INFORME SOBRE LA SITUACIÓN DE LAS PERSONAS CON TRASTORNO MENTAL EN EL MEDIO PENITENCIARIO Máster Universitario en Criminología y Seguridad Andrea García Ortiz 28/03/2020 ÍNDICE 1. Introducción. Breve referencia normativa. ...................................................... 2 2. Análisis de la situación y de los recursos disponibles. .................................... 5 2.1. Los hospitales psiquiátricos penitenciarios. ................................................. 5 2.2. Trastornos mentales en prisión. ................................................................... 7 3. Conclusiones. ................................................................................................. 10 4. Bibliografía. ................................................................................................... 12 1 1. Introducción. Breve referencia normativa. El artículo 20 del Código Penal establece que estará exento de responsabilidad criminal “el que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión”. Es decir, para que una persona se considere inimputable no basta con que sufra un trastorno mental, sino que este debe afectar al momento de los hechos, de manera que queden anuladas las capacidades intelectivas y volitivas del autor.1 En los casos en los que existe una anomalía o alteración psíquica que influye en los hechos pero no llega a anular estas capacidades, nos encontramos ante una eximente incompleta y es posible la atenuación de la pena (art. 21.1ª CP). También cabe la aplicación de la atenuante de análoga significación del art. 21.7ª CP. A los inimputables no es posible condenarles a una pena pero sí aplicarles una medida de seguridad. El art. 6 del Código Penal señala que “las medidas de seguridad se fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto al que se impongan, exteriorizada en la comisión de un hecho previsto como delito”. Estas medidas no podrán tener una duración superior a la pena abstracta prevista para el delito, ni exceder del tiempo necesario para prevenir la peligrosidad del autor. El Título IV desarrolla la regulación de las medidas de seguridad y en el artículo 101 se establece que “al sujeto que sea declarado exento de responsabilidad criminal conforme al número 1.º del artículo 20, se le podrá aplicar, si fuere necesaria, la medida de internamiento para tratamiento médico o educación especial en un establecimiento adecuado al tipo de anomalía o alteración psíquica que se aprecie”. En los casos de eximente incompleta en los que el sujeto es considerado semiimputable, el Juez puede imponer, además de la pena de prisión, una medida de internamiento (art. 104 CP). Esta medida de seguridad se cumplirá primero y su duración se abonará a la de la pena. Y, una vez alcanzada la medida, el juez podrá suspender el cumplimiento del resto de la pena si esta pusiera en peligro los objetivos conseguidos a través del internamiento psiquiátrico (art. 99 CP). 1 La capacidad de comprender las normas (capacidad intelectiva) y la capacidad de actuar conforme a ellas (capacidad volitiva). 2 Los establecimientos a que se refiere el art. 101 del Código Penal se encuentran regulados en Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria (LOGP) y en el Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento Penitenciario (RP). El artículo 7 de la LOGP enumera los diferentes tipos de establecimientos penitenciarios: de preventivos, de cumplimiento de penas y especiales. El art. 11 explica que los establecimientos especiales son aquellos en los que prevalece un carácter asistencial: los centros hospitalarios, los centros psiquiátricos y los centros de rehabilitación social. De estos tres, los únicos que se han establecido en la práctica han sido los centros psiquiátricos. Los centros de rehabilitación social para el cumplimiento de medidas de seguridad nunca se han desarrollado y la labor de los centros hospitalarios ha sido asumida por el sistema sanitario general (Lacal, Peñarada y Solar, 2018). El Reglamento Penitenciario no se refiere a “centros psiquiátricos”, sino a “establecimientos o unidades psiquiátricas penitenciarias”. Estos se regulan en el Capítulo VII del Título VII del Reglamento (artículos 183 a 191). Mientras que los centros psiquiátricos son los establecimientos psiquiátricos penitenciarios propiamente dichos, las unidades psiquiátricas son parte integrante de un establecimiento polivalente.2 Es decir, suponen la creación de módulos psiquiátricos en los centros penitenciarios comunes.3 Llegados a este punto, debemos preguntarnos qué pasa con aquellas personas que, aunque son imputables, posteriormente se observa que padecen un trastorno mental.4 Esto es lo que se denomina “enfermedad mental sobrevenida”. El artículo 60 del Código Penal establece que si se aprecia en el sujeto, después de pronunciada sentencia firme, una situación duradera de trastorno mental grave que le impida conocer el sentido de la pena, el Juez de Vigilancia Penitenciaria suspenderá la pena de prisión y garantizará la asistencia médica. En estos casos, el JVP puede decretar la imposición de una medida de seguridad privativa de libertad.5 Los artículos 991 y 992 de Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) también contemplan el deber de la Administración Penitenciaria de 2 Art. 12 RP: Se entiende por establecimiento polivalente aquel que cumple los diversos fines previstos en los artículos 7 a 11 de la Ley Orgánica General Penitenciaria. 3 Estos no han llegado a desarrollarse. Solo Cataluña cuenta con una Unidad de Hospitalización Psiquiátrica en el recinto de Brians 1. 4 También es posible que el sujeto sea semiimputable y que la alteración psíquica se agrave posteriormente. 5 Que no podrá ser más gravosa que la pena sustituida. 3 incoar un expediente de enfermedad mental sobrevenida y de comunicarlo al Juez.6 Sin embargo, y como veremos a continuación, muchas personas con trastornos mentales graves cumplen penas en prisión y no se les aplica esta regulación (Fernández-Arévalo, 2017). Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el trastorno mental no aparece en fase de ejecución sino que sobreviene en fase de instrucción o enjuiciamiento? En estos casos, la LECrim prevé que el Juez someta al procesado a la observación de los Médicos forenses en el establecimiento en que estuviese preso o en otro si fuera más a propósito o estuviese en libertad (art. 381 LECrim). Si la enfermedad sobreviniera después de cometido el delito, se mandará archivar la causa hasta que el sujeto recobre la salud (art. 383 LECrim). Si la alteración psíquica es permanente e irreversible, deberá cesar la intervención penal sobre el sujeto y darse traslado al Ministerio Fiscal para que inste las actuaciones pertinentes en materia de incapacitación o internamiento en la vía civil (SSTS 669/2006, de 14 de junio, y 971/2004, de 23 de junio). En la práctica observamos que las personas que padecen trastornos mentales se ven obligadas a cumplir la medida cautelar de prisión provisional en un centro penitenciario común. Muchas veces es porque la enfermedad pasa desapercibida en el proceso penal. Sin embargo, otras veces el tribunal es consciente de ello y decide acordar la prisión provisional, pues legalmente esto es posible (art. 503 LECrim) y nuestro ordenamiento jurídico no prevé la posibilidad de internamiento psiquiátrico como medida cautelar (Lillo-Roldán, 2017).7 Además, no hay una previsión legal que obligue a instituciones penitenciarias a comunicar al tribunal la detección de una anomalía o alteración psíquica en los presos preventivos.8 El art. 184 del Reglamento Penitenciario establece la posibilidad de ingresar en un establecimiento o unidad psiquiátrica penitenciaria a los detenidos o presos con 6 Aunque el art. 992 de la LECrim se refiere al tribunal sentenciador, debe entenderse que la comunicación ha de dirigirse al Juez de Vigilancia Penitenciaria por aplicación del art. 60 CP. 7 Esto ha sido denunciado por la Fiscalía General del Estado y por el Tribunal Constitucional: “La misma atribución de la condición de preso, siquiera sea acompañada del adjetivo provisional, a quien se sabe desde un principio exento de responsabilidad penal por ausencia de imputabilidad, constituye un contrasentido, toda vez que supone la imposición con carácter provisional de una medida (la prisión) cuya posibilidad de imposición con carácter definitivo está a priori descartada” (STC de 2 de noviembre de 2004) 8 Como hemos comentado, esta obligación sí que existe en el caso de penados (arts. 991 y 992 LECrim y 60 CP). El art. 278.2 RP obliga a comunicar a la autoridad judicial el ingreso en centros hospitalarios y el traslado por razones sanitarias a otro establecimiento penitenciario, pero no la mera aparición de anomalías psíquicas en el interno preventivo. 4 anomalías psíquicas para su observación cuando así lo ordene el juez. No obstante, una vez emitido el informe forense a que se refiere el art. 381 de la LECrim, el Centro Directivo podrá acordar su traslado a otro centro. Es decir, aunque el juez acuerde el internamiento en un centro psiquiátrico para su observación, finalmente la Administración Penitenciaria puede trasladar al preso preventivo a un centro ordinario. 2. Análisis de la situación y de los recursos disponibles. 2.1. Los hospitales psiquiátricos penitenciarios. En España únicamente disponemos de dos centros psiquiátricos penitenciarios: uno se encuentra en Sevilla y otro en Alicante. El Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla se ocupa de la asistencia de la población psiquiátrica penitenciaria masculina de Extremadura, Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla. El de Alicante se encarga de la población del resto del resto de CCAA9, así como de la población femenina de todo el territorio nacional. Esta realidad vulnera lo establecido en el artículo 191.2 del Reglamento Penitenciario, que establece que la Administración Penitenciaria procurará que la distribución territorial de las instalaciones psiquiátricas penitenciarias favorezca la rehabilitación de los enfermos a través del arraigo a su entorno familiar. Uno de los principales problemas en ambos centros es, como resulta evidente, la sobreocupación. El Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante dispone de 371 camas y su ocupación media es del 105%. Por su parte, el de Sevilla cuenta con 158 camas y su ocupación es del 117% (SGIP, 2011). Diferentes asociaciones de profesionales y de familiares han denunciado esta situación de hacinamiento y de total abandono por parte de instituciones penitenciarias (Gallastegui, 2017). Otro aspecto alarmante es la falta de recursos personales. Cada centro cuenta tan solo con un psiquiatra, el cual debe encargarse de la totalidad de internos del centro (tanto de su tratamiento como de proponer el mantenimiento o cese de la medida de seguridad). Esto ha sido denunciado por el Defensor del Pueblo que, tras visitar el HPP de Sevilla en diciembre de 2018, señaló que “las carencias de personal limitan la función asistencial”. También advierte de que son necesarias numerosas reparaciones y obras en 9 Con excepción de Cataluña, que tiene transferidas las competencias en materia penitenciaria. 5 las instalaciones, pues “la estructura del edificio principal tiene un tamaño reducido con presencia predominante de cemento, lo que potencia la sensación de enclaustramiento”. Además, las habitaciones son compartidas por varios pacientes, pudiendo resultar agobiantes.10 Ha denunciado también las deficientes condiciones higiénicas del centro: humedades en las duchas, basura en distintas áreas del recinto, fuerte olor en las habitaciones, etc. (Defensor del Pueblo, 2019). Los principales problemas de estos centros son tanto estructurales como de funcionamiento. En los mismos solo existen tres órganos colegiados: el Consejo de Dirección, la Junta Económico-Administrativa y los Equipos Multidisciplinares (art. 265.4 RP). A diferencia de lo dispuesto para los centros penitenciarios ordinarios, en los psiquiátricos penitenciarios no existen ni Juntas de tratamiento ni Comisiones disciplinarias.11 Para suplir la ausencia de las Juntas de tratamiento, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, en la circular 7/1996 de 12 de junio, asignó sus funciones al Consejo de Dirección.12 Esto supone la inexistencia en estos centros de la figura del jurista o del educador, garantes de los derechos de los internos, lo cual supone un “completo despropósito” (Cerezo y Díaz, 2016; p. 19).13 En cuanto al funcionamiento, la falta de personal médico y de un perfil asistencial en los funcionarios de vigilancia, favorece un ambiente custodial y regimental, frente a uno más tratamental. La ayuda externa del sistema sanitario es prácticamente nula y los convenios que prevé el Reglamento Penitenciario (arts. 182.3 y 185.2) nunca se han desarrollado. Existe además una falta de coordinación con los jueces para alzar o suspender las medidas.14 Los internos que han cometido delitos graves contra las personas pasan años encerrados y es poco frecuente que el juez alce o modifique su 10 Por ello recomienda realizar “una remodelación integral del establecimiento, que incluya una ampliación sustancial del tamaño de las instalaciones y considerar la ubicación de los pacientes en unas dependencias que reúnan unas condiciones más adecuadas para la función rehabilitadora que se persigue”. 11 El legislador no lo consideró necesario porque en los HPP no existe el sistema de clasificación por grados y el régimen disciplinario se encuentra prohibido expresamente en el art. 188.4 RP. 12 El Consejo de Dirección está pensado para asumir funciones muy distintas (de carácter burocráticopenitenciario) y está compuesto por el Director, el Subdirector de régimen, el Subdirector de tratamiento, el Subdirector médico, el Subdirector de personal, el Subdirector de los CIS y el Administrador. 13 Además, los terapeutas, monitores y funcionarios de vigilancia no tienen voz en ningún órgano. La figura del criminólogo en la institución penitenciaria solo se ha instaurado en Cataluña (Cáceres García, 2007). 14 Solo unos siete pacientes al año salen del HPP de Alicante para beneficiarse de medidas alternativas (como el tratamiento ambulatorio en su entorno familiar). Otras medidas como la custodia familiar se aplican en uno o ninguno. 6 medida, especialmente en aquellos casos que han creado una gran alarma social. Por otro lado, son numerosos los casos de medidas de corta duración que no permiten un tratamiento adecuado (y en muchas ocasiones los hechos son muy anteriores a la entrada en el centro). Por todo ello, los hospitales psiquiátricos penitenciarios no curan ni rehabilitan, sino que desocializan y estigmatizan (Cáceres García, 2007). 2.2. Trastornos mentales en prisión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la prevalencia de trastornos mentales en la población penitencia es hasta siete veces mayor que en la población general (Fernández-Gordillo, Giráldez-Ramírez y Carretero-López, 2017).15 En España existen diversos estudios sobre la incidencia de patologías mentales en la población reclusa pero muchos de ellos son parciales (se limitan a unos pocos centros) y tienen una metodología poco contrastada. La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (SGIP) realizó una encuesta en 2006 a los médicos de los 64 centros penitenciarios existentes basándose en las historias clínicas de los internos (no se incluyeron los hospitales psiquiátricos penitenciarios). Según este estudio, la prevalencia de trastornos mentales en prisión es del 25,6% (y el 12,1% de los internos presenta patología dual)16. Este porcentaje se incrementa al doble (49,6%) si se incluye el trastorno por consumo de sustancias (SGIP, 2006). En 2011, diferentes profesionales del grupo de trabajo de Salud Mental en Prisiones de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria y de la Asociación Española de Neuropsiquiatría publicaron el estudio PRECA (Vicens et al., 2011). Este se realizó sobre 707 hombres ingresados en diferentes centros penitenciarios de Cataluña, Madrid y Aragón, y mostró que un 84,4% de los internos habían sufrido algún trastorno mental en su vida y un 41,2% lo habían sufrido en el último mes.17 Su metodología ha sido replicada en investigaciones posteriores en otros centros penitenciarios, arrojando 15 Varios motivos: efecto específico de la prisión sobre los internos, desaparición de los manicomios, aumento de la población sin recursos de todo tipo que se encuentra marginada (en la que hay un número considerable de personas con trastorno mental, en especial psicosis crónicas) y trastornos provocados por el consumo de sustancias tóxicas. 16 Diagnóstico de adicción a sustancias además del diagnóstico psiquiátrico. 17 Trastornos más frecuentes - Prevalencia vida: por consumo de sustancias (76,2%), por ansiedad (45,3%), trastornos el estado de ánimo (41%) y trastorno psicótico (10,7%) / Prevalencia mes: por consumo de sustancias (17,5%), por ansiedad (23,3%), trastornos del estado de ánimo (14,9%) y trastorno psicótico (4,2%). 7 resultados similares e incluso más preocupantes (e.g. FAISEM, 2012; Zabala-Baños, 2016). Los datos más actuales disponibles sobre la situación de la salud mental en las prisiones los encontramos en las cifras que el Gobierno facilitó al diputado de EH Bildú Jon Iñarritu hace unas semanas. Según las mismas, actualmente en las prisiones españolas hay 1.661 personas con trastorno mental, 1.536 hombres y 215 mujeres (Albin, 2020). Ahora bien, debemos tener en cuenta que estos datos oficiales únicamente representan aquellos casos en los que el trastorno mental ha sido detectado. En muchas ocasiones la enfermedad mental pasa desapercibida en el proceso penal y el sujeto es condenado una pena.18 Aunque el art. 60 CP prevé su detección posterior y la conversión de la pena en una medida de seguridad, su aplicación en la práctica es poco frecuente (Roldán Barbero, 2019). En los casos en los que la anomalía psíquica es detectada y se aplica una eximente completa (art. 20.1 CP) o incompleta (art. 21.1 CP), el enfermo permanece en el centro penitenciario, donde se solicita plaza en uno de los Hospitales Psiquiátricos Penitenciarios. Al no haber plazas suficientes, se prioriza los supuestos de inimputabilidad y se considera que la enfermería de la prisión es un lugar adecuado para el cumplimiento de la medida de seguridad (Cerezo y Diaz, 2016).19 Esta situación empeora, como ocurría en los psiquiátricos penitenciarios, por la falta de recursos personales. En las prisiones españolas hay 296 médicos para toda la población penitenciaria (en torno a 50.000 personas).20 Debido a las deficientes condiciones laborales, estos profesionales prefieren trabajar en el sistema público de salud o en la 18 Ninguna de las partes solicita la aplicación de la eximente (ni abogados ni fiscales detectan la enfermedad), no se pide la prueba pericial psiquiátrica por falta de recursos económicos del procesado, se celebra un juicio rápido o se trata de una estrategia procesal de la defensa (las personas que cumplen medidas de seguridad no se benefician del sistema de individualización científica: no pueden acceder a permisos de salida, al tercer grado, a la libertad condicional, etc.). 19 Para suplir la falta de regulación aplicable a las personas que cumplen medidas de seguridad privativas de libertad en los centros penitenciarios ordinarios, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dictó la Instrucción 19/2011, de 16 de noviembre, por la que se establecían una serie de medidas: todos los internos que se encuentren en esta situación serán asignados a un mismo Equipo Técnico (ET) que contará en todo caso con la presencia de un médico, para la asignación de un módulo concreto prevalecerán los criterios de intervención terapéutica, el ET formulará el programa individual de reinserción y como máximo cada 6 meses elevará un informe a la Junta de Tratamiento con el juicio pronóstico de peligrosidad del interno (al menos una vez al año la Junta deberá remitir un informe al JVP sobre la continuación de la medida). El régimen disciplinario no será de aplicación (art. 184.4 RP). 20 97 tienen más de 60 años (están a punto de jubilarse), 165 tienen entre 50 y 60, 24 tienen entre 40 y 50 y 10 tienen menos de 40. 8 sanidad privada antes que como funcionarios de prisiones.21 El art. 214 del RP señala que todos los internos deben ser examinados por un médico en el plazo de veinticuatro horas desde su ingreso y en el art. 36 de la LOGP se establece que “en cada centro existirá al menos un médico general con conocimientos psiquiátricos”. Sin esta valoración clínica, no es posible detectar si la persona padece una enfermedad mental. Esta exploración es necesaria para la posible apreciación de eximentes y atenuantes, pero también para prevenir el riesgo de suicidio y de agresión al funcionariado o a otros internos. Un ejemplo ilustrativo de esta falta de recursos asistenciales lo encontramos en la Prisión de Picassent (Valencia), la cual debería disponer de veintiún médicos y solo se han cubierto seis plazas, llegando a contar con solo dos médicos en algunos periodos. Además no existe ningún tipo de coordinación con la sanidad comunitaria para conocer la historia clínica del interno (Plataforma de Sanidad Penitenciaria, 2019). La SGIP, consciente de la gravedad del problema, en los últimos años ha desarrollado una serie de medidas para mejorar la situación de las personas con trastorno mental que se encuentran en los centros penitenciarios ordinarios. En 2009 se implantó el Programa de Atención Integral a Enfermos Mentales (PAIEM). Este programa se encuentra dirigido a aquellos internos que presentan trastornos mentales graves 22 y tiene tres objetivos de intervención: detectar, diagnosticar y tratar a los internos; mejorar su calidad de vida aumentando su autonomía personal y la adaptación al entorno; y favorecer su resocialización y la derivación a los recursos socio-sanitarios de la comunidad. El PAIEM se aplica en 69 centros penitenciarios (en el 97%) y en cada uno de ellos cuenta con un Equipo Multidisciplinar propio que se encarga de su ejecución23 (SGIP, 2018). Estudios posteriores demuestran que, aunque las intenciones de la SGIP son buenas, en ocasiones el programa adolece de una falta de presupuesto que dificulta su aplicación 21 Aunque la Ley 16/2003, de 28 de mayo, de cohesión y calidad del sistema nacional de salud, estableció que los servicios sanitarios dependientes de Instituciones Penitenciarias se transfiriesen a las CCAA para su plena integración en los correspondientes servicios autonómicos de salud, esta norma sigue sin aplicarse y solo se han transferido las competencias en Cataluña y el País Vasco. 22 Incluye: trastorno bipolar, trastorno psicótico, trastorno depresivo mayor, trastorno paranoide y algunos trastornos graves de la personalidad. 23 De los 69 Equipos Multidisciplinares del PAIEM, 62 cuentan con trabajador/a social, 61 con psicólogo/a, 56 con educador/a, 52 con subdirector/a de tratamiento, 41 con médico, 35 con profesional/es de ONGs, 34 con subdirector/a médico o jefe/a de los servicios médicos, 33 con enfermero/a, 19 con jurista, 16 con psiquiatra, 12 con monitor/a ocupacional, 8 con monitor/a deportivo, 8 con director/a de programas, 5 con director/a, 4 con maestro/a, 4 con funcionario/a de vigilancia, 2 con representante de FAISEM, 1 con subdirector/a de tratamiento del CIS y 1 con fiscal. 9 (Castejón, Pallarés, y López, 2010). Las actuaciones que se realizan son adecuadas en la fase de detección, estabilización y rehabilitación pero presentan problemas en la fase de reincorporación social. Solo un tercio de los internos son derivados a los recursos comunitarios con éxito. Esto mejora cuando intervienen entidades del tercer sector en la derivación a los servicios de salud mental de las CCAA (no obstante, estos últimos también andan limitados de recursos y plazas de atención). Son necesarios mecanismos de coordinación entre las diferentes administraciones (Sanz, Gómez, Ruiz, Pozuelo y Arroyo, 2014). Para completar esta fase de reinserción, en 2012 se instauró el Programa Puente de Mediación Social, cuyo fin es facilitar la reinserción social de las personas con TMG que se encuentran en el tercer grado penitenciario o en libertad condicional. Este se desarrolla en los Centros de Inserción Social (CIS) de los centros penitenciarios. Su aplicación por primera vez en el CIS Victoria Kent de Madrid demostró su adecuación para favorecer la vinculación con la familia y con los servicios comunitarios de salud mental (SGIP, 2014). Cabe tener en cuenta que los internos con TMG que se encuentran cumpliendo una medida de seguridad en un centro ordinario no pueden acceder al tercer grado ni a la libertad condicional ya que no se les aplica el sistema de individualización científica y de clasificación en grados, por lo que no podrán disfrutar de este programa. Igualmente, el PAIEM está dirigido a aquellos internos que, a pesar de sufrir una enfermedad mental (ya sea esta anterior o sobrevenida), se les consideró responsables del delito cometido y están cumpliendo una pena de prisión, pero no a aquellos que están sujetos a una medida de seguridad (Fernández-Gordillo et al, 2017). 3. Conclusiones. La situación de las personas con trastorno mental en el medio penitenciario español es de una legalidad cuestionable. Aunque nuestro Código Penal prevé un modelo de doble vía (según el cual quienes están sujetos a responsabilidad criminal son condenados a una pena y quienes son inimputables son sometidos a una medida de seguridad), la realidad demuestra que nos encontramos ante un sistema indiferenciado en el que muchas personas que sufren alteraciones psíquicas son condenadas a penas de prisión y, 10 aunque se les considere irresponsables y se les aplique una medida de seguridad privativa de libertad, finalmente acaban cumpliendo ésta en un centro penitenciario común (Roldán Barbero, 2019). Por otro lado, la falta de recursos tiene como consecuencia que la normativa penitenciaria que prevé medidas asistenciales y de resocialización quede en papel mojado. Aunque la SGIP ha desarrollado algunos programas para mejorar esta situación, aún queda mucho por hacer. Las prisiones no son el lugar adecuado para tratar a nadie. Es más, suponen un entorno hostil que puede agravar el trastorno ya que fomenta en el interno ansiedad, deprivaciones sensoriales, aumento de la agresividad, consumo de drogas, etc. Si ya es bastante cuestionable que las prisiones sirvan para resocializar, todavía lo es más cuando hablamos de personas que sufren trastornos mentales. El paso por la prisión hace que estas tengan un doble estigma: el de delincuente y el de enfermo. Como hemos visto, el problema no desaparece cuando la persona es internada en un Hospital Psiquiátrico Penitenciario. Estos funcionan como auténticas cárceles y provocan incluso más desarraigo social que las prisiones. El Estado debería reaccionar de otra forma ante los enfermos mentales que cometen delitos. Una posible alternativa sería despenalizar estas conductas y garantizar la asistencia de la persona en la vía civil. Otra opción sería mantener la respuesta penal pero respetando en la práctica la separación entre imputables y no imputables, pero para ello es necesario que existan centros psiquiátricos penitenciarios para todo el territorio nacional. Eso sí, deberían ser centro dotados de recursos personales y materiales que garanticen un tratamiento adecuado de los internos, así como su integración social (que faciliten los contactos con el exterior para evitar los efectos de la institucionalización psiquiátrica). Como esta opción no parece viable a corto plazo, sería recomendable que, al menos, se establecieran módulos o unidades psiquiátricas en todos los centros penitenciarios. Es necesaria una reforma integral del sistema actual. No son necesarios cambios legislativos sino que bastaría con que Instituciones Penitenciarias cumpliera con la normativa vigente. 11 4. Bibliografía. Albin, D. (2020). Más de 1.300 presos con problemas de salud mental están recluidos en las cárceles comunes. Público. 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