LA FAMILIA: UN OBJETO POLEMICO Estela Grassi (Version digital en http://msuntref.iespana.es/analisismicrosoc/LA%20FAMILIA%20Grassi.doc) Las reflexiones contenidas en este artículo se refieren a las transformaciones en la dinámica de las relaciones familiares, y a las redefiniciones producidas en las representaciones sociales acerca de los órdenes que estructuran la vida social moderna: la distinción y separación del ámbito público y el espacio de la privacidad. Puede detectarse un proceso de sutil cambio de sentido en dirección de una mayor “publicidad” de la vida privada. Hoy los conflictos propios de las relaciones privadas se resuelven cada vez mas en público y con la participación de novedosas instancias de este ámbito, desde los comunicadores mediáticos hasta los mediadores judiciales. A la inversa, los conflictos característicos de las relaciones sociales que estructuran el ámbito de la producción, tienden a parecer cada vez mas cuestiones entre particulares, y a excluir la intervención de instancias públicas de resolución o mediación, sindicatos, la justicia, el ministerio público. Las múltiples definiciones, o que es “familia”, para que y para quienes Sintéticamente, La familia es un “dato” incuestionable de la realidad, el la representación corriente de nuestra vida social inmediata. La familia adquiere un sentido de entidad abstracta, matahistórica, en el marco de algunos sistemas de creencias, ideológico o religioso. La familia ha sido y es problema u objeto de políticas públicas. La familia es objeto polémico en el debate político cultural. Y finalmente, la familia es objeto de estudio para las ciencias sociales y humanas. Todo esto permite distinguir y relacionar de nuevo la familia, en cuanto a organización social, y las relaciones familiares en unidades domésticas concretas, que son el resultado práctico de las estrategias de los agentes, las que por definición desbordan siempre a las reglas. La “obviedad” de la familia La familia está entre aquello que nos es dado, que es obvio y que en nuestras representaciones, dejamos del lado de la naturaleza, como los bosques aunque los hombres los talen, o los ríos, aunque se desvíen sus cauces. En el seno de una familia, generalmente nacemos y crecemos, pasamos la vida adulta y probablemente, moriremos rodeados de algunos familiares. De ahí que solemos opinar acerca de los cambios producidos en la familia, de problemas que afectan a la familia no como el producto, disputado, de practicas sociales, sino como aquello que nos precede en nuestra condición de humanos, hasta donde tenemos noticias por nuestra experiencia y la de nuestros mayores. La noción de familia no ha tenido siempre el mismo significado y alcance, y la mera existencia de esposas, esposos e hijos biológicos, no permite inferir de allí un grupo socialmente reconocido y constituido en relación con las funciones atribuidas a la familia moderna. En nuestra propia historia, no hace tanto tiempo que la familia designaba a una institución cuyo dominio iba mas allá de la reproducción: implicaba posesiones, poder y autoridad, en cuya red el matrimonio era el “mecanismo social y económico de alianzas familiares en las elites muy próximas”. En la colonia, y para las capas dominantes, familia evocaba al linaje y era un grupo de poder. Esta designación no alcanzaba a los grupos domésticos de las capas populares, cuyas reglas de intercambio sexual y matrimonial, procreación y crianza tenía otras fuentes de legitimación y otros mecanismos de control social. Mas tarde la alcurnia de origen se señalaría con el calificativo buena, precediendo a familia y perdida la alcurnia, la familia bien constituida, marcaría diferencias en épocas mas recientes. Lo público y lo privado: La familia como objeto de políticas públicas Resulta evidente la correspondencia de la familia con el ámbito de la “vida privada”, con aquello que se entiende como lo íntimo, lo que se sustrae de la acción del Estado y de la mirada y juicios “exteriores”. Desde finales del siglo XIX, los sectores de la política estatal que caben en la definición de “políticas sociales” (de salud, de educación y asistencia social) tienen a la familia como objeto de planes y programas. De manera explícita en algunos casos, o como “código oculto” la mayoría de las veces. Estos supuestos implícitos tienen la fuerza de lo obvio en los comportamientos de los agentes institucionales, que derivan de ellos el sentido de sus acciones, produciendo mensajes que prescriben comportamientos. Estos mensajes prescriptivos o coercitivos son expresión de representaciones sociales que forman parte del sentido social que tiene la institución en cada época, resultado a su vez de los procesos de hegemonización en el campo cultural, por lo que tales acciones e intervenciones resulten legítimas. La segunda década del siglo XIX y las primeras del siglo XX fueron el escenario en que las clases con capacidad de hegemonía condujeron el proceso de consolidación del Estado nacional, el que debió afianzarse como expresión legítima de una población étnica y socialmente heterogénea. El saldo de las migraciones trajo aparejado una tasa de masculinidad anormalmente alta, que llevó a la promiscuidad, matrimonios no consagrados, tráfico de mujeres etc. En consecuencia, tanto el Estado como múltiples instituciones asistenciales y de beneficencia de la sociedad civil, desarrollaron una amplia acción moralizadora y de normalización de la vida familiar de las clases populares, nativas o migrantes, con campañas de salud, orden y moral, la promoción de la lactancia materna, la consagración de las madres a la atención de los niños y del hogar y sobre todo el cuidado de la higiene como una dimensión del amor materno, del que dependía la salud pública. Es posible identificar por entonces un período formativo de prácticas familiares que modelaron hacia delante la vida familiar de los distintos sectores sociales. La familia volvió a ser objeto de “políticas públicas” en la historia reciente del país en el marco de políticas autoritarias o conservadoras. La intervención mas directa y explícita sobre la familia se produjo durante la dictadura militar (1976-1983) en el que se desarrolló un férreo control sobre la vida familiar y privada. La represión incluyó no solo a los individuos sospechados de actividades subversivas sino también a los familiares. La modalidad apuntó a destruir un “núcleo reproductor”. Por entonces la cuestión de la “crisis de familia” formaba parte de los diagnósticos referidos a las mas diversas problemáticas sociales, elaboradas por profesionales, técnicos, religiosos e ideólogos del militarismo. La familia tenía centralidad, tanto en el discurso ideológico como en el diagnóstico técnico, ya que ambos construían un esquema circular que comenzaba y terminaba en la familia. Quedaba así justificada la acción de las fuerzas de seguridad sobre ella, para reencauzar el orden en defensa de la Familia. Ya en democracia, la familia reingresó en los replanteos de las políticas de asistencia de los “grupos vulnerables” o “en situación de riesgo”, definiciones que hoy incluyen a la población en condiciones de pobreza y con NBI. La familia volvió a ser una alternativa en la búsqueda de acción ante la problemática de los nuevos tiempos: la pobreza y sus derivaciones, cuando el Estado se hizo insolvente. Esto es que la política social es reducida a una asistencia eventual que depende de la irregularidad de recursos extraordinarios y del rédito político de las intervenciones. El debate político cultural Desde la ruptura generacional de la década de 1960 y por parte de las corrientes feministas, se confrontan posiciones acerca de las relaciones de género, las obligaciones paternas y maternas, el control de la fertilidad, el aborto etc. Para el pensamiento mas tradicionalista la familia es el ámbito sagrado a preservar, y por su parte algunas corrientes políticas y del feminismo encontraron en ella el huevo de la serpiente, del autoritarismo o de la dominación sobre las mujeres. En un contexto de pronunciados cambios sociales se debate en torno de la familia, siendo las relaciones de género el núcleo de este debate. Cuestión paradójica, pues las necesidades de la reproducción empujan a hipotetizar a favor de una estrategia de fortalecimientos de lazos familiares. Por otra parte, históricamente se vincula a la mujer con la función de estabilización y ordenamiento familiar. En cuanto al papel de las mujeres, su constitución como sujeto histórico ha significado el mas fuerte impacto en el campo político cultural en general y en la desestabilización de las relaciones de la desigualdad entre los géneros, en la vida familiar. La brasileña Quartim de Moraes, delinea los contornos de lo que para ella son los modelos contrapuestos de reorganización de la vida privada: uno, la procreación es la razón del matrimonio y da forma a la familia tradicional y el segundo excluye la descendencia y el objeto es únicamente la pareja igualitaria, conformada por individuos estrictamente autocentrados. La familia como objeto de conocimiento I) Hasta la década de 1970 las disciplinas del campo social no se habían ocupado demasiado de la familia, al estar mas atentas a los procesos de orden macro. La crisis del sistema capitalista a nivel mundial que arrasó América Latina, las dictaduras etc., condujeron a preguntas para las que no eran suficientes las respuestas macro estructurales. Entre otras cuestiones, ¿como se sostiene la reproducción de los sectores sociales mas pobres?, esas masas marginales que entran y salen de la producción moderna y no tienen posibilidad de acceder a los sistemas de seguridad social. Eso llevó a poner atención en las familias y en las redes de parentesco y dio lugar a una producción académica en torno de la cuestión de las estrategias de supervivencia, en cuya configuración la unidad familiar es central. II) La configuración del feminismo como movimiento político fue otro campo fértil para el desarrollo de las investigaciones sobre la familia. El campo académico reconoce y legitima hoy, la producción de investigadoras feministas en el “estado del conocimiento”, sobre la economía informal, y el papel en ella de las unidades domésticas, el trabajo (doméstico y extradoméstico) de las mujeres en las estrategias familiares de vida y demás cuestiones implicadas. El crecimiento de la pobreza, el desempleo y la desprotección social, hicieron ineludible a la familia como foco de intervención de planes y programas sociales. III) Como resultado hoy se cuenta con un cúmulo de información y de estudios que dan cuenta de la orientación de los cambios acaecidos en la orientación doméstica, las relaciones entre los géneros y las expectativas acerca de la vida familiar. Los cambios de mayor significación se refieren a: Composición de los hogares: La inmensa mayoría están conformados por grupos familiares. Se registra un sostenido aumento de la nuclearización en detrimento de los hogares que reúnen a “otros familiares”. Vigencia de los lazos parentales en la configuración de las estrategias de la vida de las familias, en sectores sociales en condiciones de pobreza. Nupcialidad, separaciones y divorcios: Reducción en las tasas brutas de nupcialidad. Esto no significa un signo de modernización, ya que la mayor parte de la disminución se da en regiones en las que históricamente son mas habituales las uniones consensuales en los sectores populares. Las separaciones y divorcios son fenómenos difíciles de dimensionar. En primer lugar porque la condición de separado/a no siempre es informada cuando se responden preguntas sobre estado civil. Tamaño de la familia: En nuestro país las tasas de fecundidad tienen un ritmo decreciente desde fines del siglo XIX. Sin embargo pueden reconocerse marcadas diferencias regionales y por grupos sociales, en los comportamientos reproductivos. Escolarización y trabajo remunerado de las mujeres: Los cambios más drásticos corresponden a la educación de las mujeres. La matrícula femenina de la UBA pasó del 34% en 1968 al 51% el 1988 y son mas las egresadas que los egresados. Es sabido que las tasas de actividad femenina han aumentado progresivamente. Sin embargo si se las compara con los niveles de educación alcanzado por las mujeres, éstas no parecen guardar estrecha proporcionalidad. Las mujeres que logran ingresos altos, son aquellas que tienen también nivel alto de educación. Contrariamente, los bajos ingresos coinciden con niveles bajos de educación. La problemática de tensiones entre la vida familiar y el trabajo de las mujeres se reitera en los diferentes sectores de la sociedad. En la organización familiar las mujeres siguen siendo las responsables últimas del trabajo doméstico, aunque su ingreso sea indispensable en la provisión del hogar. Los varones por su parte, no pasaron de “ayudar” en este trabajo, su participación se da en una proporción mucho menor de la que se registra en términos de participación pública por parte de las mujeres. Retomando el debate El conjunto de indicadores y los diagnósticos aludidos, permiten pensar en el ámbito familiar de fin de siglo, como un ámbito potencialmente conflictivo. En su intimidad se procesan además, los problemas propios de una sociedad profundamente desigual, desentendida de la suerte de cada uno de los miembros, que vuelve a depender del grupo primario como último recurso de eventual solidaridad. El sentido de intimidad está hoy en revisión. Por un lado la vida familiar constituida en grupos cada vez mas pequeños se repliega sobre si misma, volviéndose mas privada. Simultáneamente, los medios de comunicación hacen posible la publicidad de la vida privada de los seres anónimos que abren su intimidad al público de los medios, que ahora puede opinar con legitimidad acerca de los conflictos privados. Las vecinas chismosas son ahora la opinión pública. Esta capacidad de opinión en cuestiones de la vida privada no es correlativa con una participación e incidencia idéntica en el ámbito político estatal. Aquí la “opinión pública” no es eficaz para modificar decisiones políticas de alcance colectivo. Las funciones del Estado se hacen cada vez mas “cuestiones técnicas”, que al ocultar su naturaleza política no admiten opiniones del lego. A la inversa, lo privado deviene en materia de opinión, y de mediación: del público en general, de los comunicadores sociales o de nuevas instancias de acuerdo o negociación. Se trate de madres que luchan por la tenencia de sus hijos, chicas embarazadas pertenecientes a un colegio secundario, todas mantienen su carga simbólica intacta. Una de ellas es la maternidad como instinto, vigente en las representaciones sociales acerca de los géneros. Comentarios finales En síntesis, la familia no es una institución ahistórica, es una forma en que organizamos nuestro mundo de vida más inmediato, sobre la base de valores que no son ajenos a las propuestas normativas que organizan los demás vínculos sociales. La experiencia de la vida familiar puede incluir relaciones de de subordinación y desigualdad, pero también de cooperación y solidaridad con base en la libertad y el respeto por la individualidad de cada una. La vida familiar es un espacio que compromete lo .más vital de lo humano, pero es un ámbito social y una construcción de la práctica social. Como cualquier otro espacio de interacción, es altamente conflictiva, pero simultáneamente se procesan allí transformaciones en las pautas de relación entre sus miembros, en dirección de una mayor igualdad y autonomía.