Subido por Barbara Quiroga

Sorprendido por el Poder del Espíritu

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“Sorprendido
por el Poder del
Espíritu Santo”
Descubriendo como Habla
y Sana Dios el Día de Hoy
“Surprised by the Power of the Spirit”
Jack Deere
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Contenido
Capítulo 1
La llamada que cambió mi vida. . . . . . . . . . . . . 1
Capítulo 2
Sorprendido por el Espíritu Santo. . . . . . . . . . . 10
Capítulo 3
Señales y prodigios. . . . . . . . . . . . . . . . . .
17
Capítulo 4
El mito de la objetividad bíblica. . . . . . . . . . . .
25
Capítulo 5
La razón real para no creer en los dones. . . . . . . 35
Capítulo 6
Respondiendo a los abusos espirituales. . . . . . . . 51
Capítulo 7
Muerto de miedo por el Espíritu Santo. . . . . . . . . 59
Capítulo 8
¿Serían temporales los dones? . . . . . . . . . . . . 69
Capítulo 9
Cuatro razones por las que Dios sana. . . . . . . .
83
Capítulo 10
Seis razones porque Dios ofrece dones. . . . . . .
96
Capítulo 11
Cinco razones porque algunas veces Dios no sana. 105
Capítulo 12
Buscando los dones con diligencia. . . . . . . . . . 118
Capítulo 13
Una pasión por Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Capítulo 14
Desarrollando pasión y poder. . . . . . . . . . . . . 141
Epílogo
Escuchando a Dios hablar el día de hoy. . . . . . . 150
Apéndice A Otras seis razones por que Dios sana y hace milagros 156
1
Capítulo 1: La Llamada Telefónica que Cambió mi Vida. (Inglés 13-23)
(Traducción y correcciones por RN / TL / HC)
En mis más alocadas fantasías nunca hubiera soñado que una simple llamada
telefónica alteraría el rumbo de mi vida, y no solo de mi vida, sino las vidas de otras
personas en mi círculo.
Antes de esa llamada yo sabía hacia donde iba. Mi vida era cómoda y segura.
Yo tenía el control y me gustaba que así fuera. La mayor parte del tiempo sentía que
sabía lo que Dios estaba haciendo. Pero para cuando colgué el teléfono en ese frío
día de enero de 1986, todo eso cambió abruptamente. Ya no estaba tan seguro de
hacia dónde me dirigía y de lo que estaba haciendo, y estaba comenzando a
preguntarme si de verdad sabía lo que Dios estaba haciendo.
Como posteriormente resultó, mi vida nunca fue igual después de esa
conversación telefónica. Nunca volvería a sentir la comodidad y la seguridad que se
derivan de pensar que tú tienes el control de tu vida. Concedido, esa es una seguridad
falsa, ahora lo entiendo pero uno se siente bien cuando está bajo el hechizo de esa
ilusión. Si hubiera sabido el dolor y el trauma que me esperaban, nunca hubiera
tomado ese teléfono. Pero entonces, como dice la letra de una canción regional
popular “me hubiera perdido el baile”, y eso hubiera sido una verdadera lástima.
Yo era el candidato más improbable del mundo para la “jugarreta” que Dios
estaba a punto de hacerme. A punto de completar mi décimo año en el Departamento
de Antiguo Testamento del Seminario Teológico de Dallas, estaba empezando mi
séptimo año como uno de los pastores de una iglesia Bíblica en Fort Worth la cual yo
había ayudado a fundar desde sus inicios. El otoño anterior, acababa de regresar con
mi familia de un año sabático de estudios en Alemania. Había sido un año maravilloso,
y yo estaba entusiasmado por regresar a mis actividades de enseñanza y pastoreo.
Mi pasión más grande era enseñar y predicar la Palabra de Dios. Yo creía que
la cosa más importante en la vida era estudiar la Palabra de Dios, y que la mayoría de
nuestras necesidades, o al menos nuestras necesidades más importantes, podían
satisfacerse a través del estudio de las Escrituras. Si no podían satisfacerse de esa
forma, entonces estábamos en problemas, porque yo había adoptado un sistema
teológico que no le dejaba a Dios mucho espacio para que nos ayudara de otra forma.
El Dios en el cual creía, y acerca del cual enseñaba, no estaba tan involucrado en
nuestras vidas, como lo había estado en las vidas de los creyentes del Nuevo
Testamento. En ese tiempo, eso no me preocupaba mucho, porque yo pensaba que
Él así lo quería. Pensaba que Él había hecho esos cambios. Yo creía con toda
seguridad que Dios contestaba las oraciones, pero solo las de cierta clase.
Por ejemplo, yo sabía que Dios ya no derramaba los dones milagrosos del
Espíritu. No había necesidad de ellos; porque ya teníamos la Biblia completa. Por
supuesto, Dios algunas veces hacía milagros. Después de todo, Él es Dios, y Él puede
hacer cualquier cosa que quiera. Era solo que Él ya no los hacía muy a menudo. De
2
hecho, los hacía tan raramente, que en todos mis años de cristiano no había visto
ningún milagro de sanidad, en el cual yo tuviera la confianza de que hubiera sido el
resultado del poder de Dios. ¡Ni siquiera había escuchado acerca de un milagro así!
Ni podía señalar un milagro así en la historia que estuviera apropiadamente
documentado, después de la muerte de los apóstoles. La única excepción eran las
conversiones, las cuales yo creía entonces, y sigo creyendo ahora, que son los más
grandes de los milagros. Aparte de las conversiones, lo más cercano a un milagro, en
mi experiencia, eran las respuestas a las oraciones, especialmente las respuestas a
las necesidades financieras, las cuales a veces eran demasiado específicas como
para ser meras coincidencias.
Sin embargo, esta ausencia de milagros de los del Nuevo Testamento no me
preocupaba, porque yo pensaba que había sido Dios quien había hecho este cambio.
Estaba seguro de que podía probar con la Escritura, con la teología, y con el testimonio
de la historia de la iglesia, que Dios había retirado los dones sobrenaturales del
Espíritu Santo.
También estaba seguro de que Dios ya no nos hablaba, excepto a través de su
Palabra escrita. Los sueños, las visiones, las impresiones internas, y cosas parecidas,
olían a subjetividad y a una ambigüedad que me daban náuseas. Me encogía cuando
uno de mis estudiantes venía y me decía, “Dios me habló y…”. Difícilmente nada podía
provocar que yo hiciera un reproche severo, tan rápidamente, como la declaración,
“Dios me habló”. Para mi esas palabras implicaban que cualquier comunicación que
siguiera, tendría la misma autoridad que la Palabra de Dios escrita. Eso no solo era
muy presuntuoso, ¡parecía blasfemo! Me gustaba ridiculizar a la gente que decía que
Dios les había hablado.
Como te puedes imaginar por lo que he dicho hasta ahora, yo no era el tipo de
creyente que andaba buscando “algo más”. Yo no necesitaba ningún milagro de
sanidad de Dios. Mi familia y yo siempre habíamos disfrutado de buena salud, y en
esas raras ocasiones cuando necesitamos alguna sutura, o un poco de medicina, los
médicos de nuestra familia eran más que suficientes. Nuestra congregación también
era joven y fuerte, y tuvimos muy pocos fallecimientos en nuestros siete años de
historia. La sanidad divina simplemente no ocupaba un lugar elevado en ninguna de
nuestras listas de prioridades.
Yo ciertamente no necesitaba que Dios me hablara a través de alguno de esos
métodos subjetivos que Él usaba con la gente de la Biblia. Después de todo, yo ya
tenía la Biblia ahora, y era una de las pocas personas que tenía una teología
excepcionalmente buena. No, ni yo, ni mi círculo de amigos, estábamos buscando
“algo más” de Dios. Si yo tenía algún problema, éste era averiguar cómo dar más de
mí mismo a Dios.
Mi esposa tenía una forma diferente de ver las cosas. De hecho, si había alguna
razón humana por la cual yo debía haber recibido esa llamada telefónica, se la
3
atribuiría a las oraciones de mi esposa por mí. Leesa es una de esas personas raras
que viven la vida cristiana, en lugar de hablar de ella. Ella prefería pasar una hora
orando por ti, que dos minutos reprendiéndote por algún pecado obvio. A pesar de
que no lo decía en ese tiempo, ella pensaba que yo necesitaba algo más de Dios.
Durante el año que vivimos en Alemania (1984-85) se iba a caminar dos horas,
todas las tardes, por las colinas de la Selva Negra. Cuando yo le pregunté sobre sus
caminatas, me dijo que estaba orando. Nunca le pregunté por qué estaba orando y
ella nunca me dijo, pero estaba orando por mí. Al paso de los años ella había
observado que mi pasión por Dios se estaba secando lentamente, como las reservas
de agua del sur de California durante una sequía. Yo no estaba consciente de estar
perdiendo ninguna pasión por Dios. Pensé que yo solamente había crecido. Pero ella
estaba preocupada porque yo me había vuelto complaciente y satisfecho de mí
mismo. Y ella consideró mi actitud como enemiga del llamado de Dios sobre nuestras
vidas. Humanamente hablando, siempre profesaré que fueron las oraciones de Leesa
las que hicieron que Dios inspirara a un hombre en el otro lado del país para que
tomara el teléfono y marcara mi número.
A finales del otoño de 1985, los líderes de mi iglesia decidieron que tendríamos
una conferencia Bíblica de primavera. Al terminar una reunión con ellos cuando el
director de este grupo y yo íbamos caminando hacia nuestros carros, él me preguntó
a quién me gustaría invitar como conferencista. Sin titubear le dije que me gustaría
invitar al Dr. John White, el siquiatra británico y autor cristiano. Él había escrito unos
quince libros por ese tiempo, todos los cuales habíamos leído mi esposa y yo.
Él era mi autor popular favorito. Yo estaba absolutamente seguro que el haría
un papel magnífico como nuestro conferencista. Yo sabía, por sus escritos, que él
tenía la Palabra de Dios en alta estima, que era inteligente, que era inmensamente útil
en las áreas prácticas de la vida cristiana, y yo sentía que había encontrado en él
pistas de que también era dispensacionalista. (De hecho, resultó que en su trasfondo
estaban los Plymouth Brethren). Nosotros habíamos estado usando sus libros durante
años en nuestras clases de la Escuela Dominical. El director del grupo de líderes
estuvo de acuerdo inmediatamente con mi sugerencia.
Al día siguiente el director llamó a la casa editorial del Dr. White para preguntar
cómo podríamos interesarlo en que viniera a nuestra iglesia. El editor respondió que
muy probablemente el Dr. White no aceptaría nuestra invitación porque su agenda ya
estaba llena para los siguientes dieciocho meses. El editor dijo que la única forma de
interesar al Dr. White sería pedirle que hablara de un tópico sobre el que él estaba
escribiendo e investigando actualmente porque no le gustaba hablar de cosas de las
que ya había escrito antes. El editor nos dio algunas otras pistas para hacerle la
propuesta al Dr. White, pero no nos dio mucho ánimo. Nuestro director de líderes le
envió una invitación a través del editor, pero en poco tiempo recibimos una carta en
donde el Dr. White, de manera cortés, no aceptaba la invitación.
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Por alguna razón yo no estaba resuelto a rendirme. Le escribí al Dr. White una
carta personal pidiéndole que viniera. Pocos días después de que envié la carta, recibí
esa llamada telefónica que alteró completamente la dirección de mi vida y de mi
ministerio.
La llamada era del Dr. White. Me quedé impactado de que él llamara, y más
impactado de que hubiera llamado tan rápido después de recibir mi carta. Él dijo, “Hola
Jack, habla John White. Quiero darte las gracias por invitarme a ser el orador en su
Conferencia Bíblica de Primavera. Creo que podría hacer arreglos para ello. ¿De qué
temas te gustaría que hablara?”.
Equipado con la información del editor, le dije “Bueno no sé, ¿qué tal acerca de
algo que esté investigando o que esté escribiendo ahora?”
“Bueno, estoy trabajando en un libro sobre del Reino de Dios. ¿Qué le parece
ese tema?”
“¡Eso es maravilloso! Nosotros amamos el Reino de Dios por acá”. Y pensé,
Que bien, tendremos una conferencia sobre profecía. Hablaremos acerca de
diferentes puntos de vista referentes al milenio, o tal vez de diferentes conceptos
relativos al Reino y a los diferentes campos teológicos.
Entonces le dije “Usted y yo sabemos lo que es el Reino de Dios, pero tendré
que dar un reporte a los líderes acerca de las diferentes conferencias que piensa dar
sobre el Reino. Nos gustaría que diera cuatro conferencias durante el fin de semana.
¿De qué manera le gustaría dividirlas?”
“Cuando pienso en el Reino de Dios”, dijo, “Pienso principalmente sobre la
autoridad de Cristo. Si quieren que dé cuatro conferencias, creo que sería algo como
esto. La primera sería acerca de la autoridad de Cristo sobre la tentación.”
“Muy bien”, dije yo.
“La segunda sería acerca de la autoridad de Cristo sobre el pecado”.
“Muy bien.”
“La tercera sería acerca de la autoridad de Cristo sobre los demonios.”
Umm, pensé para mí mismo, ¿Demonios? Bueno, yo creo que debe haber
demonios en alguna parte. Ciertamente había muchos de ellos en el primer siglo. (¿A
dónde se habrán ido, por cierto?). Y estoy seguro de que si todavía hay demonios,
Cristo debe tener autoridad sobre de ellos. Esta iba a ser una conferencia interesante,
aun cuando no fuera a tener mucha relevancia práctica.
Yo dije “Bien… seguro… OK.”
“La cuarta conferencia sería acerca de la autoridad de Cristo sobre la
enfermedad.”
“¡Enfermedad!” Exclamé, tratando de contener la tensión en mi voz. Con
seguridad había escuchado mal.
“¿Usted no dijo enfermedad, verdad?”
“Sí así dije.”
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“¿Usted no está hablando acerca de sanidad verdad? Casi escupo la palabra
“sanidad”. Yo tenía bastante desdén por cualquier cosa que tuviera que ver con
sanidad.
“Bueno, sí, de eso estoy hablando.”
No podía creer lo que estaba escuchando. ¡Hasta hacía pocos momentos yo
estaba seguro de que el Dr. White era una persona cuerda, una persona bíblica, una
persona inteligente, y ahora estaba hablando sobre sanidad!
Él es un psiquiatra, razoné. Tal vez solo está usando la palabra “sanidad” para
referirse a algún tipo de psicoterapia. Así que le pregunté “¿Usted no está hablando
acerca de sanidad “física”, verdad?”
“Bueno, no me limitaría a la sanidad física”, contestó calmadamente, “pero sí
estoy incluyendo sanidad física”.
“¡Está bromeando! Seguramente usted sabe que Dios ya no sana y que todos
los dones milagrosos del Espíritu cesaron cuando murió el último de los apóstoles.
Seguramente usted sabe eso, ¿no?” Nunca había conocido una persona a quien
considerara inteligente que no supiera esas cosas.
En este punto el Dr. White no contestó.
Yo pensé, Bueno, tal vez está un poco débil en ésta área, después de todo, él
no es un teólogo entrenado, es un psiquiatra. Pensé que su silencio significaba que él
estaba esperando que yo le demostrara con la Biblia que esas cosas ya no existían.
Así que le dije “Sabemos que el don de sanidad ha cesado porque cuando
estudiamos el ministerio de sanidad de los apóstoles vemos que ellos sanaban
instantáneamente, completamente, e irreversiblemente, y que todos aquellos por
quienes que oraron fueron sanados. Ya no vemos este tipo de sanidades el día de
hoy en ninguno de los movimientos o grupos que dicen tener poderes de sanidad. En
cambio, lo que vemos en esos grupos son sanidades graduales, sanidades parciales,
sanidades que algunas veces se revierten, y mucha gente que no es sanada.
Sabemos, por lo tanto, que la clase de sanidad que ocurre el día de hoy no es la misma
clase de sanidad que ocurría en la Biblia.”
“¿Crees que todas las veces que los apóstoles oraron por alguien quedaron
registradas en las Escrituras?”, preguntó el Dr. White.
Pensé por un minuto y dije “Por supuesto que no. Solamente tenemos una
pequeña parte de su ministerio, y del ministerio de Jesucristo registrado en las páginas
del Nuevo Testamento.”
“Entonces ¿no podría haber un caso en el que hayan orado por alguien, que
no sanó, y que simplemente no haya sido registrado en las Escrituras?”
Tuve que conceder que él estaba en lo correcto, porque la Biblia no registra
todas las ocasiones en las que los apóstoles oraron por la gente. Puede haber habido
ocasiones cuando ellos oraron por personas, y ellas no fueron sanadas.
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Me di cuenta de que el Dr. White me había atrapado en un error de
interpretación. Había usado el argumento del silencio. Eso era algo sobre lo que yo
enseñaba cuidadosamente a mis alumnos para que no lo hicieran. Cuando surgía el
asunto de los dones del Espíritu un alumno podía decir “No tienes que hablar en
lenguas para ser espiritual, porque Jesucristo nunca habló en lenguas.” Y yo le
preguntaría “¿Cómo sabes que Jesucristo nunca habló en lenguas?” El estudiante
contestaría “Porque las Escrituras nunca dicen que Él habló en lenguas”.
Inmediatamente corregiría a ese alumno, recordándole que no se puede usar lo que
la Escritura no dice para probar su punto de vista. Por ejemplo, la Biblia no dice que
Pedro haya tenido hijos, pero eso no justifica que concluyas que Pedro no tuvo hijos
debido al silencio de la Biblia en ese asunto. Esto es lo que significa el argumento del
silencio.
Sin embargo, yo acababa de usar el argumento del silencio con el Dr. White y
me sentía avergonzado.
No obstante, yo todavía estaba bien seguro de estar en lo correcto. Aún tenía
otros cuatro argumentos bíblicos alineados y listos para ser usados, pero pensé que
debía ser más cuidadoso esta vez. No quería ser atrapado en otro error.
Mi próximo argumento iba a ser que al final de su vida, Pablo no pudo sanar a
Epafrodito (Fil 2:25-27), ni a Trófimo (2 Ti 4:20), ni a Timoteo de sus frecuentes
enfermedades (1 Ti 5:23). Pensé que esto demostraba que el don de sanidad había
dejado al apóstol Pablo, o que estaba en el proceso de dejarlo. Pero ahora pensé
“Qué diría yo a este argumento si estuviera en el lugar del Dr. White? Yo solo diría
que esos tres incidentes prueban que ¡no todos aquellos por quienes oraban los
apóstoles eran sanados! Eso me golpeó como una bala de una pistola magnum calibre
44. Mi segunda prueba, ¡no era en realidad ninguna prueba!
Conforme examiné rápidamente mis tres argumentos siguientes, los cuales
tenía listos para usar, encontré algo equivocado en cada uno de ellos. En la mayoría
de los debates teológicos yo tomaba el lado del oponente y examinaba muy
críticamente todos mis argumentos desde la perspectiva de mi adversario para
encontrar lagunas y puntos débiles. Pero mi creencia de que los dones milagrosos
habían cesado, nunca había sido desafiada anteriormente. Nunca había necesitado
examinar esos argumentos tan detenidamente, porque todos en mi círculo los
aceptaban como verdaderos.
Todavía estaba seguro que yo estaba en lo correcto, pero me irritaba encontrar
algo equivocado en cada uno de mis argumentos. Así que sólo le espeté al Dr. White
“Bien, ¿ha visto usted a alguien ser sanado?”
“Oh sí” contestó con una voz calmada y tranquila. Él no iba a discutir conmigo.
No deseaba convencerme de nada. De hecho, yo era el que estaba tratando de
convencerlo de que viniera a hablar a nuestra iglesia. Él solo dijo “Oh sí” y no ofreció
ningún ejemplo.
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Tomando la ofensiva nuevamente, le dije “Platíqueme de su más reciente
sanidad espectacular”.
“No estoy seguro de lo que quieres decir con espectacular, pero te platicaré
sobre dos sanidades recientes que me impresionaron.”
Él entonces me platicó de un niño en Malasia que estaba cubierto de eczema
de pies a cabeza. El eczema mostraba la carne viva en algunas partes y estaba
supurando. El niño sentía tanto malestar que había mantenido despiertos a sus padres
durante treinta y seis horas. El niño estaba tan inquieto y desesperado que tuvieron
que sujetarlo para poder orar por él.
Tan pronto como el Dr. White y su esposa Lorrie, impusieron sus manos sobre
el niño, éste cayó profundamente dormido. Unos 20 minutos después de la oración, la
supuración se detuvo, y el color rojo empezó a palidecer. Para la mañana siguiente la
piel del niño había recobrado su aspecto normal y estaba completamente sano. El Dr.
White me platicó una segunda historia espectacular acerca de un hueso que se fue
enderezando bajo sus manos mientras oraba por alguien con una deformidad.
Después de escuchar esas cosas, pensé, Sólo hay dos posibilidades. El Dr.
White me está diciendo la verdad, o me está mintiendo. Pero él no está engañado. Él
es un doctor en medicina. De hecho ha sido profesor asociado de psiquiatría durante
treinta años. Ha escrito acerca de las alucinaciones. Conoce la diferencia entre las
enfermedades orgánicas y las enfermedades psicosomáticas. No está engañado. O
me está diciendo la verdad, o intencionalmente me está engañando.
Pensé acerca de eso por un momento. ¿Qué puede él ganar engañándome a
mí? Él no era el que estaba pidiendo venir a mi iglesia. Yo le estaba pidiendo que
viniera. Además, todo en su forma de ser reflejaba al Espíritu del Señor Jesús. Yo
estaba convencido de que él me estaba diciendo la verdad. Yo estaba convencido de
que Dios había sanado a las dos personas de las que me habló. Pero yo también
seguía convencido de que Dios ya no estaba derramando los dones del Espíritu, y que
debía de haber alguna otra explicación para esas sanidades.
Así que dije, “Bien Dr. White, yo creo que lo que me está diciendo es verdad, y
me gustaría que viniera a mi iglesia y nos diera esas cuatro conferencias, incluso la
de sanidad.”
“Hay otra cosa más que tenemos que platicar Jack. Si voy a tu iglesia, no sólo
me gustaría hablar acerca de la sanidad, sino que también me gustaría orar por los
enfermos.”
“¡Orar por los enfermos! ¿Ahí mismo en la iglesia?” Yo estaba asombrado. Mi
mente se apresuró a buscar alternativas. “¿No podríamos sólo llevar un cojo o un
ciego a un cuarto separado, donde nadie se diera cuenta, y ahí orar por ellos?” Estaba
seguro de que si orábamos por algunos enfermos delante de toda la iglesia, éstos no
sanarían y eso destruiría la fe de todos.
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“Bueno, podemos afinar los detalles cuando yo vaya” respondió él, “pero no me
gustaría solo hablar de sanidad, sin orar por algunas personas enfermas, en la iglesia.”
Dijo esto muy suavemente, pero yo sabía que si no lo dejábamos orar por los enfermos
en nuestra iglesia, él no vendría.
Respiré profundamente y dije, “Bien, Dr. White, yo realmente quiero que venga
y dé esas cuatro conferencias, y puede incluso orar por los enfermos de mi iglesia,
pero esto no depende sólo de mí. Los otros pastores y líderes tienen que estar de
acuerdo antes de que podamos hacer la invitación oficial. No estoy seguro de cómo
van a responder a esta sugerencia.”
“Oh, yo entiendo Jack. Entiendo tus temores, y entiendo los temores de ellos.
Si después de esto, ustedes deciden retirar la invitación, no me sentiré ofendido.
Solamente lo tomaré como la voluntad del Señor.”
Nos despedimos, y me fui inmediatamente a una reunión de los líderes de la
iglesia.
Al inicio de la reunión les informé a los líderes y a los otros pastores que yo
tenía noticias buenas y noticias malas. Las noticias buenas eran que el Dr. White había
reconsiderado nuestra invitación para nuestra Conferencia Bíblica de Primavera y
había decidido aceptarla. Todos estuvieron felices con esas noticias. “¿Cuáles son las
malas noticias?” me preguntaron.
“Las malas noticias son que él quiere dar unas conferencias acerca de la
sanidad, y orar por los enfermos en la iglesia.”
“¡Estás bromeando!”
“Eso fue lo que yo le dije a él.”
Durante las dos horas siguientes hablamos y discutimos sobre la conveniencia
de que el Dr. White diera estas conferencias en nuestra iglesia. Al final de nuestra
discusión, cuando cada quién dio sus opiniones finales, uno de ellos dijo, “Esta
conferencia podría dividir nuestra iglesia”.
Mi última palabra sobre el asunto fue “Yo creo que debemos tener esta
conferencia aun cuando pudiera dividir nuestra iglesia. Véanlo de esta forma.
Empezamos esta iglesia con un puñado de gente. Si nuestra iglesia se divide, supongo
que podríamos empezar otra iglesia con solo un puñado de gente si eso fuera
necesario.” El resultado final fue que Dios usó esa insensibilidad arrogante de mi parte
para lograr sus propósitos en un buen número de nosotros.
La conversación con el Dr. White y la reunión posterior con los líderes
ocurrieron en enero de 1986. Decidimos unánimemente invitarlo y tener la conferencia
en abril, aun cuando estábamos seguros de que los dones milagrosos del Espíritu
Santo habían cesado.
Pasé una buena parte de tiempo, desde enero hasta abril, estudiando las
Escrituras para descubrir lo que decían sobre la sanidad y los dones del Espíritu. La
primera vez que había estudiado esos tópicos en las Escrituras, no los había estudiado
9
con la mente abierta. Hombres brillantes y piadosos me habían dicho que las
Escrituras nos enseñaban que los dones del Espíritu habían dejado de existir con la
muerte del último apóstol, y que el día de hoy Dios solamente hablaba a través de su
Palabra escrita. Ellos no me dijeron, específicamente, que Dios ya no sanaba, pero
me llevaron a creer que la sanidad era algo raro, y que en nuestros días no era una
parte significativa del ministerio de la iglesia. Cuando yo estudié las Escrituras, por lo
tanto, no era realmente para descubrir lo que enseñaban sobre los dones del Espíritu,
o lo que enseñaban sobre la sanidad, sino más bien para reunir más razones por las
cuales Dios ya no estaba haciendo esas cosas el día de hoy. Pero de enero hasta
abril de 1986 investigué todos mis argumentos cesacionistas a la luz de las
enseñanzas de las Escrituras. Esta vez traté de ser lo más objetivo posible.
Para cuando llegó el tiempo de nuestra conferencia en abril, un cambio radical
había ocurrido en mi pensamiento. Mi estudio de las Escrituras me convenció de que
Dios sanaría, y que la sanidad debería ser una parte significativa del ministerio de la
iglesia. También me convencí de que la Biblia no enseña que los dones del Espíritu
han cesado. Ninguno de los argumentos cesacionistas me seguían pareciendo
convincentes. Aunque no sabía si los dones del Espíritu eran para el día de hoy,
estaba seguro de que no se podían usar las Escrituras para demostrar que ya habían
cesado. También había empezado a creer que Dios nos podía hablar aparte de las
Escrituras, aunque nunca en contradicción con éstas.
Esos fueron unos cambios formidables en mi entendimiento. Pero mi manera
de pensar no había cambiado porque hubiera visto un milagro o escuchado a Dios
hablarme de alguna forma sobrenatural. No había tenido tales experiencias. No tuve
sueños, visiones, trances, o alguna otra cosa a la que pudiera identificar como
sobrenatural, más allá de mi experiencia de conversión. Este cambio en mi
pensamiento no fue el resultado de una experiencia con ninguna clase de fenómenos
sobrenaturales. Fue el resultado de un estudio intenso y paciente de las Escrituras.
Casi en contra de mi deseo, yo creía ahora que Dios estaba sanando y
hablando el día de hoy. Todavía tenía una repulsión significativa hacia el don de
lenguas. Aun si ese don era para el día de hoy, ¡yo no quería tener ninguna parte de
él! Y yo no quería ninguna parte de lo que yo creía que eran abusos comunes en los
movimientos carismáticos o pentecostales.
Así que me encontré creyendo una cosa con mi mente, pero con mi corazón no
estaba seguro si quería esas cosas en mi vida o en la vida de mi iglesia. Yo supe, sin
embargo, que si las Escrituras enseñaron que el sanar y el hablar de Dios deberían
ser significativos en la vida de la iglesia, nosotros teníamos que buscarlos aun cuando
no los deseáramos. Esas fueron las conclusiones que yo había alcanzado cuando el
mes de abril llegó y nuestra conferencia estaba por comenzar.
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Capítulo 2: Sorprendido por el Espíritu Santo. (Inglés 25-32)
(Traducción y correcciones por RN / TL / HC)
En abril, mientras manejaba hacia el aeropuerto para recoger al Dr. White me
sentía inquieto y lleno de anticipación. Los meses de estudio de las Escrituras me
habían dado una nueva apertura hacia el poder de Dios, y sentí que estaba a punto
de embarcarme en una nueva etapa de mi vida cristiana.
Debido a una información equivocada acerca del horario de vuelo del Dr. White,
me tarde casi una hora y media en encontrarlo. Finalmente lo vi parado en la acera
enfrente de una de las terminales.
Después de un viaje corto en el que disfrutamos de una plática agradable,
llegamos a la iglesia. El templo estaba completamente lleno. Yo me sentí satisfecho
de la gran concurrencia pero también sentía un poco de miedo. Sabía que la gente
respondería bien a la mayoría de las conferencias del Dr. White, pero me preocupaban
la inminente conferencia y la “demostración” de sanidad.
Las tres primeras sesiones transcurrieron tal como yo esperaba. Pero el sábado
en la tarde, el Dr. White dio la última conferencia, la cual trataba acerca de la autoridad
de Jesucristo sobre la enfermedad. Había aproximadamente unas trescientas
personas en la audiencia ese día. Después de un tiempo asignado para preguntas al
final de la conferencia, él invitó a las personas a pasar al frente de la iglesia para orar
por necesidades espirituales o físicas.
Yo pensé que solo una o dos personas iban a responder. En lugar de eso,
aproximadamente una tercera parte de las personas que estaban en el recinto,
literalmente corrieron hacia el frente de la iglesia. Algunos de los líderes y de los
pastores pasaron adelante para ayudar al Dr. White a orar por esas personas.
No podía creer lo que estaba viendo. Personas que yo conocía bien, y que
parecían tener sus vidas bajo control, estaban de rodillas llorando y pidiendo oración.
Recuerdo a una mujer muy rica confesando que ella no se sentía amada por nadie
excepto por su esposo. Ella pidió oración para que el Señor quitara las barreras que
sentía a su alrededor. Puedo ver a otro hombre muy fuerte de rodillas confesando
cómo lo devoraban los celos por causa del éxito de algunos de sus amigos y por la
falta de éxito propio. Parecía como si toda la gente alrededor de mí estaba sufriendo.
Yo sentía desconcierto y algo de aversión.
Mi primera reacción fue etiquetar esto como emocionalismo. Pero
emocionalismo significa que alguien ha sacudido nuestras emociones a través de
alguna forma de manipulación. En este caso, acabábamos de escuchar una
conferencia nada emocional sobre sanidad, seguida de una sesión de preguntas y
respuestas algo áspera en donde algunos de mis amigos dijeron cosas bastante
desagradables al Dr. White (quien por cierto, nunca perdió la calma ni dio una
respuesta impaciente). Y entonces, al terminar el tiempo de preguntas y respuestas,
el Dr. White hizo una invitación muy sencilla, sin música y sin frases emotivas,
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dirigiéndose a cualquiera que deseara oración. ¿Cómo iba yo explicar las lágrimas,
las confesiones, y la casi abrumadora honestidad de lo que estaba sucediendo?
Si en ese tiempo yo hubiera sido un mejor estudiante de la historia de los
avivamientos, hubiera entendido que esta situación había sucedido en numerosas
ocasiones durante los periodos de avivamiento, cuando el Espíritu Santo había caído
sobre una iglesia o una ciudad. Yo no lo sabía, ¡pero el Espíritu Santo acababa de
caer en mi iglesia! Fue como si Dios mismo hubiera quitado el corcho de la botella, y
le hubiera dado permiso a la gente, de expresar todo el dolor que había estado
encerrado dentro de ellos durante mucho tiempo. La honestidad y la valentía que
necesitaron para confesar sus pecados y su dolor eran realmente una indicación de
la presencia del Espíritu entre nosotros ese día.
Yo no estaba seguro de qué tanto me gustaba todo esto, pero lo peor estaba
todavía por venir.
Una señora muy elocuente e inteligente a quien yo había conocido durante
mucho tiempo se acercó a mí cuando yo estaba en la parte del frente de la iglesia.
Ella nos pidió a mí y a otro líder que oráramos por ella. Esta mujer estaba muy bien
educada, no era nada carismática, y venía del mismo trasfondo religioso que yo. Ella
tenía un gran corazón para Dios, pasaba largas horas en oración, y era una excelente
maestra de la Biblia. Sin embargo, durante muchos años había sufrido de temores y
depresión.
La raíz de su problema era un fuerte deseo por la aprobación de los demás.
Casi podía llamarse una “lujuria por la aprobación del hombre”.
No era que tuviera lujuria por los hombres, sino que su deseo por la aprobación
de la gente estaba realmente controlando su vida.
“¿Oraría por mí?” preguntó ella.
El otro líder y yo empezamos a orar por ella, y no pasó absolutamente nada.
Nosotros lo supimos, y ella lo supo. Nos dio las gracias y se alejó. Yo me volví para
orar por otras cuantas personas con alrededor de la misma cantidad de éxito.
Unos minutos después, me di cuenta de que se había formado en la línea para
hablar con el Dr. White. Me acerqué cuando empezó a contarle su historia al Dr. White.
Puesto que yo no parecía tener mucho éxito orando por la gente, pensé que debería
escuchar al Dr. White orar por ella, para ver si podía aprender algo.
“O.K., oremos por usted entonces” le dijo a mi amiga.
Cuando ella inclinó su cabeza parecía más como si agachara su cabeza por la
vergüenza. La desesperación parecía rodearla alimentando su dolor. Como un padre
amoroso, el Dr. White puso su mano debajo de su barbilla y levantó su cabeza. “Mira”,
le dijo, “tú ya no tienes que hacer eso. Tú eres una hija del Rey.”
Yo estaba fascinado con esto. Pensé “Ese es un buen enfoque. Tengo que
recordar esa frase “Mira, tú eres una hija del Rey”.” En este punto yo seguía
12
asumiendo que la técnica y las fórmulas eran la clave para la sanidad.
Misericordiosamente, yo iba a ser liberado de esas suposiciones muy pronto.
Entonces él puso su mano ligeramente sobre el hombro de ella y dijo, “Señor,
yo traigo ahora a tu sierva Linda (no es su verdadero nombre) a tu presencia en el
nombre de Jesucristo. Ella no siente el afecto del Señor Jesucristo por ella. Permite
que sienta en su corazón cuánto la ama el Señor Jesús y cuánto se agrada de ella”.
Cuando yo escuché al Dr. White decir esto pensé “Por supuesto, es por eso
que ella ha buscado la aprobación de otros. Ella no siente en su corazón el amor de
Jesús. Si realmente se sintiera amada por Dios, la aprobación de otros no sería tan
importante para ella.”
Después, el Dr. White oró, “Y Señor, si hubiera cualquier oscuridad aquí
manipulando su dolor, yo oro que tú hagas que se vaya ahora”.
Cuando él dijo estas palabras, la cabeza de Linda empezó a subir y a bajar, y
empezó a gemir. Ella no podía dejar de mover su cabeza ni de gemir. ¡Yo nunca antes
había visto algo como eso! Era como si hubiera una fuerza física en esos sonidos.
Cuando la miré, era como si hubiera perdido el conocimiento, o al menos el control de
su cuerpo. Sentí una presencia atormentadora alrededor de ella.
Casi todos en el auditorio estaban sorprendidos por lo que estaba pasando. Yo
nunca había visto un demonio antes, pero estaba convencido de que estaba viendo el
trabajo de uno en ese mismo momento.
“En el nombre de Jesucristo, te ordeno que estés quieto ahora” dijo
simplemente el Dr. White.
Y cuando él dijo eso, todo se detuvo inmediatamente. Él no iba a permitir que
ella fuera humillada por un espíritu malo delante de toda esa gente. Más tarde se
oraron por mi amiga en privado y se encargaron del espíritu malo echándole fuera. El
día de hoy Linda ministra muy poderosamente en la enseñanza y en la oración de
sanidad.
Cuando observé lo que le pasaba a ella, ¿por qué estaba tan seguro de que se
debía a un espíritu malo? Porque esta mujer nunca habría actuado en público de esa
manera, ni haría algo tan vergonzoso. Ella no tenía un trasfondo carismático. No
existía ninguna posibilidad de que esto fuera comportamiento aprendido. Más tarde
me platicó que una fuerza había “subido” y la había agarrado, y que ella se sintió
impotente para detenerla. Solamente el nombre del Señor Jesús la puso bajo control.
Mientras yo observaba cómo era atormentada, pensé en todos los años
desperdiciados en los que ella había estado recibiendo consejería cristiana sin haber
tenido ninguna mejoría significativa. Había seguido las direcciones espirituales de sus
pastores y algunas veces hasta había sido juzgada por ellos. Aun cuando había orado
y leído la Biblia fielmente, no había mostrado una gran mejoría, por la simple razón de
que había un poder demoníaco detrás de una gran parte de su depresión y miedo.
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Sentí que las lágrimas me corrían por las mejillas al darme cuenta del daño que
podemos causar en los hijos de Dios los pastores arrogantes como yo. Algunas veces
estamos muy seguros de que conocemos las causas del dolor o la depresión de una
persona. Si ellos simplemente siguieran nuestras pequeñas recetas espirituales,
mejorarían. Y cuando ellos tratan de seguir nuestro consejo y no mejoran, nos
enojamos con ellos. Pensé en todos los malos consejos que le había dado a esta
querida señora, y en todos los años de consejería pastoral y profesional que ella había
soportado. Me di cuenta de lo insensatos que habíamos sido los pastores y
consejeros. Tú no “aconsejas” a los demonios para que salgan de la gente. Ni los
demonios salen cuando una persona sigue tu consejo y se vuelve más disciplinada.
Los demonios solamente salen por el poder de la sangre de Jesucristo. Hasta que
vino John White, ninguno de los pastores o consejeros de Linda habíamos tenido el
discernimiento para entender cuál era la raíz de sus aflicciones, de manera que Linda
“había sufrido mucho en las manos de sus médicos”.
En ese mismo momento, fue la primera vez en la que puedo estar seguro, que
el Señor me habló. Escuché estas palabras, no audiblemente, tan claramente como si
fueran palabras audibles: “Eres un engañador y un manipulador, y solo estás jugando
a la iglesia”.
El sólo ver esas palabas impresas hace que suenen muy duras, pero no fueron
duras en ese día. Lo que escuché no fue una condenación, sino una invitación. De
alguna manera supe que me encontraba en una encrucijada de mi vida, y que la forma
en que respondiera a esa voz, fijaría una dirección completamente nueva para mi vida.
Me estaría acercando a Dios, o me estaría alejando de él. Yo simplemente dije “Sí
Señor”.
Ese “Sí”, escueto, fue lo que reinició mi aprendizaje de lo que significa llegar a
ser como un niño en el reino de Dios. No solamente tenemos que ser como niños
pequeños para entrar en el reino de los cielos (Mt 18:3) sino que debemos continuar
siendo humildes como un niño pequeño si queremos crecer en el reino (Mt 18:4).
Cuando dije “Si” estaba manifestando estar de acuerdo con la evaluación que hizo
Dios de mi carácter y ministerio. Acababa de cruzar el umbral de un arrepentimiento,
el cual llegaría a ser tan profundo, que eventualmente rompería las cadenas de
algunos de mis prejuicios más arrogantes acerca de la vida y el ministerio cristianos.
Sin embargo, yo no sentí que se estuvieran cayendo ningunas cadenas pesadas en
ese momento. En cambio, me sentí como un niño pequeño cuyo Padre estaba a punto
de mostrarle un mejor camino.
La mañana siguiente era domingo. Desperté en un estado de conmoción.
¡Nuestra iglesia había sido visitada por un demonio! Yo me preguntaba qué efecto
tendría eso en la asistencia del domingo. Pero más que eso, me preguntaba qué clase
de luchas y divisiones podrían surgir debido a eso. Entre más me lo pensaba más
miedo sentía arrastrándose sobre mí. No estaba tan seguro de querer este nuevo
14
ministerio de orar por los enfermos en nuestra iglesia, si eso significaba que la gente
se iba a volver emocional y los demonios se iban a manifestar.
Y entonces hice algo que se supone que un teólogo entrenado nunca debe
hacer. Me senté en el sofá, abrí la Biblia al azar, y empecé a leer. Yo sabía que eso
no debe hacerse. Yo había hecho bromas sobre la gente que espera que Dios le hable
con un pasaje seleccionado al azar, como en una especie de “ruleta bíblica”. Debería
haber tomado una concordancia y buscar todos los pasajes sobre el temor, pero no lo
hice. Solo abrí la Biblia y le pedí a Dios que me hablara.
El pasaje en donde la abrí era el capítulo ocho de Lucas, y mis ojos se fijaron
inmediatamente en el verso veintiséis. Ese pasaje, por supuesto, es la historia del
endemoniado gadareno. Leí completa la maravillosa historia de cómo Jesús echó
fuera de un hombre una legión de demonios y cómo este hombre recuperó el juicio.
En ese momento llegué al verso treinta y siete: “Entonces toda la gente de la región
le pidió a Jesús que se fuera, porque ellos se habían llenado de miedo. Así que se
subió a la barca y se fue”. Yo estaba a punto de hacer lo mismo que habían hecho los
gadarenos.
En su gran misericordia el Señor Jesucristo había visitado nuestra iglesia. Él
había enviado al Espíritu Santo para motivarnos a la confesión y para revelar el poder
oculto de demonios para fortalecernos y sanarnos. Y ahora yo estaba a punto de
pedirle que se fuera porque yo tenía miedo de cómo responderían algunas personas.
Me arrepentí inmediatamente y le pedí al Señor que me perdonara. Le dije que en
cualquier momento que él quisiera tratar con un demonio en nuestra iglesia, podía
hacerlo.
Cuando terminó la conferencia, todos los líderes y pastores estuvieron de
acuerdo en que deberíamos empezar a orar por los enfermos en nuestra iglesia. Al
final de nuestros servicios simplemente invitábamos a pasar al frente a quienes
quisieran recibir a Cristo como su Salvador, o a quienes desearan oración por
necesidades espirituales, físicas, o financieras. No teníamos intenciones de volvernos
carismáticos. Simplemente queríamos cumplir el mandamiento bíblico de Santiago
5:14-16:
¿Hay entre ustedes algún enfermo? Que se llame a los ancianos de la
iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La
oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso
ha pecado, sus pecados le serán perdonados. Confiesen sus pecados unos a
otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es
muy poderosa y efectiva.
Nosotros informamos a nuestra iglesia que de ahí en adelante estaríamos
aplicando este pasaje en nuestros servicios y también en nuestras sesiones de
consejería privada. De ahí en adelante, los líderes y los pastores de la iglesia, estarían
dispuestos a visitar a las personas en sus hogares cuando se les llamara y orarían por
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los enfermos en sus casas. Por supuesto, siempre habíamos estado dispuestos a
hacer esto, pero ahora nosotros animábamos a la gente a obedecer este texto.
También les informamos que cuando vinieran para consejería, nos gustaría no solo
aconsejarlos, sino también imponerles las manos y orar por ellos de acuerdo al modelo
del Nuevo Testamento.
Poco después de que empezamos a orar por la gente en público en nuestros
servicios, una señora de nuestra iglesia llamada Ruth Gay me llamó. Ella me dijo que
tenía un aneurisma, y que el miércoles acudiría al hospital para que le practicaran un
segundo angiograma. (Un aneurisma es una inflamación de un vaso sanguíneo de
manera que las paredes del vaso se estiran y adelgazan. El peligro es que las paredes
del vaso sanguíneo se pueden reventar, resultando en la muerte de la persona.) El
jueves la iban a operar para reparar el aneurisma. Nos preguntó si podríamos ir a su
casa el lunes en la noche para orar por ella. El lunes en la noche, Leesa, Joyce
Smeltzer (la esposa de John Smeltzer, uno de nuestros pastores), y yo fuimos a la
casa de Ruth para orar por ella. Ruth estaba viviendo sola y estaba distanciada del
resto de su familia. Se sentía sola, deprimida, y asustada por su próxima cirugía.
Cuando nosotros tres entramos a su casa el lunes por la noche, podíamos
realmente sentir la oscuridad que la rodeaba. Platicamos un rato con ella, le
impusimos las manos en la cabeza, y le pedimos al Señor que le quitara el aneurisma.
Oramos con mucha calma, pidiéndole al Señor específicamente que sanara
sobrenaturalmente su aneurisma. No reprendimos ningún demonio, ni gritamos, ni
propiciamos ninguna excitación religiosa. No oramos para que el Señor guiara las
manos del médico. Le pedimos al Señor que usara sus propias manos para tocar este
vaso sanguíneo y quitar el aneurisma.
Ninguno de nosotros escuchó al Señor hablar directamente esa noche, ni vimos
ninguna señal o manifestación sobrenatural. Cuando salimos de la casa, sin embargo,
todos tuvimos la sensación de que el Señor había sanado a Ruth. No le dijimos eso a
ella, pero pensamos que habíamos sentido la presencia del Señor allí. El miércoles
en la mañana recibí una llamada de Ruth. Acababa de llegar de su segundo
angiograma. Su voz era tan débil, que difícilmente podía oírla. Ella dijo, “Jack, ¡he sido
sanada!”
“¿Qué?”
“¡He sido sanada!”
“¡Estas bromeando!”
“No, es verdad. El aneurisma se fue.”
“¿Qué dijo tu médico?”
“Él dijo que yo había sido sanada. Una enfermera entró esta mañana y me dijo
que era un milagro”.
“¿Le preguntaste al médico como podía explicarlo?”
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“Él no puede explicarlo. Me dijo que los aneurismas nunca desaparecen.
Tienen que ser corregidos con cirugía. Yo le pregunté si había visto esto
anteriormente, y él dijo “Nunca”. Me dijo “Yo no tengo ninguna explicación para ello,
usted ha sido sanada”.
Esta fue la primera sanidad documentada médicamente que sucedió en nuestra
iglesia. Dios había mostrado gran misericordia a una de sus hijas que estaba sola,
deprimida y asustada. Nosotros continuamos orando por los enfermos en nuestra
iglesia, y vimos otras sanidades, algunas físicas y otras emocionales. También vimos
algunas manifestaciones de demonios, pero no en servicios públicos.
Durante esta nueva aventura con el Señor, yo había sido sorprendido primero
por las Escrituras, y entonces, había sido sorprendido por el Espíritu. Pero esto era
solamente el principio.
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Capítulo 3: Señales y Prodigios. (33-41 en Inglés)
(Traducción y correcciones por RN / TL / HC)
Cuando hice contacto con el Dr White la primera vez, no sabía que durante los
siete meses anteriores él había estado viviendo en Anaheim, California, atendiendo la
iglesia de John Wimber. John Wimber es el pastor de la Iglesia Compañerismo
Cristiano Vineyard, en Anaheim y es el líder del “movimiento Vineyard”. Después de
mi conversación inicial con el Dr White, él me platicó todo esto.
Eso no significó nada para mí en ese tiempo porque yo nunca había escuchado
de John Wimber ni de Vineyard. Durante varios años no había estado leyendo ninguna
de las revistas cristianas populares, y todas habían hecho reportes sobre Wimber y
Vineyard, ni había nadie hablado de él en mi presencia.
El Dr White me platicó sobre Wimber, y parecía que tenía una opinión muy
positiva de él. Me dijo que si alguna vez tenía la oportunidad, tratara de conocerlo y
platicar con él sobre la sanidad. El Dr White dijo que él pudo verificar un buen número
de sanidades significativas que habían ocurrido en el ministerio de Wimber. Después
que el Dr White se fue de nuestra iglesia. Escuché que Wimber vendría a Fort Worth
dentro de dos semanas. Él iba a predicar en la iglesia bautista Lake Country en el lado
poniente de Fort Worth.
Decidí ir a escucharlo un jueves en la noche, pero no me sentía cómodo de
visitar una iglesia bautista que se había involucrado en este nuevo movimiento
llamado “La Tercera Ola”. Algunos de mis amigos también me habían advertido acerca
de John Wimber. Habían escuchado que algunas cosas muy raras pasaban en sus
reuniones. Solo para estar en el lado seguro, me acompañé de diez personas de mi
iglesia. De esa forma, si las cosas realmente se ponían muy raras, yo tendría algunos
testigos que podrían confirmar que yo solo había ido a evaluar, no ha participar.
Llegamos tarde y nos sentamos en la última fila, justo cerca de la puerta (solo
para estar seguros). La gente ya había empezado la adoración. Estaban cantando, y
algunos de ellos estaban levantando sus manos, pero nada extraño estaba pasando.
Después de unos treinta minutos de cantos, el pastor, Jim Hylton, un predicador bien
respetado y buscado entre los Bautistas del Sur, presentó a Wimber. Wimber anunció
que iba a hablar del reino de Dios. Yo me dije a mi mismo, “Y yo voy a escuchar cada
palabra que digas y evaluarla con las Escrituras”.
Después de veinte minutos de su mensaje, yo me encontré estando de acuerdo
con todo lo que dijo sobre el reino. De hecho, yo podía haber dado la misma
conferencia en uno de mis salones de clase del seminario, y nadie hubiera levantado
una ceja. Lo que es más, me encontré a mí mismo sintiendo agrado genuino por este
hombre. Lo que estaba diciendo era verdad, y lo estaba diciendo de una forma muy
amena. Él también era muy honesto acerca de sus propios defectos. Parecía que
había muy poca presunción en él. Después de una hora, terminó su conferencia y
anunció que era “tiempo de clínica”.
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Yo pensé “¿Tiempo de clínica? Oh, aquí es donde se pone raro el asunto”.
Wimber anunció que iba a pedirle a Dios que le mostrara que quería hacer el Espíritu
Santo en el resto de la reunión.
“Justo ahora no tengo idea que dirección se supone que debemos de seguir,
pero yo creo que el Señor nos mostrará que quiere hacer esta noche. Yo le voy a pedir
al Espíritu Santo que venga ahora”, dijo.
“¿Pedirle al Espíritu Santo que venga? ¿En dónde está esa oración en la
Biblia?” yo me pregunté.
Me molestó cuando Wimber anunció que iba a usar una oración que no estaba
en la Biblia. No me molestaba cuando yo usaba oraciones que no estaban en la Biblia.
Pero de alguna manera me pareció que estaba mal que Wimber lo hiciera. Tal vez yo
sentí que él no tenía nada que hablar con el Espíritu Santo. Él debía estar hablando
al Padre, a través de Jesús, por el Espíritu Santo. Cuando menos esa es la fórmula
que algunas personas creen que es la única forma bíblica de orar.
O tal vez yo me pregunté cómo podía él pedirle a un Espíritu omnipresente “que
viniera”. Sin embargo los que escribieron los Salmos regularmente le pedían al Señor
“que viniera”. Yo realmente no sé por qué; fue solo que me molestó. O tal vez Alguien
estaba molestándome, ¡un pensamiento aterrador! Traté de descartar esa idea
diciéndome a mí mismo que el Espíritu Santo era un caballero que no anda echándole
miedo a los hijos del Padre, especialmente a los que tienen una teología intachable.
Yo todavía estaba molesto.
Aparentemente otros estaban molestos con esa pequeña y simple oración “ven
Espíritu Santo”, porque aún John Wimber sintió una inquietud general en la audiencia.
Él interrumpió su “tiempo de clínica” para amonestar a la audiencia
“Escuchen, le voy a pedir al Espíritu Santo que venga. Ustedes no tienen que
tener miedo de los demonios o del diablo ahora. Cuando tú le pides a tu Padre
Celestial el Espíritu Santo, él no te da serpientes y escorpiones”.
Todo el mundo pareció calmarse y sentirse seguro con esas palabras.
Entonces Wimber agregó “Los únicos demonios que se van a manifestar son
los que ustedes trajeron con ustedes”.
Con ese pequeño chiste todo el mundo pareció molesto otra vez, incluso los de
teología intachable.
Él finalmente le pidió al Espíritu Santo que viniera, y entonces se quedó callado.
También la audiencia.
Después de un minuto entero, él miró hacia arriba y dijo “OK yo pienso que sé
lo que el Señor quiere hacer esta noche. Él me ha dado algunas palabras de
conocimiento para sanidad”.
Presuntamente eso significaba que Dios le estaba comunicando a Wimber que
él sanaría a cierta gente en la audiencia esa noche. Yo nunca había estado en un
servicio como ese, y yo no supe que hacer con eso.
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Wimber dijo que Dios quería sanar gente con dolor de espalda. Un poco de
gente pasó al frente de la iglesia para que equipos de miembros de la iglesia oraran
por ellos en lugar de Wimber mismo. Después de unos pocos minutos él dijo, “Hay
una mujer aquí que tiene un dolor de espalda severo, pero que todavía no ha pasado
al frente. Ven al frente, yo pienso que el Señor te va a sanar ahora mismo”.
Cuando yo escuché esas palabras yo pensé “Eso es increíble”. Para entonces
mi estudio de las Escrituras me había llevado a creer que Dios nos hablaría con el fin
de darnos advertencias, guía, y direcciones, pero nunca había visto a nadie, fuera de
la Escritura, que recibiera algo tan específico de Dios.
Yo sé, ahora, que Wimber estaba meramente ilustrando 1ª Corintios 14:24-26:
“Pero si todos ustedes profetizan, y entra algún incrédulo o alguien que
sepa poco de la fe cristiana, esa persona podrá ser reprendida y juzgada
por todos ustedes; así los secretos de su corazón quedarán al
descubierto, y esa persona se postrará ante Dios y lo adorará, y
reconocerá que Dios está realmente entre ustedes. Por lo tanto,
hermanos, cuando ustedes se reúnan, tal vez cada uno tenga un salmo,
una enseñanza, una revelación, un mensaje en lengua extraña, o una
interpretación; pero todo deben hacerlo para la edificación.”
Dios le había dado a Wimber una revelación acerca de alguien en la audiencia
que Él quería sanar, de modo que no solo esa persona fuera tocada, pero el cuerpo
completo fuera edificado. Yo pensé, “Esto es increíble, Esto es justo como Pablo dijo
que la iglesia se suponía que fuera”.
Pero nadie pasó al frente.
Yo pensé “Pobre Wimber, él lo estaba haciendo tan bien cuando estaba
hablando acerca del reino. Si él no hubiera intentado este asunto de la clínica, esta
reunión hubiera sido un éxito esta noche.” Yo me sentí avergonzado por él y también
decepcionado.
Wimber no parecía compartir ni mi vergüenza, ni mi decepción. Él anunció un
segundo hecho acerca de esta mujer. Él dijo “Usted fue al doctor hace varios días,
usted ha tenido este dolor por años. Por favor pase al frente.”
Esto era una de las cosas más increíbles que yo jamás había escuchado. Era
como una de las narraciones proféticas del Antiguo Testamento.
Ninguna mujer se paró y pasó al frente. Ahora la tensión estaba creciendo
significativamente en la sala.
Wimber pareció estar orando por unos pocos segundos. Entonces él miró hacia
arriba a la audiencia y dijo “Su nombre es Margaret”.
Entonces, con una sonrisa de abuelo, él agregó “Ahora Margaret, párate y ven
para acá ahora mismo”. Como a la mitad del pasillo, en la sección del centro, al lado
del pasillo, Margaret se paró y empezó a caminar tímidamente hacia el frente.
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Yo pensé que esto era la cosa más sorprendente que yo había visto. Esto era
justo como el apóstol Pablo dijo que pasaría. Había asombro y convicción en la sala.
Pero antes de que Margaret llegara al frente de la iglesia, una onda de escepticismo
y de disgusto vino sobre mí. Me dije a mí mismo “¿Y si él le pagó a ella para que
hiciera esto. Y si ella es Margaret la noche del jueves aquí en Fort Worth, Texas, y
entonces el sábado en la noche en alguna otra ciudad ella es Mabel Smith, caminando
hacia el frente de la iglesia llevando un sobre con dos tumores malignos que ella echó
fuera tosiendo?” Y yo me dije a mí mismo “Yo no creo que esto es cierto”.
Aproximadamente al mismo tiempo que yo empecé a dudar de este proceso
completo, el hombre sentado al lado mío, a quien yo había conocido durante quince
años, y que estaba en mi iglesia, exclamó “¡Esa es Margaret mi cuñada!”
La cuñada de Mike Pinkston, Margaret Pinkston, pasó al frente de la iglesia esa
noche después de haber sido llamada específicamente por John Wimber. Y cuando
varios adultos oraron por ella, ella fue sanada de una condición que había tenido por
años. Yo conocía a esa familia, y yo sabía que no había nada falso acerca de esa
sanidad. Esto realmente fue una ilustración gráfica de la vida de la iglesia del Nuevo
Testamento como fue revelado por el apóstol Pablo en 1ª Corintios 14.
¡Nunca vas a adivinar quién fue el primero en la línea para hablar con John
Wimber después de que terminó la reunión!. Leesa y yo tuvimos varias preguntas que
queríamos hacerle acerca de los eventos de esa noche, acerca de la sanidad y acerca
de las revelaciones de Dios. John fue tan bondadoso con nosotros, contestando
nuestras preguntas pacientemente e incluso dándonos algunas instrucciones ahí
mismo al observarlo a él y a otros orar por la gente esa noche. Yo tuve un conocimiento
bíblico teórico con respecto a la sanidad y al ministerio de revelación del Espíritu
Santo, pero Wimber tenía el conocimiento práctico y la experiencia de como esas
cosas realmente funcionan.
Fue una noche fascinante, una noche que yo nunca olvidaré. Fue la noche
cuando nuestra amistad con John y Carol Wimber empezó, una amistad que
eventualmente conduciría a trabajar juntos por cuatro años.
Durante el resto de 1986 y 1987, John Wimber y yo llegamos a ser amigos
cercanos. Leesa y yo fuimos a varias conferencias Vineyard durante ese tiempo.
Nosotros continuamos aprendiendo más acerca de la sanidad y el ministerio del día
de hoy del Espíritu Santo, tanto en las Escrituras como en la experiencia práctica. Mi
amistad con Wimber y mi creciente interés en el ministerio sobrenatural del Espíritu
Santo, eventualmente me llevaron a renunciar a mi iglesia y resultó en mi despido de
mi puesto de enseñanza en el Seminario de Dallas. Antes de dejar el Seminario de
Dallas, sin embargo, yo conocí otro hombre que también sería usado por Dios para
alterar el curso de mi vida. Su nombre es Paul Cain.
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En el otoño de 1987, durante mi último semestre en el Seminario Dallas, yo
había ayudado a George Mallone a empezar la iglesia Grace Vineyard en Arlington,
Texas. En septiembre cuando George y yo estábamos en Kansas City en una
conferencia, Mike Bickle pastor de la iglesia entonces llamada Kansas City Fellowship
(una iglesia grande de unas tres mil personas) nos había platicado del ministerio de
Paul Cain. Cuando era joven, a fines de los años 1940s e inicios de los años 1950s él
había jugado un papel importante en el avivamiento de sanidad de ese tiempo. Mike
nos platicó de muchas historias fascinantes acerca de incidentes sobrenaturales que
habían acompañado su nacimiento, su vida, y muchos milagros con calidad del Nuevo
Testamento que habían ocurrido en su ministerio.
En 1958 él se había disgustado tanto con la corrupción y los abusos que se
habían hecho comunes en el movimiento de sanidad del cual era parte, que él dejó
ese movimiento. Durante los siguientes veinticinco años él voluntariamente caminó en
relativa oscuridad, pastoreando un par de iglesias por un tiempo, y después haciendo
ministerio itinerante. Ocasionalmente él todavía habló en reuniones grandes, pero esto
fue mucho más raro que en su ministerio anterior.
Mike dijo que Paul era un tesoro de información histórica acerca de todos
aquellos que tenían reputación de haber tenido gran poder de sanidad en los años
1950s. Él conoció virtualmente a todas las personas que habían sido prominentes en
ese movimiento. Él había visto el lado bueno y el lado malo de ese movimiento. Él
había observado a hombres, dotados por Dios, empezar bien y terminar mal, y él había
observado unos pocos, muy pocos, que permanecieron incorruptos a través de todo
ese tiempo.
Cuando George y yo regresamos de Kansas City, llamamos a Paul y le pedimos
que desayunara con nosotros. Era verdad, Paul realmente era un tesoro de
conocimiento acerca de todas esas personalidades y eventos que sucedieron durante
ese tiempo. Le hicimos preguntas durante casi dos horas. Durante el año siguiente
Paul y yo llegamos a ser muy buenos amigos. Compartimos muchas comidas juntos
y a menudo platicamos por teléfono. Durante este tiempo nunca lo había escuchado
predicar o enseñar, ni lo vi usar su don de revelación por el cual había sido famoso en
días pasados.
Entonces en septiembre de 1988 mi familia y yo nos estábamos preparando
para dejar Fort Worth, Texas, para ir a Anaheim, California, y unirnos a John Wimber
en el ministerio de la iglesia Compañerismo Cristiano Vineyard. Durante ese tiempo,
Paul Cain y yo compartimos nuestro primer tiempo juntos.
Estábamos hablando en la Escuela de Ministerio Camino de Emaús. Esta es
una escuela en Euless, Texas, para entrenamiento en ministerio práctico. Esta
escuela es dirigida por T.D. Hall y apoyada por Dudley Hall, Doug White, Jim Hylton,
y James Robison, entre otros. La mayoría de esos hombres eran Bautistas del Sur, o
lo habían sido, y habían empezado a creer en los dones del Espíritu Santo. Paul y yo
22
fuimos para compartir las responsabilidades de enseñanza para la hora de la mañana
durante la primera semana de septiembre.
En los primeros dos días, Paul asistió a las reuniones, pero no se sintió
suficientemente bien para hablar. Esto era un poco irónico puesto que yo estaba
hablando sobre la sanidad y se suponía que Paul tenía una reputación de haber sido
usado por el Señor en la sanidad. Pero en la tercera mañana, yo vi algo en el ministerio
que alteraría por siempre mi concepto del ministerio del Espíritu Santo.
Paul acababa de terminar de dar un maravilloso mensaje y estaba empezando
a orar por la gente de la audiencia. Había unas 250 personas ahí esa mañana. Él le
pidió a los diabéticos que se pararan. Al empezar a orar por los diabéticos, él vio a
una mujer de pelo gris a su derecha. Él se le quedó viendo por un momento, nunca la
había conocido (ni nadie más en la audiencia, de hecho) y entonces dijo “Tú no tienes
diabetes, tú tienes baja azúcar en la sangre. El Señor te sana de esa baja azúcar en
la sangre ahora. Yo veo una visión en donde estás sentada en una silla amarilla. Tú
estás diciendo “Si solo pudiera llegar hasta la mañana, si solo pudiera llegar hasta la
mañana” tus alergias te atormentan tanto que algunas veces te mantienen despierta
toda la noche. El Señor sana esas alergias, ahora. Ese problema con la válvula de tu
corazón, se va en el nombre de Jesús. Y también se va ese crecimiento en tu
páncreas”.
Para entonces ya había una fuerte sensación del temor del Señor en el salón.
La gente había empezado a llorar abiertamente al ver el poder del Señor desplegado
y la preocupación del Señor por una de sus hijas. Paul continuó viendo a la mujer y
entonces dijo “El diablo te ha programado una crisis nerviosa”. Cuando él dijo esto, el
hombre sentado al lado de ella, que resultó ser su marido, empezó a llorar. Él sabía
que su esposa estaba muy cerca de una crisis nerviosa. Paul dijo “El Señor interrumpe
ese plan ahora. No tendrás la crisis”.
Y entonces, igual de rápido como Paul había empezado a hablarle a esta mujer,
él se detuvo, y dijo “Yo pienso que eso es todo lo que el Señor quiere que haga ahora”.
Y entonces se sentó en la primera fila.
Todos nos quedamos aturdidos. Nunca habíamos visto nada como esto. Yo he
visto varias sanidades durante los últimos dos años, y algunas sanidades
maravillosas, pero nunca he visto a nadie ser llamado de una audiencia como esa vez,
desconocida al orador, y entonces no solo identificar cuatro condiciones de su cuerpo
sino también pronunciarlas sanadas.
Esto me recordó del poder de revelación de Eliseo, que era capaz de decirle al
rey de Israel los planes que el comandante sirio había hecho en su propia recámara.
Era también como las sanidades apostólicas en el Nuevo Testamento, en donde los
apóstoles ordenaban o pronunciaban una sanidad en lugar de orar por sanidad.
Estábamos totalmente sin habla. Nadie sabía cómo terminar la reunión. El temor del
23
Señor era tan fuerte en la sala que nadie quería actuar presuntuosamente. Finalmente
Jack Taylor se paró, con lágrimas en los ojos, y nos dirigió en un himno.
La mujer que Paul pronunció sanada ese día se llama Linda Tidwell. Yo he
tenido varias conversaciones con Linda y su esposo Jim, desde ese día de septiembre
de 1988.
Aquí está lo que pasó después del ministerio de Paul para ella. Ella fue a su
médico esa semana y le hicieron exámenes. Su azúcar baja en la sangre ya estaba
normal, y sus alergias se habían terminado inmediatamente. (Habían sido tan severas
como Paul había dicho). Un soplo de su corazón, que había tenido desde niña, fue
sanado, y el problema con el páncreas había desaparecido. Su depresión y condición
nerviosa había terminado, y en los siguientes pocos meses ella bajó treinta y cinco
libras de peso, que había adquirido por su preocupación y ansiedad. Todas las
condiciones médicas mencionadas por Paul habían sido correctas y habían sido
sanadas.
Un año después ella me dijo una cosa que Paul le había dicho, que no le
pareció correcta a ella. Él había dicho “Te veo sentada en una silla amarilla”. Ella
estuvo desconcertada por un largo tiempo después. No tenía sentido para ella porque
ellos no tenían una silla amarilla. Entonces ella recordó que antes de que se cambiaran
a Fort Worth, ella había pintado de negro su mecedora que era amarilla. Después de
un tiempo ella se había olvidado de que la silla había sido amarilla. Paul había visto
una visión de ella antes de que se cambiaran a Fort Worth, cuando sus alergias habían
sido peores. Desde ese tiempo ella ha visitado un buen número de iglesias en la
región de Dallas-Fort Worth, dando su testimonio acerca de la maravillosa sanidad
que Dios había hecho con ella.
Desde septiembre de 1988 yo he visto al Señor usar a Paul Cain de esta forma
literalmente por todo el mundo. No estoy diciendo esto para exaltar a un hombre. Yo
creo que Dios está usando un buen número de personas como él en muchas partes
diferentes del mundo el día de hoy. Yo creo que esta clase de ministerio sobrenatural
está disponible para la iglesia el día de hoy. Yo creo que el Señor nos ha dado formas
para cultivar este ministerio. Yo también creo que existen errores que la iglesia puede
hacer que pueden obstaculizar este ministerio.
En las páginas siguientes quiero compartir contigo algunas de las cosas que
he aprendido durante los últimos pocos años, tanto en la Escritura como en la
experiencia práctica, que pueden ayudarte a aprender como buscar y experimentar la
realidad de los dones del Espíritu sin todo el bombo y abusos que han afectado a otros
que han intentado ministrar en el poder del Espíritu. También quiero compartir contigo
las objeciones bíblicas y teológicas que yo tuve hacia el ministerio sobrenatural actual
del Espíritu Santo, y las respuestas que eliminaron esas objeciones para mí.
Finalmente, yo quiero discutir los miedos y obstáculos que yo experimenté tratando
24
de ministrar en el poder del Espíritu Santo, y cómo esos han sido y siguen siendo
removidos.
25
Capítulo 4: El Mito de la Objetividad Bíblica Pura. (45-56)
(Traducción y correcciones por RN / TL)
Un psiquiatra tuvo un paciente que creía que estaba muerto. Ningún argumento
podía convencerlo de lo contrario. Finalmente, ya desesperado se le ocurrió un
brillante plan al psiquiatra. Decidió que le demostraría al paciente que los muertos no
sangran. Le dio a leer varios libros de medicina y le dio una cita para la semana
siguiente.
El paciente hizo su tarea y llegó a la oficina del psiquiatra a la hora de la cita.
“Bien, ¿Qué descubrió en su lectura?” le preguntó el psiquiatra.
“Descubrí que la evidencia médica demuestra que los muertos no sangran”,
contestó el paciente.
“Así que si una persona sangrara, ¿usted tendría la certeza de que la persona
no está muerta?”
“Absolutamente”, dijo el paciente.
Ese era el momento que había estado esperando el psiquiatra. Sacó una aguja
y pinchó el dedo del paciente. Inmediatamente apareció una gota de sangre.
El paciente miró a su dedo, y exclamó con horror “¡Dios mío los muertos si
sangran!”
A todos nos gusta pensar que somos muy razonables y objetivos. Pero la
verdad es, como dijo una persona, que a menudo hacemos nuestro cerebro a un lado
para justificar lo que creemos de antemano.
Yo era uno de esos cristianos que les encanta decirse a sí mismos que no viven
conforme a las experiencias sino conforme a la Palabra de Dios. Mi práctica y mis
creencias estaban determinadas por las enseñanzas de las Santas Escrituras, al
menos eso pensaba. Solamente en años recientes me he dado cuenta de la
arrogancia de esa forma de hablar.
De alguna forma pensaba que yo era la excepción a la enseñanza de Jeremías
17:9 “El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede
decir que lo conoce?” ¿Qué me hizo pensar que mi corazón era tan puro que yo
entendía con precisión mis motivos para creer y hacer las cosas que hacía? La verdad
es que todos tenemos muchas razones por las cuales creemos y hacemos las cosas,
y la Escritura es solamente una de esas razones. Algunas veces la Escritura no es ni
siquiera la principal razón para nuestras creencias o nuestras prácticas, sin importar
cuanto aleguemos en contra.
La idea de que la humanidad caída, incluso la humanidad caída redimida,
pueda llegar a la objetividad bíblica pura para determinar sus prácticas y creencias es
una ilusión. Todos estamos significativamente influenciados por nuestras
circunstancias: la cultura en la que vivimos, la familia en la que crecimos, la iglesia a
la que pertenecemos, nuestros maestros, nuestros deseos, nuestras metas, nuestras
decepciones, nuestras tragedias y traumas. Nuestra experiencia determina mucho de
26
lo que creemos y hacemos, y a menudo determina mucho más de lo que estamos
conscientes o nos gustaría admitir.
Permíteme ilustrar esto para ti. Es común para los profesores de teología
afirmar que la Escritura, no su experiencia, determina su doctrina. Si tú le preguntas a
un profesor del Seminario de Dallas su punto de vista sobre el milenio (el reino de mil
años de Cristo que se describe en Ap 20:4-6) te dirá que él es premilenial. Esto
significa que cuando Cristo regrese a la tierra, va a establecer un reino en la tierra y
que reinará aquí mil años antes de la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra.
Si le preguntas porque cree esto, él declarará que esa es la clara enseñanza de las
Escrituras.
Si tú le haces la misma pregunta a un profesor del Seminario Westminster,
probablemente te dirá que él es amilenial. (A diferencia del Seminario Dallas, el
Seminario Westminster no requiere a sus profesores mantener cierta opinión del
milenio, pero la mayoría de los profesores de Westminster son amileniales). Esto
significa que no habrá literalmente un reino de mil años de Jesús sobre la tierra entre
su segunda venida y la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra. Si tú le
preguntas a él porque cree eso, él te dirá que esa es la clara enseñanza de las
Escrituras.
Los dos no pueden estar en lo correcto, de hecho, ninguno de los dos puede
estar correcto. La verdad es que ambos, el Seminario Westminster y el Seminario de
Dallas tienen intérpretes de la Escritura santos, inteligentes, y hábiles, que están en
desacuerdo en un buen número de doctrinas de la Escritura. ¡Sin embargo ambos
lados alegarán que la razón por la cual mantienen su posición, es porque esa es la
clara enseñanza de la Escritura! Yo sospecho que esta no es la verdad completa.
La verdad es, que si tomas un estudiante que no tiene ninguna opinión definida
sobre el milenio y lo mandas al Seminario Westminster, él probablemente saldrá
amilenialista. Y si tú tomas el mismo estudiante y lo mandas al Seminario Dallas, él es
aún más probable que salga premilenialista. Habrá pocas excepciones a esta regla.
Nuestro ambiente, nuestras tradiciones teológicas, y nuestros maestros tienen mucho
más que ver con lo que creemos de lo que nos damos cuenta. En algunos casos eso
tiene mucha más influencia sobre lo que creemos que la misma Biblia.
Considera el ejemplo anterior. Uno de los dos, el amilenialista o el
premilenialista está definitivamente equivocado. Si el premilenialista está equivocado,
entonces no importa cuánto protesta, su doctrina no puede haberse derivado de la
enseñanza de la Escritura, porque la Escritura no habría enseñado eso, suponiendo
que la doctrina del premilenialista está equivocada.
A lo largo de los años he observado de que la mayoría de lo que los cristianos
creen no se deriva de su propio estudio paciente y cuidadoso de las Escrituras. La
mayoría de los cristianos creen lo que creen porque santos y respetados maestros les
27
dijeron que era correcto. Yo he visto esto ilustrado en cientos de formas, pero la
siguiente es una que yo nunca olvidaré.
A los graduados del seminario que quieren entrar en el programa doctoral se
les requiere pasar un examen oral y uno escrito antes de que puedan ser admitidos al
programa. Como profesor, una de mis tareas era ayudar a aplicar esos exámenes
junto con algunos de mis colegas.
En este día en particular estábamos examinando a tres jóvenes prometedores
estudiantes candidatos al doctorado. Les estábamos aplicando el examen oral, el más
amenazador de los requisitos de entrada. En este examen, de cuatro a cinco
profesores le hacen preguntas al estudiante candidato, sobre el lenguaje hebreo, la
arqueología, y otros campos técnicos de estudio relacionados con el Antiguo
Testamento, y acerca de sus puntos de vista personales sobre teología. La razón para
esto último era que no queríamos darle el título de doctor a un estudiante que tuviera
una teología que el seminario no pudiera aprobar.
El primer estudiante a ser examinado ese día tenía casi puras As en su
entrenamiento anterior en el seminario, y había enseñado por un año en otro
seminario. El contestó bien todas las preguntas técnicas del Antiguo Testamento. La
última área en que iba a ser examinado era la de su enfoque teológico. En este día en
particular mis colegas y yo decidimos que yo le haría las preguntas teológicas.
Mi primera pregunta fue “¿Qué crees acerca de la deidad de Jesucristo?” Su
respuesta fue reírse conmigo, ¡lo cual no es bueno hacer durante tu examen doctoral!
Es mejor esperar hasta que ya tienes el título y después burlarte de tus profesores. Le
dije que era una pregunta seria y que estaba realmente interesado en lo que creía
acerca de la deidad de Jesucristo.
“Bien, yo creo en la completa deidad del Señor Jesucristo”, respondió.
Yo le dije que era bueno que creyera eso, y que nosotros también lo creíamos.
Entonces le pregunté por qué creía en la deidad de Jesucristo.
“Porque las Escrituras enseñan que Jesús es Dios”, dijo él.
“Muy bien, también nosotros creemos eso. Ahora dinos un texto específico de
la Biblia que sin ambigüedad enseñe que Jesús es Dios.”
Por primera vez durante todo el examen, su aspecto de confianza se
desvaneció. Dudó un momento y luego dijo “La deidad de Jesucristo está en todas
partes en el Nuevo Testamento”.
“¿Podrías ser un poco más específico? Dinos un texto que enseñe sin
ambigüedad su deidad”.
Después de titubear un poco, finalmente dijo “Yo y el Padre somos uno”.
Yo le dije que era cierto que Juan 10:30 decía eso, pero ¿eso significaba
realmente que Jesús era Dios? Yo podría decir, por ejemplo, que él y yo éramos uno,
pero eso no probaría que somos lo mismo, si siquiera de la misma familia. Jesús
podría querer decir que él y el Padre era uno en propósito.
28
Entonces él se rindió tratando de usar Juan 10:30. Él no sabía lo suficiente para
citar los pocos versos siguientes que mostraban claramente que los judíos
entendieron que esto era una afirmación de su deidad. Si él hubiera hecho eso, yo le
hubiera concedido que este pasaje enseñaba la deidad de Jesucristo, lo cual hace sin
ninguna ambigüedad. Al final no pudo darnos un solo pasaje claro de la Biblia sobre
la deidad de Jesucristo. Aquí estaba un hombre que había completado cuatro años de
escuela bíblica, y cuatro años de seminario. Tenía un master en teología, y había
enseñado un año en un seminario bíblico conservador. Sin embargo no pudo citar y
defender una sola referencia de la Biblia sin ambigüedad sobre la deidad de
Jesucristo.
Mi siguiente pregunta para él fue como llega alguien al cielo. Lo que yo quería
era que nos diera una referencia clara a la doctrina de la justificación por la sola fe en
el Señor Jesucristo. La discusión fue exactamente igual que con la primera pregunta.
Él no pudo dar y defender una referencia clara a la justificación por la sola fe en
Jesucristo.
Cuando le hice la tercera pregunta, de que creía acerca de los dones
milagrosos del Espíritu Santo su confianza pareció regresar. Sin ningún temor
contestó que ya no se manifestaban. De nuevo, su razón para esto era, que esa era
la clara enseñanza de la Escritura. Yo le pregunté cual pensaba que era la evidencia
más fuerte de la Biblia para apoyar la cesación de los dones milagrosos del Espíritu.
“La Biblia enseña que solo hay tres periodos donde los milagros fueron
comunes en la historia de los tratos de Dios con su pueblo. Fueron comunes durante
el tiempo de Moisés y Josué, de Elías y Eliseo, y de Cristo y sus apóstoles, tres
periodos de dos generaciones cada uno. La próxima vez cuando los milagros serán
comunes, será durante el reinado del anticristo y la gran tribulación” contesto él sin
ningún titubeo.
“¿Llegaste a esta conclusión a partir de un cuidadoso estudio inductivo de las
Escrituras?”, le pregunté.
“Eso es correcto”.
Entonces supe que no estaba diciendo la verdad. Él no llegó a esa conclusión
a partir de un estudio cuidadoso de las Escrituras. El teólogo de Princeton, Benjamín
Brekenridge Warfield popularizó esta opinión al principio del siglo veinte, con el
resultado de que los teólogos reformados y dispensacionalistas la han estado usando
desde entonces. Algunos de nosotros hemos pasado esta enseñanza a los
estudiantes. Y ahora él está pretendiendo que llegó a ello por un cuidadoso estudio
de las Escrituras.
Su deshonestidad era un poco más de lo que yo estaba dispuesto a tolerar, así
que le dije “Veamos si puedes defender esa posición ahora. Empecemos con el
capítulo uno de Génesis y continuemos con cada capítulo del Antiguo Testamento
para ver si la evidencia bíblica apoya tu teoría. Recuerda, solo debemos encontrar tres
29
periodos en los cuales los milagros son comunes. ¿Qué ocurrió en el primer capítulo
de la Biblia?”
“Ahí es donde Dios creó el mundo”.
“¿Ý que tal el capítulo dos?”
“Esa es la historia de la creación del mundo con el hombre en el centro!”.
“¿Capítulo tres?”
“Ahí es donde el diablo viene a Adán y a Eva y los tienta para pecar, y Dios
tiene que sacarlos del paraíso”.
“¿Son esas cosas milagrosas?”, le pregunté.
“Bueno si, pero se tiene que empezar en algún lado”.
“O.K., bien. ¿Capítulo 4?”
“El primer asesinato”, dijo él.
“El capítulo cinco es una genealogía. ¿Qué pasa en los capítulos del seis al
nueve?”
“Ahí es donde Dios cubre toda la tierra con el diluvio y rescata a ocho personas
en el arca, en la cual especies de todo animal viviente han sido milagrosamente
colocados”.
“¿Capítulo 10?!
“Otra genealogía”.
“¿Capítulo 11?”
“La Torre de Babel, en donde Dios baja y confunde el lenguaje de todas las
familias de la tierra”.
“Así que los primeros once capítulos de Génesis no concuerdan con tu teoría,
¿verdad?”.
“Si, pero esa es la historia del inicio, eran de esperarse esas cosas al principio”.
“O.K., para no discutir dejemos los primeros once capítulos de Génesis. En el
capítulo doce y por el resto del libro de Génesis tenemos simples narraciones
biográficas. ¿Qué pasa en el capítulo doce?”.
“Dios soberanamente llama a Abraham para que deje Ur de los caldeos y vaya
a una tierra en donde va a empezar un programa para redimir al mundo entero”.
“¿Alguna otra cosa te parece sobrenatural o milagrosa en la vida de Abraham?”.
“Bueno en el capítulo quince está al horno humeante sobrenatural y la antorcha
flameante pasando entre las partes del sacrificio de Abraham (Ge 15:17). Además la
conversación divina en el capítulo 17, y el Señor y los seres angélicos que aparecen
a Abraham en el capítulo 18 y comen con Abraham. Después está la destrucción de
Sodoma y Gomorra, cuando llueve fuego y azufre sobre esas dos ciudades (Ge 19).
Entonces está el nacimiento sobrenatural de Isaac en el capítulo 21 y el encuentro
con el ángel del Señor cuando ofrece a Isaac en el altar en el capítulo 22.”
“Así que la vida de Abraham no concuerda con tu teoría de que los milagros o
lo sobrenatural no son comunes hasta el tiempo de Moisés y Josué, verdad?”
30
“No”.
“¿Y que encontramos con Isaac, Jacob y José, alguna cosa ahí te parece
milagrosa o sobrenatural a ti?”
“El capítulo 28, la visión mesiánica profética de ángeles subiendo y bajando en
la escalera mientras Jacob dormía”
“¿Qué más en la vida de Jacob?”
“En el capítulo 32 él lucha con Dios, o con el Cristo pre encarnado, durante toda
la noche. Entonces con José están todos esos sueños e interpretaciones”.
Así que le dije “De acuerdo a esta evidencia, el libro de Génesis no está de
acuerdo con tu teoría, ¿verdad?”.
“No”.
“Ahora estamos en el libro de Éxodo, y ya hemos dicho que las vidas de Moisés
y Josué contienen milagros y ocurrencias sobrenaturales, así que dejemos los libros
de Éxodo y Josué, y pasemos al libro de Jueces.”
“¿Hay algo que te parece milagroso en el libro de Jueces?”.
Él dijo, “Bueno, el ángel del Señor de hecho se le aparece a Gedeón, y todo
ese asunto de los vellones. Entonces el ángel del Señor se le aparece a los padres de
Sansón, y está la fuerza milagrosa de Sansón”.
“Así que el libro de Jueces no respalda su teoría, ¿verdad?”.
“No”.
“¿Qué tenemos en el libro 1 Samuel?”.
“Un profeta cuyas palabras no caen en la tierra” (1 S 3:19-21).
Y así siguió la discusión un buen rato. En capítulo tras capitulo el estudiante
fue obligado a listar las veces que ocurrían milagros o eventos sobrenaturales que
contradecían su afirmación de que solo habían ocurrido en tres periodos de la historia
de Israel. El estudiante fue forzado a admitir que no podía defender su posición, sino
que las Escrituras en realidad la contradecían.
Después que ese estudiante se fue, examinamos dos jóvenes prospectos más.
Ambos contestaron bien las preguntas técnicas relacionadas con el Antiguo
Testamento, pero su desempeño fue casi igual de deficiente como el del primer
estudiante cuando les hice las mismas tres preguntas relacionadas con la deidad de
Jesucristo, la justificación por la fe, y los dones milagrosos del Espíritu Santo. Ese día
cuando se fue el último estudiante yo les comenté a mis colegas que decepcionante
había sido toda la experiencia. Yo dije “Esos estudiantes no creen lo que creen porque
la Biblia lo enseña, sino porque figuras de autoridad en sus vidas les dijeron que esas
doctrinas eran verdaderas. Ellos no obtuvieron sus creencias de un estudio cuidadoso
de las Escrituras. Ni siquiera pueden defender sus creencias usando las Escrituras”.
Uno de los profesores más viejos dijo “Eso es cierto, pero yo tendría que decir
que la experiencia del día de hoy es más la regla que la excepción durante estos
exámenes”.
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Todos esos estudiantes llegaron a ese examen, confiados de que ellos creían
lo que creían simplemente porque las Escrituras lo enseñaban, pero ellos estaban
significativamente engañados. Si eso es cierto en el ambiente de un seminario,
¿Cuánto más cierto crees tú que sea en un ambiente no académico? La experiencia
y la tradición determinan la mayoría de lo que la gente de la iglesia cree, en lugar de
un estudio personal cuidadoso y paciente de las Escrituras.
J.I. Packer escribe “Nadie puede afirmar que no esté influenciado de las
tradiciones. De hecho, una forma segura de ser tragado por el tradicionalismo es
pensar que uno es inmune a él… La pregunta, entonces, no es si tenemos tradiciones,
sino si nuestras tradiciones entran en conflicto con el único patrón absoluto en esos
asuntos: las Sagradas Escrituras”.
Ni Packer ni yo estamos afirmando que toda la tradición sea mala. Yo estoy de
acuerdo con la declaración de Packer de que:
“Todos los cristianos son al mismo tiempo beneficiarios y víctimas de
la tradición, beneficiarios, que reciben verdad y sabiduría edificantes de la
fidelidad de Dios en las generaciones pasadas; y víctimas que ahora dan por
sentado cosas que necesitan ser cuestionadas, tratando como absolutos
divinos, patrones de creencia y comportamiento que deben ser vistos como
humanos, provisionales, y relativos. Todos somos beneficiarios de
tradiciones buenas, sabias, y sólidas, y victimas de tradiciones pobres,
imprudentes, y poco sólidas”.
Hay muchos cristianos, por ejemplo, que creen en la deidad de Jesucristo, pero
que nunca podrían defender su opinión con las Escrituras. A pesar de que creen que
las Escrituras enseñan eso, ellos no llegaron a esta creencia mediante un cuidadoso
estudio de las Escrituras. Es parte de una tradición que se les ha pasado por sus
maestros. En este caso, ellos se beneficiaron de la tradición, porque esta tradición en
particular, descansa sólidamente sobre las Escrituras.
Sin embargo, cuando nuestros sistemas de creencias van más allá de los
fundamentos básicos de la fe (la deidad de Jesucristo, la justificación por la fe, la
muerte substitutiva de Cristo, y otras más) hacia cosas que no son tan fundamentales
(la forma del bautismo, la forma de la cena del Señor, o una visión particular del
milenio) ahí somos mucho más dependientes de la tradición de lo que nos damos
cuenta. En esos casos Packer ofrece un consejo sabio, “Lo que debemos hacer es
reconocer que estamos llenos de tradiciones, buenas o malas, en un grado mucho
mayor del que nos damos cuenta, y debemos aprender a hacer preguntas críticas, a
la luz de las Escrituras, sobre lo que hemos dado por hecho”.
Algunos, sin embargo, no reconocen el significado de la tradición y de otros
factores en nuestro ambiente que determinan o forman nuestras opiniones. Edward
Gross pregunta por qué existen tantas interpretaciones. Su respuesta es que:
32
Hay dos simples razones por las que existen tantas interpretaciones: la falta de
un estudio exhaustivo y la falta de seguir las reglas simples de la hermenéutica (la
ciencia de la interpretación bíblica).
Después cita tres reglas hermenéuticas resumidas por Charles Hodge para que
1) las Escrituras sean interpretadas en su sentido histórico, 2) que la Escritura
interprete a la misma Escritura y nunca se contradiga, y 3) la guía del Espíritu Santo
que debe buscarse para interpretar las Escrituras. Gross concluye que:
Emplear esas reglas nos ayudarán a determinar el sentido verdadero de las
Escrituras. Si los cristianos se unieran para usar constantemente esas simples reglas,
las diferencias de interpretación desaparecerían prácticamente.
Estoy seguro que hay otros que sinceramente creen como Gross, que la falta
de estudio y las diferencias hermenéuticas pueden explicar la diversidad teológica
contemporánea. Sin embargo, yo no pienso que hay muchos teólogos expertos o
interpretes eruditos de la Escritura que estarían de acuerdo con Gross.
Cuando yo estaba en el Seminario de Dallas, todos los profesores que conocí
estarían de acuerdo con las tres reglas hermenéuticas resumidas por Hodge, y todos
creíamos en el estudio exhaustivo de la Palabra. Sin embargo, diferíamos
significativamente con la posición teológica reformada que Gross cita a través del libro.
¿Acaso nosotros los dispensacionalistas no estudiábamos las Escrituras tan
exhaustivamente como los teólogos reformados con los que estábamos en
desacuerdo? ¿Éramos nosotros inconsistentes en nuestra aplicación de los tres
principios hermenéuticos? La verdad obvia es que la falta de un estudio exhaustivo de
las Escrituras, y principios hermenéuticos diferentes, no pueden explicar la gran
mayoría de las diferencias teológicas modernas.
Tradiciones y los Dones del Espíritu.
Si encerraras a un cristiano nuevo en un cuarto, con una Biblia, y le dijeras que
estudiara lo que dice la Escritura sobre sanidades y milagros, nunca saldría del cuarto
siendo cesacionista. Yo se esto por mi propia experiencia. Antes de mi conversión a
los 17 años de edad, no tenía entrenamiento en teología, ni en Escritura, ni en historia
del cristianismo. Inmediatamente después de que el Señor me salvó, empecé a
devorar las Escrituras. Las leía día y noche, y las memorizaba. Cuando empecé a
preguntarles a mis nuevos maestros cristianos acerca de los milagros en la Escritura,
se me enseñó que Dios ya no hacía ese tipo de cosas mediante intermediarios
humanos. Se me enseñó que el milagro real, el único que realmente interesa, era la
conversión de los perdidos. Puesto que la gente de Dios que yo respetaba me dijo
esto, y como yo no vi milagros en mi propia experiencia que contradijera esta
enseñanza, la acepté como verdadera. Me entregué al evangelismo y muy pronto me
olvidé de orar por sanidades y milagros.
33
Este no es un sistema de doctrina al que yo hubiera llegado por mí mismo. Yo
tuve que ser enseñado que los dones del Espíritu ya habían cesado. Ahora, 27 años
después, a la edad de 44, yo he tenido el privilegio de estar en ambos lados de este
debate teológico. Yo estoy absolutamente convencido de que las Escrituras no
enseñan que los dones del Espíritu cesaron con la muerte de los apóstoles. No es la
enseñanza de la Escritura la que ocasiona que la gente no crea en el ministerio
contemporáneo de lo milagroso.
Hay una razón básica por la que los cristianos que creen en la Biblia no creen
en los dones milagrosos del Espíritu el día de hoy. Primera Razón (Capítulo 5): Es
simplemente esta: no los han visto. Su tradición, por supuesto, apoya su falta de
creencia, pero su tradición no tendría oportunidad de éxito si no estuviera acoplada
con su falta de experiencia de lo milagroso. Permítame repetirlo: los cristianos no
creen en los dones milagrosos del Espíritu debido a que las Escrituras enseñan que
esos dones cesaron. No creen en los dones milagrosos del Espíritu porque no los han
experimentado.
Ningún escritor cesacionista del que yo esté al tanto trata de apoyar su caso
solamente en las Escrituras. Todos esos escritores apelan tanto a la Escritura y a la
historia pasada o presente para apoyar su caso. A menudo pasa desapercibido que
su apelación a la historia, pasada o presente, es en realidad un argumento de la
experiencia, o mejor dicho, un argumento de su falta de experiencia.
Estuve una vez discutiendo con bien conocido teólogo sobre el tema de los
dones del Espíritu. Yo hice el comentario de que no había ni una pizca de evidencia
en la Biblia de que los dones habían cesado. Él dijo “Yo no iría tan lejos, pero yo sé
que tú no puedes probar la cesación de los dones por la Escritura. Sin embargo, no
los vemos claramente en la historia posterior de la iglesia y no son parte de nuestra
propia tradición teológica”.
Este hombre enseñaba en un seminario que era dogmáticamente cesacionista
en su enfoque a los dones milagrosos, pero en las conversaciones privadas él
libremente admitía que esta doctrina no podía demostrarse con la Escritura.
Segunda Razón (Capítulo 5): Él de hecho mencionó la segunda razón más
importante por la que la gente no cree en los dones del Espíritu, esto es, no pueden
encontrar milagros de la calidad de los del Nuevo Testamento en la historia de la
iglesia. Tercera Razón (Capítulo 6): La tercera razón más importante para la
incredulidad en los dones del Espíritu es por la repugnancia causada por el mal uso,
o el percibido mal uso, de los dones en las iglesias contemporáneas y en los
movimientos de sanidad.
Ninguna de esas razones está basada en la Escritura. Están basadas en la
experiencia personal. De hecho, las primeras dos razones están basadas en una falta
de experiencia personal.
34
Es común que los carismáticos sean acusados de construir su teología sobre
la experiencia. Sin embargo, los cesacionistas en realidad construyen su teología de
los dones milagrosos sobre su falta de experiencia. Aun la apelación al abuso
contemporáneo es un argumento basado sobre la experiencia negativa con los dones.
Lo que estoy diciendo, por lo tanto, es que la razón real para la incredulidad en
los dones del Espíritu, el día de hoy, no están todas basadas en la Escritura; están
basadas en la experiencia. En los capítulos siguientes quiero examinar esas tres
razones en mayor detalle.
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
RESUMEN DE LOS TRES OBSTÁCULOS
¿Por qué los cristianos que creen en la Biblia no creen en lo dones milagrosos
del Espíritu Santo?
1) Porque no los han visto. Capítulo 5, páginas 35 a 47
2) Porque no pueden encontrar en la historia de la iglesia milagros de la misma
calidad de los del Nuevo Testamento. Capítulo 5, páginas 47 a 50
3) Por la repulsión que ha causado el mal uso de los dones en la iglesias
contemporáneas. Capítulo 6 completo, páginas 51 a 58
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
35
Capítulo 5: La Verdadera Razón por la cual los Cristianos no Creen en los
Dones de Milagros. (Inglés 57-76)
(Traducción y correcciones por RN / TL)
Al final del último capítulo dije que la razón real por la que los cristianos no
creen en los dones milagrosos es simplemente porque no han visto milagros en su
experiencia presente. Sin embargo nadie admite que esta sea la causa de su
incredulidad. Yo he tenido numerosas conversaciones con teólogos y laicos de todo
el mundo. Cuando les pregunto porque rechazan los dones milagrosos el Espíritu,
usualmente dicen que los “ministerios de sanidad” contemporáneos son muy
diferentes del ministerio de los apóstoles. Yo también acostumbraba pensar de esa
forma.
Cuando yo miré a los ministerios de sanidad de Jesucristo y sus apóstoles, yo
vi sanidades instantáneas, irreversibles, y completas. Yo también los vi sanando las
enfermedades más difíciles imaginables causadas orgánicamente. Gente nacida
ciega podía de repente ver. El cojo podía caminar y aun brincar de gusto. Los leprosos
recibían una piel nueva y suave. Miembros inválidos y mutilados se volvían completos
y fuertes. Los muertos resucitaban. Y las fuertes tormentas eran calmadas. Parecía
como si Jesús y los apóstoles pudieran sanar a voluntad bajo cualquier circunstancia.
Yo nunca he conocido a alguien que haya experimentado o siquiera visto
sanidades como esas. Todos los reportes de sanidades que yo había escuchado
sonaban como si fueran psicosomáticas, el dolor de cabeza o de estómago de alguien
desapareció porque su tensión mental fue aliviada. Cuando escuchaba un reporte
acerca de una sanidad verdaderamente orgánica, no se podía verificar. O era un
reporte de tercera o cuarta mano.
Puesto que ni yo, ni en los que confiaba, podíamos verificar una sanidad
verdaderamente instantánea, completa e irreversible, como las de los apóstoles, yo
concluí que esas cosas ya no estaban pasando el día de hoy. Las sanidades
graduales, parciales y algunas veces reversibles que podían ser verificadas en mi
experiencia no estaban a la altura de lo que yo suponía era el don de sanidad el Nuevo
Testamento.
A primera vista, esta razón para rechazar los dones del Espíritu parece un
argumento bíblico, pero realmente no lo es. En el mejor de los casos es una confesión
de falta de experiencia. El argumento simplemente dice que yo no veo o escucho de
un ministerio contemporáneo que tenga milagros de la calidad de los del Nuevo
Testamento. Pero mi experiencia limitada no puede usarse como una prueba de que
no existe un ministerio como ese el día de hoy.
Yo creo que Dios está haciendo milagros de la calidad de los del Nuevo
Testamento, en la iglesia el día de hoy, y yo creo que los ha estado haciendo a través
de la historia de la iglesia. Pero supongamos que no existiera un ministerio como ese
el día de hoy. Eso todavía no probaría que Dios ha retirado el ministerio milagroso del
36
Nuevo Testamento. Tendríamos que conocer la razón por la que no existe ese
ministerio hoy. De hecho, una de las razones podría ser que Dios había retirado
intencionalmente este ministerio. Sin embargo, la razón última para la cesación de los
dones podría deberse a la respuesta de la iglesia. Podría ser que el crecimiento de un
liderazgo burocrático había finalmente tenido éxito en triunfar sobre los individuos con
dones en la iglesia. O su ausencia podría deberse a la extendida incredulidad en la
iglesia, o a un número de otros factores.
¿Cómo vamos a decidir? No porque apelemos a lo que vemos o no vemos,
sino apelando a la enseñanza clara y específica de la Escritura misma. Y eso es lo
que vamos a hacer en breve, pero por ahora solo quiero resaltar que la ausencia real
o percibida de los dones milagrosos no es un argumento de la Escritura, sino un
argumento de la experiencia.
Existen también algunos problemas escriturales con la visión de la sanidad que
mencioné arriba. Está basada en dos suposiciones falsas acerca de la sanidad en el
Nuevo Testamento.
Suposición Falsa # 1: La Sanidad era “Automática”.
La primera suposición es que los dones de sanidad de Jesús y de los apóstoles
eran “automáticos”. Por “automático” me estoy refiriendo a la idea de que ellos podían
sanar a cualquiera, en donde quiera, en cualquier tiempo, a voluntad propia. Yo veía
este don como una posesión permanente para ser ejercida a su discreción. Yo pensé
que ellos podían hacer sanidades o milagros o dar palabras proféticas simplemente a
voluntad.
Si esta es tu forma de ver el don de sanidad, yo te puedo garantizar que nunca
vas a encontrar a nadie que tenga el don de sanidad. Y cuando tú examinas las
Escrituras, tendrás que concluir que ni Jesús ni los apóstoles tenían el don de sanidad.
Ni siquiera Jesús y sus apóstoles podían sanar a voluntad, si por eso implicamos
cualquier lugar, cualquier tiempo, bajo cualesquiera condiciones.
Tres incidentes en la vida de Jesús demuestran que él no tenía libertad de
sanar a voluntad bajo cualesquiera condiciones. Al principio de la historia de la sanidad
del paralítico en Capernaum, Lucas escribe “Un día, mientras Jesús enseñaba,
estaban sentados los fariseos y doctores de la ley que habían venido de todas las
aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con Jesús para
sanar.” (Lucas 5:17)
¿Por qué diría Lucas que “El poder del Señor estaba con Jesús para sanar” si
Jesús podía sanar en cualquier tiempo, bajo cualquier condición, y solamente a su
propia discreción? Esta declaración solo tiene sentido si vemos la sanidad como la
prerrogativa soberana de Dios el Padre, quién algunas veces proporciona su poder
para sanar y otras veces lo retiene.
37
Un segundo incidente es igualmente instructivo. Juan capítulo 5 contiene la
historia de la sanidad del hombre que había estado paralizado por treinta y ocho años.
Yacía en el estanque de Betesda cuando Jesús lo encontró. Había mucha otra gente
enferma alrededor del estanque. Esto se debía a la tradición de que una vez al año
un ángel del Señor vendría y agitaría las aguas del estanque, y el primero en entrar al
agua después de que el ángel la agitó, ese sería sanado. Así que el estanque de
Betesda era como un hospital antiguo a donde la gente traía a sus amigos, parientes
y seres queridos con la esperanza de que pudieran ser el primero en entrar al agua y
ser sanado. El asunto es que cuando Jesús encontró al hombre enfermo, también
había mucha otra gente enferma alrededor del estanque (Juan 5:3).
Jesús le hizo al paralítico una pregunta que ha sido difícil entender para
algunos. “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Yo nunca entendí el significado de esa
pregunta hasta que empecé a orar por los enfermos. Yo había supuesto que toda la
gente enferma quiere ser sanada. Especialmente aquellos que tienen dolencias
crónicas como parálisis o ceguera. Pero ahora, después de orar por miles de personas
enfermas por todo el mundo, durante los últimos siete años, he encontrado que
algunas personas enfermas no quieren ser sanadas. De hecho su identidad entera
está ligada a estar enfermos y literalmente ellos tienen miedo de los cambios que
vendrían en su vida si fueran sanados. Si tu sospechas que esto es cierto de alguien
que tu deseas ver sanado, es importante aconsejarlo e identificar ese problema antes
de que intentes orar por ellos. De cualquier forma el hombre en nuestra historia nunca
dice que él quiere sanar, pero Jesús lo sana instantáneamente y completamente.
Habiendo hecho esto, supondrías que Jesús sanaría a las otras personas
enfermas en el estanque de Betesda. En muchas ocasiones en los Evangelios él sana
grandes multitudes de personas. Varias veces encontramos la declaración “y él los
sanó a todos” (Mt 8:16; 12:15; Lc 6:19). Sin embargo este día él sana a una sola
persona en el estanque.
¿Por qué ignoró a todas las otras personas enfermas? Inmediatamente
después de la sanidad encontramos a Jesús involucrado en una discusión teológica
con líderes religiosos. En medio de esta discusión Jesús contesta la pregunta de
porque no sanó a los otros en el estanque, y nos da el principio que gobernó su
ministerio completo.
Juan 5:19 dice “Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: El Hijo
no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que el Padre hace; porque todo lo
que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo. 20 Y es que el Padre ama al Hijo, y le
muestra todo lo que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, para el asombro
de ustedes.” Jesús solo sanó una persona en el estanque ese día porque su Padre
estaba solo estaba sanado una persona. Si su Padre no estaba sanado, entonces
Jesús no podía sanar. Jesús fue completamente obediente a la voluntad soberana de
su Padre celestial durante todo su ministerio. Jesús no podía sanar a su propia
38
voluntad, porque él estaba comprometido a no hacer o desear ninguna cosa,
independiente de la voluntad de su Padre. Él siempre hizo las cosas que le agradaban
a su Padre. Esta no es una enseñanza aislada en el libro de Juan; es un tema
importante en el Evangelio de Juan. Numerosas veces Jesús dice que él solo hace lo
que su Padre hace, él solo habla las palabras que su Padre le da para hablar, y que
su enseñanza no es suya, sino del que lo envió (Juan 3:34; 5:30; 7:16; 8:28; 12:4950; 14:10, 24, 31).
De paso, este principio contesta la pregunta que me hacen todo el tiempo “¿Si
crees en la sanidad y piensas que tienes el don o el ministerio de sanidad, por qué no
vas y vacías los hospitales, o por qué no vas a los barrios pobres como los de Calcuta
en donde realmente podrías hacer mucho bien?” La respuesta a esa pregunta es que
el don de sanidad no es automático; no puede ejercerse a tu propia discreción. El
Señor Jesús mismo estuvo en “hospital” antiguo y solo sanó a una persona. La única
forma que alguien con el don de sanidad pudiera tener un ministerio efectivo en un
hospital o en los barrios pobres de Calcuta, sería si el Señor enviara y dirigiera a esa
persona con el don a sanar ahí.
Este principio también es una respuesta válida a la misma pregunta cuando se
hace de una forma diferente. Ocasionalmente la gente pregunta porque en algunas
reuniones en donde se ora por los enfermos, los padecimientos más serios no se
sanan mientras que los más “triviales” si se sanan. ¿Por qué en algunas ocasiones se
dan palabras de conocimiento para orar por gente con dolores de cabeza, pero no
para gente en sillas de ruedas? Los escépticos de la sanidad divina llaman tragedia a
esto y expresan preocupación por todos esos en sillas de ruedas que no son sanados.
Se burlan de las sanidades de enfermedades “triviales” como psicosomáticas.
Si la gente que dirige esas reuniones no son fraudes, sino siervos sinceros que
están realmente tratando de seguir la dirección del Señor, ellos realmente no tienen
voz ni voto en qué tipo de sanidades ocurren, o qué tipo de palabras de conocimiento
se dan para las sanidades. De acuerdo al principio de Juan 5:19; Dios es el que decide
quien es sanado y dirige a sus siervos en consecuencia. Es nuestra responsabilidad
escuchar por esas direcciones y seguirlas, en lugar de determinar quién es sanado.
La gente que se burla cuando Dios decide sanar casos “triviales” en lugar de
los “difíciles”, están en realidad burlándose de la sabiduría y de la voluntad de nuestro
Padre. En cambio, si los “sanadores” están anunciando reuniones de manera que
prometen que Dios va a sacar gente de las sillas de ruedas, sanar a los ciegos, y
cosas parecidas, en sus reuniones, y luego no sucede, entonces si cabe lugar para la
crítica. En este último caso, el discernimiento, sino es que la integridad, de los que
dirigen esas reuniones pueden con justicia ponerse en duda.
Un tercer incidente en la vida de Jesús demuestra conclusivamente que él no
podía sanar a voluntad bajo cualquier circunstancia. Ocurrió cuando regresó a su casa
en Nazaret. La gente de su pueblo se escandalizaban de él con el resultado de que
39
“Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún milagro allí, excepto
poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos. Y estaba asombrado de su
incredulidad.” (Marcos 6:5.-6). Mateo escribe de este mismo incidente que Jesús “Y
por la incredulidad de ellos no hizo allí muchos milagros.” (Mateo 13:58). En otras
palabras, Dios permitió el ministerio de sanidad de su Hijo fuera limitado, al menos en
algunas ocasiones, por la incredulidad de la gente. Entonces Jesús mismo no podía
sanar independientemente del Padre, a su propia voluntad, y bajo cualesquiera
condiciones.
Si esto era cierto del Hijo de Dios, ¿Cuánto más crees que era cierto de los
apóstoles? Cuando examinamos el ministerio de los apóstoles, eso es exactamente
lo que encontramos. Jesús les dijo a sus apóstoles en Juan 15:5, “separados de mí,
no pueden hacer nada.”. Jesús había dicho la misma cosa de él mismo “Yo no puedo
hacer nada por mi propia cuenta; juzgo según Dios me indica. Por lo tanto, mi juicio
es justo, porque llevo a cabo la voluntad del que me envió y no la mía.” (Juan 5:30).
De la misma forma los apóstoles no podían hacer nada divinamente poderoso, fuera
de la voluntad soberana del Señor Jesucristo, y de su Padre celestial. Encontramos
numerosas ilustraciones de este principio en las vidas de los apóstoles.
Por ejemplo, cuando el Señor usa a Pedro para sanar al cojo en la puerta
Hermosa (Hechos 3:1-13), la gente mira a Pedro con asombro. Pedro se horroriza de
pensar que la gente le vaya a dar el crédito de la sanidad. Por lo tanto Pedro le grita
a la gente “«Pueblo de Israel —dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué
se nos quedan viendo como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con nuestro
propio poder o nuestra propia rectitud? Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob —el Dios de todos nuestros antepasados— quien dio gloria a su siervo Jesús
al hacer este milagro.” (Hechos 3:12-13). Pedro dejó bien claro que esta sanidad no
era el resultado de su propio poder o santidad apostólicos. Era el resultado de la
soberana voluntad del Padre celestial de Pedro.
¿Quién realmente piensa que Pedro podía entrar al templo cualquier día que
quisiera y sanar a cualquiera que quisiera? Si, hubo derramamientos extraordinarios
de poder de sanidad y de gracia en la vida de Pedro y de los otros apóstoles, pero
esos derramamientos no eran iniciados por los apóstoles; fueron iniciados por la
voluntad soberana de su Padre celestial. Su parte consistía en reconocer la iniciativa
del Padre y obedecer, pero no consistía en originar ningún ministerio aparte de su
dirección.
Este mismo principio es ilustrado por un milagro en la vida de Pablo. Mientras
Pablo predicaba en Listra, un hombre que había estado incapacitado desde su
nacimiento lo estaba escuchando. Lucas dice que Pablo “lo miró fijamente y se dio
cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado. Así que Pablo lo llamó con voz
alta: «¡Levántate!»” (Hechos 14:9-10). De nuevo, esta sanidad no fue algo que Pablo
inició. Él vio que el hombre tenía fe para ser sanado y entonces lo proclamó sano.
40
Esto no era algo que Pablo pudiera hacer a voluntad. Él solo podía hacerlo
cuando las circunstancias eran propicias para la sanidad. Si Dios no le hubiera
concedido a este hombre fe para ser sanado, entonces Pablo nunca hubiera podido
pronunciar la sanidad.
En cambio, hay tres ejemplos negativos de la vida de Pablo cuando él no pudo
sanar a sus amigos. Pablo no pudo sanar a Epafrodito (Fil 2:25-27); tuvo que dejar a
Trófimo enfermo en Mileto (2 Ti 4:20); y él incluso tuvo que exhortar a su querido hijo
en la fe, Timoteo, a tomar un poco de vino por causa de su estómago y sus frecuentes
enfermedades (1 Ti 5:23).
Algunas gentes suponen que Pablo no pudo sanar a esas tres personas porque
no tenía libertad para usar su don de sanidad en cristianos. Suponen que el don de
sanidad era para usarse solo en no creyentes, o en la presencia de no creyentes para
convencerlos de la verdad del evangelio. Si este fuera el caso, ¿Por qué Pablo sanó
a Eutico, un creyente levantándolo de la muerte en la presencia de puros creyentes
(Hechos 20:7.12)? Además, el don de sanidad mencionado en 1 Corintios 12:9 se dice
que es para edificación de la iglesia (1 Corintios 12:7).
Otros han afirmado que el fracaso de Pablo en sanar a Epafrodito, Trófimo, y
Timoteo fue debido a que Dios retiró el don de sanidad por esta época de su vida.
Esta es una explicación increíble. Aquí tendríamos que admitir habían cesado incluso
antes de la muerte de los apóstoles. No existe un argumento contextual para respaldar
tal sugestión.
A la luz de los textos mencionados arriba, es mucho más fácil creer que los
apóstoles no podían sanar a voluntad. Ellos eran dependientes de la voluntad del
Señor Jesús.
Una ilustración final de la inhabilidad de los apóstoles de sanar a voluntad está
demostrada en el caso del niño epiléptico. Esta es especialmente significativa porque
ocurre después de que Jesús les ha dado poder y autoridad sobre todos los demonios
y sobre todas las enfermedades (Mateo 10:1; Lucas 9:1). Ellos no pudieron sanar a
un niño endemoniado que trataba de suicidarse y que sufría de epilepsia (Mateo
17:16). Después de que Jesús sanó al niño, los discípulos le preguntaron porque ellos
no pudieron echar fuera el demonio. Jesús les dijo “Porque ustedes tienen muy poca
fe” (Mateo 17:20).
Es simplemente un malentendido de las Escrituras suponer que cualquiera
puede sanar a voluntad. La relación de los apóstoles con el Señor, y nuestra relación
con él es demasiado personal para tal explicación mecánica del don de sanidad. Por
lo tanto, en nuestro esfuerzo de entender el don de sanidad hoy, no debemos estar
buscando o esperando encontrar gente que pueda sanar a voluntad.
Pero incluso con este calificativo, todavía me parecía a mí que el golfo entre el
ministerio de sanidad de los apóstoles y el de los ministros actuales era demasiado
ancho para que yo aceptara los ministerios actuales como bíblicos. La calidad y el
41
número de gente sanada por los apóstoles eran muy superiores a lo que yo pensé que
estaba sucediendo hoy. Fue aquí en donde yo me di cuenta de la segunda suposición
falsa acerca del ministerio de sanidad y milagros del Nuevo Testamento.
Suposición Falsa # 2: El Ministerio de Sanidad de los Apóstoles era lo
mismo que el Don de Sanidad.
Un día mientras maneja para la casa después de un día completo de
enseñanza, caí en la cuenta de que debería existir una diferencia entre el ministerio
apostólico de sanidad, y el don de sanidad dado a los otros creyentes en el Cuerpo
de Cristo.
Aquí está cómo llegué a esa conclusión. Primero me di cuenta de que en 1
Corintios 12:8-10 Pablo está describiendo los dones milagrosos que se dan a todo el
Cuerpo de Cristo, no sólo a los apóstoles. Existe una evidencia abundante para la
distribución generalizada de los dones. Profecía, por ejemplo, se encuentra en la
iglesia de Tesalónica (1 Tes 5:20), en Roma (Ro 12:6), en Éfeso (Ef 4:11), y en otros
lugares a través del libro de Hechos. Así también, el don de leguas se encuentra en
Jerusalén (Hch 2), Samaria (Hch 8:5 sigs), Cesarea (Hch 10:46), Éfeso (Hch 19:6),
así cómo en Corinto. Milagros se estuvieron haciendo en las iglesias de Galacia (Ga
3:5).
Esta amplia distribución de dones a través del Cuerpo de Cristo, es lo que
profetizó Joel, cuando él vio al Espíritu Santo cayendo sobre toda la gente, en los
últimos días (Joel 2:28-29). Pedro usó la profecía de Joel, para argumentar que el don
de lenguas dado el día de Pentecostés, era uno de los signos del cumplimiento de la
profecía de Joel (Hechos 2:16). Con el derramamiento del Espíritu Santo en
Pentecostés, llegaron los dones a todo el Cuerpo de Cristo. De hecho Pedro dice que
cada cristiano ha recibido un don de ministerio, un carisma (1 Pedro 4:10). Esta es
exactamente la misma palabra que Pablo usó en 1 Corintios 12 (vv. 4, 9, 28, 30-31)
para los dones espirituales, y Pablo mantuvo que todos los dones estaban operando
en la iglesia de Corinto (1 Co 1:7). La evidencia del Nuevo Testamento, por tanto, nos
obliga a concluir que los dones milagrosos no estaban confinados solo a los apóstoles,
sino que estaban ampliamente distribuidos a través de todo el Cuerpo de Cristo.
La segunda cosa de que me di cuenta es que los dones espirituales varían en
su intensidad y fuerza. Pablo admite esto en relación al don de profecía. En Romanos
12:6 dice, “Tenemos diferentes dones, de acuerdo a la gracia que nos ha sido dada.
Si alguien tiene el don de alguien es profecía, úselo en proporción a su fe”. Existen
diferentes medidas de gracia y fe que se dan para ejercer los diferentes dones. Pablo
mismo tuvo un mayor don de lenguas que todos en Corinto (1 Co 14:18). Timoteo
había dejado que uno de sus dones espirituales decayera en intensidad de modo que
Pablo tuvo que animarlo “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios,
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que por la imposición de mis manos está en ti.” (2 Ti 1:6). Todos eso textos demuestran
que los dones espirituales ocurren con varios grados de intensidad o fuerza.
Nadie tiene problema en reconocer que los dones espirituales que
generalmente son vistos como no milagrosos varían en su intensidad. Algunos
maestros tienen un mayor don de enseñanza que otros. Lucas, por ejemplo, describe
a Apolos como un predicador que era “poderoso en las Escrituras” (Hch 18:24).
Algunos evangelistas tienen un don mayor que otros evangelistas, y así
sucesivamente. Por analogía debemos esperar la misma cosa con los dones
milagrosos del Espíritu Santo.
Este parece ser el caso aun entre los apóstoles en el libro de los Hechos. De
los apóstoles, Pedro y Pablo son presentados como los que tenían mayores dones de
sanidades y milagros. El ministerio de Pedro era tan extraordinario que aparentemente
¡aun su sombra era usada por Dios para sanar! (Hechos 5:15). Todos los apóstoles
fueron usados para hacer señales y maravillas (Hechos 5:12), pero Lucas parece
señalar a Pedro como preminente entre los apóstoles. Cuando Pablo entra en escena,
él también es presentado por Lucas teniendo poderes extraordinarios de sanación,
“Cuando ponían sobre los enfermos pañuelos o delantales que apenas habían tocado
la piel de Pablo, quedaban sanos de sus enfermedades y los espíritus malignos salían
de ellos.” (Hch 19:12). Pablo y Pedro fueron los únicos apóstoles que menciona Lucas
resucitando muertos. Aun entre los apóstoles, por tanto, en el Nuevo Testamento
parece indicar que había diferentes grados de intensidad en sus dones.
La tercera cosa que descubrí es que, tomados como un todo, los apóstoles son
presentados en el Nuevo Testamento como las personas con más dones en la iglesia.
Aun cuando estoy seguro que los apóstoles recibieron carismas, igual que los demás
en el Cuerpo de Cristo, el Nuevo Testamento nunca describe sus ministerios de
sanidad con la palabra “carisma”. El ministerio milagroso de los apóstoles se designa
con la frase “señales y prodigios”.
¿Qué son las señales y maravillas? En el Antiguo Testamento la frase se usa
con más frecuencia para describir las grandes plagas que Dios envió sobre Egipto y
la posterior liberación de su pueblo de esa nación (Dt 4:34; 6:22; 7:19; 23:9; 26:8;
34:11; Neh 9:10; Sal 135:9; y otros). En el Nuevo Testamento, “señales y maravillas”
describe los ministerios de Jesús (Hch 2:22), los apóstoles (Hch 2:43; 5:12; 14:3;
15:12; Ro 15:18-19; 2 Co 12:12), y los ministerios de Esteban (Hch 6:8) y de Felipe
(Hch 8:6).
La frase “señales y maravillas” se usa para describir un derramamiento
excepcional de milagros del Espíritu Santo. La frase no se usa en contextos en donde
ocurren uno o dos milagros o sanidades. Se usa en contextos donde una abundancia
de milagros están ocurriendo (p.e. Hch 5:12; 8:7) y quienes contemplan las señales y
maravillas están asombrados. Incluso una persona como Simón, que había sido
experto en las artes ocultas, está sorprendido de las señales en el ministerio de Felipe
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(Hch 8:13). Señales y maravillas ocurren en medio de los avivamientos relacionados
con la proclamación del evangelio, y la única gente que hace señales y maravillas,
aparte del Señor Jesús y los apóstoles, son Esteban y Felipe.
Aquí están las conclusiones que saqué de esas observaciones.
Primera. Existe una distinción entre “señales y maravillas” y el “don de
sanidad”. “Señales y maravillas” son un derramamiento de milagros específicamente
conectados con la proclamación del evangelio y con avivamientos. El don de sanidad
se le da a la iglesia para su edificación (1 Co 12:7) y no está necesariamente
conectado con avivamientos o con abundancia de milagros.
Segunda. Es equivocado insistir que el ministerio apostólico de señales y
maravillas sea el estándar para los dones de sanidad dados al cristiano promedio del
Nuevo Testamento. Tenemos descripciones intensas del ministerio de los apóstoles
en señales y maravillas, pero hay muy pocas descripciones del cristiano promedio que
tenía dones de sanidad, o ejemplos de cómo operaban los dones milagrosos en la
iglesia local.
Simplemente no es razonable insistir que todos los dones espirituales
milagrosos son iguales a los de los apóstoles en intensidad o fuerza, para ser
percibidos como dones legítimos del Espíritu Santo. Nadie insistiría en esto para los
dones no milagrosos como enseñanza o evangelismo. Por ejemplo, ¿Qué persona en
la historia de la iglesia, después de Pablo, ha sido un maestro tan dotado como él,
para el Cuerpo de Cristo? ¿Lutero? ¿Calvino? ¿Quién clamaría el día de hoy ser igual
a Pablo como maestro? Yo no conozco a nadie que tuviera esa pretensión en el
presente ni en el pasado. Por lo tanto, puesto que nadie ha surgido que tenga un don
de enseñanza igual al del apóstol Pablo, ¿deberíamos concluir que el don de
enseñanza ha sido retirado de la iglesia? De igual forma, ¿Debemos suponer que
todos los que tengan el don de evangelismo van a evangelizar como el apóstol Pablo?
¿Quién ha plantado tantas iglesias, o empezado tantos nuevos ministerios, con la
profundidad y la autoridad que lo hizo el apóstol Pablo? Podemos admitir que existen
diferentes grados de intensidad y calidad en los dones de evangelismo, en los dones
de enseñanza, y en otros dones. ¿Por qué no podemos hacer eso con el don de
sanidad? ¿O con el don de milagros? ¿O con el don de profecía?
Deberíamos, por supuesto, esperar que el ministerio de sanidad de los
apóstoles sea mayor que el de otros en el Cuerpo de Cristo. Ellos fueron
especialmente escogidos a mano por el Señor, para ser sus representantes, y se les
dio autoridad y poder sobre todos los demonios y todas las enfermedades (Mt 10:1;
Mr 3:13-15; Lc 9:1). Ellos recibieron una promesa especial de “ser revestidos con
poder de los alto” (Lc 24:49; Hch 1:8). Ellos tuvieron una autoridad que nadie en el
cuerpo de Cristo ha tenido. Pablo, por ejemplo, tuvo incluso la autoridad para entregar
a alguien a Satanás para la destrucción de la carne (1 Co 5:1-5).
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Si fuéramos a decir que el ministerio apostólico define el estándar por el cual
vamos a juzgar los dones en Romanos 12 y 1 Corintios 12, estaríamos forzados a
concluir que ningún don milagroso o no milagroso, ha sido dado desde el día de los
apóstoles. ¿Porque quien puede compararse con los apóstoles en ningún aspecto?
Tercera. No debemos sacar la conclusión de que las señales y maravillas
deben haber cesado con la muerte de los apóstoles. Esteban y Felipe no eran
apóstoles, pero se les dio un ministerio de señales y maravillas similar al de los
apóstoles. Y puede haber habido otros además de Estaban y Felipe.
No hay nada en el Nuevo Testamento que impida derramamientos o
avivamientos futuros acompañados por señales y prodigios. De hecho, es muy bíblico
esperar y orar por tales avivamientos. Considere la oración de Hechos 4:29-30 “Ahora,
Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin
ningún temor. 30 Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y
señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Si la iglesia tomara esta
oración seriamente, ¿Quién sabe qué clase de derramamiento de señales y maravillas
en avivamientos a Dios le complaciera darnos?
Al mirar el Cuerpo de Cristo, yo no veo a nadie que tenga la calidad y cantidad
de milagros que ocurrieron en el ministerio de los apóstoles. Pero eso ya no me lleva
a concluir que Dios no está usando gente para hacer milagros y sanidades el día de
hoy.
De hecho, ha sido mi privilegio tener amistad con varias personas como John
Wimber que tienen grandes dones de sanidades y milagros. Paul Caín, a quién ya
mencioné anteriormente, es la persona con más dones en el ministerio de lo milagroso
que yo he conocido. En varias ocasiones yo he visto a Paul visitar lo que yo llamo el
ámbito del poder apostólico. Por esto quiero decir que lo he observado ordenar o
pronunciar sanidades, en lugar de orar por ellas. Lo he visto ordenar a los espíritus
que permanezcan silenciosos, o que salgan fuera, y con una sola orden se han ido.
En marzo de 1990 estábamos compartiendo una reunión en Melbourne,
Australia, en la iglesia Waverly Christian Fellowship, en donde Kevin Connor es el
pastor. Al final de la reunión Paul oró por algunas personas en la audiencia. El señaló
a un hombre en la parte posterior del auditorio y dijo “Tu hombro derecho está
separado” Paul nunca había visto a ese hombre, y no había evidencia que indicara
que su hombro estuviera separado. Paul dijo, “Estira tu mano hacia el Señor Jesús, y
tu hombro sanará”. Instantáneamente, cuando el hombre extendió su mano, su
hombro fue sanado. Y él empezó a agitar ambos brazos dando gracias al Señor.
En junio de 1992, Edward and Jewell Levsen de Tustin, California, estaban
atendiendo una conferencia en Kansas City, Missouri, en donde Paul Cain era uno de
los oradores. Los Levsen se estaban retirando y preparando para cambiarse a Iowa.
Ellos estaban sintiendo que su utilidad para el Señor ya había terminado o que estaba
disminuyendo significativamente en sus años de retiro. Ambos tenían problemas
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físicos significativos. Edward tenía artritis severa en sus hombros y Jewell tenía
problemas en su cuello y en su espalda.
Los Levsen habían atendido otras conferencias en donde Paul Cain había
estado hablando, así que estaban familiarizados con la forma que el Señor usa a Paul
con los dones proféticos y de sanidad. Pero ninguno de ellos esperaba realmente
ningún ministerio público de Paul.
Una tarde, como una semana antes de la conferencia, Jewell oró algo como
esto “Padre, yo sé que Paul Cain llama líderes en sus reuniones, pero ¿Algunas veces
lo usas Tú para llamar a gente ordinaria? Yo no espero que él me llame, ¿Pero si lo
hace, me llamarías Jewell Floyd?”. (Floyd era el nombre de soltera de Jewell).
“Si Tú me hablas a través de Paul Cain, quiero hacerte una pregunta. He
escuchado lo que mucha gente ha dicho acerca de las mujeres en el ministerio, pero
yo quiero que Tú me digas que piensas de las mujeres en el ministerio. Yo sé que soy
muy vieja para seguir en el ministerio, pero aun así quiero saber qué piensas de las
mujeres en el ministerio”
Una semana después, durante la conferencia, el Señor le dio a Paul una visión
de Jewell y su esposo mientras Paul estaba orando en el cuarto del hotel antes de la
reunión. Después del mensaje de esa noche, Paul miró a través de la audiencia y dijo
“Hay alguien aquí llamado Edward. Tú eres del oeste y el nombre de tu esposa es
Jewell”. Entonces Edward y Jewell se pusieron de pie, Paul miró a Jewell y dijo
“¿Significa algo para ti el nombre Jewell Floyd?” Inmediatamente Jewell empezó a
llorar, siendo sobrecogida con la tierna omnisciencia del Señor.
Entonces Paul habló de su desánimo. Él le dijo a Jewell
“El Señor dijo que él te llamó, y fue real allá en Iowas. El Señor te llamó
y tuvo su mano sobre ti. ¡No ha terminado hasta que termine!
Y algo le está pasando a Lisa (su hija). ¡Algo le está sucediendo a toda
tu familia! Tus oraciones han sido escuchadas. Y Lisa ya ha estado teniendo
un encuentro con el Señor para que esta cosa que cambia la vida llegue a
ella.
Déjame decirte, ustedes son dos personas de las que hablé esta noche
que pueden tener sueños después de los sesenta. Ustedes son dos
personas que va a venir a ver la gloria del Señor mientras aún están vivos.
Y quiero que sepan que aún no termino contigo, Edward, ni contigo Jewell.”
Al mirar a Jewell, Paul dijo “Tú tienes dolor desde tu cuello hacia abajo hasta
donde termina tu columna y en tus pies y piernas”. Jewell reconoció que esto era
cierto. Paul le dijo que el Señor la iba a sanar esa noche. Entonces Paul miró a Edward
y dijo “Estoy teniendo una visión de tu dolor ahora. Tu casi has desgastado tu hombro,
y la artritis está allí de manejar algo grande, casi te ha matado. El Señor va a sanar
esa artritis”. Entonces miró a Jewell y dijo “Creo que tu cumpleaños es en julio. El
Señor ha sanado a tu esposo de regalo de cumpleaños”.
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Unas seis semanas después recibí una carta de Jewell. Ella escribió “Justo
después de la reunión el viernes en la noche con Paul Cain sentí mi cuello, y supe que
tuve un milagro creativo en mi cuello, ya que ¡la estructura muscular completa de mi
cuello había cambiado! Después de esto tan bien y sanada del problema desde la
nuca de mi cuello hacia abajo hasta el final de mi columna. Necesitaría varias páginas
para platicarte lo que diagnosticó el médico”.
Vi a Edward y a Jewell en el otoño de 1992. Ellos se habían inscrito en la
Escuela de Ministerio Camino de Emaús, en Euless, Texas. Los dos habían sido
completamente sanados de las condiciones que Paul había señalado, y estaban llenos
con una nueva pasión por Dios en sus corazones. Estaban impresionados por la
sanación que Dios les había dado, pero Jewell estaba igualmente agradecida por las
respuestas específicas que el Señor le había dado a su oración hecha una semana
antes de la conferencia. Dios demostró su tierno afecto por Jewell llamándola por su
nombre de soltera, Floyd, y al hacerle saber que Dios llama y usa mujeres, y por
decirles a ella y a Edward que no eran muy viejos para que Dios los usara
significativamente en el ministerio.
Ambos ejemplos están cerca del nivel apostólico de sanidad. Primero, la
dolencia fue revelada sobrenaturalmente por el Señor a Paul y, segundo, el Señor
reveló que sanaría esa condiciones. Paul no oró por su sanidad; simplemente la
pronunció. Este tipo de sanidad a menudo caracterizó el ministerio del Señor Jesús y
los apóstoles.
Me gustaría decir que Paul Cain vive en este medio, pero eso no es cierto. Hay
veces cuando Paul ora por la sanidad de alguien como cualquiera de nosotros. Pero
en algunas ocasiones, y parece que se están haciendo más frecuentes ahora, cuando
él visita este medio de sanidad apostólica, y hay semejanzas significativas entre su
ministerio y el de los apóstoles.
¿Por qué tendríamos dificultad de creer que el Señor usa gente de esta forma
hoy? ¿Por qué tendríamos dificultad de creer que algunas personas tienen mayores
dones de oración de sanidad que otros? No tenemos ningún problema para creer que
algunas personas tienen mayores dones de enseñanza, y otros mayores dones de
evangelismo, y otros mayores dones de administración. ¿Por qué tendríamos
dificultad para creer que la misma cosa puede ser cierta de las sanidades y los
milagros?
Esta explicación resolvió para mí el problema de la inconsistencia entre el
modelo de sanidad apostólica y lo que yo estaba viendo y escuchando el día de hoy
en la iglesia. Si no vemos sanidad apostólica en la iglesia hoy, la única conclusión
que podemos sacar es simplemente que no estamos viendo sanidad apostólica. No
significa que Dios no está dando sanidad apostólica o que ha retirado los dones de
sanidad del Cuerpo de Cristo.
47
Siempre es posible que seamos como Jacob, que tuvo que confesar
“Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.” (Ge 28:16).
Los Dones Milagrosos en la Historia de la Iglesia.
Si la razón principal por la que los cristianos no creen en los dones milagrosos
es porque no han visto milagros, la segunda más poderosa razón es que algunos
sienten que no hay evidencia para los dones milagrosos entre la muerte de los
apóstoles y el día de hoy. Si los dones iban a ser permanentes, ¿Cómo pudieron
perderse a través de la historia de la iglesia, o al menos por largos periodos de tiempo?
Supongamos por el momento que los dones realmente se perdieron. No sería
la primera vez que el pueblo de Dios hubiera perdido los dones espirituales. Algún
tiempo después de la muerte de Moisés, todo el Pentateuco, o al menos el libro de
Deuteronomio, se perdieron. No se volvieron a descubrir hasta alrededor del año 622
AC, durante el reinado de Josías (2 R 22:8). Piense en eso ¡El Pueblo de Dios perdió
sus Escrituras!
Para todos los propósitos prácticos, esto ocurrió una segunda vez en la historia
de la iglesia cuando la gente no podía leer el Antiguo Testamento original en hebreo,
el Nuevo Testamento en griego, o la traducción de la Biblia al latín. No fue hasta el
tiempo de la Reforma que las Escrituras estuvieron de nuevo accesibles al pueblo en
su propio lenguaje. Este no fue un caso de que Dios estuviera escondiendo las
Escrituras de la gente sino fue un descuido de la iglesia por las Escrituras.
También hay otros ejemplos. Una de las más preciosas enseñanzas dadas a
la iglesia es la doctrina de la justificación por la fe en Jesucristo únicamente. Poco
después de la muerte de los apóstoles, sin embargo, los escritos de algunos de los
Padres Apostólicos empiezan a mostrar que la doctrina de la justificación por la fe
estaba siendo pervertida (ver la Epístola de Bernabé y El Pastor de Hermas).
Eventualmente esta doctrina se perdió y no fue recuperada hasta la Reforma en los
siglos quince y dieciséis. Debemos explicar esta ausencia suponiendo que por
aproximadamente mil quinientos años Dos había retirado el ministerio de enseñanza
del Espíritu Santo, o que la justificación por la fe ¿ya no era importante para Él?
Ese tipo de ejemplos puede multiplicarse. Los dispensacionalistas, por
ejemplo, afirman que la iglesia de los primeros siglos creía en el premilenialismo y el
rapto pretribulacional. Sin embargo ellos tienen que admitir que ambas doctrinas
fueron presuntamente perdidas en la historia de la iglesia y no fueron recuperadas
hasta el tiempo de Darby en el siglo diecinueve. ¿Cómo podía la iglesia perder algo
que se hubiera previsto que fuera permanente? Parece que la iglesia no tiene ninguna
dificultad en extraviar las Sagradas Escrituras y las doctrinas fundamentales. ¿Por qué
deberíamos creer que la iglesia tendría dificultad de extraviar los dones espirituales?
También debe señalarse que este argumento de la ausencia de los dones en
la historia de la iglesia no es un argumento bíblico.es un argumento basado en la
48
experiencia. Si los dones se perdieron en la historia, la pregunta más importante no
es si se perdieron, sino porque se perdieron. Por supuesto, podría deberse a una
obsolescencia divinamente planeada, como algunos han argumentado. (Cuando
estudiemos más adelante el propósito de los milagros y los dones del Espíritu, sin
embargo, vamos a ser forzados a concluir que no podemos usar esta explicación). En
cambio, es posible que Dios nunca planeó que esos dones cesaran, sino que es la
iglesia la que ha rechazado esos dones. La pérdida de los dones podría deberse al
surgimiento de un liderazgo burocrático sin dones, que haya hecho a un lado a las
personas con dones. Desde este punto de vista, cuando la gente dejó de buscar los
dones espirituales (en directa desobediencia a los mandamientos de Dios: 1 Co 12:31;
14:1, 39) y dejaron de hacer provisión para su ejercicio, entonces dejaron de
experimentar los dones espirituales. O su pérdida puede deberse al juicio de Dios por
la incredulidad, apostasía, o legalismo en la iglesia. Cualquier número de otras
razones podrían también darse para la supuesta ausencia de los dones en la historia
de la iglesia.
De nuevo, nuestra decisión debe estar basada en las declaraciones claras y
específicas de la Escritura con respecto a la naturaleza y el propósito de los dones
milagrosos. A final de cuentas es solamente la Escritura, no la investigación histórica,
la que va a resolver esta cuestión.
La investigación histórica es una ciencia imperfecta. ¿Quién sabe historia
realmente bien? Solamente tenemos una pequeña fracción de la literatura desde la
muerte del último de los apóstoles hasta el inicio de la Reforma. Esto es, para mil
cuatrocientos años tenemos escasas fuentes históricas en las cuales basar nuestro
estudio. ¿Es esta suficiente evidencia sobre la cual basar la convicción de que los
dones del Espíritu Santo se le perdieron a la iglesia a través de la historia?
¿Pero realmente se perdieron los dones? Existe, de hecho, amplia evidencia a
través de la historia de la iglesia para el uso de los dones en la iglesia. Después e
estudiar la documentación histórica para los dones milagrosos del Espíritu, D.A.
Carson, un académico altamente respectado del Nuevo Testamento concluyó:
“Existe suficiente evidencia de que alguna forma de dones
“carismáticos” continuó esporádicamente a través de los siglos de historia
de la iglesia que es inútil insistir sobre bases doctrinales de que todos los
reportes son falsos, o el fruto de actividad demoniaca, o de aberración
psicológica.”
Esta evidencia, sin embargo, no siempre ha sido manejada de una manera
imparcial. A menudo los reportes de milagros han sido desacreditados porque se alega
que los testigos eran ingenuos, o que tenían una teología incorrecta.
San Agustín, por ejemplo, empezó creyendo que los dones milagrosos habían
sido retirados de la iglesia. Hacia al final de su vida, sin embargo, él escribió una serie
de retractaciones, y esta es una de las declaraciones de que se retractó. En “La
49
Ciudad de Dios” (Libro 22:8) él dijo que en menos de dos años él supo de más de
setenta casos registrados y verificados, de milagros en la ciudad de Hipona. Nadie
menos que San Agustín, escribiendo en el siglo quinto, dijo que ¡él podía verificar más
de setenta milagros en su ciudad en un periodo de dos años!
Warfield, quien normalmente acepta a San Agustín como un testigo confiable y
que lo ve como habiendo hecho una grande contribución a la historia de la doctrina,
no acepta este testimonio de San Agustín. Una de las razones por las que Warfield
rechaza el testimonio de San Agustín es debido al hecho de que algunas de las
sanidades que reporta San Agustín se hicieron con reliquias, específicamente los
huesos de Esteban. Aparentemente para Warfield esta es base suficiente para
demostrar que San Agustín no es un testigo confiable. Warfiled nunca se preocupó de
probar que esas alegadas sanidades a través de los huesos de Esteban no ocurrieron
o que no pudieron haber ocurrido. Él nunca discute el hecho de que los huesos de
Eliseo levantaron a un hombre de la muerte (2 R 13:21) y la relevancia de este texto
a los milagros citados por San Agustín.
De hecho Warfield reconoce que del siglo cuarto en adelante existen
numerosos informes de testigos de milagros y que los testigos no fueron obscuros
neuróticos sino “más bien excepcionales académicos, teólogos, predicadores y
organizadores de la época”. En relación a esto Warfield menciona a Jerónimo, el
destacado académico de su época; Gregorio de Nisa; Atanasio; Crisóstomo, el más
grande predicador de su época; Ambrosio, el más grande clérigo de su época; así
como San Agustín, a quien Warfiled reconoce como el mayor pensador de su época.
Todos esos líderes son rechazados por Warfield como testigos no confiables de
milagros. El tratamiento sesgado de Warfield de la evidencia histórica se ha visto bajo
severas críticas.
Estaría bien señalar aquí que la rareza no es un criterio de verdad. Ni es un
criterio que quisiéramos usar para decidir si algo está conforme a la Escritura o no lo
está. Hay muchas cosas en la Escritura que son excesivamente raras. El profeta
Isaías, por ejemplo, anduvo desnudo y descalzo por tres años, como una señal en
contra de Egipto y de Cus (Is 20:3). Al profeta Oseas se le ordenó casarse con una
prostituta (os 1:2). Los huesos muertos de Eliseo resucitaron a un muerto (2 R 13:21).
La sombra de Pedro sanaba a los enfermos sobre los cuales caía (Hch 5:15). Los
pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo sanaban enfermos y
echaban fuera demonios (Hch 19:12). Y cosas aún más extrañas que esas pueden
encontrarse en las Sagradas Escrituras.
Suponga que yo le dijera que tuve una visión en la cual vi el trono de Dios. En
mi visión había cuatro seres vivientes con parecido de un león, un becerro, un hombre,
y un águila, y que cada uno tenía seis alas y estaban llenos de ojos por todo alrededor
y por dentro. Esas criaturas estaban diciendo “Santo, Santo, Santo” cuando volaban
alrededor del trono de Dios día y noche. ¿Quién creería que esta es un visión
50
verdadera si no estuviera ya escrita en Apocalipsis 4:6-8? Yo no estoy diciendo que
deberíamos creer toda cosa extraña que se nos narre. Lo que estoy diciendo, sin
embargo, es que nada puede descontarse como falso, o contrario a la Escritura,
simplemente porque es raro o extraño.
La investigación reciente está tendiendo a ver los reportes de eventos
milagrosos a lo largo de la historia de la iglesia, bajo una luz mucho más positiva.
Cuando me di cuenta que había igualado falsamente el ministerio de señales y
maravillas de los apóstoles, con los dones de sanidad dados a los cristianos promedio,
mi mayor objeción teológica al ministerio contemporáneo de los dones milagrosos se
desvaneció. También fue útil entender que el ministerio de sanidad de Jesucristo y los
apóstoles no operó en alguna clase de esfera mecánica o automática. Fue un sesgo
teológico, combinado con una lectura superficial del Nuevo Testamento, lo que me
había llevado a creer que ellos podían sanar a voluntad propia. Ahora, por primera vez
estaba en posición, de investigar con una mente abierta, lo que las Escrituras decían
acerca de las sanidades y milagros.
También empecé a leer la historia de la iglesia con una mente abierta, en
realidad en busca de pruebas de los dones del Espíritu. Encontré que hay mucha más
evidencia histórica, para la presencia de los dones milagrosos a través de la historia
de la iglesia, de lo que yo había sido llevado a creer.
Yo tenía que cruzar otros dos obstáculos grandes, sin embargo, antes de que
yo pudiera estudiar las Escrituras con una mente verdaderamente abierta en este
asunto. Si creer en los dones del Espíritu implicaba que debería compartir los abusos
del movimiento carismático, no estaba seguro de que quisiera creer en ellos. Pero
muy aparte de cualquiera de los abusos de los dones, yo sentía una repugnancia hacia
los dones de revelación, especialmente hacia el don de lenguas, pues me parecían
demasiado subjetivos a mí. También me parecía que le restaban importancia a la
Biblia y que ponían en peligro su autoridad. Sin embargo la enseñanza de la Escritura
me estaba forzando hacia los dones en contra de mi voluntad.
51
Capítulo 6: Respondiendo a los Abusos Espirituales. (En Inglés 77-86)
(Traducción y correcciones por RN / LG )
Casi todo el mundo ha experimentado o escuchado de los abusos dentro de
los movimientos pentecostal y carismático y en otros grupos que creen en los dones
del Espíritu. Algunos de esos abusos pueden ser bastante aterradores. Antes de mi
primera reunión en Vineyard, solo había estado en una reunión que pudiera llamarse
carismática o pentecostal. Esto ocurrió durante mi último año en la universidad. Un
grupo de amigos que estábamos trabajando en un ministerio cristiano, decidimos ir a
escuchar a un joven evangelista pentecostal que estaba dirigiendo un avivamiento en
una bien conocida iglesia pentecostal en nuestra ciudad. Íbamos a ese servicio
expresamente a burlarnos y ser entretenidos. No fuimos desilusionados.
El joven evangelista salió al escenario vestido con el último atuendo de moda
hippie (era el año 1970). En vez de hablar de la Escritura, narró la historia de su
conversión personal. Supuestamente se había convertido en la cárcel por un delito
relacionado con drogas. Cuando se sentó en el piso en una esquina de su celda
experimentando síntomas de la abstinencia, vio al Señor Jesús y dos ángeles flotando
sobre él. Jesús se paró para mirar hacia abajo al joven, pero uno de los ángeles tomó
a Jesús de la mano y dijo “Ven Jesús, vámonos. Él no vale nada. Él es solo basura”.
Jesús le dijo al ángel que se esperara porque él tenía planes poderosos para este
joven. Nada de lo que dijo ese joven evangelista esa noche, tenía algo que pareciera
verdadero. Ni su estilo extravagante incrementaba su credibilidad en mi opinión.
La invitación que hizo al final de su mensaje, no fue para salvación de los
pecadores. Sino que hizo un ofrecimiento a quienes quisieran recibir el bautismo del
Espíritu Santo y el don de lenguas. Cuando se hizo la invitación algunos de mis amigos
pasaron al frente para ver más de cerca. Vieron a dos hombres orando por otro. Los
dos hombres le dijeron al otro, que abriera su boca y que emitiera algunos sonidos. El
hombre hizo eso, e inmediatamente se anunció que había recibido el don de lenguas.
Nuestra experiencia esa noche confirmó lo que ya sabíamos: los dones del
Espíritu Santo no estaban siendo dados, y todas las pretensiones para ese tipo de
dones eran solo pretensiones de gente ingenua y engañada. O peor aún, eran
engaños deliberados.
Habiendo estado en una reunión en donde los dones del Espíritu eran
abusados o falsificados, yo concluí que todas las reuniones en donde se practicaban
los dones del Espíritu eran iguales a esa. No es sorprendente que Dios no me dejó
ver la cosa genuina. Cuando tú vas con una mente cerrada, es raro que Dios viole tus
prejuicios. En aquellos días yo no era un buscador sincero. Yo no debería estar
sorprendido, por lo tanto, si Dios escogió no tirar sus perlas a los cerdos.
Es innegable que existen abusos significativos dentro de algunos grupos que
creen y practican los dones del Espíritu. Yo he sido testigo de emocionalismo,
exageraciones, elitismo, palabras proféticas usadas de una forma controladora y
52
manipulativa, y una ausencia de fundamentos bíblicos en varias reuniones y
movimientos. Yo no diría, sin embargo, que esto es verdad de la mayoría de los grupos
que practican los dones del Espíritu. Y yo encuentro que los líderes que conozco
personalmente, entre esos movimientos, son rápidos para corregir esos excesos y
abusos.
El Significado de los Abusos.
¿Qué significado debemos asignarle a esos abusos? Debemos verlos en la
misma luz en la cual son vistos en las Escrituras. Sorprendentemente, la Biblia enseña
que Dios hace maravillas entre aquellos que tienen abusos espirituales, errores
doctrinales, e incluso inmoralidad.
Ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento ilustran ampliamente este punto.
Sansón no adquirió su gran fuerza con un entrenamiento largo y muchos arduos
ejercicios en el gimnasio local. Su fuerza era sobrenatural, porque la Biblia no nos deja
ninguna duda que se debía al Espíritu Santo (Jue 14:6, 19; 15:14). En una ocasión en
la ciudad de Gaza, Sansón pasó la noche con una prostituta (Jue 16:1). Seguramente
deberíamos esperar que tal inmoralidad sexual causara que perdiera su poder del
Espíritu Santo. Sin embargo cuando sus enemigos rodearon la ciudad para capturarlo,
Dios le concedió la fuerza para arrancar de raíz las puertas de la ciudad y llevarlas
hasta la cima de la montaña para burlarse de ellos (Jue 16:2-3).
El Nuevo Testamento también tiene sus ejemplos. La iglesia de Corinto era tan
rica en dones espirituales que Pablo pudo decir que a ellos no les faltaba ningún don
espiritual (1 Co 1:7). Sin embargo mostraban un espíritu tan sectario que Pablo tuvo
que llamarles “carnales” (1 Co 3:1-7). Además, tenían tal inmoralidad sexual entre
ellos que era peor que las prácticas de los paganos, y ellos toleraban esa inmoralidad
sexual (1 Co 5:1-2). Ellos eran incluso culpables de ¡emborracharse durante la Cena
del Señor! Algunos de los corintios apoyaban uno de los peores errores doctrinales
mencionados en el Nuevo Testamento. Ellos afirmaban que no había resurrección de
los muertos (1 Co 15:12). Aquí estaba una iglesia con abusos morales significativos y
errores doctrinales, y sin embargo es una de las iglesias más ricas en dones
espirituales del Nuevo Testamento.
Cuando Pablo escribió a las iglesias de Galacia (probablemente en el año 49
DC), la herejía doctrinal estaba tan metida en las iglesias que Pablo pudo decir de
ellas “Estoy asombrado de que tan pronto se estén apartando del que los llamó por la
gracia de Cristo, para ir tras un evangelio diferente.” (Ga 1:6). La seriedad de su
condición se revela en otro pasaje en donde Pablo les pregunta “¡Oh gálatas
insensatos! ¿Quién los fascinó para no obedecer a la verdad, si ante los ojos de
ustedes Jesucristo ya fue presentado claramente cómo crucificado?” (Ga 3:1).
Las iglesias de Galacia estaban muy cerca de abandonar el mismo evangelio
que los había salvado, y sin embargo, al mismo tiempo que Pablo estaba escribiendo
53
su carta a los gálatas, Dios estaba realizando milagros entre ellos “Entonces, el que
les suministra el Espíritu y obra maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la
ley o por el oír con fe?” (Ga 3:5). En la frase “obra maravillas entre ustedes”, la palabra
“obra” está en tiempo presente. Esto significa que Pablo afirmó que estaban
sucediendo milagros entre los gálatas al mismo tiempo que les estaba escribiendo la
carta.
Esta breve investigación nos lleva a tres inescapables conclusiones:
Primero: la presencia de abusos, e incluso de impureza, en los grupos
cristianos en donde ocurren milagros, no demuestra que sus milagros no son de Dios,
como no lo hizo en Corinto.
Segundo: la presencia de error doctrinal en grupos cristianos, en donde ocurren
milagros, no demuestra que sus milagros son inválidos, como no lo hizo en las iglesias
de Galacia.
Tercero: los milagros ni confirman ni apoyan las doctrinas o prácticas distintivas
de iglesias o grupos cristianos individuales.
Los milagros en Galacia no apoyaban la enseñanza herética, como tampoco el
don de milagros apoyó el abuso de la cena del Señor en Corinto. De acuerdo a la
Escritura, existe un solo mensaje que apoya o confirma los milagros del Nuevo
Testamento, y ese es el mensaje del evangelio concerniente a la persona y a la obra
de Jesucristo.
Gran parte de la literatura cesacionista a través del siglo veinte ha fracasado
en captar esas tres conclusiones. Cada vez que aparecen los dones de milagros en
la historia, los cesacionistas buscan abusos o errores doctrinales dentro del grupo
donde se manifiestan estos dones. Cuando encuentran errores doctrinales o abusos,
inmediatamente concluyen que esos dones no podían haber sido reales. Ellos de igual
forma podrían concluir que ¡los dones en Corinto y en Galacia no eran reales tampoco!
Abusos No Carismáticos Dentro de la Iglesia Hoy.
La gente a menudo usa los abusos carismáticos para probar que los dones del
Espíritu ya no se dan. Pero esa espada corta para los dos lados. Existen abusos en
todas las expresiones del cristianismo. Solo que nos acostumbramos a nuestros
propios abusos, y ya no se ven tan malos como los de otros grupos. ¿Pero lo son?
Cuando todavía era profesor en el Seminario de Dallas, estaba un día comiendo
con un grupo de estudiantes y uno de ellos mencionó a John Wimber y a Peter
Wagner. Otro comentó “Yo tengo un serio problema con esos dos hombres”.
“¿Porqué?” pregunté yo.
“Porque ellos enseñan en el Seminario Fuller”.
Yo le pregunté qué era lo que tenía de malo el Seminario Fuller. Él respondió
que la facultad y el consejo de administración ya no afirmaban unánimemente la
doctrina de la inerrabilidad bíblica, y por lo tanto, no se podía confiar en nadie que
54
enseñara ahí. Cuando avanzó la discusión, se hizo aparente que él tenía fuertes
sentimientos acerca de este asunto, incluso hasta el punto de enojarse.
Más tarde, ese mismo estudiante vino a mi oficina en privado y me confesó que
había estado luchando, durante quince años, con una adicción a la pornografía.
También me dijo que durante el tiempo que había estado atendiendo el seminario
había visitado prostitutas tres veces.
Este hombre joven estaba casado, tenía hijos, y también era pastor en una
iglesia local. Lo que me sorprendió fue que él no consideraba adulterio su visita a las
prostitutas. Yo estaba aún más sorprendido por descubrir que él mostró una reacción
mucho más fuerte a la opinión del Seminario Fuller sobre la inerrabilidad bíblica que a
su propio adulterio. Él sintió más intensidad emocional por la doctrina de la
inerrabilidad que al hecho de que había estado esclavizado por la lujuria durante
quince años y había vivido una mentira ante su familia y ante su iglesia.
Después, cuando unos hombres de una iglesia carismática local oraron por él
(a petición suya) y le pidieron a Dios que lo liberara del poder de la lujuria sobre su
vida, él se molestó muchísimo porque uno de los hombres oró en lenguas en voz muy
baja. De nuevo, el mostró más preocupación por el hecho de que alguien orara en
lenguas que por ser un adultero esclavizado por la lujuria.
Durante el tiempo que yo estuve tratando de ayudar a este joven, reflexioné
sobre su situación a menudo. El aspecto más perturbador no era que hubiera caído
en pecado sexual de grave y que estaba bajo el poder de la lujuria, yo he visto que
eso les pasa a los cristianos en todas las ramas de la iglesia hoy. Lo que me
perturbaba más acerca de este joven pastor era el hecho obvio de que valoraba más
alto la doctrina que su vida moral. Esta prioridad no es normal del corazón regenerado.
Esta prioridad era algo que sus maestros le habían inculcado sin darse cuenta. Él
aprendió este énfasis de alguna de las autoridades religiosas en su vida para quienes
la autoridad doctrinal era el valor más alto. Este énfasis no puede encontrarse en las
enseñanzas del Nuevo Testamento.
De hecho, este énfasis pervierte la doctrina del Nuevo Testamento, porque ve
a la mente como más importante que el corazón (esto es, los afectos) y afirma que
creer las cosas correctas, es más importante que hacer las cosas correctas. Este
pastor hizo del conocimiento el valor supremo en su vida. Él puso su búsqueda de
pureza de la doctrina, por encima de su búsqueda de pureza en su propia vida.
Yo estaba ahora viendo el fruto de esa clase de doctrina. Un joven pastor había
perdido la habilidad de llorar por sus pecados, pero todavía tenía una pasión para
defender la autoridad de la Biblia. Esta búsqueda intelectual de pureza doctrinal a
expensas de nuestra santidad personal es un abuso tan grande como cualquier abuso
del movimiento carismático.
Déjenme darles otro ejemplo. Conozco a un hombre que es graduado de un
seminario. Durante el tiempo que fue estudiante del seminario y durante los años
55
después de su graduación fue un homosexual practicante. Tenía tanta habilidad para
llevar una doble vida, que ninguno de sus amigos cristianos, ni ninguno de la iglesia
que él pastoreaba, jamás sospecharon de él. Él estaba implicado en unas de las
peores perversiones homosexuales.
Continuó ese estilo de vida por muchos años. Entonces fue atacado de repente
por una condición que amenazaba su vida y se encontró atado a una camilla de
hospital dirigido hacia la sala de operaciones. El médico que lo atendía le dijo que
probablemente no saldría con vida de la sala de operaciones.
Cuando el hombre escuchó eso, clamó a Dios por misericordia. Le pidió perdón
a Dios por la doble vida que había estado llevando, por ser infiel a Dios, y por engañar
a sus amigos. Se arrepintió de su homosexualidad y prometió nunca volver a ceder a
ella. Entonces le pidió a Dios que lo sanara y que le diera otra oportunidad más.
¿Cómo crees que Dios respondió a una oración como esa, dadas las circunstancias?
Dios le concedió la vida. No solo eso, sino que su recuperación de la cirugía y
su posterior recuperación, ocurrieron mucho más rápido que lo que cualquiera de sus
médicos hubiera predicho.
Yo no llamaría milagro a su rápida recuperación, pero un milagro le ocurrió a
él. Cuando salió de la cirugía, todo su deseo homosexual había desparecido. El cruel
tirano a quien había servido por tantos años no se encontró por ningún lado. Él estaba
libre. El poder de la sangre de la cruz había hecho un milagro más grande que
cualquier sanidad física que yo conozco.
Después de salir del hospital, este hombre decidió cumplir su promesa a Dios.
Él pensó que el mejor lugar para empezar sería regresar a su iglesia y hacer una
confesión completa de su pecado y su engaño. Para entonces había contraído SIDA,
y también quiso que los ancianos de su iglesia lo ungieran con aceite y oraran por él
de acuerdo a Santiago 5:14-16.
Tú pensarías que los ancianos de la iglesia se hubieran regocijado de ver a
este pródigo regresar a casa. Pero ese no fue el caso. Primero, algunos dudaron que
él fuera un creyente. Segundo, ellos le pidieron que saliera de la iglesia. Tercero, ellos
rehusaron orar por él y por su sanidad, y cuando abatido salió de la iglesia, algunos
no lo saludaron de mano por temor a contagiarse de SIDA.
Yo no sé tú, pero si yo tuviera que escoger entre la peor y más grosera forma
de emocionalismo en mi iglesia, o vivir con la clase de fariseísmo de corazón frío que
este hombre experimentó después de su arrepentimiento, ¡yo escogería el
emocionalismo!
Puedes pensar que esas son historias aisladas, pero no lo son. Esas clases de
incidentes no son raros en el ala de la iglesia que es anti carismática y que pone un
alto valor, tal vez el más alto valor, en la enseñanza de la doctrina de la Biblia. Yo viví
en esa ala de la iglesia por más de veinte años, y he acumulado suficientes de esas
clases de abusos como para llenar varios libros.
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Esta particular rama de la iglesia es tan culpable de abusar de la Palabra de
Dios, como cualquiera que yo haya visto en la rama carismática. Solo que lo hacen en
formas diferentes. Ellos no creen en la profecía, así que no pueden usar eso como un
medio para controlar y manipular a la gente. Pero ellos usan la Palabra de Dios y su
interpretación para controlar y manipular a los miembros de sus iglesias.
J. I. Packer describió este grupo cuando escribió:
“A pesar de este desprecio por “las tradiciones de los hombres”, la
insistencia de muchos cristianos conservadores en demandar que los
adultos acepten las tradiciones de fe y de práctica igual que los niños a
quienes se les dice que cierren los ojos, abran la boca, y se traguen lo que
se les meta en la boca, no es una actitud madura; en el mejor de los casos
conduce a la intolerancia y en el peor al fanatismo”.
La parte de la iglesia que Packer estaba describiendo sin duda se burlaría de
la infalibilidad papal. Sin embargo ellos tratan su propia tradición interpretativa y
expositora como infalible. Y ellos además deshonran las Escrituras, dándole a los
pasajes controversiales, las interpretaciones más absurdas cuando esos pasajes
discrepan con sus propias prácticas o interpretaciones.
Cuando el Fundamentalismo se Convierte en Abusivo.
Yo no quiero que malentiendan los ejemplos anteriores. No estoy criticando mi
seminario. Yo le debo al Seminario Teológico de Dallas una deuda que nunca voy a
ser capaz de pagar. Mis profesores me transfirieron un amor y un respeto santo por la
Palabra de Dios que ha sido uno de mis tesoros más preciosos.
Mis profesores me mostraron amabilidad, amor, y afirmación. Yo no cambiaría
nada por mi educación y por mis años de empleo en el Seminario de Dallas.
No estoy criticando a mi seminario ni a otras ramas no carismáticas de la
iglesia. Lo que estoy criticando es el fundamentalismo cuando se vuelve abusivo. Ya
he comentado que los abusos de la iglesia carismática son reales y serios. No he
ilustrado detalladamente esos abusos en este capítulo. Una avalancha reciente de
libros anti carismáticos ha hecho esto hasta la saciedad. Lo que no han hecho, sin
embargo, es admitir que sus propios abusos son igual de serios. La clase de abusos
que he mencionado previamente, son el tipo de abusos que no son raros en las
iglesias fundamentalistas u otras iglesias cuyo más alto valor es la ortodoxia.
Todas las iglesias tienen sus propios abusos distintivos. Algunas iglesias son
más propensas al emocionalismo, mientras que otras son más propensas a un
fariseísmo legalista frio y auto justificante. Las dos están seriamente equivocadas. A
menudo estamos ciegos a nuestros propios abusos, porque la mayoría de los abusos
surgen de un énfasis equivocado, o una aplicación equivocada de alguna cosa buena.
No abusamos nuestras debilidades, abusamos nuestras fortalezas. Por esto es que
57
nuestros propios abusos son tan difíciles de ver, son un mal uso de una fortaleza, de
algo que nos ha bendecido a nosotros y a otros.
Nuestra Actitud Hacia los Abusos Espirituales.
El propósito de este capítulo no es excusar los abusos carismáticos o
pentecostales o condenar los abusos de algunas iglesias tradicionales. Más bien,
nosotros necesitamos cultivar una actitud piadosa y basada en las Escrituras hacia
los abusos espirituales, sin importar en donde ocurran.
Hay dos actitudes diferentes que podemos tomar hacia los abusos espirituales
dentro de la iglesia. Podemos tratar de controlarlos eliminando lo que está siendo
abusado. Podríamos, por ejemplo, eliminar los abusos del don de lenguas prohibiendo
que la gente hable en lenguas. También podríamos eliminar el abuso de varias
libertades, prohibiendo esas libertades. Aun cuando las Escrituras prohíben este
enfoque, ha sido común desde el inicio de la historia de la iglesia y continua hasta el
día de hoy.
¿Pero cómo podría un grupo que profesa creer en la Biblia hacer esto? Es
simple, racionalizan el mandamiento bíblico en particular relacionado. Cuando Pablo
dice que no prohibamos hablar en lenguas (1 Co14:39), algunos simplemente dicen
que eso no se aplica el día de hoy.
El problema con ese método, además de que deshonra la Escritura, es que
esta clase de control autoritativo sofoca la espontaneidad y drena la vida misma de la
iglesia. Echa el pecado y el abuso donde no se vea y donde es mucho más difícil tratar
con ellos. Yo he visto mucha más maldad y pecado secreto entre las iglesias
fundamentalistas autoritarias, que en cualquier otra parte del espectro de iglesias
cristianas de hoy en día.
El mejor enfoque, en mi opinión, es ver los abusos y errores doctrinales como
inevitables de este lado del cielo. En lugar de escandalizarnos cuando los vemos,
debemos corregirlos con gracia y con paciencia. En algunos casos, encontraremos
que lo que pensábamos que era un abuso, no era un abuso, sino un paso hacia
adelante.
Los ministros de la época de Jorge Whitefield (1714-1770), por ejemplo, vieron
la predicación en los campos, como algo deshonroso para el evangelio de Jesucristo.
Pero eventualmente la iglesia cambió de opinión para ver que los que se oponían a
Whitefield estaban deshonrando el evangelio, y aceptaron la predicación en los
campos como un medio válido de ganar gente para Cristo.
También necesitamos una dosis saludable de humildad. Necesitamos
reconocer que nuestros corazones son engañosos y están desesperadamente
enfermos (Jeremías 17:9). Necesitamos darnos cuenta de que ni nuestras
interpretaciones ni nuestras prácticas son infalibles. Cómo J. I. Packer ha dicho,
nosotros somos “víctimas y beneficiarios de nuestras propias tradiciones”.
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Solamente cuando en verdad creemos en nuestra propia capacidad para ser
engañados, es cuando empezamos a ver con claridad. Es solo cuando le pedimos a
Dios que revele nuestras fallas que seremos liberados de las muchas cegueras que
nos acosan a través de nuestras vidas cristianas. David confesó su implacable
ceguera cuando oró:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el
camino eterno.” (Salmo 139:23-24)
Si “el hombre conforme al corazón de Dios”, que tuvo el gran privilegio de
escribir una gran parte de los Salmos, vio su necesidad de que Dios le revelara sus
fallas y pecados, ¿Cuánto más debemos nosotros buscar este ministerio de
revelación?
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
He podido observar que normalmente Dios no viola los prejuicios del orgullo
religioso. Muchos de los fariseos fueron a sus muertes absolutamente convencidos de
la validez de sus propias tradiciones y prejuicios. Su orgullo religioso los desconectó
de la corrección que Dios de buena gana les hubiera dado, porque “Dios se opone a
los orgullosos pero da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5)
La tragedia es que muchas de sus doctrinas eran bíblicas y verdaderas. Sin
embargo, yo mejor tendría algunas doctrinas equivocadas y humildad, que tener
ortodoxia completa en todos los puntos sin humildad. Una persona que tiene una
doctrina equivocada y humildad puede ser corregida. Una persona con la mayoría de
las doctrinas correctas, y sin humildad, será resistida por el Señor a quien él profesa
servir.
59
Capítulo 7: Muerto de Miedo al Espíritu Santo
(Traducido por TLA / RND)
El 18 de abril de 1906, el periódico Los Ángeles Times reportó un extraño y
poco usual avivamiento que estaba sucediendo en la ciudad. Debajo de un
encabezado que proclamaba “Extraña Babel de Lenguas”, un reportero del periódico
declaraba que
“…las reuniones se llevaban a cabo en un ruinoso establo de la calle
Azusa, cerca de la calle San Pedro, y que los devotos de la extraña doctrina
practicaban los ritos más fanáticos, predicaban las teorías más
extravagantes, y en su entusiasmo delirante alcanzaban un estado de
excitación desquiciada. La congregación estaba formada por personas de
color y unos cuantos blancos, y por la noche alteraban el vecindario de
manera terrible con los aullidos de los adoradores, los cuales pasaban
horas balanceándose de adelante hacia atrás en una enervante actitud de
oración y súplica. Ellos alegaban poseer el “don de lenguas” y el poder de
entender aquella babel.1
Ese mismo día ocurrió el gran terremoto de San Francisco, el cual destruyó una
gran parte de esa ciudad. Cuando las personas que estaban en la calle Azusa sintieron
las sacudidas del sismo, un “terremoto espiritual” convulsionó la reunión, el cual la
elevó casi a un nivel de histeria”.2
Aunque las vibraciones del terremoto de San Francisco se sintieron en toda la
costa de California, la agitación por el terremoto espiritual se extendió a través del
país. El avivamiento continuó día y noche por tres años y fue el origen del
Pentecostalismo moderno. Sin embargo, desde el mismo comienzo, los fenómenos
físicos que ocurrieron en el avivamiento fueron ridiculizados llamándolos “un frenesí
de fanatismo religioso”, y en cuanto a las personas que hablaron en lenguas se dijo
de ellas que “parloteaban con una cháchara incoherente”
Manifestaciones físicas poco usuales son comunes a través de la historia de la
iglesia, especialmente durante los tiempos de avivamiento. Algunas veces estas
manifestaciones han ocurrido en los lugares más improbables.
Durante el Avivamiento Evangélico de Inglaterra a fines de 1730 y principios de
1740, John Wesley observó numerosas “señales externas” que ocurrían durante sus
predicaciones. El 17 de junio de 1739, por ejemplo, cuando Wesley predicaba en los
prados, y estaba “invitando encarecidamente a los pecadores a ‘entrar al lugar
santísimo’ a través de esta ‘nueva manera de vivir’”.
Muchos de los que lo escucharon empezaron a clamar a Dios con
grandes gritos y lágrimas. Algunos se desplomaron, y permanecieron allí sin
fuerzas; otros temblaban y se sacudían exageradamente: Algunos eran
afectados con cierta clase de movimientos convulsivos en cada parte de sus
60
cuerpos, y de manera tan violenta, que con frecuencia cuatro o cinco
personas no podían contener a una sola”.
Cuando su amigo y colega, el predicador George Whitefield, escuchó hablar
acerca de estas señales, objetó de manera enérgica. Pero el siete de julio de 1939,
Wesley registró en su diario:
“Tuve la oportunidad de hablar con él acerca de esas señales externas
las cuales con frecuencia son acompañadas por la obra interior de Dios. Me
pareció que sus objeciones se basaban principalmente en crasas
tergiversaciones de los hechos. Pero al día siguiente él tuvo la oportunidad
de informarse mejor: Porque tan pronto como empezó (durante la aplicación
de su sermón) a invitar a los pecadores a creer en Cristo, cuatro personas
cayeron al suelo cerca de él, casi al mismo tiempo. Uno de ellos yacía sin
sentido o movimiento. Una segunda persona temblaba de manera extrema.
El tercero sufría fuertes convulsiones en todo su cuerpo, pero sin hacer ruido,
solo gemía. El cuarto, convulsionando de la misma forma, clamaba a Dios
con grandes gritos y lágrimas”.
Wesley concluye la anotación en su diario con la afirmación: “Desde este
momento, así lo espero, dejaremos que Dios lleve a cabo su obra de la manera que
él prefiera”.4
Durante ese mismo período, ¿quién hubiera pensado que esa clase de
“señales” sucederían en un entorno austero de Nueva Inglaterra durante lo que hoy
se conoce como uno de los más grandes avivamientos de la historia de Estados
Unidos, el Gran Despertar?” Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió
regularmente en las reuniones de Jonathan Edwards, quien es considerado por
muchos como el teólogo más grande de Norteamérica.
Al describir una de las reuniones en su iglesia, Edwards escribe lo siguiente:
“El efecto se propagó rápidamente a través del recinto; muchos de los
jóvenes y niños… parecían estar sobrecogidos por una sensación de la
grandeza y la gloria de las cosas divinas, y con admiración, amor, gozo y
alabanza, y compasión hacia otros a quienes veían en un estado natural
(no salvos); y muchos otros al mismo tiempo se sintieron dominados por
una sensación de angustia derivada de su estado miserable y su condición
pecadora; así que en el lugar no se apreciaba nada que no fueran gritos,
desmayos y cosas parecidas” (énfasis mío).5
Durante ese otoño. Edwards escribe que
…algo muy frecuente era ver la casa llena de gritos, desmayos,
convulsiones, y cosas parecidas, en ambas formas, de angustia, y de
admiración y gozo… Esto era bastante frecuente de manera que había
algunos que estaban tan afectados, y sus cuerpos tan doblegados, que no
61
se podían ir a casa, sino que fueron obligados a permanecer toda la noche
en donde estaban (énfasis mío).6
En otra ocasión Edwards describe el ministerio de Mr. Buell, quien
…continuó allí por una quincena o tres semanas después de que yo
regresé: habiendo aún una gran asistencia a sus labores; muchos siendo
elevados en su afecto religioso mucho más allá de donde habían estado
antes; y había algunos casos en los que las personas yacían en una especie
de trance, permaneciendo por 24 horas completas sin moverse, y con sus
sentidos bloqueados; pero al mismo tiempo sujetos a intensas visiones,
como si hubieran ido al cielo y hubieran disfrutado allá de cosas exquisitas y
gloriosas. Pero cuando las personas eran elevadas a este nivel, Satanás
aprovechaba la oportunidad y su interferencia en muchos casos se hizo
aparente muy pronto: y una gran cantidad de esfuerzo y cautela se
necesitaron para evitar que muchas de las personas perdieran el control
(énfasis mío).7
Esta clase de manifestaciones causaban preocupación en dos diferentes
aspectos. Como Edwards sugiere en el último párrafo, aunque las manifestaciones
eran reacciones legítimas a la obra del Espíritu Santo, ellas eran propensas a ser
pervertidas por Satanás para que la gente se desviara.
En otro aspecto, esa clase de manifestaciones ocasionaban que un buen
número de ministros cristianos conservadores criticaran a Jonathan Edwards y a sus
reuniones, considerándolas obras de la carne y del demonio. Algunas personas en los
días de Edwards estaban seguras de que esas manifestaciones demostraban que la
obra en cuestión no era de Dios.
Edward Gross es un ejemplo de alguien que en el día de hoy estaría de parte
de los oponentes de Jonathan Edwards y argumentaría en contra de la aceptación de
Edwards hacia las manifestaciones físicas. Gross cita a Charles Hodge, quien
concluyó
…que no existe nada en la Biblia que nos conduzca a considerar esas
demostraciones corporales como efectos legítimos de un sentimiento
religioso. No se observaron ese tipo de resultados en las predicaciones de
Cristo o de sus apóstoles. No hemos sabido que hubiera gritos
generalizados, desmayos, convulsiones, o desvaríos en las asambleas en
las que ellos hablaron.8
Contrariamente a lo que Hodge afirma, hay mucha información en la Biblia, que
indica que las “demostraciones corporales” pueden ser efectos legítimos del poder del
Espíritu Santo. Estas manifestaciones físicas ocurren en ambos, Antiguo y Nuevo
Testamento.
Las Manifestaciones Físicas en las Escrituras
62
De acuerdo a las Escrituras, el ministerio del Espíritu Santo algunas veces
produce reacciones físicas en las personas. Estas reacciones pueden variar desde
temblores, sacudidas, y trances, hasta malestar y colapso físico.
El obrar divino que produce estas reacciones puede dividirse en dos categorías.
Por una parte, estas demostraciones son causadas por un fenómeno visible y
espectacular, asociado con la obra del Espíritu Santo. Las manifestaciones físicas
mencionadas más arriba pueden ser causadas por teofanías (manifestaciones de la
divinidad de Dios) (Ex. 19:16-25), apariciones angélicas (Mt. 17:6-7), visiones (Dn.
8:27; Hech. 10:10-23), 10 respuestas al ministerio terrenal de Jesús (Jn. 18:6), y la
aparición de Jesús glorificado (Hech. 9:1-9). Todos los fenómenos citados son, más o
menos, experiencias tangibles y visibles.
Las Escrituras también registran manifestaciones físicas causadas por
acciones de Dios menos visibles. Las personas tiemblan en la presencia de Dios aun
cuando no haya otra revelación visible o tangible asociada con su presencia (no hay
teofanías, apariciones angélicas, voces audibles, etc.). Algunas veces los salmistas
temblaban cuando experimentaban la presencia de Dios “como un temor del Señor”.
El autor del salmo 119 escribe, “Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor
reverente ante tus ordenanzas” (v. 120).
A las personas del pueblo de Dios no les parecía algo extraordinario temblar
ante su presencia. De hecho, el Señor esperaba esa respuesta de su pueblo. Él dijo
a través del profeta Jeremías, “¿No me tienes respeto? ¿Por qué no tiemblas en mi
presencia?” (Jer. 5:22).11
Lo importante es notar que la presencia intangible de Dios entre aquellos que
le temen, produce temblores (ver también Is. 66:2 y Esd. 9:4). Quienes no temen al
Señor nunca actuarán así.
El llanto es otra manifestación en respuesta a la presencia intangible del Señor.
Cuando Esdras estaba leyendo el libro de la ley al pueblo, ellos empezaron a llorar
espontáneamente al escuchar las palabras de la ley (Neh. 8:9).
El llanto no fue el resultado de un ataque de histeria o de manipulación
psicológica, porque los líderes de la reunión no querían que la gente llorara y trataron
de refrenarlos (Neh. 8:9).
La capacidad de llorar por las palabras de la Escritura y por el fracaso en
guardar la Palabra de Dios es algo que debería ser cultivado y deseado en el día de
hoy. No es una muestra de debilidad o inestabilidad emocional. Más bien, es una
muestra de sensibilidad a la Palabra de Dios y de nuestra aversión al pecado. Es
también una señal de salud espiritual y emocional. La incapacidad de llorar por esas
cosas es, por otra parte, una muestra de un corazón traumatizado o endurecido.
Entrar en estado de éxtasis puede ser también una respuesta a la presencia
del Señor. Pablo, por ejemplo, cayó en trance durante una experiencia ordinaria de
oración. Él explicaba esa experiencia de la siguiente manera: “Después de regresar a
63
Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí en un estado de éxtasis. Tuve una visión
de Jesús, quien me decía: “¡Date prisa! Sal de Jerusalén, porque la gente de aquí no
aceptará tu testimonio acerca de mí” (Hech. 22:17-18). El propósito de esta
experiencia de éxtasis en Pablo no era darle una nueva revelación acerca de la
persona o la obra del Señor Jesús sino salvarle la vida y cambiar el curso de su
ministerio (ver también Hch. 22:19-21).
Algunas veces los creyentes pueden caer en un estado de ebriedad aparente
en respuesta a la presencia del Señor. Esto le sucedió a Ana durante la oración (1
Sam. 1:12-17). Y Saúl, aunque el texto bíblico no utiliza el término ebrio, ciertamente
lo parecía cuando el Espíritu descendió sobre él, y se arrancó la ropa y se quedó
tendido en el suelo todo el día (1 Sam.19:23-24).
El día de Pentecostés, algunos de los espectadores asumieron que aquellos
quienes habían sido llenos del Espíritu, estaban borrachos. La apariencia de ebriedad
no se debía al hecho de que estaban hablando en lenguas extranjeras. Eso en sí
mismo era una señal de inteligencia, no de embriaguez. Más bien, la reacción a la
presencia de Espíritu evidentemente producía algunas características que son
normalmente asociadas con la ebriedad.
Finalmente, hay otra categoría en el obrar del Espíritu, que con frecuencia,
aunque no siempre, produce un amplio rango de manifestaciones físicas. Me refiero a
expulsar demonios, lo cual resulta en alaridos, convulsiones, y pérdida de la
conciencia, entre otras cosas (Mc. 1:23; 9:14:29).
Todas esas reacciones tienen sentido cuando nos damos cuenta de que un ser
humano es algo más que una mente y una voluntad, y que Dios puede tocar nuestras
emociones y nuestros cuerpos tanto como nuestras mentes. Al llegar a este punto, sin
embargo, solo deseo extraer una conclusión de la evidencia anterior; la Biblia respalda
el hecho de que las respuestas físicas a la obra del Espíritu, pueden ocurrir en una
amplia variedad de formas.
El Espíritu Impone Orden en el Caos.
En los días de Jonathan Edwards, algunas personas no pudieron considerar al
Gran Avivamiento como una obra del Espíritu de Dios porque decían que Dios es un
Dios de orden, no de confusión (1 Cor. 14:33, 40). Creían que esas manifestaciones
físicas en las reuniones no podían atribuirse a Dios porque producían confusión. En
la actualidad se sigue haciendo esta misma acusación a las reuniones de tipo similar.
Edward Gross cita de nuevo a Charles Hodge:
“El testimonio de las escrituras no es solamente negativo acerca de
este tema. Su autoridad está directamente opuesta a todos los desórdenes
como esos. Ellas señalan que todas las cosas deben hacerse
decentemente y en orden. Nos enseñan que Dios no es autor de confusión
sino de paz, en todas las reuniones del pueblo santo de Dios (1 Cor.14:33-
64
40). Estos pasajes son una referencia específica a la manera como deben
conducirse los servicios públicos de adoración. En ellos se prohíbe todo lo
que es incompatible con el orden, la solemnidad y la atención devota. Es
evidente que los gritos estridentes y las convulsiones son inconsistentes
con esas cosas, y por lo tanto deben ser disuadidos. No pueden venir de
Dios, porque él no es autor de confusión.”12
La respuesta que Edwards dio a las acusaciones de sus críticos se puede
aplicar también a los críticos de los tiempos modernos:
“Pero si Dios se complace en convencer a las conciencias de las
personas, de manera que no puedan evadir las grandes manifestaciones
visibles, aún para interrumpir o disolver esas prácticas públicas a las que
están asistiendo, no creo que esto sea más confusión o interrupción
desagradable que si un grupo se reúne en un prado para orar por lluvia y
este evento se detenga debido a un abundante aguacero.
¡Quisiera Dios que todas las asambleas públicas en el país fueran
interrumpidas en sus funciones con esa clase de confusión en la próxima
reunión del domingo! No debemos lamentarnos por romper el orden del
programa, con algo que está logrando el objetivo para el cual dicho orden
estaba concebido. Aquél que va en busca de un tesoro no puede protestar
por ser detenido a la mitad de su viaje por haber encontrado el tesoro” 13
En otras palabras, Edwards está diciendo que Dios puede usar métodos caóticos
para obtener orden. Observar a una persona retorciéndose en el piso mientras es
liberada de un demonio puede no parecerle algo decoroso a la audiencia. Pero si la
persona es verdaderamente liberada, el resultado traerá orden a la vida de esa
persona.
Sería un gran error, entonces, aplicar la advertencia de Pablo de que todas las
cosas sean hechas decentemente y con orden, hasta el extremo de apagar
verdaderamente el fuego del Espíritu.
Pruebas que Revelan una obra Genuina de Dios.
Algunas veces lo que interpretamos como abusos espirituales no son del todo
abusos, sino la obra genuina del Espíritu Santo. Pero ¿cómo podemos discernir lo
que es genuino de lo que no lo es?
Las críticas que Jonathan Edwards recibió durante el Gran Avivamiento lo
motivaron a que escribiera su ensayo clásico, “Las Señales que Caracterizan una
Obra del Espíritu de Dios”. En ese ensayo, Edwards expone los criterios para
determinar lo que es una obra genuina del Espíritu Santo. Su primer problema fue
establecer la importancia de las manifestaciones corporales que estaban sucediendo
durante sus reuniones. Él escribe que
65
…una obra (del Espíritu) no puede ser juzgada por alguno de los
efectos en los cuerpos de las personas; como lágrimas, temblores,
gemidos, gritos estridentes, cuerpos atormentados, o falta de fuerza física.
La influencia bajo la que están las personas no puede ser juzgada de una
o de otra manera por tales efectos en su cuerpo; y la razón se debe a que
las Escrituras en ninguna parte nos ofrecen alguna regla para eso.14
En otras palabras, las manifestaciones en sí mismas no demuestran nada.
La razón principal por la que no demuestran nada es que las Escrituras no nos
proveen una regla universal para calificar estas manifestaciones. Las Escrituras
ciertamente reconocen que las manifestaciones pueden ser reacciones legítimas
ante una intervención genuina de Dios, pero la Biblia no nos enseña que sean
siempre genuinas. Es posible que en algunos casos esos fenómenos físicos no se
deban a la actuación del Espíritu Santo sino simplemente se deban a la naturaleza
humana y hasta se deban a causas demoníacas. También es cierto que el Espíritu
Santo puede hacer una obra poderosa sin que haya manifestaciones presentes.
Las personas pueden ser sanadas o salvadas sin gemidos, temblores, u otros
fenómenos físicos observables. Hasta es posible que los demonios sean
expulsados sin ninguna de esas expresiones asociadas.
La primera y principal evidencia de cualquier ministerio, obra o enseñanza
es verificar si está de acuerdo con las enseñanzas de las Santas Escrituras. Sin
embargo, en esos casos debemos asegurarnos de que la interpretación de las
escrituras sea la estándar y no nuestra versión particular.
En algún tiempo era común que ciertos grupos fundamentalistas declararan
que las mujeres actuaban inmodestamente y que desobedecían la instrucción de
Pablo en 1 Timoteo 2:9, si usaban cosméticos. La realidad es que las mujeres que
usaban maquillaje al principio del siglo veinte no desobedecían a las Escrituras sino
más bien a una interpretación fundamentalista de éstas. Antes de decretar que una
práctica se opone a las Escrituras, debemos estar bien seguros de que ésta
realmente quebranta una enseñanza de las Escrituras que está escrita de forma
clara y sin ambigüedades.
Edwards dedujo que cuando las Escrituras no hablan directamente de un
asunto en particular, la única prueba para determinar si algo es una obra genuina
de Dios es considerar si esa obra manifiesta el fruto del Espíritu Santo.15 Esta es
precisamente, la prueba que Jesús nos dio para discernir entre el ministerio
profético verdadero, y el falso.
“Puedes identificarlos por su fruto, es decir, por la manera en que se
comportan. ¿Acaso puedes recoger uvas de los espinos o higos de los
cardos? Un buen árbol produce frutos buenos y un árbol malo produce
frutos malos. Un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo
no puede producir frutos buenos. Por lo tanto, todo árbol que no produce
66
frutos buenos se corta y se arroja al fuego. Así es, de la misma manera que
puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus
acciones”. (Mt. 7:16-20)
Comprobar el fruto de una obra es absolutamente esencial en los casos en
los que las Escrituras guardan silencio. Esta prueba también se aplica en los casos
en donde las personas promueven la doctrina correcta pero el fruto de sus vidas y
ministerio demuestra que ellos no se están sometiendo a esa doctrina. Pueden
estar intentando engañar de forma consciente, o pueden estar ellos mismos
engañados. En cualquiera de los dos casos, el fruto de su ministerio los delatará.
Repito, no vamos a evaluar algo de acuerdo a qué tan extraño o inexplicable
nos parezca. La excentricidad no es una regla escritural para determinar si una
acción o ministerio es de Dios.
Supongamos que observamos a un hombre quien es alcohólico y quien
golpea a su esposa y odia a Dios, gritando a todo pulmón, y cayendo al suelo y
permaneciendo sin moverse por veinticuatro horas durante una asamblea religiosa.
¿Qué pasaría si ese hombre se levantara y desde entonces nunca más bebiera ni
golpeara a su esposa, sino que en lugar de eso empezara a amarla como Cristo
amó a la iglesia y empezara a amar a Dios y a su Palabra? Tan extraño como eso
pudiera parecernos, tendríamos que reconocer que el Espíritu Santo había obrado
en su vida. Ni el demonio ni la carne producen amor por Dios, amor por la familia,
o libertad de las adicciones. Tal como esa clase de cosas sucedieron durante los
grandes avivamientos del pasado, así están sucediendo hoy en los lugares en
donde las personas se rehúsan a apagar el fuego del Espíritu.
Respondiendo a las Manifestaciones Físicas el Día de Hoy.
Cuando Dios se complace en dar manifestaciones físicas, debemos
aceptarlas como venidas de su mano, pero no debemos cometer el error de
glorificarlas. Cuando les adjudicamos una gran prominencia a esas
manifestaciones, y pasamos gran parte del tiempo hablando acerca de ellas,
invariablemente alentaremos creencias equivocadas y un énfasis incorrecto, en las
personas. Después de todo, no es la manifestación la que tiene la importancia más
grande, sino más bien, lo que está haciendo el Espíritu. La manifestación es
solamente una reacción a la obra del Espíritu. Deseamos honrar a la obra del
Espíritu que produce convicción, perdón, salvación, sanidad, y liberación; no a la
reacción física a la obra.
Si les concedemos una gran importancia a las manifestaciones, la gente
asociará las manifestaciones con el obrar del Espíritu y hasta las considerará un
símbolo de espiritualidad. Cuando eso sucede, las personas inseguras con
frecuencia imitarán esas manifestaciones para atraer atención hacia sí mismos y
parecer “espirituales”.
67
Un error igualmente significativo sería tratar de suprimir las manifestaciones.
Imagínense a una persona a quien el Espíritu Santo le ha dado una convicción
intensa por sus pecados y que está agudamente consciente de los tormentos del
infierno, y está temblando debido a esa convicción. Ahora imaginen la tremenda
imprudencia de una persona que se le acerca y ¡le dice que se calme! Si intentamos
suprimir una manifestación física real del obrar del Espíritu Santo, estamos en
peligro de apagar el fuego del Espíritu.
Tampoco debemos temer a las manifestaciones físicas genuinas. Con
frecuencia me encuentro con cristianos quienes no tienen dificultad para creer en
que los demonios pueden hablar con voz audible, incitar pensamientos, producir
sensaciones físicas y otros efectos corporales, pero que no creen que Dios pueda
o desee hacer esas cosas hoy. En cualquier momento en que ellos ven una de
esas manifestaciones físicas, consecuentemente asumen que es obra del
demonio.
Todo temor al diablo, es un temor irracional. Ningún cristiano debe jamás
temer a Satanás o a cualquier demonio. La única persona a quien un cristiano debe
temer según la enseñanza del Nuevo testamento, es a Dios mismo. Si Dios es el
origen de esas manifestaciones, él las usará para bien. Si el demonio es la causa
de una manifestación en particular, esto puede ser detenido a través del poder de
la sangre de Cristo. En cualquier caso, no tenemos una base escritural para temer
las manifestaciones físicas.
Finalmente nunca debemos sentirnos desilusionados si Dios no nos da
manifestaciones físicas que acompañen el obrar genuino del Espíritu, ni debemos
tratar de producirlas a través de la sugestión u otro medio natural. Dios no necesita
las manifestaciones para lograr sus propósitos. Si intentamos fabricar esas
reacciones, podemos contaminar la obra pura del Espíritu y hacer que se extinga.
Deseo ofrecer un último consejo sobre este tema. Hubo un tiempo en que
me preocupaba cuando veía a algunas personas “falsificando” manifestaciones
físicas en las reuniones. Esto sucedía desde los días de Edwards y sucede hoy.
De hecho, esto sucederá en cualquier parte en donde haya manifestaciones físicas
genuinas en respuesta a la obra poderosa del Espíritu Santo. Lo que es genuino,
siempre va a ser falsificado. Algunas veces la imitación es fácil de reconocer, y
algunas veces no lo es. Mi experiencia con esas manifestaciones falsas me ha
llevado a creer que no son, ni aproximadamente, tan graves como imaginé al
principio.
La clase de personas que agitan sus manos o tiemblan voluntariamente al
comienzo de la adoración, no son, normalmente, personas peligrosas. Con
frecuencia son creyentes inseguros y solitarios. Durante toda la semana es difícil
que alguien les preste atención. Habitualmente el único momento en que alguien
les muestra amor o afecto es en la reunión de la iglesia, cuando alguna persona se
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les acerca y coloca sus manos sobre ellos para orar. Repetidamente utilizan los
temblores o las sacudidas o alguna otra señal física como una manera de atraer la
atención a sí mismos y recibir ministración de otras personas en el cuerpo de Cristo.
Yo he estado muy atento a este fenómeno en los últimos años, y he observado que
ello causa muy pocas dificultades serias a alguien. Es difícil que alguno sea
engañado por ello, y las personas quienes se desconciertan, son los visitantes que
están observando el servicio teniendo poca o ninguna comprensión de estos
asuntos. Si los visitantes son sinceros y no asistieron sólo a criticar, siempre
pueden preguntarle a alguien que entienda la dinámica de esas “reacciones falsas”
y recibir una explicación acerca de lo que les preocupe.
En los pocos casos en los que la conducta de una persona es
verdaderamente extraña y exhibicionista, los líderes deben acercarse a ella y
amablemente pero con firmeza, detener ese comportamiento. He descubierto que
cuando hablamos acerca de la importancia escritural de las manifestaciones físicas
y las discutimos abiertamente, suceden pocos abusos en esta área.
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Capítulo 8: ¿Iban a ser Temporales los Milagros? (99-115)
(Traducción y correcciones por HC / RN / TL)
Nadie tomó una vez una Biblia, empezó a leerla, y entonces llegó a la
conclusión de que Dios ya no estaba haciendo señales y maravillas, y que los dones
del Espíritu ya habían cesado. La doctrina de la cesación no se originó de un
cuidadoso estudio de las Escrituras. La doctrina del de la cesación se originó en la
experiencia.
El hecho de no ver milagros en la experiencia propia y de no verlos en la historia
pasada requería una explicación. ¿Cómo explicas la ausencia de milagros en tu
experiencia cuando el Nuevo Testamento está lleno de milagros? Hay esencialmente
tres posibilidades. Primero, hay algo equivocado con tu experiencia. Segundo, Dios
ha retirado los milagros porque solo intentaba que sirvieran propósitos temporales.
Tercero, la respuesta está encerrada en el misterio divino, como el misterio de la
elección o la predestinación. La primera respuesta te llevaría a esperar los milagros
cuando tu experiencia fuera corregida. La segunda respuesta no te llevaría a esperar
milagros en absoluto. La tercera respuesta deja la pregunta abierta.
Hasta donde yo sé, nadie ha realmente tratado de argumentar la respuesta tres.
Desde los días de la Reforma, muchos teólogos protestantes han argumentado la
respuesta dos, de que los dones solo fueron de naturaleza temporal. Los
Reformadores tuvieron dos razones principales para argumentar contra los milagros
contemporáneos. Primero, sus enemigos, los católicos, apelaban a los milagros
católicos para apoyar la doctrina católica. Ellos decían de hecho “Nosotros tenemos
milagros que muestran que Dios aprueba nuestra doctrina. Además, tenemos una
larga historia de milagros que se remonta a los tiempos del Nuevo Testamento.
¿Cuáles milagros pueden ustedes señalar que muestren que Dios aprueba su
doctrina?” Este ataque llevó a los Reformadores a negar la validez de los milagros
católicos, pasados y presentes, y a formular argumentos teológicos en contra de los
milagros contemporáneos.
Pero yo creo que ésta no fue la principal razón por la que los Reformadores
intentaron usar las Escrituras para argumentar en contra de los milagros
contemporáneos. Yo creo que la principal razón fue su falta de experiencia con lo
milagroso. Si ellos hubieran sido testigos de milagros notables, ellos nunca hubieran
intentado argumentar que los milagros estaban destinados a ser temporales.
Así que los Reformadores se enfrentaron con una elección: ¿fue la falta de
experiencia con los milagros debido a un defecto en su experiencia o a una
obsolescencia planeada por Dios de los milagros? Ellos eligieron creer la segunda
opción. Ellos tuvieron ahora la monumental tarea delante de ellos de explicar porque
Dios sería tan liberal para dar milagros en la iglesia del primer siglo, y ser tan tacaño
con los milagros en los siglos siguientes. El truco consistía en probar que los milagros
70
solo fueron para servir propósitos temporales en el primer siglo. ¿Pero cómo podrían
probar eso?
Ellos tuvieron esencialmente tres formas de probar esto. La primera, y por
mucho la mejor, eran declaraciones bíblicas específicas, de que Dios quiso que los
milagros fueran temporales. La segunda era la deducción teológica. Esta forma de
argumentar no es tan fuerte como las declaraciones específicas de la Biblia, pero es
una manera válida de probar doctrinas. La tercera línea de prueba era la experiencia.
Ellos podrían sacar conclusiones de su propia experiencia, o de la experiencia de otros
en la historia pasada. Entonces ellos podrían examinar los 1300 años anteriores de
historia de la iglesia para ver si existía una firme evidencia de los dones del Espíritu
entre los cristianos de los siglos precedentes.
El argumento de la experiencia es, sin lugar a duda, el más débil de los tres
tipos de argumentos. Cuando examinamos la historia pasada, a menudo no podemos
estar seguros de los hechos, o de la interpretación de esos hechos. Además, cuando
miramos a nuestra propia experiencia podemos conocer los hechos, pero no la razón
para esos hechos. Podemos conocer, por ejemplo, que estamos deprimidos pero no
saber porque estamos deprimidos. ¿Hicimos algo para que surgiera la depresión? ¿Es
el resultado de circunstancias fuera de nuestro control? Entonces, aunque podemos
determinar con precisión los hechos, podemos no entender la razón para esos hechos.
Los Reformadores no dejaron duda de cuál de los tres tipos de argumentos
ellos valoraban más que los otros. Sola Scriptura (“solamente la Escritura”) fue uno de
los grandes gritos de batalla de la Reforma. Sin embargo enfrentaron no solo un
obstáculo formidable sino un obstáculo insuperable, porque no pudieron encontrar un
solo pasaje de la Escritura que enseñara que los milagros o los dones espirituales
estuvieron confinados al periodo del Nuevo Testamento. Ni nadie más, desde
entonces, ha sido capaz de hacer esto.
Habiendo sido privados del arma más poderosa de su arsenal, las
declaraciones específicas de la Escritura, los Reformadores fueron forzados a apelar
a las deducciones teológicas. ¿Pero cómo iban ellos jamás a deducir que los milagros
estaban destinados a ser temporales a partir de un libro que empieza con milagros,
continúa con milagros, y termina con milagros?
1) El Primer Argumento de los Cesacionistas.
Aquí está como lo hicieron. Los Reformadores argumentaron que el propósito
primario de los milagros del Nuevo Testamento fue acreditar a los apóstoles como
autores confiables de las Santas Escrituras. ¿Cómo probaría este argumento que los
milagros eran temporales? Porque después de que los apóstoles habían escrito el
Nuevo Testamento, los milagros habrían cumplido su propósito y ya no serían
necesarios, porque ahora la iglesia poseería para siempre la Palabra de Dios
71
autorizada con los milagros. Este continúa siendo el principal argumento entre los
cesacionistas modernos.
Sería inútil para los cesacionistas probar que el principal propósito de los
milagros era respaldar a Jesús. Si eso fuera verdad, entonces no habría explicación
de porqué los apóstoles hicieron milagros. Si el propósito principal de los milagros era
respaldar al Señor Jesús como el Hijo de Dios, ¿Por qué los apóstoles tenían que
hacer milagros? ¿Por qué ellos no podían solamente hablar de los milagros que Jesús
hizo, como lo hacen muchos predicadores hoy?
Ni tampoco pueden los cesacionistas decir que el principal propósito de los
milagros era respaldar el mensaje acerca de Jesús. Si eso fuera verdad, ellos no
tendrían ninguna explicación de por qué los milagros no eran necesarios para
respaldar el mensaje acerca de Jesús. En otras palabras, si la generación de nuevos
convertidos del primer siglo necesitaron el respaldo de los milagros ¿Por qué no
necesitarían ese mismo respaldo del mensaje, por los milagros, las siguientes
generaciones de potenciales convertidos?
La única posición defendible consiste en mantener que los milagros
respaldaron a los apóstoles. Si alguien pregunta por qué solo los apóstoles
necesitaron el respaldo de sus ministerios para ser creíble, y no lo necesitaron las
siguientes generaciones de testigos, los cesacionistas tienen una respuesta lista a la
mano. Los apóstoles no fueron unos testigos cualquiera. Ellos fueron únicos, ya que
fueron los que escribieron las Santas Escrituras. Por lo tanto, se requería más de ellos
para darles credibilidad, que a cualquiera otros testigos en la historia. Así que el
propósito de los milagros no era simplemente darles credibilidad a los apóstoles como
testigos confiables de Jesús. Los milagros mostraron que eran maestros confiables
de doctrina y los acreditaron como autores inspirados de las Escrituras. En términos
prácticos esto significa que el propósito real de los milagros era acreditar o confirmar
las Escrituras. Una vez que ellos hubieron escrito las Escrituras, los milagros ya no
serían necesarios, porque ahora la iglesia ya poseería la Palabra Escrita de Dios.
Para respaldar su posición los cesacionistas tendrían que probar dos cosas.
Primero, tienen que mostrar que los milagros acreditaban a los apóstoles. Segundo,
tienen que demostrar que ese era el propósito principal de los milagros. Si se pudiera
mostrar que los milagros no acreditaban a los apóstoles, o que hubo otros propósitos
igualmente importantes detrás de los milagros, o de los dones milagrosos del Espíritu,
entonces todo su enfoque se caería por tierra.
Como la mayoría de la gente en mis círculos teológicos, yo había aceptado la
explicación cesacionistas del propósito de los milagros, especialmente con la
formulación que recibió en el libro de Benjamin Breckenridge Warfield “Milagros
Falsos”. Como otros fundamentalistas, yo estaba seguro de que yo creía esto porque
era lo que enseñaba la Escritura.
72
Cuando miro hacia atrás a ese periodo de mi vida, yo sé que no creí esto porque
las Escrituras lo enseñaron. Lo creí porque yo no había visto ningún milagro, y yo
necesitaba una justificación bíblica para mi falta de experiencia. Esa llamada
telefónica de veinte minutos con el Dr. White me llevó a examinar el argumento de los
cesacionistas con una mente mucho más abierta. Esta vez encontré que el argumento
tenía tanta fuerza como un gorrión en un huracán. Lo que yo pensé que era mi
argumento más fuerte en contra del ministerio contemporáneo de los dones
milagrosos resultó ser mi “debilidad más fuerte”.
Después de mi primera conversación con el Dr. White. Yo estaba determinado
a buscar todas las referencias a la sanidad y los milagros en el Nuevo Testamento,
para ver exactamente que decían acerca del propósito de los milagros. ¡Yo nunca
había hecho eso antes! Lo que encontré me convenció que la sanidad y los milagros
no se suponían que fueran temporales.
2) Una Mirada más Cuidadosa a los Milagros.
La primera cosa que noté fue que hay muy pocas afirmaciones directas en el
Nuevo Testamento con respecto a los propósitos de los milagros. Nunca encontré una
afirmación que dijera “Dios hizo los milagros para…” Descubrí que el propósito de los
milagros es algunas veces indicado por palabras de “función” acompañando a los
milagros mismos. Marcos, por ejemplo, dice que los milagros “confirman” (Marcos
16:20). Juan dice que ellos “testifican” (Juan 5:36). Pedro dice que Jesús fue
“acreditado” por los milagros (Hechos 2:22). En otras ocasiones el propósito de un
milagro debe a menudo inferirse del contexto o de los resultados del milagro.
Un propósito claro de los milagros fue acreditar el carácter de Jesús y su
relación con su Padre celestial. A este respecto, los milagros demuestran lo siguiente:
Dios está con Jesús (Juan 8:32), Jesús procede de Dios (Juan 3:2; 9:32-33); Dios ha
enviado a Jesús (Juan 5:36); Jesús tiene autoridad en la tierra para perdonar los
pecados (Marcos 2:10-11; Mateo 9:6-7; Lucas 5:24-25); Jesús es aprobado por Dios
(Hechos 2:22); el Padre está en Jesús y Jesús está en el Padre (Juan 10:37.38;
14:11); el Reino de Dios ha venido en Jesús (Mateo 12:28; Lucas 11:20); y Jesús es
el Mesías (Mateo 11:1-6; Lucas 7:18-23); y el Hijo de Dios (Mateo 14:25-33).
Un segundo propósito de los milagros fue acreditar el mensaje acerca de Jesús.
Esta fue la mayor función de los milagros en relación al ministerio de los apóstoles.
Marcos dice que el Señor “confirmaba su palabra (que predicaban los apóstoles) por
las señales que la acompañaban” (Marcos 16:20). Cuando Lucas estaba describiendo
el ministerio de Pablo y de Bernabé en Iconio, él dijo que el Señor “confirmó el mensaje
de su gracia capacitándolos para hacer señales y maravillas milagrosas” (Hechos
14:3). Note que en ambos textos el Señor no confirma a los apóstoles mismos, sino
“su palabra” o “su mensaje” que los apóstoles estaban predicando. Las señales y
maravillas no testifican a los apóstoles, sino al mensaje de salvación predicado por
73
los apóstoles. Así que las dos cosas principales que son acreditadas por los milagros
son el Señor Jesús y el mensaje acerca del Señor Jesús.
Cuando yo vi todas esas referencias, me asombró descubrir que ninguna de
esas referencias jamás dijo que los milagros eran para dar testimonio de los apóstoles,
confirmar a los apóstoles, o acreditar a los apóstoles. En resumen, ¡los milagros no
acreditan a los apóstoles! Y si pensamos acerca de la teología del Nuevo Testamento,
esto es completamente lógico. Con la llegada de Jesucristo, Dios quiere toda la
atención dirigida hacia su Hijo. La principal tarea del Espíritu Santo es exaltar a
Jesucristo. Dios no está interesado en dar testimonio de sus siervos, sino de su Hijo
y del mensaje acerca de su Hijo.
a. El Argumento de 2 Corintios 12:12
Algunas veces la gente apela a 2 Corintios 12:12 como un texto que parece
decir que las señales y maravillas acreditaban a los apóstoles. La traducción de la NVI
da esa impresión “Las cosas que marcan un apóstol, señales, maravillas y milagros,
fueron hechas entre ustedes con gran perseverancia”. Esta traducción, sin embargo
es inexacta. Una traducción literal es “Las señales de un apóstol fueron realizadas
entre ustedes con toda paciencia por medio de señales, prodigios y milagros”.
En este pasaje Pablo usa “señales” (semeion) de dos formas diferentes. El
primer uso de “señales” en la frase “señales de un apóstol” no se puede referir a
milagros, porque entonces Pablo estaría diciendo que “los milagros de un apóstol
fueron hechos entre ustedes con señales y maravillas y milagros” ¿Cuál sería el punto
de tal declaración? Pablo no dice que “las señales de un apóstol” son milagros, sino
que las “señales de un apóstol” estaban acompañadas por señales, maravillas y
milagros. Si Pablo hubiera querido decir que las señales de su apostolado eran
señales y maravillas y milagros, entonces él hubiera usado una construcción diferente
en el lenguaje griego.
¿Cuáles eran entonces las señales del apostolado de Pablo? En contraste con
los falsos profetas (2 Corintios 11:13-15), Pablo apela a sus sufrimientos como una
acreditación de su apostolado (2 Corintios 11:16-33; Ga 6:17; 1 Corintios 4:9-13; 2
Corintios 6:3-10). Hughes sugiere que la vida intachable de Pablo era una señal de su
apostolado. Plummer sugiere que la efectividad de la predicación de Pablo, esto es,
las muchas conversiones entre aquellos que les predicó Pablo, era también una señal
de su apostolado. Además de esas señales, Martin agrega el llamado de Dios (1
Corintios 1:1; 2 Corintios 1:1). Conforme a Martin, ya que los milagros pueden ser
falsificados por los falsos apóstoles:
Pablo está insistiendo en 12:12ª que tales señales no son el principal
criterio para decidir si una persona es o no es apóstol. Es cambio, él está
sugiriendo que la verdadera señal del apostolado, su vida y su ministerio, son las
señales que más importan… Decir que “señales y maravillas y obras poderosas”
74
son las principales señales del apostolado va en contra de las enseñanzas de
Pablo en los capítulos 11 al 13 (como también los capítulos 1 al 9).
Estoy de acuerdo con la conclusión de Martin de que “las obras de Pablo (en
12:12b) son los resultados de, no la prueba de, su auténtico apostolado.
Cuando yo realmente empecé a considerar la idea de que los milagros eran
dados para acreditar a los apóstoles y su ministerio, yo vi que no solo era contrario a
la Escritura sino también ilógico. Si el propósito principal de las señales y maravillas y
milagros era confirmar a los apóstoles, entonces ¿Por qué Esteban y Felipe hacían
señales y maravillas? Si alguien dice que era porque los apóstoles les impusieron las
manos a Esteban y a Felipe, eso realmente no contesta la pregunta. Si el propósito
principal de los milagros era acreditar a los apóstoles, entonces ¿Por qué alguien más
tenía un ministerio de señales y maravillas o milagros? ¿Por qué dio Dios dones de
sanidad y de milagros a la iglesia? (1 Corintios 12:7-10; Ga 3:5). Yo nunca he leído o
escuchado una respuesta suficiente a esa pregunta.
Existe todavía otro serio problema con todo este argumento. Repasemos algo
que habíamos aclarado antes: Si los milagros de Jesús fueron suficientes para
acreditarlo como el Hijo de Dios y para acreditar su mensaje, ¿Por qué los apóstoles
tenían que hacer milagros? La respuesta usual es que los apóstoles tuvieron que
hacer milagros para mostrar que eran testigos confiables de Jesucristo y maestros
confiables de doctrina. Pero ¿Por qué ellos no solo podían predicar acerca de los
milagros como lo hace la iglesia el día de hoy? ¿No podemos nosotros ser
considerados testigos confiables el día de hoy sin hacer milagros? Si nosotros
podemos, ¿entonces por qué los apóstoles necesitaron milagros? Los Reformadores
contestaron que los apóstoles fueron más que simple testigos, ellos fueron escritores
inspirados de las Escrituras infalibles. Los milagros eran necesarios para confirmar
sus escritos como Escritura. Esta es la suposición que está en el fondo del argumento
completo, ¿Pero es ésta una suposición bíblica? ¿Fueron los milagros necesarios
para confirmar las Escrituras?
b. ¿Descansa la Autoridad de la Escritura en los Milagros?
Ninguno de los escritores de las Escrituras apeló alguna vez a los milagros
para apoyar sus demandas de que ellos estaban escribiendo las Escrituras. Ellos
realmente sabían que estaban escribiendo Escritura. Por ejemplo, Pablo escribió “Si
alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que les escribo son
mandamientos del Señor… Les decimos esto como una enseñanza del Señor” (1
Corintios 14:37; 1 Tesalonicenses 4:15). Sin embargo Pablo no apeló a los milagros
en su ministerio para apoyar el hecho de que lo que estaba escribiendo era Escritura.
Ni tampoco lo hizo Pedro, cuando se refirió a los escritos de Pablo como Escritura “en
casi todas sus cartas, donde habla de estas cosas, aun cuando entre ellas hay algunas
75
que son difíciles de entender y que los ignorantes e inconstantes tuercen, como hacen
también con las otras Escrituras, para su propia perdición.” (2 Pedro 3:16)
Ningún texto de las Escrituras dice que la autoridad de las Escrituras descansa
en los milagros. En realidad, es justo lo contrario. La Escritura prueba los milagros,
pero los milagros no son una prueba de la Escritura. Moisés dejó esto bien claro hace
mucho tiempo. Él advirtió a la gente que si un profeta o un soñador de sueños les
predijera algo con señales y maravillas, y se cumpliera, deberían ignorar ese milagro
si contradijera algo que ya les hubiera sido revelado a ellos (Dt 13:1-5). Si la función
principal de los milagros fuera confirmar la Escritura, ¿Cómo podría alguien juzgar los
milagros de los falsos profetas (Mateo 7:15-23), falsos cristos y sus profetas (Mt
24:24), o el anticristo (2 Ts 2:9)?
Esta teoría también es inconsistente con el carácter actual del canon de la
Escritura. Tenemos autores de las Escrituras que no fueron apóstoles y que nunca
hicieron ningún milagro registrado. Esos incluyen a Marcos, Lucas, y Judas (el
hermano del Señor que escribió la epístola de Judas). El libro de Hebreos incluso es
anónimo. Todos esos escritores no fueron apóstoles, y ninguno de ellos tiene milagros
registrados. ¿Tienen esos libros menos autoridad que las cartas de Pablo? Si la
autoridad de las Escrituras descansara en los milagros hechos por sus autores,
entonces esos escritos tendrían necesariamente menos autoridad,
Si aquellos que mantienen esta teoría responden que Lucas era amigo de
Pablo o un socio de Pablo en su ministerio, y que por eso su escrito debe verse como
inspirado, entonces tendrían que abandonar la idea de que los milagros eran
necesarios para confirmar las Escrituras. Tendrían que agregar un nuevo criterio para
que fueran canónicos: amistad o compañerismo con los apóstoles. Este criterio para
ser canónicos también carece de todo apoyo escritural directo. Si ellos argumentan
que Pedro comisionó a Marcos para escribir el evangelio de Marcos, ellos están ahora
apoyándose en la tradición en lugar de la misma Escritura. Eso los pone en la situación
incómoda de permitir que la tradición determine la autoridad de la Escritura en lugar
de que la Escritura sea nuestra autoridad última.
En cualquier caso, tenemos cinco obras que constituyen una parte muy grande
de la Escritura, el Evangelio de Marcos, el Evangelio de Lucas, el Libro de los Hechos,
la carta de Judas, y el libro de los Hebreos, que no pueden ser explicados por la teoría
de que los milagros eran necesarios para acreditar la Biblia.
La teología ortodoxa desde hace mucho tiempo ha sostenido que la autoridad
de la Biblia no descansa en los milagros. La autoridad de la Escritura descansa en su
Autor. Aunque puede haber varios factores que nos ayudan a convencernos de la
autoridad de la Escritura, finalmente somos persuadidos de su autoridad por el
testimonio interno del Espíritu Santo.
76
c. ¿Fueron Necesarios los Milagros para el Inicio de la Iglesia?
Algunas personas enseñan que los milagros fueron necesarios para que el
mensaje del evangelio ganara una audiencia en el primer siglo. Ellos ven los milagros
y las sanidades de Jesús y los apóstoles como una especie de cohete impulsor para
que la iglesia “despegara” y el mensaje del evangelio adquiriera una audiencia. Más
tarde, después que la iglesia ya estaba establecida, y el mensaje del evangelio ya
tenía un lugar entre otras religiones del mundo, entonces el cohete impulsor podía ser
desechado sin gran pérdida para la iglesia.
Thomas Edgar expresa esta opinión cuando escribe:
La Iglesia del inicio estaba en una situación diferente de la iglesia
después del primer siglo. Hacia el final del primer siglo, la iglesia y el
cristianismo fueron establecidos en los mayores centros del mundo
conocido… Las etapas iniciales del cristianismo, sin embargo, no tenían
antecedentes desde la perspectiva humana. El mensaje era inusual y
sorprendente. Un hombre ejecutado en un país pequeño era presentado
como el Hijo de Dios, que vino a morir por todos los hombres; y a aquellos
que confiaran en él, Dios con seguridad les perdonaría sus pecados por
gracia. Poca gente fuera de Israel había alguna vez escuchado de Jesús.
Él murió antes de que la iglesia fuera establecida. Él fue ejecutado después
de una breve carrera. Esos hechos al menos muestran la dificultad que
encontraron los primeros evangelistas. ¿Quién aceptaría tal mensaje?
Sin embargo, los dones de señales milagrosos pusieron todo este
mensaje en una perspectiva diferente, puesto que los milagros eran la
evidencia de que el mensaje era de Dios. La situación desde el primer siglo
nunca ha sido la misma. Los misioneros que van a las áreas de las junglas
se refieren a un individuo que tiene una reputación en el mundo, a una
religión y a una figura reconocida, en lo que al mundo respecta. Esos
misioneros vienen de grupos de creyentes en países donde esta religión es
predominante. Podría considerarse útil para muchos tener confirmación por
milagros para este evangelio el día de hoy. Esto puede ser o no verdadero,
puesto que una confirmación completa y bien testificada ya ha sido dada
por Cristo y los apóstoles y es todavía ignorada por aquellos que viven en
países en donde es bien conocida. Puede haber poca duda, sin embrago,
de que la necesidad de confirmación al principio era mayor de la que se
necesita el día de hoy.”
En otras palabras, la iglesia inmadura del primer siglo necesitó milagros para
ayudarla a crecer, pero la iglesia madura ya no los necesita. Este argumento tiene una
contradicción que Edgar no intenta resolver. Si la iglesia del primer siglo necesitó
milagros para su crecimiento y extensión, ¿Por qué no los necesitaría en el siglo
77
veintiuno? ¿Si los milagros fueron benéficos a la iglesia en aquella época, porque
ahora no? Hace mucho tiempo que Warfield afirmó que esta explicación era contraria
a la Escritura. De hecho, en toda su discusión Edgar no cita un solo versículo de la
Escritura para apoyar su teoría. Warfield también señaló que esta línea de
razonamiento era ilógica y la ridiculizó como “inútil”.
La explicación de Edgar también es falsa porque substituye el reconocimiento
del mundo por el poder de Dios. Edgar mantiene que después de que el cristianismo
“había llegado a ser un grupo reconocido con cierta reputación” (énfasis mío), ya no
necesita el poder de los milagros. ¿Quién querría cambiar el poder milagroso de Dios
por el reconocimiento del mundo? Warfield contestó una forma ligeramente diferente
de esta teoría cuando escribió “Cuando la protección de la potencia más fuerte de la
tierra fue asegurada (esto es el Imperio Romano) pareció ser que el poder de Dios ya
no era necesario”. ¿En qué parte de la Escritura puede alguien encontrar apoyo para
tal idea?
Finalmente, hay algo más en este argumento que me preocupa. Yo ya he
afirmado que una de las funciones legítimas de los milagros del Señor y de los
apóstoles fue acreditar a Jesús y al mensaje acerca de él. ¿Pero fueron alguna vez
necesarios los milagros para que la gente creyera en el evangelio? Edgar escribe
como si lo fueran, al menos al inicio de la iglesia. ¿Por qué? De acuerdo a Edgar la
oscuridad histórica y la novedad del mensaje del evangelio pareció que necesitaba
milagros para probarlo. Él pregunta “¿quién aceptaría tal mensaje?”
Esto está peligrosamente cerca de degradar el poder inherente del mensaje del
evangelio. Seguramente el evangelio que “es poder de Dios para salvación” era
suficiente independientemente de los milagros. Seguramente Dios no tiene que hacer
milagros con el fin de lograr sus propósitos.
El milagro más grande del mundo es que Dios nos ama y que su Hijo murió por
nosotros. Su amor por nosotros es, y por siempre lo será, un misterio inexplicable. El
más sorprendente evento sobrenatural que ha ocurrido fue la encarnación y después
la muerte de su eterno Hijo en lugar de la humanidad pecadora, seguida por su
resurrección corporal. Seguramente la maravilla más grande es que solamente por la
fe en Jesucristo recibimos el regalo de la vida eterna. Seguramente el poder más
grande que cualquier humano va a conocer es el poder de la cruz de Jesucristo. A
través de la cruz no solo tenemos perdón, sino también acceso a la gloriosa presencia
de Dios.
El poder de la muerte de Cristo es tan grande que ya ningún cristiano tiene que
vivir bajo ninguna atadura moral. Ningún cristiano tiene que estar a la merced de la
lujuria, la ira, el pecado, el temor, la muerte, o satanás. Seguramente estas buenas
noticias son las más grandes noticias que jamás se han dado. Seguramente este
mensaje es más grande que cualesquiera milagros que lo acompañen. Seguramente
78
el evangelio es capaz de capturar los corazones de las gentes sin requerir los milagros
que lo acompañen.
Cuando yo tenía diecisiete años y estaba comprometido con la rebelión, mi
corazón fue completamente capturado por Jesús cuando escuché a un amigo
hablarme de la inexplicable gracia del evangelio. Yo no sabía nada del resto del Nuevo
Testamento, nada de los otros milagros, y sin embargo esa noche, el 18 de diciembre
de 1965, a las 2:00 AM, por fe solamente en el Señor Jesucristo me convertí en una
nueva creación. Esto es exactamente lo que dijo el apóstol Pablo que haría el mensaje
del evangelio. Él escribió:
“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la
salvación de todo aquel que cree: en primer lugar, para los judíos, y también
para los que no lo son. 17 Porque en el evangelio se revela la justicia de
Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El
justo por la fe vivirá.»” (Romanos 1:16-17)
Pablo tuvo suprema confianza en el grande y glorioso evangelio de Jesucristo.
Él no puso su confianza en los milagros, en la habilidad humana, ni en la piedad
humana. Este mensaje es el mensaje más glorioso jamás escuchado por oídos
humanos. Es la única respuesta al dilema humano.
Edgar dice, “¿Quién aceptaría tal mensaje?”. Para empezar Lidia y su familia
no tuvieron ningún problema para aceptar este mensaje cuando escucharon a Pablo
predicarlo sin ningún milagro que lo acompañara (Hechos 16:14-1). En el primer siglo
el Espíritu Santo era perfectamente capaz de producir convicción y fe sin milagros
(Juan 16:8). El ministerio de Juan el Bautista también trajo convicción y
arrepentimiento, pero Juan no hizo milagros (Juan 10:41). Incluso las religiones y los
cultos del mundo han nacido y están floreciendo sin el poder de los milagros.
¿Seriamente queremos pretender nada menos para el poder del evangelio de
Jesucristo?
Yo creo que los milagros si tienen una función acreditadora, y más adelante yo
argumentaré que ellos pueden abrir puertas para la predicación del evangelio y aun
traer gente al arrepentimiento. Sin embargo, la predicación simple del evangelio pudo
hacer todas esas cosas sin milagros en cualquier tiempo en la historia y todavía puede
hacerlo el día de hoy.
Cuando Dios da milagros para acreditar la predicación del evangelio, lo hace
en base a la gracia, no por una divina necesidad para cubrir alguna deficiencia en el
mensaje del evangelio. Los milagros son un regalo de la gracia de Dios que pueden
servir muchas funciones, pero nunca debemos aislar una función y verla como el
último y necesario propósito de los milagros a menos que tengamos una clara
evidencia bíblica para hacer eso.
79
d. Usando los Evangelios y los Hechos para Apoyar los Milagros Hoy.
Se ha dicho que no podemos usar los Evangelios y los Hechos como evidencia
de que Dios sana o hace milagros hoy porque son libros de “transición”. Los Hechos
nos dan un registro de la transición de la era del Antiguo Testamento a la era del
Nuevo Testamento. Los Hechos muestra la iglesia en su infancia, en su inmadurez.
Por lo tanto, no podemos determinar lo que se supone que sea normal en la vida de
la iglesia basándonos en el libro de Hechos. Todo lo que podemos determinar es lo
que era normal en la inmadurez de la iglesia. Sobre todo, no podemos sacar doctrina
del libro de los Hechos, o algo así va el argumento. La doctrina para la iglesia debe
obtenerse de las epístolas de Pablo.
Si este argumento fuera válido, significaría, en realidad, que los Evangelios y
los Hechos no pueden decirnos nada de la actitud de Jesús hacia la sanidad y los
milagros el día de hoy. Solamente reflejaría su actitud al inicio del nacimiento de la
iglesia. Este argumento es falso por cuatro razones.
Primero, los teólogos siempre han usado los Evangelios y los Hechos para la
hacer doctrina. Por ejemplo, desde los días de Calvino los teólogos reformados se han
deleitado en usar Juan 6:44 y Hechos 13:48 para probar la doctrina de la elección
incondicional. De la misma forma, los dispensacionalistas apelan a los Evangelios y a
los Hechos para apoyar su dispensacionalismo. Juan 1:17 es usado por los
dispensacionalistas para probar que existe una clara distinción entre las
dispensaciones de la ley y de la gracia. Los profesores de misiones y los evangelistas
regularmente usan los Evangelios y los Hechos para enseñar doctrinas de misiones y
evangelismo. Los Evangelios y los Hechos son fuentes muy importantes para nuestra
doctrina de Cristología. Son las fuentes principales para el estudio de como el Nuevo
Testamento usa el Antiguo Testamento. El libro de Hechos es también crucial para
determinar lo que creemos acerca del gobierno de la iglesia (Hechos 20:17 y sigs).
Simplemente no es verdad que no podemos usar los Evangelios y los Hechos para
doctrina. Todo el mundo lo hace.
Lo que este argumento realmente significa es que no debemos usar los
Evangelios y los Hechos para determinar doctrina acerca de eventos sobrenaturales
en la vida de la iglesia el día de hoy. En otras palabras, la gente que usa este
argumento está realmente empleando una hermenéutica anti-sobrenatural cuando
leen el libro de Hechos.
Permítanme explicar lo que quiero decir por esto e ilustrarlo.
La hermenéutica es la ciencia de la interpretación. Trata de las reglas de
interpretación, esto es, como debemos interpretar las Escrituras (o cualquier texto
escrito). Una hermenéutica anti-sobrenatural es un sistema de interpretación que
elimina los elementos sobrenaturales en la Biblia. Los teólogos liberales alemanes
como Rudolph Bultmann hicieron esta “desmitologización” de los milagros del Nuevo
80
Testamento. Ellos afirman que los milagros no ocurrieron; que solo fueron historias
inventadas para dar expresión a los mitos que habían sido comunes en el antiguo
Cercano Oriente. Los escritores conservadores que nunca soñarían con tratar las
Escrituras de esta forma desdeñosa, tienen otra forma de emplear una hermenéutica
anti-sobrenatural. Tienen un sistema de lectura de la Biblia que dice que todos los
milagros ocurrieron en aquella época, pero que no son para el día de hoy.
Por ejemplo, cuando uno de mis estudiantes me decía que él quería llegar a
ser un misionero y plantar iglesias porque había sido inspirado a hacer esto al leer la
historia de Pablo en el libro de los Hechos, yo le daría mi bendición. Yo no tenía ningún
problema en creer que Dios usara la historia de Pablo en Hechos para inspirar a un
estudiante a llegar a ser un misionero y plantar iglesias. Yo pensé que ésta era una
forma válida de usar las Escrituras. Pero si el mismo estudiante me dijera que después
de leer el libro de los Hechos él quería que Dios lo usara en un ministerio de sanidad,
lo hubiera corregido inmediatamente. Le hubiera dicho que este era un uso
equivocado de las Escrituras. En otras palabras, yo empleaba un sistema de
interpretación que decía: “Tienes libertad para copiar los elementos no milagrosos en
los Evangelios y en los Hechos, pero no tienes libertad de copiar los elementos
milagrosos”.
Yo estaba leyendo los Evangelios y los Hechos a través de la lente de una
hermenéutica anti-sobrenatural. Cada vez que llegaba a una historia milagrosa, esas
lentes concedían que la historia había sucedido, pero filtraban cualquier aplicación
milagrosa de ese pasaje para nuestros días.
¿Cómo justifica uno esta hermenéutica anti-sobrenatural? ¿Dónde se nos dice
en las Escrituras que leamos la Biblia de esta forma? ¿Dónde se nos da en las
Escrituras una hermenéutica que dice que puedes copiar las cosas que no son
milagrosas, pero no puedes copiar o esperar los eventos milagrosos para el día de
hoy?
Segundo. Este argumento es falso por una segunda razón. En el mundo
antiguo, especialmente en el mundo del antiguo Cercano Oriente, del cual la Biblia es
una parte, la manera más común de comunicar teología era contar una historia. Las
historias eran escritas para comunicar doctrina teológica. Algunas veces los escritores
modernos tratan los Evangelios y los Hechos como si no fueran algo más que reportes
“periodísticos” de lo que pasó. Ellos son definitivamente más que esto; ellos son
teología por sí mismos. Cuando Lucas escribió su Evangelio y el libro de los Hechos,
él seleccionó todo su material muy cuidadosamente para enseñar verdades teológicas
definidas a su audiencia.
Esto todavía es común en el Oriente. Acabo de regresar de una larga
conferencia en Singapur, y uno de los pastores de allá me dijo que era muy común
para los padres cristianos chinos de su iglesia, responder las preguntas teológicas de
sus hijos con una historia. Cuando pensamos en la gran parte del Antiguo y del Nuevo
81
Testamento que consiste de literatura narrativa, nos vemos obligados a concluir que
a Dios también le gusta este método de enseñar teología.
En mi ejemplar del Nuevo Testamento versión King James, los Evangelios y
los Hechos ocupan 205 páginas, las Epístolas Paulinas 87 páginas, otras epístolas 34
páginas, y Apocalipsis 22 páginas. Los Evangelios y los Hechos ocupan 59 por ciento
del Nuevo Testamento. Todas las epístolas juntas ocupan 35 por ciento. Si fuera cierto
el argumento de que no podemos usar los Evangelios y los Hechos como fuente de
doctrina, eso querría decir que tendríamos que descartar el 59 por ciento del Nuevo
Testamento como doctrinalmente sin valor. ¡Eso nos dejaría solamente el 35 por
ciento del Nuevo Testamento de donde determinar nuestras doctrinas!
Por supuesto, nadie cree realmente esto. Esto solo significa que no puedes
usar los Evangelios y los Hechos para determinar la relevancia de los milagros para
el ministerio actual de la iglesia, y esta es una decisión completamente arbitraria. No
está basada en la enseñanza de la Biblia sino en un prejuicio personal.
Tercero. Una tercera razón de que este argumento es falso es porque
contradice la Escritura. El apóstol Pablo dijo que “Toda la Escritura es inspirada por
Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2
Timoteo 3:16). Pablo dijo “toda la Escritura”, no solo las epístolas, sino los Evangelios
y los Hechos también, son útiles para la enseñanza.
Cuarto. Este argumento contradice la Escritura de otra forma. Cuando menos
seis veces en los escritos de Pablo, él ordena a los cristianos que sigan su ejemplo
así como él sigue el ejemplo de Cristo, o aprueba a quienes siguen su ejemplo (1 Co
4:16-17; 11:1; Fil 3:17; 4:9; 1 Ts 1:6; 2 Ts 3:9). Pablo no hizo una distinción entre
aquellos elementos de su vida que fueron milagrosos, y aquellos que no son vistos
como milagrosos. Pablo copió a Cristo. Cristo tuvo elementos milagrosos en su vida,
y también Pablo los tuvo. ¿Vamos nosotros a imitar solamente aquellos elementos no
milagrosos en las vidas de Jesús y de Pablo? ¿Van a ser ellos solamente ejemplos
de vida moral, pero no de ministerio milagroso? Pablo no hace tal distinción cuando
nos exhorta a imitarlo a él.
Nosotros debemos recordar que ¡el único registro inspirado que tenemos, o que
vamos a tener de la historia de la iglesia, es el libro de los Hechos! Este es el único
periodo de la historia de la iglesia del que podemos estar absolutamente seguros que
nuestro registro en cien por ciento exacto. Es el único periodo de historia de la iglesia
en donde podemos estar absolutamente seguros de la opinión de Dios sobre la vida
y ministerio de la iglesia.
El libro de los Hechos es la mejor fuente que tenemos para demostrar cómo se
supone que debe verse la vida normal de la iglesia cuando el Espíritu Santo está
presente y trabajando en la iglesia. Aquí encontramos una iglesia que tiene pasión por
Dios, que está dispuesta al sacrificio, incluso hasta el punto del martirio, y que es una
iglesia que realiza milagros. ¿Por qué pensaríamos que Dios quiere que la iglesia sea
82
algo diferente el día de hoy? ¿Tendría alguien seriamente a la iglesia de la época de
Calvino, o a la iglesia de Norteamérica del siglo veintiuno, como el modelo de la vida
normal de la iglesia?
Recuerden un punto que mencioné anteriormente: Si tomas a un recién
convertido, que antes de su conversión no conocía nada acerca de la historia de la
iglesia o del Nuevo Testamento, y lo encerraras en un cuarto con una Biblia, por una
semana, él saldría creyendo que es un miembro de un cuerpo que ama
apasionadamente al Señor Jesucristo y un cuerpo que consistentemente experimenta
milagros y obra milagros. Se necesitaría un teólogo inteligente, sin experiencia de lo
milagroso, para convencer a este joven convertido de algo diferente.
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
Cualquiera que sea el propósito que les asignemos a los milagros del periodo
del Nuevo Testamento, no podemos decir que Dios los hizo por la necesidad de cubrir
las deficiencias que rodeaban a la predicación inicial del evangelio. Las sanidades y
los milagros fueron completamente dados por gracia de parte de Dios. El evangelio
podría, y habría sido creído, aun sin ningún milagro. Ni tampoco podemos decir que
Dios hizo milagros para para acreditar a los apóstoles o para probar la autoridad de la
Escritura.
Sin embargo, el Nuevo Testamento completo, incluyendo los Evangelios y los
Hechos, revela que Dios si hizo milagros, si sanó gente, y que tuvo importantes
propósitos para esas actividades. Nosotros vamos a explorar esos propósitos más
detalladamente en los próximos dos capítulos.
Capítulo 9: ¿Porque sana Dios? Cuatro razones por las cuales Dios sana a los
enfermos.
Capítulo 10: ¿Por qué Dios ofrece los dones milagrosos? Seis razones por las
cuales Dios imparte dones espirituales
Apéndice A: Otras seis razones por las que Dios sana y hace milagros.
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Capítulo 9: Cuatro razones por las cuales Dios sana a los enfermos. (177-131)
Hace poco más de dieciocho años, un viernes por la tarde, supimos que mi
esposa estaba embarazada con el bebé que llegaría a ser nuestro primer hijo varón.
Tuvimos una gran fiesta con la familia el viernes en la noche, pero el sábado en la
mañana Leesa tuvo que ser llevada al hospital porque su cuerpo estaba amenazando
con rechazar al bebé. El doctor, quién también era un buen amigo, dijo “Tengo que
ser honesto contigo. Yo sé cuánto deseas tener este bebé, pero muy probablemente
este embarazo va a terminar en un aborto. Les voy a dar la medicina apropiada, y los
voy a enviar a su casa a descansar, pero no creo que nada de esto vaya a ayudar. No
quiero que mantengan grandes expectativas”.
Nos sentamos en el sofá de nuestro pequeño apartamento ese día más tarde
y nos pusimos a llorar. Pasamos por todas las emociones asociadas con una tragedia
como esa. Pero en medio de nuestro dolor yo pensé, “Espera un minuto. Si yo no
acepto la opinión de un solo hombre en teología, ¿por qué habría de aceptar la opinión
de un solo hombre en medicina?”.
Tenía otro amigo que era doctor en medicina y que vivía en otro Estado. Él
había escrito un libro de texto sobre ginecología. Le llamé a mi amigo y le dije,
“Acabamos de llegar del doctor y dice que Leesa puede tener un aborto. Quiero tu
opinión”.
“¿Cuáles son sus síntomas?”, preguntó mi amigo.
Yo entonces le describí los síntomas.
“Ella ha sido diagnosticada correctamente. Hay una probabilidad de ochenta
por ciento de que, aún si este niño naciera, estaría tan deformado físicamente o
mentalmente deficiente, que ustedes gastarían el resto de su vida y de su dinero
tratando de cuidarlo. Lo más probable es que Leesa va a tener un aborto, y a final de
cuentas eso mostrará ser una bendición del Señor. Los dos son jóvenes, y podrán
tener otros hijos. Si no fueran cristianos, simplemente les diría que ésta es la forma
que tiene la naturaleza de eliminar algo que no es lo suficientemente fuerte para
sobrevivir. Pero como son cristianos les digo que yo pienso que Dios los está librando
de una gran cantidad de sufrimiento y de gastos, permitiendo que este bebé sea
abortado”.
Hace dieciocho años me confortaron esas palabras y me resigné a perder el
niño. El día de hoy, con lo que conozco de la naturaleza, propósitos y poder de Dios,
nunca me confortaría con palabras como esas, ni me resignaría a perder un niño. Pero
en esos días yo era una persona diferente, con una teología más pequeña, y con
muchas más restricciones acerca de Dios.
Colgué el teléfono y regresé al cuarto con Leesa. Yo quería que ella se
consolara con esas mismas palabras. Ella estaba sentada en el sofá llorando. Su cara
estaba roja e hinchada, y sus ojos estaban casi cerrados por la inflamación. Yo dije
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“Leesa, todo va a estar bien. Acabo de hablar con otro doctor”. Y entonces le platiqué
todo lo que me dijo mi amigo por el teléfono. Pero fue como si Leesa no hubiera
escuchado ni una sola palabra de lo que le dije.
Yo pensé que ella estaba demasiado trastornada para escuchar. Así que me
acerqué a ella y le repetí con voz más alta todo lo que le acababa de decir. Ella todavía
se negó a escuchar. En ese punto yo empecé a enojarme, porque ella simplemente
no estaba escuchando a la razón
Pero su enojo me interrumpió. Aun cuando sus ojos estaban casi cerrados por
la hinchazón, el enojo destelló en sus ojos como un relámpago. Ella dijo “No me
importa lo que digas. No hay ninguna forma de que yo crea que perder a este pequeño
bebé sea una bendición. Yo amo a este bebé con todo mi corazón. La peor cosa del
mundo que podría pasarme sería perder a este niño. No me importa cuán defectuoso
sea este niño o como vaya a nacer. Pasaré el resto de mi vida cuidando este bebé si
solamente Dios me permite tenerlo”.
Yo estaba estupefacto. Tuve la sensación de que estaba parado en tierra santa.
Decidí que sería mejor no decir nada más, aun cuando no pudiera entrar a, o entender
los sentimientos de mi esposa por este pequeño bebé.
¿Cómo podía ella sentir de esta forma acerca de este niño no nacido? Ella
solamente había sabido que estaba embarazada por un poco más de veinticuatro
horas. En ese tiempo de veinticuatro horas todo lo que este niño había hecho por ella
había sido enfermarla y amenazar su vida. Y ahora ella dice que para ella la peor cosa
del mundo sería perder el niño. ¿De dónde sacó ella esa clase de amor? ¿De dónde
venía esa clase de compasión? Al sentarme ahí aturdido, reflexionando en esas
preguntas, la palabra “raham” explotó en mi cerebro como una bala de un francotirador
angélico.
La mejor forma de expresar la compasión de Dios en el Antiguo Testamento
era usar la palabra hebrea “raham”, matriz. ¿Por qué fue que los hebreos escogieron
la palabra “matriz” para expresar la compasión de Dios? Lo más probable es que venía
de un marido hebreo observando los sentimientos intensos que su esposa
embarazada tenía por el bebé no nacido dentro de su vientre. Él sabía que ella tenía
sentimientos y amor por ese niño los cuales él todavía no podía experimentar.
En mi espíritu volteé hacia el cielo y dije “Dios, ésta no es nada más la forma
en que mi esposa siente por su niño no nacido, así es como Tú sientes por nosotros,
¿no es así?
O sea que nosotros somos como ese infante en la matriz. Somos moralmente
incapaces y totalmente dependientes de Dios para nuestras vidas. El niño que Leesa
llevaba en su vientre le había causado dolor y había amenazado su vida. Nosotros,
también le hemos causado dolor a Dios. No solo hemos amenazado la vida de su Hijo,
sino que tomamos la vida de su Hijo. Sin embargo nuestro Padre Celestial todavía
puede sentir nuestro dolor. Él detesta la pérdida incluso de “uno de sus pequeños” (Mt
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18:6). Debido a que Dios es compasivo Él tiene un intenso anhelo por su pueblo y
desea ayudarlos en todas sus dificultades.
Cuando algunas personas tratan de decirme que Dios ya no sana, o que sólo
lo hace raramente, yo deseo preguntarles “¿A dónde se ha ido la compasión de Dios?
¿Ya no camina Jesucristo por nuestras iglesias? ¿Ya no le pone atención a nuestro
dolor? ¿Ya no se preocupa por las familias que tienen seres queridos en hospitales
mentales, o cuyos bebés han nacido con cuerpos defectuosos?” Yo no pienso que su
compasión haya cambiado nada. Yo pienso que Él está tan dispuesto, como lo estaba
en el primer siglo, para tocar tanto nuestros espíritus como nuestros cuerpos. Yo
pienso que es la iglesia la que ha cambiado, no Dios.
En este capítulo vamos a explorar no solo la compasión de Dios sino también
algunas de las otras razones por las cuales Él sanó en el pasado, y continúa sanado
el día de hoy.
1) Dios sana debido a su compasión y misericordia.
El ministerio de sanidad de Jesucristo estaba motivado por su compasión. Un
incidente típico está registrado en Mateo 14:13-14: “En cuanto Jesús escuchó la
noticia, salió en una barca a un lugar alejado para estar a solas; pero las multitudes
oyeron hacia dónde se dirigía y lo siguieron a pie desde muchas ciudades. Cuando
Jesús bajó de la barca, vio a la gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los
enfermos.”
La compasión motivó a Jesucristo para sanar a los leprosos (Marcos 1:41-42),
al joven endemoniado (Marcos 9:22), a dos ciegos (Mateo 20:34), incluso resucitar a
un muerto (Lucas 7:12-15). En Mateo la alimentación de los cuatro mil no es motivada
porque Jesús deseaba demostrar que Él es el pan de vida, sino por su compasión por
la multitud (Mateo 15:32). De igual forma Jesucristo sanó a los ciegos (Mateo 9:27-31;
20:29-34), los endemoniados (Mateo 15:22-28; 17:14-21) y a los leprosos (Lucas
17:13-14) en respuesta a sus gritos pidiendo misericordia. Incluso la sanidad de la
persona más severamente poseída por demonios en el Nuevo Testamento es
atribuida en última instancia a la misericordia de Dios (Marcos 5:19).
El gran número de pasajes recién mencionados, demuestra que la compasión
y la misericordia de Dios, fueron los factores principales en las sanidades del Nuevo
Testamento. Al caminar por los polvosos caminos de Palestina, Jesucristo fue
conmovido por los dolores y las enfermedades de la gente alrededor de él. Él no se
echó para atrás disgustado por los que tenían los cuerpos llenos de lepra. De hecho
él puso sus manos sobre sus cuerpos infectados y los sanó. Él fue movido en su
espíritu al observar una procesión fúnebre que llevaba al único hijo de una viuda.
Cuando le trajeron al cojo y al ciego y al mutilado él no se mantuvo alejado de su dolor.
No les dio consuelos teológicos, él los sanó.
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Comprender la compasión de Jesucristo por los enfermos y los lastimados tiene
grandes ramificaciones prácticas. Con frecuencia encuentro personas que son
entusiastas para orar por los enfermos. Dedican una parte considerable de su tiempo,
cada semana, para orar por las personas que sufren. Pero algunas de ellas ven que
ocurren muy pocas sanidades. Después de platicar un rato con ellas, no es difícil ver
por qué tienen tan poco éxito. Con frecuencia su principal motivación para orar por los
enfermos es ver algo emocionante, algo sobrenatural, o demostrar a sus oponentes
teológicos que Dios sana después de todo.
Esas no son motivaciones del Nuevo Testamento para la sanidad. Dios no está
interesado en satisfacer nuestros deseos de emoción, ni en ayudar a que algunos de
sus hijos que les ganen argumentos a otros. Él está interesado en la compasión. En
el grado en que te intereses por la compasión de los enfermos y de los que sufren, en
ese grado puedes ser un instrumento a través del cual fluya el poder de sanidad de
Jesucristo. Si tú realmente quieres ser usado en un ministerio de sanidad, pídele a tu
Padre Celestial que te permita sentir su compasión por los que sufren.
Argumentar que Jesucristo ha retirado su ministerio de sanidad de la iglesia el
día de hoy es argumentar que él también ha retirado su compasión de la iglesia. Pero
si creemos en un Salvador compasivo, debemos tener confianza en su deseo de sanar
en la iglesia el día de hoy.
2)
Dios sana porque desea glorificar su nombre y el de su Hijo Jesucristo.
Algunas veces el propósito declarado para la sanidad es glorificar el nombre de
Dios. Ese fue uno de los principales propósitos al resucitar a Lázaro de los muertos.
Jesucristo les dijo a sus discípulos “Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad
de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de
que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado” (Juan 11:14). Y entonces le dijo a
Martha “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40). Por supuesto
este milagro también demostró que Jesucristo es la resurrección y la vida, pero el
propósito declarado es que Dios sea glorificado. De hecho esos dos propósitos no se
contradicen. Cuando Jesucristo levantó a Lázaro de los muertos, él demostró que él
era la resurrección y la vida, y esta demostración trajo gran gloria a Dios y al Hijo de
Dios.
El mismo propósito se ve en las sanidades de los apóstoles. Pedro explicó la
sanidad del hombre cojo en la puerta del templo llamada La Hermosa de la manera
siguiente: “Pedro vio esto como una oportunidad y se dirigió a la multitud: «Pueblo de
Israel —dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué nos quedan viendo
como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con nuestro propio poder o nuestra
propia rectitud? Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob —el Dios de todos
nuestros antepasados— quien dio gloria a su siervo Jesús al hacer este milagro. Es
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el mismo Jesús a quien ustedes rechazaron y entregaron a Pilato, a pesar de que
Pilato había decidido ponerlo en libertad”. (Hch 3:12-13)
La sanidad logró su objetivo, ya que Lucas más adelante explica: “Entonces el
Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron ir porque no sabían cómo
castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos alababan a Dios”. (Hch 4:21)
Esta era una respuesta normal entre la gente que observaba el ministerio
milagroso de Jesucristo. Con frecuencia respondían alabando y glorificando al Dios
de Israel. Por ejemplo Mateo nos cuenta que
“Una inmensa multitud le llevó a personas cojas, ciegas, lisiadas,
mudas y a muchas más. Las pusieron delante de Jesús y él las sanó a
todas. 31 ¡La multitud quedó asombrada! Los que no podían hablar, ahora
hablaban; los lisiados quedaron sanos, los cojos caminaban bien y los ciegos
podían ver; y alababan al Dios de Israel.” (Mat 15:30-31)
Este es un tema principal en Lucas. La gente glorificó a Dios cuando vio a
Jesucristo sanar al paralítico que bajaron por el techo (Lc 5:24-26), cuando Jesucristo
levantó al hijo de la viuda de Naín de la muerte (Lc 7:16), cuando sanó a la mujer
encorvada por un espíritu (Lc 13:13,17) y cuando Él sanó al hombre ciego (Lc 18:4243). Lucas concluye este tema de manera adecuada en la entrada triunfal del Señor
Jesús cuando escribe “Cuando llegó a donde comienza la bajada del monte de los
Olivos, todos sus seguidores empezaron a gritar y a cantar mientras alababan a Dios
por todos los milagros maravillosos que habían visto.” (Lc 19:37)
Jesucristo en realidad esperaba que la gente que recibía el poder de sanidad
de Dios, que lo glorificara. Después de sanar a los diez leprosos y ver que solo uno
regresó a dar las gracias, Jesús preguntó “¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están
los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?”
(Lc 17:17-18)
Los milagros de la naturaleza del Señor Jesús, también sirvieron para glorificar
a Dios. Cuando convirtió el agua en vino, Juan dice que esto “reveló su gloria” (Jn
2:11). Todos esos textos demuestran que los milagros se dieron no solamente para
dar autenticidad a Jesús y a su mensaje, sino también para traer gloria a Dios el Padre
y a Dios el Hijo.
Como la compasión de Dios, este propósito no está basado en alguna
circunstancia histórica temporal. Dios siempre ha estado interesado en traer gloria a
sí mismo y a su Hijo. La sanidad el día de hoy sirve la misma función. Yo he observado
en muchas ocasiones que cuando Dios sana a alguien, ya sea en público o en privado,
en el cuarto de un hospital, o en la casa, la gente responde glorificando y alabando a
Dios.
Este tema de glorificar al Señor a través de sanidades y milagros, fue muy
importante en el ministerio de William Duma. Este hombre fue un predicador negro
famoso que fue usado en muchas sanidades y milagros notables, hasta su muerte en
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1977. La reputación de Duma era tan grande que la gente blanca visitaba su iglesia
buscando ser sanada por Jesucristo. Esto ocurrió en un tiempo y un lugar en que no
era aceptable que los blancos visitaran iglesias de negros.
Duma fue un hombre muy santo, que hacía un ayuno anual de veintiún días,
en completa soledad, para recibir dirección del Señor para su siguiente año de
ministerio. Sin embargo él no le daba crédito a su santidad como el secreto de su
ministerio de sanidad. El título de su biografía “Toma Tu Gloria, Señor”, revela su
secreto. Cuando él imponía sus manos en los enfermos para orar por ellos, su
pensamiento dominante era que el Señor fuera glorificado. El Señor honraba ese
deseo con muchos milagros notables, incluyendo levantar a una niña de la muerte.
Esto me lleva a tocar uno de los obstáculos más comunes para la sanidad en
la iglesia el día de hoy. Yo veo mucha gente que quiere tener un ministerio de sanidad
en su iglesia. Ellos me dicen con frecuencia que cuando imponen sus manos en los
enfermos para orar por ellos, se preocupan de lo tonto que se verán si Dios no sana
a la persona enferma. Esto es cierto especialmente cuando la gente empieza a orar
por los enfermos.
Preocuparse acerca de cómo nos vemos cuando oramos por los enfermos no
es una forma eficiente de tener contestadas nuestras oraciones. Esto es porque Dios
no está interesado principalmente de cómo nos vemos. Él permitió que su hijo
pareciera tonto al mundo cuando murió en la cruz (1ª Co 1:18-25). Él también permitió
que sus apóstoles fueran hecho un espectáculo delante del universo entero (1ª Co
4:9-13). ¿Por qué pensaríamos que Dios está preocupado por nuestra reputación
cuando él permitió que los apóstoles parecieran “tontos para Cristo” (1ª Co 4:10). Él
no va a sanar a alguien para que no parezcamos tontos. Él, sin embargo, sanará a
alguien para traer gloria a su Hijo. Las Escrituras demuestran esto, y también lo hacen
las experiencias de hombres y mujeres que han sido usados para sanar de formas
milagrosas.
Yo pasé por este miedo cuando empecé a orar por los enfermos. Me
preguntaba qué pensarían de mí mis compañeros del seminario. También me
preguntaba qué pensarían de mí mis amigos en la iglesia. Durante muchos años yo
les había enseñado que Dios raramente, si alguna vez lo hacía, sanaba a través de
medios sobrenaturales en nuestro tiempo. ¿Qué pensarían de mí, si yo empezaba a
orar por los enfermos, y la gente no sanaba?
En esos días del principio, el Señor “hizo un trato” conmigo. Fue como si Él
dijera, “Si tú no tomas para ti el crédito cuando alguien es sanado, entonces no tendrás
que culparte a ti cuando no sean sanados”. En otras palabras, si nosotros somos muy
cuidadosos de dar a Dios la gloria por toda sanidad, por todo milagro, y por toda
respuesta a la oración, entonces Él está dispuesto a aceptar la culpa por todos
aquellos que no son sanados.
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De hecho, una de las pistas de que algunos ministerios de sanidad del día de
hoy están en serios problemas, es el estado de celebridad que se ha dado, y que han
aceptado, quienes han sido usados en sanidades significativas. Con frecuencia
cristianos ingenuos y mal guiados, muestran gran respeto hacia aquellos que han sido
usados en un ministerio de sanidad, o aquellos que tienen fama de tener un ministerio
de sanidad. Algunas veces ministros y evangelistas alientan esta práctica narrando
grandes historias en las cuales ellos mismos son el centro de atención en lugar del
Señor Jesús. Este dar y recibir gloria entre ellos mismos puede ocasionar daño o aun
la destrucción de aquellos involucrados en el proceso (vea la reprensión del Señor a
los fariseos en Juan 5:44).
Yo creo que algunas personas que anuncian grandes ministerios de sanidad
son fraudes. Yo creo que otros, al principio de su ministerio, fueron usados por el
Señor de una manera significativa para sanidades y milagros. Pero a lo largo del
camino ellos se permitieron ser engañados, y ahora se andan promoviendo a ellos
mismos más que al Hijo de Dios. Esta clase de promoción puede traer grandes
multitudes y una cantidad significativa de dinero, pero no le agrada al Señor.
Eventualmente aquellos que se promueven a sí mismos van a perder sus ministerios
y su intimidad con el Señor.
Si tú quieres ser usado por el Señor de una forma significativa cuando oras por
los enfermos, cultiva el deseo de ver al Hijo de Dios glorificado. Desear solamente la
gloria del Hijo, es la forma más efectiva que conozco, de mantenernos fuera de ser
engañados y conducidos al error.
3) Dios sana por su constante disposición a responder a quienes tienen fe.
Una mujer que había tenido hemorragia durante doce años, se pasó por detrás
de Jesús, tocó el borde de su manto, y fue entonces sanada instantáneamente de su
hemorragia. Al sentir Jesús que salía poder de su cuerpo, volteó a ver a la mujer.
Cuando la vio, le dijo “¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado”. (Mateo 9:22). Fue la fe de
una mujer cananea lo que llevó a Jesús a sanar a su hija endemoniada. Le dijo a ella
“¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!” (Mateo 15:28).
¿Qué motivó al Señor Jesús a sanar al paralítico que fue bajado a través del techo en
Capernaum? La Escritura dice que “Al ver la fe de ellos” (Mateo 9:2), él sanó al
paralítico.
Este mismo principio de ver a Dios sanando en respuesta a la fe, se encuentra
en el ministerio de los apóstoles. Lucas registra que:
“Mientras estaban en Listra, Pablo y Bernabé se toparon con un
hombre lisiado de los pies. Como había nacido así, jamás había caminado.
Estaba sentado, escuchando mientras Pablo predicaba. Pablo lo miró
fijamente y se dio cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado. Así
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que Pablo lo llamó con voz alta: «¡Levántate!». Y el hombre se puso de pie
de un salto y comenzó a caminar.” (Hechos 14:8-10)
El Nuevo Testamento claramente enseña que Dios responde a la fe para ser
sanado.
Tres historias en el ministerio de Jesús son de particular significado para el
ministerio de sanidad del Señor del día de hoy.
a) La fe de dos ciegos que pidieron sanidad.
La primera historia describe a dos hombres ciegos que vinieron a Jesús
pidiéndole que los sanara. Jesús les preguntó “¿Creen que puedo darles la vista?”
(Mateo 9:28). La pregunta de Jesús no solo subraya la importancia de la fe para la
sanidad, sino que también nos dice algo acerca de la naturaleza de la fe. Tener fe en
Dios para la sanidad significa creer que él tiene la habilidad para sanar. A pesar de
que he encontrado algunos cristianos que no piensan que Dios puede sanarlos el día
de hoy, la gran mayoría de cristianos claman que si puede. Ellos dicen que Dios puede
hacer cualquier cosa. Eso es lo que dicen con su boca y con su mente, pero con su
corazón están diciendo algo muy diferente.
En cierta ocasión estaba yo sentado, al lado de una mesa, teniendo una
discusión con grupo de teólogos profesionales. El tema cambió a sanidad y los
hombres empezaron a hacer bromas. Empezaron a enumerar las cosas que ellos no
le pedirían a Dios que sanara. Algunos dijeron que no le pedirían a Dios ceguera o
sordera. Otros dijeron que no le pedirían a Dios que sanara una deformidad, o que
creciera un miembro que hubiera sido amputado. Cuando terminaron de listar todas
las cosas que no le pedirían a Dios que sanara, ya no quedaba mucho por lo cual orar
excepto resfriados y dolores de cabeza. Antes de que terminara la discusión todos los
profesores en ese grupo habían negado virtualmente la posibilidad de que cualquiera
de los milagros del Nuevo Testamento ocurriera el día de hoy.
Sin embargo cualquiera de ellos hubiera dicho que Dios podía sanar un ojo sin
vista o levantar a un muerto. Con su boca incluso afirmarían que Dios sana el día de
hoy. Pero el hecho de que ellos no orarían por ninguna de esas cosas significa, en el
nivel práctico, ellos estaban negando la habilidad de Dios para hacer esas cosas el
día de hoy. Estaban dando consentimiento intelectual a la proposición de que Dios
puede sanar, pero en sus corazones no tenían confianza real en la Persona de Dios
para sanar ninguna cosa realmente “difícil”. Debes notar que la pregunta no es si Dios
puede sanar, sino que si Dios sana. Tú nunca le vas a pedir a Dios ninguna cosa que
tú no crees que él pueda hacer el día de hoy.
a. La fe de un leproso que vino a Jesucristo.
En la segunda historia un leproso vino a Jesús y le dijo “Señor, si tú quieres,
puedes limpiarme” (Mateo 8:2 énfasis mío). El hombre con certeza creía en la
habilidad de Jesús de sanar una enfermedad terminal. El reconoció libremente “Tu
puedes limpiarme”. Pero él también entendió algo más acerca de la fe. Él no supuso
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que sería sanado automáticamente simplemente porque creía en la habilidad de Jesús
para sanarlo. Él dijo, Señor, “si tú quieres”. La fe que Dios requiere para la sanidad no
es la certeza psicológica de que él nos va a sanar a nosotros, o aquellos por quienes
oramos. Es la fe en su habilidad de sanar y en su buena voluntad de sanar. Es
confianza en que Dios ama a sus hijos y por lo regular los sana.
Hay una doctrina de la sanidad el día de hoy en algunas partes de la iglesia
que raya en la presunción. Supone que es la voluntad de Dios sanar todas las
enfermedades en esta vida. De acuerdo a esta enseñanza todo lo que tenemos que
hacer es confesar y reclamar nuestra sanidad, y Dios está obligado a sanar. El leproso
no usó este enfoque. Él supo que Jesús podía sanarlo. Pero él también agregó
“Señor, si tú quieres tú puedes limpiarme”. Jesús honró esta fe diciendo “Si quiero, sé
limpio” (Mateo 8:3). El leproso no supuso que Jesús tenía que sanarlo en respuesta a
su fe.
En cierta ocasión escuché el reporte de una mujer que había sanada después
de que confesó 184 veces “Yo estoy sana”. El hombre que me dio este reporte dijo “Y
si ella se hubiera detenido la vez 183? Yo no estoy negando que haya ocurrido la
sanidad. Yo no estoy negando que Dios sanó a la mujer después de que ella confesó
184 veces que ella ya estaba sana. Dios no pide que tengamos una teología o una
práctica perfectas para que él pueda actuar en nuestras vidas. Yo creo, sin embargo,
que esta clase de enseñanza es destructiva. Pone la carga sobre la persona que
quiere ser sanada, en lugar de poner la confianza en la bondad y habilidad de Dios.
Obliga a la persona a estimular una certeza psicológica para la sanidad, una certeza
que Dios tal vez no esté dando. Y agrega una condición para la sanidad, la condición
de la certeza psicológica, la cual Dios no requiere.
Yo sé que hay ocasiones cuando Dios da una certeza psicológica para una
sanidad. En mi vida ha habido varias ocasiones, durante los últimos pocos años,
cuando he orado por la sanidad de alguien, y yo no tuve ninguna duda de que Dios le
iba a sanar.
Hace unos dos años, una madre joven de nuestra iglesia, Karen Hersom, me
llamó. Estaba tan alterada y llorando tan fuerte que a duras penas podía entenderla.
Tenía seis meses de embarazo y había ido al médico. Su sonograma había mostrado
que tenía una bebita y que uno de los riñones de la bebita se había marchitado y
dejado de crecer. El doctor le había dicho a Karen que el riñón se había muerto y que
no iba a funcionar. El doctor le aseguró, sin embargo, que el otro riñón estaba normal
y que su bebé podría vivir bastante bien con un riñón. Esa información, sin embargo,
no consoló a Karen para nada y estaba muy preocupada por su bebé.
Mientras ella me estaba explicando eso en el teléfono, me llenó una paz de
Dios, y me encontré diciéndole “no te preocupes Karen. Vamos a orar por ti, y Dios va
a sanar a tu bebé”.
“¿Realmente crees eso?” Dijo ella.
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“Si”, dije yo. “Solo ven y todo va a estar bien”.
Cuando colgué el teléfono, empecé a darme cuenta de lo que acababa de decir.
Había hecho algo que raras veces hago cuando oro por los enfermos. Le había
prometido sanidad a Karen.
Cuando Karen vino a mi oficina el día siguiente, mi amigo Steve Zarit y yo
oramos por ella. Hubo, de hecho, algunas manifestaciones físicas del poder de Dios
sobre Karen cuando oramos. Aproximadamente diez días después fue con el mismo
doctor, le tomaron un segundo sonograma, y los dos riñones de la bebita estaban
exactamente del mismo tamaño, ambos saludables y normales. La bebita nació tres
meses después perfectamente sana.
Antes de esa ocasión y desde entonces, he orado por bebés que fueron
abortados y otros bebés recién nacidos que murieron. Yo no puedo producir una
certeza psicológica para la sanidad en casos específicos. Cuando la tengo, es un don
de Dios, que solo puede ser recibido, no fabricado. Sin embargo, si tú realmente no
crees en la habilidad de Dios y en su deseo de sanar, probablemente nunca vas a
experimentar esa clase de fe para la sanidad.
b. El caso del niño epiléptico endemoniado: Marcos 9:18-23
La tercera historia, la cual describe al niño epiléptico endemoniado, del capítulo
nueve de Marcos, enseña otro importante principio acerca de la fe para la sanidad. El
padre había traído a su atormentado hijo a los discípulos, pero ellos no pudieron echar
fuera al demonio (Mr 9:18). Si el padre tenía algo de fe al principio, la falla de los
discípulos había ocasionado que su fe menguara, si no es que desapareciera por
completo. El padre le dijo a Jesús “Pero si tú puedes hacer algo, ten piedad de
nosotros y ayúdanos” (Mr 9:22). Jesús le respondió que “para el que cree todo le es
posible” (Mr 9:23 énfasis mío). Este es un principio que Jesús enseñó
consistentemente (ver Mt 21:21-22) Jesús no pone ningún límite a lo que podemos
pedir a Dios que haga. ¿Por qué limitamos nosotros a Dios?
Los profesores del seminario que mencioné hace poco no le pedirían a Dios
que sanara ojos ciegos, o miembros amputados, pero si orarían para que Dios sanara
dolores de cabeza, guiara las manos del médico en una cirugía, y ayudar a que la
medicina surtiera efecto. ¿Por qué limitar a Dios a sanidades de dolores de cabeza o
guiar las manos del cirujano? Los líderes de la iglesia están efectivamente limitando
la habilidad de Dios para sanar, cuando rehúsan enseñar sobre la sanidad y no
estimulan la oración por los enfermos.
Tal vez tú nunca has visto al Señor sanar un ojo ciego o un miembro amputado,
¿Pero por qué dejas que tu experiencia ponga límites en Dios? Tú crees que Dios
puede actuar sobrenaturalmente de otras formas. ¿Por qué no crees que él puede
sanar el cuerpo de una persona sobrenaturalmente?
Durante el tiempo cuando yo era un estudiante y maestro en el seminario, era
común escuchar a los estudiantes dar testimonios respecto a cómo Dios había suplido
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de forma sobrenatural sus necesidades. No era raro que un estudiante dijera que él
necesitaba $139.12 para pagar su recibo de luz y sin decirle nada a nadie un cheque
por $139.12 le llegaba por correo justo a tiempo para que pagara su recibo. Yo he
escuchado muchas historias como esa. La mayoría de los cristianos no tienen ninguna
dificultad en creer que Dios interviene sobrenaturalmente en situaciones financieras
como esa. ¿Por qué es tan difícil creer que él puede enderezar una columna, o regular
la química de alguien, de modo que se alivie de diabetes?
¿Tiene Dios más dificultad para enderezar una columna torcida que para suplir
necesidades financieras? Por supuesto que no. Es sólo que nosotros a menudo
oramos por nuestras necesidades financieras con fe, y no oramos por nuestras
necesidades físicas con fe. Si Dios sanó en respuesta a la fe en el Nuevo Testamento,
¿Entonces por qué no sanaría el día de hoy en respuesta a la fe? En donde hay una
ausencia de sanidades el día de hoy, yo no creo que el problema está en la habilidad
o en la disposición de Dios, sino en la habilidad de la iglesia en creer que Dios sana.
Recuerda estas tres características de la fe:
1) La fe en la habilidad de Jesús para sanar, es también fe en que él sana.
2) La fe en el deseo de Jesús de sanar no debe igualarse con la certeza
psicológica. Él sanará aun cuando no tengamos la certeza psicológica.
3) La fe no pone restricciones en la habilidad de Dios para actuar a favor de
sus hijos, porque “todo es posible para aquel que cree”.
4) Dios sana en respuesta a su propia promesa.
Existe todavía otra razón irrefutable para creer que la sanidad debe ser un
ministerio importante de la iglesia el día de hoy. En Santiago 5:14-16 Dios comisiona
a toda la iglesia a sanar a los enfermos:
“¿Alguno está enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia, para
que vengan y oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. Una
oración ofrecida con fe, sanará al enfermo, y el Señor hará que se recupere;
y si ha cometido pecados, será perdonado. Confiésense los pecados unos
a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración
ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados
maravillosos.”
Ahora pregúntate a ti mismo, ¿Por qué le ordenaría Dios a la iglesia que orara
por los enfermos y por qué le prometería a la iglesia sanidad si ellos oraban, a menos
que Dios intentara que la sanidad fuera una parte regular de la iglesia? Muchas
iglesias que creen en la infalibilidad de sus Biblias, difícilmente saben que Santiago
5:14-16 está en sus Biblias. Yo enseñé clases en el seminario durante 10 años antes
de que por fin animara a los estudiantes para que aplicaran Santiago 5:14-16. Quienes
me discipularon a mí, nunca me dijeron que era responsabilidad de la iglesia ungir a
los enfermos y orar por ellos.
94
Los miembros de la iglesia nunca les pedirán a sus líderes oraciones de
sanidad, a menos que se les enseñe a hacerlo, y nunca van a tener confianza en que
Dios sane, a menos que se les enseñe que Dios sana, y las razones por las cuales
sana. Tan pronto como empezamos a enseñar y practicar Santiago 5:14-16 con un
poco de expectativa, Dios empezó a sanar en nuestra iglesia. Ruth Gay, la señora que
mencioné en el capítulo 2 (pp 31-32) que fue sanada de un aneurisma, fue una de las
primeras por las cuales oramos.
Note que no son solo los líderes los que oran por los enfermos. En el versículo
16 Santiago ordena a todos los cristianos “oren unos por otros para que sean
sanados”. Si toda la iglesia tomara en serio la orden de Dios, veríamos una cantidad
mucho mayor de sanidades de las que vemos en la actualidad.
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
En este capítulo hemos visto que el ministerio de sanidad de Dios está basado
en el deseo eterno de glorificar su nombre y el de su Hijo, en su profunda compasión
por todos aquellos que están sufriendo, y en su constante disposición de responder a
aquellos que tienen fe. Él también sana en respuesta a su propio mandamiento y
promesa a la iglesia. Esas cuatro razones solamente, deberían convencernos de que
los propósitos de Dios están basados en su naturaleza inmutable, no en circunstancias
históricas temporales.
Sin embargo las Escrituras dan otras seis razones por las cuales Dios sana.
Aun cuando esas son explicadas detalladamente en el Apéndice A, las mencionaré
brevemente aquí. Dios sana para conducir a la gente a que se arrepienta y para abrir
puertas al evangelio. Dios sana para quitar barreras al ministerio y al servicio. Dios
sana para enseñarnos acerca de Él mismo y de su reino. Dios sana para demostrar la
presencia de su reino. Dios sana simplemente porque la gente se lo pide. Y Él sana
por propósitos soberanos que sólo Él conoce.
Ninguna de esas razones está basada en las circunstancias históricas
cambiantes del primer siglo. Están basadas en el carácter y propósito eternos de Dios.
Si el Señor sanó en el primer siglo porque estaba motivado por su compasión y
misericordia por los que sufren, ¿Por qué pensaríamos que Él retiró esa compasión
después de la muerte de los apóstoles? ¿Por qué pensaríamos que Él ya no siente
compasión cuando ve leprosos o enfermos de SIDA? ¿Por qué pensaríamos que Él
ahora solo demuestra esa compasión dando gracia para soportar el sufrimiento en
lugar de dar gracia para sanar esa condición? Si Jesús y los apóstoles sanaron en el
primer siglo para traer gloria a Dios, ¿Por qué pensaríamos que Dios descartó un
instrumento importante del Nuevo Testamento para traer gloria a sí mismo y a su Hijo?
De hecho, cada uno de los propósitos bíblicos para la sanidad todavía es válido
el día de hoy. En el grado en que un individuo o una iglesia se alinean a sí mismos
95
con esos propósitos, cuando oran por los enfermos o ministran a los que están
lastimados, en ese mismo grado verán que ocurren sanidades en su ministerio.
96
Capítulo 10: Seis razones por las cuales Dios ofrece dones espirituales. (133143) (Traducido y Revisado por RND / TLA)
En el otoño de 1987 estaba ayudando a dirigir un estudio bíblico semanal. En
esta noche del miércoles en particular había tal vez unas cien personas presentes. Al
final de la reunión, les dimos la oportunidad a las personas del grupo para que
compartieran públicamente cualquier cosa que sintieran que el Señor les había
revelado que fuera de edificación para los presentes. Una mujer joven llamada Karen
Fortson (ahora la Sra. de Tom Davis) estaba sentada en la primera fila. Ella se puso
de pie inmediatamente y muy suavemente dijo, “El Señor me ha mostrado que un
hombre joven vino a esta reunión por primera vez esta noche y él está esclavizado
por la pornografía. El Señor quiere ayudarlo y no avergonzarlo. Él debería de hablar
con uno de los líderes más tarde para que puedan orar por él”. Karen me dijo después
de la reunión, que ella estaba tan segura de que el Señor le había hablado, que tenía
miedo de voltear para atrás. ¡Ella pensaba que el Señor le mostraría quién era este
joven!
Cuando la reunión se terminó, el joven se acercó a mí temblando y sudando
con la cara pálida. Él dijo “Yo soy el hombre de quien estaba hablando la señora”. Él
había estado atado a la pornografía desde su adolescencia. Y a pesar de que ahora
era un estudiante de seminario, con esposa y con hijos, seguía atado a la pornografía,
de hecho, ahora más fuerte que nunca. Pero antes de que terminara la noche, él
estaba haciendo una confesión completa a mí y a otro pastor, y estábamos orando
por él.
En 1ª Corintios 14:24-25 Pablo describe lo que pasó en nuestro estudio bíblico
esa noche:
“pero si todos ustedes están profetizando, y los incrédulos o la gente
que no entiende esas cosas entran en la reunión, serán convencidos de
pecado y juzgados por lo que ustedes dicen. Al escuchar, sus
pensamientos secretos quedarán al descubierto y caerán de rodillas y
adorarán a Dios declarando: «En verdad, Dios está aquí entre ustedes»”.
Este estudiante de seminario no creía que los dones del Espíritu eran para el
día de hoy, y tenía cierta hostilidad hacia el don de lenguas. El encajaba en la
descripción de la “gente que no entiende”. Él nunca había venido a nuestro estudio
bíblico semanal anteriormente. De hecho, había venido esta noche para evaluarlo.
¡Pero Dios había decidido evaluarlo a él!
Historias como esta no son poco frecuentes. Sin embargo, a pesar de los
reportes de que Dios está usando los dones milagrosos en la iglesia el día de hoy,
mucha gente alega que esos dones cesaron con la muerte de los apóstoles. Este
asunto debe ser definido por declaraciones específicas de la Escritura, no por vagas
deducciones teológicas o afirmaciones simples. 1ª Corintios 12-14 ofrece seis razones
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por las cuales los dones milagrosos continuarán en la iglesia hasta que el Señor
Jesucristo regrese. La más importante de esas razones es el propósito establecido
para esos dones.
1) Dios dio los dones espirituales para fortalecer a la iglesia.
El apóstol Pablo no dejó ninguna duda con respecto al propósito de todos los
dones. Cada uno de los dones es dado para fortalecer y edificar a la iglesia. En 1ª Co
12:7 Pablo escribe, “A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos
ayudemos mutuamente.” (Énfasis mío). ¿Qué clase de dones tenía Pablo en mente
cuando hizo esa declaración? En los siguientes cuatro versículos continúa diciendo:
“A uno el Espíritu le da la capacidad de dar consejos sabios; a otro el
mismo Espíritu le da un mensaje de conocimiento especial. A otro el mismo
Espíritu le da gran fe y a alguien más ese único Espíritu le da el don de
sanidad. A uno le da el poder para hacer milagros y a otro, la capacidad de
profetizar. A alguien más le da la capacidad de discernir si un mensaje es
del Espíritu de Dios o de otro espíritu. Todavía a otro se le da la capacidad
de hablar en idiomas desconocidos, mientras que a otro se le da la
capacidad de interpretar lo que se está diciendo. Es el mismo y único Espíritu
quien distribuye todos esos dones. Solamente él decide qué don cada uno
debe tener.” 1ª Co 12:8-11
Pablo reafirma el propósito de los dones espirituales en 1ª Corintios 14:26. Note
de nuevo los dones específicos que menciona: “Ahora bien, mis hermanos, hagamos
un resumen. Cuando se reúnan, uno de ustedes cantará, otro enseñará, otro contará
alguna revelación especial que Dios le haya dado, otro hablará en lenguas y otro
interpretará lo que se dice; pero cada cosa que se haga debe fortalecer a cada uno
de ustedes.” (Énfasis mío)
Debido a que Dios dio los dones espirituales para fortalecer a la iglesia, las
sanidades, los, milagros, las lenguas, y la profecía no estaban confinados a los
apóstoles, o solo a un poco de gente del primer siglo. Estuvieron ampliamente
distribuidos a través de la iglesia. Para repasar un punto mencionado antes: la profecía
se encontraba en la iglesia de Roma (Ro 12:6), en la iglesia de Corinto (1ª Co 12:10),
en la iglesia de Éfeso (Ef 4:11), en la iglesia de Tesalónica (1ª Ts 5:20), y en la iglesia
de Antioquía (Hch 13:1). El Nuevo Testamento también nombra varios individuos que
no eran apóstoles, pero fueron llamados profetas o tuvieron dones de revelación. Ellos
fueron el profeta Agabo (Hch 11:28; 21:10-11), los profetas Judas y Silas (Hch 15:32),
las cuatro hijas vírgenes de Felipe, que fueron profetisas (Hch 21:9), y Ananías (Hch
9:10-19). El don de milagros estaba en operación en Corinto (1ª Co 12:10) y en las
iglesias de Galacia (Ga 3:5). El don de lenguas se encontró en Jerusalén (Hch 2:113), en Cesarea entre los gentiles convertidos (Hch 10:44-48), en Éfeso (Hch 19:1-7),
en Samaria (Hch 8:14-25), y en Corinto (1ª Co 12-14).
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El valor de los dones espirituales en fortalecer a la iglesia es particularmente
verdadero con el don de profecía. Pablo afirma que “el que profetiza fortalece a otros,
los anima y los consuela” (1ª Co 14:3). Y de nuevo escribe que “el que dice una palabra
de profecía fortalece a toda la iglesia” (1ª Co 14:4).
Puesto que la edificación es el principal propósito de los dones espirituales,
¿Cómo puede alguien concluir que han sido retirados de la iglesia? Si edificaban la
iglesia en el primer siglo, ¿Por qué no edificarían la iglesia en el siglo veintiuno? La
propia declaración de la Biblia sobre el propósito de los dones espirituales, nos obliga
a concluir que estaban destinados para continuar hasta el regreso del Señor.
Solamente entonces no habrá ninguna necesidad de los dones espirituales.
2) Dios nos ordena procurar, desear encarecidamente, los dones espirituales.
Puesto que los dones edifican el Cuerpo de Cristo, no es sorprendente que el
apóstol Pablo ordene tres veces a los corintios “desear encarecidamente” que
“procuren alcanzar” los dones espirituales (1ª Co 12:31; 14:1,39). No les dijo
simplemente que aceptaran, o que toleraran los dones sino que los buscaran con
fervor.
Pablo no quería que los corintios, o ningún otro cristiano del Nuevo Testamento,
tuvieran una actitud pasiva hacia los dones espirituales. Esto es mucho más
significativo considerando la situación en Corinto, en donde el mal uso de los dones
espirituales había causado serios problemas. La iglesia de Corinto se había vuelto
“loca por los dones”. La solución de Pablo a esa controversia, sin embargo, no fue
abandonar los dones, o ser pasivos acerca de su uso, sino esforzarse por conseguirlos
y usarlos conforme a las reglas que establece en los capítulos 12-14.
Una gran parte de la iglesia está en la actualidad desobedeciendo este
mandamiento de Dios de desear encarecidamente los dones espirituales. Una parte
de la iglesia no solo es pasiva con respecto a los dones, sino realmente hostil hacia
ellos. Ellos persiguen a quienes buscan los dones y desaniman a otros de buscarlos.
Esto es absoluta desobediencia a la Palabra de Dios escrita.
La mayoría de los que creen que los dones espirituales han cesado, alegan que
éstos cesaron cuando se terminó de escribir el Nuevo Testamento, o con la muerte
del último de los apóstoles. El último libro del Nuevo Testamento que fue escrito es
Apocalipsis, el cual la mayoría de los académicos del Nuevo Testamento fechan
alrededor del año 95 DC, aunque algunos dan una fecha anterior, el año 69 DC. Lo
más probable es que el último apóstol que murió fue Juan, quien habrá muerto poco
después del año 95 DC. Pablo escribió 1ª Corintios alrededor del año 55 DC. Esto
significa que el mandamiento de Pablo de buscar los dones espirituales,
especialmente el don de profecía, solo fue válido en la iglesia por unos 40 años. Con
la muerte del último apóstol y la terminación del libro de Apocalipsis, los pasajes 1ª
Corintios 12:31, 14:1, y 14:39 fueron hechos a un lado. Para mí es imposible creer que
99
Pablo haya ordenado a los cristianos buscar algo que solo sería válido por 40 años
después de haber dado la orden. Yo no conozco que exista ninguna analogía de ese
tipo de interpretación, en alguna otra parte del Nuevo Testamento.
¿Por qué ordenó Pablo buscar encarecidamente los dones espirituales?
Porque eran muy valiosos para edificar, o fortalecer a la iglesia. Eran muy valiosos en
aquella época, y siguen siendo muy valiosos hoy.
3) Dios nos ordena no prohibir hablar en lenguas.
El don de lenguas es fácilmente el más controversial de todos los dones en la
iglesia el día de hoy. Eso también fue cierto en la iglesia de Corinto en el primer siglo.
Hay muchas razones para ello, pero una muy importante es la actitud de algunas
personas que han recibido el don de lenguas. Ellos suponen que el don de lenguas es
el más importante de todos los dones, y ellos creen que son más espirituales que otros
cristianos porque tienen el don de lenguas.
Una de las razones por las cuales Dios desea que consideremos a otros como
más importantes que nosotros mismos (Fil 2:3) es porque cuando empezamos a
vernos a nosotros mismos como superiores espiritualmente, siempre causamos
contiendas en la iglesia. Las contiendas asociadas con el mal uso del don de lenguas
han ocasionado que un buen número de pastores me digan que aun si el don de
lenguas es para el día de hoy, ellos no quieren tenerlo en su iglesia.
Yo puedo identificarme con sus sentimientos. Por un largo tiempo después de
que yo había empezado a creer que los dones del Espíritu eran para el día de hoy, yo
todavía tenía una reacción emocional hacia el don de lenguas. No me interesaba nada
acerca de él, y ciertamente yo no lo quería tener. En vista de los problemas que puede
causar este don debido a su mal uso, esa es una reacción natural. Sin embargo, esa
no es la reacción que tenía el apóstol Pablo, ni la reacción que quería en la iglesia.
Debido a que el don de lenguas era tan controversial y potencialmente
explosivo, tú pensarías que Pablo hubiera dicho a los Corintios “Ya no hablen en
lenguas”. En cambio dijo exactamente lo opuesto “No prohíban hablar en lenguas” (1ª
Co 14:39). Nos guste o no nos guste, la santa e infalible Palabra de Dios nos ordena
no prohibir hablar en lenguas. Si las lenguas fueran simplemente un don temporal que
sería retirado en 35 o 40 años, la orden de Pablo no tendría ningún sentido. ¿Por qué
soportar algo tan controversial durante los 40 años siguientes? ¿Por qué no prohibir
su uso una vez por todas?
En cierta ocasión, en una conversación con un profesor del seminario, yo
desafié la regla de su institución académica de no admitir estudiantes que hablaran
en lenguas. Le recordé que Pablo dijo “No prohíban hablar en lenguas”. Él me contestó
“Esa no es la Palabra de Dios para el día de hoy”. Cuando yo lo reté a que demostrara
100
eso bíblicamente, él no pudo hacerlo. Sin embargo él estaba seguro de que 1ª
Corintios 14:39 ya no era parte de la Palabra de Dios para el día de hoy.
¿Qué dirían los teólogos conservadores si yo fuera a aplicar el mismo
procedimiento a otros textos de Pablo el día de hoy? Supongamos que yo dijera que
la orden de Pablo “hágase todo decentemente y con orden” (1ª Co 14:40) no es la
Palabra de Dios para el día de hoy. No lo puedo probar bíblicamente, pero estoy
seguro de que solo era parte del ambiente cultural de Pablo. O tal vez era un problema
único que tenían en la iglesia de Corinto. O qué tal si dijera que la orden de Pablo “No
obstante, para los que ya están casados, tengo un mandato que no proviene de mí
sino del Señor. La esposa no debe dejar a su marido” (1ª Co 7:10) no es parte de la
Palabra de Dios para el día de hoy. No lo puedo probar con textos específicos de la
Escritura, pero tengo algunas razones teológicas e históricas, por las que yo pienso
que ya no se aplica el día de hoy. Si escribiera cualquiera de esas cosas en un artículo,
o solo las dijera en alguna conferencia en algún lugar, les puedo garantizar que en
pocos meses serían distribuidos un buen número de artículos y grabaciones a través
de la iglesia para demostrar que yo me había convertido en un teólogo liberal que no
le daba valor a la Palabra de Dios.
Sin embargo los teólogos ortodoxos y los maestros de Biblia han hecho lo
mismo con 1ª Corintios 14:39. Ellos han hecho a un lado una parte de la Palabra de
Dios ¡declarándola nula! Y han hecho eso sin ninguna prueba específica. Si yo fuera
a poner a un lado una parte del Nuevo Testamento como si ya no fuera válida para el
día de hoy, no podría hacer eso basado en deducciones teológicas o experiencia
histórica posterior. Yo tendría que tener un texto específico del Nuevo Testamento que
me dijera que una orden particular ha sido ahora cancelada.
4) El apóstol Pablo valoraba muy alto el don de lenguas.
Aun cuando yo estaba convencido que los dones del Espíritu no eran para el
día de hoy, había dos pasajes en 1ª Corintios 14 en los cuales odiaba pensar. No
podía entender por qué los había incluido el apóstol Pablo. El primero era esta
afirmación “yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas” (1ª Co 14:5) ¿Cómo
podía decir eso? Era igual de perturbador saber que él también dijo “pero más quisiera
que profetizaran”.
Yo no creía que Pablo quisiera decir que todos los cristianos hablaran en
lenguas. Por ejemplo, el veía su celibato como un don espiritual y deseaba que todos
los cristianos pudieran ser célibes (1ª Co 7:7 usa “carisma” al referirse al celibato de
Pablo). Pero él realmente no estaba diciendo que se suponía que todos los cristianos
debían ser célibes. Él simplemente ponía un valor muy alto en su celibato. Mi problema
era que parecía que él ponía el don de lenguas en ¡el mismo alto nivel que ponía su
propio celibato! ¿Qué tenía de grande el don de lenguas para que Pablo deseara que
todos tuvieran ese don?
101
La segunda afirmación que me perturbaba era “Doy gracias a Dios de que hablo
en lenguas más que todos ustedes” (1ª Co 14:18) Pablo parece dar a entender tres
cosas con esta expresión. Primero que él pasa más tiempo hablando en lenguas que
cualquiera en Corinto. Segunda que su don de lenguas era mayor en intensidad que
el don de cualquier otro en Corinto. Tercero Pablo probablemente se está refiriendo a
su vida de oración devocional, porque él calificó el versículo 18 diciendo “pero en la
iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para poder enseñar a los
demás, que diez mil palabras en una lengua extraña” (1ª Co 14:19)
¿Cómo pudo este hombre que estaba cargado con tanta responsabilidad, pasar
más tiempo que cualquier otro hablando en lenguas? Solamente podía hacerlo si él
encontró el don de lenguas inmensamente valioso para cultivar su vida espiritual e
intimidad con Dios. De hecho, esto es precisamente lo que Pabló clamó para el don
de lenguas cuando dijo “El que habla en lengua extraña, se edifica a sí mismo” (1ª Co
14:4). Por eso es que él deseaba que todos los cristianos tuvieran ese don. ¿Suena
eso como la actitud de alguien que pensó que las lenguas eran de valor temporal para
la iglesia? Y yo debo recordarte que tenemos aquí algo más que la actitud de Pablo,
porque Pablo está escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo. No solo nos está
dando su opinión sobre el don de lenguas, sino que nos está dando la opinión de Dios.
No puedo encontrar otro ejemplo en los escritos de Pablo, en donde él haya
puesto un valor tan alto, en algo que supuestamente estaba limitado al primer siglo.
Tengo que confesar que me preocupaba que Pablo le diera tanto valor a algo que yo
rechazaba.
5) Los dones espirituales son necesarios para la salud del Cuerpo de Cristo.
En 1ª Co 12:12-27 Pablo enfatiza que hay diferentes tipos de dones dados a la
iglesia, pero todos son dados por el Espíritu Santo. Entonces en los versículos 12 al
27 Pablo compara la variedad de dones dentro de la iglesia con un cuerpo físico. Su
punto es que todos los dones son necesarios para la salud de la iglesia, así como
todas las diferentes partes del cuerpo físico son necesarias para la salud del cuerpo.
Él dice, por ejemplo “Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? O si todo el
cuerpo fuera oreja, ¿cómo podríamos oler?” (v. 17). Y de nuevo él escribe “El ojo
nunca puede decirle a la mano: «No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle
al pie: «No te necesito».” (v. 21). Él concluye esta sección diciendo “Si una parte sufre,
las demás partes sufren con ella.” (v.26)
Pablo usa la metáfora del cuerpo para argumentar que todos los dones
espirituales son necesarios para que el cuerpo de Cristo permanezca saludable.
Cuando la gente argumenta que los dones milagrosos de los versículos 8 al 10
cesaron con la muerte de los apóstoles ellos rechazan la analogía de Pablo del cuerpo
humano. Ellos dicen justo lo contrario de Pablo, “Todas las partes del cuerpo no son
102
necesarias”. ¿Cómo pudieron sacar esa conclusión de las declaraciones específicas
de Pablo en 1ª Corintios 12 al 14?
6) Los dones espirituales no van a cesar hasta que Jesucristo regrese.
Pablo le dijo a los corintios “Ahora tienen todos los dones espirituales que
necesitan mientras esperan con anhelo el regreso de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª
Co 1:7). Aquí Pablo conecta los dones espirituales con el regreso del Señor Jesucristo.
Esto parece sugerir que los corintios, y de hecho todos los cristianos, vamos a
encontrar esos dones valiosos hasta que Jesucristo regrese. En 1ª Corintios 13:8-12,
sin embargo, Pablo va más allá de una mera sugerencia y declara directamente que
los dones del Espíritu no serán retirados hasta que Jesucristo regrese. Pablo escribe
“El amor jamás dejará de existir. En cambio, las profecías se
acabarán, las lenguas dejarán de hablarse, y el conocimiento llegará a su
fin. Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, pero
cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará. Cuando yo era
niño, mi manera de hablar y de pensar y razonar era la de un niño; pero
cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cuestiones típicas de un
niño. Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en
aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día
conoceré tal y como soy conocido.” (1ª Corintios 13:8-12)
Pablo admite que habrá un tiempo cuando las profecías, las lenguas, y el
conocimiento van a cesar. De hecho, habrá un tiempo cuando todos los dones
espirituales van a cesar, cuando regrese Jesucristo. Tres frases en 1ª Corintios 13:812 nos llevan a esa conclusión. Pablo nos dice que los dones espirituales van a cesar
(1) “cuando venga lo perfecto”, (2) cuando “veremos cara a cara”, y (3) cuando “en
aquel día conoceré tal y como soy conocido”. Veamos brevemente el significado de
cada frase.
Algunos han intentado decir que la palabra “perfecto” (v.10) se refiere a la
madurez de la iglesia. Si la completa madurez de la iglesia estuviera a la vista, esta
sería una interpretación aceptable. La palabra traducida “perfección” se puede referir
a madurez, y el verso 11 de hecho tiene una analogía suponiendo madurez. Los dones
espirituales han sido dados para traer a la iglesia a una madurez total y completa, y
cuando eso haya sido logrado los dones ya no van a ser necesarios. Pero la Escritura
enseña claramente que la completa madurez o “perfección” no se va a alcanzar hasta
que Jesucristo regrese (vea 1ª Juan 3:2-3 y Efesios 5:27).
Si alguna forma de madurez algo menor es implicada, sin embargo, esta
interpretación enfrenta dificultades insuperables. Por un lado, no puede satisfacer las
necesidades del verso 12. ¿Quiénes dirían, en la iglesia hoy, que ya ven a Jesucristo
cara a cara? ¿O quiénes alegarían que ellos conocen tan completamente como son
103
conocidos por Dios? De hecho, ¿Quién siquiera sugeriría que la iglesia ha alcanzado
una madurez mayor que la de la iglesia del primer siglo?
Otros intentan argumentar que “perfección” se refiere a la terminación del
canon de la Escritura. Cuando el último libro de la Biblia fue escrito, la iglesia tuvo su
Biblia completa y ya no necesitó los dones espirituales milagrosos. Este enfoque
también tiene un argumento decisivo en contra de él. Primero, en ningún lado del
contexto inmediato, habla Pablo de la Escritura o del conjunto de libros que llegaron a
ser la Escritura. Segundo, no podemos decir hoy que porque tenemos las Escrituras,
nosotros vemos a Cristo cara a cara, ni podemos decir que conocemos
completamente, así como somos conocidos. También, si este enfoque estuviera
correcto, tendríamos que decir que “Pablo vio una reflexión pobre como en un espejo,
pero nosotros vemos cara a cara; Pablo conoció en parte pero nosotros conocemos
completamente, así como somos completamente conocidos. Aun cuando tenemos la
Biblia completa el día de hoy, ¿Querría alguien seriamente argumentar que nuestro
conocimiento y experiencia de Dios son superiores a los del apóstol Pablo?
La expresión “cara a cara” (v. 12) también apunta al regreso de Cristo. En el
Antiguo Testamento esto significa ver a Dios personalmente. Por ejemplo Jacob vio a
Dios cara a cara cuando luchó con el ángel del Señor (Gn 32:30). Después de que el
ángel del Señor había visitado a Gedeón en la prensa de vino, Gedeón exclamó “He
visto cara a cara al ángel del Señor” (Ju 6:22). Éxodo 33:11 dice que “el Señor hablaba
con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero”. Cuando Pablo
usa esta expresión, por lo tanto, se está refiriendo al tiempo cuando veremos a
Jesucristo cara a cara. Ese tiempo solo se puede referir al regreso de Jesucristo,
cuando todo ojo lo vea (Ap 1:7).
Finalmente, la afirmación “pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido”
(v 12) solo puede referirse al regreso del Señor. Pablo no está diciendo que cuando
el Señor regrese los creyentes serán omniscientes como el Señor. Sino que
conoceremos precisamente sin ninguna desinformación ni conceptos erróneos. En el
presente nuestro corazón es engañoso y está enfermo (Jer 17:9). Pero cuando el
Señor regrese él quitará toda traza de pecado de nuestro corazón, de modo que
entonces conoceremos tan completamente como somos conocidos.
¿Por qué Dios continúa dándole dones milagrosos a la iglesia? Como hemos
visto en este capítulo, 1ª Corintios 12 al 14 nos da seis razones que se aplican tanto
el día de hoy como se aplicaron en el primer siglo:
1) Dios da dones milagrosos para fortalecer, o edificar, el cuerpo de Cristo.
2) Dios nos ordena buscar diligentemente los dones espirituales milagrosos,
especialmente el de profecía.
3) Dios nos ordena no prohibir hablar en lenguas, aun cuando el don de
lenguas se esté usando incorrectamente en forma significativa.
104
4) La alta estima que tiene Pablo del don de lenguas indica que el don tiene
un valor importante para cultivar la intimidad con el Señor.
5) La analogía de Pablo de que la iglesia es como un cuerpo físico, indica que
todos los dones espirituales son necesarios, para la salud del cuerpo de
Cristo.
6) La Escritura específicamente declara que los dones milagrosos del Espíritu
no cesarán hasta el regreso del Señor.
A la luz de esas seis declaraciones específicas acerca de los dones
milagrosos del Espíritu, es virtualmente imposible argumentar que Pablo, o las
Escrituras, previeron la cesación de los dones antes del regreso del Señor.
105
Capítulo 11: Cinco razones por las cuales Dios algunas veces no sana. (145159)
El 15 de Enero de 1990, Duane Miller, el pastor de la Primera Iglesia Bautista
de Brenham, Texas, se quedó sin voz al terminar el servicio del domingo en la mañana
y no pudo predicar el domingo en la noche. Su médico le dijo que se tomara un
descanso de seis meses. Cuando no pudo recuperarse, los doctores le dijeron que la
cubierta de mielina de sus cuerdas vocales había sido dañada y que no recuperaría
su voz. Él probó la terapia vocal, pero eso no le ayudó, y tuvo que renunciar a su
pastorado en el otoño de 1990. A principios de 1992 él empezó a enseñar una clase
de la escuela dominical en la Primera Iglesia Bautista de Houston. Fue capaz de hacer
esto usando un micrófono especial, pero aún con el micrófono especial su garganta
estaba tan adolorida, que a duras penas podía comer o beber, durante dos días
después de enseñar.
El domingo 17 de Enero de 1993, en la mañana, acababa de terminar de leer
el Salmo 103:3 a su clase del domingo “El Señor perdona todas tus maldades,
y sana todas tus dolencias.” Se detuvo para comentar ese versículo, diciendo que hay
dos puntos de vista extremos con respecto a las sanidades. Escucha las propias
palabras de Duane:
“Yo había dicho que por un lado estaba el grupo que cree que Dios
siempre sana milagrosamente, y por otro lado está el grupo que dice que
eso nunca sucede. Pero tienen que darse cuenta que eso pone a Dios
dentro de una caja, dije, y Él no se dejará meter en una caja.
Les dije que lo que tienen que hacer con la sanidad divina es retirarse
y decir “Yo sé que Dios hace eso de vez en cuando, pero no puedo decirles
porqué. Yo no entiendo porque algunos son sanados y algunos no lo son,
y dejarla ahí, y decir que está en la sabiduría del Señor que así sea.”
Terminé de decir eso y empecé a leer la siguiente línea del Salmo:
“Me redime de la muerte…”
Y MI VOZ cambió. Escuché la primera palabra y sentí en mi garganta
que lo que había estado sintiendo se había ido. No tenía ahí ninguna de las
sensaciones que había tenido durante tres años.
Me encantaría decirles que supe exactamente lo que era… y que yo
esperaba que Dios lo hiciera y que no estaba sorprendido. Pero eso sería
una mentira. Me dio un miedo terrible. Me detuve, sorprendido, y entonces
dije dos o tres palabras, pensando “¿Estoy oyendo lo que pienso que estoy
oyendo?”
Les dije que no entendía lo que estaba pasando, pero que Dios
estaba haciendo algo.
106
Traté de regresar a la lección, pero no pude y a nadie le importó. La
gente empezó a aplaudir. Todos estaban llorando. Había unas 200
personas en la clase y no había ojos secos. Alguien empezó a cantar la
doxología. Alguien más dijo que había sido testigo del poder de Dios. Solo
le dimos las gracias al Señor por lo que había hecho y caminamos hacia
afuera de la iglesia.”
Casi tres años después del día en que Duane Miller se quedó sin voz, el Señor
se la devolvió. El Señor no le explicó a Duane porque había perdido su voz o porque
el Señor había decidido regresársela.
En los últimos dos capítulos he tratado de explicar algunas de las razones por
las cuales Dios sana y da dones milagrosos el día de hoy. Sin embargo hay ocasiones
cuando no puede encontrarse ninguna razón para el despliegue del poder de Dios, o
para la retención de ese poder. Algunas veces Dios sana sin dar ninguna explicación.
La introducción a la historia del paralítico que fue bajado a través del techo en
Capernaum simplemente declara “El poder del Señor estaba con Jesús para sanar.”
(Lucas 5:17)
Por otro lado, Dios puede rehusar sanar o liberar sin dar ninguna explicación.
Por ejemplo, en Hechos 12 Santiago y Pedro fueron puestos en prisión por Herodes.
Dios permitió que mataran a Santiago y liberó a Pedro sobrenaturalmente. Las
Escrituras no explican porque Dios hizo eso. No se dan razones divinas ni humanas
para resolver este misterio. La muerte de Santiago y la liberación de Pedro
simplemente sirvieron los propósitos soberanos de Dios. En nuestros intentos de
entender porque Dios sana y porque Él no sana, siempre debemos tener en mente
que sus caminos no son nuestros caminos (Is 55;8). Sin embargo la Biblia da algunas
razones definitivas de porque algunas veces el poder milagroso de Dios puede ser
retenido.
1) La apostasía.
Cualquier cosa que aleja la presencia de Dios también causará que Él retire su
poder milagroso. Cuando el pueblo de Dios comete apostasía y deja a Dios para
buscar otras cosas en su lugar, Él retira su benéfica presencia de su pueblo. Eso
puede pasar a un individuo, a un grupo, o incluso a una nación entera.
Algunos de los Salmos fueron escritos durante periodos de apostasía en la
historia de Israel. El Salmo 74 es uno de esos salmos y probablemente fue escrito
durante el exilio, cuando los babilonios reinaban sobre Israel y deportaron a muchos
de los israelitas. En el verso uno el salmista se lamenta de que Dios ha rechazado a
su pueblo, y en los siguientes versos describe la devastación que los enemigos de
Israel han traído a la nación porque ya no está protegida por el poder de Dios.
Entonces cambia la naturaleza de sus lamentos en los versos 9 a 11:
“Ya no vemos tus señales milagrosas;
107
Ya no hay más profetas,
Y nadie puede decirnos cuándo acabará todo esto.
¿Hasta cuándo, oh Dios, dejarás que tus enemigos te insulten?
¿Permitirás que deshonren tu nombre para siempre?
¿Por qué contienes tu fuerte brazo derecho?
Descarga tu poderoso puño y destrúyelos.”
La ausencia de señales milagrosas y del ministerio profético no era una
situación normal en Israel, de acuerdo al salmista. Era la evidencia del severo juicio
divino sobre la tierra. La apostasía de los Israelitas ocasionó que Dios retiró su poder
milagroso de la nación entera.
El Salmo 77 es similar, pero probablemente fue escrito en otro tiempo de la
historia de Israel. A la mitad del salmo el autor describe el juicio de Dios debido a la
apostasía, y entonces el salmista ofrece su respuesta al juicio de Dios:
7
”¿Nos abandonará el Señor para siempre?
¿Acaso no volverá a tratarnos con bondad?
8
¿Se habrá agotado para siempre su misericordia?
¿Habrá puesto fin para siempre a su promesa?
9 ¿Se habrá olvidado Dios de tener misericordia?
¿Habrá, en su enojo, puesto un límite a su piedad?»
10 También me dije: «Debo estar enfermo.
¿Cómo puedo pensar que la diestra del Altísimo ha cambiado?
11 Es mejor que haga memoria de las obras del Señor.»
Sí, haré memoria de tus maravillas de antaño;
12 meditaré en todas tus obras,
y proclamaré todos tus hechos.
13 Santo es, oh Dios, tu camino;
¿qué otro dios es tan grande como tú, Dios nuestro?
14 Tú eres el Dios que hace maravillas;
has manifestado entre los pueblos tu poder” (Sal 77:7-14)
De acuerdo al salmista, Dios estaba tan enojado con su pueblo, que parecía
que los había rechazado para siempre. Su apostasía los mantuvo alejados de
experimentar su favor, su amor inagotable, y su compasión. Una evidencia concreta
de que Dios no estaba mostrando compasión por su pueblo era la ausencia de su
poder y de milagros en la nación. El salmista se refiere a los milagros como algo que
pasó “hace mucho tiempo” (v 11). El salmista no se conforma, sin embargo, a vivir
bajo esa clase de juicio.
Le pide a Dios que de nuevas manifestaciones de su poder (v 11). (La mano
derecha de Dios es usada en la Escritura como una designación de su poder). Aun
108
cuando no estaba experimentando el poder de Dios, no se refiere a Dios como “el Dios
que hizo maravillas”, sino que usa el tiempo presente “el Dios que hace maravillas” (v
14, énfasis mío). En otras palabras, el salmista se da cuenta claramente de que la
ausencia de milagros durante su tiempo era debido a la apostasía del pueblo, no a un
cambio en la actitud de Dios hacia los milagros.
Tal vez la mejor ilustración del efecto de la apostasía se encuentra en el libro
de los Jueces. El libro de los Jueces está escrito en un patrón cíclico. El ciclo tiene
cuatro fases. Primera, el pueblo comete apostasía. Segunda, Dios los entrega a sus
opresores extranjeros. Tercera, el pueblo se arrepiente y clama a Dios por
misericordia. Y cuarta, Dios levanta un juez que los libera de los opresores extranjeros.
Durante el tiempo de su apostasía, ellos experimentan la ausencia de Dios y,
por lo tanto, de su poder milagroso. Sin embargo, cuando el pueblo se arrepiente y
clama a Dios, él les envía un libertador como Sansón, a través del cual el poder de
Dios fluye, y el pueblo es rescatado de sus enemigos. El libro de los Jueces ilustra
que una de las formas más segura de perder la presencia de Dios, y por lo tanto de
su poder milagroso, es a través de la apostasía.
En el Antiguo Testamento, la apostasía tomó la forma de idolatría, con mayor
frecuencia. Aun cuando la adoración de los ídolos es todavía un problema en aquellas
partes del mundo en donde religiones como el Budismo y el Hinduismo tienen una
influencia significativa, esa forma de apostasía se expresa en forma diferente en las
culturas más occidentales. El apóstol Pablo le llamó “idolatría de la avaricia” “No sean
avaros, pues la persona avara es idólatra porque adora las cosas de este mundo.”
(Col 3:5). Esta forma de idolatría está bastante activa en la iglesia occidental. De
hecho, algunas partes de la iglesia en Norteamérica usan la avaricia como una fuerte
motivación para dar a la obra del Señor. Algunos predicadores hablan como si
Jesucristo fuera rico y usara pantalones de diseño, y que él quiere que todos nosotros
seamos ricos. De acuerdo a ellos, entre más damos, más recibiremos. Este “bautismo
de avaricia” es de hecho una forma de idolatría y, si se persiste en ella, sacará fuera
la presencia del Señor y ocasionará que la iglesia pierda su poder.
Podemos cometer apostasía de otras formas. Si un cristiano se entrega a la
inmoralidad, comete apostasía moral. Juan dijo que “Si decimos que tenemos
comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la
verdad.” (1ª Juan 1:6). Dios no tendrá comunión con nosotros si caminamos en las
tinieblas y, por lo tanto, perderemos ambas su presencia y su poder.
Finalmente, es posible cometer apostasía doctrinal. Parece que esto fue lo que
hicieron Himeneo y Alejandro, ocasionando que Pablo los entregara a Satanás para
que aprendieran a no blasfemar (1ª Ti 1:20). Las iglesias liberales que niegan la deidad
de Jesucristo, su muerte substitutiva, su nacimiento virginal, su resurrección corporal,
su regreso físico, el cielo, el infierno, la justificación por la fe, la autoridad de las
Escrituras, y otras cosas, no pueden tener el poder de Dios desplegado en ellas. Muy
109
probablemente nunca verás sanidades divinas ni milagros entre individuos o iglesias
como esas.
El poder de Dios puede permanecer por un tiempo en un individuo o en un
grupo después de que se han metido en alguna forma de apostasía. Aun a la mujer
Jezabel en Tiatira Dios le dio tiempo de arrepentirse de su inmoralidad antes de
juzgarla (Ap 2:21-23). Esto se debe a la bondad de Dios, una bondad que Pablo dijo
que su fin era conducir los hijos rebeldes al arrepentimiento (Ro2:4). Aun la paciencia
divina puede ser agotada, sin embargo, y cuando sucede su presencia y su poder se
van y empieza el juicio.
2) El legalismo y la fe tibia.
Isaías registró uno de los juicios más trágicos que le ocurrieron a la nación de
Israel:
“Porque el Señor ha derramado sobre ustedes un espíritu que los hace
dormir; ha cerrado los ojos de sus profetas, y ha echado un velo sobre
la cabeza de sus videntes.” (Is 29:10)
El espíritu de sueño que Dios envió a Israel evitó que entendieran porque
habían sido juzgados y por tanto evitar que se arrepintieran de modo que terminara
su juicio. Dios incluso cegó los ojos de las personas más espiritualmente sensibles en
Israel, los profetas y los visionarios que se suponía que eran los vigilantes de Israel.
Isaías dijo que aun si su visión del juicio de la nación fuera escrita y entregada a ellos,
su ceguera era tan completa que no serían capaces de leerla (Is 29:11-12). ¿Qué fue
lo que causó que el Señor retirara de su pueblo el ministerio de revelación de su
Espíritu? Justo después de que registró su juicio Isaías escribió,
“El Señor dice: A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca,
y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor
que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha
sido enseñado.” (Isaías 29:13)
El legalismo de los Israelitas apartó la presencia del Señor. Mantuvieron una
forma exterior de religión, pero dejaron que sus corazones vagaran muy lejos de Dios.
El legalismo siempre ciega a sus seguidores de la realidad espiritual. El legalismo saca
fuera el ministerio de revelación del Espíritu Santo. Piensa en esto por un minuto.
¿Cuántos legalistas has conocido? ¿Cuántos legalistas alguna vez te han confesado
que ellos eran legalistas? Yo nunca he escuchado a una persona atrapada en medio
del legalismo confesar que era legalista. He escuchado a mucha gente atrapada en
medio de la inmoralidad confesar su inmoralidad, pero nunca he escuchado a un
legalista confesar su legalismo. Existe algo demasiado cegador respecto a ese
pecado.
110
La pero cosa del legalismo es que ahuyenta la presencia de Dios. Al principio
de su ministerio, Isaías tuvo una visión del Señor quejándose de la multitud de
sacrificios que le traían a Él, de una forma legalista (1:11). Él escuchó clamar al Señor
“No me traigan más ofrendas inútiles.” (1:13). El Señor dijo que no consideraría a los
Israelitas cuando oraran, ni escucharía a sus oraciones. Ni siquiera sus ayunos
podrían atraer la atención del Señor (58:3). El legalismo simplemente nos separa de
la presencia de Dios.
Hay una buena razón para esto. El legalismo es más que simplemente seguir
reglas hechas por los hombres o manteniendo un comportamiento externo correcto,
mientras dejamos que nuestro corazón vague lejos de Dios. Esas son ambas formas
de legalismo, pero la esencia del legalismo es mucho peor que cualquiera de ellas. La
esencia del legalismo consiste en confiar en la actividad religiosa en lugar de confiar
en Dios. Consiste en poner nuestra confianza en una práctica en lugar de ponerla en
una Persona. Y sin ninguna duda esto nos conduce a amar la práctica más que a la
Persona.
La meta de toda la vida es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, fuerzas
y mente. El legalismo es un reto directo al más grande de los mandamientos porque
aleja nuestra atención y confianza de la persona de Dios hacia las actividades
religiosas. Dios no lo toleró en el antiguo pueblo de Israel. Jesucristo no lo toleró entre
os escribas y los fariseos. Y Dios no lo va a tolerar entre su pueblo hoy en día. El
legalismo es predominante en la iglesia hoy en día, así como lo fue en el judaísmo del
primer siglo durante el ministerio de Jesucristo. Los escribas y los fariseos nunca
conocieron el poder de Dios, ni lo van a conocer los legalistas que están dentro de la
iglesia el día de hoy.
La hermana del legalismo es una fe tibia y complaciente. El ejemplo
preeminente de esto en el Nuevo Testamento es la iglesia de Laodicea. Era la más
rica de las iglesias de Asia, pero Jesucristo dijo que era tibia (Ap 3:16). La
característica definitiva de una iglesia tibia es una actitud que dice “Yo soy rico; he
llegado a tener muchas riquezas. No carezco de nada.” (Ap 3:17). Cuando llegamos
al punto en donde hemos perdido nuestra sed de Dios y estamos satisfechos con
nuestra condición espiritual actual, entonces nos hemos hecho tibios. Siempre
debemos estar agradecidos por todo lo que tenemos en Dios, pero nunca debemos
estar satisfechos con nuestra condición espiritual actual. Siempre debemos querer
más de Dios, más de su presencia, y más del carácter de Jesucristo formado en
nosotros (Ga 4:19). Cuando dejamos de querer más, entramos en un estado de
complacencia y nos convertimos en lo que Jesucristo llama tibios. Si permanecemos
tibios, él dice “te vomitaré de mi boca” (Ap 3:16). Cualquier otra cosa que signifique
“te vomitaré de mi boca”, con seguridad incluye la pérdida de su presencia benéfica y
de su poder.
111
Mientras que la apostasía es la pérdida de la pureza, el legalismo y la fe tibia
conducen a la pérdida de intimidad con Dios y la unidad de unos con otros. La
intimidad con Dios es absolutamente esencial para el ministerio. Recuerda que
Jesucristo solo hizo lo que vio hacer a su Padre (Juan 5:19). El ministerio milagroso
de Jesucristo era absolutamente dependiente de su intimidad con su Padre. De la
misma manera, el ministerio de los apóstoles era absolutamente dependiente de su
intimidad con Jesucristo, porque separados de él no podían hacer nada (Juan 15:5).
Por lo tanto, la pérdida de intimidad significa la pérdida de poder para el ministerio.
La pérdida de intimidad con Dios invariablemente conduce a la pérdida de
unidad entre los creyentes. La unidad descansa en el fundamento de escuchar la voz
de Dios y de seguir sus prioridades actuales para nuestras vidas. Jesucristo oró por
la unidad de los creyentes para que el mundo crea que el Padre lo envió y que ama a
la iglesia (Juan 17:23). Sin unidad la iglesia nunca tendrá credibilidad en el mundo ni
tendrá poder para llevar a cabo su ministerio.
La apostasía, el legalismo y la fe tibia constituyen serios problemas en la iglesia
el día de hoy. Esas cosas significativamente impiden el ministerio milagroso de Dios
entre los creyentes contemporáneos. Sin embargo, yo creo que existe otro factor que
es un impedimento mayor que esos tres factores puestos juntos. Me estoy refiriendo
a la incredulidad actual que está desenfrenada en la iglesia.
3) La incredulidad.
Cuando Jesucristo visitó su propio pueblo, Nazaret, fue saludado con
incredulidad y aun con desdeño. ¿Qué efecto tuvo eso en su ministerio milagroso?
Marcos dice que “Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún
milagro allí, excepto poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos. 6 Y estaba
asombrado de su incredulidad.” (Marcos 6:5-6). Algunas personas tienen dificultad con
la frase “no pudo”. El Hijo de Dios es omnipotente. ¿Cómo puede decirse de un ser
omnipotente que “no pudo hacer ningún milagro allí”? Sin embargo hay algunas cosas
que un ser perfecto y omnipotente no puede hacer. Por ejemplo, él no puede mentir
(He 6:18). Él no puede tener compañerismo con las tinieblas (1ª Co 6:14; 1ª Jn 1:6).
¿Está Marcos 6:5 en la misma categoría?
Mateo escribió acerca de este mismo incidente, pero no dijo que Jesucristo “no
pudo” hacer milagros en Nazaret. Él dijo “Y por la incredulidad de ellos no hizo allí
muchos milagros” (Mateo 13:58 énfasis mío). Yo creo que Mateo nos ayuda a
entender lo que Marcos quiso decir. Yo no pienso que debemos interpretar el “no
pudo” de Marcos en un sentido absoluto. Hay ocasiones en que Jesús hizo milagros
cuando parecía que no había ninguna fe. Yo pienso que Mateo y Marcos nos están
diciendo que, en general, Jesús no haría milagros en una atmósfera de incredulidad.
Santiago establece este principio de otra forma. Él les dijo a sus lectores “no tienen lo
112
que desean porque no se lo piden a Dios.” (Santiago 4:2). En otras palabras, tú no le
pedirás a Dios algo que tú no crees que te vaya a dar.
¿Recuerdas la historia que te platiqué antes de estar sentado alrededor de una
mesa con un grupo de teólogos que se estaban riendo al estar haciendo una lista de
todas las enfermedades por las cuales ellos no orarían (p 126)? Mientras se estaban
riendo y listando las cosas por las cuales no orarían, no pude evitar pensar en
Santiago 4:2. Cuando un hombre dijo que no oraría para que sanaran un ciego,
Santiago 4:2 vino a mi mente y pensé, “Adivina que es lo que nunca verás ser sanado”.
Esos hombres nunca pedirían una sanidad milagrosa, y probablemente nunca verán
sanidades milagrosas. “No tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios.”
Si tú nunca has visto ninguna sanidad verdaderamente milagrosa, pregúntate
a ti mismo con qué frecuencia oras por esas cosas. No estoy hablando de esa clase
de oraciones ritualistas donde el nombre de una persona enferma ausente es
mencionada en una lista con otras, en un servicio dominical, de modo que pedimos
que Dios guie las manos del cirujano, consuele a la familia, y les decimos que todas
las cosas obran para bien. Esas clases de oraciones se ofrecen con frecuencia como
una cortesía pastoral, sin ninguna expectativa o anticipación de que Dios hará un
milagro. Cuando te pregunto con qué frecuencia oras por sanidades milagrosas, estoy
preguntando ¿Con qué frecuencia vas a un cuarto de hospital y oras para que los
enfermos y los que sufren sean milagrosamente sanados?¿Con que frecuencia
impones tus manos en los enfermos en tu iglesia y oras por ellos? La mayoría de la
gente con la que platico que nunca han visto un milagro, son personas, en general,
que nunca se han tomado la molestia de ir e imponer sus manos en la gente enferma
en una oración de fe. Y a la inversa, todavía no encuentro a nadie que regularmente
impone manos en los enfermos en una oración de fe, que no haya visto al menos
algunas sanidades milagrosas.
La cosa sorprendente para mí el día de hoy no es lo poco que Dios sana en la
iglesia evangélica conservadora, sino que alguien sane. Tan grande es la parte de la
iglesia que está llena de incredulidad, que yo estoy verdaderamente sorprendido de
que alguien se sane alguna vez.
La mayoría de los seminarios teológicos conservadores que yo conozco, no
están enseñando a sus estudiantes acerca de la disposición de Dios de sanar. Muchos
en realidad están enseñando que Dios no sana de ninguna manera significativa, y
algunos están en realidad enseñando que el deseo de ver milagros es diabólico. Los
graduados de esos seminarios están llegando a ser los pastores de la iglesia en
Norteamérica. Ellos están enseñando a la iglesia lo que aprendieron en el seminario.
¿Es sorprendente, por lo tanto, que una parte significativa de la iglesia experimente
muy poco del poder milagroso de Dios el día de hoy?
Aun cuando ya no soy profesor de un seminario, todavía soy invitado a dar
pláticas en los salones de clase de los seminarios y otros establecimientos
113
académicos. En mis viajes conozco muchos profesores de seminarios y líderes de la
iglesia. Y estoy encontrando que más pocos de esos líderes están dispuestos a tomar
la posición de que los dones del Espíritu cesaron después de los apóstoles. De hecho,
con frecuencia escucho a líderes decir “Estoy abierto a los dones del Espíritu y a que
Dios haga milagros”. A menudo la gente dice esto como si pensaran que es algo noble
respecto a “ser abierto”. Sin embargo, estar abierto, no cuenta mucho con Dios. Una
persona que está simplemente abierta, es una persona que todavía no cree.
Si un no-cristiano muere mientras que está abierto a la posibilidad de que Jesús
haya muerto en la cruz por sus pecados, esa persona todavía iría al infierno. No es el
estar abierto lo que trae la bendición de Dios, es creyendo y buscando lo que
prometió. Jesucristo nunca dijo “Bienaventurados son los que están abiertos”.
¿Le darías tu dinero a un corredor de la bolsa que dijera que estaba abierto a
ganar dinero con los ahorros de tu vida? Estar abierto no tiene mucho valor. Estoy
seguro que en la mayoría de los casos es mejor que ser hostil, pero un estado de
apertura no va a causar que avancemos en las cosas espirituales. Pablo no dijo que
estuviéramos abiertos a los dones espirituales; él nos dijo que los buscáramos con
diligencia (1ª Co 12:31; 14:1, 39). En el primer siglo, la gente buscaba a Jesucristo y
a los apóstoles para sanidades y milagros. Llevaban sus enfermos a ellos, esperando
que las enfermedades y los demonios salieran. Yo no creo que la iglesia el día de hoy
verá sanidades y milagros extendidos hasta que una vez más tenga sed de esas
cosas.
4) El valor redentor del sufrimiento.
La mayor parte de las veces cuando el NT habla de sufrimiento no se refiere a
soportar enfermedades físicas, sino a soportar la persecución por causa de la justicia.
Sin embargo, yo estoy todavía convencido que algunas veces existe una bendición de
Dios en algunas enfermedades físicas. En esos casos Dios no sana una condición o
concede un milagro por el que estamos orando sino que nos da la gracia para soportar
la condición desagradable.
Nadie sabe realmente que era el “aguijón en la carne” de Pablo. Puede haber
sido una enfermedad, o puede haber sido algún tipo de persecución por la que
estuviera pasando. Cualquier cosa que haya sido, Dios escogió no quitársela. Pablo
dice,
“Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, pero él me ha
dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se
perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme
en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. Por eso, por
amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las
necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad
es mi fuerza.” (2 Co 12:8-10)
114
Pablo encontró gracia redentora cuando soportó el sufrimiento no aliviado por
causa de Cristo.
Pedro expresa el valor “refinador” del sufrimiento de una forma diferente. Él
escribió,
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de
tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para
que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y
honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7)
Pedro dice cuatro cosas que deben darnos gran consuelo cuando Dios no
contesta nuestras oraciones para quitar el sufrimiento. Primero, él nos dice que el
sufrimiento es por “ahora”. Algunas veces cuando pasamos por un período de
sufrimiento, tenemos la tentación de pensar que va a durar para siempre, pero Pedro
nos anima a que pensemos que es solo por “ahora”. Segundo, él nos dice que la
duración es “por un poco de tiempo”. A la luz de la eternidad, todo el sufrimiento va a
equivaler a no más que un suspiro. Tercero, Pedro dice que viene a nosotros solo “si
es necesario”. Finalmente, el resultado de todo nuestro sufrimiento es comparado a
un proceso de refinación, “se prueba con fuego”, en el cual nuestro carácter es
perfeccionado. Esto resulta en que se le da alabanza y gloria y honor al Señor
Jesucristo. Cuando soportamos un sufrimiento no mitigado sin permitir que disminuya
nuestro amor o confianza en el Señor Jesucristo, esto nos hace un poco más
semejantes a su imagen y le trae gran gloria a Él. Así que si tú tienes confianza en
que Dios sana, y le pides que te sane y no lo hace, bien puede ser que Él va a permitir
que tú le traigas gloria a su Hijo a través de tu sufrimiento. Si ésta es su intención, Él
también te dará la gracia para soportar la aflicción.
Necesito advertirte acerca de algo. Cometerías un error horrible si supones que
el sufrimiento redentor es la misma cosa que el juicio de Dios por nuestro pecado, o
disciplina por nuestro pecado. Cuando Pedro usa la frase “si es necesario” no se
estaba refiriendo al juicio. Dios puede permitir que el sufrimiento llegue a nuestra vida
por una variedad de razones que no son el juicio por nuestro pecado. Job era
considerado por Dios el hombre más justo y sin culpa sobre la tierra, sin embargo Dios
permitió que Job sufriera horriblemente. Es cierto que este sufrimiento tuvo un efecto
refinador en el carácter de Job, pero la Biblia no muestra que el sufrimiento de Job
como el juicio de Dios sobre él. Yo encuentro con demasiada frecuencia que muchos
hijos de Dios erróneamente suponen que sus aflicciones son evidencia del juicio de
Dios sobre ellos.
Yo sí creo que Dios puede enviar juicios catastróficos en nuestras vidas por
nuestros pecados (1ª Co 5:1-5). Sin embargo, yo pienso que hace esto solamente por
actos significativos de rebelión por parte nuestra. Si no estás en rebelión contra
115
nuestro Dios, y sin embargo estas sufriendo, no dejes que el diablo te atormente con
pensamientos condenatorios de juicio.
Mi práctica personal es orar para que mis experiencias de sufrimiento sean
sanadas o aliviadas, a menos que el Señor me diga específicamente que no intenta
remover el sufrimiento. En ese caso yo quiero confiar en Él como el amante Padre
celestial que Él es, y soportar con amor y confianza en mi corazón, el sufrimiento que
Él ha permitido que llegue a mi vida. Trato de rechazar todos los pensamientos
condenatorios que “el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12:10) trae rápidamente
sobre mí, pues de otra manera el efecto refinador que Dios intenta que el sufrimiento
tenga sobre mí, puede reducirse grandemente.
5) El tiempo soberano y los misterios soberanos.
Al inicio de este capítulo mencioné que hay ocasiones cuando Dios escoge no
dar ninguna razón de porqué sana o por qué no sana. Cuando Jesús estaba en el
estanque de Betesda, él solo sanó a un paralítico (Juan 5:1-15), aun cuando había
bastante gente enferma todo alrededor del estanque. Nunca se nos dice porque era
la voluntad del Padre sanar solamente a esa persona y permitir que todos los otros
enfermos continuaran sufriendo.
En cierta ocasión fui a orar por un bebé que había nacido sin cerebro. Solo una
pequeña porción del tronco cerebral se había desarrollado. Este bebé le había nacido
a una familia cristiana que ya había perdido dos hijos en muertes trágicas. Cuando se
me pidió que fuera a la unidad de cuidado intensivo y orara por este niño pequeño,
pensé que estaba experimentando la fe crecer en mi corazón. Recordé una sanidad
famosa documentada médicamente de un bebé nacido en Vancouver, Columbia
Británica, con una situación casi idéntica. El padre del niño, Paddy Duclow, me había
descrito la sanidad que había asombrado a los médicos de Vancouver y había
convertido a su hijo en un fenómeno médico en esa ciudad. Yo estaba pensando en
esta sanidad cuando entré en la unidad de cuidado intensivo para orar por el bebé.
Me quedé sorprendido cuando vi al bebé. ¡Era hermoso! Se veía muy normal y
saludable. Los pastores de la familia y yo oramos por el niño, y aun cuando no tuvimos
ninguna sensación de la especial presencia de Dios, pensamos que había una buena
probabilidad de que el niño fuera sanado. Sin embargo, el niño estaba muerto al día
siguiente. Cuando regresé a casa, a mi propia ciudad, encontré que el Señor había
sanado a una mujer de una enfermedad venérea en nuestra iglesia, una mujer que no
había estado particularmente arrepentida. Sentí el coraje surgiendo dentro de mí. Le
pregunté a Dios porque había sanado a una mujer que no merecía sanidad y había
dejado morir a un pequeño niño inocente.
Fue como si el Señor me dijera, “¿Así que quién merece sanidad? ¿Vas a ser
tú el que decide cómo distribuir mi misericordia?”. Esa reprensión fue suficiente para
116
mí. Dios no me explicó porque murió el bebito y porque sanó a la mujer, pero si me
recordó a mí que Él realmente es soberano y no tiene que darle explicaciones a nadie.
Estoy seguro que hay otros factores que influyen en los milagros y en la falta
de milagros. Estoy seguro de que hay altas y bajas en los derramamientos de las
sanidades milagrosas, así como los hubo en la historia de los avivamientos. En todas
las épocas hay personas que son siempre salvadas y siempre son sanadas, pero hay
tiempos de derramamientos soberanos de gracia cuando esas cosas pasan en
abundancia. La iglesia no ha experimentado un avivamiento constante, sino que ha
entrado y salido de avivamiento durante los últimos dos mil años. Algunas partes de
la iglesia nunca han experimentado avivamientos. Por ejemplo, con la excepción de
los indígenas, la gente de Australia nunca ha experimentado un avivamiento. Nosotros
estaríamos equivocados, por supuesto, si de aquí concluyéramos que Dios ya nunca
va a propiciar avivamientos. Simplemente ilustra que hay altas y bajas en la historia
de los avivamientos.
Además de las altas y bajas en los tiempos divinos de Dios y del valor redentor
del sufrimiento, estoy seguro que existen otros factores bíblicos que tienen influencia
sobre la frecuencia de los milagros. Pero con toda seguridad los principales factores
humanos que inhiben el derramamiento del poder milagroso de Dios son los que se
han mencionado en este capítulo: la apostasía en todas sus formas, el legalismo y la
fe tibia, y la incredulidad.
De pasada, cualquier iglesia, carismática, Pentecostal, de la Tercera Ola, o anti
carismática, puede ser culpable de las tres razones negativas que he mencionado,
para explicar parcialmente porqué Dios pueda no sanar. Incluso una iglesia con una
fuerte creencia teórica en la sanidad divina puede en realidad ser llenada de
incredulidad cuando entramos en situaciones prácticas de orar por sus miembros
enfermos. De hecho, basado en mi experiencia personal, tendría que decir que este
último fenómeno no es del todo poco común.
Yo no creo que esos factores negativos van a llegar a ser vencidos simplemente
resistiéndolos. El antídoto para esos pecados es la búsqueda de una Persona. El
Señor le dio a Salomón una promesa que sigue siendo válida el día de hoy:
“si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y
oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos;
entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su
tierra.” (2ª Cr 7:14)
Si la iglesia siguiera ese consejo, yo creo que Dios nos daría cualquier cosa
que le pidiéramos (suponiendo, por supuesto, que nuestra petición es consistente con
la Escritura). Yo creo que Él nos daría avivamientos, milagros, revelación divina, y
sobre todo, una intimidad con Él que pocos de nosotros que hemos experimentado
alguna vez. Una de las grandes tareas de los líderes de la iglesia de nuestra
117
generación es ayudar a la iglesia a creer esta promesa. Necesitamos poner a un lado
nuestra incredulidad y buscar al ilimitado Señor de las Escrituras.
118
Capítulo 12: Procurando los Dones con Diligencia. (163-177)
Leesa y yo tenemos una querida amiga que tiene frecuentes dolores de cabeza
intensos. Hasta la fecha ningún médico ha encontrado ni la causa ni la cura de esos
dolores de cabeza. Algunas veces esos dolores de cabeza son debilitantes y algunas
veces un poco menos. Nuestra amiga es una magnífica esposa y madre, y ama a Dios
con todo su corazón. Ella pasa las primeras horas de la mañana de cada día
meditando en la Biblia y orando por la extensión del Reino de Dios. El otro día nos dijo
que primeras horas de la mañana eran la principal razón de su vida. Ella estaba
convencida que Dios la había enviado a la tierra para estar orando para que se
revelara la gloria de Dios. Ella se ha mantenido tan fiel en la oración como cualquier
otra persona que yo haya conocido.
Nosotros hemos orado para que el Señor sane a nuestra amiga de esos dolores
de cabeza, pero hasta la fecha, solo han empeorado. Recientemente un médico le
recetó una medicina que si le ha quitado ese dolor. El problema es que ella tiene que
tomar la medicina antes de irse a dormir, y eso la deja mareada hasta media mañana.
Nuestra amiga ahora tiene el dilema: si se toma la medicina no se puede concentrar
bien para orar o meditar en la mañana, pero si no se toma la medicina tiene que
soportar dolores de cabeza intensos. Su tiempo de oración es tan importante que con
frecuencia renuncia a la medicina y soporta el dolor de cabeza para poder continuar
con su oración de intercesión de las mañanas.
Con frecuencia personas saludables me preguntan porque creo que la sanidad
es tan importante. Pregúntenle a nuestra amiga que sufre esos dolores de cabeza
porque es importante la sanidad. Ella les dirá que el dolor físico puede ser agudísimo,
pero también les dirá que la forma en que el dolor interrumpe su vida de oración es
igual de frustrante si no más. Claro que Dios le ha dado la gracia para soportar tanto
el dolor como la frustración, y ella va a continuar soportándolo si tiene que hacerlo.
Pero ella preferiría recibir la gracia de la sanidad.
La gente enferma no tiene ninguna dificultad de explicarte porque la sanidad es
importante. De hecho, todos en realidad creen en la importancia de la sanidad.
Tenemos los hospitales y una profesión médica, porque la gente cree en la
importancia de la sanidad. En el mundo occidental la comunidad médica ha llegado a
ser tan competente en la sanidad, que la gente piensa que ya no necesita a Dios para
la sanidad. La sanidad divina no parece ser muy importante hasta que llegamos al
punto en que los médicos y la medicina moderna ya no pueden ayudarnos. Cualquiera
que tiene una condición crónica que no puede ser curada o aliviada significativamente
a través de los medios médicos modernos pronto tendrá una perspectiva diferente de
la importancia de la sanidad divina.
Yo he estado al lado de una cama de hospital y observado a un pequeño niño
lindo muriéndose de SIDA. El doctor y el hospital ya habían hecho todo lo que podían
119
hacer. Ya les habían dicho a sus padres que no había ninguna esperanza. La iglesia
de la familia ya les había dicho que no había ninguna esperanza y aun habían
predicado en contra de la sanidad divina. Sin embargo los padres del pequeño niño
esperaban que su iglesia estuviera equivocada. La angustia de sus caras hablaba
mucho de la importancia de la sanidad divina.
Tú no tienes que tener SIDA para reconocer que la sanidad divina es
importante.
Ninguna de nuestras enfermedades o dolores es demasiado insignificante para traerla
delante del Señor. Él de hecho nos ordena que “echemos toda nuestra ansiedad sobre
Él porque Él tiene cuidado de nosotros.” 1ª Pedro 5:7 Es correcto traer a Él cualquier
cosa que nos cause ansiedad. Puede ser una enfermedad o una condición crónica
que la comunidad médica no puede sanar, o puede ser una enfermedad cuyo
tratamiento no podamos pagar. Cualquier cosa que sea, tenemos el permiso divino de
traerla delante de Él antes que otra cualquier otra cosa.
La sanidad es tan importante para nuestro Padre Celestial que Él ha ordenado
a los líderes de la iglesia orar por los enfermos como parte de su ministerio normal de
pastoreo. (Santiago 5:14-16) Nuestro Padre está interesado en la persona completa.
Él está interesado en nuestro cuerpo y nuestras emociones, no solamente en nuestras
mentes y nuestras voluntades. Existe una mentalidad gnóstica en gran parte de la
iglesia el día de hoy que enseña que Dios no está realmente interesado en nuestros
cuerpos. El apóstol Juan no compartía la mentalidad gnóstica de su época. El mostró
el interés de Dios por el cuerpo, cuando bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió
a Gayo, “Querido amigo, espero que te encuentres bien, y que estés tan saludable en
cuerpo así como eres fuerte en espíritu.” 3 Juan 2
La sanidad no es el único don espiritual que es importante. El Señor nos ordena
desear encarecidamente los dones, especialmente el de profecía (1ª Co 12:31;
14:1,19) Los dones nos fueron dados como herramientas para edificar el cuerpo. (1ª
Co 12:7) Nosotros nunca vamos a ser tan conocedores de la Palabra, o demasiado
maduros, para los dones espirituales. Yo no conozco a nadie que haya alcanzado el
nivel de madurez o conocimiento que alcanzó el apóstol Pablo. Sin embargo Pablo
nunca sintió que ya no necesitara los dones espirituales.
Cada uno de los dones milagrosos, así como los otros dones espirituales que
no son clasificados como milagrosos, tienen valiosas contribuciones que hacer al
Cuerpo de Cristo. Pero esas contribuciones nunca se harán, y el crecimiento que
habría ocurrido en el Cuerpo se perderá, a menos que el liderazgo de la iglesia
aprenda como cultivar esos dones dentro del Cuerpo.
1) Cómo Cultivar los Dones del Espíritu.
120
Algunas personas tienen dificultad para entender cómo puedes cultivar o
desarrollar un don que tiene poder sobrenatural. Esta dificultad surge de pensar en
los dones milagrosos como mágicos o mecánicos. Un maestro puede crecer en el don
de enseñanza, y un evangelista puede crecer en el don de evangelismo. ¿Por qué es
difícil creer que alguien pueda crecer en el don sanidad o de profecía?
La verdad es que podemos crecer en cualquier ejercicio espiritual y en cualquier
don espiritual. Hay varias cosas importantes que podemos hacer para cultivar los
dones del Espíritu en nuestras propias vidas y en nuestra iglesia.
Número Uno. Debes estar convencido de que la Biblia enseña que los dones
son para el día de hoy y de que son importantes; de otra manera no tendrás fe para
ejercerlos o para orar por ellos. De igual manera, debes de tener la confianza de que
los dones se dan a todos los cristianos (1ª P 4:10) y no solo a unas pocas personas
que los merecen. Una vez que yo llegué a estas dos conclusiones, yo estaba en la
posición para empezar a cultivar los dones en mi propia vida.
Tan pronto como me convencí de que las Escrituras enseñan que los dones del
Espíritu son para el día de hoy, empecé a buscarlos diligentemente. La cosa más
importante que he hecho para procurar los dones ha sido orar bien específicamente
por los dones que sentía que el Señor quería darme. Aun cuando el Espíritu Santo
distribuye los dones a cada uno como a Él le place (1ª Co 12:11), Pablo como quiera
animaba a los corintios para que oraran por los dones. Si tú tienes el don de lenguas,
por ejemplo, Pablo dice que debes orar por el don de interpretación (1ª Co 14:13). No
seas pasivo. No digas “Dios puede darme cualquier don que Él quiera darme”. Dios
también podría hacerte un gran académico de la Biblia si Él quisiera, pero yo no
conozco ningún gran académico de la Biblia que llegó a serlo sin haber buscado
diligentemente el conocimiento de la Biblia. Ni conozco ningún gran evangelista que
llegó a serlo sin haber buscado diligentemente el evangelismo.
Recuerda que “No tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios” (Stg 4:2).
Yo oro cada día específicamente por los dones del Espíritu que quiero que operen en
mi vida. Por ejemplo, sanidad es uno de los dones que yo quiero ejercer regularmente
en mi ministerio. Yo oro cada día para que el Señor me de la autoridad y el poder en
este don. Yo menciono específicamente los tipos de enfermedades y condiciones que
yo quiero ver que Él sane cuando yo oro por la gente.
Número Dos. Probablemente la segunda cosa más valiosa que yo he hecho
en mi búsqueda de los dones espirituales es que yo he intentado usarlos con
regularidad. La mayoría de las veces esto involucra algún riesgo, y específicamente
el riesgo de parecer un tonto. Casi tan pronto como empiezo a pedirle a Dios que me
dé un ministerio de sanidad, empiezo a orar por gente enferma. La mayoría de las
personas por las cuales oré al principio no fueron sanadas. Cuando empecé a dar
palabras de conocimiento en público también tuve algunos momentos embarazosos.
Pero no hay ninguna otra forma de crecer en ninguna cosa sino es por la práctica
121
constante y por arriesgarse. El único atleta bueno que vas a llegar a conocer, es un
atleta malo que nunca se dio por vencido. El único discípulo bueno que vas a llegar a
conocer es un discípulo malo que nunca se dio por vencido. Cuando los discípulos
empezaron a seguir a Jesucristo eran increíblemente aburridos y no muy
prometedores. Sin embargo los once que no se dieron por vencidos llegaron a ser los
líderes de la iglesia. Piensa de los dones espirituales en términos de la parábola de
los talentos (Mt 25:14-30). Si no nos arriesgamos, nuestro don no va a crecer, y si
nuestro don no crece, el Señor no va a estar contento con nosotros.
Número Tres. Una tercera cosa que yo he encontrado útil es, por supuesto,
estudiar los dones. Las Escrituras tienen mucho que decir con respecto a los dones
espirituales, así como numerosos ejemplos de ministerio sobrenatural. La Biblia nos
ofrece muchos principios útiles con respecto al ministerio de milagros. Yo he leído, y
continuo leyendo, varios libros relacionados con el ministerio de los dones del Espíritu,
así como biografías de cristianos que fueron usados poderosamente en ministerios
sobrenaturales.
Número Cuatro. Otra cosa que ha sido extremadamente útil para mí, en mi
búsqueda de los dones espirituales, ha sido tener amistad con personas que están
más avanzadas que yo en los dones. Las Escrituras dicen que “Cómo el hierro se afila
con hierro, así un amigo se afila con su amigo” (Pr 27:17) Yo voy a estar siempre en
deuda con amigos como John Wimber y Paul Cain que me han “afilado” en el área de
los dones espirituales. Las amistades son un asunto mucho más serio de lo que mucha
gente se da cuenta. Nosotros vamos a llegar a ser como nuestros amigos (Pr 13:20).
Por eso es tan importante cultivar la amistad con personas que admiras y como las
cuales quieres llegar a ser.
Número Cinco. También es importante tener una atmósfera que no sea
amenazadora cuando empiezas a practicar los dones del Espíritu. Si tu iglesia no cree
en el don de lenguas, el servicio del domingo en la mañana no es el lugar apropiado
para que empieces a practicar ese don. Uno de los lugares más útiles y no
amenazadores para empezar a aprender acerca de los dones del Espíritu, es en los
grupos pequeños informales de las casas, de diez a veinte personas. El tamaño
pequeño hace posible que se conozcan unos a otros relativamente bien y que sientan
cierto grado de seguridad. Es mucho más fácil intentar dar una palabra de profecía
enfrente de veinte personas que te conocen y te aman, que enfrente de quinientas
personas el domingo en la mañana, que para nada te conocen. En un ambiente
informal como el de un grupo de una casa, es más fácil hablar acerca del ministerio
que se intentó esa tarde y analizarlo, que en un ambiente mucho más grande y mucho
más formal.
Número Seis. Yo también he encontrado que las conferencias sobre los dones
espirituales son bastante útiles. En la conferencia ideal habrá varios oradores sobre
diferentes asuntos, que han tenido un rango muy amplio de experiencias en los dones
122
milagrosos del Espíritu. Habrá poder de sanidad y de revelación en esa conferencia
de manera que los participantes puedan ver de primera mano cómo funcionan esos
dones. La conferencia ideal de esta naturaleza en una que intenta entrenar a los
participantes en los dones del Espíritu. En ese tipo de conferencias puedes tener la
oportunidad de ejercer en la práctica los dones del Espíritu, en lugar de solo observar
como usa sus dones una persona.
Número Siete. Debemos buscar los dones espirituales por los motivos
correctos. Hace varios años mientras estaba trotando a lo largo de la orilla de un río,
estaba orando para que el Señor me diera mayores dones de sanidad en mi ministerio.
Al estar orando muy específicamente, una voz surgió dentro de mi mente y dijo “¿Para
qué quieres esos dones?” Yo reconocí esa voz inmediatamente como la voz del Señor,
y me sentí ofendido. Entre otras cosas, mi búsqueda de los dones del Espíritu me
había costado amistades muy queridas. Yo estaba buscando los dones del Espíritu
para Dios. ¿Por qué me haría Él una pregunta cómo esa? Lentamente me di cuenta,
sin embargo, que un Ser omnisciente no hace preguntas para pedir información. La
pregunta había sido hecha para que reflexionara, no para llenar huecos en el
conocimiento personal de Dios acerca de mi sicología. Al empezar a considerar esa
pregunta, lenta y dolorosamente, los motivos impuros de mi petición empezaron a
emerger. Me di cuenta de que todavía había una gran cantidad de carnalidad en mi
deseo por los dones del Espíritu.
Número Ocho. Una de las grandes misericordias que Dios puede darle a sus
hijos es mostrarles su pecado. No puedes arrepentirte del pecado que no ves. Cuando
la luz divina expone nuestras tinieblas, podemos arrepentirnos, confesarlos, y recibir
su perdón (1ª Jn 1:9). Sin el ministerio de revelación del Espíritu Santo, no podemos
entender los motivos de nuestro corazón (Jer 17:9.10). Todo esto es extremadamente
importante en nuestra búsqueda de los dones espirituales, porque nuestros motivos
son un factor muy importante en la liberación del poder en nuestras vidas.
Recordemos que fue lo que movió a Jesucristo a sanar y hacer milagros. Él
hizo milagros para probar que era el Hijo de Dios, para demostrar la verdad del
evangelio, para traer gloria a Dios, para mostrar compasión a los que sufren, para abrir
puertas al evangelismo y otras más. Cuando compartimos sus motivos, Él puede
compartir su poder con nosotros. Conforme pido en oración la liberación de los dones
del Espíritu en mi vida, por lo tanto, también pido en oración que el corazón y los
sentimientos del Señor Jesucristo sean liberados en mi vida.
Número Nueve. Finalmente, conforme estas aprendiendo acerca de los dones
espirituales, debes de ser paciente. No desprecies el día de los pequeños comienzos.
Sé agradecido por todo lo que estas aprendiendo y por toda respuesta a tus oraciones
que el Señor te concede. Sé agradecido incluso por la frustración que sientes cuando
las cosas parecen ir muy lentamente. Si persistes en tu búsqueda del Señor y de sus
dones, se te va a dar más de lo que ni siquiera soñabas con pedir.
123
Las personas que quieren más de Dios y más de los dones del Espíritu, casi
siempre sienten que las cosas van avanzando demasiado lentamente. Ellas casi
siempre temen que no van a lograrlo. Pero si tú realmente deseas más de Dios y más
de sus dones, es una señal de que la misericordia de Dios descansa sobre ti. Esos
deseos fueron puestos en tu corazón por tu Padre Celestial, y Él no te ha traído hasta
aquí para abandonarte y dejarte insatisfecho. La frustración santa que sientes ahora
tiene el propósito de conducirte. Él quiere que estés agradecido por lo que tienes, pero
Él nunca quiere que estés satisfecho con tu presente nivel de intimidad con Él. Cómo
el apóstol Pablo, Dios quiere que tu “lo conozcas a Él y al poder de su resurrección, y
la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte.”
Fil 3:10
2) Pon Tu Confianza en Jesucristo.
Si tu realmente quieres experimentar el ministerio sobrenatural del Espíritu
Santo, tal vez la cosa más importante que puedo decirte es que pongas tu confianza
en el poder, la sabiduría y la bondad de Jesucristo, no es tu devoción o en tus
tradiciones. El poder para los milagros no nace de nuestra devoción, sino que fue
comprado con la sangre del Hijo de Dios. Después de que Jesucristo había sanado a
todos los enfermos en Capernaum, Mateo dijo: “esto fue hecho para que se cumpliese
lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y
llevó nuestras dolencias” (Mt 8:17) Mateo citó el capítulo 53 de Isaías, ese gran
capítulo del Antiguo Testamento que describe la muerte substitutiva de Jesucristo en
la cruz en lugar de los pecadores. Mateo nos está enseñando que el poder de sanidad
solo puede encontrase en un lugar, en la cruz de Jesucristo.
Nunca intentes pedirle a Dios que sane a alguien porque el enfermo lo merece.
Nadie es sanado porque lo merezca. Somos sanados solamente por la bondad del
Hijo de Dios expresada en su sacrificio por nosotros. Nunca cometas el error de pensar
que cuando oras por alguien, es tu devoción o el poder de tu santidad personal, la que
va a traer sanidad a esa persona. Recuerda que cuando Pedro fue usado para sanar
al hombre cojo sentado a la puerta del templo, le dijo a la multitud asombrada:
“Varones israelitas, ¿por qué se maravillan de esto? ¿o por qué ponen los ojos en
nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste? El
Dios de Abraham, Isaac y Jacobo, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo
Jesús” (Hch 3:12,13) Pon tu confianza en Jesucristo en lugar de tu propia bondad o
en la bondad de aquellos por los que oras.
Nunca dependas de fórmulas o tradiciones. Los siete hijos de Esceva, un sumo
sacerdote judío, pensaron que habían descubierto la fórmula correcta para echar fuera
demonios. Un día le dijeron a un hombre poseído por los demonios “En el nombre de
Jesucristo, a quién predica Pablo, te ordeno que salgas fuera” (Hch 19:13). Ellos
tenían el nombre correcto “Jesucristo”. Incluso tenían el Jesucristo correcto, #el que
124
predica Pablo”. Y finalmente tenían la orden correcta “sal fuera”. De acuerdo con la
fórmula, ellos tenían todo correcto, pero el demonio no salió. En lugar de salir, el
hombre poseído saltó sobre ellos, dominó a los siete y salieron corriendo por sus vidas
desnudos y heridos. Tenían la fórmula correcta, pero no tenían la relación correcta. El
poder de Dios no viaja en “palabras” sino en “una relación personal” (Jn 5:19; 15:5).
No podemos andar simplemente diciendo las palabras correctas y gritando las
órdenes correctas y esperar resultados. Jesucristo tenía que ser dirigido por su Padre,
y nosotros también tenemos que hacerlo.
Yo tengo que recordarme a mí mismo este principio todo el tiempo. Algunas
veces el Señor me guía a orar de cierta manera o a hacer cierta cosa, y resulta que
es efectiva para la sanidad de alguien o para echar fuera un demonio. Mi tendencia
es querer convertir esa oración efectiva en una fórmula. Pienso que si ya funcionó
antes, volverá a funcionar otra vez. Es tan fácil poner nuestra confianza en fórmulas o
en nuestra forma tradicional de hacer las cosas. Se siente mucha más seguridad que
tratar de escuchar a nuestro Padre Celestial para recibir instrucciones momento a
momento. Sin embargo el que tuvo el ministerio más sobrenatural de todos dijo: “El
Hijo… solo puede hacer lo que ve que su Padre está haciendo” (Jn 5:19) Jesucristo
debe ser nuestro modelo, no nuestras fórmulas ni nuestras tradiciones.
Existe otra forma en que la tradición puede trabajar en contra de nosotros. Un
amigo mío, el Dr Ralph Neighbour, Jr., escribió un libro con uno de los mejores títulos
que he escuchado “Las Últimas Siete Palabras de la Iglesia: “Nunca lo hemos hecho
de esa forma”. Lo que el Dr Neighbour estaba diciendo es que nuestra esclavitud a
las tradiciones puede ocasionar que se nos pierda la dirección actual del Espíritu
Santo. Si Dios lo dijo realmente en serio cuando dijo “Mis pensamientos no son sus
pensamientos, ni mis caminos sus caminos” (Is 55:8) entonces se nos va a perder la
dirección de Dios por estar constantemente apoyándonos en nuestro razonamientos,
nuestras interpretaciones y nuestras tradiciones.
Una gran parte de la iglesia tiene miedo de intentar cualquier cosa nueva o
diferente de sus tradiciones. Tienen miedo de ser engañados. Tienen miedo de la
infiltración de la Nueva Era. De hecho, tienen miedo de cualquier cosa que no esté
casi perfectamente de acuerdo con la forma en que han estado haciendo las cosas
durante los últimos cincuenta años. Una gran parte de la iglesia tiene más confianza
en la habilidad de Satanás de engañarnos que en la habilidad de Jesucristo de
guiarnos.
No me malinterpreten, yo sí creo que varios movimientos de ocultismo y de la
Nueva Era constituyen una seria amenaza para la iglesia. Pero hay una amenaza
mucho más grande para la vida y el poder de la iglesia que la Nueva Era. El legalismo,
el fariseísmo y la esclavitud a la tradición, son amenazas mucho mayores dentro de
la iglesia, que cualquier otra cosa que pudiera atacarnos desde fuera. Este
125
tradicionalismo ciego saca la vida fuera de la iglesia y persigue cualquier obra nueva
que el Espíritu Santo quiera desarrollar entre nosotros.
Es absolutamente necesario, por lo tanto, que pongamos nuestra confianza en
la habilidad del Señor de guiarnos, y no en la habilidad de Satanás de engañarnos. Y
debemos poner nuestra confianza en el poder de la sangre de Jesucristo, no en
nuestra santidad o en nuestras tradiciones.
3) Identificando Tus Dones.
Identificar nuestros dones espirituales no es tan difícil como alguien pudiera
imaginarse. Existen varias claves para descubrir los dones.
Primera Clave. La pista más obvia y práctica es tu grado de éxito en tus varios
intentos de ministerio. Las áreas en las que tienes más éxito es posible que sean las
áreas en que tienes dones. Si con frecuencia fallas en tus intentos de enseñar pero
tienes éxito en tus intentos de evangelismo, eso puede indicar que tienes el don de
evangelismo en lugar del don de enseñanza. Normalmente, tendrás que ministrar en
varias áreas antes de que puedas determinar cuáles dones tienes.
Segunda Clave. También veo que nuestros deseos indican con frecuencia los
dones que tenemos o los dones que el Señor quiere darnos. Cuando yo empecé a
desear ser usado en un ministerio de sanidad, no tenía ninguna evidencia en mi
misterio anterior de que el Señor me hubiera dado un don en esa área. Cuando
empecé a orar al Señor para que me usara en sanidad y empecé entonces a orar para
que la gente sanara, descubrí que este era uno de los dones que el Señor quería
darme. Recuerda, no debes permanecer pasivo con respecto a los dones espirituales.
No digas “El Señor puede darme cualquier don que Él quiera, así que voy a esperar
que lo haga”. Eso es, por supuesto, correcto teológicamente, pero a menudo solo es
una excusa para la pasividad. Recuerda, Pablo nos dijo que buscáramos con
diligencia los dones espirituales (1ª Co 12:31; 14:1, 39). Él también nos dijo que
podíamos orar por los dones espirituales (1ª Co 14:13). Convierte tus deseos en
oraciones, y muy pronto vas a saber los dones que el Señor quiere darte.
Tercera Clave. El consejo de otros también puede ser importante. Siempre es
posible que nos engañemos a nosotros mismos con respecto a los dones. Tengo un
amigo que tiene un don de evangelismo sorprendente. Sin embargo él está ignorando
ese don de evangelismo y tratando de ser un maestro. Yo no creo que él tiene el don
de enseñanza, ni tampoco otras personas que lo conocen bien. En situaciones como
esa, el consejo de otros, especialmente amigos de confianza, nos puede ahorrar
mucha frustración y esfuerzo desperdiciado.
Cuarta Clave. Finalmente, los dones pueden impartirse a través de la
imposición de las manos con declaraciones proféticas. En el Nuevo Testamento los
apóstoles podían hacer esto, como hizo Pablo para Timoteo (2ª Ti 1:6) Pero los
apóstoles no eran los únicos que podían impartir dones espirituales. Pablo exhorta a
126
Timoteo #No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía, con
la imposición de las manos del presbiterio” (1ª Ti 4:14). Timoteo había recibido un don
espiritual a través de la imposición de las manos de Pablo y a través de la imposición
de las manos de los ancianos.
Yo he visto pasar eso varias veces durante los últimos pocos años. Después
de que John Wimber oró por mí hace varios años, yo noté un aumento inmediato, en
palabras de conocimiento y en sanidades, siempre que oraba por la gente. Yo he visto
pasar esto en muchas ocasiones cuando Paul Cain ha orado para que la gente reciba
varios dones espirituales. Yo no creo que esto sea automático. Debe hacerse bajo la
dirección del Espíritu Santo o no va a pasar nada.
Podemos identificar nuestros dones espirituales, por lo tanto, al menos de
cuatro maneras: mediante el éxito o falta de éxito cuando intentamos ministrar con
varios dones, mediante nuestros deseos, mediante el consejo de oros, y mediante la
impartición profética de dones espirituales.
4) Cuando estás en la transición.
Casi cada semana encuentro gente, o recibo llamadas de gente que se
encuentran en la transición. Ellos han sido parte de una iglesia o una tradición religiosa
que ha rechazado el uso contemporáneo de los dones milagrosos, pero por varias
razones ahora se encuentran creyendo en estos dones y deseando buscarlos.
Frecuentemente esta transición se acompaña de una gran cantidad de conflicto,
iglesias se dividen, largas amistades son deshechas, matrimonios son estresados,
acusaciones abusivas son lanzadas y recibidas, y cosas parecidas. Yo he estado en
ambos lados de este asunto, y yo sé que gran parte de este conflicto no es necesario
o inevitable.
Consideremos el peor escenario. Tú eres parte de un grupo que no cree en los
dones milagrosos del Espíritu y que es incluso hostil hacia aquellos que creen en tales
dones. Y ahora de pronto te encuentras siendo dirigido hacia los dones del Espíritu, y
te convences que si son para el día de hoy. ¿Qué haces? La primera cosa que la
mayoría de la gente hace es suponer que puesto que Dios los está cambiando a ellos,
Él también está cambiando a su iglesia o a su grupo. Eso puede ser o no cierto, pero
claramente no tienes derecho de suponer eso. Esto es especialmente crucial si tú eres
el pastor de una iglesia que ha sido hostil hacia quienes practican los dones del
Espíritu. Lo primero que debes pedirle al Señor que te muestre es si Él te está
cambiando solamente a ti o a ambos, a ti y a tú iglesia. No supongas ingenuamente
que porque te está cambiando a ti, Él también va a cambiar a tu iglesia.
No me mal entiendas. Yo creo que en el fondo el Señor quiere cambiar a la
iglesia entera. Yo creo que durante mi vida la mayoría de la iglesia va a creer y a
practicar los dones del Espíritu. Toda la evidencia estadística actual, de estudios sobre
el crecimiento de la iglesia, está avanzando rápida e inevitablemente hacia los dones
127
del Espíritu Santo. La iglesia está regresando a su herencia del primer siglo. Yo estoy
completamente convencido de que hasta que la iglesia entera acepte los dones del
Espíritu, estamos perdiendo una considerable cantidad de su eficiencia.
Sin embargo, Dios su propio programa para todos nosotros. Él no llamó al
apóstol Pablo cuando Él llamo al apóstol Juan. Dios el Padre va a contestar la oración
sacerdotal de su Hijo de que “seamos traídos a una completa unidad para que el
mundo crea que Tú me enviaste y que los has amado a ellos como me has amado a
mí” (Jn 17:23). Un día la iglesia va a estar unida con respecto al asunto de los dones
milagrosos del Espíritu. Ese asunto se resolvió cuando el Señor Jesucristo pronunció
su oración sacerdotal. El tiempo de esa unidad ya ha sido fijado en el cielo, pero tú y
yo no sabemos cómo va a llevarse a cabo en una base individual. Por lo tanto,
debemos darles a todos la libertad de escuchar la voz de Dios por ellos mismos acerca
de este asunto. Nunca supongas que tu cambio implica el cambio de aquellos a
quienes ministras, o con los que tienes compañerismo.
Si tú eres el pastor de una iglesia que no quiere buscar los dones del Espíritu,
y sin embargo el Señor te está conduciendo a buscar los dones del Espíritu, lo más
probable es que tendrás que renunciar a tu pastorado. Es absolutamente crítico que
escuches al Señor en esta situación. Si Él te dice que Él va a cambiar a tu iglesia,
entonces tú debes permanecer en tu iglesia y permitir que Él te dirija en esos cambios.
Pero en este punto es mucho más importante permitir que el Señor te cambie a ti de
que cambie a tu iglesia. Si Él no va a cambiar a tu iglesia, y tú de hecho renuncias, Él
ya ha preparado otro lugar para ti. Sin embargo, tal vez Él no te vaya a llevar pronto a
ese lugar.
Uno de mis compañeros de clase en el seminario pastoreó una iglesia
exitosamente durante diez años. Bajo su ministerio la iglesia creció significativamente.
Cuando él se convenció de que los dones del Espíritu eran para hoy, él supo que el
Señor no estaba cambiando su iglesia en ese tiempo. Él renunció y ha estado en un
empleo secular durante los últimos dos años. Él y su esposa se unieron a una iglesia
que cree y practica los dones del Espíritu. Ocasionalmente él enseña y predica en esa
iglesia, como también predica en otras iglesias. Ha sido muy difícil para mi amigo y su
esposa estar fuera del ministerio profesional durante esos dos últimos años. Sin
embargo, ahora parece como si Dios lo va a llevar de regreso al ministerio de tiempo
completo. Mirando hacia atrás en este tiempo, ellos dos me dicen que están muy
agradecidos por los dos años que han tenido en los cuales han aprendido mucho
acerca de los dones del Espíritu sin la presión de dirigir una iglesia. Dios tiene muchas
maneras diferentes de traernos a todos a la misma meta.
Algunas veces, cuando tú has pasado un tiempo largo rechazando los dones
del Espíritu y has llegado a creer en ellos, casi sientes como si estuvieras naciendo
de nuevo. Tú sientes como si tuvieras una Biblia completamente nueva. Por esa última
afirmación quiero decir que los Evangelios y los Hechos se hacen vivos para ti de una
128
forma que nunca lo habían sido. Cosas que tú habías relegado al primer siglo ahora
llegan a ser posibles para la iglesia de hoy. Este es un maravilloso despertar, pero
como otros despertares, tu entusiasmo puede hacer mucho daño, así como gran
cantidad de bien. Permíteme darte un consejo acerca de cosas que no debes hacer
durante este tiempo.
Si tu pastor y el liderazgo de tu iglesia no ven tu cambio en una luz positiva,
resiste el intento de etiquetarlos. Resiste el intento de presionarlos. En lugar de eso,
ora por tu pastor y el liderazgo de tu iglesia. Ora para que Dios bendiga ricamente sus
ministerios y para que ellos escuchen precisamente la voz del Espíritu Santo. No
supongas que escuchar al Espíritu Santo significa que ellos van a seguir en tus pasos.
Puede ser que Dios los tenga a ellos en un programa diferente que a ti.
Tu pastor ya tiene suficiente criticismo y presión negativa sin que tú tengas que
agregarle más. Yo he sido un pastor por gran parte de mi vida adulta, y yo se lo difícil
que es. Una poca gente de hecho cree que tú no puedes hacer nada malo y
ciegamente te sigue a cualquier lado. Pero la mayor parte del tiempo alguien está muy
molesto contigo porque está yendo demasiado lejos, y alguien más está muy molesto
contigo porque no estás yendo suficientemente lejos. Recuerda cuanta misericordia
Dios ha mostrado contigo, y muestra un poco de esa misericordia a tu pastor y
liderazgo.
Por sobre todo, nunca te unas a un grupo en tu iglesia que está en contra de tu
pastor y el liderazgo. Sería mucho mejor para ti dejar tu iglesia y tus amigos que
rebelarte contra la estructura de autoridad que Dios ha puesto sobre ti. Si el Señor
quiere cambiar la estructura de autoridad, Él es perfectamente capaz de hacerlo sin
que tú tengas que apoyar a otra gente en dar un golpe de estado impío.
Durante tu tiempo de transición, aun cuando no te unas a un golpe impío, es
probable que algunos de tus amigos te malentiendan, pensarán que estas tomando
una actitud de ser santo que los demás, y te van a acusar de participar en reuniones
secretas para la “élite espiritual” de la iglesia. Algunos incluso dirán que eres una
herramienta de Satanás que ha sido traída para causar disensión en la iglesia. Cuando
se dicen cosas poco amables de ti, es natural ponerse a la defensiva. Cuando se digan
cosas poco amables acerca de ti, cuando estás buscando algo que piensas que es
correcto, es natural que asumas un complejo de mártir farisaico. La tendencia es
pensar que tú y los otros contigo son los únicos realmente interesados en la verdad y
los únicos listos para sacrificarse por lo que creen. Aquellos del otro lado de la cerca
pueden ver esta actitud inmediatamente, y únicamente intensifica el conflicto.
Salomón tenía un gran consejo para responderá las cosas crueles que la gente
dice acerca de ti. Él dijo “No pongas atención a toda palabra que dice la gente, o
podrás oír a tu siervo maldecirte, porque tú sabes en tu corazón que muchas veces tú
has maldecido a otros” (Ec 7:21,22). La verdad es que todos hemos dicho cosas
129
negativas de nuestros amigos cuando hemos estado en desacuerdo con ellos, y la
verdad es que la mayoría de las veces no queríamos decirlo.
Yo he estado en uno de esos conflictos que estoy describiendo. Yo dije cosas
crueles acerca de otros y a otros, y hubo cosas crueles dichas acerca de mí. Sin
embargo cuando llegó el tiempo de partir, y tuve que mirar a mis queridos amigos y
colaboradores en los ojos, nos abrazamos unos a otros y lloramos. No habíamos
realmente querido decir las cosas crueles que habíamos dicho. Como deseo que yo
hubiera seguido este consejo que ahora te estoy dando a ti. La causa de Jesucristo
nunca avanzará por cristianos que se estén atacando unos a otros.
130
Capítulo 13: Una Pasión por Dios. (179-193 en Inglés)
Una de las tareas más agradables que realicé como profesor en el seminario
fue la de enseñar acerca del libro de los Salmos. Me encanta meditar sobre el texto
en hebreo de los Salmos e intentar desenredar el significado de figuras de lenguaje
complicadas. Sin embargo, aunque amo mucho los Salmos, había dos cosas que
constantemente me “molestaban” cada vez que meditaba en ellos en esos días. Me
sentía incómodo por la intensa búsqueda de Dios por los salmistas. Déjenme darles
unos cuantos ejemplos de la clase de intensidad que me inquietaba.
Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas,
Así te anhelo a ti, oh Dios.
Tengo sed de Dios, del Dios viviente.
¿Cuándo podré ir para estar delante de él? (42:1-2)
Oh Dios, tú eres mi Dios;
De todo corazón te busco.
Mi alma tiene sed de ti;
Todo mi cuerpo te anhela
En esta tierra reseca y agotada
Donde no hay agua. (63:1)
Lo único que le pido al Señor
—Lo que más anhelo—
Es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida,
Deleitándome en la perfección del Señor
Y meditando dentro de su templo. (27:4)
Me quedo despierto durante toda la noche,
Pensando en tu promesa. (119:148)
Cuando C. S. Lewis intentó describir este fenómeno de los Salmos, se rehusó
a llamarlo “el amor de Dios” porque pensó que sería engañoso. En su lugar se refirió
a la intensidad de los salmistas como el “apetito por Dios”1 Lewis sintió que algunas
personas podrían pensar que “apetito por Dios” sonaba muy áspero. Personalmente,
yo pienso que suena muy blando para lo que encontramos en los Salmos. Yo usaría
más bien la expresión hambre de Dios o pasión por Dios. Los escritores de los Salmos
sentían un anhelo por la presencia de Dios que era abrumadora, y eso me molestaba.
Me molestaba porque yo comencé mi vida cristiana con cuando menos algo de
ese anhelo. Cuando yo tenía diecisiete años, al estar recién convertido, recuerdo que
me quedaba despierto hasta muy tarde en la noche después de que todos los demás
en mi casa se habían ido a dormir, para poder hablar con Dios sin interrupciones ni
distracciones. Puedo recordar como corría al buzón para recibir el último paquete de
versículos para memorizar de los Navegantes y entonces cómo me quedaba
131
levantado hasta las 3:00 o 4:00 de la mañana meditando en esos versículos y
memorizando cada uno de ellos.
Nadie me obligaba a hacer eso. Yo lo hacía porque tenía hambre de Dios. Pero
para cuando me convertí en profesor del seminario y estaba enseñando esas cosas
de los Salmos, ya no me quedaba despierto hasta tarde para memorizar la Biblia. No
podía decir como el salmista que “Me quedo despierto durante toda la
noche, pensando en tu promesa.” (Salmo 119:148). No estoy diciendo que nunca
experimenté la presencia de Dios en esos años postreros. Sí tuve tiernos momentos
con el Señor, pero no podía decir con los salmistas que mi alma estaba “sedienta” de
Dios. Sentía una punzada de culpa cada vez que leía o pensaba en esos pasajes
como los que cité previamente.
La segunda cosa que me molestaba en los Salmos era la emoción de los
salmistas. Ellos exhibían no solamente un gozo intenso en el Señor sino que también
invitaban a otros a sentir el mismo gozo como si se supusiera que eso era la norma
para cada creyente. Una cosa es que el salmista diga algo como “Oh Israel, alégrate
de tu Creador. Oh pueblo de Jerusalén,[a] regocíjate de tu Rey.” (Salmo 149:2), yo
podría haber racionalizado eso. Pero el salmista no se detiene allí; él continúa para
explicar lo que quiere decir con “alégrate de tu Creador” En el siguiente versículo él
exhorta a la gente diciendo “Alaba su nombre con danza, y acompáñala con
panderetas y arpas,” (Salmo 149:3)
¿Danza?
Sí, el salmista dijo que debemos alabar a Dios con danza. El gozo del salmista
era tan grande que necesitaba su cuerpo entero, no sólo su voz, para expresarse
adecuadamente.
Esta no era una forma poco usual de expresar intensa alegría en el Señor.
Miriam, David, y la hija de Jefté estaban tan dominados por el gozo en el Señor, que
danzaban delante de Él.2 No estoy tratando de iniciar un argumento a favor de la
danza en los servicios de mi iglesia; lo que hago es ilustrar el hecho de que el gozo
del Señor era tan grande en esos santos que no podían dejar de danzar.
El gozo era sólo una de las emociones que encontré una y otra vez en los
Salmos. Los salmistas podían expresar casi de manera ilimitada el dolor o la tristeza
por su pecado o por la ausencia de la presencia de Dios. Escuchen otra vez al autor
del Salmo 42:
Tengo sed de Dios, del Dios viviente.
¿Cuándo podré ir para estar delante de él?
Día y noche solo me alimento de lágrimas,
Mientras que mis enemigos se burlan continuamente de mí
diciendo:
“¿Dónde está ese Dios tuyo?” (42:2-3)
Cualquiera que haya leído algo de los Salmos sabe que los salmistas son
capaces de llegar a grandes extremos emocionales. Y a mí no me gustaba esta
característica de los Salmos. Y no me importaba si la emoción era manifestada en un
juego de futbol o en alguna otra clase de competencia atlética, pero me parecía fuera
de lugar dentro de un marco religioso.
132
Al comentar la ausencia de emoción en la adoración de su denominación, C.S. Lewis
dijo: “Tenemos una terrible preocupación por lo que sea de buen gusto”3 Yo sentía
que expresar emoción en la religión era de mal gusto. Me disgustaba la emoción y
desconfiaba de ella. Las personas débiles eran emocionales; las fuertes no lo eran.
Hasta el día de hoy tengo una imagen vívida en mi mente de uno de mis niños llorando
cuando tenía siete años. Lloraba, no porque se hubiera lastimado, sino porque habían
herido sus sentimientos. Yo interpreté esas lágrimas como un signo de debilidad, y no
me agradó verlas en mi propio hijo.
Me encantaba decir que yo vivía de acuerdo a la Palabra de Dios, no de
acuerdo a mis sentimientos. Había predicado tantos sermones sobre este tema, que
llegué a considerar los sentimientos y la Palabra de Dios como enemigos mutuos.
Lo que me preocupaba acerca de los Salmos era que ellos no compartían mi
punto de vista sobre las emociones. Los salmistas parecían dar rienda suelta a sus
sentimientos. No se avergonzaban de su hambre apasionada por Dios, ni de la intensa
alegría que sentían en su presencia, ni de las lágrimas que derramaban por su pecado
o por la ausencia de Dios. Me molestaba que mi experiencia no coincidiera con la de
ellos, y no podía encontrar un método para racionalizar su experiencia. ¿Se suponía
que esta experiencia era normativa? ¿Por qué lo que yo experimentaba era tan
diferente?
Aunque no soy psicólogo, creo que puedo comprender por qué llegué a sentir
tanta desconfianza y disgusto por las emociones. Mi aversión a los sentimientos se
dio a través de la combinación de un trauma de la niñez y un sistema teológico que
adopté unos cuantos años después de mi conversión.
Cuando era un jovencito, admiraba a mi padre más que a ningún hombre –más
que a cualquier héroe del cine o la televisión. Lo veía como alguien increíblemente
inteligente. El parecía conocer la respuesta a todas mis preguntas. También lo
consideraba muy poderoso físicamente. Había peleado en la Segunda Guerra
Mundial, y aún después de que fue herido en una explosión y la metralla penetró
profundamente en su espalda, continuó luchando por dos días. Para mi mente joven,
él era un hombre en todo el sentido de la palabra.
Sucedió poco después de mi décimo segundo cumpleaños, cuando todos habíamos
salido de la casa.
Mi padre entró a la cocina, se sirvió algo de whisky en un poco de café, y usó
esta mezcla para ingerir unos barbitúricos. Garabateó una nota de una página, y
entonces caminó hacia la sala en donde puso una pieza de música de piano muy triste
llamada “La Última Cita” en el tocadiscos. Ajustó el fonógrafo para que tocara la pieza
una y otra vez. Y escuchó ese disco varias veces hasta que tomó una de las pistolas
de la familia para poner fin a su depresión y confusión.
Dejó una viuda de treinta y cuatro años quien sólo tenía una educación hasta segundo
de preparatoria, y cuatro niños a los cuáles debía criar y educar. Yo era el mayor con
doce años; mi hermana la más pequeña tenía tres años. De alguna manera, debido al
trauma, tomé la decisión de que iba a ser fuerte y nunca permitiría ser lastimado de
esa forma, otra vez.
Mi abuelo materno murió de un ataque al corazón en ese mismo año. De pronto
me convertí en el hombre de la familia, y tome la estoica resolución de no dejar lugar
para las emociones en mi vida.
133
Cinco años después me convertí de una manera maravillosa y total a la edad
de diecisiete años. Pienso que pude haber hecho paz con mis emociones, y hasta
haberlas aceptado, si no hubiera sido por el sistema teológico que adapté unos
cuantos años más tarde.
Racionalizando Nuestra Falta de Pasión
Ya he confesado que había un abismo entre mi experiencia con Dios y la
experiencia con Dios de los salmistas. Siendo completamente honesto, tendría que
admitir que dicha experiencia era no solamente diferente de la de los salmistas sino
que también era diferente de la de cualquier héroe de la Biblia. Ellos parecían mostrar
una pasión continua por Dios que yo había perdido.
Tenía que hacer una de dos cosas. Tenía que recuperar esa pasión de alguna forma,
o tenía que encontrar una buena excusa para explicar por qué no tenía ya esa pasión
por Dios.
He aquí el sistema en pocas palabras. Los sentimientos son engañosos y no
son dignos de confianza. De hecho, no se puede confiar en lo subjetivo. La Biblia es
objetiva y por lo tanto es lo único en lo que se puede confiar. La Biblia dice que el
mandamiento más grande es amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros
mismos. (Mateo 22:36-40). Este amor no es ante todo un sentimiento. En lugar de
eso, amor es en realidad la obediencia a los mandamientos de Dios. Después de todo,
Jesús dijo esto de manera explícita en Juan 14:15,21, y 23:
Si me aman, obedezcan mis mandamientos.
Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me
aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los
amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.
Todos los que me aman harán lo que yo diga.
Para mí esto significaba que los sentimientos no son importantes siempre y
cuando estemos obedeciendo al Señor. Puesto que la Biblia es el registro objetivo de
los mandamientos de Dios, debe ser un asunto sencillo saber si estamos obedeciendo
los mandamientos de Dios y, por lo tanto, amando a Dios.
Este es el sistema que adopté y sobre el cual prediqué por años. Este sistema
me mantuvo ligado a una versión anémica del Cristianismo y me proveyó una manera
conveniente de racionalizar mi falta de hambre por Dios.
Permítanme ilustrar por qué ésta es una visión defectuosa, no sólo del Cristianismo
del Nuevo Testamento sino también del amor.
Con el paso de los años ha habido varios hombres, tanto de mis clases del
seminario como de mis iglesias, que han confesado su atracción por la pornografía.
Algunos de esos hombres habían exitosamente resistido la tentación de profanarse a
sí mismos con películas o libros pornográficos. Sin embargo estaban preocupados
porque en sus corazones se daban cuenta de que aún deseaban ver pornografía.
Existía un apego emocional no deseado hacia la pornografía en sus corazones. Yo
acostumbraba decirles que no se preocuparan por eso mientras no estuvieran viendo
134
pornografía. Después de todo se supone que los sentimientos correctos siguen a las
acciones correctas, así que sus sentimientos cambiarían pronto. No obstante esos
sentimientos no cambiaban y algunas veces continuaron por años.
De acuerdo a mi sistema, esos sentimientos no eran importantes siempre y
cuando los hombres estuvieran obedeciendo. Sin embargo, veámoslo desde la
perspectiva de sus esposas. ¿Estaban contentas con que sus esposos desearan ver
los cuerpos de otras mujeres? Aunque algunos de esos esposos no habían caído en
el pecado de pornografía, las esposas se sentían traicionadas y lastimadas por el
hecho de que sus esposos desearan hacerlo.
Cada esposo y esposa saben que esta es una forma defectuosa de
Cristianismo. ¿Es esto lo mejor que Dios tiene para nosotros; que resistamos al
pecado disciplinando nuestra voluntad, pero que estemos atados al pecado en
nuestros corazones?
En otras ocasiones he aconsejado a parejas en las que el esposo era bondadoso y un
fiel proveedor para con su esposa, pero había perdido la pasión por ella. Él ya no
sentía lo mismo por ella como cuando la estaba cortejando o en los primeros años de
su matrimonio. Había hecho lo correcto, pero los sentimientos ya no estaban allí. ¿Qué
esposa estaría satisfecha con esa clase de amor?
Yo había abrazado una clase de Cristianismo que separaba radicalmente la
obediencia y los sentimientos. Obediencia sin emoción no es más que disciplina o
fuerza de voluntad. No es amor. No puedes quitarle la pasión al amor y seguir teniendo
amor. El verdadero amor se manifiesta no solamente con actos sino con sentimientos.
El afecto y la pasión son aspectos indispensables en el amor a Dios.
La meta de la vida cristiana no es simplemente la obediencia externa a los
mandamientos escritos de Dios. La meta de la vida cristiana es obedecer a Dios con
todo el corazón (Romanos 6:17: Efesios 6:6) Nadie puede obedecer con todo el
corazón a menos que los mandamientos de Dios estén escritos en su corazón. Esta
es la gran diferencia entre un santo del Antiguo Testamento y un creyente del Nuevo
Testamento. Porque tenemos acceso al ministerio del Espíritu Santo, Él escribe los
mandamientos de Dios en nuestros corazones (Jeremías 31:33; Hebreos 10:16) No
debemos contentarnos con obediencia externa. Podemos odiar lo que Dios odia y
amar lo que Dios ama.
En 1746 Jonathan Edwards publicó un libro, Los Afectos Religiosos, en el que
él alegaba que: “la verdadera religión debe consistir de gran manera en los afectos.”4
Edwards afirmó que uno de los principales trabajos de Satanás es propagar y
establecer la convicción de que todos los afectos y emociones sentimentales de la
mente en el ámbito de la religión no deben tomarse en cuenta sino más bien deben
ser evitados y se debe guardar cuidadosamente de ellos, como de una tendencia
perniciosa. Él sabe que esta es la manera de convertir la religión en una mera
formalidad sin vida, y de excluir efectivamente el poder de la devoción echando fuera
todo el verdadero Cristianismo.5 Edwards continuó diciendo:
Así como no existe verdadera religión donde no hay nada más que afecto,
tampoco existe verdadera religión en donde no hay afecto religioso… Si las grandes
cosas de la religión han de ser comprendidas correctamente, éstas tendrán que
conmover el corazón. Esa manera de desairar todo afecto religioso es la forma de
endurecer los corazones de los hombres extremadamente, y de fomentar su estupidez
135
e insensibilidad, y de mantenerlos en un estado de muerte espiritual mientras vivan
para conducirlos al final a la muerte eterna.6
Edwards se esforzó mucho para demostrar con las Escrituras que el verdadero
Cristianismo es tanto una religión de las emociones como de la voluntad. Él demostró
que las Escrituras le dan un gran valor a sentimientos como “temor, esperanza, amor,
odio, deseo, alegría, tristeza, gratitud, compasión, y entusiasmo.”7 No podemos amar
a Dios u obedecerlo sin esas santas emociones.
Siendo Seducido (Perdiendo la pasión al ser seducido por seis ídolos: Denominación,
Biblia, Moral, Dones, Música, Compañerismo)
La ironía es que casi todas las personas comienzan la vida cristiana sintiendo
un amor y anhelo apasionados por Jesús. A lo largo del camino muchos de nosotros
perdemos esa pasión, pero ésta no tiene por qué permanecer perdida
–a menos que nuestra teología indique que es normal vivir la vida cristiana sin sentir
pasión por Jesús.
Cuando me convertí a los diecisiete años, no tenía un trasfondo religioso de
ninguna clase. Inmediatamente, me enamoré del Señor Jesús. Empecé a devorar su
Palabra. Hablaba con Él constantemente. Una y otra vez le testifiqué a cada uno de
mis amigos no cristianos. Mostré tal entusiasmo que perdí a todos mis amigos, con la
excepción de dos de ellos. Esta pérdida no me afectó mucho porque estaba tan
enamorado de Jesús que ninguna cosa más me importaba realmente. Eventualmente
perdí mi primer amor y adopté la teología que justificaba esa pérdida. Sin embargo,
no fue mi teología lo que causó que perdiera mi primer amor. Fue algo más.
1) Seducido por la Denominación. Después de un año, la pasión original que
yo sentía por el Señor Jesús empezó en cierta forma a apagarse. No puedo señalar
el día o la hora cuando esto sucedió, ni puedo dar una razón para ello, pero algo había
cambiado definitivamente. La pasión que originalmente sentía por Jesús había sido
transferida sutil y ciertamente a mi denominación. Yo la amaba. En la iglesia
hablábamos mucho acerca de nuestra denominación y de lo orgullosos que
estábamos de ella. Se volvió difícil para mí el entender por qué todos los verdaderos
cristianos no querrían ser parte de nuestra denominación. Recuerdo que también
pensaba que mi iglesia era quizás la mejor iglesia en toda la denominación.
No pienso que haya amado demasiado a mi denominación o a mi iglesia. El problema
era que amaba a Jesús muy poco en comparación con mi iglesia. Un engaño como
este ocurre tan lentamente y es tan sutil que resulta casi imposible darse cuenta
cuando estás siendo atrapado por él. Finalmente me arrepentí de poner a mi iglesia
primero que a Jesús, y la pasión original por Él comenzó a regresar.
2) Seducido por la Biblia. Fui seducido otra vez en mi búsqueda por cultivar
el amor por el Señor Jesús. Sucedió de la siguiente forma.
Durante el proceso de mi aprendizaje de Teología y de convertirme en un profesor del
seminario, desarrollé una intensa pasión por estudiar la Palabra de Dios. Y descubrí
que amaba la Biblia más que al Autor de la Biblia. Estuve cautivo en esta trampa por
más años de los que quiero acordarme.
Sin darme cuenta, empecé a considerar que la esencia de la vida cristiana era el
estudio de la Biblia o el conocimiento de la Biblia. C.S. Lewis se refirió a mi error de
esta forma, “Algunas veces (no frecuentemente) uno se alegra de no ser un gran
136
teólogo; uno puede con gran facilidad confundir eso con ser un buen cristiano.”8 Esta
es una trampa en la que es muy fácil caer cuando vives en una comunidad académica
cuyo propósito principal es enseñar las Escrituras y entrenar a otros para enseñarlas.
Me tardé mucho en entender que conocer la Biblia no es lo mismo que conocer a Dios,
que amar la Biblia no es lo mismo que amar a Dios, y que leer la Biblia no es lo mismo
que escuchar a Dios. Los fariseos conocían la Biblia, amaban la Biblia y leían la Biblia,
pero no conocían, amaban, o escuchaban a Dios.
Un día Jesús les dijo,
El Padre mismo, quien me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han oído
su voz ni lo han visto cara a cara, y no tienen su mensaje en el corazón, porque no
creen en mí, que soy a quien el Padre les ha enviado.
Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna.
¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí
para recibir esa vida. (Juan 5:37-40), énfasis mío.
Estos hombres pasaban horas cada día estudiando las Escrituras, y aun así el
Hijo de Dios les dijo que nunca habían escuchado la voz de su Padre en ningún
momento. Es posible leer la Biblia cada día de nuestras vidas ¡y nunca escuchar la
voz de Dios!
La ironía en todo esto es que yo había predicado muchos sermones sobre la
importancia de hacer lo que dice la Biblia, y no sólo saber lo que ésta dice. Sin
embargo, la mayoría de mis esfuerzos y tiempo fueron dedicados a entender la Biblia
y la teología ortodoxa en lugar de buscar al Hijo de Dios y buscar parecerme a Él. No
tenía idea de la profundidad del engaño que me había atrapado.
He aquí algunas señales obvias en las vidas de aquellos que ponen a la Biblia
primero que a Jesús. Hablan más acerca de la Biblia que de Jesús. Tener la doctrina
correcta es más importante para ellos que vivir la vida correcta. Esto significa que la
prueba definitiva para la admisión en sus grupos es en qué crees, más que cómo
actúas. Sus líderes pueden ser severos y autoritarios. Los pecados de orgullo,
arrogancia y crueldad religiosa son disculpados o pasados por alto. Predicar la
Palabra es más importante para ellos que vivirla.
Odio admitirlo, pero todas esas características fueron verdaderas en mi vida
cuando puse la Biblia por encima del Señor Jesús. El problema no era que amara la
Biblia demasiado, sino que amaba a Jesús muy poco en comparación con la Biblia.
3) Seducido por la Moral Cristiana. Algunas personas son seducidas para
hacer de la conducta moral externa y el cumplimiento del deber la esencia de la vida
cristiana. Los que hacen esto terminarán sintiéndose justos en su propia opinión, lo
cual caracterizaba a los fariseos. Consideren lo que Jesús les dijo a los que eran
culpables de este pecado:
¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos!
¡Hipócritas! Pues se cuidan de dar el diezmo sobre el más mínimo ingreso
de sus jardines de hierbas, pero pasan por alto los aspectos más
importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Es cierto que deben
diezmar, pero sin descuidar las cosas más importantes. ¡Guías ciegos!
137
¡Cuelan el agua para no tragarse por accidente un mosquito, pero se
tragan un camello!
¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos!
¡Hipócritas! ¡Pues se cuidan de limpiar la parte exterior de la taza y del
plato pero ustedes están sucios por dentro, llenos de avaricia y se
permiten todo tipo de excesos! ¡Fariseo ciego! Primero lava el interior de
la taza y del plato, y entonces el exterior también quedará limpio.
¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos!
¡Hipócritas! Pues son como tumbas blanqueadas: hermosas por fuera,
pero llenas de huesos de muertos y de toda clase de impurezas por
dentro. Por fuera parecen personas rectas, pero por dentro, el corazón
está lleno de hipocresía y desenfreno. (Mateo 23:23-28)
Si la esencia de la vida cristiana se reduce a estar en conformidad con las
reglas, siempre terminaremos en fariseísmo.
Siempre me ha gustado considerarme como una persona libre de legalismo y
jactancia. De hecho, siempre he presumido con la imagen de mí mismo como “santo
inconformista” Pero a pesar de esta pequeña fantasía, un buen número de veces en
mi camino con el Señor, he sido seducido por el legalismo y por sentirme sabio en mi
propia opinión,
Déjenme decirles cómo el Señor me mostró esto.
Cuando estaba en el proceso de dejar mi iglesia en Fort Worth y dejar mi trabajo
como profesor en el seminario, empecé a experimentar un avivamiento personal en
mi afecto por el Señor Jesús. Para cuando nos habíamos cambiado a Anaheim,
California, para ser parte del personal de la iglesia Vineyard Christian Fellowship, me
sentía más cerca del Señor de lo que me había sentido en los días siguientes a mi
conversión.
Un día en el otoño de 1988, mientras me dirigía en el auto hacia mi oficina en
la iglesia, me di cuenta de que sentía un estado de ánimo excepcionalmente feliz. Hice
una rápida revisión de mi vida y no pude encontrar alguna razón que fuera la causa
de la alegría que estaba experimentando ese día. No tenía la expectativa de ir de
vacaciones o de algún viaje próximo, no había victorias espirituales recientes que me
causaran ese gozo en mi vida. Yo estaba simplemente feliz, de camino a un día de
trabajo ordinario. Empecé a preguntarle al Señor por qué sentía tal sensación de gozo.
Al estar revisando mi vida, me di cuenta de que estaba más cerca del Señor de
lo que había estado en un largo tiempo. Estaba orando más de lo que lo había hecho
antes y realmente lo estaba disfrutando. Estaba meditando en las Escrituras de
manera constante y por lapsos de tiempo más largos que antes. Siempre había
estudiado la Biblia para las clases y los sermones, pero ahora había algo nuevo acerca
de la calidad del tiempo que yo estaba dedicando sólo a meditar para mi beneficio
personal. Me estaba entregando a la gente de una manera como no lo había hecho
antes en mi ministerio. Y por primera vez en mi vida estaba empezando a ayunar
regularmente.
(Una de las cosas buenas acerca de ser cesacionista, es que una vez que
adquieres esa categoría de “cosas que dejaron de existir al final del primer siglo”, eres
138
libre de volcar en esa categoría las cosas que no te gustan. Yo puse no sólo los dones
en esa categoría sino también el ayuno)
Sin darme cuenta, había comenzado a felicitarme a mí mismo en mi camino
con el Señor, por mi constancia y disciplina. Y justamente en ese punto el Señor me
habló tan claramente como si lo estuviera haciendo con voz audible. Él me dijo “No te
regocijes en tu entrega al Señor Jesús –regocíjate en el Señor Jesús mismo. Si te
regocijas en tu entrega a Él, ello te conducirá a sentirte justo en tu propia opinión.”
Con esa revelación, recibí una perspectiva divina para mi vida. Observé
períodos en donde había estado creciendo mi cercanía con el Señor, y entonces
observé como esa cercanía se había interrumpido cuando empezaba a regocijarme
en mi entrega a Él.
Unos cuantos días después creo que el Señor me mostró en dónde está escrita
esta verdad en las Escrituras. Se encuentra en la parábola del fariseo y el cobrador
de impuestos en Lucas 18:9-14. En esa parábola el fariseo oraba, “Te agradezco,
Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no
cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces
a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. La oración del fariseo demuestra que
él se estaba regocijando en sí mismo por su entrega a Dios en lugar de regocijarse en
Dios. Si esta actitud no es interrumpida, siempre conducirá a que la persona se
considere justo en su propia opinión, y esto ocasionará el desprecio por otras personas
(ver Lucas 18:9).
4) Seducido por los Dones. Algunas personas son seducidas cuando ponen
los dones espirituales por encima del Señor Jesús. Esto parece ser lo que les sucedió
a los corintios. Otros son seducidos por la emoción. Buscan obtener cierto nivel de
sentimiento en lugar de buscar al Señor Jesús. Estas clases de personas son
fácilmente llevadas a la extravagancia y los excesos emocionales.
5) Seducido por la Música. Existe otra seducción aún más sutil. El estilo de
adoración en la iglesia ha experimentado un gran cambio. En muchas iglesias de hoy
el uso de los himnarios es menos frecuente y se ha optado por un estilo de música
más contemporáneo. En lugar de dos o tres himnos programados al comienzo del
servicio como parte de los “preliminares”, muchas iglesias han extendido el tiempo de
adoración con música. En mi opinión, esto tiene muchas cosas buenas, pero aún aquí
yo veo que algunas personas son seducidas. Hay gente que adora a la adoración en
lugar de adorar al Señor Jesús.
6) Seducido por el Compañerismo. He encontrado personas que ponen la
vida cristiana por encima de Jesús. He encontrado feligreses, y hasta estudiantes del
seminario, que se convirtieron a una forma de vida, pero no se convirtieron a
Jesucristo. Ellos aman la vida cristiana: aman el compañerismo, asistir a la iglesia,
asistir a reuniones, donar para causas nobles, el estímulo que obtienen de la lectura
de la Biblia, y hasta la oración. Es posible hacer todas estas cosas y nunca haber
confiado en Jesucristo para el perdón de los pecados y recibir vida eterna. He visto a
estudiantes del seminario siendo guiados a aceptar a Cristo ya en su cuarto año de
139
estudios en el seminario. He visto diáconos de la iglesia alcanzar la fe en Cristo
después de años de fiel servicio en una iglesia conservadora.
Lo que quiero decir es que es posible colocar casi cualquier cosa por encima
de Jesucristo sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Podemos poner la Biblia
y los mandamientos por encima del Señor. Podemos poner los dones espirituales y
hasta varias clases de adoración por encima del Señor. Podemos poner varias formas
de ministerio –testificar, ayudar a los pobres, orar por los enfermos –por encima del
Señor. Es posible ser seducido por todas esas cosas.
Ídolos Brillantes y Atractivos. No debemos equiparar a Jesús con ninguna
de esas cosas aunque sean buenas. Jesús no es una doctrina, una teología, un
principio abstracto, un ministerio, una iglesia, una denominación, una actividad, o
hasta una forma de vida. Jesús es una persona, una persona real. Y Él nos demanda
que lo coloquemos sobre todas esas cosas buenas. Ninguna de esas cosas murió por
nosotros; el Hijo de Dios lo hizo. Ninguna de esas cosas controla nuestro destino; el
Hijo de Dios lo hace. En cualquier momento en que yo empiece a dedicar más atención
a una de esas cosas o a buscar una de ellas más de lo que busco al Hijo de Dios, ésta
se convertirá en un ídolo en mi vida y me alejará de Él. Es muy fácil confundir al amor
a esas buenas cosas con el amor a Jesús. Es muy fácil confundir el estar
comprometido con esas cosas con el estar comprometido con Dios.
Más que ninguna otra cosa, la pasión por Dios debe ser cuidada y cultivada o
la perderemos. Me doy cuenta de que casi todas las cosas buenas en mi vida son
aptas para competir con mi tiempo y mi intimidad con Dios. Lo esencial de todo en la
vida es amar a Dios y entonces amar a su pueblo (Mateo 22:36-40)
Un Amor Apasionado
Con frecuencia hablo de “pasión” por Jesús en lugar de amor por Jesús porque
la palabra amor ha perdido su significado bíblico en muchos círculos religiosos en
nuestros días. Como dije antes, los teólogos y algunos predicadores populares están
constantemente intentando definir el amor principalmente en términos del deber, sin
ninguna referencia a su calidad emocional. Un amor hacia Dios que está desprovisto
de emoción es un producto ficticio creado por las mentes de los maestros modernos.
La Biblia nunca define al amor en esa forma.
Me gusta la palabra pasión porque recalca el lado emocional del amor. Pasión
puede definirse como “cualquier clase de sentimiento por el cual la mente es
poderosamente afectada o conmovida: una emoción vehemente, urgente, o
sobrecogedora”.9 Pasión es un sentimiento que mueve la mente y la voluntad hacia la
acción. El término pasión cubre un amplio rango de sentimientos que son apropiados
para amar a Dios. Me estoy refiriendo a cosas como deseo, anhelo, entusiasmo,
afecto, avidez, hambre, y más. Estos sentimientos son todos característicos de una
persona que está profundamente enamorada.
Yo deseo que esos sentimientos apasionados sean característicos de mi
relación con el Señor Jesús. Por supuesto, yo quiero ser perfectamente obediente al
Señor, pero deseo que esa obediencia surja de un amor apasionado por Él. Yo quiero
obedecer a Jesús no simplemente por disciplina o deber, porque espero una
recompensa o temo un castigo. Quiero servirle sólo por el gozo de poder agradar al
140
que amo tanto. Si la disciplina es fundamentalmente la que nos mueve en nuestra
búsqueda de Jesús, eventualmente nos daremos por vencidos. Pero un hombre
enamorado o una mujer enamorada nunca se rendirán. Esa es la naturaleza del amor
(Cantares 8:6-7). Yo quiero que mi vida se caracterice por un afecto incontenible por
el Hijo de Dios.
¿Es esta una meta realista o sólo un pensamiento ilusionado? He escuchado a
algunas personas enseñar que al comienzo de nuestra relación con Dios es normal
tener pasión por Él, y después de un tiempo relativamente corto también es normal
que esa pasión sea reemplazada con una sensación más confiable de deber y
disciplina. Hasta he escuchado decir a algunos maestros que esta pérdida de pasión
es una señal de madurez espiritual. Creo que la Biblia nos presenta un cuadro
totalmente opuesto.
Piensa en las citas de los Salmos al principio de este capítulo. Los salmistas no habían
perdido su pasión por Dios. Estaban llenos de hambre y anhelo por Él. Emplearon las
metáforas más vívidas para expresar su deseo vehemente por Dios. Tal como el ciervo
estaba sediento por las corrientes de agua, así el salmista estaba sediento de Dios
(Salmo 42:1-2). David dijo que su oración más grandiosa sería sentarse en la casa del
Señor simplemente para “mirar la hermosura del Señor y buscarlo en su templo”
(Salmo 27:4). Si los santos del antiguo testamento se sentían apasionados por Dios,
¿cuánto más los santos del Nuevo Testamento debemos sentirnos así, puesto que
vivimos a la luz de la cruz y con el poder del Espíritu Santo?
Empero, si hemos perdido esa pasión, ¿cómo podemos recuperarla? ¿Y cómo
están relacionados nuestra pasión por Dios y el hecho de experimentar su poder?
Exploraremos estas preguntas en el capítulo final.
141
Capítulo 14: Desarrollando Pasión y Poder. (195-207 en Inglés)
(Traducido por TLA)
Un día Jesús llegó a la aldea de Betania y decidió quedarse en la casa de María,
la hermana de Martha y de Lázaro (Lucas 10:38-42). María sentía tanto deseo y tanto
afecto por el Señor que se sentó a sus pies escuchando todo lo que Él decía. Era la
hora de la comida, pero ella prefería escuchar a Jesús en lugar comer.
De acuerdo a las reglas comunes de hospitalidad en el antiguo Cercano
Oriente, María era responsable, junto con su hermana Martha, de servirles una comida
a Jesús y a sus discípulos. Pero su deseo de escucharlo y estar con Él era mayor que
el de servirle la comida. Su afecto por el Señor iba más allá de las reglas de etiqueta.
Yo estoy seguro de que si Jesús le hubiera dicho a María que fuera a ayudarle a su
hermana Martha, ella lo habría hecho enseguida. Pero de ninguna manera iba a
alejarse de su presencia a menos que Él se lo ordenara.
Los predicadores con frecuencia usan este incidente como un argumento para
recalcar la necesidad del estudio de la Biblia. Sin embargo, María no estaba
estudiando la Biblia; ella estaba sentada a los pies de su persona favorita escuchando
atentamente todo lo que Él decía.
La pasión profunda de María por el Señor se observó también seis días antes
de la última Pascua de Jesús. Él sabía que sólo le quedaban seis días antes de ir a la
cruz, ¿En dónde creen que escogió pasar esos últimos seis días? Él pasó por alto a
todas las personas y lugares “políticamente correctos” en Jerusalén y se fue a la aldea
de Betania, a de tres millas de la ciudad. El prefirió la casa de Lázaro, Martha, y María.
¿Por qué? Porque este era el lugar que su Padre celestial había escogido desde la
fundación del mundo para que su Hijo fuera ungido para su sepultura.
¿A quién le daría Dios el honor de ungir a su Hijo?
Sucedió así.
María llegó a mitad de la comida llevando una libra de nardo puro, un perfume
que valía cuando menos el salario de un año. Entonces, ella “desperdició” ese costoso
perfume derramándolo sobre los pies de Jesús. Enseguida soltó su cabello y lo usó
para secar con él los pies del Señor (Juan 12:1-3).
Ésta fue una acción extraordinaria. También fue una acción indebida. María
interrumpió la comida, se acercó a un huésped de sexo masculino, se soltó el cabello
a la manera de una mujer inmoral, y ejecutó una tarea correspondiente a una esclava.
¿Qué fue lo que la impulsó a humillarse y a traspasar los límites del decoro?1 ¿Qué la
indujo a realizar semejante derroche?
Fue esto: Ella reconocía la grandeza de Jesús, y sabía que Él merecía todo el
lujo que ella pudiera prodigarle. Él era digno de la humillación más profunda que ella
pudiera sufrir por Él. María estaba impulsada por una pasión santa por el Hijo de Dios.
Ella derramó el perfume sobre Jesús, y estaba dispuesta a derramar su vida entera
por Él si él le daba la oportunidad. El regalo era extraordinario, pero éste solamente
era un reflejo de sus sentimientos extraordinarios hacia Cristo.
Tanto Juan como Lucas muestran esas “instantáneas” de María porque están
presentando su vida como un ejemplo para que nosotros la imitemos. ¿Cómo
podemos desarrollar la misma pasión y devoción que María sentía por Jesús?
Desarrollando Pasión por Jesús
142
Existen tres pasos sencillos para desarrollar la pasión por Jesús. El primer paso
es obvio. No puedes amar o sentir pasión por alguien a quien no conoces. Como
María, debemos tomarnos el tiempo necesario para conocer a Jesús. Mientras más
tiempo pasemos sentados a sus pies y escuchándole, mejor le conoceremos. Y
mientras más le conozcamos, más le amaremos.
Durante nuestro período acostumbrado de meditación y oración, debemos
recordarnos a nosotros mismos que el propósito de este tiempo es reunirnos con una
Persona real. Esta Persona nos habla, nos guía, nos alienta, nos da revelación, y
produce en nosotros convicción de pecado. Se enoja, y perdona. Tenemos la
capacidad de causarle dolor y hacer que se regocije. Estas son las cosas que las
Escrituras nos enseñan acerca de Dios cuando nos acercamos a Él en oración.
No debemos asumir que debido a que podemos leer, ya podemos entrar a su
presencia. Leer la Biblia de forma mecánica u orar de manera ritualista no nos llevará
a la presencia de Dios. El salmista le pidió, “Abre mis ojos, para que vea las verdades
maravillosas que hay en tus enseñanzas” Salmo 119:18. Él sabía que sin la presencia
de Dios para iluminar su Palabra, nunca vería “las verdades maravillosas”. Pide la
presencia de Dios, no asumas que ya está allí. Acércate a su Palabra deseando
encontrarte y hablar con una Persona. Escúchale mientras meditas y oras.
Estas son cosas que todos sabemos. Nos las han enseñado desde que nos
convertimos. El problema no es que no las conozcamos; el problema es que no las
hacemos. Cuando yo era pastor de una iglesia bíblica, la principal exhortación que
hacía a las personas, era que leyeran la Biblia y oraran. Y cuando las aconsejaba, la
confesión número uno que hacían era que no leían la Palabra ni oraban de manera
regular.
Desde hace aproximadamente diez años he viajado extensamente a través de
la Iglesia Cristiana. Y tendría que admitir que la mayoría de los pastores y miembros
de la iglesia que he conocido, no tienen un tiempo personal consistente de meditación
en la Biblia, y de oración. Y he descubierto que esto es cierto en todas las ramas de
la iglesia.
Los cristianos a quienes les hablo creen en que la Palabra y la oración son
importantes, y ellos realmente desean meditar y orar, pero simplemente no lo hacen.
En la mayoría de los casos esto no se debe a un fracaso moral en sus vidas. Más
bien, no se reúnen con el Señor por una simple falla mecánica –no programan un
tiempo con Él.
La gente tiende a vivir bajo la ilusión de que siempre van a tener tiempo para
orar y meditar en la Palabra. Esa es una de las mentiras más exitosas del diablo. Él
sabe que si puede mantenerte fuera de la presencia de Dios, te derrotará. Aún si tienes
una vasta cantidad de conocimiento bíblico, eso sólo hará que te sientas muy orgulloso
e inteligente y que lastimes a otras personas si no entras constantemente a la
presencia de Dios. Aún si tienes dones espirituales poderosos, solamente harás
estragos en tu iglesia si no estás en la presencia de Dios de manera regular. Nunca
alcanzaremos la pasión por el Hijo de Dios, ni seremos de provecho a la larga para su
servicio, si no estamos constantemente en su presencia.
No hay un solo héroe de la Biblia que no se haya acercado a la presencia de
Dios de manera constante. Sigamos el ejemplo de Josué y meditemos en la Palabra
de día y de noche (Josué 1:5-9). Sigamos el ejemplo de Pablo y oremos sin cesar (1
143
Ts. 5:17). Sigamos el ejemplo de María y sentémonos a los pies de Jesús (Lucas
10:39). Para seguir sus ejemplos, debemos aprender a apartar un tiempo de manera
sistemática, o nunca estaremos delante de Dios de manera constante. Si hacemos
esto de forma habitual, esperando encontrarnos con su Persona, esta Persona nunca
nos decepcionará.
He aquí la segunda clave para adquirir pasión por el Señor Jesús. En todas las
relaciones de vez en cuando se forman barreras debido a malos entendidos y a veces
por causa de agravios. No sucede de manera diferente en nuestra relación con el
Señor. Cada vez que pecamos, se crea un obstáculo entre nosotros y Él. La culpa por
el pecado puede impedir que vayamos a la presencia del Señor. Esto pasa también
en nuestras relaciones horizontales. Cuando lastimo a alguien a quien amo, no puedo
disfrutar de su compañía hasta que el problema se arregla.
Existe solamente una cosa que puede remover la barrera entre Dios y sus hijos
desobedientes. Esa cosa es la sangre de su Hijo.
Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión
unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado.
Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a
nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a
Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad. (1Juan 1:7-9).
La culpa por el pecado nos es quitada todas las veces que confesamos ese
pecado, confiando en el poder de la sangre de Jesucristo para perdonarnos y
limpiarnos.
Esta es otra verdad que nos ha sido enseñada desde nuestra conversión. Sin
embargo yo me encuentro con muchos cristianos que están agobiados por la culpa
del pecado y parecen vivir más tiempo bajo la condenación que en la libertad de Cristo.
Muchas personas me han dicho que confesaron sus pecados pero que no se sienten
perdonados. No es suficiente decir algunas palabras de arrepentimiento; debemos
confiar en el poder de la sangre de Jesús para ser perdonados. Nunca vamos a ser lo
suficientemente santos o lo suficientemente disciplinados para llegar a la presencia
de Dios y ser perdonados si no es por la sangre de su Hijo. La única herramienta que
el Padre nos ha dado para quitar el pecado y la culpa, es la sangre de su Hijo. Nuestras
buenas obras, nuestras vidas reformadas y nuestras mejores intenciones nunca
quitarán la culpa por el pecado.
Una cosa más es absolutamente esencial si habremos de ser consumidos por
la pasión hacia el Hijo de Dios. La mayor parte de mi vida cristiana he cometido el
mismo error una y otra vez. Insisto en seguir confiando en mi disciplina, mis buenas
intenciones, y en mi conocimiento de la Biblia, para producir amor hacia Dios. Sin
embargo, siempre acabo en el legalismo y en el sentirme justo en mi propia opinión
cuando pongo mi confianza en esas cosas.
Un día, el Señor interrumpió todo esto cuando un querido amigo mío, Mike
Bickle, me platicó que él nunca se había recuperado de la conmoción que le causó
algo que el Señor le dijo: “Si vas a tener éxito en tu vida cristiana, no va a ser porque
eres un buen discípulo. Va a ser porque mi Hijo es un buen líder. Pon tu confianza en
su habilidad para guiarte, no en tu habilidad para seguirle”. Esa revelación divina se
144
me clavó en el corazón. Me di cuenta de cuál era la razón por la que el sentirme justo
en mi propia opinión y el legalismo, constantemente edificaban fortalezas en mi vida.
Por favor no me malinterpreten. No estoy implicando que no necesitamos
disciplina, o conocimiento de la Biblia, o comportamiento piadoso –lo necesitamos. Ni
estoy sugiriendo que seamos pasivos y simplemente dejemos que Dios haga todo.
Estoy hablando acerca de nuestra actitud y de nuestra confianza. Debemos actuar
correctamente, pero no debemos poner nuestra confianza en nuestra habilidad para
hacerlo. Nuestros corazones son increíblemente propensos al engaño (Jer. 17:9), y
nuestros pies están igualmente propensos a desviarnos de la senda de la justicia (Ro.
3: 10-18). A la luz de esto, ¿cómo podremos confiar jamás en nuestra capacidad de
seguir a Jesús?
He llegado a un punto de mi vida en donde me doy cuenta de que si he de llegar
a sentir la pasión por el Hijo de Dios, no será porque lo haya logrado por mí mismo;
será porque él me la dio como el regalo más grande y por su gracia. Después de todo,
¿no es así como las cosas más grandes llegan a nosotros, como regalos? Santiago
dice: “…no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios”. (Santiago 4:2). Los
regalos más maravillosos que Dios tiene para nosotros, son nuestros, sólo tenemos
que pedirlos. Podemos recibir cualquier cosa de él por la cual estemos dispuestos a
luchar en oración. Te animo a pasar más tiempo orando a Dios para que te conceda
la pasión por su Hijo, que el que pasas orando por cualquier otra cosa.
Hay una oración que es la que ha hecho más para generar pasión en mi
corazón por el Señor Jesús que cualquiera otra cosa que haya hecho antes. Esta
oración se encuentra dentro de la que es tal vez la más grandiosa oración en la Biblia.
Me refiero a la oración de alto sacerdocio del Señor Jesús en Juan 17. He convertido
el último versículo de esa oración en mi propia oración personal.
Yo te he dado a conocer a ellos y seguiré haciéndolo. Entonces tu
amor por mí estará en ellos, y yo también estaré en ellos. (Juan 17:26)
Jesús dijo que él había declarado el nombre del Padre a sus discípulos; es
decir, les había mostrado cómo es el Padre. Jesús hizo esto con un propósito
fundamental: él deseaba que sus discípulos lo amaran como el Padre celestial lo ama
a él. Él quería que el amor que el Padre siente por él estuviera en sus discípulos.
Yo leí este versículo muchas veces hasta que lo entendí. La primera vez
realmente comprendí lo que Jesús estaba diciendo, pero tenía dificultad para creerlo.
¿Cómo podría yo amar a Jesús como el Padre ama a su propio Hijo? Por supuesto
que nadie puede amar a alguien con el mismo nivel de calidad que Dios nos ama.
Además, tampoco podemos ser tan santos como Dios. Sin embargo, Dios nos dice,
“Sé santo porque yo, el Señor tu Dios, soy santo” (Lv. 19:2). Es a través de su Espíritu
en nosotros que podemos caminar en santidad. Y ese mismo poder nos capacita para
vivir nuestras vidas con una pasión ardiente por nuestro Señor.
El Padre ama al Hijo más que a nada ni a nadie. Sus ojos nunca se apartan de
su Hijo. Todo lo que el Padre hace, lo hace para el Hijo. Jesús oró para que nosotros
fuésemos impulsados por esa misma pasión santa.
Yo he parafraseado Juan 17:26 para orar de esta manera: “Padre concédeme
el poder del Espíritu Santo para amar al Hijo de Dios como tú lo amas”. Yo hago esta
145
oración en la mañana cuando me levanto; la digo durante el día cuando mi mente tiene
un momento de descanso; y la repito en la noche cuando me voy a dormir. Esta
oración ha capturado mi corazón. Cuando la hago, estoy manifestándole a Dios que
si él no me concede que el Espíritu Santo trabaje en mi vida, yo nunca conseguiré
sentir la pasión por el Hijo de Dios. Estoy reconociendo delante de Él que mi piedad,
mi disciplina, mi conocimiento de la Palabra, aunque sean cosas buenas, son
insuficientes para producir pasión por el Hijo de Dios. Yo puedo cambiar mi mente,
pero solo el Espíritu Santo puede cambiar mi corazón.2 El amor divino sólo puede ser
impartido divinamente.
Si tú empiezas a orar esta oración de manera constante, la pasión por el Hijo
de Dios empezará a fluir dentro de tu corazón. Pueden pasar meses o incluso años
antes de que sientas una diferencia significativa. De hecho, probablemente nunca
podrás señalar el día o la hora en que empezaste a ser consumido por la pasión hacia
el Hijo de Dios, pero los demás lo notarán. Ellos te dirán que has cambiado, que te
ves diferente. Te dirán que hay en ti una bondad y una amabilidad que no habían
notado antes. Hay una cualidad infecciosa en tu amor por el Hijo de Dios que no
parece haber estado antes allí, y ellos desearán saber cómo le hiciste.
No seas pasivo acerca de adquirir pasión por el Hijo de Dios. Haz de ello el
centro de tu vida. Fija tu mirada en el Hijo de Dios y deja que permanezca allí (He.
12:2), y descubrirás que te estás pareciendo a él. Descubrirás que te estás
enamorando de él en tanto le pides a Dios día tras día que te consuma con la pasión
por su glorioso Hijo. Y esa pasión, cuando empiece a morar en tu corazón, derrotará
a un millar de pecados en tu vida. Empezarás a amar lo que él ama y a odiar lo que él
odia.
Pasión y Poder
¿Qué tiene que ver esta plática acerca de la pasión, con el poder y los dones
milagrosos del Espíritu? Sencillamente esto: el amor apasionado por Dios es la clave
del poder. Los apóstoles del Señor Jesús eran famosos por el poder milagroso que se
manifestaba en ellos. El secreto de este poder se encuentra en su llamado:
Tiempo después Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo
acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. Luego nombró a doce de ellos y los
llamó sus apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar y les daría
autoridad para expulsar demonios. (Marcos 3:13-15)
En la versión de Marcos del llamado de los apóstoles, Jesús designó a los doce
con tres propósitos: (1) que ellos lo acompañaran, (2) que los enviaría a predicar, y
(3) que les daría autoridad para expulsar demonios. El orden de estos propósitos es
altamente significativo. Antes de que intentaran ministrar para Jesús predicando y
expulsando demonios, ellos fueron llamados a “acompañarlo”. Y de esa experiencia
íntima de estar con Jesús, él les dio poder para predicar y expulsar demonios.
Las personas más poderosas en la tierra son aquellos que han estado con
Jesús (Hechos 4:13). Intimidad con Jesús, “estar con Él”, siempre produce pasión por
él. Piensen en algunas de las personas más poderosas en las Escrituras. Gente como
Moisés, Daniel, Pedro, Juan, y Pablo, fueron poderosos en los milagros, o en la
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revelación, o en ambas cosas.. Ellos fueron también personas consumidas por la
pasión hacia Dios. No obstante, como lo hemos visto, la pasión y el poder no estaban
limitados a los profetas en el Antiguo Testamento ni a los apóstoles en el Nuevo
Testamento. Consideren un episodio más en la vida de María.
Cuando Lázaro, el hermano de María, murió, Jesús llegó a su casa cuatro días
después. Martha fue la primera en saludarlo. Le dijo, “Señor, si hubieras estado aquí,
mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). Jesús le respondió a Martha
presentándole una de las más grandes enseñanzas teológicas de todas las Escrituras:
“Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25, énfasis mío).
Cuando María se encontró con el Señor Jesús unos momentos después, ella
le dijo las mismas palabras que Martha había dicho, “Señor, si hubieras estado aquí,
mi hermano no habría muerto” (Juan 11:32). Cuando María dijo estas palabras, sin
embargo, Jesús lloró. Entonces él caminó hacia la tumba y resucitó al hermano de
María, de entre los muertos.
Las personas que tienen la pasión de María por el Señor Jesús, pueden
conmoverlo de una manera que otros no pueden. Una persona como Martha pudo
obtener una gran enseñanza teológica de Jesús. Pero una persona como María, pudo
quebrantar su corazón y moverlo a compasión para que resucitara a alguien de la
muerte.
Las personas que sienten la pasión de María por el Señor Jesús pueden
conmoverlos de una manera que otros no pueden. La pasión por Jesús le dio a María
el acceso a su poder.
Permítanme presentarles un dramático ejemplo contemporáneo para ilustrar lo
que quiero decirles.
Mahesh Chavda, un evangelista quien es ampliamente conocido por las
sanidades y milagros, enfrentó un terrible dilema en mayo de 1985. Su hijo Aarón
acababa de nacer cuatro meses prematuramente. Los médicos no les daban
esperanzas a Mahesh y a su esposa, Bonnie, de que el pequeño Aarón sobreviviría.
La muerte era segura e inminente. El doctor les dijo que aún si sobreviviera, el cerebro
no se había desarrollado adecuadamente y el niño sería un “vegetal”.
Casi un año antes, Mahesh había dado su palabra de que él dirigiría varias
campañas en África. Su esposa y el bebé estaban en el hospital, y él tenía ya
programado el vuelo a África. Sintió que el Señor le estaba diciendo que fuera y que
cumpliera con su compromiso. Sin embargo, sus emociones le decían que se quedara.
¿Cómo podría dejar a Bonnie para que sepultara a Aarón ella sola?
Bonnie lo convenció de que se fuera. “Tu trabajo es ir cuando el Señor te dice
que vayas”, le dijo “No importa si tú estás aquí o no, lo que importa es que el Señor
esté aquí. Y yo sé que él lo está. Si Aarón vive, será porque el Señor intervino, y no
porque tú estés en casa”.
Maesh dejó a Bonnie y caminó hacia la unidad de cuidados intensivos en donde
su pequeñito yacía luchando por su vida. En ese momento Aarón pesaba un poco más
de medio kilogramo. Mahesh deslizó su mano por debajo de Aarón. Era tan pequeño
que cabía fácilmente en la mano de su padre. Mahesh observó cómo Aarón jadeaba
dolorosamente tratando de respirar con sus pulmones parcialmente desarrollados.
Entonces lo ungió con aceite y oró por él. Finalmente, miró a su hijito y le dijo, “Aarón,
parece que no te voy a volver a ver. Quiero que sepas que tu papito te ama. Pero
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Jesús te ama mucho más que yo. Si ya no te veo otra vez aquí en la tierra, sé que te
veré en el cielo”. Con esas palabras de despedida, se dio la vuelta y se fue al
aeropuerto.
Semanas después, cuando Mahesh había terminado las campañas en Zambia,
pudo por fin comunicarse con Bonnie. Milagrosamente Aarón seguía aferrándose a la
vida. Mahesh tomó un avión rumbo a Zaire y aterrizó en la capital, Kinshasa, el
domingo 9 de junio de 1985.
No conocía a los organizadores locales de la campaña en Kinshasa, y no le
habían informado nada acerca de las preparaciones para las reuniones. Él esperaba
una audiencia pequeña, como de 700-800 personas. La mañana del lunes en la
reunión de líderes, hubo 2 300 personas. Cuando la asamblea, estaba a punto de
terminar, una anciana cuyo cuerpo estaba cubierto de tumores cancerosos fue
sanada instantáneamente a la vista de todos. Los tumores habían desaparecido
completamente.
La noticia de esta sanidad milagrosa se propagó como reguero de pólvora. Esa
noche ¡asistieron 100 000 personas a la reunión! Los que vinieron padecían todas las
enfermedades imaginables; algunos eran llevados en carretillas. Fueron tantas las
personas que recibieron sanidad esa noche que hasta los brujos y hechiceros que
habían acudido a trastornar la reunión, fueron convertidos, arrepintiéndose
públicamente y declarando su fe en Jesús. Para el miércoles 12 de junio, la multitud
de la reunión matinal, había aumentado a 30 000.
Esa mañana, Mulamba Manikai estaba de pie entre la multitud, y aunque su
corazón estaba muy lastimado, él estaba escuchando a Mahesh atentamente. A
diferencia de la mayoría de sus vecinos en la calle Lumbi, en la sección Mikondo de
Kinshasa, Mulamba y su familia eran cristianos. El martes a llegar a su casa después
de la reunión, se encontró con que su hijo de seis años, Katshinyi, estaba paralizado
y en estado de coma. Mulamba y su hermano mayor, Kuamba, llevaron al niño al
servicio médico de la compañía en que trabajaba Mulamba. El diagnóstico fue malaria
cerebral, y le dijeron a Mulamba que llevara a su hijo a la clínica de Mikondo para
recibir tratamiento.
A las cuatro de la mañana del miércoles cuando iban llegando a la clínica, el
niño de seis años, Katshinyi, tuvo un espasmo y dejó de respirar. Entonces su corazón
dejó de latir y murió en brazos de su padre. En la clínica un médico le aplicó una
inyección y trató de resucitarlo, pero fue inútil. “Su hijo está muerto” le dijo a Mulamba.
“No puedo hacer nada por él. Debe llevarlo al Hospital Mama Yemo en Kinshasa y
obtener un certificado de defunción para sepultarlo.
Cuando llevaron el cuerpo al hospital, el niño fue declarado muerto de nuevo.
Mulamba dejó el cuerpo de su hijo en el hospital con Kuamba, para ir a conseguir
dinero para comprar el permiso para sepultarlo.
Al salir a la calle, Mulamba comenzó a orar para que el Señor resucitara a su
hijo, si esto traería gloria a Dios. Justamente cuando él recordó la historia de Pedro
resucitando a Dorcas, Mulamba escuchó que Dios le decía estas palabras: “¿Por qué
lloras? Mi siervo está en esta ciudad, acude a él”.
Mulamba sabía que el Señor se refería a Mahesh. Corrió hacia la Plaza
Kasavubu en donde Mahesh estaba predicando a 30 000 personas. Mahesh estaba
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concluyendo su mensaje. Exactamente a las doce de mediodía, ocho horas después
de que Katshinyi había muerto, Mahesh se retiró del micrófono.
Súbitamente, Mahesh sintió como si Dios lo hubiera transportado a otro
universo. Ya no percibía a la multitud. Estaba envuelto en silencio. La voz apacible del
Espíritu Santo le habló de manera clara e inequívoca, “Hay un hombre aquí cuyo hijo
murió esta mañana. Invítalo a pasar al frente. Quiero hacer algo maravilloso por él”.
Mahesh dijo exactamente esas mismas palabras a la audiencia.
Mulamba corrió hacia adelante gritando, “¡soy yo!, ¡soy yo!”. Inmediatamente
Mahesh puso sus manos sobre la cabeza de Mulamba y oró, “Señor Jesús, en tu
nombre ato los poderes de oscuridad y muerte que están obrando en el hijo de este
hombre, y te pido que envíes tu Espíritu de resurrección para regresarlo a la vida”.
He aquí lo que sucedió en el hospital a las doce del mediodía del 12 de junio
de 1985, mientras Mahesh estaba orando sobre Mulamba en la Plaza Kasavubu. Allá
en el Hospital Mama Yemo, Kuamba estaba sosteniendo en sus brazos el cuerpo del
hijo de su hermano. A mediodía sintió que el cuerpo se movía, y entonces el niño
estornudó. Katshinyi se sentó y pidió de comer. Después comenzó a llamar a su padre.
Dios lo había traído de regreso de entre los muertos.
No es necesario decir que en el hospital se armó un escándalo. Mulamba entró
en la habitación en el momento que Katshinyi lo estaba llamando. Él asió a su hijo y
empezó a gritar alabanzas a Dios en el cuarto del hospital, el cual unos minutos antes
había servido de morgue para el cuerpo sin vida del niño.
La noticia de este gran milagro se difundió a través de la ciudad, y ese fin de
semana más de 200 000 personas asistieron esa noche a escuchar el evangelio.
Muchos fueron salvados y sanados.
Yo he visto una copia del certificado de defunción de Katshinyi Manikai, con el
sello oficial y la firma de Iwanga Embum. Algún escéptico puede alegar que la muerte
de Katshinyi se diagnosticó equivocadamente y que él solamente estaba en estado
de coma. Sin embargo, ello no explicaría la coincidencia entre la revelación (que el
hijo de un hombre había muerto y que Dios iba a hacer algo por él) que le fue dada a
Mahesh ocho horas después, y la recuperación inmediata del niño.
Conozco personalmente a Mahesh Chavda, y estoy convencido de su
integridad y de la validez de su ministerio. Pero también lo están 30 000 residentes de
Kinshasa, Zaire, quienes fueron testigos de los eventos milagrosos del 12 de junio de
1985.
El hermano de Mulamba, Kuamba, se convirtió al cristianismo cuando fue
testigo del poder de Dios esa mañana. La familia Manikai todavía vive en la calle Lumbi
No. 26, en Kinshasa.
Dios premió a Mahesh por su fidelidad, de dos maneras. Primera, le permitió
participar en una resurrección milagrosa. Segunda, Dios se acordó del pequeño
Aarón, el hijo de Mahesh y lo sanó completamente. Hoy, Aarón Chavda es un
saludable niño de ocho años3.
La madurez espiritual no consiste en poseer vastas cantidades de conocimiento
bíblico, o en poseer los dones espirituales más poderosos. Las personas carnales
pueden tener ambas cosas. La madurez espiritual consiste en compartir su amor y
reconocer su voz. Es amar lo que Dios ama y odiar lo que él odia. Los cristianos
espiritualmente maduros aman a Dios y a su pueblo apasionadamente, y odian
149
cualquier cosa que los separe de Dios. Solamente en el contexto de un amor así, el
conocimiento de la Biblia y los dones del Espíritu podrán alcanzar los propósitos
divinos. El poder del Espíritu puede fluir sin obstáculos a través del apasionado amor
de Dios y de sus hijos.
Entre las mujeres de la Biblia, pienso que María es el mejor ejemplo de esta
pasión por el Hijo de Dios. Entre los hombres, el mejor ejemplo sería el apóstol Juan.
A él se le ha llamado “el discípulo a quien Jesús amaba”. La Biblia Viviente se refiere
a Juan como “el mejor amigo de Jesús” (Juan 13:23). Esa es una buena traducción.
Juan fue siempre uno de los tres discípulos a quienes se les permitió estar en el
“círculo interior”. Pero de los tres, él era el más cercano a Jesús, y todos lo sabían.
En la Última Cena, Jesús sorprendió a los discípulos cuando les dijo que uno
de ellos lo iba a traicionar. Ellos se morían de curiosidad por saber quién sería, pero
ninguno tenía el valor de preguntárselo a Jesús –ni siquiera Pedro. Así que Pedro se
volvió hacia Juan y le dijo, “tú pregúntale”. Pedro sabía lo que cada uno de los que
estaban alrededor de la mesa sabían, que Juan podía obtener de Jesús algo que
ninguno de los demás podría. Sin dudarlo un momento, Juan se volvió a Jesús, puso
su cabeza en su pecho y preguntó, “¿Quién es, Señor?” Jesús respondió
inmediatamente, al darle un trozo de pan a Judas. Como pueden ver, Juan realmente
era el mejor amigo de Jesús.
Al día siguiente, Jesús estaba colgado en una cruz y recorría con la mirada un
universo en el cual cada posible indicio de Dios aparentemente había desaparecido.
Todos, menos uno de sus discípulos, lo habían abandonado. Sólo Juan y cuatro
mujeres estaban al pie de la cruz. Jesús miró hacia abajo y vio a su madre. ¿Quién
cuidaría de ella ahora? ¿Sus hermanos? ¿Los apóstoles? No, ellos lo habían
abandonado. Entonces miró a Juan. Fue como si él hubiera dicho en su espíritu, “Juan
tú eres lo único que tengo. Nadie más cuidará a mi madre”. Con tierno afecto, Jesús
le dijo a María, “Querida mujer, he aquí a tu hijo”. Entonces le dijo a su mejor amigo,
“He aquí a tu madre”.
Juan era realmente el mejor amigo de Jesús. Pero Juan no tiene que ser el
único que es el mejor amigo de Jesús.
Todos disponemos de solo un poco de tiempo aquí en la tierra, y después
estaremos delante de Dios para darle cuentas de nuestra vida. ¿Por qué no ser como
María y escoger la mejor parte, la única cosa necesaria, para que podamos estar
confiados delante de él en ese día? ¿Por qué no ser cómo Juan y hacer de Jesús
nuestro mejor amigo? El corazón de Jesús es lo suficientemente grande para
acomodar a muchos más mejores amigos y muchas más Marías.
¿Por qué querrías conformarte con algo menos que eso?
150
Epilogo: Escuchando a Dios hablar el día de hoy. (Páginas 209-215 Inglés)
Kevin Forest se convirtió poco después de su graduación de preparatoria. Su
“pasado” no había sido bueno. Él había crecido en un medio inmoral, y varias formas
de inmoralidad sexual lo habían esclavizado algunas veces. Casi por un año después
de experiencia de conversión se las arregló para permanecer lejos de la inmoralidad.
Entonces él volvió a caer en esa esclavitud.
Por ese tiempo él conoció a Regina y se casó con ella. En muchos casos el
matrimonio detiene el comportamiento inmoral, pero no funcionó de esa forma en el
caso de Kevin. Aun después de su matrimonio él continuó su vida inmoral, pero Regina
no lo supo.
Ellos iniciaron una familia. Les nacieron un hijo y una hija, pero Kevin continuó
sus adulterios. Regina se enteró de uno de ellos. Le rompió el corazón, pero perdonó
a Kevin. Kevin mintió acerca de sus otros adulterios, prometió ser fiel, y continuó sus
prácticas adúlteras.
Entonces en 1986 su hija de dos años, Haylie, murió de un tumor cerebral. La
aflicción de Kevin se convirtió en coraje contra Dios. ¿Por qué Dios le quitaría a su
bebita? ¿Para castigarlo por sus pecados secretos? Sin embargo, ni la pérdida de su
hija pudo traer a Kevin al arrepentimiento. Él continuó llevando dos vidas. La que todo
mundo vio era el esposo y padre fiel que iba a la iglesia. Pero en secreto él estaba
enredado en inmoralidad sexual.
Al deslizarse Kevin a una oscuridad más profunda, Regina se acercó más y
más a Dios. Kevin empezó a despreciarla por este acercamiento.
En julio de 1989 los Forest estaban viviendo en Santa María, California, y
asistiendo a la Iglesia Cristiana Vineyard. Con la ayuda de Dios Regina encontró una
pequeña parte de la infidelidad de Kevin. Después de su primera confrontación,
Regina llamó a sus pastores, Carl Tuttle y Ralph Kucera para que la ayudaran. La
esposa de Carl, Sonja, fue a la casa de los Forest para consolar a Regina, mientras
Kevin fue a la casa de Ralph y Linda Kucera.
Kevin tenía dos alternativas en mente: se iba a suicidar o iba a huir para
empezar una nueva identidad. Sus pastores llegaron cerca de usar la fuerza física
para detenerlo.
Paul Cain estaba en la ciudad esa semana para participar en una conferencia
de Vineyard. La noche del choque entre Kevin y Regina, el Señor le dio una visión de
los Forest. Cuando él despertó la siguiente mañana, le llamó a Tuttle y le dijo, “Tienen
un problema familiar en su iglesia”
“Eso es cierto” dijo Carl.
“Su nombre es Regina, ¿Cuál es su nombre?” preguntó Paul.
“Es Kevin”.
151
“Escucha, Carl, este hombre quiere huir. No lo dejen hacerlo. Asegúrate de que
va a la reunión de esta noche. El Señor puede hacer algo por él”. Entonces Paul colgó.
Ambos Kevin y Regina vinieron a la iglesia esa noche, pero no sentaron juntos.
Al final de su mensaje, Paul le pidió a Kevin que se pusiera de pie. Un hombre llamado
Kevin se paró inmediatamente, pero no era Kevin Forest. Paul dijo “No, tú no eres el
Kevin que yo vi en la visión, Hay otro Kevin aquí”.
Entonces Kevin Forest se levantó lentamente.
“Kevin no quiero avergonzarte pero tu matrimonio está en las rocas” dijo Paul.
“Anoche tuve una visión de ti y de Regina, ¿ese es el nombre de tu esposa, no? Yo
no quiero avergonzarte, yo quiero restaurarte. El Señor llama a tu esposa “recta”, pero
Satanás te ha llevado al pecado. Él ha tratado de destruirte. Él tiene un contrato sobre
tu vida. Tú tienes veintiocho años de edad y el diablo planea matarte antes de tu
cumpleaños número treinta. Él no ha sido capaz de matarte todavía, pero él ha matado
a tu bebé. Satanás mató a tu bebé, Dios no lo hizo”.
Kevin sintió como si su corazón se partiera en dos cuando Paul dijo eso. Él
había estado enojado con Dios por la muerte de Haylie, pero no fue Dios quién tomó
a Haylie. El acuerdo de Kevin con la maldad le había dado al diablo una abertura para
dañar a su familia.
“Satanás quiere matarte porque sabe lo que Dios tiene para ti y para Regina”
“¿En dónde está tu esposa?” preguntó Paul.
“Ahí estas Regina”
Paul miró a Regina y apeló a ella como un padre.
“Regina, por favor confía en lo que te voy a decir. Tú debes perdonar a este
hombre por todas las cosas que fueron descubiertas y reveladas”.
Entonces Paul les pidió a los dos que pasaran al frente de la iglesia y estuvieran
delante de él.
“Regina, tú debes ser recta. Satanás es el que es tu enemigo. Anoche el Señor
me mostró que tu bebé está muerta y que tu hermano está muerto. (El hermano de
Regina había muerto tres meses antes que su hija). Es un ataque directo del diablo.
El devorador está a tu puerta ahora, pero el Señor dijo que sus vidas y su matrimonio
va a ser restaurado.”
“La única manera de salir de eso es el perdón total y volver a hacer sus votos
sagrados de nuevo. El Señor dijo que esta es la única manera de salir. Anoche fue la
noche oscura del alma, pero las cosas podrían ser peor. El Señor me mostró que tú
tienes dos niños que te necesitan. ¡Kevin por el amor de Dios arrepiéntete esta
noche?.
“El Señor te va a ayudar, Kevin, mírame, desde esta noche en adelante porque
tú te has arrepentido. Y Regina, tú vas a tener que perdonar a este hombre, porque el
Señor porque el Señor dijo que después de la media noche tu esposo ya nunca será
llamado Kevin, él va a ser llamado “San Juan”. Ese es su segundo nombte.”
152
“Alabemos al Señor por eso. “Señor yo pronuncio una bendición sobre todo
matrimonio desgarrado, sobre toda vida enferma aquí. Yo oro que tú los sanes del
cáncer de ese matrimonio”
“Yo los declaro esposo y esposa de nuevo. Yo quiero que tú conozcas a los
nuevos San Juan y Regina. Amén.”
“¡Yo quiero que le den las gracias al Señor por eso!”.
Lo que acabo de escribir no se acerca bien a describir adecuadamente lo que
ocurrió en la iglesia esa noche. La gente fue sobrecogida por la presencia del Señor.
Algunos estaban llorando incontrolablemente. Algunos, con miedo de que sus propios
pecados se fueran a revelar ahora, empezaron a arrepentirse. Otros estaban
adorando al Señor por su tierna misericordia y su poder omnisciente.
Había una autoridad y poder en las palabras que Paul habló esa noche que no
pueden capturarse en el papel. El único nombre que él conocía por medios naturales
era Kevin. Todo lo demás, todos los otros nombres, los eventos, y la restauración del
matrimonio, le fueron revelados a Paul por el Señor.
Esta es una de las razones de que las palabras tuvieron un impacto divino. La
gente en el salón entendió que esas eran verdaderas palabras proféticas. Esas
palabras proféticas hicieron lo que el apóstol Pablo dijo que harían: ¡Ocasionaron que
la gente cayera sobre sus caras y declararan que Dios estaba entre ellos! (1 Co 14:2425).
El día siguiente Paul Cain le dijo al pastor Tuttle que otros doce matrimonios en
su iglesia estaban en serios problemas y que el Señor usaría el arrepentimiento de
Kevin y el perdón de Regina para sanar esos matrimonios. Dos semanas después
Kevin y Regina renovaron sus votos matrimoniales un domingo en la mañana delante
de toda la congregación. Después Carl Tuttle dijo a la iglesia que otros matrimonios
en la iglesia estaban en peligro, y que el Señor los ayudaría también si estaban
dispuestos a arrepentirse y perdonar como los Forest lo habían hecho. Doce parejas
se levantaron y pasaron al altar de la iglesia para recibir oración, arrepentirse, y
perdonarse unos a otros. Hasta donde Carl sabe, todos los doce matrimonios se están
llevando bien.
Hoy, Kevin pasa por “Juan”. El Señor les ha dado a Juan y a Regina dos bellas
hijas en lugar de la que mató satanás. No solo fue salvado el matrimonio de los Forest,
sino que también sus vidas fueron completamente transformadas por la gracia que se
les comunicó la noche del 5 de julio de 1989. El día de hoy son líderes de grupos
pequeños pastoreando efectivamente gente de su iglesia.
El poder satánico de la inmoralidad sexual sobre Juan fue roto esa noche, y él
descubrió el poder de la sangre del Hijo de Dios para limpiar, restaurar, y liberar. El
diablo había convencido a Kevin Forest que solo tenía dos alternativas: correr o
suicidarse. El ministerio profético del Espíritu Santo le dio otra alternativa mejor.
153
La transición más difícil para mí en este peregrinaje no fue aceptar que la
Escritura enseña que Dios sana y hace milagros el día de hoy a través de creyentes
con dones. A lo que más me resistía, de lo que tenía más temor, y que se me hizo
más difícil aceptar que Dios habla el día de hoy.
Por supuesto que Dios todavía habla a través de las Escrituras, pero no es eso
de lo que estoy hablando. Me estoy refiriendo a las otras formas en que Dios habla,
además de la Biblia, pero nunca en contradicción de la Biblia.
La Biblia misma nos dice que en varias ocasiones Dios habló con una voz
audible, en una voz que solo la escuchaba una persona en un grupo de personas, en
frases inaudibles en la mente que eran tan claras como una voz audible, en
impresiones, en visiones, en sueños, en circunstancias, en la naturaleza, a través de
ángeles, y varias otras formas. ¿Pero enseña la Biblia que Dios todavía habla de esas
formas, o fueron esas formas de comunicación un tipo de recurso provisional hasta
que recibiéramos la Biblia completa?
El problema asociado con creer que Dios todavía habla de esas formas me
pareció abrumador a mí. Primero, y lo más repulsivo para mí, era la subjetividad
involucrada en la mayoría de esas formas de comunicación.
Tomemos los sueños, por ejemplo. ¿Cómo sabes siquiera que el sueño vino
de Dios? ¿Qué tal si un malestar estomacal de la noche anterior fue la fuente del
sueño? Aun si tu decidiste que el sueño era de Dios ¿Cómo ibas a interpretarlo?
¿Ofrecen las Escrituras reglas de interpretación de sueños? Aun si tenías una gran
certeza de que el sueño era de Dios, y supiste lo que significaba, ¿Cómo sabes cuanta
importancia asignarle? ¿Tendría la misma autoridad que la Biblia, como una visión,
una impresión, una voz audible, y así sucesivamente?
Si es verdad que siempre hay cuatro voces compitiendo por nuestra atención,
(la voz de Dios, la del diablo, la de otros, y la nuestra), ¿En dónde enseña la Biblia
cómo discernir cual es cuál? ¿Cómo puedes tener la seguridad, o es la certeza una
imposibilidad?
La subjetividad involucrada en tratar de decidir todo esto hizo parecer poco
probable que Dios continuara hablando de esas formas después de que Él nos había
dado la clara, objetiva e infalible Palabra de Dios.
Segundo, ¿Por qué necesitaría Dios usar esos medios subjetivos después de
que ya nos había dado a Biblia? O cómo alguien me dijo alguna vez “¿Cuál es el
propósito de todas esas cosas ahora que ya tenemos la Biblia? ¿No enseña la Biblia
que ella es todo lo que el cristiano necesita para ser “completamente equipado para
toda buena obra” 82 Ti 3:17)?
Tercero, y esto es lo que más me asustaba, si yo admitía que Dios todavía
estaba hablando fuera de la Biblia, no estaría yo abriendo el canon de la Escritura de
nuevo? Teóricamente, ¿Qué impediría que alguien escribir nuevos libros de la
Escritura? ¿O se suponía que yo debía imaginarme que Dios habló de dos formas
154
diferentes: de una forma para la Biblia que no tenía errores, y de una forma diferente
para revelaciones privadas que tenía errores?
Sin embargo las Escrituras enseñan que Dios no puede mentir (He 6:19). Si yo
aceptaba que Dios todavía estaba hablando hoy, me parecía inevitable que se
comprometiera la autoridad de la Biblia.
Cuarto, estaba el factor del abuso “El Señor me dijo que te dijera…” Si creemos
que Dios todavía habla hoy ¿No estamos abriendo una puerta a la gente controladora
y manipuladora? Si desobedecemos a alguien que dice “Dios me dijo que te dijera…”
¿sería como desobedecer a uno de los profetas bíblicos?
Quinto, parecía haber textos decisivos de la Escritura en contra de la idea de
que Dios todavía está hablando. Hebreos 1:1-2 parece decir que los profetas fueron
parte de una forma inferior de revelación en el pasado, pero ahora, en estos últimos
días, ellos fueron superados porque Dios nos ha hablado a través de su Hijo. Una
posible interpretación de Efesios 2:20 es que la profecía fue un don de fundación que
ya no era necesario después de que el fundamento ya había sido establecido.
Sexto, finalmente, parecía haber una diferencia radical entre la profecía de la
Biblia y la profecía contemporánea. Lo que estaba sucediendo en la iglesia bajo el
nombre de profecía no podía empezar a compararse con las palabras proféticas de
Isaías o Jeremías. Uno de mis amigos escuchó la siguiente profecía cuando visitaba
una iglesia carismática rural. Un hombre se paró y dijo “Así dice el Señor: No los culpo
por estar asustados, algunas veces me asusto yo mismo”. Aun cuando la profecía
contemporánea no ha descendido a este nivel, parece muy diferente a la profecía
bíblica para que le tome muy seriamente,
Esas fueron las tensiones con las que luché cuando empecé a estudiar este
asunto con una mente abierta. Había tantos problemas asociados con que Dios
hablara, y eso que no mencioné todos los problemas asociados con lenguas y su
interpretación, que me sorprendía cómo podría encontrar alguna solución para ellos.
El día de hoy, después de varios años de experiencia práctica y de intenso
estudio del tema de que Dios habla, estoy convencido de que Dios en verdad habla
aparte de la Biblia, aunque nunca en contradicción con ella. Y Él habla a todos sus
hijos, no solo a gente especial con dones proféticos. Y Él nos hablará a todos nosotros
con sorprendentes detalles.
Yo estoy convencido de que esto es lo que la Biblia enseña y de que la Biblia
tiene respuestas muy claras y satisfactorias a todos los problemas que me parecían
tan abrumadores cuando empecé a estudiar este tema.
Yo sé que el diablo está dando revelación oculta y demoniaca el día de hoy.
Algunas de sus actividades más exitosas y engañosas están ocurriendo en el
Movimiento de la Nueva Era. Muchos cristianos parecen tener miedo de que si se
abren a escuchar la voz de Dios, sean engañados por los demonios de la Nueva Era.
155
De hecho mucha de la iglesia el día de hoy tiene más confianza en la habilidad de
satanás para engañarnos que en la habilidad de Dios de hablarnos y de guiarnos.
Existe una gran diferencia entre la voz de Dios y la voz de satanás, y existen
varias garantías bíblicas para evitar que el cristiano sincero confunda las dos. Además,
es posible creer que Dios todavía habla el día de hoy sin disminuir ni una sola letra la
autoridad de la Biblia infalible, tanto en el nivel teórico como en el práctico.
=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=
Empecé a escribir un capítulo sobre cómo escuchar la voz de Dios para incluirlo
en este libro. Yo quise tratar con los problemas prácticos y teóricos relacionados con
el ministerio contemporáneo de revelación del Espíritu Santo. El capítulo muy pronto
se convirtió en dos capítulos, y luego tres, y entonces me di cuenta de que ya había
otro nuevo libro. Estoy ahora en el proceso de escribir ese libro. Para aquellos que
han encontrado útil este libro, espero que el siguiente libro valga la pena la espera.
156
Apéndice A: Otras seis razones por las que Dios sana y hace milagros.
Cuando empecé a estudiar cada una de las sanidades y milagros en los
Evangelios y en los Hechos, descubrí que hay muchas otras razones para esas
sanidades y milagros. Los siguientes ejemplos no se supone que sean exhaustivos.
Pero ellos confirman el hecho de que los milagros deberían continuar a través de la
época de la iglesia.
Primero. Dios sana porque se le pide que sane. Algunas veces la Biblia no da
otra razón para las sanidades de Jesús más que se le pidió que sanara. Para dar una
ilustración específica, una vez en la región de Decápolis un hombre que estaba sordo
y que difícilmente podía hablar fue traído a Jesús. El texto simplemente dice que “ellos
le rogaron que pusiera sus manos sobre el hombre” (Marcos 7:32). Jesús sanó su
sordera y su impedimento para hablar simplemente porque se le pidió. No se da
ninguna otra razón en el texto. No se hace mención de la fe, ni de la compasión de
Jesús, ni de la gloria de Dios.
Más tarde en Betsaida un hombre ciego fue traído a Jesús, y el texto dice que
ellos “le rogaron a Jesús que lo tocara” (Marcos 8:22). De nuevo, Jesús sanó al
hombre pero no se da ninguna razón en el contexto para la sanidad, excepto que se
le pidió que lo hiciera. Así que aparentemente en algunas ocasiones una simple
petición es suficiente para motivar a Dios que sane. Esto nos debe animar a ser mucho
más libres en nuestras peticiones de sanidades y milagros a nuestro Padre celestial.
Sin embargo, algunas personas nos dicen el día de hoy que está equivocado,
que es incluso pecaminoso, desear señales y maravillas. Ellos basan su afirmación
en una declaración de Jesús hecha en Mateo 12:39 “La generación mala y adúltera
demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás.”.
¿Pero estas realmente pecando si le pides a Dios un milagro? Si tu ser querido
se está muriendo y los médicos ya perdieron todas las esperanzas, ¿Es realmente
pecaminoso pedirle a Dios una sanidad milagrosa para tu ser querido? Si tienes un
amigo al que le has testificado por varios años y él ha rechazado el evangelio
consistentemente, ¿Es realmente pecaminoso que le pidas a Dios un milagro físico
en su presencia para que sea traído a la fe? ¿Es realmente pecaminoso que una
iglesia ore por un derramamiento del Espíritu Santo con señales y prodigios en la
ciudad para que mucha gente sea traída a la fe en Jesús? Aparentemente alguna
gente piensa que este es un deseo pecaminoso procedente de un corazón incrédulo.
En un examen más detallado, sin embargo, esta supuesta reserva hacia el valor
de los milagros se encuentra no en Jesús, sino en las mentes de algunos escritores
modernos. En dos ocasiones diferentes Jesús condenó a quienes le pedían una señal
como “una generación adúltera y malvada”. La primera petición de una señal (Mateo
12:38) se la hicieron inmediatamente después de que había sanado a un hombre
endemoniado que era ciego y mudo (Mateo 12:22). La segunda petición (Mateo 16:1)
157
se la hicieron justo después de que había alimentado milagrosamente a cuatro mil
personas (Mateo 15:32-29). En otras palabras, en ambos contextos los escritores del
evangelio son cuidadosos de mostrar que cuando se le pide una señal, él ha hecho
dos señales sorprendentes.
También es importante notar quienes le pidieron la señal. En Mateo 12:38 son
los fariseos. En Mateo 16:4 son los fariseos y los saduceos. Este simple hecho es
suficiente para decirnos que la petición no era sincera. ¿Qué clase de señal podrían
querer esos líderes religiosos que fuera más impresionante que sanar a un
endemoniado que era ciego y mudo, o más impresionante que alimentar a cuatro mil
personas? En el pasaje paralelo a Mateo 12:38 Lucas explica que los fariseos le
estaban pidiendo a Jesús una señal del cielo con el fin de probarlo (Lucas 11:16). Lo
miso es verdadero para la segunda petición de una señal (Mateo 16:1; Marcos 8:11).
Podemos entender por qué los fariseos querían probar a Jesús, ¿Pero por qué pedían
una señal del cielo?
Aparentemente ellos pensaron que una señal del cielo sería una prueba in
controvertible de que Jesús era el Mesías. Sería la señal que no podría ser manipulada
o falsificada. Tal vez la persona ciega que había sido sanada no era realmente ciega.
O tal vez su ceguera era debida a una causa psicosomática. Tal vez la alimentación
de los cuatro mil se debió a un ligero truco de la mano, o tal vez los reportes que
habían escuchado de esta alimentación milagrosa eran exagerados. Incluso levantar
a una persona muerta no podría competir con una señal del cielo. ¿Quién podría estar
seguro de que la persona estaba realmente muerta? Pero no había manera de
falsificar algún tipo de señal cosmológica en el cielo. Los fariseos probablemente le
pidieron este tipo de señal, porque estaban absolutamente seguros, de que eso
estaba más allá de la capacidad de Jesús para producirla.
Lo que Jesús está reprendiendo aquí no es el deseo de señales sino la
demanda de señales de corazones malos e incrédulos. Si es realmente equivocado
desear señales, o incluso buscarlas, ¿Por qué la iglesia del Nuevo Testamento oró de
esta forma?:
“Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos
proclamar tu palabra sin ningún temor. Extiende también tu mano, y permite
que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo
Jesús.” (Hechos 4:29-30)
Si esa oración representaba un deseo malo, ¿Por qué Dios la contestó de esta
manera?:
“Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados
tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de
Dios sin ningún temor.” (Hechos 4:31)
Dios contesta su oración por señales y maravillas con una señal inmediata, ¡un
terremoto! Y el siguiente capítulo en el libro de los Hechos registra un derramamiento
158
de señales y maravillas (Hechos 5:12 sig.) y si es realmente malo buscar los milagros
¿Por qué Pablo exhorta a los Corintios a buscar los dones espirituales (1 Co 12:31;
14:1,39)? La verdad es que a Dios le agrada que le pidamos sanidades o señales
milagrosas en la forma correcta y por las razones correctas.
Segundo. Dios sana para quitar obstáculos al ministerio. Después de que Jesús
salió de la sinagoga de Capernaum, fue a la casa de Pedro. Él encontró a la suegra
de Pedro acostada enferma y con fiebre. Él “tomándola de la mano, la ayudó a
levantarse. Al instante la fiebre se le fue” (Marcos 1:31). Tan pronto como fue sanada,
Marcos nos dice que “ella comenzó a atenderlos” (Marcos 1:31). En este caso su
enfermedad era un obstáculo para su servicio al Señor Jesús, así que el Señor la
sanó. En otras ocasiones el Señor no escogió quitar el obstáculo al ministerio
mediante la sanidad, sino dando gracia para soportar el impedimento y ministrar de
todas formas (ver 2 Co 12:7; 1 Ti 5:23). Si una enfermedad es un obstáculo a tu
servicio para el Señor Jesús, la Biblia te da permiso completo de pedirle que lo elimine.
Tercero. Dios hace milagros para enseñarnos. Los teólogos le llaman a esto el
propósito pedagógico de los milagros (de la palabra griega paideuo, “criar, educar”).
Juan tuvo esto en mente cuando él llamó “señales” a los milagros de Jesús. Una señal
es algo que apunta más allá de ella misma, hacia algo más grande. Por supuesto
todos los milagros de Jesús nos enseñaron algo acerca de su naturaleza y su
ministerio. También nos enseñan algo acerca de la naturaleza del reino. Cuando
Jesús convirtió el agua en vino, por ejemplo, no estaba solamente demostrando su
poder sobre la naturaleza, nos estaba mostrando una característica común acerca de
su reino. En su reino lo ordinario sería cambiado en extraordinario. El hecho de que el
mayordomo comenta específicamente que el mejor vino ha sido guardado para el
último puede decirnos algo acerca de la forma en que el reino va a culminar.
Jesús mismo no dudó en sacar lecciones de sus milagros. Cuando maldijo a la
higuera de modo que se secó, los apóstoles le preguntaron acerca del significado de
eso. Él usó el milagro para demostrar el poder de la fe y el poder de creer con fe
(Mateo 21:18-22). Yo no creo que las cosas sean diferentes hoy. Yo pienso que cada
milagro o respuesta a la oración que el Señor nos da hoy también tiene una función
de enseñanza. Si tomamos tiempo para meditar en sus obras del día de hoy y le
pedimos la iluminación del Espíritu Santo, sus milagros, sanidades, y respuestas
especiales a la oración todas nos enseñarían algo más allá de los milagros mismos.
Cuarto. Dios hace milagros para traer a la gente a la salvación. Los teólogos se
refieren a esto como los propósitos soteriológicos de Dios (del griego soteria,
“salvación”). Los propósitos soteriológicos de Dios se pueden dividir en tres
categorías. Dios hace milagros para llevar a la gente al arrepentimiento. Él también
hace milagros para abrir puertas al evangelismo. Y finalmente, él hace milagros para
acreditar a su Hijo y el mensaje del evangelio.
159
a) Los milagros pueden conducir la gente al arrepentimiento. Cuando Jesús
condujo a Pedro, Santiago y Juan a la pesca milagrosa, Pedro “cayó de rodillas ante
Jesús y le dijo: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!»” (Lucas 5:8). Este
milagro sirvió para convencer a Pedro de su pecado y conducirlo al arrepentimiento.
Jesús dijo que esto es lo que debía haber ocurrido en las ciudades en donde había
hecho la mayoría de sus milagros (Mateo 11:20-24). Jesús hizo una afirmación similar
para los líderes religiosos, “Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún
otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos han aborrecido
tanto a mí como a mi Padre.” (Juan 15:24). Los milagros de Jesús debían haber
conducido a los líderes religiosos al arrepentimiento, pero en cambio ellos
endurecieron sus corazones y su pecado llegó a ser aún mayor.
b) Los milagros abren puertas al evangelismo. Muchas veces los Evangelios
registran que después de un milagro, el reporte e ese milagro viajó a través de la
región. Causó que la gente se maravillara grandemente acerca de Jesús y quisieran
escucharlo por sí mismas (Mateo 9:26,31; Marcos 5:20; Lucas 5:15; Juan 4:30,42; 6:2;
12:9-11,17-19). Lo mismo ocurrió en el ministerio de Felipe: “Toda la gente escuchaba
con atención lo que les decía Felipe, y oían y veían los milagros que hacía.” (Hechos
8:6). De la misma forma el Señor usó a Pedro para levantar al paralítico Aneas y Lucas
nos dice que “Al ver esto, los habitantes de Lida y de Sarón se convirtieron al
Señor.” (Hechos 9:35). Hubo la misma respuesta cuando Pedro fue usado para
levantar a Dorcas de la muerte “Esto llegó a saberse en toda Jope, y muchos creyeron
en el Señor”. (Hechos 9:42).
El Nuevo Testamento enseña que los milagros atraían una multitud. No
garantizaban la fe, pero atraían una audiencia para escuchar el evangelio predicado.
¿Qué piensas que pasaría con la gente que asiste a tu iglesia si en los próximos
seis meses el Señor sanara un paralítico y tal vez una víctima de SIDA durante tus
servicios o en uno de los grupos pequeños en las casas? La asistencia probablemente
se cuadruplicaría. Estoy seguro que mucha gente vendría por las razones
equivocadas. Algunos vendrían a tu iglesia para entretenerse, de la misma forma que
van a un circo. Estoy seguro que también atraerías un grupo de observadores
ortodoxos, que al haber escuchado de los milagros, vendrían a desmentir que habían
ocurrido milagros, o en su defecto, a probar que los milagros habían sido hechos por
el diablo. Pero de cierta forma no importaría porque razón vendrían los incrédulos, en
tanto que el evangelio fuera predicado con claridad y poder, porque entonces se
pondrían en una posición cercana a experimentar el poder de convicción del Espíritu
Santo para ser salvados.
c) Los milagros también acreditan a Jesucristo y al mensaje del evangelio. Ya he
analizado la naturaleza de la acreditación en el capítulo 8. En ese capítulo concluí que
Dios acreditó a Jesús y al mensaje acerca de Jesús, pero no acreditó a los apóstoles.
También concluí de mi estudio de las Escrituras, que Dios no tuvo que acreditar con
160
milagros a Jesús ni al mensaje acerca de Jesús, para que la gente creyera en su Hijo.
Juan el Bautista no hizo milagros (Juan 10:41), y sin embargo fue usado para traer
mucha gente al arrepentimiento. Toda la gente lo consideraba un profeta. Las
religiones del mundo y muchos cultos están también floreciendo en el mundo el día
de hoy, habiendo empezado sin ningunos milagros. Así que a pesar de que Dios no
tuvo que hacer milagros con el propósito de acreditación, los hizo de gracia.
Jesús mismo apeló directamente al valor de acreditación de sus milagros. Les
dijo a sus discípulos “Créanme que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí;
de otra manera, créanme por las obras mismas.” (Juan 14:11). En un increíble
despliegue de gracia, Jesús les dijo, en efecto “Si no pueden creer mis palabras, crean
por la evidencia de mis milagros”
Y los milagros de Jesús produjeron creencia. Después de la resurrección de
Lázaro, Juan registra “Muchos de los judíos que habían venido para acompañar a
María, y que vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.” (Juan 11:45; 12:11)
Esto no implica, sin embargo, que los milagros siempre condujeron a la fe.
Algunas veces condujeron a un endurecimiento del corazón. Por ejemplo, en un grupo
la resurrección de Lázaro produjo fe, pero en otro grupo produjo algo muy diferente.
Cuando los fariseos escucharon que Jesús había levantado a Lázaro de la muerte,
ellos no pusieron en tela de duda ese milagro, o los otros milagros de Jesús
(Juan11:46-47). Ellos incluso reconocieron que si Jesús continuaba haciendo milagros
todos iban a creer en él (Juan 11:48). Pero en lugar de que ellos creyeran en él, se
pusieron de acuerdo en cómo deberían de matarlo (Juan 11:49-53). Ellos también
quisieron matar a Lázaro para eliminar toda evidencia de este milagro (Juan 12:1011).
Mucha gente no tiene problema en creer que los milagros puedan tener una
función acreditadora el día de hoy, en China o en África o algún otro lugar remoto del
Tercer Mundo. Pero si los milagros pudieran tener un valor acreditador en lugares
lejanos, ¿Por qué no el mundo occidental también? Si tuvieron na función acreditadora
en los tiempos del Nuevo Testamento, ¿Por qué no tendrían una función acreditadora
el día de hoy? ¿Por qué ponerle restricciones geográficas o cronológicas al valor
acreditador de los milagros?
Alguien podría decir, “En el mundo occidental tenemos la Biblia, y ellos no la
tienen en África o China, o no la tuvieron durante el periodo de los Evangelios y el libro
de los Hechos”. Yo les contestaría que esto no es cierto, porque al mismo tiempo que
estaban ocurriendo los eventos del libro de los Hechos la iglesia también estaba
recibiendo las cartas de Pablo. Así que mientras que los eventos del libro de los
Hechos estaban escribiéndose, la iglesia ya estaba en posesión de algunas de las
cartas y tal vez de algunos evangelios también.
Pero aun si este no fuera el caso, el argumento todavía sería inválido. Por que
cómo lo hemos visto antes, los milagros no acreditan las Escrituras, sino las Escrituras
161
acreditan los milagros. Ningún texto de la Escritura dice, que la Biblia fue dada para
reemplazar la necesidad de la confirmación milagrosa del mensaje del evangelio. La
naturaleza humana no ha cambiado en los últimos dos mil años. Si los milagros de
Jesús, de los apóstoles, y de otros fueron útiles para acreditar el mensaje del
evangelio en el primer siglo, los milagros también sirven ese propósito en este siglo.
Quinto. Los milagros manifiestan el Reino de Dios. ¿Quién podría imaginar un
reino mesiánico sin sanidades ni milagros? El Antiguo Testamento profetizó que el
Mesías iba a marcar el comienzo de un reino que tendría sanidades físicas y
espirituales. Isaías escribió:
“Entonces los cojos saltarán como ciervos, y la lengua del mudo
cantará; porque en el desierto serán cavados pozos de agua, y en la soledad
correrán torrentes. El páramo se convertirá en estanque, el sequedal en
manantiales de agua, y en la guarida de los chacales crecerán cañas y
juncos.” (Isaías 35:6-7)
Y también,
“El espíritu de Dios el Señor está sobre mí. Sí, el Señor me ha ungido;
me ha enviado a proclamar buenas noticias a los afligidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a anunciar libertad a los cautivos, y liberación a
los prisioneros” (Isaías 61:1)
La venida del reino mesiánico significó que el Espíritu Santo sería derramado
sobre toda gente, sin distinción de edad, sexo, o posición económica (Joel 2:28-29).
De acuerdo a la profecía de Joel el derramamiento del Espíritu resultaría en una
abundancia de sueños, visiones, y profecías. A diferencia del periodo del Antiguo
Testamento en donde solo unos pocos profetizaban, o hacían milagros en cualquier
generación, esos fenómenos milagrosos serían distribuidos ampliamente entre el
pueblo de Dios con la venida del reino.
Esos fenómenos milagrosos no eran solamente señales del reino de Dios, eran
una parte esencial de él. El reino de Dios significa el gobierno de Dios y de su Cristo.
Cuando Jesús vino, el reino de Dios vino. Dios empezó a ejercer su gobierno de una
forma nueva y más decisiva.
Por ejemplo, Jesús trajo una autoridad sobre los demonios que nunca antes
había sido vista u oída (Mr 1:27). Jesus mismo dijo, “Pero si yo expulso a los demonios
por el poder del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a
ustedes.” (Mt 12:28). Después de todo, sería una afirmación muy hueca proclamar
que el gobierno de Dios había llegado y no ser capaces de echar fuera a los enemigos
demoníacos del gobierno de Dios. El poder de echar fuera demonios no es
simplemente una señal de que el reino está aquí, sino una parte esencial del gobierno
de Dios. Porque Jesús vino para destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8).
162
Entre otras cosas el diablo emplea poder sobrenatural para cegar las mentes
de los incrédulos (2 Corintios 4:4-6), para mantener a la gente cautiva a través del
miedo a la muerte (Hebreos 2:14-15), para causar enfermedad física (Lucas 13:11;
Mateo 9:32; 12:22), para causar enfermedad mental (Lucas 8:26-39), y finalmente
para causar que los demonios entren y habiten en una persona (Mateo 12:45 sig Judas
en Juan 13:27). Esas son algunas de las obras del diablo que Jesús vino a destruir.
Las obras del diablo no se pueden destruir solamente con poder humano.
Cuando el poder demoníaco es la fuente de la enfermedad de una persona,
ninguna cantidad de tratamiento médico podrá sanar a la persona. La mujer que Jesús
encontró en la sinagoga, que había estado encorvada por dieciocho años y no podía
enderezarse, podría haber ido con los más excelentes cirujanos, sin haber sido nunca
sanada, porque a final de cuentas su enfermedad era demoníaca (Lucas 13:10-17).
Solo un milagro de Dios podía haber sanado a esta mujer. El poder para sanarla no
era solamente una señal de que el reino estaba aquí; era una parte esencial del
gobierno del reino, sin el cual el gobierno del reino no se hubiera afirmado y esta
particular obra del diablo no habría sido destruida. Sin el poder milagroso para liberar
a esos atados por el diablo, toda la discusión sobre el reino serían solo palabras
vacías.
Otra línea de evidencia que demuestra que los milagros fueron vistos, por los
escritores del Nuevo Testamento, como una parte esencial del reino, es la
consistentemente cercana relación, entre la predicación del reino y la ocurrencia de
milagros. Esto fue cierto en el ministerio de Jesús.
“Jesús recorría toda Galilea. Enseñaba en las sinagogas de ellos,
predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia
en el pueblo. Su fama se difundió por toda Siria, así que le llevaron a todos
los que tenían dolencias, a los que sufrían de diversas enfermedades y
tormentos, y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y él los sanó.”
(Mateo 4:23-24; vea también Mateo 9:35)
Jesús no se contenta con predicar acerca del reino; él también demuestra el
reino con obras de poder.
Lo mismo puede decirse de los apóstoles. Cuando Jesús los envió a proclamar
el reino, él también les dio autoridad sobre los demonios y todas las enfermedades.
(Mateo 10:1,7-8; Lucas 9:1-2). En este contexto Jesús ve los demonios y las
enfermedades como enemigos del reino. Los apóstoles vencieron a los demonios y a
las enfermedades proclamando el reino y usando su autoridad delegada para hacer
milagros.
Los milagros también ocurren en el ministerio de aquellos que no son apóstoles
cuando ellos proclaman el reino de Dios. Los setenta enviados por Jesús proclamaron
el reino de Dios y sanaron a los enfermos (Lucas 10:9,17). Felipe proclama el reino
de Dios a los samaritanos y también obra milagros (Hechos 8:6-7,12).
163
Este patrón tiene mucho sentido cuando recordamos que el reino de Dios
significa el gobierno de Dios. Dios gobierna sobre nuestros espíritus y nuestros
cuerpos y sobre aquellas fuerzas del diablo que pueden herir tanto nuestros espíritus
como nuestros cuerpos. Cualquier cosa que satanás pueda herir, Jesucristo la puede
sanar. Los milagros y el reino de Dios están inseparablemente vinculado.
Sexto. Dios sana por sus propósitos soberanos. Yo mencioné esto varias veces
en el capítulo once, pero ese punto vale la pena repetirlo. Hay varias sanidades en el
Nuevo Testamento para las cuales no se da ninguna explicación. No podemos
encontrar evidencia de fe de parte de los que son sanados, ni fe de parte de los que
los trajeron, ninguna afirmación relacionada con la gloria de Dios, ni de la compasión
del Señor. En breve, él sanó simplemente porque él quiso hacerlo. Esto es
especialmente cierto de un grupo de milagros que ocurren en el día sábado (Mateo
12:9-13; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10; 14:1-4; Juan 5:1-9). Y está también la sanidad
de la oreja de Malco (Lucas 22:50-51), en donde Jesús rehúsa aceptar las
consecuencias de la imprudencia de Pedro.
El día de hoy tenemos ocasiones cuando el Señor sana a alguien a quien nunca
esperaríamos que sanara, o lo hace de una forma que no esperaríamos, y no da
ninguna explicación para ello. Y al revés, hay ocasiones cuando nosotros
esperaríamos que él sanara a alguien y él no lo hace, y de nuevo él no da ninguna
explicación para ello. Todo esto señala al hecho de que Dios verdaderamente es
soberano y que él no nos revela todos sus propósitos a nosotros.
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Nuestro estudio de los diversos propósitos para las sanidades y los milagros
deben poner en claro que el ministerio de sanidad del Nuevo Testamento es bastante
más complejo de lo que algunos escritores han tratado de hacernos creer. Si, Dios
sanó para acreditar el ministerio de Jesús y el mensaje del evangelio, pero esta no fue
la única razón por la cual él sanó. Él tenía otros propósitos de salvación para sus
milagros, a saber, para conducir a la gente al arrepentimiento y abrir puertas para el
evangelio. Él sanó simplemente porque la gente se le pidió. Él sanó para eliminar
obstáculos para el ministerio y el servicio. Él sanó para enseñarnos acerca de Dios y
de la naturaleza de su reino. Él sanó e hizo milagros para manifestar su reino. Y
finalmente él sanó por propósitos soberanos sin dar ninguna explicación excepto de
que Él es Dios.
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17 de Mayo de 2016; Monterrey, Nuevo León; México
Traducido por el grupo de estudio bíblico de maestros del Tec de Monterrey
i
“Sorprendido
por la Voz de
Dios”
Dios”
Cómo Dios habla hoy mediante
profecía, sueños y visiones
“Surprised by the Voice of God”
Jack Deere
Editorial Vida, 1999
ii
Contenido
Capítulo 1
Sorprendido por la voz de Dios. . . . . . . . . . . . . 11
Capítulo 2
El problema de la Biblia irreal. . . . . . . . . . . .
Capítulo 3
Jesús y la voz de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Capítulo 4
La iglesia del Nuevo Testamento. . . . . . . . . . .
Capítulo 5
¿Profetas presbiterianos?. . . . . . . . . . . . . . . 71
Capítulo 6
Conspiración contra lo sobrenatural. . . . . . . . .
Capítulo 7
Dios habla a través de la Biblia. . . . . . . . . . . . 109
Capítulo 8
Dios habla a través de la experiencia. . . . . . . . . 129
Capítulo 9
Dios habla por medios sobrenaturales. . . . . . . . 149
Capítulo 10
Dios habla por medios naturales. . . . . . . . . . . 163
Capítulo 11
Cómo aprender el lenguaje del Espíritu Santo. . . . 183
Capítulo 12
Cómo ofrecer el ministerio profético. . . . . . . . . 203
Capítulo 13
“Dios me indicó que le dijera”. . . . . . . . . . . . . 219
Capítulo 14
Riesgos proféticos. . . . . . . . . . . . . . . . . .
237
Capítulo 15
Sueños y visiones. . . . . . . . . . . . . . . . . .
253
Capítulo 16
Dios conoce el orgullo desde lejos. . . . . . . . . . 273
Capítulo 17
Confesiones de un deísta bíblico. . . . . . . . . . . 293
Capítulo 18
Incredulidad a través de la teología. . . . . . . . . . 315
21
53
89
iii
Capítulo 19
Incredulidad a través de la magia y el temor. . . . . 339
Capítulo 20
El tipo de gente que oye la voz de Dios. . . . . . .
359
Capítulo 21
Cómo reconocer la voz. . . . . . . . . . . . . . .
377
Capítulo 22
El poder de la Palabra y del Espíritu. . . . . . . .
401
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