¿Qué es la pedagogía? Walter O. Kohan La pedagogía es un misterio, un enigma, una pregunta. No es difícil justificarlo: no hay razones para ser pedagogo. Sólo hay motivos, excusas o necesidades. Es cierto que tampoco hay razones y que sólo hay motivos, excusas o necesidades para no serlo. Pero justamente eso también forma parte del enigma. Con todo, es innegable que, desde sus inicios en Grecia, lo que se denomina pedagogía occidental se sustenta en una base irracional. Externa e internamente. Por empezar, por el hecho de que los pedagogos eran esclavos. Literalmente. La misma palabra lo dice: el ped-agogo hacía referencia a quien conducía al niño hasta el lugar donde sería… instruido. El pedagogo no educaba, sólo conducía hacia el lugar de la instrucción. Sócrates lo dice claramente en el Alcibíades: la existencia misma de esclavos pedagogos es un síntoma de que la fuerza de Atenas va a terminarse, de que se educa contrariamente a como se debería educar, de que la polis se está cayendo a pedazos. Así pues, la pedagogía en el llamado Occidente nace como el triste ejercicio de un esclavo que es llevado a llevar al niño adonde un tercero, invisible, quiere que lo lleve. Irracionalidad por tres. O por cuatro, si incluimos al instructor. No hay dudas: en la pedagogía, por lo menos en su origen griego, ninguno es dueño de sí. Está claro que las cosas pueden ser diferentes y que no es necesario confundir una pedagogía con todas las pedagogías. Pero también podemos sospechar que las cosas sean verdaderamente diferentes si algunas relaciones se mantienen, aunque reciban nombres distintos. En todo caso, la diferencia en pedagogía cobra la forma de un desafío: salir de la esclavitud. No me refiero a la tan mentada esclavitud del niño. Sospecho que ésta será siempre una ficción de los adultos. Me refiero a la primera esclavitud, la más fuerte, la principal: la esclavitud de sí. Ésta, el pedagogo aún la carga consigo. De modo que la pedagogía es, por encima de un misterio, el desafío de la liberación de la esclavitud. Desde que se inventó la escuela, la pedagogía ya no es sólo un misterio, un enigma, una pregunta y un desafío, sino que también es un imposible: círculo cuadrado, educar para la autonomía; aceite en agua: emancipar al ciudadano; hielo caliente: formar para la libertad. Después de “¿qué es la pedagogía?” sigue otro signo: la interrogación se convierte en exclamación… ¡¡¡Lo que es la pedagogía!!! ¡¡¡Cómo es posible!!! ¡¡¡Cómo!!! De modo que la pedagogía también es imposible. Con todo, por el camino de lo imposible, se encuentra más próxima al pensamiento. Pensamos porque, como, cuando, donde es imposible pensar. Educamos porque, como, cuando, donde es imposible educar. La verdadera pedagogía, la que vale la pena ser pensada, afirma cierto respeto a lo imposible. Sócrates, pedagogo imposible, lo sabía, incluso antes de que se inventaran las escuelas. Tan imposible era la pedagogía de Sócrates que lo mataron. O se dejó matar, para el caso es lo mismo. Las razones están explícitas en la acusación: Sócrates corrompía a los jóvenes. Es cierto que los corrompía. Tradicionalmente, se les enseñaba que no sabían y que debían aprender lo que ignoraban. Sócrates también les enseñaba que no sabían, pero pretendía que aprendiesen otra cosa: lo contrario del saber, la ignorancia. Una muestra más de la imposibilidad de la pedagogía: cuando es verdadera, enseña un imposible: que la ignorancia es un saber, que la ignorancia es, de hecho, el único saber que es necesario saber porque permite siempre saber de otro modo y no saber sólo lo que ya se sabe. La ignorancia es el doble imposible de la pedagogía. El caso de Sócrates también enseña que lo verdaderamente importante en pedagogía es lo que se aprende y no lo que se enseña. También enseña que no hay cómo anticipar, controlar o determinar lo que alguien aprende. Otra vez, lo que se aprende, cuando se aprende de veras, es un misterio o un imposible. No sabemos por qué se aprende, qué se aprende, cómo se aprende, para qué se aprende. Nunca lo sabremos. Pero es ahí donde la pedagogía se vuelve interesante: cuando deja aprender sin preocuparse por dirigir qué se aprende, cómo se aprende, para qué se aprende. Finalmente, enseña que la única pedagogía que vale la pena es la que se aproxima a la vida y a la muerte. O para decirlo mejor: la pedagogía, cuando es tomada en serio, o sea, cuando afirma lo imposible, es también vida y muerte. En un sentido más primero ayuda a vivir y a morir. Pero también da vida y da muerte. Exige vida y exige muerte. Vive de la vida y muere de la muerte. Permite aprender a vivir y aprender a morir. Deja vivir y deja morir de verdad. Finalmente, como es imposible, la pedagogía es infancia. Diferencia de infancia. Afirmación de infancia. Sensibilidad de infancia. Experiencia. Creación. Afecto: trinidad imposible de la pedagogía. La pedagogía no es un espacio, un tiempo, una lengua. Es utopía: llegar a la infancia.