Nunca te vayas sin decir "te quiero" ¿Cuántas veces tenemos el valor de decirle a la gente que queremos, que la queremos? Hace rato, volví a ver esta película que juega vilmente con mis sentimientos, pero ah! qué buena está... Chaja, una estudiante de filosofía, se mantiene trabajando de niñera de tres hijos de una familia judía ortodoxa. Simca, es uno de estos niños y aunque tiene cinco años, no habla, sin embargo es encantador y le roba el corazón a Chaja ( y a esta cinéfila). A través del amor que existe entre ellos, Chaja aprende a aceptar una cultura difícil y tradicionalista, pero no sólo eso... La primera vez que la vi, me hizo reflexionar acerca de muchos temas, no sólo en los niños, sino en las despedidas, aquellas que pasaron sin decir lo que sentíamos... ¿Cuántas veces les ha sucedido? no quiero que me vuelva a pasar jamás! Nunca sabemos si volveremos a ver a esa persona... La última vez que vi a Benny (mi padrastro), fue cuando pasé por él para que me acompañara a ver a Alberto Misrachi, dueño de una galería, que me dio la oportunidad de exhibir mis cuadros y de publicar unos textos con él. Yo traía una copia que me habían dado de La Calle de Las Brujas, no se lo había mostrado a nadie aún. Toqué el claxón, salió ya con bastón y el pelo blanco que le estaba dejando el cáncer, y en el camino platicamos como solíamos hacerlo: de literatura, literatura y más literatura. Cuando tocamos la puerta de la enorme casa en la Condesa, nos informaron que Misrachi estaba atorado en el tráfico y tardaría más en llegar. No habíamos desayunado y lo que nunca: fuimos a comer tacos de canasta a una esquina. Nunca imaginé que Benny lo hiciera, era tan correcto, formal, criticón de aquellos que sí lo hacemos, que disfruté muchísimo verlo así. Total que regresamos a la galería, estuvimos unas tres horas platicando de x cantidad de cosas mientras yo andaba maravillada entre cuadros originales de Frida Kahlo, Diego Rivera, José Luis Cuevas, etc. Cuando salimos ya eran cerca de la una, regresamos a Polanco. La ambulancia ya lo esperaba para llevarlo al hospital. Antes de que bajara del auto, le mostré las copias del libro y al abrirlo, soltó una expresión que jamás olvidaré cuando vio la dedicatoria, ya impresa, para él. Se desboronó; bajo la boina que cubría la caída del cabello, me acurruqué y me quedé así mucho rato. Le prometí que cuando saliera ya el libro en una semana, la primera persona a la que se lo regalaría, sería a él. Me fui y falleció al siguiente día. No pude entregarle esa copia y tampoco pude entrar al funeral... como buena familia ortodoxa, dejaron reposar el día Shabat y al día siguiente lo enterramos. El día de la presentación del libro, una semana después, falleció Carlo Angie, uno de mis mejores amigos, editor de Vid, que iba a presentar el libro... y con todo y nudo en la garganta, la presentación salió... Y sí, como adivinarán, me quedé con ganas de decirles que los quería y mucho... En fin,