martes, 9 de junio de 2020 EL TERO SERRANO O LIC LIC (Vanellus resplendens) Y EL SECUESTRO DEL EKEKO “El Ekako, popularizado con el nombre alterado de Ekeko, era el dios de la prosperidad de los antiguos kollas… Al Ekako se rendía culto constantemente; se le invocaba a menudo y cuando alguna desgracia turbaba la alegría del hogar. Su imagen fabricada de oro, plata, estaño y aun de barro, se encontraba en todas las casas, en lugar preferente o colgado del cuello. Se le daba la forma de un hombrecito panzudo, con un casquete en la cabeza unas veces y, otras con un adorno de plumas terminadas en forma de abanicos … Algunos idolillos los hicieron sentados,con gorro triangular o cónico sobre la cabeza y vestido de una túnica hasta las rodillas, otros parados en la misma forma que los de Tiahuanacu, la cual persiste hasta hoy. Ambos tienen el aspecto risueño, de hombres satisfechos de la vida, gordos y bien comidos.” (Paredes, 1920) Vanellus resplendens Dibujo de David W. Mitchell (Gray, 1849) Glarus era a principios del siglo XIX una tranquila villa pastoril del este de Suiza, en el valle del río Linth, rodeada por bellas montañas como el Wiggis y el Vorder Glärnisch. Semejante paisaje natural debe haber impresionado al pequeño niño llamado Johann Jacob von Tschudi quien nació allí en 1818. Decimos esto porque años después, en Zurich, estudiando medicina, se despertó en él una gran vocación por las ciencias naturales. Allí tuvo como maestro al ornitólogo Heinrich Rudolf Schinz, a los naturalistas Lorenz Oken y Johann Lukas Schönlein y a los geólogos Oswald Hee y Arnold Escher von der Linth, quienes orientaron su carrera hacia la zoología y la paleontología. En Neuchâtel (Suiza) conoció al famoso zoólogo Louis Agassiz y consiguió que el Museo de Historia Natural de esa ciudad le financiara un viaje a la costa oeste de Sudamérica a cambio de proveerle de ejemplares de flora y fauna. En Leiden (Holanda) se perfeccionó con el zoólogo Hermann Schlegel y en París con Hercule Strauss-Durkheim y Gabriel Bibron, obteniendo un doctorado en ciencias. Johann Jakob von Tschudi. Acuarela de Ludwig Carl Schnorr von Carlsfeld. Museo del Estado de Glaris, Palacio de Freuler, Näfels. https://www.briefedition.alfred-escher.ch/kontexte/personen/korrespondenten-underwahnte-personen/T/Tschudi%2520Johann%2520Jakob/# Una mañana con densas nubes y nieve, en el invierno de 1838, se embarcó Johann en Le Havre en el velero Edmond, que llevaba un cargamento de mercaderías suizas hacia Sudamérica. Tras pasar por Chiloé, Punta Arenas, Valparaíso y las islas de Juan Fernández, se dirigieron a El Callao (Perú) donde el naturalista suizo desembarcó en agosto de ese año. Eran épocas políticamente complicadas, de anarquía, ya que se había formado la Confederación PeruanoBoliviana resistida por Chile y los nacionalistas peruanos. A su llegada, la fortaleza de El Callao estaba próxima a ser atacada por los chilenos. Con un salvoconducto que consiguió allí, Tschudi se dirigió a pie a Lima, en medio de las balas. Cerca de Bella Vista fue interceptado por tropas chilenas, pero tuvo la suerte de encontrar en ellas a un oficial chileno al que había conocido a su paso por Santiago de Chile. Con su autorización pudo seguir viaje. En Lima la situación no era mejor. Los extranjeros eran perseguidos por los nacionalistas. Tschudi debió embarcase a Chorrillos y permaneció allí hasta el fin del conflicto. Entonces pudo radicarse en Lima para ejercer la medicina, ingresando enseguida en el ambiente de las clases pudientes de la ciudad. Conurus (= Pyrrhura) rupicola Dibujo de J. C. Werner (Tschudi, 1844-46) CAMINO A LA PUNA Alentado por las cartas de Charles Darwin, quien había pasado por Perú en 1835, Tschudi decidió viajar para conocer la naturaleza peruana, el principal objetivo de su viaje. En 1939 visitó las serranías centrales en la zona de Jauja. Más tarde (1841) se dirigió a la costa: Paramonga, Chancay y Huacho, donde estudió la fauna marina durante 6 meses. Ese mismo año partió de Lima a caballo saliendo por la Portada de las Maravillas, remontando el río Rimac hacia la quebrada de Matucanas. Pasó por humildes pueblitos como Chaclayo y San Pedro Mama, donde le sorprendió ver bandadas del colorido perico de gorro negro (Pyrrhura rupicola) anidando en las paredes rocosas. En Quibe encontró una enorme araña migala, cazadora de pájaros, a la que confundiéndola con un ratón le disparó, lamentándose por haber destruido tan interesante ejemplar. Siguiendo por el rio San Mateo, afluente del Rimac, llegó a San Juan de Matucanas a 2500 m de altura. El valle se iba angostando en un desfiladero donde encontró que crecía el huacacachu (Datura sanguinea), planta de gran poder alucinógeno, utilizada por los chamanes. Así fue ascendiendo hasta San Mateo (3000 msnm) y Chicla (3900 msnm). Este fue el último sitio donde observó cultivos. Tuvo que alojarse en un “horrible” tambo donde una vieja le cocinó un chupe tan desagradable que sólo pudo comerlo debido al hambre que tenía. Durmiendo sobre cueros de ovejas, la noche se le hizo interminable por los parásitos, los cuies (cuises) que retozaban sobre sus cobijas, el humo y los olores nauseabundos. Con los caballos afectados por el apunamiento o veta, llegó a la mina de Casapalca (4.000 msnm) y pasó por una serie de lagunas llamadas Huascacocha y Morococha. Ascendió al Paso de Antarangra o Pachachaca (4700 msnm), donde está la divisoria de aguas. Luego, descendiendo por La Oroya, alcanzó el lago de Junín, para arribar finalmente a su destino, Cerro de Pasco, importante localidad minera. Vanellus resplendens Dibujo firmado RSH. (Seebohm, 1888) EL LICLIC En esos humedales de la puna Tschudi “descubrió” al ave conocida por los nativos como “licli”, e hizo esta extraña comparación: “Similar a la huachua en el color del plumaje, las patas y el pico, es el chorlito de brillo metálico, el licli (Charadrius resplendens, Tsch.)” (Tschudi, 1846). La huachua o guayata (Chloephaga melanoptera) es un anátido que vive en esas alturas, por lo tanto muy diferente de un chorlo y que sólo comparte con el liclic o tero andino su predominante color blanco. Pero no fue él el primer europeo que habló sobre esta ave. Tschudi mismo (o quizás su revisor, Jean Cabanis) reconoció que en un manuscrito de Alexander von Humboldt, el famoso viajero había relatado lo siguiente: “El Ligli vive en grandes cantidades en los pantanos de toda la provincia de Quito; se pueden ver en cantidades de 2 a 300 individuos; llegan allí con gran precisión el 5 de mayo y vuelan con tanta velocidad que se pueden ver en Riobamba, Quito y el valle de Ibarra el mismo día. Permanecen en la provincia hasta principios de octubre. En la Laguna de Coles, al norte del Páramo de Huatillo, de donde se origina el Río de Chambo, se observa un fenómeno muy peculiar; cuando estas aves vuelan sobre ella, veinte unidas con sus patas y picos forman como una pelota y caen al lago donde mueren. Los indios atrapan estas bolas en bolsas y se comen las aves. La causa de este fenómeno no es fácil de explicar porque no se desprenden del lago vapores perniciosos" (Tschudi, 1844-46). Extraño fenómeno que sería interesante analizar, ya que de acuerdo con lo que dice Humboldt parecería ser algo habitual en el lugar, y al parecer se repite anualmente para los meses de septiembre y octubre, incluso con otras especies como el batitú (Bartramia longicauda). Los científicos no consiguen dar respuesta a esto, hablan del efecto de fuertes vientos sumados al agotamiento de las aves en migración, sin embargo los nativos, como veremos más adelante, ya tienen una respuesta para ello. Tschudi agrega que el ligli “vive solo en las regiones más altas de la Puna, entre 13 y 16,000 pies [3900-4800m] sobre el nivel del mar, siempre en grupos. Sus gritos son muy desagradables. Cuando te acercas a esta ave, vuela gritando y se posa unos pasos más allá en el suelo, corriendo lejos por delante del viajero. Los indios lo llaman «Frailesco» o «Ligli». La hembra pone tres huevos de color amarillo claro, casi completamente redondos”.´ Grabado en madera. Autor desconocido. Deutsche Rundschau für Geographie und Statistik 12 (1890), S. 187. http://www.tripota.unitrier.de/single_picture.php?signatur=385_1290 El zoólogo polaco Konstanty Jelski permaneció entre 1865 y 1874 en el Perú colectando ejemplares para el museo de Lima. En la misma zona que Tschudi, en los alrededores de Junín, encontró al tero andino (nombre que nos parece más apropiado que tero serrano) que era común “en la llanura húmeda, en la pradera seca y en las colinas pedregosas, en parejas aisladas o en tropas. Cuando aterrizan en el suelo, están acostumbrados a sostener las alas abiertas por un tiempo, luego las pliegan lentamente. La voz consta de dos sílabas repetidas varias veces seguidas; casi siempre gritan mientras vuelan y corren a gran velocidad”. Asimismo detalló las características que hacen de este tero pariente del avefría europea y diferente de los chorlos. Su sucesor en el museo, su compatriota Jan Sztolcman, señaló que el tero “se encuentra al borde de pequeños lagos o charcos, muy a menudo también en páramos secos cubiertos de hierba. Me parece que se alimenta principalmente de lombrices de tierra, lo que observé en un individuo que crié por unos días; compitiendo a este respecto con el Colaptes [el carpintero andino (Colaptes rupicola)], que vive en las mismas localidades y que busca su alimento en el mismo páramo ... Un día, cuando lastimé una de estas avefrías en el ala, vendé la herida y plegué el ala. Primero la até de una pata, luego la dejé libre. Desde el primer día se puso a comer. Le gustaban especialmente las lombrices de tierra, pero como no tuve tiempo de buscarlas siempre le di cordero picado, que parece haberle sido funesto, porque murió después de una semana. Tras unos días estaba tan domesticado que yacía sobre mí cuando dormía. Le dimos el nombre de gliclich por la imitación de su voz. Sus principales enemigos son Falco femoralis [el halcón plomizo] y Urubitinga unicinctus [el gavilán mixto, Parabuteo unicinctus]” (Taczanowski, 1884-1886). En 1875, Alezander Agassiz, hijo de Louis Agassiz y experto en minería, visitó el lago Titicaca en Bolivia, acompañado por Samuel Garman. Éste, zoólogo del Harvard Museum of Comparative Zoology, registró lo siguiente: "Centinella [sic], español; Leke-leke, indígena. Común en las llanuras y pampas. Molesta mucho al cazador alertando de su proximidad a los animales. Manteniéndose a una distancia segura, continuamente profiere el grito peculiar del que deriva su nombre indígena" (Allen & Garman, 1876). Esto explica el desagrado de Tschudi, entusiasta cazador, por el griterío de los teros. Diez años más tarde, llegó a Titicaca el botánico norteamericano Henry Hurd Rusby y también vio al tero andino: “Usualmente se encuentran varios juntos, aunque difícilmente se pueda decir que en bandadas. No se confina a la cercanía de los lagos, sino que vaga ampliamente por colinas y llanos, al menos durante parte del día. Sus costumbres son sorprendentemente similares a las de nuestro Killdeer [el tildío, Charadrius vociferus], y su grito es similar, pero mucho más fuerte, y de la misma forma es propenso a dar vueltas sobre la cabeza del intruso” (Allen, 1889) Por el norte de Argentina, cerca de la localidad de Moreno, Jujuy, anduvo hacia 1901 el zoólogo sueco Axel Johann Einar Lönnberg. Allí observó que el tero andino “se alimenta de larvas e insectos, pero más especialmente de un pequeño crustáceo (Hylea laevis). Por lo general, de ocho a diez individuos se encuentran juntos en los prados húmedos” (Lönnberg, 1903) El crustáceo en cuestión sería un cangrejito o cucaracha de rio (Aegla sp.). La illa del Ekeko sustraída por Tschudi. Schweizer Radio und Fernsehen (SRF) https://www.srf.ch/kultur/gesellschaft-religion/schweizer-forscher-zwischen-humboldt-undhumbug EL SABIO ESTAFADOR Tras este viaje a Perú, Tschudi regresó a Europa en 1843 radicándose en Viena. En 1857 realizó otro viaje a Sudamérica, pasando por Brasil y Argentina, y entrando por tierra a Chile, por el desierto de Atacama, llegando a Santiago y Valparaíso. En 1858 llegó a La Paz y luego a Lima, desde donde regresó a Europa. En 1860 hizo su tercer y último viaje a América del Sur como ministro de Suiza en Brasil, donde recorrió el Amazonas y el estado de Minas Geraes. En 1863 regresó a Viena donde falleció en 1889. Sus intereses no sólo abarcaban la zoología sino también la arqueología y la etnografía. En ocasión de su segundo viaje, Tschudi llegó a Tiwanaku (Bolivia) para estudiar las ruinas. Allí se produjo el episodio que el mismo relató: “Mientras tanto, Ponce de León, nuevamente acompañado por un grupo de indios, había traído un ídolo, del cual nos había hablado mucho durante la excursión a Tambo. Es una estatuilla muy interesante y bien hecha de 5” 3”’ de alto y 3” 10”’ de ancho [133 x 96 mm] y bien conservada; sólo un pequeño fragmento se ha roto en la nariz; es de una piedra verde oscura, en la cual una veta blanca se usó hábilmente para separar la cabeza del cuello. Los ojos son muy grandes y muy inclinados desde afuera hacia adentro y cóncavos. Para decorar las orejas, dos serpientes con cabezas anchas caen sobre las axilas. Dos serpientes similares desde el centro de la diadema se doblan hacia afuera sobre el cuello, se vuelven hacia adentro sobre una joroba en la espalda para volverse nuevamente hacia afuera con sus cuellos para que sus cabezas descansen sobre los hombros. Las serpientes están muy bien trabajadas, pero las otras decoraciones solo están talladas como líneas.” “Este ídolo era muy apreciado por los indios tiahuanacos y era ampliamente conocido en la zona como el "Dios de los Ladrones" (el Santo de los Ladrones). Los indios le mostraban la misma veneración que a cualquier santo en la Iglesia. Su dueño encendía una vela de cera todos los viernes; si un robo ocurría en alguna parte, la víctima traía una vela y ofrendas adicionales, firmemente convencida de que se investigaría al ladrón con la ayuda del santo.” “En broma le pregunté al dueño si no quería vender a este santo, pero él lo rechazó indignado. Mis dos compañeros de viaje entendieron la movida y, mientras dibujaba el ídolo, persuadieron a Ponce de León para que insistiera al propietario para que me la cediera. Una botella de coñac hizo que estas personas fueran más dispuestas. Después de mucho hablar de una parte y otra, finalmente parecieron aceptar hacer negocio, y Ponce de León presentó una demanda muy desmedida. Simplemente la rechacé e hice una contraoferta, que a su vez fue considerada inaceptable. Sin parecer que continuara ocupándome del asunto, completé el dibujo. Mientras tanto el Sr. Pempel había dado órdenes de mantener a los animales en espera y distribuyó el resto de la botella a los indios. Ahora tomaron la iniciativa completamente borrachos y cuando ya estábamos en la silla, el negocio se dió. Pagué rápidamente, puse el ídolo en mi alforja y entonces cabalgué con mis compañeros a un ritmo rápido detrás de los cargueros que nos llevaban mucho tiempo.” “Los indios probablemente lamentaron el negocio en el acto, porque tan pronto como llegamos al campo abierto escuchamos un tumulto infernal detrás de nosotros y vimos a algunos indios corriendonos detrás, pero sus cabezas estaban pesadas y sus pies inseguros. No pudieron alcanzarnos, pero me preocupaba que, dada su tenacidad, pudieran hacernos una visita hostil, al menos en la noche siguiente. Sin embargo, no sucedió. ¡Quizás el negociador e intérprete, nuestro amigo D. Ponce de León, los haya tranquilizado, ya que la carta del Jefe político de La Paz estaba en términos muy medidos y Ponce de León era el suplente del corregidor! ¡Cómo habrán triunfado los ladrones de Tiahuanaco al enterarse del secuestro del curioso santo!” Este Ponce de León actuaba como guía de Tschudi y fue su cómplice en este hecho, según lo cuenta el suizo: “En cuanto salimos de Tambo, llamé al Corregidor. Apareció pronto con su suplente, un chico hablador que hizo de portavoz y se jactó de su nombre de Don Luis Ponce de León y de ser descendiente del conquistador del mismo nombre, a pesar de ser de pura sangre india. Le mostré carta de recomendación del Jefe político; después de leerla y de recibir un gran vaso de coñac de mi compañero de viaje, su cortesía y su disposición a servir no conocían límites.” Esta estatuilla o illa representa a Ekeko, una divinidad de la abundancia y la fecundidad, data de entre el siglo II AC y II DC y pertenece a la cultura Pukará del lago Titicaca. Es un objeto sagrado que en las festividades posteriores a la siembra representa aquello que se debe criar para obtener una buena cosecha. Quizás fuera hallada por los indígenas en la época de Tschudi quienes, irónicamente habida cuenta de lo que sucedió, lo tenían como un dios que los protegía de los ladrones. Al parecer hubo un pago aunque se supone que de muy poco dinero y hecho con mala fe, aprovechando el estado alcohólico de los propietarios. La illa quedó entre las pertenencias de Tschudi, y en 1929 Gilg von Tschudi, un nieto del científico, la vendió al Museo de Historia de Berna. En 2012 la embajadora de Bolivia en Suiza, Elizabeth Salguero Carrillo, vio la pieza en el museo y averiguó su procedencia. El estado Boliviano reclamó entonces la estatuilla que le fue devuelta por el Museo en 2014, cumpliendo con el pedido del canciller David Choquehuanca: "Las cosas tienen que estar en su hogar”. Una muestra más de la desaprensión europea de la época por las culturas originarias americanas cuyas manifestaciones eran consideradas objetos de curiosidad o estudio, sin respetar la profunda significación que tenían y tienen para los pueblos que las produjeron. La illa del Ekeko Dibujo de von Tschudi (1869) EL TERO SERRANO EN LAS CULTURAS Pese a lo apartado y difícil del ambiente donde vive, el tero andino dejó huellas en las culturas de los páramos y punas de Sudamérica. Fausto Sarmiento (2010, 2016) en su trabajo sobre el tero serrano como ícono del paisaje biocultural andino identifica las siguientes funciones que vinculan a esta especie con las culturas andinas de Ecuador. -Centinela: los teros están siempre alertas, manteniéndose erguidos y atentos. Este comportamiento le ha valido el nombre de “wachidor”, un anglicismo derivado del verbo to watch, observar, vigilar. -Pronosticador del tiempo: la ubicación de los nidos más o menos cercanos a los cuerpos de agua permiten saber si habrá sequía o tiempo lluvioso, respectivamente. -Bravo guardián: la llegada de predadores y otros intrusos hace que profieran fuertes y aturdidores gritos, sobre volando al extraño que se acerca por tierra. Como hemos visto en los relatos anteriores el tero pone así en alerta a los demás animales por lo que es odiado por los cazadores. -Cuidado parental: el tero es un celoso defensor de su nido y polluelos, la pareja se separa para confundir al predador y el canto se multiplica y de ahí la repetición en la ornitonimia: ligle-ligle. -Ofrenda a los dioses: El fenómeno observado por Humboldt (ver arriba) se conoce también en lago Ozogoche (Chimborazo) y la mitología puruha lo interpreta como una ofrenda del espíritu de la montaña o Apusukuna a través del Urkusupay (hombre de las montañas) hacia el espíritu del agua, Katekil, que habita en ciertos lagos andinos. De esta forma a través de las brillantes plumas del ligli se le devuelven al lago los rayos del sol para mantener sus aguas calmas y quizás para iniciar la temporada de las lluvias. En Cotopaxi, las aves caídas son recogidas y con ellas se prepara en Cotopaxi un sankuchu o sopa de ligli, especie de sopa con carne y papas, para calentarse en las noches frías. El suceso es motivo de fiestas populares que incluso atraen al turismo. -Fuente de proteínas: cuando escasean otros alimentos se intenta la caza de esta especie sobre todo cuando se desplaza en bandadas durante la migración. Se las captura con largas mantas o punchu, y en la cultura cañari, el cazador principal come el hígado de la presa para dominar todos los secretos del animal y convertirse en un cazador más efectivo de esa ave. -Medicina: El caldo preparado con el ave despeja las vías respiratorias superiores y es vigorizante. Los ojos crudos y el untarse los párpados con las plumas iridiscentes curan las cataratas y otras afecciones oculares. Las patas sirven para frotar grasa de oso andino en las articulaciones enfermas. El ungüento elaborado con la grasa del ave protege contra el frío y la humedad. Entre los yachas (Otavalo) y los yanaconas (Colombia), las alas con los espolones se usan para activar la circulación en las extremidades. Algunos chamanes, como ocurre entre los yachak (Cotopaxi), realizan en sus curaciones ciertas maniobras que invocan en el afectado el espíritu del ave: alerta, atento a los extraños y defendiendo tenazmente lo suyo. Esos procedimientos incluyen oraciones y alaridos que recuerdan los gritos del tero. -Amuletos: Las rojas patas traen buenos presagios y representan el buen tiempo del verano. El consumo de los huevos otorga cualidades de buenos padres y estimula la fertilidad. El pico trasmite la capacidad de vigilancia del ave. -Cosmovisiones: La conducta del tero serrano de defender audazmente su territorio es una cualidad destacada para estos pueblos por su apego a la tierra. De esta forma se lo representa, señalando sitios sagrados, en pictogramas, dibujos en telas (fajas textiles de Chinchiru, Perú), petroglifos (Imbakucha, Ecuador) y tallas (menhires de Tafí del Valle, Argentina). Con sus huesos, picos, patas y plumas, intercalados con las rojas y negras semillas del wayra yuyu o huayruro (Ormosia coccinea), se adornan las fajas y los watu que protegen a los cazadores de las montañas, alejándoles la energía negativa que les acecha en esos inhóspitos lugares. Tschudi en 1883 Fotografía por Stockmann & Knozer, Viena. Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque Nationale de France LOS NOMBRES Son variados los nombres populares del tero, mayormente onomatopéyicos, y reproducen sus gritos dobles. Ecuador Ligle, ligle-ligle, ligli, avisón (por avisar de la presencia de intrusos), awaitapungos (del inglés await, esperar y el quichua pungu, terreno abierto). En Quito: Veranero, porque aparece durante la estación seca, es decir el verano. En Cotopaxi: leuque–leuque. En Chimborazo y Bolívar: chugchidor, del quichua chugchi, "cavar la tierra para buscar comida", porque consigue presas removiendo la tierra cuando se cosecha la papa, se limpian los cultivos de piedras y malezas, se aporca el maíz y los porotos, y cuando se lleva el ganado a las parcelas en barbecho. Perú En Chanchamayo: Liclish. En Junín: Licli y frailesco. En Huamachuco: Lic lic. En la zona del río Kachimayu (región del Cusco): Lique o lequeleque (quichua) y lequecho (español). En Pauza: Lique-Lique y leqsle. En la provincia de San Marcos, región de Cajamarca (Perú) existe la cascada Lic Lic, de unos trescientos metros de altura, cuyas aguas caen al río Chilimayo. En sus proximidades hay una pequeña población del mismo nombre. Bolivia En el lago Titicaca: Leke-leke (indígena), centinela (español). Chile Queltehue frio, queltegüe puneño En Tarapacá: Lequi-lequi y leuque-leuque. Argentina En Jujuy: Lico-lico, leuquencho, terencho. En Tucumán: Lico-lico. Otros nombres registrados para la zona andina: liqui liq, like lik, equeco, teru tero, terotero. Alex Mouchard ►Allen, J. A. & Garman, S.W. 1876. List of Mammals and Birds, en Agassiz, A. & Garman, S. W. Exploration of Lake Titicaca. Bulletin Museum Comparative Zoology 3:356. ►Allen, J. A. 1889. List of the Birds collected in Bolivia by Dr. H. H. Rusby, with Field Notes by the Collector. Bulletin American Museum N. H. 2:108. ►Bernisches Historisches Museum. 2014. Stand der Verhandlungen mit Bolivien bezüglich der Steinfigur BHM Inv. Pe 145. Feller-Vest, Veronika. 2013. Johann Jakob vonTschudi. Historisches Lexikon der Schweiz (HLS). https://hls-dhs-dss.ch/de/articles/014903/2013-11-05/ ►Gray, GR. 1849. The genera of birds : comprising their generic characters, a notice of the habits of each genus, and an extensive list of species referred to their several genera. 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