Capas, maletillas y Escuelas Taurinas Agosto 2017 Dentro de la XXXV Semana Cultural 2017, organizada por el Excelentísimo Ayuntamiento de El Real de San Vicente, y dentro del ciclo de “Conferencias”, expuse a los asistentes una visión sobre lo que fueron los “maletillas, capas y las Escuelas Taurinas”. Como quiera que nuestro Real, es y espero que siga siendo muy “torero”, deseo compartir con los que no pudisteis asistir, y en resumen, lo expuesto en aquel día. ¿Qué es ser “paje, matatoros, capa, maletilla, espontáneo o hacer la tapia? Sencillamente se responde a esta pregunta con que todas estas personas son...ARTISTAS. A raíz de la prohibición de torear a caballo que en 1723 Felipe V impuso a sus cortesanos, acarreó que los modestos “pajes o matatoros” empezaran a torear por su cuenta en las ciudades más importantes. Naciendo así la leyenda de los capas, maletillas o espontáneos, que con todos estos sinónimos se conocen. Nacen igualmente las ganaderías y se comienza a seleccionar los toros de lidia. En realidad, los “capas”, eran adolescentes que querían ser toreros, sin ningún recurso humano y que iban recorriendo España para aprender a torear. Chavales que les robaban muletazos a novillos que superaban los seis o siete años, verdaderas moles con arboladuras que daban pánico y que hacían que los espectadores pudieran albergar esperanzas de ver volar a alguno de los que se atrevían a “meter mano al novillo”. Iban recorriendo las fiestas de los pueblos, capeando un ganado maleado, viejo y que en cada derrote buscaban el bulto con descaro. Un duro y arriesgado aprendizaje en el que las primeras letras de la gloria eran las de aprender a defenderse de los gañafones del morlaco, de los mozos del pueblo y en no menos ocasiones del Cabo de la Guardia Civil, de aquí el decálogo del maletilla que expondré más adelante. Pero ya no quedan maletillas, bueno uno sí y con rango de Capitán General, Conrado, el maletilla de Ciudad Rodrigo que con sus 90 años ha seguido su afición pegando algún que otro muletazo en los Carnavales del Toro de dicha localidad. Hombre siempre sonriente, afable, tranquilo, educado, autodidacta, dejó el consumismo y el derroche, haciendo el paseíllo por la vida con lo imprescindible, haciendo hincapié constante en la Felicidad. Recuerda con entusiasmo el año 1964, en la plaza de Ciudad Rodrigo, cuando el Bolsín Taurino Mirobrigense, le dio la oportunidad de estoquear un novillo en su plaza más admirada. Los mayores aplausos fueron para Conrado. Pocos lograron llegar muy lejos como maletillas. Una de las excepciones la marcó Manuel Benítez El Cordobés, un hombre nacido en la pobreza que casi desde niño se tuvo que jugar la vida en espectáculos de pueblo, hasta que en los años 60 del siglo pasado, se convirtió en una de las grandes figuras del Arte de Cuchares. Son muchos los padres de la Tauromaquia los que empezaron de “maletillas”, saltando los cercados de las ganaderías. Algunos ejemplos: Juan Belmonte, a través de Manuel Chaves Nogales nos lo cuenta así : “Fuimos hasta Coripe. Las capeas habían reunido en aquel pueblo pequeñito quince o veinte torerillos hambrientos, que eran una plaga para las huertas de los alrededores. El cabo comandante de la Guardia Civil sabía por experiencia lo difícil que era contener, en los límites del respeto a lo ajeno, a aquella tropilla de muchachos famélicos, colocándolos bajo su custodia y vigilancia. Antes de empezar la corrida se pasaba un capote, y del dinero que se recaudaba se incautaba el cabo de la Benemérita. Cuidaba de él para que se comprase lo necesario para hacer un guisote con que había de alimentar a esas cuadrillas, y sólo cuando habíamos llenado la andorga nos dejaba salir por el pueblo. Lo sobrante nos lo repartía a partes iguales. Tocamos un día a quince céntimos por torero”. Curro Cano en “Sueños de gloria” de Lucas Aledón, es otro de los “maletillas más recientes” y hombre que se encarga de sacar a hombros por las puertas grandes de las plazas de Toros a los triunfadores de los festejos, dice de los “capas”: ….no me gustan las capeas mucho, pero los “capas” son mis compañeros de toda la vida; yo he ido mucho por los pueblos y he dormido en los pajares, como tantas figuras del toreo. Ibas a una plaza de carros y había un toro de 500 kilos y 40 “capas”; luego había que hacer un guiso con alguna gallina de un corral porque entonces pasabas hambre. Te jugabas la vida. El toro sabía bachiller. El toreo está muy difícil y creo que hoy es más fácil. Con los años que tengo aún me queda afición, pero me sobran kilos, pues desde que dejé de fumar he engordado. Me gusta ir a Cañete, Zafrilla, Montalbo, Palomares del Campo, Torrejoncillo, Torralba, Albalate de las Nogueras. Yo creo que he toreado en todos los pueblos de Cuenca, en algunos los toros me han dado verdaderas palizas. Cuando voy a la plaza y veo los jacos, los boñigos y el ambiente, me siento torero, y es entonces cuando me gustaría que me llevasen a mí a hombros, no yo a ellos. Estoy “arrimao” al toro y soy uno de ellos. Sebastián Castillo, natural de Venezuela, que va de capea en capea con una muleta y capote que le regaló José Tomás. Prefiere vivir entre el romanticismo y la marginalidad. Ha tenido varias actuaciones, entre ellas en Ciudad Rodrigo. Tuvo otra oportunidad en La Iglesuela (Toledo) en 2012. Tras la Iglesuela, toreó en nuestras Fiestas Patronales de 2012 con novillos de Rocío Moreno. Su objetivo era “hacer la tapia” en todas los tentaderos que pudiera. Logró torear al menos las 10 novilladas reglamentarias, para torear con picadores. Y a partir de ahí, decide que su sitio para llegar a ser figura estaba en la provincia de Sevilla. «No sabía ni siquiera dónde estaban las ganaderías, no tengo coche y mi único objetivo era hacer la tapia en todos los tentaderos que pudiera», narra este particular Lazarillo del toro, que se las ingenia cada día para sobrevivir. Luis Millán Sánchez “El Teruel”, nació en Vallanca (Valencia) pueblo lindante con la provincia de Teruel, el 9 de marzo de 1948. Al poco de su nacimiento sus padres se trasladaron a vivir a Teruel. Su primer festejo se produjo en 1965 Se trataba de un festival benéfico en el que se anunció como “El Turronero”, pues sus padres vendían como feriantes turrones y golosinas en los pueblos en fiestas. Durante los tres años siguientes vivió a salto de mata tratando de formarse como torero por tierras salmantinas de tentadero en tentadero, como señala Aniceto Blasco, “haciendo tapia” y aprovechando las ocasiones para robar unos muletazos a la vaca que ha sido toreada por el torero invitado a la finca. A este respecto cuenta la siguiente sabrosa anécdota: “En uno de estos tentaderos a los que acude se encuentra Santiago Martín “El Viti”, ha toreado una vaca hasta dejarla exprimida, el ganadero le da puerta y Luis pide permiso para bajar a torearla. ¡No le queda un pase chaval!, espérate a otra, le aconseja el ganadero. Pero Luis ya está en el ruedo de la plaza de tientas, deslía su muletilla y le pega más de veinte muletazos ante el asombro de todos los concurrentes siendo felicitado por el ganadero y por “El Viti”. Manuel Benítez El Cordobés. Si existe un hombre más conocido en el mundillo taurino en ésta época, es Manuel Benítez El Cordobés, el “maletilla” por antonomasia. Nace en Palma del Rio, Córdoba, el 4-5-1936. Huérfano desde muy pequeño. Junto a su amigo Juan María Horrillo, piensa que su liberación está en el triunfo en los ruedos. Inicia sus contactos con los toros invadiendo por las noches las ganaderías cercanas, especialmente la de D. Félix Moreno Ardamuy, con toros de sangre Saltillo. “La afición me entró de una manera muy tonta”, comenta. “Un día, cruzando un vado del Guadalquivir para rebuscar unos maíces, vi un toro de Moreno de la Cova, y en vez de asustarme fui un inconsciente y con un saquillo que llevaba me puse "¡Eeeeh, eeeeh!". El toro me vio y salió corriendo”. Y ahí arranca mi afición. Se dice que me metí a torero por hambre; no lo sé. Lo que sí es verdad es que me metí en un mundo de andar de noche por los cercados con la muleta, un cacho de trapo pintado, sin tener ni idea de torear. Y te vas liando y liando sin saber salir. Rafael Sánchez Ortiz “El Pipo” marca un antes y un después en la vida de Manuel Benítez. Quiso ser torero, llegando a vestir el traje de luces, pero su toreo no caló y tuvo que seguir vendiendo marisco y ser apoderado de toreros, entre otros, fue apoderado de: Pepe Escudero, José Ramón Tirado, José María Montilla Álvarez… descubridor en 1960 de Manuel Benítez El Cordobés. En su publicidad el slogan: “Sólo ante el peligro”. También apoderó a José Fuentes, popularizando esta frase: “Linares se lo llevó, Linares nos lo devuelve”. (Manolete – José Fuentes nace aquí) Decía que la única escuela que determinaba la esencia pura del toreo, era “el Valor y el Arte”. Manuel Benítez, a punto de abandonar el toreo, conoce a El Pipo, llegando a un acuerdo de representación por las plazas de toda España. El 15 de abril de 1960 sale a hombros de su Córdoba, mostrando un valor sin límites y escasos conocimientos, siendo volteado por las reses. El 27 de agosto de 1960 torea con picadores en su pueblo de Palma del Rio, con un saldo de 4 orejas y 1 rabo, anunciándose ya como “El Cordobés”. El 25 de mayo de 1963 toma la alternativa en Córdoba, teniendo por padrino a Antonio Bienvenida y de testigo a José María Montilla, con toros de Samuel Flores, cortando dos orejas al llamado “Palancar”. En la Feria de San Isidro de 1964 confirma la alternativa en Madrid. Actuaron como padrino, Pedro Martínez Pedrés y testigo, Manuel García Palmeño con ganado de Benítez Cubero. Recibe una oreja sin “entrar a matar” ya que fue corneado. Cosa singular en Las Ventas. Termino esta parte de “maletillas” con estos versos de Alejandro Téllez: “ Dijo el maletilla al mundo entero: Doy mi vida y todo, por torear un toro. Y si con mi sangre se mancha el ruedo, nadie se preocupe, son claveles rojos que vienen del cielo”. Decálogo del maletilla: 1.- Mucha vocación 2.- Capacidad de aguante 3.- Saber correr y esperar 4.- Saber trepar y dar un muletazo 5.- No tener un estómago delicado 6.- Esconderse y presentarse a tiempo 7.- Buenas palabras 8.- Caminar sin descansar 9.- Saber perder sangre, sin desmayarse 10.- Saber coger y dejar un tren en marcha. ¿Y ahora qué tenemos?.... Las Escuelas Taurinas. Si unimos TEMPLE y ENSEÑANZA, tenemos un TORERO. ¿El torero nace o se hace? El debate no es de ahora. Ya en el siglo XVI se hacen esta pregunta, ya que fue entonces cuando Juan de Valencia escribió por primera vez la sentencia de que “el poeta y el torero nacen y no se hacen”. Debemos estarle muy agradecido a este Juan de Valencia ya que compara al torero con el poeta, aquel que con su palabra mágica glorifica las realidades terrenas. La historia nos cuenta cómo el aprendizaje del toreo siempre vino de una tradición oral. Mirando, escuchando, analizando y aprendiendo delante del toro, es como un hombre puede aprender una actividad tan complicada. El ARTE, sea cual fuese su manifestación final, exige de otras condiciones personales. Al pintor… nadie le puede enseñar su sensibilidad íntima, que justamente es lo que le hace distinto. Con el torero pasa igual. Si en su corazón no anida ese misterio del toreo, jamás esa faena sublime llegará a los tendidos. La técnica se aprende, pero el temple es innato. Eso no se puede enseñar, puede aprender a torear despacio, pero no puede aprender a templar. A caballo entre tener ese misterio íntimo que contar y esa otra necesidad imperiosa de formarse en unos conocimientos básicos, hay que situar el verdadero papel de las ESCUELAS TAURINAS. Cuando nuestro Rey Fernando VII decide la creación del Real Colegio de Tauromaquia de Sevilla en 1829, se lo encarga a don Antolín de Cuellar y Beladiez, conde de la Estrella (*), un aristócrata que desde joven pasó a formar parte de la Real Armada. A él se debe que se pusiera en marcha este Real Colegio de Tauromaquia y la elaboración de un importante vademécum. La preocupación de nuestro Rey se centraba en que al retirarse Pedro Romero (1799), muerto Joaquín Rodríguez Costillares (1800) y José Delgado “Pepe Hillo” (1801) la Fiesta de los toros había entrado en una etapa de declive. El 26 de febrero de 1830 el citado Conde, envía un proyecto con la propuesta de la creación de una Escuela de Tauromaquia. Propone a Jerónimo José Cándido, ya retirado, como maestro, aunque posteriormente, por exigencia del propio Pedro Romero, será él quien sea designado como el primer maestro de la escuela por tener mayor antigüedad en el oficio. En agosto de 2017 hay inscritas en la Secretaria de Estado de Cultura, cincuenta y siete Escuelas Taurinas en España. Y…. ¿Qué forma existe mejor para saber qué hacen, que el visitarlas? Pues he visitado a dos de ellas. La Escuela Taurina de Madrid “José Cubero Yiyo” y la Escuela de Toledo “Domingo Ortega”. Escuela Taurina de Madrid “José Cubero Yiyo” Fue para mí la primera escuela taurina que visitaba y si ya de por si me enorgullecía el hecho de visitar una Escuela Taurina, más me motivaba el hecho de su emplazamiento, ya que era ni más ni menos que en la Plaza Monumental de Las Ventas. Dejando atrás las vicisitudes que tuve que realizar para entrar a “ver” a los alumnos de la Escuela, todo fue muy sencillo después de hablar con uno de los profesores que ese día estaba, Rafael de Julia. Él mismo fue el que, tras indicarle cuál era mi intención y para qué iba a verles, me dijo que tenía un alumno llamado Guillermo Plasencia García, y que era descendiente de padres de El Real de San Vicente y Castillo de Bayuela. El hecho de compartir unos momentos con todos aquellos chavales que estaban practicando aquello que realmente les gustaba, me emoció. Los profesores actuales son, José Pedro Pérez El Fundi, Rafael de Julia, y Miguel Rodríguez Alcañiz. Cuenta la escuela con más de cincuenta alumnos matriculados, su lugar de trabajo es en la propia plaza de toros de Las Ventas, “trabajan” de lunes a domingo, y la finalidad de la escuela es impartir los conocimientos de las diversas suertes de la Tauromaquia y enseñanza de carácter cultural y profesional. ¿Qué les vi hacer? mi experiencia de ese día Una de las cosas que me llamaron la atención cuando llegué al ruedo de Las Ventas, fue que todos los chicos y una chica, estaban haciendo ejercicios físicos, bien en el suelo o corriendo alrededor de los anillos de la plaza. Su profesor, en ese momento, Rafael de Julia, estaba pendientes de ellos, les hablaba de qué ejercicios debían hacer. Me dijo: “Cuidamos mucho el aspecto físico de los todos ellos”. Después vino la clase práctica. Todos cogen sus trastos y empiezan a ensayar: con la muleta, clavando banderillas en el toro de simulación, con el capote, entrando a matar…. y así una y otra vez. Estuve conversando con algunos de ellos, todos súper amables, y cada uno concentrado en lo que estaba haciendo, como si delante tuvieran realmente un toro. Me alegré por su amabilidad ya que parece que ese “mundillo” es un mundo cerrado y no es así. Algunos alumnos que componen la escuela son: Ángel Téllez, Álvaro Martin, Borja Jiménez, Manuel Espín, Nicolás Simón, Carlos Ochoa,…. y nuestro toledano, Guillermo Plasencia García, que hizo su presentación en la zona, en las Fiestas de Garciotún en julio-2017, en una novillada sin picadores, como “Guillermo García”, cortando las 2 orejas y rabo. Escuela Taurina de Toledo “Domingo Ortega” Está situada a las afueras de Toledo, en la carretera a Polán y en la finca “La Bastida”.Se creó en el año 1991, pasando por ella más de 100 alumnos. Entre ellos: Eugenio de Mora, José Luis Treviño, Álvaro Lorenzo, Rafael Heredero, Juan Herrero, Aarón Rodríguez, David Moreno, Manuel Alonso, Miguel Zazo, Estrella Magán…entre otros. Tiene más de 25 alumnos. Tras varias gestiones con la Diputación de Toledo, y con el propio director de la escuela, me presenté a José Luis de Vega (Joselito Vega) con el fin de obtener unas impresiones de los alumnos de la misma, fotos y video de su clase “diaria”. Biografía resumida de José Luis de Vega: José Luis nace en Cedillo del Condado (Toledo), pueblecito cercano a Mora de Toledo el 30-8-1969. Debuta en público el 25-9-1985. Con picadores en San Vicente Raspeig el 2-5-1987. Se presenta en Las Ventas el 1-5-1990 junto a Antonio Posada y Víctor Manuel Blázquez, con novillos de Alonso Moreno de la Cova (da 2 vueltas al ruedo venteño). Toma la alternativa en Mora, teniendo como padrino a José Antonio Campuzano y El Soro, con toros de Juan Luis Fraile el 18-9-1992. Tal vez sea también un claro ejemplo de capa o maletilla, ya que se traslada a la zona de Ciudad Real intentando hacer lo que ve a los grandes toreros de ése momento. Interesante fue la charla con el padre de uno de sus alumnos, Raúl, referente al entrenamiento y a los estudios del niño (ya que tiene 11 años). Era consciente de que su formación académica no podía fallarle, y me comentaba lo importante que era esa formación. Su entrenamiento es tanto físico, como toreo de salón, llevando a cada alumno a un conocimiento del toreo y “guiándolo” en su gesto, su cuerpo y su mano. Mientas a un alumno le dice cómo realizar ese movimiento, los otros alumnos están practicando una y otra vez. Capote, banderillas, faena y entrar a matar, eso una y otra vez. Palabras finales de Joselito de Vega: “… deberíamos abrirnos más los que nos llamamos taurinos, hacia los aficionados y personas que aman la Tauromaquia”. Y finalizo con unas palabras de Rafael Comino Delgado, escritor: “A los toros NO se va a divertirse, A los toros se va a EMOCIONARSE”.