MODELOS DE CRECIMIENTO CIENTÍFICO, RESEÑA. Berrio Puerta Ayder (ayderberrio@hotmail.com) En: Simposio Internacional “Hacia un Nuevo Contrato Social en Ciencia y Tecnología para un Desarrollo Equitativo”. Documentos de Trabajo Mesa Número Cinco (La Ética en la Investigación). Universidad de Antioquia, Medellín. 2003. (Cd-Rom) MODELOS DE CRECIMIENTO CIENTÍFICO Abierto-Lineal: Se manifiesta en el ethos que disciplina y codifica el comportamiento científico, la socialización científica y las sanciones correspondientes por logros y desviaciones. Cabe resaltar que el ethos no es sólo un mecanismo regulador de la conducta individual del académico como se postulo en un momento. A mi entender, el ethos, distribuye y tamiza los recursos humanos disponibles, a la vez que explica la rigurosidad de los criterios de acumulación, movilidad y estratificación en la ciencia. La linealidad sugiere el carácter del avance: es progresivo, “razonable”, sin mutaciones bruscas y sin subversiones caóticas. Una suerte de causalidad transparente explicaría el imparable adelanto de la ciencia, excepto en un entorno cerrado y antidemocrático. Este modelo profesa la existencia de la comunidad científica en la cual es preciso organizar y difundir conocimientos certificados, esto es, debidamente convalidados por la comunidad científica; y que ésta posee criterios propios y excluyentes para calificar a sus miembros. Aunque el conocimiento puro (en contraste con sus productos industrialmente negociables) es socialmente neutro, es decir, no afecta deliberadamente las disputas ideológicas e intelectuales que se verifican fuera de esta comunidad. Sólo algunas culturas políticas basadas en la democracia liberal permiten y legitiman su expresión pública. Este esquema analítico profesa que no sólo los científicos tienen una “mentalidad abierta” y son celosos del canje sin restricciones de la información. Postula, además, que la sociedad global incluyendo el poder y las relaciones políticas, carecen de prejuicios organizados y de capacidad de bloqueo; por lo tanto, no es verosímil anticipar que ofrecerán resistencia al flujo holgado de las ideas, salvo en un contexto autoritario. La investigación científica es socialmente redituable, puesto que, con el tiempo, se traduce en datos y artefactos que benefician a la comunidad (nacional e internacional). Por otra parte, la excelencia en el quehacer científico es sólida, en la medida en que instancias externas a la comunidad universitaria no interfieren en sus transacciones. Estas son monopolio legítimo de los lideres científicos que encarnan, por definición ocupacional y por vocación, las normas y símbolos sociales de la ciencia; así como en contrapunto, la violencia es monopolio legítimo del poder. El papel del líder administrativo de la comunidad académica, es decir, la figura que no hace investigaciones o para quien éstas no representan un elemento prioritario en su actividad, en su autoimagen y en la imagen que proyecta, es doble: reconocer y adaptarse al ethos (simultáneamente igualitario y competitivo) y optimizar la gestión financiera respecto de los poderes que aportan recursos. A mi juicio, este modelo representa una conveniente ideología (a parte de utopía benévola) de los investigadores académicos, particularmente útil para definir lo que hacen y cómo lo hacen cuando ejercen interacciones con el poder y la sociedad. En rigor, cuando este fue propuesto por Merton en 1938 jamás se ufano de tener validez empírica, salvo si se apela al sentido humano del investigador, cosa muy necesaria en Colombia hoy día y en la que se debe trabajar sin descanso. Modelo Cerrado: Cuestiona el concepto de comunidad científica propuesto por Merton en el modelo abierto. Los científicos se conceden distinciones unos a otros, se reconoce el cumplimiento de las normas sociales, no cognitivas, impuestas por los lideres de cada disciplina científica. El suministro de información científica, en este modelo, es libre sólo cuando el investigador ha concluido su trabajo o cuando se tiene la seguridad de obtener reconocimiento académico al resultado de su trabajo. Contrario al modelo abierto aquí la ciencia no constituye una unidad social o cognitiva puesto que cada disciplina o trabajo investigativo encaran problemas específicos, trabaja con técnicas particulares que se dan en un entorno que la apoya o penaliza selectivamente conforme a las ventajas y amenazas sociales del momento. Esta definición de la realidad científica se ajusta más a las evidencias empíricas disponibles que la anterior, sin embargo, es inconveniente como ideología para la comunidad académica. Ciertamente no es aconsejable que la sociedad y/o los poderes sepan demasiado a cerca de las tensiones endógenas del quehacer científico. Paradójicamente, el modelo cerrado no puede explicar el carácter acumulativo y progresivo del conocimiento científico. Porque si nuestros lideres científicos imponen consensos; sí la educación científica es más conformista que creativa, la comunicación interdisciplinaria es difícil y a veces improbable ¿cómo se pueden explicar fenómenos como la acumulación por obra de innovaciones científicas, la recompensa a la originalidad científica y las aplicaciones técnicas a las que puede dar lugar el conocimiento? Se hace necesario advertir que ciencia y tecnología representan dos entidades epistemológicas y sociales distintas, incluso separables. Un hallazgo científico imperfecto puede dar lugar a la gestación de excelentes técnicas, y una tecnología transable en el mercado no se fundamenta necesariamente en relaciones científicas básicas (Bunge). Precisamente éste es uno de los extravíos básicos de los planes nacionales para la ciencia y la tecnología que se impusieron en América Latina a finales de los setentas. En apariencia, la constatación de innovaciones y de la originalidad en la ciencia admitiría el concepto de “revolución científica” que el modelo abierto no admite por su carácter lineal y el cerrado por conformista. Sin embargo, el asunto es más sutil, la revolución científica cimentada en disputas paradigmáticas (Khun), o por dominios e investigadores transdisciplnarios (Ben David) supone una primera fase de dogmatismo autoritario, afín al modelo cerrado. Es la fase en la que se resuelven los principales enigmas de la disciplina y los códigos teóricos, metodológicos y empíricos son satisfactorios en este punto. Este conformismo es funcional y estabilizador. Pero cuando crecen las anomalías, esto es, el número y la calidad de los enigmas irresueltos, se hace evidente la necesidad de un nuevo ensamblaje teórico o referencial. Es aquí cuando la obediencia ritual o efectiva al líder científico del momento es contraproducente. En otras palabras, el modelo cerrado incuba la revolución, a través de varias etapas: la presentación mancomunada de un conjunto de problemas, la solución “deportiva” de algunos y la creencia dogmática en que todos son solubles y el establecimiento de redes de investigadores que ansían reconocimiento profesional. Pero cuando una reconceptualización paradigmática se torna indispensable, se dilata la frustración de los investigadores creativos. Entonces abren un paréntesis y practican el modelo abierto para llevar a delante un cambio cualitativo que cuestione el paradigma obsoleto dando lugar a las tan nocivas, pero a veces necesarias, migraciones intelectuales. De esta manera, un modelo complementa al otro. El investigador innovador o inexperto puede renunciar a estos recursos debido a los riesgos inherentes al anticonformismo en un medio como el nuestro; Pero en tal caso traiciona su autoimagen y ethos se metaboliza en una ajena categoría social basada en las relaciones de un poder académico y político excluyente. En el devenir de las experiencias ocurridas en países científicamente marginales, como los latinoamericanos. La marginalidad se mide en este contexto de diversas maneras: el aporte comparativamente modesto al acervo mundial de conocimientos científicos: la poca institucionalización del trabajo científico en contraste con la excelente deontología científica, con que contamos, por lo menos en el papel. Las naciones con poca innovación industrial tienden a institucionalizar distancias sociales e intelectuales respecto del medio científico, en tanto que, las dinámicamente industrializadas forjan permanentes contactos con instituciones y jueces externos que exhiben y reproducen la excelencia científica. Las instituciones altamente vulnerables, política y económicamente, de nuestros países presentan y seguirán presentando, fases cortas de crecimiento a causa de la intrusión exitosa de factores externos alejados del quehacer científico. En esta perspectiva, repárese en la utilidad del modelo abierto. Si su normatividad es consistentemente institucionalizada, los grados de vulnerabilidad institucional bajarán, pues los científicos ganan aptitudes negociadoras con el entorno. En otras palabras, la estructuración de los beneficios sociales, lesiona a múltiples grupos, entre ellos, a los que podrían escoger la ciencia. Esta distorsión explica fenómenos como la migración interna de investigadores prometedores a otros sectores de la actividad. Los traslados gustosos, aunque no lo confiesen, de investigadores universitarios a puestos mejor remunerados en el campo administrativo; la aceptación agotadora de varios puestos de trabajo para maximizar ingresos y certidumbre. Naturalmente, las distorsiones se magnifican cuando el plantel administrativo de centros de investigación supera en número, en ingreso agregado, e incluso en autoridad, al plantel académico. Podríamos anotar algunas pautas a trabajar de cara a fortalecer el ethos científico y las relaciones entre ciencia y política: La diversificación de las referencias organizacionales e intelectuales verdaderamente significativas. El cambio normativo de paradigmas de investigación, con el consiguiente recambio de lideres científicos. Opciones de crecimiento profesional en los investigadores para el caso que la politización institucional lesiones sin remedio a la normatividad científica. Si los lideres científicos recuerdan los paradigmas del ethos, apreciarán como sensata esta conducta que por lo demás tiene amplios antecedentes. La inteligente y oportuna adopción del modelo diversificado de crecimiento científico una vez que se haya alcanzado masa cítrica en las investigaciones. Esto implica alta flexibilidad organizacional y cognitiva para instituir nuevas líneas disciplinarias y transdisciplinarias. El deslinde clásico por departamentos, apegado a una añeja división del trabajo académico, puede contradecir y disolver los progresos de la normatividad científica. Bibliografía: MERTON R., “Science and social order”, Philosophy of the Science, 1938. HODARA J., Políticas para la ciencia y la tecnología, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986.