LECTURA PARA INGRESO A 4° AÑO EL ÑATIU Y EL TUYUYU (Javier Villafañe) Vivía en la selva, cerca del río, un poderoso cacique dueño de grandes cantidades de oro y plata. Un día mientras paseaba por un camino, vio a un hombre trabajando a la sombra de un árbol y se detuvo para preguntarle: -¿Qué estás haciendo? El hombre, que era un orfebre, respondió: -Zarcillos, señor. Y recién acabo de terminar un par.- agregó- Tómalos. Son tuyos. Y le ofreció dos aros maravillosos. El cacique, al verlos, se quedó asombrado. No se cansaba de mirarlos. Jamás había visto una joya que pudiera igualársele. Y preguntó:-¿serías capaz de hacer otros aros como estos? -Iguales y mejores-contestó el orfebre -Desde mañana -dijo el cacique- vas a vivir en mi casa. Quiero tenerte a mi lado y te daré, para que hagas zarcillos, todo el oro y la plata que poseo. Y el cacique pasó todos los días al lado del orfebre. Le gustaba ver como esas manos de dedos largos y flacos que al moverse parecían patitas de araña, sabían labrar con tanta rapidez y maestría. El orfebre trabajaba de sol a sol sin fatigarse. Cuando concluía un par de aros se frotaba las manos, levantaba la cabeza, y los ojos se le iban por un camino que se hundía en el río, entre sauces y juncos. El cacique aprovechaba estas pausas para elogiarlo. El orfebre respondía con una sonrisa, apartaba los ojos del camino y otra vez, los dedos largos y flacos volvían a moverse como patitas de araña. Después de varios meses el orfebre terminó su labor .Cuando entregó el último par de aros, el cacique le dijo. -Los cargaremos en una canoa y nos iremos juntos a repartirlos entre mis amigos. Así fue. Cargaron los zarcillos en una canoa y partieron. En la ribera cantaba el pitogüé y una bandada de loros cruzaba el río y se perdía en el monte. Tendidos sobre la arena dormían los yacarés. Y comenzó a llover. El río, cada vez más picado, hacía tambalear la pequeña embarcación. En vano luchaban para ganar la costa. Era inútil. La corriente los arrastraba. Un fuerte golpe de agua tumbó la canoa y desapareció bajo el oleaje espumoso. El cacique y el orfebre, nadando, consiguieron llegar a la playa. Desde una barranca miraban el río. Esperaban ver surgir la canoa entre los camalotes, los troncos y los nidos que llevaba la corriente. El viento seguía golpeando las olas. Los dos hombres no se resignaban a la pérdida de los zarcillos. Aguardaban pensando : -.”El río tendrá que devolverlos. El río devuelve lo que no le pertenece. Los irá dejando en la ribera, sobre la arena, entre las piedras, en los esteros, al pie de los juncos”. El orfebre y el cacique permanecían inmóviles, con los ojos fijos en el agua. Cesaron la lluvia y el viento. En la playa algunos árboles tronchados mostraban las raíces. Sobre las barrancas el arco iris extendía su alegre cinta de colores. El cacique, sin apartar los ojos del agua, dijo al orfebre: -Yo me quedaré aquí, vigilando. Esperare hasta que el río devuelva las joyas y tú te irás rápidamente volando .¿Comprendes? Y le preguntarás a uno por uno, acercándote al oído para que te escuchen bien, si han visto nuestros zarcillos. Y desde ese día, el cacique se convirtió en el tuyuyú y el orfebre en el ñatiú. Por eso el tuyuyú vive en la orilla del agua vigilando. Espera todavía que el río le devuelva los aros de oro que se llevó una tarde. Y el ñatiú sigue volando, y a cada uno que ve,se le acerca y le silba al oído esta pregunta: -¿Che na mi chaí?¿Che na mi chaí? Que en guaraní quiere decir: ¿mis zarcillos?¿mis zarcillos?