Entre niños, adolescentes y funciones parentales Psicoanálisis e interdisciplina Adrián Grassi - Néstor C. Córdova Cristina M. Blanco Mariana Carnevale Martina Foulkes Liliana Grandi3I Agustina Guaragna María Eugenia Otero Mariana Soler Mariana L. Stella EDITORIAL ENTREIDEAS Entre niños, adolescentes y funciones parentales Adrián Grassi - Néstor C. Córdova ISBN: 978-987-25766-0-8 Primera Edición Editorial Entreideas, Abril de 2010. Dirección editorial y edición: Marcela Pereira Corrección de estilo: Itatí Rolleri © Editorial Entreideas www.editorialentreideas.com.ar mp@editorialentreideas.com.ar Queda hecho el depósito que indica la ley nº 11.723 Impreso en Argentina-Printed in Argentina. Fotocopiar libros está penado por la ley. Grassi, Adrián Entre niños, adolescentes y funciones parentales : psicoanálisis e interdisciplina Adrián Grassi y Néstor C. Córdova. - la ed. - Buenos Aires : Editorial Entreideas, 2010. 160 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-25766-0-8 l. Psicoanálisis. l. Córdova, Néstor C. II. Título CDD 150.195 Prohibida la reproducción total o parcial de este libro o su almacenamiento por cualquier medio de impresión o digital, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin la autorización expresa de la editorial. Esta edición de 2000 ejemplares se terminó de imprimir en los talleres gráficos Planeta Offset, Saavedra 565, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, en el mes de abril de 201 O. Índice Prólogo .....................................................................5 Mario Waserman Introducción ....................................... ; ..,,,· ..�, .................9 t Adrián Grassi • PARTE 1: EL ENTRETIEMPO ADOLESCENTE Niñez y adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura ......... 13 Adrián Grassi La primavera del significante .............................................. 23 Néstor C. Córdova Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad ........... 29 Adrián Grassi Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo(?) de objeto ...................... 37 Adrián Grassi •., Del pictograma al pentagrama ............................................. 45 Néstor C. Córdova La creación del cuerpo adolescente ........................................ 55 Néstor C. Córdova PARTE 11: LA SUBJETIVIDAD ARTICULADA A LAS FUNCIONES PARENTALES La investigación histórica familiar .......................................... 67 Adrián Grassi Laberintos de la paternidad ................................................. 75 Néstor f!:. Córdova La familia, cuna de sentidos ................................................ 83 Liliana Granda! Niños y adolescentes en búsqueda del paraíso ............................. 91 María Eugenia Otero 4 Situaciones familiares difíciles que "hacen morder el polvo" ................ 97 Mariana Soler PARTE 111: ClÍNICA PSICOANALÍTICA E INTERSUBJETIVIDAD (ln)conclusiones .......................................................... 107 María Eugenia Otero Violencia y estructuración psíquica ....................................... 109 Adrián Grassi Retoños del trabajo clínico en la intersubjetividad ......................... 115 1- Adolescentes: sus fronteras, sus trincheras .............................. 115 Mariana L. Stella 11- Cruzando el desierto materno con la guía de un padre errante .......... 120 Agustina Guaragna 111- Soltar antes de sostener ................................................ 125 Martina Foulkes y Liliana Granda! Figuras de la violencia en la escena familiar .........................'......131 1- Violencia y goce femenino .............................................. 131 Mariana Carnevale y Liliana Granda! 11- Variaciones en dispositivos terapéuticos: coterapia y vínculo fraterno .... 135 Cristina M. Blanco y Mariana L. Stella Revinculación y transferencia ............................................. 141 Mariana Solet Paternidad: interrogantes de una visión jurídica. Entre la constitución subjetiva y un ADN .................................. 147 Cristina M. Blanco Sobre los autores ......................................................... 153 Bibliografía.............................................................. ; 155 Prólogo Mario Waserman Se cree que aquellos que se interesan en estudiar la adolescencia de un modo conti­ nuo, y de alguna manera obsesivo, están aún transitando pcfr SH; laberintos sin copse­ guir encontrar el camino de salida. No por ser psicoanalistas de adolescentes estamos exentos. En tanto que hacemos de la adolescencia un punto central de nuestro interés clínico y teórico, mostramos subrepticiamente que estamos entre aquellos que perma­ necen atados a esta condena mitológica, a este castigo impuesto por los dioses de tran­ sitar una y otra vez un trayecto que parece contener múltiples salidas pero que finalmente nos termina conduciendo sólo a nuevas entradas. La investigación de la adolescencia es cerrar un interrogante creando otro. Asimismo, es bueno preguntarse, ¿puede alguna vez alguien salirse completamente de esa experiencia sísmica que ha conmovido las bases de nuestra organización? ¿Es bueno para la salud de la subjetividad hacerlo? ¿O se hacen necesarias una suerte de entradas y salidas a los enigmas que en esa época se suscitan? A los psicoanalistas, auto­ res de este libro, parece pasarles lo que también me sucede a mí. No podemos escapar de los enigmas que esa etapa de la vida abre a nuestros jóvenes pacientes, la que a su vez reenvía a enigmas que se suscitaron en la nuestra:· trabajo necesario al analista de ado­ lescentes para no quedarnos rígidamente fijados en una caracteropada adulta. Recibimos púberes paralizados por el terror o grandes paranoicos incestuosos y per­ versos que inundan el mundo de poesía, canto e ideología. Se podría decir que mis cole­ gas, autores de este libro, y yo estamos unidos a la manera de Borges del siguiente modo: "No nos une el amor sino el enigma". No quiero dejar afuera el significante espanto, que es muy caro a Borges, ya que bien podríamos decir que el amor, el enigma y el espanto forman una tríada que alcanza su acmé en el desarrollo adolescente. En la adolescencia vuelve el terror. Un terror que es sacado de la torre del castillo y revivido por el flujo puberal que arrasa con el castillo entero. No en vano Freud postula que es en la adolescencia que se termina de cerrar el inconciente, un inconciente que la puber­ tad, como un sismo, deja aparecer sobre la tierra su magma significante y pulsional, rompiendo las construcciones que lo precedieron para que se proceda a una reconstruc­ ción-construcción. Está demás aclarar que es en la'misma adolescencia donde la creati­ vidad Idulta comienza a generar sus canales. Es la edad donde las vocaciones se consolidan. La edad del proyecto. Pero es justamente la intriga y el espanto, tan bien reflejados en casos clínicos presentados en este libro, los sentimientos que interfieren la aparición del proyecto y la acción de la realización personal que se gesta en la adolescen­ cia. Es el hallazgo del amor y el hallazgo del trabajo lo que rápidamente se instala en el horizonte adolescente. Para lograr ese fin necesitamos conocer el proceso adolescente y sus laberintos y este libro está aquí para ayudarnos. 6 Mario Waserman Adrian Grassi hace del enigma un punto central de la indagación adolescente. Un enigma sobre ese segundo y fundamental nacimiento. Haciendo un giro de gran fineza nos muestra que la pulsión epistemofílica que en la niñez se abocaba, como sos­ tenía Freud, a encontrar el secreto de la creación de bebés, se impulsa en la adolescen­ cia a un interrogante sobre su propio origen. Siendo el origen un punto central de indagación como epicentro de la construcción de su propio yo, es la investigación familiar del analista la que se dice debe acompañar la búsqueda de lo que sus síntomas significan. Con gran acierto Grassi lo denomina investigaciones genealógicas: creo que es un término que quedará inscripto en el estudio de la adolescencia. Esta obser­ vación delicada, una de las características del pensamiento de Grassi, también se hace presente cuando, haciendo un ejercicio de magia, le devuelve a la palabra hallazgo su impronta de sorpresa. El hallazgo del objeto -dice el autor- es un encuentro ines­ perado. A la manera de Picasso, en el adolescente de Grassi, no se debe buscar, se debe encontrar. La investigación familiar lleva al autor a investigar la patología de la época, la pa tología de la separación. Mientras el siglo XIX era el siglo de las familias; el siglo XX, a partir de su segunda mitad, es el siglo del divorcio, el siglo de las ausencias y las separaciones. Y esta nueva realidad, sobre todo cuando los casos se judicializan, organiza una nueva psicopatología adolescente, que este libro trata de investigar, a fondo. Grassi introduce otro concepto que se hará de uso continuo en el estudio del enigma adolescente: el des-orden. El des-orden es una propuesta que alienta a no psico­ patologizar el momento adolescente, ya que tendemos a asimilar orden con salud mental y nombramos la enfermedad mental como un desorden psíquico. Grassi hace del des-orden una función positiva y necesaria: La peculiaridad de la escritura "des-orden" es utilizada aquí para destacar varios sentidos del término. En lo que a producción subjetiva y adolescencia se refiere, des-orden no es mera oposición a orden ni dicho des-orden aparece por descuido, desgano, negativismo o rebeldía adolescente (aunque todo esto pueda estar presente en alguna medida). Des-orden no es producto de una carencia del sujeto ni devieqt por "evolución natural" del desar.rollo. Des­ orden es meta a alcanzar mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su realiza­ ción comporta un rédito positivo en la producción de subjetividad, afirmación esta que acompaña los desarrollos del presente trabajo. En otro sentido, dife­ renciamos des-orden de desorganización o batifondo (Balandier, 2005), de su antítesis anti-órden, como de la negación simple no-orden. Existen procesos adolescentes que pueden tomar esas derivaciones en la medida en que aparez­ can importantes interferencias Cintra o intersubjetivas) que obstaculicen el pro­ cesamiento o metabolización de los elementos nuevos que se presenten. Por su parte, Néstor Córdova se apuntala en Gutton, un autor que ha hecho con­ tribuciones muy importantes a la metapsicología adolescente, para estudiar el Prólo o 7 impacto de lo puberal en el psiquismo, lo que Freud llamaba las transformaciones psí­ quicas de la pubertad y hace un recorrido exquisito de ese itinerario: Lo puberal somete al sujeto adolescente al ardor de sus llamas. Es el exceso de sen­ sualidad que se derrama como lava incandescente inundando cuerpo y psi­ quismo, creando representaciones incestuosas que d<Ul sustento a una intensa actividad autoérotica. Lo adolescente está representad� p�r la metáfora del mar, que podrá atenuar esa ardiente sensación puberal, desexualizando el exceso de sensualidad, enterneciéndolo mediante los procesos de elaboración, sublimación e idealización de esas representaciones edípicas incestuosas, fa ntasías de seduc­ ción in_fantil creadas por interpretación aprés-coup, desde lo genital puberal. Córdova piensa la poesía de la música como un material analítico, ya que su análisis se sostiene en la lírica de las canciones del rock nacional. Hace de las letras un análisis apropiado y exhaustivo mostrando cómo se procesa con la poesía el devenir adoles­ cente, sus cismas y quebrantos y sus hallazgos. Todos fuimos poetas en la adolescencia. Sin lugar a dudas, esto nos señala la necesidad imperiosa de la poesía para tratar con nuestra realidad psíquica. Hacer del quebranto, el terror y el amor: palabra. Y también todos hemos sido músicos. Pero: ¿qué es la música? La música adolescente es el latido de una generación, el latido de una época que se construye en la adolescencia y la iden­ tifica diferenciándola de la música de la generación que la precede. Es un real de la adolescencia. La música no se puede explicar. Arrasa y contiene al significante, y como lo señalan Córdova y muchos otros, la adolescencia de la segunda mitad del siglo XX es rock, más allá de todo significante. Pura pulsación, puro cuerpo atravesado por la experiencia. Pura pasión, puro goce. Fuera de sus límites, los músicos del rock patean y rompen sus instrumentos, así como la adolescencia debe romper con el sostén que la domina. Consumirse hasta el instrumento: ser pura pulsión-pasión. Me parece necesario volver al espanto del cual hablé al comenzar este prólogo cuando mencioné la tríada: amor, enigma y espanto. Espanto que directamente hacen presente los padres del pequeño paciente de Otero, cuando confiesan que los une más el Espanto que el Amor. Dura tarea para este pequeño. Con acierto, Otero observa: El arte y sus variadas expresiones revolote�m como mariposas en las cenizas. J\sí, las producciones como gráficos, modelados y collages de niños y adoles­ centes inmersos en situaciones familiares difíciles son el reflejo de entramados vinculares donde el odio, el desamparo y la vulnerabilidad de las funciones familiares se tiñen en grises y negros para transmitir los efectos de la violencia de una generación en otra. Otero muestra a través de un sueño los fantasmas del espanto en una chica de 19 años: "Gusanos negros y enroscados se desparraman en una superficie blanca e inhóspi- 8 Mario Waserman ta, al lado, mariposas de colores se alzan en pleno vuelo". Así se siente J ulieta de 19 años, después de haber pasado por la experiencia de un aborto. Esto nos recuerda que el amor adolescente está travesado por angustias traumáticas frente a la procreación, angustias presentes en la clínica de cualquier adolescente mujer que siente su cuerpo implicado deunmodomuchomásdirectoqueeldelvarónenlosriesgosdelasexualidad. Stella, por su parte, hace trabajar clínicamente el operativo y el concepto de las investigaciones genealógicas que son llevadas a cabo simultáneamente por el analista en su trabajo con la historia familiar, y por el adolescente mismo en su proceso de histo­ rización, buscando allí los puntos de conflicto para la construcción del sí mismo. Kaes es un autor de referencia trabajado por Stella a partir de su afirmación de que una familia que no logra historizar su pasado repite su drama sin transformarlo. Es impor­ tante la introducción del concepto de un aparato psíquico familiar (André-Fustier y Aubertel, 1998). Este aparato impide que los contenidos aparezcan en crudo, traumá­ ticamente, y sean transmitidos sin metabolizar. Este aparato psíquico familiar de capacidad contenedota extendería a toda la familia la función continente de Bion, ejercida por la madre y su capacidad de reverie. Soler nos recuerda con acierto que la paradoja es un elemento con el cual el psiquismo debe tratar. Las aporías acosan al adolescente y hacen fracasar una y otra vez su tendencia a dicotomizar lo bueno de lo malo de un modo absoluto: por ejemplo, los padres malos, los amigos buenos, esto en el mejor de los casos. Esta tendencia, el uso de las disyuncio­ nes escindentes (descripto por Grassi) dificulta de un modo persistente el proceso de his­ torización, a partir de una simplificación excesiva que el analista deberá trabajar. El caso que presenta Soler es en sí mismo paradoja!, puesto que en la adolescencia se trata más bien de una desvinculación parental y este adolescente debe iniciar recién una vincula­ ción con su padre después de una ausencia de 1 O años. Ella lo denomina re-vinculación, un término que podría incorporarse al proceso adolescente en cuanto trabajo de desvin­ culación y revinculación constante. Al igual que en otros autores, los dibujos juegan un papel importante en el análisis de los adolescentes. Se podría decir que los adolescentes muestran más que hablan, tanto eón sus dibujos como con sus actos. Me disculpo si no he nombrac\,ib aquí a todos y cada uno de los autores, o de haberme extendido en unos más que en otros, lo que para hacer justicia, me llevaría a una descripción más extendida de cada capítulo. En su lugar, he elegido mencionar sólo algunos aspectos del libro, que obviamente pertenecen a algunos autores que son elegidos por enunciar ideas fuertes que se reiteran a lo largo de este volumen y marcan su identidad. Esta misma identidad es reflejo, creo, de la gran cohesión grupal de este grupo de colegas en los cuales se percibe la comunión de pensamiento y el tiempo transcurrido pensando juntos como equipo de trabajo. Este libro ayuda a los analistas de adolescentes a afrontar las peripecias más crueles de la clínica y también nos mues­ tra las potencialidades terapéuticas que el mismo adolescente aplica a sus angustias. Introducción Adrián Grassi Hace ya unos cuantos años -diez, por poner un punto algo ficticio a un inicio que no tiene fechas exactas-, con la intuición de que se ppdíamacer un aporte a ese nicho conceptual que nos hace de referencia en la Clínica Psiéoanalítica con niños y adolescentes, (me) propuse impulsar, muy bien acompañado por un grupo de colegas que supo interpretar y empujar con creatividad, un trabajo cuyo resultado se puede encontrar también en este libro. Mi agradecimiento a ellos por lo que de otra manera no hubiera sido posible. Desarrollamos, a través de un Programa de Extensión Universitaria e Investigación, un dispositivo de intervención psicoterapéutica en la Consultoría de la Facultad de Psicología (UBA), articulado con escuelas, hospitales, instituciones comunitarias y juzgados. A través del mismo se atienden niños y adolescentes en situación familiar difícil (el término resultó sugerente). Una de sus ideas centrales es la articulación entre la estructuración psíquica en niños y adolescentes y las funciones parentales. Teniendo en cuenta los cambios que se vienen produciendo en las familias contempo­ ráneas, aparecía como un espacio potencialmente productivo tanto clínica como teó­ ricamente. ¿Cómo se desarrollan las funciones simbólicas donde enraíza el psiquismo en la infancia? Funciones de sostenimiento, de contención, de fusión y co-fusión, de dife­ renciación, de transmisión: ¿se mantenían habiendo cambiando las condiciones de su estructura clásica?, ¿se preservaban unas y aparecerían nuevas funciones? Las transformaciones de la familia conyugal -sus nuevas formas de organización, que no se corresponden necesariamente con las nominaciones (que todavía no encuentran su justa medida)-, si bien se presentan como momento propicio para organizar y crear nuevos vínculos, nuevas formas de parentalidad, también por las dificultades que acarrean pueden presentar desorganizaciones y procesos de desparen­ talización. Un capítulo especial lo constituye la judicialización de los casos de divor­ cios, hecho que nos condujo hacia la investigación de una clínica y una psicopatología que tienen sus particularidades. Aquí realizamos algunas puntuaciones. Estos son cambios epocales, a los que, como lo planteara Ldc(l,n, un psicoanalista no debe ser ajeno y estan a su altura. En el devenir de este trabajo, muchos inconvenientes fueron superados, apoyados en conceptos ya conocidos y aceptados por la teoría psicoanalítica que balizaron el recorrido. Otros nos dejaron más solitarios y huérfanos, en un terreno que presentaba tanto carencias teóricas como dificultades propias de la práctica clínica. El trabajo en grupo, la invitación a colegas de otros ámbitos, el trabajo con profesionales de otras disciplinas, la presentación y discusión de los casos, todo ello posibilitó que surgieran 10 Adridn Grassi nuevos conceptos, que quedan ya inscriptos en distintos espacios de enseñanza y transmisión. En estas actividades llevadas adelante en materias de grado de la carrera de Psicología, como Psicología Evolutiva: Adolescencia y la Práctica Profesional: Pro­ blemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia y a la vez en seminarios de pos­ grado y extensión universitaria, el aporte de los alumnos formó parte de la producción obtenida. Nuestro reconocimiento también a ellos. El asunto era hacer producir al psicoanálisis en los intersticios de las subjetividades; ahí, en ese tiempo y espacio entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo. Entre niños, adolescente y funciones parentales, el psicoanálisis trae esa topología articulando teo­ ría y clínica. Ya sabemos que los bordes en estas espacialidades son difusos. Nuestro trabajo trata de poner alguna luz en lo difuso, entre diferenciación y confusión. Ese tiempo y espacio del entre nos permitió abrirnos a nuevos pensamientos y marcar un territorio conceptual. En esta introducción no puede faltar una mención y nuestro agradecimiento a quienes fueron maestros señeros, y que rendimos homenaje en los diferentes capítulos de este volumen, mostrando el uso que hicimos de sus producciones. A partir de Freud, en un más allá y no sin él, entre deuda y propia producción, el trabajo pro­ dujo. Para comenzar nuestro homenaje a quienes resultaran imprescindibles: Piera Aulganier y O. Winnicott. En los orígenes del sujeto psíquico -reconociendo el aporte de Silvia Bleichmar con su libro casi fundacional- como también en momentos más avanzados, la estructu­ ración requiere de las funciones parentales donde la subjetividad echa sus raíces y se produce. Entre tyché y automaton, entre azar y determinación, entre espontaneidad y repetición -nos dice R. Rodulfo en sus estudios sobre repetición y diferencia- es donde el sujeto encuentra su libertad y su límite. Metabolizando la historia y su trans­ misión, entre pictograma y genealogía, el sujeto es sujeto de grupo, si nos atenemos a las palabras de R. Kaes. Si bien sujeto es (como agregado nuestro) también sujeto de grupo, la subjetividad pide trabajos relativos a cómo devenir otro con otro{s), para decirlo en palabras de l. Berenstein. Finalmente, la adolescencia y sus t1.;abajos traen otro costado de la estructuración psíquica y dejan entrever nuevos plieg�es de la constitución de la sexualidad. Ya no la infancia, ya no la adultez, sino su entretiempo puberal adolescente, afirma otro de nuestros maestros, P. Gutton. Mi saludo y agradecimiento especial a Néstor Córdova coautor, co-compilador, quien trabajó arduamente para que este libro sea posible. . . . Y, last but not least, en algún momento de este recorrido ingresó Marcela Pereira con su Entreideas, lo mejor para quien hace una apuesta a este nuevo proyecto edito­ rial. PARTE 1: EL ENTRETIEMPO ADOLESCENTE Niñez y adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura Adrián Grassi Primera parte: Sobre las nominaciones "minoridad" y "niñez/adolescencia" El. siglo del niño, a la hora de realizar un balance, ha dejado más sinsabores que beneficios1. Un repaso de los últimos años de la historia de los conceptos niñez/ado­ lescencia permite apreciar correspondencias y tensiones en los discursos que constru­ yen su representación en el imaginario social. Saberes y prácticas se entrecruzan e imprimen matices diferentes a los términos que circulan. Si nos detenemos en el terreno de las nominaciones y significaciones que se han acu'ñado dentro del campo jurídico, en particular, y de las ciencias sociales en general, podríamos afirmar que se ha producido un cambio sustancial a lo largo del siglo· XX, producto de un trabajo colectivo llevado a cabo en lo que G. Bachelard (1978) denominó la "ciudad científi­ ca", que culminó con las reformas de los derechos de la infancia2. A partir de allí, es creciente el uso de los términos niñez/adolesce'ncia, y la caída en desuso de "el menor ". En este sentido, los términos menor y niñe:dadolescencia guardan una relación directa con dos paradigmas epocales diferentes3. l. Esta idea puede seguirse en el libro El niño del siglo del niño, de J. C. Volnovich (1999). Buenos Aires: Lumen. 2. Dos grandes etapas se hacen notorias especialmente en América Latina y en nuestro país. Una primera que puede situarse aproximadamente entre los años 1919-1939, que intro­ duce la especificidad del derecho de menores y crea un nuevo tipo de institucionalidad: "la Justicia de menores". En ese contexto, la denominación de "el menor" es representativa de un paradigma epocal que da lugar (aunque más en teoría que en la realidad de la práctica jurídica) a una segunda etapa, iniciada en 1959 con los derechos del niño. En 1989 la ONU redacta la Convención Internacional de los Qerechos del Niño (CIDN), a la cual la Arg®tina junto con casi todos los países del mundo adhiere, y se constituye de este modo un nuevo paradigma. Para el discurso jurídico, como se puede apreciar con la CIDN, el niño/adolescente es persona jurídica, sujeto del derecho, sujeto en la ley, sujeto a la ley. 3. A la vez, cuestiones relacionadas con las políticas de género nos llevan al uso de los térmi­ nos "niñez/adolescencia" ya que aluden e incluyen simultáneamente la nominación en masculino y femenino, por lo cual no se tornan discriminatorios ni expulsivos de uno de los géneros (generalmente el femenino), como cuando se utiliza la expresión "el niño" para hablar simultáneamente de niños y niñas. 14 Adrián Grassi Tras haber atravesado una diversidad de obstáculos y resistencias, niñez/adolescen­ cia tardíamente ingresó en la categoría sujeto. Pero, ¿qué decimos cuando decimos sujeto? Dado lo controvertido de la noción, sus usos y proveniencias de diferentes dis­ ciplinas, nos proponemos contextuar sentidos. A la vez, establecemos relaciones con otros términos asociados y de uso habitual en el vocabulario psicoanalítico, tales como el aparato psíquico, el inconciente, el ello, el yo, el deseo, el objeto. ¿Cómo y dónde ubicar esta categoría mencionada en varios campos del saber? ¿Qué relaciones guardan con conceptos del psicoanálisis? Se trata de algo que tendríamos que circunscribir. Son conocidos distintos y diferentes usos del término, para la lingüística, la lógica, la filosofía, el discurso jurídico. También se puede proponer una definición biológica de sujeto, "yo diría bio-lógica ya que corresponde a la lógica misma del ser vivo" (Morín, 1994: 67-89). Todas estas inflexiones en las cuales no nos detendremos, acompañan y matizan el sentido que toman en el presente trabajo. Sujeto y psicoanálisis Desde una tópica prefreudiana a partir del cogito cartesiano, el yo piensa y no duda de su propia existencia por la consciencia del pensar. Yo (sujeto/conciente/cogno­ cente) toma existencia, y en ese nivel es donde, para la filosofía clásica, se ubica el sujeto. Con Freud -el pensamiento inconciente y las (primera y segunda) tópicas- habrá un giro en las relaciones entre el pensar, la consciencia y el yo. Con la llegada del psi­ coanálisis, el sujeto queda del lado del pensamiento inconciente. Y si bien es cierto que Freud no ha desarrollado particularmente este concepto, se desprenden indicacio­ nes del mismo en gran parte de su obra. Las seguiremos primero con el estudio de las relaciones entre inconciente, preconciente, conciente (1915), retomadas y retrabaja­ das luego bajo las relaciones entre ello, yo y superyó (1923). Sabemos que la idea de movilidad y comercio entre los sistemas es propia del apa­ rato psíquico: El Ice es más bien algo vivo, susceptible de desarrollo, y mantiene con el Prcc toda una serie de relaciones; entre otras la de la cooperación. A modo de sínte­ sis debe decirse que el Ice se continúa en los llamados retoños, es asequible a las vicisitudes de la vida, influye de continuo sobre el Prcc y a la vez esta sometido a influencias de parte de este (Freud, 1976: 187). Esta idea de movilidad e intercambio acompaña al concepto de sujeto. Sujeto y, desde esta perspectiva, ·sujeto psíquico es actividad de intercambios entre los sistemas de la organización del aparato psíquico, pero también "asequible a las vicisitudes de la vida''; es sistema en intercambio con el medio, con la cultura. Niñez y adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura 15 Al introducir sujeto del inconciente, el psicoanálisis se abre a la cuestión de las rela­ ciones que el término guarda con el deseo. El sujeto es sujeto de deseo inconciente. Lacan con la escritura del sujeto barrado señala su división y descentramiento, esta­ . blece la subversión del sujeto y la dialéctica del deseo. Más que una instancia, el sujeto es materia viviente, productividad, que lleva la marca de lo Ice. Sujeto e historizadón _Hay, decíamos, provenientes del campo del psicoanálisis otros términos cercanos a la noción de sujeto para los cuales se hace necesaria una diferenciación. Para comenzar con uno muy controvertido y a la vez cercana a sujeto: el yo. Instancia psíquica de la tópica freudiana que ha generado muchas polémicas en la historia del psicoanálisis, produjo divisiones entre grupos y llegó a conformar distintas corrientes y escuelas de psicoanálisis. Seguiremos algunos señalamientos que encontramos en distintos auto­ res. Destacamos los aportes de Lacan (1983), quien remarca su carácter alienante y traza diferencias entre sujeto y yo. Mientras que el yo forma parte del orden imagina­ rio, el sujeto es parte del orden simbólico. Mantiene esta distinción fundamental entre "sujeto verdadero" del Ice y yo, en tanto núcleo de identificaciones alienantes, su vinculación con el narcisismo y el estadio del espejo. Piera Aulagnier4 , por su parte, realiza otros aportes importantes con relación al tema. Propone un modelo de aparato psíquico complejizado y otorga nuevas funciones al yo, entre las cuales ·destaca la de historización, específica de procesos adolescentes donde se realizan operaciones relati­ vas a la articulación con la temporalidad 5 : (... ) la función del yo como constructor que jamás descansa e inventor si es necesario, de una historia libidinal de la que extrae las causas que le hacen pare­ cer cohabitar el mundo exterior y ese mundo psíquico que, en buena parte per­ manece ignoto para él. Y más adelante (...) esta función de historiador es propia del yo (. .. ) Es una necesidad de su funcionamiento situarse y anclar en una historia que sustituye un tiempo vivido y perdido por la versión que el sujeto se procura merced a su reconstrucción de las causas que lo hicieron ser, 'Í# 4. Formada en un principio en la Escuela Francesa de Psicoanálisis, especialmente con Lacan, luego fundadora del Cuarto Grupo y la Revista Topique (1969). Produjo desarrollos pro­ pios que posibilitaron el planteo de un modelo de aparato psíquico con significativos apor­ tes (1977) en cuanto a las condiciones de su puesta en funcionamiento, sus relaciones con el cuerpo, la historia, la genealogía. 5. Por nuestra parte, desarrollamos otras funciones otorgadas al yo que se adicionan, como la de la investigación histórica familiar (Cfr. Grassi, 2005) que amplía su trabajo en relación con la temporalidad. 16 Adridn Grassi que dan razón de su presente y hacen pensable e investible un eventual futuro (Aulagnier, 1986: 14-15). Nos anticipamos a lo que retomaremos más adelante para remarcar este trabajo del sujeto o producción de subjetividad y procesos de temporalidad e historización. Win­ nicott (1972: 189) destaca con relación a la inmadurez6 adolescente que "lo único que la cura es el paso del tiempo". Nuestro aporte es que no se trata tanto del paso del tiempo como quien dice "ya va a crecer, y va a madurar", sino del paso del tiempo por el aparato psíquico, la marca que el paso del tiempo deja en el psiquismo; es decir, su ins­ cripción. La inscripción psíquica de la temporalidad como "cura". Nos referimos a la inscripción de lo pasado, lo vivido como perdido, el paso del tiempo como límite. Lo ya vivido, pasado, en simultáneo con la inscripción del presente como fugacidad, como algo que tiene fin, que no dura siempre y, a la vez, la necesidad de (construir) un por-venir, entonces es cuando la adolescencia se liga a la juventud. Inscripción subjetiva del tieplpo, subjetivación de la temporalidad. En este período resuenan fra­ ses características que aluden a no tolerar más la pérdida de tiempo. El yo requiere de inscribir y dar continuidad a su existencia a través del paso del tiempo. Ahí la subjetividad trabaja, inscribiendo tiempo e hilando entre pasado, genealogía y proyecto identificatorio. Subjetividad es historización en varios sentidos: • en la medida en que produce la categoría tiempo; • produce con la historia, la genealogía y el devenir como proyecto; • produce en y con el contexto histórico y la cultura contemporánea. Producción subjetiva es movimiento articulado con las marcas de la época. Sujeto es función psíquica, entidad no corpórea7 Para la ciencia clásica, la metafísica occidental y una serie de prácticas contemporá­ neas, la disociación mente-cuerpo, pone al sujeto en un callejón sin salida: ¿de qué lado se encuentra en esta escisión? ¿El /ujeto es cuerpo o mente? Desde otro costado de las funciones del yo más allá de la temporalidad, la histori­ zación y genealogía, y entrando ya en el terreno de las relaciones entre subjetividad, cuerpo e historia, es fundamental tener en cuenta que del bebé al adulto, pasando por 6. En las clases teóricas como profesor titular de la materia Psicología Evolutiva Adolescencia, en la Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, desarrollamos la diferencia entre inmadurez-no madurez y antimadurez o des-madurez. Como así también las diferen­ cias entre irresponsabilidad-no responsabilidad- y des o anti-irresponsabilidad (subjetiva) como trabajo de negatividad adolescente. 7. Inmediatamente que decimos sujeto entidad no corpórea, aclaramos aunque no se pro­ duce por fuera del cuerpo, debe pasar por allí, es una de sus materias obligatorias. Niñez y adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura 17 la niñez, pubertad y adolescencia, el desarrollo corporal implica un trabajo continuo del yo. ¿Cuáles son las relaciones entre sujeto y cuerpo? Para abordar esta problemática vayamos en principio a El yo y el ello (Freud, 1923): "el yo es sobre todo una esencia­ cuerpo, no es sólo una esencia superficie, sino él mismo la proyección de una superfi­ cie" (1986: 27), (se refiere a la superficie corporal). Y agregado e.p nota al pie (pág. 27, n. 0 16): "O sea que el yo deriva en última instancia de sen';acr�nes corporales". Cabe entonces considerarlo como la proyección psíquica de la superficie del cuerpo, ade­ más de representar como se ha dicho, él mismo la superficie del aparato. Teniendo en cuenta que el desarrollo corporal es una transformación constante, esto le impone al psiquismo un trabajo. Hablar de cuerpo en psicoanálisis implica hablar de cuerpo erógeno, del yo y de su imagen. ¿Qué trabajo le compete al sujeto en estas relaciones entre el cuerpo (erógeno), sus transformaciones, su imagen y el yo? Gracias a los avances producidos por el psicoanálisis y otras disciplinas que piensan en términos de la integración psicosomática -referencia fundamental que hace a las relaciones en trabajo constante-, dado el crecimiento y cambio del cuerpo entre su imagen y el yo, entendemos que la función sujeto es trabajo de integración. Si para el cuerpo, el crecimiento es signo de salud, su correlación para la vida psíquica es la inte­ gración. Pero, ¿integración de qué? • Un trabajo de anudamiento o trabajo de.. integración psicosomática. El creci­ miento corporal impone al psiquismo un trabajo de ligazón constante entre la proyección de la imagen del cuerpo reformulada por el crecimiento, la propia mirada, las sensaciones corporales y las miradas del Otro. • Un trabajo de integración en relación a la fantasía correlativa del crecimiento. Crecer en la fantasía es un acto agresivo Winnicott (1972: 186). Integración amor-odio por la destructividad que implica crecer8 . • Un trabajo de integración del aparato en cuanto la fantasía Ice, aun hundiendo sus raíces en lo corporal, tocando lo originario, será territorio exclusivo de la otra escena y, por lo tanto, escena de juego (Rodulfo, 1989). El cuerpo, en su desarrollo y procesos de maduración, respeta una cronología y depende del medio para que este lo posibilite y estimule, depende de condiciones ali­ menta¡ias y habitacionales, de la salud física corrio de funciones de investimento libi­ dinal, de condiciones culturales. Todos elementos de la sexuación del desarrollo, fundantes del cuerpo erógeno. La maduración neurológica y endocrinológica, la maduración de los centros supe­ riores, la motricidad, etc., a la vez que también las funciones psicológicas que hacen al 8. Integración que no se produce antes de la adolescencia. En la niñez la fantasía que acom­ paña al crecimiento es de muerte (Doltó, 1974) que culmina en la adolescencia cuando toma al cuerpo con la fantasía de asesinato. 18 Adrián Grassi desarrollo de distintos tipos de habilidades, aprendizajes e inteligencias requieren para su funcionamiento normal de años que son de maduración. Pero además, requieren de intercambios (con el medio ambiente) e intervenciones de las funciones parentales. Así cuerpo (erógeno), el psiquismo y las funciones parentales se van constituyendo articuladamente, entrelazados. Sea en sus versiones freudianas, como en otros modelos de aparato psíquico pro­ puestos, no puede dejar de pensarse los fundamentos del psiquismo articulados a momentos del crecimiento corporal y las funciones paremales9. Cuando todo trans­ curre por los carriles de la salud (es decir, si no hay patología grave o fracasos impor­ tantes en su organización), todo el aparato está en intercambio en sus procesos de constitución, organización y reorganización, desde los inicios de la vida pasando por la pubertad-adolescencia y más allá de la misma. Hay mojones en la constitución del aparato psíquico, y sólo a los efectos de una rápida y breve puntualización los enunciamos sucintamente: • En concordancia con ideas de P. Aulagnier (1977), el proceso originario pone en marcha la actividad psíquica en relación con las primeras inscripciones cor­ porales, pictogramas (primeros meses de vida). • Luego, el proceso primario con la constitución de lo Ice. Poco tiempo después se pone en funcionamiento el proceso secundario y la constitución del yo (durante el primer año). • Desde otra perspectiva mencionada más arriba, el estadio del espejo y la consti­ tución del yo como funciones que comienzan a instalarse entre el 8 ° mes y el 1° año de vida, y por la cual se vuelve a pasar, luego en la pubertad (en torno a los 13-15 años) con las transformaciones del cuerpo puberal. • El superyó con sus imperativos categóricos que son herencia 10 del complejo de Edipo (desde los 3-4 años) hasta su sepultamiento (entre los 7 y 9 años). Su revisita con el nuevo cuerpo puberal, la exploración del cuerpo, (Waserman 2009), propio y el ajeno en general y primero por un período homosexual entre los 10, 11 hasta losl4, 15 añps y a partir de los 15, 16, 17 en adelante ampliando las diferencias genitales. • Las transformaciones de yo ideal en ideal del yo propias de lo adolescente mucho más difusas en cuanto a su ubicación en la cronología del desarrollo. La escritura adrede ambigua de las edades responde a varios motivos, a saber: por un lado, que dichas "fases del desarrollo" no evolucionan unidireccionalmente, se producen con progresiones y regresiones, tal como Freud (1976 [1916-1917]) lo pen9. Funciones simbólicas ejercidas en los primeros años de vida y hasta fines de la adolescen­ cia, fundamentalmente por el grupo familiar el cual toma a su cargo la crianza. 10. Aunque ya con el destete, el control de esfínteres y la adquisición de la lengua materna se dejan escuchar las voces de los ancestros. Niñez adolescencia. Nuevos pa1radl1g1nas, sus nombres escritura 19 saba con la libido, a la vez que no tienen fechas fijas ni exactas y, además de las varia­ ciones individuales, familiares y epocales, están las de género, sociales, culturales. Por lo tanto, no son momentos "naturales" fijos provocados por el desarrollo. Esta compleja articulación entre la cronología del desarrollo y la constitución del psiquismo encuentra referencias importantes en distintos autores que trabajan en psi­ coanálisis con niños/adolescentes. Una referencia que sitúa y-iu){¡.claramente la proble­ mática, en concordancia con nuestro planteo: "(esta) no prheride ser una clasificación evolucionista, ni una descripción cronológica empírica, en la cual las nociones psico­ lógicas de desarrollo, maduración, crecimiento siguen actuando dentro del campo psicoanalítico sin que se ponga en tela de juicio su función" (Bleichmar, 1984). El nexo entre la cronología del desarrollo y la función que esta cumple en el psiquismo está dado por el trabajo de la subjetividad. Actividad no mensurable ni regisrrable en ninguna planilla, sujeto es un sistema que no se corresponde directamente con la . . edad, no es 111 pequeno � 111 grande ll Es cierto que la estructuración psíquica en el niño/adolescente depende (relativa­ mente) de su desarrollo corporal, como también de los sentidos diversos que provie­ nen del Otro familiar 12 . El y o pendiente del crecimiento está tomado desde los inicios por la búsqueda alienada y, más tarde, por la transformación de las identificaciones que lo modelan. La idea de que la subjetividad "depende de .. /' es congruente para el pensamiento de lo complejo con la noción de que la subjetividad es autoorganización y autono­ mía 13. Si bien pendiente del cuerpo, de lo parental, del medio ambiente, no quiere esto decir determinado por alguna de estas instancias. Falta aún el producto de un tra­ bajo combinatorio, personal; trabajo que es potencial despliegue de una capacidad 11. Parece una ironía, pero aun así, en no pocos textos y referencias psicoanalíticas se nombra al niño/adolescente como el pequeño sujeto. El pequeño (si así se lo quisiera denominar) es el niño, no el sujeto, capaz de ser producido por él. Dicha equivalencia reduce una genuina producción psíquica por asociación con el crecimiento corporal. La subjetividad en la niñez/ adolescencia trabaja, produce y se produce cuando encuentra las condiciones adecuadas tanto como en el adulto. Pensar el sujeto más pequeño en la niñez/adolescencia, en relación con el adulto, más grande, pleno sujeto, es pensar con el paradigma evolucionista mas biologista. 12. Valga la aclaración, ya que no encuentro otra manera de expresar todo lo que contienen los "sentidos diversos del Otro". Son las múltiples significaciones con las que tiene que vérselas toc\p sujeto por el hecho de haber nacido en un gr�1po que lo antecede y que va señalizando posibles significaciones a su cuerpo, su sexo, a su historia. Pero a la vez "sentidos diversos del Otro", se refiere a que hay distintas vías sensoriales, del sentido de la vista, del oído, del gusto, del tacto, del olfato, por las cuales esas significaciones a modo de enigma a descifrar le llegan al niño para su metabolización. 13. Para los sistemas complejos "la auotoorganización significa autonomía, pero un sistema auto­ organizador es un sistema que debe trabajar para construir y reconstruir su autonomía(...) es decir que para ser autónomo hay que depender del mundo exterior (... ) pues el ser vivo extrae información del mundo exterior a fin de su propia organización"(Morín, 1994: 69). 20 Adridn Grassi que lleva al sujeto, sobre todo en la niñez/adolescencia, "de una dependencia absoluta a una dependencia relativa" (Winnicott, 1972), y como agregado nuestro, hacia una relativa independencia. Segunda parte: Subjetividad y adolescencia Que la adolescencia implica una crisis de identidad (Mannoni, 1986) es un saber tan difundido como cerrado. Lo reabrimos ampliando a los trabajos de la subjetividad relativos a la identidad en su relación con las identificaciones. Lo propio del sujeto en la adolescencia es crear sentidos que enriquezca al yo, en un juego de identificaciones­ desidentificaciones. La adolescencia transcurre en lúdica adquisición de nuevas identi­ ficaciones y cancelaciones de otras caducas, obsoletas. Cuando este juego queda obsta­ culizado o detenido, vemos el alto precio pagado por el niño/adolescente por su alienación en el otro, con la fijeza de identificaciones reactivas y/o defensivas 14 . La pre­ gunta ¿quién soy?, signo de que existen procesos adolescentes en marcha, se refiere a las identificaciones que habitan al yo y que comienzan a estar cuestionadas por el sujeto. El yo no es el sujeto aunque se produce y anida en el yo Producción de subjetividad es la acción de dar sentido, de significar y poner una marca de origen (firmar) un proceso de metabolización. Dar un sentido personal 15, un "made in my namé' o "in my waj' acompañado del acto que siempre implica. La subjetividad es materia psíquica viviente que se produce en el intercambio entre otros sistemas {intrapsíquico), por el intercambio con los otros {intersubjetivo), por el intercambio con el medio (transubjetivo). Su actividad por ser intercambio entre sis­ temas es inacabada. Mientras hay vida, hay vida psíquica y, consecuentemente, posi­ bilidad de producción subjetiva. Si bien el aparato psíquico encuentra momentos de 14. El clima de terror que respiraba en la casa un muchacho cada vez.que entraba con el así lla­ mado "amigo peligroso", por su vinculación con las drogas, lo exponía a interminables dis­ cusiones con sus padres que culminaban en históricos ataques de asma de uno de los progenitores. Esta situación lo llevó a decidir no ir al viaje de egresados, por temor a. lo que pudiera pasarles. Sin viaje de egresados, se consuela en el encuentro y repetición de una ina­ movible y segura identificación con lo peligroso:" ... qué le voy a hacer si ella es asmática'', se respondía como explicación a la inhibición del deseo de irse. 15. No debiera confundirse esta marca personal de lo subjetivo como opuesta a objetivo, ya que allí queda lo falso del lado de la subjetividad y lo verdadero de lado de la objetividad. Las marcas originales de la subjetividad ni se oponen ni están disociadas al principio de realidad; contrariamente, se articulan. Puede seguirse esta idea con la diferencia trazada por Winnicott ( 1972: capítulo 2) de los distintos tipos de fantaseo. Niñez y adolescencia. Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura 21 origen y relativo acabamiento en cuanto a la diferenciación de sus instancias, no así la subjetividad, cuyo leitmotiv es su no culminación abierta a lo por-venir. Muchos de estos desarrollos desplegados en esta segunda parte, en que se tratan cuestiones relativas a sujeto y producción subjetiva, (esponden a una idea de Freud expresada con la justeza y belleza con que el maestro acostumbraba en sus escritos: "Donde ello era, yo debo devenir" (1933). Proponemos est� yo.¡lebo devenir, como el trabajo de transformación propio de la subjetividad que enéueñtra en la niñez/adoles­ cencia ya una orientación. Yo, entonces, no como una instancia cosificada, acabada, sino en movimiento en intercambio con ello, con el mundo exterior, con los otros, con )a cultura. Ese devenir yo es trabajo psíquico, producción subjetiva. Luego d el reco­ rrido por el sujeto y la producción subjetiva que nos llevó a la formulación freudiana "donde ello era", preguntamos: ¿qué es ello? Término que en clara alusión al imperso­ nal 16 propone: donde era el impersonal, yo debo devenir. Donde estaba el impersonal, debiera haber un acto de firma y afirmación subjetiva. Está claro que los procesos adolescentes llevan a una batalla para lograr (auto)afirma­ ciones mediante (pseudos)actos que no obstante tienen el valor de ensayos. Pero, como en el teatro y otros espacios, el ensayo es y origina, deja sus marcas, verdaderas inscripciones en busca de esa combinatoria única que· personaliza y empuja a apro­ piarse del nombre. En la adolescencia donde ello(s) eran, donde ellos estaban, el pasaje de firma es apropiación del nombre propio, personal. El yo afirma su consistencia desgajado de ello(s), el Ice impersonal, familiar. Ese yo debo devenir es la apuesta ado­ lescente que se afirma más allá de lo familiar. Si uno de los trabajos adolescentes consiste en hacer caer identificaciones incon­ cientes, parentales infantiles, donde ello(s) eran garantes, donde ellos estaban, donde el Otro investía los objetos privilegiados de su deseo, yo debo devenir. Pero ellos, ¿quié­ nes? ¿Los padres, los antecesores, el grupo que precede, las voces ancestrales, los habi­ tantes de la Otra escena, el coro de los ancestros? Ahí la adolescencia transita por su auto-afirmación. Sujeto es autoafirmación, autoorganización, autonomía, pero en red. La producción de subjetividad esta en-red(ada) con el cuerpo, con la historia, con el medio, con la cultura, con la genealogía. No determinada ni fijada de antemano por la cronología del desarrollo, como no fijada (aunque no sin) el deseo del Otro. Es un devenir que se produce con el cuerpo, con el Otro, con los otro(s) 17• Donde ello(s) eran, donde ello estaba, con mediación del Otro, de los otro(s), debo devenir yo sujeto. Tal la respuesta adolescente al imposible cumplimiento de la promesa infantil. 'fli 16. Freud recuerda en El yo y .el ello (1923: capítulo 2, nota al pie nº 12) que la expresión ello ya es usada por Nietzsche para lo que es "impersonal". 17. La escritura otro(s) se refiere a los conceptos "otro y vínculo", que implican la considera­ ción por la categoría de alteridad y, en ese sentido, se diferencia del otro como especular y del Otro como lugar simbólico. Nos sumamos a las ideas de algunos autores (Kaes R. Puget J. Berenstein I. Kleiman S.) que se ocupan de este concepto que ha cobrado un desa­ rrollo importante dentro del psicoanálisis en los últimos años. La primavera del significante Néstor C Córdova Introducción: los adolescentes y los significantes 'ae su tiempo En 1904, el psicólogo norteamericano Stanley Hall publica Adolescencia, libro con el que presenta a la consideración general el estudio de la adolescencia como una fase ·evolutiva con características específicas. Más allá de su posición marcadamente evolu­ cionista, el título elegido por Hall constituye el equivalente de un nuevo acto simbóli­ co de nominación que impulsa el estudio de la temática adolescente en EE. UU. y más allá de sus fronteras. Por ese entonces, la adolescencia y los adolescentes comien­ zan a ser con frecuencia creciente motivo de investigación y debate por parte de inte­ lectuales de diversas disciplinas. Casi simultáneamente, en 1905, Freud publica Tres Ensayos, trabajo que incluye el capítulo "Las metamorfosis de la pubertad", ensayo con el que inaugura la indagación psicoanalítica acerca de los procesos psíquicos que se ponen en juego con el advenimiento de la pubertad. En 1914, Walter Benjamín afirma que la juventud se sitúa en el centro de donde nace lo nuevo (Levi y Schmitt, 1996). A partir'de la década del 50, acompañando los profundos movimientos sociales de posguerra, el fenómeno se acelera y expande; a la par de la creciente consideración adulta, los propios adolescentes comienzan a dife­ renciarse y crear los signos de una cultura propia. El contexto social epocal de los años 50 y 60 es el espacio-tiempo en que la juventud de posguerra toma conciencia de sí misma y pone en crisis, des-ordena y cuestiona lo socialmente establecido. Con la creciente difusión de los entonces nuevos medios masivos de comunicación surgen y se imponen globalmente los primeros íconos adolescentes. Nacen expresio­ nes musicales lideradas por el rock que tensan las diferencias generacionales enun­ ciando la ruptura del orden sexual vigente. A la vez que corporizan -ante el creciente desconcierto social causado por los vertiginosos cambios en ciernes- el cuestiona­ miento a lo establecido y el inquietante acontecer de lo nuevo, los adolescentes portan los significantes de su tiempo. Nos interrogamos en este escrito sobre la relación signifkante/adolescencia. Para ello, lhiciaremos recorrido con el análisis de la etimología e historia de los vocablos adolescente y adolescencia, revertiremos la flecha del tiempo para rastrear en la anti­ güedad el origen de los sentidos antitéticos que porta esta palabra. Sentidos que se vinculan con la inquietante extrañeza que genera lo adolescente y que promueven concepciones erróneas como adolecer. Concluiremos con un análisis del lenguaje ado­ lescente, que nos lleva a la formulación de la adolescencia como "la primavera del sig­ nificante". 24 Néstor C. Córdova La relación significante/adolescencia. Etimología e historia Desde su progresiva aparición en el universo simbólico de la antigüedad, hasta emerger con su forma actual, el término adolescencia ha debido recorrer un largo camino. Pese al complejo contexto cultural epocal, signado por cambios vertiginosos que inciden permanentemente en el campo del lenguaje, el significante adolescencia arriba a la actualidad con una notable eficacia simbólica; esto es, la capacidad poten­ cial de producir nuevos efectos de sentido. Los vocablos adolescencia y adolescente tienen su raíz latina en el verbo adolescere (Corominas, 1990). Este verbo está compuesto por el prefijo ad- y el sufijo incoativo -scere, que denota el principio de una acción progresiva: comenzar a crecer, estar cre­ ciendo. Adolescente deriva de adolescens -entis, participio presente de adolescere y signi­ fica esencialmente "el que está creciendo". Se sostiene en trabajos sobre etimología e historia de las palabras (Fernández López, s/f; Valentini, 2003; Soca 2002/2007) que adolescencia proviene de la raíz ori­ ginaria al-r, que significaría (acrecentar, elevar, o "mover hacia arriba, levantar, alzar".) perteneciente a la protolengua indoeuropea, muy anterior a la aparición de la lengua latina. Con el transcurrir del tiempo al-r derivó en la voz latina a/ere (nutrir, alimentar, criar) para dar lugar después a alescere (crecer, aumentar de tamaño). Posteriormente alescere, con la unión del prefijo ad-, dio origen a la forma verbal adolecere: crecer, desarrollarse. Finalmente, el participio presente de adolescere, adolescens -entis (el que está creciendo) en el siglo XIII se transformó en los términos del idioma francés ado­ lescens y adolescence. Del francés arribó al español transformándose respectivamente en 'adolescente y adolescencia. Siguiendo su peregrinación lingüística, el vocablo adolescere, tras varios siglos, llegó al idioma inglés como adolescence, al portugués como adolescéncia y al ita­ liano como adolescenza. En los dos últimos siglos, el término adolescencia se fue extendiendo y adquiriendo una vigorosa presencia en las distint¡s lenguas de la cultura occidental, coincidiendo con la notoria emergencia de "lo adólescente" en la escena social. Lo adolescente y las inquietantes figuras de la alteridad El crecimiento implícito en el significante adolescente es un puro devenir, con sus sentidos de cambio, transformación, acontecer y transcurrir. Crecer es un proceso de subjetivación, que conlleva una fantasía inconsciente agresiva. (Winnicott, 1986). Lo adolescente arriba a la posmodenidad con su bello mascarón de proa, portando el admirado fuego sagrado de cada nueva generación junto con la inquietante extrañeza de la alteridad. La primavera del significante 25 Durante la antigua Roma, en los templos religiosos se realizaban rituales funerarios consistentes en cremaciones o se quemaban inciensos dedicados a los dioses. El cre­ ciente tamaño de las llamas se elevaba, el ascenso hacia el cielo del humo y olores de inciensos simbolizaban el camino a la morada de los dioses en las alturas. El "crecer" de las llamas y el arder eran signos de lo sagrado que correspondían a una misma voz: adolecere, derivada de adoleo (término relacionado antigu�.me;ite con ad-oleo y luego ad-olezco que significó, primero, "quemar" y también "óler'" a humo o a inciensos, lenguaje de los rituales religiosos (Valentni, 2003). Más adelante, este uso probable­ mente cesó en el lenguaje cotidiano y subsistió sólo con el significado "crecer" · La homonimia de adolescencia y la polisemia resultante permitieron coexistir signi­ fkados que dieron lugar en la antigüedad a ironías, eufemismos y juegos de palabras (de las Brozas Sánchez (1597], citado en Sánchez Salor y Chaparro Gómez, 1995) con estos dos significados diversos y enlazados. El crecer adolescente y el arder de las cremaciones funerarias eran sentidos antitéti­ cos expresados por una misma voz: adolescere, expresión oculta de la ambivalencia de los antiguos ante el sagrado acontecimiento adolescente. Estos sentidos arriban a la actualidad por vía de la palabra, enunciado portador y vehículo de transmisión de historias, mitos y experiencias generacionales. El significante adolescencia, desde un tiempo inmemorial, connota para el mundo adulto, además de su significación vital, el amy.nazante sentido de anunciar el adveni­ miento inexorable del recambio generacional. Los adolescentes al crecer, agitan los espectros de las tres figuras de la alteridad en su versión más radical: el extranjero, la muerte y la sexualidad. Una sustracción de sentido: adolecer Por estos inquietantes sentidos, que desde la antigüedad se asoc ian al acontecer de lo nuevo en crecimiento, la palabra adolescencia ha sido objeto de manipulaciones lin­ güísticas que dieron lugar a verdaderas "sustracciones etimológicas" (Valentini, 2003). Estas manipulaciones generaron una falsa relación del término adolescencia con adole­ cer, muy extendida en ámbitos culturales y científicos: "La deriva etimológica se ha dado históricamente a través del verbo castellap o <adolecer> que ha venido a signifi­ car, �arecer, faltar algo y que se lo hace derivar de dolesco: afligir, dolerse, caer enfermo" (Valentini, 2003: 286). Esta muy difundida y errónea definición constituye una mal-versación lingüística que tiende a negativizar los sentidos de la voz adolescencia y contribuye al malenten­ dido, a desmentir el potencial transformador y creativo de los adolescentes. El significado 'adolecer' pone en juego una concepción ideológica con consecuen­ cias fácticas en los ámbitos legislativo, judicial, de la salud. La interpretación de ado­ lescencia como derivada de adolecer es el fundamento de ciertas ideologías de corte 26 Néstor C. Córdova discriminatorio y teorías evolucionistas dogmáticas, que consideran los niños y ado­ lescentes como seres inacabados, imperfectos, a medio camino respecto a un ideal de perfección y completud, al cual se arribaría en la adultez, según un programa de desa­ rrollo predeterminado, seccionado en rígidas etapas cronológicas. Esta idea genera criterios clínicos y pedagógicos adaptativos, que apuntarán a com­ pletar esas carencias (Valentini, 2003), vigilar y disciplinar para corregir cualquier des­ vío del desarrollo, que podría ser considerado anormal, inmoral o patológico. Posición en las antípodas de ideas psicoanalíticas como las de Winnicott ( 1986) con su confianza en el potencial creativo del crecer adolescente. Lo que en términos peda­ gógicos y terapéuticos, significa esencialmente generar las condiciones para "la puesta en juego" de esa potencialidad. Cierto pensamiento intenta secrorizar el universo y a los sujetos en sistemas cerra­ dos para amoldarlos a sus leyes. Dado que no puede admitir el desorden como condi­ ción para los procesos saludables, intentará mutilarlo o segregarlo como anómalo, atípico o perturbador. Es más tranquilizador calificar el desorden que la adolescencia promueve, como dolencia, sufrimiento o carencia, que pensarlo como una condición necesaria, facilita­ dora de los procesos de subjetivación de una generación aún vulnerable, intentando arribar y hacerse un lugar en el mundo adulto. Adolescencia: la primavera del significante La adolescencia es la novedad radical que arriba al contexto familiar y social en una oleada generacional, que revuelve las aguas del litoral (literal) adulto, para dejar su marca significante en la roca del tiempo. Grassi (2009) sostiene que los procesos puberal y adolescente se ponen en juego en lo que denomina el "entretiempo de la sexuación". Afirma que la adolescencia es urgencia de transformar y crear, es puesta en desorden del cuerpo, de la identidad infantil, del orden familiar y la posic�fn generacional. En esta dirección aportaremos qúe la urgencia de transformar(se) y crear(se), y el imprescindible empuje a la puesta en desorden de sí y del contexto, se verifican tam­ bién en el campo del lenguaje. Al adolescente le urge poner en desorden el lenguaje, tanto como el cuerpo infan­ til, constituido a partir del encuentro originante con el deseo y sexualidad inconscien­ tes del Otro materno. Operación de implante de los significantes de la sexualidad y deseo inconsciente parental que inaugura y pone a trabajar los procesos de sexualiza­ ción y sexuación. En respuesta al silencioso embate de la pulsión y las vertiginosas transformaciones en lo real del cuerpo, los adolescentes necesitan recurrir a significantes propios, a veces inéditos para apalabrar e inscribir ese íntimo acontecimiento y subjetivarlo. La primavera del significante 27 Con esta finalidad, para des-ordenar las convenciones del adulto y des-alienarse de los significantes parentales del tiempo de la infancia, que no dan respuesta, ni les permiten expresar sus íntimas, inéditas e inexplicables vivencias. El adolescente, para apropiarse de los recursos del lenguaje, debe recurrir a su crea­ tividad no exenta de hostilidad para transgredir los códigos preestablecidos y explorar nuevas palabras y nuevos sentidos. Durante el entretiempo de la sexuación se ponen de m1�iftesto novedosas y crípti­ cas formas de expresión grupal, de apariencias meramente oposicionistas e " insignifi­ cantes" en el nivel del enunciado, pero frecuentemente de una gran densidad expresiva en el plano de la enunciación. El adolescente no cuenta aún con un "discurso apropiado" (aún no se ha apropiado de un discurso), está en proceso de desasimiento y desalienación del Otro parental, debe entonces crear recursos expresivos en la grupalidad, para representar ciertos esta­ dos emocionales que devienen del encuentro cara a cara con lo real inaccesible al len­ guaje: " bolú, estoy re heavy". Tampoco encuentra muy a menudo en el adulto la escucha que le otorgue legitimi­ dad y sentido a esos estados para poder figurarlos y ligarlos. El recurso de la acción es bastante frecuente en el proceso de subjetivación, cuando el adolescente no puede decir en palabras ni expresar con el cuerpo. La actuación como intento de poner el cuerpo donde falta l�. palabra y la escucha precisa, es pensa­ ble como un intento de inscripción subjetivante y puesta en escena dirigida al Otro parental. Los adolescentes, para ser cales, deben establecer una novedosa relación con las palabras, desacralizarlas poniendo al descubierto su vaciamiento y empobrecimiento, devolviéndoles un novedoso valor significante, desamarrándolas de la rigidez del sig­ nificado convenido. Desordenan el lenguaje, escandalizando a los adultos, al exhibir crudamente la arbitrariedad de la relación significante/significado. Una operación característica "en" la adolescencia es la manipulación de las sílabas y fonemas, creando apócopes y acortamientos a veces originales, que confi guran lo que se denomina metaplasmos: alteraciones de la escritura o pronunciación de las palabras sin modificación del significado: "Na, bolú" .. El fruto inmediato de este trabajo de puesta en desorden del lenguaje es el juego de creaeión de frases no convencionales, la adjucÜcación de nuevas significaciones a los viejos términos, la utilización de neologismos ... Siendo coherentes con este tema, podríamos dis-torsionar el lenguaje una vez más y flccionar que los adolescentes crean sus propios "maternas", con los que intentan formular y transmitir aquello no expre­ sable por medio de las palabras a su alcance. Como los poetas, juegan con las palabras y las frases, las desordenan y vuelven a ordenar, generando nuevos sentidos de características insondables para los adultos. Se trata de un momento del trabajo creativo de puesta en desorden y apropiación de un 28 Néstor C. Córdova lenguaje al que han permanecido sujetados y alienados. Es un modo de intentar trans­ cribir en lo simbólico la íntima experiencia con lo real de un cuerpo, cuya imagen es alterada por las vertiginosas transformaciones. El desafío a las reglas gramaticales y la alteración de los códigos del lenguaje adulto les confiere a ciertas expresiones un carácter poético, a veces dramático. "La adolescencia es la primavera del significante", sus delicadas y bellas floraciones caerán con el tiempo, probablemente, también el carácter incondicional del grupo y las primeras experiencias amorosas, exploraciones en y desde el otro, que dejarán sus poéticas e indelebles escrituras en el cuerpo, decisivas para su subjetivación. El fruto será el cavado de un ínfimo lugar propio en el orden simbólico, habiendo previamente jugado con él y desafiado sus leyes. Apropiarse del lenguaje le permitirá intentar materializar sus deseos y decir algo en nombre propio, dejando la impronta de su paso en el lenguaje adulto. Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad Adrián Grassi El des-orden Teniendo en cuenta que el título del trabajo anticipa la adolescencia como m�mento de transformaciones y cambios, algunas precisiones conceptuales prove­ nientes de la epistemología del "pensamiento de los sistemas complejos" darán el tras­ fondo sobre el cual se plantean estos desarrollos. Veamos el alcance de los términos organización, reorganización y lo que se deno­ mina nuevas o neoorganizaciones. En un sentido amplio, reorganización implica que un orden o "estado de la cosa" es cambiado, transformado por reacomodamientos, reordenamientos, por des-orden de lo existente. La incorporación de nuevos elementos des-ordena lo establecido dando lugar a organizaciones neo. Para el pensamiento de los sistemas complejos, un orden organizacional puede nacer a partir de un proceso que produce desorden. La complejidad de la relación orden/desorden/organización surge, entonces, cuando se constata empíricamente que fenómenos desordenados son necesarios en ciertas condiciones, en ciertos casos para la producción de fenómenos organizados, lo cual contribuye al incremento del orden (Morín, 2003). La peculiaridad de la escritura "des-orden" es utilizada aquí para destacar varios sentidos del término. En lo que a producción subjetiva y adolescencia se refiere, des­ orden no es mera oposición a orden ni dicho des-orden aparece por descuido, des­ gano, negativismo o rebeldía adolescente (aunque todo esto pueda estar presente en alguna medida). Des-orden no es producto de una carencia del sujeto ni deviene por "evolución natural" del desarrollo. Des-orden es meta a alcanzar mediante un esfuerzo de trabajo psíquico y su realización comporta un rédito positivo en la pro­ ducción de subjetividad, afirmación esta que acompaña los desarrollos del presente trabajo. En otro sentido, diferenciamos des-orden de desorganización o batifondo (Balan­ dier,'112005), de su antítesis anti-órden, como de la negación simple no-orden. Existen procesos adolescentes que pueden tomar esas derivaciones en la medida en que apa­ rezcan importantes interferencias (intra o intersubjetivas) que obstaculicen el procesa­ miento o metabolización de los elementos nuevos que se presenten. También son conocidas distintas resistencias al des-orden, más allá de las de los padres e institucio­ nes, las propias del mismo adolescente. 30 Adrián Grassi Lo puberal-lo adolescente La vida psíquica encuentra distintos momentos en los cuales se trata de inscribir, incorporar, metabolizar lo heterogéneo y así re-organizar, re-ordenar, des-ordenar lo previo. Movimientos inaugurales constitutivos del psiquismo. En su devenir, la subje­ tividad trabaja la adolescencia produciendo transformaciones. Estos trabajos denomi­ nados lo puberal-adolescente implican un potencial saludable (no siempre desarrollado) de cambio. Lo puberal-adolescente, al encontrar condiciones de desa­ rrollo, es una puesta en des-orden del statu quo promotor de neoorganizaciones. Distin­ tos autores plantean la adolescencia como segundo nacimiento, aquí destacamos cuáles son esas nuevas organizaciones psíquicas de las que ella es origen y génesis. Siendo que desorden, reorganización y neo organizaciones aparecen ante la incor­ poración de lo nuevo, de lo distinto, de lo hetero; lo puberal-adolescente trabaja para su incorporación y homogenización, lo proveniente de distintas fuentes: a) Un campo estrictamente intra-subjetivo como son los cambios corporales y las vicisitudes de la historia personal. b) Un campo de inter-sujetividad que abarca las relaciones familiares, al conjunto de los coetáneos y un círculo más amplio, con quienes se comparte un período histórico-político-social. c) Un campo que, vía transmisión generacional de la vida psíquica, toma una dimensión trans-subjetíva que conecta con las generaciones precedentes. Puntualizamos distintos elementos heterogéneos a metabolizar en este período: 1) Crecimiento y desarrollo que jaquean la identidad Los cambios corporales relativos al desarrollo y nuevo funcionamiento endocrino y hormonal, que producen el crecimiento del cuerpo y la aparición de los caracteres sexuales secundarios, imponen al psiqdismo un trabajo de simbolización. La madura­ ción biológica (bruscos cambios de estatura, peso y proporciones corporales, apari­ ción de vellosidad, cambios de voz, etc.), que irrumpe en ambos sexos entre los 12 y los 16 continuando durante varios años, replantea en simultáneo las identidades enraizadas a lo somático. A la vez, el crecimiento del aparto genital, la maduración de sus órganos sexuales internos y externos (producción de líquido seminal, la ovulación y la llegada de la menstruación, el desarrollo de los senos, aparición de vello pubiano) son elementos que anuncian al psiquismo un trabajo de metabolización de las dife­ rencias de género sobre el desarrollo de la identidad sexual. La maduración biológica con todo este nuevo funcionamiento endocrino y hormonal, el crecimiento corporal con sus transformaciones y metamorfosis son la materia prima, lo hetera a metaboli­ zar. Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad 31 Los cambios corporales piden una revisita de la imagen especular. Un nuevo pasaje por el estadio del espejo como formador de la función del yo (Lacan, 1975), el cual no es sin su imagen corporal, anuncia la importancia que toma la mirada, el tacto y el tiempo dedicado a decorar sus cambios. A la vez que con la apertura hacia la genitali­ dad, el cuerpo pre-genital queda chico y limita al/la adolescente para registrar sus nuevas experiencias y exploraciones (Wassermann, 2005). <;on �l erotismo ligado a la genitalidad, la eyaculación y lo orgásmico en general, se registran nuevas vivencias, experiencias y sensaciones que requieren de inscripciones psíquicas para su significa­ ción 1. Es común en los años de pubertad y adolescencia la aparición de fenómenos de alteración de funciones corporales, tales como trastornos digestivos y alimentarios, las alteraciones de los ritmos del sueño, trastornos corporales producidos por el exceso en la ingesta de bebidas alcohólicas y otras sustancias, las actuaciones sobre el terreno de lo corporal con autoagresiones y automutilaciones, las diversas marcaciones (volunta­ rias e involuntarias) sobre la superficie de la piel, la aparición de enfermedades psico­ somáticas, fenómenos conversivos y angustia hipocondríaca. Todos estos desarreglos funcionales acompañados además de temores, cuando no terrores referidos a lo cor­ poral y sus límites, son una muestra suficiente para d1mensionar que la subjetividad requiere de trabajos de integración psicosomática y que no alcanza con el decurso del proceso de maduración biológica per se para quq_esta quede establecida. La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, re-ordenar, des-orde­ nar las relaciones del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la infan­ cia, con la infancia de los padres, con su lugar en el circuito de deseo familiar. Demanda replantear las identificaciones infantiles enraizadas en lo somático y en la familia. Se requieren nuevas organizaciones que signifiquen, que den sentido al creci­ miento y la genitalidad. La simbolización del crecimiento del cuerpo (erógeno) con su naciente genitalidad implica trabajos psíquicos en relación con el estadio del espejo y sus categorías (narcisismo e identidad, "lo extraño", fon-da) y del complejo de Edipo (identificaciones sexuales, de género y generacionales) que comprometen toda la estructura del aparato psíquico. Es conocido y aceptado el planteo de la adolescencia como un período de crisis y duelo. Crisis de identidad, duelo por el "ser infantil". Son los duelos por los padres de la infancia, por la historia de las relaciones inf�ntiles de objeto, por la mismidad, por el selfii se quiere, que toman un carácter distintivo respecto de otros duelos como la pérdida de un objeto. Aberastury y Knobel (1971) se han ocupado ampliamente de describir los trabajos de duelo del adolescente. No obstante, no puede soslayarse un planteo que contenga la idea de que los duelos y las crisis de la adolescencia se juegan 1. Estas nuevas experiencias son en principio registradas como tales por el proceso originario. Puede seguirse la participación del proceso originario con el concepto de excorporación del objeto como previo a su hallazgo en Grassi, A. "Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?) de objeto, su registro originario", capítulo 4 del presente libro. 32 Adridn Grassi en un terreno que es el de un sistema de relaciones, en este caso familiares. De allí que creemos más apropiado nombrarlas no tanto como crisis de, sino en la adolescencia, para incluir todo lo que comprometen de circuitos libidinales de "lo puberal de los padres" (Gutton, 1993) y del reposicionamiento generacional (Kanciper, 2007), punto que retomaremos más adelante. Los trabajos de duelo en la adolescencia son paradojales (Rodulfo, 2004). El fin de la infancia requiere de una caída, una muerte, pero a la vez de una conservación supera­ dora, transformación de lo infantil. Algo se pierde pero los referentes simbólicos de la identidad son resignificados (nombre, apellido, filiación, pertenencia a un sexo, a un grupo de origen, a una generación). Los nexos con el cuerpo de la infancia, con la his­ toria de las elecciones libidinales y de la relaciones objetales familiares, con la genealogía entran en un proceso de resignificación e historización aun incierto en cuanto a su devenir y que se inicia con los procesos adolescentes (Rother de Hornstein, 2006). Sabido es que para el psicoanálisis, la temporalidad no se plantea como una continui­ dad lineal entre pasado, presente y futuro. "La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado" (Lacan, 1981: 27). El psicoanálisis ha desarrollado conceptos (retroactividad, series complementarias, repetición, por ejemplo) que muestran la complejidad de las relaciones entre el pasado y el devenir, relación que puede plantearse entre temporalidad y causalidad psíquica. 2) Los dos tiempos o fases de la sexuación (y el entretiempo} Dada esta peculiaridad de la sexualidad humana de constituirse en dos tiempos o fases (Freud, 1905), cabe preguntarse por la relación entre la sexualidad infantil (his­ toria libidinal, historia de las relaciones de objeto en la infancia) y la sexualidad adulta (con su hallazgo de objeto y procreación como nuevo fin). ¿Cómo se articulan pasado, presente y futuro en lo que a identidad sexuada, identidad de género, hallazgo de objeto y nuevo fin se refiere? Vaya en esta cita nuestro homenaje a Silvia Bleichmar, de quien tomamos su plan­ teo sobre los dos tiempos de la sexualidad humana: I ( ... ) no corresponden a dos fases de una misma sexualidad, sino a dos sexuali­ dades diferentes: una desgranada de los cuidados precoses, implantada por el adulto, productora de excitaciones que encuentran vías de ligazón y descarga bajo formas parciales y otra con primacía genital, establecida en la pubertad y ubicada en el camino madurativo que posibilita el ensamblaje genital, no cons­ tituyendo entonces una simple reedición del acmé de la sexualidad infantil, sino un modo de recomposición ordenado y guiado por la existencia de una primacía de carácter genital (Bleichmar, 2006: 95). Respecto de estos dos tiempos o formas de la sexuación, nuestra proposición: lo puberal-adolescente es el entretiempo de la sexuación, en la medida en que. la culmi- Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad 33 nación de la sexualidad (infantil) no se produce (si es que alguna vez lo hace) automá­ ticamente y deviene en su conformación normal definitiva (adulta). Requiere de estaciones de recambio de su identidad infantil, de des-orden del cuerpo, del objeto familiar, del reposicionamiento generacional. Entre re-edición y repetición, lo puberal adolescente tiene urgencia de transformar y crear. Urgencia por la inscripción de un cuerpo que conlleve una identidad diferenciada de lo infantjl, dt lo conocido y paren­ tal, con rasgos originarios y que contenga el deseo genital ligado a un objeto no-fami­ liar2 . Entre repetición de lo viejo e inscripción de lo nuevo, lo puberal adolescente demanda un proceso identificatorio que se debate entre principio de permanencia y principio de cambio (Aulagnier, 1991). Sabido es que la pubertad y adolescencia requieren de un tiempo de maduración, período variable más o menos prolongado y duradero, intervalo con diferentes capítu­ los como finales abiertos e inciertos. Estación de recambio del cuerpo, del objeto, del emplazamiento generacional. Si bien es momento propicio para las repeticiones de los modelos de las relaciones de objeto de la infancia, del narcisismo, del complejo de Edipo, de la historia infantil y el pasado familiar, también es empuje y oportunidad para el origen y los nuevos comienzos. No habría que olvidar que la conclusión del momento infantil de la sexualidad, final del complejo de Edipo previo a la latencia, plantea varias posibilidades respecto del destino de la libido: No veo razón alguna, para denegar el nombre de represión al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, si bien las represiones posteriores son llevadas a cabo la mayoría de las veces con la participación del superyó que aquí recién se forma. Pero el proceso descripto es más que una represión; equi­ vale cuando se consuma idealmente a una destrucción y cancelación del com­ plejo. Cabe suponer que hemos tropezado aquí con la frontera no muy tajante entre lo normal y lo patológico. Si el yo no ha logrado mucho más que una represión del complejo, éste subsistirá inconciente en el ello y más tarde exte­ riorizará su efecto patógeno (Freud, 1986: 146). En este sentido, no es menor la diferencia que puede establecerse entre desplaza­ miento de la libido por represión de deseos incestuosos y desasimiento o remoción de la libi� por sepultamiento del complejo de Edip,o. Así, en la adolescencia, no habría necesariamente una mera transferencia o desplazamiento automático (represión mediante) de libido desde ,los objetos incestuosos, de lo familiar hacia el afuera de lo familiar. Con la aparición del deseo genital -tanto fuente como objeto y fin de la pulsión- se requiere de nuevas inscripciones, de nuevas organizáciones psíquicas. 2. Aquí 'familiar' toma la doble acepción de parental y de conocido, capital diferencia que Sami Ali (1980) desarrolla tomando distancia del clásico (unheimliche) o inquietante extrañeza freudiano. Adridn Grassi 34 Dicha operatoria, sepultamiento del complejo de Edipo mediante, se produce no sin conflicto, no sin las marcas de la historia familiar (libidinal) infantil y no sin la con­ sideración por lo nuevo y no familiar del objeto. El conflicto, que como anticipamos puede tener resoluciones diferentes3 , se expresa en términos de un cuerpo pre-genital que conlleva las marcas del deseo del Otro familiar, la sexualidad del adulto inscripta en el cuerpo del niño y que ahora, con el devenir puberal adolescente, el cuerpo cons­ tituye deseo genital en un vínculo no-familiar. Lo puberal-adolescente es ese entre­ tiempo de trabajos específicos, lugar de transformación e inscripción del cuerpo (eró­ geno) pre-genital en cuerpo genital y de objeto familiar en objeto de deseo no-familiar. 3) Erotismo genital y hallazgo de objeto alteran /o familiar" 11 Tanto en la inscripción del cuerpo genital como en este pasaje a elección de objeto heterofamiliar, "el vínculo al otro" (Berenstein, 2005) compañero/a sexual, sujeto de deseo, es marca que funda e inaugura. En lo que a constitución del cuerpo genital se refiere, señalamos que la iniciación sexual marca un antes y un después, un hito en los procesos de subjetivación, el cual no es sin "el otro". El otro (a la vez par y extraño), en su función de compañero/a sexual (opaco, ajeno), en presencia (y diferencia), con su participación coadyuva en la inscripción del cuerpo genital. A la vez que en la ins­ cripción del cuerpo genital coadyuva, y no sin una profunda angustia, en la inscrip­ ción de la categoría misma de la alteridad del objeto (Bleichmar, 2007). De allí que el objeto más que extra-familiar, sea extra-familiar. Si bien cobran nuevas significaciones las diferencias sexuales, ahora genitales, de género y el pasaje de la bisexualidad a la horno u heterosexualidad, cobran también nuevas significaciones las diferencias intersubjetivas. La genitalidad constituyéndose en vínculo, en lo hetero, da una nueva vuelta por la alteridad. Como en otras instan­ cias de pasaje, este no se produce sino en mutualidad (Winnicott, 1991). Quedando pendiente un desarrollo que considere las relaciones entre mutualidad y alteridad, adelantamos que se abre una perspectiva con la diferencia que venimos desarrollando entre fusión-confusión y co-fosíón: Estas conceptualizaciones rewjnan ideas freudianas de las Metamorfosis. Una de ellas, no suficientemente destacad� pero consecuencia del "altruismo de la pulsión", es que la inscripción de la radical diferencia del otro sexo abre a la inscripción de las dife­ rencias con el objeto. Con el coito se inscriben y reinscriben diferencias corporales, de género y desiderativas. El otro se constituye en su alteridad como sujeto de deseo. 4) La sucesión generacional y su reordenamiento El reacomodamiento que la adolescencia implica por sus posibilidades de fecunda­ ción y procreación impone al psiquismo un trabajo de simbolización de un nuevo 3. Sea que éste se haya logrado y matice el hallazgo-creación, sea relativamente logrado y empañe el objeto, sea por oposición al mismo; o bien, lo obstaculice, inhiba o impida. nuevos modelos de emplazamiento generacional. El corrimiento y reubicación generacional (hijo-padre­ abuelo) deviene des-orden no por el inexorable paso del tiempo. El potencial pasaje de hijo/a y su proyección como padre/madre, y consecuentemente el pasaje de padres a abuelos etc., es un corrimiento generacional cuya metabolización implica un deseo de muerte y asesinato de los progenitores como operaciones simbólicas (Winnicott, 1970). La elección de la formulación "deseo de muerte de los progenitores" guarda la sufi­ ciente ambigüedad como para dar lugar a la consideración de que los procesos de cri­ sis y duelos, .como se mencionara anteriormente, son en la adolescencia, a la vez que del adolescente; es decir, que se producen en un campo que es de intersubjetividad. Si los padres tienen que sobrevivir al asesinato (simbólico), deseo de muerte del cual son objeto por parte del hijo/a, los hijos también han de sobrevivir a los deseos destructi­ vos e incestuosos en las distintas formas que puedan tomar de los padres respecto de su progenie. Lo puberal de los padres es un desarrollo conceptual que sitúa las crisis en la adolescencia, y no sólo en la doble vertiente de los trabajos psí uicos de hijos y padres, sino sobre todo en su mutua, relativa o absoluta dependencia . En el mismo mito de Edipo está planteado el tema para el protagonista, quien en más de una oportunidad tiene que sortear la muerte proveniente de un deseo de su padre Layo. En su gestación, primero denegada y acontecida bajo la forma de un engaño, como en su nacimiento, donde es mandado a matar y sobrevive al deseo de muerte que lo precede y con el cual se estructura. Posteriormente en su juventud, cuando se produce el encuentro entre ambos en el cruce de caminos, donde se enfrenta a Layo, quien es muerto en la disputa luego de haber amenazado de muerte, una vez más, a su hijo Edipo. Del lado de la psicopatología también llegamos a que el "deseo de muerte de madre/padre a hijo/a'' más directo, menos elaborad<' o sublimado se hace inevitable en la evaluación de algunos cuadros graves. Un panorama más amplio y no sólo en las relaciones padre-hijo/a se puede continuar en la diferencia que traza (Aulagnier, 1977) entre deseo de hijo y deseo de maternidad, lo ·que más ampliamente traduci­ mos en términos de padre-madre/progenitor/a, como diferencia de las funciones sim­ bólicas logradas y su degradación. Que en la adolescencia se sobreviva al deseo de muerte y asesinato es fundante del pasaje generacional y para llegar a un nuevo emplazamiento se requiere que lo adolescente simbolice dicha experiencia. Este nuevo emplammiento generacional simultáneamente implica un nuevo registro de la tempo­ ralidad, construirse un pasado va a posibilitar proyectar un futuro. El devenir en cuanto proyecto identificatorio no es sin ligaduras con la genealogía, la sucesión gene­ racional, el por-venir y el azar. 4 4. El recorrido de esta problemática puede seguirse en el texto de Gutron (1997). Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?) de objeto Adrián Grassi Lo puberal-lo adolescente ante(s) (d)el hallazgo de objeto -Desde la escritura de Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905) es conocido y acep­ tado que, en relación con las transformaciones de la pulsión, se produce en la puber­ tad "el hallazgo de objeto" (Freud, 1978: 202). Sin embargo, no debiera descuidarse que tal formulación referida a la organización sexual, en la cual la genitalidad alcanza su conformación normal definitiva, soslaya el hecho de que con la pubertad se inicia un largo capítulo que recién comienza a abrirse. El hallazgo de objeto, la reunificación de las pulsiones (parciales), su subordinación a la genitalidad y orientación hacia la nueva meta, la reproducción, no acaecen auto­ máticamente por maduración del cuerpo o evolución natural del crecimiento. Las transformaciones de lo pregenital y el escenario de lo genital con sus nuevas experien­ cias sexuales implican una exigencia de trabajio psíquico desarrollada en el tiempo, que se realiza en espacios determinados y su resultado final no está garantizado por predisposición de la especie, es incierto. Se abren con la llegada de la pubertad, a posteriori de la latencia y antes del hallazgo de objeto, una trayectoria de recorridos pulsionales que es sinuosa, con cam­ bios, desvíos y correcciones de rumbo, impasses y actos, confrontaciones, retiros, acier­ tos, desaciertos y desconciertos. Años de turbulencias (Rother Hornstein, 2006) y (mas)turbaciones que transcurren entre la sexualidad infantil y la conformación nor­ mal definitiva, entre el despertar genital y que la pulsión·devenga altruista. Con lími­ tes difusos e indeterminados, son los años del entretiempo de la sexuación 1 en el espacio transicional -corporal, familiar, generacional- que especifican y diferencian los procesos y trabajos psíquicos de lo puberal-lo adolescente. Freud y el hallazgo ¿Qué es lo que postula Freud con el hallazgo de objeto? Sigamos su texto Las meta­ morfosis para puntuar cuáles son las distintas posibilidades llegada su hora. 1. Así lo denominamos para diferenciar lo específico de lo puberal-adolescente, de los dos tiempos de la constitución de la sexualidad humana. Adrián Grassi 38 en primer El Psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el hallazgo de lugar el que se realiza por apuntalamiento en los modelos en la temprana infancia y en segundo lugar el narcisista. Cada uno de estos modos de hallazgo de objeto requiere de ciertas consideraciones. No hemos inferido que los seres humanos se descomponen tajantemente en dos grupos según su elección de objeto responda a uno de los dos tipos. Promovemos esta hipótesis: todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección de objeto, pudiendo preferir uno u otro (Freud, 1978: 203). Y como agregado nuestro -o una mixtura de ambos-, junto a otra forma de encuentro que se adiciona a las mencionadas por la alteridad del objeto, por su ajenidad y extrañeza, extraño por lo que conlleve de no conocido. Al considerar los procesos psíqui­ cos en su vertiente saludable, destacamos la importancia de la no fijeza ni exclusividad en ninguno de los modos, sino que la combinatoria en la elección es lo que le da suti­ leza al hallazgo(?). El desarrollo de esta idea nos lleva nuevamente al texto de Freud: La pulsión tenla un objeto por fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Lo perdió sólo mas tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispen­ saba satisfacción. Después la pulsión sexual pasa a ser regularmente autoerótica y sólo luego de superado el período de latencia se reestablece la relación origi­ naria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro (Ibíd.: 203). La idea de hallazgo, central en este desarrollo, es un término rodeado de ambigüe­ dades y matices, que en cadena asociativa con encuentro y reencuentro, lo convierten en un nudo conceptual, dando lugar a diferentes interpretaciones. Se repite con demasiada frecuencia y ligereza que el hallazgo es reencuentro y su repetición, no des­ taca suficientemente la riqueza y complejidad que el concepto implica. Abrimos la polémica. Hallazgo no es encuentro No es equivalente directo, no es sinónimo. Situado en un campo semántico más amplio, el término hallazgo comporta elementos inesperados ligados a la creatividad, como por ejemplo cuando se dice: "el título de esta película es un hallazgo" o "el encuentro del actor que representa tal personaje en una obra es un hallazgo". Nótese que no es la aparición de algo pre-visto, tal como "eso estaba ahí" y sencillamente se trataba de tomarlo. No podía preverse cómo el actor iba a representar dicho perso­ naje, como tampoco se diría que el nombre de la obra ya estaba y sólo había que agre­ garlo. Mucho más que eso, hallazgo implica la actividad que hace aparecer un objeto mediatizado por la creatividad del sujeto, por su captación de lo imprevisto. En su 39 Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?) de objeto literalidad, hallazgo es descubrir con ingenio algo hasta entonces no conocido. Por lo cual, hallazgo no es tanto la acción de encontrar, como una cualidad de la actividad subjetiva. Si el encuentro de objeto es un hallazgo, lo es porque el proceso estuvo comandado por la creatividad del sujeto. En este sentido, lo novedoso, lo imprevisto en el hallazgo se opone a lo ya dado, a lo ya conocido, a lo ya establecido y prefijado. A la inmovilidad. "' Este objeto es un hallazgo del sujeto, resulta una forniulaéión cercana a los plan­ teas de Winnicott (1972: capítulo 5) sobre creatividad y espacio transicional, y como las de P. Aulagnier (1991) sobre lo imprevisto del sentido que pueda tomar el pro­ yec.to identificatorio en la adolescencia. En lo que a hallazgo se refiere, la actividad espontánea (Rodulfo, 1989) creativa propia del sujeto no podría estar ausente, como tampoco la actividad intersubjetiva de mutuo intercambio con el mismo. -,¡ ,,� Hallazgo y re-encuentro Apoyados en la multiplicidad de sentidos que permite desplega,r la idea "hallazgo es reencuentro" partamos de ese primer tiempo descripto por Freud en que "la pulsión tenía un objeto por fuera del propio cuerpo (el pecho materno) lo perdió sólo mas tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción" (Freud, 1978: 202).Las metamorfosis de la pubertad El bebé se encuentra con un objeto exterior a sí, fuera de su cuerpo, aunque él no experimente nada aún de la exterioridad del mismo, y esa exterioridad hace al objeto "no-yo ajeno". Que en los comienzos, esa ajenidad esté al servicio del bebé y de la ilu­ sión de objeto propio, creado, depende de que la función materna sea suficientemente adecuada2. Se reduce así (sin que se pierda) la exterioridad del objeto y pictograma de fusión mediante3, la pulsión pasa a ser regularmente autoerótica; el objeto toma cuerpo en el niño. Luego y una vez que alcanza la representación del objeto por fuera de la propia cor­ poreidad, "( ...) quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la representa­ ción global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción" (Ibíd.: 203), se producirá la elección infantil de objeto. ¿Cómo se produce la exterioridad del objeto? Tengamos en cuenta que cuando Freud habla de objeto se refiere a representaciónes psíquicas de los objetos y no al objetd!'del mundo exterior. Ese es un trabajo que no es mera "toma de conciencia'' de su exterioridad y su globalidad, sino que es trabajo de expulsión. Recordemos que el "lo trago lo escupo" de la denegación (Freud, 1979), lo bueno adentro, lo malo 2. · Se prefiere el uso de "suficientemente adecuada" al utilizado por Winnicott y conocido "suficientemente buena", para dejar de lado toda connotación axiológica. 3. Recordamos que para el proceso originario la extaterritorialidad del objeto no es un dato que lo marque. Sí para el proceso primario, que registrando su exterioridad, la niega. 40 Adrián Grassi afuera, requiere de actividad agresiva por parte del bebé. Al escupir, el bebé expulsa el objeto creando la exterioridad a sí. Se crean e inician las diferencias yo-no yo, sujeto objeto, interno externo, dentro fuera y la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Proceso este que no se da de una vez y para siempre, sino que a lo largo de toda la esctructuraciópn psíquica vuelve y re-vuelve desde el pecho y lo oral, y todos los momentos de la constitución del psi­ quismo en la niñez/adolescencia. Modelo que no va a ser ajeno a la genitalidad y al hallazgo de objeto. Pasan los años y el hecho de que la pulsión, ahora genital, se dirige nuevamente a un objeto exterior, entendemos un objeto exterior no conocido, un objeto que "aún no es" en el universo de las representaciones psíquicas. El cuerpo puberal Llegada la pubertad, la sexualidad (la genitalidad) ya no puede ser diferida. Una vez instalada la barrera de la prohibición del incesto y los diques morales que hacen al sujeto de la ética y la búsqueda de alteridad propia de la pulsión genital con la (im)pulsión puberal, al psiquismo le urgen trabajos específicos. En esta búsqueda, la actividad creativa por parte del sujeto, lo inesperado lo no conocido, lo imprevisto, distancian de todo lo que puede remitir al prefijo "re" a términos que aparecen ligados como la repetición, a la vuelta de lo mismo, a la anulación de sus diferencias. Reen­ cuentro, repetición, revuelta. Desde sus orígenes mismos, la conceptualización freu­ diana de repetición, con sus ambigüedades, no puede plantearse por fuera del par que constituye con el término: "la diferencia" (Derrida, 1997). Situamos la diferencia dentro del pensamiento de los sistemas de lo múltiple o complejo, ya que planteada desde lo simple, no queda más que como desvío forzado de la repetición. La secuencia repetición-hallazgo-creatividad-diferencia, se va estableciendo. De lo "re" del encuen­ tro se deriva hacia lo "neo". Hallazgo es también encuentro inédito, producción de una combinatoria novedosa, original. El cuerpo puberal, con sus reotganizaciones y neo organizaciones, requiere de nue­ vas inscripciones y nuevos circuitos pulsionales. El objeto, para terminar de consti­ tuirse como tal (exterior-ajeno-extraño), requiere de tiempos y espacios donde hacerlo, de ensayos y exploraciones (Wasserman, 2005). Le urge el hallazgo-creatividad-encuentro de objeto exterior a sí, en simultáneo con que el objeto exterior no reduplique un encuentro ya producido, sino que inscriba como acontecimiento que diferencie lo que está investido por el niño y la familia producto de su historia corporal libidinal ligada a los primeros objetos de cuidado y amor (incestuosos) - de lo que deviene nuevo y que está in-vistiendo como obra pro­ pia, por fuera del cuerpo y lo familiar. Le urge la creación, re-creación, re-presenta­ ción de objeto y espacio transicional, la frontera, el borde, la no repetición del adentro (familiar) conocido (Sami-Ali, 1980). Que el objeto sea investido siguiendo Metamorfosis de la pubertad: el hallazgo (?) de objeto 41 las vías de las corrientes tierna y sensual de la pulsión por el olor, la mirada, el tacto, la voz, por todo lo no corporal propio, por todo lo no familiar ya conocido y con mucho gusto intrageneracional. Se reencontrarán en el objeto rasgos de aquellos bocetos de infancia, mascarada y semblante, pero hallazgo es fundamentalmente nueva inscripción e inscripción de lo nuevo, "creatividad propia'', por fuera del cuerpo familiar. Objeto marcado a fuego con la (angustiosa) extrañ�a del afuera. Re-encon­ trar la exterioridad del objeto es reencontrar su recreado�. · , Al muchacho, a la muchacha les está llegando la hora de salir a crear afuera, a con­ quistar-se genitalmente e inscribir diferencias de sexo, de cuerpo y nuevas categorías4 en una relación o vínculo de intersubjetividad, de alteridad, apuntalada en los mode­ los de la temprana infancia, bocetos de la obra. Apuntalamiento plataforma y momento de salida adolescente, el cuerpo requiere de nuevas inscripciones con el objeto que es reinventado en la alteridad, se adiciona así el otro modo de elección por alteridad y radical diferencia (subjetiva) del (sexo) objeto. Tomamos el concepto de apuntalamiento, anáclisis o apoyo Freud (1976) en el sentido de que lleva a la consi­ deración de primer apoyo como sostén y plataforma de lanzamiento. Espacialidad primera donde algo se constituye para luego abrirse a otros espacios y objetos. Apun­ talamiento es sostén transitorio hasta .. . la partida. El deambulador que en sus primeros pasos requiere para caminar tomarse de una mano familiar, luego se lanza a la búsqueda de otro sostén. Nótese la importancia que tiene el hecho de que primero camina agarrad�. para luego dar pasos sin el apoyo con­ servando el equilibrio y lanzarse hasta la próxima parada, en un objeto sostén, no (hu)mano, no conocido, por fuera de lo ya re-presentado, hasta lograr ser su propio sostén. Paradoja y cuerpo Es fundamental considerar la pubertad con relación al crecimiento y los cambios corporales posibilitados por nuevos fenómenos endocrinos que se ponen en marcha: producción de hormonas sexuales hipofisiarias, maduración de los órganos genitales, desarrollo de caracteres sexuales secundarios, etc. Pero, ¿cómo no considerar que el cuerpo es cuerpo erógeno y que aún para el normal desarrollo de la vida somática reqµiere de procesos de libidinización? Decir que la adolescencia comienza con el hecho biológico de los cambios corporales es una visión tan evolutivista como decir que un hijo comienza su existencia con el nacimiento. Pues, ¿cuándo nace el deseo de hijo, cuándo nace el deseo de crecer propio de la adolescencia, que determina entre otros los tratos del cuerpo? 4. Padre -madre diferenciados de genitor-genitora, y las categorías de género: lo masculino­ lo femenino. 42 Adridn Grassí El trabajo clínico de procesos adolescentes se detiene como uno de sus lugares pri­ vilegiados en el especial uso del cuerpo puberal. Y esto tanto en el campo de los proce­ sos saludables como en el amplio abanico que se despliega en patologías que se entrevén graves (accidentes frecuentes, desarrollo de enfermedades psicosomáticas, procesos adictivos que comprometen de manera muy importante funciones vitales como en la anorexia y bulimia, actuaciones que recaen sobre el cuerpo con cortes y amputaciones que sin ser necesariamente declarados intentos de suicidio ponen en riesgo su integridad, temores hipocondríacos, cambios bruscos de peso, obesidad), además de todos los ropajes que acompañan el cambio de piel, con sus dibujos, ador­ nos y perforaciones. Pasando a otro registro, se llega a lo descrito como vivencia de extrañamiento cor­ poral. El sentimiento de extrañeza (bajo la forma de angustia no mentalizada) aso­ ciado al cuerpo puberal, la pérdida de los reparos y los límites corporales llevan al adolescente a tratar su cuerpo como un "objeto externo (extraño)". Este cuerpo tratado como ajenidad y el uso de defensas paradojales que supone traen resonancias en direc­ ción de la autodestructividad y el masoquismo. En este sentido ha sido señalada la función del cuerpo como (objeto subjetivo): pantalla donde dirigir mociones pulsio­ nales con sentimientos de odio y agresividad, lo que libera a las representaciones psí­ quicas del objeto, los padres aún idealizados de (im)pulsiones destructivas. Este trato paradojal del cuerpo (erógeno) y de la yoidad inscripta en el mismo trato como ajeni­ dad tan común en la adolescencia abre a procesos de identificación-desidentificación. Viejas e históricas identificaciones, inscripciones reunidas en el cuerpo infantil-niño ideal-padres de la infancia. Identificados en el cuerpo del niño, las caídas de los obje­ tos de la infancia no se producen sin un pasaje por lo corporal, porque las identifica­ ciones con los objetos (parciales) son (también inscripciones) corporales. Estas caídas violentas de los objetos inscriptos en el cuerpo -estrepitosas, ruidosas- son proce­ sos de inscripciones-reinscripciones-transcripciones de lo corporal por la complemen­ tariedad zona-objeto. Los conceptos de originario y originario puberal (Gutton, 1993) abren perspecti­ vas donde situar la problemáticas del ibjeto inscripto en lo corporal y sus tratos. Si los cambios corporales toman importanéia con relación al hallazgo de objeto es porque, como el autor plantea, "las reestructuraciones objetales y narcisistas encuentran su origen en las capas mas profundas del inconciente inscriptas en la máxima proximi­ dad de lo somático" (1993: 21). Son las inscripciones pictogramáticas. La pubertad por su anclaje en lo biológico es un momento privilegiado y cualitativamente inédito de este fenómeno. "La forma en que la experiencia puberal se dota forzosa e inadecua­ damente de representaciones y significaciones que hicieron del destino de Edipo antes del Complejo: Edipo narcisista o genital" (Ibíd.: 21). Por el trabajo de lo originario puberal, la pulsión busca el objeto (complementario) inscripto en el propio cuerpo erógeno. Recordemos que este es uno de los caminos que nos advierte Freud (1976) como posible desviación o perversión de la pulsión por fuera del propio cuerpo y no encontrando, no constituyendo un así no superar su estado autoerótico. Señalamos que lo que Freud postula como for­ mación psicopacológica, resultado de un fracaso en la elaboración psíquica de lo origi­ nario puberal por la complementariedad zona-objeto, trabaja de modo habitual en la estructuración psíquica en la pubertad y es algo con lo cual tiene que vérselas el ado­ lescente en un desarrollo saludable. La elaboración psíquica de lo originario puberal t:ransfotma. Rl búsqueda de objeto acoplado al cuerpo propio. Trabaja el autoerotismo produciendo la excorporación del objeto. El objeto parcial-complementario se reordena hacia el objeto exterior, lo pre­ genital deviene para genital Con el narcisismo recordamos que la categoría "objeto externo, global diferen­ ciado, altero" aún no estaría plenamente constituida. Y por lo originario puberal, a la hora del hallazgo de objeto, lo originario puberal repite y busca que en el objeto (nar­ cisista) se reinvista al yo y reduplique la mismidad. Su elaboración es trabajo de no igualación, no identificación de la propia yoidad en el objeto, búsqueda de la alteri­ dad corporal subjetiva en el objeto. Pero también, lo originario puberal insiste y nuevamente busca repetir los modelos vividos ya conocidos, investidos a lo largo de la historia de las identificaciones corpo­ rales, incestuosas familiares (lo cual constituye otra derivación psicopatológica). Ela­ boración de lo originario puberal de no repetición en el hallazgo de objeto, de identificaciones infantiles familiares. Trabajo de1·des-identifkación del objeto con los modelos familiares, búsqueda de lo altero en un espacio extrafamiliar. Lo que se viene delimitando es el trabajo psíquico por el cual se produce la catego­ ría de la exterioridad a sí, la transicionalidad del objeto y del espacio cuando la libido adviene genital. Una de las condiciones para el hallazgo de objeto, una primera condi­ ción es la creación de la "espacialidad exterior" al propio cuerpo, (transformación del autoerotismo y del narcisismo) y "espacialidad extrafamiliar" donde hallarlo. Otras condiciones serán hacer de lo extrafamiliar lo heterofamiliar y que en el vínculo el objeto se deje crear. Se establece una compleja relación entre hallazgo de objeto e historia infantil, iden­ tificaciones familiares y genealogía. El hallazgo de objeto transcurre en un desfiladero entre re-petición, re-vuelta, de-construcción de la historia infantil. El hallazgo de objeto no es sin el pasado historizado, no es sin la re-interpretación de la historia infantil, no es sin su construcción, sin su ligadura con la genealogía. Las distintas for­ mas de obstaculización, con sus típicas dubitaciones y demoras, los posibles fracasos parciales u otros instalados como repetitivos, en estas operaciones de ligadura entre hallazgo de objeto y transformación de la historia infantil se despliega el abanico de posibilidades saludables y psicopatológicas en la adolescencia. Desde transitorias inhi­ biciones hasta la denominada fractura de historia. 44 Adridn Grassi Para finalizar Apoyados en la ambigüedad que permite el término re-encuentro podernos avanzar en lo que constituye una polémica en el texto freudiano. El hecho de que la pulsión ahora genital se dirige nuevamente a un objeto exterior, entendernos un objeto no conocido, un objeto que "aún no es" en el universo de las representaciones psíquicas. Es allí donde aparece la necesidad, la urgencia de creatividad por parte del adoles­ cente. Desde esta perspectiva es que se diferencian claramente dos procesos opuestos entre sí. Lo puberal, que en su registro originario pulsa la continuidad zona objeto complementario, empuja al autoerotismo, al narcisismo, a los objetos incestuosos, a lo familiar conocido. Lo adolescente, que acatada la prohibición del incesto (con las barreras morales de la pulsión), es trabajo de simbolización, de elaboración de lo puberal, de creatividad-hallazgo de objeto por fuera del propio cuerpo familiar. Por lo originario puberal, la repetición pulsa. Por la creatividad adolescente, la libido altruista va mas allá, diferencia, crea, es hallazgo, encuentra objeto otro, es alte­ ridad. Entre lo puberal y lo adolescente, la repetición, la creatividad. Lo que puede diferenciarse tan claramente por razones de escritura y función peda­ gógica, no es tan claro en cuanto uno se adentra en los efectivos procesos psíquicos, los que se producen de modo entremezclado y tienen una duración mucho más pro­ longada de lo que un texto escrito puede trasmitir. No obstante, estas puntualizacio­ nes sirvan como balizamiento de un campo de trabajo complejo. Del pictograma al pentagrama Néstor C. Córdova Introducción El trabajo de integrar el rigor de la teoría con la belleza no menos profunda de la poesía responde al propósito de poner en acto un estilo creativo de investigación, enseñanza y transmisión en psicoanálisis. Este proceso supone un entrecruzamiento lúdico, entre lo ya teorizado por ciertos autores del psicoanálisis con lo ya creado por los poetas y autores literarios, para dar lugar al surgimiento de nuevos efectos de sen­ tido, nuevos modos de cernir los aspectos más intrincados del objeto de estudio. Es posible, entonces, como modelo de investigación y transmisión, trabajar creativa­ mente ciertos temas de la teoría psicoanalítica sin acudir exclusivamente en su demos­ tración al recurso del caso clínico, a veces esclarecedor, pero generalmente proveniente del acervo singular del autor o del docente. Tratándose del estudio de los procesos de estructuración psíquica y subjetivación en la adolescencia, la propuesta de este trabajo es recurrir al rock, producción artística musical que expresa poéticamente las vivencias �dolescentes. A modo de introducción diremos que el rock estalla en la escena social de la década del 50 como una nueva expresión de la juventud. Es el tiempo de las generaciones de posguerra en el que la juventud comienza a tomar conciencia de sí misma y crear los significantes que la representen. Proceso de ruptura de la alienación al orden adulto en un movimiento de separación que conduce a los adolescentes a poner en desorden los modelos de la sociedad de los padres. Es así como los adolescentes, apuntalados por un proceso de grupo que les otorga cierta consistencia identitaria comienzan a crear sus propias manifestaciones artÍsticas colectivas, significantes que expresan las vivencias subjetivas comunes a una generación. El rock lleva la marca fundante de una nueva ola que estalla e inunda con su estri­ dente sensualidad puberal las orillas del cuerpo social instituido, al tiempo que sus acordes desacomodan y ponen en crisis el orden de lo establecido. Con sus ritmos y letras cargadas de erotismo simbolizó un desafío a las pautas sexuales vigentes trans­ miti�s por la sociedad adulta; más precisamente, puso de manifiesto y profundizó las inexorables diferencias generacionales. El rock es hoy una expresión artística popular que expresa el sentir de los jóvenes, pero además, con su rica historia, propicia los vínculos de transmisión entre genera­ ·ciones, no sin remarcar las inevitables y necesarias diferencias entre ellas. Recurriremos para nuestra tarea al análisis de algunas letras de rock que alumbran poéticamente ciertas oscuridades de los procesos puberal y adolescente teorizados por 46 Néstor C. Córdova Gutton (1993). Trataremos de estudiar a través de ellas las características de ese intrincado interjuego de escisiones y ensamblajes operado entre la arrolladora turbu­ lencia sensual y originaria de lo puberal y los trabajos elaborativos y creativos de lo adolescente. Necesaria dialéctica entre ambos, cuya síntesis contribuye con los proce­ sos de estructuración psíquica y subjetivación. Deconstruiremos e indagaremos aque­ llos procesos que conducen de lo originario a la creación, trayecto que he denominado "del pictograma al pentagrama". De fuego y de agua. Lo puberal y lo adolescente Me arde Me arde me arde es tarde para curarme me arde me quema deje la sangre en la arena me arde ¡me está quemando! estoy disimulando como fuego sobre la superficie del mar como el viento caliente del desierto me quema, (me quema) saber que no vas a volver en serio me arde me duele todo d cuero me arde, me quema dejé la carne en 11 arena ,. me arde ¡me está quemando! (y) estoy disimulando como fuego sobre la superficie del mar como el viento caliente del desierto me quema (me quema) saber que no vas a volver (Calamaro, 1997) Esta canción de Andrés Calamaro (1 nos permite jugar con metáforas de los procesos puberal y adolescente. Gutton (1993) dirá que lo puberal crea los materiales sobre los que trabaja lo adolescente. Lo puberal es la presencia ardiente de la sexuali­ dad genital que activa la interpretación aprés-coup de la sexualidad infantil, creando representaciones incestuosas y fantasmas de seducción, materiales que "arden como el viento caliente del desierto", que queman, seducen y marcan es�cuerpo en transición. El cuerpo púber se encuentra tomado por un proceso d� tra�sformación entre dos litorales: lo aún niño y lo ya adulto. Gutton (1993) afirma que, con la llegada de la pubertad, el cuerpo genital puberal seduce al cuerpo todavía niño. Lo puberal y lo adolescente son entonces "como el fuego sobre la superficie del mar", procesos dife­ rentes pero lindantes y complementarios, que actúan de un modo simultáneo o retra­ sado. Gutton (1993) sostiene que lo puberal habita en el centro de los procesos adolescentes. Lo puberal somete al sujeto adolescente al ardor de sus llamas. Es el exceso de sen­ sualidad que se derrama como lava incandescente inundando cuerpo y psiquismo, creando representaciones incestuosas que dan sustento a una intensa actividad autoerótica. Lo adolescente está representado por la metáfora del mar, que podrá ate­ nuar esa ardiente sensación puberal, desexualizando el exceso de sensualidad, enterne­ ciéndolo mediante los procesos de elaboración, sublimación e idealización de esas representaciones edípicas incestuosas, fantasías de seducción infantil creadas por interpretación aprés-coup, desde lo genital pub�·ral. Lo puberal genera el exceso de sensualidad que infiltra al adolescente, mientras que lo adolescente "enternece" ese plus, lo apacigua. Ese plus de goce, sin el trabajo de ligadura propiciado por lo adolescente, dificultaría el progreso saludable de los proce­ sos de constitución psíquica y subjetivación. El fuego y la superficie del mar son tam­ bién una excelente metáfora para ilustrar la confluencia en el objeto amoroso de las corrientes sensual y tierna, planteada por Freud (1983). Retomando la letra, "saber que no vas a volver" es una sentencia que se enlaza con el trabajo de elaboración en un nuevo pasaje por los desfiladeros del Complejo de Edipo, del duelo por el objeto amoroso infantil inexorablemente perdido. Facilita la siempre costosa operación de desasimiento freudiano (1983) por parte del sujeto ado­ lescente, del objeto de la infancia. Expresa una renuncia definitiva que posibilita dejar atrás "las arenas calientes" de una infancia reyisitada e interpretada, en un movi­ mien¡o psíquico aprés-coup por la nueva sexualidad genitalidad puberal. El adolescente tendrá que dejar algo de sí en el camino; en principio, el cuerpo infan­ til: dejar la carne en la arena. La arena sería también la metáfora que nos conduce al escenario -"la plaza de toros"- en la cual se dirime el Complejo de Edipo. Es el lugar donde dejará caer esa "libra de carne", operación de corte que abrirá un surco para la reorganizadón del narcisismo. Se requiere un movimiento de torsión, una decisiva maniobra de viraje para abandonar en las playas de la infancia los restos del yo ideal y sus objetos amorosos, y poner gradualmente en funciones al ideal del yo como guía. 48 Néstor C. Córdova que no hay forma de volver también habilita el trabajo de historización de la infancia y la elaboración creativa del duelo por el objeto, mediante procesos saluda­ bles que dan lugar a la lo nuevo, que conducen a la creación/hallazgo de objeto pro­ puesta por Grassi (2008), por una vía diferente de la repetición sin diferencia sugerida por el "re-encuentro" (freudiano) del objeto, teñido de la melancólica y vana ilusión de volver a encontrar el objeto perdido. Como vemos, se juega siempre un proceso dialéctico entre la fuerza fusionante de lo puberal y los trabajos separadores de lo adolescente. Lo puberal activa el Edipo genital, lo adolescente permite su elaboración. Lo puberal permanece cercano al yo ideal como anhelo narcisista de retorno; lo adolescente crea las condiciones para la primacía del ideal del yo, como proyecto identiflcatorio y horizonte que señaliza un posible camino de salida para el sujeto adolescente. Lo originario puberal en su expresión más tajante 1 Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales, y en el varón, el ímpetu del miembro erecto remite imperiosamente a la nueva meta sexual: penetrar una cavidad del cuerpo que excite la zona genital. Al mismo tiempo, desde el lado psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, pre­ parado desde la más temprana infancia (Freud, 1983: 202). Freud plantea en este párrafo una simultaneidad entre la aparición de los procesos de excitación sexual genital y el trabajo psíquico del hallazgo de objeto. Sin embargo, sabemos ahora que hay un largo recorrido y un tiempo que Grassi (2008) denomina entretiempo de la sexuación, para arribar en el mejor de los casos a ese hallazgo y crea­ ción de objeto. Freud afirma, un poco más adelante, que "sólo luego de superado el período de latencia se restablece la relación originaria". Retengamos esta idea de reestableci­ miento de la relación originaria y Cj>ntinuemos. "No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño de pecho de su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro" (Freud, 1983: 203). En primer lugar, podemos señalar que Freud no avanza demasiado en su obra en la teorización sobre el trabajo psíquico de hallazgo de objeto, se detiene en la idea de un reencuentro. En nota al pie de 1915 agrega: "El psicoanálisis enseña que existen dos caminos para el hallazgo de objeto: en primer lugar, el mencionado en el texto que se 1. Jugando con la palabra tajo, de la cual se desprenden variados sentidos, además del popu­ lar y su tradicional interpretación psicoanalítica, aludo también a los significados conclu­ yente, terminante, contundente. realiza por apuntalamiento en el modelo de la temprana infancia, y en segundo lugar, el narcisista que busca el yo propio y lo reencuentra en los otros" (ibíd.: 202). Dejando de lado el desarrollo del tema del hallazgo de objeto tratado por Grassi (2008), queremos retomar la frase de Freud "luego de superado el período de latencia se restablece la relación originaria" (ídem) para señalar que esta afirmación nos con­ duce al territorio de lo originario puberal deslindado por Gutt�n (1993). Recordaremos que lo puberal es inundación, saturació� séxual genital incestuosa. Pulsa por el retorno a la unidad narcisista originaria (puberal). Lo originario puberal trabaja bajo el axioma de la complementariedad de los sexos, fantasía de (re)encuen­ tro. con la pareja complementaria incestuosa que conduce inconsciente y peligrosa­ mente hacia la amenazante figura de la madre fusiona! arcaica (Gutton, 1993). Gutton plantea la idea de una unidad narcisista originaria puberal. "Su modelo es, por supuesto, el narcisismo originario entre madre y lactante cuando intentan prolon­ gar la simbiosis del embarazo..." (1993: 37). "La pubertad, trauma narcisista por exce­ lencia, derrumbe de la omnipotencia infantil, ofrece al mismo tiempo unas solución sexual para su curación" (1993: 39). La solución positiva a lograr es el hallazgo de "un compañero genital cooperativo (...) de un estado amoroso compartido" (1993: 39). En los primeros tiempos, antes del acceso al otro como alteridad, lo puberal por lo originario es empuje a la búsqueda del genital complementario, a la restitución de la fusión zona-objeto complementario, ahora en rf;lación con el genital del otro sexo. El varón busca ardiente y obsesivamente la vagina que lo contenga; la mujer, el pene que la colme. Pene y vagina son ahora tan "fusionalmente complementarios" en la fantasía como otrora lo fueran la boca y el pecho. Pene y vagina, en tanto genitales comple­ mentarios, sin integración al sujeto como totalidad, son tratados inicialmente como objetos parciales. Tanto el objeto como la pulsión deberán ser excorporizados, pero si se interrumpe el proceso aún pueden permanecer demasiados cercanos al sujeto, por lo cual el cir­ cuito pulsional resulta insuficiente y peligrosamente breve, el objeto permanece demasiado "al alcance de la mano" de la pulsión, o sea en una zona lindante con el autoerotismo por su proximidad, sin el recorrido suficiente para la creación del fan­ tasma adolescente que acote el goce y sostenga el deseo de otra cosa. Por el supuesto de la complementariedad de los sexos y la búsqueda del restablecimiento de la unidad narcisista originaria, ahora puberal, es preciso que la figura parental no se presente seduqora e inadecuadamente solícita con el hij�/a. En este caso dificultaría el desasi­ mient� y la exploración de un afuera que demarque un recorrido pulsional suficiente­ mente alejado. Especialmente durante el entretiempo adolescente de la sexuación, una relación genital puede no ser más que una experiencia narcisista de goce autoerótico vivida por dos, muy limitada al encuentro y descarga de ambas zonas-objetos complementarios y muy teñida por la repetición, situación resumible en la irónica expresión: "ella y él se querían mucho, ella se quería mucho a sí misma y él también". 50 Néstor C. Córdova En ciertos casos, bordeando los límites de lo patológico, el encuentro del objeto complementario, la fantasía de retorno a la mítica unidad narcisista originaria se sitúa en el plano oral de los actos compulsivos de consumo: el frenesí sexual, la búsqueda extrema de las sensaciones "duras" de la música que golpea poderosamente como un objeto sólido e inunda saturando y hasta dañando los órganos sensoriales, el exceso de alcohol, la droga, la comida. Todo aquello que inunda sensorialmente anulando iluso­ riamente la experiencia, a veces intolerable, de agujereamiento, de dolor insondable y vacío; obra del trabajo en negativo del pictograma de rechazo. Trabajaremos ahora lo conceptualizado a partir de la letra de la canción de Luis Alberto Spinetta, Me gusta ese tajo (Spinetta, 1973) 2 . Con el ritmo vibrante de un clá­ sico rock, se expresa casi rabiosamente el estado de urgencia sexual genital propio de lo puberal, urgencia que impulsa obsesivamente a una agresiva búsqueda de unión de la zona genital con el objeto complementario, tratados como objetos parciales, sin mediar el otro como alteridad. Se trata aquí de la portadora de un tajo, zona comple­ mentaria hacia la cual pulsa, por lo originario puberal, el pene objeto desde el empuje de la genitalidad. Me gusta ese tajo Me gusta ese tajo que ayer conocí Me gusta ese tajo que ayer conocí. Ella me calienta la quiero invitar a dormir. Con sus lind¿ piernas ella me hace pensar debo destruir la mierda de esta ciudad. Me gusta ese tajo que ayer conocí ella me calienta la quiero invitar a dormir. 2. Sugerida por el alumno Gustavo Galeano en una clase del Seminario Teórico de Adoles­ cencia 2. que crea sentidos diver"Me gusta ese que ayer conocí" es una frase sos: el adolescente ha conocido al fin ese "tajo", "ayer"; se podría afirmar que aún lo está conociendo. Expresa un acontecimiento, el descubrimiento del coito. Es un acontecimiento ligado a lo nuevo y lo está inscribiendo desde lo originario, como una experiencia placentera, en forma de pictograma de fusión. Ese "tajo" es el objeto com­ plementario que se va inscribiendo, construyendo fusionado con el pene propio. El adolescente inscribe su genital con el genital otr-6 y �u cuerpo con el otro cuerpo, hasta llegar al reconocimiento del otro y de sí mismo. La insistencia, la repeti­ ción de la referencia al tajo, la no separación del objeto complementario es propiedad de lo puberal. Lo puberal en su versión originaria es una tendencia antiseparadora por excelencia, búsqueda de la repetición de toda experiencia de complementariedad. Lo adolescente, en cambio, es una fuerza separadora, promueve la búsqueda de lo nuevo; es tendencia a la creatividad. "Ella me calienta", ella promueve su sensualidad puberal, casi exenta de un hilo de ternura adolescente. El amor erótico adolescente tendrá luego una función estructu­ rante e integradora, esencial en la subjetivación del sí mismo y del otro como alteri­ dad. El amor adolescente requiere de cierta coalición (nunca exacta, nunca puntual, siempre insuficiente) de la ternura y la sensualidad en un mismo objeto. "Construiré un castillo con tu vientre';· Los trabajos adolescentes a partir de los materiales puberales Luis Alberto Spinetta escribió una bellísima canción que se transformó en la impe­ recedera Muchacha (ojos de papel) (Spinetta, 1970). El poema, con su riqueza metafó­ rica, nos permite jugar con la ficción y representar el resultado de los trabajos específicos de elaboración, idealización y sublimación del proceso adolescente a partir de los materiales creados por la virulenta sexualidad genital infiltrada por lo puberal. Al iluminar ese delicado e íntimo territorio de lo adolescente sugiere un hilo sutilísi­ mo de sensualidad en torno al objeto, enlazándose con la corriente tierna derivada de la sexualidad de fin inhibido, donde predominan las marcas de la sublimación y la creatividad, la desexualización de lo genital incestuoso y, finalmente, cierta idealiza­ ción del objeto amoroso en proceso de creación, y siendo hallado. Muchacha ojos de papel, ¿adónde vas? Quédate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más. Quédate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manos hasta que por la ventana suba el sol. Néstor C. Córdova 52 Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy. Y no hables más, muchacha, corazón de tiza. Cuando todo duerma te robaré un color. Muchacha voz de gorrión, ¿adónde vas? Quédate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más. Quédate hasta el día. Duerme un poco y yo entretanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol, muchacha, te haga reír hasta llorar, hasta llorar. Y no hables más, muchacha, corazón de tiza. Cuando todo duerma te robaré un color. El adolescente va creando/hallando el objeto con elementos nuevos y retazos signi­ ficantes de objetos pertenecientes a su pasado, lo que Aulagnier (1997) denomina fondo de memoria: muchacha ojos de papel, pequeños pies, piel de rayón, corazón de tiza, voz de gorrión... La creación se va gestando en una estructura literaria denominada caja china: la muchacha soñada a.su vez sueña entre las manos del sujeto que la sueña: Sueña un sueñp despacito entre mis manos hasta que por fa ventana suba el sol. Es un trabajo de exploración e inscripción erótica del otr� sexo (y del propio) en una dimensión amorosa de alteridad. Anuncia la llegada del hall�zgo en tiempo pre­ sente, desde una sensible captación masculina del otro y de los signos de la cultura epocal, no sin lo femenino: Muchacha piel de rayón, no corras más. Tu tiempo es hoy. Mientras crea poéticamente su objeto en un tiempo "entre tanto" ("entre tiempo"), este debe entregarse a su tarea, dejarse hacer entre sueños. El hallazgo, dirá Freud (1983), se concreta primero en la fantasía. Con la metáfora de construir un castillo con su vientre, "va construyendo(se) la función simbólica de la paternidad; partiendo de un deseo de hijo y de su potencialidad engendrante" (Córdova, 2007), en un tra­ bajo relacionado con la entrada en funciones del ideal del yo (sol") que insinúa un tiempo límite para la ensoñación y un horizonte futuro: t · Duerme un poco y yo entretanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol... Para concluir: enseñanza y transmisión Este trabajo es una invitación a explorar las diversas creaciones artísticas que expre­ san con profunda agudeza una captación intuitiva de esos mismos procesos puberales y adolescentes que investigarnos, conceptualizarnos y transmitimos a diario en la Facultad y otros ámbitos. Es un modo de poner en juego la convicción de que el proceso de enseñanza no puede desentenderse de la transmisión del psicpanálisis. Ambos son procesos inter­ subjetivos, pero de sustancias diferentes. La ensefianza apunta al aprendizaje de conte­ nidos, la transmisión, como afirma Nasio (1987), pone en juego el modo de estar atravesado, marcado e implicado subjetivamente por la experiencia de trabajo con el objeto de enseñanza. La transmisión conlleva una paradoja: transmitir lo intransmisible, es el desafio a la creatividad del analista docente. Transformar apropiativamente esa transmisión y enriquecerla es tarea de los alumnos y las nuevas generaciones de analistas. Los poetas transmiten sin pretender enseñar, gradas a su talento y sus musas3 . 3. Diosas inspiradoras de la creación artística. La creación del cuerpo adolescente Néstor C. Córdova Introducción Donde soma era, cuerpo debe advenir1. Con la irrupción de la pubertad en la escena infantil se producen vertiginosas trans­ formaciones, que serán tramitadas e integradas en el entretiempo de la sexuación. El acontecimiento genital, arriba por sorpresa con la nueva oleada pulsional, rompiendo en las playas pregenitales del cuerpo niño. El encuentro de la psique con el nuevo cuerpo y su genitalidad produce un trabajo de inscripción que se expresará como pro­ ceso de crecimiento en dirección de la integración psicosomática y la subjetivación. En cierto modo, el cuerpo infantil, por la dimensión real biológica de las transfor­ maciones de la pubertad, deviene parcialmente soma, territorio inexplorado que impone al psiquismo su "in-corporación" mediante trabajos de inscripción del cuerpo genital en un proceso de integración psicosomática. Ante el fracaso de los procesos que permiten la inscripción y apropiación del cuerpo, este adquirirá el sesgo patológi­ co de intruso perturbador. La sombra de un objeto corporal ajeno y persecutorio ace­ cha�á al yo. Para adueñarse activamente de este cuerpo ahora genital, el adolescente deberá crearlo y crear-se como tal, en un trabajo de apropiación subjetiva, propiciado por el encuentro intersubjetivo con el otro no familiar. La tarea adolescente consistirá, metafóricamente, en crear-se los ropajes imaginarios y simbólicos para in-vestir con ellos ese real genital en estado de desnudez. Propongo pensar en este escrito aquellos procesos psíquicos del entretiempo de la sexuación (Grassi, 2008) que acompañan las transformaciones del cuerpo infantil durante la pubertad y posibilitan la creación del cuerpo genital adolescente. 1- El nacimiento del cuerpo en los albores de lo originario La c�nstitución del cuerpo como integración psicosomática, como cuerpo psíqui­ co/erógeno, que denominaremos corpsi2 , es el objeto de nuestra indagación. El cuerpo en sus inicios es un soma, la estructura orgánica del viviente. Y lo seguiría 1. Enunciado creado a partir de la célebre expresión de Freud "Donde Ello era, el Yo debe adve­ nir". Diremos entonces que" Donde ello (soma) era, yo (cuerpo) debe advenir". 2. Del francés corp = cuerpo y psi= psíquico. 56 Néstor siendo de no mediar su encuentro con el Otro, de no ser "tocado"3 (Nancy, 2003) y "corporizado" por el deseo y los significantes maternos desde los albores de lo origina­ rio. Afirmaremos que, por ese encuentro, situación, que Laplanche (2001) denomina "antropológica fundamental", donde era el soma, un cuerpo ha de advenir. El soma del infans es representado anticipadamente como sombra hablada (Aulag­ nier, 1996). Se lo designa con un nombre, se lo sueña y desea dotado de atributos imaginarios que aún no porta. La madre, durante lo que denominaremos "el proceso de gestación psíquica'', va construyendo uµ "entramado de base" Bleichmar(2009). Antes de nacer, el viviente "anidará en el psiquismo materno", en un tejido repre­ sentacional. Luego será "in-vestido" con los primeros envoltorios corporales, esas ropitas preparadas anticipadamente como representación topológica a priori de un cuerpo aún no constituido como tal. El viviente advendrá a la condición de infans a partir de ese encuentro humanizante que configura lo que Laplanche (2001) deno­ mina "situación antropológica fundamental", caracterizada por una asimetría madre­ hijo que deviene estructurante. El infans recibe el baño de lenguaje del Otro materno, quien con sus sonidos, olo­ res, imágenes y texturas corporales, su voz, la mirada, las caricias, los besos, la alimen­ tación y sus cuidados diarios va trazando en ese cuerpo naciente una geografía erógena y activando libidinalmente las superficies, territorios orificios y bordes corpo­ rales. La pulsión es convocada por la sexualidad inconsciente de la madre, quien cola­ bora para trazar los cauces y bordes que se ofrecerán como vías alternativas para derivar y contener la excitación que ella misma provoca. Silvia ·Bleichmar (2009), retomando aportes de Laplanche, sostiene que la madre sexualiza y da inicio al pro­ ceso de sexuación del infans. En este tiempo fundante que situaremos como "los albores de lo originario", el cuerpo psíquico, equivalente de cuerpo erógeno, el "corpsi", se va constituyendo en el doble encuentro originante con el propio cuerpo y los procesos psicosomáticos mater­ nos (Aulagnier, 1996). Las representaciones de lo originario van a materializarse por medio de pictogramas, que van a inscribir la zona con el objeto complementario, ambos fusionados, unidos. Por eso, el infans va construyendo su boca fusionada con el pecho. Va construyendo boca y"' pecho en un trabajo de escritura del cuerpo en el cuerpo mediada por el Otro. Esa escritura crea el cuerpo y el psiquismo enraizados; al representar la zona y objeto, el psiquismo se representa a sí mismo en un movimiento especular. El cuerpo es inicialmente vivenciado por el infans como fragmentado y desarticu­ lado, dada la incoordinación de una motricidad demorada con respecto a la percep3. El término 'tocado' surge de una expresión de Jean-Luc Nancy, que utilizo en el sentido de "contacto corporizante", no sólo corporal, tampoco exclusivamente visual, que produce un efecto de escritura significante en uno o ambos partenaires, en este caso, madre e hijo. El toque del Otro, sería el encuentro corporal mediado por lo simbólico: "Se sintió tocado por sus palabras". ción visual. La representación narcisista unificada del cuerpo y del yo se construirá en un movimiento anticipatorio, a partir de la identificación a la imagen especular del otro en el estadio del espejo. La estabilidad de la constitución imaginaria del cuerpo estará dada por una sutura simbólica, que proviene de la mirada y asentimiento del Otro. En esa operación estructurante devienen las identificaciones originantes del yo ideal {identificación imaginaria) y el ideal del yo (identificaqón simbólica). No se trata aquí de la construcción del cuerpo erógeno ya iniciáaa, "Sino de un "nuevo acto psíquico": la estructuración narcisista que funda la imagen cohesionada del cuerpo y del yo como instancia corpórea. El diferimiento del orgasmo genital hasta la pubertad hace del cuerpo infantil un cuerpo expuesto a goces parciales y fragmentados. Sin embargo, señalizada por las pinceladas del Otro primordial, la sexualidad se inicia (sexualización) y despliega en su superficie describiendo singulares trazados erógenos, verdaderas escrituras resultan­ tes del encuentro de lo nuevo con la transmisión inconsciente de las múltiples histo­ rias libidinales de las generaciones que lo preceden. Se van configurando así, en un trabajo intersubjetivo, la superficie y límites del cuerpo erógeno, marcado por el significante, que subvierte la organización y funcio­ nes específicas del cuerpo anatómico, transgrediendo sus leyes naturales y expresándo­ se mediante un lenguaje indescifrable para el saber médico. 2- La creación adolescente del cuerpo genital El intruso se introduce por faerza, por sorpresa o por astucia; en todo caso, sin derecho y sin haber sido admitido de antemano. Es indispensable que en el extranjero haya algo del intruso, pues sin ello pierde su amenidad(. ..) Por eso no es lógicamente procedente ni éticamente admisible excluir toda intrusión en la llegada del extranjero. [... } Una vez que estd ahí, si sigue siendo extranjero, y mientras siga siéndolo, en lugar de simplemente «naturalizarse», su llegada no cesa: él sigue llegando y ella no deja de ser en algún aspecto una intrusión: es decir, carece de derecho y de familiaridad, de acostumbramiento... Jean-Luc Nancy, Corpus. Con la llegada de la pubertad, el cuerpo infantil se transforma abruptamente en un territorio invadido y gobernado imperativamente por la sexualidad genital, que estalla con la nueva oleada pulsional en las playas de la infancia. El cuerpo erógeno se 58 Néstor C. Córdova genitaliza, la sexualidad se interconecta por sus múltiples vías, algunas de ellas ya tra­ zadas en la infancia e inhibidas en la latencia. El naciente cuerpo puberal late con inusitada frecuencia, entre los restos del cuerpo niño tomado ahora por la sensualidad genital. El cuerpo, otrora infantil y familiar, se transforma en un extraño heterogéneo para la psique. El resultado de esta mutación es un "cuerpo-soma", de bordes sinuosos y cambiantes, un territorio a explorar, que impone un trabajo de familiarización. El cuerpo será sede de un proceso intersubje­ tivo de "escrituración" que legitime su apropiación. Urge la tramitación de esas transformaciones que arrasan abruptamente el cuerpo infantil idealizado, refugio de la bisexualidad. La organización imaginaria del cuerpo infantil se altera hasta el borde de la frag­ mentación por los cambios en lo real producidos con la irrupción de la pubertad. En este proceso crítico de recambio de las identificaciones existe el riesgo de ruptura del sentimiento de continuidad existencial Al yo, cuyo núcleo es una proyección de la superficie corporal, cuya marca es siempre advenir, le caben las ineludibles tareas de auto-transformarse y establecer un lazo de continuidad, a través de los trabajos aprés­ coup de historización, y fantasmatización que acompañarán la asunción simbólica de una imagen unificada del cuerpo adolescente. El espejo, en tanto función del Otro, permitirá una nueva asunción del yo en el orden imaginario de las transformaciones operadas en lo real del cuerpo. Entrelazar ese real corporal con las dimensiones imaginaria y simbólica permitirá la asunción de una imagen del cuerpo unificada y estable. El espejo, inicialmente corporizado por la mirada significante materna, es ampliado luego por el juego de miradas familiares, con su función narcisisante y estructurante intersubjetiva, facilitadora de las identifi­ caciones infantiles que recubren el cuerpo y el yo, definiendo sus límites, creando una identidad grupal e individual (Riterman, 1984). Llegada la pubertad, el grupo familiar debe ceder su supremacía y dar lugar a la creación de otros grupos y otros espejos. La exuberante sexualidad genital puberal y las extrañas distorsiones y alteraciones4 corporales bordearán el territorio de lo sinies­ tro, tanto para la mirada del propio púber como para la de sus padres. Ambas genera­ ciones intercambian ahora imágenes lque despiertan una amplia gama de respuestas, que van desde la seducción hasta el horror ante la muerte anunciada del niño maravi­ lloso y los padres ideales. La función del espejo generacional adquiere entonces una importancia decisiva. Podemos concebirlo como un espejo versátil y polifacético que va configurando una imagen re-unificada del cuerpo por medio de contactos corporales, miradas, gestos, modismos verbales, musicalidades, modas y rituales, entre otras trazas significantes epocales utilizadas por los adolescentes. Este fascinante calidoscopio colectivo apun­ tala al adolescente en su proceso de desasimiento y des-identificación de lo familiar infantil y favorece la creación de ideales y modelos identificatorios de relevo. 4. De alter: hacerse otro. La creación del cuerpo adolescente 59 Estos encuentros significantes con los otros tienen también la función de posibili­ tar el trazado de un "circuito pulsional intersubjetivo", cuyo recorrido excede el pro­ pio cuerpo y el cuerpo familiar. Este circuito facilita la operación de des-investir genitalmente el cuerpo incestuoso parental para poder desasirse de él, enlazando la pulsión a ese circuito que favorece la socialización adolescente del "excedente sensual puberal" que inunda el psiquismo. .� ., El cuerpo propio genital, se irá creando en la adolescencia; m�diante las inscripciones e identificaciones resultantes de los encuentros con el "otro cuerpo" (el nuevo cuerpo que está arri.bando como otro) y con el cuerpo genital de los "otros" (en su dimensión erórica o sublimada), en una dialéctica constitutiva del sí mismo y la alteridad. 3- El nuevo cuerpo como resultante de encuentros y escrituras múltiples El adolescente inscribe su cuerpo en el otro y desde el otro, en una creación com­ partida, bajo el signo del naciente erotismo. Manjar Esta noche nena tarde yo preparo un manjar la receta es secreta y no podés faltar. Que ce voy probando que te vas sintiendo que te voy besando que me vas mordiendo que te voy cortando que me estás haciendo que me vas probando que re voy sintiendo 5 . (Los Piojos, 2007) En lo que a constitución del cuerpo genital se refiere, señalamos que la iniciación sexual marca un antes y un después, un hito en los procesos de subjetivación (... ) El otro (a la vez par y extraño), en su función de compañero/a sexual (opaco, ajeno) en presencia (y diferencia), con su participación coadyuva en la inscripción del cuerpo genital (Grassi, 2008: 7). 5. Manjar de Los Piojos, canción sugerida por la alumna Camila Bamondis. 60 Néstor C. Córdova La apropiación del cuerpo se da a partir del encuentro con nuevos cuerpos, tam­ bién en proceso de escritura de lo propio en el otro y por el otro; dado que lo propio no es sin la otredad. En ese interjuego social se irá posibilitando la creación del "nuevo cuerpo" adviniendo en su dimensión de alteridad. El cuerpo-psíquico se constituirá mediante la escritura del cuerpo en otros cuerpos y por otros cuerpos, marcas que Nancy (2003) denomina "excripciones" e inscripcio­ nes6, posibilitadas por la grupalidad. La vestimenta adolescente con sus marcas significantes generacionales tiene una dimensión de envoltura corporal. El adolescente con sus ropas, añade una impronta personal y social a la superficie del cuerpo en proceso de apropiación. Utiliza ropas viejas y gastadas, zapatillas sucias y olorosas que representarían partes de su antiguo cuerpo niño yaciente en el cuerpo adolescente. El acopio de ropas en "descomposición", que caerán cuando finalice el proceso de creación del nuevo cuerpo, podría ser el equivalente del acto de retener y de figurar el duelo por las partes del cuerpo infantil perdido. La tendencia a retener los viejos obje­ tos, es un gesto que apuntala provisoriamente el sentimiento de continuidad, amena­ zado por las transformaciones corporales. Esta tendencia será relevada con el progreso de los trabajos de historización y reorganización del narcisismo, entre otros. Si la vestimenta es una forma de representación y lenguaje sobre cuerpo, el tatuaje sería una "escritura en el cuerpo", un intento de marcar su superficie, de hacer una muesca en lo real y subjetivarlo. Como los body piercing, perforaciones corporales que se aplican frecuentemente en zonas como los labios, lengua, ombligo, nariz, cejas, pezones, genitales... , puntuaciones que van demarcando una superficie corpo­ ral interior/exterior, tolológicamente figurable como una banda de Moebius. Ape­ lando a la ficción como estructura generadora de sentidos, ¿no recuerdan los piercing aquellos trazos realizados con alfileres por sastres y modistas, cuya función es marcar los contornos de un traje o vestido, corporalidad imaginaria aún en proceso de con­ fección? Son múltiples las estrategias que contribuyen a construir una identidad adoles­ cente en la grupalidad y que finaffilente conducen a la asunción imaginaria y sim­ bólica del nuevo cuerpo genit;l. Los trabajos de sexuación y sexualización comenzados en los albores de lo originario se definen en el entretiempo de la sexuación. La asunción de una posición sexual ante la diferencia de los sexos y la definición de las modalidades de goce corporal, irán arribando al momento de con­ cluir, mediante los procesos de inscripción subjetivante del cuerpo, propiciados por la intersubjetividad. El adolescente irá creando de acuerdo a sus recursos, estilos posibles de expresión sexual y modos singulares de encuentro erótico genital y para­ genital con el otro. 6. Utilizo estas nociones acuñadas por Jean-Luc Nancy con cierto sesgo diferente al del autor. 4- Lenguajes y escrituras del cuerpo Durante el entretiempo de la sexuación, en el que se pone en juego el arduo trabajo de creación/apropiación del cuerpo, este se expresa de diversos modos: Conversiones: .. , a) Significante que alude a las transformaciones corporáles propias de la adoles­ cencia (partes del cuerpo advienen soma por el crecimiento sin inscripción) b) proceso de histerización, que crea síntomas conversivos transitorios, desple­ gando en la superficie corporal escenas de seducción ofrecidas a la mirada del otro, en un juego seductor-seducido que representa las escenas sexuales infan­ tiles, activadas e interpretadas aprés-coup a la luz de la sexualidad genital puberal actual. Son formaciones del inconsciente que dan cuenta de un adecuado pro­ ceso adolescente, tramitando los materiales sensuales e incestuosos activados por lo puberal. Somatizaciones: a) con la llegada de la pubertad, el cuerpo de la niñez se transforma parcialmente en un nuevo soma, en una superficie discontinua, heterogénea, con sectores en blanco, sin inscripciones, aún sin histpria. Un cuerpo con fragmentaciones transitorias. El soma es un espacio no inscripto e integrado todavía como cuerpo, por lo tanto, no representado por el psiquismo; este soma heterogéneo a la psique, según la eficacia de los trabajos puberal y adolescente, devendrá finalmente cuerpo propio o cuerpo extraño. b) el cuerpo es sede de trastornos corporales transitorios, sensaciones dolorosas y temores hipocondríacos, diversas somatizaciones propias del crecimiento y transformaciones corporales que demandan un trabajo psíquico de inscripción durante la adolescencia que denominamos "in-corporación". c) desencadenamiento de graves trastornos corporales que dan cuenta de un pro­ ceso patológico. Isidoro Vegh (1997) afirma con notable claridad que los cuerpos escriben lo que no pueden decir (escritura jeroglífica de las c�nversiones histéricas), muestran lo que no �ueden escribir (acting out) y sufren lo que no escriben ni muestran (enfermedades psicosomáticas). El cuerpo en transición está abierto a la "excripción" (Nancy, 2003), a su "inscripción fuera de sí mismo", a la escritura por fuera de sus bordes, "fuera del texto", fuera del cuerpo como topos. Excripciones que retornarán desde los otros (cuerpos psíquicos) como inscripción del cuerpo propio. La excripción de nuestro cuerpo, he ahí por donde primeramente hay que pasar. Su inscripción afuera, su puesta fuera de texto... (Nancy, 2003: 13). 62 Néstor C. Córdova Ignoramos qué "escrituras" y qué "excripciones" se preparan a venir de tales lugares. Qué diagramas, qué retículas, qué injertos topológicos, que geografías de multitudes (ídem). Este recorrido escritura! recorta el cuerpo, lo "exogamiza" posibilitando la excorpo­ ración del objeto, señalizando el circuito de la pulsión que se desasirá de los objetos parentales y del propio cuerpo; destituyendo el autoerotismo en favor del hallazgo del objeto y la vida amorosa. Se da en el seno de estos procesos un movimiento que deno­ minaremos "ex-pulsión corporal del objeto", en tanto operación que atañe a la pul­ sión y al objeto. A diferencia del soma, el cuerpo erógeno es el topos del sujeto psíquico, sujeto del cuerpo encarnado en el cuerpo. El soma es el lugar de nacimiento y enraizamiento de lo psíquico, que al representar el encuentro con el Otro materno se engendra a sí mismo y lo engendra como cuerpo erógeno, en un proceso de filiación mutua mediado por lo simbólico. Debemos aclarar que este trabajo de inscripción imagina­ ria y simbólica del cuerpo no es acabado, siempre escapa a él un resto de real, inabor­ dable e irrepresentable. El cuerpo (corpsi) es erógeno, psíquico, histórico y genealógico; es cuerpo hecho de palabras y cuerpo de la palabra; palabras que portan transmisiones provenientes de las generaciones precedentes. El soma es, en cambio, sustancia sin representación y a-histórica, no lleva aún la marca de sucesivas filiaciones simbólicas. Es lo nuevo radicalmente nuevo, que se abre (o cierra) a la escritura, a nuevas inscripciones forjadas por nuevos encuentros. El cuerpo es la inscripción de lo nuevo en continuidad con lo ya inscripto y resig­ nificado. Es la in-corporación de la historia libidinal del sujeto y su genealogía. 5- Creación del "cuerpo propio'� alteraciones y alteridad Experimentar la alteridad del cuetpo propio y de otros cuerpos no siempre es posi­ ble y tolerable, porque en ciertos adolescentes no se ha constituido adecuadamente tal categoría y los cambios del cuerpo genital púber no llegan a ser metabolizados y fami­ liarizados por el psiquismo; en consecuencia, el yo no los "in-corpora''. En esos casos, la paradoja de la alteridad del propio cuerpo constituye una amenaza. Cuando fracasan los procesos puberal y adolescente se producen importantes alte­ raciones; el cuerpo genital o sectores del mismo son rechazados y mudan definitiva­ mente a la condición de "cuerpo extraño", de soma compuesto por agujeros y órganos indescifrables para el sujeto que lo remiten a la dimensión fallida de una castración que retorna. Entonces, lo familiar se torna siniestro (unheimlich); esa mutación, en las patologías adolescentes más severas, es causa de horror, deviene metamorfosis kaf­ kiana. El cuerpo se torna inesperada y desmesuradamente seductor, perturbador, per- La creación del adolescente secutorio, amenazante, monstruoso, devorador. .. A raíz de este fracaso elaborativo de lo puberal, el cuerpo, según la estructura psíquica y los recursos del yo, será repri­ mido, escindido, proyectado, eyectado, forcluido, denegado, rehusado... ; pero, aun así, retornará como síntoma conversivo, trastorno psicosomático, fenómeno hipocon­ dríaco, delirio corporal, entre otras manifestaciones. La estrategia del sujeto adolescente frente a estas perturbaciones se verificará en intentos de atacar, suprimir o controlar el cuerpo vivido cd"mo perseguidor, mediante ciertas mutilaciones, accidentes, conductas anoréxicas, ingesta de tóxicos, incorpora­ ción de objetos extraños, conductas como un ascetismo extremo, y finalmente, larra­ geqia del suicidio, como intento extremo de "des-embarazarse" del objeto in­ corporado (soma) que anida, sin representación metabolizante, como una bestia informe cuya alteridad es inasimílable, en el interior-exterior de la psique. La construcción de la categoría subjetiva y ética de la alteridad es una adquisición compleja que implica poder sostener la condición de sujeto deseance ante otro sujeto deseante, sin que este encuentro suponga la negación en tanto destrucción de uno de los términos. La noción de alteridad permite fijar las coordenadas para definir lo per­ verso, en tanto voluntad de abolición o avasallamiento del cuerpo y el deseo que defi­ nen al otro y al sí mismo como límites inviolables. Asumir la alteridad implica una posición ética ante el otro. Convivir como otro con el otro equivale a convivir con el "propio cuerpo" como alteridad y convivir con la alteridad de los "otros cuerpos". Cuerpo y psiquismo se crean y filian recíprocamente desde su primer encuentro originante con el Otro, en el contexto intersubjetiva e intergeneracional de la relación madre-hijo. Hacer propio el cuerpo no significa avasallar su alteridad, ni borrar su resto de ajenidad. El cuerpo propio no nos exime de responsabilidades, de cuidados, de consideraciones, de encuentros y placeres compartidos, de rechazos mutuos; del horror, la pesadilla, el amor, el goce... Los sujetos pensamos, hablamos, sentimos, deseamos .. . , con el cuerpo y desde el cuerpo, somos cuerpo. Definitivamente, cuerpo propio es la narración escrita en la carne de los múltiples encuentros con otros. PARTE 11: LA SUBJETIVIDAD ARTICULADA A LAS FUNCIONES PARENTALES La investigación histórica familiar Adrián Grassi Introducción Uno de los aportes realizados por Freud, que ha contribuido de manera significa­ tiva a la construcción en el imaginario colectivo del concepto infancia, ha sido vis­ lumbrar el interés de niños/as en los asuntos de la vida sexual, algo que hasta ese momento se suponía dominio exclusivo de los varones adultos. El mismo se pone de manifiesto con la investigación sexual infantil y deja establecidas ciertas condiciones fundantes para la estructuración del psiquismo en la infancia. La clásica pregunta ¿de dónde vienen los niños? o ¿cómo nacen los niños? es obra de la puesta en marcha de la pulsión de saber. Freud consideraba que la curiosidad sobre los nacimientos, las dife­ rencias sexuales, las relaciones sexuales entre los padres convertía al niño en un peque­ ño investigador (Freud, 1905). La cuestión tiene un interés práctico para el niño: ¿cómo nací yo?, ¿por qué me tuvieron?, preguntas que constituyen una parte de las actividades de investigación y teorización que posibilitan el desarrollo de la pulsión de saber en ámbitos de interés mas amplios, del mismo modo que su obstaculización puede constituirse en origen de dificultades en el aprendizaje (Cordié, 2006). La cuestión planteada toma un rumbo diferente con P. Aulagnier (1986), quien entiende que las preguntas de los niños por el origen tienen un papel fundante en la constitución psíquica en la medida en que lo remiten a la construcción de una escena de los {sus) orígenes. Ca-construcción que el niño deberá realizar apoyado en funciones parentales y a partir de fragmentos significantes extraídos de las prácticas discursivas desarrolladas en los intercambios libidinales con progenitores y allegados. Fragmentos que se organizan en mitos sobre cómo nacen los niños, sobre su origen, sobre sus antepasados, sobre las relaciones establecidas entre los protagonistas de esta (nueva) historia. Signos de deseo de la relación entre los progenitores y de su lugar anticipado, imaginado, deseado por y en el conjunto parental que lo precede. Una de las funcio­ nes de esta operación es que liga al niño al deseo de los progenitores y a su genealogía, ubicando el deseo de los padres como causa de su existencia. Las preguntas, en apa­ riencia 1nocerites, sencillas, sobre cómo nacen los niños, cuál es su procedencia recu­ bren y condensan un interés relativo al lugar y función que él ocupa en circuitos de deseos que lo preceden y esperan, con los cuales va a tener que estructurarse. Sean cuales fueran estos deseos, allí circulan, forman parte de su (pre)historia y prefiguran un lugar designado anticipadamente. ¿Qué deseos lo gestaron y esperan? Interrogan­ tes estos no necesariamente explicitados ni contestados, pero que constituyen los pri­ meros párrafos de una historia que comienza a significarse e inscribirse. 68 Adrián avanza está planteada en términos de la La cuestión sobre la cual P. investigación sobre los orígenes. El presente trabajo retoma este interés del niño/ado­ lescente en la misma dirección que plantea la autora 1, dirección diferenciada, articu­ lada, no contrapuesta con la investigación sexual infantil y que denominamos la investigación histórica familiar infantil/adolescente, la cual, en convergencia con lo desarrollado por distintos autores (ver, por ejemplo, Abraham y Torok, 2005; Faimberg, 2006; Gampel, 2006, entre otros), puede también denominarse investiga­ ciones genealógicas. Es importante destacar que las preguntas del niño por sus orígenes son las pregun­ tas que (se) hace el yo respecto de su propia génesis. ¿Cómo nacen los niños, como nací yo, cómo nace el yo? Nacimiento del yo que tiene su (pre)historia y genealogía. De este modo, se abre la perspectiva de una de las funciones otorgadas al yo en la obra de P. Aulagnier como la instancia responsable de los procesos de historización. La investigación histórica familiar adiciona algo a las preguntas de los niños relativas a nacimientos, diferencias sexuales, diferencias generacionales. Algo más que, al anudar estos intereses sexuales e intereses por los orígenes (del yo), es también interés por los orígenes de la historia que lo antecede, por la (pre)historia, pregunta por las vivencias del grupo que hay detrás del grupo (familiar) y que conforman su genealogía. Estas preguntas por la genealogía, obra y función del yo en un trabajo de historización conectan al sujeto con los mitos de origen que conforman la trama discursiva simbó­ lica familiar en la cual se enclava. Lo conecta con los fragmentos significantes de la existencia y de la vida psíquica de sus predecesores, elementos transmitidos con los que él mismo va a tener que estructurarse y comenzando por la nominación, paradó­ jicamente, "su nombre propio, lo mas impropio" 2• Ya desde los primeros contactos sensoriales con el niño, la particular manera de los progenitores de elaborar mitos de origen se hace presente. En ellos, el hijo aparece vinculado con las diferencias corporales, subjetivas, con la no complementariedad o desarmonía entre los sexos, con la tensión agresiva entre las generaciones. Por diferen­ tes vías se transmiten y coagulan el rechazo, el temor, el amor, el odio, el placer, el dis­ placer, la sumisión, el dominio/ En su trabajo de historización, con sus distintos momentos y capítulos, como con sus logros y fracasos, el yo interpreta, "inventa", his­ toriza y construye su pasado, inscribiendo o coartando la subjetividad desde la infan­ cia y a lo largo de toda la vida. El Yo no puede prescindir de un saber sobre su ontogénesis psíquica, sobre su propia historia libidinal e identificatoria. Es una necesidad de su funciona1. Cumple una fundamental función para la escena de les orígenes la pregunta por el origen del deseo y del placer. Placer entre los progenitores y entre cada uno de ellos con el hijo. El hijo como causa del deseo y del placer entre hs padres. 2. Recién, y cuando se pongan en marcha procesos adolescentes con el pasaje de firma, el nombre terminará de constituirse como tal en un trabajo de apropiación. miento situarse :r anclar en una historia que sustituye un tiempo-vivido per­ dido por la versión que el sujeto se procura merced a su reconocimiento de las causas que lo hicieron ser, que dan razón de su presente y hacen pensable e investible un eventual futuro (Aulagnier, 1977: 167 y ss.). En la infancia, este trabajo de investigación va a estar al�ervftio de la identificación del niño con el grupo, con sus ideales, con sus dinámicas, con sus objetos privilegia­ dos para su incorporación al mismo, lo cual constituye una de las partes del contrato narcisista (encontrando el yo ideal sustancia en estas trazas junto con los afectos que acompañan la crianza). En la adolescencia, este trabajo toma una inflexión particular con la desidentificación, al ponerse al servicio de "imaginarizar" e inventar un futuro ligado a ese pasado, a la genealogía. El proyecto identificatorio, guiado ahora por el ideal del yo, nace de este trabajo. Definimos proyecto identificarorio a la autoconstrucción continua del Yo por el Yo, necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyección de la que depende su propia existencia. Por eso es impo­ sible pensar un yo "vital" que no pueda catectizar un tiempo por venir (Ídem). El proyecto identificatorio, como investintento de un tiempo por-venir, tiene como sustento y presupone un desarrollo saludable de la investigación histórica fami­ liar. Es uno de los trabajos psíquicos índices de los procesos adolescentes que tiene como precondición y facilitación la investigación histórica familiar. Proyecto identifi­ catorio, obra y función del yo en la adolescencia, es el trabajo de significar la historia, la genealogía, mediatizadas por la investigación histórica. El yo, en este sentido, "aprendiz de historiador-historizante" busca en los mitos de origen transmitidos sus causas, sus herencias con las cuales construirse sus anclajes y su devenir en proyecto identificatorio, proyección hacia el futuro que requiere de construir(se) un pasado (Aulagnier, 1991). Transmisión y genealogía Trá'hsmisión y herencia de la vida psíquica son dos condiciones para la puesta en marcha de la investigación histórica familiar. Cuando la pulsión de saber se dirige haci2 el "saber sobre los orígenes", puede encontrar un desarrollo favorable, así como también importantes obstáculos. Hay herencias que crean condiciones y promueven el desarrollo de la investigación histórica, dejan curiosear en el pasado, en los mitos de origen, en la historia de los ancestros, de la misma manera, otros funcionamientos familiares o grupales inhiben y obstaculizan dicha irvestigación3 . 70 Adridn Grassi Al vincular subjetividad y genealogía, lo traumático cobra un sentido en relación con la transmisión. Lo traumático que se transmite de generación en generación tiene un lugar en el árbol genealógico, en los grupos que anteceden al niño, en la tramita­ ción psíquica de las marcas significantes en esa genealogía. Es interesante destacar que esta problemática no era ajena a Freud, quien veía en las "disposiciones constitucionales" la secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados: Las disposiciones constitucionales son con seguridad la secuela que dejaron las viven­ cias de nuestros antepasados; también ellas se adquirieron alguna ve:z: sin tal adquisi­ ción no habría herencia alguna. El hecho de que sobrevengan en períodos en que el desarrollo no se ha concretado confiere a sus consecuencias una gravedad tanto mayor y las habilita para tener efectos traumáticos. La consideración por el vivenciar prehistó­ rico en la etiología del proceso patológico, junto con el vivenciar infantil, conforman "la serie" de la predisposición por fijación de la libido (Freud, 1987: 329)4. La clínica psicoanalítica con niños, adolescentes y sus familias nos da ocasión de observar casos en los que un potencial traumático vinculado a la prehistoria, y siem­ pre sujeto a elaboraciones posteriores, interviene en los procesos psicopatológicos del niño/adolescente. Acontecimientos que se sitúan en la prehistoria conforman hitos fundantes de la vida del sujeto. No obstante, la denominación de prehistoria vincu­ lada a acontecimientos que se ubican en la genealogía requiere de precisiones, ya que se trata de hechos efectivamente acontecidos en generaciones precedentes, ese "viven­ ciar prehistórico" es previo a la llegada al mundo del niño y, sin embargo, va a aportar elementos a "la (serie) constitucional" en su organización psíquica. Sólo en un sentido lineal evolucionista de la historia se puede considerar pre-históricos estos aconteci­ mientos, como sólo una postura biologista piensa "lo constitucional" exclusivo de lo 3. Sobre los usos políticos de la memoria que fuerzan a que traumas sociales pasen al estatuto de "olvidos" renegando del pasa,o, puede mencionarse, sólo como un ejemplo citado por lo reciente, entre otros tantos posibles encontrados en nuestra historia como sociedad, la noticia relativa al caso de Sampallo Barragán M. E., primera hija de desaparecidos que impulsó el juicio contra sus apropiadores, quienes la criaron con una identidad falsa. El Tribunal que lleva la causa, le negó la copia de las audiencias en las que se reconstruyó su historia (ver diario Página 12, 8-01-2009, pág. 12). Muchos de los estudios psicoanalíticos actuales sobre la transmisión psíquica y lo traumático han encontrado importantes desa­ rrollos en investigaciones sobre los efectos traumáticos del Holocausto y la Shoá en genera­ ciones posteriores. Los autores aquí citados son algunos de quienes han realizado aportes significativos al desarrollo de dichas investigaciones, que es un campo que tiene aún mucho por explorar. 4. Como para situar mejor la cuestión de la transmisión y lo traumático en una línea genealó­ gica, en el texto freudiano repárese en la nota al pié de la conferencia arriba citada, donde '"''""""""nr"' PI Pwmema de las series complementarias, bajo la forma de un árbol genealógico. La 71 biológico. Con estas consideraciones se deberá tratar lo traumático en el árbol genea­ lógico en los grupos que anteceden la llegada del niño, en la tramitación y transmi­ sión de lo que son las marcas significantes en esa genealogía. La genealogía es también constitutiva de la historia del sujeto, es decir forma parte de "lo constitucional"5. Luego vendrá su resignificadón El objeto transgeneracional Se denomina objeto transgeneracional al conjunto de aquellas experiencias inscrip­ tas en las generaciones precedentes y cuya simbolización parcial y fragmentaria se transmite como herencia por vías diversas. Si por un lado es cierto que las herencias psíquicas garantizan la conservación de las adquisiciones y del potencial significante de la humanidad, también pueden transmitir a los sucesores la carga de tener que superar cuestiones que quedan en suspenso en el inconsciente de los padres y ances­ tros, y conllevar consecuentemente un potencial traumático para las generaciones venideras (Eiguer, 2003). Para realizar un aporte a la psicopatología, en un marco conceptual que excede el de la metapsicología de los procesos individuales y se incluye dentro del espacio incer­ generacional, es fundamental la consideración de; .la no diferenciación o ambigüedad en los vínculos entre las generaciones (Kaes, 1993) Sin embargo, es conveniente pre­ cisar que una historia del concepto de "lo ambiguo" debiera tener en cuenta estudios tales como Simbiosis y ambigüedad de J. Bleger (1967), donde encontramos en ger­ men lo que luego R. Kaes y otros desarrollan en sus trabajos6. Seguiremos, a continuación, la conformación del objeto transgeneracional y sus efectos patógenos a partir de diferentes situaciones clínicas. Veamos, en primer lugar, la consulta que realizan los padres por una niña de 8 años que padece una psoriasis desde los 4. Un elemento significante insistente a lo largo del trabajo con los padres y la niña es la compulsión a esconder (por vergüenza) a la hija en los períodos de mayor brote de la enfermedad. Así es que le son interrumpidas distintas actividades que la niña realiza, tales como gimnasia deportiva o danza, en las cuales sus "manchas"que5. De 'iP tiempo a esta parte venimos considerando'la importancia de tratar las relaciones psicosomáticas bajo la idea del enraizamiento psicosomático más que el apoyo de lo psí­ quico en lo somático. Sostenemos que la subjetividad no es sin cuerpo, como no lo es sin la genealogía. Genealogía y cuerpo son juntura en la subjetividad. 6. El trabajo de Bleger tiene un valor teórico a la vez que histórico, que incluye también a Pichon Rivere. Ambos autores han realizado importantes desarrollos sobre los conceptos de simbiosis y ambigüedad, como el "objeto viscoso" a la vez que destacaron la importan­ cia de que toda simbiosis es siempre grupal e involucra por lo tanto, dos o mas individuos en interrelación. 72 Adridn Grassi dan expuestas a las miradas y, en los períodos en que los brotes de la enfermedad son más notorios, el colegio mismo le es interrumpido. Este elemento (objeto psíquico) de "vergüenza y ocultamiento" se lo puede rastrear como repetición anticipada en la generación de sus padres. Los padres de la niña estu­ vieron por un período de casi un año separados cuando su hija tenía tres años (un año antes de la aparición de la psoriasis). De la separación, a la niña nada se le explicó, ni en el transcurso de la misma ni a posteriori, porque nunca se habló del asunto, nunca se lo trató como tema de la familia. Después de cinco años, momento en que se hace la consulta, el tema es relatado y puesto por primera vez en una cadena discursiva. La niña parecía no haber acusado recibo de que algo había pasado en la familia, nada curioseaba. "Yo me preguntaba cómo esto la iba a afectar, porque ella estaba muy bien en ese período, y como el padre venía a casa y se iba cuando la nena estaba dormida, y a la mañana volvía antes de que se despierte, parecía que nada había cambiado", relata la madre. Durante ese año de separación, si bien el padre continuó viendo a la niña, la misma fue prácticamente criada por la abuela materna, quien fue a vivir con su hija y la nieta. Vuelto el padre a la casa luego de transcurrido ese año, la misma abuela ten­ dría cada vez un papel más relevante en la relación con la nieta, pero también en la relación de la pareja de los padres. Gran parte de los motivos y de los conflictos que condujeron a la pareja a la separa­ ción, así como peleas posteriores, tienen su origen en la importancia y el lugar privile­ giado que va ocupando la abuela en las decisiones que afectan tanto a la pareja como a su hija. Dentro de esta repetición del ocultamiento, otro elemento a destacar, siem­ pre en esta generación, es que un hermano de la madre, do de la nena, es motivo de vergüenza familiar; padece de una adicción a las comidas y su obesidad por momen­ tos lo hace autointernarse, interrumpiendo sus hábitos y rutinas; el tío declara que lo hace porque no quiere que lo vean así. El ocultamiento y vergüenza familiar también aparecen con relación a una her­ mana de la abuela materna de la niña, ya de una generación anterior. La mujer había sido internada por una crisis psicjtica en el más absoluto silencio el día del cumplea­ ños de este tío, cuando la niña ténía 6 años. "Nadie nos dijo nada, no sabíamos qué pasaba , pero la fiesta se arruinó", relata la madre de la niña quien sólo con los años reconstruye que se trataba de la tía psicótica. Tomando otro caso, nos referiremos al análisis que realiza Freud (1919) del cuento de E.T. Hoffman, "El hombre de la arena''. El relato presenta al protagonista, el joven Nathanael quien, producto de sus delirios, termina suicidándose. Todo transcurre en torno a ciertas actividades intrigantes del padre de Nathanael y el abogado Coppelius, que visitaba a la familia periódicamente por las noches para t�ner reuniones con el padre, generando en la propia casa un clima misterioso y sombrío. El padre se alejaba cada vez más del hijo, en el sentido de que se tornaba más y más intrigante la natura­ leza de las relaciones del éste con su socio del silencio. Estas intrigas van en aumento y el niño comienza a espiarlos mientras ambos están reunidos. Detrás del cortinado de la sala, donde ambos hombres desarrollan sus reuniones, Nathanael se oculta para mirar. Sin poder descubrir demasiado, el niño es reprendido una y otra vez: "Vete a dormir o va a venir el hombre de la arena". "¿Pero quién es el hombre de la arena?", pregunta el niño. Es un hombre malvado que viene a ver a los niños que no quieren dormir, les hecha puñados de arena y sus ojos caen sang5and,o al piso. Una noche, misteriosamente, el padre de Nathanael muere en su própiá casa, producto de una explosión que el niño escucha desde su habitación, mientras transcurría una de las tenebrosas reuniones. Frente a la imposibilidad por averiguar qué había ocurrido, el niño termina identificando al abogado Coppelius con el hombre de la arena. El cuento pone en escena el fracaso de la mirada para poder acabar con el secreto, la incapacidad para descubrir un secreto a través de la investigación: "Hay una estafa a mi alrededor y los adultos me mandan a dormir cuando no me arrojan arena a los ojos para que no vea''. Ante las preguntas del niño por la identidad de Coppelius y por la de su propio padre cada vez más extraño, la madre y la criada, en complicidad, lo obligan a cerrar los ojos con el interrogante a cuestas. El secreto que se insinúa de esta forma en el hogar da origen al sentimiento de algo ominoso, angustiante terror que agobia a Nathanael. Podemos decir que lo ominoso se define como el efecto persistente de un secreto por siempre incognoscible y devastador que calf�ª estragos por provenir del seno de lo familiar, de lo conocido. Obra de un misterio mantenido, lo siniestro se distingue por la alienación de la intimidad y de la confianza familiares. Lo más familiar, la intimi­ dad del hogar, se transforma en lo mas extraño. En este caso, el objeto transgeneracional se va organizando en torno al secreto y la prohibición de mirar. Freud había interpretado el temor a quedar ciego de los niños del cual el cuento "El hombre de la arena" es una metáfora, como el temor a la castra­ ción. Lo que otros autores7 señalan es que los ojos están al servicio de la pulsión de saber, de investigar. El cuento muestra su prohibición o interferencia, mediante la figura del arrancador de ojos. Final abierto a perspectivas futuras A,>artir de nuestra experiencia destacamos q'ue en todos estos casos en que lo trau­ mático tiene una importancia vinculada a la genealogía, si algún elemento clave en la historia del niño-adolescente, o en la de quienes son sus antepasados, no le es presen­ tado al niño en forma metabolizable, se generan secretos en la historia, y simultánea­ mente se genera también la prohibición de preguntar respecto de lo silenciado8 . Se 7. Cfr. Rand, N. y Torok M. (1997). 8. Diferente a los significantes enigmáticos planteados por J. Laplanche, que son motor de la investigación. Es el enigma que promueve la investigación y el deseo. 74 Adrián Grassí levantan barreras frente a la investigación histórica familiar, o investigaciones genealó­ gicas. Junto a la investigación sexual infantil, la subjetividad requiere de la investiga­ ción históricafamiliar infantil-adolescente. Nos preguntábamos por las posibilidades de elaboración por parte de los integran­ tes de las generaciones futuras o venideras, de aquello traumático vivido por los inte­ grantes de generaciones precedentes. En este sentido, pensamos que, en cualquier generación, los traumatismos no elaborados por los antepasados pueden ser objeto de una puesta en forma creadora por los sucesores. De allí que desde una epistemología no determinista se planteen las incidencias entre las generaciones9, en la medida en que el objeto transgeneracional no conlleva en sí una "naturaleza patógena" y su carácter transformable es siempre una posibilidad de las generaciones venideras. El psicoanálisis con niños, adolescentes y familias ha abierto un campo propicio de investigaciones en este terreno. 9. En este sentido, es importante el aporte de S. Tisseron (1997) que cuestiona el concepto de transmisión por presentar al riesgo de hacer creer que algunos contenidos mentales pue­ dan transmitirse como se transmiten bienes inmuebles, diferenciando el concepto de influencias entre las generaciones, ya que éste da lugar a la interpretación del menaje por parte del receptor. Laberintos de la paternidad Néstor C. Córdova La mujer gritó, su aullido de bestia redujo a polvo todos los sonidos del mundo. Supe entonces cudnto mds extraña es la juventud que la ficción, y supe que el hijo que velabi:r·imo"mne dentro de su madre dormida había encontrado por fin a su padre. A. Pauls, Wasabi Introducción Los trabajos de investigación clínica sobre la incidencia de los procesos psíquicos familiares en la constitución psíquica de niños y adolescentes 1, me condujeron a estu­ diar aquellos procesos que intervienen en la asunción de la paternidad y las vicisitudes .que enfrenta el sujeto, genitor o no, en su intento de encarnar al padre y ejercer sus funciones. La idea de la declinación del padre aportada por Lacan (1987), en La familia, fue concomitante con su lectura de la teoría de Durkheim (Zafiropoulus, 2002) acerca del proceso de contracción familiar. Proceso de estrechamiento de la familia patriarcal que diera lugar al primado de la reducida familia conyugal. Esta familia, fundada en la alianza matrimonial a partir de la prohibición del incesto y las diferencias sexuales y generacionales, parece hoy eclipsada por la creación de múltiples y fragmentarios escenarios familiares que se configuran y des-configu ran en corno a nuevos lazos parentales2, emergiendo en el horizonte de la compleja y delicuescente cultura actual. En este nuevo orden cultural, en el seno de las transformaciones familiares y socia­ les, el sujeto intenta acceder a la paternidad en un incierto proceso de pasaje cuyo úni­ co soporte y garantía es el significante. Lacan (1988) dirá que el significante ser padre es la carretera principal que orienta al sujeto hacia las relaciones sexuales con la mujer. En caso de no existir esa carretera 1. Jnvestigadón clínica realizada con el equipo de la Consultoría Psicológica perteneciente al i'rograma "Construcción de un modelo de intervención clínica para la atención de niños y adolescentes cuyos padres se encuentran en situación de divorcio controvertido". Secretaría de Extensión. Facultad de Psicología, UBA. 2. Desde la antigua familia patriarcal a la familia conyugal, que imperó como modelo norma­ tivo hasta el presente, y las múltiples variantes de las familias actuales incluidas las nuevas formas de parentalidad: monoparentalidad, coparentalidad, homoparentalidad, abuelopa­ rentalidad, multiparentalidad, etc. 76 Néstor C. Córdova principal nos encontraremos con ciertos hechos elementales como la copulación y el embarazo de la mujer. Ser padre entonces, es impensable sin la categoría del signifi­ cante. Cuando el significante de la paternidad está en menos, el sujeto se ve en proble­ mas, pierde su orientación errando3 el camino. En este errar del padre, el hijo, por su parte, queda expuesto a toda suerte de respuestas fallidas y defraudaciones de parte de un sujeto perdido en el laberinto de la paternidad. El genitor desprovisto de las ins­ cripciones corporales de la gestación y carente de las necesarias referencias simbólicas intentará relacionarse con el hijo desde el inestable registro de las imágenes y sus enga­ ñosas apariencias. Son diversas las dificultades que enfrenta el sujeto durante el proceso psíquico de asunción de la paternidad y ante la demanda de una plena realización de su función. La escisión padre/genitor, las "declinaciones" del padre en el contexto social, sus manifestaciones en la escena familiar y las modalidades de presentación en el trabajo psicoanalítico e interdisciplinario con niños, adolescentes y familias. Estos son algu­ nos de los temas que nos convocan. Alguien ha engendrado algo: de genitores a padres Piera Aulagnier (1994) sostiene que la llegada de un hijo puede tener un efecto desorganizador para el psiquismo parental. El resultado podría ser un movimiento de desintricación pulsional en la psique de los padres, que libera la pulsión de muerte en el espacio psíquico que el infas ocupa. Durante el embarazo comienza la tarea parental de representación anticipatoria del niño. A medida que se tejen sus ropitas, primeros envoltorios corporales significantes aportados por el Otro, se tejen las representaciones mentales que constituirán las "in­ vestiduras libido-significantes" que envolverán y demarcarán el soma del infans acom­ pañando su nacimiento psíquico, o más precisamente, psicosomático. Para este tra­ bajo, por cierto, no cuenta el sujeto genitor inicialmente con el registro corporal que sí posee la mujer. Dicha carencia pcimite suponer que durante el período de gestación de la representación-hijo paterna será más precaria y evanescente que la materna. El padre no dispondrá de esa rica experiencia corpórea que da lugar a las primeras ins­ cripciones pictogramáticas resultantes del contacto con el vástago durante el emba­ razo. La ausencia de esas inscripciones en lo real del cuerpo dificulta el anclaje que le confiere consistencia a la articulación significante-imaginaria del fantasma. Esto favo3. Utilizo este significante por los diversos sentidos que de él se desprenden: Errar (Del latín errare) significa: 1. No acertar. Errar en la respuesta. 2. Faltar, no cumplir con lo que se debe. 3. Andar vagando de una parte a otra. 4. Dicho del pensamiento, de la imaginación o de la atención: divagar. (Fuente consultada: Diccionario de la Real Acade­ mia Española). rece la escisión padre/genitor, y por lo tanto, es un factor que incide en la inestabili­ dad del lazo paterno-filial. Se infiere entonces que los trabajos paternos de representación del hijo y anuda­ miento del vínculo pueden interrumpirse y fracasar con cierta facilidad. El progeni­ tor, desprovisto de las inscripciones corporales de la gestación y carente de las referencias simbólicas de la paternidad, intentará relacionarse con el hijo desde el inestable registro de las imágenes y sus engañosas aparief1.(i�."l' También este es el tiempo para el padre, del trabajo de actualización aprés-coup de la escena originaria infantil (Aulagnier, 2001) en una nueva escena, que ahora lo incluya junto a su pareja y a su hijo en un movimiento de encuentro ligado al placer. En caso de fracasar este trabajo traductivo aprés-coup, uno y otro texto se sobreimpri­ mirán y coexistirán a la manera de una escritura en palimpsesto. Ciertos sujetos son portadores de una escena originaria dañada y escindida en la infancia por situaciones como conflictos de la pareja parental y violencia familiar (Grassi, 2003) En estos casos, la interpretación de la escena actual será el resultado de una mera repetición de la escena originaria infantil, que emergerá a la superficie e impondrá su guión para dar lugar a una nueva puesta en acto del movimiento de rechazo y escisión primordial. El padre se representa a sí mismo en la escena siendo excluido/dañado por la pareja mujer-hijo y arremete entonces contra sus propios fan­ tasmas, sin saber que así instala un conflicto que desencadenará violencia, rupturas y abandonos. El rechazo del hijo y de la mujer, resultará la puesta en acto de la repetición de un trauma infligido a su narcisismo infantil. La escena originaria ha sido desgarrada, escindida en tiempos constitutivos por diversas modalidades de violencia parental, (Grassi, 2003). El psiquismo de estos sujetos tiende a movimientos de desligadura y a actuar el odio liberado con maniobras de ataque o huida ante toda escena vincular que, aun siendo incluyente, placentera y benéfica los confronta con esa "otra escena infantil" que impone sus condiciones mortificantes. Estos sujetos no admiten formar parte de una escena placentera, tampoco soportan (en los casos más severos) ser testigos de una escena de tal cualidad protagonizadas por otros. Atacan y negativizan toda escena propia o ajena, la infiltran y destruyen con la violencia instalada en su infancia; tal escena originaria estalla e irrumpe una y otra vez en sus psiquismos. La transmisión de esta violencia suele enlazar a varias generaciones. Políticas del padre Las paradojas de la paternidad: escisión procreación/filiación En el trabajo institucional con grupos de parejas en espera de un hijo, en el trabajo psicoanalítico con niños, adolescentes y familias, y aun en la clínica psicoanalítica con 78 Néstor C. Córdova adultos, se registra con cierta frecuencia la figura de un padre declinante, quien pese a sus reiterados intentos no logra construir (sería más preciso expresar que no cesa de no construir) un vínculo paterno- filial. El genitor, dramáticamente, no logra comple­ tar el necesario trabajo de ensamblaje entre el acto de fecundación en lo real biológico y la asunción simbólica de la paternidad. El sujeto de la fecundación no logra impli­ carse subjetivamente como sujeto de la paternidad. Si el fracaso es irreversible, se invierte la deuda; recae sobre los hijos que deben sobrellevar esa falla y terminan asu­ miendo en muchos casos la misión sacrificial de compensar el déficit supliendo la carencia paterna al precio de una falsa madurez, de cargar con el destino de "ser padre de su propio padre". La deuda de un hijo con el padre debe ser pagada con los propios hijos, y estos lo harán con la siguiente generación. Esta inversión de la deuda implica un obstáculo en la cadena generacional. Entra­ mos en el complejo territorio conceptual del lazo padre-hijo, lazo que engendra el fruto simbólico de la filiación. Ser padre es muy diferente que ser genitor, ambas funciones se entrelazan y des­ enlazan, se integran y escinden en movimientos paradojales que caracterizan la com­ plejidad e inestabilidad del lazo de filiación padre-hijo. Ciertos sujetos, en un gesto que pone de manifiesto la escisión del par padre/geni­ tor, siembran hijos para no reconocerlos como tales o donan su semen en forma anó­ nima. Estos sujetos probablemente actúen sin mediar deseo de hijo, sin voluntad ninguna de asumir la función paterna o poniendo en juego una fantasía de rechazo del hijo, esparciendo su semilla por doquier. Otros temen en exceso y evitan obsesiva­ mente engendrar un hijo durante sus relaciones ocasionales, incluso con sus parejas estables, pero trabajan gustosos, como padres putativos4 en la filiación de niños engendrados por terceros. La cuestión del padre y la filiación responde también desde los albores de la histo­ ria a la incertidumbre sobre el origen que el vástago implanta (o reactualiza) en todo sujeto. La madre fue siempre "certísimá'; el padre siempre incierto. La clínica nos demuestra muy a menudo que la escisión padre/genitor puede tener también un origen defensivo (origt/n que no excluye otras causas). El progenitor se enfrentará con el nacimiento de un hijo a una paradoja: por la esencia de la reproduc­ ción sexuada, dar vida y asumir la paternidad requiere asumir la propia muerte, dado el corrimiento de lugar en el orden de las generaciones que todo nacimiento impone Esta paradoja representa una amenaza para el psiquismo del genitor. Sólo afiliará aquel genitor que la pueda resolver creativamente, que no encuentre en ella un factor des-estructurame. Los padres en tanto engendran un hijo, deben asumir su propia muerte. Kojeve (2006), siguiendo a Hegel, afirma que los padres, en el devenir de los hijos, ven anunciada la muerte como destino. En esa misma línea hegeliana, Lacan 4. Putativo: reputado o tenido por padre, hermano, etc., no siéndolo. Diccionario de la Real Academia Española [www.rae.es]. (1988) dirá que, para que la procreación tenga sentido, es condición que haya una captación o aprehensión en el sujeto de la experiencia de la muerte, ya que es la muerte la que le otorga al término procreación su sentido pleno. Retomando el problema de la escisión entre engendramiento y filiación, citamos a Lila Gómez (2004), quien señala que cuando la procreación se da en el matrimonio, la sangre y" el nombre se confunden. En cambio, en los casos 1e adopción, se separan ' �� la sangre y el nombre. Consideramos que sangre y letra corresponden a dos dimensiones de la procrea­ ción separadas por la escisión de la naturaleza que introduce el lenguaje. En el caso del genitor, por su particular posición durante la gestación del hijo, sólo la asunción sim­ bólica de la paternidad y su puesta en acto en el trabajo de filiación, entre otras fun­ ciones, logra enlazar y re-unir estas dos territorialidades integrándolas. El sujeto de la paternidad, sea el genitor o no, encarna al padre, lo corporiza; en tanto la paternidad es una función simbólica. Tampoco es suficiente engendrar y otorgar un nombre para ser padre, se requiere un complejo proceso simbólico que puede enlazarse o no con la línea de la sangre. Propongo, entonces, dos series que configuran distintos momentos lógicos de dos procesos separados por una barra que da cuenta de la escisión posible entre las opera­ ciones correspondientes al orden real-biológico de la procreación y los términos de la operación simbólica de la paternidad y filiació�: Sangre genitor ADN engendramiento herencia genética biológico Letra padre Nombre filiación historia, genealogía, transmisión simbólico El padre en la clínica con niños y adolescentes Arribamos en este trabajo al tema del padre como sujeto en la clínica con niños, adolescentes y familia, cuestión poco tratada en nuestra práctica. Nos interesa pensar ese sujeto adulto tal cual se presenta en las entrevistas a padres en el contexto del tra­ tamiento de niños y adolescentes, en las sesiones vinculares, en consultas por pedido judicial de re-vinculación y en el trabajo específico de re-vinculación padre-hijo, entre otros espacios. También nos interrogamos en el marco de la clínica por el padre denunciado por abuso sexual, violencia, abandono de la función, incumplimiento del pago de alimentos, etc. Es, efectivamente, la clínica, con su escucha y sus dispositivos, uno de los espacios en los que se hace posible analizar en profundidad los efectos desestabilizadores de la experiencia de la paternidad en algunos sujetos, para detectar las diversas modalida­ des, siempre fallidas, de encarnar la función de padre. Modalidades que se sostienen ' 80 Néstor C. en identificaciones imaginarias, en apariencias engañosas, que suponen erróneamente un ideal a partir del cual encarnar esa función (Córdova, 2009). Nos encontramos en la clínica con una gran variedad de "máscaras del padre" que abarcan un espectro muy amplio de versiones paternas: desde las modalidades autori­ tarias y violentas a las excesivamente permisivas y carentes. La presencia paterna exce­ siva, controladora e intrusiva, o la vacilación claudicante y la ausencia definitiva (Córdova, 2009). La desmesurada pasión por el hijo, derivada de profundas mociones incestuosas (homosexuales en caso del hijo varón), o la violenta desinvestidura libidi­ nal. El amor-pasión de características narcisistas aspira a la captura del otro, a su objeta­ lización; en tanto el "don activo del amor" (Lacan, 1990) se dirige al niño conside­ rando su alteridad. Allí donde debería anidar el amor al hijo como don activo de raigambre simbólica, prevalece la devastadora desmesura de la pasión imaginaria o reina la gélida y mortífera indiferencia parental. El padre fallido se presenta en la clínica como la formación sintomática o restitu­ tiva de un sujeto que intenta responder a la acuciante pregunta sobre la paternidad que el hijo le suscita. Cuando la pregunta se instala, el sujeto vacila, allí donde no hay un soporte significante que sostenga la función, más allá de todo saber, siempre insu­ ficiente. Podemos suponer que en algunos casos el ejercicio de la paternidad es el resultado de la puesta en juego de un proceso restitutivo, consecutivo a un derrumbe psíquico, desencadenado tanto por la llegada del hijo como por el acceso de la pareja a la mater­ nidad. El "padre restitutivo" es un padre precario, en fuga de la realidad y de la escena familiar. En esos sujetos, la demanda de revinculación y de reconocimiento de su autoridad paterna resulta vacía de contenido y de investidura que le otorgue consis­ tencia (Córdova, 2009). En ciertas oportunidades se pone de manifiesto una paternidad precariamente asu­ mida y sobreadaptada, un "falso ser padre", dado que el acceso a la paternidad es la consecuencia de una falsa madurez (Córdova, 2009). Los "padres como si" son apariÍhcias engañosas de una paternidad en los bordes cuya función inestable e inconsistente, se caracteriza como siempre propensa al desfa­ llecimiento o al acto impulsivo. Nos interrogamos en este sobre ciertos casos en los que se desencadenan graves derrumbes psicosomáticos, que precipitan la muerte temprana del padre durante el embarazo o los primeros tiempos de crianza del hijo. En el territorio de la neurosis adulta, donde opera la represión y habitan las formaciones del inconsciente, nos encontramos, en cambio, con la paternidad como puesta en acto de una respuesta sin­ tomática, modalidad que precipita y cristaliza ante la pregunta que el hijo viene a implantar en el psiquismo paterno. v"-'"'ª·''ª''ª'"'"'L'- 81 El "padre sintomático" es el padre discordante de nuestros días, siempre en menos con respecto a la función ideal que se propone encarnar. La escisión padre/genitor y la concomitante inestabilidad del lazo de filiación nos conducen a pensar en el ejercicio de la paternidad como el resultado de una forma­ ción sintomática que acude a suplir la inconsistencia estructural del sujeto desnudada por el hijo. ., Momento de concluir El acceso a la paternidad requiere, como condición, una larga serie de procesos psí­ quicos que se ponen a prueba con la llegada de un hijo. Asumir la paternidad supone un proceso de pasaje, incluido un momento liminal en el que la estructura permanecerá en estado de suspensión, de anonadamiento. En ese estado ínter-estructural ya no se es sólo hijo, pero tampoco aún se es padre. El sujeto genitor debe separarse de un estado anterior para disolverse simbólicamente, morir dando lugar al nacimiento del padre. Durante este proceso, el sujeto pierde las referencias simbólicas, emprende un viaje incierto y sin retorno hacia la otra orilla de la paternidad, punto de llegada y al mismo tiempo lugar dond todo recién comienza. ¡. ...9 La aceptación simbólica de la muerte por parte del sujeto dará como fruto el reco­ nocimiento de un hijo y el nacimiento de un padre. El padre no es sino aquel sujeto que asumiendo su finitud se dispone a encarnarlo en el ejercicio de la función. La llegada de un niño interpela al genitor en tanto responsable de su acto de engendramiento. El sujeto es convocado a implicarse subjetivamente y responder al requerimiento con un acto de simbólico de reconocimiento del hijo, gesto que lo sitúa a su vez en el lugar de padre. El reconocimiento de ese niño como hijo y sucesor abre el camino a la nominación que lo inscribe en el orden sucesorio generacional y da lugar a la filiación simbólica. La ética del padre se edifica en la responsabilidad 5 sobre los hijos, ética cuya falla se pone en juego en toda su dimensión trágica en la pieza Medea de Eurípides (1997), obra ejemplarizadora con un núcleo argumental que cobra cuerpo a raíz de una sepa­ ración controvertida en la que la irresponsabil�dad de Jasón expone a los hijos al estrag� del odio materno. Medea los asesina consumando de este modo la venganza más atroz e impensable en una mujer ante la traición y el desaprensivo abandono de un hombre: privarlo de su descendencia, condenarlo a la extinción de su linaje. Esta trama nos advierte sobre la dimensión trágica de la violencia del vínculo parental y la irresponsabilidad del padre para con sus hijos y la madre de los mismos. 5. Responsabilidad proviene de responsum, forma latina del verbo respóndere, que significa: "la habilidad de responder". Consideramos que por su ética, el padre debe tener la habili­ dad de responder. 82 Néstor C. Córdova Como Ulises en su encuentro con la maga Circe, un hombre debe apropiarse de la llave de su paternidad más allá de los obstáculos que interponga una mujer. El padre es autor en tanto creador del lazo de filiación, y por lo tanto, es investido de una autoridad que le es concedida por su obra: ser propiciador de ese vínculo pri­ mordial con el hijo que sostiene un trabajo de filiación. Este trabajo requiere la ins­ cripción significante del niño a su genealogía y la transmisión de las referencias a las tradiciones, mitos y ancestros. Anclajes identificatorios, que enlazados a los maternos y a la vez diferenciados de los mismos, componen una dialéctica fecunda, constitutiva de la subjetividad y potencialidad vinculante del hijo (Córdova, 2004). La familia, cuna de sentidos Liliana Granda! Introducción ¿Qué es la familia para el psicoanálisis? Trataré, en primer lugar, de transmitir algunos conceptos desarrollados por psicoa­ nalistas que trabajan con dispositivos familiares. Uno de esos conceptos es el de "apa­ rato psíquico familiar", el cual, según sus hipótesis, funciona siempre como "matriz de sentidos". Como segundo propósito abordaré qué especificidad puede tomar esto en la clínica con adolescentes. Pienso y sugiero que para la formación de un analista, se dedique o no a trabajar con niños y adolescentes o con dispositivos grupales o individuales, es imprescindible conocer y abordar en profundidad: a) la clínica y las teorizaciones sobre ¿qué es un niño para el psicoanálisis?; b) ¿qué es un adolescente para el psicoanálisis.? (Pues considero que no se trata de una cuestión etárea, sino de detenerse en las operaciones constructivas del aparato psíquico vinculadas en su segundo tiempo a lo originario puberal); c) agregaría a estas condiciones para la formación de un analista, más allá de que nos dediquemos a trabajar con dispositivo grupal o individual, el conocimiento de las formulaciones sobre el "aparato psíquico familiar" y sus "funciones". Transmisión psíquica y suspenso R. Kaes (1986) plantea que lo que se transmite psíquicamente es lo que queda en suspenso en la transmisión misma. Precisamente siguiendo esta línea, F. André-Fus­ tier y F. Aubercel (André-Fustier y Aubercel, 1998), quienes se dedican en la clínica a la atendón de grupos familiares, encabezan el articulo en el cual desarrollan sus hipó­ tesis sdbre estos temas con dicho concepto. Una nota de dicho artículo hace notar que, en francés, la expresión "en souffiance" se utiliza para significar "en espera", en suspenso. Souffiance también es utilizada en el sentido de sufrimiento. Kaes considera eso suspendido como exceso traumático que mantiene a cada sujeto de la familia en la imposibilidad de apropiarse subjetivamente de algo que está soste­ nido en lo grupal, fuera de su psique, afectándolo de manera directa. A esto lo llama lo ineluctable. En palabras de André-Fustier y Aubercel sería: "un mensaje incons- 84 Líliana Granda/ en la descendencia e ciente transmitido sin transformación de incluso algunos descendientes pueden llegar a ser sus depositarios obligados, agentes sin saberlo de un destino implacable" (1998: 123). El sufrimiento familiar, según este autor sería manifestación de un fracaso de la metabolización, del proceso de simboli­ zación transmitido generacionalmente con un exceso de angustias de derrumbe. La defensa más habitual es la de una prohibición de pensar, siendo éste, el trabajo de pensamiento, correlativo al reconocimiento de la pérdida y al trabajo de duelo. Retomando el planteo anterior (insisto: ya sea que trabajemos o no con dispositi­ vos grupales en terapia familiar), leer el trabajo de estos autores ha puesto en cuestión muchas categorías, presupuestos y lógicas de pensamiento que habitan y estructuran mi hacer y mi pensar como psicoanalista. Me dedico a trabajar con niños y adolescentes. Permanentemente me encuentro en situaciones de entrevistas con padres, con los padres y el hijo o hija en cuestión; otras veces con otros familiares o personas a cargo, sin mencionar otros actores como docentes y demás profesionales que intervienen en la crianza y la educación. Estos suelen tener gran protagonismo porque impregnan nuestro dispositivo, supuestamente "indivi­ dual", de una curiosa situación de colectivo grupal, familiar, social, con el cual operamos todo el tiempo y generamos transferencias . Es por esta razón que planteo la necesidad de profundizar estas categorías en su especificidad, con la finalidad de optimizar la efi­ cacia de las intervenciones, el diseño de los dispositivos adecuados y así evitar la imp�o­ visación y la intuición. En este sentido, F. André-Fustier y F. Aubertel precisan: El trabajo psíquico en terapia familiar consiste en reestablecer las condiciones del pensamiento, de la mentalización, más que trabajar sobre contenidos fan­ tasmáticos que, cuando pueden emerger, siguen siendo propiedad del indivi­ duo y deben tratarse, si es necesario, en otro encuadre terapéutico (André­ Fustier y Aubertel, 1998: 136). Estos autores citan al maestro José Bleger, quien en los años 70 hablaba de forma­ ciones no integradas al psiquis�o individual, que son depositadas en todo vínculo y vueltas a poner en juego en todo'grupo. P rovendrían de restos de vínculos simbióticos primitivos no elaborados, no sólo con la madre, sino con la familia, el entorno social y cultural. Estas formaciones eran planteadas por Bleger como parte de la subjetividad de todo sujeto, debían permanecer mudas, clivadas, para poder garantizar una cierta estabilidad del yo. Estas formaciones psíquicas no integradas serían grupales y, simul­ táneamente, soporte de la subjetividad, de un espacio y de la vida intrapsíquica. La concepción de Bleger antecede a la de otro autor llamado A. Ruffiot, quien plantea en el año 1979: ( ... ) la hipótesis de un aparato psíquico familiar preexistente, genética y estruc­ turalmente, a la organización del aparato psíquico individual. En caso de un cuna de sentidos funcionamiento neurótico en un estas formaciones gru­ pales se han vuelto lo suficientemente mudas para que el trabajo psíquico efec­ tuado en la cura individual se dirija esencialmente a las formaciones imrapsíqui­ cas, a sus contenidos sometidos al proceso de represión. En caso de los funcio­ namientos psicóticos, anoréxicos, psicosomáticos, psicopáticos, lo que parece predominante es más bien la insuficiencia de las estructuras del yo, de los con­ tinentes de psiquismo (citado en André-Fustier y .A'.'ube;tel, 1998: 125). Aquí queda explicitado el criterio diferencial para la indicación de tratamiento bajo un dispositivo familiar, o sea, aquellas modalidades de organización psíquica donde es predominante la insuficiencia de las estructuras del yo, de los continentes del psi­ quismo. Será en la transferencia y bajo este dispositivo que se desplegarán las forma­ ciones psíquicas vinculadas a un tejido denominado"aparato psíquico familiar". El aparato psíquico familiar A. Ruffiot 1 sostiene la hipótesis de un aparato psíquico familiar de la siguiente manera: El aparato psíquico familiar podría ser''definido (...) como un acoplamiento psíquico, común y compartido por los miembros de una familia, cuya función es articular el funcionamiento del"ser juntos familiar" con los funcionamien­ tos psíquicos individuales de cada uno de los miembros de la familia. Pero hay que destacar que estructural y genéticamente, el aparato psíquico familiar fun­ ciona siempre como una matriz de sentido que sirve de envoltura y de apunta­ lamiento primarios a las psiques de los sujetos que nacerán en el seno de una familia (citado en Kaes, 1995: 125). Esa articulación que marca Ruffiot, creo, opera como punto de oscilación de dos ilusiones constitutivas de la condición de sujeto: "(... ) la ilusión individual que sos­ tiene la fantasía de una autoproducción de sí, y de una autarquía de la vida psíquica" (Kaes, 1995: 131) y"(...) la ilusión grupal, en las que se sostienen mutuamente sus sujetos imaginándose coincidir en un espacio' perfectamente complementario y en una �ausalidad de engendramiento recíproco" (ibídem: 128) 2. Ilusiones encadenadas la una a la otra, sujeción fundamental que este aparato psí­ quico familiar tiene como función posibilitar en un incómodo e imperfecto equili­ brio, donde el malestar del lazo social no puede estar ausente en cualquiera de sus versiones posibles. 1. A. Rufflot es retomado y citado por Kaes en su libro El grupo y el sujeto del grupo (I 995). 2. Planteo desarrollado más ampliamente en Missenard, A. y otros (1991). 86 Liliana Antes de avanzar referiré un material clínico: Un niño púber al que nombraremos como B, de 11 años, apareció colgado de su cama cucheta. Su madre recuerda que lo último que dijo el niño antes de irse a su cuarto (en referencia a una situación de mundanza por la cual estaba todo embalado) fue: "Mis juguetes seguro están todos aplastados". La madre de B no conoció nunca a su propio padre. Hija de una paranoica grave, se vio sometida permanentemente al sadismo psicótico de esa mujer. Muere la abuela de B y a los cuatro meses, muere el niño. El día que lo velan, el padre, sin saber lo que B había dicho, antes de que sellen el cajón, le lleva unos juguetes nuevos y los pone entre las manos de su hijo muerto. Esos juguetes nuevos se presentan tan fuera de tiempo que impresiona como siniestro. Allí donde la función del jugar investida parentalmente le hubiera servido como espacio potencial para un trabajo de puesta en sentido transformador vinculado a Eros, toma en la escena la de un retorno ominoso del tiempo de pensar en el hijo. Esos juguetes parecen llegar tarde a sus manos. Colapso del suceder generacional. En lugar de trans­ formación en su versión erógena respecto del trabajo de historización, opera una trans­ formación en negativo, por dónde se fracturó brutalmente la genealogía de B. La abuela materna le negaba a su hija la información sobre quién era su padre. La acción de esta abuela de no reconocer al padre de su hija sugiere un recurso a la parte­ nogénesis. Los padres de B, en su modalidad vincular contribuyeron para sostener ciertos pac� tos inconcientes, portadores de materiales no elaborados. Se imponía la prohibición de pensar. El "ser juntos familiar" del que hablan André-Fustier y Aubenel (1998), en articulación con los funcionamientos psíquicos intrasubjetivos propios de cada miem­ bro de la familia, estaba en estado de derrumbe. Donde debía operar una articulación lo hacía una escisión. Una fuerte disociación transmitida generacionalmente dejó marcas mortíferas en la construcción de la escena originaria de este joven y en los umbrales de la adolescencia se desencadenó en forma aplastante. Fracturó al extremo la función básica de mentalización y merabolización psíquica. Tantos avatares genera­ cionales desafortunados y condiciones ambientales adversas me llevan a conjeturar que la etiología de estos hechos fuertemente vinculada a elementos ineluctables no metabolizados, transmitidos sin filtro y con alta pobreza elaborativa. ¿Qué funciones cumple el aparato psíquico familiar? Kaes plantea que"( ... ) toda familia se funda en vínculos de alianza que los sujetos de filiación deberán tomar en cuenta para construir su propia identidad de sujeto individual y de sujeto del grupo ..." ( 1995: 131). Teniendo en cuenta este desarrollo, ingresamos ahora en la especificidad del planteo de André-Fustier y Auberrel sobre las funciones del aparato psíquico familiar. Son básicamente cuatro: (1) contención (2) ligazón transformación (4) transmisión ( 1) La función de contención y metabolización de angustias arcaicas posibilitará al bebé y al sujeto transformar sus vivencias sensoriales en vivencias psíquicas. ., (2) De ligazón, pues esta metabolización, elaboración d.e experiencias en bruto, le permitirá paulatinamente contar con una capacidad de representación. (Incluirá aquí los tres procesos: originario, primario y secundario). (3) La función de transformación está vinculada a lo que explicita la función de contención en el punto vinculado a la metabolización. La función de porta-palabra, como la nombran estos autores, es a mi parecer una derivación directa de la función de portavoz descripta por P. Aulagnier en su libro La violencia de la interpretación (Aulagnier, 1996). De todas formas la función de porta-palabra está vinculada en la propuesta de André-Fustier y Aubertel (1998) con un matiz diferencial, pues quiebra una tradición de descripciones metapsicológicas selladas en lo intrapsíquico. Estos autores plantean: "( ... ) la porta-palabra de todo un grupo familiar va a dar un lugar al recién llegado: lugar en la familia actual y lugar en la sucesión de las generaciones". El nacimiento de un hijo es en sí mismo un acontecimiento traumático, como lo ha mostrado A. Carel (1988): ( ... ) El bebé es un cuerpo biológicamente familiar, pero también radicalmente ajeno (separado) y extraño por no familiar. La familia tiene como tarea incorporar este objeto en el cuerpo fantasmático familiar. Además este cuerpo está dotado de un psiquismo en devenir que debe llegar a ser eslabón en el vínculo familiar actual y generacional. La familia debe efectuar un trabajo de toma de conocimiento de lo extraño y de reconoci­ miento de lo familiar en el recién llegado (citado en Eiguer y otros, 1998: 132). La economía de lo familiar y lo extraño encu�ntran en estos acontecimientos una oportU:{lidad para la desestabilización o para reencontrarse con una estabilidad per­ dida o nunca experimentada. Es interesante pensar que este mismo estremecimiento del aparato psíquico familiar se produce en la economía psíquica de las familias cuando acontece la muerte de un miembro y también frente a los trabajos psíquicos propios de la adolescencia de los hijos o situaciones de desintegración familiar. Recordemos de paso otra relación entre las categorías de lo familiar y lo extraño, profundamente pertinentes al campo del inconsciente freudiano, En lo extraño habita la potencialidad de lo siniestro. Todo aquello profundamente desconocido, negado, 88 Liliana reprimido, encriptado, forcluido, qmzas, puede entrar en escena en ocasión de ese nacimiento o muerte o adolescencia o en esa crisis vincular. Lo que se desestabiliza necesariamente es el complejo de alianzas inconcientes, tejido estructural del aparato psíquico familiar. Alianzas que están condenadas al principio de permanencia y de cambio: "El niño que nace en una familia hereda la carga de recomponer la familia a partir de la alianza de los dos linajes de los que ha nacido; debe hacer mantener el conjunto y n�trirse de ésta herencia" (Aulagnier, 1977: 132). El contrato narcisista descrito por P. Aulagnier (1975) corresponde a los deberes que el niño tendrá que cumplir a cambio de ser investido por parte de su familia. Tendrá que perpetuar la cadena generacional, sostener la identidad familiar, fortalecer su narcisismo, retomar y transmitir los enunciados históricos familiares En los emplazamientos familiares más patológicos es, a veces, a expensas de su propia coherencia psíquica que el adoles­ cente intenta llevar a delante estos deberes. 4) La función de transmisión del aparato psíquico familiar se refiere a la forma que en la sucesión de las generaciones cada familia va a dar al niño las claves de acceso al mundo. Herramientas psíquicas de decodificación para aprehender el mundo. Para interpretarlo. Darle sentido. Con esto queda introducida la dimensión histórico-genealógica del aparato psíqui­ co familiar articulando así dos funciones: la intragrupal actual, grupos de padres e· hijos y la generación histórica, sucesión de las generaciones y su transmisión. Otro autor que investiga estas temáticas, Albert Ciccone, piensa que: ( ...) la transmisión se efectúa por los efectos del inconsciente, efectos verbales (efectos de palabra), pero más particularmente efectos no verbales, infraverba­ les. El inconciente "se transmite" en lo infraverbal, en la manera de decir más que en el decir mismo. Se transmite por lo no verbal, el comportamiento, las actitudes, los signos, los gestos que componen la comunicación y a los que el niño, principalmente el pequeño, es muy sensible. El inconsciente se transmite por el discurso no verbal, y ¡nuy particularmente cuando el mensaje -no verbal viene a contradecir al mensáje verbal (Ciccone, 1998: 139). Recordemos el planteo sobre la categoría de "lo ineluctable". No siempre lo que queda en suspenso trae la marca de lo ineluctable en la transmisión. La herencia trans­ generacional comprende también elementos que permanecen a la espera de represen­ tación. A esto Kaes lo llama negatividad relativa, apuntando al carácter de potencialidad para la transformación. Ciccone, habla de transmisión traumática , diciendo que lo que produce ese efecto traumático "son las palabras brutales, que escucha el niño acerca de los acontecimientos traumáticos o la ausencia brutal de palabras" (1998: 171). cuna de sentidos El autor se refiere con lo traumático a la fractura, quiebre de las potencialidades simbólicas. Lo brutal, para es lo que adviene como producto del fracaso de los pro­ cesos transicionales. "El objeto a transmitir solo pierde su potencial traumático, si pudo hacer la prueba de la transicionalidad" (1998: 173). Bajo estas condiciones, el sujeto no puede retomar por su cuenta lo que es transmitido. El registro del analista, que tiene presente que lo que se transmite inconciente­ mente pasa especialmente por lo que queda por fuera dd"rop!je de lo verbal, puede contribuir enormemente a operar sobre este tipo de formación de síntomas que no manifiesta los signos clínicos de la neurosis. Así, el análisis puede generar condiciones, po�encialidades para una posible puesta en sentido, que en la función porta-palabra aparece a la manera de lo brutal, como nos decía Ciccone. Esta perspectiva aporta una metapsicología de un aparato psíquico familiar, con­ cepción habitual de los mecanismos de formación de síntomas. Los mismos no apare­ cerían sólo como resultantes de una formación de compromiso intrapsíquica, sino vinculados a la dinámica de la intersubjetividad de un sujeto concebido como sujeto del grupo (Kaes, 1995). Esto también produce una modificación fuerte en la posibili­ dad de diseñar los dispositivos de tratamiento, incluyendo, cuando se ve oportuno, sesiones vinculares. Aparato psíquico familiar y trabajos psíquicos en la adolescencia Retomamos lo planteado por Ruffiot respecto del aparato psíquico familiar, donde refiere a un acoplamiento psíquico, común y compartido por los miembros de una familia, cuya función es articular el "ser juntos familiar" con los funcionamientos individuales y fundamentalmente como matriz de sentidos. En el mejor de los casos ese "ser juntos familiar", efecto del tejido de alianzas inconscientes, sostenido hasta la adolescencia de los hijos, advendrá a cierta desestabilización, pues esa matriz de senti­ dos deberá conmoverse y ser cuestionada. Estas claves de acceso al mundo caerán en obsolescencia, y simultáneamente seguirán funcionando de soporte para que el hijo o hija adolescente construya un ser juntos grupal extrafamiliar. Aquí, entre otras tantas operaciones psíquicas, se juega la importancia de la tole­ rancia que tendrá o no ese aparato psíquico familiar para desestabilizarse, soportar la conmoción, para tener que establecerse luego nuevamente un sistema de alianzas que ya no puede quedar igual. Si fuera así, el jovef! o la joven soportarían algo del orden de l()liineluctable operando sus efectos y nos encontraríamos con una transmisión bru­ tal al decir de A. Ciccone (1998), que cierra las puertas para construirse un pasado en la adolescencia, para poder vivir un futuro. La pareja, por otra parte, debe necesariamente reformular su "ser juntos familiar" y confrontarse con el enigma de algo nuevo con relación a su intimidad, sus proyectos, su deseo. Quedará puesta a prueba respecto de los contenidos psíquicos dejados a un lado, contenidos por el grupo familiar, entendido como aparato psíquico familiar en una nueva confrontación con los significantes que hayan quedado en suspenso. 90 Liliana Granda! Así como el nacimiento implicó el advenimiento de un extraño, contenedor de todo aquello potencialmente siniestro, la adolescencia hará retornar ese contacto vía las novedades tanto corporales como psíquicas que traen los jóvenes. Su sexualidad, su fisonomía, sus olores, sus ideas. Brete para los jóvenes, brete para los padres, brete para la historia de la familia en sus dos líneas de linaje: matrilineal y patrilineal. Lo que se plantean los terapeutas de familia consiste no tanto en trabajar sobre contenidos fantasmáticos que, cuando pue­ den emerger, siguen siendo propiedad de otro dispositivo como el individual, sino en el reestablecimiento de la capacidad de representación simbólica destituyendo las "prohibiciones sobre el pensamiento" instituidas en un proceso de transmisión psíqui­ ca patológica. Niños y adolescentes en búsqueda del paraíso lvfaría lluf;enia CJtero Los monstruos existen pero son demasiado numerosos para ser verdaderamente peligrosos; los que son r.talm''ente peligrosos son los hombres comunes. Primo Levi, Si esto es un hombre Parada, frente a los cuadros que pertenecen a la muestra El dolor de Colombia en los ojos de Botero 1 , pienso: el arte refleja la violencia que nos conmueve. "El pintor, atenúa la agresión de la cruda imagen derivándola hacia una descripción figurativa afín a su ideología: y a su estilo. Sus típicos personajes regordetes e hinchados aparecen cargados de puñales y heridas, balas y ataúdes, ametralladoras y lágrimas ..." (Belluci, 2006: 2). Criaturas que en otros cuadros aparecían alegres y despreocupadas, salpica­ das de un perfume tropical, ahora florecen como muñecos rotos, violados, despedaza­ dos, testimonio de las tragedias y el dramatismo contemporáneo. La pintura y la fotografía tienen el poder de congelar las escenas en la memoria2. Los escalofriantes grabados de Goya sobre el �spanto de las guerras, el inolvidable Guernica, manifiesto de la esencia de la violencia y el bombardeo de aquel día en que nazis y franquistas ocuparon la ciudad arrasándolo... todo3 . El arte y sus variadas expresiones revolotean como mariposas en las cenizas. Así, las producciones como gráficos, modelados y collages de niños y adolescentes inmersos en situaciones familiares difíciles son el reflejo de entramados vinculares donde el odio, el desamparo y la vulnerabilidad de las funciones familiares se tiñen en grises y negros para transmitir los efectos de la violencia de una generación en otra. Secretos que no se han develado, duelos no elaborados que se conservan encripta­ dos en el grupo familiar promueven actuaciones conductuales y violenchs varias. Vín­ culos familiates, s�gnados por la ambigüedad, procems psíquicos indiferenciados que se condensan y se confunden habitando el psiquismo del niño, del adolescente, insta­ lando en la dimensión del porvenir un dempo ya vivido y congelado. ¿Cq¡no pensar los acontecimientos históricos' que anteceden al niño y al adoles­ cente? ¿Cuál ·es la cualidad de los procesos psíquicos proyectados desde el grupo fami1. Museo Nacional de Bellas Artes, Director: Alberto G. Bellucci. Buenos Aires, junio de 2006. 2. Sontag, Susan (2003) explora la confluencia de las "noticias", el arte y el modo que enten­ demos las representaciones del desastre. 3. El artículo "La pasión de Picasso" hace referencia a los cuarenta y dos bocetos que realizó el pintor para llevar a cabo su obra. Revista Viva, octubre 2008, Buenos Aires. María 92 Otero liar? ¿Cómo pensar procesos de historización subjetiva cuando los efectos del odio entre progenitores dividen y escinden el psiquismo de los hijos? Preguntas que trazan un mapa, que bordean y balizan nuestro lugar como analistas. Consideramos la subjetividad como una integridad psicosomática, contextuada en una genealogía, entendiendo la genealogía como una estructuración simbólica, una usina, reservorio de modelos y valores identificatorios, una matriz portadora de inves­ tidura, historia libidinal-cultural, destacamos el valor preponderante que conllevan las funciones familiares para la constitución psíquica y los procesos de subjetivación a advenir. Lo traumático va a ser pensado allí, en el árbol genealógico, en los grupos que ante­ ceden al niño, en los valores familiares, culturales, en la tramitación y transmisión de las marcas emblemáticas de una genealogía. Las escrituras de la violencia Cuadro 1 Una casa hermética y gris captura el fondo blanco del papel, casi en su totalidad Las ventanas y la puerta son pequeñas y están cerradas. En el sombreado, se distinguen dos cuerpos flotando. Los trazos son rígidos y apretados. Veo en la casa un mausoleo. Lucas, ocho años, presenta un cuadro de asma y enuresis discontinua. Es el tercer hijo de un matrimonio que ha perdido los dos primeros niños a causa de trastornos perinatales y muerte súbita. La casa es el contexto elegido para dar(se) a conocer en la consulta y es el ámbito en el cual se pone en escena ese viraje inesperado hacia lo siniestro,' hacia la tragedia. Allí, la madre ha construido un pequeño altar, tributo para el segundo hijo, en él se ha escenificado la "presencia viva", en la, casa, a través de ropa, fotos y juguetes que perte­ necieron al bebé. Imagen emblemática de un duelo congelado que circula en el aparato psíquico familiar, asfixiando ... Herencia imposible de transformar, reducida al pacto que une a los padres en un texto que resuena con insistencia y hace eco en el psiquismo de este niño. Los padres revelan en sesión: ''A nosotros no nos une el amor sino el espanto ... ". Cuadral Gusanos negros y enroscados se desparraman en una superficie blanca e inhóspita, al lado, mariposas de colores se alzan en pleno vuelo. Juliana, diecinueve años, dice: "(...) no sé qué me pasa, pero cuando pinto se me va la tristeza, me desahogo, saco cosas de mí, siento que no estoy en blanco ... Descubrí que pintar es una herencia de mi abuela ... Estaba pensando ... no entiendo bien cómo son algu­ nas cosas, si están o no interrelacionadas, no lo sé bietJ ... Existe una especie de "ángel -demonio": mi mente es el nombre de mi ¿uadro. En él he pintado mariposas, antes eran gusanos, que ahora empiezan a transformarse, en reali­ dad, creo que es un claro reflejo de lo que es mi vida. Tengo miedo ... y a no quiero esconderme ...". Esta paciente consulta a las semanas de haberse efectuado un aborto: "Cada vez que me pasa algo en el cuerpo siento que me caigo ... soy inestable, estoy vacía, me pego a alguien y no puedo despegarme ... siento que todo es transitorio...". Discurso desafectivizado que impacta. Frases recortadas de un texto de sesiones que se perderán en ausencias prolongadas a la �onsulta, para retomar luego de un período de salidas nocturnas que bordean lo riesgoso (ingesta de drogas y contactos sexuales compulsivos con desconocidos): "Nada me importa, si quiero, consumo; total a nadie le importo. Pedro me abandonó después del aborto. Mis viejos no quieren que esté más con él. Pedro, no quería al bebé, ahora que no estoy muerta, tengo que vivir ...". Su imagen corporal se transforma, se corta y pinta el pelo, su cuerpo comienza a cubrirse de tatuajes. En cada sesión se presentará con ropas diferentes, una llamativa capelina rosa, una peluca. Siento que durante la sesión se arma, las palabras son una trama libidinal que la sostienen y creo que cuando cruza el umbral, al despedirse, se deshace. Juliana revelará, luego de un período de trata�iento, que ha sido abusada sexual­ mente por su padre, durante la infancia. Lo familiar se vuelve siniestro, el grupo de pertenencia se entrama en redes de exclu­ sión y oclusión y, como analistas, nos convertimos en espectadores azorados y aturdidos de una puesta en escena de fantasías de castración, de seducción (Álvarez, 2001). Los mitos sociales acerca del sagrado amor parental y el soleado paraíso de la infancia se derrumban estrepitosamente anunciando al niño abusado, violentado... violento. Intrusión violenta del padre en el psiquismo puberal-adolescente. María 94 La actuación como modo de transmisión psíquica, lo puberal desligado se pone en escena, actuaciones conductuales como modo de encontrar un freno, como un intento para despojar(se), arrancar(se) el objeto incestuoso del propio cuerpo. Cuadro3 Trazos efímeros e imperceptibles que bordean figuras humanas empobrecidas, casi fan­ tasmales, sólo contornos, no hay identidades ni rostros. La fragilidad y el desvalimiento flotan en la escena pictórica. Marcelo tiene catorce años, se presenta en sesión como "campeón de ajedrez y de matemáticas", motiva la consulta una "inesperada carta" que el paciente escribe en la escuela y que un compañero le "roba" y la da a conocer a una maestra. Transcurridos, algunos días, a la salida de la escuela, el joven intenta arrojarse a las vías del tren y es sorprendido por un grupo de pares que lo apuntala y contiene en una escena donde el vacío y el derrumbe cobran protagonismo. • Dice Marcelo: "Mis papás son como el fuego y la pólvora no pueden estar juntos ni un segundo, discuten todo el tiempo ... ". "A mí me hacen estallar, no quiero recordar ni volver a pasar lo que pasé cuando tenía nueve años...". "Con las matemáticas y el ajedrez yo me podía distraer ahora no... no sé qué me pasa". La madre relata: "Marcelo es una computadira, eso me asusta, le encanta estudiar por demás, se genera mucha presión ...". "Yo le tiro de un lado y el padre de otro, entonces, el chico estalla, le estalla la cabeza ...". Los padres del joven, están separados desde que el niño tenía cinco años, Marcelo vivió con su mamá hasta los nueve, momento en que por razones económicas se decide un cambio de escuela. Entonces, es el papá quien advierte: "yo pago la escuela, pero viene al colegio que yo digo". acuerdan que el La nueva escuela lejos del domicilio materno. Ambos niño viva con el papá, quien enviará una carta documento a la madre solicitando el jui­ cio por tenencia, alegando que la mamá le entrega al niño por no poder mantenerlo. Durante dos meses, Marcelo sólo podrá ver a su mamá por orden judicial y en la escuela. Luego se acordará una tenencia compartida del hijo, quien de lunes a viernes, vivirá con su papá y los fines de semana con la madre. Previo a la escritura de la carta han surgido en este jov�n .Ztras manifestaciones: Accesos de llanto repentinos, tirar tizas a docentes, romper el examen final de las olimpíadas de matemática ante el jurado y salir corriendo del aula. P�queños actos, actings que transforman la monotonía discursiva ligada al plano de la pasividad y la desinvestidura (que caracterizaban el discurso del paciente en trata­ miento y en el ámbito escolar), Marcelo actuaba como si no existieran las emociones. Cuando el estallido de lo pulsional irrumpe en el cuerpo, acontece lo puberal. El jóven, no puede recordar, no quiere recordar, las matemáticas y el ajedrez son escondites que ya no pueden resistir la fuerza del impulso. Lo puberal se hace presente y una escena originaria signada por una profunda ins­ cripción en negativo da batalla en el despliegue de un escenario escolar, testigo omni­ presente de la evolución-involución del púber que acontece. Philippe Gutton (1993) hace referencia a que el púber se confronta con sucesos inéditos, hasta ese momento no le alcanza lo conocido para dar cuenta de lo que le está pasando, la relación de continuidad y difere'ncia, a través de la cual puede inscri­ birse en una historia y recordarse como él mismo se ve, es intensamente conmovida e impone un trabajo que no podrá postergar ni diferir. El púber necesita de la presencia de los referentes adultos a fin de proseguir en un movimiento centrífugo con su crecimiento, le urge poder experimentar sensaciones a máxima intensidad, probar los límites de su propia corporeidad, pero, si el otro des­ aparece como referente, puede suceder que la dimensión de cierto riesgo se trans­ forme en aniquilación (Gutton, 1993). Vivencias de amparo y desamparo Ana Berezín (2001) concepmaliza las representaciones de amparo y desamparo como iconográfkas, ligadas a afectos como el espanto y la crueldad. t Estas representaciones fijas, como si fuesen fotografías, reducen la posibilidad de posteriores tramitaciones psíquicas. ''Al ser representaciones inherentes al espanto o terror, guardan con este afecto su cualidad de desborde y de no preparación ante el peligro, fijan el vivenciar aterrorizado de esa imagen-recuerdo primero del desamparo inaugural propio de la indefensión y prematurez del ser humano" (2001: 34). Un entramado vincular precede y acuna al niño antes de que se produzca su naci­ miento. Violencias necesarias y estructurantes que se producen como un efecto antici- 96 María patorio y violencias perjudiciales que desbastan y colonizan la capacidad de pensar y desear marcan el devenir subjetivo, estos primeros encuentros en vínculo con otros van inscribiendo en la psique una gama de potencialidades de construcción y destrucción. Modos de estar en y con otros se anticipan y proyectan en el tiempo. "Vínculos marcados por la ambigüedad, que confunden y generan violencia y vínculos de la ambivalencia que dan lugar a la diferencia y al reconocimiento mutuo ... ", señala René Kaes (1999: 8). Recibir una herencia y transformarla es el desafío y la puesta en sentido de un tra­ bajo psíquico a desplegarse. Es en este sentido, que P.Aulagnier (1991) conceptualiza, "Construirse un pasado" para enfrentar el devenir, para crear un proyecto futuro es necesario anclar en el pasado infantil. Permanente trabajo de construcción y recons­ trucción de un pasado a cargo del "yo historiador". Permanencia y cambio, principios que regulan un entretiempo puberal-adoles­ cente volcánico e inquieto, el yo se sirve de identificaciones simbólicas, certezas ina­ movibles que remiten a los orígenes familiares, vinculan al sujeto con su genealogía, pero otra parte de la biografía a escribir se abre al descubrimiento y exploración de lo nuevo. Otros espejos a visitar proveen al adolescente de "signos de distinción", delimi­ tando la pertenencia a un grupo, a una banda. Vestimentas, tatuajes, códigos compartidos de identidades grupales se abren como un abanico de registros culturales, que se manifiestan, quizá en lo líquido y efímero de los vínculos actuales, garantizando la posibilidad de no sucumbir en la soledad ante la sensación de vacío y de ausencias de garantías de que los tiempos próximos se constituyan en un tiempo (proyecto) futuro. "Recuperar el concepto de joven dice Silvia Bleichmar (2007: 63), no como una categoría cronológica, sino como ese espa­ cio psíquico en el cual el tiempo deviene proyecto y los sueños se tornan trasfondo necesario del mismo ...". Pienso en sueños y los colores de las islas de Tahití, en los cuadros de Gauguin y su búsqueda desesperada por escapar de un mundo contaminado por las convenciones sociales de una Francia del siglo diecinueve y alcanzar un paraíso donde sea posible la felicidad. Allí, en una isla de verdes y tur�uesas. Colores y sueños, espacios potenciales para pensar la infancia y la adolescencia, espacios transicionales que hemos podido crear como equipo de trabajo, en una trama, en una red para albergar sensaciones extrañas vinculadas al dolor, al desamparo y la desilusión. Sensaciones que se tejen y se reescriben una y otra vez, en ellos los chi­ cos, en sus cuadros y pinturas, y en nos-otros, los terapeutas. "Pensar la esperanza" (Aulagnier, 1984) no constituye sólo una expectativa o posi­ ción esperanzada, implica la capacidad de espera, de aquello venidero y ausente a la vez .Confrontarse con lo nuevo, sin subsumirlo en la repetición ni en la sustitución, sino acordándole otros sentidos. Situaciones familiares difíciles que "hacen morder 1 el polvo" Mariana Soler Procesamientos psíquicos del niño y del adolescente en situación familiar difícil Puntualizamos algunos de los trabajos psíquicos saludables que debe realizar el hijo desde la familia: • El trabajo que denominamos "escena originaria" como proceso saludable es el conjunto de operaciones que tiene que realizar el niño para poder historizarse, ligando a los padres bajo el principio del placer, ubicándose él como causa y consecuencia de ese placer que liga a los padres entre sí y con él mismo. • El trabajo de "investigación sexual infantil" conceptualizado por Freud, que arriba a la constitución de la diferencia de los sexos; se complementa con el trabajo de "investigación histórica familiar infantir'2 que debe realizar el niño, a partir del cual construye la escena originaria como origen y causa de su existen­ cia, de su deseo. • El trabajo de "filiación": para construír su historia, además de la escena origi­ naria entre sus padres, también necesita metabolizar que ellos forman parte de un grupo que los antecede, y que ese grupo tiene una historia a la cual él debe articular la suya. Para que el hijo pueda ir realizando estos procesamientos psíquicos saludables que posibilitan su historización es necesario que los padres sostengan su función de "fami­ liarizar" todo aquello que irrumpe como extraño, como heterogéneo a la familia. Es decir, son los padres quienes tienen primero que tramitar y procesar estas cuestiones para luego poder transmitirlas, ponerlas a disposición del hijo en tiempo y forma tal que posibiliten su propio trabajo de metabolización. ¿Cómo conceptualizar desde el psicoanálisis, lo que entendemos por "situación familiar difícil"? Para poder pensar en una situa�ión familiar, reflexionemos primero sobre el concepto de familia. 1. Comparto la producción de este escrito con aquellos niños y adolescentes que han sido protagonistas de un espacio transferencial transicional, donde intentamos transformar el sufrimiento psíquico de situaciones familiares difíciles en potencialidades saludables. 2. Ver La investigación históricafamiliar infantil-adolescente de A. Grassi en este mismo libro. 98 Mariana Kaes es uno de los autores que propone pensar la familia como un aparato psíquico grupal, un espacio de "más de un otro" donde se correlacionan subjetividades. De esta manera propone pensar la familia como un espacio grupal, un entramado donde por medio de "alianzas inconcientes" y "contratos narcisistas" se construye un tejido que vincula las subjetividades individuales. Otros autores, proponen la hipótesis de un "aparato psíquico familiar": El aparato psíquico familiar podría ser definido (... ) como un acoplamiento psíquico, común y compartido por los miembros de una familia, cuya función es articular el funcionamiento del "ser juntos familiar" con los funcionamien­ tos psíquicos individuales de cada uno de los miembros de la familia. Pero hay que destacar que estructural y genéticamente, el aparato psíquico familiar fun­ ciona siempre como una matriz de sentido que sirve de envoltura y apuntala­ miento primarios a las psiques de los sujetos que nacerán en el seno de una familia (André-Fustier y Aubertel, 1998: 126). Articulando los aportes de los dos autores podemos pensar la familia como un espacio grupal, donde se entraman el "ser juntos familiar" con el "ser sujeto indivi­ dual", en un movimiento de acople psíquico que está regido por el principio de per­ manencia y cambio, tal como lo conceptualizó P. Aulagnier (1991). Es decir, que lejos de poder lograr un equilibrio homeostático, la familia atraviesa constantes situaciones y acontecimientos que requieren de un trabajo psíquico grupal que recomponga y resitúe las alianzas, pactos o contratos inconcientes que cambian o permanecen en el tejido familiar. Llegados a este punto definimos situación familiar difícil como codo aquel acon­ tecimiento o situación familiar que se constituye en "potencialmente traumático" porque desestabiliza y dificulta la elaboración y la creación de un nuevo orden del entramado familiar. Cuando los padres no pueden sostener la función de "familiari­ zar", de poder tramitar ellos lo que irrumpe como extraño o amenazante, tampoco pueden garantizar condiciones flludables para que lo elaboren psíquicamente los hijos. El estremecimiento o desestabilización de la economía psíquica familiar se puede producir ante las situaciones o acontecimientos más diversos: muerte de un familiar, los trabajos psíquicos de un hijo adolescente, divorcio controvertido, el nacimiento de un hijo con una discapacidad, secretos familiares, duelos no elaborados, situaciones traumáticas, etc. La situación de caos o desorden exige un plus de elaboración del grupo familiar, que puede generar tanto la creación en el grupo de recursos psíquicos que antes no existían y que se generan ante el acontecimiento traumático; o por el contrario, constituirse en potencialmente traumático si el grupo, esencialmente sostenido desde funciones parentales, no pueden generar condiciones saludables de metabolización para los hijos. La Consultoría como dispositivo que aloja al niño/ adolescente y su familia La Consultoría surge como un dispositivo sostenido por un grupo que trabaja en equipo, ofertando un lugar de consulta y/o tratamiento donde puedan arribar las familias de niños y adolescentes que demandan elaborar '?§itu.iciones familiares difíci­ les". Consultan espontáneamente o derivados por instancias educativas o judiciales, para poder procesar dentro del "ser juntos familiar" aquello que si no se metaboliza es transmitido en el espacio grupal en "suspenso de elaboración", obstaculizando los tra­ bajos psíquicos necesarios para los hijos en su hisrorización. La Consultoría es un dispositivo de intervención terapéutica que aloja al grupo familiar ofertando un espacio de admisión que evalúa durante la consulta los procesa­ mientos psíquicos intra e intersubjetivos, patológicos o saludables que puedan estar comprometidos u obstaculizados, a partir de lo cual se puede indicar el abordaje tera­ péutico más adecuado para abordarlos. Y también ofrece el armado de un dispositivo clínico "abierto" que puede tener diferentes modalidades (entrevistas familiares, vin­ culares, de padres o hermanos, de trabajo interdisciplinario con escuela, juzgado u otros profesionales) de acuerdo a cada familia en particular. El equipo de terapeutas que reciben en la transferencia al niño/ adolescente y su familia trabajan en diferentes espacios y tiempos de metabolización. Uno es el espacio transferencia! propio de atención terapéutica, diverso y singular en cada subjetividad de cada niño o adolescente que crece en su familia. Lugar donde se despliega la puesta en escena y en acto de la situación familiar difícil en la situación transferencia!. En segundo lugar, está el espacio de trabajo del equipo: supervisiones y reuniones donde todos los integrantes del equipo trabajan como grupo, tejiendo un entramado de producción grupal de estrategias terapéuticas y de metabolización de las diferentes modalidades transferenciales. Espacio donde se produce la puesta en sentido (origina­ rio, primario y secundario, según P. Aulagnier) de los procesos intra e intersubjetivos vividos en la transferencia. En tercer lugar, se juega un espacio de transmisión docente, donde el equipo de la Consultoría, al tener la particularidad y el privilegio de estar anclado en la UBA, Facultad de Psicología, puede generar un espacio de circulación de saberes teóricos que porta la riqueza de haber sido metabolizados y creados (en el sentido de Wini­ cott) �en un "entre", espacio transicional de producción de un grupo. Estos tres espacios constituyen tres oportunidades diferenciadas de metabolización, que se complementan y van posibilitando diferentes complejidades en la producción. Un verdadero pasaje y transformación desde la vertiente más originaria de la transfe­ rencia, donde uno se confronta con el sufrimiento psíquico intra e intersubjetivo, a la vertiente más simbólica de una posible transmisión teórica. 100 Además, en la docencia, no sólo se transmiten los contenidos conceptuales, sino también la forma de procesamiento del saber: si fue producido en grupo y si está atra­ vesado por el placer de pensar. La transferencia como lugar privilegiado donde uno "muerde el polvo" Juan David Nasio (1987) considera que en la transmisión se juega fundamental­ mente el modo en que cada analista se las arregla para afrontar ese punto central en una experiencia de análisis que es el dolor, o el lugar del goce, del objeto: "Cuando un analista no ha mordido el polvo, es porque todavía no ha recibido la transmisión" (Nasio, 1987: 28). ¿Qué es "morder el polvo"? Nasio sostiene que cada analista se da cuenta de lo que esto significa en su propia experiencia. "Morder el polvo puede ser soñar y darse cuenta de que está ligado a una relación transferencial intensa. Puede ser el suicidio de un paciente(... ) o el preguntarse para qué sirve el análisis( ...) qué estamos haciendo" (1987: 28). También ubica que el propio análisis y el espacio de supervisión son los dos contextos donde el analista se confronta con este lugar. Y que esto no se enseña, se transmite, quiera uno o no. Durante estos años de trabajo de equipo de la Consultoría, el espacio transferencial fue un lugar donde más de una vez "mordimos el polvo", confrontándonos con el sufrimiento psíquico de un niño o adolescente que intenta crecer en una situación familiar difícil. Una de las funciones del aparato psíquico familiar es la transmisión en su doble dimensión de lo vincular y lo generacional. R. Kaes (1999) se pregunta: ¿cuál es la consistencia de la transmisión?, ¿qué se transmite? Señala que no sólo se transmiten contenidos, sino procesos, modalidades de tramitación psíquica. La familia, desde su función de transmisión, va a dar al niño las claves de acceso al mundo. Es decir, le va a transmitir en lo vincular actuaf(pero condensando lo generacional) modos de pro­ cesar, aprehender el mundo externo y modos de procesar, organizar, colorear el mundo interno. En las situaciones familiares difíciles, el niño/adolescente se confronta con trans­ misiones traumáticas, no sólo por el contenido, sino porque lo potencialmente trau­ mático reside en que son procesamientos psíquicos que se imponen al psiquismo del hijo por medio de la violencia secundaria, arrasando con la posibilidad de transforma­ ción. En la transferencia se oferta un espacio donde transformar lo traumático haciendo uso de la transicionalidad. Alojando a la familia se recibe la transmisión de las diferen­ tes modalidades de procesamiento psíquico que porta el grupo. En la experiencia del trabajo del equipo de la Consultoría fuimos descubriendo que en aquellas familias donde lo traumático circula de manera más brutal y sin trans­ formación necesitarnos crear intervenciones terapéuticas donde más de un integrante del equipo pusiera el cuerpo (en entrevistas con la familia, en los juzgados, etc.) para evitar "morder el polvo" y experienciar en la transferencia lo no metabolizado logrando que ello no arrase con la subjetividad del analista: . ' A mayor violencia o traumatismo del grupo familiar, requerimos de mayor inter­ vención del grupo del equipo sosteniendo el espacio transferencial. Cuando aquello que queda en suspenso en la transmisión de un grupo está impregnado de la violencia secundaria, el único modo de poder alojarlo -es decir, "morder el polvo" pero no "hacerse polvo" en el intento- es· que quienes sostengan ese espacio transicional transferencia! sean más de uno. Y no deja de tener importancia las modalidades de producción intra e intersubje­ tiva que porta el grupo del equipo que metaboliza lo transmitido por el grupo fami­ liar: historia afectiva vincular, anclada en una genealogía donde predomina el placer por estar juntos y por pensar. Transmisión docente El espacio transferencia!, de supervisión y de trabajo de equipo requiere de un tiempo y espacio de rnetabolización. Otra es la instancia de la transmisión docente. Transmitir un material clínico en una clase de seminarios de extensión, posgrado o materia de grado implica poder transmitir una determinada conceptualización teórica anudada a una experiencia. Dar una clase requiere del analista otro trabajo de metabolización: una producción teórica. Mientras nosotros como analistas estamos atravesados por la transferencia, las pro­ ducciones subjetivas del vínculo transferencia! nos conducen a supervisar, leer y pen­ sar la teoría que nos remite a aquellas conceptualizaciones teóricas que hacen de guía o producen "ruido" en la clínica. Pero, en realidad, podemos decir que verdadera­ mente producimos teoría cuando nos encontramos con los conceptos y los (re)crea­ mos a partir de la propia experiencia. Aunque ya hayan sido pensados por otros autorls, la apropiación y la producción de pensamiento teórico sucede cuando algo de lo singular de uno se encuentra en ellos. Aprender no es meramente incorporar información o acopiar saber; sino poder producir. Dar clase es un acto creativo y de mucha responsabilidad, porque el docente no sólo enseña un contenido, sino que esencialmente transmite cómo está atravesado en su experiencia por sus modos de procesar y elaborar esos contenidos. Corno bien sostiene R. Kaes (1999), la consistencia de la transmisión no sólo reside en los comen idos, sino en los procesos, en los modos de procesamiento psíqui- 102 Mariana Soler co. Lo más valioso que un docente puede transmitir a un alumno no es solamente la precisión de un concepto teórico, sino el deseo y desafío por producir conocimiento. El docente puede ser responsable de una transmisión teórica que se imponga por medio de la violencia primaria, anticipatoria (Aulagnier, 1977), nombrando, enun­ ciando conceptos que tienen vigencia actual en la experiencia propia del docente-ana­ lista, pero que a su vez condensan una historia, genealogía de autores creadores de la teoría. La violencia primaria anticipa, pero incluye también la categoría de la alteridad del alumno y promueve en el vínculo docente-alumno el desafío de crear, transfor­ mar, producir el saber. Diferente es cuando predomina la violencia secundaria en la transmisión y en la enseñanza se imponen enunciados que no incluyen la categoría de la alteridad, obli­ gando a una repetición que no tolera ningún tipo de transformación. Situación que se reitera más de lo saludablemente esperado, porque generan fascinación (también alie­ nación) los saberes cerrados, completos, sin fisuras. Sin embargo, la clínica, afortunadamente, remite a la complejidad y al caos que obliga a des-ordenar la teoría y volver a producirla. Nuestra clínica en particular, por dar lugar al niño o adolescente y su familia, o mejor, como el niño o el adolescente que crece en familia, nos confronta con la complejidad de alojar en la transferencia a un grupo donde se entraman los procesamientos psíquicos intra, inter y transubjeti­ vos. Trabajar en equipo es crear un grupo que sostiene, releva, transforma aquello que la familia porta en suspenso de metabolización. Esto posibilita que el hijo por el cual se consulta en su crecimiento pueda sostener la potencialidad saludable de produc­ ción de su subjetividad en familia. También, trabajar en equipo posibilita al terapeuta devenir en analista y docente, logrando en su crecimiento profesional la apropiación de la experiencia desde la potencialidad de pensar en grupo, producir saber en grupo. Todos los espacios de producción teórica y académicas son privilegiados para pen­ sar todas las vertientes de la transmisión. El docente, al enseñar, si bien, predomina en la transmisión el pensamiento y lo simbólico, también hace uso dl un "fondo de memoria" (Aulagnier, 1992) que incluye lo originario y primario: sensaciones pictogramáticas y escenas primarias que dejaron su marca a partir de la experiencia transferencial. Modos singulares de presen­ tar, escenificar y metaforizar los diferentes contenidos teóricos. "Morder el polvo" es una expresión de Nasio que bien apela al registro de la sensa­ ción. Además, el docente transmite si el modo de producción del saber incluye la alteri­ dad del otro: quién es el alumno, qué recorrido teórico tiene, qué desea y puede pre­ guntar. Y por último, también transmite cuánto ha construido de la potencialidad de pen­ sar en grupo, con "mas de un otro." Para finalizar, un cuento de la sabiduría sufí referente a la transmisión: El maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían su sentido ... -Maestro -lo encaró uno de ellos una tarde-, tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado ... -Pido perdón por eso -se disculpó el maestro-. Permíteme que en señal de repa" ración te convide con un rico durazno. t -Gracias maestro - respondió halagado el discípulo--. -Quisiera para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites? -Sí. Muchas gracias -dijo el alumno-. -¿ Te gustaría que ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que sea más cómodo? -Me encantaría ... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro. -No es abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte ... -Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo ... -No maestro ¡No me gustaría que hicieras eso! - se quejó sorprendido el alumno-. El maestro hizo una pausa y dijo: -Si yo les explicara el sentido de cada cuento... sería como darles unafruta masti­ cada. Nuestra experiencia tiene la complejidad de hacernos morder la aridez del polvo, pero también la posibilidad de poder transmitir la frescura singular que cada uno pueda descubrir en el sabor del durazno. PARTE 111: CLÍNICA PSICOANALÍTICA E INTERSUBJETIVIDAD (ln}conclusiones 1 María Eugenia Otero Desde el año 2001 venimos desarrollando un trabajo de pensamiento de grupo, coordinado por el Prof. Adrián Grassi, en el marco del p¡ogN.ma de Extensión Uni­ versitaria: "Construcción de un Modelo de Intervención�CHnica para la atención de niños y adolescentes en situación familiar difícil". A partir de esta experiencia, investi­ gamos acerca de las familias contemporáneas, niños y adolescentes que habitan en la actualidad. Reflexionar sobre marcas epocales nos remite a pensar la subjetividad pro­ ducida en los espacios intra- inter-transubjetivos. Destacamos la constitución del psiquismo en niños y adolescentes y su anclaje en las funciones parentales. La familia, pensada como una red de relaciones: funciones de contención, sostenimiento y diferenciación, de establecimiento de mutuos intercam­ bios e incidencias en el espacio intergeneracional, de ligaduras y vínculos con otros, conector con otras instancias sociales. Las crisis económicas, las crisis de ideales, la desesperanza y la caída de ilusiones aparecen hoy como telón de fondo para el surgimiento en escena de funcionamientos psíquicos, cuyos órdenes imaginario y simbólico se hallan precariamente construidos y donde la operación represiva ha fracasado parcialmente. Patologías en las que hay un déficit de producción simbólica, donde el cuerpo y la acción son lugares elegidos para la exteriorización del conflicto conforman el corolario de formas manifiestas o encubiertas de violencia que recaen sobre los niños y adolescenres. El odio como potencialidad vinculante y el desconocimiento del niño/adolescente en su dimensión de alteridad se entraman �n las redes vinculares familiares y enlazan espacios intrapsí­ quicos e intersubjetivos. A la luz de Piera Aulagnier, "Alguien ha matado algo". Un pensamiento que supera sus propias fragmentaciones y se re describe a sí mismo no es un pensamiento sereno y reposado. La pluma de Piera Aulagnier se tiñe con el "color" de la vida y nos acompaña desde el inicio de nuestro trabajo grupal interpelándonos a dar una respuesta a los desafíos cambiantes e imprevistos de la clí­ nica que nos acontece día a día. Descubrir los conceptos que nos permitan compren­ der la articulación entre la teoría y la clínica �s un trabajo producto del "pensamiento vivo" que anida en los textos "revisitados"2• La clínica se produce en el placer por pensar y hacer. Piera Aulagnier nos convoca a · un cuestionamienro permanente de nuestra alienación a la teoría, condición funda1. Inconcluso: no acabado. Espacio abierto para seguir pensando los modos actuales de pro­ ducción de subjetividad. 2. Revisita: término que nos permite situar categorías conceptuales ya enunciadas y su de construcción para volver a pensarlas desde una diferencia y no desde la mera repetición. 108 Maria Otero mental para alcanzar nuevos y para metabolizar a nuestros saberes instituidos. Su concepto de "teorización flotante" da cuenta del modelo de intersubjetividad que despliega a lo largo de su teoría. En él describe el tra­ bajo preconsciente del analista en quien está presente la teoría del funcionamiento psíquico, los elementos que éste guarda en su memoria referidos a la historia de su paciente y a la historia transferencia! que ambos construyeron. La mirada de Piera Aulagnier, de un sujeto activo, capaz de transformar el dolor y el sufrimiento en una experiencia creativa que haga de su historia no un mito conge­ lado sino una historia en movimiento, es y ha sido para nosotros como grupo de tra­ bajo el desafío en el encuentro clínico con cada uno de los sujetos en análisis. Nueve años de trabajo transitado es también un pedazo de vida vivido en común por un colectivo que no sólo se ha formado con el objetivo visible de estudiar y trans­ mitir, sino que, paralelamente y de un modo acaso más imperceptible, se ha reunido para transformarse en el devenir de esa experiencia. El conjunto de esos materiales, de esas palabras, de esas sensaciones se agrupan en estos textos clínicos que forma parte de la red libidinal de ese envoltorio invisible-visible que hace al grupo. Hemos podido transformarnos y conmovernos desde los distintos modos de abor­ dar el pensamiento, creando un "fondo de permanencia", de producción común y de identificación en un proyecto que se despliega en una praxis y en una ética de trabajo compartida. Entre niños, adolescentes y funciones parentales hemos diseñado nuestro lugar como analistas. En ese "entre" de la fecunda concentración del trabajo creador com­ partido, en esa integración que se consolida afianzando las particularidades, en lugar de buscar la homogeneidad a expensas de las diferencias, allí, hemos podido recono­ cer-nos nosotros-otros. Violencia y estructuración psíquica Adrián Grassi Escena originaria y violencia fundamental ., Desde hace algunos se ha hecho creciente en el campo del psicoanálisis el estudio de ciertos procesos de la estructuración psíquica del niño y del adolescente que están directamente vinculados con el tema de la familia y la violencia. Me referiré aquí espe­ cíficamente a la relación escena originaria/violencia. El término escena originaria o primaria es tomado en el sentido desarrollado por Freud (1918), primero, y luego por P. Aulagnier (1977) como aquella construcción que realiza el niño en la que se ve a sí mismo como producto de las relaciones de deseo entre sus progenitores. En relación a la violencia, tomaremos lo que se describe como "violencia fundamental" (Bergert, 1990), cuya fórmula puede traducirse en tér­ minos de: o yo o el otro, para seguir sus efectos en la estructuración psíquica cuando esta fórmula de la violencia regula las relaciones entre los progenitores. En el seno de la escena originaria, la violencia fundamental se le plantea al niño/a como una elec­ ción. O mamá o papá, de modo tal que si, sí mamá-no papá, y si, sí papá no-mamá. La fórmula de "el uno o el otro" plantea una aisyunción que llamaremos simple. Allí puede funcionar un juego de circulación de alianzas y erotismo propuesto incluso por los padres mismos, que se resume en proposiciones tales como: "¿con quién te gusta más estar, con mamá o con papá?", "¿quién te da más dinero?", «¿quién te compra regalos más lindos?" o "¿quién te reta más, quién te presta más el auto?", etc. Toda una serie de disyunciones que las llamamos simples porque, aunque presentan una oposición, permiten organizar un conflicto en la oposición de: "el uno o el otro". Estas disyunciones tienen un efecto saludable porque, aunque impliquen oposi­ ción entre dos términos, como lo materno-lo paterno, lo bueno-lo malo, lo permi­ sivo-lo prohibitivo, lo divertido-lo aburrido, es una disyunción que opone dos términos sobre el fondo de una conjunción entre los mismos. Es decir, que el niño puede optar sus elecciones por uno u otro de los términos sobre el fondo de la ausen­ cia-presencia del término no elegido. Esta conjunción que contiene ambos términos es espacio transicional entre los progenitores, 'que posibilita al niño un tránsito (libre o con obstáculos) por las oposiciones, pero mantiene el sistema relativamente libre de fisuras o fracturas. Cuando esta fórmula de la violencia fundamental trabaja y organiza la escena origi­ naria, no como una disyunción simple, no sobre el fondo de la ausencia-presencia de los términos en conflicto, sino como una oposición irreductible que excluye o for­ cluye al otro, se produce entonc�s como disyunción escindente. Ya no hay una con{f,¡ lflO 110 Adridn junción en la escena originaria, sino una escisión en la escena originaria. Esta se le presenta al niño cuando entre los progenitores se establece una práctica repetida de mutua exclusión del uno por el otro, y se dirige hacia los lugares donde la subjetividad del niño se anuda al origen, donde el cuerpo se anuda a una historia. Algunos fragmentos clínicos que contienen los elementos principales de esta des­ cripción. Hemos escuchado historias que con más o menos diferencias pueden parecerse a las de Miguel, de 6 años, por quien se consulta debido a temores de intento de suici­ dio; él mismo dice que se quiere morir. Al nacer el niño ya estaban los padres en una relación de oposición entre sí. La madre va a inscribirlo en el Registro Civil y, como el padre no llegaba, iba a anotarlo con su propio apellido. Finalmente llega el padre y el niño es inscripto con el apellido paterno, y con un nombre de pila que repite el de un hijo ya fallecido de un matrimonio anterior del padre y del cual la madre no estaba anoticiada de su existencia. En este momento tan importante de anudamientos entre los padres, el cuerpo del niño y su nominación, el ingreso al sistema de parentesco amenaza con producirse bajo la forma de la disyunción escindente. Aquí, la fórmula de la violencia fundamental capta el sistema de nominación: si nomina uno-no el otro. Encontramos también los efectos de esta violencia fundamental en las múltiples historias en las cuales se ha producido un divorcio y se le plantea al niño la alternativa de la casa de uno o lo de la casa del otro progenitor. Así sucede con la ropa, los rega­ los, los juguetes, los festejos. Carlos, de 5 años, por quien sus padres consultan por indicación del jardín al que asiste el niño, está identificado como el pequeño golpeador que tiene asustadas a las maestras y a la directora. Por expresa prohibición materna, no puede entrar a la casa de la mamá con la ropa que trae de lo del papá. Por lo cual, antes de entrar a su hogar debe cambiarse las prendas que previamente le fueron asignadas a tales fines y dejar las otras en lo del padre. Allí, la fórmula de la violencia fundamental captura la vivienda: en lo de uno-sin lo del otro. Otras maneras en que aparece esca fórmula es en la famosa dupla: régimen de visi­ tas-alimentos. En este caso, aparecer elementos especialmente repetitivos, concurren hechos tales como que al momento. de ser devuelto el niño al hogar, luego del fin de semana, no es entregado por el otro progenitor en horario o día acordados. No es raro encontrar que dichos incumplimientos también se produzcan en fechas particular­ mente significativas: por ejemplo, el día en que se festeja el cumpleaños de alguno de los progenitores adonde el niño no concurre. Así, Inés, de 4 años, por quien consul­ tan debido a padecimiento de asma bronquial, no fue llevada por su madre a la fiesta de cumpleaños de su padre a modo de revancha por la falta de pago de la cuota de ali­ mentos (el dinero no pasado). Allí, en esos espacios y momentos de pase de lo materno a lo paterno y viceversa es donde se inscribe como procedimiento en la escena originaria la disyunción escin- Violencia estructuración dente: el uno des respecto de la capacidad del otro progenitor para relacionarse en buenos términos con su hijo/a, o también cuando se instalan sospechas sobre su honestidad (sexual) o su salud psíquica. No están tampoco libres de sospechas de robo del hijo. O de la inci­ dencia negativa sobre el hijo por parte de las nuevas parejas contraídas. Estos fragmentos clínicos tienen en común que se trata de niños cuyos padres se encuentran en situación de divorcios controvertidos, y aun,queJio se da con exclusivi­ dad en ese terreno, encontramos que la violencia fundamental, tal como la venimos describiendo, encuentra allí un terreno fértil donde desarrollarse. No se trata de las separaciones en general como una categoría que per se tuviera fuerza y fuera el origen de patología en el niño, como pretenden algunas corrientes antidivorcistas. Si destaca­ mos en estas separaciones o divorcios lo controvertido, es en la medida en que las disyunciones escindentes entre los progenitores instalan un tipo de lógica y de violen­ cia entre ellos y entre ellos y el niño, donde este pierde la posibilidad de realizar proce­ sos de duelo elaborativos con un trabajo de introyección fancasmática (lúdica u onírica), por lo cual deviene potencial traumático. Es importante mencionar (aunque este tema excede en realidad el contexto de este trabajo y constituye un capítulo aparte) la importancia en estos casos del trabajo interdisciplinario con abogados y jue­ ces. Nos preguntamos ¿cómo y de qué manera esta violencia fundamental, que se pro­ duce en un espacio de intersubjetividad, tiene efectos en el psiquismo en estructuración?, ¿cómo y con qué efectos pasa 'a ese otro espacio constituyéndose en un modo de funcionamiento intrapsíquico?, ¿cómo devino la violencia en patología? Pulsión e intersubjetividad. Incorporación-inclusión Un recorrido por la psicopatología infamo-juvenil muestra algunas formaciones clínicas típicas y recurrentes en las consultas por estos casos. Sin caer en un mecani­ cismo reduccionista, pero sin dejar de ver recurrencias significantes, podemos señalar funcionamientos psíquicos escindidos tales como en las disociaciones psico-somáti­ cas, las enfermedades psicosomáticas, importantes trastornos de conducta y del apren­ dizaje, patologías del pensamiento, patologías del duelo y el vacío con trasfondos depresivos, trastorno del sueño y de la actividad onírica. El aparato psíquico vaciado de sus recursos para la producción imaginaria, 'a partir de la cual producir y elaborar .,. los conflictos, se ve llevado a un atolladero o callejón sin salida. Las actuaciones y las conductas adictivas son más que frecuentes al bordearse la adolescencia. También los trastornos del afecto como la indiferencia y el aburrimiento. Diferenciamos el mecanismo psíquico de la introyección del de la inclusión o incorporación: 112 Adridn Grassi La introyecdón es un proceso por el cual algo nuevo desconocido, sea bueno o malo me llega del exterior o surge en mí. Luego me familiarizo con eso a través del juego, la fantasía, la proyección, así me apropio de eso. Finalmente tomo concien­ cia de eso que me llegó y de mi encuentro progresivo con eso que me llegó y en con­ secuencia puedo otorgarle derecho de ciudadanía a esa cosa. Cuando la introyec­ ción no es posible resulta un sufrimiento psíquico en el sentido de que el psi­ quismo no logró elaborarlo o apropiárselo. Se produce entonces la incorporación o inclusión en el yo, con la consecuente fisura del mismo (Rand, 1993: 140 y ss.). Otro elemento a destacar, relativo a estas escisiones que se producen en el psi­ quismo del niño, es el que tiene que ver con la temporalidad, en el sentido de que el yo en su actividad identificante, trabajo de historización e interpretación de su histo­ ria se encuentra con una fisura de un antes y un después, un antes y un después escin­ didos sin continuidad. Cuando no hay condiciones para la elaboración de estas disyunciones escindentes entre los progenitores -lo que no necesariamente coincide con el divorcio-, y los niños son más grandes o arriban a la adolescencia, por lo general, no recuerdan fragmentos importantes de su historia o sólo lo hacen aislada­ mente por pantallazos o flashes, a la vez que son recuerdos fotográficos entrecortados, aislados, sin organización espacio-temporal. En el trabajo con niños y adolescentes he podido apreciar, habiendo incluso tenido ellos suficiente historia familiar vivida en común, la falta de sus recuerdos durante el período en que sus padres estaban aún juntos. Es una amnesia que no sigue los pasos de la clásica amnesia infantil, sino que son trastornos del pensamiento que, producto de la escisión, aísla lo traumático de sus prolongaciones históricas. Se trata lo pretérito casi como no acontecido. Ante la pregunta: ¿cómo la violencia fundamental devino patología?, volvemos a los efectos sobre el psiquismo de las paradojas. Sabemos que el psicoanálisis en distin­ tos momentos de su historia ha estudiado sus efectos, tanto saludables como patóge­ nos. D. Winnicott (1980) y los investigadores de Palo Alto, Bateson G. (1985) entre otros, son los mejores ejemplos de ello aunque en direcciones teóricas diferentes. Pero para un estudio más actual y riguror,, habría que ir al texto Paradoja y situaciones fronterizas del psicoandlisís de R. Rous1llon (1991). No podríamos describir aquí todas las funciones que tiene para el niño la escena originaria, sin embargo, sí hay que destacar que es una formación de encontrado­ creado. Es la figura imaginaria en la cual el sujeto se crea en su fantasía según cómo se encuentra, como hijo/a de padre y madre, más allá de la forma que ha tomado la familia en la sociedad moderna y contemporánea. Origen de un cuerpo y una historia anudados al deseo y el placer entre los padres. Para ser creado, el objeto debe ser hallado; es decir, situado en el medio circundante. Presentado por los progenitores bajo esta forma, el objeto "escena originaria escindente", el yo en sus trabajos de histo­ rización se encuentra ante una doble paradoja: el hijo como producto de un ensam·­ blaje entre los progenitores que se excluyen y forcluyen recíprocamente. A la vez que la escena originaria escindente lo escinde de la genealogía. Son recurrentes los casos en los cuales los impedimentos para ver al padre, por ejemplo, recaen también en impe­ dimentos de contacto con los abuelos paternos y viceversa, obstaculizando de esta manera las conexiones con la genealogía. Como consecuencia, el yo, aprendiz de historiador (Aulagnier, 1986), vaciado de sus recursos, se encuentra andado en medio de callejones sil! sal.if{a para la construc­ ción de un proyecto identificatorio que implique la genealogía. Retoños del trabajo clínico en la intersubjetividad 1- Adolescentes: sus fronteras, sus trincheras "" Mariana L. Stella El interés por la intersubjetividad, los vínculos familiares y generacionales se sitúa en el punto en que es precisamente en ese territorio, y desde allí, donde se producirán todos los procesos para que el yo pueda advenir o fracase en su constitución. Este tra­ bajo de subjetivación e historización no podrá realizarse sin situarse el sujeto en rela­ ción con la diferencia generacional. Diferencia que lo enfrentará a un movimiento identificatorio, a preguntarse sobre su origen (constituyendo la escena originaria causa de su existencia) en un trabajo de apropiación, de afiliación, convirtiéndose de esta forma en signatario de un contrato narcisista 1 • Ante estos trabajos psíquicos adquieren viral importancia los modos particulares de transmisión familiar, constituyéndose aquellos vinculados a modos de funciona­ miento paradoja! (pactos inconscientes) en obstáculos que confrontan al sujeto con elementos que dificultan una tramitación saludable. Funciones psíquicas familiares que pueden entonces obstaculizar la constitución del sí mismo2 • Al respecto, intentaré ilustrar con una reseña clínica cómo una joven adolescente que desea crearse un espacio propio se encuentra con dificultades para apropiarse y transfor­ mar enunciados parentales. Así entonces, en la búsqueda de desasirse de mandatos iden­ tificatorios mortíferos se precipita en actuaciones que la ponen en riesgo. Mara se había fugado de su hogar. Esto motiva una intervención judicial y poste­ rior derivación psicorerapéutica. En el momento de la consulta, el padre manifiesta la intención de profundizar en los orígenes de este acontecimiento. La madre enuncia el querer hacer un pacto para no hablar del pasado. Mara dirá que ella no quiere hacer el "tipo de vida de sus papás", no quiere hacerse cargo de ser hija de sus padres "con todo lo que esto conlleva". Esto lo siente bajo la forma de "climas": formas de tener que enfocarse en la vida; dice que le saca tranquilidad que sus padres descarguen su enojo en ella y le tiren sus cosas. Busca que sus padres aprendan a respetar su espacio, enciende que hay una negación a aceptar que su hija crezca, además ,pide que entiendan que ella es dife­ rente a JU hermano mayor. l. Estas aflrmaciones se sustentan en los desarrollos psicoanalíticos conceptualizados por Piera Aulagnier, particularmente en La violencia de la interpretación (1989) y en Cons­ truir{se) un pasado (1991) 2. René Kaes nos advierte respecto a esta problemática en Trasmisión de la vida psíquica entre generaciones ( 1996). 116 Mariana L. Stella Una pequeña foto familiar Cuando Mara tenía 6 años los padres se separan y el padre comienza a tener escasa participaci6n en la vida de sus hijos, intervenía con mayor presencia sólo ante situacio­ nes de urgencia. En el linaje paterno nos encontramos con historias de internaciones por episodios depresivos y suicidios, así como también un abuelo que para sobrevivir se refu­ gi6 en su profesión (exitosa en términos financieros), manteniendo escaso vínculo afec­ tivo con familiares o amigos. En la familia materna se destaca la figu ra de una abuela autoritaria e intrusiva. Un año antes de la fuga de Mara, su hermano vivió un mes de internación psiquiátrica por un episodio depresivo y reiterados intentos de suicidio. En la actualidad, el padre manifiesta tener la fantasía de que a sus hijos les pase algo malo, que se puedan suicidar. La madre refiere temor por que Mara se pueda desconec­ tar de la realidad y necesite internación médica; la siente a cinco minutos del brote. Los hilos de la genealogía: la filiación Una de las funciones del yo es la de historizar, y para ello, requiere de un punto de partida que podemos considerar como el procesamiento de una escena originaria3, ubicándose él mismo como causa y consecuencia del placer entre los padres.. Su cons­ titución sería la condición para la afiliación al grupo. Mara pregunta por aquello que une a sus papás: ¿es el amor?, ¿es un papel?, ¿es una ley?, ¿qué es? Para ir construyendo quién es, requiere tener ciertas certezas básicas. Le resulta difícil encontrar placer y amor entre sus padres en su propio origen. Cuando en la escena originaria no encontramos placer y en su lugar opera una "disyunción escindeme"4, descubrimos modos de funcionamiento paradojales que no permiten una elaboración fantasmática. Aquí no es posible la reunión del par en la escena, ya que se presenta bajo la forma de uno sin el otro. Estas formulaciones para­ dojales pueden aparecer como aquello que se niega en un registro y se acepta afirmán­ dose en otro. Rosolato afirma: Para el niño la filiación insfttuye una clave portadora de transmisiones. Por su estabilidad es indispensable para el desarrollo, ( ...) para permitir una educa­ ción e identificaciones que conducen a la maduración psíquica, sexual y cultu­ ral. ( ... ) La filiación es entonces una red, o una trama simbólica que ofrece a cada ser humano un sistema de relaciones entre los padres, al menos tres gene­ raciones sucesivas y el hijo (Rosolato, 1992: 32 y 42). 3. Sugiero tomar la conceptualización respecto a "escena originaria" trabajada por Adrián Grassi, particularmente en "Estructuración psíquica y violencia: reflexiones psicoanalíticas sobre violencia y escena de los orígenes" publicado en este mismo libro. 4. El concepto de "disyunción escindente" es desarrollado por Adrián Grassi en "Estructura­ ción psíquica y violencia... " en este mismo libro. Destaco entonces que no podrá haber filiación sin transmisión. Pero, cuando "en el hijo no puede operar el trabajo de apropiación y de transfor­ mación por la vía de la fantasía de lo que le es impuesto por el otro, [y] cuando preva­ lecen los mecanismos de la proyección de objetos de los padres en una zona del apa­ rato psíquico del niño que no puede ser ya subjetivada" (Kaes, 1999: 6), nos encontramos con una patología relacionada a la transmisión psí�ica entre las genera­ ciones. Para Kaes, los vínculos intergeneracionales que se fnndan en mecanismos de incorporación-intromisión "son responsables de lo acallado en la historia de una fami­ lia que no logra historizar su pasado y repite su drama sin transformarlo" (1999: 7). Que en el origen del grupo, o del niño, existan secretos coarta la actividad del saber y del'investigar. En el caso de Mara, algo respecto a su genealogía (familiares proclives a deprimirse, suicidarse, enloquecer) y a su propio origen (la madre quiso interrumpir el embarazo) es ocultado, quizás por vergüenza frente al contexto social. Estas situa­ ciones no elaboradas por las generaciones anteriores fracasan como secretos. Mara conoce demasiado aquello que no ha sido transformado, actuándolo sin más mediati­ zación que la de su propio cuerpo, realizando acciones que la ponen en riesgo. Vemos aquí el fracaso de "las funciones del aparato psíquico familiar" en tanto que contenedor y filtro (André-Fustier y Aubertel: 1998); hay elementos que aparecen en crudo, son transmitidos sin metabolizar bajo formas del lenguaje no verbal mediante gestos, actitudes y comportamientos. Recordemos que "el inconsciente se transmite por el discurso no verbal, y muy particularmente cuando el mensaje no verbal viene a con­ tradecir al mensaje verbal. Ahí se está en la comunicación paradójica ... " (Ciccone, 1998: 179). Estos son los "climas" de los que habla Mara, ella no logra recibir lo que le enun­ cian y transmiten sus padres como amor y cuidado, sino como una particular demostra­ ción de poder. Mara pone en evidencia, a través de sus acciones, procesamientos fraca­ sados en los padres, al mismo tiempo que interroga y cuestiona el pacto inconsciente entre la pareja parental. ¿A qué elementos quiere renunciar Mara en su trabajo de afiliación? Este trabajo de afiliación podemos entenderlo como el acto subjetivo y subjeti­ vante, por lo tanto transformador, de la aceptación de la filiación. Es saberse hijo de ... , es la respuesta que ofrece el sujeto al contrato narcisista que le han propuesto, es la respuesta a la incorporación al grupo. Un contrato narcisista saludable permite un espacio para que el nuevo miembro reprodulca los mitos de la genealogía a su propia manera, creativamente, y pueda dejar de este modo sus propias marcas. Los padres de Mara sufren al no poder recono­ cerse en esas transformaciones, sintiendo que tienen una extraña delante de sí. Mara busca contar con más garantes que con sus padres y sus linajes. En su bús­ queda (que realizó no sin sufrimiento y consecuencias) se encuentra con un Juez que instrumenta una medida cautelar (protección de persona), con un espacio terapéutico (que la aloja transferencialmente), con la Defensoría de los Derechos de Niños, Niñas 118 Mariana L. y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires (que le ofrece un espacio para ir a con­ sultar) y con el contexto amplio del ámbito social (escuela, taller de teatro y música). Ya no se fuga hacia un punto incierto en soledad, sino que comienza a realizar un recorrido acompañada. Intenta encontrar alternativas a aquello que sus padres le ofrecen. Al principio fra­ casa y tropieza. Recordemos que la consulta se inicia por la fuga de Mara, en un intento de no estar filiada por un pacto precedente (ella dirá que no quiere ser hija de estos padres con todo lo que eso conlleva). Mara cuenta con un potencial. Y si subra­ yamos el aspecto de recurso presente en la actuación, como tentativa de curación, podremos entonces considerarla"( ...) como un lugar a capitalizar en transferencia, de potencial o posible aposentamiento de intervenciones que permitan al sujeto crearse nuevos 'recursos' más adecuados ..." ( Grandal, 1994: 16). Tiempo de cuestionamientos En la adolescencia se requiere la presencia efectiva de los padres para poder con­ frontarse a ellos y así diferenciarse. El confrontarse con otro es muy distinto al aisla­ miento de una fuga, que entiendo como un fracaso en la capacidad de simbolización (con retirada subjetiva, dificultando la capacidad de inscribir una marca propia). En la confrontación aparece el "atrincherare en tu cuarto"5. Con ayuda de su novio, Mara coloca una cerradura en la puerta de su habitación. Regresa para opo­ nerse, para diferenciarse, para elegir, fantasear libre y creativamente. Fue necesario un largo recorrido para llegar hasta aquí. Ahora, desde este nuevo punto de partida, comenzará un itinerario que le permiti­ rá ir explorando en un movimiento de experiencia subjetivante otros espacios además del familiar. Aparecen ideas de estudiar un idioma e inscribirse en un taller de teatro y música, de trabajar (en principio con su padre), cuidar de su cuerpo (que incluye con­ sultas a la ginecóloga, la nutricionista, cambios en su vestimenta...) y cambiar de colegio en busca de nuevos horizontes enigmáticos. Una nueva acción (instalar la cerradura), ya no al servicio de la huida sino de la simbolización, de la apropiaciÓfiísubjetiva. Después de esta determinación Mara me pregunta: ¿viste la publicidad de Sprite?, ¿por qué sí para todos está bien que me quede en mí cuarto, mi mamá se pone como loca?, ¿por qué mis papás no me aceptan como soy? Construyendo espacios propios junto a otros Como diría Piera Aulagnier: le llegó el turno a la"obra del deseo propio del apren­ diz-constructor. Este último será confrontado desde el principio con la difícil tarea de 5. Hace referencia a una publicidad cuyo argumento indicaba "Atrincherate en tu cuarto", para ganar a través de un sorteo un conjunto de elementos (equipo de audio, videos juegos y computadora), que hicieran posible ocupar ese espacio propio como disfrutable y dife� rendado del mundo adulto. encontrar un un a partes neas mantenerse unidas... (Aulagnier, 1992: Entiendo que ahora le llegó el momento a Mara de ir construyendo respuestas pro­ pias, sostenida por un espacio íntimo que respete su derecho a confrontarse, sin sufrir la amenaza del sometimiento ni la alienación. Esta experiencia se constituyó, en la novedosa oportunida�de ampliar el movi­ miento vital propio de una adolescente. Hoy Mara se é�cu·e,ntra creando nuevos caminos en su horizonte, ampliando sus fronteras. 6. En relación con esas diferentes partes heterogéneas, Aulagnier se refiere a los diversos materiales aportados por el deseo de la pareja parental, el discurso del campo social y el deseo propio. 120 11-Cruzando el desierto materno con la guía de un padre errante7 Agustina Guaragna Todo individuo adviene siempre a una historia que lo preexiste, de la cual es a la vez heredero y prisionero. F. André-Fustier y F. Aubertel, Lo generacional La construcción de la subjetividad se lleva a cabo en el escenario de la vida inter­ subjetiva. El sujeto es sujeto de la herencia, sujeto de grupo, sujeto de la intersubjeti­ vidad. Es en ese escenario donde va construyendo su entramado único y singular, atravesado por múltiples historias, relatos, cuentos, vivencias y fantasías familiares y generacionales. Es por esto necesario, en todo tratamiento, el abordaje de la constitu­ ción del psiquismo en su dimensión intrasubjetiva e intersubjetiva, como así también la consideración de los vínculos intergeneracionales y transgeneracionales que marcan la singularidad de una persona y su identidad subjetiva. Al recibir a un niño o adolescente para realizar un tratamiento psicoanalítico pode­ mos pensar en la apertura de distintos caminos posibles para esa subjetividad en cons­ trucción. Es por ello que haré un recorrido por distintos momentos en el tratamiento de una niña, tomando en consideración a los diferentes protagonistas y la historia creada por ellos que va conformando una particular constelación familiar, lugar donde se llevará a cabo -sin terminarse nunca- la constitución (inter)subjetiva del psiquismo. a) Construyendo continuidades Sólo en una continuidad de la existencia pueden instalarse finalmente el s,11tímiento de sí, de lo real y el sentimiento de ser, en cuanto rasgos de la identidad individual. D. Winnicott, Winnicott insólito Sofía tiene ocho años. Su mamá consulta porque nota muchos cambios en ella: pasó por una etapa donde se ponía constantemente en situaciones de riesgo, lastimán­ dose con frecuencia, y ahora vuelca la agresividad hacia los demás. Sufre constante­ mente dolores de panza, siente que su garganta "se le cierra" y tiene miedo de dormir 7. Este título fue pensado con el Lic. Néstor Córdova, quien fue mi supervisor a lo largo de este tratamiento y a quien le agradezco profundamente su acompañamiento, como así también a todo el equipo de la Consultoría. Retoños del 121 sola por las noches. Su mamá comenta que estos cambios comenzaron hace dos años, tiempo en el que se separó de su segundo marido. Desde nuestro primer encuentro, Sofía pregunta una y otra vez cuánto falta para irse; se pone contenta si falta mucho y se desilusiona si falta poco. Cuando le digo que vamos a ir terminando, busca rápidamente cualquier objeto y realiza un juego com­ pulsivo, proponiendo nuevas cosas para hacer, intentando prolqpgar el tiempo del encuentro. En la segunda sesión trajo un muñeco que pidió lejarlo en el consultorio, muñeco que permaneció ahí aunque nunca jugamos con él, muñeco que certificaría la vuelta de Sofía a este lugar y que deja en evidencia su paso por el consultorio. En muchas ocasiones pide que no me olvide de lo que estábamos jugando para retomarlo la siguiente sesión, pide que no me olvide de ella, y me pone a prueba cada nuevo encuentro al preguntar con qué elementos jugábamos la sesión anterior. Posteriormente, pude pensar que este material que se desplegaba en transferencia tiene que ver con los abandonos que ha sufrido a lo largo de su vida, que dañan su narcisismo, desinvistiéndola continuamente. Estos sucesivos "abandonos", la separa­ ción de sus padres, la separación de su madre con su segundo marido, se reactualizan en la reciente partida del padre a una provincia del norte, vivificando todas las situa­ ciones de separación anteriores. Pareciera que cada nuevo vínculo traería aparejado, para Sofía, la amenaza de pérdida. El juego actuaría allí como defensa frente a esta temible amenaza. "Es a través de la familia que el niño o adolescente puede ir construyendo procesos intra e intersubjetivos que posibilitan su historización" (Soler, 2008: 1). Para que esto se lleve a cabo de manera saludable, es preciso que los padres cumplan la función de "familiarizar" los elementos heterogéneos que se puedan presentar para posibilitarles a sus hijos la metabolización de dichos elementos. Es decir, que los padres tienen que "tramitarlo, procesarlo primero para luego, poder transmitirlo, ponerlo a disposición del hijo en tiempo y forma tal que posibiliten su propio trabajo de metabolización" (Soler, 2008: 2). Vemos cómo en estas situaciones controvertidas, el niño se confronta con material en bruto, no elaborado, transmitido sin simbolización previa. Lo cual genera obstáculos para que el niño realice una apropiación subjetivante y genera situaciones potencialmente traumáticas obstaculizando el proceso de historización . En este caso nos encontramos con una madre que fracasa en la elaboración del duelo en sus sucesivas separaciones, lo cual la lleva a no poder sostener ni contener a sus hij�s en esos momentos. Es una mamá con gt'an labilidad psíquica que no está en condiciones de sostener investiduras estables, de generar vínculos que se mantengan sólidos frente al paso del tiempo. Desierto materno que tiene que atravesar esta niña con la guía de un padre errante. La reciente partida del padre de Sofía reactualiza en ella las sucesivas separaciones no elaboradas que forman parte de su historia. Esta situación familiar se anuda a la historia de la generación anterior: el papá de Sofía nació en un país lejano y a los 20 años se escapó para evitar combatir en una guerra. Desde entonces, no ve a su familia 122 y vive sumergido en una historia de guerras, escapes, refugios, suicidios, fragilidad, significantes ligados a la pulsión de muerte. A ellos se suman las fantasías de Sofía cuando su padre aparece: no se puede dormir de noche porque tiene miedo a que entren ladrones y que a su papá le pase algo malo: ladrones que vendrían a robarle a su padre. Todo el horror de esta historia de escapes se transmite de generación en genera­ ción. Lo que habría que ver en este caso es la forma en que metaboliza esto la paciente o si, por el contrario, podemos pensar que sus dolores de panza, su cerrazón de gar­ ganta, el miedo a dormir sola o su agresividad hacia sus compañeras pueden ser efec­ tos de la intrusión de todo este material no transformado ni familiarizado por las generaciones anteriores. Serían descargas cuantitativas que demuestran que no ha habido una elaboración cualitativa de estos elementos psíquicos transmitidos. Este material se despliega en transferencia en el tratamiento. Desde un primer momento mi labor como analista fue la de ofrecerme como soporte de esta trama psí­ quica agujereada, ruptura en su continuidad existencial efecto de las desinvestiduras constantes que sufre. Tomemos una escena que transcurre en el consultorio con Sofía: Jugamos a la pízzería. Ella me cuenta que lleva el nombre de la antigua reína del país en el cual nació su papá, entonces decide ponerle a la pízzería el nombre "La reína de la pizza': Ella es la vendedora y yo tengo que jugar a que tengo mucho hambre, pero todos los negocios son caros. Sorpresívamente me encuentro con "La reína de la pizza" que tiene precios baratos y por eso la elijo. Luego de comer le pre­ gunto cuánto le debo, me baja aún mds los precios y me regala algunos productos. Cuando cambiamos los roles, yo soy la dueña de la pízzerfa y ella quien viene a comer, tengo que subirle los precios, ella paga todo más caro. Esta escena es interesante para pensar qué lugar ocupa Sofía en el psiquismo materno y esto en relación con uno de los trabajos psíquicos que el niño debe realizar en familia para poder historizarse: la cÍnstrucción de la escena originaria. Poder cons­ truir esta escena permitiría al niño dar algunas "respuestas acerca del lugar en el que se originó su cuerpo, acerca del deseo de ese 'lugar' en relación con ese mismo cuerpo, acerca del placer o del displacer que pudo experimentar ese cuerpo del Otro cuando dio origen al de él y acerca de las razones que dan cuenta de esa vivencia" (Aulagnier, 1977: 249). Esta construcción permite ligar a los padres bajo el principio de placer y ubicar el origen de un cuerpo y una historia como causa y consecuencia de ese placer que liga a los padres entre sí y con el propio sujeto. En este movimiento de historiza­ ción, el niño metaboliza que en su origen hay un grupo. Es un trabajo que realiza el Yo situándose como efecto y como causa de un grupo cuyos lazos son el amor. Ahora... ¿cómo pensarse Sofía como producto de placer, de ligadura entre sus padres, como causa de unión entre ambos, si a partir de su nacimiento sus padres se Retoños del sep araron? ¿Qué función v iene a cumplir en este grupo, en esta familia ? Por un lado , su mamá cuenta que busca quedar embarazada "para tener algo de felicidad en el medio de tanta tristeza", y a que la relación con su marido no fu ncionaba bien. Pode­ mo s hipoteti zar que S o fí a sería p ara ella un objeto de satisfacc ión que v ie ne a obturar su falta, v iene para sacarle la tristeza a esa mad re a obturar esa pena. Por ot ro lado está su p apá, que no quería tene/ o tro hijo y me nt>s u� a hija mujer. S in embargo, c ua ndo So fí a nace le p one el nombre de una anti gua reina, porque él llev a el nombre del rey. Algo actú a este padre errante con l a e lección de ese nombre; al nombrar a su hi ja �s él quien se inscribe y lo gra un anclaje en su historia. C om o en to da e lección de un nombre hay un acto de transmisión. S o fí a es un significante que forma parte de una cadena, muestra de que está aso ciad a al grupo familia r; punto de anclaje a una geneal ogía a la cual pert enece. Una genealogía que contiene mitos, l e y endas, historias de una cultura diferente a la d e su país de nacimiento. Además, esta niña se ap ropia de este nombre mediante proces o s int rasubjetiv o s donde lo modifica y le da sus m atices parti­ culare s, com o vem os a partir de su juego. E ntonces, podemos pensar que la elecc ión d el no mbre es un cruce entre lo intersubjetiv o y lo intrasubjetivo. S ofí a toma esta historia que le e s transmit ida y la juega contenta: "La reina de la p izza". Trabajo de filia ción lle­ vado a cabo por S ofía a través del cual metabol iza que forma parte de un grupo que l a antecede, con ideal es, valores, identi ficaciones que rep resentan al grupo y que este ti e ne una historia a la cual deberá ar ticular la suy a. b) Momento de transición Luego de trabajar por un tiemp o con e lla, llegan las vacaciones, ac ontecimiento que co menzamos a trabajar en análisis puntualmente, teniend o en cuenta la angustia que generaba en ella cada "cierre" de sesión. Es en este marco que l e prop ongo confec­ cionar entre las dos un libro, donde ella dibuja lo que tiene ganas y el c ual yo guarda­ rí a para vo lv erlo a ver y reto marlo después de las v acaciones. Un libro o la continui ­ dad de v arias hojas que marquen la co ntinuidad del tratamiento y, por supuesto, del vínculo rransferencial. Libro que tiene como fu nción historizar, metabolizar, enla zar, ligar; libro que genera un continente estable donde puedan emerger e inscribirse experiencias or iginantes. To ma ráp id amente esta propuesta y, efectivam ente, al regres o de l as vacaciones, pregunta por el lib ro y all(h ace un dibujo más . e) La apertura a la espontaneidad En este entre, en este topos se matard lo idéntico para generar la diferencia. L. Grandal, La generación del vinculo entre padres e hijos Luego de regresar de sus vacaciones, S ofía no pregunta más por el tiempo que falta del consultorio y aparece n v ariantes muy importantes en sus juegos. para irse 124 Jugamos al juego de la pizzería, pero en esta pizzería donde trabaja ella, tardan mucho en atenderme, la comida es horrible, no me atienden bien y los precios son carísimos. Yo tengo que enojarme e irme sin pagar. En este momento del tratamiento se percibe una apertura de Sofía hacia la espon­ taneidad, la emergencia de algo más verdadero, propio, genuino. Expresa la hostilidad de su madre y hacia su madre sin temer mi rechazo a ella pot mostrar esta faceta. Hay un sostén, un lugar y un vínculo seguro, ella no teme que yo me enferme o me entris­ tezca, como su madre, al mostrarme estos aspectos menos deseables. Puede desplegar toda esta hostilidad sin el temor a la consecuente pérdida del vínculo. La escena originaria origina continuamente, no queda congelada de una sola vez y para siempre, sino que en cada nuevo vínculo se produce algo nuevo. Anteriormente en Sofía veíamos cómo cada nuevo vínculo traía aparejada la amenaza de pérdida, mostrándonos así su historia habitada por escenas originarias fallidas, unas tras otras, en su construcción. En este momento podemos ver el principio de un tiempo en el cual pueden llegar a emerger e inscribirse experiencias originantes que intentan gene­ rar nuevas simbolizaciones para aquello congelado que se repite una y otra vez sin modificación. "Todo individuo adviene siempre a una historia que lo preexiste", decían André­ Fustier y Aubercel (1998). La oportunidad está en poder convertirse en un heredero activo capaz de transformar lo dado de forma creativa, de tomarlo y apropiárselo de manera saludable con el sostén y el apuntalamiento de otros, para no constituirse en prisionero de esa historia. El sujeto puede hacer propio lo que pertenece al psiquismo grupal, apropiándoselo a través de una transformación. De esta manera se abre un camino hacia lo diferente, lo nuevo, lo espontáneo y singular, donde se mata lo idéntico y se logra generar la diferencia. Aparece así un horizonte más allá del desierto materno. Un lugar posible de habitar con otros y cuyos vínculos sirvan de contenedores para que emerja lo propio, lo genuino. Retoños del 125 111- Soltar antes de sostener Martina Foulkes y Liliana Granda! Si logramos desarrollar cierta capacidad de pensar e intervepir a:>n criterios flexi­ bles, tanto para la construcción de intervenciones como para ef dis�ño de dispositivos terapéuticos, facilitaremos la posibilidad de cambios y transformaciones que generen condiciones favorables para los procesos de subjetivación. Apostamos así a que las personas con las que trabajamos puedan sentir la vida, en el sentido de algo que les sea genuino y propio. Hacemos día a día, hacemos nuestra "(...) la experiencia de satis­ facción (...) por la confirmación del placer dado y recibido (...) encontrando uno en el otro lo que no pensó y haciendo el segundo la experiencia de la gratitud en ese don de pensamiento" (Kaes, 2005: 339). Relato del material clínico Mauro tiene 3 años de edad al comenzar el tratamiento. La madre del niño solicitó una entrevista, aconsejada por las maestras del jardín de infantes al cual el pequeño concurre. Ella relata muchas situaciones donde él "les pega a los compañeros hacién­ dolos sangrar muchas veces, les pega a sus maestras, me pega a mí, se pega a él mismo, me dice que va a cruzar la calle solo". También comenta la mamá que a su hijo le san­ gra la nariz con frecuencia y padece enuresis parcial, otitis recurrentes y alergias. Sus padres iniciaron una convivencia ante la confirmación del embarazo. En el transcurso del mismo, Silvia, la mamá de Mauro, se anoticia de una infidelidad de su pareja y deciden separarse. En ese momento, Silvia comienza a manifestar síntomas que ya habían aparecido anteriormente en su vida. Siente que se ahoga, tiene palpita­ ciones, se le nubla la vista y tiene miedo de morir. Recurre a un psiquiatra y comienza a tomar medicación con la que continúa en la actualidad. Refiere que es Mauro quien se encarga de tranquilizarla. Los síntomas de la mamá aparecen con mayor frecuencia por la noche y permite que Mauro la consuele. Numerosas frases de Silvia dan cuenta del lugar en el que el niño está puesto: "Mauro es el hombre de la casa''. Esta posición de la mamá ha sido trabajada a lo largo del proceso t�apéutico para tratar de generar condiciories que le posibiliten al niño dejar de ocupar el lugar de sostén y puntal de la madre. Las conductas vinculadas a pegar, golpear y golpearse Mauro denuncian su fragilidad y sufrimiento. El niñito parece demandar y denunciar con su motilidad desbordada que algún otro lo contenga asimétricamente y a su vez filtre los materiales psíquicos excesivos que soporta, acompañándolo en su tramitación, para destrabar lo que detiene su desarro­ llo emocional. Tarea que no se puede llevar adelante si no se le ofrece a la mamá condicio­ nes de ser a su vez sostenida. 126 Martina Liliana Grandal Mauro comienza entrando con su madre a1 consultorio. A partir de un juego, la tera­ peuta tomó la decisión de proponerle entrar solo. Acepta. Su madre lo espera afuera y otras, aprovecha para ir a hacer trámites. Pasado un corto tiempo, Mauro se angustia ante algún ruido, el derrumbe de una hilera de muñecos o la partida de la madre. Puede mos­ trarse frágil, vulnerable. Puede como niño demandar la presencia y la protección de su madre y del ambiente. El espacio terapéutico abrió otro camino desconocido por él hasta ese momento. Puede animarse a experimentar el ser sostenido. La capacidad de producir angustia que comenzó a manifestarse en Mauro se presenta como una de las primeras transformaciones hacia la salud, efecto del tratamiento. Pasaje de unas acciones desubjetivames: golpear y golpearse, donde quedaba en evidencia el fra­ caso de la función materna en sus aspectos de posibilitar la tramitación de lo pulsional a un estado de angustia que lo saca de un pobre recurso a la pura descarga. Pero este nuevo estado no es suficiente si no está acompañado por modificaciones de las funciones de contención, filtro y transformación elaborativa en el aparato psíquico familiar. El sostén que la analista le brinda también a su mamá produce una cadena de apuntalamientos potenciales, pues habrá que ver las respuestas posibles en el ambiente: mamá y otros fami­ liares. La madre de Mauro debe ser sostenida por alguien grande (analista, terapeutas, otros familiares, una pareja adulta). Alguien que no sea pequeño como él. Una mamá no puede ser sostenida por un niñito. Él es un niñito haciendo algo que le queda grande. La terapeuta invita a Silvia a entrar a las sesiones. Intenta generar condiciones para la experiencia de placer entre madre e hijo que escriba la diferencia de las vividas en cuanto a sufrimiento, miedo a morir, angustia. Silvia comienza a quejarse diciendo que Mauro está todo el tiempo encima. Además de reclamar a su mamá, pide ver a otros miembros de la familia. Muestra su necesidad de afecto y de estar acogido en una trama familiar que excede la dualidad madre hijo. En ese tiempo se aferra fuertemente a sus muñecos. Se registra en el niño un movimiento en el que demanda, pide, regaña a su madre. Se hace notar como niño pequeño. Silvia comienza a sentirse incómoda. No se integra a las sesiones. Las ausencias y llegadas t¡rde comienzan a ser más frecuentes. Ese tiempo del niño ¿encontrará condiciones psíqJicas en su madre? Luego del receso de verano, ella muestra más interés por el tratamiento para su hijo, pero introduce una diferencia. No quiere entrar al consultorio. Dice: "Esta es la terapia de Mauro". Nos hace pensar en que lo suelta ames de tiempo. Presenta dificultades en el despliegue de lo materno que aún no es dado a luz lo suficiente. El entonamiento y la conexión fallan. Se retira de la convocatoria que le hace Mauro para que ocupe ese lugar. Fracasan las funciones fundamentales de contenedor, filtro y transformación de la vida psíquica que se requieren para que tenga lugar el desarrollo emocional del niño. La terapeuta nombra este momento como un soltar antes de sostener. Se hacen evi­ dentes las dificultades que presenta Silvia para sostenerse a sí misma. Esto se refleja en la imposibilidad de esta madre para sostener el espacio vincular en el consultorio. Se le pro­ -��="'"''"' ,.., .. ,.,. n11P'1::1 llf'var adelante. Recibe la indicación de que espere del otro lado de Retoños del la puerta, dándole la posibilidad a su hijo para que pueda verla si él así lo requiere. Él sale del consultorio para alcanzarle algún dibujo, mostrarle algún juguete o pedirle que lo lleve al baño. Los encuentros continuaron en el consultorio con la madre, pero con una fre­ cuencia no fija. Mauro continuaba durmiendo con su mamá varias noches en la semana, cuestión que ella ubicaba como perjudicial para el n.rño. pero frente a la cual nada podía modificar. Sumado a esto, ella presenta exacerbados sus temores hipocon­ dríacos, el consumo de psicofármacos sin control médico y gran inestabilidad en sus relaciones de pareja, donde Mauro quedaba como espectador obligado de discusio­ nes. S� le propuso aumentar la frecuencia de entrevistas. A los pocos días retira al niño del tratamiento. Luego de unas semanas, la terapeuta recibió un nuevo llamado de Silvia pregun­ tando si el espacio continuaba abierto, debido a que el niño, desde que dejó las sesio­ nes, comenzó a tener problemas de conducta nuevamente tanto en el jardín como en su casa, agregándose a esto algunos episodios alérgicos importantes. Diego García Rei­ noso ( 1992) postula que el análisis opera modificaciones en el niño que pueden poner en peligro el inestable equilibrio familiar, sostenido muchas veces por la existencia de un niño enfermo dentro del grµpo. Se retomaron las sesiones con mucha cautela, pues se podía poner en riesgo el avance que Mauro había producido al dejar caer'las defensas que en su precariedad empobrecían su desarrollo emocional. Mauro entró al consultorio. Su madre no se fue. Se queda esperándolo y disponible por si él la necesitaba. La terapeuta se propuso no enfrentar a la mamá con aquello que no podía aún sostener. Formaba parce de un proceso terapéutico que incluía el soste­ nimiento no sólo del niño, sino asimismo el de su madre, que a su manera también demandaba condiciones adecuadas por su precariedad psíquica. Había que ir pen­ sando en transferencia, nuevas modalidades de intervención. El analista debe estar en la función de hacer puente. Debe posibilitar acercar y dis­ minuir la brecha entre la madre y el hijo. Debe poder esperar sin soltar ni al niño ni a la madre. Silvia es portadora de problemáticas subjetivas que no posibilitan una saludable tra­ mitación de la historia de los orígenes de Mauro.. Sus ahogos, miedo a morir, palpita­ ciones, etc., la muestran portando una carga psíquica que no logra tramitar. Mauro operablcomo sostén, una falsa solución al derrumbe de su mundo interno. En los antecedentes mencionados se hace notar que Silvia había experimentado, con anterioridad a la separación del papá de Mauro, síntomas similares. Construyendo categorías Hasta aquí el material clínico y algunas reflexiones sobre cómo se fue desplegando en- las sesiones, la problemática del fracaso en el sostén de este niño por sus padres. También se relata cómo fue construyéndose un dispositivo para la atención del niño, 128 Martina Lilíana Granda/ de acuerdo con lo que era teniendo en cuenta que el único miembro de la familia que acudía a la consulta con la intención de ayudar a Mauro era su mamá. Propongo pensar algunas categorías que nos pueden facilitar a ubicar las proble­ máticas que Mauro portaba en sus acciones de morder, golpear hasta hacer sangrar a veces y otras más corporales psicosomáticas como sus alergias. Portaciones de un sufrimiento psíquico que denunciaban las amenazas de un desa­ rrollo emocional interrumpido por el mandato de tener que dejar de ser niño para ser "el hombre de la casa", para realizar la tarea imposible de detener el derrumbe psíqui­ co de la madre que ya había tenido lugar en otro tiempo y se actualizó con el episodio del descubrimiento de la infidelidad y la separación. Todas condiciones no facilitado­ ras para el desarrollo emocional saludable. l) Función de porta-voz y porta-palabra 2) Contrato narcisista 3) Filiar y afiliar 8 1) Función de porta-voz y porta-palabra. P. Aulagnier ( 1975) al hablar de porta­ palabra se refiere a una función reservada al discurso de la madre para la estructura­ ción del psiquismo del infans. Esta función implica dos dimensiones. Una que pone el acento en la voz: aspectos físicos, vibratorios, sonoros y musicales y sobre su palabra discursiva, cuando desde su nacimiento predice sus actividades y supuestos pensa­ mientos. Esta dimensión se entreteje en lo mímico, miradas, sonrisas y contactos de la madre con el bebé. La otra dimensión refiere a que porta la palabra que ha recibido de otro. La madre cumple la función de enunciar reglas, leyes, prohibiciones. Estas también regulan las relaciones del infans con el cuerpo de la madre, con el mundo, con las diferencias fun­ damentales, hombre-mujer, padres-hijos, vivo-muerto, animal-humano. La madre es portadora de un orden intersubjetivo al cual ella misma está sujeta y que organiza su propia vida subjetiva en ¡elación con la de su infans. Así posibilitará el acceso del niño a la palabra hablada. Kaes (2005) plantea sobre esta función que la madre lleva al niño a participar en el grupo como comunidad de voces y sigue a P. Aulagnier diciendo que la función porta­ palabra es una ayuda para pensar. Aulagnier, a su vez, para su teorización toma de Bion (1962) el planteo de que el infans no puede metabolizar ningún objeto que no esté previamente albergado en la zona de la vida psíquica de la madre. En el caso de la madre de Mauro tenemos varios signos de fracaso en el ejercicio de la función de porta -voz y de porta-palabra. El orden intersubjetivo del que la madre es transmisora, del que debería poder sujetarse y a su vez sostener a su hijo, ap�rece en estado de derrumbe y de angustias impensables. 8. Para el desarrollo de las categorías 2) y 3) nos remitimos a Kaes (1999). Esta mamá aparece como que, en lugar de producir de una transmisión con efecto de sostén, precipita transmisiones de materiales en bruto que afectan la integración psique-soma de Mauro. De allí, varios síntomas de esta índole que el niño porta. 2) Contrato narcisista. Concepto propuesto por P. Aulagnie! y /�tomado por Kaes en toda su concepción del sujeto como sujeto del grupo (Kaes, 1993). Se refiere a la afiliación y al sujeto de la afiliación. Sostiene que todo sujeto viene al mundo de la sociedad y de la sucesión de las generaciones con la misión de garantizar la continuidad del conjunto al cual pertenece. En contrapartida, dicho conjunto debe investir narcisísticamente el nuevo individuo. Implica la designación de un lugar determinado dentro del conjunto e indicado por las voces que han tenido, antes de la aparición del recién llegado, un discurso conforme con el mito fundador del grupo. Discurso que contiene los ideales y los valores del grupo y que transmite la cultura de éste, debe ser retomado a su cargo por cada sujeto. La razón de este contrato es funda­ mentalmente la prohibición del incesto. Las condiciones de la llegada al mundo de Mauro nos muestran un panorama donde las ilusiones que podían envolver al niño, en el sentido del investimiento narci­ sista necesario, parecen haberse desvanecido antes de nacer. La separación de sus padres resultó una situación controvertida. Silvia comentó en varias entrevistas, desafectivamente, distintas situaciones vividas en su propia infancia, a la manera de una película de la que siempre se olvida, con resabios de situaciones violentas. Prehistoria que se repite y daña. Olvido que no tiene la operatoria de la represión sino de la disociación psíquica. Las entrevistas quincenales sostenidas con la mamá se materializaron luego en un espacio de tratamiento individual al que se la derivó. En el trabajo terapéutico con este niño fue de fundamental importancia promover condiciones de salud para su madre, dada la corta edad del niño y la carencia de otras figuras de sostén disponibles. Entonces, aquí podemos pensar en la importancia de no soltar a una madre, antes de que esté lo suficientemente sostenida y con signos de restitución. 3) Filiar y afiliar. La filiación implica la relación de, por lo menos, tres generaciones sucesivas co:41 una referencia común a un mito sobre los orígenes. Así, cada individuo puede situarse dentro de un conjunto reconociéndose engendrado y con las posibili­ dades de engendrar. Esto permite los emplazamientos generacionales bien diferencia­ dos, cuestión que el incesto viene a abolir. Cuando la prohibición del incesto opera, se establecen claras diferencias entre los antiguos, los contemporáneos y los jóvenes. Cuando Silvia dice "es el hombre de la casa'', refiriéndose a Mauro, de menos de tres años de edad, cuando comenta que se aferra a él por las noches en colecho, dándose 130 Martina Liliana Granda! evitarlo por la desesperación y la angustia cuenca que no lo debe hacer pero sin que siente, nos transmite una problemática situada en este desemplazamiento de las diferencias generacionales, hombre-niño, madre-hijo, pequeño-grande, ente otras, que están desdibujadas, ambiguas. A modo de cierre Hasta aquí el caso, su desarrollo y algunas conjeturas sobre la operatoria clínica. Algo de nuestra práctica habitual en el esfuerzo de transmitir y hacer clínica. Queremos recordar que en el seno del equipo terapéutico donde ha tenido lugar este tratamiento consideramos importante cultivar: una actitud clínica no intelectualizada; una actitud rigurosa en la investigación sobre las categorías teóricas que nos permitan armar estrategias adecuadas que contribuyan a la generación de condiciones de salud; dejar testimonio de la labor realizada. Intentamos con esto transmitir una porción de nuestro trabajo cotidiano en sus instancias clínicas, tanto vinculadas a la docencia y a la formación como al entrena­ miento en el ejercicio de la clínica (diseño de dispositivos, modalidades de interven­ ción, articulación con categorías conceptuales para sostener los criterios utilizados en la cura). Este trabajo pretende dejar testimonio de la importancia que otorgamos al pensa­ miento como actividad de producción conjunta para promover condiciones de salud no solo en nuestros pacientes, sino en nuestros equipos de trabajo. Figuras de la violencia en la escena familiar 1- Violencia y goce femenino "> Mariana Caf.nevale y Liliana Granda! Estás aquí para servir a tus amos (. . .) a la menor palabra o señal de cualquiera dejarás lo que estás haciendo y te dispondrás para lo que en realidad es tu solo y único deber: entregarte. Tus manos no son tuyas, ni lo son tus senos, ni sobre todo ninguno de tus orificios, que podemos explorar o penetrar a voluntad (. . .) Has perdido todo derecho a la privacidad o al ocultamiento... Pauline Reage, La historia de O. La Sra. N, de 33 años, dice: "Yo no me merezco que tal esté conmigo, ¿te imaginás? Él es profesional, tiene trabajo, es buen padre ... ¡qué va a querer estar conmigo!". Se refiere a un hombre divorciado que va todos los,fines de semana a ver jugar a su hijo al fútbol al mismo club al que concurre el hijo de ella. Él parece estar interesado en su persona. Los va a buscar y ven juntos los partidos. Ella comenta: " ...es muy alto, a mí me da vergüenza pararme al lado suyo. Es muy grandote, imagínate, si mi ex daba para que tenga y guarde, que es chiquito, éste me destroza". La consulta la inicia la Sra. N, a instancias del pedido de un juzgado para la realiza­ ción de un diagnóstico de interacción familiar. En la primera entrevista relata que su marido la agredía verbal y físicamente y que decidió, luego de varios años de soportar tanto maltrato, denunciarlo. Tiene dos hijos. El varón de 11 años cuenta que su padre le pegaba a su madre. A veces a él también, cuando se peleaba con su hermana. Dice que lo que más lo enoja es que trate mal a su madre. La niña de 8 años comenta: " ...mirá, si él se pelea con mi mamá, ya conmigo que no cuente. Yo sentí un día una cosa en el alma que ya no lo quería más". El t\cámite del divorcio está suspendido temporalmente porque el ex marido no tiene domicilio fijo constituido. Entre tanto, la Sra. N sigue llevando en su cartera el escrito judicial que dictamina prohibición de acercamiento. En respuesta a la solicitud del juzgado se contestó que el grupo familiar integrado por la madre y sus dos hijos se desenvuelve en un clima armonioso y que la madre ha podido reorganizar su vida ya que cuenta con un trabajo estable y los niños no presen­ tan dificultades escolares ni de relación con sus pares. Sin embargo, se sugiere la reali­ zación de un tratamiento psicológico manteniendo sesiones vinculares con la madre y 132 sus dos hijos, a fin de ir elaborando y afianzando los vínculos y posi�iones de cada uno y poder realizar intervenciones protectoras y contenedoras del grupo familiar, ya que existe un temor constante a que el padre realice nuevas acciones de violencia hacia cualquiera de sus miembros, sobre todo hacia su ex esposa. Comentario de la Sra. N: "Cuando lo veo me tiemblan las piernas". "Prefiero estar siempre con alguien en la calle por si me lo cruzo". "Con él no puedo hablar porque enseguida pega, es capaz de cualquier cosa". "El miedo está siempre". Otro, con relación a su hijo de 11 años: "en casa no fumo porque mi hijo no me deja, él se enoja si me ve fumando, imaginare si se me ocurre salir con alguien ... ¡Me hace un escándalo!" Por otra parte, la niña ocupa un lugar de intermediaria entre sus padres ya que es la que habla con su padre si se lo encuentra. La niña presenta episodios de enuresis secun­ daria generalmente después de estos encuentros. Cuando el padre aparece con mayor frecuencia se desestabiliza en el grupo familiar cierta forma de equilibrio alcanzada. No se atreven a volver tarde a la casa. La Sra. N se toma un taxi al trabajo por la mañana por temor a que él la siga. El miedo ocupa un lugar en la escena. Efectivamente, hubo golpes, amenazas, maltrato en estado de sobriedad como de embriaguez, ya sea por el alcohol o las drogas. Hurtos y engaños. Sobre el miedo En la escena sadomasoquista, el masoquismo de la Sra. N podría ser tomado como la crónica de una mujer victimizada, demasiado débil, también afectada por una herencia familiar precedente de abandono y malos tratos. Sin embargo, de aceptar esto, quedaríamos ciegos de observar y ubicar la satisfacción perversa que se encuentra en la sumisión. Ello nos permite introducimos en las motivaciones psicológicas que llevan a encontrar placer en la opresión, la humillación, el servilismo y toda sumisión. J. Benjamin (1996) observa, entre otros temas, como las fantasías de dominación representan una parte vigorosa de la vida mental de muchos individuos que no se someten realmente. Cuando la Sra1, N sólo puede imaginarse a ese posible hombre que la corteja como un potencial golpeador está poniendo de manifiesto la estructura y la composición masoquista de su erotismo. Lo mismo aparece en sus comentarios acerca de su hijo respecto del temor que le da que la vea fumar o saliendo con un hc;>mbre. Este miedo aparece como signo clínico de su "deseo de sometimiento". En este sentido, Benjamin nos señala que la sumisión es el deseo del dominado así como su destino de desvalido. A su vez, si nos detenemos en el hijo, las cosas empeoran, ya que opera una trans­ misión psíquica en la cual esta madre empuja al hijo a un lugar de dominador temido, investido por su funcionamiento erógeno masoquista e incestuoso. El joven desde la salud y dentro del tratamiento se retira del cuarto que compartía con la madre y la hermana. Por su parte, la niña no "teme" al padre, pero paga de más con sus síntomas (enu­ resis secundaria entre otros) al tener que operar de filtro y ser la contenedora para pro­ teger a su madre y a sí misma de los desbordes violentos del padre. Función que la excede y la marca. La búsqueda de reconocimiento • En el deseo de ser dominado habita una tortuosa pero muy difundida modalidad cultural de búsqueda de reconocimiento. • . Me someto para ser reconocido. Y te someto para que me reconozcas. • Esclavo y amo enredados interminablemente. Atados. Encadenados. • La violencia una vez más como fundante del lazo social. • Someter o someterse son ya transformaciones del acto de devorar, ser devorado, asesinar, ser asesinado. Someter, controlar, acciones que rozan siempre un fino borde que no debe ser traspasado, pues de lo contrario no quedarían vivos ni dominador ni dominado. Benjamin hace al respecto una esclarecedora observación sobre cómo en Freud y Hegel: ( ...) el sí mismo no quiere reconocer el otro, no lo percibe como una persona semejante a él. Sólo renuncia a la omnipotencia cuando no tiene otra opción. Su necesidad del otro (en Freud fisiológica y en Hegel existencial) parece ponerlo a merced del poder del otro, como si la dependencia equivaliera a la rendición. ( ... ) Esto está muy lejos de apreciar al otro como un ser por propio derecho (Benjamín, 1996: 73). Renunciar a la omnipotencia viviéndola como una derrota no posibilita experi­ mentar el placer de compartir. La búsqueda de reconocimiento puede ir entonces por la vía del sometimiento. Dentro del estudio que realiza esta aurora sobre dominación y diferenciación ( 1996: 72) hace notar cómo en Hegel, el más fuerte esclaviza al otro y en Freud, lo seduce; la femineidad está concebida como objeto de deseo y la mascu­ linidad como el deseo y el desear. El masoquismo como modelado erógeno de la femineidad bajo la forma de ser deseada p¡ra ser sometida, dominada, dirigida, tutelada, formada, gozada escribe en el cuerpo erógeno la excitación que puede llevar a una Sra. N a gozar de aquello que la asusta, la atrae. Ya no víctima, sino protagonista activa de la escena. De ahí que en tantos casos es bien difícil un cambio de posición subjetiva, puesto que no se resuelve con consejos y advertencias, ya que se trata del enorme desafío de generar condiciones en transferencia para modificar el mapa erógeno subjetivo. Todo el andamiaje de intervenciones, directivas judiciales, las propias del campo de trabajo social y la implicación de otros actores familiares u otros que hagan red son necesarios pero no suficientes. 134 Mariana Li!iana Grandal La actitud de la Sra. N de recurrir y utilizar la instancia judicial y legal como mediadora, para que oficie de tercero y pudiera poner un límite a la actitud abusiva del ex marido habla de una instancia a la salud que comenzó a abrirse camino. En esa búsqueda es ella misma pidiendo ayuda para inscribirse un tope a esa modalidad eró­ gena perturbada. Víctima ame todo de sí misma. Recordemos que el tratamiento se gestó a partir del requerimiento realizado por el juzgado interviniente. En el pensamiento de Benjamín (1996), la dominación aparece definida como un sistema que implica la participación de quienes ejercen el poder y quienes se someten al poder. También agrega la autora que en términos de "dominación" podemos definir la subjetividad. Aquí se plantea una diferencia fundamental: los trabajos constitutivos de la subjeti­ vidad pueden inscribir una modalidad de ejercer el poder entre los componentes de un colectivo, siguiendo la línea del amo y el esclavo que plantea que renunciar a la omnipotencia equivale a una derrota, a una afrenta narcisista. O puede tomar otro camino: el del ejercicio del poder en términos de reconoci­ miento mutuo entre personas. 11- Variaciones en dispositivos terapéuticos: coterapia y vínculo fraterno Cristina M. Blanco y Mariana L. Stella ., Nos proponemos presentar un trabajo producido en el transcurso de una experien­ cia clínica, así como también el entramado afectivo que se generó entre ambas para llegar a construirla. Situaremos las particularidades que el vínculo fraterno y el disposi­ tivo de.coterapia adoptaron en esta situación. Para nosotras es un desafío plasmar algu­ nas de las cuestiones que nos permitieron llevar esta tarea adelante debido a las vicisi­ tudes que se nos presentaron en el camino. Desarrollo de la propuesta La fratría habría que pensarla como una función simbólica a construir. Diversos desarrollos psicoanalíticos así lo señalan (Czernikowski, Gaspari, Matus y Moscona, 2003). Planteamos un interesante camino que va desde la hermandad a la fraternidad. Ese es un pasaje, un recorrido, que implica un trabajo psíquico a realizar. Dentro de una misma generación nos encontramos con los hermanos en la dimensión de lo con­ sanguíneo. Entonces, este pasaje que va de la relación de consanguinidad a la posición de un vínculo fraterno requiere un trabajo psíquico necesario por parre de los inte­ grantes de ese grupo familiar. Estos estudios psicoanalíticos conceptualizan tres momentos diferenciados en ese pasaje que exceden la cronología, son tiempos lógicos en la construcción de la frater­ nidad. El primer momento, al que los distintos autores caracterizan como supresión, se comprende al relacionarlo con lo que Lacan llama el complejo del intruso, en su Seminario La familia (Lacan, 1978). Es la función del hermano, no del primogénito, sino del segundo o del tercero, el que se introduce en un vínculo de los hermanos mayores con los padres. Aquel que llega e irrumpe en la escena familiar generando una situación intrusiva que se dirime en una lucha que pretende la expulsión o no inclusión del nuevo integrante: surgen así los típicos celos hacia el recién llegado. Entonces, el primer momento está caracterizado por el deseo de supresión del "inva­ sor", a quien hay que excluir de algún modo. Hay en esa escena por un lado, un esfuerzo efe trabajo por intentar agruparse y, por otro, el que deviene de los intentos de expulsión, ya que se contraponen dos fuerzas representadas entre quienes intentan alejar al "intruso" del grupo familiar y aquel que puja por ingresar. Se establece así un conflicto entre ambas partes. El segundo momento tiene más que ver con la unidad, cuando los hermanos se aúnan. Los lazos en ese grupo deben tener otro signo que el de la exclusión, implica un pasaje hacia la unión. Son las primeras ideas de grupalidad, de sentirse incluido en un grupo. Este momento se expresa en el mito "los hermanos sean unidos" del Martín 136 Cristina M. Mariana L. Stella Fierro, que conlleva el deseo de un padre porque esto ocurra, hay una voz que viene del exterior para que los hermanos sean unidos. El tercer momento está pensado como la diferenciación. Algo interesante para mar­ car el pasaje del segundo al tercer momento aparece anunciado por Freud en 1otem y tabú (1912) en la unión de los hermanos para matar al padre: esto es, la unión gestada por la alianza misma para asesinar al progenitor anees que como una consecuencia de ese acto. El trabajo de "matar" con el otro es una función simbólica. Allí vemos la fra­ tria, un trabajo mancomunado que puede tener un peligro en el segundo momento, donde los integrantes del grupo pueden quedar no diferenciados. Pensamos esto arti­ culado con la conceptualización de confusión, modalidad de vínculo donde el sujeto queda indiferenciado, distinto al concepto de co-fusión donde el sujeto puede mante­ ner su singularidad dentro del grupo. Por eso, es importante marcar el tercer momento donde existen los vínculos del sujeto hacia el grupo, pero se trata aquí de un sujeto autónomo dentro del grupo; el sujeto pertenece al grupo, pero no es el grupo. El comienzo de un recorrido teórico-clínico Llega a la consulta una familia compuesta por los padres, que se encuentran separa­ dos, y sus hijos adolescentes. La separación se produjo luego de una escena de violen­ cia, frecuente en esta familia dada su modalidad vincular; sin embargo, ubican esta situación en particular como un momento de acontecimiento central en la historia familiar (André-Fustier, 2004). Pudimos observar que los modos de intercambio familiar están caracterizados por agresiones verbales y físicas, malos tratos, con irrupción de angustia, ira y llanto. Observamos la violencia, el desamparo, la falta de reconocimiento del otro como sujeto diferenciado, y en consecuencia las fallas y fracasos de lo que podemos llamar funciones del aparato psíquico familiar, apoyándonos en las conceptualizaciones de André-Fustier y Aubertel (1998) referidas a la contención, transformación, ligazón y transmisión. Inferimos que la problemática de esta familia se refiere a la violencia, y entendemos que es de esto de lo ql.lC vienen a curarse. La modalidad vincular familia/hada estallar el dispositivo terapéutico propuesto hasta entonces (en el cual un terapeuta recibía en sesión al grupo familiar). Ante la fuerza destructiva de esta familia consideramos que el esfuerzo de trabajo era excesivo para una sola mente pensante. Estas situaciones implicaban un esfuerzo que dificul­ taba contener el ataque persistente a todo intento de simbolizar aquello que les estaba pasando como grupo. No lograba constituirse un espacio donde se construyera la capacidad de transformación simbólica de esta violencia. El desafío de ampliar la mirada Con estos antecedentes, que no desconocen la sensación de rechazo y desconfianza oue producen las transmisiones psíquicas de esta familia, el equipo tratante se encuentra frente a un desafío. La necesidad de tomar una decisión concerniente a la modalidad de la continuidad del tratamiento. En función de esto se genera la creación de un nuevo modo de intervención para este caso singular. Pensamos la inclusión de dos terapeutas como espacio intersubjetivo donde los sujetos singulares puedan adve­ nir más allá de la repetición de una estructura familiar coagulada. "Al menos dos", al decir de Kaes (1996), con la intención de configurar un esgacio,- de producción colec­ tiva que ofreciese contener la agresión y la violencia mediarite la función simbólica de la palabra. "Al menos dos" para restaurar y proteger la capacidad de pensar. "Al menos dos" que a su vez provienen de, y producen en, un entramado grupal más amplio. Así entonces, la derivación a un dispositivo de coterapia, junto al trabajo en sesión con la presencia de los hermanos (que dejaba en suspenso la inclusión de los padres con­ forme a la evolución del tratamiento), fue considerada una intervención terapéutica en sí misma. Uno de los motivos que nos permitió pensar en un dispositivo de coterapia es el hecho de entender que en este tratamiento hay elementos con relación a la violencia familiar que adquieren características diferenciales en el padre y que se presentan en transferencia a fin de ser elaborados. Al ser dos terapeutas presentes en la sesión, el vínculo fraterno fue anticipado, pro­ moviendo otros modos de crear vínculos. Este aspecto clínico, transferencia!, que se relaciona con lo que "entre" las terapeutas hemQs podido elaborar (la violencia como modalidad vincular), se ha constituido en una anticipación de aquello que luego fue sucediendo con el grupo fraterno, como propuesta terapéutica. Consideramos que en la producción de vincularidad fraterna se encontraba la potencialidad de transformación intersubjetiva y creación de modalidades diferentes de funcionamiento familiar (esto había sido evidenciado durante los primeros tiem­ pos del tratamiento). En esta experiencia valoramos la importancia de ser "dos" presentes en la sesión de modo concreto y efectivo, acompañadas y sostenidas por el espacio de supervisión grupal. En este tipo de trabajos de elaboración cobra relevancia esta característica de la presencia de más de un terapeuta en la sesión. La tarea con los hermanos, sin la presencia en sesión de los padres, se justificaba por la necesidad de realizar un diagnóstico individual de cada integrante, como así también un diagnóstico de la modalidad vincular de todo el grupo familiar. Quere­ mos �stacar la importancia de desarrollar ambos diagnósticos en este tipo de casos. Creemos que las configuraciones patológicas en ambos y en cada uno de los padres merecen un tratamiento individual, a la vez que su presencia obstaculizaba sistemáti­ camente toda posibilidad de transformación, contaminando intrusivamente el espa­ cio terapéutico ofertado y el espacio psíquico de sus hijos. Estas consideraciones se vieron sustentadas a partir de nuestro encuentro con los diversos actores de la familia. Encontramos en la madre una configuración psíquica lábil y frágil, con notorios rasgos de endeblez que se evidenciaban en primer plano 138 Cristina M. Mariana L. Stella ante la discontinuidad de su propio proceso Aparecieron situaciones de desborde con manifestaciones de angustia. Si bien la madre parecía tener registro afec­ tivo de los sentimientos y pensamientos de sus hijos, no lograba ofertarse como un adulto con capacidad de contener los procesos psíquicos de estos chicos, lo cual gene­ ró en nosotras, como terapeutas, la imperiosidad de ofrecerle a ella un espacio de con­ tención y sostén. Las controversias entre los padres y la modalidad vincular en la familia dejaban a estos hermanos atrapados en no poder pensar ni realizar sus propios trabajos psíqui­ cos adolescentes, lo cual tenía como consecuencia la pérdida de su espacio vital y los impulsaba a irrumpir en escenas de forma agresiva, gritando y pegando. Cuando todos coincidían en señalar a uno de los hijos como problemático, noso­ tras comenzamos a observar que, dentro de esta familia, cada uno de los integrantes reaccionaba de manera similar. Situación que generó resistencias para con el espacio terapéutico, expresadas en reiteradas llegadas tarde e inasistencias a sesión del grupo de hermanos. Al crear un vínculo de respeto y colaboración mutua entre nosotras, en tanto tera­ peutas, se anticipó el vínculo propio de estos hermanos, lo que les permitió transitar por modalidades transferenciales diversas. Un vínculo que posibilitó intercambios igualitarios y horizontales dentro de una vincularidad que se fue presentando con características lúdicas en un ambiente de trabajo distendido que, a diferencia de la modalidad familiar, no renegaba de las diferencias subjetivas de cada una de nosotras, sino que las incluía en d trabajo terapéutico. A partir de ofertar un dispositivo en continuidad, como un espacio donde las dife­ rencias subjetivas (las nuestras y las de ellos, puesto que interveníamos señalándoselas) pudieran reconocerse y tolerarse en un dima de respeto, creemos, lograron producir un pasaje (con avances y retrocesos) que abarcó desde momentos de indiscrimínación y escisión a momentos de mayor cohesión. Durante las primeras entrevistas, estos chicos se presentaban en la escena de manera poco discriminada entre ellos. Tenían la necesidad de sentarse muy cerca, y desde ese pegoteo, se agredían contiq\iamente mediante empujones y reclamos a no molestarse invadiendo el espacio físico uno del otro. La hermandad no les garantizaba la posibilidad de un vínculo con otro diferen­ ciado, y la agresión expresada podría entenderse como un intento fallido de discrimi­ nación a partir de la experimentación del cuerpo real del otro. Señalamos las divergencias y similitudes entre los hermanos, y hacia sus propios padres, marcando además un espacio de diferencia generacional donde ellos ocupa­ ban un mismo rango horizontal con relación asimétrica a sus progenitores. Estas intervenciones provocaban malestar, con algunas ausencias a las sesiones acordadas, pero al mismo tiempo, iban permitiendo distender sus rígidas formas de presentación. Comenzaban a cuestionar situaciones entre sus padres y de la historia familiar, y generaban así la posibilidad de abrir interrogantes. En tanto, nosotras (nos-de)mostramos que podíamos disentir, incluso discutir, pero sin anulamos una a la otra, y entrar en de ese modo un vínculo saludable. Logramos mantenernos unidas, aun no compartiendo todas nuestras ideas, ello evidenció un modo de funcionamiento distinto al modo -indis­ criminado, adhesivo- que mostraban estos hermanos. Pudimos claramente diferen­ , ciarnos como "dos , sin necesidad de expulsarnos o excluirnos mutuamente de la escena, pese a nuestras divergencias, lo cual provocó en esr,,s p.ermanos resistencias notables. Ante sus insistentes pedidos, accedimos a trabajar en sesión con el objetivo de pen­ sar y hablar acerca de la posibilidad de que su padre participase de alguna entrevista en el· futuro, a pesar de nuestra opinión de que no era conveniente realizar dichos encuentros. El haberse ausentado durante un par de sesiones argumentando dificulta­ des horarias nos permitió entender que no era el encuentro con el padre en presencia efectiva al cual los hijos debían acceder, ya que su intromisión fracturaría el espacio que comenzaban a experienciar como saludable. Estas situaciones exigieron en nosotras un esfuerzo de trabajo que se expresó en haber sostenido la oferta del dispositivo, en continuidad con lo que veníamos cons­ truyendo, sin fragmentarnos y concertando reuniones para pensar el material en hora­ rio de sesión, aunque no sólo en él. Debimos transitar este momento tolerando la incertidumbre respecto a la continuidad del tratamiento. A modo de conclusión Entendemos las sesiones vinculares, dentro de un dispositivo en coterapia, como un espacio de intimidad que garantiza el poder hacer uso de la fraternidad en un "entre hermanos" que permite la inclusión de la ajenidad del otro. Al haber intervenido esperándolos y reiterándoles el ofrecimiento de hacer uso del espacio de la sesión, aún cuando no pudieran asistir juntos, respetando sus posibilida­ des y tiempos propios, creemos, permitió que pudieran acceder al mismo de un modo en el cual aparecieron situaciones novedosas. Esto sucedió luego de interpretar esas ausencias como el temor a la propia destructividad de aquello que saludablemente estábamos creando junto a ellos. Lo mencionado, junto a la posibilidad ofertada de generar alianzas con una u otra terapeuta en una situación de complicidad de características lúdicas, permitió empe­ zar a reconocer diferencias entre ellos mismos (diferencias que en principio se presen­ taron con una modalidad altamente agresiva). En un momento surgió un hecho absolutamente novedoso que imprimió un punto de inflexión en el tratamiento, y se constituyó en un acontecimiento en la his­ toria de estos hermanos. Como una consecuencia deseable, y respondiendo al esfuerzo terapéutico, los chicos se presentaron en el espacio terapéutico y comenzaron 140 Cristina M. Mariana L. Stella a generar situaciones "entre" ellos mismos: por primera vez comenzaban a hablarse dirigiéndose el discurso uno al otro sin necesidad de mediatizarlo a través de nosotras. Nuestras intervenciones funcionaron al modo de sostén, pero como si no fuese nece­ saria nuestra referencia corpórea. Hubo sesiones en las que pudieron decirse cosas muy intensas cada uno respecto del otro. Lograron presentar en transferencia la fuerza destructiva que poseían y se sintieron contenidos por nosotras y aceptaron nuestra propuesta a reformular. la modalidad vincular familiar en un espacio de continuidad. Espacio que ofertaba un trato lúdico con relación además a la diferencia generacional. Comenzaron a compartir momentos juntos (durante las sesiones y fuera de estas); además necesitaron sostenerse y acompañarse y pudieron expresárselo mutuamente. Con esta producción propia de la fraternidad, constituida e inaugurada en ellos, con­ tinuaron el movimiento de construcción sostenidas por la transferencia. Todo lo expuesto nos hace pensar que la variación clínica del dispositivo terapéuti­ co ofertado, al modo de una intervención, resultó apropiada para este desarrollo sub­ jetivo y subjetivante. Revinculación y transferencia Mariana Soler Fotografías de la filiación Manuel tiene 16 años, se acerca a una consulta. Cuando tenía cinco su padre fue detenido y acusado de intento de homicidio, hecho a partir del cual él, su hermano y su madre interrumpen toda vincularidad con su padre. En la primera entrevista Manuel expresa: Tengo miedo de que todo eso vuelva... recuerdo la mirada de él y me asusto, me da ganas de correr para otro lado, siento adrenalina. Yo me acuerdo todo, estd grabado, pero me olvidé, lo tengo guardado para que no me afecte. Mi vida me gusta así, como está ahora. ¿Papá? No hay, se fue... En mi división hay un chico que es nazi: escribe el símbolo esvástica en el pizarrón y en la carpeta. Me molesta porque por esa causa murieron muchos familiares y no tengo por qué bancdrmelo en clase. Hablé con el departamento de orientación de la escuela y mamá fue a hablar a la AMIA. En un debate sobre juan levanté la mano y dije lo que pienso... Yo quiero ser abo­ gado, me gusta defender a los que atacan, o algo que a mí me molesta. De chico tenía miedo, pero ahora, a los 16 ¿quién es este juan para amenazarme? Durante el curso de ingreso estudié la dictadura y el tema de Hitler. Toda mi vida viví con mis abuelos maternos las historias de los campos de concentración y del holocausto. Me molesta que juan haga el símbolo de la muerte a mí y a mis fami­ liares. Paradojas y filiación ¿Manuel sería, con sus 16 años de edad, un aprendiz de historiador (Aulagnier, 1986) que va tejiendo trabajos psíquicos propios de la adolescencia? El trabajo de filiación atraviesa la infancia y la adolescencia. Para construir su his­ toria, un hijo necesita metabolizar que la familia forma parte de un grupo que lo ante­ cede, y que ese grupo tiene una historia a la cual debe articular la suya. Es trabajo del 142 Mariana Soler adolescente retomar el contrato narcisista puesto en entre él y su familia. La función simbólica del apellido, otorgado por el padre al hijo, es lo que asegura la con­ tinuidad y prolongación de la familia en el hijo, la ligazón generacional. Manuel se encuentra con una paradoja en su trabajo de filiación: ¿cómo afiliarse a una familia paterna que en lugar de otorgar un lugar al deseo, lo ataca con una violen­ cia que hasta lastima el cuerpo? La paradoja 1 puede pensarse en términos negativos cuando el sujeto queda ubicado en una alternativa contradictoria estructurada de tal manera que debe elegir entre dos caminos contrarios, opuestos, que lo conducen a un callejón sin salida. En el caso de Manuel, parecería que afiliarse a su padre implica aceptar una violencia nociva para su subjetividad. Si por el contrario, rechaza a su padre, se expone a no poder filiar su his­ toria a un apellido que representa la ligazón generacional. Roussillon (1990) junto con Winicott (1982) reconocen en la paradoja un valor positivo, porque soportarla sin resolverla o simplificarla exige una tensión psíquica que implica un trabajo elaborativo, un modo de ligazón de lo negativo, de la pulsión de muerte. Volviendo a Manuel, cuando dice: "Me acuerdo todo, pero me olvidé" puede leerse como una paradoja, pero en lugar de llevar a un callejón sin salida, da cuenta del trabajo elaborativo de la represión. Está todo "grabado" en un registro pictogra­ mático, primario y secundario; por eso, cuando se encuentra en el recuerdo con la mirada del padre "siente miedo y adrenaliná'. Al mismo tiempo, puede olvidarse y decir que "padre no hay, se fue". Podemos pensar, entonces, que por medio del tra­ bajo psíquico de la represión es cómo Manuel puede ordenar lo recordado y recor­ dable de su niñez, de sus primeros 5 años con su padre. Con la constitución de lo reprimido puede realizar, a sus 16 años, el trabajo de seleccionar y apropiarse del "fondo de memoria' (Aulgnier, 1991: 443) tejido en su infancia y desde allí extraer los anclajes idenrificatorios que le garantizarán la filiación con su grupo y su paren­ tesco. Manuel se identifica con ser abogado y defender una genealogía materna, una historia de familiares que murieron o fueron amenazados por el Holocausto, por Hitler, por su propio padre y PºJ Juan, su compañero de escuela. "Fondo de memoriá', que además de permitirle construirse un pasado, se relaciona con el pre­ sente y con el devenir del futuro, marcando en el espacio identificatorio puntos de certezas a partir de los cuales Manuel podrá construir todos los "posibles relaciona­ les" (Aulagnier, 1991: 445) de sus vínculos, sin riesgo de perderse. Así aparece el vínculo actual con Juan, que le exige luchar contra el símbolo de la muerte escrito contra él y sus familiares, con el apoyo de la tradición materna. 1. Paradoja: "Figura que consiste en emplear expresiones que envuelven contradicción. Pro­ posición que siendo verdadera parece inverosímil debido a la forma en que se enuncia." (Diccionario Clarín, 2003). Revinculación transferencia 143 Revinculación: el vínculo pensado desde la paradoja Durante los meses posteriores de tratamiento, Manuel decide encontrarse con su padre. Dice: Estoy dispuesto a verlo cara a cara, pero no solo, me gustaría hacerlo con mi her­ mano. Para mí verlo es un esfuerzo ... no sé si puedo fercio'narlo ... Me había olvi­ dado y ahora todo vuelve ... Manuel falta a la entrevista que teníamos el día posterior al encuentro con su padre, viene recién a la otra semana. Habla con dificultad, con angustia y sin ganas. Le propongo si quiere dibujar y acepta. Toma la hoja y en forma horizontal la divide por la mitad trazando una línea. Primero, del lado izquierdo dibuja el encuentro con su padre: utilizando colores suaves se dibuja a él mismo y su hermano sentados de espaldas y enfrentados al padre sentado en un sillón, cuya figura resalta por el gran tamaño y por estar sus ojos remarcados en crayón negro. Luego, en la otra mitad dere­ cha de la hoja dibuja la ceremonia en el templo que vivió en esos días con su familia materna por el día del perdón. En este caso utiliza crayones de colores vivos y traza una escena en la cual él se encuentra también de espaldas abrazando a primos, tíos y hermano, enfrentados a un rabino que en contraste con la figura del padre es muy pequeña y lejana. Dice mientras dibuja: Fue muy duro verlo a papd, no lo puedo contar, necesito que pase tiempo. A mí me dolió la situación: él se lo merecía, pero me dolió porque no deja de ser mi papd. Fue muy demasiado. Era mds fdcil que él no esté completamente.. . me angustia que ahora aparezca, yo no sé si tengo ganas de darle lugar. Este otro dibujo es del día del perdón cuando fuimos con mifamilia al templo ... siemprefue una ceremo­ nia alegre. Fueron demasiadas emociones juntas. ¿Qué le pasa a Manuel con el reencuentro, después de 11 años, con su padre? No puede hablar, pero sí dibujar. Lo primero interesante es la división de la hoja por la mitad: escisión que inaugura espacialmente la representación gráfica, el trazado de dos modos de procesamientos psíquicos diferentes. Podemos pensar que el encuentro real ).on el padre es el acontecimiento que inaugura la división de la hoja, agregando a lo ya vigente, bajo la lógica de la represión, otra exigencia de tramitación psíquica que impone esta re-vinculación. Por eso dice: ...es un esfuerzo ... me había olvidado y ahora todo vuelve ... fue muy demasiado ... no sé si tengo ganas de darle lugar. 144 Mariana El espacio de re-vinculación puede ayudarnos a pensar en cómo conceptualizar los vínculos y la subjetividad desde el psicoanálisis. Tomando los aportes de autores como J. Moreno (2002), L. Hornstein (2003) y C. Merea (2003) podemos pensar hoy en la subjetividad como un "psiquismo extenso" o un "sistema abierto" a la realidad y a lo intersubjetivo. Para encender lo intersubjetivo, no basta con pensar en la articulación o el choque de subjetividades. Es necesario que la presencia real (aunque también la subjetiva) del otro, de la realidad exterior y el tiempo-espacio, y no meramente sus representaciones, sean imprescindibles para definir una relación, pues son continuamente constituyen­ tes e instituyentes del aparato psíquico de cada uno en cada instante.... (Merea, 2003: 42). Por eso, para la subjetividad de Manuel es un "esfuerzo ver cara a cara a su padre" después de 11 años. Toda subjetividad se constituye no sólo en edades tempranas ni de una vez y para siempre, sino que sigue deviniendo en cada vínculo con el otro. El psicoanálisis estuvo atravesado por la lógica de la identidad: es decir, suponía que la subjetividad o el sujeto se estructuraban en la niñez o adolescencia y luego de haber alcanzado el aparato psíquico una estructura (saludable o patológica), la misma deter­ minaba de qué modo el sujeto establecería vínculo con las otras subjetividades. Así, el punto de partida era un aparato psíquico, un sujeto que se vinculaba o relacionaba con otro sujeto. El vínculo era sólo un agregado, un añadido secundario a la identidad del sujeto ya constituido. Tenemos hoy desde el psicoanálisis otros paradigmas para pensar la subjetividad y los vínculos. Uno posible es pensar desde la paradoja: "Lo que yo pido es que la para­ doja sea aceptada, tolerada y respetada, y que no se la resuelva. Es posible resolver la paradoja mediante la fuga hacia el funcionamiento intelectual escindido, pero a costa de la pérdida del valor de la paradoja misma" (Winnicott, 1972: 14). ¿Cómo podemos pensar desde la paradoja sin reducirla ni quedar atrapados en ella? ¿Cómo podemos pensar los vínculos y la subjetividad desde esta figura que conlleva en su esencia la contradicción? Winicott puede ayudarnos con la onceptualización que genialmente introduce 1 para pensar la constitución del espacio"transicional en la infancia, capital para la sub­ jetividad, para la creación del juego, para fantasear, para pensar, para soñar: La para­ doja de estar a solas en presencia del otro. El estar a solas se constituye con la presencia real del otro; pero al mismo tiempo en un entre, una diferencia que es necesaria para subjetivamente no ser igual al otro. Se es con el otro, pero no se es el otro. Desde este espacio vincular se produce la capacidad de jugar a solas, de representarse categorías opuestas como adentro-afuera, presencia-ausencia, yo-no yo. Bordes que se van tra­ zando en el encuentro "cara a cara" con el otro. Entonces, podemos plantear que la subjetividad se constituye a partir del vínculo pensado desde la paradoja, en un constante estar-siendo con el otro. No sólo en tiem­ pos originarios de la infancia, sino durante toda la vida. Revinculación transferencia Volviendo al gráfico de Manuel, podemos tomar la división de la hoja -el límite que él traza entre los dos espacios- como un borde. Borde que no tenemos que apu­ rarnos a pensar en sí mismo, a darle un sentido desde la lógica de la identidad: por ejemplo, pensar que es un mecanismo psíquico ya cerrado y estructurado como la disociación. Sino pensar desde el borde, como aquella zona que inaugura un espacio paradojal entre dos lógicas de procesamientos psíquico�.., diferentes. No resolver la paradoja, sino capitalizar el potencial elaborativo que ella porta. En el lado izquierdo del dibujo aparece un trazado que Manuel produce y en el cual él se produce a partir de la re-vinculación con su padre. Con lápices de colores tenues, los trazos de los cuerpos dan cuenta de una lógica especular: transparencias, no hay bordes nítidos, se desdibujan los límites de los cuerpos. En la espacialidad apa­ rece en juego la lógica de las inclusiones recíprocas: un cuerpo metido dentro del otro. La figura del padre transparenta la silla y además toca con sus pies las cabezas de Manuel y su hermano, como si no hubiera distancia entre unos y otros. Si la madre, en la paradoja de Winicott (1972) es intrusiva o no "suficientemente buena" como para catectizar el espacio del juego a solas del hijo -el espacio transicio­ nal-, el entre no se constituye saludablemente ni tampoco las operaciones que cons­ tituyen el narcisismo primario. Kaes (1999) piensa la violencia originaria (anticipatoria) y la fundamental del Edipo como constitutivas de todo vínculo. Y agrega: "La violencia secundaria es el retorno de las violencias originaria y fundamental no transformadas: se manifiesta en todo vínculo intersubjetivo, en la medida en que las dos primeras dejan restos no ela­ borados"(Kaes, 1999: 1O). En el trazado del gráfico de la izquierda aparece representada la emergencia de la violencia secundaria, que bajo la modalidad de la pulsión de muerte desliga, desarma operaciones psíquicas ya vigentes en la subjetividad de Manuel. La violencia destruc­ tiva, al modo del trabajo de lo negativo (Green, 1995) confunde, genera ambigüedad entre los cuerpos, entre yo y el otro, entre las generaciones. Del lado derecho aparece otro trazado que Manuel produce y desde el cual él se produce en el vínculo también actual y vigente con su familia materna. El lápiz se sus­ tituye por crayones de colores que dibujan trazos más fuertes y llenos de vida. El rabino con sus ayudantes aparecen enfrente introduciendo una perspectiva que marca una distancia, un entre los cuerpos, que lejos de incluirse unos en otros se diferencian y a la VG,Z se enlazan en un abrazo familiar. Desde los vínculos en los que predomina Eros, la subjetividad se traza generando ambivalencia: amor-odio, ligazón y diferencia "entre" yo y el otro, entre las generaciones. La transferencia es un espacio privilegiado para ser pensado desde el vínculo y desde la paradoja, porque es un encuentro cara a cara con el otro, un entre, un borde desde donde se produce subjetividad del paciente y del analista. Retomando el borde que traza Manuel en su dibujo, además de pensarlo como un borde presente entre modos de trabajos psíquicos que él tramita desde los vínculos 146 Mariana Soler con los otros, también me pensar la transferencia misma como ese borde desde el cual analista y paciente se vinculan produciendo subjetividad. Espacio transi­ cional, paradoja!, que puede constituirse en puente, en creación de un trabajo elabo­ rativo si predomina Eros y uno se vincula con el otro en el reconocimiento de la dife­ rencia. Responsabilidad del analista de soportar la paradoja, de hacerla trabajar sin resolverla o reducirla, porque el costo psíquico es alto para el vínculo de la transferen­ cia: emergencia de la pulsión de muerte, del trabajo de lo negativo que desarma la capacidad de pensar del analista y de operaciones psíquicas del paciente. El espacio transferencia! con Manuel es un borde que apuesta a que él pueda elabo­ rar un pasaje del lado izquierdo al derecho de su gráfico, de un modo de tramitación psíquica a otro modo más saludable y garante de su deseo. Y para el analista es un espacio vincular desde donde se trazó esta escritura, un nuevo borde que separa los saberes previos ya constituidos de un saber nuevo que nunca se cerrará por completo, ya que se seguirá constituyendo desde el estar-siendo en las transferencias con los otros. Paternidad: interrogantes de una visión jurídica. Entre la constitución subjetiva y un ADN Cristina M. Blanco Llega a la consulta una adolescente Se recibe a una adolescente en el contexto de un equipo de trabajo 1 • Una consulta que luego irá despertando múltiples inquietudes, muchas de las cuales rondan la temática de la filiación, lo que presenta no sólo un modo de pensar la clínica, sino a su vez como disparador que permite elaborar reflexiones teóricas en relación al mismo. A partir de cada uno de los elementos que irán apareciendo, surgen ideas, inquierudes, contradicciones ... todo lo que transitar la elaboración de un caso puede generar. ¿ Una adolescente que llega traída por su madre y ... su padre? Y podría pensarse, estos "traídos" por la justicia. Esto se debe a que es una derivación de un juzgado en el marco de un juicio de protección de persona. Considerando las características del caso y de estos padres, no hubiesen llegado a la consulta de otro modo. Dato éste que nos sirve para ir entrando de a poco en un material clínico que iremos viendo cómo se despliega. El caso: "Éste no es tu padre" Adolescencia: momento lleno de interrogantes, de construcciones distintas, de un tránsito de situaciones diferentes, tanto para el adolescente como para sus padres y su entorno; situaciones que oscilan según los momentos y en las que el adolescente tiene que realizar distintos procesos psíquicos que lo van conformando de determinada manera. ¿Cómo pensar entonces qué sucede en la particularidad de este caso cuando en el tránsito de esa etapa, de pronto, una niña, a los once años se entera por su madre, y al momento de la separación de sus padres, que su padre no es su genitor? La ma'1re le dice a la adolescente: "Éste no es tu padre» . A partir de ese momento, por decisión materna y a raíz.de cierto movimiento judicial que ella inicia, hace que la niña deje de ver a quien consideró su padre, con quien había convivido hasta el 1. Esta aventura la transitamos en el equipo de la Consultoría y fue posible a partir del sostén grupal, que se vio traducido en trabajo de supervisión y docencia y elaboración de materia­ les, y a quienes reitero mi entrañable agradecimiento. 148 Cristina M. Blanco momento de la separación. Posteriormente, la madre devela el secreto acerca del ori­ gen a sus hijos, al padre, a la justicia, porque había aparecido su genitor, quien le es impuesto inmediatamente como "padre" a la niña por la madre. Incluso llega a convi­ vir con ellas (con la madre, la adolescente y sus hermanas) en la misma casa y es incluido dentro de la escena familiar cotidiana, como es corroborado efectivamente por el ámbito judicial. Inquietantes preguntas surgen de la historia ¿Cómo convivir con quien le es impuesto a la niña desde tres variables: ya confir­ mado desde la biología como genitor, desde el ámbito judicial y por la corroboración de la madre? ¿Se pretende imponer como padre? ¿Puede alguien acceder a esa función de ese modo? ¿Puede un ADN constituir a un padre? Interrogantes con los que nos confronta este caso. Pensamos en la adolescente, en su historia, en los modos de constitución subjetiva y el arduo trabajo de filiación que debió transitar. Reflexiones sobre el niño y la estructuración de la subjetividad Filiación: trabajo psíquico por el cual el hijo va ligándose al grupo que le dio ori­ gen y al cual le va a dar continuidad, en tanto los padres se constituyen como repre­ sentantes de grupos que los anteceden. Padres que deben proveer al hijo de funciones primordiales que favorezcan los procesos psíquicos saludables en un niño, que posibi­ liten su historización. Aquí podemos pensar en la importancia de las funciones fami­ liares en la estructuración de la subjetividad, en tanto es el primer grupo que el niño ha de inscribir psíquicamente y el que provee al hijo de las funciones básicas para ello. Para lograr esto, el niño debe hacer la operación de ligar a los padres entre sí y a ambos en una relación de causalidad existencial. En este trabajo, el niño liga a los padres en su aparato psíquico bajo el signo del placer (por la existencia del hijo); se inscribe como consecuencia del placer entre ellos, ubicándose él mismo como la causa de unión entre los padres. Este es p,no de los procesos psíquicos saludables que debe realizar el niño desde la familia, qúe se denomina "escena originaria", y que permite el trabajo de historización. Así, pensamos que para "el niño la filiación instituye una clase portadora de trans­ misiones" (Guy Rosolato, 1992) y que por su estabilidad es indispensable para el desarrollo al asegurar también identificaciones que conducen a una maduración psí­ quica, sexual y cultura!. Tenemos también en cuenta la importancia de mantener una estabilidad para las identificaciones del niño, y sabemos que hay un momento privilegiado dentro de la transmisión psíquica que es el acto de nominación del hijo, ya que en este acto, d cuerpo del niño queda anudado a una genealogía. Junto con este acto se transmiten contenidos inconscientes que son heredados; esto es lo que liga al niño a su familia. Todas las cuestiones inherentes a la construcción de la constitución subjetiva, a la construcción de las identificaciones y a todo el trabajo de filiación realizado por la adolescente protagonista de nuestro escrito en el recorrido de su historia, nos llevan a preguntarnos qué efectos provoca en principio esta irrupción de una verdad que se le impone. La función paterna, ¿la ejerce siempre el genitor? Podemos preguntarnos: ¿qué es un padre? Sabemos, en principio, que la función paterna es eso: una función; a veces coincide con quien porta esta función y quien es su genitor, pero no siempre el genitor porta esa función. Como plantea Gutton: «La filiación que crea el hijo es un aspecto de la función parental de la cual se sabe que no es reservada exclusivamente al padre real, sino a muchas instancias (...) La paternidad asegura la transmisión de la ley entre los dos campos mismos de su definición: cultu­ ral y subjetiva" (Gutton, 1992: 32). Entonces, en relación con la singularidad de este caso, ¿cómo pensar a este genitor que luego de doce años se realiza un ADN e irrumpe en la cotidianeidad de esta ado­ lescente? ¿Cómo entender a aquel que hasta ese momento cumplió la función y parti­ cipó en el proceso de filiación? Así, la clínica muestra, y esto es un ejemplo de ello, que «hay sujetos genitores que evitan la posibilidad de filiación de un hijo, y otros que pueden filiar incluso hijos aje­ nos" (Córdova, 2007: 2). ¿Podrían pensarse los hijos como ajenos por el hecho de no haber sido gestados? Diferenciemos, entonces, lo que hace al ordenamiento simbólico de la letra, lo que sigue la línea de la filiación y la nominación de lo que se podría pensar en la línea de la "sangre" que sigue la variable de la procreación y la herencia. Es padre el que se ocupa realmente del hijo (Philippe, 1991). Un nuevo elemento: la realidad jurídica Retomemos el caso que se ofrece como disparador para pensar estas cuestiones. Una vez simado el recorrido hecho por la adolescente en su trabajo de filiación y arti­ culado con el concepto de paternidad, se introduce otro elemento al planteo. A partir del resultado obtenido por el examen de ADN, se resuelve en el ámbito judicial el cambio de apellido, aun con la negativa explícita de la adolescente, quien de todas formas posibles dice quién es para ella el que cumple esta función, o sea quién es su padre. Aparece así la variable de la realidad jurídica imponiendo un padre. ¿Con qué ele­ mentos jurídicos se cuenta en el ámbito judicial para inclinarse por una posición o la otra? ¿Se puede imponer un ADN? ¿O puede la justicia privilegiar una historia filiato- 150 Cristina M. Blanco ria, aquella de la que da cuenta la adolescente? ¿De qué herramientas dispone la cia si quisiera privilegiar la postura de la adolescente? El niño y su derecho a la identidad No podemos dejar de pensar qué efectos puede producir un cambio de apellido en una adolescente, teniendo en cuenta los procesos psíquicos que la misma debe llevar a cabo en esta etapa. ¿El cambio de apellido, conlleva un cambio de identidad? Es así cómo relata escenas del colegio, ámbito de referencia, de relación con pares donde comienza a registrarse con el nuevo apellido y un nuevo documento: "Ni pienso poner ese apellido en una prueba ...", "Es todo un lío, en el cole me llaman por un apellido, y no contesto", "No me doy cuenta que es a mí, no lo registro". Respecto del derecho de identidad, podemos considerar lo planteado por Nelly Minyersky, quien diferencia la identidad estática de la dinámica y considera a la pri­ mera en relación con la identidad biológica, larga y tradicionalmente reconocida por el derecho, vinculada a datos antropomórficos, rasgos físicos . Por el contrario, la identidad dinámica es el complejo conjunto de atributos y cali­ ficaciones de las personas. Este concepto es incorporado más recientemente a través de normas que lo reconocen como un derecho subjetivo típico. La identidad dinámi­ ca tiene que ver con el desarrollo vital de una persona, su proyección social. Aquella aparecería desvirtuada y lesionada si se supone un desarraigo e inserción en un nuevo medio social y cultural. He aquí algunos desarrollos teóricos que, conjuntamente con otras herramientas, podrían tomarse en cuenta desde el ámbito judicial y que permitirían al menos contar con otras perspectivas de análisis para poder arribar a una decisión que contemple e incorpore los derechos de los niños y adolescentes involucrados, como en el caso que nos ocupa. Pensemos, por ejemplo, en la Convención Internacional de los Derechos del Niño, instrumento ineludible del derecho, que en su artículo 8.1 establece: "los estados parte se comprometen a respetar el ,derecho del niño a preservar su identidad, inclui­ dos la nacionalidad, el nombre y lal relaciones familiares, de conformidad con la ley, sin injerencias ilícitas". Un dato fundamental a tener en cuenta es que la Argentina es un estado parte, ya que adhiere a esta Convención. Si bien el punto 2 del arrículo afirma que "cuando un niño sea privado ilegalmente de alguno de los elementos de su identidad o de todos ellos, los estados deben prestar asistencia y protección apropiada con miras a restablecer rápidamente su identidad", el mismo punto podría ser pen­ sado y puesto en relación-para la situación particular que estamos exponiendo­ con el hecho de que la adolescente en cuestión desconoce quién es en realidad su genitor. Por lo tanto, es lícito sostener que a l.as consideraciones propias del discurso jurídico podría sumarse el concepto de identidad estática (biológica) como un argu­ mento válido a ser tenido en cuenta. Incluso el concepto de identidad estática puede llesrar a estar en consonancia con otras privaciones ilegales (apropiación, tráfico de aplicables para el caso que si bien no son estas últimas el tipo de estamos tratando. Así también el artículo 12, indica no sólo el derecho a expresar libremente su opi­ nión al niño y al adolescente y tener debidamente en cuenta sus opiniones, sino que lo habilita a hacerlo por medio de un representante legal, en consonancia con las nor­ mas de procedimiento. Actualmente, también se cuenta c;on ta ley N.º 26.061, del año 2005, que en su artículo 27, inciso c da cuenta de que·un niño o adolescente tiene que tener un abogado que lo represente legalmente, al igual que a los adultos. Así como en este caso la madre y el padre tienen sus respectivos abogados que los representan, hablan por ellos en el ámbito judicial y defienden sus derechos, ¿no hubiera sido apropiado, para respetar el espíritu de esta ley y demás instrumentos legales, que esta adolescente hubiera tenido no sólo quien pudiera expresar su deseo de no cambiar su apellido (algo que fue expresamente sostenido por ella, entre otros dichos), sino poder también defender sus derechos y argumentar esta postura? Esto no niega el derecho a conocer la verdad de su historia, pero sin que ello constituya una imposición de carácter casi denegatorio de lo vivido previamente a los once años, y en el contexto que el hecho se desarrolló. Al mismo tiempo surgen otros complejos interrogantes cales como: en caso de no cambiar de apellido, ¿qué sucedería con esta adolescente respecto de sus hermanos? Debemos tomar en consideración que todos. se enteraron del secreto al mismo tiempo, y son todos hermanos, productos de la misma situación, por lo tanto, porta­ ban todos el mismo apellido. A la vez, hay que tener en cuenta que los hermanos no presentan la misma inquietud que ella, en parte por una cuestión de edad, ya que eran mucho más chicos, motivo por el cual se encontraban más vulnerables a los discursos de los adultos. Entonces, si es considerado el pedido de la adolescente, y puede man­ tener el apellido que portó durante su trabajo filiacorio, y el de los hermanos se modi­ fica y pasan a tener distinto apellido: ¿qué efectos psíquicos podría presentar esta situación en el momento de ser llevada a cabo?, ¿tendrían así distintos apellidos?, ¿qué efectos posteriores se generarían? ¿Qué sucede en el orden generacional? Por otro lado, surge otra inquietud: ¿qué consecuencias del orden de lo rransgene­ racional puede tener tanto esta situación familiar como esta decisión judicial? ¿Qué efecto/ en los modos de transmisión psíquica familiar se podrán observar a futuro? Teniendo en cuenta que la filiación implica la relación de tres generaciones sucesivas (Kaes, 1999) y considerando su propio trabajo de filiación, ¿qué se pondrá en juego cuando esta adolescente sea madre en la siguiente generación?, ¿qué caminos transita­ rá <i partir de esta circunstancia?, ¿cómo afectará esto en su modo de ejercer la función materna? 152 Cristina M. Blanco Conclusiones: las dificultades y contradicciones del caso Estas situaciones planteadas no hacen más que evidenciar las dificultades, contra­ dicciones, inquietudes e interrogantes que suscita un caso como este. De todos modos, el criterio que prevaleció en esta instancia (como sucede en tantas otras) fue el de la verdad biológica, en oposición (al menos en este caso) a la filiación del niño y del adolescente. Este fallo es contrario, en principio, al derecho fundamental del hombre: el de tener una identidad constante (Héritier-Augé, 1992), y puede producir efectos en una persona cuya voluntad no es requerida y generar graves daños a su identidad. Este caso nos llevó a repensar tanto situaciones como posiciones frente a no sólo lo que planteaba la adolescente en torno a su historia, sino también a la postura judicial con respecto al tema y a nuestro lugar como profesionales de la salud y al compromiso ético que asumimos desde allí. Es de esperar que en la medida en que avancemos en la investigación del trabajo clínico en general y en el estudio particular de casos como el aquí expuesto, debamos enfrentarnos con nuevos interrogantes que nos obliguen a vislumbrar nuevas respues­ tas y soluciones, a seguir pensando desde nuestra posición como analistas cómo inter­ venir y preservar el ya agitado mundo adolescente. Sobre los autores Todos los autores son integrantes del Programa de Extensión Universitaria Cons­ trucción de un modelo de intervención clínica para la atención de niños y adolescen­ tes en situación familiar difícil, que se lleva a cabo en la Facultad de Psicología, Uni"' versidad de Buenos Aires. Adrián Grassi: Psicoanalista. Licenciado en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Profesor T itular en la cátedra Psicología Evolutiva Adolescencia; Profesor Responsable de Práctica Profesional: Problemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia. Profesor de seminarios en áreas de Posgrado y Extensión. Director de Programa de Extensión Universitaria: Construcción de un modelo de intervención clínica para la atención de niños y adolescentes en situación familiar difícil. Director del Programa de Investigación Adolescencia, en la Facultad de Psicología, UBA. E specialista en clí­ nica con niños y adolescentes. Néstor Carlos Córdova: Licenciado en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Especialista en Psicología Clínica con Orientación en Adolescentes. Psicoanalista. Profesor Adjunto de Psicología Evolutiva II Ado"lescencia; Profesor Adjunto y Coordi­ nador del Programa: Construcción de un modelo de intervención clínica para la aten­ ción de niños y adolescentes en situación familiar difícil; docente de Práctica Profesional Problemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia, Docente de Pos­ grado, en la Facultad de Psicología (UBA). Profesor Titular de la cátedra Psicología Evolutiva II Adolescencia, Carrera de Psicopedagogía, IPES. Director científico de CEAP, Quilmes. Cristina Marta Blanco: Licenciada en Psicología, UBA. En la misma casa de estudios se desempeña como: JTP en la cátedra Psicología Evolutiva Adolescencia II; Tutora de Práctica Profesional: Problemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia. Subdi­ rectora de Aralma, Centro de Asistencia y Formación en Salud Mental. Mariana Carnevale: Licenciada en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Especia­ lista e.l1 Psicología Clínica. Docente de Psicología Evolutiva Adolescencia II, Facultad de Psicología, UBA. Integrante hasta el año 2007 del Programa: Construcción de un modelo de intervención clínica para la atención de niños y adolescentes en situación familiar difícil. Martina Foulkes: Licenciada en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Integrante de la Asociación Ocio Terapéutico Integrador, Barcelona 2010. Becaria de LÉcole 154 Expérimenrale de Bonneuil, Francia 2009. Se desempeñó como Ayudante de l O en la cátedra Psicología Evolutiva Adolescencia 11, Facultad de Psicología (UBA). Fue Inte­ grante del Equipo Trastorno Generalizado del Desarrollo Infantil, Hospital General de Agudos Carlos G. Durand. Liliana Granda!: Licenciada en Psicología y egresada de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica, Facultad de Psicología, UBA. Docente de Práctica Profesional: Problemáticas Clínicas con Niños, Adolescentes y sus Familias, Facultad de Psicología, UBA. Supervisora en la misma casa de estudios del Programa: Construcción de un modelo de intervención clínica para la atención de niños y adolescentes en situación familiar difícil. Coordinadora General del Semi­ nario de Extensión Universitaria, UBA: "Patologías recurrentes en niños y adolescen­ tes. Construcción de abordajes y diseño de dispositivos". Agustina Guaragna: Licenciada en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Se des­ empeña como ATP de la cátedra Psicología Evolutiva Adolescencia II y de Problemá­ ticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia, Facultad de Psicología, UBA. Psicóloga del Centro Integral de Asistencia en Salud Mental Moebius. María Eugenia Otero: Licenciada en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Espe­ cialista en Psicología Clínica con Orientación en Niños. Se desempeña como JTP en las cátedras: Psicología Evolutiva Adolescencia II y Práctica Profesional: Problemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia, Facultad de Psicología, UBA Integrante del CIP (Centro Integral de Psicología). Mariana Soler: Licenciada en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Integrante del CIP (Centro Integral de Psicología, Lomas de Zamora). JTP de Psicología Evolutiva Adolescencia II, Carrera de Psicología, UBA. Psicóloga y Directora de E spacio de For­ mación en Discapacidad de Betania (Centro de Día para Personas con Discapacidad Mental). Mariana Luda Stella: Licenciada en Psicología, Profesora de Enseñanza Media y Superior en Psicología, Facultad de Psicología, UBA. Especialista en Psicología Clíni­ ca. Integrante del Departamento de Servicios Sociales-Dirección Bienestar Universi­ tario (UNLu). Se desempeña como ATP en las cátedras: Psicología Evolutiva Adolescencia II y Práctica Profesional: Problemáticas Clínicas en Niñez, Adolescencia y Familia, Facultad de Psicología, UBA. Bibliografía Abraham, N. y Torok, M. (2005). La corteza y el núcleo. Buenos Aires: Amorrortu. Aberasturi, A. y Knobel, M. {1971). La adolescencia normal. Buenos Aires: Paidós. André-Fustier, F. y Aubertel, F. (1998). La trasmisión psíquica famili,4r en"suspenso. En: A. Eiguer, A. Carel, A. Cicconel y R. Kaes. Lo generacional. Abordaje en terapiafamiliar psicoanalítica (123-168). Buenos Aires: Amorrortu. ---. (2004). La violencia en una familia como modalidad de vínculo. Actualidad Psicológica, 29(319), · 11-16. Álvarez, L (2001). 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