Subido por Idelfonso Buelvas

CISMA DE ORIENTE

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LA RELIGIÓN EN EL IMPERIO BIZANTINO
La religión estaba muy presente en la vida diaria bizantina. A lo largo de la
existencia del Imperio cabe destacar dos acontecimientos relativos a la
religión que afectaron a la vida civil y perduraron en el tiempo.
Cronológicemente, estos acontecimientos fueron:
1º) Las luchas iconoclastas (730-842)
Durante varios periodos en estos años hubo prohibición expresa de los
Emperadores de representar ningún tipo de imagen religiosa. Esta
prohibición se basaba en los preceptos Bíblicos en los que Dios
recomienda a Moisés que no tuviera imágenes o ídolos para evitar adorar
al objeto y no a su representación. Hubo quién defendió la representación
de imágenes religiosas debido a que era la única forma que tenían los
analfabetos de conocer las Historias Sagradas. Las luchas entre ambos
ocasionó la represión religiosa y en parte la destrucción del patrimonio
pictórico. Finalmente esta prohibición se levantó en el año 843.
2º) El Cisma de Oriente (1054)
El cisma de Oriente es la separación del Cristianismo en dos bloques que
luchaban por la primacía en la Iglesia. Lo que en un principio fue una mutua
excomunión entre el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla,
acabó separando a la iglesia en dos líneas teológicas y doctrinales
diferenciadas que ha llegado a la actualidad.
Cisma de Oriente:
Antecedentes, Causas y
Consecuencias
El Cisma de Oriente, también llamado Gran Cisma, fue el final de
un conflicto religioso entre la Iglesia católica de occidente —con sede
en Roma—, y la ortodoxa y otras confesiones orientales. El resultado
fue la separación definitiva de ambas corrientes y la excomunión
mutua de sus dirigentes.
El Cisma se concretó en el año 1054, pero los enfrentamientos
venían produciéndose desde varios siglos atrás. Muchos
historiadores afirman que comenzaron ya cuando se trasladó la
capital del Imperio romano desde Roma a Constantinopla, y se
acentuaron cuando Teodosio dividió este Imperio entre el de oriente
y el de occidente.
Desde entonces y hasta la fecha en la que se produjo el Cisma,
incidentes como el ocurrido con Focio o algunas cuestiones
meramente sacramentales que no compartían, fueron agravando las
diferencias. Tras la excomunión mutua y la separación final, la
Iglesia católica de Roma y las orientales se separaron, y muchas
veces se enfrentaron entre sí.
Un ejemplo de esto se observa durante las cruzadas, dado que la
incomprensión y desconfianza mutua fueron bastante evidentes y,
a raíz de estas reacciones, se generaron algunas derrotas que
resultaron significativas.
Antecedentes
Cuando Constantino el Grande trasladó en el año 313 la capital del
Imperio romano a Constantinopla se inició el largo proceso que
concluyó con la separación de las diferentes ramas de la Iglesia
cristiana.
Años después, en el 359, la muerte de Teodosio supuso la división
del Imperio. En ese momento nacieron el Imperio romano de oriente
y el Imperio romano de occidente, con líderes políticos y religioso
diferentes.
Precedente del Cisma
En el año 857 se produce lo que todos los expertos consideran como
el precedente más claro del Cisma definitivo. En ese año el
emperador Bizantino (oriental) decidió expulsar al patriarca San
Ignacio de la sede de Constantinopla y eligió un sucesor: Focio.
El problema con Focio era que ni siquiera era religioso. Para
solucionarlo, en solo 6 días recibió todas las órdenes eclesiásticas
necesarias.
El nombramiento no gustó en Roma y menos la expulsión de San
Ignacio. Focio comunicó al pontífice romano su acatamiento total a
su figura, mientras que el emperador afirmó que Ignacio se había
retirado voluntariamente.
Los movimientos de los dos bizantinos, incluido el soborno a los
enviados del papa, acabaron en un sínodo que legitimó a Focio al
frente del patriarcado.
Entretanto, Ignacio contó a la jerarquía romana la verdad. Nicolás
convocó otro sínodo en Letrán, excomulgó a Focio y restituyó en su
puesto al futuro santo. Obviamente, el emperador no acató la orden.
La muerte del emperador cambió la situación, ya que su sucesor era
enemigo de Focio, a quien encierra en un monasterio. En un concilio,
el nuevo papa Adriano II lo excomulgó y ordenó quemar todos sus
libros.
Tras un paréntesis en el que Focio se las arregló para ocupar de
nuevo el patriarcado, volvió a ser encarcelado. Murió en esa
situación en el año 897.
Pareció que su figura había caído en el olvido, pero los siguiente
ocupantes del patriarcado nunca volvieron a confiar totalmente en
Roma, volviéndose cada vez más independientes.
Separación definitiva
Los protagonistas del Cisma de Oriente fueron Miguel I Cerulario y
León IX. El primero, furibundamente contrario a la Iglesia romana,
llegó al patriarcado de Constantinopla en 1043. El segundo era el
papa de Roma en el momento.
Fue el ortodoxo quien inició el conflicto. Así, en 1051 acusó de
herejía a la Iglesia romana por usar el pan ácimo en la eucaristía,
asociándolo al judaísmo. Tras esto, mandó clausurar todas las
iglesias latinas en la ciudad a menos que cambiaran al rito griego.
Aparte, expulsó a los monjes partidarios del Papa y recupero todas
las antiguas acusaciones contra Roma.
Tres años después, ya en 1054, León IX mandó una delegación a
Bizancio (Constantinopla) para exigir al patriarca que se retractara,
bajo amenaza de excomunción. Este ni siquiera recibió a los
enviados papales.
La publicación de un escrito llamado Diálogo entre un romano y un
constantinopolitano por parte de los delegados de Roma,
incrementó aún más el antagonismo; en este se burlaban de las
costumbres griegas. El 16 de julio procedieron a dejar la bula de
excomunión en la iglesia de Santa Sofía y dejaron la ciudad.
Miguel I Cerulario quemó la bula en público y proclamó la
excomunión de los delegados del papa. El Cisma se había
materializado.
Causas
La mayoría de los autores tienden a dejar de lado las diferencias
religiosas para identificar la causa principal del Cisma. Sostienen
que se trató más de una lucha de poder, con la obediencia a Roma
como centro del mismo.
De esta manera, en oriente no
del papa. Había un episcopado
obispos y pretendían mantener
esto, existieron una serie de
ruptura.
existía una figura equivalente a la
del que formaban parte todos los
su independencia; pero, aparte de
causas que desembocaron en la
Antipatía mutua
Existía una muy mala relación entre orientales y occidentales, cada
uno con costumbres y lengua propia. Los cristianos de oriente
miraban con superioridad a los de occidente y los consideraban
contaminados por los bárbaros llegados siglos antes.
Diferencias religiosas
Existían también diferencias en las interpretaciones religiosas que
se habían ampliado con el tiempo. Cada Iglesia tenía su santoral
propio, así como un calendario litúrgico diferente.
También existía la disputa entre quién era la cabeza principal de la
Iglesia: Roma o Constantinopla. Aspectos más concretos
completaron las diferencias, como las acusaciones de los orientales
de que los papas no aceptaban el sacramento de la confirmación
llevado a cabo por sacerdotes, que los curas latinos se cortaban la
barba y eran célibes (no como los orientales) y que usaban pan
ácimo en misa.
Por último, existió un auténtico debate religioso sobre
la introducción en el credo por parte de Roma de la afirmación de
que el Espíritu Santo procedía del Padre y del Hijo. Los religiosos de
oriente no quisieron reconocer esta última procedencia.
Divergencias políticas
La herencia del Imperio romano también era objeto de disputa. Los
occidentales apoyaron a Carlomagno para restablecer el Imperio,
mientras que los orientales se pusieron del lado de sus propios
emperadores bizantinos.
Consecuencias
No existe una sola Iglesia ortodoxa. La más numerosa es la Rusa,
con alrededor de 150 millones de seguidores. Todas estas iglesias
son autónomas, con capacidad de decisión propia.
Al día de hoy, los ortodoxos son la tercera comunidad dentro del
cristianismo por número de fieles, tras los católicos y los
protestantes. Su nombre proviene precisamente de su pretensión
de ser los más cercanos a la liturgia primigenia.
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