BARRO DOLIENTE La miseria tiene el mismo rostro dentro y fuera del umbral de las puertas. Sé que algo no está bien conmigo. Hay un sol naciente, el viento sopla sus frescuras, las calles vacías de gente son merodeadas por un jinete invisible, descarnado y con corona, los mendigos no temen la jinete, tocan las puertas, extienden las manos y piden alimento y solo reciben silencios o injurias. Ha aumentado el tamaño de mi garganta. Recuerdo aquellos días en que jugaba con mi perro, Demóstenes y yo, hemos sido inseparables, íbamos y veníamos por todos lados, el parque es nuestro lugar favorito. La tos es una duna que avanza constante, ya pasará. Me gusta hablar contigo, Demóstenes, no me juzgas, me escuchas con atención, tu silencio es elocuente y hasta cuando lames mi mano o mi cara en forma de respuesta lo haces con cariño. Ve como el miedo los recluye, como la ignorancia los moldea. Nunca dejamos de ser barro. El dolor se articula en todo mi cuerpo. Soy barro doliente. Reímos y ladramos, ladramos y reímos. Respóndeme algo, ¿Qué será de los desarraigados?, ¿de los que no pueden estar dentro de su casa?, ¿de los que nadie ve porque están sucios, desarrapados, de los que no tienen un trabajo?, de los que no tienen para comer hoy? Nos quedamos en silencio, me mira y lame mi mano y mi cara. Pobres, ¿no? Tengo que decirte que algo no está bien, no puedo respirar como hace días en el parque. Me levanto mi barro con dificultad, pongo a la correa a Demóstenes, vamos al hospital. Nos van a atender, vamos a estar bien, después volveremos a las andadas en el parque, comeremos un banquete y seremos más felices de lo que ahora somos; me hubiera gustado sentir la respuesta de mi único amigo y compañero. Seguiremos donde estamos, tú a mi costado en una calle vacía, la algarabía de los pájaros se ira desvaneciendo, el sol ha dejado de nacer, no volveremos a extender las manos porque jamás se nos volverá a dar injuria ni silencio por alimento, no tenemos miedo la jinete ni a su corona, porque el barro está listo para regresar al barro, nada nos dolerá ahora. Pablo Lanuza 26 de marzo de 2020