7 metros de la Historia de Cádiz… Arqueología en El Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario 7 metros de la Historia de Cádiz… Arqueología en El Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario DARÍO BERNAL CASASOLA, JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN Y MACARENA LARA MEDINA (EDITORES CIENTÍFICOS) 7 metros de la Historia de Cádiz… Arqueología en El Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario DARÍO BERNAL CASASOLA, JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN Y MACARENA LARA MEDINA (EDITORES CIENTÍFICOS) 2019 Contenidos Introducción del Rector .................................................................................................. 11 Eduardo González Mazo Introducción del Vicerrector de Infraestructuras y Patrimonio ............................ 13 José María Mariscal Chicano Presentación de los comisarios ................................................................................... 17 Darío Bernal Casasola, José Manuel Vargas Girón y Macarena Lara Medina Las excavaciones arqueológicas Capítulo 1. De las excavaciones en el Colegio Mayor Universitario de Cádiz .............................................................................................................................. 31 Macarena Lara Medina y Darío Bernal Casasola Capítulo 2. Al otro lado del canal… Arqueología en el edificio de El Olivillo .......... 71 José Manuel Vargas Girón, Darío Bernal Casasola y María Soledad Gómez Muñoz Novedades de la Historia de Cádiz Capítulo 3. Geología y geomorfología en el extremo suroeste de Erytheia .......... 121 Francisco Javier Gracia Prieto Capítulo 4. Evidencias de ocupaciones prehistóricas en el solar urbano de Cádiz. Contexto histórico de los productos arqueológicos de El Olivillo y del Colegio Mayor ........................................................................................................ 137 José Ramos Muñoz, Sergio Almisas Cruz, Eduardo Vijande Vila y Salvador Domínguez‑Bella Capítulo 5. Indicios de la ocupación fenicio-púnica en la isla menor gaditana ....... 169 Antonio Manuel Sáez Romero, Macarena Lara Medina y Darío Bernal Casasola Capítulo 6. El Testaccio haliéutico de Gades ........................................................... 237 Darío Bernal Casasola y José Manuel Vargas Girón Capítulo 7. El Hospital Real y el Real Colegio de Cirugía en la Edad Moderna ....... 329 Manuel Bustos Rodríguez Recuperando y conservando el pasado gaditano Capítulo 8. La musealización del patrimonio arqueológico en la ciudad de Cádiz: reflexiones y desafíos .................................................................................. 351 Ángel Muñoz Vicente Capítulo 9. Edificio «El Olivillo», Duque de Nájera, 14, Cádiz. Recuperando el patrimonio histórico gaditano ....................................................................................... 381 Andrés Agudo Martínez y María Dolores Barroso Vázquez Fichas catalográficas ....................................................................................................... 403 El Testaccio haliéutico de Gades DARÍO BERNAL CASASOLA Y JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN Novedades de la topografía de la Cádiz romana: un excepcional hallazgo de las excavaciones de El Olivillo ⊳ Sítula crateriforme reutilizada como contenedor funerario en El Olivillo Cádiz fue en la Antigüedad una de las ciudades más privilegiadas del mundo atlánti‑ co‑mediterráneo. Por su antigua y trimilenaria fundación tiria, unos remotos orígenes de los cuales pocas urbes podían presumir; por su excepcional importancia portuaria y para la navegación oceánica, puerta de la ruta atlántica surcada por mercaderes feni‑ cio‑púnicos, consagrada con César e institucionalizada con Claudio, cuya capitalidad abanderó en época romana al frente del conventus Gaditanus; por la huella notable que ha dejado en la literatura antigua, legendaria tradición solo comparable a otras ciuda‑ des de la enjundia de la propia Cartago o incluso de Roma; por sus fecundas pesque‑ rías, alabadas por las fuentes grecorromanas y saboreadas en las mesas más pudientes del Mundo Antiguo, desde Atenas a Roma; por su antiguo taller monetal, modelo imita‑ do por múltiples ciudades del Círculo del Estrecho; y por un sin fin de aspectos que hi‑ cieron de Gadir/Gades un modelo urbano, de convivencia, de transmisión de ideas y de catalizador para la ósmosis a través de la cual Roma penetró en Iberia (excelente sínte‑ sis en Bendala, 1988; y recientemente Domínguez Monedero, 2012). Pero no es privile‑ giado el grado de conservación de sus evidencias arqueológicas, como consecuencia de varios aspectos: una topografía singular, que ha provocado que parte de la ciudad an‑ tigua haya sido rebajada por la activa dinámica marina, especialmente en la zona me‑ ridional de la isla larga, erosionada y literalmente fagocitada por el mar desde tiempos inmemoriales, que provocaron la necesidad en época moderna de la construcción del Muro de Vendaval, y las conocidas escolleras que aún hoy orlan los bajos del transitado Campo del Sur; una continuidad como centro urbano desde época fenicia arcaica has‑ ta la actualidad, con los consecuentes cambios de uso y reformas que enmascaran las fases más antiguas de su Historia; un callejero moderno y muy atomizado, con parce‑ las de reducidas dimensiones, tenues ventanas que tímidamente permiten atisbar las riquezas del substrato infrayacente a los arqueólogos; y una generalizada ausencia de 237 investigación, mitigada en la última generación pero aún cancerígena, como en tantas otras ciudades históricas en las cuales se excava profesionalmente —y muy bien— pe‑ ro raramente se contextualiza, estudia y publica lo aparecido. El capítulo de A. Muñoz Vicente en esta monografía, uno de los grandes conocedores de la arqueología de Cádiz, ilustra fielmente el descompás existente entre ambas realidades: un fecundo e ilustre pasado frente a una realidad material que no le hace justicia (cfr. Capítulo 8). Si para las épocas más remotas los hallazgos fenicios de los últimos años han de‑ mostrado un avance sustancial (síntesis en Botto, 2014, ed.), el urbanismo romano de Cádiz está precisamente en esta segunda década del siglo XXI dando sus primeros re‑ sultados. Algo de lo que se han lamentado sistemáticamente cuantos autores se han aproximado con solidez a la cuestión, desde al menos los años ochenta e inicios de los noventa del siglo pasado con R. Corzo (1980), J. R. Ramírez (1982) o A. Álvarez (1992) a la cabeza desde la perspectiva arqueológica; y J. Lomas (1991), J. F. Rodríguez Neila (1992) o J. Fierro (1993) desde la histórico‑documental; por citar únicamente a los principales exponentes de esta tendencia, ya que al conocimiento de la ciudad romana han dedi‑ cado tinta muchos y reputados investigadores, foráneos y autóctonos. A excepción del Theatrum Balbi, descubierto en 1980 y con una «dilatada» historia de desparasitación, del cual se han dado avances (por ejemplo Corzo, 1993) y del que en la última década se ha actualizado el conocimiento (véanse las contribuciones en Bernal y Arévalo, 2011, eds.), incluyendo una tesis doctoral sobre su arquitectura y morfología (Borrego, 2013) y que por todo ello podemos considerar como un monumento bien atendido científicamen‑ te. No obstante, el conocimiento de la ciudad romana ha languidecido hasta fechas muy recientes, algunas de cuyas causas son atribuibles a la propia concepción y reglamenta‑ ción de la Arqueología Urbana, como se ha planteado hace años (Vallejo y Niveau, 2001) y en fechas más recientes ha sido re‑evaluado en relación directa con el urbanismo y la implantación territorial de Gades (Bernal y Lara, 2012). Algo que algunos autores han reiterado en fechas recientes, con nostalgia (Abad y Corzo, 2017). En el año 2016 se ha defendido una tesis doctoral sobre esta temática en la Universidad de Cádiz, titulada Urbs Iulia Gaditana. El urbanismo de Gades a través de su registro arqueológico. Análisis y propuesta interpretativa, en la cual se ha sistematizado y analizado la documentación arqueológica, planteando algunas claves de lectura novedosas (Lara, 2016); y sobre to‑ do dotando de accesibilidad pública a una información que había permanecido inédita y en ámbito exclusivamente administrativo. Los frutos de este trabajo ya están vien‑ do la luz (Lara 2018a y b), y una reciente monografía resume los principales progresos, que afectan a la zona del pomerium y a las áreas suburbanas, excepto la necrópolis de 238 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón la ciudad (Lara, 2019), ya que esta ha sido tratada también recientemente, con múlti‑ ples novedades (Arévalo, 2016, ed.). En este contexto se sitúa la aportación que presentamos en estas páginas, que deri‑ va de un hallazgo singular acontecido durante las excavaciones realizadas en El Olivillo de Cádiz en los años 2016 y 2017 (cfr. Capítulo 2): una gran escombrera romana, de la cual se ha conservado una pequeña parte en posición primaria (más de 30 m lineales excavados y 6 m de altura), que interpretamos como parte de una gran montaña artificial, generada en una zona pública de la ciudad —entorno del denominado puerto exterior— (Bernal, 2008 y 2012) en la época de los Cornelios Balbos y durante inicios del Alto Imperio romano, destinada a contener los residuos de las industrias pesquero‑conserveras de Gades, especialmente án‑ foras de garum e ictiofaunas arqueológicas; de ahí que lo hallamos denominado el Testaccio haliéutico de Gades. A continuación procedemos a sintetizar esta propuesta, de la cual se han presentado algunos avances: especialmente en el IV Congreso Internacional de la SECAH‑Ex officina hispana (Valencia, abril 2017), donde se discutió la propuesta interpre‑ tativa del depósito (Bernal et alii, 2019a); ya que los demás trabajos han sido muy específi‑ cos sobre aspectos concretos, como estudios sobre algunas piezas cerámicas singulares, caso de un posible clíbano/brasero decorado con figura de Apolo, que sirvió para presen‑ tar la secuencia del siglo I a. C. (Bernal y Vargas, 2017); o sobre un sello en ánfora tarraco‑ nense (Berni et alii, 2018); además de un avance sobre los concheros de púrpura (Bernal et alii, 2017), las ictiofaunas arqueológicas y su problemática (Bernal et alii, 2019b), los restos de pintura mural, especialmente de la parte baja de la secuencia (Fernández et alii, 2019) o los análisis de residuos orgánicos en ánforas ovoides (presentados por A. Pecci y otros autores en el Congreso de la Società Geologica Italiana y la Società Italiana di Mineralogia e Petrologia —Catania, septiembre de 2018— y en el Congreso Internacional Ex Baetica Amphorae II. Veinte años después —Sevilla, diciembre de 2018—, en fase de publicación actualmente). No obstante, se ha decidido concentrar toda la información en esta mono‑ grafía, en la cual se presenta la problemática de la excavación arqueológica (Capítulo 2), y la interpretación del Testaccio haliéutico (en estas páginas) junto a la publicación en deta‑ lle de una amplia selección de materiales que se presentan en las más de 40 fichas catalo‑ gráficas incluidas al final de este volumen [Fichas 3, 4, 6‑10, 12, 13, 15‑17, 19‑48, 52, 54, 59, 60]. A continuación presentamos, de manera sintética e interpretativa, la problemá‑ tica de este hallazgo siguiendo una lógica deductiva, partiendo de su ubicación, su cro‑ nología, su morfología y dimensiones, su estratigrafía y problemática estratigráfica y su contextualización general, intentando con ello aclarar al lector la comprensión de los hallazgos de época romana aparecidos en El Olivillo. El Testaccio haliéutico de Gades 239 De la paleotopografía: en la playa de Erytheia y a la entrada del puerto exterior La localización geográfica del edificio de El Olivillo está directamente relacionada con la funcionalidad de los hallazgos arqueológicos. Por una parte, la parcela se sitúa a me‑ nos de un centenar de metros de la línea de costa actual, 75 exactamente, muy cerca de la actual playa de La Caleta (figura 1). Actualmente la consolidación urbanística de toda esta zona de la ciudad desde el siglo XVIII en adelante genera una imagen diver‑ sa del Paisaje Cultural marítimo de época antigua: la inexistencia del baluarte de Santa Catalina, la ausencia de los bloques de viviendas frente a El Olivillo —zona del Campo de las Balas y entorno— y del paseo de circunvalación de La Caleta debían generar un acceso visual directo de la zona hacia el mar, y una conexión directa, arenosa y posible‑ mente en ladera entre el mar y esta zona de la isla menor de Cádiz. Por tanto, la prime‑ ra idea de interés es el carácter costero y litoral de la zona excavada. En segundo término, conviene destacar el carácter portuario del área objeto de atención. Este sector se ubica a resguardo de los dos límites occidentales de la isla ma‑ yor (Cotinusa) y de la pequeña (Erytheia), que se adentraban mucho más en el mar que actualmente, como verifica tanto la cartografía histórica como las rasas marinas actuales de todo este sector, enormemente arrasado por la agresiva dinámica del mar y práctica‑ mente horizontalizado, como se advierte en marea baja (figura 2). Según se ha propues‑ to por varios autores, Gades tendría dos ámbitos portuarios: el Puerto Interior, sin duda el principal, situado a resguardo de vientos y corrientes, en la zona interna de la bahía, donde se ubica el de época histórica y el actual; y el denominado Puerto Exterior, que era el primero que se atisbaba al llegar desde el Océano y circunnavegar Cotinusa bus‑ cando la rada interior, y que permitía la entrada de embarcaciones de notable porte por el canal Bahía‑Caleta (Bernal, 2012, 230, fig. 11.3). Es esta la imagen que tradicionalmen‑ te se ha ilustrado cuando se ha tratado de reconstruir la paleotopografía de las Gadeira, como por ejemplo en el conocido diseño de Golvin (Reddé y Golvin, 2008, 88), o en los realizados para época fenicio‑púnica con motivo del Bicentenario de la Constitución, contando con la asesoría de especialistas (Fernández‑Palacios, 2010, 18‑19). Otro discurso es el del progreso de progradación de las orillas del canal Bahía‑Caleta, cuyo cegamiento se habría iniciado en época fenicia y culminado en el Medievo, como se ha mantenido hasta la actualidad a tenor de las investigaciones geo‑arqueológicas del equipo liderado por O. Arteaga (Arteaga et alii, 2001; Arteaga y Roos, 2002); y sobre lo cual no entraremos aquí, aunque los trabajos geo‑arqueológicos realizados recientemente con motivo de 240 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 1. Localización de El Olivillo, con la cercanía a la playa de La Caleta Figura 2. Vista aérea del casco histórico de Cádiz desde el noroeste, con la localización de El Olivillo en la embocadura del Puerto Exterior la rehabilitación del edificio Valcárcel permitirán en el futuro replantear esta propues‑ ta con argumentos sólidos1. La segunda idea de los hallazgos de El Olivillo es su locali‑ zación en un ambiente portuario, con un continuo fluir de embarcaciones y de trasiego mercantil, como ilustramos en la recreación de la figura 3, un aspecto importante para 1. Actividad Arqueológica realizada en el verano de 2018 por investigadores del Área de Arqueología de la Universidad de Cádiz, y actualmente en estudio por parte de D. Bernal, M. Lara y J. J. Díaz, en colaboración con F. Salomon de la Universidad de Estrasburgo. El Testaccio haliéutico de Gades 241 Figura 3. Ubicación del Testaccio haliéutico de El Olivillo en la paleotopografía de las islas gaditanas (Elaboración de A. Álvarez Marsal, con la asesoría de D. Bernal Casasola) la interpretación arqueológica de los hallazgos a tener muy presente. En este contexto, no debemos olvidar la importancia para la navegación del cercano faro de Gades —o al menos uno de los dos que se han propuesto debieron existir, uno en cada puerto—, lo‑ calizado al exterior, en el entorno del faro de San Sebastián, que debió haber perpetua‑ do la funcionalidad señalizadora del extremo occidental de la isla mayor (Bernal, 2009). En tercer lugar, es conveniente reflexionar sobre la ocupación territorial de la isla menor o Erytheia en época tardorrepublicana y romana, para entender el ports‑ cape en el cual se desarrolló el Testaccio haliéutico gaditano, y que define un ambiente de carácter artesanal‑industrial, que en su momento fue denominado con el apelati‑ vo de «industrias extra‑radiales» (Ramírez Delgado, 1982, 122‑125). Hace algunos años se realizó una propuesta que tendía a considerar toda esta zona meridional de la is‑ la menor y de parte de la frontera como vinculada a actividades de carácter industrial (Bernal, Díaz y Lavado, 2008, 318, fig. 1). Este es el ambiente de carácter artesanal que rodeaba al Olivillo, y de cuya actividad se nutrió. Por un lado, y mayoritariamente, fac‑ torías de salazón o cetariae, de las cuales se conservan cuatro ejemplos sin problemas de atribución: dos de ellos muy cercanos —Club Náutico Caleta y Santa Catalina— y 242 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 4. Yacimientos arqueológicos en torno a El Olivillo, tanto cetariae (1. Club Náutico Caleta; 2. Castillo de Santa Catalina; 3. Calle San Miguel‑Cine Cómico; 4. Antiguo Teatro Andalucía) como figlinae, evidenciadas tanto por estructuras de producción (5. Calle Solano, 3), como por desechos de cocción (6. Calle Gregorio Marañón; 7. Calle Soledad, 30; 8. Calle Sagasta, 28), según, Bernal, Díaz y Lavado (2008, figura 1) otros dos hacia el este, en la zona más alta de Erytheia, en el entorno de la Torre Tavira —calle San Miguel‑Cine Cómico y en el antiguo Teatro Andalucía (detalles in exten‑ so en Expósito, 2007 y en las voces monográficas de estos yacimientos en la web de la RAMPPA)—; y, por otro, alfares romanos, de los cuales el mejor conocido es el horno cerámico productor de ánforas romanas de garum (Dr. 7‑11) de la calle Solano, 3; ade‑ más de diversos solares que han deparado descargas de materiales anfóricos y cerámi‑ cas comunes defectuosas, que evidencian la existencia de un amplio paisaje alfarero en las inmediaciones —calle Gregorio Marañón, calle Soledad, 30; calle Sagasta, 28, así co‑ mo restos inéditos de calle San Miguel/Cine Cómico— (Bernal, Díaz y Lavado, 2008). Como se advierte en el mapa de distribución de estos hallazgos (figura 4) da la impre‑ sión de que estos establecimientos artesanales alternan entre sí, aunque parece definirse una zona lineal, la de la orla costera meridional de Erytheia, plagada de centros de pro‑ ducción pesquero‑conservera. Además de ellos, contamos con otros yacimientos con instalaciones productivas cercanas, como las probables estructuras viti‑vinícolas de la calle Chile, 2‑4/4D esquina con la calle San Rafael, 5, aún inéditas (Pajuelo, 2001; rein‑ terpretado en Lara, 2016, nº 38), a las cuales quizás se asocie el pavimento aparecido en la calle Benito Pérez Galdós esquina a calle Chile (Lara, 2016, nº 57); la cantera romana El Testaccio haliéutico de Gades 243 excavada en el subsuelo del actual parking de Santa Bárbara (Pineda, 2012; Lara, 2016, nº 68) y otras estructuras artesanales pero de funcionalidad indeterminada, caso de las piletas geminadas de la calle Sagasta, 105, algo más alejadas (Bernal, Díaz y Lavado, 2008, fig. 1, nº 3; Lara, 2016, nº 53). Estas estructuras alternarían con ambientes destinados a actividades de carácter agropecuario, como ha podido ser demostrado en la secuencia romana de las excavaciones en el Colegio Mayor universitario, con estratos sin lamina‑ ciones y con artefactos muy fragmentados, rodados y de varias cronologías que verifi‑ can una amplia roturación del terreno y, por tanto, esta funcionalidad (Capítulo 1); como también lo ha hecho el estudio palinológico, que ha verificado además la existencia de cultivo de vino en la Antigüedad [Ficha 3]. Un último elemento que consideramos importante resaltar desde el principio es la constatación en la cartografía histórica de la imagen fosilizada del Testaccio haliéuti‑ co de Cádiz, de lo cual nos percatamos en el primer trabajo realizado sobre este hallaz‑ go (Bernal et alii, 2019a). Nos referimos a las imágenes de toda una serie de montículos en la zona más occidental de la isla menor de Cádiz, que sabemos por los estudios de la geografía urbana de la ciudad que fue la última en ser urbanizada, proceso desarro‑ llado en el barrio del Balón a lo largo del siglo XIX (Ruiz y Jiménez, 2016). Es por ello que en los planos del siglo XVIII se documenta de manera clarividente cómo se encontraba la paleo‑topografía original de la zona, de los cuales presentamos una selección en la figura 5. Se advierte en todos ellos una zona topográficamente plana, plagada de huer‑ tas, viñas y zonas agrícolas de diversa naturaleza, en la cual los topógrafos e ingenieros militares, españoles y extranjeros, dibujaron en ocasiones varios montículos aislados entre el Hospital Real y el Almacén de Pólvora, y al sur de ambos. Así es posible visuali‑ zarlo en un plano de 1700 (figura 5,1); unas colinas que se pueden identificar de nuevo, en cantidad de 4 o 5, en planos de 1762 y 1765 (figuras 5,2 y 4); en otras ocasiones se di‑ bujan de manera difusa, distinguiendo dos montículos y otras zonas con ciertas irregu‑ laridades (figura 5,3), difíciles de detallar. También en las conocidas imágenes ilustradas de G. Hoefnagel de 1564 adverti‑ mos la existencia de colinas artificiales: en el nº 14 de la vista denominada Gades ab oc‑ ciduis insulae partibus se representa la playa de La Caleta, a cuya derecha se advierte una zona artificialmente elevada; y a su izquierda, más a lo lejos, es perceptible otra ele‑ vación, siendo interesante la cercana referencia, en el nº 17, a las «ruinas de Cádiz anti‑ qua» (figura 6). También en la otra famosa viñeta de Hoefnagel, alusiva a la almadraba de Cádiz —sive thynnorum piscatio apud Gades— se ven a lo lejos dos montañas geme‑ las, a la derecha de Santa Catalina. 244 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 5. Detalle de cartografía histórica del siglo XVIII con ilustración de montículos entre el Hospital Real y La Caleta (1. Plano francés de la ciudad de Cádix/Sin Autor/1700, Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya/RM. 24670; 2. A plan of the city of Cadis/ capitán Clark – topógrafo John Rocque/1762, Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya/RM. 24341; 3. Plan de la Ville de Cadix/Sin Autor/1764/Instituto Geográfico Nacional/ ING0649_32‑G‑21/ Autor: Jacques Nicolas Bellin; 4. Plan de la Ville de Cadiz/Mr. De Beaurin/1765/Instituto Geográfico Nacional/ ING0650_32‑G‑22) 1 2 3 4 El Testaccio haliéutico de Gades 245 Por tanto, parece claro que en el paisaje de esta zona de la isla menor existían al‑ gunas colinas, en un entorno geomorfológico caracterizado por las cubiertas dunares, tendentes por ello a la horizontalidad. Como luego veremos, parte de una de ellas coin‑ cide exactamente con la zona excavada en El Olivillo, por lo que nuestra interpretación es que, al menos, algunos de estos montículos constituyen la fosilización de los antiguos vertederos portuarios romanos. Da la impresión de que existieron varios, o más posi‑ blemente que en el siglo XVIII el Testaccio haliéutico estaba parcialmente desmantela‑ do, habiendo generado varias acumulaciones. Este aspecto deberá ser desarrollado en el futuro con investigaciones monográficas, pero consideramos interesante realizar es‑ ta reflexión, que había pasado desapercibida a los interesados en la topografía y el ur‑ banismo de la ciudad antigua. Durante las excavaciones arqueológicas en El Olivillo, se pudo agotar por com‑ pleto la secuencia estratigráfica en los sondeos excavados, por lo que han podido ser obtenidos datos novedosos de carácter paleo‑topográfico sobre la génesis de estos de‑ pósitos romanos, que sintetizamos a continuación. En primer lugar, indicaremos que los depósitos arqueológicos superiores se sitúan en torno a +7/8 m s. n. m., como se verifica en los planos topográficos publicados, con‑ cretamente sobre el del año 1911, que ha servido de base para la ubicación de la eviden‑ cia arqueológica (Ramírez Delgado, 1982, plano I). Precisamente la curva de nivel entre los +7 y +8 es la que genera una plataforma, que debió ser la superficie horizontal más amplia en la zona, por ello posiblemente utilizada por los romanos para ubicar sobre este entorno el gran vertedero haliéutico (figura 7). 246 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 6. Detalle del plano ilustrado de Hoefnagel de 1564 (Gades ab occiduis insulae partibus), con las colinas a ambos lados de La Caleta Figura 7. Detalle del plano topográfico de Cádiz de 1911 con las curvas de nivel y los hallazgos arqueológicos (según Ramírez Delgado, 1982, plano I), con ubicación del Testaccio haliéutico Previamente al inicio de las excavaciones arqueológicas en El Olivillo contábamos con los datos de los estudios geotécnicos, realizados por la empresa Arco Tierra, y con‑ sistentes en tres sondeos a rotación con extracción continua de testigo, cuya problemá‑ tica y resultados tratamos en esta monografía [Ficha 4]. Los dos realizados en el patio trasero de El Olivillo que son los que interesan ahora —SR2 y SR3— presentaron respec‑ tivamente tres niveles geotécnicos: relleno antrópico (4,5‑5 m respectivamente), niveles de arena con limos, de color ocre/rojizos (1,3 y 1,6 m de espesor, hasta los 5,8 y 6,6 m res‑ pectivamente) y nivel de ostionera con arenas y gravas, el cual se perforó hasta los 18,3 y los 20,45 m de profundidad máxima (Gómez y Paniagua, 2016). Los nueve sondeos es‑ tratigráficos realizados en la parcela (Capítulo 2) han permitido precisar esta secuen‑ cia, que hacía pensar en una colmatación sedimentaria con entre 5 y 6 m de potencia antes de iniciar las excavaciones. Las áreas de trabajo en las tres fases de intervención en el solar han permitido la excavación de nueve sondeos, de los cuales cinco han sido catas estratigráficas de 4 m2 El Testaccio haliéutico de Gades 247 Figura 8. Localización de las catas estratigráficas (1‑9) y de los sondeos geotécnicos (SR‑2 y SR‑3) en la trasera del edificio de El Olivillo hasta agotar la secuencia (Sondeos 1, 2, 3, 4 y 5), uno de ellos ampliado (3); dos sondeos en extensión, con diversas ampliaciones (6 y 7), y dos catas de verificación para permi‑ tir la extracción o finalización de la excavación de depósitos singulares (8 y 9), como se puede apreciar en la figura 8. El resultado de todo ello es que de los 450 m2 aproxima‑ damente de que disponía la parte trasera de El Olivillo, no edificada, se han peritado arqueológicamente 231 m2, es decir algo más del 50 % de la superficie del solar ha sido excavada por medios manuales. Si a ello le sumamos las zonas vacantes perimetrales, en reserva por motivos de seguridad, o la rampa de acceso al solar durante las obras, podemos decir que prácticamente se ha excavado el 90 % de toda la superficie suscep‑ tible de serlo, a lo cual hay que sumar el posterior control arqueológico del vaciado del solar (Vargas y Bernal, 2017; y datos sintetizados en el Capítulo 2 de esta monografía). Si a dicho parámetro le unimos los casi 900 m3 de sedimento excavado manualmente en algo más de un año de actividad arqueológica (figura 9), el resultado es un conocimien‑ to bastante detallado de la estratigrafía y problemática de la secuencia de El Olivillo. En lo que respecta a la zona inferior de la estratigrafía, la misma ha podido ser de‑ terminada en todas las catas estratigráficas a excepción del Sondeo 1, el único en el cual las estructuras de la fundición de época moderno‑contemporánea habían mutilado la totalidad de la secuencia de época romana (Capítulo 2, figuras 14 y 15; [Ficha 60]). Los niveles geológicos infrayacentes, estudiados y muestreados in situ por el doctor J. Gracia, 248 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 9. Síntesis de la superficie y volumetría de las áreas excavadas en El Olivillo (sobre Vargas y Bernal, 2017) Sondeo Longitud Anchura Profundidad máxima Cubicaje máximo aprox. 1 4 4 3 48 2 4 4 5,8 92,8 3 4 4 6,3 100,8 4 4 4 6,6 105,6 5 4 4 4,2 67,2 6 11 10,8 2,5 297 5,8 145 7 4 + 1 (ampliación) 4 + 1 (ampliación) 8 2 2 1,5 6 9 2 2 2 8 Total superficie excavada: 231,8 m² Total volumen excavado: 870,4 m³ se sintetizan en el Capítulo 3 de esta monografía, y han permitido diferenciar en algu‑ nos casos niveles de arenas rojas del pleistoceno medio (U.E. 2022) directamente so‑ bre la ostionera (U.E. 2023) en el Sondeo 2; depósitos de playa en los niveles basales del Sondeo 3 (UU.EE. 3024 y 3025), bajo un nivel dunar de génesis eólica (U.E. 3023); y sobre ellos niveles de suelos con cantos (UU.EE. 3017, 3018, 3020); arenas eólicas (U.E. 4030) en la base de la secuencia del Sondeo 4; gravas y arenas (4029), arenas y gravilla (4016‑4028 y 4023), todas ellas asociables a niveles de playa en el Sondeo 5 (U.E. 5018); y niveles are‑ nosos con cantos (UU.EE. 7021‑22) bajo un posible nivel de playa (U.E. 7020), con arenas eólicas en la parte superior (7017) —remitimos al Capítulo 3 para las consultas particu‑ lares, especialmente a la figura 2, donde se correlacionan entre sí todos estos niveles es‑ tratigráficos—. La conclusión de este análisis geomorfológico es que nos encontramos muy cerca de la zona de transición entre el área continental y la costa, lo que justifica la presencia de arenas eólicas y niveles de paleoplaya. De ahí que los sistemas naturales de playas‑dunas debieron ser inmediatos al yacimiento excavado, cercanos en decenas de metros al Olivillo, máxime si tenemos presente la posible existencia de una peque‑ ña cala al este del actual Castillo de Santa Catalina, ocupada con playas y dunas, como ha sido propuesto por este investigador, lo que justificaría la presencia de estos depósi‑ tos en la secuencia basal de El Olivillo (Capítulo 3, figura 3). Por otro lado, y como se aprecia en las figuras 10 y 11, los niveles dunares y asocia‑ bles con paleoplayas son de poca potencia, encontrándose además en contacto directo con material arqueológico de época romano‑republicana (siglo I a. C.). Reproducimos la secuencia completa del perfil oriental del Sondeo 4 y del occidental del Sondeo 7, pa‑ ra poder verificar cómo se trata de una constante en la zona excavada, ya que ambos El Testaccio haliéutico de Gades 249 cortes están notablemente separados entre sí. En ellas, se puede verificar cómo estos niveles son relictos de dunas y de capas naturales de playa, estando parcialmente des‑ mantelados. Esta reducida potencia de los niveles dunares la interpretamos como resul‑ tado de un desmontado sistemático de las mismas con el objeto de horizontalizar esta zona previamente a utilizar la misma como zona de vertidos. Posiblemente esta es la justificación a la práctica total ausencia de evidencias arqueológicas de épocas prece‑ dentes; pues a excepción de los restos puntuales de la Prehistoria Reciente recuperados en la parte baja del Sondeo 6 (U.E. 6008, [Fichas 12, y 13]), situado en la zona más me‑ ridional del solar, no se han documentado evidencias materiales de época fenicio‑pú‑ nica, más allá de dos fragmentos, uno de ellos un ánfora del siglo V a. C. documentada en superficie; y otra un salsero de barniz rojo púnico‑gaditano del siglo III a. C., de la U.E. 4028. tangente con los niveles geológicos de dicho sondeo [Ficha 15]. Ello unido a algunos residuos cerámicos anteriores al siglo I a. C. —fechas más antiguas de la géne‑ sis de estos estratos como ahora veremos— en niveles romanos del Testaccio haliéutico permiten considerar que esta zona debió haber tenido una secuencia prerromana pre‑ via, que fue obliterada como resultado de la liberación de sedimento para destinarla a su uso como vertedero público de la ciudad de Gades. La excavación realizada en 1985 en la cercana calle Gregorio Marañón deparó el hallazgo de varias tumbas en cista de época púnica (Perdigones y Muñoz, 1985), verificando por tanto la existencia de una se‑ cuencia prerromana precedente. Otro elemento de interés localizado durante las excavaciones arqueológicas han sido tres sillares de biocalcarenita, dos de ellos durante la ampliación del Sondeo 3 [Ficha 19], y un tercero durante el control de movimiento de tierras. Aparecen cubier‑ tos por la U.E. 3021, un nivel de un metro de potencia decreciente hacia el este (hasta contar con 34 cm de altura máxima), fechado en época tardorrepublicana, que verifica que los mismos fueron abandonados en esta zona en momentos pre‑augusteos, posible‑ mente en los años 50‑30 a. C. El primero de ellos, ubicado en el sector oriental del son‑ deo se introducía en el perfil meridional de la ampliación este de la cata, presentando una orientación sureste‑noroeste (sillar 2); el segundo, de similares dimensiones que el anterior (125 × 60 cm y 30 de altura), presentaba una orientación este‑oeste (sillar 1). Por su parte, el tercer sillar, se recuperó en el transcurso de los trabajos de excavación desa‑ rrollados para la ejecución de los encepados que conforman la cimentación de la cripta arqueológica. Al igual que los dos anteriores, se trata de un gran bloque pétreo de ro‑ ca «ostionera», con orientación norte‑sur, de dimensiones algo mayores (160 × 60 y 55) y un poco más irregular (especialmente los lados menores), habiendo aparecido a una 250 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 10. Fotografía e ilustración del perfil oriental del Sondeo 4, con indicación del inicio de la secuencia romana (flecha) U.E. 4000 U.E. 4001 U.E. 4002 U.E. 4011 U.E. 4010 U.E. 4013 U.E. 4004 U.E. 4005 U.E. 4009 UU.EE. 4007 y 4008 U.E. 4012 U.E. 4006 U.E. 4013 U.E. 4015 U.E. 4016 U.E. 4017 U.E. 4018 U.E. 4019 U.E. 4021 U.E. 4023 U.E. 4024 U.E. 4025 U.E. 4026 U.E. 4028 U.E. 4027 U.E. 4029 El Testaccio haliéutico de Gades 251 Figura 11. Perfil oeste del Sondeo 7 (fotografía e ilustración) U.E. 7000B U.E. 7001 U.E. 7002 U.E. 7004 07 0 U.E. 7 U.E. 7023 005 7 U.E. U.E. 7006 U.E. 7008 U.E. 7 0 29 U.E. 7010 U.E. 7012 U.E. 7011 U.E. 7013 U.E. 7015 U.E. 7016 U.E. 7018 U.E. 7020 U.E. 7021 252 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón U.E. 7022 Figura 12. Sillares aparecidos en la ampliación del Sondeo 3, desde el noreste cota algo más profunda (−6,34, frente a los 6 m del sillar 1). Es posible que a esa cota ha‑ ya más sillares repartidos por el solar, pues durante los procesos de cimentación —mi‑ cro‑pilotado— se advertían irregulares a dicha profundidad. Dos de estos sillares se localizaron en la zona más oriental del área de excavación (figura 13A), muy próximos entre sí, prácticamente tangentes; aunque con una orienta‑ ción claramente discordante (figura 12 y 13B), apoyados sobre el nivel sedimentario in‑ frayacente, en el cual no estaban integrados, sino simplemente apoyados (figura 13B). El tercero se recuperó algo más hacia el noreste. La ausencia de argamasa en los mis‑ mos, y la total inexistencia de otros restos constructivos en la zona permiten descartar que hubieran sido utilizados. Por el contrario, da la impresión de que fueron apoyados sobre una superficie seca, situada unos 120 cm sobre el nivel de afloramiento del nivel del mar actual —que sabemos debió ser muy similar en la Antigüedad—. Estos hallaz‑ gos de sillares son los únicos aparecidos en la excavación arqueológica de El Olivillo, concentrados espacialmente y fechados en época tardorrepublicana. La interpretación El Testaccio haliéutico de Gades 253 Figura 13. Localización general de los sillares (A) y sección este‑oeste de la ampliación del Sondeo 3 con la ubicación de los sillares 1 y 2 (B) A SILLAR 1 SILLAR 3 SILLAR 2 B que hacemos de los mismos es que posiblemente deben corresponderse con elemen‑ tos constructivos acopiados en la zona costera; preparados para su carga en embarca‑ ciones o bien descartados por motivos que no podemos alcanzar a determinar (quizás concebidos para ser cargados en una embarcación, proceso que no llegó a realizarse tal vez por sobrepeso u otras circunstancias). No olvidemos que en las inmediaciones (parking de Santa Bárbara), tenemos constancia de la existencia de frentes de cante‑ ra de bio‑calcarenita activos en época romana, aparentemente amortizados en el si‑ glo II d. C. según los excavadores, incluyendo algunos sillares ya extraídos desechados 254 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 14. Sillares abandonados a orillas del Tíber, junto a estructuras portuarias (Pensabene, 2013, 115, figura 2.2) (Pineda, 2012). Estos ejemplares de gran peso debieron haber sido llevados a esta zona cercana al ambiente portuario, para ser cargados en embarcaciones usando posible‑ mente tripastos o ingenios similares con uso de poleas, debido a las notables dimensio‑ nes y excepcional peso, superior al centenar de kilos. Sobre estas máquinas portuarias, sobre las pérdidas de materiales constructivos, los pecios con cargamento de material pétreo y la interpretación de los sillares de El Olivillo como material descargado o pen‑ diente de embarque —por ausencia de biomarcadores que hicieran pensar en su pun‑ tual o dilatado enterramiento— remitimos a la ficha 19. Estos hallazgos verifican, por tanto, dos aspectos de interés. El primero la actividad de carga/descarga de material constructivo pétreo en esta zona de El Olivillo en época tardorrepublicana —y solo en estos momentos, pues como indicamos no han aparecido otras evidencias similares a lo largo de la secuencia—; y el segundo, la inmediatez de la línea de costa a la zona ob‑ jeto del hallazgo, verificando los datos del estudio geomorfológico realizado que, como ya hemos indicado, propone incluso la existencia de un entrante que habría dejado el agua prácticamente al pie del Testaccio haliéutico (Capítulo 3, figura 3). Esta dinámica de bloques perdidos o depositados al aire libre en las zonas de carga y descarga de la zona portuaria debía ser una imagen habitual del puerto de Gades, como El Testaccio haliéutico de Gades 255 encontramos en otras ciudades como la propia Roma, donde son muy habituales estos ele‑ mentos, bien conocidos también por ilustraciones de las excavaciones antiguas a las orillas del Tíber, como sucede con las de P. E. Visconti al pie del Aventino (Pensabene, 2013, 116‑119), como ilustramos en la figura 14; o cerca del Testaccio en Roma, donde cargaban y descarga‑ ban los barcos, un paralelismo muy cercano a la situación que encontramos en El Olivillo. De la cronología. Un vertedero público periurbano entre época de los Cornelios Balbos y Nerón Antes de continuar con la morfología interna del depósito y con su problemática, con‑ sideramos importante centrar la datación del Testaccio haliéutico. El proceso de clasifi‑ cación preliminar y de cuantificación ha permitido advertir una notable homogeneidad en cuanto a cultura material en la totalidad de la secuencia excavada, habiendo definido un periodo de actividad situado entre el segundo cuarto del siglo I a. C. y época pre‑fla‑ via o muy cercana al año 70 d. C. para todo el yacimiento. La secuencia estratigráfica es completa en la parte central del área excavada (Sondeos 3, 5, 6, 7 y 9), habiéndose advertido un desarrollo del depósito sin solución de continuidad, ni hiatos perceptibles o periodos de abandono generalizados; por lo que tendemos a considerar que este gran vertedero de Gades estuvo a pleno funcionamiento desde su origen hasta al menos los años 60/70 d. C. pues, como veremos a continuación, la secuencia está cortada en su parte superior, no permitiendo invalidar su continuidad posterior. Como se ha visto en los Capítulos 2 y especialmente 3, algunos estratos du‑ nares intermedios plantean sensibles momentos de inactividad en el Testaccio haliéu‑ tico, aunque da la impresión de que los mismos responden a episodios muy puntuales en el tiempo, ya que las diferencias cronológicas de la cultura material entre los estra‑ tos infra y supra‑yacentes es imperceptible desde un punto de vista arqueológico, con los rangos datacionales que utilizamos (dataciones post quem aportadas por las mone‑ das y por las cerámicas, especialmente por la sigilata itálica, como luego veremos). Se ha iniciado un estudio de carácter micro‑estratigráfico en la zona suroriental del área ex‑ cavada, en fase de estudio en la fecha de redacción de estas páginas [Ficha 10], del cual podrán inferirse a medio plazo algunas reflexiones que permitirán avanzar sobre el pe‑ riodo de exposición de las interfacies de los niveles deposicionales. En aquellos casos de la zona excavada en los cuales la estratigrafía no es conti‑ nua se debe a cuestiones postdeposicionales: caso de la secuencia de la zona oriental 256 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón (Sondeo 1), arrasada por las estructuras de la fragua de época moderno‑contemporá‑ nea (Capítulo 2 y ficha 60); o el sector suroccidental (Sondeo 4), en el cual solamente se conserva la estratigrafía de época republicana, mutilada por afecciones de época mo‑ derna. Únicamente en los Sondeos 2 y 8 no se documentaron evidencias anteriores a época augustea, denotando por tanto que la extensión del área de vertidos en época tar‑ dorrepublicana debió haber sido más limitada espacialmente. Remitimos a las descrip‑ ciones de la estratigrafía y de los niveles excavados en la Memoria Final de excavación (Vargas y Bernal, 2017) y a la síntesis del Capítulo 2 (incluyendo la matriz de correlación de la figura 11) para la consulta más detallada de la estratigrafía y singularidades de ca‑ da zona de excavación. Para definir la datación inicial del Testaccio haliéutico, se comenzó publicando con cierto detalle uno de los niveles basales del Sondeo 7, la U.E. 7011 (cfr. la matriz de corre‑ lación citada del Capítulo 2), cuyo contexto material permitió precisar una cronología si‑ tuada entre el 70/50‑40 a. C., gracias al predominio de la vajilla de mesa en barniz negro ( formas como la L5) junto a engobe rojo‑púnico gaditano, cubiletes de paredes finas itá‑ licas, lucernas tardorrepublicanas (Dr. 3), cerámica común itálica, común de producción local/regional y ánforas itálicas (Dr. 1a y 1c), africanas antiguas, tardopúnicas gaditanas del tipo T‑7.4.3.3 y Ovoide 1 del Guadalquivir (detalles en Bernal y Vargas, 2017, 36). Este tipo de producciones se repiten a lo largo de toda la parte basal de los diversos sondeos excavados, sin diferencias significativas. Hemos seleccionado únicamente, por cuestión de espacio, tres ejemplos del Sondeo 7 de manera que sea sencillo visualizar el tipo de contextos materiales aparecidos en una misma cata estratigráfica. Para ilustrar la secuencia tardorrepublicana traemos a colación el ejemplo de la U.E. 7014, que se sitúa bajo la anteriormente comentada U.E. 7011. La vajilla aparece mo‑ nopolizada por producciones en barniz negro de pasta amarilla, con barnices poco ad‑ herentes, entre las cuales destacamos copas Lamboglia 1 con acanaladuras externas bajo el borde (figura 15, 1 y 2), copas carenadas Lamboglia 2 (figura 15, 3), múltiples páteras de la forma L5 sin carena exterior (figura 15, 4) y una forma semi‑cerrada con pitorro, asimilable al tipo L10 (figura 15, 5), repertorio que aporta unas fechas avanzadas del si‑ glo I a. C. A ellas se unen los ungüentarios de tradición helenística, barnizados parcial‑ mente al exterior en color marrón o negro, con cuerpos fusiformes rematados en pies destacados (figura 15, 6‑9), junto a lucernas tardorrepublicanas con barniz rojo y gló‑ bulos/perlitas o decoración fitomorfa en la orla (figura 15, 10 y 11) y a paredes finas de pasta muy depurada, importadas, como el asa de skyphos que ilustramos, relacionable con producciones itálicas (figura 15, 12). Completan este conjunto multitud de cerámicas El Testaccio haliéutico de Gades 257 Figura 15. Contexto cerámico tipo de época republicana —vajilla— (Sondeo 7, U.E. 7014), con formas de barniz negro (1 - 30, 2 - 31, 3 - 28, 4 - 32, 5 - 91), unguentaria (6 - 1, 7 - 2, 8 - 77, 9 - 78), lucernas (10 - 103, 11 - 105) y paredes finas (12 - 106) comunes, importadas y locales, que no ilustramos por cuestiones de espacio. En rela‑ ción a las ánforas, que además de su importancia como indicador comercial también tienen un notable peso a efectos cronológicos, se documentan las series tardopúnicas del tipo Ramon T‑7.4.3.3 con pastas amarillentas/anaranjadas de manufactura gaditana (figura 16, 1 y 2), junto a producciones itálicas, tanto Dr. 1 como Dr. 2‑4, como el ejemplar vesubiano que ilustramos (figura 16, 3); además contamos con Dr. 1C de producción re‑ gional (figura 16, 4), incluyendo un ejemplar con la marca OP.C.AVIENI (figura 16, 5), una marca bien conocida en los niveles tardorrepublicanos de Baelo Claudia (Bernal, García y Sáez, 2013, con la problemática general de las producciones de El Rinconcillo y estas manufacturas análogas); y, por último, ánforas ovoides, entre las cuales alternan las pro‑ ducciones del valle del Guadalquivir —como la Ovoide 5 que ilustramos (figura 16, 6) y muchas otras con el cuello moldurado (Ovoide 1)— junto a manufacturas gaditanas del tipo Ovoide 1 (figura 16, 7). No vamos a repetir los argumentos en su momento es‑ grimidos, pues son exactamente los mismos que se han de aplicar a este nivel (Bernal y Vargas, 2017, 36), y que permiten proponer una datación en época cesariana para este 258 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 16. Contexto cerámico tipo de época republicana —ánforas— (Sondeo 7, U.E. 7014), con ejemplares del tipo T‑7.4.3.3 (1 - 53, 2 - 52), Dr. 2‑4 itálica (3 - 70), Dr. 1 C regionales (4 - 100, 5 - 63) y ovoides, tanto del Guadalquivir (Ovoide 5; 6 - 9) como gaditanas (Ovoide 1; 7 - 15) estrato, posiblemente en el segundo cuarto del siglo I a. C. (70‑50/40 a. C.): terminus post quem a partir del 70 por la presencia de ánforas ovoides y claramente anterior a época augustea por la ausencia de algunas producciones sí documentadas en estratos supe‑ riores (sigilatas itálicas o lucernas de volutas), y por el final atribuido a las manufactu‑ ras de barniz negro identificadas. Por su parte, las cinco monedas aparecidas en esta fase tardorrepublicana de El Olivillo cuadran bien en la parte final de este intervalo: dos cuartos y dos octavos de El Testaccio haliéutico de Gades 259 Gadir de las series V y VI respectivamente (UU.EE. 7013, 7014), fechables entre finales del siglo II y la primera mitad del siglo I a. C. [Ficha 16]; así como un sexto de Malaka de la quinta serie (de la U.E. 9002), datada entre el 100/91‑27 a. C. [Ficha 17]. A continuación encontramos estratos fechables con claridad en época augus‑ tea. Dedicamos un trabajo completo a la presentación en detalle de la estratigrafía del Sondeo 2 en el IV Congreso de la SECAH‑Ex officina hispana en Valencia, en la cual se definieron estratos pertenecientes a tres momentos: época augustea en la base, ti‑ beriana o julio‑claudia inicial en la parte media, y neroniana en la superior (Bernal et alii, 2019a). Las descargas más antiguas en el Sondeo 2 son de época medio o tardo‑au‑ gustea (U.E. 2019, 2020): en estos estratos y en los que se fechan en época de Tiberio (2014, 2015) la vajilla fina está exclusivamente representada por las sigilatas itálicas, con multitud de formas (Conspectus 12, 18, 23, 35…), destacando algunos sellos que ve‑ rifican estas cronologías, como los de C. Vibienvs, de Arezzo, activo entre el 1‑40 d. C. (OCK 2000: 473‑474, nº 2373, 25‑26); (Cn.) Ateius Rvfvs, alfarero tardo o post‑augusteo acti‑ vo a partir del 15 d. C. (OCK 2000: 141, nº 310, nº 1); o L. Fastidienvs, cuya actividad también se fecha a partir del 15 d. C. (OCK 2000: 222, nº 809, nº 9); a ellos debemos unir sellos de otros contextos de El Olivillo que ratifican estas cronologías, como Q. Arivius (OCK 257, n. 6), activo entre el 10 a. C.‑15 d. C. [Ficha 38, nº 1], P. Cornelius con su esclavo Anteros (OCK 627, n. 1) datado en el 5 a. C. [Ficha 38, nº 2] o P. Cornelius, esclavo Iumenus, en car‑ tela doble, de época augustea inicial [Ficha 38, nº 8]; un posible Onesimus (OCK 1323, n. 1‑2), datado en el 5 a. C. [Ficha 38, nº 6, U.E. 2018]; C. Tettius, de taller indeterminado y datación entre el 15 a. C.‑30 d. C. [Ficha 38, nº 13, U.E. 3010]; C. Sentius (OCK 1861, n. 1) de taller etrusco impreciso fechado entre el 20 a. C. y el 20 d. C. [Ficha 38, nº 16, U.E. 7002); L. Titius, alfarero aretino, y su esclavo Domesticus (OCK 2216, 2094) datado entre el 15 y el 1 a. C. [Ficha 38, nº 20, U.E. 8006)]; y A. Tittius, también de Arezzo (OCK. 2166, n. 3), con un periodo de actividad entre el 30 y el 10 a. C. [Ficha 38, nº 22, U.E. 9001]. En estos contextos augusteos y tiberianos las lucernas son todas de volutas, ha‑ biéndose identificado la forma más antigua, la variante A de las Dr. 9, que verifica estas cronologías; y el repertorio anfórico es asimismo muy representativo, con la presencia de las últimas T‑7.4.3.3 que llegan precisamente hasta época del Princeps, junto a Haltern 70 con collarín destacado, Dr. 20 arcaicas, Dr. 2‑4 importadas (orientales e itálicas) y Dr. 7‑11. Un buen ejemplo que traemos a colación para ilustrar esta dinámica es la U.E. 7000b (figura 17), en la cual contamos con una marca del conocido alfarero Ateius (OCK 267, n. 18‑24), del taller de Arezzo, con grafitos en reverso, cuya actividad se ha fechado entre el 15 a. C. y el 5 d. C. [Ficha 38, nº 15]; junto a un repertorio de vajilla fina monopolizado por 260 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 17. Contexto cerámico tipo de época augustea (Sondeo 7, U.E. 7000b), con ejemplares de TSI (1 ‑ 2, 2‑ 21, 3 ‑ 22, 4 ‑ 24), un ungüentario (5 ‑ 3), una lucerna de volutas (6 ‑ 1), y ánforas del tipo Haltern 70 (7 ‑ 6), Dr. 20 arcaica (8 ‑ 8), Ovoide 5 (9 ‑ 10) y Dr. 7‑11 (10 ‑ 14) la sigilata exclusivamente itálica, con formas como las copas campaniformes (figura 17, 1), características de los horizontes de Dangstetten‑Oberaden de la forma Conspectus 14 (1990, 76, fig. 14); junto a páteras asimilables a la forma Conspectus 21 (figura 17, 2 y 4), fechadas entre época augustea y primo claudia, además de platos de grandes dimen‑ siones con pie de sección cuadrada, de la forma Conspectus 18, 19 o afines (figura 17, 3). La lucerna recuperada en este estrato presenta un infundibulum con sección cóncava, con disco decorado con equipamiento gladiatorio (grebae), cuyo rostrum conserva una única voluta en la unión con la orla (figura 17, 6), por cuya amplia anchura en relación a El Testaccio haliéutico de Gades 261 la máxima del rostrum podemos situarla en la variante A de la Dr. 9/Loeschcke IA, con una cronología por ello de época augusteo‑tiberiana (Morillo, 2015, 351‑352). Tanto el ungüentario (figura 17, 5) como el contexto anfórico —compuesto por Haltern 70, Dr. 20 arcaicas, Ovoides 5 del Guadalquivir y Dr. 7‑11 (figura 17, 7‑10 respectivamente)— se aco‑ modan bien a una cronología de época augustea. La parte media de la secuencia excavada en El Olivillo se sitúa entre época tibe‑ riana plena o primo claudia, como ilustran, por ejemplo, algunos estratos del Sondeo 2: en ellos comenzamos a tener la convivencia de las sigilatas itálicas —aún claramente mayoritarias— junto a algunas sigilatas gálicas en porcentajes muy reducidos; como su‑ cede en la U.E. 2012, con formas de TSI (como las Conspectus 19, 27 y 52) y algún frag‑ mento informe de gálica, junto a paredes finas o lucernas de volutas, además de ánforas Dr. 7‑11, Haltern 70B/C o Dr. 20A, estas últimas claramente julio‑claudias, con picos pro‑ ductivos entre los años 30‑40 d. C. (Berni y García Vargas, 2016); o la U.E. 2009, datada en época julio‑claudia inicial (15/40), en la cual también conviven ambas producciones (TSI y TSG), junto a un conjunto de ánforas de producción regional —Dr. 7‑11 mayori‑ tariamente, junto a algunas Dr. 20—, junto a puntuales importaciones —especialmente Dr. 2‑4 itálicas y algunas ebusitanas— (Bernal et alii, 2019a). A lo largo de la parte me‑ dia de la estratigrafía en todos los sectores excavados no resulta fácil atribuir una data‑ ción precisa a determinadas descargas en época augustea, tiberiana o claudia, ante los fenómenos de residualidad —apreciables en los niveles que presentamos en estas pági‑ nas también— y debido al amplio margen datacional de algunas producciones. Por su parte, la moneda no aporta grandes precisiones, como ya hemos comentado, ya que la mitad, la unidad y el cuarto respectivamente de emisiones de la serie VI de Gadir apare‑ cidas (UU.EE. 2016‑2019, 3019) se fechan hasta la primera mitad del siglo I a. C. [Ficha 16]; acomodándose bien a estas dataciones augusteas o algo posteriores teniendo en cuen‑ ta su circulación residual, pero no siendo de utilidad a efectos de precisar la cronología de los estratos. Las últimas monedas procedentes del Control Arqueológico presentan una problemática similar2. Por último, la secuencia alta de El Olivillo ha sido fechada en el tercer cuarto del siglo I d. C., aunque pensamos que no llega a época flavia, quizás salvo a los primeros 2. Se trata de otras dos unidades de Gadir de la Serie VI.B.1 de Alfaro (procedentes del Rebaje Mecánico, una de la zona de los encepados junto al Centro de Salud) y un denario de Tiberio (14-37) de la ceca de Lugdunum —RIC I, n 26— de las UU.EE. 3009‑3010 (recuperado en el área de extracción de panelería, sector del Panel 12A), actualmente en proceso de estudio por E. Moreno y A. Arévalo, a quienes agradecemos la información. 262 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 18. Sigilatas gálicas de El Olivillo, tanto Drag. 18 en marmorata (1 ‑ 23) como Drag. 37 decorada (2 ‑ 4) años de Vespasiano, teniendo en cuenta varios aspectos. El primero, y que considera‑ mos más importante, es la total ausencia de sigilatas africanas o cerámica africana de cocina en El Olivillo, donde se han excavado centenares de metros cúbicos de sedimen‑ to y donde han aparecido millares de individuos de diversas producciones de vajilla de mesa barnizada y cerámicas de cocina, pero ninguno de ellos de producción africa‑ na. Recordamos que el inicio de la manufactura de la producción A de African Red Slip Ware se sitúa en los años 80/90 d. C. (Hayes, 1972, 20‑37). Tampoco hay sigilatas hispá‑ nicas, cuya producción se inicia, según diversos autores y las investigaciones estrati‑ gráficas más recientes, con Vespasiano, a partir del 69/70 (Bustamante, 2013, 209‑219), por lo que su ausencia en este contexto gaditano estaría también marcando una data‑ ción ante quem. Y algo similar ocurre con las ánforas, como por ejemplo con las Dr. 20, pues todas las aparecidas se ajustan a las variantes de borde de época julio‑claudia, no habiéndose recuperado ninguno con el característico apuntamiento superior y conca‑ vidad media de la pared interna, propias de época flavio‑trajanea (Berni, 1998, 38‑42). En el caso del Sondeo 2 ya publicado, en los niveles de la parte superior de la estra‑ tigrafía (especialmente UU.EE. 2008, 2010, 2011) conviven las sigilatas itálicas de la forma Conspectus 25 con gálicas, de la forma Drag. 37 decorada, estas últimas presentes en el mer‑ cado a partir del año 60; junto a cerámica itálica de cocina y engobe rojo pompeyano; y án‑ foras Dr. 20B de época Claudio‑Vespasiano o Dr. 2‑4, junto a Dr. 7‑11 —especialmente las formas 9 y 10—; siendo especialmente significativa la aparición de las primeras Beltrán IIA y las variantes más antiguas de las IIB, habituales a partir del 50 d. C. circa (Bernal et alii, 2019a). De la veintena de sellos en sigilatas clásicas aparecidos, solamente uno llega a época de Claudio, caso de Acutus en TSG de La Graufesenque, fechado entre el 25/50 [Ficha 38, nº 9]. Y el más moderno es un fondo de copa en sigilata gálica con el se‑ llo VIRTH, también de La Graufesenque, datado entre el 45‑85 d. C. [Ficha 38, nº 12], pro‑ cedente de uno de los estratos más modernos de la secuencia romana (U.E. 3009). En la figura 18 incluimos las dos piezas que consideramos más modernas de todas las de época romana recuperadas durante las actividades arqueológicas en El Olivillo, procedentes de El Testaccio haliéutico de Gades 263 labores de limpieza en la ampliación del Sondeo 3 (de los estratos superiores, alterados posiblemente por las remociones moderno‑contemporáneas en la zona): por un lado, una Drag. 18 en sigilata gálica, con el característico barniz amarillento de base con jas‑ peados en rojo, definido habitualmente como marmorata (figura 18, 1), pues se entien‑ de que fue este un intento por imitar a los preciados mármoles coloreados. La pieza de El Olivillo se corresponde con un plato cuyo cuerpo presenta una sección de forma tra‑ pezoidal, siendo por lo tanto de la variante b de la forma Dragendorff 18, fechada entre el 20/30 y el 110/120 (Genin, 2008, ed.); dentro de este intervalo, al haberse fabricado en marmorata, es una técnica de manufactura que se ha tenido y se sigue teniendo como de época neroniana exclusivamente, propia únicamente de los talleres de La Graufesenque y del suyo satélite en Le Rozier (Morais, 2015, 121), aunque algunos autores hayan pro‑ puesto la continuidad de la misma durante varias décadas después, hasta Trajano3. La otra pieza, cuyo perfil completo se conserva intacto, es una Dragendorff 37 decorada (fi‑ gura 18, 2), de la variante a, fechada entre el 60/100 d. C. (Genin, ed. 2008). Presenta ovas en la parte superior —ornamentación que recuerda al estilo decorativo de transición de las Drag. 29—, con decoración en la banda superior de festones enmarcando una hojas de vid al interior, con una guirnalda circular de bifoliáceas inferior, bajo la cual se desa‑ rrolla un friso de círculos dobles, el exterior con decoración radial. Encontramos ejem‑ plares similares considerados del estilo decorativo de Germanus, como por ejemplo una Drag. 29 de Poitiers sellada por OF VITAL (alfarero activo entre Claudio y época flavia), del periodo neroniano‑vespasianeo, fechable entre el 65/70 y el 80/85 (Tilhard, 2004, 424, pl. 150‑151, nº 277, con múltiples paralelos ornamentales). Se advierte con claridad que la pieza procede de un molde muy usado, especialmente por la falta de claridad de las ovas, muy desgastadas. También de época neroniana es posiblemente una lucerna del tipo Dr. 20 decorada con un esclavo destapando un ánfora, procedente de los niveles superficiales de los Sondeos 4 y 5 [Ficha 39]. El contexto cerámico que traemos a colación es el de la U.E. 7000a, el estrato su‑ perior de la secuencia romana del Sondeo 7 (figura 11 del Capítulo 2). Además de bar‑ niz negro residual, y quizás algunas de las ánforas que a continuación citamos, como 3. Existen tanto formas del servicio flavio en marmorata como sellos de alfareros en esta producción que aparen‑ temente no están activos en época neroniana, sino más tarde (Genin, 2006); en Hispania ocurre algo parecido, como por ejemplo en el pecio de Guadiaro, de inicios de época trajanea, en el cual las marmoratas constituyen el 4,9 % del total, y donde el sello Amandvs sobre marmorata, esta fechado en dichos momentos finales del si‑ glo I o iniciales del II (Bustamante y Navarro, 2016, 107 y 117). Agradecemos las observaciones al respecto de la profesora M. Bustamante Álvarez, de la Universidad de Granada. 264 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón por ejemplo la T‑7.4.3.3 gaditana, la Dr. 1 o la Dr. 20 arcaica (figura 19, 13, 12 y 8), y quizás también la Ovoide 1 (figura 19, 9), pues la producción de la misma se mantiene hasta los años 20/30 de la Era (González, Almeida y García, 2016). Además aparecen Haltern 70 con borde en collarín (figura 19, 7), más cercanas a la variante A (Augusto‑Tiberio) que a la B (claudio‑neronianas), además de una Dr. 2‑4 tarraconense (figura 19, 10), compati‑ ble perfectamente con estos momentos (Járrega, 2016), y múltiples Dr. 7‑11 (figura 19, 11). Además de algunos fragmentos indeterminados de TSG, entre ellos una Drag. 18, con‑ tamos sobre todo con producciones itálicas, como una Conspectus 23.2.2 (figura 19, 1), propia del segundo o tercer cuarto del siglo I; o la 21.2.1, propia de la primera mitad del siglo I (figura 19, 4), junto a la forma 14.2.2 (figura 19, 2) y a la 18.2.1 (figura 19, 3), ambas claramente residuales. Son especialmente relevantes para la datación de este estrato las lucernas, entre las cuales ha sido posible identificar dos formas de la familia de volu‑ tas: por un lado una Dr. 11, caracterizada por su doble voluta en el rostrum (figura 19, 5), cuya cronología se suele situar en época tiberiana y finales del siglo I, aunque su perio‑ do de floruit son las décadas centrales del siglo I d. C. (Morillo, 2015, 356‑357); así como las Dr. 11‑12, lámparas con un elemento de aprehensión de grandes dimensiones (figu‑ ra 19, 6), que en nuestro caso adquiere un carácter cordiforme: estas lucernas con asas‑re‑ flectores se sitúan entre época augustea y finales de época flavia, siendo especialmente abundantes en la primera mitad del siglo I d. C. (Morillo, 2015, 354‑356). Por todo lo co‑ mentado, da la impresión que este nivel se fecha en momentos avanzados de la prime‑ ra mitad del siglo I d. C., posiblemente en época de Claudio. Por último, consideramos importante realizar una reflexión cronológica directa‑ mente derivada de la excavación de la parte superior de la secuencia. Como se advier‑ te en la zona en la cual visualizamos con mayor continuidad la secuencia sedimentaria del Testaccio haliéutico, el perfil sureste de la zona de actuación —integrando los perfi‑ les orientales de los Sondeos 2 y 3, ampliación del 3 y Sondeo 9—, la secuencia está mu‑ tilada tanto en sus dos laterales como en su parte superior (figuras 20 y 21). Hacia el este la construcción de un gran aljibe contemporáneo secciona la estratigrafía hasta su zona baja, y hacia el oeste una fosa colmatada en época moderna, junto a episodios dunares (Capítulo 2). La parte superior de la estratigrafía, en torno a un metro de su potencia su‑ perior, se asocia a la urbanización del entorno especialmente en el siglo XIX, y a la cons‑ trucción de edificaciones vinculadas a la fundición militar instalada en la zona, de época contemporánea (Capítulo 2). La parte conservada en la estratigrafía ilustra diversas pa‑ vimentaciones superpuestas de cal, junto a infraestructuras con canalizaciones cerámi‑ cas, todo ello sobre un paquete con multitud de cenizas y restos cerámicos de la parte El Testaccio haliéutico de Gades 265 Figura 19. Contexto cerámico tipo de época neroniana (Sondeo 7, U.E. 7000a), con ejemplares de TSI (1 ‑ 19, 2 ‑ 20, 3 ‑ 22, 4 ‑ 23), lucernas de volutas (5 ‑ 13, 6 ‑ 60), y ánforas del tipo Haltern 70 (7 ‑ 7), Dr. 20 arcaica (8 ‑ 2), Ovoide 1 (9 ‑ 57), Dr. 2‑4 tarraconense (10 ‑ 53), Dr. 7‑11 (11 ‑ 30), y claramente residuales del tipo Dr. 1 (12 ‑ 4), y Ramon T‑7.4.3.3 (13 ‑ 50) Figura 20. Perfil meridional del área excavada de El Olivillo (Sondeos 3 y 9) Figura 21. Lectura estratigráfica del perfil sur del área excavada 266 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón superior de la estratigrafía romana (figuras 20 y 21). Es decir, que la parte alta de la se‑ cuencia fue seccionada en época moderna (Sondeos 2, 4, 5 y 6) o contemporánea (1, 3, 7 y 8). De ahí que podamos asegurar con claridad que el Testaccio haliéutico continuaba en altura, habiendo sido amputado por afecciones moderno‑contemporáneas. Lo que no podemos saber es la entidad de su proyección en altura y tampoco proponer cuanto más El Testaccio haliéutico de Gades 267 pudo haber continuado en el tiempo. Durante las excavaciones, no han aparecido ítems posteriores a época pre‑flavia en posición secundaria en otros estratos, aunque es muy probable que el intenso proceso de rebaje y urbanización de esta zona del barrio del Balón en el siglo XIX, bien conocido a nivel documental y planimétrico (Ruiz y Jiménez, 2016), hubiese provocado la regularización y la pérdida de la parte alta de la secuencia. Por todo lo comentado con anterioridad podemos proponer que la cronología de la parte excavada del Testaccio haliéutico de Gades se sitúa entre época de César y Nerón, es decir en un intervalo situado entre el 70‑50/40 a. C. y el 60‑70 d. C. Tenemos constan‑ cia de la continuidad posterior del vertedero urbano, aunque no disponemos de datos para poder saber durante cuanto tiempo más mantuvo su actividad. De la morfología y dimensiones del Testaccio haliéutico. Algunos apuntes Para proponer la forma y tamaño de este mons artificial, en primer lugar disponemos de sus dimensiones mínimas, proporcionadas por los hallazgos en la zona de interven‑ ción arqueológica. Por un lado, tenemos el perímetro definido por el área de excava‑ ción arqueológica manual (figura 22A). El límite norte del vertedero está definido por los Sondeos 2 y 9, ambos positivos en hallazgos: a escasos metros hacia el noreste la construcción de la fundición moderno‑contemporánea obliteró todos los vestigios de la secuencia romana (Vargas y Bernal, 2017). Por lo que respecta al límite meridional, el mismo se sitúa en el perfil oeste del Sondeo 6, en cuya esquina noroeste se documen‑ taron niveles de coloración negruzca pertenecientes funcionalmente a esta estructura, seccionados por unidades negativas de época moderna (figura 23). Como se aprecia en la propuesta planimétrica que sintetizamos en la figura 22, restos del Testaccio haliéuti‑ co solamente se documentaron en el sector oriental del Sondeo 4, muy alterado en épo‑ ca moderno‑contemporánea. De notable interés resulta la cartografía moderna, como ya hemos citado con anterioridad, pues en ella aparecen fosilizados una serie de mon‑ tículos que consideramos los restos del Testaccio haliéutico romano. En relación a la de‑ terminación del límite oeste del monte, se ha revelado como especialmente significativa la georreferenciación de algunos planos, como ya expusimos en otro trabajo (Bernal et alii, 2019a)4. Ponemos el ejemplo del plano de 1738 de Ignacio Salas, conservado en el 4. Agradecemos muy sinceramente la colaboración de S. Gómez Muñoz en la compilación y georreferenciación de la cartografía histórica gaditana. 268 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 22. Planimetría de la zona excavada de El Olivillo, con indicación de la superficie excavada manualmente (infra) y el área del control arqueológico (supra) que han deparado hallazgos positivos en relación al vertedero romano Figura 23. Límite meridional del área excavada del testaccio gaditano. Esquina noroeste del Sondeo 6, con los niveles del vertedero seccionados por estratos modernos El Testaccio haliéutico de Gades 269 Figura 24. Ubicación de El Olivillo (polígono azul) y de la coincidencia de uno de los montículos (silueta roja) con el límite del área excavada, a través de la georreferenciación del mapa de 1738, Ignacio Salas (Archivo General de Simancas, MPD, 21, 081; montaje S. Gómez Muñoz; Bernal et alii, 2019a, figura 12) Archivo General de Simancas (MPD, 21, 081) en el cual, como se puede apreciar en la fi‑ gura 24, el limite oeste que proponemos para el perímetro del área excavada (Sondeos 4 y 6) coincide milimétricamente con el montículo más occidental de los dibujados en este plano (en rojo). Un detalle que permite confirmar que las elevaciones marcadas en la cartografía de época moderna en esta zona son los relictos de la/s antigua/s escom‑ brera/s romanas. En relación a su límite septentrional, coincide con el vértice noroeste del Sondeo 2, cuya planta apareció íntegramente cubierta por restos del vertedero (figura 25); y co‑ mo también verifica la estratigrafía norte de la ampliación septentrional del Sondeo 7, que se proyectaba claramente bajo las estructuras de la parte edificada del edificio de El Olivillo (figura 26). Hacia el punto cardinal contrario, en dirección a la mediane‑ ría con la Escuela de Náutica, la continuidad también era manifiesta (figuras 20 y 21). El perímetro comentado define un polígono de trayectoria curva, de unos 30 m en di‑ rección norte‑sur y entre 10 y 14 en dirección este‑oeste, con una superficie aproxima‑ da de unos 360 m2. A ello debemos unir la documentación durante la fase de Control Arqueológico del vaciado del solar, especialmente durante la ejecución de las labores 270 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 25. Perfil oriental de la parte alta del Sondeo 2 durante el proceso de excavación, que verifica la continuidad de los vertidos romanos más allá del área intervenida Figura 26. Perfil norte de la ampliación septentrional del Sondeo 7, que confirma la continuidad de la estratigrafía en dicha dirección El Testaccio haliéutico de Gades 271 de encepado de la planta sótano del edificio, de una amplia zona con niveles de verti‑ dos romanos con la misma interpretación funcional (figura 22, supra). Especialmente en la zona del edificio colindante con el Centro de Salud, hacia el este, definiendo un am‑ plio polígono irregular pero con unas dimensiones máximas de 20 m este‑oeste y unos 15 m norte‑sur, es decir con aproximadamente unos 300 m2. Además, conviene indicar que ambas superficies son prácticamente tangentes entre sí, verificando que se trata de un único depósito estratificado romano alterado post‑deposicionalmente y en fechas recientes (momentos moderno‑contemporáneos). En lo que respecta a la posibilidad de integrar en la interpretación general del ver‑ tedero datos de hallazgos precedentes en las inmediaciones traemos a colación las co‑ nocidas excavaciones realizadas en la cercana calle Gregorio Marañón, que permiten ampliar la propuesta de superficie del área del Testaccio gaditano. Son las únicas que consideramos útiles al efecto, ya que las referencias a los hallazgos del siglo pasado re‑ lativos a «industrias de ánforas» de la plaza del Falla, la «industria romana» del Campo de las Balas, las referencias de hallazgos de ánforas del Hotel Atlántico o de la posible factoría de la calle Felipe Abarzuza (Ramírez, 1982, 123‑125, Plano I, K y L) no son con‑ trastables en la actualidad. Como indicamos, hay muchos otros solares en las inmedia‑ ciones en los cuales han aparecido vertederos de época romana, que podrían responder a similar problemática que el del Testaccio haliéutico de El Olivillo; si bien los datos no están publicados, por lo que se impone la prudencia al respecto. Nos referimos al ver‑ tedero altoimperial de la calle Chile, 2‑4 esquina con calle San Rafael, 5, conformado sobre todo por ánforas y otros elementos utilitarios —cerámica de mesa, vidrio— y ar‑ quitectónicos (Pajuelo, 2001); la fosa rellena de ánforas de la cercana calle Chile, 2‑4, colmatada con vertidos de la industria salazonera (Pajuelo, 2000), aparentemente muy similar en contenido al solar objeto de estudio en estas páginas; el aparcamiento sub‑ terráneo de Santa Bárbara, utilizado entre los siglos I y III d. C. como vertedero de cerá‑ micas domésticas y ánforas, con algunos niveles de carácter mixto, incluyendo restos de materiales constructivos procedentes de derribos de edificaciones (Pineda, 2012); el ya citado vertedero de la calle Sagasta nº 28, fechado entre época claudia y flavia (Blanco y Alarcón, 1996), muy similar en naturaleza, orientación y composición a los vertidos de El Olivillo. Al otro lado del canal Bahía‑Caleta —en su orilla sur— contamos con una dinámica similar, como en la calle Pericón, 10, donde se han excavado vertederos fe‑ chados entre el siglo II a. C. y el IV d. C. (Blanes, 1997); o en la cercana calle Venezuela, 3 (Blanco, 1996), descargas edilicias aparentemente muy similares a las de la fase tardo‑ rrepublicana de El Olivillo. Todos ellos deberán ser estudiados de manera monográfica 272 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón en el futuro, para lo cual se han dado los primeros pasos, como son los relativos a su in‑ terpretación topográfica y funcional (Lara, 2016). Por lo que se refiere a las campañas arqueológicas realizadas en la calle Doctor Marañón, colindantes con El Olivillo, se trata de tres actuaciones. En 1985 se pudieron excavar cuatro tumbas de época púnica (siglos V‑III a. C.) en la parte inferior del deno‑ minado Nivel 6, un nivel de «arena parda‑rojiza muy fina con vetas de arena arcillosa con abundantes fragmentos cerámicos consistentes principalmente en ánforas roma‑ nas», de unos 1,2 m de potencia y localizado entre los 2,2 y los 3,4 m de profundidad (Perdigones y Muñoz, 1985, 55), y que estaba compuesto por Dr. 7‑11, de las cuales los in‑ vestigadores publicaron una amplia selección de bordes (Perdigones y Muñoz, 1985, fi‑ gura 3). Es muy probable que estos niveles sedimentarios hubieran formado parte en su momento del testaccio gaditano. En 1987 se realizó otra intervención en la zona, en la cual, bajo las zanjas moder‑ nas relacionadas con la famosa «Zanja» o «del Salado» que desaguaba las pluviales del entorno de la Torre Tavira a La Caleta, se localizó una estructura antigua de fundición de metal (horno circular), y además una fosa, en los denominados cuadros C2 y C1, interpre‑ tada como la «escombrera de una factoría de salazones ubicada en un solar colindante que excavamos a principios de 1988» (Perdigones y Muñoz, 1990). El contenido mayorita‑ rio de esta fosa, según los excavadores, eran ánforas tardopúnicas y romanas, las prime‑ ras del tipo T‑7.4.3.3 y las segundas tanto Dr. 1 como Dr. 7‑11, de las cuales se publicaron algunos ejemplares (Perdigones y Muñoz, 1990, 98, figuras 4 y 5). Nos interesa resaltar es‑ pecialmente tanto la cronología de esta fosa, coincidente con la excavada en El Olivillo, como especialmente el notable buzamiento y la composición de algunos vertidos (negruz‑ cos), muy similares a los excavados por nosotros (figura 27A). De nuevo es más que pro‑ bable que esta estructura negativa formase parte en su momento del Testaccio haliéutico. Por último, en la intervención realizada por F. J. Blanco en 1989, hay dos aspectos de gran interés para nuestra interpretación. Este investigador detectó tanto algunas es‑ tructuras romanas claramente vinculadas con actividades artesanales, concretamente una gran pileta rectangular (4,7 × 1,37 m) localizada al este del solar (junto a otra apare‑ cida al final, al oeste, junto a la calle, de 1 m de ancho en dirección norte‑sur y longitud total indeterminada pues no pudo ser totalmente excavada), tres pavimentos con refor‑ mas, y restos de una gran escombrera con planta de morfología piriforme (4,78 × 3,5 m); estructuras que este investigador fechó con precisión entre el siglo I a. C. —momento de construcción determinado gracias al barniz negro y ánforas T‑7.4.3.3 localizadas en un sondeo bajo el suelo de la pileta— y el siglo I d. C. —gracias a las ánforas y sigilatas El Testaccio haliéutico de Gades 273 A B clásicas aparecidas en los niveles de abandono— (figura 27B); interpretando todo el conjunto como relacionable con una factoría de salazones (Blanco, 1991, 78‑79), como así ha pasado a la historiografía posterior (por ejemplo García Vargas, 1998, 159‑162). Funcionalmente los datos proporcionados por el excavador, como por ejemplo el hallaz‑ go «en la parte central de la pileta de gran cantidad de restos conchíferos»; y en el nivel que cubría al segundo pavimento de «restos de una especie de polvo rojizo de tintura [en un nivel que correspondía a] […]la primera mitad del siglo I d. C.» (Blanco 1991, 79); unidos a la morfología de la pileta que invalida su relación con una cetariae y a los res‑ tos de producción de plomo, interpretamos la zona como un área artesanal vinculada con la producción de púrpura con claridad, de la cual podrían proceder los concheros excavados en El Olivillo [Ficha 30]. En la reciente tesis doctoral sobre el urbanismo de 274 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 27. Evidencias arqueológicas de la actual calle Doctor Marañón relacionables con el Testaccio haliéutico: A. Fosa romana tardorrepublicana y altoimperial de la campaña de 1987 (Perdigones y Muñoz, 1990, 97, figura 3), en la cual se aprecia el buzamiento de los estratos; B. Estructuras y escombrera cerámica de la campaña de 1989 (Blanco, 1991, figura 1) Gades se decanta la autora por esta misma hipótesis (Lara, 2016, 467-466; Lara, 2019, 187-188); y quizás con otras actividades artesanales indeterminadas, entre ellas con la producción metalúrgica, pues como indica el excavador localizó «escorias de plomo» en el quinto nivel de la escombrera (Blanco, 1991, 80), de época republicana. El primer detalle de interés para nuestra interpretación es que en época republicana esta zona ya disponía de estructuras constructivas, por lo que el Testaccio no se prolongaba más ha‑ cia el este; y el segundo es que el límite oriental del mismo lo podemos hacer coincidir con el perímetro de la fosa excavada, rellena de vertidos. También es importante desta‑ car que estos estratos presentaban una inclinación de norte a sur, y que la inclinación de la «rampa de vertido» era de unos 30° aproximadamente (Blanco, 1991, 79). Lo cual indica que los vertidos se realizaban desde el norte, encontrándose por tanto el exte‑ rior del vertedero en dicha dirección; aunque al describir la estratigrafía indica luego que uno de los vertidos —el tercero— presenta una inclinación inversa, de sur a norte (Blanco, 1991, 80). Los seis niveles que fueron identificados durante la excavación de la escombrera, presentados en detalle (Blanco, 1991, 80‑81), permiten proponer una poten‑ cia total para la misma de unos 3,5 m, lo cual da una idea de su entidad y envergadura. Todo ello nos permite realizar dos estimaciones para el Testaccio haliéutico. Una propuesta mínima de superficie, considerando como límites el perímetro de la fosa de la calle Gregorio Marañón de la campaña de 1989 al este (dejando fuera las piletas exca‑ vadas), y los hallazgos más septentrionales del Control Arqueológico y el límite del sur definido por el Sondeo 6, como ilustramos en la figura 28. Un perímetro de forma apro‑ ximadamente circular, que definiría una superficie aproximada de algo menos de media hectárea (4 415 m2), teniendo en cuenta una planta circular de unos 75 m de diámetro; aunque en los trabajos preliminares calculamos unos 60 m de lado (Bernal et alii, 2019a), la finalización con posterioridad del control arqueológico y el estudio integral de todas las evidencias permite proponer que estas cifras son más precisas. Por otro lado, y conscientes de que los montículos ilustrados en la cartografía del si‑ glo XVIII relativa a esta parte de la ciudad de Cádiz reflejan la antigua escombrera romana, hemos procedido a la georreferenciación de un plano en el cual se ven estos montículos con claridad, que es el ya citado de Ignacio Salas de 1738 (figura 29). En él resulta de gran inte‑ rés comprobar que, si se integran los tres montículos que se visualizan dentro de una mis‑ ma superficie, se obtiene un círculo de mayores dimensiones, con algo más de una hectárea de superficie (unos 12 266 m2), teniendo en cuenta unos 125 m de diámetro: desde El Olivillo al oeste hasta un poco antes de la calle Guatemala al este; y desde la parte más septentrio‑ nal del antiguo Hospital de Mora al sur hasta pasada la calle Doctor Marañón hacia el norte. El Testaccio haliéutico de Gades 275 Figura 28. Propuesta del perímetro mínimo del Testaccio haliéutico según los hallazgos arqueológicos (círculo), con indicación de los tres límites identificados a través de las excavaciones (A), del Control Arqueológico (B), y de la escombrera aparecida en 1989 (C) De manera que, tomando ambos valores, consideramos que en el estado actual de las investigaciones la superficie del Testaccio haliéutico de Gades pudo haber tenido unas dimen‑ siones aproximadas entre media y una hectárea (superficie circular de entre 75 y 125 m de lado). Respecto a la potencia que pudo haber alcanzado el vertedero romano de El Oli­ villo, también es posible aportar algunos parámetros. El primero es la potencia máxi‑ ma de la estratigrafía arqueológica excavada. En general, en la parte central del solar de El Olivillo (Sondeo 2 al noreste y 5 al suroeste) se ha podido documentar aproxima‑ damente un metro de secuencia estratigráfica de época moderna, por lo que en esta zona la potencia media conservada del mons artificial romano es de unos 5 m (4,8 de secuencia romana en el Sondeo 2; 5,3 en el Sondeo 3; 3,2 en el Sondeo 5; 5,8 m en el Sondeo 7), siendo la máxima conservada de casi 6 m en el Sondeo 7 (figura 30); en la zona noreste de la parcela la secuencia está perdida por la fundición del siglo XIX en adelante (Sondeo 1); y al suroeste también está muy alterada, presentando su parte su‑ perior mutilada (3,2 m, hasta la aparición de la 4019, cfr. figura 10), y habiendo conser‑ vado únicamente la secuencia republicana (de 3,4 m de potencia), pues la romana fue 276 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 29. Propuesta del perímetro según los tres montículos semi‑desmantelados según la cartografía del siglo XVIII, en el plano de base de 1738 ya citado, de Ignacio Salas Figura 30. Detalle del perfil noroccidental de la ampliación norte del Sondeo 7, con los más de 6 m de potencia de secuencia romana alterada en época moderno‑contemporánea. A estos seis metros de estratigrafía con‑ servada habría que sumarle, al menos, una altura mínima sobre la cota superficial del entorno en el siglo XVIII de varios metros, que estimamos como poco de 3‑4 m, pues de lo contrario los topógrafos e ingenieros militares no habrían nunca plasmado en cartografía estos montículos. El Testaccio haliéutico de Gades 277 A Hay que tener presente, además, otros factores que permiten plantear como hi‑ pótesis que la altura del vertedero de El Olivillo fue seguramente mayor. El primero es la degradación biológica, pues parte de los estratos, como veremos en detalle en el si‑ guiente apartado, eran restos de materia orgánica —ictiofaunas arqueológicas— las cua‑ les progresivamente, por deshidratación y otros factores van perdiendo volumen. Un fenómeno bien conocido en vertederos de residuos sólidos urbanos contemporáneos, en los cuales los procesos de lixiviación —generación de residuos líquidos por muchos fenómenos, entre ellos la presión, la lluvia…— son continuos (Espinosa et alii, 2007). No es fácil plantear una propuesta para El Olivillo, ya que en él alternaban los residuos or‑ gánicos y los inorgánicos, sin una ciclicidad aparente, aunque sí es evidente que ante la ausencia de compactación en el vertedero romano, los vertidos originales debieron, con el paso del tiempo, ir perdiendo volumen y, con ello, altura. A la hora de proponer una altura mínima, hemos intentado atender a otros in‑ dicadores, como por ejemplo los derivados de la génesis dunar por medios naturales en nuestra zona geográfica. Estudios recientes basados en una dilatada experiencia de estudios de campo en los sistemas dunares de la región del estrecho de Gibraltar, alta‑ mente antropizados, permiten aún detectar dunas que oscilan entre los 10 m de altura en Chipiona/Rota a los 35 m en Valdevaqueros —Tarifa—, una de las mayores de toda la Península Ibérica, con tasas de migración en torno a 17,5 m/año y una acreción anual estimada en 140 m3/m (Gracia et alii, 2019, 667‑670). En la zona costera de Erytheia te‑ nemos plena constancia de la existencia de sistemas dunares, actualmente degradados y prácticamente desparecidos (Capítulo 3). El paralelo nos sirve para entender que acu‑ mulaciones de arena de altura muy notable (entre 10 y 35 m), pueden generarse en la re‑ gión únicamente atendiendo a condicionantes bióticos. 278 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón B Figura 31. Vistas aéreas generales del monte Testaccio de Roma (A. Aronson, 1979, n. 291; B. 1990; cortesía de Renato Sebastiani, Segretariato Regionale del Ministero dei Beni e Attività Culturali e del Turismo del Lazio) Otro elemento a tener presente es el cálculo volumétrico atendiendo a la pen‑ diente o ángulo de reposo del sedimento, sabiendo que nos encontramos ante materia‑ les arenosos‑arcillosos poco consolidados (cfr. Capítulo 3 y ficha 4). Teniendo en cuenta una pendiente máxima de en torno al 30 % y el necesario equilibrio del material que lo conforma, es posible proponer para los dos casos (superficies de 75 o 125 m de diáme‑ tro) una altura máxima respectiva de 22,5 y 37,5 m, siguiendo los parámetros habituales utilizados para el cálculo del talud natural o ángulo de rozamiento de los sistemas du‑ nares (Botz et alii, 2003; Glover, 1998)5. Por último, y a efectos volumétricos resta comparar el vertedero gaditano con el famoso Testaccio de Roma, el gran archivo fiscal de Occidente conformado por ánforas olearias del Guadalquivir en su mayoría, situado en el Aventino (figura 31). De morfo‑ logía polilobulada, resultado de las diversas plataformas o descargas que lo generaron entre el siglo I y el III d. C., presenta unas dimensiones aproximadas de unos 22 000 m2 de superficie, con unos ejes mayores de 250 por 180 m, y casi 50 m de altura sobre el ni‑ vel del mar (Blázquez, Remesal y Rodríguez Almeida, 1994, 12), que se reducen a 36 si te‑ nemos en cuenta el suelo que actualmente pisamos (Ramieri, 2007, 384). Si tenemos en cuenta la superficie del Testaccio haliéutico de Cádiz (entre 4 415 y 12 265 m2, según am‑ bas estimaciones) y la comparamos con la del monte de Roma, el vertedero urbano ga‑ ditano constituiría, aproximadamente, entre el 20 % y el 55,75 %; proporcionalidad que trasladada a alturas nos daría unas cifras entre 10 y 27,88 m de altura (figura 32). Evidentemente, todos estos parámetros son teóricos y estimativos, sobre todo si tenemos en cuenta la antropización del vertedero —como por ejemplo ilustra la cons‑ trucción de muros de abancalamiento [Ficha 20], sobre lo cual volveremos a conti‑ nuación—; pero al menos dan una idea de la factibilidad de la altura propuesta, que estimamos pudo haber llegado a unos 25 o 30 m. Antes de finalizar, conviene indicar que la superficie excavada en El Olivillo as‑ ciende a 360 m3 circa. Ello permite indicar que lo que se ha excavado constituye úni‑ camente entre el 2,4 y el 0,3 % aproximado de la superficie total del Testaccio haliéutico (para 10 y 30 m respectivamente). A pesar de ello, el impacto del vertedero en el pai‑ saje cultural marítimo de la ciudad de Gades tuvo que ser impresionante, siendo posi‑ blemente el hito más elevado de toda la orla litoral de la Isla Menor (figura 33). De ahí que adicionalmente debió haber jugado un papel no previsto en la navegación, junto al 5. Agradecemos las fructíferas conversaciones al respecto mantenidas con Javier Gracia y Andrés Agudo, de la Universidad de Cádiz, a efectos de clarificar estos aspectos. El Testaccio haliéutico de Gades 279 A B famoso faro, cuya exponencial altura —si nos guiamos por los 13 pisos escalonados que figuran en el dibujo a carboncillo de la cisterna del antiguo Teatro Andalucía, junto a la Torre Tavira (Bernal, 2009)— debía coexistir con la imponencia de esta gran montaña a la entrada del Puerto Exterior de la ciudad. 280 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 32. Comparativa volumétrica entre el Testaccio de Roma (imagen de fondo) y entre las dos propuestas métricas del Testaccio haliéutico de Gades (rojo), tanto en sección (A) como en planta (B). Ilustraciones de base según Blázquez y Remesal, 1999, 13; y Blázquez, Remesal y Rodríguez, 1994, 23 Figura 33. Recreación desde el sur del canal Bahía‑Caleta y del extremo septentrional de la Isla Menor, con la localización del testaccio. (Elaboración de A. Álvarez Marsal, con la asesoría de D. Bernal Casasola) De su conformación: secuencia, tipología de vertidos y topografía A continuación, y siguiendo la presentación deductiva de los hallazgos, vamos a sin‑ tetizar la estratigrafía documentada y la problemática de los vertidos. Para facilitar la comprensión y por cuestiones de espacio, hemos decidido presentar los niveles docu‑ mentados en El Olivillo agrupados funcionalmente, habiendo podido determinar cin‑ co tipologías, que a continuación detallamos, remitiendo a la figura 34 y a la Memoria de la Actividad (Vargas y Bernal, 2017) para la consulta de los detalles a título particu‑ lar sobre la atribución de los diversos estratos documentados. Los mas abundantes y significativos son los dos primeros: vertidos de ánforas de garum locales/regionales y de ictiofaunas arqueológicas, que son los que han dado nombre al Testaccio haliéutico, ya que conforman el 85 % del total de restos recuperados. Vertidos anfóricos: el componente mayoritario Los estratos con ánforas desechadas constituyen los más abundantes en El Olivillo, ha‑ biendo caracterizado la totalidad de la secuencia. En aquellos casos en los cuales el El Testaccio haliéutico de Gades 281 Atribución funcional de los vertidos Anfóricos Ictiofauna Haliéuticos UU.EE. Julio-Claudia (III A) Tardorrepublicana (III B) 2009, 2012, 2014, 2019, 2020, 2021, 3009, 3010, 3014, 3016, 3019, 5015, 5017, 6003, 6005, 7000_B, 7001, 7002, 7030, 7026, 8004, 8005, 8006, 8008, 8009, 9001 3020, 3021, 3022, 3029, 4021, 4023, 4024, 4025, 4026, 4027, 4028, 4029, 4030, 5019, 5020, 5021, 5022, 5023, 6004, 7004, 7005, 7006, 7007, 7008, 7009, 7010, 7011, 7013, 7014, 7015, 7017, 7018, 7019, 7024 3016, 3019, 7002 — Ictiofauna termoalterada 3019, 7003, 2021 7005, 7025, 7029 Concheros 3026 3028, 9002 Vertidos mixtos de demoliciones edilicias 2015, 2017, 2018, 3015, 3017_A, 3027, 7000_A, 9000 3023, 7016, 7028 Vertidos selectivos (común) 2008, 2010, 2011, 2016, 3008 Funerarios 3020 índice de representación de las ánforas es casi equivalente (e incluso menor) a los res‑ tos de cerámicas comunes, pero su abundancia es manifiesta (UU.EE. 3010, 3014, 3021, 3022, 7020), han sido también incluidos en esta categoría. Esta situación, extensible a la ictiofauna, provoca que algunos estratos estén presentes en varias casillas funciona‑ les (figura 34), como ilustra la U.E. 3019 (anfórico, ictiofauna, ictiofauna termoalterada); se han diferenciado entre los paquetes sedimentarios con muy poco material anfórico (menos de una veintena de individuos), no incluidos en esta categoría al no conside‑ rarlos niveles de relleno propiamente dichos (Sondeo 4 y parte baja de la secuencia del Sondeo 7, UU.EE. 7020‑7023). La situación más frecuente es que las ánforas aparecieran partidas, aunque en fragmentos de notables dimensiones y con las fracturas irregulares, lo cual indica que habían sido fracturadas poco antes de su descarte en el vertedero, posiblemente con golpes de martillo, tal y como se ha planteado para el caso del monte Testaccio en Roma (Carreras, 2011, 23). Así se advierte, por ejemplo, en la U.E. 7000B y en otros estratos del mismo corte, que ofrecieron un conjunto de varios centenares de individuos, con bocas, cuellos, panzas o pivotes semi‑completos (figura 35A); o en buena parte de estratos ex‑ cavados del Sondeo 3 (figura 35B). En otras ocasiones, claramente minoritarias, se de­ secharon las ánforas completas o prácticamente enteras, como se documenta en el perfil 282 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 34. Tabla con la atribución funcional de los diversos vertidos de El Olivillo Figura 35. Vertidos anfóricos fragmentados en el perfil este del Sondeo 7 (A) y en el perfil sur de la ampliación oriental del Sondeo 3 (B) A B este del Sondeo 8 (figura 36) algunas de las cuales conservaban restos de paleoconte‑ nido en su interior. A veces en estos verti‑ dos aparecen de manera muy minoritaria otros elementos de cultura material (cerá‑ mica común a torno, terra sigilata itálica o gálica o cerámica de barniz negro en los ni‑ veles inferiores, ungüentarios y lucernas…), que no superan el 5 % del total. Destacan sobremanera las ánforas locales/regiona‑ les de la familia de las Dr. 7‑11, que son sin lugar a dudas las más abundantes de to‑ do el vertedero, especialmente en sus va‑ riantes Dr. 7 y Dr. 9 o 10 de cuellos cortos; a las cuales le hemos dedicado un aparta‑ do concreto en la monografía, al cual remi‑ timos para las consultas a título particular [Ficha 21]. Algunas de estas ánforas béticas El Testaccio haliéutico de Gades 283 Figura 36. Vertido de ánforas completas de la familia de las Dr. 7‑11 en el Sondeo 8 Figura 37. Selección de seis fragmentos de ánforas Dr. 7‑11 con adherencias de garum (U.E. 3019) 284 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón presentaban restos aún del paleocontenido original de garum en su interior, como en un ejemplar completo del Sondeo 8. Es muy frecuente la asociación de fragmentos de án‑ foras béticas con restos de peces adheridos —en fase de elaboración de salsas o de pro‑ ductos ya terminados— (figura 37), habiendo interpretado que estos alimentos debieron haberse corrompido, ensuciado al partirse las piezas o alterado de alguna manera, pues de lo contrario resulta difícil entender que los mismos fuesen desechados en El Olivillo, al tratarse de productos caros y muy preciados. En la ficha 22 presentamos una selec‑ ción de algunos de estos conjuntos de paleocontenidos anfóricos, en parte asociados a los fragmentos, en parte descartados directamente sin contenedor. También conviene destacar la abundancia de tapones anfóricos en este depósito, en ocasiones recortados sobre fragmentos de las propias ánforas béticas reutilizadas, y en otras realizados monográficamente en cerámica común de pasta blanquecina/ama‑ rillenta de producción local/regional, como la selección que ilustramos (figura 38), al‑ gunos de ellos aún con restos de la argamasa y otras adherencias relacionables con el proceso de hermetización del envase. Su presencia verifica que la última fase de la ca‑ dena operativa en la cual las ánforas eran rellenadas en las cetariae cercanas, taponán‑ dolas y sellándolas para su pronta expedición. Algunas de las cuales debieron partirse o descartarse con motivos diversos (contaminación…), yendo a parar a los descartes de la gran escombrera gaditana. Conviene destacar que en la práctica totalidad de los casos son de producción gaditana, debiendo ser interpretadas como asociadas a estos procesos de envasado in loco. Respecto a la cantidad de ánforas aparecidas, es difícil proceder a realizar una estimación fiable, pues aún nos encontramos en fase de estudio de la totalidad de las evidencias recuperadas. El único sondeo que ha sido estudiado hasta la fecha con ex‑ haustividad es el 2, que nos puede servir como modelo (Bernal et alii, 2019a, figura 4). En él se han recuperado un total de 189 ánforas (NMI), de un total de 758 fragmentos de en‑ vases de transporte en 92,8 m3. Teniendo en cuenta el volumen de sedimento excavado (cfr. figura 9, algo más de 870 m3), la cuantificación serían, aproximadamente 1 740 in‑ dividuos y 7 134 fragmentos. Como hemos indicado, la superficie excavada es de entre el 0,3 y el 2,4 % del total de la del Testaccio de Roma en función de las dos propuestas de volumetría; por lo que habiéndose propuesto en el caso romano que la totalidad de án‑ foras que pudo haber contenido es de algo más de 53 millones de envases (53 359 800 en concreto; Blázquez, Remesal y Rodríguez, 1994, 13), deberían haberse recuperado entre 160 079 y 1 280 635 ánforas si las proporciones fuesen similares; por lo que el porcentaje de frecuencia de ánforas en El Olivillo es de entre el 1 y el 0,1 % en relación a la densidad del El Testaccio haliéutico de Gades 285 Figura 38. Selección de seis opercula del Sondeo 3 (1. 3008,23; 2‑3. 3014, 15, 16; 4‑6. 3019, 10, 11, 14). 286 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Testaccio. Cifras que se incrementan al doble si tenemos en cuenta las propuestas más recientes que consideran que en el Mons de Roma quedan unos 25 millones de ánforas (Remesal, 2018, 81), pero que en cualquier caso ilustran el porcentaje mucho menor de ánforas en El Olivillo, a pesar de su elevada representatividad, ya que en el depósito ga‑ ditano las mismas alternan con otro tipo de evidencias, sobre todo arqueo‑ictiológicas. En lo que respecta a la representatividad porcentual de las diversas familias an‑ fóricas, y siempre a tenor exclusivamente de los datos cuantificados del Sondeo 26, po‑ demos indicar que el 93,1 % está constituido por ánforas béticas; de ellas el 69,8 % lo representan las salsarias béticas (prácticamente todas de la familia Dr. 7‑11 a excepción de algunas de sus antecesoras ovoides gaditanas en los niveles republicanos y puntuales Beltrán IIA y B aquí referidas); y el otro 23,3 % aparece ilustrado por los envases del valle del Guadalquivir (sobre todo Haltern 70 y Dr. 20 arcaicas como ya hemos indicado). El restante 6,8 % se lo reparten sobre todo ánforas itálicas (Dr. 1 y Dr. 2‑4), además de algu‑ nas orientales (Dr. 2‑4 casi con exclusividad) y tarraconenses (Dr. 2‑4 y Pascual 1; Berni et alii, 2018) y otras formas minoritarias. Estos datos han de ser, como decimos, tomados con cautela, y serán completados en el futuro cuando se ultime el estudio de materiales en curso de desarrollo en la actualidad. Como también convendrá realizar estimaciones sobre el peso de las ánforas por metro cúbico, para contrastar si las estimaciones de en‑ tre 600 a 1000 kg/m3 del Testaccio (Remesal, 2018, 81) son similares a las de El Olivillo. Por último, resaltamos el singular hallazgo de una lucerna de disco en los niveles superiores, que ilustra un esclavo destapando un ánfora [Ficha 39]; quizás este tipo de piezas fuesen habituales en la zona portuaria y comercial de Gades, pues su ornamen‑ tación recuerda fielmente el tipo de actividades desarrolladas en el entorno. Vertidos haliéuticos El segundo tipo de depósitos sedimentarios más frecuentes en El Olivillo es lo que he‑ mos considerado descartes de la explotación de recursos marinos. En la categoría de ictiofauna se han incluido también aquellos vertidos anfóricos donde su presencia es es‑ pecialmente significativa (UU.EE. 3016, 3019 y 7002), los cuales figuran en ambos grupos. En el apartado de ictiofauna termoalterada se han integrado tanto aquellos paquetes 6. 635 (NF)/132 (NMI) de ánforas salsarias béticas, 91/44 de envases del Guadalquivir y 32/13 de ánforas de otras procedencias. El Testaccio haliéutico de Gades 287 Figura 39. Huesos de peces y ánforas en el perfil norte de la ampliación del Sondeo 3 con sedimento negruzco resultado de actividades de quema (cremación de los restos in situ, presencia de carbones, cenizas y piñones) como otros contextos donde la presen‑ cia de restos óseos de peces termo‑alterados es especialmente significativa (UU.EE. 3019 y 2021). También figura en algún caso un nivel sedimentario con huesos ícticos con sig‑ nos de haber sido expuestos a actividades con fuego (U.E. 2021). Son depósitos muy frecuentes, pues su presencia es prácticamente consustan‑ cial al 90 % de los estratos excavados, pues como hemos indicado en el caso anterior, casi todos los vertidos anfóricos aparecieron asociados a restos de pescado (figura 39). Hemos dedicado un apartado importante en las fichas de la exposición a presentar de‑ talladamente la problemática de los recursos marinos, a las cuales vamos a remitir a continuación para evitar innecesarias repeticiones. Comenzando por los peces, destaca sobremanera la abundancia de restos de atunes, de los cuales han aparecido centenares de partes de raquis más o menos conexionados, siendo miles las vértebras recuperadas. En la ficha 23 incluimos una selección de casi cincuenta agrupaciones óseas de atunes de los niveles tardorrepublicanos y julio‑claudios de la secuencia, que ilustran con clari‑ dad la importancia de los hallazgos (figura 40). A tenor de los registros arqueo‑ictiológi‑ cos conocidos en todo el Mediterráneo occidental, recientemente sintetizados (García Vargas et alii, 2019), podemos concluir que los hallazgos de El Olivillo constituyen uno 288 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 40. Vértebras de atunes de la U.E. 3019 (nº 5789‑5844 de la Base de Datos; foto R. Marlasca) de los conjuntos más significativos de toda Hispania, por el momento sin parangón co‑ nocido (Bernal et alii, 2019b). El estudio tafonómico de los cortes en las vértebras de los túnidos ha permitido reproducir con claridad y precisión las fases del proceso de «ron‑ queo» o corte selectivo, sobre todo en época altoimperial [Ficha 24]. De especial interés para la reconstrucción de los procesos acontecidos en El Olivillo ha sido la constatación de que la mayor parte de los restos osteológicos de atunes estaban termo‑alterados, pro‑ cedentes de estratos cenicientos o negros, presentes a lo largo de toda la estratigrafía, de reducida potencia (figura 41). El atento estudio de todos ellos ha permitido verificar que se corresponden con niveles de quema in situ de despojos de atunes, una costum‑ bre atestiguada por la etnografía —como sucede por ejemplo en la conocida estampa de Hoefnagel en el siglo XVI de las almadrabas de Hércules en Cádiz— y por otros yaci‑ mientos arqueológicos como el caso de las llamadas fosas profilácticas tardopúnicas El Testaccio haliéutico de Gades 289 Figura 41. Nivel con restos óseos quemados (perfil sur del Sondeo 3), según Bernal et alii (2019b, figura 7) del antiguo Teatro Andalucía de Cádiz, que es otro paralelo conocido en la bahía gadi‑ tana; para evitar problemas higiénico‑sanitarios se quemaron in situ los despojos pis‑ cícolas, utilizando como combustible piñas y ramas de pino [Ficha 25]. Unas prácticas con similar finalidad se han constatado en el Testaccio de Roma, donde se han hallado en las excavaciones arqueológicas capas de cal sobre los vertidos anfóricos para evitar el mal olor generado por la putrefacción del aceite (Carreras, 2011, 23). Son bastante frecuentes los niveles de cenizas en otros contextos del entorno geográfico más inmediato al Olivillo, como se verificó en las excavaciones del Club Náutico La Caleta (Expósito, 2007, 130), en la calle Chile, 2 y 4 (Pajuelo, 2000), en la ca‑ lle Benito Pérez Galdós esquina con la calle Chile o en la calle Sagasta nº 28 (Blanco y Alarcón, 1996), entre otros solares, lo cual denota que el hecho de quemar los restos de pescado generados en las factorías de salazones tuvo que ser una práctica habitual y regulada en este tipo de vertederos romanos, tratándose estos de los primeros datos al respecto, junto a los ya publicados de la calle Sagasta (Bernal et alii, 2014). Además de los atunes, el estudio arqueozoológico de los restos ha permitido do‑ cumentar el aprovechamiento de otro tipo de recursos ícticos (figura 42): caballas y jureles, habiéndose detectado un singular patrón de corte en bisel del cráneo de los pri‑ meros escómbridos, destinado a la extracción de sangre por presión, posiblemente para la confección del famoso garum haimation tan apreciado en la Antigüedad, siendo esta 290 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 42. Selección de ictiofauna de la U.E. 3019 (Muestra 8). Residuo antes del triado (A); vértebras (B) y otros restos de carángidos (C); y detalle de los restos de sardina (D), según Bernal et alii (2019 b, figura 7). Fotos R. Marlasca la primera atestación hispanorromana conocida de dicha práctica [Ficha 26]. Junto a una abundantísima cantidad de clupeidos y en menor medida de engráulidos, que han sido identificados en dos tipos de depósitos: interior de ánforas y muestras de sedimen‑ to [Ficha 27]. Esta generalizada presencia de sardinas y de boquerones en los prepara‑ dos piscícolas gaditanos es una novedad para los estudios sobre las pesquerías de época tardorrepublicana y altoimperial del Círculo del Estrecho, ya que no estaba constatada dicha presencia en la zona. El Testaccio haliéutico de Gades 291 Además de ello es de gran importancia la constatación en Gades del aprovecha‑ miento de cetáceos en época julio‑claudia, ya que han podido ser recuperados restos de una veintena de restos óseos de una ballena en la U.E. 7000A, cuya presencia en El Olivillo deriva del aprovechamiento cárnico y posiblemente de sus subproductos [Ficha 28]; el estudio biomolecular realizado ha permitido determinar que el ejemplar se correspon‑ de con una ballena franca (Eubalaena glacialis), la cual constituye un taxón actualmen‑ te extinto en el Mediterráneo, si bien se ha demostrado recientemente que el mismo sí transitaba estas aguas en época romana, gracias a evidencias arqueo‑zoológicas de Baelo Claudia, Septem y Tamuda (Rodrigues et alii, 2018). El hallazgo de restos de una ballena en El Olivillo es de gran interés por varios motivos: verifica el procesado de estos gran‑ des mamíferos marinos en Gades, ya que los restos han aparecido en un depósito con‑ formado mayoritariamente por descartes de la industria pesquero‑conservera; es uno de los primeros hallazgos de cetáceos en estratos de época julio‑claudia, pues los publi‑ cados con antelación son normalmente o anteriores o de época tardorromana (Bernal et alii, 2016); y por último, constituye el primer hallazgo en la bahía de Cádiz de restos de ballena en un yacimiento arqueológico, augurando interesantes líneas de investiga‑ ción sobre la pesca —quizás activa como ha sido propuesto en los últimos años— y el procesado en las cetariae gaditanas, una novedosa línea de investigación. Aparte de lo comentado, se han documentado restos de malacofauna, concreta‑ mente diez especies de bivalvos y catorce de gasterópodos marinos, que a pesar de su diversidad son muy poco representativos estadísticamente, a excepción de los muríci‑ dos, las ostras y un tipo de almeja [Ficha 29]. Es decir, que su presencia en el vertedero de El Olivillo deriva de aspectos accidentales en los demás casos, resultado del empleo de redes donde quedarían incidentalmente atrapados estos restos marinos; como tam‑ bién los cefalópodos y algunas púas de erizo que han sido documentadas cribando con mallas muy finas, además de algunos restos de ramas de coral no trabajadas y de una esponja [Ficha 31]; todos ellos presentes en el gran vertedero por los mismos motivos accidentales, posiblemente la pesca con redes de arrastre y otros aparejos de fondo, técnicas perceptibles gracias al escaso instrumental pesquero recuperado [Ficha 32] en combinación con la fauna marina. De gran interés ha sido el hallazgo de dos grandes concheros compuestos por de‑ cenas de miles de murícidos machacados, que han sido interpretados como residuos de talleres de producción de púrpura (figura 43). Se cumplen en El Olivillo todos los indica‑ dores arqueológicos y arqueozoológicos de la cadena operativa para demostrar que nos encontramos ante artesanías de los muryleguli encaminadas a la obtención del preciado 292 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 43. Detalle del proceso de excavación de uno de los concheros, de época tardorrepublicana tinte violáceo: una presencia mayoritaria de especies de malacofauna productoras de púrpura, que en El Olivillo se concentran en el Hexaplex trunculus o cañaílla basta, y que alcanza un porcentaje superior al 95 % [Ficha 30]; un patrón de fracturación sis‑ temático, que en nuestro caso se concreta en la completa rotura de la concha del gas‑ terópodo marino por machacado; y los restantes elementos propios de estos talleres como restos de termo‑alteración (escasas conchas quemadas y algunos fragmentos de carbones), como sucede en la vecina Carteia (Bernal et alii, 2008) o en la propia Gades (Bernal et alii, 2014); y además hemos evidenciado restos de virutas de plomo entre las conchas, procedentes de los calderos fabricados con este metal usados para la precipi‑ tación de las glándulas cnidamentarias para su conversión en colorante. Y, por último, restos físicos de pigmentos rojos y colorantes, algunos tintando las propias cañaíllas, que completan la cadena operativa de estos talleres artesanales [Ficha 44]. Este hallaz‑ go es asimismo de gran interés a escala regional, pues completa nuestro conocimiento de los talleres del púrpura conocidos en la bahía gaditana, que únicamente son dos y además de cronologías tanto anteriores, como sucede con el de la calle Luis Milena en San Fernando, de época tardopúnica; y el reiteradamente citado de la calle Sagasta de la segunda mitad del siglo I d. C. El Testaccio haliéutico de Gades 293 Todo lo indicado confirma que la razón de ser prioritaria del vertedero de El Olivillo fuese la concentración y abandono de residuos de la pesca y de la industria conservera, muy activa en Gades en estas fechas (Expósito, 2007). La cantidad y diversidad de los res‑ tos aparecidos convierten a este yacimiento en clave para el estudio de la explotación de los recursos marinos en la bahía de Cádiz entre época de César y mediados del siglo I d. C. Vertidos mixtos, procedentes de demoliciones edilicias Se han documentado algunos niveles de escombrera generados por desechos de materia‑ les de construcción, procedentes de destrucciones y/o reparaciones de edificios cercanos. Son poco abundantes en El Olivillo, y aparecen puntualmente de manera monográfica, con placas de opus signinum, sillarejos y ladrillos exclusivamente, como la U.E. 2017 de época julio‑claudia (figura 44). Son mucho más abundantes los vertidos mixtos, en los cuales alternan los objetos utilitarios, normalmente cerámicos y principalmente anfóri‑ cos, con materiales constructivos de diversa naturaleza. En algunos casos su contenido corresponde en un 90 % a fragmentos de ánforas salsarias en su mayor parte, si bien tam‑ bién han aparecido numerosos fragmentos de opus signinum así como de roca ostione‑ ra, a lo que tenemos que sumar algunos trozos de enlucidos con pintura mural y restos de tabiques demolidos (UU.EE. 2019, 3017A y 7000A). En otros casos sucede lo contrario, constituyendo niveles de vertido donde aparecen mayoritariamente nódulos de argama‑ sa, placas de opus signinum, fragmentos de pintura mural y ripios de roca ostionera, todo ello asociado a escasos restos cerámicos, minoritarios (U.E. 3015). Esta última dinámica es la tónica habitual de los niveles más antiguos, especialmente documentados en la se‑ cuencia tardorrepublicana del Sondeo 7, donde los estratos basales se caracterizan por la abundancia de material edilicio desechado (figura 45). Cabe destacar en este sentido, los numerosos fragmentos de pintura mural recuperados (figura 46), especialmente en la U.E. 7016/3023, donde se han recuperado las primeras evidencias de pintura del I Estilo Pompeyano en Baetica (Fernández et alii, 2019; ficha 43). La pintura también alterna con restos pavimentales, destacando las placas de opus signinum, algunas de ellas con moti‑ vos florales teselados (en blanco y negro), y manufacturadas integrando conchas macha‑ cadas en el mortero, un síntoma de arcaísmo en nuestra región [Ficha 42]. Este tipo de restos edilicios desechados se han documentado asimismo en otras ex‑ cavaciones del entorno, como por ejemplo en el nivel 5 de la escombrera de la cercana ca‑ lle Gregorio Marañón, en el cual las ánforas tardopúnicas alternaban con tégulas y ladrillos 294 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 44. Relleno de fosa con material constructivo (U.E. 2017) (Blanco, 1991). Restos de pintura parietal también se han recuperado en los denominados ni‑ veles 2 y 4 de la escombrera citada anteriormente, así como en prácticamente todos los sola‑ res de las inmediaciones ya citados en este trabajo en los cuales han aparecido fosas rellenas de residuos y/o vertederos, como es el caso del Club Náutico La Caleta (Expósito, 2007, 131), la calle Chile, 2 y 4 y este mismo solar esquina a calle San Rafael, 5 (Pajuelo, 2000, 2001), así co‑ mo en el aparcamiento subterráneo de Santa Bárbara (Pineda, 2012); o, al otro lado del canal, en la calle Pericón de Cádiz, 10 (Blanes, 1997) o en el nº 3 de la calle Venezuela (Blanco, 1996). Resulta muy difícil determinar en El Olivillo la funcionalidad de las estructu‑ ras de las cuales proceden estos restos edilicios, especialmente los de la secuencia basal del Sondeo 7, en el cual alternan restos pictóricos con paramentos estucados. Apriorísticamente se podría pensar que estas estructuras no deberían corresponder a instalaciones fabriles debido a su refinamiento, por lo que quizás procedan de casas y otros edificios ciudadanos en los cuales piezas delicadas como el brasero de tradición helenística con decoración de Apolo (Bernal y Vargas, 2017; ficha 36) encontrarían mu‑ cho mejor acomodo que en cetariae o en talleres artesanales. El Testaccio haliéutico de Gades 295 Figura 45. Perfil oeste del Sondeo 7, con los estratos con restos edilicios en la parte baja de la secuencia (U.E. 7016) Figura 46. Fragmento de pintura mural de los niveles tardorrepublicanos de El Olivillo (U.E. 7016), con la representación de un pájaro sobre fuente 296 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Descargas selectivas: cerámicas comunes de artesanías indeterminadas En la parte superior de la secuencia de los Sondeos 2 y 3 se han documentado algunos niveles arqueológicos monopolizados por la elevadísima frecuencia de cerámica común romana, especialmente jarras (UU.EE. 2008, 2010, 2011 y 3008). Estos recipientes para verter líquido se caracterizan por la presencia de filtros en el cuello en su mayor par‑ te, y son bien conocidos en el entorno (Bernal, Díaz y Lavado, 2008, 321, figura 4). Los análisis de residuos orgánicos realizados en algunos ejemplares de época julio‑claudia avanzada han verificado que no se relacionan con la industria pesquero‑conservera, co‑ mo inicialmente pensábamos, sino con el procesado de aceites vegetales o productos cárnicos [Ficha 6]. El interés de estos vertidos en este apartado es que verifican el des‑ carte en El Olivillo de mobiliario relacionado con actividades artesanales diversas di‑ fíciles de rastrear, tratándose de vertidos selectivos que también fueron integrados en esta escombrera urbana. Posiblemente a esta categoría pertenecerían otros vertidos de carácter selectivo, procedentes de actividades concretas, cuya visibilidad en el registro arqueológico es muy baja o inexistente. Actividad funeraria puntual Por último, ha sido documentado en El Olivillo un enterramiento, localizado en la par‑ te baja de la secuencia del Sondeo 3 (U.E. 3020), fechado en época tardorrepublicana. Se trata de una niña de unos 4 o 5 meses de edad, como ha verificado el estudio antro‑ pológico [Ficha 34], la cual fue introducida en una sítula crateriforme de cerámica (fi‑ gura 47), procediendo al enterramiento de la misma, sin ninguna estructura particular ni cuidados especiales, no habiéndose documentado tampoco restos de ajuar que pu‑ dieran asociarse a dicha sepultura [Ficha 33]. Esta constatación permite interpretar es‑ te enterramiento como un hecho totalmente casual y puntual, posiblemente por parte de un marinero, pescador u operario sin recursos, quien habría recuperado una pieza de notable calidad y la habría reutilizado como urna funeraria. No se trata esta de la única tumba localizada en esta zona de Erytheia, ya que tenemos datos que verifican un uso funerario episódico en la zona, como atestigua el posible columbario del Campo de las Balas (Ramírez, 1982, 102‑103); la tumba del solar del Tenis o los ejemplos aislados del Baluarte de Santa Bárbara (Pineda, 2012), entre otros. Este tipo de constataciones no son infrecuentes en época romana (Arce, 2016), y la asociación que hacemos de este El Testaccio haliéutico de Gades 297 Figura 47. Vista general de la sítula crateriforme reutilizada como contenedor funerario en El Olivillo (U.E. 3020) enterramiento con un individuo de baja extracción social y recursos deriva de la com‑ plejidad para un personaje con estas características de pagar el ritual y los derechos de enterramiento en la necrópolis de Gades, situada como sabemos en la zona central de Cotinusa (Niveau y Gómez, 2010, eds.; Arévalo, 2016, ed.). Este enterramiento casual permite dos observaciones de interés. La primera, que el control sobre el vertedero no era férreo —o al menos que era posible realizar excepcio‑ nes al uso habitual del sector—, ya que fue posible proceder a la inhumación y al ente‑ rramiento de la crátera, la cual quedó rápidamente cubierta por vertidos. La pobre niña 298 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 48. Modelos broncíneos en los cuales se inspiraron los alfareros gaditanos para la elaboración de las sítulas dionisíacas, procedentes de Mehrum (A. Menzel, 1986, 193‑194 Taf. 164, nº 533) y de Pompeya (B. Tassinari, 1993, nº 1115) enterrada en El Olivillo de manera cuida‑ da debió haberlo sido por algún familiar bondadoso que a escondidas procedió al enterramiento en una zona no reglada, no habilitada para ello. La enterró en una pie‑ za singular, decorada con máscaras dio‑ nisíacas, posiblemente con el objetivo de utilizar tanto un receptáculo funerario no‑ ble, ricamente ornamentado, como con‑ siderar que Baco y todas las divinidades vinculadas al mundo del vino pudieran protegerla en la vida de ultratumba. El vaso fue posiblemente reutilizado, ya que con‑ servaba únicamente uno de los apliques decorados y el fondo estaba partido; lo que justifica que se haya conservado asimismo otro ejemplar muy similar, seccionado por su mitad superior [Ficha 35], habiendo si‑ do ambos desechados en El Olivillo por su de‑funcionalización. La segunda cuestión de interés, de‑ rivada de la anterior, es haber permitido descubrir un tipo de recipiente cerámico totalmente desconocido en Gades hasta la fecha, sumamente singular: una pieza con forma de crátera, pero cuya asa superior obliga a considerarlas bien calderos —op‑ ción que excluimos al no estar destinados a su uso en el fuego en nuestro caso— o bien sítulas (cubos), denominación defini‑ tiva por la cual hemos optado: sítulas cra‑ teriformes. Remitimos al estudio realizado para los detalles formales y compositivos [Ficha 33], así como para verificar su pro‑ cedencia del taller alfarero del Cerro de los A B El Testaccio haliéutico de Gades 299 Mártires, en la isla de San Fernando [Ficha 9]. Interesa recordar aquí que estas sítulas cra‑ teriformes constituyen una copia milimétrica en cerámica de vasos de bronce. Los mo‑ delos son piezas metálicas conocidas sobre todo en Centroeuropa, como por ejemplo en la excepcional colección de Mehrum (por ejemplo Menzel, 1986, 19, nº 531‑533), a una de cuyas piezas de mediados del siglo I d. C. copia perfectamente (figura 48A); o las de Pompeya (Tassinari, 1993, nº 1115), que además de los citados en la ficha 33, constituyen los mejores paralelos (figura 48B). Se trata de piezas pompeyanas consideradas en el gru‑ po de los «secchie e vasi globulari e ovoidali», de las cuales se conocen dos ejemplares en muy buen estado de conservación, dentro del grupo de las piezas de grandes dimensio‑ nes (Tassinari, 1993, 108‑109, Grupo X1100, nº 1115 y 18677). A excepción de la decoración de los apliques de las asas son idénticas a las de El Olivillo: asa de cordón circular rema‑ tada en extremos apuntados simulando la cabeza de anátidas —cisnes posiblemente—, con un elemento circular central perforado para permitir su aprehensión con ganchos (anillo de suspensión), detalle también simulado en el ejemplar de sítula fragmentada de El Olivillo; borde decorado al exterior, también en el aplique inferior de las asas y cuerpo ovoidal y pie destacado de fondo plano o cóncavo. Estas sítulas fueron fabricadas en el Cerro de los Mártires en San Fernando [Ficha 9], única figlina gaditana en la cual se co‑ noce la manufactura de estas carátulas figuradas (Sáez, Díaz y Sáez, 2011). No nos parece casual la cercanía de este taller al islote de Sancti Petri, donde se ubicaba el famoso tem‑ plo de Hercules Gaditanus, el viejo Herakleion que se mantuvo en actividad hasta al me‑ nos el siglo III d. C. (García y Bellido, 1963). Apenas 6,5 km separan a este taller del tempo hercúleo y, como decimos, es la alfarería más cercana al mismo, posiblemente produc‑ tora de este tipo de sítulas con finalidad religiosa. A Gades también llegaron las mismas, quizás usadas asimismo en ámbitos religiosos y/o suntuarios. De ser así al Olivillo tam‑ bién llegaron escombros y residuos procedentes de los santuarios cercanos, ubicados en las inmediaciones, como el conocido a la Venus Marina (Corzo, 1980; Álvarez, 1992). Es esta una sugerente línea de investigación a desarrollar en el futuro. Por último, el estudio realizado ha permitido advertir varios aspectos topográfi‑ cos de interés sobre el Testaccio haliéutico, a investigar en los próximos años. El prime‑ ro es el posible aumento progresivo de la superficie del vertedero en clave diacrónica. Algo lógico, que además parece haber quedado patente en el registro arqueológico. La evidencia más clara es la ausencia de restos de época tardorrepublicana en la parte in‑ ferior de la secuencia del Sondeo 2, cuyos niveles basales son de época augustea y se asientan directamente sobre la roca madre (Bernal et alii, 2019a). No olvidemos que es el único caso de cata que ha conservado la secuencia de época antigua que no presenta 300 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón secuencia de época pre‑augustea (figura 11 del Capítulo 2). De ahí que tendamos a pen‑ sar que el vertedero urbano se centró en época tardorrepublicana en la zona sur y su‑ reste del área excavada, proyectándose con seguridad hasta el sureste, como demostró la campaña de 1989 en la calle Gregorio Marañón. A partir de época augustea, y como resultado de la intensificación productiva, el mismo no solamente siguió creciendo en altura, sino que también se desarrollaría hacia el noroeste, desde el punto definido por el Sondeo 2 en dicha dirección. En segundo lugar, es posible definir la altura mínima aproximada que tenía el mons artificial en época tardorrepublicana, si atendemos a la parte superior de la secuencia de esta época en los sondeos excavados. Aparte de los Sondeos 8 y 9, ambos realizados únicamente sobre niveles altoimperiales y en los cuales no se agotó la secuencia (Vargas y Bernal, 2017), por lo que no son útiles a estos efectos, la interfaz de conexión entre los niveles tardorrepublicanos y altoimperiales aporta los siguientes datos sobre la poten‑ cia de la secuencia pre‑augustea, siguiendo la secuencia de suroeste a noreste: 3,6 m en el Sondeo 4, en la zona de contacto entre las UU.EE. 4018 y 4019, con pendiente cre‑ ciente hacia el noreste (figura 10); 1 m conservado en el Sondeo 6‑interfaz entre la 6003 y 6004; 2 m circa en el Sondeo 5 (figura 49A), de trayectoria rectilínea; unos 3 m en el Sondeo 7, considerando la zona de contacto entre las UU.EE. 7003/7000B y la 7004 (fi‑ gura 49B); y 2,5 m en el Sondeo 3‑Ampliación Este Sondeo 3, como marca el contacto entre las UU.EE 3019‑3020, con pendiente positiva hacia el noreste (figura 49C). Lo que podemos inferir de estos datos es que el vertedero a finales de época republicana tenía unos 3 o 3,5 m de potencia máxima, sobre todo hacia el noroeste, descendiendo suave‑ mente en ladera en dirección sur y sureste, hacia La Caleta. La lectura de las interfacies superiores de estos estratos no marca con claridad una tendencia creciente o ascen‑ dente, ya que se advierten ciertas irregularidades (sobre todo en los Sondeos 4 y 7), re‑ sultado del progresivo relleno de residuos. A estos datos debemos sumarle la potencia máxima comentada de la escombrera excavada en 1989 en la calle Gregorio Marañón —actual Doctor Marañón—, estimada en 3,5 m, sumando los diversos niveles estratigrá‑ ficos definidos por su excavador (Blanco, 1991, 80‑81), como hemos comentado. Otro aspecto que consideramos importante destacar es un posible cambio de funcionalidad del vertedero a partir de época de Augusto. En los diversos estratos ex‑ cavados advertimos una mayor concentración de escombros relacionados con demo‑ liciones de edificaciones en la parte tardorrepublicana de la secuencia, y una cierta «especialización» a partir de época de Augusto, momentos en los cuales da la impresión de que las descargas se centran, mayoritariamente, en el acopio de ánforas y desechos El Testaccio haliéutico de Gades 301 A B U.E. 5000 U.E. 5002 U.E. 5004 E8 U.E. 5001 U.E. 7000B U.E. 5003 U.E. 7000A U.E. 5005 U.E. 5006 U.E. 5007 U.E. 7005 U.E. 5010 U.E. 7004 U.E. 7027 U.E . U.E. 5008 U.E. 7 U.E. 5009 009 U.E. 5014 U.E. 5015 U.E. 5017 U.E. 7008 U.E. 5018 U.E. 7013 U.E. 5019 U.E. 5016 U.E. 5020 U.E. 5021 U.E. 7010 U.E. 5022 U.E. 7014 U.E. 5023 U.E. 7016 U.E. 5024 U.E. 7020 U.E. 7018 U.E. 7021 D U.E. 3017 ALJIBE U.E. 3019 U.E. 3020 U.E. 3022 SILLAR 1 U.E. 3021 C U.E. 3029 SILLAR 2 U.E. 3029 U.E. 3024 U.E. 3024 302 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón U.E. 7002 70 03 Figura 49. Interfacies superiores del vertedero en el tránsito de época tardorrepublicana a momentos augusteos (líneas rojas) en el Sondeo 5 (A. Perfil Norte), 7 (B. Perfil N) y 3 (C. Perfil N del Sondeo 3 y de la ampliación este del Sondeo 3), con la ubicación de todos ellos en planta incluyendo la trayectoria del muro de ánforas —líneas rojas— (D) Figura 50. Planimetría del muro de contención de ánforas localizado entre el Sondeo 3 y el Sondeo 3 ampliación, con la numeración de las 5 ánforas (A1‑A5) pesquero‑conserveros, existentes antes, como se ha dicho, pero mezclados con residuos de otra naturaleza. Ello permite proponer una progresiva especialización del vertedero, de carácter general en principio (residuos sólidos urbanos en sentido amplio) y de tipo haliéutico mayoritariamente en época julio‑claudia. Un elemento de gran interés documentado durante el transcurso de las excavacio‑ nes en El Olivillo ha sido la verificación de sistemas de contención de las descargas. Nos referimos a la localización y excavación de un muro realizado con ánforas en disposición vertical, localizado durante la excavación del Sondeo 3, y al cual hemos dedicado una ficha en esta monografía [Ficha 20]. Se compone de al menos 5 ánforas completas en disposi‑ ción vertical, todas ellas de la familia de las Dr. 7‑11 (figura 50). El mismo se ha excava‑ do en dos tramos, ya que tres de las ánforas (A1, A2 y A3) fueron documentadas durante la excavación del Sondeo 3, junto a su vértice nororiental (figura 51A); para continuar su trayectoria fue ampliado el sondeo hacia el este, llegando a documentar dos ejemplares más de la misma familia tipológica (figura 51B). La estructura presenta una alineación noreste‑suroeste, y es probable que continuase hacia el este, aunque no es posible ase‑ gurarlo (figura 49D, con el tramo excavado en línea roja contínua y su proyección en dis‑ contínuo). Las ánforas presentaban la boca intencionalmente fracturada, y estaban llenas de sedimento para generar estabilidad entre ellas, así como calzadas con piedras y frag‑ mentos cerámicos para permitir que mantuviesen la verticalidad. Durante la excavación El Testaccio haliéutico de Gades 303 A B 304 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 51. Detalle del muro de contención, con las tres ánforas documentadas en el Sondeo 3 (A) y las dos de la ampliación del corte estratigráfico (B) fue posible verificar los vertidos de ánforas directamente arrojados sobre la estructura (figura 52A), y la aparición de varias ánforas en posición horizontal más o menos com‑ pletas en la zona (figura 52B), posiblemente como resultado de la menor compactación del sedimento por el citado muro, lo que permitió que las mismas no se fracturasen más post‑deposicionalmente tras su descarte. Es importante destacar que esta estructura se fecha en los primeros niveles de época augustea (U.E. 3019), tratándose de una medida de regularización y control por parte de la autoridad gestora del vertedero. El mejor paralelo que tenemos para esta medida de contención de las descargas es, de nuevo, el Testaccio de Roma (figura 53). En él, las excavaciones hispanas recientes han documentado estructuras destinadas a generar plataformas con ánforas Dr. 20, a las cua‑ les se fragmentaba su base y se rellenaban, para hacerlas más sólidas; luego se colmataba la parte trasera, a continuación de lo cual se levantaba una plataforma siguiente, gene‑ rando una estructura con unos 45° de inclinación aproximada (Remesal, 2018, 80‑81, figu‑ ras 6 y 7). Además, y en el caso romano, gracias a los tituli picti de las Dr. 20 se ha podido fechar la progresión de dichas plataformas, como se advierte en el croquis de síntesis publi‑ cado recientemente por Remesal, que permite detectar la existencia de varias estructuras abancaladas, con una distancia entre ellas en altura variable, de entre 2 y 7 m (figura 53C). En El Olivillo, el hallazgo de la estructura con ánforas del Sondeo 3 permite ve‑ rificar el empleo de este tipo de bancales artificiales en el gran vertedero urbano de Gades, con unos 3 pies romanos (unos 90 cm), si consideramos la altura total conser‑ vada de las ánforas. Estos bancales tendrían una única altura, al menos en la zona ex‑ cavada, y se situarían en la parte central del monte, desarrollada hacia el sur y hacia el este. Constituyen, además, un elemento clave para determinar cómo tras estas descar‑ gas de vertidos existió una planificación, que únicamente es posible atribuir al ordo de‑ curionum, que debía estar tras este tipo de obras de planificación urbana. La reutilización de ánforas en ámbito gaditano como material constructivo es bien conocida: desde las estructuras a varias alturas del taller de Villanueva en Puerto Real a múltiples alineaciones con finalidades diversas en la propia ciudad y en la necró‑ polis de Gades, recientemente sistematizadas (Lara, 2016). Las más cercanas al Olivillo son las dos alineaciones del siglo I d. C. ya citadas de la calle Chile, 2‑4 esquina a calle San Rafael, 5, también en disposición vertical y calzadas, que aparentemente sirvieron para similares actividades de contención de residuos (Pajuelo, 2001). Un último aspecto que consideramos importante destacar es el marcado buza‑ miento que presentaban algunos de los vertidos. La variabilidad es notable, y no parecen ajustarse a un patrón predefinido. En algunos casos la tendencia de los estratos genera El Testaccio haliéutico de Gades 305 A B 306 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 52. Vertidos apoyados sobre el muro de ánforas (A. Sondeo 3, ánfora A3; B. Proceso de excavación de la ampliación del Sondeo 3) A C B Figura 53. Muro de contención realizado con ánforas en el Testaccio, documentado en la campaña de 1992, con detalle de la excavación (A. Blázquez y Remesal, 2001, 25, lám. 21) y de la planimetría del mismo (B. Blázquez y Remesal, 2001, 37, fig. 5); y propuesta de las diversas plataformas fechadas (Remesal, 2018, 81, fig. 7). cierta horizontalidad, sobre todo en los niveles inferiores de la secuencia, como por ejemplo en el Sondeo 5 (figura 49A). Aunque la tónica habitual es que los vertidos se‑ dimentarios presenten interfacies superiores con notable pendiente, que oscila entre los 10 y los 20° en el Sondeo 4 (figura 10B), en torno a los 20‑25° con picos hasta 40° en el Sondeo 7 (figura 49B), o entre los 25 y los 35° en el Sondeo 7 (figura 26 y 49B), por citar al‑ gunos casos significativos. Estos ejemplos ilustran que cuando se procedió a la ejecución de estos vertidos, existía notable pendiente en la zona, habiendo posiblemente procedi‑ do a la regularización de las capas intencionalmente, pues de lo contrario no tendrían una potencia tan homogénea, como sucede en el Sondeo 7 (figura 54). Posiblemente esta debió ser una tendencia buscada, que permitía la existencia de superficies planas a través de las cuales facilitar el vertido de residuos (figura 55), que en el caso de la zo‑ na excavada han permitido verificar una dirección prevalente suroeste‑noreste, como El Testaccio haliéutico de Gades 307 Figura 54. Vista cenital del Sondeo 7, en la cual se aprecia la notable pendiente de los vertidos Figura 55. Detalle del proceso de excavación del Sondeo 7, en el cual se verifica la pendiente de las superficies de vertido, que facilitarían el trabajo 308 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 56. Recreación de la zona excavada del Testaccio haliéutico de Gades (Elaboración de A. Álvarez Marsal, con la asesoría de D. Bernal Casasola) se indica en la figura 49 ( flechas). Una orientación similar se ha podido determinar en el caso de la excavación en 1989 en la calle Gregorio Marañón, habiendo generado los vertidos tirando los residuos desde el suroeste (Perdigones y Muñoz, 1990, 95, lámina 4, cuadro C2, estratigrafía B‑C), teniendo en este caso una pendiente incluso mayor que en El Olivillo (figura 27A). El otro ejemplo gaditano de niveles sedimentarios con simi‑ lar funcionalidad y tal grado de buzamiento es el de la calle Sagasta, 28, destinado en tal caso a ganar posiblemente terreno a la orilla norte del canal, debido a la ubicación geo‑ gráfica de esta parcela (Bernal et alii, 2014, 301, figuras 1‑2; 304, figuras 5‑6). Otra inferencia que es posible realizar es que en la zona excavada nos encontra‑ mos posiblemente ante una de las laderas de la colina, sin duda la suroccidental; pues de lo contrario los estratos no presentarían tal buzamiento. Como se ha indicado con antelación, la georreferenciación de la zona excavada con los planos del siglo XVIII, es‑ pecialmente el de Ignacio Salas de 1738 ha permitido verificar que el límite oeste del montículo más occidental de los ilustrados coincide con el final excavado del Testaccio haliéutico (figura 24), confirmando este particular. Esta es la imagen que representamos en la reconstrucción de la zona: la ladera su‑ roccidental del monte (figura 56). En ella se pueden visualizar con claridad los vertidos El Testaccio haliéutico de Gades 309 de pescado siendo quemados in situ, posiblemente movidos en superficie por opera‑ rios para generar la anchura máxima conveniente para que pudiesen ser procesados con efectividad, como ya hemos indicado. Con evidencias de caminería perimetral, no documentada en El Olivillo, pero necesaria para acceder a plataformas de tamaño por‑ te y altura: no olvidemos el sistema de acceso actual al Testaccio de la Urbs, necesitado de estos caminos para poder acceder a la cumbre (figura 31). También se han documentado durante el estudio arqueozoológico restos de équi‑ dos en las excavaciones: concretamente dos fragmentos de caballo, quince indeter‑ minados de équido y nueve de asno, que técnicamente pertenecerían al menos a dos individuos adultos teniendo en cuenta la cuantificación total; sin trazas perceptibles de haber sido usados para consumo cárnico, por lo que han sido interpretados como posi‑ bles animales de carga [Ficha 8]. Contextualizando los restos, para época romana altoim‑ perial contamos con las siguientes evidencias: una pelvis de asno de un estrato augusteo (U.E. 2019); un diente superior de un caballo (U.E. 3014); una vértebra, una costilla y una falange primera de asno en la U.E. 7000A; quince vértebras de équido en la U.E. 7002; y en la secuencia republicana contamos con un calcáneo de asno (U.E. 3021); una ulna de équido en la U.E. 7023; y una costilla, un radio y un metatarso de asno en la U.E. 7028. Es decir, restos de al menos siete équidos, de los cuales han podido ser identificados cua‑ tro asnos y un caballo. La interpretación más coherente es el habitual empleo de estos équidos como animales de carga para el transporte de residuos, en serones o mediante carretas, tal y como indicamos en la recreación anteriormente aludida; siendo este sis‑ tema posiblemente el más habitual si tenemos en cuenta el volumen de las descargas (metros cúbicos de cañaíllas para los concheros o centenares de kilos en el caso de las ánforas, por ejemplo). Asimismo, es interesante recordar que se ha recuperado un hú‑ mero de ave, que parece relacionarse con una gaviota, procedente de niveles de época altoimperial [Ficha 8]; un animal de hábitos carroñeros cuya presencia cuadraría muy bien en un vertedero periurbano de estas características. También, los restos aparecidos en El Olivillo permiten, de manera indirecta, reali‑ zar un catálogo del artesanado urbano de Gades. Evidentemente incompleto, pero de mu‑ cho interés para reflexionar porque permite saber qué tipo de industrias existieron en las inmediaciones, cuyos restos descartados fueron a parar al vertedero (figura 57). Además de las industrias haliéuticas, que como sabemos fue la actividad principal en el entorno, se han documentado restos de las siguientes actividades artesanales. Alfarería, aunque a pequeña escala, siendo ínfimos los restos recuperados de escorias cerámicas que tes‑ timonian indirectamente la producción de ánforas salazoneras [Ficha 48], necesarias en 310 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 57. Ejemplos de residuos de algunas de las artesanías urbanas localizadas en El Olivillo: alfarería (1. Escoria cerámica de ánfora, U.E. 3019), venta de esponjas marinas (2. Fragmento de porífero, U.E. 7013), telares (3. Pondus circular, U.E. 3019), producción de púrpura (4. Conchero tardorrepublicano, U.E. 3028; 5. Pigmentos rojos tintando Bolinus brandaris) y cuencos con pigmentos, quizás asociables a talleres de pintores (6. Cerámica común, U.E. 7011) 1 2 4 3 5 6 El Testaccio haliéutico de Gades 311 la industria conservera, y que evidencian que en el entorno cercano a las cetariae exis‑ tieron talleres productores de ánforas, como ilustró en su momento el horno de la calle Solano, 3 (Bernal, Díaz y Lavado, 2008). Esponjas, de las cuales se ha recuperado un ejem‑ plar [Ficha 31], y que constituye el segundo conocido en el Cádiz romano tras el ya publica‑ do de la calle Sagasta, 28, posiblemente vendidas cotidianamente en las tiendas litorales, como sabemos ha sido una constante en las ciudades ribereñas del Mediterráneo hasta hace pocas décadas; aunque sería tentador decir lo mismo de las ramas de coral apare‑ cidas [Ficha 31], interpretamos las mismas como descartes de redes, ya que no han apa‑ recido restos de la cadena operativa de producción de ornamentos de coral durante las excavaciones. Diversas evidencias de una intensa actividad textil en las inmediaciones de Erytheia, que incluyen distintas fases del proceso: restos físicos de telares, rastreables a través de las pesas circulares y troncopiramidales [Ficha 47]; fibras trenzadas de carrizo, documentadas gracias a su carbonización [Ficha 7], que evidencian la existencia de estas plantas ribereñas en las inmediaciones y, además, su empleo para tareas de cestería o pro‑ ducción de tinte púrpura en grandes cantidades, como confirman los miles de cañaíllas machacadas desechadas, generando concheros de notable entidad [Ficha 30]. Además, han aparecido pigmentos relacionables posiblemente con esta sustancia y con otras, que testimonian la existencia de tintorerías en las inmediaciones [Ficha 44]. También han apa‑ recido restos de azul egipcio en bolas durante las excavaciones, que han de relacionar‑ se con lavanderías o fullonicae [Ficha 45]. Algunos de estos pigmentos, ocres y sustancias colorantes han sido recuperados en cuencos cerámicos, habiéndose hallado incluso una posible paleta pétrea de pintura, que tendemos a relacionar con los restos de los conoci‑ dos talleres de pintores, que almacenaban su materia prima coloreada en estos cuencos de cerámica común, como conocemos en Pompeya [Ficha 44]. En esta misma línea se si‑ túan los interesantes restos de pintura mural recuperados, especialmente de época tar‑ dorrepublicana [Ficha 43], con los cuales tal vez podrían haberse relacionado. También es interesante destacar los restos de fauna terrestre, con marcas de corte en muchos ca‑ sos, que testimonian el consumo de vaca, ovicáprido, cerdo, conejo, gallina y hasta ciervo [Ficha 8], debiendo proceder en parte de las carnicerías existentes en la zona. Y la ela‑ boración de productos cuya naturaleza precisa se nos escapa (¿aceites vegetales o gra‑ sas de rumiantes?), redistribuidos en jarras cerámicas con filtro, cuya ingente cantidad en El Olivillo permite plantear que no se trata de una actividad doméstica sino artesanal [Ficha 6] y también restos de industria ósea [Ficha 40] y de vidrio romano [Ficha 41], aun‑ que sin evidencias de su procedencia de talleres de fabricación. Unas interesantes pers‑ pectivas sobre el paisaje del artesanado gaditano, muy mal conocido aún. 312 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Perspectivas: el Testaccio haliéutico, una nueva pieza del urbanismo de Gades Las excavaciones arqueológicas realizadas durante los años 2016 y 2017 en el edificio de El Olivillo de Cádiz, han permitido exhumar parte de los restos de una gran escom‑ brera, por cuyas dimensiones y altura descomunales se ha relacionado con el famoso Testaccio de Roma: un vertedero situado a escasas decenas de metros de la costa, jun‑ to a la actual playa de La Caleta, en la cual se vertieron durante algo más de un siglo (75/50‑40 a. C.‑60/70 d. C.) los residuos de las industrias haliéuticas situadas en las in‑ mediaciones, sobre todo ánforas y restos piscícolas. Efectivamente, El Olivillo estaba localizado entre una línea costera de cetariae —representadas sobre todo por el Club Náutico La Caleta, activas en estos momentos, y por los hallazgos de piletas en Santa Catalina (Expósito, 2007, 123‑138)— (figura 58) y un cinturón productivo constituido por alfares y fábricas salazoneras que se encontraban diseminadas por toda esta zona de la Isla Menor, orientándose hacia el canal Bahía‑Caleta (Bernal, Díaz y Lavado, 2008). Otro elemento de conexión con el Mons romano, situado cerca del Tíber, pero algo se‑ parado de su orilla por los conocidos horrea, tinglados portuarios y otras estructuras (Aguilera, 2002). Una posible localización «periurbana», con la complejidad que conlleva el empleo de este término para una ciudad cuyos límites físicos legales —pomerium, definido por la muralla— aún no se conocen (recientemente se ha interpretado toda esta zona co‑ mo suburbana, al hilo del análisis en detalle de las evidencias arqueológicas conocidas, estudio al cual remitimos para ampliar los datos al respecto: Lara, 2016 y 2019); y que consideramos como ya se ha dicho a lo largo de este y otros trabajos previos (Bernal et alii, 2019a) un área pública, al ubicarse en ámbito portuario que, por naturaleza, lo es. Un espacio ordenado y mantenido, como verifica el muro de contención aparecido en su interior, reflejo del interés por generar un basurero ordenado, que además creció en altura notablemente, hasta alcanzar los 25 o 30 m de altura, en función de los cálculos que hemos podido aplicar, como se ha detallado en los capítulos precedentes. Ya se ha comentado cómo el estudio cartográfico realizado ha permitido detectar la existencia de unos montículos, dibujados de manera recurrente en los planos del siglo XVIII, que parecen responder al Testaccio haliéutico parcialmente desmontado, lo que habría ge‑ nerado tres montículos, relictos de la montaña artificial original. Este tipo de vertederos periurbanos debió haber sido muy habitual en el ports‑ cape de las ciudades atlántico‑mediterráneas del mundo antiguo, a pesar de que los El Testaccio haliéutico de Gades 313 A B paralelos son tremendamente reducidos, aparte del modelo de Roma7. Tenemos cons‑ tancia de la existencia de grandes escombreras portuarias en algunas ciudades me‑ diterráneas, como por ejemplo el depósito ingente de malacofauna, de varios metros de potencia, en el ámbito portuario de Narbona (Port‑la‑Nautique), relacionado con 7. Agradecemos las fructíferas conversaciones al respecto con P. Arnaud, J.‑P. Brun, C. Sánchez, N. Carayon, S. Keay y muchos otros colegas, relativas a esta cuestión en diversos foros a lo largo de estos últimos dos años. 314 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 58. A. Ubicación de El Olivillo (Polígono amarillo, foto LABAP‑UCA) y de las estructuras haliéuticas del Club Náutico Caleta (polígono azul) en la topografía actual de Cádiz; B. Detalle de las estructuras aparecidas en los años ochenta en primera línea de costa (cortesía de A. Muñoz Vicente y J. A. Expósito Álvarez) actividades haliéuticas y excavado solo parcialmente (cfr. las contribuciones en Sánchez y Jézégou, 2016, eds.), pero no comparables en dimensiones a estas montañas artificia‑ les costeras. Solamente casos como los concheros no antropizados de Djerba nos re‑ cuerdan el paisaje irregular que debieron tener muchas zonas litorales dedicadas a actividades industriales. Quizás una de las explicaciones que esté detrás de todas estas ausencias sea el vertido en ámbito portuario de los residuos, que habría enmascarado en buena medida los mismos y aliviado la dificultad de su gestión urbana, lo cual ha‑ bría generado potentes depósitos portuarios marítimos y fluviales. Uno de los mejores ejemplos es el del Ródano cerca de Arlés, gracias a las recientes actividades subacuá‑ ticas, que han permitido la localización de multitud de depósitos cerámicos, además de los pecios (Djaoui, Greck y Marlier, 2011, eds.), a los cuales debemos sumar la mate‑ ria orgánica, descompuesta y desaparecida en buena medida. En dicho sentido, con‑ viene traer a colación las conocidas inscripciones de Éfeso, fechadas a mediados del siglo II d. C., alusivas a las multas por los vertidos incontrolados de basuras al puerto. Como por ejemplo el conocido decreto del procónsul L. Antonius Albus durante el reina‑ do de Antonino Pío, relativo a la prohibición de cortar piedra y almacenar madera en el entorno portuario, pues los residuos colmataban la dársena portuaria (contexto gene‑ ral en Zabehlicky, 1995; Arnaud, 2015; recientemente Kokkinia, 2014)8. No olvidemos la importancia de cargos como los curatores ripae baetis y los alusivos al Tíber que debie‑ ron encargarse, entre muchas otras funciones, de evitar estos aspectos. Y es que, a pesar de los numerosos esfuerzos realizados en los últimos años sobre la problemática de la gestión de los residuos urbanos en época romana, esta faceta de los residuos comerciales en ámbito portuario y fluvial no ha sido tratada monográficamente. Desde la conocida reunión de Roma (Dupré y Remolà, 2000) pasando por la problemáti‑ ca general de la gestión de residuos sólidos en Hispania (Remolà y Acero, 2011, eds.) has‑ ta desembocar en la reciente tesis doctoral sobre Mérida que ha evaluado esta temática en profundidad, a escala global (Acero, 2018, 41‑44). Resta para el futuro pues desarrollar la problemática de la gestión de residuos en los ámbitos portuarios, con vinculación a la problemática de las industrias o artesanías, de manera monográfica. Esta línea de investigación, a desarrollar próximamente, es un aspecto del paisaje cultural marítimo que ha caracterizado a muchas de las ciudades atlántico‑mediterráneas 8. Agradecemos a P. Arnaud habernos permitido la consulta de su manuscrito titulado «Municipal authority, cen‑ tral authority, and euergetists at work at the port: Layers of activity and interplay – The case‑study of Ephesus», en cual será editado próximamente en el volumen sobre epigrafía portuaria en el marco del proyecto Portuslimen. El Testaccio haliéutico de Gades 315 Figura 59. Vista aérea de Ceuta, en la cual se aprecia el gran montículo junto al mar generado por el vertedero de Santa Catalina (cortesía de J. L. Gómez Barceló, 2004) hasta época contemporánea, cuando se ha regularizado el reciclado de los residuos sóli‑ dos y se han apartado de la ciudad los problemáticos y voluminosos vertederos urbanos. El caso más visible en el Círculo del Estrecho es el de la Ciudad Autónoma de Ceuta, cuyo vertedero de Santa Catalina, iniciado en los años 30 del siglo pasado, clausurado defini‑ tivamente en 2017 y reconvertido actualmente en parque periurbano, generó una autén‑ tica montaña de residuos, de casi 40 m de altura, visible desde la costa y, constituyendo sin duda, y de manera involuntaria, un hito importante para la navegación (figura 59). Por tanto, estamos muy satisfechos por haber tenido la fortuna de excavar, estu‑ diar e interpretar preliminarmente este elemento importante de la Historia de Cádiz, totalmente desconocido hasta la fecha. Queda mucho por andar en el futuro, para de‑ sarrollar algunas de las claves citadas en estas páginas y para explorar otras. Como por ejemplo el tratar de dar explicación a la curva que se genera precisamente en esta zona de confluencia de la avenida Doctor Gómez Ulla con la avenida Duque de Nájera, que es mucho mas pronunciada que en otras zonas del casco histórico, y cuya razón de ser puede ser la fosilización de la montaña artificial del Testaccio haliéutico cuando se urba‑ nizó la zona en el siglo XIX. O investigar sobre la interesante nomenclatura de algunas parcelas de la zona, como la llamada «Huerta de la Tinaja» —calle Doctor Marañón—, en la documentación histórica consultada (Capítulo 2, nota 1), quizás también un relic‑ to de la abundancia de ánforas en el subsuelo. Consideramos importante destacar el enfoque que ha sido aplicado a la inves‑ tigación de El Olivillo, claramente interdisciplinar (arqueobotánica, arqueozoología, antropología física, arqueometría de pastas cerámicas y de residuos, palinología…). De ahí la cantidad de datos novedosos que van mucho más allá de la caracterización 316 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón A Figura 60. Perfil arqueológico continuo de El Olivillo en la medianería sur del solar (A), con las tareas de conservación preventiva para garantizar su conservación (B) B del Testaccio haliéutico. Nos referimos a detalles tales como la constatación del culti‑ vo de la vid en la isla roja según Plinio, cuyo color quizás tomó de la púrpura o de las arcillas con esta coloración que tanto caracterizan los paleosuelos ocupados en épo‑ ca fenicio‑púnica (Capítulo 1, figuras 13, 15, 20, 21). O la verificación de la existencia en época romana de tupidos bosques de pinos, que se combinaban con los de acebuches [Ficha 3], estos últimos sí conocidos a tenor de los datos citados por los autores clási‑ cos al referirse a Cotinusa. Habrá que esperar a contar con los resultados del estudio de El Testaccio haliéutico de Gades 317 la micro‑morfología de detalle de los suelos para reflexionar sobre el hiatus entre unos estratos y otros, aspectos que intuimos a partir de los ya citados episodios dunares. Y aplicar esta técnica en otros solares colindantes en el futuro, conscientes de su poten‑ cialidad. Otros aspectos deberán ser desarrollados publicando próximamente la docu‑ mentación, como es el caso de las ánforas y los contextos cerámicos; o los grafitos, pues además de los incluidos en la ficha 38 hay más, denotando un elevado grado de alfabe‑ tización de los operarios y artesanos gaditanos de la época. Hallazgos previos en el en‑ torno, como el de un ancla grabada en una copa de TSI en la calle Gregorio Marañón (Perdigones y Muñoz, 1990, fig. 4, nº 6) o el localizado en una pátera de barniz negro en el solar colindante excavado en el año 1989 (Blanco, 1991, 79, figura 3), son buena prue‑ ba del interés de este futuro trabajo. Por último, queremos terminar este capítulo compartiendo una notable satisfac‑ ción de carácter patrimonial: vista la entidad de los hallazgos, la Universidad de Cádiz, en colaboración con la Junta de Andalucía, decidieron preservar una parte del yaci‑ miento para las generaciones venideras, de manera que se optó por reservar un perfil de unos 15 m lineales, el coincidente con la zona oriental del área de excavación —el oriental del Sondeo 3 y de la ampliación del Sondeo 3— para que el mismo pudiese ser museali‑ zado (figura 60A). Para ello, y tras ultimar las excavaciones, se procedió a su conserva‑ ción in situ, habiendo sido respetado durante la ejecución de la obra de rehabilitación del inmueble (figura 60B). Como parte del proyecto de edificación se ha diseñado una cripta arqueológica, la cual permitirá la conservación y disfrute en el futuro de parte del yacimiento arqueológico por parte de los ciudadanos interesados. El proyecto de mu‑ sealización y de puesta en valor ha sido complejo, y han sido varias las modificaciones que ha sufrido el mismo a lo largo de estos dos años de trabajos (figura 61). Un proyec‑ to en fase de ultimación en las fechas de redacción de estas páginas, por lo que no con‑ viene aún presentarlo en detalle; una asignatura pendiente para el futuro cercano, de la cual se dan algunas pinceladas en el Capítulo 9 de esta monografía por Andrés Agudo, arquitecto y director del Área de Infraestructuras de la Universidad de Cádiz. Sí quere‑ mos destacar que nuestra universidad ha apostado claro y fuerte por la recuperación y disfrute público de unas estructuras, las habituales en Arqueología de la Producción, que no son ni espectaculares ni monumentales: pero sí expresivas de la realidad cotidiana de la ciudad antigua, cuyo conocimiento y transmisión a las generaciones venideras es‑ tá garantizado, por lo que la institución universitaria ha cumplido, una vez más, con los cometidos para los que fue creada: la promoción del saber y su salvaguarda. Para la ciu‑ dad de Cádiz este yacimiento arqueológico es importante, pues entre los musealizados 318 darío bernal casasola y josé manuel vargas girón Figura 61. Una de las propuestas de musealización de la cripta arqueológica, realizada por los arquitectos de Planho no hay ninguno que permita metabolizar con claridad la importancia portuaria y co‑ mercial de la ciudad, como ha sido sabiamente indicado por Ángel Muñoz Vicente en el Capítulo 8 de este libro; por lo que el mismo podrá ser integrado en el circuito de vi‑ sitas y en las rutas patrimoniales sobre el Cádiz antiguo en breve. Cádiz siempre ha sido una caja de sorpresas para los arqueólogos desde la época de Pelayo Quintero. Y sigue asombrándonos con la riqueza e importancia de su patri‑ monio arqueológico soterrado, a cuyo conocimiento El Olivillo ha aportado su grani‑ to de arena. 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