TEMA 2 MITOLOGÍA Y LITERATURA EN GRECIA Esquema: 1. La naturaleza de los mitos griegos 2. Origen y características de los mitos griegos 3. Tipología de los mitos griegos 3.1. Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes 3.1.1. Cosmogonías 3.1.2. Teogonías y luchas de soberanías 3.1.3. La creación del hombre 3.2. Mitos sobre los dioses 3.3. Las aventuras de los héroes 3.3.1. Los grandes ciclos legendarios a. Ciclo tebano b. Ciclo argivo c. La guerra de Troya 4. La transmisión de los mitos griegos 4.1. Homero y Hesíodo 4.2. La poesía lírica 4.3. La tragedia 4.4. La poesía helenística 4.5. La prosa 4.6. La filosofía 4.7. Las enciclopedias mitográficas 1 5. La interpretación de los mitos griegos 5.1. Alegorismo y racionalismo 5.2. La mitología clásica en el Renacimiento 5.3. Las interpretaciones modernas 5.3.1. La mitología comparada 5.3.2. La mitología histórica 5.3.3. La interpretación de los mitos en el siglo XX a. La mitología simbólica b. La mitología funcional c. La mitología estructural 6. Mitos hispánicos 2 1. La naturaleza de los mitos griegos. Es casi obligado al hablar del mito en Grecia intentar dar una definición de esta palabra, a pesar de la dificultad que entraña. En griego la palabra mythos significaba ‘palabra’, ‘dicho’ y, en principio, podía hacer referencia a un tipo cualquiera de relato. Posteriormente, después de que en Grecia comenzara a establecerse una oposición entre lo perteneciente a la esfera del mito y lo racional, van a surgir una serie de connotaciones negativas, que van a asociar el mito con algo ‘no real’, ‘inventado’, y que son las que aparecen reflejadas en las definiciones que, a menudo, los diccionarios modernos ofrecen de la palabra ‘mito’: “fábula, ficción alegórica, especialmente en materia religiosa”, o bien un uso coloquial de mito como “algo falso e indemostrable” o como “algo fabuloso o quimérico”. Estas definiciones “negativas” del mito son ya antiguas. Es en el historiador Heródoto (s. V a. C.) donde encontramos por vez primera un uso de la palabra ‘mito’ en el sentido de ‘relato no confirmado por testimonios’, oponiéndolo así al relato histórico, que sería el ‘relato de hechos ocurridos realmente’. Igualmente, en poetas como Píndaro o filósofos como Platón, el mythos se va a teñir de ciertas connotaciones de falsedad o artificio cuando lo ponen en contraste con su propia verdad, como luego veremos. De todas las definiciones del mito griego hemos seleccionado tres relativamente modernas, que se complementan. Para Jean Pierre Vernant los mitos son “conjuntos de relatos sobre los dioses y los héroes, es decir, los dos tipos de personajes a los que las ciudades antiguas elevaban su culto”. Burkert ha definido el mito como “un relato tradicional con referencias parciales y secundarias a algo de importancia colectiva”. Para García Gual, el mito es “un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano”. Las tres definiciones coinciden, pues, en que el mito se trata de un tipo de relato tradicional con carácter dramático y valor ejemplar para la comunidad. En primer lugar, es un acontecimiento cuyo desarrollo se considera enmarcado en un tiempo “anterior, exterior y heterogéneo respecto al tiempo en que vivimos”, como ha señalado Veyne. Por otro lado, se trata de un acontecimiento considerado fundamental, y sus protagonistas no son seres humanos corrientes, sino héroes o dioses o, en cualquier caso, personajes con algún rasgo sobrenatural. 3 Se trata, pues, de un relato que presenta a unos seres sobrenaturales, que cuenta un acontecimiento sucedido en un tiempo primigenio anterior al tiempo real, y que proporciona la clave explicativa de algo que sucede o existe en el tiempo real. Los mitos, como han señalado los antropólogos, tienen una función importante en la vida de una sociedad primitiva o arcaica. Sirven para explicar el mundo, para justificar los hábitos y ritos de una determinada cultura. Esto es, precisamente, lo que diferencia al mito de otros términos con los que, en muchas ocasiones, aparece asociado, tales como ‘leyenda’, ‘saga’, o ‘cuento popular’. Los mitos tratan temas fundamentales de la existencia humana, como los orígenes del universo, de la vida, la necesidad de la muerte, etc. Por el contrario, las leyendas serían relatos tradicionales que relatarían aventuras de seres reales o hechos del pasado que habrían ocurrido en determinados lugares. El cuento popular, a su vez, describe hechos puramente imaginativos con fines de entretenimiento en un tiempo sin determinar. El problema reside en que los griegos llamaban mitos a estos tres tipos de relato que acabamos de mencionar. Así, relatos como el de la guerra de Troya, encajarían en el tipo de la leyenda, mientras que el mito de Perseo y Andrómeda reúne todas las características del cuento popular. En Grecia, la práctica del relato mítico desembocó irrefrenablemente en el paso del mythos al lógos, es decir, en la aparición del pensamiento racional. El enfrentamiento entre ambos términos se inició en el siglo VI a.C. y trajo consigo las primeras especulaciones con base científica sobre el universo, que dieron origen, a su vez, al nacimiento de la filosofía y de la ciencia. Como explicación de lo real, el mito va a ser inapropiado para las exigencias racionales de la época. Mientras el pensamiento mítico intentaba explicar el mundo y sus fenómenos por medio de acontecimientos considerados reales, pero que no lo eran, el pensamiento racional sólo tenía por válidas las explicaciones que recurrían a hechos cuya realidad era demostrable y constatable. Filósofos como Jenófanes o Heráclito van a criticar a Homero y a Hesíodo por contar historias poco edificantes. Así, pues, son los filósofos, y sobre todo, Platón, los primeros que rompen con la unidad entre mythos y lógos. La palabra lógos también tiene muchos significados en griego: por un lado es ‘relato’, ‘narración’ igual que mythos; pero también es ‘palabra’, ‘frase’, ‘tratado’, ‘razón’, ‘razonamiento’, etc. El mito se encargaba de exponer los problemas del entorno humano, pero no intentaba comprobarlos, mientras que el lógos busca una explicación racional. Los filósofos van a despreciar el saber de los mitos. Éstos van a buscar el origen de la vida 4 por la vía racional. Pero va a ser en Platón donde se produzca la crítica más virulenta de los mitos, ya que contribuyen a la corrupción de los jóvenes. Más tarde, Aristóteles en su Poética va a utilizar la palabra mythos en dos sentidos: relato tradicional y arcaico, por un lado, y ficción literaria, por otro. Los autores latinos usaron la palabra fabula para ambos sentidos y así, por fabulae entendían tanto los repertorios mitológicos de Apolodoro o Higino, como las tragedias de Eurípides o las comedias de Aristófanes. Esta doble acepción de mito va a continuar durante la Edad Media y el Renacimiento. Sólo a partir del siglo XVIII, en que se descubren otras mitologías, se va a diferenciar entre el mito propiamente dicho y la ficción literaria. 2. Origen y características de los mitos griegos El origen de los mitos griegos es muy complejo. Por un lado, son huella de los mitos indoeuropeos. Lo mismo que se compararon lenguas para establecer rasgos comunes entre ellas, se compararon los mitos de los pueblos indoeuropeos. Según la teoría de Dumézil aplicada a la ideología indoeuropea, todas las actividades humanas se agrupan en tres funciones presididas por tres categorías específicas de divinidades: la función de soberanía, la función guerrera y la función de producción y reproducción. Esta teoría que se cumple con bastante exactitud en la mitología india, no tiene tanto reflejo en la griega, aunque algunos mitos, como el del concurso de belleza que enfrentó a las diosas Hera, Afrodita y Atenea, puedan, de algún modo, ponerse en relación. Pero los mitos griegos no sólo tienen elementos indoeuropeos. También contienen mitos autóctonos, del sustrato pregriego y, especialmente, mitos procedentes del Oriente próximo, que habrían penetrado a través de los numerosos contactos con Asia Menor. Una característica de los mitos griegos es que, a diferencia de otras culturas, no están especialmente ligados a una literatura religiosa, ni su custodia está encomendada a grupos sacerdotales como sucede en la India o en la tradición hebrea. Esto no quiere decir que muchos mitos griegos no vayan a estar unidos a creencias o rituales locales. Pero son los poetas principalmente, como educadores del pueblo, quienes van a utilizar sobre todo los mitos y los encargados de su transmisión. Esto ha proporcionado a los mitos griegos una flexibilidad y una libertad que no tiene la transmisión mitológica de 5 otros pueblos. Los mitos se convierten así en materia literaria, por lo que van a poder ser objeto de modificaciones de todo tipo: desde variaciones de detalle hasta reinterpretaciones en profundidad de su sentido último. Esto constituye el rasgo principal del mito griego: su transmisión y reelaboración por parte de los poetas, junto con el carácter tradicional del relato. El relato mítico en Grecia, pues, no está fijado de forma definitiva. Ahora bien, no depende únicamente de la invención individual o de la fantasía creadora de los poetas, sino que a la vez está rígidamente incardinado en la transmisión y la memoria colectiva. Memoria, oralidad y tradición son condiciones básicas de la existencia y supervivencia del mito. Se trata, por tanto, de un relato tradicional de carácter abierto, pero sólo a condición de que se inscriba en la línea de la tradición, es decir, si respeta las convenciones de temas, asociaciones, vinculaciones y contrastes, fuera de los cuales el mensaje dejaría de ser comprensible para los receptores. La mitología griega es, pues, el resultado de una síntesis elaborada por los griegos que combina mitos indoeuropeos, autóctonos y orientales. Por mitología se entiende, por un lado, el repertorio de mitos, tal y como aparecen narrados de Hesíodo a Apolodoro. Pero también, la explicación de los mismos, su estudio. En este segundo sentido, la mitología es relativamente moderna, como veremos más tarde. 3.Tipología de los mitos griegos Dentro de los mitos griegos, se pueden distinguir tres grandes categorías, que, a su vez, comprenden otros tipos: a) Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes: cosmogonías, teogonías, lucha por la soberanía, creación del hombre. b) Mitos sobre los dioses: genealogías, aventuras, etc. c) Mitos sobre los héroes: ciclos legendarios. 6 3.1. Mitos cosmogónicos y relatos sobre los orígenes 3.1.1.Cosmogonías Las cosmogonías cuentan la creación del universo y el origen del mundo. En el caso de las cosmogonías griegas la narración se hace en términos de genealogía hasta alcanzar la etapa en que impone la soberanía de Zeus. A la vez son también mitos de soberanía. Exaltan el poder de un dios que reina sobre todo el universo. Entre las cosmogonías hay que destacar la Teogonía de Hesíodo, por ser la más amplia y la mejor conservada. El poema describe (versos 116 ss.) las diferentes etapas de la creación hasta llegar a la supremacía de Zeus: En Hesíodo existen tres seres primigenios, es decir, las primeras realidades del mundo y que van a ser a su vez el origen de todo. Primero existió el Caos, el abismo sin fondo, un espacio abierto sumido en la oscuridad. Después surgió la Tierra, que habría de ser el fundamento seguro de la vida posterior. Y en tercer lugar Eros (el Amor), el motor de la creación, que empuja a los seres a unirse y a multiplicarse. De Caos nacerán, sin unión femenina, Érebo (las tinieblas), y la Noche. Gea (la Tierra) por su parte, y también si necesidad de elemento masculino, engendra a Ponto (el mar) y a Urano (el Cielo). Posteriormente, Gea se une a Urano, su hijo, y de esta unión nacerán los Titanes, entre los cuales va a estar Crono, el más importante, porque va a ser el que castre a su padre Urano para separarlo de la Tierra. Tras la separación de Urano y Gea motivada por la castración de Crono, Hesíodo describe las etapas en la lucha por la soberanía de Zeus. Además de este tratamiento pormenorizado de Hesíodo en los albores de la Literatura griega, conservamos huellas de otros intentos, en alguna medida divergentes, de explicación cosmogónica. Así, en Homero (Ilíada XIV 201) tal vez podría haber una alusión a ver el origen del mundo en un principio único, el Agua primigenia, personificada en Océano. Otros autores piensan en la Noche original, que puede desdoblarse en dos formas, una masculina y la otra femenina. A mediados del siglo VI a. C., en un momento aún importante, pues, de la época arcaica, Ferecides de Siros, en consonancia con su momento intelectual, intenta un primer acercamiento racionalista a la explicación del origen del mundo. Y así, conserva las figuras de las grandes divinidades tradicionales, pero transforma sus nombres mediante juegos etimológicos de palabras. Especialmente interesantes son las cosmogonías órficas, que se remontan por lo menos al siglo V a. C., como lo prueban la parodia de Aristófanes en Las Aves así como el papiro de Derveni de finales del siglo IV a. C, aunque muy probablemente sean más 7 antiguas, también de época arcaica. Pero estas cosmogonías son sobre todo conocidas por textos tardíos atribuidos a Orfeo, poeta mítico anterior a Homero y a Hesíodo. El poeta Apolonio de Rodas (El viaje de los Argonautas I 496ss.) pone en boca de Orfeo una cosmogonía. 3.1.2. Teogonías y luchas de soberanía Tras el período cosmogónico las teogonías suelen pasar a explicar también el origen de los dioses -siguiendo en ello normalmente una estructura genealógica-, hasta la implantación de nuevo orden, en nuestro caso el orden de Zeus. Ya hemos mencionado la Teogonía de Hesíodo como la principal. En dicho poema (vv. 132ss.) se nos da una perspectiva de conjunto sobre la formación y organización del mundo divino. Es una narración mítica que incluye material de diversa procedencia, donde destacan influencias orientales, que el poeta ha sistematizado y reelaborado para presentar una visión global que va desde el caos inicial hasta el triunfo de Zeus. 3.1.3. La creación del hombre. Existen diferentes mitos griegos que intentan explicar el origen del hombre. En unos, los hombres nacen de las piedras lanzadas por Deucalión, el hijo de Prometeo y de su esposa Pirra; otros hablan de Prometeo, que modela a los hombres con agua y tierra; finalmente, otras versiones mencionan simplemente que fueron creados por los dioses. Y junto a la creación del hombre la mitología griega también encara la aparición de la primera mujer (Pandora). Sobre este punto de la presencia del hombre sobre la tierra es importante el mito de Prometeo -el protector de la estirpe humana-, que aparece desarrollado en Hesíodo, tanto en la Teogonía (vv. 535 ss.: engaño de Prometeo a Zeus y castigo de éste a los hombres) como en Los Trabajos y los Días (vv. 42 ss.: robo del fuego por Prometeo y aparición de la mujer en el mundo): El mito de Prometeo: Una vez establecido el orden del mundo, Zeus reina sobre el universo. Dioses y hombres conviven en paz y armonía. Los hombres no conocen ninguno de los males venideros, no existen las mujeres, no envejecen, en fin, es la Edad de Oro. Pero llega el momento de repartir honores entre dioses y hombres. Los dioses eligen a Prometeo para llevar a cabo el reparto. Prometeo es hijo de un Titán, Jápeto, hermano de Crono, pero no ha participado en la lucha contra Zeus. Después de sacrificar una res, Prometeo es el encargado de repartir las primicias. Mediante un engaño, Zeus elige la peor parte, los 8 huesos, y da a los hombres lo mejor del sacrificio, la carne. Zeus, burlado y lleno de ira, decide negar a Prometeo y a los hombres el fuego y el trigo. Sin embargo, Prometeo va otra vez a apoderarse de la semilla del fuego y a entregarlo a los hombres. A su vez, la semilla del trigo tendrá que ser ocultada bajo la tierra y los hombres deberán trabajar para obtener su cosecha. El mito de Pandora, la primera mujer: A continuación, Hesíodo va a contar la creación de la primera mujer, Pandora. Zeus va a convocar a algunos dioses como Hefesto, Atenea, Afrodita, Hermes, y entre todos van a hacer a Pandora. Hefesto la modela con agua y arcilla, Hermes le da vida y fuerza y la dota de voz. Atenea y Afrodita la visten y adornan. Pero junto con la voz, Hermes la hace mentirosa, de mente taimada. Prometeo se da cuenta de lo que va a significar para los hombres, las desgracias que va a acarrearles e intenta prevenir a Epimeteo, su hermano. Pero éste se deja seducir por la belleza de Pandora y la deja entrar en su casa. Se convierte así en la primera esposa humana. Instigada por Zeus, que excita su curiosidad, va a destapar la vasija que contenía todos los males de la humanidad. Sólo Elpís, la esperanza, se va a quedar dentro de la vasija. Así, pues, Pandora, la primera mujer, va a ser el origen de todos los males del mundo. Los mitos griegos también se ocupan de la evolución del hombre sobre la tierra. Y así, Hesíodo en Los Trabajos y los Días (vv. 106 ss.) nos cuenta que hubo cinco etapas en la historia del hombre. Las tres primeras y la última están asociadas a un metal: oro, plata, bronce y hierro. La cuarta es la edad de los héroes. Por último no debemos olvidar los llamados mitos etiológicos, que buscan explicar el origen de la diversidad de pueblos, ciudades, de la que eran perfectamente conscientes los griegos. Hesíodo habla de Helén, hijo de Deucalión, que tuvo tres hijos: Juto, Eolo y Doro. Los dos últimos dan nombre a los eolios y a los dorios. A su vez, Juto tuvo un hijo, Ión, que da nombre a los jonios. 3.2. Mitos sobre los dioses Los dioses griegos se definen por sus relaciones mutuas dentro de una sociedad que es, fundamentalmente, la de una familia patriarcal. A Homero y Hesíodo, principalmente, debemos los rasgos más característicos de los dioses griegos. Una de sus principales características es su antropomorfismo y su sumisión al dios soberano Zeus. Los dioses y diosas homéricos son esencialmente humanos en su conducta y actúan motivados también por deseos humanos. En los poemas homéricos se ve a los dioses actuando para castigar y destruir a los humanos que de alguna manera se atreven a poner en duda su poder, a cuestionar sus prerrogativas o a competir con ellos. 9 Por otro lado, los dioses también proporcionan un punto de partida a las genealogías heroicas, habida cuenta que, en muchos casos, los héroes son fruto de la unión de un dios con una mortal. La organización familiar y la estructura genealógica permiten dar cohesión a los dioses del panteón helénico, formado agregaciones de dioses de diferente origen. Hesíodo en la Teogonía relata cómo desde el caos originario fueron surgiendo los dioses, en varias generaciones, y cómo Zeus logró, tras vencer a los dioses más antiguos, los Titanes, asentar ese orden divino que tiende a la armonía y a la justicia. Los dioses Olímpicos. Los dioses que habitan el Olimpo se reparten en dos generaciones: la de los hijos de Crono y Rea, que son Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus; y la de los hijos de Zeus: Atenea, Perséfone, Apolo, Ártemis, Hefesto, Ares, Hermes, Afrodita y Dioniso. De todos ellos, Zeus fue el que consiguió la supremacía y el poder en el Olimpo cuando destronó a su padre. Se repartió el dominio del mundo con sus dos hermanos: Posidón y Hades. Combatió a los Titanes y sometió a monstruos primigenios como Tifón. Es el dios de la luz del día, del cielo y los fenómenos atmosféricos y goza de un poder ilimitado. Recibe el epíteto de ‘padre de hombres y dioses’. La descripción de sus devaneos amorosos ocupa buena parte de la mitología griega. Hera es hermana y esposa legítima de Zeus, y madre de Ares y Hefesto. Diosa del matrimonio, tiene un carácter terrible cuando se enfada. Poseidón es uno de los hijos de Crono que, tras vencer a éste, se repartió el mundo con sus dos hermanos Zeus y Hades. A él le tocó reinar sobre los mares y las aguas, junto a su esposa Anfitrite. Es el que provoca oleadas y tempestades blandiendo su tridente, y también el dios de los terremotos. Hades reina sobre el mundo de los muertos, que lleva su mismo nombre, en compañía de Perséfone, la hija de Deméter, a la que raptó para hacerla su esposa. Deméter es una diosa de carácter agrario. Protege las cosechas de cereales y la tierra cultivada. Es madre de Perséfone, a quien Hades se llevó al Hades. 10 Atenea es hija de Zeus. Su parto fue singular. Nació de la cabeza de Zeus, de donde salió vestida con su armadura y su casco de bronce. Es una doncella guerrera que protege a los héroes y se distingue por su inteligencia. Ares es hijo de Zeus y Hera. Es el dios de la guerra y a él se le hacen numerosos sacrificios. Tuvo amores muy famosos con Afrodita, la esposa de Hefesto. Hefesto es hermano de Ares. Es el dios de la fragua, donde fabrica armas para los dioses y los héroes. A pesar de ser cojo, su esposa es la diosa Afrodita. Afrodita es la diosa del amor y del deseo sexual. La versión más antigua de su nacimiento cuenta que nació de la espuma que se formó en las aguas del mar al caer el esperma del miembro mutilado de Urano, el dios del cielo. Según otra versión es hija de Zeus. Aunque estaba casada con Hefesto, tuvo muchos amantes, entre ellos Ares, el héroe troyano Anquises, Adonis, etc. Apolo es hijo de Zeus y Leto. Es el dios de la luz y la pureza ritual, de las artes, la poesía y la música. Sabe tocar la lira rodeado del coro de las Musas. Sus grandes santuarios estaban en la isla de Delos y en el oráculo de Delfos, donde decía sus enigmáticas profecías. Ártemis es hermana gemela de Apolo. Diosa de la virginidad, de la caza y señora de los animales salvajes. Protege a las doncellas y a las mujeres en el parto. Dioniso es hijo de Zeus y de una princesa de Tebas, Sémele. Era un héroe en origen, pero luego se convirtió en dios. Es el dios del vino, de la embriaguez y del frenesí. Suele presentarse como un dios oriental, con su séquito de bacantes, ménades y sátiros. Es también el dios del teatro, tanto de la tragedia como de la comedia. Hermes es hijo de Zeus y Maya, una ninfa de Arcadia. En origen era un dios de los pastores y del ganado. Es un dios astuto, engañador y viajero. Era el patrón de los comerciantes, de los mensajeros, de los pactos y de los ladrones. Pan es hijo de Hermes. Tiene cuernos y patas de cabra. Es una divinidad agreste que persigue ninfas, cuida del ganado y toca el caramillo. De él ha tomado la iconografía cristiana la imagen del demonio. Hestia es hermana de Zeus. No es muy conocida. Es la diosa del fuego del hogar y por ello está relegada al interior del hogar. Hécate es la diosa terrible que aparece de noche en los caminos. 11 Cada una de estas divinidades va a tener un perfil propio y a cumplir funciones específicas de protección y patrocinio de todas las actividades de la existencia humana. Entre ellas se dan relaciones de oposición y complementariedad. Hay divinidades guerreras, como Ares y Atenea, pero con un enfoque distinto de la actividad. Ares representa una concepción salvaje y primitiva de la actividad guerrera, mientras que Atenea encarna una concepción socializada de la guerra y la pone al servicio de la ciudad. Atenea, por otra parte, comparte con Hefesto el patrocinio de la artesanía, pero cada uno de ellos tiene su cometido propio: Hefesto, el trabajo de los metales y de la forja; Atenea, los trabajos del bosque y el telar. Hera, la esposa de Zeus, preside la institución matrimonial. La diosa Afrodita le sirve de complemento. Afrodita es la diosa del amor carnal, del deseo amoroso. Hestia es la diosa del hogar y se opone, de alguna manera, a Hermes, el dios viajero. Ártemis reina sobre los lugares no civilizados, y, por tanto, es la diosa de la caza, y de la etapa salvaje de la vida, la adolescencia. Deméter, por su parte, domina sobre la tierra cultivada, es la diosa de la agricultura. Apolo es el dios del orden y la estabilidad. Preside el canto y las artes en general. Dioniso es un dios errante y vagabundo; representa lo que es diferente. Es el dios del vino y de la vid, del entusiasmo y del éxtasis. No protege a la familia ni a la ciudad, sino que inspira el frenesí y la locura. El rasgo principal de los dioses griegos es el antropomorfismo. Los dioses tienen formas y pasiones humanas y están emparentados entre sí. 3.3. Las aventuras de los héroes. Los héroes van a desempeñar un papel fundamental en la mitología y, por consiguiente, en la literatura griega. De hecho, son los protagonistas de gran parte del repertorio de mitos griegos. Los héroes griegos son seres semidivinos, famosos por sus acciones ejemplares, a los que se rendía culto en algunas ciudades griegas. El término héroe designaba en griego a aquellos que, tras su muerte, pasaban a disfrutar de un estatuto sagrado, convirtiéndose en semidioses. Había muchos lugares de culto a los héroes locales y las ciudades se gloriaban de tener un héroe fundador, así como muchas familias nobles. También instituyeron fiestas públicas como los Juegos Olímpicos o Ístmicos. 12 Los héroes nacen, generalmente, de la unión de un dios y una mortal, como Heracles, hijo de Zeus y de Alcmena; o bien de una diosa y un mortal, como en el caso de Aquiles, hijo de la diosa marina Tetis y de Peleo; o Eneas, hijo de Afrodita y del troyano Anquises. Pero también hay héroes que son plenamente humanos, aunque de estirpe regia, como Odiseo o Edipo. Su rasgo principal es que tanto unos como otros, a diferencia de los dioses, son mortales. Hay héroes mayores, famosos en toda Grecia, cantados en la épica y en toda la literatura clásica, y otros menores, de carácter local, ligados a un culto determinado. Algunos han pasado a la posteridad por librar de monstruos y peligros los lugares por donde pasaban a lo largo de sus aventuras, como Heracles, Teseo o Jasón. Otros como Aquiles, Agamenón, Polinices, Adrasto, fueron al frente de ejércitos a combatir en Troya o en Tebas. Otros, menos conocidos, pasan por ser los impulsores de un determinado elemento cultural. Así, Triptólemo es el introductor del cultivo de los cereales, etc. Dioses o diosas auxilian o persiguen a algunos de estos héroes, como Jasón, por ejemplo, que recibe ayuda de Atenea, o Heracles amenazado por Hera. Las características de los héroes no son exclusivas de los griegos. También encontramos héroes similares en otras culturas, no sólo de estirpe indoeuropea, sino también orientales, cuyas hazañas y aventuras ocupan buena parte de la poesía épica. Sin embargo, en Grecia el héroe es, la mayoría de las veces, el héroe homérico o el héroe trágico, lo que le ha conferido unos rasgos singulares. El héroe homérico participa de las características de los héroes, pero a la medida humana. Posee la cualidad de la areté (‘excelencia’), que en griego hace referencia tanto a cualidades morales como físicas. Es, por tanto, valiente y virtuoso. Debe sufrir y morir, y las intervenciones de los dioses con los que está emparentado, no pueden sustraerlo a ese doble destino. En los poemas épicos se exalta su valor y su búsqueda de ‘gloria imperecedera’. A algunos de ellos les estaba reservado un final feliz en la Isla de los Bienaventurados o en los Campos Elíseos, pero Homero no hizo suyas esas tradiciones. Cada héroe tiene su propia historia llena de hazañas y acciones valerosas. Algunos, como Heracles, obtuvieron la inmortalidad como premio. Heracles es el más grande de los héroes griegos. Su fuerza era sobrenatural ya desde su infancia. Recuérdese que en la propia cuna estranguló a dos serpientes que Hera le había enviado. Hera estaba celosa porque Zeus lo había engendrado con una mortal, Alcmena, la esposa de Anfitrión. Su odio hacia 13 el héroe fue tal que consiguió que Heracles quedara sometido a Euristeo, rey de Micenas y Tirinto. Éste le mandó ejecutar los famosos doce trabajos, que ejecutó sano y salvo. Participó en la primera guerra de Troya, en la expedición de los Argonautas, en la lucha con los Centauros, etc. Murió al ponerse la túnica envenenada con la sangre de la hidra de Lerna que el centauro Neso había entregado a su mujer Deyanira. 3.3.1. Los grandes ciclos legendarios Los mitos heroicos se suelen agrupar en ciclos organizados alrededor de una ciudad. Los más importantes giran en torno a Tebas y Argos, por un lado, y a Troya, por otro. a. Ciclo tebano La historia de Tebas comienza con el fenicio Cadmo, hermano de Europa, que había salido en busca de su hermana, raptada por Zeus, y llegó a Beocia, donde fundó la ciudad de Cadmea. Es antepasado de Edipo, que pertenece a la dinastía de los labdácidas. Lábdaco, el antepasado epónimo de la dinastía, era el abuelo de Edipo, y descendiente de Cadmo. Edipo es hijo de Layo. Éste había recibido un oráculo según el cual si engendraba un hijo varón, moriría a manos de éste. Su mujer, Yocasta, tiene un hijo y Layo, atemorizado por el oráculo, decide abandonarlo. Edipo es salvado por un pastor y adoptado por el rey de Corinto, Pólibo. Un día se entera de que había sido recogido en el monte y decide consultar al oráculo de Delfos para averiguar su origen. El oráculo le dice que si vuelve a su patria, matará a su padre y se casará con su madre. Ante tal situación Edipo decide no regresar a Corinto al lado de Pólibo, a quien sigue considerando su padre, para así intentar evitar el cumplimiento del oráculo, y encamina sus pasos a la más próxima Tebas. En el camino se encuentra con un desconocido, con el que tiene un altercado y lo mata sin saber que es su verdadero padre. Al llegar a Tebas resuelve el enigma de la esfinge. Como recompensa recibe la mano de la reina Yocasta, su madre, cumpliéndose con ello el oráculo. Con Yocasta tiene cuatro hijos: Antígona, Ismena, Eteocles y Polinices. Cuando se descubre la verdad, Yocasta se suicida y Edipo se arranca los ojos. Tras este desenlace, terrible pero en conexión directa con el oráculo, Edipo marcha al destierro en compañía de Antígona y se encamina a Colono, una aldea de Atenas, donde muere. 14 Tras su muerte, sus hijos Eteocles y Polinices se disputan el trono de Tebas y luchan entre ellos. Eteocles expulsa a su hermano, que regresa a la ciudad, a reclamar su trono, al frente de un ejército. Los dos hermanos se enfrentan y mueren. Creonte, el nuevo soberano, tío de los anteriores, prohíbe dar sepultura al traidor Polinices. Antígona desobedece la orden y lo entierra, lo que le acarrea la condena a ser enterrada viva y se suicida. En la siguiente generación, los descendientes de los que habían atacado Tebas consiguen apoderarse de la ciudad. Es el retorno de los Epígonos, que marca para los griegos el fin de los tiempos heroicos. b. Ciclo argivo. La historia de Argos se remonta a Ío, sacerdotisa de Hera, de la que Zeus se enamora. Transformada en ternera, fue acosada por un tábano enviado por Hera y huye a Egipto, donde recobra la forma humana. Es la antepasada de las Danaides. Éstas, para escapar del matrimonio con sus primos, los cincuenta hijos de Egipto, fueron a buscar refugio a Argos. Los argivos libraron una dura batalla con los hijos de Egipto. Su derrota obligó a las Danaides a casarse con sus primos, pero todas, excepto una, mataron a sus esposos durante la noche de bodas. La pareja superviviente constituye el inicio de la dinastía real de Argos. La otra gran familia argiva es la de los Pelópidas. Su fundador, Pélope, es hijo de Tántalo y tuvo dos hijos, Atreo y Tiestes. Éstos se disputaron el trono y, con la ayuda de la esposa de Atreo, Tiestes se proclamó vencedor porque consiguió robarle a su hermano el vellocino de oro. Atreo se vengó sirviéndole a Tiestes la carne de sus hijos como festín. Atreo tuvo dos hijos, Agamenón y Menelao. Agamenón fue rey de Micenas y Menelao de Esparta. Cuando el troyano Paris raptó a Helena, la esposa de Menelao, Agamenón se puso al frente de un ejército y se dirigió a Troya. Para conseguir que la expedición tuviera buen fin tuvo que sacrificar en Áulide a su propia hija Ifigenia a la diosa Ártemis. A su vuelta, su esposa Clitemestra lo asesinó con la complicidad de su amante Egisto, el hijo de Tiestes. Clitemestra y Egisto impusieron una tiranía en Argos, hasta que Orestes, hijo de Agamenón, regresó para vengar la muerte de su padre. Orestes mató a su madre y a Egisto y, posteriormente, fue purificado por Apolo en Delfos y absuelto en Atenas por el tribunal del Areópago, según la versión de Esquilo. 15 Hay otros mitos que reagrupan en una empresa colectiva a héroes procedentes de diversos ciclos como la caza del jabalí de Calidón, los juegos fúnebres de Pelias, y la expedición de los Argonautas, con Jasón al frente, en busca del vellocino de oro. Una generación después va a tener lugar la expedición aquea contra Troya al mando de Agamenón. c. La guerra de Troya. El relato de la guerra de Troya va a ocupar la Ilíada homérica. En este poema épico van a destacar héroes como Aquiles, Diomedes, Áyax en el lado de los griegos; o Héctor y Eneas, en el lado troyano. Es el relato de la cólera de Aquiles, sus causas, y, sobre todo, sus funestas consecuencias. La Ilíada cuenta en 24 cantos un momento de la guerra, situándose en el décimo año de la guerra. La Odisea es el poema de su protagonista, Odiseo, el que introduce en Troya el caballo de madera que dará la victoria finalmente a los griegos. Relata la vuelta del héroe a su patria, Ítaca, y las aventuras llenas de peligros que tiene su viaje, así como la venganza de Odiseo sobre los pretendientes de su mujer, la fiel Penélope. Además de los poemas homéricos, el tema de la guerra de Troya fue completado por los poemas que forman el llamado “ciclo troyano”: Los Cantos Ciprios, la Etiópide de Arctino de Mileto, la Pequeña Ilíada de Lesques, el Saqueo de Troya (Ilioupersis), los Retornos (Nostoi), y la Telegonía 4. La transmisión de los mitos griegos. La mitología griega comienza con Homero y Hesíodo. Aunque en las tablillas micénicas aparecen mencionados algunos dioses como Zeus, Poseidón, Ártemis, etc., no contamos con relatos mitológicos de época micénica, si bien es probable que algunos mitos tengan origen micénico. Los mitos griegos los conocemos, sobre todo, por lo que nos ha sido transmitido por la literatura griega. El peso que tiene la tradición mítica en la literatura griega es enorme. Desde el siglo VIII a. C. al VI d. C., poetas, prosistas, historiadores, filósofos, etc. no cesaron de transmitir los mitos y de recrearlos. Por ello, se ha dicho que nuestra perspectiva del mito griego es filológica. Nos han llegado los mitos como textos aislados, pero formaban parte de una cultura viva y compleja y las variaciones en su transmisión se deben a que reflejan las tensiones del contexto social que las impulsaba. 16 Los poetas y autores antiguos mencionan las historias como algo familiar y sabido por el auditorio. Hasta muy tarde, el siglo II a. C., no se va a producir una descontextualización de la mitología griega. En época alejandrina, se dan dos circunstancias importantes: la voluntad de conservar el pasado, y la tendencia a reelaborar las narraciones de interpretación oral. Por primera vez se reúnen todas esas tradiciones por obra de los llamados mitógrafos. El más famoso es Apolodoro de Atenas a quien se atribuye la colección conocida como Biblioteca, en donde los mitos están recogidos por orden cronológico. También hay que mencionar las Fábulas y Astronomía de Higino, bibliotecario de Augusto en el s. I a. C., de gran importancia para la tradición posterior, sin olvidarnos del papel fundamental que en la transmisión de los mitos jugaron los poetas latinos, especialmente Ovidio, hasta la compilación de los Mitógrafos Vaticanos, o Excerpta Vaticana, nombre con el que se conoce una recopilación de mitos conservada en el Codex Vaticanus Graecus 305 y realizada a partir de textos de diversos autores. 4.1. Homero y Hesíodo. Homero y Hesíodo son figuras cruciales en la transmisión de los mitos griegos. Se convirtieron en los grandes educadores de los griegos al plasmar en sus versos el legado de una larga tradición oral, tradición que no cesó con la introducción de la escritura en Grecia. La pervivencia de la cultura oral en Grecia fue muy amplia, aun después de la introducción de la escritura. Desde el s. VIII hay una transmisión oral de los poemas. En la cultura griega, la poesía habitaba en los poetas. El poeta invoca a las Musas, que son hijas de Mnemósine (Memoria), para que le inspiren el recuerdo del pasado. El poeta, cuando canta, es consciente de hacerse eco de una tradición previa, pero ello no impide que la adapte a las exigencias y gustos de su público. La epopeya homérica utiliza los métodos de la poesía oral, compuesta y cantada ante los oyentes por generaciones sucesivas de aedos inspirados por Mnemósine, y hasta mucho después no es recogida por escrito en una redacción encargada de establecer y fijar el texto oficial. Los textos de Homero y Hesíodo se aprenden de memoria en las escuelas y se recitan en los grandes festivales públicos. Los héroes y dioses son sus protagonistas. Se repiten los mitos como función recordadora. 17 Se puede decir , por otra parte, que Hesíodo es el que sistematiza y organiza el mundo divino y fija, de alguna manera, el corpus mitológico. Hesíodo expuso de un modo ordenado y sistemático la mitología griega en su Teogonía. Como ya hemos dicho anteriormente, se trata del primer intento de exponer un sistema mitológico que parte de las divinidades primigenias del universo para terminar con los héroes y heroínas. La Teogonía de Hesíodo termina evocando el triunfo de Zeus y el establecimiento del orden celeste. Los poemas homéricos, en cambio, nos cuentan cómo vivían y actuaban los mismos dioses y cómo intervenían en el mundo humano. La difusión de los poemas épicos permitió la expansión de un repertorio narrativo tradicional y canónico a todos los lugares de Grecia. A estas obras, habría que añadir los poemas del llamado Ciclo épico, de los que tenemos conocimiento por los resúmenes que Proclo hizo en su Crestomatía. En ellos se relatan los acontecimientos que precedieron y siguieron a la guerra de Troya. También hay una serie de poemas épicos desaparecidos que estaban consagrados a la leyenda de Tebas, como la Edipodia, sobre Edipo; la Tebaida, que contaba las luchas fratricidas de Eteocles y Polinices y el fracaso de la expedición argiva enviada contra Tebas; o como los Epígonos, que relataba la conquista de Tebas por los hijos de los Siete. El resto de los mitos griegos se encuentra disperso en los más diversos géneros, poesía lírica, tragedia, historia e incluso filosofía. A veces, los autores se refieren sólo a determinados aspectos de los mitos, sin describirlos de un modo completo. Existen sólo como breves alusiones. Esto es debido a que todo el mundo los conocía y no era necesario una exposición formal. 4.2. La poesía lírica. En los poetas líricos arcaicos el mito va a tener también un papel destacado. De algunas obras sólo conocemos el título, como la Esmirneida de Mimnermo de Colofón. En todos hay alusiones mitológicas. De Estesícoro de Hímera, poeta siciliano del siglo VII a. C., sabemos que poetizó los temas de la guerra de Troya, de Heracles, de Meleagro, de Erifila, de Gerión, etc. Estesícoro es un ejemplo de cómo se puede innovar dentro de la tradición. Su versión del episodio del rapto de Helena es diferente a la transmitida por Homero. En su célebre Palinodia cuenta que Paris se había llevado a Troya sólo un fantasma y no a la verdadera Helena. Al público espartano le debía gustar mucho esta versión, ya que en Esparta Helena era considerada una diosa. 18 Pero es, sobre todo, en la lírica coral y especialmente en Píndaro (s. V a. C), donde el mito va a tener una función destacada: servir para ilustrar los diferentes aspectos de la acción humana. Sus célebres Epinicios ( poemas sobre la victoria) cantan a los atletas que han vencido en los grandes juegos panhelénicos. Las hazañas de los héroes de antaño sirven para conectar al vencedor con esa esfera intemporal del mito. De ahí que la elección del mito dependa estrechamente de las circunstancias de la victoria. Puede también explicar el origen de la familia del vencedor. 4.3. La tragedia. Sin embargo, es en la tragedia donde se produce la incorporación literaria más completa de los mitos griegos. De todo el repertorio de leyendas heroicas, el poeta trágico suele elegir aquéllas a las que el propio Homero o la tradición literaria anterior habían dado forma. Se trata de una elección consciente de una situación ficticia conocida, como medio para presentar un análisis deliberado y personal. Los argumentos de las obras son versiones más o menos alteradas de episodios míticos. Hay algunas excepciones como Los Persas de Esquilo, o la Toma de Mileto (493 a. C.) y Las Fenicias de Frínico, que son de tema histórico. Los temas favoritos de las tragedias conservadas son: la guerra de Troya (de Sófocles: Áyax, Filoctetes; de Eurípides: Andrómaca, Hécuba, Las Troyanas, Helena, Ifigenia en Áulide), la historia de los Labdácidas (los Siete contra Tebas de Esquilo; Antígona, Edipo rey y Edipo en Colono de Sófocles; las Fenicias de Eurípides), los Atridas (Agamenón, Coéforas, Euménides de Esquilo; Electra de Sófocles; Electra, Ifigenia entre los tauros, Orestes de Eurípides). Otras giran en torno a mitos locales, relativos a Atenas: Los Heraclidas, las Suplicantes, Hipólito, Ión de Eurípides, o a Corinto y Tesalia: Medea, Alcestis de Eurípides. También el héroe por excelencia, Heracles, dio lugar a Las Traquinias de Sófocles y al Heracles loco de Eurípides. Las Suplicantes de Esquilo se basa en el mito de las Danaides, las Bacantes de Eurípides en el dios Dioniso, y el Prometeo encadenado de Esquilo cuenta la tragedia del benefactor de la humanidad. Hasta aquí hemos visto las tragedias conservadas. Pero existen infinidad de restos fragmentarios de los trágicos, que hablan de éstos y de otra infinidad de temas, todos ellos procedentes del mito. El uso del mito en la tragedia se corresponde con el desarrollo del género y precisamente hacia su final, la tragedia va a intentar liberarse del mito. Aristóteles (Poética 1451b21) cuenta que el poeta trágico Agatón compuso una 19 tragedia donde tanto la trama como los nombres eran inventados y que no por ello gustaba menos. Pero con la desaparición del mito en la tragedia no sólo acabó una etapa sino, en cierto modo, la propia tragedia. El mito proporcionaba a los trágicos, en primer lugar, una historia conocida por todos. Cada autor podía variar los detalles, añadir personajes, o dar su propia visión situándose en un momento determinado del relato, o bien, centrándose en un personaje. Pero, obviamente, no se podía cambiar el núcleo central del mito, es decir, no se podía presentar a un Edipo ignorante de que se había casado con su madre, o a un Orestes que no quisiera matar a su madre. Por esta razón, los poetas trágicos podían repetir los temas sin que ello les supusiera ningún problema. Por ejemplo, si se compara la Electra de Las Coéforas de Esquilo, con la de Sófocles o la de Eurípides se ve que aunque tratan el mismo tema, la venganza de los hijos de Agamenón contra su madre Clitemestra y Egisto, son muy diferentes en cuanto a su planteamiento. Por otra parte, a veces, un mismo autor podía repetir el mismo mito, como en el caso de Eurípides y sus dos versiones del mito de Hipólito: la primera, que no conservamos, no gustó al público, y por ello, volvió a hacer otra tragedia sobre el mismo mito, pero con otro planteamiento. En segundo lugar, el mito en la tragedia adquiere valor universal porque se sitúa en un mundo lejano y por ello en la tradición occidental va a ser un recurso literario conscientemente elaborado por los autores. Es el mito como recreación. Pero, al igual que en la epopeya, la tragedia va a mantener intacta la frontera que separa mito y realidad. Los héroes trágicos no son seres humanos corrientes. La tragedia griega hace del héroe mítico un ejemplo de la condición humana, pero así como Homero ponía de relieve su grandeza y sus virtudes, la tragedia desarrolla sus errores y subraya sus limitaciones. El héroe deja de representar un modelo, como en Píndaro, para convertirse en objeto de discusión. Por otra parte, el público de la tragedia clásica es el de la Atenas democrática y esto va a influir en los autores. Se ensalza a Teseo en Los Heraclidas, que no duda en socorrer a las víctimas de la injusticia; o bien se destaca el papel de instituciones atenienses, como el tribunal del Areópago, que absuelve a Orestes en Las Euménides de Esquilo, etc. En Eurípides, el mito va a recibir un trato un tanto diferente. Sus héroes y heroínas van a estar más cerca de los seres reales, y el propio poeta va a cuestionar el mito por boca de sus personajes, como Helena, que duda de la veracidad de su leyenda (Helena vv.17-18), o Hécuba que duda de la verosimilitud de la historia del juicio de 20 Paris en Las Troyanas. También concedió una especial importancia a los mitos etiológicos: algunas de sus tragedias acaban con la institución de un culto y con predicciones que sirven para unir el pasado mítico con la realidad de los espectadores. Se puede decir que la tragedia, cuando recoge las tradiciones míticas, las utiliza para plantear a través de ellas problemas que no admiten solución. Por ello, los temas de los mitos narrados por la tragedia, se van a utilizar en épocas posteriores para plantear problemas similares de la existencia humana: el abuso de poder, la guerra, etc. 4.4. La poesía helenística. En los siglos III/II a. C. se inicia una nueva etapa en el desarrollo del mito. Poetas como Apolonio de Rodas, Calímaco de Cirene, Teócrito, Licofrón o Nicandro, vuelven a relatar los mitos en toda su extensión y van a ser imitados por los poetas romanos como Propercio u Ovidio. Pero su exposición tenía un tono artificial, y se caracterizan por el gusto por mitos poco conocidos y por las leyendas locales. Desarrollan aspectos secundarios de los ciclos legendarios o mitos etiológicos, y, en general, prestan más atención a la tradición escrita que a la oral. Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas narra las peripecias de una expedición muy famosa al mando de Jasón en busca del vellocino de oro. En ella participaron casi todos los héroes conocidos, y el propio Heracles. Jasón logra el vellocino de oro con la ayuda de Medea. Apolonio se distancia en ocasiones de la tradición mítica hablando de las diferentes versiones que hay de una historia y acercando el pasado mítico al tiempo real. El mito en la poesía helenística es un medio de dar a conocer el mundo tal como es, remitiéndose al pasado para explicar su origen. De ahí la abundancia de mitos etiológicos en Calímaco. 4.5. La prosa. En el terreno de la prosa, hay que hacer referencia a la labor mitográfica de los logógrafos. A pesar de que en un determinado momento el mito se opuso a la historia, como algo ficticio frente a los hechos ocurridos realmente, los primeros historiadores, como Hecateo de Mileto (S.VI a. C.), escribieron sus Historias, también llamadas Genealogías o Discursos sobre los héroes, referidas a la época mítica. Bien es verdad que Hecateo decide escribir sólo ‘lo que le parece cierto’, pero esto no es obstáculo para que incluya relatos poco verosímiles. Los relatos genealógicos abundaron en época 21 clásica y los cultivaron autores como Acusilao de Argos, Helanico de Lesbos o Ferecides de Atenas (s. V. a. C.). Tampoco están ausentes los mitos en el historiador Heródoto, a pesar de su rechazo explícito, y de hecho hace remontar a sucesos acaecidos en época mítica la rivalidad entre griegos y bárbaros. Sin embargo, no toma partido sobre la veracidad de tales relatos. Tucídides, por su parte, conserva de los mitos aquello que le encaja con su modelo de análisis. Así, menciona a Minos como fundador de la primera talasocracia, o a Teseo como fundador del estado ateniense. En época imperial, destaca Diodoro de Sicilia como el historiador que más utiliza los mitos. Dedica los seis primeros libros de su Historia universal a los acontecimientos anteriores a la guerra de Troya, y dice seguir a Homero, Hesíodo y Orfeo. Los oradores áticos también hacen uso de los mitos en calidad de argumentos o de ejemplos, al mismo nivel que los hechos históricos. A veces, usan el mito como elogio de un determinado pueblo, o para justificar una política exterior. 4.6. La filosofía. Ya hemos dicho que los filósofos son los primeros en censurar a Homero y Hesíodo por ser transmisores de relatos falsos. Hay unos famosos versos de Jenófanes de Colofón, poeta del s. VI a. C., que dicen: “A los dioses atribuyeron Homero y Hesíodo todo cuanto entre los humanos es objeto de censura y de oprobio: robar, cometer adulterios y practicar el mutuo engaño” Platón, sin embargo, es el que va a llevar más lejos estas críticas. Considera que la mayoría de los mitos son falsos y no resultan convenientes para la educación y la moral. Para él, los mitos homéricos dan una imagen falsa de dioses y héroes. Sin embargo, por otro lado es un auténtico creador de mitos nuevos que cumplen todas las funciones que la tradición asigna generalmente a los mitos. Así, Platón recurre al mito para explicar el origen del universo en el Timeo, y en el Banquete o se sirve de las genealogías para comprender la naturaleza del amor. Platón propone una nueva genealogía de Eros: es hijo de Poros (‘Recurso’) y Penía (‘Pobreza’) y, por ello, ha heredado cosas de ambos: está siempre necesitado, como su madre, pero ávido de caza como su padre. 22 Después de Platón, es Epicuro quien va a rechazar de manera más contundente la falsedad de los mitos, que no son más que un motivo de perdición. 4.7. Las enciclopedias mitográficas. Hasta el siglo I a. C. no vamos a disponer de textos que pretenden recoger la mitología griega de manera sistemática. El primero de ellos es la llamada Biblioteca de Apolodoro, compuesta por tres libros y un epítome, donde resume obras de autores anteriores, épicos y trágicos. La obra empieza por el origen de los dioses, las genealogías heroicas, los reyes de Atenas y finaliza con un epítome sobre las hazañas de Teseo, la guerra de Troya y el regreso de los héroes. La segunda gran compilación de mitos es la obra conocida como Fábulas o Genealogías atribuida a Higino, bibliotecario de Augusto, que fueron traducidas al griego a principios del s. III d. C. Por un autor anónimo. Contiene datos complementarios a Apolodoro y también incluye mitos romanos. Otros textos mitográficos se ocupan de aspectos concretos de la mitología, como los Catasterismos de Eratóstenes de Cirene o la Astronomía de Higino. Tratan, sobre todo, de personajes que acabaron convertidos en constelaciones por la acción de un dios. Otra obra que merece destacarse no sólo por sus cualidades poéticas, sino, sobre todo, por su gran influencia en la literatura europea medieval y renacentista, es las Metamorfosis de Ovidio. Está basada en obras previas como las Transformaciones de Nicandro de Colofón (III/II a. C.) y los Sufrimientos de amor de Partenio de Nicea (I a. C.). Ovidio ordena cronológicamente las metamorfosis contenidas en los mitos griegos, desde el origen del mundo hasta Eneas y sus descendientes. También hay que destacar la obra del mitógrafo latino de época antonina Antonino Liberal (II d. C.), que escribe en griego otro repertorio de metamorfosis míticas. Además de los textos, todo el arte griego está lleno de referencias míticas, la escultura, la cerámica. El material iconográfico constituye una fuente complementaria para el conocimiento de los mitos griegos. 23 5 . La interpretación de los mitos griegos. 5.1. Alegorismo y racionalismo. Cuando se empieza a dudar del sentido literal del mito, se empieza también a interpretar el mito en términos alegóricos. Pródico ofrece un esbozo de esta exégesis alegórica, la primera gran corriente de interpretación mítica, aunque fue Teágenes de Regio, contemporáneo de Jenófanes, el primero en recurrir a la alegoría. La palabra “allegoría” en griego significa ‘palabra con significado oculto pero que es el verdadero’, es decir, este tipo de interpretación permitía encontrar un sentido filosófico bajo la capa falaz de los mitos. Por otro lado, la explicación que subyacía en estos mitos no era accesible a todos, sino sólo a los iniciados, por lo que algo que era abierto a todos se va a convertir en algo esotérico. La alegoría física es la más antigua. Teágenes dice, por ejemplo, que la lucha de los dioses en el canto XX de la Ilíada simboliza el enfrentamiento entre los elementos del universo: Apolo representa el fuego, Posidón, el agua, etc. La interpretación alegórica fue popular ya en el siglo IV a. C. Sus seguidores se sirven, sobre todo, de la etimología porque ésta les permite descubrir ‘lo verdadero’ (tò étymon) de los nombres de dioses y hombres. Este tipo de interpretación va a aparecer, sobre todo, en un estoico conocido como Heráclito el Rétor (s. I a. C.) en su obra las Alegorías de Homero. En ella se hace una interpretación de la mayoría de los cantos de los poemas homéricos. Otra obra dedicada a la interpretación de Homero en términos alegóricos es El antro de las ninfas de Porfirio, filósofo neoplatónico del s. III d. C. Pero sólo se ocupa de un pasaje del canto XIII de la Odisea. Otras obras son más generales como la Teología de Cornuto, gramático y filósofo estoico del s. I d. C., que es una exégesis en clave alegórica de los diferentes dioses griegos. Este tipo de hermenéutica va a encontrar su expresión más intensa en el estoicismo y en el neoplatonismo, y luego resurgirá en la Edad Media y el Renacimiento. La segunda vía de interpretación de los mitos es la llamada “racionalista”, aunque también se la conoce como histórica. A esta exégesis racionalista pertenece Paléfato, autor del que apenas sabemos nada, salvo que escribió un tratado de Historias 24 increíbles, en el que intentaba despojar a los relatos míticos de todos los elementos fantásticos. Así, explica que a Europa la raptó un cretense que se llamaba Toro, y no un toro real. También los primeros historiadores, los logógrafos jonios, como Hecateo y Heródoto, daban una versión racional de ciertos mitos, pero hasta la época helenística no se va a producir un escepticismo generalizado con autores como Eratóstenes de Cirene y Evémero de Mesene de fines del s. IV a. C. Evémero, influido por los cultos contemporáneos de los soberanos helenísticos, pensaba que los dioses habían sido anteriormente hombres que habían prestado un gran servicio a la humanidad y que por ello eran venerados. 5.2. La mitología clásica en el Renacimiento. Frente a la presencia importante de la mitología griega en el Renacimiento, es muy poco lo que esta época aporta a la interpretación crítica de los mitos. Se toman los mitos sin someterlos a un análisis. La teoría de que los mitos eran relatos alegóricos, difundida en la antigüedad y bien conocida en la Edad Media, gozó en el Renacimiento de una gran aceptación. Pico della Mirandola planteó escribir un libro sobre la naturaleza secreta de los mitos paganos con el título Poetica Theologia. También otros humanistas como Poliziano y Landino o Lorenzo Valla descubren en los mitos una doctrina religiosa, una enseñanza cristiana. La exégesis neoplatónica les abrió un camino para la conciliación entre la Biblia y la Mitología, lo que les lleva a aceptar el dogma cristiano sólo en sentido alegórico. Así justifican las imágenes paganas que adornan monasterios en pintura, escultura, etc. En la Edad Media ya había habido esta tendencia alegórica que viene de la antigüedad. La obra más importante de esta época es la contenida en el Mytographus Vaticanus III, repertorio compuesto por Alexander Neckham a principios del siglo XIII, y de la que se sirvió Petrarca para su poema África. La Genealogia Deorum de Boccaccio supuso un hito importante porque en ella se aprecia ya la actitud renacentista. Hay un respeto a la Antigüedad clásica y tiene un espíritu erudito, más poético que teológico. En esta obra culmina el saber enciclopédico medieval. Hasta el siglo XVI no encontrará sucesión con las obras de Cartari, Conti y Giraldi, muy apreciadas por los escritores del Barroco. 25 En España, los paralelos de estos repertorios son el libro de Juan Pérez de Moya, Philosophia Secreta y el Teatro de los dioses de la gentilidad de Fray Baltasar de Vitoria. 5.3. Las interpretaciones modernas. Ya hemos dicho anteriormente que la palabra mitología tiene dos acepciones: de un lado, es el conjunto de los mitos, tal y como se nos han conservado. De otro, es el estudio de los mitos, y hasta bien entrado el siglo XVIII, este concepto de mitología no va a hacer su aparición. Hasta ese momento, lo único importante era conocer los relatos, dar la información necesaria para acceder a los autores griegos y latinos, e incluso de alguna otra lengua moderna, para comprender el arte, etc. Se recurría con frecuencia a colecciones modernas de mitos como la del italiano Natale Conti, Mitologías. 5.3.1. La mitología comparada. En el s. XIX nace lo que se conoce como mitología comparada. Lo mismo que en otros ámbitos científicos, el descubrimiento de la existencia de semejanzas entre los mitos griegos y las leyendas de los indios iroqueses o hurones condujo a preguntarse el por qué de los mitos. Los primeros intentos de interpretación de los mitos son un esfuerzo por descubrir lo que subyace bajo la capa superficial de los mitos. Autores como Heyne (1764) o Creuzer (1810-12) con sus investigaciones sobre los mitos abrieron el camino de la mitología comparada. Se van a comparar mitos procedentes de diferentes culturas y se van a encontrar paralelismos llamativos entre los mitos védicos y los de otros pueblos de raigambre indoeuropea, especialmente en el terreno de los fenómenos naturales. Así, Max Müller, a quien algunos consideran el padre de la mitología comparada, dedicó su trabajo a explicar la mitología como se había hecho con la comparación de lenguas. La comparación entre las diversas lenguas indoeuropeas mostraba la afinidad de los dioses indoeuropeos: el védico Dyaus, griego Zeus, romano Júpiter presentan una clara identidad: todos ellos representan la divinidad celeste. Tras la comparación, la etimología aclaraba el sentido primitivo de los nombres divinos, que están en el origen de la personificación de los dioses. Así, pues, los dioses eran en origen fenómenos atmosféricos o aspectos de la naturaleza a los que se aludía de forma poética o metafórica. Más tarde, se perdió el sentido apelativo original y de ahí 26 surgieron los dioses. Autores como Kuhn en Alemania y Bréal en Francia se empeñaron en mostrar cómo en los diversos relatos míticos se encerraban alusiones veladas a fenómenos celestes. Así, Bréal decía que el mito de Edipo reflejaba la lucha del sol (Edipo) contra las nubes de tormenta (la Esfinge). La escuela antropológica inglesa, desde Tylor a Frazer, autor de La rama dorada (1911-15), pasando por Lang, fue muy crítica con Max Müller, aunque Frazer también veía en los mitos un intento de explicación de los fenómenos naturales. Frazer creía en una cierta uniformidad de la mentalidad primitiva productora de mitos. Utiliza todas las mitologías pero intenta reducirlas a una sola: la del desarrollo y declive de la vegetación, el nacimiento y la muerte de los seres vivos, representada por los nombres de Osiris, Tammuz, Adonis y Attis. El título de su obra La rama dorada alude al ramo de muérdago que Eneas llevaba en su viaje al Más Allá en la Eneida. La mitología comparada va a volver a resurgir de la mano de Dumézil. Este autor parte del hecho de que igual que se admite que los indoeuropeos forman una sociedad organizada, también hay que admitir que tienen una ideología y una mitología comunes. Dumézil se apoyó sobre todo en las mitologías indoiranias, romana y germánica para construir la ideología de las tres funciones y demostrar que tanto en su sistema religioso, como en su organización social, los indoeuropeos distinguían entre una función de soberanía con sus aspectos mágicos y jurídicos, una función guerrera y una función de producción. 5.3.2. La mitología histórica Karl Ottfried Müller, en una obra titulada Prolegómenos al conocimiento científico de la mitología (1825) sentó las bases de la ciencia de los mitos. Parte del principio de que el mito es un organismo que nace y se desarrolla a partir de una serie de elementos heterogéneos y por ello va a hacer, en primer lugar, la historia de los mitos, con una lista de fuentes y estableciendo su genealogía. Fue uno de los primeros en comprender que Homero y Hesíodo constituyen un terminus ante quem para la mitología griega y no un comienzo absoluto. También reconoció que el mito puede estar relacionado con el rito y que la mitología no debe separarse de las realidades concretas de la historia política, social y religiosa de Grecia. 27 La mitología histórica jerarquiza las diferentes versiones del mito y las disecciona en episodios diferentes que hay que analizar e interpretar separadamente. 5.3.3. La interpretación de los mitos en el siglo XX. Los estudios de mitología y de hermenéutica mítica han sido en el siglo XX muy numerosos y renovadores de la perspectiva teórica. El final del siglo XIX se caracteriza por un abandono del mito a favor del rito, prestando una mayor atención a los vínculos que unen a estas dos realidades constitutivas de la vida religiosa. A ello se van a encaminar los esfuerzos de un grupo de investigadores de Cambridge, principalmente, Jane Harrison, Gilbert Murray, A.B. Cook y Francis M. Cornford. Algunos como Harrison, hacen derivar el mito del rito. Aunque la mayoría de las veces estos autores admiten que el mito y el rito van de la mano. Todos ellos insistieron en el proceso histórico por el que las creencias, las instituciones y los ideales griegos habían evolucionado hasta la época clásica, insistiendo en sus orígenes, en sus implicaciones sociales y rituales. Los dioses del Olimpo eran el término de un largo proceso de selección, en el que habían prevalecido sobre formas religiosas mucho más arcaicas y primitivas. Algunos de esos dioses ctónicos y mistéricos, como Adonis, Dioniso, Orfeo, se conservan en muchos mitos y rituales. En esta línea se inscriben los trabajos de Dumézil y más recientemente, de Burkert. Sin embargo, el propio Burkert reconoce que hay mitos que no tienen ninguna relación con el rito y viceversa, existen cantidad de ritos a los que no corresponde ningún mito. La mitología histórica ha tenido sus representantes en la escuela de Roma (Brelich, Sabatucci, Piccaluga, Brillante). Pero, al contrario que sus predecesores, están interesados en la evolución de los mitos más que en la cronología. No se contentan con fechar o localizar las diferentes variantes del mito, sino que tratan de extraer el núcleo primitivo que sería “el verdadero mito”. Es necesario identificar los diferentes estadios y situarlas en su contexto histórico, geográfico y social. Este enfoque histórico de las representaciones míticas va a ser sustituido por otro modo de abordar los estudios sobre mitología antigua. Estas nuevas orientaciones se suelen agrupar desde Vernant, en simbolismo, funcionalismo y estructuralismo. 28 a. La mitología simbólica. Los simbolistas, como su nombre indica, consideran el mito como un símbolo. El mito es, ante todo, una forma de expresar, comprender y sentir el mundo de un modo diferente a la concepción lógica del hombre moderno. En los mitos queda reflejada una experiencia primordial y religiosa de la experiencia. Freud y Jung desde el terreno de la psicología, o Mircea Eliade, desde la historia de las religiones, o Cassirer desde la hermenéutica filosófica, han utilizado esta exégesis del mito como forma simbólica. En el campo de la filología clásica, fue Otto quien expresó esa nueva concepción de lo mítico y lo religioso. Para él las figuras de los dioses griegos son imágenes simbólicas de una intuición vital intraducible en otros términos. Su discípulo más importante fue Kerényi, que recogió la interpretación psicológica de Jung y la acomodó a su propia visión. Kerény introduce el término “mitologema” para referirse a las imágenes, a los elementos narrativos que aparecen en la composición mítica, y que tienen un valor simbólico fundamental. Equivalen, en cierta manera, a los “arquetipos” de Jung y pueden aflorar en los sueños de hombres modernos, porque ese transfundo mítico pervive en el alma humana. b. La mitología funcional El funcionalismo trata de destacar la función social que desempeñan en la vida comunitaria los relatos tradicionales que configuran el corpus mitológico de un pueblo. El antropólogo Malinowsky (1884-1942) fue quien expuso esta teoría, tras una larga estancia con los nativos de las islas Trobriand. La teoría venía a poner su énfasis en el trasfondo social y el marco colectivo y vital en el que se insertan los mitos vivos. c. La mitología estructural La introducción del método de análisis estructural en la mitología es obra de Lévi-Strauss, que ejerció una profunda influencia. Éste definía el mito por el conjunto de todas sus versiones. Para él la mitología formaba un todo y cada mito cobra su sentido según la posición que ocupe en relación con los demás mitos. En 1955 tomó como ejemplo el mito de Edipo para destacar sus secuencias mínimas fundamentales 29 (mitemas) y subrayar cómo, por debajo de la narración aparente, el mito revelaba otra significación en su estructura profunda. Considerando que el mito es un sistema semiológico, en el que los elementos se definen por oposiciones y relaciones mutuas, ve en el mito una estructura narrativa que puede estudiarse sintagmática y paradigmáticamente, descomponiendo el relato en secuencias mínimas (mitemas) y tratando de encontrar la significación de éstos por oposición y referencia a todo el corpus narrativo de la mitología en cuestión. El mito es, pues, un lenguaje, de segundo orden, un tanto ambiguo, que presenta un modelo lógico, que plantea los problemas y dilemas fundamentales de una sociedad. La tesis de Lévi-Strauss de encontrar en una lectura estructural de los mitos una única función y de poder analizar tales relatos mediante un método analítico unido a una combinatoria de mitemas, ha recibido algunas críticas por parte de los estudiosos de mitos antiguos. Autores como Kirk y Vernant han señalado la dificultad de generalizar las conclusiones sacadas de un repertorio mítico que nada tiene que ver con el de muchos pueblos antiguos. Vernant y Detienne representan el mejor exponente de las enseñanzas de LéviStrauss, aunando el método estructuralista y su buen quehacer filológico. Para estos autores, que se enmarcan dentro de lo que se ha llamado “escuela de París”, el mito no es más que la suma de sus versiones, que hay que ordenar para descubrir su sistema oculto. Cada uno de los elementos del mito sólo tiene sentido en relación con el todo y por el lugar que ocupa en el sistema al que pertenece ese mito. Los trabajos más recientes dedicados al mito han renunciado a buscar una clave universal de interpretación y combinan todos los métodos anteriores. 6. Mitos hispánicos. Vamos a tratar de pasar revista aquí a los mitos griegos que se localizan en territorio peninsular. Desde muy pronto, las costas mediterráneas de nuestra península ibérica fueron frecuentadas por viajeros procedentes de Grecia, mercaderes, navegantes, como el célebre Coleo de Samos, que desviado por fuertes vientos, según cuenta Heródoto, estableció relaciones con los tartesios y volvió cargado de oro. Hay toda una tradición que sitúa la península ibérica como lugar en el que se sitúan leyendas fabulosas: desde la Atlántida al país de las Hespérides o las islas Afortunadas. La península ibérica aparece 30 como el extremo occidente del mundo, el límite entre el mar conocido y el Océano, dios primordial en Homero, y lugar de extrañas orillas con poblaciones salvajes. Uno de los habitantes de este apartado confín del mundo era Atlante. Se trata de un gigante hijo del titán Jápeto. Los titanes pertenecen a la generación anterior a la instauración del poder de Zeus sobre dioses y hombres. Precisamente por haber participado en la lucha de los gigantes contra Zeus, fue castigado a soportar sobre sus hombros la bóveda celeste por toda la eternidad. Su morada se solía situar en el jardín de las Hespérides. Las Hespérides -‘las hijas del ocaso’en la Teogonía de Hesíodo- aparecen como hijas de la noche, pero, según otras versiones, eran hijas de Forcis y Ceto, pertenecientes también a la primera generación de dioses, o del mencionado Atlante. La tradición más extendida habla de tres: Egle, Eritia y Hesperaretusa, aunque el nombre de esta última a veces se divide en dos: Hesperia y Aretusa. No se sabe exactamente dónde estaba el jardín de las Hespérides. Desde luego en el extremo occidental, aunque parece más bien que al pie del monte Atlas en África. La función principal de estas muchachas era la de vigilar con ayuda de un dragón, hijo de los mencionados Forcis y Ceto, el jardín donde crecían las famosas manzanas de oro que habían sido regaladas por Gea a Hera con motivo de su boda con Zeus. Las Hespérides aparecen asociadas a la leyenda de Heracles. Euristeo mandó a éste que le trajese las famosas manzanas. Guiado por los consejos de Prometeo, Heracles convenció a Atlante para que consiguiese las manzanas, mientras él ocupaba su lugar sosteniendo la bóveda celeste. Atlante las consiguió, pero a su vuelta intentó que Heracles se quedara para siempre en su lugar. Heracles lo engañó y pudo llevarle las manzanas a Euristeo. En realidad, el mito griego más directamente relacionado con la Península Ibérica es el del robo de las vacas de Gerión por Heracles, otro de los famosos doce trabajos impuestos por Euristeo. Gerión o Geriones, como lo llama el poeta Estesícoro, era un gigante de tres cabezas, hijo de Crisaor, que habitaba en la isla de Eritia. Esta isla Estesícoro la sitúa ante Tartesos y Gadeira, aunque otras fuentes, como Diodoro de Sicilia, sitúan la acción en suelo peninsular. Gerión poseía rebaños de vacas, guardados por el boyero Euritión y su perro Orto. Heracles mató primero al perro, y luego a Euritión. Gerión acudió en ayuda de sus siervos y, tras luchar con Heracles, fue vencido y muerto por éste. El episodio aparece recogido en diferentes fuentes. Una de ellas, la de Diodoro de Sicilia, historiador del siglo I a. C., da una versión evemerizada del mito. Es 31 decir, lo trata como si se tratara de una historia verdadera. Diodoro presenta a Heracles encabezando un ejército: el rey de Iberia, Crisaor, estaba ayudado por sus tres hijos que tenían una notable fuerza física y un gran valor guerrero. Heracles va a reclutar un ejército en Creta y tras grandes hazañas en los lugares donde va pasando, llega a Iberia y se enfrenta con los hijos de Crisaor, a los que vence. Uno de los descendientes de Crisaor fue el rey Gárgoris, a quien se atribuye la introducción de la apicultura en Iberia. Gárgoris sedujo, según la leyenda, a su propia hija de la que tuvo un hijo, Habis. Avergonzado de su acción, Gárgoris expuso al niño, pero éste se salvó milagrosamente y el rey lo arrojó al Océano. Otra vez, el niño escapó de la muerte y llegó sano y salvo a tierra firme donde lo amamantó una cierva. Creció salvaje en el monte hasta que fue capturado por unos cazadores que lo llevaron al palacio. Gárgoris reconoció a su hijo y fue proclamado sucesor. Habis es el introductor del arado y de la siembra del grano, además dictó leyes, dividió a su pueblo en siete grupos y prohibió el trabajo de los nobles. El mito se conoce por un resumen que Justino hizo de la primera y única versión del galo Trogo Pompeyo. Aunque se trata de un mito asociado al reino de Tartesos, lo mencionamos aquí por ser el único mito que podemos calificar de indígena. BIBLIOGRAFÍA Manuales y repertorios. BONNEFOY, Y. (ed.), Diccionario de las mitologías y de las religiones de las sociedades tradicionales y del mundo antiguo. Vol. II: Grecia, Barcelona, Destino, 1996. GRIMAL, P., Diccionario de Mitología Griega y Romana, Barcelona, Paidós, 1981 (1ª ed. París, 1951) RUIZ DE ELVIRA, A., Mitología Clásica, Madrid, Gredos, 1975. Introducciones a la mitología griega y su estudio: BERMEJO, J., Introducción a la sociología del mito griego, Madrid, Akal, 1979. 32 DETIENNE, M., La invención de la mitología, Barcelona 1985 GARCÍA GUAL, C., Introducción a la Mitología Griega, Madrid, Alianza, 1992 KIRK, G.S., El mito: su significado y funciones en las distintas culturas, Barcelona, 1973 (1ª ed. 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