¿Guachimán? No,¡líder-man! Parecía una noticia increíble: la prestigiosa revista América Economía otorgaba el premio de mejor empleador de América Latina a una empresa peruana de seguridad. Sí, una que contrata vigilantes, uno de los empleos más menospreciados en nuestro medio. Los buscamos para descartar que se tratara de una broma pesada. En la empresa peruana J&V Resguardo nunca se pagan los sueldos a tiempo: lo hacen con dos o tres días de anticipación. El gerente general no usa terno ni corbata y tiene un discurso subversivo para el empresariado nacional. No tienen área de Recursos Humanos sino de Talentos Humanos (sic). Prestan dinero a sus trabajadores para educación, salud o vivienda. Para colmo, a ninguno de sus tres mil agentes de seguridad se le puede decir "habla yungay". "¿Qué es eso? Yo soy un líder-man", responden extrañados, con la mirada cejijunta debajo de sus gorras marrones. Muchos de sus trabajadores no pueden creer que eso suceda en el Perú. Algunos piensan que se trata de una empresa extraterrestre y nosotros tampoco estamos seguros de que no lo sea. Pero en este lugar, en vez de recibir advertencias y multas del Ministerio de Trabajo, coleccionan premios por sus buenas prácticas laborales. Aunque J&V Resguardo no es el lugar donde mejor se gane en el país, muchos de sus empleados la consideran un paraíso. No en vano también ha sido nombrada dos años consecutivos en el primer lugar del ranking de ‘Las mejores empresas para trabajar en el Perú’ por el internacional Great Place to Work Institute, mientras que The International Business Awards la premió como ‘El mejor equipo de recursos humanos en el mundo’. Y no es que esas instituciones la hayan calificado en base a lo que les ha contado el dueño: la mayor parte de la evaluación se hace con una encuesta a los propios trabajadores. You guy, líder-man Una palabra inició toda la revolución en J&V Resguardo. Fue a mediados del año 98, cuando el famoso comercial de "yungay" estampó ese sobrenombre a todos los vigilantes particulares de Lima. "Eso generó un sentimiento de desánimo por la forma en que se denigró a los agentes. Nuestro personal sentía vergüenza. Decían que hasta sus hijos eran objeto de burlas porque su papá era un ‘yungay’. Por eso generamos la frase de líder-man y un cambio en la empresa", recuerda Félix Rivas, jefe de Gestión de Talento Humano. Él mismo ha sido parte del cambio. Hace 16 años ingresó como supervisor luego de haber sido parte de la plana menor de la Marina, pero la empresa lo mandó a estudiar un diplomado en Recursos Humanos en la Universidad Ricardo Palma. El primer paso para el cambio fue el nombre. En la espalda de sus chalecos, el personal de J&V Resguardo nunca más llevaría la inscripción ‘vigilante particular’ sino ‘líder-man’, un agente de nuevo tipo, con el principio de honestidad bien claro. Pero el gerente general de la empresa, Javier Calvo Pérez, pensó en un punto débil: "Cualquiera puede tener buenos valores, pero si ese tiene problemas económicos, es fácil que ceda al robo en su trabajo". Para empezar, esta empresa no dejó a ninguno fuera de planilla, los sueldos se pagarían antes del quince o treinta y la gratificación de fin de año, el uno de diciembre. Hoy, los trabajadores pueden solicitar el adelanto de esa gratificación, además de acceder a programas de préstamo de dinero sin intereses en Mejorando Mi Casa, Mi Baño, Mi Moto o Mi PC. Y para acceder a esos beneficios no es necesario que el líder-man persiga a su jefe por toda la empresa. Una vez que ha cumplido un tiempo de servicio, solo debe inscribirse por la página web. "Nuestra organización empresarial es horizontal y la hemos creado hablando con los trabajadores para conocer sus inquietudes. Eso a algunos amigos empresarios les parece increíble, porque ellos no aceptan que el gerente hable de tú a tú con un obrero. Nuestro modelo nos ha llevado al éxito, al punto que damos charlas en varias universidades y empresas para que lo conozcan", explica Jaime Calvo Pérez. Otro ejemplo es Manuel Reyes, quien ingresó como vigilante hace quince años y hoy es el jefe del centro de control a nivel nacional. Para eso, pasó por cursos de computación, reparación y ensamblaje de computadoras, además de administración de redes. Con 38 años y una familia constituida, dice que gana lo suficiente para no quejarse. Para que no queden dudas, en la propia web de la empresa se muestran fotos del personal beneficiado con sus casas remodeladas, baños instalados o motos entregadas al crédito. Si bien los sueldos de un líder-man varían entre los 800 soles hasta los 1,600, una mototaxi, que le puede financiar la empresa, ayuda bastante en la economía familiar. Vale la pena soñar Si usted piensa buscar trabajo en J&V Resguardo, le advertimos que nunca ponen aviso en los diarios ni en ningún otro medio. Pero el día que llegamos en su local había como cuatrocientas personas para postular a treinta vacantes. "Solo aceptamos gente recomendada por el tema de seguridad", explica Jaime Calvo Pérez. Además, todo líder-man sabe que si en su trabajo alguien le propone robar, él tiene que aceptar, pero antes de cometer el delito debe informar a su superior y encontrar con las manos en la masa al infractor. Las instalaciones de la empresa han parecido por momentos sets de televisión en los se han cumplido sueños. Aparte de pagar tratamientos médicos de esposas e hijos de los líder-man, mensualmente hay una reunión que se llama ‘conociéndonos mejor’, donde un trabajador cuenta pasajes de su vida. Cierta vez, Alindor Chávez, un muchacho de limpieza, relató que hacía quince años no veía a su madre porque se había ido a Estados Unidos. Jaime Calvo Pérez la ubicó en Norteamerica y la trajo para la siguiente reunión como una sorpresa. Las lágrimas no solo brotaron de la madre y su hijo, sino de casi todos los trabajadores que presenciaron la escena. La secretaria del gerente general, Etel Castillo, confiesa que no desea irse de su paríso laboral a pesar de que tiene 68 años de edad y que debió jubilarse hace tres. Será porque vio nacer la empresa, cuando Jaime Calvo Pérez viajaba en un Volkswagen escarabajo con su máquina de escribir para hacer los contratos y no tenía ni cincuenta personas a su cargo. Entonces decía que sería feliz si llegaban a doscientos. Hoy son tres mil y los trabajadores parecen curiosamente más felices que el propio dueño.