Notas sobre la sección “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto” en El Capital de Karl Marx Marx, K. (2010[1867]). El Capital. Volumen. Madrid: Siglo XXI. Rubin señalaba que la interpretación más común de su época (principios del s. XX) reducía el fetichismo de la mercancía al problema de la falsa conciencia1; entendida esta como una comprensión errónea de la realidad de las relaciones sociales capitalistas (Rubin, 1928). De este modo, el fetichismo consistiría en concebir las relaciones entre personas como si fueran relaciones entre cosas. En contraposición, Rubin argumentaba que la cosificación de las relaciones sociales en el capitalismo no es solo una mistificación, sino un proceso real. Sin embargo, no descarta del todo las referencias al fetichismo como una falsa conciencia. En torno a esta dualidad – lo real y lo ilusorio – ha girado la discusión sobre el fetichismo de la mercancía. Fitzimonds (2016) sugiere que los autores que han seguido el “enfoque dualista” de Rubin (Shulz, 2012; Ehrban, 2010) no logran dar cuenta de la conexión interna entre ambos aspectos, presentando una relación causal entre aspectos exteriores, a saber, entre la forma mercantil del producto del trabajo y su efecto, la falsa conciencia. La tesis central de Fitzimond es que en el capítulo “el carácter fetichista de la mercancía y su secreto” Marx desarrolla “la unidad subyacente entre el fetichismo como forma de conciencia y determinación del producto del trabajo como mercancía (Fitzsimons, 2016, p. 45). La preocupación por indagar entre aquellas conexiones internas llevará a Futzimond a señalar que el “fetichismo de la mercancía” es la forma de conciencia que organiza el trabajo social en la sociedad mercantil y que, por ello mismo, el fetichismo es la mediación concreta de la transformación del producto del trabajo en mercancía. En palabras más sencillas, según Futzimond la mercancía en cuanto tal no podría existir sin la mediación de esta forma particular de conciencia. El fetichismo, entonces, no es una falsa conciencia acerca de una objetividad social ya constituida, sino la forma misma de establecimiento de dicha objetividad. Se espera, en efecto, estudiar el papel de la conciencia en el aspecto “real” del fetichismo, es decir, sobre cómo interviene la conciencia en la determinación del producto del trabajo como mercancía. 1 Diccionario filosófico de la URSS: Fetichismo de la mercancía: Representación tergiversada, falsa e ilusoria del hombre acerca de las cosas, mercancías y relaciones de producción (…) En los hombres surge la idea ilusoria de que las cosas mismas, las mercancías, por su propia naturaleza, poseen ciertas propiedades misteriosas, que en realidad no poseen. Contemporáneamente, esta es la interpretación del fetichismo predominante en el Marxismo Analítico. Mercancía: La mercancía, a primera vista, parece ser un objeto simple, sensible y ordinario. Su simplicidad corresponde a su valor de uso, y como tal nada de misterioso esconde. Ahora bien, al considerarlo como mercancía, el valor de uso presenta una propiedad, su valor, atributo distintivo de la mercancía con respecto al simple valor de uso. Una mesa de madera, a simple vista, no esconde nada, y es de claridad meridiana que el ser humano, mediante su actividad, modifica la madera y la convierte en mesa de modo que le sea útil. Pero, advierte Marx, la mesa “no bien entra en escena como mercancía, se trasmuta en cosa sensorialmente suprasensible”, es decir, conserva en cuanto valor una objetividad de naturaleza puramente social. Mantiene su utilidad, pero al relacionarse con otras mercancías y ponerse de cabeza sobre ellas (en su forma de equivalentes), sus atributos naturales (valor de uso) se convierten en forma de manifestación de contenidos sociales opuestos. Por consiguiente, el valor de uso pasa a ser expresión del valor, el trabajo concreto expresión del trabajo abstracto y el trabajo privado expresión del trabajo social. Estas expresiones invertidas (quimeras caprichosas), además, brotan de la mercancía misma – de su testa de palo – en su relación con las demás. Marx se propone estudiar la forma valor. El carácter místico de la mercancía no tiene que ver con el contenido del valor en ninguno de sus tres aspectos: 1. Igualdad cualitativa entre trabajos concretos y trabajos abstractos 2. Tiempo de duración del trabajo en tanto sustancia común. 3. La determinación inherentemente social del trabajo en sí misma. Estas tres determinaciones del trabajo son naturales, comunes a todas las sociedades, por lo que no explican las particularidades suprasensibles de la forma de mercancía. En contraposición, sugiere Marx, el contenido del valor aparece trasmutado como características del producto del trabajo: 1. El carácter común en tanto gasto del cuerpo humano (trabajo abstracto) de los diversos trabajos concretos, aparece en los productos como la propiedad común de ser valores, pese a su divergencia cualitativa en tanto valores de uso. 2. La cantidad de trabajo abstracto gastada en la producción aparece como la cantidad de valor del producto. 3. La determinación social de los trabajos aparece como relación de cambio entre los productos. Marx se refiere a estos atributos del producto como formas [formen] que reciben [erhälter] las propiedades del trabajo que lo produjo. En las secciones 1 y 2 del capítulo primero de El Capital la investigación se centra en el trabajo como contenido del valor. Luego, en la sección 3 el foco pasa a ser la forma del valor. En la sección 4, en cambio, el tema no es ni el contenido ni la forma, sino el modo concreto mediante el cual aquel contenido existe bajo esta forma. El interrogante que queremos resolver es “cómo, por qué, por intermedio de qué” el trabajo gastado en producir el valor de uso termina adoptando la forma de un atributo propio de este, el valor. Marx dirige su mirada sobre la relación del ser humano con su producto. La forma mercantil se refleja ante los hombres, es decir, se presenta a la conciencia de los individuos. Al analizar la relación del ser humano con su producto y la forma en que éste se representa dicha relación en su conciencia, lo que estamos mirando precisamente es la mediación a través de la cual el producto del trabajo asume la forma de mercancía. Como Marx sostiene, “es por medio de este quid pro quo2 como los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales”. Esto alude a que el carácter social del producto (valor) toma el lugar (sustituye) del carácter social del trabajo que lo produjo. La sustitución ocurre en la conciencia de los individuos cuando se enfrentan al producto de su trabajo. Para aclarar esta cuestión, Marx presenta dos analogías de esta forma de conciencia, una referida a la impresión luminosa de un objeto sobre el ojo humano, y otra que le permite resaltar el carácter “interno” del contenido que se exterioriza, es decir, su determinación puramente social. La encuentra en la religión. 1. Una impresión luminosa de una cosa sobre el nervio óptico no se presenta como excitación subjetiva de ese nervio, sino como forma objetiva de una cosa situada fuera del ojo. Con esta comparación Marx advierte de que la “impresión luminosa” no se presenta como lo que es – una excitación ocurrida al interior del ser humano – sino como algo que no es (directamente al menos), esto es, como un objeto exterior. Lo mismo sucede con la mercancía: el carácter social del trabajo (un atributo propio del ser humano como sujeto productivo) se presenta como otra cosa, como una característica de un objeto exterior al ser humano mismo. Pero, precisamente, la analogía no permite captar del todo la exteriorización que también caracteriza a la forma mercantil, en la medida en que, en última instancia, la luz que provoca la representación visual proviene de un objeto exterior al ser humano mismo3. 2 Locución latina que significa la “tomar una cosa por otra”. “Pero en el acto de ver se proyecta efectivamente luz desde una cosa, el objeto exterior, en otra, el ojo. Es una relación física entre cosas físicas. Por el contrario, la forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan de tal naturaleza. Lo 3 2. Las figuras religiosas se presentan como formas autónomas, exteriores, capaces de relacionarse entre sí y con los seres humanos, exactamente igual que las mercancías4. Pero su contenido real, al igual que el de las mercancías y a diferencia de los objetos físicos de la analogía de la impresión luminosa, es endógeno al ser humano: tanto las figuras religiosas como las mercancías son productos de la práctica humana. En un caso, por cierto, se trata de productos “de la mente”, mientras en el otro “de la mano”, pero esta diferencia no parece ser relevante. Ambas analogías refieren claramente a procesos que ocurren en el cerebro humano. Esto parece confirmar que este quid pro quo es, en esencia, un acto de conciencia. Desde estas analogías Marx introduce el término fetichismo: “A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil” (Marx, 2010, p.89). Esta expresión puede ser leída como la respuesta a la pregunta de cómo se realiza dicha sustitución ( quid pro quo) que constituye a la mercancía. Es decir, el fetichismo es la forma concreta a través de la cual el producto se convierte en mercancía. Ahora bien, ese quid pro quo, es la forma en la cual el productor se representa a su producto y, por lo tanto, el “fetichismo” es, en lo fundamental, un atributo del productor de mercancías y, más específicamente, de su conciencia. que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquellos” (Marx, 2010, p.89). 4 “De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana” (Ibid). La mercancía es un objeto exterior que satisface necesidades humanas de cualquier tipo. En tanto cosa Tomo IV: Productividad del capital a. La productividad del capital, expresión capitalista de la fuerza productiva del trabajo social El capital se reproduce cuantitativamente y cualitativamente. El capital es doble puesto que está formado por mercancías: Valor de cambio (dinero): valor que se valoriza, valor que crea valor al crecer como valor, obteniendo un incremento que hace del cambio de una cantidad dada de trabajo materializado por una cantidad mayor de trabajo vivo. Valor de uso: La producción capitalista es la primera que desarrolla en gran escala – desglosándolas de los trabajadores individuales independientes – las condiciones del proceso de trabajo, tanto las objetivas como las subjetivas, pero las desarrolla como potencias ajenas al trabajador individual y a las que éste se halla sometido. Productividad del capital: a. Coacción para producir plustrabajo (mayor cantidad de tiempo de trabajo de lo que es directamente necesario) b. Absorbe y se apropia, personificándolas en el capitalista, las fuerzas productivas del trabajo social y las fuerzas productivas generales de la sociedad, como la ciencia. ¿Cuál es la diferencia entre productividad del trabajo y productividad del capital? Trabajo productivo 1. Solo es productivo el trabajo que se convierte directamente en capital. Otra forma de decirlo es que solo es trabajo productivo aquel que crea plusvalía o sirva al capital como fuerza propulsora para crear más plusvalía y, por ende, para funcionar como capital, como valor que se valoriza. 2. Las fuerzas productivas sociales y generales del trabajo son fuerzas productivas del capital. Pero estas fuerzas productivas solo afectan al proceso del trabajo o solo guardan relación con el valor de uso. Se manifiestan como cualidades inherentes al capital en cuanto cosa, como su valor de uso. Nada tienen que ver directamente con el valor de cambio. Ya trabajen cien juntos o por separado, individualmente, el valor de su producto equivaldrá siempre a cien jornadas de trabajo. Por tanto, en cuanto productor de valor, el trabajo es siempre trabajo de un individuo, solo que expresado en términos generales. Lo que quiere decir que el trabajo productivo – como trabajo que produce valor – se enfrenta siempre al capital como trabajo de la fuerza de trabajo individual, del trabajador individual, cualesquiera que sean las combinaciones sociales que entre estos trabajadores se establezca en el proceso de producción. 3. Si el arrancar plusvalor, reivindicando para sí las fuerzas sociales productivas del trabajo, se manifiesta como cualidad natural del capital – y por tanto, como una cualidad derivada de su valor de uso – se manifiesta [a la inversa] como cualidad natural del trabajo el postular sus propias fuerzas productivas sociales como fuerzas productivas del capital y su propio producto excedente como plusvalía, como autovalorización Trabajo productivo e improductivo La productividad del capital consiste en que se enfrentan el trabajo – en cuanto asalariado - y la productividad del trabajo – en cuanto capital. El dinero se convierte en capital, es decir, un valor de cambio determinado con un valor que se valoriza, en valor + plusvalía, por el hecho de que una parte de dicho valor se convierte en mercancías que sirvan al trabajo de medios de trabajo, mientras otra parte se emplea para comprar fuerza de trabajo. Lo que hace esta compra es incorporar el uso de la fuerza de trabajo durante determinado tiempo al capital, o convertir determinada cantidad de trabajo vivo en una de las modalidades de existencia del capital, en entelequia (principio activo, según Aristóteles). Es en el proceso real de la producción donde el trabajo vivo se convierte en capital, ya que, de una parte, reproduce el salario – y, por tanto, el valor del capital variable – y, por otra parte, crea una plusvalía; y este proceso de transformación hace que la suma total del dinero se convierta en capital, aunque la parte de dicha suma que varía directamente es solamente la invertida en salarios. Si el valor se ha valorizado, la suma originaria de dinero, la magnitud de valor que se ha valorizado, funciona a un tiempo como valor que se conserva y se valoriza. En el proceso real de la producción, el trabajo se convierte realmente en capital, pero esta transformación se halla condicionada por el cambio originario entre dinero y la fuerza de trabajo. Esta transformación directa del trabajo en trabajo materializado que no pertenece al trabajador, sino al capitalista, es lo que hace posible que el dinero se convierta en capital, incluyendo la parte de él que ha adquirido la forma de medios de producción, de condiciones de trabajo. Antes de esto, el dinero, ya exista bajo su propia forma o en forma de mercancías -productos – cuya conformación les permite servir de medios de producción de nuevas mercancías, el dinero solamente en sí es capital. El trabajo que, frente a la fuerza de trabajo, cobra fuerza materializada e independiente, cuyo valor se conserva y se incrementa, es el trabajo productivo. Trabajo productivo es, simplemente, una expresión abreviada para expresar toda esta relación y el modo como la fuerza de trabajo figura en el proceso de producción capitalista. Por lo tanto, trabajo productivo – dentro del sistema de la producción capitalista – es aquel que produce plusvalía para el capitalista (dueño de los medios de producción) o que convierte las condiciones objetivas de trabajo en capital y a su poseedor en capitalista; por consiguiente, el trabajo que produce su propio producto como capital. De este modo, cuando hablamos de trabajo productivo, hablamos de un trabajo socialmente determinado, trabajo que implica una relación perfectamente determinada entre el comprador y el vendedor del trabajo. Ahora bien, aunque el dinero que se halla en poder del comprador de fuerza de trabajo solo se convierte en capital mediante este proceso y solamente en él llega a ser capital, razón por la cual estas cosas, antes de entrar en dicho proceso, no son capital, sino que están llamadas a convertirse en él, son, sin embargo, capital en sí: lo son por la forma independiente en que se enfrentan a la fuerza del trabajo y ésta se enfrenta a ellas, relación que condiciona y asegura el cambio por la fuerza de trabajo y el consiguiente proceso de transformación del trabajo en capital. Entrañan ya de antemano, frente a los trabajadores, el destino social que las llama a convertirse en capital y a mandar sobre su trabajo. Se las presupone, por tanto, frente a éste, como capital. En efecto, podemos llamar trabajo productivo en cuanto tal al que se cambia directamente por el dinero como capital o, para decirlo más concisamente, el que se cambia directamente por capital, es decir, por dinero que es en sí capital, que está destiado a funcionar como capital o a enfrentarse como capital a la fuerza de trabajo. La palabra trabajo, en el cambio directo entre este y el capital, va implícito el hecho de que el trabajo se cambia por dinero en cuanto capital y lo convierte, de hecho, en capital. Es trabajo productivo, por consiguiente, el que, para el trabajador, se limita a reproducir el valor previamente determinado de su fuerza de trabajo, pero, en cambio, como actividad creativa de valor, valoriza el capital o contrapone al trabajador mismo, como capital, los valores creador por él. Dos aspectos esencialmente distintos en el cambio entre capital y trabajo Para estudiar el cambio entre capital y trabajo, consideraremos dos aspectos distintos, pero que se condicionan entre sí 1. El primer cambio entre trabajo y capital es un proceso formal, en que el capital figura como dinero y la fuerza de trabajo como mercancía. 2. El segundo aspecto del cambio de capital y trabajo no tiene, en realidad, nada que ver con el primero y no es, en rigor, cambio alguno. Valor de uso específico del trabajo productivo para el capital El resultado del proceso de producción capitalista no es ni un mero producto (valor de uso) ni una mercancía, es decir, un valor de uso que posee un determinado valor de cambio. Su resultado, su producto, es la creación de plusvalía para el capital y, por tanto, de hecho, la conversión del dinero o la mercancía el capital, ya que antes del proceso de producción solo lo eran intencionalmente, en sí, en cuanto a su destino. En el proceos de producción se absorbe más trabajo del que se ha comprado, y esta absorción, esta apropiación del trabajo ajeno no retribuido, llevaba a cabo en el proceso de producción, consituye la finalidad directa que el proceso de producción capitalista se propone, ya que lo que el capital quiere producir como tal no es ni directamente un valor de uso para el propio consumo ni una mercancía para convertirla, primeramente, en dinero y más tarde en valor de uso. La finalidad de dicho proceso, es el enriquecimiento, la valorización del valor, su incrementación, la conservación del valor anterior y la creación de plusvalía. Y el proceso de producción capitalista solo logra este producto específico suyo mediante el cambio con el trabajo al que, por ello mismo, se da el nombre de trabajo productivo. Trabajo productivo: su producto nace supeditado de antemano al capital y su función no es otra que valorizarlo. Una cantante que vende sus cantos por su cuenta es una trabajadora improductiva. Trabajo productivo: produce capital Trabajo improductivo, trabajo que presta servicios. La compra de servicios, bajo las condiciones del capitalismo. Concepción vulgar de la relación entre capital y trabajo como cambio de servicio Qué es lo que distingue del cambio de dinero por trabajo productivo. Cuando el dinero se cambia directamente por trabajo sin que este produzca capital, sin que sea, por tanto, trabajo productivo, el trabajo se compra como un servicio, expresión equivalente al valor de uso específico que el trabajo, al igual que cualquier otra mercancía, presta, pero que es una expresión propia y específica del especial valor de uso del trabajo, cuando éste no presta servicio en cuanto cosa, sino en cuanto actividad. Llegamos a la conclusión de que no es meramente el cambio de dinero lo que convierte a éste en trabajo productivo y de que, por otra parte, el contenido de este trabajo es, de momento, indiferente. Es característica de todos los trabajos improductivos el guardar con la oferta la misma relación que guarda la compra de las demás mercancías con el consumo: depende del grado en que se explote a trabajadores productivos. De ahí que el trabajador productivo sea, de todas las personas, quien menos dispone de los servicios de trabajadores improductivos. Ya por lo que decía Ricardo, podemos darnos cuenta de hasta qué punto es improductivo, desde el punto de vista de la producción capitalista, el trabajador que, aun produciendo mercancías vendibles, solo logra cubrir con ellas el importe de su fuerza de trabajo y no produce, por tanto, plusvalía alguna para el capital. Es la teoría y la práctica del capital. Hemos visto que este proceso de producción no es simplemente un proceso de producción de mercancías, sino un proceso de producción de plusvalía. Absorción de plustrabajo y, por tanto, proceso de producción del capital. El primer acto de cambio formal de dinero y trabajo o de capital y trabajo solo es potencialmente la apropiación de trabajo vivo ajeno por trabajo materializado. El proceso real de apropiación se lleva a cabo en el proceso real de producción, que presupone ya como pretérita aquella primera transacción formal en que capitalista y trabajador se enfrentan como meros poseedores de mercancías, como comprador y vendedor, respectivamente. Y esto explica por qué todos los economistas vulgares se detienen en aquella primera transacción formal, precisamente para escamotear así la relación específica. La diferencia se manifiesta de un modo palmario en el cambio del dinero por trabajo improductivo, ya que aquí el dinero y el trabajo se cambian solamente en cuanto mercancías. Lejos de crear capital, este cambio es simplemente el desembolso de un ingreso. El trabajo de los artesanos y campesinos en la sociedad capitalista Según Marx, el trabajo de los artesanos y campesinos no sería ni productivo ni improductivo, a pesar de tratarse de productores de mercancías. Lo que ocurre es que su producción no entra dentro del marco del modo de producción capitalista. Ellos pueden producir plusvalía, pero su posición les permite reapropiarse de su plustrabajo o una parte de él (si pagan impuestos). El campesino o el artesano independiente se desdobla en dos personas: En cuanto poseedor de medios de producción, es capitalista; en cuanto trabajador, su propio asalariado. La función social de los medios de producción en la producción capitalista – que les hace expresar una determinada relación de producción – se halla tan íntimamente unida a la existencia material de estos medios de producción en cuanto medios. Los medios de producción solo se convierten en capital cuando se sustantivan como una potencia social frente al trabajo. En el caso del productor que nos ocupa – trabajador – es poseedor, propietario de sus medios de producción. Estos no son, por tanto, capital, lo mismo que el productor no es, en lo que a ellos se refiere, trabajador asalariado. A pesar de lo cual se los considera como capital y productor se ve desdoblado en sí, como si él, en cuanto capitalista, empleara a sí mismo como trabajador asalariado. El hecho de que él mismo pueda apropiarse el producto total de su propio trabajo, sin que el excedente del valor de su producto por encima del precio medio, de su trabajo, sea apropiado por un tercero, no lo debe a su trabajo, sino a la posesión de los medios de producción. Es, por tanto, la propiedad sobre éstos la que permite apoderarse de su propio plustrabajo, lo que hace que se comporte como su propio capitalista ante sí mismo en cuanto trabajador asalariado. El desdoblamiento se revela como una reacción normal, en esta sociedad. Se pone de manifiesto aquí de un modo muy palmario que el capitalista en cuanto tal es solamente función del capital y el trabajador función de la fuerza de trabajo. Y rige la ley de que el desarrollo económico distribuya las funciones entre diferentes personas, y el artesano o el campesino que produce con sus propios medios de producción va convirtiéndose poco a poco en un pequeño capitalista dedicado a explotar también trabajo ajeno o se ve despojado de sus medios de producción y convertido en trabajador asalariado. Tal es la tendencia, en la forma de sociedad en la que predomina el modo de producción capitalista. Ese algo común no puede ser una propiedad natural —geométrica, física, química o de otra indole— de las mercancías. Sus propiedades corpóreas entran en consideración, única y exclusivamente, en la medida en que ellas hacen útiles a las mercancias, en que las hacen ser, pues, valores de uso. Pero, por otra parte, salta a la vista que es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que caracteriza la relación de intercambio entre las mercancías. Dentro de tal relación, un valor de uso vale exactamente lo mismo que cualquier otro, siempre que esté presente en la proporción que corresponda. O, como dice el viejo Barbon: "Una clase de mercancías es tan buena como otra, si su valor de cambio es igual. No existe diferencia o distinción entre cosas de igual valor de cambio".8 En cuanto valores de uso, las mercancías son, ante todo, diferentes en cuanto a la cualidad; como valores de cambio sólo pueden diferir por su cantidad, y no contienen, por consiguiente, ni un solo átomo de valor de uso.