Número 9. Año 2010 FRANCISCO BLAY GARCÍA Arqueólogo Este artículo está basado la conferencia dictada a invitación de la Asociación Española de Amigos de los Castillos en el Palacio de Colomina, en Valencia, el día 18 de diciembre de 2009. Vamos a relatar la historia del señorío de Buñol de forma muy resumida, puesto que ha sido estudiada y publicada en diversas ocasiones, y no es el objetivo de esta conferencia. Nos detendremos sólo en aquellos aspectos clave y que vienen al caso de nuestra tesis. El castillo de Buñol y su distrito se incorporan a la corona aragonesa hacia 1238, como se deduce de la donación del señorío a Rodrigo de Liçana. Desconocemos las circunstancias en que se produjo, pues no hay referencia a una toma por la fuerza y parece más probable un pacto de rendición en el contexto de la lucha por la ciudad de Valencia y su territorio de influencia. Por las referencias del Llibre dels Feyts y a partir de las últimas campañas de excavación arqueológica, sabemos que existe un castillo de época islámica en el mismo emplazamiento, poco más. Las escasas estructuras que se han podido reconocer de este hisn apuntan a una distribución muy distinta, con una puerta situada hacia el teórico emplazamiento del poblado, al contrario que la distribución actual que pone el énfasis en el control de la comunicación hacia el campo. Las fuentes cristianas permiten relacionar los castillos de Buñol y Macastre sólo a partir de la donación conjunta de ambos a Rodrigo de Liçana, que inaugura la entrada del territorio en el período feudal. Esto no implica ninguna relación previa entre ambos distritos castrales diferente de la proximidad geográfica, sino más bien denota que existen como entidades independientes. Pero lo cierto es que desde el siglo XIV Buñol aparece como centro de referencia de un conjunto de pequeños núcleos de población, algunos en el origen de las poblaciones modernas de la comarca de la Hoya y otros despoblados desde 1609 o todavía antes. La documentación histórica que se conoce a partir de este momento se refiere en exclusiva a las transmisiones del señorío y otros datos administrativos o fiscales y, como es habitual en estas fuentes, no aportan ningún dato sobre el edificio o el territorio. De forma muy sintética, están bien establecidos los siguientes cambios de propiedad: En 1241 pasa a la orden de San Juan del Hospital, si Las torres vistas a ras del alto de San Pedro. Junto al cuarte de la Guardia Civil. bien en la carta de población de 1254 Jaime I aparece de nuevo como señor. En 1260 el señorío pertenece a la familia Fernandez / Ferrandis, línea bastarda de Don Jaime, hasta 1304, en que vuelve a propiedad de Jaime II, que lo adquiere para su hijo, futuro rey Alfonso IV de Aragón. El señorío quedará vinculado a la casa de Ugel desde el matrimonio de Alfonso con Teresa de Entença, heredera del condado en 1314, entre cuyo linaje permanecerá hasta la entronización de Fernando I y la resolución del conflicto sucesorio de la corona de Aragón en el denominado compromiso de Caspe, en 1413. En 1425 el feudo pasa por compra a Berenguer Mercader, entre cuyos herederos se mantendría, primero como baronía y desde 1604 como condado, hasta la extinción del señorío, en 1836. Los castillos feudales son una representación física y material del poder señorial, la historia del señorío se entreteje con la del castillo en la documentación, hasta hacerlos difícilmente distinguibles. Es así porque poseen un valor simbólico que no puede pasar desapercibido y que se materializa, por ejemplo, en la realización entre sus muros de diversas ceremonias que podrían realizarse en cualquier otro lugar del territorio señorial, como es el caso de la toma de posesión o acatamiento, con sus muy diversas variantes, la imposición del escudo de armas sobre las puertas o torres más visibles o la señalización de la presencia del señor en el feudo mediante el izado de la enseña en la torre mayor, que aunque parezca un reclamo turístico es un fenómeno bien documentado. [ 115 ] REVIST Bestorres del primer recinto defensivo. propio territorio o de la misión que se le asigna, de las posibilidades de socorro y complementariedad del sistema en que se integra,... y también, muy a menudo, de los condicionantes derivados de la continuidad de un emplazamiento proveniente de otros tiempos y que no se quiere desechar por diversos factores, casi siempre porque es más barato reformar que construir de nueva planta, porque los lugares con buenas cualidades defensivas naturales no abundan y porque es obligado destruir los emplazamientos militares que no se pueden ocupar. Durante los siglos XIII y XIV la posición geográfica confiere al castillo de Buñol un valor estratégico más o menos perdurable por su potencial control –más teórico que efectivo, todo hay que decirlo –, sobre las comunicaciones entre la llanura de la huerta de Valencia y las tierras meseteñas. Sin embargo ya durante la guerra de Sucesión Buñol no juega ningún papel destacable en el plano militar y el castillo es ocupado por los borbónicos sólo dos días después de Requena, el 4 de mayo de 1707. Podemos precisar más el punto de decadencia del valor militar del castillo. Puesto que en el período convulso que se desarrolla a raíz de la muerte de Martín I sin sucesión (1410), y tras la entronización de Fernando I de Antequera, la plaza trata de mantener fidelidad a su señor natural, Jaume de Urgell. Pero en la práctica, un pequeño ejército formado por 50 soldados de a pie, 20 jinetes y 4 bombardas, son suficientes para rendir la plaza en unos 3 días en julio de 1413, a pesar que los defensores habían tenido tiempo más que suficiente para aprestarse a la defensa, puesto que en realidad Jaume de Urgell había levantado en armas sus feudos casi tres años antes pretendiendo ejercer como rey, por lo que sus castillos debían hallarse pertrechados y dispuestos, con la orden clara de resistir1. Simplificando mucho la cuestión, esto se debe a que el fundamento de la institución de la nobleza tiene un carácter marcadamente militar, son los conmilitones, los compañeros de armas del rey, quienes ejercen de forma delegada el monopolio de las armas y se encargan, entre otras cosas, del control efectivo del territorio. En determinados períodos y circunstancias, ese valor simbólico de representación deviene casi la única razón de ser del edificio, que se convierte en un palacio más o menos ornado y no más defendible que una casa solariega. Pero no debemos olvidar que los castillos, por definición, en su origen y en todas las épocas, son ante todo instalaciones permanentes para el control militar del territorio. Son instalaciones construidas, mantenidas y actualizadas de forma regular para el desempeño de funciones estratégicas y tácticas concretas, a veces muy bien definidas y fáciles de reconocer, otras no tan evidentes vistas desde nuestra perspectiva actual. Así pues, es imposible una aproximación cabal al estudio de un castillo concreto sin entenderlo como una máquina de guerra, es decir, sin comprender el contexto tecnológico militar en el que se concibió y en el que evolucionó hasta su estado actual. Gran parte de las preguntas que se plantean al acercarse a la investigación arqueológica de un castillo tienen respuesta en la compresión de la evolución de la ciencia militar, de las tácticas ofensivas practicadas en cada momento, de la tecnología armamentística disponible y su capacidad destructiva, el alcance efectivo de las armas, las formas en que se utilizan o sus limitaciones de despliegue. El castillo en cuanto edificio militar es, por lo tanto, el resultado más o menos afortunado de la dialéctica entre tecnología de ataque y medios de defensa, con un infinito grado de variabilidad proveniente de la conjunción de la capacidad financiera del titular de la fortaleza, del valor del 1. Estellés Zanón, Emilio; Palmer Navarro, Roberto (1996). Sobre la toma del Castillo de Buñol. 1. ed. 08/1996: Ateneo de Buñol. [ 116 ] Número 9. Año 2010 La escasa capacidad práctica que la fortaleza presenta para el control del paso de las Cabrillas y en definitiva de los caminos entre Valencia y la meseta castellana, lo evidencia que en 1808 y en 1811 el centro efectivo de las operaciones militares se desplaza al propio paso del Portillo y el castillo no tiene más papel que el de servir de acuartelamiento de tropas. Algo parecido ocurrirá durante las guerras carlistas, cuando la plaza de nuevo sea ocupada con fines militares durante diversos períodos. De estos usos habidos en el siglo XIX quedan, además de la huella del saqueo de los espacios señoriales recogido por los cronistas de la época, algunos trabajos que corresponden a un intento de actualización de la fortaleza. Sobre todo, es visible el recrecido en varios metros de todo el parapeto norte, el más expuesto al campo. Se ciegan las almenas y disponen aspilleras, dispositivos mejor adaptados a la guerra de peones armados con fusiles. También se disponen pequeñas baterías en la torre mayor y en la albarrana, y poco más. Estas actualizaciones indican, por una parte, que el conjunto no había sido adaptado progresivamente, hasta el punto que mantenía la configuración defensiva al menos desde los tiempos de las guerras con Castilla y, por otra parte, que los aproches más peligrosos, por la muralla norte, estaban ocupados por construcciones civiles que se opta por mantener, construyendo una línea de aspilleras alta, por encima de los tejados, en vez de despejar el campo y crear una zona descubierta por delante del foso. La opción elegida, tan imprudente, puede entenderse si admitimos que la plaza se considera indefendible ante un ataque serio. Desde mediados del siglo XIX y con el trasfondo del proceso de reversión del señorío a la corona, el castillo es objeto de diversos proyectos de aprovechamiento que finalmente no cuajan, quedando al final a disposición del municipio, que organiza la construcción de viviendas en el interior. El más interesante, porque se conoce abundante documentación entre la que destaca un poco frecuente plano que recoge con gran precisión de detalles el estado del edificio a mediados del siglo, es el Proyecto de transformación de la Casa Castillo de Buñol en establecimiento municipal de Beneficencia que tampoco llegó a materializarse. Esta ocupación civil se produce al principio de forma regular y ordenada, pero en algunos años, probablemente por simple presión demográfica debida a la inmigración, la situación se desboca y queda ocupado y superpoblado cualquier rincón del recinto, hasta extremos insalubres y peligrosos. Desde los años 1960 y a razón de un proyecto por década, se han sucedido diversas intervenciones en el recinto. Las iniciales tendentes, sobre todo, a revertir la situación de precariedad de las viviendas, mediante compra o expropiación, para después rehabilitar las zonas despejadas de las murallas con mejor o peor fortuna. En el último decenio, ya casi deshabitado, continúa el proceso de adquisición y derribo de las viviendas y la progresiva restauración, de la que resulta, en conjunto, una paulatina repristinación del edificio a la época feudal. La torreta, preparada para instalar artillería en el siglo XIX. Programa defensivo Nada podemos decir del Husn islámico, del que sólo en la última campaña de excavaciones se ha podido obtener alguna noticia arqueológica. Sólo dos detalles importantes: al contrario que feudal, el acceso principal parece situado en la parte baja, donde debería estar el núcleo urbano. Además parece tener una extensión similar sobre la misma cresta rocosa, por lo que tendría los mismos problemas y requerimientos defensivos. A partir de una fotografía de principios del siglo XX conocemos de la existencia de una torre en el paraje denominado huerto del castillo, ahora desaparecida. Hay razones para pensar que esta torre podría haber estado en servicio ya en época islámica y habría funcionado como almenara para vigilar el campo en la plataforma superior y hostigar a un posible atacante. No sabemos que se aprovecha del recinto islámico. Al parecer, el lienzo este del recinto principal, aunque regruesándolo desde dentro más de una vez y media, también posiblemente el núcleo de la torre mayor por debajo del forro de sillares y quizá la torre almenara del Huerto del Castillo. Lo demás es obra nueva y se va a mantener sin apenas cambios ni actualizaciones importantes hasta el siglo XIX, desmoches aparte. El castillo feudal, de sobrio estilo gótico, edificado mediante la combinación de lienzos de hormigón encofrado y elementos de piedra labrada local, ocupa una plataforma, en gran parte artificial, que corona una cresta rocosa entre dos barrancos. [ 117 ] REVIST nentemente o como reducto temporal en este espacio amurallado. Habría funcionado entonces un esquema semejante al del castillo de Peracense (Sierra de Albarracín, Teruel), con el que el de Buñol guarda semejanzas formales a veces llamativas. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas no aportaron ningún elemento que avalara esta hipótesis y el contexto histórico muy bien documentado que justifica la disposición de aquel, no tiene ningún elemento paralelo ni comparable en la situación del señorío de Buñol durante la época de construcción del castillo. Esta llamativa disposición de doble recinto y con bestorres se entiende mejor si tenemos en cuenta que toda la defensa del primer recinto está concebida para ser dominada desde la torre maestra, lo que reforzaría en mucho el efecto de la compartimentación. Como ya hemos dicho, entre el primero y el segundo recinto se abre otro foso que, según algunos indicios --una pequeña polea de madera empotrada en una colisa sobre el arco-- se salvaba mediante un puente mixto: lo que parece indicar que el tramo final del tablero podía levantarse para impedir el paso simplemente tirando de una cuerda. Dispositivos similares y mejor conservados existen en parecidas circunstancias de defensa compartimentada, sin ir más lejos en Torres Torres, en Sagunto o en Peñíscola, este de 1707, y se mantienen en uso hasta fecha muy reciente y no está claro que este sistema fuera de época feudal, toda vez que la documentación prueba que los puentes se construyen en el siglo XVI. El recinto principal del castillo en época feudal alberga las dependencias señoriales. Es en realidad un recinto que puede defenderse de forma autónoma, dispone de aljibe y almacenes, capilla, residencia e incluso huerto, rodeado de las murallas más altas y gruesas. La defensa activa de este recinto estaba confiada a una torre albarrana que controlaba el vértice de la cresta y el acceso a la villa (?), una torre de flanqueo desaparecida hacia 1920 y la gran torre de sillería. Existe la costumbre de denominar del homenaje a esta torre, sin embargo, en realidad es todo este segundo recinto el que actúa como último reducto autónomo y bien aprovisionado, en el que la torre destaca por dos razones: porque es desproporcionadamente alta, para poder observar el campo más allá de la loma de levante y batir de forma efectiva la plaza y las defensas del primer recinto, pero además también porque el derribo de la planta noble y la cubierta de la casa palacio, por un lado, y el derrumbe de la muralla por el opuesto, la hacen destacar mucho más de lo prudente. Esta torre es el elemento más interesante y complejo del sistema defensivo de Buñol: el cuerpo inferior parece macizo, ahora al menos lo está, y carece de cualquier abertura, el acceso se hace desde la azotea del palacio, a una cámara con una ventana abierta al primer recinto. La plaza de armas está escalonada. El adarve dispone de merlones con ranguas para Restos de manteletes y cadahalso en la torre Mayor en una fotografía de principios del siglo XX. A ambos lados, poderosas paredes verticales de toba calcárea proporcionan una excelente defensa natural que confluyen en el extremo SO, donde una torre albarrana2. completa la defensa de los dos flancos. La pared oriental es más alta e impracticable, hasta el punto que las defensas no presentan aquí ningún elemento de flanqueo lateral ni vertical y, al menos en el programa original, apenas presentan aberturas. La pared occidental, bajo la que se asentaría el núcleo de población, es más irregular y de menos altura, lo que se compensó con escarpas artificiales y una serie de entre cuatro y seis torres que permiten el flanqueo lateral. En época feudal no hay más aberturas en este lienzo que algunas aspilleras en altura. La parte correspondiente al recinto principal no se ha conservado, debido a diversos hundimientos de los que tenemos noticias al menos en 1910. La estrategia principal del programa defensivo consiste en la compartimentación del recinto: un primer foso, amplio y excavado en la roca de lado a lado de la cresta, defiende el lienzo norte por la vía más lógica y accesible, mientras que este primer recinto está separado del recinto principal mediante otro foso. El primer foso lo flanquean dos torres que dominan ambos extremos y permiten tirar sobre el puente, al tiempo que una discreta ladronera y rastrillo u otro dispositivo similar protegen la puerta. Aunque el actual puente no es el original, tampoco se aprecian indicios de que hubiera alguno de tipo móvil. Lo más curioso es que esta cortina está formada por tres auténticas bestorres, abiertas a la plaza interior, que serían indefendibles una vez superada la puerta por el asaltante. Durante nuestras primeras intervenciones manejamos la idea de que este doble recinto podría deberse a la presencia de un núcleo de vecinos, cristianos viejos, asentados perma- 2. Para la terminología técnica utilizamos como referencia, entre otros, el libro de Luis de Mora-Figueroa (2006). Glosario de arquitectura defensiva medieval. Ministerio de Defensa. Centro de Publicaciones. 3ª ed. 01/2006. [ 118 ] Número 9. Año 2010 adecuada para emplazar un fonebol3. A partir del relato de las circunstancias previas a la toma de Cullera, podemos deducir que se considera un padastro viable el situado al menos a la misma cota que el objetivo a batir y a una distancia de entre 130 y 230 metros4. manteletes, pero lo más interesante es la disposición de huecos próximos a las esquinas que perecen corresponder al sistema de soporte de un matacán de madera o quizá de todo un cuerpo de cubierta, tan frecuente en otras torres del mismo ámbito castellológico –Gilet, por evidente, pero también Aledua, Montroy o la misma de Torres Torres– y tan necesario, como veremos, en el caso de Buñol. En el siglo XIX se instaló en este punto una pequeña batería reforzando los parapetos, pero la plaza de armas parece muy limitada para asentar un sistema de artillería neurobalística, un manganell o fonebol, y la disposición escalonada no mejora la falta de espacio, por lo que la defensa habría estado limitada, como en todo el recinto, a armas de mano, sobre todo ballestas o arcabuces. Si consideramos la menor de estas distancias, la puerta norte puede ser batida desde los altos donde ahora se asienta el barrio de Gila y desde otros puntos elevados. Desde el norte sería más difícil alcanzar el recinto principal y hasta aquí funciona bien el sistema de alejar los aproches. Pero desde las alturas orientales, en el punto en que ahora se sitúa el cuartel de la Guardia Civil, se domina cualquier punto del castillo casi con cualquier dispositivo artillero de tiro parabólico, probablemente ya con un fonebol o manganell, el dispositivo artillero de asedio utilizado desde las campañas de Jaime I hasta bien entrada la época de la artillería pirobalística y desde luego muy frecuente todavía en las campañas castellanas de mediados del XIV. Los problemas El primer foso sólo puede ser batido con eficacia desde flanco izquierdo –la derecha del atacante, lo que es positivo porque el escudo se sostiene con más frecuencia con el brazo izquierdo–, pero el flanqueo de las torres derecha y de la puerta son insuficientes, casi inexistentes. Además, no existen indicios de manteletes o de matacanes, por lo que tampoco parece posible un flanqueo vertical eficaz. El segundo foso sólo se puede hostigar desde la torre, que necesitaría de un muy potente dispositivo vertical para batirlo, y en este caso si que se conservan restos indicativos de un cadahalso, que ya hemos descrito. Pero los problemas defensivos de este castillo son de carácter más radical: A corta escala, el castillo parece coronar una cresta inaccesible y sería razonablemente fuerte para detener un ataque de los denominados de lanza y escudo, aunque la defensa del lienzo norte necesitaría de un buen número de peones para ser eficaz. Sin embargo, con una perspectiva sólo ligeramente más amplia, vemos que en realidad todo el aparato sólo domina una hoya profunda y en gran parte escarpada e intransitable –el barranco de las Ventas– y la pequeña platea en que se asienta la población, entre la cresta y el río Buñol. El resultado es que el castillo está rodeado de lo que en la terminología del siglo XV se denominan padastros. El cerro situado al norte y noroeste ya debía ser una preocupación en el programa original: con la muralla más grande y compleja situada de ese lado, y aun todo el primer recinto y la almenara, todo parece destinado a distanciar al máximo los aproches del recinto principal y dificultar un posible campo enemigo. Con todo este sistema y como el cerro se eleva progresivamente, se consigue que las mejores posiciones de ataque se sitúen a unos 80 metros de distancia de la muralla norte. En la Crónica del rey Jaime I se describe de forma indirecta la que en el siglo XIII se considera una posición El uso bélico de la pólvora se cita por primera vez en 1344, durante el sitio de Algeciras, y se difunde rápidamente por los ejércitos europeos, y con la artillería de pólvora aumenta pronto el alcance, aunque disminuyan el calibre y peso de la munición, lo que unido a que se trata de una tecnología todavía en fase de experimentación, conviva con otros sistemas más tradicionales durante mucho tiempo. Conclusión El castillo de Buñol es un buen ejemplo de arquitectura defensiva gótica, uno de los mejores de la comunidad valenciana, al menos en lo que toca a su magnífica conservación. El contraste con las dos fortalezas vecinas de Macastre y Chiva no puede ser más llamativo en ese sentido. Incluso Requena presenta un estado lamentable en comparación. Nuestra tesis es que todos estos edificios están arrasados porque se mantienen en servicio y sufren sucesivos ataques y actualizaciones hasta más allá de las guerras Carlistas, principalmente porque se mantienen útiles como aparatos bélicos. El objetivo de esta conferencia ha sido poner de manifiesto cuanto de este estado de conservación y estado prístino de la fortaleza de Buñol se debe, precisamente, a la prematura obsolescencia de su sistema defensivo, derivada sobre todo de la elección del emplazamiento, poco acorde con los requerimientos de la misión que tradicionalmente se le asignaba, y de difícil adaptación tecnológica. 3. Libre dels Feyts. Capitol XLV y XLVI del Libro de La Conquista del Reino de Valencia. 4. Esta diferencia de 100 metros procede del desacuerdo entre los investigadores locales sobre el emplazamiento concreto de la posición real, entre la más lógica y próxima, y el emplazamiento arqueológico del lugar “e quam fom a aquell lloch on solia haver dues torres, que es sobre lo castell…” cuyo emplazamiento concreto podría corresponder a la referencia más alejada, en una aventura en la que por cierto participa el propio Rodrigo de Liçana. [ 119 ]