos. El día 19 de diciembre no teníamos en todo el sector sino 88 camiones en movimiento, y 71 más inmovilizados por falta de piezas de repuesto. Las lluvias, entre tanto, continuaban día tras día. En el aire estábamos ciegos; no contábamos con un solo avión. Pero nuestro pueblo no descansaba un momento y se entregaba a un titánico esfuerzo de improvisación. Se intensificó la movilización. Se organizaron nuevos regimientos y divisiones que, armados con fusiles de todas clases, llegaban al Chaco sin cesar. Se suplió la falta de oficiales con estudiantes universitarios de todas las facultades y con clases experimentados. Se organizó el Segundo Cuerpo de Ejército en Toledo [Teniente Coronel Juan B. Ayala], a raíz de lo cual se me designó Comandante de los dos cuerpos, Primero y Segundo. Naturalmente, la organización de estas nuevas unidades creaba también necesidades nuevas; no sólo sus cuadros eran incompletos, sino carecían en absoluto de armas automáticas. Las tropas estaban prácticamente sin instrucción, y esto hacía que el valor combativo de nuestras fuerzas de reciente formación fuese muy mediocre. Nos faltaban, además, infinidad de 65 elementos materiales: radios, teléfonos, herramientas de todo género. Pero nuestra voluntad de salvar a la patria iba a operar milagros y a la larga saldríamos con bien de esta prueba mortal. 66 SEGUNDA PARTE LA DEFENSIVA CAPITULO V EL GENERAL KUNDT - PRIMERA BATALLA DE NANAWA (De diciembre 19 de 1932 a febrero 26 de 1933) Por aquella misma época (principios de diciembre de 1932) llegaba a La Paz el General Hans Kundt, contratado por el gobierno boliviano a raíz de los primeros reveses de la guerra. Precedía al General Kundt, alemán de nacimiento, un gran renombre profesional, y se le recibió en Bolivia en medio de una verdadera apoteosis. Se organizaron en las calles de la capital boliviana regocijadas manifestaciones públicas, celebrando su llegada. La sola presencia del ilustre viajero, antiguo organizador y Jefe de Estado Mayor General del ejército de Bolivia, bastó para borrar del espíritu público de este país la depresión provocada por los duros contrastes de los meses anteriores. Toda Bolivia se ofreció para ir a la guerra; y a la vuelta de pocos días, cuando Kundt fue designado General en Jefe del ejército en campaña, las tropas del Chaco se sintieron revivir. Una poderosa corriente de optimismo pareció electrizar en el altiplano a la nación entera. 19 La personalidad del caudillo alemán no me era desconocida. Aproveché mi estada en Europa para estudiarla detenidamente al través de su actuación en la Guerra Mundial y de las calificaciones que mereció de sus superiores inmediatos. Estas últimas presentaban al vigoroso conductor como a un hombre extraordinariamente autoritario, absorbente y tenaz, hasta la testarudez, amigo de hacer personalmente uso del teléfono, lleno de inflexible energía y de asombrosa actividad. Como Bismarck, su compatriota, el General Kundt gustaba comer y beber con pantagruélica 9 En un mensaje al Congreso boliviano del 6 de agosto de 1933, el Presidente Salamanca declaró que el General Kundt había sido llamado para dirigir la campaña porque Bolivia entendía que "el comando nacional había fallado en el Chaco"; los jefes bolivianos, según el Presidente Salamanca, se encontraban en un estado de " semiciencia”. De donde se sigue que el General Kundt encarnaba la “ciencia” ; tanta era la admiración que se tenía por él. 67 exuberancia. Donde él intervenía, quedaba poco margen de iniciativa para sus subordinados, y daba así la impresión de llevar su confianza en sí mismo hasta el exceso.10 Era un devoto ferviente de la ofensiva a toda costa como instrumento de la victoria, según sus jefes de la Guerra Mundial, y su procedimiento favorito consistía en atacar siempre y en todas partes en rígidas formaciones. En el ejercicio de su cargo como General en Jefe del ejército boliviano, el General Kundt confirmaría plenamente las apreciaciones que anteceden. Pertenecía el General Kundt a esa categoría de hombres que proceden con fe ciega en sus determinaciones y en sus actos. Y como organizador del ejército de Bolivia y maestro indiscutido de su cuadro de jefes y oficiales (los que sentían por él un respeto rayano en veneración), al colocarse a la cabeza de una institución modelada estrictamente de acuerdo con sus enseñanzas, iba a esgrimir algo que, a su juicio, era el mejor instrumento forjado para el logro de sus fines, y ocuparía la posición más envidiable a que puede aspirar un Comandante en Jefe. La organización militar de Bolivia fue obra exclusiva del General Kundt. Ella no se limitaba a la esfera material, sino también trascendía al campo espiritual. A fuerza de ensalzar las virtudes guerreras del pueblo boliviano, el General Kundt inculcó en éste la creencia de que su capacidad militar no reconocía limites. La clase dirigente de Bolivia, tanto civil como militar, llegó, con las prédicas del General Kundt, a convencerse de que el aplastamiento militar del Paraguay sólo significaría una jornada de adiestramiento para las tropas bolivianas, las cuales en rigor, estaban llamadas a desempeñar un papel más airoso que triturar a un pequeño país: con el tiempo habrían de escarmentar también a las mayores potencias militares de Sud América. Semejante estado de ánimo se reflejaba en innumerables documentos. Los estadistas bolivianos hacían galas de él, y hablaban sin ambages de la necesidad de someter al pueblo boliviano, como medio de redención, "a la prueba de fuego de la guerra", según las palabras 10 El Coronel David Tara, uno de los jefes bolivianos que más se distinguieron en la Guerra del Chaco, escribió al General Kundt el 30 de mayo de 1935 una carta en que, entre otras cosas, le decía: “En muy raras ocasiones Ud. se prestó a escuchar las meditados y patrióticos consejos de sus subalternos.." "Pudo más ... su vanidad personal que una asequible y obligada aproximación al pensamiento de sus colaboradores". El Coronel Toro expresaba que el General Kundt estaba dominado por “una enfermiza convicción de infalibilidad que debía llevarlo, fatalmente, al desastre." 68 del Presidente Salamanca, quien no cesaba de estimular este espíritu agresivo. Al Presidente Salamanca cupo la oportunidad de llevar tales ideas al terreno de los hechos, de convertirse en el vehículo activo de las doctrinas difundidas por el General Kundt. Curiosa fatalidad: la guerra deseada por uno y otro fue terriblemente funesta para ambos. Volvamos a las operaciones militares. Ante la situación de conjunto cuyos aspectos generales esbocé en el capítulo anterior, y siendo por el momento poco menos que imposible persistir en la ofensiva, aparte de que el plan inicial del Comando paraguayo se había cumplido totalmente, con exactitud matemática, dicté el 23 de diciembre de 1932 la orden de pasar momentáneamente a la defensiva. Aquel mismo día partí para Villa Militar, localidad designada para asiento del Gran Cuartel General, con el objeto de organizar mi nuevo Comando y atender el establecimiento, organización y equipo de los frentes defensivos. Constituí tres grupos defensivos principales: Toledo, Francia (antiguo fortín Arce de los bolivianos) y Nanawa. Con toda rapidez se construyeron obras defensivas en Corrales, Herrera (antiguo fortín Fernández de los bolivianos), Zenteno (Antiguo Alihuatá), Kilómetro Siete de Saavedra (que los bolivianos denominarían Campo Jordán) y frente a Samaklay, como puntos defensivos adelantados y de cubertura de los núcleos principales. Mediante esfuerzos inauditos realizábamos nuestro transporte en plena estación lluviosa, instruíamos a las tropas y abríamos trincheras en todas partes. En los frentes y en la retaguardia, desde el primer jefe hasta el último soldado, todos vibraban al unísono con la inquebrantable voluntad de detener y destruir al enemigo. La presión general del enemigo no se dejó esperar. El día 24 se combatió encarnizadamente toda la mañana en Corrales. El día 27 los bolivianos presionaron sobre Herrera y atacaron Nanawa y Saavedra sin mayores resultados. El 28 continuaron los ataques en el sector de Nanawa, donde perdimos el puesto adelantado General Duarte. Ese mismo día rechazamos en Saavedra dos fuertes ataques, que dejaron en nuestro poder un crecido número de armas. Informaciones de todas las fuentes nos hacían saber de importantes reuniones de tropas en Camacho, Platanillos, Saavedra y Nanawa. Pero ante la extremada angustia de nuestros medios de transporte (el mal crónico del ejército paraguayo en el curso de toda la guerra) y las lluvias continuadas, 69 tuve que autorizar a los comandantes de cuerpos de ejército la reducción al mínimo de la guarnición de los puestos adelantados. Las tropas en general no podían recibir más de la mitad de la ración. En Nanawa, en cuya región los caminos estaban totalmente intransitables, desde el 12 de diciembre ya no se recibía sino carne. El problema del encuadramiento del Segundo Cuerpo subsistía en gran parte. Para subsanar esta deficiencia, pedí a Asunción la venida de oficiales de marina, que ardían en el patriótico deseo de concurrir al frente de operaciones; y vinieron llenos de entusiasmo y se adaptaron rápidamente al nuevo ambiente de combate que se les ofrecía. A consecuencia de la orden de disminuir los efectivos de los puestos adelantados, quedaron en Corrales unos 300 hombres [ Capitán Hipólito Radice]. El 1º de enero de 1933, dicho fortín fue atacado por varios regimientos bolivianos. Tras una defensa heroica de todo el día, los nuestros lo abandonaron, a las 18 horas. Los bravos defensores de Corrales, cuando recibieron orden de replegarse, ya estaban completamente rodeados, y se abrieron paso a punta de bayoneta hasta sus bases, salvando todos sus elementos. Era evidente que las copiosas lluvias últimas habían dificultado mucho los movimientos del enemigo, que en rigor no realizó ninguna operación de importancia desde que los paraguayos pasamos a la defensiva -hacía ya bastante tiempo- y a pesar de la mayor facilidad que tenían en sus abastecimientos, como veremos más adelante. Por fin, el 7 de enero, los bolivianos presionaron con tropas de consideración sobre las avanzadas paraguayas de Herrera, obligándolas a replegarse algo más atrás. Al día siguiente, 8, atacaron con efectivos numerosos nuestro puesto Mariscal López y se apoderaron de él después que sus defensores agotaron sus municiones; estos últimos, sin embargo, se replegaron ordenadamente sobre Nanawa. Los defensores de Mariscal López estaban armados con fusiles de calibre 7, diferentes del resto del armamento de nuestro ejército, y sólo contaban con muy escasa cantidad de municiones, de las que no se les podía proveer. Di en seguida la orden de retomar este puesto, pero la hube de suspender al otro día, en vista del movimiento de varias unidades bolivianas del lado 70 de Samaklay. Empezaban a llegar noticias de un próximo ataque a Nanawa con fuertes efectivos, corroboradas ahora por aquel movimiento. Informado así, especialmente por declaraciones de prisioneros, de la preparación de este ataque, desde el 11 de enero ordené el envío de algunos regimientos de refuerzo a la guarnición de Nanawa, y además hice transportar los reemplazos necesarios para las unidades existentes. Otros prisioneros, tomados en el sector de Corrales, declaraban que aquí quedaba poca tropa: la mayor parte se había dirigido hacia el sur. Desde el 10 de enero teníamos reunida en Toledo una masa de 5.000 hombres, pero estábamos imposibilitados de moverla por falta de medios de transporte: ejemplo típico de cómo el Comando paraguayo se veía inhibido de sacar provecho de las situaciones favorables que se le presentaban. Si entonces hubiésemos dispuesto de los camiones necesarios, podríamos haber empleado esa masa en operaciones llamadas a darnos un éxito incalculable. Las tropas enemigas de esa región eran insuficientes para detenernos, ya que todos los esfuerzos del enemigo, como acabo de anotar- se concentraban hacia el sur, para el ataque. a Nanawa. Pero desgraciadamente se malogró a sabiendas tan preciosa oportunidad, como se malograrían otras, siempre por la precariedad de nuestros elementos de movilidad. Los primeros ataques del enemigo a nuestros puestos avanzados de Nanawa empezaron efectivamente el 15 de enero. Para el 19 del mismo mes, esos puestos tuvieron que replegarse sobre nuestras posiciones principales. El día 20 el enemigo se lanzó a un asalto general, presionando especialmente por el norte y por el sur, con intención de envolvernos. El General Kundt se había enfundado su guantelete de acero y se disponía a descargar sobre nosotros sus presuntos golpes trituradores. Los asaltantes, en número de 5.000, contra 2.500 de la defensa paraguaya, llevaron sus ímpetus hasta alcanzar los parapetos paraguayos, pero aquí fueron aniquilados en terrible lucha a la bayoneta. Aquel día 20 se frustraron todos los asaltos bolivianos. La lucha continuó encarnizadamente el día 21, y esta vez logró el enemigo, hacia el anochecer, interceptar el camino de Nanawa a Gondra. La misma noche recibí una sorpresa desagradable: el comandante de Nanawa 71 [Teniente Coronel IrrazábaI] me comunicó que no le quedaban más municiones que las indispensables para un día de combate. El convoy despachado días antes conduciendo municiones a Nanawa, no había llegado a tiempo; y he aquí que nuestras tropas se encontrarían privadas de los medios de defenderse frente a un enemigo en furiosa acometida. Con la intercepción por el enemigo del camino, al norte de Nanawa, resultaba imposible el abastecimiento por el lado de FaIcón. Nuestro único recurso sería la aviación, pero en aquellos días sólo teníamos tres o cuatro aparatos que estaban en reparación en la capital. Había que hacer, sin embargo, cualquier sacrificio para conjurar la crisis, y así, ordené que dichos aparatos viniesen en las condiciones en que se encontraban, a fin de acarrear las municiones de socorro desde Concepción. Para peor, en Nanawa no había campo de aterrizaje preparado, y el comandante de la plaza pidió que las cajas de municiones fuesen arrojadas desde el aire. Pero teníamos la experiencia de que de cada cajón arrojado desde mil metros de altura, no podía utilizarse más del veinte por ciento de los proyectiles. Ordené en consecuencia que se preparase rápidamente una pista, en un campo distante algunos kilómetros de Nanawa. Afortunadamente amainaron los ataques del enemigo, lo que permitió alguna economía de municiones a nuestras tropas. El 23, día de encarnizada lucha, poco más o menos a medio día, el campo de aterrizaje de emergencia quedó listo, y tres aviones procedentes de Concepción y uno de Villa Militar, aterrizaron en el lugar cargados de proyectiles. De este modo se salvó la peligrosa emergencia. Cuando se distribuyó la primera partida, nuestros combatientes ya no tenían más de cinco cartuchos por hombre. En esos mismos días 21 y 22, los bolivianos atacaron también Herrera, furiosamente, con 1.500 hombres, contra 1.000 de la defensa paraguaya [R.I.1. Mayor Paulino Antola] siendo todos los ataques rechazados. Los bolivianos sufrieron enormes pérdidas. En Nanawa, con el debilitamiento de nuestros fuegos por la anotada falta de municiones, el enemigo llegó a forzar en cierta medida nuestra extrema derecha, practicando una entrante peligrosa en aquella parte; pero la oportuna intervención de un destacamento lanzado desde Falcón lo detuvo a tiempo. En esa oportunidad, el comandante de Nanawa, un poco inquieto, me pidió autorización para evacuar el fortín, con el objeto de situarse a algunos kilómetros más atrás, dada la amenaza del avance enemigo por el norte y algo también por el sur. Me opuse a esta sugestión porque percibí que el ímpetu de los ataques llegaba a su fin, después de cuatro días de 72 Croquis 4 Batalla de Zenteno Octubre a Diciembre de 1933 combates muy sangrientos, y a la vez porque tuve presente una razón psicológica de peso. El general Kundt, antes de iniciar la batalla, había prometido solemnemente a sus tropas y a toda Bolivia la captura inmediata de Nanawa. Era el primer éxito espectacular a que aspiraba, para consolidar su prestigio mesiánico ante el gobierno de La Paz y el pueblo boliviano, que lo habían recibido como a un salvador. Con la caída de Nanawa la moral enemiga se hubiera remontado muy alto: el salvador empezaría a realizar sus milagros y el entusiasmo renaciente adquiriría mucho incremento. Del lado paraguayo, cuya opinión pública se sintió grandemente alarmada con el incidente de las municiones, era de temer el fenómeno contrario, y había que ahorrar a nuestro pueblo todo motivo de depresión. Por eso, y no obstante la escasísima importancia material del lugar, persistí en su ocupación y defensa. Ante la imposibilidad de quebrantar la resistencia paraguaya con sus ataques frontales, el enemigo inició en la mañana del 23 una maniobra de desbordamiento por el norte, y después de medio día también por el sur, poniendo en serio apuro a nuestra defensa en ambas alas. El 24 se produjo un hecho digno de especial mención. En la parte sur de Nanawa el enemigo debía atravesar un espacio descubierto para llegar a las posiciones paraguayas, que estaban en la orilla de una lengua de bosque. La noche antes los paraguayos prepararon una posición simulada en campo abierto, a unos cien metros delante de la verdadera, que ocuparon en toda su extensión unos pocos soldados apostados detrás de unos matorrales, con la misión de abrir nutridas descargas en cuanto empezara el avance enemigo. Al aclarar aquel día 24, sin ningún reconocimiento preliminar, ni siquiera con el fuego, los bolivianos se lanzaron al asalto, y cuando ya llegaban sobre la posición simulada, en uno de esos momentos de desorganización que son inevitables en tales casos, y tras breve tiroteo, un regimiento de caballería paraguaya a pie [Capitán Luis Lasclotas] se arrojó a su vez al asalto machete en mano. Después de un corto entrevero, el regimiento boliviano Nº 41, al mando del Mayor Pantoja, cayó aniquilado a machetazos. Esta unidad boliviana había llegado la antevíspera para ser arrojada a la hoguera sin ninguna orientación previa. Los soldados que formaban parte de ella vestían flamantes uniformes con botones del ejército de los Estados Unidos. Desde aquel día también los paraguayos pudieron lucir el uniforme americano, y muy oportunamente, por cierto, pues nuestros soldados andaban por entonces con un vestuario lastimoso. 73 El efecto de aquella masacre fue la paralización completa de los ataques enemigos. Perdida esta batalla en que cifraba tantas esperanzas, el General Kundt se consoló con un parte que envió aquel día a La Paz, afirmando que Nanawa estaba cercada. Y por varios meses el pueblo boliviano creyó en este cerco teórico del irreductible bastión paraguayo. Amaneció Nanawa en calma el día 25. Los paraguayos, después de cinco días de lucha contra un enemigo tenaz y muy superior en número, tenían derecho a sentirse fatigados. El comando local no disponía ya de reservas: los contraataques inmediatos, por lo tanto, no eran posibles. En Herrera continuaba asimismo el holocausto de Ias tropas bolivianas en sus vanos ataques frontales. En los días subsiguientes la retaguardia paraguaya realizó un esfuerzo extraordinario, y gracias a él pudimos reunir 7.000 hombres en Francia, 5.000 en Toledo, e igual número en Nanawa, con los cuales, aunque mal encuadrados y peor armados, estábamos en condiciones de resistir a todas las embestidas del General Kundt. Y si hubiésemos dispuesto de mayor cantidad de medios de transporte, seguramente que accionaríamos desde entonces en forma mucho más rápida y decisiva. El día 27 destruímos el ala norte del envolvimiento enemigo en Nanawa, y así alejamos momentáneamente el peligro por ese lado. El 28, en Herrera, donde el enemigo también esbozó un envolvimiento, rechazamos las dos alas del mismo. Durante los días 29, 30 y 31 de enero, los bolivianos volvieron a atacar frontalmente a Nanawa, con sus tropas dispuestas en olas sucesivas. Mediante enormes sacrificios de vidas, el último día consiguieron adelantar algo en el ala norte, donde emplazaron artillería e hicieron tiros de interdicción sobre nuestro camino Nanawa-Orihuela. A despecho de todas las dificultades, el 29 realizamos un ataque demostrativo sobre Corrales, con tropas destacadas de Toledo, que desde hacía bastante tiempo estaban imposibilitadas para todo movimiento. Esto bastó para detener la actividad de los bolivianos hacia Herrera y aún obligarles a replegarse. Aquél era a todas luces el punto sensible del frente enemigo, pero no pudimos hacer más. A pesar de las buenas perspectivas 74 que ofrecían estos ataques, nuestros elementos no nos permitían insistir en ellos; y para peor, en uno de los batallones armados con los llamados fusiles "mataparaguayos", se produjeron explosiones de las recámaras de dichos fusiles, que mutilaron a algunos soldados. Con las nuevas tropas que enviamos a Nanawa, organizamos el Tercer Cuerpo de Ejército [Teniente Coronel Luis IrrazábaI], sobre Ia base de las divisiones Cuarta [Teniente Coronel Arturo Bray],y Quinta [Teniente Coronel Francisco Brizuela], reunidas en dicho frente de operaciones. En los primeros días de febrero continuaba la constante afluencia de movilizados a nuestras filas. Se concentraron 8.200 hombres en Francia y 5.700 en Toledo, pero desgraciadamente los recién llegados venían en gran parte sin armas. Quebrantada la nueva etapa de la ofensiva enemiga, y ante la imposibilidad momentánea de emprender todo movimiento ofensivo por nuestra parte, procedimos a la reorganización general de nuestras unidades y a realizar algunos contraataques locales encaminados a mejorar nuestra línea de defensa, así como también a efectuar rectificaciones en los diversos frentes, para estar más en armonía con la realidad de nuestra situación. Por ejemplo, el 8 de febrero autoricé al Comando del Segundo Cuerpo [Teniente Coronel Ayala] a retirar sus tropas de Corrales hasta Toledo, entre otras razones por la falta de medios de transporte para abastecer de agua a dichas tropas; el agua se transportaba desde muy lejos. En los días siguientes del mes de febrero se sucedieron acciones locales y golpes de mano por parte de paraguayos y bolivianos en todos los frentes, con la única particularidad de una insistente observación de la aviación boliviana en la región oeste de Zenteno (Alihuatá), observación que no podíamos estorbar por la carencia absoluta de aviones, Impotentes para observar a nuestra vez desde el aire, hacíamos patrullajes a pie hacia la región observada por el enemigo; pero estos patrullajes, lentos y penosos, que se emprendían en la tupida maraña del bosque, por senderos que abrían las mismas patrullas, no dieron ningún resultado. En verdad, trabajábamos en condiciones bien desiguales: los bolivianos por el aire y los paraguayos a pie. 75 CAPITULO VI TOLEDO - NUESTRA RETIRADA DE FRENTE A SAAVEDRA (De febrero 26 a julio 2 de 1933) El 26 de febrero, los bolivianos, que venían siguiendo nuestros repliegues de Corrales, irrumpieron en un formidable ataque sobre Toledo. Rechazamos cuatro furiosas embestidas, y causamos al enemigo grandes bajas. Los asaltos a Toledo coincidieron con otros llevados a Nanawa, sobre nuestras alas extremas, ataques que también rechazamos en toda la línea. El 27, al aclarar, el enemigo reinició sus asaltos sobre Toledo, y esta vez se insinuó más hacia nuestra izquierda, por desbordamiento; pero dichos asaltos fueron anulados por nuestros contraataques. Los ataques bolivianos disminuyeron el 28, y para el 12 de marzo estaban totalmente paralizados. En la acción de Toledo el enemigo ensayó algunos ataques nocturnos, que fracasaron lastimosamente. Ante la futilidad de los ataques frontales y el escaso resultado que hasta entonces le habían dado los desbordamientos que en base a la superioridad numérica podían prometer algo, pero cuyos efectos eran invariablemente anulados por los contraataques paraguayos ahora parecía que el Comando enemigo decidía recurrir a los ataques nocturnos. Según declararon los prisioneros, el empleo de este procedimiento se debió a que los soldados indígenas, que formaban prácticamente la masa entera del ejército boliviano, ya no se atrevían a lanzarse de frente contra nuestras posiciones de Herrera, Nanawa y Toledo, a pesar de la energía desplegada por el Comando. Los nuestros habían observado, sobre todo en Nanawa y Herrera, que cuando los bolivianos emprendían un asalto, se arremolineaban confusamente detrás de los matorrales, en vez de avanzar, momento que aprovechaban nuestros morteristas para causar una tremenda carnicería en aquellas masas vacilantes. Los oficiales bolivianos, a fuerza de gritos y pistola en mano, trataban de forzar a sus soldados a seguir adelante, pero rara vez conseguían restablecer el orden. 76 Picada Boquerón-Isla Poí Nido de ametralladora pesada en Boquerón En este período de la guerra se destacó entre nuestros jefes subordinados una falla que era consecuencia de un defecto de educación para el Comando. Ella consistía en contar anticipadamente con las reservas de cuya existencia en el escalafón inmediatamente superior dichos jefes tenían conocimiento; y cuando se iniciaba una acción ofensiva o defensiva, aún antes de su culminación, apremiaban con pedidos urgentes de refuerzos, no sólo de una parte sino de todas las disponibilidades del Comando inmediato superior. Durante la batalla de Toledo llegaban constantemente estos pedidos y hasta se apremió la concurrencia de unidades empeñadas en otros sectores. Para el comando subordinado la acción local a su cargo era todo,.exacerbación del defecto humano de querer atribuir máxima importancia a la acción en que uno participa. Contenidos los últimos ataques enemigos, las tropas de Toledo sufrieron la desagradable sorpresa de una epidemia de paludismo, que se extendió rápidamente y abatió a casi todas las unidades. Con todo, el 10 de marzo el Segundo Cuerpo realizó una maniobra contra el enemigo de su frente; el día 11 consiguió interceptar el camino de la retaguardia boliviana, y el 12, dispersar a aquél enteramente, quedando en nuestro poder prisioneros y nutrida cantidad de armas y municiones. No obstante la manifiesta inferioridad numérica de los bolivianos que llevaron el ataque a Toledo y la innegable deficiencia del Comando paraguayo local [Teniente Coronel Juan B. Ayala], la epidemia y la escasez de medios de movilidad no nos permitieron la destrucción total de estas tropas enemigas, ni siquiera una persecución eficaz, como el momento aconsejaba. Entre tanto, en la región Zenteno-Saavedra se creaba una situación llena de interés. El mismo día 11 de marzo, en que cerrábamos el camino a retaguardia del enemigo de Toledo, un fuerte contingente boliviano apareció en Alihuatá Viejo (Charata), al aclarar el día, a unos diez kilómetros de Alihuatá (Zenteno), empujando violentamente a la guarnición que manteníamos en el lugar; y a las 13 horas del mismo día interceptó el camino Francia-Zenteno, a 15 kilómetros poco más o menos de Francia. La Primera División, que ocupaba el Kilómetro Siete de Saavedra, y los defensores de Zenteno, quedaron cortados de su base en su camino principal; no se contaba más que con el sendero que enlazaba el camino Zenteno-Saavedra con Gondra. Desde el primer momento me pareció excelente la situación. Se nos presentaba la oportunidad de destruir un 77 millar de tropas enemigas de incursión, que venían a caer en medio de nuestras fuerzas. Impartí las órdenes pertinentes al Comando del Primer Cuerpo con asiento en Francia [ Teniente Coronel Nicolás Delgado], del cual dependían las tropas aisladas de Zenteno y del Kilómetro Siete de Saavedra. Ordené asimismo que la tropa de la guarnición de FaIcón, un regimiento de Herrera [R.1.3, Mayor Timoteo Aguirre] y otro de Nanawa [R.I. 12, Capitán Sinforiano Brusquetti], fueran transportados a Francia a disposición del Primer Cuerpo, y que la guarnición de Gondra [I/R.1.3, Teniente 1º Heriberto Florentín] se reuniera con la Primera División, marchando por el sendero cuyo ensanche para hacerlo camionable ordené igualmente. Los defensores de Zenteno, que dependían del Primer Cuerpo, pasaron a disposición del Comando de la Primera División, -para que ésta pudiera coordinar la acción de las tropas de ese lado. Impartí asimismo todas las órdenes necesarias para asegurar desde Gondra, el abastecimiento de los defensores de Kilómetro Siete y de Zenteno. De inmediato hice transportar a lomo municiones y víveres para dichas tropas. Pero una comunicación en guaraní del Comando de la Primera División [Mayor Carlos J. Fernández], en que éste me avisaba haber perdido la clave, prodújome desagradable impresión. Parecía revelarme que el estado de nervios reinante en la gran unidad no era satisfactorio. El mismo Comando dió seguidamente parte de que Zenteno, defendido por 250 hombres, era atacado por 1.400 bolivianos y que la Primera División luchaba fuertemente contra dos divisiones enemigas, y pidió autorización para desprenderse por la noche y replegarse sobre Zenteno. Insistiendo en mi intención de destruir a la tropa enemiga de incursión, ordené a la Primera División que mantuviera por unos días más sus posiciones actuales. Consideré, además, que un repliegue sobre Zenteno facilitaría mucho la tarea al enemigo, dadas las condiciones peligrosas en que se realizaría dicho repliegue. En todo caso, el repliegue debería hacerse hacia Gondra para no descuidar a Nanawa, que quedaría aislada en cierto modo y con efectivos probablemente inadecuados para las eventualidades que podrían presentarse más adelante. A partir del día siguiente, 12 de marzo, iniciamos nuestro ataque del lado de Francia, con un millar de hombres [Dest. Mayor Roque Samaniego]. 78 Logramos avanzar poco; unas lluvias torrenciales entorpecieron enormemente nuestra maniobra. El cambio de despachos en guaraní provocó viva alarma en Asunción. El General en Jefe [General Manuel Rojas A. ] me anunció su preocupación por la suerte de la Primera División. La derrota boliviana de Toledo motivó el repliegue boliviano de Herrera: el Comando enemigo pensaba sin duda que explotaríamos lógicamente nuestra victoria de ese frente. Pero, como expliqué más arriba, nosotros no estábamos en condiciones de dar un paso más, por falta de medios de movilidad. El día 14 reiniciamos nuestros ataques hacia Zenteno, pero a las 13:30 horas de ese día, la Primera División dió parte de hallarse totalmente rodeada por dos divisiones y tres regimientos de caballería enemigos. Ajustando mis cálculos del tiempo necesario para destruir las unidades enemigas de incursión y teniendo en cuenta los recursos en municiones y víveres que habíamos acumulado en el frente del Kilómetro Siete de Saavedra, ordené a la Primera División, en un despacho, que resistiese hasta el 19 del mes. En despachos sucesivos, la Primera División me dio parte de haber despejado de enemigos su camino a Zenteno y de haber dispersado a un regimiento boliviano en el bosque. En vista de que la situación volvía a mejorar en el Kilómetro Siete de Saavedra, el día 15 ordené a la Primera División que permaneciera en su puesto siete días más, y a pedido del Comando de la división, le envié un batallón adicional del lado de Gondra. La reunión de tropas venidas del lado de Herrera y de Nanawa continuaba con toda rapidez. El 16, hacia medio día, el comandante de la Primera División, con muy mal espíritu, me comunicó que el enemigo volvía a cercarle. Con éste y otros indicios desfavorables del espíritu reinante en la Primera División, me persuadí de que yo había pedido algo que dicha unidad ya no estaba en condiciones de dar; y autoricé a su comandante a hacer su desprendimiento y replegarse sobre Gondra por el sendero que, por entonces, estaba camionable. A los defensores de Zenteno ordené que se reunieran a las tropas amigas que atacaban sobre el camino FranciaZenteno; y así lo hicieron con todos sus elementos, sin mayores dificultades. De este modo se malogró la oportunidad de destruir por partes las tropas enemigas de la región Centeno-Saavedra; lo cual era tanto más sensible 79 cuanto que coincidía con el momento de mayor potencia del ejército paraguayo desde la iniciación de la campaña. Por aquella época no tardaríamos en disponer de 22.000 combatientes, y de ellos unos 10.000 estaban en la región de Francia. El desprendimiento de la Primera División se realizó con notable maestría en la noche del 17, después del transporte de todos sus elementos. Sólo en la tarde del día siguiente, 18, el enemigo cayó en la cuenta de lo que había pasado. En Asunción se formó una atmósfera muy mala para el Comando del Chaco, a raíz de estos acontecimientos. El día 18 el ministro de Guerra, en un despacho, me preguntó enfurrullado qué yo pensaba hacer ahora. Parecía creer que todo estaba perdido. Se diría que el halago de nuestras victorias ininterrumpidas mareó a la retaguardia, y apenas el Comando se veía en la necesidad de rectificar sus dispositivos -lo que, por lo demás, entraba en sus previsiones-, todo el mundo se abatía. Ni el presidente Ayala, hombre equilibrado y sereno, si lo hay, no se libró del contagio pesimista. Me escribió la siguiente carta: Asunción, 18 de marzo de 1933. Estrictamente Confidencial Mi estimado Coronel: Deseo ponerle al corriente de la situación financiera y diplomática. A pesar de tos esfuerzos desplegados, las gestiones de los limítrofes, ABCP, están prácticamente fracasadas. Bolivia se opone a todo avenimiento, pues confía en el éxito de su ofensiva y en que llegará a dominarnos en el Chaco. De mi parte, declaro que no creo que se pueda obtener la paz por esta vía. a menos que se produzca algún desastre militar o alguna conmoción interna en Bolivia. Todo esto es improbable: así, pues, debemos contar con la continuación de la guerra. Los recursos del gobierno son muy limitados. Los fondos oro ya están gastados. Queda un pequeño saldo que debemos conservar para proveer de municiones, medios de transporte y cosas absolutamente indispensables. Ya no estamos en posición de adquirir fusiles, aviones, artillería y ametralladoras. 80 El plan de su Comando debe, pues, subordinarse a estas circunstancias, por ser irremediables. Algunos financistas de tierra adentro, sueñan con medidas de las que lo menos que se puede decir es que son ridículas. El Paraguay es pobre, carece de metálico y de valores que se pueden transformar en metálico en seguida. Contra todo esto no hay arbitrio que valga. Entiendo que Ud. no puede sostener sus actuales posiciones sin contar con más contingentes y elementos. Es pues, el caso de que se combine un plan estrictamente defensivo, donde tengamos la plena seguridad de poder contener al enemigo por varios meses y causarle pérdidas considerables. Bolivia tendrá que continuar atacando y gastará sus fuerzas más rápidamente y en mayor proporción que nosotros. Según cálculos, Bolivia puede resistir económicamente por tres meses más, a lo sumo. De consiguiente, debemos prepararnos a resistir por ese tiempo, con los medios de que actualmente disponemos. Hay que economizar municiones, cuidar con celo extremado las armas, emplearlas solamente en caso de real necesidad. A los aviones no deben darse sino misiones que no sean de peligro. La pérdida de un aparato causará terrible impresión en esta población nerviosa y ya expuesta al pánico. Para desarrollar el nuevo plan, deberá tener en cuenta, ante todo, las líneas de transporte que habrá de servir. Espero que Ud. dará las instrucciones del caso. Tengo la creencia de que una línea fuertemente defendida, donde no sean posibles sorpresas como la de Alihuatá, impresionará al enemigo más que nuestras líneas actuales, expuestas, por lo que acaba de verse, a golpes de mano. Entre Bolivia y Paraguay hay una diferencia esencial. En Bolivia no existe opinión pública; los desastres no son conocidos; rige un sistema de terror que impide comentarios; los bolivianos ignoran en absoluto lo que pasa en el Chaco. Así es como las terribles pérdidas sufridas no han causado molestias al Gobierno. Además, la mano de hierro de Salamanca tiene en silencio a los que podrían comentar los sucesos. En cambio, entre nosotros reina libertad, y la gente pasa del entusiasmo a la depresión, según las noticias del frente. Los generales critican, a pesar de mis advertencias, al Comando. Acabo de recibir una carta del General 81 Escobar que voy a contestar y después se la enviaré para que Ud. vea el mal espíritu de estos caballeros. ¿Qué cabe hacer contra una acción semejante? El rigor no puede sino empeora las cosas. En todo caso, puede estar seguro allí de que mi autoridad personal y oficial estará del lado de Ud. en las buenas, y, sobre todo, en las malas. Ni un momento he creído en la intriga para desplazarlo a Ud. y con todo de mi actitud firme y resuelta, están siempre en acecho de alguna desgracia para obtener sus fines. Por eso, nuestra táctica tiene que ser evitar cualquier operación aleatoria e ir siempre seguros aun cuando avancemos poco o nada. Con los sentimientos, etc. Fdo: Eusebio Ayala. Contesté la carta anterior en la siguiente forma: P.C., 20 de marzo de 1933 Seflor Dr. Don Eusebio Ayala, Presidente de la República, Asunción. Mi estimado Presidente: He recibido su interesante carta de fecha del 18 del corriente enviádame por hidroavión, y me he enterado detenidamente de su contenido. Me parece poder deducir de su contenido que la impresión en la capital, a raíz de la incursión enemiga sobre Alihuatá, había sido muy fuerte. sin que hubiese razón suficiente para ello, puesto que dicho acontecimiento no ha sido más que una fluctuación completamente normal de la guerra, felizmente sin mayor importancia, por lo que no nos ha costado la pérdida de un solo hombre, de un solo fusil, ni de un equipo, aparte de ceder al enemigo una estrecha faja de territorio en el desierto. Reflexionando serenamente y sabiendo que la finalidad de una guerra es la destrucción de las fuerzas enemigas y no objetivos geográficos, por importantes que éstos pudieran ser, y no habiendo el enemigo logrado capturar ni matar a un solo soldado paraguayo, se puede afirmar que el plan enemigo ha fallado en su parte esencial, habiendo él sufrido, en cambio, pérdidas considerables en hombres y aún en armas. 82 Desde el día en que a mediados de enero, tuvo Ud. a bien concederme la entrevista del kilómetro 145, me he esforzado en adaptar a nuestras tropas a la verdadera situación del país que acaba Ud. de confirmarme en su carta. Y así, hemos adoptado una actitud defensiva que ciertamente nos ha dado ruidosos éxitos sobre las tropas enemigas. En Nanawa hemos matado lo menos a un millar de soldados enemigos; en Saavedra, no menos de quinientos; en Herrera, igual, y últimamente en Toledo, otros mil. Los heridos enemigos hay que contar en varios millares. Todo esto sin que a nosotros nos haya costado más de unos puestos sin importancia y unas trescientas bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. No podemos afirmar sernos imposible sostener nuestras actuales posiciones; todo dependerá de las proporciones del esfuerzo enemigo. Por ahora, nos haremos fuertes en Toledo, Francia y Nanawa, en cuyos puntos creemos poder detener bastante tiempo el avance enemigo, a pesar de que, como expresé en uno de mis últimos cifrados al Ministerio de Guerra, nuestra línea de comunicación directa con Nanawa-Falcón, quedaba un tanto expuesta. El dilema es de hierro. Tenemos un frente extenso que cubrir con un número de tropas que no basta para ser fuertes en todas partes. Por otro lado, los recursos del país, acaba Ud. de decirme, no permiten para más. En esta difícil situación, dos factores fundamentales se imponen con imperio absoluto en la dirección que demos a nuestras operaciones: 1º. Estar informados, lo más rápidamente posible, de la situación del enemigo, de sus intenciones y de su conducta; y 2º. Disponer de elementos de transporte suficientes para los desplazamientos rápidos de las reservas estratégicas y aun para la aplicación correcta del principio de la economía de fuerzas. Aviación y caballería para el primer punto; camiones para el segundo. Le pido estar tranquilo, que observaremos y observamos estrictamente todas sus recomendaciones referentes a economía de munición. cuidado de armas, empleo de la aviación, etc. etc. 83 En cuanto a la línea de abastecimientos, he insinuado ya en cifrado anterior, al Señor Ministro de Guerra, la conveniencia de apresurar la organización de los transportes desde Concepción y Puerto Pinasco con miras a abastecer exclusivamente por esa línea a las tropas de Nanawa, en previsión del caso posible de quedar interrumpidas las comunicaciones directas de FranciaNanawa. En cuanto al carácter de las operaciones mismas, tengo siempre en vista sus recomendaciones; y como siempre, con el menor sacrificio, trataremos de causar al enemigo el mayor daño. Teniendo en cuenta la imposibilidad de aumentar nuestros efectivos combatientes por la falta de armas, seria indispensable tomar todas las medidas necesarias para poder mantener invariables los efectivos actuales, esto es, con una intensa preparación de nuestras reservas en hombres, proveer en la mejor forma posible los reemplazos de nuestras bajas. A fin de enterarle de la situación militar en todos sus aspectos parte para ésa el Jefe de mi Estado Mayor, Teniente Coronel Garay. Le ruego recibir las expresiones de mi más profundo respeto. Fdo: Coronel José F. Estigarribia El día 21 el enemigo volvió a tomar contacto con los puestos avanzados de la Primera División sobre el camino a Gondra. El mal espíritu de la retaguardia refluyó asimismo sobre el frente de operaciones, y algunos jefes [Tenientes Coroneles Delgado e Irrazábal] me pidieron autorización para abandonar Herrera y Gondra. Mi contestación a estas sugestiones fue la orden de defender tenazmente ambas posiciones. Herrera cubría nuestra arteria principal, Francia-Boquerón; y Gondra, la de Falcón-Nanawa, incluyendo también. en cierta medida, la de NanawaOrihuela. En los días inmediatamente ulteriores, con las copiosas lluvias que cayeron, y salvo escaramuzas más o menos importantes en Gondra, reinó relativa calma en los frentes de lucha. 84 El día 26 una tropa enemiga se infiltró sobre el camino Francia-Herrera, pero la desalojamos el mismo día. El día 29, en Herrera, 900 paraguayos rechazaron un fuerte ataque de 1.800 bolivianos y les causaron 110 muertos. En Gondra continuaron las escaramuzas hasta el fin de mes. Indudablemente, en el trazado general de nuestro dispositivo, Herrera y Gondra eran los puntos más expuestos; pero los teníamos que defender porque cubrían nuestros caminos de Francia a Villa Militar y de Nanawa a Orihuela. Si abandonábamos Herrera y Gondra, probablemente el enemigo nos obligaría también, en breve plazo, a abandonar Francia -nuestra principal fuente de agua- y Nanawa; y esto no había que admitir sino en un caso extremo. De ahí que defendiéramos obstinadamente ambas posiciones. En los últimos días del mes de marzo, recibí de Asunción un verdadero chubasco de noticias de bulto. Me informaban unas, que el próximo objetivo enemigo sería Francia; otras, que el General Kundt iba a atacar Nanawa; otras, que la nueva ofensiva se realizaría con 17.000 hombres; otras, que Nanawa sería esquivada por el enemigo, dirigiéndose éste hacia Concepción, etc. El 2 de abril, al obscurecer, rechazamos en Herrera un furioso asalto, y otro a las 23 del mismo día. Al amanecer del 3 contraatacamos con éxito. El 7 de abril, una tropa enemiga interceptó el camino a Nanawa, a 20 kilómetros de Falcón. Se hizo lo necesario para despejar este camino. El día 8 los Comandos de Cuerpo interesados [Primer Cuerpo, Teniente Coronel Delgado; Tercer Cuerpo, Teniente Coronel IrrazábaI] , me propusieron nuevamente el abandono de Herrera, Falcón y Gondra, y como yo me opusiera con firmeza, el Comando de Nanawa declaró que su situación era difícil con la intercepción del camino a Falcón. Aquel mismo día rechazamos en Gondra fuertes ataques y seguimos progresando en Herrera. El día 9 el enemigo reforzó las tropas que interceptaban el camino FalcónNanawa y atacó en dirección a Falcón. Al día siguiente, 10, obligamos a los bolivianos a abandonar dicho camino. En aquellos mismos días, en previsión de la posible repetición de estas incursiones enemigas sobre nuestro camino a Nanawa, y también para conservar el enlace lateral con este punto, ordené la apertura de dos 85 nuevos caminos: uno de Falcón a Figari, y otro de Villa Militar a Mister Kent. De Figari y de Mister Kent existían caminos a Nanawa. El día 13, las fuerzas enemigas aparecieron nuevamente sobre el camino Falcón-Nanawa, el cual quedó despejado el 16. Nosotros continuamos nuestra persecución hasta cinco kilómetros al oeste, en Campo Aceval, donde encontramos una línea de posiciones. En este lugar quedó constituído un nuevo frente. En todo el resto del mes se libraron acciones locales de importancia variable. En el sector de Herrera llegamos hasta el kilómetro 55 hacia Platanillos. Entre tanto se concretaba más y más la indicación de un próximo ataque de grandes proporciones contra Nanawa. El 12 de mayo se percibió que el enemigo intensificaba su actividad en casi todos los sectores, especialmente en Platanillos, Zenteno, Campo Aceval, Gondra y Pirizal. Los prisioneros tomados en aquellos lugares informaban de una próxima ofensiva general. Las luchas locales siguieron durante la primera quincena de mayo. El día 19 rechazamos cuatro fuertes ataques frontales en el sector de Herrera. El día 20, a quince kilómetros de Francia hacia Herrera, una tropa enemiga apareció sobre nuestro camino, que volvimos a despejar el 22. En Herrera rechazamos sangrientamente siete nuevos asaltos el 21, y comprobamos que los muertos bolivianos llegaban a un millar. Unas lluvias continuadas y una nueva epidemia de paludismo impidieron en aquellos días la realización de varias acciones locales que teníamos preparadas en diferentes sectores. Durante todo el mes de junio, en que continuaban las lluvias (como nunca en el Chaco, pues la estación lluviosa termina generalmente en marzo) y la epidemia de paludismo, nos concretamos a rechazar ataques locales y a cubrir nuevos frentes que el aumento de los efectivos enemigos iban formando, como Pampa Grande, Pozo Favorito, Campo Aceval, El Zanjón, Pirizal, etc. 86 Nuestras informaciones del mes de junio nos hacían ver que el enemigo desplazaba el centro de gravedad de sus tropas hacia el sur, lo que nos obligaba a tomar las contramedidas correspondientes. En consecuencia, y a pesar de todas las dificultades, reuní en Nanawa 9.000 combatientes, al propio tiempo que cargaba mi reserva estratégica [D.8, Mayor Eduardo Torreani Viera] hacia FaIcón. Conviene explicar a esta altura por qué el mal tiempo, que en el curso del año 1933 fue excepcional, no impedía la constante acción ofensiva de los bolivianos, con muy cortos períodos de interrupción. Corno se sabe, el 10 de mayo de 1933, el gobierno del Paraguay declaró al país en estado de guerra con Bolivia, a fin de estar en condiciones de pedir, especialmente a los países vecinos, la estricta observancia de las normas de neutralidad. Entiendo que se hicieron las representaciones del caso ante los gobiernos del Brasil y la Argentina, en cuyos respectivos territorios se abastecía directamente el ejército de Bolivia. Pero, sea ello como fuere, la verdad era que Bolivia, a pesar de la declaración de guerra, siguió abasteciendo su eiército a través de esos países vecinos, desde Formosa, por el sur, y desde Corumbá, por el norte. De esta manera Bolivia tenía siempre una ventaja positiva sobre el Paraquay. Nosotros hacíamos el transporte de abastecimientos con nuestros propios medios sobre una distancia no menor de 1.000 kilómetros, en tanto que los bolivianos transportaban las provisiones para su ejército principal desde Esteros y Linares, sobre el río PiIcomayo, y así cubrían algunas decenas de kilómetros, nada más que la distancia requerida para hacer la distribución a las tropas. Los argentinos les entregaban los víveres en esos dos puntos; los brasileños hacían lo propio en el mismo Puerto Suárez. Los expertos en logística conocen la importancia de un auxilio semejante. Sabíamos que los soldados bolivianos, con traje civil, pasaban a territorio argentino para ayudar a los abastecedores a realizar la conducción hacia el Chaco. Hacia fines de junio tomamos algunos prisioneros bolivianos que indirectamente confirmaron la información de que el General Kundt preparaba un poderoso ataque a Nanawa, con 20.000 hombres, provistos de carros de asalto, lanzallamas y artillería pesada; supimos igualmente que los bolivianos cavaban minas. El General Kundt, según los prisioneros, traía tropas de todos los demás sectores, hacia Nanawa, y esto justificaba 87 nuestra impresión de que los bolivianos debilitaban sus fuerzas en una considerable extensión del frente. Nosotros también contemplábamos en aquellos días la posibilidad de una acción importante, pero cuyos lineamientos definitivos no se concretaban aún. A este fin veníamos adiestrando en empresas locales a nuestras tropas de reciente formación, para hacerlas aguerridas. Estábamos a la defensiva hacía varios meses, y la defensiva tiende a entumecer la iniciativa y la actividad del soldado. Esta era también la razón del desplazamiento de nuestros efectivos hacia el sur, de modo que una acción enemiga en la región de Nanawa no nos tomara de sorpresa. Naturalmente, con la experiencia recogida en Ia batalla de Nanawa de enero último, adoptábamos precauciones especiales para contrarrestar la acción enemiga que se anunciaba. Por eso, el 19 de julio, envié instrucciones particulares al comandante del Tercer Cuerpo de Ejército en Nanawa [ Teniente Coronel IrrazábaI] en las que preveía tanto el ataque enemigo como el nuestro. 88 CAPITULO VII SEGUNDA BATALLA DE NANAWA (De julio 2 a setiembre 2 de 1933) El 2 de julio nuestras tropas avanzadas de Nanawa dieron parte de percibir el ruido característico de los carros de asalto del enemigo, que tomaban posiciones. Como no disponíamos de armas especiales que oponer a estos carros, emplazamos piezas de artillería de 75 para batirlos con tiros directos. El mismo día 2 el enemigo se apoderó por asalto de un retén paraguayo en Gondra, pero fracasó en otras tentativas análogas en el mismo sector. El día 3 reinó silencio en Nanawa y Gondra. El día 4, después de una intensa preparación de artillería, que duró una hora, los bolivianos hicieron explotar una poderosa mina, colocada en las proximidades de uno de nuestros reductos adelantados en Nanawa; y sin pérdida de tiempo se lanzaron al asalto, con unos 15.000 hombres, y avanzaron resueltamente por la brecha abierta con la mina en nuestro dispositivo. Este avance era precedido por una barrera rodante y tiros de protección bien regulados. Numerosos aviones enemigos, en vuelo bajo, arrojaban potentes bombas y disparaban sus ametralladoras, y en un principio esto produjo una interdicción completa de nuestros movimientos entre las posiciones adelantadas y las de atrás. Los lanzallamas enemigos lamían con sus lenguas de fuego todo cuanto encontraban por delante. Inmediatamente detrás se movían los tanques, haciendo uso de sus armas. Pero las reservas locales paraguayas, que en medio de aquella tormenta infernal acudieron hacia el punto roto de la línea, lucharon cuerpo a cuerpo en un entrevero espantoso, hasta detener el avance enemigo. Luego se lanzaron a un contraataque con granadas de mano, y retornaron, al obscurecer del mismo día, uno de los dos reductos que habían caído en poder de los bolivianos. Uno de los carros de asalto fue incendiado por los tiros de nuestra artillería y los demás quedaron inmovilizados. En Gondra y Zenteno fueron rechazados todos los asaltos del enemigo, al que causamos enormes bajas. 89 Entre las 2 y 3 horas del siguiente día, 5 de julio, los paraguayos consiguieron en sus contraataques rodear a los ocupantes del otro reducto perdido y, tras brioso asalto, lo recuperaron, empleando casi exclusivamente granadas de mano. A raíz de una titánica lucha que duró todo aquel día, los paraguayos consiguieron restablecer completamente la línea. El día 6, a las 5:30, los bolivianos reiniciaron los asaltos, pero para las 9:30 todos estaban rechazados. A las 15 otro asalto fue igualmente rechazado, y a las 20 repelíamos el más violento asalto del día. En Gondra, ese mismo día, también anulamos una violenta embestida. Para el día 7, reinaba otra vez calma en Nanawa. El 11 desencadenamos nuestro contraataque en Gondra y nos apoderamos de toda la primera línea enemiga. Por la tarde reaccionaron los bolivianos, contraatacándonos a su vez, pero sin éxito, sobre la posición que les habíamos arrebatado. Dejaron en nuestro poder 600 muertos. El 12, una tropa nuestra de maniobra [Dest.Mayor Ramón L. Paredes] cayó en Gondra sobre el camino de retaguardia de la Cuarta División enemiga, y se apoderó de los hospitales e intendencias, de esta gran unidad. El mismo día desbaratamos en Nanawa, apenas iniciado, un ataque con carros de asalto. El 14, la Cuarta División boliviana, que defendía el sector de Gondra, escapó a duras penas a un envolvimiento de nuestras tropas, dejando en nuestro poder todos sus elementos. Ese mismo día 14 recorrí personalmente el campo de batalla de Nanawa. Fui testigo en aquella ocasión del espectáculo más macabro que recuerdo en mi vida. En el sector donde los bolivianos habían roto nuestra línea y realizado su más profunda penetración en nuestro sistema defensivo, pedazos de piernas y brazos arrancados por la artillería seguían colgados de los árboles. En un lugar habían caído abrazados un soldado paraguayo y otro boliviano. Podía observarse que, después de furiosa lucha cuerpo a cuerpo, estallaron las granadas de mano que llevaba el paraguayo en uno de sus bolsillos, matando a los dos, según se deducía del hecho de que el paraguayo tenía un costado del muslo destrozado por una explosión, en el lado donde debió de estar el bolsillo cargado de explosivos. Pero lo que presencié después fue todavía peor. Como el campo estaba lleno de cadáveres, se había dispuesto su incineración. En vez de poner leña entre los 90 cadáveres; para conservar el fuego hasta la consunción de todos, se los había simplemente apilado y rociado con kerosén, prendiendo fuego al conjunto. El fuego se mantuvo por algún tiempo, pero apenas se agotó el combustible, quedó un horrendo montón de carne humana chamuscada, que llenaba de insoportable olor todo el campo. Durante meses me persiguió aquella impresión atroz. Mientras recorría otro sector del campo de batalla, donde todavía estaban esparcidos por el suelo los cadáveres bolivianos, observé el hecho curioso de que cada cadáver tenía a su lado, invariablemente, un fusil paraguayo. Pedí la explicación de este hecho anómalo, y me dijeron que, tan pronto como comenzaba un avance, cada soldado nuestro buscaba afanosamente algún cadáver boliviano para sacarle el fusil y dejar el fusil paraguayo en su lugar. Los fusiles bolivianos eran por regla general flamantes, en tanto que los paraguayos estaban en mal estado por su excesivo uso y la imposibilidad de reponerlos o repararlos oportunamente. Los prisioneros declararon que las pérdidas enemigas alcanzaban a 1.000 muertos y 3.000 heridos. En Nanawa y en Gondra recogimos un inmenso material abandonado por el enemigo. Al terminar la batalla de Nanawa, dirigí a los, combatientes la siguiente proclama: A los Jefes, Oficiales y Soldados defensores de Nanawa y Gondra: Durante la batalla de estos últimos días, nuevas pruebas habéis dado de vuestro ardoroso patriotismo, de vuestra invencible bravura y de cuán grande es vuestra decisión de permanecer fieles a nuestro lema: "Vencer o Morir". Habéis advertido asimismo a Bolivia que es estéril su porfía de conquistar el Chaco paraquayo por la fuerza de las armas, y probado al mundo, cuyas fuerzas morales os acompañan, con qué inquebrantable pujanza el Ejército del Paraguay se bate en defensa del derecho y la justicia, que es la causa de los pueblos civilizados. Con la aplastante victoria que acabáis de obtener contra la superioridad numérica y de elementos del invasor, habéis escrito uno de los capítulos más brillantes de nuestra historia, que nuestro pueblo sabrá premiar y que las generaciones, venideras recordarán con orgullo y con honor. 91 Fortín Francia (ex-Arce). Típico palmar del sector Nanawa. Habéis, pues, merecido bien de la patria y las felicitaciones de vuestro Comandante en Jefe. Fdo: Coronel José F. Estigarribia. Antes de seguir adelante, no estarán de más algunas consideraciones sobre el empeño del General Kundt de apoderarse de Nanawa. Los que no conocían el terreno y basaban sus especulaciones en una ojeada al mapa, creían erróneamente que la dirección Nanawa-Concepción era la más apropiada, desde el lado boliviano, para emprender una operación de envergadura capaz de aislar de un solo golpe al ejército paraguayo. El General Kundt incurrió en este error. En las condiciones en que se encontraba, el ejército boliviano no podía llegar a Concepción por dos razones: desde luego, porque tendría que atravesar una vastísima zona, o completamente inundada, o carente de agua potable en absoluto; y además, porque dejaría en su flanco a una masa considerable del ejército paraguayo, que lo aislaría de su base y lo haría perecer en poco tiempo. El General Kundt no disponía de elementos suficientes para emprender la marcha hacia Concepción y al propio tiempo anular la acción de nuestro ejército en el resto del frente del sector Casado. Nuestro deber, desde el punto de vista paraguayo, era impedir que el jefe enemigo diese fructuosamente algún principio de ejecución a sus designios, y por eso resistimos tenazmente en Nanawa el mes de enero anterior. Pero el General Kundt no se resignó a este contraste, y realizó su segunda tentativa de julio, esta vez con preparativos más cuidadosamente hechos, pero también con resultados mucho más desastrosos para sus tropas y para él. La segunda derrota de Nanawa afectó seriamente el prestigio del General Kundt; fue el comienzo de su ocaso. Sobre todo, minó seriamente la moral del soldado boliviano. Para encubrir, posiblemente, el fracaso del General Kundt, circuló desde entonces la fábula de que la falla radicaba en el soldado boliviano, lo que era una falsedad. El soldado boliviano se batía fieramente, pero no se le podía pedir lo imposible -que era lo que el General Kundt exigió de él en sus ataques frontales -contra los recios parapetos paraguayos. Según recordarán los lectores, en la carta que me escribió a raíz de la rectificación de nuestra línea en Zenteno y Saavedra, el presidente me prescribió que las operaciones tuviesen un carácter esencialmente defensivo. Desde entonces el presidente ya no declinaría de esta actitud. Tratábase de una verdadera intervención del primer magistrado en la dirección técnica de las operaciones, hecho contrario a la buena doctrina. Por mi parte, yo no me podía resignar a la aplicación estricta de su dictamen, por los riesgos a que nos expondríamos. 92 Nuestra pasividad a ultranza frente a un enemigo en constante actividad, no solamente peligraba nuestra seguridad sino podría dilatar indefinidamente una lucha que amenazaba llevarnos a un agotamiento estéril; podría impedir que sacáramos todo el provecho posible de las ocasiones en que estuviésemos en situación de dar a la guerra un corte favorable para nosotros. De aquí que, en mis instrucciones a las tropas, yo no perdiese de vista el paso a la ofensiva, para no amortiguar el empuje combativo de las mismas, pensando continuamente en la mejorl manera de reiniciar la ofensiva cuando llegase el momento oportuno, no obstante la inflexible directiva presidencial. El apego del presidente a la defensiva, en el fondo, era el resultado de su fe, nunca debilitada, en los esfuerzos diplomáticos que incesantemente se desplegaban durante el curso de toda la guerra. Especulaba con una próxima paz. Hombre de derecho, no podía despojarse de su confianza en los arbitrios jurídicos. Pensaba acaso en una paz sorpresiva, que se concertase más pronto de lo que imaginábamos, y no quería que a su advenimiento el país se hallase agotado como consecuencia de un empeño ofensivo demasiado costoso. Esta consideración, explicable y justificable en él, llevada al terreno de los hechos, creaba serias dificultades en la conducción de las operaciones militares propiamente dichas y embarazaba mi posición como responsable directo de ellas. Terminada mi visita al campo de batalla de Nanawa, después de mi intervención directa en el contraataque del sector Gondra, donde empleé la mayor parte de mi Reserva General, llegué de regreso al Gran Cuartel General el 15 de julio. Me encontré con otra carta del presidente, en que volvía a insistir en la necesidad de que me mantuviera en una defensiva estricta. Invocaba especialmente razones de índole diplomática. “En estas condiciones -me decía- no se justifica el sacrifício de vidas ni de ningún material." El día 16 continuaba en buenas condiciones la explotación del éxito obtenido en Gondra, donde nuestras tropas avanzaron hasta catorce kilómetros al oeste del fortín, es decir, llegaron a seis kilómetros apenas del camino de Zenteno a Saavedra. Como era natural, el enemigo hacía lo posible para detenernos, y con este fin acumulaba tropas transportadas de otros sectores vecinos, lo que nos obligaba a emplear, a nuestra vez, mayores efectivos y realizar nuevos sacrificios para poder avanzar más. Estos sacrificios eran justamente los que el presidente me acababa de prohibir. 93 Me vi constreñido, pues, a detener nuestro avance de Gondra y di las instrucciones correspondientes. La saliente que habíamos practicado en el sistema defensivo del enemigo estaba muy bien para un frente ofensivo, es decir, para el caso de la prosecución de la ofensiva, que era lo que yo tenía en vista; pero, al pasar a la defensiva, la situación local tornábase insostenible. Si permanecíamos quietos en esa situación, nos exponíamos a ser atacados por varios lados y aún a quedar envueltos. Además, habíamos empleado en la operación la casi totalidad de nuestra Reserva General, transportada desde Falcón, fortín que quedó poco menos que desguarnecido. Teníamos que reconstituir dicha reserva y volver a guarnecer Falcón en espera de los acontecimientos. Así lo ordené el 21 de julio. Desde entonces desapareció completamente la ventaja obtenida con nuestro contraataque de Gondra, y pensamos asimismo en una oportuna rectificación de nuestra línea en ese frente. Pero, a pesar de la persistente intervención presidencial, no abandoné por un solo momento la intención de volver a la ofensiva. En aquel período de la campaña ya habíamos sacado de la defensiva todo el beneficio que cabía esperar de ella. Por otro lado, las unidades de reciente formación progresaban bastante en su organización y combatividad. Mientras buscaba obtener la autorización correspondiente, me concreté a preparar contraataques locales y a estudiar la posibilidad de una concentración en el sector de Francia, para una operación decisiva. La calma relativa que siguió a la batalla de Nanawa y Gondra y que se prolongó hasta fines del mes de julio, fue aprovechada por nosotros para nuestro reabastecimiento en general. Reocupamos Falcón, reconstruyendo nuestra Reserva General; elegimos posiciones sucesivas de repliegue en Gondra, etc. Entre los documentos que en la acción de Gondra cayeron en nuestras manos, figuraban unas instrucciones del Comando enemigo recomendando a las unidades la constitución de grupos especiales de tropas elegidas, que serían empleadas en incursiones sobre nuestros caminos; el enemigo, pues, persistiría en el procedimiento de infiltrarse sobre nuestros caminos de enlace. Prisioneros capturados algunos días después declaraban haberse ya impartido las órdenes de infiltración sobre varios de nuestros caminos. El 12 de agosto el enemigo presionó fuertemente en todo el frente de Gondra, especialmente sobre El Zanjón. El día 2, mientras continuaba y arreciaba la presión, dispersamos una patrulla enemiga que llegó hasta, detrás de nuestras posiciones 94 de Pozo Favorito. El mismo día los bolivianos atacaron en el sector de Toledo y patrullaron activamente en la región de Gondra. El 3 se luchó encarnizadamente en Gondra, donde el enemigo inició un desbordamiento de nuestra ala derecha. También se luchó en Pirizal y en Herrera. El 4 por la mañana aparecieron tropas enemigas sobre nuestros caminos entre Falcón y Rancho Ocho y entre Gondra y Pirizal, y quedaron interrumpidos nuestros enlaces entre dichos puntos y aislados los defensores de Gondra. Numerosas patrullas luchaban en todos los sectores de los tres cuerpos de ejército. El día 5 los bolivianos atacaron sorpresivamente en Falcón, del lado sur, pero fueron rechazados con grandes pérdidas. Dispersamos el regimiento enemigo Nº 36, que dejó en nuestro poder sus heridos y elementos. A las 9 horas de ese día despejamos el camino entre Pirizal y Gondra. Se combatió reciamente en estas dos últimas posiciones, igual que en Herrera y Toledo. Sobre nuestro camino FranciaHerrera aparecieron también aquel día otras patrullas enemigas. El 6 los bolivianos llevaron un nuevo ataque a Falcón con los regimientos Nº 1, 18 y 36, reorganizado este último. Otra vez los rechazamos y les infligimos muchas pérdidas. En Toledo, Gondra, Pirizal y Nanawa se combatió encarnizadamente. El 7 los regimientos enemigos que atacaron en Falcón se replegaron hacia Zenteno y nosotros apresuramos la limpieza del camino a Rancho Ocho. En Pirizal el enemigo se replegó igualmente, después de sufrir grandes bajas. Durante los días 8 y 9 fueron rechazados fuertes ataques enemigos a Gondra. El 10 quedó restablecido el camino Falcón-Rancho Ocho, y con esto fracasaron totalmente las nuevas tentativas enemigas. Pero el peligro no se alejaba mucho: estábamos siempre en la impotencia de la defensiva. Siguieron unos días de calma relativa, la que se transformó después en luchas de patrullas en todos los frentes, con algunos ataques y contraataques locales sin mayores consecuencias. El 23 de agosto desplegaron mucha actividad los bolivianos en casi todos los sectores. El enemigo logró infiltrarse nuevamente sobre nuestros caminos en el kilómetro 25 al sur de Falcón y en el kilómetro 4 al norte de Rancho Ocho, así como en el kilómetro 12 entre Falcón y Zotti (Tejerina). Esta vez se notó que el enemigo había aumentado sus efectivos, especialmente en las proximidades de Rancho Ocho, punto particularmente sensible de nuestro dispositivo, porque de allí partía un camino en dirección al este sobre nuestra 95 comunicación en la parte de atrás de Nanawa, hacia Orihuela-Concepción. Era evidente que el enemigo maniobraba contra nuestra saliente de Gondra. El día 24, desde el aclarar, en número de 1.500 hombres poco más o menos y acompañados por dos carros de asalto, los bolivianos se lanzaron a un asalto general sobre nuestras posiciones de Rancho Ocho. A la caída de la noche estaban rechazados todos los asaltos. Causamos estragos en las filas enemigas. Destruimos uno de los carros de asalto y capturamos numerosos prisioneros. Por nuestra parte, maniobramos en Falcón y Pozo Favorito. El 25, nuevos furiosos asaltos bolivianos en Rancho Ocho, donde luchamos en inferioridad numérica con respecto al enemigo. El Comando del Tercer Cuerpo [Teniente Coronel Irrazábal], que el día anterior declaró que era delicada su situación, dio parte de haber empleado ya todas sus reservas, agregando que no podría resistir nuevos ataques si no se le enviaban más tropas. En el día le hice llegar un batallón desde Francia y se conjuro la crisis. El 26 continuaron los combates en Rancho Ocho, donde retrocedimos un tanto en uno de los sectores, porque alguien gritó que el enemigo empleaba gases tóxicos. (Es posible que esto se debiera a algunos tiros de artillería que estallaron cerca. El humo de las explosiones tiene un olor acre y ataca sobre todo en la garganta. En medio de la excitación del combate, probablemente, alguien creyó que el enemigo usaba gases tóxicos.) En Pozo Favorito el enemigo se sustrajo a nuestra maniobra y se replegó algunos kilómetros. El 27 el enemigo de Rancho Ocho quedó inmovilizado, y rechazamos furiosos ataques en Pirizal. El 28 continuaron encarnizadamente los combates en Rancho Ocho, Gondra y Pirizal. En Herrera importantes tropas enemigas hicieron su aproximación. El 29 rechazamos en Herrera porfiados asaltos. En Gondra y Rancho Ocho disminuyó la intensidad de los ataques bolivianos y nosotros pasamos al contraataque. El 30 inmovilizamos en todas partes al enemigo de Herrera. Maniobramos en Francia y luchamos enérgicamente en Rancho Ocho y Gondra, pero sin mayores resultados. 96 El día 31 derrotamos al enemigo de Herrera, que se replegó, y continuaron los combates en Rancho Ocho, Gondra y Pirizal. En Francia fracasó una maniobra nuestra. A las 11 horas de ese mismo día, el presidente llegó en avión a la pista de mi Cuartel General. Como siempre, el Dr. Ayala se mostraba muy confiado en un próximo arreglo del conflicto y, por supuesto, apegado a su tesis sobre la defensiva. En mi contacto directo con la situación militar, yo no podía compartir su criterio. Cuando me tocó exponer mi opinión, le dije que el paso a la ofensiva era impostergable, ahora que se percibía el fin de la nueva serie de acciones locales emprendidas por el enemigo. El presidente regresó a la capital el 2 de setiembre, sin que me dejara en realidad una autorización expresa para iniciar acciones ofensivas; pero como yo le había enumerado razones que me parecían de mucho peso, me creí autorizado por lo menos a lanzar una acción de objetivo limitado, encaminada a mejorar nuestra línea defensiva, que no era de ningún modo satisfactoria. La cuña introducida por el enemigo con unos 6.000 hombres en Campo Aceval (Rancho Ocho), podría convertirse en un peligro serio. Y ya que la situación local tomaba un sesgo momentáneamente favorable con el amortiguamiento de las actividades bolivianas, había que aprovechar esta circunstancia sin pérdida de tiempo, para conjurar aquella amenaza. La calma gradual de esos días no podía significar otra cosa, en el campo enemigo, que una pausa breve de reorganización y de acumulación de más tropas y elementos; y era imperativo sacar ventaja de ella inmediatamente, siquiera fuese con los elementos que entonces poseíamos, para corregir los defectos de nuestra posición defensiva: no solamente no desperdiciar esta situación de pasividad transitoria del enemigo, sino proceder con máxima rapidez, para llevarle la delantera en el tiempo. Evidentemente, los bolivianos persistían en su intento nuestras tropas del sector de Gondra, porque continuaban tanto en Campo Aceval (Rancho Ocho) como en Pirizal. aparentemente no desplegaban sino un esfuerzo de simple de aislar y destruir a cargando más efectivos En los demás sectores amarramiento. Nuestra crónica escasez de medios de transporte sólo nos permitía abastecernos allí donde nos encontrábamos, de modo que los movimientos preparatorios de nuestra acción tendrían que ser cortos, aunque realizados, como expresé más arriba, con la mayor celeridad. Pero yo estaba resuelto a no abandonar la ofensiva, una vez iniciada. Para mí esto era lo esencial. Proponíame proseguir la operación 97 hasta alcanzar resultados decisivos, y no importaba que, por las circunstancias antedichas, asumiese al comienzo un carácter forzosamente local. Ahora bien, nuestra Reserva General, empeñada ya en parte, estaba en Falcón, y el Tercer Cuerpo había empeñado toda la suya. En consecuencia, el único recurso en tropas de que podíamos echar mano era la reserva del Primer Cuerpo, que cubría el sector de Francia. Abandoné, por momentáneamente imposible, la tentadora perspectiva de una acción desde Gondra hacia Zenteno, en combinación con otra desde Francia hacia el mismo objetivo, y me propuse algo más modesto, como un primer paso. Pero ante todo necesitábamos suprimir la cuña enemiga de Campo Aceval. Esto no se prestaba a una acción directa sobre dicho sector: no teníamos tropas suficientes especialmente del lado. de Rancho Ocho- y las rupturas de líneas como la que podríamos intentar costaban muchas vidas. De modo, pues, que la única alternativa era accionar desde Falcón y desde Francia, y así lo resolví. Independientemente de satisfacer todas las condiciones impuestas por las circunstancias, esta operación nos permitiría continuar la ofensiva, punto que yo juzgaba de importancia capital. Tratábase, en efecto, de emprender una maniobra sobre una de las alas del dispositivo enemigo. Concreté el proyecto en forma de un rápido movimiento envolvente sobre el núcleo de tropas enemigas de Pampa Grande, que cubría, por el norte, el dispositivo boliviano, en coordinación con otro sobre los defensores bolivianos de Pozo Favorito, para luego alcanzar, desde ambas direcciones, el camino FranciaZenteno, detrás de los defensores de ese sector, y consumar su destrucción; y a fin de provocar con mayor rapidez y seguridad la supresión de la cuña enemiga de Rancho Ocho y no dejar al Comando enemigo mucha libertad en el empleo de sus reservas, realizar también acciones secundarias del lado de Gondra y de Zenteno, que convergerían sobre Campo Aceval y que se emprenderían con algunos días de anticipación para disimular la acción principal. 98 PARTE TERCERA LA OFENSIVA HASTA EL FINAL CAPITULO VIII PAMPA GRANDE Y POZO FAVORITO (De setiembre 2 a octubre 22 de 1933) El mismo día del regreso del presidente a Ia capital, cité al Comando del Tercer Cuerpo [Teniente Coronel IrrazábaI] -para una entrevista al día siguiente en Mister Kent, y al del Primer Cuerpo [Teniente Coronel Gaudioso Núñez] para el día 5 sobre un punto del camino a Boquerón, a fin de impartirles algunas instrucciones personalmente, como medio de ganar tiempo. El día 3 de setiembre, a Ias 4 horas, partí para Mister Kent, donde, a la hora convenida, encontré al comandante del Tercer Cuerpo y le di las instrucciones pertinentes. El día 4 estuve de regreso al Gran Cuartel General, en Villa Militar. El 5 partí para entrevistarme con el comandante del Primer Cuerpo, y todo quedó arreglado. Ordené asimismo al Segundo Cuerpo [Teniente Coronel Ayala] en Toledo, el envío de uno de sus regimientos a Francia. El día 6 dicté las órdenes para la iniciación de las acciones sobre Campo Aceval, a partir del 8. El mismo día, a pedido del comandante del Tercer Cuerpo, se realizó en Gondra el previsto salto atrás, para reforzar la acción de ese lado, hacia el norte. El 7 el enemigo chocó contra la nueva posición de Gondra y sufrió muchas bajas. El 9 partí a las 4 horas para Francia y Falcón, a fin de apresurar los preparativos y enterarme de todo. Prosperaban en buenas condiciones aquel día nuestros ataques en Campo Aceval y sobre el camino a Zenteno, donde obligamos a los puestos avanzados enemigos a replegarse sobre su posición principal. En Herrera también atacamos con éxito. El 10, tras enérgicos asaltos, conquistamos algunas posiciones enemigas de Gondra, Campo Aceval y Herrera. Esto sin duda contribuyó a desorientar 99 grandemente al enemigo respecto a nuestra intención real. Aquel mismo día ordené que se iniciara al día siguiente, 11, la maniobra de Pampa Grande y Pozo Favorito. Mi visita a Francia y a Falcón me fue muy provechosa, porque me permitió notar algún aflojamiento en los magníficos bríos ofensivos de los primeros meses, especialmente en ciertas unidades, y entonces resolví tomar el mando directo del frente Pampa Grande-FaIcón, para impulsar la acción más vigorosamente. Regresé rápidamente al Gran Cuartel General de Villa Militar, y al día siguiente, 11, fecha de la iniciación de las maniobras, instalé mi P.C. de combate de Francia. Visité en el día a todos los comandantes de divisiones y regimientos en sus puestos de combate, y noté que renacían entusiasmos promisorios en todas partes. A las 15:15 horas yo estaba instalado de regreso de la inspección, en mi P.C. de Francia. El mismo día 11, un audaz comandante [Capitán Osvaldo Ortiz] de uno de los batallones que atacaban sobre el camino de Francia a Zenteno, consiguió deslizarse por el este e infiltrarse sobre el camino detrás de las posiciones enemigas. En Pampa Grande y Favorito, las maniobras proseguían bien. El 12 recibí un parte por radio del comandante de las tropas de maniobra de Pampa Grande [Teniente Coronel José A. Ortiz], anunciándome que desde las 6:30 horas había interceptado el camino enemigo hacia Zenteno. Aquel día reinaba una calma significativa en el campo boliviano, en todos los frentes no atacados. Era un indicio claro de que habíamos logrado ganar en el tiempo al enemigo, el cual preparaba sus contramedidas; en otras palabras, la iniciativa, por el momento, estaba en nuestras manos. El 13 reforcé la tropa de incursión de Pampa Grande y cerramos fuertemente el camino enemigo, preparando un nuevo frente hacia el sur. En Campo Aceval ganamos un buen trecho con nuestros ataques. El 14 encerramos al enemigo de Pozo Favorito. El mismo día nuestras tropas de incursión de Pampa Grande recibieron un rudo ataque del lado exterior, y se entabló una lucha extraordinariamente encarnizada, que duró todo el día. Del lado interior también atacaron los bolivianos para despejar su camino. Los paraguayos resistieron admirablemente, pero la jornada de ese día, de espantoso calor, fue sumamente dura, y por la noche el comandante paraguayo me propuso replegarse a su base. Como casi siempre en estos casos, la radio de nuestras tropas de 100 incursión sufrió una descompostura y dejó de funcionar. Intervine con la mayor rapidez posible para disponer el envío de más refuerzos y agua, echando mano hasta de los ordenanzas y enfermeros, tomados en donde se los encontraba, e impartí las órdenes más terminantes en el sentido de que se mantuviera cerrado a toda costa el camino enemigo. Esa noche nadie tuvo un minuto de descanso. Durante todo el día varios aviones bolivianos habían arrojado bolsas de coca a los cercados de Pampa Grande. El día 15, desde el amanecer, nuestras tropas atacaron en todas partes, y provocaron el desenlace, tanto para las fuerzas cercadas de Pampa Grande como para las de Pozo Favorito, casi simultáneamente. A las 9 horas de dicho día, una escuadra del regimiento Loa se pasó a nuestras filas en Pampa Grande. A las 9:30 horas un oficial parlamentario de Pozo Favorito se presentó a nuestras líneas, pidiendo, en nombre de sus compañeros, condiciones para rendirse. A las 12 horas el Tte. Cnel. González Quint hizo lo propio en Pampa Grande, y el Comando local paraguayo, previa autorización de mi parte, firmó con él un documento de rendición, A las 12:10 fracciones de los regimientos Lanza 5 de caballería y 18 de infantería, se rindieron en Pozo Favorito, con cuatro oficiales y 250 de tropa. A las 14:20 horas, se rendían en Pampa Grande los regimientos Loa y Ballivián, con 18 jefes y oficiales y 600 de tropa. En toda la tarde de la rendición los aviones bolivianos arrojaron provisiones en Pampa Grande, que fueron muy oportunas para amortiguar el hambre de nuestros propios soldados. El día 16 prosiguieron nuestras maniobras contra las tropas enemigas que concurrieron en auxilio de los cercados en Pampa Grande y Pozo Favorito, buscando realizar nuestra intención de cerrar una tenaza sobre dichos puntos, detrás de las tropas enemigas que defendían el camino Francia-Zenteno. Pero en el terreno difícil del Chaco las maniobras de este género resultaban sumamente trabajosas y lentas, y el enemigo siempre disponía de tiempo para eludir la persecución. El día 17 el enemigo se replegó en Pampa Grande, e hizo otro tanto sobre el camino a Zenteno, para sustraerse a la mordedura de nuestra tenaza. También en Campo Aceval los bolivianos emprendieron un nuevo repliegue. En dichos sectores nuestras tropas tenían que hacer la persecución en las arduas condiciones que imponía la naturaleza del terreno. 101 Con el repliegue de los bolivianos que defendían el camino Francia-Zenteno y dada la forma que tomaba la línea general de defensa del enemigo, más las dificultades del terreno, que retardaban grandemente nuestros movimientos, consideré irrealizable, por entonces, el proyectado cierre de nuestra tenaza sobre el camino a Zenteno. El día 18 regresé al Gran Cuartel General de Villa Militar, con la intención de preparar la continuación de la ofensiva, para cuyo efecto trataría de obtener la autorización correspondiente, apoyándome en nuestro reciente éxito inicial. A raíz de estas acciones el gobierno nacional me ascendió al grado de General de Brigada. Para ganar tiempo en los preparativos, especialmente en la orientación espiritual de los subordinados hacia la continuación de la ofensiva, dejé algunas instrucciones al comandante del Primer Cuerpo, en Francia, y cité en rendez-vous al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Juan B. Ayala] en el Gran Cuartel General y al del Tercero [Coronel Luis Irrazábal] en Guaraní. Y como la amplitud de la próxima operación sería mucho mayor, alerté a Bahía Negra [Coronel Nicolás Delgado] para el caso de que se le llamara también a colaborar. Al propio tiempo, ordené al destacamento del Pilcomayo [Mayor (R.) Plácido Jara], que cubría la región ribereña de dicho río, que emprendiera la marcha hacia Nanawa. El 19 prosiguieron nuestros avances de lenta persecución. El día 20 el enemigo del sector de Pozo Favorito se substrajo a un nuevo envolvimiento, y dejó en nuestro poder sus parques, intendencias, sanidad y numerosos prisioneros. Aquel mismo día, a las 10 horas, se realizó mi entrevista con el comandante del Tercer Cuerpo en Guaraní, punto situado sobre el nuevo camino de Villa Militar a Nanawa. A las 16 horas yo estaba de regreso al Gran Cuartel General de Villa Militar. Para el 23 de setiembre el enemigo nos presentaba una línea continua de posiciones en casi todos los sectores, con la que establecimos estrecho contacto. Con la serie de acciones de los quince días precedentes, habíamos logrado nuestro objetivo principal, que era la supresión de la cuña de Campo Aceval (Rancho Ocho) y la destrucción de importantes efectivos enemigos; y sobre todo habíamos retemplado la iniciativa y el espíritu ofensivo de nuestras tropas, un tanto adormecidos con los nueve meses de defensiva. Por vía de breve descanso, que bien merecían nuestras tropas, dimos un fuerte impulso a la reorganización y al reabastecimiento general de las unidades con vistas a las próximas operaciones. 102 El Comando enemigo quedó muy afectado por el contraste de Pampa Grande y Pozo Favorito, pero trató de aparentar calma en un comunicado en que decía que sólo se trataba de “una de tantas contingencias de la guerra, de escasa importancia". Pampa Grande y Pozo Favorito, sin embargo, eran acciones llamadas a tener una trascendencia considerable, táctica y estratégicamente, pues, servirían de punto de partida a operaciones que culminarían con el colapso del ejército boliviano. En mi entrevista con el comandante del Tercer Cuerpo [Coronel IrrazábaI] en Guaraní, quedó resuelto, como una de las acciones previas a cargo de dicho cuerpo, asestar un golpe a las tropas enemigas que cubrían el sector de Pirizal. En consecuencia, el día 27 de setiembre se inició la maniobra de la división paraguaya de aquel sector, la que logró interceptar el camino de retirada del enemigo, el cual, desde ese momento, se halló en la imposibilidad de abastecerse. Pero, con sorpresa para todos y por motivos hasta ahora no explicados suficientemente, el mando divisionario local paraguayo [Teniente Coronel Arturo Bray], por propia iniciativa, ordenó al día siguiente, 28, que sus tropas de incursión sobre el camino enemigo se replegaran a su base. De este modo se malogró una acción que parecía de resultado seguro y que en aquella oportunidad nos hubiera reportado un beneficio positivo, desde el punto de vista general. El 29 solicité una entrevista con el presidente, a fin de recabar de él la autorización de continuar la ofensiva y a cuyo efecto yo tenía ya preparado mi plan. El lector observará que nuestros preparativos proseguían activamente, aprovechando la calma relativa de aquellos días, en la confianza de obtener aquella autorización. El 3 de octubre llegó el presidente al Gran Cuartel General. Consideramos con él diversas hipótesis. Una de ellas consistía en una irrupción en dirección a Platanillos y luego sobre Ballivián. Pero esta operación sólo llevaría a la posesión de puntos geográficos y a lo sumo podría tener alguna repercusión política. Por otro lado, para realizarla, no disponíamos ni de tropas suficientes ni de los medios de transporte necesarios. Pasamos, pues, a examinar otro proyecto, al que yo desde luego estaba resueltamente atenido, y que consistía, en resumen: en un envolvimiento, en su primera fase, del ala norte del dispositivo enemigo, que se realizaría con el mayor número posible de tropas, acompañado de una irrupción al norte de Campo Aceval o de una ruptura en la saliente de Gondra, para completar con rapidez el envolvimiento; y en su segunda fase, accionando siempre por la derecha, llegar a Muñoz antes que pudiera concurrir el enemigo del frente de Nanawa. 103 El 4 de octubre el presidente dió su aprobación a este último plan y regresó a Asunción con un memorandum de nuestras necesidades para la batalla proyectada; entre nuestros pedidos figuraban especialmente camiones. Ante la restricción aparente de las operaciones y su división en dos fases, a más de un lector se le puede ocurrir la pregunta de porqué el plan consideraba solamente la destrucción de una parte del frente enemigo y no del total de una vez, realizando un doble envolvimiento -no uno solo-, por el norte y por el sur, es decir, por Francia y por Nanawa al propio tiempo. Las razones eran siempre las mismas: medios de transporte y efectivos insuficientes. Pero la restricción aparente del plan no consistía en realidad sino en una adaptación de la misión de nuestro ejército a sus posibilidades, sin dejar de contemplar por eso la destrucción de la totalidad de las fuerzas enemigas. Además, debíamos esgrimir como instrumento principal la rapidez, para sorprender al Comando boliviano. Yo acariciaba la idea -y la mantuve durante todo el desarrollo de la batalla- de lanzar a toda velocidad el mayor número de tropas, disponibles directamente sobre Muñoz, una vez aseguradas las primeras ventajas de nuestro esfuerzo principal, que era el envolvimiento por el oeste, operación que dependería exclusivamente de los camiones que figuraban en el memorandum entregado al presidente, los que no llegaron oportunamente, a pesar de la duración de la batalla. Apenas regresó el presidente, después de autorizar la ejecución de mi plan, imprimí a nuestros preparativos la máxima celeridad y amplitud posibles. Como yo confiaba en que nos acercaríamos a la paz, tan anhelada por nosotros los paraguayos, si se lograba realizar el plan integralmente -lo que no me parecía dudoso- decidí empeñar en la acción todos nuestros recursos. En aquellos días, el destacamento del Pilcomayo [Mayor P. Jara], fuerte de un millar de hombres, llegó a Nanawa después de doce días de marcha fatigosísima a campo traviesa, por un desierto desconocido. De Toledo transportamos la artillería y dos regimientos del Segundo Cuerpo. De Bahía Negra trajimos miI hombres, y de Asunción, todas las fuerzas armadas de la policía, que no alcanzaban al miliar. Reuní finalmente todas las unidades de Zapadores que trabajaban en el mejoramiento y conservación de los caminos. 104 El 6 de octubre celebré en Puerto Casado una entrevista con el comandante de Bahía Negra [Coronel Delgado], llegado para tal efecto en avión. El día 12 recorrí personalmente los sectores de Campo Aceval, Gondra y Nanawa. El 15 realicé una inspección a los sectores de Falcón y Francia. De esta manera explicaba a todos los comandantes interesados, detalladamente, mis intenciones. Ese mismo día, a las 17 horas, regresé al Gran Cuartel General, en Villa Militar. El 16 reorganicé nuestra Reserva General en Falcón [Teniente Coronel Eduardo Torreani Viera], tres regimientos y un batallón de zapadores. El 18, a las 6 horas, partí nuevamente para Falcón, donde quedó instalado mi P.C. de combate desde las 18 horas de aquel día. El 19 hice una rápida recorrida de inspección de la línea desde Pampa Grande hasta Campo Aceval. Todos los preparativos tocaban por entonces a su término. El día 20 impartí la orden general para la batalla, que debería empezar el 22. A propósito de dicha orden,11 deseo hacer algunas aclaraciones al lector. La orden se dictó sobre la base de un conocimiento incompleto de las redes de caminos entonces existentes: no teníamos ningún croquis perfecto del Chaco. Además, ella hubo de ser modificada en el curso de las operaciones, porque la prevista reacción del adversario no se produjo en el sentido que yo anticipaba y que me llevó a dividir las operaciones en dos etapas. Siempre cabe presumir que el enemigo reaccione dentro del marco de una lógica en cierto modo rígida; pero en el caso de la batalla de Zenteno, aquel procedió de modo muy diferente al que presumíamos, y empeoró su situación para ventaja nuestra. No hubo, pues, necesidad de dividir las operaciones en dos fases, porque mediante una sola acción se pudo llegar al mismo resultado. Confírmase aquí la conocida regla de que las órdenes de este género sólo deben contener prescripciones para la parte inicial de la batalla, por la imposibilidad de prever la reacción que se producirá en el campo enemigo, reacción que ha de servir para modificar sucesivamente el procedimiento que debe adoptarse en la consecución del objetivo buscado. El día 21 ordené la postergación de la iniciación de la batalla para el 23, a pedido del comandante del Tercer Cuerpo [Coronel IrrazábaI] El 22 todo estaba listo. Reinaban entonces confianza y entusiasmo en todas partes. 11 Omito la transcripción de este documento porque su publicación textual correspondería más bien a una historia puramente militar de la guerra. 105 C A P I T U L 0 IX LA BATALLA DE ZENTENO Y LA RENDICION DE CAMPO VIA (De octubre 22 a diciembre 11 de 1933) Estábamos por empeñar virtualmente la totalidad de nuestras fuerzas. En los demás sectores no quedarían sino pequeños destacamentos. Era aconsejable, pues, que yo dirigiera muy de cerca el desarrollo de las operaciones para poder intervenir con más oportunidad en los casos necesarios. Por eso instalé mi P.C. cerca de la línea, en Falcón. El día 23, a la hora H, comenzaron los ataques en toda la línea, desde Pampa Grande hasta Nanawa, sobre un frente de cerca de setenta kilómetros. Sólo la aviación paraguaya estaba ausente de aquel duelo memorable, porque no teníamos aviones. Ese día obligamos al enemigo a replegarse sobre su posición principal en toda la línea. El 24, las tropas paraguayas que accionaban en el frente norte de Campo Aceval avanzaron ocho kilómetros, con escasa resistencia por parte del enemigo. En el sector de Francia, conquistamos toda la primera posición enemiga. El 25, nuestra ala derecha de Francia [D. 7, Teniente Coronel Ortiz] progresó hasta el kílómetro 10 hacia Zenteno. Ganamos igualmente terreno en Pozo Favorito [D.8, Teniente Coronel Félix Cabrera]. En el frente del norte de Campo Aceval avanzamos un kilómetro, donde chocamos con una línea continua, que no pudimos forzar. En Pirizal nos apoderamos de un reducto enemigo. El día 26 ocupamos la primera posición enemiga de Pozo Favorito. El 27 obligamos al enemigo a un repliegue en su extrema ala derecha (sector de Charata o Alihuatá Viejo). Ganamos terreno en Favorito. Comprobamos en aquella oportunidad que estábamos en contacto, con una poderosa posición defensiva del enemigo, más o menos continua desde Charata hasta Nanawa. Ese mismo día 27 rechazamos un fuerte ataque enemigo en el fortín Galpón, al norte de Bahía Negra. Causamos a los bolivianos grandes bajas y pérdidas en armas y elementos. Aquel ataque fue el único emprendido por el enemigo en ese sector 106 Grupo de artillería Puesto de observación: Sector Alihuatá durante todo el año 1933, a pesar de los cuantiosos elementos con que contaba en la región. El 28, entre Nanawa y Pirizal [Teniente Coronel Fernández], tomamos por asalto la primera posición enemiga en un frente de tres kilómetros, y avanzamos cuatro kilómetros en profundidad. En el sector de Pampa Grande prosperaban bien nuestros ataques. Con la comprobación de que nos hallábamos frente a una línea enemiga más o menos continua, comenzamos desde el día 28 a cambiar la dosificación de nuestras fuerzas. Como éramos detenidos en el sector norte de Campo Aceval, contrariamente a lo que suponíamos -puesto que chocábamos con una poderosa posición organizada cuya existencia ignorábamos-, saqué tropas de ese frente y las hice transportar a Favorito. El lector se dará cuenta de que hasta aquel día atacábamos con igual energía en todos los sectores comprometidos. Era mi intención llevar al enemigo hasta donde él hubiese decidido establecer su línea definitiva de defensa, y ocultar, al propio tiempo, la verdadera dirección de nuestra acción principal. En el terreno en que luchábamos no era posible, desde luego, intentar ninguna maniobra de envolvimiento contra un enemigo en retroceso. El día 29 se trabajó en todos los sectores para organizar mejor el enlace lateral entre las unidades atacantes, abriendo caminos (picadas) de circulación. El 30 un ataque nuestro en el sector de Favorito introdujo una cuña de dos kilómetros de ancho, que alcanzó hasta la tercera línea enemiga; y en nuestra extrema ala derecha, avanzamos hacia Charata. El 31, a consecuencia de estos ataques, el enemigo que defendía el camino Francia-Zenteno se replegó. En el sector de nuestro ataque entre Nanawa y Pirizal avanzamos un kilómetro. Aquel mismo día rechazamos un ataque enemigo en el sector de Toledo, sobre nuestras posiciones adelantadas del kilómetro 10 hacia Corrales, y continuamos la persecución hasta el kilómetro 16. El 12 de noviembre el enemigo presionó fuertemente sobre nuestras avanzadas del kilómetro 53, de Herrera hacia Platanillos. Ese mismo día 12 recibí un parte de Bahía Negra con el anuncio de que el enemigo se había apoderado -de nuestro puesto Coronel Bogado. La noticia, aunque de cierta importancia, me produjo poca preocupación. Indudablemente que en aquel lejano sector contábamos con muy pocas tropas, pero el recorrido de algo menos 107 de 200 kilómetros, que separaba a Coronel Bogado de Bahía Negra, era de los más dificultosos por la naturaleza del terreno; y siempre tendríamos tiempo para concurrir con fuerzas adicionales oportunamente. Empleamos los tres primeros días del mes de noviembre en preparar una nueva serie de acciones locales, en busca siempre de la posición definitiva de la defensa enemiga, y en perfeccionar el enlace de nuestras tropas. El día 4 reanudamos nuestro ataque en Favorito, ensanchando la cuña abierta en el dispositivo enemigo, y avanzamos 800 metros más. En Herrera se replegó el enemigo. El 5, en el sector de Pampa Grande [D.7, Teniente Coronel Ortiz], atacamos y rompimos las tres líneas enemigas de la primera posición, y capturamos prisioneros y armas. Nuevo repliegue del enemigo en Favorito. A las 24 horas de aquel día se produjeron otros repliegues enemigos en nuestra extrema ala derecha, a consecuencia de la ruptura de su línea del sector de Pampa Grande. El 6, como resultado de los repliegues de la extrema derecha y del sector de Favorito, el enemigo se replegó igualmente en el sector del camino FranciaZenteno, y dejó en nuestro poder sus posiciones, en un frente de once kiIómetros. En todo aquel día apenas pudimos avanzar tres kilómetros en dicho sector de repliegue; las dificultades del terreno, cubierto por un bosque enmarañado, imposibilitaban toda persecución eficaz. En el curso de los días sucesivos tratamos de establecer nuevamente contacto con el enemigo, y preparamos otras acciones. Por fin, esta vez tuvimos la impresión de que las nuevas posiciones enemigas de defensa eran definitivas; y como ya nos habíamos aproximado suficientemente a Charata, desde donde, según nuestras informaciones, existía un camino hacia Saavedra o Muñoz, me pareció que se acercaba el momento de iniciar nuestra maniobra de envolvimiento. Por consiguiente, ordené el transporte de más tropas sacadas de Favorito y del frente de más al sur, hacia nuestra extrema ala derecha. El día 11 ordené al comandante de Toledo [D. 6, Coronel Alfredo Mena] que enviara un regimiento más a Francia, y continuamos los desplazamientos hacia nuestra ala derecha. Aquel mismo día emprendimos un asalto en Pirizal [R.C., Mayor Juan Cáceres, de Ia D.4a.] y nos apoderamos de la nueva posición enemiga en un frente de 800 metros. 108 Comenzaba yo por entonces a comprobar claramente la bondad del procedimiento que adoptábamos, consistente en ataques continuados, casi ininterrumpidos, sobre el extenso frente, que se prolongaba desde algo más al oeste de Charata hasta Nanawa. El enemigo, en efecto, después de emplear todas sus reservas, que era lo que buscábamos, empezaba a debilitar sus líneas acá y allá, con el fin de transportar apresuradamente las fracciones de tropas así obtenidas para reforzar los puntos que en un momento dado eran más fuertemente atacados por nosotros. El Comando de Nanawa [Coronel IrrazábaI] me hizo notar el debilitamiento de la línea enemiga en la parte sur de su frente, y me pidió, con feliz iniciativa, autorización para atacar. En corta conversación telefónica todo quedó arreglado para un ataque inmediato. El día 12, a las 2 horas, los nuestros asaltaban y rompían la primera línea enemiga al sur de Nanawa, en un frente de mil metros. Avanzaron rápidamente unos 800 metros y dejaron muy comprometida la situación de una de las unidades de la extrema ala derecha boliviana. El 13, al aclarar, en nuevos asaltos, nos apoderamos de las otras líneas de la posición enemiga, y después de cortar al regimiento boliviano Nº 16, lo rodeamos con gran rapidez. A las 15 horas del mismo día, el mencionado regimiento se rindió con once jefes y oficiales y 413 de tropa. Cayeron igualmente en nuestro poder treinta ametralladoras, un millón de cartuchos de infantería, etc. Como resultado de esta acción pasaron a nuestras manos diez kilómetros de posiciones enemigas, en el extremo sur de su dispositivo. Con Ia operación antedicha, alejábamos el peligro que nos amagaba del lado sur de Nanawa, y nosotros, por nuestra parte, amenazábamos con otro desbordamiento a la otra ala enemiga. Creábamos así una situación molesta al Comando boliviano, porque le obligábamos a llevar más tropas hacia el punto comprometido. Al día siguiente, 14, avanzamos en franco desbordamiento hasta ocho kilómetros al suroeste de Nanawa. En el sector de Herrera, nuestras patrullas llegaban hasta el kilómetro 63 en dirección a Platanillos, sin encontrar enemigos, hecho demostrativo de que el General Kundt transportaba sus tropas de ese sector hacia el teatro de la acción principal. Tuve entonces la impresión de una mayor seguridad por ese lado. El día 15, nuestra extrema ala derecha, en vigoroso empuje, avanzó unos 1.500 metros. En Favorito y en Campo Aceval el enemigo se replegó, y avanzamos hasta tres kilómetros en un frente de quince kilómetros, manteniendo el contacto, a 109 Saavedra incendiada y capturada Cae Zenteno: Se iza la bandera pesar de las enormes dificultades del terreno boscoso. En Nanawa nuevas tropas enemigas se opusieron tenazmente a nuestro desbordamiento y nos detuvieron. El 16 el enemigo se replegó algo más en Favorito y Pozo Charcas; pero retomamos estrecho contacto en todas partes. En el sur recuperamos el fortín Mariscal López, donde el enemigo dejó en nuestro poder muchos elementos y municiones. El 17 los bolivianos abandonaron en nuestro poder el puesto F, de su extrema ala izquierda, desde donde habían vigilado nuestros movimientos. Esta serie de acciones nos llevó a ponernos en contacto con otra línea continua más poderosamente organizada que la anterior, pero la escasa artillería con que contábamos era incapaz de quebrantarla. Esta era la tercera y última posición de defensa enemiga. Por nuestra parte, llegaba así el momento de pasar a la maniobra proyectada, lo más rápidamente posible. En los días siguientes nos ocupamos de la consolidación de las nuevas posiciones, de los enlaces laterales y del desplazamiento de más tropas hacia nuestra derecha. Dimos así algún descanso a las tropas y tomamos las últimas disposiciones. Con las tropas enemigas fuertemente amarradas sobre su última línea de defensa, y luego de transportar nuestras reservas sobre nuestra extrema ala derecha, de conformidad con nuestro plan, colocábamos al General Kundt en la más patética alternativa de su carrera. El presidente Salamanca le había aconsejado poco antes, desde La Paz, la conveniencia de retirarse de Alihuatá (Zenteno). El General Kundt no quiso prestarle oído; y ahora que podía comprobar la prudencia de aquella sugestión, era demasiado. tarde. No le quedaba al jefe enemigo otro recurso que permanecer fiel a sí mismo y aferrarse al terreno en que se encontraban sus tropas. La lógica inexorable de su situación hacía que tanto una retirada como una resistencia condujeran por igual a una catástrofe irreparable. El día 25 a las 22 horas llegó al Gran Cuartel General de Villa Militar una delegación de la Liga de las Naciones, encabezada por el Sr. Alvarez del Vayo. Después de señalar a los miembros de la misma sus respectivos alojamientos, les invité a pasar a la mesa. En el curso de la comida hablamos de generalidades. Recuerdo que, entre otras cosas, dije al Sr. Alvarez del Vayo que los paraguayos éramos soldados 110 de la Liga de las Naciones y que desde hacía más de un año luchábamos por el imperio de los principios de aquella institución. Al día siguiente, a las 9 horas, me entrevisté nuevamente con todos los miembros de la delegación para establecer el programa de las visitas que pensaban realizar. El Sr. Alvarez del Vayo y los demás miembros civiles visitarían las Colonias Mennonitas y regresarían por Puerto Casado. Los miembros militares irían al frente de operaciones de Francia y de Nanawa y desde este último punto se dirigirían a la capital en avión. Encuentro en mi diario de guerra la siguiente anotación del día 26: Durante las conversaciones que he tenido con los miembros de la comisión de la Liga de las Naciones, he hecho resaltar claramente nuestra decisión inquebrantable de continuar la guerra, en la seguridad de aplastar al enemigo, y que nuestro pueblo en armas no aceptaría discusión sobre el litoral del río Paraguay. El General Freydenberg, delegado francés, un poco sorprendido por el aplomo con que yo hablaba del aplastamiento del enemigo, me dijo que la guerra tenía sus mudanzas y que no se podían predecir con exactitud todas las contingencias. Pero mi fe en el inminente descalabro del enemigo era tan profunda, que le respondí: "No lo dude Ud., General; la destrucción del ejército boliviano es una operación matemática". Volviendo a las operaciones militares. El día 27 el enemigo rectificaba su línea en su ala izquierda y dejaba en nuestro poder un frente de cuatro kilómetros de posiciones poderosamente organizadas con alambradas de púas. En aquellos días hizo crisis un hecho insólito en el Comando subordinado paraguayo del sector de Francia. Habíamos ya reunido todo cuanto podíamos en hombres y material en nuestra ala derecha, de acuerdo con nuestro plan. Correspondía, por lo tanto, según anoté más arriba, desencadenar la acción, realizar la maniobra decisiva. Pero en este momento crucial se interpuso en nuestro camino una dificultad tan poderosa como inesperada: el comandante de nuestro Primer Cuerpo, con pretextos que se renovaban de día a día, expresaba no estar aún en condiciones de iniciar el movimiento, a pesar de que todo lo tenía a mano y que todas las circunstancias concurrían a favorecerle. El día 28 fui personalmente al P.C. del comandante del Primer Cuerpo [Coronel Juan B. Ayala], en Francia, para recalcarle la necesidad de urgir la maniobra. 111 Pero el 29 y el 30 continuaban los pretextos. El 12 de diciembre todos los ejecutantes, que estaban listos desde varios días atrás, empezaron a dar señales de haber perdido confianza en el comandante del cuerpo. El 2 de diciembre terminaron los estudios que ordené en Campo Aceval y en Gondra sobre la posibilidad de una acción de ruptura, en combinación con la maniobra de desbordamiento, pero el comandante del Primer Cuerpo persistía en sus dilaciones. Esto me llevó finalmente a la convicción de que se trataba de un caso de desfallecimiento o de temor a la responsabilidad, incompatible con la situación del momento. El día 3, a las 5 horas, partí para Francia desde mi P.C. de combate de Falcón, llegando allá a las 8 horas, y comuniqué personalmente al comandante interesado que, desde ese momento, yo me hacía cargo directamente del Comando del Primer Cuerpo. Minutos después notifiqué esta resolución a los ejecutantes, y salí sin demora a realizar una visita de inspección a todo el frente a cargo del Cuerpo. En un P.C. de nuestra extrema ala derecha [D.7, Teniente Coronel Ortiz], reuní a los comandantes inmediatamente subordinados; reorganicé ligeramente dichos comandos y ordené que se iniciara la maniobra aquel mismo día. Habiendo resuelto optar por la ruptura de la línea enemiga en la saliente de Gondra, llamé a una entrevista al comandante del Tercer Cuerpo y al comandante de la división de Gondra [D.I, Teniente Coronel Franco], para el día siguiente, 4, con el objeto de darles instrucciones personalmente. A las 10:20 horas del día 4, mis tropas de envolvimiento empujaban victoriosamente y con gran vigor a las fracciones enemigas que se les oponían, esbozando ya netamente dicho envolvimiento. Ese mismo día, a las 8 horas, tenía lugar, en el kilómetro 39 de Falcón hacia Rancho Ocho, mi entrevista con los comandantes interesados. Después de darles a conocer pormenorizada mente mis intenciones, les dejé la siguiente orden particular Nº 69: 1 - Del conjunto de informaciones se deduce que el enemigo habría debilitado considerablemente los efectivos de defensa en el Sector Gondra. El Primer Cuerpo de Ejército prosigue con éxito su maniobra de envolvimiento por el ala izquierda (oeste) del enemigo. 112 11 - El Tercer Cuerpo de Ejército, con las tropas del sector Gondra, debidamente reforzadas, atacará vigorosamente, a fin de romper la línea defensiva y tratar de llegar a interceptar el camino de Zenteno a Saavedra y tomar enlace con el Primer Cuerpo de Ejército sobre dicho camino, etc. A Ias 17 horas de aquel día me hallaba de regreso en mi P.C. de Francia. Enormes dificultades causaban a nuestros transportes las lluvias torrenciales de aquellos días. A las 21 horas del día 4, un parte de mis tropas de maniobra daba cuenta de haberse interceptado el camino de Zenteno a Pavón, desde la mañana. El día 5, un destacamento enemigo presionó violentamente desde Puesto F, situado a mi extrema derecha, con la evidente intención de detener nuestra maniobra de desbordamiento. De inmediato transporté uno de los regimientos de mi reserva local [R.I.10, Mayor José M. Casal], con la orden de reunirse a la unidad empleada en dicho punto [Mayor Nicolás Korsakoff] y tratar de destruir al destacamento enemigo. Los caminos abiertos recientemente en el bosque se habían vuelto horribles con las lluvias, que seguían cayendo. Los preparativos en Gondra continuaban activamente, así como en Campo Aceval y Favorito, para acciones secundarias. El día 6, desde las 13 horas, mis tropas de maniobra interceptaron el camino de Zenteno a Saavedra. El mismo día se interceptó el camino secundario de Zenteno a Pozo Negro; restaba, pues, un solo camino para el escurrimiento de las tropas enemigas, que era el que conducía por Pozo del Encanto a Puesto Mayor y Campo Vía. Por la mañana de aquel mismo día 6 yo había ordenado que la división de maniobra tratara de ganar el cañadón 31, por donde podrían circular elementos enemigos. A las 17 horas nos apoderamos fácilmente de toda la posición enemiga del frente de Favorito. A las 18 horas los bolivianos replegaban su ala izquierda. A las 19, el repliegue se extendió hasta Campo Aceval. A las 20 horas un parte de nuestro Tercer Cuerpo daba cuenta de que todo estaba listo en Gondra para accionar al día siguiente. 113 El día 7, a la 1, nuestras tropas entraban en Charata. Al aclarar ese mismo día, en magnífico asalto, nuestra Primera División de Gondra rompió las líneas enemigas y avanzó con rapidez por la Picada Velilla, en cumplimiento de su misión, capturando prisioneros, armas y elementos diversos. Una tempestad de viento interrumpió nuestros enlaces telefónicos hasta casi medio día. Lo propio habría ocurrido al enemigo para que, hasta las 10:30 horas, varios aviones bolivianos arrojaran una porción de bombas sobre sus propias tropas en movimiento de repliegue. Como nuestras fuerzas mantenían contacto desde el día anterior, 6, con una tropa enemiga a unos siete kilómetros de Zenteno hacia Saavedra, y teniendo a mano varias unidades libres, ordené una nueva maniobra, en superposición a la primera, para cortar también de su base a esta tropa enemiga en contacto. La orden disponía que la nueva intercepción del camino de Zenteno a Saavedra fuera a la altura de la boca de la Picada Velilla, a fin de tomar enlace con la Primera División, que accionaba desde Gondra. El mismo día 7, el enemigo que presionaba en Puesto F, fuerte de 400 hombres, era aniquilado por los nuestros, los que capturaron un gran número de soldados prisioneros. Desde aquel, día quedaba el camino abierto de ese lado y, como siempre, con angustia reprimida, debíamos resignarnos a perder esta ventaja excepcionalmente favorable, por la eterna cuestión de la falta de medios de movilidad. Es fácil imaginar lo que hubiera ocurrido si, de inmediato, los dos regimientos que operaban en el lugar, más dos divisiones que en ese momento estaban ya libres, fueran transportadas en camiones hacia Muñoz. Aquel día de tan importantes acontecimientos, supimos, por un dato precioso, el estado de ánimo -y de nervios- que reinaba en el campo del enemigo. El Cnel. Banzer, comandante de una de las divisiones enemigas en repliegue, la Novena, dirigió un mensaje por radio al General Kundt, en lengua quechua, avisándole que la clave se le quemó por descuido y que se hallaba cortado de la Cuarta División, también en repliegue. La respuesta que le dio el General Kundt fue todavía más elocuente. Le dijo: "Proceda según su situación". Así el General en Jefe enemigo abandonaba el mando, precisamente cuando más se lo necesitaba, cayendo en una especie de fatalismo desesperado. A las 24 horas nos apoderamos de Alihuatá (Zenteno). Al día siguiente, 8, no obstante el inconveniente de la falta de camiones, ordené a la Octava División [Teniente Coronel Félix Cabrera] -una de nuestras divisiones libres- que marchara a pie por Charata hacia Puesto Sosa y Muñoz. 114 Aquel día escribí en mi diario de guerra: Es de lamentar una vez más la falta de medios suficientes de movilidad, que nos hubieran posibilitado la destrucción completa del ejército enemigo, al permitirnos transportar con rapidez y abastecer a las tropas que dirigimos en estos momentos por la derecha hacia el oeste, para interceptar el camino o los caminos de Saavedra a Muñoz. A las 22 horas de ese mismo día 8 el comandante del Tercer Cuerpo daba parte de que el enemigo se replegaba en todo el frente de Nanawa, en dirección a Samaklay. Al día siguiente, 9, ante la noticia de que el Cnel. Peñaranda, comandante del Primer Cuerpo boliviano que teníamos rodeado, marchaba con refuerzos por el camino Saavedra-Zenteno para abrirse paso y auxiliar a sus tropas en derrota, ordené que nuestra Sexta División [Teniente Coronel Vicente Machuca] -se dirigiera a marchas forzadas por Puesto Pabón para interceptar el camino SaavedraZenteno, detrás de Peñaranda, a la altura del Kilómetro Siete de Saavedra. Era el tercer cierre de dicho camino, en ejecución. Parece que el Cnel. Peñaranda estaba dentro del cerco cuando se produjo este nuevo cierre, pero pudo escapar personalmente con su Estado Mayor abriendo senderos en el bosque. A las 18:30 horas un telegrama del enemigo cercado nos hizo saber que atacaría en Campo Vía la línea tendida por nuestra Primera División, para tratar de abrirse paso hacia el sur. Como era natural, tomamos todas las precauciones posibles. A las 22:30 horas, un parte de nuestra tropa de maniobra me enteraba que ya estaba sobre el camino Zenteno-Saavedra, a la altura del kilómetro 16-17 de Zenteno, es decir, casi matemáticamente a la altura ordenada, que era la boca de la Picada Velilla. De inmediato se buscó enlace con la Primera División hacía Campo Vía. Al desembocar esta tropa [C.1, Mayor Alfredo Ramos y C.3, Mayor José del Rosario Lezcano] sobre el camino Zenteno-Saavedra, dio casualmente en el mismo lugar con dos carros de asalto bolivianos. Uno de ellos estaba atascado en un charco. Los ocupantes de los carros pretendieron defenderse, pero los nuestros les atacaron con machetes y les obligaron a encerrarse dentro de sus vehículos. Se rindieron momentos después. El día 10, a las 8 horas, dicté a mis comandos subordinados el texto de la intimación de rendición que presentarían al Comando enemigo, dondequiera que 115 éste se hallase. Aquel día ejercí la más enérgica acción personal para establecer, con máxima rapidez, el enlace de las unidades de maniobra de la Primera División que se aprestaban a recibir el anunciado ataque enemigo. A las 9:30 horas, lancé al espacio por radio un parte abierto, en que afirmaba tener encerradas a las divisiones bolivianas Cuarta y Novena en un "triple cerco". Mi intención era dejar a estas divisiones poca esperanza de salvación, si bien no se había establecido aún ningún enlace entre nuestras tropas de envolvimiento. El efecto de mi anuncio fue inmediato: a las 13 horas el General Kundt dirigió un llamamiento desesperado al Comando de las unidades encerradas: Comando y país tienen confianza que en estos momentos de angustia ambas Divisiones sabrán salvar situación. Las conversaciones que mantenían los radio operadores de Campo Vía y de Muñoz, fuera del control de sus superiores, revelaban también el descorazonamiento reinante en el campo adversario.12 A las 17 horas de aquel día 10 nuestra Primera División recibió un furioso ataque en su línea de Campo Vía, débilmente organizada. Los nuestros cedieron al tremendo choque, después de hacer una siega horrenda en las filas bolivianas; pero, en un contraataque, restablecieron la línea, ya casi al obscurecer. Habían logrado escurrirse, sin embargo, unos 200 bolivianos, que fueron otra vez contenidos más al sur por una débil línea de tiradores que, con oportuna iniciativa, los oficiales subalternos tendieron rápidamente. Al caer la noche cesó el combate. A las 19:45 horas lancé otro parte abierto sobre el estrechamiento general del cerco. El día 11, a las 6 de la mañana, llegó al campo de aviación de Francia el presidente, en compañía del ministro de Hacienda, Sr. Benjamín Banks, y de los senadores Carlos Sosa y J. Eliseo Da Rosa. Yo esperaba a los viajeros en la pista de aterrizaje, pues el día anterior me dio aviso de que venían el Jefe de Estado Mayor General [Teniente Coronel J. Manuel Garay],desde Villa Militar, donde todos habían pasado la noche. Estábamos en la 12 Los publicaciones bolivianas de post-guerra traen abundante material sobre este episodio, y describen con colores vividos la ansiedad que predominaba en el campo enemigo, tanto dentro como fuera del cerco. Pero yo me limito aquí a reproducir las impresiones que recogíamos nosotros desde nuestras líneas, con los despachas bolivianos que captábamos. 116 culminación de aquel esfuerzo titánico de nuestro ejército, y el presidente iba a presenciar el desenlace. A las 8:45 horas las divisiones bolivianas Cuarta y Novena dieron al General Kundt el siguiente parte: Situación desesperante por agotamiento completo de tropa. Descarte toda posibilidad ruptura cerco. Este grito de agonía despertó repentinamente, pero sólo como un sacudimiento desordenado y fugaz, los embotados bríos del viejo General en Jefe enemigo. Volviendo a asumir el mando que, en su tribulación, había virtualmente abandonado desde el día 7, impartió la siguiente orden impracticable: Comando 4a. y 9a. Divisiones. Cumpla orden. Destruya materiales y rompa. Poco más o menos a la misma hora, el comandante de nuestro Tercer Cuerpo [Coronel Irrazábal] dio parte de que la fracción de tropa enemiga que logró infiltrarse la noche anterior en nuestra línea en Campo Vía, hacía su rendición. Mientras ocurría esto, el Comando local paraguayo [Teniente Coronel Rafael Franco] conectó su línea telefónica con la del enemigo y trasmitió al Cnel. Banzer nuestras condiciones. A las 12 horas de aquel día las divisiones bolivianas Cuarta y Novena se rindieron sin destruir el material. Doscientos cincuenta jefes y oficiales, entre ellos dos coroneles, y 8.000 individuos de tropa, prisioneros; 24 piezas de artillería, 60 morteros, 1.000 ametralladoras pesadas y livianas, 11.000 fusiles, 80 camiones y algunos millones de cartuchos de infantería, fueron el botín recogido por nuestras fuerzas en aquella victoria resonante. El presidente Ayala lanzó el mismo día, desde mi P.C., la siguiente proclama: DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA AI EJERCITO EN EL CHACO Francia, 11 de diciembre de 1933. Tengo la dicha singular de estar entre los combatientes en este día que marca una etapa decisiva en la campaña contra el invasor del territorio nacional. 117 Desde el Puesto de Combate del General Estigarribia envío a los jefes, oficiales y tropas combatientes y de todos los servicios, el agradecimiento del Gobierno de la República y de la Nación entera. El éxito alcanzado no es el fruto del azar, sino el resultado lógico de un plan concebido con inteligencia y ejecutado con alto espíritu de abnegación y firme voluntad de vencer. El pueblo paraguayo, que revive en estas horas su pasado de gloria, está demostrando al mundo que su tradición de honor, de bravura y patriotismo es mantenida. El nombre del Paraguay se dibuja de nuevo en la historia con fulgores de heroísmo. En nuestros corazones de ciudadanos late con fuerza la fe en la patria inmortal. Puesto de Combate del General en Jefe. Fdo: Eusebio Ayala Terminada la batalla, el gobierno nacional me ascendió al grado de General de División. El General Kundt fue separado de la dirección suprema del ejército boliviano. El gobierno de La Paz le responsabilizaba de lo ocurrido, y reconocía el engaño en que cayó sobre sus dotes de conductor militar. Como consecuencia de la magnitud del desastre, Bolivia se veía confrontada por el problema de rehacer enteramente su ejército, si no quería resignarse a una entrega incondicional. Y el culpable de esto, para la opinión boliviana, era el General Kundt. Bolivia acababa de perder en Campo Vía el núcleo mejor de una brillante plana de jefes y oficiales, la mayoría de sus tropas veteranas y elementos de todo género en proporciones enormes. También se producía el cambio de Comando, medida que siempre acarrea complicaciones en el curso de una guerra. Y como última secuela, venía la repercusión moral y económica de aquella humillación militar, que dejaba la mayor parte del Chaco en poder del Paraguay, país al que no se suponía capaz de oponer a la invasión boliviana una valla de contención. El Paraguay, sin embargo, se irguió como un temible rival, lleno de insospechada energía, y asestó a su contendora zarpazos irreparables. 118 Tanque boliviano destruído Campo de nadie: Sector Nanawa CAPITULO X CONSUMASE LA DESTRUCCION DEL PRIMER EJERCITO BOLIVIANO - UN ARMISTICIO (De diciembre 11 de 1933 a enero 8 de 1934) Terminada la batalla de Zenteno con la rendición del enemigo en Campo Vía, el noventa por ciento del ejército paraguayo estaba reunido en dicha región, o sea en el extremo sur del frente de operaciones activas, pero imposibilitado para emprender una persecución enérgica y lejana, como aconsejaban las circunstancias. Decidí, con todo, llegar sin demora hasta Muñoz por lo menos, para arrebatar al enemigo esta importante base y poder dominar el camino estratégico que desde ahí se dirigía hacia el norte. Yo tampoco perdía de vista un solo momento -sin mencionar otras razones que expondré más adelante- la necesidad fundamental de que el centro de gravedad de nuestras tropas se situara más al norte, en una posición más o menos central con relación al amplio despliegue enemigo y al trazado general de los caminos entonces existentes. Con estas ideas en la mente, el 12 de diciembre trasladé mi P.C. de combate de Francia a Zenteno, para apresurar la toma de Saavedra y organizar la persecución hacia Muñoz. A nuestra Octava División, que yo había hecho marchar hacia el sudoeste aún antes de que concluyera la batalla de Zenteno y que se dirigía hacia su objetivo muy lentamente porque andaba a pie, ordené que se apoderara de Puesto Sosa, por donde desde luego pasaría, y siguiera sin tardanza a Puesto Moreno, a veinte kilómetros al norte de Muñoz, a fin de interceptar el camino que, según he consignado, se dirigía al norte de Muñoz, pasando por Moreno. A nuestra Sexta División di la tarea de apoderarse de Saavedra y seguir a Muñoz, en enlace con la Octava División. Y a nuestro Tercer Cuerpo, que se movía detrás de las tropas enemigas de su sector (Nanawa), ordené que realizara la persecución por el camino que se dirigía a Muñoz por Tinfunqué, desde Cuatro Vientos. Retuve varias unidades en el campo de batalla; con el encargo de recoger materiales de todo género, y principalmente, de capturar a los soldados bolivianos desparramados por los bosques. Aquel día recogimos 600 prisioneros más en las cercanías del camino de Zenteno a Saavedra. Los tropas del Tercer Cuerpo, entre tanto, se apoderaban de Samaklay. 119 El día 13 comenzó la maniobra de nuestra Sexta División [Teniente Coronel Machuca] sobre Saavedra. A las 13 horas el comandante de dicha unidad dio parte de que el fortín estaba ardiendo. Entró en él a las 20:15 horas y lo encontró hecho pavesas. El mismo día las tropas de nuestro Tercer Cuerpo entraban en Murguía. El 14 partí para Saavedra a fin de tomar algunas disposiciones encaminadas a orientar mejor la persecución del Tercer Cuerpo y de la Sexta División. Aquel día las tropas del Tercer Cuerpo ocuparon Tinfunqué. El 15, a la 1, la Octava División se apoderó de Puesto Sosa, donde se rindieron algunos restos del regimiento enemigo Florida, al mando del Mayor Eduardo Vernaux. El Tercer Cuerpo había reunido ya tropas del valor de una división en Cuatro Vientos. Con algunos aviones de que entonces disponíamos hice reconocer la región de Alihuatá y Saavedra para comprobar si existían caminos que condujeran directamente hacia La China, con la intención de llevar algunas tropas, ya preparadas para el efecto, por ese lado, y ocupar dicho fortín enemigo. El 16 nuestra Octava División se apoderó de Puesto Moreno e interceptó el camino que lleva al norte por allí desde Muñoz. Nuestra aviación informó que no había encontrado ningún camino que desde Alihuatá se dirigiera a La China. Con esta noticia no quedaba otra posibilidad que accionar sobre La China por el lado de Herrera. El 17 a medio día me llegó un despacho en que el Ministro de Defensa me comunicaba que el Gobierno Nacional había recibido una proposición enviada desde La Paz por los comisionados de la Liga de las Naciones, consistente en someter el pleito del Chaco a un arbitraje integral, con las garantías de seguridad que pedíamos y que ya habían sido aceptadas por Bolivia. El despacho expresaba también que el gobierno deseaba arreglar el pleito sin arbitraje, para lo cual hacía todo lo posible, y me consultaba si no habría inconveniente en ofrecer un armisticio de dos o tres semanas para abrir las negociaciones sin pérdida de tiempo. En el día contesté que no había inconveniente en ofrecer dicho armisticio, siempre que se lo acordara dentro de 48 horas, a partir de la fecha en que nos encontrábamos. Desde luego, me basaba para el efecto en razones de carácter militar; pero creía también, sinceramente, que se podría llegar a la concertación de la paz e imaginaba que el armisticio prepararía el camino. Desde el punto de vista militar, yo necesitaba por lo menos apoderarme de Muñóz, ya que en aquel 120 momento no tenía medios para emprender ninguna persecución más allá de dicho fortín. Además, deseaba transportar el núcleo principal de nuestras tropas hacia Platanillos, a cubierto de la observación aérea del enemigo, traslado que aconsejaba otra razón de peso. Más allá de Muñoz no podíamos por entonces prolongar nuestra línea de abastecimientos, por carencia de medios de transporte; pero se imponía la persecución del enemigo, en alguna forma y sin tardanza. Una ojeada al mapa enseñaba que, accionando desde Platanillos con los elementos de que disponíamos a la sazón, podríamos por lo menos llegar hasta el fortín Cabezón, en dirección a Ballivian, porque Cabezón quedaba aproximadamente a la misma distancia que Muñoz de nuestra base principal de abastecimiento, que era Villa Militar. Y si la guerra se prolongaba, en Cabezón estaríamos más cerca de Ballivián. El día 18 nuestro servicio de información dio a conocer que el enemigo iniciaba la evacuación de Muñoz. Activé, pues, en lo posible, el avance de nuestras tropas hacia aquella dirección. El mismo día ordené la reunión de algunos regimientos en Francia, como punto de partida de nuestra concentración hacia Platanillos. El 19 volví a insistir a los comandos del Tercer Cuerpo [Coronel Irrazábal) y de las divisiones Segunda [Teniente Coronel José R. Vera], Sexta [Teniente Coronel Machuca] y Octava [Teniente Coronel Cabrera], que estaban en movimiento de persecución, que imprimieran la mayor energía y rapidez posibles a sus acciones para apoderarse el mismo día de Muñoz y Platanillos. Ordené igualmente la ocupación de Corrales. A las 11 horas recibí un despacho en que el Ministerio de Defensa me comunicaba que nuestro gobierno había concertado un armisticio con el gobierno de Bolivia, armisticio que entraría a regir el mismo día 19 a las 24 horas y duraría hasta el 30 próximo a la misma hora. A pesar de la dificultad para los enlaces entre las tropas en movimiento en aquella zona devastada por el enemigo, logré que llegara a todas la orden de hacer alto, de acuerdo con la comunicación ministerial. El mismo día recibí parte del Comando de Toledo de haber ocupado Corrales con sus tropas, y le ordené que prosiguiera inmediatamente la marcha hasta posesionarse del fortín Bolívar, que también fue ocupado. Y a las 23 horas nuestras fuerzas entraban en el fortín Muñoz, asiento, hasta una semana antes, del Comando en Jefe del General Kundt y denominado “Capital boliviana del Chaco”. Nuestras tropas que marchaban del lado de Herrera se detuvieron a siete kilómetros de PlataniIlos, al llegar la hora en que empezó a regir el armisticio. 121 Los bolivianos denunciaron luego que nuestra ocupación de Muñoz se realizó después de las 24 horas del día 19. El General Peñaranda, nuevo General en Jefe del Ejército boliviano dijo en un parte retrasmitido a la delegación boliviana ante la VII Conferencia Panamericana de Montevideo: Las fuerzas paraguayas iniciaron un ataque al Puesto denominado Moreno el día de ayer (19 de diciembre), a las 16 horas, habiendo logrado ser rechazadas a horas 23. El mismo día a horas 21 iniciaron otro ataque sobre Muñoz, precedido, de un intenso bombardeo de artillería, que logró ser contenido hasta horas 24, hora en que la artillería paraguaya hizo su último disparo sin que sus tropas lograran romper nuestra resistencia. Con gran sorpresa de este Comando y tropas defensoras, los paraguayos, ampliamente reforzados, reiniciaron nuevo bombardeo y ataque a horas 0.45 hasta horas 4 del día de hoy (20 de diciembre), en que este Comando tuvo que ordenar el repliegue y abandono de Muñoz. Cabe argüir, por de pronto, que Puesto Moreno cayó en nuestro poder el día 16, como ya he referido, y no el 19, como afirma el General Peñaranda; cayó tras una breve escaramuza, sin que nuestras tropas hubiesen sido rechazadas en ningún momento. En cuanto al abandono de Muñoz, no fue ordenado por el Comando boliviano a raíz de nuestro presunto ataque del día 20, sino días antes, de suerte que con -sólo presentarse delante del fortín, nuestras tropas lo ocuparían; y así ocurrió en la noche del 19. Pero en realidad nunca se corroboró con ninguna prueba la denuncia boliviana de que Muñoz cayó en nuestro poder en la madrugada del 20 de diciembre, y la denuncia por si solo no prueba nada. No pasa de ser una imputación tendenciosa. El día 20 reinaba calma en todos los frentes. La aprovechamos para proceder a la reorganización de todas nuestras unidades y de los medios de enlace, etc., y para activar el desplazamiento de nuestras tropas en dirección a Camacho y Platanillos, como medidas preparatorias de próximas acciones, si la guerra continuaba. El 21, a las 4 horas, partí para Muñoz, donde llegué a las 8:30. Minutos después asistí a la ización solemne de la bandera nacional, en un asta rápidamente preparada por las unidades que habían capturado el fortín. Reuní luego a los jefes de las grandes unidades y les expliqué mis nuevas disposiciones, consistentes en que el Tercer Cuerpo se hiciera cargo de dicho sector y que las demás tropas se alistaran para iniciar en seguida su marcha hacia Platanillos y Toledo. 122 La primera impresión que recibí a la vista de Muñoz fue de completo desencanto. Antes de la guerra y en el curso de ella, se mencionaban con elogio las instalaciones hechas ahí por los bolivianos durante su ocupación. Se decía que la “Capital boliviana del Chaco” era un hermoso plantel de ciudad, en pleno progreso, incluso con una próspera población civil. Pero la realidad desmentía todo esto. Allí no había sino un pobre rancherío, o sus restos. El propio asiento del Comando en Jefe ocupado por el General Kundt, se reducía a una choza miserable y sucia. Los bolivianos habían prendido fuego prácticamente a todos los ranchos, medida que, frente a lo que contemplábamos, se podría considerar como una precaución profiláctica. Sin embargo, recogimos en el lugar muchos elementos en buen estado, gran parte de los cuales estaban ocultos bajo tierra. Regresé a mi P.C. de combate de Zenteno a las 18:30 horas del mismo día. A fin de acortar aún más nuestra línea de abastecimientos, y apenas adoptado el nuevo plan de operaciones, ordené la apertura de un camino que partiendo del fortín Coronel Hermosa (antiguo Carayá; Huijay según los bolivianos), fuera directamente a Platanillos, al través de un abra que existe en la región. Este trabajo se apresuró en aquellos días. Poco después de la rendición de Campo Vía y mientras reconocíamos los lugares recién evacuados por el enemigo en su antigua línea de fortines a lo largo del río Pilcomayo, empezó a circular el rumor de que los argentinos habían ocupado el fortín Sorpresa Vieja, caído también en nuestro poder pero luego abandonado porque allí no podíamos distraer tropas. Ordené la verificación de semejante rumor. El Comando del Tercer Cuerpo destacó hacia la región a un oficial, quien, efectivamente, comprobó la veracidad del hecho e informó en tal sentido el día 23. La noticia causó la más honda indignación en el ejército paraguayo, tanta, que yo me sentí alarmado ante las posibles consecuencias de esta legítima reacción patriótica y llevé el asunto a conocimiento del gobierno, con el ruego de que viniese al Chaco el presidente, si le fuese dable. Llegó sin tardanza el Dr. Ayala y con él nos esforzamos en calmar los ánimos, lo que a duras penas conseguimos, mediante la promesa de que se iniciarían gestiones encaminadas a poner fin a aquel abuso. El día 25 el ministerio de Defensa me urgió el envío de un jefe que ocupara el cargo de asesor militar a la delegación paraguaya que intervenía en las gestiones de paz en Montevideo, e insinuó que este asesor fuese el Cnel. Manuel Garay, jefe de 123 Estado Mayor en el Gran Cuartel General. Como se ve, todos compartían entonces la creencia en la posibilidad de una paz próxima. Yo accedí al pedido en vista de que el Cnel. Garay era quien mejor informado estaba de todo, y ninguna otra persona podría asesorar a nuestros delegados con más autoridad. Para evitar que la ausencia de Garay interrumpiera los servicios, el día 26 dejé mi P.C. de Zenteno y regresé a Villa Militar. Garay partió en avión para la capital ese mismo día, a las 5:50. Entre tanto proseguía, con la penosa lentitud impuesta por la escasez de medios de transporte, la concentración de nuestras tropas del Tercer Cuerpo en la región de Muñoz, cuyo propósito era llevar la masa de maniobra más al norte. Para ello apelábamos a un procedimiento especial: los camiones que iban con víveres, volvían cargados de tropas; no podíamos darnos el lujo de destinar camiones especiales al transporte de víveres y otros al transporte de tropas exclusivamente. La conducción más grande que hicimos con este procedimiento fue la de la Sexta División, llevada en 130 camiones desde Muñoz hasta Toledo. El día 27 el gobierno me consultó sobre la posibilidad de una prórroga de la suspensión de hostilidades. Contesté que se podría acceder a una prórroga hasta el 6 de enero de 1934. Yo calculaba que para esa fecha, como término mínimo, podría concluir la dosificación de mis tropas. Yo tenía ordenada, por supuesto, una vigilancia muy estrecha de las actividades del enemigo, para poder estar siempre en condiciones de tomar contramedidas oportunas y también como preparación de futuros movimientos, si las hostilidades se reiniciaban. Me hallaba, pues, al corriente de los menores movimientos realizados por el enemigo en los puestos vecinos a los nuestros. El 28 de diciembre recibí parte del Comando de la guarnición de Toledo [Coronel Alfredo Mena] de que el enemigo desplegaba mucha actividad de patrullas por el lado de Camacho, y el Comando del fortín Herrera [Teniente Coronel Paulino Antola] me informó que el enemigo terminó ese día la evacuación de Platanillos. Ordené que nuestras tropas quedaran allí donde se encontraban. Con esta información comprendí que Bolivia no iba a avenirse por entonces a celebrar la paz. Sin duda no estaba espiritualmente preparada para ello. Las medidas antedichas no eran simplemente precaucionales, sino apuntaban a una reanudación de las operaciones. Era comprensible que las tropas enemigas trataran de hacer nuevos agrupamientos, pero por qué evacuaban totalmente ciertos puntos? Recibí la impresión definitiva de que nuestros adversarios se proponían 124 continuar la guerra, esperanzados tal vez en algún desquite que los resarciera de la humillación de Campo Vía. El 29 el gobierno me avisó que se había aceptado la prórroga del cese de hostilidades con Bolivia hasta el 6 de enero a las 24 horas. Comuniqué de inmediato a las tropas esta noticia. El mismo día recibí parte del Comando de Toledo de que el enemigo había desocupado igualmente el fortín Jayucubás. También aquel día 29 el comandante del Tercer Cuerpo (Coronel Francisco Brizuela) me dio parte de que un oficial perteneciente a la unidad del ejército argentino que ocupaba el fortín Sorpresa Vieja se presentó ante el comandante de nuestra pequeña tropa de ocupación de Sorpresa Nueva, pidiendo que evacuáramos y le entregáramos este puesto. Ante tan insólita actitud del oficial argentino, que así buscaba dar a su país una participación gratuita en nuestra gran victoria reciente, el comandante paraguayo le contestó que él a su vez invitaba al ejército argentino a evacuar Sorpresa Vieja, ocupada indebidamente por dicho ejército. Ante la resuelta actitud del oficial paraguayo, el argentino se retiró sin otras exigencias. El día 30 recibí parte de que había concluído la concentración del Tercer Cuerpo en Muñoz. hecho que debe hacerse notar para comprender las dificultades con que tropezábamos en los transportes. La marcha a pie de esta unidad hacia Muñoz se ordenó inmediatamente después de la rendición de Campo Vía , y he aquí que terminaba al cabo de diez y ocho días, no sin haber sometido a nuestras tropas a pesados sacrificios. En cuanto a las tropas destinadas a los sectores de Toledo y Platanillos, continuaban su movimiento. El día 19 de enero de 1934 pasé revista minuciosa a un nuevo grupo de artillería, cuya organización yo había dispuesto, dotado con los cañones tomados al enemigo en Campo Vía. Este armamento era flamante, con muy poco uso, casi sin ningún desgaste. En una carta que recibí el mismo día, el presidente me hacía saber que la situación diplomática no se había despejado y que él estaba resuelto a salirse en sus gestiones de la influencia de la Liga de las Naciones, la que se inclinaba resueltamente hacia Bolivia. Todas las exigencias eran para nosotros. A esta altura vale la pena señalar el resultado de la intervención de la Liga en el conflicto del Chaco. Quería pacificar y en rigor contribuyó activamente a prolongar la guerra. Sin su intervención, acaso la paz se hubiese podido concertar en aquella época. 125 En los primeros días de enero dimos el mayor impulso posible al movimiento de las tropas que constituirían las nuevas agrupaciones y a la apertura del camino que conduciría directamente de Carayá,[Coronel Hermosa] a Platanillos, con el que lograríamos acortar en cerca de cien kilómetros nuestras comunicaciones hacia la región de Platanillos y tendríamos más movilidad, una vez terminado el armisticio. Se proseguía también diligentemente la construcción de tajamares, cobertizos, líneas telegráficas, etc. El día 5, a las 8 horas, aterrizó en mi Cuartel General el ministro de Defensa, Dr. Víctor Rojas. Por su intermedio el presidente me hacía consultar si convendría o no a nuestro ejército una nueva prórroga del armisticio y cuáles serían las seguridades que exigiríamos. Como a la sazón yo había llegado al convencimiento de que el enemigo no deseaba la paz, aunque si buscaría ganar tiempo para fines militares ulteriores, me pareció que una nueva prórroga ya no podría significar ninguna contribución al esfuerzo por alcanzar un cese definitivo de la guerra. Tocaba a su término, además, el nuevo agrupamiento de nuestras fuerzas, y en estas condiciones no había razón para hacerle el juego al enemigo, dándole más tiempo. El mismo día, pues, contesté al presidente que yo no veía ninguna conveniencia en la prórroga del armisticio y que debíamos pedir, en punto a seguridades, el retiro de las tropas bolivianas a Villa Montes y a Roboré, en tanto que nuestro ejército se replegara sobre el litoral, pero manteniendo la policía de todas las propiedades privadas del Chaco. Para mí habría seguridad con el retiro de ambos ejércitos sobre las dos orillas opuestas del Chaco, pero como no podíamos dejar sin amparo los intereses de nuestros grandes establecimientos industriales, era justo que la policía quedara a nuestro cargo. El día 6 recibí este despacho urgentísimo del presidente a las 18:30 horas: No se concertó prórroga armisticio. Plenipotenciario informa hay buena esperanza solución satisfactoria. Parece bolivianos aceptan ya desocupar Chaco, dejando policía nuestro cargo; sólo hacen cuestión sobre puerto. En vista marcha favorable negociación diplomática ese Comando podrá contemplar esta circunstancia en la ejecución de su plan de operaciones. Si fuese menester alguna presión fuerte, se avisará a Ud. Fdo:.Eusebio AyaIa, Presidente de la República 126 Estaban los bolivianos abrumados por una derrota inmensa, que había materialmente barrido a todo su ejército del Chaco. Pero el Paraguay triunfante consentía en volver a salir de este territorio recuperado al precio de sacrificios inverosímiles, para dar a Bolivia la oportunidad de poner término a la lucha en condiciones honorables. Bolivia, sin embargo, rehusaba corresponder a nuestra caballerosidad al promover una exigencia absurda. Bolivia vencida intentaba dictar imposiciones al Paraguay victorioso. Extraña inversión de papeles, en que fácilmente se rastrea la influencia del temperamento del presidente Salamanca. Pero, sea ello como fuere, la actitud de Bolivia revelaba su determinación de insistir en la contienda, de hacer, como si dijéramos, la guerra por la guerra, con ciega aberración, puesto que después de Campo Vía ya no podía seriamente alentar ninguna esperanza de apoderarse del Chaco por la fuerza. La comunicación presidencial inserta más arriba, por otra parte, colocaba a mi Comando en situación hasta cierto punto embarazosa, porque subordinaba la marcha de las operaciones militares, entonces en plena fructificación, a gestiones diplomáticas de cuyo éxito ya había motivo para dudar ante la exigencia boliviana. No pretendo decir que las operaciones militares no deban sincronizar con las gestiones diplomáticas; unas y otras, en último análisis, son medios encaminados al logro de una misma finalidad. Pero en el caso que me ocupa quedaba poco o nada que esperar de las gestiones diplomáticas, y amortiguar, en homenaje a ellas, nuestro empuje bélico, era acaso permitir que el enemigo salvara definitivamente los restos de las unidades que habían escapado a la catástrofe reciente, para crear un nuevo ejército y proseguir la guerra. Avisé el mismo día 6 a todos los comandantes de cuerpos de ejército y al de Bahía Negra que las hostilidades se reanudarían a las 24 horas y que debían continuar las operaciones de acuerdo con las instrucciones que yo les había enviado anteriormente. Así quedó frustrada la esperanza depositada en la intervención de la Liga de las Naciones. Por la torpeza de su gestión, se malogró una excelente oportunidad para dar fin a la guerra a principios de 1934-. Lejos de ejercer una acción moderadora sobre los dos países en lucha, la política empleada por la Liga contribuyó en buena medida a alentar las pretensiones bolivianas y a prolongar la lucha de ese modo, puesto que mientras Bolivia alentara sus ambiciones sobre el Chaco, el Paraguay vería peligrar su propia existencia. La Liga cometería ulteriormente otros errores aún más irritantes, que acabarían por llevar a nuestro país a engrosar las filas de los desengañados de su acción bienhechora. 127 La lección más importante que recogió el Paraguay con este fracaso, fue la comprobación de que Bolivia ocupaba en el campo diplomático una posición mucho más elevada que nosotros. Nuestra influencia internacional no se acrecentó para nada con nuestra resonante victoria, ni disminuyó la boliviana. Si hubiésemos preparado, como dije al principio de estas Memorias, esa trabazón de intereses que hacen amigos y dan verdadero relieve a un país, Campo Vía seria un argumento de suficiente peso para poner término a la guerra, con la consagración definitiva de nuestros derechos sobre el Chaco. Los mediadores, que no descansaban un minuto, se hubiesen encargado de convencer a Bolivia de la esterilidad de su empeño de disputar dicho territorio al Paraguay. Pero nadie quería creer lo que estaba a la vista de todos. El hecho sorprendente de que el Paraguay, pobre país sin fisonomía afirmara su personalidad con vigor tan rotundo, parecía un mero accidente casual. He ahí la verdadera causa del fracaso de las gestiones que siguieron a Campo Vía. Lo cual significaba que, si se hubiesen trocado los papeles, es decir, si Bolivia hubiese aplastado al Paraguay, nadie tampoco movería un dedo para salvarnos. Más allá de nuestras fronteras, la gente quería ser “realista”: el pez grande siempre se come al chico y no valía la pena molestarse en detener el curso natural de las cosas. Nuestros futuros gobernantes deben recoger esta experiencia y dar a nuestro país la posición que debe ocupar para que se le escuche y se le guarde consideración. El mismo día 6 de enero el presidente me transcribió un telegrama del asesor militar de nuestra Delegación en Buenos Aires, que en parte decía. Ministro de Guerra (argentino) manifestóme que Gobierno argentino reclamó de bolivianos desalojo hace seis meses con argumento que dicho territorio era argentino, habiendo ellos abandonado. Ministro dice que si ahora nos entregan, Bolivia alegaría que aquel reclamo fue con deliberado propósito favorecernos. Pide que para evitar eventual rozamiento nuestra tropa desocupe Sorpresa Nueva, sin que esto signifique prejuzgar mejor derecho. Me asegura que ocupación por tropas argentinas no embarazará nuestra acción, si necesidades militares exigen operar dicho lugar, etc. Al pie de este despacho el presidente agregaba: 128 Por la naturaleza del asunto deseo ese Comando dictamine sobre el caso, teniendo en cuenta los intereses afectados, avisándome en la brevedad posible. Ante tan extraordinaria pretensión del gobierno argentino, la primera medida que tomé fue preguntar al comandante de las tropas que operaban en la región cuáles eran los datos que poseía sobre la fecha de ocupación de Sorpresa Vieja por el ejército argentino. Dicho comandante me contestó el día 8: El fortín Sorpresa Vieja se halla ocupado por argentinos desde hace un mes y unos días. La impresión de este Comando es que conservarán dicho fortín, y seguirán penetrando en nuestro territorio, etc. No era verdad, pues, que Sorpresa Vieja estuviese ocupado por el ejército argentino desde seis meses antes, como afirmaba el ministro de Guerra argentino. La ocupación no duraba por entonces sino un mes y días, es decir, desde que los bolivianos huyeron del fortín, a raíz del desmoronamiento de Campo Vía. Demás está decir que me sentí grandemente afectado ante tal comprobación. El mismo día 8 contesté al presidente: Considero que situación planteada en fortines Pilcomayo es muy delicada en razón de que gobierno argentino está evidentemente informado forma inexacta. Ninguna razón puede aconsejar desocupación por nuestras tropas fortín Sorpresa Nueva, fundado en nuestro territorio por usurpación boliviana y abandonado por ejército enemigo a consecuencia su derrota en batalla Zenteno. Para evitar rozamientos eventuales, tropas argentinas deben abandonar fortín Sorpresa Vieja, que ocupan desde hace un mes, en mismos días que comenzaba derrota enemiga en expresada batalla Zenteno. El comandante paraguayo de la región tenía la impresión de que los argentinos seguirían ocupando los demás fortines paraguayos del Pilcomayo, que se encontraban desguarnecidos desde el avance de nuestro ejército; por cuyo motivo, siempre el día 8, pedí que se destacaran desde Asunción tropas de marinería de desembarco para ocupar nuestros fortines General Bruguez, General Delgado y 129 Salto Palmares. El ministerio de Defensa me avisó el día 11 que se tomarían las medidas pertinentes. 130 CAPITUL0 XI FRENTE A BALLIVIAN (De enero 8 a marzo 19 de 1934) La falta de transportes, como siempre, impedía que a la terminación del armisticio nuestro ejército sacara todo el provecho posible de su excelente situación estratégica. Si en aquel momento estuviésemos en condiciones de dar a nuestros movimientos el ímpetu aconsejado por las circunstancias, con el, empleo de medios de movilidad suficientes, no cabe duda que la guerra se acortaría. El ejército boliviano ya no se hubiese rehecho en el Chaco. Nuestras tropas reiniciaron sus movimientos el día 7, y ocuparon los fortines Loa, Jayucubás y Platanillos, abandonados por el enemigo. También prosiguió nuestro avance hacia Camacho, La China, Esteros y Magariños. Pero las lluvias torrenciales de aquellos días obstaculizaban considerablemente nuestra marcha. El día 8 ocupamos el fortín Esteros y el 9 entramos en Camacho. Las lluvias continuaban con la misma fuerza. El 13 un avión llegado de Asunción me trajo una carta del presidente. Me decía el Primer Magistrado que convenía a nuestros intereses la desocupación del fortín Sorpresa Nueva. A pesar de la penosísima impresión que me produjo la actitud argentina, hube de obedecer la orden presidencial, para cuyo efecto impartí las instrucciones del caso al Comando del Tercer Cuerpo, Los bolivianos, entre tanto, difundieron un comunicado significativo, demostrando cifrar mucha esperanza en la aceptación de un nuevo armisticio por el Paraguay. El comunicado expresaba que posiblemente la paz no estaría muy alejada. Como se ve, en Bolivia predominaba también el vehemente anhelo de poner término a la "lucha; la guerra continuó por la obstinación del presidente Salamanca. Nuestro avance proseguía en todos los sectores, pero a causa de las lluvias, que reducían más aún la capacidad de nuestros transportes, nos vimos en la necesidad de recurrir a un procedimiento peligroso para perseguir al enemigo. Este continuaba replegándose sobre posiciones sucesivas, y para mantener nuestro contacto y darle la sensación de una persecución eficaz, que en rigor 131 no podíamos emprender, destacábamos hacia él pequeñas fracciones, a gran distancia de nuestro grueso. Así restringíamos la posibilidad de que el enemigo sustrajera tropas de otros sectores para concurrir al sector de nuestro ataque principal. En esta forma nuestro Tercer Cuerpo llegó el 16 de enero a 25 kilómetros al oeste del puesto boliviano denominado Catán, y el día 18 tomó contacto con el enemigo a 31 kilómetros de Catán y siguió hasta 35 kilómetros más al oeste de dicho puesto. En el sector de La China nuestro avance tropezaba con obstáculos todavía mayores. La región era sumamente boscosa y los caminos estaban llenos de baches profundos. El barro del Chaco es tan resbaladizo que parece hecho de manteca, y no se puede andar sobre él ni siquiera a pie. El día 19 el Comando de nuestro Segundo Cuerpo [Coronel Rafael Franco] me dio parte de que una de sus patrullas lejanas, destacada por el camino que sigue de Camacho hacia el noroeste, se había apoderado de Palmar Ustares, a 31 kilómetros al noroeste de Camacho. El día 20 a las 9 horas llegó el presidente a Villa Militar, en avión. Tengo en mi diario de guerra de aquel día la siguiente anotación: En la conversación referente a la situación diplomática, me afirma el Sr. Presidente que el Gobierno se muestra y seguirá inflexible en punto a no someter a arbitraje la zona Hayes y el litoral del río Paraguay. Volví a pedir al presidente los camiones necesarios para impulsar nuestras operaciones militares y me contestó que no podría atenderse a este pedido antes de dos meses. En vista de lo cual le expresé que en nuestro avance más allá de La China, podríamos ir a lo sumo hasta Cabezón. El presidente regresó a la capital el día 21. El día 22 el comandante de Bahía Negra [Coronel Delgado] me informó del encuentro de una de nuestras patrullas con otra boliviana a 17 kilómetros al noroeste del fortín GaIpón. La patrulla enemiga se dio a la fuga y dejó en nuestro poder algunos elementos. El día 23, según parte del comandante del Tercer Cuerpo [Coronel BrizueIa] el enemigo realizó un reconocimiento en fuerza sobre nuestra línea del sector 132 Magariños, pero fue rechazado con grandes pérdidas para él. Quedó totalmente deshecho uno de sus batallones. Mientras los bolivianos realizaban el repliegue general de los sectores de sus tropas, que nosotros no podíamos trabar con una persecución enérgica y tenaz por la anotada falta de transportes, concebí la idea de tomar Puerto Suárez para detener el abastecimiento de las tropas bolivianas de aquella región. Estas tropas, como se sabe, se abastecían en territorio brasileño. Si se les interceptase su comunicación con el Brasil, no solamente no permanecerían donde estaban sino tendrían que caer en nuestras manos, puesto que Bolivia no podría abastecerlas desde Santa Cruz. Decidí, en consecuencia, ir personalmente a Bahía Negra a hacer los arreglos, pero antes adopté todas las medidas encaminadas al ataque y toma del fortín La China y asegurar la estrecha colaboración de todos. El día 24 de mañana me dirigí en avión basta Muñoz y de aquí me trasladé en automóviI a Puesto Correa, donde había citado en rendez-vous al comandante del Tercer Cuerpo [Coronel Brizuela] y a los divisionarios del mismo [D.1 , Coronel Fernández; D.4, Teniente Coronel Paredes; D.5, Teniente Coronel Palacios; D.C.2, Mayor Alfredo Ramos]. Les expliqué mis intenciones, que se pueden resumir en la forma siguiente: Cubrirnos con el Segundo Cuerpo (el menos numeroso) hacia Camacho; llevar el esfuerzo principal de nuestra persecución por el centro, desde Platanillos en dirección a Ballivián, con el Primer Cuerpo; y acompañar dicho movimiento de persecución con el Tercer Cuerpo, a lo largo del río Pilcomayo. Al día siguiente pasé a Platanillos, donde había ordenado, con los mismos fines, la reunión del comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] y sus divisionarios [D.2, Teniente Coronel J.R. Vera; D.7, Coronel Ortiz; D.8, Coronel Cabrera, y G.A.1, Teniente Coronel J. Luis Vera]. Ante ellos insistí de modo especial en la necesidad de imprimir la mayor rapidez a nuestros movimientos. Ese mismo día las tropas adelantadas del Segundo Cuerpo habían llegado a 70 kilómetros al noroeste de Camacho, sobre el camino de Picuiba,13 donde el enemigo mantenía entonces muy pocas tropas. Toda aquella región, pues, 13 Al decir Picuiba me refiero al fortín Paucarpata, situado a orillas de la laguna llamada Picuiba por los bolivianos. En todo el curso de la guerra no se usó sino la denominación Picuiba para mencionar el fortín boliviano de la laguna del mismo nombre. Nosotros la bautizamos después con el nombre de Nueva Asunción, por haber caído en nuestras manos el 15 de agosto de aquel mismo año, aniversario de la fundación de nuestra capital. 133 estaba libre. Si hubiésemos dispuesto de cien camiones libres, podríamos haber llegado impunemente hasta Carandayty, detrás de todo el sistema defensivo del enemigo. Regresé a Villa Militar el día 23. Aquí me avisó por teléfono el comandante del Primer Cuerpo que su operación sobre La China empezaría el domingo próximo, 28 del mes. El día 27 partí para Puerto Casado y aquí me embarqué abordo del cañonero Paraguay con destino a Bahía Negra, donde llegué al día siguiente a las 14:15. Anoté aquel día en mi diario: Todos los oficiales suben abordo a saludarme, y los invito a bajar a tierra a rendir el homenaje de un minuto de silencio a la memoria del Coronel D. José Julián Sánchez, muerto por una bomba de avión enemigo el año antepasado. Después de esta ceremonia me dirigí a la Comandancia de la guarnición, donde puse al jefe de la misma, Cnel. Nicolás Delgado, al cabo de mis intenciones, así como de las disposiciones preparatorias que había que tomar de inmediato para el ataque a Puerto Suárez. En la oficialidad de Bahía Negra despertó vivo entusiasmo el anuncio de las operaciones en perspectiva. El día 29 a las 5 de la mañana salí en camión para el fortín Galpón, y de paso revisté rápidamente las guarniciones de los fortines Comandante Giménez y Patria. Las obras defensivas de Galpón no me parecieron satisfactorias y ordené algunas modificaciones. Regresé a Bahía Negra después de medio día y me embarqué de vuelta para Puerto Casado a las 10 de la noche. Aquel mismo día 29 me informó el Cuartel General que las tropas del Primer Cuerpo habían desbordado una de las posiciones adelantadas del enemigo en La China y que éste se había replegado sobre otra posición. Llegué a Puerto Casado el día 30 y dí parte de ello a Asunción. Según aviso telefónico del Cuartel General, los preparativos para interceptar el camino del enemigo entre La China y Cabezón estaban terminados. La noche de aquel día llegué a Villa Militar. Muy pronto hube de abandonar, desgraciadamente, la idea de emprender una operación sobre Puerto Suárez. Por supuesto, el obstáculo más poderoso que se nos oponía era el exasperante problema de los transportes, pero esta vez agravado por una complicación adicional, de la que en seguida me ocuparé. 134 Entre Bahía Negra y Puerto Suárez el terreno presenta características especiales. Dilatadas extensiones se inundan en la época lluviosa, en que entonces nos encontrábamos. Para hacer el servicio de abastecimiento y evacuación en general entre Bahía Negra y el fortín Galpón necesitaríamos embarcaciones de menor calado, que no poseíamos en cantidad suficiente. Cuando llegara la época seca, en que los ríos Negro y Verde dejan de ser navegables aún para las embarcaciones más pequeñas, tendríamos que hacer dicho servicio por tierra en camiones. También deberíamos construir algunas obras de arte. En una expedición contra Puerto Suárez, sobre un trayecto aproximado de 200 kilómetros, nosotros no podíamos contar con otro aprovisionamiento que el procedente de Bahía Negra. En aquella región Bolivia se abastecía directamente de territorio brasileño, pero nosotros, carentes en el Brasil de la influencia de nuestra contendora, no teníamos ninguna certidumbre de que se nos brindaran las mismas facilidades. Así, pues, dependeríamos necesariamente del abastecimiento de Bahía Negra, por territorio puramente chaqueño. Inmediatamente al norte del fortín Galpón, el terreno se deprime y por el fondo de esta depresión corre el río que nosotros llamamos Verde y los bolivianos Negro u Otuquis. Interrumpen esta depresión los cerros de Vitriones, que se destacan a lo lejos como dos pezones y a cuyo pie está el fortín boliviano de ese nombre. Más allá de Vitriones, el terreno, cubierto de bosques, empieza a elevarse, y presenta las mismas dificultades que el resto del Chaco para el transporte mecánico. Después de estudiar las circunstancias anotadas, llegué a la conclusión de que, para realizar las operaciones en proyecto, necesitaríamos por la parte baja 100 canoas y 200 camiones, cómputo que por el momento alejaba toda posibilidad de ejecución para mis planes. Las canoas tendrían que fabricarse rápidamente y no estábamos preparados para ello. En cuanto a los camiones, no había manera de pensar en distraer 200 de ellos del teatro principal de operaciones, donde los existentes apenas bastaban para las necesidades más perentorias. También había que llevar a Bahía Negra más tropas, más armamentos, artillería y hasta aviones, elementos de que no disponíamos en cantidad suficiente. El pensamiento de llegar hasta Puerto Suárez era indudablemente seductor. Podríamos con ese golpe aislar a todas las tropas bolivianas que operaban en al 135 norte, lo que hubiera producido un profundo efecto moral. Paro me vi forzado a desistir de él momentáneamente, por las razones expuestas. En el frente principal, el día 31 de enero se inició la maniobra sobre La China, posición que, según nuestros aviadores, estaba organizada en reducto. En el sector de Magariños hubo una activa lucha de patrullas. Hacia Picuiba nuestras patrullas tornaron contacto con las enemigas. El 12 de febrero consigné en mi diario: De Mindefensa (Ministerio de Defensa) me avisan que Bolivia ha rechazado nuestra tesis de excluir del arbitraje la zona laudada por el Presidente Hayes y el litoral del río Paraguay y que el Gobierno insistirá en la mencionada tesis. Con esta noticia ya no cabe esperar nada, por el momento, de la diplomacia. El día 3 de febrero a las 16 horas, nuestro Primar Cuerpo interceptó con toda una división [D.2, Teniente Coronel José Rosa Vera] el camino de La China a Cabezón, saliendo a 12 kilómetros al oeste de La China. Pero otras tropas nuestras que maniobraban por el sur tropezaron con muchas dificultades y progresaron muy lentamente, por cuyo motivo no se pudo realizar el cierre del cerco, y los defensores bolivianos de La China escaparon hacia el sudoeste, por senderos abiertos en los bosques vecinos. La China cayó en nuestro poder aquel mismo día. Otra vez quedaba enteramente expedito el camino a Ballivián, y otra vez teníamos que perder esta preciosa oportunidad por falta de medios de transporte. En aquel momento carecíamos hasta de teléfonos y yo no podía saber en detalle las operaciones y movimientos que se realizaban. El día 5, nuevo repliegue del enemigo en contacto con nuestras fuerzas más allá de La China. Los nuestros llegaron hasta La China Nueva, otra posición enemiga hacia el oeste, que cayó también en nuestro poder. A pesar del retroceso continuo del enemigo ante nuestro empuje yo comprendía que este esfuerzo inaudito de nuestros bravos muchachos no podría seguir indefinidamente, y bajo tal impresión telegrafié aquel mismo día al ministerio de Defensa: 136 Nuestra persecución del enemigo derrotado en La China será limitada, desgraciadamente. Ya estamos llegando al limite extremo del rendimiento de nuestros medios de transporte. El día 6 continuaba hacia Cabezón la retirada del enemigo, el cual, según declaración de prisioneros, no excedía de tres regimientos. Nuestras. tropas hacían la persecución con mucha lentitud y en medio de sacrificios heroicos. El día 7 cayó en nuestro poder el puesto boliviano denominado Tortuga, situado a 13 kilómetros al oeste de La China. El enemigo había quemado en Tortuga sus parques e intendencias. Nuestras tropas siguieron hasta cuatro kilómetros más al oeste. Aquel día envié al ministerio de Defensa el siguiente parte abierto: En el Fortín Jordán (puesto situado al suroeste de La China y por donde pasaron las tropas derrotadas de La China) recogimos algunas armas automáticas, pesadas y livianas, 45 cajones de proyectiles de artillería, gran cantidad de granadas de mortero, un inmenso parque sanitario e infinidad de el elementos de todas clases. Numerosos soldados continúan presentándose, resto de las unidades dispersas en los bosques. Estos prisioneros, declaran que gran número de sus compañeros han perecido, principalmente de sed. Todo el camino recorrido por el enemigo en su retirada está sembrado de cadáveres, y algunos de ellos quemados, muertos por los oficiales por negarse a continuar la marcha. Socorrimos a varios soldados que quedaron aún con vida. El mismo día 7 el ministerio de Defensa me avisó que el día anterior nuestro gobierno había presentado a los Comisionados de la Liga de las Naciones una proposición, consistente en un pedido de seguridad como condición previa para entrar a negociar el arbitraje, y que los Comisionados de la Liga expresaron su temor de que Bolivia no aceptara dicha condición. Comenté en mi diario: “Considero que esta proposición, aunque fuere aceptada por Bolivia, no solucionaría el pleito, que seguirá gravitando sobre el país y que obligará más tarde a volver a la guerra." 137 El día anterior el ministerio de Defensa me informó que se temía que en las negociaciones con los Comisionados de la Liga se llegara a un “impasse absoluto", en el curso de aquella semana, lo que me movió a dirigir al ministerio una nota, "explicando -según dice mi diario en la anotación del 7 de febrero- a grandes rasgos, la situación militar, e insistiendo en forma terminante en la necesidad de proveer urgentemente de los camiones solicitados con anticipación." He aquí otras anotaciones de mi diario del mismo día 7 de febrero: Tengo la impresión de que el gobierno, como siempre esperanzado en la paz, no quiere hacer este sacrificio (la compra de camiones), y a causa de eso va a malograr la nueva victoria obtenida, como se malogró la anterior (Campo Vía) en parte. ... La sorpresa estratégica lograda en La China podría darnos grandes posibilidades de destruir con relativa facilidad al ejército enemigo. El día 9 continuó nuestro avance hacia Cabezón, no obstante la resistencia de pequeños grupos de tropas enemigas. En el sector de Pilcomayo establecimos estrecho contacto con una línea boliviana tendida delante de Magariños. Después de haber empujado al enemigo de La China en las condiciones descriptas, recomendé al Comando de nuestro Tercer Cuerpo (Coronel BrizueIa), que operaba sobre el Pilcomayo, que mantuviera estrecho contacto con las tropas enemigas de su sector, a pesar de las dificultades de todo género con que tropezaba aquella unidad. Yo deseaba así, de acuerdo con mí idea operativa, amarrar al enemigo, para que éste nos diera tiempo de llegar, si fuese posible, por el lado de Cabezón, a una altura que nos permitiera cortarle la retirada. El día 9 nuestras tropas chocaron, delante de Cabezón, con obstáculos más serios levantados por el enemigo. El Comando del Tercer Cuerpo dio parte de haber atacado durante todo aquel día las posiciones de su sector (Magariños). El día 10 las tropas del Tercer Cuerpo rompieron las líneas bolivianas y a las 9 horas entraron en el fortín Magariños [D.1, Coronel Fernández]. Luego avanzaron cinco kilómetros más al oeste. En el sector de Cabezón hicimos retroceder nuevamente al enemigo sobre otra posición. 138 Yo seguía, entre tanto, dominado por la preocupación de los camiones. El día 11 anoté en mi diario: "Mandé en avión al oficial de enlace Coronel Zúñiga a Asunción, para explicar la situación militar y la urgente necesidad de los 500 camiones solicitados. Aquel día el Comando del Tercer Cuerpo dio parte de haber ocupado Laguna, puesto situado a catorce kilómetros al noroeste de Magariños, donde existía un campo de aterrizaje. Las tropas del Primer Cuerpo, por su parte, se desplegaron para el ataque a las posiciones de Cabezón y establecieron estrecho contacto en todas partes. El día 12 nuestro Primer Cuerpo se apoderó de Cabezón a las 23 horas. Con este motivo escribí en mi diario: "Llegamos al limite hasta donde nos permiten avanzar nuestros medios de transporte. Suspensión forzosa de la ofensiva por falta de camiones. ¡Qué pena!" El mismo día envié instrucciones al Comando de nuestro Tercer Cuerpo, cuyas dificultades en medios de transporte en general yo conocía bien, para que hiciera todo lo posible en el sentido de mantener contacto con el enemigo en repliegue, siquiera fuese con destacamentos lanzados a distancia, y tratara de establecer enlace con nuestro Primer Cuerpo, que operaba más al norte. Para dar una idea del pánico de que estaba poseída Bolivia, debo recordar el hecho de que por aquel entonces se ordenó la evacuación de la población civil de Villa Montes, Tarija y Villazón, puntos situados a centenares de kilómetros del frente de operaciones. Como se sabe, nuestro ejército, lejos de amenazar dichas localidades, a duras penas estaba en condiciones de perseguir al enemigo. En aquellos días surgió un grave problema para el abastecimiento de nuestras tropas en marcha. Con la prolongación de nuestras líneas de comunicaciones, resultó imposible hacer llegar carne fresca a los soldados. Hasta entonces el ganado en pie para consumo del ejército iba detrás de éste, y era sacrificado en la misma línea de fuego. Cuando no había aguadas suficientes en la línea, se realizaba la matanza en los lugares más próximos a las tropas y se. transportaba la carne en camiones. En el Chaco la carne resistía sólo diez horas, cuando más, a la descomposición, sobre todo en verano. Es tal la cantidad de moscas que se acumulan en cuanto huelen carne fresca, y tal su tamaño, que devoran la carne y la echan a perder al instante. Por eso, cuando había que proveer de carne fresca a unas tropas alejadas, se sacrificaban los animales antes de la salida del sol, para aprovechar el fresco de la mañana, y 139 se transportaba la carne inmediatamente al lugar de consumo, donde debía llegar a medio día, a más tardar. Con la prolongación de nuestras comunicaciones, ya no se pudo llevar ganado en pie detrás de las tropas en marcha, por falta de aguadas y de pasto, y además, porque no teníamos camiones en cantidad suficiente. Por lo tanto, nuestras tropas tenían que sufrir privaciones indecibles en su persecución al enemigo. Vivían semanas enteras solamente con galletas y mate, y empezó a difundirse el escorbuto en proporciones pavorosas. Este azote no cesó hasta que dominamos la región de Carandayty, donde encontramos nuevamente ganado en pie. Se ideó Ia fabricación de charque para el ejército, pero el charque no evitó el escorbuto. Si bien el enemigo estaba en franca retirada, nuestro ejército llegaba al extremo límite de sus posibilidades de vida. Como consecuencia del esfuerzo hercúleo a que se les había sometido en aquel desierto sin término, nuestros efectivos disminuían. Muchos combatientes enfermaban y otros iban a disfrutar de un descanso bien merecido. Algunos de nuestros jefes se sintieron grandemente afectados por esta situación. Uno de ellos me telegrafió, afligido, que las fuerzas de que disponía nunca permitirían -operar sobre Ballivián. Era el 3 de febrero. Confrontado por todas estas dificultades, concebí la idea de trazar un camino directo que desde Camacho fuera hasta Cururendá. Así acortaríamos nuestras comunicaciones, como ya se había hecho con el camino de Coronel Hermosa (Carayá) a Platanillos, y supliríamos, siquiera parcialmente, la falta de medios de movilidad. El presidente me dijo que antes de dos meses no podríamos contar con más camiones; pero, entre tanto, algo había que hacer para golpear al enemigo. Un camino desde Camacho hasta Cururendá, donde concluye la frontera argentina sobre el Pilcomayo, podría permitirnos accionar sobre las líneas de comunicaciones del enemigo. El 13 de febrero transmití las siguientes instrucciones al comandante de nuestro Tercer Cuerpo, que operaba en Magariños: Una vez alcanzado el limite en su avance de acuerdo posibilidades sus medios transporte, y en vista de que por el momento es imposible asignarle más camiones, sírvase mantener sus tropas en formación articulada, lo más a mano posible, considerando hipótesis más probable, y lanzar destacamentos de exploración lo menos de un escuadrón cada uno, si posible montados, con el 140 fin de constatar en primera urgencia la nueva posición enemiga, que es de la mayor importancia para nuestras disposiciones en conjunto, y establecer al mismo tiempo enlace con el Primar Cuerpo por el camino más corto. El día 14 envié instrucciones paralelas al Primer Cuerpo, que operaba en la línea de Cabezón-Ballivián: Suspenda momentáneamente su ofensiva a fin de dar descanso a sus tropas y organizar y recompletar los efectivos de las unidades. Es importantísimo para nuestras resoluciones de conjunto constatar a que altura enemigo hará nueva resistencia. Fuertes destacamentos de exploración tendrán a su cargo esta misión. Conviene hacer todo esfuerzo necesario para enlace con Tercer Cuerpo y si posible abrir picada a este afecto. Las medidas que anteceden significaban el reconocimiento de nuestro fracaso de llegar rápidamente a Ballivián. Había que decidirse por otro procedimiento para conseguir el resultado perseguido. Yo no desechaba la posibilidad de que el enemigo organizara una línea de resistencia poco más o menos a la altura de Campo Jurado-Linares, reuniendo sobre ella sus dos columnas en retirada. Sería ésta una medida lógica de su parte, y en previsión a ella, ordené el enlace de nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero. Además, yo tenía interés en retardar en todo lo posible el repliegue del enemigo de la zona por donde entonces emprendíamos nuestra persecución, de modo que hubiera tiempo de abrir la proyectada senda de Camacho a Cururendá. Desgraciadamente, la idea operativa de accionar sobre las comunicaciones internas de los bolivianos por dicha senda, fracasó también, según veremos más adelante. Apenas nuestras tropas establecían estrecho contacto con las posiciones que sucesivamente ocupaba el enemigo para cubrir su retirada, el repliegue continuaba; y luego la aviación boliviana, a pesar de todas nuestras precauciones, descubrió el trazado del camino a Cururendá. El día 15 a las 9 horas llegó el presidente en avión a mi P.C. Sometí a su aprobación mi nueva intención operativa, ya en plena ejecución, relacionada con la apertura del camino a Cururendá. El presidente me dio su aprobación sin objeciones.214 14 Los únicos cominos entonces existentes eran el que de Campo Jurado se dirige a Alurralde, y el de Ballivión-Cururendó-Villa Montes, a orillas del Pilcomayo. 141 El 16 los destacamentos lanzados por el Tercer Cuerpo mantenían contacto con el enemigo a doce kilómetros al oeste de Laguna, y los del Primero a veinte kilómetros al oeste de Cabezón. Unas lluvias torrenciales favorecieron los trabajos del camino a Cururendá, porque nuestros zapadores bebían el agua de los charcos, agua que de otra manera no tendrían; pero en los demás frentes las lluvias obstaculizaban todo movimiento. El presidente regresó a la capital el día 18. El 21 emprendí un viaje de visita a los Comandos de cuerpos para confirmarles personalmente las órdenes preparatorias que les había transmitido por teléfono y dejar bien aclaradas mis intenciones. Llegué primeramente a Toledo, asiento del Cuartel General del Segundo Cuerpo. El comandante del mismo [Coronel Franco] me dio cuenta de que la senda a Cururendá alcanzaba ya a sesenta kilómetros de Camacho. Le concreté la misión del Segundo Cuerpo. Luego partí para La China, pero antes de nuestra llegada a El Cruce, la aviación boliviana descubrió nuestro grupo y nos persiguió tenazmente. Los caminos, por otra parte, estaban terribles, con motivo de las recientes lluvias. Llegamos a El Cruce ya entrada la noche. Allí pernoctamos. Al día siguiente seguimos para La China, asiento del Comando del Primer Cuerpo. Expliqué también al comandante de esta unidad (Coronel Núñez) la misión que correspondía a sus tropas. Ordené que el Segundo Cuerpo fuese reforzado con la división de mi Reserva General [Teniente Coronel Torreani Viera]. Después seguí para Magariños y pernocté a setenta kilómetros al sur de El Cruce. Al día siguiente continué para Las Perlas, lugar situado a seis kilómetros de Magariños y asiento del Comando del Tercer Cuerpo. Aquí, después de hacer una recorrida en que llegué hasta Toba Quemado, di las explicaciones pertinentes al comandante del cuerpo [Coronel Brizuela] con asistencia de sus divisionarios [Coronel Fernández, Tenientes Coroneles Paredes y Palacios y Mayor Ramos]. Estuve de regreso a Villa Militar el 25, donde me encontré con una carta del presidente, en que me anunciaba que la Liga de las Naciones había presentado al gobierno una proposición de paz y me indicaba los puntos principales de la misma. Consideré dicha proposición, según anoté en mi diario, como la mejor que hasta entonces se había formulado. 142 El 26, las patrullas de las avanzadas de nuestro Segundo Cuerpo, destacadas hacia Picuiba, entablaron las primeras luchas con las bolivianas en las cercanías de Cañada Tarija. El enemigo denunciaba así el comienzo de sus actividades en aquella región. El mismo día nuestro Primer Cuerpo estableció contacto con una posición enemiga a 27 kilómetros al oeste de Cabezón, y nuestro Tercer Cuerpo, en las inmediaciones de Linares. El 27, un parte del Segundo Cuerpo me informó que algunos aviones bolivianos habían descubierto el camino a Cururendá, en cuya construcción trabajábamos hasta entonces ocultamente. Algunos aparatos, en vuelo muy bajo, siguieron el trazado de la senda. Este descubrimiento, así como la conducta observada por el enemigo en los sectores de nuestros cuerpos Primero y Tercero y la reunión de tropas bolivianas en Cañada Tarija, me convencieron de que el enemigo no haría una defensa decidida en la línea Campo Jurado-Linares. Apunté en mi diario de guerra, el 28 de febrero: “Tengo casi la certeza de que el enemigo no se defenderá en la línea Campo Jurado-Linares”. En los primeros días de marzo el enemigo continuó su repliegue en los sectores de nuestros cuerpos Primero y Tercero, y dio comienzo a sus contramedidas para neutralizar el peligro que le podría acarrear nuestro camino hacia Cururendá, el que tenía ya 150 kilómetros de extensión. Con este fin acumuló fuerzas en la región de Guachalia, primero, y en Alurralde, después; y transportó tropas a la región de Garrapatal. El 3 de marzo el Comando del Tercer Cuerpo me anunció que sus tropas habían entrado en Tres Pozos y Linares, abandonados el día anterior por el enemigo. En la imposibilidad material de explotar la situación favorable que habíamos creado en la región de Linares, porque no teníamos medios para mover rápidamente -en condiciones de combatir- al grueso del Tercer Cuerpo, y como la serie de contramedidas adoptadas por el enemigo, por otra parte, esbozaban un cambio en la situación general, el día 4 ordené un reconocimiento en fuerza, por el Primer Cuerpo, de la nueva posición enemiga de su sector, la cual, según opinión del comandante interesado, era fuerte. El 5 emprendí un rápido viaje en avión. para enterar a los Comandos del cambio de situación e impartir sobre el terreno las instrucciones del caso, en 143 concordancia con dicho cambio. A las 7:15 mi avión aterrizó en Laguna, donde me recibió el comandante del Tercer Cuerpo [Coronel Brizuela]. Con él seguimos en automóvil hasta Linares. En el trayecto nuestro vehículo pasó por encima de una mina colocada por los bolivianos, que no explotó. Linares, como se sabe, era uno de los puntos por donde el ejército boliviano se abastecía en territorio argentino. Al día siguiente pasé en avión hasta PlataniIlos, donde expliqué al comandante del cuerpo la situación general Y le dí algunas instrucciones, para luego proseguir en automóvil hasta Camacho, asiento del Segundo Cuerpo y donde todavía no había campo de aterrizaje.15 Con el comandante del Segundo Cuerpo y los comandantes divisionarios consideramos los mismos puntos que planteé en los demás cuerpos. Volví al Gran Cuartel General el día 7. Según parte de aquel día, las avanzadas del Tercer Cuerpo habían llegado a 25 kilómetros de La Señora. Frente al Primer Cuerpo continuaba el repliegue del enemigo. El Primer Cuerpo estaba a 29 kilómetros al oeste de Cabezón. A pesar de que se esbozaba un cambio en la situación general, continuaban sin interrupción nuestros preparativos para la acción hacia Cururendá. Reunimos en Camacho un millar de mulas, en previsión de un amplio empleo de este medio de transporte. Proseguía, entre tanto, el repliegue boliviano, sobre todo a lo largo del río Pilcomayo, en el sector del Tercer Cuerpo, cuyas avanzadas habían llegado el 9 de marzo más allá de Buenos Aires. También se concretaban más y más las noticias referentes a la acumulación de tropas enemigas en Garrapatal. Entonces resolví emprender una nueva jira por el frente para recoger impresiones directas sobre el terreno y determinar la conducta que seguiríamos. El ministerio de Defensa me anunció en aquellos días que hasta el mes de abril no llegarían los camiones solicitados. Había que tener en cuenta esta circunstancia para cualquier determinación. El día 12, pues, partí para Camacho y seguí hasta Palmar Ustares, donde pernocté. El 13 fui más adelante y llegué hasta las avanzadas, donde 15 Aquel día el aire estaba muy agitado, y recomendé a los aviadores que me habían acompañado que esperasen hasta el día siguiente para volver a Villa Militar; pero ellos emprendieron el vuelo el mismo día, y uno de los aparatos sufrió un accidente que costó la vida al Capitán Caballero Alvarez. 144 inspeccioné la organización del terreno, que estaba en ejecución. Después regresé a Camacho y seguí hasta Jayucubás, donde me esperaba el comandante del Primer Cuerpo, a quien puse al corriente de los trabajos a cargo del Segundo Cuerpo y le di la instrucción de que armonizara mejor su unidad con el Tercer Cuerpo, y le hice algunas indicaciones sobre la conducta que observaría el cuerpo de su Comando en caso de que el Segundo llegase sobre el camino enemigo a Capiírendá. Le signifiqué la necesidad de apresurar, en todo cuando sus medios le permitiesen, el avance de sus tropas hacia Las Conchas-Ballivián. En este viaje me convencí de que había que realizar una operación previa sobre el destacamento enemigo de Garrapatal. No ordené, a pesar de todo, la interrupción de los trabajos hacia Cururendá, porque la idea que yo tenía en la mente sería a lo más postergada en su aplicación, pero no abandonada. El 14 regresé de Jayucubás a Villa Militar. Las tropas del Primer Cuerpo habían llegado a 31 kilómetros al oeste de Cabezón, y las del Tercero tomaban contacto con una nueva línea de defensa del enemigo. En el Cuartel General, el jefe de la sección respectiva me presentó un resumen de informaciones que demostraban concretamente la formación de una nueva gran unidad enemiga en la región Guachalla-D'Orbigny. Anoté en mi diario: "Esta noticia crea una expectativa nueva en lo referente a nuestros trabajos del Segundo Cuerpo. Desde el día 15 quedó también concretada la información de que el enemigo construía un camino que, partiendo de Garrapatal, se dirigía primeramente hacia el suroeste y luego hacia el sur, en línea recta, con la intención indudablemente de interceptar la senda de nuestro Segundo Cuerpo hacia Cururendá. El 17 se confirmó plenamente esta noticia. En los mismos días los Comandos de nuestros cuerpos de ejércitos Primero y Tercero dieron parte de estar en contacto, en sus respectivas zonas, con extensas líneas enemigas de posiciones organizadas lo que parecía indicar que por fin el enemigo se haría fuerte sobre una línea probablemente extendida hacia el suroeste, desde Campo Jurado 416 hasta el PiIcomayo. Si llegara a confirmarse este hecho, facilitaría grandemente la realización de nuestro pensamiento de accionar más al norte con nuestro Segundo Cuerpo, sobre la línea boliviana de comunicaciones. 16 Dícese que este lugar recibió el nombre de Campo Jurado porque los bolivianos hicieron el juramento de no retroceder de allí, después de la serie de retrocesos que venían realizando ante nuestro avance. 145 Ordené al comandante del Primer Cuerpo que buscara el ala norte de la posición enemiga de su frente y reconociera el terreno, para interceptar el camino que se dirigía desde Campo Jurado hacia Villa Montes, paralelamente con el camino de Ballivián a Villa Montes. También le ordené que preparase un sendero cuyo ensanche nos permitiese más tarde abastecer por allí al Segundo Cuerpo, cuya misión, como se sabe, era salir detrás de las comunicaciones enemigas más al norte. Con relación a la presencia y conducta del enemigo en Garrapatal, dirigí la siguiente comunicación al Comando del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) el mismo día 17: En la hipótesis de que tengamos necesidad de destruir previamente a las tropas de la Novena División enemiga 17 antes de la operación principal proyectada, sírvase ordenar los estudios preparatorios necesarios y ponerme al corriente del progreso de estos estudios. Mi resolución era destruir al enemigo que, fuerte de una división, se reunía en Cañada Tarija, al suroeste de Garrapatal, a fin de suprimir o alejar el peligro de aquella dirección, y ocupar rápidamente Garrapatal, para distraer hacia allá nuevas tropas enemigas, distracción que yo esperaba seria en detrimento del sector de Alurralde; librar batalla seguidamente con nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero en el frente Campo Jurado-Ballivián, donde, como suponíamos, el enemigo probablemente se haría fuerte; y por último, lanzar nuestro Segundo Cuerpo sobre Alurralde, y aún hasta Cururendá, si fuese posible, en coordinación con los demás cuerpos. En adelante me atendría tenazmente al esquema de este plan, a pesar de las dificultades y desazones que sobrevendrían; y a la larga lo aplicaría con éxito. En el sector del Tercer Cuerpo el enemigo empezó a mostrarse más activo. Realizó algunos reconocimientos en fuerza sobre nuestra línea, pero todos fueron rechazados. En este período de las operaciones se hacía sentir más imperiosamente que nunca la falta de aviación en nuestro ejército. Los pocos aparatos de que disponíamos no daban abasto a nuestras necesidades, no obstante el heroico esfuerzo de nuestros aviadores, que realizaban verdaderos milagros. Estábamos en una situación análoga a la que precedió a la aparición del enemigo sobre Alihuatá Viejo, a principios de 17 Los tropas que ocupaban Garrapatal. 146 marzo del año anterior. Virtualmente no podíamos hacer ningún reconocimiento estratégico, y eran numerosos los puntos acerca de los cuales podríamos recoger informaciones útiles para la conducción de nuestras operaciones. El enemigo, en cambio, poseía una magnífica aviación, a cuya vigilancia difícilmente escapábamos. Fue así que llegó a descubrir el trazado de nuestro camino de Camacho a Cururendá, descubrimiento que nos impidió sacar todo el fruto posible de dicha iniciativa. 147 La tricolor ondea sobre Muñoz (Fortín Gral. Díaz) Transporte de prisioneros bolivianos CAPITULO XII CAÑADA TARIJA - CAÑADA ESPERANZA (de marzo 19 a mayo 30 de 1934) El 19 de marzo llamé a mi Cuartel General al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco], quien llegó en la noche del mismo día. Le puse al corriente de las últimas noticias acerca del enemigo, que interesaban a su zona de operaciones, y le di orden de apresurar su operación contra el enemigo de Cañada Tarija, de acuerdo con la intención esbozada en la última parte del capítulo anterior. En consecuencia, el día 22 el Segundo Cuerpo hizo marchar una de sus divisiones [D.6, Mayor Federico W. Smith] hacia Palmar Santa Elena, punto que dicha división ocupó el 24. El 25 prosiguió su marcha sobre Cañada Tarija. El 26 tomó contacto con las posiciones bolivianas de este lugar, e inició su maniobra sobre ellas. El 27 nuestras tropas interceptaron el único camino de comunicación del enemigo detrás de Cañada Tarija. Los bolivianos acababan de recibir refuerzos de afuera. Y hacia el obscurecer, la división paraguaya rompió las defensas bolivianas mediante enérgicos ataques y se apoderó de Cañada Tarija con todos sus defensores y elementos. Cayeron en nuestro poder ocho oficiales y 1.200 ciases y soldados enemigos, amén de un considerable botín de guerra, fusiles, ametralladoras, camiones, elementos de sanidad, etc. El Tte. Cnel. Angel C. Bavía, comandante del destacamento boliviano, se vio completamente sorprendido por nuestra maniobra hacia su línea de comunicación detrás de Cañada Tarija. En un principio creyó que sólo se trataba de una incursión de patrullas, y según supimos después, no atribuyó mayor importancia a nuestra maniobra. Cuando se enteró de la realidad y pretendió reaccionar, ya era tarde: estaba encerrado en el círculo de hierro de nuestras fuerzas, y resultaba inútil toda resistencia. En su desesperación el Tte. Cnel. Bavía intentó suicidarse; se disparó un tiro de pistola en la sien, pero no murió en seguida. Un grupo de unos 50 soldados bolivianos procuró evitar que su jefe cayera en nuestro poder, y a pesar de la gravedad de su estado, le condujeron a un bosque adyacente, donde el día 30 fueron todos descubiertos y capturados por los nuestros. El Tte. Cnel. Bavía había perdido el juicio; trasladado a Camacho inmediatamente, se le prodigaron 148 las más solícitas atenciones médicas. Se le operó el 2 de abril, pero sin resultado, y murió el día 5. Yo le vi el mismo día 30 de marzo. Estaba echado boca abajo en su lecho y de vez en cuando levantaba la cabeza para proferir palabras incoherentes. El 28 por la tarde ocupamos Garrapatal, donde comprobamos la construcción por el enemigo de un camino que, partiendo de dicho punto, se dirigía hacia la senda que nosotros construíamos en dirección a Cururendá. El camino enemigo tenía ya diez y ocho kilómetros de extensión e iba primeramente hacia el suroeste y luego directamente hacia el sur. Alcanzado el objetivo asignado a la acción previa de las tropas del Segundo Cuerpo con la toma de Cañada Tarija y Garrapatal, el día 30 partí para Camacho, a fin de enterarme personal y rápidamente de la situación y tomar las disposiciones que ella aconsejare. Entre las informaciones, importantes-que recibí en esta jira, figuraba la referente a la inexistencia de agua, según los prisioneros bolivianos, desde Cañada Tarija hasta Carandayty. Teníamos, pues, una seguridad relativa en aquella región, ya que el enemigo no podría emplear por ahí masas de tropas de consideración. En cuanto a nosotros, no obstante haber despejado una vez más el camino hacia las bases del enemigo, no estábamos tampoco en condiciones más favorables para maniobrar hacia ese lado, por la angustia de nuestros medios de transporte, tan grave como siempre. La toma de Cañada Tarija y Garrapatal acarreó la desgracia profesional del Cnel. Peña, comandante de la Novena División boliviana, a cuyo cargo se encontraban dichas posiciones. El Cnel. Peña tenía su P.C. en Carandayty, a unos 300 kilómetros de las mismas, cuando se precipitó el descalabro. Fue tal, según supimos después, el pánico que produjo la toma de Cañada Tarija y Garrapatal, que el día 30 huía de Picuíba, a cien kilómetros de Garrapatal, un coronel boliviano de nombre Goitia, Ilevándose sus mujeres y muebles y dejándolo todo abandonado. Anoté el 30 de marzo en mi diario: Creyendo que con la acción de Cañada Tarija hemos logrado los resultados materiales y morales buscados, resuelvo realizar la maniobra decisiva sobre Ballivián.18 Doy para el efecto 18 Maniobra cuyo plan se concretó en la última parte del capítulo anterior. 149 numerosas indicaciones al Comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco). El 31 partí de Camacho para Cabezón, donde puse al corriente al comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] de la situación general y de las resoluciones tomadas respecto a la maniobra del Segundo Cuerpo, y le indiqué la parte que correspondería al Primer Cuerpo. Le reiteré la necesidad urgente de que se abriera un sendero en la selva, que la unidad de su mando emplearía en su maniobra hacia el norte para establecer enlace con el Segundo Cuerpo, apenas éste llegara a interceptar el camino del enemigo a Villa Montes. En cuanto a la colaboración del Tercer Cuerpo, ordené con antelación que esta unidad extendiera su despliegue hasta alcanzar el camino Cabezón-Ballivián. Se trataba, por lo tanto, de un desplazamiento hacia el norte de todo el Primer Cuerpo para cooperar con el Segundo. Además, yo pensaba asegurar el abastecimiento del Segundo Cuerpo mediante el rápido ensanche de la senda de maniobra del Primer Cuerpo. Regresé al Gran Cuartel General el 19 de abril. Nuestras patrullas del Segundo Cuerpo habían llegado aquel día hasta Siracuas, a cincuenta kilómetros al norte de Garrapatal. Ponía yo tanta fe en el éxito de las próximas operaciones, y tenía tanta confianza en consumar la destrucción del ejército enemigo -si mi plan se realizara satisfactoriamente, como parecía entonces factible-, que dirigí el 2 de abril el siguiente mensaje al Ministerio de Defensa, buscando la acumulación de la mayor cantidad posible de elementos: En momentos solemnes y decisivos para la terminación de la guerra con el aplastamiento definitivo del invasor, ruego al Ministerio de Defensa avivar todo el fuego del inmenso patriotismo paraguayo y disponer que todos los ciudadanos hábiles, comprendidos en el llamamiento de la defensa nacional, concurran al frente de operaciones a empuñar las armas. Necesitamos más hombres para completar nuestros efectivos. La próxima batalla debe ser la de la Nación paraguaya erguida en su totalidad. El día 6, poco antes de medio día, llega a mi Cuartel General el presidente. Le informé de la marcha general de las operaciones, y del estado de preparación de la próxima batalla. Yo creía por entonces que, si dábamos la 150 batalla en la forma concebida, terminaría la campaña. El presidente se mostró muy satisfecho con mis explicaciones y vivamente interesado en la pronta terminación de la guerra. El día 8 regresó a la capital. El día 7 el Comando del Primer Cuerpo me dio parte de que las tropas enemigas de su frente se retiraban desde la noche anterior, dejando en nuestro poder una posición organizada de doce kilómetros de desarrollo. Nuestras tropas habían avanzado ya hasta tres kilómetros al oeste de Campo Jurado. Los prisioneros tomados en el mismo frente informaron que el Segundo Cuerpo de ejército enemigo se dirigía hacia el noroeste, por el camino llamado Lóbrego, el cual se extiende desde Campo Jurado hacia Villa Montes. En la noche del 8 al 9 de abril el enemigo del frente de nuestro Tercer Cuerpo reinició también su repliegue. Y el día 9 el Comando del mismo Cuerpo me comunicó que sus tropas habían ocupado Buenos Aires y Mistola, sin resistencia de parte de los bolivianos. Con los nuevos repliegues bolivianos, continuó nuestra lenta y penosa persecución. Como la dirección del repliegue del Segundo Cuerpo enemigo demostraba que las tropas bolivianas se desplazaban más hacia el norte apresuré en todo cuanto era humanamente posible los preparativos para la acción de nuestro Segundo Cuerpo, e hice impulsar también la apertura (ordenada con anterioridad) de un camino que fuera desde Punta Rieles 19 directamente hasta Camacho. A pesar de que ya había que descartar una operación sorpresiva para el enemigo, yo seguía creyendo en la importancia de la acción de nuestro Segundo Cuerpo. Se recordará que yo había ordenado asimismo la apertura de una senda desde un poco al oeste de Cabezón con rumbo noroeste, para incidir sobre el camino Lóbrego y por él asegurar el abastecimiento de nuestro Segundo Cuerpo hacia Alurralde, en previsión de que dicha unidad ocupara Alurralde. Pero ahora que un fuerte núcleo de tropas enemigas seguía por el camino Lóbrego en su repliegue hacia el noroeste y que el factor sorpresa quedaba descartado para la maniobra de nuestro Segundo Cuerpo, el día 10 ordené el ensanche de la senda que de Camacho apuntaba hacia Cururendá. También dispuse la apertura de otra senda que, partiendo de un punto situado en la región de Siracuas, se dirigiera en línea recta con rumbo 19 Del ferrocarril de Casado. 151 suroeste hacia el Pilcomayo, sobre un punto equidistante de Villa Montes y de Cururendá. Pero esta senda nunca se construyó; su apertura requería el empleo de elementos de que no disponíamos por entonces, y pronto ya no fue necesaria, en razón del rápido cambio de la situación. Yo me había propuesto usarla en alguna probable maniobra contra la frontera boliviana entre Cururendá y Villa Montes. Entre tanto, continuaba el repliegue del enemigo. El 11 de abril se estableció el enlace de nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero, de Horqueta a Buenos Aires. El 12 nuestro Tercer Cuerpo ocupó Las Conchas. En los días siguientes se produjeron otros contactos y nuevos repliegues bolivianos en la zona del Tercer Cuerpo. El 16 el enemigo lanzó al espacio un parte abierto, con lujo de pormenores, sobre una imaginaria batalla en la región de Las Conchas [D.1, Coronel Fernández]. Esta hipotética acción se habría desarrollado con feroz encarnizamiento,y naturalmente, al final, los paraguayos éramos reciamente vapuleados. El mismo día tomamos prisionero a un oficial boliviano que nos refirió haber leído con igual interés y la misma sorpresa que nosotros el mencionado parte, pues la batalla, de ser real, debió de haberse librado en su sector. Por supuesto, desmentimos tan pueril invención. Llovía copiosamente. Nuestros cuerpos de ejército Segundo y Primero hacían reconocimientos a largas distancias con tropas de a pie, hacia Picuiba, y por el camino Lóbrego hacia Alurralde. El servicio que nos prestaban nuestros escasos aviones era muy limitado, porque no habían terminado aún las pistas de Camacho y de Cabezón. Sin embargo necesitábamos grandemente la ayuda de la aviación, para conocer los rumbos de los caminos que el enemigo construía en el sector de Alurralde con el propósito de dificultar o impedir nuestras actividades en aquella dirección. El 21 de abril el comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) me dio parte de que en la mañana de ese día una fuerte patrulla boliviana había interceptado nuestra senda hacia Cururendá a la altura del kilómetro 130 de Camacho. El enemigo seguía replegándose en el sector del Tercer Cuerpo. Estas actividades y otros hechos me indujeron a emprender una nueva jira por las zonas que ocupaban nuestras tropas, y para el efecto salí de Villa 152 Militar el día 23. La expectativa era de si el enemigo se defendería o no en Ballivián, y por eso juzgué conveniente recoger impresiones personales en el campo de operaciones. Sabíamos que el enemigo había logrado volver a reunir 33.000 combatientes. Me dirigí primeramente a Camacho. Yo estaba entonces bajo la impresión de que el enemigo tenía muy esparcidas sus tropas. Con un núcleo defendía Ballivián; reunió otro en la región de Cañada Esperanza-Cañada StrongestCañada Oruro; y otro, en la región de Lafaye-Picuiba-Carandayty. Todo esto necesariamente influiría en nuestro plan, que se concretaba así: En el norte: Una acción demostrativa en la región de Picuiba, con el fin de distraer la atención de las fuerzas enemigas de aquella zona, por el mayor tiempo posible. En el sur: Continuar la acción sobre las posiciones de Ballivián, si el enemigo defendía en firme este punto, como amarramiento de las tropas enemigas. Luego, aplicar el esfuerzo principal con el Primer y Segundo Cuerpos sobre el camino del dispositivo boliviano, en la región de Cañada Esperanza, y dirigirnos, sea sobre Guachalia, sea sobre Cururendá, para encerrar y destruir a las tropas enemigas de Ballivián. En otras palabras: batir sucesivamente altos distintos grupos en que estaba dividido el ejército enemigo. Puse al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] al corriente del plan antedicho. El día 24 pasé a Cabezón, donde expliqué igualmente al comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] la modalidad del plan, y le concreté la misión de su ejército, consistente en avanzar con toda rapidez por el camino Campo Jurado-Cañada Esperanza hasta tomar contacto con las posiciones principales del enemigo y maniobrar por nuestra izquierda para atraer sobre el Primer Cuerpo el núcleo enemigo de la región, al propio tiempo que nuestro Segundo Cuerpo hiciera su aparición detrás de dicho núcleo. El 25 continué mi viaje hacia el Cuartel General del Tercer Cuerpo, entonces en Puesto Rocha. Expliqué asimismo al comandante de aquél [Coronel Brizuela] y a los demás jefes [Tenientes Coroneles Paredes y Palacios y Mayor Ramos] la misión que correspondería a su unidad. En esta ocasión pude comprobar personalmente hasta dónde había llegado el esfuerzo del Tercer Cuerpo en su larga y laboriosa marcha a lo largo del río Pilcomayo, para alcanzar el punto en que ahora se encontraba. Aquellas 153 tropas formaban una caravana a la vez impresionante y pintoresca. En el transporte se habían empleado todos los animales utilizables, caballos, burros, perros, hasta cabras. Ese heroico conglomerado venía así a pie desde Nanawa, en medio de rudos combates y de maniobras agotadoras, y había recorrido no menos de 500 kilómetros. Allí estaba la explicación de la proeza realizada por nuestro pueblo en el Chaco. También habían llegado mujeres de la retaguardia, esposas, madres e hijas de los combatientes, y todas transportaban alguna cosa, en esa peregrinación inverosímil detrás del enemigo. Después de una visita rápida a una: de las divisiones [D.1, Coronel Fernández] en la línea emprendí viaje de regreso a Cabezón, donde también expliqué la situación al jefe del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] y a los comandantes divisionarios [D.2, Teniente Coronel Vera; D.7, Coronel Ortiz; D.8, Coronel Cabrera]. Pasé luego a El Cruce, donde pernocté, y al día siguiente, 28, llegué a Villa Militar. Me encontré aquí con una carta del presidente Ayala, en que me decía que los recursos del país estaban agotados y que él se sentía enfermo, circunstancia que probablemente le obligaría a tomar algún descanso. Me inquieté con ambos anuncios. Yo tenía mucha fe en el éxito de mi plan, pero como se necesitarían seis meses, a mi juicio, para darle una ejecución acabada, temía que la información que me trasmitía el presidente anticipara algún escollo serio en el camino. Rogué al Primer Magistrado que viniera al Cuartel General. El presidente llegó el día 30, como siempre en avión. Celebramos en seguida una conferencia y le expuse mi plan, tal como quedó descrito en las páginas anteriores. Se mostró él vivamente entusiasmado. Escribí en mi diario: A las explicaciones que le di sobre la posible prolongación de la campaña por algunos meses más, diciendo que solamente en los movimientos preparatorios y en el desarrollo se emplearían tres meses, el Sr. Presidente respondió, dando prueba de una exacta comprensión, que esos tres meses bien podrían extenderse a seis, que era justamente el tiempo que yo creía necesario prever como probable duración de la campaña. El plazo de seis meses seria, naturalmente, para el caso de que las operaciones tuvieran el éxito esperado, pero no fue así, y la guerra se prolongó todavía por un año más. 154 En los últimos días del mes de abril el Tercer Cuerpo, en cumplimiento de su misión, se apoderó frente a Ballivián de líneas sucesivas de defensa del enemigo, al que obligó a retroceder varios kilómetros. Los preparativos del Segundo Cuerpo continuaban con toda actividad: sus patrullas habían alcanzado Laguna Lafaye. Dos noticias de bulto referentes al enemigo llegaron en aquellos mismos días al Cuartel General: la desavenencia del presidente Salamanca con el Comando del ejército boliviano y la contratación de oficiales chilenos por Bolivia para servir en las filas de su ejército. Por supuesto, en un principio no sabíamos cómo se resolvería el desacuerdo del presidente Salamanca con los jefes militares del Chaco; y resultó después, a la vuelta de pocos meses, que una reconciliación era imposible. En cuanto a la conducta chilena, produjo en todos nosotros la más penosa impresión. El Paraguay y Chile estaban ligados por una vieja tradición de simpatía, basada en la tradición viril de ambos pueblos. No ignorábamos que en el caso de la ayuda a Bolivia se trataba de una política ajena al sentimiento popular chileno, pero esta circunstancia no impedía que la opinión paraguaya se sintiese muy afectada. Cuesta descubrir qué interés genuinamente chileno pudo haber inducido a tomar una determinación tan insólita. Cabe suponer que Chile deseara desviar la atención boliviana hacia el sudeste, para apartarla de la aspiración a recuperar la costa del Pacífico. Pero a esa altura de la guerra el fracaso de Bolivia era visible. Y aún, en el supuesto de que Bolivia estuviera en condiciones de aplastar al Paraguay, ¿la haría renunciar nuestra derrota a su sueño marítimo? Esto parecía muy problemático porque a la geografía no se la engaña. Bolivia es tributaria del Pacífico y mientras exista como nación deseará una salida propia sobre ese mar. Por lo demás, el error chileno no contribuyó para nada a salvar a Bolivia; sólo sirvió para prolongar la matanza y dejar en el alma paraguaya un hondo resentimiento. Según nuestras informaciones, el ejército enemigo, fuerte de unos 40.000 hombres, estaba repartido a fines de abril en tres grupos, a saber: El Tercer Cuerpo cubría la región Laguna Lafaye - Picuiba - 27 de Noviembre Carandayty; el Segundo, la región Cañada Esperanza -Cañada StrongestSamaihuate -Cururendá; y el Primero, totalmente desplegado, defendía la región Ballivian-Guachalia. Para el 12 de mayo, en la intercepción de la senda abierta por nuestro Segundo Cuerpo hacia Cururendá, a la altura del kilómetro 130, el enemigo presentaba una línea de varios kilómetros de extensión, y cavaba 155 trincheras con mucha nerviosidad. Uno de nuestros regimientos tomó contacto con dicha línea. El 2 de mayo la aviación enemiga bombardeó Puerto Guaraní, fábrica de tanino situada sobre el río Paraguay. El presidente Ayala regresó a la capital ese mismo día. Desde el día 4 nuestro Primer Cuerpo estableció estrecho contacto con el enemigo en Cañada Esperanza, a cuyas avanzadas obligó a replegarse varios kilómetros. Nuestro Tercer Cuerpo, entre tanto, para cumplir su misión de amarramiento, desplegaba febril actividad. El 8 celebré en Puerto Casado una entrevista con el comandante de Bahía Negra [Coronel Delgado]. Le puse al corriente de la situación general y de los preparativos para la próxima batalla y le previne que el sector a su cargo se defendería, lo menos por dos meses, únicamente con las tropas de que disponía, antes de que pudiésemos distraer tropas hacia el norte. Realicé luego otra rápida visita de inspección por el frente. El día 12 llegué a Camacho y el 13 pasé a Cabezón. Aquí noté que, por la lentitud con que el Primer Cuerpo realizaba la maniobra a su cargo, el enemigo podría frustrar nuestra intención. Era un atisbo de que la ejecución no marchaba en consonancia con las necesidades del momento. Anoté en mi diario: La maniobra encomendada al Primor Cuerpo marcha lentamente. El enemigo tendrá tiempo de tomar sus contramedidas. En todo caso, lograremos atraer gran parte de las fuerzas enemigas, especialmente del norte, circunstancia que facilitará la destrucción del enemigo de Ballivián con la maniobra del Segundo Cuerpo, por el norte del dispositivo. El 14 de mayo, aniversario de nuestra independencia, el presidente Ayala envió al Ejército del Chaco el siguiente saludo: General José Félix Estigarribia General en Jefe del Ejército en el Chaco. En este día de patriótico júbilo, el pueblo entero, congregado al pie de la bandera, exalta las glorias de los denodados defensores de la soberanía nacional, y refirma su inquebrantable fe en el triunfo de nuestras armas. Sírvase 156 trasmitir a los jefes, oficiales y tropa los saludos del Gobierno de la República. Fdo: Eusebio Ayala Presidente de la República Yo contesté al presidente en la siguiente forma: Mayo 15 de 1934 Señor Presidente de la República, Dr. Eusebio Ayala, Asunción. En nombre propio y en el de los señores jefes, oficiales y tropas del Ejército de mi mando, me es honroso agradecer al Exmo. Presidente de la República los saludos que, en el día de la patria, nos hace llegar el Superior Gobierno, Nacional; y al retribuirlos, cúmpleme expresarle que el Ejército en el Chaco, cuyas banderas victoriosas han reverdecido viejos laureles, renueva en ocasión tan solemne su indeclinable voluntad de vencer o morir. Con profundo respeto y acatamiento. Fdo: General Estigarribia Comandante en Jefe También hubo un cambio análogo de felicitaciones con el ministerio de Defensa. El mismo día los aviones bolivianos bombardearon Puerto Mihanovich, Puerto Leda y Fuerte Olimpo, sobre el río Paraguay, sin causar mayores daños. Ese día 14 llegué al P.C. del Primer Cuerpo, situado a 34 kilómetros sobre el camino Campo Jurado-Cañada Esperanza. En mi entrevista con el comandante del cuerpo [Coronel Núñez], le di explicaciones aclaratorias sobre la importante misión confiada a su unidad, consistente en atraer sobre sí a las tropas enemigas de su sector -y hasta le autoricé a hacer algún repliegue si las circunstancias lo aconsejaban- para facilitar la maniobra decisiva del Segundo Cuerpo, que caería detrás de las tropas enemigas atraídas por el Primer Cuerpo. A este respecto yo estaba decidido a hacer retroceder inclusive al 157 Tercer Cuerpo, con el propósito de atraer al enemigo, resolución que mantuve por varios días, en realidad hasta fin de mes. La anotada lentitud del Primer Cuerpo era tanto más sensible cuanto que, con nuestra enérgica acción sobre Cañada Tarija y la actitud agresiva de nuestros destacamentos hacia Picuiba -que daban a entender que nuestra acción principal se orientaba en aquella dirección- habíamos logrado obtener la diseminación buscada de las fuerzas bolivianas, que yo consideraba indispensable para batir a un enemigo ya por entonces muy superior en número a nosotros. Nuestro ejército operaba con un efectivo de 20.000 combatientes, poco más o menos, en tanto que el enemigo, según he dicho, era fuerte de 40.000 combatientes. El día 15 llegué a Algarrobo, asiento del P.C. del Tercer Cuerpo, donde, en reunión de comandantes divisionarios [Coronel Fernández, Tenientes Coroneles Paredes y Palacios y Mayor Ramos] expliqué y aclaré todos los puntos de la misión que correspondía a dicha unidad, que sería una maniobra con dos divisiones hacia su ala derecha (norte) a fin de aislar, si fuere posible, a los defensores de Ballivián. Después de medio día regresé a El Cruce, donde instalé desde aquel día mi P.C. de combate. La aviación enemiga había bombardeado Bahía Negra y Curupayty, puesto de vigilancia, este último, situado doce o quince kilómetros de Bahía Negra. Ese mismo día nuestras tropas [Dest. Capitán Atilio Benítez] se apoderaron de Laguna Lafaye, abandonada por el enemigo. Los bolivianos desplegaban una actividad desusada, y esto me hacía presumir que en alguna forma nos llevarían la delantera. Bombardeaban diariamente los puertos del río Paraguay - desde Bahía Negra para abajo; hacían concentraciones importantes en Castrillo, al noroeste de nuestro fortín GaIpón; se retiraban de la región de Laguna Lafaye y empeñaban acciones bastante enérgicas frente a Ballivián, contra nuestro Tercer Cuerpo. Yo temía también que el enemigo ganara la delantera porque la acción de nuestro Segundo Cuerpo no podría desencadenarse sino después del día 20, pues tropezaba con dificultades de todo género. En los días 16, 17 y 18 una maniobra de nuestro Primer Cuerpo realizada por su izquierda, continuaba normalmente su desarrollo. Con ella había rebasado aquél el ala correspondiente del enemigo. El 19 el enemigo de Ballivián presionó violentamente desde la madrugada, a lo largo de todo el frente de 158 nuestro Tercer Cuerpo, pero fue detenido, en todas partes con pérdidas sensibles para él. El mismo día 19 el Comando de nuestro Primer Cuerpo [Coronel Núñez] dio parte de que aparecían detrás de sus tropas de primera línea, sobre el camino Lóbrego, unas patrullas enemigas, entre los kilómetros 50 y 60 a partir de Campo Jurado. Fueron rechazadas; pero al obscurecer del mismo día apareció otra fuerte patrulla boliviana a la altura del kilómetro 60, sobre el mismo camino. Al día siguiente, una importante tropa enemiga salió igualmente sobre este camino a la altura del kilómetro 57, sin que hubiese podido ser rechazada aún la patrulla que el día anterior salió sobre el kilómetro, 60. La tropa enemiga del kilómetro 57 interceptó el camino entre nuestras tropas desplegadas en la primera línea y nuestra reserva; pero además, entre las tropas enemigas que estaban en los kilómetros 60 y 57, respectivamente, quedó cortado por delante y por detrás el batallón paraguayo Pitiantuta, cuya misión era, sin embargo, de observación. Felizmente, un camino paralelo al interceptado por el enemigo, que corría más al oeste, desde el punto ocupado. por nuestras tropas de primera línea hasta nuestra reserva (Octava División) [Coronel Cabrera] estaba todavía libre; y se ordenó que las tropas de primera línea (divisiones Séptima [Coronel Ortiz] y Segunda [Teniente Coronel José Rosa Vera] con la artillería [G.A.1, Mayor Godoy Cáceres] se replegaran, protegidas por la Octava División, que tomó de inmediato contacto con las tropas enemigas de incursión -todo esto, de conformidad con la intención operativa de retener sobre nuestro Primer Cuerpo aquellas fuerzas enemigas, mientras el Segundo pudiera realizar su proyectada maniobra, la cual, según comunicación de su comandante, no se podría emprender sino después del día 21. El 21 el Comando del Primer Cuerpo ordenó que aquella misma noche hicieran su desprendimiento nuestras divisiones cortadas, de primera línea. Pero el comandante de la Segunda División [Teniente Coronel Vera) desplegada a la derecha del dispositivo del cuerpo, avisó que había derrotado a las tropas bolivianas hacia el norte, hacia el noroeste y hacia el este, y anunciaba que permanecería en su misma posición, permanencia que le haría perder el tiempo necesario para la preparación de su repliegue. El día 22, en cumplimiento de la orden antedicha, la artillería y la Séptima División realizaron ordenadamente su repliegue: se desprendieron por la noche, como se les prescribió, con todos sus 159 elementos. Pero la Segunda División, que demoró por la anotada decisión de su comandante, quedó cortada de su camino de repliegue por contingentes enemigos venidos precisamente por el este, dirección que dicho comandante creyó haber despejado el día anterior. En cuanto al batallón Pitiantuta [I./R.I.16, Capitán Joel Estigarribia] aprisionado entre las tropas enemigas del camino del oeste, se vio en la imposibilidad de replegarse. Contaba apenas con unos cien hombres, y lo cercaban aproximadamente tres mil bolivianos. Todo aquel día enmudeció la radio de la Segunda División, y nos pasamos sin noticias tanto de ella como del batallón Pitiantuta. Entre tanto nuestro Tercer Cuerpo desplazaba el centro de gravedad de sus tropas hacia el ala norte, buscando enlace con el Primero. El Segundo Cuerpo continuaba su reunión con toda rapidez, para iniciar la acción a su cargo. El comandante del Primer Cuerpo [Coronel Núñez] me propuso que su unidad se retirara todavía más; pero yo no consideré aconsejable este temperamento sin que el enemigo volviera a empeñarse con nuestra primera línea, máxime cuando no teníamos aún noticias de la Segunda División. Por otro lado, debía mantenerse la misión del Primer Cuerpo, de atraer a las fuerzas enemigas de su sector. Toda la mañana del 23 transcurrió sin noticias de la Segunda División, hasta que, a las primeras horas de la tarde, apareció el comandante de la misma en nuestra nueva línea. Poco después llegó uno de los regimientos de la misma unidad. Algunos asaltos sin éxito del enemigo a nuestras posiciones de frente a Ballivián trataban de llamar nuestra atención hacia aquel lado. Para la noche del día 23 nuestro Segundo Cuerpo estaba todo reunido en el extremo de la picada hacia Cururendá, a la altura del kilómetro 130 a partir de Camacho, listo para lanzarse a cumplir su misión. Yo había ordenado el mismo día que la Primera División [Coronel Fernández] del Tercer Cuerpo estuviera también reunida para ser transportada en camiones al teatro de operaciones del Segundo Cuerpo, con la intención de imprimir el mayor empuje posible a la acción de esta unidad. 160 El 24 se realizó el enlace del Primer y Tercer cuerpos, de modo que las tropas paraguayas presentaba ya, con ellos, un frente más o menos continuo, para responder a la iniciativa del enemigo. A éste no le quedaba para maniobrar sino el ala norte, y si entraba aquí, estaba perdido, porque caería sobre él nuestro Segundo Cuerpo. El mismo día se reunió a la Segunda División en nuestra línea el regimiento Dos de Mayo [Capitán Rufino Pampliega] con dos de sus batallones, anunciando a la vez la llegada de otro batallón más, que nunca llegó. Estos dos batallones vinieron con todos sus elementos, sin ninguna oposición del enemigo. Desgraciadamente, en aquella fecha las otras fracciones de unidades de nuestra Segunda División se rindieron al enemigo: eran un regimiento [C.9, Capitán Casimiro Flores] y un batallón [del R.11, Mayor César López]. Pero los cien hombres del batallón Pitiantuta, al mando del Capitán Joel Estigarribia, siguieron defendiéndose bravamente en la parte oeste. El enemigo retenido por nuestras tropas rodeadas estableció contacto con la nueva línea tendida por el Primer Cuerpo el día 25. Pero, por dificultades diversas, el Segundo Cuerpo no pudo iniciar su movimiento hasta el 27; y el enemigo, que había empleado todas sus tropas contra el Primer Cuerpo, pudo tener libres buena parte de sus unidades con la rendición de las fracciones paraguayas el día 24, y moverse para esquivar la acción de nuestro Segundo Cuerpo. El 28 prosiguió el movimiento de nuestras tropas de maniobra del Segundo Cuerpo, el que interceptó al día siguiente algunos caminos de retaguardia de las tropas enemigas de su frente, fuertes de una división, en tanto que su ala norte marchaba sin dificultad, es decir, sin presencia del enemigo. Aquel mismo día se incorporó toda la Primera División de infantería [Mayor Juan Nepomuceno Barrios] como refuerzo al Segundo Cuerpo. Pero ya por la tarde del día 29 las tropas enemigas del frente del Primer Cuerpo habían iniciado su repliegue, y el 30, el enemigo del frente de nuestro Segundo Cuerpo era también derrotado en malas condiciones y huía de nuestra persecución por senderos abiertos en el bosque. En los dos frentes, el enemigo dejó en nuestro poder prisioneros y gran cantidad de elementos de todo género. En el sector del Primer Cuerpo recogimos morteros y equipos pertenecientes a las tropas paraguayas capturadas, que los bolivianos, en la prisa de su retirada, no pudieron transportar -lo cual revelaba que éstos se habían replegado con máxima rapidez-, para escapar al golpe preparado por nuestro Segundo Cuerpo. 161 Siguió luego un lento avance de nuestras tropas de los cuerpos Primero y Segundo, en las difíciles condiciones que permitía el terreno de la región, y esto dio tiempo al enemigo para preparar nuevos puntos de resistencia, que se convirtieron, poco a poco, en una línea continua tendida desde más al norte de Cañada Esperanza hasta Ballivián.20 Fue así cómo la falla de un comandante divisionario [Teniente Coronel José Rosa Vera] de nuestro Primer Cuerpo impidió que se realizara con tiempo la maniobra del Segundo, lo que precipitó el colapso de todo el plan. El enemigo magnificó mucho la captura de nuestros destacamentos encerrados: habló en sus comunicados de miles de prisioneros paraguayos y de miles de nuestros soldados perdidos por los bosques, etc. Pero en las acciones de Cañada Esperanza no perdimos más de 600 prisioneros. Era explicable, sin embargo, que los bolivianos se excedieran en su regocijo, por razones de propaganda. He ahí todo lo ocurrido en Cañada Esperanza. Como era de esperar, prodújose una viva alarma en nuestra opinión pública, y hubo gente que sin titubear arrojó sobre mis espaldas la responsabilidad entera del revés. Según ella, yo era el único padre de aquel engendro. Este desamparo paternal para Cáñada Esperanza contrastó notablemente con la abundancia de progenitores putativos que caracterizó la victoria de Campo Vía, el año anterior, en cuya ocasión, cuando apenas acababan de rendirse las dos divisiones bolivianas que logramos encerrar, se atribuyeron sin demora toda la gloria de la hazaña por lo menos cuatro improvisados estrategas, cada uno exclusivamente para si. 20 Los acciones que acabo de relatar son conocidas en conjunto con el nombre de Batalla de Strongest, denominación impropia. El teatro en que se desarrollaron fue Cañado Esperanza. Cañada Strongest, también conocida por Cañada Oruro, queda mas al norte. 162 Trincheras de Nanawa Misa de campaña en la línea CAPITULO XIII NUESTRO FRACASO DE JULIO DE 1 9 3 4 (De mayo 30 a julio 10 de 1934) El 30 de mayo recibí del Ministerio de Defensa el primer anuncio de la posibilidad de que la Liga de las Naciones decretara el embargo de la venta de armas. Contra esto había que precaverse anticipadamente con la dosificación cuidadosa de nuestros elementos de guerra. El 2 de junio anoté en mí diario: “Creo que el enemigo abandonará Ballivián, a consecuencia de nuestra presión sobre el ala norte de su dispositivo general en la zona del II Cuerpo (paraguayo)”.21 Eran tan palmarias las razones. que aconsejaban esta medida, que yo no dudaba por entonces de su pronta adopción por el enemigo. Pero, como se verá seguidamente, para fines del mes de junio, comprobé haber caído en un error: Los bolivianos no abandonarían Ballivián con nuestra presión sobre su ala norte, y así dejarían siempre abierta a nuestra iniciativa la posibilidad de destruir todo su ejército de la ribera del Pilcomayo. El 12 de junio autoricé al comandante de nuestro Segundo Cuerpo [Coronel Franco] a desencadenar al día siguiente, 13, una acción preparada sobre dicha ala enemiga. Nuestra Primera División de infantería [Mayor Barrios] quedaba encargada de ejecutar el envolvimiento, mientras los otros cuerpos de ejército amarrasen al enemigo en sus respectivos frentes. Pero la ejecución de la maniobra tropezó con grandes inconvenientes, creados por las dificultades propias del terreno y la multiplicidad de caminos que había que reconocer previamente, para precaverse contra la posible acción del enemigo por el norte, es decir, por el lado de Cañada El Carmen. 21 Al año siguiente, en una de mis entrevistas con el General Peñaranda, le pregunté por qué el ejército boliviano se mantuvo en Ballivián en situación tan peligrosa, bajo la amenaza de un envolvimiento. El General Peñaranda me explicó que aquella obstinación se debió al Presidente Salamanca; quien hacía cuestión de amor propio nacional de la conservación de Ballivián, y que tal fue una de las causas de su desavenencia con el ejército, origen de su derrocamiento. 163 El día 14 el enemigo del frente de nuestra División de Reserva General [Segundo Cuerpo]. que operaba hacia el ala sur, se replegó, siendo perseguido. El 15 se restableció el contacto a cuatro kilómetros de la posición de partida. A fin de contrarrestar el avance de nuestra Primera División [Mayor Barrios], el enemigo de Cañada El Carmen, cuya presencia en esta región fue señalada varios días antes por nuestra aviación, se empeñó a fondo con un contingente de unos 3.000 hombres sobre nuestra extrema ala derecha. Evidentemente le guiaba el propósito de envolver dicha ala. Se entabló una lucha sangrienta, que llegó hasta el, entrevero, pero el esfuerzo del adversario quedó anulado. Causamos estragos en las filas bolivianas: los muertos no bajaron de 400. Comprobamos que los soldados enemigos estaban bebidos, lo que explica por qué se expusieron a tan terrible matanza. En esta acción recibieron su bautismo de fuego los oficiales chilenos recién incorporados al ejército enemigo, y algunos, según los prisioneros, figuraban entre los muertos. El 16 el enemigo emprendió dos asaltos más, pero fue igualmente rechazado con grandes pérdidas, subiendo a 600 el número de sus muertos en este frente; y por último ejecutó un repliegue que se fue ampliando hasta abarcar también, el día 17, la zona de nuestro Primer Cuerpo, sobre una extensión total de 40 kilómetros. Y a aquel repliegue siguieron otros. El 18 nuestro Tercer Cuerpo rompió la línea enemiga en un frente de un kilómetro, y recibió inmediatamente furiosos contraataques, pero no abandonó las posiciones conquistadas. El mismo día 18 escribí una carta al presidente, en contestación a otra suya del día 14. Le insinuaba una entrevista, por haber notado, según expresé en mi diario, que “estaba impresionado (el presidente) por los logreros políticos, civiles y militares, que en estos días están desplegando mucha actividad a raíz del revés sufrido últimamente por el Primer Cuerpo (Segunda División)”. Por aquella época recibí las primeras noticias sobre actividades del enemigo desde la región de Ingavi hacia el sudeste, las cuales, de ser confirmadas, requerirían la adopción de medidas especiales por parte de mi Comando. Una operación del enemigo por el lado de Ingavi podría apuntar hacia Pitiantuta o hacia el río Paraguay, y esto me obligaba a iniciar exploraciones activas por Bahía Negra hacia Vitríones, por Coronel Bogado hacia Florida y por Pitiantuta hacia el norte, en cuya dirección ya habíamos chocado con patrullas enemigas a unos quince kilómetros de nuestro fortín y comprobado la existencia de 164 caminos. Había que tomar también precauciones hacia Picuiba: en esta región el enemigo tenía por objetivo a Garrapatal. Y por último, otros datos nos informaban de los preparativos de un probable ataque enemigo sobre Las Conchas, en el sector de Ballivián. Entre tanto, llegaban a Bolivia nuevos contingentes de oficiales chilenos, cuyo número alcanzó a 300, en total. Además, los agentes bolivianos contrataban obreros chilenos, procedimiento destinado a proveer a Bolivia no sólo de oficiales sino también de soldados, puesto que los obreros iban a las minas a reemplazar a los mineros nativos para que éstos empuñaran las armas. El día 19 las tropas bolivianas atacantes de nuestra extrema ala derecha también iniciaron su repliegue. Nuestro Primer Cuerpo continuó buscando la nueva posición enemiga. El 21 fueron desbaratadas otras tentativas del enemigo, procedentes de Cañada El Carmen, sobre nuestra extrema ala derecha. En estas acciones tomamos muchos fusiles, armas automáticas y otros elementos. Aquél abandonó 70 cadáveres pertenecientes a soldados del regimiento Castrillo. Se notó cierta actividad enemiga en el sector de Picuiba. El mismo día 21 llegó a mi P.C. de El Cruce el ministro de Defensa, Dr. Víctor Rojas. Conversamos sobre la situación internacional. El Dr. Rojas me dijo a nombre del presidente que la Argentina nos presionaba para hacer la paz. Me refirió también que la situación financiera era muy angustiosa. Con motivo de las acciones del 21, los bolivianos volvieron a difundir informaciones falsas sobre supuestas derrotas paraguayas, y decían que nuestras tropas estaban en grave peligro. Mi Comando las desmintió con el siguiente parte abierto: Junio 25, 1934. Mindefensa, Asunción. El Comando enemigo vuelve a inventar una batalla y atribuirse una victoria inexistente. Después de la derrota sufrida por el II Cuerpo de Ejército boliviano en el sector de Cañada El Carmen, cuerpo formado orgánicamente por las divisiones III y VIII, bajo el comando en jefe del Coronel Bernardino Bilbao Rioja, y reforzado posteriormente con los regimientos Sucre y Pérez, pertenecientes a la IV División, traídos del 165 sector Ballivián, con los regimientos Chuquisaca, Montes, Cochabamba y Castrillo de la IX División, traídos del sector Picuiba. y regimientos Azurduy, Corocoro y Lanza, de la Reserva General del Ejército, el enemigo continúa basta hoy su repliegue en varios sectores, dejando en poder de nuestras tropas tres formidables posiciones sucesivas. Una tentativa de reacción local del enemigo ha sido castigada con la destrucción del regimiento Castrillo 6 de Caballería, comandado por el Teniente Coronel Walter Méndez, traído apresuradamente del sector Picuiba. Es enteramente falso que ningún movimiento del ejército boliviano haya puesto en peligro en ningún momento a las tropas paraguayas, las cuales prosiguen su avance victorioso. Fdo: General Estigarribia. Estábamos tan bien informados sobre la situación del enemigo, que las noticias falsas no prosperaban fácilmente. Ese mismo día, en un parte de fin de jornada, anunciamos que el enemigo acababa de replegarse, en total, cinco kilómetros hacia Cañada El Carmen. Por la extremada escasez de aparatos, nuestra aviación no podía tener una actuación muy destacada. No dejaba, sin embargo, de realizar notables proezas, y prestaba siempre servicios muy valiosos. Así, nuestros aviadores derrotaron el día 26 a una escuadrilla enemiga de cuatro aviones en un combate que duró quince minutos. La diferencia entre nuestros aparatos y los bolivianos (como prácticamente en todos los elementos de guerra) era considerable. Los bolivianos empleaban rapidísimos aviones de caza Curtis, en tanto que nuestra aviación sólo disponía de aparatos de bombardeo franceses, muy lentos. Un prisionero nos refirió que, a raíz del combate del 26, un avión enemigo se estrelló cerca de nuestras posiciones, pero en campo enemigo. La angustia de medios de transporte era siempre aguda. En aquellos días nuestro Tercer Cuerpo no disponía de más de veinte camiones. Encuentro en mi diario una anotación en que digo que me veo obligado a postergar nuestras operaciones por falta de medios de transporte. No teníamos cómo abastecer a nuestras tropas en movimiento. Ante tanta angustia, decidí pedir a Asunción que nos enviaran hasta los camiones utilizados por las reparticiones del Estado. El día 27 emprendimos con el ministro de Defensa una jira por e! frente. Ante la paralización de las operaciones por falta de medios de transporte, me propuse en esta jira enterarme detalladamente de la situación y ordenar lo necesario para 166 nuevas acciones ofensivas, tan pronto como nuestros elementos de movilidad nos lo permitieran. El estado de los caminos era muy malo. Llegamos primeramente al Cuartel General del Segundo Cuerpo. Aquel mismo día se inició un nuevo repliegue del enemigo en nuestra ala derecha. Expresé al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] que yo mantenía íntegramente la intención operativa de mi plan, consistente en accionar sobre el ala norte del dispositivo enemigo para buscar una batalla decisiva, pero que, obligado por el momento a suspender las operaciones en vista del movimiento de repliegue del enemigo y la falta temporaria de medios de transporte, el Segundo Cuerpo debería tomar nuevamente contacto con aquél y, hecho esto, estudiar prolijamente una acción desbordante o una ruptura del frente boliviano en su zona de operaciones. El 28 partimos para el P.C. del Primer Cuerpo, que estaba sobre el camino Lóbrego. Confirmé al comandante del cuerpo la misión de acompañamiento que debía realizar con el Segundo Cuerpo, y le dije además que preparara una de sus divisiones para reforzar la acción de este último. El 29 pasamos al P.C. del Tercer Cuerpo, a cuyo comandante confirmé igualmente mis intenciones operativas y le prescribí la conducta que debía observar su unidad frente a estas dos hipótesis: (1) Que el enemigo atacase en forma tal, que fuese imposible contenerle; y (2) Que el enemigo se retirase de Ballivián. Hasta entonces yo no salía de mi asombro ante la obstinación boliviana de seguir en Ballivián. El mismo día regresamos a mi P.C. de combate de El Cruce. El 30 escribí en mi diario: A las 9:30 parte el Ministro de Defensa de regreso a la capital. Le repito que las operaciones quedaban suspendidas hasta que contemos con medios de transporte, y que esta circunstancia no dejaba de tener sus peligros, pues podría permitir al enemigo recuperar la iniciativa de las operaciones. Luego decidí emprender otra jira por el frente. Yo notaba cierto aflojamiento en el entusiasmo de algunos jefes de nuestras grandes unidades, hecho que atribuía a la prolongación de la campaña y al 167 contraste del mes de mayo. Algunos jefes ya no tenían los bríos optimistas de los primeros tiempos. Consideré un deber de mi parte intentar una reacción en ellos. Persistía la calma relativa. El 3 de julio me dirigí al Cuartel General del Tercer Cuerpo. Me hice acompañar del comandante del mismo y seguí viaje hasta la línea, “para empezar -anoté en mi diario- la preparación moral de la batalla próxima, con mis exhortaciones a todos los Comandos, desde los regimientos para arriba”. En el P.C. de la Cuarta División [Teniente Coronel Paredes] hablé con su comandante y los comandantes de regimientos, y puse todo el fuego posible en mis palabras. De igual manera procedí en Las Conchas, con los jefes de la Quinta División [Teniente Coronel Palacios]. Al día siguiente visité los puestos de comando de la Segunda División de Caballería [Mayor Ramos], de la Octava División [Teniente Coronel Eugenio Garay], perteneciente al Primer Cuerpo, y de la Séptima División [Coronel Ortiz]. En todas partes hablaba con fervor de la próxima batalla y dejaba las indicaciones del caso. El 5 partí para el Segundo Cuerpo. De paso visité la Segunda División [Teniente Coronel A. Rivas Ortellado] y el P.C. de la División de Reserva General [Teniente Coronel E. Torreani Viera]. Llegué al Cuartel General del Segundo Cuerpo poco después de medio día. Por la tarde pasé a los puestos de comando de las divisiones Primera [Mayor Barrios] y Sexta [Teniente Coronel Smith]. Regresé por la noche al Cuartel General del Segundo Cuerpo, donde pernocté. Ocupé toda la mañana del día 6 en los preparativos de la acción del Segundo Cuerpo. Escaloné las fechas para el desarrollo de las operaciones en la siguiente forma: El 8 de julio atacaría el Tercer Cuerpo en el sector de Ballivián; el 9 atacaría el Primer Cuerpo en dirección a Guachalla; y el Segundo Cuerpo atacaría el 10. Yo buscaba atraer la atención del enemigo hacia el extremo sur de la línea; luego, con el Primer Cuerpo, amenazar en dirección a Guachalla con el mismo fin, atrayendo hacia allá las reservas enemigas; y por último, asestar el golpe principal con el Segundo Cuerpo. Por la tarde regresé al Cuartel General del Primer Cuerpo, donde fijé mi P.C. de combate. En todo el frente encontré muy buena disposición de parte de los ejecutantes, y esto me dio confianza en el éxito. 168 El día 7 dicté la orden general de operaciones para la batalla. Se activaron febrilmente los últimos preparativos. El 8, nuestro Tercer Cuerpo, tras brillantes asaltos, rompió el frente enemigo de Ballivián, se apoderó de tres posiciones sucesivas y avanzó seis kilómetros de profundidad. Capturamos cien prisioneros. Los muertos bolivianos fueron de más de doscientos. El enemigo, en su huída, abandonó en nuestro poder numerosos elementos: armas automáticas, parques, carpas, intendencias, centenares de miles de proyectiles, etc. Pero, precisamente por su magnitud, no pudimos explotar nuestro éxito. Nos habíamos propuesto simplemente distraer la atención del enemigo y no disponíamos por el momento de efectivos suficientes para llevar adelante una penetración tan profunda. Nuestros aviones, que tenían a su cargo el bombardeo de Ballivián, libraron aquel mismo día un combate con los aviones enemigos que concurrieron al cielo del fortín. Nuestros pilotos consiguieron derribar a uno de los aparatos enemigos, que se desplomó en su propia línea, y regresaron después a sus bases en perfectas condiciones. Entre los cadáveres de quince oficiales enemigos muertos en la acción, fueron identificados los primeros cadáveres de oficiales chilenos. El 9, nuestro Primer Cuerpo, en cumplimiento de su misión, también asaltó y rompió el frente enemigo en dirección a Guachalla, aunque sin avanzar mucho, por las dificultades del terreno, cubierto de bosques muy sucios. Empujó asimismo la línea enemiga sobre el camino Lóbrego, más allá de sus posiciones fortificadas. Pero el Segundo Cuerpo no pudo rematar su misión en la forma deseada. El día 10, a las 6:20 de la mañana, inició la acción con una intensa preparación de artillería y morteros. Rompió también la línea enemiga; desgraciadamente, a poco de avanzar, se produjo una desorganización en sus unidades motivada por la pérdida de sus cuadros y la desorientación general en que cayeron las tropas al dar con una serie de caminos nuevos, detrás de las posiciones conquistadas. Además, las unidades intervenían en espacios muy reducidos y hubo una mezcla que pronto imposibilitó toda acción coordinada. Perdido el primer impulso y mientras se reorganizaban nuestras tropas, el enemigo tuvo tiempo de transportar refuerzos y detener definitivamente nuestro avance. Aquel mismo día, desde las 9 horas, el enemigo contraatacó en Ballivián con nuevas fuerzas, deseoso de recuperar las posiciones perdidas el 8. Siguió una 169 lucha encarnizada, pero para las 14 horas el contraataque fue totalmente paralizado. Nuestras tropas volvieron al ataque y destruyeron un batallón del regimiento enemigo Florida y un escuadrón del Avaroa. Así se frustró un esfuerzo más que apuntaba a la destrucción del ejército enemigo desplegado a lo largo del Pilcomayo. Con todo, no me persuadí, ni mucho menos, de que las premisas de mi concepción para la ejecución de aquel designio estaban mal cimentadas. Por el contrario, determiné buscar oportunamente la misma finalidad, ya que el enemigo se prestaba siempre a lo que yo proyectaba, permaneciendo en una posición tan peligrosa para él. 170 CAPITULO XIV EL EJERCITO PARAGUAYO ESTRATEGICAMENTE ENVUELTO - PICUIBA: LA MARCHA HACIA CARANDAYTY (De julio 10 a setiembre 12 de 1934) Con nuestro fracaso del 10 de julio un nuevo problema pasaba a ocupar el primer plano. Desde el mes de mayo notábase mucha actividad de parte del enemigo en la región del sudeste de Ingavi. Nuestros aviadores observaban que en el fortín, Florida los bolivianos levantaban grandes cobertizos y construían pistas de aviación, al propio tiempo que abrían nuevos caminos. Nuestros patrulleros de Pitiantuta comprobaban a su vez la existencia de picadas recientemente desbrozadas, por donde las fuerzas bolivianas hacían reconocimientos. Estos datos corroboraban otras informaciones, según las cuales el enemigo intentaría alguna acción por aquella zona, con la mira, ya sea de llegar al río Paraguay, o ya de dirigirse hacia Pitiantuta y Punta Rieles, terminal del ferrocarril de Puerto Casado. Estábamos, pues, confrontados por un peligro que reclamaba la adopción de rápidas medidas. Además, el ejército boliviano, mucho más numeroso que el nuestro, pues contaba a la sazón con unos 50.000 combatientes contra 21.000 paraguayos, había tenido tiempo de acumular fuerzas suficientes para neutralizar la acción de nuestro Segundo Cuerpo, circunstancia que nos obligaba a desistir por el momento de la acción encomendada a dicha unidad. Por último, bastaba examinar el mapa para comprobar que el ejército paraguayo estaba situado dentro de un gran arco, forma que afectaba el despliegue enemigo. En otras palabras, nuestro ejército se encontraba estratégicamente semienvuelto. El 11 de julio nuestros tres cuerpos de ejército emprendieron algunas acciones locales, a fin de proceder a la reorganización general de las unidades y dar a las tropas algún descanso. El 13, algunos contraataques locales del enemigo de Ballivián y sobre el camino Lóbrego fueron fácilmente rechazados. Después de tomar ciertas resoluciones relativas a la paralización momentánea de las operaciones, el día 14 partí de regreso a mi P.C. de El Cruce, para esperar al presidente, que había llegado aquella tarde a Villa Militar. El día 15 siguió hasta El Cruce. 171 Cementerio de Saavedra Campo de nadie El presidente me anunció que el gobierno argentino presentaría próximamente una proposición a los beligerantes. Yo le relaté las últimas acciones y le pinté la situación general con colores obscuros. "Nuestra situación -le dije- es realmente grave, por el peligro a que estamos expuestos». "En consecuencia -agregué- hay que accionar hacia Picuiba para desbaratar, mediante un golpe en dicha zona, la intención que puede abrigar el enemigo en la región del sudeste de Ingavi, de dirigirse hacia el río Paraguay o de caer sobre Pitiantuta”. Le expresé luego que nosotros no nos hallábamos en condiciones de paralizar directamente esta acción del enemigo, porque en Bahía Negra no había tropas suficientes ni siquiera para parar un movimiento de las fuerzas enemigas de Puerto Suárez, que probablemente cooperarían con las de Ingavi, comandadas por el General Lanza. Teníamos que apelar, pues, a un procedimiento indirecto, pero ejecutado sin tardanza, porque las patrullas bolivianas ya llegaban a diez kilómetros de Pitiantuta. Concreté mi idea operativa del siguiente modo: Dar un golpe a Picuiba con la mayor celeridad posible, a fin de interceptar en 27 de Noviembre el camino principal y más corto de abastecimiento de las tropas bolivianas del General Lanza, con cuya acción quedarían también amenazadas las regiones del Parapití y de Carandayty. En seguida, si las circunstancias lo permitían, lanzarnos hacia Carandayty y hacia el Parapití, para amenazar Charagua, Boyuibé y Camiri, y obligar al enemigo a descongestionar de tropas el frente del Pilcornayo y poder nosotros accionar nuevamente en dicha zona. Pero en el momento inicial, dadas nuestras posibilidades, limitaríamos el primer impulso de nuestras tropas hasta el fortín Algodonal, en dirección a Carandayty y 27 de Noviembre por el norte. El presidente, con esa vivacidad que le caracteriza, captó de inmediato la realidad de la situación y dio sin vacilar su aprobación al plan. Expresé también que la toma de Picuiba por nosotros contribuiría considerablemente al éxito de las negociaciones diplomáticas que él me había relatado. El día 16 el presidente recibió el siguiente telegrama del ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Benítez: Recibí telegrama de Rivarola. Embajador Espil encuentra buen ambiente Departamento de Estado, pero Hull insiste inclusión del Brasil entre 172 Croquis 5 Batalla del Pilcomayo Julio de 1934 mediadores para asegurar aceptación de Bolivia. Según el telegrama de Espil, Estados Unidos requieren conformidad del Paraguay a la fórmula para oficializarla y evitar nuevos fracasos por posible rechazo. La fórmula ha sido entregada por Saavedra Lamas a Casto Rojas y embajador del Brasil. Rivarola espera instrucciones urgentes. Saludos, Benítez. Ministro de Relaciones y Culto. El presidente respondió al canciller el mismodía: Puede contestar que veríamos con satisfacción inclusión del Brasil y, si se desea, también del Uruguay. Entendemos no conviene dar nuestra aceptación antes de presentación oficial de la fórmula de ambos países. Será preferible esperar actitud Bolivia, pues tenemos experiencia que nuestra aceptación es capaz suscitar prevención. Aceptación oficial nuestra no podrá darse antes de ciertas consultas, pero mediadores pueden contar con nuestra buena voluntad. Saludos, Eusebio Ayala. El 18 regresó el presidente a la capital. Yo convoqué el mismo día un rendez vous en Camacho con el comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco], con mi Jefe de Estado Mayor [Coronel J.M. Garay], que estaba en Villa Militar, y con el comandante de las tropas destacadas hacia Picuiba [Capitán Atilio Benítez], para comunicarles mis nuevas resoluciones. Partí para Camacho el 19. Después de explicar a los nombrados jefes mi propósito de accionar sobre Picuiba, dispuse los trabajos preparatorios, consistentes en la búsqueda de agua (que era lo fundamental), mediante la perforación de pozos, patrullajes previos, acumulación de medios de transporte, etc. También designé una división del Segundo Cuerpo que se encargara de estos trabajos. Luego emprendí viaje para el Cuartel General del Primer Cuerpo, por el camino Florida, que va de Camacho a Cañada Esperanza. Pero nos sorprendió la noche en el trayecto y tuvimos que dormir al aire libre, en medio de un frío intenso. Al día siguiente llegué al Cuartel General del Primer Cuerpo, a cuyo comandante enteré del proyecto sobre Picuiba y le di las indicaciones sobre la misión que correspondería a su unidad. Estando aquí me retrasmitieron por teléfono de Villa Militar el siguiente mensaje del presidente: El Presidente Salamanca expresó al Ministro argentino que no acepta solución propuesta y que insiste en concesión salida río Paraguay 173 como condición para cesación guerra. Agrega Ministro que Salamanca tiene certeza triunfo próximo de armas bolivianas. Pensé que el rechazo del Presidente Salamanca sería por desairar a la Argentina antes que por falta de deseo de terminar la guerra. En la primera quincena de julio el gobierno boliviano anunció a su ejército del Chaco la llegada de una misión militar checoeslovaca y recabó la opinión de los Comandos sobre ella. El anuncio causó en los Comandos enemigos muy mala impresión. El presidente Salamanca dudaba siempre de la capacidad de los jefes nativos, y el fracaso del General Kundt no le había convencido del peligro de confiar la suerte del ejército a jefes extranjeros. La misión militar checoeslovaca no tuvo una intervención activa en la dirección de las operaciones. Se limitó a visitar el Chaco y formular algunas sugestiones. El día 21 me entrevisté con el comandante del Tercer Cuerpo en el cruce del camino Lóbrego con el que va de Cabezón a Las Conchas. Le señalé la misión de su unidad en el curso de las operaciones proyectadas. Consolidaría sus posiciones y a lo más se empeñaría en acciones locales para mejorar su dispositivo. Luego regresé a mi P.C. de combate de El Cruce. Yo acababa así de completar mi tercera jira por el frente desde los últimos días de junio. Cada uno de estos viajes cubría un recorrido no menor de 500 kilómetros, sobre pésimos caminos, llenos de barro o de polvo, por donde los vehículos saltaban y se sacudían violentamente al tropezar con los raigones no removidos de las huellas , bajo la lluvia y en el frío . En aquel mes yo estaba particularmente preocupado con el debilitamiento del entusiasmo de nuestra oficialidad, y no ahorraba esfuerzo para reavivar nuevamente en ella el fuego de los primeros meses. Hacía dos años que se batallaba, se marchaba y se contramarchaba, sin relevo casi. En realidad nadie se daba ningún descanso y era natural que esta enorme tensión llevara al agotamiento. Por otro lado, combatíamos contra un enemigo tremendamente duro, que se sobreponía a los desastres más abrumadores, cuya resistencia era capaz de exasperar al propio Hércules. Y a todas estas circunstancias se agregaba la clara conciencia de que nuestro ejército no ocupaba una situación estratégica alentadora. Había, pues, sobrada razón para que se resintiera un poco la robusta moral de nuestros bravos combatientes, sometidos a todo género de privaciones. Pero se imponía evitar que este aflojamiento debilitara nuestro empuje frente al enemigo, y de ahí que yo no cesara un solo día de predicar el optimismo, de estimular a todos. 174 Felizmente, premiaban mis esfuerzos los resultados más pasmosos. Apenas les comunicaba una nueva concepción operativa, aquellas gentes exhaustas revivían como por arte de magia y respondían gallardamente al llamado. Gracias a esto, después de haber destruido a un poderoso ejército enemigo, pronto destruirían a otro más poderoso aún. Por esta época hubo un cambio de pareceres entre el Ministerio de Defensa, el Comando del Chaco y los diarios de Asunción, sobre la mejor manera de uniformar la propaganda, no sólo para ilustrar correctamente y alentar a la opinión pública, sino también para evitar imprudencias e indiscreciones no intencionadas que pudieran perjudicar la marcha de las operaciones. De la referida consulta nació Radio-Prensa, organización de propaganda que se estableció en el mismo Comando del Chaco y que irradiaba todos los días noticias y comentarios sobre el curso de Ia campaña. A la vuelta de poco tiempo Radio-Prensa se convirtió en una eficiente palanca de propaganda y prestó servicios invalorables. Los comentarios de Radio-Prensa tendrán siempre un alto valor documental para los historiadores futuros de la guerra. La línea del Pilcomayo entró en un período de relativa calma. A lo largo de ella sólo se realizaban acciones locales, excepto en nuestra extrema ala derecha, dónde, según he dicho, el enemigo inauguró sus actividades desde mediados de mayo, primeramente con la mira de detener nuestro movimiento desbordante por esa región y después para interceptar nuestro camino hacia Cururendá detrás de nuestro Segundo Cuerpo y apoderarse eventualmente de Garrapatal. Se entabló una lucha de las más rudas en aquellos bosques espinosos, que se prestaban a todo género de sorpresas y emboscadas. El enemigo iniciaba la apertura de un camino, que los nuestros interceptaban sin tardanza pero sólo para ser cortados a su vez, y así indefinidamente: un juego de escondite con la muerte. A medida que avanzaba el mes de julio se concretaban más y más las informaciones de que el enemigo preparaba una acción general importante. Desplegaba una febril actividad desde el fortín Galpón, en el remoto norte, hasta Cañada Strongest y El Carmen. La rapidez de la acción, por consiguiente, adquiría para nosotros una importancia excepcional. Sólo ganando de mano al enemigo, podríamos conjurar la crisis que se avecinaba. Poco antes de fin de mes realicé un viaje a Puerto Casado para tomar ciertas medidas y asegurar una mayor eficiencia en nuestra línea de abastecimiento 175 Aviones de caza paraguayos Avión sanitario paraguayo desde el río. En Puerto Casado recibí el 28 de julio una noticia de bulto: nuestros poceros habían encontrado agua potable en la región de Laguna Lafaye. Anoté en mi diario: Con esto se posibilita nuestra proyectada acción sobre Picuiba. Apresuro cuanto es posible los preparativos para dicha acción, a fin de ganar en tiempo a la posible operación del enemigo sobre Pitiantuta y hacia el río Paraguay, desde Florida. El 30 emprendí viaje de regreso para mi P.C. de El Cruce. Aquí encontré a mi buen amigo el Dr. Manuel Maria Oliver, corresponsal de La Razón, de Buenos Aires. Me informó del espíritu favorable a la causa de nuestro país que reinaba más allá de nuestras fronteras. El Dr. Oliver me hizo luego un reportaje. Ese mismo día hubo una acción de patrullas de cierta importancia en nuestro puesto Yapeyú, de la zona de Bahía Negra, que confirmaba las actividades y preparativos del enemigo en aquella región. El día 31 resolví trasladar mi Cuartel General a Camacho para apresurar la operación sobre Picuiba y cuidar mejor de la defensa de Pitiantuta, adonde envié más tropas. Para la operación sobre Picuiba organicé cuadrillas de poceros que seguirían regularmente a nuestras tropas y cavarían pozos a medida que progresara nuestro avance. Entre tanto el escorbuto causaba estragos en nuestras filas. El día 2 de agosto me trasladé a Camacho definitivamente. Acababa de terminar también, después de ocho meses de ímprobo trabajo, el camino directo de Punta Rieles a Camacho. Los comandantes de cuerpos quedaron convocados para una reunión el día 5 en el asiento de mi nuevo Cuartel General, en Camacho, en cuya reunión yo les explicaría mejor mis intenciones sobre el alcance de las próximas operaciones. Ordené que el Primer Cuerpo extendiera su frente hacia el norte hasta abarcar también el frente que tenía a su cargo el Segundo, a fin de permitir que este último se moviera y accionara más holgadamente. Resolví que la semana próxima se realizara una operación sobre Picuiba. Al arreglar sus detalles, consideré las siguientes hipótesis, según anoté el día 4 en mi diario: 176 (1) El enemigo permanece en sus posiciones actuales; (2) El enemigo forma una nueva línea replegándose sobre Guachalla y extendiendo su ala hacia el norte; (3) El enemigo se repliega sucesivamente hasta llegar a la línea general Cururendá-Capiírendá-Carandayty-Boyuibé. En esos primeros días de agosto la aviación boliviana parecía querer distraer nuestra atención hacia el norte, pues bombardeaba sistemáticamente Bahía Negra, Puerto Guaraní, Fuerte Olimpo y otros puntos. Sólo si el enemigo tuviese esa intención se explicaría un empleo tan inconducente de su fuerza aérea. El día 5 se realizó la anunciada reunión de comandantes de cuerpo en mi Cuartel General. Todos vinieron en avión. Les enteré de la situación general, les expuse mi plan en sus pormenores y les indiqué las modalidades de ejecución de las misiones respectivas que yo asignaba a cada cuerpo. Ordené que el comandante del Primer Cuerpo (Coronel Fernández) se encargara de la superintendencia de las acciones encomendadas al destacamento del Segundo Cuerpo que quedaría en Cañada El Carmen. El comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) fue directamente de la reunión de Camacho a Siracuas, para dirigir personalmente la ejecución de las operaciones. El día 6 ordené que la guarnición de Pitiantuta (Oficial de Administración 1º Wenceslao López) practicara un reconocimiento en fuerza hacia el norte, hasta ocupar, si fuere posible, el primer fortín enemigo que hallara en el trayecto y que probablemente sería Madrejoncito o Lagunillas, para cuyo fin debería empalmar el camino propio con el del enemigo, que por entonces llegaba a pocos kilómetros de Pitiantuta. Mi intención consistía en coordinar dicha acción con la otra de mayor importancia que preparábamos sobre Picuiba; ocupar Madrejón, donde cruzaba el camino que debía seguir nuestro destacamento con el que viene de Bahía Negra por el fortín Coronel Bogado y Florida, y reunir en Madrejón los destacamentos paraguayos de toda lla zona para seguir después hacia Ingavi, con cuya maniobra quedarían totalmente cubiertos, por aquel lado, Bahía Negra y el litoral del río Paraguay, al propio tiempo que Bahía Negra se enlazaría con Pitiantuta. Según mis instrucciones, el movimiento de las tropas de Pitiantuta se iniciaría el 15 de agosto. El mismo día 6 nuestra aviación observó que el camino enemigo de Cañada Strongest se había prolongado en diez kilómetros más y se dirigía hacía detrás de la zona de nuestro Segundo Cuerpo, rumbo sudeste, para salir 177 sobre el camino de Camacho a Alurralde, a la altura del kilómetro 111 a partir de Camacho. Con esta información comprendí que el enemigo no advertía hasta entonces nuestros preparativos sobre Picuiba, hacia cuya región transportábamos más y más tropas de nuestro Segundo Cuerpo (Cuarta División), al que el enemigo pretendía cortar con el camino que prolongaba. El día 7 nuestra aviación bombardeó dicha prolongación y dispersó a los trabajadores bolivianos. A raíz de este bombardeo, la aviación enemiga vigiló Quince de Abril todo el día 8, mientras nuestras tropas del sector buscaban interceptar el camino enemigo. El 9 ordené la venida a Puerto Casado del jefe de Estado Mayor del Comando de Bahía Negra, para darle algunas aclaraciones referentes a la misión de las tropas de aquella zona, en coordinación con las de Pitiantuta. El mismo día el comandante del Segundo Cuerpo (Coronel Franco) me dio parte de que sus tropas estarían listas el 12 del mes para operar contra Picuiba. El movimiento se inició el 13 a las 4 de Ia mañana. Nuestras tropas cubrieron en el día la mitad de su itinerario. Advertí a los Comandos del Primer (Coronel Fernández) y Tercer Cuerpos (Coronel Delgado) que el día 16 deberían iniciar su acción de cooperación. El 14, a las 20 horas, recibí la noticia de que nuestras tropas de maniobra se apoderaron de un reducto enemigo en el sector de Picuiba, capturando 200 prisioneros. El 15, con motivo del segundo aniversario de la inauguración de su gobierno, envié al presidente Ayala el mensaje que sigue: El pueblo paraguayo en armas que se bate a mis órdenes en el Chaco, eleva por mi intermedio a Vuestra Excelencia, con motivo del aniversario de hoy, sus saludos muy respetuosos y la reafirmación de su fe inquebrantable en vuestra acción fecunda de esclarecido estadista y en la del gran Gobierno que presidís. General Estigarribia Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco. El presidente agradeció así la salutación que antecede: 178 Recibo el mensaje de su Comando con viva emoción. La unión estrecha entre los ciudadanos permitió al país hacer frente al alevoso atentado de Bolivia. El Gobierno y la nación entera experimentan legítimo orgullo en respaldar al glorioso Ejército del Chaco. Eusebio AyaIa Presidente de la República El mismo día 15 nuestro destacamento de maniobra interceptó a las 7:30 horas, en la retaguardia de Picuiba, el único camino de retirada del enemigo, a unos seis o siete kilómetros del fortín, hacia el norte. El hecho provocó el desbande de los defensores de la posición enemiga. Pero casi todos, en número de un millar aproximadamente, cayeron en nuestro poder. Recogimos, además, un botín de guerra considerable: camiones, ametralladoras pesadas y livianas, morteros, municiones, etc. Como algunos fugitivos bolivianos se internaron en los bosques, donde se exponían a morir de hambre y de sed, organizamos en seguida patrullas de socorro. Nuestras tropas continuaron el mismo día hacia los otros objetivos inmediatos que se les habían señalado, a saber, Algodonal y 27 de Noviembre, y a las 22 horas se apoderaron de Loma Vistosa, situada a veinte kilómetros al noroeste de Picuiba. El 17 por la tarde cayó en nuestras manos Yrendagüé, y casi a la misma hora entramos en 27 de Noviembre. Para el día 18 quedó igualmente ocupado el puesto de Villazón por nuestras tropas, a treinta kilómetros al este de Loma Vistosa. El 22 destruimos un destacamento enemigo de mil hombres en Algodonal y nos apoderábamos de este fortín, donde encontramos un inmenso material de guerra. Con la toma de Algodonal, cumplíase enteramente la misión asignada a las tropas del Segundo Cuerpo. Todas estas operaciones sorprendieron de tal modo al enemigo, que la rapidez fulminante de su ejecución no le dio tiempo para tomar ninguna contramedida. Con nuestra captura de 27 de Noviembre, el General Lanza, comandante de las tropas enemigas de Ingavi, se encontró súbitamente cortado de su base de Santa Fe; no tenía otra escapatoria que el camino del norte, hacia Roboré. El día 19 tomó las primeras disposiciones para salir por aquel rumbo y el día 21 ordenó la suspensión total del avance y el regreso de parte de sus tropas. 179 Puente sobre cauce seco Vista de un sector de Cañada «El Carmen” El Comando enemigo del Pilcomayo se vio obligado a enviar apresuradamente varias unidades hacia Carandayty y hacia el Parapití. Así logré realizar ampliamente mis intenciones estratégicas. Por el momento desaparecía el peligro de la región de Ingavi, y el frente del PiIcomayo quedaba más descongestionado de tropas enemigas. Como indiqué más arriba, en mis intenciones operativas elegí los fortines enemigos 27 de Noviembre y Algodonal corno puntos de avance máximo, ya que ellos eran, por el momento, el límite a que podríamos llegar con nuestros medios de abastecimiento. Ahora nuestras tropas se abrían camino hacia sus objetivos lejanos (el camino a Santa Cruz y Carandayty - Camiri), y como nuestras posibilidades mejoraban en cierta medida, el día 23 autoricé al comandante del Segundo Cuerpo a proseguir su marcha en dirección a Carandayty, hasta donde le permitieran los medios que se le asignaron. El mismo día 23, por la noche, nuestras tropas se apoderaron de Puesto El Burro, situado a 32 kilómetros al oeste de Algodonal; el 25, de Ybamirante, y el 26, tras breve combate, de Ysyporendá. Para el día 27 estaban a cinco kilómetros de Carandayty. Pero de aquí ya no pasarían en aquella jornada inverosímil: habían agotado sus posibilidades físicas, y el enemigo, además, presentaba una resistencia más sólida en el cordón montañoso, de fácil defensa, que a dicha altura corta perpendicularmente el camino. Nuestras tropas pisaban las primeras estribaciones de la cordillera de los Andes, hazaña que a muchos parecía un sueño. Mientras nuestros infatigables combatientes realizaban esta proeza por el norte, en los frentes de El Carmen y de Ballivián emprendíamos vigorosas acciones locales, para fijar permanentemente la atención del enemigo hacia ese lado. En Cañada El Carmen, donde nos defendíamos en condiciones difíciles, en medio de la maraña espinosa del bosque, luchábamos también para tratar de interceptar, más hacia el norte de nuestra extrema ala derecha, el camino que el enemigo abría en dirección a Garrapatal, cuya prolongación señalaba nuestra aviación desde el 20 de agosto y cuyo peligro saltaba a la vista, pues apuntaba a interceptar la única vía de abastecimiento de nuestras fuerzas en maniobra lejana hacia el norte. El 23, a la 1 de la madrugada, logramos interceptar [D.I. Mayor Barrios] el camino en construcción, detrás de los trabajadores bolivianos de su cabecera, que se dispersaron por los bosques adyacentes. Pero el 24 nuestra aviación informó que el enemigo construía otro camino que se dirigía a 180 Siracuas, como bifurcación del anterior, y para contrarrestar una nueva tentativa, ordené que se interceptara el camino desde el sur, y envié a Garrapatal todas nuestras tropas disponibles, inclusive mi escolta, con instrucciones de que también por ese lado se procurase descubrir y detener el esfuerzo del enemigo. El día 23, a las 11 horas, llegó en avión el presidente al Cuartel General de Camacho. En aquella oportunidad el presidente me planteó una cuestión inesperada, cuyo alcance real todavía no he aclarado bien. El Primer Magistrado se mostraba deseoso de que se tomara Ballivián a toda costa. Yo le dije que sí, que se lo tomaría, pero como consecuencia de una acción en otra parte, no de un ataque directo, a pesar de que esto también era posible, ahora que el enemigo debilitaba ese frente. Entonces el presidente me preguntó: -¿Y qué haría Ud. si yo ordenara directamente a las tropas? Le contesté que yo podría seguir uno de estos dos procedimientos: obedecer, como subordinado, al Presidente de la República, Generalísimo constitucional de las Fuerzas Armadas de la Nación; o pedir mi relevo. Con lo cual terminó este enigmático sondeo. El presidente regresó a la capital el día 28. El día 25 ordené que el Tercer Cuerpo extendiera más su línea, para relevar a la Octava División del Segundo Cuerpo, la que se trasladaría a Cañada El Carmen, donde haría frente a las eventualidades que con la conducta del enemigo en aquella región podrían sobrevenir. La porfía con el enemigo que intentaba llevar su camino hacia Garrapatal - lo que nosotros procurábamos impedir - duró hasta el 30 de agosto, fecha en que las tropas que destaqué a Garrapatal, después de un patrullamiento verdaderamente maravilloso, descubrió la cabecera de los trabajos del enemigo, a veinte kilómetros apenas del camino a Carandayty. Cuando nuestras fuerzas [Mayor Daniel Duarte Sosa] se apoderaron de la expresada cabecera, el enemigo abandonó la empresa. Desapareció, en verdad, una grave preocupación para nosotros. 181 El mismo día 30 nuestras tropas de Bahía Negra que colaboraban con la acción general, ocuparon el fortín Florida, evacuado por el enemigo. Tan inmediata fue la repercusión de nuestro golpe sobre Picuiba y más allá, que para el 20 de agosto teníamos ya la impresión de que el enemigo había retirado una parte considerable de sus morteros y artillería del sector de Ballivián, y el 26 identificábamos en los sectores de más al norte tropas bolivianas de varios regimientos traídos del mismo sector. El comandante del Primer Cuerpo [Coronel Fernández] me dio parte el día 31 de que el enemigo se replegaba de todo el frente de sus tropas del sector de Cañada El Carmen. Renació entonces en mí la creencia de que el enemigo realizaría un repliegue general desde El Carmen hasta Ballivián. El 31 anoté en mi diario: Parte en avión el Tte. Cnel. Rolón, llevando instrucciones al Primer y Tercer Cuerpos de Ejército consistentes en: 1º El Primer Cuerpo debe reunirse sobre el camino X.22 2º El Tercer Cuerpo debe tomar a su cargo, poco a poco, todo el frente de Ballivián, hasta Cañada Esperanza; a medida que el repliegue general se realice 23 (para reunir después, si también se producía el repliegue en el sector del Tercer Cuerpo una parte de sus tropas en la región de Alurralde y poder emprender la persecución hacia Cururendá; otra parte de las tropas del Tercer Cuerpo haría la persecución por la orilla del Pilcomayo)24 ; 3º El destacamento del Segundo Cuerpo que trabaja en el sector Cañada El Carmen, debe reunirse lo más rápidamente sobre el camino 525 para ser transportado hacia Carandayty. Felizmente el ejército enemigo se retiró sólo en parte; pero permaneció siempre a lo largo de toda la línea del Pilcomayo. 22 Que era el primer comino abierto por el enemigo desde El Carmen hacia el sudeste Esta, naturalmente, en la hipótesis de que el repliegue, como había motivos para suponer, empezara por el norte. Debería empezar lógicamente por el sur, pero los hechos parecían indicar entonces lo contrario 24 Así ocurrió, efectivamente, dos meses más tarde, después de Ia batalla de El Carmen. 25 Enderezado por el enemigo hacia Ia región Siracuas-Garrapatal, que para entonces nosotros habíamos empalmado con el tramo Garrapatal-Picuiba. 23 182 Fuertes patrullas destacadas por nosotros desde 27 de Noviembre hacia Ingavi para inducir al General Lanza a apresurar todavía más la ejecución de sus forzadas disposiciones tomaron contacto con el enemigo el día 31, a 105 kilómetros de 27 de Noviembre, en dirección a Ingavi; y al propio tiempo, otras patrullas lanzadas hacia el Parapití tropezaron con un pequeño destacamento enemigo en Huirapitindy, contra el cual se preparó una maniobra, Desde la acción de Cañada Tarija sabíamos que no había agua en todo el trayecto comprendido entre este lugar y Carandayty. El descubrimiento ulterior de tan precioso elemento en Laguna Lafaye26 había permitido la realización de nuestra maniobra sobre Picuiba. Pero los pozos de Lafaye eran los únicos que surtían de agua a todas nuestras tropas en movimiento hacia Carandayty, el Parapití e Ingavi, y con ellos solamente no podríamos abastecer de agua a las tropas que necesitábamos emplear para alcanzar el propósito de llegar hasta el camino a Santa Cruz. Ciertamente, a raíz del hallazgo de agua en Laguna Lafaye organizamos equipos de poceros, que acompañaban a las tropas en marcha y trabajaban día y noche. Pero no se logró descubrir ninguna veta utilizable en los lugares posteriormente perforados, aunque esto se debió probablemente a la inexperiencia de nuestros poceros (no había entre ellos ningún experto profesional) y a la cantidad y calidad inadecuada de los elementos de trabajo de que disponían. Ante la carencia de agua, nuestras tropas hubieron de detenerse delante de Carandayty y, desde aquel preciso momento, su situación se tornó insostenible, expuestas como estaban a la acción del enemigo. Para reforzarlas yo había reunido otras fuerzas en Garrapatal y más al sur, pero no pudimos emplearlas por falta de agua. Intentamos, sin embargo, un esfuerzo más, antes de rendirnos a la realidad, con un reconocimiento en la región del río Parapití. Empujamos el pequeño destacamento enemigo de Huirapitindy, punto que cayó en nuestro poder, y avanzamos hacia el río; pero fuimos a dar con una zona de arenales profundos, inaccesibles para nuestros medíos de transporte. No había manera de interceptar por entonces el camino a Santa Cruz. 26 A pesar de su nombre, en este sitio no había agua hasta la apertura de nuestros pozos. Debió de haber sido un depósito natural de aguas pluviales anteriormente, pero cuando nuestras tropas llegaron allí por primera vez, todo estaba seco. 183 Nuestro fracaso era un hecho, pero, sin solución de continuidad, me serví de él para idear un nuevo plan, y me apliqué de inmediato a su ejecución. 184 CAPITULO XV CAÑADA El CARMEN - LA CATASTROFE BOLIVIANA DE YRENDAGUE-PICUIBA QUEDA DESHECHO EL SEGUNDO EJERCITO BOLIVIANO (De setiembre 19 a diciembre 14 de 1934) En nuestras atrevidas maniobras hacia Carandayty y 27 de Noviembre logramos aventajar al enemigo en forma tal, que ahora estábamos más cerca del departamento boliviano de Santa Cruz que dos de los grandes núcleos de su ejército, a saber, el del General Lanza y el del Pilcornayo. Con medios de movilidad suficientes hubiésemos podido invadir sin tropiezo aquella vasta e importante región y caer sobre Camiri, punto vital, de donde procedía una parte del combustible que consumían los camiones y la aviación del enemigo. Entre tanto, fuerzas enemigas de consideración eran trasladadas de la línea del Pilcomayo hacia Carandayty y el Parapití, a partir de la segunda quincena de agosto, desplazamiento que constituía uno de nuestros objetivos. Y ante la situación de impotencia en que nos encontrábamos para explotar la ventaja expresada más arriba, resolví preparar el retorno a mi antiguo plan sobre el frente del Pilcomayo, esta vez en condiciones más favorables, por el debilitamiento relativo del enemigo en dicha zona. Concreté del siguiente modo mi pensamiento operativo: Una maniobra en retirada de los sectores de Huirapitindy y Carandayty, que se realizaría con la mayor lentitud posible para que hubiese tiempo de preparar y asestar un golpe a fondo en el sector de Cañada El Carmen e incidir sobre Cururendá, con el designio de encerrar a las tropas enemigas que se extendían desde Ballivián hacia el norte. Procurar por todos los medios posibles la captura de Ingavi, a fin de paralizar por el mayor tiempo que fuese dable la iniciativa de las tropas bolivianas que intentaban dirigirse hacia el río Paraguay o hacia Pitiantuta, posibilidades ambas muy peligrosas para nosotros. Y a fin de reforzar nuestra cubertura en la misma región, realizar el repliegue de nuestro destacamento de Huirapitindy por 27 de Noviembre hacia Ingavi, punto que ese destacamento capturaría en cooperación con el destacamento de Pítiantuta. 185 Camiones bolivianos incendiados después del desastre de Yrendagué Carandayty El 2 de setiembre nuestras tropas de Carandayty lograban interceptar, aunque dificultosamente, por falta de agua, la bifurcación del camino que de Carandayty se dirige a Boyuibé. Y así concluyó aquella marcha estupenda de cerca de 150 ki lómetros, realizada en el breve tiempo de una quincena, desde Piculba. Me apliqué seguidamente a la preparación de mi plan. Dispuse la apertura de nuevos caminos, el empalme de otros existentes, la excavación de pozos en procura de agua y la construcción de instalaciones de todo género. Nuestras tropas enemigo en su apoderaron de destacamento de de Bahía Negra trabajaban activamente para distraer al zona. En los primeros días de setiembre atacaron y se los fortines enemigos Castrillo y Vanguardia I, y un las mismas marchó desde Florida hacia Madrejón. Dadas las difíciles condiciones en que se encontraban nuestras escasas tropas de frente a Carandayty, que no podían recibir refuerzos por falta de agua, la iniciativa boliviana no se dejó esperar por mucho tiempo. El 8 de setiembre el enemigo interceptó el único camino de que disponía nuestro destacamento hacia su base. Si bien éste nos daba cuenta exacta de su situación por radio, y buscaba, con toda serenidad, la dirección más apropiada para eludir el encierro, ordené el rápido transporte de uno de los regimientos destinados a trabajar hacia el Parapití, y aún de otras tropas más del lado de Garrapatal, que irían a colaborar en el restablecimiento de la situación frente a Carandayty. El envío de estos refuerzos era también aconsejado por la importancia de las tropas empleadas por el enemigo. A las 21:10 horas del mismo día 8, el comandante de nuestro destacamento cortado [Teniente Coronel Feliciano Morales] nos informó que a la vuelta de pocos minutos burlaría el cerco enemigo, lo que se realizó puntualmente. Al otro día el destacamento se hallaba íntegramente desplegado fuera del cerco. Esta maniobra fue ejecutada con tanta habilidad, que todavía en la tarde del 9 la aviación enemiga arrojaba papeles invitando a rendirse a nuestra gente, en la presunción de que seguía encerrada en la trampa. Pero los refuerzos que enviamos hacia Carandayty nos causaron la más viva ansiedad, por la dificultad de proveerles de agua en el trayecto. El mismo día 9 nuestras tropas de Bahía Negra se apoderaron del fortín boliviano Vargas, después de un enérgico ataque, y obligaron a los defensores bolivianos a replegarse sobre Vitriones. A raíz de éste y otros hechos 186 consideré por segunda vez la posibilidad de tomar Puerto Suárez, y hasta llamé a mi Cuartel General al jefe de Estado Mayor de Bahía Negra para estudiar el asunto. Pero pronto volví a desistir de mi proyecto, por la razón de siempre: falta de medios de transporte. Además, la situación financiera del país atravesaba por uno de los períodos más angustiosos. Yo acababa de reiterar al Ministerio de Defensa el pedido de adquisición de más aviones, que necesitábamos imperiosamente con la ampliación cada vez mayor del teatro de operaciones; y el Ministerio me avisó que no se podrían ordenar nuevas compras por falta de recursos. También me previno que estábamos expuestos a un empeoramiento de la situación, pues pendía la amenaza del embargo de la venta de armas a los beligerantes por la Liga de las Naciones. No había manera, pues, de trazar planes a base de nuevas adquisiciones. En Asunción reinaba mucho pesimismo, inspirado por la hostilidad de la Liga contra nosotros, la estrechez financiera, la poca probabilidad de éxito de las negociaciones diplomáticas entonces en curso, el anuncio de que los bolivianos preparaban una operación en que confiaban plenamente27 y nuestra retirada en condiciones difíciles en la región de Carandayty. Después que nuestro destacamento de Carandayty se escurrió del primer cerco, notóse entre nuestros hombres de primera línea poca adaptación a la nueva clase de maniobra impuesta por la misión que se les confiaba. En la guerra, como se sabe, una maniobra en retirada es siempre cosa difícil. por primera vez, en dos años de pujantes acciones ofensivas, nuestras tropas retrocedían en condiciones penosas. Esto deprimía por igual a oficiales y soldados, y con razón. El retroceso se emprendía en un vasto desierto, completamente desprovisto de agua. Cada hombre recibía apenas 250 gramos por cabeza y por día, desde mediados de agosto. Entre tanto, había que marchar incesantemente, maniobrar y combatir durante semanas enteras, sin reemplazos, contra un enemigo muy superior en número, que se mostraba en aquel período excepcionalmente activo. Yo me daba perfecta cuenta de la tragedia, pero me mostraba duro con mis subordinados, porque el repliegue se realizaba con una celeridad mayor que la calculada para preparar la acción decisiva que, de acuerdo con mi plan, se dirigiría contra El Carmen. 27 El día 8 el Ministerio de Defensa me comunicó que, según informaciones recogidas en Río de Janeiro, el General Peñaranda preparaba un plan para emprender una acción decisiva en el Chaco (que se iniciaría poco más o menos en el plazo de diez días) y que por eso Bolivia trataba de sustraerse a las negociaciones diplomáticas en curso. 187 El río Parapití Vista de Charagua El día 11 recibí parte de que nuestras tropas del lado de Bahía Negra entraban en Madrejón. Otra hazaña sorprendente. Habían hecho el recorrido a pie, sobre más de cien kilómetros. El enemigo nos causó el día 9 una contrariedad. Mientras trabajábamos en El Carmen en la ejecución de nuestro pensamiento operativo, las tropas bolivianas del sector, al notar que nuestro esfuerzo se concentraba sobre sus alas, dieron un salto atrás de diez kilómetros. Esto, naturalmente, anuló toda nuestra labor. En el sector de Carandayty el enemigo no amortiguaba su actividad. Atacaba nuestras líneas, trataba de desbordarlas, no nos daba un minuto de descanso. El 15 recibí una carta del presidente, en que me anunciaba que la Argentina nos presionaba para que aceptásemos una nueva fórmula de cesación de hostilidades. Cabe recalcar aquí que dicha fórmula, procedente de los gobiernos de la Argentina, el Brasil y los Estados Unidos, había sido aceptada sin reservas por el Paraguay. Pero Bolivia la objetó, y ahora posiblemente deseaban los mediadores que accediésemos a las modificaciones exigidas por ella Para mantener viva la preocupación del enemigo en el extremo sur de su dispositivo, emprendimos en el sector de Ballivián recios ataques locales, que nos permitieron adelantar nuestra línea. En Cañada El Carmen volvimos a buscar afanosamente nuevos contactos con las tropas enemigas que se habían replegado, y reiniciamos los estudios conducentes a nuestra maniobra por el norte. Desde el 17 de setiembre teníamos reunida una división entera [D.8. Teniente Coronel Eugenio Garay] -en Quince de Abril, pero no podíamos emplearla porque unas lluvias extraordinarias dificultaban todo movimiento. Las lluvias nos ayudaban a resolver el problema del agua en algunos sectores, pero en otros nos creaban obstáculos insuperables. El 18 nuestra aviación dio parte de haber descubierto un camino enemigo en construcción que, partiendo de Cañada El Carmen, iba directamente al noreste, y ya alcanzaba las proximidades del cañadón de Lafaye. Nos vimos, en consecuencia, en la necesidad de distraer tropas para vigilar las cercanías de Lafaye e impedir cualquier tentativa del enemigo contra la comunicación de nuestro destacamento del sector de Carandayty. 188 Ordené que el 21 del mes la pequeña guarnición de Pitiantuta se pusiese en marcha, hacia el norte, con la misión de llegar hasta Ingavi. Se me había avisado que para aquella fecha terminaría el empalme de nuestro camino con los del enemigo que descendían de Madrejoncito. Pero la marcha no se inició hasta el 23. En el sector de Cañada El Carmen, con nuestra aproximación a la nueva línea tendida por el enemigo, se entabló una lucha exasperante, entre fracciones de tropas de los dos lados. En la espesura de la selva, los destacamentos de uno y otro ejército volvieron a interceptar sus respectivos caminos de enlace y a aislarse recíprocamente, lo que nos colocó momentáneamente en situación tan desventajosa, que en la segunda quincena de setiembre nos vimos en el trance de rectificar nuestro dispositivo y realizar un repliegue de algunos kilómetros. Por aquellos mismos días nuestra aviación descubrió un nuevo camino enemigo que venía del oeste, dirigiéndose en línea recta a Siracuas, y cuya cabecera ya estaba muy próxima a este lugar. Todos estos incidentes retrasaban considerablemente el desarrollo de nuestro plan. Y hay que añadir que el servicio de transportes pasaba por uno de sus peores momentos de escasez, precisamente cuando más falta hacían abundantes elementos de movilidad, para trasladar nuestras tropas y abastecerlas en los puntos más esparcidos y remotos y conjurar el peligro que volvía a amenazar a Siracuas. El enemigo de los sectores de Carandayty y Huirapitindy, entregado por breve intervalo a una relativa pasividad, volvió a reanudar febrilmente sus actividades, con numerosas fuerzas. Después de cortar nuevamente de su base a nuestras tropas defensoras de Algodonal, nos forzó a abandonar este punto el día 22 y a emprender una retirada, tras la ruptura de un cerco que nos había tendido. En Ballivián nuestras fuerzas continuaban en sus asaltos. Realizaron progresos locales y destruyeron algunas unidades enemigas. El día 30 nuestro destacamento de Pitiantuta [Wencesiao López] se apoderó del fortín boliviano Aroma. Otro destacamento paraguayo [Batallón Capitán Rogelio Benítez] lanzado desde 27 de Noviembre atacó a algunas tropas pertenecientes a la unidad del General Lanza, en las cercanías de Ingavi. 189 Pero nuestra situación general no era tranquilizadora. Nos confrontaban poderosas dificultades por todos lados, y había que resolver un cúmulo de pequeños problemas engendrados por la variedad misma de la lucha en los múltiples sectores. Escaseaban como nunca nuestros medios de transporte, cabalmente cuando más se tenían que diseminar nuestras actividades y más falta hacían las comunicaciones rápidas. La actitud del enemigo en Algodonal primero, y sobre nuestra línea de Villazón después recomendaba el empleo de mayor rapidez, y el problema del agua en la región de Picuiba seguía en pie. El departamento respectivo de nuestro Estado Mayor comprobó por entonces que el enemigo poseía no menos de 50.000 combatientes, contra unos 23.000 de nuestra parte. Sabíamos también que las tropas acumuladas por el enemigo en el sector de Carandayty, ahora delante de Villazón, no bajaban de 14.000 hombres. Pero esta fuerza enemiga, precisamente por haber sido desplazada hacia el sector de Villazón, nos despejaba el camino para nuestra acción sobre El Carmen, y contribuía así a compensar las desventajas de la tardía ejecución de nuestro plan. En Bahía Negra la situación seguía estacionaria. Nuestro destacamento de Pitiantuta [W. López], en cambio, después de recorrer, en pocos días y a pie, 200 kilómetros de malos caminos, venciendo la resistencia de fracciones sucesivas de tropas enemigas que se le oponían, se apoderó de Ingavi el 5 de octubre a las 13 horas. En los sectores de 27 de Noviembre y Villazón el enemigo disminuyó momentáneamente sus actividades, y nosotros realizamos algunas empresas locales para mantener vivo el entusiasmo de las tropas. En el frente de El Carmen, después de nuestro último repliegue, obligamos, a nuestra vez, a retroceder al enemigo, retroceso que siguió hasta el fin de mes. No se producía, por lo tanto, la estabilidad necesaria para la realización de nuestro plan. El 12 de octubre recibí una carta del presidente. Después de referirse con mucho pesimismo a varios puntos circunstanciadamente (imposibilidad de comprar 500 camiones, su falta de confianza en La Liga, etc.,) concluía diciéndome que estábamos “en el peor de los momentos”. Le contesté el día 3 y le rogué que viniera a mi Cuartel General. Yo pensaba pedirle que se sacrificara toda adquisición a la compra de camiones y que se enviaran al Chaco todos los hombres disponibles que hubiesen en el país. 190 Quebrada del río Cuevo. Caños de pozos petrolíferos, tomado en Machareti El presidente llegó a Camacho el día 6. Le expliqué el plan de operaciones cuya ejecución preparábamos, y por primera vez se mostró escéptico me contestó: "No tengo mucha fe en el éxito". Entonces le expresé que nuestra situación nos obligaba a tomar alguna determinación enérgica. «No nos podemos mover -le dije- pero tampoco debemos quedarnos." Y agregué que si el plan se realizara fructuosamente, este hecho podría significar el fin de la guerra. Ante tal perspectiva, el presidente pareció reaccionar. Cuando regresó al día siguiente tenía mejor espíritu, y me prometió que se atenderían mis pedidos, aunque no en la proporción que yo deseaba, a causa de la angustia de recursos. El escepticismo del presidente era un índice de cuánto había descendido nuestra moral. El 16 el presidente me envió este mensaje: Negociaciones ante Liga de Naciones está paralizada causa nuestra negativa nombrar Plenipotenciario si no es para tratar exclusivamente cesación lucha y medios de seguridad, a lo cual se opone Bolivia. Tenemos impresión que asunto volverá a América. Gobierno uruguayo nos consultó hoy si aceptaríamos reunión en Montevideo para negociar un armisticio. Hemos contestado que mera suspensión hostilidades no puede ser negociada sin dictamen del Comando. Sírvase darnos su parecer sobre la conveniencia del armisticio y en su caso las condiciones en que podríamos dar nuestra aceptación. Fdo: Presidente de Ia República Le contesté el mismo día: Armisticio no presenta en estos momentos ninguna conveniencia para nosotros. Respetuosamente, Fdo: General Estigarribia En plena preparación de una operación importante, en cuyo resultado yo fundaba la esperanza de que nos acercaría a la paz anhelada en condiciones ventajosas, mi contestación no podía favorecer un armisticio como el propuesto. Por otro lado, yo tenía la impresión de que el enemigo intentaría próximamente reasumir la iniciativa, intento que había que neutralizar a toda 191 costa, porque nosotros no podíamos pasar a la defensiva sin correr un peligro mortal. El día 25 cité a mi Cuartel General al comandante del Tercer Cuerpo [Coronel Delgado] para darle instrucciones precisas sobre la parte que correspondería a su unidad en la batalla. El 27 partí para Picuiba, pero de paso, en Garrapatal, me entrevisté con el comandante del Primer Cuerpo [Coronel Fernández] y con el de la Octava División [Teniente Coronel E. Garay] -perteneciente al Segundo Cuerpo-, unidades que tenían a su cargo las operaciones de Cañada El Carmen. Estas buscarían, según anoté en mi diario, la destrucción del núcleo enemigo de dicho lugar, “fuerte de unos seis regimientos”. Luego pasé a Siracuas y después a Lafaye, donde, incidentalmente, comprobé que el agua de los pozos era salada; la de uno de ellos, sobre todo, no se podía beber. Llegué a Picuiba al obscurecer, y recibí la noticia de que aquel día se había obtenido en Yrendagdé agua completamente potable en tal cantidad, que con ella se resolvía el problema que nos torturaba desde hacía tiempo. Desgraciadamente era tarde; si hubiésemos hecho este descubrimiento cuando nuestras tropas estaban delante de Carandayty, los acontecimientos habrían tomado un giro diferente. En Picuiba di al comandante del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] las más minuciosas explicaciones sobre la misión a cargo de su unidad. Esta misión era siempre de repliegue, para alejar así de su base, más y más, a la masa enemiga del norte e impedir que concurriera directamente a cooperar contra nuestra acción de Cañada El Carmen. El Segundo Cuerpo debería estar en condiciones de colaborar allí con otra división más, salvo que se opusieran dificultades muy poderosas, para asegurar la destrucción de las fuerzas enemigas que se extendían desde El Carmen hasta Ballivián. Llegué de regreso al Cuartel General el día 29. Ante la angustia de efectivos y elementos mecánicos en general, dispuse que el Jefe de Operaciones de mi Estado Mayor [Teniente Coronel Raimundo Rolón] se trasladase a Asunción en avión para explicar al presidente nuestras necesidades. A raíz de esta gestión, el presidente emprendió otro viaje al Cuartel General, donde llegó el día 3 de noviembre y permaneció hasta el 8. El momento era de 192 Camatindy Fortín Capiírendá, hoy “Carrera Saguier” excepcional importancia, pues todo hacía suponer que el enemigo se preparaba a desencadenar una acción a fondo, a la que nosotros, deseábamos ganar en rapidez. En Cañada El Carmen habíamos logrado localizar el ala norte de las tropas enemigas del sector, y también descubierto una solución de continuidad de su línea, por el sur. El día 6, al aclarar, el enemigo realizó algunos ataques demostrativos contra nuestra línea en Cañada El Carmen; y desde el 7 la masa enemiga del norte inició su movimiento ofensivo, simultáneamente sobre Huirapitindy y Villazón, consiguiendo interceptar el camino de nuestras tropas entre Yrendagüé y Loma Vistosa, detrás de los defensores de Villazón. Algunas fracciones de nuestro destacamento de Huirapitindy y unos 3.000 hombres de ViIlazón, quedaron encerrados. De acuerdo con instrucciones impartidas por radio, estas fuerzas prepararon con toda calma la ruptura del cerco, y para el día 11 lograron salir íntegramente sobre su camino de retirada, con tanto éxito, que al escurrirse tomaron unos 50 prisioneros (entre ellos varios oficiales) y cerca de 30 armas automáticas al enemigo. Dirigí a nuestras valientes tropas el siguiente mensaje: Sírvase transmitir a los señores jefes, oficiales y tropas combatientes y de los servicios de las Divisiones Sexta y de Reserva General las felicitaciones de este Comando en Jefe por el brillante comportamiento que han observado burlando la poderosa maniobra del enemigo, muy superior en número, que acaba de fracasar. Este nuevo sacrificio impuesto por el deber a las Divisiones Sexta (Teniente Coronel Antola) y de Reserva General (Teniente Coronel Machuca) enaltece el valor y el heroísmo del soldado paraguayo. Fdo: General Estigarribia, Comandante en Jefe del Eiército en el Chaco Yo seguía imperturbablemente ocupado en los preparativos del plan relativo a Cañada El Carmen, cuya ejecución se iniciaría el día 10. La acción inmediata consistiría en establecer un cerco en torno a los defensores enemigos de aquella región. En la maniobra en retirada de nuestras tropas del norte, prescribí que el destacamento de 27 de Noviembre se replegara hacia Ingavi, para reforzar en dicha zona a las tropas que de Pitiantuta habían marchado asimismo sobre Ingavi, a fin de establecer allí una cubertura contra posibles empresas del 193 enemigo que ocupaba Ravelo y Roboré. Este enemigo, efectivamente, ejerció alguna presión. En Ballivián los bolivianos también lanzaron algunos ataques locales, que fueron repelidos . Y luego nosotros contraatacamos para mantener viva por ese lado Ia atención de aquéllos. El 14 las fuerzas de nuestra Segunda División [R.I.11, Capitán Otaño, y R.I.3, Capitán Balbuena] que maniobraban por el sur, se apoderaron del fortín El Carmen, asiento de la Décima División enemiga, encargada de la defensa de la región (Véase el Mapa Nº 6). Fue tan sorpresiva la llegada de nuestras tropas, que el Cnel. Murillo, comandante de la división enemiga, cuando se vio forzado a huir a los bosques vecinos, al producirse los primeros disparos, abandonó todos sus efectos personales, inclusive importantes documentos. Hasta entonces nosotros creíamos operar solamente contra la Décima División enemiga, pero, como se verá más adelante, nuestra acción afectó también a la Novena División, al mando del Tte. Cne, Walter Méndez. Aquel mismo día 14 supimos concretamente que se había producido una grave disensión entre el Presidente Salamanca y el General Peñaranda. El 15, como consecuencia de nuestro movimiento hacia su retaguardia, el enemigo del sector de El Carmen inició su repliegue. Recibí entonces la impresión de que nuestra maniobra corría el más inminente riesgo de fracasar. Hasta la hora en que me llegó la primera noticia del repliegue, nuestras tropas de envolvimiento no habían logrado aún interceptar las comunicaciones de la retaguardia enemiga, y era natural que yo interpretara todo retroceso como una tentativa del enemigo para sustraerse a nuestro golpe. Además, el aviador del único avión de que disponíamos, dio parte el mismo día de que largas columnas de camiones enemigos se dirigían de Capiírendá a Strongest (Cañada Oruro), lo que parecía indicar que el enemigo, o recibía refuerzos, o procedía a una evacuación, y cualquiera de ambos supuestos hacía suponer que nuestras intenciones estaban descubiertas y que los bolivianos tomaban oportunas contramedidas para frustrarlas. Pero a la caída de la tarde, nuestras tropas de maniobra tanto del norte como del sur, casi a la misma hora las dos, salían sobre el último de los caminos de la retaguardia enemiga, y así daban cumplimiento a la dura misión que se les había encomendado, después de haber cubierto, cada una, por sendas desbrozadas en la selva sobre la marcha, una distancia no menor de cuarenta kilómetros. 194 Con todo, yo seguía bajo la impresión de nuestro presunto fracaso, y a las 19:15 horas dirigí al presidente un telegrama, para satisfacer su deseo de que le tuviese al corriente de todas las incidencias de la operación en curso, en cuyo éxito él no confiaba mayormente. Mi despacho decía así: A pesar de todas las dificultades, hoy interceptamos el segundo camino, pero creo será tarde. No debemos contar por ahora con gran parte del éxito esperado. General Estigarríbia. Por la tarde del mismo día 15 nos apoderamos del fortín enemigo Independencia, capturando prisioneros y una abundante cantidad de material de guerra. Pero en el campo enemigo la situación estaba muy lejos de ser la que nosotros conjeturábamos. Desde el 15 por la tarde las tropas bolivianas habían empezado a desmoralizarse, cuando supieron que los nuestros aparecían en su retaguardia. Uno de los prisioneros nos refirió que “al oir el grito de ¡Pilas en la retaguardia!, todos perdieron la cabeza". Al día siguiente, 16, por la mañana, una de las fracciones enemigas encerradas atacó furiosamente para romper el cerco; pero, como siempre, los paraguayos no cedieron, y entonces el pánico se generalizó en todas las unidades bolivianas y se produjo un desbande incontenible. Pocas horas después se consumaba la rendición total del enemigo encerrado. A las 17:30 horas del 16 dirigí al Ministerio de Defensa el siguiente parte abierto: En Cañada El Carmen hemos destruido totalmente los regimientos de infantería Campos Nº 6 Ayacucho Nº 8, Manchego Nº 12, La Paz Nº 40, Murguia Nº 50; dos batallones del regimiento Beni Nº 16 un batallón del regimiento Cochabamba Nº 20, un batallón del regimiento Rocha Nº 31, el batallón Acre, el escuadrón divisionario de la División o la batería Bustos, capturando íntegramente a todo el personal de jefes, oficiales y tropas con su material y elementos completos, en un total de 7.000 195 hombres. Tomamos asimismo la artillería, compuesta de ocho piezas. Mañana enviaré más detalles. En la creencia de que en el sector de El Carmen operábamos contra una masa enemiga de 6.000 hombres a lo más, nuestra maniobra se realizó con 4.500 hombres de nuestra parte. Toda nuestra Segunda División, del Primer Cuerpo, con efectivos muy reducidos, se movió por el sur; y la Octava División, sacada del Segundo Cuerpo, operó por el norte (seis regimientos en conjunto), mientras quedaban desplegados por el frente, sobre una extensión enorme, tres regimientos de la Quinta División [R.I.2, Mayor Julio B. Jara; R.I.4. Mayor Guanes; y R.C.2, Mayor Rosa Aranda], los cuales, para llenar, su cometido, tuvieron que dejar varios claros en su dispositivo. Pero he aquí que capturábamos 7.000 prisioneros. ¿De dónde salían tantos? A última hora el enemigo recibió en el sector de El Carmen el, poderoso refuerzo de toda una división al mando del Tte. Cnel. Walter Méndez, y los camiones en que ella venía fueron los observados por nuestro aviador y que yo interpreté como una retirada general, hasta el punto de anunciar al presidente nuestro fracaso parcial. Pero nuestra maniobra, lejos de fracasar, consumó en Cañada El Carmen la destrucción de una masa enemiga no menor de 10.000 hombres, teniendo en cuenta todas las pérdidas en los combates preliminares, los fugitivos, etc. El mismo día 16 recomendé al comandante del Primer Cuerpo [Coronel Fernández] que se dirigiera inmediatamente a Cururendá, por Celina, Beatriz y Carosi, marcha que no pudo realizarse con la celeridad requerida, entre otras razones porque la exorbitante masa de prisioneros capturados, cuyo volumen superaba a todo cálculo, nos venía a plantear el formidable problema de la alimentación, el transporte y la custodia de tanta gente. Nuestros víveres y elementos en general apenas podían satisfacer las necesidades de nuestras tropas, cuyo número, como he dicho, no pasaba de 4.500 hombres. Ahora teníamos que atender a un número tres veces mayor. Aquel aluvión inesperado provocó entre nosotros un trastorno general. Era una multitud medio enloquecida por la sed y el hambre, y cuando llegaron nuestros primeros camiones con agua, toda ella se abalanzó en masa sobre los vehículos, en medio de una confusión infernal, y la poca agua recién traída se derramó inútilmente en el tumulto. Y a propósito, vale la pena recordar el siguiente episodio. Un grupo de jefes y oficiales bolivianos prisioneros presenciaba la escena descripta, y uno de ellos, cuando oyó los primeros disparos al aire, gritó a nuestros soldados: “¡Déjense de disparar al aire! ¡Maten a tiros a esa indiada asquerosa!" La indiada asquerosa eran sus propios soldados. 196 Impotentes para traer agua al lugar de concentración en cantidad suficiente, no nos quedaba otro recurso que trasladar a retaguardia a los prisioneros, a toda prisa. Se los alzó en cuanto camión pudo utilizarse para este fin, y se los llevó a toda carrera. Pero la tragedia no terminó ahí. Muchos prisioneros estaban tan debilitados por la sed, que perdían el equilibrio con el zarandeo de los camiones y caían en la calzada, de donde ya no se los recogía. Nuestros choferes expresaron que no era posible detenerse, porque si se perdía tiempo en recoger a los caídos, moriría el resto en la espera, y había que seguir a toda velocidad con los sobrevivientes. Así se llenó el camino de un dantesco tendal de cadáveres, por kilómetros y kilómetros, de hombres muertos de sed y algunos aplastados por los camiones que venían detrás y que en la oscuridad no podían desviarse. A raíz de la victoria de Cañada El Carmen, el presidente me envió el siguiente mensaje de felicitación: AI General Estigarribia. El heroico esfuerzo de nuestras tropas acaba de tener el premio de una magnífica victoria. La audaz maniobra concebida por Ud. y ejecutada por jefes, oficiales, ciases y soldados con vigor y tenacidad, venciendo tremendos obstáculos, culminó hoy la derrota aplastadora del invasor. A los defensores de la patria envío en este día de júbilo nacional las felicitaciones del Gobierno de la República como expresión del amor de nuestro pueblo a su Ejército y del legítimo orgullo que siente por su gloria. Fdo: Eusebio Ayala Agradecí al presidente con un telegrama que dice así: Nombre jefes, oficiales y tropas del Ejército de mi Comando y mío propio, agradezco complacido su honroso mensaje de felicitación que, en nombre del Gobierno de la República, nos enviara con motivo de la gran victoria de nuestras armas en Cañada El Carmen. Los éxitos que vamos obteniendo son el resultado de la profunda fe, entusiasmo, abnegación y patriotismo que alientan por igual al Superior Gobierno, al Ejército en campaña y a 197 nuestro admirable pueblo, todos inspirados por su ilustre Presidente. Saludos respetuosos. Fdo: General Estigarribia. Los bolivianos alegaron que nuestra maniobra por la retaguardia de El Carmen se debió a un mapa que cayó en nuestro poder y nos permitió conocer la ubicación de sus posiciones. Ciertamente, el día 12 por la tarde, una de las patrullas que guiaba nuestro movimiento, se apoderó de un mapa de que era portador el mayor boliviano Celso Camacho, mapa que nos prestó una ayuda indudable; pero cuando nos incautamos de él, nuestra maniobra ya estaba en plena ejecución, gracias al conocimiento del terreno que se retiraba a toda marcha. El hecho de que llegáramos a Beatriz el 20 por la noche da la medida de la lentitud con que avanzábamos. En realidad, si no recibíamos algún refuerzo importante en nuestros medios de movilidad, nos sería extremadamente difícil seguir adelante. Y sabíamos que esos refuerzos no llegarían, pero no podíamos tampoco amortiguar nuestro empuje. Para el día 20 yo había perdido ya toda ilusión acerca del encerramiento del enemigo de Ballivián. Como nos apoderamos de Beatriz tres días después de la caída de Ballivián, sus defensores tendrían tiempo suficiente para escurrirse. Además, ante la presión enemiga, abandonamos Picuiba en manos del enemigo en la noche del 19, y nos replegamos sobre Lafaye, posición donde decidimos oponer vigorosa resistencia para no perder el agua de ese sitio. El 21 a las 4 horas nuestro Tercer Cuerpo llegó a Guachalla y dio parte de no poder continuar más adelante por falta de medios de transporte. Perdida, pues, la oportunidad de acorralar al enemigo contra la frontera argentina, hube de tomar otra decisión, y ordené la concurrencia de nuestra Octava División a la zona del Segundo Cuerpo, para intentar la destrucción del enemigo que operaba en dicha zona, el cual insistía en su presión en dirección Picuiba - Lafaye. El mismo día 21 partí para Siracuas, donde deseaba entrevistarme con los comandantes del Segundo Cuerpo [Coronel Franco] y de la Octava División [Teniente Coronel E. Garay], a fin de darles personalmente instrucciones precisas sobre el plan que yo había resuelto poner en ejecución. Me encontré con ellos en un punto situado a media distancia entre Siracuas y Lafaye. Después de imponerles, en una sencilla ceremonia, la Cruz del Chaco, en mérito 198 de los grandes esfuerzos últimamente realizados, ordené que la Octava División marchara sobre Yrendagüé, con la intención de privar al enemigo de la única fuente de agua con que contaba. Fuera del Parapití y de Carandayty, no había ningún otro lugar con agua en la región. Y si llegábamos a Yrendagüé, quedaría igualmente descartada el agua de Carandayty, ya que habríamos cerrado el camino que lleva a dicho lugar. Oruro, llave de importantes vías de comunicación, cayó en nuestras manos el 22 El 23, temprano por la mañana, seguí viaje para El Carmen, donde condecoré a los jefes que se habían distinguido en la acción que culminó el 16. Ordené al comandante del Primer Cuerpo que fuera desplazando tropas hacia su ala derecha (norte) a medida que las circunstancias lo permitieren, con vistas a una cooperación eventual en la operación que yo acababa de ordenar al Segundo Cuerpo. El Primer Cuerpo debería contemplar la posibilidad de una acción hacia Capiírendá. A pesar del derroche de energía y abnegación de jefes, oficiales y soldados, nuestra espléndida victoria de El Carmen no podría dar todos sus frutos, porque no llegaríamos a tiempo a Cururendá. Nuestros movimientos no tendrían el impulso necesario, por la escasez de medios de movilidad. Ese mismo día 23 regresé en avión al Gran Cuartel General de Camacho, y el 25 seguí para Puerto Casado, en el deseo de acelerar personalmente el envío de contingentes de reemplazo y elementos diversos con que se emprendería la acción a cargo del Segundo Cuerpo. Nuestras unidades estaban terriblemente raleadas como consecuencia de las acciones que se venían desarrollando sin interrupción durante los dos últimos meses. En Puerto Casado hube de sacar efectivos de todas partes, sin hacer excepción de la sanidad, para rellenar nuestros cuadros y apresurar las operaciones. El 28, cuando todavía me hallaba en Puerto Casado, recibí la noticia de la deposición del Presidente Salamanca, a quien entraba a reemplazar el Vice Presidente, Sr. Tejada Sorzano. Como comentario de esta información sensacional, anoté en mi diario: "Desaparece el gran obstáculo para el advenimiento de la paz. La guerra del Chaco, con que el Presidente Salamanca pensaba triturar al Paraguay, acabó por arruinarle a él.” 199 En los primeros días de diciembre cayeron en nuestro poder Carosi y Cururendá, y así se volvió a desmoronar la nueva línea defensiva del enemigo, que se extendía desde Cururendá hacia el noreste, hasta Puesto Bolívar. Nuestros cuerpos de ejército Primero y Tercero proseguían lentamente sus movimientos detrás del enemigo, el Primero hacia Capiírendá y el Tercero a lo largo del Pilcomayo. Desde Cururendá hacia el norte el enemigo huía apresuradamente a la orilla opuesta del Pilcomayo. El día 5 de diciembre nuestra Octava División inició su marcha hacia Yrendagúé, desde el punto de reunión que indiqué anteriormente. La marcha se realizó a través de senderos desbrozados a medida del avance, entre los altos matorrales de la región, mientras, por el ala derecha, nuestra unidad buscaba desbordar el ala este del enemigo. En el momento mismo en que comenzaba esta maniobra del Segundo Cuerpo, ordené a la guarnición de Ingavi que lanzara un destacamento en dirección a 27 de Noviembre para llamar la atención del enemigo por aquel lado. Después de una maniobra estupenda, que sometía a nuestras tropas a una de las pruebas más duras de la guerra, un puñado de hombres de nuestra Octava División [B.40, Tte. 1º Ceferino Vega], llegó frente a Yrendagúé el día 8 e inició el ataque sobre los defensores enemigos del lugar. Para las 8 de la mañana nuestras tropas sobrepujaban a éstos y se apoderaban de la posición y de todos los pozos de agua. Aquel mismo día nuestro destacamento de Ingavi presionó sobre la defensa enemiga de Pikyrendá y poco después la rebasaba. Con la toma de Yrendagúé, toda la masa enemiga de Picuiba, unos 15.000 hombres en total, quedaba sin agua. El mismo día 8 ya cedió terreno ante nuestra presión. Por la mañana abandonó sus muertos y sus heridos y dejó en nuestro poder, prisioneros y elementos diversos. A las 11:30 horas Picuiba pasó nuevamente a nuestras manos. La desmoralización que produjeron en el campo enemigo la toma de Yrendagüé y la amenaza sobre 27 de Noviembre, fue inmensa. Todo el mundo, en medio del pánico, sólo pensó en huir para salvarse, sin que a nadie se le ocurriese apelar al combate. Naturalmente, no hubo manera de organizar ninguna defensa. Los jefes y oficiales se incautaron de los camiones, cargaron en ellos la artillería y se dieron a la fuga a toda velocidad hacia el Parapití. La tropa, abandonada por su oficialidad, se desbandó, presa de la desesperación, y sobrevino una horrenda catástrofe. La gente aterrorizada se lanzó a los 200 caminos bajo el tórrido sol chaqueño de aquellos días de diciembre, y miles de soldados cayeron muertos de sed o de cansancio o fulminados por la insolación. Habíase consumado la destrucción total de una masa enemiga no menor de 15.000 hombres. Quedaron en nuestro poder 60 morteros Stokes-Brandt, 79 ametralladoras pesadas, 498 fusiles-ametralladoras, 590 pistolas automáticas, 11.200 fusiles, 8.000.0.00 de cartuchos de infantería, miles de granadas de artillería y de morteros, e intendencias y hospitales completos. Excepto la artillería, el enemigo no salvó ningún material de este descalabro. Fue tan considerable para nosotros la cosecha de material, que el día 17 dirigí al Ministerio de Defensa el siguiente despacho: Con fusiles últimamente capturados al enemigo, disponemos suficientes para nuestras necesidades actuales. Si aún es posible, sugiero cancelar contrato adquisición fusiles fin disponer más fondos para otras adquisiciones. El día 14, el Cnel. David Toro, comandante del cuerpo enemigo de caballería deshecho en Yrendagüé-Picuiba, ignorante aún de la catástrofe y en la creencia de que sus tropas seguían en Picuiba, hizo arrojar sobre este lugar unos volantes con órdenes dictadas el día 9 en Carandayty, a 200 kilómetros de distancia. Decía el Cnel. Toro entre otras cosas: No debe tenerse consideración alguna con el cansancio de las tropas, a las que es preciso exigir el máximum de su rendimiento. Uno o dos días de esfuerzos y sacrificios, en caso alguno pueden ser suficientes para decretar su completo aniquilamiento. Las tropas enemigas nos dieron más que suficiente ejemplo al respecto, demostrándonos que es posible vivir aún meses careciendo casi de todo elemento. El día de ayer hicieron un “raid” de casi 40 kilómetros avanzando por sendas y a pie para atacar Yrendagüé con máxima audacia y energía. El Cnel. Toro rindió así un justiciero homenaje a nuestros soldados. En menos de tres semanas. el ejército enemigo, que a principios de noviembre contaba con 50.000 combatientes, contra 23.000 de nuestra parte, era reducido a la 201 mitad de sus efectivos, perdiendo todas las ventajas alcanzadas por su número y distribución. En las operaciones de El Carmen y Picuiba, ambas extremadamente audaces, me jugué el todo por el todo para salvar una de las situaciones más graves de la campaña. Si yo no hubiese procedido en la forma relatada, el enemigo tendría tiempo de coordinar la ofensiva del Cnel. Toro en dirección a Picuiba con otra acción desde El Carmen, y dada su enorme superioridad numérica y de elementos, hubiese creado al ejército paraguayo una situación sumamente comprometida. Por cierto que no estábamos en condiciones de contrarrestar semejante combinación; sus consecuencias habrían sido incalculables para nosotros. 202 CAPITULO XVI EN LAS PRIMERAS ESTRIBACIONES ANDINAS LLEGADA Al PARAPITI (De diciembre 12 de 1934 a abril 18 de 1935) Con las victorias de El Carmen y de Picuiba-Yrendagüé despejábamos nuevamente nuestro camino hacia las bases del enemigo, y en esta ocasión, en varias direcciones a la vez. Pero nuevamente tropezábamos con la imposibilidad material de cosechar todos los frutos de nuestros éxitos, por la eterna cuestión de la escasez de medios de transporte. Naturalmente, nos vimos constreñidos a desarrollar un plan que se ajustara a esta circunstancia, aunque a trueque de forzar a las máquinas y a los hombres hasta el extremo limite de su resistencia. Por el norte, el día 8 de diciembre nos habíamos apoderado de Pikyrendá, y con mayores elementos de movilidad, hubiésemos podido llegar el mismo día a 27 de Noviembre, a tiempo para capturar a todos los fugitivos de Picuiba, que eran principalmente jefes y oficiales, y continuar -casi impunemente hasta el Parapití y más al oeste. La defensa que pudiese oponer el enemigo en Carádayty sería necesariamente muy débil. Con la masa de nuestro Segundo Cuerpo íntegramente libre después de la batalla de Picuiba, estábamos en condiciones de llegar hasta donde quisiésemos y de consumar la destrucción de las otras tropas enemigas que todavía intentaran trabar nuestro avance. Hubiésemos caído sobre Villa Montes con dos cuerpos de ejército, compuestos de tropas victoriosas, llenas de empuje, contra un enemigo en plena retirada. Santa Cruz y Tarija habrían quedado completamente a merced de nuestras armas. Todo esto fue irrealizable, y nuestro plan hubo de consistir en un procedimiento de menor alcance, pero que nos capacitara a continuar la destrucción de las tropas enemigas hasta obligarlas a concertar la paz. A pesar de tantas limitaciones, nuestras dos victorias sucesivas de El Carmen y Picuiba-Yrendagüé tuvieron una vasta trascendencia. El Presidente Salamanca fue apresado en Villa Montes, y luego depuesto, en ocasión de un viaje que realizó al Chaco para destituir al General Peñaranda del Comando en Jefe del Ejército a raíz del desastre de El Carmen. Desde el punto de vista boliviano, claro está que la deposición del Presidente Salamanca fue un grave error. Los pueblos 203 Cercanias de Ingavi creen que ciertos cambios hechos a tontas y a locas pueden operar milagros. Pero desde el punto de vista general, la caída de Salamanca favoreció indirectamente la causa de la paz. El 9 de diciembre transmití a los comandantes de cuerpos nuevas instrucciones operativas, y el 10 partí en avión para hablar con cada uno de ellos y ampliar dichas instrucciones personalmente. Mis intenciones en aquel momento se pueden resumir así: Romper en la región de Carandayty, o más al norte, el nuevo dispositivo boliviano (que yo suponía extendido en la línea de colinas que corre de norte a sur y que pasa por Carandayty y Capiírendá), e incidir sobre el camino Villa Montes-Santa Cruz para dividir en dos partes al ejército enemigo y batir a cada una separadamente. Me decidí por una ruptura ante la impotencia de emprender una persecución adecuada; la desesperante escasez de medios de transporte se agravó en aquellos días con las lluvias torrenciales de la estación, que empezaban a caer en todo el Chaco. He aquí las prescripciones que di, respectivamente, a cada Comando de cuerpo: Al Segundo Cuerpo: Accionar con un fuerte destacamento hacia Santa Fe y San Francisco. Llevar la masa principal a Carandayty, para ocupar dicha posición e interceptar el camino Villa Montes-Santa Cruz en la región de Boyuibé y más al sur. Al Primer Cuerpo: Apoderarse con su masa principal de Capiírendá y cooperar con el Segundo Cuerpo para interceptar el camino Villa Montes-Santa Cruz. Al Tercer Cuerpo: Continuar la persecución a lo largo del Pilcomayo, cubriéndose desde Cururendá contra el enemigo que comenzaba a organizarse en la margen derecha del mismo río, y extenderse lo más al norte posible, en enlace con el Primer Cuerpo. Conviene tener presente que en esta nueva fase de las operaciones, las tropas paraguayas soportaban horrorosas privaciones, aparte del cansancio agotador producido por las batallas que libraban incesantemente desde meses atrás y de las fantásticas marchas que realizaban a través de centenares de kilómetros, sin ningún momento de reposo. Por lo tanto, nuestros estoicos soldados tenían que andar con relativa lentitud, pero avanzaban siempre y vencían en todas partes la resistencia que el enemigo les oponía. Para vivir echaban mano de los recursos naturales de las regiones que recorrían y de los víveres tomados al enemigo. 204 El 24 de diciembre nuestro Segundo Cuerpo llegó por segunda vez delante de Carandayty. En la misma fecha el Primer Cuerpo estaba delante de Capiírendá, y el Tercer Cuerpo sobre Ybybobó. El día 30, después de una penosa maniobra, tropas del Tercer Cuerpo [D.C.2, Mayor Ramos] consiguieron rodear en Ybybobó a los regimientos bolivianos Sucre y Aroma, que defendían el lugar y cayeron en nuestro poder. Tomamos allí unos 30 oficiales enemigos (entre ellos algunos chilenos) y 1.500 individuos de tropa, con todos sus elementos. La falta de aviones era toda una tragedia para nosotros. Las distancias se alargaban más y más, y las lluvias imposibilitaban en absoluto el tránsito de camiones. Poseíamos un único avión sanitario para la evacuación de heridos y enfermos graves. Ya desde la segunda quincena de diciembre el enemigo nos presentaba una nueva línea de defensa, que empezaba en Palo Marcado, a orillas del Pilcomayo, y pasaba por Capiírendá y Carandayty e iba más al norte, siguiendo las primeras estribaciones de la precordillera. Con motivo de Año Nuevo recibí del presidente, el 12 de enero de 1935, dos despachos: A las 9.25 Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco: En el primer día del año envío a los jefes, oficiales, clases y tropas del glorioso ejército a sus órdenes, al homenaje de profunda admiración y de gratitud del Gobierno y pueblo de nuestro país, juntamente con los votos porque una paz justa y próxima recompense los inmensos sacrificios de nuestros soldados. Fdo: Eusebio Ayala A las 12.45 General José F. Estigarribia, Gran Cuartel General. En este día dedicado a los votos, los hago sinceros y cordiales por su dicha y por la de todos los suyos. En una colaboración de más de dos años, en circunstancias difíciles y de responsabilidad ante la nación, he podido apreciar la grandeza de su espíritu, el temple de su civismo y de las calidades de su técnica de Comando. A esas condiciones 205 excepcionales deben nuestros soldados el haber podido obtener todo el fruto de su inmenso heroísmo. Fdo: Eusebio Ayala Yo había dirigido al presidente un telegrama a las 8:50, que se cruzó con el primero que transcribí más arriba, y decía así: Dr. Eusebio Ayala Presidente de la República. Con motivo del año que se inicia, me es grato presentar a Vuestra Excelencia los votos que por vuestra felicidad formulo en nombre del Ejército de mi Comando y en el mío propio, y junto con ellos nuestras sinceras protestas de subordinación y reconocimiento por el sacrificio y la abnegación ejemplares y sin limite que puso V.E. en la obra magna de la defensa patria, desde la más elevada magistratura de la República. Fdo: General Estigarribia El 10 de enero partí en jira de inspección por todo el frente de operaciones. Viajé en aeroplano hasta Picuiba, de donde seguí en camión en dirección a Carandayty, hasta el Cuartel General del Segundo Cuerpo, situado entonces en las proximidades de Puesto Central. Al día siguiente visité a la Octava División, unidad designada para ejecutar una maniobra por el sur de Carandayty. Pasé luego hasta la línea de fuego en Ñuapuá, donde, por primera vez, me cupo la oportunidad de contemplar la Cordillera de los Andes desde el fondo del Chaco. En la mañana del día 12 nuestras tropas iniciaban la ruptura del nuevo sistema enemigo con el asalto y toma de Capiírendá. Seguí viaje para este sitio el mismo día, donde llegué a las 17:30, cuando todavía el enemigo bombardeaba el fortín con su artillería. Como consecuencia de la acción de aquel día, quedaron en nuestro poder numerosos prisioneros y elementos de todo género. Inspeccioné rápidamente el lugar y pasé la noche en el Cuartel General del Primer Cuerpo. Al día siguiente, después de tomar diversas disposiciones sobre la prosecución de las operaciones y una mejor coordinación entre el Primer y Segundo Cuerpos, partí para Oruro, donde había citado en rendezvous al comandante del Tercer Cuerpo. 206 Regresé al Gran Cuartel General de Camacho el día 14. Nuestras tropas de maniobra del sector del Parapití [Dest. Mayor Caballero Irala] destruyeron aquel día a uno de los regimientos enemigos y avanzaron hacia Santa Fe en la persecución, al propio tiempo que destacaban tropas hacia Amboro, punto situado sobre el río Parapití. El 16 las tropas paraguayas llegaron por primera vez hasta las márgenes de este río para nosotros fabuloso, limite de nuestra heredad chaqueña por aquel lado. Anoté en mi diario: “La noticia de que mis tropas han llegado al Parapití me llena de orgullo y satisfacción. Se cumple uno de los objetivos de mi vida militar”. Después de siglos se reinjertaba en el tronco guaranítico una de sus ramas perdidas. La región del Parapití estaba poblada con la misma raza aborigen de nuestra zona oriental, pero todo nexo entre ella y el resto de la tribu matriz había desaparecido. Los guarayos, que son los indios guaraníes del Parapití, nos recibieron como a hermanos, cuando nos oyeron hablar su misma lengua, aunque un poco asombrados de ver que sus hermanos eran blancos. Nos dijeron que se cumplía para ellos el anuncio de una vieja leyenda, según la cual alguna vez vendrían del oriente hombres de su misma procedencia. Nuestra llegada fue para ellos como una fiesta religiosa, e hicieron derroche de hospitalidad con nuestros soldados. El día 16 el Comité Consultivo de Ia Liga de Las Naciones resolvió levantar el embargo de la venta de armas para Bolivia. La institución de Ginebra pretendía dejar así al Paraguay a merced de su adversaria, porque nuestro país se había negado a aceptar sus recomendaciones para la cesación de la lucha, que eran un tejido de absurdos. Esta monstruosidad de la Liga contra un país como el Paraguay, que defendía heroicamente su propia existencia nacional, nos demostró una vez más cuán solos estábamos en la lucha; pero no debilitó en un ápice nuestra determinación de luchar hasta el fin. El 17 la penetración de nuestro Primer Cuerpo en el sistema defensivo del enemigo se hizo más profunda, y obligó a éste a emprender un nuevo repliegue en el frente de Capiírendá. Nuestras tropas del Parapití, entre tanto, lograron destruir otras fracciones bolivianas que se oponían a su avance y les tomaron dos piezas de artillería. Tras un recio combate se apoderaron de Santa Fe en la noche del 17. El Tercer Cuerpo, por su parte, rompió también la resistencia enemiga el día 18 y se apoderó de Palo Marcado. El enemigo realizó un amplio repliegue. 207 Carandayty cayó en poder del Segundo Cuerpo el 23, a las 10:30 de la mañana, y con esta acción se derrumbó el nuevo sistema defensivo boliviano. Desde aquel día avanzamos en todos los sectores hacia nuestro objetivo: la ruptura del camino Villa Montes-Santa Cruz, para dividir en dos fracciones al ejército enemigo. Las lluvias y la precariedad de nuestros elementos, sin embargo, dificultaron poderosamente nuestro avance, y el enemigo tuvo tiempo de organizarse y hacerse fuerte en Villa Montes. Aquel mismo día 23 establecí provisoriamente mi Gran Cuartel General en Oruro, con vistas a trasladarme después a Capiírendá, donde me instalé definitivamente el 2 de febrero. El 28 de enero las tropas de nuestro Segundo Cuerpo se apoderaron de Boyuibé y de Machareti. El día 29 cayeron asimismo en nuestro poder Tigüipa y Tarairí. Y así alcanzamos nuestro objetivo de controlar el camino de Villa Montes a Santa Cruz, desde el Parapití hasta Tarairí. Un tramo considerable del único camino que une al departamento boliviano de Santa Cruz con el resto de Bolivia estaba en nuestro poder. El ejército enemigo quedaba dividido en dos partes. Ahora correspondía decidir a cuál de ellas intentaríamos batir primeramente. A tal fin había que proceder con máxima rapidez, para no dar tiempo al enemigo de reorganizarse en forma eficaz, pero tropezábamos con obstáculos muy serios. En primer término, la angustia de medios de transporte. Luego,nuestras tropas estaban tan fatigadas que ya no podrían seguir sin algún descanso previo. Había que rellenar también los efectivos de las diversas unidades, tremendamente disminuídos, y proceder al adiestramiento de cuadros y tropas para el nuevo tipo de guerra que nos proponíamos emprender. Habíamos llegado, en efecto, al pie de la Cordillera, con la cual los paraguayos no estábamos familiarizados. De aquellas primeras elevaciones descendían quebradas profundas, que desconocíamos totalmente, donde se refugió el enemigo; y al seguir a éste nos expondríamos a contingencias peligrosas. En suma, conspiraban contra nosotros las desventajas del terreno. En el espacio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Parapití, habíamos logrado expulsar totalmente a los bolivianos en el lado norte, donde les obligamos a pasar a Ia orílla izquierda del Parapití; pero no así en el lado sur, sobre el Pilcomayo, donde conservaban una importante cabeza de puente en 208 Croquis 6 Batalla de «El Carmen» Setiembre a Diciembre 1934 Villa Montes, si bien hubieron de repasar el Pilcomayo desde Cururendá hasta cerca de Villa Montes. En el primer momento pensé en la conveniencia de suprimir esta cabeza de puente, para mayor seguridad. Un ataque directo, sin embargo, sería inconducente, porque el lugar se prestaba a organizar la defensa en condiciones muy favorables. Era menester, por lo tanto, intentar la toma de Villa Montes como consecuencia de alguna acción en otra parte. De ahí que ensayáramos escalar las montañas en Ñancorainza, en Taiguate y finalmente en Boyuibé. En un principio todo parecía ir bien; pero a poco andar la empresa fracasó totalmente, por culpa de nuestro desconocimiento del terreno y de la falta de training para este nuevo género de guerra. Me vi forzado , pues, a abandonar la idea de accionar contra Villa Montes en aquella forma, y resolví intentar la destrucción de la fracción enemiga que cubría la orilIa izquierda del Parapití, con el propósito de tomar Charagua y seguir rápidamente por Lagunillas a Monteagudo, para interceptar el único camino de abastecimiento del lado de Sucre y de Oruro con que contaba el enemigo, es decir, la única conexión entre dicha zona y el altiplano. Esta operación ofrecía las siguientes ventajas para nosotros: En primer lugar, las tropas enemigas estaban todavía en la planicie, y nuestras fuerzas habían adquirido una gran capacidad de maniobra en esta clase de terreno, en el curso de su marcha a través de todo el Chaco: en segundo lugar, con la destrucción de ese núcleo enemigo, el departamento boliviano de Santa Cruz quedaría enteramente a nuestra merced, y en Santa Cruz podríamos explotar la animadversión que allí existe contra el resto de Bolivia y sustraer del enemigo una importante fuente de recursos de todo género: por último, caería en nuestras manos Camiri, refinería de petróleo que surtía buena parte del combustible consumido por el ejército enemigo. Hecho todo lo cual, ya sería fácil la invasión de Tarija. Además, la política interna de Bolivia atravesaba por un período muy delicado, como consecuencia del derrocamiento del Presidente Salamanca y del problema de la sucesión del poder por expiración del término presidencial. Un golpe de efecto en el Chaco podría tener una repercusión decisiva. El abastecimiento de las tropas enemigas del Parapití se realizaba en condiciones difíciles, y el gobierno boliviano había extremado en aquellos días el racionamiento de su propia población civil, hecho que consideré como una de nuestras grandes victorias sobre el enemigo, atribuible enteramente a la capacidad de nuestro gobierno y a los hombres responsables que cooperaban con él en la retaguardia. El Paraguay, país pobre, consumaba la derrota 209 económica de otro país tenido por mucho más rico. Todas estas circunstancias me indujeron a pensar en la invasión de Santa Cruz, aún al precio de forzar un poco nuestras posibilidades. A la sazón prevalecía igualmente la impresión de que nos aproximábamos al cese de las hostilidades, pues las gestiones diplomáticas recobraban un impulso vigoroso; y se justificaría cualquier esfuerzo en el orden militar que contribuyera a acelerar el advenimiento de la paz en condiciones favorables para nosotros. No se debe olvidar que nuestras finanzas se debatían en medio de las más abrumadoras dificultades y que el problema de los reemplazos de tropas se agravaba día tras día. Basta recordar que el 8 de marzo de aquel año, nuestro Primer Cuerpo dispararía frente a Villa Montes las últimas nueve granadas de su artillería. A raíz de este hecho,'consideré la posibilidad de traer frente a Villa Montes un cañón de marina de 19 centímetros que poseíamos en Asunción y que tenía una buena dotación de municiones. Los reemplazos enviados a Bahía Negra, cuando ordené que las tropas veteranas de aquel punto pasaran al frente principal de operaciones, eran niños de 17 años. El día 12 de febrero ocupamos Camatindy; el 4, Tarairí, y seguimos avanzando hacia Cayguã, del lado norte, en dirección a Villa Montes. El 7 desencadenamos una acción enérgica en la misma región de Villa Montes, con el Primer Cuerpo. Nos proponíamos estrechar más ese frente y empujar al enemigo sobre sus principales posiciones definitivas, para que se mantuviera allí mientras operábamos hacia el norte, en la región del Parapití. El 8, nuestro Segundo Cuerpo, en cooperación con la acción sobre Villa Montes, dio un golpe de mano en el sector de Ñancorainza. Nuestras tropas escalaron la montaña y lograron interceptar el único camino de que disponía el enemigo desde Ñancorainza hacia su base, el pueblo de Ivo. Pero el día 10 los nuestros fueron desalojados nuevamente por un poderoso contraataque del enemigo, que ocupaba las posiciones dominantes del punto de nuestra irrupción. Sufrimos muchas bajas. Así pagábamos tributo a nuestra inexperiencia en la guerra de montaña. Nuestras tropas no se habían cuidado de ocupar las alturas vecinas y permanecieron en un bajo. El 11 partí para el Cuartel General del Segundo Cuerpo con el propósito de enterarme debidamente de la situación y dejar dispuesto todo lo relacionado 210 Fortín Ballivián Nuestros zapadores: Terraplén de Camacho al oeste con las próximas operaciones a cargo de dicho Cuerpo. Haríamos una tentativa previa en la regiõn de Boyuibé, en dirección a Camiri, y luego en la región del Parapití. El 12, después de recorrer las posiciones de Machareti y más al norte, hacia Timboy, regresé por Carandayty a mi Cuartel General, que entonces ya estaba instalado en Capiírendá. El 13 a las 2 de la mañana llegó el presidente al Cuartel General. Había hecho el trayecto desde Oruro hasta Capiírendá en camión, porque todavía no estaba preparada la pista de aterrizaje en Capiírendã. Sostuvimos con él una de las conversaciones más interesantes que recuerdo. Le dije que teníamos abierto el camino a Santa Cruz, podríamos invadir Tarija; en una palabra, podríamos aplastar a Bolivia en un plazo brevísimo, pero necesitábamos elementos. El presidente me contestó que no había nada que hacer: nuestras disponibilidades estaban agotadas. Le expresé entonces que, de todos modos, algo debiéramos hacer, porque las circunstancias no permitían que nuestro esfuerzo se detuviera, salvo que se concertara la paz. El presidente me dijo “La paz va a venir en un plazo muy corto, la guerra está por terminar." Nunca como en aquel período lamenté tanto la carencia de aviación. Con una buena aviación hubiésemos imposibilitado en poco tiempo al enemigo la continuación de la guerra. Amontonado uno de los grupos principales del ejército boliviano en la cabeza de puente de Villa Montes, era alimentado por un único puente precario sobre el Pilcomayo; encajonadas las otras tropas enemigas de más al norte entre quebradas, al oeste de Ñancorainza, Machareti y Boyuibé; situadas nuestras fuerzas en las proximidades de Camiri y de Sanandita, las dos fuentes principales de petróleo que proveían a los camiones bolivianos, era fácil suponer lo que sobrevendría al ejército enemigo si la aviación paraguaya bombardeara sistemáticamente las escasas líneas de sus abastecimientos y, sobre todo, sus recursos de Camiri. Pero ya se ha visto que ni siquiera nos quedaban municiones para nuestra artillería. Los grandes trimotores bolivianos roncaban impunemente sobre nuestras cabezas, en un continuo llevar y traer de artillería y de gente entre los distintos grupos de su ejército, y nosotros los veíamos pasar sin que pudiéramos causarles un rasguño. El 19 fuimos con el presidente hasta Carandayty y pasamos luego a Machareti. Después regresamos a Carandayty y seguimos hasta Ybamirante, de donde el presidente emprendió su viaje de regreso a la capital el día 20. 211 El 22 di por terminada la serie de acciones emprendidas para reducir la extensión de la cabeza de puente de Villa Montes, y resolví que el Primer y Tercer Cuerpos permanecieran a la defensiva frente a Villa Montes, mientras el Segundo iniciaba sus acciones más al norte. El sábado 23 partí para el Cuartel General del Primer Cuerpo, entonces en Palma Sola, donde también estaba citado el comandante del Tercero. Dejé las instrucciones siguientes: El Tercer Cuerpo permanecería a la defensiva y se extendería al norte hasta Ñancorainza , para relevar a las unidades del Segundo que cubrían dicho punto y Machareti; además, el Primer Cuerpo realizaría acciones demostrativas encaminadas a dar al enemigo, por el mayor tiempo posible, la impresión de que seguiríamos atacando a Villa Montes. Yo no desconocía el grave riesgo de extender el frente en la forma ordenada, porque el enemigo de Villa Montes era fuerte. Pero me proponía desde luego ceder terreno gradualmente si el enemigo pasaba al ataque, con tal de realizar en buena forma nuestra acción hacia el norte, acción que yo juzgaba imperiosa en vista de que el enemigo acumulaba más y más tropas en dicha región, desde varias semanas antes. El 24 me dirigí al Cuartel General del Segundo Cuerpo, situado en las proximidades de Boyuibé. Expliqué al comandante del cuerpo las resoluciones tomadas últimamente y ordené que su unidad realizara con la mayor rapidez posible la acción prevista sobre Boyuibé. Regresé a mi Cuartel General el 25 Las unidades interesadas procedieron sin tardanza a efectuar los relevos ordenados; y he aquí que el día 26, la Radio Illimani, de La Paz, difundió la noticia de que desplazábamos el centro de gravedad de nuestras fuerzas hacia Boyuibé y el Parapití y que ya no insistiríamos sobre Villa Montes, exactamente como se había dispuesto. La radio enemiga repitió esta información notablemente veraz el día 27. Se hicieron trabajos preparatorios sobre el Parapití en dirección norte, para establecer por aquel lado una cubertura en buenas condiciones, al propio tiempo que nos alistábamos para dar un golpe en la región de Boyuibé, en dirección a Ururiguá. Si esta operación se realizaba satisfactoriamente, pensábamos marchar rápidamente por Salinas sobre el camino Boyuibé-Camiri, con el intento de destruir al grupo enemigo de aquella zona o, en todo caso, obligarle a retroceder en malas condiciones sobre Ivo-Cuevo, para asegurarnos en dicha región contra posibles empresas ulteriores. mientras operábamos hacia Santa Cruz. Naturalmente, si con nuestra operación inicial destruíamos 212 aquel núcleo enemigo, se nos abriría la posibilidad de llegar por esa parte a Camiri. Con nuestra acción preparatoria sobre el Parapití, el 12 de marzo conseguimos destruir un destacamento enemigo que ocupaba Tamachindy, y quedamos en posesión de este lugar, así como del poblado de Yuquy, sobre la margen izquierda. Con fines efectistas, el día 2, en un parte abierto al Ministerio de Defensa, magnifiqué deliberadamente esta acción, en sí misma insignificante; yo deseaba también distraer así la atención del enemigo mientras dábamos el golpe en Ururiguá. Pero la sensibilidad del enemigo estaba mucho más hipertrofiada de lo que cabía suponer, y con motivo de mi anuncio, las autoridades de Santa Cruz se apresuraron a pedir ayuda nerviosamente al Gobierno de La Paz y al Comando boliviano del Chaco. La impresión que recibieron fue tal, que propusieron el traslado inmediato de los fondos de la sucursal del Banco Central de Bolivia más al interior, y a pesar de las palabras tranquilizadoras del Comando enemigo, el gobierno de La Paz se vio en la necesidad de enviar a la ciudad de Santa Cruz a dos miembros de su gabinete, para calmar a la opinión pública alarmada. El día 4 recibí una carta del presidente en que me confirmaba el agotamiento de nuestros recursos financieros y la dificultad de conseguir nuevos reemplazos. Me hablaba también de una insinuación del gobierno chileno para una nueva mediación, pero me decía que él prefería esperar la inauguración del nuevo período presidencial en Bolivia, el día 6, para dar una contestación. Unas lluvias torrenciales retardaron considerablemente nuestra acción sobre Ururiguá, pero el 8, tras brillantes asaltos, nuestras tropas consiguieron romper ampliamente la línea enemiga. Por desgracia, a poca distancia del punto de partida de su penetración, dieron con un abismo infranqueable y quedaron bruscamente detenidas ante él. Se hicieron en los días siguientes varias tentativas para superar esta dificultad, y todo resultó inútil, hasta que el día 11 autoricé al Comando del Segundo Cuerpo que ordenara el regreso de sus tropas para no exponerse por más tiempo a los peligros que derivaban de su situación desventajosa. Con este fracaso, pagábamos un nuevo tributo a nuestro desconocimiento del terreno. Pero sin pérdida de tiempo nos consagramos a la ejecución de nuestra acción sobre Charagua. Si bien éramos dueños de Yuquy, sobre la margen izquierda del Parapití, el enemigo conservaba la posesión de dicha margen desde Ybysyryry hasta San Francisco. 213 Marcha de desmovilización En los días ulteriores se sucedieron acciones locales en el frente de Villa Montes, que duraron hasta fines de marzo. En las márgenes del Parapití nuestras tropas seguían vigilando toda aquella zona y destruyeron otro contingente enemigo en Yboperendá, sobre el camino que de este punto va directamente a la ciudad de Santa Cruz. Nuestro frente se había dilatado excesivamente, y como esta situación no podía prolongarse por mucho tiempo, estábamos compelidos a proceder con rapidez. Pero las lluvias continuadas y la escasez de medios de transporte trababan grandemente nuestra acción, de modo que para fines de marzo hubimos de dejar la margen izquierda del Parapití, abandonando Yuquy y la zona de más al norte, para volver a Tamachindy. También atravesábamos por un período de grave crisis de efectivos, pero como teníamos que accionar constantemente, ordené el traslado a Capiírendá de la escasa guarnición de Bahía Negra, constituida por tropas de mala calidad (muchos heridos y convalecientes), como única reserva a mi disposición, y Bahía Negra quedó guarnecida con 200 muchachos de 17 años, a cargo de la Marina Nacional. Desde el día 25 hice transportar una de las divisiones del frente de Villa Montes a la orilia del Parapití, transporte que terminó el 30. En seguida estudiamos la forma de atravesar el Parapití a viva fuerza en la región de Amboro-Copere, con Charagua como objetivo, y en la región de San Francisco, con el mismo fin. El 4 de abril llegó a mi Gran Cuartel General el presidente. Me expresó su optimismo acerca de la proximidad de la terminación de la guerra. A su juicio, ésta no se prolongaría más allá del mes en curso. “Tengo la certeza de ello”, repetía. Estaban entonces en plena actividad en el Río de la Plata los trabajos encaminados a poner término al conflicto, iniciados en enero, y en el ambiente prevalecía la impresión de que el final de la tragedia se acercaba rápidamente. Este hecho estimuló la preparación del golpe de efecto que pensábamos dar. El día 5, al aclarar, se inició el pasaje del Parapití sobre Amboro y Copere. Nuestras fuerzas lograron dispersar a los defensores enemigos de Ia orilla opuesta, tomándoles todos sus elementos y algunos prisioneros. Prosiguieron 214 luego hacia Charagua, a lo largo del camino que lleva directamente a esta localidad. La acción sobre San Francisco, por el lado de Casa Alta, se retrasó en algunos días porque surgieron ciertas dificultades en el desplazamiento de nuestra Octava División, que para este efecto era relevada por otras tropas en el frente de Boyuibé. En los días siguientes nuestras fuerzas vencieron las defensas sucesivas escalonadas por el enemigo sobre el camino CopereCharagua. Al mismo tiempo que accionábamos sobre Charagua, yo preparaba una acción en el sector de Villa Montes, con el Primer y Tercer cuerpos, sobre Itá-Ybaté, en la montaña, así como el pasaje del Pilcomayo en la región Carmen Esquina, con la intención de amenazar las comunicaciones del enemigo detrás de Villa Montes. Pero estas acciones no se realizaron a causa del incidente de Boyuibé, de que me ocuparé en seguida. El presidente visitó los diversos cuerpos de ejército, y el miércoles 10 tomó en Oruro el avión, de regreso para Asunción. La intervención de nuestras tropas de la Octava División despejó de enemigos para el día 14 toda la margen izquierda del río Parapití, desde Copere al sur. La unidad enemiga de frente a nuestra división se replegó sobre Charagua, a cuyas proximidades nuestras tropas llegaron el 15, y antes de media noche ocuparon la localidad. Las fuerzas enemigas que se oponían en la región de Carandayty-Moza al avance de las nuestras que operaban por el lado de Copere, quedaron seriamente amenazadas. Pero el mismo día 15 el enemigo de Boyuibé atacó furiosamente nuestra línea defensiva, aunque sin mayores resultados. Y el 17, a las 3 horas, el comandante del Segundo Cuerpo me dio parte por teléfono, desde Carandayty, de que el enemigo, por el lado sur, descendiendo por una de las quebradas entre Carandayty y Boyuibé, marchaba sobre este último punto, después de arrollar a nuestras tropas de vigilancia. Para las 4:30 el enemigo lograba interceptar el camino entre Carandayty y Boyuibé, en las proximidades inmediatas de Boyuibé. Este incidente nos obligó a modificar nuestro dispositivo e introducir un cambio rápido en nuestras disposiciones de carácter general. Hicimos que nuestras tropas de Boyuibé se replegaran sobre Mandyupecuá, para accionar del lado de Ñancorainza hacia Boyuibé,y que nuestras fuerzas del lado norte vinieran desde Cambeity también hacia 215 Croquis 7 Situación General de las Tropas a la Terminación de la Campaña Boyuibé, a cuyo efecto ordené el 18 que la Octava División volviera sin tardanza de Charagua, autorizando a las demás tropas que se replegaran lentamente, a medida de la presión enemiga, sobre el Parapití. En la región de Villa Montes, asimismo, abandonamos momentáneamente la ejecución de las operaciones que teníamos en preparación, a fin de llevar más tropas hacia Carandayty, desde cuya dirección accionaríamos igualmente hacia Boyuibé y hacia Mandyupecuá. El día 18 el enemigo interceptó el camino que de Mandyyupecuá sigue directamente a Carandayty, y dejó aislada, en consecuencia, a nuestra Novena División [Mayor Luis Santiviago], que ocupaba Mandyyupecuá. Se pidió a ésta que permaneciera aquí hasta el 21, dado que había atraído sobre sí a toda la tropa enemiga; pero contestó que no podría sostenerse por falta de municiones. Se le ordenó entonces que se replegara por senderos indirectos hacia Carandayty. Y así se malogró la intervención de la Octava División que, reforzada con otras fuerzas, debió accionar a partir del día 20 desde Cambeíty hacia Boyuibé. Como de la región de Villa Montes habíamos sustraído algunos regimientos, trasladados a Carandayty, permanecimos allí a la defensiva y nos vimos en la necesidad de retroceder en algunos puntos, por el debilitamiento de nuestra defensa. En las acciones que acabo de referir el enemigo experimentó pérdidas considerables. Sus bajas fueron de cerca del 45 por ciento, según supimos después. 216 El Mariscal Estigarribia llega a “Puesto Merino” para la primera entrevista con el General Peñaranda El primer encuentro entre el Mariscal Estigarribia y el General Peñaranda CAPITULO XVII ULTIMAS OPERACIONES - CESACION DE LA LUCHA (De abril 18 a junio 14 de 1935) Malograda nuestra acción sobre el enemigo que seguía nuestro repliegue hacia Mandyupecuá, por la imposibilidad de que nuestra Novena División permaneciera en dicho sitio -la que se escurrió por senderos indirectos-, nuestra Octava División, que debió accionar desde Cambeity, quedó aislada y, naturalmente, en situación comprometida. El enemigo se dio cuenta de ello, y en seguida de ocupar Mandyupecuá, lanzó sobre nuestra división su núcleo principal y logró cortar a una de sus fracciones adelantadas; -pero esta última se abrió paso a través del cerco enemigo y se puso a salvo. Toda la Octava División se tuvo que retirar por lo tanto hacia la región de Santa Fe, a orillas del Parapití, repliegue que se realizó con el enemigo a la zaga. Con todo, las tropas de nuestra Sexta División [Tte. Cnel. Smith], empeñadas del lado de Ñancorainza, conforme con nuestro abortado plan contra el enemigo de Mandyyupecuá, obtuvieron en aquellos días ventajas apreciables, destruyendo en su frente una buena parte del regimiento Manchego. También progresaron satisfactoriamente las tropas que habíamos transportado de la región Villa Montes y que accionaban del lado de Carandayty hacia Boyuibé y La Victoria. A partir del día de nuestro repliegue de Boyuibé, las iniciativas del enemigo se sucedieron sin interrupción en el curso de toda la segunda quincena de abril. Aquél atacó sucesivamente nuestras posiciones del frente de Villa Montes, donde nos obligó a retroceder poco a poco, a lo largo del camino Villa Montes-Boyuibé, y a dejar finalmente en su poder el poblacho de Tarairí; del lado de Charaqua siguió dificultando nuestro repliegue sobre la orilla del Parapití; del lado del Ysosog presionó sobre uno de nuestros destacamentos que había cooperado en el avance sobre Charagua y que se había apoderado de Joseravi y otras poblaciones de la comarca, y que tenía orden de reunirse a las demás fuerzas paraguayas en la región Los Maticos-Santa Fe-Casa Alta. También se hizo sentir la presión enemiga en la región de Ingavi, sobre la columna paraguaya que ocupaba el camino de Ravelo, a veinte kilómetros de Ingavi. A raíz del incidente de Boyuibé y con motivo de las actividades recién referidas, se nos presentó de nuevo la oportunidad de batir al enemigo fuera de las montañas, en campo abierto, y para el efecto esbocé la siguiente concepción operativa: Hacernos fuertes en Ingavi, para estar a cubierto de toda acción peligrosa del 217 enemigo en dicha región, mientras continuábamos nuestro repliegue del lado del Parapití hacia Puesto Casal y Huirapitindy, con el designio de atraer a la masa enemiga a la mayor distancia posible y con el mayor desgaste para ella, a la vez que acumulábamos fuerzas importantes en la región de Mandyupecuá, a fin de combinarlas luego con las del Parapití en una enérgica acción de sur a norte, que partiría de Mandyyupecuá hacia Casa Alta y Santa Fe. En esta forma intentaríamos la destrucción de las tropas enemigas que habían escapado a nuestro golpe hacia Charagua. Para ejecutar este pensamiento, dispuse que la Novena División -que el 21 de abril apareció en nuestra línea a la altura de Valle Verde, al norte de Carandayty-, pasara a una región tranquila del sector Ñancorainza-Boyuibé, donde relevó a la Sexta División, que se orientó hacia Ybamirante, desde donde debería accionar para la retoma de Mandyupecuá. Durante los últimos días de abril y los primeros de mayo, nuestro repliegue, tanto del lado de Casa Alta como del lado norte, sobre la margen derecha del Parapití, se realizaba en medio de los más variados incidentes. Fracciones de nuestras diversas unidades quedaban cortadas durante su retroceso, y luego volvían a reunirse a su masa principal. Yo seguía empeñado, entre tanto, en el transporte de tropas a la región norte de Carandayty. Después de sucesivos repliegues, establecióse en la región de Ingavi una nueva línea de defensa paraguaya, a once kilómetros de dicho fortín. Yo había reforzado la guarnición de Ingavi con un regimiento más sacado del Parapití. Ante la importancia cada vez mayor que adquirían las acciones del Parapití y de la región de Carandayty, y con miras a la ejecución del plan que yo acababa de adoptar, el día 4 de mayo destaqué al comandante del Segundo Cuerpo (Cnel. Franco), que se hallaba en Carandayty, con la misión de hacerse cargo de las tropas del Parapití, mientras yo me encargaba personalmente de las tropas que operaban en la zona de Carandayty. Las gestiones diplomáticas iniciadas en el Río de la Plata para tratar de poner fin a la guerra progresaban con rapidez. El 11 de mayo los cancilleres de los países beligerantes fueron invitados a ir a Buenos Aires para intervenir en ellas. El 12, el presidente me pidió que enviara a mi Jefe de Estado Mayor, Cnel. Garay, como asesor militar de nuestro canciller, Dr. Luis A. Riart, durante las negociaciones de Buenos Aires. 218 El día 13, a las 24 horas, partieron de Ybamirante rumbo al norte las primeras unidades que darían comienzo a nuestra maniobra sobre Mandyupecuá, como acción previa en la ejecución de nuestro plan sobre el Parapití. Iban por senderos abiertos anticipadamente, con todo género de precauciones para escapar a la observación aérea del enemigo, y todo estaba dispuesto para ensanchar las picadas detrás de las tropas en movimiento, de modo que nuestros vehículos mecánicos pudieran pasar también por ellos. En el Parapití seguía nuestro repliegue, siempre lleno de incidentes. El día 15 toda nuestra Sexta División cayó sobre el camino enemigo al norte de Mandyupecuá y se apoderó sorpresivamente de varias instalaciones bolivianas. Siguió luego rápidamente hacia su objetivo, el fortín Mandyyupecuá, y el 16 se apoderó de él a las 10:30, después de haber asaltado y rebasado sucesivamente las líneas de resistencia del enemigo. Al propio tiempo, otras fuerzas de la misma unidad paraguaya que se dirigían hacia el norte, batían a algunas fracciones enemigas de los regimientos Castrillo y Manchego y llegaban hasta el cauce seco del río Cuevo. La marcha de nuestra Sexta División [Tte. Cnel. Smith] fue una de las hazañas más notables de la guerra; solamente por el temple extraordinario de sus tropas, a pesar de la tortura de la sed y del hambre, pudo haberse cubierto aquel trayecto. El regimiento Valois Rivarola [Cap. Eustacio Rojas], que iba en punta, fue condecorado como premio a su comportamiento. El 19 Ilegó a mi Cuartel General el presidente. Para el 21 el camino que lleva directamente de Carandayty a Mandyyupecuá por Puesto Victoria, quedaba limpio de enemigos, y al norte de Mandyyupecuá estábamos en posesión del cauce seco del río Cuevo, que se dirige de oeste a este, punto de partida de nuestra acción sobre el Parapití. Aquel día 21 nuestras tropas del Parapití estaban desplegadas de norte a sur, con el centro de la línea a cinco kilómetros al oeste de Puesto Casal, donde teníamos ya reunidas todas las tropas de dicho sector y en condiciones de esperar al enemigo en buena forma. Seguí reuniendo más tropas, sacadas del Primer y Tercer cuerpos, al sur del rio Cuevo, donde organicé la masa de maniobra. El 23 el presidente partió de Capiírendá de regreso para Asunción, y después de despedirle, el mismo día, instalé mi P.C. en Carandayty, en Ia única casa de dos pisos que hay en la localidad. A las 12:50 seguí viaje para la línea. Llegué a las 24 a Valle Verde, donde di a los comandantes de las divisiones Tercera [Tte.Cnel. C. Recalde] y Sexta [Tte.Cnel.Smith] algunas aclaraciones sobre la iniciación de la maniobra al norte del río Cuevo, cuyo objetivo inmediato era limpiar de enemigos 219 dicha región y seguir rápidamente por Yoay al Parapití, hacia Casa Alta. Pasé luego a Ybamirante, donde inspeccioné a las tropas que acumulabamos en dicha región, y regresé por la tarde a mi P.C. de combate de Carandayty. El 24 nuestras tropas iniciaron por nuestra derecha el pasaje a la orilla opuesta del cauce seco del río Cuevo, y arrollaron a la defensa enemiga en dirección norte. El 25, al aclarar, fuerzas pertenecientes a nuestra Sexta División irrumpían a su vez sobre la margen opuesta del Cuevo, a lo largo del camino Mandyupecuá-Yoay,y después de vencer la resistencia enemiga, siguieron adelante hasta llegar a dos kilómetros de Yoay, donde fueron detenidas por tropas bolivianas de consideración. En vista de nuestro retroceso a las márgenes del Parapití, los nativos guarayos de la región decidieron acompañar a nuestras tropas, y esto nos creó un serio embarazo, porque implicaba un recargo considerable en el empleo de nuestros medios de transporte, que no poseíamos en cantidad suficiente. Ordené, en consecuencia, que los indígenas fueran evacuados sobre Yrendagüé, única fuente de agua en aquella zona. Como la evacuación se llevó a cabo en pleno día, la aviación enemiga no tardó en descubrirla y bombardeó a la columna en movimiento. El Comando enemigo interpretó este desplazamiento de gente hacia nuestra retaguardia como un repliegue de nuestras tropas más hacia el sur, y probablemente esta creencia le indujo a mover sus fuerzas del lado norte y del lado oeste, en dirección concurrente, para desbordar las dos alas de nuestra defensa de Puesto Casal e interceptar el único camino que había detrás de nuestra línea defensiva. Pero nosotros, lejos de haber decidido replegarnos, continuábamos acumulando elementos y aumentando la dotación de nuestras unidades de maniobra, la cual tenía por entonces el valor de cuatro regimientos y estaba destinada a coordinar su acción con las fuerzas que operaban sobre el río Cuevo. Sin embargo, el avance de las columnas enemigas de la derecha y de la izquierda nos obligó a postergar momentáneamente nuestra maniobra por este lado, para batir previamente a dichas columnas. Para el día 26 se consumaba la destrucción de las mismas, y con este motivo envié a Asunción uno de los partes más largos en toda la campaña, deseoso de impresionar a la Conferencia mediadora de Buenos Aires. El siguiente despacho del presidente, que recibí el día 28, a las 18:30 horas, prueba que nuestra finalidad fue ampliamente alcanzada: Mediación propuso indicación Brasil: Tregua durante permanencia Cancilleres en Buenos Aires, manteniéndose las actuales posiciones 220 militares. Armisticio en las condiciones que sean fijadas en el curso de la tregua, para permitir a los beligerantes con el mínimo de sacrificio, esperar la suspensión de hostilidades con las garantías exigidas por los beligerantes. Hemos contestado que la tregua es peligrosa si no se fijan previamente en el terreno posiciones de los ejércitos, y hemos sugerido envío Comisión Militar al Chaco aceptando armisticio ocho días para permitir Comisión realizar trabajos. Impresión es buena. Creemos últimas acciones han sido de mucha influencia. Fdo: Eusebio Ayala Después de batir a seis regimientos enemigos en el Parapití y a otros tantos sobre el Cuevo, ordené que se intensificaran nuestros preparativos para la acción decisiva; y también, ante la posibilidad de que se llegara a una tregua repentina, según anticipaba el telegrama del presidente, ordené la consolidación de nuestras posiciones en todos los sectores. El enemigo, entre tanto, transportaba tranquilamente tropas y elementos de todo género en sus grandes trimotores, de Villa Montes a Charagua, mientras nosotros observábamos impotentes este tráfico. No poseíamos un solo avión en aquellos días para poner alguna traba a la aviación enemiga. Una vez comprobé que dos trimotores bolivianos hicieron seis viajes cada uno en un solo día. El día 29 anoté en mi diario de guerra: Hasta las 17:30 horas de hoy, es (éste) el primer día, desde el día 17 de abril pasado, más tranquilo que ha transcurrido. Tal vez sea ya la espera de a paz, que parece aproximarse velozmente. Llega hasta mi P.C. el comandante del Primer Cuerpo de Ejército (Cnel. Fernández), quien viene a enterarme de la situación de sus tropas y a buscar noticias. Las referentes a la paz que le doy, le llenan de alegría. Todos perciben que la paz está próxima y se sienten contentos. Cansancio evidente de la guerra. En Asunción esperan de un momento a otro la firma de una tregua en la lucha del Chaco. 221 Sin embargo, al día siguiente, jueves 30, el enemigo atacó furiosamente nuestras posiciones adelantadas de Ingavi, sector donde éramos bastante débiles; por cuya razón decidí enviar de inmediato más tropas a dicho teatro de operaciones y ordené que se opusiera al enemigo la más enérgica resistencia, sin reparar en sacrificios. Dije textualmente al comandante de las tropas de la región [Tte. Cnel. José M. Casal]: “Ingavi no debe caer en manos del enemigo”. Los refuerzos para este sector fueron enviados a expensas de las fuerzas del Parapití, donde nos vimos, por consiguiente, obligados a suspender nuestra proyectada acción. El enemigo continuó atacando en Ingavi en los días subsiguientes, pero los nuestros, un puñado de 200 hombres escasos, resistieron con espléndida tenacidad. Desde el 30 de mayo, según comunicaciones que me transmitía el gobierno de Asunción, los bolivianos empezaron a poner dificultades en Buenos Aires para la concertación del protocolo de paz. El 1º de junio se anunció la posibilidad de un impasse. Bolivia insistía en una mera tregua para el arreglo de la cuestión de fondo, al paso que nosotros hacíamos hincapié en la cesación definitiva de la lucha con seguridades de que ella no se reanudaría, a fin de encarar la solución de la cuestión de fondo en un ambiente de paz efectiva. Parece que el Comandante en Jefe de las tropas bolivianas del Chaco preparaba una contramaniobra en que depositaba mucha fe y que los bolivianos deseaban mejorar su situación militar en todo lo posible para avenirse a acceder a la suspensión de las hostilidades. El 3 de junio el presidente me envió el mensaje que paso a transcribir: Grupo mediadores propuso plan pacificación consistiendo cesación hostilidades con medidas de seguridad y reunión Conferencia Paz para resolver cuestiones de fondo. Mientras nosotros examinábamos plan, delegación boliviana comunicó mediadores rechazo absoluto del plan, insistiendo en su tesis conocida. Canciller Elío hizo exposición en términos casi violentos. Situación creada me parece de difícil solución, pero algunos mediadores están ya trabajando nueva fórmula con objeto apaciguar Bolivia. Nuestra actitud será más firme considerando peligro implicaría cualquier concesión al enemigo. Fdo: Eusebio Ayala Ante el anuncio que antecede, hice apresurar todavía más nuestros preparativos contra el enemigo de Ingavi. Este había sido ya detenido, pero la lucha continuaba y nosotros deseábamos consumar la destrucción de esa columna boliviana como un medio de decidir a Bolivia a concertar la paz. El día 4 nuestras tropas de maniobra 222 interceptaron el camino de Ingavi a Ravelo, detrás de las posiciones enemigas. Para el 6, las fuerzas enemigas luchaban en condiciones muy difíciles, y el 8 se produjo el desenlace. A las 11:30 horas envié al Ministerio de Defensa el siguiente parte abierto: En el sector Ingavi destruimos totalmente a la Sexta división del Tercer Cuerpo de Ejército boliviano, capturando prisioneros a su comandante, el Coronel Julio Bretel, al comandante del Regimiento Florida, Mayor Marcial Menacho Paz, al comandante del regimiento Ballivián, Mayor Humberto Berntz Vivanco [chileno] y todo el material de guerra de dicha gran unidad. Todo lleva a suponer que este parte produjo un efecto instantáneo en el ánimo del enemigo, pues el mismo día 8 a las 19:18 el presidente me informaba: Se está llegando en Buenos Aires a un acuerdo sobre puntos principales de armisticio, cesación de hostilidades, medidas de seguridad y procedimiento para solución diferendo. Bajo forma discreta nuestra tesis triunfa. Convenio contempla armisticio ocho días a contar desde que militares neutrales estén en campo de operaciones listos para definir línea de separación de los ejércitos. Creemos cambio Bolivia se produjo a raíz acción Ingavi, que nos llena de alegría y orgullo. Ese Comando procederá de acuerdo con esta información. Fdo: Eusebio Ayala El 9 amplié el parte del día anterior, con nuevos pormenores sobre el número de prisioneros y la enorme cantidad de armas, municiones y elementos de todo género tomados al enemigo. Deliberadamente cargué la tinta sobre este nuevo desastre boliviano que sería el último de la guerra. El mismo día 9 el presidente me envió el siguiente mensaje de felicitación: Una vez más en el curso de la campaña del Chaco, la capacidad de dirección y el heroísmo de las tropas acaban de convertir una peligrosa amenaza enemiga en brillante victoria de nuestras fuerzas. Ruego aceptar y transmitir a los valientes de Ingavi mis cordiales felicitaciones. 223 El Mariscal al frente del desfile de la victoria Fdo: Eusebio AyaIa Presidente de la República Contesté al presidente: Hondamente emocionado recibo y transmito a los héroes de Ingavi las cordiales felicitaciones del Sr. Presidente de la República. Esta victoria ha sido posible gracias a que el Gobierno de la nación ha consagrado todas sus energías y todos sus esfuerzos en fortalecer al Ejército del Chaco. Ruego aceptar por ellos la expresión de nuestra gratitud. Fdo: General Estigarribia Desde el día 9 iniciamos una enérgica persecución hacia Ravelo, de las fracciones enemigas escapadas del descalabro de Ingavi. En los últimos días de mayo y en los primeros de junio sobrevino una creciente de los ríos del norte, que inundó toda la zona ocupada por nuestras fuerzas de la región próxima a Vitriones. Las aguas subieron hasta un punto tal, que el comandante de aquellas fuerzas me pidió autorización para replegarse, porque su situación podría volverse desastrosa. En vista de las tratativas diplomáticas hube de oponerme a este repliegue, y ordené que nuestras tropas se mantuvieran en las posiciones alcanzadas a costa de cualquier sacrificio. Tuvieron que improvisar sobrados en los árboles para poder vivir, y el abastecimiento se les hacía en canoas tiradas por bueyes, porque a través de aquella vasta extensión cubierta de agua pero llena de matorrales altos, no se podían emplear remos ni embarcaciones a motor, ni tampoco realizar el transporte a lomo de mulas. La paz era inminente. Captábamos las informaciones de las radioemisoras de Buenos Aires y por ellas nos enterábamos de que se marchaba hacia la cesación de la lucha a pasos acelerados. El día 12 a las 9:40 horas el presidente me dio la gran noticia con el mensaje que sigue: Anoche concertáronse bases cesación hostilidades y reunión conferencia paz, debiendo firmarse Protocolo hoy 12 de junio, a 12 horas, presencia Presidente argentino. Con objeto terminación inmediata lucha se acordó que cesara fuego dentro 48 horas firma protocolo. Determinación línea separación ejércitos será hecha por 224 Comisión Militar que saldrá hoy en avión de Buenos Aires y llegará a más tardar mañana al frente. Aprobación protocolo por Congreso será dado plazo 10 días. Fdo: Eusebio AyaIa Recibí luego del Ministerio de Defensa este telegrama: El Poder Ejecutivo Presentó hoy al Parlamento siguiente mensaje, con proyecto de ley que transcribo a continuación: »Al Honorable Congreso de la Nación: “Tengo, el honor de someter a la consideración de Vuestra Honorabilidad el adjunto proyecto de ley, que crea el grado de General de Ejército en el escalafón militar y designa como titular del grado al General de División D. José Félix Estigarribia., Desígnio del proyecto es premiar con una jerarquía excepcional al ilustre jefe militar que ha mandado el Ejército durante la campaña del Chaco. Una democracia se honra al reconocer y consagrar los méritos de los ciudadanos que merecen bien de la patria., No ha de esperarse que ellos desaparezcan ni ha de limitarse el reconocimiento nacional a títulos honoríficos. El General Estigarribia, por sus condiciones intelectuales y de carácter, y por su juventud, está llamado a prestar eminentes servicios, por mucho tiempo a la Nación. Es nuestro deber independizarle de los cuidados materiales, que hasta hoy ha sacrificado con entero desprendimiento. El General Estigarribia es un prócer paraguayo de la más pura estampa. Dios guarde a V.H. Fdo: Eusebio AyaIa Víctor Rojas." El mismo día 12 dirigí al presidente el despacho siguiente, como homenaje del ejército en campaña: Señor Presidente de la República, Dr. D. Eusebio AyaIa Asunción En momentos en que finaliza la lucha, el Ejército en el Chaco rinde por mi intermedio su homenaje de admiración y de respeto al gobernante y al hombre que con su luminosa inteligencia, su recia voluntad y su 225 grandeza de alma hizo posible la victoria, salvando así a la Patria. Para él nuestra gratitud eterna de paraguayos y soldados. General Estigarribia Comandante en Jefe del Ejército en el Chaco El presidente contestó el día 23: Recibo con honda satisfacción el radiograma que el Comandante en Jefe, en nombre del ejército en campaña, aprecia la participación del Gobierno nacional. La íntima inteligencia y la perfecta coordinación que durante todo el curso de la guerra se ha mantenido entre el Gobierno civil y el mando militar, constituye uno de los rasgos más honrosos del espíritu patriótico que ha prevalecido en toda la nación y al cual debemos el haber conquistado una paz gloriosa y justa. Fdo: Eusebio Ayala Entre tanto los miembros de la Comisión Militar neutral encargada de intervenir en la ejecución de las cláusulas del acuerdo del 12 de junio relativas a la cesación de la lucha, salían en avión de Buenos Aires, Santiago de Chile, Río de Janeiro y Lima, respectivamente, con destino al Chaco. El día 14, en cumplimiento del protocolo de paz, dirigí por radio a las 8 horas la siguiente orden al ejército paraguayo: Radiograma Nº 5331 A los Comandos de Cuerpos de Ejército y Unidades dependientes directamente del Comando en Jefe: El día de hoy, 14 de junio de 1935, a las 12 horas, cesarán los fuegos en todos los frentes. Las tropas harán alto a la hora indicada en el lugar alcanzado, donde permanecerán hasta nueva orden. Fdo: Estigarribia General Comandante en Jefe del Ejército en Campaña A las 12 horas de ese día 14, nuestras tropas de Ingavi, que marchaban hacia Ravelo, hicieron alto en las proximidades de este último punto (Véase el Mapa Nº 226 Mapa que indica la progresión de nuestro ejército desde el comienzo de las hostilidades hasta el cese de las mismas 7). Los bolivianos, con un designio que no se atina a comprender, desencadenaron un furioso cañoneo en toda la línea de fuego, desde las 11 hasta las 12. Había llegado. el minuto final. Dispuse entonces que nuestros pocos aviones, engalanados con insignias negras y blancas, emprendieran el vuelo y arrojaran flores sobre los muertos de los dos ejércitos beligerantes. A las 12 en punto transmití por radio la siguiente proclama a nuestro bravo ejército: A los Jefes, Oficiales, Clases y Soldados del Ejército en Campaña: Con profunda emoción os anuncio la cesación de la lucha. En tres años de guerra habéis demostrado ser dignos de vuestros mayores, realizando una obra que las generaciones del porvenir recordarán con orgullo. Quiera Dios que ellas se inspiren siempre en vuestro ejemplo. Habeis vencido en jornadas inolvidables a un enemigo tenaz y a una naturaleza hostil. La Nación no olvidará a quienes combatieron y sufrieron para salvarla de la mutilación y de la deshonra. Si un pueblo debe ser grande por la inteligencia, el valor y el sacrificio de sus hijos, digo que el nuestro está llamado a los más altos y nobles destinos. En este día tan feliz, recuerdo especialmente, con el corazón dolorido, a los hermanos que cayeron desde Pitiantuta hasta Charaqua. Sea para ellos nuestro homenaje y sírvanos en todo tiempo el santo ideal que los llevó a la muerte en plena juventud. Jefes, Oficiales, Ciases y Soldados Combatientes y de los Servicios: A todos mi gratitud de paraguayo y de soldado. Yo llevaré a la tranquilidad de mi hogar, como el más grande honor de esta guerra, el haber sido vuestro Comandante en Jefe. José Félix Estigarribia General Comandante en Jefe del Ejército en Campaña Después de tres años menos un día, el cañón dejaba de hablar en el Chaco su lenguaje de hierro. Washington, D.C., Febrero 4 de 1939. 227 Manifestación popular en Asunción: Se festeja el fin de la guerra PALABRAS DE PRESENTACION DE LAS "MEMORIAS DEL MARISCAL ESTIGARRIBIA", PRONUNCIADAS EN EL ACTO DEL LANZAMIENTO REALIZADO EL DIA 12 DE JUNIO DE 1972, CON ASISTENCIA DEL EXCMO. SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA Y COMANDANTE EN JEFE DE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACION, GENERAL DE EJERCITO DON ALFREDO STROESSNER, POR EL JEFE DE OPERACIONES DEL COMANCHACO, GENERAL (SR) RAIMUNDO ROLON. Excelencias Señoras; Señores: Quienes hayan leído mi obra: "LA GUERRA DEL CHACO, Tomo I y II, y escuchado varias exposiciones sobre aquella épica jornada, habrán tomado conciencia de que cumplíamos un deber para colocar la figura del Mariscal Estigarribia en el lugar que le corresponde en la Historia Paraguaya y Universal, como un genio militar; era tarea grata a mi sentimiento de lealtad como Jefe de Operaciones de su Estado Mayor. Estigarribia no iba a necesitar en la posteridad de defensa alguna, pues con el tiempo su estampa prócer debía necesariamente brillar con el ímpetu de los inmortales. E.stigarribia tuvo la oportunidad de escribir sus Memorias, con cuya lectura podemos con facilidad, entrelazando con los documentos de la época y la narración de otros actores, comprender el drama en que nuestro ejército (Nación en Armas) pudo en desigual lid vencer a un adversario superior, económica y demográficamente. Este Libro que se lanza a la publicidad merced a la mancomunión de numerosas voluntades, es homenaje que se rinde a la Paz de nuestros días a los heroicos defensores del Chaco, en la persona de un ex-combatiente, hoy Presidente de la República, el Excelentísimo Señor General de Ejército don Alfredo Stroessner. Están sus páginas llenas de lecciones no solo para los paraguayos sino para la humanidad. Es la justificación del derecho venciendo a la fuerza; de la Unidad Nacional y moral granítica; de la sabia y correcta aplicación de los principios del arte de la guerra, por un Conductor genial. Estigarribia vino de tierra adentro. Hijo de Pueblo, sembrando y cosechando mieses, forjó su personalidad en largas vigilias y ensoñaciones patrióticas; lo fue elaborando entre faenas de labriego, lecturas asiduas de obras maestras y genios como la de Moisés Bertoni; de voluntad acerada, fruto de convicciones profundamente arraigadas. Por eso fue venciendo Estigarribia, sin que para ello apelara a la demagogia. El equilibrio que ponía en todo, el justo medio de que habló Aristóteles, fue fruto del dominio que ejercía sobre su voluntad. Es que aspiraba a lejanos horizontes trascendentes. En el arte militar parecía un iluminado. La vastedad de su talento hacía que se adelantara al conocimiento de la idea operativa del contendor, su capacidad de reacción y sus posibilidades, para en momento y espacio ideal poner freno al ímpetu enemigo, desarmarlo v asestarle golpes decisivos. No se mareaba con las victorias y su espíritu de audacia no malograba los éxitos alcanzados. Sabia parar en el justo momento; él no podía correr el riesgo de la retirada de los 10.000 atenienses; de la derrota de Napoleón en Moscú, de la trunca meteórica expansión nazi. Medía sus posibilidades y en su hora fueron cayendo los bastiones. En su Primer Plan de Guerra, decía: "Tomaremos Boquerón, nuestro objetivo es Arce". Frente a Nanawa, estaba seguro que la estrella de Kundt se iba a eclipsar. En la Batalla de Campo Vía, afirmaba: "La destrucción del enemigo es una Operación matemática", sorprendiendo al General francés Freydenberg. En la ofensiva sobre Ballivián, serenamente, contestaba: "Ballivián caerá en su hora". Cuando la guerra se prolongaba, exclamaba: "Salamanca es el peor enemigo de la paz con Bolivia". Así fue Estigarribia, así es y así será en el tiempo y en el espacio. Así surgirá de la lectura de sus memorias, de páginas sugestivas. Les recomiendo la lectura en la soledad de los gabinetes y a la luz del Acaray, con sueños de grandeza para la Patria, que con su genio nos entregó "SIN LA MUTILACION Y LA DESHONRA". Es, pues, una oportunidad histórica para recomendar, a los estudiosos, a los hombres de arma, a la juventud de mi Patria la posesión de esta reliquia histórica. Gracias. PROLOGO a la primera edición en español Las Memorias del Mariscal José Félix Estigarribia, cuya edición castellana se emprende por primera vez, pasados los treinta años de su muerte, son indudablemente la obra más importante para la evaluación del proceso estratégico de la gesta chaqueña, con sus dramáticas y gloriosas alternativas. Ninguna posición más encumbrada que la de este ilustre jefe, para situarnos dentro del panorama de los prolegómenos de aquel conflicto y, una vez iniciadas las operaciones, conocer las ideas que inspiraron su desarrollo y su culminación victoriosa para nuestro país. Las convulsiones políticas en que cayó el país después de la guerra, situaron a Estigarribia en el vórtice de los enconos en que se dividió la opinión pública. Apresado y deportado con los dirigentes del gobierno liberal después del 17 de febrero de 1936, su figura militar y de ciudadano ya no pudo sustraerse a los ajetreos de la política, cuyos menguados intereses, a veces, tiznan hasta las acciones y los sentimientos más patrióticos. Vuelto del exilio y rescatado su indisputable prestigio entre sus camaradas de armas, llegó a la Presidencia de la República, en 1939, con el apoyo cívico del Partido Liberal. Seis meses después, ante un descontento que amagaba desbordar en anarquía, se vió obligado a sancionar la Constitución de 1940, en golpe de palacio que afectó al mismo partido que lo apoyaba. Meses más tarde, murió en un trágico accidente de aviación. Tan breve aunque intensa gestión política generó en torno a Estigarribia recelos, animadversión y enconos. Su inmensa y prestigiosa figura, y la conmoción que produjo su desaparición, pudieron contener, sin embargo, la animosidad que surgía de aquellos resentimientos y una reacción de respetuoso silencio envolvió, desde entonces, su ilustre nombre. Hoy el país vive en paz y sus hijos tienen una disposición más ecuánime. Nada impide ya hablar de Estigarribia, cuya victoriosa y brillante conducción en la guerra del Chaco le otorgan tan altos merecimientos en nuestra historia. En 1950, el Sr. Pablo Max Ynsfrán, colaborador del Mariscal Estigarribia en la redacción de estas Memorias y hoy profesor eméritus de la Universidad de Texas, preocupado con la idea de que la obra la habían escrito para que el Mariscal se defendiera de sus detractores, donó la copia en inglés a la citada Universidad. Así nació la primera edición, en inglés, bajo el patrocinio de dicho instituto, que la publicó por su evidente interés histórico. En 1954, hallándome exiliado en Formosa, y a raíz de un pedido que le hice sobre la edición en español, me contestó el Sr. Ynsfrán una extensa carta de cuyos párrafos entresaco los siguientes, porque ilustran sobre los orígenes del documento: “…Estigarribia escribió esas Memorias para defenderse. El acuerdo nació cuando estábamos presos, después del 17 de febrero. Compartíamos la misma celda el Dr. Ayala, Estigarribia, Prieto, Marín, yo y otros. Fue el Dr. AyaIa el que, una vez que conversaba con Estigarribia y yo, tocó el tema de las Memorias y dijo que Estigarribia y yo deberíamos escribir juntos. La idea mereció instantánea y calurosa aprobación de Estigarribia, y desde entonces quedamos en que, en la primera oportunidad, nos pondríamos a trabajar. Fuimos al destierro, pero separados: él a Montevideo y yo a Buenos Aires. Nos volvimos a ver después de un año, cuando él regresó a Asunción. Inmediatamente volvimos a hablar de las Memorias, y hacer planes. Luego vino su destierro dorado. Se le envió como ministro a EE.UU. y así volvería a producirse nuestra separación; por lo cual él pidió que se me nombrara en alguna capacidad en Washington, para que allá trabajáramos juntos. Y fui con él como Consejero de Legación. Llevamos todo su archivo y trabajamos activamente, pero se descompusieron las cosas en Asunción y él tuvo que ir y venir varias veces, aceptando por último su candidatura a la Presidencia como única solución, para evitar una anarquía. En medio de estos trajines aprovechábamos sus estadas en Washington para encerrarnos en el cuarto de nuestro hotel y redactar las Memorias, a veces toda la noche; pero esto esporádicamente. Felizmente, cuando, por último, estuvo por regresar definitivamente para asumir la Presidencia, las Memorias estaban prácticamente concluidas. Cuando las leyó completas mucho le gustó y vimos de inmediato a un editor posible en los Estados Unidos; pero nos pidieron más de dos mil dólares, que no teníamos. Y los dos volvimos a Asunción, yo unos meses más tarde, para ver qué hacíamos con la publicación. Aunque nuestro fracaso para editarlas en inglés era un hecho, estábamos seguros de que para la edición en castellano encontraríamos buen editor. Yo seguía puliendo el trabajo, y estábamos por hacer juntos una revisión general, cuando él murió.” Respecto de la intención con que la escribieron, D. Pablo Max Ynsfrín añade en seguida: "Ahora, aquí viene lo importante. Su interés en publicar las Memorias era para hacer oír su defensa ante detractores gratuitos. Todos los que guardaban algún sentimiento de frustración, de un modo o de otro, se atribuían ellos la formidable victoria del Chaco, que fue la obra del genio de Estigarribia. Trataban de arrebatarle el mérito. Estigarribia deseaba, naturalmente, poner las cosas en su lugar. Tal era el objeto primordial de las Memorias: desmentir las insidias de sus detractores políticos y militares. Pensábamos escribir alguna vez, con más calma, una historia completa de la guerra, sobre todo en su aspecto militar. Pero todo lo desbarato la mala suerte. Después de su muerte siguieron sus enemigos con la misma cantinela, retaceándole sus legítimos méritos…” Sobre la edición inglesa explica el Sr. Ynsfrán: “…Pues bien, pasaron cerca de diez años y el Mariscal Estigarribia seguía sin defensa. Entonces comprendí que no se podía postergar por más tiempo la publicación sin hacer traición a su memoria, y las doné a la Universidad de Texas . . . Mi interés en publicar las Memorias en inglés era el que te voy a explicar. Los historiadores que van a juzgar definitivamente la guerra del Chaco no son los paraguayos ni los bolivianos, sino los extranjeros. Y entre éstos, los de habla inglesa tienen una vasta influencia. La gente de cultura inglesa cree más a los que escriben en su lengua que a los que escriben en lengua foránea. Una prueba de ello es la historia de la Guerra del Paraguay (Triple Alianza) por Thompson. La gente de habla inglesa la acepta como la más definitiva y completa historia, cosa que ciertamente no es. Y todo porque está escrita en inglés. Y así ocurrirá con las Memorias de Estigarribia. Son nada menos que la versión del Comandante en Jefe del Ejército Paraguayo y están en inglés; no puede haber para los que hablan inglés otra fuente más autorizada. Cuantos historiadores se ocupen de la guerra del Chaco se basarán más en Estigarribia que en ningún otro autor: será el clásico del Chaco, como Thompson lo es de la Triple Alianza…” Y sobre otras particularidades, añade: “…De las Memorias hicimos cuatro copias dos en inglés y dos en castellano, un juego de las cuales se llevó Estigarribia, y el otro me quedó a mí. Yo las redacté desde el principio hasta el fin, en los dos idiomas. Estigarribia me daba un dato y sobre él yo trabajaba en la redacción, la que luego considerábamos juntos. Las ideas de las Memorias son exclusivamente de él. Con algunas yo no estaba conforme y así se lo decía, pero como yo no asumía la responsabilidad, las consignaba como él las pensaba. Es decir, soy algo más que un colaborador. Tiene la obra, lo reconozco, dos defectos: (1) no se nombra jamás, sino casualmente, a ningún jefe; -los jefes no eran Franco, ni Ramos, ni Antola, sino el Comandante de la División tal o cual, o de tal o cual Cuerpo de Ejército; (2) los mapas no tienen escala. El anónimo de los jefes se debió a la indignación que dominaba a Estigarribia por la traición que hicieron algunos jefes; y decidió no nombrar a nadie por su nombre, pagando con ello inocentes y pecadores, pues omitió los nombres de tantos jefes meritorios y fieles a quienes, además, tenía un afecto muy grande. La falta de escala se debió a que no tuvimos dibujante: en el apuro de nuestro trabajo, Carmen se encargó de hacer los mapas calcándolos de los del Estado Mayor que conservaba Estigarribia”. A más de quince años de aquella carta, D. Pablo Max Ynsfrán, ya en el otoño de su vida, reitera la necesidad de editar la obra en nuestra lengua hispánica. Y me ha dado el honroso cometido de entregar al Gobierno de la Nación la copia de esas Memorias, cuya edición se emprende bajo el patrocinio del Ministerio de Hacienda. Al Señor Presidente de la República, Gral. Alfredo Stroessner, distinguido combatiente del glorioso ejército de la Guerra del Chaco, le damos nuestro agradecimiento porque con su disposición favorable, hace posible la edición castellana de las Memorias del Mariscal José Félix Estigarribia. Edgar L. Ynsfrán Asunción, julio de 1971 ADVERTENCIA Me cupo el privilegio de colaborar con el Mariscal José Félix Estigarribia en la organización y redacción de sus memorias de guerra, que él denominó La Epopeya del Chaco. Trabajamos juntos tanto en la versión castellana como en la inglesa, esta última publicada en 1950 por el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas. Redactamos paralelamente los textos respectivos en los dos idiomas, de modo que ellos no son, en realidad, traducciones de una lengua a otra, sino versiones gemelas. Redactamos los borradores en Washington D.C. y luego se sacaron dos copias en limpio de cada versión, un juego de copias (en castellano y en inglés) para el Mariscal y otro, para mí. Nos habíamos propuesto, sin embargo, hacer una nueva revisión de todo el trabajo, por si algunos pasajes necesitaran un pulimento más acabado, en homenaje a su mayor fluidez o claridad. Pero antes de emprender esta tarea, el Mariscal hubo de volver al Paraguay para asumir el gobierno, y llevó consigo su juego de copias. Como yo permanecería en Washington por un tiempo más, me encargó que siguiera adelante con la revisión, que yo realizaría solo para después considerarla con él a mi regreso a Asunción. Desgraciadamente, cuando volví al Paraguay con los originales revisados, el Mariscal nunca tuvo el tiempo necesario para dedicar la atención requerida a mis correcciones, durante los pocos meses transcurridos entre mi llegada y su trágica muerte. La presente versión española, igual que la inglesa ya publicada, contiene las pequeñas correcciones de mera forma que introduje en los textos originales por encargo de su autor. Todas son absolutamente de menor cuantía: ligeros cambios en ciertos pasajes, que no tocan ni afectan para nada la substancia del pensamiento. Estas memorias en español, por consiguiente, como las inglesas ya editadas, son de genuina autenticidad. Pero después de la publicación de Texas de 1950, pensé que alguna vez había que llenar un claro de que adolecían las versiones en los dos idiomas, consistente en la omisión casi completa de nombres propios de jefes de unidades o servicios y aún de titulares de ciertos cargos civiles. Felizmente logré llenar dicho claro mediante la inestimable colaboración del Coronel D. Carlos J. Fernández, quien obtuvo además el valioso concurso de los Coroneles D.J. Manuel Garay y D. Alfredo Ramos y de los Tenientes Coroneles D. Atilio Benítez y D. Restituto Bogado. En la presente versión figuran virtualmente todos esos nombres propios omitidos, y siempre entre corchetes [ ], al lado del nombre o número de la respectiva unidad o cargo oficial. El empleo de estos signos, ciertamente, no se limita en el texto al fin indicado, pues también se los usa en otras ocasiones, pero en tales casos fueron empleados por el mismo Mariscal Estigarribia para interpolar observaciones aclaratorias en algunos documentos literalmente transcriptos. Unicamente los nombres propios entre corchetes son las añadiduras que no aparecían en los textos originales, y huelga decir que no deben confundirse corchetes [ ] con paréntesis ( ), que también se emplean en el texto, pero con otro propósito. Los mapas a que se refiere esta versión son los mismos publicados en la edición de Texas, con la misma numeración. Por manos del Dr. Edgar L. Ynsfrán, he hecho llegar al Gobierno de la República del Paraguay la copia original que obraba en mi poder. Deseo expresar que estoy muy agradecido a las autoridades nacionales de mi país por la publicación de tan importante obra. Pablo Max Ynsfrán The University of Texas, Austin, Texas. INDICE ANALITICO, SISTEMATICO, ONOMASTICO A ABCP. Ayala, Eusebio. Presidente del Paraguay; Asume la presidencia; Personalidad de,. Ayacucho, capturado. Abaroa, Regimiento. Avalos Sánchez, Capitán Ramón. Atlántico, Sistema. Azurduy, Regimiento. Asunción, capital del Paraguay; Jurisdicción sobre el Chaco; Confusión al iniciarse las hostilidades ; Confía en la diplomacia ; Pesimismo ; Expectativa en ella por la tregua del Chaco. Aroma, Fortín. Capturado. Aroma, Regimiento. Capturado. Armisticio. El gobierno paraguayo consulta a Estigarribia a propósito del ; Acuerdo sobre ; Prórroga del ; Se insinúa un nuevo ; Es objetado un nuevo . Argentina, Gobierno . Argentina ; Presiona al Paraguay para la paz. Arce ; Boquerón - seleccionado como objetivo para el ataque ; Capturado en llamas . Ver también Francia. Arbitraje ; Bolivia y Paraguay desconformes con él . Apa Río. Andes Cordillera de los; Defensas bolivianas; Vista del Chaco América Sur. Amboro. Alvarez del Vayo, Julio, comisionado de la Liga de las Naciones. Alurralde. Alihuatá viejo, Ver también Charata. Alihuatá. Capturado. Ver también Zenteno. Algodonal; Capturado; Los paraguayos abandonan. Algarrobo. Agua Rica; Queda proyectado el ataque sobre. Acre Batallón, destrozado. Aguirre, Mayor Timoteo. Antola Mayor Paulino; Teniente Coronel, Aranda Mayor José Rosa. Ayala, Teniente Coronel Juan B. Alto Perú. B Bustos Batería. Destrozada. Buenos Aires, capital de la Argentina; Los bolivianos plantean dificultades a propósito de las negociaciones en; Brasil propone tregua en. Buenos Aires, puesto boliviano; Capturado. Bretel, Coronel Julio, capturado. Brasil. Boyuibé; Capturado; Es interceptado el camino a; Los bolivianos atacan en. Boquerõn; Capturado por los bolivianos en 1932; Elegido como foco de la ofensiva paraguaya; Se decide el ataque a; Se decide invadirlo en un ataque fallido; Número de los bolivianos defensores de; Metódico asedio; La guarnición boliviana se rinde; Significado de la caída de. Bolivia; Independencia de; Planes directivos para la ocupación del Chaco; Desea todo el Chaco; Preparación militar en 1932. Bolívar; Capturado; Bilbao Rioja, Coronel Bernardino. Bernzt Vivanco, Mayor Humberto, capturado, Benítez, Justo Pastor, ministro paraguayo de Relaciones Exteriores, envía un telegrama al presidente Ayala en el Chaco. Beni Regimiento. Beni, Departamento boliviano de el. Beatriz; Capturado. Bavía, Teniente Coronel Angel C.,se suicida. Banzer, Coronel, recibe condiciones de rendición Banks, Benjamín, ministro paraguayo de Hacienda. Ballivián Regimiento. Se rinde. Ballivián Fortín; Como otro objetivo; El camino a Ballivián abierto; Enérgica acción boliviana en; Los bolivianos retiran artillería de; Capturado tras breve presión. Bahía Negra; Tropas de Asunción distribuida en; Advertidos de estar siempre listo; Salida por Bahía Negra; Bombardeada; Guarnecida por muchachos jóvenes. Balbuena, Capitán Dionisio. Barrios, Mayor Juan N. Benítez Vera, Teniente 1º Trifón. Benítez, Capitán Atilio J. Benítez, Capitán Rogelio. Bray, Teniente Coronel Arturo. Brizuela, Teniente Coronel Francisco; Coronel. Brusquetti, Capitán Sinforiano. C Cururendá. Apertura del camino a; Descubrimiento del camino por los bolivianos; Planearniento de la acción hacia; Intercepción del camino a; Objetivo inmediato después de El Carmen; Capturado; Curupayty, Regimiento; Curupayty, Fortín, bombardeado. Curupayty, Batalla de. Curtis, aviones. Cuevo, Río; Los paraguayos alcanzan el cauce seco del; Los paraguayos cruzan el. Cuatro Vientos. Coulet, Teniente Coronel José, nombrado jefe del Estado Mayor General paraguayo. Corumbá. El ejército boliviano se aprovisiona desde. Corrales Regimiento. Corrales Fortín. Capturado por los bolivianos en 1932; Recapturado por los paraguayos después de Boquerón; Los paraguayos rodeados en; Los paraguayos atacan; Ocupado por los paraguayos. Coronel Toledo Regimiento. Coronel Hermosa. Ver también Carayá. Coronel Bogado; Capturado. Coro-Coro Regimiento. Copere. Concepción. Marcha hacia encarada por Kundt. Comandante Jiménez. Colorados Regimiento. Dispersado. Cochabamba Regimiento; Un batallón de él es destruído. Coca. Chuquisaca Regimiento. Chilenos Oficiales; Enganche al ejército boliviano en número de 300; Muertos en batalla. Chile. Despoja la costa de mar boliviana. Charata. Tropas bolivianas aparecen en; Los bolivianos se retiran hacia; Los paraguayos entran en. Charagua. Su papel en el plan de Kundt; Debe ser tomado; Capturado; Los paraguayos autorizados a retirarse de. Chaco. Origen del problema; De norte (boreal), central, del sur, Jurisdicción paraguaya sobre; Posesión del Chaco al comienzo de la disputa militar; Ferrocarril y fábricas; Deficiencias en la preparación de la defensa del; Motín dentro de las fuerzas paraguayas; La invasión del Chaco conforme a los planes de Kundt, La mayor parte del Chaco ocupado por los paraguayos después de Campo Vía. Celina. Cayguá. Castrillo Regimiento; Destrozado; Capturado. Cabo Castillo. Estigarribia pide autorización para tomarlo; Capturado. Casanillo. Casal Ribeiro, Raúl. Ministro paraguayo de Guerra y Marina. Casado Sector. Casa Alta. Carosi; Capturado. Carmen-Esquina . Cárdenas, Teniente Coronel Humberto, Capturado. Carayá ; Capturado por los bolivianos . Recapturado por los paraguayos. Carandayty. Su papel en el plan de Kundt, ; Destacamentos paraguayos acorralados cerca de ; Los bolivianos acosan a los paraguayos alrededor de ; Los bolivianos renuevan sus actividades alrededor de ; Las tropas bolivianas en Carandayty alcanzan alrededor de 15.000 ; Los paraguayos alrededor de Carandayty por segunda vez ; Capturado. Los bolivianos interceptan el camino entre Boyuibé y Carandayty . Capiírendá; Camiones de Capiírendá con refuerzos bolivianos para El Carmen; Capturado. Cañada Tarija; Los paraguayos asaltan por sorpresa ; No existe agua a partir de. Cañada Strongest. Ver también Cañada Esperanza. Cañada Oruro; Capturado. Cañada Esperanza; Bajas paraguayas en; Los paraguayos derrotados en. Cañada El Carmen; Los bolivianos se retiran del frente de; Ruptura en la línea boliviana de Cañada El Carmen es descubierta; Los bolivianos comienzan a retirarse de Cañada El Carmen bajo presión en su retaguardia; Camino Boliviano desde Cañada El Carmen a Lafaye; Acciones locales en; El golpe sobre Cañada El Carmen es decidido; Los bolivianos se rinden en; Tragedia de los prisioneros en. Campo Via. Unica salida para las tropas bolivianas; Los paraguayos sostienen furiosos ataques en; Las IVa. y IXa. divisiones bolivianas rodeadas en. Campos Regimiento. Destrozado. Campo Jurado. Campo Jordán. Trabajos de defensa en. Ver también Kilómetro 7 de Saavedra. Campo Esperanza. Campo Aceval; Cuña boliviana en; Comienza la acción paraguaya contra. Camiri; Camino abierto a. Cambeyty. Camatindy. Capturado. Camacho Mayor Celso, capturado cuando viajaba con mapas. Camacho Fortín; Estigarribia ignora el camino de Camacho a Carandayty; Los paraguayos entran en; Camino de Camacho a Cururendá; Estigarribia traslada su puesto de comando en. Cacique Ramón. Cabezón; Capturado. Caballero Alvarez, Mayor Francisco. Caballero Alvarez Capitán Bernardino, fallecido en accidente de aviación. Caballero Irala, Teniente 1º Basiliano; Mayor,. Cabrera, Teniente Coronel Félix; Coronel. Castagnino, Mayor Medardo. Cáceres, Mayor Juan. Cazal, Mayor José M.; Teniente Coronel. Cuarta división paraguaya. Cruz del Chaco. Primeros condecorados. D Dos de Mayo Regimiento. Se pone a salvo, D'Orbigny. Divinf. Da Rosa J. Eliseo, senador paraguayo, Décima división boliviana. Sorprendida en El Carmen. Delgado Teniente Coronel Nicolás; Coronel. Duarte Sosa Mayor Daniel, 302. E Estigarribia Mariscal José Félix. Va a Francia en 1924, vuelve al Paraguay en 1927; Jornadas a través del Chaco; Se opone a la defensa sobre el río Paraguay; No sigue las órdenes de retirada de Villa Militar; Continúa la concentración en Villa Militar; Elige Boquerón como la mejor dirección para atacar; Ordena pasar a la defensiva; Se opone a la evacuación de Nanawa; Aboga con el Presidente AyaIa en favor de la ofensiva; Decide el envolvimiento de las tropas bolivianas en Pampa Grande y Pozo Favorito; Instala su P.C. en Francia; Insta al Presidente Ayala la aprobación de la acción contra el grueso del ejército boliviano; Prepara la ofensiva con gran celeridad; Asegura la destrucción del ejército boliviano como una operación matemática; Toma a su cargo directo el 1er. Cuerpo de Ejército; Siente la falta de los transportes durante la batalla de Zenteno; Informa del triple cerco que rodea a las divisiones bolivianas; Dicta los términos de la rendición boliviana de Campo Vía; Decide llegar a Muñoz; Piensa en la no desventaja del armisticio; Acepta extender el armisticio; Ajusta las condiciones de seguridad en el Chaco; Va a Bahía Negra para estudiar un ataque sobre Puerto Suárez; Teme que el gobierno no compre los camiones; Plan general de acción sobre Cururendá; Resuelve movimientos decisivos en Ballivián; Le es denegado su mérito en Campo Vía; Se aventura en todo en El Carmen-Picuiba; Se preocupa por los signos de depresión en el ejército paraguayo; Decide una retirada lenta desde Carandayty y atacar en El Carmen; Sugiere una entrevista con el presidente Ayala; Expone al presidente que la situación es grave; Imparte directivas después de PicuibaYrendagué; Considera posible invadir Santa Cruz, Tarija y El Beni; Asume el mando personalmente de las tropas de Carandayty; Traslada su cuartel general a Carandayty; Envía un extenso parte abierto para impresionar a los mediadores en la Conferencia de Paz de Buenos Aires; Promociones en el ejército. General de Brigada; General de División; Cargos militares: Subjefe y luego jefe de Estado Mayor General; Comandante de sector en el Chaco con jurisdicción sobre Concepción; Separado del cargo de jefe del Estado Mayor; Inspector General del ejército; Comandante de Ia. y IIa. divisiones; Mensajes, incluyendo documentos transcriptos como despachos, cartas, notas, radiogramas y telegramas al presidente Ayala: En ocasión al ataque a Boquerón; En ocasión de la actitud defensiva después de Alihuatá; A propósito de la ocupación de Sorpresa Nueva y Sorpresa Vieja por las fuerzas argentinas; Mensaje de felicitaciones en ocasión del aniversario presidencial; A propósito de sus dudas sobre el éxito en El Carmen; A propósito de la victoria de El Carmen; congratulaciones. AI ministro de Guerra y Marina para una rápida movilización y nombramiento de Comandante en Jefe; AI ministro de Defensa en la persecución de La China; Para enviar al Chaco todos los ciudadanos capaces; A propósito de la cancelación de la compra de fusiles; Sobre la posición defensiva en Villa Militar; A propósito de futuras operaciones; AI Comando en Jefe, puntos de vista y el comienzo de las operaciones; Sobre la distribución de tropas en el sector Casado; Sobre la inhabilidad boliviana para detener sus tropas. Ordenes: Sobre la acción contra Samaklay y Murguía; Para el asalto general en Boquerón; Para Ia batalla de Zenteno. Informes: Sobre el frente de batalla en la acción del fortín Jordán; Sobre derrotas imaginarias; Sobre el cerco boliviano en El Carmen; Sobre la destrucción de la VIa. división boliviana en el sector Ingavi. Proclamas: AI Ier. Cuerpo de Ejército; A los defensores de Nanawa y Gondra; Al ejército anunciando la terminación de la guerra. Estigarribia Capitán Joel. Esteros; Capturado. Espil, Felipe. Embajador argentino en Washington. Escobar General. Critica la conducción de la campaña del Chaco. El Zanjõn; Fuerte presión boliviana contra. Elío, Tomás Manuel. Ministro boliviano de Relaciones Exteriores. El Cruce; Estigarribia instala su P.C. El Carmen Sector. Ver también Cañada El El Carmen Fortín, capturado. Escuela Superior de Guerra. Estados Unidos. Uniformes del ejército de, Escorbuto en el ejército paraguayo. España. Escobar Luis. F Fuerte Olimpo. Freydenberg General Enrique, comisionado de la Liga de las Naciones; Sorprendido por la confianza de Estigarribia. Francia. Se establece como asiento de un grupo de defensa; El camino de Zenteno interceptado por los bolivianos; Posible operación decisiva desde; El presidente aterriza en. Francia. Fortines, descripción de. Formosa. Bolivia se aprovisiona desde. Florida camino. Florida Regimiento; Se rinde. Florida Fortín; Capturado. Figari. Se abre el camino de Falcón a. Fernández Fortín; Capturado. Ver Falcón, 56, 85; Los paraguayos recapturan, 104; El camino de Nanawa es cortado lejos de, 144; Sin guarnición, 157; Los bolivianos aparecen al sur de; Puesto de comando de Estigarribia en. Fernández Mayor Carlos José; Teniente Coronel; Coronel Florentín, Teniente 1º Heriberto. Flores Capitán Casimiro. Franco Teniente Coronel Rafael; Coronel. G Guggiari José P., presidente del Paraguay termina su mandato. Guarayos Indios, celebran la llegada de los paraguayos; Evacuados a Yrendagué. Guaraní idioma. Guachalla; Capturado. González Quint, Teniente Coronel, se rinde. Gondra; Los bolivianos cortan el camino de Nanawa a; La autorización para abandonar Gondra es rechazada; Los combates continúan en; Probable ruptura de la saliente de Gondra. Goitia Coronel, huye de Picuiba. Ginebra. General Duarte. Avance luego de la pérdida paraguaya de. General Delgado. General Bruguéz. General Aquino, Regimiento. Garrapatal; Capturado; El intento boliviano para cortar el camino de Garrapatal es obstaculizado. Garay, Mayor Manuel. Es portador de la orden del presidente Ayala para atacar Boquerón; Teniente Coronel. Galpón Fortín; Los bolivianos son rechazados; Choques de patrullas cerca de. Garay, Teniente Coronel Eugenio Alejandrino. García de Zúñiga, Teniente Coronel Manuel. Godoy Cáceres, Mayor Enrique. Guanes, Mayor Alejo. H Hull Cordell, secretario de Estado norteamericano. Huirapitindy; Capturado; Los paraguayos se encuentran acosados en; Los paraquayos rodeados en. Huijay. Ver también Carayá. Horqueta. Herrera. Trabajos de defensa en; Los bolivianos son rechazados en; Los bolivianos insisten en ataques frontales contra; Rechazada la autorización de abandonar Herrera; Los bolivianos se retiran del frente de. Hayes zona. Hayes Rutherford B., presidente de los Estados Unidos. I Ivo. ltá Ybaté, se prepara la acción sobre. Ingavi. Su papel en el plan de Kundt; Empeño paraguayo para capturarlo; Capturado; Los bolivianos presionan sobre; "No debe caer"; Ultimo desastre boliviano cerca de; Repercusión de la última acción en. Independencia, capturado. Illimani estación boliviana de radio, propaga cambio en el plan paraguayo. Irrazábal, Teniente Coronel Luis; Coronel. J Joseravi. Jayucubás; Capturado. Jordán Fortín. Jara, Mayor Plácido. Jara, Mayor Julio B. K Kundt General Hans. Plan atribuído al; Nombramiento de General en Jefe del ejército boliviano; Personalidad del; Promete capturar Nanawa; Pierde la primera batalla de Nanawa; Prepara un nuevo ataque a Nanawa; Su mala concepción en el planteo del ataque a Nanawa; Su prestigio declina; Envía disparatados mensajes a las unidades rodeadas; Renuncia después de Campo Vía. Kilómetro Siete de Saavedra. Trabajos de defensa en. Korsakoff, Mayor Nicolás. L Los maticos. Loma Vistosa; Capturado. Lóbrego camino; Fuerzas bolivianas, situadas atrás de nuestras tropas. Loa Regimiento, cercado. Loa Fortín; Abandonado por los paraguayos; Los paraguayos recapturan. Linares; Los paraguayos entran en. Lima. Liberal, Partido. Liga de las Naciones; Inclinada favorablemente hacia Bolivia; Ineficaces negociaciones de la; Fracaso de la; Declara el embargo en la guerra del Chaco; Paralizadas las negociaciones de la; Comisionados, Presenta proposición de paz; Comité consultivo resuelve el embargo en favor de Bolivia. Las Perlas. La Señora. Las Conchas; Capturado; Batalla imaginaria en. La Paz Regimiento, destrozado. La Paz, capital de Bolivia. Lanza, Regimiento; Destacamento cercado del Lanza, General. Lairana, Mayor Adolfo, pierde su regimiento. . Lagunillas . Laguna Lafaye, Capturado; Agua encontrada en; Agua salobre en. Laguna Capitán. Laguna. Lafaye. Ver también Laguna Lafaye. La China nueva. La China; Los bolivianos defienden la evacuación de; Rebasado; Capturado. Lasclotas, Capitán Luis. López, Oficial de Administración de Ia, Wenceslao. López Viveros Mayor César. Lezcano Mayor José del Rosario. M Murillo Coronel, al huir deja importantes documentos. Murguía Regimiento, destrozado. Murguía Fortín; Se ordena el ataque sobre; Capturado. Muñoz. En el plan de Kundt, papel de; Sitio de concentración boliviana; Como un objetivo; Los paraguayos entran en. Montes Regimiento. Monteagudo. Mistola, capturado. Mister Kent. Ministerio de Guerra y Marina; Cambio de; Demuestra descontento. Ministerio y Ministro de Defensa; Informa sobre el agotamiento financiero; Trasmite el proyecto de ley creando el grado de General de Ejército. Militar Misión , Argentina; Checoeslovaca; Francesa. Menonita Colonia. Méndez Coronel Walter; Comandante de la IX división en El Carmen. Menacho Paz, Mayor Marcial, capturado. Masamaklay. Ver también Samaklay. Marzana, Teniente Coronel, cercado. Mariscal López. Capturado por los bolivianos; Recapturado por los paraguayos. Mandyyupecuá; IXa. División aislada en; Recaptura paraguaya. Manchego Regimiento, destrozado; Derrotado. Magariños, capturado. Madrejoncito. Madrejón, Los paraguayos entran en. Machareti, capturado. Machuca, Teniente Coronel Vicente, Melgarejo, Mayor José Domingo. Melgarejo, Mayor Sigifredo. MENA, Coronel Alfredo. Morales, Teniente Coronel Feliciano. N Nueva Asunción. Novena división Paraguaya, aislada en Mandyyupecuá; Escapa por caminos indirectos; Es enviada a una zona de calma. Novena división boliviana; Rendida en Campo Vía; Concentrada en Garrapatal; Alcanza a la décima división en El Carmen. Neutrales. Declaración del 3 de agosto. Negro, Río. Nanawa; Es un objetivo boliviano, después de Boquerón; Los bolivianos inician un asalto general contra; Los paraguayos se encuentran agotados de municiones; El comandante de Nanawa declara que la situación es difícil,; 9.000 paraguayos reunidos en Nanawa; Kundt organiza el segundo ataque sobre; La segunda batalla se inicia; Horripilante espectáculo del campo de batalla de; Los bolivianos pierden en; Renovada lucha alrededor de; Regimiento Nº 16 se rinde en; Retirada boliviana del sector de. Núñez, Teniente Coronel Gaudioso; Coronel. Ñaincoraínza. Ñuapuá. O Otuquis, Río. Oruro, Fortín. Ver también Cañada Oruro. Oruro, Departamento boliviano de. Orihuela. Bajo el fuego de artillería el camino de Nanawa a. Oliver, Manuel María. Ortiz, Mayor José A; Teniente Coronel; Coronel. Ortiz, Capitán Osvaldo. Ortiz Cabral, Mayor Tranquilino. Otaño Capitán Julio B. Octava división paraguaya. Orden de marchar a Puesto Sosa y Muñoz; Captura Puesto Moreno; Se le encarga las operaciones de El Carmen; Que esté lista para actuar en la retaguardia de las tropas del Coronel Toro; Cae sobre y toma Yrendagué; Limpia la orilla izquierda del Parapití; Vuelve rápidamente desde Charagua; En un serio apremio. P Punta Rieles; Camino de, a. Puesto Victoria. Puesto Tortuga. Capturado. Puesto Sosa, capturado. Puesto Rocha. Puesto Pabón, camino interceptado. Puesto Moreno. Capturado. Controversia sobre la fecha de su captura. Puesto Mayor. Puesto Lara, Capturado. Puesto “F”. Abandono boliviano de; Presión boliviana sobre; Presión de las tropas bolivianas destruidas. Puesto El Burro, capturado. Puesto Correa. Puesto Central. Puesto Catán. Puesto Casal; Intento boliviano de flanqueo. Puesto Bolívar. Puerto Suãrez; Su papel en el plan de Kundt; Plan para capturarlo; Segundo plan para conquistarlo. Puerto Pinasco. Puerto Mihanovich. Puerto Leda. Puerto Guaraní. Puerto Casado. Presidente Ayala; Visita el cuartel general del Chaco; Testigo de la culminación de Campo Vía; Emite su proclama al ejército; Informa sobre las propuestas argentinas; Inflexible a propósito de la zona Hayes y del litoral del río; informa acerca del agotamiento financiero; Aprueba el plan del golpe sobre Picuiba; Aprueba el plan de actuar sobre las posiciones bolivianas del Pilcomayo; Insinúa el deseo de dar órdenes directas a las tropas; Informa sobre la presión argentina para la paz; Demuestra pesimismo; Escéptico a propósito del plan de El Carmen; Informa de un nuevo plan de mediación de Chile. Mensajes: a propósito del fracaso de la extensión de un segundo armisticio; en el día de la independencia; a propósito de la insistencia de Salamanca concerniente a la salida al río; a propósito de la victoria de El Carmen; a propósito del año nuevo; a propósito de las negociaciones de paz en Buenos Aires; acerca de nuestro consentimiento para el armisticio; a propósito del éxito en Ingavi; en homenaje al ejército. Pozo Negro. Pozo Favorito. Aparición boliviana tras los paraguayos en; Iniciación de la maniobra de; Maniobra paraguaya en el sector de; Significado de. Pozo del Encanto. Unica salida para los bolivianos. Pozo Azul. Platanillos- Su papel en el plan de Kundt. Capturado; Expulsión de los paraguayos de, Recaptura paraguaya de. Pitiantuta; Capturado por los bolivianos; Recapturado por los paraguayos. Pitiantuta Batallón; Aislamiento del. Pírizal. Pilcornayo, Río. Penetración boliviana a lo largo del; Destacamento en marcha hacia Nanawa desde; Desmoronamiento del frente boliviano a lo largo del; Tropas bolivianas reducidas en el sector del; Fuerzas fugitivas desde BaIlivián cruzan el; Los bolivianos mantienen una cabecera de puente en. “Pilas". Picuiba; Plan para liberarla por un golpazo; Son apresuradas las preparaciones de ataque; Ataque paraguayo por sorpresa a; Repercusión de la captura de; Bajo presión los paraguayos la abandonan; Catástrofe boliviana en. Picada Velilla; Aparición de los paraguayos en la boca de la. Picada Murillo. Perú. Pérez, Regimiento. Peñaranda, Coronel Enrique. Avance sobre el camino Saavedra-Zenteno del,; Denuncia de la violación del armisticio por el general Peñaranda; Explicaciones del desacuerdo con Salamanca; Salamanca intenta su desalojo. Peña, Coronel. Desventura del. Paucarpata. Patria. Paría. Parapití, Rio; Los paraguayos Ilegan al; Entre Amboro y Copere paso del, 343; Llena de incidencias la retirada del. Paraná Río Paraguayo ejército. Organización en 1932 del. Paraguay, Rio. Paraguay Cañonero. Estigarribia se embarca. Pantoja, Mayor. Su regimiento es aniquilado. Pando General. Tropas se trasladan al sur. Pando Fortín. Pampa Grande; Se inicia la maniobra de; Los bolivianos son cercados en; Capturados en; Significado de. Palo Marcado; Capturado. Palma Sola. Palmar Ustares. Capturado. Palmar Santa Elena. Pacto de No Agresión. Pacífico, Guerra del. Pacífico, Océano. Palacios, Capitán Abdón; Teniente Coronel. Pampliega, Capitán Rufino. Paredes, Mayor Ramón L.; Teniente Coronel. Primera división paraguaya; Captura Platanillos; Fracasa para sorprender a los bolivianos en Saavedra; Interceptada lejos en el kilómetro 7; Pierde su código; Se retira del kilómetro 7; Sostiene furiosos ataques en Campo Vía. Primer cuerpo del ejército paraguayo. Constituido; Recibe instrucciones para la acción de Pampa, Grande; El comandante del Ier. Cuerpo es remiso en las acciones y es destituido; Intercepta el camino a Cabezón; Se le asigna misión para conectarse con el IIIer. Cuerpo; Su misión hacia Ballivíán; Debe atraer a los bolivianos en Campo Esperanza; Desplazado para cooperar con el IIº Cuerpo hacia el Pilcomayo; Su lentitud; Patrullas bolivianas aparecen detrás de la primera línea del Ier. Cuerpo de ejército en Lóbrego; Marcha hacia Guachalla; Recibe encargo para operar en El Carmen; Es instruído a proseguir para Cururendá; Para tomar Capiírendá; Ultimos fuegos en el perímetro de Villa Montes; Queda en la defensiva en Villa Montes. Primer cuerpo del ejército boliviano; Defiende Ballivián-Guachalla. Q Quintanilla, General Carlos. Quince de Abril; División paraguaya concentrada en. Quinta división paraguaya. R Rolón, Teniente Coronel Raimundo. Rojas, Víctor, ministro paraguayo de Defensa. Rojas Casto, ministro boliviano en Buenos Aires. Rojas A. General Manuel; Nombramiento como comandante en jefe del ejército paraguayo; Mentor de la defensa sobre el río. Rocha, Regimiento. Destrucción del batallón del. Roboré. Rivarola, Vicente, ministro paraguayo en Buenos Aires. Río de la Plata. Comunidad geográfica del. Río de Janeiro. Riart, Luis A., ministro paraguayo de Relaciones Exteriores. Ravelo. En el plan de Kundt; Interceptado el camino a. Rancho Ocho. Tropas bolivianas aparecen entre Falcón y; Situación precaria en; Los bolivianos quedan inmovilizados en. Ramírez. Interceptado el camino de Boquerón a; Capturado. Radio Prensa. Radice, Capitán Hipólito. Ramos, Mayor Alfredo. Recalde, Mayor Camilo; Teniente Coronel. Rivas Ortellado, Mayor Arístides; Teniente Coronel. Rojas, Capitán Eustacio. Reserva general paraguaya; Reorganizada; Felicitada. Río Apa. S Sucre, Regimiento; Capturado. Sucre, ciudad boliviana. Strongest. Ver también Cañada Strongest. Stokes-Brandt morteros. Stímson Henry L., Secretario de Estado americano. Sosa, Carlos, senador paraguayo. Sorpresa Vieja. Ocupado por el ejército argentino; Alegato argentino a propósito de. Sorpresa Nueva. Pedidos argentinos para la evacuación de; Evacuado. Sexta división paraguaya. Marcha a Puesto Pabón; Se le asigna capturar Saavedra; Entra en Saavedra; Felicitada; En dirección a Ybamirante; Vence en Mandyyupecuá; Fuerzas de Ia VIa. división paraguaya detenidas en Yoay. Siracuas. Séptima Conferencia Panamericana. Séptima división paraguaya; Se retira en orden. Segunda división de caballería paraguaya, Segunda división paraguaya; Establece contacto en Saavedra; En retirada; Abandonada por su comandante; Se rinde. Segundo cuerpo dei ejército paraguayo. Organizado; Dispersa a los bolivianos en Toledo; Misión asignada al; Se le ordena operar sobre Cañada Tarija; División del cuerpo captura Cañada Tarija; Reunirse en el camino a de Cururendá, No puede cumplir misión; Una división del IIº cuerpo fue seleccionadad para operar sobre Picuiba; Orden de retirada para el cuerpo es confirmada; Se le asigna capturar Carandayty; Captura Boyuibé, Machareti y Tiguipa; Para operar al norte de Villa Montes; El comandante del IIº cuerpo toma a su cargo las tropas del Parapití. Segundo cuerpo del ejército boliviano; Cubre Esperanza –Strongest –Samaihuate –Cururendá. Schenoní L., General Manlio, ministro paraguayo de Guerra y Marina. Santiago de Chile. Santa Fe, ciudad boliviana; Capturada. Santa Cruz, departamento boliviano de; Abierto el camino a; Interceptado el camino de Villa Montes a; Alarma en. San Martín, Regimiento. San Francisco. Sánchez, Coronel José Julián. Tributo de silencio a la memoria de. Sanandita. Samaklay; Trabajos de defensa en el frente de; Capturado. Samaihuate. Salto Palmares. Salinas. Salamanca, Daniel, presidente de Bolivia; En desacuerdo con el comando boliviano; Se abre el desacuerdo entre Salamanca y Peñaranda; Arrestado y depuesto. Saavedra. Nombre para una ciudad en el Paraguay. Saavedra Lamas, Carlos, ministro argentino de Relaciones Exteriores. Saavedra Dortín. Su papel en el plan de Kundt; Ataque Boliviano desde; Fracaso paraguayo en cercarlo; Capturado. Santiviago, Mayor Luis. Smith Mayor Federico W; Teniente Coronel. Samaniego, Mayor Roque. T Tres pozos . Capturado. Toro, Coronel David; Persiste la presión sobre el IIº Cuerpo. Toledo; Los bolivianos capturan como represalia; Recapturado después de Boquerón; Asiento de un grupo de defensa; 5.000 paraguayos inmovilizados en; Ataques bolivianos en; Los paraguayos no ceden en; Requerimientos de refuerzos; Se renueva la lucha alrededor de. Toba Quemado. Tinfunqué; Capturado. Timboy. Tíguipa. Capturado. Tercera división paraguaya. Tercer cuerpo del ejército paraguayo. Organizado; Informe de un ataque boliviano al comandante del; Situación precaria en Rancho Ocho; Recibe directivas para la acción de Pozo Favorito; Listo para la acción de Gondra; Captura Samaklay y Murguía; misión asignada a lo largo del PiIcomayo; Desplegado en el camino Cabezón-Ballivián; Enlace con el Ier. Cuerpo; Ardua marcha a lo largo del Pilcomayo; Busca contacto con el Ier. Cuerpo. Tiene solamente 20 camiones; No puede explotar éxitos en el frente de Ballivián; para relevar a la VIIIa.División; Toma posición en el frente de Ballivián; A lo largo dei Pilcomayo; Captura Ybybobo; Captura Palo Marcado; Sobre la defensiva en Villa Montes. Tercer cuerpo del ejército boliviano. Cubre Lafaye -27 de Noviembre Carandayty. Tejerina, ver también Zotti. Tejada Sorzano José Luis, vicepresidente de Bolivia, reemplaza a Salamanca. Tarija. Departamento boliviano de. Tarairí. Tamachindy. Capturado. Taiguate. Torreani Viera Mayor; Teniente Coronel. Talavera, Oliverio. U Uriguá; Detenido en. Uruguayo Gobierno. Uruguay. V Vitriones. Villazón Fortín. Capturado; Paraguayos cercados en. Villazón, ciudad boliviana. Villarrica. Villa Montes. Su papel en el plan de Kundt; Descartado el plan de rodearlo,; Los bolivianos se hacen fuertes en; Suspendidas las operaciones en el frente de; Los paraguayos ceden terreno en. Villa Militar; Insuficiente tropa para defenderla; Provisión de agua estaba peligrando en; Asiento del cuartel general. Vernaux, Mayor Eduardo, cercado. Verde Río. Cerca de Arce; Cerca de Bahía Negra. Veintisiete de Noviembre; Capturado; Posible retirada es decidida. Vargas. Capturado. Vanguardia 1. Capturado. Vanguardia. Capturado por los paraguayos. Válois Rivarola Regimiento; Condecorado. Valle Verde. Vera, Teniente Coronel José Luis. Vera, Mayor José Rosa; Teniente Coronel. Vaga, Teniente 1º Ceferino. W Washington D.C. Y Yuauy. Capturado; Abandonado. Yuira. Pedido de autorización para capturar; La línea boliviana rota en. Ytororó, Regimiento. Ysyporendá. Capturado. Ysosog. Yrendagué; Orden de ataque; Se encontró agua fresca en; Capturado. Yoay. Los paraguayos fueron detenidos en el frente de. Ybysyryry. Ybybobó. Capturado. Ybyporendá. Ybamirante. Yapeyú. Z Zenteno. Trabajos de defensa en; Observación de Ia aviación boliviana; Camino interceptado; Retirada paraguaya de; Comienza el ataque paraguayo a lo largo de; Capturado; Estigarribia traslada su cuartel general a. Zotti. Observación: Se recomienda recurrir a “buscar” o “find” para encontrar los nombres citados en este índice. Observacion Esta versión de las ¨Memorias del Mariscal Estigarribia" fue en su momento preparada para la imprenta por Mercedes Cabrera Cardús de Casa Cabrera. Mas allá de lo que una cruenta guerra significa para dos pueblos, y el alto costo que estas tienen para países y regiones, se observa a través de los relatos, el impacto que podrían significar la planificación y el buen uso de los recursos sumados a la voluntad de la población y gobernantes para superar momentos difíciles. Este material fué digitalizado en formato electrónico para ser utilizado como material de referencia para la Cátedra de Tecnologías Alternativas en la Universidad Nacional de Asunción y no tiene ningún fin comercial. Se ha agregado un mapa para ubicar en el conjunto a las distintas batallas que son presentadas en los croquis, y se ha dado color a las posiciones paraguayas y bolivianas, para facilitar la lectura. El largo itinerario cumplido desde Ia gestación de esta obra ha alcanzado su coronación en Ia presente edición española gracias a Ia perseverancia, el esfuerzo y Ia mancomunión de numerosas voluntades. Puestos a disposición del Señor Presidente de Ia República, Gral. Alfredo Stroessner, los originales de Ias memorias, con su anuencia y su buena voluntad se obtuvo Ia orden de publicarla bajo patrocinio oficial. El Señor Ministro de Hacienda, Gral. César Barrientos, recomendó que el libro se editara en Ia Imprenta Nacional, ínstitución que aportó su moderno equipo gráfico y su eficiente personal. El entusiasmo y Ia colaboración del Señor Dante Cazal, Director de Ia Imprenta, así como Ia del historiador Benigno Ríquelme García, fueron inestimables. La carátula del libro fue diagramada con sugestiones de Ia Señora Noemí Ferrari de Nagy, y su impresión fue donada por el Dr. Edgar L. Insfrán. Las fotografias fueron seleccionadas con Ia colaboración de los Señores Carlos Pussineri Scala, Juan Bautista Gill Aguínaga, Dr. Tomás Osuna y Mayor (S. R.) Leandro T. Aponte, El índice analítico fue tomado de Ia edición inglesa de 1950 y traducido al español por el Señor Benígno Riquelme García quien conto con Ia colaboración del Profesor Charles J. Kolínski, de Ia Universidad de Florida. Dieron valiosas sugestiones en. aspectos diversos Ia hija del Mariscal, doña Graciela Estigarribia de Fernández, el General (S. R.) Ceferino Vega Gaona, el Coronel Roderic O'Connor y el Señor Raúl Silva. Para todos ellos, nuestro conmovido reconocímiento.