EL GOBIERNO DE FELIPE V. Sus dos grandes pasiones: el sexo y la religión. Llegó a ser un esclavo de su mujer María Luisa que moriría en 1714 de tuberculosis. María Luisa fue bien vista por sus súbditos españoles. En cambio, su sucesora, Isabel de Farnesio, nunca tuvo buena imagen entre los españoles. El problema de fondo de Felipe era que había sido educado para no ser rey, con una educación represiva y falta de cariño. Dependencia de sus mujeres y de sus confesores. Intentos constantes de abdicación. Sus educadores habían inculcado en él una excesiva piedad en lugar del juicio racional. Además en sus primeros pasos en España, volvió a depender de los agentes franceses que amenzaron repetidamente con abandonarle. Con todo, esta tendencia a la dependencia y al sexo no era lo peor, sino que lo peor era la enfermedad mental recurrente: melancolía aguda, comportamientos anormales lo que en ocasiones derivaba en crisis políticas. Inestabilidad extrema, aún en los momentos más estables, casi excentricidad: Horarios estrambóticos: cenaba a las cinco de la mañana, se acostaba a los ocho y se levantaba al mediodía. Tomaba una comida ligera, se vestía e iba a misa a una capilla cercana. Recibía visitas, jugaba con sus relojes o le leían libros hasta que llegaba la hora de las actividades musicales o teatrales. Hacia las dos de la madrugada recibía a sus ministros para resolver asuntos hasta las cuatro de la mañana. Cenaba y vuelta a empezar. Entre algunos sectores de la Corte y en otros sectores sociales, la preocupación por esta forma de gobernar fue en aumento. Dado que el origen del derecho y de la legitimidad en el Estado era el monarca, no parecía que Felipe estuviere cualificado para llevar adelante cualquier política y menos emprender las necesarias reformas. El llamado Estado borbónico se estableció en España a pesar del primer Borbón. Los cambios se iniciarían a partir del impulso que venía del reinado de Carlos II, de la influencia de Francia, de las ideas ilustradas de la época y de la ambición de una nueva elite. Felipe V era un rey abúlico, tímido y tendente a la dependencia. Luis XIV quiso manejarle en los primeros años. Cuando accedió al trono a los 17 años, Luis XIV le 1 buscó una reina – María Luisa de Saboya – de 13 años, que sorprendió por su carácter altivo, enérgico e independiente. En los nueve primeros años del reinado de Felipe, Luis mantuvo controlada la corte y el país: un agente político en la corte, los embajadores al frente del gobierno, asesores técnicos en la administración y numerosas unidades del ejército. La más destacada de los agentes franceses era la princesa de los Ursinos. Aunque sólo fuera la camarera mayor gobernaría la corte, influyendo en el rey a través de la reina, Sin embargo, quien gobernaba en realidad España en esta primera etapa era Luis XIV. La princesa de los Ursinos llegó a propasarse en sus atribuciones y fue llamada a París por el monarca francés en 1704. Cuando regresó a Madrid en 1705 tuvo que compartir su poder con el embajador francés, Michel-Jean Amelot. Amelot era un hombre capaz y diligente, aunque lo ignoraba todo sobre España. Más que embajador Luis XIV le había elegido para que colaborara con la princesa de los Ursinos y se convirtiera de hecho en primer ministro, dirigiera la administración e impulsara la reforma. Junto a ellos trabajó Orry que ya había actuado en España y era muy impopular entre la aristocracia por elaborar un plan para recuperar rentas de la corona. En 1705 se le designó para que consiguiera los recursos necesarios para la guerra y aportara ideas al equipo francés de gobierno. Luis XIV gobernó España a través de estos personajes entre 1705 y 1710, aproximadamente. Los principios de gobierno francés se intentaron aplicar en España, basándose un triple programa de reforma: - Reducción del poder político de los grandes. Subordinación del clero y de las órdenes religiosas al Estado. Abolición de los fueros de la Corona de Aragón. Luis XIV aconsejó que permitiera a los grandes preservar sus prerrogativas externas de su rango, pero excluyéndoles de todos los asuntos de gobierno. Esto le enfrentó con la alta nobleza. Amelot creó el Despacho o gabinete, que adquirió mayor poder que los Consejos. Tampoco fue aceptada la guardia real en 1705 con dos de las cuatro compañías que estaban formadas por extranjeros. Igualmente fue contraria a los intereses de la alta aristocracia la idea de introducir guarniciones francesas en algunas plazas fuertes del norte de España. Muchas de las decisiones de los nuevos gobernantes fueron saboteadas por los nobles que intentaban azuzar al pueblo contra los franceses. Felipe V no pudo hacer nada para apaciguar la situación ya que era dependiente del apoyo francés y tampoco estaba seguro de qué nobles le eran fieles y cuáles no. 2 Amelot siguió adelante con sus reformas y comenzó a sustituir a los dirigentes aristocráticos por una nueva elite burocrática formada por jóvenes españoles como José Patiño y Melchor Macanaz. La crisis de 1709 en la que, incluso Luis XIV estuvo a punto de arrojar la toalla, sirvió para apartar definitivamente a la aristocracia del poder. Pero Amelot y el rey sacaron la situación adelante apoyados por el pueblo y por la nobleza media. Finalmente, la nobleza castellana, más bien por miedo a lo que podían perder, apoyó con claridad la causa de Felipe V. Cuando la nobleza regresó al gabinete se encontraron con que el poder ya no residía en los despachos, sino en la princesa de los Ursinos, y que el rey no pedía consejo a sus consejeros, sino a ella. La nobleza siguió conspirando, aunque sobre el papel apoyaban al rey, pero sin aportar apenas nada concreto, rechazando la presencia francesa con una mano, pero con la otra escribiendo una carta a Luis XIV para que siguiera apoyando la causa de su nieto. Pero a partir de 1710, la influencia francesa fue declinando. Tanto Luis como Felipe comprendieron que España no debía ser una dependencia de Francia y que ésta no debía aspirar a gobernar España, pero que ambos países debían mantener lazos diplomáticos y de sentimientos dinásticos. Estas serían a lo largo de casi todo el siglo una de las características más destacadas de la política internacional de ambos países. En América no se veía con buenos ojos un monopolio francoespañol, máxime cuando desde la segunda mitad del siglo XVII los comerciantes criollos y la población en general se habían acostumbrado a las relaciones comerciales con ingleses y holandeses. En realidad, el número de extranjeros en América era muy escaso. La administración colonial se puso en bloque de parte de Felipe V, tanto en Nueva España, como al sur de Panamá. En Hispanoamérica no hubo, pues, crisis de sucesión. La verdad sea dicha que manteniendo Castilla, Andalucía y Cádiz Felipe V tenía todas los ases en la manga para controlar el imperio americano y eso fue lo que sucedió. La flota aliada no tenía poder suficiente para controlar todas las rutas oceánicas y menos para destruir las defensas coloniales y las estructuras existentes. Para Felipe V el mayor peligro provenía precisamente de sus aliados, los franceses, ya que para Francia las Indias no eran únicamente un recurso que les permitía luchar en la guerra, sino también un premio por triunfar en ella. La mejor política para Francia consistía en conseguir una participación plena y legal en el monopolio español. Quería participar en el comercio de reexportación de Cádiz y en el comercio no autorizado en las Indias. 3 Así Luis XIV fue dando una serie de pasos: 1701. Logró el asiento de negros. Los barcos franceses pudieron abastecerse en los puertos americanos con la disculpa de la guerra, pero no comerciar. Desde el comienzo de la guerra cientos de barcos franceses, con la disculpa de los abastecimientos recalaron en puertos americanos transportando y vendiendo mercancías allí. Todo protegido por una red que incluía a los gobiernos borbónicos, los comerciantes franceses, los funcionarios españoles, los mercaderes coloniales y los consumidores. (Papel central del Puerto de Saint-Malo). Además del comercio directo, ilegal pero más o menos permitido, los franceses también se aprovecharon de la debilidad naval española para que barcos franceses escoltaran a las flotas españolas (1708, 1709 y 1712). Se calculaba que entre 1700 y 1708 Francia había ingresado más de 180 millones de libras procedentes de las Indias, a partir del contrabando de plata a través de la propia España, del comercio directo y de la escolta de flotas. (Ejemplo: en 1707 España pagó al embajador francés un millón de pesos por la escolta de dos flotas). A lo largo de la guerra no se interrumpió un solo año el comercio y las comunicaciones con América. Llegó dinero que sirvió para el esfuerzo bélico. Francia quería dividir la dinastía en dos campos: España aportaría los metales preciosos y las materias primas, mientras Francia las manufacturas, creando un mercado interno propio en el que la balanza comercial fuese favorable a Francia. Además el sistema excluiría a los enemigos del mercado español y conseguir un trato fiscal favorable e incluso los medios para frenar la actividad de las manufacturas españolas. Aunque el plan fracasó, Francia aumentó enormemente su participación en la economía colonial. Farnesio y Alberoni. La primera etapa del reinado de Felipe V fue francesa. En esta fase, fueron decisivas las influencias femeninas. Serían sus esposas y la princesa de los Ursinos quienes gobernarían de facto. Entre la muerte de su primera esposa y la llegada de 4 la segunda. Sería la princesa, junto con Jean Orry, quien gobernaría realmente España. En este periodo, se organizaría un gobierno casi sin españoles, basado en un Intendente General de Hacienda y cuatro secretarios de Estado. Entre los españoles destacaron José Grimaldo y Melchor de Macanaz. La primera gran reforma de la administración borbónica fue la sustitución de los Consejos por las Secretarías de Estado (10-XI-1713): - Secretarías de Guerra, de Marina e Indias, de Estado y de Justicia. Estas y otras reformas se ganaron el rechazo del clero y de algunas universidades como las de Alcalá y Salamanca. La llegada de la nueva reina, Isabel de Farnesio – hija del fallecido duque de Parma – que había sido apoyada por la propia princesa de los Ursinos, constituyó el declive de ésta, ya que constituyó su primera víctima y apenas llegó la reina a España, Ursinos tuvo que regresar a Francia. Entre Alberoni y la reina, mantuvieron casi aislado al rey del resto de los cortesanos, utilizando los apetetitos sexuales del rey para conseguir sus fines. La reina comenzó por destituir a la princesa de los Ursinos, a Orry, a Macanaz. El confesor real Pierre Robinet fue sustituido por el jesuita Daubenton. El cardenal Giudice, amigo de Alberoni, ocupó una posición de poder. Grimaldo sería el único superviviente del régimen anterior. Isabel Farnesio, al deshacerse del “partido” francés, consiguió credibilidad ante los españoles, sobre todo entre el partido español tradicional. Pero cuando vieron que los franceses fueron sustituidos por italianos, Isabel Farnesio fue cayendo en popularidad hasta el punto que se ha convertido en una de las reinas más impopulares de la historia de España. Hizo cambiar el rumbo de la política exterior por su interés en conseguir reinos para sus hijos y un retiro para ella. Por ello sacrificó los ejércitos y los recursos españoles por intereses exclusivamente dinásticos. Las innovaciones borbónicas no significaron nada para Isabel Farnesio, que sustituyó el modelo francés por el dominio de los favoritos, típico de los últimos Austrias. El primero de estos gobernantes fue Alberoni: Educado en los jesuitas hasta convertirse en sacerdote. Se convertiría en favorito del duque de Vendôme y en el enviado de Parma a España. 5 En los inicios de Farnesio, había dos “partidos” en España: el español y el francés. La principal diferencia entre ambas facciones radicaba en la visión de la política exterior. Alberoni triunfó porque se identificó con las metas de la política exterior de la reina, que encabezaría el “partido” español, lo que produjo el acceso al poder de Alberoni y el alejamiento del cardenal Giudice, cabeza del “partido” francés. Alberoni sería nombrado cardenal en 1717, pero al no ocupar una secretaría de Estado no disponía de los medios formales para controlar la burocracia. El principal éxito de Alberoni, ayudado por Patiño, fue el inicio de la recuperación naval de España. Compró barcos a Holanda, Hamburgo, Génova, Rusia y a la Compañía del Mar del Sur. Se construyeron fundiciones en Pamplona y fábricas de armas en el País Vasco y en otros puntos. Se reforzó el ejército con el reclutamiento de tropas, incluso en Cataluña y Aragón. Se recortaron gastos públicos, incluso en la Corte y la Guardia Real. Se mejoró la situación financiera y se incrementó el comercio con América. Se gravó con impuestos a la Iglesia y se aumentaron los impuestos sobre los individuos con mayor riqueza y sobre la venta de cargos. Estas medidas no formaban parte de un plan de reformas, sino que eran medidas coyunturales destinadas a financiar las expediciones a Cerdeña y a Sicilia. Mientras tanto Felipe V se alejaba cada vez más de las labores de gobierno. Cuando hizo testamento asignó a Isabel Farnesio y a Alberoni la presidencia del gobierno en calidad de regentes. Esto lanzó al partido español que se veía marginado del poder Surgen una serie de conspiraciones dirigidas por algunos miembros de la gran nobleza que se agrupaban en dos Juntas: la Junta grande y la Junta Chica. Ninguna de las conspiraciones llegaron a buen fin y Alberoni siguió gobernando, pero comenzó a ser impopular y, además, estaba fracasando en sus proyectos. Los planes de expansión de Alberoni chocaron con los intereses de Francia e Inglaterra que pidieron su destitución Sería cesado el 19 – XII – 1719. Marcharía a Francia. Su vacío sería cubierto por José de Grimaldo, de origen vascongado, que era Secretario de Estado. El confesor del rey, Daubenton, colaboró con Grimaldo en las labores de gobierno y se produjo una españolización del gobierno con un grupo de ministros secundarios, lo que provocó el rechazo de la alta aristocracia. Daubenton moriría en agosto de 1723 y sería sustituido por el jesuita Bermúdez, hombre muy culto y de gran capacidad. Sin embargo, el gobierno estaba paralizado, los monarcas carecían de toda iniciativa política. Por si fuera poco, los monarcas pasaban cada vez más largas temporadas en San Ildefonso, cerca de Segovia. 6 De la inercia a la abdicación. El 10 de enero de 1724 Felipe V abdicó en su hijo Luis. Felipe tenía 40 años, su esposa 31 y su hijo Luis 16 años. El rey adujo razones de cansancio después de 23 años de guerra, enfermedades y tribulaciones. En realidad, el rey había tomado esa decisión en agosto de 1719, renovada en secreto varias veces a lo largo de 1720. Aducía razones espirituales, pero en algunas cortes europeas se manejaba también la posibilidad de que se estuviera preparando para ocupar el trono de Francia en caso de fallecimiento de Luis XV, a pesar de que había renunciado a sus derechos al trono galo en 1712. Pero más parece pesar su inestabilidad mental, mezclada con sus escrúpulos religiosos. Él mismo se consideraba incapaz de gobernar correctamente. Creía que el joven e inexperto Luis podría hacerlo mejor que él. 19-I-1724. Luis I fue proclamado rey de España en el Escorial. En España la reacción fue muy positiva puesto que se consideraba que el nuevo reinado pondría fin a las influencias francesa e italiana. El joven rey era el ídolo de la aristocracia y del “partido” español. No obstante, hay que señalar que Felipe V no había consultado con nadie, ni había convocado a las cortes. Los aristócratas y el alto clero aceptaron el cómo se había desarrollado la abdicación y el nombramiento de Luis. Pero pronto se rebeló que la situación política anterior no había cambiado tanto. En principio, Grimaldo seguía al frente del gobierno, si bien Felipe le había asignado a Luis una junta compuesta por Luis de Miraval, presidente del Consejo de Castilla, Juan Bautista de Orendain y varios personajes más adictos a Grimaldo. Este había marchado a San Ildefonso, junto a Felipe, desde supervisaba los nombramientos y controlaba el nuevo gobierno. En realidad, era un gobierno a distancia de Grimaldo. Estas noticias, junto con otras como los costes del palacio (24 millones de pesos), las rentas de Felipe (600.000 escudos anuales) y el rumor de que se había llevado cuanto quedaba del tesoro real, aumentaron la impopularidad de los monarcas. En Madrid se cuestionaba que el rey títere estuviese dotado para el gobierno, además tampoco parecía tener interés en ejercer el poder. Luis ya había sido casado cuando tenía 14 años con Luisa Isabel de Orleáns, dos años más joven, caprichosa, testaruda, maleducada con frecuentes rabietas. Era hija del duque de Orleáns. No consumaron el matrimonio hasta más de dos años después de la llegada de Luisa Isabel, en parte por la 7 insistencia de Felipe inquietado por la posibilidad de que fuera sifilítica, enfermedad que podría haber heredado su padre. Luis no pudo gobernar plenamente, en parte por lo estrambótico comportamiento de su esposa, pero también porque en realidad el gobierno de España se concentraba en San Ildefonso, mientras la burocracia administraba España. Sin embargo, esta experiencia fue muy corta ya que Luis murió de viruela el 17 de agosto, a los 17 años y después de 8 meses de reinado. La primera salida a la situación era la vuelta de Felipe. Fernando el segundo heredero tenía solamente 11 años. El “partido” español quería esa solución puesto que una larga minoría del nuevo rey le permitiría recuperar el poder perdido. Pero el rey y la reina querían regresar al trono. La mayoría de las elites aristocráticas y religiosas estaban en contra del regreso de Felipe a quien consideraban incapaz de gobernar. Una junta de teólogos determinó que debía formar un gobierno de regencia y un Consejo de Estado. Tras varios tiras y aflojas, Felipe firma su propio decreto para volver a ocupar el trono sacrificando su bienestar personal a la felicidad de sus súbditos. La vuelta de Felipe V significó la derrota del partido español que pasó a ser abiertamente un partido de oposición. De hecho, tenían como caballo de batalla la ilegitimidad del rey y una figura emblemática, el príncipe de Asturias. El joven Fernando se convirtió sin saberlo en héroe de los aristócratas y en el cabeza visible del partido español que comenzaría a denominarse “partido fernandino”. Los vencedores eran la reina y los franceses que al rescatar al rey se habían apoderado nuevamente de él. Los puestos clave eran el presidente del Consejo de Castilla, los secretarios de Estado, Guerra y Hacienda y el confesor real. La reina necesitaba controlar esos nombramientos si quería gobernar. Se produjo una depuración en la administración. Fueron despedidos quienes se habían opuesto al retorno de Felipe. Fue nombrado presidente del Consejo de Castilla Juan de Herrera (obispo de Sigüenza), el padre Bermúdez fue sustituido por el padre Robinet. Grimaldo volvió al puesto de secretario de Estado. Así comenzó el segundo reinado de Felipe V, cada vez más incapaz de gobernar y cada vez más dependiente de la reina, pero esta necesitaba un consejero, un mentor político. Este fue el papel que desempeñó el barón de Ripperdá (Johann Wilhelm), un aventurero extranjero (holandés) que había llegado a España como diplomático, pero que era también un auténtico estafador. Había sido superintendente de la real fábrica de Guadalajara, que acabó produciendo paños de baja calidad y que provocó pérdidas en la instalación. Sería nombrado jefe de todas las fábricas reales. 8 Realizó una serie de informes y elaboró proyectos para mejorar la administración. Se aprovechó de la debilidad de la reina: conseguir tronos para sus hijos. Embaucó a Isabel de Farnesio haciéndola creer que podría conseguir la corona imperial para su hijo Carlos. Nada importaba que Austria era enemigo acérrimo de España, que no hubiese reconocido a Felipe V y que las potencias europeas pondrían el grito en el cielo cuando supiesen de ese plan. Ripperdá fue enviado a Viena (noviembre de 1724) en misión secreta, proponiendo a Austria un tratado desventajoso para España y una vaga promesa en la que se podía conceder a Carlos la mano de una de las hijas del emperador. La firma del tratado de Viena inquietó a Europa durante los seis años siguientes, especialmente a Inglaterra. Nadie se explicaba cómo se habían podido poner de acuerdo dos enemigos irreconciliables. Una de las explicaciones que se barajaban era el resentimiento español contra Francia por romper el proyectado matrimonio entre Luis XV y la infanta española María Ana Victoria, pero esto tuvo lugar en marzo de 1725 casi medio año después de la embajada de Ripperdá. Al regreso de Ripperdá, fue colocado al frente del gobierno por los reyes. Pero sólo tenía el apoyo de los monarcas, estaba aislado y cada vez contaba con una mayor oposición. Grimaldo sería encargado de los asuntos de Italia y Portugal, Orendain de Justicia y Ripperdá de las secretarías de Marina y de Indias. Ripperdá inició una serie de reformas de tipo económico y fiscal, buscando aumentar los ingresos y reducir los gastos, controlando la corrupción. Pero en realidad lo que buscaba era pagar los ingentes subsidios prometidos por el Tratado de Viena. Pero pronto se demostró que no podía conseguir el Imperio para España, que no podía pagar a los austriacos y que era incapaz de evitar la hostilidad entre Inglaterra y Francia. El 14 de mayo de 1725 fue destituido de todos sus cargos. Previamente había alcanzado la categoría de duque y grande de España. Fue retirado con una pensión generosa. El pueblo quería su castigo. Se refugió en la embajada británica de donde sería sacado el 24 de mayo y encarcelado en el Alcazar de Segovia, de donde escaparía meses más tarde. Se retocó el gobierno en el que los hermanos Patiño eran las figuras más destacadas. Los reyes no ejercían ningún control sobre la situación. Incluso el Príncipe de Asturias criticaba abiertamente la actitud de los monarcas. La reina seguía influyendo en el monarca y consiguió que destituyera a Grimaldo y al padre Bermúdez por considerar que eran favorables a Inglaterra y a Francia respectivamente. Fase española del reinado de Felipe V. 9 A partir de 1726, comienza una nueva etapa en el reinado de los Borbones. Se había comprobado que en 25 años de reinado, Felipe V no había conseguido organizar una política nacional acorde con los intereses de España. A partir de ese año con la destitución de Ripperdá comenzarán a llegar a la administración real españoles que impulsarán esa política nacional que se necesitaba. José Patiño será el primer representante de esa línea de gobierno, será el primer auténtico ministro nacional, producto de la elite burocrática española. De origen gallego, aunque nacido en 1670 en el Milán español, empezó a estudiar en los jesuitas con vistas a su ordenación como sacerdote, Pero abandonó el noviciado y decidió seguir la carrera administrativa. En 1711 fue nombrado intendente de Extremadura. En 1713 lo sería de Cataluña donde aplicó la Nueva Planta e introdujo el catastro. En 1717 Alberoni le nombró intendente general de Marina, superintendente de Sevilla y presidente de la Casa de Contratación, cuyo traslado a Cádiz completó formalmente. Allí conocería el comercio con América y movilizaría recursos para levantar una fuerte marina y un sólido ejército. En 1718 creó el sistema de intendentes, figuras fundamentales para la movilización de recursos para el Estado Borbónico. En 1726, a la caída de Ripperdá fue nombrado secretario de Marina e Indias, luego de Hacienda y superintendente general de Rentas. Recortó gastos en política exterior y llevó a buen puerto sus programas navales y financieros. A su vera se formarían un grupo de futuros administradores como José de la Quintana, José del Campillo y Zenón de Somodevilla (marqués de la Ensenada). Su filosofía se basaba en la recuperación del poder español en Europa revitalizando el comercio americano por medio de una marina fuerte, del desarrollo de una industria nacional y una política fiscal que estimulara las exportaciones. Superó las enormes dificultades financieras y los déficits presupuestarios. Su política tenía algunos opositores sobre todo entre los ingleses y entre el partido fernandino, ya que Patiño y sus colegas ministeriales no procedían de la alta aristocracia y porque temían que sus reformas erosionasen sus privilegios. Tampoco el monarca estaba conforme con los pasos de Patiño, que sobrevivió a una campaña en su contra en el año 1735 gracias al apoyo de la reina. En 1728 Felipe V volvió a dar un susto a la reina con la pretensión de abdicar. Este fue uno de los motivos del traslado de la Corte a Sevilla. El partido fernandino redobló sus conspiraciones, sobre todo cuando el Príncipe de Asturias se casó con Bárbara de Braganza, que acabaría integrándose en el partido fernandino. Mientras tanto Felipe seguía dando muestras de inestabilidad mental. No se levantaba de la cama en meses, no se cambiaba de ropa en largas temporadas, 10 cenaba pasadas las cuatro de la mañana, no despachaba con los ministros y sentía una especial aversión hacia Patiño. En mayo de 1733 la Corte se dirigió a Sevilla. En el camino Felipe dictó una orden – en realidad era idea de Isabel Farnesio – por la que sometía a arresto domiciliario a su hijo Fernando y a Bárbara de Braganza. La política era decidida por la reina y por Patiño Prioridad en los asuntos italianos. En 1734 se conquistaron Nápoles y Sicilia para el hijo mayor de Isabel Farnesio, Carlos. Fue una acción muy costosa y muy impopular en España. Esta conquista sirvió para enfrentar aún más a los partidos “carlista” y “fernandista”, ya que estos últimos afirmaban que, puesto que Nápoles había pertenecido tradicionalmente a España, debía corresponder al heredero español, Fernando, ya que había sido ocupada por el ejército español. Pero no había una auténtica oposición. Los nobles se preocupaban de su propio interés. El pueblo estaba resignado y los Consejos, que en ocasiones solían realizar alguna crítica constructiva, estaban ahora ocupados por personas al servicio de la Corte. Pronto se complicaron las cosas en el exterior: la guerra de Italia y las respuestas europeas, las negociaciones de paz con el emperador, la ambigüedad de Francia, los problemas planteados por el Papado y el conflicto con Portugal en el Río de la Plata. La reina comenzó a perder su confianza en Patiño. Perdió el control de la administración de las Indias cuando se nombró al conde de Montijo para la secretaría de las Indias. Patiño moriría el 3 – XI – 1736, después de una corta enfermedad, sin dejar de trabajar. Sería premiado por el rey con un título nobiliario y una pensión para su familia. Más que un político reformista, basó su línea de acción en mejorar los gastos de defensa, la política económica y el comercio de las Indias para incrementar el poder de España y a imponerle en Europa. Su primer objetivo era el fortalecimiento del Estado contra sus enemigos y no utilizarlo en beneficio de sus súbditos, incrementar los beneficios de España en América y no mejorar los beneficios que América recibía de España. Patiño derivó recursos hacia el gobierno central, pero no reorganizó la economía ni alteró el equilibrio de la sociedad. El nuevo gobierno sería todavía más manejado por la reina. A su frente estaría José del Campillo y Cossío. De origen asturiano, había quedado huérfano y había sido educado con ayuda eclesiástica en Córdoba. Inició su carrera burocrática en el despacho del Intendente en Andalucía y luego en 1717 en el de Patiño, que le promovió al puesto de pagador de Marina en Cádiz. Adquirió conocimientos prácticos en el comercio con América. Fue nombrado superintendente del astillero de Guarnizo, después comisario general del ejército en Italia. Posteriormente sería intendente de Aragón. En 1741 recibió la titularidad de los 11 ministerios de Hacienda, Guerra, Marina e Indias. Heredero natural de Patiño. Fue más independiente que Patiño y tenía conocimientos más fundamentados de los asuntos coloniales y marítimos. Tuvo enfrente al partido español. Escribió varias obras sobre la regeneración de España. Murió súbitamente el 11 – IV – 1743. Le sucedería Zenón de Somadevilla, de la misma estirpe burocrática que sus dos predecesores. Si los tres tuvieron ínfulas reformistas, no pudieron llevarlas a cabo porque cuando llegaron al poder se convirtieron en prisioneros de la corona, reducidos a cumplir su misión: conseguir recursos necesarios para la guerra. La obsesión de Farnesio con la política exterior dio al traste con las capacidades de estos ministros. Frente a esta situación no había oposición alguna. La opinión pública, por falta de ilustración, no existía. Era el partido tradicionalmente el que mantenía viva la oposición a la reina y sus proyectos en Italia, nominalmente por lealtad a Fernando pero, en realidad, mirando hacia atrás a una época dorada de poder aristocrático. El largo reinado de Felipe V llegó a su fin el 9 de julio de 1746. Irónicamente murió sin la compañía de su médico y de su confesor. El pueblo español tenía pocas razones para llorar su pérdida. No obstante, este reinado tuvo algunos rasgos positivos y en él un grupo de ministros comenzaron la tarea de hacer que España fuera más rica, más fuerte y mejor gobernada. Los agentes del absolutismo. La reforma dependía del impulso dado por el rey, de las ideas y planes de los ministros y de la respuesta de la opinión política. El objetivo fundamental era el reforzamiento del poder del Estado Había que hacer frente a los competidores del Estado, en especial a los intereses económicos y a la Iglesia, pero sin atacar las estructuras tradicionales y los privilegios seculares. Las líneas de trabajo para reformar la sociedad tradicional, pero sin atacar a fondo sus pilares, fueron: - Reforma del gobierno. Intervención del Estado en la economía. Control más estrecho de la Iglesia. Reforma del gobierno: 12 El gobierno de los Austrias en el sistema de Consejos que era algo parecido a un gobierno por comités en los que dominaba la aristocracia. Con la llegada al trono de Felipe V, las exigencias de la guerra y la llegada de absolutistas franceses se dio un nuevo impulso a la reforma. La alta burocracia fue marginada y sustituida por ministros y burócratas, más eficientes y menos numerosos, agentes del absolutismo y la centralización. El secretario de Estado se convirtió en una figura clave de la reconstrucción borbónica del gobierno. Los cambios quedaron consolidados en 1714 cuando se crearon las Secretarías de Estado, Guerra, Hacienda, Gracia y Justicia y Marina e Indias, junto con una Inspección General de Hacienda. Para 1721, esta última quedaría convertida en secretaría con lo que esta estructura de gobierno quedó consolidada para el resto del siglo. No era infrecuente que algún secretario ocupase dos o más carteras. Patiño llegó a ocupar cuatro carteras (Marina e Indias, Hacienda, Guerra y Estado; todas menos la de Justicia. A pesar de la importancia de algunos secretarios a lo largo del siglo XVIII, todos ellos no fueron sino meros agentes de la voluntad real. Eran funcionarios más que políticos, administradores más que estadistas. Las secretarías se convirtieron en un centro tanto de clientelismo como de política. Cada secretario tenía un equipo de funcionarios (covachuelistas, llamados así porque trabajaban en las covachuelas, sótanos del Palacio Real). Muchos de ellos no eran más que simples oficinistas, pero al desarrollarse los ministerios tuvieron la oportunidad de ascender desde las escalas más bajas a las más altas: funcionario, embajador e, incluso, secretario de Estado. El rey no obstante, elegía a veces la vía reservada (ejecución de órdenes sin pasar por las secretarías). Ello junto a la promoción de los secretarios de Estado llevó a la casi desaparición de los consejos. Así ocurrió con los Consejos de Aragón, Flandes e Italia. El Consejo de Estado, mano derecha de los Austrias y coto cerrado de la aristocracia castellana, fue ignorado. El Consejo de Indias también vio muy disminuidas sus funciones. Sólo se salvó el Consejo de Castilla, una especie de Ministerio del Interior. El Consejo de Castilla acabó convirtiéndose en el campo de batalla entre los partidarios y los contrarios del proceso de reformas. A partir de 1715, estuvo formado por un presidente o gobernador; 22 ministros, número que se fue aumentando a lo largo del siglo y dos letrados, que llegaron a ser tres. Ahora estaba dirigido por un laico, con los Austrias era un miembro del alto clero. Los miembros del Consejo asistían a las reuniones de los viernes con el monarca y el presidente permanecía a solas con el rey con el secretario de Estado, cuando finalizaba la reunión. 13 La mayor parte de los cargos fueron ocupados por miembros de la nobleza media en estrecha conexión con las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá. Muchos de los consejeros procedían de los colegios, cuyos procedimientos de admisión favorecían a los parientes y clientes de los consejeros. El juramento de ayuda mutua vinculaba a los colegiales mayores en una especie de masonería y era considerado como una cuestión de honor válido de por vida. Quienes alcanzaban la meta de sus carreras – obispo o juez – seguían observando el juramento y ayudando a los suyos en una red de influencias y poder. Formaron el “partido” de los colegiales. Mientras tanto, los graduados no colegiales, los manteístas, no podían conseguir tan siquiera un porcentaje de los cargos universitarios, que eran simplemente la primera etapa en el camino hacia objetivos más elevados. Acabarían protestando y Felipe V inició una reforma de la Universidad que no llegó muy lejos, en parte por la oposición, entre otros entes como la Inquisición y los jesuitas que consideraban cualquier cambio como un peligro para la tradición, la nacionalidad, e incluso la religión española. Las reformas se complementaron con el establecimiento de nuevos lazos entre el centro y las provincias. La figura clave de esta vía reformista era el intendente. Orry propuso ya estos cambios en 1703, pero no sería hasta 1711 cuando se nombraron los primeros intendentes. En principio no tuvieron mucho éxito, sobre todo en Castilla donde no lograron sustituir a los corregidores. En cambio, en Barcelona, Valencia y Zaragoza, como no había instituciones centrales, las intendencias llenaron un vacío. Hubo un nuevo reglamento para los intendentes que se aprobó en 1718. Con estas nuevas ordenanzas para los intendentes para las provincias y para el ejército, a finales de ese mismo año se alcanzaron los 29 intendentes. Poseían jurisdicción militar y administrativa. Tenían que residir en la capital de la provincia y asumir el cargo y función de corregidor de la ciudad excepto en algunos lugares como Barcelona, Cádiz, Mérida y Pamplona, donde los corregidores conservaron su independencia. El intendente era responsable de cuatro áreas de la administración: - - Justicia: mantenimiento del orden. Hacienda: recaudación y administración de los impuestos y otros ingresos. Administración general: censo, inventario de los recursos naturales, industria, caminos y puentes, obras públicas, ejército, graneros y archivos. Administración militar. 14 No obstante, en muchos casos las dos figuras coexistieron, a veces superponiendo las funciones en divisiones más reducidas (por ejemplo, Cantabria y Burgos). La figura del intendente chocó frontalmente con las visiones más conservadoras de la administración real, sobre todo las provenientes del Consejo de Castilla. A consecuencia de estos ataques, Felipe V modificaría las funciones de los intendentes, sobre todo despojándoles de sus poderes judiciales. También se crearía una junta especial de tres consejeros para que investigara e informara sobre las críticas realizadas por el consejo. El informe fue favorable al gobierno y a sus nuevos funcionarios. También se alababa su papel en la recaudación de impuestos y en el reclutamiento de tropas. Pese a ello los ataques a la institución de los intendentes continuaron. En 1721 se abolía la figura de los intendentes en todas aquellas provincias en las que no hubiese tropas y poco después se les despojaba de sus atribuciones financieras. Ello convirtió a algunos intendentes en figuras decorativas y se suprimieron en algunas provincias. Para 1721 sólo había intendentes en Barcelona, Zaragoza, Valencia, Sevilla, Badajoz, Salamanca, La Coruña, Pamplona y Palma de Mallorca y se establecieron distinciones formales entre el intendente de guerra y el intendente de provincia. Hacia 1724 se suprimieron los intendentes de provincia y hasta el final del reinado de Felipe V sólo existieron los intendentes de guerra que tuvieron como funciones exclusivas el reclutamiento, aprovisionamiento y pago de tropas. Caso de Juan Antonio Díaz de Arce, intendente de Zaragoza desde 1721 hasta 1736. Sería sucedido por Campillo. El sistema de intendentes sería restablecido en 1749. El Estado borbónico impuso en las provincias tanto el poder civil como el militar. Se abolieron los virreyes de la época de los Austrias, excepto en Navarra y fueron sustituidos por capitanes generales, que tenían el mando sobre todas las tropas en sus provincias y que, junto con los intendentes, constituían el eje del nuevo absolutismo. En cada provincia había un gobernador militar, pero solo en diez se contaba con un capitán general (Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca, Granada, Andalucía, Islas Canarias, Extremadura, Castilla la Vieja, Galicia y desde 1805, Asturias. El capitán general tenía jurisdicción civil y militar, ya que era presidente de la Audiencia. Militarización de la justicia por parte de los Borbones (los comandantes militares controlaban la imposición de la ley). Podían imponer la ley por encima del Consejo de Castilla. El rey no sólo era el principal ejecutivo, sino el único legislador, a pesar de que el Consejo de Castilla y las secretarías de Estado podían participar en el proceso legislativo. Reforzamiento del absolutismo. 15 Las Cortes perdieron su importancia. Felipe V sólo mantuvo unas únicas Cortes para toda España, abolió la de los reinos orientales, excepto las de Navarra. Sólo tres sesiones se celebraron en el siglo XVIII: 1701 – 1702. Las primeras para ser reconocido rey. 1724. Para prestar juramento a Fernando, el hijo de Felipe V. 1760. Fueron convocadas para prestar juramento al hijo de Carlos III, Carlos Antonio. Control de la Iglesia. Problemas con la Iglesia desde 1709, cuando el Papa Clemente XI reconoció al archiduque como rey de España Felipe V rompe relaciones diplomáticas con Roma y expulsión del nuncio. Cuando acabó la guerra se restablecieron las relaciones, pero la tensión volvió a dispararse cuando la agresiva política de Isabel Farnesio amenazó las posesiones papales. Pero por debajo de estas tiranteces estaba el intento de Felipe V de acabar con la jurisdicción papal y con los derechos del papado a recaudar impuestos. Pero el rey llegó más lejos cuando reclamó la autoridad sobre todas las instituciones eclesiásticas en España, incluida la Inquisición. Quería también: - El derecho a nombrar los cargos eclesiásticos en España (2/3 partes de los cuales estaba en manos del Papa). Las rentas de las sedes vacantes y las sumas que cobraban los tribunales eclesiásticos. Un informe de Macanaz: - Negaba al papado la potestad para recaudar tributos en España. Privar a los tribunales eclesiásticos de su poder temporal. Sólo a la corona le competía el nombramiento de los obispos. El Estado tenía derecho a imponer a la Iglesia tantos impuestos como considerar necesario. Disminución del número de órdenes religiosas. En la reforma de la Iglesia española estaba también interesado el Papado, pero la corona lo único que quería era controlar a la Iglesia católica española. 16 Finalmente el gobierno autorizó nuevas órdenes religiosas, más fiestas y dejó sin control a la Inquisición. Concordato de 1737. Objetivos: - - Nombrar a la mayoría de los cargos eclesiásticos en virtud de su patronato real. Obtener los máximos ingresos posibles de la Iglesia: recibir las rentas de las sedes vacantes que antes había recibido el Papa y que las propiedades eclesiásticas no estuvieran exentas de impuestos. Reforma del clero y control de su número. El clero había apoyado mayoritariamente la llegada de los Borbones al trono español, pero se había opuesto a las medidas de reforma y a los gobiernos que las habían querido poner en marcha. El número de clérigos nombrados para ocupar puestos de gobierno había descendido. Sólo ocupaba un papel importante el confesor real. En general, la influencia del clero en la Corte había descendido. Mayoritariemente las altas dignidades del clero eran regalistas, pero muchos sectores del clero, en especial del clero, bajo asociaban al regalismo con los ataques a los privilegios del clero. El bajo clero no quería ofrecer más poder a los obispos. Muchos clérigos veían la reforma de las instituciones eclesiásticas como una parte de la política financiera de la Corona. Intervención del Estado en la economía. La clave del poder de la nueva dinastía eran los ingresos. Si quería mantener la Corte, pagar a sus funcionarios, pertrechar a sus tropas o construir nuevos barcos, la Corona debía conseguir nuevos ingresos. El sistema impositivo era, básicamente, el mismo que habían heredado de los Austrias: una acumulación arbitraria de impuestos sin ningún plan preconcebido. La mayor parte de las contribuciones que recaían sobre el contribuyente – sobre todo sobre los contribuyentes castellanos – eran las rentas provinciales que se recaudaban sobre productos básicos de consumo. Este era el caso de la alcabala (impuesto sobre las ventas), seguido de un grupo de tributos como los cientos, tercias reales, millones, servicio ordinario y extraordinario, servicio de milicias y cuarto fiel medidor. El segundo grupo de impuestos eran los derechos de aduana y de comercio (tabaco y otros monopolios estatales o estancos).Luego estaban los derechos señoriales y varios impuestos variados. 17 Las recaudaciones de estos impuestos se arrendaban a individuos privados, que en ocasiones los subarrendaban o, incluso, los hipotecaban. La nobleza y el clero tenían un status fiscal especial. La Iglesia estaba teóricamente estaba exenta de tributar, pero en la práctica pagaba impuestos a la Corona. Otros de los ingresos importantes que recibía ésta eran las rentas procedentes de América que comenzaron a crecer a partir de 1730. Pero los pagos que tenía que hacer la Hacienda Real seguían siendo muy cuantiosos, sobre todo cuando se puso en marcha la reconquista de las posesiones italianas. Otra de las líneas de gasto fueron los subsidios que España entregaba a la corte vienesa. Otro capítulo ingente de gastos fue el programa de construcciones en que se embarcó Felipe V (palacio real, San Ildefonso, Aranjuez, etc), lo que incrementó los gastos de la Hacienda. Los gastos de la corte en servidores y criados que se movían al compás de los movimientos de la familia real fueron muy cuantiosos. Estos ejércitos de servidores no se ocupaban de gobernar España, sino en atender a la familia real y ocuparse de sus diversiones. Otro tipo de gastos eran los destinados a mantener la burocracia, el ejército y la marina. El resto de las necesidades no eran atendidas con igual interés Descuido de los auténticos intereses del imperio. - Aumento de los gastos. Aumento de los precios de los productos de primera necesidad. Encarecimiento del coste de la vida. Declive del comercio exterior. A finales de los años 30 los gastos destinados a la guerra y al mantenimiento de los territorios italianos, llevaron a la Hacienda Real a una situación insostenible Necesidad de una reforma financiera Reorganización del gobierno: Iturralde, nuevo ministro de Hacienda. Medidas: - Limitar el excesivo número de pensiones a cargo de los fondos públicos. Acabar con el desempeño de varios cargos por la misma persona. Recorte de los beneficios sobre los contratos del gobierno. Suspensión durante dos años del pago de todas las pensiones y los salarios extraordinarios (ahorro de 2,5 M. de pesos). Pagar al ejército en base a su fuerza real. A pesar de todo no se logró evitar en 1739 la suspensión de pagos, que causó un perjuicio en el crédito exterior y una gran desilusión en el interior. 18 Las campañas de Italia y, desde 1739, la guerra con Inglaterra obligaron al gobierno a adoptar medidas desesperadas como la venta de baldíos Concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos. También se proyectó la puesta en marcha en 1741 de un impuesto extraordinario de un 10% sobre todos los ingresos, no importa de qué fuente, concediendo exención al clero, a los abogados, médicos y a los trabajadores y comerciantes extranjeros. El cobro se encargaría a las ciudades según una cuota calculada previamente. Ante las dificultades se volvió a recaudar las rentas a partir de los impuestos sobre los productos Aumento de la carga impositiva de los consumidores y fin del experimento de un impuesto sobre la renta. No obstante, ahora Castilla soportaba en compañía de Cataluña (Catastro), aValencia (equivalente) y Aragón (única contribución) la carga fiscal del reino. El Catastro en Cataluña fue implantado por Patiño en 1716 como un nuevo impuesto del 10% sobre todas las propiedades urbanas y rurales y del 8% sobre los ingresos personales. Aunque en un principio se esperaba que produjese una cifra de 1.5 M. de pesos, en 1718 esta cantidad sería fijada en 1 M. El catastro no sustituía, sino que se añadía a los impuestos regionales indirectos ya existentes, se declararon exentos a la nobleza y al clero Cataluña pasó del privilegio a la de agravio fiscal. Felipe V no realizó grandes progresos con respecto a los Austrias. En relación a Carlos II, la carga sobre sus súbditos fue mayor ya que, junto a su incapacidad personal, la influencia de su segunda esposa sobre la política interior y sobre la internacional, fueron negativas. No obstante, hubo progresos: - La maquinaria del gobierno fue reformada y modernizada. Se reforzó el control sobre todas las regiones de España. La aristocracia de privilegio en la alta administración fue sustituida en la alta administración por la aristocracia de mérito 19