Cultura política. La cultura política es un concepto profusamente utilizado en la ciencia política desde los años 60 a la actualidad, como un modelo alternativo a las premisas marxistas sobre la política. En las últimas décadas, la difusión de estudios efectuados a través de encuestas transnacionales y la multiplicación de estudios de caso, han permitido reunir información sistemática sobre la cultura política de sociedades de todos los niveles de desarrollo y tradiciones culturales. Según varios autores la definición de la cultura política es la siguiente: Noberto Bobbio la designa como “el conjunto de actitudes, normas y creencias, compartidas ampliamente por los miembros de una determinada unidad social, y que tiene como objeto los fenómenos políticos”. Para Almond y Verba, está determinada como “la orientación psicológica de los individuos hacia el sistema político que informa los conocimientos, sentimientos, y valoraciones de la población”. Además, “consistiendo en la particular distribución entre los miembros de una sociedad, de las pautas de orientación hacia objetos políticos”. Dicha orientación hacia los objetos políticos incluyen tres orientaciones fundamentales: -Cognitiva, conforma la información y convicción sobre los aspectos políticos y administrativos de un sistema de gobierno. -Afectiva, coincide con el valor sentimental hacia un sistema de gobierno y sus logros obtenidos. -Evaluativa, es el juicio de valor resultante de la combinación de las dos orientaciones anteriores. De acuerdo a lo mencionado, estas orientaciones compartidas que tiene la sociedad frente la política, que hacen referencia a las percepciones, actitudes y costumbres de las personas hacia la forma en cómo se desempeña un gobierno, modelan la cultura política. No debemos imaginar la cultura política como un ente inmóvil, o una “causa” que “determina” la vida política de un país. Es una variable que mantiene relaciones complejas de interacción con la economía, la estructura social y la esfera político-institucional, aunque dentro de ese sistema de influencias se puedan discernir direcciones causales predominantes. El estudio de la Cultura Política El enfoque nació como disciplina científica hace más de medio siglo. Sobresalen los trabajos pioneros de Harry Eckstein (1961 y 1966), Gabriel Almond y Sidney Verba (1963), David Easton (1965) y Edward Banfield (1958). La noción resurgió en los 80, impulsada por la difusión global de la democracia (Inglehart, 1988; Eckstein, 1988; Almond y Verba, 1989). Frente a los límites del paradigma de la transitología (Carothers, 2002), la cultura política ayudaba a explicar los problemas de muchas democracias nuevas, cuya calidad no respondía a las expectativas iniciales. El estudio de la cultura política es un campo interdisciplinario en el que confluyen las ciencias políticas, la sociología, la antropología, la psicología y la investigación de la comunicación de masas. Este campo reúne hoy un conjunto interrelacionado de paradigmas teóricos, hipótesis y modelos. La teoría de la posmodernización, desarrollada por Inglehart y luego también por Christian Welzel, pone énfasis en el impacto político de los Valores de Emancipación o Autoexpresión. Las derivaciones del paradigma del capital social para la democracia fueron elaboradas por Putnam a partir de su concepto de comunidad cívica. Dentro de este mismo enfoque han surgido hipótesis alternativas a las de Putnam y un relevante subdominio de investigación centrado en el fenómeno de la confianza interpersonal. La evolución conceptual de la cultura política tuvo un nuevo punto de inflexión en 1993, con la publicación de la obra de Robert Putnam Making Democracy Work, que, estudiando los gobiernos regionales de Italia, tuvo como objetivo mayor dilucidar cuáles son los factores que hacen funcionar la democracia. El trabajo proporciona evidencia empírica de que el éxito en la implantación y el desempeño de las instituciones democráticas depende de la existencia de un contexto social caracterizado por la densidad de asociaciones cívicas, la confianza interpersonal y las normas de cooperación, planteados por el estudio como los tres componentes centrales del capital social, noción cuya aplicación ha dado lugar a una infinidad de iniciativas por parte de gobiernos, asociaciones civiles y organismos internacionales. El término cultura política ha pasado a formar parte del lenguaje cotidiano en las sociedades contemporáneas. En la prensa, en los medios electrónicos de comunicación y hasta en conversaciones informales, con frecuencia se hace referencia a la cultura política para explicar las actitudes, reacciones o incluso el comportamiento en general de una población. Cuando no se encuentran elementos que puedan explicar diferencias entre sociedades, suele recurrirse a la noción de cultura política. Pero, la frecuencia con que se utiliza el término y lo familiarizada que está la opinión pública con él no implica que se comprenda cabalmente su significado. L cultura política se diferencia de otros conceptos igualmente referidos a elementos subjetivos que guían la interacción de los actores sociales en el campo de las relaciones de poder por su alcance y perdurabilidad. No se confunde, por ejemplo, con el concepto de ideología política, porque éste se refiere a una formulación esencialmente doctrinaria e internamente consistente que grupos más o menos pequeños de militantes o seguidores abrazan o adoptan y hasta promueven concientemente (ideologías liberal, fascista, conservadora, etc.). La ideología política se refiere más a un sector acotado y diferenciado de la población que a ésta en su conjunto, como lo hace la cultura política, que tiene una pretensión general y nacional. De ahí que se hable de la cultura política del francés, del norteamericano, del mexicano, etc., aunque se reconoce la existencia de subculturas que conviven dentro de la gran cultura Política. Diferentes tipologías de la cultura pólítica han sido propuestas. Según el politólogo William S. Stewart, todo comportamiento político se puede explicar como participando en uno o más de ocho culturas políticos: anarquismo, oligarquía, corporatismo Tory, fascismo, liberalismo clásico, liberalismo radical, socialismo democrático y socialismo leninista. Las sociedades que ejemplifican cada una de estas culturas han existido históricamente. Gabriel Almond y Sidney Verba en la Cultura Cívica delinearon tres tipos puros de cultura política basado en el nivel y tipo de participación política y la naturaleza de las actitudes de las personas hacía la política: Cultura política parrochial – en donde los ciudadanos están apenas remotamente cognizentes de la presencia de un gobierno central, y viven sus vidas cerca sin tomar en cuenta las decisiones del estado, distante y sin conocer los fenomenos políticos. No tienen ni conocimiento ni interés en la política. Este tipo de cultura política por lo general es congruente con la estructura política tradicional. Sujeto - en donde los ciudadanos están en conocimiento de un gobierno central, y están severamente sujetos a sus decisiones con poca oportunidad para estar en desacuerdo. El individuo conoce la política, sus actores y sus instituciones. Está afectivamente orientada hacía la política, pero sin embargo está en el "flujo hacía abajo" de la política. En general congruente con una estructura autoritaria centralizada. Participante – los ciudadanos están capaces de influir el gobierno en varias formas y están afectados por ella. El individuo se orienta hacía el sistema en su totalidad, tanto sus estructuras como procesos (tanto aspectos de insumos y resultados). En general congruente con la estructura política democrática. Almond y Verba escribieron que estos tipos de cultura política pueden ser recombinados para poder crear una cultura cívica, que remezcla los mejores elementos de cada uno. Arend Lijphart escribió que existen diferentes clasificaciones de una cultura política: Primera clasificación: Cultura política masiva Política cultura de élite Segunda clasificación (de cultura política de élite): coalicional contradictivo Lijphart también clasificó la estructura de una sociedad: homogeneo heterogeneo Tipos de cultura política. Una cultura política implica que los miembros de una sociedad se conciban como protagonistas, con la capacidad de hacerse oír, organizarse y demandar bienestar al gobierno. Además, con la disposición de negociar condiciones que incidan sobre las decisiones políticas. En base a estas dimensiones se distinguen los siguientes tipos de culturas políticas: Parroquial, En ella los ciudadanos poseen una vaga idea del gobierno central, no sintiéndose capacitados para incidir en el desarrollo de la vida política. Este tipo de cultura es empleada por sociedades regidas por usos y costumbres heredados, con una jerarquía social horizontal. Normalmente en ellas mandan las creencias religiosas. Subordinada. Tipos de cultura política Subordinada Se desarrolla en un ambiente donde impera el control por parte de las instituciones. Las personas estando consientes del sistema político que los gobierna, se consideran más subordinados que participantes del proceso, a pesar de no sentir una identificación. Involucrándose solamente en las medidas y políticas del Estado, y no en la formulación de las decisiones de políticas públicas. Participativa. Tipos de cultura política Participativa Constituyendo un producto de los procesos de modernización, los ciudadanos tienen pleno conocimiento de las instituciones políticas. Participando en la toma de decisiones de las políticas públicas, para aprobarlas o desaprobarlas. Cívica. Tipos de cultura política CivicaConformando una mezcla de las anteriores, los individuos participan en el proceso político, no abandonando sus orientaciones subordinadas y parroquiales. Conduciendo a una cultura política más equilibrada, donde la intervención y racionalidad es compensada con la pasividad y tradicionalismo. Considerando, que la cultura política cambia lentamente y en un lapso a largo plazo, se supone que la pauta y comportamiento político de las personas deben adquirirse mediante la educación, partidos políticos, medios de comunicación e iglesias. Para así garantizar generaciones con un conjunto de actitudes y conductas proactivas hacia los objetivos políticos y la democracia.