¿Cómo es un sapo? - ¿Cómo es un sapo? – preguntó la princesa esa tarde de verano mientras paseaba por las cercanías del palacio. - ¿Por qué preguntás? – le dijo el ratón. - Porque quiero conocer a un príncipe y, para eso, tengo que besar a un sapo, ¡pero nunca vi a ninguno! - ¡Besar a un sapo! ¡puaj! – exclamó el ratón –. ¿Por qué no besás a un príncipe ya hecho? - Porque quiero uno nuevito, a estrenar, por favor, ¿cómo es un sapo? - Es verde y da saltos, rebotando como una pelota – respondió el ratón. - ¡Allá hay uno! – gritó la princesa, y salió corriendo detrás de una langosta-. ¡Se me escapó! – dijo al regresar-. Parece que se asustó cuando le quise dar un beso y dio un salto tan alto que ya no lo pude alcanzar. - ¡Es que no era un sapo, era una langosta!- le aclaró el ratón. -¡Pero yo quiero un sapo! ¿Cómo es un sapo? - Bueno, también tiene ojos saltonoes… ¡ahí hay uno! – y la princesa se fue corriendo detrás de un camaleón -. ¡Sapo, esperá que te quiero dar un beso! – pero tampoco lo pudo alcanzar. - ¡Cuando llegué el sapo se hizo invisible! - Es que tampoco era un sapo, era un camaleón – le explicó el ratón -; los camaleones cambian de color cuando no quieren ser encontrados… o cuando no quieren que los besen… y al tener el mismo color de lo que los rodea parece que no están. -¡Pero así nunca voy a poder encontrar a un sapo! – dijo la princesa, compungida. - Yo te voy a ayudar – la consoló el ratón, que había pensado en un plan-. ¿Ves ahí?, en esa casita con jardín vive un sapo, golpeá la puerta y preguntale si le podés dar un beso. -¡Toc, toc! – escuchó el chico cuando llamaron a su puerta, y no bien la abrió la princesa lo abrazó y, para su sorpresa, le dio un beso. -Pero yo no soy un… - y en ese momento el chico empezó a tener retorcijones en la panza y, poco a poco, se fue achicando ¡hasta quedar convertido en sapo!- ¡…sapo, croac! – terminó de hablar él. -¡Un sapo!, ¡por fin puedo ver uno!, ¿vendrías al castillo conmigo? – le preguntó la princesa, que a esta altura tenía más ganas de conocer a un sapo que a un príncipe. Y como al chico-sapo le gustaba la princesa se fue con ella contento, rebotando, de color verde y con los ojos saltones. María Martín Inédito.