Subido por Marcia Rueda

Lectio

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Para reflexionar:
¿Qué apegos tengo, que no me deja ser libre para ver a Jesús con claridad ?
¿Cuantas veces hemos dejado escapar las bendiciones de Dios porque no
obedecemos lo que dice su Palabra?
¿Qué me hace falta para dejar que Jesús abra mis ojos y poder ver su luz?
ORA (ORATIO): ¿Qué le digo al Señor, motivada/o por su Palabra?
Venimos a tu presencia, Señor, como pobres ciegos, cúranos, como sanaste al «Ciego de nacimiento». Ten compasión de nosotros, hemos perdido el
sendero, pon tu barro en nuestros ojos con el amor de tus dedos.
Háblanos al corazón y manda que nos lavemos en las milagrosas fuentes
de tus Santos Sacramentos. Si te escuchamos con fe, si acatamos tus deseos, nos llenaremos de luz y seremos «hombres nuevos». Viviremos los
valores que anuncias en tu Evangelio, frente a los «sabios» del mundo,
Tú serás nuestro «Maestro». No queremos caminar entre sombras y tropiezos. Llena de luz nuestra vida, sal, Señor, a nuestro encuentro. Hoy confesamos con gozo que vienes del Dios del cielo. como el ciego, de rodillas,
te decimos: «Señor, creo».
ACTIO (Acción): ¿A qué me comprometo?
Cada uno recibe una vela, cuando la encienden responden a la pregunta
¿De que manera vas a ser luz en el mundo?
MOTIVACIÓN INICIAL:
La liturgia, nos lleva de la mano durante estos domingos de Cuaresma, al encuentro con el Resucitado.
La Samaritana nos habla de “agua de pozo”, “agua
muerta” para decirnos que Jesús es “agua de manantial, agua viva”. (Jn 4,5-42) ; y la Palabra ahora
nos presenta “El ciego de nacimiento, que nos habla de “oscuridad, tinieblas y caos” para decirnos
que Jesús es “La Luz”.
INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO: Pidamos al Espíritu Santo que ilumine y abra
nuestra mente y corazón , para comprender su Palabra.
Fruto nuevo de tu cielo https://www.youtube.com/watch?v=bzSJL88cqIo
LECTIO: ¿Qué dice el texto?
Del Evangelio según san Juan 9, 1-41
En cierta ocasión, al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus
discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó, él o sus padres para que
naciera ciego?”. Jesús respondió: “No fue porque él o sus padres pecaran,
sino que nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos
trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz
del mundo”. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se lo
puso al ciego en los ojos, diciéndole: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé
(que significa: ‘Enviado’)”. El ciego fue, se lavó, y al regresar, ya veía. Los
vecinos y los que antes estaban acostumbrados a verlo pedir limosna, decían: “¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?”. Y unos decían: “Sí,
es el mismo”. Pero otros replicaban: “No, es que se parecen”. Y el ciego
aseguraba: “¡Sí, soy yo!”. Entonces le preguntaron: “¿Y cómo se te abrieron los ojos?”. Respondió: “Ese hombre llamado Jesús hizo barro, me lo
puso en los ojos y me dijo que fuera a Siloé y me lavara. Yo fui, me lavé y
empecé a ver”.
Ellos le preguntaron: “¿Dónde está ese hombre?”. Él respondió que no sabía. Entonces llevaron al que había sido ciego a donde los fariseos. El día
en que Jesús había hecho el barro y le había abierto los ojos al ciego era
sábado. También los fariseos le preguntaron cómo había empezado a ver.
Él les dijo: “Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo”. Algunos de los
fariseos decían: “Ese hombre no es enviado por Dios, porque no guarda el
sábado”.
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Y otros replicaban: “¿Pero cómo puede un hombre
pecador hacer semejantes milagros?”. Y los pareceres estaban divididos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “¿Y tú qué dices de Él? –puesto que
fue a ti a quien te abrió los ojos”. Él respondió: “Que
es un profeta”. Pero las autoridades judías no creyeron que él había sido ciego y que había empezado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es este su hijo? ¿Certifican que nació
ciego? ¿Cómo puede ver ahora?”. Ellos respondieron: “Estamos seguros de
que es hijo nuestro y de que nació ciego. Pero cómo puede ver ahora, no lo
sabemos, ni sabemos quién le abrió los ojos. Pregúntenselo a él; ya es mayor de edad y puede contar lo que le pasó”. Esto lo dijeron los padres del
ciego por temor a las autoridades judías, pues ya ellas habían decidido que
si alguno reconocía a Jesús como Mesías, lo expulsarían de la sinagoga.
Por eso sus padres respondieron: “Ya es mayor de edad; pregúntenselo a
él”. Llamaron entonces por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Reconoce ante Dios la verdad. Nosotros sabemos que ese hombre es
pecador”. Él respondió: “Que sea pecador a mí no me consta. Una cosa me
consta, que yo era ciego y ahora veo”. Ellos le preguntaron: “¿Qué fue lo
que te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”. Él les contestó: “Ya se lo dije, pero
no me hicieron caso. ¿Por qué quieren oírlo otra vez. Es que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?”. Ellos lo injuriaron y le dijeron:
“Discípulo suyo lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés sí le habló Dios. Ese hombre no sabemos de
dónde viene”.
Él les replicó: “Pues esto es lo extraño: Él me abrió a mí los ojos, y ustedes
no saben de dónde viene. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores;
pero en cambio escucha al que lo honra y cumple su voluntad. Jamás se
había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si
este no fuera enviado por Dios, no podría hacer nada”. Ellos le dijeron:
“Con la carga de pecados que naciste, ¿vienes a darnos lecciones a nosotros?”. Entonces lo expulsaron. Jesús se enteró de que lo habían expulsado
de la sinagoga, y al encontrarlo, le preguntó: “¿Crees en el Hijo del hombre?”.
Él respondió: “¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?”. Jesús le dijo: “Lo
estás viendo: es el que te habla”. Entonces exclamó: “Creo, Señor”. Y se
postró ante Él. Jesús dijo: “Yo vine a este mundo a provocar la crisis: así
los que no ven verán, y los que ven quedarán ciegos”. Los fariseos que
estaban con Jesús oyeron esto y dijeron: “¿Acaso también nosotros somos
ciegos?”. Jesús les respondió: “Si fueran ciegos, no serían culpables. Pero
como dicen que ven, su pecado no tiene remedio”. Palabra del Señor.
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MEDITATIO (Meditación): ¿Qué me dice/qué nos dice el texto?
Todo el relato del ciego de nacimiento muestra como la persona pasa de
las tinieblas a la luz; de la esclavitud a la libertad; de no ser nada a ser un
ser humano completo.
1.– Con Jesús puedo pasar de las tinieblas a la luz.
Este ciego de nacimiento nunca ha visto la luz. Nunca ha podido disfrutar
del mundo de los colores. Ha vivido siempre en la noche de la tristeza, de
la inseguridad, del no saber dónde está. Imagen perfecta para definir una
persona, una sociedad sin Dios. Con Jesús descubre la maravilla del ver,
del poder caminar solo, de poder disfrutar de las montañas, las flores, los
animales, las personas. Y, sobre todo, de poder quedar fascinado ante la
presencia de Jesús, el hombre perfecto, el hombre cabal. Con Jesús ya podrá mirar a las personas “con la mirada de Dios, con la mirada del corazón”
Jesús hizo lodo y lo untó en los ojos del ciego y después le dio la orden de
que fuera a lavarse al estanque de Siloé. Su sanidad vino por su fe y obediencia. Conocía muy poco al Señor, pero hizo lo que le dijo. Cristo siempre nos da la oportunidad de mostrar nuestra fe cuando a través de su Palabra nos dice lo que debemos hacer y esta se prueba por la obediencia.
2.– Con Jesús puedo pasar de la esclavitud a la libertad.
El ciego era un esclavo. Un ser totalmente dependiente de los demás.
Su mundo era pequeño y muy reducido. El ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás.
Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va
a dar la movilidad y la independencia. Al no poder salir ni formarse, dependía de las costumbres, tradiciones y consejos de la familia. Sus padres
tienen miedo a las autoridades religiosas y no quieren comprometerse. Las
leyes religiosas prohibían curar en sábado y ponían la ley por encima de la
persona. El horizonte que se abre para él es indescriptible. El mundo ha
cambiado radicalmente. Su vida, anodina y dependiente, está ahora llena
de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su
interior sino ante los demás.
3.– Sólo Jesús me invita a dar el salto mortal del no-ser al ser.
No es la mejor manera de curar a un ciego el poner barro en sus ojos. Pero
simbólicamente este barro tiene relación con el barro del paraíso que, al
recibir el soplo de Dios, se convierte en un ser lleno de vida. Con Jesús se
reinicia el primer proyecto de Dios sobre el mundo. Es curioso que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces en Juan utiliza Jesús para
identificarse: «soy yo». Jesús le da su identidad. Antes “no era” y ahora
“es”. Sin Jesús no somos nada. Con Jesús somos lo que Dios quiso que
fuéramos desde el principio.
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