i “Sorprendido por el Poder del Espíritu Santo” Descubriendo como Habla y Sana Dios el Día de Hoy “Surprised by the Power of the Spirit” Jack Deere ii Contenido Capítulo 1 La llamada que cambió mi vida. . . . . . . . . . . . . 1 Capítulo 2 Sorprendido por el Espíritu Santo. . . . . . . . . . . 10 Capítulo 3 Señales y prodigios. . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Capítulo 4 El mito de la objetividad bíblica. . . . . . . . . . . . 25 Capítulo 5 La razón real para no creer en los dones. . . . . . . 35 Capítulo 6 Respondiendo a los abusos espirituales. . . . . . . . 51 Capítulo 7 Muerto de miedo por el Espíritu Santo. . . . . . . . . 59 Capítulo 8 ¿Serían temporales los dones? . . . . . . . . . . . . 69 Capítulo 9 Cuatro razones por las que Dios sana. . . . . . . . 83 Capítulo 10 Seis razones porque Dios ofrece dones. . . . . . . 96 Capítulo 11 Cinco razones porque algunas veces Dios no sana. 105 Capítulo 12 Buscando los dones con diligencia. . . . . . . . . . 118 Capítulo 13 Una pasión por Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . 130 Capítulo 14 Desarrollando pasión y poder. . . . . . . . . . . . . 141 Epílogo Escuchando a Dios hablar el día de hoy. . . . . . . 150 Apéndice A Otras seis razones por que Dios sana y hace milagros 156 1 Capítulo 1: La Llamada Telefónica que Cambió mi Vida. (Inglés 13-23) (Traducción y correcciones por RN / TL / HC) En mis más alocadas fantasías nunca hubiera soñado que una simple llamada telefónica alteraría el rumbo de mi vida, y no solo de mi vida, sino las vidas de otras personas en mi círculo. Antes de esa llamada yo sabía hacia donde iba. Mi vida era cómoda y segura. Yo tenía el control y me gustaba que así fuera. La mayor parte del tiempo sentía que sabía lo que Dios estaba haciendo. Pero para cuando colgué el teléfono en ese frío día de enero de 1986, todo eso cambió abruptamente. Ya no estaba tan seguro de hacia dónde me dirigía y de lo que estaba haciendo, y estaba comenzando a preguntarme si de verdad sabía lo que Dios estaba haciendo. Como posteriormente resultó, mi vida nunca fue igual después de esa conversación telefónica. Nunca volvería a sentir la comodidad y la seguridad que se derivan de pensar que tú tienes el control de tu vida. Concedido, esa es una seguridad falsa, ahora lo entiendo pero uno se siente bien cuando está bajo el hechizo de esa ilusión. Si hubiera sabido el dolor y el trauma que me esperaban, nunca hubiera tomado ese teléfono. Pero entonces, como dice la letra de una canción regional popular “me hubiera perdido el baile”, y eso hubiera sido una verdadera lástima. Yo era el candidato más improbable del mundo para la “jugarreta” que Dios estaba a punto de hacerme. A punto de completar mi décimo año en el Departamento de Antiguo Testamento del Seminario Teológico de Dallas, estaba empezando mi séptimo año como uno de los pastores de una iglesia Bíblica en Fort Worth la cual yo había ayudado a fundar desde sus inicios. El otoño anterior, acababa de regresar con mi familia de un año sabático de estudios en Alemania. Había sido un año maravilloso, y yo estaba entusiasmado por regresar a mis actividades de enseñanza y pastoreo. Mi pasión más grande era enseñar y predicar la Palabra de Dios. Yo creía que la cosa más importante en la vida era estudiar la Palabra de Dios, y que la mayoría de nuestras necesidades, o al menos nuestras necesidades más importantes, podían satisfacerse a través del estudio de las Escrituras. Si no podían satisfacerse de esa forma, entonces estábamos en problemas, porque yo había adoptado un sistema teológico que no le dejaba a Dios mucho espacio para que nos ayudara de otra forma. El Dios en el cual creía, y acerca del cual enseñaba, no estaba tan involucrado en nuestras vidas, como lo había estado en las vidas de los creyentes del Nuevo Testamento. En ese tiempo, eso no me preocupaba mucho, porque yo pensaba que Él así lo quería. Pensaba que Él había hecho esos cambios. Yo creía con toda seguridad que Dios contestaba las oraciones, pero solo las de cierta clase. Por ejemplo, yo sabía que Dios ya no derramaba los dones milagrosos del Espíritu. No había necesidad de ellos; porque ya teníamos la Biblia completa. Por supuesto, Dios algunas veces hacía milagros. Después de todo, Él es Dios, y Él puede hacer cualquier cosa que quiera. Era solo que Él ya no los hacía muy a menudo. De 2 hecho, los hacía tan raramente, que en todos mis años de cristiano no había visto ningún milagro de sanidad, en el cual yo tuviera la confianza de que hubiera sido el resultado del poder de Dios. ¡Ni siquiera había escuchado acerca de un milagro así! Ni podía señalar un milagro así en la historia que estuviera apropiadamente documentado, después de la muerte de los apóstoles. La única excepción eran las conversiones, las cuales yo creía entonces, y sigo creyendo ahora, que son los más grandes de los milagros. Aparte de las conversiones, lo más cercano a un milagro, en mi experiencia, eran las respuestas a las oraciones, especialmente las respuestas a las necesidades financieras, las cuales a veces eran demasiado específicas como para ser meras coincidencias. Sin embargo, esta ausencia de milagros de los del Nuevo Testamento no me preocupaba, porque yo pensaba que había sido Dios quien había hecho este cambio. Estaba seguro de que podía probar con la Escritura, con la teología, y con el testimonio de la historia de la iglesia, que Dios había retirado los dones sobrenaturales del Espíritu Santo. También estaba seguro de que Dios ya no nos hablaba, excepto a través de su Palabra escrita. Los sueños, las visiones, las impresiones internas, y cosas parecidas, olían a subjetividad y a una ambigüedad que me daban náuseas. Me encogía cuando uno de mis estudiantes venía y me decía, “Dios me habló y…”. Difícilmente nada podía provocar que yo hiciera un reproche severo, tan rápidamente, como la declaración, “Dios me habló”. Para mi esas palabras implicaban que cualquier comunicación que siguiera, tendría la misma autoridad que la Palabra de Dios escrita. Eso no solo era muy presuntuoso, ¡parecía blasfemo! Me gustaba ridiculizar a la gente que decía que Dios les había hablado. Como te puedes imaginar por lo que he dicho hasta ahora, yo no era el tipo de creyente que andaba buscando “algo más”. Yo no necesitaba ningún milagro de sanidad de Dios. Mi familia y yo siempre habíamos disfrutado de buena salud, y en esas raras ocasiones cuando necesitamos alguna sutura, o un poco de medicina, los médicos de nuestra familia eran más que suficientes. Nuestra congregación también era joven y fuerte, y tuvimos muy pocos fallecimientos en nuestros siete años de historia. La sanidad divina simplemente no ocupaba un lugar elevado en ninguna de nuestras listas de prioridades. Yo ciertamente no necesitaba que Dios me hablara a través de alguno de esos métodos subjetivos que Él usaba con la gente de la Biblia. Después de todo, yo ya tenía la Biblia ahora, y era una de las pocas personas que tenía una teología excepcionalmente buena. No, ni yo, ni mi círculo de amigos, estábamos buscando “algo más” de Dios. Si yo tenía algún problema, éste era averiguar cómo dar más de mí mismo a Dios. Mi esposa tenía una forma diferente de ver las cosas. De hecho, si había alguna razón humana por la cual yo debía haber recibido esa llamada telefónica, se la 3 atribuiría a las oraciones de mi esposa por mí. Leesa es una de esas personas raras que viven la vida cristiana, en lugar de hablar de ella. Ella prefería pasar una hora orando por ti, que dos minutos reprendiéndote por algún pecado obvio. A pesar de que no lo decía en ese tiempo, ella pensaba que yo necesitaba algo más de Dios. Durante el año que vivimos en Alemania (1984-85) se iba a caminar dos horas, todas las tardes, por las colinas de la Selva Negra. Cuando yo le pregunté sobre sus caminatas, me dijo que estaba orando. Nunca le pregunté por qué estaba orando y ella nunca me dijo, pero estaba orando por mí. Al paso de los años ella había observado que mi pasión por Dios se estaba secando lentamente, como las reservas de agua del sur de California durante una sequía. Yo no estaba consciente de estar perdiendo ninguna pasión por Dios. Pensé que yo solamente había crecido. Pero ella estaba preocupada porque yo me había vuelto complaciente y satisfecho de mí mismo. Y ella consideró mi actitud como enemiga del llamado de Dios sobre nuestras vidas. Humanamente hablando, siempre profesaré que fueron las oraciones de Leesa las que hicieron que Dios inspirara a un hombre en el otro lado del país para que tomara el teléfono y marcara mi número. A finales del otoño de 1985, los líderes de mi iglesia decidieron que tendríamos una conferencia Bíblica de primavera. Al terminar una reunión con ellos cuando el director de este grupo y yo íbamos caminando hacia nuestros carros, él me preguntó a quién me gustaría invitar como conferencista. Sin titubear le dije que me gustaría invitar al Dr. John White, el siquiatra británico y autor cristiano. Él había escrito unos quince libros por ese tiempo, todos los cuales habíamos leído mi esposa y yo. Él era mi autor popular favorito. Yo estaba absolutamente seguro que el haría un papel magnífico como nuestro conferencista. Yo sabía, por sus escritos, que él tenía la Palabra de Dios en alta estima, que era inteligente, que era inmensamente útil en las áreas prácticas de la vida cristiana, y yo sentía que había encontrado en él pistas de que también era dispensacionalista. (De hecho, resultó que en su trasfondo estaban los Plymouth Brethren). Nosotros habíamos estado usando sus libros durante años en nuestras clases de la Escuela Dominical. El director del grupo de líderes estuvo de acuerdo inmediatamente con mi sugerencia. Al día siguiente el director llamó a la casa editorial del Dr. White para preguntar cómo podríamos interesarlo en que viniera a nuestra iglesia. El editor respondió que muy probablemente el Dr. White no aceptaría nuestra invitación porque su agenda ya estaba llena para los siguientes dieciocho meses. El editor dijo que la única forma de interesar al Dr. White sería pedirle que hablara de un tópico sobre el que él estaba escribiendo e investigando actualmente porque no le gustaba hablar de cosas de las que ya había escrito antes. El editor nos dio algunas otras pistas para hacerle la propuesta al Dr. White, pero no nos dio mucho ánimo. Nuestro director de líderes le envió una invitación a través del editor, pero en poco tiempo recibimos una carta en donde el Dr. White, de manera cortés, no aceptaba la invitación. 4 Por alguna razón yo no estaba resuelto a rendirme. Le escribí al Dr. White una carta personal pidiéndole que viniera. Pocos días después de que envié la carta, recibí esa llamada telefónica que alteró completamente la dirección de mi vida y de mi ministerio. La llamada era del Dr. White. Me quedé impactado de que él llamara, y más impactado de que hubiera llamado tan rápido después de recibir mi carta. Él dijo, “Hola Jack, habla John White. Quiero darte las gracias por invitarme a ser el orador en su Conferencia Bíblica de Primavera. Creo que podría hacer arreglos para ello. ¿De qué temas te gustaría que hablara?”. Equipado con la información del editor, le dije “Bueno no sé, ¿qué tal acerca de algo que esté investigando o que esté escribiendo ahora?” “Bueno, estoy trabajando en un libro sobre del Reino de Dios. ¿Qué le parece ese tema?” “¡Eso es maravilloso! Nosotros amamos el Reino de Dios por acá”. Y pensé, Que bien, tendremos una conferencia sobre profecía. Hablaremos acerca de diferentes puntos de vista referentes al milenio, o tal vez de diferentes conceptos relativos al Reino y a los diferentes campos teológicos. Entonces le dije “Usted y yo sabemos lo que es el Reino de Dios, pero tendré que dar un reporte a los líderes acerca de las diferentes conferencias que piensa dar sobre el Reino. Nos gustaría que diera cuatro conferencias durante el fin de semana. ¿De qué manera le gustaría dividirlas?” “Cuando pienso en el Reino de Dios”, dijo, “Pienso principalmente sobre la autoridad de Cristo. Si quieren que dé cuatro conferencias, creo que sería algo como esto. La primera sería acerca de la autoridad de Cristo sobre la tentación.” “Muy bien”, dije yo. “La segunda sería acerca de la autoridad de Cristo sobre el pecado”. “Muy bien.” “La tercera sería acerca de la autoridad de Cristo sobre los demonios.” Umm, pensé para mí mismo, ¿Demonios? Bueno, yo creo que debe haber demonios en alguna parte. Ciertamente había muchos de ellos en el primer siglo. (¿A dónde se habrán ido, por cierto?). Y estoy seguro de que si todavía hay demonios, Cristo debe tener autoridad sobre de ellos. Esta iba a ser una conferencia interesante, aun cuando no fuera a tener mucha relevancia práctica. Yo dije “Bien… seguro… OK.” “La cuarta conferencia sería acerca de la autoridad de Cristo sobre la enfermedad.” “¡Enfermedad!” Exclamé, tratando de contener la tensión en mi voz. Con seguridad había escuchado mal. “¿Usted no dijo enfermedad, verdad?” “Sí así dije.” 5 “¿Usted no está hablando acerca de sanidad verdad? Casi escupo la palabra “sanidad”. Yo tenía bastante desdén por cualquier cosa que tuviera que ver con sanidad. “Bueno, sí, de eso estoy hablando.” No podía creer lo que estaba escuchando. ¡Hasta hacía pocos momentos yo estaba seguro de que el Dr. White era una persona cuerda, una persona bíblica, una persona inteligente, y ahora estaba hablando sobre sanidad! Él es un psiquiatra, razoné. Tal vez solo está usando la palabra “sanidad” para referirse a algún tipo de psicoterapia. Así que le pregunté “¿Usted no está hablando acerca de sanidad “física”, verdad?” “Bueno, no me limitaría a la sanidad física”, contestó calmadamente, “pero sí estoy incluyendo sanidad física”. “¡Está bromeando! Seguramente usted sabe que Dios ya no sana y que todos los dones milagrosos del Espíritu cesaron cuando murió el último de los apóstoles. Seguramente usted sabe eso, ¿no?” Nunca había conocido una persona a quien considerara inteligente que no supiera esas cosas. En este punto el Dr. White no contestó. Yo pensé, Bueno, tal vez está un poco débil en ésta área, después de todo, él no es un teólogo entrenado, es un psiquiatra. Pensé que su silencio significaba que él estaba esperando que yo le demostrara con la Biblia que esas cosas ya no existían. Así que le dije “Sabemos que el don de sanidad ha cesado porque cuando estudiamos el ministerio de sanidad de los apóstoles vemos que ellos sanaban instantáneamente, completamente, e irreversiblemente, y que todos aquellos por quienes que oraron fueron sanados. Ya no vemos este tipo de sanidades el día de hoy en ninguno de los movimientos o grupos que dicen tener poderes de sanidad. En cambio, lo que vemos en esos grupos son sanidades graduales, sanidades parciales, sanidades que algunas veces se revierten, y mucha gente que no es sanada. Sabemos, por lo tanto, que la clase de sanidad que ocurre el día de hoy no es la misma clase de sanidad que ocurría en la Biblia.” “¿Crees que todas las veces que los apóstoles oraron por alguien quedaron registradas en las Escrituras?”, preguntó el Dr. White. Pensé por un minuto y dije “Por supuesto que no. Solamente tenemos una pequeña parte de su ministerio, y del ministerio de Jesucristo registrado en las páginas del Nuevo Testamento.” “Entonces ¿no podría haber un caso en el que hayan orado por alguien, que no sanó, y que simplemente no haya sido registrado en las Escrituras?” Tuve que conceder que él estaba en lo correcto, porque la Biblia no registra todas las ocasiones en las que los apóstoles oraron por la gente. Puede haber habido ocasiones cuando ellos oraron por personas, y ellas no fueron sanadas. 6 Me di cuenta de que el Dr. White me había atrapado en un error de interpretación. Había usado el argumento del silencio. Eso era algo sobre lo que yo enseñaba cuidadosamente a mis alumnos para que no lo hicieran. Cuando surgía el asunto de los dones del Espíritu un alumno podía decir “No tienes que hablar en lenguas para ser espiritual, porque Jesucristo nunca habló en lenguas.” Y yo le preguntaría “¿Cómo sabes que Jesucristo nunca habló en lenguas?” El estudiante contestaría “Porque las Escrituras nunca dicen que Él habló en lenguas”. Inmediatamente corregiría a ese alumno, recordándole que no se puede usar lo que la Escritura no dice para probar su punto de vista. Por ejemplo, la Biblia no dice que Pedro haya tenido hijos, pero eso no justifica que concluyas que Pedro no tuvo hijos debido al silencio de la Biblia en ese asunto. Esto es lo que significa el argumento del silencio. Sin embargo, yo acababa de usar el argumento del silencio con el Dr. White y me sentía avergonzado. No obstante, yo todavía estaba bien seguro de estar en lo correcto. Aún tenía otros cuatro argumentos bíblicos alineados y listos para ser usados, pero pensé que debía ser más cuidadoso esta vez. No quería ser atrapado en otro error. Mi próximo argumento iba a ser que al final de su vida, Pablo no pudo sanar a Epafrodito (Fil 2:25-27), ni a Trófimo (2 Ti 4:20), ni a Timoteo de sus frecuentes enfermedades (1 Ti 5:23). Pensé que esto demostraba que el don de sanidad había dejado al apóstol Pablo, o que estaba en el proceso de dejarlo. Pero ahora pensé “Qué diría yo a este argumento si estuviera en el lugar del Dr. White? Yo solo diría que esos tres incidentes prueban que ¡no todos aquellos por quienes oraban los apóstoles eran sanados! Eso me golpeó como una bala de una pistola magnum calibre 44. Mi segunda prueba, ¡no era en realidad ninguna prueba! Conforme examiné rápidamente mis tres argumentos siguientes, los cuales tenía listos para usar, encontré algo equivocado en cada uno de ellos. En la mayoría de los debates teológicos yo tomaba el lado del oponente y examinaba muy críticamente todos mis argumentos desde la perspectiva de mi adversario para encontrar lagunas y puntos débiles. Pero mi creencia de que los dones milagrosos habían cesado, nunca había sido desafiada anteriormente. Nunca había necesitado examinar esos argumentos tan detenidamente, porque todos en mi círculo los aceptaban como verdaderos. Todavía estaba seguro que yo estaba en lo correcto, pero me irritaba encontrar algo equivocado en cada uno de mis argumentos. Así que sólo le espeté al Dr. White “Bien, ¿ha visto usted a alguien ser sanado?” “Oh sí” contestó con una voz calmada y tranquila. Él no iba a discutir conmigo. No deseaba convencerme de nada. De hecho, yo era el que estaba tratando de convencerlo de que viniera a hablar a nuestra iglesia. Él solo dijo “Oh sí” y no ofreció ningún ejemplo. 7 Tomando la ofensiva nuevamente, le dije “Platíqueme de su más reciente sanidad espectacular”. “No estoy seguro de lo que quieres decir con espectacular, pero te platicaré sobre dos sanidades recientes que me impresionaron.” Él entonces me platicó de un niño en Malasia que estaba cubierto de eczema de pies a cabeza. El eczema mostraba la carne viva en algunas partes y estaba supurando. El niño sentía tanto malestar que había mantenido despiertos a sus padres durante treinta y seis horas. El niño estaba tan inquieto y desesperado que tuvieron que sujetarlo para poder orar por él. Tan pronto como el Dr. White y su esposa Lorrie, impusieron sus manos sobre el niño, éste cayó profundamente dormido. Unos 20 minutos después de la oración, la supuración se detuvo, y el color rojo empezó a palidecer. Para la mañana siguiente la piel del niño había recobrado su aspecto normal y estaba completamente sano. El Dr. White me platicó una segunda historia espectacular acerca de un hueso que se fue enderezando bajo sus manos mientras oraba por alguien con una deformidad. Después de escuchar esas cosas, pensé, Sólo hay dos posibilidades. El Dr. White me está diciendo la verdad, o me está mintiendo. Pero él no está engañado. Él es un doctor en medicina. De hecho ha sido profesor asociado de psiquiatría durante treinta años. Ha escrito acerca de las alucinaciones. Conoce la diferencia entre las enfermedades orgánicas y las enfermedades psicosomáticas. No está engañado. O me está diciendo la verdad, o intencionalmente me está engañando. Pensé acerca de eso por un momento. ¿Qué puede él ganar engañándome a mí? Él no era el que estaba pidiendo venir a mi iglesia. Yo le estaba pidiendo que viniera. Además, todo en su forma de ser reflejaba al Espíritu del Señor Jesús. Yo estaba convencido de que él me estaba diciendo la verdad. Yo estaba convencido de que Dios había sanado a las dos personas de las que me habló. Pero yo también seguía convencido de que Dios ya no estaba derramando los dones del Espíritu, y que debía de haber alguna otra explicación para esas sanidades. Así que dije, “Bien Dr. White, yo creo que lo que me está diciendo es verdad, y me gustaría que viniera a mi iglesia y nos diera esas cuatro conferencias, incluso la de sanidad.” “Hay otra cosa más que tenemos que platicar Jack. Si voy a tu iglesia, no sólo me gustaría hablar acerca de la sanidad, sino que también me gustaría orar por los enfermos.” “¡Orar por los enfermos! ¿Ahí mismo en la iglesia?” Yo estaba asombrado. Mi mente se apresuró a buscar alternativas. “¿No podríamos sólo llevar un cojo o un ciego a un cuarto separado, donde nadie se diera cuenta, y ahí orar por ellos?” Estaba seguro de que si orábamos por algunos enfermos delante de toda la iglesia, éstos no sanarían y eso destruiría la fe de todos. 8 “Bueno, podemos afinar los detalles cuando yo vaya” respondió él, “pero no me gustaría solo hablar de sanidad, sin orar por algunas personas enfermas, en la iglesia.” Dijo esto muy suavemente, pero yo sabía que si no lo dejábamos orar por los enfermos en nuestra iglesia, él no vendría. Respiré profundamente y dije, “Bien, Dr. White, yo realmente quiero que venga y dé esas cuatro conferencias, y puede incluso orar por los enfermos de mi iglesia, pero esto no depende sólo de mí. Los otros pastores y líderes tienen que estar de acuerdo antes de que podamos hacer la invitación oficial. No estoy seguro de cómo van a responder a esta sugerencia.” “Oh, yo entiendo Jack. Entiendo tus temores, y entiendo los temores de ellos. Si después de esto, ustedes deciden retirar la invitación, no me sentiré ofendido. Solamente lo tomaré como la voluntad del Señor.” Nos despedimos, y me fui inmediatamente a una reunión de los líderes de la iglesia. Al inicio de la reunión les informé a los líderes y a los otros pastores que yo tenía noticias buenas y noticias malas. Las noticias buenas eran que el Dr. White había reconsiderado nuestra invitación para nuestra Conferencia Bíblica de Primavera y había decidido aceptarla. Todos estuvieron felices con esas noticias. “¿Cuáles son las malas noticias?” me preguntaron. “Las malas noticias son que él quiere dar unas conferencias acerca de la sanidad, y orar por los enfermos en la iglesia.” “¡Estás bromeando!” “Eso fue lo que yo le dije a él.” Durante las dos horas siguientes hablamos y discutimos sobre la conveniencia de que el Dr. White diera estas conferencias en nuestra iglesia. Al final de nuestra discusión, cuando cada quién dio sus opiniones finales, uno de ellos dijo, “Esta conferencia podría dividir nuestra iglesia”. Mi última palabra sobre el asunto fue “Yo creo que debemos tener esta conferencia aun cuando pudiera dividir nuestra iglesia. Véanlo de esta forma. Empezamos esta iglesia con un puñado de gente. Si nuestra iglesia se divide, supongo que podríamos empezar otra iglesia con solo un puñado de gente si eso fuera necesario.” El resultado final fue que Dios usó esa insensibilidad arrogante de mi parte para lograr sus propósitos en un buen número de nosotros. La conversación con el Dr. White y la reunión posterior con los líderes ocurrieron en enero de 1986. Decidimos unánimemente invitarlo y tener la conferencia en abril, aun cuando estábamos seguros de que los dones milagrosos del Espíritu Santo habían cesado. Pasé una buena parte de tiempo, desde enero hasta abril, estudiando las Escrituras para descubrir lo que decían sobre la sanidad y los dones del Espíritu. La primera vez que había estudiado esos tópicos en las Escrituras, no los había estudiado 9 con la mente abierta. Hombres brillantes y piadosos me habían dicho que las Escrituras nos enseñaban que los dones del Espíritu habían dejado de existir con la muerte del último apóstol, y que el día de hoy Dios solamente hablaba a través de su Palabra escrita. Ellos no me dijeron, específicamente, que Dios ya no sanaba, pero me llevaron a creer que la sanidad era algo raro, y que en nuestros días no era una parte significativa del ministerio de la iglesia. Cuando yo estudié las Escrituras, por lo tanto, no era realmente para descubrir lo que enseñaban sobre los dones del Espíritu, o lo que enseñaban sobre la sanidad, sino más bien para reunir más razones por las cuales Dios ya no estaba haciendo esas cosas el día de hoy. Pero de enero hasta abril de 1986 investigué todos mis argumentos cesacionistas a la luz de las enseñanzas de las Escrituras. Esta vez traté de ser lo más objetivo posible. Para cuando llegó el tiempo de nuestra conferencia en abril, un cambio radical había ocurrido en mi pensamiento. Mi estudio de las Escrituras me convenció de que Dios sanaría, y que la sanidad debería ser una parte significativa del ministerio de la iglesia. También me convencí de que la Biblia no enseña que los dones del Espíritu han cesado. Ninguno de los argumentos cesacionistas me seguían pareciendo convincentes. Aunque no sabía si los dones del Espíritu eran para el día de hoy, estaba seguro de que no se podían usar las Escrituras para demostrar que ya habían cesado. También había empezado a creer que Dios nos podía hablar aparte de las Escrituras, aunque nunca en contradicción con éstas. Esos fueron unos cambios formidables en mi entendimiento. Pero mi manera de pensar no había cambiado porque hubiera visto un milagro o escuchado a Dios hablarme de alguna forma sobrenatural. No había tenido tales experiencias. No tuve sueños, visiones, trances, o alguna otra cosa a la que pudiera identificar como sobrenatural, más allá de mi experiencia de conversión. Este cambio en mi pensamiento no fue el resultado de una experiencia con ninguna clase de fenómenos sobrenaturales. Fue el resultado de un estudio intenso y paciente de las Escrituras. Casi en contra de mi deseo, yo creía ahora que Dios estaba sanando y hablando el día de hoy. Todavía tenía una repulsión significativa hacia el don de lenguas. Aun si ese don era para el día de hoy, ¡yo no quería tener ninguna parte de él! Y yo no quería ninguna parte de lo que yo creía que eran abusos comunes en los movimientos carismáticos o pentecostales. Así que me encontré creyendo una cosa con mi mente, pero con mi corazón no estaba seguro si quería esas cosas en mi vida o en la vida de mi iglesia. Yo supe, sin embargo, que si las Escrituras enseñaron que el sanar y el hablar de Dios deberían ser significativos en la vida de la iglesia, nosotros teníamos que buscarlos aun cuando no los deseáramos. Esas fueron las conclusiones que yo había alcanzado cuando el mes de abril llegó y nuestra conferencia estaba por comenzar. 10 Capítulo 2: Sorprendido por el Espíritu Santo. (Inglés 25-32) (Traducción y correcciones por RN / TL / HC) En abril, mientras manejaba hacia el aeropuerto para recoger al Dr. White me sentía inquieto y lleno de anticipación. Los meses de estudio de las Escrituras me habían dado una nueva apertura hacia el poder de Dios, y sentí que estaba a punto de embarcarme en una nueva etapa de mi vida cristiana. Debido a una información equivocada acerca del horario de vuelo del Dr. White, me tarde casi una hora y media en encontrarlo. Finalmente lo vi parado en la acera enfrente de una de las terminales. Después de un viaje corto en el que disfrutamos de una plática agradable, llegamos a la iglesia. El templo estaba completamente lleno. Yo me sentí satisfecho de la gran concurrencia pero también sentía un poco de miedo. Sabía que la gente respondería bien a la mayoría de las conferencias del Dr. White, pero me preocupaban la inminente conferencia y la “demostración” de sanidad. Las tres primeras sesiones transcurrieron tal como yo esperaba. Pero el sábado en la tarde, el Dr. White dio la última conferencia, la cual trataba acerca de la autoridad de Jesucristo sobre la enfermedad. Había aproximadamente unas trescientas personas en la audiencia ese día. Después de un tiempo asignado para preguntas al final de la conferencia, él invitó a las personas a pasar al frente de la iglesia para orar por necesidades espirituales o físicas. Yo pensé que solo una o dos personas iban a responder. En lugar de eso, aproximadamente una tercera parte de las personas que estaban en el recinto, literalmente corrieron hacia el frente de la iglesia. Algunos de los líderes y de los pastores pasaron adelante para ayudar al Dr. White a orar por esas personas. No podía creer lo que estaba viendo. Personas que yo conocía bien, y que parecían tener sus vidas bajo control, estaban de rodillas llorando y pidiendo oración. Recuerdo a una mujer muy rica confesando que ella no se sentía amada por nadie excepto por su esposo. Ella pidió oración para que el Señor quitara las barreras que sentía a su alrededor. Puedo ver a otro hombre muy fuerte de rodillas confesando cómo lo devoraban los celos por causa del éxito de algunos de sus amigos y por la falta de éxito propio. Parecía como si toda la gente alrededor de mí estaba sufriendo. Yo sentía desconcierto y algo de aversión. Mi primera reacción fue etiquetar esto como emocionalismo. Pero emocionalismo significa que alguien ha sacudido nuestras emociones a través de alguna forma de manipulación. En este caso, acabábamos de escuchar una conferencia nada emocional sobre sanidad, seguida de una sesión de preguntas y respuestas algo áspera en donde algunos de mis amigos dijeron cosas bastante desagradables al Dr. White (quien por cierto, nunca perdió la calma ni dio una respuesta impaciente). Y entonces, al terminar el tiempo de preguntas y respuestas, el Dr. White hizo una invitación muy sencilla, sin música y sin frases emotivas, 11 dirigiéndose a cualquiera que deseara oración. ¿Cómo iba yo explicar las lágrimas, las confesiones, y la casi abrumadora honestidad de lo que estaba sucediendo? Si en ese tiempo yo hubiera sido un mejor estudiante de la historia de los avivamientos, hubiera entendido que esta situación había sucedido en numerosas ocasiones durante los periodos de avivamiento, cuando el Espíritu Santo había caído sobre una iglesia o una ciudad. Yo no lo sabía, ¡pero el Espíritu Santo acababa de caer en mi iglesia! Fue como si Dios mismo hubiera quitado el corcho de la botella, y le hubiera dado permiso a la gente, de expresar todo el dolor que había estado encerrado dentro de ellos durante mucho tiempo. La honestidad y la valentía que necesitaron para confesar sus pecados y su dolor eran realmente una indicación de la presencia del Espíritu entre nosotros ese día. Yo no estaba seguro de qué tanto me gustaba todo esto, pero lo peor estaba todavía por venir. Una señora muy elocuente e inteligente a quien yo había conocido durante mucho tiempo se acercó a mí cuando yo estaba en la parte del frente de la iglesia. Ella nos pidió a mí y a otro líder que oráramos por ella. Esta mujer estaba muy bien educada, no era nada carismática, y venía del mismo trasfondo religioso que yo. Ella tenía un gran corazón para Dios, pasaba largas horas en oración, y era una excelente maestra de la Biblia. Sin embargo, durante muchos años había sufrido de temores y depresión. La raíz de su problema era un fuerte deseo por la aprobación de los demás. Casi podía llamarse una “lujuria por la aprobación del hombre”. No era que tuviera lujuria por los hombres, sino que su deseo por la aprobación de la gente estaba realmente controlando su vida. “¿Oraría por mí?” preguntó ella. El otro líder y yo empezamos a orar por ella, y no pasó absolutamente nada. Nosotros lo supimos, y ella lo supo. Nos dio las gracias y se alejó. Yo me volví para orar por otras cuantas personas con alrededor de la misma cantidad de éxito. Unos minutos después, me di cuenta de que se había formado en la línea para hablar con el Dr. White. Me acerqué cuando empezó a contarle su historia al Dr. White. Puesto que yo no parecía tener mucho éxito orando por la gente, pensé que debería escuchar al Dr. White orar por ella, para ver si podía aprender algo. “O.K., oremos por usted entonces” le dijo a mi amiga. Cuando ella inclinó su cabeza parecía más como si agachara su cabeza por la vergüenza. La desesperación parecía rodearla alimentando su dolor. Como un padre amoroso, el Dr. White puso su mano debajo de su barbilla y levantó su cabeza. “Mira”, le dijo, “tú ya no tienes que hacer eso. Tú eres una hija del Rey.” Yo estaba fascinado con esto. Pensé “Ese es un buen enfoque. Tengo que recordar esa frase “Mira, tú eres una hija del Rey”.” En este punto yo seguía 12 asumiendo que la técnica y las fórmulas eran la clave para la sanidad. Misericordiosamente, yo iba a ser liberado de esas suposiciones muy pronto. Entonces él puso su mano ligeramente sobre el hombro de ella y dijo, “Señor, yo traigo ahora a tu sierva Linda (no es su verdadero nombre) a tu presencia en el nombre de Jesucristo. Ella no siente el afecto del Señor Jesucristo por ella. Permite que sienta en su corazón cuánto la ama el Señor Jesús y cuánto se agrada de ella”. Cuando yo escuché al Dr. White decir esto pensé “Por supuesto, es por eso que ella ha buscado la aprobación de otros. Ella no siente en su corazón el amor de Jesús. Si realmente se sintiera amada por Dios, la aprobación de otros no sería tan importante para ella.” Después, el Dr. White oró, “Y Señor, si hubiera cualquier oscuridad aquí manipulando su dolor, yo oro que tú hagas que se vaya ahora”. Cuando él dijo estas palabras, la cabeza de Linda empezó a subir y a bajar, y empezó a gemir. Ella no podía dejar de mover su cabeza ni de gemir. ¡Yo nunca antes había visto algo como eso! Era como si hubiera una fuerza física en esos sonidos. Cuando la miré, era como si hubiera perdido el conocimiento, o al menos el control de su cuerpo. Sentí una presencia atormentadora alrededor de ella. Casi todos en el auditorio estaban sorprendidos por lo que estaba pasando. Yo nunca había visto un demonio antes, pero estaba convencido de que estaba viendo el trabajo de uno en ese mismo momento. “En el nombre de Jesucristo, te ordeno que estés quieto ahora” dijo simplemente el Dr. White. Y cuando él dijo eso, todo se detuvo inmediatamente. Él no iba a permitir que ella fuera humillada por un espíritu malo delante de toda esa gente. Más tarde se oraron por mi amiga en privado y se encargaron del espíritu malo echándole fuera. El día de hoy Linda ministra muy poderosamente en la enseñanza y en la oración de sanidad. Cuando observé lo que le pasaba a ella, ¿por qué estaba tan seguro de que se debía a un espíritu malo? Porque esta mujer nunca habría actuado en público de esa manera, ni haría algo tan vergonzoso. Ella no tenía un trasfondo carismático. No existía ninguna posibilidad de que esto fuera comportamiento aprendido. Más tarde me platicó que una fuerza había “subido” y la había agarrado, y que ella se sintió impotente para detenerla. Solamente el nombre del Señor Jesús la puso bajo control. Mientras yo observaba cómo era atormentada, pensé en todos los años desperdiciados en los que ella había estado recibiendo consejería cristiana sin haber tenido ninguna mejoría significativa. Había seguido las direcciones espirituales de sus pastores y algunas veces hasta había sido juzgada por ellos. Aun cuando había orado y leído la Biblia fielmente, no había mostrado una gran mejoría, por la simple razón de que había un poder demoníaco detrás de una gran parte de su depresión y miedo. 13 Sentí que las lágrimas me corrían por las mejillas al darme cuenta del daño que podemos causar en los hijos de Dios los pastores arrogantes como yo. Algunas veces estamos muy seguros de que conocemos las causas del dolor o la depresión de una persona. Si ellos simplemente siguieran nuestras pequeñas recetas espirituales, mejorarían. Y cuando ellos tratan de seguir nuestro consejo y no mejoran, nos enojamos con ellos. Pensé en todos los malos consejos que le había dado a esta querida señora, y en todos los años de consejería pastoral y profesional que ella había soportado. Me di cuenta de lo insensatos que habíamos sido los pastores y consejeros. Tú no “aconsejas” a los demonios para que salgan de la gente. Ni los demonios salen cuando una persona sigue tu consejo y se vuelve más disciplinada. Los demonios solamente salen por el poder de la sangre de Jesucristo. Hasta que vino John White, ninguno de los pastores o consejeros de Linda habíamos tenido el discernimiento para entender cuál era la raíz de sus aflicciones, de manera que Linda “había sufrido mucho en las manos de sus médicos”. En ese mismo momento, fue la primera vez en la que puedo estar seguro, que el Señor me habló. Escuché estas palabras, no audiblemente, tan claramente como si fueran palabras audibles: “Eres un engañador y un manipulador, y solo estás jugando a la iglesia”. El sólo ver esas palabas impresas hace que suenen muy duras, pero no fueron duras en ese día. Lo que escuché no fue una condenación, sino una invitación. De alguna manera supe que me encontraba en una encrucijada de mi vida, y que la forma en que respondiera a esa voz, fijaría una dirección completamente nueva para mi vida. Me estaría acercando a Dios, o me estaría alejando de él. Yo simplemente dije “Sí Señor”. Ese “Sí”, escueto, fue lo que reinició mi aprendizaje de lo que significa llegar a ser como un niño en el reino de Dios. No solamente tenemos que ser como niños pequeños para entrar en el reino de los cielos (Mt 18:3) sino que debemos continuar siendo humildes como un niño pequeño si queremos crecer en el reino (Mt 18:4). Cuando dije “Si” estaba manifestando estar de acuerdo con la evaluación que hizo Dios de mi carácter y ministerio. Acababa de cruzar el umbral de un arrepentimiento, el cual llegaría a ser tan profundo, que eventualmente rompería las cadenas de algunos de mis prejuicios más arrogantes acerca de la vida y el ministerio cristianos. Sin embargo, yo no sentí que se estuvieran cayendo ningunas cadenas pesadas en ese momento. En cambio, me sentí como un niño pequeño cuyo Padre estaba a punto de mostrarle un mejor camino. La mañana siguiente era domingo. Desperté en un estado de conmoción. ¡Nuestra iglesia había sido visitada por un demonio! Yo me preguntaba qué efecto tendría eso en la asistencia del domingo. Pero más que eso, me preguntaba qué clase de luchas y divisiones podrían surgir debido a eso. Entre más me lo pensaba más miedo sentía arrastrándose sobre mí. No estaba tan seguro de querer este nuevo 14 ministerio de orar por los enfermos en nuestra iglesia, si eso significaba que la gente se iba a volver emocional y los demonios se iban a manifestar. Y entonces hice algo que se supone que un teólogo entrenado nunca debe hacer. Me senté en el sofá, abrí la Biblia al azar, y empecé a leer. Yo sabía que eso no debe hacerse. Yo había hecho bromas sobre la gente que espera que Dios le hable con un pasaje seleccionado al azar, como en una especie de “ruleta bíblica”. Debería haber tomado una concordancia y buscar todos los pasajes sobre el temor, pero no lo hice. Solo abrí la Biblia y le pedí a Dios que me hablara. El pasaje en donde la abrí era el capítulo ocho de Lucas, y mis ojos se fijaron inmediatamente en el verso veintiséis. Ese pasaje, por supuesto, es la historia del endemoniado gadareno. Leí completa la maravillosa historia de cómo Jesús echó fuera de un hombre una legión de demonios y cómo este hombre recuperó el juicio. En ese momento llegué al verso treinta y siete: “Entonces toda la gente de la región le pidió a Jesús que se fuera, porque ellos se habían llenado de miedo. Así que se subió a la barca y se fue”. Yo estaba a punto de hacer lo mismo que habían hecho los gadarenos. En su gran misericordia el Señor Jesucristo había visitado nuestra iglesia. Él había enviado al Espíritu Santo para motivarnos a la confesión y para revelar el poder oculto de demonios para fortalecernos y sanarnos. Y ahora yo estaba a punto de pedirle que se fuera porque yo tenía miedo de cómo responderían algunas personas. Me arrepentí inmediatamente y le pedí al Señor que me perdonara. Le dije que en cualquier momento que él quisiera tratar con un demonio en nuestra iglesia, podía hacerlo. Cuando terminó la conferencia, todos los líderes y pastores estuvieron de acuerdo en que deberíamos empezar a orar por los enfermos en nuestra iglesia. Al final de nuestros servicios simplemente invitábamos a pasar al frente a quienes quisieran recibir a Cristo como su Salvador, o a quienes desearan oración por necesidades espirituales, físicas, o financieras. No teníamos intenciones de volvernos carismáticos. Simplemente queríamos cumplir el mandamiento bíblico de Santiago 5:14-16: ¿Hay entre ustedes algún enfermo? Que se llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados. Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva. Nosotros informamos a nuestra iglesia que de ahí en adelante estaríamos aplicando este pasaje en nuestros servicios y también en nuestras sesiones de consejería privada. De ahí en adelante, los líderes y los pastores de la iglesia, estarían dispuestos a visitar a las personas en sus hogares cuando se les llamara y orarían por 15 los enfermos en sus casas. Por supuesto, siempre habíamos estado dispuestos a hacer esto, pero ahora nosotros animábamos a la gente a obedecer este texto. También les informamos que cuando vinieran para consejería, nos gustaría no solo aconsejarlos, sino también imponerles las manos y orar por ellos de acuerdo al modelo del Nuevo Testamento. Poco después de que empezamos a orar por la gente en público en nuestros servicios, una señora de nuestra iglesia llamada Ruth Gay me llamó. Ella me dijo que tenía un aneurisma, y que el miércoles acudiría al hospital para que le practicaran un segundo angiograma. (Un aneurisma es una inflamación de un vaso sanguíneo de manera que las paredes del vaso se estiran y adelgazan. El peligro es que las paredes del vaso sanguíneo se pueden reventar, resultando en la muerte de la persona.) El jueves la iban a operar para reparar el aneurisma. Nos preguntó si podríamos ir a su casa el lunes en la noche para orar por ella. El lunes en la noche, Leesa, Joyce Smeltzer (la esposa de John Smeltzer, uno de nuestros pastores), y yo fuimos a la casa de Ruth para orar por ella. Ruth estaba viviendo sola y estaba distanciada del resto de su familia. Se sentía sola, deprimida, y asustada por su próxima cirugía. Cuando nosotros tres entramos a su casa el lunes por la noche, podíamos realmente sentir la oscuridad que la rodeaba. Platicamos un rato con ella, le impusimos las manos en la cabeza, y le pedimos al Señor que le quitara el aneurisma. Oramos con mucha calma, pidiéndole al Señor específicamente que sanara sobrenaturalmente su aneurisma. No reprendimos ningún demonio, ni gritamos, ni propiciamos ninguna excitación religiosa. No oramos para que el Señor guiara las manos del médico. Le pedimos al Señor que usara sus propias manos para tocar este vaso sanguíneo y quitar el aneurisma. Ninguno de nosotros escuchó al Señor hablar directamente esa noche, ni vimos ninguna señal o manifestación sobrenatural. Cuando salimos de la casa, sin embargo, todos tuvimos la sensación de que el Señor había sanado a Ruth. No le dijimos eso a ella, pero pensamos que habíamos sentido la presencia del Señor allí. El miércoles en la mañana recibí una llamada de Ruth. Acababa de llegar de su segundo angiograma. Su voz era tan débil, que difícilmente podía oírla. Ella dijo, “Jack, ¡he sido sanada!” “¿Qué?” “¡He sido sanada!” “¡Estas bromeando!” “No, es verdad. El aneurisma se fue.” “¿Qué dijo tu médico?” “Él dijo que yo había sido sanada. Una enfermera entró esta mañana y me dijo que era un milagro”. “¿Le preguntaste al médico como podía explicarlo?” 16 “Él no puede explicarlo. Me dijo que los aneurismas nunca desaparecen. Tienen que ser corregidos con cirugía. Yo le pregunté si había visto esto anteriormente, y él dijo “Nunca”. Me dijo “Yo no tengo ninguna explicación para ello, usted ha sido sanada”. Esta fue la primera sanidad documentada médicamente que sucedió en nuestra iglesia. Dios había mostrado gran misericordia a una de sus hijas que estaba sola, deprimida y asustada. Nosotros continuamos orando por los enfermos en nuestra iglesia, y vimos otras sanidades, algunas físicas y otras emocionales. También vimos algunas manifestaciones de demonios, pero no en servicios públicos. Durante esta nueva aventura con el Señor, yo había sido sorprendido primero por las Escrituras, y entonces, había sido sorprendido por el Espíritu. Pero esto era solamente el principio. 17 Capítulo 3: Señales y Prodigios. (33-41 en Inglés) (Traducción y correcciones por RN / TL / HC) Cuando hice contacto con el Dr White la primera vez, no sabía que durante los siete meses anteriores él había estado viviendo en Anaheim, California, atendiendo la iglesia de John Wimber. John Wimber es el pastor de la Iglesia Compañerismo Cristiano Vineyard, en Anaheim y es el líder del “movimiento Vineyard”. Después de mi conversación inicial con el Dr White, él me platicó todo esto. Eso no significó nada para mí en ese tiempo porque yo nunca había escuchado de John Wimber ni de Vineyard. Durante varios años no había estado leyendo ninguna de las revistas cristianas populares, y todas habían hecho reportes sobre Wimber y Vineyard, ni había nadie hablado de él en mi presencia. El Dr White me platicó sobre Wimber, y parecía que tenía una opinión muy positiva de él. Me dijo que si alguna vez tenía la oportunidad, tratara de conocerlo y platicar con él sobre la sanidad. El Dr White dijo que él pudo verificar un buen número de sanidades significativas que habían ocurrido en el ministerio de Wimber. Después que el Dr White se fue de nuestra iglesia. Escuché que Wimber vendría a Fort Worth dentro de dos semanas. Él iba a predicar en la iglesia bautista Lake Country en el lado poniente de Fort Worth. Decidí ir a escucharlo un jueves en la noche, pero no me sentía cómodo de visitar una iglesia bautista que se había involucrado en este nuevo movimiento llamado “La Tercera Ola”. Algunos de mis amigos también me habían advertido acerca de John Wimber. Habían escuchado que algunas cosas muy raras pasaban en sus reuniones. Solo para estar en el lado seguro, me acompañé de diez personas de mi iglesia. De esa forma, si las cosas realmente se ponían muy raras, yo tendría algunos testigos que podrían confirmar que yo solo había ido a evaluar, no ha participar. Llegamos tarde y nos sentamos en la última fila, justo cerca de la puerta (solo para estar seguros). La gente ya había empezado la adoración. Estaban cantando, y algunos de ellos estaban levantando sus manos, pero nada extraño estaba pasando. Después de unos treinta minutos de cantos, el pastor, Jim Hylton, un predicador bien respetado y buscado entre los Bautistas del Sur, presentó a Wimber. Wimber anunció que iba a hablar del reino de Dios. Yo me dije a mi mismo, “Y yo voy a escuchar cada palabra que digas y evaluarla con las Escrituras”. Después de veinte minutos de su mensaje, yo me encontré estando de acuerdo con todo lo que dijo sobre el reino. De hecho, yo podía haber dado la misma conferencia en uno de mis salones de clase del seminario, y nadie hubiera levantado una ceja. Lo que es más, me encontré a mí mismo sintiendo agrado genuino por este hombre. Lo que estaba diciendo era verdad, y lo estaba diciendo de una forma muy amena. Él también era muy honesto acerca de sus propios defectos. Parecía que había muy poca presunción en él. Después de una hora, terminó su conferencia y anunció que era “tiempo de clínica”. 18 Yo pensé “¿Tiempo de clínica? Oh, aquí es donde se pone raro el asunto”. Wimber anunció que iba a pedirle a Dios que le mostrara que quería hacer el Espíritu Santo en el resto de la reunión. “Justo ahora no tengo idea que dirección se supone que debemos de seguir, pero yo creo que el Señor nos mostrará que quiere hacer esta noche. Yo le voy a pedir al Espíritu Santo que venga ahora”, dijo. “¿Pedirle al Espíritu Santo que venga? ¿En dónde está esa oración en la Biblia?” yo me pregunté. Me molestó cuando Wimber anunció que iba a usar una oración que no estaba en la Biblia. No me molestaba cuando yo usaba oraciones que no estaban en la Biblia. Pero de alguna manera me pareció que estaba mal que Wimber lo hiciera. Tal vez yo sentí que él no tenía nada que hablar con el Espíritu Santo. Él debía estar hablando al Padre, a través de Jesús, por el Espíritu Santo. Cuando menos esa es la fórmula que algunas personas creen que es la única forma bíblica de orar. O tal vez yo me pregunté cómo podía él pedirle a un Espíritu omnipresente “que viniera”. Sin embargo los que escribieron los Salmos regularmente le pedían al Señor “que viniera”. Yo realmente no sé por qué; fue solo que me molestó. O tal vez Alguien estaba molestándome, ¡un pensamiento aterrador! Traté de descartar esa idea diciéndome a mí mismo que el Espíritu Santo era un caballero que no anda echándole miedo a los hijos del Padre, especialmente a los que tienen una teología intachable. Yo todavía estaba molesto. Aparentemente otros estaban molestos con esa pequeña y simple oración “ven Espíritu Santo”, porque aún John Wimber sintió una inquietud general en la audiencia. Él interrumpió su “tiempo de clínica” para amonestar a la audiencia “Escuchen, le voy a pedir al Espíritu Santo que venga. Ustedes no tienen que tener miedo de los demonios o del diablo ahora. Cuando tú le pides a tu Padre Celestial el Espíritu Santo, él no te da serpientes y escorpiones”. Todo el mundo pareció calmarse y sentirse seguro con esas palabras. Entonces Wimber agregó “Los únicos demonios que se van a manifestar son los que ustedes trajeron con ustedes”. Con ese pequeño chiste todo el mundo pareció molesto otra vez, incluso los de teología intachable. Él finalmente le pidió al Espíritu Santo que viniera, y entonces se quedó callado. También la audiencia. Después de un minuto entero, él miró hacia arriba y dijo “OK yo pienso que sé lo que el Señor quiere hacer esta noche. Él me ha dado algunas palabras de conocimiento para sanidad”. Presuntamente eso significaba que Dios le estaba comunicando a Wimber que él sanaría a cierta gente en la audiencia esa noche. Yo nunca había estado en un servicio como ese, y yo no supe que hacer con eso. 19 Wimber dijo que Dios quería sanar gente con dolor de espalda. Un poco de gente pasó al frente de la iglesia para que equipos de miembros de la iglesia oraran por ellos en lugar de Wimber mismo. Después de unos pocos minutos él dijo, “Hay una mujer aquí que tiene un dolor de espalda severo, pero que todavía no ha pasado al frente. Ven al frente, yo pienso que el Señor te va a sanar ahora mismo”. Cuando yo escuché esas palabras yo pensé “Eso es increíble”. Para entonces mi estudio de las Escrituras me había llevado a creer que Dios nos hablaría con el fin de darnos advertencias, guía, y direcciones, pero nunca había visto a nadie, fuera de la Escritura, que recibiera algo tan específico de Dios. Yo sé, ahora, que Wimber estaba meramente ilustrando 1ª Corintios 14:24-26: “Pero si todos ustedes profetizan, y entra algún incrédulo o alguien que sepa poco de la fe cristiana, esa persona podrá ser reprendida y juzgada por todos ustedes; así los secretos de su corazón quedarán al descubierto, y esa persona se postrará ante Dios y lo adorará, y reconocerá que Dios está realmente entre ustedes. Por lo tanto, hermanos, cuando ustedes se reúnan, tal vez cada uno tenga un salmo, una enseñanza, una revelación, un mensaje en lengua extraña, o una interpretación; pero todo deben hacerlo para la edificación.” Dios le había dado a Wimber una revelación acerca de alguien en la audiencia que Él quería sanar, de modo que no solo esa persona fuera tocada, pero el cuerpo completo fuera edificado. Yo pensé, “Esto es increíble, Esto es justo como Pablo dijo que la iglesia se suponía que fuera”. Pero nadie pasó al frente. Yo pensé “Pobre Wimber, él lo estaba haciendo tan bien cuando estaba hablando acerca del reino. Si él no hubiera intentado este asunto de la clínica, esta reunión hubiera sido un éxito esta noche.” Yo me sentí avergonzado por él y también decepcionado. Wimber no parecía compartir ni mi vergüenza, ni mi decepción. Él anunció un segundo hecho acerca de esta mujer. Él dijo “Usted fue al doctor hace varios días, usted ha tenido este dolor por años. Por favor pase al frente.” Esto era una de las cosas más increíbles que yo jamás había escuchado. Era como una de las narraciones proféticas del Antiguo Testamento. Ninguna mujer se paró y pasó al frente. Ahora la tensión estaba creciendo significativamente en la sala. Wimber pareció estar orando por unos pocos segundos. Entonces él miró hacia arriba a la audiencia y dijo “Su nombre es Margaret”. Entonces, con una sonrisa de abuelo, él agregó “Ahora Margaret, párate y ven para acá ahora mismo”. Como a la mitad del pasillo, en la sección del centro, al lado del pasillo, Margaret se paró y empezó a caminar tímidamente hacia el frente. 20 Yo pensé que esto era la cosa más sorprendente que yo había visto. Esto era justo como el apóstol Pablo dijo que pasaría. Había asombro y convicción en la sala. Pero antes de que Margaret llegara al frente de la iglesia, una onda de escepticismo y de disgusto vino sobre mí. Me dije a mí mismo “¿Y si él le pagó a ella para que hiciera esto. Y si ella es Margaret la noche del jueves aquí en Fort Worth, Texas, y entonces el sábado en la noche en alguna otra ciudad ella es Mabel Smith, caminando hacia el frente de la iglesia llevando un sobre con dos tumores malignos que ella echó fuera tosiendo?” Y yo me dije a mí mismo “Yo no creo que esto es cierto”. Aproximadamente al mismo tiempo que yo empecé a dudar de este proceso completo, el hombre sentado al lado mío, a quien yo había conocido durante quince años, y que estaba en mi iglesia, exclamó “¡Esa es Margaret mi cuñada!” La cuñada de Mike Pinkston, Margaret Pinkston, pasó al frente de la iglesia esa noche después de haber sido llamada específicamente por John Wimber. Y cuando varios adultos oraron por ella, ella fue sanada de una condición que había tenido por años. Yo conocía a esa familia, y yo sabía que no había nada falso acerca de esa sanidad. Esto realmente fue una ilustración gráfica de la vida de la iglesia del Nuevo Testamento como fue revelado por el apóstol Pablo en 1ª Corintios 14. ¡Nunca vas a adivinar quién fue el primero en la línea para hablar con John Wimber después de que terminó la reunión!. Leesa y yo tuvimos varias preguntas que queríamos hacerle acerca de los eventos de esa noche, acerca de la sanidad y acerca de las revelaciones de Dios. John fue tan bondadoso con nosotros, contestando nuestras preguntas pacientemente e incluso dándonos algunas instrucciones ahí mismo al observarlo a él y a otros orar por la gente esa noche. Yo tuve un conocimiento bíblico teórico con respecto a la sanidad y al ministerio de revelación del Espíritu Santo, pero Wimber tenía el conocimiento práctico y la experiencia de como esas cosas realmente funcionan. Fue una noche fascinante, una noche que yo nunca olvidaré. Fue la noche cuando nuestra amistad con John y Carol Wimber empezó, una amistad que eventualmente conduciría a trabajar juntos por cuatro años. Durante el resto de 1986 y 1987, John Wimber y yo llegamos a ser amigos cercanos. Leesa y yo fuimos a varias conferencias Vineyard durante ese tiempo. Nosotros continuamos aprendiendo más acerca de la sanidad y el ministerio del día de hoy del Espíritu Santo, tanto en las Escrituras como en la experiencia práctica. Mi amistad con Wimber y mi creciente interés en el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo, eventualmente me llevaron a renunciar a mi iglesia y resultó en mi despido de mi puesto de enseñanza en el Seminario de Dallas. Antes de dejar el Seminario de Dallas, sin embargo, yo conocí otro hombre que también sería usado por Dios para alterar el curso de mi vida. Su nombre es Paul Cain. 21 En el otoño de 1987, durante mi último semestre en el Seminario Dallas, yo había ayudado a George Mallone a empezar la iglesia Grace Vineyard en Arlington, Texas. En septiembre cuando George y yo estábamos en Kansas City en una conferencia, Mike Bickle pastor de la iglesia entonces llamada Kansas City Fellowship (una iglesia grande de unas tres mil personas) nos había platicado del ministerio de Paul Cain. Cuando era joven, a fines de los años 1940s e inicios de los años 1950s él había jugado un papel importante en el avivamiento de sanidad de ese tiempo. Mike nos platicó de muchas historias fascinantes acerca de incidentes sobrenaturales que habían acompañado su nacimiento, su vida, y muchos milagros con calidad del Nuevo Testamento que habían ocurrido en su ministerio. En 1958 él se había disgustado tanto con la corrupción y los abusos que se habían hecho comunes en el movimiento de sanidad del cual era parte, que él dejó ese movimiento. Durante los siguientes veinticinco años él voluntariamente caminó en relativa oscuridad, pastoreando un par de iglesias por un tiempo, y después haciendo ministerio itinerante. Ocasionalmente él todavía habló en reuniones grandes, pero esto fue mucho más raro que en su ministerio anterior. Mike dijo que Paul era un tesoro de información histórica acerca de todos aquellos que tenían reputación de haber tenido gran poder de sanidad en los años 1950s. Él conoció virtualmente a todas las personas que habían sido prominentes en ese movimiento. Él había visto el lado bueno y el lado malo de ese movimiento. Él había observado a hombres, dotados por Dios, empezar bien y terminar mal, y él había observado unos pocos, muy pocos, que permanecieron incorruptos a través de todo ese tiempo. Cuando George y yo regresamos de Kansas City, llamamos a Paul y le pedimos que desayunara con nosotros. Era verdad, Paul realmente era un tesoro de conocimiento acerca de todas esas personalidades y eventos que sucedieron durante ese tiempo. Le hicimos preguntas durante casi dos horas. Durante el año siguiente Paul y yo llegamos a ser muy buenos amigos. Compartimos muchas comidas juntos y a menudo platicamos por teléfono. Durante este tiempo nunca lo había escuchado predicar o enseñar, ni lo vi usar su don de revelación por el cual había sido famoso en días pasados. Entonces en septiembre de 1988 mi familia y yo nos estábamos preparando para dejar Fort Worth, Texas, para ir a Anaheim, California, y unirnos a John Wimber en el ministerio de la iglesia Compañerismo Cristiano Vineyard. Durante ese tiempo, Paul Cain y yo compartimos nuestro primer tiempo juntos. Estábamos hablando en la Escuela de Ministerio Camino de Emaús. Esta es una escuela en Euless, Texas, para entrenamiento en ministerio práctico. Esta escuela es dirigida por T.D. Hall y apoyada por Dudley Hall, Doug White, Jim Hylton, y James Robison, entre otros. La mayoría de esos hombres eran Bautistas del Sur, o lo habían sido, y habían empezado a creer en los dones del Espíritu Santo. Paul y yo 22 fuimos para compartir las responsabilidades de enseñanza para la hora de la mañana durante la primera semana de septiembre. En los primeros dos días, Paul asistió a las reuniones, pero no se sintió suficientemente bien para hablar. Esto era un poco irónico puesto que yo estaba hablando sobre la sanidad y se suponía que Paul tenía una reputación de haber sido usado por el Señor en la sanidad. Pero en la tercera mañana, yo vi algo en el ministerio que alteraría por siempre mi concepto del ministerio del Espíritu Santo. Paul acababa de terminar de dar un maravilloso mensaje y estaba empezando a orar por la gente de la audiencia. Había unas 250 personas ahí esa mañana. Él le pidió a los diabéticos que se pararan. Al empezar a orar por los diabéticos, él vio a una mujer de pelo gris a su derecha. Él se le quedó viendo por un momento, nunca la había conocido (ni nadie más en la audiencia, de hecho) y entonces dijo “Tú no tienes diabetes, tú tienes baja azúcar en la sangre. El Señor te sana de esa baja azúcar en la sangre ahora. Yo veo una visión en donde estás sentada en una silla amarilla. Tú estás diciendo “Si solo pudiera llegar hasta la mañana, si solo pudiera llegar hasta la mañana” tus alergias te atormentan tanto que algunas veces te mantienen despierta toda la noche. El Señor sana esas alergias, ahora. Ese problema con la válvula de tu corazón, se va en el nombre de Jesús. Y también se va ese crecimiento en tu páncreas”. Para entonces ya había una fuerte sensación del temor del Señor en el salón. La gente había empezado a llorar abiertamente al ver el poder del Señor desplegado y la preocupación del Señor por una de sus hijas. Paul continuó viendo a la mujer y entonces dijo “El diablo te ha programado una crisis nerviosa”. Cuando él dijo esto, el hombre sentado al lado de ella, que resultó ser su marido, empezó a llorar. Él sabía que su esposa estaba muy cerca de una crisis nerviosa. Paul dijo “El Señor interrumpe ese plan ahora. No tendrás la crisis”. Y entonces, igual de rápido como Paul había empezado a hablarle a esta mujer, él se detuvo, y dijo “Yo pienso que eso es todo lo que el Señor quiere que haga ahora”. Y entonces se sentó en la primera fila. Todos nos quedamos aturdidos. Nunca habíamos visto nada como esto. Yo he visto varias sanidades durante los últimos dos años, y algunas sanidades maravillosas, pero nunca he visto a nadie ser llamado de una audiencia como esa vez, desconocida al orador, y entonces no solo identificar cuatro condiciones de su cuerpo sino también pronunciarlas sanadas. Esto me recordó del poder de revelación de Eliseo, que era capaz de decirle al rey de Israel los planes que el comandante sirio había hecho en su propia recámara. Era también como las sanidades apostólicas en el Nuevo Testamento, en donde los apóstoles ordenaban o pronunciaban una sanidad en lugar de orar por sanidad. Estábamos totalmente sin habla. Nadie sabía cómo terminar la reunión. El temor del 23 Señor era tan fuerte en la sala que nadie quería actuar presuntuosamente. Finalmente Jack Taylor se paró, con lágrimas en los ojos, y nos dirigió en un himno. La mujer que Paul pronunció sanada ese día se llama Linda Tidwell. Yo he tenido varias conversaciones con Linda y su esposo Jim, desde ese día de septiembre de 1988. Aquí está lo que pasó después del ministerio de Paul para ella. Ella fue a su médico esa semana y le hicieron exámenes. Su azúcar baja en la sangre ya estaba normal, y sus alergias se habían terminado inmediatamente. (Habían sido tan severas como Paul había dicho). Un soplo de su corazón, que había tenido desde niña, fue sanado, y el problema con el páncreas había desaparecido. Su depresión y condición nerviosa había terminado, y en los siguientes pocos meses ella bajó treinta y cinco libras de peso, que había adquirido por su preocupación y ansiedad. Todas las condiciones médicas mencionadas por Paul habían sido correctas y habían sido sanadas. Un año después ella me dijo una cosa que Paul le había dicho, que no le pareció correcta a ella. Él había dicho “Te veo sentada en una silla amarilla”. Ella estuvo desconcertada por un largo tiempo después. No tenía sentido para ella porque ellos no tenían una silla amarilla. Entonces ella recordó que antes de que se cambiaran a Fort Worth, ella había pintado de negro su mecedora que era amarilla. Después de un tiempo ella se había olvidado de que la silla había sido amarilla. Paul había visto una visión de ella antes de que se cambiaran a Fort Worth, cuando sus alergias habían sido peores. Desde ese tiempo ella ha visitado un buen número de iglesias en la región de Dallas-Fort Worth, dando su testimonio acerca de la maravillosa sanidad que Dios había hecho con ella. Desde septiembre de 1988 yo he visto al Señor usar a Paul Cain de esta forma literalmente por todo el mundo. No estoy diciendo esto para exaltar a un hombre. Yo creo que Dios está usando un buen número de personas como él en muchas partes diferentes del mundo el día de hoy. Yo creo que esta clase de ministerio sobrenatural está disponible para la iglesia el día de hoy. Yo creo que el Señor nos ha dado formas para cultivar este ministerio. Yo también creo que existen errores que la iglesia puede hacer que pueden obstaculizar este ministerio. En las páginas siguientes quiero compartir contigo algunas de las cosas que he aprendido durante los últimos pocos años, tanto en la Escritura como en la experiencia práctica, que pueden ayudarte a aprender como buscar y experimentar la realidad de los dones del Espíritu sin todo el bombo y abusos que han afectado a otros que han intentado ministrar en el poder del Espíritu. También quiero compartir contigo las objeciones bíblicas y teológicas que yo tuve hacia el ministerio sobrenatural actual del Espíritu Santo, y las respuestas que eliminaron esas objeciones para mí. Finalmente, yo quiero discutir los miedos y obstáculos que yo experimenté tratando 24 de ministrar en el poder del Espíritu Santo, y cómo esos han sido y siguen siendo removidos. 25 Capítulo 4: El Mito de la Objetividad Bíblica Pura. (45-56) (Traducción y correcciones por RN / TL) Un psiquiatra tuvo un paciente que creía que estaba muerto. Ningún argumento podía convencerlo de lo contrario. Finalmente, ya desesperado se le ocurrió un brillante plan al psiquiatra. Decidió que le demostraría al paciente que los muertos no sangran. Le dio a leer varios libros de medicina y le dio una cita para la semana siguiente. El paciente hizo su tarea y llegó a la oficina del psiquiatra a la hora de la cita. “Bien, ¿Qué descubrió en su lectura?” le preguntó el psiquiatra. “Descubrí que la evidencia médica demuestra que los muertos no sangran”, contestó el paciente. “Así que si una persona sangrara, ¿usted tendría la certeza de que la persona no está muerta?” “Absolutamente”, dijo el paciente. Ese era el momento que había estado esperando el psiquiatra. Sacó una aguja y pinchó el dedo del paciente. Inmediatamente apareció una gota de sangre. El paciente miró a su dedo, y exclamó con horror “¡Dios mío los muertos si sangran!” A todos nos gusta pensar que somos muy razonables y objetivos. Pero la verdad es, como dijo una persona, que a menudo hacemos nuestro cerebro a un lado para justificar lo que creemos de antemano. Yo era uno de esos cristianos que les encanta decirse a sí mismos que no viven conforme a las experiencias sino conforme a la Palabra de Dios. Mi práctica y mis creencias estaban determinadas por las enseñanzas de las Santas Escrituras, al menos eso pensaba. Solamente en años recientes me he dado cuenta de la arrogancia de esa forma de hablar. De alguna forma pensaba que yo era la excepción a la enseñanza de Jeremías 17:9 “El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?” ¿Qué me hizo pensar que mi corazón era tan puro que yo entendía con precisión mis motivos para creer y hacer las cosas que hacía? La verdad es que todos tenemos muchas razones por las cuales creemos y hacemos las cosas, y la Escritura es solamente una de esas razones. Algunas veces la Escritura no es ni siquiera la principal razón para nuestras creencias o nuestras prácticas, sin importar cuanto aleguemos en contra. La idea de que la humanidad caída, incluso la humanidad caída redimida, pueda llegar a la objetividad bíblica pura para determinar sus prácticas y creencias es una ilusión. Todos estamos significativamente influenciados por nuestras circunstancias: la cultura en la que vivimos, la familia en la que crecimos, la iglesia a la que pertenecemos, nuestros maestros, nuestros deseos, nuestras metas, nuestras decepciones, nuestras tragedias y traumas. Nuestra experiencia determina mucho de 26 lo que creemos y hacemos, y a menudo determina mucho más de lo que estamos conscientes o nos gustaría admitir. Permíteme ilustrar esto para ti. Es común para los profesores de teología afirmar que la Escritura, no su experiencia, determina su doctrina. Si tú le preguntas a un profesor del Seminario de Dallas su punto de vista sobre el milenio (el reino de mil años de Cristo que se describe en Ap 20:4-6) te dirá que él es premilenial. Esto significa que cuando Cristo regrese a la tierra, va a establecer un reino en la tierra y que reinará aquí mil años antes de la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra. Si le preguntas porque cree esto, él declarará que esa es la clara enseñanza de las Escrituras. Si tú le haces la misma pregunta a un profesor del Seminario Westminster, probablemente te dirá que él es amilenial. (A diferencia del Seminario Dallas, el Seminario Westminster no requiere a sus profesores mantener cierta opinión del milenio, pero la mayoría de los profesores de Westminster son amileniales). Esto significa que no habrá literalmente un reino de mil años de Jesús sobre la tierra entre su segunda venida y la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra. Si tú le preguntas a él porque cree eso, él te dirá que esa es la clara enseñanza de las Escrituras. Los dos no pueden estar en lo correcto, de hecho, ninguno de los dos puede estar correcto. La verdad es que ambos, el Seminario Westminster y el Seminario de Dallas tienen intérpretes de la Escritura santos, inteligentes, y hábiles, que están en desacuerdo en un buen número de doctrinas de la Escritura. ¡Sin embargo ambos lados alegarán que la razón por la cual mantienen su posición, es porque esa es la clara enseñanza de la Escritura! Yo sospecho que esta no es la verdad completa. La verdad es, que si tomas un estudiante que no tiene ninguna opinión definida sobre el milenio y lo mandas al Seminario Westminster, él probablemente saldrá amilenialista. Y si tú tomas el mismo estudiante y lo mandas al Seminario Dallas, él es aún más probable que salga premilenialista. Habrá pocas excepciones a esta regla. Nuestro ambiente, nuestras tradiciones teológicas, y nuestros maestros tienen mucho más que ver con lo que creemos de lo que nos damos cuenta. En algunos casos eso tiene mucha más influencia sobre lo que creemos que la misma Biblia. Considera el ejemplo anterior. Uno de los dos, el amilenialista o el premilenialista está definitivamente equivocado. Si el premilenialista está equivocado, entonces no importa cuánto protesta, su doctrina no puede haberse derivado de la enseñanza de la Escritura, porque la Escritura no habría enseñado eso, suponiendo que la doctrina del premilenialista está equivocada. A lo largo de los años he observado de que la mayoría de lo que los cristianos creen no se deriva de su propio estudio paciente y cuidadoso de las Escrituras. La mayoría de los cristianos creen lo que creen porque santos y respetados maestros les 27 dijeron que era correcto. Yo he visto esto ilustrado en cientos de formas, pero la siguiente es una que yo nunca olvidaré. A los graduados del seminario que quieren entrar en el programa doctoral se les requiere pasar un examen oral y uno escrito antes de que puedan ser admitidos al programa. Como profesor, una de mis tareas era ayudar a aplicar esos exámenes junto con algunos de mis colegas. En este día en particular estábamos examinando a tres jóvenes prometedores estudiantes candidatos al doctorado. Les estábamos aplicando el examen oral, el más amenazador de los requisitos de entrada. En este examen, de cuatro a cinco profesores le hacen preguntas al estudiante candidato, sobre el lenguaje hebreo, la arqueología, y otros campos técnicos de estudio relacionados con el Antiguo Testamento, y acerca de sus puntos de vista personales sobre teología. La razón para esto último era que no queríamos darle el título de doctor a un estudiante que tuviera una teología que el seminario no pudiera aprobar. El primer estudiante a ser examinado ese día tenía casi puras As en su entrenamiento anterior en el seminario, y había enseñado por un año en otro seminario. El contestó bien todas las preguntas técnicas del Antiguo Testamento. La última área en que iba a ser examinado era la de su enfoque teológico. En este día en particular mis colegas y yo decidimos que yo le haría las preguntas teológicas. Mi primera pregunta fue “¿Qué crees acerca de la deidad de Jesucristo?” Su respuesta fue reírse conmigo, ¡lo cual no es bueno hacer durante tu examen doctoral! Es mejor esperar hasta que ya tienes el título y después burlarte de tus profesores. Le dije que era una pregunta seria y que estaba realmente interesado en lo que creía acerca de la deidad de Jesucristo. “Bien, yo creo en la completa deidad del Señor Jesucristo”, respondió. Yo le dije que era bueno que creyera eso, y que nosotros también lo creíamos. Entonces le pregunté por qué creía en la deidad de Jesucristo. “Porque las Escrituras enseñan que Jesús es Dios”, dijo él. “Muy bien, también nosotros creemos eso. Ahora dinos un texto específico de la Biblia que sin ambigüedad enseñe que Jesús es Dios.” Por primera vez durante todo el examen, su aspecto de confianza se desvaneció. Dudó un momento y luego dijo “La deidad de Jesucristo está en todas partes en el Nuevo Testamento”. “¿Podrías ser un poco más específico? Dinos un texto que enseñe sin ambigüedad su deidad”. Después de titubear un poco, finalmente dijo “Yo y el Padre somos uno”. Yo le dije que era cierto que Juan 10:30 decía eso, pero ¿eso significaba realmente que Jesús era Dios? Yo podría decir, por ejemplo, que él y yo éramos uno, pero eso no probaría que somos lo mismo, si siquiera de la misma familia. Jesús podría querer decir que él y el Padre era uno en propósito. 28 Entonces él se rindió tratando de usar Juan 10:30. Él no sabía lo suficiente para citar los pocos versos siguientes que mostraban claramente que los judíos entendieron que esto era una afirmación de su deidad. Si él hubiera hecho eso, yo le hubiera concedido que este pasaje enseñaba la deidad de Jesucristo, lo cual hace sin ninguna ambigüedad. Al final no pudo darnos un solo pasaje claro de la Biblia sobre la deidad de Jesucristo. Aquí estaba un hombre que había completado cuatro años de escuela bíblica, y cuatro años de seminario. Tenía un master en teología, y había enseñado un año en un seminario bíblico conservador. Sin embargo no pudo citar y defender una sola referencia de la Biblia sin ambigüedad sobre la deidad de Jesucristo. Mi siguiente pregunta para él fue como llega alguien al cielo. Lo que yo quería era que nos diera una referencia clara a la doctrina de la justificación por la sola fe en el Señor Jesucristo. La discusión fue exactamente igual que con la primera pregunta. Él no pudo dar y defender una referencia clara a la justificación por la sola fe en Jesucristo. Cuando le hice la tercera pregunta, de que creía acerca de los dones milagrosos del Espíritu Santo su confianza pareció regresar. Sin ningún temor contestó que ya no se manifestaban. De nuevo, su razón para esto era, que esa era la clara enseñanza de la Escritura. Yo le pregunté cual pensaba que era la evidencia más fuerte de la Biblia para apoyar la cesación de los dones milagrosos del Espíritu. “La Biblia enseña que solo hay tres periodos donde los milagros fueron comunes en la historia de los tratos de Dios con su pueblo. Fueron comunes durante el tiempo de Moisés y Josué, de Elías y Eliseo, y de Cristo y sus apóstoles, tres periodos de dos generaciones cada uno. La próxima vez cuando los milagros serán comunes, será durante el reinado del anticristo y la gran tribulación” contesto él sin ningún titubeo. “¿Llegaste a esta conclusión a partir de un cuidadoso estudio inductivo de las Escrituras?”, le pregunté. “Eso es correcto”. Entonces supe que no estaba diciendo la verdad. Él no llegó a esa conclusión a partir de un estudio cuidadoso de las Escrituras. El teólogo de Princeton, Benjamín Brekenridge Warfield popularizó esta opinión al principio del siglo veinte, con el resultado de que los teólogos reformados y dispensacionalistas la han estado usando desde entonces. Algunos de nosotros hemos pasado esta enseñanza a los estudiantes. Y ahora él está pretendiendo que llegó a ello por un cuidadoso estudio de las Escrituras. Su deshonestidad era un poco más de lo que yo estaba dispuesto a tolerar, así que le dije “Veamos si puedes defender esa posición ahora. Empecemos con el capítulo uno de Génesis y continuemos con cada capítulo del Antiguo Testamento para ver si la evidencia bíblica apoya tu teoría. Recuerda, solo debemos encontrar tres 29 periodos en los cuales los milagros son comunes. ¿Qué ocurrió en el primer capítulo de la Biblia?” “Ahí es donde Dios creó el mundo”. “¿Ý que tal el capítulo dos?” “Esa es la historia de la creación del mundo con el hombre en el centro!”. “¿Capítulo tres?” “Ahí es donde el diablo viene a Adán y a Eva y los tienta para pecar, y Dios tiene que sacarlos del paraíso”. “¿Son esas cosas milagrosas?”, le pregunté. “Bueno si, pero se tiene que empezar en algún lado”. “O.K., bien. ¿Capítulo 4?” “El primer asesinato”, dijo él. “El capítulo cinco es una genealogía. ¿Qué pasa en los capítulos del seis al nueve?” “Ahí es donde Dios cubre toda la tierra con el diluvio y rescata a ocho personas en el arca, en la cual especies de todo animal viviente han sido milagrosamente colocados”. “¿Capítulo 10?! “Otra genealogía”. “¿Capítulo 11?” “La Torre de Babel, en donde Dios baja y confunde el lenguaje de todas las familias de la tierra”. “Así que los primeros once capítulos de Génesis no concuerdan con tu teoría, ¿verdad?”. “Si, pero esa es la historia del inicio, eran de esperarse esas cosas al principio”. “O.K., para no discutir dejemos los primeros once capítulos de Génesis. En el capítulo doce y por el resto del libro de Génesis tenemos simples narraciones biográficas. ¿Qué pasa en el capítulo doce?”. “Dios soberanamente llama a Abraham para que deje Ur de los caldeos y vaya a una tierra en donde va a empezar un programa para redimir al mundo entero”. “¿Alguna otra cosa te parece sobrenatural o milagrosa en la vida de Abraham?”. “Bueno en el capítulo quince está al horno humeante sobrenatural y la antorcha flameante pasando entre las partes del sacrificio de Abraham (Ge 15:17). Además la conversación divina en el capítulo 17, y el Señor y los seres angélicos que aparecen a Abraham en el capítulo 18 y comen con Abraham. Después está la destrucción de Sodoma y Gomorra, cuando llueve fuego y azufre sobre esas dos ciudades (Ge 19). Entonces está el nacimiento sobrenatural de Isaac en el capítulo 21 y el encuentro con el ángel del Señor cuando ofrece a Isaac en el altar en el capítulo 22.” “Así que la vida de Abraham no concuerda con tu teoría de que los milagros o lo sobrenatural no son comunes hasta el tiempo de Moisés y Josué, verdad?” 30 “No”. “¿Y que encontramos con Isaac, Jacob y José, alguna cosa ahí te parece milagrosa o sobrenatural a ti?” “El capítulo 28, la visión mesiánica profética de ángeles subiendo y bajando en la escalera mientras Jacob dormía” “¿Qué más en la vida de Jacob?” “En el capítulo 32 él lucha con Dios, o con el Cristo pre encarnado, durante toda la noche. Entonces con José están todos esos sueños e interpretaciones”. Así que le dije “De acuerdo a esta evidencia, el libro de Génesis no está de acuerdo con tu teoría, ¿verdad?”. “No”. “Ahora estamos en el libro de Éxodo, y ya hemos dicho que las vidas de Moisés y Josué contienen milagros y ocurrencias sobrenaturales, así que dejemos los libros de Éxodo y Josué, y pasemos al libro de Jueces.” “¿Hay algo que te parece milagroso en el libro de Jueces?”. Él dijo, “Bueno, el ángel del Señor de hecho se le aparece a Gedeón, y todo ese asunto de los vellones. Entonces el ángel del Señor se le aparece a los padres de Sansón, y está la fuerza milagrosa de Sansón”. “Así que el libro de Jueces no respalda su teoría, ¿verdad?”. “No”. “¿Qué tenemos en el libro 1 Samuel?”. “Un profeta cuyas palabras no caen en la tierra” (1 S 3:19-21). Y así siguió la discusión un buen rato. En capítulo tras capitulo el estudiante fue obligado a listar las veces que ocurrían milagros o eventos sobrenaturales que contradecían su afirmación de que solo habían ocurrido en tres periodos de la historia de Israel. El estudiante fue forzado a admitir que no podía defender su posición, sino que las Escrituras en realidad la contradecían. Después que ese estudiante se fue, examinamos dos jóvenes prospectos más. Ambos contestaron bien las preguntas técnicas relacionadas con el Antiguo Testamento, pero su desempeño fue casi igual de deficiente como el del primer estudiante cuando les hice las mismas tres preguntas relacionadas con la deidad de Jesucristo, la justificación por la fe, y los dones milagrosos del Espíritu Santo. Ese día cuando se fue el último estudiante yo les comenté a mis colegas que decepcionante había sido toda la experiencia. Yo dije “Esos estudiantes no creen lo que creen porque la Biblia lo enseña, sino porque figuras de autoridad en sus vidas les dijeron que esas doctrinas eran verdaderas. Ellos no obtuvieron sus creencias de un estudio cuidadoso de las Escrituras. Ni siquiera pueden defender sus creencias usando las Escrituras”. Uno de los profesores más viejos dijo “Eso es cierto, pero yo tendría que decir que la experiencia del día de hoy es más la regla que la excepción durante estos exámenes”. 31 Todos esos estudiantes llegaron a ese examen, confiados de que ellos creían lo que creían simplemente porque las Escrituras lo enseñaban, pero ellos estaban significativamente engañados. Si eso es cierto en el ambiente de un seminario, ¿Cuánto más cierto crees tú que sea en un ambiente no académico? La experiencia y la tradición determinan la mayoría de lo que la gente de la iglesia cree, en lugar de un estudio personal cuidadoso y paciente de las Escrituras. J.I. Packer escribe “Nadie puede afirmar que no esté influenciado de las tradiciones. De hecho, una forma segura de ser tragado por el tradicionalismo es pensar que uno es inmune a él… La pregunta, entonces, no es si tenemos tradiciones, sino si nuestras tradiciones entran en conflicto con el único patrón absoluto en esos asuntos: las Sagradas Escrituras”. Ni Packer ni yo estamos afirmando que toda la tradición sea mala. Yo estoy de acuerdo con la declaración de Packer de que: “Todos los cristianos son al mismo tiempo beneficiarios y víctimas de la tradición, beneficiarios, que reciben verdad y sabiduría edificantes de la fidelidad de Dios en las generaciones pasadas; y víctimas que ahora dan por sentado cosas que necesitan ser cuestionadas, tratando como absolutos divinos, patrones de creencia y comportamiento que deben ser vistos como humanos, provisionales, y relativos. Todos somos beneficiarios de tradiciones buenas, sabias, y sólidas, y victimas de tradiciones pobres, imprudentes, y poco sólidas”. Hay muchos cristianos, por ejemplo, que creen en la deidad de Jesucristo, pero que nunca podrían defender su opinión con las Escrituras. A pesar de que creen que las Escrituras enseñan eso, ellos no llegaron a esta creencia mediante un cuidadoso estudio de las Escrituras. Es parte de una tradición que se les ha pasado por sus maestros. En este caso, ellos se beneficiaron de la tradición, porque esta tradición en particular, descansa sólidamente sobre las Escrituras. Sin embargo, cuando nuestros sistemas de creencias van más allá de los fundamentos básicos de la fe (la deidad de Jesucristo, la justificación por la fe, la muerte substitutiva de Cristo, y otras más) hacia cosas que no son tan fundamentales (la forma del bautismo, la forma de la cena del Señor, o una visión particular del milenio) ahí somos mucho más dependientes de la tradición de lo que nos damos cuenta. En esos casos Packer ofrece un consejo sabio, “Lo que debemos hacer es reconocer que estamos llenos de tradiciones, buenas o malas, en un grado mucho mayor del que nos damos cuenta, y debemos aprender a hacer preguntas críticas, a la luz de las Escrituras, sobre lo que hemos dado por hecho”. Algunos, sin embargo, no reconocen el significado de la tradición y de otros factores en nuestro ambiente que determinan o forman nuestras opiniones. Edward Gross pregunta por qué existen tantas interpretaciones. Su respuesta es que: 32 Hay dos simples razones por las que existen tantas interpretaciones: la falta de un estudio exhaustivo y la falta de seguir las reglas simples de la hermenéutica (la ciencia de la interpretación bíblica). Después cita tres reglas hermenéuticas resumidas por Charles Hodge para que 1) las Escrituras sean interpretadas en su sentido histórico, 2) que la Escritura interprete a la misma Escritura y nunca se contradiga, y 3) la guía del Espíritu Santo que debe buscarse para interpretar las Escrituras. Gross concluye que: Emplear esas reglas nos ayudarán a determinar el sentido verdadero de las Escrituras. Si los cristianos se unieran para usar constantemente esas simples reglas, las diferencias de interpretación desaparecerían prácticamente. Estoy seguro que hay otros que sinceramente creen como Gross, que la falta de estudio y las diferencias hermenéuticas pueden explicar la diversidad teológica contemporánea. Sin embargo, yo no pienso que hay muchos teólogos expertos o interpretes eruditos de la Escritura que estarían de acuerdo con Gross. Cuando yo estaba en el Seminario de Dallas, todos los profesores que conocí estarían de acuerdo con las tres reglas hermenéuticas resumidas por Hodge, y todos creíamos en el estudio exhaustivo de la Palabra. Sin embargo, diferíamos significativamente con la posición teológica reformada que Gross cita a través del libro. ¿Acaso nosotros los dispensacionalistas no estudiábamos las Escrituras tan exhaustivamente como los teólogos reformados con los que estábamos en desacuerdo? ¿Éramos nosotros inconsistentes en nuestra aplicación de los tres principios hermenéuticos? La verdad obvia es que la falta de un estudio exhaustivo de las Escrituras, y principios hermenéuticos diferentes, no pueden explicar la gran mayoría de las diferencias teológicas modernas. Tradiciones y los Dones del Espíritu. Si encerraras a un cristiano nuevo en un cuarto, con una Biblia, y le dijeras que estudiara lo que dice la Escritura sobre sanidades y milagros, nunca saldría del cuarto siendo cesacionista. Yo se esto por mi propia experiencia. Antes de mi conversión a los 17 años de edad, no tenía entrenamiento en teología, ni en Escritura, ni en historia del cristianismo. Inmediatamente después de que el Señor me salvó, empecé a devorar las Escrituras. Las leía día y noche, y las memorizaba. Cuando empecé a preguntarles a mis nuevos maestros cristianos acerca de los milagros en la Escritura, se me enseñó que Dios ya no hacía ese tipo de cosas mediante intermediarios humanos. Se me enseñó que el milagro real, el único que realmente interesa, era la conversión de los perdidos. Puesto que la gente de Dios que yo respetaba me dijo esto, y como yo no vi milagros en mi propia experiencia que contradijera esta enseñanza, la acepté como verdadera. Me entregué al evangelismo y muy pronto me olvidé de orar por sanidades y milagros. 33 Este no es un sistema de doctrina al que yo hubiera llegado por mí mismo. Yo tuve que ser enseñado que los dones del Espíritu ya habían cesado. Ahora, 27 años después, a la edad de 44, yo he tenido el privilegio de estar en ambos lados de este debate teológico. Yo estoy absolutamente convencido de que las Escrituras no enseñan que los dones del Espíritu cesaron con la muerte de los apóstoles. No es la enseñanza de la Escritura la que ocasiona que la gente no crea en el ministerio contemporáneo de lo milagroso. Hay una razón básica por la que los cristianos que creen en la Biblia no creen en los dones milagrosos del Espíritu el día de hoy. Primera Razón (Capítulo 5): Es simplemente esta: no los han visto. Su tradición, por supuesto, apoya su falta de creencia, pero su tradición no tendría oportunidad de éxito si no estuviera acoplada con su falta de experiencia de lo milagroso. Permítame repetirlo: los cristianos no creen en los dones milagrosos del Espíritu debido a que las Escrituras enseñan que esos dones cesaron. No creen en los dones milagrosos del Espíritu porque no los han experimentado. Ningún escritor cesacionista del que yo esté al tanto trata de apoyar su caso solamente en las Escrituras. Todos esos escritores apelan tanto a la Escritura y a la historia pasada o presente para apoyar su caso. A menudo pasa desapercibido que su apelación a la historia, pasada o presente, es en realidad un argumento de la experiencia, o mejor dicho, un argumento de su falta de experiencia. Estuve una vez discutiendo con bien conocido teólogo sobre el tema de los dones del Espíritu. Yo hice el comentario de que no había ni una pizca de evidencia en la Biblia de que los dones habían cesado. Él dijo “Yo no iría tan lejos, pero yo sé que tú no puedes probar la cesación de los dones por la Escritura. Sin embargo, no los vemos claramente en la historia posterior de la iglesia y no son parte de nuestra propia tradición teológica”. Este hombre enseñaba en un seminario que era dogmáticamente cesacionista en su enfoque a los dones milagrosos, pero en las conversaciones privadas él libremente admitía que esta doctrina no podía demostrarse con la Escritura. Segunda Razón (Capítulo 5): Él de hecho mencionó la segunda razón más importante por la que la gente no cree en los dones del Espíritu, esto es, no pueden encontrar milagros de la calidad de los del Nuevo Testamento en la historia de la iglesia. Tercera Razón (Capítulo 6): La tercera razón más importante para la incredulidad en los dones del Espíritu es por la repugnancia causada por el mal uso, o el percibido mal uso, de los dones en las iglesias contemporáneas y en los movimientos de sanidad. Ninguna de esas razones está basada en la Escritura. Están basadas en la experiencia personal. De hecho, las primeras dos razones están basadas en una falta de experiencia personal. 34 Es común que los carismáticos sean acusados de construir su teología sobre la experiencia. Sin embargo, los cesacionistas en realidad construyen su teología de los dones milagrosos sobre su falta de experiencia. Aun la apelación al abuso contemporáneo es un argumento basado sobre la experiencia negativa con los dones. Lo que estoy diciendo, por lo tanto, es que la razón real para la incredulidad en los dones del Espíritu, el día de hoy, no están todas basadas en la Escritura; están basadas en la experiencia. En los capítulos siguientes quiero examinar esas tres razones en mayor detalle. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= RESUMEN DE LOS TRES OBSTÁCULOS ¿Por qué los cristianos que creen en la Biblia no creen en lo dones milagrosos del Espíritu Santo? 1) Porque no los han visto. Capítulo 5, páginas 35 a 47 2) Porque no pueden encontrar en la historia de la iglesia milagros de la misma calidad de los del Nuevo Testamento. Capítulo 5, páginas 47 a 50 3) Por la repulsión que ha causado el mal uso de los dones en la iglesias contemporáneas. Capítulo 6 completo, páginas 51 a 58 =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= 35 Capítulo 5: La Verdadera Razón por la cual los Cristianos no Creen en los Dones de Milagros. (Inglés 57-76) (Traducción y correcciones por RN / TL) Al final del último capítulo dije que la razón real por la que los cristianos no creen en los dones milagrosos es simplemente porque no han visto milagros en su experiencia presente. Sin embargo nadie admite que esta sea la causa de su incredulidad. Yo he tenido numerosas conversaciones con teólogos y laicos de todo el mundo. Cuando les pregunto porque rechazan los dones milagrosos el Espíritu, usualmente dicen que los “ministerios de sanidad” contemporáneos son muy diferentes del ministerio de los apóstoles. Yo también acostumbraba pensar de esa forma. Cuando yo miré a los ministerios de sanidad de Jesucristo y sus apóstoles, yo vi sanidades instantáneas, irreversibles, y completas. Yo también los vi sanando las enfermedades más difíciles imaginables causadas orgánicamente. Gente nacida ciega podía de repente ver. El cojo podía caminar y aun brincar de gusto. Los leprosos recibían una piel nueva y suave. Miembros inválidos y mutilados se volvían completos y fuertes. Los muertos resucitaban. Y las fuertes tormentas eran calmadas. Parecía como si Jesús y los apóstoles pudieran sanar a voluntad bajo cualquier circunstancia. Yo nunca he conocido a alguien que haya experimentado o siquiera visto sanidades como esas. Todos los reportes de sanidades que yo había escuchado sonaban como si fueran psicosomáticas, el dolor de cabeza o de estómago de alguien desapareció porque su tensión mental fue aliviada. Cuando escuchaba un reporte acerca de una sanidad verdaderamente orgánica, no se podía verificar. O era un reporte de tercera o cuarta mano. Puesto que ni yo, ni en los que confiaba, podíamos verificar una sanidad verdaderamente instantánea, completa e irreversible, como las de los apóstoles, yo concluí que esas cosas ya no estaban pasando el día de hoy. Las sanidades graduales, parciales y algunas veces reversibles que podían ser verificadas en mi experiencia no estaban a la altura de lo que yo suponía era el don de sanidad el Nuevo Testamento. A primera vista, esta razón para rechazar los dones del Espíritu parece un argumento bíblico, pero realmente no lo es. En el mejor de los casos es una confesión de falta de experiencia. El argumento simplemente dice que yo no veo o escucho de un ministerio contemporáneo que tenga milagros de la calidad de los del Nuevo Testamento. Pero mi experiencia limitada no puede usarse como una prueba de que no existe un ministerio como ese el día de hoy. Yo creo que Dios está haciendo milagros de la calidad de los del Nuevo Testamento, en la iglesia el día de hoy, y yo creo que los ha estado haciendo a través de la historia de la iglesia. Pero supongamos que no existiera un ministerio como ese el día de hoy. Eso todavía no probaría que Dios ha retirado el ministerio milagroso del 36 Nuevo Testamento. Tendríamos que conocer la razón por la que no existe ese ministerio hoy. De hecho, una de las razones podría ser que Dios había retirado intencionalmente este ministerio. Sin embargo, la razón última para la cesación de los dones podría deberse a la respuesta de la iglesia. Podría ser que el crecimiento de un liderazgo burocrático había finalmente tenido éxito en triunfar sobre los individuos con dones en la iglesia. O su ausencia podría deberse a la extendida incredulidad en la iglesia, o a un número de otros factores. ¿Cómo vamos a decidir? No porque apelemos a lo que vemos o no vemos, sino apelando a la enseñanza clara y específica de la Escritura misma. Y eso es lo que vamos a hacer en breve, pero por ahora solo quiero resaltar que la ausencia real o percibida de los dones milagrosos no es un argumento de la Escritura, sino un argumento de la experiencia. Existen también algunos problemas escriturales con la visión de la sanidad que mencioné arriba. Está basada en dos suposiciones falsas acerca de la sanidad en el Nuevo Testamento. Suposición Falsa # 1: La Sanidad era “Automática”. La primera suposición es que los dones de sanidad de Jesús y de los apóstoles eran “automáticos”. Por “automático” me estoy refiriendo a la idea de que ellos podían sanar a cualquiera, en donde quiera, en cualquier tiempo, a voluntad propia. Yo veía este don como una posesión permanente para ser ejercida a su discreción. Yo pensé que ellos podían hacer sanidades o milagros o dar palabras proféticas simplemente a voluntad. Si esta es tu forma de ver el don de sanidad, yo te puedo garantizar que nunca vas a encontrar a nadie que tenga el don de sanidad. Y cuando tú examinas las Escrituras, tendrás que concluir que ni Jesús ni los apóstoles tenían el don de sanidad. Ni siquiera Jesús y sus apóstoles podían sanar a voluntad, si por eso implicamos cualquier lugar, cualquier tiempo, bajo cualesquiera condiciones. Tres incidentes en la vida de Jesús demuestran que él no tenía libertad de sanar a voluntad bajo cualesquiera condiciones. Al principio de la historia de la sanidad del paralítico en Capernaum, Lucas escribe “Un día, mientras Jesús enseñaba, estaban sentados los fariseos y doctores de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con Jesús para sanar.” (Lucas 5:17) ¿Por qué diría Lucas que “El poder del Señor estaba con Jesús para sanar” si Jesús podía sanar en cualquier tiempo, bajo cualquier condición, y solamente a su propia discreción? Esta declaración solo tiene sentido si vemos la sanidad como la prerrogativa soberana de Dios el Padre, quién algunas veces proporciona su poder para sanar y otras veces lo retiene. 37 Un segundo incidente es igualmente instructivo. Juan capítulo 5 contiene la historia de la sanidad del hombre que había estado paralizado por treinta y ocho años. Yacía en el estanque de Betesda cuando Jesús lo encontró. Había mucha otra gente enferma alrededor del estanque. Esto se debía a la tradición de que una vez al año un ángel del Señor vendría y agitaría las aguas del estanque, y el primero en entrar al agua después de que el ángel la agitó, ese sería sanado. Así que el estanque de Betesda era como un hospital antiguo a donde la gente traía a sus amigos, parientes y seres queridos con la esperanza de que pudieran ser el primero en entrar al agua y ser sanado. El asunto es que cuando Jesús encontró al hombre enfermo, también había mucha otra gente enferma alrededor del estanque (Juan 5:3). Jesús le hizo al paralítico una pregunta que ha sido difícil entender para algunos. “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Yo nunca entendí el significado de esa pregunta hasta que empecé a orar por los enfermos. Yo había supuesto que toda la gente enferma quiere ser sanada. Especialmente aquellos que tienen dolencias crónicas como parálisis o ceguera. Pero ahora, después de orar por miles de personas enfermas por todo el mundo, durante los últimos siete años, he encontrado que algunas personas enfermas no quieren ser sanadas. De hecho su identidad entera está ligada a estar enfermos y literalmente ellos tienen miedo de los cambios que vendrían en su vida si fueran sanados. Si tu sospechas que esto es cierto de alguien que tu deseas ver sanado, es importante aconsejarlo e identificar ese problema antes de que intentes orar por ellos. De cualquier forma el hombre en nuestra historia nunca dice que él quiere sanar, pero Jesús lo sana instantáneamente y completamente. Habiendo hecho esto, supondrías que Jesús sanaría a las otras personas enfermas en el estanque de Betesda. En muchas ocasiones en los Evangelios él sana grandes multitudes de personas. Varias veces encontramos la declaración “y él los sanó a todos” (Mt 8:16; 12:15; Lc 6:19). Sin embargo este día él sana a una sola persona en el estanque. ¿Por qué ignoró a todas las otras personas enfermas? Inmediatamente después de la sanidad encontramos a Jesús involucrado en una discusión teológica con líderes religiosos. En medio de esta discusión Jesús contesta la pregunta de porque no sanó a los otros en el estanque, y nos da el principio que gobernó su ministerio completo. Juan 5:19 dice “Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que el Padre hace; porque todo lo que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo. 20 Y es que el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, para el asombro de ustedes.” Jesús solo sanó una persona en el estanque ese día porque su Padre estaba solo estaba sanado una persona. Si su Padre no estaba sanado, entonces Jesús no podía sanar. Jesús fue completamente obediente a la voluntad soberana de su Padre celestial durante todo su ministerio. Jesús no podía sanar a su propia 38 voluntad, porque él estaba comprometido a no hacer o desear ninguna cosa, independiente de la voluntad de su Padre. Él siempre hizo las cosas que le agradaban a su Padre. Esta no es una enseñanza aislada en el libro de Juan; es un tema importante en el Evangelio de Juan. Numerosas veces Jesús dice que él solo hace lo que su Padre hace, él solo habla las palabras que su Padre le da para hablar, y que su enseñanza no es suya, sino del que lo envió (Juan 3:34; 5:30; 7:16; 8:28; 12:4950; 14:10, 24, 31). De paso, este principio contesta la pregunta que me hacen todo el tiempo “¿Si crees en la sanidad y piensas que tienes el don o el ministerio de sanidad, por qué no vas y vacías los hospitales, o por qué no vas a los barrios pobres como los de Calcuta en donde realmente podrías hacer mucho bien?” La respuesta a esa pregunta es que el don de sanidad no es automático; no puede ejercerse a tu propia discreción. El Señor Jesús mismo estuvo en “hospital” antiguo y solo sanó a una persona. La única forma que alguien con el don de sanidad pudiera tener un ministerio efectivo en un hospital o en los barrios pobres de Calcuta, sería si el Señor enviara y dirigiera a esa persona con el don a sanar ahí. Este principio también es una respuesta válida a la misma pregunta cuando se hace de una forma diferente. Ocasionalmente la gente pregunta porque en algunas reuniones en donde se ora por los enfermos, los padecimientos más serios no se sanan mientras que los más “triviales” si se sanan. ¿Por qué en algunas ocasiones se dan palabras de conocimiento para orar por gente con dolores de cabeza, pero no para gente en sillas de ruedas? Los escépticos de la sanidad divina llaman tragedia a esto y expresan preocupación por todos esos en sillas de ruedas que no son sanados. Se burlan de las sanidades de enfermedades “triviales” como psicosomáticas. Si la gente que dirige esas reuniones no son fraudes, sino siervos sinceros que están realmente tratando de seguir la dirección del Señor, ellos realmente no tienen voz ni voto en qué tipo de sanidades ocurren, o qué tipo de palabras de conocimiento se dan para las sanidades. De acuerdo al principio de Juan 5:19; Dios es el que decide quien es sanado y dirige a sus siervos en consecuencia. Es nuestra responsabilidad escuchar por esas direcciones y seguirlas, en lugar de determinar quién es sanado. La gente que se burla cuando Dios decide sanar casos “triviales” en lugar de los “difíciles”, están en realidad burlándose de la sabiduría y de la voluntad de nuestro Padre. En cambio, si los “sanadores” están anunciando reuniones de manera que prometen que Dios va a sacar gente de las sillas de ruedas, sanar a los ciegos, y cosas parecidas, en sus reuniones, y luego no sucede, entonces si cabe lugar para la crítica. En este último caso, el discernimiento, sino es que la integridad, de los que dirigen esas reuniones pueden con justicia ponerse en duda. Un tercer incidente en la vida de Jesús demuestra conclusivamente que él no podía sanar a voluntad bajo cualquier circunstancia. Ocurrió cuando regresó a su casa en Nazaret. La gente de su pueblo se escandalizaban de él con el resultado de que 39 “Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún milagro allí, excepto poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos. Y estaba asombrado de su incredulidad.” (Marcos 6:5.-6). Mateo escribe de este mismo incidente que Jesús “Y por la incredulidad de ellos no hizo allí muchos milagros.” (Mateo 13:58). En otras palabras, Dios permitió el ministerio de sanidad de su Hijo fuera limitado, al menos en algunas ocasiones, por la incredulidad de la gente. Entonces Jesús mismo no podía sanar independientemente del Padre, a su propia voluntad, y bajo cualesquiera condiciones. Si esto era cierto del Hijo de Dios, ¿Cuánto más crees que era cierto de los apóstoles? Cuando examinamos el ministerio de los apóstoles, eso es exactamente lo que encontramos. Jesús les dijo a sus apóstoles en Juan 15:5, “separados de mí, no pueden hacer nada.”. Jesús había dicho la misma cosa de él mismo “Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo según Dios me indica. Por lo tanto, mi juicio es justo, porque llevo a cabo la voluntad del que me envió y no la mía.” (Juan 5:30). De la misma forma los apóstoles no podían hacer nada divinamente poderoso, fuera de la voluntad soberana del Señor Jesucristo, y de su Padre celestial. Encontramos numerosas ilustraciones de este principio en las vidas de los apóstoles. Por ejemplo, cuando el Señor usa a Pedro para sanar al cojo en la puerta Hermosa (Hechos 3:1-13), la gente mira a Pedro con asombro. Pedro se horroriza de pensar que la gente le vaya a dar el crédito de la sanidad. Por lo tanto Pedro le grita a la gente “«Pueblo de Israel —dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué se nos quedan viendo como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con nuestro propio poder o nuestra propia rectitud? Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob —el Dios de todos nuestros antepasados— quien dio gloria a su siervo Jesús al hacer este milagro.” (Hechos 3:12-13). Pedro dejó bien claro que esta sanidad no era el resultado de su propio poder o santidad apostólicos. Era el resultado de la soberana voluntad del Padre celestial de Pedro. ¿Quién realmente piensa que Pedro podía entrar al templo cualquier día que quisiera y sanar a cualquiera que quisiera? Si, hubo derramamientos extraordinarios de poder de sanidad y de gracia en la vida de Pedro y de los otros apóstoles, pero esos derramamientos no eran iniciados por los apóstoles; fueron iniciados por la voluntad soberana de su Padre celestial. Su parte consistía en reconocer la iniciativa del Padre y obedecer, pero no consistía en originar ningún ministerio aparte de su dirección. Este mismo principio es ilustrado por un milagro en la vida de Pablo. Mientras Pablo predicaba en Listra, un hombre que había estado incapacitado desde su nacimiento lo estaba escuchando. Lucas dice que Pablo “lo miró fijamente y se dio cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado. Así que Pablo lo llamó con voz alta: «¡Levántate!»” (Hechos 14:9-10). De nuevo, esta sanidad no fue algo que Pablo inició. Él vio que el hombre tenía fe para ser sanado y entonces lo proclamó sano. 40 Esto no era algo que Pablo pudiera hacer a voluntad. Él solo podía hacerlo cuando las circunstancias eran propicias para la sanidad. Si Dios no le hubiera concedido a este hombre fe para ser sanado, entonces Pablo nunca hubiera podido pronunciar la sanidad. En cambio, hay tres ejemplos negativos de la vida de Pablo cuando él no pudo sanar a sus amigos. Pablo no pudo sanar a Epafrodito (Fil 2:25-27); tuvo que dejar a Trófimo enfermo en Mileto (2 Ti 4:20); y él incluso tuvo que exhortar a su querido hijo en la fe, Timoteo, a tomar un poco de vino por causa de su estómago y sus frecuentes enfermedades (1 Ti 5:23). Algunas gentes suponen que Pablo no pudo sanar a esas tres personas porque no tenía libertad para usar su don de sanidad en cristianos. Suponen que el don de sanidad era para usarse solo en no creyentes, o en la presencia de no creyentes para convencerlos de la verdad del evangelio. Si este fuera el caso, ¿Por qué Pablo sanó a Eutico, un creyente levantándolo de la muerte en la presencia de puros creyentes (Hechos 20:7.12)? Además, el don de sanidad mencionado en 1 Corintios 12:9 se dice que es para edificación de la iglesia (1 Corintios 12:7). Otros han afirmado que el fracaso de Pablo en sanar a Epafrodito, Trófimo, y Timoteo fue debido a que Dios retiró el don de sanidad por esta época de su vida. Esta es una explicación increíble. Aquí tendríamos que admitir habían cesado incluso antes de la muerte de los apóstoles. No existe un argumento contextual para respaldar tal sugestión. A la luz de los textos mencionados arriba, es mucho más fácil creer que los apóstoles no podían sanar a voluntad. Ellos eran dependientes de la voluntad del Señor Jesús. Una ilustración final de la inhabilidad de los apóstoles de sanar a voluntad está demostrada en el caso del niño epiléptico. Esta es especialmente significativa porque ocurre después de que Jesús les ha dado poder y autoridad sobre todos los demonios y sobre todas las enfermedades (Mateo 10:1; Lucas 9:1). Ellos no pudieron sanar a un niño endemoniado que trataba de suicidarse y que sufría de epilepsia (Mateo 17:16). Después de que Jesús sanó al niño, los discípulos le preguntaron porque ellos no pudieron echar fuera el demonio. Jesús les dijo “Porque ustedes tienen muy poca fe” (Mateo 17:20). Es simplemente un malentendido de las Escrituras suponer que cualquiera puede sanar a voluntad. La relación de los apóstoles con el Señor, y nuestra relación con él es demasiado personal para tal explicación mecánica del don de sanidad. Por lo tanto, en nuestro esfuerzo de entender el don de sanidad hoy, no debemos estar buscando o esperando encontrar gente que pueda sanar a voluntad. Pero incluso con este calificativo, todavía me parecía a mí que el golfo entre el ministerio de sanidad de los apóstoles y el de los ministros actuales era demasiado ancho para que yo aceptara los ministerios actuales como bíblicos. La calidad y el 41 número de gente sanada por los apóstoles eran muy superiores a lo que yo pensé que estaba sucediendo hoy. Fue aquí en donde yo me di cuenta de la segunda suposición falsa acerca del ministerio de sanidad y milagros del Nuevo Testamento. Suposición Falsa # 2: El Ministerio de Sanidad de los Apóstoles era lo mismo que el Don de Sanidad. Un día mientras maneja para la casa después de un día completo de enseñanza, caí en la cuenta de que debería existir una diferencia entre el ministerio apostólico de sanidad, y el don de sanidad dado a los otros creyentes en el Cuerpo de Cristo. Aquí está cómo llegué a esa conclusión. Primero me di cuenta de que en 1 Corintios 12:8-10 Pablo está describiendo los dones milagrosos que se dan a todo el Cuerpo de Cristo, no sólo a los apóstoles. Existe una evidencia abundante para la distribución generalizada de los dones. Profecía, por ejemplo, se encuentra en la iglesia de Tesalónica (1 Tes 5:20), en Roma (Ro 12:6), en Éfeso (Ef 4:11), y en otros lugares a través del libro de Hechos. Así también, el don de leguas se encuentra en Jerusalén (Hch 2), Samaria (Hch 8:5 sigs), Cesarea (Hch 10:46), Éfeso (Hch 19:6), así cómo en Corinto. Milagros se estuvieron haciendo en las iglesias de Galacia (Ga 3:5). Esta amplia distribución de dones a través del Cuerpo de Cristo, es lo que profetizó Joel, cuando él vio al Espíritu Santo cayendo sobre toda la gente, en los últimos días (Joel 2:28-29). Pedro usó la profecía de Joel, para argumentar que el don de lenguas dado el día de Pentecostés, era uno de los signos del cumplimiento de la profecía de Joel (Hechos 2:16). Con el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, llegaron los dones a todo el Cuerpo de Cristo. De hecho Pedro dice que cada cristiano ha recibido un don de ministerio, un carisma (1 Pedro 4:10). Esta es exactamente la misma palabra que Pablo usó en 1 Corintios 12 (vv. 4, 9, 28, 30-31) para los dones espirituales, y Pablo mantuvo que todos los dones estaban operando en la iglesia de Corinto (1 Co 1:7). La evidencia del Nuevo Testamento, por tanto, nos obliga a concluir que los dones milagrosos no estaban confinados solo a los apóstoles, sino que estaban ampliamente distribuidos a través de todo el Cuerpo de Cristo. La segunda cosa de que me di cuenta es que los dones espirituales varían en su intensidad y fuerza. Pablo admite esto en relación al don de profecía. En Romanos 12:6 dice, “Tenemos diferentes dones, de acuerdo a la gracia que nos ha sido dada. Si alguien tiene el don de alguien es profecía, úselo en proporción a su fe”. Existen diferentes medidas de gracia y fe que se dan para ejercer los diferentes dones. Pablo mismo tuvo un mayor don de lenguas que todos en Corinto (1 Co 14:18). Timoteo había dejado que uno de sus dones espirituales decayera en intensidad de modo que Pablo tuvo que animarlo “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios, 42 que por la imposición de mis manos está en ti.” (2 Ti 1:6). Todos eso textos demuestran que los dones espirituales ocurren con varios grados de intensidad o fuerza. Nadie tiene problema en reconocer que los dones espirituales que generalmente son vistos como no milagrosos varían en su intensidad. Algunos maestros tienen un mayor don de enseñanza que otros. Lucas, por ejemplo, describe a Apolos como un predicador que era “poderoso en las Escrituras” (Hch 18:24). Algunos evangelistas tienen un don mayor que otros evangelistas, y así sucesivamente. Por analogía debemos esperar la misma cosa con los dones milagrosos del Espíritu Santo. Este parece ser el caso aun entre los apóstoles en el libro de los Hechos. De los apóstoles, Pedro y Pablo son presentados como los que tenían mayores dones de sanidades y milagros. El ministerio de Pedro era tan extraordinario que aparentemente ¡aun su sombra era usada por Dios para sanar! (Hechos 5:15). Todos los apóstoles fueron usados para hacer señales y maravillas (Hechos 5:12), pero Lucas parece señalar a Pedro como preminente entre los apóstoles. Cuando Pablo entra en escena, él también es presentado por Lucas teniendo poderes extraordinarios de sanación, “Cuando ponían sobre los enfermos pañuelos o delantales que apenas habían tocado la piel de Pablo, quedaban sanos de sus enfermedades y los espíritus malignos salían de ellos.” (Hch 19:12). Pablo y Pedro fueron los únicos apóstoles que menciona Lucas resucitando muertos. Aun entre los apóstoles, por tanto, en el Nuevo Testamento parece indicar que había diferentes grados de intensidad en sus dones. La tercera cosa que descubrí es que, tomados como un todo, los apóstoles son presentados en el Nuevo Testamento como las personas con más dones en la iglesia. Aun cuando estoy seguro que los apóstoles recibieron carismas, igual que los demás en el Cuerpo de Cristo, el Nuevo Testamento nunca describe sus ministerios de sanidad con la palabra “carisma”. El ministerio milagroso de los apóstoles se designa con la frase “señales y prodigios”. ¿Qué son las señales y maravillas? En el Antiguo Testamento la frase se usa con más frecuencia para describir las grandes plagas que Dios envió sobre Egipto y la posterior liberación de su pueblo de esa nación (Dt 4:34; 6:22; 7:19; 23:9; 26:8; 34:11; Neh 9:10; Sal 135:9; y otros). En el Nuevo Testamento, “señales y maravillas” describe los ministerios de Jesús (Hch 2:22), los apóstoles (Hch 2:43; 5:12; 14:3; 15:12; Ro 15:18-19; 2 Co 12:12), y los ministerios de Esteban (Hch 6:8) y de Felipe (Hch 8:6). La frase “señales y maravillas” se usa para describir un derramamiento excepcional de milagros del Espíritu Santo. La frase no se usa en contextos en donde ocurren uno o dos milagros o sanidades. Se usa en contextos donde una abundancia de milagros están ocurriendo (p.e. Hch 5:12; 8:7) y quienes contemplan las señales y maravillas están asombrados. Incluso una persona como Simón, que había sido experto en las artes ocultas, está sorprendido de las señales en el ministerio de Felipe 43 (Hch 8:13). Señales y maravillas ocurren en medio de los avivamientos relacionados con la proclamación del evangelio, y la única gente que hace señales y maravillas, aparte del Señor Jesús y los apóstoles, son Esteban y Felipe. Aquí están las conclusiones que saqué de esas observaciones. Primera. Existe una distinción entre “señales y maravillas” y el “don de sanidad”. “Señales y maravillas” son un derramamiento de milagros específicamente conectados con la proclamación del evangelio y con avivamientos. El don de sanidad se le da a la iglesia para su edificación (1 Co 12:7) y no está necesariamente conectado con avivamientos o con abundancia de milagros. Segunda. Es equivocado insistir que el ministerio apostólico de señales y maravillas sea el estándar para los dones de sanidad dados al cristiano promedio del Nuevo Testamento. Tenemos descripciones intensas del ministerio de los apóstoles en señales y maravillas, pero hay muy pocas descripciones del cristiano promedio que tenía dones de sanidad, o ejemplos de cómo operaban los dones milagrosos en la iglesia local. Simplemente no es razonable insistir que todos los dones espirituales milagrosos son iguales a los de los apóstoles en intensidad o fuerza, para ser percibidos como dones legítimos del Espíritu Santo. Nadie insistiría en esto para los dones no milagrosos como enseñanza o evangelismo. Por ejemplo, ¿Qué persona en la historia de la iglesia, después de Pablo, ha sido un maestro tan dotado como él, para el Cuerpo de Cristo? ¿Lutero? ¿Calvino? ¿Quién clamaría el día de hoy ser igual a Pablo como maestro? Yo no conozco a nadie que tuviera esa pretensión en el presente ni en el pasado. Por lo tanto, puesto que nadie ha surgido que tenga un don de enseñanza igual al del apóstol Pablo, ¿deberíamos concluir que el don de enseñanza ha sido retirado de la iglesia? De igual forma, ¿Debemos suponer que todos los que tengan el don de evangelismo van a evangelizar como el apóstol Pablo? ¿Quién ha plantado tantas iglesias, o empezado tantos nuevos ministerios, con la profundidad y la autoridad que lo hizo el apóstol Pablo? Podemos admitir que existen diferentes grados de intensidad y calidad en los dones de evangelismo, en los dones de enseñanza, y en otros dones. ¿Por qué no podemos hacer eso con el don de sanidad? ¿O con el don de milagros? ¿O con el don de profecía? Deberíamos, por supuesto, esperar que el ministerio de sanidad de los apóstoles sea mayor que el de otros en el Cuerpo de Cristo. Ellos fueron especialmente escogidos a mano por el Señor, para ser sus representantes, y se les dio autoridad y poder sobre todos los demonios y todas las enfermedades (Mt 10:1; Mr 3:13-15; Lc 9:1). Ellos recibieron una promesa especial de “ser revestidos con poder de los alto” (Lc 24:49; Hch 1:8). Ellos tuvieron una autoridad que nadie en el cuerpo de Cristo ha tenido. Pablo, por ejemplo, tuvo incluso la autoridad para entregar a alguien a Satanás para la destrucción de la carne (1 Co 5:1-5). 44 Si fuéramos a decir que el ministerio apostólico define el estándar por el cual vamos a juzgar los dones en Romanos 12 y 1 Corintios 12, estaríamos forzados a concluir que ningún don milagroso o no milagroso, ha sido dado desde el día de los apóstoles. ¿Porque quien puede compararse con los apóstoles en ningún aspecto? Tercera. No debemos sacar la conclusión de que las señales y maravillas deben haber cesado con la muerte de los apóstoles. Esteban y Felipe no eran apóstoles, pero se les dio un ministerio de señales y maravillas similar al de los apóstoles. Y puede haber habido otros además de Estaban y Felipe. No hay nada en el Nuevo Testamento que impida derramamientos o avivamientos futuros acompañados por señales y prodigios. De hecho, es muy bíblico esperar y orar por tales avivamientos. Considere la oración de Hechos 4:29-30 “Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor. 30 Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Si la iglesia tomara esta oración seriamente, ¿Quién sabe qué clase de derramamiento de señales y maravillas en avivamientos a Dios le complaciera darnos? Al mirar el Cuerpo de Cristo, yo no veo a nadie que tenga la calidad y cantidad de milagros que ocurrieron en el ministerio de los apóstoles. Pero eso ya no me lleva a concluir que Dios no está usando gente para hacer milagros y sanidades el día de hoy. De hecho, ha sido mi privilegio tener amistad con varias personas como John Wimber que tienen grandes dones de sanidades y milagros. Paul Caín, a quién ya mencioné anteriormente, es la persona con más dones en el ministerio de lo milagroso que yo he conocido. En varias ocasiones yo he visto a Paul visitar lo que yo llamo el ámbito del poder apostólico. Por esto quiero decir que lo he observado ordenar o pronunciar sanidades, en lugar de orar por ellas. Lo he visto ordenar a los espíritus que permanezcan silenciosos, o que salgan fuera, y con una sola orden se han ido. En marzo de 1990 estábamos compartiendo una reunión en Melbourne, Australia, en la iglesia Waverly Christian Fellowship, en donde Kevin Connor es el pastor. Al final de la reunión Paul oró por algunas personas en la audiencia. El señaló a un hombre en la parte posterior del auditorio y dijo “Tu hombro derecho está separado” Paul nunca había visto a ese hombre, y no había evidencia que indicara que su hombro estuviera separado. Paul dijo, “Estira tu mano hacia el Señor Jesús, y tu hombro sanará”. Instantáneamente, cuando el hombre extendió su mano, su hombro fue sanado. Y él empezó a agitar ambos brazos dando gracias al Señor. En junio de 1992, Edward and Jewell Levsen de Tustin, California, estaban atendiendo una conferencia en Kansas City, Missouri, en donde Paul Cain era uno de los oradores. Los Levsen se estaban retirando y preparando para cambiarse a Iowa. Ellos estaban sintiendo que su utilidad para el Señor ya había terminado o que estaba disminuyendo significativamente en sus años de retiro. Ambos tenían problemas 45 físicos significativos. Edward tenía artritis severa en sus hombros y Jewell tenía problemas en su cuello y en su espalda. Los Levsen habían atendido otras conferencias en donde Paul Cain había estado hablando, así que estaban familiarizados con la forma que el Señor usa a Paul con los dones proféticos y de sanidad. Pero ninguno de ellos esperaba realmente ningún ministerio público de Paul. Una tarde, como una semana antes de la conferencia, Jewell oró algo como esto “Padre, yo sé que Paul Cain llama líderes en sus reuniones, pero ¿Algunas veces lo usas Tú para llamar a gente ordinaria? Yo no espero que él me llame, ¿Pero si lo hace, me llamarías Jewell Floyd?”. (Floyd era el nombre de soltera de Jewell). “Si Tú me hablas a través de Paul Cain, quiero hacerte una pregunta. He escuchado lo que mucha gente ha dicho acerca de las mujeres en el ministerio, pero yo quiero que Tú me digas que piensas de las mujeres en el ministerio. Yo sé que soy muy vieja para seguir en el ministerio, pero aun así quiero saber qué piensas de las mujeres en el ministerio” Una semana después, durante la conferencia, el Señor le dio a Paul una visión de Jewell y su esposo mientras Paul estaba orando en el cuarto del hotel antes de la reunión. Después del mensaje de esa noche, Paul miró a través de la audiencia y dijo “Hay alguien aquí llamado Edward. Tú eres del oeste y el nombre de tu esposa es Jewell”. Entonces Edward y Jewell se pusieron de pie, Paul miró a Jewell y dijo “¿Significa algo para ti el nombre Jewell Floyd?” Inmediatamente Jewell empezó a llorar, siendo sobrecogida con la tierna omnisciencia del Señor. Entonces Paul habló de su desánimo. Él le dijo a Jewell “El Señor dijo que él te llamó, y fue real allá en Iowas. El Señor te llamó y tuvo su mano sobre ti. ¡No ha terminado hasta que termine! Y algo le está pasando a Lisa (su hija). ¡Algo le está sucediendo a toda tu familia! Tus oraciones han sido escuchadas. Y Lisa ya ha estado teniendo un encuentro con el Señor para que esta cosa que cambia la vida llegue a ella. Déjame decirte, ustedes son dos personas de las que hablé esta noche que pueden tener sueños después de los sesenta. Ustedes son dos personas que va a venir a ver la gloria del Señor mientras aún están vivos. Y quiero que sepan que aún no termino contigo, Edward, ni contigo Jewell.” Al mirar a Jewell, Paul dijo “Tú tienes dolor desde tu cuello hacia abajo hasta donde termina tu columna y en tus pies y piernas”. Jewell reconoció que esto era cierto. Paul le dijo que el Señor la iba a sanar esa noche. Entonces Paul miró a Edward y dijo “Estoy teniendo una visión de tu dolor ahora. Tu casi has desgastado tu hombro, y la artritis está allí de manejar algo grande, casi te ha matado. El Señor va a sanar esa artritis”. Entonces miró a Jewell y dijo “Creo que tu cumpleaños es en julio. El Señor ha sanado a tu esposo de regalo de cumpleaños”. 46 Unas seis semanas después recibí una carta de Jewell. Ella escribió “Justo después de la reunión el viernes en la noche con Paul Cain sentí mi cuello, y supe que tuve un milagro creativo en mi cuello, ya que ¡la estructura muscular completa de mi cuello había cambiado! Después de esto tan bien y sanada del problema desde la nuca de mi cuello hacia abajo hasta el final de mi columna. Necesitaría varias páginas para platicarte lo que diagnosticó el médico”. Vi a Edward y a Jewell en el otoño de 1992. Ellos se habían inscrito en la Escuela de Ministerio Camino de Emaús, en Euless, Texas. Los dos habían sido completamente sanados de las condiciones que Paul había señalado, y estaban llenos con una nueva pasión por Dios en sus corazones. Estaban impresionados por la sanación que Dios les había dado, pero Jewell estaba igualmente agradecida por las respuestas específicas que el Señor le había dado a su oración hecha una semana antes de la conferencia. Dios demostró su tierno afecto por Jewell llamándola por su nombre de soltera, Floyd, y al hacerle saber que Dios llama y usa mujeres, y por decirles a ella y a Edward que no eran muy viejos para que Dios los usara significativamente en el ministerio. Ambos ejemplos están cerca del nivel apostólico de sanidad. Primero, la dolencia fue revelada sobrenaturalmente por el Señor a Paul y, segundo, el Señor reveló que sanaría esa condiciones. Paul no oró por su sanidad; simplemente la pronunció. Este tipo de sanidad a menudo caracterizó el ministerio del Señor Jesús y los apóstoles. Me gustaría decir que Paul Cain vive en este medio, pero eso no es cierto. Hay veces cuando Paul ora por la sanidad de alguien como cualquiera de nosotros. Pero en algunas ocasiones, y parece que se están haciendo más frecuentes ahora, cuando él visita este medio de sanidad apostólica, y hay semejanzas significativas entre su ministerio y el de los apóstoles. ¿Por qué tendríamos dificultad de creer que el Señor usa gente de esta forma hoy? ¿Por qué tendríamos dificultad de creer que algunas personas tienen mayores dones de oración de sanidad que otros? No tenemos ningún problema para creer que algunas personas tienen mayores dones de enseñanza, y otros mayores dones de evangelismo, y otros mayores dones de administración. ¿Por qué tendríamos dificultad para creer que la misma cosa puede ser cierta de las sanidades y los milagros? Esta explicación resolvió para mí el problema de la inconsistencia entre el modelo de sanidad apostólica y lo que yo estaba viendo y escuchando el día de hoy en la iglesia. Si no vemos sanidad apostólica en la iglesia hoy, la única conclusión que podemos sacar es simplemente que no estamos viendo sanidad apostólica. No significa que Dios no está dando sanidad apostólica o que ha retirado los dones de sanidad del Cuerpo de Cristo. 47 Siempre es posible que seamos como Jacob, que tuvo que confesar “Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.” (Ge 28:16). Los Dones Milagrosos en la Historia de la Iglesia. Si la razón principal por la que los cristianos no creen en los dones milagrosos es porque no han visto milagros, la segunda más poderosa razón es que algunos sienten que no hay evidencia para los dones milagrosos entre la muerte de los apóstoles y el día de hoy. Si los dones iban a ser permanentes, ¿Cómo pudieron perderse a través de la historia de la iglesia, o al menos por largos periodos de tiempo? Supongamos por el momento que los dones realmente se perdieron. No sería la primera vez que el pueblo de Dios hubiera perdido los dones espirituales. Algún tiempo después de la muerte de Moisés, todo el Pentateuco, o al menos el libro de Deuteronomio, se perdieron. No se volvieron a descubrir hasta alrededor del año 622 AC, durante el reinado de Josías (2 R 22:8). Piense en eso ¡El Pueblo de Dios perdió sus Escrituras! Para todos los propósitos prácticos, esto ocurrió una segunda vez en la historia de la iglesia cuando la gente no podía leer el Antiguo Testamento original en hebreo, el Nuevo Testamento en griego, o la traducción de la Biblia al latín. No fue hasta el tiempo de la Reforma que las Escrituras estuvieron de nuevo accesibles al pueblo en su propio lenguaje. Este no fue un caso de que Dios estuviera escondiendo las Escrituras de la gente sino fue un descuido de la iglesia por las Escrituras. También hay otros ejemplos. Una de las más preciosas enseñanzas dadas a la iglesia es la doctrina de la justificación por la fe en Jesucristo únicamente. Poco después de la muerte de los apóstoles, sin embargo, los escritos de algunos de los Padres Apostólicos empiezan a mostrar que la doctrina de la justificación por la fe estaba siendo pervertida (ver la Epístola de Bernabé y El Pastor de Hermas). Eventualmente esta doctrina se perdió y no fue recuperada hasta la Reforma en los siglos quince y dieciséis. Debemos explicar esta ausencia suponiendo que por aproximadamente mil quinientos años Dos había retirado el ministerio de enseñanza del Espíritu Santo, o que la justificación por la fe ¿ya no era importante para Él? Ese tipo de ejemplos puede multiplicarse. Los dispensacionalistas, por ejemplo, afirman que la iglesia de los primeros siglos creía en el premilenialismo y el rapto pretribulacional. Sin embargo ellos tienen que admitir que ambas doctrinas fueron presuntamente perdidas en la historia de la iglesia y no fueron recuperadas hasta el tiempo de Darby en el siglo diecinueve. ¿Cómo podía la iglesia perder algo que se hubiera previsto que fuera permanente? Parece que la iglesia no tiene ninguna dificultad en extraviar las Sagradas Escrituras y las doctrinas fundamentales. ¿Por qué deberíamos creer que la iglesia tendría dificultad de extraviar los dones espirituales? También debe señalarse que este argumento de la ausencia de los dones en la historia de la iglesia no es un argumento bíblico.es un argumento basado en la 48 experiencia. Si los dones se perdieron en la historia, la pregunta más importante no es si se perdieron, sino porque se perdieron. Por supuesto, podría deberse a una obsolescencia divinamente planeada, como algunos han argumentado. (Cuando estudiemos más adelante el propósito de los milagros y los dones del Espíritu, sin embargo, vamos a ser forzados a concluir que no podemos usar esta explicación). En cambio, es posible que Dios nunca planeó que esos dones cesaran, sino que es la iglesia la que ha rechazado esos dones. La pérdida de los dones podría deberse al surgimiento de un liderazgo burocrático sin dones, que haya hecho a un lado a las personas con dones. Desde este punto de vista, cuando la gente dejó de buscar los dones espirituales (en directa desobediencia a los mandamientos de Dios: 1 Co 12:31; 14:1, 39) y dejaron de hacer provisión para su ejercicio, entonces dejaron de experimentar los dones espirituales. O su pérdida puede deberse al juicio de Dios por la incredulidad, apostasía, o legalismo en la iglesia. Cualquier número de otras razones podrían también darse para la supuesta ausencia de los dones en la historia de la iglesia. De nuevo, nuestra decisión debe estar basada en las declaraciones claras y específicas de la Escritura con respecto a la naturaleza y el propósito de los dones milagrosos. A final de cuentas es solamente la Escritura, no la investigación histórica, la que va a resolver esta cuestión. La investigación histórica es una ciencia imperfecta. ¿Quién sabe historia realmente bien? Solamente tenemos una pequeña fracción de la literatura desde la muerte del último de los apóstoles hasta el inicio de la Reforma. Esto es, para mil cuatrocientos años tenemos escasas fuentes históricas en las cuales basar nuestro estudio. ¿Es esta suficiente evidencia sobre la cual basar la convicción de que los dones del Espíritu Santo se le perdieron a la iglesia a través de la historia? ¿Pero realmente se perdieron los dones? Existe, de hecho, amplia evidencia a través de la historia de la iglesia para el uso de los dones en la iglesia. Después e estudiar la documentación histórica para los dones milagrosos del Espíritu, D.A. Carson, un académico altamente respectado del Nuevo Testamento concluyó: “Existe suficiente evidencia de que alguna forma de dones “carismáticos” continuó esporádicamente a través de los siglos de historia de la iglesia que es inútil insistir sobre bases doctrinales de que todos los reportes son falsos, o el fruto de actividad demoniaca, o de aberración psicológica.” Esta evidencia, sin embargo, no siempre ha sido manejada de una manera imparcial. A menudo los reportes de milagros han sido desacreditados porque se alega que los testigos eran ingenuos, o que tenían una teología incorrecta. San Agustín, por ejemplo, empezó creyendo que los dones milagrosos habían sido retirados de la iglesia. Hacia al final de su vida, sin embargo, él escribió una serie de retractaciones, y esta es una de las declaraciones de que se retractó. En “La 49 Ciudad de Dios” (Libro 22:8) él dijo que en menos de dos años él supo de más de setenta casos registrados y verificados, de milagros en la ciudad de Hipona. Nadie menos que San Agustín, escribiendo en el siglo quinto, dijo que ¡él podía verificar más de setenta milagros en su ciudad en un periodo de dos años! Warfield, quien normalmente acepta a San Agustín como un testigo confiable y que lo ve como habiendo hecho una grande contribución a la historia de la doctrina, no acepta este testimonio de San Agustín. Una de las razones por las que Warfield rechaza el testimonio de San Agustín es debido al hecho de que algunas de las sanidades que reporta San Agustín se hicieron con reliquias, específicamente los huesos de Esteban. Aparentemente para Warfield esta es base suficiente para demostrar que San Agustín no es un testigo confiable. Warfiled nunca se preocupó de probar que esas alegadas sanidades a través de los huesos de Esteban no ocurrieron o que no pudieron haber ocurrido. Él nunca discute el hecho de que los huesos de Eliseo levantaron a un hombre de la muerte (2 R 13:21) y la relevancia de este texto a los milagros citados por San Agustín. De hecho Warfield reconoce que del siglo cuarto en adelante existen numerosos informes de testigos de milagros y que los testigos no fueron obscuros neuróticos sino “más bien excepcionales académicos, teólogos, predicadores y organizadores de la época”. En relación a esto Warfield menciona a Jerónimo, el destacado académico de su época; Gregorio de Nisa; Atanasio; Crisóstomo, el más grande predicador de su época; Ambrosio, el más grande clérigo de su época; así como San Agustín, a quien Warfiled reconoce como el mayor pensador de su época. Todos esos líderes son rechazados por Warfield como testigos no confiables de milagros. El tratamiento sesgado de Warfield de la evidencia histórica se ha visto bajo severas críticas. Estaría bien señalar aquí que la rareza no es un criterio de verdad. Ni es un criterio que quisiéramos usar para decidir si algo está conforme a la Escritura o no lo está. Hay muchas cosas en la Escritura que son excesivamente raras. El profeta Isaías, por ejemplo, anduvo desnudo y descalzo por tres años, como una señal en contra de Egipto y de Cus (Is 20:3). Al profeta Oseas se le ordenó casarse con una prostituta (os 1:2). Los huesos muertos de Eliseo resucitaron a un muerto (2 R 13:21). La sombra de Pedro sanaba a los enfermos sobre los cuales caía (Hch 5:15). Los pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo sanaban enfermos y echaban fuera demonios (Hch 19:12). Y cosas aún más extrañas que esas pueden encontrarse en las Sagradas Escrituras. Suponga que yo le dijera que tuve una visión en la cual vi el trono de Dios. En mi visión había cuatro seres vivientes con parecido de un león, un becerro, un hombre, y un águila, y que cada uno tenía seis alas y estaban llenos de ojos por todo alrededor y por dentro. Esas criaturas estaban diciendo “Santo, Santo, Santo” cuando volaban alrededor del trono de Dios día y noche. ¿Quién creería que esta es un visión 50 verdadera si no estuviera ya escrita en Apocalipsis 4:6-8? Yo no estoy diciendo que deberíamos creer toda cosa extraña que se nos narre. Lo que estoy diciendo, sin embargo, es que nada puede descontarse como falso, o contrario a la Escritura, simplemente porque es raro o extraño. La investigación reciente está tendiendo a ver los reportes de eventos milagrosos a lo largo de la historia de la iglesia, bajo una luz mucho más positiva. Cuando me di cuenta que había igualado falsamente el ministerio de señales y maravillas de los apóstoles, con los dones de sanidad dados a los cristianos promedio, mi mayor objeción teológica al ministerio contemporáneo de los dones milagrosos se desvaneció. También fue útil entender que el ministerio de sanidad de Jesucristo y los apóstoles no operó en alguna clase de esfera mecánica o automática. Fue un sesgo teológico, combinado con una lectura superficial del Nuevo Testamento, lo que me había llevado a creer que ellos podían sanar a voluntad propia. Ahora, por primera vez estaba en posición, de investigar con una mente abierta, lo que las Escrituras decían acerca de las sanidades y milagros. También empecé a leer la historia de la iglesia con una mente abierta, en realidad en busca de pruebas de los dones del Espíritu. Encontré que hay mucha más evidencia histórica, para la presencia de los dones milagrosos a través de la historia de la iglesia, de lo que yo había sido llevado a creer. Yo tenía que cruzar otros dos obstáculos grandes, sin embargo, antes de que yo pudiera estudiar las Escrituras con una mente verdaderamente abierta en este asunto. Si creer en los dones del Espíritu implicaba que debería compartir los abusos del movimiento carismático, no estaba seguro de que quisiera creer en ellos. Pero muy aparte de cualquiera de los abusos de los dones, yo sentía una repugnancia hacia los dones de revelación, especialmente hacia el don de lenguas, pues me parecían demasiado subjetivos a mí. También me parecía que le restaban importancia a la Biblia y que ponían en peligro su autoridad. Sin embargo la enseñanza de la Escritura me estaba forzando hacia los dones en contra de mi voluntad. 51 Capítulo 6: Respondiendo a los Abusos Espirituales. (En Inglés 77-86) (Traducción y correcciones por RN / LG ) Casi todo el mundo ha experimentado o escuchado de los abusos dentro de los movimientos pentecostal y carismático y en otros grupos que creen en los dones del Espíritu. Algunos de esos abusos pueden ser bastante aterradores. Antes de mi primera reunión en Vineyard, solo había estado en una reunión que pudiera llamarse carismática o pentecostal. Esto ocurrió durante mi último año en la universidad. Un grupo de amigos que estábamos trabajando en un ministerio cristiano, decidimos ir a escuchar a un joven evangelista pentecostal que estaba dirigiendo un avivamiento en una bien conocida iglesia pentecostal en nuestra ciudad. Íbamos a ese servicio expresamente a burlarnos y ser entretenidos. No fuimos desilusionados. El joven evangelista salió al escenario vestido con el último atuendo de moda hippie (era el año 1970). En vez de hablar de la Escritura, narró la historia de su conversión personal. Supuestamente se había convertido en la cárcel por un delito relacionado con drogas. Cuando se sentó en el piso en una esquina de su celda experimentando síntomas de la abstinencia, vio al Señor Jesús y dos ángeles flotando sobre él. Jesús se paró para mirar hacia abajo al joven, pero uno de los ángeles tomó a Jesús de la mano y dijo “Ven Jesús, vámonos. Él no vale nada. Él es solo basura”. Jesús le dijo al ángel que se esperara porque él tenía planes poderosos para este joven. Nada de lo que dijo ese joven evangelista esa noche, tenía algo que pareciera verdadero. Ni su estilo extravagante incrementaba su credibilidad en mi opinión. La invitación que hizo al final de su mensaje, no fue para salvación de los pecadores. Sino que hizo un ofrecimiento a quienes quisieran recibir el bautismo del Espíritu Santo y el don de lenguas. Cuando se hizo la invitación algunos de mis amigos pasaron al frente para ver más de cerca. Vieron a dos hombres orando por otro. Los dos hombres le dijeron al otro, que abriera su boca y que emitiera algunos sonidos. El hombre hizo eso, e inmediatamente se anunció que había recibido el don de lenguas. Nuestra experiencia esa noche confirmó lo que ya sabíamos: los dones del Espíritu Santo no estaban siendo dados, y todas las pretensiones para ese tipo de dones eran solo pretensiones de gente ingenua y engañada. O peor aún, eran engaños deliberados. Habiendo estado en una reunión en donde los dones del Espíritu eran abusados o falsificados, yo concluí que todas las reuniones en donde se practicaban los dones del Espíritu eran iguales a esa. No es sorprendente que Dios no me dejó ver la cosa genuina. Cuando tú vas con una mente cerrada, es raro que Dios viole tus prejuicios. En aquellos días yo no era un buscador sincero. Yo no debería estar sorprendido, por lo tanto, si Dios escogió no tirar sus perlas a los cerdos. Es innegable que existen abusos significativos dentro de algunos grupos que creen y practican los dones del Espíritu. Yo he sido testigo de emocionalismo, exageraciones, elitismo, palabras proféticas usadas de una forma controladora y 52 manipulativa, y una ausencia de fundamentos bíblicos en varias reuniones y movimientos. Yo no diría, sin embargo, que esto es verdad de la mayoría de los grupos que practican los dones del Espíritu. Y yo encuentro que los líderes que conozco personalmente, entre esos movimientos, son rápidos para corregir esos excesos y abusos. El Significado de los Abusos. ¿Qué significado debemos asignarle a esos abusos? Debemos verlos en la misma luz en la cual son vistos en las Escrituras. Sorprendentemente, la Biblia enseña que Dios hace maravillas entre aquellos que tienen abusos espirituales, errores doctrinales, e incluso inmoralidad. Ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento ilustran ampliamente este punto. Sansón no adquirió su gran fuerza con un entrenamiento largo y muchos arduos ejercicios en el gimnasio local. Su fuerza era sobrenatural, porque la Biblia no nos deja ninguna duda que se debía al Espíritu Santo (Jue 14:6, 19; 15:14). En una ocasión en la ciudad de Gaza, Sansón pasó la noche con una prostituta (Jue 16:1). Seguramente deberíamos esperar que tal inmoralidad sexual causara que perdiera su poder del Espíritu Santo. Sin embargo cuando sus enemigos rodearon la ciudad para capturarlo, Dios le concedió la fuerza para arrancar de raíz las puertas de la ciudad y llevarlas hasta la cima de la montaña para burlarse de ellos (Jue 16:2-3). El Nuevo Testamento también tiene sus ejemplos. La iglesia de Corinto era tan rica en dones espirituales que Pablo pudo decir que a ellos no les faltaba ningún don espiritual (1 Co 1:7). Sin embargo mostraban un espíritu tan sectario que Pablo tuvo que llamarles “carnales” (1 Co 3:1-7). Además, tenían tal inmoralidad sexual entre ellos que era peor que las prácticas de los paganos, y ellos toleraban esa inmoralidad sexual (1 Co 5:1-2). Ellos eran incluso culpables de ¡emborracharse durante la Cena del Señor! Algunos de los corintios apoyaban uno de los peores errores doctrinales mencionados en el Nuevo Testamento. Ellos afirmaban que no había resurrección de los muertos (1 Co 15:12). Aquí estaba una iglesia con abusos morales significativos y errores doctrinales, y sin embargo es una de las iglesias más ricas en dones espirituales del Nuevo Testamento. Cuando Pablo escribió a las iglesias de Galacia (probablemente en el año 49 DC), la herejía doctrinal estaba tan metida en las iglesias que Pablo pudo decir de ellas “Estoy asombrado de que tan pronto se estén apartando del que los llamó por la gracia de Cristo, para ir tras un evangelio diferente.” (Ga 1:6). La seriedad de su condición se revela en otro pasaje en donde Pablo les pregunta “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién los fascinó para no obedecer a la verdad, si ante los ojos de ustedes Jesucristo ya fue presentado claramente cómo crucificado?” (Ga 3:1). Las iglesias de Galacia estaban muy cerca de abandonar el mismo evangelio que los había salvado, y sin embargo, al mismo tiempo que Pablo estaba escribiendo 53 su carta a los gálatas, Dios estaba realizando milagros entre ellos “Entonces, el que les suministra el Espíritu y obra maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?” (Ga 3:5). En la frase “obra maravillas entre ustedes”, la palabra “obra” está en tiempo presente. Esto significa que Pablo afirmó que estaban sucediendo milagros entre los gálatas al mismo tiempo que les estaba escribiendo la carta. Esta breve investigación nos lleva a tres inescapables conclusiones: Primero: la presencia de abusos, e incluso de impureza, en los grupos cristianos en donde ocurren milagros, no demuestra que sus milagros no son de Dios, como no lo hizo en Corinto. Segundo: la presencia de error doctrinal en grupos cristianos, en donde ocurren milagros, no demuestra que sus milagros son inválidos, como no lo hizo en las iglesias de Galacia. Tercero: los milagros ni confirman ni apoyan las doctrinas o prácticas distintivas de iglesias o grupos cristianos individuales. Los milagros en Galacia no apoyaban la enseñanza herética, como tampoco el don de milagros apoyó el abuso de la cena del Señor en Corinto. De acuerdo a la Escritura, existe un solo mensaje que apoya o confirma los milagros del Nuevo Testamento, y ese es el mensaje del evangelio concerniente a la persona y a la obra de Jesucristo. Gran parte de la literatura cesacionista a través del siglo veinte ha fracasado en captar esas tres conclusiones. Cada vez que aparecen los dones de milagros en la historia, los cesacionistas buscan abusos o errores doctrinales dentro del grupo donde se manifiestan estos dones. Cuando encuentran errores doctrinales o abusos, inmediatamente concluyen que esos dones no podían haber sido reales. Ellos de igual forma podrían concluir que ¡los dones en Corinto y en Galacia no eran reales tampoco! Abusos No Carismáticos Dentro de la Iglesia Hoy. La gente a menudo usa los abusos carismáticos para probar que los dones del Espíritu ya no se dan. Pero esa espada corta para los dos lados. Existen abusos en todas las expresiones del cristianismo. Solo que nos acostumbramos a nuestros propios abusos, y ya no se ven tan malos como los de otros grupos. ¿Pero lo son? Cuando todavía era profesor en el Seminario de Dallas, estaba un día comiendo con un grupo de estudiantes y uno de ellos mencionó a John Wimber y a Peter Wagner. Otro comentó “Yo tengo un serio problema con esos dos hombres”. “¿Porqué?” pregunté yo. “Porque ellos enseñan en el Seminario Fuller”. Yo le pregunté qué era lo que tenía de malo el Seminario Fuller. Él respondió que la facultad y el consejo de administración ya no afirmaban unánimemente la doctrina de la inerrabilidad bíblica, y por lo tanto, no se podía confiar en nadie que 54 enseñara ahí. Cuando avanzó la discusión, se hizo aparente que él tenía fuertes sentimientos acerca de este asunto, incluso hasta el punto de enojarse. Más tarde, ese mismo estudiante vino a mi oficina en privado y me confesó que había estado luchando, durante quince años, con una adicción a la pornografía. También me dijo que durante el tiempo que había estado atendiendo el seminario había visitado prostitutas tres veces. Este hombre joven estaba casado, tenía hijos, y también era pastor en una iglesia local. Lo que me sorprendió fue que él no consideraba adulterio su visita a las prostitutas. Yo estaba aún más sorprendido por descubrir que él mostró una reacción mucho más fuerte a la opinión del Seminario Fuller sobre la inerrabilidad bíblica que a su propio adulterio. Él sintió más intensidad emocional por la doctrina de la inerrabilidad que al hecho de que había estado esclavizado por la lujuria durante quince años y había vivido una mentira ante su familia y ante su iglesia. Después, cuando unos hombres de una iglesia carismática local oraron por él (a petición suya) y le pidieron a Dios que lo liberara del poder de la lujuria sobre su vida, él se molestó muchísimo porque uno de los hombres oró en lenguas en voz muy baja. De nuevo, el mostró más preocupación por el hecho de que alguien orara en lenguas que por ser un adultero esclavizado por la lujuria. Durante el tiempo que yo estuve tratando de ayudar a este joven, reflexioné sobre su situación a menudo. El aspecto más perturbador no era que hubiera caído en pecado sexual de grave y que estaba bajo el poder de la lujuria, yo he visto que eso les pasa a los cristianos en todas las ramas de la iglesia hoy. Lo que me perturbaba más acerca de este joven pastor era el hecho obvio de que valoraba más alto la doctrina que su vida moral. Esta prioridad no es normal del corazón regenerado. Esta prioridad era algo que sus maestros le habían inculcado sin darse cuenta. Él aprendió este énfasis de alguna de las autoridades religiosas en su vida para quienes la autoridad doctrinal era el valor más alto. Este énfasis no puede encontrarse en las enseñanzas del Nuevo Testamento. De hecho, este énfasis pervierte la doctrina del Nuevo Testamento, porque ve a la mente como más importante que el corazón (esto es, los afectos) y afirma que creer las cosas correctas, es más importante que hacer las cosas correctas. Este pastor hizo del conocimiento el valor supremo en su vida. Él puso su búsqueda de pureza de la doctrina, por encima de su búsqueda de pureza en su propia vida. Yo estaba ahora viendo el fruto de esa clase de doctrina. Un joven pastor había perdido la habilidad de llorar por sus pecados, pero todavía tenía una pasión para defender la autoridad de la Biblia. Esta búsqueda intelectual de pureza doctrinal a expensas de nuestra santidad personal es un abuso tan grande como cualquier abuso del movimiento carismático. Déjenme darles otro ejemplo. Conozco a un hombre que es graduado de un seminario. Durante el tiempo que fue estudiante del seminario y durante los años 55 después de su graduación fue un homosexual practicante. Tenía tanta habilidad para llevar una doble vida, que ninguno de sus amigos cristianos, ni ninguno de la iglesia que él pastoreaba, jamás sospecharon de él. Él estaba implicado en unas de las peores perversiones homosexuales. Continuó ese estilo de vida por muchos años. Entonces fue atacado de repente por una condición que amenazaba su vida y se encontró atado a una camilla de hospital dirigido hacia la sala de operaciones. El médico que lo atendía le dijo que probablemente no saldría con vida de la sala de operaciones. Cuando el hombre escuchó eso, clamó a Dios por misericordia. Le pidió perdón a Dios por la doble vida que había estado llevando, por ser infiel a Dios, y por engañar a sus amigos. Se arrepintió de su homosexualidad y prometió nunca volver a ceder a ella. Entonces le pidió a Dios que lo sanara y que le diera otra oportunidad más. ¿Cómo crees que Dios respondió a una oración como esa, dadas las circunstancias? Dios le concedió la vida. No solo eso, sino que su recuperación de la cirugía y su posterior recuperación, ocurrieron mucho más rápido que lo que cualquiera de sus médicos hubiera predicho. Yo no llamaría milagro a su rápida recuperación, pero un milagro le ocurrió a él. Cuando salió de la cirugía, todo su deseo homosexual había desparecido. El cruel tirano a quien había servido por tantos años no se encontró por ningún lado. Él estaba libre. El poder de la sangre de la cruz había hecho un milagro más grande que cualquier sanidad física que yo conozco. Después de salir del hospital, este hombre decidió cumplir su promesa a Dios. Él pensó que el mejor lugar para empezar sería regresar a su iglesia y hacer una confesión completa de su pecado y su engaño. Para entonces había contraído SIDA, y también quiso que los ancianos de su iglesia lo ungieran con aceite y oraran por él de acuerdo a Santiago 5:14-16. Tú pensarías que los ancianos de la iglesia se hubieran regocijado de ver a este pródigo regresar a casa. Pero ese no fue el caso. Primero, algunos dudaron que él fuera un creyente. Segundo, ellos le pidieron que saliera de la iglesia. Tercero, ellos rehusaron orar por él y por su sanidad, y cuando abatido salió de la iglesia, algunos no lo saludaron de mano por temor a contagiarse de SIDA. Yo no sé tú, pero si yo tuviera que escoger entre la peor y más grosera forma de emocionalismo en mi iglesia, o vivir con la clase de fariseísmo de corazón frío que este hombre experimentó después de su arrepentimiento, ¡yo escogería el emocionalismo! Puedes pensar que esas son historias aisladas, pero no lo son. Esas clases de incidentes no son raros en el ala de la iglesia que es anti carismática y que pone un alto valor, tal vez el más alto valor, en la enseñanza de la doctrina de la Biblia. Yo viví en esa ala de la iglesia por más de veinte años, y he acumulado suficientes de esas clases de abusos como para llenar varios libros. 56 Esta particular rama de la iglesia es tan culpable de abusar de la Palabra de Dios, como cualquiera que yo haya visto en la rama carismática. Solo que lo hacen en formas diferentes. Ellos no creen en la profecía, así que no pueden usar eso como un medio para controlar y manipular a la gente. Pero ellos usan la Palabra de Dios y su interpretación para controlar y manipular a los miembros de sus iglesias. J. I. Packer describió este grupo cuando escribió: “A pesar de este desprecio por “las tradiciones de los hombres”, la insistencia de muchos cristianos conservadores en demandar que los adultos acepten las tradiciones de fe y de práctica igual que los niños a quienes se les dice que cierren los ojos, abran la boca, y se traguen lo que se les meta en la boca, no es una actitud madura; en el mejor de los casos conduce a la intolerancia y en el peor al fanatismo”. La parte de la iglesia que Packer estaba describiendo sin duda se burlaría de la infalibilidad papal. Sin embargo ellos tratan su propia tradición interpretativa y expositora como infalible. Y ellos además deshonran las Escrituras, dándole a los pasajes controversiales, las interpretaciones más absurdas cuando esos pasajes discrepan con sus propias prácticas o interpretaciones. Cuando el Fundamentalismo se Convierte en Abusivo. Yo no quiero que malentiendan los ejemplos anteriores. No estoy criticando mi seminario. Yo le debo al Seminario Teológico de Dallas una deuda que nunca voy a ser capaz de pagar. Mis profesores me transfirieron un amor y un respeto santo por la Palabra de Dios que ha sido uno de mis tesoros más preciosos. Mis profesores me mostraron amabilidad, amor, y afirmación. Yo no cambiaría nada por mi educación y por mis años de empleo en el Seminario de Dallas. No estoy criticando a mi seminario ni a otras ramas no carismáticas de la iglesia. Lo que estoy criticando es el fundamentalismo cuando se vuelve abusivo. Ya he comentado que los abusos de la iglesia carismática son reales y serios. No he ilustrado detalladamente esos abusos en este capítulo. Una avalancha reciente de libros anti carismáticos ha hecho esto hasta la saciedad. Lo que no han hecho, sin embargo, es admitir que sus propios abusos son igual de serios. La clase de abusos que he mencionado previamente, son el tipo de abusos que no son raros en las iglesias fundamentalistas u otras iglesias cuyo más alto valor es la ortodoxia. Todas las iglesias tienen sus propios abusos distintivos. Algunas iglesias son más propensas al emocionalismo, mientras que otras son más propensas a un fariseísmo legalista frio y auto justificante. Las dos están seriamente equivocadas. A menudo estamos ciegos a nuestros propios abusos, porque la mayoría de los abusos surgen de un énfasis equivocado, o una aplicación equivocada de alguna cosa buena. No abusamos nuestras debilidades, abusamos nuestras fortalezas. Por esto es que 57 nuestros propios abusos son tan difíciles de ver, son un mal uso de una fortaleza, de algo que nos ha bendecido a nosotros y a otros. Nuestra Actitud Hacia los Abusos Espirituales. El propósito de este capítulo no es excusar los abusos carismáticos o pentecostales o condenar los abusos de algunas iglesias tradicionales. Más bien, nosotros necesitamos cultivar una actitud piadosa y basada en las Escrituras hacia los abusos espirituales, sin importar en donde ocurran. Hay dos actitudes diferentes que podemos tomar hacia los abusos espirituales dentro de la iglesia. Podemos tratar de controlarlos eliminando lo que está siendo abusado. Podríamos, por ejemplo, eliminar los abusos del don de lenguas prohibiendo que la gente hable en lenguas. También podríamos eliminar el abuso de varias libertades, prohibiendo esas libertades. Aun cuando las Escrituras prohíben este enfoque, ha sido común desde el inicio de la historia de la iglesia y continua hasta el día de hoy. ¿Pero cómo podría un grupo que profesa creer en la Biblia hacer esto? Es simple, racionalizan el mandamiento bíblico en particular relacionado. Cuando Pablo dice que no prohibamos hablar en lenguas (1 Co14:39), algunos simplemente dicen que eso no se aplica el día de hoy. El problema con ese método, además de que deshonra la Escritura, es que esta clase de control autoritativo sofoca la espontaneidad y drena la vida misma de la iglesia. Echa el pecado y el abuso donde no se vea y donde es mucho más difícil tratar con ellos. Yo he visto mucha más maldad y pecado secreto entre las iglesias fundamentalistas autoritarias, que en cualquier otra parte del espectro de iglesias cristianas de hoy en día. El mejor enfoque, en mi opinión, es ver los abusos y errores doctrinales como inevitables de este lado del cielo. En lugar de escandalizarnos cuando los vemos, debemos corregirlos con gracia y con paciencia. En algunos casos, encontraremos que lo que pensábamos que era un abuso, no era un abuso, sino un paso hacia adelante. Los ministros de la época de Jorge Whitefield (1714-1770), por ejemplo, vieron la predicación en los campos, como algo deshonroso para el evangelio de Jesucristo. Pero eventualmente la iglesia cambió de opinión para ver que los que se oponían a Whitefield estaban deshonrando el evangelio, y aceptaron la predicación en los campos como un medio válido de ganar gente para Cristo. También necesitamos una dosis saludable de humildad. Necesitamos reconocer que nuestros corazones son engañosos y están desesperadamente enfermos (Jeremías 17:9). Necesitamos darnos cuenta de que ni nuestras interpretaciones ni nuestras prácticas son infalibles. Cómo J. I. Packer ha dicho, nosotros somos “víctimas y beneficiarios de nuestras propias tradiciones”. 58 Solamente cuando en verdad creemos en nuestra propia capacidad para ser engañados, es cuando empezamos a ver con claridad. Es solo cuando le pedimos a Dios que revele nuestras fallas que seremos liberados de las muchas cegueras que nos acosan a través de nuestras vidas cristianas. David confesó su implacable ceguera cuando oró: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno.” (Salmo 139:23-24) Si “el hombre conforme al corazón de Dios”, que tuvo el gran privilegio de escribir una gran parte de los Salmos, vio su necesidad de que Dios le revelara sus fallas y pecados, ¿Cuánto más debemos nosotros buscar este ministerio de revelación? =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= He podido observar que normalmente Dios no viola los prejuicios del orgullo religioso. Muchos de los fariseos fueron a sus muertes absolutamente convencidos de la validez de sus propias tradiciones y prejuicios. Su orgullo religioso los desconectó de la corrección que Dios de buena gana les hubiera dado, porque “Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5) La tragedia es que muchas de sus doctrinas eran bíblicas y verdaderas. Sin embargo, yo mejor tendría algunas doctrinas equivocadas y humildad, que tener ortodoxia completa en todos los puntos sin humildad. Una persona que tiene una doctrina equivocada y humildad puede ser corregida. Una persona con la mayoría de las doctrinas correctas, y sin humildad, será resistida por el Señor a quien él profesa servir. 59 Capítulo 7: Muerto de Miedo al Espíritu Santo (Traducido por TLA / RND) El 18 de abril de 1906, el periódico Los Ángeles Times reportó un extraño y poco usual avivamiento que estaba sucediendo en la ciudad. Debajo de un encabezado que proclamaba “Extraña Babel de Lenguas”, un reportero del periódico declaraba que “…las reuniones se llevaban a cabo en un ruinoso establo de la calle Azusa, cerca de la calle San Pedro, y que los devotos de la extraña doctrina practicaban los ritos más fanáticos, predicaban las teorías más extravagantes, y en su entusiasmo delirante alcanzaban un estado de excitación desquiciada. La congregación estaba formada por personas de color y unos cuantos blancos, y por la noche alteraban el vecindario de manera terrible con los aullidos de los adoradores, los cuales pasaban horas balanceándose de adelante hacia atrás en una enervante actitud de oración y súplica. Ellos alegaban poseer el “don de lenguas” y el poder de entender aquella babel.1 Ese mismo día ocurrió el gran terremoto de San Francisco, el cual destruyó una gran parte de esa ciudad. Cuando las personas que estaban en la calle Azusa sintieron las sacudidas del sismo, un “terremoto espiritual” convulsionó la reunión, el cual la elevó casi a un nivel de histeria”.2 Aunque las vibraciones del terremoto de San Francisco se sintieron en toda la costa de California, la agitación por el terremoto espiritual se extendió a través del país. El avivamiento continuó día y noche por tres años y fue el origen del Pentecostalismo moderno. Sin embargo, desde el mismo comienzo, los fenómenos físicos que ocurrieron en el avivamiento fueron ridiculizados llamándolos “un frenesí de fanatismo religioso”, y en cuanto a las personas que hablaron en lenguas se dijo de ellas que “parloteaban con una cháchara incoherente” Manifestaciones físicas poco usuales son comunes a través de la historia de la iglesia, especialmente durante los tiempos de avivamiento. Algunas veces estas manifestaciones han ocurrido en los lugares más improbables. Durante el Avivamiento Evangélico de Inglaterra a fines de 1730 y principios de 1740, John Wesley observó numerosas “señales externas” que ocurrían durante sus predicaciones. El 17 de junio de 1739, por ejemplo, cuando Wesley predicaba en los prados, y estaba “invitando encarecidamente a los pecadores a ‘entrar al lugar santísimo’ a través de esta ‘nueva manera de vivir’”. Muchos de los que lo escucharon empezaron a clamar a Dios con grandes gritos y lágrimas. Algunos se desplomaron, y permanecieron allí sin fuerzas; otros temblaban y se sacudían exageradamente: Algunos eran afectados con cierta clase de movimientos convulsivos en cada parte de sus 60 cuerpos, y de manera tan violenta, que con frecuencia cuatro o cinco personas no podían contener a una sola”. Cuando su amigo y colega, el predicador George Whitefield, escuchó hablar acerca de estas señales, objetó de manera enérgica. Pero el siete de julio de 1939, Wesley registró en su diario: “Tuve la oportunidad de hablar con él acerca de esas señales externas las cuales con frecuencia son acompañadas por la obra interior de Dios. Me pareció que sus objeciones se basaban principalmente en crasas tergiversaciones de los hechos. Pero al día siguiente él tuvo la oportunidad de informarse mejor: Porque tan pronto como empezó (durante la aplicación de su sermón) a invitar a los pecadores a creer en Cristo, cuatro personas cayeron al suelo cerca de él, casi al mismo tiempo. Uno de ellos yacía sin sentido o movimiento. Una segunda persona temblaba de manera extrema. El tercero sufría fuertes convulsiones en todo su cuerpo, pero sin hacer ruido, solo gemía. El cuarto, convulsionando de la misma forma, clamaba a Dios con grandes gritos y lágrimas”. Wesley concluye la anotación en su diario con la afirmación: “Desde este momento, así lo espero, dejaremos que Dios lleve a cabo su obra de la manera que él prefiera”.4 Durante ese mismo período, ¿quién hubiera pensado que esa clase de “señales” sucederían en un entorno austero de Nueva Inglaterra durante lo que hoy se conoce como uno de los más grandes avivamientos de la historia de Estados Unidos, el Gran Despertar?” Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió regularmente en las reuniones de Jonathan Edwards, quien es considerado por muchos como el teólogo más grande de Norteamérica. Al describir una de las reuniones en su iglesia, Edwards escribe lo siguiente: “El efecto se propagó rápidamente a través del recinto; muchos de los jóvenes y niños… parecían estar sobrecogidos por una sensación de la grandeza y la gloria de las cosas divinas, y con admiración, amor, gozo y alabanza, y compasión hacia otros a quienes veían en un estado natural (no salvos); y muchos otros al mismo tiempo se sintieron dominados por una sensación de angustia derivada de su estado miserable y su condición pecadora; así que en el lugar no se apreciaba nada que no fueran gritos, desmayos y cosas parecidas” (énfasis mío).5 Durante ese otoño. Edwards escribe que …algo muy frecuente era ver la casa llena de gritos, desmayos, convulsiones, y cosas parecidas, en ambas formas, de angustia, y de admiración y gozo… Esto era bastante frecuente de manera que había algunos que estaban tan afectados, y sus cuerpos tan doblegados, que no 61 se podían ir a casa, sino que fueron obligados a permanecer toda la noche en donde estaban (énfasis mío).6 En otra ocasión Edwards describe el ministerio de Mr. Buell, quien …continuó allí por una quincena o tres semanas después de que yo regresé: habiendo aún una gran asistencia a sus labores; muchos siendo elevados en su afecto religioso mucho más allá de donde habían estado antes; y había algunos casos en los que las personas yacían en una especie de trance, permaneciendo por 24 horas completas sin moverse, y con sus sentidos bloqueados; pero al mismo tiempo sujetos a intensas visiones, como si hubieran ido al cielo y hubieran disfrutado allá de cosas exquisitas y gloriosas. Pero cuando las personas eran elevadas a este nivel, Satanás aprovechaba la oportunidad y su interferencia en muchos casos se hizo aparente muy pronto: y una gran cantidad de esfuerzo y cautela se necesitaron para evitar que muchas de las personas perdieran el control (énfasis mío).7 Esta clase de manifestaciones causaban preocupación en dos diferentes aspectos. Como Edwards sugiere en el último párrafo, aunque las manifestaciones eran reacciones legítimas a la obra del Espíritu Santo, ellas eran propensas a ser pervertidas por Satanás para que la gente se desviara. En otro aspecto, esa clase de manifestaciones ocasionaban que un buen número de ministros cristianos conservadores criticaran a Jonathan Edwards y a sus reuniones, considerándolas obras de la carne y del demonio. Algunas personas en los días de Edwards estaban seguras de que esas manifestaciones demostraban que la obra en cuestión no era de Dios. Edward Gross es un ejemplo de alguien que en el día de hoy estaría de parte de los oponentes de Jonathan Edwards y argumentaría en contra de la aceptación de Edwards hacia las manifestaciones físicas. Gross cita a Charles Hodge, quien concluyó …que no existe nada en la Biblia que nos conduzca a considerar esas demostraciones corporales como efectos legítimos de un sentimiento religioso. No se observaron ese tipo de resultados en las predicaciones de Cristo o de sus apóstoles. No hemos sabido que hubiera gritos generalizados, desmayos, convulsiones, o desvaríos en las asambleas en las que ellos hablaron.8 Contrariamente a lo que Hodge afirma, hay mucha información en la Biblia, que indica que las “demostraciones corporales” pueden ser efectos legítimos del poder del Espíritu Santo. Estas manifestaciones físicas ocurren en ambos, Antiguo y Nuevo Testamento. Las Manifestaciones Físicas en las Escrituras 62 De acuerdo a las Escrituras, el ministerio del Espíritu Santo algunas veces produce reacciones físicas en las personas. Estas reacciones pueden variar desde temblores, sacudidas, y trances, hasta malestar y colapso físico. El obrar divino que produce estas reacciones puede dividirse en dos categorías. Por una parte, estas demostraciones son causadas por un fenómeno visible y espectacular, asociado con la obra del Espíritu Santo. Las manifestaciones físicas mencionadas más arriba pueden ser causadas por teofanías (manifestaciones de la divinidad de Dios) (Ex. 19:16-25), apariciones angélicas (Mt. 17:6-7), visiones (Dn. 8:27; Hech. 10:10-23), 10 respuestas al ministerio terrenal de Jesús (Jn. 18:6), y la aparición de Jesús glorificado (Hech. 9:1-9). Todos los fenómenos citados son, más o menos, experiencias tangibles y visibles. Las Escrituras también registran manifestaciones físicas causadas por acciones de Dios menos visibles. Las personas tiemblan en la presencia de Dios aun cuando no haya otra revelación visible o tangible asociada con su presencia (no hay teofanías, apariciones angélicas, voces audibles, etc.). Algunas veces los salmistas temblaban cuando experimentaban la presencia de Dios “como un temor del Señor”. El autor del salmo 119 escribe, “Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas” (v. 120). A las personas del pueblo de Dios no les parecía algo extraordinario temblar ante su presencia. De hecho, el Señor esperaba esa respuesta de su pueblo. Él dijo a través del profeta Jeremías, “¿No me tienes respeto? ¿Por qué no tiemblas en mi presencia?” (Jer. 5:22).11 Lo importante es notar que la presencia intangible de Dios entre aquellos que le temen, produce temblores (ver también Is. 66:2 y Esd. 9:4). Quienes no temen al Señor nunca actuarán así. El llanto es otra manifestación en respuesta a la presencia intangible del Señor. Cuando Esdras estaba leyendo el libro de la ley al pueblo, ellos empezaron a llorar espontáneamente al escuchar las palabras de la ley (Neh. 8:9). El llanto no fue el resultado de un ataque de histeria o de manipulación psicológica, porque los líderes de la reunión no querían que la gente llorara y trataron de refrenarlos (Neh. 8:9). La capacidad de llorar por las palabras de la Escritura y por el fracaso en guardar la Palabra de Dios es algo que debería ser cultivado y deseado en el día de hoy. No es una muestra de debilidad o inestabilidad emocional. Más bien, es una muestra de sensibilidad a la Palabra de Dios y de nuestra aversión al pecado. Es también una señal de salud espiritual y emocional. La incapacidad de llorar por esas cosas es, por otra parte, una muestra de un corazón traumatizado o endurecido. Entrar en estado de éxtasis puede ser también una respuesta a la presencia del Señor. Pablo, por ejemplo, cayó en trance durante una experiencia ordinaria de oración. Él explicaba esa experiencia de la siguiente manera: “Después de regresar a 63 Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí en un estado de éxtasis. Tuve una visión de Jesús, quien me decía: “¡Date prisa! Sal de Jerusalén, porque la gente de aquí no aceptará tu testimonio acerca de mí” (Hech. 22:17-18). El propósito de esta experiencia de éxtasis en Pablo no era darle una nueva revelación acerca de la persona o la obra del Señor Jesús sino salvarle la vida y cambiar el curso de su ministerio (ver también Hch. 22:19-21). Algunas veces los creyentes pueden caer en un estado de ebriedad aparente en respuesta a la presencia del Señor. Esto le sucedió a Ana durante la oración (1 Sam. 1:12-17). Y Saúl, aunque el texto bíblico no utiliza el término ebrio, ciertamente lo parecía cuando el Espíritu descendió sobre él, y se arrancó la ropa y se quedó tendido en el suelo todo el día (1 Sam.19:23-24). El día de Pentecostés, algunos de los espectadores asumieron que aquellos quienes habían sido llenos del Espíritu, estaban borrachos. La apariencia de ebriedad no se debía al hecho de que estaban hablando en lenguas extranjeras. Eso en sí mismo era una señal de inteligencia, no de embriaguez. Más bien, la reacción a la presencia de Espíritu evidentemente producía algunas características que son normalmente asociadas con la ebriedad. Finalmente, hay otra categoría en el obrar del Espíritu, que con frecuencia, aunque no siempre, produce un amplio rango de manifestaciones físicas. Me refiero a expulsar demonios, lo cual resulta en alaridos, convulsiones, y pérdida de la conciencia, entre otras cosas (Mc. 1:23; 9:14:29). Todas esas reacciones tienen sentido cuando nos damos cuenta de que un ser humano es algo más que una mente y una voluntad, y que Dios puede tocar nuestras emociones y nuestros cuerpos tanto como nuestras mentes. Al llegar a este punto, sin embargo, solo deseo extraer una conclusión de la evidencia anterior; la Biblia respalda el hecho de que las respuestas físicas a la obra del Espíritu, pueden ocurrir en una amplia variedad de formas. El Espíritu Impone Orden en el Caos. En los días de Jonathan Edwards, algunas personas no pudieron considerar al Gran Avivamiento como una obra del Espíritu de Dios porque decían que Dios es un Dios de orden, no de confusión (1 Cor. 14:33, 40). Creían que esas manifestaciones físicas en las reuniones no podían atribuirse a Dios porque producían confusión. En la actualidad se sigue haciendo esta misma acusación a las reuniones de tipo similar. Edward Gross cita de nuevo a Charles Hodge: “El testimonio de las escrituras no es solamente negativo acerca de este tema. Su autoridad está directamente opuesta a todos los desórdenes como esos. Ellas señalan que todas las cosas deben hacerse decentemente y en orden. Nos enseñan que Dios no es autor de confusión sino de paz, en todas las reuniones del pueblo santo de Dios (1 Cor.14:33- 64 40). Estos pasajes son una referencia específica a la manera como deben conducirse los servicios públicos de adoración. En ellos se prohíbe todo lo que es incompatible con el orden, la solemnidad y la atención devota. Es evidente que los gritos estridentes y las convulsiones son inconsistentes con esas cosas, y por lo tanto deben ser disuadidos. No pueden venir de Dios, porque él no es autor de confusión.”12 La respuesta que Edwards dio a las acusaciones de sus críticos se puede aplicar también a los críticos de los tiempos modernos: “Pero si Dios se complace en convencer a las conciencias de las personas, de manera que no puedan evadir las grandes manifestaciones visibles, aún para interrumpir o disolver esas prácticas públicas a las que están asistiendo, no creo que esto sea más confusión o interrupción desagradable que si un grupo se reúne en un prado para orar por lluvia y este evento se detenga debido a un abundante aguacero. ¡Quisiera Dios que todas las asambleas públicas en el país fueran interrumpidas en sus funciones con esa clase de confusión en la próxima reunión del domingo! No debemos lamentarnos por romper el orden del programa, con algo que está logrando el objetivo para el cual dicho orden estaba concebido. Aquél que va en busca de un tesoro no puede protestar por ser detenido a la mitad de su viaje por haber encontrado el tesoro” 13 En otras palabras, Edwards está diciendo que Dios puede usar métodos caóticos para obtener orden. Observar a una persona retorciéndose en el piso mientras es liberada de un demonio puede no parecerle algo decoroso a la audiencia. Pero si la persona es verdaderamente liberada, el resultado traerá orden a la vida de esa persona. Sería un gran error, entonces, aplicar la advertencia de Pablo de que todas las cosas sean hechas decentemente y con orden, hasta el extremo de apagar verdaderamente el fuego del Espíritu. Pruebas que Revelan una obra Genuina de Dios. Algunas veces lo que interpretamos como abusos espirituales no son del todo abusos, sino la obra genuina del Espíritu Santo. Pero ¿cómo podemos discernir lo que es genuino de lo que no lo es? Las críticas que Jonathan Edwards recibió durante el Gran Avivamiento lo motivaron a que escribiera su ensayo clásico, “Las Señales que Caracterizan una Obra del Espíritu de Dios”. En ese ensayo, Edwards expone los criterios para determinar lo que es una obra genuina del Espíritu Santo. Su primer problema fue establecer la importancia de las manifestaciones corporales que estaban sucediendo durante sus reuniones. Él escribe que 65 …una obra (del Espíritu) no puede ser juzgada por alguno de los efectos en los cuerpos de las personas; como lágrimas, temblores, gemidos, gritos estridentes, cuerpos atormentados, o falta de fuerza física. La influencia bajo la que están las personas no puede ser juzgada de una o de otra manera por tales efectos en su cuerpo; y la razón se debe a que las Escrituras en ninguna parte nos ofrecen alguna regla para eso.14 En otras palabras, las manifestaciones en sí mismas no demuestran nada. La razón principal por la que no demuestran nada es que las Escrituras no nos proveen una regla universal para calificar estas manifestaciones. Las Escrituras ciertamente reconocen que las manifestaciones pueden ser reacciones legítimas ante una intervención genuina de Dios, pero la Biblia no nos enseña que sean siempre genuinas. Es posible que en algunos casos esos fenómenos físicos no se deban a la actuación del Espíritu Santo sino simplemente se deban a la naturaleza humana y hasta se deban a causas demoníacas. También es cierto que el Espíritu Santo puede hacer una obra poderosa sin que haya manifestaciones presentes. Las personas pueden ser sanadas o salvadas sin gemidos, temblores, u otros fenómenos físicos observables. Hasta es posible que los demonios sean expulsados sin ninguna de esas expresiones asociadas. La primera y principal evidencia de cualquier ministerio, obra o enseñanza es verificar si está de acuerdo con las enseñanzas de las Santas Escrituras. Sin embargo, en esos casos debemos asegurarnos de que la interpretación de las escrituras sea la estándar y no nuestra versión particular. En algún tiempo era común que ciertos grupos fundamentalistas declararan que las mujeres actuaban inmodestamente y que desobedecían la instrucción de Pablo en 1 Timoteo 2:9, si usaban cosméticos. La realidad es que las mujeres que usaban maquillaje al principio del siglo veinte no desobedecían a las Escrituras sino más bien a una interpretación fundamentalista de éstas. Antes de decretar que una práctica se opone a las Escrituras, debemos estar bien seguros de que ésta realmente quebranta una enseñanza de las Escrituras que está escrita de forma clara y sin ambigüedades. Edwards dedujo que cuando las Escrituras no hablan directamente de un asunto en particular, la única prueba para determinar si algo es una obra genuina de Dios es considerar si esa obra manifiesta el fruto del Espíritu Santo.15 Esta es precisamente, la prueba que Jesús nos dio para discernir entre el ministerio profético verdadero, y el falso. “Puedes identificarlos por su fruto, es decir, por la manera en que se comportan. ¿Acaso puedes recoger uvas de los espinos o higos de los cardos? Un buen árbol produce frutos buenos y un árbol malo produce frutos malos. Un buen árbol no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Por lo tanto, todo árbol que no produce 66 frutos buenos se corta y se arroja al fuego. Así es, de la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones”. (Mt. 7:16-20) Comprobar el fruto de una obra es absolutamente esencial en los casos en los que las Escrituras guardan silencio. Esta prueba también se aplica en los casos en donde las personas promueven la doctrina correcta pero el fruto de sus vidas y ministerio demuestra que ellos no se están sometiendo a esa doctrina. Pueden estar intentando engañar de forma consciente, o pueden estar ellos mismos engañados. En cualquiera de los dos casos, el fruto de su ministerio los delatará. Repito, no vamos a evaluar algo de acuerdo a qué tan extraño o inexplicable nos parezca. La excentricidad no es una regla escritural para determinar si una acción o ministerio es de Dios. Supongamos que observamos a un hombre quien es alcohólico y quien golpea a su esposa y odia a Dios, gritando a todo pulmón, y cayendo al suelo y permaneciendo sin moverse por veinticuatro horas durante una asamblea religiosa. ¿Qué pasaría si ese hombre se levantara y desde entonces nunca más bebiera ni golpeara a su esposa, sino que en lugar de eso empezara a amarla como Cristo amó a la iglesia y empezara a amar a Dios y a su Palabra? Tan extraño como eso pudiera parecernos, tendríamos que reconocer que el Espíritu Santo había obrado en su vida. Ni el demonio ni la carne producen amor por Dios, amor por la familia, o libertad de las adicciones. Tal como esa clase de cosas sucedieron durante los grandes avivamientos del pasado, así están sucediendo hoy en los lugares en donde las personas se rehúsan a apagar el fuego del Espíritu. Respondiendo a las Manifestaciones Físicas el Día de Hoy. Cuando Dios se complace en dar manifestaciones físicas, debemos aceptarlas como venidas de su mano, pero no debemos cometer el error de glorificarlas. Cuando les adjudicamos una gran prominencia a esas manifestaciones, y pasamos gran parte del tiempo hablando acerca de ellas, invariablemente alentaremos creencias equivocadas y un énfasis incorrecto, en las personas. Después de todo, no es la manifestación la que tiene la importancia más grande, sino más bien, lo que está haciendo el Espíritu. La manifestación es solamente una reacción a la obra del Espíritu. Deseamos honrar a la obra del Espíritu que produce convicción, perdón, salvación, sanidad, y liberación; no a la reacción física a la obra. Si les concedemos una gran importancia a las manifestaciones, la gente asociará las manifestaciones con el obrar del Espíritu y hasta las considerará un símbolo de espiritualidad. Cuando eso sucede, las personas inseguras con frecuencia imitarán esas manifestaciones para atraer atención hacia sí mismos y parecer “espirituales”. 67 Un error igualmente significativo sería tratar de suprimir las manifestaciones. Imagínense a una persona a quien el Espíritu Santo le ha dado una convicción intensa por sus pecados y que está agudamente consciente de los tormentos del infierno, y está temblando debido a esa convicción. Ahora imaginen la tremenda imprudencia de una persona que se le acerca y ¡le dice que se calme! Si intentamos suprimir una manifestación física real del obrar del Espíritu Santo, estamos en peligro de apagar el fuego del Espíritu. Tampoco debemos temer a las manifestaciones físicas genuinas. Con frecuencia me encuentro con cristianos quienes no tienen dificultad para creer en que los demonios pueden hablar con voz audible, incitar pensamientos, producir sensaciones físicas y otros efectos corporales, pero que no creen que Dios pueda o desee hacer esas cosas hoy. En cualquier momento en que ellos ven una de esas manifestaciones físicas, consecuentemente asumen que es obra del demonio. Todo temor al diablo, es un temor irracional. Ningún cristiano debe jamás temer a Satanás o a cualquier demonio. La única persona a quien un cristiano debe temer según la enseñanza del Nuevo testamento, es a Dios mismo. Si Dios es el origen de esas manifestaciones, él las usará para bien. Si el demonio es la causa de una manifestación en particular, esto puede ser detenido a través del poder de la sangre de Cristo. En cualquier caso, no tenemos una base escritural para temer las manifestaciones físicas. Finalmente nunca debemos sentirnos desilusionados si Dios no nos da manifestaciones físicas que acompañen el obrar genuino del Espíritu, ni debemos tratar de producirlas a través de la sugestión u otro medio natural. Dios no necesita las manifestaciones para lograr sus propósitos. Si intentamos fabricar esas reacciones, podemos contaminar la obra pura del Espíritu y hacer que se extinga. Deseo ofrecer un último consejo sobre este tema. Hubo un tiempo en que me preocupaba cuando veía a algunas personas “falsificando” manifestaciones físicas en las reuniones. Esto sucedía desde los días de Edwards y sucede hoy. De hecho, esto sucederá en cualquier parte en donde haya manifestaciones físicas genuinas en respuesta a la obra poderosa del Espíritu Santo. Lo que es genuino, siempre va a ser falsificado. Algunas veces la imitación es fácil de reconocer, y algunas veces no lo es. Mi experiencia con esas manifestaciones falsas me ha llevado a creer que no son, ni aproximadamente, tan graves como imaginé al principio. La clase de personas que agitan sus manos o tiemblan voluntariamente al comienzo de la adoración, no son, normalmente, personas peligrosas. Con frecuencia son creyentes inseguros y solitarios. Durante toda la semana es difícil que alguien les preste atención. Habitualmente el único momento en que alguien les muestra amor o afecto es en la reunión de la iglesia, cuando alguna persona se 68 les acerca y coloca sus manos sobre ellos para orar. Repetidamente utilizan los temblores o las sacudidas o alguna otra señal física como una manera de atraer la atención a sí mismos y recibir ministración de otras personas en el cuerpo de Cristo. Yo he estado muy atento a este fenómeno en los últimos años, y he observado que ello causa muy pocas dificultades serias a alguien. Es difícil que alguno sea engañado por ello, y las personas quienes se desconciertan, son los visitantes que están observando el servicio teniendo poca o ninguna comprensión de estos asuntos. Si los visitantes son sinceros y no asistieron sólo a criticar, siempre pueden preguntarle a alguien que entienda la dinámica de esas “reacciones falsas” y recibir una explicación acerca de lo que les preocupe. En los pocos casos en los que la conducta de una persona es verdaderamente extraña y exhibicionista, los líderes deben acercarse a ella y amablemente pero con firmeza, detener ese comportamiento. He descubierto que cuando hablamos acerca de la importancia escritural de las manifestaciones físicas y las discutimos abiertamente, suceden pocos abusos en esta área. 69 Capítulo 8: ¿Iban a ser Temporales los Milagros? (99-115) (Traducción y correcciones por HC / RN / TL) Nadie tomó una vez una Biblia, empezó a leerla, y entonces llegó a la conclusión de que Dios ya no estaba haciendo señales y maravillas, y que los dones del Espíritu ya habían cesado. La doctrina de la cesación no se originó de un cuidadoso estudio de las Escrituras. La doctrina del de la cesación se originó en la experiencia. El hecho de no ver milagros en la experiencia propia y de no verlos en la historia pasada requería una explicación. ¿Cómo explicas la ausencia de milagros en tu experiencia cuando el Nuevo Testamento está lleno de milagros? Hay esencialmente tres posibilidades. Primero, hay algo equivocado con tu experiencia. Segundo, Dios ha retirado los milagros porque solo intentaba que sirvieran propósitos temporales. Tercero, la respuesta está encerrada en el misterio divino, como el misterio de la elección o la predestinación. La primera respuesta te llevaría a esperar los milagros cuando tu experiencia fuera corregida. La segunda respuesta no te llevaría a esperar milagros en absoluto. La tercera respuesta deja la pregunta abierta. Hasta donde yo sé, nadie ha realmente tratado de argumentar la respuesta tres. Desde los días de la Reforma, muchos teólogos protestantes han argumentado la respuesta dos, de que los dones solo fueron de naturaleza temporal. Los Reformadores tuvieron dos razones principales para argumentar contra los milagros contemporáneos. Primero, sus enemigos, los católicos, apelaban a los milagros católicos para apoyar la doctrina católica. Ellos decían de hecho “Nosotros tenemos milagros que muestran que Dios aprueba nuestra doctrina. Además, tenemos una larga historia de milagros que se remonta a los tiempos del Nuevo Testamento. ¿Cuáles milagros pueden ustedes señalar que muestren que Dios aprueba su doctrina?” Este ataque llevó a los Reformadores a negar la validez de los milagros católicos, pasados y presentes, y a formular argumentos teológicos en contra de los milagros contemporáneos. Pero yo creo que ésta no fue la principal razón por la que los Reformadores intentaron usar las Escrituras para argumentar en contra de los milagros contemporáneos. Yo creo que la principal razón fue su falta de experiencia con lo milagroso. Si ellos hubieran sido testigos de milagros notables, ellos nunca hubieran intentado argumentar que los milagros estaban destinados a ser temporales. Así que los Reformadores se enfrentaron con una elección: ¿fue la falta de experiencia con los milagros debido a un defecto en su experiencia o a una obsolescencia planeada por Dios de los milagros? Ellos eligieron creer la segunda opción. Ellos tuvieron ahora la monumental tarea delante de ellos de explicar porque Dios sería tan liberal para dar milagros en la iglesia del primer siglo, y ser tan tacaño con los milagros en los siglos siguientes. El truco consistía en probar que los milagros 70 solo fueron para servir propósitos temporales en el primer siglo. ¿Pero cómo podrían probar eso? Ellos tuvieron esencialmente tres formas de probar esto. La primera, y por mucho la mejor, eran declaraciones bíblicas específicas, de que Dios quiso que los milagros fueran temporales. La segunda era la deducción teológica. Esta forma de argumentar no es tan fuerte como las declaraciones específicas de la Biblia, pero es una manera válida de probar doctrinas. La tercera línea de prueba era la experiencia. Ellos podrían sacar conclusiones de su propia experiencia, o de la experiencia de otros en la historia pasada. Entonces ellos podrían examinar los 1300 años anteriores de historia de la iglesia para ver si existía una firme evidencia de los dones del Espíritu entre los cristianos de los siglos precedentes. El argumento de la experiencia es, sin lugar a duda, el más débil de los tres tipos de argumentos. Cuando examinamos la historia pasada, a menudo no podemos estar seguros de los hechos, o de la interpretación de esos hechos. Además, cuando miramos a nuestra propia experiencia podemos conocer los hechos, pero no la razón para esos hechos. Podemos conocer, por ejemplo, que estamos deprimidos pero no saber porque estamos deprimidos. ¿Hicimos algo para que surgiera la depresión? ¿Es el resultado de circunstancias fuera de nuestro control? Entonces, aunque podemos determinar con precisión los hechos, podemos no entender la razón para esos hechos. Los Reformadores no dejaron duda de cuál de los tres tipos de argumentos ellos valoraban más que los otros. Sola Scriptura (“solamente la Escritura”) fue uno de los grandes gritos de batalla de la Reforma. Sin embargo enfrentaron no solo un obstáculo formidable sino un obstáculo insuperable, porque no pudieron encontrar un solo pasaje de la Escritura que enseñara que los milagros o los dones espirituales estuvieron confinados al periodo del Nuevo Testamento. Ni nadie más, desde entonces, ha sido capaz de hacer esto. Habiendo sido privados del arma más poderosa de su arsenal, las declaraciones específicas de la Escritura, los Reformadores fueron forzados a apelar a las deducciones teológicas. ¿Pero cómo iban ellos jamás a deducir que los milagros estaban destinados a ser temporales a partir de un libro que empieza con milagros, continúa con milagros, y termina con milagros? 1) El Primer Argumento de los Cesacionistas. Aquí está como lo hicieron. Los Reformadores argumentaron que el propósito primario de los milagros del Nuevo Testamento fue acreditar a los apóstoles como autores confiables de las Santas Escrituras. ¿Cómo probaría este argumento que los milagros eran temporales? Porque después de que los apóstoles habían escrito el Nuevo Testamento, los milagros habrían cumplido su propósito y ya no serían necesarios, porque ahora la iglesia poseería para siempre la Palabra de Dios 71 autorizada con los milagros. Este continúa siendo el principal argumento entre los cesacionistas modernos. Sería inútil para los cesacionistas probar que el principal propósito de los milagros era respaldar a Jesús. Si eso fuera verdad, entonces no habría explicación de porqué los apóstoles hicieron milagros. Si el propósito principal de los milagros era respaldar al Señor Jesús como el Hijo de Dios, ¿Por qué los apóstoles tenían que hacer milagros? ¿Por qué ellos no podían solamente hablar de los milagros que Jesús hizo, como lo hacen muchos predicadores hoy? Ni tampoco pueden los cesacionistas decir que el principal propósito de los milagros era respaldar el mensaje acerca de Jesús. Si eso fuera verdad, ellos no tendrían ninguna explicación de por qué los milagros no eran necesarios para respaldar el mensaje acerca de Jesús. En otras palabras, si la generación de nuevos convertidos del primer siglo necesitaron el respaldo de los milagros ¿Por qué no necesitarían ese mismo respaldo del mensaje, por los milagros, las siguientes generaciones de potenciales convertidos? La única posición defendible consiste en mantener que los milagros respaldaron a los apóstoles. Si alguien pregunta por qué solo los apóstoles necesitaron el respaldo de sus ministerios para ser creíble, y no lo necesitaron las siguientes generaciones de testigos, los cesacionistas tienen una respuesta lista a la mano. Los apóstoles no fueron unos testigos cualquiera. Ellos fueron únicos, ya que fueron los que escribieron las Santas Escrituras. Por lo tanto, se requería más de ellos para darles credibilidad, que a cualquiera otros testigos en la historia. Así que el propósito de los milagros no era simplemente darles credibilidad a los apóstoles como testigos confiables de Jesús. Los milagros mostraron que eran maestros confiables de doctrina y los acreditaron como autores inspirados de las Escrituras. En términos prácticos esto significa que el propósito real de los milagros era acreditar o confirmar las Escrituras. Una vez que ellos hubieron escrito las Escrituras, los milagros ya no serían necesarios, porque ahora la iglesia ya poseería la Palabra Escrita de Dios. Para respaldar su posición los cesacionistas tendrían que probar dos cosas. Primero, tienen que mostrar que los milagros acreditaban a los apóstoles. Segundo, tienen que demostrar que ese era el propósito principal de los milagros. Si se pudiera mostrar que los milagros no acreditaban a los apóstoles, o que hubo otros propósitos igualmente importantes detrás de los milagros, o de los dones milagrosos del Espíritu, entonces todo su enfoque se caería por tierra. Como la mayoría de la gente en mis círculos teológicos, yo había aceptado la explicación cesacionistas del propósito de los milagros, especialmente con la formulación que recibió en el libro de Benjamin Breckenridge Warfield “Milagros Falsos”. Como otros fundamentalistas, yo estaba seguro de que yo creía esto porque era lo que enseñaba la Escritura. 72 Cuando miro hacia atrás a ese periodo de mi vida, yo sé que no creí esto porque las Escrituras lo enseñaron. Lo creí porque yo no había visto ningún milagro, y yo necesitaba una justificación bíblica para mi falta de experiencia. Esa llamada telefónica de veinte minutos con el Dr. White me llevó a examinar el argumento de los cesacionistas con una mente mucho más abierta. Esta vez encontré que el argumento tenía tanta fuerza como un gorrión en un huracán. Lo que yo pensé que era mi argumento más fuerte en contra del ministerio contemporáneo de los dones milagrosos resultó ser mi “debilidad más fuerte”. Después de mi primera conversación con el Dr. White. Yo estaba determinado a buscar todas las referencias a la sanidad y los milagros en el Nuevo Testamento, para ver exactamente que decían acerca del propósito de los milagros. ¡Yo nunca había hecho eso antes! Lo que encontré me convenció que la sanidad y los milagros no se suponían que fueran temporales. 2) Una Mirada más Cuidadosa a los Milagros. La primera cosa que noté fue que hay muy pocas afirmaciones directas en el Nuevo Testamento con respecto a los propósitos de los milagros. Nunca encontré una afirmación que dijera “Dios hizo los milagros para…” Descubrí que el propósito de los milagros es algunas veces indicado por palabras de “función” acompañando a los milagros mismos. Marcos, por ejemplo, dice que los milagros “confirman” (Marcos 16:20). Juan dice que ellos “testifican” (Juan 5:36). Pedro dice que Jesús fue “acreditado” por los milagros (Hechos 2:22). En otras ocasiones el propósito de un milagro debe a menudo inferirse del contexto o de los resultados del milagro. Un propósito claro de los milagros fue acreditar el carácter de Jesús y su relación con su Padre celestial. A este respecto, los milagros demuestran lo siguiente: Dios está con Jesús (Juan 8:32), Jesús procede de Dios (Juan 3:2; 9:32-33); Dios ha enviado a Jesús (Juan 5:36); Jesús tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados (Marcos 2:10-11; Mateo 9:6-7; Lucas 5:24-25); Jesús es aprobado por Dios (Hechos 2:22); el Padre está en Jesús y Jesús está en el Padre (Juan 10:37.38; 14:11); el Reino de Dios ha venido en Jesús (Mateo 12:28; Lucas 11:20); y Jesús es el Mesías (Mateo 11:1-6; Lucas 7:18-23); y el Hijo de Dios (Mateo 14:25-33). Un segundo propósito de los milagros fue acreditar el mensaje acerca de Jesús. Esta fue la mayor función de los milagros en relación al ministerio de los apóstoles. Marcos dice que el Señor “confirmaba su palabra (que predicaban los apóstoles) por las señales que la acompañaban” (Marcos 16:20). Cuando Lucas estaba describiendo el ministerio de Pablo y de Bernabé en Iconio, él dijo que el Señor “confirmó el mensaje de su gracia capacitándolos para hacer señales y maravillas milagrosas” (Hechos 14:3). Note que en ambos textos el Señor no confirma a los apóstoles mismos, sino “su palabra” o “su mensaje” que los apóstoles estaban predicando. Las señales y maravillas no testifican a los apóstoles, sino al mensaje de salvación predicado por 73 los apóstoles. Así que las dos cosas principales que son acreditadas por los milagros son el Señor Jesús y el mensaje acerca del Señor Jesús. Cuando yo vi todas esas referencias, me asombró descubrir que ninguna de esas referencias jamás dijo que los milagros eran para dar testimonio de los apóstoles, confirmar a los apóstoles, o acreditar a los apóstoles. En resumen, ¡los milagros no acreditan a los apóstoles! Y si pensamos acerca de la teología del Nuevo Testamento, esto es completamente lógico. Con la llegada de Jesucristo, Dios quiere toda la atención dirigida hacia su Hijo. La principal tarea del Espíritu Santo es exaltar a Jesucristo. Dios no está interesado en dar testimonio de sus siervos, sino de su Hijo y del mensaje acerca de su Hijo. a. El Argumento de 2 Corintios 12:12 Algunas veces la gente apela a 2 Corintios 12:12 como un texto que parece decir que las señales y maravillas acreditaban a los apóstoles. La traducción de la NVI da esa impresión “Las cosas que marcan un apóstol, señales, maravillas y milagros, fueron hechas entre ustedes con gran perseverancia”. Esta traducción, sin embargo es inexacta. Una traducción literal es “Las señales de un apóstol fueron realizadas entre ustedes con toda paciencia por medio de señales, prodigios y milagros”. En este pasaje Pablo usa “señales” (semeion) de dos formas diferentes. El primer uso de “señales” en la frase “señales de un apóstol” no se puede referir a milagros, porque entonces Pablo estaría diciendo que “los milagros de un apóstol fueron hechos entre ustedes con señales y maravillas y milagros” ¿Cuál sería el punto de tal declaración? Pablo no dice que “las señales de un apóstol” son milagros, sino que las “señales de un apóstol” estaban acompañadas por señales, maravillas y milagros. Si Pablo hubiera querido decir que las señales de su apostolado eran señales y maravillas y milagros, entonces él hubiera usado una construcción diferente en el lenguaje griego. ¿Cuáles eran entonces las señales del apostolado de Pablo? En contraste con los falsos profetas (2 Corintios 11:13-15), Pablo apela a sus sufrimientos como una acreditación de su apostolado (2 Corintios 11:16-33; Ga 6:17; 1 Corintios 4:9-13; 2 Corintios 6:3-10). Hughes sugiere que la vida intachable de Pablo era una señal de su apostolado. Plummer sugiere que la efectividad de la predicación de Pablo, esto es, las muchas conversiones entre aquellos que les predicó Pablo, era también una señal de su apostolado. Además de esas señales, Martin agrega el llamado de Dios (1 Corintios 1:1; 2 Corintios 1:1). Conforme a Martin, ya que los milagros pueden ser falsificados por los falsos apóstoles: Pablo está insistiendo en 12:12ª que tales señales no son el principal criterio para decidir si una persona es o no es apóstol. Es cambio, él está sugiriendo que la verdadera señal del apostolado, su vida y su ministerio, son las señales que más importan… Decir que “señales y maravillas y obras poderosas” 74 son las principales señales del apostolado va en contra de las enseñanzas de Pablo en los capítulos 11 al 13 (como también los capítulos 1 al 9). Estoy de acuerdo con la conclusión de Martin de que “las obras de Pablo (en 12:12b) son los resultados de, no la prueba de, su auténtico apostolado. Cuando yo realmente empecé a considerar la idea de que los milagros eran dados para acreditar a los apóstoles y su ministerio, yo vi que no solo era contrario a la Escritura sino también ilógico. Si el propósito principal de las señales y maravillas y milagros era confirmar a los apóstoles, entonces ¿Por qué Esteban y Felipe hacían señales y maravillas? Si alguien dice que era porque los apóstoles les impusieron las manos a Esteban y a Felipe, eso realmente no contesta la pregunta. Si el propósito principal de los milagros era acreditar a los apóstoles, entonces ¿Por qué alguien más tenía un ministerio de señales y maravillas o milagros? ¿Por qué dio Dios dones de sanidad y de milagros a la iglesia? (1 Corintios 12:7-10; Ga 3:5). Yo nunca he leído o escuchado una respuesta suficiente a esa pregunta. Existe todavía otro serio problema con todo este argumento. Repasemos algo que habíamos aclarado antes: Si los milagros de Jesús fueron suficientes para acreditarlo como el Hijo de Dios y para acreditar su mensaje, ¿Por qué los apóstoles tenían que hacer milagros? La respuesta usual es que los apóstoles tuvieron que hacer milagros para mostrar que eran testigos confiables de Jesucristo y maestros confiables de doctrina. Pero ¿Por qué ellos no solo podían predicar acerca de los milagros como lo hace la iglesia el día de hoy? ¿No podemos nosotros ser considerados testigos confiables el día de hoy sin hacer milagros? Si nosotros podemos, ¿entonces por qué los apóstoles necesitaron milagros? Los Reformadores contestaron que los apóstoles fueron más que simple testigos, ellos fueron escritores inspirados de las Escrituras infalibles. Los milagros eran necesarios para confirmar sus escritos como Escritura. Esta es la suposición que está en el fondo del argumento completo, ¿Pero es ésta una suposición bíblica? ¿Fueron los milagros necesarios para confirmar las Escrituras? b. ¿Descansa la Autoridad de la Escritura en los Milagros? Ninguno de los escritores de las Escrituras apeló alguna vez a los milagros para apoyar sus demandas de que ellos estaban escribiendo las Escrituras. Ellos realmente sabían que estaban escribiendo Escritura. Por ejemplo, Pablo escribió “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que les escribo son mandamientos del Señor… Les decimos esto como una enseñanza del Señor” (1 Corintios 14:37; 1 Tesalonicenses 4:15). Sin embargo Pablo no apeló a los milagros en su ministerio para apoyar el hecho de que lo que estaba escribiendo era Escritura. Ni tampoco lo hizo Pedro, cuando se refirió a los escritos de Pablo como Escritura “en casi todas sus cartas, donde habla de estas cosas, aun cuando entre ellas hay algunas 75 que son difíciles de entender y que los ignorantes e inconstantes tuercen, como hacen también con las otras Escrituras, para su propia perdición.” (2 Pedro 3:16) Ningún texto de las Escrituras dice que la autoridad de las Escrituras descansa en los milagros. En realidad, es justo lo contrario. La Escritura prueba los milagros, pero los milagros no son una prueba de la Escritura. Moisés dejó esto bien claro hace mucho tiempo. Él advirtió a la gente que si un profeta o un soñador de sueños les predijera algo con señales y maravillas, y se cumpliera, deberían ignorar ese milagro si contradijera algo que ya les hubiera sido revelado a ellos (Dt 13:1-5). Si la función principal de los milagros fuera confirmar la Escritura, ¿Cómo podría alguien juzgar los milagros de los falsos profetas (Mateo 7:15-23), falsos cristos y sus profetas (Mt 24:24), o el anticristo (2 Ts 2:9)? Esta teoría también es inconsistente con el carácter actual del canon de la Escritura. Tenemos autores de las Escrituras que no fueron apóstoles y que nunca hicieron ningún milagro registrado. Esos incluyen a Marcos, Lucas, y Judas (el hermano del Señor que escribió la epístola de Judas). El libro de Hebreos incluso es anónimo. Todos esos escritores no fueron apóstoles, y ninguno de ellos tiene milagros registrados. ¿Tienen esos libros menos autoridad que las cartas de Pablo? Si la autoridad de las Escrituras descansara en los milagros hechos por sus autores, entonces esos escritos tendrían necesariamente menos autoridad, Si aquellos que mantienen esta teoría responden que Lucas era amigo de Pablo o un socio de Pablo en su ministerio, y que por eso su escrito debe verse como inspirado, entonces tendrían que abandonar la idea de que los milagros eran necesarios para confirmar las Escrituras. Tendrían que agregar un nuevo criterio para que fueran canónicos: amistad o compañerismo con los apóstoles. Este criterio para ser canónicos también carece de todo apoyo escritural directo. Si ellos argumentan que Pedro comisionó a Marcos para escribir el evangelio de Marcos, ellos están ahora apoyándose en la tradición en lugar de la misma Escritura. Eso los pone en la situación incómoda de permitir que la tradición determine la autoridad de la Escritura en lugar de que la Escritura sea nuestra autoridad última. En cualquier caso, tenemos cinco obras que constituyen una parte muy grande de la Escritura, el Evangelio de Marcos, el Evangelio de Lucas, el Libro de los Hechos, la carta de Judas, y el libro de los Hebreos, que no pueden ser explicados por la teoría de que los milagros eran necesarios para acreditar la Biblia. La teología ortodoxa desde hace mucho tiempo ha sostenido que la autoridad de la Biblia no descansa en los milagros. La autoridad de la Escritura descansa en su Autor. Aunque puede haber varios factores que nos ayudan a convencernos de la autoridad de la Escritura, finalmente somos persuadidos de su autoridad por el testimonio interno del Espíritu Santo. 76 c. ¿Fueron Necesarios los Milagros para el Inicio de la Iglesia? Algunas personas enseñan que los milagros fueron necesarios para que el mensaje del evangelio ganara una audiencia en el primer siglo. Ellos ven los milagros y las sanidades de Jesús y los apóstoles como una especie de cohete impulsor para que la iglesia “despegara” y el mensaje del evangelio adquiriera una audiencia. Más tarde, después que la iglesia ya estaba establecida, y el mensaje del evangelio ya tenía un lugar entre otras religiones del mundo, entonces el cohete impulsor podía ser desechado sin gran pérdida para la iglesia. Thomas Edgar expresa esta opinión cuando escribe: La Iglesia del inicio estaba en una situación diferente de la iglesia después del primer siglo. Hacia el final del primer siglo, la iglesia y el cristianismo fueron establecidos en los mayores centros del mundo conocido… Las etapas iniciales del cristianismo, sin embargo, no tenían antecedentes desde la perspectiva humana. El mensaje era inusual y sorprendente. Un hombre ejecutado en un país pequeño era presentado como el Hijo de Dios, que vino a morir por todos los hombres; y a aquellos que confiaran en él, Dios con seguridad les perdonaría sus pecados por gracia. Poca gente fuera de Israel había alguna vez escuchado de Jesús. Él murió antes de que la iglesia fuera establecida. Él fue ejecutado después de una breve carrera. Esos hechos al menos muestran la dificultad que encontraron los primeros evangelistas. ¿Quién aceptaría tal mensaje? Sin embargo, los dones de señales milagrosos pusieron todo este mensaje en una perspectiva diferente, puesto que los milagros eran la evidencia de que el mensaje era de Dios. La situación desde el primer siglo nunca ha sido la misma. Los misioneros que van a las áreas de las junglas se refieren a un individuo que tiene una reputación en el mundo, a una religión y a una figura reconocida, en lo que al mundo respecta. Esos misioneros vienen de grupos de creyentes en países donde esta religión es predominante. Podría considerarse útil para muchos tener confirmación por milagros para este evangelio el día de hoy. Esto puede ser o no verdadero, puesto que una confirmación completa y bien testificada ya ha sido dada por Cristo y los apóstoles y es todavía ignorada por aquellos que viven en países en donde es bien conocida. Puede haber poca duda, sin embrago, de que la necesidad de confirmación al principio era mayor de la que se necesita el día de hoy.” En otras palabras, la iglesia inmadura del primer siglo necesitó milagros para ayudarla a crecer, pero la iglesia madura ya no los necesita. Este argumento tiene una contradicción que Edgar no intenta resolver. Si la iglesia del primer siglo necesitó milagros para su crecimiento y extensión, ¿Por qué no los necesitaría en el siglo 77 veintiuno? ¿Si los milagros fueron benéficos a la iglesia en aquella época, porque ahora no? Hace mucho tiempo que Warfield afirmó que esta explicación era contraria a la Escritura. De hecho, en toda su discusión Edgar no cita un solo versículo de la Escritura para apoyar su teoría. Warfield también señaló que esta línea de razonamiento era ilógica y la ridiculizó como “inútil”. La explicación de Edgar también es falsa porque substituye el reconocimiento del mundo por el poder de Dios. Edgar mantiene que después de que el cristianismo “había llegado a ser un grupo reconocido con cierta reputación” (énfasis mío), ya no necesita el poder de los milagros. ¿Quién querría cambiar el poder milagroso de Dios por el reconocimiento del mundo? Warfield contestó una forma ligeramente diferente de esta teoría cuando escribió “Cuando la protección de la potencia más fuerte de la tierra fue asegurada (esto es el Imperio Romano) pareció ser que el poder de Dios ya no era necesario”. ¿En qué parte de la Escritura puede alguien encontrar apoyo para tal idea? Finalmente, hay algo más en este argumento que me preocupa. Yo ya he afirmado que una de las funciones legítimas de los milagros del Señor y de los apóstoles fue acreditar a Jesús y al mensaje acerca de él. ¿Pero fueron alguna vez necesarios los milagros para que la gente creyera en el evangelio? Edgar escribe como si lo fueran, al menos al inicio de la iglesia. ¿Por qué? De acuerdo a Edgar la oscuridad histórica y la novedad del mensaje del evangelio pareció que necesitaba milagros para probarlo. Él pregunta “¿quién aceptaría tal mensaje?” Esto está peligrosamente cerca de degradar el poder inherente del mensaje del evangelio. Seguramente el evangelio que “es poder de Dios para salvación” era suficiente independientemente de los milagros. Seguramente Dios no tiene que hacer milagros con el fin de lograr sus propósitos. El milagro más grande del mundo es que Dios nos ama y que su Hijo murió por nosotros. Su amor por nosotros es, y por siempre lo será, un misterio inexplicable. El más sorprendente evento sobrenatural que ha ocurrido fue la encarnación y después la muerte de su eterno Hijo en lugar de la humanidad pecadora, seguida por su resurrección corporal. Seguramente la maravilla más grande es que solamente por la fe en Jesucristo recibimos el regalo de la vida eterna. Seguramente el poder más grande que cualquier humano va a conocer es el poder de la cruz de Jesucristo. A través de la cruz no solo tenemos perdón, sino también acceso a la gloriosa presencia de Dios. El poder de la muerte de Cristo es tan grande que ya ningún cristiano tiene que vivir bajo ninguna atadura moral. Ningún cristiano tiene que estar a la merced de la lujuria, la ira, el pecado, el temor, la muerte, o satanás. Seguramente estas buenas noticias son las más grandes noticias que jamás se han dado. Seguramente este mensaje es más grande que cualesquiera milagros que lo acompañen. Seguramente 78 el evangelio es capaz de capturar los corazones de las gentes sin requerir los milagros que lo acompañen. Cuando yo tenía diecisiete años y estaba comprometido con la rebelión, mi corazón fue completamente capturado por Jesús cuando escuché a un amigo hablarme de la inexplicable gracia del evangelio. Yo no sabía nada del resto del Nuevo Testamento, nada de los otros milagros, y sin embargo esa noche, el 18 de diciembre de 1965, a las 2:00 AM, por fe solamente en el Señor Jesucristo me convertí en una nueva creación. Esto es exactamente lo que dijo el apóstol Pablo que haría el mensaje del evangelio. Él escribió: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree: en primer lugar, para los judíos, y también para los que no lo son. 17 Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»” (Romanos 1:16-17) Pablo tuvo suprema confianza en el grande y glorioso evangelio de Jesucristo. Él no puso su confianza en los milagros, en la habilidad humana, ni en la piedad humana. Este mensaje es el mensaje más glorioso jamás escuchado por oídos humanos. Es la única respuesta al dilema humano. Edgar dice, “¿Quién aceptaría tal mensaje?”. Para empezar Lidia y su familia no tuvieron ningún problema para aceptar este mensaje cuando escucharon a Pablo predicarlo sin ningún milagro que lo acompañara (Hechos 16:14-1). En el primer siglo el Espíritu Santo era perfectamente capaz de producir convicción y fe sin milagros (Juan 16:8). El ministerio de Juan el Bautista también trajo convicción y arrepentimiento, pero Juan no hizo milagros (Juan 10:41). Incluso las religiones y los cultos del mundo han nacido y están floreciendo sin el poder de los milagros. ¿Seriamente queremos pretender nada menos para el poder del evangelio de Jesucristo? Yo creo que los milagros si tienen una función acreditadora, y más adelante yo argumentaré que ellos pueden abrir puertas para la predicación del evangelio y aun traer gente al arrepentimiento. Sin embargo, la predicación simple del evangelio pudo hacer todas esas cosas sin milagros en cualquier tiempo en la historia y todavía puede hacerlo el día de hoy. Cuando Dios da milagros para acreditar la predicación del evangelio, lo hace en base a la gracia, no por una divina necesidad para cubrir alguna deficiencia en el mensaje del evangelio. Los milagros son un regalo de la gracia de Dios que pueden servir muchas funciones, pero nunca debemos aislar una función y verla como el último y necesario propósito de los milagros a menos que tengamos una clara evidencia bíblica para hacer eso. 79 d. Usando los Evangelios y los Hechos para Apoyar los Milagros Hoy. Se ha dicho que no podemos usar los Evangelios y los Hechos como evidencia de que Dios sana o hace milagros hoy porque son libros de “transición”. Los Hechos nos dan un registro de la transición de la era del Antiguo Testamento a la era del Nuevo Testamento. Los Hechos muestra la iglesia en su infancia, en su inmadurez. Por lo tanto, no podemos determinar lo que se supone que sea normal en la vida de la iglesia basándonos en el libro de Hechos. Todo lo que podemos determinar es lo que era normal en la inmadurez de la iglesia. Sobre todo, no podemos sacar doctrina del libro de los Hechos, o algo así va el argumento. La doctrina para la iglesia debe obtenerse de las epístolas de Pablo. Si este argumento fuera válido, significaría, en realidad, que los Evangelios y los Hechos no pueden decirnos nada de la actitud de Jesús hacia la sanidad y los milagros el día de hoy. Solamente reflejaría su actitud al inicio del nacimiento de la iglesia. Este argumento es falso por cuatro razones. Primero, los teólogos siempre han usado los Evangelios y los Hechos para la hacer doctrina. Por ejemplo, desde los días de Calvino los teólogos reformados se han deleitado en usar Juan 6:44 y Hechos 13:48 para probar la doctrina de la elección incondicional. De la misma forma, los dispensacionalistas apelan a los Evangelios y a los Hechos para apoyar su dispensacionalismo. Juan 1:17 es usado por los dispensacionalistas para probar que existe una clara distinción entre las dispensaciones de la ley y de la gracia. Los profesores de misiones y los evangelistas regularmente usan los Evangelios y los Hechos para enseñar doctrinas de misiones y evangelismo. Los Evangelios y los Hechos son fuentes muy importantes para nuestra doctrina de Cristología. Son las fuentes principales para el estudio de como el Nuevo Testamento usa el Antiguo Testamento. El libro de Hechos es también crucial para determinar lo que creemos acerca del gobierno de la iglesia (Hechos 20:17 y sigs). Simplemente no es verdad que no podemos usar los Evangelios y los Hechos para doctrina. Todo el mundo lo hace. Lo que este argumento realmente significa es que no debemos usar los Evangelios y los Hechos para determinar doctrina acerca de eventos sobrenaturales en la vida de la iglesia el día de hoy. En otras palabras, la gente que usa este argumento está realmente empleando una hermenéutica anti-sobrenatural cuando leen el libro de Hechos. Permítanme explicar lo que quiero decir por esto e ilustrarlo. La hermenéutica es la ciencia de la interpretación. Trata de las reglas de interpretación, esto es, como debemos interpretar las Escrituras (o cualquier texto escrito). Una hermenéutica anti-sobrenatural es un sistema de interpretación que elimina los elementos sobrenaturales en la Biblia. Los teólogos liberales alemanes como Rudolph Bultmann hicieron esta “desmitologización” de los milagros del Nuevo 80 Testamento. Ellos afirman que los milagros no ocurrieron; que solo fueron historias inventadas para dar expresión a los mitos que habían sido comunes en el antiguo Cercano Oriente. Los escritores conservadores que nunca soñarían con tratar las Escrituras de esta forma desdeñosa, tienen otra forma de emplear una hermenéutica anti-sobrenatural. Tienen un sistema de lectura de la Biblia que dice que todos los milagros ocurrieron en aquella época, pero que no son para el día de hoy. Por ejemplo, cuando uno de mis estudiantes me decía que él quería llegar a ser un misionero y plantar iglesias porque había sido inspirado a hacer esto al leer la historia de Pablo en el libro de los Hechos, yo le daría mi bendición. Yo no tenía ningún problema en creer que Dios usara la historia de Pablo en Hechos para inspirar a un estudiante a llegar a ser un misionero y plantar iglesias. Yo pensé que ésta era una forma válida de usar las Escrituras. Pero si el mismo estudiante me dijera que después de leer el libro de los Hechos él quería que Dios lo usara en un ministerio de sanidad, lo hubiera corregido inmediatamente. Le hubiera dicho que este era un uso equivocado de las Escrituras. En otras palabras, yo empleaba un sistema de interpretación que decía: “Tienes libertad para copiar los elementos no milagrosos en los Evangelios y en los Hechos, pero no tienes libertad de copiar los elementos milagrosos”. Yo estaba leyendo los Evangelios y los Hechos a través de la lente de una hermenéutica anti-sobrenatural. Cada vez que llegaba a una historia milagrosa, esas lentes concedían que la historia había sucedido, pero filtraban cualquier aplicación milagrosa de ese pasaje para nuestros días. ¿Cómo justifica uno esta hermenéutica anti-sobrenatural? ¿Dónde se nos dice en las Escrituras que leamos la Biblia de esta forma? ¿Dónde se nos da en las Escrituras una hermenéutica que dice que puedes copiar las cosas que no son milagrosas, pero no puedes copiar o esperar los eventos milagrosos para el día de hoy? Segundo. Este argumento es falso por una segunda razón. En el mundo antiguo, especialmente en el mundo del antiguo Cercano Oriente, del cual la Biblia es una parte, la manera más común de comunicar teología era contar una historia. Las historias eran escritas para comunicar doctrina teológica. Algunas veces los escritores modernos tratan los Evangelios y los Hechos como si no fueran algo más que reportes “periodísticos” de lo que pasó. Ellos son definitivamente más que esto; ellos son teología por sí mismos. Cuando Lucas escribió su Evangelio y el libro de los Hechos, él seleccionó todo su material muy cuidadosamente para enseñar verdades teológicas definidas a su audiencia. Esto todavía es común en el Oriente. Acabo de regresar de una larga conferencia en Singapur, y uno de los pastores de allá me dijo que era muy común para los padres cristianos chinos de su iglesia, responder las preguntas teológicas de sus hijos con una historia. Cuando pensamos en la gran parte del Antiguo y del Nuevo 81 Testamento que consiste de literatura narrativa, nos vemos obligados a concluir que a Dios también le gusta este método de enseñar teología. En mi ejemplar del Nuevo Testamento versión King James, los Evangelios y los Hechos ocupan 205 páginas, las Epístolas Paulinas 87 páginas, otras epístolas 34 páginas, y Apocalipsis 22 páginas. Los Evangelios y los Hechos ocupan 59 por ciento del Nuevo Testamento. Todas las epístolas juntas ocupan 35 por ciento. Si fuera cierto el argumento de que no podemos usar los Evangelios y los Hechos como fuente de doctrina, eso querría decir que tendríamos que descartar el 59 por ciento del Nuevo Testamento como doctrinalmente sin valor. ¡Eso nos dejaría solamente el 35 por ciento del Nuevo Testamento de donde determinar nuestras doctrinas! Por supuesto, nadie cree realmente esto. Esto solo significa que no puedes usar los Evangelios y los Hechos para determinar la relevancia de los milagros para el ministerio actual de la iglesia, y esta es una decisión completamente arbitraria. No está basada en la enseñanza de la Biblia sino en un prejuicio personal. Tercero. Una tercera razón de que este argumento es falso es porque contradice la Escritura. El apóstol Pablo dijo que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Pablo dijo “toda la Escritura”, no solo las epístolas, sino los Evangelios y los Hechos también, son útiles para la enseñanza. Cuarto. Este argumento contradice la Escritura de otra forma. Cuando menos seis veces en los escritos de Pablo, él ordena a los cristianos que sigan su ejemplo así como él sigue el ejemplo de Cristo, o aprueba a quienes siguen su ejemplo (1 Co 4:16-17; 11:1; Fil 3:17; 4:9; 1 Ts 1:6; 2 Ts 3:9). Pablo no hizo una distinción entre aquellos elementos de su vida que fueron milagrosos, y aquellos que no son vistos como milagrosos. Pablo copió a Cristo. Cristo tuvo elementos milagrosos en su vida, y también Pablo los tuvo. ¿Vamos nosotros a imitar solamente aquellos elementos no milagrosos en las vidas de Jesús y de Pablo? ¿Van a ser ellos solamente ejemplos de vida moral, pero no de ministerio milagroso? Pablo no hace tal distinción cuando nos exhorta a imitarlo a él. Nosotros debemos recordar que ¡el único registro inspirado que tenemos, o que vamos a tener de la historia de la iglesia, es el libro de los Hechos! Este es el único periodo de la historia de la iglesia del que podemos estar absolutamente seguros que nuestro registro en cien por ciento exacto. Es el único periodo de historia de la iglesia en donde podemos estar absolutamente seguros de la opinión de Dios sobre la vida y ministerio de la iglesia. El libro de los Hechos es la mejor fuente que tenemos para demostrar cómo se supone que debe verse la vida normal de la iglesia cuando el Espíritu Santo está presente y trabajando en la iglesia. Aquí encontramos una iglesia que tiene pasión por Dios, que está dispuesta al sacrificio, incluso hasta el punto del martirio, y que es una iglesia que realiza milagros. ¿Por qué pensaríamos que Dios quiere que la iglesia sea 82 algo diferente el día de hoy? ¿Tendría alguien seriamente a la iglesia de la época de Calvino, o a la iglesia de Norteamérica del siglo veintiuno, como el modelo de la vida normal de la iglesia? Recuerden un punto que mencioné anteriormente: Si tomas a un recién convertido, que antes de su conversión no conocía nada acerca de la historia de la iglesia o del Nuevo Testamento, y lo encerraras en un cuarto con una Biblia, por una semana, él saldría creyendo que es un miembro de un cuerpo que ama apasionadamente al Señor Jesucristo y un cuerpo que consistentemente experimenta milagros y obra milagros. Se necesitaría un teólogo inteligente, sin experiencia de lo milagroso, para convencer a este joven convertido de algo diferente. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= Cualquiera que sea el propósito que les asignemos a los milagros del periodo del Nuevo Testamento, no podemos decir que Dios los hizo por la necesidad de cubrir las deficiencias que rodeaban a la predicación inicial del evangelio. Las sanidades y los milagros fueron completamente dados por gracia de parte de Dios. El evangelio podría, y habría sido creído, aun sin ningún milagro. Ni tampoco podemos decir que Dios hizo milagros para para acreditar a los apóstoles o para probar la autoridad de la Escritura. Sin embargo, el Nuevo Testamento completo, incluyendo los Evangelios y los Hechos, revela que Dios si hizo milagros, si sanó gente, y que tuvo importantes propósitos para esas actividades. Nosotros vamos a explorar esos propósitos más detalladamente en los próximos dos capítulos. Capítulo 9: ¿Porque sana Dios? Cuatro razones por las cuales Dios sana a los enfermos. Capítulo 10: ¿Por qué Dios ofrece los dones milagrosos? Seis razones por las cuales Dios imparte dones espirituales Apéndice A: Otras seis razones por las que Dios sana y hace milagros. 83 Capítulo 9: Cuatro razones por las cuales Dios sana a los enfermos. (177-131) Hace poco más de dieciocho años, un viernes por la tarde, supimos que mi esposa estaba embarazada con el bebé que llegaría a ser nuestro primer hijo varón. Tuvimos una gran fiesta con la familia el viernes en la noche, pero el sábado en la mañana Leesa tuvo que ser llevada al hospital porque su cuerpo estaba amenazando con rechazar al bebé. El doctor, quién también era un buen amigo, dijo “Tengo que ser honesto contigo. Yo sé cuánto deseas tener este bebé, pero muy probablemente este embarazo va a terminar en un aborto. Les voy a dar la medicina apropiada, y los voy a enviar a su casa a descansar, pero no creo que nada de esto vaya a ayudar. No quiero que mantengan grandes expectativas”. Nos sentamos en el sofá de nuestro pequeño apartamento ese día más tarde y nos pusimos a llorar. Pasamos por todas las emociones asociadas con una tragedia como esa. Pero en medio de nuestro dolor yo pensé, “Espera un minuto. Si yo no acepto la opinión de un solo hombre en teología, ¿por qué habría de aceptar la opinión de un solo hombre en medicina?”. Tenía otro amigo que era doctor en medicina y que vivía en otro Estado. Él había escrito un libro de texto sobre ginecología. Le llamé a mi amigo y le dije, “Acabamos de llegar del doctor y dice que Leesa puede tener un aborto. Quiero tu opinión”. “¿Cuáles son sus síntomas?”, preguntó mi amigo. Yo entonces le describí los síntomas. “Ella ha sido diagnosticada correctamente. Hay una probabilidad de ochenta por ciento de que, aún si este niño naciera, estaría tan deformado físicamente o mentalmente deficiente, que ustedes gastarían el resto de su vida y de su dinero tratando de cuidarlo. Lo más probable es que Leesa va a tener un aborto, y a final de cuentas eso mostrará ser una bendición del Señor. Los dos son jóvenes, y podrán tener otros hijos. Si no fueran cristianos, simplemente les diría que ésta es la forma que tiene la naturaleza de eliminar algo que no es lo suficientemente fuerte para sobrevivir. Pero como son cristianos les digo que yo pienso que Dios los está librando de una gran cantidad de sufrimiento y de gastos, permitiendo que este bebé sea abortado”. Hace dieciocho años me confortaron esas palabras y me resigné a perder el niño. El día de hoy, con lo que conozco de la naturaleza, propósitos y poder de Dios, nunca me confortaría con palabras como esas, ni me resignaría a perder un niño. Pero en esos días yo era una persona diferente, con una teología más pequeña, y con muchas más restricciones acerca de Dios. Colgué el teléfono y regresé al cuarto con Leesa. Yo quería que ella se consolara con esas mismas palabras. Ella estaba sentada en el sofá llorando. Su cara estaba roja e hinchada, y sus ojos estaban casi cerrados por la inflamación. Yo dije 84 “Leesa, todo va a estar bien. Acabo de hablar con otro doctor”. Y entonces le platiqué todo lo que me dijo mi amigo por el teléfono. Pero fue como si Leesa no hubiera escuchado ni una sola palabra de lo que le dije. Yo pensé que ella estaba demasiado trastornada para escuchar. Así que me acerqué a ella y le repetí con voz más alta todo lo que le acababa de decir. Ella todavía se negó a escuchar. En ese punto yo empecé a enojarme, porque ella simplemente no estaba escuchando a la razón Pero su enojo me interrumpió. Aun cuando sus ojos estaban casi cerrados por la hinchazón, el enojo destelló en sus ojos como un relámpago. Ella dijo “No me importa lo que digas. No hay ninguna forma de que yo crea que perder a este pequeño bebé sea una bendición. Yo amo a este bebé con todo mi corazón. La peor cosa del mundo que podría pasarme sería perder a este niño. No me importa cuán defectuoso sea este niño o como vaya a nacer. Pasaré el resto de mi vida cuidando este bebé si solamente Dios me permite tenerlo”. Yo estaba estupefacto. Tuve la sensación de que estaba parado en tierra santa. Decidí que sería mejor no decir nada más, aun cuando no pudiera entrar a, o entender los sentimientos de mi esposa por este pequeño bebé. ¿Cómo podía ella sentir de esta forma acerca de este niño no nacido? Ella solamente había sabido que estaba embarazada por un poco más de veinticuatro horas. En ese tiempo de veinticuatro horas todo lo que este niño había hecho por ella había sido enfermarla y amenazar su vida. Y ahora ella dice que para ella la peor cosa del mundo sería perder el niño. ¿De dónde sacó ella esa clase de amor? ¿De dónde venía esa clase de compasión? Al sentarme ahí aturdido, reflexionando en esas preguntas, la palabra “raham” explotó en mi cerebro como una bala de un francotirador angélico. La mejor forma de expresar la compasión de Dios en el Antiguo Testamento era usar la palabra hebrea “raham”, matriz. ¿Por qué fue que los hebreos escogieron la palabra “matriz” para expresar la compasión de Dios? Lo más probable es que venía de un marido hebreo observando los sentimientos intensos que su esposa embarazada tenía por el bebé no nacido dentro de su vientre. Él sabía que ella tenía sentimientos y amor por ese niño los cuales él todavía no podía experimentar. En mi espíritu volteé hacia el cielo y dije “Dios, ésta no es nada más la forma en que mi esposa siente por su niño no nacido, así es como Tú sientes por nosotros, ¿no es así? O sea que nosotros somos como ese infante en la matriz. Somos moralmente incapaces y totalmente dependientes de Dios para nuestras vidas. El niño que Leesa llevaba en su vientre le había causado dolor y había amenazado su vida. Nosotros, también le hemos causado dolor a Dios. No solo hemos amenazado la vida de su Hijo, sino que tomamos la vida de su Hijo. Sin embargo nuestro Padre Celestial todavía puede sentir nuestro dolor. Él detesta la pérdida incluso de “uno de sus pequeños” (Mt 85 18:6). Debido a que Dios es compasivo Él tiene un intenso anhelo por su pueblo y desea ayudarlos en todas sus dificultades. Cuando algunas personas tratan de decirme que Dios ya no sana, o que sólo lo hace raramente, yo deseo preguntarles “¿A dónde se ha ido la compasión de Dios? ¿Ya no camina Jesucristo por nuestras iglesias? ¿Ya no le pone atención a nuestro dolor? ¿Ya no se preocupa por las familias que tienen seres queridos en hospitales mentales, o cuyos bebés han nacido con cuerpos defectuosos?” Yo no pienso que su compasión haya cambiado nada. Yo pienso que Él está tan dispuesto, como lo estaba en el primer siglo, para tocar tanto nuestros espíritus como nuestros cuerpos. Yo pienso que es la iglesia la que ha cambiado, no Dios. En este capítulo vamos a explorar no solo la compasión de Dios sino también algunas de las otras razones por las cuales Él sanó en el pasado, y continúa sanado el día de hoy. 1) Dios sana debido a su compasión y misericordia. El ministerio de sanidad de Jesucristo estaba motivado por su compasión. Un incidente típico está registrado en Mateo 14:13-14: “En cuanto Jesús escuchó la noticia, salió en una barca a un lugar alejado para estar a solas; pero las multitudes oyeron hacia dónde se dirigía y lo siguieron a pie desde muchas ciudades. Cuando Jesús bajó de la barca, vio a la gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los enfermos.” La compasión motivó a Jesucristo para sanar a los leprosos (Marcos 1:41-42), al joven endemoniado (Marcos 9:22), a dos ciegos (Mateo 20:34), incluso resucitar a un muerto (Lucas 7:12-15). En Mateo la alimentación de los cuatro mil no es motivada porque Jesús deseaba demostrar que Él es el pan de vida, sino por su compasión por la multitud (Mateo 15:32). De igual forma Jesucristo sanó a los ciegos (Mateo 9:27-31; 20:29-34), los endemoniados (Mateo 15:22-28; 17:14-21) y a los leprosos (Lucas 17:13-14) en respuesta a sus gritos pidiendo misericordia. Incluso la sanidad de la persona más severamente poseída por demonios en el Nuevo Testamento es atribuida en última instancia a la misericordia de Dios (Marcos 5:19). El gran número de pasajes recién mencionados, demuestra que la compasión y la misericordia de Dios, fueron los factores principales en las sanidades del Nuevo Testamento. Al caminar por los polvosos caminos de Palestina, Jesucristo fue conmovido por los dolores y las enfermedades de la gente alrededor de él. Él no se echó para atrás disgustado por los que tenían los cuerpos llenos de lepra. De hecho él puso sus manos sobre sus cuerpos infectados y los sanó. Él fue movido en su espíritu al observar una procesión fúnebre que llevaba al único hijo de una viuda. Cuando le trajeron al cojo y al ciego y al mutilado él no se mantuvo alejado de su dolor. No les dio consuelos teológicos, él los sanó. 86 Comprender la compasión de Jesucristo por los enfermos y los lastimados tiene grandes ramificaciones prácticas. Con frecuencia encuentro personas que son entusiastas para orar por los enfermos. Dedican una parte considerable de su tiempo, cada semana, para orar por las personas que sufren. Pero algunas de ellas ven que ocurren muy pocas sanidades. Después de platicar un rato con ellas, no es difícil ver por qué tienen tan poco éxito. Con frecuencia su principal motivación para orar por los enfermos es ver algo emocionante, algo sobrenatural, o demostrar a sus oponentes teológicos que Dios sana después de todo. Esas no son motivaciones del Nuevo Testamento para la sanidad. Dios no está interesado en satisfacer nuestros deseos de emoción, ni en ayudar a que algunos de sus hijos que les ganen argumentos a otros. Él está interesado en la compasión. En el grado en que te intereses por la compasión de los enfermos y de los que sufren, en ese grado puedes ser un instrumento a través del cual fluya el poder de sanidad de Jesucristo. Si tú realmente quieres ser usado en un ministerio de sanidad, pídele a tu Padre Celestial que te permita sentir su compasión por los que sufren. Argumentar que Jesucristo ha retirado su ministerio de sanidad de la iglesia el día de hoy es argumentar que él también ha retirado su compasión de la iglesia. Pero si creemos en un Salvador compasivo, debemos tener confianza en su deseo de sanar en la iglesia el día de hoy. 2) Dios sana porque desea glorificar su nombre y el de su Hijo Jesucristo. Algunas veces el propósito declarado para la sanidad es glorificar el nombre de Dios. Ese fue uno de los principales propósitos al resucitar a Lázaro de los muertos. Jesucristo les dijo a sus discípulos “Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado” (Juan 11:14). Y entonces le dijo a Martha “¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40). Por supuesto este milagro también demostró que Jesucristo es la resurrección y la vida, pero el propósito declarado es que Dios sea glorificado. De hecho esos dos propósitos no se contradicen. Cuando Jesucristo levantó a Lázaro de los muertos, él demostró que él era la resurrección y la vida, y esta demostración trajo gran gloria a Dios y al Hijo de Dios. El mismo propósito se ve en las sanidades de los apóstoles. Pedro explicó la sanidad del hombre cojo en la puerta del templo llamada La Hermosa de la manera siguiente: “Pedro vio esto como una oportunidad y se dirigió a la multitud: «Pueblo de Israel —dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Y por qué nos quedan viendo como si hubiéramos hecho caminar a este hombre con nuestro propio poder o nuestra propia rectitud? Pues es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob —el Dios de todos nuestros antepasados— quien dio gloria a su siervo Jesús al hacer este milagro. Es 87 el mismo Jesús a quien ustedes rechazaron y entregaron a Pilato, a pesar de que Pilato había decidido ponerlo en libertad”. (Hch 3:12-13) La sanidad logró su objetivo, ya que Lucas más adelante explica: “Entonces el Concilio los amenazó aún más, pero finalmente los dejaron ir porque no sabían cómo castigarlos sin desatar un disturbio. Pues todos alababan a Dios”. (Hch 4:21) Esta era una respuesta normal entre la gente que observaba el ministerio milagroso de Jesucristo. Con frecuencia respondían alabando y glorificando al Dios de Israel. Por ejemplo Mateo nos cuenta que “Una inmensa multitud le llevó a personas cojas, ciegas, lisiadas, mudas y a muchas más. Las pusieron delante de Jesús y él las sanó a todas. 31 ¡La multitud quedó asombrada! Los que no podían hablar, ahora hablaban; los lisiados quedaron sanos, los cojos caminaban bien y los ciegos podían ver; y alababan al Dios de Israel.” (Mat 15:30-31) Este es un tema principal en Lucas. La gente glorificó a Dios cuando vio a Jesucristo sanar al paralítico que bajaron por el techo (Lc 5:24-26), cuando Jesucristo levantó al hijo de la viuda de Naín de la muerte (Lc 7:16), cuando sanó a la mujer encorvada por un espíritu (Lc 13:13,17) y cuando Él sanó al hombre ciego (Lc 18:4243). Lucas concluye este tema de manera adecuada en la entrada triunfal del Señor Jesús cuando escribe “Cuando llegó a donde comienza la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores empezaron a gritar y a cantar mientras alababan a Dios por todos los milagros maravillosos que habían visto.” (Lc 19:37) Jesucristo en realidad esperaba que la gente que recibía el poder de sanidad de Dios, que lo glorificara. Después de sanar a los diez leprosos y ver que solo uno regresó a dar las gracias, Jesús preguntó “¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?” (Lc 17:17-18) Los milagros de la naturaleza del Señor Jesús, también sirvieron para glorificar a Dios. Cuando convirtió el agua en vino, Juan dice que esto “reveló su gloria” (Jn 2:11). Todos esos textos demuestran que los milagros se dieron no solamente para dar autenticidad a Jesús y a su mensaje, sino también para traer gloria a Dios el Padre y a Dios el Hijo. Como la compasión de Dios, este propósito no está basado en alguna circunstancia histórica temporal. Dios siempre ha estado interesado en traer gloria a sí mismo y a su Hijo. La sanidad el día de hoy sirve la misma función. Yo he observado en muchas ocasiones que cuando Dios sana a alguien, ya sea en público o en privado, en el cuarto de un hospital, o en la casa, la gente responde glorificando y alabando a Dios. Este tema de glorificar al Señor a través de sanidades y milagros, fue muy importante en el ministerio de William Duma. Este hombre fue un predicador negro famoso que fue usado en muchas sanidades y milagros notables, hasta su muerte en 88 1977. La reputación de Duma era tan grande que la gente blanca visitaba su iglesia buscando ser sanada por Jesucristo. Esto ocurrió en un tiempo y un lugar en que no era aceptable que los blancos visitaran iglesias de negros. Duma fue un hombre muy santo, que hacía un ayuno anual de veintiún días, en completa soledad, para recibir dirección del Señor para su siguiente año de ministerio. Sin embargo él no le daba crédito a su santidad como el secreto de su ministerio de sanidad. El título de su biografía “Toma Tu Gloria, Señor”, revela su secreto. Cuando él imponía sus manos en los enfermos para orar por ellos, su pensamiento dominante era que el Señor fuera glorificado. El Señor honraba ese deseo con muchos milagros notables, incluyendo levantar a una niña de la muerte. Esto me lleva a tocar uno de los obstáculos más comunes para la sanidad en la iglesia el día de hoy. Yo veo mucha gente que quiere tener un ministerio de sanidad en su iglesia. Ellos me dicen con frecuencia que cuando imponen sus manos en los enfermos para orar por ellos, se preocupan de lo tonto que se verán si Dios no sana a la persona enferma. Esto es cierto especialmente cuando la gente empieza a orar por los enfermos. Preocuparse acerca de cómo nos vemos cuando oramos por los enfermos no es una forma eficiente de tener contestadas nuestras oraciones. Esto es porque Dios no está interesado principalmente de cómo nos vemos. Él permitió que su hijo pareciera tonto al mundo cuando murió en la cruz (1ª Co 1:18-25). Él también permitió que sus apóstoles fueran hecho un espectáculo delante del universo entero (1ª Co 4:9-13). ¿Por qué pensaríamos que Dios está preocupado por nuestra reputación cuando él permitió que los apóstoles parecieran “tontos para Cristo” (1ª Co 4:10). Él no va a sanar a alguien para que no parezcamos tontos. Él, sin embargo, sanará a alguien para traer gloria a su Hijo. Las Escrituras demuestran esto, y también lo hacen las experiencias de hombres y mujeres que han sido usados para sanar de formas milagrosas. Yo pasé por este miedo cuando empecé a orar por los enfermos. Me preguntaba qué pensarían de mí mis compañeros del seminario. También me preguntaba qué pensarían de mí mis amigos en la iglesia. Durante muchos años yo les había enseñado que Dios raramente, si alguna vez lo hacía, sanaba a través de medios sobrenaturales en nuestro tiempo. ¿Qué pensarían de mí, si yo empezaba a orar por los enfermos, y la gente no sanaba? En esos días del principio, el Señor “hizo un trato” conmigo. Fue como si Él dijera, “Si tú no tomas para ti el crédito cuando alguien es sanado, entonces no tendrás que culparte a ti cuando no sean sanados”. En otras palabras, si nosotros somos muy cuidadosos de dar a Dios la gloria por toda sanidad, por todo milagro, y por toda respuesta a la oración, entonces Él está dispuesto a aceptar la culpa por todos aquellos que no son sanados. 89 De hecho, una de las pistas de que algunos ministerios de sanidad del día de hoy están en serios problemas, es el estado de celebridad que se ha dado, y que han aceptado, quienes han sido usados en sanidades significativas. Con frecuencia cristianos ingenuos y mal guiados, muestran gran respeto hacia aquellos que han sido usados en un ministerio de sanidad, o aquellos que tienen fama de tener un ministerio de sanidad. Algunas veces ministros y evangelistas alientan esta práctica narrando grandes historias en las cuales ellos mismos son el centro de atención en lugar del Señor Jesús. Este dar y recibir gloria entre ellos mismos puede ocasionar daño o aun la destrucción de aquellos involucrados en el proceso (vea la reprensión del Señor a los fariseos en Juan 5:44). Yo creo que algunas personas que anuncian grandes ministerios de sanidad son fraudes. Yo creo que otros, al principio de su ministerio, fueron usados por el Señor de una manera significativa para sanidades y milagros. Pero a lo largo del camino ellos se permitieron ser engañados, y ahora se andan promoviendo a ellos mismos más que al Hijo de Dios. Esta clase de promoción puede traer grandes multitudes y una cantidad significativa de dinero, pero no le agrada al Señor. Eventualmente aquellos que se promueven a sí mismos van a perder sus ministerios y su intimidad con el Señor. Si tú quieres ser usado por el Señor de una forma significativa cuando oras por los enfermos, cultiva el deseo de ver al Hijo de Dios glorificado. Desear solamente la gloria del Hijo, es la forma más efectiva que conozco, de mantenernos fuera de ser engañados y conducidos al error. 3) Dios sana por su constante disposición a responder a quienes tienen fe. Una mujer que había tenido hemorragia durante doce años, se pasó por detrás de Jesús, tocó el borde de su manto, y fue entonces sanada instantáneamente de su hemorragia. Al sentir Jesús que salía poder de su cuerpo, volteó a ver a la mujer. Cuando la vio, le dijo “¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado”. (Mateo 9:22). Fue la fe de una mujer cananea lo que llevó a Jesús a sanar a su hija endemoniada. Le dijo a ella “¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!” (Mateo 15:28). ¿Qué motivó al Señor Jesús a sanar al paralítico que fue bajado a través del techo en Capernaum? La Escritura dice que “Al ver la fe de ellos” (Mateo 9:2), él sanó al paralítico. Este mismo principio de ver a Dios sanando en respuesta a la fe, se encuentra en el ministerio de los apóstoles. Lucas registra que: “Mientras estaban en Listra, Pablo y Bernabé se toparon con un hombre lisiado de los pies. Como había nacido así, jamás había caminado. Estaba sentado, escuchando mientras Pablo predicaba. Pablo lo miró fijamente y se dio cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado. Así 90 que Pablo lo llamó con voz alta: «¡Levántate!». Y el hombre se puso de pie de un salto y comenzó a caminar.” (Hechos 14:8-10) El Nuevo Testamento claramente enseña que Dios responde a la fe para ser sanado. Tres historias en el ministerio de Jesús son de particular significado para el ministerio de sanidad del Señor del día de hoy. a) La fe de dos ciegos que pidieron sanidad. La primera historia describe a dos hombres ciegos que vinieron a Jesús pidiéndole que los sanara. Jesús les preguntó “¿Creen que puedo darles la vista?” (Mateo 9:28). La pregunta de Jesús no solo subraya la importancia de la fe para la sanidad, sino que también nos dice algo acerca de la naturaleza de la fe. Tener fe en Dios para la sanidad significa creer que él tiene la habilidad para sanar. A pesar de que he encontrado algunos cristianos que no piensan que Dios puede sanarlos el día de hoy, la gran mayoría de cristianos claman que si puede. Ellos dicen que Dios puede hacer cualquier cosa. Eso es lo que dicen con su boca y con su mente, pero con su corazón están diciendo algo muy diferente. En cierta ocasión estaba yo sentado, al lado de una mesa, teniendo una discusión con grupo de teólogos profesionales. El tema cambió a sanidad y los hombres empezaron a hacer bromas. Empezaron a enumerar las cosas que ellos no le pedirían a Dios que sanara. Algunos dijeron que no le pedirían a Dios ceguera o sordera. Otros dijeron que no le pedirían a Dios que sanara una deformidad, o que creciera un miembro que hubiera sido amputado. Cuando terminaron de listar todas las cosas que no le pedirían a Dios que sanara, ya no quedaba mucho por lo cual orar excepto resfriados y dolores de cabeza. Antes de que terminara la discusión todos los profesores en ese grupo habían negado virtualmente la posibilidad de que cualquiera de los milagros del Nuevo Testamento ocurriera el día de hoy. Sin embargo cualquiera de ellos hubiera dicho que Dios podía sanar un ojo sin vista o levantar a un muerto. Con su boca incluso afirmarían que Dios sana el día de hoy. Pero el hecho de que ellos no orarían por ninguna de esas cosas significa, en el nivel práctico, ellos estaban negando la habilidad de Dios para hacer esas cosas el día de hoy. Estaban dando consentimiento intelectual a la proposición de que Dios puede sanar, pero en sus corazones no tenían confianza real en la Persona de Dios para sanar ninguna cosa realmente “difícil”. Debes notar que la pregunta no es si Dios puede sanar, sino que si Dios sana. Tú nunca le vas a pedir a Dios ninguna cosa que tú no crees que él pueda hacer el día de hoy. a. La fe de un leproso que vino a Jesucristo. En la segunda historia un leproso vino a Jesús y le dijo “Señor, si tú quieres, puedes limpiarme” (Mateo 8:2 énfasis mío). El hombre con certeza creía en la habilidad de Jesús de sanar una enfermedad terminal. El reconoció libremente “Tu puedes limpiarme”. Pero él también entendió algo más acerca de la fe. Él no supuso 91 que sería sanado automáticamente simplemente porque creía en la habilidad de Jesús para sanarlo. Él dijo, Señor, “si tú quieres”. La fe que Dios requiere para la sanidad no es la certeza psicológica de que él nos va a sanar a nosotros, o aquellos por quienes oramos. Es la fe en su habilidad de sanar y en su buena voluntad de sanar. Es confianza en que Dios ama a sus hijos y por lo regular los sana. Hay una doctrina de la sanidad el día de hoy en algunas partes de la iglesia que raya en la presunción. Supone que es la voluntad de Dios sanar todas las enfermedades en esta vida. De acuerdo a esta enseñanza todo lo que tenemos que hacer es confesar y reclamar nuestra sanidad, y Dios está obligado a sanar. El leproso no usó este enfoque. Él supo que Jesús podía sanarlo. Pero él también agregó “Señor, si tú quieres tú puedes limpiarme”. Jesús honró esta fe diciendo “Si quiero, sé limpio” (Mateo 8:3). El leproso no supuso que Jesús tenía que sanarlo en respuesta a su fe. En cierta ocasión escuché el reporte de una mujer que había sanada después de que confesó 184 veces “Yo estoy sana”. El hombre que me dio este reporte dijo “Y si ella se hubiera detenido la vez 183? Yo no estoy negando que haya ocurrido la sanidad. Yo no estoy negando que Dios sanó a la mujer después de que ella confesó 184 veces que ella ya estaba sana. Dios no pide que tengamos una teología o una práctica perfectas para que él pueda actuar en nuestras vidas. Yo creo, sin embargo, que esta clase de enseñanza es destructiva. Pone la carga sobre la persona que quiere ser sanada, en lugar de poner la confianza en la bondad y habilidad de Dios. Obliga a la persona a estimular una certeza psicológica para la sanidad, una certeza que Dios tal vez no esté dando. Y agrega una condición para la sanidad, la condición de la certeza psicológica, la cual Dios no requiere. Yo sé que hay ocasiones cuando Dios da una certeza psicológica para una sanidad. En mi vida ha habido varias ocasiones, durante los últimos pocos años, cuando he orado por la sanidad de alguien, y yo no tuve ninguna duda de que Dios le iba a sanar. Hace unos dos años, una madre joven de nuestra iglesia, Karen Hersom, me llamó. Estaba tan alterada y llorando tan fuerte que a duras penas podía entenderla. Tenía seis meses de embarazo y había ido al médico. Su sonograma había mostrado que tenía una bebita y que uno de los riñones de la bebita se había marchitado y dejado de crecer. El doctor le había dicho a Karen que el riñón se había muerto y que no iba a funcionar. El doctor le aseguró, sin embargo, que el otro riñón estaba normal y que su bebé podría vivir bastante bien con un riñón. Esa información, sin embargo, no consoló a Karen para nada y estaba muy preocupada por su bebé. Mientras ella me estaba explicando eso en el teléfono, me llenó una paz de Dios, y me encontré diciéndole “no te preocupes Karen. Vamos a orar por ti, y Dios va a sanar a tu bebé”. “¿Realmente crees eso?” Dijo ella. 92 “Si”, dije yo. “Solo ven y todo va a estar bien”. Cuando colgué el teléfono, empecé a darme cuenta de lo que acababa de decir. Había hecho algo que raras veces hago cuando oro por los enfermos. Le había prometido sanidad a Karen. Cuando Karen vino a mi oficina el día siguiente, mi amigo Steve Zarit y yo oramos por ella. Hubo, de hecho, algunas manifestaciones físicas del poder de Dios sobre Karen cuando oramos. Aproximadamente diez días después fue con el mismo doctor, le tomaron un segundo sonograma, y los dos riñones de la bebita estaban exactamente del mismo tamaño, ambos saludables y normales. La bebita nació tres meses después perfectamente sana. Antes de esa ocasión y desde entonces, he orado por bebés que fueron abortados y otros bebés recién nacidos que murieron. Yo no puedo producir una certeza psicológica para la sanidad en casos específicos. Cuando la tengo, es un don de Dios, que solo puede ser recibido, no fabricado. Sin embargo, si tú realmente no crees en la habilidad de Dios y en su deseo de sanar, probablemente nunca vas a experimentar esa clase de fe para la sanidad. b. El caso del niño epiléptico endemoniado: Marcos 9:18-23 La tercera historia, la cual describe al niño epiléptico endemoniado, del capítulo nueve de Marcos, enseña otro importante principio acerca de la fe para la sanidad. El padre había traído a su atormentado hijo a los discípulos, pero ellos no pudieron echar fuera al demonio (Mr 9:18). Si el padre tenía algo de fe al principio, la falla de los discípulos había ocasionado que su fe menguara, si no es que desapareciera por completo. El padre le dijo a Jesús “Pero si tú puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos” (Mr 9:22). Jesús le respondió que “para el que cree todo le es posible” (Mr 9:23 énfasis mío). Este es un principio que Jesús enseñó consistentemente (ver Mt 21:21-22) Jesús no pone ningún límite a lo que podemos pedir a Dios que haga. ¿Por qué limitamos nosotros a Dios? Los profesores del seminario que mencioné hace poco no le pedirían a Dios que sanara ojos ciegos, o miembros amputados, pero si orarían para que Dios sanara dolores de cabeza, guiara las manos del médico en una cirugía, y ayudar a que la medicina surtiera efecto. ¿Por qué limitar a Dios a sanidades de dolores de cabeza o guiar las manos del cirujano? Los líderes de la iglesia están efectivamente limitando la habilidad de Dios para sanar, cuando rehúsan enseñar sobre la sanidad y no estimulan la oración por los enfermos. Tal vez tú nunca has visto al Señor sanar un ojo ciego o un miembro amputado, ¿Pero por qué dejas que tu experiencia ponga límites en Dios? Tú crees que Dios puede actuar sobrenaturalmente de otras formas. ¿Por qué no crees que él puede sanar el cuerpo de una persona sobrenaturalmente? Durante el tiempo cuando yo era un estudiante y maestro en el seminario, era común escuchar a los estudiantes dar testimonios respecto a cómo Dios había suplido 93 de forma sobrenatural sus necesidades. No era raro que un estudiante dijera que él necesitaba $139.12 para pagar su recibo de luz y sin decirle nada a nadie un cheque por $139.12 le llegaba por correo justo a tiempo para que pagara su recibo. Yo he escuchado muchas historias como esa. La mayoría de los cristianos no tienen ninguna dificultad en creer que Dios interviene sobrenaturalmente en situaciones financieras como esa. ¿Por qué es tan difícil creer que él puede enderezar una columna, o regular la química de alguien, de modo que se alivie de diabetes? ¿Tiene Dios más dificultad para enderezar una columna torcida que para suplir necesidades financieras? Por supuesto que no. Es sólo que nosotros a menudo oramos por nuestras necesidades financieras con fe, y no oramos por nuestras necesidades físicas con fe. Si Dios sanó en respuesta a la fe en el Nuevo Testamento, ¿Entonces por qué no sanaría el día de hoy en respuesta a la fe? En donde hay una ausencia de sanidades el día de hoy, yo no creo que el problema está en la habilidad o en la disposición de Dios, sino en la habilidad de la iglesia en creer que Dios sana. Recuerda estas tres características de la fe: 1) La fe en la habilidad de Jesús para sanar, es también fe en que él sana. 2) La fe en el deseo de Jesús de sanar no debe igualarse con la certeza psicológica. Él sanará aun cuando no tengamos la certeza psicológica. 3) La fe no pone restricciones en la habilidad de Dios para actuar a favor de sus hijos, porque “todo es posible para aquel que cree”. 4) Dios sana en respuesta a su propia promesa. Existe todavía otra razón irrefutable para creer que la sanidad debe ser un ministerio importante de la iglesia el día de hoy. En Santiago 5:14-16 Dios comisiona a toda la iglesia a sanar a los enfermos: “¿Alguno está enfermo? Que llame a los ancianos de la iglesia, para que vengan y oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. Una oración ofrecida con fe, sanará al enfermo, y el Señor hará que se recupere; y si ha cometido pecados, será perdonado. Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.” Ahora pregúntate a ti mismo, ¿Por qué le ordenaría Dios a la iglesia que orara por los enfermos y por qué le prometería a la iglesia sanidad si ellos oraban, a menos que Dios intentara que la sanidad fuera una parte regular de la iglesia? Muchas iglesias que creen en la infalibilidad de sus Biblias, difícilmente saben que Santiago 5:14-16 está en sus Biblias. Yo enseñé clases en el seminario durante 10 años antes de que por fin animara a los estudiantes para que aplicaran Santiago 5:14-16. Quienes me discipularon a mí, nunca me dijeron que era responsabilidad de la iglesia ungir a los enfermos y orar por ellos. 94 Los miembros de la iglesia nunca les pedirán a sus líderes oraciones de sanidad, a menos que se les enseñe a hacerlo, y nunca van a tener confianza en que Dios sane, a menos que se les enseñe que Dios sana, y las razones por las cuales sana. Tan pronto como empezamos a enseñar y practicar Santiago 5:14-16 con un poco de expectativa, Dios empezó a sanar en nuestra iglesia. Ruth Gay, la señora que mencioné en el capítulo 2 (pp 31-32) que fue sanada de un aneurisma, fue una de las primeras por las cuales oramos. Note que no son solo los líderes los que oran por los enfermos. En el versículo 16 Santiago ordena a todos los cristianos “oren unos por otros para que sean sanados”. Si toda la iglesia tomara en serio la orden de Dios, veríamos una cantidad mucho mayor de sanidades de las que vemos en la actualidad. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= En este capítulo hemos visto que el ministerio de sanidad de Dios está basado en el deseo eterno de glorificar su nombre y el de su Hijo, en su profunda compasión por todos aquellos que están sufriendo, y en su constante disposición de responder a aquellos que tienen fe. Él también sana en respuesta a su propio mandamiento y promesa a la iglesia. Esas cuatro razones solamente, deberían convencernos de que los propósitos de Dios están basados en su naturaleza inmutable, no en circunstancias históricas temporales. Sin embargo las Escrituras dan otras seis razones por las cuales Dios sana. Aun cuando esas son explicadas detalladamente en el Apéndice A, las mencionaré brevemente aquí. Dios sana para conducir a la gente a que se arrepienta y para abrir puertas al evangelio. Dios sana para quitar barreras al ministerio y al servicio. Dios sana para enseñarnos acerca de Él mismo y de su reino. Dios sana para demostrar la presencia de su reino. Dios sana simplemente porque la gente se lo pide. Y Él sana por propósitos soberanos que sólo Él conoce. Ninguna de esas razones está basada en las circunstancias históricas cambiantes del primer siglo. Están basadas en el carácter y propósito eternos de Dios. Si el Señor sanó en el primer siglo porque estaba motivado por su compasión y misericordia por los que sufren, ¿Por qué pensaríamos que Él retiró esa compasión después de la muerte de los apóstoles? ¿Por qué pensaríamos que Él ya no siente compasión cuando ve leprosos o enfermos de SIDA? ¿Por qué pensaríamos que Él ahora solo demuestra esa compasión dando gracia para soportar el sufrimiento en lugar de dar gracia para sanar esa condición? Si Jesús y los apóstoles sanaron en el primer siglo para traer gloria a Dios, ¿Por qué pensaríamos que Dios descartó un instrumento importante del Nuevo Testamento para traer gloria a sí mismo y a su Hijo? De hecho, cada uno de los propósitos bíblicos para la sanidad todavía es válido el día de hoy. En el grado en que un individuo o una iglesia se alinean a sí mismos 95 con esos propósitos, cuando oran por los enfermos o ministran a los que están lastimados, en ese mismo grado verán que ocurren sanidades en su ministerio. 96 Capítulo 10: Seis razones por las cuales Dios ofrece dones espirituales. (133143) (Traducido y Revisado por RND / TLA) En el otoño de 1987 estaba ayudando a dirigir un estudio bíblico semanal. En esta noche del miércoles en particular había tal vez unas cien personas presentes. Al final de la reunión, les dimos la oportunidad a las personas del grupo para que compartieran públicamente cualquier cosa que sintieran que el Señor les había revelado que fuera de edificación para los presentes. Una mujer joven llamada Karen Fortson (ahora la Sra. de Tom Davis) estaba sentada en la primera fila. Ella se puso de pie inmediatamente y muy suavemente dijo, “El Señor me ha mostrado que un hombre joven vino a esta reunión por primera vez esta noche y él está esclavizado por la pornografía. El Señor quiere ayudarlo y no avergonzarlo. Él debería de hablar con uno de los líderes más tarde para que puedan orar por él”. Karen me dijo después de la reunión, que ella estaba tan segura de que el Señor le había hablado, que tenía miedo de voltear para atrás. ¡Ella pensaba que el Señor le mostraría quién era este joven! Cuando la reunión se terminó, el joven se acercó a mí temblando y sudando con la cara pálida. Él dijo “Yo soy el hombre de quien estaba hablando la señora”. Él había estado atado a la pornografía desde su adolescencia. Y a pesar de que ahora era un estudiante de seminario, con esposa y con hijos, seguía atado a la pornografía, de hecho, ahora más fuerte que nunca. Pero antes de que terminara la noche, él estaba haciendo una confesión completa a mí y a otro pastor, y estábamos orando por él. En 1ª Corintios 14:24-25 Pablo describe lo que pasó en nuestro estudio bíblico esa noche: “pero si todos ustedes están profetizando, y los incrédulos o la gente que no entiende esas cosas entran en la reunión, serán convencidos de pecado y juzgados por lo que ustedes dicen. Al escuchar, sus pensamientos secretos quedarán al descubierto y caerán de rodillas y adorarán a Dios declarando: «En verdad, Dios está aquí entre ustedes»”. Este estudiante de seminario no creía que los dones del Espíritu eran para el día de hoy, y tenía cierta hostilidad hacia el don de lenguas. El encajaba en la descripción de la “gente que no entiende”. Él nunca había venido a nuestro estudio bíblico semanal anteriormente. De hecho, había venido esta noche para evaluarlo. ¡Pero Dios había decidido evaluarlo a él! Historias como esta no son poco frecuentes. Sin embargo, a pesar de los reportes de que Dios está usando los dones milagrosos en la iglesia el día de hoy, mucha gente alega que esos dones cesaron con la muerte de los apóstoles. Este asunto debe ser definido por declaraciones específicas de la Escritura, no por vagas deducciones teológicas o afirmaciones simples. 1ª Corintios 12-14 ofrece seis razones 97 por las cuales los dones milagrosos continuarán en la iglesia hasta que el Señor Jesucristo regrese. La más importante de esas razones es el propósito establecido para esos dones. 1) Dios dio los dones espirituales para fortalecer a la iglesia. El apóstol Pablo no dejó ninguna duda con respecto al propósito de todos los dones. Cada uno de los dones es dado para fortalecer y edificar a la iglesia. En 1ª Co 12:7 Pablo escribe, “A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.” (Énfasis mío). ¿Qué clase de dones tenía Pablo en mente cuando hizo esa declaración? En los siguientes cuatro versículos continúa diciendo: “A uno el Espíritu le da la capacidad de dar consejos sabios; a otro el mismo Espíritu le da un mensaje de conocimiento especial. A otro el mismo Espíritu le da gran fe y a alguien más ese único Espíritu le da el don de sanidad. A uno le da el poder para hacer milagros y a otro, la capacidad de profetizar. A alguien más le da la capacidad de discernir si un mensaje es del Espíritu de Dios o de otro espíritu. Todavía a otro se le da la capacidad de hablar en idiomas desconocidos, mientras que a otro se le da la capacidad de interpretar lo que se está diciendo. Es el mismo y único Espíritu quien distribuye todos esos dones. Solamente él decide qué don cada uno debe tener.” 1ª Co 12:8-11 Pablo reafirma el propósito de los dones espirituales en 1ª Corintios 14:26. Note de nuevo los dones específicos que menciona: “Ahora bien, mis hermanos, hagamos un resumen. Cuando se reúnan, uno de ustedes cantará, otro enseñará, otro contará alguna revelación especial que Dios le haya dado, otro hablará en lenguas y otro interpretará lo que se dice; pero cada cosa que se haga debe fortalecer a cada uno de ustedes.” (Énfasis mío) Debido a que Dios dio los dones espirituales para fortalecer a la iglesia, las sanidades, los, milagros, las lenguas, y la profecía no estaban confinados a los apóstoles, o solo a un poco de gente del primer siglo. Estuvieron ampliamente distribuidos a través de la iglesia. Para repasar un punto mencionado antes: la profecía se encontraba en la iglesia de Roma (Ro 12:6), en la iglesia de Corinto (1ª Co 12:10), en la iglesia de Éfeso (Ef 4:11), en la iglesia de Tesalónica (1ª Ts 5:20), y en la iglesia de Antioquía (Hch 13:1). El Nuevo Testamento también nombra varios individuos que no eran apóstoles, pero fueron llamados profetas o tuvieron dones de revelación. Ellos fueron el profeta Agabo (Hch 11:28; 21:10-11), los profetas Judas y Silas (Hch 15:32), las cuatro hijas vírgenes de Felipe, que fueron profetisas (Hch 21:9), y Ananías (Hch 9:10-19). El don de milagros estaba en operación en Corinto (1ª Co 12:10) y en las iglesias de Galacia (Ga 3:5). El don de lenguas se encontró en Jerusalén (Hch 2:113), en Cesarea entre los gentiles convertidos (Hch 10:44-48), en Éfeso (Hch 19:1-7), en Samaria (Hch 8:14-25), y en Corinto (1ª Co 12-14). 98 El valor de los dones espirituales en fortalecer a la iglesia es particularmente verdadero con el don de profecía. Pablo afirma que “el que profetiza fortalece a otros, los anima y los consuela” (1ª Co 14:3). Y de nuevo escribe que “el que dice una palabra de profecía fortalece a toda la iglesia” (1ª Co 14:4). Puesto que la edificación es el principal propósito de los dones espirituales, ¿Cómo puede alguien concluir que han sido retirados de la iglesia? Si edificaban la iglesia en el primer siglo, ¿Por qué no edificarían la iglesia en el siglo veintiuno? La propia declaración de la Biblia sobre el propósito de los dones espirituales, nos obliga a concluir que estaban destinados para continuar hasta el regreso del Señor. Solamente entonces no habrá ninguna necesidad de los dones espirituales. 2) Dios nos ordena procurar, desear encarecidamente, los dones espirituales. Puesto que los dones edifican el Cuerpo de Cristo, no es sorprendente que el apóstol Pablo ordene tres veces a los corintios “desear encarecidamente” que “procuren alcanzar” los dones espirituales (1ª Co 12:31; 14:1,39). No les dijo simplemente que aceptaran, o que toleraran los dones sino que los buscaran con fervor. Pablo no quería que los corintios, o ningún otro cristiano del Nuevo Testamento, tuvieran una actitud pasiva hacia los dones espirituales. Esto es mucho más significativo considerando la situación en Corinto, en donde el mal uso de los dones espirituales había causado serios problemas. La iglesia de Corinto se había vuelto “loca por los dones”. La solución de Pablo a esa controversia, sin embargo, no fue abandonar los dones, o ser pasivos acerca de su uso, sino esforzarse por conseguirlos y usarlos conforme a las reglas que establece en los capítulos 12-14. Una gran parte de la iglesia está en la actualidad desobedeciendo este mandamiento de Dios de desear encarecidamente los dones espirituales. Una parte de la iglesia no solo es pasiva con respecto a los dones, sino realmente hostil hacia ellos. Ellos persiguen a quienes buscan los dones y desaniman a otros de buscarlos. Esto es absoluta desobediencia a la Palabra de Dios escrita. La mayoría de los que creen que los dones espirituales han cesado, alegan que éstos cesaron cuando se terminó de escribir el Nuevo Testamento, o con la muerte del último de los apóstoles. El último libro del Nuevo Testamento que fue escrito es Apocalipsis, el cual la mayoría de los académicos del Nuevo Testamento fechan alrededor del año 95 DC, aunque algunos dan una fecha anterior, el año 69 DC. Lo más probable es que el último apóstol que murió fue Juan, quien habrá muerto poco después del año 95 DC. Pablo escribió 1ª Corintios alrededor del año 55 DC. Esto significa que el mandamiento de Pablo de buscar los dones espirituales, especialmente el don de profecía, solo fue válido en la iglesia por unos 40 años. Con la muerte del último apóstol y la terminación del libro de Apocalipsis, los pasajes 1ª Corintios 12:31, 14:1, y 14:39 fueron hechos a un lado. Para mí es imposible creer que 99 Pablo haya ordenado a los cristianos buscar algo que solo sería válido por 40 años después de haber dado la orden. Yo no conozco que exista ninguna analogía de ese tipo de interpretación, en alguna otra parte del Nuevo Testamento. ¿Por qué ordenó Pablo buscar encarecidamente los dones espirituales? Porque eran muy valiosos para edificar, o fortalecer a la iglesia. Eran muy valiosos en aquella época, y siguen siendo muy valiosos hoy. 3) Dios nos ordena no prohibir hablar en lenguas. El don de lenguas es fácilmente el más controversial de todos los dones en la iglesia el día de hoy. Eso también fue cierto en la iglesia de Corinto en el primer siglo. Hay muchas razones para ello, pero una muy importante es la actitud de algunas personas que han recibido el don de lenguas. Ellos suponen que el don de lenguas es el más importante de todos los dones, y ellos creen que son más espirituales que otros cristianos porque tienen el don de lenguas. Una de las razones por las cuales Dios desea que consideremos a otros como más importantes que nosotros mismos (Fil 2:3) es porque cuando empezamos a vernos a nosotros mismos como superiores espiritualmente, siempre causamos contiendas en la iglesia. Las contiendas asociadas con el mal uso del don de lenguas han ocasionado que un buen número de pastores me digan que aun si el don de lenguas es para el día de hoy, ellos no quieren tenerlo en su iglesia. Yo puedo identificarme con sus sentimientos. Por un largo tiempo después de que yo había empezado a creer que los dones del Espíritu eran para el día de hoy, yo todavía tenía una reacción emocional hacia el don de lenguas. No me interesaba nada acerca de él, y ciertamente yo no lo quería tener. En vista de los problemas que puede causar este don debido a su mal uso, esa es una reacción natural. Sin embargo, esa no es la reacción que tenía el apóstol Pablo, ni la reacción que quería en la iglesia. Debido a que el don de lenguas era tan controversial y potencialmente explosivo, tú pensarías que Pablo hubiera dicho a los Corintios “Ya no hablen en lenguas”. En cambio dijo exactamente lo opuesto “No prohíban hablar en lenguas” (1ª Co 14:39). Nos guste o no nos guste, la santa e infalible Palabra de Dios nos ordena no prohibir hablar en lenguas. Si las lenguas fueran simplemente un don temporal que sería retirado en 35 o 40 años, la orden de Pablo no tendría ningún sentido. ¿Por qué soportar algo tan controversial durante los 40 años siguientes? ¿Por qué no prohibir su uso una vez por todas? En cierta ocasión, en una conversación con un profesor del seminario, yo desafié la regla de su institución académica de no admitir estudiantes que hablaran en lenguas. Le recordé que Pablo dijo “No prohíban hablar en lenguas”. Él me contestó “Esa no es la Palabra de Dios para el día de hoy”. Cuando yo lo reté a que demostrara 100 eso bíblicamente, él no pudo hacerlo. Sin embargo él estaba seguro de que 1ª Corintios 14:39 ya no era parte de la Palabra de Dios para el día de hoy. ¿Qué dirían los teólogos conservadores si yo fuera a aplicar el mismo procedimiento a otros textos de Pablo el día de hoy? Supongamos que yo dijera que la orden de Pablo “hágase todo decentemente y con orden” (1ª Co 14:40) no es la Palabra de Dios para el día de hoy. No lo puedo probar bíblicamente, pero estoy seguro de que solo era parte del ambiente cultural de Pablo. O tal vez era un problema único que tenían en la iglesia de Corinto. O qué tal si dijera que la orden de Pablo “No obstante, para los que ya están casados, tengo un mandato que no proviene de mí sino del Señor. La esposa no debe dejar a su marido” (1ª Co 7:10) no es parte de la Palabra de Dios para el día de hoy. No lo puedo probar con textos específicos de la Escritura, pero tengo algunas razones teológicas e históricas, por las que yo pienso que ya no se aplica el día de hoy. Si escribiera cualquiera de esas cosas en un artículo, o solo las dijera en alguna conferencia en algún lugar, les puedo garantizar que en pocos meses serían distribuidos un buen número de artículos y grabaciones a través de la iglesia para demostrar que yo me había convertido en un teólogo liberal que no le daba valor a la Palabra de Dios. Sin embargo los teólogos ortodoxos y los maestros de Biblia han hecho lo mismo con 1ª Corintios 14:39. Ellos han hecho a un lado una parte de la Palabra de Dios ¡declarándola nula! Y han hecho eso sin ninguna prueba específica. Si yo fuera a poner a un lado una parte del Nuevo Testamento como si ya no fuera válida para el día de hoy, no podría hacer eso basado en deducciones teológicas o experiencia histórica posterior. Yo tendría que tener un texto específico del Nuevo Testamento que me dijera que una orden particular ha sido ahora cancelada. 4) El apóstol Pablo valoraba muy alto el don de lenguas. Aun cuando yo estaba convencido que los dones del Espíritu no eran para el día de hoy, había dos pasajes en 1ª Corintios 14 en los cuales odiaba pensar. No podía entender por qué los había incluido el apóstol Pablo. El primero era esta afirmación “yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas” (1ª Co 14:5) ¿Cómo podía decir eso? Era igual de perturbador saber que él también dijo “pero más quisiera que profetizaran”. Yo no creía que Pablo quisiera decir que todos los cristianos hablaran en lenguas. Por ejemplo, el veía su celibato como un don espiritual y deseaba que todos los cristianos pudieran ser célibes (1ª Co 7:7 usa “carisma” al referirse al celibato de Pablo). Pero él realmente no estaba diciendo que se suponía que todos los cristianos debían ser célibes. Él simplemente ponía un valor muy alto en su celibato. Mi problema era que parecía que él ponía el don de lenguas en ¡el mismo alto nivel que ponía su propio celibato! ¿Qué tenía de grande el don de lenguas para que Pablo deseara que todos tuvieran ese don? 101 La segunda afirmación que me perturbaba era “Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos ustedes” (1ª Co 14:18) Pablo parece dar a entender tres cosas con esta expresión. Primero que él pasa más tiempo hablando en lenguas que cualquiera en Corinto. Segunda que su don de lenguas era mayor en intensidad que el don de cualquier otro en Corinto. Tercero Pablo probablemente se está refiriendo a su vida de oración devocional, porque él calificó el versículo 18 diciendo “pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para poder enseñar a los demás, que diez mil palabras en una lengua extraña” (1ª Co 14:19) ¿Cómo pudo este hombre que estaba cargado con tanta responsabilidad, pasar más tiempo que cualquier otro hablando en lenguas? Solamente podía hacerlo si él encontró el don de lenguas inmensamente valioso para cultivar su vida espiritual e intimidad con Dios. De hecho, esto es precisamente lo que Pabló clamó para el don de lenguas cuando dijo “El que habla en lengua extraña, se edifica a sí mismo” (1ª Co 14:4). Por eso es que él deseaba que todos los cristianos tuvieran ese don. ¿Suena eso como la actitud de alguien que pensó que las lenguas eran de valor temporal para la iglesia? Y yo debo recordarte que tenemos aquí algo más que la actitud de Pablo, porque Pablo está escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo. No solo nos está dando su opinión sobre el don de lenguas, sino que nos está dando la opinión de Dios. No puedo encontrar otro ejemplo en los escritos de Pablo, en donde él haya puesto un valor tan alto, en algo que supuestamente estaba limitado al primer siglo. Tengo que confesar que me preocupaba que Pablo le diera tanto valor a algo que yo rechazaba. 5) Los dones espirituales son necesarios para la salud del Cuerpo de Cristo. En 1ª Co 12:12-27 Pablo enfatiza que hay diferentes tipos de dones dados a la iglesia, pero todos son dados por el Espíritu Santo. Entonces en los versículos 12 al 27 Pablo compara la variedad de dones dentro de la iglesia con un cuerpo físico. Su punto es que todos los dones son necesarios para la salud de la iglesia, así como todas las diferentes partes del cuerpo físico son necesarias para la salud del cuerpo. Él dice, por ejemplo “Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? O si todo el cuerpo fuera oreja, ¿cómo podríamos oler?” (v. 17). Y de nuevo él escribe “El ojo nunca puede decirle a la mano: «No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle al pie: «No te necesito».” (v. 21). Él concluye esta sección diciendo “Si una parte sufre, las demás partes sufren con ella.” (v.26) Pablo usa la metáfora del cuerpo para argumentar que todos los dones espirituales son necesarios para que el cuerpo de Cristo permanezca saludable. Cuando la gente argumenta que los dones milagrosos de los versículos 8 al 10 cesaron con la muerte de los apóstoles ellos rechazan la analogía de Pablo del cuerpo humano. Ellos dicen justo lo contrario de Pablo, “Todas las partes del cuerpo no son 102 necesarias”. ¿Cómo pudieron sacar esa conclusión de las declaraciones específicas de Pablo en 1ª Corintios 12 al 14? 6) Los dones espirituales no van a cesar hasta que Jesucristo regrese. Pablo le dijo a los corintios “Ahora tienen todos los dones espirituales que necesitan mientras esperan con anhelo el regreso de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Co 1:7). Aquí Pablo conecta los dones espirituales con el regreso del Señor Jesucristo. Esto parece sugerir que los corintios, y de hecho todos los cristianos, vamos a encontrar esos dones valiosos hasta que Jesucristo regrese. En 1ª Corintios 13:8-12, sin embargo, Pablo va más allá de una mera sugerencia y declara directamente que los dones del Espíritu no serán retirados hasta que Jesucristo regrese. Pablo escribe “El amor jamás dejará de existir. En cambio, las profecías se acabarán, las lenguas dejarán de hablarse, y el conocimiento llegará a su fin. Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, pero cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará. Cuando yo era niño, mi manera de hablar y de pensar y razonar era la de un niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cuestiones típicas de un niño. Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido.” (1ª Corintios 13:8-12) Pablo admite que habrá un tiempo cuando las profecías, las lenguas, y el conocimiento van a cesar. De hecho, habrá un tiempo cuando todos los dones espirituales van a cesar, cuando regrese Jesucristo. Tres frases en 1ª Corintios 13:812 nos llevan a esa conclusión. Pablo nos dice que los dones espirituales van a cesar (1) “cuando venga lo perfecto”, (2) cuando “veremos cara a cara”, y (3) cuando “en aquel día conoceré tal y como soy conocido”. Veamos brevemente el significado de cada frase. Algunos han intentado decir que la palabra “perfecto” (v.10) se refiere a la madurez de la iglesia. Si la completa madurez de la iglesia estuviera a la vista, esta sería una interpretación aceptable. La palabra traducida “perfección” se puede referir a madurez, y el verso 11 de hecho tiene una analogía suponiendo madurez. Los dones espirituales han sido dados para traer a la iglesia a una madurez total y completa, y cuando eso haya sido logrado los dones ya no van a ser necesarios. Pero la Escritura enseña claramente que la completa madurez o “perfección” no se va a alcanzar hasta que Jesucristo regrese (vea 1ª Juan 3:2-3 y Efesios 5:27). Si alguna forma de madurez algo menor es implicada, sin embargo, esta interpretación enfrenta dificultades insuperables. Por un lado, no puede satisfacer las necesidades del verso 12. ¿Quiénes dirían, en la iglesia hoy, que ya ven a Jesucristo cara a cara? ¿O quiénes alegarían que ellos conocen tan completamente como son 103 conocidos por Dios? De hecho, ¿Quién siquiera sugeriría que la iglesia ha alcanzado una madurez mayor que la de la iglesia del primer siglo? Otros intentan argumentar que “perfección” se refiere a la terminación del canon de la Escritura. Cuando el último libro de la Biblia fue escrito, la iglesia tuvo su Biblia completa y ya no necesitó los dones espirituales milagrosos. Este enfoque también tiene un argumento decisivo en contra de él. Primero, en ningún lado del contexto inmediato, habla Pablo de la Escritura o del conjunto de libros que llegaron a ser la Escritura. Segundo, no podemos decir hoy que porque tenemos las Escrituras, nosotros vemos a Cristo cara a cara, ni podemos decir que conocemos completamente, así como somos conocidos. También, si este enfoque estuviera correcto, tendríamos que decir que “Pablo vio una reflexión pobre como en un espejo, pero nosotros vemos cara a cara; Pablo conoció en parte pero nosotros conocemos completamente, así como somos completamente conocidos. Aun cuando tenemos la Biblia completa el día de hoy, ¿Querría alguien seriamente argumentar que nuestro conocimiento y experiencia de Dios son superiores a los del apóstol Pablo? La expresión “cara a cara” (v. 12) también apunta al regreso de Cristo. En el Antiguo Testamento esto significa ver a Dios personalmente. Por ejemplo Jacob vio a Dios cara a cara cuando luchó con el ángel del Señor (Gn 32:30). Después de que el ángel del Señor había visitado a Gedeón en la prensa de vino, Gedeón exclamó “He visto cara a cara al ángel del Señor” (Ju 6:22). Éxodo 33:11 dice que “el Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero”. Cuando Pablo usa esta expresión, por lo tanto, se está refiriendo al tiempo cuando veremos a Jesucristo cara a cara. Ese tiempo solo se puede referir al regreso de Jesucristo, cuando todo ojo lo vea (Ap 1:7). Finalmente, la afirmación “pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido” (v 12) solo puede referirse al regreso del Señor. Pablo no está diciendo que cuando el Señor regrese los creyentes serán omniscientes como el Señor. Sino que conoceremos precisamente sin ninguna desinformación ni conceptos erróneos. En el presente nuestro corazón es engañoso y está enfermo (Jer 17:9). Pero cuando el Señor regrese él quitará toda traza de pecado de nuestro corazón, de modo que entonces conoceremos tan completamente como somos conocidos. ¿Por qué Dios continúa dándole dones milagrosos a la iglesia? Como hemos visto en este capítulo, 1ª Corintios 12 al 14 nos da seis razones que se aplican tanto el día de hoy como se aplicaron en el primer siglo: 1) Dios da dones milagrosos para fortalecer, o edificar, el cuerpo de Cristo. 2) Dios nos ordena buscar diligentemente los dones espirituales milagrosos, especialmente el de profecía. 3) Dios nos ordena no prohibir hablar en lenguas, aun cuando el don de lenguas se esté usando incorrectamente en forma significativa. 104 4) La alta estima que tiene Pablo del don de lenguas indica que el don tiene un valor importante para cultivar la intimidad con el Señor. 5) La analogía de Pablo de que la iglesia es como un cuerpo físico, indica que todos los dones espirituales son necesarios, para la salud del cuerpo de Cristo. 6) La Escritura específicamente declara que los dones milagrosos del Espíritu no cesarán hasta el regreso del Señor. A la luz de esas seis declaraciones específicas acerca de los dones milagrosos del Espíritu, es virtualmente imposible argumentar que Pablo, o las Escrituras, previeron la cesación de los dones antes del regreso del Señor. 105 Capítulo 11: Cinco razones por las cuales Dios algunas veces no sana. (145159) El 15 de Enero de 1990, Duane Miller, el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Brenham, Texas, se quedó sin voz al terminar el servicio del domingo en la mañana y no pudo predicar el domingo en la noche. Su médico le dijo que se tomara un descanso de seis meses. Cuando no pudo recuperarse, los doctores le dijeron que la cubierta de mielina de sus cuerdas vocales había sido dañada y que no recuperaría su voz. Él probó la terapia vocal, pero eso no le ayudó, y tuvo que renunciar a su pastorado en el otoño de 1990. A principios de 1992 él empezó a enseñar una clase de la escuela dominical en la Primera Iglesia Bautista de Houston. Fue capaz de hacer esto usando un micrófono especial, pero aún con el micrófono especial su garganta estaba tan adolorida, que a duras penas podía comer o beber, durante dos días después de enseñar. El domingo 17 de Enero de 1993, en la mañana, acababa de terminar de leer el Salmo 103:3 a su clase del domingo “El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias.” Se detuvo para comentar ese versículo, diciendo que hay dos puntos de vista extremos con respecto a las sanidades. Escucha las propias palabras de Duane: “Yo había dicho que por un lado estaba el grupo que cree que Dios siempre sana milagrosamente, y por otro lado está el grupo que dice que eso nunca sucede. Pero tienen que darse cuenta que eso pone a Dios dentro de una caja, dije, y Él no se dejará meter en una caja. Les dije que lo que tienen que hacer con la sanidad divina es retirarse y decir “Yo sé que Dios hace eso de vez en cuando, pero no puedo decirles porqué. Yo no entiendo porque algunos son sanados y algunos no lo son, y dejarla ahí, y decir que está en la sabiduría del Señor que así sea.” Terminé de decir eso y empecé a leer la siguiente línea del Salmo: “Me redime de la muerte…” Y MI VOZ cambió. Escuché la primera palabra y sentí en mi garganta que lo que había estado sintiendo se había ido. No tenía ahí ninguna de las sensaciones que había tenido durante tres años. Me encantaría decirles que supe exactamente lo que era… y que yo esperaba que Dios lo hiciera y que no estaba sorprendido. Pero eso sería una mentira. Me dio un miedo terrible. Me detuve, sorprendido, y entonces dije dos o tres palabras, pensando “¿Estoy oyendo lo que pienso que estoy oyendo?” Les dije que no entendía lo que estaba pasando, pero que Dios estaba haciendo algo. 106 Traté de regresar a la lección, pero no pude y a nadie le importó. La gente empezó a aplaudir. Todos estaban llorando. Había unas 200 personas en la clase y no había ojos secos. Alguien empezó a cantar la doxología. Alguien más dijo que había sido testigo del poder de Dios. Solo le dimos las gracias al Señor por lo que había hecho y caminamos hacia afuera de la iglesia.” Casi tres años después del día en que Duane Miller se quedó sin voz, el Señor se la devolvió. El Señor no le explicó a Duane porque había perdido su voz o porque el Señor había decidido regresársela. En los últimos dos capítulos he tratado de explicar algunas de las razones por las cuales Dios sana y da dones milagrosos el día de hoy. Sin embargo hay ocasiones cuando no puede encontrarse ninguna razón para el despliegue del poder de Dios, o para la retención de ese poder. Algunas veces Dios sana sin dar ninguna explicación. La introducción a la historia del paralítico que fue bajado a través del techo en Capernaum simplemente declara “El poder del Señor estaba con Jesús para sanar.” (Lucas 5:17) Por otro lado, Dios puede rehusar sanar o liberar sin dar ninguna explicación. Por ejemplo, en Hechos 12 Santiago y Pedro fueron puestos en prisión por Herodes. Dios permitió que mataran a Santiago y liberó a Pedro sobrenaturalmente. Las Escrituras no explican porque Dios hizo eso. No se dan razones divinas ni humanas para resolver este misterio. La muerte de Santiago y la liberación de Pedro simplemente sirvieron los propósitos soberanos de Dios. En nuestros intentos de entender porque Dios sana y porque Él no sana, siempre debemos tener en mente que sus caminos no son nuestros caminos (Is 55;8). Sin embargo la Biblia da algunas razones definitivas de porque algunas veces el poder milagroso de Dios puede ser retenido. 1) La apostasía. Cualquier cosa que aleja la presencia de Dios también causará que Él retire su poder milagroso. Cuando el pueblo de Dios comete apostasía y deja a Dios para buscar otras cosas en su lugar, Él retira su benéfica presencia de su pueblo. Eso puede pasar a un individuo, a un grupo, o incluso a una nación entera. Algunos de los Salmos fueron escritos durante periodos de apostasía en la historia de Israel. El Salmo 74 es uno de esos salmos y probablemente fue escrito durante el exilio, cuando los babilonios reinaban sobre Israel y deportaron a muchos de los israelitas. En el verso uno el salmista se lamenta de que Dios ha rechazado a su pueblo, y en los siguientes versos describe la devastación que los enemigos de Israel han traído a la nación porque ya no está protegida por el poder de Dios. Entonces cambia la naturaleza de sus lamentos en los versos 9 a 11: “Ya no vemos tus señales milagrosas; 107 Ya no hay más profetas, Y nadie puede decirnos cuándo acabará todo esto. ¿Hasta cuándo, oh Dios, dejarás que tus enemigos te insulten? ¿Permitirás que deshonren tu nombre para siempre? ¿Por qué contienes tu fuerte brazo derecho? Descarga tu poderoso puño y destrúyelos.” La ausencia de señales milagrosas y del ministerio profético no era una situación normal en Israel, de acuerdo al salmista. Era la evidencia del severo juicio divino sobre la tierra. La apostasía de los Israelitas ocasionó que Dios retiró su poder milagroso de la nación entera. El Salmo 77 es similar, pero probablemente fue escrito en otro tiempo de la historia de Israel. A la mitad del salmo el autor describe el juicio de Dios debido a la apostasía, y entonces el salmista ofrece su respuesta al juicio de Dios: 7 ”¿Nos abandonará el Señor para siempre? ¿Acaso no volverá a tratarnos con bondad? 8 ¿Se habrá agotado para siempre su misericordia? ¿Habrá puesto fin para siempre a su promesa? 9 ¿Se habrá olvidado Dios de tener misericordia? ¿Habrá, en su enojo, puesto un límite a su piedad?» 10 También me dije: «Debo estar enfermo. ¿Cómo puedo pensar que la diestra del Altísimo ha cambiado? 11 Es mejor que haga memoria de las obras del Señor.» Sí, haré memoria de tus maravillas de antaño; 12 meditaré en todas tus obras, y proclamaré todos tus hechos. 13 Santo es, oh Dios, tu camino; ¿qué otro dios es tan grande como tú, Dios nuestro? 14 Tú eres el Dios que hace maravillas; has manifestado entre los pueblos tu poder” (Sal 77:7-14) De acuerdo al salmista, Dios estaba tan enojado con su pueblo, que parecía que los había rechazado para siempre. Su apostasía los mantuvo alejados de experimentar su favor, su amor inagotable, y su compasión. Una evidencia concreta de que Dios no estaba mostrando compasión por su pueblo era la ausencia de su poder y de milagros en la nación. El salmista se refiere a los milagros como algo que pasó “hace mucho tiempo” (v 11). El salmista no se conforma, sin embargo, a vivir bajo esa clase de juicio. Le pide a Dios que de nuevas manifestaciones de su poder (v 11). (La mano derecha de Dios es usada en la Escritura como una designación de su poder). Aun 108 cuando no estaba experimentando el poder de Dios, no se refiere a Dios como “el Dios que hizo maravillas”, sino que usa el tiempo presente “el Dios que hace maravillas” (v 14, énfasis mío). En otras palabras, el salmista se da cuenta claramente de que la ausencia de milagros durante su tiempo era debido a la apostasía del pueblo, no a un cambio en la actitud de Dios hacia los milagros. Tal vez la mejor ilustración del efecto de la apostasía se encuentra en el libro de los Jueces. El libro de los Jueces está escrito en un patrón cíclico. El ciclo tiene cuatro fases. Primera, el pueblo comete apostasía. Segunda, Dios los entrega a sus opresores extranjeros. Tercera, el pueblo se arrepiente y clama a Dios por misericordia. Y cuarta, Dios levanta un juez que los libera de los opresores extranjeros. Durante el tiempo de su apostasía, ellos experimentan la ausencia de Dios y, por lo tanto, de su poder milagroso. Sin embargo, cuando el pueblo se arrepiente y clama a Dios, él les envía un libertador como Sansón, a través del cual el poder de Dios fluye, y el pueblo es rescatado de sus enemigos. El libro de los Jueces ilustra que una de las formas más segura de perder la presencia de Dios, y por lo tanto de su poder milagroso, es a través de la apostasía. En el Antiguo Testamento, la apostasía tomó la forma de idolatría, con mayor frecuencia. Aun cuando la adoración de los ídolos es todavía un problema en aquellas partes del mundo en donde religiones como el Budismo y el Hinduismo tienen una influencia significativa, esa forma de apostasía se expresa en forma diferente en las culturas más occidentales. El apóstol Pablo le llamó “idolatría de la avaricia” “No sean avaros, pues la persona avara es idólatra porque adora las cosas de este mundo.” (Col 3:5). Esta forma de idolatría está bastante activa en la iglesia occidental. De hecho, algunas partes de la iglesia en Norteamérica usan la avaricia como una fuerte motivación para dar a la obra del Señor. Algunos predicadores hablan como si Jesucristo fuera rico y usara pantalones de diseño, y que él quiere que todos nosotros seamos ricos. De acuerdo a ellos, entre más damos, más recibiremos. Este “bautismo de avaricia” es de hecho una forma de idolatría y, si se persiste en ella, sacará fuera la presencia del Señor y ocasionará que la iglesia pierda su poder. Podemos cometer apostasía de otras formas. Si un cristiano se entrega a la inmoralidad, comete apostasía moral. Juan dijo que “Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad.” (1ª Juan 1:6). Dios no tendrá comunión con nosotros si caminamos en las tinieblas y, por lo tanto, perderemos ambas su presencia y su poder. Finalmente, es posible cometer apostasía doctrinal. Parece que esto fue lo que hicieron Himeneo y Alejandro, ocasionando que Pablo los entregara a Satanás para que aprendieran a no blasfemar (1ª Ti 1:20). Las iglesias liberales que niegan la deidad de Jesucristo, su muerte substitutiva, su nacimiento virginal, su resurrección corporal, su regreso físico, el cielo, el infierno, la justificación por la fe, la autoridad de las Escrituras, y otras cosas, no pueden tener el poder de Dios desplegado en ellas. Muy 109 probablemente nunca verás sanidades divinas ni milagros entre individuos o iglesias como esas. El poder de Dios puede permanecer por un tiempo en un individuo o en un grupo después de que se han metido en alguna forma de apostasía. Aun a la mujer Jezabel en Tiatira Dios le dio tiempo de arrepentirse de su inmoralidad antes de juzgarla (Ap 2:21-23). Esto se debe a la bondad de Dios, una bondad que Pablo dijo que su fin era conducir los hijos rebeldes al arrepentimiento (Ro2:4). Aun la paciencia divina puede ser agotada, sin embargo, y cuando sucede su presencia y su poder se van y empieza el juicio. 2) El legalismo y la fe tibia. Isaías registró uno de los juicios más trágicos que le ocurrieron a la nación de Israel: “Porque el Señor ha derramado sobre ustedes un espíritu que los hace dormir; ha cerrado los ojos de sus profetas, y ha echado un velo sobre la cabeza de sus videntes.” (Is 29:10) El espíritu de sueño que Dios envió a Israel evitó que entendieran porque habían sido juzgados y por tanto evitar que se arrepintieran de modo que terminara su juicio. Dios incluso cegó los ojos de las personas más espiritualmente sensibles en Israel, los profetas y los visionarios que se suponía que eran los vigilantes de Israel. Isaías dijo que aun si su visión del juicio de la nación fuera escrita y entregada a ellos, su ceguera era tan completa que no serían capaces de leerla (Is 29:11-12). ¿Qué fue lo que causó que el Señor retirara de su pueblo el ministerio de revelación de su Espíritu? Justo después de que registró su juicio Isaías escribió, “El Señor dice: A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca, y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha sido enseñado.” (Isaías 29:13) El legalismo de los Israelitas apartó la presencia del Señor. Mantuvieron una forma exterior de religión, pero dejaron que sus corazones vagaran muy lejos de Dios. El legalismo siempre ciega a sus seguidores de la realidad espiritual. El legalismo saca fuera el ministerio de revelación del Espíritu Santo. Piensa en esto por un minuto. ¿Cuántos legalistas has conocido? ¿Cuántos legalistas alguna vez te han confesado que ellos eran legalistas? Yo nunca he escuchado a una persona atrapada en medio del legalismo confesar que era legalista. He escuchado a mucha gente atrapada en medio de la inmoralidad confesar su inmoralidad, pero nunca he escuchado a un legalista confesar su legalismo. Existe algo demasiado cegador respecto a ese pecado. 110 La pero cosa del legalismo es que ahuyenta la presencia de Dios. Al principio de su ministerio, Isaías tuvo una visión del Señor quejándose de la multitud de sacrificios que le traían a Él, de una forma legalista (1:11). Él escuchó clamar al Señor “No me traigan más ofrendas inútiles.” (1:13). El Señor dijo que no consideraría a los Israelitas cuando oraran, ni escucharía a sus oraciones. Ni siquiera sus ayunos podrían atraer la atención del Señor (58:3). El legalismo simplemente nos separa de la presencia de Dios. Hay una buena razón para esto. El legalismo es más que simplemente seguir reglas hechas por los hombres o manteniendo un comportamiento externo correcto, mientras dejamos que nuestro corazón vague lejos de Dios. Esas son ambas formas de legalismo, pero la esencia del legalismo es mucho peor que cualquiera de ellas. La esencia del legalismo consiste en confiar en la actividad religiosa en lugar de confiar en Dios. Consiste en poner nuestra confianza en una práctica en lugar de ponerla en una Persona. Y sin ninguna duda esto nos conduce a amar la práctica más que a la Persona. La meta de toda la vida es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, fuerzas y mente. El legalismo es un reto directo al más grande de los mandamientos porque aleja nuestra atención y confianza de la persona de Dios hacia las actividades religiosas. Dios no lo toleró en el antiguo pueblo de Israel. Jesucristo no lo toleró entre os escribas y los fariseos. Y Dios no lo va a tolerar entre su pueblo hoy en día. El legalismo es predominante en la iglesia hoy en día, así como lo fue en el judaísmo del primer siglo durante el ministerio de Jesucristo. Los escribas y los fariseos nunca conocieron el poder de Dios, ni lo van a conocer los legalistas que están dentro de la iglesia el día de hoy. La hermana del legalismo es una fe tibia y complaciente. El ejemplo preeminente de esto en el Nuevo Testamento es la iglesia de Laodicea. Era la más rica de las iglesias de Asia, pero Jesucristo dijo que era tibia (Ap 3:16). La característica definitiva de una iglesia tibia es una actitud que dice “Yo soy rico; he llegado a tener muchas riquezas. No carezco de nada.” (Ap 3:17). Cuando llegamos al punto en donde hemos perdido nuestra sed de Dios y estamos satisfechos con nuestra condición espiritual actual, entonces nos hemos hecho tibios. Siempre debemos estar agradecidos por todo lo que tenemos en Dios, pero nunca debemos estar satisfechos con nuestra condición espiritual actual. Siempre debemos querer más de Dios, más de su presencia, y más del carácter de Jesucristo formado en nosotros (Ga 4:19). Cuando dejamos de querer más, entramos en un estado de complacencia y nos convertimos en lo que Jesucristo llama tibios. Si permanecemos tibios, él dice “te vomitaré de mi boca” (Ap 3:16). Cualquier otra cosa que signifique “te vomitaré de mi boca”, con seguridad incluye la pérdida de su presencia benéfica y de su poder. 111 Mientras que la apostasía es la pérdida de la pureza, el legalismo y la fe tibia conducen a la pérdida de intimidad con Dios y la unidad de unos con otros. La intimidad con Dios es absolutamente esencial para el ministerio. Recuerda que Jesucristo solo hizo lo que vio hacer a su Padre (Juan 5:19). El ministerio milagroso de Jesucristo era absolutamente dependiente de su intimidad con su Padre. De la misma manera, el ministerio de los apóstoles era absolutamente dependiente de su intimidad con Jesucristo, porque separados de él no podían hacer nada (Juan 15:5). Por lo tanto, la pérdida de intimidad significa la pérdida de poder para el ministerio. La pérdida de intimidad con Dios invariablemente conduce a la pérdida de unidad entre los creyentes. La unidad descansa en el fundamento de escuchar la voz de Dios y de seguir sus prioridades actuales para nuestras vidas. Jesucristo oró por la unidad de los creyentes para que el mundo crea que el Padre lo envió y que ama a la iglesia (Juan 17:23). Sin unidad la iglesia nunca tendrá credibilidad en el mundo ni tendrá poder para llevar a cabo su ministerio. La apostasía, el legalismo y la fe tibia constituyen serios problemas en la iglesia el día de hoy. Esas cosas significativamente impiden el ministerio milagroso de Dios entre los creyentes contemporáneos. Sin embargo, yo creo que existe otro factor que es un impedimento mayor que esos tres factores puestos juntos. Me estoy refiriendo a la incredulidad actual que está desenfrenada en la iglesia. 3) La incredulidad. Cuando Jesucristo visitó su propio pueblo, Nazaret, fue saludado con incredulidad y aun con desdeño. ¿Qué efecto tuvo eso en su ministerio milagroso? Marcos dice que “Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún milagro allí, excepto poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos. 6 Y estaba asombrado de su incredulidad.” (Marcos 6:5-6). Algunas personas tienen dificultad con la frase “no pudo”. El Hijo de Dios es omnipotente. ¿Cómo puede decirse de un ser omnipotente que “no pudo hacer ningún milagro allí”? Sin embargo hay algunas cosas que un ser perfecto y omnipotente no puede hacer. Por ejemplo, él no puede mentir (He 6:18). Él no puede tener compañerismo con las tinieblas (1ª Co 6:14; 1ª Jn 1:6). ¿Está Marcos 6:5 en la misma categoría? Mateo escribió acerca de este mismo incidente, pero no dijo que Jesucristo “no pudo” hacer milagros en Nazaret. Él dijo “Y por la incredulidad de ellos no hizo allí muchos milagros” (Mateo 13:58 énfasis mío). Yo creo que Mateo nos ayuda a entender lo que Marcos quiso decir. Yo no pienso que debemos interpretar el “no pudo” de Marcos en un sentido absoluto. Hay ocasiones en que Jesús hizo milagros cuando parecía que no había ninguna fe. Yo pienso que Mateo y Marcos nos están diciendo que, en general, Jesús no haría milagros en una atmósfera de incredulidad. Santiago establece este principio de otra forma. Él les dijo a sus lectores “no tienen lo 112 que desean porque no se lo piden a Dios.” (Santiago 4:2). En otras palabras, tú no le pedirás a Dios algo que tú no crees que te vaya a dar. ¿Recuerdas la historia que te platiqué antes de estar sentado alrededor de una mesa con un grupo de teólogos que se estaban riendo al estar haciendo una lista de todas las enfermedades por las cuales ellos no orarían (p 126)? Mientras se estaban riendo y listando las cosas por las cuales no orarían, no pude evitar pensar en Santiago 4:2. Cuando un hombre dijo que no oraría para que sanaran un ciego, Santiago 4:2 vino a mi mente y pensé, “Adivina que es lo que nunca verás ser sanado”. Esos hombres nunca pedirían una sanidad milagrosa, y probablemente nunca verán sanidades milagrosas. “No tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios.” Si tú nunca has visto ninguna sanidad verdaderamente milagrosa, pregúntate a ti mismo con qué frecuencia oras por esas cosas. No estoy hablando de esa clase de oraciones ritualistas donde el nombre de una persona enferma ausente es mencionada en una lista con otras, en un servicio dominical, de modo que pedimos que Dios guie las manos del cirujano, consuele a la familia, y les decimos que todas las cosas obran para bien. Esas clases de oraciones se ofrecen con frecuencia como una cortesía pastoral, sin ninguna expectativa o anticipación de que Dios hará un milagro. Cuando te pregunto con qué frecuencia oras por sanidades milagrosas, estoy preguntando ¿Con qué frecuencia vas a un cuarto de hospital y oras para que los enfermos y los que sufren sean milagrosamente sanados?¿Con que frecuencia impones tus manos en los enfermos en tu iglesia y oras por ellos? La mayoría de la gente con la que platico que nunca han visto un milagro, son personas, en general, que nunca se han tomado la molestia de ir e imponer sus manos en la gente enferma en una oración de fe. Y a la inversa, todavía no encuentro a nadie que regularmente impone manos en los enfermos en una oración de fe, que no haya visto al menos algunas sanidades milagrosas. La cosa sorprendente para mí el día de hoy no es lo poco que Dios sana en la iglesia evangélica conservadora, sino que alguien sane. Tan grande es la parte de la iglesia que está llena de incredulidad, que yo estoy verdaderamente sorprendido de que alguien se sane alguna vez. La mayoría de los seminarios teológicos conservadores que yo conozco, no están enseñando a sus estudiantes acerca de la disposición de Dios de sanar. Muchos en realidad están enseñando que Dios no sana de ninguna manera significativa, y algunos están en realidad enseñando que el deseo de ver milagros es diabólico. Los graduados de esos seminarios están llegando a ser los pastores de la iglesia en Norteamérica. Ellos están enseñando a la iglesia lo que aprendieron en el seminario. ¿Es sorprendente, por lo tanto, que una parte significativa de la iglesia experimente muy poco del poder milagroso de Dios el día de hoy? Aun cuando ya no soy profesor de un seminario, todavía soy invitado a dar pláticas en los salones de clase de los seminarios y otros establecimientos 113 académicos. En mis viajes conozco muchos profesores de seminarios y líderes de la iglesia. Y estoy encontrando que más pocos de esos líderes están dispuestos a tomar la posición de que los dones del Espíritu cesaron después de los apóstoles. De hecho, con frecuencia escucho a líderes decir “Estoy abierto a los dones del Espíritu y a que Dios haga milagros”. A menudo la gente dice esto como si pensaran que es algo noble respecto a “ser abierto”. Sin embargo, estar abierto, no cuenta mucho con Dios. Una persona que está simplemente abierta, es una persona que todavía no cree. Si un no-cristiano muere mientras que está abierto a la posibilidad de que Jesús haya muerto en la cruz por sus pecados, esa persona todavía iría al infierno. No es el estar abierto lo que trae la bendición de Dios, es creyendo y buscando lo que prometió. Jesucristo nunca dijo “Bienaventurados son los que están abiertos”. ¿Le darías tu dinero a un corredor de la bolsa que dijera que estaba abierto a ganar dinero con los ahorros de tu vida? Estar abierto no tiene mucho valor. Estoy seguro que en la mayoría de los casos es mejor que ser hostil, pero un estado de apertura no va a causar que avancemos en las cosas espirituales. Pablo no dijo que estuviéramos abiertos a los dones espirituales; él nos dijo que los buscáramos con diligencia (1ª Co 12:31; 14:1, 39). En el primer siglo, la gente buscaba a Jesucristo y a los apóstoles para sanidades y milagros. Llevaban sus enfermos a ellos, esperando que las enfermedades y los demonios salieran. Yo no creo que la iglesia el día de hoy verá sanidades y milagros extendidos hasta que una vez más tenga sed de esas cosas. 4) El valor redentor del sufrimiento. La mayor parte de las veces cuando el NT habla de sufrimiento no se refiere a soportar enfermedades físicas, sino a soportar la persecución por causa de la justicia. Sin embargo, yo estoy todavía convencido que algunas veces existe una bendición de Dios en algunas enfermedades físicas. En esos casos Dios no sana una condición o concede un milagro por el que estamos orando sino que nos da la gracia para soportar la condición desagradable. Nadie sabe realmente que era el “aguijón en la carne” de Pablo. Puede haber sido una enfermedad, o puede haber sido algún tipo de persecución por la que estuviera pasando. Cualquier cosa que haya sido, Dios escogió no quitársela. Pablo dice, “Tres veces le he rogado al Señor que me lo quite, pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí. Por eso, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en las afrentas, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias; porque mi debilidad es mi fuerza.” (2 Co 12:8-10) 114 Pablo encontró gracia redentora cuando soportó el sufrimiento no aliviado por causa de Cristo. Pedro expresa el valor “refinador” del sufrimiento de una forma diferente. Él escribió, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7) Pedro dice cuatro cosas que deben darnos gran consuelo cuando Dios no contesta nuestras oraciones para quitar el sufrimiento. Primero, él nos dice que el sufrimiento es por “ahora”. Algunas veces cuando pasamos por un período de sufrimiento, tenemos la tentación de pensar que va a durar para siempre, pero Pedro nos anima a que pensemos que es solo por “ahora”. Segundo, él nos dice que la duración es “por un poco de tiempo”. A la luz de la eternidad, todo el sufrimiento va a equivaler a no más que un suspiro. Tercero, Pedro dice que viene a nosotros solo “si es necesario”. Finalmente, el resultado de todo nuestro sufrimiento es comparado a un proceso de refinación, “se prueba con fuego”, en el cual nuestro carácter es perfeccionado. Esto resulta en que se le da alabanza y gloria y honor al Señor Jesucristo. Cuando soportamos un sufrimiento no mitigado sin permitir que disminuya nuestro amor o confianza en el Señor Jesucristo, esto nos hace un poco más semejantes a su imagen y le trae gran gloria a Él. Así que si tú tienes confianza en que Dios sana, y le pides que te sane y no lo hace, bien puede ser que Él va a permitir que tú le traigas gloria a su Hijo a través de tu sufrimiento. Si ésta es su intención, Él también te dará la gracia para soportar la aflicción. Necesito advertirte acerca de algo. Cometerías un error horrible si supones que el sufrimiento redentor es la misma cosa que el juicio de Dios por nuestro pecado, o disciplina por nuestro pecado. Cuando Pedro usa la frase “si es necesario” no se estaba refiriendo al juicio. Dios puede permitir que el sufrimiento llegue a nuestra vida por una variedad de razones que no son el juicio por nuestro pecado. Job era considerado por Dios el hombre más justo y sin culpa sobre la tierra, sin embargo Dios permitió que Job sufriera horriblemente. Es cierto que este sufrimiento tuvo un efecto refinador en el carácter de Job, pero la Biblia no muestra que el sufrimiento de Job como el juicio de Dios sobre él. Yo encuentro con demasiada frecuencia que muchos hijos de Dios erróneamente suponen que sus aflicciones son evidencia del juicio de Dios sobre ellos. Yo sí creo que Dios puede enviar juicios catastróficos en nuestras vidas por nuestros pecados (1ª Co 5:1-5). Sin embargo, yo pienso que hace esto solamente por actos significativos de rebelión por parte nuestra. Si no estás en rebelión contra 115 nuestro Dios, y sin embargo estas sufriendo, no dejes que el diablo te atormente con pensamientos condenatorios de juicio. Mi práctica personal es orar para que mis experiencias de sufrimiento sean sanadas o aliviadas, a menos que el Señor me diga específicamente que no intenta remover el sufrimiento. En ese caso yo quiero confiar en Él como el amante Padre celestial que Él es, y soportar con amor y confianza en mi corazón, el sufrimiento que Él ha permitido que llegue a mi vida. Trato de rechazar todos los pensamientos condenatorios que “el acusador de nuestros hermanos” (Ap 12:10) trae rápidamente sobre mí, pues de otra manera el efecto refinador que Dios intenta que el sufrimiento tenga sobre mí, puede reducirse grandemente. 5) El tiempo soberano y los misterios soberanos. Al inicio de este capítulo mencioné que hay ocasiones cuando Dios escoge no dar ninguna razón de porqué sana o por qué no sana. Cuando Jesús estaba en el estanque de Betesda, él solo sanó a un paralítico (Juan 5:1-15), aun cuando había bastante gente enferma todo alrededor del estanque. Nunca se nos dice porque era la voluntad del Padre sanar solamente a esa persona y permitir que todos los otros enfermos continuaran sufriendo. En cierta ocasión fui a orar por un bebé que había nacido sin cerebro. Solo una pequeña porción del tronco cerebral se había desarrollado. Este bebé le había nacido a una familia cristiana que ya había perdido dos hijos en muertes trágicas. Cuando se me pidió que fuera a la unidad de cuidado intensivo y orara por este niño pequeño, pensé que estaba experimentando la fe crecer en mi corazón. Recordé una sanidad famosa documentada médicamente de un bebé nacido en Vancouver, Columbia Británica, con una situación casi idéntica. El padre del niño, Paddy Duclow, me había descrito la sanidad que había asombrado a los médicos de Vancouver y había convertido a su hijo en un fenómeno médico en esa ciudad. Yo estaba pensando en esta sanidad cuando entré en la unidad de cuidado intensivo para orar por el bebé. Me quedé sorprendido cuando vi al bebé. ¡Era hermoso! Se veía muy normal y saludable. Los pastores de la familia y yo oramos por el niño, y aun cuando no tuvimos ninguna sensación de la especial presencia de Dios, pensamos que había una buena probabilidad de que el niño fuera sanado. Sin embargo, el niño estaba muerto al día siguiente. Cuando regresé a casa, a mi propia ciudad, encontré que el Señor había sanado a una mujer de una enfermedad venérea en nuestra iglesia, una mujer que no había estado particularmente arrepentida. Sentí el coraje surgiendo dentro de mí. Le pregunté a Dios porque había sanado a una mujer que no merecía sanidad y había dejado morir a un pequeño niño inocente. Fue como si el Señor me dijera, “¿Así que quién merece sanidad? ¿Vas a ser tú el que decide cómo distribuir mi misericordia?”. Esa reprensión fue suficiente para 116 mí. Dios no me explicó porque murió el bebito y porque sanó a la mujer, pero si me recordó a mí que Él realmente es soberano y no tiene que darle explicaciones a nadie. Estoy seguro que hay otros factores que influyen en los milagros y en la falta de milagros. Estoy seguro de que hay altas y bajas en los derramamientos de las sanidades milagrosas, así como los hubo en la historia de los avivamientos. En todas las épocas hay personas que son siempre salvadas y siempre son sanadas, pero hay tiempos de derramamientos soberanos de gracia cuando esas cosas pasan en abundancia. La iglesia no ha experimentado un avivamiento constante, sino que ha entrado y salido de avivamiento durante los últimos dos mil años. Algunas partes de la iglesia nunca han experimentado avivamientos. Por ejemplo, con la excepción de los indígenas, la gente de Australia nunca ha experimentado un avivamiento. Nosotros estaríamos equivocados, por supuesto, si de aquí concluyéramos que Dios ya nunca va a propiciar avivamientos. Simplemente ilustra que hay altas y bajas en la historia de los avivamientos. Además de las altas y bajas en los tiempos divinos de Dios y del valor redentor del sufrimiento, estoy seguro que existen otros factores bíblicos que tienen influencia sobre la frecuencia de los milagros. Pero con toda seguridad los principales factores humanos que inhiben el derramamiento del poder milagroso de Dios son los que se han mencionado en este capítulo: la apostasía en todas sus formas, el legalismo y la fe tibia, y la incredulidad. De pasada, cualquier iglesia, carismática, Pentecostal, de la Tercera Ola, o anti carismática, puede ser culpable de las tres razones negativas que he mencionado, para explicar parcialmente porqué Dios pueda no sanar. Incluso una iglesia con una fuerte creencia teórica en la sanidad divina puede en realidad ser llenada de incredulidad cuando entramos en situaciones prácticas de orar por sus miembros enfermos. De hecho, basado en mi experiencia personal, tendría que decir que este último fenómeno no es del todo poco común. Yo no creo que esos factores negativos van a llegar a ser vencidos simplemente resistiéndolos. El antídoto para esos pecados es la búsqueda de una Persona. El Señor le dio a Salomón una promesa que sigue siendo válida el día de hoy: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2ª Cr 7:14) Si la iglesia siguiera ese consejo, yo creo que Dios nos daría cualquier cosa que le pidiéramos (suponiendo, por supuesto, que nuestra petición es consistente con la Escritura). Yo creo que Él nos daría avivamientos, milagros, revelación divina, y sobre todo, una intimidad con Él que pocos de nosotros que hemos experimentado alguna vez. Una de las grandes tareas de los líderes de la iglesia de nuestra 117 generación es ayudar a la iglesia a creer esta promesa. Necesitamos poner a un lado nuestra incredulidad y buscar al ilimitado Señor de las Escrituras. 118 Capítulo 12: Procurando los Dones con Diligencia. (163-177) Leesa y yo tenemos una querida amiga que tiene frecuentes dolores de cabeza intensos. Hasta la fecha ningún médico ha encontrado ni la causa ni la cura de esos dolores de cabeza. Algunas veces esos dolores de cabeza son debilitantes y algunas veces un poco menos. Nuestra amiga es una magnífica esposa y madre, y ama a Dios con todo su corazón. Ella pasa las primeras horas de la mañana de cada día meditando en la Biblia y orando por la extensión del Reino de Dios. El otro día nos dijo que primeras horas de la mañana eran la principal razón de su vida. Ella estaba convencida que Dios la había enviado a la tierra para estar orando para que se revelara la gloria de Dios. Ella se ha mantenido tan fiel en la oración como cualquier otra persona que yo haya conocido. Nosotros hemos orado para que el Señor sane a nuestra amiga de esos dolores de cabeza, pero hasta la fecha, solo han empeorado. Recientemente un médico le recetó una medicina que si le ha quitado ese dolor. El problema es que ella tiene que tomar la medicina antes de irse a dormir, y eso la deja mareada hasta media mañana. Nuestra amiga ahora tiene el dilema: si se toma la medicina no se puede concentrar bien para orar o meditar en la mañana, pero si no se toma la medicina tiene que soportar dolores de cabeza intensos. Su tiempo de oración es tan importante que con frecuencia renuncia a la medicina y soporta el dolor de cabeza para poder continuar con su oración de intercesión de las mañanas. Con frecuencia personas saludables me preguntan porque creo que la sanidad es tan importante. Pregúntenle a nuestra amiga que sufre esos dolores de cabeza porque es importante la sanidad. Ella les dirá que el dolor físico puede ser agudísimo, pero también les dirá que la forma en que el dolor interrumpe su vida de oración es igual de frustrante si no más. Claro que Dios le ha dado la gracia para soportar tanto el dolor como la frustración, y ella va a continuar soportándolo si tiene que hacerlo. Pero ella preferiría recibir la gracia de la sanidad. La gente enferma no tiene ninguna dificultad de explicarte porque la sanidad es importante. De hecho, todos en realidad creen en la importancia de la sanidad. Tenemos los hospitales y una profesión médica, porque la gente cree en la importancia de la sanidad. En el mundo occidental la comunidad médica ha llegado a ser tan competente en la sanidad, que la gente piensa que ya no necesita a Dios para la sanidad. La sanidad divina no parece ser muy importante hasta que llegamos al punto en que los médicos y la medicina moderna ya no pueden ayudarnos. Cualquiera que tiene una condición crónica que no puede ser curada o aliviada significativamente a través de los medios médicos modernos pronto tendrá una perspectiva diferente de la importancia de la sanidad divina. Yo he estado al lado de una cama de hospital y observado a un pequeño niño lindo muriéndose de SIDA. El doctor y el hospital ya habían hecho todo lo que podían 119 hacer. Ya les habían dicho a sus padres que no había ninguna esperanza. La iglesia de la familia ya les había dicho que no había ninguna esperanza y aun habían predicado en contra de la sanidad divina. Sin embargo los padres del pequeño niño esperaban que su iglesia estuviera equivocada. La angustia de sus caras hablaba mucho de la importancia de la sanidad divina. Tú no tienes que tener SIDA para reconocer que la sanidad divina es importante. Ninguna de nuestras enfermedades o dolores es demasiado insignificante para traerla delante del Señor. Él de hecho nos ordena que “echemos toda nuestra ansiedad sobre Él porque Él tiene cuidado de nosotros.” 1ª Pedro 5:7 Es correcto traer a Él cualquier cosa que nos cause ansiedad. Puede ser una enfermedad o una condición crónica que la comunidad médica no puede sanar, o puede ser una enfermedad cuyo tratamiento no podamos pagar. Cualquier cosa que sea, tenemos el permiso divino de traerla delante de Él antes que otra cualquier otra cosa. La sanidad es tan importante para nuestro Padre Celestial que Él ha ordenado a los líderes de la iglesia orar por los enfermos como parte de su ministerio normal de pastoreo. (Santiago 5:14-16) Nuestro Padre está interesado en la persona completa. Él está interesado en nuestro cuerpo y nuestras emociones, no solamente en nuestras mentes y nuestras voluntades. Existe una mentalidad gnóstica en gran parte de la iglesia el día de hoy que enseña que Dios no está realmente interesado en nuestros cuerpos. El apóstol Juan no compartía la mentalidad gnóstica de su época. El mostró el interés de Dios por el cuerpo, cuando bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribió a Gayo, “Querido amigo, espero que te encuentres bien, y que estés tan saludable en cuerpo así como eres fuerte en espíritu.” 3 Juan 2 La sanidad no es el único don espiritual que es importante. El Señor nos ordena desear encarecidamente los dones, especialmente el de profecía (1ª Co 12:31; 14:1,19) Los dones nos fueron dados como herramientas para edificar el cuerpo. (1ª Co 12:7) Nosotros nunca vamos a ser tan conocedores de la Palabra, o demasiado maduros, para los dones espirituales. Yo no conozco a nadie que haya alcanzado el nivel de madurez o conocimiento que alcanzó el apóstol Pablo. Sin embargo Pablo nunca sintió que ya no necesitara los dones espirituales. Cada uno de los dones milagrosos, así como los otros dones espirituales que no son clasificados como milagrosos, tienen valiosas contribuciones que hacer al Cuerpo de Cristo. Pero esas contribuciones nunca se harán, y el crecimiento que habría ocurrido en el Cuerpo se perderá, a menos que el liderazgo de la iglesia aprenda como cultivar esos dones dentro del Cuerpo. 1) Cómo Cultivar los Dones del Espíritu. 120 Algunas personas tienen dificultad para entender cómo puedes cultivar o desarrollar un don que tiene poder sobrenatural. Esta dificultad surge de pensar en los dones milagrosos como mágicos o mecánicos. Un maestro puede crecer en el don de enseñanza, y un evangelista puede crecer en el don de evangelismo. ¿Por qué es difícil creer que alguien pueda crecer en el don sanidad o de profecía? La verdad es que podemos crecer en cualquier ejercicio espiritual y en cualquier don espiritual. Hay varias cosas importantes que podemos hacer para cultivar los dones del Espíritu en nuestras propias vidas y en nuestra iglesia. Número Uno. Debes estar convencido de que la Biblia enseña que los dones son para el día de hoy y de que son importantes; de otra manera no tendrás fe para ejercerlos o para orar por ellos. De igual manera, debes de tener la confianza de que los dones se dan a todos los cristianos (1ª P 4:10) y no solo a unas pocas personas que los merecen. Una vez que yo llegué a estas dos conclusiones, yo estaba en la posición para empezar a cultivar los dones en mi propia vida. Tan pronto como me convencí de que las Escrituras enseñan que los dones del Espíritu son para el día de hoy, empecé a buscarlos diligentemente. La cosa más importante que he hecho para procurar los dones ha sido orar bien específicamente por los dones que sentía que el Señor quería darme. Aun cuando el Espíritu Santo distribuye los dones a cada uno como a Él le place (1ª Co 12:11), Pablo como quiera animaba a los corintios para que oraran por los dones. Si tú tienes el don de lenguas, por ejemplo, Pablo dice que debes orar por el don de interpretación (1ª Co 14:13). No seas pasivo. No digas “Dios puede darme cualquier don que Él quiera darme”. Dios también podría hacerte un gran académico de la Biblia si Él quisiera, pero yo no conozco ningún gran académico de la Biblia que llegó a serlo sin haber buscado diligentemente el conocimiento de la Biblia. Ni conozco ningún gran evangelista que llegó a serlo sin haber buscado diligentemente el evangelismo. Recuerda que “No tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios” (Stg 4:2). Yo oro cada día específicamente por los dones del Espíritu que quiero que operen en mi vida. Por ejemplo, sanidad es uno de los dones que yo quiero ejercer regularmente en mi ministerio. Yo oro cada día para que el Señor me de la autoridad y el poder en este don. Yo menciono específicamente los tipos de enfermedades y condiciones que yo quiero ver que Él sane cuando yo oro por la gente. Número Dos. Probablemente la segunda cosa más valiosa que yo he hecho en mi búsqueda de los dones espirituales es que yo he intentado usarlos con regularidad. La mayoría de las veces esto involucra algún riesgo, y específicamente el riesgo de parecer un tonto. Casi tan pronto como empiezo a pedirle a Dios que me dé un ministerio de sanidad, empiezo a orar por gente enferma. La mayoría de las personas por las cuales oré al principio no fueron sanadas. Cuando empecé a dar palabras de conocimiento en público también tuve algunos momentos embarazosos. Pero no hay ninguna otra forma de crecer en ninguna cosa sino es por la práctica 121 constante y por arriesgarse. El único atleta bueno que vas a llegar a conocer, es un atleta malo que nunca se dio por vencido. El único discípulo bueno que vas a llegar a conocer es un discípulo malo que nunca se dio por vencido. Cuando los discípulos empezaron a seguir a Jesucristo eran increíblemente aburridos y no muy prometedores. Sin embargo los once que no se dieron por vencidos llegaron a ser los líderes de la iglesia. Piensa de los dones espirituales en términos de la parábola de los talentos (Mt 25:14-30). Si no nos arriesgamos, nuestro don no va a crecer, y si nuestro don no crece, el Señor no va a estar contento con nosotros. Número Tres. Una tercera cosa que yo he encontrado útil es, por supuesto, estudiar los dones. Las Escrituras tienen mucho que decir con respecto a los dones espirituales, así como numerosos ejemplos de ministerio sobrenatural. La Biblia nos ofrece muchos principios útiles con respecto al ministerio de milagros. Yo he leído, y continuo leyendo, varios libros relacionados con el ministerio de los dones del Espíritu, así como biografías de cristianos que fueron usados poderosamente en ministerios sobrenaturales. Número Cuatro. Otra cosa que ha sido extremadamente útil para mí, en mi búsqueda de los dones espirituales, ha sido tener amistad con personas que están más avanzadas que yo en los dones. Las Escrituras dicen que “Cómo el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo” (Pr 27:17) Yo voy a estar siempre en deuda con amigos como John Wimber y Paul Cain que me han “afilado” en el área de los dones espirituales. Las amistades son un asunto mucho más serio de lo que mucha gente se da cuenta. Nosotros vamos a llegar a ser como nuestros amigos (Pr 13:20). Por eso es tan importante cultivar la amistad con personas que admiras y como las cuales quieres llegar a ser. Número Cinco. También es importante tener una atmósfera que no sea amenazadora cuando empiezas a practicar los dones del Espíritu. Si tu iglesia no cree en el don de lenguas, el servicio del domingo en la mañana no es el lugar apropiado para que empieces a practicar ese don. Uno de los lugares más útiles y no amenazadores para empezar a aprender acerca de los dones del Espíritu, es en los grupos pequeños informales de las casas, de diez a veinte personas. El tamaño pequeño hace posible que se conozcan unos a otros relativamente bien y que sientan cierto grado de seguridad. Es mucho más fácil intentar dar una palabra de profecía enfrente de veinte personas que te conocen y te aman, que enfrente de quinientas personas el domingo en la mañana, que para nada te conocen. En un ambiente informal como el de un grupo de una casa, es más fácil hablar acerca del ministerio que se intentó esa tarde y analizarlo, que en un ambiente mucho más grande y mucho más formal. Número Seis. Yo también he encontrado que las conferencias sobre los dones espirituales son bastante útiles. En la conferencia ideal habrá varios oradores sobre diferentes asuntos, que han tenido un rango muy amplio de experiencias en los dones 122 milagrosos del Espíritu. Habrá poder de sanidad y de revelación en esa conferencia de manera que los participantes puedan ver de primera mano cómo funcionan esos dones. La conferencia ideal de esta naturaleza en una que intenta entrenar a los participantes en los dones del Espíritu. En ese tipo de conferencias puedes tener la oportunidad de ejercer en la práctica los dones del Espíritu, en lugar de solo observar como usa sus dones una persona. Número Siete. Debemos buscar los dones espirituales por los motivos correctos. Hace varios años mientras estaba trotando a lo largo de la orilla de un río, estaba orando para que el Señor me diera mayores dones de sanidad en mi ministerio. Al estar orando muy específicamente, una voz surgió dentro de mi mente y dijo “¿Para qué quieres esos dones?” Yo reconocí esa voz inmediatamente como la voz del Señor, y me sentí ofendido. Entre otras cosas, mi búsqueda de los dones del Espíritu me había costado amistades muy queridas. Yo estaba buscando los dones del Espíritu para Dios. ¿Por qué me haría Él una pregunta cómo esa? Lentamente me di cuenta, sin embargo, que un Ser omnisciente no hace preguntas para pedir información. La pregunta había sido hecha para que reflexionara, no para llenar huecos en el conocimiento personal de Dios acerca de mi sicología. Al empezar a considerar esa pregunta, lenta y dolorosamente, los motivos impuros de mi petición empezaron a emerger. Me di cuenta de que todavía había una gran cantidad de carnalidad en mi deseo por los dones del Espíritu. Número Ocho. Una de las grandes misericordias que Dios puede darle a sus hijos es mostrarles su pecado. No puedes arrepentirte del pecado que no ves. Cuando la luz divina expone nuestras tinieblas, podemos arrepentirnos, confesarlos, y recibir su perdón (1ª Jn 1:9). Sin el ministerio de revelación del Espíritu Santo, no podemos entender los motivos de nuestro corazón (Jer 17:9.10). Todo esto es extremadamente importante en nuestra búsqueda de los dones espirituales, porque nuestros motivos son un factor muy importante en la liberación del poder en nuestras vidas. Recordemos que fue lo que movió a Jesucristo a sanar y hacer milagros. Él hizo milagros para probar que era el Hijo de Dios, para demostrar la verdad del evangelio, para traer gloria a Dios, para mostrar compasión a los que sufren, para abrir puertas al evangelismo y otras más. Cuando compartimos sus motivos, Él puede compartir su poder con nosotros. Conforme pido en oración la liberación de los dones del Espíritu en mi vida, por lo tanto, también pido en oración que el corazón y los sentimientos del Señor Jesucristo sean liberados en mi vida. Número Nueve. Finalmente, conforme estas aprendiendo acerca de los dones espirituales, debes de ser paciente. No desprecies el día de los pequeños comienzos. Sé agradecido por todo lo que estas aprendiendo y por toda respuesta a tus oraciones que el Señor te concede. Sé agradecido incluso por la frustración que sientes cuando las cosas parecen ir muy lentamente. Si persistes en tu búsqueda del Señor y de sus dones, se te va a dar más de lo que ni siquiera soñabas con pedir. 123 Las personas que quieren más de Dios y más de los dones del Espíritu, casi siempre sienten que las cosas van avanzando demasiado lentamente. Ellas casi siempre temen que no van a lograrlo. Pero si tú realmente deseas más de Dios y más de sus dones, es una señal de que la misericordia de Dios descansa sobre ti. Esos deseos fueron puestos en tu corazón por tu Padre Celestial, y Él no te ha traído hasta aquí para abandonarte y dejarte insatisfecho. La frustración santa que sientes ahora tiene el propósito de conducirte. Él quiere que estés agradecido por lo que tienes, pero Él nunca quiere que estés satisfecho con tu presente nivel de intimidad con Él. Cómo el apóstol Pablo, Dios quiere que tu “lo conozcas a Él y al poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte.” Fil 3:10 2) Pon Tu Confianza en Jesucristo. Si tu realmente quieres experimentar el ministerio sobrenatural del Espíritu Santo, tal vez la cosa más importante que puedo decirte es que pongas tu confianza en el poder, la sabiduría y la bondad de Jesucristo, no es tu devoción o en tus tradiciones. El poder para los milagros no nace de nuestra devoción, sino que fue comprado con la sangre del Hijo de Dios. Después de que Jesucristo había sanado a todos los enfermos en Capernaum, Mateo dijo: “esto fue hecho para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt 8:17) Mateo citó el capítulo 53 de Isaías, ese gran capítulo del Antiguo Testamento que describe la muerte substitutiva de Jesucristo en la cruz en lugar de los pecadores. Mateo nos está enseñando que el poder de sanidad solo puede encontrase en un lugar, en la cruz de Jesucristo. Nunca intentes pedirle a Dios que sane a alguien porque el enfermo lo merece. Nadie es sanado porque lo merezca. Somos sanados solamente por la bondad del Hijo de Dios expresada en su sacrificio por nosotros. Nunca cometas el error de pensar que cuando oras por alguien, es tu devoción o el poder de tu santidad personal, la que va a traer sanidad a esa persona. Recuerda que cuando Pedro fue usado para sanar al hombre cojo sentado a la puerta del templo, le dijo a la multitud asombrada: “Varones israelitas, ¿por qué se maravillan de esto? ¿o por qué ponen los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, Isaac y Jacobo, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús” (Hch 3:12,13) Pon tu confianza en Jesucristo en lugar de tu propia bondad o en la bondad de aquellos por los que oras. Nunca dependas de fórmulas o tradiciones. Los siete hijos de Esceva, un sumo sacerdote judío, pensaron que habían descubierto la fórmula correcta para echar fuera demonios. Un día le dijeron a un hombre poseído por los demonios “En el nombre de Jesucristo, a quién predica Pablo, te ordeno que salgas fuera” (Hch 19:13). Ellos tenían el nombre correcto “Jesucristo”. Incluso tenían el Jesucristo correcto, #el que 124 predica Pablo”. Y finalmente tenían la orden correcta “sal fuera”. De acuerdo con la fórmula, ellos tenían todo correcto, pero el demonio no salió. En lugar de salir, el hombre poseído saltó sobre ellos, dominó a los siete y salieron corriendo por sus vidas desnudos y heridos. Tenían la fórmula correcta, pero no tenían la relación correcta. El poder de Dios no viaja en “palabras” sino en “una relación personal” (Jn 5:19; 15:5). No podemos andar simplemente diciendo las palabras correctas y gritando las órdenes correctas y esperar resultados. Jesucristo tenía que ser dirigido por su Padre, y nosotros también tenemos que hacerlo. Yo tengo que recordarme a mí mismo este principio todo el tiempo. Algunas veces el Señor me guía a orar de cierta manera o a hacer cierta cosa, y resulta que es efectiva para la sanidad de alguien o para echar fuera un demonio. Mi tendencia es querer convertir esa oración efectiva en una fórmula. Pienso que si ya funcionó antes, volverá a funcionar otra vez. Es tan fácil poner nuestra confianza en fórmulas o en nuestra forma tradicional de hacer las cosas. Se siente mucha más seguridad que tratar de escuchar a nuestro Padre Celestial para recibir instrucciones momento a momento. Sin embargo el que tuvo el ministerio más sobrenatural de todos dijo: “El Hijo… solo puede hacer lo que ve que su Padre está haciendo” (Jn 5:19) Jesucristo debe ser nuestro modelo, no nuestras fórmulas ni nuestras tradiciones. Existe otra forma en que la tradición puede trabajar en contra de nosotros. Un amigo mío, el Dr Ralph Neighbour, Jr., escribió un libro con uno de los mejores títulos que he escuchado “Las Últimas Siete Palabras de la Iglesia: “Nunca lo hemos hecho de esa forma”. Lo que el Dr Neighbour estaba diciendo es que nuestra esclavitud a las tradiciones puede ocasionar que se nos pierda la dirección actual del Espíritu Santo. Si Dios lo dijo realmente en serio cuando dijo “Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni mis caminos sus caminos” (Is 55:8) entonces se nos va a perder la dirección de Dios por estar constantemente apoyándonos en nuestro razonamientos, nuestras interpretaciones y nuestras tradiciones. Una gran parte de la iglesia tiene miedo de intentar cualquier cosa nueva o diferente de sus tradiciones. Tienen miedo de ser engañados. Tienen miedo de la infiltración de la Nueva Era. De hecho, tienen miedo de cualquier cosa que no esté casi perfectamente de acuerdo con la forma en que han estado haciendo las cosas durante los últimos cincuenta años. Una gran parte de la iglesia tiene más confianza en la habilidad de Satanás de engañarnos que en la habilidad de Jesucristo de guiarnos. No me malinterpreten, yo sí creo que varios movimientos de ocultismo y de la Nueva Era constituyen una seria amenaza para la iglesia. Pero hay una amenaza mucho más grande para la vida y el poder de la iglesia que la Nueva Era. El legalismo, el fariseísmo y la esclavitud a la tradición, son amenazas mucho mayores dentro de la iglesia, que cualquier otra cosa que pudiera atacarnos desde fuera. Este 125 tradicionalismo ciego saca la vida fuera de la iglesia y persigue cualquier obra nueva que el Espíritu Santo quiera desarrollar entre nosotros. Es absolutamente necesario, por lo tanto, que pongamos nuestra confianza en la habilidad del Señor de guiarnos, y no en la habilidad de Satanás de engañarnos. Y debemos poner nuestra confianza en el poder de la sangre de Jesucristo, no en nuestra santidad o en nuestras tradiciones. 3) Identificando Tus Dones. Identificar nuestros dones espirituales no es tan difícil como alguien pudiera imaginarse. Existen varias claves para descubrir los dones. Primera Clave. La pista más obvia y práctica es tu grado de éxito en tus varios intentos de ministerio. Las áreas en las que tienes más éxito es posible que sean las áreas en que tienes dones. Si con frecuencia fallas en tus intentos de enseñar pero tienes éxito en tus intentos de evangelismo, eso puede indicar que tienes el don de evangelismo en lugar del don de enseñanza. Normalmente, tendrás que ministrar en varias áreas antes de que puedas determinar cuáles dones tienes. Segunda Clave. También veo que nuestros deseos indican con frecuencia los dones que tenemos o los dones que el Señor quiere darnos. Cuando yo empecé a desear ser usado en un ministerio de sanidad, no tenía ninguna evidencia en mi misterio anterior de que el Señor me hubiera dado un don en esa área. Cuando empecé a orar al Señor para que me usara en sanidad y empecé entonces a orar para que la gente sanara, descubrí que este era uno de los dones que el Señor quería darme. Recuerda, no debes permanecer pasivo con respecto a los dones espirituales. No digas “El Señor puede darme cualquier don que Él quiera, así que voy a esperar que lo haga”. Eso es, por supuesto, correcto teológicamente, pero a menudo solo es una excusa para la pasividad. Recuerda, Pablo nos dijo que buscáramos con diligencia los dones espirituales (1ª Co 12:31; 14:1, 39). Él también nos dijo que podíamos orar por los dones espirituales (1ª Co 14:13). Convierte tus deseos en oraciones, y muy pronto vas a saber los dones que el Señor quiere darte. Tercera Clave. El consejo de otros también puede ser importante. Siempre es posible que nos engañemos a nosotros mismos con respecto a los dones. Tengo un amigo que tiene un don de evangelismo sorprendente. Sin embargo él está ignorando ese don de evangelismo y tratando de ser un maestro. Yo no creo que él tiene el don de enseñanza, ni tampoco otras personas que lo conocen bien. En situaciones como esa, el consejo de otros, especialmente amigos de confianza, nos puede ahorrar mucha frustración y esfuerzo desperdiciado. Cuarta Clave. Finalmente, los dones pueden impartirse a través de la imposición de las manos con declaraciones proféticas. En el Nuevo Testamento los apóstoles podían hacer esto, como hizo Pablo para Timoteo (2ª Ti 1:6) Pero los apóstoles no eran los únicos que podían impartir dones espirituales. Pablo exhorta a 126 Timoteo #No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía, con la imposición de las manos del presbiterio” (1ª Ti 4:14). Timoteo había recibido un don espiritual a través de la imposición de las manos de Pablo y a través de la imposición de las manos de los ancianos. Yo he visto pasar eso varias veces durante los últimos pocos años. Después de que John Wimber oró por mí hace varios años, yo noté un aumento inmediato, en palabras de conocimiento y en sanidades, siempre que oraba por la gente. Yo he visto pasar esto en muchas ocasiones cuando Paul Cain ha orado para que la gente reciba varios dones espirituales. Yo no creo que esto sea automático. Debe hacerse bajo la dirección del Espíritu Santo o no va a pasar nada. Podemos identificar nuestros dones espirituales, por lo tanto, al menos de cuatro maneras: mediante el éxito o falta de éxito cuando intentamos ministrar con varios dones, mediante nuestros deseos, mediante el consejo de oros, y mediante la impartición profética de dones espirituales. 4) Cuando estás en la transición. Casi cada semana encuentro gente, o recibo llamadas de gente que se encuentran en la transición. Ellos han sido parte de una iglesia o una tradición religiosa que ha rechazado el uso contemporáneo de los dones milagrosos, pero por varias razones ahora se encuentran creyendo en estos dones y deseando buscarlos. Frecuentemente esta transición se acompaña de una gran cantidad de conflicto, iglesias se dividen, largas amistades son deshechas, matrimonios son estresados, acusaciones abusivas son lanzadas y recibidas, y cosas parecidas. Yo he estado en ambos lados de este asunto, y yo sé que gran parte de este conflicto no es necesario o inevitable. Consideremos el peor escenario. Tú eres parte de un grupo que no cree en los dones milagrosos del Espíritu y que es incluso hostil hacia aquellos que creen en tales dones. Y ahora de pronto te encuentras siendo dirigido hacia los dones del Espíritu, y te convences que si son para el día de hoy. ¿Qué haces? La primera cosa que la mayoría de la gente hace es suponer que puesto que Dios los está cambiando a ellos, Él también está cambiando a su iglesia o a su grupo. Eso puede ser o no cierto, pero claramente no tienes derecho de suponer eso. Esto es especialmente crucial si tú eres el pastor de una iglesia que ha sido hostil hacia quienes practican los dones del Espíritu. Lo primero que debes pedirle al Señor que te muestre es si Él te está cambiando solamente a ti o a ambos, a ti y a tú iglesia. No supongas ingenuamente que porque te está cambiando a ti, Él también va a cambiar a tu iglesia. No me mal entiendas. Yo creo que en el fondo el Señor quiere cambiar a la iglesia entera. Yo creo que durante mi vida la mayoría de la iglesia va a creer y a practicar los dones del Espíritu. Toda la evidencia estadística actual, de estudios sobre el crecimiento de la iglesia, está avanzando rápida e inevitablemente hacia los dones 127 del Espíritu Santo. La iglesia está regresando a su herencia del primer siglo. Yo estoy completamente convencido de que hasta que la iglesia entera acepte los dones del Espíritu, estamos perdiendo una considerable cantidad de su eficiencia. Sin embargo, Dios su propio programa para todos nosotros. Él no llamó al apóstol Pablo cuando Él llamo al apóstol Juan. Dios el Padre va a contestar la oración sacerdotal de su Hijo de que “seamos traídos a una completa unidad para que el mundo crea que Tú me enviaste y que los has amado a ellos como me has amado a mí” (Jn 17:23). Un día la iglesia va a estar unida con respecto al asunto de los dones milagrosos del Espíritu. Ese asunto se resolvió cuando el Señor Jesucristo pronunció su oración sacerdotal. El tiempo de esa unidad ya ha sido fijado en el cielo, pero tú y yo no sabemos cómo va a llevarse a cabo en una base individual. Por lo tanto, debemos darles a todos la libertad de escuchar la voz de Dios por ellos mismos acerca de este asunto. Nunca supongas que tu cambio implica el cambio de aquellos a quienes ministras, o con los que tienes compañerismo. Si tú eres el pastor de una iglesia que no quiere buscar los dones del Espíritu, y sin embargo el Señor te está conduciendo a buscar los dones del Espíritu, lo más probable es que tendrás que renunciar a tu pastorado. Es absolutamente crítico que escuches al Señor en esta situación. Si Él te dice que Él va a cambiar a tu iglesia, entonces tú debes permanecer en tu iglesia y permitir que Él te dirija en esos cambios. Pero en este punto es mucho más importante permitir que el Señor te cambie a ti de que cambie a tu iglesia. Si Él no va a cambiar a tu iglesia, y tú de hecho renuncias, Él ya ha preparado otro lugar para ti. Sin embargo, tal vez Él no te vaya a llevar pronto a ese lugar. Uno de mis compañeros de clase en el seminario pastoreó una iglesia exitosamente durante diez años. Bajo su ministerio la iglesia creció significativamente. Cuando él se convenció de que los dones del Espíritu eran para hoy, él supo que el Señor no estaba cambiando su iglesia en ese tiempo. Él renunció y ha estado en un empleo secular durante los últimos dos años. Él y su esposa se unieron a una iglesia que cree y practica los dones del Espíritu. Ocasionalmente él enseña y predica en esa iglesia, como también predica en otras iglesias. Ha sido muy difícil para mi amigo y su esposa estar fuera del ministerio profesional durante esos dos últimos años. Sin embargo, ahora parece como si Dios lo va a llevar de regreso al ministerio de tiempo completo. Mirando hacia atrás en este tiempo, ellos dos me dicen que están muy agradecidos por los dos años que han tenido en los cuales han aprendido mucho acerca de los dones del Espíritu sin la presión de dirigir una iglesia. Dios tiene muchas maneras diferentes de traernos a todos a la misma meta. Algunas veces, cuando tú has pasado un tiempo largo rechazando los dones del Espíritu y has llegado a creer en ellos, casi sientes como si estuvieras naciendo de nuevo. Tú sientes como si tuvieras una Biblia completamente nueva. Por esa última afirmación quiero decir que los Evangelios y los Hechos se hacen vivos para ti de una 128 forma que nunca lo habían sido. Cosas que tú habías relegado al primer siglo ahora llegan a ser posibles para la iglesia de hoy. Este es un maravilloso despertar, pero como otros despertares, tu entusiasmo puede hacer mucho daño, así como gran cantidad de bien. Permíteme darte un consejo acerca de cosas que no debes hacer durante este tiempo. Si tu pastor y el liderazgo de tu iglesia no ven tu cambio en una luz positiva, resiste el intento de etiquetarlos. Resiste el intento de presionarlos. En lugar de eso, ora por tu pastor y el liderazgo de tu iglesia. Ora para que Dios bendiga ricamente sus ministerios y para que ellos escuchen precisamente la voz del Espíritu Santo. No supongas que escuchar al Espíritu Santo significa que ellos van a seguir en tus pasos. Puede ser que Dios los tenga a ellos en un programa diferente que a ti. Tu pastor ya tiene suficiente criticismo y presión negativa sin que tú tengas que agregarle más. Yo he sido un pastor por gran parte de mi vida adulta, y yo se lo difícil que es. Una poca gente de hecho cree que tú no puedes hacer nada malo y ciegamente te sigue a cualquier lado. Pero la mayor parte del tiempo alguien está muy molesto contigo porque está yendo demasiado lejos, y alguien más está muy molesto contigo porque no estás yendo suficientemente lejos. Recuerda cuanta misericordia Dios ha mostrado contigo, y muestra un poco de esa misericordia a tu pastor y liderazgo. Por sobre todo, nunca te unas a un grupo en tu iglesia que está en contra de tu pastor y el liderazgo. Sería mucho mejor para ti dejar tu iglesia y tus amigos que rebelarte contra la estructura de autoridad que Dios ha puesto sobre ti. Si el Señor quiere cambiar la estructura de autoridad, Él es perfectamente capaz de hacerlo sin que tú tengas que apoyar a otra gente en dar un golpe de estado impío. Durante tu tiempo de transición, aun cuando no te unas a un golpe impío, es probable que algunos de tus amigos te malentiendan, pensarán que estas tomando una actitud de ser santo que los demás, y te van a acusar de participar en reuniones secretas para la “élite espiritual” de la iglesia. Algunos incluso dirán que eres una herramienta de Satanás que ha sido traída para causar disensión en la iglesia. Cuando se dicen cosas poco amables de ti, es natural ponerse a la defensiva. Cuando se digan cosas poco amables acerca de ti, cuando estás buscando algo que piensas que es correcto, es natural que asumas un complejo de mártir farisaico. La tendencia es pensar que tú y los otros contigo son los únicos realmente interesados en la verdad y los únicos listos para sacrificarse por lo que creen. Aquellos del otro lado de la cerca pueden ver esta actitud inmediatamente, y únicamente intensifica el conflicto. Salomón tenía un gran consejo para responderá las cosas crueles que la gente dice acerca de ti. Él dijo “No pongas atención a toda palabra que dice la gente, o podrás oír a tu siervo maldecirte, porque tú sabes en tu corazón que muchas veces tú has maldecido a otros” (Ec 7:21,22). La verdad es que todos hemos dicho cosas 129 negativas de nuestros amigos cuando hemos estado en desacuerdo con ellos, y la verdad es que la mayoría de las veces no queríamos decirlo. Yo he estado en uno de esos conflictos que estoy describiendo. Yo dije cosas crueles acerca de otros y a otros, y hubo cosas crueles dichas acerca de mí. Sin embargo cuando llegó el tiempo de partir, y tuve que mirar a mis queridos amigos y colaboradores en los ojos, nos abrazamos unos a otros y lloramos. No habíamos realmente querido decir las cosas crueles que habíamos dicho. Como deseo que yo hubiera seguido este consejo que ahora te estoy dando a ti. La causa de Jesucristo nunca avanzará por cristianos que se estén atacando unos a otros. 130 Capítulo 13: Una Pasión por Dios. (179-193 en Inglés) Una de las tareas más agradables que realicé como profesor en el seminario fue la de enseñar acerca del libro de los Salmos. Me encanta meditar sobre el texto en hebreo de los Salmos e intentar desenredar el significado de figuras de lenguaje complicadas. Sin embargo, aunque amo mucho los Salmos, había dos cosas que constantemente me “molestaban” cada vez que meditaba en ellos en esos días. Me sentía incómodo por la intensa búsqueda de Dios por los salmistas. Déjenme darles unos cuantos ejemplos de la clase de intensidad que me inquietaba. Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas, Así te anhelo a ti, oh Dios. Tengo sed de Dios, del Dios viviente. ¿Cuándo podré ir para estar delante de él? (42:1-2) Oh Dios, tú eres mi Dios; De todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; Todo mi cuerpo te anhela En esta tierra reseca y agotada Donde no hay agua. (63:1) Lo único que le pido al Señor —Lo que más anhelo— Es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida, Deleitándome en la perfección del Señor Y meditando dentro de su templo. (27:4) Me quedo despierto durante toda la noche, Pensando en tu promesa. (119:148) Cuando C. S. Lewis intentó describir este fenómeno de los Salmos, se rehusó a llamarlo “el amor de Dios” porque pensó que sería engañoso. En su lugar se refirió a la intensidad de los salmistas como el “apetito por Dios”1 Lewis sintió que algunas personas podrían pensar que “apetito por Dios” sonaba muy áspero. Personalmente, yo pienso que suena muy blando para lo que encontramos en los Salmos. Yo usaría más bien la expresión hambre de Dios o pasión por Dios. Los escritores de los Salmos sentían un anhelo por la presencia de Dios que era abrumadora, y eso me molestaba. Me molestaba porque yo comencé mi vida cristiana con cuando menos algo de ese anhelo. Cuando yo tenía diecisiete años, al estar recién convertido, recuerdo que me quedaba despierto hasta muy tarde en la noche después de que todos los demás en mi casa se habían ido a dormir, para poder hablar con Dios sin interrupciones ni distracciones. Puedo recordar como corría al buzón para recibir el último paquete de versículos para memorizar de los Navegantes y entonces cómo me quedaba 131 levantado hasta las 3:00 o 4:00 de la mañana meditando en esos versículos y memorizando cada uno de ellos. Nadie me obligaba a hacer eso. Yo lo hacía porque tenía hambre de Dios. Pero para cuando me convertí en profesor del seminario y estaba enseñando esas cosas de los Salmos, ya no me quedaba despierto hasta tarde para memorizar la Biblia. No podía decir como el salmista que “Me quedo despierto durante toda la noche, pensando en tu promesa.” (Salmo 119:148). No estoy diciendo que nunca experimenté la presencia de Dios en esos años postreros. Sí tuve tiernos momentos con el Señor, pero no podía decir con los salmistas que mi alma estaba “sedienta” de Dios. Sentía una punzada de culpa cada vez que leía o pensaba en esos pasajes como los que cité previamente. La segunda cosa que me molestaba en los Salmos era la emoción de los salmistas. Ellos exhibían no solamente un gozo intenso en el Señor sino que también invitaban a otros a sentir el mismo gozo como si se supusiera que eso era la norma para cada creyente. Una cosa es que el salmista diga algo como “Oh Israel, alégrate de tu Creador. Oh pueblo de Jerusalén,[a] regocíjate de tu Rey.” (Salmo 149:2), yo podría haber racionalizado eso. Pero el salmista no se detiene allí; él continúa para explicar lo que quiere decir con “alégrate de tu Creador” En el siguiente versículo él exhorta a la gente diciendo “Alaba su nombre con danza, y acompáñala con panderetas y arpas,” (Salmo 149:3) ¿Danza? Sí, el salmista dijo que debemos alabar a Dios con danza. El gozo del salmista era tan grande que necesitaba su cuerpo entero, no sólo su voz, para expresarse adecuadamente. Esta no era una forma poco usual de expresar intensa alegría en el Señor. Miriam, David, y la hija de Jefté estaban tan dominados por el gozo en el Señor, que danzaban delante de Él.2 No estoy tratando de iniciar un argumento a favor de la danza en los servicios de mi iglesia; lo que hago es ilustrar el hecho de que el gozo del Señor era tan grande en esos santos que no podían dejar de danzar. El gozo era sólo una de las emociones que encontré una y otra vez en los Salmos. Los salmistas podían expresar casi de manera ilimitada el dolor o la tristeza por su pecado o por la ausencia de la presencia de Dios. Escuchen otra vez al autor del Salmo 42: Tengo sed de Dios, del Dios viviente. ¿Cuándo podré ir para estar delante de él? Día y noche solo me alimento de lágrimas, Mientras que mis enemigos se burlan continuamente de mí diciendo: “¿Dónde está ese Dios tuyo?” (42:2-3) Cualquiera que haya leído algo de los Salmos sabe que los salmistas son capaces de llegar a grandes extremos emocionales. Y a mí no me gustaba esta característica de los Salmos. Y no me importaba si la emoción era manifestada en un juego de futbol o en alguna otra clase de competencia atlética, pero me parecía fuera de lugar dentro de un marco religioso. 132 Al comentar la ausencia de emoción en la adoración de su denominación, C.S. Lewis dijo: “Tenemos una terrible preocupación por lo que sea de buen gusto”3 Yo sentía que expresar emoción en la religión era de mal gusto. Me disgustaba la emoción y desconfiaba de ella. Las personas débiles eran emocionales; las fuertes no lo eran. Hasta el día de hoy tengo una imagen vívida en mi mente de uno de mis niños llorando cuando tenía siete años. Lloraba, no porque se hubiera lastimado, sino porque habían herido sus sentimientos. Yo interpreté esas lágrimas como un signo de debilidad, y no me agradó verlas en mi propio hijo. Me encantaba decir que yo vivía de acuerdo a la Palabra de Dios, no de acuerdo a mis sentimientos. Había predicado tantos sermones sobre este tema, que llegué a considerar los sentimientos y la Palabra de Dios como enemigos mutuos. Lo que me preocupaba acerca de los Salmos era que ellos no compartían mi punto de vista sobre las emociones. Los salmistas parecían dar rienda suelta a sus sentimientos. No se avergonzaban de su hambre apasionada por Dios, ni de la intensa alegría que sentían en su presencia, ni de las lágrimas que derramaban por su pecado o por la ausencia de Dios. Me molestaba que mi experiencia no coincidiera con la de ellos, y no podía encontrar un método para racionalizar su experiencia. ¿Se suponía que esta experiencia era normativa? ¿Por qué lo que yo experimentaba era tan diferente? Aunque no soy psicólogo, creo que puedo comprender por qué llegué a sentir tanta desconfianza y disgusto por las emociones. Mi aversión a los sentimientos se dio a través de la combinación de un trauma de la niñez y un sistema teológico que adopté unos cuantos años después de mi conversión. Cuando era un jovencito, admiraba a mi padre más que a ningún hombre –más que a cualquier héroe del cine o la televisión. Lo veía como alguien increíblemente inteligente. El parecía conocer la respuesta a todas mis preguntas. También lo consideraba muy poderoso físicamente. Había peleado en la Segunda Guerra Mundial, y aún después de que fue herido en una explosión y la metralla penetró profundamente en su espalda, continuó luchando por dos días. Para mi mente joven, él era un hombre en todo el sentido de la palabra. Sucedió poco después de mi décimo segundo cumpleaños, cuando todos habíamos salido de la casa. Mi padre entró a la cocina, se sirvió algo de whisky en un poco de café, y usó esta mezcla para ingerir unos barbitúricos. Garabateó una nota de una página, y entonces caminó hacia la sala en donde puso una pieza de música de piano muy triste llamada “La Última Cita” en el tocadiscos. Ajustó el fonógrafo para que tocara la pieza una y otra vez. Y escuchó ese disco varias veces hasta que tomó una de las pistolas de la familia para poner fin a su depresión y confusión. Dejó una viuda de treinta y cuatro años quien sólo tenía una educación hasta segundo de preparatoria, y cuatro niños a los cuáles debía criar y educar. Yo era el mayor con doce años; mi hermana la más pequeña tenía tres años. De alguna manera, debido al trauma, tomé la decisión de que iba a ser fuerte y nunca permitiría ser lastimado de esa forma, otra vez. Mi abuelo materno murió de un ataque al corazón en ese mismo año. De pronto me convertí en el hombre de la familia, y tome la estoica resolución de no dejar lugar para las emociones en mi vida. 133 Cinco años después me convertí de una manera maravillosa y total a la edad de diecisiete años. Pienso que pude haber hecho paz con mis emociones, y hasta haberlas aceptado, si no hubiera sido por el sistema teológico que adapté unos cuantos años más tarde. Racionalizando Nuestra Falta de Pasión Ya he confesado que había un abismo entre mi experiencia con Dios y la experiencia con Dios de los salmistas. Siendo completamente honesto, tendría que admitir que dicha experiencia era no solamente diferente de la de los salmistas sino que también era diferente de la de cualquier héroe de la Biblia. Ellos parecían mostrar una pasión continua por Dios que yo había perdido. Tenía que hacer una de dos cosas. Tenía que recuperar esa pasión de alguna forma, o tenía que encontrar una buena excusa para explicar por qué no tenía ya esa pasión por Dios. He aquí el sistema en pocas palabras. Los sentimientos son engañosos y no son dignos de confianza. De hecho, no se puede confiar en lo subjetivo. La Biblia es objetiva y por lo tanto es lo único en lo que se puede confiar. La Biblia dice que el mandamiento más grande es amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. (Mateo 22:36-40). Este amor no es ante todo un sentimiento. En lugar de eso, amor es en realidad la obediencia a los mandamientos de Dios. Después de todo, Jesús dijo esto de manera explícita en Juan 14:15,21, y 23: Si me aman, obedezcan mis mandamientos. Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos. Todos los que me aman harán lo que yo diga. Para mí esto significaba que los sentimientos no son importantes siempre y cuando estemos obedeciendo al Señor. Puesto que la Biblia es el registro objetivo de los mandamientos de Dios, debe ser un asunto sencillo saber si estamos obedeciendo los mandamientos de Dios y, por lo tanto, amando a Dios. Este es el sistema que adopté y sobre el cual prediqué por años. Este sistema me mantuvo ligado a una versión anémica del Cristianismo y me proveyó una manera conveniente de racionalizar mi falta de hambre por Dios. Permítanme ilustrar por qué ésta es una visión defectuosa, no sólo del Cristianismo del Nuevo Testamento sino también del amor. Con el paso de los años ha habido varios hombres, tanto de mis clases del seminario como de mis iglesias, que han confesado su atracción por la pornografía. Algunos de esos hombres habían exitosamente resistido la tentación de profanarse a sí mismos con películas o libros pornográficos. Sin embargo estaban preocupados porque en sus corazones se daban cuenta de que aún deseaban ver pornografía. Existía un apego emocional no deseado hacia la pornografía en sus corazones. Yo acostumbraba decirles que no se preocuparan por eso mientras no estuvieran viendo 134 pornografía. Después de todo se supone que los sentimientos correctos siguen a las acciones correctas, así que sus sentimientos cambiarían pronto. No obstante esos sentimientos no cambiaban y algunas veces continuaron por años. De acuerdo a mi sistema, esos sentimientos no eran importantes siempre y cuando los hombres estuvieran obedeciendo. Sin embargo, veámoslo desde la perspectiva de sus esposas. ¿Estaban contentas con que sus esposos desearan ver los cuerpos de otras mujeres? Aunque algunos de esos esposos no habían caído en el pecado de pornografía, las esposas se sentían traicionadas y lastimadas por el hecho de que sus esposos desearan hacerlo. Cada esposo y esposa saben que esta es una forma defectuosa de Cristianismo. ¿Es esto lo mejor que Dios tiene para nosotros; que resistamos al pecado disciplinando nuestra voluntad, pero que estemos atados al pecado en nuestros corazones? En otras ocasiones he aconsejado a parejas en las que el esposo era bondadoso y un fiel proveedor para con su esposa, pero había perdido la pasión por ella. Él ya no sentía lo mismo por ella como cuando la estaba cortejando o en los primeros años de su matrimonio. Había hecho lo correcto, pero los sentimientos ya no estaban allí. ¿Qué esposa estaría satisfecha con esa clase de amor? Yo había abrazado una clase de Cristianismo que separaba radicalmente la obediencia y los sentimientos. Obediencia sin emoción no es más que disciplina o fuerza de voluntad. No es amor. No puedes quitarle la pasión al amor y seguir teniendo amor. El verdadero amor se manifiesta no solamente con actos sino con sentimientos. El afecto y la pasión son aspectos indispensables en el amor a Dios. La meta de la vida cristiana no es simplemente la obediencia externa a los mandamientos escritos de Dios. La meta de la vida cristiana es obedecer a Dios con todo el corazón (Romanos 6:17: Efesios 6:6) Nadie puede obedecer con todo el corazón a menos que los mandamientos de Dios estén escritos en su corazón. Esta es la gran diferencia entre un santo del Antiguo Testamento y un creyente del Nuevo Testamento. Porque tenemos acceso al ministerio del Espíritu Santo, Él escribe los mandamientos de Dios en nuestros corazones (Jeremías 31:33; Hebreos 10:16) No debemos contentarnos con obediencia externa. Podemos odiar lo que Dios odia y amar lo que Dios ama. En 1746 Jonathan Edwards publicó un libro, Los Afectos Religiosos, en el que él alegaba que: “la verdadera religión debe consistir de gran manera en los afectos.”4 Edwards afirmó que uno de los principales trabajos de Satanás es propagar y establecer la convicción de que todos los afectos y emociones sentimentales de la mente en el ámbito de la religión no deben tomarse en cuenta sino más bien deben ser evitados y se debe guardar cuidadosamente de ellos, como de una tendencia perniciosa. Él sabe que esta es la manera de convertir la religión en una mera formalidad sin vida, y de excluir efectivamente el poder de la devoción echando fuera todo el verdadero Cristianismo.5 Edwards continuó diciendo: Así como no existe verdadera religión donde no hay nada más que afecto, tampoco existe verdadera religión en donde no hay afecto religioso… Si las grandes cosas de la religión han de ser comprendidas correctamente, éstas tendrán que conmover el corazón. Esa manera de desairar todo afecto religioso es la forma de endurecer los corazones de los hombres extremadamente, y de fomentar su estupidez 135 e insensibilidad, y de mantenerlos en un estado de muerte espiritual mientras vivan para conducirlos al final a la muerte eterna.6 Edwards se esforzó mucho para demostrar con las Escrituras que el verdadero Cristianismo es tanto una religión de las emociones como de la voluntad. Él demostró que las Escrituras le dan un gran valor a sentimientos como “temor, esperanza, amor, odio, deseo, alegría, tristeza, gratitud, compasión, y entusiasmo.”7 No podemos amar a Dios u obedecerlo sin esas santas emociones. Siendo Seducido (Perdiendo la pasión al ser seducido por seis ídolos: Denominación, Biblia, Moral, Dones, Música, Compañerismo) La ironía es que casi todas las personas comienzan la vida cristiana sintiendo un amor y anhelo apasionados por Jesús. A lo largo del camino muchos de nosotros perdemos esa pasión, pero ésta no tiene por qué permanecer perdida –a menos que nuestra teología indique que es normal vivir la vida cristiana sin sentir pasión por Jesús. Cuando me convertí a los diecisiete años, no tenía un trasfondo religioso de ninguna clase. Inmediatamente, me enamoré del Señor Jesús. Empecé a devorar su Palabra. Hablaba con Él constantemente. Una y otra vez le testifiqué a cada uno de mis amigos no cristianos. Mostré tal entusiasmo que perdí a todos mis amigos, con la excepción de dos de ellos. Esta pérdida no me afectó mucho porque estaba tan enamorado de Jesús que ninguna cosa más me importaba realmente. Eventualmente perdí mi primer amor y adopté la teología que justificaba esa pérdida. Sin embargo, no fue mi teología lo que causó que perdiera mi primer amor. Fue algo más. 1) Seducido por la Denominación. Después de un año, la pasión original que yo sentía por el Señor Jesús empezó en cierta forma a apagarse. No puedo señalar el día o la hora cuando esto sucedió, ni puedo dar una razón para ello, pero algo había cambiado definitivamente. La pasión que originalmente sentía por Jesús había sido transferida sutil y ciertamente a mi denominación. Yo la amaba. En la iglesia hablábamos mucho acerca de nuestra denominación y de lo orgullosos que estábamos de ella. Se volvió difícil para mí el entender por qué todos los verdaderos cristianos no querrían ser parte de nuestra denominación. Recuerdo que también pensaba que mi iglesia era quizás la mejor iglesia en toda la denominación. No pienso que haya amado demasiado a mi denominación o a mi iglesia. El problema era que amaba a Jesús muy poco en comparación con mi iglesia. Un engaño como este ocurre tan lentamente y es tan sutil que resulta casi imposible darse cuenta cuando estás siendo atrapado por él. Finalmente me arrepentí de poner a mi iglesia primero que a Jesús, y la pasión original por Él comenzó a regresar. 2) Seducido por la Biblia. Fui seducido otra vez en mi búsqueda por cultivar el amor por el Señor Jesús. Sucedió de la siguiente forma. Durante el proceso de mi aprendizaje de Teología y de convertirme en un profesor del seminario, desarrollé una intensa pasión por estudiar la Palabra de Dios. Y descubrí que amaba la Biblia más que al Autor de la Biblia. Estuve cautivo en esta trampa por más años de los que quiero acordarme. Sin darme cuenta, empecé a considerar que la esencia de la vida cristiana era el estudio de la Biblia o el conocimiento de la Biblia. C.S. Lewis se refirió a mi error de esta forma, “Algunas veces (no frecuentemente) uno se alegra de no ser un gran 136 teólogo; uno puede con gran facilidad confundir eso con ser un buen cristiano.”8 Esta es una trampa en la que es muy fácil caer cuando vives en una comunidad académica cuyo propósito principal es enseñar las Escrituras y entrenar a otros para enseñarlas. Me tardé mucho en entender que conocer la Biblia no es lo mismo que conocer a Dios, que amar la Biblia no es lo mismo que amar a Dios, y que leer la Biblia no es lo mismo que escuchar a Dios. Los fariseos conocían la Biblia, amaban la Biblia y leían la Biblia, pero no conocían, amaban, o escuchaban a Dios. Un día Jesús les dijo, El Padre mismo, quien me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han oído su voz ni lo han visto cara a cara, y no tienen su mensaje en el corazón, porque no creen en mí, que soy a quien el Padre les ha enviado. Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida. (Juan 5:37-40), énfasis mío. Estos hombres pasaban horas cada día estudiando las Escrituras, y aun así el Hijo de Dios les dijo que nunca habían escuchado la voz de su Padre en ningún momento. Es posible leer la Biblia cada día de nuestras vidas ¡y nunca escuchar la voz de Dios! La ironía en todo esto es que yo había predicado muchos sermones sobre la importancia de hacer lo que dice la Biblia, y no sólo saber lo que ésta dice. Sin embargo, la mayoría de mis esfuerzos y tiempo fueron dedicados a entender la Biblia y la teología ortodoxa en lugar de buscar al Hijo de Dios y buscar parecerme a Él. No tenía idea de la profundidad del engaño que me había atrapado. He aquí algunas señales obvias en las vidas de aquellos que ponen a la Biblia primero que a Jesús. Hablan más acerca de la Biblia que de Jesús. Tener la doctrina correcta es más importante para ellos que vivir la vida correcta. Esto significa que la prueba definitiva para la admisión en sus grupos es en qué crees, más que cómo actúas. Sus líderes pueden ser severos y autoritarios. Los pecados de orgullo, arrogancia y crueldad religiosa son disculpados o pasados por alto. Predicar la Palabra es más importante para ellos que vivirla. Odio admitirlo, pero todas esas características fueron verdaderas en mi vida cuando puse la Biblia por encima del Señor Jesús. El problema no era que amara la Biblia demasiado, sino que amaba a Jesús muy poco en comparación con la Biblia. 3) Seducido por la Moral Cristiana. Algunas personas son seducidas para hacer de la conducta moral externa y el cumplimiento del deber la esencia de la vida cristiana. Los que hacen esto terminarán sintiéndose justos en su propia opinión, lo cual caracterizaba a los fariseos. Consideren lo que Jesús les dijo a los que eran culpables de este pecado: ¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! Pues se cuidan de dar el diezmo sobre el más mínimo ingreso de sus jardines de hierbas, pero pasan por alto los aspectos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más importantes. ¡Guías ciegos! 137 ¡Cuelan el agua para no tragarse por accidente un mosquito, pero se tragan un camello! ¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! ¡Pues se cuidan de limpiar la parte exterior de la taza y del plato pero ustedes están sucios por dentro, llenos de avaricia y se permiten todo tipo de excesos! ¡Fariseo ciego! Primero lava el interior de la taza y del plato, y entonces el exterior también quedará limpio. ¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! Pues son como tumbas blanqueadas: hermosas por fuera, pero llenas de huesos de muertos y de toda clase de impurezas por dentro. Por fuera parecen personas rectas, pero por dentro, el corazón está lleno de hipocresía y desenfreno. (Mateo 23:23-28) Si la esencia de la vida cristiana se reduce a estar en conformidad con las reglas, siempre terminaremos en fariseísmo. Siempre me ha gustado considerarme como una persona libre de legalismo y jactancia. De hecho, siempre he presumido con la imagen de mí mismo como “santo inconformista” Pero a pesar de esta pequeña fantasía, un buen número de veces en mi camino con el Señor, he sido seducido por el legalismo y por sentirme sabio en mi propia opinión, Déjenme decirles cómo el Señor me mostró esto. Cuando estaba en el proceso de dejar mi iglesia en Fort Worth y dejar mi trabajo como profesor en el seminario, empecé a experimentar un avivamiento personal en mi afecto por el Señor Jesús. Para cuando nos habíamos cambiado a Anaheim, California, para ser parte del personal de la iglesia Vineyard Christian Fellowship, me sentía más cerca del Señor de lo que me había sentido en los días siguientes a mi conversión. Un día en el otoño de 1988, mientras me dirigía en el auto hacia mi oficina en la iglesia, me di cuenta de que sentía un estado de ánimo excepcionalmente feliz. Hice una rápida revisión de mi vida y no pude encontrar alguna razón que fuera la causa de la alegría que estaba experimentando ese día. No tenía la expectativa de ir de vacaciones o de algún viaje próximo, no había victorias espirituales recientes que me causaran ese gozo en mi vida. Yo estaba simplemente feliz, de camino a un día de trabajo ordinario. Empecé a preguntarle al Señor por qué sentía tal sensación de gozo. Al estar revisando mi vida, me di cuenta de que estaba más cerca del Señor de lo que había estado en un largo tiempo. Estaba orando más de lo que lo había hecho antes y realmente lo estaba disfrutando. Estaba meditando en las Escrituras de manera constante y por lapsos de tiempo más largos que antes. Siempre había estudiado la Biblia para las clases y los sermones, pero ahora había algo nuevo acerca de la calidad del tiempo que yo estaba dedicando sólo a meditar para mi beneficio personal. Me estaba entregando a la gente de una manera como no lo había hecho antes en mi ministerio. Y por primera vez en mi vida estaba empezando a ayunar regularmente. (Una de las cosas buenas acerca de ser cesacionista, es que una vez que adquieres esa categoría de “cosas que dejaron de existir al final del primer siglo”, eres 138 libre de volcar en esa categoría las cosas que no te gustan. Yo puse no sólo los dones en esa categoría sino también el ayuno) Sin darme cuenta, había comenzado a felicitarme a mí mismo en mi camino con el Señor, por mi constancia y disciplina. Y justamente en ese punto el Señor me habló tan claramente como si lo estuviera haciendo con voz audible. Él me dijo “No te regocijes en tu entrega al Señor Jesús –regocíjate en el Señor Jesús mismo. Si te regocijas en tu entrega a Él, ello te conducirá a sentirte justo en tu propia opinión.” Con esa revelación, recibí una perspectiva divina para mi vida. Observé períodos en donde había estado creciendo mi cercanía con el Señor, y entonces observé como esa cercanía se había interrumpido cuando empezaba a regocijarme en mi entrega a Él. Unos cuantos días después creo que el Señor me mostró en dónde está escrita esta verdad en las Escrituras. Se encuentra en la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos en Lucas 18:9-14. En esa parábola el fariseo oraba, “Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”. La oración del fariseo demuestra que él se estaba regocijando en sí mismo por su entrega a Dios en lugar de regocijarse en Dios. Si esta actitud no es interrumpida, siempre conducirá a que la persona se considere justo en su propia opinión, y esto ocasionará el desprecio por otras personas (ver Lucas 18:9). 4) Seducido por los Dones. Algunas personas son seducidas cuando ponen los dones espirituales por encima del Señor Jesús. Esto parece ser lo que les sucedió a los corintios. Otros son seducidos por la emoción. Buscan obtener cierto nivel de sentimiento en lugar de buscar al Señor Jesús. Estas clases de personas son fácilmente llevadas a la extravagancia y los excesos emocionales. 5) Seducido por la Música. Existe otra seducción aún más sutil. El estilo de adoración en la iglesia ha experimentado un gran cambio. En muchas iglesias de hoy el uso de los himnarios es menos frecuente y se ha optado por un estilo de música más contemporáneo. En lugar de dos o tres himnos programados al comienzo del servicio como parte de los “preliminares”, muchas iglesias han extendido el tiempo de adoración con música. En mi opinión, esto tiene muchas cosas buenas, pero aún aquí yo veo que algunas personas son seducidas. Hay gente que adora a la adoración en lugar de adorar al Señor Jesús. 6) Seducido por el Compañerismo. He encontrado personas que ponen la vida cristiana por encima de Jesús. He encontrado feligreses, y hasta estudiantes del seminario, que se convirtieron a una forma de vida, pero no se convirtieron a Jesucristo. Ellos aman la vida cristiana: aman el compañerismo, asistir a la iglesia, asistir a reuniones, donar para causas nobles, el estímulo que obtienen de la lectura de la Biblia, y hasta la oración. Es posible hacer todas estas cosas y nunca haber confiado en Jesucristo para el perdón de los pecados y recibir vida eterna. He visto a estudiantes del seminario siendo guiados a aceptar a Cristo ya en su cuarto año de 139 estudios en el seminario. He visto diáconos de la iglesia alcanzar la fe en Cristo después de años de fiel servicio en una iglesia conservadora. Lo que quiero decir es que es posible colocar casi cualquier cosa por encima de Jesucristo sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Podemos poner la Biblia y los mandamientos por encima del Señor. Podemos poner los dones espirituales y hasta varias clases de adoración por encima del Señor. Podemos poner varias formas de ministerio –testificar, ayudar a los pobres, orar por los enfermos –por encima del Señor. Es posible ser seducido por todas esas cosas. Ídolos Brillantes y Atractivos. No debemos equiparar a Jesús con ninguna de esas cosas aunque sean buenas. Jesús no es una doctrina, una teología, un principio abstracto, un ministerio, una iglesia, una denominación, una actividad, o hasta una forma de vida. Jesús es una persona, una persona real. Y Él nos demanda que lo coloquemos sobre todas esas cosas buenas. Ninguna de esas cosas murió por nosotros; el Hijo de Dios lo hizo. Ninguna de esas cosas controla nuestro destino; el Hijo de Dios lo hace. En cualquier momento en que yo empiece a dedicar más atención a una de esas cosas o a buscar una de ellas más de lo que busco al Hijo de Dios, ésta se convertirá en un ídolo en mi vida y me alejará de Él. Es muy fácil confundir al amor a esas buenas cosas con el amor a Jesús. Es muy fácil confundir el estar comprometido con esas cosas con el estar comprometido con Dios. Más que ninguna otra cosa, la pasión por Dios debe ser cuidada y cultivada o la perderemos. Me doy cuenta de que casi todas las cosas buenas en mi vida son aptas para competir con mi tiempo y mi intimidad con Dios. Lo esencial de todo en la vida es amar a Dios y entonces amar a su pueblo (Mateo 22:36-40) Un Amor Apasionado Con frecuencia hablo de “pasión” por Jesús en lugar de amor por Jesús porque la palabra amor ha perdido su significado bíblico en muchos círculos religiosos en nuestros días. Como dije antes, los teólogos y algunos predicadores populares están constantemente intentando definir el amor principalmente en términos del deber, sin ninguna referencia a su calidad emocional. Un amor hacia Dios que está desprovisto de emoción es un producto ficticio creado por las mentes de los maestros modernos. La Biblia nunca define al amor en esa forma. Me gusta la palabra pasión porque recalca el lado emocional del amor. Pasión puede definirse como “cualquier clase de sentimiento por el cual la mente es poderosamente afectada o conmovida: una emoción vehemente, urgente, o sobrecogedora”.9 Pasión es un sentimiento que mueve la mente y la voluntad hacia la acción. El término pasión cubre un amplio rango de sentimientos que son apropiados para amar a Dios. Me estoy refiriendo a cosas como deseo, anhelo, entusiasmo, afecto, avidez, hambre, y más. Estos sentimientos son todos característicos de una persona que está profundamente enamorada. Yo deseo que esos sentimientos apasionados sean característicos de mi relación con el Señor Jesús. Por supuesto, yo quiero ser perfectamente obediente al Señor, pero deseo que esa obediencia surja de un amor apasionado por Él. Yo quiero obedecer a Jesús no simplemente por disciplina o deber, porque espero una recompensa o temo un castigo. Quiero servirle sólo por el gozo de poder agradar al 140 que amo tanto. Si la disciplina es fundamentalmente la que nos mueve en nuestra búsqueda de Jesús, eventualmente nos daremos por vencidos. Pero un hombre enamorado o una mujer enamorada nunca se rendirán. Esa es la naturaleza del amor (Cantares 8:6-7). Yo quiero que mi vida se caracterice por un afecto incontenible por el Hijo de Dios. ¿Es esta una meta realista o sólo un pensamiento ilusionado? He escuchado a algunas personas enseñar que al comienzo de nuestra relación con Dios es normal tener pasión por Él, y después de un tiempo relativamente corto también es normal que esa pasión sea reemplazada con una sensación más confiable de deber y disciplina. Hasta he escuchado decir a algunos maestros que esta pérdida de pasión es una señal de madurez espiritual. Creo que la Biblia nos presenta un cuadro totalmente opuesto. Piensa en las citas de los Salmos al principio de este capítulo. Los salmistas no habían perdido su pasión por Dios. Estaban llenos de hambre y anhelo por Él. Emplearon las metáforas más vívidas para expresar su deseo vehemente por Dios. Tal como el ciervo estaba sediento por las corrientes de agua, así el salmista estaba sediento de Dios (Salmo 42:1-2). David dijo que su oración más grandiosa sería sentarse en la casa del Señor simplemente para “mirar la hermosura del Señor y buscarlo en su templo” (Salmo 27:4). Si los santos del antiguo testamento se sentían apasionados por Dios, ¿cuánto más los santos del Nuevo Testamento debemos sentirnos así, puesto que vivimos a la luz de la cruz y con el poder del Espíritu Santo? Empero, si hemos perdido esa pasión, ¿cómo podemos recuperarla? ¿Y cómo están relacionados nuestra pasión por Dios y el hecho de experimentar su poder? Exploraremos estas preguntas en el capítulo final. 141 Capítulo 14: Desarrollando Pasión y Poder. (195-207 en Inglés) (Traducido por TLA) Un día Jesús llegó a la aldea de Betania y decidió quedarse en la casa de María, la hermana de Martha y de Lázaro (Lucas 10:38-42). María sentía tanto deseo y tanto afecto por el Señor que se sentó a sus pies escuchando todo lo que Él decía. Era la hora de la comida, pero ella prefería escuchar a Jesús en lugar comer. De acuerdo a las reglas comunes de hospitalidad en el antiguo Cercano Oriente, María era responsable, junto con su hermana Martha, de servirles una comida a Jesús y a sus discípulos. Pero su deseo de escucharlo y estar con Él era mayor que el de servirle la comida. Su afecto por el Señor iba más allá de las reglas de etiqueta. Yo estoy seguro de que si Jesús le hubiera dicho a María que fuera a ayudarle a su hermana Martha, ella lo habría hecho enseguida. Pero de ninguna manera iba a alejarse de su presencia a menos que Él se lo ordenara. Los predicadores con frecuencia usan este incidente como un argumento para recalcar la necesidad del estudio de la Biblia. Sin embargo, María no estaba estudiando la Biblia; ella estaba sentada a los pies de su persona favorita escuchando atentamente todo lo que Él decía. La pasión profunda de María por el Señor se observó también seis días antes de la última Pascua de Jesús. Él sabía que sólo le quedaban seis días antes de ir a la cruz, ¿En dónde creen que escogió pasar esos últimos seis días? Él pasó por alto a todas las personas y lugares “políticamente correctos” en Jerusalén y se fue a la aldea de Betania, a de tres millas de la ciudad. El prefirió la casa de Lázaro, Martha, y María. ¿Por qué? Porque este era el lugar que su Padre celestial había escogido desde la fundación del mundo para que su Hijo fuera ungido para su sepultura. ¿A quién le daría Dios el honor de ungir a su Hijo? Sucedió así. María llegó a mitad de la comida llevando una libra de nardo puro, un perfume que valía cuando menos el salario de un año. Entonces, ella “desperdició” ese costoso perfume derramándolo sobre los pies de Jesús. Enseguida soltó su cabello y lo usó para secar con él los pies del Señor (Juan 12:1-3). Ésta fue una acción extraordinaria. También fue una acción indebida. María interrumpió la comida, se acercó a un huésped de sexo masculino, se soltó el cabello a la manera de una mujer inmoral, y ejecutó una tarea correspondiente a una esclava. ¿Qué fue lo que la impulsó a humillarse y a traspasar los límites del decoro?1 ¿Qué la indujo a realizar semejante derroche? Fue esto: Ella reconocía la grandeza de Jesús, y sabía que Él merecía todo el lujo que ella pudiera prodigarle. Él era digno de la humillación más profunda que ella pudiera sufrir por Él. María estaba impulsada por una pasión santa por el Hijo de Dios. Ella derramó el perfume sobre Jesús, y estaba dispuesta a derramar su vida entera por Él si él le daba la oportunidad. El regalo era extraordinario, pero éste solamente era un reflejo de sus sentimientos extraordinarios hacia Cristo. Tanto Juan como Lucas muestran esas “instantáneas” de María porque están presentando su vida como un ejemplo para que nosotros la imitemos. ¿Cómo podemos desarrollar la misma pasión y devoción que María sentía por Jesús? Desarrollando Pasión por Jesús 142 Existen tres pasos sencillos para desarrollar la pasión por Jesús. El primer paso es obvio. No puedes amar o sentir pasión por alguien a quien no conoces. Como María, debemos tomarnos el tiempo necesario para conocer a Jesús. Mientras más tiempo pasemos sentados a sus pies y escuchándole, mejor le conoceremos. Y mientras más le conozcamos, más le amaremos. Durante nuestro período acostumbrado de meditación y oración, debemos recordarnos a nosotros mismos que el propósito de este tiempo es reunirnos con una Persona real. Esta Persona nos habla, nos guía, nos alienta, nos da revelación, y produce en nosotros convicción de pecado. Se enoja, y perdona. Tenemos la capacidad de causarle dolor y hacer que se regocije. Estas son las cosas que las Escrituras nos enseñan acerca de Dios cuando nos acercamos a Él en oración. No debemos asumir que debido a que podemos leer, ya podemos entrar a su presencia. Leer la Biblia de forma mecánica u orar de manera ritualista no nos llevará a la presencia de Dios. El salmista le pidió, “Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas” Salmo 119:18. Él sabía que sin la presencia de Dios para iluminar su Palabra, nunca vería “las verdades maravillosas”. Pide la presencia de Dios, no asumas que ya está allí. Acércate a su Palabra deseando encontrarte y hablar con una Persona. Escúchale mientras meditas y oras. Estas son cosas que todos sabemos. Nos las han enseñado desde que nos convertimos. El problema no es que no las conozcamos; el problema es que no las hacemos. Cuando yo era pastor de una iglesia bíblica, la principal exhortación que hacía a las personas, era que leyeran la Biblia y oraran. Y cuando las aconsejaba, la confesión número uno que hacían era que no leían la Palabra ni oraban de manera regular. Desde hace aproximadamente diez años he viajado extensamente a través de la Iglesia Cristiana. Y tendría que admitir que la mayoría de los pastores y miembros de la iglesia que he conocido, no tienen un tiempo personal consistente de meditación en la Biblia, y de oración. Y he descubierto que esto es cierto en todas las ramas de la iglesia. Los cristianos a quienes les hablo creen en que la Palabra y la oración son importantes, y ellos realmente desean meditar y orar, pero simplemente no lo hacen. En la mayoría de los casos esto no se debe a un fracaso moral en sus vidas. Más bien, no se reúnen con el Señor por una simple falla mecánica –no programan un tiempo con Él. La gente tiende a vivir bajo la ilusión de que siempre van a tener tiempo para orar y meditar en la Palabra. Esa es una de las mentiras más exitosas del diablo. Él sabe que si puede mantenerte fuera de la presencia de Dios, te derrotará. Aún si tienes una vasta cantidad de conocimiento bíblico, eso sólo hará que te sientas muy orgulloso e inteligente y que lastimes a otras personas si no entras constantemente a la presencia de Dios. Aún si tienes dones espirituales poderosos, solamente harás estragos en tu iglesia si no estás en la presencia de Dios de manera regular. Nunca alcanzaremos la pasión por el Hijo de Dios, ni seremos de provecho a la larga para su servicio, si no estamos constantemente en su presencia. No hay un solo héroe de la Biblia que no se haya acercado a la presencia de Dios de manera constante. Sigamos el ejemplo de Josué y meditemos en la Palabra de día y de noche (Josué 1:5-9). Sigamos el ejemplo de Pablo y oremos sin cesar (1 143 Ts. 5:17). Sigamos el ejemplo de María y sentémonos a los pies de Jesús (Lucas 10:39). Para seguir sus ejemplos, debemos aprender a apartar un tiempo de manera sistemática, o nunca estaremos delante de Dios de manera constante. Si hacemos esto de forma habitual, esperando encontrarnos con su Persona, esta Persona nunca nos decepcionará. He aquí la segunda clave para adquirir pasión por el Señor Jesús. En todas las relaciones de vez en cuando se forman barreras debido a malos entendidos y a veces por causa de agravios. No sucede de manera diferente en nuestra relación con el Señor. Cada vez que pecamos, se crea un obstáculo entre nosotros y Él. La culpa por el pecado puede impedir que vayamos a la presencia del Señor. Esto pasa también en nuestras relaciones horizontales. Cuando lastimo a alguien a quien amo, no puedo disfrutar de su compañía hasta que el problema se arregla. Existe solamente una cosa que puede remover la barrera entre Dios y sus hijos desobedientes. Esa cosa es la sangre de su Hijo. Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. (1Juan 1:7-9). La culpa por el pecado nos es quitada todas las veces que confesamos ese pecado, confiando en el poder de la sangre de Jesucristo para perdonarnos y limpiarnos. Esta es otra verdad que nos ha sido enseñada desde nuestra conversión. Sin embargo yo me encuentro con muchos cristianos que están agobiados por la culpa del pecado y parecen vivir más tiempo bajo la condenación que en la libertad de Cristo. Muchas personas me han dicho que confesaron sus pecados pero que no se sienten perdonados. No es suficiente decir algunas palabras de arrepentimiento; debemos confiar en el poder de la sangre de Jesús para ser perdonados. Nunca vamos a ser lo suficientemente santos o lo suficientemente disciplinados para llegar a la presencia de Dios y ser perdonados si no es por la sangre de su Hijo. La única herramienta que el Padre nos ha dado para quitar el pecado y la culpa, es la sangre de su Hijo. Nuestras buenas obras, nuestras vidas reformadas y nuestras mejores intenciones nunca quitarán la culpa por el pecado. Una cosa más es absolutamente esencial si habremos de ser consumidos por la pasión hacia el Hijo de Dios. La mayor parte de mi vida cristiana he cometido el mismo error una y otra vez. Insisto en seguir confiando en mi disciplina, mis buenas intenciones, y en mi conocimiento de la Biblia, para producir amor hacia Dios. Sin embargo, siempre acabo en el legalismo y en el sentirme justo en mi propia opinión cuando pongo mi confianza en esas cosas. Un día, el Señor interrumpió todo esto cuando un querido amigo mío, Mike Bickle, me platicó que él nunca se había recuperado de la conmoción que le causó algo que el Señor le dijo: “Si vas a tener éxito en tu vida cristiana, no va a ser porque eres un buen discípulo. Va a ser porque mi Hijo es un buen líder. Pon tu confianza en su habilidad para guiarte, no en tu habilidad para seguirle”. Esa revelación divina se 144 me clavó en el corazón. Me di cuenta de cuál era la razón por la que el sentirme justo en mi propia opinión y el legalismo, constantemente edificaban fortalezas en mi vida. Por favor no me malinterpreten. No estoy implicando que no necesitamos disciplina, o conocimiento de la Biblia, o comportamiento piadoso –lo necesitamos. Ni estoy sugiriendo que seamos pasivos y simplemente dejemos que Dios haga todo. Estoy hablando acerca de nuestra actitud y de nuestra confianza. Debemos actuar correctamente, pero no debemos poner nuestra confianza en nuestra habilidad para hacerlo. Nuestros corazones son increíblemente propensos al engaño (Jer. 17:9), y nuestros pies están igualmente propensos a desviarnos de la senda de la justicia (Ro. 3: 10-18). A la luz de esto, ¿cómo podremos confiar jamás en nuestra capacidad de seguir a Jesús? He llegado a un punto de mi vida en donde me doy cuenta de que si he de llegar a sentir la pasión por el Hijo de Dios, no será porque lo haya logrado por mí mismo; será porque él me la dio como el regalo más grande y por su gracia. Después de todo, ¿no es así como las cosas más grandes llegan a nosotros, como regalos? Santiago dice: “…no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios”. (Santiago 4:2). Los regalos más maravillosos que Dios tiene para nosotros, son nuestros, sólo tenemos que pedirlos. Podemos recibir cualquier cosa de él por la cual estemos dispuestos a luchar en oración. Te animo a pasar más tiempo orando a Dios para que te conceda la pasión por su Hijo, que el que pasas orando por cualquier otra cosa. Hay una oración que es la que ha hecho más para generar pasión en mi corazón por el Señor Jesús que cualquiera otra cosa que haya hecho antes. Esta oración se encuentra dentro de la que es tal vez la más grandiosa oración en la Biblia. Me refiero a la oración de alto sacerdocio del Señor Jesús en Juan 17. He convertido el último versículo de esa oración en mi propia oración personal. Yo te he dado a conocer a ellos y seguiré haciéndolo. Entonces tu amor por mí estará en ellos, y yo también estaré en ellos. (Juan 17:26) Jesús dijo que él había declarado el nombre del Padre a sus discípulos; es decir, les había mostrado cómo es el Padre. Jesús hizo esto con un propósito fundamental: él deseaba que sus discípulos lo amaran como el Padre celestial lo ama a él. Él quería que el amor que el Padre siente por él estuviera en sus discípulos. Yo leí este versículo muchas veces hasta que lo entendí. La primera vez realmente comprendí lo que Jesús estaba diciendo, pero tenía dificultad para creerlo. ¿Cómo podría yo amar a Jesús como el Padre ama a su propio Hijo? Por supuesto que nadie puede amar a alguien con el mismo nivel de calidad que Dios nos ama. Además, tampoco podemos ser tan santos como Dios. Sin embargo, Dios nos dice, “Sé santo porque yo, el Señor tu Dios, soy santo” (Lv. 19:2). Es a través de su Espíritu en nosotros que podemos caminar en santidad. Y ese mismo poder nos capacita para vivir nuestras vidas con una pasión ardiente por nuestro Señor. El Padre ama al Hijo más que a nada ni a nadie. Sus ojos nunca se apartan de su Hijo. Todo lo que el Padre hace, lo hace para el Hijo. Jesús oró para que nosotros fuésemos impulsados por esa misma pasión santa. Yo he parafraseado Juan 17:26 para orar de esta manera: “Padre concédeme el poder del Espíritu Santo para amar al Hijo de Dios como tú lo amas”. Yo hago esta 145 oración en la mañana cuando me levanto; la digo durante el día cuando mi mente tiene un momento de descanso; y la repito en la noche cuando me voy a dormir. Esta oración ha capturado mi corazón. Cuando la hago, estoy manifestándole a Dios que si él no me concede que el Espíritu Santo trabaje en mi vida, yo nunca conseguiré sentir la pasión por el Hijo de Dios. Estoy reconociendo delante de Él que mi piedad, mi disciplina, mi conocimiento de la Palabra, aunque sean cosas buenas, son insuficientes para producir pasión por el Hijo de Dios. Yo puedo cambiar mi mente, pero solo el Espíritu Santo puede cambiar mi corazón.2 El amor divino sólo puede ser impartido divinamente. Si tú empiezas a orar esta oración de manera constante, la pasión por el Hijo de Dios empezará a fluir dentro de tu corazón. Pueden pasar meses o incluso años antes de que sientas una diferencia significativa. De hecho, probablemente nunca podrás señalar el día o la hora en que empezaste a ser consumido por la pasión hacia el Hijo de Dios, pero los demás lo notarán. Ellos te dirán que has cambiado, que te ves diferente. Te dirán que hay en ti una bondad y una amabilidad que no habían notado antes. Hay una cualidad infecciosa en tu amor por el Hijo de Dios que no parece haber estado antes allí, y ellos desearán saber cómo le hiciste. No seas pasivo acerca de adquirir pasión por el Hijo de Dios. Haz de ello el centro de tu vida. Fija tu mirada en el Hijo de Dios y deja que permanezca allí (He. 12:2), y descubrirás que te estás pareciendo a él. Descubrirás que te estás enamorando de él en tanto le pides a Dios día tras día que te consuma con la pasión por su glorioso Hijo. Y esa pasión, cuando empiece a morar en tu corazón, derrotará a un millar de pecados en tu vida. Empezarás a amar lo que él ama y a odiar lo que él odia. Pasión y Poder ¿Qué tiene que ver esta plática acerca de la pasión, con el poder y los dones milagrosos del Espíritu? Sencillamente esto: el amor apasionado por Dios es la clave del poder. Los apóstoles del Señor Jesús eran famosos por el poder milagroso que se manifestaba en ellos. El secreto de este poder se encuentra en su llamado: Tiempo después Jesús subió a un monte y llamó a los que quería que lo acompañaran. Todos ellos se acercaron a él. Luego nombró a doce de ellos y los llamó sus apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar y les daría autoridad para expulsar demonios. (Marcos 3:13-15) En la versión de Marcos del llamado de los apóstoles, Jesús designó a los doce con tres propósitos: (1) que ellos lo acompañaran, (2) que los enviaría a predicar, y (3) que les daría autoridad para expulsar demonios. El orden de estos propósitos es altamente significativo. Antes de que intentaran ministrar para Jesús predicando y expulsando demonios, ellos fueron llamados a “acompañarlo”. Y de esa experiencia íntima de estar con Jesús, él les dio poder para predicar y expulsar demonios. Las personas más poderosas en la tierra son aquellos que han estado con Jesús (Hechos 4:13). Intimidad con Jesús, “estar con Él”, siempre produce pasión por él. Piensen en algunas de las personas más poderosas en las Escrituras. Gente como Moisés, Daniel, Pedro, Juan, y Pablo, fueron poderosos en los milagros, o en la 146 revelación, o en ambas cosas.. Ellos fueron también personas consumidas por la pasión hacia Dios. No obstante, como lo hemos visto, la pasión y el poder no estaban limitados a los profetas en el Antiguo Testamento ni a los apóstoles en el Nuevo Testamento. Consideren un episodio más en la vida de María. Cuando Lázaro, el hermano de María, murió, Jesús llegó a su casa cuatro días después. Martha fue la primera en saludarlo. Le dijo, “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). Jesús le respondió a Martha presentándole una de las más grandes enseñanzas teológicas de todas las Escrituras: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25, énfasis mío). Cuando María se encontró con el Señor Jesús unos momentos después, ella le dijo las mismas palabras que Martha había dicho, “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:32). Cuando María dijo estas palabras, sin embargo, Jesús lloró. Entonces él caminó hacia la tumba y resucitó al hermano de María, de entre los muertos. Las personas que tienen la pasión de María por el Señor Jesús, pueden conmoverlo de una manera que otros no pueden. Una persona como Martha pudo obtener una gran enseñanza teológica de Jesús. Pero una persona como María, pudo quebrantar su corazón y moverlo a compasión para que resucitara a alguien de la muerte. Las personas que sienten la pasión de María por el Señor Jesús pueden conmoverlos de una manera que otros no pueden. La pasión por Jesús le dio a María el acceso a su poder. Permítanme presentarles un dramático ejemplo contemporáneo para ilustrar lo que quiero decirles. Mahesh Chavda, un evangelista quien es ampliamente conocido por las sanidades y milagros, enfrentó un terrible dilema en mayo de 1985. Su hijo Aarón acababa de nacer cuatro meses prematuramente. Los médicos no les daban esperanzas a Mahesh y a su esposa, Bonnie, de que el pequeño Aarón sobreviviría. La muerte era segura e inminente. El doctor les dijo que aún si sobreviviera, el cerebro no se había desarrollado adecuadamente y el niño sería un “vegetal”. Casi un año antes, Mahesh había dado su palabra de que él dirigiría varias campañas en África. Su esposa y el bebé estaban en el hospital, y él tenía ya programado el vuelo a África. Sintió que el Señor le estaba diciendo que fuera y que cumpliera con su compromiso. Sin embargo, sus emociones le decían que se quedara. ¿Cómo podría dejar a Bonnie para que sepultara a Aarón ella sola? Bonnie lo convenció de que se fuera. “Tu trabajo es ir cuando el Señor te dice que vayas”, le dijo “No importa si tú estás aquí o no, lo que importa es que el Señor esté aquí. Y yo sé que él lo está. Si Aarón vive, será porque el Señor intervino, y no porque tú estés en casa”. Maesh dejó a Bonnie y caminó hacia la unidad de cuidados intensivos en donde su pequeñito yacía luchando por su vida. En ese momento Aarón pesaba un poco más de medio kilogramo. Mahesh deslizó su mano por debajo de Aarón. Era tan pequeño que cabía fácilmente en la mano de su padre. Mahesh observó cómo Aarón jadeaba dolorosamente tratando de respirar con sus pulmones parcialmente desarrollados. Entonces lo ungió con aceite y oró por él. Finalmente, miró a su hijito y le dijo, “Aarón, parece que no te voy a volver a ver. Quiero que sepas que tu papito te ama. Pero 147 Jesús te ama mucho más que yo. Si ya no te veo otra vez aquí en la tierra, sé que te veré en el cielo”. Con esas palabras de despedida, se dio la vuelta y se fue al aeropuerto. Semanas después, cuando Mahesh había terminado las campañas en Zambia, pudo por fin comunicarse con Bonnie. Milagrosamente Aarón seguía aferrándose a la vida. Mahesh tomó un avión rumbo a Zaire y aterrizó en la capital, Kinshasa, el domingo 9 de junio de 1985. No conocía a los organizadores locales de la campaña en Kinshasa, y no le habían informado nada acerca de las preparaciones para las reuniones. Él esperaba una audiencia pequeña, como de 700-800 personas. La mañana del lunes en la reunión de líderes, hubo 2 300 personas. Cuando la asamblea, estaba a punto de terminar, una anciana cuyo cuerpo estaba cubierto de tumores cancerosos fue sanada instantáneamente a la vista de todos. Los tumores habían desaparecido completamente. La noticia de esta sanidad milagrosa se propagó como reguero de pólvora. Esa noche ¡asistieron 100 000 personas a la reunión! Los que vinieron padecían todas las enfermedades imaginables; algunos eran llevados en carretillas. Fueron tantas las personas que recibieron sanidad esa noche que hasta los brujos y hechiceros que habían acudido a trastornar la reunión, fueron convertidos, arrepintiéndose públicamente y declarando su fe en Jesús. Para el miércoles 12 de junio, la multitud de la reunión matinal, había aumentado a 30 000. Esa mañana, Mulamba Manikai estaba de pie entre la multitud, y aunque su corazón estaba muy lastimado, él estaba escuchando a Mahesh atentamente. A diferencia de la mayoría de sus vecinos en la calle Lumbi, en la sección Mikondo de Kinshasa, Mulamba y su familia eran cristianos. El martes a llegar a su casa después de la reunión, se encontró con que su hijo de seis años, Katshinyi, estaba paralizado y en estado de coma. Mulamba y su hermano mayor, Kuamba, llevaron al niño al servicio médico de la compañía en que trabajaba Mulamba. El diagnóstico fue malaria cerebral, y le dijeron a Mulamba que llevara a su hijo a la clínica de Mikondo para recibir tratamiento. A las cuatro de la mañana del miércoles cuando iban llegando a la clínica, el niño de seis años, Katshinyi, tuvo un espasmo y dejó de respirar. Entonces su corazón dejó de latir y murió en brazos de su padre. En la clínica un médico le aplicó una inyección y trató de resucitarlo, pero fue inútil. “Su hijo está muerto” le dijo a Mulamba. “No puedo hacer nada por él. Debe llevarlo al Hospital Mama Yemo en Kinshasa y obtener un certificado de defunción para sepultarlo. Cuando llevaron el cuerpo al hospital, el niño fue declarado muerto de nuevo. Mulamba dejó el cuerpo de su hijo en el hospital con Kuamba, para ir a conseguir dinero para comprar el permiso para sepultarlo. Al salir a la calle, Mulamba comenzó a orar para que el Señor resucitara a su hijo, si esto traería gloria a Dios. Justamente cuando él recordó la historia de Pedro resucitando a Dorcas, Mulamba escuchó que Dios le decía estas palabras: “¿Por qué lloras? Mi siervo está en esta ciudad, acude a él”. Mulamba sabía que el Señor se refería a Mahesh. Corrió hacia la Plaza Kasavubu en donde Mahesh estaba predicando a 30 000 personas. Mahesh estaba 148 concluyendo su mensaje. Exactamente a las doce de mediodía, ocho horas después de que Katshinyi había muerto, Mahesh se retiró del micrófono. Súbitamente, Mahesh sintió como si Dios lo hubiera transportado a otro universo. Ya no percibía a la multitud. Estaba envuelto en silencio. La voz apacible del Espíritu Santo le habló de manera clara e inequívoca, “Hay un hombre aquí cuyo hijo murió esta mañana. Invítalo a pasar al frente. Quiero hacer algo maravilloso por él”. Mahesh dijo exactamente esas mismas palabras a la audiencia. Mulamba corrió hacia adelante gritando, “¡soy yo!, ¡soy yo!”. Inmediatamente Mahesh puso sus manos sobre la cabeza de Mulamba y oró, “Señor Jesús, en tu nombre ato los poderes de oscuridad y muerte que están obrando en el hijo de este hombre, y te pido que envíes tu Espíritu de resurrección para regresarlo a la vida”. He aquí lo que sucedió en el hospital a las doce del mediodía del 12 de junio de 1985, mientras Mahesh estaba orando sobre Mulamba en la Plaza Kasavubu. Allá en el Hospital Mama Yemo, Kuamba estaba sosteniendo en sus brazos el cuerpo del hijo de su hermano. A mediodía sintió que el cuerpo se movía, y entonces el niño estornudó. Katshinyi se sentó y pidió de comer. Después comenzó a llamar a su padre. Dios lo había traído de regreso de entre los muertos. No es necesario decir que en el hospital se armó un escándalo. Mulamba entró en la habitación en el momento que Katshinyi lo estaba llamando. Él asió a su hijo y empezó a gritar alabanzas a Dios en el cuarto del hospital, el cual unos minutos antes había servido de morgue para el cuerpo sin vida del niño. La noticia de este gran milagro se difundió a través de la ciudad, y ese fin de semana más de 200 000 personas asistieron esa noche a escuchar el evangelio. Muchos fueron salvados y sanados. Yo he visto una copia del certificado de defunción de Katshinyi Manikai, con el sello oficial y la firma de Iwanga Embum. Algún escéptico puede alegar que la muerte de Katshinyi se diagnosticó equivocadamente y que él solamente estaba en estado de coma. Sin embargo, ello no explicaría la coincidencia entre la revelación (que el hijo de un hombre había muerto y que Dios iba a hacer algo por él) que le fue dada a Mahesh ocho horas después, y la recuperación inmediata del niño. Conozco personalmente a Mahesh Chavda, y estoy convencido de su integridad y de la validez de su ministerio. Pero también lo están 30 000 residentes de Kinshasa, Zaire, quienes fueron testigos de los eventos milagrosos del 12 de junio de 1985. El hermano de Mulamba, Kuamba, se convirtió al cristianismo cuando fue testigo del poder de Dios esa mañana. La familia Manikai todavía vive en la calle Lumbi No. 26, en Kinshasa. Dios premió a Mahesh por su fidelidad, de dos maneras. Primera, le permitió participar en una resurrección milagrosa. Segunda, Dios se acordó del pequeño Aarón, el hijo de Mahesh y lo sanó completamente. Hoy, Aarón Chavda es un saludable niño de ocho años3. La madurez espiritual no consiste en poseer vastas cantidades de conocimiento bíblico, o en poseer los dones espirituales más poderosos. Las personas carnales pueden tener ambas cosas. La madurez espiritual consiste en compartir su amor y reconocer su voz. Es amar lo que Dios ama y odiar lo que él odia. Los cristianos espiritualmente maduros aman a Dios y a su pueblo apasionadamente, y odian 149 cualquier cosa que los separe de Dios. Solamente en el contexto de un amor así, el conocimiento de la Biblia y los dones del Espíritu podrán alcanzar los propósitos divinos. El poder del Espíritu puede fluir sin obstáculos a través del apasionado amor de Dios y de sus hijos. Entre las mujeres de la Biblia, pienso que María es el mejor ejemplo de esta pasión por el Hijo de Dios. Entre los hombres, el mejor ejemplo sería el apóstol Juan. A él se le ha llamado “el discípulo a quien Jesús amaba”. La Biblia Viviente se refiere a Juan como “el mejor amigo de Jesús” (Juan 13:23). Esa es una buena traducción. Juan fue siempre uno de los tres discípulos a quienes se les permitió estar en el “círculo interior”. Pero de los tres, él era el más cercano a Jesús, y todos lo sabían. En la Última Cena, Jesús sorprendió a los discípulos cuando les dijo que uno de ellos lo iba a traicionar. Ellos se morían de curiosidad por saber quién sería, pero ninguno tenía el valor de preguntárselo a Jesús –ni siquiera Pedro. Así que Pedro se volvió hacia Juan y le dijo, “tú pregúntale”. Pedro sabía lo que cada uno de los que estaban alrededor de la mesa sabían, que Juan podía obtener de Jesús algo que ninguno de los demás podría. Sin dudarlo un momento, Juan se volvió a Jesús, puso su cabeza en su pecho y preguntó, “¿Quién es, Señor?” Jesús respondió inmediatamente, al darle un trozo de pan a Judas. Como pueden ver, Juan realmente era el mejor amigo de Jesús. Al día siguiente, Jesús estaba colgado en una cruz y recorría con la mirada un universo en el cual cada posible indicio de Dios aparentemente había desaparecido. Todos, menos uno de sus discípulos, lo habían abandonado. Sólo Juan y cuatro mujeres estaban al pie de la cruz. Jesús miró hacia abajo y vio a su madre. ¿Quién cuidaría de ella ahora? ¿Sus hermanos? ¿Los apóstoles? No, ellos lo habían abandonado. Entonces miró a Juan. Fue como si él hubiera dicho en su espíritu, “Juan tú eres lo único que tengo. Nadie más cuidará a mi madre”. Con tierno afecto, Jesús le dijo a María, “Querida mujer, he aquí a tu hijo”. Entonces le dijo a su mejor amigo, “He aquí a tu madre”. Juan era realmente el mejor amigo de Jesús. Pero Juan no tiene que ser el único que es el mejor amigo de Jesús. Todos disponemos de solo un poco de tiempo aquí en la tierra, y después estaremos delante de Dios para darle cuentas de nuestra vida. ¿Por qué no ser como María y escoger la mejor parte, la única cosa necesaria, para que podamos estar confiados delante de él en ese día? ¿Por qué no ser cómo Juan y hacer de Jesús nuestro mejor amigo? El corazón de Jesús es lo suficientemente grande para acomodar a muchos más mejores amigos y muchas más Marías. ¿Por qué querrías conformarte con algo menos que eso? 150 Epilogo: Escuchando a Dios hablar el día de hoy. (Páginas 209-215 Inglés) Kevin Forest se convirtió poco después de su graduación de preparatoria. Su “pasado” no había sido bueno. Él había crecido en un medio inmoral, y varias formas de inmoralidad sexual lo habían esclavizado algunas veces. Casi por un año después de experiencia de conversión se las arregló para permanecer lejos de la inmoralidad. Entonces él volvió a caer en esa esclavitud. Por ese tiempo él conoció a Regina y se casó con ella. En muchos casos el matrimonio detiene el comportamiento inmoral, pero no funcionó de esa forma en el caso de Kevin. Aun después de su matrimonio él continuó su vida inmoral, pero Regina no lo supo. Ellos iniciaron una familia. Les nacieron un hijo y una hija, pero Kevin continuó sus adulterios. Regina se enteró de uno de ellos. Le rompió el corazón, pero perdonó a Kevin. Kevin mintió acerca de sus otros adulterios, prometió ser fiel, y continuó sus prácticas adúlteras. Entonces en 1986 su hija de dos años, Haylie, murió de un tumor cerebral. La aflicción de Kevin se convirtió en coraje contra Dios. ¿Por qué Dios le quitaría a su bebita? ¿Para castigarlo por sus pecados secretos? Sin embargo, ni la pérdida de su hija pudo traer a Kevin al arrepentimiento. Él continuó llevando dos vidas. La que todo mundo vio era el esposo y padre fiel que iba a la iglesia. Pero en secreto él estaba enredado en inmoralidad sexual. Al deslizarse Kevin a una oscuridad más profunda, Regina se acercó más y más a Dios. Kevin empezó a despreciarla por este acercamiento. En julio de 1989 los Forest estaban viviendo en Santa María, California, y asistiendo a la Iglesia Cristiana Vineyard. Con la ayuda de Dios Regina encontró una pequeña parte de la infidelidad de Kevin. Después de su primera confrontación, Regina llamó a sus pastores, Carl Tuttle y Ralph Kucera para que la ayudaran. La esposa de Carl, Sonja, fue a la casa de los Forest para consolar a Regina, mientras Kevin fue a la casa de Ralph y Linda Kucera. Kevin tenía dos alternativas en mente: se iba a suicidar o iba a huir para empezar una nueva identidad. Sus pastores llegaron cerca de usar la fuerza física para detenerlo. Paul Cain estaba en la ciudad esa semana para participar en una conferencia de Vineyard. La noche del choque entre Kevin y Regina, el Señor le dio una visión de los Forest. Cuando él despertó la siguiente mañana, le llamó a Tuttle y le dijo, “Tienen un problema familiar en su iglesia” “Eso es cierto” dijo Carl. “Su nombre es Regina, ¿Cuál es su nombre?” preguntó Paul. “Es Kevin”. 151 “Escucha, Carl, este hombre quiere huir. No lo dejen hacerlo. Asegúrate de que va a la reunión de esta noche. El Señor puede hacer algo por él”. Entonces Paul colgó. Ambos Kevin y Regina vinieron a la iglesia esa noche, pero no sentaron juntos. Al final de su mensaje, Paul le pidió a Kevin que se pusiera de pie. Un hombre llamado Kevin se paró inmediatamente, pero no era Kevin Forest. Paul dijo “No, tú no eres el Kevin que yo vi en la visión, Hay otro Kevin aquí”. Entonces Kevin Forest se levantó lentamente. “Kevin no quiero avergonzarte pero tu matrimonio está en las rocas” dijo Paul. “Anoche tuve una visión de ti y de Regina, ¿ese es el nombre de tu esposa, no? Yo no quiero avergonzarte, yo quiero restaurarte. El Señor llama a tu esposa “recta”, pero Satanás te ha llevado al pecado. Él ha tratado de destruirte. Él tiene un contrato sobre tu vida. Tú tienes veintiocho años de edad y el diablo planea matarte antes de tu cumpleaños número treinta. Él no ha sido capaz de matarte todavía, pero él ha matado a tu bebé. Satanás mató a tu bebé, Dios no lo hizo”. Kevin sintió como si su corazón se partiera en dos cuando Paul dijo eso. Él había estado enojado con Dios por la muerte de Haylie, pero no fue Dios quién tomó a Haylie. El acuerdo de Kevin con la maldad le había dado al diablo una abertura para dañar a su familia. “Satanás quiere matarte porque sabe lo que Dios tiene para ti y para Regina” “¿En dónde está tu esposa?” preguntó Paul. “Ahí estas Regina” Paul miró a Regina y apeló a ella como un padre. “Regina, por favor confía en lo que te voy a decir. Tú debes perdonar a este hombre por todas las cosas que fueron descubiertas y reveladas”. Entonces Paul les pidió a los dos que pasaran al frente de la iglesia y estuvieran delante de él. “Regina, tú debes ser recta. Satanás es el que es tu enemigo. Anoche el Señor me mostró que tu bebé está muerta y que tu hermano está muerto. (El hermano de Regina había muerto tres meses antes que su hija). Es un ataque directo del diablo. El devorador está a tu puerta ahora, pero el Señor dijo que sus vidas y su matrimonio va a ser restaurado.” “La única manera de salir de eso es el perdón total y volver a hacer sus votos sagrados de nuevo. El Señor dijo que esta es la única manera de salir. Anoche fue la noche oscura del alma, pero las cosas podrían ser peor. El Señor me mostró que tú tienes dos niños que te necesitan. ¡Kevin por el amor de Dios arrepiéntete esta noche?. “El Señor te va a ayudar, Kevin, mírame, desde esta noche en adelante porque tú te has arrepentido. Y Regina, tú vas a tener que perdonar a este hombre, porque el Señor porque el Señor dijo que después de la media noche tu esposo ya nunca será llamado Kevin, él va a ser llamado “San Juan”. Ese es su segundo nombte.” 152 “Alabemos al Señor por eso. “Señor yo pronuncio una bendición sobre todo matrimonio desgarrado, sobre toda vida enferma aquí. Yo oro que tú los sanes del cáncer de ese matrimonio” “Yo los declaro esposo y esposa de nuevo. Yo quiero que tú conozcas a los nuevos San Juan y Regina. Amén.” “¡Yo quiero que le den las gracias al Señor por eso!”. Lo que acabo de escribir no se acerca bien a describir adecuadamente lo que ocurrió en la iglesia esa noche. La gente fue sobrecogida por la presencia del Señor. Algunos estaban llorando incontrolablemente. Algunos, con miedo de que sus propios pecados se fueran a revelar ahora, empezaron a arrepentirse. Otros estaban adorando al Señor por su tierna misericordia y su poder omnisciente. Había una autoridad y poder en las palabras que Paul habló esa noche que no pueden capturarse en el papel. El único nombre que él conocía por medios naturales era Kevin. Todo lo demás, todos los otros nombres, los eventos, y la restauración del matrimonio, le fueron revelados a Paul por el Señor. Esta es una de las razones de que las palabras tuvieron un impacto divino. La gente en el salón entendió que esas eran verdaderas palabras proféticas. Esas palabras proféticas hicieron lo que el apóstol Pablo dijo que harían: ¡Ocasionaron que la gente cayera sobre sus caras y declararan que Dios estaba entre ellos! (1 Co 14:2425). El día siguiente Paul Cain le dijo al pastor Tuttle que otros doce matrimonios en su iglesia estaban en serios problemas y que el Señor usaría el arrepentimiento de Kevin y el perdón de Regina para sanar esos matrimonios. Dos semanas después Kevin y Regina renovaron sus votos matrimoniales un domingo en la mañana delante de toda la congregación. Después Carl Tuttle dijo a la iglesia que otros matrimonios en la iglesia estaban en peligro, y que el Señor los ayudaría también si estaban dispuestos a arrepentirse y perdonar como los Forest lo habían hecho. Doce parejas se levantaron y pasaron al altar de la iglesia para recibir oración, arrepentirse, y perdonarse unos a otros. Hasta donde Carl sabe, todos los doce matrimonios se están llevando bien. Hoy, Kevin pasa por “Juan”. El Señor les ha dado a Juan y a Regina dos bellas hijas en lugar de la que mató satanás. No solo fue salvado el matrimonio de los Forest, sino que también sus vidas fueron completamente transformadas por la gracia que se les comunicó la noche del 5 de julio de 1989. El día de hoy son líderes de grupos pequeños pastoreando efectivamente gente de su iglesia. El poder satánico de la inmoralidad sexual sobre Juan fue roto esa noche, y él descubrió el poder de la sangre del Hijo de Dios para limpiar, restaurar, y liberar. El diablo había convencido a Kevin Forest que solo tenía dos alternativas: correr o suicidarse. El ministerio profético del Espíritu Santo le dio otra alternativa mejor. 153 La transición más difícil para mí en este peregrinaje no fue aceptar que la Escritura enseña que Dios sana y hace milagros el día de hoy a través de creyentes con dones. A lo que más me resistía, de lo que tenía más temor, y que se me hizo más difícil aceptar que Dios habla el día de hoy. Por supuesto que Dios todavía habla a través de las Escrituras, pero no es eso de lo que estoy hablando. Me estoy refiriendo a las otras formas en que Dios habla, además de la Biblia, pero nunca en contradicción de la Biblia. La Biblia misma nos dice que en varias ocasiones Dios habló con una voz audible, en una voz que solo la escuchaba una persona en un grupo de personas, en frases inaudibles en la mente que eran tan claras como una voz audible, en impresiones, en visiones, en sueños, en circunstancias, en la naturaleza, a través de ángeles, y varias otras formas. ¿Pero enseña la Biblia que Dios todavía habla de esas formas, o fueron esas formas de comunicación un tipo de recurso provisional hasta que recibiéramos la Biblia completa? El problema asociado con creer que Dios todavía habla de esas formas me pareció abrumador a mí. Primero, y lo más repulsivo para mí, era la subjetividad involucrada en la mayoría de esas formas de comunicación. Tomemos los sueños, por ejemplo. ¿Cómo sabes siquiera que el sueño vino de Dios? ¿Qué tal si un malestar estomacal de la noche anterior fue la fuente del sueño? Aun si tu decidiste que el sueño era de Dios ¿Cómo ibas a interpretarlo? ¿Ofrecen las Escrituras reglas de interpretación de sueños? Aun si tenías una gran certeza de que el sueño era de Dios, y supiste lo que significaba, ¿Cómo sabes cuanta importancia asignarle? ¿Tendría la misma autoridad que la Biblia, como una visión, una impresión, una voz audible, y así sucesivamente? Si es verdad que siempre hay cuatro voces compitiendo por nuestra atención, (la voz de Dios, la del diablo, la de otros, y la nuestra), ¿En dónde enseña la Biblia cómo discernir cual es cuál? ¿Cómo puedes tener la seguridad, o es la certeza una imposibilidad? La subjetividad involucrada en tratar de decidir todo esto hizo parecer poco probable que Dios continuara hablando de esas formas después de que Él nos había dado la clara, objetiva e infalible Palabra de Dios. Segundo, ¿Por qué necesitaría Dios usar esos medios subjetivos después de que ya nos había dado a Biblia? O cómo alguien me dijo alguna vez “¿Cuál es el propósito de todas esas cosas ahora que ya tenemos la Biblia? ¿No enseña la Biblia que ella es todo lo que el cristiano necesita para ser “completamente equipado para toda buena obra” 82 Ti 3:17)? Tercero, y esto es lo que más me asustaba, si yo admitía que Dios todavía estaba hablando fuera de la Biblia, no estaría yo abriendo el canon de la Escritura de nuevo? Teóricamente, ¿Qué impediría que alguien escribir nuevos libros de la Escritura? ¿O se suponía que yo debía imaginarme que Dios habló de dos formas 154 diferentes: de una forma para la Biblia que no tenía errores, y de una forma diferente para revelaciones privadas que tenía errores? Sin embargo las Escrituras enseñan que Dios no puede mentir (He 6:19). Si yo aceptaba que Dios todavía estaba hablando hoy, me parecía inevitable que se comprometiera la autoridad de la Biblia. Cuarto, estaba el factor del abuso “El Señor me dijo que te dijera…” Si creemos que Dios todavía habla hoy ¿No estamos abriendo una puerta a la gente controladora y manipuladora? Si desobedecemos a alguien que dice “Dios me dijo que te dijera…” ¿sería como desobedecer a uno de los profetas bíblicos? Quinto, parecía haber textos decisivos de la Escritura en contra de la idea de que Dios todavía está hablando. Hebreos 1:1-2 parece decir que los profetas fueron parte de una forma inferior de revelación en el pasado, pero ahora, en estos últimos días, ellos fueron superados porque Dios nos ha hablado a través de su Hijo. Una posible interpretación de Efesios 2:20 es que la profecía fue un don de fundación que ya no era necesario después de que el fundamento ya había sido establecido. Sexto, finalmente, parecía haber una diferencia radical entre la profecía de la Biblia y la profecía contemporánea. Lo que estaba sucediendo en la iglesia bajo el nombre de profecía no podía empezar a compararse con las palabras proféticas de Isaías o Jeremías. Uno de mis amigos escuchó la siguiente profecía cuando visitaba una iglesia carismática rural. Un hombre se paró y dijo “Así dice el Señor: No los culpo por estar asustados, algunas veces me asusto yo mismo”. Aun cuando la profecía contemporánea no ha descendido a este nivel, parece muy diferente a la profecía bíblica para que le tome muy seriamente, Esas fueron las tensiones con las que luché cuando empecé a estudiar este asunto con una mente abierta. Había tantos problemas asociados con que Dios hablara, y eso que no mencioné todos los problemas asociados con lenguas y su interpretación, que me sorprendía cómo podría encontrar alguna solución para ellos. El día de hoy, después de varios años de experiencia práctica y de intenso estudio del tema de que Dios habla, estoy convencido de que Dios en verdad habla aparte de la Biblia, aunque nunca en contradicción con ella. Y Él habla a todos sus hijos, no solo a gente especial con dones proféticos. Y Él nos hablará a todos nosotros con sorprendentes detalles. Yo estoy convencido de que esto es lo que la Biblia enseña y de que la Biblia tiene respuestas muy claras y satisfactorias a todos los problemas que me parecían tan abrumadores cuando empecé a estudiar este tema. Yo sé que el diablo está dando revelación oculta y demoniaca el día de hoy. Algunas de sus actividades más exitosas y engañosas están ocurriendo en el Movimiento de la Nueva Era. Muchos cristianos parecen tener miedo de que si se abren a escuchar la voz de Dios, sean engañados por los demonios de la Nueva Era. 155 De hecho mucha de la iglesia el día de hoy tiene más confianza en la habilidad de satanás para engañarnos que en la habilidad de Dios de hablarnos y de guiarnos. Existe una gran diferencia entre la voz de Dios y la voz de satanás, y existen varias garantías bíblicas para evitar que el cristiano sincero confunda las dos. Además, es posible creer que Dios todavía habla el día de hoy sin disminuir ni una sola letra la autoridad de la Biblia infalible, tanto en el nivel teórico como en el práctico. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= Empecé a escribir un capítulo sobre cómo escuchar la voz de Dios para incluirlo en este libro. Yo quise tratar con los problemas prácticos y teóricos relacionados con el ministerio contemporáneo de revelación del Espíritu Santo. El capítulo muy pronto se convirtió en dos capítulos, y luego tres, y entonces me di cuenta de que ya había otro nuevo libro. Estoy ahora en el proceso de escribir ese libro. Para aquellos que han encontrado útil este libro, espero que el siguiente libro valga la pena la espera. 156 Apéndice A: Otras seis razones por las que Dios sana y hace milagros. Cuando empecé a estudiar cada una de las sanidades y milagros en los Evangelios y en los Hechos, descubrí que hay muchas otras razones para esas sanidades y milagros. Los siguientes ejemplos no se supone que sean exhaustivos. Pero ellos confirman el hecho de que los milagros deberían continuar a través de la época de la iglesia. Primero. Dios sana porque se le pide que sane. Algunas veces la Biblia no da otra razón para las sanidades de Jesús más que se le pidió que sanara. Para dar una ilustración específica, una vez en la región de Decápolis un hombre que estaba sordo y que difícilmente podía hablar fue traído a Jesús. El texto simplemente dice que “ellos le rogaron que pusiera sus manos sobre el hombre” (Marcos 7:32). Jesús sanó su sordera y su impedimento para hablar simplemente porque se le pidió. No se da ninguna otra razón en el texto. No se hace mención de la fe, ni de la compasión de Jesús, ni de la gloria de Dios. Más tarde en Betsaida un hombre ciego fue traído a Jesús, y el texto dice que ellos “le rogaron a Jesús que lo tocara” (Marcos 8:22). De nuevo, Jesús sanó al hombre pero no se da ninguna razón en el contexto para la sanidad, excepto que se le pidió que lo hiciera. Así que aparentemente en algunas ocasiones una simple petición es suficiente para motivar a Dios que sane. Esto nos debe animar a ser mucho más libres en nuestras peticiones de sanidades y milagros a nuestro Padre celestial. Sin embargo, algunas personas nos dicen el día de hoy que está equivocado, que es incluso pecaminoso, desear señales y maravillas. Ellos basan su afirmación en una declaración de Jesús hecha en Mateo 12:39 “La generación mala y adúltera demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás.”. ¿Pero estas realmente pecando si le pides a Dios un milagro? Si tu ser querido se está muriendo y los médicos ya perdieron todas las esperanzas, ¿Es realmente pecaminoso pedirle a Dios una sanidad milagrosa para tu ser querido? Si tienes un amigo al que le has testificado por varios años y él ha rechazado el evangelio consistentemente, ¿Es realmente pecaminoso que le pidas a Dios un milagro físico en su presencia para que sea traído a la fe? ¿Es realmente pecaminoso que una iglesia ore por un derramamiento del Espíritu Santo con señales y prodigios en la ciudad para que mucha gente sea traída a la fe en Jesús? Aparentemente alguna gente piensa que este es un deseo pecaminoso procedente de un corazón incrédulo. En un examen más detallado, sin embargo, esta supuesta reserva hacia el valor de los milagros se encuentra no en Jesús, sino en las mentes de algunos escritores modernos. En dos ocasiones diferentes Jesús condenó a quienes le pedían una señal como “una generación adúltera y malvada”. La primera petición de una señal (Mateo 12:38) se la hicieron inmediatamente después de que había sanado a un hombre endemoniado que era ciego y mudo (Mateo 12:22). La segunda petición (Mateo 16:1) 157 se la hicieron justo después de que había alimentado milagrosamente a cuatro mil personas (Mateo 15:32-29). En otras palabras, en ambos contextos los escritores del evangelio son cuidadosos de mostrar que cuando se le pide una señal, él ha hecho dos señales sorprendentes. También es importante notar quienes le pidieron la señal. En Mateo 12:38 son los fariseos. En Mateo 16:4 son los fariseos y los saduceos. Este simple hecho es suficiente para decirnos que la petición no era sincera. ¿Qué clase de señal podrían querer esos líderes religiosos que fuera más impresionante que sanar a un endemoniado que era ciego y mudo, o más impresionante que alimentar a cuatro mil personas? En el pasaje paralelo a Mateo 12:38 Lucas explica que los fariseos le estaban pidiendo a Jesús una señal del cielo con el fin de probarlo (Lucas 11:16). Lo miso es verdadero para la segunda petición de una señal (Mateo 16:1; Marcos 8:11). Podemos entender por qué los fariseos querían probar a Jesús, ¿Pero por qué pedían una señal del cielo? Aparentemente ellos pensaron que una señal del cielo sería una prueba in controvertible de que Jesús era el Mesías. Sería la señal que no podría ser manipulada o falsificada. Tal vez la persona ciega que había sido sanada no era realmente ciega. O tal vez su ceguera era debida a una causa psicosomática. Tal vez la alimentación de los cuatro mil se debió a un ligero truco de la mano, o tal vez los reportes que habían escuchado de esta alimentación milagrosa eran exagerados. Incluso levantar a una persona muerta no podría competir con una señal del cielo. ¿Quién podría estar seguro de que la persona estaba realmente muerta? Pero no había manera de falsificar algún tipo de señal cosmológica en el cielo. Los fariseos probablemente le pidieron este tipo de señal, porque estaban absolutamente seguros, de que eso estaba más allá de la capacidad de Jesús para producirla. Lo que Jesús está reprendiendo aquí no es el deseo de señales sino la demanda de señales de corazones malos e incrédulos. Si es realmente equivocado desear señales, o incluso buscarlas, ¿Por qué la iglesia del Nuevo Testamento oró de esta forma?: “Ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor. Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.” (Hechos 4:29-30) Si esa oración representaba un deseo malo, ¿Por qué Dios la contestó de esta manera?: “Cuando terminaron de orar, el lugar donde estaban congregados tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.” (Hechos 4:31) Dios contesta su oración por señales y maravillas con una señal inmediata, ¡un terremoto! Y el siguiente capítulo en el libro de los Hechos registra un derramamiento 158 de señales y maravillas (Hechos 5:12 sig.) y si es realmente malo buscar los milagros ¿Por qué Pablo exhorta a los Corintios a buscar los dones espirituales (1 Co 12:31; 14:1,39)? La verdad es que a Dios le agrada que le pidamos sanidades o señales milagrosas en la forma correcta y por las razones correctas. Segundo. Dios sana para quitar obstáculos al ministerio. Después de que Jesús salió de la sinagoga de Capernaum, fue a la casa de Pedro. Él encontró a la suegra de Pedro acostada enferma y con fiebre. Él “tomándola de la mano, la ayudó a levantarse. Al instante la fiebre se le fue” (Marcos 1:31). Tan pronto como fue sanada, Marcos nos dice que “ella comenzó a atenderlos” (Marcos 1:31). En este caso su enfermedad era un obstáculo para su servicio al Señor Jesús, así que el Señor la sanó. En otras ocasiones el Señor no escogió quitar el obstáculo al ministerio mediante la sanidad, sino dando gracia para soportar el impedimento y ministrar de todas formas (ver 2 Co 12:7; 1 Ti 5:23). Si una enfermedad es un obstáculo a tu servicio para el Señor Jesús, la Biblia te da permiso completo de pedirle que lo elimine. Tercero. Dios hace milagros para enseñarnos. Los teólogos le llaman a esto el propósito pedagógico de los milagros (de la palabra griega paideuo, “criar, educar”). Juan tuvo esto en mente cuando él llamó “señales” a los milagros de Jesús. Una señal es algo que apunta más allá de ella misma, hacia algo más grande. Por supuesto todos los milagros de Jesús nos enseñaron algo acerca de su naturaleza y su ministerio. También nos enseñan algo acerca de la naturaleza del reino. Cuando Jesús convirtió el agua en vino, por ejemplo, no estaba solamente demostrando su poder sobre la naturaleza, nos estaba mostrando una característica común acerca de su reino. En su reino lo ordinario sería cambiado en extraordinario. El hecho de que el mayordomo comenta específicamente que el mejor vino ha sido guardado para el último puede decirnos algo acerca de la forma en que el reino va a culminar. Jesús mismo no dudó en sacar lecciones de sus milagros. Cuando maldijo a la higuera de modo que se secó, los apóstoles le preguntaron acerca del significado de eso. Él usó el milagro para demostrar el poder de la fe y el poder de creer con fe (Mateo 21:18-22). Yo no creo que las cosas sean diferentes hoy. Yo pienso que cada milagro o respuesta a la oración que el Señor nos da hoy también tiene una función de enseñanza. Si tomamos tiempo para meditar en sus obras del día de hoy y le pedimos la iluminación del Espíritu Santo, sus milagros, sanidades, y respuestas especiales a la oración todas nos enseñarían algo más allá de los milagros mismos. Cuarto. Dios hace milagros para traer a la gente a la salvación. Los teólogos se refieren a esto como los propósitos soteriológicos de Dios (del griego soteria, “salvación”). Los propósitos soteriológicos de Dios se pueden dividir en tres categorías. Dios hace milagros para llevar a la gente al arrepentimiento. Él también hace milagros para abrir puertas al evangelismo. Y finalmente, él hace milagros para acreditar a su Hijo y el mensaje del evangelio. 159 a) Los milagros pueden conducir la gente al arrepentimiento. Cuando Jesús condujo a Pedro, Santiago y Juan a la pesca milagrosa, Pedro “cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!»” (Lucas 5:8). Este milagro sirvió para convencer a Pedro de su pecado y conducirlo al arrepentimiento. Jesús dijo que esto es lo que debía haber ocurrido en las ciudades en donde había hecho la mayoría de sus milagros (Mateo 11:20-24). Jesús hizo una afirmación similar para los líderes religiosos, “Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos han aborrecido tanto a mí como a mi Padre.” (Juan 15:24). Los milagros de Jesús debían haber conducido a los líderes religiosos al arrepentimiento, pero en cambio ellos endurecieron sus corazones y su pecado llegó a ser aún mayor. b) Los milagros abren puertas al evangelismo. Muchas veces los Evangelios registran que después de un milagro, el reporte e ese milagro viajó a través de la región. Causó que la gente se maravillara grandemente acerca de Jesús y quisieran escucharlo por sí mismas (Mateo 9:26,31; Marcos 5:20; Lucas 5:15; Juan 4:30,42; 6:2; 12:9-11,17-19). Lo mismo ocurrió en el ministerio de Felipe: “Toda la gente escuchaba con atención lo que les decía Felipe, y oían y veían los milagros que hacía.” (Hechos 8:6). De la misma forma el Señor usó a Pedro para levantar al paralítico Aneas y Lucas nos dice que “Al ver esto, los habitantes de Lida y de Sarón se convirtieron al Señor.” (Hechos 9:35). Hubo la misma respuesta cuando Pedro fue usado para levantar a Dorcas de la muerte “Esto llegó a saberse en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor”. (Hechos 9:42). El Nuevo Testamento enseña que los milagros atraían una multitud. No garantizaban la fe, pero atraían una audiencia para escuchar el evangelio predicado. ¿Qué piensas que pasaría con la gente que asiste a tu iglesia si en los próximos seis meses el Señor sanara un paralítico y tal vez una víctima de SIDA durante tus servicios o en uno de los grupos pequeños en las casas? La asistencia probablemente se cuadruplicaría. Estoy seguro que mucha gente vendría por las razones equivocadas. Algunos vendrían a tu iglesia para entretenerse, de la misma forma que van a un circo. Estoy seguro que también atraerías un grupo de observadores ortodoxos, que al haber escuchado de los milagros, vendrían a desmentir que habían ocurrido milagros, o en su defecto, a probar que los milagros habían sido hechos por el diablo. Pero de cierta forma no importaría porque razón vendrían los incrédulos, en tanto que el evangelio fuera predicado con claridad y poder, porque entonces se pondrían en una posición cercana a experimentar el poder de convicción del Espíritu Santo para ser salvados. c) Los milagros también acreditan a Jesucristo y al mensaje del evangelio. Ya he analizado la naturaleza de la acreditación en el capítulo 8. En ese capítulo concluí que Dios acreditó a Jesús y al mensaje acerca de Jesús, pero no acreditó a los apóstoles. También concluí de mi estudio de las Escrituras, que Dios no tuvo que acreditar con 160 milagros a Jesús ni al mensaje acerca de Jesús, para que la gente creyera en su Hijo. Juan el Bautista no hizo milagros (Juan 10:41), y sin embargo fue usado para traer mucha gente al arrepentimiento. Toda la gente lo consideraba un profeta. Las religiones del mundo y muchos cultos están también floreciendo en el mundo el día de hoy, habiendo empezado sin ningunos milagros. Así que a pesar de que Dios no tuvo que hacer milagros con el propósito de acreditación, los hizo de gracia. Jesús mismo apeló directamente al valor de acreditación de sus milagros. Les dijo a sus discípulos “Créanme que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí; de otra manera, créanme por las obras mismas.” (Juan 14:11). En un increíble despliegue de gracia, Jesús les dijo, en efecto “Si no pueden creer mis palabras, crean por la evidencia de mis milagros” Y los milagros de Jesús produjeron creencia. Después de la resurrección de Lázaro, Juan registra “Muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y que vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.” (Juan 11:45; 12:11) Esto no implica, sin embargo, que los milagros siempre condujeron a la fe. Algunas veces condujeron a un endurecimiento del corazón. Por ejemplo, en un grupo la resurrección de Lázaro produjo fe, pero en otro grupo produjo algo muy diferente. Cuando los fariseos escucharon que Jesús había levantado a Lázaro de la muerte, ellos no pusieron en tela de duda ese milagro, o los otros milagros de Jesús (Juan11:46-47). Ellos incluso reconocieron que si Jesús continuaba haciendo milagros todos iban a creer en él (Juan 11:48). Pero en lugar de que ellos creyeran en él, se pusieron de acuerdo en cómo deberían de matarlo (Juan 11:49-53). Ellos también quisieron matar a Lázaro para eliminar toda evidencia de este milagro (Juan 12:1011). Mucha gente no tiene problema en creer que los milagros puedan tener una función acreditadora el día de hoy, en China o en África o algún otro lugar remoto del Tercer Mundo. Pero si los milagros pudieran tener un valor acreditador en lugares lejanos, ¿Por qué no el mundo occidental también? Si tuvieron na función acreditadora en los tiempos del Nuevo Testamento, ¿Por qué no tendrían una función acreditadora el día de hoy? ¿Por qué ponerle restricciones geográficas o cronológicas al valor acreditador de los milagros? Alguien podría decir, “En el mundo occidental tenemos la Biblia, y ellos no la tienen en África o China, o no la tuvieron durante el periodo de los Evangelios y el libro de los Hechos”. Yo les contestaría que esto no es cierto, porque al mismo tiempo que estaban ocurriendo los eventos del libro de los Hechos la iglesia también estaba recibiendo las cartas de Pablo. Así que mientras que los eventos del libro de los Hechos estaban escribiéndose, la iglesia ya estaba en posesión de algunas de las cartas y tal vez de algunos evangelios también. Pero aun si este no fuera el caso, el argumento todavía sería inválido. Por que cómo lo hemos visto antes, los milagros no acreditan las Escrituras, sino las Escrituras 161 acreditan los milagros. Ningún texto de la Escritura dice, que la Biblia fue dada para reemplazar la necesidad de la confirmación milagrosa del mensaje del evangelio. La naturaleza humana no ha cambiado en los últimos dos mil años. Si los milagros de Jesús, de los apóstoles, y de otros fueron útiles para acreditar el mensaje del evangelio en el primer siglo, los milagros también sirven ese propósito en este siglo. Quinto. Los milagros manifiestan el Reino de Dios. ¿Quién podría imaginar un reino mesiánico sin sanidades ni milagros? El Antiguo Testamento profetizó que el Mesías iba a marcar el comienzo de un reino que tendría sanidades físicas y espirituales. Isaías escribió: “Entonces los cojos saltarán como ciervos, y la lengua del mudo cantará; porque en el desierto serán cavados pozos de agua, y en la soledad correrán torrentes. El páramo se convertirá en estanque, el sequedal en manantiales de agua, y en la guarida de los chacales crecerán cañas y juncos.” (Isaías 35:6-7) Y también, “El espíritu de Dios el Señor está sobre mí. Sí, el Señor me ha ungido; me ha enviado a proclamar buenas noticias a los afligidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a anunciar libertad a los cautivos, y liberación a los prisioneros” (Isaías 61:1) La venida del reino mesiánico significó que el Espíritu Santo sería derramado sobre toda gente, sin distinción de edad, sexo, o posición económica (Joel 2:28-29). De acuerdo a la profecía de Joel el derramamiento del Espíritu resultaría en una abundancia de sueños, visiones, y profecías. A diferencia del periodo del Antiguo Testamento en donde solo unos pocos profetizaban, o hacían milagros en cualquier generación, esos fenómenos milagrosos serían distribuidos ampliamente entre el pueblo de Dios con la venida del reino. Esos fenómenos milagrosos no eran solamente señales del reino de Dios, eran una parte esencial de él. El reino de Dios significa el gobierno de Dios y de su Cristo. Cuando Jesús vino, el reino de Dios vino. Dios empezó a ejercer su gobierno de una forma nueva y más decisiva. Por ejemplo, Jesús trajo una autoridad sobre los demonios que nunca antes había sido vista u oída (Mr 1:27). Jesus mismo dijo, “Pero si yo expulso a los demonios por el poder del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes.” (Mt 12:28). Después de todo, sería una afirmación muy hueca proclamar que el gobierno de Dios había llegado y no ser capaces de echar fuera a los enemigos demoníacos del gobierno de Dios. El poder de echar fuera demonios no es simplemente una señal de que el reino está aquí, sino una parte esencial del gobierno de Dios. Porque Jesús vino para destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8). 162 Entre otras cosas el diablo emplea poder sobrenatural para cegar las mentes de los incrédulos (2 Corintios 4:4-6), para mantener a la gente cautiva a través del miedo a la muerte (Hebreos 2:14-15), para causar enfermedad física (Lucas 13:11; Mateo 9:32; 12:22), para causar enfermedad mental (Lucas 8:26-39), y finalmente para causar que los demonios entren y habiten en una persona (Mateo 12:45 sig Judas en Juan 13:27). Esas son algunas de las obras del diablo que Jesús vino a destruir. Las obras del diablo no se pueden destruir solamente con poder humano. Cuando el poder demoníaco es la fuente de la enfermedad de una persona, ninguna cantidad de tratamiento médico podrá sanar a la persona. La mujer que Jesús encontró en la sinagoga, que había estado encorvada por dieciocho años y no podía enderezarse, podría haber ido con los más excelentes cirujanos, sin haber sido nunca sanada, porque a final de cuentas su enfermedad era demoníaca (Lucas 13:10-17). Solo un milagro de Dios podía haber sanado a esta mujer. El poder para sanarla no era solamente una señal de que el reino estaba aquí; era una parte esencial del gobierno del reino, sin el cual el gobierno del reino no se hubiera afirmado y esta particular obra del diablo no habría sido destruida. Sin el poder milagroso para liberar a esos atados por el diablo, toda la discusión sobre el reino serían solo palabras vacías. Otra línea de evidencia que demuestra que los milagros fueron vistos, por los escritores del Nuevo Testamento, como una parte esencial del reino, es la consistentemente cercana relación, entre la predicación del reino y la ocurrencia de milagros. Esto fue cierto en el ministerio de Jesús. “Jesús recorría toda Galilea. Enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama se difundió por toda Siria, así que le llevaron a todos los que tenían dolencias, a los que sufrían de diversas enfermedades y tormentos, y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y él los sanó.” (Mateo 4:23-24; vea también Mateo 9:35) Jesús no se contenta con predicar acerca del reino; él también demuestra el reino con obras de poder. Lo mismo puede decirse de los apóstoles. Cuando Jesús los envió a proclamar el reino, él también les dio autoridad sobre los demonios y todas las enfermedades. (Mateo 10:1,7-8; Lucas 9:1-2). En este contexto Jesús ve los demonios y las enfermedades como enemigos del reino. Los apóstoles vencieron a los demonios y a las enfermedades proclamando el reino y usando su autoridad delegada para hacer milagros. Los milagros también ocurren en el ministerio de aquellos que no son apóstoles cuando ellos proclaman el reino de Dios. Los setenta enviados por Jesús proclamaron el reino de Dios y sanaron a los enfermos (Lucas 10:9,17). Felipe proclama el reino de Dios a los samaritanos y también obra milagros (Hechos 8:6-7,12). 163 Este patrón tiene mucho sentido cuando recordamos que el reino de Dios significa el gobierno de Dios. Dios gobierna sobre nuestros espíritus y nuestros cuerpos y sobre aquellas fuerzas del diablo que pueden herir tanto nuestros espíritus como nuestros cuerpos. Cualquier cosa que satanás pueda herir, Jesucristo la puede sanar. Los milagros y el reino de Dios están inseparablemente vinculado. Sexto. Dios sana por sus propósitos soberanos. Yo mencioné esto varias veces en el capítulo once, pero ese punto vale la pena repetirlo. Hay varias sanidades en el Nuevo Testamento para las cuales no se da ninguna explicación. No podemos encontrar evidencia de fe de parte de los que son sanados, ni fe de parte de los que los trajeron, ninguna afirmación relacionada con la gloria de Dios, ni de la compasión del Señor. En breve, él sanó simplemente porque él quiso hacerlo. Esto es especialmente cierto de un grupo de milagros que ocurren en el día sábado (Mateo 12:9-13; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10; 14:1-4; Juan 5:1-9). Y está también la sanidad de la oreja de Malco (Lucas 22:50-51), en donde Jesús rehúsa aceptar las consecuencias de la imprudencia de Pedro. El día de hoy tenemos ocasiones cuando el Señor sana a alguien a quien nunca esperaríamos que sanara, o lo hace de una forma que no esperaríamos, y no da ninguna explicación para ello. Y al revés, hay ocasiones cuando nosotros esperaríamos que él sanara a alguien y él no lo hace, y de nuevo él no da ninguna explicación para ello. Todo esto señala al hecho de que Dios verdaderamente es soberano y que él no nos revela todos sus propósitos a nosotros. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= Nuestro estudio de los diversos propósitos para las sanidades y los milagros deben poner en claro que el ministerio de sanidad del Nuevo Testamento es bastante más complejo de lo que algunos escritores han tratado de hacernos creer. Si, Dios sanó para acreditar el ministerio de Jesús y el mensaje del evangelio, pero esta no fue la única razón por la cual él sanó. Él tenía otros propósitos de salvación para sus milagros, a saber, para conducir a la gente al arrepentimiento y abrir puertas para el evangelio. Él sanó simplemente porque la gente se le pidió. Él sanó para eliminar obstáculos para el ministerio y el servicio. Él sanó para enseñarnos acerca de Dios y de la naturaleza de su reino. Él sanó e hizo milagros para manifestar su reino. Y finalmente él sanó por propósitos soberanos sin dar ninguna explicación excepto de que Él es Dios. =o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o=o= 17 de Mayo de 2016; Monterrey, Nuevo León; México Traducido por el grupo de estudio bíblico de maestros del Tec de Monterrey i “Sorprendido por la Voz de Dios” Dios” Cómo Dios habla hoy mediante profecía, sueños y visiones “Surprised by the Voice of God” Jack Deere Editorial Vida, 1999 ii Contenido Capítulo 1 Sorprendido por la voz de Dios. . . . . . . . . . . . . 11 Capítulo 2 El problema de la Biblia irreal. . . . . . . . . . . . Capítulo 3 Jesús y la voz de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Capítulo 4 La iglesia del Nuevo Testamento. . . . . . . . . . . Capítulo 5 ¿Profetas presbiterianos?. . . . . . . . . . . . . . . 71 Capítulo 6 Conspiración contra lo sobrenatural. . . . . . . . . Capítulo 7 Dios habla a través de la Biblia. . . . . . . . . . . . 109 Capítulo 8 Dios habla a través de la experiencia. . . . . . . . . 129 Capítulo 9 Dios habla por medios sobrenaturales. . . . . . . . 149 Capítulo 10 Dios habla por medios naturales. . . . . . . . . . . 163 Capítulo 11 Cómo aprender el lenguaje del Espíritu Santo. . . . 183 Capítulo 12 Cómo ofrecer el ministerio profético. . . . . . . . . 203 Capítulo 13 “Dios me indicó que le dijera”. . . . . . . . . . . . . 219 Capítulo 14 Riesgos proféticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . 237 Capítulo 15 Sueños y visiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . 253 Capítulo 16 Dios conoce el orgullo desde lejos. . . . . . . . . . 273 Capítulo 17 Confesiones de un deísta bíblico. . . . . . . . . . . 293 Capítulo 18 Incredulidad a través de la teología. . . . . . . . . . 315 21 53 89 iii Capítulo 19 Incredulidad a través de la magia y el temor. . . . . 339 Capítulo 20 El tipo de gente que oye la voz de Dios. . . . . . . 359 Capítulo 21 Cómo reconocer la voz. . . . . . . . . . . . . . . 377 Capítulo 22 El poder de la Palabra y del Espíritu. . . . . . . . 401