Subido por Andrea García Ortiz

Informe sobre la situación de las personas con trastorno mental en el medio penitenciario

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INFORME SOBRE LA
SITUACIÓN DE LAS
PERSONAS CON
TRASTORNO MENTAL EN
EL MEDIO PENITENCIARIO
Máster Universitario en Criminología y Seguridad
Andrea García Ortiz
28/03/2020
ÍNDICE
1. Introducción. Breve referencia normativa. ...................................................... 2
2. Análisis de la situación y de los recursos disponibles. .................................... 5
2.1. Los hospitales psiquiátricos penitenciarios. ................................................. 5
2.2. Trastornos mentales en prisión. ................................................................... 7
3. Conclusiones. ................................................................................................. 10
4. Bibliografía. ................................................................................................... 12
1
1. Introducción. Breve referencia normativa.
El artículo 20 del Código Penal establece que estará exento de responsabilidad criminal
“el que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o
alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa
comprensión”. Es decir, para que una persona se considere inimputable no basta con
que sufra un trastorno mental, sino que este debe afectar al momento de los hechos, de
manera que queden anuladas las capacidades intelectivas y volitivas del autor.1 En los
casos en los que existe una anomalía o alteración psíquica que influye en los hechos
pero no llega a anular estas capacidades, nos encontramos ante una eximente incompleta
y es posible la atenuación de la pena (art. 21.1ª CP). También cabe la aplicación de la
atenuante de análoga significación del art. 21.7ª CP.
A los inimputables no es posible condenarles a una pena pero sí aplicarles una medida
de seguridad. El art. 6 del Código Penal señala que “las medidas de seguridad se
fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto al que se impongan, exteriorizada
en la comisión de un hecho previsto como delito”. Estas medidas no podrán tener una
duración superior a la pena abstracta prevista para el delito, ni exceder del tiempo
necesario para prevenir la peligrosidad del autor.
El Título IV desarrolla la regulación de las medidas de seguridad y en el artículo 101 se
establece que “al sujeto que sea declarado exento de responsabilidad criminal
conforme al número 1.º del artículo 20, se le podrá aplicar, si fuere necesaria, la
medida de internamiento para tratamiento médico o educación especial en un
establecimiento adecuado al tipo de anomalía o alteración psíquica que se aprecie”.
En los casos de eximente incompleta en los que el sujeto es considerado semiimputable,
el Juez puede imponer, además de la pena de prisión, una medida de internamiento (art.
104 CP). Esta medida de seguridad se cumplirá primero y su duración se abonará a la de
la pena. Y, una vez alcanzada la medida, el juez podrá suspender el cumplimiento del
resto de la pena si esta pusiera en peligro los objetivos conseguidos a través del
internamiento psiquiátrico (art. 99 CP).
1
La capacidad de comprender las normas (capacidad intelectiva) y la capacidad de actuar conforme a
ellas (capacidad volitiva).
2
Los establecimientos a que se refiere el art. 101 del Código Penal se encuentran
regulados en Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria (LOGP)
y en el Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento
Penitenciario (RP). El artículo 7 de la LOGP enumera los diferentes tipos de
establecimientos penitenciarios: de preventivos, de cumplimiento de penas y especiales.
El art. 11 explica que los establecimientos especiales son aquellos en los que prevalece
un carácter asistencial: los centros hospitalarios, los centros psiquiátricos y los centros
de rehabilitación social. De estos tres, los únicos que se han establecido en la práctica
han sido los centros psiquiátricos. Los centros de rehabilitación social para el
cumplimiento de medidas de seguridad nunca se han desarrollado y la labor de los
centros hospitalarios ha sido asumida por el sistema sanitario general (Lacal, Peñarada y
Solar, 2018).
El Reglamento Penitenciario no se refiere a “centros psiquiátricos”, sino a
“establecimientos o unidades psiquiátricas penitenciarias”. Estos se regulan en el
Capítulo VII del Título VII del Reglamento (artículos 183 a 191). Mientras que los
centros psiquiátricos son los establecimientos psiquiátricos penitenciarios propiamente
dichos, las unidades psiquiátricas son parte integrante de un establecimiento
polivalente.2 Es decir, suponen la creación de módulos psiquiátricos en los centros
penitenciarios comunes.3
Llegados a este punto, debemos preguntarnos qué pasa con aquellas personas que,
aunque son imputables, posteriormente se observa que padecen un trastorno mental.4
Esto es lo que se denomina “enfermedad mental sobrevenida”. El artículo 60 del Código
Penal establece que si se aprecia en el sujeto, después de pronunciada sentencia firme,
una situación duradera de trastorno mental grave que le impida conocer el sentido de la
pena, el Juez de Vigilancia Penitenciaria suspenderá la pena de prisión y garantizará la
asistencia médica. En estos casos, el JVP puede decretar la imposición de una medida
de seguridad privativa de libertad.5 Los artículos 991 y 992 de Ley de Enjuiciamiento
Criminal (LECrim) también contemplan el deber de la Administración Penitenciaria de
2
Art. 12 RP: Se entiende por establecimiento polivalente aquel que cumple los diversos fines previstos en
los artículos 7 a 11 de la Ley Orgánica General Penitenciaria.
3
Estos no han llegado a desarrollarse. Solo Cataluña cuenta con una Unidad de Hospitalización
Psiquiátrica en el recinto de Brians 1.
4
También es posible que el sujeto sea semiimputable y que la alteración psíquica se agrave
posteriormente.
5
Que no podrá ser más gravosa que la pena sustituida.
3
incoar un expediente de enfermedad mental sobrevenida y de comunicarlo al Juez.6 Sin
embargo, y como veremos a continuación, muchas personas con trastornos mentales
graves cumplen penas en prisión y no se les aplica esta regulación (Fernández-Arévalo,
2017).
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el trastorno mental no aparece en fase de ejecución sino
que sobreviene en fase de instrucción o enjuiciamiento? En estos casos, la LECrim
prevé que el Juez someta al procesado a la observación de los Médicos forenses en el
establecimiento en que estuviese preso o en otro si fuera más a propósito o estuviese en
libertad (art. 381 LECrim). Si la enfermedad sobreviniera después de cometido el delito,
se mandará archivar la causa hasta que el sujeto recobre la salud (art. 383 LECrim). Si
la alteración psíquica es permanente e irreversible, deberá cesar la intervención penal
sobre el sujeto y darse traslado al Ministerio Fiscal para que inste las actuaciones
pertinentes en materia de incapacitación o internamiento en la vía civil (SSTS 669/2006,
de 14 de junio, y 971/2004, de 23 de junio).
En la práctica observamos que las personas que padecen trastornos mentales se ven
obligadas a cumplir la medida cautelar de prisión provisional en un centro penitenciario
común. Muchas veces es porque la enfermedad pasa desapercibida en el proceso penal.
Sin embargo, otras veces el tribunal es consciente de ello y decide acordar la prisión
provisional, pues legalmente esto es posible (art. 503 LECrim) y nuestro ordenamiento
jurídico no prevé la posibilidad de internamiento psiquiátrico como medida cautelar
(Lillo-Roldán, 2017).7 Además, no hay una previsión legal que obligue a instituciones
penitenciarias a comunicar al tribunal la detección de una anomalía o alteración psíquica
en los presos preventivos.8
El art. 184 del Reglamento Penitenciario establece la posibilidad de ingresar en un
establecimiento o unidad psiquiátrica penitenciaria a los detenidos o presos con
6
Aunque el art. 992 de la LECrim se refiere al tribunal sentenciador, debe entenderse que la
comunicación ha de dirigirse al Juez de Vigilancia Penitenciaria por aplicación del art. 60 CP.
7
Esto ha sido denunciado por la Fiscalía General del Estado y por el Tribunal Constitucional: “La misma
atribución de la condición de preso, siquiera sea acompañada del adjetivo provisional, a quien se sabe
desde un principio exento de responsabilidad penal por ausencia de imputabilidad, constituye un
contrasentido, toda vez que supone la imposición con carácter provisional de una medida (la prisión) cuya
posibilidad de imposición con carácter definitivo está a priori descartada” (STC de 2 de noviembre de
2004)
8
Como hemos comentado, esta obligación sí que existe en el caso de penados (arts. 991 y 992 LECrim y
60 CP). El art. 278.2 RP obliga a comunicar a la autoridad judicial el ingreso en centros hospitalarios y el
traslado por razones sanitarias a otro establecimiento penitenciario, pero no la mera aparición de
anomalías psíquicas en el interno preventivo.
4
anomalías psíquicas para su observación cuando así lo ordene el juez. No obstante, una
vez emitido el informe forense a que se refiere el art. 381 de la LECrim, el Centro
Directivo podrá acordar su traslado a otro centro. Es decir, aunque el juez acuerde el
internamiento en un centro psiquiátrico para su observación, finalmente la
Administración Penitenciaria puede trasladar al preso preventivo a un centro ordinario.
2. Análisis de la situación y de los recursos disponibles.
2.1. Los hospitales psiquiátricos penitenciarios.
En España únicamente disponemos de dos centros psiquiátricos penitenciarios: uno se
encuentra en Sevilla y otro en Alicante. El Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla
se ocupa de la asistencia de la población psiquiátrica penitenciaria masculina de
Extremadura, Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla. El de Alicante se encarga de la
población del resto del resto de CCAA9, así como de la población femenina de todo el
territorio nacional. Esta realidad vulnera lo establecido en el artículo 191.2 del
Reglamento Penitenciario, que establece que la Administración Penitenciaria procurará
que la distribución territorial de las instalaciones psiquiátricas penitenciarias favorezca
la rehabilitación de los enfermos a través del arraigo a su entorno familiar.
Uno de los principales problemas en ambos centros es, como resulta evidente, la
sobreocupación. El Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante dispone de 371
camas y su ocupación media es del 105%. Por su parte, el de Sevilla cuenta con 158
camas y su ocupación es del 117% (SGIP, 2011). Diferentes asociaciones de
profesionales y de familiares han denunciado esta situación de hacinamiento y de total
abandono por parte de instituciones penitenciarias (Gallastegui, 2017).
Otro aspecto alarmante es la falta de recursos personales. Cada centro cuenta tan solo
con un psiquiatra, el cual debe encargarse de la totalidad de internos del centro (tanto de
su tratamiento como de proponer el mantenimiento o cese de la medida de seguridad).
Esto ha sido denunciado por el Defensor del Pueblo que, tras visitar el HPP de Sevilla
en diciembre de 2018, señaló que “las carencias de personal limitan la función
asistencial”. También advierte de que son necesarias numerosas reparaciones y obras en
9
Con excepción de Cataluña, que tiene transferidas las competencias en materia penitenciaria.
5
las instalaciones, pues “la estructura del edificio principal tiene un tamaño reducido con
presencia predominante de cemento, lo que potencia la sensación de enclaustramiento”.
Además, las habitaciones son compartidas por varios pacientes, pudiendo resultar
agobiantes.10 Ha denunciado también las deficientes condiciones higiénicas del centro:
humedades en las duchas, basura en distintas áreas del recinto, fuerte olor en las
habitaciones, etc. (Defensor del Pueblo, 2019).
Los principales problemas de estos centros son tanto estructurales como de
funcionamiento. En los mismos solo existen tres órganos colegiados: el Consejo de
Dirección, la Junta Económico-Administrativa y los Equipos Multidisciplinares (art.
265.4 RP). A diferencia de lo dispuesto para los centros penitenciarios ordinarios, en los
psiquiátricos penitenciarios no existen ni Juntas de tratamiento ni Comisiones
disciplinarias.11 Para suplir la ausencia de las Juntas de tratamiento, la Dirección
General de Instituciones Penitenciarias, en la circular 7/1996 de 12 de junio, asignó sus
funciones al Consejo de Dirección.12 Esto supone la inexistencia en estos centros de la
figura del jurista o del educador, garantes de los derechos de los internos, lo cual supone
un “completo despropósito” (Cerezo y Díaz, 2016; p. 19).13
En cuanto al funcionamiento, la falta de personal médico y de un perfil asistencial en los
funcionarios de vigilancia, favorece un ambiente custodial y regimental, frente a uno
más tratamental. La ayuda externa del sistema sanitario es prácticamente nula y los
convenios que prevé el Reglamento Penitenciario (arts. 182.3 y 185.2) nunca se han
desarrollado. Existe además una falta de coordinación con los jueces para alzar o
suspender las medidas.14 Los internos que han cometido delitos graves contra las
personas pasan años encerrados y es poco frecuente que el juez alce o modifique su
10
Por ello recomienda realizar “una remodelación integral del establecimiento, que incluya una
ampliación sustancial del tamaño de las instalaciones y considerar la ubicación de los pacientes en unas
dependencias que reúnan unas condiciones más adecuadas para la función rehabilitadora que se
persigue”.
11
El legislador no lo consideró necesario porque en los HPP no existe el sistema de clasificación por
grados y el régimen disciplinario se encuentra prohibido expresamente en el art. 188.4 RP.
12
El Consejo de Dirección está pensado para asumir funciones muy distintas (de carácter burocráticopenitenciario) y está compuesto por el Director, el Subdirector de régimen, el Subdirector de tratamiento,
el Subdirector médico, el Subdirector de personal, el Subdirector de los CIS y el Administrador.
13
Además, los terapeutas, monitores y funcionarios de vigilancia no tienen voz en ningún órgano. La
figura del criminólogo en la institución penitenciaria solo se ha instaurado en Cataluña (Cáceres García,
2007).
14
Solo unos siete pacientes al año salen del HPP de Alicante para beneficiarse de medidas alternativas
(como el tratamiento ambulatorio en su entorno familiar). Otras medidas como la custodia familiar se
aplican en uno o ninguno.
6
medida, especialmente en aquellos casos que han creado una gran alarma social. Por
otro lado, son numerosos los casos de medidas de corta duración que no permiten un
tratamiento adecuado (y en muchas ocasiones los hechos son muy anteriores a la
entrada en el centro). Por todo ello, los hospitales psiquiátricos penitenciarios no curan
ni rehabilitan, sino que desocializan y estigmatizan (Cáceres García, 2007).
2.2. Trastornos mentales en prisión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la prevalencia de trastornos
mentales en la población penitencia es hasta siete veces mayor que en la población
general (Fernández-Gordillo, Giráldez-Ramírez y Carretero-López, 2017).15 En España
existen diversos estudios sobre la incidencia de patologías mentales en la población
reclusa pero muchos de ellos son parciales (se limitan a unos pocos centros) y tienen
una metodología poco contrastada.
La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (SGIP) realizó una encuesta en
2006 a los médicos de los 64 centros penitenciarios existentes basándose en las historias
clínicas de los internos (no se incluyeron los hospitales psiquiátricos penitenciarios).
Según este estudio, la prevalencia de trastornos mentales en prisión es del 25,6% (y el
12,1% de los internos presenta patología dual)16. Este porcentaje se incrementa al doble
(49,6%) si se incluye el trastorno por consumo de sustancias (SGIP, 2006).
En 2011, diferentes profesionales del grupo de trabajo de Salud Mental en Prisiones de
la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria y de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría publicaron el estudio PRECA (Vicens et al., 2011). Este se realizó
sobre 707 hombres ingresados en diferentes centros penitenciarios de Cataluña, Madrid
y Aragón, y mostró que un 84,4% de los internos habían sufrido algún trastorno mental
en su vida y un 41,2% lo habían sufrido en el último mes.17 Su metodología ha sido
replicada en investigaciones posteriores en otros centros penitenciarios, arrojando
15
Varios motivos: efecto específico de la prisión sobre los internos, desaparición de los manicomios,
aumento de la población sin recursos de todo tipo que se encuentra marginada (en la que hay un número
considerable de personas con trastorno mental, en especial psicosis crónicas) y trastornos provocados por
el consumo de sustancias tóxicas.
16
Diagnóstico de adicción a sustancias además del diagnóstico psiquiátrico.
17
Trastornos más frecuentes - Prevalencia vida: por consumo de sustancias (76,2%), por ansiedad
(45,3%), trastornos el estado de ánimo (41%) y trastorno psicótico (10,7%) / Prevalencia mes: por
consumo de sustancias (17,5%), por ansiedad (23,3%), trastornos del estado de ánimo (14,9%) y trastorno
psicótico (4,2%).
7
resultados similares e incluso más preocupantes (e.g. FAISEM, 2012; Zabala-Baños,
2016).
Los datos más actuales disponibles sobre la situación de la salud mental en las prisiones
los encontramos en las cifras que el Gobierno facilitó al diputado de EH Bildú Jon
Iñarritu hace unas semanas. Según las mismas, actualmente en las prisiones españolas
hay 1.661 personas con trastorno mental, 1.536 hombres y 215 mujeres (Albin, 2020).
Ahora bien, debemos tener en cuenta que estos datos oficiales únicamente representan
aquellos casos en los que el trastorno mental ha sido detectado. En muchas ocasiones la
enfermedad mental pasa desapercibida en el proceso penal y el sujeto es condenado una
pena.18 Aunque el art. 60 CP prevé su detección posterior y la conversión de la pena en
una medida de seguridad, su aplicación en la práctica es poco frecuente (Roldán
Barbero, 2019).
En los casos en los que la anomalía psíquica es detectada y se aplica una eximente
completa (art. 20.1 CP) o incompleta (art. 21.1 CP), el enfermo permanece en el centro
penitenciario, donde se solicita plaza en uno de los Hospitales Psiquiátricos
Penitenciarios. Al no haber plazas suficientes, se prioriza los supuestos de
inimputabilidad y se considera que la enfermería de la prisión es un lugar adecuado para
el cumplimiento de la medida de seguridad (Cerezo y Diaz, 2016).19
Esta situación empeora, como ocurría en los psiquiátricos penitenciarios, por la falta de
recursos personales. En las prisiones españolas hay 296 médicos para toda la población
penitenciaria (en torno a 50.000 personas).20 Debido a las deficientes condiciones
laborales, estos profesionales prefieren trabajar en el sistema público de salud o en la
18
Ninguna de las partes solicita la aplicación de la eximente (ni abogados ni fiscales detectan la
enfermedad), no se pide la prueba pericial psiquiátrica por falta de recursos económicos del procesado, se
celebra un juicio rápido o se trata de una estrategia procesal de la defensa (las personas que cumplen
medidas de seguridad no se benefician del sistema de individualización científica: no pueden acceder a
permisos de salida, al tercer grado, a la libertad condicional, etc.).
19
Para suplir la falta de regulación aplicable a las personas que cumplen medidas de seguridad privativas
de libertad en los centros penitenciarios ordinarios, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias
dictó la Instrucción 19/2011, de 16 de noviembre, por la que se establecían una serie de medidas: todos
los internos que se encuentren en esta situación serán asignados a un mismo Equipo Técnico (ET) que
contará en todo caso con la presencia de un médico, para la asignación de un módulo concreto
prevalecerán los criterios de intervención terapéutica, el ET formulará el programa individual de
reinserción y como máximo cada 6 meses elevará un informe a la Junta de Tratamiento con el juicio
pronóstico de peligrosidad del interno (al menos una vez al año la Junta deberá remitir un informe al JVP
sobre la continuación de la medida). El régimen disciplinario no será de aplicación (art. 184.4 RP).
20
97 tienen más de 60 años (están a punto de jubilarse), 165 tienen entre 50 y 60, 24 tienen entre 40 y 50
y 10 tienen menos de 40.
8
sanidad privada antes que como funcionarios de prisiones.21 El art. 214 del RP señala
que todos los internos deben ser examinados por un médico en el plazo de veinticuatro
horas desde su ingreso y en el art. 36 de la LOGP se establece que “en cada centro
existirá al menos un médico general con conocimientos psiquiátricos”. Sin esta
valoración clínica, no es posible detectar si la persona padece una enfermedad mental.
Esta exploración es necesaria para la posible apreciación de eximentes y atenuantes,
pero también para prevenir el riesgo de suicidio y de agresión al funcionariado o a otros
internos. Un ejemplo ilustrativo de esta falta de recursos asistenciales lo encontramos en
la Prisión de Picassent (Valencia), la cual debería disponer de veintiún médicos y solo
se han cubierto seis plazas, llegando a contar con solo dos médicos en algunos periodos.
Además no existe ningún tipo de coordinación con la sanidad comunitaria para conocer
la historia clínica del interno (Plataforma de Sanidad Penitenciaria, 2019).
La SGIP, consciente de la gravedad del problema, en los últimos años ha desarrollado
una serie de medidas para mejorar la situación de las personas con trastorno mental que
se encuentran en los centros penitenciarios ordinarios. En 2009 se implantó el Programa
de Atención Integral a Enfermos Mentales (PAIEM). Este programa se encuentra
dirigido a aquellos internos que presentan trastornos mentales graves 22 y tiene tres
objetivos de intervención: detectar, diagnosticar y tratar a los internos; mejorar su
calidad de vida aumentando su autonomía personal y la adaptación al entorno; y
favorecer su resocialización y la derivación a los recursos socio-sanitarios de la
comunidad. El PAIEM se aplica en 69 centros penitenciarios (en el 97%) y en cada uno
de ellos cuenta con un Equipo Multidisciplinar propio que se encarga de su ejecución23
(SGIP, 2018).
Estudios posteriores demuestran que, aunque las intenciones de la SGIP son buenas, en
ocasiones el programa adolece de una falta de presupuesto que dificulta su aplicación
21
Aunque la Ley 16/2003, de 28 de mayo, de cohesión y calidad del sistema nacional de salud, estableció
que los servicios sanitarios dependientes de Instituciones Penitenciarias se transfiriesen a las CCAA para
su plena integración en los correspondientes servicios autonómicos de salud, esta norma sigue sin
aplicarse y solo se han transferido las competencias en Cataluña y el País Vasco.
22
Incluye: trastorno bipolar, trastorno psicótico, trastorno depresivo mayor, trastorno paranoide y algunos
trastornos graves de la personalidad.
23
De los 69 Equipos Multidisciplinares del PAIEM, 62 cuentan con trabajador/a social, 61 con
psicólogo/a, 56 con educador/a, 52 con subdirector/a de tratamiento, 41 con médico, 35 con
profesional/es de ONGs, 34 con subdirector/a médico o jefe/a de los servicios médicos, 33 con
enfermero/a, 19 con jurista, 16 con psiquiatra, 12 con monitor/a ocupacional, 8 con monitor/a deportivo, 8
con director/a de programas, 5 con director/a, 4 con maestro/a, 4 con funcionario/a de vigilancia, 2 con
representante de FAISEM, 1 con subdirector/a de tratamiento del CIS y 1 con fiscal.
9
(Castejón, Pallarés, y López, 2010). Las actuaciones que se realizan son adecuadas en la
fase de detección, estabilización y rehabilitación pero presentan problemas en la fase de
reincorporación social. Solo un tercio de los internos son derivados a los recursos
comunitarios con éxito. Esto mejora cuando intervienen entidades del tercer sector en la
derivación a los servicios de salud mental de las CCAA (no obstante, estos últimos
también andan limitados de recursos y plazas de atención). Son necesarios mecanismos
de coordinación entre las diferentes administraciones (Sanz, Gómez, Ruiz, Pozuelo y
Arroyo, 2014).
Para completar esta fase de reinserción, en 2012 se instauró el Programa Puente de
Mediación Social, cuyo fin es facilitar la reinserción social de las personas con TMG
que se encuentran en el tercer grado penitenciario o en libertad condicional. Este se
desarrolla en los Centros de Inserción Social (CIS) de los centros penitenciarios. Su
aplicación por primera vez en el CIS Victoria Kent de Madrid demostró su adecuación
para favorecer la vinculación con la familia y con los servicios comunitarios de salud
mental (SGIP, 2014).
Cabe tener en cuenta que los internos con TMG que se encuentran cumpliendo una
medida de seguridad en un centro ordinario no pueden acceder al tercer grado ni a la
libertad condicional ya que no se les aplica el sistema de individualización científica y
de clasificación en grados, por lo que no podrán disfrutar de este programa. Igualmente,
el PAIEM está dirigido a aquellos internos que, a pesar de sufrir una enfermedad mental
(ya sea esta anterior o sobrevenida), se les consideró responsables del delito cometido y
están cumpliendo una pena de prisión, pero no a aquellos que están sujetos a una
medida de seguridad (Fernández-Gordillo et al, 2017).
3. Conclusiones.
La situación de las personas con trastorno mental en el medio penitenciario español es
de una legalidad cuestionable. Aunque nuestro Código Penal prevé un modelo de doble
vía (según el cual quienes están sujetos a responsabilidad criminal son condenados a
una pena y quienes son inimputables son sometidos a una medida de seguridad), la
realidad demuestra que nos encontramos ante un sistema indiferenciado en el que
muchas personas que sufren alteraciones psíquicas son condenadas a penas de prisión y,
10
aunque se les considere irresponsables y se les aplique una medida de seguridad
privativa de libertad, finalmente acaban cumpliendo ésta en un centro penitenciario
común (Roldán Barbero, 2019). Por otro lado, la falta de recursos tiene como
consecuencia que la normativa penitenciaria que prevé medidas asistenciales y de
resocialización quede en papel mojado. Aunque la SGIP ha desarrollado algunos
programas para mejorar esta situación, aún queda mucho por hacer.
Las prisiones no son el lugar adecuado para tratar a nadie. Es más, suponen un entorno
hostil que puede agravar el trastorno ya que fomenta en el interno ansiedad,
deprivaciones sensoriales, aumento de la agresividad, consumo de drogas, etc. Si ya es
bastante cuestionable que las prisiones sirvan para resocializar, todavía lo es más
cuando hablamos de personas que sufren trastornos mentales. El paso por la prisión
hace que estas tengan un doble estigma: el de delincuente y el de enfermo. Como hemos
visto, el problema no desaparece cuando la persona es internada en un Hospital
Psiquiátrico Penitenciario. Estos funcionan como auténticas cárceles y provocan incluso
más desarraigo social que las prisiones.
El Estado debería reaccionar de otra forma ante los enfermos mentales que cometen
delitos. Una posible alternativa sería despenalizar estas conductas y garantizar la
asistencia de la persona en la vía civil. Otra opción sería mantener la respuesta penal
pero respetando en la práctica la separación entre imputables y no imputables, pero para
ello es necesario que existan centros psiquiátricos penitenciarios para todo el territorio
nacional. Eso sí, deberían ser centro dotados de recursos personales y materiales que
garanticen un tratamiento adecuado de los internos, así como su integración social (que
faciliten los contactos con el exterior para evitar los efectos de la institucionalización
psiquiátrica). Como esta opción no parece viable a corto plazo, sería recomendable que,
al menos, se establecieran módulos o unidades psiquiátricas en todos los centros
penitenciarios. Es necesaria una reforma integral del sistema actual. No son necesarios
cambios legislativos sino que bastaría con que Instituciones Penitenciarias cumpliera
con la normativa vigente.
11
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