Enoc Y El Hijo Del Hombre (1) LAS SIMILITUDES Por ahora sabemos que el libro de Daniel fue uno de los primeros apocalipsis escritos y también uno de los más influyentes. “Siempre que en los últimos trabajos ‘el hijo del hombre’, ‘este hijo del hombre’ o ‘el hijo del hombre’ es mencionado, la cita es de Daniel.”[1] Los últimos escritos apocalípticos hacen un creativo uso de Daniel 7 y desarrollan su propia expresión de fe y esperanza de justicia. Al comienzo del siglo II a.C., este cambio en el pensamiento religioso vino a ser evidente. Como las circunstancias en esta tierra eran injustas y los injustos estaban ganando, por primera vez, el concepto claramente definido de un reino trascendente y de una figura trascendental de los últimos tiempos, entró en el pensamiento judío. Las primeras evidencias judías para la interpretación y reutilización de Daniel 7:13-14 se encuentran en el segundo subgrupo de I de Enoc: Las Similitudes. La fecha de Las Similitudes ha sido una controversia, ya que ningún fragmento de este texto ha sido encontrado en Qumran. Algunos estudiosos, sin embargo, argumentan que la ausencia de Qumran no implica una fecha después del 70 d.C. “Ya que Las Similitudes no hacen alusión a la caída de Jerusalén, una fecha anterior al evento sería lo más probable”, escribe John Collins. [2] Si este es el caso, podemos confirmar que es aquí, en Las Similitudes, que se encuentran por primera vez algunos motivos importantes del Nuevo Testamento. Como veremos más adelante, “cuando utilizamos Enoc como contexto para el Nuevo Testamento, muchas ideas de los primeros cristianos toman un enfoque más claro y muchos de los vacíos del Nuevo Testamento pueden ser superados”.[3] Desde luego este texto es un recurso muy valioso para comprender la cultura y el trasfondo del público original de los Evangelios. Las Similitudes consisten en tres parábolas (capítulos 38-44, 45-57, y 58-69) y un doble epílogo (capítulos 70-71). El capítulo 37 introduce la composición total como “la visión de la sabiduría”. La propia revelación empieza con el ascenso de Enoc al final del cielo. Allí se le muestran todos los secretos celestiales. Luego en el capítulo 42, la primera parábola es interrumpida por un breve y sabio poema. El contenido del poema es altamente característico y encaja bastante bien con el pensamiento de Las Similitudes: “la Sabiduría se adelantó para morar entre los hijos de los hombres y no encontró lugar donde habitar”,[4] así que regresó al cielo y tomó asiento con los ángeles. La Tierra se ha entregado a la iniquidad, la sabiduría no puede ser encontrada en la Tierra pero está con los ángeles en el cielo. UNA NUEVA FIGURA La segunda parábola de Las Similitudes es de gran interés para nosotros porque introduce una nueva figura: “En aquel lugar, vi al Único, a quien pertenece el tiempo anterior al tiempo. Y su cabeza era blanca como la lana, y junto a él había otro individuo cuyo rostro era parecido al de un ser humano”.[5] Enoc entonces pregunta a su guía angelical sobre él, y el ángel responde: “Este es el Hijo del Hombre a quien pertenece la justicia y en quien habita la justicia”.[6] El Hijo del Hombre está presente aquí como un ser celestial: aunque parece humano, es un ser sobrenatural, estando en una relación muy especial con el mismísimo Dios”. No puede haber duda de que Las Similitudes de Enoc se refieren al Hijo del Hombre de Daniel 7. Más adelante en este libro, vemos que las expresiones “hijo del hombre”, “elegido”, y “el justo”, son todas identificaciones de la misma figura de los últimos días. Así pues, “Hijo del Hombre” viene a ser una imagen central. Este es el punto más importante para nosotros. Mientras que en el Libro de los Vigilantes, el que comentamos al principio de esta serie, el énfasis está en la realidad de la revelación celestial de Enoc —la realidad del mundo oculto, invisible, celestial—en Las Similitudes, el foco no solo está en el reino celestial, sino en la imagen celestial del Salvador invisible, “el Justo”, quien ha estado oculto y será revelado al final de los días”. Aquí no es solo el mundo celestial que da esperanza a los escogidos, es el Hijo del Hombre celestial quien les asegura de su destino especial. EL HIJO DEL HOMBRE Y EL MESÍAS Aunque pueda sorprender a un estudiante moderno del Nuevo Testamento que “otros judíos hayan estado imaginando varias figuras humanas como alcanzando el estatus de divinidad y sentándose al lado de Dios o incluso en el lugar de Dios en el trono divino”,[7] Las Similitudes nos proporcionan una clara evidencia de que las expectativas del Hijo del Hombre como Redentor divino-humano existieron en los tiempos de Jesús. “En las Similitudes de Enoc, un escritor judío de por allá del siglo I d.C. hizo un uso extenso del término “hijo del hombre” al referirse a una figura de redentor divino-humano en particular…, exhibiendo así muchos de los elementos que construyen la historia de Cristo… Las Similitudes no parecen haber sido producto de una secta solitaria, sino parte de un mundo judío más general de pensamiento y escrito”.[8] Podemos concluir, por lo tanto, que las especulaciones y expectativas del “hijo del hombre” estuvieron muy esparcidas al final del periodo del Segundo Templo. Aquellos lectores que recuerdan mi serie de El Mesías Oculto (o quienes leyeron mi libro As Though Hiding His Face), podrían recordarme resaltando el hecho de que, mientras los lectores cristianos de los Evangelios llaman a Jesús el Mesías de Israel, Él mismo evitó continuamente, cualquier uso del título “Mesías” mientras duró su ministerio público. Él nunca se llamó a sí mismo “Mesías”, en su lugar, Él se llamó el Hijo del Hombre —y se han dado cuenta de que en todos los Evangelios, “nunca, nadie preguntó: ‘¿qué es un Hijo del Hombre’? Ellos sabían de qué estaba hablando, creyeran o no en lo que decía”.[9] Esto significa que si verdaderamente queremos comprender el ministerio y el mensaje de Jesucristo en los Evangelios, necesitamos tener una comprensión completa del concepto “hijo del hombre”. La próxima vez, vamos a analizar las principales características del Hijo del Hombre en I de Enoc, y las compararemos con lo que encontramos en los Evangelios. Una vez más, se sorprenderán al escuchar un sonido muy “cristiano” en algunas de las citas de I de Enoc: “Y de aquí en adelante no habrá nada corruptible; porque el Hijo del Hombre ha aparecido, Y se ha sentado en el trono de Su gloria, Y toda la maldad desaparecerá delante de Su rostro, Y la palabra de ese Hijo del Hombre saldrá adelante. Y será fuerte delante del Señor de los Espíritus”.[10] Continuará… Extractos de mis libros están incluidos en este artículo (y muchos otros posts también), por eso, si te gustan mis artículos, podrían gustarte también mis libros, puedes obtenerlos a través de mi página: https://blog.israelbiblicalstudies.com/julia-blum/ [1] Leo Baeck, Judaism and Christianity: Essays, Philadelphia, Jewish Publication Society of America, 1958 , 28-29 [2] John J. Collins, The Scepter and the Star, p.177 [3] Margaret Barker, The Lost Prophet, Abingdon Press, 1988, p.3 [4] I de Enoc 42:2 [5] I de Enoc 46:1 [6] I de Enoc 46:3 [7] Ibid [8] Boyarin, Daniel. The Jewish Gospels (Kindle Locations 1178-1185). The New Press. Kindle Edition. [9] Ibid. [10] Enoc 69:29