Laufer, R. (2013). China: ¿”país emergente” o gran potencia del siglo XXI? VI Jornadas de Economía Crítica (29-31 de agosto de 2013) Mendoza: Facultad de Ciencias Económicas – UNCuyo. Reseña por Fabio Deluca. Rubén Laufer (1953) es docente e investigador del Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI). Facultad de Ciencias Económicas – Universidad de Buenos Aires. El texto se propone analizar el carácter del sistema social y político de China, así como los intereses económicos y estratégicos del estado chino y de sus corporaciones estatales y privadas en el sistema mundial. 1. Introducción: China en el mundo actual El acelerado crecimiento económico y la rápida expansión de sus intereses comerciales e industriales y de su influencia política en el mundo perfilan a China como una gran potencia del presente siglo. Algunos indicadores: • • • • 2º PBI del mundo después de EUA1. Mayor exportador e importador mundial. Mayor poseedor de reservas de divisas. Crecimiento del PBI del 10% anual en promedio, durante dos décadas (EUA, Europa y Japón pasaron del 5% a menos del 2%). • Según algunas proyecciones, China superaría en 2030, o incluso antes, a los EUA como la mayor economía mundial. 2. Del socialismo al capitalismo 2.1 Los cambios de tres décadas En 1978 se puso en marcha un programa de reformas capitalistas, bajo el rótulo de “economía socialista de mercado”: • • • • • • Descolectivización de la propiedad y el trabajo de la tierra. Ampliación del margen de la propiedad privada empresarial. Reforma de las condiciones laborales a favor de las empresas (prohibición de los sindicatos independientes, supresión de las convenciones colectivas de trabajo, eliminación del derecho de huelga de la Constitución, etc.). Fomento a la conformación de grandes corporaciones estatales y privadas. Apertura masiva –aunque controlada– al capital externo. Establecimiento de zonas francas con regímenes de privilegio para la radicación de empresas extranjeras orientadas a la exportación. En ese contexto favorable, la industria china creció fenomenalmente, aunque a base de una mano de obra a costos semejantes a los de los países más atrasados2. Esta situación de explotación, sumada a la extrema opresión social y política por parte del Estado, es motivo de protestas cada vez más frecuentes y violentas. 1 2 Para esta reseña se adopta la abreviatura EUA: Estados Unidos de América. A razón de 1,36 USD/hora en 2008 (Fuente: US Labor Statistics Department). 1 En la década de 1980 se conformaron grandes corporaciones monopólicas u oligopólicas semejantes a las de los países occidentales. La recuperación de Hong Kong en 1997 significó la incorporación de las enormes reservas financieras de la ex colonia británica. Si bien China se abrió al ingreso masivo del capital externo, al mismo tiempo inició una campaña de exportación de capitales. Desde 2004 el estado chino respalda con apoyo político y financiero esta estrategia de “salir al exterior y tornarse globales”. De este modo, el capital chino logró ganar presencia en las economías europeas a través de alianzas y compra de empresas de las más variadas áreas, aunque sobre todo en el rubro petrolero. También se produjo el desembarco de las inversiones privadas y estatales chinas en América Latina, con el fin de asegurarse la provisión de materias primas y alimentos. Sin embargo, la apertura económica china contrasta con la férrea protección de su mercado interno y la producción local. China prioriza su “ascenso pacífico” y lo que denomina “poder blando”: el desarrollo de vínculos económicos por encima de las relaciones de fuerzas. Pero a medida que adquiere intereses alrededor del mundo se ve en la obligación de defenderlos, lo que ha puesto en marcha un proceso de modernización de sus fuerzas armadas, de su capacidad misilística y espacial, además de la expansión de sus alianzas militares. Por eso, la China actual se propone cuestionar la hegemonía estadounidense, postulando un orden multipolar en el que China debe ocupar un lugar junto a las demás potencias. 2.2 Expansión y “responsabilidades mundiales” El surgimiento de China como nueva potencia impacta en los mercados y el sistema mundial de relaciones, actualizando la cuestión del desarrollo económico y político desigual de las potencias capitalistas. Esta situación replantea competencias, disputas de intereses, acuerdos temporales y coaliciones, creación de esferas de influencia, inestabilidad y conflictos geopolíticos. La transformación del capitalismo chino significó un ahondamiento de las desigualdades sociales, que le ponen techo a su expansión interna e impulsa a la burguesía china a expandirse “hacia afuera”. Para el gobierno chino, la “globalización” es una tendencia objetiva, natural e inexorable de la economía y la política mundiales, cuyas oportunidades deben ser aprovechadas por todos los países; una realidad que genera desafíos y “peligros globales” para cuya solución China debe asumir responsabilidades conjuntamente con las demás grandes potencias. Para consolidar su posición de potencia regional y mundial, China ha conformado alianzas con otros países “emergentes”, como los que integran el grupo BRICS (junto a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica). Asimismo, ha confrontado con los EUA y Europa por cuestiones comerciales, financieras, políticas y militares y compite con Japón por la hegemonía regional en el área Asia-Pacífico. La utilización de una retórica de país en desarrollo o “emergente” facilita el establecimiento de vínculos económicos y políticos con gobiernos de perfil nacionalista o desarrollista en Asia, África y América Latina. 3. Un coloso en la crisis económica mundial A pesar del rápido ascenso industrial, comercial y financiero de China en la primera década del siglo XXI, en los últimos años se observó la desaceleración de la tasa de crecimiento, de 2 su producción industrial y su comercio exterior. Esto se debe a la crisis que desde 2008 afecta la economía capitalista mundial y de la que China no puede desacoplarse. La caída de las exportaciones chinas significó que 25 millones de trabajadores migrantes debieran regresar a sus aldeas de origen. En 2009 el gobierno logró reimpulsar el crecimiento inyectando 4 billones de yuanes3 en la construcción de rutas, ferrocarriles de alta velocidad, barrios de edificios en altura y aeropuertos. La construcción, disociada de las necesidades sociales, se convirtió en un “refugio” para inversores, inflando una “burbuja” especulativa. Como en muchos lugares las tierras colectivas todavía son propiedad del Estado, los campesinos son desalojados y sus casas demolidas para emprender negocios privados en asociación con “desarrolladores” inmobiliarios. Aquí están las raíces de la proliferación de los “incidentes de masas”, tanto urbanos como rurales, de los últimos años. La degradación ambiental4, producto de un crecimiento industrial descontrolado que solo busca ganancias rápidas, también ha originado movimientos de protesta en aldeas y ciudades. Este proceso de concentración económica y política y la extrema polarización de clases alimentan el descontento social y le pone límites a la posibilidad de expansión del mercado interno. El “modelo” chino hoy sufre de exceso de inversión, capacidad ociosa, debilidad del consumo, burbujas financieras y las consecuencias de las subas salariales y el aumento de los precios de las materias primas y alimentos a escala internacional. Sectores de la clase dirigente china advierten sobre la necesidad de reorientar la economía hacia el mercado interno, para depender menos de las exportaciones y a fin de evitar la sobreproducción. Pero la pugna entre los sectores de la burguesía china ligados a la exportación y los que producen para el mercado interno hacen que los resultados hayan sido escasos. Algunos analistas ven la posibilidad de una “tercera vía”, una alternativa socialdemócrata orientada a cierta redistribución de la renta y mayor intervención estatal. A este escenario se agrega el incremento de la rivalidad comercial entre China y EUA, cuyas autoridades económicas denuncian a los exportadores chinos por dumping. Al momento de la publicación de este artículo (2013), el autor predica que, en caso de que la crisis afectara de lleno a la economía china, podría reducirse su demanda de materias primas, insumos y alimentos, con repercusiones negativas para el conjunto de la economía mundial. 4. China en África y América Latina: ¿ganar-ganar o relación asimétrica? La necesidad de fuentes de petróleo, gas, aluminio, cobre, hierro, etc. para su crecimiento industrial, así como de alimentos para su población ha llevado a China a convertirse en un importante socio comercial de muchos países de África y América Latina. China es la principal fuerza económica y política internacional en África, desplazando a EUA como principal socio comercial del continente. La inversión se centra en proyectos de infraestructura (refinerías, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, etc.), financiados por los bancos chinos con intereses bajos y a largo plazo. A cambio de estos convenios China obtiene el acceso a los recursos naturales: ya importa de África el 30% de su petróleo. 3 Unos 600.000 millones de USD. Un caso paradigmático es la desaparición del baiji (Lipotes vexillifer), delfín de río endémico del río Yangtze, a causa de la sobrepesca, la construcción de represas y la contaminación, que perjudicaron seriamente su hábitat. En 2008 fue declarado oficialmente extinto (FD). 4 3 Este tipo de relación (materias primas y alimentos a cambio de inversiones y bienes industrializados) se caracteriza por una profunda asimetría. Sin embargo, China se esfuerza en establecer con África un “nuevo tipo de asociación estratégica”, basada en respeto mutuo, convivencia pacífica, no injerencia en asuntos internos. Por este camino ha logrado establecer una red de alianzas con empresarios locales y lazos con los grupos de poder influyentes en el gobierno, vínculos que se traducen en la obtención de contratos y condiciones favorables para sus inversiones. Estas prácticas permiten caracterizar el rol de Beijing en África como el de un “nuevo colonialismo”, no muy diferente al que alguna vez fuera ejercido por las potencias europeas y EUA. El avance de los intereses chinos en África preocupan a Washington, que procura la “democratización” de aquellos países gobernados por regímenes dictatoriales que están en buenos términos con Beijing para contrarrestar la influencia china en el continente. La presencia china también compite con la tradicional influencia de intereses políticos, económicos y estratégicos europeos y norteamericanos en América Latina. Se destaca el carácter complementario de las respectivas economías, mientras que las relaciones bilaterales se califican en términos de asociación estratégica. En este sentido, China se ha convertido en el principal comprador de los commodities latinoamericanos5, a la vez que ha hecho de todo el subcontinente un gran mercado para sus exportaciones industriales y un importante destino para sus inversiones, sobre todo en áreas decisivas de la economía. Los gobiernos latinoamericanos de perfil nacionalista se convirtieron en promotores de esta asociación estratégica con China, incluso como vía de “liberación” de la influencia económica, política y militar de los EUA. Aunque la balanza comercial fue al principio superavitaria para América Latina, luego se tornó deficitaria a causa de la asimetría en la composición del intercambio. En suma, la modalidad de las inversiones chinas en la región no se distingue de la que caracterizó a las anteriores potencias dominantes, como Gran Bretaña: su finalidad es la de servir a las necesidades del desarrollo industrial chino, facilitando la acumulación de beneficios y la producción, transporte y exportación de materias primas y alimentos hacia el país asiático. Para la CEPAL, las características del vínculo con China refuerzan la especialización primario-exportadora de los países que ya tenían ese perfil, mientras que en los más industrializados fomenta la re-primarización de su estructura productiva. Se trata de una relación que consolida la clásica división internacional del trabajo y refuerza el perfil extractivo y primario-exportador de nuestras producciones, desalentando la diversificación productiva y el desarrollo industrial propio. 5. Un nuevo escenario mundial para el siglo XXI A medida que se intensifica la rivalidad comercial entre EUA y China, se acentúa la competencia geopolítica entre ambas potencias. En los últimos años se ha producido un viraje de los objetivos de la política internacional estadounidense desde la “guerra antiterrorista” hacia la “contención” de China, a fin de limitar a la potencia asiática y asegurar la continuidad de la supremacía mundial. Sin embargo también han surgido grupos políticos y económicos que proponen la conciliación, estableciendo acuerdos o alianzas con China por encima de las diferencias 5 Algunos ejemplos: soja (Brasil y Argentina), cobre (Chile), harina de pescado (Perú), lana (Uruguay), petróleo (Venezuela, Ecuador), gas (Bolivia), mineral de hierro (Brasil), etc. 4 comerciales o geopolíticas. Estas tendencias se fundan en la mutua necesidad: mientras que EUA y Europa son los principales destinos de la exportación de la industria china, Beijing es una importante fuente de financiamiento. De todos modos, no se puede perder de vista que la hegemonía económica y política es fundamental para la conservación de una posición estratégica dominante en el mundo. Eso explica los constantes roces entre EUA y China con respecto a distintas cuestiones estratégicas, como las disputas territoriales en el mar de China Meridional, la intervención militar en Siria, el desarrollo nuclear en Irán, etc. América Latina no permanece ajena a estas disputas. Teniendo en cuenta el aumento de los intereses chinos en la región, algunos analistas han llegado a afirmar que EUA estaba “perdiendo” América Latina a manos de su rival oriental. Conclusión • El énfasis diplomático de China en describirse a sí misma como un país “en desarrollo”, involucrado en la “cooperación Sur-Sur” sobre la base de relación “ganarganar” (beneficio mutuo), es funcional a su objetivo de acrecentar su influencia internacional por medios políticos y económicos. • La asociación estratégica con China suele presentarse como una gran oportunidad para integrar a América Latina a las cadenas productivas centradas en ese país. Sin embargo, para países ricos en recursos naturales como los nuestros, la perspectiva de desarrollo pasaría por posicionarse como proveedores de energía, materias primas y alimentos de la potencia asiática. El verdadero desafío consiste en venderle a China no solo bienes primarios sino también productos elaborados, así como contener la invasión del mercado interno por productos industriales chinos. • Sin embargo, la extrema dependencia de China le daría pie a los asiáticos para exigir la apertura de los mercados de la región a sus manufacturas, hecho que refuerza la tendencia de sectores de las clases dirigentes locales a consolidar la especialización primario-exportadora. 5