TOMO I PERSONA E IDENTIDAD Capítulo III DESENMASCARAR LAS IDEOLOGÍAS Lourdes Redondo Redondo 1. INTRODUCCIÓN A raíz del proceso judicial, de nuevo vuelve a ser noticia lo sucedido en marzo de 2011: la irrupción en la capilla de la facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, de unas cincuenta feministas y lesbianas de una asociación legal de esta Universidad, gritando insultos a la Iglesia Católica. Dentro de la capilla siguieron insultando, algunas se desnudaron de cintura para arriba mientras exhibían en sus cuerpos palabras como “prostitutas”, “bolleras, “bisexuales”, etc.; se besaron y aplaudieron. Es solo un ejemplo entre muchos. ¿Qué se esconde detrás de estas protestas? Una tendencia internacional muy bien programada, sostenida ideológica, política, jurídica, económica y mediáticamente, dirigida a cambiar al hombre y, por ende, la sociedad y la cultura; un empeño “deconstruccionista” para “construir” otra sociedad sin normas en el terreno sexual para poder decidir sobre el propio cuerpo y la identidad personal y, a la larga, sobre el cuerpo y la identidad personal de los demás. Por eso se rechaza la naturaleza, porque se la ve como algo determinado, constrictivo, opuesto a la libertad; se rechaza una moral y una religión que pone límites; se rechaza la familia y la maternidad y se rechaza al “otro” en general, porque constriñen. Esta actitud se fundamenta en un subjetivismo por el que el hombre rechaza lo que se opone a su parecer y se considera a sí mismo medida de la realidad; es una ideología heredera de la dialéctica marxista llamada “ideología de género”. Como ideología que es –y, por tanto, una construcción interesada de la realidad–, no es real. Nuestro objetivo en estos trabajos ha sido desenmascararla ya que consideramos que es un obstáculo actual muy extendido e importante que impide que el hombre se comprenda, acepte, realice y sea feliz, y consiguientemente lo sea la sociedad. Esta labor de crítica la llevamos a cabo en este último capítulo de modo que, superado este obstáculo, podamos limpiamente intentar alcanzar el objetivo que nos hemos propuesto las autoras, que es analizar la verdad del hombre como esencialmente ligado al amor y las consecuencias educativas que se derivan de ello. En esta parte final se explicará la ideología de género que pone en tela de juicio esta verdad y que decididamente están interesados en cultivar muchos medios. Se intenta, tras aclarar qué es la ideología de género, mostrar que la sexualidad como discordia que viven e intentan imponer sus defensores –no solo mujeres, si bien la mayoría-, lejos de liberarles, se lo impide, y a la vez les incapacita para conseguir tanto su propia realización y felicidad, como la de los otros, pues la crisis radical, personal y social es no amar. Hay cosas que no se pueden cambiar, cosas que pueden y deben cambiar y cosas que se pueden pero no se deben cambiar. Estudiar la naturaleza de las cosas nos permite conocer tanto la posibilidad como la imposibilidad, y también el deber moral. Libertad y naturaleza están vinculadas, no hay libertad absoluta, como postulaban Sartre y De Beauvoir; y hay cosas que no se pueden hacer técnicamente y, aunque se puedan, no se deben. Todos intuimos, y se expone en Desenmascarar las ideologías los distintos volúmenes de esta colección, que la sexualidad no es cualquier faceta de la persona, pues aquí se implica toda ella. De ahí el pudor, que vela por su intimidad, su más hondo yo personal. La discordia original y permanente, fruto de la libertad -que no de la naturaleza originaria salida de las manos de Dios-, es no querer hacer lo que podemos (amar, obedecer) y querer lo que no podemos (ser dioses, dueños absolutos). ¿Sorprenden divorcios, agresividad en familia y escuela, abortos, suicidios? El amor se confunde con el apego a mis gustos y cuando “el otro” se revela en su identidad diferente, se rompen las relaciones –que nunca ha habido, sino que lo que ha habido es apego a sí mismo en el otro, fingido como mi igual–. Lo mismo ocurre con “el otro” tercero, el niño: se acepta si coincide con mis gustos, se selecciona según estos –eugenesia– y si no, se aborta. Es un «sexo asocial» (ANATRELLA, 2008), son “mis derechos”. Pero recordemos que Narciso se ahoga. La clave para alcanzar la plenitud y la concordia es la aceptación de la verdad de la naturaleza, que no puedo cambiar, e intentar cambiar lo que sí puedo cambiar, para mejorar. Eso es libertad, trabajar por el verdadero progreso, armonizando naturaleza y libertad para ser como debo – libertad moral–; para que la sociedad llegue a ser como debe –libertades políticas–, sin desigualdades injustas ni opresión, sino comunión, fraternidad. Para ello la célula de la sociedad, la familia y, dentro de ella, la persona, se debe reconciliar consigo misma, y antes con Dios – Padre–. Es posible este “orden mundial nuevo” porque el corazón del hombre ha sido redimido. Quizá en el fondo es lo que desea De Beauvoir, que acaba así El segundo sexo: «En el seno del mundo dado le corresponde al hombre hacer triunfar el reino de la libertad; para lograr esta victoria suprema es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones naturales los hombres y las mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad». (2005) Pero no hay “fraternidad” sin padres, sin Padre. 2. LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO: “IDEOLOGÍA” REVOLUCIONARIA QUE PRETENDE UN DESORDEN CULTURAL Qué es la ideología de género queda bien resumido con estas palabras: «Detrás del uso cada vez más difundido de la expresión “género”, en vez de la palabra “sexo”, se esconde una ideología que pretende eliminar la idea de que los seres humanos se dividen en dos sexos. Esta ideología quiere afirmar que las diferencias entre el hombre y la mujer… no corresponden a una naturaleza fija, sino que son producto de la cultura […] Según esta ideología cada uno puede “inventarse a sí mismo” […] Esta ideología de género es un sistema cerrado con el cual no hay modo de razonar […] se trata de un reto que hay que afrontar con vigor para evitar graves consecuencias […] con la llamada “salud reproductiva”» (PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, 2007). 4 Desenmascarar las ideologías Y cuáles son sus consecuencias, las resume muy bien el psiquiatra T. ANATRELLA (2008): «La deconstrucción a la que asistimos, que va de la negación del sentido del padre hasta la negación del sentido de la diferencia sexual, desemboca y desembocará cada vez más en violencia contra sí mismo y contra el vínculo social. No nos puede sorprender que la enfermedad que va en aumento… sea la depresión». Acerca de la importancia e influencia de la ideología de género, afirma J. A. REIG PLÁ (2008): «Su influencia es de tal alcance en las sociedades occidentales de hoy en día, que podemos afirmar, utilizando una expresión de Gramsci, que constituye el “pensamiento hegemónico”, esto es, aquello que domina de modo preponderante nuestra cultura». Hay empeño en cambiar la mentalidad en estos temas, de ahí la militancia de ONGs potentísimas, organismos internacionales políticos y económicos, como se ha visto a partir de las Conferencias Mundiales sobre la Mujer y la Población en la última década del XX; se trata de un nuevo imperialismo, ahora ideológico, que lucha con el conocido esquema: opresor-oprimido, siendo las “oprimidas” las mujeres y el principal “opresor” la moral y la Iglesia católicas. Es “ideología” porque se trata de una visión parcial absolutizada e interesada, en nombre de la cual se hace política de transformación social. Es una concepción del mundo como política, que incluye una forma de entender la realidad (teoría del género) utópica; y una praxis o acción (“políticas de igualdad”), que es política sexual, ya que parte del dogma de que la desigualdad hombre-mujer es la causa de todas las desigualdades porque ha sido el instrumento del poder conservador y opresor. Por ello, la “igualdad” es el objetivo y las políticas de igualdad el medio para lograrlo del poder político revolucionario, la nueva izquierda que, tras perder su objeto –la reforma económica y social- se ha dedicado a las nuevas “marginadas” sociales. Alain Tourain y Richard Rorty piensan que esta ideología puede ser en el momento actual una alternativa ideológica atractiva y eficaz en el progresismo de izquierdas (TRILLO-FIGUEROA, 2007). Esta ideología se basa en un principio: el odio entre los sexos según el método de lucha de clases marxista transformado en mujer explotada-varón explotador. La familia es lugar explotador, la maternidad, instrumento de explotación, etc. Como ideología que es, no le interesa la verdad sino vencer; para ello manipula el lenguaje, lo resignifica, prestigiando o desprestigiando términos. Un ejemplo es el prestigio que ha adquirido la palabra, resignificada, “igualdad”, medio de introducir en el Derecho, Política y Educación el individualismo y subjetivismo en que se basa. a) Un poco de historia Marx, Nietzsche, Freud, Sartre preparan el freudomarxismo de Marcuse y Simone de Beauvoir, ideólogos de la primera revolución sexual y del Mayo del 68. Mucha influencia tuvieron también los Informes Kinsey de 1948 y 1953 en EE.UU. sobre orientaciones sexuales de varones y de mujeres, respectivamente, que querían demostrar que estas orientaciones eran “polimorfas” y 5 Desenmascarar las ideologías culturales. Luego se demostró que estos informes eran falsos, por sesgados (elaborados con muestras de personas marginales: presos, homosexuales, etc.), pero la propaganda ya se había hecho. Causas también, por reacción, son las ideologías contrarias a las anteriores: el puritanismo burgués, el liberalismo y el capitalismo que extienden dicho puritanismo por los EE.UU. y que, siendo de raíz protestante, influyen también en la Iglesia Católica. Agentes directos o indirectos, estos y otros factores causan la primera revolución sexual y un feminismo entendido, no como reivindicador de derechos legítimos de las mujeres, que también se había dado desde finales del XIX, sino de una libertad absoluta, desligada de toda traba moral y del “rol opresor” de la maternidad. De este modo, la “igualdad” se conseguiría mediante el “amor libre” –sexo libre, en realidad–, la destrucción del matrimonio y de la familia tradicionales, la separación del sexo de la maternidad, posible gracias a la píldora anticonceptiva y al aborto. Estas eran las ideas de Simone de Beauvoir y de la revolución del 68. Empezaron reclamando igualdad de derechos, como otros movimientos feministas; pero, creyendo que la culpa la tenía la “diferencia” sexual, decidieron acabar con ella negando la naturaleza femenina –«no naces mujer, te hacen», la conocida frase de Simone de Beauvoir–, la maternidad y el matrimonio. Como consecuencia, queriendo librar al amor de barreras sociales, se le dejó desprotegido y salieron perdiendo la mujer y los hijos. Esta fue la primera revolución sexual, en torno al 68. La segunda revolución sexual es la ideología de género. Va más allá, quiere revolucionar la raíz de la persona, anular su identidad sexual, pues creen que toda identidad es contraria a la libertad al obligar a comportarse según una naturaleza dada. Incorpora las ideas deconstruccionistas de Foucault (2012) y otros estructuralistas como Derridá o Lacan, que consideran que la realidad son simples estructuras construidas por el arbitrio humano a través del lenguaje. Todo se puede deconstruir y reconstruir como se quiera, resignificando las palabras (esto recuerda la “neolengua” de 1984 de Orwell o la ingeniería social de Un mundo feliz de Huxley). De ahí el interés por cambiar el significado de los términos “género”, “matrimonio”, “familia”, etc. Su programa es una existencia liberada de la moral y cultura anteriores, pero comprometida políticamente en establecer para toda la sociedad una moral y cultura nuevas, inversas, de modo que cada cual pueda ser lo que quiera y cuando quiera: homosexual, bisexual, transexual, etc. De hecho hoy la técnica ayuda a crearse la ilusión de este poder omnímodo que, en realidad no es más que ilusión, pues el ser hombre o mujer no se construye realmente a voluntad. Así se ha ido elaborando esta ideología que, hoy, cuando casi nadie cree en nada, tiene en algunos una credibilidad con fuerza revolucionaria, prometiendo una plenitud de libertad y placer, sin normas constrictivas. Quieren instaurar, y tienen fe ciega en ello, un “mundo nuevo”. b) Noción de “género”. El feminismo auténtico y el feminismo radical, antifemenino “Género” es uno de estos conceptos “construidos” tras “deconstruir” “sexo”. Se usa de forma 6 Desenmascarar las ideologías ambigua, como acepción lógica y gramatical y como el conjunto de roles sociales. Se pretende hacer creer que todo lo sexual es rol, relativo y cambiante, desvinculado de la naturaleza, por lo que la palabra “sexo” se cambia por “orientación sexual”. Fue en la segunda mitad del XX, en áreas culturales anglosajonas, cuando comenzó a utilizarse el término ‘gender' (‘género'), con esta significación sociológica. El término se lanzó en la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer (Pekín, 1995) por los grupos feministas radicales. Fue muy discutida su definición y varios países, entre otros, la Santa Sede, solicitaron mayor explicitación, sospechando, certeramente, que podía esconderse, tras la confusión terminológica, la tolerancia hacia cualquier tipo de orientación sexual. Bella Abzug, ex diputada del Congreso de los EE.UU. dijo allí: «El sentido del término “género” ha evolucionado, diferenciándose de la palabra “sexo” para expresar la realidad de que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones sociales sujetas a cambio» (PONTIFICIO CONSEJO DE LA FAMILIA, 2007). Comienza una intensa campaña social y política –no improvisada– que difundirá por el mundo “la perspectiva de género”, entendido como negación de la naturaleza sexuada. Estas palabras de la feminista Judith Butler son ilustrativas: «El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo. Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino» (1990). Este libro es utilizado como libro de texto en prestigiosas universidades norteamericanas. Conviene advertir, sin embargo, que no todas las feministas piensan así. Cristina Hoff Sommers en su libro Who stole Feminism? (¿Quién robó el feminismo?) (1994) distingue entre “feminismo de género” y “feminismo de paridad”: «El feminismo de paridad es sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una feminista de igualdad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo de género es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer norteamericana está presa en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer; la feminista de género a menudo piensa que han empeorado. Ven señales de patriarcado por dondequiera y piensan que la situación se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad norteamericana. Las cosas nunca han estado mejor para la mujer, que hoy conforma el 55% del estudiantado universitario» (entrevista en Faith and Freedom, 1994) (PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, 2007). El feminismo de paridad, como dice esta feminista, ha sido un movimiento necesario en la historia, alabado por el mismo Juan Pablo II. Ha sido el feminismo de género o radical el que ha “robado” el feminismo hasta el punto de acabar, incluso, con la idea de “mujer”. Pero hay que distinguir y saber qué criticamos al criticar el feminismo. En cuanto al feminismo de paridad todavía hay mucho que hacer, sobre todo en países del Tercer Mundo y en vías de desarrollo. El 7 Desenmascarar las ideologías feminismo de género no quiere, en el fondo, reclamar la igualdad en los derechos, sino eliminar la condición natural de “mujer” o “varón”, por ello lucha por imponer el término “género”. Dale O'Leary, escritora e investigadora de la Asociación Médica Católica de EE. UU., autora de La agenda de género, dice que las “feministas de género” rechazan el respeto por la mujer tanto como su falta de respeto hacia ella. El enemigo es la diferencia. Efectivamente, las feministas de género han monopolizado el término “feminismo”, sembrando así mucha confusión pues hace pensar que todo el que no esté de acuerdo con ellas, es machista y va contra la mujer, lo cual es profundamente erróneo; es más, quien en realidad va contra la mujer es ese feminismo radical. Es preciso tener mucho cuidado, asimismo, con el término “género” y evitar, en lo posible, su utilización, por la confusión que encierra. Puede ayudar la distinción que establece María Elósegui entre sexo y “género” (aplicable solo al conjunto de roles culturales, cambiantes). Propone los tres modelos de relación entre sexo y género que presentamos. c) Modelos de relación sexo-género Modelo 1: Identidad entre sexo y género. Pseudoconcordia que desatará la discordia Es el modelo del determinismo biológico: A cada sexo le corresponderían funciones sociales invariables determinadas por la biología: Al hombre, el campo de lo público (política, economía, trabajo remunerado); a la mujer, lo privado (reproducción, cría y educación de los hijos, economía doméstica). Se justifica “por naturaleza” la subordinación de la mujer y ello tiene consecuencias en la sociedad y en el Derecho. Este planteamiento, aparentemente ordenado y conservador, es germen de revolución y discordia por la reacción que suscita. Entiende la naturaleza como opuesta a la libertad y al dinamismo histórico, y por ello no entiende la naturaleza humana, que no es una esencia cerrada sino existencial, relacional, abierta; tampoco distingue lo esencial (el sexo: ser mujer o varón) y lo accidental (los roles: llevar pantalones o no, trabajar fuera o dentro de casa). Permanece este modelo sobre todo en países musulmanes y subdesarrollados y causa graves discriminaciones sociales. Eso explica la reacción hacia él. Modelo 2: Independencia entre sexo y género. La transgresión como norma Reacción al anterior modelo es el feminismo radical que tiene su expresión en las palabras de Simone de Beauvoir: «no naces mujer, sino que te hacen» (1949). Se defiende la absoluta independencia entre sexo y género, entendiendo por tal, no sólo los roles sociales sino también el sexo psicológico o identidad sexual. Todo es construcción cultural fruto de la libertad y, por tanto, modificable. El sexo se puede elegir y aprender, como los idiomas; es independiente de la corporeidad. Por tanto, la libertad de elegir el comportamiento sexual no está sometida a la 8 Desenmascarar las ideologías naturaleza ni a norma ninguna. Esto es la ideología de género, modelo que me propongo criticar por su auge actual. El Modelo 1, explicado anteriormente, muy criticable, ya ha sido suficientemente criticado y no causa demasiados problemas en nuestra sociedad; no así en otras, ciertamente. Modelo 3: Relación, pero no identidad entre sexo y género. Un modelo de concordia Este modelo sería el de la «antropología adecuada», utilizando una expresión de Juan Pablo II, el de la corresponsabilidad entre hombres y mujeres. Se trata, sí, de construir, de elegir creativamente, pero desde una realidad ya dada por la naturaleza; realizar las potencialidades naturales. Parte de la verdad del hombre, pero esta verdad es dinámica y permite desarrollar sus múltiples potencialidades, en complementación entre el varón y la mujer. Algunas funciones de hombres y mujeres son intercambiables –es verdad que por naturaleza hay tendencias más propias del hombre y de la mujer, pero no son determinantes y en caso de necesidad pueden adoptarse por uno u otra– pero nunca serán intercambiables la maternidad y la paternidad, naturales desde el punto de vista biológico y psicológico. Padre y madre deben cuidar de los hijos, pero hay un modo de ser padre y un modo de ser madre. Es necesaria una interdependencia y reciprocidad, una concordia. De este modo, los dos sexos deben estar presentes en el campo privado y público, aportando lo específico suyo, con una cooperación creativa. Es preciso y difícil a veces distinguir lo natural y lo cultural o, mejor dicho, distinguir cuándo lo cultural es la realización de esa naturaleza y cuándo la contradice o es simplemente irrelevante. Se trata de trabajar por un auténtico feminismo, un «feminismo femenino» (TRILLOFIGUEROA, 2007). Juan Pablo II, sobre bases personalistas –Edith Stein, por ejemplo, afirma lo mismo–, dice que el “genio de la mujer” debe estar presente en todos los ámbitos de la sociedad. Quienes verdaderamente trabajan por la mujer adoptan este tercer modelo y son los que más han logrado en cuanto a reformas políticas a su favor. El Modelo 2 en realidad sí ha ido en contra de la mujer; es un feminismo “antifemenino” pues niega su identidad, porque en el fondo la considera inferior a la masculina y por eso quiere imitarla. La Santa Sede admite la palabra “género” con el significado común de esta palabra, fundado en una identidad biológica sexual, y excluye interpretaciones sospechosas que afirman que la identidad sexual puede adaptarse indefinidamente para satisfacer nuevos y diferentes fines. También se disocia del determinismo que hemos expuesto en el Modelo 1. Juan Pablo II insistió en la distinción y complementariedad de las mujeres y de los hombres; aplaudió la asunción de nuevas funciones por parte de las mujeres, destacó el grado en que los condicionamientos culturales han sido un obstáculo para el progreso de las mujeres y exhortó a los varones a que ayuden en el «gran proceso de la liberación de la mujer» (1995). 3. EL FEMINISMO “RADICAL” Y LA DISCORDIA 9 Desenmascarar las ideologías El feminismo radical es “radical”, ¿por qué? Porque apunta a la raíz: la opresión “radical” que, según la feminista Shulamith Firestone, es la maternidad. Esta feminista sigue, como otras “radicales”, a Simone de Beauvoir al decir que la maternidad es fruto de una imposición del varón y por ello para librarse de él, hay que librarse de la maternidad y, para ello, del propio cuerpo. Ser homosexual o transexual serían igualmente actitudes a superar, pues no transgreden suficientemente la norma de la identidad, ya que se identifican como varón o mujer. La raíz del problema, dicen estas feministas radicales, es que nos han obligado a identificarnos con algo, y esto constriñe la libertad; toda esencia, toda identidad constriñe la libertad. El enemigo es la “identidad” que nos diferencia, la naturaleza sexuada y, en realidad, no existe tal “identidad” o “naturaleza”; es pura política manipuladora para dominar, porque ha sido el poder el que ha inventado esta superestructura biológica del sexo (hablan de “bio-política”). La sexualidad es flexible, “polimorfa” (recordemos los Informes Kinsey); hay que promover la indefinición total: ser andrógino, “ni-varón-ni-mujer”. Para esta nueva identidad –he ahí su contradicción interna– han construido un nuevo término: “transgénero”. Parece extraño, pero es que reivindicar lo raro sexual, lo enfermizo –gays, bisexuales, transgéneros, prostitutas, etc. – es lo que pretende la “Queer theory” que es a lo que ha llegado el feminismo “de género”. “Queer” significa transgresión, y, coloquialmente, “enfermo, raro, anormal”. En definitiva, “deconstruir”. Como la sociedad se ha construido sobre un modelo de dominación patriarcal, cuya arma es el concepto de “naturaleza” y la “diferencia” irreductible entre sexos (Modelo 1), es preciso cortar por lo sano y negar esta diferencia y con ella todo el entramado social, estableciendo, así, otra sociedad “idílica” en la que cada uno pueda optar por el género que desee. Para lograrlo hay que “deconstruir” y reconstruirlo todo: lo biológico, lo personal, lo cultural, es decir, la persona y su condición de mujer o varón, el lenguaje, la familia, la procreación, la sexualidad, la educación, el derecho, la política, la religión, todo. La discordia radical no deja nada en pie, por eso es radical y terminal, a la vez que metodológica, pues es el medio para la destrucción-construcción. Piensan que así, sobre las ruinas del mundo, caduco e hipócrita, se construirá un mundo nuevo, verdadero. Es lo que han pretendido todos los totalitarismos utópicos de la modernidad –marxismo, nazismo, sociedad del bienestar– que se presentan como “salvadores” y terminan con los dramáticos resultados de todos conocidos. Distinguimos dos tipos de deconstrucciones, provocadas por dos tipos de discordias. a) Personal: Discordia entrañada en el mismo hombre: inteligencia/voluntad/corazón; identidad sexual. b) Social: familia, educación, medios de comunicación, derecho, política, religión. Esta se fundamenta en la personal y luego se retroalimenta. En el capítulo anterior, Sexualidad e identidad de la persona humana, se exponen las bases para comprender la deconstrucción personal, en referencia a la identidad sexual, y las deconstrucciones sociales que afectan a la familia, la educación, etc. 10 Desenmascarar las ideologías a) La discordia entrañada. La deconstrucción personal Qué sea la persona humana se ha tratado ya en el primer capítulo. Recordemos aquí únicamente que el hombre, en su realidad originaria, es armonía, unidad sustancial de cuerpo y alma; “animal racional” (Aristóteles). Por ello están integrados su biología, su psiquismo y su espíritu: es “inteligencia sentiente” (Zubiri), pero también podríamos decir, “inteligencia volente”, “inteligencia amante”, incluso “cuerpo espiritualizado”. Ni animal ni ángel, sino un “intermedio” armónico. Este hombre es “persona”: “sustancia” y “relación”: - “Sustancia” (es “en sí”), con una relativa subsistencia (es, en cierto modo, “por sí”), por lo cual es sujeto de sus actos, libre y responsable; tiene algo de absoluto, tiene una intimidad, una subjetividad, una privacidad que le hace “incomunicable” en algún aspecto. - “Relación”: Es un ser dependiente, quizá el que más y, por ello, abierto, comunicable. La persona es una armonía de intimidad y alteridad. Esto lo es incluso la realidad más personal: Dios, que es Absoluto y es Familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo, consistiendo cada una de las tres Personas precisamente en la relación con las otras dos, sin dejar de ser lo que son en su individualidad. Porque el hombre es “relación”, es social por naturaleza, “animal social” (ARISTÓTELES). El hombre no puede vivir para sí ni por sí, sino por y para sí y el otro y estas dos dimensiones se retroalimentan: cuanto más intimidad, más abierto; cuanto más abierto, más rico interiormente. Lo veremos, maravillándonos, a lo largo de estas páginas. El hombre es social, y no sólo por necesidades biológicas, sino psicológicas y espirituales. «El hombre no puede vivir sin amor» (JUAN PABLO II, 1979). Demostrarlo es nuestro objetivo. Así pues, el hombre es un ser íntimo y abierto, abierto no solo a los demás sino a la realidad. De ahí su necesidad imperiosa de conocer la verdad –«¿Qué desea el hombre más sino la verdad?» (SAN AGUSTÍN)–. Y en esta realidad que le rodea, hay una realidad especial, aquella que es su Origen y su Destino y es, a la vez, una Persona: Dios. El hombre está “religado” (ZUBIRI) a Él como un hijo a su padre. De Dios-Amor parte el Don; del hombre, la respuesta, que ha de ser amorosa y agradecida. Vínculos de amor entre ambos, eros/caritas en armonía. Todo esto se analizará y fundamentará más adelante; ahora sólo se indica, porque sin tener en cuenta la estructura o la armonía no se entiende la desestructura o la “discordia”. Y es un hecho que del hombre, de la familia y de la sociedad “desestructurados” se habla continuamente. La discordia personal consiste precisamente en esta ruptura entre la sustancia (su yo como sujeto) y la relación (su apertura a los demás) en que consiste el ser personal. Esta ruptura se llama individualismo. También radica esta discordia en la ruptura en su propia sustancialidad, en su 11 Desenmascarar las ideologías propia identidad: ruptura entre la inteligencia, la voluntad y el corazón; y entre estas potencias y su objeto adecuado, la verdad, el bien, y con la Verdad y el Bien, origen y fin de su vida: Dios; y por último la ruptura con su propio cuerpo y su identidad sexual. De ahí surgirá la ruptura en las relaciones sociales. En realidad se trata siempre del “Yo” enfrentado al “Otro”, del Subjetivismo o Egoísmo. b) La discordia radical Considero que la ruptura con Dios es la discordia original o “radical”. Todo empezó cuando Adán y Eva decidieron romper con Dios para ser «como dioses» (Gén 3, 5). Romper con Él, Verdad y fuente de la verdad y de la naturaleza, trae consigo, lógicamente, como vio Nietzsche, la ruptura de cuanto con la verdad y el ser, lo natural, se relaciona. Aceptemos o no el relato bíblico, es un hecho que el hombre rechaza someterse, y que le encantaría ser dios y dictar él mismo el bien y el mal, construir la verdad. “El hombre es fundamentalmente el deseo de ser Dios”, decía Sartre, el compañero de Simone de Beauvoir, ambos ateos militantes. Afirmaban que el hombre es libertad absoluta y, por tanto, no tiene naturaleza sino que es el artífice de sí mismo. Nada de “relación” o dependencia, ni con Dios, ni con la verdad, ni con los demás. «El infierno son los otros», dirá Sartre (tema de su obra A puerta cerrada). El otro me impide el realizarme; su mirada me limita. A este individualismo radical se llega al romper con Dios. Si Dios existe, yo no puedo ser libre ni darme a mí mismo los valores. El deseo de Dios, algo lógico en una naturaleza hecha a su imagen, se convierte en deseo de ser dios, deseo absurdo para una criatura. Este es el desconcierto radical en la persona: la irracionalidad en lucha con la razón De la discordia inicial nacen las demás: ruptura de la inteligencia con su objeto propio, que es la verdad; ruptura de la voluntad con su objeto, el bien; ruptura del corazón con el suyo: el amor a lo más valioso, el ser personal; discordia de la inteligencia con la voluntad y con el corazón; discordia entre el cuerpo y el alma (dualismo). El hombre dividido. Comenzamos con el desconcierto de la inteligencia, seguimos con el de la voluntad y el del corazón, terminamos con el del propio cuerpo. c) La discordia entre la inteligencia y la verdad. Subjetivismo. La ideología de género se funda en el subjetivismo, que consiste en negar la realidad objetiva y hacer al hombre medida, constructor de la verdad. Es atractiva esta solución al deseo de libertad absoluta, pero su atractivo no la convierte en verdadera; es una ilusión ficticia que puede mantenerse muy poco tiempo y luego produce una fuerte frustración, porque es un idealismo utópico y cuando uno se sale de la realidad se vuelve loco. Todos los desequilibrios psíquicos son formas de subjetivismo. Pero este subjetivismo es fácilmente criticable. En primer lugar, se contradice ya que, 12 Desenmascarar las ideologías ateniéndose a sus principios, no podría haber más que opiniones, nunca leyes, y él mismo sería, entonces, mera opinión. Lo mismo cabría decir del relativismo, se refiera al individuo, a la cultura o, incluso, a toda la especie humana. Si la verdad no es lo que es sino lo que el hombre determine, no hay nunca una base segura sobre la que asentarse y cualquier cosa puede ser cualquier cosa. Entonces, si el relativismo fuera verdadero, sería falso, pues el relativismo niega la verdad. Tal es la contradicción evidente. La ideología de género afirma que no hay identidad sexual sino construcciones culturales (“géneros”) libremente decididas. La verdad se decide (free choice). Pero, si la verdad la decido yo, ¿cómo se puede explicar la experiencia del error, la de caer en la cuenta que me he equivocado? Todos tenemos la experiencia de que la realidad no es siempre lo que pensamos y es ella la que nos obliga a rectificar. Si no hubiese realidad, no se podría distinguir la verdad del error, pues ambas son pensadas (MILLÁN-PUELLES, 1976). Además, si el universo con sus leyes existía antes que el hombre no puede ser que éstas sean producto suyo (HUSSERL, 1967). Por lo tanto, la diferencia cromosómica XX y XY, el ser mujer o varón, es algo más que algo construido convencionalmente por él para dominar, como dicen las feministas radicales. Por otra parte, en la práctica, consideran los relativistas que son ellos los que están en la verdad y son “tolerantes”, mientras que los demás están equivocados y son “intolerantes”, “dogmáticos”. Pero, curiosamente, la apelación a la tolerancia como valor implica otra contradicción con sus principios, pues sería aceptar la tolerancia como un valor objetivo, lo que se opone a la negación de valores objetivos. Si sólo valen las formas de pensar, tan valor sería la tolerancia como la intolerancia, pues ambas son formas de pensar y opciones (MILLÁN-PUELLES, 1997). Además, es el subjetivismo o relativismo el intolerante porque hace imposible todo diálogo, el cual supone un logos común entre las subjetividades que dialogan y sin el cual se trata de un diálogo de besugos o de improperios, que es lo que suele ocurrir cuando se intenta dialogar con feministas fanáticas. Entonces, el subjetivismo o relativismo es una clara discordia en el mismo sujeto porque es la misma contradicción y lleva a la inteligencia a ponerse en contra de sí misma, pues si inteligir es comprender la verdad, el subjetivismo quiere dominarla y construirla a su arbitrio, con lo que no es la inteligencia la que manda sino que son la voluntad y el sentimiento los que se han apoderado de ella y así estará fluctuante entre el vaivén de pareceres y gustos; unas veces le parecerá una cosa y otras, otra, con lo cual, el sujeto se vuelve esquizofrénico, psicótico y hasta neurótico, cuando ve que la verdad se le resiste y no puede dominarla: “¡Qué rabia que dos y dos sean cuatro!” Pero el conocer siempre me remite a lo real. Nadie se contenta con pensar, todos quieren que su pensar sea verdadero, también las feministas radicales. Y en realidad, la realidad, en vez de encorsetar, libera. Es lo que nos pasa al despertarnos del sueño. 13 Desenmascarar las ideologías Todas estas contradicciones nacen de varias confusiones: es verdad que hay realidades relativas, históricas, pero la verdad misma no lo es. Por ejemplo, que Cristóbal Colón descubrió América es verdad ahora y hace quinientos años y lo será siempre. Además, que los conocimientos, en cuanto psicológicos, sean subjetivos, no significa que el contenido lo sea. Por ejemplo, que la naranja me guste o no, no significa que no sea buena para el organismo. Que me guste o no mi sexo no quita que sea varón o mujer; que se valore o no a la mujer ni quita ni pone valor. Además, para no aceptarse, hay que aceptar que se es así. El hombre puede construir realidades artificiales, llamarlas como quiera y “resignificar” las naturales (Foucault), pero no hará que dejen de ser lo que son, pues lo natural, a diferencia de lo artificial, no lo ha creado él. Además, en la historia y en las culturas hay más coincidencias que diferencias, sobre todo coincidencias en los primeros principios morales. Todos queremos una sociedad justa, libre y feliz, incluso las feministas radicales; en lo que no coincidimos es en el cómo. Estas coincidencias, precisamente, pueden ser el punto de partida de la concordia. Con relación al tema de la mujer y de la familia, a pesar de las grandes diferencias culturales, ¿no hay una mayoritaria aprobación de la familia monogámica, basada en el matrimonio entre un varón y una mujer? No se deben considerar las excepciones como la regla, tal y como se suele hacer al invocar casos de homosexualidad, poligamia, etc. en otras culturas; también ha habido canibalismo, pero ni es lo común ni lo ideal. Es más común la coincidencia de roles en culturas distantes en el tiempo y en el espacio y esto da qué pensar. No parece razonable decir que ha sido así porque todas las mujeres han sido tontas y se han dejado dominar. En la práctica nadie es relativista, casi todos tendemos a considerar absoluto nuestro parecer, sin saberlo, incluso defendiendo el relativismo, y es por culpa de esta discordia entrañada en nuestra naturaleza, el “amor propio”, que en realidad es odio propio. Por él no tenemos interés por la verdad –aunque por naturaleza la inteligencia esté inclinada a ella–, ya que la verdad exige humildad, lo más machacado por el pecado original. Que el hombre, ser racional, quiera engañarse –eso es el subjetivismo–, es absurdo y muestra la discordia de la naturaleza caída. ¿Qué hay en el hombre que le permite e incluso le inclina al absurdo de engañarse? Hay una profunda verdad antropológica: que el hombre quiere ser como Dios y se ve imperfecto. No hay nada malo en aspirar a Dios, es una inclinación natural del hombre, llamado al infinito – «Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti» (san Agustín) –. Lo lógico sería, entonces, el empeño en llegar a Él, perfeccionándose, y esto es lo que hacen los santos y es éste el objetivo último de toda educación. Lo ilógico es querer gozar ya de la plenitud sin pasar por el medio, sin someternos. El hombre no es Dios, es un “intermedio” (Platón). El subjetivismo es la «absolutización del yo» (MILLÁN-PUELLES, 1976), ilusión narcisista. La discordia con la verdad es discordia del hombre contra sí mismo y termina ahogándole, como a Narciso. d) La discordia entre la inteligencia, la voluntad y el corazón 14 Desenmascarar las ideologías La inteligencia conoce la verdad, si entiende que es buena; la voluntad la quiere (la elige) y el corazón la ama; si entiende que es mala, la voluntad la rechaza y el corazón la aborrece. Esa es la armonía natural de las potencias. La clave está en la verdad que conoce la inteligencia. ¿Qué quiero? ¿Qué amo? No basta querer, elegir, amar. Se puede querer, con gran fuerza de voluntad, el mal; se puede amar lo feo, lo malo, y odiar el bien, la belleza; hay gente que disfruta con torturar a otros. Pues bien, estas actitudes muestran la discordia interior, su conducta antinatural. Enfrentarse a la verdad objetiva es sembrar discordia dentro de sí, pues todo el sujeto, no solo la inteligencia, sino la voluntad y el corazón, en armonía, viven de la verdad. Si la voluntad quiere lo que la inteligencia le presenta como bueno, y todo da igual, ¿qué va a querer?; el corazón ¿qué va a amar? O no quiere nada con fuerza, pues sin motivos la voluntad no se mueve –a un pensamiento débil le corresponde una voluntad débil–, o quiere y ama cualquier cosa. En esta discordia, ganan la pasión y los sentimientos, que arrastran a la voluntad y ciegan la razón. Hay un gran misterio tras esta ceguera y esclavitud de las facultades del hombre llamadas a gobernar. ¿Cómo puede el corazón aborrecer tanto la verdad que se engañe a sí mismo? ¿Cómo puede la voluntad querer el mal y rechazar el bien? Tal es el misterio de la discordia entrañada. Pero como el hombre en el fondo desea la verdad, el bien y el amor –ha sido creado por y para ellos– y no soporta el sentimiento de culpa que le acecha, reacciona inconscientemente con el mecanismo de defensa de la justificación diciéndose: “no hay tal culpa, porque no hay bien o mal, porque no hay verdad”. Nietzsche, Freud, vienen en su ayuda diciéndole: “eres inocente, porque no hay Dios. Solo existe la Vida, la Voluntad de poder o el instinto ciego, sin normas morales. La Iglesia es una aguafiestas y tiene que desaparecer –ella sí tiene culpa– para que el hombre pueda vivir en paz consigo mismo haciendo lo que sienta”. “El hombre es la medida de todas las cosas”, ya decía Protágoras hace 2.500 años, dando voz a la voluntad de poder. Pero, ¿qué “hombre” sería éste? ¿Yo, que no soy capaz ni de mandarme a mí mismo? ¿El Hombre-sociedad-cultura, moda efímera y cambiante? ¿El Hombre-especie, que no puede existir si se niega la naturaleza? ¿El poderoso de turno, el que tiene dinero, poder político, mediático? La experiencia constata que “el hombre”, como quiera que se le considere, no es tal “Medida”. No puede alterar las leyes físicas y biológicas, no tiene dominio sobre todo su psiquismo, al menos sobre muchos de sus sentimientos y deseos, que se le imponen y solo puede construir realidades artificiales sostenibles si se basa en la realidad objetiva. Es evidente que hay muchas cosas de las que no es “Medida”. Además, en la medida en que ame –y todo hombre desea amar– debe renunciar a dominar, pues el amor es darse a sí mismo, negarse por el otro. Quien quiera afirmarse y nunca negarse a sí mismo, no tiene otro medio de afirmar su voluntad que negando (ALVIRA, 1988). Por ello la discordia lleva al nihilismo, a negar: Primero, negar algo tan evidente como su debilidad; luego, negar todo lo que se le opone. Negar por negar, – 15 Desenmascarar las ideologías “transgresión” = “queer”–. Nietzsche, Sartre, afirman que el hombre consiste en hacerse; no es nada y no hay nada previo al conocer, decidir y amar. Conclusión: nada. Para verse fuerte sólo le queda a la voluntad NEGAR. Esta actitud es inmadurez adolescente, ilusión de creerse poderoso al negar y al negar mi imperfección. La negación, efectivamente, es un acto puro de libertad que ni Dios mismo puede impedir. Por eso aquello de lo que somos propiamente creadores es del mal. Aquello que al hombre le puede hacer independiente de Dios es el uso negativo de su voluntad; es lo exclusivamente suyo. Pues bien, esta actitud se manifiesta en la ideología de género, cuya afirmación de la libertad, justicia y felicidad se convertirá en negación de todo salvo el Yo, que también quedará negado, arrastrando muchas veces a droga, depresión, suicidio, divorcios, abortos, etc. Pero, ¿cómo es posible rechazar el ser? Va contra la razón pero no contra la voluntad y es ésta, cuando está en discordia con la inteligencia, la que se permite cegarla y negar la verdad y los valores más evidentes. Pero, ¿por qué la voluntad niega, si por naturaleza quiere el bien? Por el mismo bien que quiere, que es el “ser-más”; pero lo quiere sin orden porque su corazón, la otra facultad, también se ha pervertido y ama desordenadamente. ¿El qué? Su Yo. No quiere ser imagen, sino Dios mismo, y un dios-Poder; un dios pagano, como Zeus, no un Dios Verdad, hecho Hombre y muerto por Amor, no un Dios-Logos, Segunda Persona, Hijo, que obedece al Padre. Se opta por ser ilógico, por no expresar al ser sino a sí mismo, sus propias ideas; de ahí la ideología, la ficción de creerse un dios salvador y más poderoso que Dios, pues no queda sometido ni a la verdad; un dios despótico, por tanto. Ahora bien, tarde o temprano viene la frustración y, con ella, el resentimiento y de él, como decía Nietzsche, vuelto el argumento en su contra, la moral de esclavos. Pues, en efecto, es de esclavos ya que termina el hombre dejándose esclavizar por sus pasiones. Pero, ya se ha ido viendo a lo largo de los trabajos precedentes, no son la negación ni la discordia la solución ni la última palabra, sino la concordia, la paz, en el hombre y en la sociedad. ¿Cómo se construyen, libremente, con auténtica libertad? Con obediencia y amor a la realidad, a la verdad. El entendimiento, la voluntad y el corazón dependen de la verdad, y acoplándose a ella es como se realizan; de esa manera, el hombre es libre. Mi verdad y la verdad que me rodea son antes que mi decisión de construir otra cosa; me apelan, me impulsan. Solo después de conocerlas quiero, es decir, las amo y decido ir a ellas. Luego el espíritu humano en su naturaleza –corpórea, sensitiva, intelectual, volitiva y amorosa–, es dependiente, debe obedecer a la realidad, a la naturaleza. Gracias a esta obediencia, hay una armonía preciosa entre inteligencia, voluntad y corazón, es como la Trinidad encarnada, en la cual cada una de las tres personas es en relación con las demás: Manda la inteligencia, pero a la inteligencia le ayuda el amor que, lejos de ser ciego –ciega lo es la pasión–, aclara la mirada y hace entender profundamente. Y el amor da fuerza a la voluntad para querer, y si hay voluntad se entienden muchas cosas y se llega a amar porque hay empeño en ello, y a dominar los malos 16 Desenmascarar las ideologías afectos, y a promover los buenos; se pueden superar resentimientos, depresiones, inadaptaciones, tendencias homosexuales o de otro tipo. Si hay voluntad se puede, esa es la verdadera libertad, no la que niega la verdad, sino la que, aceptándola, se supera. Exige esfuerzo, eso sí, pero si hay amor, este suaviza el trabajo. Entonces, para la concordia, es necesario un uso amplio de la razón y de la voluntad, el uso que intentamos dar aquí: una razón abierta, no calculadora, no cientificista, no restringida al campo experimental y cuantificable en el que no caben conceptos como dignidad, amor, belleza; una razón que integra la fe y, además, la voluntad y el amor. A la locura subjetivista hay que responderle con una racionalidad-locura, racionalidad por la adecuación al valor del objeto: la persona; y locura porque apasionante es la persona y el amor. Carlo Caffarra, concluye su libro La sexualidad humana proponiendo esta “locura” como solución: Sancho Panza dice a Don Quijote moribundo: “Mi señor, ¿no habrás llegado a tal grado de locura que empieces a razonar ahora?”. Esta racionalidad, locura para el mundo, es la máxima sabiduría. Caffarra continúa con una cita de santo Tomás: «Existe la sabiduría, la más alta que el hombre pueda alcanzar, la más dulce que el hombre pueda gustar, la más profunda a la que el hombre pueda llegar: la sabiduría de las supremas verdades de la vida. Y esta sabiduría es un don que solo puede llegar de lo alto» (comienzo del Comentario a la Metafísica de Aristóteles). Una razón amante, creyente, voluntariosa; una voluntad libre, por ser obediente a la verdad y fuerte, por obedecer al amor; un amor inteligente, voluntarioso, esforzado, apasionado; eso es lo que pretendemos al educar. Razón contemplativa, voluntad amorosa, que permite comprender el misterio y la dignidad de la persona, del origen de la vida, de la sexualidad y del amor, reflejo del amor trinitario. Solo así podremos comprender el respeto que merece la sexualidad y la repugnancia a ser manipulada, construida artificialmente. Y todo ello, en un cuerpo, masculino o femenino. Merece la pena educar en esta concordia, luchar contra la discordia que la impide. No hay que ahorrar esfuerzo, pero se garantizan el éxito y la felicidad, personal y social. e) La discordia contra el propio cuerpo, contra la sexualidad y el amor La ideología de género se contradice: es materialista, pero a la vez afirma como absoluto la libertad, que no es categoría de la materia. Hay un dualismo antropológico de base: cuerpo y alma (mente, subjetividad, conciencia, libertad, en cualquier caso, algo inmaterial) están divididos. El cuerpo es enemigo del yo, que es libertad; hay que deshacerse de él, como de una cárcel –Platonismo-. El yo, por otra parte, es un “haz de sensaciones”, como diría Hume, cambiantes y dispersas, y no solo no es posible conocer la identidad, sino que no la tenemos. Recién aprobada en España la ley que permite cambiar de género en el Registro Civil (Ley 17 Desenmascarar las ideologías 3/2007), sin necesidad de operarse, en TVE apareció un señor con barba y voz grave diciendo, mientras enseñaba su DNI, que ya era hora que se les permitiera ser del género que quisieran, sin necesidad de operarse, porque aunque biológicamente se fuera varón, el verdadero yo es el que uno siente, en este caso, mujer. Se comprende aquí el dualismo: el cuerpo es una cosa pero el verdadero yo es la conciencia y libertad. Al contar este ejemplo a alumnos de bachillerato se ríen: “Entonces, si yo me siento Napoleón, ¿lo soy?” Obviamente, no se me daría el DNI de Napoleón en el Registro Civil aunque presentara un certificado del psiquiatra asegurando que efectivamente me siento tal ¿Por qué? Porque la ideología que ciega sólo se aplica al sexo. Oigamos a Simone de Beauvoir: “¿La mujer? Es muy sencillo, dicen los amantes de las fórmulas sencillas: es una matriz, un ovario, es una hembra, y basta con esa palabra para definirla”. Así comienza el capítulo 1º de El segundo sexo, en el que analiza el posible determinismo biológico como causa de la situación histórica de la mujer relativizada al varón. Si bien Simone de Beauvoir afirma la libertad sobre la naturaleza y por ello no acepta el determinismo biológico, dice que esta libertad siempre se da en una situación, que puede ser obstaculizadora, como es el caso del cuerpo para la mujer: su sexo, y esta situación debe ser accidental y superada por la libertad, pero es preciso, dados los condicionantes culturales, un tremendo “compromiso moral” de acción revolucionaria en todos los niveles llevada a cabo por la misma mujer, pues sería “mala fe” aceptarse como objeto, como mera naturaleza, según la han obligado a creer, siendo como es, sujeto, igual que el varón y, por tanto, soberanamente libre. Beauvoir analiza la biología reproductiva de distintas especies, habla de la partenogénesis, del mito platónico del andrógino, etc. y concluye afirmando que el sexo es accidentes y posibilidades múltiples. Y eso que no conocía la reproducción artificial ni el cyborg andrógino. De Beauvoir niega, pues, la naturaleza biológica como determinante de la condición de la mujer y también la psicológica, afirmando distintas opciones sexuales, entre ellas el lesbianismo. Considera como factor decisivo la libertad, la cultura y, así, piensa que históricamente ha sido la cultura dominante varonil la que ha obligado a la mujer a aceptarse como tal: “no naces mujer, te hacen mujer”. Del mismo modo, la libertad puede revolucionar esta cultura. Pero en el fondo acepta los valores masculinos de fuerza y poder, y por ello, infravalora la maternidad. Esta actitud la critican algunas feministas que aceptan, en cambio, otras tesis suyas y que piensan que tiene un modelo demasiado “masculino”. No es, pues, muy revolucionaria, no es muy feminista. Hoy ella diría que por fin la mujer puede hacerse lo que quiera, que ha roto cadenas, pero quizá se ha encadenado más y, lo que es peor, ha sido al precio de romper el orden del amor (KETTER, 1945). Las feministas han sembrado discordia entre las mujeres –las fuerzan a liberarse, cuando, como dice O’Leary, la mayoría están a gusto con su condición, con la maternidad– y han sembrado discordia en sí mismas, aborreciéndose en su femineidad. Destruyen la persona al destruir su intimidad –fuera pudor–, y destruyen la relación, sólo posible en la diferencia. En las relaciones sexuales se buscan a sí mismas, a su igual, no al “otro” en cuanto “otro”. Reivindican la subjetividad frente a las normas; pero rechazan la intimidad y el pudor, jactándose de exhibirse 18 Desenmascarar las ideologías y exhibir sus escándalos, como Simone de Beauvoir, su modelo. «Feminismo antifemenino», decía Trillo-Figueroa. No existe ni el ser femenino ni el masculino; no existe la persona. Se han destruido a sí mismas como sujeto pues han destruido toda identidad, porque limita, dice la teoría Queer. Es significativa la discordia entre sexualidad y amor. O bien se considera que no tienen nada que ver o bien se llama amor al placer sexual. Quizá no creen que el amor sea posible y se contentan, pues, con el mero placer corpóreo. Detrás, seguramente, hay vidas rotas que impiden a la persona darse por entero a sí misma al otro, limitándose a experiencias corpóreas, pues, según dicen, lo que haga el cuerpo no tiene nada que ver con el yo. Y de la teoría Queer se llega a la contrasexualidad. Esta teoría defendida por Donna Haraway, pretende la deconstrucción terminal: de ser humanos pasar a ser “transhumanos”. El transhumanismo pretende construir un ser más evolucionado que el hombre: el cyborg que suprime por fin la diferencia sexual pues, como no se necesitará acoplamiento para la reproducción, este será sólo para el placer. Igual que en Un mundo feliz de Huxley. Decía Julián Marías que Freud trajo al sexo al centro de la antropología, y eso fue un gran descubrimiento, pero su naturalismo biológico lo enturbió. Ahora el enemigo es el propio cuerpo. ¡Si Freud levantara la cabeza! Cabe afirmar, tras los resultados obtenidos, que «en realidad este no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo […]. La aparente exaltación del cuerpo puede convertirse muy pronto en odio a la corporeidad” (BENEDICTO XVI, 2005). El problema del dualismo es que no puede explicar quién soy. Propiamente yo sería dos: por una parte, mi cuerpo –¿”mi”?– regido por el determinismo –Descartes–, y del cual forma parte el sexo reproductor, y, por otra parte, mi conciencia y libertad, por la que me construyo y que sería mi yo auténtico. Por tanto, “yo decido” ser mujer o varón, que el feto sea o no persona, etc. No se quiere ver la realidad del cuerpo con su lenguaje objetivo, comprender su significado más allá de lo biológico. Para esta ideología, el cuerpo, ajeno a mi persona, no expresa nada, ni expresa la intimidad ni tiene que velarla (fuera pudor). No hay tampoco hipocresía, pues se es fiel con la conciencia a la otra persona, aunque el cuerpo se acueste con otros u otras. De hecho Sartre y Simone de Beauvoir compartían amantes. En la antropología personalista actual –recogiendo el sentir agustiniano– se habla de tres principios en vez de dos: cuerpo, psique y espíritu (otros autores clásicos hablan de “alma espiritual”). Así, nuestra experiencia nos muestra actos físicos, como ver o correr; psíquicos, como pasiones y emociones, como el impulso sexual; y espirituales como la decisión que tomo de refrenar este impulso. Son muy distintos: los físicos y psíquicos simplemente se dan en mí (actos del hombre), mientras que los espirituales son claramente míos (actos humanos): de ellos soy consciente y responsable. Pero la antropología no personalista sino reduccionista, lo reduce todo, bien a cuerpo (materialistas), bien a espíritu (espiritualistas), bien a psique (Freud), o bien consideran el cuerpo como instrumento al servicio del espíritu (dualismo). En cualquier caso hay 19 Desenmascarar las ideologías discordancia con la experiencia más elemental que es la de sentirse uno y no dos, y no sólo cuerpo sino algo más (CAFFARRA, 1987). Sin embargo, es la misma subjetividad la que nos lanza a la realidad y al cuerpo; no conocemos las vivencias de los demás ni podemos comunicar las nuestras sino por el cuerpo; sentimos que las actividades físicas, psíquicas y espirituales son realizadas por el mismo sujeto: soy yo el que siento el impulso y decido controlarme, aunque podía haber decidido no hacerlo. Sentimos, es verdad, que lo que nos hace persona no es el cuerpo sino el espíritu, pero también sentimos nuestro cuerpo como nosotros mismos. «Mi cuerpo no lo percibo como el traje que llevo puesto sino como algo que forma parte de mi ser» (MILLÁN-PUELLES, 1967). Si veo llorar digo: “estás triste”, no: “te salen lágrimas”; y si quien me promete fidelidad se acuesta con otro, siento que es infiel y no me creo que sea una acción meramente corpórea y no personal. Si el cuerpo expresa otra cosa distinta al alma, sentimos que hay hipocresía. El cuerpo como expresión del alma es la experiencia de la unidad del sujeto. Hablaremos detenidamente del lenguaje del cuerpo, y en relación con la sexualidad, la procreación y el amor. Será un adentrarse apasionante en el misterio de la persona humana. La persona con estos tres dinamismos: físicos, psíquicos y espirituales, actúa como un “yo” único, aunque sienta la desintegración, fruto del pecado, pero esta desintegración no es total ni irreparable. La educación moral y psicológica consiste en integrar, y todos sentimos cuán necesaria es. La evidencia de la unión sustancial del yo concuerda con la antropología clásica, aristotélico-tomista y personalista. El alma es “principio unificador del organismo vivo”, no una parte del organismo, sino su forma sustancial y por ello afecta a la totalidad y a cada una de sus partes. Si algo de ese organismo tuviera otra forma sustancial sería otro ser unido accidentalmente a él, como un añadido. Así entiende la ideología de género el sexo. Se entiende, pues, que en este manual haya capítulos dedicados a la biología del cuerpo humano. Ser XX o XY, es decisivo y afecta a la totalidad del ser y a cada una de sus partes, por tanto a todas las células, por tanto, a las neuronas, y, por tanto, a las tendencias; por supuesto no es mero constructo ideológico. Un único sujeto actúa en las facultades corpóreas, psíquicas y espirituales, con sus peculiares inclinaciones, y es capaz de controlarlas, potenciarlas o negarlas, si bien no de modo absoluto. Y en este sujeto la sexualidad es transversal. El cuerpo humano y el animal tienen una estructura semejante, pero el cuerpo humano es interiormente elevado por el espíritu a una sublimidad que no tiene el animal. La armonía entre las facultades se da “ya” por naturaleza, pero “todavía no” perfecta; por ello es deber que ha de realizar la educación para llegar a la concordia consigo mismo, con los demás, con la verdad y con la Verdad, Dios. 4. LA DECONSTRUCCIÓN SOCIAL El marxismo afirma que la alienación económica, causada por la propiedad privada, produce la 20 Desenmascarar las ideologías alienación social, política, jurídica e ideológica (religiosa, moral, artística, etc.). Destruida la propiedad privada, desaparecerían las demás alienaciones. Para ello no hay que escatimar violencia, pues es la lucha o la discordia el motor de la historia. El marxismo ya no está de moda pero su hija, la ideología de género, sí. Lo que hace es sustituir la propiedad privada por la identidad sexual y la maternidad. Negadas éstas, seríamos iguales y ya no habría discordia, violencia “de género”. Para conseguir su peculiar “concordia” no hay que escatimar violencia, solo que ahora se llama, en lenguaje estructuralista, “deconstrucción”, palabra bastante aceptada, pues no suena a “destrucción”, sino a “reconstrucción”. La familia y la religión son las instituciones sociales fundamentales que han de ser deconstruidas. Para ello la principal arma es el lenguaje y el canal los medios de comunicación, la educación, el derecho, la política. Reconstruido todo, cambiará la conciencia de cada uno. a) Deconstrucción de la familia Como la sociedad de momento no aceptaría destruir la familia, pues sigue siendo, según las encuestas, la institución más valorada, el método es cambiar la mentalidad mediante el lenguaje, redefinir, “resignificar” los términos y, en concreto, el término “familia” o “matrimonio”, de modo que signifique lo que se quiera. Hay que conseguir que se hable de “modelos de familia”, y que “familia tradicional” –“tradicional” = algo “pasado”– se refiera sólo a un modelo más, y caduco. Pero, si “todo es familia” y “matrimonio” ¿por qué no habría de serlo la unión poligámica, poliándrica, o entre hombres y animales, entre parientes, etc.? Si lo que la define es la “unión de seres que se quieren”, como dicen muchos libros de texto, y el “amor” es sólo deseo y sentimiento, cabe cualquier cosa. Si “todo es familia”, nada es familia. Marx y Engels ya propusieron la destrucción de la familia. Engels en El origen de la familia, la propiedad y el Estado, dice: «El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino» (1884). Coincidiendo con la primera revolución sexual, Engels defiende el amor libre. Se acordó en la URSS dar a la unión libre los mismos derechos que a la unión legal, pero las consecuencias fueron que muchas mujeres se suicidaron o dañaron su salud con los abortos, los cuales afectaron gravemente a la demografía, a la vez que creció el número de niños abandonados. Es verdad que ha habido abusos, dominación masculina, represión, etc. Pero no es lícito construir una teoría universal a partir de los errores, y esto es lo que hicieron Freud, Marx, Nietzsche, y otros. Dale O’Leary, médico e intelectual americana que ha trabajado mucho en este tema de la ideología de género, dice en su libro ya citado anteriormente, La agenda de género, que efectivamente, la historia que está detrás de muchas de las feministas aborrecedoras de la maternidad y de su biología es muchas veces dramática y ha sido lo que ha provocado su discordia. Entre muchos ejemplos, nos habla de Gloria Steinem, paradigma de mujer “liberada”, cuya historia revela que detrás de esa imagen de “liberada” hay una niña con miedo a crecer 21 Desenmascarar las ideologías porque no quería ser como su madre, que padecía enfermedades mentales. Dijo que si hubiese sido madre se hubiera vuelto loca. Tristemente esto tiene un gran poder de persuasión entre el público, en gran parte emotivista moral. Es un error convertir en normal lo patológico, dice O’Leary. La mayoría de las mujeres se sienten felices con su maternidad. Para deconstruir la familia hay que liberar a la mujer de la procreación, separando procreación de sexualidad. En esto Simone de Beauvoir es pionera pues facilitó varias veces el aborto a discípulas suyas embarazadas, encabezó campañas a favor del aborto en Francia en 1970, luchó todo lo que pudo porque las mujeres se independizaran de la maternidad y el hogar. Destruir la maternidad exige, por tanto, la deconstrucción de la procreación natural y personal. b) Deconstrucción de la procreación “natural” y “personal”. “Reconstrucción” artificial y despersonalizada Esto se vio posibilitado por la difusión de la píldora, a partir de los años 60, que permite a la mujer “liberarse” de los hijos. Más tarde, la reproducción artificial permitirá “construir” niños sin el contacto personal heterosexual. Las técnicas de reproducción asistida y los proyectos del transhumanismo –los cyborgs del futuro– han logrado –dicen– la definitiva liberación de la mujer. Donna Haraway defiende una sociedad contrasexual formada por cyborgs andróginos, que pueden procrear sin acoplamiento (TRILLO-FIGUEROA, 2007). Se entiende por qué son las feministas radicales las que luchan por el cambio “radical” en el Derecho Internacional, para que se incluyan los “derechos sexuales y reproductivos” (aborto, anticoncepción, reproducción artificial, matrimonios homosexuales, etc.) que se reducen a uno: free choice. La libertad absoluta es la premisa mayor. c) Deconstrucción de la educación Para la deconstrucción de la familia la educación es idónea, así como lo es para su construcción. «La educación es importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y de la mujer en la sociedad. La perspectiva de género debe integrarse en los programas. Deben eliminarse los estereotipos en los textos escolares y concienciar en este sentido a los maestros». Así hablaba la Presidenta de Islandia, Vigdis Finnbogadottir, en una conferencia preparatoria de la Conferencia de Pekín (Estrasburgo, febrero de 1995). Se debe evitar la educación “sexista”; evitar hablar a las niñas de los roles de esposa y madre, evitar juguetes, cuentos “sexistas”, como muñecas, jugar a las mamás, etc. En esta tarea deconstruccionista, es importante, dice el psiquiatra Tony Anatrella, suprimir la figura del padre. No quiere decir suprimir al padre como sujeto de la familia y al varón como sujeto de la educación, sino suprimir lo que significa la simbólica del padre, la figura paterna: autoridad, poner límites, decir “no” al niño. Está comprobado cuánto ayuda al niño esta actitud a 22 Desenmascarar las ideologías descentrarse, abrirse a los demás, respetar, responsabilizarse ante el deber, etc. La figura materna permite al niño compensar esto y crecer en autoestima a través de la acogida, compasión, caricias, etc. Ambas facetas son importantes y necesarias en la educación, por ello es importante su complementación. Ciertamente, el padre y la madre deben ejercer ambas funciones y deben estar de acuerdo, pero ciertas actitudes son más propias de uno y de otra. En definitiva, la figura del padre ayuda al niño a liberarse del subjetivismo, sin lo cual no es posible vivir en sociedad. Pues bien, esta ideología que descansa en el subjetivismo y en el rechazo de la norma defiende una educación sin la figura del padre, y, aunque el educador sea un hombre, debe adoptar una actitud maternal, de excesiva condescendencia. De este modo, se crean adolescentes egocéntricos, y, por tanto, violentos (ANATRELLA, 2008). Esta intención educativa se traslada a países en vías de desarrollo y del Tercer mundo de modo que las ayudas al desarrollo exigen contemplar esta perspectiva de género, como se puede consultar en la Guía para la evaluación de iniciativas para el desarrollo. Derechos humanos y género. d) Deconstrucción de los medios de comunicación Medio eficacísimo de deconstrucción familiar y educativa, pues es claro que hoy educan más los Medios que los padres o maestros. Es deconstrucción o “discordia” porque, lejos de comunicar, ellos destruyen la comunicación al manipular el lenguaje, no solo el escrito sino el figurativo. Pensemos en el influjo de las redes. e) Deconstrucción del Derecho El Derecho es básico pues regula la vida social (familia, educación, economía, política) y obliga a adoptar comportamientos, crear instituciones, etc., y, así, deconstruir y construir la vida social. El ordenamiento jurídico actual, basado en el reconocimiento de derechos humanos universales –y, por ello, se acepte explícitamente o no, en una naturaleza y dignidad comunes– quiere modificarse apelando a “nuevos derechos”. Se tiende a contradecir progresivamente la Declaración de los Derechos Humanos, que en el art. 16 defiende con énfasis la familia y el matrimonio: «Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión a casarse y fundar una familia y disfrutarán de iguales derechos […] La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado». Directamente no se osa tocar estos artículos, pero la estrategia es, de nuevo, manipular el lenguaje. Se trata de redefinir “derecho” como algo optativo, no natural sino construible. Por eso se lucha por convertir en “derechos” las opciones individuales, siempre que sean consentidas por la otra persona. Así, pretenden incluir en los Derechos Humanos el derecho a la 23 Desenmascarar las ideologías autodeterminación y diversidad sexual, el derecho a la elección de vínculos personales, el derecho a la salud sexual y reproductiva, el derecho a la tutela de todas las manifestaciones de comunidad familiar, el derecho de reinterpretación de todos los derechos humanos desde la óptica de la Ideología de Género. La ONU, el Consejo de Europa, la Unión Europea y el Parlamento Europeo apuestan por ello. ¿Por qué, desde estas páginas nos pronunciamos en contra de esta pretensión? No por ir en contra de quienes lo pretenden sino por defender a la persona y a la sociedad. No toda diferencia da origen a un derecho universal, ni siquiera particular. Una cosa es permitir que alguien tenga ciertas conductas sin penalizarlas, y otra reclamar que sea derecho, como ha pasado con el aborto en España. El derecho natural genera obligaciones en toda la sociedad e impide la objeción de conciencia. Interesa tener en cuenta lo que la Delegación de la Santa Sede, a través de su representante en la Conferencia de Pekín, Mary Ann Glendon, al presentar sus reservas, manifestó: «su preocupación sobre un excesivo individualismo en la manera de tratar los derechos humanos» y «en lo que se refiere a la frase ‘derechos de las mujeres y derechos humanos’, la Santa Sede da a esta frase el significado de que las mujeres deberían gozar plenamente de todos los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales». Respecto al Derecho en España, la “perspectiva de género” ha estado presente progresivamente en las leyes desde 2004, siendo casi la principal actuación política hasta que sobrevino la crisis económica. De “socialista” tiene el igualitarismo y la negación de la diferencia sexual, pero se basa en una antropología individualista «cuyo único destino es su propia satisfacción consumista; es, al cabo, la antítesis del socialismo, que nació fundado en la idea de solidaridad. Es un socialismo burgués, aunque suene contradictorio, que surgió de la opulencia derivada del Estado del Bienestar» (TRILLO-FIGUEROA, 2007). f) Deconstrucción de la Religión Ahí se quería llegar. Tenía razón Nietzsche: mientras no matemos de verdad a Dios, no desaparecerá la naturaleza, y mientras no acabemos con ésta, no mataremos de verdad a Dios. Porque lo que interesa es ir contra Dios, la fuente de la verdad y del ser, lo que impide que yo sea Dios. Nietzsche, Marx, Freud, Sartre coinciden: Dios debe morir porque es el odiado opresor. Las feministas quieren reconstruir una religión “a imagen y semejanza” de la mujer, poniendo en su lugar a una diosa, Sophia, o a un dios Padre/Madre a la vez. Carol Christ, autodenominada teóloga feminista de género, afirma: «Una mujer que se haga eco de la afirmación dramática de Ntosake Shange: ‘Encontré a Dios en mí misma y lo amé ferozmente’, está diciendo: ‘El poder femenino es fuerte y creativo’, el poder salvador y sustentador está en ella misma y no en el hombre» (1992). La película Ágora, en la que se ensalza a Hipatia de Alejandría como heroína mártir de la Filosofía, frente al “fundamentalismo” religioso, especialmente cristiano o el libro El código da 24 Desenmascarar las ideologías Vinci, de Dan Brown son ejemplos de esta tendencia a ensalzar la figura femenina frente al machismo de la iglesia apoyada en Pedro que excluye a la mujer. Benedicto XVI afirma que la imagen del padre referida a Dios es más adecuada para explicar la alteridad Creador-criatura que la de la madre pues las deidades femeninas suelen contener una visión panteísta de la realidad (2007). Justo, la abolición de la diferencia que se pretende. La asociación Mujeres Católicas por el Derecho a Decidir (Catholics, for a Free Choice) CFFC, surgida en los años 60 de un grupo pro abortista, llaman a la Iglesia “opresora” y “malvada”; los obispos y el Papa son “arrogantes”, “ciegos”, “fanáticos”, “hipócritas”, “semilla de Satanás”, etc. Un miembro de la Junta de CFFC, Rosemary Radford Ruether ha dicho que «lo que se requiere es la deconstrucción total de Dios, Cristo, la naturaleza humana y la sociedad» (PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, 2007). Esta asociación promueve todo tipo de acciones para el control de la natalidad y recibe millones de dólares para promover campañas en el Tercer Mundo. 5. CONCLUSIÓN Esta ideología tiene como padres a Freud (y termina negando el sexo) y a Marx (y termina negando la solidaridad); al subjetivismo (y termina negando la identidad), al materialismo (y termina negando el cuerpo) y al promotor de la “muerte de Dios” para que viva el superhombre, (y termina matando al hombre). Lógico: De la contradicción o discordia se sigue cualquier cosa. Y empieza la discordia precisamente con el deseo de “igualdad”. Pero ¿no es un logro? Sí, lo que pasa es que es una idea que se ha vuelto loca. Dice T. Morales (2008): «una idea enloquecida hoy es la de igualdad absoluta entre padre e hijo, maestro y alumno, hombre y mujer. Es una idea que se ha salido de madre. En su fuente es cierta: iguales ambos en naturaleza (animal racional), en su origen y destino: Dios. Pero falsa cuando pretende un igualitarismo absurdo y nefasto. Este igualitarismo desorbitado invade el área de la enseñanza. Somete a idénticas técnicas educativas a dos seres tan distintos –aunque coincidan en lo esencial– como son mujer y hombre. Los aprisiona en el mismo cauce olvidando que su psicología y su papel son diversos y requieren, por tanto, una pedagogía diferente». Se quiere crear un tipo que responda al ritmo de vida activista que nos envuelve, donde el éxito y el poder son el principal valor. Pero esto es más propio del varón. La mujer es la que pierde y termina esclavizándose al trabajo, a un doble trabajo. Es preciso educar en la diferencia y en la igualdad, distinguiendo los sentidos de una y otra. Dios ha sido el primero en hacerse semejante a nosotros para hacernos semejantes a Él; pero, desterrándole, decimos: “que sea todo semejante a mí”, pues tras el “todos somos iguales” se esconde, inconscientemente a veces, el “que todos sean iguales a mí”; el rechazo del otro en cuanto se me opone y el rechazo de la realidad objetiva. Es decir, el subjetivismo, la 25 Desenmascarar las ideologías absolutización del yo, la libertad sin naturaleza, la conciencia sin cuerpo. En efecto, la idolatría de la igualdad es radical: si todos somos iguales, no hay Dios, raíz del ser. Pero abolir la diferencia sexual es fundamental (ANATRELLA, 2008), porque no es como otras diferencias, accidentales; ésta es constitutiva, penetra todas las dimensiones de la persona. Si se la manipula o niega, se manipula o niega la persona. ¿Qué es la sexualidad? Gran misterio poco estudiado en la antropología que estudiamos en el capítulo segundo en profundidad. ¿Es un accidente, corpóreo o un comportamiento cultural; es contingente –“género”– o es naturaleza? Nos asombraremos ante el misterio del hombre sexuado, «unidualidad relacional» (JUAN PABLO II). Resulta que, según la misma teología, lo “primero” no es el “uno” sino el “dos”: «hombre y mujer los creó» (Gén 1, 27). La mujer no es “la Otra”, que viene después, contra lo que se rebela Simone de Beauvoir. Lo inicial es la diferencia, sin la que no hay relación ni amor. Hay una esencia de la masculinidad y de la feminidad. Hay que hacer una antropología diferencial, de base sexual, y agradecemos al feminismo el impulso a ello. Si se rechaza la diferencia, la sociedad se hace impersonal o llena de individualidades diversas fruto de arbitrarias elecciones, «ficciones identitarias» (ANATRELLA, 2008) en una uniformidad indiferenciada. Si se quiere de verdad la solidaridad, hay que admitir la diferencia radical, la sexual, que supone la aceptación plena del propio ser y el del otro como otro, salir de sí para unirse sin confundirse, generando nueva vida a partir de la comunión. El «don es la característica fundamental de la existencia personal» (JUAN PABLO II, 2010). Esto nos revela la concordia radical, el ser “para” de criatura-Creador, hombre-mujer, subjetividad-realidad, subsistencia-relación, espíritu-cuerpo. Esto es, precisamente lo que nos asemeja a Dios-Trinidad, en la diferencia radical que tenemos con Él, pues somos criaturas. Esta concordia radical y esta semejanza a Dios era mayor «en el principio» (Mt 19, 3), pero tras el pecado –pretensión de igualarnos a Dios- se distorsionó la relación entre los sexos y la visión social de las tareas que le corresponde a cada uno. Aparece la concupiscencia, la desigualdad injusta, el dominio del varón sobre la mujer (cf. Gén 3, 16), la discordia entre hermanos. “Igualarnos” a Dios ha provocado el alejamiento de Él, de nuestro fin, de nuestra identidad, de nuestros semejantes, que nos aparecen como límites a nuestro egoísmo. Discordia, represión. Rousseau, Hobbes, Freud, Nietzsche, Marx, Sartre, de Beauvoir tienen parte de razón. La nostalgia inconsciente de la concordia perdida nos hace reaccionar, frustrados, con agresividad o con mecanismos de defensa irracionales. El entendimiento, inclinado a la verdad, y la voluntad inclinada al bien siguen teniendo impresa la ley eterna, manifiesta en sus inclinaciones naturales: del cuerpo, de la psique y del espíritu. La historia revela la inconsciente búsqueda del bien. Hay esperanza, hay un punto de apoyo para dialogar y sacar bienes de males; como se sacarán, sin duda, de la ideología de género, si nos esforzamos en ello. El feminismo de género y su radicalización ideológica nos da qué pensar: en la importancia del sexo, en la identidad de la mujer y del varón, en la relación recíproca, el amor, la familia, etc. 26 Desenmascarar las ideologías Pensadores personalistas lo han hecho, pero queda mucho por hacer. Se ha reconocido que es insostenible el modelo determinista sexual y de género de la mujer relegada a una función; se debe reconocer que también es insostenible el modelo de la discordia radical sexo/género de la ideología de género. Aceptamos el modelo de corresponsabilidad, de igualdad en la diferencia, donde hombres y mujeres asumen sus respectivos papeles en todos los campos sociales, de la familia a la política, y aportan su “genio”. Queda mucho por hacer en el campo antropológico, social, jurídico, educativo, y no solo en el Tercer Mundo. 27 6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS MAGISTERIO DE LA IGLESIA Benedicto XVI (2005). Carta Enc. Deus caritas est. — (2007). Jesús de Nazaret. Planeta, Madrid — (2009). Carta Enc. Caritas in veritate. Juan Pablo II (1979). Carta Enc. Redemptor hominis. — (1988). Carta apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988) — (2010). El amor humano en el plan divino. La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio. Librería Editrice Vaticana, Vaticano — (1995) Carta a las mujeres (29 de junio de 1995) — (2005). Varón y mujer. Teología del cuerpo. Palabra, Madrid MANUALES Pontificio Consejo para la Familia (2007). Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas. Palabra, Madrid OTRA BIBLIOGRAFÍA Alvira, R. (1988). Reivindicación de la voluntad. EUNSA, Navarra Alvira, T. (1985). Naturaleza y libertad. EUNSA, Navarra Anatrella, T. (2008). 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Misterio y autoconstrucción. Varios autores. CEU, Universidad Francisco de Vitoria, y UCAM. Pieper, J. (1976). Virtudes fundamentales, “Amor”. Rialp, Madrid Scola, A. (1992). Identidad y diferencia. Encuentro, Madrid — (2003). La “cuestión decisiva” del amor: hombre-mujer. Encuentro, Madrid. Stein, E. (1998). La mujer. Su naturaleza y su misión. Monte Carmelo, Burgos Trillo-Figueroa, J. (2007). Una revolución silenciosa. La política sexual del gobierno socialista. Libros Libres, Madrid Vargas Trujillo, E.; Gambara D’Errico, H. (coords.) (2010). Guía para la evaluación de iniciativas para el desarrollo. Derechos humanos y género. Red Universitaria sobre Cooperación para el Desarrollo. Catarata, Madrid CONFERENCIAS 30 Desenmascarar las ideologías Elósegui, M. Modelos de relación sexo-género. Conferencia pronunciada en el Congreso Internacional de Ideología de Género. Navarra, 9-2-2011 Glendon, M.A. Discurso del 5-11-95. Interpretación de la Santa Sede del término “gender” (Anexo a las reservas de la Delegación de la Santa Sede en la Conferencia de Pekín) Reig Pla, J.A: “La ideología de género y su influencia en el concepto de familia”. Actas del Congreso ‘La familia en la encrucijada’. Alcalá de Henares (3-5 de octubre 2008). Ediciones Cultura Cristiana PORTALES DE INTERNET www.esposiblelaesperanza.com Allí se pueden encontrar artículos varios, bibliografía, videos como estos: Ideología de Género - Amparo Medina ¿Qué es el Feminismo? La Ideología de Género como herramienta de poder - Jorge Scala Ideología de Género: Nuevos derechos - Patricia Martínez Peroni “La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias” - Beatriz Preciado Puerto Rico: Agenda de Género en las Escuelas Ideología de Género y Nuevo Orden Mundial Respecto al desarrollo de la identidad masculina en adolescentes, se encuentran recursos y materiales en este portal de internet: http://www.esposibleelcambio.com 31 Desenmascarar las ideologías 8. ANEXOS Y RECURSOS DIDÁCTICOS 1. Investigar usos del lenguaje utilizados por la ideología de género: “Género”, “sexo”, “hombre”, mujer”, “familia”, “nuevos derechos”, etc. Sobre la manipulación del lenguaje, método de esta revolución callada, remito a estudios como el de Begoña GARCÍA ZAPATA, “Sexo, hombre, mujer, familia”, algunos términos en desuso en la ideología de género” (En Mujer y varón, ¿misterio o autoconstrucción? Varios autores. CEU, Universidad Francisco de Vitoria, y UCAM, 2008). También Lexicón. Manual de términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas. Interpretación de la Santa Sede del término “gender” (Anexo a las reservas de la delegación de la Santa Sede en la Conferencia de la ONU sobre la Mujer en Pekín (15-9-95). Mary Ann Glendon, representante: “Al aceptar que la palabra “gender” en este documento ha de entenderse según el uso normal dentro del contexto de las Naciones Unidas, la Santa Sede se asocia al significado común de la palabra, en las lenguas donde ya existe. El término “gender” es entendido por la Santa Sede como cimentado en la identidad sexual y biológica: varón o mujer. La misma “Platform for Action” (Cf. n. 193) claramente usa el término “both genders” (ambos géneros). 2. Trabajo en grupo: Investigar aspectos que manifiesten la ideología de género aplicada a la educación y a un modelo educativo machista (Cf. Modelos 1 y 2 expuestos en el Manual) en libros de texto, cuentos, películas, medios digitales, programas educativos o de propaganda, etc. Recoger textos, fotografías, lemas, escenas, etc. Analizarlos según las ideas expuestas y proponer alternativas educativas adecuadas a la dignidad de la persona. 3. Acerca del “Modelo 3”, “corresponsabilidad” hombre-mujer. Comenta este texto de Edith Stein: “¿La actividad profesional extradoméstica de la mujer es contraria al orden de la naturaleza y de la gracia? Creo que hay que negarlo. Me parece que el orden originario –el del plan de Dios al crear al hombre, cf. Génesis– conllevaba la colaboración profunda entre el hombre y la mujer en todas las esferas, si bien con ciertas diferencias… Todas las potencias del hombre están presentes en la naturaleza de la mujer –en medida y proporción diversa–: esto prueba que ella puede hacer uso de estas energías en las actividades que se corresponden con ellas […]. Toda profesión “masculina” puede ser ejercida por algunas mujeres y toda profesión “femenina” puede ser ejercida por algunos hombres. Por eso me parece oportuno no poner límites de derecho sino influir en la educación, la formación y una acertada consulta hacia una elección profesional… En gran parte, la orientación hacia profesiones diversas surgirá automáticamente, porque resulta claro que por la misma diversidad natural de los dos sexos se da una inclinación específica hacia estas profesiones. Donde se requieran fuerza física, actividades conceptuales preferentemente abstractas o 32 Desenmascarar las ideologías capacidad creativa independiente, nos encontraremos fundamentalmente con profesiones masculinas… donde se requiera ánimo, intuición, sensibilidad, capacidad de adaptación, donde se dedica al hombre en su totalidad, para curarlo, ayudarlo, … este es el campo de acción adaptado profundamente a la actividad femenina”. (“Vocación del hombre y de la mujer según el orden de la naturaleza y de la gracia” Conferencia dada en Munich, 1931, publicada en la revista Die Christliche Frau. 1932. En La mujer, su naturaleza y su misión. Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1998. pp. 73-76) Investiga quién era Edith Stein y de qué tipo es su “feminismo”. 4. Acerca del subjetivismo y del relativismo, presupuestos gnoseológicos de la IdG: 4.1. Saca las consecuencias del principio relativista: “No hay verdad absoluta, cada uno, o cada cultura tiene su verdad”. ¿Se seguiría de aquí mayor tolerancia y libertad? 4.2. Imagina las posibles consecuencias que se seguirían de actuar conforme al principio de una libertad absoluta, sin naturaleza. 4.3. Imagina las posibles consecuencias que se seguirían del principio de Berkeley: “esse est percipi” (“Ser es ser percibido”) que define la identidad según la percepción de cada cual (soy lo que percibo de mí) 5. Acerca de la concordia o integración personal. Comenta este texto comparándolo con la desintegración personal provocada por el subjetivismo. “Criterio es un medio para conocer la verdad. La verdad en las cosas es la realidad. La verdad en el entendimiento, es conocer las cosas tales como son. La verdad en la voluntad es quererlas como es debido, conforme á las reglas de la sana moral. La verdad en la conducta es obrar por impulso de esta buena voluntad. La verdad en proponerse un fin, es proponerse el fin conveniente y debido, según las circunstancias. La verdad en la elección de los medios es elegir los que son conformes á la moral, y mejor conducen al fin. Hay verdades de muchas clases; porque hay realidad de muchas clases. Hay también muchos modos de conocer la verdad. No todas las cosas se han de mirar de la misma manera, sino del modo que cada una de ellas se ve mejor. Al hombre le han sido dadas muchas facultades. Ninguna es inútil. Ninguna es intrínsecamente mala. La esterilidad ó la malicia les vienen de nosotros que las empleamos mal. Una buena lógica debiera comprender al hombre entero; porque la verdad está en relación con todas las facultades del hombre. Cuidar de la una, y no de la otra, es a veces esterilizar la segunda, y malograr la primera. El hombre es un mundo pequeño: sus facultades son muchas y muy diversas; necesita armonía, y no hay armonía sin atinada combinación, y no hay combinación atinada si cada cosa no está en su lugar; si no ejerce sus funciones ó las suspende en el tiempo oportuno. Cuando el hombre deja sin acción alguna de sus facultades, es un instrumento al que le faltan cuerdas; cuando las emplea mal es un instrumento destemplado. La razón es fría, pero ve claro; darle calor, y no ofuscar su claridad: las pasiones son ciegas, pero dan fuerza; darles dirección, y aprovecharse de su fuerza. El entendimiento sometido á la verdad; la voluntad sometida á la moral; las pasiones sometidas al 33 Desenmascarar las ideologías entendimiento y á la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por la religión; he aquí el hombre completo; el hombre por excelencia. En él la razón da luz, la imaginación pinta, el corazón vivifica, la religión diviniza”. (JAIME BALMES. El criterio. Conclusión y resumen) 6. La discordia con su propio cuerpo. Textos: 6.1. “El hombre se eleva sobre el animal al arriesgar la vida, no al darla: Por eso la humanidad acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra. Tenemos aquí la llave de todo el misterio […] El hombre asegura la repetición de la Vida al transcender la Vida por la existencia, y por medio de esa superación crea valores que niegan todo valor a la pura repetición […] Al plantearse como soberano encuentra la complicidad de la mujer misma, porque ella es también un existente, está también habitada por la transcendencia y su proyecto no es la repetición, sino su superación hacia un otro porvenir; ella encuentra también en el corazón de su ser la confirmación de las pretensiones masculinas. […] Su desgracia es haber sido consagrada biológicamente a repetir la Vida, cuando a sus mismos ojos la Vida no lleva en sí sus razones de ser y esas razones son más importantes que la vida misma.” (SIMONE DE BEAUVOIR, La vejez). 6.2. “La mujer no es nada más que lo que el hombre decide que sea; así se le llama “el sexo” queriendo decir con ello que aparece esencialmente ante el hombre como un ser sexuado: para él, ella es sexo, y lo es de un modo absoluto. Se determina y se diferencia en relación al hombre y no en relación a lo que ella misma es; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el sujeto, el absoluto: ella es “lo otro” (SIMONE DE BEAUVOIR, 2005). 6.3. “El varón realiza el aprendizaje de los juegos, de su existencia, como un libre movimiento hacia el mundo; rivaliza en dureza e independencia con los otros varones y desprecia a las niñas. Cuando trepa a los árboles, como cuando pelea con sus amigos o los enfrenta en juegos violentos, capta su cuerpo como un medio de dominar a la naturaleza y un instrumento de combate; se enorgullece tanto de sus músculos como de su sexo y, a través de los juegos, portes, luchas, desafíos, pruebas, encuentra un empleo equilibrado de sus fuerzas; conoce al mismo tiempo las lecciones severas de la violencia, y aprende a recibir los golpes y despreciar el dolor, las lágrimas de la primera edad. Emprende, inventa, se atreve. Se hace ser al hacer, con un solo movimiento. En la mujer, por el contrario, hay desde el principio un conflicto entre su existencia autónoma y su «ser-otro»; le han enseñado que para agradar hay que hacerse objeto, por lo cual tiene que renunciar a su autonomía. Es tratada como una muñeca viviente y le niegan su libertad, con lo que se anula en un círculo vicioso, pues cuanto menos ejerza su libertad para comprender, captar y descubrir el mundo que la rodea, menos recursos encontrará en sí misma y menos se atreverá a afirmarse como sujeto.” (SIMONE DE BEAUVOIR, El segundo sexo) 34 Desenmascarar las ideologías 6.4. “Para garantizar la eliminación de las clases sexuales es necesario que la clase oprimida se rebele y tome el control de la función reproductiva... por lo que el objetivo final del movimiento feminista debe ser diverso del que tuvo el primer movimiento feminista; es decir, no exclusivamente la eliminación de los privilegios masculinos, sino de la misma distinción entre sexos; así las diferencias genitales… no tendrían nunca más ninguna importancia”. (SHULAMITH FIRESTONE, La dialéctica del sexo) 7. Compara los textos anteriores con éste: “Recordando las palabras del mensaje conclusivo del Concilio Vaticano II, dirijo también yo a las mujeres una llamada apremiante: Reconciliad a los hombres con la vida. Vosotras estáis llamadas a testimoniar el significado del amor auténtico, de aquel don de uno mismo y de la acogida del otro que se realizan de modo específico en la relación conyugal, pero que deben ser el alma de cualquier relación interpersonal. La experiencia de la maternidad favorece en vosotras una aguda sensibilidad hacia las demás personas y, al mismo tiempo, os confiere una misión particular: La maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer... Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre -no solo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general-, que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer. En efecto, la madre acoge y lleva consigo a otro ser, le permite crecer en su seno, le ofrece el espacio necesario, respetándolo en su alteridad. Así, la mujer percibe y enseña que las relaciones humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona, reconocida y amada por la dignidad que tiene por el hecho de ser persona y no de otros factores, como la utilidad, la fuerza, la inteligencia, la belleza o la salud. Esta es la aportación fundamental que la Iglesia y la humanidad esperan de las mujeres. Y es la premisa insustituible para un auténtico cambio social”. (JUAN PABLO II. Encíclica Evangelium vitae, nº 99) 8. Los “Nuevos derechos”. Teniendo en cuenta que todo “derecho humano” obliga a toda la sociedad a cumplirlo, como “deber”, imagina las consecuencias de incluir en la lista de los Derechos Humanos los “derechos sexuales y reproductivos” (Investiga cuáles son estos derechos y cómo están en este momento en la legislación española y mundial) 9. Comenta este texto de Dale O’Leary: “Mientras leía los textos feministas, me acordaba de la oración: «Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para saber la diferencia». A mí me parecía que las feministas carecen de esa sabiduría crucial. Se encolerizan con las cosas que no se pueden cambiar –como la naturaleza humana- y aceptan cosas que se pueden cambiar -como su actitud hacia las ofensas del pasado. En todo esto no podía ver nada que fuese liberador para la mujer […]. Me habría unido con voluntad a la batalla por eliminar los abusos reales y mejorar las vidas a las mujeres normales pero la idea de las militantes feministas […] estaba destruyendo a la familia […]. Al estudiar el feminismo y la Agenda de 35 Desenmascarar las ideologías Género, es difícil dejar de lado la sospecha de que toda la iniciativa es una gigante racionalización creada por mujeres heridas para justificar su ira, sus rencores y conducta de autodestrucción. Sus abortos, su promiscuidad sexual, su rechazo de la maternidad y el lesbianismo parecen más la conducta que resulta de traumas de la infancia que una auto-liberación valerosa. A veces es más fácil culpar a las estructuras opresivas y exigir que cambie ese mundo que asumir la responsabilidad de cada cual por la propia conducta auto-destructiva”. (La agenda de género) 36