A Enrique Vallespí Pérez, hombre universitario. ÍNDICE Primera Parte. Introducción al Registro Arqueológico 1.1- Definiendo la Arqueología 1.1.a.- Concepto de Arqueología 1.1.b.- Arqueología y Arqueologías 1.2.- El registro arqueológico 1.2.a.- Definición y elementos 1.2.b.- Procesos de formación 1.2.c.- Clases de yacimientos 1.2.d.- Lecturas recomendadas Segunda Parte. El Reconocimiento Arqueológico del Territorio. 2.1.- Introducción. 2.2.- Prospección de superficie 2.2.a.- Introducción 2.2.b.- Selección del marco territorial de actuación 2.2.c.- Recopilación y valoración previa de la información 2.2.d.- Estrategia de cobertura y batida del terreno 2.2.e.- Condiciones de perceptibilidad del registro arqueológico 2.2.f.- Georreferenciación 2.2.g.- Registro de datos 2.2.h.- Un ejemplo de prospección temática: la prospección arqueometalúrgica 2.2.i.- La prospección a nivel semi-micro 2.2.j.- Lecturas recomendadas 2.3.- Fotografía aérea. 2.3.a.- Sinopsis histórica 2.3.b.- La metodología de la fotografía aérea (I). Objetivos 2.3.c.- La metodología de la fotografía aérea (II). Indicadores 2.3.d.- Lecturas recomendadas 2.4.- Teledetección. 2.4.a.- Sinopsis histórica 2.4.b.- Principios básicos 2.4.c.- Aplicaciones arqueológicas 2.4.d.- Lecturas recomendadas 2.5.- Prospección geofísica 2.5.a.- Introducción 2.5.b.- Sinopsis histórica 2.5.c.- Prospección eléctrica 2.5.d.- Prospección magnética 2.5.d.a.-Prospección magnetométríca 2.5.d.b.- Prospección de susceptibilidad magnética 2 2.5.e.- Prospección mediante georadar 2.5.f.- Lecturas recomendadas 2.6.- Prospección y Cartografía 2.6.a.- Mapas arqueológicos 2.6.b.- Aplicación arqueológica de los SIG 2.6.c.- Lecturas recomendadas 2.7.- Inventarios y cartas arqueológicas 2.7.a.- Introducción 2.7.b.- Sinopsis histórica: una perspectiva europea 2.7.c.- Sinopsis histórica: el caso de España 2.7.d.- Estructura de datos y contenidos 2.7.d.a.- La concepción del registro 2.7.d.b.- Estructura de datos 2.7.d.c.- Representación gráfica 2.7.d.d.- Estandarización 2.7.e.- La densidad del registro arqueológico 2.7.f.- La internacionalización de los inventarios 2.7.g.- Lecturas recomendadas Tercera Parte. Análisis e Interpretación Arqueológica del Territorio. 3.1.- Introducción. 3.2.- La propuesta de la Arqueología procesual: el análisis ecológico-cultural y espacial. 3.2.a.- Marco epistemológico 3.2.b.- El análisis ecológico-cultural 3.2.b.a.- Origen y consolidación 3.2.b.b.- Principios analíticos 3.2.b.c.- Aplicación arqueológica 3.2.b.d.- Lecturas recomendadas 3.2.c.- El análisis espacial 3.2.c.a.- Definición 3.2.c.b.- Análisis de captación de recursos 3.2.c.c.- Análisis de territorialidad teórica 3.2.c.d.- Análisis de intervisibilidad y cuenca visual 3.2.c.e.- Interpretación de límites y fronteras 3.2.c.f.- Lecturas recomendadas 3.3.- La propuesta de la Arqueología postprocesual: el análisis simbólico 3.3.a.- Referentes epistemológicos 3.3.b.- El paisaje: una nueva perspectiva 3.3.c.- Paisajes rituales en la Prehistoria europea: el megalitismo 3.3.d.- Lecturas recomendadas 3.4.- La Propuesta de la Teoría de los Sistemas Mundiales 3.4.a.- Referentes epistemológicos 3.4.b.- Aplicación arqueológica de la TSM 3 3.4.c.- Sistemas Mundiales en la Prehistoria europea: la Edad del Bronce 3.4.d.- Lecturas recomendadas Glosario. Referencias. 4 PRÓLOGO Si bien hasta la fecha no he tenido la oportunidad de conocer personalmente a L. García Sanjuán, al abordar el prólogo de esta obra me di cuenta enseguida de la existencia de un vínculo personal, hasta ahora secreto, que nos une, cual es el de la persona a quien está dedicada la obra: Enrique Vallespí Pérez. Este paleolitista bajoaragonés, adelantado en la prospección arqueológica, se encontraba en peregrinaje docente en los momentos en que estaba estudiando la entonces generalista carrera de Filosofía y Letras, especialidad de Geografía e Historia, en la Universidad de Zaragoza, pero las visitas puntuales a su tierra natal sirvieron para cimentar una larga amistad y conocer que no sólo desde la excavación se podía hacer Arqueología. Su peregrinaje por el norte peninsular lo alejó de la tierra que añoraba, pero encontró un impensable puerto, en su ya irrenunciable Sevilla, donde su magistral docencia ha sabido captar la admiración continua y el reconocimiento expreso de sus alumnos. Por ello, el calificativo que se le hace en la dedicatoria de «hombre universitario» marca el cordón umbilical existente en la gestación de este libro. También Sevilla fue destino de otro arqueólogo aragonés, Manuel Pellicer Catalán, cuya tesis doctoral inédita si bien tenía el título de La Cerámica Ibérica del Valle del Ebro, recogía el desarrollo de las prospecciones realizadas sobre los asentamientos ibéricos del valle medio del Ebro, cuyo único precedente se encontraba en los estudios pioneros realizados a principios del siglo XX por el grupo de eruditos locales que componía el Grupo del Boletín del Bajo Aragón. Cierto es que, en este investigador, su actividad posterior en las tierras andaluzas se centró en las excavaciones, pero dejó en sus artículos publicados en la revista Caesaraugusta un avance de sus resultados, entre ellos las prospecciones en el río Huerva, y con ellos una continuidad delegada para quienes en la década de los años 1970s empezábamos a realizar nuestras primeras investigaciones a partir de la prospección arqueológica, en mi caso con: El Valle Medio del Ebro en Época Ibérica. Contribución a su Estudio en los Ríos Huerva y Jiloca Medio (Institución Fernando El Católico, Zaragoza, 1980). Pero el objetivo perseguido en mi Tesis Doctoral era el análisis del territorio y, por lo tanto, superaba la mera acumulación de la información que solían desarrollar, por aquel entonces, los planteamientos positivistas. Este enfoque era deudor directo de las investigaciones anglosajonas surgidas o encauzadas en el núcleo interdisciplinar de Cambridge, sin duda el que más repercusiones ha tenido en los estudios del territorio: de la Geoarqueología de C. Vita-Finzi (The Mediterranean Valleys. Geological Changes in Historial Times, Cambridge University Press, 1969) de los enfoques ecológicos y económicos de E. S. Higgs (Papers in Economic Prehistory, Cambridge University Press, 1972), de la Geografía Locacional de P. Haggett (Locational Analysis in Human Geography, Edward Arnold Publishers Ltd., London, 1972) y de la Arqueología Espacial de I. Hodder & C. Orton (Spatial Analysis in Archaeology, Cambridge University Press, 1976) y D. L. Clarke (Spatial Archaeology, Academic Press, London, New York, San Francisco, 1977). 5 En el marco del Colegio Universitario de Teruel tuve la suerte de compartir mi primera docencia con J. L. Peña Monne y con él comprender las alteraciones geomorfológicas que sufren los yacimientos arqueológicos. El primer estudio realizado sobre el Cerro del Castillo de Alfambra apareció publicado en 1981 en la revista Kalathos, fue el primero y más convincente de nuestros trabajos conjuntos. Esta visión de la Geoarqueología se enriqueció con la obra de K. J. Butzer. Archaeology as Human Ecology, Cambridge University Press, 1982, traducida al castellano en 1989 por Ediciones Bellaterra. Recuerdo el congreso de Soria de 1981: Primeras Jornadas de Metodología de Investigación Prehistórica, Ministerio de Cultura, 1984, como el encuentro más trascendental para los nuevos planteamientos de la Arqueología española. Léase las contribuciones que se presentaron y se podrá comprobar que no existe exageración alguna en mi afirmación. Allí conocí por primera vez a muchos de los entonces noveles arqueólogos, entre ellos quiero destacar a A. Ruiz Rodríguez, con el que había realizado intercambio de nuestros primeros artículos. Por entonces era el único profesor interino de Prehistoria y Arqueología del Colegio Universitario de Jaén, dependiente de la Universidad de Granada, pero ya había marcado su enfoque en el estudio del poblamiento del Alto Guadalquivir durante la etapa ibérica. Planteamiento novedoso dentro del materialismo histórico, que generará una de las investigaciones más sólidas y estables en el estudio del territorio ibérico, convirtiendo la actual Universidad de Jaén en uno de los más consolidados centros de la Protohistoria Hispana. Tras una reunión infructuosa en Madrid, convoqué en Teruel en el año 1984 el primer Coloquio de Arqueología Espacial sobre el tema Distribución y Relaciones entre los Asentamientos. Después de veinte años sigo manteniendo que sin el aislamiento que en este lugar periférico ofrecía su Colegio Universitario y el Seminario de Arqueología y Etnología Turolense no se hubiera podido encauzar el apoyo económico de la Diputación General de Aragón y la Diputación Provincial de Teruel, ni mucho menos el enfoque dado a esta reunión sin ponencias encargadas. La total libertad en su organización me permitió plantear la realización de un verdadero sueño, que la reunión se alejara de los congresos en uso, en los cuales se empleaba más del noventa por ciento del tiempo a escuchar en silencio las comunicaciones que se presentaban. Pero, para celebrar un coloquio era preciso la publicación previa de las intervenciones y que los asistentes las tuvieran en sus manos con tiempo suficiente como para poder leerlas con antelación a la reunión y, de esta manera, conocer los temas que se presentaban para poder debatirlos. No hubo límites en la convocatoria, ni tampoco existía en aquel momento un comité científico que se responsabilizara de su aceptación, por lo que no me sentí con fuerza moral para denegar alguno de los trabajos presentados. Pensaba que las contribuciones rondarían entre la docena y la veintena, y podrían aparecer en un volumen, pero las 70 aportaciones anunciadas se concretaron en 62 con un total de 1083 páginas, y necesitaron cinco tomos para su publicación. Hubo un total de 270 asistentes, cuyos nombres aparecen en el sexto tomo donde se transcribieron todas las intervencio- 6 nes. Cabe decir que después de la experiencia en otros congresos en los que los autores solemos dilatar la entrega de los originales, convirtiendo en norma el incumplimiento de los tiempos comprometidos, en este coloquio y en los posteriores ha existido una entrega en el plazo marcado y, en consonancia, su publicación con anterioridad a la celebración de los mismos. El segundo se celebró en 1986 con el tema del Microespacio, el tercero en 1989 sobre Fronteras, el cuarto en 1993 sobre Procesos Postdeposicionales y el quinto en 1998 sobre Arqueología del Paisaje, momento a partir del cual la serie de Arqueología Espacial, que acogía estas publicaciones se convierte en revista periódica. De forma paralela y dentro de la Universidad de Verano de Teruel dirijo anualmente desde 1991 los Cursos de Arqueología Espacial, los catorce cursos impartidos hasta la fecha se centran en el tema de Prospección Arqueológica y Análisis del Territorio. La actividad hispana en la prospección arqueológica y análisis del territorio es ya tan amplia que considero que, hasta el presente, ya se puede hablar de tres generaciones científicas de investigadores, cada una con su propia manifestación pública a través de reuniones científicas organizadas por alguno de sus componentes. En el primer Coloquio de Arqueología Espacial se consolida la que considero como primera generación. Destaco, entre otros, al ya citado A. Ruiz Rodríguez, a E. Cerrillo Martín de Cáceres y a G. Ruiz Zapatero. Las diferentes referencias bibliográficas y comentarios existentes en este libro evitan un comentario de los mismos. La segunda generación tiene su primera presencia pública en el Seminario sobre Arqueología Espacial, celebrado en Lisboa y Tomar en 1988. Esta reunión, respondió a una invitación realizada por los colegas lusitanos L. Oosterbeek y A. Diegues. Personalmente me encargué de coordinar la colaboración hispana, invitando junto a los representantes de la citada primera generación a los entonces jóvenes investigadores cuyas publicaciones ya ofrecían el desarrollo de nuevos enfoques en este campo de la Arqueología, F. Nocete Calvo y F. Criado Boado. A diferencia de la primera generación, de carácter autodidacta, la segunda se ha formado dentro de un marco teórico consolidado. F. Nocete ha enriquecido el materialismo histórico de la escuela de Jaén con la aplicación de métodos matemáticos complejos como los análisis multivariantes desarrollados por el también jienense F. Contreras de la Universidad de Granada. Su tesis doctoral sobre la Edad del Bronce del territorio del alto Guadalquivir, publicada en esta Universidad en 1994 bajo el título La Formación del Estado en las Campiñas del Alto Guadalquivir, marca un hito en los enfoques del estudio del territorio, al modelo de discurso histórico realizado desde la prospección debe añadírsele su contribución en la definición de la UGA (Unidad Geomorfológica de Ubicación del Asentamiento) y su análisis a partir de diferentes parámetros. F. Criado, formado en el ámbito anglosajón, aplicó el enfoque estructuralista al megalitismo de su tierra gallega, mostrándonos la riqueza interpretativa del simbolismo en el paisaje. A este grupo debe unirse, por derecho propio, uno de los más fecundos arqueólogos hispanos en el campo de la teoría, J. Vicent García. Los tres firmaron de forma conjunta la Convocatoria para una Reunión de Arqueología Teórica, celebrada en Santiago de Compostela en 1992. Esta reunión, de la 7 que desconozco si existe publicación de las diferentes intervenciones, es conocida como RAT’92 y puede considerarse como la manifestación científica de esta segunda generación. Desgraciadamente la anunciada Segunda Reunión de Arqueología Teórica, cuya celebración estaba anunciada en Almería en el año 1993, nunca llegó a celebrarse. En esta generación, aunque sin relación con los anteriores, debe citarse a J. V. Picazo Millán, cuya tesis doctoral dirigí y cuya primera parte, La Edad del Bronce en el Sur del Sistema Ibérico Turolense, se publicó en el Seminario de Arqueología y Etnología Turolense en 1993. La tercera generación supone la consolidación de las diferentes estrategias de la prospección arqueológica en los estudios del territorio y su aplicación dentro de los diferentes marcos teóricos desarrollados en las dos generaciones anteriores. Las investigaciones sobre el territorio y la Arqueología del Paisaje van a adquirir un nuevo enfoque con la aplicación de las Nuevas Tecnologías Informáticas, especialmente los Sistemas de Información Geográfica (SIG) aplicados a la Arqueología. En este marco debe citarse a J. Baena Preysler. La publicación que coordina junto con C. Blasco y F. Quesada, Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid, 1997, puede considerarse pionera en este tema. A. Orejas Saco del Valle desarrolla su tesis doctoral, Estructura Social y Territorio. El Impacto Romano en la Cuenca Noroccidental del Duero, CSIC, Madrid, 1996, dentro del proyecto de investigación Zona Arqueológica de las Médulas (ZAM) encabezado por F. J. Sánchez Palencia y M.ª D. Fernández Posse. A. Orejas realiza también un avance previo: Del «Marco Geográfico» a la Arqueología del Paisaje, CSIC, Madrid, 1995. Sus actuaciones posteriores en la Arqueología del Territorio adquieren una proyección internacional al dirigir el grupo de investigación Estructura social y territorio, y desarrollar la acción G2 de la Comisión europea bajo el lema Paisajes Antiguos y Estructuras Rurales coordinando la publicación del Atlas Historique des Zones Minières d’Europe II, Direction Genérale de la Recherche, Luxemburgo, 2003 y, junto con M. Clavel-Lévêqu, el Atlas Historique des Cadastres d´Europe, Direction Genérale de la Recherche, Luxemburgo, 2002. En el territorio turolense he dirigido la tesis doctoral de E. J. Ibáñez González, Del Paisaje Rural Tradicional Al Protohistórico.Propuestas Metodológicas para el Análisis de la Dialéctica Hombre-Medio en el Sistema Ibérico Oriental, Teruel, 2002. En el ámbito gallego F. Criado dirige el Grupo de Investigación de Arqueología del Paisaje, al inicio dentro de la Universidad de Santiago de Compostela y en la actualidad en el laboratorio de Arqueología del Instituto de Estudios Galegos. El amplio equipo de trabajo del GIAP está llevando a cabo un amplio conjunto de publicaciones dentro de dos series: Trabajos en Arqueología del Paisaje (TAPA) y Criterios y Convenciones en Arqueología del Paisaje (CAPA). Entre los diferentes autores debe citarse a C. Parcero Oubiña, con su tesis doctoral: La Construcción del Paisaje Social en la Edad del Hierro del Noroeste Ibérico, Instituto de Estudios Galegos, Santiago de Compostela, 2002. A. Ruiz dirige en la Universidad de Jaén el Instituto de Estudios Ibéricos. Entre el también amplio grupo de jóvenes investigadores que aglutina se debe citar L. M.ª Gutiérrez Soler, con su tesis doctoral sobre El Oppidum de Giribaile, Jaén, 2002, donde analiza el territorio político de este núcleo ur- 8 bano. En el marco de la Universidad de Alicante se encuentra I. Grau Mira con su tesis doctoral: La Organización del Territorio en el Área Central de la Contestania Ibérica, Publicaciones Universidad de Alicante, 2002. Sus estudios posdoctorales en el ámbito anglosajón le han llevado a profundizar en el tema de los Sistemas de Información Geográfica aplicados a la Arqueología. Ha coordinado en esta Universidad en el año 2004 la reunión: Jornadas de Arqueología Territorios Antiguos y Nuevas Tecnologías. La Aplicación de los SIG en la Arqueología del Paisaje, que puede considerarse como el primer congreso de esta tercera generación. El autor de esta obra que prologo, L. García Sanjuán, se encuadra dentro de este último grupo. Tiene el mérito de haber desarrollado un libro de síntesis sobre la prospección arqueológica y el análisis del territorio, que no hemos sabido llevar a cabo los investigadores de las generaciones anteriores. El presente libro llena, pues, un vacío existente en la bibliografía española, donde se pueden encontrar numerosos artículos sobre la materia o aplicaciones concretas, como se recoge en cada capítulo y en el final de la obra. Tan sólo conozco dos compendios de trabajos hispanos sobre esta materia, la publicación en 1997 en Salobreñas bajo el título de La Prospección Arqueológica del II Encuentro de Arqueología y Patrimonio, celebrado en dicha localidad granadina en 1991, y el número monográfico dedicado a este tema en la revista Arqueología Espacial, n.º 24. En el ámbito francés debe citarse la obra dirigida por A. Ferdière, La Prospection. Collection Archéologiques, editions errance, París, 1998 y en el anglosajón las de D. Wheatley y M. Gillings, Spatial Technology and Archaeology. The Archaeological Applications of GIS, Taylor & Francis, 2002 y E. B. Banning, Archaeological Survey, Kluivert Academic, 2002. Nos encontramos, pues, ante un trabajo necesario para introducir a los nuevos alumnos en este campo de la Arqueología tan falto de visiones de conjunto. Como L. García Sanjuán indica, son numerosas las publicaciones a nivel mundial de metodología sobre las excavaciones arqueológicas, pero mínimas las que podemos encontrar sobre prospección. Cierto es que ambas estrategias de registro de la información son inseparables y sólo desarrollándolas conjuntamente se puede realizar una visión global de un territorio en el pasado, pero también es cierto que la prospección y la interpretación de los resultados para convertir la Arqueología en Historia precisa de la aplicación de una estrategia metodológica propia. FRANCISCO BURILLO MOZOTA Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel Seminario de Arqueología y Etnología Turolense Diciembre de 2004 9 INTRODUCCIÓN Este libro es un ensayo de síntesis, accesible para estudiantes no iniciados en la materia, de uno de los dominios de la Arqueología que mayor crecimiento y desarrollo ha experimentado en las últimas décadas. Durante su primer siglo de vida, la disciplina arqueológica estuvo ciertamente muy centrada en la excavación como ámbito y fuente de toda experiencia empírica. La exploración del territorio se concebía principalmente como medio para la identificación de yacimientos importantes, singulares o especiales en los que llevar a cabo las excavaciones de las que se obtendrían los datos necesarios para comprender el Pasado. Buena prueba de ello son los numerosos (y en muchos casos excelentes) manuales que existen de métodos y técnicas de excavación. Sin embargo, en los últimos 30 años, la excavación ha dejado de ser el principio y final del trabajo de campo arqueológico. La exploración sistemática del territorio previa a la excavación, o con total independencia de ella, se ha convertido en una tarea común y rutinaria, compuesta a su vez de técnicas diversas, a veces importadas de disciplinas muy dispares y diferentes de la Arqueología. Esta exploración o reconocimiento del territorio ha llegado a dominar la escena del trabajo de campo arqueológico en la actualidad, bien sea como instrumento de protección patrimonial (por ejemplo, para la confección de inventarios de yacimientos), bien sea como base a partir de la que analizar múltiples aspectos de la vida de las sociedades humanas (estrategias económicas, territorialidad, creencias religiosas, etc.). En este contexto, el alcance de la excavación como principio y final del trabajo arqueológico de campo se ha transformado para siempre. Este libro surge de la experiencia acumulada durante varios años dedicados a la docencia de los métodos y técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico del territorio en la Universidad de Sevilla. En el transcurso de esa experiencia he podido constatar que los estudiantes de Arqueología hispanohablantes carecían de una obra de referencia dedicada a esta materia, lo que suponía en la práctica una notable dificultad adicional para su aprendizaje. Hay varias razones por las que creo que esta obra introductoria era muy necesaria. Por una parte, el material disponible se encuentra publicado en una bibliografía bastante dispersa y a menudo poco accesible, en muchos casos en otras lenguas. Una síntesis actualizada, con una buena puesta al día de la literatura, concebida y dirigida para estudiantes, era bastante necesaria. Por otra parte, se trata de una materia de creciente complejidad conceptual y técnica en la que concurren conceptos de múltiples disciplinas, desde la Geografía hasta la Informática, pasando por la Geología, la Teledetección, la Geofísica, la Cartografía, la Antropología Cultural o incluso la Filosofía de la Ciencia, que no se ha beneficiado especialmente de la actual configuración de los estudios universitarios en España. En efecto, la evolución reciente de los estudios universitarios en nuestro país ha conducido a una situación en la que se ha cercenado casi por completo la formación geográfica de los estudiantes de Arqueología. Esto ha permitido la desafortunada aparición de importantes lagunas en la formación de los futuros practicantes de nuestra especialidad en temas tan cruciales como por ejemplo la 10 Cartografía (yo mismo he podido presenciar en múltiples ocasiones la desazón y el desconcierto con que muchos estudiantes abrían un mapa topográfico por primera vez en sus vidas). También por esta razón, por tanto, creo que desde hace unos años a esta parte se venía haciendo preciso un manual que abordase el tema desde una óptica generalista, siguiendo una estructura coherente con respecto a la realidad actual de la práctica arqueológica, e ilustrado y complementado con ejemplos y estudios de caso propios de la disciplina. La tercera y última razón que creo justifica un libro de esta naturaleza es la propia importancia que el reconocimiento y el análisis del territorio han adquirido dentro de la disciplina arqueológica en los últimos 30 años. Sea en el ámbito de la gestión y protección de bienes culturales, o en el de la investigación académica, el reconocimiento territorial se ha convertido en una actividad rutinaria de captura de información arqueológica. Es posible que hace 20 años estas prácticas estuvieran circunscritas a algunos proyectos más o menos privilegiados en lo económico o más o menos vanguardistas en lo metodológico, pero lo cierto es que, en la actualidad, cualquier licenciado o licenciada en Arqueología tiene muchas probabilidades de encontrarse manejando (o produciendo) información de esa naturaleza al poco de terminar sus estudios. Sin duda el futuro de la Arqueología como disciplina científica y como especialidad profesional tendrá mucha relación con el reconocimiento y análisis del territorio. La primera parte de este trabajo plantea una introducción al registro arqueológico, su naturaleza, sus elementos y categorías. El lector o lectora ya instruido en los fundamentos de la Arqueología puede saltarse tranquilamente esta parte, puesto que está explícitamente dirigida a quienes se acercan por primera vez al ámbito de nuestra disciplina. La segunda parte del libro trata del reconocimiento arqueológico del territorio, realizando un recorrido por la prospección de superficie, la fotografía aérea, la teledetección y la prospección geofísica, para luego discutir los principales productos directos de dicho reconocimiento: la cartografía arqueológica y los inventarios de yacimientos. Esta parte del libro tiene un perfil más bien técnico, con abundantes referencias a conceptos que las/los jóvenes estudiantes de Arqueología pueden parecer más propios de una materia de ciencias que de humanidades. Para bien o para mal, la Arqueología es una especialidad que encaja mal en la habitual división de ciencias vs. humanidades: nuestra disciplina es probablemente mejor descrita como un estudio de la sociedad humana a través de evidencias científicas, es decir, una mezcla de los dos campos. La tercera y última parte de este manual trata del análisis del territorio. En este caso la exposición se detiene bastante en la base teórica de la que han surgido las distintas sensibilidades o enfoques con que se ha abordado el tema. Hubiera sido realmente difícil abordar la explicación de la arqueología espacial sin tratar previamente la teoría ecológico-cultural, del mismo modo que resulta difícil interpretar el significado de la teoría de sistemas mundiales sin hacer una parada, siquiera breve, en los principios epistemológicos de la perspectiva marxista de la Historia. En esta 11 tercera parte me he apoyado en la explicación de un serie de ejemplos tomados de la Prehistoria Reciente europea que espero sirvan para ilustrar los conceptos teóricos al lector o lectora. Es preciso insistir en que esta parte del libro no versa sobre el análisis espacial en sentido laxo, sino, más restrictivamente, sobre el análisis territorial. Ello quiere decir que la teoría y las técnicas de análisis de distribuciones de artefactos y otras evidencias a nivel de yacimientos o estructuras individuales no son tratadas. Mi contacto directo con alumnos y alumnas durante varios años de docencia de esta materia me ha enseñado que una de las dificultades más importantes para asimilarla es el lenguaje técnico y especializado que la envuelve. Por ello, al final de este trabajo se incluye un glosario que pretende facilitar el estudio de los principales conceptos tratados a lo largo de la obra. Se trata de una lista de términos especializados, en una mayoría de casos de uso no exclusivo de nuestra disciplina, aunque sí de un carácter genéricamente técnico, para cuya confección me he ayudado ocasionalmente de alguno de los diccionarios de Prehistoria y Arqueología que se vienen publicando desde hace años. He procurado que los ejemplos utilizados para ilustrar los diferentes temas del libro sean representativos de la práctica arqueológica actual, y que muestren además la amplitud de situaciones geográficas, temporales y culturales con que trata nuestra disciplina. Posiblemente, no obstante, haya un cierto sesgo a lo largo del libro a favor de ejemplos y casos tomados de la Prehistoria Reciente europea. De hecho, los estudios de caso empleados para ilustrar los temas de los paisajes simbólicos (el megalitismo europeo) y la aplicación arqueológica de la teoría de sistemas mundiales (las sociedades europeas de la Edad del Bronce) se inscriben en ese contexto geográfico y temporal. Aunque ello no deja de reflejar ciertamente los personales intereses científicos del autor (y el lector debe disculparme por ello), creo que los dos ejemplos en sí son adecuados porque en ambos se han contrastado de forma muy ilustrativa planteamientos, teorías e interpretaciones que han hecho avanzar considerablemente el análisis territorial arqueológico en los últimos años. A la preparación y redacción de esta obra han contribuido muchas personas de muy diversas maneras, directa o indirectamente. De forma muy especial debo mostrar mi agradecimiento al profesor Víctor Hurtado Pérez, quien comenzó a impartir la asignatura de la que este libro deriva muchos años antes de yo me uniese a la tarea de su docencia. La estructura básica, enfoque y propósito de este libro, así como la compilación de material y experiencia en que se basa, le deben mucho. El Dr. Juan Vicent García, del Departamento de Prehistoria del CSIC, tuvo la extraordinaria gentileza de leer la totalidad del manuscrito y ofrecerme una serie de lúcidos e incisivos comentarios. Los profesores Ismael Vallejo Villalta, del Departamento de Geografía Física y Análisis Geográfico Regional y Angel Polvorinos del Río, del Departamento de Cristalografía, Mineralogía y Química Agrícola (ambos de la Universidad de Sevilla) tuvieron asimismo la amabilidad de leer distintos apartados del manuscrito, haciéndome una serie de oportunas recomendaciones y correccio- 12 nes con respecto a la utilización de algunos términos y conceptos. Otras personas que han contribuido con numerosas y valiosas opiniones y comentarios a los borradores iniciales del trabajo son Silvia Fernández Cacho, del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Mark Hunt, investigador del Instituto de Historia del CSIC y David Wheatley, profesor del Departamento de Arqueología de la Universidad de Southampton (Reino Unido). A todos los y las estudiantes que han cursado la asignatura de Técnicas y Tendencias en Prehistoria en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla entre los años 2000 y 2004 les debo agradecer las múltiples ideas, sugerencias y preguntas difíciles con que han enriquecido mi modesta comprensión del tema de este libro. Mi agradecimiento sincero también a José Luis García Valdivia, por la corrección de pruebas y la organización y diseño de varios elementos del aparato gráfico. Finalmente, debo mostrar mi reconocimiento al profesor S. J. Shennan por permitirme trabajar durante el caluroso verano de 2002 en la biblioteca del Institute of Archaeology del University College London, donde abordé las primeras páginas este trabajo (la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía me facilitó una beca con la que realizar dicha estancia londinense). Este libro se ha beneficiado grandemente del conocimiento y amabilidad que todas estas personas me han mostrado y prestado. Cualquier error u omisión que en él se encuentre será en cambio solo atribuible a mi entera responsabilidad. Sevilla, noviembre de 2003 13 LISTA DE TABLAS Tabla 1. El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en Arqueología. Tabla 2. Cartografía topográfica y temática de Andalucía. Tabla 3. Factores de perceptibilidad del registro arqueológico en la prospección de superficie. Tabla 4. Formatos de notación de coordenadas UTM frecuentes en Arqueología Tabla 5. Propiedades de resolución espacial y espectral de los sensores de las misiones Landsat. Tabla 6. Escalas espacio-temporales de representación y análisis. Tabla 7. Denominación y definición de entidades en algunos inventarios de yacimientos de Europa. Tabla 8. Densidades medias de yacimientos arqueológicos registradas en Europa Tabla 9. Iniciativas internacionales en la gestión de inventarios arqueológicos en Europa. Tabla 10. Principales propuestas epistemológicas para el análisis arqueológico del territorio Tabla 11. El continuo de incorporación de centros y periferias LISTA DE FIGURAS Figura 1. La Arqueología y las Arqueologías. Fuente: Elaboración propia. Figura 2. Ejemplo de estratigrafía arqueológica. Hospital de las Cinco Llagas (Sevilla). Fuente: Tabales Rodríguez y otros, 2003:98. Figura 3. Ejemplo de unidad estratigráfica horizontal. Pavimento de losas a espiga del siglo XVI d.n.e. del Hospital de las Cinco Llagas (Sevilla). Fuente: Tabales Rodríguez y otros, 2003:57. Figura 4. Ejemplo de unidad estratigráfica vertical negativa. Enterramiento colectivo excavado en la roca en el asentamiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla). Fuente: Colección particular del autor. Figura 5. Ejemplo de unidad estratigráfica vertical positiva: muro fenicio del Cabezo de San Pedro (Huelva). Fuente: Fernández Jurado, 1989:369. Figura 6. Ejemplo de clasificación morfométrica de artefactos cerámicos. Fuente: Contreras y otros, 1988:137. Figura 7. Artefacto de carácter ideotécnico. Figurilla votiva de Melkart-Reshef del santuario de Melkart de Cádiz. Fuente: Perdigones Moreno, 1992:77. Figura 8. El proceso cognitivo del registro arqueológico. Fuente: Elaboración propia. Figura 9. La formación del registro arqueológico: procesos geológicos de carácter físicomecánico: Fuente Wood y Johnson, 1978:357. Figura 10. La formación del registro arqueológico: procesos geológicos erosivos: Fuente Vita-Finzi, 1978:32. Figura 11. La formación del registro arqueológico: transgresiones y regresiones marinas: Fuente Vita-Finzi, 1978:30 Figura 12. La formación del registro arqueológico: procesos de bioturbación: Fuente Wood y Johnson, 1978:319. Figura 13. La formación del registro arqueológico: degradación diferencial de materiales constructivos de una vivienda. Fuente: Adaptado de Carandini, 1997:61. 14 Figura 14. La formación del registro arqueológico: degradación diferencial de materiales constructivos de una vivienda. Fuente: Colección particular del autor. Figura 15. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preservación de materia orgánica en ambiente helado. El Hombre de Hielo. Fuente: Spindler, 2001:82. Figura 16. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preservación de materia orgánica en ambiente húmedo. El Hombre de Grauballe. Fuente: Damm, 1988:57. Figura 17. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preservación de materia orgánica en ambiente húmedo. Hábitat palafítico de Cortaillod (Suiza), Bronce Final. Fuente: Egloff, 1989:72. Figura 18. Sitios arqueológicos de carácter habitacional. Ciudad romana de Miróbriga (Setúbal, Portugal). Fuente: AAVV, 2001:39 Figura 19. Sitios arqueológicos de carácter productivo. Espacio minero de Las Médulas (Ponferrada, León). Fuente: Sánchez-Palencia y otros, 1999:81. Figura 20. Sitios arqueológicos de carácter funerario. Cista de la necrópolis argárica de Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Fuente: AAVV, 2000:129. Figura 21. Sitios arqueológicos de carácter funerario y ritual. Llanura de Giza (Egipto). Fuente: David, 1980:45. Figura 22. Reserva funeraria de valor en el enterramiento de la Edad del Bronce de Hagenau (Regensburg, Alto Palatinado, Alemania). Fuente: Boos, 1999:106. Figura 23. Criterios de delimitación del área de prospección. Utilización de las hojas del MTN en el caso de las cartas arqueológicas de la provincia de Sevilla. Fuente: Amores y otros, 1997:132. Figura 24. Prospección de superficie: delimitación área. Zona afección embalse de Los Melonares (Sevilla). Fuente: García Sanjuán, 2003. Figura 25a. Prospección de superficie: toponimia. Grabado del XVII obra de Johan Picardt mostrando la raza de gigantes que construyó los monumentos megalíticos de los Países Bajos. Fuente: Moser, 1998:94. Figura 25b. Prospección de superficie: toponimia: Dolmen del Hoyo del Gigante (Morón de la Frontera, Sevilla). Fuente: Gil de los Reyes y otros, 1985:Figura 5. Figura 26. Prospección de superficie: estrategias de muestreo. A) Muestreo aleatorio de cuadrados. B) Muestreo sistemático de cuadrados. C) Muestreo aleatorio de transectos. D) Muestreo sistemático de transectos. Fuente: Fernández Martínez, 1985: Figuras 1 a 4. Figura 27. Influencia del tamaño de la unidad de muestreo en la probabilidad de descubrimiento de yacimientos mediante prospección de superficie: Fuente: Picazo Millán, 1993. Figura 28. Prospección de superficie: movimientos de cobertura en transectos paralelos (A y C) y ondulados (B) y con trayectos orientados a 45º con dos pasadas. Fuente: Banning, 2002:91. Figura 29. Prospección de superficie: movimientos de cobertura intensiva. Fuente: Ruiz Zapatero, 1983:16. Figura 30. Prospección de superficie: condiciones de alta visibilidad del registro. Fuente: Colección particular V. Hurtado Pérez. Figura 31. Prospección de superficie: condiciones de visibilidad intermedia del registro. Fuente: Colección particular del autor. Figura 32. Prospección de superficie: condiciones de baja visibilidad del registro. Fuente: Colección particular del autor. Figura 33. La georreferenciación en la prospección de superficie. Conceptos de longitud y latitud: Fuente: Joly, 1979:38. 15 Figura 34. La proyección UTM (1). Fuente: Elaboración propia. Figura 35. La proyección UTM (2). Fuente: Elaboración propia. Figura 36. La proyección UTM. Husos (28, 29, 30 y 31) y Franjas (T, S, R, Q) en la Península Ibérica y su entorno. Fuente: Rossignoli Just, 1876:152. Figura 37. Malla de hojas del MTN para la provincia de Sevilla y denominación de las hojas más occidentales. Fuente: Elaboración propia. Figura 38. Ejemplo de georreferenciación en la prospección de superficie. Ubicación del yacimiento cerro de la Alcornocosa (Encinasola, Huelva) en la hoja 875 (Jerez de los Caballeros) del MTN. Fuente: Elaboración propia. Figura 39. Ejemplo de georreferenciación en la prospección de superficie. Ubicación del yacimiento cerro de la Alcornocosa (Encinasola, Huelva) en la hoja 875 (Jerez de los Caballeros) del MTN. Detalle de la caja de declinación del reverso del mapa Fuente: Elaboración propia. Figura 40. La georreferenciación de la prospección de superficie. El Sistema de Posicionamiento Global (GPS). Fuente: Elaboración propia. Figura 41. Modelo de ficha de registro para prospección de superficie. La Carta Arqueológica de Aragón. Fuente: Burillo Mozota y otros, 1993:4. Figura 42. Prospección de superficie a nivel semi-micro en el asentamiento de la Edad del Cobre de La Pijotilla (Almendralejo, Badajoz). Densidad de fragmentos cerámicos. Fuente: Hurtado Pérez, 2000:126. Figura 43. Prospección de superficie a nivel semi-micro (Itálica, 1991). Distribución de prospectores. Fuente: Colección particular de V. Hurtado Pérez Figura 44. El propósito de la fotografía aérea: Fuente: Wilson, 1982:16. Figura 45. Obtención de fotografías aéreas verticales y oblicuas. Fuente: Piccarreta y Ceraudo, 2000:35. Figura 46. Obtención de fotografías aéreas oblicuas: cobertura del territorio. Fuente: Piccarreta y Ceraudo, 2000:35-36. Figura 47. Fotografía vertical del asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre, Huelva). Fuente: García Sanjuán, 2003. Figura 48. Fotografía oblicua del asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre, Huelva). Fuente: Colección particular V. Hurtado Pérez. Figura 49. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: Abadía de Kirkstead (Lincolnshire, Reino Unido). Fuente: Wilson, 1982:28. Figura 50. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: Abadía de Kirkstead (Lincolnshire, Reino Unido). Fuente: Wilson, 1982:28. Figura 51. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: unidades estratigráficas verticales positivas. Fuente: Wilson, 1982:55. Figura 52. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: unidades estratigráficas verticales negativas. Fuente: Wilson, 1982:55. Figura 53. Indicadores edáficos de la fotografía aérea Pajares (Osuna, Sevilla). Fuente: Didierjean, 1983:78. Figura 54. Indicadores edáficos de la fotografía aérea: vía romana Itálica-Onuba (Cerro de la Cabeza, Valencina de la Concepción, Sevilla). Fuente: Silliers, 1983:86 Figura 55. Teledetección: el espectro electromagnético. Fuente: Remote Sensing and Archaeological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado Julio 2003. Figura 56. Diagrama general de un sistema de teledetección espacial. Fuente: Rodríguez Alcalde, 1996:67. 16 Figura 57. Imagen TIMS (Thermal Infra-red Multispectral Scanner) de las calzadas prehistóricas del cañón del Chaco (Nuevo México, EEUU). Fuente: Remote Sensing and Archaeological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado Julio 2003. Figura 58. Imagen TIMS (Thermal Infra-red Multispectral Scanner) de las calzadas prehistóricas del cañón del Chaco (Nuevo México, EEUU). Fuente: Remote Sensing and Archaeological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado Julio 2003. Figura 59. Imagen radar del satélite SPOT del asentamiento galorromano de Bibracte (Borgoña, Francia). Fuente: S. Madry en “GIS and Remote Sensing for Archaeology in Burgundy (France).“ (http://www.informatics.org/france/sat.html) (Consultado Julio 2003). Figura 60. Diagrama de funcionamiento de un resistivímetro. Fuente: Clark, 1990:28. Figura 61. Prospección de resistividad eléctrica en la ciudad romana de Itálica (Santiponce, Sevilla). Detalle de la muralla C y el edificio K. Fuente: Rodríguez Hidalgo y otros, 1999:81. Figura 62. Resultados de la prospección eléctrica en la ciudad romana de Itálica (Santiponce, Sevilla). Fuente: Rodríguez Hidalgo y otros, 1999:82. Figura 63. Resultados de la prospección magnetométrica en asentamiento Menoken (Dakota del Norte, EEUU), siglo XIII d.n.e. Fuente: http://www.cast.uark.edu/~kkvamme/geop/geop.htm. (Consultado Julio 2003). Figura 64. Resultados de la prospección magnetométrica en asentamiento Menoken (Dakota del Norte, EEUUU), siglo XIII d.n.e. Fuente: http://www.cast.uark.edu/~kkvamme/geop/geop.htm. (Consultado Julio 2003). Figura 65. Prospección geofísica con geo-radar en Yamashiro Futagozuka (Japón). Sección tridimensional de una anomalía. Fuente: Conyers y Goodman, 1997: Lámina 6a. Figura 66. Prospección geofísica con geo-radar en Nyutabara (Japón). Serie de capas mostrando diversas anomalías en distintas profundidades. Fuente: Conyers y Goodman, 1997: Lámina 4. Figura 67. Respuesta de diferentes tipos de estructuras arqueológicas a diferentes métodos de prospección geofísica. Fuente: Clark, 1990:126. Figura 68. Interpretación de las curvas de nivel de un mapa topográfico. Fuente: Estébanez y Puyol, 1976:14. Figura 69. Cartografía arqueológica. Distribución de yacimientos sobre la hoja 917 (Aracena) del MTN. Fuente: Elaboración propia. Figura 70. Cartografía arqueológica. Distribución de yacimientos sobre versión digital de la hoja 917 (Aracena) del MTN con las curvas de nivel y la hidrología vectorizadas. Fuente: Elaboración propia Figura 71. Cartografía arqueológica. Localización de tres grandes poblados de la Edad del Cobre dentro de la provincia de Sevilla. Fuente: elaboración propia Figura 72. Cartografía arqueológica. Localización de tres grandes poblados de la Edad del Cobre dentro de la provincia de Sevilla. A) Valencina de la Concepción, B) El Gandul, C) Marinaleda. Fuente: Elaboración propia. Figura 73. Estructura de un SIG arqueológico. Fuente: Adaptado de Robinson, 1993:140. Figura 74. Estructura de un SIG arqueológico: ejemplo de territorio (provincia de Huelva) desagregado en capas. Fuente: Elaboración propia. Figura 75. Estructura de un SIG arqueológico: ejemplo de visualización múltiple en Arc View. Fuente: Elaboración propia. Figura 76. Estructura de un SIG: modelo de datos vectorial. Fuente: Bosque Sendra, 1992:56. 17 Figura 77. Estructura de un SIG: modelo de datos raster. Fuente: Bosque Sendra, 1992:65. Figura 78. Ubicación de yacimientos de la Edad del Bronce sobre un MDT de la cartografía 1:10.000 del ICA del entorno del embalse de Aracena (Huelva) con superposición de mosaico de ortofotos. Fuente: García Sanjuán, 2004. Figura 79. Ubicación de yacimientos arqueológicos sobre un MDT de la cartografía 1:10.000 del ICA de la zona de afección del embalse de Los Melonares (Sevilla). Fuente: García Sanjuán, 2004. Figura 80. Ubicación de yacimientos arqueológicos sobre un MDT de la cartografía 1:10.000 del ICA de la zona de afección del embalse de Los Melonares (Sevilla) y simulación de inundación máxima del embalse. Fuente: García Sanjuán, 2004. Figura 81a. Curvas de nivel de la micro-topografía del Dolmen de Palacio IV (Almadén de la Plata, Sevilla). Fuente: Elaboración propia. Figura 81b. MDT del Dolmen de Palacio IV (Almadén de la Plata, Sevilla). Fuente: Elaboración propia. Figura 81c. Topografía convencional del Dolmen de Palacio IV (Almadén de la Plata, Sevilla). Fuente: Elaboración propia Figura 82. Evolución cuantitativa del inventario francés de yacimientos arqueológicos (1978-1999). Fuente: Cottenceau y Hanois, 2002:176. Figura 83. El sistema ARQUEOS de gestión del inventario de yacimientos arqueológicos de Andalucía. Fuente: Fernández Cacho, 2002b:172. Figura 84. Encuesta Mundial de Inventarios Arqueológicos del Archaeological Sites Working Group del CIDOC (1998): Fuente: http://cidoc.natmus.dk/engelsk/menu.asp (Consultada Julio 2003) Figura 85. Densidad de entidades arqueológicas por municipio en Andalucía. Fuente: Fernández Cacho y otros, 2002:144. Figura 86. Densidad de yacimientos prehistóricos en Sierra Morena occidental: Fuente: Elaboración propia. Figura 87. Consulta espacial en línea del inventario de yacimientos arqueológicos de Dinamarca. Fuente: Hansen y Dam, 2002:192. Figura 88. Flujo de energía en un ecosistema humano. Fuente: Adaptado de Butzer, 1989:31. Figura 89. Evolución del paisaje vegetal en la depresión de Baza-Huéscar (Jaén) durante la prehistoria Reciente. Fuente: AAVV, 2000:49. Figura 90. Ejemplo de escala micro de análisis espacial. Cabaña-taller de puntas de flecha del Fortín 1 de Los Millares (Santa Fé de Mondújar, Almería). Fuente: Ramos Millán, 1998:24. Figura 91. Ejemplo de escala semi-micro de análisis espacial. Distribución de enterramientos en la necrópolis de la Edad del Bronce de La Traviesa (Almadén de la Plata, Sevilla). Fuente: García Sanjuán, 1998:161. Figura 92. Ejemplo de escala macro de análisis espacial. Distribución de asentamientos de la Edad del Cobre de Sierra Morena occidental con respecto a los recursos metalíferos. Fuente: García Sanjuán, 1999:244. Figura 93. Definición del ACR mediante círculos de radio fijo. El asentamiento iberorromano de El pontón de la Oliva (Patones de Abajo, Madrid). Fuente: Blasco Bosqued y Baena Preysler, 1997:226. Figura 94. Definición del ACR mediante líneas isocronas. Territorios de explotación de dos horas de las cuevas del Paleolítico Superior de Les Mallaetes y El Parpalló (Valencia). Fuente: Davidson y Bailey, 1984:39. 18 Figura 95. La valoración comparativa de la potencialidad agraria del suelo dentro del ACR en Calañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:109. Figura 96. La valoración comparativa de la potencialidad agraria del suelo dentro del ACR en Calañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:110. Figura 97. Teoría del Lugar Central según la propuesta de Christaller. Fuente: Elaboración propia Figura 98. Polígonos de Thiessen. Mapa de ciudades británico-romanas amuralladas del Sur de Inglaterra. Los arcos de círculos en línea discontinua muestran el territorio de las ciudades de rango principal Fuente: Hodder y Orton, 1976:59. Figura 99. Polígonos de Thiessen. Proceso de saturación del territorio de una llanura aluvial como consecuencia del crecimiento demográfico. A) Asentamientos dispersos y sin fronteras comunes. B) Asentamientos agrupados y con fronteras comunes, manteniendo su territorio tradicional. C) Empaquetamiento del territorio con formación de territorios hexagonales, agotamiento del suelo disponible y universalización de fronteras comunes. C) Saturación del territorio y disminución drástica del territorio disponible para cada asentamiento. Fuente: Haggett, 1976:67. Figura 100. Polígonos de Thiessen. Alternativa al problema de los márgenes. Fuente: Elaboración propia. Figura 101. Modelo X-Tent. Fuente: Elaboración propia Figura 102. Análisis SIG de pendientes de las hojas 918-12 y 918-22 (entorno del embalse de Aracena, Huelva) de la cartografía 1:10.000 del ICA. A) MDT. B) Mapa general de pendientes. C) Mapa de pendientes por encima y por debajo del 12%. Fuente: Elaboración propia. Figura 103. Hipótesis de trazado del acueducto romano de Cádiz en base a la pendiente: Fuente: Roldán Gómez y otros, 1997:267 Figura 104. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:115. Figura 105. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994: 115. Figura 106. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:149. Figura 107. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante representación raster del terreno. Fuente: Wheatley y Gillings, 2002:205. Figura 108a. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante representación raster del terreno. El Caso de Peel Gap´s Tower, en la muralla de Adriano (Northumbria, Reino Unido). Fuente: Gillings y Goodrick, 1996. Figura 108b. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante representación raster del terreno. El Caso de Peel Gap´s Tower, en la muralla de Adriano (Northumbria, Reino Unido). Fuente: Gillings y Goodrick, 1996. Figura 109. Cuenca visual total. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante representación raster del terreno. Fuente: Llobera, 2003:35 Figura 110. Pautas móviles de territorialidad de cazadores y recolectores. A) Circular Anual, B) Circular, estacional y multianual, C) Pulsatorio estacional. Fuente: Butzer, 1989:229. Figura 111. Pauta jerarquizada de territorialidad de una sociedad campesina sedentaria. Fuente: Elaboración propia. Figura 112. Asentamientos cerrados. Nuraga de Su Nuraxi di Barumini (Cerdeña). Fuente: Lilliu y Zucca, 1999:85. 19 Figura 113. Paisajes cerrados. Parcelaciones agrarias de la Edad del Bronce en Dorset (Reino Unido). Fuente: Coles y Harding, 1979:247. Figura 114. Patrones fronterizos. Fuente: Ruíz Rodríguez y Molinos Molinos, 1989:124. Figura 115. Significado simbólico de las distintas partes de un asentamiento Batammaliba (Togo). Fuente: Blier, 1987 (recogida en Tilley, 1999: Figura 2.2). Figura 116. La tensión entre lo visible y lo oculto en el megalitismo europeo. El sepulcro megalítico de Maes Howe (Islas Orcadas, Reino Unido). Fuente: Richards, 1996:196. Figura 117. La tensión perspectiva/secuencia en el megalitismo europeo. Henge neolítico de Cairnapple (Escocia, Reino Unido). Fuente: Barclay, 1998:29. Figura 118. La tensión perspectiva/secuencia en el megalitismo europeo. El paisaje ritual de Stonehenge (Wiltshire, Reino Unido) entre el Neolítico y la Edad del Bronce. A) Neolítico Medio a Final. B) Neolítico Final a Edad del Bronce Antiguo. Fuente: Parker Pearson y Ramilisonina, 317-318. Figura 119. La tensión perspectiva/secuencia en la Prehistoria europea. El escenario de los henges británicos. Fuente: Bradley, 1998c:125. Figura 120. La tensión perspectiva/secuencia en la Prehistoria europea. Petroglifos del Neolítico y la Edad del Bronce en Leiro (La Coruña, Galicia). Fuente: Bradley, 1998c:253. Figura 121. Los monumentos megalíticos como metáfora de la naturaleza. Formaciones graníticas naturales y dólmenes en Cornualles (Reino Unido). A) Herman Tor. B) Tumba megalítica de Chun Quoit. Fuente: Bradley, 1998a:16-17. Figura 122. Los monumentos megalíticos como metáfora de la naturaleza. Pauta de orientación astronómica de los monumentos megalíticos ibéricos. Fuente: Elaboración propia sobre datos de M. Hoskin Figura 123. Posición topográfica de los monumentos megalíticos en Galicia. Fuente: Criado Boado y Fábregas Valcarce, 1989:686. Figura 124. Efecto visual de la selección de rocas del túmulo del monumento 7 de la necrópolis de Alcalar (Portugal). Fuente: Colección particular del autor. Figura 125. La temporalidad de los monumentos megalíticos. Cronología de los depósitos funerarios secundarios dentro de 144 megalitos excavados desde 1945 en MecklenburgoVorpommerania. Fuente: Holtorf, 1998:29. Figura 126. Relaciones centro-periferia de un estado tributario débil. Fuente: Gailey y Patterson, 1988:83. Figura 127. Relaciones centro-periferia de un estado tributario fuerte. Fuente: Gailey y Patterson, 1988:84. Figura 128. Relaciones centro-periferia en la Europa de la Edad del Bronce Final. Fuente: Kristiansen, 1998:95. Figura 129. Influencia de las relaciones comerciales centro-periferia en las pautas de organización social, económica y ritual de las comunidades nórdicas en la Edad del Bronce. Fuente: Kristiansen, 1998:74. Figura 130. Niveles de complejidad socio-política en la Europa de la Edad del Bronce (c. 1800-1300 a.n.e./2250-1600 A.N.E.). Fuente: Elaboración propia a partir de Lull y otros, 1992:134. 20 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 1.1.- Definiendo la Arqueología. 1.1.a.- Concepto de Arqueología. a) Una definición de Arqueología sucinta la presentaría como la disciplina que persigue la inferencia e interpretación de las pautas de comportamiento humano a partir de sus residuos materiales. Dos elementos principales configuran esta definición: el estudio del comportamiento humano, y el carácter material de las evidencias utilizadas. El énfasis en el origen humano (directo o indirecto) de los residuos materiales que conforman el registro empírico de la Arqueología delimita el umbral cronológico más allá del cual (es decir, con mayor antigüedad de la cual) generalmente dejaríamos de hablar de investigación arqueológica (y de registro arqueológico por extensión) y comenzaríamos a hablar más bien de investigación paleontológica (y por consiguiente registro paleontológico). Los yacimientos donde se encuentran restos fósiles de especies pre-homínidas (anteriores a c. 2,5 millones de años en las regiones africanas donde comienza el proceso de hominización) no forman parte del dominio de la Arqueología, sino de la Paleontología. La Paleontología comparte con la Arqueología numerosos aspectos metodológicos (sistemas de observación y registro de datos en el campo, técnicas de análisis de datos) e incluso algunos modelos teóricos. Pero también existen importantes diferencias: la primera trata con ambientes estrictamente naturales o biológicos, mientras que la segunda trata con ambientes bio-ecológicos, pero también antrópicos*. No es, por tanto, casualidad que la Paleontología se enseñe en las facultades y departamentos de Geología mientras que la Arqueología está integrada en el mismo ámbito académico que la Antropología (en Norteamérica y Suramérica) o que la Historia (en Europa). El segundo elemento distintivo de la definición de Arqueología propuesta es el carácter material de las evidencias que utiliza para leer el Pasado humano (sea este Pasado de carácter Prehistórico o Histórico). En efecto, la Arqueología se centra en la reconstrucción del comportamiento humano a partir de los restos físicos que toda actividad de nuestra especie genera, aunque cabría establecer una matización con respecto al carácter directo o indirecto de esos restos. Los residuos directos son aquellos dejados en la litosfera como resultado inmediato de la acción humana, sea espontáneamente (es decir, no premeditadamente, como ocurre con las basuras, ruinas o asentamientos abandonados), o en forma de depósitos concebidos como tales (enterramientos, ofrendas, almacenes). Los residuos indirectos son aquellos que se producen como resultado secundario de la actividad humana. Por ejemplo, desde el Neolítico, las actividades humanas de clareo y desforestación de bosques para la práctica de la agricultura han generado importantes procesos de erosión y arrastre de suelos, ocasionando a veces el transporte y acumulación de materiales sedimentarios a cierta distancia de su localización original. Estos sedimentos, por tanto, son también testimonio material (aunque indirecto) de una actividad humana, y su 1 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán estudio puede tener una gran importancia en el análisis e interpretación de la evolución de los paisajes. La Arqueología mira al Pasado a partir de los fragmentos de actividad y comportamiento cultural que los seres humanos dejan allá por donde pasan y una buena parte de los cuales acaban depositándose en el subsuelo, llegando a formar parte de la litosfera. La experiencia de varios años de docencia en esta materia nos sugiere que para introducirnos en la naturaleza y propósito de la Arqueología es bastante útil comenzar por una reflexión en torno las relaciones entre la Arqueología, la Historia y la Antropología. Existen importantes diferencias entre las reconstrucciones del Pasado humano proporcionadas por estas tres grandes disciplinas Las evidencias de carácter documental, textual o escrito forman parte del dominio de estudio de la Historia, mientras que el estudio de las sociedades humanas precapitalistas y/o primitivas (es decir, de su Presente y de su Pasado) a través de informantes vivos correspondería al dominio de la Etnografía y la Antropología. La Etnografía cuenta con los testimonios orales (que pueden ser proporcionados directamente por los propios informantes) y parte de la observación de los individuos de sociedades primitivas (por ejemplo, prehistóricas) todavía vivas. La Historia (a través de la archivística, la paleografía y diversas otras especialidades) interpreta el Pasado a través del legado de documentos escritos que algunas sociedades han generado, en grandes cantidades en tiempos relativamente recientes. Arqueología, Historia y Etnografía representan tres formas de leer o interpretar el Pasado bastante diferentes, aunque por supuesto complementarias; las tres se necesitan mutuamente puesto que, en realidad, todas tienen una finalidad común: la comprensión de la sociedad humana. Ni que decir tiene que Arqueología, Antropología e Historia son solo artificios académicos creados por la sociedad actual para una más eficaz y mejor comprensión del Pasado y del Presente de la humanidad. Pero también lo son la Sociología, la Geografía, la Economía, la Física, la Química, la Biología, la Psicología y todas las muchas otras especialidades que nos ayudan a entender mejor la vida humana presente y pasada. b) La cuestión de la relación epistemológica entre Arqueología e Historia constituye un problema sobre el que se ha escrito bastante y que es conveniente discutir a título al menos introductorio en la primera parte de este libro. Como ya se ha señalado, Arqueología e Historia tienen un mismo objeto de estudio: la sociedad humana pasada. Sin embargo, dada la diferente naturaleza del registro empírico sobre el que operan, sus procedimientos y metodologías son muy diferentes, lo cual a su vez provoca que ambas produzcan reconstrucciones fundamentalmente distintas del Pasado. Gracias a la base archivística y documental sobre la que se erige, la Historia posibilita reconstrucciones del Pasado de gran detalle factual en cuanto a los procesos (sociales, económicos, políticos), de gran densidad biográfica y genealógica (es 2 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán decir, con individuos, comunidades y pueblos de identidad reconocible), y donde las percepciones y experiencias individuales y subjetivas de los protagonistas se transforman en un fuerte componente interpretativo. El principal handicap de la reconstrucción histórica del Pasado es su limitación espaciotemporal: los sistemas textuales de registro de la información son una rara (y reciente) excepción en la evolución de la mayoría de las sociedades humanas. En realidad, ni siquiera en aquellos focos del planeta donde la escritura surgió de forma más precoz, las lecturas de carácter histórico del Pasado podrían extenderse hasta los orígenes de los registros textuales epigráficos, ya que éstos son únicamente comprensibles insertos en el registro arqueológico del que forman parte inseparable. No existe una lectura posible del registro epigráfico independientemente del contexto arqueológico, al contrario de lo que algunos filólogos han propuesto (Lloyd, 1986:43), siguiendo una postura que aún domina una parte de la Historia Antigua como especialidad académica (Dyson, 1989; 1993; Snodgrass, 1985). En otras palabras, son pocas las sociedades y corto el tiempo del Pasado humano para las que es posible intentar una reconstrucción de carácter histórico. La Arqueología por su parte posibilita reconstrucciones de cierto detalle factual en relación con los procesos económicos, sociales y políticos, pero que ni de lejos se acerca al potencial y la precisión de las series de datos (mensuales, anuales) sobre las que opera la Historia. La reconstrucción arqueológica del Pasado es además prácticamente a-biográfica y a-genealógica, ya que carece de fuentes de información precisas sobre las trayectorias específicas de individuos y comunidades. Igualmente, la Arqueología está poco equipada y preparada para entrar en la reconstrucción de las percepciones subjetivas de los hechos y procesos del Pasado por parte de sus agentes y protagonistas. A cambio de estas limitaciones, la Arqueología constituye la disciplina por excelencia para el estudio de las sociedades humanas en todo su desarrollo temporal, desde el origen de los primeros homínidos (en cuyo caso tiene un fuerte interfaz con la Paleontología y la Geología) hasta las sociedades históricas modernas y contemporáneas (en cuyo caso tiene una fuerte relación con la Historia), ya que todas las sociedades humanas han sido productoras de residuos materiales de un tipo u otro. Desde esta perspectiva, la Arqueología está bastante bien equipada para producir una teoría nomológica* de las sociedades humanas, dado su capacidad para el estudio de los procesos sociales y materiales de larga y muy larga duración (Watson, 1976:65). La fortaleza de la Arqueología como disciplina científica reside precisamente en su potencial nomológico, ya que la profundidad diacrónica y la extensión espacial del registro empírico sobre el que construye sus generalizaciones son mucho más amplias que las que sirven de base a la Historia. Desde el punto de vista de cualquier aproximación al Pasado que busque establecer las regularidades y tendencias profundas que subyacen bajo la evolución de las sociedades humanas, es imposible no constatar la limitación espaciotemporal del alcance de las reconstrucciones históricas (materia de siglos) frente a las reconstrucciones arqueológicas (materia de milenios y decenas de milenios). El interesante concepto long durée propuesto por el 3 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán historiador F. Braudel resulta poco verosímil en la diminuta escala temporal que abarca la Historia Moderna (apenas cuatrocientos años) y aún menos en la de la Historia Contemporánea. Sólo desde el análisis diacrónico del registro arqueológico es posible concebir el desarrollo de un auténtico análisis de la larga duración, de los grandes procesos y ciclos, y observar en esa escala macrotemporal la diversidad de causas, consecuencias y efectos de las acciones sociales humanas, de la interacción de las formaciones sociales en sus diferentes grados de complejidad y de su interacción con la naturaleza. La Arqueología cuenta con una segunda gran ventaja con respecto a la Historia, una ventaja que podríamos resumir como el carácter más democrático de las evidencias sobre las que opera. En efecto, la escritura surge entre las sociedades humanas como un instrumento de poder y de control social (fundamentalmente un mecanismo del Estado para el control y la contabilidad tributaria) y como tal se mantiene durante siglos. Es el poder, el Estado, el que controla los mecanismos burocráticos y administrativos de la sociedad, y por tanto el que controla también la producción de documentos escritos, por lo cual el abanico de temas y perspectivas reflejadas en dicha documentación reflejan inevitablemente los intereses del poder. Los campesinos de la Europa medieval y moderna no producían documentos escritos: en realidad ni siquiera sabían leer o escribir (nótese que la universalización de la tecnología de la lectura y la escritura es un fenómeno reciente y que apenas afecta a un porcentaje mínimo de la humanidad: un gran porcentaje de la población de los países pobres actuales es analfabeta). La reconstrucción histórica del Pasado está así expuesta a un importante sesgo potencial en favor de los temas y puntos de vista del poder del que emanó el registro documental que le sirve de base. El registro de residuos y depósitos materiales sobre el que opera la Arqueología es en cambio universal: los campesinos no producen escritura, pero sí producen residuos materiales que con el paso del tiempo se integran en la litosfera pasando a ser susceptibles de un estudio arqueológico. En este sentido, dentro de determinadas escuelas o durante determinados periodos de la evolución de la disciplina, la reconstrucción arqueológica del Pasado puede haber estado sesgada hacia el registro material de las élites del Pasado, que por su mayor monumentalidad y artisticidad han atraido un mayor interés de algunos investigadores e investigadoras (rasgo de inmadurez de una Arqueología todavía no suficientemente emancipada de sus orígenes anticuarios). Pero lo cierto es que el registro potencial de estudio arqueológico abarca a todas las clases sociales, etnias y grupos humanos habidos a lo largo de nuestro Pasado, sin excepción. Si los humildes y los desheredados que han poblado la Tierra durante miles de años de silenciosa opresión llegan a tener alguna vez una voz que testimonie su existencia, esa voz será sin duda la de la Arqueología. 1.1.b.- Arqueología y Arqueologías. Puesto que se ha establecido que la Arqueología tiene como objeto el estudio del comportamiento humano, la Arqueografía* sería entonces aquella parte de la 4 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Arqueología dedicada a la descripción de los elementos del registro arqueológico (fundamentalmente contextos, artefactos* y ecofactos*, según se discute en la sección siguiente) y sus relaciones físicas y materiales. Con frecuencia se ha dicho que la Arqueología practicada por el paradigma* histórico-cultural se desenvuelve únicamente en el nivel arqueográfico por su indecisión (o rechazo) a la hora de transformar las observaciones empíricas del registro material en interpretaciones sobre el comportamiento humano. Llegados a este punto quizás sea conveniente hace hincapié en que, como consecuencia de la fuerte complejización metodológica que ha experimentado en las últimas décadas, dentro de la Arqueología se han desarrollado actualmente una serie de áreas de trabajo que, no siendo objeto de interés didáctico específico dentro de esta obra, sí deben ser citadas y definidas por su ocasional relevancia dentro de algunos los temas tratados dentro de la misma. Estas especialidades tratan del estudio de diferentes segmentos del registro arqueológico y se aplican generalmente (pero no exclusivamente) a los resultados obtenidos mediante la excavación, ya que esta aporta información mucho más precisa sobre las relaciones contextuales entre depósitos estratigráficos* y conjuntos artefactuales (Figura 1). La primera de esta serie de especialidades de la Arqueología es la Arqueometría*, consistente en la aplicación de técnicas físico-químicas al análisis de materiales arqueológicos con dos fines principales, su caracterización y su datación absoluta. Por una parte, la Arqueometría sirve para caracterizar la composición (química, mineralógica, elemental, etc.) de los artefactos, obteniendo así información relativa a los procesos tecnológicos implicados en su producción y a la procedencia e intercambio de materias primas y productos. Esta parte de la Arqueometría ha supuesto un avance enorme en el estudio de los productos materiales humanos, que ha avanzado desde lo estrictamente morfológico-estilístico (las formas de los artefactos, sus decoraciones) hasta lo tecnológico y funcional. Por otra parte, la Arqueometría posibilita la datación absoluta de los restos arqueológicos a través de una serie de métodos desarrollados en la segunda mitad del siglo XX tales como el radiocarbono, la termoluminiscencia, el Potasio-Argón, Thorio-Uranio, hidratación de obsidiana, resonancia de spin electrónico o racemización de aminoácidos. Esta segunda rama de la Arqueometría ha permitido actualmente lo que hace 100 años era tan solo un sueño imposible para la Arqueología: que la ubicación en el tiempo de las evidencias materiales rescatadas del subsuelo dejase de ser un problema. O el problema, de hecho, ya que en su primera fase de desarrollo la Arqueología debió concentrar enormes esfuerzos en diseñar principios y procedimientos de ordenación temporal de los datos que en realidad nunca llegaron a resultar ni precisos ni satisfactorios. La segunda de las disciplinas arqueológicas que han adquirido gran prominencia en los últimos años es la Arqueobotánica*, consistente en la aplicación de principios y técnicas de estudio derivadas de la Biología al estudio de los restos botánicos encontrados en contextos arqueológicos. Estos restos botánicos son generalmente 5 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán clasificados según su tamaño en microrrestos (menores de 1 mm tales como polen, diatomeas y fitolitos), macrorrestos (mayores de 1 mm, tales como semillas y restos de madera, a menudo carbonizados) y otros restos (impresiones vegetales, tejidos elaborados con fibra vegetal, etc.). La Arqueobotánica es fundamental en los estudios paleoambientales (reconstrucción del clima y vegetación pasados) así como de la economía prehistórica, e incluye a su vez una serie de sub-especialidades tales como la Palinología* (estudio del polen), la Antracología* (estudio de carbones), y la Carpología* (estudio de semillas y frutos). Otro campo importante dentro de la Arqueobotánica es el de la Etnobotánica, que trata del estudio de las prácticas de manipulación y gestión de especies vegetales por parte de comunidades vivas que utilizan todavía tecnologías pre-industriales susceptibles de ser valoradas desde el punto de vista de las economías prehistóricas o antiguas. La Arqueozología* es la tercera de las áreas de especialización que se han conformado dentro de la Arqueología en las últimas cuatro décadas. También a caballo entre la Arqueología y la Biología, la Arqueozoología se encarga del estudio de los restos faunísticos encontrados en contextos arqueológicos, incluyendo animales domésticos y salvajes de cualquier tipo (mamíferos, aves, insectos, moluscos, etc.), y ha consolidado en una amplia literatura en los últimos años. Junto a la Arqueobotánica, la Arqueozoología constituye una pieza fundamental en los estudios de reconstrucción paleoambiental (climas y ecosistemas* del pasado) y de economía prehistórica. Finalmente, la Antropología Física (a veces referida como Bioarqueología) constituye la especialidad que trata del análisis e interpretación de restos orgánicos humanos de cualquier tipo procedentes de contextos arqueológicos. Estos restos orgánicos se presentan las más de las veces en forma de huesos más o menos destruidos por causas naturales (acidez del suelo) o como resultado de prácticas escatológicas* (por ejemplo la incineración de cadáveres), pero ocasionalmente, cuando las condiciones deposicionales y de preservación son las adecuadas, se presentan también en forma de momias (naturales o artificiales). De estas cuatro subdisciplinas de la Arqueología, probablemente la Antropología Física sea la decana, ya que comenzó a desarrollarse dentro del siglo XIX. En la actualidad esta especialidad, después de un largo periodo de perfeccionamiento y desarrollo, cuenta con una potente batería de técnicas y procedimientos para reconstruir diversos aspectos de la vida humana pasada a partir de los restos esqueléticos (aunque también de tejidos orgánicos no óseos cuando los hubiera), incluyendo los diagnósticos de sexo y edad (a partir de indicadores y coeficientes antropométricos y somatométricos), el diagnósticos de las patologías (y su impacto en una comunidad), así como el diagnóstico de las formas, estilos y condiciones de vida (incluyendo desde deformaciones óseas y corporales de tipo ritual, hasta enfermedades profesionales, pautas alimenticias, etc.). Más recientemente, los estudios de ADN antiguo han venido a añadir una prometedora dimensión a los estudios de Antropología Física aplicada a la Arqueología, posibilitando el establecimiento 6 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de relaciones filogenéticas (en el campo de la Paleontología Humana), de parentesco y filiaciones étnicas y grupales. Los estudios derivados de la Arqueometría, Arqueobotánica, Arqueozoología y Antropología Física, especializados en diversos segmentos y hallazgos concretos de ese complejo de residuos y depósitos que conocemos como registro arqueológico, son parte integrante de la Arqueología actual, y pueden ser llevados a cabo desde una óptica arqueográfica (descriptiva) o arqueológica (interpretativa). Es importante señalar que, en la literatura arqueológica pertinente para el tema de este libro, se pueden encontrar referencias a una multitud de Arqueologías que resultan altamente confusas por su insatisfactoria definición epistemológica, ya que en todos los casos se trata bien de campos (o tendencias, o incluso modas investigadoras) de estudio especializados en diversos temas, bien de aproximaciones derivadas de determinadas corrientes de pensamiento (teórico, epistemológico o filosófico), y no de subdisciplinas integrantes de la Arqueología como las comentadas anteriormente (ni mucho menos de disciplinas científicas completas caracterizables como tales). Ejemplos de algunas de estas Arqueologías temáticas son las conocidas como Arqueología de la muerte (estudio de los restos y conjuntos funerarios y su interpretación en clave de organización social), Arqueología experimental (realización de experimentos controlados para observar el funcionamiento de determinados procesos y fenómenos relevantes para el análisis del registro arqueológico), Arqueoastronomía (estudio de la dimensión astronómica de determinados monumentos y representaciones simbólicas prehistóricas), Arqueología espacial (análisis de la dimensión espacial del registro arqueológico e interpretación de las pautas de comportamiento espacial de las sociedades del Pasado) o Etnoarqueología (análisis arqueológico de comunidades humanas vivas), por solo citar unos pocos. Naturalmente sería absurdo negar la existencia de estas denominaciones o el hecho de que muchos practicantes de la disciplina las emplean. Sin embargo, desde la perspectiva asumida en este libro, aquellas no constituyen disciplinas separadas de la Arqueología, sino campos de especialización dentro de la misma y que por tanto en lugar de Arqueología de la muerte se hablará de estudio arqueológico de las costumbres funerarias, o que, en lugar de Arqueología espacial, se utilizará la expresión análisis espacial arqueológico. Por otra parte, ejemplo de las Arqueologías teóricas son la Arqueología procesual, la Arqueología postprocesual, la Arqueología simbólica, la Arqueología social, etc. Todas ellas responden a planteamientos disciplinares que enfatizan unas u otras agendas teóricas, es decir tendencias relativas al estatuto científico y filosófico de la Arqueología dentro de la Ciencia Social, prioridades en la interpretación de la causalidad del cambio social y cultural a lo largo de la Prehistoria y la Historia, prioridades en los problemas a tratar, etc. Es cierto que las diferencias de enfoque y definición de los propios principios y objetivos disciplinares entre algunas de 7 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán estas corrientes son enormes. Sin embargo, dado que este libro no contempla un tratamiento en profundidad de problemas de teoría* y epistemología* arqueológicas más allá de lo pertinente para el tratamiento del tema del reconocimiento y análisis del territorio, dichas corrientes serán tratadas y presentadas como enfoques dentro de una disciplina única, la Arqueología, y no desde luego como una multiplicidad de Arqueologías. La proliferación de este tipo de expresiones y denominaciones en la bibliografía arqueológica se explica por la juventud e inmadurez de la disciplina arqueológica, que ha venido experimentado en la segunda mitad del siglo XX una impresionante serie de cambios y transformaciones metodológicas y técnicas a través de la influencia de otras disciplinas científicas con las que se ha relacionado estrechamente. De hecho, puede decirse que hace apenas tres décadas que el estatuto epistemológico de la Arqueología ha comenzado a asentarse, mostrando su verdadera complejidad metodológica y alcance téorico-interpretativo. Cabría decir de paso que este avance disciplinar ha sido incluso demasiado rápido para muchos practicantes de la disciplina, que se han visto inevitablemente desbordados por la envergadura y magnitud del cambio. 1.2.- El registro arqueológico. 1.2.a.- Definición y elementos. El concepto de registro arqueológico es bastante laxo: hace referencia al conjunto de vestigios materiales directos e indirectos derivados de la vida humana en todos los tiempos. Para ser prácticos sería preciso excluir de esos vestigios materiales los documentos y textos escritos, que forman parte más del registro histórico que del arqueológico. Intentando ir algo más allá de esa vaga noción de registro, un concepto fundamental para abordar el tema del reconocimiento y análisis arqueológico del territorio es el de yacimiento. ¿Qué es un yacimiento arqueológico? a) Sin numerosas, y no siempre perfectamente congruentes, las definiciones de yacimiento arqueológico publicadas en la literatura especializada. Para David Clarke, un yacimiento es “… una localización geográfica que contiene un conjunto articulado de actividades humanas o sus consecuencias y a menudo un conjunto de estructuras asociadas; los yacimientos pueden ser asentamientos domésticos, centros ceremoniales, cementerios, complejos industriales o campamentos temporales” (Clarke, 1977:11). La definición de Clarke es bastante acertada y realista, ya que hace referencia al carácter articulado de los vestigios que integran el yacimiento, proponiendo un esbozo de clasificación funcional de los mismos (un tema de enorme importancia para el análisis arqueológico del territorio y al que se dedicará más atención más adelante). Sin embargo, esta definición tiene el inconveniente de que entiende el yacimiento como un “conjunto de actividades humanas” cuando realmente sería más exacto concebirlo como un “conjunto de vestigios o expresiones materiales de actividades humanas”. Ya se ha establecido que la materialidad 8 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de la evidencia es lo que define más apropiadamente a la Arqueología como disciplina. Para el geoarqueólogo K. Butzer un yacimiento arqueológico puede definirse de forma sencilla como “…el registro tangible de un lugar de actividad humana en el pasado” (Butzer, 1982:221). Comparada con la definición de Clarke, la de Butzer enfatiza más expresamente el carácter tangible o material del registro y el carácter pasado de las actividades humanas que refleja, pero omite toda propuesta al carácter espacialmente delimitado de los yacimientos. El prehistoriador E. Higgs y el geólogo C. Vita-Finzi proponen por su parte una definición muy parecida a la de Butzer en la que el yacimiento es “… un lugar donde existe un depósito o conjunto de depósitos que contienen evidencia de actividad humana” (Higgs y Vita-Finzi, 1972:27). Su definición, sin embargo, no hace referencia expresa al carácter material de los vestigios, probablemente por que lo hayan dado por supuesto, aunque en realidad una virtud de las definiciones debe ser su precisión, y un archivos de legajos jurídicos del siglo XVIII d.n.e. puede ser considerado un “depósito de actividad humana” (posiblemente de actividad burocrática) aunque difícilmente podría ser inteterpretado como un yacimiento arqueológico. Para S. y F. Plog y W. Wait un yacimiento sería “una agregación de materiales culturales discreta (espacialmente delimitada, o al menos con variaciones perceptibles en la densidad de artefactos) y potencialmente interpretable (los materiales tienen la suficiente entidad como para ser interpretados en términos del comportamiento humano” (Plog y otros, 1978:389). Esta definición insiste correctamente en el carácter espacialmente delimitado del yacimiento y en la materialidad de los depósitos, aunque para sus autores, es preciso asimismo tener en cuenta la importancia de otras localizaciones arqueológicas no-yacimientos (non-sites), que son interpretables, pero no discretas. b) Tomando estas y otras definiciones como punto de partida, así como la noción de Arqueología esbozada en la sección anterior, la definición de yacimiento arqueológico seguida en este trabajo es la de una agrupación espacialmente definida y funcionalmente significativa de vestigios materiales de actividades humanas desarrolladas en el Pasado. La referencia al carácter material de los vestigios que conforman los yacimientos queda explicada por la propia esencia del registro arqueológico y de la Arqueología como disciplina. Por otra parte, se establece que un yacimiento se define por ser una agrupación de vestigios materiales espacialmente definida y funcionalmente significativa. Estos dos elementos de la definición no están exentos de problemas, por lo que requieren un cierto comentario. El yacimiento se delimita en el espacio por unos límites producto de una observación y una posterior decisión arqueológica. Como se ha dicho en repetidas ocasiones, existen actualmente regiones del mundo en las que prácticamente todo el paisaje que nos rodea es un artefacto derivado de la acción humana, y preñado por tanto de vestigios materiales de esa acción (Robinson, 1993:141). Para algunos 9 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán arqueólogos y arqueólogas, el acto intelectual de delimitar un espacio en cuyo interior reconocemos un yacimiento mientras que en su exterior no (oposición o delimitación binaria presencia/ausencia de materiales arqueológicos) comporta demasiada arbitrariedad: los límites de los yacimientos son muchas veces difíciles de establecer y a veces puede ser legítimo preguntarse si en realidad es conveniente establecerlos en absoluto. Efectivamente, la acumulación de sucesivas transformaciones en ciertas regiones de prolongada e intensiva presencia humana puede generar verdaderos palimpsestos de aterrazamientos para cultivos, canales de irrigación, modificaciones de los cursos de los ríos, grandes movimientos de tierras para trabajos de explotación minera y de cantería, apertura de vías de comunicación, parcelación de la tierra, construcción de asentamientos, aldeas, pueblos, ciudades y conurbaciones, deforestaciones masivas, etc. que hacen que la presencia de vestigios materiales de la actividad humana (es decir, aquello que distingue a la Arqueología como especialidad científica) sea continua. En cualquier caso, aunque este tema se ha discutido ampliamente en la literatura arqueológica (y como se verá en la sección dedicada a los inventarios arqueológicos* se han planteado diversas alternativas), lo cierto es que la mayoría de los practicantes de la disciplina siguen pensando que es útil proceder a dicho tipo de delimitaciones Otra exigencia de la definición de yacimiento arqueológico aquí planteada se refiere a su carácter funcionalmente significativo en relación con la forma de vida de la sociedad que produjo esa acumulación de residuos. Un recipiente cerámico prehistórico en la vitrina de un museo carece de asociaciones funcionalmente significativas respecto del modo de vida original en el que se integró (para empezar en la Prehistoria no existían vitrinas). Generalmente, los yacimientos arqueológicos se agrupan en grandes categorías funcionales según deriven de áreas de habitación (campamentos, aldeas, ciudades), de producción (minas, alfares, fábricas), de enterramiento u otras prácticas funerarias (necrópolis, tumbas, incineraciones) o espacios sagrados (santuarios, templos). Pero en realidad este tipo de gruesas clasificaciones funcionales deben ser relativizadas: es bastante frecuente que la gente viva y duerma en espacios utilizados para la producción, o que (inversamente) los espacios domésticos también sean utilizados como espacios productivos, como también lo es que se realicen actividades y funciones de carácter mágico-religioso en los lugares de habitación e incluso en los sitios de producción. En realidad, lo que la definición aquí seguida busca enfatizar es que los elementos del registro arqueológico adquieren significado respecto a la vida humana en tanto que asociaciones funcionalmente contextualizadas. Una diferencia fundamental entre la Arqueología científica y el anticuarismo es que la primera se interesa mucho por el contexto de los artefactos del Pasado mientras que la segunda se preocupa solo por los objetos en sí mismos. En cualquier caso, todas las definiciones son imperfectas: sobre todo cuando hacen referencia a realidades que utiliza mucha gente. Lo importante es entender que el 10 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán yacimiento es una parte (ciertamente importante) del registro arqueológico, es decir, existen vestigios materiales del comportamiento humano pasado a los que no resulta apropiado denominar yacimientos arqueológicos. Podría incluso decirse que el concepto de yacimiento constituye una forma de concebir el registro material del Pasado, pero no la única (en la sección 2.7.d.a. se discuten otras concepciones alternativas).Un buen ejemplo de evidencias materiales del Pasado que no se acomodan fácilmente a ninguna de las definiciones de yacimiento citadas anteriormente pueden ser las estelas prehistóricas con motivos grabados o pintados que aparecen aisladas en medio de parajes naturales, o los tesorillos de monedas romanas y medievales que aparecen en escondrijos naturales de donde sus dueños nunca llegaron a recuperarlos. Tales hallazgos carecen de asociaciones funcionales significativas inmediatas (están aislados); de hecho, en el caso del ejemplo de las estelas uno de los problemas tradicionales ha sido la interpretación de su función. Normalmente, tales vestigios naturales no reciben el nombre de yacimiento arqueológico en la literatura disciplinar. Es decir, el concepto de yacimiento encapsularía una parte del registro arqueológico, pero no la totalidad del mismo. Numerosos vestigios materiales que permiten estudiar la evolución de los paisajes (como los depósitos sedimentarios citados anteriormente y causados de forma indirecta por el ser humano), no se acomodan fácilmente a la noción de yacimiento. Tomemos otro ejemplo: la laguna de Las Madres es una excepcional turbera ubicada en sur de la provincia de Huelva donde se acumularon depósitos desde el Neolítico hasta nuestros días. Esa turbera fue objeto de un minucioso estudio arqueopolínico (Stevenson, 1985; Stevenson y Moore, 1988), que sirvió para establecer, mediante cuadros de polen y dataciones absolutas, la evolución del paisaje circundante en los últimos 6000 años. Sin duda ese cuadro de evolución paisajística reflejaba de muy diversas formas la actividad que los seres humanos habían desarrollado en el entorno durante todo ese tiempo (deforestación, introducción de especies vegetales alóctonas, incendios, etc) (Stevenson y Harrison, 1992), aunque dentro de la turbera no se encontró ningúno objeto manufacturado por el ser humano. Probablemente, por ello el sitio de Laguna de las Madres no se considera un yacimiento arqueológico puesto que no contiene vestigios materiales directamente derivados de actividad humana. Más bien se trataría de un depósito geológico susceptible de ser interpretado o confrontado en el contexto general de la actividad humana con los datos arqueológicos disponibles. c) Los elementos del registro arqueológico. El registro arqueológico integra elementos de origen fisiogénico (resultado de los procesos naturales de transporte y sedimentación de materiales geológicos en la superficie terrestre), antropogénico (artefactos creados por la mano humana) y biogénico (restos o productos de organismos vivos de cualquier tipo) (Butzer, 1989:76). Quizás una forma práctica de comprender (o explicar) el concepto de yacimiento arqueológico sea desagregándolo en sus clases de componentes fundamentales, que son tres, los contextos o unidades estratigráficas, los artefactos y los ecofactos. 11 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Los contextos o unidades estratigráficas constituyen la matriz deposicional del registro arqueológico y se componen por una parte de elementos constructivos (arquitectónicos) con sus materiales (adobe, piedra, cerámica, madera, etc.) más o menos destruidos, y por otra de sedimentos acumulados entre ellos por causa antrópica o natural (Figura 2). Estos elementos se acumulan de acuerdo con las pautas culturales de las comunidades que producen el registro arqueológico y también de acuerdo con las pautas geológicas de sedimentación (dinámicas hídricas, eólicas, etc.). El análisis estratigráfico seguido en la Arqueología contemporánea debe mucho a la sistematización conceptual y metodológica realizada por el británico Edward C. Harris, autor del trabajo Principles of Archaeological Stratigraphy (Principios de Estratigrafía Arqueológica, aparecido en 1979 y traducido al castellano en 1991), donde se sientan las bases del tratamiento moderno de las estratigrafías arqueológicas. En su origen, el análisis de la estratigrafía arqueológica deriva de la Geología, de la que toma los principios fundamentales de (i) superposición (los niveles superiores son más reciente y los inferiores más antiguos), (ii) horizontalidad original (los estratos formados bajo el agua tienen una disposición horizontal), (iii) e identidad paleontológica (los estratos con fósiles idénticos tienen una edad semejante o idéntica) (Harris, 1991:21-22). Sin embargo, a pesar de las analogías que presentan como objeto de estudio y como metodologías de análisis, las estratigrafías arqueológicas y geológicas no funcionan y evolucionan de la misma manera debido a la presencia de un factor humano en las primeras que no está presente en las segundas (Harris, 1991:13; Butzer, 1989:81). Los estratos arqueológicos pueden ser clasificados de acuerdo con multiples criterios. De acuerdo con sus propiedades físicas, tales como su textura (tamaño de las partículas de tierra), composición edafológica*, color, espesor y otros (Joukowsky, 1980:150). De acuerdo con su forma y posición, los estratos arqueológicos se dividen generalmente en horizontales y verticales (Harris, 1991:92-99). Las unidades estratigráficas horizontales derivan por ejemplo de la acumulación de sedimentos en capas por erosión y transporte o de suelos, pavimentos y calzados elaborados por los seres humanos (Figura 3). Las unidades estratigráficas verticales se subdividen a su vez en negativas y positivas. Las negativas son aquellas que se producen al excavar el subsuelo para construir elementos arquitectónicos subterráneos, como por ejemplo una cabaña subterránea o semi-subterránea, un silo para almacenamiento de grano, una zanja de cimentación para muros, una cista*, una galería de una mina o un foso defensivo (Figura 4). Los estratos verticales negativos suelen ser antrópicos, pero también pueden ser originados por bioturbación (madrigueras de animales, etc.). Esta clase de estratos tiene dos características importantes. Por una parte, cuando una comunidad humana pasada realizaba alguna de estas acciones estaba a menudo (sobre todo en casos de ocupación continuada de asentamientos) cortando y alterando estratos previamente asentados en el subsuelo, cuyos vestigios materiales (más antiguos) acabarían re-depositados en otros lugares 12 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán dependiendo de qué se hiciera con los sedimentos extraídos del subsuelo. Por otra parte muchas de estas estructuras constructivas permanecían abiertas durante bastante tiempo, incluso después de su inutilización, con lo cual se rellenaban gradualmente de sedimentos transportados por el viento el agua, y también con artefactos posteriores a su momento de construcción original. Las unidades estratigráficas verticales positivas son aquellas que se levantan por encima del subsuelo formando paredes, muros, murallas, terrazas, etc. Sus características principales son que (i) aparecen generalmente derrumbadas, (ii) que durante el proceso de derrumbe tienden a producir una sedimentación diferencial a cada lado (dependiendo de la acción de los agentes sedimentarios naturales como el viento y el agua) y que (iii) suelen ser susceptibles de interpretación en términos de secuencias constructivas cronológicamente ordenadas (sobre todo en grandes edificios como castillos, palacios, templos, etc.). (Figura 5). El segundo gran grupo de elementos integrantes del registro arqueológico lo integran los artefactos, es decir aquellos objetos hechos por la mano humana y que tienen como característica más inmediata su carácter portátil. Una columna de un templo griego clásico o la torre de una iglesia cristiana podrían ser considerados artefactos en sentido general en tanto que producto de la inteligencia y habilidad técnicas del ser humano y, sin embargo, al no haber sido concebidos como objetos transportables no se los considera artefactos en términos de análisis arqueológico (en la jerga de la gestión y protección de bienes culturales los artefactos portátiles son denominados bienes muebles por oposición a los bienes arquitectónicos o inmuebles). Los artefactos suelen ser clasificados de acuerdo con tres criterios, su morfología, su tecnología o su funcionalidad. El criterio de clasificación morfológica tiene en cuenta la forma, tamaño o estilo de los artefactos (en su caso, también sus elementos ornamentales o representaciones figuradas) y fue el criterio principal de clasificación y análisis artefactual seguido dentro del paradigma histórico-cultural. El criterio tecnológico de clasificación hace referencia a las materias primas en que está elaborado el artefacto, sus componentes y los procesos a que aquellas y estos fueron sometidos en el proceso de fabricación. El análisis tecnológico ha experimentado una expansión enorme en los últimos 30 años con el desarrollo de las distintas técnicas arqueométricas de caracterización de materiales. Finalmente, la clasificación funcional hace referencia al propósito o fin (esto es, la función) con que el objeto fue diseñado y creado y ha experimentado también un importante desarrollo en tiempos recientes, fundamentalmente por el énfasis que le ha dado el enfoque procesualista. Actualmente existen tres vías principales de análisis funcional de artefactos en Arqueología: el análisis de huellas de uso (trazas microscópicas que quedan en su superficie como consecuencia de su 13 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán uso), la Etnoarqueología (observación de la utilización dada a determinadas clases de artefactos por comunidades vivas) y la Arqueología experimental (reproducción de posibles pautas de utilización de artefactos en condiciones observacionales controladas). Indirectamente también es posible establecer algunas inferencias sobre funcionalidad a partir de la morfología: como en los diseños biológicos, también en los diseños artefactuales y arquitectónicos humanos la función determina fuertemente la forma (Figura 6). Una de las clasificaciones funcionales generales de artefactos más utilizada en Arqueología es la propuesta por L. Binford, quien distingue entre artefactos tecnómicos (aquellos cuya función primaria es la transformación de los recursos naturales en energía asimilable por los seres humanos), sociotécnicos (los que tienen como función primaria la definición y refuerzo de la posición de cada individuo dentro de la estructura de relaciones sociales) e ideotécnicos (su función primaria es la definición del orden simbólico-ideológico en el que se inscribe cada individuo) (Binford, 1962:219-220). Así, un hacha pulimentada sería un objeto típicamente tecnómico, ya que se la utilizaba para actividades económicas tales como clarear el bosque o cortar árboles, una diadema o un báculo serían artefactos sociotécnicos ya que como elementos de estatus y prestigio reforzarían la posición de poder de sus poseedores o usuarios, y un ídolo prehistórico, un escarabeo egipcio o un crucifijo cristiano serían ejemplos de artefactos ideotécnicos que expresarían el sistema de creencias y cultos religiosos de que es partícipe un individuo (Figura 7). Naturalmente, en la realidad es a menudo difícil establecer barreras nítidas entre las funciones que un mismo objeto puede cumplir: un cuchillo de caza puede tener un mango de oro, y así resaltar y reforzar el prestigio y el poder de su propietario, al tiempo que, si tiene un símbolo religioso grabado en la empuñadura puede ser representativo de sus creencias religiosas. Los ecofactos constituyen el tercer gran conjunto de elementos integrantes del registro arqueológico. Los ecofactos son objetos producidos por la naturaleza, sea de forma espontánea o mediante la participación del ser humano. El registro arqueológico está plagado de ecofactos, desde granos de polen microscópicos depositados espontáneamente sobre el suelo y luego sedimentados y que contienen valiosa información sobre la climatología y los ambientes vegetales primitivos, hasta restos de las comidas llevadas a cabo por los habitantes de una aldea medieval, incluyendo huesos de pescado y conchas de moluscos, huesos de animales, restos de la leña utilizada en las fogatas, etc. Como ya se discutió anteriormente, el progreso de la Arqueozoología y la Arqueobotánica en las últimas décadas ha sido muy importante, contribuyendo a la mejor comprensión de los ecofactos en el contexto del registro arqueológico, así como a su interpretación en términos de relaciones entre las sociedades humanas y sus medios ecológicos en el Pasado. 1.2.b.- La formación del registro. 14 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán La interpretación de los yacimientos arqueológicos en términos de comportamiento humano depende en buena medida de la investigación previa o paralela de los denominados procesos de formación* y/o procesos postdeposicionales. Estos dos términos son utilizados en la literatura de forma un tanto confusa para designar los procesos que dan lugar a la formación de un yacimiento arqueológico tal y como se ofrece a los ojos de un equipo de arqueólogos y arqueólogas hoy día. Ambos quieren decir básicamente lo mismo, pero no exactamente lo mismo. La noción de procesos post-deposicionales incide específicamente en las alteraciones que experimentan los vestigios materiales después de su deposición o abandono, cuando entran a formar parte de la litosfera. Después de que los residuos materiales sean depositados (y/o abandonados por las comunidades humanas que los han producido), entran a formar parte de un sistema complejo de constantes y continuos cambios de origen natural y humano que los transforman a través del tiempo hasta que adquieren la forma con que llegan a ser registrados (y explicados) arqueológicamente, cientos o miles de años después (Figura 8). Por su parte, los procesos de formación engloban tanto los procesos post-deposicionales como aquellos que previamente han dado lugar a la deposición de unidades estratigráficas, artefactos y ecofactos; cada comunidad o sociedad tiene unas determinadas pautas de descarte de desechos y basuras (o de eliminación de cadáveres, por poner el caso), lo que luego se transformará en yacimientos de tipo habitacional (o funerario) de características peculiares. Podría decirse por tanto que el análisis de los procesos de formación integra la historia tanto pre-deposicional como post-deposicional de los vestigios materiales. Hecha esta matización semántica, se abordarán en esta sección tres de los aspectos tratados de forma más sistemática en la abundante literatura generada en este campo, que se considera generalmente parte de la Geoarqueología* (cf. por ejemplo Vita-Finzi, 1969; 1978; Woods y Johnson, 1978; Butzer, 1982; Schiffer, 1983; 1987; Stein, 1983; Bar-Yosef, 1993; Straus, 1993; Tani, 1995; Waters y Kuehn, 1996; etc.), que son (i) la definición de los principios epistemológicos que rigen el análisis de los procesos de formación del registro arqueológico, (ii) una discusión de los mecanismos post-deposicionales generales principales, para finalmente (iii) hacer referencia a ambientes deposicionales especiales,. a) Siguiendo el enfoque de M. Schiffer (1983; 1987) es posible delimitar tres principios epistemológicos fundamentales para la comprensión de los procesos de formación del registro arqueológico: El principio de entropía* establece que el conocimiento arqueológico potencial del Pasado está directamente relacionado con el estado de preservación del registro de vestigios materiales, que a su vez es dependiente de una serie de variables tales como el tiempo transcurrido desde la deposición, las cualidades intrínsecas de los vestigios materiales y los procesos post-deposicionales a que han estado sometidos. 15 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En base al principio de entropía, el principio de transformación establece que, con independencia de la cantidad de información disponible, no es posible interpretar el registro arqueológico directamente en clave de comportamiento humano, sino que aquella variabilidad debida a los procesos deposicionales y postdeposicionales debe ser extraída previamente. A este respecto, Schiffer (1983) establece que (i) los vestigios materiales se transforman formalmente, espacialmente, cuantitativamente y relacionalmente entre el momento de su deposición y el momento de su constatación científica, (ii) los procesos post-deposicionales pueden formar pautas artefactuales no relacionadas con las pautas culturales que rigieron la deposición original de los vestigios materiales, y (iii) los procesos post-deposicionales muestran regularidades de carácter estadístico que los hacen susceptibles de interpretación científica. Las transformaciones que experimenta el registro arqueológico son de tipo n* (naturales, es decir, geomorfológicos* o biológicas) o de tipo c* (de origen antrópico o cultural). El principio de registro sesgado establece que las transformaciones post-deposicionales tienden a generar sesgos en el registro arqueológico no necesariamente asociados a pautas de comportamiento humano. Un ejemplo de sesgo habitualmente visible es la infra-representación de los vestigios orgánicos que (salvo en los ambientes deposicionales excepcionales citados más adelante) se degradan con mayor rapidez y de forma más integral que los inorgánicos, creando así un riesgo potencial de percepción distorsionada de la cultura material y los procesos tecnológicos y económicos de las sociedades pasadas. Una lectura simplista de las sociedades mesolíticas europeas establecería que su tecnología se basaba casi exclusivamente en la piedra, dado que son los artefactos y medios de producción de piedra los que predominan de forma abrumadora en el registro material de las mismas. Pero esa afrimación constituiría un grave error derivado de la no consideración de que el registro de materiales del Mesolítico europeo está sesgado a favor de los vestigios materiales en piedra y en contra de los vestigios materiales en materia orgánica. Dada la singular importancia de los vestigios orgánicos en la formación del registro arqueológico, dos especialidades, la Tafonomía* y la Bioestratinomia, se ocupan de su estudio. La tafonomía es estudia los procesos a través de los cuales, una vez fosilizados, los restos de los organismos muertos en las diversas partes de la biosfera se transforman en parte de la litosfera (un proceso que en muchos casos tiene lugar dentro del registro arqueológico). La bioestratinomia estudia las causas y tipos de muerte de los organismos y de los problemas ligados a su descomposición, transporte y deposición. Las transformaciones post-deposicionales que experimentan los vestigios materiales una vez depositados en el registro arqueológico pueden ser desglosadas en una serie de mecanismos que afectan tanto a sedimentos, como a contextos arquitectónicos como a artefactos. Estos mecanismos posteriores a la deposición, sean geomorfológicos, biogénicos (animales, vegetales y micro-orgánicos) o 16 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán antropogénicos (humanos), desplazan, alteran, modifican y reelaboran los vestigios materiales, desplazándolos, dispersándolos y destruyéndolos en mayor o menor medida. b) Los mecanismos geomorfológicos forman parte de la dinámica de cambios de la superficie terrestre y entre ellos es posible distinguir entre los físico-mecánicos, los edafo-químicos y los catastróficos. Las alteraciones de origen físico-mecánico se derivan fundamentalmente del ciclo constante de interacción entre el agua y los sedimentos que tiene lugar en la superficie terrestre. Por una parte, las reiteradas fases de hielo y deshielo producen aumentos y disminuciones del volumen del suelo que pueden alterar considerablemente la posición, inclinación y orientación de los artefactos enterrados en yacimientos arqueológicos (Wood y Johnson, 1978:352-357; Butzer, 1989:101-104). Similarmente, ciertas arcillas pueden experimentar enormes variaciones de volumen, expandiéndose y contrayéndose con la alternancia de estaciones húmedas y secas (y la consiguiente absorción y pérdida de humedad), produciendo desplazamiento subterráneos laterales y verticales de los depósitos arqueológicos (sobre todo de artefactos, aunque si las variaciones de volumen tienen la suficiente fuerza tambien pueden afectar seriamente a las estructuras arquitectónicas) (Butzer, 1989:105) (Figura 9). En el caso de yacimientos en cuevas que forman parte de sistemas cársticos todavía vivos, el agua puede crear túneles a través de los depósitos arqueológicos con el consiguiente arrastre y desaparición de vestigios materiales (BarYosef, 1993:19). Sin embargo, es posiblemente en las dinámicas de superficie, es decir en la erosión y deposición de sedimentos como resultado del flujo de escorrentías donde se nota de forma más dramática la acción del agua sobre el registro arqueológico. Cuando un yacimiento se encuentra en una unidad de paisaje estable desde el punto de vista erosivo puede permanecer conservado durante largo tiempo sin experimentar grandes alteraciones de carácter físicomecánico (Waters y Kuen, 1996:484). Ahora bien, si el yacimiento se encuentra en un paisaje dinámico desde el punto de vista erosivo, las posibilidades de que experimente sustanciales modificaciones de su forma, tamaño y posición a lo largo del tiempo son elevadas. El alcance de las modificaciones producidas por la erosión y transporte del suelo en los yacimientos arqueológicos es dependiente de muchos factores, entre los que se incluyen principalmente la topografía (pendiente, posición de los depósitos), la climatología (régimen de precipitaciones, temperaturas), la hidrología (caudal, distribución y dinámica de las corrientes de agua), la cobertura vegetal y el grado de antropización del paisaje (tipos de cultivos, presencia de aterrazamientos, etc.) (Burillo Mozota y Peña Monne, 1984:93) (Figura 10). Así, por ejemplo, en el caso de yacimientos situados en las cimas o en laderas de cerros, la escorrentía puede haber transportado y dispersado tanto artefactos 17 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán como estructuras a decenas o centenares de metros de sus lugares de deposición primaria, lo cual dificulta su identificación en la prospección de superficie y puede llegar a hacer irrelevante e inútil su excavación (Burillo Mozota y Peña Monne, 1984:95-97). En el caso de yacimientos ubicados en zonas llanas, la gradual deposición de materiales procedentes de la erosión de las vertientes, así como de las avenidas fluviales puede llegar a enterrar yacimientos enteros bajo metros y metros de sedimentos en pocos cientos de años, haciendo imposible su identificación directa sobre el terreno (Vita-Finzi, 1978:40; Mateu Bellés, 1992:678). Precisamente, uno de los temas más tratados por la Geoarqueología ha sido el estudio del papel de los procesos de sedimentación aluvial y marítima en la evolución geomorfológica de los paisajes al objeto de reconstruir con la mayor precisión posible el entorno físico correspondiente a las comunidades humanas del Pasado. Efectivamente, la sedimentación aluvial y marítima hace evolucionar la topografía y la naturaleza de los suelos a lo largo de los cursos fluviales y sus desembocaduras, así como a lo largo de las costas, especialmente desde que a comienzos del Holoceno el ser humano comienza un proceso de deforestación sistemático de los bosques naturales para dar paso a la economía agraria. A este respecto, un ejemplo llamativo de las potentes alteraciones post-deposicionales que los yacimientos arqueológicos y su entorno inmediato pueden experimentar es el estudio de los asentamientos costeros. Por todo el Mediterráneo se cuentan yacimientos prehistóricos, protohistóricos, antiguos o incluso medievales que un día fueron ciudades costeras y puertos de mar y actualmente aparecen retranqueados varios kilómetros tierra adentro como resultado de la formación de llanuras aluviales costeras en torno a la desembocadura de ríos (Mateu Bellés, 1992:675) (Figura 11). Tal es el caso, por ejemplo, de numerosos asentamientos costeros fenicios de Andalucía, que originalmente se ubicaban en islas o islotes a cierta distancia de la línea de costa y frente o junto a la desembocadura de ríos que daban acceso al interior. Investigaciones recientes han demostrado que la acción de la sedimentación costera de esos mismos ríos ha llevado a que los vestigios de aquellos asentamientos se encuentren actualmente varios kilómetros tierra adentro (Arteaga y otros, 1997). Pero los efectos de las dinámicas hidrológicas en el registro arqueológico no son solo perceptibles a escala de los yacimientos arqueológicos y sus entornos paisajísticos, sino que son incluso detectables a nivel de los artefactos individuales. Un ejemplo clásico es el de la tecnología lítica del yacimiento del Paleolítico Inferior de Ubeidiya, en el Próximo Oriente donde la frecuencia de las piezas retocadas covaría generalmente con la naturaleza del medio deposicional en que fueron encontradas. Así, en condiciones arcillosas y pantanosas el porcentaje de lascas con “retoques” de Ubeidiya oscilaba apenas entre el 8 y el 16% del conjunto tecnológico total, mientras que en niveles arcillosos que evolucionan lateralmente hacia playas de grava la proporción se incrementa hasta entre el 30 y el 36%, para finalmente alcanzar porcentajes de entre el 40 y el 18 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 60% en acumulaciones de gravas y cantos rodados (Bar-Yosef, 1993:23-24). La presencia de retoques no antrópicos derivados del golpeo de unos cantos y lascas con otros por la acción del agua, por solifluxión o crioturbación o por el desprendimiento de piedras desde cornisas de acantilados y techos de cuevas son factores post-deposicionales que, en el caso concreto de la tecnología lítica paleolítica, deben ser examinados y contabilizados antes de proceder a una interpretación cultural o tecnológica de un conjunto (Straus, 1993:6). La alteración edafoquímica de los vestigios arqueológicos es resultado de la interacción continuada del agua con las soluciones minerales del suelo, la microfauna, las bacterias, los hongos y las variables micro-ambientales (humedad, presencia de soluciones mineralizantes y sales de sodio, etc.) (Butzer, 1989:111-113). La variabilidad de tales condiciones es responsable de la conservación o degradación de los restos inorgánicos (piedra, metal, cerámica) y orgánicos (restos humanos, huesos y despojos de animales, restos de comida, ofrendas orgánicas, tejidos vegetales y animales, etc.) depositados como parte del registro arqueológico. Las tasas habituales de preservación en condiciones edafoquímicas normales (Renfrew y Bahn, 1991:58) muestran que generalmente tan solo los artefactos elaborados en piedra alcanzan un 100% de preservación, mientras que los artefactos metálicos, en cristal y cerámica se sitúan entre el 75 y el 80% dependiendo de si se trata de ambientes áridos o húmedos. Las tasas de preservación de materiales orgánicos como hueso, madera, concha, plantas y textiles decrecen enormemente en condiciones de aridez (entre el 5 y el 25%) aunque sin embargo pueden ser algo mejores (entre el 35 y el 75%) en condiciones de gran humedad o saturación acuosa del suelo (estas condiciones son bastante particulares y excepcionales según se describe más adelante). Un factor particularmente relevante en la degradación de la materia orgánica sedimentada es la acidez del suelo, que si es alta puede conducir a una descomposición relativamente rápida y completa de restos osteológicos de animales y seres humanos, así como de plantas. El pH es además clave en el proceso de fijación del fósforo al suelo. Los excrementos y la orina de personas y animales dejan importantes cantidades de fósforo en el suelo, lo mismo que la descomposición de materias orgánicas (especialmente cadáveres), lo cual es utilizado como indicador arqueológico de áreas de actividad en asentamientos (Sánchez Vizcaino y Cañabate Guerrero, 1998) o como indicador indirecto de la presencia de inhumaciones en tumbas (Manuel Valdés y otros, 1998), especialmente en aquellos casos de concentraciones demográficas prolongadas en el tiempo. En general, se ha estimado que aproximadamente el 90% del fósforo depositado en un suelo se transforma en fosfatos indisolubles (que pueden ser identificados con las técnicas edafoquímicas adecuadas) mientras que el otro 10% queda disponible para su re-absorción por las plantas (Sánchez Vizcaino y Cañabate Guerrero, 1998:61). 19 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Los derivados de sucesos catastróficos son con mucho los más excepcionales de los mecanismos geomorfológicos de transformación post-deposicional de los yacimientos arqueológicos, pero no por ello deben ser ignorados. Determinados eventos geológicos, como las erupciones volcánicas, han producido en ocasiones la completa desaparición de la superficie bajo metros de ceniza o lava de asentamientos humanos completos. Los ejemplos más conocidos son las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, en el Sur de Italia, la ciudad minoica de Acrotiri en la isla de Santorini (antiguamente Thera) en Grecia, o la ciudad mexicana pre-clásica de Copilco (Vita-Finzi, 1978:40). Otros eventos como terremotos, inundaciones o procesos gravitacionales (como coladas de barro y deslizamientos de ladera) han sido esporádicamente identificados como responsables de alteraciones post-deposicionales severas de yacimientos arqueológicos. c) Los mecanismos biogénicos de alteración de los depósitos arqueológicos incluyen la actividad combinada de animales, plantas y bacterias. Una forma común de afección de origen animal de los depósitos arqueológicos son las madrigueras y agujeros de gusanos, que perforan las estratigrafías mezclando a menudo artefactos y ecofactos de distintos niveles y cronologías (Wood y Johnson, 1978:318-328; Stein, 1983; Boceck, 1986) (Figura 12). En los yacimientos en cuevas los depósitos arqueológicos suelen verse asimismo afectados por la acumulación de excrementos de aves y murciélagos, que con el paso del tiempo pueden formar gruesas capas que sellan y ocultan los niveles arqueológicos al tiempo que inducen procesos químicos de degradación de artefactos y ecofactos (Bar-Yosef, 1993:20). La vegetación también produce importantes efectos de bioturbación. La penetración de las raíces de grandes árboles puede afectar de forma significativa a sedimentos y estructuras arquitectónicas tales como muros y pavimentos; cuando las raíces se descomponen y desaparecen los espacios que ocupan pueden ser rellenados con sedimentos procedentes de capas superiores produciéndose así una mezcla de artefactos y ecofactos de niveles y cronologías diferentes (Wood y Johnson, 1978:328-333; Butzer, 1989:110). d) Los mecanismos antropogénicos de alteración del registro arqueológico son numerosos y pueden oscilar desde el saqueo puntual de una tumba hasta la incidencia a larga escala temporal que el laboreo agrícola ha tenido sobre la denudación y erosión de amplias regiones del planeta desde comienzos del Holoceno. Los yacimientos arqueológicos (especialmente los asentamientos de carácter urbano) han sido a menudo utilizados como canteras para la extracción de bloques de piedra por comunidades posteriores, lo que con frecuencia ha conducido a una destrucción casi total de algunos monumentos y edificios. Igualmente, desde la antigüedad ha existido una actividad expoliadora de sitios arqueológicos (especialmente tumbas) relacionadas con el coleccionismo de antigüedades que ha producido enormes alteraciones post-deposicionales en muchos yacimientos. En la Figura 13 se muestra un ejemplo de la degradación diferencial que experimentan los materiales de una edificación tradicional por la acción conjunta de los factores antropogénicos, 20 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán biogénicos y geomorfológicos. En la arquitectura preindustrial es habitual que los cimientos, paredes y techumbres de las viviendas estén elaborados con materiales que resisten de distinta forma el paso del tiempo (piedra en los cimientos y zócalos de muro, adobe y madera en las paredes, vigas de madera y tejas de cerámica en la techumbre) (Figura 14). Por otra parte, el clareo y deforestación de bosques que las comunidades campesinas humanas han llevado a cabo en diversas regiones del planeta desde el comienzo de la economía agrícola en los milenios IX-VIII a.n.e. han producido graduales alteraciones de las dinámicas de denudación del suelo con los efectos arqueológicos ya mencionados anteriormente. Precisamente, uno de los ejes del debate sobre la morfogénesis de las cuencas sedimentarias fluviales de la región mediterránea ha sido la contraposición de las hipótesis denominadas climática y antropogenética respectivamente. Según el marco explicativo climático postulado por Claudio VitaFinzi (1969) el último aluvionamiento de los valles mediterráneos ha sido el resultado de dos grandes formaciones denominadas Older Fill (Relleno Antiguo, de entre 50.000 y 10.000 BP) y Younger Fill (Relleno Reciente, posterior a c.10.000 BP), ambas derivadas fundamentalmente de los cambios climáticos asociados al glaciarismo, aunque en el caso del Younger Fill se reconocer una limitada responsabilidad humana (Mateu Bellés, 1994:678). De acuerdo con la hipótesis antropogenética sostenida por K. Butzer, en cambio, la deforestación para la apertura de tierras de cultivo desde el Neolítico, especialmente acentuada en época protohistórica y romana, con la subsiguiente ruptura de los horizontes edáficos, es la responsable principal de los acelerados procesos de erosión que se han dado en las cuencas sedimentarias mediterráneas (Mateu Bellés, 1994:681). e) Finalmente, en relación con los procesos post-deposicionales es preciso tener presente la existencia de ambientes extremos desde el punto de vista edafoquímico y climático donde se pueden dar unas condiciones excepcionales de preservación de los restos materiales orgánicos que posibilitan las obtención de datos e informaciones poco habituales. En ambientes de extrema aridez la escasez de agua impide el desarrollo de los micro-organismos que habitualmente destruyen la materia orgánica, lo cual posibilita la conservación de objetos de cuero, madera y tejido. En algunas regiones del mundo de ambiente desértico como Egipto, el sureste de los EEUU o regiones andinas, la aparición de momificaciones espontáneas de cadáveres de animales y seres humanos (luego seguida por el desarrollo cultural de procesos de momificación artificial) es una consecuencia especial de este tipo de ambientes, con la consiguiente posibilidad de estudiar tejidos humanos (piel, cabello, órganos) habitualmente descompuestos. De forma parecida, en ambientes de extrema frialdad, la refrigeración natural por congelación puede suspender el proceso de descomposición de los organismos vivos durante cientos y miles de años. Algunos casos espectaculares son 21 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán los de los mamuts completos de los yacimientos siberianos de Beresovka y Berelekh, los cuerpos de los escitas del siglo V a.n.e. de Pazyryk (Altai, Rusia), el cuerpo de la Edad del Cobre de Similaum (Alpes italianos), conocido como el Hombre del Hielo (Figura 15), o la familia esquimal del siglo XIII d.n.e. encontrada en Qilakitsoq (Groenlandia). En ambientes de saturación hídrica (por ejemplo por inmersión en barro) las condiciones anaeróbicas* hacen que los micro-organismos que descomponen la materia orgánica y los cadáveres no puedan desarrollarse. En tales condiciones los artefactos elaborados con materias primas orgánicas, los ecofactos y los tejidos humanos no óseos pueden llegar a preservarse durante largos periodos de tiempo. Los ejemplos más conocidos de momificación espontánea de cuerpos humanos por condiciones de saturación hídrica son los denominados bog people (gente de los pantanos) del Norte de Europa, datados en la Edad del Hierro, y que en algunos casos han llegado hasta nuestros días en un estado de conservación asombroso (Figura 16). Igualmente, en los palafitos*, hábitats de la Prehistoria Reciente europea, la deposición bajo gruesas capas de barro ha posibilitado la conservación de artefactos (ruedas, mangos, tejidos) y estructuras arquitectónicas (postes, vigas, suelos) elaborados en materia orgánica que en otras condiciones edafoquímicas y climáticas no se habrían preservado (Figura 17). 1.2.c.- Clases de yacimientos. a) En primer lugar es preciso tener en cuenta una serie de principios generales que ordenan la naturaleza y virtualidad de una clasificación funcional de los yacimientos arqueológicos. Ya se expuso anteriormente que los yacimientos son ámbitos deposicionales en los que se sedimentan y estratifican los residuos materiales de la vida humana. Existen multitud de clases funcionales de yacimientos, de hecho prácticamente tantas como actividades y formas de comportamiento humanas puedan concebirse. Las clasificaciones más comunes en Arqueología agrupan esa gran variabilidad potencial de los mismos en una serie más reducida de cuatro categorías, que son (i) lugares de habitación, (ii) lugares productivos, (iii) lugares rituales y ceremoniales y (iv) lugares funerarios, pudiendo establecerse algunas características generales con respecto a cada una de estas clases. Un primer principio a tener en cuenta es el carácter relativo de cualquier clasificación funcional de yacimientos, que constituye meramente una heurística* para el estudio del Pasado: las categorías que comporte no pueden ser interpretadas como estancas o absolutas. Entre muchas sociedades los sitios de producción tienen un fuerte componente simbólico y sirven de escenario a ciertas actividade rituales, lo mismo que sabemos que algunos pueblos enterraban a sus muertos en los espacios de habitación (bajo el suelo de sus casas, concretamente), lo cual hace bastante difícil establecer dicotomías absolutas entre, por 22 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán ejemplo, lo doméstico y lo funerario. No obstante, hecha esta salvedad y siendo conscientes de la relativa operatividad de esta clasificación, es también oportuno afirmar que en un número elevado de sociedades es posible distinguir entre sí los sitios habitacionales, los funerarios, los de producción y lo de carácter ceremonial, dadas sus características deposicionales, morfológicas y paisajísticas. Además, cada una de estas clases de yacimientos arqueológicos posibilita la interpretación de aspectos específicos de la vida humana. Por otra parte, es preciso tener en cuenta que la diversidad de clases funcionales de yacimientos está fuertemente correlacionada con la complejidad de la sociedad que los haya generado (entendiendo complejidad en términos sociales, económicos y tecnológicos). La diversidad de yacimientos arqueológicos generados por la sociedad estatal y esclavista romana no es equiparable a la generada por las bandas* de cazadores y recolectores que ocupaban Europa durante el Paleolítico Superior. Puesto que en la sociedad romana las actividades económicas están más especializadas, y existe una mayor variabilidad en razón de la demografía, la organización social y política o la implantación territorial, en su estudio será posible identificar una mayor diversidad de categorías y subcategorías funcionales de yacimientos, así como una mayor complejidad morfológica de vestigios materiales. El tercer principio a tener en cuenta es que a mayor antigüedad, mayores las posibilidades de que la variabilidad funcional de yacimientos quede desfigurada o infrarepresentada, no ya solo por la mayor incidencia de los factores postdeposicionales tratados en la sección anterior, sino por la propia complejidad de las sociedades, que ha ido incrementándose con el paso del tiempo. b) En los lugares habitacionales la deposición de los vestigios materiales suele producirse de una forma paulatina y espontánea como resultado de las actividades domésticas llevadas a cabo en ellos y dan lugar a interpretaciones sobre las pautas de organización económica, social y política de las comunidades que los produjeron En efecto, desde el punto de vista deposicional, los depósitos arqueológicos de lugares de habitación proceden de la preparación y consumo de alimentos, descarte y eliminación de basuras, reparación, sustitución y abandono de pavimentos, suelos, paredes y techumbres de las unidades de habitación, etc. Así, los vestigios materiales típicos de los lugares de habitación son desperdicios de carácter doméstico, bien sean orgánicos (restos de comida, huesos de animales, excrementos humanos y animales, trozos de leña y madera utilizadas en fuegos y hogares) o inorgánicos (fragmentos de vasijas cerámicas y otros artefactos rotos, herramientas inutilizadas, acumulaciones de fosfatos, escombros procedentes de techumbres y muros, etc.) entremezclados con todo tipo de construcciones arquitectónicas. Los yacimientos arqueológicos de carácter habitacional suelen ofrecerse al arqueólogo como una superposición paulatina de contextos y artefactos, ya que la deposición es gradual, diaria, lenta y progresiva (ejemplo 23 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán en Figura 18). Si un mismo asentamiento es ocupado durante un periodo dilatado de tiempo (como sabemos que es el caso en la Prehistoria del Viejo Mundo, donde algunos asentamientos llegaron a estar habitados durante cientos y miles de años), la paulatina sedimentación de desperdicios y escombros hará que el sitio vaya formando una verdadera colina, lo que se conoce como un tell* (o un tepe en Anatolia). Además, los lugares habitacionales se caracterizan por el carácter predominantemente espontáneo de la deposición de vestigios materiales. El carácter espontáneo de la acumulación de vestigios se explica por la ausencia de una intención que guíe la deposición deliberada cuidadosa de los restos, que por lo general alcanzan su lugar de deposición estratigráfica definitiva de forma aleatoria (nadie se preocupa de que el derrumbe de un muro tenga una u otra forma o se produzca en una u otra dirección). Como se verá más adelante, este factor de espontaneidad diferencia mucho a los yacimientos habitacionales de los funerarios. Desde el punto de vista interpretativo, el principal potencial de los yacimientos habitacionales reside sobre todo en que son expresión directa de la infraestructura económica y de la organización social y política de las comunidades que los generaron. Según se verá en la sección dedicada a la interpretación del territorio, la localización de los asentamientos en el paisaje expresa una determinada estrategia de ocupación y de explotación de los recursos naturales, es decir una estrategia económica. Además, las unidades estratigráficas y contextos presentes en los asentamientos, y sus asociaciones, expresan pautas de almacenamiento, aprovechamiento y consumo de tales recursos, así como las reglas y principios que presiden su organización sociopolítica (niveles de desigualdad en el acceso a los recursos, jerarquización social, institucionalización del poder, etc.). c) En los lugares de producción los vestigios materiales se depositan como consecuencia de actividades económicas especializadas, por lo que en general los depósitos tienen un carácter más especializado (menos diversificado) que en los contextos habitacionales, pudiendo ser interpretados sobre todo en clave de aprovechamiento de recursos, tecnología y organización de la producción. Desde el punto de vista deposicional, el rasgo más distintivo de los lugares de producción suele ser la menor diversidad de los depósitos, que a veces están muy especializados. Así, en un lugar de producción metalúrgica prehistórico se identificarán grandes cantidades de escorias y otros residuos del proceso de fundición metalúrgica, mientras que en un alfar romano se identificarán vertederos de cerámica (donde los fallos de cocción eran arrojados). En cambio, en este tipo de yacimientos no se encuentran las grandes cantidades de materia orgánica resultantes de la preparación y consumo de comida que son habituales en poblados, asentamientos y núcleos urbanos. Otro rasgo generalmente distintivo de los lugares especializados en la producción es el de su ubicación: por una parte suelen estar apartados de las viviendas debido a las emanaciones de olores, 24 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán humos, calor y riesgo de incendio que muchas de ellas pueden comportar, mientras que por otra se emplazan con frecuencia allá donde se ubican las materias primas necesarias, trátese de materia inorgánica (vetas metalíferas y afloramientos de rocas diversas en el caso de minas y canteras) u orgánica (lugares de paso de animales en el caso de cazaderos, comunidades de moluscos en el caso de los concheros, etc.). En todo caso, el factor ubicación está muy en función del nivel de complejidad socioeconómica de la formación social que haya producido el registro arqueológico. Desde el punto de vista de su potencial interpretativo, los sitios especializados en la producción son esenciales para la interpretación arqueológica de la economía de las sociedades del Pasado. La investigación de este tipo de yacimientos permite delimitar el abanico de recursos naturales explotados por una sociedad o comunidad, la tecnología y procedimientos empleados en su extracción y procesamiento y las características de los productos y artefactos resultantes. Entre las sociedades de la Prehistoria Reciente europea, el abanico de sitios especializados en la producción (al menos los más visibles) incluye minas, canteras de sílex, fundiciones metalúrgicas, talleres líticos y pecios*. En época romana este abanico se amplía notablemente para incluir materias primas como la arcilla (alfares, talleres y fábricas de vidrio) o el hierro (minas y fundiciones). La escala de la producción se expande poderosamente desde la Prehistoria hasta la época romana: ello se constata fácilmente al comparar la tipología de minas de cobre que encontramos en El Áramo (Asturias), donde los trabajadores actuaban en estrechas galerías, con las minas de oro de Las Médulas (León), donde se empleaba el procedimiento de la ruina montium mediante la cual grandes porciones de los depósitos que contenían el preciado metal eran arrasadas con ayuda de agua transportada desde grandes distancias mediante complejos sistemas hidráulicos (Figura 19). d) Entre los lugares arqueológicos de carácter ritual se cuentan santuarios, templos, recintos y espacios sagrados de una gran diversidad de formas, construidos por los humanos anatómicamente modernos desde el Paleolítico Superior hasta nuestros días. En este tipo de yacimientos arqueológicos las pautas deposicionales suelen ser de un carácter mixto, a medio camino entre la espontaneidad de los lugares de habitación y la planificación simbólica de los lugares funerarios, mientras que desde el punto de vista interpretativo ofrecen un alto potencial para el análisis de los sistemas de creencias y las superestructuras ideológico-religiosas de las sociedades del Pasado. Desde el punto de vista deposicional los yacimientos de carácter ritual suelen mostrar una serie de pecualiaridades que podrían sintetizarse de la siguiente forma: Configuración mixta. Por una parte es frecuente observar pautas graduales y espontáneas de sedimentación de artefactos y contextos semejantes a las 25 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán observadas en los lugares de habitación, en este caso derivadas bien de la celebración de actividades rituales (sacrificios de animales y seres humanos, banquetes y festines, reuniones y procesiones, etc.), bien de las reconstrucciones y reordenaciones arquitectónicas a que los recintos y edificios son sometidos y que ocasionalmente dejan el vestigio de escombros, explanaciones y diversas otras alteraciones constructivas (posiblemente entre los ejemplos más espectaculares de ello se encuentren los centros ceremoniales de las ciudades mayas, que eran completamente demolidos y reconstruidos cada vez que un nuevo rey comenzaba su gobierno). Por otro lado, ello suele combinarse con la deposición de conjuntos cerrados de artefactos (en parte semejantes a los que son propios de los lugares funerarios) cargados de valores simbólicos y sagrados y específicos de cada cultura (por ejemplo, depósitos de ofrendas, objetos votivos, etc.). Un segundo rasgo característico de estos yacimientos desde el punto de vista deposicional es que (especialmente en el caso de las sociedades prehistóricas, pero también en el de las históricas) muestran pautas locacionales en el territorio muy específicas, asociándose a menudo a accidentes e hitos naturales de especial significación simbólica. Los santuarios, templos y recintos sagrados se emplazan a menudo en lugares remotos o inaccesibles (tales como cuevas, montañas, bosques, lagos, ríos, manatiales y pozos, etc.), frecuentemente alejados de los asentamientos (e incluso de las áreas y regiones habitadas), que tienen, dentro de la cosmogonía* de la sociedad que los creó, un valor simbólico especial. Otro rasgo característico de la dimensión deposicional de este tipo de yacimientos arqueológico es su frecuente perduración a lo largo de dilatados periodos de tiempo. Incluso cuando las circunstancias sociales, económicas y políticas de una formación social o comunidad dada han cambiado sensiblemente, los mismos recintos y edificios sagrados siguen siendo utilizados (y re-utilizados), mostrando las potentes pervivencias y sincretismos de los sistemas de creencias habidos en el Pasado. El caso de los paisajes megalíticos* europeos, discutido en la Tercera Parte de este libro, es un buen ejemplo de este tipo de pervivencias. Un cuarto y último aspecto importante de la dimensión deposicional de este tipo de yacimientos es que con frecuencia contienen vestigios de programas iconográficos* y artísticos que dan soporte a las representaciones simbólicas de las comunidades que los crearon. Entre las poblaciones prehistóricas (y entre muchísimas de carácter histórico también) ello se expresa con gran frecuencia en la aparición de estelas, tótems, decoraciones pictóricas y grabadas de los elementos arquitectónicos, pinturas rupestres, petroglifos* y geoglifos* que tuvieron significados precisos para los participantes en los rituales a que aquellos lugares daban marco. 26 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En lo que se refiere a su potencial interpretativo, los sitios arqueológicos de carácter ritual están en conexión directa con los sistemas de creencias y representación simbólica de las sociedades humanas. Así, pueden ser examinados en clave de las cosmogonías, cosmovisiones o religiones con que las mismas interpretaban la sociedad, el mundo y el universo. Esta dimensión de la sociedad humana, que para el paradigma histórico-cultural era prácticamente inabordable desde las evidencias arqueológicas, ha recibido un notable impulso desde la Arqueología postprocesual, produciéndose en los últimos años interesantes interpretaciones relativas a, por ejemplo, las sociedades prehistóricas europeas. e) En los lugares funerarios las pautas de deposición son completamente diferentes de las que predominan en los sitios habitacionales y de producción. De hecho podría casi decirse que ambas son exactamente opuestas, ya que si las segundas estaban caracterizadas por su carácter espontáneo, gradual y paulatino, las primeras tienen un carácter deliberado, planificado, ideologizado, singular y sincrónico. El potencial interpretativo de los vestigios materiales funerarios es muy amplio, englobando aspectos del ámbito de la superestructura ideológica (sistemas de creencias y de representación simbólica), así como aspectos económicos (intercambio de objetos exóticos y de prestigio) y biológicos (restos orgánicos humanos). Desde el punto de vista deposicional, efectivamente, el registro funerario presenta cualidades que lo hacen muy distinto, si bien claramente complementario, del registro habitacional. Podemos distinguir cuatro cualidades principales: En primer lugar, frente al carácter residual, gradual y espontáneo de los artefactos y ecofactos sedimentados en los lugares de habitación, los contextos funerarios constituyen depósitos cerrados relacionados con las creencias escatológicas (es decir, con la creencia en una vida después de la muerte, un rasgo cultural prácticamente universal entre las sociedades prehistóricas). Estos depósitos cerrados contienen conjuntos (asociaciones de objetos) que se reunen y preparan como ofrendas a los difuntos y son cuidadosamente seleccionados y preparados por los intervinientes, quienes elaboran, escojen y disponen espacialmente las ofrendas con arreglo a pautas simbólicas muy elaboradas. El depósito cerrado funerario, por tanto, tiene una naturaleza deliberada, simbólica e ideologizada que lo distingue radicalmente del típico desperdicio de actividad doméstica. En segundo lugar, tanto las construcciones como los artefactos integrados en los sitios funerarios suelen ser recuperados en un estado de conservación superior a los hallados en los asentamientos. En el caso de las edificiones, ello se manifiesta en la preferencia por la utilización de materiales constructivos más resistentes y nobles. Entre muchas sociedades prehistóricas y antiguas el uso de la piedra se restringe (o se dedica preferentemente) a los edificios funerarios y rituales, al objeto de hacerlos más perdurables. En el caso de los artefactos, ello obedece a que en los asentamientos se depositan 27 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de forma predominante restos descartados, mientras que en los lugares funerarios los artefactos son parte de ofrendas cuidadosamente concebidas y depositadas (Figura 20). El ejemplo típico es el de las vasijas cerámicas, que en los lugares de habitación suelen aparecer en forma de centenares de fragmentos inconexos, mientras que en los contextos funerarios aparecen como vasijas completas (precisamente, una de las causas de que dentro del paradigma histórico-cultural se diera prioridad al estudio de los yacimientos funerarios frente a los asentamientos es que en aquellos las probabilidades de encontrar artefactos con elevado valor estético-museológico eran mucho más elevadas, un rasgo propio del anticuarismo pre-científico). En tercer lugar, los contextos funerarios se caracterizan por una más nítida delimitación espacial y temporal. Al constituir actos deposicionales únicos y deliberados, los depósitos funerarios mantienen asociaciones espaciotemporales fácilmente registrables en el campo, lo cual hizo que, con anterioridad al desarrollo de las técnicas de datación absoluta se desarrollasen métodos de datación relativa basados en este tipo de asociaciones artefactuales funerarias, como es el caso de la seriación propuesta originalmente por el arqueólogo británico F. Petrie (1853-1942). En cuarto y último lugar, los depósitos funerarios tienen una función como reservas de valor (económico o social), lo que desde el punto de vista deposicional se expresa de dos formas. Primero en la tendencia a la monumentalidad y voluntad de permanencia de los contextos funerarios: no son infrecuentes los casos de sociedades prehistóricas cuyas pautas habitacionales son de muy difícil (o imposible) lectura arqueológica mientras que las pautas funerarias son fácilmente identificables dada la monumentalidad arquitectónica de las construcciones (un buen ejemplo lo tenemos en el megalitismo practicado durante el Neolítico por toda la fachada atlántica europea). Las construcciones funerarias conllevan con frecuencia importantes mensajes relativos a la organización social y política de las comunidades que las construyeron. La monumentalidad es un mensaje de presencia y poder fácilmente comprensible (Figura 21). La segunda forma en que los contextos actúan como reservas de valor es por la presencia de artefactos de prestigio frecuentemente traidos desde lugares lejanos o elaborados con materias primas exóticas (piedras, metales, marfiles, etc.) Estos objetos y sus materias primas no suelen contarse entre los sedimentos arqueológicos de los lugares de habitación (Figura 22). Desde el punto de vista de su potencial interpretativo, los lugares funerarios son altamente complementarios con respecto a los habitacionales, posibilitando reconstrucciones de sistemas de creencias, de organización social, de circulación e intercambio de materias primas exóticas y de productos de lujo, así como de aspectos relativos a la biología humana. Los aspectos específicos en los que ese potencial interpretativo se verifica son los siguientes: 28 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Por una parte, contienen un alto poder explicativo potencial respecto a la escatología (es decir creencias relativas a la existencia después de la muerte) de las sociedades y comunidades que los generaron, complementando la información que los lugares de asentamiento aportan con respecto a las pautas económicas. Junto con los datos proporcionados por los lugares ceremoniales y de culto, los lugares funerarios permiten una reconstrucción arqueológica de las religiones del Pasado. Por otra parte, es posible interpretar las pautas de asociación de los tres aspectos o dimensiones fundamentales del ritual funerario (contenedores, objetos y restos humanos) en términos de organización social y política (niveles de desigualdad, alcance de la jerarquización, presencia de estratificación social, etc.). Esta interpretación parte de la premisa de que existe cuasi-universalmente una tendencia al isomorfismo entre la expresión del ritual funerario y la organización social (Binford, 1972:235), esto es que, por ejemplo, los individuos pertenecientes a las élites manifiestan su poder mediante contenedores y depósitos funerarios más costosos (Wason, 1994:84; Bard, 1994:30). Aunque esta regla isomórfica ha sido objeto de una amplia discusión teórica, planteándose ejemplos de formaciones sociales donde precisamente las diferencias en la riqueza y complejidad de las estructuras y ajuares funerarios no se correlacionan directamente con diferencias de estatus social real, que quedan emboscadas ideológicamente (Ucko, 1969; Bloch 1981; Hodder, 1982; Shanks y Tilley, 1982), lo cierto es que cuenta con una abrumadora cantidad de evidencias etnográficas confirmatorias (Wason, 1994:85-87) que sugieren que existe una amplia tendencia entre las sociedades humanas a reflejar las formas de jerarquización y poder en la materialidad de los ritos funerarios. La práctica que seguían las comunidades argáricas de la Edad del Bronce en el Sureste de España, consistente en enterrar a los difuntos en cistas y pithoi* bajo el suelo de las viviendas, ha sido interpretada como manifestación de una forma de organización social donde la familia nuclear ha adquirido mayor importancia. Esta práctica contrasta con la utilización de enterramientos comunales, ubicados en las afueras de las aldeas, por parte de las comunidades de la Edad del Cobre en la misma región, lo cual es interpretable como expresión de una sociedad que pone mayor énfasis en la unidad parental amplia (el clan, el linaje) o en la comunidad en general. En tercer lugar, dado que según se ha planteado anteriormente, los conjuntos funerarios muestran deposicionalmente una cualidad de reservas de valor (material o simbólico), expresadas en la acumulación de artefactos valiosos, son susceptibles de interpretación en términos de pautas de circulación e intercambio de materias primas exóticas y productos de lujo. En este aspecto el registro funerario es asimismo altamente complementario con respecto a los yacimientos de carácter habitacional y productivo en la reconstrucción 29 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de las pautas económicas, ya que tales objetos de lujo no suelen aparecer en los lugares de asentamiento. En cuarto lugar, el registro funerario aporta una clase de evidencias prácticamente ausentes de los lugares de habitación y que resulta de gran valor interpretativo: los restos orgánicos humanos, que son interpretables en clave de biología humana. Merced a la aplicación de las técnicas de la antropología física es posible leer en los restos humanos diversos aspectos de la vida de las sociedades pasadas. Ello incluye desde cuestiones de morfología (rasgos étnicos, movimientos poblacionales – aunque estas cuestiones son bastante controvertidas) y demografía (incidencia de afecciones y patologías, distribución de la población en categorías de sexo y edad, esperanza de vida, etc.), hasta hábitos de vida (pautas alimenticias), organización social (grupos de parentesco, desigualdad en el acceso a determinados recursos alimenticios) y actividades mágico-religiosas (deformaciones rituales, trepanaciones, etc.). 1.2.d.- Lecturas recomendadas. Introductorias Maroto Genover, J. (1992): "La Geología aplicada a la Prehistoria." En Roda, I. (Ed.): Ciencias, Metodologías y Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 19-30. Barcelona. La Caixa Schiffer, M. B. (1983): “Toward the identification of formation processes.” American Antiquity 48, 675706. Wood, W. R. y Johnson, D. (1978): “A survey of disturbance processes in archaeological site formation.” En Schiffer, M. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 1, 315-381. New York. Academic Press Avanzadas Schiffer, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record. Albuquerque. University of New Mexico Press Boceck, B. (1986): "Rodent ecology and burrowing behavior: predicted effects on archaeological site formation." American Antiquity 51 (3), 589-603. Salt Lake City Burillo Mozota, F. y Peña Monne, J. L. (1984): “Modificaciones por factores eomorfológicos en el tamaño y ubicación de los asentamientos primitivos.” Arqueología Espacial 1, 91-105. Teruel Goldberg, P. - Nasch, D. T. - Petraglia, M. D. (Eds.) (1993): Formation Processes in Archaeological Context. Monographs in World Archaeology 17. Madison. Prehistory Press Matthews, W. - French, C.A.I. - Lawrence, T. - Cutler, D. F. - Jones, M. K. (1997): "Microstratigraphic traces of site formation processes and human activities." En Gowlett, J. A. J. (Ed.): High Definition Archaeology. Threads Trough the Past. World Archaeology 29 (29), 281-310. London. Routledge Tani, M. (1995): "Beyond the identification of formation processes: behavioral inference based on traces left by cultural formation processes." Journal of Archaeological Method and Theory 2 (3), 231252. New York. Plenum Publishing Vita-Finzi, A. (1978): Archaeological Sites in Their Setting. London. Thames and Hudson 30 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.1.- Introducción. El reconocimiento de la superficie terrestre con carácter previo o independiente al concurso de la excavación constituye uno de los ámbitos de nuestra disciplina que mayor desarrollo ha experimentado en los últimos 30 años. Si dentro del Paradigma Histórico-Cultural el ámbito de experimentación empírica de la Arqueología era de forma casi exclusiva la excavación del yacimiento individual, a partir de finales de los años 1960, el masivo desplazamiento epistemológico que se deriva de las propuestas de la Nueva Arqueología da lugar a un nuevo marco conceptual en el que, aun cuando la excavación sigue manteniendo su importancia básica, se concede más importancia a las diversas formas de reconocimiento superficial del territorio como vehículo para comprender a las sociedades del Pasado. Concretamente, ello supone un fuerte impulso epistemológico para tres procedimientos de obtención de datos: la prospección arqueológica de superficie, la captura de imágenes desde plataformas aéreas o espaciales y la prospección geofísica. Al propio tiempo, a la altura de los años 1960, se acelera en todo el mundo, aunque especialmente en Europa y Estados Unidos, el proceso de inventariado de los recursos arqueológicos, con el objetivo de posibilitar que su gestión sea más racional y su protección más efectiva. La creación de inventarios regionales o nacionales de yacimientos arqueológicos por parte de las administraciones públicas se remonta en algunos países europeos (notablemente el Reino Unido y Dinamarca) a comienzos o mediados del siglo XIX y prosigue con mayor o menor intensidad durante la primera mitad del siglo XX. El paulatino crecimiento económico y el fuerte desarrollo urbanístico que experimenta Europa a partir de la década de los 1960 hacen que se implementen procedimientos y actuaciones de emergencia para evitar la destrucción masiva de yacimientos arqueológicos como resultado de la ejecución de grandes obras públicas (autopistas, redes de ferrocarril, pantanos, oleoductos, etc.). La prospección arqueológica de superficie, la fotografía aérea y la prospección geofísica recibirán también un fuerte impulso como instrumentos de evaluación y control del impacto potencial de dichas obras sobre el patrimonio arqueológico, contribuyendo a incrementar los datos disponibles en los inventarios de yacimientos. Así, hacia mediados de los años 1970 el reconocimiento arqueológico del territorio experimenta una impactante transformación que lo pone a la altura (o incluso por encima) de la excavación arqueológica como instrumento para la interpretación del Pasado a través de los vestigios materiales. Esta transformación se debe, por una parte, al impulso epistemológico que la Nueva Arqueología (a través de la Ecología Cultural*) otorga al análisis de la territorialidad de las sociedades pasadas. Por otra, ha sido consecuencia de la necesidad práctica de identificar y localizar (y en su caso rescatar) las evidencias arqueológicas en una sociedad industrial donde la expansión urbanística amenaza constantemente con deteriorar el precioso legado material de nuestro Pasado como especie. 31 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.2.- Prospección de Superficie. 2.2.a.- Introducción. El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en la práctica arqueológica actual se entiende mejor en comparación con aquel que, de modo genérico, solía tener antes los años 1960 (ver Tabla 1). ASPECTO IMPORTANCIA MARCO OBJETIVOS PASADO PARADIGMA HISTORICO CULTURAL Escasa o Nula Local Selección yacimientos para excavación AGENTE ESTRATEGIA Individual y monodisciplinar Informantes locales APOYO INSTITUCIONAL Escaso o Nulo PRESENTE PARADIGMA PROCESUAL Básica Macro y Semi-Micro Pautas Asentamiento Pautas Demográficas Inventario y Evaluación Patrimonial Selección yacimientos excavación Colectivo e interdisciplinar Diseño investigación Muestreo Normalización Informatización Alto Tabla 1 El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en Arqueología. Fuente: Adaptado de Ruiz Zapatero (1988:39) Tradicionalmente, dentro del paradigma histórico-cultural se había venido considerando que la verdadera información arqueológica era la que resultaba de las excavaciones (de modo preferente excavaciones estratigráficas) en yacimientos de singular importancia. La prospección arqueológica, por tanto, tenía un papel ciertamente secundario, supeditada al propósito de identificar yacimientos interesantes para su posterior excavación (un concepto en el que la excavación equivalía a la verdadera Arqueología). La estrategia de actuación se resumía generalmente en la obtención, a partir de informantes locales (aficionados, eruditos y profesores locales, agricultores y, a veces, también expoliadores), de referencias sobre posibles yacimientos que luego eran visitados y documentados. Otras características de la prospección arqueológica de superficie anterior al paradigma procesual son, en primer lugar, que se desarrollaba dentro de un ámbito eminentemente local (es decir, en las proximidades del centro académico de actuación del responsable de las prospecciones) y, en segundo lugar, que su desarrollo era preferentemente individual, de forma que, más que un equipo, se encargaba de su ejecución una única persona. Así entendida, la prospección arqueológica pre-sistemática constituía una especie 32 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de excursionismo más o menos erudito bastante carente de apoyo institucional y de una serie de principios y objetivos formalizados como actividad científica. Por contraposición a este modelo de prospección arqueológica, desde finales de los años 1960 se comienza a plantear en el mundo anglosajón una alternativa bastante más sistematizada y formalizada. Al trabajo seminal de R. J. Ruppe (1966) sigue una serie de trabajos de orden teórico y metodológico que en apenas diez años fijan de hecho los principios de la prospección arqueológica de superficie contemporánea (Redman y Watson, 1970; Rogge y Fuller, 1977; Plog, 1978; Plog y otros, 1978; Schiffer y otros, 1978; etc.). Posteriormente se han ido publicando síntesis cada vez más avanzadas de este tema (cf. discusión en Banning, 2002). En España, las primeras lecturas y aplicaciones de estas propuestas tienen lugar a partir de los años 1980 (Ruiz Zapatero, 1983; 1988; Ruiz Zapatero y Burillo Mozota, 1988; Fernández Martínez, 1985; Fernández Martínez y Lorrio Alvarado, 1986; etc.). En este marco, la prospección arqueológica de superficie pasa a ser considerada fundamental a nivel epistemológico, dependiendo de ella la producción de las evidencias y el conocimiento necesarios para entender las pautas de distribución humana en el territorio, incluyendo las formas de adaptación y explotación de los recursos así como de interacción entre distintos grupos humanos, problemas ambos centrales en el discurso ecológico cultural. La prospección sirve indirectamente para establecer prioridades y para permitir una elección informada de los yacimientos cuya excavación puede ser más beneficiosa para un Programa de Investigación dado, pero al propio tiempo tiene una enorme importancia por sí misma para establecer la base empírica relativa al comportamiento territorial de las sociedades del pasado. En este caso, como se verá en las siguientes secciones, la prospección pasa a ser una actividad realizada no individualmente, sino en equipo (y preferentemente por equipos multidisciplinares), con una serie de procedimientos formalizados y estandarizados, cada vez más sofisticados en su diseño técnico, para la cobertura del terreno y la recogida de la información. Pasa a ser asimismo una actividad que desborda el ámbito local, estableciéndose a escala regional, nacional o incluso internacional, y disponiendo asimismo de mucho más apoyo y patrocinio institucionales. En las siguientes secciones de describen los principios, métodos y técnicas que rigen actualmente el desarrollo de la prospección arqueológica de superficie. Se prestará atención fundamentalmente a la prospección arqueológica a escala macro, es decir, aquella que tiene como objetivo la identificación de yacimientos arqueológicos nuevos. Dentro de este ámbito de aplicación de la prospección se hace referencia a un caso de prospección temática concreta, la prospección arqueometalúrgica. Finalmente se hace referencia a la prospección de superficie a escala semi-micro, es decir, aquella destinada al establecimiento de inferencias relativas a la organización interna de yacimientos concretos. 33 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.2.b.- Selección del marco territorial de actuación. El ámbito de actuación física de una prospección arqueológica de superficie es determinado en cada caso por las circunstancias y objetivos establecidos en el Proyecto que la enmarca. De modo general suele utilizarse uno de los siguientes tres criterios para delimitar el espacio dentro del cual se realizará la prospección. a) Delimitación administrativa. Si la prospección de superficie se enmarca en una actuación de gestión y protección patrimonial, la prospección arqueológica viene normalmente delimitada por límites administrativos contemporáneos tales como parcelas catastrales, fincas, comarcas, municipios, provincias, etc. En el caso de Andalucía, las revisiones anuales que del inventario arqueológico de yacimientos efectúa la Consejería de Cultura se hacen por municipios: el municipio tiene, a efectos de protección, una gran importancia como referente territorial para el registro y documentación de los yacimientos arqueológicos. En casos de prospección por trabajos de reforestación es habitual que la delimitación del área de prospección venga dada por la parcela de una finca. Un caso particular es la delimitación de la zona de prospección a partir de los límites de las hojas de una serie cartográfica dada (Figura 23). b) Delimitación poligonal ad hoc. Con frecuencia, las prospecciones de superficie realizadas como parte de intervenciones arqueológicas de urgencia se basan en delimitaciones ad hoc como por ejemplo polígonos de seguridad (buffers*) en torno al trazado de carreteras, autopistas, líneas de ferrocarril o pantanos en construcción (Figura 24). Generalmente, en el caso de prospecciones de superficie a lo largo de áreas de afección de obras que aparecen como elementos lineales sobre un mapa* (carreteras, líneas férreas, etc.) suele establecerse un área o buffer de prospección de entre 200 y 250 metros a cada lado del mismo. Pero en realidad en estos casos suelen ser las propias características de la obra, y sus consiguientes pautas de afección potencial sobre el registro arqueológico, las que determinan la forma y tamaño de las áreas de prospección. c) Delimitación geográfica y cultural. En casos en que la prospección se efectúa como parte de un proyecto de investigación sobre doblamiento antiguo, el marco de actuación suele venir delimitado por una unidad fisiográfica (como un valle fluvial, una llanura, un sistema montañoso, etc.) o por una unidad territorial de carácter cultural o político (por ejemplo, el ámbito de extensión de determinadas comunidades prehistóricas, un conventus romano o un reino medieval). En cualquier caso, es preciso evitar que una prospección de superficie destinada a proporcionar datos sobre el Pasado venga delimitada por un marco territorial anacrónico: por ejemplo, la delimitación actual de términos municipales no tiene ningún significado para la comprensión de las sociedades ibéricas prerromanas, que operaban en un marco territorial propio. 34 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán La delimitación del área de prospección debe ser cuidadosamente valorada como parte del diseño de la investigación. Si los datos de la prospección van a ser utilizados posteriormente para analizar las pautas de asentamiento y territorialidad de una serie de comunidades esta decisión puede tener gran importancia en algunos casos, sobre todo en lo que concierne a los límites o bordes del área estudiada. Determinadas técnicas de análisis espacial, como por ejemplo el Análisis del Vecino Más Próximo (tratado más adelante), experimentan un efecto borde que puede sesgar los resultados finales (Banning, 2002:80). 2.2.c.- Recopilación y valoración previa de la información. La prospección arqueológica de superficie comienza con un proceso de documentación previo al trabajo sobre el terreno. Existen numerosos aspectos de crucial importancia para el desarrollo de la propia prospección que deben ser contrastados antes de pasar a la propia actividad de campo. a) Por una parte es esencial la recopilación de la cartografía* relevante para el área de prospección. En este sentido es preciso un conocimiento operativo de las series cartográficas disponibles para una región dada y sus características (escala, fecha de edición, formato, disponibilidad comercial). La Tabla 2 da una lista no exhaustiva de algunas de las series cartográficas disponibles para proyectos de prospección arqueológica en la Comunidad Autónoma Andaluza. TEMA PRINCIPAL Topografía ORGANISMO EDITOR ESCALAS FORMATO AMBITO 1:10.000 Papel y digital (raster) Andaluz 1:250.000 1:800.000 1:25.000 1:50.000 Otras Digital Nacional Topografía y Otros Instituto Cartográfico de Andalucía (ICA) Servicio Cartográfico del Ejército (SGE) Instituto Geográfico Nacional (IGN) Papel y digital (raster y vectorial) Nacional Geología Metalogénesis Instituto Geológico y Minero de España (IGME) 1:25.000 1:50.000 Papel Nacional Varios Instituto cartográfico de Andalucía (ICA) Varias Papel y digital Andaluz Topografía Tabla 2 Cartografía Topográfica y Temática de Andalucía. Fuente: Elaboración propia Dado que los resultados de una prospección de superficie son presentados necesariamente sobre un soporte cartográfico, el conocimiento y disponibilidad de estas series cartográficas constituye un paso previo básico para la ejecución del estudio. Además, el estudio de determinados elementos del territorio reflejados en la cartografía puede contribuir poderosamente a delimitar prioridades y a una dirección mejor informada del trabajo de campo. Al propio tiempo, la forma más común de presentar los resultados de la prospección arqueológica de superficie (y ciertamente 35 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de cualquier procedimiento de reconocimiento arqueológico del territorio) es un mapa. Dado que los mapas son al mismo tiempo fuente y destino de la información de la prospección arqueológica, los conceptos elementales de la cartografía adquieren una gran relevancia en nuestra disciplina y por ello se les dedica una atención especial más adelante, en la sección 2.6 de este libro. b) Específicamente, una importante vía de reconocimiento indirecto del terreno se deriva del análisis de la toponimia* recogida en la cartografía (y más tarde, ya en el curso del trabajo de campo, también de la toponimia no oficial, es decir, la utilizada por los habitantes de la zona pero no registrada en la cartografía). Junto con la antroponimia (nombres de personas), la toponimia (nombres de lugares) constituye una disciplina más general denominada onomástica. Los topónimos pueden ser estudiados desde dos perspectivas: la del sustrato lingüístico al que pertenecen, y la del referente del paisaje que incorporan. En el caso de la Prehistoria e Historia de la Península Ibérica existen cuatro grupos principales de topónimos en función del estrato lingüístico: Nombres del sustrato lingüístico prelatino (por ejemplo, Carmona, Karmo – del cartaginés “kart” - fortificación). Nombres del sustrato lingüístico latino (por ejemplo, Aracena, Villa Aretiana, que hace referencia al nombre propio de un propietario de tierras). Nombres del sustrato lingüístico árabe (por ejemplo Alájar - “la piedra” o Aljaraque, “camino trillado”). Nombres del sustrato lingüístico castellano (por ejemplo, Cañaveral de León, esto es “perteneciente al reino de León, no al de Sevilla”). Desde el punto de vista del referente paisajístico que incorporan, los topónimos se pueden agrupar en una de tres categorías principales según refieran: Etnias o pueblos Accidentes geográficos y sus características (colores, formas, alturas) Eventos y referentes del pasado En cualquiera de los tres grupos es teóricamente posible la identificación de lugares de interés para el reconocimiento arqueológico del territorio. Tomando como base diversos estudios de la toponimia antigua de Andalucía occidental (Gordón Peral, 1988; 1995; Gordón Peral y Ruhstaller, 1991) es posible obtener una lista de tipos de topónimos que designan puntos de interés arqueológico al prospector de cualquier comarca, municipio o sector situado dentro de esta región. Algunos ejemplos son: • Restos de vasijas, recipientes y utensilios tallados: La Tinaja, Los Tinajones, Las Olleras, La Calderera, Los Destrozos, Las Saetas, Las Flechas, El Plomo, El Cuchillar, El Cucharón, etc. 36 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán • Monedas, joyas, o más genéricamente un “tesoro”: Mala Moneda, El Doblón, Las Pesetas, Durero, El Tesorillo, El Tesoro, Los Zarcillos, La Arqueta, etc. • Pinturas rupestres, inscripciones o grabados: Peña Escrita, Los Letreros, Las Figuras, Los Números, El Letrado • Monumentos y sitios funerarios: Entierros, Las Sepulturas, Pierna Seca, Los Calaveros, El Osario, El Relicario, Las Losas, etc. • Seres legendarios y/o antiguos: El Moro, El Judío, La Reina Mora, Cueva de la Mora, El Gigante, La Santera, La Boticaria, etc. En el caso del megalitismo, que se examina de forma más detallada en la Segunda Parte de este libro, son frecuentes los topónimos asociados con gigantes ya que la imaginación y el folclore populares explicaban la existencia de construcciones realizadas con tan enormes bloques de piedra precisamente como resultado de las andanzas de seres fantásticos de gran tamaño (Figuras 25a y 25b). En conjunto, la valoración del componente toponímico del paisaje puede ayudar a establecer determinadas prioridades estratégicas dentro del área de prospección, potencialmente contribuyendo además a la interpretación de los yacimientos con datos de carácter cronológico, etnológico y funcional. c) Una tercera categoría de información que debe ser valorada previamente al comienzo del trabajo de campo es la propiamente arqueológica. Si existen precedentes de reconocimiento arqueológico de la zona de prospección es preciso documentarlos, bien sea en trabajos publicados o en la literatura gris (informes oficiales y administrativos que se encuentran inéditos pero disponibles en los archivos de la administración pública). Asimismo, dado que en España se vienen sistematizando desde hace dos décadas los inventarios regionales de yacimientos arqueológicos, es preciso contrastar la posible existencia de registros ya conocidos relevantes para la prospección en cuestión. En el caso de Andalucía, la base de datos ARQUEOS, administrada por el Instituto de Patrimonio Histórico de Andalucía (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) contiene c. 13.000 registros de yacimientos arqueológicos distribuidos por toda la comunidad autónoma (Fernández Cacho, 2002b). La consulta de esa fuente de información antes del inicio de la fase de campo de la prospección es necesaria para evitar la duplicación de registros mediante el descubrimiento de yacimientos ya conocidos y catalogados. Igualmente, la legislación andaluza en materia de Patrimonio Arqueológico establece, a partir de sus diversos Reglamentos, la obligatoriedad de entregar a la administración competente (Consejería de Cultura) una copia de la información producida en toda prospección arqueológica de superficie para que sea incluida en el inventario regional. 37 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.2.d.- Estrategia de cobertura y batida del terreno. Una cuestión central al desarrollo de la prospección arqueológica sobre el terreno es la de las estrategias de cobertura y batida. a) Estrategia de cobertura. En lo que se refiere a la estrategia de cobertura del área de prospección, existen una gran cantidad de alternativas. Una buena síntesis de las mismas es planteada por E. B. Banning en los capítulos 4 y 5 de su manual sobre prospección de superficie (Banning, 2002). De una forma mucho más sucinta, aquí estableceremos que existen dos alternativas genéricas: la cobertura total (o peinado intensivo de toda el área de estudio) y el muestreo* (selección de una fracción muestral de la zona de estudio). La cobertura total ofrece la ventaja de que supone un peinado exhaustivo del territorio, incrementa el número de evidencias disponibles y proporciona una lectura continua del territorio de las sociedades del Pasado. Como inconveniente principal presenta su elevadísimo costo en comparación con las estrategias basadas en el muestreo. La cobertura total es especialmente recomendable en situaciones donde las condiciones de perceptibilidad de las evidencias arqueológicas (ver sección siguiente) son malas, como es por ejemplo el caso de las regiones montañosas. Asimismo, es necesaria en casos de prospecciones derivadas por actuaciones administrativas de urgencia ante la construcción de obras de gran envergadura que puedan comportar la destrucción de yacimientos. En estos casos el planteamiento del proyecto de prospección debe estar siempre en función de una estrategia de cobertura intensiva. Las estrategias de muestreo. Las estrategias de muestreo se basan en la selección, dentro del área de estudio, de una serie de parcelas o espacios (referidos como fracción de muestreo) que son efectivamente prospectados, y cuyos resultados se consideran representativos de la totalidad del área de estudio. Es preciso considerar los siguientes elementos: Forma de las fracciones de muestreo. En la literatura especializada, las parcelas o espacios que delimitan la fracción de muestreo se denominan transectos* (si son de forma rectangular) o cuadrados/cuadrículas (si son cuadrados). En la Figura 26 se muestran ejemplos de estrategias de cubrición basadas en muestreos aleatorios y sistemáticos de transectos y cuadrados. Tamaño de las unidades de muestreo. Para ser realmente eficaz, la superficie de la fracción de muestreo debe representar un mínimo del 50% del área de estudio, pero no son infrecuentes los casos en que la misma se reduce hasta el 25% e incluso el 10% (Ruiz Zapatero, 1983:13). El efecto que el tamaño de la unidad de muestreo 38 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán puede tener en la localización de los yacimientos arqueológicos queda reflejado en el diagrama de la Figura 27. En el caso A, tanto los yacimientos 1 y 2 cuentan con el 100% de probabilidades de ser encontrados, ya que de hecho se prospecta toda el área de estudio, sin selección fracciones de muestreo. En el caso B, en cambio, donde se delimitan fracciones de muestreo del 25% de la superficie total, la probabilidad de encontrar el yacimiento 1 se mantiene al 100 (porque es de gran tamaño) mientras que la del yacimiento 2 se reduce a solo el 25%. Finalmente, en el caso C, donde la fracción de muestreo se ha reducido al 6.25%, la probabilidad de identificar el yacimiento 1 cae hasta el 62%, mientras que la del yacimiento 2 lo hace hasta el 12.5%. Tipo de muestreo realizado. La literatura especializada distingue cinco tipos de muestreo: muestreo aleatorio (de cuadrados o de transectos) por el cual se seleccionan al azar una serie de unidades de muestreo dentro del área de prospección, muestreo sistemático (de cuadrados o de transectos) por el cual se aplica a la zona de estudio una malla en la que se seleccionan una serie de unidades a intervalos regulares, y muestreo estratificado, por el cual se divide en área de estudio en una serie de sub-áreas de acuerdo a criterios de configuración física (tipos de suelos, intervalos altimétricos, etc.) Un método empírico sencillo para la evaluación de las estrategias de cobertura es el propuesto por L. Sundstrom (1993:92). Este método considera que la probabilidad de descubrir un yacimiento en una prospección de superficie es una función de la forma y tamaño del propio yacimiento y del espaciado de los transectos paralelos de prospección. Partiendo de un yacimiento de forma elíptica, P= s d Donde P es la probabilidad de que todos los yacimientos de tamaño s sean cortados por unos transectos espaciados por una distancia d. El perímetro s se calcula por s = 2 a2 b2 2 donde a y b son los semiejes de la elipse. La fórmula resultante para P es entonces, P= 2 (a 2 b 2 ) / 2 d 39 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Si se asume una forma circular parael yacimiento, entonces, P= 2r d Donde r es el radio del yacimiento. Mientras que, si se supone una forma lineal, la fórmula sería P= 2l d Donde l es la longitud del yacimiento. De acuerdo con Sundstrom, el modelo elíptico es aplicable a la mayoría de los yacimientos arqueológicos, puesto que incluso aquellas construcciones y sitios de forma lineal (vías, carreteras, acueductos) tienden a producir una dispersión superficial de evidencias de forma elíptica. En cualquier caso, la probabilidad de que el transecto corte un yacimiento disminuye cuanto más lineal es éste y aumenta conforme su forma se aproxima a la circularidad. b) Estrategia de batida. En este caso, la cuestión fundamental radica en el intervalo que debe separar a los prospectores en el proceso de batida del territorio. Esta decisión estará de nuevo siempre en fuerte dependencia de las condiciones de perceptibilidad del paisaje, tanto en lo inherente al registro arqueológico como a nivel de condiciones físicas imperantes en la superficie terrestre, así como de la estrategia de cobertura planteada (muestreo vs. cobertura total) y del equipo disponible. Básicamente es preciso tener presentes dos parámetros esenciales: el tipo y número de movimientos y la distancia entre prospectores. El diseño de la estrategia de movimientos de los prospectores y número de pasadas (Figura 28) depende de diversos factores tales como la eficacia geométrica de las distintas alternativas posibles, la intensidad de prospección requerida o la experiencia de los prospectores (Banning, 2002:89-92). Para una cobertura total satisfactoria difícilmente el intervalo entre prospectores podrá ser de más de 100 metros, situándose normalmente un intervalo aceptable entre 10 y 75 metros (Schiffer y otros, 1878:13) (Figura 29). Con intervalos de más de 50 metros es fácil que hallazgos aislados y yacimientos o eventos muy pequeños puedan pasar desapercibidos. Pero al mismo tiempo, intervalos de escasas decenas de metros suponen unos incrementos drásticos en los costos de la prospección, ya que se destinan muchos más recursos humanos a porciones reducidas de terreno. 40 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Un factor de mucha importancia en la batida del territorio es la experiencia del personal que realiza la prospección. La tasa de identificación de evidencias superficiales puede varias de forma muy significativa entre un prospector o prospectora con experiencia y uno/a inexperto/a. La formación, preparación y motivación del personal inexperto en relación con la morfología de yacimientos susceptibles de ser encontrados o en relación con las condiciones de perceptibilidad (ver discusión a continuación), con carácter previo al comienzo del trabajo de campo, puede tener una importancia determinante en los resultados obtenidos (Banning, 2002:65-66). 2.2.e.- Condiciones de perceptibilidad del registro arqueológico Con independencia de la aproximación metodológica que se siga, las estrategias de cobertura y batida del terreno son en parte (inevitablemente) dependientes de una serie de parámetros relativos a las condiciones de perceptibilidad del registro arqueológico. Estas condiciones son de dos clases: por un lado, las condiciones inherentes al propio registro arqueológico, y por otra las condiciones físicas imperantes a nivel de superficie. De acuerdo con algunos estudios recientes (Terrenato, 2000), en condiciones de perceptibilidad desfavorables el número de yacimientos identificados en la prospección arqueológica de superficie puede llegar a ser hasta 10 veces inferior, por lo que la consideración previa de las mismas y su estructuración racional dentro de la estrategia de trabajo (estrategias de cobertura y batida, así como de registro de datos) es fundamental. a) Condiciones inherentes al registro arqueológico. En el primer grupo de condiciones de perceptibilidad se cuentan dos condiciones principales. Por un lado, el tamaño (extensión horizontal) y potencia estratigráfica (profundidad vertical) de los yacimientos individuales, esto es, la concentración y tamaño de las dispersiones de artefactos y restos de construcciones según su manifestación superficial. Es evidente que la detección en superficie de una zona de actividad de un grupo de cazadores paleolíticos es más dificultosa que la de una villa romana o la de un castillo medieval: los elementos materiales resultantes de las actividades desarrolladas en ambos lugares presentan condiciones de visibilidad muy diferentes (por ejemplo, paramentos hechos con cuero y huesos de animales frente a grandes muros de piedra). Por otro lado, la densidad y concentración de los yacimientos. Asimismo, en una zona donde en los últimos miles de años se han dado condiciones medioambientales desérticas o semi-desérticas es improbable que se identifiquen altas densidades de yacimientos arqueológicos, simplemente por que la densidad del poblamiento humano habrá sido bastante baja. Igualmente será improbable que se hayan desarrollado grandes asentamientos humanos que hayan alcanzado un carácter urbano. 41 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Ambos parámetros son en realidad una expresión de las características funcionales, económico-sociales, políticas y demográficas de los asentamientos humanos a partir de los cuales se originaron los yacimientos arqueológicos. Por tanto, cualquier previo conocimiento de las condiciones predominantes en el pasado tanto a nivel medioambiental (capacidad agrícola potencial del suelo, climatología predominante, etc.) como socioeconómico (densidad de población, pauta de ocupación del territorio) contribuye a una más informada elección de la estrategia de cubrición y batida del terreno b) Condiciones imperantes a nivel de superficie. En el segundo grupo se cuentan una serie de condiciones que conforman y restringen la calidad de la percepción visual de las evidencias existentes sobre la superficie terrestre (es decir, de su componente arqueológico) por parte del prospector. Entre ellas se cuentan la morfología, la visibilidad y la accesibilidad del terreno. Los procesos geomorfológicos pueden haber ocultado en parte o en su totalidad determinada clase de yacimientos arqueológicos, según se discutió en relación con los procesos de formación de los yacimientos arqueológicos. Por una parte, en valles fluviales con potentes procesos de aluvionamiento es muy posible que asentamientos o lugares de actividad humana completos hayan quedado bien enterrados bajo los depósitos transportados por los ríos, bien enmarcados en unidades de paisaje bastante diferentes de las originales. Por otro lado, los procesos de trasgresión y regresión marina habidos en los últimos miles de años, han dejado completamente sumergidos bajo el mar determinados yacimientos. Finalmente, en zonas sometidas a potentes procesos erosivos o a roturado sistemático es frecuente que los yacimientos que se encuentran en puntos especialmente vulnerables (por ejemplo, asentamientos prehistórico ubicados en las cimas de cerros muy abruptos) hayan sido parcial o totalmente desplazados, quedando sus depósitos estratigráficos lavados en mayor o menor medida e incluso transportados varias decenas de metros hacia las laderas o valles del entorno (Feiken y Van Leusen, 2001). En estos casos, el prospector debe saber determinar la conveniencia de explorar aquellas zonas bajas donde los materiales y sedimentos originalmente acumulados en el asentamiento pueden haber quedado depositados de forma secundaria. La visibilidad superficial es un factor crucial en el desarrollo de la prospección. Depende básicamente del tipo de cobertura vegetal presente en el terreno, que a su vez es una función, por una parte, del tipo de uso del suelo predominante, y por otra de las características climatológicas de la región. Terrenos con dedicación predominantemente agrícola suelen tener ciclos de alta y baja visibilidad según el punto de desarrollo en que se encuentren las cosechas (con el suelo limpio y arado la visibilidad es muy alta, mientras que con la cosecha crecida es mínima) (Figura 30). Terrenos con dedicación mixta agrícola-ganadera suelen tener una visibilidad de grado intermedio, también dependiendo de la época del año, pero en general más bajas que los terrenos exclusivamente dedicados 42 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán a la agricultura (Figura 31). En tercer lugar, los terrenos de uso forestal son los que presentan niveles más bajos de visibilidad durante todo el año. La presencia de abundantes arbustos, musgos, hierba y hojarasca impiden de hecho al prospector visualizar las posibles evidencias que aparezcan en superficie (Figura 32). En estos casos, el único procedimiento aplicable es la prospección selectiva de ventanas del terreno donde las condiciones imperantes hayan eliminado la vegetación: tal es el caso de, por ejemplo, cortafuegos, caminos, cunetas de carreteras, o cauces de arroyos y ríos (estos últimos, además ofrecen la posibilidad de examinar secciones del terreno). Asimismo, en regiones con muy altas tasas de precipitaciones anuales, la existencia de cobertura vegetal permanente o casi permanente a lo largo del año condiciona y limita la aplicabilidad y resultados potenciales de las prospecciones arqueológicas. En algunas de estas regiones, durante una buena parte del año, es apenas posible prospectar en las ventanas que ofrece el terreno, como las señaladas más arriba. En tercer lugar, la accesibilidad del terreno en general (y de los yacimientos arqueológicos en concreto) es otro factor que delimita considerablemente las posibilidades de prospección en cuanto a intensidad. En primer lugar, incide el factor de cobertura vegetal, del que la accesibilidad es una función: una densa vegetación no solo obstaculiza la visión, sino también el movimiento. En segundo lugar, incide la topografía: la prospección de terrenos llanos supone menos costes y mayores rendimientos por prospector y día que la prospección de zonas montañosas donde la pendiente* ralentiza y hace más penoso el movimiento. Asimismo, determinadas categorías de yacimientos arqueológicos, como por ejemplo los hábitats prehistóricos en cuevas o abrigos rocosos, así como los lugares con arte rupestre, pueden quedar seriamente infra-representados sino se presta especial atención al hecho de que con frecuencia se ubican en laderas y escarpes montañosos de muy difícil acceso. En tercer lugar, un factor que tiene considerable importancia en la movilidad del equipo de prospección (y por tanto en el rendimiento de la misma) es la estructura de propiedad de la tierra actualmente imperante. En toda prospección de ámbito rural, las cercas y vallados (desplegados para delimitar la propiedad o restringir el movimiento de los animales) tienden a limitar la accesibilidad del terreno. En casos donde la propiedad de la tierra es mayoritariamente latifundista (por ejemplo en la mayor parte del territorio de Andalucía) estos obstáculos vienen a dificultar el movimiento de prospecciones solo de tarde en tarde (espaciados como están por cientos de metros, a veces kilómetros), pero en terrenos con fuerte implantación de propiedades minifundistas, como por ejemplo Galicia, los mismos pueden aparecer literalmente cada pocas decenas de metros, convirtiendo el desplazamiento del equipo de prospección en un problema logístico y de seguridad. En conjunto, existen por tanto toda una serie de factores físicos que delimitan la capacidad de la prospección superficial para identificar y reconocer las evidencias materiales del Pasado en el paisaje (Tabla 3). Estos factores físicos deben ser 43 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán tenidos en cuenta a la hora de establecer la estrategia de trabajo en cuanto a cobertura y batida del territorio y registro de la información AMBITO FACTORES Distancia prospectores Número prospectores Experiencia prospectores Tamaño (extensión) Potencia (profundidad estratigráfica) REGISTRO Densidad (número de yacimientos por unidad superficie) ARQUEOLÓGICO Concentración (índice de agrupación) Sedimentos fluviales Condiciones geomorfológicas Índices de erosión Trasgresión/regresión marina Visibilidad Vegetación (uso del suelo) SUPERFICIE Vegetación (climatología) Uso del suelo Accesibilidad Topografía Estructura propiedad tierra Tabla 3 Factores de perceptibilidad del registro arqueológico en la prospección de superficie Fuente: Elaboración propia METODOLOGÌA 2.2.f.- Georreferenciación. La correcta inserción de los yacimientos arqueológicos en un sistema estandarizado de coordenadas terrestres que permita su situación y localización en los mapas es uno de los aspectos más críticos de la prospección de superficie. La comprensión de los conceptos cartográficos básicos implicados en este problema es por tanto de gran interés para los estudiantes de Arqueología. a) Una comprensión básica de la noción de proyección cartográfica es fundamental para entender los problemas asociados a la georreferenciación* de yacimientos arqueológicos. Desde hace siglos los geógrafos y cartógrafos han batallado para diseñar sistemas de representación cartográfica de la Tierra que sirvieran para la navegación, el transporte y el comercio. Un problema de partida en esta tarea es que la Tierra tiene forma de esfera irregular o achatada denominada geoide (la simplificación geométrica de la misma con vistas a su representación cartográfica se conoce como elipsoide) y por tanto la traslación de sus formas y elementos a un mapa dibujado sobre un plano (dos dimensiones) presenta importantes inconvenientes. Para dar solución a esta dificultad matemática, la Geodesia y la Cartografía han desarrollado durante los cuatro últimos siglos más de doscientas proyecciones cartográficas distintas (Raisz, 1978:73; Joly, 1979:48). 44 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Todas las proyecciones cartográficas se basan en la organización o estructuración del geoide terrestre en un sistema de coordenadas x e y fijas a las que se denomina, respectivamente, longitud y latitud y que se expresan en grados, minutos y segundos (Figura 33). La longitud es la distancia entre el meridiano* de un lugar y un meridiano de referencia llamado de Greenwich (localidad de Londres donde se encuentra un célebre observatorio astronómico) y se mide de 0 a 180º. La latitud es la distancia entre el paralelo* de un lugar y el Ecuador (el paralelo de referencia) y se mide de 0 a 90º (Joly, 1979:38). Cada proyección cartográfica tiene unas ventajas e inconvenientes en cuanto a la representación de la superficie terrestre que proporciona. A este respecto se las agrupa en dos categorías excluyentes, denominadas proyecciones conformes (conservan el transporte local de forma entre las figuras de la superficie de proyección y las de la esfera, por lo que los meridianos y los paralelos se cortan perpendicularmente) y equivalentes (conservan las relaciones de superficie) (Joly, 1979:51). b) La proyección UTM* (Universal Tranversa Mercator) es una de las más extendidas internacionalmente, y desde luego la que más aceptación tiene en Arqueología desde hace años (Arroyo Bishop y Lantada Zarzosa, 1992:137). Esta proyección es de tipo conforme y parte de un sistema de coordenadas rectangulares o planas organizadas según una cuadrícula en base a dos ejes x (longitud) e y (latitud) (Figuras 34 y 35). El sistema de designación de coordenadas de la proyección UTM puede ser resumido de la siguiente forma. La cuadrícula UTM tiene líneas que son paralelas entre sí en cada uno de los ejes y equidistantes, y que se organizan en husos* y franjas*. Los husos son columnas (es decir, van en sentido N-S) con un ancho de 6º, y se designa con dígitos de 1 a 60 empezando por el meridiano 180º, opuesto al de Greenwich, de forma que la mitad coincide con éste. Las franjas (a veces llamadas fajas) son filas (en sentido E-W) con un ancho de 8º y se designa designan con letras de la C a la X empezando por el Sur (Andalucía se encuentra en la franja S). La Península Ibérica queda comprendida entre los husos 29 y 31 (Andalucía se encuentra entre los husos 29 y 30) y entre las franjas S y T (Figura 36). Las zonas son aquellos cuadrados formados por la intersección de husos y franjas, que se designan combinando los dígitos y letras de aquellos y éstas (así, la mayor parte de Andalucía se encuentra en la zona 30S. Asimismo, cada zona se subdivide a su vez en cuadros de 100 km. de lado identificados por una combinación de dos letras (por ejemplo, buena parte de la provincia de Huelva queda dentro del cuadro PC). Finalmente, los cuadros de 100 x 100 km se subdividen en cuadrículas de 1 km de lado. Toda esta información relativa a husos, franjas, zonas, cuadros de 100 km de lado y cuadrículas de 1 km aparece reflejada en los mapas topográficos de referencia. En el caso de España, la cartografía que se podría considerar como oficial a este respecto es el Mapa Topográfico Nacional (MTN)* a escala 1:50.000 45 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán confeccionado por el Instituto Geográfico Nacional (con la colaboración del Servicio Geográfico del Ejército), entre 1875 y 1968 (Estébanez y Puyol, 1976:4). Esta serie incluye 1106 hojas, cada una de las cuales cubre un territorio dentre 500 y 600 km2 aproximadamente, recibiendo cada una de ellas un número (que aparece en el ángulo superior derecho del mapa) y el nombre de la localidad principal que en ella aparece (Figura 37). En el MTN, las letras de los cuadros de 100 km aparecen indicadas sobre el mapa en grandes caracteres, pudiendo incluir cada una de las hojas de esta serie hasta cuatro cuadros distintos. Asimismo, las hojas del MTN indican el número de orden de las cuadrículas de 1 km de 1 a 100, de izquierda a derecha en la x (longitud) y de abajo a arriba en la y (latitud). La mejor forma de mostrar el sistema de designación de un punto por coordenadas UTM es mediante un ejemplo como el mostrado en la Figura 38. El asentamiento de la Edad del Bronce de Cerro de La Alcornocosa (Encinasola, Huelva), ya fue utilizado en una publicación anterior como ejemplo para discutir aspectos del sistema de designación de las coordenadas UTM en un Sistema de Información Geográfica* (SIG) (Amores y otros, 1996:155-156). Supongamos ahora, no obstante, que el sitio de Cerro de la Alcornocosa acaba de ser encontrado en el curso de unas prospecciones y que deseamos registrar sus coordenadas sobre la correspondiente hoja del Mapa Topográfico Nacional a simple vista, sin hacer uso de un GPS, un ejercicio de práctica cartográfica muy conveniente para cualquier estudiante de Arqueología (esta situación es en realidad poco realista porque actualmente se utilizan los GPS de forma sistemática para obtener las coordenadas de los yacimientos (ver discusión más adelante). Para empezar, hay que tener en cuenta que se van a designar las coordenadas con un margen de aproximación de un hectómetro, ya que sobre la escala 1:50.000 del MTN, un milímetro supone 50 metros de terreno, y el ojo humano está mal preparado para distinguir magnitudes inferiores a un milímetro. Por ello las magnitudes de algunas decenas (o unidades) de metros en que (normalmente) se desenvuelven los yacimientos arqueológicos son inapreciables. Cerro de la Alcornocosa se encuentra en la hoja 875 (Jerez de los Caballeros, Badajoz), dentro del huso 29 y la zona S, (por lo que la zona en la que se encuentra es la 29S) y dentro del cuadro de 100 km de lado PC, por lo que la primera parte de su notación será [29S PC]. A continuación, en la notación de las coordenadas UTM es preciso designar los dígitos de (por este orden) la longitud (X) y la latitud (Y) con tanta precisión como sea posible, en este caso de 100 metros (lo cual quiere decir que los dos últimos dígitos de las coordenadas x e y serán 0). Empezando con la longitud, se localiza el cuadro de 1 km donde se encuentra el yacimiento y se indican los dos dígitos que aparecen en el MTN en el lado izquierdo del cuadro, en este caso 90. Luego es preciso subdividir el cuadro 1 km en una cuadricula de 100 metros de lado y contar cuantas líneas quedan a la izquierda del yacimiento, que en este caso son 6 (el yacimiento está a 600 metros de distancia de la línea 90). Por ello, la notación de las coordenadas incluyendo la longitud será [29S PC 906]. Si se registra la latitud a continuación, habrá que identificar la línea de la cuadrícula de cuadros de 1 km que queda justo por debajo del yacimiento, en este caso la 27 46 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán (ignoremos por el momento el 42 que aparece en menor tamaño junto a este dígito). Utilizando de nuevo la cuadrícula de 100 metros de lado que como usuarios hemos dibujado sobre el mapa, será preciso contar las líneas que quedan por debajo del yacimiento, en este caso 7 (el yacimiento está a 700 metros de la línea 27). Con ello la notación de las coordenadas de Cerro de la Alcornocosa queda como [29S PC 906 277]. Aunque imprecisa, porque deja 100 metros de margen de error en longitud y latitud, esta notación es correcta, y de hecho es el tipo de notación que se ha utilizado para las coordenadas UTM en numerosas prospecciones arqueológicas en España, por ejemplo en Andalucía. Si fuera posible disponer de información de la ubicación del yacimiento hasta las decenas de metros o al metro (por ejemplo, el punto central del yacimiento), se utilizarían dos dígitos más en la longitud y latitud. [29S PC 906 277]. Aproximación de hectómetro [29S PC 9065 2773]. Aproximación de decámetro [29S PC 90652 27738]. Aproximación de metro Con la extensión del uso de la tecnología GPS y SIG, la tendencia actual es utilizar siempre la notación de las coordenadas UTM empleando únicamente dígitos (tradicionalmente esta ha sido la forma de emplear las coordenadas para cálculos de Geodesia* y Topografía). Para coordenadas previamente designadas según el procedimiento que se acaba de exponer, existen tablas de referencia para transformar en dígitos las letras relativas a los husos y franjas (Rossignoli Just, 1976). En el caso de Cerro de la Alcornocosa, las coordenadas aparecerían designadas como 690652 (longitud) y 4227738 (latitud) en caso de aproximación al metro. Si no existiese aproximación de precisión métrica entonces es preciso redondear la notación, añadiendo tantos ceros como sea necesario (Wheatley y Gillings, 2002:70). Así, con una precisión de hectómetro, la forma de designar las coordenadas sería 690600 (longitud) y 4227700 (latitud). Una consideración final en torno a la notación de las coordenadas UTM deriva también de la implantación de los SIG para el tratamiento de la cartografía (ver sección 2.6.b.). Las coordenadas UTM se designan habitualmente en relación al huso y la franja dentro de la que se encuentra el evento a georreferenciar, en nuestro caso el yacimiento Cerro de la Alcornocosa. Ello quiere decir que cuando termina un huso y comienza otro, la numeración de las coordenadas deja de ser correlativa, lo que dificulta su computación en un sistema informático. Cuando se trabaja con zonas divididas por dos o más husos es preciso referir las coordenadas de todos los yacimientos en estudio a un único huso de referencia. Así, si se buscase analizar Cerro de la Alcornocosa desde una perspectiva territorial que abarcase toda Andalucía, sería preciso trasladar sus coordenadas, en principio referidas al huso 29, al huso 30, ya que, como se dijo más arriba, Andalucía cae entre estos dos husos (el cambio de huso pasa justo por la ciudad de Sevilla) y la norma establecida por los organismos cartográficos andaluces es emplear la notación de coordenadas del huso 30 por una pura cuestión de economía de trabajo (el huso 30 abarca más de dos terceras partes del territorio andaluz). Esta conversión (habitualmente realizada con 47 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán un sencillo programa informático o en un software de SIG) depararía como resultado que las coordenadas de Cerro de la Alcornocosa serían 164987 (longitud) y 4232286 (latitud). La Tabla 4 resume los diferentes formatos en que se han dado las coordenadas del yacimiento tomado como ejemplo en esta sección. NOTACION 29S PC 906 277 29S PC 9065 2773 29S PC 90652 27738 690600,4227700 690650,4227730 FORMATO UTM con caracteres, referida al huso 29 UTM con caracteres, referida al huso 29 UTM con caracteres, referida al huso 29 UTM sin caracteres, referida al huso 29 UTM sin caracteres, referida al huso 29 690652,4227738 PRECISIÓN Aproximación de hectómetro Aproximación de decámetro Aproximación de metro Aproximación de hectómetro, redondeando al metro Aproximación de decámetro, redondeando al metro Aproximación de metro UTM sin caracteres, referida al huso 29 164987,4232286 UTM sin caracteres, referida al Aproximación de metro huso 30 Tabla 4 Formatos de notación de coordenadas UTM frecuentes en Arqueología Ejemplo del yacimiento de Cerro de La Alcornocosa (Encinasola, Huelva) Fuente: Elaboración propia c) Otro problema importante en el transcurso del trabajo de prospección es el de la orientación con mapas (es decir, la navegación por el terreno). En principio la referencia más evidente son los puntos cardinales, que vienen definidos por el movimiento de rotación de la Tierra: Norte y Sur son los dos extremos del eje de rotación de nuestro planeta y el Este el punto cardinal hacia el que se produce dicha rotación, siendo el Oeste por tanto su contrario. De una forma simple, el Este es el punto cardinal por el que sale el sol (Levante), y el Oeste el punto por el que se pone (Poniente). Sobre el terreno, la forma más práctica de orientarse es con una brújula, para cuya utilización es importante tener en cuenta los conceptos de Norte verdadero y Norte magnético. El punto donde covergen los meridianos, es decir, los extremos del eje de rotación de la Tierra, marcan el Norte y el Sur geográficos. El Norte geográfico es el que se dibuja en los mapas y con respecto al cual se expresan las direcciones, recibiendo también el nombre de Norte verdadero. Ahora bien, cuando la brújula señala al Norte no está indicando el Norte verdadero, sino el Norte magnético, que no coincide exactamente con él y que además cambia constantemente de lugar. La movilidad del Norte magnético de la Tierra es consecuencia de la compleja actividad magnética de nuestro planeta. El campo magnético terrestre se divide en 48 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán tres partes, el campo magnético principal (de origen interno), el campo magnético transitorio (basado en la rotación terrestre y con perturbaciones derivadas de los procesos atmosféricos) y las anomalías magnéticas (asociadas con las rocas de la corteza terrestre y su imantación). El campo magnético terrestre experimenta variaciones de cientos y miles de años, incluyendo inversiones completas de la polaridad (Díaz del Olmo, 1990:159). Las variaciones de la polaridad magnética han sido estudiadas en profundidad por la Geología en las últimas décadas, de forma que actualmente es posible incluso utilizar el paleomagnetismo como procedimiento de datación absoluta. En efecto, los cristales de las rocas volcánicas continentales se orientan al enfriarse hacia el Norte magnético, dondequiera que éste se encuentre, del mismo modo que los cristales de los minerales férreos (hematites, magnetita) presentes en artefactos de arcilla cocida se orientan en el momento de la cocción (si la temperatura de cocción es superior a 650º) hacia el Norte magnético de forma permanente. La diferencia angular entre el Norte verdadero (marcado por los meridianos) y el Norte magnético, se conoce como declinación magnética, y, dado que varía según el lugar de la Tierra cubierto por el mapa, todos los mapas oficiales (sobre todo los topográficos) indican siempre su valor. En el caso del Mapa Topográfico Nacional del IGN español, esta información aparece en el reverso de las hojas en una caja titulada Declinación, donde se indica el ángulo que hay que añadir al Norte magnético para obtener el Norte verdadero (en la Figura 39 se muestra la caja de declinación de la hoja 875 del MTN utilizado anteriormente en el ejemplo de designación de coordenadas UTM). Como quiera que el Norte magnético varía constantemente, se incluye la información de la fecha en que se considera válida la declinación, haciéndose constar también su variación anual. c) El tercer aspecto relevante en relación con la georreferenciación de yacimientos arqueológicos en prospección de superficie atañe al empleo del GPS. Hasta hace algunos años, la precisión con que la georreferenciación arqueológica era realizada dependía exclusivamente de la precisión de la cartografía disponible: el prospector debía situarse en el terreno y reconocer la ubicación del yacimiento mediante la identificación de referentes en el paisaje o mediante complejos procedimientos geodésicos que frecuentemente no estaban al alcance de los proyectos arqueológicos. En el caso de Andalucía, hasta comienzos de los años 1990, la cartografía sobre la que generalmente se había venido realizando esta función era el MTN, que, según se ha explicado anteriormente, permitía una aproximación de tan solo un hectómetro en la localización de los yacimientos, lo que generaba una alta imprecisión e incertidumbre respecto a su localización (e, indirectamente también la forma). La aparición a comienzos de los 1990 de la serie topográfica 1:10.000 del Instituto Cartográfico de Andalucía (ICA) contribuyó a mejorar mucho la calidad de la georreferenciación de los yacimientos arqueológicos andaluces, permitiendo que los errores en la ubicación de los mismos disminuyeran en cantidad y seriedad (Fernández Cacho, 2002b; 2002c; 2002d). 49 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En los últimos cinco años, sin embargo, la precisa georreferenciación de los yacimientos arqueológicos ha dejado de depender de la calidad de la cartografía existente (en realidad se puede decir que ha dejado de ser un problema en general) gracias a la extensión del Sistema de Posicionamiento Global* o GPS (Global Positioning System). Dada su creciente accesibilidad económica, su precisión y su carácter portátil, la incorporación de la tecnología GPS a la Arqueología de campo ha sido fulgurante (Amado Reino, 1997; Estrada, 1997; Colosi y otros, 2001a; 2001b; Gabrielli, 2001), viniendo a solventar definitivamente el viejo problema de la georreferenciación, y abriendo otras posibilidades como la realización de micro-topografías tanto en prospección como en excavación (esta prestación del GPS es discutida en la sección dedicada a la cartografía arqueológica). El Sistema de Posicionamiento Global se basa en 24 satélites del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos que cada 12 horas orbitan la tierra en 6 planos orbitales distintos (4 satélites en cada plano) a unos 20.200 Km. de altitud y con 55 grados de inclinación, emitiendo constantemente una señal con datos sobre su posición y la hora precisa de emisión (Figura 40). Este sistema fue inicialmente diseñado con fines principalmente militares, comenzando su desarrollo en 1973 y lanzándose el primer satélite en 1978, pero paulatinamente se ha generalizado su extensión para usos civiles y científicos (sobre todo para navegación). Hasta hace muy poco tiempo el gobierno de los EEUU introducía por razones de seguridad, un error deliberado en la señal de los satélites, limitando su precisión, pero esta restricción ha quedado eliminada recientemente. El principio básico sobre el que funciona el sistema es el siguiente. Dentro de unas condiciones de recepción adecuada (ausencia de árboles grandes o edificios en las cercanías) los aparatos receptores situados en cualquier punto de la superficie terrestre reciben la señal de varios de los satélites (como mínimo tres) y calculan su posición con respecto al mismo, transformando esta información (a discreción del usuario) en cualquiera de los sistemas de coordenadas existentes internacionalmente. Dado que se trata de una tecnología portátil (se puede transportar por una sola persona a pie) y que actualmente existen receptores de alta precisión que pueden ubicar cualquier punto en latitud, longitud y altitud con márgenes de error subcentimétricos, la aplicación de esta tecnología en la prospección de superficie permite reflejar con gran precisión la ubicación de un yacimiento, así como su forma e incluso, como se ha mencionado más arriba, su topografía. 2.2.g.- Registro de datos La estrategia de recogida de información debe también adaptarse de una forma flexible al Proyecto general de trabajo que enmarque la prospección, atendiendo a numerosas condiciones imperantes tales como la experiencia de los prospectores y las pautas de perceptibilidad del registro arqueológico, según se ha descrito 50 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán anteriormente. Cuatro son los aspectos empíricos principales que deben ser objeto de control en el curso de la prospección. a) Características morfológicas. La descripción general de los atributos físicos del yacimiento o localización, ha incluido tradicionalmente la descripción general de la forma de acceso, cobertura vegetal predominante, altitud y topografía, extensión, forma y atributos físicos del entorno. Actualmente, con la aplicación combinada de las tecnologías GPS y SIG, es posible una representación micro-topográfica de los yacimientos arqueológicos dentro de unos márgenes razonables de costo/rendimiento y con elevados niveles de precisión. Por otra parte, la necesidad tradicional de registrar sobre el terreno determinadas características físicas del entorno de los yacimientos se ha reducido notablemente con la extensión de los SIGs (ver más adelante), dado que, una vez ubicado con precisión en un sistema general de coordenadas, esta información se puede obtener de las coberturas temáticas generadas por los organismos responsables de la gestión medioambiental. b) Características artefactuales. Los criterios de recogida y registro de artefactos de superficie son grandemente dependientes de las características de perceptibilidad de los yacimientos de una región determinada y de los objetivos del Proyecto en el que la prospección se inscribe (Mattingly, 2000:8-10). En regiones donde son comunes los yacimientos con muy abundante material de superficie puede no ser recomendable que el prospector recoja todo el material que encuentre a lo largo de su recorrido: el transporte y posterior clasificación y valoración de grandes volúmenes de material pueden resultar problemáticos desde una perspectiva logística. En casos donde, por el contrario, los niveles de perceptibilidad del registro arqueológico son más bajos, es recomendable incrementar la tasa de recogida de artefactos, pues de lo contrario el diagnóstico cronológico y funcional puede verse seriamente dificultado. c) Metadatos*. Recientemente se ha venido prestando gran importancia al registro, control y (especialmente) publicación, de determinados datos acerca de las características organizativas y logísticas de la prospección arqueológica de superficie (San Miguel, 1992; Sundstrom, 1993; Almagro Gorbea y otros, 1996; 1997). Estos datos permiten la valoración a posteriori del rendimiento y eficacia del trabajo de prospección permitiendo la comparación y (en su caso) homologación de resultados. Los metadatos relativos a los datos de la prospección incluyen: Número de prospectores por día Experiencia de los prospectores Extensión de terreno cubierto por día Productividad por prospector/día Intervalo entre prospectores Número de recorridos Horario de localización de los hallazgos Condiciones de luminosidad y humedad en el ambiente 51 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En lo que se refiere a los procedimientos de registro de información, los principios que rigen en el ámbito de la prospección son los mismos que se han venido implantando en los últimos 20 años en la excavación: Normalización de vocabulario Estandarización de los formularios de registro de datos Informatización de los datos. A efectos de estandarización, la utilización de formularios pre-definidos a ser cumplimentados por los prospectores disminuye las posibilidades de sesgos subjetivos en la descripción de los recorridos efectuados, las localizaciones encontradas y el material de superficie recogido (Choclán Sabina y otros, 1984). La Carta Arqueológica de Aragón elaborada por el Colegio Universitario de Teruel ofrece un excelente ejemplo de este tipo de fichas de registro normalizado (Burillo Mozota y otros, 1993) (Figura 41). Estas fichas de prospección permiten asimismo una utilización consistente y normalizada del lenguaje que elimine ambigüedades en la descripción de los fenómenos arqueológicos. Además, el diario de campo sigue siendo un excelente instrumento de registro de información para la coordinación y dirección del equipo de prospección, complementando los formularios o fichas para la descripción de yacimentos individuales. La informatización de los datos de prospección de superficie ha constituido un proceso sostenido, inicialmente verificado con posterioridad a la prospección en sí pero cada vez con mayor tendencia a incorporarse directamente al proceso de trabajo de campo (Ryan y otros, 1999). 2.2.h.- Un ejemplo de prospección temática: la prospección arqueometalúrgica. Un caso específico de interés, escogido para ilustrar las posibilidades de la prospección arqueológica de superficie con un enfoque temático (prospección destinada a localizar una clase específica de yacimientos arqueológicos), es el de la prospección arqueometalúrgica. Tomando como ejemplo las prospecciones realizadas por la Universidad de Sevilla durante varias campañas en los años 1990 en Sierra Morena occidental (Hunt Ortiz, 1992; 1994; 1995a; 1995b; 1996; 1998a; 1998b) es posible extraer una serie de principios específicamente aplicables a una prospección temática de esta naturaleza. a) Métodos específicos para la prospección minera y metalúrgica. En principio, la exploración superficial de sitios con testimonios de explotaciones minero-metalúrgicas se basa en los mismos principios generales de la prospección arqueológica que se han venido describiendo más arriba. No obstante, dado que se reconoce el terreno para identificar evidencias arqueológicas de una serie de procesos económicos que, en su primera instancia se generan allí donde existen determinados recursos naturales, la estrategia de cobertura del terreno, más que sistemática o de muestreo, debe ser selectiva (o dirigida). Es decir, apoyándose en una serie de 52 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán indicios previos recogidos y sistematizados en la fase de documentación previa al trabajo de campo, la prospección de superficie en sí se verifica en puntos y áreas concretas susceptibles de deparar el tipo información que se busca. Se ha señalado además (Hunt Ortiz, 1996) que algunas aplicaciones específicas como la fotografía aérea son especialmente adecuadas en la fase de campo para dirigir el esfuerzo a puntos concretos. Las importantes modificaciones que las actividades mineras suelen producir en la topografía (y que van desde socavones, pozos, minas y frentes de extracción de tamaño variable, hasta escoriales y vertederos de gran tamaño) son a veces más fácilmente distinguibles desde el aire que desde la propia superficie, sobre todo en condiciones de escasa visibilidad debida a la cobertura vegetal. b) Indicadores específicos de sitios mineros y metalúrgicos. La prospección superficial de sitios relacionados con la economía minera y metalúrgica de sociedades pasadas se realiza sobre una serie de indicadores empíricos específicos, entre los cuales se cuentan los siguientes: Lugares con historia de actividad minera. Con frecuencia los lugares con explotaciones mineras recientes (contemporánea, moderna) se ubican en lugares, áreas o comarcas donde ya se dieron tales explotaciones en épocas precedentes (época medieval, época romana, Prehistoria). Tanto en la Prehistoria como en la Historia, la minería es una actividad que muestra una fuerte tendencia a superponerse de forma reiterativa en los mismos puntos del paisaje, normalmente como resultado de avances tecnológicos que permitieron poner en explotación recursos que anteriormente habían sido dados por improductivos. Por ello, en la fase de documentación de la prospección previa al propio trabajo de campo debe hacerse una consulta exhaustiva de las fuentes bibliográficas, cartográficas y documentales que identifiquen empresas y actividades mineras o (simplemente) lugares con recursos mineros verificados. Toponimia. Toda una serie de topónimos hacen referencia a lugares con historia de explotación minera, incluyendo: o Topónimos de minas y derivados o Topónimos alusivos a depósitos aflorantes y minerales explotados o Topónimos referentes a coloraciones del paisaje derivadas de la presencia en el subsuelo de masas de minerales Indicadores fitoarqueológicos*. Un conjunto específico de indicadores de la presencia de depósitos de minerales (por tanto, indirectamente, de la presencia de vestigios de minería de las mismas) son las plantas (Brooks y Johannes, 1990). 53 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Elementos materiales y artefactuales específicos. Las actividades minero-metalúrgicas requieren de la utilización de instalaciones, herramientas y técnicas de trabajo bastante características, al tiempo que generan residuos específicos que se pueden identificar en superficie. Entre los primeros es posible contar las mazas y picos utilizados en la extracción del mineral (así como las marcas dejadas por los mismos en los frentes de extracción), los hornos, toberas, moldes y crisoles empleados en el proceso de transformación, así como los escoriales resultantes como desecho del mismo. Localizados superficialmente, todos estos indicadores son generalmente inequívocos respecto de la presencia de actividades minero-metalúrgicas en el Pasado. 2.2.i.- La prospección a nivel semi-micro. Comentario aparte merece la prospección de superficie de yacimientos individuales. En este caso la prospección no se orienta a la elaboración de un catálogo o inventario de localizaciones arqueológicas en un territorio dado, sino que tiene como objetivo la exploración e interpretación espacial de un yacimiento concreto. A este respecto, los objetivos de la prospección de superficie a escala semi-micro pueden desglosarse de la siguiente forma: Delimitación de yacimientos de singular importancia a efectos de su más adecuada protección administrativa y legal. Análisis interno del yacimiento (determinación de áreas funcionales, fases de ocupación y delimitaciones étnicas y/o socio-económicas). Planificación de ulteriores intervenciones. Respecto a su metodología, la prospección superficial a escala semi-micro se basa generalmente en la preparación de una malla o rejilla sobre la superficie del yacimiento, a partir de la cual se realiza una intensa batida por un equipo de prospectores situados a intervalos cortos o muy cortos (en este caso los intervalos pueden llegar a ser de hasta 5-10 metros), que recogen (o registran en formularios) materiales de superficie (normalmente materiales de construcción, restos de cerámica, instrumental lítico, etc.) a intervalos de tiempo controlados por el coordinador de la prospección. La prospección de superficie a escala semi-micro suele hacerse en combinación con datos obtenidos a partir de prospección geofísica (ver sección 4.b.3), fotografía aérea, micro-topografía o incluso excavaciones. Una vez que se ha realizado la batida (o batidas) consideradas convenientes para el reconocimiento del yacimiento, la información es cartografiada, elaborándose una serie de planos mostrando la dispersión y concentración espacial de los diferentes elementos registrados. El análisis de dichos planos puede conducir a la observación de pautas relacionadas con las características funcionales, cronológicas y socioeconómicas del yacimiento que pueden ser contrastadas con las obtenidas a partir de prospecciones geofísicas y excavaciones. 54 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En la Figura 42 se ilustra un buen ejemplo de prospección intensiva a nivel semimicro, concretamente la llevada a cabo en el asentamiento prehistórico de La Pijotilla (Badajoz) (Hurtado Pérez, 2000). En este caso, el asentamiento fue cuadricula con una malla de 36 cuadrículas de 25 x 25 metros de lado sobre la que se planteó una prospección por muestreo probabilístico. Las cantidades y pesos de la cerámica, molinos de mano y otros objetos aparecidos en superficie fueron registradas y sirvieron para avanzar una interpretación relativa a áreas funcionales y zonas de mayor intensidad de ocupación dentro de este gran poblado. Esos datos fueron luego contrastados con los resultados de una prospección geofísica y con el análisis de fotografías aéreas del yacimiento para producir una imagen más completa de su forma y organización. Otro ejemplo muy parecido es el de las prospecciones llevadas a cabo en la ciudad romana de Itálica (Sevilla) (Rodríguez Hidalgo y otros, 1999), donde el recorrido directo superficial y la prospección geofísica se combinan para producir una interpretación más profunda del urbanismo y organización del yacimiento (Figura 43). 2.2.j.- Lecturas recomendadas Introductorias Banning, E. B. (2002): Archaeological Survey. New York. Kluivert Academic Ruiz Zapatero, G. (1997): "La prospección de superficie en la Arqueología española.” La Prospección Arqueológica. Actas de los Segundos Encuentros de Arqueología y Patrimonio (Salobreña, del 15 al 17 de Octubre de 1991), 13-34. Salobreña Excmo. Ayto. de Salobreña Ruiz Zapatero, G. y Fernández Martínez, V. M. (1993): "Prospección de superficie, técnicas de muestreo y recogida de información.” En Jimeno, A. -Val, J. M. -Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica de España, 87-98. Valladolid. Junta de Castilla y León Avanzadas Almagro-Gorbea, M. -Benito-López, J. E. -Martin Bravo, A. M. (1996): "Control de calidad de resultados en prospección arqueológica.” Complutum 7, 251-264. Madrid. Universidad Complutense Bintliff, J. -Kuna, M. -Venclova, N. (Eds.) (2000): The Future of Surface Artefact Survey in Europe. Sheffield. Sheffield University Press Burillo Mozota, F. (1997): "Prospección arqueológica y geoarqueología.” La Prospección Arqueológica. Actas de los Segundos Encuentros de Arqueología y Patrimonio (Salobreña, del 15 al 17 de Octubre de 1991), 117-132. Salobreña. Ayuntamiento de Salobreña Dunnell, R. C. y Dancey, W. S. (1983): "The site-less survey: a regional scale data collection strategy.” En SCHIFFER, M. B. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 6, 267-287. New York. Academic press Ebert, D. (2002): "The potential of geostatistics in the analysis of fieldwalking data.” En Wheatley, D. -Earl, G. -Poppy, S. (Eds.): Contemporary Themes in Archaeological Computing, 82-89. Oxford. Oxbow Books Francovich, R. y Patterson, H. (Eds.) (2000): Extracting Meaning from Ploughsoil Assemblages. The Archaeology of Mediterranean Landscapes 5. Oxford. Oxbow Books 55 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Gallant, T. W. (1986): "Background noise and site definition: a contribution to survey methodology" Journal of Field Archaeology 1, 403-418. Boston. Boston University Press García Sanjuán, L. (2004): “La prospección arqueológica de superficie y los SIG.” En Martín de la Cruz, J. C. y Lucena Martín, A. M. (Eds.): Actas del I Encuentro Internacional de Informática Aplicada a la Investigación y la Gestión Arqueológicas (I IAIGA, Córdoba, 5-7 de Mayo de 2003). Córdoba. Universidad de Córdoba Gillings, M. (2000): "The utility of the GIS approach in the collection, management, storage and analysis of surface survey data." Bintliff, J.-Kuna, M.-Venclova, N. (Eds.): The Future of Surface Artefact Survey, 105-120. Sheffield. Sheffield University Press Keay, S. (1993): "El papel de la prospección de campo en la arqueología británica.” En Jimeno, A. Val, J. M. -Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica de España, 191-206. Valladolid. Junta de Castilla y León Terrenato, N. (2000): "The visibility of sites and the interpretation of field survey results: towards an analysis of incomplete distributions.” En Francovich, R. y Patterson, H. (Eds.): Extracting Meaning from Ploughsoil Assemblages. The Archaeology of Mediterranean Landscapes 5, 60-71. Oxford. Oxbow Books Wheatley, D. (1996): "Between the lines: the role of GIS-based predictive modelling in the interpretation of extensive survey data.” En Kammermans, H. y Fennema, K. (Eds.): Interfacing the Past, Analecta Prahistorica Leidensia 28, 275-292. Leiden. Leiden University Press 2.3.- Fotografía aérea. 2.3.a.- Sinopsis histórica. El reconocimiento aéreo o espacial mediante sensores instalados en plataformas móviles (aviones o satélites) forma, junto a la prospección de superficie, el cuerpo fundamental de procedimientos de exploración, descripción, análisis e interpretación arqueológica del territorio. Los métodos de prospección geofísica (que son tratados en la sección 2.5.) contribuyen sin duda enormemente a la captura y análisis de datos arqueológicos sin necesidad de recursos de la excavación, operan fundamentalmente a nivel semi-micro (o de yacimientos únicos), y no a la escala territorial o regional (macro) en que operan la fotografía aérea y la teledetección. Una definición apta del papel de la fotografía aérea y la teledetección en la construcción del conocimiento de base arqueológica las presentaría como un conjunto de procedimientos técnicos de obtención, procesado y análisis de información arqueológica presente en la superficie terrestre mediante sensores situados en plataformas aéreas y espaciales. La fotografía aérea presenta lógicamente un desarrollo más temprano, a partir de la década de los 1920, con el desarrollo de la aviación, mientras que la detección remota (o teledetección) comienza a expandirse medio siglo más tarde, hacia la década de los 1970, con la intensificación del diseño y lanzamiento de satélites de observación. Aunque desde el siglo XIX se habían venido utilizando globos aerostáticos para explorar la superficie de la tierra, la fotografía aérea no despega 56 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán realmente en su desarrollo hasta la expansión de la aviación durante la I Guerra Mundial (1914-1918). Efectivamente, el gran conflicto vino acompañado de un rápido desarrollo de procedimientos de observación y captura de imágenes con fines militares y de espionaje que, una vez acabada la guerra, se aplicarían a fines civiles. Así, la fotografía aérea comenzó a aplicarse al reconocimiento arqueológico del territorio (principalmente en Francia y el Reino Unido) de una forma más o menos sistemática inmediatamente después de la I Guerra Mundial, en un proceso que en apenas tres décadas daría lugar a la consolidación de sus principios metodológicos básicos. La historia de la fotografía aérea en Arqueología desde los primeros pioneros ha sido relatada en diversas ocasiones (Crawford, 1929; Deuel, 1973; St. Joseph, 1981; Wilson, 1982; etc.). Recientemente, A. Orejas (1995) ha realizado una excelente síntesis histórica en español de la aplicación de la fotografía aérea a la Arqueología. Básicamente, en su origen es posible destacar dos figuras prominentes, la del británico Osbert G.S. Crawford (1886-1957) y la del francés Antoine Poidebard (1875-1955). Habiendo adquirido experiencia como aviador como piloto de la RAF durante la I Guerra Mundial, O. Crawford fue empleado por el servicio cartográfico británico (Ordnance Survey) con base en Southampton (sur de Inglaterra), en el que desempeñaría una larga carrera dedicada a la cartografía arqueológica y la fotografía aérea. Figura de reconocido prestigio dentro de la Arqueología británica (fundaría la prestigiosa Antiquity en 1926), Crawford desarrolló un trabajo pionero y enormemente avanzado en el campo de la fotografía aérea, de forma que con la publicación de su trabajo Air Photography for Archaeologists en 1929, la metodología de la prospección arqueológica aérea, tal y como hoy la conocemos, quedaba prácticamente fijada. Su trabajo permitió definir clases de yacimientos nuevas, como es el caso de los denóminados campos célticos*. Por su parte, A. Poidebard había trabajado como misionero jesuita en Turquía y Armenia cuando, al comenzar la I Guerra Mundial, el gobierno francés le ocupó en tareas de elaboración de mapas militares. Por tanto, su primera experiencia en la visualización de sitios arqueológicos desde el aire fue, al igual que el caso de Crawford, se derivó de su implicación en el primer conflicto bélico mundial. Una vez terminada la guerra se asentó definitivamente en Líbano, donde a partir de su experiencia como aviador, realizó numerosos estudios aéreos de ciudades antiguas (especialmente fenicias y cartaginesas) del Próximo Oriente y Norte de África (Poidebard, 1933; 1939; 1951) que tendrían gran influencia en el desarrollo que posteriormente experimentó la fotografía aérea en Francia. Otros investigadores que contribuyeron decisivamente en los primeros momentos a la incorporación de la fotografía aérea en la disciplina arqueológica fueron el norteamericano Alfred Kidder (1885-1963), quien realizó numerosos descubrimientos de yacimientos mayas en Centroamérica, y Erich Schmidt, director de la expedición del Oriental Institute de la Universidad de Chicago en Irán. 57 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Tras la II Guerra Mundial, el empleo de la fotografía aérea en la Arqueología experimenta un enorme crecimiento, institucionalizándose de hecho en los organismos responsables del Patrimonio Arqueológico en Europa y Norteamérica. En el Reino Unido los trabajos de St. Joseph (1981), D. N. Riley (1982; 1987) y D. R. Wilson (1975; 1982) darían lugar a la creación de grandes colecciones de fotografías aéreas por parte de la Universidad de Cambridge y la Royal Commission of the Historical Monuments of England. En Francia son clásicos los trabajos de R. Agache en las regiones de Picardía y Somme (Agache, 1978; Agache y Breart, 1975) y J. Dassié en Charente (1978; 1990; 2001). En el resto de Europa, la fotografía aérea ha sido exitosamente aplicada para el reconocimiento arqueológico del territorio en regiones de Italia (Lerici, 1956; Piccarreta, 1987; Piccarreta y Ceraudo, 2000), Holanda (Metz, 1997) y centroeuropa (AAVV, 1994) En España, a pesar de algunos ensayos incipientes (Almagro Basch, 1943) la fotografía aérea no ha llegado a levantar el vuelo completamente. En los años 1970, varios investigadores de la Casa de Velázquez realizaron diversas campañas de reconocimiento en varias regiones españolas (Didierjean, 1979; Bazzana y Humbert, 1983), pero ello no ha supuesto realmente una expansión de la prospección aérea a nivel nacional al modo en que se había extendido ya años atrás en el resto de Europa occidental - al menos, no más allá de algunas aplicaciones más o menos puntuales (Sánchez-Palencia y Orejas, 1991; AAVV, 1991; Ibáñez y Polo, 1993; Olmo Martín, 1993). Esto podría en parte explicarse por las condiciones geográficas generales de la Península Ibérica, con una topografía y climatología algo menos adecuada que la del norte de Europa, aunque en realidad ni siquiera ha sido aplicada en aquellas regiones peninsulares donde habría resultado más productiva (por ejemplo el valle del Guadalquivir o las tierras llanas de La Mancha), por lo que quizás haya que considerar la falta de tradición disciplinar como la causa principal de su escasa aplicación en la Arqueología española actual. La sintética discusión sobre la metodología de las aplicaciones de fotografía aérea en Arqueología que se ofrece a continuación está basada en las obras de referencia de J. Dassié (978), D. R. Wilson (1982), D. N. Riley (1982) y R. Bewley (1999). 2.3.b.- La metodología de la fotografía aérea (I). Objetivos. a) Generalmente, el reconocimiento fotográfico aéreo del territorio con fines arqueológicos se articula en torno a uno de tres objetivos principales: En primer lugar, se utiliza para el descubrimiento de yacimientos arqueológicos nuevos en regiones poco o nada exploradas con anterioridad. Como se expuso en la sección anterior, en determinados casos (por ejemplo, la prospección de lugares mineros y metalúrgicos), la fotografía aérea supone un complemento fundamental para el desarrollo de la prospección de superficie. 58 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En segundo lugar, se utiliza para contextualizar los yacimientos en su territorio, bien sea para el análisis de las pautas de territorialidad de determinadas comunidades o sociedades del pasado (por ejemplo la adaptación de las mismas a determinados atributos del entorno, como la topografía o las redes de drenaje), bien con fines de protección y gestión patrimonial (situación de yacimientos en parcelas, fincas, municipios, etc.). Finalmente, la fotografía aérea se ha empleado para ilustrar la forma, extensión y aspecto de yacimientos ya conocidos y/o en proceso de excavación, por ejemplo, para el levantamiento de planimetría* mediante fotogrametría*, o para la contrastación de datos de prospección geofísica. En un sentido general se puede decir que la fotografía aérea permite al ojo humano ver y apreciar cosas que simplemente pasan desapercibidas a nivel de la superficie terrestre. La Figura 44 ilustra muy bien esta cuestión: seguramente, ninguno de los usuarios del campo de fútbol captado por la fotografía sospechó nunca la irregularidad de la forma del terreno de juego en que practicaban. b) En función de los objetivos del trabajo se determina la mayor o menor adecuación de cualquiera de los dos grandes tipos de fotografía aérea existentes, la vertical y la oblicua. La fotografía aérea vertical sirve fundamentalmente fines fotogramétricos, es decir, de elaboración de cartografía a partir de la rectificación* e interpretación de las imágenes obtenidas (Figura 45). Se trata de un procedimiento lento, costoso y técnicamente complejo (utilizado por grandes organismos responsables de la elaboración de cartografías regionales o nacionales) que ha tenido un impacto limitado en el reconocimiento arqueológico del territorio. La fotografía aérea vertical se basa en el barrido fotográfico sistemático (desde un ángulo de 90º) de bandas de la superficie terrestre de forma que se produzca un solapamiento de al menos el 60%. Posteriormente las imágenes son analizadas por estereoscopía* y los elementos visibles de las mismas convertidos en símbolos cartográficos. Mucho más extendida, por su mayor capacidad para la identificación de yacimientos arqueológicos desconocidos, ha sido la utilización de la fotografía aérea oblicua. Esta se basa en la captura de imágenes de la superficie desde ángulos inferiores a 90º y el posterior análisis de una serie de indicadores físicos que denotan la presencia en el subsuelo de elementos de interés arqueológicos (Figura 46). En las Figuras 47 y 48 se ilustra la diferencia de potencial que ambos tipos de fotografía tienen para la detección de entidades y yacimientos arqueológicos. Ambas corresponden al asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre, Huelva). En la primera de ellas, vertical y a una escala 1:10.000, no se distingue ninguno de 59 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán los prominentes elementos constructivos que caracterización la organización de este sitio (murallas, bastiones, terrazas), pero en la segunda de las fotografías, que es oblicua y ha sido tomada a mucha menos distancia, tales elementos resaltan perfectamente como anomalías micro-topografícas debido a la homogénea distribución de la cobertura arbustiva del yacimiento. 2.3.c.- La metodología de la fotografía aérea (II). Indicadores. Los indicadores utilizados en el reconocimiento arqueológico de la superficie terrestre mediante fotografía oblicua son fundamentalmente de tres tipos: fitográficos (condiciones de la vegetación superficial, sobre todo cultivos), edáficos (condiciones del suelo) y micro-topográficos (condiciones del relieve a nivel de la superficie). En todos los casos, el análisis arqueológico de las imágenes se basa en la evaluación de elementos básicos en la percepción tales como coloraciones, sombras y formas. Por ello son de capital importancia las condiciones ambientales bajo las cuales las imágenes son capturadas, especialmente la luminosidad (época del año, hora del día, posición del fotógrafo con respecto al sol y claridad - bruma, niebla, nubosidad) y la humedad (presencia de agua, escarcha o nieve en la superficie terrestre, cantidad de humedad presente en el suelo, etc.)1. a) Indicadores micro-topográficos. Los yacimientos arqueológicos contienen con frecuencia elementos arquitectónicos cuya presencia en el subsuelo resulta invisible mediante inspección directa (a simple vista), pero que puede ser advertida desde el aire fundamentalmente por las sombras que proyectan. Al igual que se discutió anteriormente con respecto a la prospección de superficie, la mayor o menor visibilidad desde el aire de estas alteraciones micro-topográficas de la superficie del terreno depende de una serie de factores en parte inherentes al registro arqueológico, y en parte de carácter ambiental: Por una parte, influye considerablemente el tamaño y densidad de las construcciones subyacentes. Naturalmente, construcciones murarias defensivas de metros de anchura y de decenas (o cientos) de metros de longitud suponen anomalías micro-topográficas de una regularidad y continuidad superior a la que puedan generar pequeñas construcciones domésticas y por tanto son más fácilmente detectables desde el aire. Del mismo modo, cuanto mayor es la concentración de estructuras mayor resulta su visibilidad desde el aire. Otro factor influyente es la orientación de los elementos arquitectónicos con respecto a la trayectoria solar. Cuando aquellos se orientan en dirección EW (es decir, paralela al recorrido del sol por el cielo) su visibilidad es reducida ya que proyectan menos sombra que cuando se disponen en dirección NS (perpendicularmente al sol). 1 En general se considera que las condiciones óptimas para la realización de fotografías aéreas oblicuas con interés arqueológico son de una visibilidad mínima de 20 kms. y con el sol a no más de 20º sobre el horizonte. 60 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán El ángulo de la iluminación solar es asimismo enormemente influyente. La posición del sol en las horas en torno al mediodía es la menos indicada para la captura de imágenes ya que en ese tiempo las sombras son mínimas. En cambio, en las horas del atardecer las sombras producidas por el sol se alargan al máximo, facilitando mucho la detección de anomalías micro-topográficas. Múltiples ejemplos citados en la literatura demuestran que yacimientos que pasaron completamente desapercibidos después de la toma de fotografías a horas poco favorables, fueron posteriormente identificados cuando el ángulo de incidencia de la luz solar era más bajo. Las Figuras 49 y 50 muestran uno de estos ejemplos, tomados del manual clásico de Wilson sobre fotografía aérea arqueológica, con sendas perspectivas de la abadía de Kirkstead (Lincolnshire, Reinod Unido) (Wilson, 1982:29). La primera de ellas, tomada el 8 de Junio de 1951 muestra las ruinas de la abadía desde una perspectiva NNW hacia al mediodía, a mediados de verano. El yacimiento aparece en parte cubierto por la sombra de una nube, pero los principales restos arqueológicos permanecen al sol. En general las sombras son muy cortas, y aunque se distinguen algunas construcciones, resultan casi incomprensibles para la caracterización arqueológica del sitio. El único fragmento murario en pie marca el límite meridional del transepto de la iglesia de la abadía. La línea negra que corre verticalmente a la derecha de la fotografía ha sido causada por un arañazo en el negativo. La siguiente fotografía (Figura 50), fue tomada el 2 de febrero de 1969, es decir, 18 años después. Esta fotografía oblicua de la abadia está tomada casi desde el mismo punto que la anterior, aunque en condiciones de luminosidad muy diferentes. En este caso la tenue luz oblicua del atardecer invernal recoge detalles de las ruinas cubiertas de hierba con extraordinaria claridad. La diferencia en la longitud de las sombras es especialmente evidente en el fragmento murario del transepto, que actúa como la aguja de un gigantesco reloj de sol. La excelente representación de la planta de la abadía se debe en parte a que el sol se encuentra al Suroeste, de forma que los rayos inciden de una forma muy homogénea por todo el yacimiento, sin enfatizar una parte a expensas de otra. La presencia de agua, escarcha o nieve acumulada en la superficie terrestre contribuye a realzar la presencia de anomalías de carácter micro-topográfico, bien sea por que realzan sus sombras, bien por el especial reflejo de luz que producen. A menudo no son vestigios de construcciones en sentido estricto las que generan las anomalías micro-topográficas detectables desde el aire, sino modificaciones de la superficie terrestre. Tal es el caso de los vestigios de minería tales como pozos, galerías, trincheras, vertederos o escoriales, resultado siempre (en una función de la tecnología disponible) de remociones y movimientos de tierra a mayor o menor escala. 61 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán b) Indicadores fitográficos. La vegetación que cubre la superficie terrestre y que en el caso de la prospección superficial impide ver los vestigios arqueológicos a simple vista a ras de suelo puede, en cambio, convertirse en una útil aliada desde el aire. Efectivamente, determinados tipos de plantas (sobre todo las herbáceas, y especialmente las cultivadas por el ser humano) son altamente sensibles a la presencia de determinados elementos arqueológicos en el suelo. Los siguientes factores concurren en la identificación de estos indicadores. Tipo de unidades estratigráficas. Las unidades estratigráficas verticales positivas (muros, paredes) tienden a inhibir el crecimiento de las plantas al impedir la profundización de las raíces y tener por lo general menor capacidad de absorción de humedad (Figura 51). En cambio, las unidades verticales negativas (fosos, silos, fondos de cabaña, pozos negros, etc.) ejercen en las plantas el efecto contrario al estimular su crecimiento por encima de las plantas circundantes (Figura 52). Ello se debe a que (i) las UEs verticales negativas contienen con frecuencia sedimentos ricos en materia orgánica y en nutrientes (vertederos, basureros, silos, depósitos funerarios, suelos domésticos, etc.), (ii) a que además retienen más humedad y (iii) a que habitualmente proporcionan mayor profundidad de suelo fértil con respecto al entorno no-arqueológico. Tipos de suelos. La caracterización edafolitológica de los suelos es asimismo determinante con respecto a cómo el crecimiento de las plantas puede verse influido por la presencia de elementos arqueológicos en el subsuelo, y por tanto debe ser tenida en cuenta como variable a la hora de valorar las imágenes capturadas. En el Norte de Europa se ha comprobado que en la estación de crecimiento de los cultivos cerealísticos, los suelos arenosos producen la formación de marcas regulares visibles desde el aire en apenas cuestión de días, mientras que en los suelos arcillosos dichas marcas tardan semanas en formarse (ello es debido a la diferente forma que la humedad tiene de acumularse en ambos tipos de suelo y a como las plantas la absorben). Tipos de cultivo. El tercer factor principal que incide en la utilización de los indicadores fitográficos es la propia naturaleza de las plantas (especialmente de los cultivos) que recubren los yacimientos. Las plantas con raíces más profundas son más sensibles a la presencia de los elementos arqueológicos que las de raíces cortas. Los cereales (y sus equivalentes silvestres las gramíneas) son especialmente aptos dado que se cultivan en extensiones amplias, son muy sensibles a micro-variaciones de humedad y se siembran con gran densidad (es decir, recubren el suelo de una forma muy homogénea y tupida). c) Indicadores edáficos. La tercera gran categoría de indicios que posibilitan la detección de yacimientos arqueológicos desde el aire es la edáfica. Efectivamente, con frecuencia los yacimientos producen micro-alteraciones de la textura y color del suelo (debido a la propia composición química de los materiales constructivos empleados en los edificios que se encuentran bajo tierra) que resultan muy difíciles 62 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de apreciar a ras de suelo, pero que son fácilmente detectables desde el aire. También en este caso se dan una serie de factores condicionantes que delimitan la utilidad y virtualidad que tienen las variaciones edafológicas como indicador arqueológico. Por un lado. está, una vez más, el factor de tamaño y concentración de los propios restos de construcciones existentes en el subsuelo. Su paulatina erosión por el constante paso del arado producirá manchas de coloración tanto mayores (y por tanto más visibles desde el aire) cuanto mayor sean los restos enterrados. Por otro lado, está la coloración predominante del suelo y el grado de contrastación que puedan ofrecer los restos arquitectónicos del subsuelo. Si los materiales constructivos de los elementos arquitectónicos sumergidos tienen la misma coloración que la superficie, su visibilidad desde el aire disminuye. En cambio, cuando hay una fuerte contrastación de colores la visibilidad potencial se incrementa. Tal es el caso, por ejemplo, de UEs verticales negativas colmatadas de materia orgánica (y por tanto de coloración oscura) que fueron excavadas en suelos margosos o calizos de colores claros (blancos, amarillos). O también de UEs verticales positivas elaboradas con materiales calizos (blancos) cuando se encuentran enterrados en suelos arcillosos (rojizos, pardos). La Figura 53 muestra un ejemplo de identificación de yacimiento arqueológico a partir de los indicios edáficos observados en la fotografía aérea. Se trata del asentamiento turdetano-romano de Pajares (Osuna, Sevilla), localizado en el curso de unos trabajos realizados por especialistas de la Casa de Velázquez de Madrid, (Didierjean, 1983:74-76). Se trata de un asentamiento de planta aproximadamente triangular, con lados de aproximadamente 300 metros de longitud (14,3 ha de extensión) cuyo perímetro está protegido por una muralla con torreones cuadrangulares (se distinguen 12). La disposición de estos elementos constructivos resulta evidente a partir de la fotografía gracias al indicador edáfico: la extensión y disposición del yacimiento viene indicada por las manchas derivadas del paso del arado sobre la muralla, desmochando sus capas superiores y extendiendo el polvo del mortero blanco. Un ejemplo similar se muestra en la Figura 54, donde en el centro de la fotografía se reconoce perfectamente la anomalía edáfica causada por una vía romana enterrada debido al paso del arado. La vía en cuestión, que iba desde Itálica hasta Onuba (la antigua Huelva) aparece desde el aire en forma de dos bandas blancas paralelas causadas por la extensión de la cal empleada en la fábrica de la obra romana (Silliers, 1983; Figura 44). 2.3.d.- Lecturas recomendadas Introductorias Ibáñez, J. y Polo, C. (1993): "La fotointerpretación en la prospección arqueológica. Su aplicación en la Carta Arqueológica de Aragón." En Jimeno, A. - Val, J. M. - Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y 63 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica de España, 225-234. Valladolid. Junta de Castilla y León Fabre, G. (1992): "La fotografía aérea a baja altura y su utilización en arqueología, con especial atención al Norte de Francia." En Roda, I. (Ed.): Ciencias, Metodologías y Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 139-154. Barcelona. Edicions La Caixa Orejas, A. (1995): Del Marco Geográfico a la Arqueología del Paisaje. La Aportación de la Fotografía Aérea. Madrid. CSIC Sánchez-Palencia, J. y Orejas, A. (1991): "Fotointerpretación arqueológica: el estudio del territorio.” En Vila, A. (Ed.): Arqueología, 1-22. Madrid. CSIC Avanzadas Bewley, R. (Ed.) (1999): Archiving Aerial Photography and Remote Sensing Data: A Guide to Good Practice. Oxford. Oxbow Books for the Arts and Humanities Data Service Bewley, R. H. y Raczkowski, W. (2002): Aerial Archaeology. Developing Future Practice. NATO Science Series. Life Series vol. 337. Amsterdam. IOS Press Brooks, R. R. y Johannes, D. (1990): Phytoarchaeology. Leicester. Leicester University Press Fernández García, E. (2000): Introducción a la Fotointerpretación. Barcelona. Ariel Palmer, R. y Cox, C. (1993): Uses of Aerial Photography in Archaeological Evaluations. Birmingham. Institute of Field Archaeologists Piccarreta, F. y Ceraudo, G. (2000): Manuale di Aerofotografia Archeologica. Metodologia, Techniche e Applicazioni. Bari. Edipuglia Riley, D. N. (1987): Air Photography and Archaeology. London. Duckworth Wilson, D. R. (Ed.) (1982): Air Photo Interpretation for Archaeologists. London. Batsford. [Reeditado en 2000] 2.4.- Teledetección. 2.4.a.- Sinopsis histórica. De una forma general, la teledetección (o detección remota) puede definirse como un conjunto de procedimientos técnicos para la obtención, procesado y análisis de información de la superficie terrestre y su dinámica mediante sensores situados en plataformas aéreas y espaciales. A partir de esta definición, la fotografía aérea podría considerarse un capítulo específico de la teledetección. En realidad, actualmente, los aviones son también utilizados para transportar sensores a veces tan avanzados como los que llevan los satélites. El concepto de teledetección empleado aquí se refiere, por tanto, y de forma laxa, a la captura y procesamiento de imágenes distintas a las fotografías aéreas de las que se habló en la sección anterior. La aplicación al reconocimiento arqueológico de la superficie terrestre de imágenes obtenidas mediante sensores ubicados en vehículos espaciales es, por razones obvias, de un desarrollo mucho más reciente al de la fotografía aérea. Tras los 64 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán primeros experimentos más o menos restringidos al ámbito militar que tuvieron lugar en las décadas de los 1950 y 1960, el lanzamiento de satélites destinados a la observación de la superficie terrestre con fines civiles se afianza a partir de la década de los 1970 (Rodríguez Alcalde, 1996). La serie de satélites cuya puesta en órbita habría de tener un gran impacto en disciplinas como la Geografía, la Geología, la Biología o la propia Arqueología, comienza con los norteamericanos Landsat 1 a 7 (lanzados a partir de 1972). A ella siguió la serie SPOT (Système Probatoire d’Observation de la Terre), cuyos satélites 1 a 5 han sido puestos en órbita entre 1986 y 2002 por un consorcio de los gobiernos y diversas empresas privadas de Bélgica, Francia, Italia y Suecia. Finalmente, en los años 1990 dio comienzo el programa ERS (European Remote Sensing Satellites) de la Agencia Espacial Europea, que ya ha puesto dos satélites (ERS 1 y 2) en órbita. Las primeras aplicaciones exploratorias de la detección remota a la Arqueología tuvieron lugar en Estados Unidos, avanzada ya la segunda mitad de la década de los 1970, como colaboración entre el Servicio Forestal Nacional (Nacional Park Service)2 y la NASA y bajo coordinación de T. R. Lyons (Lyons y Hitchcock, 1977; Lyons, 1981). A partir de 1982 la NASA comenzó a dedicar fondos de forma más regular a la teledetección aplicada a la Arqueología, sobre todo en investigaciones a gran escala llevadas a cabo en el Sur de Estados Unidos y en Centroamérica. A mediados de los 1980 se comenzaron a producir las primeras contribuciones en este campo desde Francia e Italia, básicamente a partir de la disponibilidad del satélite SPOT (Barisano y otros, 1984; Barisano, 1988). En realidad, debido a su complejidad y elevados costos, no ha sido hasta bien entrados los años 1990 cuando la teledetección ha comenzado a ser seriamente contemplada como herramienta de investigación en aquellos países con una práctica arqueológica suficientemente institucionalizada (curiosamente, en el Reino Unido, a pesar de la temprana y fuerte tradición en materia de fotografía aérea, la teledetección ha tenido una tardía implantación). 2.4.b.- Principios básicos. Siguiendo la literatura especializada en este campo (Ebert, 1984; Rodríguez Alcalde, 1996; 1998; Chuvieco, 1996; Bewley, 1999; Short, 2002; etc.) son tres los conceptos teóricos básicos que deben ser asimilados para entender la forma en que opera la teledetección. Son, respectivamente, los relativos a las emisiones electromagnéticas en cuya detección y análisis se basa esta tecnología, a los propios sistemas de teledetección, y a las variables de resolución de la investigación. 2 Mientras que en Europa la gestión y protección del patrimonio arqueológico está fuertemente asociada a la del conjunto de bienes culturales históricos, artísticos, arquitectónicos, etc. en EEUU se ha consolidado más como parte de la gestión del medio ambiente natural. 65 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán a) Las ondas electromagnéticas. A temperaturas por encima del cero absoluto (273º), todos los materiales del universo emiten radiación electromagnética en forma de ondas. Las emisiones electromagnéticas oscilan entre la longitud de onda corta* (emisiones de alta frecuencia y alta energía), que incluye los rayos X, Gamma y ultravioleta, y la longitud de onda larga (baja frecuencia y baja energía), que incluye la luz visible, la infrarroja, las micro-ondas y las señales de radio y TV (Figura 55). La captura mediante sensores capaces de registrar la radiación de todo el espectro electromagnético es el objeto de la teledetección. La Tierra recibe constantemente energía procedente del sol. Cuando esa energía impacta en la tierra es sujeta a dos posibles procesos físicos principales: o bien es absorbida (la tierra retiene una parte de la energía que recibe) o es reflejada (es dispersada en muchas direcciones y devuelta al espacio). Las diferentes interacciones de las radiaciones electromagnéticas con los diferentes materiales que componen la superficie de la Tierra (rocas, vegetación, agua) son captadas por lo sensores, de forma que el análisis e interpretación de la información captada permite establecer inferencias relativas a dichos materiales. Con ayuda de sensores que capturan las radiaciones reflejadas, y mediante su análisis con sistemas informáticos que las analizan e interpretan, es posible interpretar cuestiones como la naturaleza de los materiales, su distancia, su temperatura, etc. El espectro de emisiones electromagnéticas se encuentra dividido en bandas* contiguas, por lo que existen dispositivos sensores capaces de capturar emisiones de numerosas bandas, generando imágenes que se denominan multiespectrales* o hiperespectrales (según el número de bandas que detecten). b) Los principales elementos de un sistema de teledetección (Figura 56) son, fundamentalmente, el sistema sensor y el intérprete o analista: El sistema sensor es el que permite captar las radiaciones electromagnéticas, no existiendo ningún instrumento sensor que pueda detectar toda la amplitud de emisiones del espectro electromagnético. En general, estos aparatos sensores puede ser clasificados en dos tipos, denominados pasivos y activos. Los sensores pasivos no emiten señales propias, simplemente captan y procesan las existentes en el ambiente (que pueden ser emitidas o reflejadas). Ejemplos son los sensores magnéticos, gravímetros, las cámaras (monócromas, color natural, infrarrojas o de color infrarrojas) y diversos tipos de escáners. Los sensores activos son equipos que incorporan su propia fuente de iluminación, es decir, emiten sus propias señales, que hacen impactar sobre el objeto a detectar para luego recoger la señal devuelta por el mismo. Ejemplos son los radiómetros y altímetros de microondas, los radares* (de apertura real y apertura sintética), los cuales pueden ir a bordo de satélites o ser aerotransportados. El intérprete o analista es normalmente un complejo sistema informático que analiza la información obtenida por los sensores, transformándola en imágenes interpretables por el ojo humano y en mapas derivados de ellas. 66 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán c) Las variables de resolución principales de cualquier investigación basada en datos de detección remota son tres. Por un lado, está la resolución espacial*, que se mide normalmente en metros y se refiere al tamaño de la unidad mínima de información de las imágenes obtenidas (píxel). Por ejemplo, tratándose de una aplicación arqueológica, una resolución de 30 metros (cada píxel abarcando un cuadrado de 30x30 metros de terreno) puede ser suficiente para detectar construcciones de excepcional tamaño en yacimientos arqueológicos, aunque, normalmente, tan solo una resolución espacial de 10 metros permitiría una detección segura de las anomalías topográficas o fitográficas más habituales (Wheatley y Gillings, 2002:79). Por otro lado, está la resolución espectral, que se refiere a la cantidad y anchuras de bandas de emisiones electromagnéticas que un sensor puede registrar. Cuantas más bandas pueda registrar un sensor y cuanto más estrechas sean (y por tanto cuanto mayor sea su capacidad para generar imágenes multiespectrales), mayores posibilidades ofrecerá a nivel de interpretación. La utilización de sensores hiperespectrales de última generación, cuya disponibilidad se ha generalizado en los últimos años, permite un análisis más detallado de los materiales de la superficie terrestre. En tercer lugar, hay que considerar la resolución temporal, que es la frecuencia con que el sensor (o mejor dicho, el vehículo espacial que lo transporta) adquiere imágenes de un punto dado. Ejemplos: en el caso de Landsat cada 16 días, en el de SPOT cada 26 días, en el de los satélites meteorológicos como Meteosat cada 30 minutos. Finalmente, se distingue la resolución radiométrica, que es la capacidad del sensor para detectar variaciones en las ondas que recibe. Cuanto mayor es la precisión radiométrica, mayores son las posibilidades de una interpretación precisa de la imagen (aunque existen límites para ello: por ejemplo, si se trata de una fotografía del espectro de luz visible, el ojo humano es incapaz de distinguir más de 64 tonos de gris) (Chuvieco, 1996:95). Las diferentes misiones y satélites que han aportado a lo largo de las últimas décadas imágenes susceptibles de explotación arqueológica reunían diversas combinaciones de instrumentos sensores y variables de resolución (Wheatley y Gillings, 2002:78-80) (Tabla 5). Así, en las misiones Landsat 1 a 5 el instrumento sensor principal era el Escáner Multiespectral, o MSS (Multispectral Scanner) en sus siglas inglesas, que obtenía datos con una resolución espacial de 80x80 metros en las bandas roja, verde, azul e infrarroja. Las misiones Landsat 4 y 5 portaban además un sensor denominado Thematic Mapper, un escáner radiométrico multiespectral de 7 bandas con una resolución espacial de 60 metros en la banda termal infrarroja y de 30 metros en las 6 bandas restantes. Finalmente, el Landsat 7 transporta una 67 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán versión mejorada del Thematic Mapper (denominada Enhanced Thematic Mapper) capaz de producir imágenes pancromáticas con una resolución espacial de 15 metros. SENSOR MISIÓN RESOLUCIÓN BANDA PARTE DEL ESPECTRO (MICRONES) 0,5-0,6 0,6-0,7 0,7-0,8 0,8-1,1 0,45-0,52 0,52-0,60 0,63-0,69 0,76-0,90 1,55-1,75 10,4-12,5 2,08-2,35 Igual que TM 0,52-0,90 c. 80 metros 1 c. 80 metros 2 MSS 1-5 c. 80 metros 3 c. 80 metros 4 30 metros 1 30 metros 2 30 metros 3 TM 4-5 30 metros 4 30 metros 5 60 metros 6 30 metros 7 ETM 7 Igual que TM 1-7 15 metros 8 Tabla 5 Propiedades de resolución espacial y espectral de los sensores de las misiones Landsat Fuente: Wheatley y Gillings, 2001:79 2.4.c.- Aplicaciones arqueológicas En base a los principios teóricos esbozados, es posible, por tanto, identificar ciertos elementos antrópicos en el paisaje, y con ello determinar la posible localización de yacimientos arqueológicos. A este respecto, se pueden señalar dos grandes ventajas de la teledetección sobre la fotografía aérea. Por un lado, es menos dependiente de las condiciones climáticas. La mayoría de los sensores espaciales operan con independencia de las condiciones atmosféricas que suelen afectar a los aviones a la hora de tomar las fotografías aéreas, ya que en el espacio no hay turbulencias ni huracanes que dificulten la navegación. Ello, sin embargo, no quiere decir que la capacidad de los satélites para observar la corteza terrestre no se vea mermada por determinadas condiciones atmosféricas como la nubosidad. Por otro lado, las imágenes capturadas por sensores a bordo de satélites pueden servir para estudiar regiones extremadamente remotas e inaccesibles (selvas tropicales, desiertos), donde la utilización de aviones es complicada o imposible, y en regiones con cubierta vegetal de tipo arbóreo extremadamente densa (por ejemplo, las selvas tropicales) donde la fotografía aérea es poco útil. Las Figuras 57 y 58 muestran un ejemplo de aplicación a la Arqueología de imágenes de satélite, concretamente para el estudio de las calzadas construidas en la zona del Cañón del Chaco (Parque Nacional de Bandelier, en Estados Unidos) por las comunidades prehistóricas de los siglos XI-XIII d.n.e. Las imágenes de escáner multiespectral de infrarrojos termales (TIMS Termal Infrared Multispectral 68 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Scanner) tomadas por la NASA en primavera de 1982 con una resolución de 5 metros muestran las diferencias de temperatura a nivel del suelo. A partir de esta información se distinguen una serie de elementos lineales de en torno a 7 metros de anchura que no son reconocibles a simple vista sobre el terreno, ni habrían podido ser reconocidas con fotografías aéreas convencionales ni infrarrojas. En posteriores imágenes se identificaron muros, campos de cultivos y viviendas de las poblaciones del Chaco. Así, el estudio mediante teledetección permitió establecer con mayor precisión el trazado de estas calzadas, que siguen un trazado absolutamente rectilíneo (con total independencia de la topografía del terreno) por comunidades agrícolas que carecían de rebaños o animales de carga, lo que ha llevado a plantear su posible carácter ceremonial y/o sagrado (Morain y otros, 1981; Sever y Wagner, 1991). Otro buen ejemplo de aplicación arqueológica de las imágenes tomadas desde el espacio es el proyecto de investigación de las pautas de asentamiento presentes en la cuenca del río Arroux (Borgoña francesa) entre la Edad del Hierro y el siglo XIX d.n.e. llevada a cabo por un equipo interdisciplinar norteamericano a lo largo de la década de los 1980. En este caso, se combinó una exhaustiva cantidad de información arqueológica procedente de varias campañas de prospecciones de superficie, más datos cartográficos relativos al relieve, hidrología, uso del suelo, etc. con imágenes de los satélites Landsat y SPOT. Las primeras fueron finalmente descartadas por que el insuficiente nivel de resolución (80 metros por píxel) no permitía reconocer eventos arqueológicos. Las imágenes SPOT consistían en 3 bandas espectrales en el modo multiespectral (20 metros de resolución) y una banda en el modo pancromático (10 metros de resolución) cubriendo un área de 60 x 60 kms. (Madry, 1988; Madry y Crumley, 1990). La combinación de estas múltiples fuentes de datos permitió hacer una valoración altamente sofisticada de las pautas de elección del asentamiento (visibilidad, accesibilidad, vías de comunicación) y utilización del suelo, desde una amplia perspectiva diacrónica. La figura 59 muestra una imagen radar del asentamiento galorromano de Bibracte y su entorno. 2.4.d.- Lecturas recomendadas Introductorias Donoghue, D. (2001): "Remote sensing." En Brothwell, D. y Pollard, A. M. (Eds.): Handbook of Archaeological Sciences, 555-564. Chichester. J. Wiley Montufo, A. M. (1997): “The use of satellite imagery and digital image processing in landscape archaeology. A case study from the island of Mallorca, Spain.” Geoarchaeology 12 (1), 71-85. Rodríguez Alcalde, A. L. (1998): "Teledetección espacial y Arqueología del Paisaje.” Arqueología del Paisaje. Actas del Coloquio Celebrado en Teruel (septiembre, 1998). Arqueología Espacial 1920, 53-70. Teruel Instituto de Estudios Turolenses Avanzadas 69 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Campana, S. y Forte, M. (Eds): (2001): Remote Sensing in Archaeology. XI Ciclo di Lezioni Sulla Ricerca Applicata in Archeologia (Certosa di Pontignano, Siena, 6-11 diciembre 1999). Siena. Universitá di Siena Chuvieco Salinero, E. (1996): Fundamentos de Teledetección Espacial. Madrid. Rialp Gaffney, V. – Ostir, K. – Podobnikar, T. – Stancic, Z. (1996): “Satellite imagery and GIS applications in Mediterranean Landscapes.” En Kammermans, H. -Fennema, K. (Eds.): Interfacing the Past, Analecta Prahistorica Leidensia 28, 338-342. Leiden. Leiden University Press Limp, W F. (1989): The Use of Multispectral Digital Imagery in Archaeological Investigations. Research Series 24. Fayetteville. Arkansas Archaeological Survey Lyons, T. R. (Ed.) (1981): Remote Sensing: Multispectral Analyses of Cultural Resources, Chaco Canyon and Bandelier National Monument. Washington. National Park Service Sever, T.L. y Wagner, D.W. (1991): “Analysis of prehistoric roadways in Chaco Canyon using remotely sensed digital data.” En Trombold, C. (Ed.): Ancient Road Networks and Settlement Hierarchies in the New World, 42-52. Cambridge. Cambridge University Press Shennan, I. y Donoghue, D.N.M. (1992): “Remote sensing in archaeological research.” Proceedings of the British Academy 77, 223-232. 2.5.- Prospección geofísica 2.5.a.- Introducción. La prospección geofísica puede ser definida como el conjunto de procedimientos técnicos seguidos en la aplicación de sensores terrestres al subsuelo para localizar y caracterizar los elementos arqueológicos enterrados. La prospección geofísica comparte diversos principios teóricos y técnicos con la teledetección, como por ejemplo (por citar el más evidente) la utilización de una parte de la gama de ondas del espectro electromagnético para determinar la presencia de vestigios arqueológicos en el subsuelo. Sin embargo, al contrario que en la teledetección, en la prospección geofísica la aplicación de sensores se hace desde la propia superficie terrestre, por lo que toda la logística de acompañamiento del trabajo de campo cambia bastante. Otra diferencia importante entre las dos es que la prospección geofísica hace uso de algunas técnicas que no serían aplicables desde plataformas aéreas o espaciales. En los diversos manuales y obras de referencia especializadas en estel tema que pueden actualmente consultarse (en esta sección se siguen los trabajos de A. Clark; 1996; L. B. Conyers y D. Goodman, 1997; V. Hassek, 1999 y A. Schmidt, 2001), se suele distinguir entre dos grandes grupos de métodos geofísicos, los activos y los pasivos. Los métodos activos son aquellos en los que deliberadamente el prospector introduce en el subsuelo señales (por ejemplo, corrientes eléctricas) para luego medir la respuesta (es decir, el tiempo de retardo e intensidad de la 70 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán misma). Entre ellos podemos contar los métodos de resistividad eléctrica*, de radar de penetración terrestre (georadar*) y acústica. Los métodos pasivos son aquellos en los que se mide la presencia e intensidad de señales asociadas con las propiedades de los materiales enterrados en el subsuelo, sin que haya emisión alguna de señales por parte del prospector. Entre ellos contamos la prospección magnética, la sísmica, la magnetotelúrica o la de microgravedad. No todos estos métodos son aplicados con idéntica frecuencia en la prospección arqueológica, algunos de ellos, de hecho, estando todavía en un estadio experimental de desarrollo. De hecho, en el desarrollo de este tema se concentrará la atención en los tres tipos de prospección geofísica de uso actualmente más regular en el reconocimiento arqueológico del territorio: la eléctrica, la magnética, y la de radar de penetración terrestre. 2.5.b.- Sinopsis histórica Los primeros ensayos de prospección geofísica se dieron en el Reino Unido en los años 1940 a partir de los trabajos realizados por físicos o ingenieros interesados en la Arqueología como A. Clark, M. Aitken y R. Atkinson. A ellos corresponde el diseño de los primeros aparatos adaptados a la detección de elementos arqueológicos en el subsuelo y el origen de la fuerte implantación que posteriormente estos métodos iban a tener en el Reino Unido. En la década de los 1950 la aplicación arqueológica de métodos de prospección geofísica comenzó a recibir atención en otros países de Europa, especialmente e Italia y Alemania. En Italia, la Sezione Prospezioni Archeologiche de la Universidad Politécnica de Milán comenzó un importante programa de investigaciones en este campo que daría lugar posteriormente a la creación de la revista científica Prospezioni Archeologiche (publicada entre 1966 y 1974). En Alemania, Irwin Scollar, en el Rheinisches Landdesmuseum de Bonn comenzó a diseñar sus propios magnetómetros y a explorar procedimientos informáticos de carga de los datos (un aspecto enormemente importante en este campo que solo se resolvería de forma completamente satisfactoria a partir de los años 1980). Para la década de los 1960 la aplicación de los métodos de prospección geofísica comenzó a extenderse rápidamente conforme se resolvieron los problemas específicos de aplicación a la Arqueología de procedimientos, técnicas y equipos que en realidad derivaban de la geología, de la ingeniería minera, etc. Esta extensión se vio grandemente favorecida con la comercialización del resistivímetro MartinClark (diseñado por A. Clark) y por la publicación en la revista Archaeometry (Universidad de Oxford) de una serie de avances técnicos (desarrollo del magnetómetro de rubidio y del gradiómetro de flujo). 71 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Entre los años 1970 y 1980 esta metodología se extiende notablemente por la Arqueología, consolidándose como un procedimiento estándar de reconocimiento de yacimientos arqueológicos previo a (o independiente de) la excavación, capaz de proporcionar datos cada vez más precisos y significativos sobre la naturaleza de los mismos. En algunos países, como el Reino Unido o Alemania, esta extensión tiene sobre todo gran significación a efectos de protección – intervenciones de urgencia – generando importantes dinámicas comerciales y empresariales (empresas de consultoría geoarqueológica). Prueba de la rápida consolidación de la prospección geofísica arqueológica es la proliferación de obras monográficas en los últimos 10 años, tanto a efectos de manuales y obras de referencia que introducen métodos cada vez más sofisticados (Scollar y otros, 1991; Heimmer y De Vore, 1995; Clark, 1996; Conyers y Goodman, 1997; Hasek, 1999) como de resultados de conferencias internacionales especializadas (Fassbinder e Irlinger, 1999; Doneus y otros, 2001) o guías de referencia sobre criterios de normalización y estandarización de las aplicaciones y de los datos resultantes (English Heritage, 1995; Schmidt, 2001). 2.5.c.- Prospección eléctrica La prospección geofísica eléctrica (referida frecuentemente en la literatura como de resistividad) se basa en el principio de que la conducción de electricidad del subsuelo es dependiente de las propiedades de los materiales que lo componen, así como del volumen, forma y relleno (aire, agua) de sus poros. La cantidad de humedad presente en el subsuelo determina muy especialmente su resistencia al paso de la corriente eléctrica. Dado que los vestigios carácter arqueológico comportan alteraciones locales en la naturaleza y propiedades del subsuelo, la aplicación de los instrumentos adecuados permite reconocer y localizar dichas alteraciones (o anomalías). a) Los parámetros básicos implicados en la prospección eléctrica son el voltaje (tensión eléctrica aplicada al subsuelo mediante un generador), la resistencia (es decir, el grado de dificultad o facilidad con que la electricidad circular por el cuerpo en cuestión – en este caso el subsuelo), y la corriente (cuya intensidad es el cociente entre el voltaje aplicado al cuerpo y la resistencia ofrecida por el mismo al paso de la electricidad). Un concepto específico asociado al de resistencia es el de resistividad. La resistividad se mide en ohmios/metro en base a la resistencia que ofrece un metro cúbico de un material concreto al paso de un voltaje de un voltio. Los materiales de resistividad muy baja son muy buenos conductores (por ejemplo, el cobre, que precisamente se utiliza para hacer cables de conducción eléctrica), mientras que los materiales de resistividad muy alta se utilizan como aislantes (por ejemplo, el plástico). La combinación en el subsuelo de materiales de alta y baja resistividad (o baja y alta conductividad, por decirlo a la inversa) puede ser detectada mediante un resistivímetro. El resistivímetro es un dispositivo que dispone de cuatro electrodos* que se entierran en el subsuelo: mientras dos de ellos dos inyectan electricidad bajo tierra, los otros dos miden la electricidad que circula por la misma, registrándola. En la Figura 60 se muestra de forma diagramática el funcionamiento 72 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de un instrumental básico de medición de resistividad según Clark (1990:30). La corriente (I), procedente de una fuente de corriente alterna (S) pasa a través del potenciómetro (Pt) y luego de los electrodos (C), antes de penetrar en el subsuelo. Los electrodos P miden luego el gradiente de potencial creado en el subsuelo por I, y el voltaje resultante entre ellos (V) se aplica al amplificador A, que recibe también el voltaje entre el extremo de Pt y su contacto móvil. Ello se registra en el medidor M, siendo el contacto móvil de Pt ajustado a mano hasta que el medidor registre cero. Cuando se alcanza este equilibrio, el voltaje entre los extremos fijo y móvil de Pt es igual a V. Puesto que la misma corriente I fluye por Pt y el subsuelo, la resistencia R entre estos contactos (leída en una aguja) equivale a la resistencia del suelo. El PSR (phase-sensitive recitifier) es un dispositivo que elimina interferencias al permitir pasar solo aquellas señales que están sincronizadas con la energía emitida por la fuente. Los modelos de resistivimetros más recientes incorporan sistemas automáticos de filtrado de la señal (contactos) así como la transmisión de medidas a un registrador (data logger) que facilita el empleo del instrumento, aumentando su eficacia (mayor número de medidas por unidad de tiempo y empleo por un solo operador). Además, el volcado de las medidas y su cartografía se hace de forma que permite la visualización en tiempo real de los resultados de la prospección. b) La aplicación efectiva de la prospección de resistividad eléctrica a yacimientos arqueológicos debe tener en cuenta una serie de condicionantes. En primer lugar, es importante considerar la densidad de la malla (o cuadrícula) de prospección (es decir, los intervalos regulares en los que se toman las mediciones de resistividad). Este parámetro depende de factores determinantes de la estrategia general de prospección, tales como la densidad esperada de elementos subterráneos, el tipo de suelo y la humedad presente, o el tiempo y/o personal disponible para la realización de la misma. En todo caso, los criterios estándar actualmente aceptados (English Heritage, 1995) recomiendan la utilización de una cuadrícula general de referencia dentro del yacimiento (por ejemplo con cuadros de 20 x 20 ó 30 x 30 metros) que puede ser utilizada igualmente para prospección de superficie o levantamiento topográfico), dentro de la cual los datos son tomados cada 0.5 metros a lo largo de una serie de líneas separadas por un metro (con lo que efectivamente la malla de muestreo geofísico es de 0.5 x 1 metros). En segundo lugar, la naturaleza de las propias unidades estratigráficas condiciona de los resultados de la prospección. Las UEs verticales positivas son normalmente menos conductoras ya que retienen menor cantidad de humedad, de forma que producen anomalías positivas en la prospección. Las UEs verticales negativas, en cambio retienen normalmente mayores cantidades de humedad, por lo que atraen a la corriente eléctrica, produciendo anomalías negativas. Similarmente, sobre todo en el caso de las UEs verticales negativas, el tamaño puede constituir un importante factor condicionante (las fosas de pequeños 73 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán tamaño ganan y pierden agua rápidamente, mientras que las fosas grandes retienen humedad de forma más constante). Asimismo, la climatología resulta un factor condicionante en base a la cantidad de agua que pueda encontrarse en el subsuelo y su distribución. A este respecto los resultados de las prospecciones de resistividad pueden variar bastante según la climatología imperante o según la estación del año. En cuarto lugar, es preciso tener en cuenta la naturaleza de los suelos predominantes en el yacimiento y su entorno. Los suelos arcillosos, por ejemplo, retienen mejor la humedad, por lo que suelen ser más aptos para la detección de UE verticales positivas. Los suelos arenosos, en cambio retienen menos humedad y suelen ser menos favorables para la detección de muros, paredes, derrumbes, etc. Un buen ejemplo de prospección de resistividad eléctrica es el anteriormente comentado de la ciudad romana de Itálica, en la que el análisis geofísico de subsuelo se complementó con una prospección intensiva de superficie y con la utilización de fotografía aérea (Rodríguez Hidalgo y otros, 1999). En las imágenes del subsuelo obtenidas (Figuras 61 y 62) es posible observar con gran claridad la distribución y planta de las manzanas de viviendas de la ciudad, así como el recorrido de las murallas con sus torreones (Figura 61). El mapa de resistividad procesado es combinado con la planimetría de los restos conocidos en superficie para producir una imagen muy completa de la planta (y ciertamente de la topografía) de la ciudad sin recurrir a la excavación. 2.5.d.- Prospección magnética El principio teórico fundamental sobre el que se basa la prospección geofísica de carácter magnético es que la corteza terrestre está constituida por numerosos minerales que incorporan hierro en su composición y que forman parte de sus suelos, arcillas y rocas. Estos materiales, además de mostrar un magnetismo inherente, pueden, bajo ciertas condiciones de acción antrópica, ver su magnetismo fuertemente incrementado. De hecho, la prospección magnética puede a su vez dividirse en dos grandes categorías: la prospección magnetométrica, que mide el magnetismo inducido en ciertos materiales por la acción humana, y la prospección de susceptibilidad magnética, que mide el magnetismo natural o inherente presente en los materiales. 2.5.d.a.- Prospección magnetométrica Uno de los materiales más susceptibles de ver incrementado su magnetismo por la acción humana es la arcilla. Al ser sometida (deliberada o casualmente) a procesos de combustión potentes (por ejemplo, formando parte de las paredes de un horno de fundición de mineral o de cocción de arcilla o de cocción de pan, o como murete 74 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán o pavimento en torno a un hogar o chimenea), la arcilla ve incrementada su magnetización interna por la aparición de óxidos de hierro como la magnetita, hematina y maghemita. Al enfriarse, estos minerales de la arcilla se magnetizan en masa en relación con el campo magnético terrestre (con respecto al cual se orientan sus cristales). Esta magnetización, que queda fijada en el material resultante (arcilla cocida - cerámica) por largos periodos de tiempo (miles de años), se conoce como termorremanencia* o magnetización termorremanente (ello constituye el principio sobre el que opera la datación por arqueomagnetismo). Así, el principio fundamental sobre el que se asienta la prospección magnetométrica es que la termorremanencia producida por hornos y suelos quemados, que fueron un día parte de asentamientos humanos, puede ser detectada siglos después con ayuda de los sensores adecuados, en este caso magnetómetros, en base a su contraste con otras zonas del entorno en que la termorremanencia no se ha visto alterada. Los magnetómetros más utilizados actualmente son los de protones, los alcalinos, y los denominados gradiómetros de flujo. Una limitación de la prospección magnetométrica es que la capacidad de detección de los magnetómetros se reduce considerablemente a partir de los 1.5-2 metros de profundidad, con lo que en realidad su aplicación queda restringida a aquellos elementos anómalos existentes a escasa distancia de la superficie. Con respecto a la prospección por resistividad eléctrica, cuyo desarrollo se ve algo ralentizado por la necesidad de introducir los electrodos en el subsuelo, la prospección magnetométrica tiene la ventaja de que la obtención de mediciones se puede hacer de una forma bastante fluida, simplemente con el operador caminando a lo largo y ancho de una malla preestablecida. Existe una multidud de ejemplos válidos de prospección magnetométrica. En el estudio de la aldea fortificada Menoken (Dakota del Norte, Estados Unidos), un asentamiento indio fortificado del siglo XIII d.n.e., se utilizó un gradiómetro (Geoscan Research FM-36 fluxgate) para abarcar un área de 9300 m2, con un intervalo de muestreo de 0.5 x 0.125 metros y hasta una profundidad de 1.5 metros. La primera imagen magnética (Figura 63) muestra con toda claridad (al menos casi con la misma claridad que la prospección eléctrica mostraba el perímetro de las murallas de Itálica en el ejemplo anterior) el perímetro de la fosa defensiva de la aldea, que recorría sus lados Este y Sur (el resto del perímetro del asentamiento quedaba defendido por un barranco). Se observan cuatro bastiones circulares, así como senderos prehistóricos y varios elementos de gran tamaño sometidos a combustión que fueron interpretados como casas (lo que luego se constató mediante excavación). La Figura 64 muestra los máximos de anomalías positivas en color rojo, definiendo precisamente elementos quemados del poblado. Son interesantes las alineaciones de valores magnéticos altos por la cara interior de la fosa de fortificación y en 3 de los 4 bastiones, que se deben a concentraciones de suelo con mayor susceptibilidad magnética. Otros elementos identificados en la prospección fueron una casa incendiada de planta oval así como un hogar con restos de combustión. 75 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.5.d.b.- Prospección de susceptibilidad magnética Podemos definir la susceptibilidad magnética como la propiedad de los materiales (por ejemplo, el suelo) para magnetizarse cuando son expuestos a un campo magnético. Los materiales diamagnéticos tienen una susceptibilidad negativa baja, los materiales paramagnéticos tienen una susceptibilidad positiva baja, mientras que los materiales ferromagnéticos tienen un valor positivo alto. Debido a que la magnetización que se trata de identificar es mucho más tenue (es natural, por así decirlo, y no termorremanente), en el caso de las prospecciones geofísicas de susceptibilidad magnética los instrumentos utilizados deben ser activos, y no pasivos. Los magnetómetros son instrumentos pasivos en tanto que únicamente miden la magnetización almacenada en los materiales sometidos a procesos de combustión (es decir, con termorremanencia). En cambio, la prospección de susceptibilidad magnética requiere de la utilización de instrumentos activos, es decir, que inyectan una señal en el subsuelo, midiendo luego la respuesta que se obtiene en base a su susceptibilidad magnética. La implicación arqueológica del concepto de susceptibilidad magnética parte de la constatación de que en sus niveles superficiales los suelos son normalmente más susceptibles que en sus niveles profundos (la parte más superficial de los suelos tiene mayor tendencia a acumular minerales de hierro). Además, esta susceptibilidad se incrementa cuando los suelos están expuestos a la actividad antrópica por un periodo de tiempo relativamente prolongado. Así, aquellas estructuras verticales negativas que con el paso del tiempo quedan rellenadas con tierra superficial pueden mostrar un grado de magnetismo tenuemente superior al observable en el entorno (y sin que participe proceso alguno de termorremanencia por combustión). La Figura 67 muestra el tipo de respuesta que diferentes anomalías arqueológicas del subsuelo pueden producir en el caso de la prospección de susceptibilidad magnética y en comparación con la prospección magnetométrica y de resistividad eléctrica. Asimismo, aquellas áreas de ocupación humana donde se forman concentraciones especialmente altas de fosfatos pueden ser identificadas por su susceptibilidad magnética. Las acumulaciones antrópicas de fosfatos ocurren como consecuencia de la acumulación de excrementos y orina de personas y/o animales estabulados, o por la descomposición de huesos humanos (tumbas) o animales (tumbas y basureros). Los fosfatos son materiales enormemente resistentes al paso del tiempo y asumen por tanto el papel de indicador arqueológico en el caso de la extracción por susceptibilidad magnética (también lo son en tanto que la obtención de muestras de tierra del subsuelo mediante barrenas y su posterior análisis edafológico puede conducir a inferir la presencia yacimientos arqueológicos). 76 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.5.e.- Prospección mediante georadar Un procedimiento de prospección geofísica que se ha venido utilizando más recientemente (desde finales de los años 1970) es el basado en el radar de penetración terrestre o georadar. La prospección geofísica mediante georadar, que ha comenzado a mostrar grandes ventajas en los últimos diez años (Conyers y Goodman, 1997), parte exactamente del mismo principio teórico que la utilización del radar en la teledetección, es decir, una potente antena de radar transmite hacia el subsuelo ondas electromagnéticas y luego recibe las señales devueltas, estimando el tiempo de retardo e intensidad de la señal retornada. En su aplicación arqueológica, la prospección mediante georadar presente importantes ventajas sobre las prospecciones magnéticas o eléctricas: Por un lado, el georadar tienen una capacidad muy superior de penetración en el subsuelo (hasta 50 metros), por lo que resulta más adecuado para yacimientos arqueológicos de gran potencia estratigráfica. En segundo lugar, el georadar no está limitado por la capacidad de los restos enterrados para absorber electricidad o por su estado de magnetización, sino que identifica todo tipo de anomalías presentes en el subsuelo por su masa. En tercer lugar, dado que los sensores detectan de forma precisa la profundidad a que dichas anomalías se encuentran, es posible elaborar perfiles (i.e. secciones) del subsuelo, mostrando la localización de las anomalías en profundidad, no solo horizontalmente (en su extensión). Finalmente, por esa capacidad para registrar la profundidad de las anomalías, los datos del georadar pueden ser visualizados en una variedad de formatos mucho más amplia que los datos de resistividad o magnetometría (merced asimismo al reciente desarrollo y expansión de las técnicas de visualización informatizada de datos). Entre los inconvenientes del georadar frente a la prospección magnética o eléctrica se encuentran su elevado costo (aunque la experiencia en otros campos sugiere que en pocos años la disponibilidad de las técnicas de reconocimiento se hace mucho mayor). Además, el georadar tiene una virtualidad algo limitada según la geología de la zona donde se realice el estudio. Funciona bastante bien en suelos arenosos y en sedimentos no saturados de humedad, pero falla completamente en terrenos con saturación de aguas saladas ya que el agua salada “transporta” las ondas del radar lejos del punto de emisión, de forma que los reflejos que llegan devueltos son ya demasiados escasos y débiles. Las Figuras 65 y 66 muestran dos ejemplos de aplicación de georadar presentados por L. B. Conyers y D. Goodman en su conocida síntesis de esta tecnología. La 77 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán primera de ellas muestra una serie de cortes horizontales, a distinta profundidad, del yacimiento de Nyutabaru (Japón), en el más profundo de los cuales (en el rango de 40 a 48 nanosegundos) se distinguen un foso circular (a la derecha) y unas estructuras de planta cuadrangular (a la izquierda). En la Figura 66 se muestra un corte vertical (perfil) tridimensional de una cámara funeraria situada dentro del túmulo de Yamashiro Futagozuka, también Japón (rango entre 60 y 70 nanosegundos). En ambas ilustraciones, la combinación de la particularidad del georadar con gráficos generados por ordenador permite producir imágenes de las anomalías existentes en el subsuelo extremadamente precisas e intuitivas. 2.5.f.- Lecturas recomendadas Introductorias Clark, A. J. (1996): Seeing Beneath the Soil: Prospecting Methods in Archaeology. London. Batsford Dabas, M. y Tabbagh, A. (2000): “Magnetic prospection.” In Ellis, L. (Ed.): Archaeological Method and Theory: An Encyclopedia. New York. Garland Dabas, M. y Tabbagh, A. (2000): “Thermal surveying.” In Ellis, L. (Ed.): Archaeological Method and Theory: An Encyclopedia. New York. Garland Nishimura, Y. (2001): "Geophysical prospection in archaeology." En Brothwell, D. - Pollard, A. M. (Eds.): Handbook of Archaeological Sciences, 543-554. Chichester Avanzadas Bevan, B. W. (1998): Geophysical Exploration for Archaeology. An Introduction to Geophysical Exploration. Midwest Archaeological Centre Special Report 1 Conyers, L. B. y Goodman, D. (1997): Ground Penetrating Radar: An Introduction for Archaeologists. London. Walnut Creek Doneus, M. – Eder-Hinterleitner, A. – Neubauer, W. (Eds.) (2001): Archaeological Prospection. Fourth International Conference on Archaeological Prospection. Vienna. Austrian Academy of Sciences Press English Heritage (1995): Geophysical Survey in Archaeological Field Evaluation. Research and Professional Services Guideline 1. London. English Heritage Fassbinder, J. W. e Irlinger, W. E. (Eds.) (1999): Archaeological Prospection. Third International Conference on Archaeological Prospection. München. Bayerisches Lansesamt für Denkmalpflege Hasek, V. (1999): Methodology of Geophysical Research in Archaeology. British Archaeological Reports S769. Oxford. Archaeopress Schmidt, A. (2001): Geophysical Data in Archaeology.A Guide to Good Practice. Oxford. Oxbow Books Scollar, I. – Tabbagh, A. – Hesse, A. - Herzog, I. (1991): Archaeological Geophysics and Remote Sensing. Cambridge. Cambridge University Press Spoerry, P. (Ed.) (1992): Geoprospection in the Archaeological Landscape. Oxbow Monographs 18. Oxford. Oxbow Books 78 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.6.- Prospección y cartografía. 2.6.a.- Mapas arqueológicos. Como se estableció anteriormente, la planificación y preparación de la prospección de superficie exige la valoración y análisis de los mapas disponibles para la zona de trabajo. Además, el registro de la ubicación de las entidades arqueológicas en el paisaje requiere un proceso muy estricto de georreferenciación, basado en los principios de la Cartografía, como el que ya se discutió en su momento. Por ambas razones, la Cartografía es una especialidad de gran importancia a la hora de abordar el reconocimiento arqueológico del territorio. Pero es que además, el resultado tangible más inmediato de cualquier actuación arqueológica de reconocimiento del territorio, y especialmente de la prospección de superficie, es un mapa de la distribución de yacimientos en el espacio prospectado (Price y otros, 1995:159). La producción y elaboración de mapas (y no solo su lectura e interpretación) están, por tanto, inherentemente asociadas al proceso de investigación arqueológica del paisaje, así que la consideración de algunos de los principales aspectos generales de la Cartografía es pertinente aquí. a) Una definición de la cartografía de carácter general la concibe como “el conjunto de estudios y operaciones científicas, artísticas y técnicas que intervienen, a partir de los resultados de las observaciones directas de campo o de la explotación de una documentación, en la producción de mapas” (Joly, 1979:4). Por otra parte, es posible definir de una forma simple un mapa como “aquella representación selectiva y a escala de toda o una parte de la superficie terrestre sobre un plano” (Estébanez y Puyol, 1976:3). Esta última definición es un tanto restrictiva, ya que existen mapas no solo de la superficie terrestre, sino de la superficie de otros planetas o incluso es posible hablar de mapas de nuestro sistema solar y del universo, pero en todo caso, teniendo en cuenta esta salvedad, puede ser aplicable al propósito de este libro. Para la Arqueología, el mapa es uno de los instrumentos más imprescindibles (y por tanto más utilizados) para transmitir los resultados obtenidos en una prospección de superficie. En general, desde hace siglos los mapas han sido tan imprescindibles como los documentos escritos para comunicar y transmitir los resultados de la observación humana. Todas las sociedades humanas han tenido formas más o menos complejas de representar las múltiples dimensiones del espacio y el territorio en el que habitan, por lo que de hecho a menudo se dice que la cartografía es otra forma de lenguaje. La evolución histórica de la cartografía ofrece interesantes elementos de reflexión acerca de las variables concepciones humanas del mundo habidas en el Pasado, acerca de su función como instrumento ideológico y de poder, o acerca de su paulatina transformación en una disciplina científica muy precisa. Son varios los conceptos de carácter técnico y científico que deben ser asimilados para analizar, utilizar y crear mapas como parte del trabajo de reconocimiento y análisis arqueológico del territorio. Entre los más importantes están los de proyección y coordenadas, orientación (norte y declinación magnética), escala y semiótica 79 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán cartográfica. Los dos primeros ya fueron tratados en la sección 3.b.1.6, dedicada a la georreferenciación durante la prospección pedestre. Allí se estableció la importancia de registrar la correcta ubicación de los yacimientos arqueológicos en un sistema normalizado de coordenadas para así poder cartografiarlos y transferir su localización a otros mapas ya existentes. La creación de mapas una vez finalizada la prospección dependerá totalmente de que aquel paso previo haya sido correctamente ejecutado. Vistos los principales tipos de proyección, su impacto arqueológico, y el procedimiento de designación de las coordenadas UTM no será preciso abundar más en este tema. Asimismo, se trataron los rudimentos de la orientación sobre el terreno mediante el uso de la brújula y el cálculo del Norte verdadero a partir de la declinación magnética. Un tercer concepto cartográfico fundamental para la elaboración de mapas arqueológicos es el de escala (en la definición de mapa dada anteriormente se establecía que un mapa es una representación a escala de una porción de la superficie terrestre). Una escala* es una “razón constante que existe entre las distancias lineales medidas sobre el mapa y las distancias lineales correspondientes medidas sobre el terreno” (Joly, 1979:3). Es decir, la escala es uno de los elementos definitorios básicos del carácter técnico y científico de los mapas frente a otras representaciones más intuitivas e informales del paisaje (un cuadro paisajístico, un improvisado croquis a mano alzada). Existen dos tipos de escalas cartográficas, la numérica y la gráfica. La escala numérica* es el cociente entre la distancia que separa dos puntos situados en el mapa y sus homólogos situados en el terreno, medidos siempre con unidades de la misma especie. La escala se expresa como una fracción donde el numerador es una distancia cualquiera en el mapa y el denominador indica cuantas veces es esa distancia mayor en la realidad. Así, la escala 1:50.000 indica que una unidad sobre el mapa equivale en la realidad a 50.000 veces dicha unidad: 1 centímetro equivale a 50.000 centímetros (500 metros) y un 1 milímetro equivale a 50 metros. Una escala es “grande” cuando el denominador es pequeño, es decir abarca poco terreno (1:5.000, 1:10.000), mientras que es “pequeña” cuando el denominador es grande, es decir abarca mucho terreno (1:5.000.000, 1:40.000.000). La escala gráfica es una línea o barra presentada normalmente en el margen inferior de un mapa que muestra la equivalencia en distancias reales de una serie de segmentos del mapa. La escala gráfica es más intuitiva y fácil de apreciar y permite averiguar distancias reales sobre el mapa con la simple utilización de una regla. En las hojas del MTN, la escala gráfica aparece debajo de la numérica, consistiendo en un segmento dividido en seis partes de un kilómetro y una de ellas a su vez subdividida en hectómetros (Estébanez y Puyol, 1976:12). No puede existir ningún mapa sin escala, ya que sin ella, un mapa pierde una información necesaria (tanto así que de hecho puede decirse que pierde todo su carácter de mapa). Aunque sea posible encontrar en publicaciones arqueológicas casos 80 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán relativamente frecuentes de mapas de yacimientos sin escala ello es exclusivamente achacable a un cierto descuido que solo debe ser tenida en cuenta por los/as estudiantes y jóvenes practicantes de la especialidad como ejemplo de lo que no debe hacerse. Pero el concepto de escala va más allá del elemento cartográfico numérico o gráfico que permite comprender las relaciones de tamaño y distancia entre lo representado y lo real. En un nivel más conceptual, la escala determina el ámbito geográfico y el alcance del análisis: a distintas escalas se pueden representar y analizar diferentes fenómenos y procesos, sean de orden biológico, físico o humano (arqueológico). ESCALA ARQUEOLÓGICA SUPER-MACRO TSM EXTENSIÓN ESPACIAL ≥ 107 Km2 ESCALA CARTOGRÁFIC A < 1:10.000.000 106 Km2 1:5.000.000 1:1.000.000 MACRO 105 Km2 TLC MXT APT AVMP 104 Km2 1:500.000 1:200.000 1:200.000 1:100.000 103 Km2 1:100.000 1:50.000 MACRO/SEMIMICRO 102 Km2 1:20.000 1:10.000 10 Km2 1:5.000 1:2.000 1 Km2 1:2.000 1:1.000 MICRO ≤1 ha 1:1.000 1:100 ARQUEOMETRÍA En μ X 100 ARQUEOMETRÍA En Ǻ X 1.000 A 10.000 EJEMPLO Plataformas continentales, Viejo Mundo, oceános Dominio herciniano, Península Ibérica Meseta central española, Andalucía Valle del Guadalquivir, Sierra Morena occidental Jerez de los Caballeros, Carmona Sección de un valle, ciudad, lago ORDEN BIOLÓGICO ORDEN HUMANO Zona 1.000.000100.000 años Dominio 1.000.000100.000 años Región 100.000 10.000 años Zona Geosistema 10.0001.000 años Geofacies 1.000 100 años Dominio País Región Provincia Parque natural Comarca Comarca Municipio Municipio Sector ACR SEMI-MICRO Una vertiente, un cono de deyección, un asentamiento prehistórico y su entorno inmediato Una vertiente, un asentamiento prehistórico Una tumba, una casa, un inmueble, una parcela agraria Texturas litológicas, mantos vegetales y animales Texturas mineralógicas. Estructuras atómicas Geotopo 100 años Ciudad Hábitat Biotopo 1-10 años Barrio Hábitat Manzana Inmueble Casa Cortijo Artefacto, ecofacto Célula Molécula Inclusión (desgrasante), exina Tabla 6 Escalas espacio-temporales de representación y análisis Fuente: Adaptado de Joly, 1979:46-47 En la Tabla 6 se muestra el continuo de escalas de representación y análisis en términos geográfcos y arqueológicos, desde la escala macro hasta la micro (y en 81 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán relación con los métodos de análisis espacial que se discuten en la tercera parte de este trabajo). b) Convencionalmente se distingue entre dos grandes tipos de mapas, los topográficos y los temáticos. Un mapa topográfico es una “representación exacta y detallada de la superficie terrestre, referente a la posición, forma y dimensiones de los accidentes del terreno así como de los objetos que se encuentran sobre él de una forma estable” (Joly, 1979:24). La topografía refleja un elemento crucial del paisaje, su forma, elemento que a su vez está correlacionado con otros muchos elementos paisajísticos tanto naturales como antrópicos. La distribución de los cursos de agua en un territorio depende la topografía (aparte de la climatología). Para la prospección de superficie los mapas topográficos constituyen una variedad de mapa especialmente interesante ya que permite representar las distribuciones de yacimientos con respecto a la forma del relieve, lo cual es esencial para determinar pautas y estrategias de asentamiento por parte de las comunidades del Pasado. En el MTN la topografía se representa en forma de isolíneas* altimétricas o isohipsas que se denominan curvas de nivel* y aparecen estampadas en color siena con una equidistancia de 20 metros de altitud. Para facilitar la lectura e intepretación de la topografía, cada 100 metros de desnivel (5 curvas) aparece una curva de trazado más grueso. Además, distribuidos por cada hoja aparecen unos puntos con cifras que indican medidas de altitud absoluta y que se conocen como cotas* (Estébanez y Puyol, 1976:13). El conjunto de las curvas de nivel permite representar (para un ojo bien entrenado, de hecho, visualizar tridimensionalmente) todas las formas y accidentes del terreno (colinas, sistemas montañosos, valles, desfiladeros, etc.) (Figura 68), lo cual es de gran valor tanto para la preparación y ejecución de la prospección de superficie como para evaluar la distribución de los yacimientos localizados una vez que ésta ha concluido. Un ejemplo de indicador de la forma del terreno que es fácilmente obtenible a partir de un mapa topográfico es la pendiente. La pendiente se define como el desnivel entre dos puntos, expresado en grados (el ángulo que forma el plano horizontal ideal del terreno con el plano que pasa por los dos puntos cuya pendiente se mide) o en porcentaje (Estébanez y Puyol, 1976:13). La pendiente ha venido siendo utilizada en el análisis territorial arqueológico para valorar las pautas de selección del lugar de asentamiento, a partir de diversos coeficientes e índices (ver discusión en sección 3.c.2.3.b.). Otra variable del paisaje intrínsecamente asociada a la topografía y de hecho siempre presente en los mapas topográficos (el MTN no es excepción) es la hidrología. El agua drena siguiendo la pendiente del terreno, por lo que a partir del conocimiento de la topografía y las pendientes es posible predecir los cursos de agua. Habitualmente, 82 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán en hidrología, los cursos de agua son clasificados según su orden o rango, siendo una corriente de primer orden aquella que no recibe tributario alguno, una corriente de segundo orden la resultante de la conjunción de dos corrientes de primer orden y así sucesivamente, hasta la corriente de máximo orden, que es la que vierte al mar (Estébanez y Puyol, 1976:31-32; Aguiló y otros, 1993:336). Durante muchos años los mapas topográficos han sido utilizados de forma regular en Arqueología como escenario sobre el cual representar las distribuciones de yacimientos resultantes de la prospección de superficie. La extensión de los Sistemas de Información Geográfica (discutida en la sección siguiente) ha hecho que el abanico de mapas utilizados con este y otros fines se haya ampliado mucho, dando paso sobre todo a una generalización del uso de mapas temáticos. Por contraposición a los mapas topográficos, los mapas temáticos implican la expresión espacial de cualquier fenómeno o variable. Si la cartografía topográfica tiene un objeto muy preciso y restringido, mapas temáticos existen tantos como fenómenos (y sus correspondientes variables) sea posible concebir. Sin ir más lejos, a partir de la topografía es posible extraer numerosos mapas temáticos. Puesto que la pendiente es un factor determinante en aspectos tales como la erosión o la capacidad agrológica de los suelos, los mapas de pendientes (y realmente en este caso ya se trata de un mapa temático) son un ejemplo de mapa temático bastante utilizado en Arqueología. Las pendientes se agrupan en intervalos y luego se dibujan con distintas tramas o colores las zonas cuyas pendientes caen dentro del mismo intervalo. Quizás el ejemplo de cartografía temática española de ámbito nacional más análogo al MTN sea el Mapa Geológico de España a escala 1:50.000 elaborado por el Instituto Geológico y Minero de españa (IGME, dependiente del Ministerio de Industria y Energía). En esta serie cartográfica, cuyas hojas coinciden con las del MTN, se refleja de forma monográfica un tema, la geología, mediante una serie de símbolos cualitativos y cuantitativos convencionales dentro del campo de esa especialidad. Dado que esta cartografía es altamente especializada, cada hoja viene acompañada de una memoria explicativa de sus contenidos. La cartografía puede abarcar una variedad enorme de temas, sean naturales (hidrología, vegetación, edafología, fauna, etc.) o antrópicos (densidad de población, núcleos de población, renta per capíta media, vías de comunicación, etc.). Desde el punto de vista arqueológico, la diversidad de temas que pueden ser representados cartográficamente es igualmente vasta. Las más habituales en la literatura incluyen desde la propia distribución de yacimientos y artefactos por clases y por periodos cronológicos, hasta las vías de comunicación y rutas comerciales antiguas, distribución de áreas de influencia cultural, paleogeografía (antiguos cursos de agua hoy desaparecidos, antiguas líneas de costa, etc.), rutas migratorias, etc. Una clasificación útil de los mapas temáticos arqueológicos es la propuesta por G. Priestley (1992:98-99) en tanto que mapas inventario (simplemente contienen gran cantidad de información en bruto, en el caso de una 83 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán prospección la totalidad de los yacimientos identificados representados como puntos), mapas analíticos (los yacimientos son presentados agrupados en categorías funcionales o cronológicas mediante el uso de una simbología) y mapas sintéticos (mapas resúmen, donde por ejemplo se presenta una hipótesis de agrupación zonal de los yacimientos según sus clases funcionales). En todo caso, los requisitos de la cartografía temática arqueológica no atañen tanto a sus contenidos como a la forma de su expresión gráfica, esto es, su inteligibilidad. c) Efectivamente, un último tema al que se debe hacer referencia en materia de cartografía arqueológica de los resultados del reconocimiento arqueológico del territorio es el de la inteligibilidad de los mapas. Una prospección que haya deparado buenos resultados puede quedar oscurecida por una cartografía arqueológica pobre, mientras que unos resultados intermedios pueden tener mayor efecto e influencia con una representación cartográfica de calidad. Como disciplina responsable de la producción de mapas, la Cartografía ha desarrollado a lo largo del tiempo criterios y procedimientos altamente formalizados y contrastados por la experiencia para la representación bidimensional de la información (Raisz, 1978:117-139; Joly, 1979:69-119; Priestley, 1992:113; etc.). La elaboración de mapas supone un ejercicio reflexivo y técnicamente cualificado de utilización de elementos gráficos significativos para el ojo humano, al objeto de hacer inteligible el mensaje propuesto. Esta semiótica* cartográfica requiere un uso informado y pautado de los símbolos, tanto en cuanto a sus elementos (forma, tamaño, color, tono, grano, orientación) como en cuanto a sus tipos (pictogramas, ideogramas, tramas) (Joly, 1979:86-87). La cartografía arqueológica no es en este sentido distinta de cualquier otra cartografía, teniendo como finalidad básica comunicar de forma efectiva una información mediante un impacto visual inmediato, destacando lo que es necesario destacar y simplificando, sin distorsionarla, la información a transmitir (Priestley, 1992:98). En el caso de las prospecciones de superficie (o, por extensión, el reconocimiento arqueológico del territorio), esa información a transmitir se presenta, generalmente, en forma de distribuciones de yacimientos y eventos arqueológicos, así como en forma de planos de yacimientos individuales de especial importancia (Quesada Sanz y Baena Preysler, 1997:94). En lo que se refiere a la composición gráfica de los elementos representados del mapa, los dos principios fundamentales que deben regir la elaboración de un mapa temático arqueológico son la claridad y el equilibrio visual. Básicamente ello quiere decir que los mapas no deben contener un exceso de elementos que oculte el tema representado, lo cual debe hacerse básicamente atendiendo al equilibrio entre la complejidad del tema tratado y la escala de representación elegida. En las Figuras 69 y 70 se muestra un ejemplo de esto. La Figura 69 muestra una típica distribución de yacimientos arqueológicos (resultante de una prospección de superficie) sobre el fondo del MTN. Los puntos que representan los yacimientos (uno de ellos aparece en el centro del mapa como una figura poligonal especialmente destacada) han sido directamente superpuestos al 84 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán MTN, como se hace frecuentemente en numerosas publicaciones arqueológicas. Este mapa no es claro, por que el MTN incluye una importante cantidad de información (núcleos de población, carreteras, delimitaciones municipales, etc.) que no es relevante para comprender el poblamiento prehistórico. En la Figura 70, en cambio, los puntos han sido superpuestos a una versión digital del MTN donde las curvas de nivel y la red hidrográfica son elementos vectoriales de un SIG (ver discusión de los SIG en la siguiente sección). En este caso se ha hecho una selección de los elementos cartográficos más significativos, mostrándose únicamente la topografía y la hidrología, únicos elementos del mapa pertinentes en relación con el tipo de paisaje que conocieron los habitantes prehistóricos de la zona. Aparte de los objetos del entorno geográfico representados, los componentes técnicos básicos que permiten comprender un mapa son el norte, la escala, los rótulos y la leyenda. Por convención, los mapas suelen estar orientados a los puntos cardinales, de forma que el Norte geográfico coincide con la parte superior del mapa. Sin embargo, una flecha (u otro símbolo) indicando la dirección exacta de ese Norte verdadero es muy recomendable para ayudar a interpretar la posición de los elementos en un contexto geográfico general. De modo similar, la escala es un componente esencial para entender un mapa; como se dijo anteriormente, sin ella el lector o lectora está incapacitada para captar las relaciones de tamaño y distancia entre los distintos objetos cartografiados. Finalmente, la leyenda es la clave que permite a la usuaria o usuario del mapa decodificar los símbolos empleados en la representación del tema. Como ya se ha dicho, los mapas resultantes del reconocimiento arqueológico del territorio suelen estar compuestos de distribuciones de yacimientos y otras entidades arqueológicas. Cada categoría o clase de yacimiento estará representada en el mapa con un símbolo, una forma geométrica, un tamaño o un color, por lo que la explicación de las equivalencias en una caja situada en un punto visible del mapa es fundamental. Las Figuras 71 y 72 ofrecen un ejemplo de la diferencia que una buena selección y distribución de los componentes puede suponer en la inteligibilidad de un mapa. Ambas muestran la ubicación de tres grandes asentamientos de la Edad del Cobre en la provincia de Sevilla sobre la altimetría y la hidrología de la provincia. En el primero de ellos (Figura 71) se muestra la red hidrográfica principal y secundaria, lo que resulta en una cierta sobrecarga de líneas en el mapa (el mismo problema que veíamos anteriormente con la cartografía topográfica del entorno del embalse de Aracena). Además, este mapa carece de rótulos, escala, norte o leyenda a partir de los que interpretar la información. En la versión del mismo mapa mostrada en la Figura 72 se ha seleccionado solo la red hidrográfica principal, lo que simplifica y facilita la comprensión del mapa. Además, se ha incluido una rotulación con los nombres de los ríos y unos códigos para los asentamientos prehistóricos, así como un norte, una escala (que permite juzgar la distancia existente entre ellos) y una leyenda con las equivalencias entre los colores empleados y los intervalos altimétricos (lo que también ayuda a valorar la ubicación geográfica de esas 85 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán comunidades prehistóricas). En resumen, gracias a una mejor selección e integración de los elementos técnicos, el segundo mapa es mucho más inteligible que el primero. Aparte de esos componentes básicos, la confección de mapas arqueológicos debe tener en cuenta algunos principios de diseño de la simbología como por ejemplo: (i) Seguimiento de las relaciones semánticas entre la realidad y sus símbolos, de forma que estos últimos guarden la mayor semejanza conceptual posible con aquella (ríos representados en color azul, no en rojo, aeropuertos representados con un símbolo en forma de avión, no de barco). Los colores tienen la capacidad de evocar diferentes sensaciones en el ojo humano, por lo que la elección de colores no es baladí a la hora de transmitir un mensaje comprensible. Las formas de las tramas y líneas comportan intuitivamente una diferente percepción de los fenómenos: las líneas continuan sugieren continuidad, certeza e incluso impermeabilidad en la distribución espacial de los fenómenos, mientras que las líneas discontínuas se asocian a discontinuidad, incertidumbre y permeabilidad. (ii) Seguimiento de las relaciones de jerarquía lógicas entre la realidad y sus símbolos. Si se realiza un mapa del tamaño de los asentamientos (que por ejemplo se pueda interpretar en clave de jerarquización socio-política), entonces lo coherente es utilizar los símbolos más grandes para representar a los yacimientos de mayor tamaño. (iii) Utilización de una rotulación (texto) medida (que no impida la visibilidad) y coherente con el resto de la simbología (es decir, empleando siempre los mismos tipos de letra para los mismos elementos o estados de la variable). La combinación de los elementos técnicos de un mapa con la adecuada selección de símbolos dentro de una composición gráfica inteligible es a menudo una tarea compleja. Tanto así que, durante mucho tiempo, la confección de mapas ha sido una actividad reservada a especialistas altamente cualificados. En la actualidad, sin embargo, la extensión de las herramientas informáticas ha hecho que la producción de mapas de un aceptable nivel de calidad y competencia sea accesible a usuarios con un grado intermedio o incluso básico de especialización 2.6.b.- Aplicación arqueológica de los SIG. El rápido proceso de formalización y sistematización de la prospección arqueológica merced a la introducción de la informática, y más concretamente la incorporación de los Sistemas de Información Geográfica (SIG), ya se anunciaba a finales de los 1980 (Ruiz Zapatero, 1988:39). Efectivamente, una de las revoluciones 86 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán tecnológicas de mayor alcance para el reconocimiento y análisis arqueológico del territorio de los últimos años ha sido el surgimiento de la cartografía digital y de los SIG, es decir, los sistemas informáticos encargados de su manejo. No menor ha sido la influencia de los mismos en el análisis e interpretación del territorio dentro de la disciplina. Desde la aparición de sus primeras aplicaciones a comienzos de los 1990, la extensión de los SIG en la Arqueología ha sido vertiginosa, de forma que en la actualidad aparecen como una plataforma de trabajo tan común como imprescindible en el tratamiento, gestión y análisis de la dimensión espacial de los datos arqueológicos. Esta extensión es apreciable en la literatura generada dentro de la disciplina en torno a este tema, lo que incluye monografías y obras generales (Allen y otros, 1990; Lock y Stančič, 1995; Aldenderfer y Maschner, 1996; Maschner, 1996; Baena Preysler y otros, 1997; Gillings y Wise, 1998; Lock, 2000; Wheatley y Gillings, 2002; etc.), diversas actas de congresos y reuniones especializadas (por ejemplo Johnson y North, 1995; Moscati y Tagliamonte, 1998; Sande Lemos y otros, 2000; García Sanjuán y Wheatley, 2002), además de las diversas sesiones publicadas en las actas de las conocidas Computer Applications in Archaeology, así como una miríada de artículos, tratando casos de estudio específicos e investigaciones empíricas, que conforman una bibliografía cada vez más inabarcable – aunque véase Petrie y otros (1995) para un ensayo de compilación. a) La naturaleza de los SIG es explicada con gran competencia en diversos manuales y obras de consulta aparecidas a lo largo de los últimos años (Bosque Sendra, 1992; Baena Preysler y otros, 1997; Wheatley y Gillings, 2002; etc.) por lo que no será necesario profundizar aquí en ello. Para enlazar con los conceptos de reconocimiento y análisis del territorio tratados a lo largo de este libro y para explicar la aplicación arqueológica de los SIG, se realizará únicamente un esbozo de definición y descripción de cuatro conceptos fundamentales: (i) la definición de los SIG como sistemas informáticos, (ii) los modelos de datos principales en que se basan, (iii) su capacidad para generar cartografía nueva de forma dinámica y (iv) su facilidad integrar funciones dentro de un entorno único de usuario. Utilizando una definición simple, un SIG es un conjunto de herramientas informáticas para la entrada, almacenamiento, procesamiento, transformación, consulta, recuperación y salida de datos espacialmente referenciados. Entre esas herramientas se cuentan los componentes lógicos (rutinas, algoritmos* y programas, es decir lo que se conoce con la expresión inglesa de software) así como equipos informáticos y dispositivos periféricos de entrada y salida (hardware) (Figuras 73 y 74). En realidad, los programas que suelen ser denominados SIG son muy variados, de manera que la delimitación entre ellos y otros programas de gestión de datos espaciales (diseño asistido por ordenador, topografía, teledetección y fotografía aérea; etc.) es a veces imprecisa (Wheatley y Gillings, 2002:10). Quizás la forma más efectiva de concebir un SIG sea como una base de datos con elementos georreferenciados que pueden ser visualizados y 87 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán analizados de forma multivariada e interactiva, obteniéndose así una visión del territorio como conjunto desagregado de elementos (Bampton, 1997:9-10). Dentro de un SIG, dada uno de esos elementos o temas desegragados es conocido como una cobertura* (esta noción no debe ser confundida con la de cobertura prospectora anteriormente considerada y que se refiere al modo en que se desenvuelve la estrategia de prospección superficial). Un aspecto bastante definitorio de los SIG frente a otros programas de tratamiento de información espacial es la integración de funciones que proporcionan para el tratamiento de la información espacial. Efectivamente, los SIG cuentan con módulos o apartados dedicados a la realización de tareas más bien dispares, todos los cuales pueden ser manejados por el usuario dentro de un interfaz de usuario único. Se ha dicho a menudo, y con razón, que una de las características más idiosincráticas de los SIG es su capacidad para integrar funciones que anteriormente se realizabn de forma separada. Si tomamos uno de los SIG de uso más extendido (Arc View 3.2 o su versión más avanzada Arc GIS, ambos producidos por ESRI, una de las mayores empresas productoras de software de SIG del mundo) (ESRI, 1996; Mitchell, 1999) es fácil comprobar esta integración de funciones en un entorno de usuario único. En las versiones más recientes de Arc View existe un módulo de visualización y edición de la cartografía, otro de composición y diseño de mapas, otro de gestión de tablas de datos con numerosas prestaciones propias de los SGBD (Sistemas de Gestión de Bases de Datos)*, otro de elaboración de gráficos estadísticos y otro de gestión de modelos 3D. La Figura 75 muestra una sesión de trabajo típica de un SIG, con funciones cartográficas, de edición de tablas de datos y de composición de gráficos estadísticos. Otros programas informáticos realizan algunas de estas funciones: por ejemplo los programas de CAD permiten visualizar, editar y manipular información gráfica, realizar modelos 3D y preparar salidas gráficas, pero carecen de conexión con un módulo de SGBD. Por su parte, los programas de bases de datos permiten diseñar tablas, entrar datos y realizar consultas de las mismas a partir de operadores booleanos, pero carecen del carácter espacial que aportan los SIG. Ningún entorno informático realiza simultáneamente la cantidad de funciones en el tratamiento de la información espacial que llevan a cabo los SIG bajo un mismo entorno. Una cuestión bastante importante para comprender la naturaleza de un SIG es la de los modelos de datos espaciales. Los SIG manejan y representan las entidades espaciales en dos formatos a los que se denomina vectorial* y raster*. En el modelo vectorial los objetos espaciales son representados codificando de modo explícito los límites o perímetros que los separan del entorno (Figura 76). Las líneas que actúan de delimitación son representadas mediante las coordenadas de los puntos o vértices que delimitan los segmentos rectos que las forman (Bosque Sendra, 1992:56; Espiago y Baena Preysler, 1997:14). Dentro de este modelo, las entidades espaciales son representadas como puntos (par único de coordenadas), líneas (arco que une dos puntos), polilíneas (series de líneas 88 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán que no se cierran) o polígonos (polilíneas que se cierran, delimitando un área). La elección del modelo geométrico de representación de los objetos cartográficos suele depender de la escala de representación. Por ejemplo, la imposibilidad (ya discutida anteriormente), de representar como un polígono un yacimiento arqueológico a una escala cartográfica 1:50.000 puede resolverse representándolo a esa misma escala como un punto, o a una escala superior (por ejemplo 1:10.000) como un polígono. Entre estas entidades se establecen una serie de relaciones topológicas (o topología*), que definen geométricamente la estructura de líneas y áreas (en ambos casos relaciones entre puntos) así como sus relaciones de contigüidad, adyacencia, conectividad, coincidencia o inclusión (Espiago y Baena Preysler, 1997:22). En el modelo raster, en lugar de codificarse las fronteras de los objetos, se registra el interior y sus límites quedan implícitamente representados como una malla de celdas (píxels) de forma y tamaño regular, en cada uno de las cuales se registra el valor que las observaciones adoptan (Bosque Sendra, 1992:65; Espiago y Baena Preysler, 1997:12-13) (Figura 77). El modelo de representación raster depende bastante de la obtención de imágenes mediante escáneres y otros dispositivos (cámaras de fotos aéreas, sensores multiespectrales). Las tres entidades espaciales básicas son representadas en el modelo raster de la siguiente forma: los puntos como series de celdas o pixels* únicos y aislados, las líneas como serie de celdas conectadas y las áreas como bloques contiguos de celdas adjuntas (Wheatley y Gillings, 2002:50). Con el modelo raster surge el mismo problema de resolución espacial que con las imágenes de satélite según se discutió anteriormente. Dado que los mapas son representados como mallas de píxels, la resolución (tamaño) de los mismos es crucial, ya que cuanto mayor es la resolución (más pequeños los pixels, más fina la malla) mayores resultan también los requerimientos de almacenamiento y procesamiento informático. Otra propiedad que define de forma bastante elemental a los SIG es su capacidad para la construcción dinámica de cartografía nueva mediante el álgebra de mapas y la reclasificación. Con respecto a la cartografía tradicional, expresada en forma de una hoja en papel donde se imprime el mapa, en los SIG la cartografía es dinámica y puede ser manipulada, editada y transformada constantemente para producir cartografía nueva. Las operaciones de edición más sencillas se suelen aplicar a elementos representados vectorialmente y permiten, por ejemplo, extraer una parte de una cobertura a partir de uno o varios elementos de otra, agrupar los elementos de un mapa (por ejemplo polígonos) que tienen un mismo valor para un atributo dado, creando un mapa nuevo más simplificado, unir dos mapas de regiones contiguas y adyacentes, interseccionar dos mapas, creando un tercero más complejo con los elementos comunes de los primeros, etc. Otro tipo de función propia de los SIG es la reclasificación de mapas. Un ejemplo clásico para la prospección arqueológica de superficie es el de una cobertura de usos del suelo que es reclasificada en términos de la dificultad que supone para la prospección arqueológica. Los polígonos de la 89 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán cobertura de usos de suelo que tiene un valor definido como de “cultivos herbáceos” puede ser definida como de elevado potencial para la prospección arqueológica, ya que, como se vió anteriormente, este tipo de uso de suelo facilita el acceso y paso de los prospectores y ofrece una buena visibilidad de los vestigios arqueológicos en superficie (el suelo está removido, arado, y con algo de suerte la mitad de los terrenos estarán en barbecho). En cambio los polígonos de dicha cobertura que aparezcan codificados como de “cobertura forestal arbustiva” deberán ser clasificados como de elevada dificultad para la prospección, ya que el suelo no estará removido por el arado y la vegetación dificultará el paso y la visibilidad. La reclasificación de mapas representados en un modelo raster de datos permite obtener resultados analíticos mucho más sofisticados. b) Las ventajas de la incorporación de los SIG para el reconocimiento arqueológico del territorio han sido numerosas. Con independencia de la rapidez y agilidad de tratamiento de grandes cantidades de datos que los ordenadores llevan consigo de forma inherente, esas ventajas principales podrían resumirse de la siguiente manera: Captura. Las bases de datos alfanuméricas que con anterioridad a la aparición de los SIG se utilizaban en la prospección de superficie requerían de una recogida y entrada específica de datos para las variables medioambientales pertinentes en la descripción de los yacimientos (uso del suelo, topografía, geomorfología, etc.). Con los SIG esta recogida específica de información se hizo innecesaria, ya que las coberturas conteniendo la información arqueológica pueden ser fácilmente cruzadas con las distintas coberturas medioambientales, permitiendo recabar, seleccionar y visualizar la información de cada yacimiento individual en el propio ordenador. Ello supone un ahorro notable de tiempo y esfuerzo en el estadio de captura y entrada de datos. Integración. En segundo lugar, en el entorno SIG es posible la integración de información procedente de fuentes de datos muy diversas. Las fotografías aéreas, imágenes de teledetección, imágenes de prospección geofísica, mapas antiguos y mapas modernos que tradicionalmente eran manejados separadamente pueden ser perfectamente integrados en un SIG contribuyendo a generar modelos más realistas, integrados y representativos del paisaje. Georreferenciación. La utilización de los SIG ha contribuido a introducir orden y racionalidad en un asunto tan crucial como el de la georreferenciación. Los beneficios de la utilización de los SIG en este ámbito han sido principalmente tres: (i) la detección y corrección de errores previamente no identificados debido al manejo de cartografía en papel, (ii) el incremento de la precisión mediante la utilización combinada de los SIG con la tecnología GPS, y (iii) la racionalización y unificación en el uso de los sistemas de proyección y designación de coordenadas. 90 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Conceptuación. La propia concepción del registro arqueológico se ha beneficiado notablemente de la utilización de los SIG. Dado que los sistemas informáticos son extremadamente exigentes en términos de consistencia y racionalidad, la utilización de los SIG ha impuesto una racionalización de los criterios de representación de las entidades arqueológicas. ¿Es lo mismo representar las entidades arqueológicas como puntos que como polígonos? ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de una y otra forma de representación? ¿Existen alternativas a los primitivos gráficos para la representación de las entidades arqueológicas? Estas preguntas han debido ser formuladas y respondidas con cuidado para posibilitar la incorporación de los SIG al reconocimiento y análisis del territorio. La misma definición de las relaciones topológicas entre las entidades arqueológicas (adyacencia, conectividad, inclusión, etc.) ha obligado a una revisión meticulosa de determinados aspectos relativos a la descripción espacial del registro arqueológico que anteriormente habían pasado desapercibidas. Consultas. Antes de la extensión de los SIG, la realización de consultas espaciales elementales en materia de superficies o distancias era cuestión de tediosos y repetitivos cálculos manuales (Estébanez y Puyol, 1976:34). Responder a preguntas del tipo ¿cuál es la superficie con cultivos de secano en una determinada hoja del MTN? ¿cuál es la distancia de un asentamiento prehistorico a la necrópolis más próxima? o ¿qué cantidad de terreno cultivable queda comprendido dentro de un radio de 1 km. en torno al asentamiento prehistórico X? suponían tanto trabajo que las posibilidades de explotación y análisis de la información eran muy limitadas. Dado que la información cartográfica (en soporte papel) y la información arqueológica (base de datos, fichas) se almacenaban de forma separada, la realización de consultas cruzadas requería la trabajosa localización y consulta de los datos pertinentes, lo que de hecho las hacía inviables. Representación cartográfica. Finalmente, los SIG han posibilitado un claro avance cualitativo de producción de cartografía arqueológica. Gracias a las utilidades de composición y diseño de mapas de los SIG, los mapas arqueológicos que se publican en los últimos años son de una calidad y eficacia más elevadas, con un uso más competente de los principios básicos de la semiótica cartográfica a los que se hizo referencia anteriormente (García Sanjuán, 2004). c) Un ejemplo específico del impulso que los SIG han proporcionado al reconocimiento arqueológico del territorio son los modelos digitales del terreno (MDT)*. Los MDT son representaciones tridimensionales de la topografía de un territorio realizada en un SIG por medio de un modelo de datos bien raster o vectorial. Un MDT es un caso específico (de representación de la topografía) de un Modelo Digital de Elevación (MDE), donde se representa tridimensionalmente la variación en el espacio de cualquier variable (Wheatley y Gillings, 2002:107). Los MDT son de hecho mapas topográficos tridimensionales donde la forma del terreno puede ser aprehendida y evaluada de una forma más intuitiva y eficaz por el ojo humano. En 91 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán su versión raster, los MDT se basan en una malla cuadrangular de mediciones de la altitud donde a cada píxel o celda le corresponde una altitud específica. En su versión vectorial se utiliza el llamado modelo TIN* (Triangulated Irregular Network), consistente en una serie de caras de triángulos conectadas producidas por una triangulación de Delaunay de puntos de observación (cotas) irregularmente distribuidos donde los nodos de los triángulos almacenan los valores altitudinales (Wheatley y Gillings, 112-113). Los MDT son valiosos no solo por que aportan una visualización efectiva e intuitiva de la forma de un paisaje, sino por que permiten la obtención de datos analíticos relativos a la pendiente, las condiciones de insolación e iluminación, la visibilidad, las cuencas de drenaje, etc. Los programas actuales de SIG contienen rutinas y utilidades muy avanzadas para el tratamiento de los MDT, lo que ha contribuido a simplificar y extender su aplicación entre los usuarios arqueológicos, para modelizar bien el territorio de prospección en su conjunto, bien yacimientos concretos. En la Figura 78 se muestra un ejemplo del primer caso, en el que se han digitalizado las curvas de nivel de la cartografía topográfica 1:10.000 del ICA para el entorno del embalse de Aracena (Huelva), generándose un modelo tridimensional del paisaje recubierto con un mosaico de ortofotos también a escala 1:10.000. La combinación del relieve tridimensional del terreno con su imagen permite obtener una representación aún más realista del territorio sobre el que se muestran la distribución de yacimientos de la Edad del Bronce. Otro buen ejemplo de modelización de las condiciones topográficas del territorio de prospección se muestra en las Figuras 79 y 80. Aquí, de nuevo sobre un MDT generado a partir de la cartografía 1:10.000 del ICA se muestra la distribución de los yacimientos localizados en la zona de inundación de embalse de Los Melonares (Sevilla) durante las prospecciones llevadas a cabo antes de su construcción (Figura 79). A continuación (Figura 80), se añade una simulación de la lámina de agua en unas condiciones de inundación máxima del pantano (cota de 82 metros), comprobándose de forma efectiva los yacimientos que desaparecen bajo el agua (García Sanjuán, 2004). Los MDT de yacimientos singulares han recibido asimismo bastante atención recientemente, ya que gracias a la paulatina extensión de los GPS diferenciales la captura de información de alta resolución relativa a la topografía de yacimientos individuales se está haciendo más económica y efectiva (Colosi y otros, 2001a, 2001b; Wheatley y Gillings, 2002:111-112; García Sanjuán y Wheatley, 2003). En la Figuras 81a y 81b se muestra un ejemplo de un MDT de alta resolución de un complejo megalítico de la provincia de Sevilla generado a partir de los datos obtenidos directamente sobre el terreno con la ayuda de un GPS diferencial. En este caso, la topografía cuenta con 692 puntos de altitud real distribuidos por un área de 835 m2, lo cual supone un promedio de 0.82 cotas/ m2) para un área de poco más de 2,40 metros de desnivel (altitud máxima sobre el nivel del mar 70,40 metros, altitud mínima 68 metros). El mapa de curvas de nivel (Figura 81a) resultante de la interpolación de estas cotas tiene un intervalo de 10 cm de desnivel entre cada curva de nivel y puede ser utilizado para crear un MDT de alta resolución del monumento 92 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán megalítico (Figura 81b). El mapa de curvas de nivel en cuestión puede ser comparado con un levantamiento topográfico realizado de este mismo yacimiento con medios convencionales (Figura 81c), resultando en un plano en soporte papel (por lo que su manipulación o transformación en un SIG hubiera requerido un importante trabajo de digitalización) que muestra curvas de nivel con un intervalo de 25 centímetros. d) No menos revolucionario ha sido el impacto de los SIG en el análisis arqueológico del territorio. La totalidad de las técnicas y procedimientos de análisis territorial que se discuten en la tercera parte de esta obra (análisis de captación de recursos, de territorialidad teórica y visibilidad, etc.) y que hasta hace una década se ejecutaban mediante procedimientos manuales o con la ayuda de programas informáticos de análisis estadístico, son de hecho llevados a cabo en la actualidad mediante los SIG. Por ello la discusión de las consecuencias de la introducción de los SIG en el análisis espacial arqueológico es realizada de una forma más pormenorizada al tratar las distintas técnicas y procedimientos por separado. e) La valoración de la importancia actual de los SIG en el reconocimiento y análisis del territorio es bastante simple: hoy día es difícil concebir estos sin aquellos. Si hace 10 años los elevados costos económicos del software y hardware y la dificultad de manejo de los programas (por la escasa amistosidad de los interfaces de usuario) hacían del uso de los SIG en proyectos y trabajos arqueológicos una pequeña aventura, en la actualidad, y por las razones exactamente opuestas (es decir, por el enorme abaratamiento de costes que se ha producido y por la aparición de una generación de programas de manejo más sencillo) resulta difícilmente aceptable que el tratamiento arqueológico de la información espacial se realice fuera o con independencia de los SIG. Un buen mapa de la distribución de un fenómeno en el espacio invita al ojo humano a buscar pautas e incita al cerebro a hacerse preguntas: en este sentido, una visualización cualificada como que la que aportan los SIG constituye siempre un primer paso en la dirección correcta, es decir, hacia una buena interpretación de los datos (Goodchild, 1996:242; Barceló y Pallarés, 1996:322; Kvamme, 1999:160). Pero además, los SIG pueden y deben ser utilizados para algo más que para re-elaborar de forma más profesional la tradicional cartografía arqueológica “de puntos sobre un mapa” (Quesada Sanz y Baena Preysler, 1997:94), ya que posibilitan la generación de mapas analíticos y temáticos que contribuyan a la interpretación arqueológica, utilizando plenamente las técnicas de análisis y manipulación de la información espacial de que disponen (interpolación, cálculo de visibilidad, distancia, topografía, etc.). De hecho, el impacto de los SIG en la disciplina arqueológica ha ido ciertamente más allá de la gestión de datos, habiéndose planteado un importante debate con respecto a las consecuencias que su aplicación ha podido tener en un orden más interpretativo y teórico, por ejemplo con respecto a la concepción del propio registro arqueológico, el resurgimiento (o reforzamiento) de las explicaciones de carácter determinista-medioambiental de las estrategias de implantación humana en el 93 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán territorio, su relevancia en el análisis de paisajes cognitivos dentro de las propuesta postprocesualistas inspiradas en la hermeneútica*, y un largo etc. (cf. Castleford, 1991; Wheatley, 1993; Claxton, 1995; Gaffney y otros 1995; Voorrips, 1996; Goodchild, 1996; Bampton, 1997; Barceló y Pallarés, 1996; 1998; etc.). 2.6.c.- Lecturas recomendadas Introductorias Espiago, G. y Baena, J. (1997): "Los Sistemas de Información Geográfica como tecnología informática aplicada a la Arqueología y a la gestión del Patrimonio.” En Baena, J. -Blasco, C. -Quesada, F. (Eds.): Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, 7-65. Madrid. Universidad Autónoma de Madrid Joly, F. (1979): La Cartografía. Madrid. Ariel Priestley, G. (1992): "Cartografía para arqueólogos." En Roda, I. (Ed.): Ciencias, Metodologías y Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 96-116. Barcelona. Edicions La Caixa Wheatley, D. y Gillings, M. (2002): Spatial Technology and Archaeology. The Archaeological Application of GIS. London. Taylor & Francis Avanzadas Lock, G. (Ed.) (2000): Beyond the Map. Archaeology and Spatial Technologies. NATO Science Series A. Life Sciences vol 321. Amsterdam. IOS Press Lock, G. y Stancic, Z. (Eds.) (1995): Archaeology and Geographical Information Systems: A European Perspective, 335-348. London. Taylor and Francis Maschner, H. D. G. (Ed.) (1996): New Methods, Old Problems. Geographic Information Systems in Modern Archaeological Research. Carbondale. Centre for Archaeological Investigations Kvamme, K. L. (1999): “Recent directions and developments in Geographic Information Systems.” Journal of Archaeological Research 7 (2), 153-202. New York. Plenum Press Wansleeben, M. y Verhart, L. (1997): "Geographical Information Systems: methodological progression and theoretical decline." Archaeological Dialogues 1997-1, 53-70. Westcott, K. y Brandon, J. (Eds.) (1999): Practical Applications of GIS for Archaeologists: A Predictive Modelling Toolkit. London. Taylor and Francis 2.7.- Inventarios y Cartas Arqueológicas. 2.7.a.- Introducción. En las secciones precedentes se ha descrito de una forma sumaria el conjunto de métodos, procedimientos y técnicas que los arqueólogos utilizan para reconocer el terreno y leer en él las evidencias materiales de la presencia humana pasada, sin llegar a la práctica de la excavación. 94 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Casi todas las técnicas de obtención de datos descritas se pueden aplicar a escala macro o a escala semi-micro (más difícilmente a escala micro), es decir, bien sea para rastrear regiones y comarcas amplias, o para obtener información de un yacimiento específico. Uno de los más trascendentes objetivos finales del reconocimiento del territorio a escala macro y semi-micro es la elaboración de inventarios de yacimientos o cartas arqueológicas. Los inventarios de yacimientos son documentos (o por ser más precisos, actualmente bases de datos) que compendian y sistematizan la totalidad de localizaciones arqueológicas identificadas en un municipio, comarca, región o país. Es decir, constituyen el almacén de datos donde se contiene toda la información obtenida por medio de la prospección de superficie, la fotografía aérea y la teledetección y la prospección geofísica. Normalmente estos inventarios son gestionados por organismos públicos responsables de la protección del Patrimonio Arqueológico (ministerios, consejerías, o en algunos casos universidades y centros de investigación) y constituyen la piedra angular de todas las políticas de protección patrimonial (es imposible proteger lo que se desconoce). En España, el concepto de carta arqueológica (el término “carta” constituye un galicismo derivado del francés charte – “mapa”) se ha utilizado desde hace décadas para designar los documentos resultantes de trabajos de reconocimiento arqueológico del territorio, documentos a medio camino entre un informe de prospecciones y un inventario de yacimientos. A veces, de hecho, la expresión se emplea en la literatura como sinónimo de inventario de yacimientos. Los inventarios de yacimientos (y las cartas arqueológicas) constituyen en cierto sentido la culminación del proceso de reconocimiento arqueológico del territorio, y tienen una importancia crítica por dos razones: en primer lugar porque de ellos depende el diseño de políticas de gestión y protección del Patrimonio Arqueológico, y en segundo lugar porque ellos constituyen una base empírica fundamental para futuras investigaciones acerca de las formas de vida de las sociedades humanas del Pasado. No es de extrañar, por tanto, que los inventarios nacionales y regionales de yacimientos hayan sido objeto de abundantes estudios y análisis en los últimos años, cuando han venido alcanzando una posición prominente desde el punto de vista de la gestión de recursos culturales. Numerosas obras colectivas y actas de reuniones internacionales celebradas en los últimos 15 años atestiguan el desarrollo de este ámbito de trabajo arqueológico en Europa (Cleere, 1989; RCHME, 1992; 1993; 1998; Larsen, 1992; Jimeno y otros, 1993; CIDOC*, 1995; Hansen y Quine, 1999; etc.) 2.7.b.- Sinopsis histórica: una perspectiva europea. a) El primer impulso (c. 1807-1945) en la historia de los inventarios de yacimientos arqueológicos hay que situarlo a comienzos del siglo XIX. En algunos países europeos, la creación de inventarios de yacimientos arqueológicos como instrumento de protección patrimonial se remonta al momento mismo de origen de la 95 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Arqueología como disciplina científica. Los pasos más precoces en esta dirección fueron dados en Dinamarca, donde la primera ley de protección de los yacimientos arqueológicos frente a las actividades agrícolas e industriales, que data de 1807, propone la creación de una lista de los monumentos más importantes del país. Precisamente, J. Worsaae (1786-1865), que propuso el revolucionario sistema de las tres edades para la periodización de la Prehistoria europea, trabajó como inspector de monumentos del Museo Nacional de Copenhague, organismo responsable desde entonces del mantenimiento del inventario nacional de yacimientos de Dinamarca (Kristiansen 1984; 1989). En el Reino Unido también se producen esfuerzos bastante tempranos hacia la sistematización de un inventario nacional de monumentos y yacimientos arqueológicos en forma de una ley aprobada en 1882 por iniciativa del prehistoriados J. Lubbock (1834-1913) (Cleere, 1984; Startin, 1995). El proceso de reconocimiento sistemático de las Islas Británicas arranca con fuerza a partir de este momento, de forma que en 1908 se crea la Royal Comisión on the Historical Monuments of England (luego seguida por comisiones paralelas en Escocia y Gales) como organismo dedicado exclusivamente a la creación, mantenimiento y actualización del inventario de yacimientos de Inglaterra (Aberg y Leech, 1992; Pugh-Smith y Samuels, 1996). Comparativamente, el origen de los inventarios nacionales en Francia es algo más tardío, produciéndose los primeros impulsos legales en 1913 (Schnapp, 1984), aunque el trabajo efectivo de creación y mantenimiento avanzaría a mucha mayor velocidad después de la II Guerra Mundial. b) Un segundo impulso (c. 1945-1970) se produce ya durante el siglo XX, a partir de finales de la II Guerra Mundial, cuando el tamaño y robustez de estos inventarios de yacimientos comienza a incrementarse de una forma paulatina y sostenida, conforme se extendían más y más técnicas de reconocimiento del territorio como la prospección de superficie, la fotografía aérea y la teledetección o la prospección geofísica, y también conforme el paulatino desarrollo urbanístico en Europa obligaba a realizar más y más intervenciones de urgencia. Con ello se fueron formando archivos documentales de tamaño cada vez mayor: por poner un ejemplo, el inventario de edificios históricos protegidos de Inglaterra comprendía (sin incluir yacimientos arqueológicos) a finales de la década de los 1980 un total de 2000 tomos encuadernados (Clubb, 1995). c) El tercer gran impulso (c. 1970-1990) en la historia de los inventarios de yacimientos arqueológicos se sitúa a mediados de los 1970, cuando se produce un gran avance tecnológico gracias a las bases de datos informatizadas que sustituyen gradualmente a los tradicionales inventarios almacenados en archivos de papel. En principio estas bases de datos se introducen en aquellos países donde los inventarios estaban más avanzados, por ejemplo, Francia (Chouraqui, 1974; Bourrelly y Chouraqui, 1981), Reino Unido (Wilcock, 1981) y Dinamarca (Andresen, 1988; Madsen, 1988; Hansen, 1992), pero pronto se extienden a otros muchos países. La creciente importancia de las bases de datos informáticas para el manejo de inventarios de yacimientos en Europa queda reflejada en la literatura especializada a partir de finales de los 1980, especialmente en las actas de las Computer Applications in 96 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Archaeology (conocidas como CAA), inicialmente celebradas en el Reino Unido (Rahtz y Richards, 1989; Lockyear y Rathz, 1991; Lock y Moffet, 1992; etc.), pero que luego dan el salto al ámbito europeo, celebrándose recientemente en Dinamarca (Andresen y otros, 1993), Países Bajos (Kamermans y Fennema, 1996), Rumanía (Lockyear y otros, 2000), España (Barceló y otros, 1999) y Eslovenia (Stančič y Veljanovski, 2001). La introducción de las bases de datos alfanuméricas en la gestión de los inventarios permitió avanzar en la estandarización de las estructuras y vocabularios de descripción de datos, mejorar y agilizar las posibilidades de consulta, recuperación y visualización selectiva de datos, así como incrementar enormemente las posibilidades de transferencia de la información. Durante este periodo, la progresión tecnológica de los inventarios viene acompañada en general de un fuerte crecimiento del número de yacimientos registrados. La Figura 82 muestra la evolución cuantitativa del inventario francés entre 1978 y 1999 con referencias a las fechas de incorporación de los diferentes sistemas de gestión de datos empleados. Como puede comprobarse, el número de registros manejados se multiplica en ese periodo casi por 30. d) El cuarto impulso (>1990), decisivo en la gestión de los inventarios de yacimientos arqueológicos, se ha producido a partir de comienzos de la década de 1990, con una segunda generación de sistemas informáticos de gestión basada en los SIG, lo que ha quedado igualmente reflejado en una serie de obras monográficas y artículos especializados dedicados a este tema (Reilly y Rathz, 1992; Van Leusen, 1995; Lock y Stančič, 1995; Petrie y otros, 1995; Moscati y Tagliamonte, 1998; Johnson y North, 1997; Baena y otros, 1997; García Sanjuán y Wheatley, 1999; 2002). En este caso, las bases de datos que venían aplicándose desde los 1970 han sido integradas o migradas en nuevos sistemas informáticos más eficientes en el manejo de la dimensión espacial de los inventarios, de forma que la información arqueológica y la información cartográfica han venido a quedar definitivamente unificadas en un único entorno de trabajo. Efectivamente, los SIG han proporcionado la base para una aproximación más integradora y eficaz a la gestión de los inventarios de yacimientos, superando algunas de las importantes limitaciones que sufrían las bases de datos alfanuméricas convencionales. El impacto de los SIG ha supuesto una importante mejora de la gestión de datos de inventarios de yacimientos en una serie de áreas clave como las ya descritas en la sección precedente y ha posibilitado la aparición de metodologías enteramente nuevas, como por ejemplo las evaluaciones multicriterio de los niveles de riesgo potencial de destrucción para yacimientos, que se han reflejado en documentos a veces denominados cartas de riesgo* (Accardo, 1992). 2.7.c.- Sinopsis histórica: el caso de España. La trayectoria de los inventarios arqueológicos en España es, en muchos aspectos, semejante o paralela a la descrita para Europa, aunque en todo caso marcada por un cierto desfase o retraso con respecto a los países donde se venía marcando la pauta 97 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán (países escandinavos, Reino Unido, Francia, Italia). Esta trayectoria ha sido analizada en varios trabajos (sobre todo Sánchez-Palencia, 1981; Martín-Bueno, 1984; García Fernández, 1989; Querol y Martínez, 1996; Ruiz Zapatero y Jimeno Martínez, 1999) y puede ser contemplada desde la perspectiva de los cuatro impulsos principales mencionados en la sección precedente a propósito de los inventario europeos. a) En una primera fase de impulso (c. 1911-1939), desde los primeros pasos de la Arqueología científica en España (bien entrada ya la segunda mitad del siglo XIX) hasta el final de la Guerra Civil, el desarrollo de los inventarios fue muy incipiente. El primer texto legal que plantea la conveniencia de elaborar un inventario del patrimonio histórico español data de 1911 (García Fernández, 1989), es decir, es en varias décadas posterior a las que impulsan ese movimiento en el Reino Unido o Dinamarca. Pero a esa altura de comienzos del siglo XX la institucionalización de la Arqueología española es todavía muy débil, casi inexistente (la primera cátedra universitaria de Prehistoria se crea en 1922), por lo que en realidad apenas hay una base organizativa suficiente como para abordar un registro sistemático b) El segundo gran impulso (c. 1939-1985) hacia la creación de un inventario arqueológico nacional (en realidad el primer intento serio) no se daría hasta los años 1940, una vez terminada la Guerra Civil. Nada más ser fundado en 1939, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se propuso la elaboración de una serie de cartas arqueológicas. En los años inmediatamente posteriores se elaboraron y publicaron las cartas correspondientes las provincias de Soria (Taracena, 1941) y Barcelona (Almagro Basch y otros, 1945). Pero a partir de mediados de los 1940 el proyecto (abandonado por el CSIC, y retomado luego por diversas instituciones) fue languideciendo y apenas logró avanzar con agónica lentitud durante las siguientes cuatro décadas, a lo largo de las cuales tan solo fueron publicadas otras cuatro provincias, las de Salamanca (Maluquer de Motes, 1956), Valladolid (Palol y Wattemberg, 1974), Teruel (Atrián y otros, 1980) y Huesca (Domínguez y otros, 1984). c) El tercer gran impulso (>1985), y decisivo realmente, hacia la definición de los inventarios arqueológicos de nuestro país vino con la re-estructuración territorial de España como resultado de la creación del estado de las autonomías. Efectivamente, a mediados de los 1980 el viejo proyecto de las cartas arqueológicas había quedado diluido en un fracaso casi total, de forma que, cuando las comunidades autónomas comienzan a recibir las transferencias de competencias en temas de gestión cultural, varios gobiernos se plantean la creación (de hecho, ex novo) de sus inventarios de bienes culturales. A partir de entonces se han venido desarrollando importante e interesantes esfuerzos a nivel de las diferentes comunidades autónomas, algunas de las cuales han avanzado más que otras. Un proyecto pionero a este respecto fue el de la Diputación de Aragón en colaboración con el Colegio Universitario de Teruel, que abordó la prospección sistemática del territorio aragonés, siguiendo una metodología de reconocimiento bastante puesta al día con los avances 98 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán planteados en los años 1970 en cuanto a prospección de superficie, fotografía aérea e informática (Burillo Mozota, 1991; 1992; Burillo Mozota e Ibáñez, 1990; Burillo Mozota y otros, 1993; etc.). Similarmente, a comienzos de los 1990 la Comunidad de Madrid abordó con éxito la creación de un inventario regional a partir de un reconocimiento exhaustivo del territorio madrileño (en este caso con la ventaja de tratarse de una comunidad uni-provincial). Este proyecto contempló desde el comienzo la utilización de los SIG para la gestión del inventario regional, con lo que se convirtió de hecho en una aproximación pionera dentro de nuestro país (Velasco, 1991; Antona, 1993; Blasco Bosqued y otros, 1996; Blasco Bosqued y Baena Preysler, 1997). Otro inventario que ha evolucionado muy deprisa en los últimos 15 años es el de Andalucía. En este caso a mediados de los años 1980 se había creado ya un archivo de base papel compilando los datos recogidos en diferentes prospecciones y cartas arqueológicas municipales, comarcales y provinciales que se habían realizado previamente. A mediados de los 1990 se dio paso a la informatización del inventario, primero dentro de una base de datos alfanumérica y luego en un entorno de gestión de base SIG (González y Fernández Cacho, 1996; Amores y otros, 1996; 1997; 1999; 2000) y posteriormente se ha implementado un sistema integral de gestión de datos basado en los SIG (Fernández Cacho y otros, 2000; Fernández Cacho 2002a; 2002b; 2003) (Figura 83). El proceso de informatización del inventario andaluz de yacimientos arqueológico ha venido acompañado de otros desarrollos complementarios como por ejemplo un tesauro* unificado para todos los ámbitos de gestión de bienes culturales (Agudo Torrico y otros, 1998; García Gutiérrez, 1998; García Sanjuán y Hurtado Pérez, 2000), un sistema informatizado de registro para intervenciones arqueológicas (Molina y otros, 1996; Esquivel y otros, 1996) y diversas aproximaciones metodológicas al problema del análisis de riesgo, desde el punto de vista tanto territorial (Márquez Rosales, 2000) como urbano (Lara y otros, 1996). Esfuerzos similares se han llevado a cabo en otras regiones como Cataluña (Castells, 1986; Hernández y Castells, 1993) y Galicia (Tallón, 1993; AAVV, 1995), mientras que en otros casos la creación de inventarios regionales ha sido abordada muy recientemente o no ha sido abordada en absoluto. Precisamente, dentro de la evolución reciente de los inventarios españoles una cosa que ha destacado bastante ha sido la falta de acción coordinada inter-regional que planteara una plataforma de unificación de criterio, y estándares en cuanto a estructura, registro y gestión de datos. La disgregación de objetivos, aproximaciones y resultados a este respecto está siendo notable, y sin duda puede llegar a ser percibida como un problema en el futuro, cuando se plantee la necesidad de una mayor conectividad en el acceso y consulta interoperativa de los inventarios arqueológicos españoles. 99 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 2.7.d.- Estructura de datos y contenidos 2.7.d.a.- La concepción del registro Como se señaló en la primera parte de este libro, aún siendo la categoría conceptual más ampliamente utilizada en el reconocimiento arqueológico del territorio, la noción de yacimiento (y sus diferentes tipos funcionales y cronológicos) dista mucho de ser universalmente aceptada como la única o la más apta para comprender la naturaleza espacial y territorial de los vestigios materiales del Pasado. a) Algunos autores especializados en el reconocimiento arqueológico del territorio han señalado las limitaciones inherentes al concepto de yacimiento arqueológico (Thomas, 1975; Dunnell y Dancey, 1983; Gallant, 1986; Kuna, 1991). Se ha señalado incluso que es posible entender mejor la evidencia material del comportamiento humano pasado prescindiendo directamente del concepto de yacimiento y tratando a los restos materiales como un continuo en el territorio. Como ya se señaló en la primera parte, al tratar el problema de la definición de los yacimientos, en regiones donde la colonización por parte de la especie humana es muy antigua, y tras milenios de intensa y continuada actividad económica, la totalidad del territorio en sí ha devenido un complejo y formidable artefacto creado por la mano humana. Incluso, se puede decir que cuanto más exhaustivamente se reconoce y documenta un territorio dado, más difícil se hace establecer dónde termina un yacimiento arqueológico (un asentamiento, su área de influencia y captación) y donde empieza el siguiente (Kuna, 1991). b) Diversas alternativas conceptuales a la noción de yacimiento reflejadas en los inventarios de yacimientos arqueológicos de Europa dan buena fe de la complejidad implicada en la definición espacial de los restos materiales. En efecto, aunque en muchos de ellos la categoría básica de descripción de las evidencias arqueológicas es el yacimiento, en muchos otros se aplican conceptos y categorías alternativas que se han considerado más aptas para almacenar y registrar la complejidad de aquellas. En el caso de los inventarios hay otras razones añadidas para combinar el concepto de yacimiento arqueológico con otros conceptos complementarios o alternativos, tales como por ejemplo la complejidad de las cuestiones legales y de protección en gestión de patrimonio (influencia del factor propiedad del suelo – parcelario, catastro) o la acumulación de intervenciones de diferente naturaleza y por diferentes equipos en las mismas áreas La Tabla 7 ofrece una muestra de conceptos complementarios y alternativos al de yacimiento que aparece actualmente en diversos inventarios europeos. Entre ellas es posible destacar las siguientes: 100 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán PAIS O REGION Andalucía FUENTE Fernández Cacho, 2002b ENTIDADES Lugar de localización de artefactos y/o elementos arquitectónicos carentes de asociación sistemática. Parte de un yacimiento arqueológico que satisface al menos uno de una serie de criterios legales, urbanísticos o funcionales. Conjunto de restos materiales derivados de la actividad humana y con continuidad espacial, que requieren del uso fundamental de la metodología arqueológica para su estudio. Conjunto de yacimientos arqueológicos que aparecen integrados dentro de un paisaje caracterizado por valores culturales específicos. Observaciones arqueológicas de campo relacionadas espacial o cronológicamente (por ejemplo, una colección de artefactos de superficie dentro de un polígono, o una campaña de excavaciones en un área abierta). Uno o más artefactos o contextos. Área espacialmente delimitada en la que se han encontrado artefactos o contextos que remiten a un cierto uso funcional del área dentro de un periodo cronológico concreto. Zona de protección arqueológica definida en base a su valor patrimonial. Hallazgo Aislado Unidad Sitio Area República Checa Kuna, 2002 Evento Holanda Wiemer, 2002 Observación Complejo Monumento Rumanía Oberlander, 1996 DEFINICION Lugar de aparición de hallazgos arqueológicos Descubrimiento arqueológico caracterizado por una localización y cronología específica (por ejemplo, una necrópolis). Grupo de hallazgos arqueológicos relacionados entre sí y con la misma cronología, localización y función (por ejemplo, una vivienda o una tumba) Hallazgo arqueológico individual que puede o no ser parte de un complejo (por ejemplo, un cacharro cerámico, un arma). Yacimiento Conjunto Complejo Objeto Tabla 7 Denominación y definición de las entidades en algunos inventarios de yacimientos de Europa. Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:154 101 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán El inventario de Bohemia, en la República Checa (Kuna, 2002) se concibe como una base de datos de eventos observacionales arqueológicos únicos (como por ejemplo una muestra de artefactos recogidos en superficie dentro de un polígono, o un segmento controlado arqueológicamente en una zanja abierta para una obra pública – por ejemplo, un gasoducto) y no de yacimientos. Las relaciones entre los eventos observacionales registrados en un área geográfica dada en términos de su topología (y en último caso de los procesos culturales del Pasado) solo se examinan cuando se consulta la base de datos por una causa específica. El sistema Archis de Holanda (Roorda y Wiemer, 1992a; 1992b;Wiemer, 2002) parte de un diseño conceptual de acuerdo con el cual la evidencia arqueológica es desglosada en observaciones (que describen uno o más artefactos o contextos), complejos (conjuntos de observaciones que muestran una cierta pauta funcional dentro de una escala cronológica específica – es decir que muestran cierto grado de sincronía), y monumentos (zonas de gestión y protección definidas en base al valor patrimonial de los restos documentados). También en los inventarios arqueológicos del Reino Unido se ha observado esta paulatina separación de la noción de yacimiento. El carácter altamente descentralizado de los inventarios ingleses (los conocidos SMRs – Sites and Monument Records), que están organizados por condados (el equivalente de las provincias españolas) ha generado bastantes variaciones en la estructuración y calidad de los datos almacenados, de forma que en algunos casos se ha empleado categorías de registro tales como parcela catastral (Robinson, 1993) ítems de información individuales (Lang y Stead, 1992) hallazgos aislados o marcas de cultivos (detectadas únicamente por fotografía aérea y sin corroboración directa sobre el terreno) (Lang y Stead, 1993; Lang, 1992; 1993). En España, el sistema andaluz ARQUEOS incorpora cuatro tipos diferentes de entidades arqueológicas en base a su definición espacial (Fernández Cacho, 2002a; 2002b), que son denominadas hallazgo aislado (dispersión de artefactos o elementos arquitectónicos carentes de asociación sistemática), unidad (parte de un yacimiento arqueológico que satisface al menos uno de una serie de criterios legales, urbanísticos o funcionales), yacimiento (conjunto de restos materiales derivados de la actividad humana y con continuidad espacial, que requiere del uso fundamental de la metodología arqueológica para su estudio) y área (conjunto de yacimientos arqueológicos que aparecen integrados dentro de un paisaje caracterizado por valores culturales específicos). 2.7.d.b.- Estructura de datos La información contenida en los inventarios de yacimientos arqueológicos puede ser muy amplia y diversa, dependiendo en buena parte de la tradición prospectora y de documentación existente en cada país o región. En cualquier caso, las clases de datos contenidos en los inventarios de yacimientos suelen ser normalmente los siguientes: 102 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Identificación. Denominación (o denominaciones, ya que a veces los yacimientos son conocidos por varios nombres distintos), y código de identificación (dentro del inventario cada yacimiento es codificado con un número de identificación único). Localización. Datos relativos a la georreferenciación, hojas cartográficas en las que aparece el yacimiento, levantamientos topográficos, etc. También se suelen incluir aquí referencia a las características del entorno natural del yacimiento (aunque desde la introducción de los SIGs este tipo de información es cada vez más infrecuente ya que se puede cruzar con las coberturas medioambientales oportunas). Descripción. Datos relativos a las características arqueológicas del yacimiento, incluyendo información de los artefactos y contextos documentados, así como la valoración del mismo en términos cronológicos y funcionales. Estado de Conservación. Datos relativos al nivel de preservación del yacimiento, con referencia a pautas de uso del suelo sobre el mismo y en su entorno (especialmente si pueden implicar remociones de tierra importantes), evidencias de erosión, saqueo por parte de expoliadores, etc. Intervenciones. Datos relativos a posibles excavaciones, prospecciones geofísicas y prospecciones superficiales a nivel semi-micro que se hayan podido llevar a cabo en el yacimiento, incluyendo referencias a los parámetros básicos de las intervenciones (duración, responsables, resultados, etc.) Documentación. Datos relativos a las publicaciones, literatura gris (informes administrativos no publicados), bases de datos, etc. en los que aparezcan referencias al yacimiento, incluyendo también inventarios de materiales guardados en museos. Estatuto administrativo y legal. Datos relativos al estatuto jurídico, legal y administrativo, incluyendo nivel de protección, referencias al catastro de la propiedad, historia catastral, inclusión de planes de ordenación urbanística y otros documentos de planeamiento urbanístico, etc. 2.7.d.c.- Representación gráfica Anteriormente se ha visto que, aunque el concepto de yacimiento sigue siendo fundamental en la definición del registro arqueológico, dentro del ámbito de la gestión de inventarios de Patrimonio Arqueológico hay otros conceptos a tener en consideración. Si la cuestión de la conceptualización teórica de las entidades arqueológicas es de gran importancia en el ámbito de los inventarios, no lo es menos la de los criterios de representación gráfica de las mismas, que tiene importancia, por 103 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán ejemplo, a efectos de la forma y tamaño de las entidades arqueológicas. A este respecto existen varias alternativas: a) Idealmente, todo yacimiento (o entidad de otro tipo) arqueológico debería ser representado dentro de un inventario patrimonial con datos precisos de los contextos, artefactos y ecofactos en él documentados. Si se trata de un yacimiento en el que se han practicado excavaciones, la información obtenida es incluida en el inventario para caracterizar así el yacimiento. Pero si el yacimiento solo ha sido reconocido superficialmente deberían incluirse levantamientos micro-topográficos, fotografías aéreas o imágenes de teledetección o geofísica, así como datos de prospección superficial. Sin embargo, la realidad es que este tipo de datos por lo general solo están disponibles para una minoría de yacimientos. Las prospecciones geofísicas y las imágenes de teledetección son costosas, y por lo general no están disponibles para las decenas de miles de yacimientos que se integran en un inventario nacional. Por tanto, para una gran mayoría de yacimientos la representación gráfica se debe reducir a expresiones geométricas más sencillas comúnmente empleadas en cartografía, tales como puntos, círculos o polígonos. b) En una gran mayoría de inventarios europeos la representación gráfica poligonal es la más utilizada, ya que es apta para representar con cierto grado de precisión la forma y tamaño de cada yacimiento. Además, generalmente, los polígonos se definen por exceso para controlar la posibilidad de que la extensión del yacimiento perceptible en superficie sea menor que la del subsuelo, y así proteger mejor su integridad. La representación poligonal de los yacimientos requiere la delimitación del yacimiento mediante GPS, o en su defecto la delimitación visual en cartografía a escala 1.10.000 o superior (es decir, una cartografía donde puedan visualizarse magnitudes de decenas de metros como mínimo). c) Son numerosos los casos, sin embargo, en que en lugar de la representación poligonal se utiliza la representación puntual (par único de coordenadas), un formato de representación no apto para expresar la forma y extensión del yacimiento. Por lo general las representaciones puntuales en inventarios de yacimientos se deben a que el yacimiento fue dado de alta en una época en que no existían ni GPS ni cartografía de suficiente detalle que permitiese distinguir magnitudes decamétricas. En estos casos, solo reconocimientos posteriores pueden permitir recoger in situ los datos pertinentes para una más adecuada representación gráfica. Por lo general, para minimizar problema de infra-estimación de la extensión inherente a la representación puntual se utilizan buffers de 100-500 metros en torno al punto representado. 2.7.d.d.- Estandarización Otro aspecto relevante de los inventarios de yacimientos arqueológicos en su fase más reciente de desarrollo es la cuestión de la estandarización de los lenguajes descriptivos y las estructuras de datos. Esta tendencia a la estandarización se ha dado 104 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán como consecuencia de la búsqueda de inter-operabilidad entre bases de datos de yacimientos arqueológicos producidas y gestionadas por organismos e instituciones de regiones diferentes dentro de un país o, a escala internacional, de diferentes países (una tendencia en la gestión patrimonial cada vez más fuerte dentro de, por ejemplo, la Unión Europea). La tendencia hacia la estandarización de los criterios de registro y gestión de datos ha quedado reflejada en diversos textos legales de ámbito internacional como por ejemplo la conocida Convención de La Valeta (CoE, 1992) o por diversas iniciativas multilaterales que persiguen dar homogeneidad a los criterios de registro, estructuración y descripción de datos de yacimentos arqueológicos contenidos en los inventarios. a) En lo que se refiere a los estándares de estructuras de datos sobre yacimientos el ejemplo más claro de esta tendencia es el Draft International Core Data Standard for Archaeological Sites and Monuments (Borrador del Estándar Internacional Basico de Datos para Yacimientos y Monumentos Arqueológicos) elaborado por el Archaeological Sites Working Group (Grupo de Trabajo de Yacimientos Arqueológicos) del CIDOC (CIDOC, 1995; Quine y Hansen, 1996; Quine, 1999; Guillot y Hansen, 2000). Este documento propone una estructura básica de datos (campos para las bases de datos) que todo inventario de yacimientos arqueológicos debe contener para alcanzar unos estándares mínimos de calidad. Otra ejemplo de iniciativa en esta dirección son la Caere Survey (Moscati y Tagliamonte, 1998), que examinó el grado de implantación de los sistemas informáticos (y especialmente los SIGs) en los inventarios de yacimientos de diversos países, o la World Survey of National Archaeological Sites también realizada por el CIDOC (CIDOC-ASWG, 2000) con el objetivo de examinar las fuentes de datos, campos y problemas conceptuales y prácticos principales de una amplia serie de inventarios regionales y nacionales de yacimientos a escala mundial. La Figura 84 muestra los resultados de la encuesta del ASWG en relación con las fuentes de datos más frecuentemente citadas para los inventarios encuestados, destacando de forma especial los mapas. Un tercer ejemplo de esta tendencia internacional hacia el establecimiento de bases cualitativas comunes para la gestión de datos arqueológicos de inventarios son las guías de práctica de calidad que el Archaeology Data Service (ADS) de la Universidad de York ha venido publicando desde su creación, todas las cuales además están disponibles desde hace varios años en Internet (Gillings y Wise, 1998; Bewly y otros, 1998; Schmidt, 2001; etc.). El ADS (una iniciativa modélica y sin parangón a escala europea), viene marcando desde hace años, dicho sea de paso, la dirección que seguirá en el futuro la gestión computerizada y remota de los inventarios de yacimientos. b) La tendencia a la estandarización lingüística, derivado de la introducción de las bases de datos, que hacen muy necesaria la normalización y regularización de la terminología utilizada. Los diversos tesauros arqueológicos publicados en las dos 105 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán últimas décadas han tenido como objetivo principal lograr una mayor consistencia en la descripción y organización de la documentación arqueológica. Avances significativos (si bien no específicamente arqueológicos) son el bien conocido tesauro de arte y arquitectura de la J. Paul Getty Trust (Petersen, 1990) y el tesauro de arquitectura del Ministerio de Cultura de Francia (Chatenet y Verdier, 2000). Un caso especialmente interesante y de mucha mayor relevancia arqueológica es el de los tesauros publicados en el Reino Unido desde mediados de los 1980 por English Heritage y la Royal Comisión on the Historical Monuments of England (RCHME, 1986; 1989; RCHME-EH, 1992; 1995; 1996; 1998) y la Museum Documentation Association (MDA, 1997). La estandarización y normalización del lenguaje descriptivo de la Arqueología en el seno de los sistemas de gestión y protección de bienes culturales ha ido aparejada a una marcada preferencia por las aproximaciones temáticas frente a las disciplinares (evidencia quizás definitiva de la artificiosidad de muchas de nuestras especialidades académicas, que se solapan constantemente en el estudio de realidades semejantes o idénticas). Un buen ejemplo de esto es el solapamiento de las terminologías de la Arquitectura y la Arqueología en la descripción de los bienes patrimoniales muebles y la trayectoria seguida al respecto por la Royal Comisión on the Historical Monuments of England, institución pionera en materia de tesauros de Arqueología. En una primera etapa, la RCHME optó por una aproximación disciplinar, compilando por un lado un tesauro de términos arqueológicos (RCHME, 1986) y por otro uno de términos arquitectónicos (RCHME, 1989), así como un tesauro de clases funcionales de yacimientos arqueológicos (RCHME, 1992), todos los cuales pretendían poner orden en la descentralizada y compleja maraña de inventarios de yacimientos arqueológicos de los condados ingleses. Sin embargo, en una segunda etapa, esa aproximación ha sido sustituida por otra de corte temático, donde los términos de Arquitectura y Arqueología son fundidos en diversos tesauros, uno dedicado a tipos de construcciones (RCHME-EH, 1995) y otro a materiales constructivos (RCHME-EH, 1996). Dado que la disciplina arqueológica estudia arquitecturas de cualquier época, la masa de terminología compartida por ambas disciplinas es enorme, por lo cual resulta más económico y racional sistematizarla en tesauros temáticos. Esta misma aproximación temática es la que ha seguido el tesauro de patrimonio histórico de Andalucía, el único actualmente existente en España (Agudo Torrico y otros, 1998; García Gutiérrez, 1998; García Sanjuán y Hurtado Pérez, 2000). En general, las ventajas asociadas a la normalización lingüística pueden ser resumidas de la siguiente forma: (i) Racionalizar la estructura lógico-semántica de una terminología que, como la arqueológica, ha experimentado una considerable complejización por la masiva introducción de conceptos, métodos y técnicas de otras disciplinas como la Física, la Biología o la Química. 106 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán (ii) Evitar problemas de subjetividad e inconsistencia en la entrada de datos en bases de datos manejadas por múltiples operadores, tales como por ejemplos las sinonimias (solapamiento, con diferentes términos que significan lo mismo) y polisemias (términos que adquieren diferentes significados según el contexto lingüístico en el que son empleados). (iii) Simplificar y hacer más efectiva la recuperación y consulta de datos por parte de los usuarios de las bases de datos de yacimientos arqueológicos. 2.7.e.- La densidad del registro arqueológico Una posibilidad inmediata que ofrecen los inventarios de yacimientos es la cuantificación de la riqueza patrimonial de una región a o país dado, una posibilidad de gran importancia para, por ejemplo, estimar cuales son las clases de yacimientos más escasas y por tanto en mayor peligro de extinción. a) Las variables que determinan la densidad de yacimientos arqueológicos de un territorio dado (esta cuestión ya fue mencionada en la sección dedicada a la prospección de superficie) son múltiples: Por una parte es resultado de las condiciones demográficas, sociales y económicas de los asentamientos humanos de una región, así como de su antigüedad y duración. Por ejemplo: la ocupación humana permanente de Islandia no comienza hasta las colonizaciones vikingas del siglo IX d.n.e. (Olafsson, 1999:75). En la mayor parte de las regiones del Norte de Europa, el comienzo de la presencia humana permanente es mucho más antigua, remontándose a comienzos del Holoceno (c. 10.000 a.n.e.), cuando el calentamiento general del clima y la subsiguiente desaparición de los hielos permiten la expansión de poblaciones mesolíticas de cazadores y recolectores por la región. En diversas regiones del sur de Europa (incluida la Península Ibérica), en cambio, la presencia humana se remonta mucho más atrás en el tiempo, hasta c. un millón de años BP, o posiblemente más (cf. Atapuerca u Orce). Por tanto, aunque solo sea por la enorme diferencia de la duración de la presencia humana, la densidad de yacimientos arqueológicos en, por ejemplo, España ha de ser más elevada que en Islandia. Por otra parte, la densidad de yacimientos es producto de determinadas condiciones medioambientales que determinan las pautas de formación y desaparición de los yacimientos arqueológicos. Los índices de erosión, las pautas de uso del suelo y el propio estado de preservación de los yacimientos son factores determinantes en su conservación (y por extensión en la densidad con que se presentan) que derivan en parte de las condiciones climáticas y ambientales, y en parte de los procesos económicos contemporáneos. 107 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En tercer y último lugar, la densidad de yacimientos expresada en los datos almacenados en un inventario es consecuencia de la intensidad del reconocimiento arqueológico a que cada país o región ha sido sometido. Esto, como se ha discutido anteriormente, es resultado del grado de énfasis que las tradiciones disciplinares hayan puesto de la prospección sistemática de superficie, el reconocimiento aéreo, la teledetección, etc. (hasta no hace muchos años se asumía que verdadera Arqueología era aquella que se centraba en la excavación, más que en el reconocimiento de superficie). b) Con respecto a los datos actualmente disponibles para el continente europeo, la estimación de este tipo de parámetros no resulta siempre sencilla, como se ha comprobado en países como Reino Unido o los Países Bajos (Lang, 1995; Roorda y Wiemer, 1992), en parte como consecuencia de la existencia de inconsistencias en la propia definición de las entidades arqueológicas que componen los inventarios, en parte por la irregularidad del grado de reconocimiento del territorio dentro de un mismo país o región. La Tabla 8 muestra datos estimativos de la densidad de yacimientos (en algunos casos hay otras entidades contempladas, aparte de los propios yacimientos) por kilómetro cuadrado en una serie de países y regiones europeas. Aunque se trata de una información bastante estimativa (con dudas en algunos casos acerca de que las cifras citadas sean comparables) la tabla indica la existencia de importantes diferencias entre las densidades más altas y las más bajas registradas hasta la fecha. PAIS O REGION EXTENSION DENSIDAD MEDIA FUENTE 43,100 Km2 33,889 Km2 70,280 Km2 312,685 Km2 78,779 Km2 78,864 Km2 NUMERO DE YACIMIENTOS INVENTARIADOS c. 150,000 c. 60,000 c. 120,000 c. 450.000 c. 110,000 c. 60,000 Dinamarca Holanda Irlanda Polonia Escocia República Checa Styria (Austria) Francia 3.480 1.770 1.707 1.439 1.396 0.760 Hansen y Dam, 2002 Wiemer, 2002 Buitler, 2002 Prinke, 2002 Murray, 2002 Kuna, 2002 1,860 Km2 c. 1,200 0.645 Fuchs y Kainz, 1999 547,030 Km2 c. 310,000 0.566 Madrid 7,995 Km2 c. 4,500 0.562 Portugal Andalucía 91,951 Km2 87,268 Km2 c. 13,500 c. 12,000 0.146 0.137 Rumanía 237,500 Km2 Cottenceau y Hannois, 2002 Ruiz Zapatero & Jimeno, 1999 Bugalhao, 2002 Fernández Cacho, 2002a Oberlander, 1996 c. 22.500 0.094 Tabla 8 Densidades medias de yacimientos arqueológicos registradas en Europa Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:158 108 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán No resulta desde luego una coincidencia que Dinamarca aparezca como el país europeo con una más alta densidad de yacimientos, con casi 3.5 yacimientos/Km2, esto es, 24 y 25 veces por encima de la registrada en, por ejemplo, Portugal (0.14 yacimientos/Km2). Incluso la distancia que separa a Dinamarca de otras regiones y países europeos con densidades bastante altas, como por ejemplo Holanda (1.77), Irlanda (1.70), Polonia (1.43) o Escocia (1.39), es lo suficientemente llamativa como para requerir una explicación. Esta explicación reside precisamente en que, como se mencionó anteriormente, Dinamarca ha sido un país pionero a escala europea en la construcción de su inventario nacional de monumentos y yacimientos arqueológicos, comenzando un reconocimiento intensivo de su territorio a tal efecto ya a comienzos del siglo XIX. Con respecto a España no existen muchas estimaciones fiables. Los datos del inventario Andaluz de yacimientos muestran amplias variaciones en el número de yacimientos registrados por municipio, que pueden oscilar desde varias decenas (incluso algunos centenares) hasta cero (Figura 85). Esta irregularidad obedece a los factores antes señalados, aunque muy especialmente sin duda a la irregularidad territorial con se ha desarrollado el reconocimiento arqueológico del territorio andaluz (hay zonas donde nunca se han hecho prospecciones). En aquellos municipios o comarcas donde se han llevado a cabo trabajos de prospección intensiva la densidad media de yacimientos arqueológicos se acerca mucho a los parámetros europeos citados arriba. Tal es el caso en Sierra Morena occidental (Figura 86) donde la densidad de yacimientos prehistóricos (no se incluyen los de época romana, medieval y postmedieval) alcanzan en los sectores que han sido objeto de prospecciones intensivas (enmarcados dentro de los polígonos) parámetros por encima de 1.5 yac./Km2). A este respecto, es posible tomar los parámetros de territorios exhaustivamente prospectados como referencia para estimar la densidad potencial de yacimientos en países y regiones donde ese nivel de reconocimiento es menos exhaustivo. Por ejemplo, si se aplica al territorio total de Andalucía la densidad de yacimientos arqueológicos actualmente documentada en los Países Bajos, entonces habría que esperar encontrar una cantidad total de c. 150.000 yacimientos, frente a los c. 13.000 actualmente inventariados en la comunidad autónoma andaluza. Desde el punto de vista de la protección patrimonial, ello plantearía la necesidad de avanzar de forma prioritaria en el reconocimiento del territorio para evitar la destrucción y pérdida eventual de aquellos yacimientos no inventariados, y por tanto no protegidos administrativamente. 2.7.f.- La internacionalización de los inventarios Un aspecto de la gestión de los inventarios arqueológicos que ha venido ganando protagonismo en años recientes es el de su progresiva internacionalización. Como se ha visto más arriba, en su origen, dichos inventarios constituyeron empresas fundamentalmente desarrolladas a nivel regional o nacional (a veces también local). 109 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En los últimos años, y sobre todo como consecuencia de la rápida expansión que, gracias a las redes de ordenadores han tenido los accesos remotos a bases de datos, se han comenzado a plantear en Europa la necesidad de conectar de alguna forma los inventarios de diferentes países. Al fin y al cabo, se piensa, para el estudio arqueológico de muchos problemas históricos y prehistóricos (por ejemplo, el proceso de neolitización, o la red de comunicaciones dentro del imperio romano), las actuales fronteras europeas son un completo anacronismo y un obstáculo para la comprensión de un Pasado en el que dichas fronteras no existían. Así, durante la última década han tenido lugar una serie de iniciativas hacia la creación de inventarios y bases de datos arqueológicas de ámbito europeo, cubriendo aspectos bastantes diversos, desde la legislación (COE, 1992; 1997), hasta la estructura básica de los datos (CIDOC, 1995; Oberlander, 1995; Quine, 1999) pasando por el vocabulario de descripción de los datos (COE, 1995; Van Leusen, 2001), o el acceso a Internet (Van Leusen y Prinke, 2001). En la Tabla 9 se listan algunos ejemplos de tales proyectos. INICIATIVA PROPOSITO ESPONSOR ArchTerra Red arqueológica Programa INCO http://archterra.cilea.it/ 977054 de la Unión Europea dentro del Programa Copérnico Unión Europea Hansen y Dam, 2002 ARENA (Archaeo- Red arqueológica logical Resources Europe Networked Access) ARGE (Archaeo- Sitio web unificado logical Resources Guide for Europe) ASWG (Archaeological Sites Working Group) DUBLIN CORE METADATA STANDARD HEREIN (European Heritage Network. Thesaurus) ACCESO Proyecto SOCRA- http://odur.let.rug.nl/arge/ TES de la Unión Europea - ArcheoNet (1997-1998); y Proyecto EC-INCO ArchTerra (19992000) Estándares y normas Unesco. CIDOC http://cidoc.natmus.dk/ de gestión de inventarios Estándares de metaMiller y Greenstein (1997) datos interoperables http://dublincore.org/ en línea. Tesauro Unión Europea http://www.european-heritage.net/en/index.html Tabla 9 Iniciativas internacionales en la gestión de inventarios arqueológicos en Europa. Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:162 De las seis iniciativas listadas en la Tabla 9, cinco han tenido como objetivo principal incrementar la conectividad de las organizaciones arqueológicas a través de Internet. Así, HEREIN ha creado una red general de organizaciones implicadas en 110 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán la gestión de patrimonio, ARGE se ha convertido en el principal portal europeo de recursos arqueológicos en Internet, y ARENA persigue por primera vez el establecimiento de una red de archivos e inventarios arqueológicos inter-operados (Kilbride, 2002). Esto es precisamente lo que, a nivel nacional interno del Reino Unido, ha venido haciendo desde 1996 el Servicio de Datos de Arqueología (Archaeology Data Service – ADS) establecido por la Universidad de York junto con un consorcio de otras universidades y organizaciones arqueológicas británicas. El enorme éxito de ADS dentro de la Arqueología británica deriva en parte de la existencia de un importante componente de descentralización y descoordinación (es decir exactamente lo que ocurre dentro de otros países, como España) o a nivel europeo, que ha podido ser parcialmente mitigado con el desarrollo de las bases de datos interoperadas. Un excelente ejemplo de apertura internacional de los inventarios europeos de yacimientos arqueológicos es el DKC danés, que en 1997 pasó a ser accesible en línea, incoporando posteriormente rutinas que permiten al usuario (es decir, al visitante de la página web) hacer algunas consultas espaciales de tipo semejante a las que son propias de los SIG (Figura 87). Sin duda, muchos aspectos relevantes hoy día en la gestión de los inventarios arqueológicos europeos (tales como la estandarización de la estructura básica de datos y los vocabularios de descripción de datos, la accesibilidad en línea o el control de calidad en la gestión de los datos) pueden ser mejorados mediante el establecimiento de canales permanentes de cooperación entre países, por lo que es de esperar que estas iniciativas no hagan sino proliferar y consolidarse en los próximos años. 2.7.g.- Lecturas recomendadas Introductorias Burillo Mozota, F. e Ibáñez, J. (1990): Configuración de la Base de Datos y Ficha Informatizada del Proyecto Carta Arqueológica de Aragón 1990. Teruel. Colegio Universitario de Teruel Blasco Bosqued, C. y Baena Preysler, P. (1997): "Los SIG y algunos ejemplos de su aplicación para el estudio y gestión de las cartas arqueológicas.” En Baena, J. -Blasco, C. -Quesada, F. (Eds.): Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, 81-91. Madrid. Ediciones de la Universidad Autónoma Fernández-Posse, M. D. y Alvaro, E. de (1993): "Bases para un inventario de yacimientos arqueológicos." En Jimeno, A.-Val, J. M.-Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica de España, 65-72. Valladolid. Junta de Castilla y León Querol, M. A. y Martínez, B. (1996): La Gestión del Patrimonio Arqueológico en España. Madrid. Alianza. Capítulo 8 Avanzadas Clarke, C. P. (Ed.) (2001): Protecting the Past in the Present for the Future. The Development of SMRs in the Planarch Project Region and Beyond. Papers from the Planarch Chelmsford Seminar (May, 2001), 3-7. Chelmsford. Essex County Council Baker, D. y Baker, E. (1999): An Assessment of English Sites and Monuments Records. Chelmsford. ALGAO 111 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Fernández Cacho, S. (Ed.) (2002): Arqueos. Sistema de Información del Patrimonio Arqueológico de Andalucía. Sevilla. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico García Sanjuán, L. y Wheatley, D. (Eds.) (2002): Mapping the Future of the Past. Managing the Spatial Dimension of the European Archaeological Resource. Sevilla. University of Sevilla Hansen, H.J. y Quine, G. (Eds.) (1999): Our Fragile Heritage. Documenting the Past for the Future. Copenhaguen. National Museum of Denmark Larsen, C.V. (Ed.) (1992): Sites and Monuments. National Archaeological Records. Copenhaguen. National Museum of Denmark 112 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 3.1.- Introducción. Una vez tratado el tema del reconocimiento arqueológico del territorio (incluyendo la recogida y registro de toda la información arqueológica que no requiera del concurso de las técnicas de excavación) y habiendo culminado dicho reconocimiento con la construcción de un inventario de yacimientos (o localizaciones) arqueológicos, la tercera parte de este trabajo aborda la cuestión del análisis e interpretación arqueológica del territorio. Desde una perspectiva epistemológica, reconocimiento y análisis mantienen una relación ordinal o secuencial en el estudio arqueológico del territorio: el análisis de la territorialidad de las sociedades pasadas es imposible sin un previo reconocimiento del territorio que provea los datos necesarios para el análisis. Al igual que en cualquier disciplina científica, la recogida y preparación de los datos precede al análisis e interpretación de los mismos. Un proyecto arqueológico de análisis territorial viene precedido de una fase de prospección y recogida de datos en la zona designada para la investigación (o, en todo caso, de una recuperación de la información disponible en el inventario de yacimientos pertinente). Como la mayor parte de los métodos, técnicas y procedimientos que hemos visto en la sección anterior, también el análisis arqueológico del territorio ha experimentado una trascendental evolución durante los últimos 30 años. A la altura de mediados de los años 1960, la variable espacio apenas había sido articulada o sistematizada como elemento básico del análisis arqueológico del Pasado. En las tres décadas recorridas desde entonces, diversos impulsos derivados de movimientos epistemológicos más bien dispares han hecho que el estudio de la dimensión espacial y territorial haya adquirido una tremenda complejidad, proporcionando lecturas mucho más sofisticadas, precisas y enriquecedoras del comportamiento humano en el Pasado. Estos impulsos epistemológicos, que son referidos genéricamente como propuestas dentro de este Proyecto, son fundamentalmente cuatro: la Ecología Cultural, la Arqueología espacial, la Arqueología simbólica y la teoría de los sistemas mundiales. Las dos primeras serán tratadas aquí globalmente como resultado del movimiento epistemológico procesual que deriva de la Nueva Arqueología. Las otras dos propuestas, algo más recientes en el tiempo, serán consideradas por separado. 113 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán PROPUESTA ECOLOGIA CULTURAL ARQUEOLOGIA ESPACIAL TRABAJOS SEMINALES SISTEMA MUNDIAL ARQUEOLOGIA SIMBOLICA FOCO ESCALA L. R. Binford (1972): An Archaeological Perspective. K. Butzer (1982): Archaeology as Human Ecology. I. Hodder y C. Orton (1976): Spatial Analysis in Archaeology. D. L. Clarke (Ed.) (1977): Spatial Archaeology. I. Wallerstein (1974): The Modern World-System I. Capitalist Agriculture and the Origins of the European World Economy in the Sixteenth Century. Hodder (1982): Symbols in Action: Ethnoarchaeological Studies in Material Culture. C. Tilley (1994): Places, Paths and Monuments. A Phenomenology of Landscape. Semi-Micro Macro FOCO EPISTEMOLOGICO Micro Semi-Micro Macro Macro SuperMacro Micro Semi-Micro Macro Adaptación Reconstrucción medio ambiente Reconstrucción pautas económicas Estadística y modelos matemáticos Interacción interregional Dominio y resistencia Paisaje y simbolismo Dimensión ideológica del territorio Tabla 10 Principales propuestas epistemológicas para el análisis arqueológico del territorio Fuente: Elaboración propia A menudo, estos impulsos han sido presentados en la literatura, bien sea por sus propios proponentes iniciales o por defensores posteriores, como mutuamente incompatibles. Esto es con frecuencia un error. La perspectiva de tres décadas de intenso debate teórico y epistemológico muestra que, en efecto, en ocasiones determinados elementos de unas y otras propuestas son difíciles de compatibilizar: máxime cuando algunas de ellas derivan de marcos teóricos rivales que se vienen enfrentando desde hace décadas por la supremacía en el análisis de la Historia y la Prehistoria (por ejemplo. el marxismo, la Ecología Cultural o el estructuralismo). La ocasional intensidad del debate arqueológico da cuenta de estas incompatibilidades puntuales. Y, sin embargo, para un analista desapasionado es rápidamente evidente que estas cuatro grandes propuestas pueden ser vistas como mutuamente complementarias, con gran beneficio para la Arqueología como disciplina. La enorme complejidad de los problemas empíricos y prácticos abordados hace a menudo que cada generación de investigadores se centre y se fije en un abanico relativamente estrecho (es decir, intelectualmente abarcable) de problemas, y busque alternativas para hacer avanzar la investigación de los mismos. Cuando a mediados de los años 1960 algunas arqueólogas y arqueólogos comenzaron a abogar por la introducción en el análisis arqueológico de técnicas y conceptos tomados de la corriente antropológica de la Ecología Cultural, lo hacían desde la constatación de que el paradigma histórico-cultural (predominante hasta entonces) no había 114 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán sabido hacer frente al problema de las relaciones entre las sociedades humanas y su medio ambiente de una forma satisfactoria (es difícil pensar cómo la oportunidad de dicha constatación podría ser negada por cualquier arqueólogo actualmente). La Ecología Cultural propuso con éxito una gran cantidad de principios científicos que transformaron eficiente y radicalmente el modo en que los arqueólogos estudian las relaciones entre las comunidades humanas y sus nichos ecológicos. Posteriormente, ya en los años 1980, una nueva generación de arqueólogos y arqueólogas (a menudo referidos/as como postprocesualistas o contextualistas) sintió que la Ecología Cultural había prestado demasiada poca atención a un problema crucial en la forma en que las sociedades humanas se relacionan con el medio ambiente: los símbolos. A partir de esa constatación hicieron una serie de propuestas orientadas a comprender con más profundidad la forma en que las sociedades del Pasado percibían su entorno y cómo esa percepción era integrada en sus construcciones religiosas, míticas y simbólicas. Ciertamente, es difícil no concurrir con ese diagnóstico: en efecto la Ecología Cultural se había centrado casi exclusivamente en establecer una metodología arqueológica adecuada para el análisis de la adaptación humana al medio ambiente y de la explotación de los recursos culturales. Simplemente, dejó de lado otros problemas. Por tanto, es cierta la observación hecha por los postprocesualistas respecto al vacío dejado por la Ecología Cultural, así como respecto a la necesidad de instrumentalizar también metodologías adecuadas para el análisis de esa dimensión no-material (si queremos, espiritual) que para los seres humanos tiene el mundo. En este sentido, ambas propuestas son complementarias, afortunadamente complementarias incluso, y no incompatibles. Al analizar otros niveles epistemológicos, como por ejemplo en el énfasis puesto por una y otra propuesta respecto a qué variables deben ser tenidas más en cuenta a la hora de establecer la causalidad del cambio social y cultural, es posible que la compatibilidad disminuya bastante y aumenten las razones lógicas y epistemológicas para el desacuerdo. La introducción en la Arqueología prehistórica de los preceptos teóricos de la Teoría de Sistemas Mundiales, por su parte, ha venido a cubrir otro importante aspecto del análisis del Pasado en el que ni los ecólogos culturales ni los postprocesualistas habían realmente reparado (o al que no habían dedicado demasiada atención). En este caso se trata de los procesos de interacción económica y política entre formaciones y sistemas sociales a gran escala geográfica, a la escala que en Arqueología conocemos como macro (interregional) pero incluso también a una escala de análisis mucho más vasta, de ámbito continental o inter-continental (lo que quizás nos forzaría a acuñar una denominación nueva para una cuarta escala de análisis espacial, algo así como super-macro). Las propuestas presentadas en este sentido han sido verdaderamente fructíferas, ya que han mostrado que tanto la Ecología Cultural como el postprocesualismo habían pasado por alto un hecho rotundamente incontestable, cual es que, sobre todo a partir del momento en la Prehistoria en que comienzan a conformarse estados territoriales, la dirección y la forma del cambio social y cultural de una formación social dada no vienen solo articuladas en torno a las pautas de adaptación medioambiental o de enculturación simbólica del territorio, sino también por la acción deliberada y estratégica de otras formaciones 115 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán sociales que a veces se encuentran a gran distancia (cientos, quizás miles de kilómetros), pero que tienen un enorme poder de influencia comercial, política o militar. En cualquier caso, el enfoque adoptado aquí en la exposición de este tema es sin duda más proclive a enfatizar la complementariedad y compatibilidad de las cuatro propuestas tratadas que sus elementos de fricción. De alguna forma, más allá de las fricciones y controversias que puedan suscitar, esas cuatro propuestas han dejado un legado imperecedero en el cuerpo metodológico y teórico la Arqueología actual, y cualquier estudiante de esta disciplina debe estar al tanto de sus contenidos. 3.2.- La propuesta de la Arqueología procesual: el análisis ecológico-cultural y espacial. 3.2.a.- Marco epistemológico. A finales de los años 1960 se inician dentro de la Arqueología europea y norteamericana una serie de importantes cambios que, partiendo de la crítica al paradigma histórico-cultural que había dominado la disciplina prácticamente desde comienzos del siglo XX, producirán como resultado una configuración disciplinar enteramente nueva. Algunos de los trabajos más decisivos en la gestación de esta nueva etapa son los del arqueólogo norteamericano Lewis Binford (1930-2011), un discípulo de Leslie White en la Universidad de Chicago que irrumpe en la escena arqueológica con un célebre artículo publicado en 1962 con el título "Archaeology as Anthropology". Los trabajos más influyentes de Binford serían New Perspectives in Archaeology (Nuevas Perspectivas en Arqueología, publicado en 1968) y An Archaeological Perspective (Una Perspectiva Arqueológica, publicado en 1972), los cuales son considerados fundacionales de la denominada Nueva Arqueología. Igualmente, influyente es el trabajo del arqueólogo británico David Clarke (1937-1976), quien, a pesar de su prematuro fallecimiento antes del alcanzar los 40 años de edad, logra un amplio reconocimiento por sus libros Analytical Archaeology (Arqueología Analítica, también publicado en 1968) y Spatial Archaeology (Arqueología Espacial, aparecido póstumamente en 1977), este último de extraordinaria significación para el tema del análisis arqueológico del territorio como se verá más adelante. A partir de esos y otros trabajos se define un renovador enfoque epistemológico de la Arqueología que recibe influencias de un conjunto bastante amplio de desarrollos intelectuales contemporáneos, entre los que destacan las filosofías científicas del neopositivismo lógico y la teoría de sistemas, así como las teorías antropológicas neoevolucionista, ecológico-cultural y funcionalista. Aunque los planteamientos derivados de esas dispares influencias no fueron nunca enteramente consistentes y muchos fueron objetos de fuertes críticas, lo cierto es que la disciplina arqueológica dio un paso cualitativo enorme en su consolidación, alcanzando un verdadero punto de no retorno (Zubrow, 1980:21; Watson, 1991:278). El proceso de gestación y 116 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán consolidación del enfoque procesual mediante la síntesis de todos esos elementos ha sido narrado en bastantes ocasiones en una amplia bibliografía y no será necesario entrar aquí en su descripción pormenorizada. Por lo tanto, se hará tan solo una breve síntesis de las principales claves epistemológicas del mismo al objeto de facilitar la explicación y discusión de la concepción novedosa del análisis arqueológico territorial que conlleva. a) Una de las influencias epistemológicas más notables del enfoque procesual es el de la escuela filosófica del neopositivismo lógico, especialmente a través del trabajo de Carl Hempel (1905-1997) filósofo de origen alemán asociado al círculo vienés de empiricistas lógicos. La filosofía hempeliana tendrá una extraordinaria influencia en la vocación cientifista del enfoque procesual, a través del trabajo de L. Binford. En su obra Philosophy of Natural Science (Filosofía de la Ciencia Natural, aparecida en 1966) Hempel plantea las claves de su aproximación al problema de la construcción del conocimiento científico, delineando su teoría cientifista, racionalista y nomológica. En síntesis, Hempel asume una postura optimista y robusta con respecto a la posibilidad de construir un conocimiento científico del mundo cierto y fiable y con respecto a la posibilidad de delimitar el mismo frente al conocimiento pseudocientífico o acientífico (Hempel, 1989:54). Tres elementos de su propuesta tienen especial relevancia en la Nueva Arqueología. Por una parte, el énfasis en el método hipotéticodeductivo, donde la parte empírica de la investigación (trabajo de campo, recogida y análisis de datos) está guiada y ordenada por una serie enunciados o generalizaciones teóricas de carácter hipotético. Por otra parte, el carácter nomológico del conocimiento científico, esto es, que las hipótesis y teorías más confirmadas por las evidencias empíricas se subsumen en leyes científicas, de tipo universal o de tipo estadístico, mientras que el grado de credibilidad de las teorías científicas es mesurable en términos de sus contrastaciones empíricas y del grado de conocimiento sobre esa materia en un momento dado. Finalmente, rechazando el falsacionismo popperiano, Hempel plantea que la comparación entre diferentes teorías científicas es posible y necesaria y se verifica, más allá de la existencia de diferentes enfoques teóricos o paradigmas, a través de indicadores tales como la cantidad de evidencias confirmatorias, la variedad de las evidencias confirmatorias, el apoyo lógico-teórico, la consistencia con hipótesis o teorías bien demostradas, la simplicidad en el enunciado, etc. (Hempel, 1989). b) Una segunda influencia de importancia en la reacción epistemológica de la Nueva Arqueología es la Teoría General de Sistemas*. Propuesta por el biólogo alemán Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) en la década de los 1940, la TGS propone el estudio transdisciplinar de la organización abstracta de los fenómenos con independencia de su sustancia, tipo o escala espacio-temporal de existencia, investigando tanto los principios comunes de todas las entidades complejas como los modelos (normalmente matemáticos) que se pueden utilizar para describirlas (Audi, 1999:898). La TGS propone un heurístico universal de análisis que 117 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán conceptúa los problemas científicos en términos de conjuntos de partes interactivas que se retro-alimentan bien con objetos, energía o información (o bien con una combinación de los tres) siguiendo pautas y reglas de funcionamiento y comportamiento que pueden ser expresadas en modelos matemáticos. Aunque ciertamente la TGS nunca ha llegado a ser aplicada en Arqueología con todo el rigor matemático exigido por su planteamiento seminal, es cierto que ha logrado mejorar notablemente el grado de formalización y sistematización de los análisis arqueológicos con respecto al paradigma histórico-cultural (Trigger, 1992:284). Asimismo, uno de los postulados principales de la TGS es que los sistemas del mundo real (organismos biológicos, por ejemplo) están en constante interacción abierta con sus entornos (i.e. medio ambientes) y que mediante esa interacción pueden adquirir nuevas propiedades, lo que constituye un proceso de evolución continua, por lo que no es extraño que llegase a alcanzar un fuerte ascendiente sobre la Ecología Cultural, dentro de la cual llega a configurarse un enfoque ecosistémico (ver discusión más adelante). La influencia de la TGS en Arqueología, por tanto, llega también indirectamente por el interés del enfoque arqueológico procesual en el análisis ecológico. c) Una tercera influencia epistemológica que actúa sobre el enfoque procesual como consecuencia de su interés por el neopositivismo lógico y la TGS es la formalización estadística y matemática del análisis arqueológico. Dado su énfasis en la definición de las tendencias y patrones (leyes estadísticas) del comportamiento social humano (según su reflejo en el registro arqueológico) mediante modelos sistémicos, el procesualismo reclama el comienzo de un auténtico análisis de las relaciones entre variables arqueológicas, más allá de la descripción semiformalizada de las mismas que hasta la fecha había predominado dentro del paradigma de investigación histórico-cultural. Por la repercusión que tuvo y la polémica que generó, posiblemente sea el estudio de L. Binford (Binford y Binford, 1966) sobre la variabilidad funcional de los conjuntos líticos musterienses en Francia, el auténtico inicio de los estudios estadísticos de la variabilidad de datos arqueológicos. Además, hay que señalar que la rápida extensión del uso de los ordenadores desde finales de los años sesenta facilita enormemente la extensión del cálculo estadístico dentro de la Arqueología; el análisis estadístico es el propósito para el cual se introduce inicialmente la computación en Arqueología (Shennan, 1988:2). Durante toda la década de los 1970 se importan numerosas técnicas de análisis cuantitativo de otras disciplinas, como la Biología, la Sociología o la Geografía y se comienza a experimentar su aplicabilidad en investigación arqueológica: análisis de conglomerados, análisis de factores, análisis de componentes principales, técnicas de seriación y muestreo, pruebas de significación, etc. Los años 1980 (al menos en los Estados Unidos, Francia o el Reino Unido) suponen la consolidación del razonamiento estadístico en Arqueología. Cada vez más estudios arqueológicos incorporan técnicas analíticas de tratamiento de los datos, lo que se ha reflejado en la proliferación de revistas y conferencias, en una abundante literatura teórica y metodológica (Orton, 1980; Whallon y Brown, 1982; Carr, 1985; Aldenderfer, 1987, Madsen 1988; 118 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Shennan, 1988; Voorrips, 1990; Fletcher y Lock, 1991) y en una inabarcable literatura de aplicaciones empíricas. Por supuesto, aparte de la influencia de los postulados epistemológicos del neopositivismo lógico y la teoría general de sistemas, con la consecuente tendencia a la formalización estadística y matemática del análisis arqueológico, el enfoque procesualista incorpora una propuesta teórica y conceptual que estaba teniendo un enorme desarrollo en la antropología norteamericana durante los años 1960: la Ecología Cultural. 3.2.b.- El análisis ecológico-cultural. 3.2.b.a.- Origen y consolidación. Puesto que este libro no asume ningún conocimiento previo por parte del lector o lectora, la explicación del enfoque teórico ecológico-cultural es abordada de una forma genérica. Por ello la Ecología Cultural es tratada como un conjunto de principios y métodos de gran relevancia para la comprensión de cómo la Arqueología estudia las relaciones de las sociedades humanas con su entorno. Se procede estableciendo (i) los precedentes de los que surge la Ecología Cultural, (ii) su origen y consolidación, (iii) sus principios epistemológicos básicos y (iv) su impacto arqueológico. a) Antes de entrar en la discusión de sus principios teóricos y (especialmente) del impacto de la Ecología Cultural en el análisis territorial arqueológico, es necesario tener en cuenta una serie de precedentes. Durante mucho tiempo, el estudio filosófico y científico de las relaciones entre las sociedades humanas y la naturaleza (lo que hoy designamos con frecuencia como el medio ambiente) estuvo presidido por un enfoque determinista medio-ambiental que es de hecho casi tan antiguo como la filosofía occidental. De acuerdo con el determinismo, las variables condiciones de la naturaleza son responsables de la distinta configuración cultural y social de las comunidades humanas, desde la economía hasta las costumbres y el folclore. Cuando las condiciones medioambientales cambian, la sociedad humana cambia también. Así, por ejemplo, desde Hipócrates y Platón, una larga tradición intelectual occidental especulaba con el grado de influencia que las condiciones climáticas tienen sobre la configuración anímica y psicológica de los individuos y de los pueblos (Hardesty, 1977:2-4). Expresión contemporánea del determinismo medioambiental fue el trabajo del geógrafo y antropólogo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), quien en su magna obra Anthropo-Geographie oder Grundzüge der Anwendung der Erdkunde auf die Geschichte (Antropo-Geografía o Principios Básicos de la Aplicación de la Geografía en la Historia - publicada en dos volúmenes en 1882 y 1891) intentó demostrar de forma sistemática la relación entre los rasgos culturales y los factores geográficos en sociedades de todo el planeta (Storå, 1994:12). 119 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán A lo largo de las primeras décadas del siglo XX se fue configurando el posibilismo, una teoría alternativa al determinismo. Los avances de la antropología cultural permitieron ir acumulando un mejor conocimiento de la enorme variabilidad de comportamientos y pautas culturales existentes entre las sociedades humanas a escala planetaria. Ello dio lugar a que se reflexionara sobre el excesivo simplismo con que el determinismo medioambiental trataba la delicada cuestión de las relaciones entre las sociedades humanas y su medio. De esta reflexión surgió un nuevo planteamiento, el posibilismo, de acuerdo con el cual el medio ambiente impone una serie de límites a la conformación y la evolución cultural de las comunidades humanas, pero no determina mecánicamente todos sus aspectos concretos (Hardesty, 1977:4; Alcina, 1989:152; Storå, 1994:13). La configuración medioambiental posibilita unos potenciales de desarrollo cultural y deniega otros, pero nunca llega a explicar todos los aspectos de la configuración particular de las culturas. b) El origen y consolidación de la perspectiva ecológica del análisis de las relaciones sociedad-medio se sitúa en las décadas de los 1950 y los 1960 a través fundamentalmente de una serie de antropólogos norteamericanos cuyos trabajos alcanzan una fuerte repercusión internacional en antropología y Arqueología. El primero de estos teóricos es Julian Steward (1902-1972), autor de obras influyentes como Theory of Culture Change (Teoría del Cambio Cultural, publicado en 1955) o Evolution and Ecology (Evolución y Ecología) editado póstumamente en 1977. En estos trabajos, Steward toma el concepto de Ecología, que se venía manejando en biología desde finales del siglo XIX y acuña la noción de Ecología Cultural, a la que interpreta como el estudio de los procesos a través de los cuales una sociedad se adapta a su medio ambiente, siendo su principal objeto la determinación de si esas adaptaciones inician transformaciones sociales internas o cambios evolutivos. Sobre la base de un enfoque materialista* de la cultura y la sociedad, la aplicación de la teoría de sistemas y un robusto cientifismo, el planteamiento stewardiano de la Ecología Cultural alcanza rápidamente una amplia aceptación en Antropología y Arqueología, logrando la superación de la precedente dicotomía determinismo vs. posibilismo. Una segunda corriente de pensamiento teórico que contribuye poderosamente a la extensión de los principios epistemológicos de la Ecología Cultural es el neo-evolucionismo de Leslie White (1900-1975), autor de obras no menos reconocidas internacionalmente como The Science of Culture (La Ciencia de la Cultura, 1969) o The Concept of Cultural Systems (El Concepto de los Sistemas Culturales, aparecido en 1975). La teoría neoevolucionista de L. White parte de una crítica del evolucionismo decimonónico y del particularismo histórico boasiano, defendiendo un concepto multilineal de evolución social donde las formaciones sociales no atraviesan necesariamente los mismos estadios evolutivos. Sobre la base de un robusto cientifismo, el análisis antropológico de White considera clave la utilización de la energía, a través de una tecnología en constante evolución, por parte de las culturas humanas. Cuanto más desarrollada tecnológicamente se halle una cultura, más energía puede 120 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán extraer de la Naturaleza; es decir, el desarrollo de las culturas debe ser medido en términos del grado de aprovechamiento de la energía potencialmente disponible en la naturaleza, en función de la eficiencia de la tecnología disponible. La tercera gran corriente de abierta inspiración ecológico-cultural es el denominado materialismo cultural de M. Harris (1927-2001). A partir de una lectura crítica de la historia de la Antropología y muy especialmente de las propuestas derivadas del trabajo de K. Marx (1818-1893), Harris construye una teoría antropológica reflejada en sus obras principales, The Rise of Anthropological Theory (El Surgimiento de la Teoría Antropológica, publicado por primera vez en 1968), Cannibals and Kings: The Origins of Cultures (Caníbales y Reyes: Los Orígenes de las Culturas, publicado en 1977) y Cultural Materialism: The Struggle for a Science of Culture (El Materialismo Cultural. La Lucha por una Ciencia de la Cultura, publicado en 1979). A semejanza de White, Harris propuga el fortalecimiento cientifista del estudio antropológico de las culturas hasta el extremo de proclamar la ciencia de la cultura, para lo cual rechaza explícitamente variantes del marxismo tales como el materialismo histórico o dialéctico por su excesiva afinidad y dependencia con respecto de agendas ideológicas y políticas y por el fuerte componente teleológico* de sus propuestas – cf. discusión de este tema en Bloch, 1983:131 y Kohl, 1981:97. La importancia concedida a los procesos de adaptación a nichos ecológicos específicos, la tecnología y la demografía (el siempre creciente volumen de población a escala mundial constituye un factor determinante de la evolución social y cultural) configuran la propuesta de carácter materialista y explícitamente determinista-infraestructural de Harris. Con el paso del tiempo, quizás como resultado de su propio éxito, el concepto de Ecología Cultural ha acabado englobando una amplia diversidad de planteamientos que en muchos casos comparten unos fundamentos epistemológicos básicos, pero que en otras ocasiones muestran un cierto grado de incoherencia o incluso desorden (Ellen, 1978:121). Naturalmente, una discusión en profundidad de la epistemología de la Ecología Cultural, expresada en toda su complejidad de matices (cf. buenas discusiones en Trigger, 1971; Hardesty, 1977; Kirch, 1980; Butzer, 1989 o Storå, 1994), queda fuera del alcance de este libro. Por ello se plantea a continuación una síntesis sucinta de los principales conceptos implicados en este marco teórico con el propósito de sentar las bases de una posterior valoración de su impacto e instrumentalización en la metodología arqueológica de análisis del territorio. 3.2.b.b.- Principios analíticos. Los principios epistemológico-analíticos básicos de la Ecología Cultural son su carácter explícitamente materialista, su conexión con la teoría de sistemas, la centralidad del concepto de adaptación, así como la tendencia al determinismo infraestructural. El carácter materialista de la Ecología Cultural se expresa en la consistente preferencia dada a los factores materiales en la explicación e interpretación del 121 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán comportamiento humano y el cambio social y cultural. La prioridad dada por los teóricos de esta corriente a la adaptación a las condiciones medio-ambientales mediante ajustes tecnológicos, demográficos, sociales y económicos pone a la Ecología en una línea de clara afinidad con otras grandes corrientes materialistas de pensamiento social de los siglos XIX y XX como el funcionalismo o el marxismo. Así, al determinismo tecnológico de White se le ha asignado a menudo un implícito origen o inspiración marxista, mientras que el materialismo cultural de Harris parte de una aceptación explícita del marxismo como teoría científica (Trigger, 1992:273). Es preciso tener en cuenta a este respecto que durante los años más duros de la Guerra Fría, el marxismo sufrió una clara proscripción académica en los EEUU que hizo que numerosas teorías solo pudieran incorporar de forma implícita y no declarada algunos de sus conceptos fundamentales (Mcguire, 1992:73). Un segundo principio epistemológico-analítico básico de la Ecología Cultural es la recurrente utilización de la Teoría General de Sistemas como heurística de análisis. Desde esta perspectiva, que ya está presente en los trabajos de J. Steward, se considera la existencia de dos grandes clases de sistemas, los socioculturales y los ambientales, en constante interacción dinámica. Ambos se componen de una serie de subsistemas, que en el caso del sistema sociocultural son el tecnológico, el económico, el social, el religioso y el psicológico mientras que en el caso del sistema natural son el geológico-litológico, el climático y el biológico (faunístico y vegetacional) (Alcina, 1989:148). Quizás donde la influencia de la teoría de sistemas en la Ecología Cultural alcance su expresión más refinada sea en la teoría ecosistémica de Clifford Geertz (1923-2006). Dentro de este enfoque, el ecosistema es el marco natural de cooperación dinámica entre la cultura, la biología y el medio ambiente, siendo la cuestión esencial a establecer, no ya si las condiciones medioambientales provocan o solo limitan la cultura, sino la forma en que el ecosistema se organiza y cuales son los mecanismos que regulan sus funciones (Storå, 1994:17). El ecosistema humano debe ser cuidadosamente descrito, primero desde el punto de vista de sus componentes inorgánicos y orgánicos, y segundo en términos de los patrones de circulación de la energía (es decir, de la energía obtenida y consumida por la sociedad humana mediante la tecnología y a partir de los recursos biofísicos). Central asimismo para la propuesta ecológico-cultural es el concepto de adaptación. Para Steward, la adaptación cultural es distinta de la biológica: dado que las pautas sociales y culturales no se transmiten genéticamente, el principio biológico de la supervivencia de los más aptos no puede ser trasladado de forma mecánica al ámbito del análisis de la cultura. Los procesos de adaptación entre el medio ambiente y las sociedades humanas son recíprocos, de forma que solo el análisis empírico de la interacción existente en cada caso específico (y no un sistema de reglas universales) permite establecer la forma de la adaptación de cada cultura. De hecho, la propia definición científica de la cultura consiste en el descubrimiento y formulación de las respuestas adaptativas del grupo humano a los estímulos recibidos del medio circundante (Alcina, 1989:152). Siendo la adaptación cultural el ajuste no 122 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán genético de las culturas a sus respectivos medioambientes, dos conceptos asociados de gran relevancia son los de estrategia adaptativa y éxito adaptativo. De acuerdo con la formulación de K. Butzer (1989:270-272), las estrategias adaptativas se definen como conjuntos de comportamientos simultáneos o secuenciales mediante los cuales el sistema se ajusta tanto a los cambios internos como a los externos, mientras que el éxito adaptativo (o inversamente el fracaso) de las culturas solo puede medirse a largo plazo, con las caídas o extinciones demográficas como únicos fenómenos capaces de medir la inadaptación. La tendencia al determinismo infraestructural (que no al determinismo medio ambiental) en el enfoque de la causalidad del cambio social y cultural es una característica bastante perceptible de la Ecología Cultural, aunque pueden encontrarse significativas diferencias de matiz entre los diversos teóricos de esta corriente. En el caso de Steward cabría quizás hablar de un determinismo infraestructural laxo, donde las críticas relaciones sociedad-medio ambiente se verifican en la esfera de lo económico-subsistencial y tecnológica, lo que Steward denomina el núcleo cultural (Alcina, 1989:153; Trigger, 1992:273; Storå, 1994:14). La adaptación de un grupo humano a su medio ambiente, un proceso dialéctico que determinará sus rasgos culturales y la evolución de los mismos en el tiempo, se produce dentro del núcleo cultural, por lo que puede hablarse de una determinación de lo económico y subsistencial en última instancia. Similarmente, para White la forma y evolución de las culturas está determinada por los sistemas tecnológicos que actúan como interfaz de los seres humanos frente a la naturaleza para la obtención y procesamiento de energía, de forma que tanto las experiencias cognitivas como la superestructura (la filosofía, las artes) dependen directamente de la articulación entre la tecnología y la organización socioeconómica (Trigger, 1992:272). Por su parte, el materialismo cultural de Harris se vertebra en torno a la idea de una conexión causal directa entre medioambiente y la superestructura social. El conocido aforismo marxista de que el modo de producción de la vida material determina el carácter general de los procesos de la vida social, política y espiritual, no siendo la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino su ser social lo que determina su conciencia, es modificado por M. Harris con el propósito de reforzar la fuerza causal determinista de la demografía como parte de la infraestructura productiva al tiempo que adecuarla a los conceptos de enfoque Etic/Emic* de la cultura por él propuestos (Harris, 1987:71-72). El materialismo cultural busca por tanto el comienzo de las cadenas causales que afectan a la evolución sociocultural en el complejo de actividades corporales consumidoras de energía que inciden sobre el equilibrio entre el tamaño de cada población humana, la cantidad de energía dedicada a la producción y la provisión de recursos necesarios para el sostenimiento de la vida. Dentro de esa tendencia general, más o menos subyacente, a conceder la primacía a los factores infraestructurales en la evolución social y cultural, la Ecología Cultural pone gran interés en la importancia causal de la demografía. Un concepto importante a este respecto es del capacidad sustentadora o capacidad de carga (carrying 123 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán capacity), correspondiente con el tamaño teórico máximo que un grupo humano puede alcanzar sin sobrepasar los límites productivos críticos de su nicho ecológico (hay una amplia literatura sobre este tema, cf. definiciones teóricas en Zubrow, 1975; Glassow, 1978; Bayliss-Smith, 1978). En síntesis, la noción de capacidad de carga demográfica se inserta en una contradicción inherente a la evolución humana: por una parte, según indican los estudios antropológicos, las comunidades humanas precapitalistas y prehistóricas tienden a quedarse bastante por debajo de la capacidad sustentadora teórica de un territorio, en una mayoría de casos ni siquiera sobrepasando el 70% de la misma (Bayliss-Smith, 1978:129 y 145; Harris, 1987:86). Por otra parte, la Prehistoria y la Historia cuentan con numeras instancias de procesos en los que determinadas formaciones sociales entran en crisis por una ruptura de la capacidad de carga del nicho ecológico sobre el que se encuentran asentadas. La resolución a la aparente contradicción se encuentra en la constatación de que, sobrepasado el límite demográfico impuesto por la capacidad sustentadora se desencadenan procesos compensatorios, sean bien tendentes a reducir los efectivos poblaciones, como por ejemplo la reducción de la natalidad, el incremento de los decesos por conflictos (derivados de la competición por los recursos) o la salida de excedentes poblacionales mediante la expansión (migración y colonización de nuevas tierras si ello es posible, es decir si existen tierras libres), sean tendentes a incrementar la eficacia productiva, como por ejemplo la introducción de innovaciones tecnológicas (Hardesty, 1977:12). El factor demográfico alcanza asimismo gran primacía causal dentro del materialismo cultural. Para Harris, K. Marx menospreció la importancia de la obra de Thomas R. Malthus (1766-1834) y no se interesó por los aspectos más positivos de ésta, cuando en realidad, el hecho más notable e inmediato en la evolución de la especie humana ha sido su constante crecimiento cuantitativo. El factor demográfico debe ser tenido en cuenta para la explicación de grandes procesos prehistóricos e históricos como por ejemplo el surgimiento de la economia productora (neolitización). Así, Harris cuestiona la teoría marxista de que la evolución de un modo de producción a otro se produce por el desarrollo y agudización crítica de contradicciones internas insalvables (entre los medios de producción y las relaciones de producción) y plantea a cambio que los factores demográficos contribuyen a explicar la expansión histórica de las fuerzas productivas, por lo cual es necesario hablar de un modo de reproducción cuyo efecto sobre las estructuras sociales y la ideología es tan importante como el del modo de producción (Harris, 1987: 83). 3.2.b.c.- Aplicación arqueológica El impacto de la Ecología Cultural en Arqueología comenzó realmente en los años 1950 a través del propio Steward, uno de los antropólogos de su tiempo que más consciente fue del valor de los datos arqueológicos para el estudio de la evolución cultural y social en el sentido más amplio (Trigger, 1992:262). Más tarde fueron igualmente relevantes las contribuciones del propio L. Binford y, sobre todo, del 124 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán arqueólogo norteamericano K. Butzer (1934-2016), autor del conocido trabajo Archaeology as Human Ecology (Arqueología como Ecología Humana, aparecido en 1982). Posiblemente, las tres repercusiones arqueológicas más significativas de la Ecología Cultural son (i) la aparición de la Arqueología de asentamientos y, ulteriormente, del análisis arqueológico espacial, (ii) la definición metodológica del análisis paleoambiental y la Geoarqueología y (iii) la renovación materialista del concepto de cultura. En lo que se refiere al desarrollo de la Arqueología de asentamientos, fue Steward quien persuadió al arqueólogo Gordon Willey (1913-2002) para que, como parte del proyecto de estudio de la sociedad pre-incaica de Perú que dirigía a comienzos de los 1950, aplicase un enfoque de análisis ecológico basado en el examen de la distribución de asentamientos respecto de las principales variables medioambientales (Alcina, 1989:158; Trigger, 1992:264). A partir de esa experiencia, el análisis de la distribución de asentamientos humanos en sus diferentes categorías funcionales y a través de sus distintas fases cronológicas se convierte en un método fundamental de analizar la implantación de una sociedad o cultura en un nicho ecológico dado y por tanto su relación dinámica con el medio ambiente, superándose completamente el estatismo implícitamente determinista con que el paradigma históricocultural habría abordado las relaciones grupo-medio durante décadas. El paso epistemológico dado en ese momento es de enorme trascendencia y supone una gran innovación, ya que pasa a asumirse que el registro arqueológico, o mejor dicho el registro arqueológico de asentamientos, refleja directamente las pautas de interacción que una cultura (o una sucesión de ellas) tuvo en su día con la naturaleza. El análisis e interpretación de pautas de asentamiento de las sociedades del Pasado se convierte en una inmensa tarea científica de la cual son responsables los arqueólogos y arqueólogas: ¿Cuáles fueron los criterios de acuerdo con los cuales una comunidad dada decide emplazarse y asentarse en un punto concreto del paisaje? ¿Cuál es la proximidad o lejanía a determinados recursos naturales desde un asentamiento? ¿Cuál es la población de un asentamiento y de un territorio? ¿De cuanta tierra arable o cultivable dispone un asentamiento en su radio de acción? ¿Cuál es el radio de acción de un asentamiento y como se estima? Desde el momento en que la influencia de la Ecología Cultural se afianza en la Arqueología surge todo un nuevo ámbito disciplinar, todo un nuevo conjunto de problemas y preguntas que la Arqueología nunca se había planteado y que a partir de ahora debe responder: la investigación arqueológica de las pautas de asentamiento se convierte en una herramienta fundamental de análisis de la ecología humana (Butzer, 1989:204). La dimensión del cambio operado va incluso más allá de la aparición de esa Arqueología de los asentamientos ya que el nuevo modo de concebir la investigación arqueológica recién inaugurado impulsa la búsqueda de otros modelos de referencia. Así será como se introduzcan en la Arqueología de los años 1960 y 1970 la denominada Arqueología espacial, un conjunto de principios, modelos y técnicas de análisis de la Geografía, o habría que decir de la Nueva Geografía, ya que esta disciplina estaba experimentando su propia revolución epistemológica entonces. 125 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán La segunda gran contribución del enfoque ecológico-cultural a la Arqueología es la definición metodológica del análisis paleoambiental y geoarqueológico, consecuencia lógica del desarrollo del análisis espacial y de asentamientos. Puesto que su propósito es la reconstrucción de las relaciones entre las comunidades que habitaron esos asentamientos y su medio natural, se hace precisa alguna noción sobre las características de ese medio y sus cambios a lo largo del tiempo. Partiendo de la observación de que la naturaleza no es una entidad estática, sino que todos sus elementos, sean orgánicos o inorgánicos, cambian y evolucionan (en buena medida también a partir de la influencia antrópica), el planteamiento ecológico-cultural requiere de una lectura arqueológica sistemática de las cambiantes dinámicas del paisaje natural. Ello ha favorecido la paulatina introducción en la Arqueología de metodologías procedentes de ciencias duras como la Biología, la Geología, la Física y la Química, lo que dará lugar a la gestación de dos de las tres subdisciplinas principales de la Arqueología anteriormente descritas: la Arqueozoología y la Arqueobotánica. Después de la Ecología Cultural, los criterios estándar de recogida y análisis de datos cambian completamente, y vestigios materiales que anteriormente apenas habían recibido atención serán ahora sistemáticamente recogidos y analizados. Así es como se incorporan al cuerpo disciplinar especialidades como la Tafonomía, la Palinología, la Carpología, la Antracología y otras que permiten una aproximación a la reconstrucción de los paisajes del Pasado y la evolución dinámica de todas sus variables, desde el clima, a la vegetación, la fauna y las características del suelo (Figura 88). El paisaje no es estático, fluye y evoluciona constantemente, de forma que la reconstrucción de esas dinámicas de cambio se convierte en una tarea primordial en el análisis arqueológico del territorio. La Figura 89 muestra de forma diagramática la evolución de la cobertura vegetal de un paisaje prehistórico español, concretamente de la depresión de Baza-Huéscar (Jaén), donde a lo largo de la Prehistoria Reciente se da una gradual evolución hacia un paisaje más abierto y desforestado, en parte como consecuencia de la acción humana. La Geoarqueología, por su parte, tiene como objeto la investigación de las pautas de evolución geológica del territorio y puede ser considerada complementaria de la Arqueozoología y la Arqueobotánica en la reconstrucción de los paisajes primitivos. Los paisajes no solo cambian y evolucionan en cuanto a su dimensión climática y biótica, sino también en su dimensión abiótica (morfología, topografía, hidrología, edafología), concretamente por (i) las pautas de erosión, transporte y sedimentación de materiales geológicos y (ii) por la presencia de fenómenos puntuales de tipo catastrófico (erupciones volcánicas, terremotos, etc.). Además de ser fundamental para la reconstrucción de la dimensión abiótica del paisaje y su evolución para una correcta comprensión de las relaciones grupo-medio, la Geoarqueología contribuye al estudio de los procesos de formación del registro arqueológico según se discutió anteriormente. En ambas versiones, el impacto de la Geoarqueología sobre la producción arqueológica de conocimiento ha quedado reflejado en una amplia literatura (cf. por ejemplo Vita-Finzi, 1969; Davidson y Shackley, 1976; 126 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Gladfelter, 1977; Hassan, 1979; Rapp y Gifford, 1985; Butzer, 1989; Stafford, 1995; Waters y Kuehn, 1996; etc.). La tercera gran repercusión de la Ecología Cultural será la incorporación de una definición materialista de la cultura. En el historicismo cultural* se da un sólido predominio de una concepción idealista* de la cultura humana de forma que el cambio cultural y social, si no es mecánicamente determinado por el medio ambiente (determinismo), es producto del surgimiento de ideas o creaciones tecnológicas o artísticas (luego extendidas por mecanismos de difusión) en las que la acción individual (y muy especialmente la de individuos geniales) juega un papel determinante. Desde esta óptica, la investigación arqueológica tiende a centrarse en lo excepcional y único (individual) y no en lo general y recurrente (es decir, lo nomológico, columna vertebral de la epistemología del enfoque procesual), sosteniendo por tanto una concepción particularista de los objetivos de la disciplina. El enfoque procesualista rechaza esta aproximación y enfatiza en cambio el valor del contexto ecológico en la esencia de la cultura y del cambio cultural. Para Binford, la cultura se define como el sistema total de medios extrasomáticos con que los seres humanos buscan su adaptación al medio físico y social que les rodea, e incluye series complejas de relaciones entre gente, lugares y cosas que pueden expresarse de forma multivariada (Binford, 1962:218). Esta definición integra los elementos fundamentales de la epistemología ecológico-cultural y procesualista señalados arriba (la cultura es una noción sistémica, adaptativa y cuantificable). Consecuentemente, la tecnología se define como el conjunto de herramientas y relaciones sociales que articulan a un organismo dentro de un entorno físico (Binford, 1962). Un enfoque ecológico casi idéntico se encuentra en la definición butzeriana del registro arqueológico como “…parte de un ecosistema humano en el que las comunidades del pasado se interrelacionaban espacial, económica y socialmente con la trama medioambiental donde estaban integrados adaptativamente” (Butzer, 1989:203). La existencia de los aspectos ideales o ideológicos de las culturas no es negada por el procesualismo, pero, indiscutiblemente, su posición en la agenda teórica es bastante baja, un punto sobre el que se desenvolverá posteriormente la crítica postprocesualista. 3.2.b.d.- Lecturas recomendadas Introductorias Butzer, K. (1989): Arqueología. Una Ecología del Hombre. Barcelona. Bellaterra Trigger, B. G. (1971): "Archaeology and Ecology." World Archaeology 2, 321-336. London Trigger, B. G. (1992): Historia del Pensamiento Arqueológico. Barcelona. Crítica. Capítulos 7 y 8 Avanzadas Dimbleby, G. W. (1977): Ecology and Archaeology. London. Edward Arnold 127 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Hardesty, D. L. (1980): "The use of general ecological principles in archaeology" En Schiffer, M. B. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 3, 158-188. New York. Academic Press Hardesty, D. L. (1983): Antropología Ecológica. Barcelona. Bellaterra [1ª Edición inglesa 1977] Kirch, P.V. (1980): "The archaeological study of adaptation: theoretical and methodological issues." Schiffer, M. B. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 3, 101-156. New York Nissinaho, A. (Ed.) (1994): Cultural Ecology. One Theory? Turku. University of Turku Steward, J. H. (1955): Theory of Culture Change. The Methodology of Multilinear Evolution. Chicago 3.2.c.- El análisis espacial 3.2.c.a.- Definición Como se dijo anteriormente, una consecuencia indirecta de la influencia de la Ecología Cultural en el enfoque procesualista es el surgimiento en los años 1970 de la Arqueología espacial (o análisis espacial arqueológico, como es denominado aquí según el criterio expuesto al hablar de la Arqueología y las arqueologías), alumna aventajada de la Arqueología de asentamientos de los años 1950 y 1960. La definición básica del análisis espacial arqueológico se encuentra en los trabajos esenciales de Hodder y Orton (1976) y Clarke (1977), aunque las monografías y volúmenes dedicados a este tema no han dejado de producirse regularmente desde entonces, despertando gran interés internacional – cf. planteamientos generales del tema en Hodder, 1984; 1988b; Burillo Mozota, 1984b; Simek, 1984; Hodges, 1987; Kroll y Price, 1991; Ebert, 1992; etc. En una definición sencilla, el análisis espacial sería de modo general aquel “conjunto de técnicas cuyos resultados son dependientes de la localización de los objetos analizados” (Goodchild, 1996:241). Más específicamente, el análisis espacial arqueológico puede ser definido como la “… recuperación de información relativa a las relaciones espaciales arqueológicas y estudio de las consecuencias espaciales de las pautas de actividad homínida del pasado dentro y entre contextos y estructuras, así como su articulación dentro de asentamientos, sistemas de asentamientos y sus entornos naturales” (Clarke, 1977:9). La Arqueología espacial no atañe solo a los asentamientos, sino a cualquier tipo de yacimientos (es decir contempla la presencia humana en el paisaje y la naturaleza en su totalidad, aunque el estudio de los asentamientos tenga un indudable protagonismo) y se desenvuelve en tres escalas de análisis espacial denominadas micro, semi-micro y macro (Clarke, 1977:11-14). Estas tres escalas o niveles de análisis espacial son arbitrarias (es decir, constituyen un heurístico destinado a facilitar la investigación), ya que en realidad las relaciones espaciales conforman un continuo fluido y constante. La escala micro se desenvuelve en el nivel de estructuras y contextos individuales, es decir, el nivel del espacio social y personal donde los factores culturales e individuales son dominantes. El objeto del análisis espacial en este nivel es la 128 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán determinación de la dimensión espacial (diagnóstico funcional especialmente) de los vestigios materiales circunscritos a estructuras individuales, es decir, una casa, una tumba, un depósito, un silo, un basurero. La Figura 90 muestra un buen ejemplo de análisis a nivel microespacial: una cabaña del poblado prehistórico de Los Millares (Santa Fé de Mondújar, Almería) en la que la pauta de dispersión de medios de producción y desechos permitió inferir que se trataba de un taller de producción de herramientas líticas. La escala semi-micro se desenvuelve en el nivel de yacimientos individuales (agregaciones de estructuras, contextos, depósitos estratigráficos y artefactos), espacios de actividad grupal y colectiva donde los factores sociales y culturales se expresan en la organización espacial de los vestigios materiales. La Figura 91 muestra la típica distribución de un atributo a nivel semi-micro, en este caso el número de objetos localizado en cada una de las tumbas de una necrópolis de la Edad del Bronce de la provincia de Sevilla. Aunque en esta obra no es tratado, el análisis de las relaciones espaciales a nivel micro y semi-micro ha dado lugar en los últimos 25 años a una fecunda literatura arqueológica (cf. por ejemplo Whallon, 1973; 1974; Fletcher, 1977; Hietala, 1984; Burillo Mozota, 1986; Djindjian, 1988; Blankholm, 1991b; etc.). La escala macro explora las relaciones entre los asentamientos y entre los asentamientos y el medio ambiente, lo que en la práctica equivale (al menos en parte) a decir las relaciones entre comunidades humanas y entre las comunidades humanas y el medio ambiente en el que se desenvuelven. Se trata de una escala regional de análisis que pone el énfasis principal en las estrategias de ocupación y explotación económica de la naturaleza, así como en la territorialidad teórica, es decir, las relaciones grupo-grupo (desigualdad, conflictividad, cooperación, comunicaciones, comercio, etc.). En este caso una influencia determinante proviene de la escuela de la Geografía Locacional de Cambridge, uno de cuyos máximos exponentes es Peter Haggett (1933 - ), autor de un influyente libro, todavía utilizado como obra de referencia en este campo y titulado Locational Analysis in Human Geography (Análisis Locacional en Geografía Humana, publicado en 1965). Los distintos modelos y métodos de análisis espacial a escala macro, que han generado una gran masa de bibliografía especializada, son discutidos en profundidad a lo largo de las secciones siguientes. Un ejemplo previo es ofrecido en la Figura 92, donde se muestra la distribución de asentamientos de la Edad del Cobre en Sierra Morena occidental contra el conjunto de lugares descritos como recursos minero-metalíferos por parte de la administración de minas de Andalucía. Como es natural, las escalas micro, semi-micro y macro operan dentro de escalas y magnitudes cartográficas muy diferentes. La cabaña del fortín 1 de Los Millares tiene apenas unos metros cuadrados de extensión, mientras que la región que en la figura anterior es designada como Sierra Morena occidental tiene unos 120 kms. de eje máximo Este-Oeste por unos 60 de eje máximo Norte-Sur y unos 5000 Km2 de extensión. La Tabla 6 muestra una síntesis de las escalas espacio-temporales de representación y análisis espacial desde lo micro hasta lo macro. 129 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 3.2.c.b.- Análisis de captación de recursos. Posiblemente es el Análisis de Captación de Recursos (de ahora en adelante ACR, aunque también es referido en la bibliografía como Análisis de Captación Económica) el modelo de análisis territorial de la Arqueología contemporánea donde la fuerza de la Ecología Cultural resulta más evidente. El ACR deriva en parte de aquella Arqueología de los asentamientos que aplicara G. Willey a comienzos de la década de los 1950 en el estudio de las pautas de asentamiento de las comunidades pre-incaicas del valle del Viru (Perú), y entra de lleno en el análisis de las relaciones grupo-medio que constituye la columna vertebral del enfoque ecológicocultural. El concepto sería retomado y definido por el arqueólogo británico Eric Higgs (1908–1976), líder de la denominada escuela paleoeconómica de Cambridge y responsable de la primera utilización del concepto de territorio en la literatura arqueológica. Al estudio realizado por E. Higgs y el geólogo C. Vita-Finzi de los territorios de las comunidades paleolíticas y epipaleolíticas de Monte Carmelo, en Israel (Vita-Finzi y Higgs, 1970) se debe la acuñación de la misma noción de análisis de captación. Puede decirse que, en la actualidad, es un modelo de análisis consolidado que cuenta con una amplia literatura teórica de referencia (cf. VitaFinzi y Higgs, 1970; Higgs, 1972; Jarman y otros, 1972; Gamble, 1978; Roper, 1979; Findlow y Ericson, 1980; Davidson y Bailey, 1984; Vicent García, 1991; Hunt, 1992; etc.). a) El propósito del ACR es la reconstrucción arqueológica de las pautas de interacción dinámica entre un nicho ecológico dado (la naturaleza y sus recursos) y una comunidad humana dada (su tecnología, población, organización socioeconómica). Desde el punto de vista del paisaje, la interacción dinámica resultará en paulatinos cambios y adaptaciones de los distintos elementos del medio ante las manipulaciones del ser humano. Desde el punto de vista del grupo humano, la interacción dinámica resulta en la obtención, procesamiento y consumo de energía y su transformación en dinámicas sociales y culturales. La propia noción de captación, tomada de la hidrología, describe metafóricamente el concepto: al igual que un río de orden superior capta el agua de una serie de arroyos y cursos de menor entidad ubicados dentro de su cuenca, la comunidad humana capta los recursos existentes dentro de su área económica (Higgs y Vita-Finzi, 1972:28; Vita-Finzi, 1978:25; Roper, 1979:120). b) El ACR se basa en una serie de principios teóricos propuestos por el economista alemán Johann Heinrich von Thünen (1783-1850), exponente de la escuela marginalista de la teoría económica y uno de los precursores de la Econometría (Vicent García, 1991:56). En su libro Der Isolierte Staat (El Estado Aislado, publicado en 1826) Von Thünen desarrolla un modelo de las relaciones existentes entre la distribución espacial y uso del suelo en torno a un asentamiento por una parte y la ley de rendimientos decrecientes con la distancia por otra (Clarke, 1977:21). De acuerdo con este modelo, un asentamiento aislado tiende espontáneamente a desarrollar una pauta de utilización del espacio mediante círculos concéntricos especializados en 130 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán la explotación de recursos concretos (Butzer, 1989:209). La aplicación de la teoría de Von Thünen para el ACR puede desglosarse en tres principios fundamentales (Roper, 1979:121), que son los siguientes: Cuanto más lejos se desplaza alguien desde un asentamiento para realizar una actividad económica, mayor es el gasto de energía invertido en la obtención de esos recursos. Este principio de racionalidad económica es aplicable al Pasado en general y a la Prehistoria en particular, de forma que las sociedades prehistóricas seguían estrategias de ubicación de los asentamientos que minimizaban los costes de desplazamiento (distancia) y maximizaban el rendimiento energético obtenido. Dependiendo del carácter de los recursos, los habitantes del asentamiento estaban dispuestos a pagar un coste u otro por su obtención. No todos los recursos son de la misma importancia: la obtención de agua es fundamental para la vida humana, mientras que la captación de rocas exóticas para la elaboración de ornamentos no lo es. c) Desde el punto de vista de la metodología de su aplicación, el ACR comporta dos estadios fundamentales: primero la delimitación del área de captación a tener en cuenta, y segundo la evaluación cuantitativa de los recursos contenidos dentro de la misma. La delimitación del área de captación (es decir, su forma y extensión) en torno al asentamiento implica posiblemente la decisión más crítica en la aplicación de este método de análisis, ya que de ella depende en buena medida la evaluación de los recursos disponibles para la comunidad que lo habitaba y por tanto las conclusiones del estudio. En este caso la propiedad fundamental a tener en cuenta es la distancia entre un asentamiento humano y los recursos naturales: como se ha dicho, la distancia es una de las propiedades más básicas y fundamentales a tener en cuenta por cualquier análisis espacial (Wheatley y Gillings, 2002:147). Para evaluar la forma y extensión del territorio de captación de recursos se han propuesto varios métodos, de distinta complejidad y elaboración. El más simple es la delimitación en torno a los asentamientos de círculos de radio fijo, bien sea en términos temporales, por ejemplo, dos horas para asentamientos de cazadores-recolectores y una hora para los asentamientos agrícolas, bien sea en términos de distancia, por ejemplo 10 kms para las primeras y círculos concéntricos de 1, 2 y 5 kms para las segundas (Vita-Finzi, 1978:26; Butzer, 1989:209). En la agricultura de subsistencia moderna no tecnificada el declive en la ratio transporte-ingresos comienza a ser significativo a partir de 1 km, haciéndose intolerable a partir de 3-4 km (Higgs y Vita-Finzi, 1972:31; VitaFinzi, 1978:26). La Figura 93 muestra un ejemplo de ACR mediante la delimitación de un área de radio fijo. Una propuesta algo más elaborada plantea la necesidad de estimar con precisión las líneas isocronas en torno a los asentamientos de acuerdo con la topografía circundante, lo cual da lugar a áreas de 131 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán forma irregular (no circular) pero más representativas de la distancia recorrible en un tiempo dado. La estimación de las líneas isocronas en torno a los asentamientos se puede realizar mediante trabajo de campo, es decir recorriendo físicamente (a pie) una serie de radios desde el asentamiento (por ejemplo, en varias direcciones cardinales) y comprobando la distancia recorrida en un tiempo dado (una hora, dos horas, etc.), pero este método puede ser costoso y lento. En la Figura 94 se muestra el ejemplo de las áreas de captación por líneas isocronas de los asentamientos en cueva del Paleolítico Superior valenciano de Les Mallaetes y El Parpalló. Una alternativa que no requiere el concurso de trabajo de campo se basa en la utilización de cartografía topográfica y la aplicación del denominado principio de Naismith. Según este principio (cf. una descripción en Davidson y Bailey, 1984:30-31) un adulto humano en buen estado de salud puede recorrer 5 kms de terreno llano en una hora, lo que supone cubrir 1 km cada 12 minutos. Normalmente, sin embargo, el terreno no es perfectamente llano, existiendo desniveles que ralentizan la marcha, por lo cual a cada variación extra de altitud de hasta 300 metros es preciso añadir un mínimo de 30 minutos. Trasladados a una cartografía 1:50.000 como la habitualmente utilizada en el reconocimiento y análisis arqueológico de territorio, estos principios suponen que cada centímetro de distancia (500 metros) requiere 6 minutos de desplazamiento, mientras que cada curva de nivel (20 metros de desnivel) supone 2 minutos adicionales de desplazamiento. Para delimitar el área de captación para el ACR es posible, por tanto, realizar estimaciones cartográficas sobre tiempos de desplazamiento que sean sencillas, económicas y fiables. Los experimentos realizados demuestran que existe una buena correlación positiva entre el tiempo de desplazamiento predicho por el principio de Naismith y el consumido en un recorrido a pie. Un problema de los cálculos de líneas isocronas a partir de tiempos de desplazamiento a pie es que ignoran diversos factores que optimizan el factor desplazamiento, como por ejemplo la utilización de cursos fluviales o el empleo de animales de carga y transporte como el caballo, cuya domesticación se atestigua en la Prehistoria del Viejo Mundo a partir de comienzos del IV milenio. Actualmente, además, la delimitación de líneas isocronas en torno a asentamientos se puede realizar mediante algoritmos informáticos basados en cartografía topográfica digital de alto nivel de detalle que evitan tanto ensayos de campo como cálculos manuales. El segundo estadio en la aplicación del ACR lo constituye la evaluación cuantitativa de los recursos contenidos dentro del área de captación. Esta evaluación comporta normalmente el cálculo de la superficie correspondiente a los distintos estados de unas variables que serán diferentes si el sistema de poblamiento que se está analizando es de comunidades cazadoras y recolectores o agro-pecuarias. En el caso de las primeras las variables utilizadas son clases de 132 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán vegetación, especies animales salvajes disponibles, etc. mientras que en el caso de sociedades campesinas las más habituales son el potencial agrológico del suelo y las clases litológicas (Roper, 1979:127-129). Las categorías básicas de potencialidad de uso de la tierra utilizadas en el trabajo clásico sobre territorios prehistóricos de la zona de Monte Carmelo eran “arable, potencialmente arable/pastizal bueno, pastizal malo e improductivo” (Vita-Finzi, 1978:86). En las figuras 95 y 96 se muestra el ejemplo de la clasificación empleada en el estudio del asentamiento protohistórico de Calañas de Marmolejo (Jaén) donde el suelo es clasificado en 8 categorías según su productividad agraria potencial. Esta información es luego tabulada y analizada estadísticamente para, en conjunción con los datos paleoeconómicos (Arqueozoología y Arqueobotánica), posibilitar una comparación de las pautas de aprovechamiento de recursos de una serie de asentamientos individuales. Aspectos fundamentales para la reconstrucción demográfica tales como la capacidad de sustentación dependen asimismo de la estimación de los recursos disponibles en el área de captación. d) Las principales críticas al ACR se han centrado en aspectos tanto epistemológicos como metodológicos. En relación con los primeros, se ha apuntado que el modelo de costes mínimos (optimización de la ubicación del asentamiento en términos de distancia a los recursos críticos) presupone la extrapolación a las sociedades precapitalistas y prehistóricas de una racionalidad económica esencialmente capitalista y presente en el pensamiento económico clásico (Vicent García, 1991:55), una debilidad que ciertamente no pasó desapercibida al propio Clarke (1977:2324). Este problema sitúa de lleno al ACR en el debate epistemológico entre sustantivismo* y formalismo* habido en el seno de la Antropología Económica. Como es bien sabido, según la teoría formalista, los mismos principios y leyes económicas (incluida la oferta y la demanda como sistema regulador del mercado) operan en todo tipo de sociedades, con independencia de su complejidad o antigüedad, mientras que desde el enfoque sustantivista, las sociedades pre-capitalistas funcionan dentro de parámetros económicos diferentes de los capitalistas y no pueden, por tanto, ser analizadas con los mismos criterios. Para Butzer, en el caso de las sociedades campesinas, la selección del emplazamiento para la ubicación de un asentamiento es una decisión esencialmente racional, raramente óptima (son demasiados los imponderables físicos) y algo idiosincrática (existen múltiples factores endógenos, desde criterios de percepción del paisaje hasta intereses socio-políticos faccionales), pero sin duda susceptible de definición (y caracterización empírica) como parte de una pauta general de comportamiento (Butzer, 1989:247). Las críticas metodológicas a la aplicación del ACR se han derivado (i) de la utilización mecánica de datos contemporáneos (actuales) sobre potencialidad agraria y uso del suelo sin el adecuado soporte de evidencias de carácter paleoambiental (Butzer, 1989:209), (ii) de la reducción del modelo a la mera descripción de las características del medio físico en torno a un asentamiento o serie de ellos (Roper, 1979:132), y (iii) de la utilización sistemática, y no argumentada teóricamente, de círculos concéntricos de un radio fijo para delimitar el área de captación. 133 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En cualquier caso, a pesar de las críticas a que ha sido sometido (en parte como respuesta a su aplicación abusiva o simplista), el ACR constituye una buena herramienta exploratoria para la valoración de los recursos bióticos disponibles en el entorno de un asentamiento y su potencial en términos alimenticios: no hay que olvidar que el ACR fue inicialmente concebido como un dispositivo para el reconocimiento del territorio (Vita-Finzi, 1978:29), lo que debe ser tenido en cuenta a la hora de su aplicación. 3.2.c.c.- Análisis de territorialidad teórica. Si en el análisis de ACR el propósito principal es reconstruir las pautas de explotación de recursos, los diversos modelos teóricos de la Geografía Locacional discutidos a continuación son aplicados a la estimación de las áreas de influencia y control de los asentamientos en el territorio, así como límites y fronteras entre comunidades. Entre ellos los principales son el modelo del lugar central, el de polígonos de Thiessen*, el modelo X-TENT y otros modelos y coeficientes como el de gravedad, el de equilibro espacio-población o el del vecino más próximo. Además, se incluye aquí una discusión sobre los métodos de análisis de las cuencas visuales teóricas, que no derivan estrictamente de la Geografía Locacional pero que sí tienen una fuerte relación con el análisis de las áreas de influencia de los asentamientos y sus límites. a) La Teoría del Lugar Central (TLC en adelante) es uno de los modelos de análisis de territorialidad teórica que más aplicación ha tenido en Arqueología, generando una considerable literatura teórica – cf. discusiones en Johnson, 1972; Butzer, 1989:209-213; Crumley, 1976; Clarke, 1977:21-22; Burillo Mozota, 1984a; Wagstaff, 1986; Collis, 1986; Haselgrove, 1986; Vicent García, 1991:56-59; etc.). En su concepción original, la TLC es propuesta por el geógrafo alemán Walter Christaller (1893-1969) en su libro Die Zentralen Orte in Süddeutchsland (Los Lugares Centrales en el Sur de Alemania, publicado en 1933) como parte de un análisis de la distribución de los centros urbanos en el sur de Alemania. Básicamente, se trata de un modelo de Geografía Humana de análisis de la distribución de poblaciones y sus áreas de influencia y atracción, que busca explicar la jerarquización del territorio a través de los factores de tamaño, densidad y proximidad de los núcleos de población. La TLC asume que elmercado funciona como principio organizador del territorio, de forma que cada población proporciona bienes y servicios a la población de su área de influencia, para la que juega un papel central. El centro de mayor nivel abastece bienes y servicios del máximo nivel (que no son ofertados por ningún otro centro de nivel inferior) al área de máximo tamaño. Un lugar central del máximo nivel se define, por tanto, como una localización que ofrece bienes o servicios que los asentamientos de rango menor no pueden ofrecer. La malla de delimitaciones territoriales resultante es expresable matemáticamente, isotrópica* y rigurosamente hexagonal 134 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán ya que, aunque en principio las áreas de influencia de los lugares centrales tendrían forma circular, la presencia en el entorno de otros centros del mismo rango hace que sus fronteras se ajusten y recorten, adoptando finalmente esa planta (Burillo Mozota, 1984a:433) (Figuras 97 y 99). De acuerdo con Christaller, el número de jerarquías existentes (parámetro K) en el territorio variaría de acuerdo con el principio regulador considerado, de los cuales en su estudio de caso existen tres tipos, esto es, el mercado (K=3 –aldea, pueblo y ciudad), el transporte (K=4) y la organización político-administrativa (K=7). Las múltiples aplicaciones arqueológicas de la TLC se producen en el contexto de sociedades con un fuerte componente de mercado y con un desarrollado carácter urbano, como por ejemplo la sociedad romana europea o la pre-dinástica mesopotámica (Clarke, 1977:24). Su aplicación, en todo caso, se ha circunscrito a las sociedades campesinas sedentarias, no habiéndose trasladado su aplicación al marco de los cazadores y recolectores. Así, por ejemplo, I. Hodder estudió la territorialidad de los núcleos urbanos de época romano-imperial en el Sur de Gran Bretaña utilizando diversos criterios para establecer las jerarquías de mercado tales como la presencia de cecas, el tamaño de los asentamientos, su rango administrativo, o la presencia de fortificaciones, para proponer finalmente una malla de territorios teóricos (Hodder, 1972). El concepto de Lugar Central ha sido aplicado en la investigación arqueológica de los sistemas de asentamiento prehistóricos de una forma más o menos laxa, en referencia a cualquier asentamiento que por su tamaño u otras características parezca haber jugado un papel central, especialmente en el análisis del surgimiento del Estado. Efectivamente, como asentamiento que satisface funciones no igualmente disponibles en ninguna otra parte (Crumley, 1976:67) el centro del territorio estatal realiza (i) funciones recaudadoras y de gestión del producto apropiado por las élites a los productores, (ii) funciones coercitivas físicas para la protección de las propiedades del Estado (la tierra y el producto recaudado), expresado en la presencia de una clase militar especializada y (iii) funciones coercitivas ideológicas para la reproducción del statu quo social, todas las cuales podrían ser observables arqueológicamente. La crítica a la aplicación arqueológica de la TLC se ha centrado sobre todo en la relevancia y operatividad de trasladar a sociedades pre-capitalistas e incluso prehistóricas un modelo concebido para el análisis de la plasmación territorialidad de la economía capitalista que se basa en factores como el precio y el mercado (Wagstaff, 1986:121). Es precisamente en base a este razonamiento que, años después, el propio Hodder haría una auto-crítica respecto de la relevancia de sus resultados con respecto a las ciudades romanas del sur de Inglaterra (Hodder, 1988b:11). Ello, naturalmente, ha conducido el debate sobre la TLC al mismo terreno de la dicotomía entre sustantivismo y formalismo donde se sitúa el ACR. Otra línea crítica con respecto a la aplicabilidad de la TLC es de carácter empírico. En el análisis geográfico, las evidencias sobre número, densidad y localización de asentamientos son fáciles de obtener, como lo son 135 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán los datos sobre productos y servicios demandados y abastecidos desde los asentamientos a sus territorios. Pero en Arqueología, en cambio, la obtención de estas evidencias no es ni mucho menos sencilla ni inmediata, y en todo caso la disponibilidad y alcance de los datos está sujeta a importantes limitaciones (Burillo Mozota, 1984a:441; Collis, 1986:37-38; Butzer, 1989:211-212). Por una parte, para disponer de información sobre la cantidad, densidad y atributos de los asentamientos de un territorio es preciso que dicho territorio haya sido prospectado intensivamente, lo cual, por ser altamente costoso, suele constituir un caso infrecuente. En segundo lugar, la TLC parte de la base de la coetaneidad entre los asentamientos analizados, lo cual en Arqueología requiere de dataciones precisas derivadas de excavaciones practicadas en los mismos. En realidad, ni siquiera en las regiones del mundo que han sido sujetas a investigaciones más intensivas, como Europa o Norteamérica, hay muchos territorios donde los sistemas de asentamiento primitivos cumplan tan exigente condición. En tercer y último lugar está la determinación de los diferentes niveles funcionales y jerárquicos. En el reconocimiento arqueológico del territorio es perfectamente posible establecer en qué puntos hubo asentamientos de qué época: establecer cuales asentamientos eran aldeas, cuales villas y cuales ciudades, y qué productos eran ofrecidos por cada uno de ellos a sus respectivos mercados o áreas de influencia, en cambio, puede requerir algo más que una prospección de superficie, lo cual, de nuevo, comporta años de costosas investigaciones. Haciendo una valoración general, en conjunto las críticas empíricas señalan más la dificultad que la imposibilidad de la aplicación de la TLC en el análisis arqueológico del territorio. En este sentido, la crítica empírica ha venido a decir que la disciplina arqueológica sería todavía demasiado joven para que la aplicación de modelos como la TLC fuese efectiva, pero no se niega que en algunos casos concretos, donde la acumulación de resultados de investigación tenga la calidad suficiente, esta aplicación pueda ser teóricamente efectiva. Otra cosa es el conjunto de premisas teóricas que se asuman con respecto al funcionamiento de las economías pre-capitalistas, pero evidentemente, y al igual que en el caso del ACR, se trata de un debate epistemológico de carácter general, y no específico del modelo de Christaller. En general, a pesar de las acertadas críticas que se han planteado, puede decirse que la TLC ha tenido un papel positivo al estimular la formalización teórica del análisis arqueológico del territorio, incluso aunque se haya utilizado una versión algo simplificada del mismo. b) El modelo de Análisis de Polígonos de Thiessen (APT en adelante, también son conocidos como Polígonos Voronoi), es una alternativa sencilla a la TLC. Utilizado fundamentalmente para establecer áreas teóricas de influencia y/o servicios dentro de una distribución de asentamientos, el APT es estrictamente locacional, es decir, estima el territorio teórico de cada asentamiento únicamente en base a la proximidad y densidad de los que le rodean sin presuponer jerarquías de forma apriorística (Hodder-Orton, 1976:59-60). En el APT las delimitaciones (o fronteras) entre asentamientos se calculan trazando la mediatriz de la línea que une cada asentamiento con sus 136 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán vecinos, de forma que los territorios resultantes tienen la propiedad de que cualquier punto situado dentro de ellos estará más cerca del asentamiento a cuyo territorio pertenece que a cualquier otro vecino. Dicho de otra forma, cada polígono engloba tan solo el territorio que queda más cerca de su asentamiento que de cualquier otro. La Figura 98 muestra uno de los primeros mapas de polígonos de Thiessen que se publicaron, un estudio, ya clásico, de la distribución de centros urbanos romanos en el Sur de Inglaterra. Como se vio anteriormente, este modelo ha sido utilizado para estimar las áreas de captación de recursos en ausencia de datos relativos a distancias recorridas por unidad de tiempo. En efecto, una vez delimitada la trama de polígonos es posible estimar el territorio atribuible a cada asentamiento y cuantificar así los recursos disponibles en su interior de una forma semejante al ACR (porcentaje de suelo arable, recursos hídricos, etc.). Esta utilización de los polígonos de Thiessen es plausible en tanto que determinados procesos de colonización y ocupación del territorio pueden dar lugar de forma espontánea a una malla hexagonal de saturación del espacio. Una reproducción de un proceso semejante es mostrada en la Figura 99. En una primera fase los asentamientos se encuentran dispersos, espaciados, y existe una gran cantidad de terreno libre entre ellos, de forma que carecen de fronteras comunes. Con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico acumulado, todo el espacio se va poblando, de forma que desaparece el territorio libre, aunque los asentamientos siguen disponiendo de su territorio tradicional. En el siguiente paso se produce un empaquetamiento de los territorios, cuyas delimitaciones o fronteras optimizan ahora la superficie disponible mediante una disposición hexagonal en la que cada asentamiento ha visto reducida una parte de su territorio. En una fase ulterior la forma hexagonal del territorio se exacerba, con un empaquetamiento aún mayor de los territorios, que diminuyen de tamaño, lo que provoca un proceso de tensión y competencia por los recursos entre las comunidades. Los polígonos de Thiessen también han sido utilizados para valorar la posible presencia, dentro del territorio teórico estimado, de asociaciones significativas entre el asentamiento y otras localizaciones especializadas en la producción de determinados bienes, con lugares rituales o funerarios, y con otros asentamientos que puedan encontrarse en una situación de subordinación jerárquica. Asimismo se ha afirmado que una propiedad potencialmente ilustrativa de los polígonos de thiessen es la posible coincidencia de las delimitaciones con accidentes o eventos paisajísticos naturales tales como ríos o cadenas montañosas que actúen como fronteras. Los polígonos de thiessen han sido a veces utilizados en combinación con la denominada triangulación de Delaunay, en la que los puntos de una distribución son unidos por líneas de forma que los triángulos resultantes se aproximen lo más posible a la equilateralidad (Wheatley y Gillings, 2002:150). Las circunferencias que pasan por los vértices de los triángulos resultantes tienen la propiedad de que no contienen ningún otro punto de la distribución, de forma que la triangulación puede ser útil para valorar relaciones de proximidad de asociación entre grupos de asentamientos. 137 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Un problema consustancial del APT es la ausencia de delimitación de los asentamientos que se encuentran en los márgenes de la región estudiada (ya que carecen de vecinos en alguna dirección). Un criterio propuesto para paliar este inconveniente es la fusión de las delimitaciones de los polígonos con buffers de radio fijo, de forma que allí donde no haya delimitación poligonal, el arco del buffer actúe de delimitación teórica (Figura 100). La principal crítica planteada al APT se ha centrado en su carácter exclusivamente locacional y en la falta de criterios de ponderación* en términos del factor tamaño de los asentamientos (Butzer, 1989:213), por lo que subestima sistemáticamente las áreas de servicios (o de servidumbre) y de captación de recursos de los asentamientos de mayor tamaño y población. No obstante, aún con sus limitaciones el modelo ha contribuido, en combinación con otros métodos de análisis espacial, a establecer con mayor rigor la verosimilitud y significación de los sistemas de territorialidad de las sociedades prehistóricas. c) El Modelo X-TENT parte precisamente de esa debilidad del APT, planteando una alternativa estrictamente arqueológica sobre la base del principio o regla rango-tamaño* (cf. Renfrew y Level, 1979:145-167; Grant, 1986:19-21; Renfrew y Bahn, 1991:159-160 para una discusión de este método). El principio rango-tamaño establece que el rango político (influencia, capacidad de acción territorial) de una comunidad tiende a covariar positivamente con el tamaño del asentamiento en el que vive, es decir, a mayor la población, mayor la superficie del asentamiento y tanto mayor el territorio controlado por la comunidad (Figura 101). Aunque ha sido cuestionado sobre la base de que el rango y el tamaño de los asentamientos no ofrecen siempre una covariación positiva perfecta (Cherry, 1987:154), lo cierto es que este principio cuenta con el sólido respaldo de una abrumadora casuística etnográfica que demuestra que el rango político y el tamaño de los asentamientos muestran una fortísima tendencia a covariar positivamente entre las sociedades sedentarias prehistóricas (Terrell, 1986:210; Webster, 1990:339) aunque naturalmente haya excepciones. La ecuación rango-tamaño, dicho sea de paso, ha jugado un importante papel en el análisis de la jerarquización entre asentamientos que acompaña al proceso de jerarquización social y surgimiento del estado (Wason, 1994:131). En todo caso, sobre la base de la aceptación de dicho principio, el Modelo X-TENT plantea que para aproximarse a la estructura territorial de influencia política entre comunidades a partir de datos relativos al tamaño de sus asentamientos, es preciso reflejar o proyectar en el espacio el tamaño de cada centro de habitación considerado, de forma que los menores queden absorbidos bajo la esfera de influencia de los mayores, significando en teoría una falta de independencia política y consiguientemente una dependencia del centro de tamaño superior. Este planteamiento posibilita una robusta aproximación al tema de la jerarquización entre asentamientos sobre la base de unos datos (los relativos a su extensión) que son menos difíciles y costosos de obtener que los que se requieren para la TLC. En todo caso, la exigencia de una 138 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán cobertura sistemática del territorio y de una comprobación empírica de la coetaneidad de los asentamientos se mantiene como en los casos anteriores de la TLC y el APT. d) Otra alternativa ponderada al estudio de la territorialidad teórica en base al tamaño de los asentamientos es el denominado Coeficiente del Punto de Equilibrio Espacio-Población. El punto de equilibrio entre dos asentamientos define el lugar donde se sitúa el límite o frontera entre ambos, y su ubicación es una función del tamaño de cada asentamiento (Mayoral, 1984:76). El coeficiente que calcula el punto de equilibrio entre dos asentamientos A1 y A2 se obtiene como el cociente entre la distancia entre los mismos (D1-2) y la raíz cuadrada del cociente entre sus extensiones: D1 2 E A2 1 PA1 PA2 Este modelo supera la limitación del APT (que parte únicamente de considerar la posición de los asentamientos), aportando un factor de ponderación (tamaño del asentamiento) que lo hacer más al modelo X-TENT. e) De un supuesto muy parecido parte el Coeficiente de Gravedad, que ha sido utilizado para producir modelos de pautas de interacción tales como intercambio o migración. El supuesto básico es que el grado de atracción entre dos asentamientos dados funciona como la gravedad física, incrementándose con el producto del tamaño de los dos asentamientos y decreciendo como función de la distancia (Blankholm, 1991a:36). Expresado de otra forma, la intensidad de la interacción entre dos asentamientos es directamente proporcional al número de personas que viven en ellos e inversamente proporcional a la distancia que existe entre ambos (Hodder y Orton, 1976:187-195; Butzer, 1989:206). El primer vecino gravitatorio de cualquier asentamiento es el asentamiento con respecto al que muestra más atracción. Existen diversas versiones del coeficiente de gravedad, aunque una ecuación sencilla es I= P1 P2 R donde I es una medida de interacción, P1 P2 son las poblaciones de los asentamientos y R la distancia entre ellos. f) El Coeficiente del Vecino Más Próximo deriva originalmente de la Ecología (Clark y Evans, 1954) y ofrece una medida del grado de agrupamiento o dispersión de una distribución de puntos, por lo que en el caso del análisis territorial arqueológico se ha aplicado al estudio de densidades de asentamientos (que a su vez pueden ser considerados parámetros proxy de densidades de población). El CVMP fue objeto 139 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de diversas aproximaciones y modificaciones desde la Arqueología espacial, existiendo actualmente varias versiones del mismo (Whallon, 1974; Hodder y Orton, 1976:38-51; Pinder y otros, 1979; MacNutt, 1981; Blankholm, 1991a:36; etc.). En su definición original por Clark y Evans (en Estébanez y Bradshaw, 1979:422) el CVMP (R) es el cociente entre el promedio de las distancias observadas entre los puntos (do) y la distancia media (da) obtenida a su vez como cociente entre los parámetros de número total de puntos (n) y extensión de la región bajo estudio (A): R = do da 1 da = 2 n A En la versión arqueológica del mismo discutida por I. Hodder y C. Orton (1976: 3851) el CVMP (expresado como grado de aleatoriedad de la distribución) R resulta del cociente de la densidad media de puntos r o y la distancia media de cada punto a su vecino más próximo r e . Aquí r o es el sumatorio de la distancia de cada asentamiento a su vecino más próximo (r) dividido por el número de asentamientos (n). R = ro re ro = r n Por otro lado r e resulta de la fórmula re = 1 = (2 ) (n 1) A Donde es la densidad de puntos para un área de superficie A. En otras versiones, el CVMP (Rn) es el producto de la distancia media entre cada núcleo y su vecino más próximo (d) y la raíz cuadrada del cociente entre el número de núcleos y la extensión de la superficie de estudio: R n = 2d 140 N S Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Finalmente, en la versión propuesta por los geógrafos J. A. Barnes y A. H. Robinson para el estudio de poblaciones rurales dispersas (Estébanez y Puyol, 1976:40-43), en primer lugar se calcula el promedio de distancia entre los puntos si se distribuyesen uniformemente sobre el terreno (parámetro D) y posteriormente se contrasta ese índice con las distancias reales entre cada punto con respecto al más próximo ( d ). Las fórmulas en cuestión son: D = 1,11 S N d= d N En la primera de ellas D es el promedio de distancias en caso de una distribución uniforme, S la superficie que se estudia y N el número de asentamientos. En la segunda d es la distancia promedio real entre cada punto y su vecino más próximo, d la distancia de cada núcleo con respecto a su vecino más proíxmo y N el número total de núcleos estudiados. g) El modelo de regresión* lineal ha sido asimismo utilizado para establecer áreas de influencia económica de asentamientos, y específicamente el alcance de la distribución de artefactos producidos por centros manufacturadores. Este modelo de análisis cuantitativo bivariado fue originalmente incorporado a la Arqueología por el enfoque procesualista como herramienta con la que estimar la forma y fuerza de las asociaciones entre pares de variables medidas a escala continua (Cuadras, 1988; Shennan, 1989: 114-134). El modelo de regresión se basa en la conocida ecuación [y = a + bx] donde y es la variable reconocida apriorísticamente como dependiente, x la variable independiente y donde a y b son, respectivamente, los denominados coeficientes de corte y pendiente, calculados a partir de las fórmulas: n ( x - x )( y - y ) i b= n i i=1 a= n ( x - x ) n y -b i i=1 2 i i=1 i=1 n Coeficiente de Corte. Coeficiente de Pendiente. La popularidad de este método en la investigación arqueológica actual reside en la potencia explicativa de los coeficientes asociados al modelo de regresión lineal, esto es, el coeficiente de correlación (r), y el coeficiente de determinación (r2), que ofrecen medidas numéricas de, respectivamente, el grado de asociación de la/s variable/s (que oscila entre +1 para una covariación positiva perfecta y -1 para una covariación 141 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán negativa perfecta, con 0 como expresión de inexistencia total de asociación) y el porcentaje de variabilidad de la variable dependiente que puede ser atribuido a variaciones en la independiente. En análisis territorial el modelo ha sido aplicado para observar la caída (fall off) de la densidad o frecuencia de un producto desde un centro productor dado, sobre la premisa de que, a mayor proximidad del mismo, mayor sería la frecuencia y cantidad de los artefactos producidos, mientras que cualquier incremento en la distancia resultaría en una disminución lineal de dicha frecuencia (Hodder y Orton, 1976:98-125). h) Una aproximación muy interesante al tema de la territorialidad teórica deriva del análisis de la preponderancia topográfica. Estos coeficientes inciden directamente en el estudio de la variabilidad de la topografía como factor de primer orden en la estrategia de elección del emplazamiento tanto de los asentamientos (control y dominio visual del territorio) como de los monumentos y sitios de importancia simbólica (lugares especialmente visibles). En el caso de las distribuciones de asentamientos, se entiende que el factor topografía está directamente relacionado con la ratio de costes decrecientes en el acceso a los recursos más distantes o inaccesibles. Estos coeficientes han sido utilizados especialmente para el análisis de pautas de asentamiento en la Prehistoria Reciente europea, cuando en determinadas regiones comienzan a aparecer asentamientos fortificados en altura que muestran la clara preocupación defensiva de las comunidades que los habitaban. La decisión de ubicar un hábitat en altura y no en llano comporta una estrategia de asentamiento que generalmente da mayor prioridad a la seguridad que a la cercanía a las tierras cultivables. Así, se han propuesto diversos índices de altitud relativa para expresar numéricamente el grado de preponderancia topográfica de un asentamiento con respecto a su entorno (Nocete, 1989:55-56; Molinos y otros, 1994:107-108). Estos índices resultan de los cocientes entre la altitud del asentamiento (Aas) y las altitudes máximas (Amx) y mínima (Amn) de la región considerada (o del área de captación de recursos) AR1 = Aas Amx AR 2 = Aas Amn El coeficiente AR1 alcanza un valor máximo de 1 cuando el asentamiento se encuentra localizado en la altura máxima del entorno, aproximándose a 0.5 si la altitud del asentamiento es la mitad que la altitud máxima, por lo cual es especialmente útil como indicador de la preeminencia de criterios defensivos y/o de visibilidad en la elección del asentamiento. Otro indicador evidente para analizar la influencia de la topografía en la pauta de asentamiento de un grupo social dado es la pendiente. Como ya se definió anteriormente, es una medida del desnivel entre dos puntos expresado en grados o en 142 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán porcentaje. Los índices de pendiente pueden ser interpretados desde un punto de vista económico en tanto que tienen implicaciones para el potencial agrológico de un terreno. En términos agrológicos las pendientes pueden pueden ser clasificadas en intervalos fundamentales, esto es, pendientes entre 0 y 12% (0o a 6o 51') para suelos cultivables, pendientes entre 12 y 20% (6o 51' a 11o 19') para suelos ocasionalmente cultivables y pendientes mayores de 20% para suelos no cultivables, aptas solo para usos ganaderos y forestales (López Cadenas y Blanco, 1976; Aguiló y otros, 1993). Actualmente, la extensión de los SIG ha hecho que el cálculo de pendientes a partir de topografía digital (y especialmente de los MDT) sea muy eficiente y rápido, por lo que es posible producir mapas de pendiente con diferentes intervalos y contrastarlos con la distribución de los asentamientos y otros tipos de localizaciones. La Figura 102 muestra un ejemplo de ello. En el mapa (a) de esta figura se muestra un MDT de las hojas 918-12 y 918-22 del MTA del ICA para el entorno del embalse de Aracena, un ejemplo ya utilizado anteriormente. El mapa (b) muestra las pendientes agrupadas en cinco intervalos. Finalmente, en el mapa (c) se ha hecho una discriminación de las zonas con pendiente por encima y por debajo del 12% sobre la base precisamente del argumento de que por debajo de ese umbral la potencialidad agraria del suelo es más alta. Otro interesante ejemplo de aplicación arqueológica del análisis de pendientes es el de la investigación del trazado de antiguas conducciones de agua. En el ámbito mediterráneo, los acueductos romanos con un buen ejemplo de infraestructura humana que se ajusta a la evolucion de la pendiente, optimizando las condiciones topográficas del terreno con el fin de hacer que el agua siempre vaya en sentido descendente. En España se han realizado estudios de esta naturaleza en los acueductos de las ciudades romanas de Mérida (Álvarez y otros, 1991; Rodríguez Pereña y otros, 1997) y Cádiz (Roldán Gómez y otros, 1997). La Figura 103 muestra el mapa con el trazado teórico del acueducto que abastecía a la ciudad de Cádiz, según se estimó mediante un algoritmo SIG. Este estudio parte de la premisa de que la ingeniería romana era extremadamente precisa en estos trabajos, de forma que el trazado del conducto debía ser siempre en descenso, aunque fuera por una fracción decimal de pendiente, para que el agua se mantuviese en movimiento. Así conociendo algunos tramos de este acueducto por prospección de superficie y teniendo en consideración el mapa de pendientes de la región, fue posible calcular la (o las) rutas que pudo tener, sirviendo así de guía a nuevos trabajos de prospección. 3.2.c.d.- Análisis de intervisibilidad y cuenca visual Dentro del capítulo del análisis del factor topográfico en la definición de la territorialidad, el estudio de las pautas de intervisibilidad y cuencas visuales ha jugado un papel especialmente importante. En este sentido la visibilidad es entendida en el sentido empírico de accesibilidad sensorial de los ítems antrópicos y naturales del paisaje bajo determinadas condiciones de distancia, topografía y ambiente atmosférico (Aguiló y otros, 1993:544-546) y no ya en el sentido de visibilidad superficial del registro a efectos de prospección de superficie, como se discutió anteriormente. 143 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Como demuestra una amplia casuística prehistórica e histórica, la búsqueda del dominio visual como instrumento de control y gestión territorial se encuentra íntimamente ligada a situaciones de conflicto o tensión entre comunidades donde se da primacía del factor defensivo. Por otra parte, los estudios de inspiración fenomenológica han puesto un gran énfasis en el estudio de las propiedades visuales de los monumentos prehistóricos en términos de su dimensión escénica y panorámica, es decir en tanto que atributos que pueden hacer un monumento más fácilmente perceptible, destacando su presencia y provocando determinados efectos y reacciones en los agentes sociales (Villoch Vázquez, 2001:16). A este respecto, antes de la extensión de los SIG se aplicaron diversas técnicas de estimación manual del factor visibilidad, tanto a partir de experiencias directas (examen de campo) como mediante la utilización de datos cartográficos (examen manual y automático). Un procedimiento manual de bajo costo parte de la base que, aunque no existen normas fijas para el establecimiento del radio de visión (máxime en zonas de montaña donde la visibilidad potencial se incrementa), en los estudios de medio físico y planificación se suele establecer (sin tener en cuenta la posible utilización de señales y signos de comunicación visibles desde más distancia) un umbral de entre 2 y 3 kms como límite máximo de la visibilidad humana fiable. A partir de ese presupuesto es posible establecer el porcentaje de preponderancia o dominio visual de un asentamiento dado utilizando cartografía 1:50.000 ó 1:10.000 para medir en una serie de radios concéntricos la distancia máxima visible sin interferencia de una altitud superior (es decir, sin sombras de 0o-180o), aunque naturalmente en terrenos de orografía muy accidentada incluso las sombras en ángulos de entre 180o-360o podrían producir ocultaciones sensibles. A partir de estos datos es posible producir diagramas de las direcciones y extensiones de las cuencas de dominio visual de un conjunto de asentamientos. Buenos ejemplos de la aplicación de estos procedimientos los tenemos en sendos estudios espaciales de poblaciones protohistóricas en Valencia (Bernabeu y otros, 1987) y en Jaén (Molinos y otros, 1994) – ver Figuras 104, 105 y 106. Más recientemente se han venido realizando en Arqueología cálculos mucho más precisos de la cuenca visual a partir de la utilización de algoritmos informáticos y cartografía topográfica digital de gran nivel de detalle, dentro de los Sistemas de Información Geográfica – cf. ejemplos de tales aplicaciones en Wheatley, 1995; Gillings y Goodrick, 1996; Ruggles y Medyckyj-Scott, 1996; Baena Preysler y Blasco Bosqued, 1997; Lake y otros, 1998; González Acuña, 2001; etc. La metodología de cálculo de cuenca visual en un análisis territorial arqueológico mediante los algoritmos de un SIG es explicada por Wheatley y Gillings (2002:201-216). Se parte de una imagen raster de la topografía del territorio en el que se quiere estudiar qué parte del mismo es visible desde un punto concreto, por ejemplo, desde un asentamiento. Una vez que se señala el punto de origen el algoritmo calcula un nuevo mapa raster binario donde las celdas con valor 1 son visibles desde el punto de partida mientras que las celdas con valor 0 son invisibles (Figura 107). La mayor parte de los SIG permiten que se establezca una altura añadida a la de la topografía 144 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán en el punto de observación para tener en cuenta, por ejemplo, la altura de un individuo en pie o, si se trata de un asentamiento fortificado, la altura de una torre de observación, haciendo así más realista el resultado del análisis. Las Figuras 108a y 108b muestran un ejemplo de aplicación de los SIG para valorar la dimensión visual-territorial del torreón de Peel Gap de la muralla de Adriano (Northumbria, Reino Unido). Como es sabido, la muralla de Adriano era un sistema defensivo que atravesaba Inglaterra de Este a Oeste a lo largo de un recorrido de más de 100 Km. y que contaba con numerosas torres construidas a intervalos variables sobre la muralla principal. Estas torres han sido generalmente interpretadas como torres de observación y vigilancia de los movimientos al otro lado de la frontera del imperio. En el caso de Peel Gap, sin embargo, la torre se encuentra en el fondo de una vaguada donde, según el análisis de cuenca visual realizado (Gillings y Goodrick, 1996; resumen en Wheatley y Gillings, 2002:213) su campo visual es estrecho y reducido, de lo que se deduciría que tuvo otra función completamente distinta, posiblemente actuar de control aduanero para una vía de paso. Una variedad de análisis de visibilidad que se ha comenzado a aplicar en el análisis arqueológico del territorio a partir de la introducción de los SIG es la de cuenca visual acumulativa (cumulative viewshed en la literatura internacional). En este caso se realizan primero mapas individuales de cuenca visual desde una serie de asentamientos o puntos en el territorio, de forma que luego, mediante un sencillo procedimiento de álgebra de mapas, esos mapas son sumados, obteniéndose así una nueva cobertura raster donde el valor de cada celda expresa el número de sitios desde la que la misma es visible. Si se ha calculado la visibilidad individual de 15 asentamientos, entonces, lógicamente, el valor de las celdas de la cobertura de visibilidad acumulativa resultante oscilará entre 0 y 15, significando un valor de 15 que un punto concreto del paisaje es visible desde todas las localizaciones estudiadas (Wheatley y Gillings, 2002:206-207). Este tipo de análisis ha sido aplicado por ejemplo al estudio de paisajes sagrados, al objeto de valorar si determinados monumentos (por ejemplo, construcciones megalíticas) están emplazados en lugares estratégicos en los que son especialmente visibles y donde, por tanto, adquieren una especial prominencia paisajística y simbólica. En su análisis SIG de la cuenca visual de los túmulos y recintos neolíticos de la planicie de Salisbury, Wheatley concluye que, para sus constructores originales, un factor determinante de la ubicación de un monumento concreto pudo ser la posibilidad de contemplar o dominar visualmente otros monumentos pre-existentes (construidos por las generaciones precedentes), ya que ello habría añadido un valor de autoridad y legitimación al nuevo monumento (Wheatley, 1996:92). En la sección 3.3 de este libro se incide de forma más detenida en el marco epistemológico y teórico de este tipo de análisis de inspiración fenomenológica. Para ser estadísticamente riguroso, el análisis SIG de las cuencas visuales de una serie de puntos de interés arqueológico debe ser contrastado con el análisis de las cuencas visuales de una serie de puntos elegidos aleatoriamente, de forma que, mediante las oportunas pruebas de significación, se pueda determinar si el tamaño y 145 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán alcance de las cuencas visuales de los primeros es manifiestamente distinto de lo que se puede esperar de forma general de la unidad de paisaje en cuestión dada su configuración topográfica (Lake y otros, 1998:28; Wheatley y Gillings, 2002:11). Aparte de los métodos de análisis de cuenca visual y de cuenca visual acumulativa, en los últimos años se han propuesto diversas técnicas novedosas de análisis en este campo. La cuenca visual total (CVT) es generada de la misma forma que la acumulativa, con la diferencia fundamental de que se emplean todas las localizaciones (celdas, en el caso de un MDT raster) del territorio estudiado. Mientras que la cuenca visual acumulativa proporciona una imagen de la estructura visual de una serie de localizaciones seleccionadas por cualesquiera razones (arqueológicas en este caso), la CVT supone una descripción de la estructura visual inherente a un territorio en su totalidad en base a su topografía. Naturalmente, este tipo de análisis requiere un procesamiento masivo de datos (mayor cuanto más grande sea el área estudiada) que solo es concebible en un entorno SIG. Desde un punto de vista arqueológico, M. Llobera (2003:34-37) ha realizado una serie de interesantes experimentos examinando los valores obtenidos en análisis de cuencas visuales totales de diferentes tipos de terrenos (una cresta, un valle y una zona de elevaciones y tierras bajas) con el objeto de identificar áreas y localizaciones con magnitudes de visibilidad semejantes (Figura 109). En este análisis se identifican pautas en la estructura visual de los distintos tipos de terreno, lo cual es de enorme significación para el análisis de las propiedades de ciertos tipos de sitios arqueológicos (por ejemplo, monumentos, rutas y vías de comunicación, etc.). Otra variante del concepto de cuenca visual es la de cuenca visual próxima (o cuenca visual continua), que hace referencia al área de visibilidad continua definible en torno a un punto de observación concreto (Llobera 2003:30). Normalmente, un mapa SIG de cuenca visual muestra tanto las zonas visibles en torno al punto de observación como las invisibles. En este caso, por tanto, el concepto de cuenca visual continua persigue definir el espacio que puede ser visible sin interrupciones o zonas oscuras en el entorno inmediato del punto de observación, es decir, una cuenca de dominio visual. Otra interesante técnica propuesta recientemente es la denominada cuenca visual de Higuchi, que combina los factores de visibilidad y distancia (Wheatley y Gillings, 2000:16-18). En este caso se parte de una cuenca visual raster binaria para un punto de observación dado. A continuación, se calcula una capa o cobertura de distancias desde dicho punto de observación, cobertura que es luego reclasificada en una serie de intervalos simples (localizaciones próximas, intermedias y lejanas, por ejemplo) a partir de la altura media de los árboles dentro de la zona de estudio. Finalmente, se superponen la capa de la cuenca visual binaria y la capa de distancias para extraer los valores de distancia que caen dentro de zonas visibles. Otras propuestas han planteados nociones como la de cuenca visual borrosa (fuzzy viewsheds) para tener en cuenta la disminución de la nitidez y calidad de la visión con la distancia (Loots, 1997; Nackaers y Govers, 1997; Nackaers y otros, 1999) o la de exposición visual de los elementos del paisaje visual y de su relación con la prominencia topográfica (Llobera, 2001:1007; 2003:39). El factor 146 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán movimiento ha sido asimismo objeto de consideración en el análisis de la visibilidad mediante la integración de mapas topográficos digitales y reconstrucciones virtuales de monumentos prehistóricos (Exon y otros, 2000). Los análisis SIG de cuencas visuales son por supuesto mucho más robustos y potentes que los procedimientos manuales mencionados anteriormente, ya que define superficies continuas y completas (y cuantificables) de visibilidad e invisibilidad. Además, gracias a la capacidad de procesamiento de los ordenadores el análisis SIG permite repetir el análisis para un elevado número de localizaciones y representar los resultados de una forma cartográfica apropiada (colores, tres dimensiones, etc.). Ahora bien, el análisis de cuencas visuales en un entorno SIG no está exento de problemas y limitaciones. Algunos de estos problemas son comunes al análisis manual de la visibilidad, pero otros son específicos del análisis SIG. Estas limitaciones pueden ser agrupadas en dos bloques: las que hacen referencia a la propia complejidad física o medioambiental de la percepción visual y las que derivan de las propias limitaciones técnicas de los SIG. Entre las primeras, son importantes variables tales como la cobertura vegetacional del terreno (las coberturas de tipo arbóreo pueden limitar drásticamente la visibilidad, haciendo irrelevante el análisis desde la óptica de la topografía), la curvatura de la tierra (un factor que debe ser tenido en cuenta para áreas de estudio de gran tamaño), la definición del límite de visión (que depende del caso específico estudiado, ya que no es lo mismo el control visual directo del ojo humano sobre un territorio que la utilización de señales desde torresvigia y atalayas) y los propios efectos de los límites del área de estudio designada (los asentamientos cercanos a los rebordes pierden parte de su cuencas visuales de forma artificial simplemente por que no se considera todo el territorio que los circunda). Entre las limitaciones de los análisis de cuenca visual a partir de herramientas SIG, destacan las que se derivan de la cartografía utilizada como fuente y de los algoritmos de cálculo del MDT. Diferentes algoritmos pueden proporcionar distintas representaciones de la altitud de un punto dado, lo que puede tener un importante impacto en el resultado del análisis de cuenca visual, sobre todo si los errores se producen en la altitud de las cimas de los cerros y montañas. Se ha señalado que los MDT de base TIN son preferibles a los de base raster ya que aquellos permiten representar de forma más fidedigna las crestas y cimas de las elevaciones, permitiendo incrementar la densidad de datos en áreas con oscilaciones especialmente intensas de la altitud (Wheatley y Gillings, 2000:10). Otra solución propuesta a este problema pasa por repetir varias veces el cálculo de la cuenca de visibilidad para cada punto de observación, introduciendo cada vez un pequeño error aleatorio en el modelo digital del terreno, de forma que los diferentes resultados obtenidos son luego combinados en forma de la más probable cuenca visual potencial (Wheatley y Gillings 2002:209). Por otro lado, los algoritmos de cálculo de la cuenca visual propiamente dicha también pueden producir variaciones en los resultados: a este respecto, los estudios del geógrafo P. Fisher (1993) han demostrado la existencia de variaciones de hasta el 50% en el tamaño de una misma cuenca visual 147 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán dependiendo del algoritmo empleado. Por ello resulta altamente recomendable acompañar estos estudios de metadatos relativos a las características y criterios aplicados en los programas de cálculo para establecer el grado de homologación entre unos resultados y otros, así como emplear las observaciones directas de campo como método de corroboración de los resultados obtenidos. 3.2.c.e.- Interpretación de límites y fronteras No sería oportuno terminar la sección dedicada al análisis espacial y territorial sin entrar en un comentario, siquiera breve, acerca del un aspecto interpretativo sobre el que han incidido distintos modelos interpretativos a partir de las técnicas y procedimientos descritos en las páginas precedentes: la cuestión de los límites y fronteras. Tanto el análisis de captación de recursos como la teoría del lugar central, como las distintas técnicas de análisis de la territorialidad teórica tratadas (polígonos de Thiessen, modelo X-TENT, coeficientes del vecino más próximo, de equilibrio espacio-población, de gravedad, de preponderancia topográfica y visibilidad, etc.) han sido utilizados en los últimos treinta años para mejorar nuestro conocimiento de las sociedades prehistóricas. Es cierto que todo este arsenal metodológico tiene importantes limitaciones e inconvenientes, como no ha dejado de señalarse en la literatura científica (críticas que han sido también objeto de discusión aquí), y que otros enfoques posteriores han aportado valiosas contribuciones, como es el caso de la Arqueología postprocesual con su énfasis en los paisajes rituales, o la propia teoría de sistemas mundiales, que son objeto de una discusión pormenorizada en las siguientes secciones de este manual. Sin embargo, a pesar de esas limitaciones, una valoración global honesta de los resultados del enfoque procesualista del análisis territorial tiene que empezar por admitir que, como conjunto metodológico, ha producido una verdadera revolución interpretativa en Arqueología, más que evidente si se tiene en cuenta el estado en el que se encontraba el tema con anterioridad a los años 1960, cuando aún predominaba de forma casi absoluta el enfoque histórico-cultural. Ello es particularmente obvio en el caso de la Arqueología Prehistórica europea. Naturalmente, la aplicación de dichos métodos ha diferido bastante de tratarse de las sociedades de cazadores y recolectores del Paleolítico y del Mesolítico o de las sociedades sedentarias y campesinas de la Prehistoria Reciente (Neolítico, y edades del Cobre, Bronce e Hierro). Las formas de vida de los cazadores-recolectores y de los campesinos son tan diametralmente diferentes que la forma de aplicación y los resultados deparados por el análisis espacial no podían dejar de ser algo distintos. Por la naturaleza de sus sistemas de aprovechamiento de recursos y su organización socio-económica, las sociedades de cazadores y recolectores muestran unas pautas de territorialidad móviles y abiertas. Los análisis de captación de recursos han mostrado la amplitud del abanico de recursos y de los territorios utilizados por las sociedades del Paleolítico Superior para obtener sus recursos en el marco de su forma 148 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de vida movil, así como la variedad de asentamientos temporales generados en el proceso (Gamble, 1999:352-362; Moure Romanillo y González Morales, 1992:105-108). Se han planteado diversas hipótesis sobre la naturaleza de las distintas clases de lugares de asentamiento de las sociedades cazadoras y su articulación en pautas de movilidad relacionadas con distintas estrategias de explotación impuestas por la concentración y variabilidad estacional de los recursos. Estos asentamientos pueden variar desde campamentos semipermanentes, hasta campamentos efímeros (para unas pocas noches), pasando por campamentos temporales y estacionales. La articulación entre esas clases de asentamientos nómadas con respecto a la distribución de los recursos resulta en pautas de movimiento de los cuales se han elaborado clasificaciones precisas (Butzer, 1989:228-231) (Figura 110). El carácter abierto de los territorios de las bandas de cazadores se manifiesta en la ausencia de delimitaciones o fronteras estrictas y permanentes: inexistentes los sistemas de apropiación privada de la tierra, los cazadores consideran a toda la naturaleza como un marco abierto de existencia, un marcoque no puede ser poseído por nadie y del que todos los seres humanos son parte inherente. El comunalismo económico se expresa en unas pautas abiertas de comportamiento territorial, de forma que, aunque existe una noción de cual es el territorio en el que se desenvuelve la comunidad, ello no comporta una territorialidad exclusivista o disuasoria. Se distinguen grados de permisividad de acceso en función de que los extraños sean amigos/parientes o enemigos/extraños, pero los conflictos territoriales y la guerra tienen una dimensión más simbólica que real entre los cazadores (Service, 1984:7374). Por ello, el modelo de análisis espacial más aplicado al estudio de las sociedades de banda ha sido el ACR, mientras que los orientados al estudio de la jerarquización y control del territorio han tenido mayor aplicación en el estudio de las sociedades campesinas. Efectivamente, las sociedades campesinas que comienzan a extenderse por toda Europa desde la neolitización mostrarán a lo largo de la Prehistoria Reciente pautas fijas y cerradas de territorialidad. Mediante la intensificación de la producción por unidad de territorio, la economía campesina sedentaria sustituye (y, literalmente, arrincona) la economía de carácter extensivo y móvil de los cazadores. Si ésta se basaba en la movilidad (seguimiento de manadas de grandes mamíferos, movimientos estacionales), la segunda depende de la ocupación y el control constante de un espacio fijo. No es sorprendente, por tanto, que a lo largo de la Prehistoria Reciente se observe por toda Europa un sostenido proceso de cerramiento y jerarquización del territorio (Figura 111). Este cerramiento se observa a nivel semi-micro en la aparición en el perímetro de los asentamientos de estructuras de delimitación y protección que, quizás en un primer momento estuvieron concebidas para mantener protegido el ganado y apartadas a las alimañas, pero que sin duda a partir de un cierto punto se convierten en un esencial mencanismo de defensa contra competidores y vecinos hostiles. La Figura 112 muestra uno de los ejemplos más espectaculares de asentamientos 149 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán cerrados de toda la Prehistoria europea: las nuragas de Cerdeña (otros ejemplos son los fortines de la Edad del Cobre de la Península Ibérica). La aparición de los primeros sistemas de parcelación agraria y de sistemas de zonificación social (asentamientos con estructuras murarias y otras delimitaciones físicas internas que parecen sugerir procesos de segregación entre los miembros de una misma comunidad), de los cuales los más antiguos actualmente conocidos corresponden a la Edad del Bronce, expresan espacialmente los procesos de creciente privatización de la producción y jerarquización social (en definitiva, extensión de las desigualdades) en que se encuentran inmersos los campesinos del algunas regiones europeas. La Figura 113 muestra un ejemplo de algunas de las primeras parcelas agrarias documentadas en la Prehistoria de Europa. A escala macro, el desarrollo de instalaciones defensivas en el perímetro de sistemas de asentamientos o en las proximidades de las fuentes de materias primas y recursos básicos es un rasgo común entre las sociedades agrarias (Butzer, 1989:240). En el caso de la Prehistoria Reciente europea, el proceso de paulatina densificación (en algunos casos hasta la saturación) humana del territorio como resultado del crecimiento demográfico a largo plazo hace que algunas formaciones sociales acaben desarrollando sistemas territoriales muy definidos y exclusivos (como el mostrado en el modelo de empaquetamiento de hexágonos discutido anteriormente). Este proceso se agudiza notablemente con el proceso de jerarquización social y surgimiento del Estado, en un proceso que culmina con la fortificación y militarización de las fronteras territoriales por parte de los estados territoriales históricos. De ello existen abundantes ejemplos antiguos, desde la Gran Muralla china (cuya construcción comienza en el siglo XII a.n.e.), hasta la ya citada muralla de Adriano (construida en el siglo II d.n.e. para impermeabilizar la frontera norte del imperio romano en las Islas Británicas), como contemporáneos, desde la Línea Maginot (construida por Francia después de la I Guerra Mundial para defender su frontera con Alemania) hasta el Muro de Berlín, resultado de la Guerra Fría. La Figura 114 muestra de forma diagramático varios modelos de relaciones fronterizas con distintos tipos de frontera (cadena, barrera, ecológica, etc.) Los métodos de análisis de la territorialidad teórica discutidos anteriormente han tenido una gran aplicación en la definición de modelos fronterizos, surgiendo un importante debate sobre la formación de fronteras y delimitaciones políticas y los métodos para su identificación arqueológica, lo que ha generado una considerable literatura especializada (ver por ejemplo Alexander, 1977; 1978; DeAtley y Findlow, 1984; Green y Perlman, 1985; Burillo Mozota, 1989; Lighfoot y Martínez, 1995; etc.). 3.2.c.f.- Lecturas recomendadas Definición Introductorias 150 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Fernández Martínez, V. y Ruiz Zapatero, G. (1984): "El análisis de territorios arqueológicos: una introducción crítica" Arqueología Espacial 1, 55-71. Teruel. Colegio Universitario de Teruel Sanmartí, J. y Santacana, J. (1992): "Arqueología espacial." En Rodá, I. (Ed.): Ciencias, Metodologías y Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 165-172. Barcelona. Edicions La Caixa Ruiz Zapatero, G. y Burillo Mozota, F. (1988): "Metodología para la investigación en arqueología territorial.” Munibe, Suplemento 6, 45-64. San Sebastián Orejas, A. (1998): "El estudio del paisaje. Visiones desde la Arqueología.” Arqueología del Paisaje. Actas del Coloquio Celebrado en Teruel (septiembre, 1998). Arqueología Espacial 19-20, 9-20. Teruel. Instituto de Estudios Turolenses Vicent García, J. M. (1991): "Fundamentos teórico-metodológicos para un programa de investigación arqueo-geográfica.” En López, P. (Ed.): El Cambio Cultural del IV al II Milenios a. C. en la Comarca Noroeste de Murcia, 31-79. Madrid. CSIC Avanzadas Anschuetz, K. F. - Wilshusen, R. H. - Scheick, C. L. (2001): "An archaeology of landscape: perspectives and directions." 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(1990): Análisis Espacial en Arqueología. Barcelona. Crítica. Capítulo 4 Análisis de intervisibilidad y cuenca visual Introductorias Gillings, M. y Wheatley, D. W. (2001): "Seeing is not believing: unresolved issues in archaeological visibility analysis." En Slapsak, B. (Ed.): On the Good Use of Geographic Information Systems in Archaeological Landscape Studies. COST Action G2, 25-36. Brussels Wheatley, D. (1995): "Cumulative viewshed analysis: A GIS-based method for investigating intervisibility and its archaeological application." En Lock, G. y Stancic, Z. (Eds.): Archaeology and Geographical Information Systems: A European Perspective, 171-185. London. Taylor & Francis Wheatley, D. y Gillings, M. (2002): Spatial Technology and Archaeology. The Archaeological Application of GIS. London. Taylor & Francis. Capítulo 10 Avanzadas Baena Preysler, J. y Blasco Bosqued, C. (1997): "Cambios en los patrones de asentamiento y visibilidad. El Bronce Final y la Primera Edad del Hierro en el Bajo Manzanares." En Baena, J. - Blasco, 152 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán C. - Quesada, F. (Eds.): Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, 195-212. Madrid. Universidad Autónoma de Madrid Ericson Lageras, K. (2002): "Visible intentions? Viewshed analysis of Bronze Age burial mounds in western Scania, Sweden." En Scarre, C. (Ed.): Monuments and Landscape in Atlantic Europe. Perception and Society during the Neolithic and Early Bronze Age, 179-191. London. Routledge Gaffney, V. - Stancic, Z. - Watson, H. (1996): "Moving from catchment to cognition: tentative steps towards a larger archaeological context for GIS" En Aldenderfer, M. y Maschner, H. (Eds.): The Anthropology of Human Behavior through Geographic Information and Analysis, 132-154. Llobera, M. 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(1989): "El concepto de frontera: implicaciones teóricas de la noción de territorio político.” Fronteras. Arqueología Espacial 13, 7-18. Teruel Lerner, S. (1984): "Defining prehistoric frontiers: a methodological approach." En Deatley, S. P. y Finlow, J. F. (Eds.): Exploring the Limits. Frontiers and Boundaries in Prehistory. British Archaeological Reports, 67-80. Oxford Lightfoot, G. y Martínez, A. (1995): "Frontiers and boundaries in archaeological perspective." Annual Review of Anthropology 24, 471-492. Palo Alto Ruiz Rodríguez, A. y Molinos Molinos, M. (1989): "Fronteras: un caso del siglo VI a.n.e." Arqueología Espacial 13. Fronteras, 121-137. Teruel Avanzadas Deatley, S. P. y Finlow, J. F. (Eds.) (1984): Exploring the Limits. Frontiers and Boundaries in Prehistory. Oxford Donnan, H. y Wilson, T. M. (Eds.): Border Approaches: Anthropological Perspectives on Frontiers. Lanham Ekholm, G. F. y Willey, G. R. (Eds.) (1976): Archaeological Frontiers and External Connections. Austin. University of Texas Press Green, S. W. y Perlman, S. M. (1985): The Archaeology of Frontiers and Boundaries. Orlando. Academic Press 153 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 3.3.- La propuesta de la Arqueología postprocesual: el análisis simbólico. 3.3.a.- Referentes epistemológicos. A mediados de los años 1980 comienza a gestarse una reacción crítica contra el enfoque procesualista y la teoría que lo inspira en el ámbito del análisis del territorio, la Ecología Cultural. Esta reacción, arranca y arraiga con fuerza en la Arqueología británica a partir de los trabajos de I. Hodder (1949 - ) y se la ha venido conociendo dentro de la disciplina con varias denominaciones tales como post-procesualismo, contextualismo o Arqueología simbólica. Aunque sería posible establecer una serie de matices entre los contenidos de las mismas, en esta sección, aún a riesgo de pecar de un cierto exceso de generalización, nos referiremos genéricamente a ellas como postprocesualismo. En los años 1970 Hodder se había interesado por el análisis espacial en Arqueología (es co-autor junto con C. Orton de un manual clásico de este tema citado en varias ocasiones en la sección anterior). Sin embargo, después de una investigación de campo con el pueblo Baringo de Kenia, su concepción del papel de la cultura material en la sociedad humana experimenta una profunda transformación, dando comienzo a una andadura teórica novedosa que cristalizaría con la publicación de libros como Symbols in Action en 1982 y Reading the Past en 1986, cimientos de una fecundísima producción académica posterior. Estos y otros trabajos resultarán influyentes en un grupo de investigadores británicos quienes en años recientes han comenzado a consolidar lo que parece ser un nuevo frente teórico en la Arqueología contemporánea. Aunque hasta cierto punto heterogéneas y sin conexión de escuela propiamente dicha, expresiones de esta corriente de pensamiento arqueológico son, entre otros, trabajos como Social Theory and Archaeology (Teoría Social y Arqueología) publicado en 1987 por M. Shanks y C. Tilley, Time, Culture and Identity (Tiempo, Cultura e Identidad) de J. Thomas, publicado en 1996, o Metaphor and Material Culture (Metáfora y Cultura Material) de C. Tilley, aparecido en 1999. Uno de los elementos de interés principal de la Arqueología postprocesual ha sido la construcción de una teoría de las relaciones grupo-medio alternativa a la de la Ecología Cultural, que, como hemos visto anteriormente, se basa fundamentalmente en la noción de adaptación y en los modelos de la geografía locacional y cuantitativa. Esta alternativa ha venido siendo denominada en una parte de la literatura reciente como Arqueología del paisaje, una denominación que, como veremos más adelante, no deja de resultar algo problemática desde el punto de vista semántico, ya que el término paisaje tienen un significado general más amplio que el ciertamente restringido que le dan los postprocesualistas. La Arqueología del paisaje tiene una de sus formulaciones más conspicuas en el trabajo de C. Tilley publicado en 1994 Paths, Places and Monuments. A Phenomenology of Landscape, un libro que es objeto de discusión más adelante. 154 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Antes, no obstante, de entrar a considerar brevemente la articulación interna de esa Arqueología del paisaje (o lo que, en consonancia con la formulación en contra de las distintas “arqueologías” hecha al principio de este libro, podríamos designar mejor como “análisis arqueológico de la dimensión simbólica de las relaciones grupo-medio”) será conveniente repasar los principales postulados epistemológicos de los que emana. Y es que la teoría arqueológica postprocesualista se nutre de un amplio abanico de impulsos filosóficos, epistemológicos y teóricos que abarcan desde el idealismo histórico hasta el estructuralismo antropológico, pasando por corrientes filosóficas de amplio alcance como la fenomenología* y su variante hermeneútica, el anarquismo epistemológico y el postmodernismo. Varios son por tanto los elementos que deben distinguirse en una caracterización epistemológica sucinta del postprocesualismo: a) Crítica al cientifismo lógico-positivista y racionalista y preferencia por el relativismo. Un tema importante en la agenda crítica del postprocesualismo ha sido el cuestionamiento del carácter científico de la Arqueología, que es lo mismo que decir el abandono del marco cientifista de base cuantitativo-matemática, sistémica y lógico-positivista propugnado por el procesualismo. En esta dirección ha sido evidente la influencia del filósofo P. Feyerabend (1924-1994), quien en su conocida obra Against Method (Contra el Método), publicada en 1975, realiza una crítica de la noción contemporánea de ciencia como entidad intelectual separada de otras formas de pensamiento (consideradas más primitivas, como el mito o la religión) que se situa en las antípodas del planteamiento hempeliano que había influido en el enfoque procesualista. Las principales premisas de la propuesta feyerabendiana son (i) el rechazo de la noción de certidumbre (negación de la posibilidad de un conocimiento científico cierto o verdadero); (ii) postulado del todo vale (anything goes) epistemológico, según el cual la producción del conocimiento no debe estar presidida por ningún sistema cerrado de reglas lógicas; (iii) aceptación del principio de incomensurabilidad entre las teorías e hipótesis científicas (no existen criterios externos objetivos con los que valorar la validez de una hipótesis o teoría con respecto a otras); (iv) postulado del principio de la contra-inducción (es decir, la conveniencia de ignorar las evidencias empíricas mayoritarias) y finalmente (v) postulado de la inconsistencia deliberada (proponer hipótesis y teorías en contra-corriente del conocimiento establecido o supuestamente establecido para así favorecer la creatividad y originalidad de la ciencia). Como versión arqueológica de este postmodernismo epistemológico, el postprocesualismo excluye la posibilidad de una metodología científica universalmente válida para la interpretación de las sociedades humanas a través del registro arqueológico, y muy especialmente de criterios de evaluación entre las distintas teorías e hipótesis arqueológicas (Hodder, 1988a:202; Shanks y Tilley, 1987:209; Criado Boado, 1993:14): el conocimiento arqueológico es, inevitablemente, moralidad o política (Shanks y Tilley, 1987:212). Un rasgo bastante común entre los distintos 155 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán proponentes de esta corriente es, asimismo, un rechazo explícito de la aplicación de las matemáticas a las ciencias sociales. En conexión con el rechazo feyerabendiano a la ciencia en el sentido convencional, el enfoque postprocesualista se ha interesado en años recientes por la fenomenología y la hermeneútica, dos ramas de la filosofía contemporánea por las que hace apenas 15 años (y a pesar del debate que ya habían despertado en la Geografía) la teoría Arqueología no había aún mostrado ningún interés (Hodder, 1987a:135). La filosofía fenomenológica de Edmund Husserl (1859-1938) tiene como propósito principal el estudio de los fenómenos de la experiencia humana subjetiva partiendo del rechazo de cualquier consideración de su realidad objetiva o de objetivación científica. Este rechazo del objetivismo como separación indeseada e innecesaria entre el investigador y el objeto de estudio es encontrado en los textos postprocesualistas (cf. por ejemplo Thomas, 1990:167). Los fenómenos estudiados son principalmente aquellos relativos a los actos de conciencia (actos cognitivos y de percepción), aunque también aquellos de valoración y apreciación estética. La fenomenología se preocupa por tanto del “mundo habitado” por el individuo donde el “espacio” es más bien un “lugar” definido como centro de significado subjetivo, foco de implicación y vinculación emocional para cada individuo. La propuesta de Martin Heidegger (1889-1976), discípulo de Husserl, parte de una revisión de la noción de hermeneútica, la disciplina tradicionalmente encargada de la interpretación de textos sagrados. En el sentido que le da Heidegger, (que es el sentido en el que esta filosofía es asumida por una parte de la Arqueología postprocesual), el análisis del Pasado implica inevitablemente una interacción entre las evidencias materiales (texto) y el investigador, que se convierte en parte del resultado interpretativo final. Esta filosofía pone el énfasis en un concepto de las ciencias humanas entendida como una recreación de la experiencia subjetiva de otros individuos. Siguiendo el concepto husserliano de “mundo habitado”, Heidegger especula con la noción del propio cuerpo humano como foco para la percepción del mundo, como enlace entre la mente y el pensamiento por un lado y el mundo por otro, de forma que el cuerpo se convierte en una herramienta de percepción y comprensión. En el caso de la Arqueología postprocesual la fenomenología es utilizada como un marco de referencia para el estudio de la percepción subjetiva (individual o colectiva), esto es, en un ensayo de descripción y comprensión de los fenómenos tal y como fueron experimentados por los sujetos actores y protagonistas del Pasado (Tilley, 1994:12). En este sentido, desde el punto de vista de la antropología de las sociedades prehistóricas, lo que se plantea no dista excesivamente de la noción de perspectiva emic en tanto que análisis de los rasgos o fenómenos culturales que parte del marco de referencia interno, es decir, del propio sistema de valores y creencias de los informantes u objeto de estudio (Harris, 1987:52-53). 156 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán b) En consonancia con el relativismo de orden metodológico, la alternativa postprocesualista se inclina por una teoría de la causalidad del cambio social y cultural que enfatiza el poder creador y transformador de la mente y los pensamientos humanos. Por un lado, las explicaciones basadas en factores demográficos, tecnológicos o medio-ambientales son tachadas de mecanicistas y funcionalistas (Criado Boado, 1993:19: Thomas, 1993a:26); por otro, se subraya la importancia de la acción volitiva, del pensamiento y de la mente como fuerzas capaces motoras y transformadoras del mundo. Así, persiguiendo la construcción de una teoría arqueológica del comportamiento humano que de cabida a esa preocupación por los actos cognitivos y el pensamiento, el postprocesualismo conecta con el estructuralismo del antropólogo francés C. Levi-Strauss (1908-2009). Centrando su interés en la mente humana y en los patrones universales de comportamiento, para el estructuralismo, “…en lugar de estar determinado por las leyes de la adaptación, el individuo está determinado por las estructuras y/o universales de la mente humana” (Hodder, 1988a:66). Algunos de los temas básicos planteados por el estructuralismo aparecen con claridad como prioritarios en la agenda teórica postprocesualista. Tal es el caso del análisis de los sistemas religiosos, mitológicos y cosmogónicos, los cuales, como los sistemas de parentesco o las lenguas, tienen para LéviStrauss el potencial de expresar pautas culturales universales. La propia heurística de la semiótica para el estudio de los signos* y el arte prehistórico (signos que pueden actuar como iconos, símbolos o señales) es considerada como una herramienta fundamental para entender la mente humana (Hodder, 1987b:3; Tilley, 1991:7; Children y Nash, 1997:1). Combinando la teoría estructuralista con el materialismo estructural de Maurice Godelier (1934 - ), el postprocesualismo busca enfatizar el potencial de la ideología y el pensamiento como motores activos del cambio social y cultural. Las ideas y sus expresiones materiales (signos y símbolos) no son entendidas como meros reflejos o expresiones de la realidad material, sino como elementos activos y dinámicos de la cultura (de ahí la importancia concedida a los símbolos en acción) capaces en sí mismos de transformar la percepción individual y colectiva de la realidad. Frente a la preeminencia concedida por la Ecología Cultural a la noción de adaptación y a su tendencia a las explicaciones de corte determinista medio-ambiental o tecno-ambiental, el postprocesualismo propone que las ideas, las creencias y los mitos pueden actuar como una verdadera infraestructura. El idealismo del filósofo e historiador británico R. G. Collingwood (1889 – 1943) constituye la tercera y última gran influencia declarada (Hodder, 1987a:140; 1988:113-120; Small, 1987:105) del postprocesualismo en la construcción de una teoría arqueológica de la mente y sus expresiones inmateriales (ideas, lenguaje) y materiales (signos). Anclado al idealismo de la tradición historiográfica* europea, Collingwood plantea en su Idea of History (Idea de la Historia, publicado en 1946) que la esencia del conocimiento histórico reside en el conocimiento de lo que la mente humana hizo en el Pasado y, al mismo tiempo, en la re-edición de los eventos del Pasado en el Presente. Las principales prioridades en la investigación histórica 157 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán son la reconstrucción de los sistemas de pensamiento que dieron lugar a los hechos del Pasado, así como la caracterización de cada periodo de la Historia en términos de la metafísica y la estética en ellos predominante. c) Atendiendo a las premisas epistemológicas citadas, el postprocesualismo muestra como tercera gran característica la predilección por el estudio de temáticas relacionadas con la mente humana y sus manifestaciones de orden simbólico, lo que se traduce en la práctica en una especial atención a los vestigios y prácticas funerarias y a los elementos de representación simbólica del mundo (religión), por oposición a la especial atención prestada por la Arqueología procesual a las dinámicas de asentamiento y explotación de los recursos naturales (economía). En este sentido, la teoría postprocesualista ha tenido un innegable éxito en estimular la investigación de temas relacionados con la evolución y funcionamiento de la mente humana y sus productos, un tema que, como es bien sabido, era prácticamente tabú dentro del tradicional paradigma histórico-cultural. Estas investigaciones se han reflejado sobre todo en los trabajos de los investigadores anteriormente citados (Tilley, 1994; 1998; Thomas, 1996; etc.), aunque podría decirse que también han tenido su expresión en aproximaciones teóricas e interpretativas de carácter no estrictamente postprocesualista. De algún modo, el énfasis del enfoque postprocesual en el aspecto cognitivo de la vida humana ha estimulado una importante corriente de interés por el estudio de la mente humana (véase por ejemplo Renfrew, 1985; Renfrew y Zubrow, 1994; Mithen 1996; Bradley, 1996; Nash, 1997; Gibson y Simpson, 1998; etc.). Por ello, habría que concluir que una de sus más importantes contribuciones al debate arqueológico reciente está siendo la maduración de una verdadera “Arqueología de los sistemas de creencias” que con anterioridad había sido bien, considerada inviable, (imposible dada la propia naturaleza epistemológica de la Arqueología) o bien simplemente dejada de lado por agendas teóricas con prioridades más urgentes. En el caso de la prehistoria europea, estas aproximaciones postprocesualistas a los sistemas de creencias han tenido un potente impacto en el estudio del fenómeno megalítico. Probablemente, a este respecto haya tenido cierta influencia el hecho de que el postprocesualismo sea un movimiento intelectual asociado de forma muy especial a la Arqueología del Reino Unido, donde el megalitismo es un fenómeno especialmente llamativo de estudio de la Prehistoria. En esta dirección se han venido haciendo en los últimos años propuestas interpretativas verdaderamente novedosas dentro de un campo que desde comienzo de los años 1970, a raíz del revolucionario cambio de perspectiva que supuso el trabajo de C. Renfrew (1973), había ido experimentando un cierto estancamiento. Dentro de las lecturas simbolistas, fenomenológicas o hermeneúticas que del megalitismo europeo se han hecho en los últimos años, un tema que ha destacado es el de su dimensión espacial, y más específicamente paisajística, lo que le da relevancia desde el punto de vista del tema de este libro. Más adelante se utiliza precisamente el caso del megalitismo en la 158 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Europa atlántica como estudio de caso para ejemplificar de forma práctica el análisis arqueológico de los paisajes rituales. 3.3.b.- El paisaje: una nueva perspectiva. a) Posiblemente la forma más adecuada de comenzar esta sección sea abordando la definición del concepto de paisaje de acuerdo con la Arqueología simbólica, ya que dicha noción constituye de hecho una de las banderas teóricas de su oposición al enfoque procesualista ¿Qué es en realidad el paisaje? En principio, intuitivamente, la acepción tradicional de este término nos remite al entorno natural, al conjunto sistémico de variables físicas que integran el medio ambiente: el sustrato rocoso (la litología), los suelos (edafología), el relieve (fisiografía y topografía), la cobertura vegetal (fitografía), las formas de vida animales (zoología), los usos del suelo inducidos y gestionados por el ser humano y un largo etc. de variables. Para la Arqueología simbólica, esta es la definición típicamente ecológico-cultural del medio físico, un entorno frío, deshumanizado, concebido únicamente como un conjunto de recursos pasivos que esperan ser explotados o manipulados por las sociedades humanas. La definición postprocesualista de paisaje es de carácter fenomenológico, es decir, nos remite, primero, a la subjetividad de la experiencia emocional, cognitiva, sensorial, perceptiva e ideológica de estar en el paisaje y de estar en el mundo y, segundo, a la dimensión ideológica, simbólica y religiosa de los elementos físicos del entorno (Thomas, 1993a; 2001; Tilley, 1994; Bender, 1993; 1999; 2001). Si desde una perspectiva postprocesualista radical no hay medio ambiente, sino sólo paisaje (Layton y Ucko, 1999:3), esto es, paisaje en el sentido cognitivo, fenomenológico, desde una óptica más atemperada, el paisaje sintetizaría la dimensión física del medio natural con la dimensión simbólica del paisaje humano (Criado Boado, 1989:93). Desde el enfoque postprocesual, lejos de ser concebido exclusivamente como el escenario pasivo de la captación o la explotación económica, el paisaje es interpretado como un conjunto de elementos dotados de significado, esencialmente activos dentro la experiencia cognitiva humana, un conjunto de elementos que actúan como signos, símbolos y mensajes interactuantes con la sociedad y el individuo. En este sentido, la reivindicación de una re-organización de la agenda teórica arqueológica no puede ser más clara: entre las sociedades pre-capitalistas y prehistóricas los elementos naturales y físicos del paisaje proporcionan recursos simbólicos dotados de significado para la vida humana. Significado aquí tiene un carácter netamente subjetivo, es decir, es aquel que los individuos atribuyen a sus propios actos, de forma retrospectiva, mediante la conciencia y la comprensión (Layton y Ucko, 1999:11) Una ingente casuística antropológica demuestra la omnipresencia de dicha significación, que se expresa en dos aspectos principales. Por un lado, la organización social y política, expresada en pautas de diseño y articulación del espacio (por 159 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán ejemplo, del asentamiento) y en pautas de control del paso, acceso y movimiento por determinados sitios de carácter sagrado (control del ritual). Por otro lado, la presencia de una temporalidad en el mundo (una temporalidad humana/ genealógica o pre-humana/mítica). Estos dos complejos aspectos del significado del mundo (discutidos en los puntos c y d de esta sección) están inscritos y fijados en el paisaje que rodea al individuo y a la comunidad, constituyendo parte inherente de la experiencia subjetiva de “habitar” y “estar” en el mundo. b) Esta definición de paisaje emerge en parte de un marcado y explícito rechazo a la mirada eurocéntrica, es decir, un rechazo de lo que desde el postprocesualismo se percibe como etnocentrismo predominante en la Antropología, la Geografía y la Arqueología de las universidades y centros académicos e intelectuales occidentales en el análisis de las sociedades prehistóricas no-europeas y sus relaciones con el entorno. Desde el punto de vista de la crítica postprocesualista, la aproximación al paisaje de la Ecología Cultural y de la Arqueología espacial no es sino la expresión académica y científica de la doctrina de maximización de rendimientos propia del modo de producción capitalista (Criado Boado, 1989:77; 1993:12-13; Thomas, 2001:169). El capitalismo, un modo de producción de carácter netamente occidental y contemporáneo, impone a la ciencia arqueológica su ideología de la naturaleza como un recurso inerte, desagregado en capas, que espera pasivamente ser explotado y utilizado para la producción de energía y la obtención de un rendimiento económico. Con todo, no se plantea que los espacios capitalistas tengan un carácter exclusivamente económico, sin significado, mientras que los paisajes pre-capitalistas y prehistóricos tengan tan solo un carácter simbólico sin economía (Tilley, 1994:21): más bien se trata de compensar la pérdida de interés que la Geografía, la Antropología y la Arqueología experimentan en un cierto momento con respecto a una dimensión tan fundamental para la vida humana y para la relación de los seres humanos con el mundo como es la ideológico-simbólica. Uno de los ejemplos utilizados por esta crítica para expresar el distanciamiento que la mirada occidental sufre con respecto a la naturaleza es la pintura paisajística europea moderna y contemporánea (Thomas, 2001:168), una pintura a través de la cual el espectador mira a la naturaleza como asomándose desde una ventana, separado del objeto de su mirada por un aséptico cristal protector. El distanciamiento de la percepción occidental y contemporánea del paisaje (trasunto artístico del denostado objetivismo) se expresa también en la cartografía, ya que el mapa encarna una forma muy específica de percibir, registrar y entender la naturaleza, el paisaje y el mundo: la forma propia del estado capitalista. La cartografía constituye una representación del mundo de orden cartesiano y geométrico que aspira a una ilusión de transparencia y neutralidad y que trabaja para posibilitar la domesticación y control de una naturaleza cosificada, una representación en nada parecida a la de las sociedades prehistóricas y no-occidentales (Bender, 1999:31-32). Incluso, aplicadas por el científico al reconocimiento y análisis del paisaje, la cartografía y sus modernas tecnologías (sistemas de información geográfica, teledetección, mapas digitales) son interpretadas como trasunto o metáfora de los sistemas de vigilancia 160 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán y control que las grandes corporaciones y el estado aplican a la sociedad contemporánea (Thomas, 1993a:25). La crítica a la mirada occidental y capitalista al paisaje, y al análisis ecológicocultural de las relaciones grupo-medio como expresión o reflejo académico de la misma, hunde sus raíces en esa aspiración a una comprensión de la propia subjetividad perceptiva y cognitiva habida en las sociedades objeto de estudio (el otro). Una vez rechazada la mirada occidental (es decir, la mirada externa), toda la prioridad del esfuerzo epistemológico es dirigida a reconstruir la mirada interior o interna hacia el paisaje de la propia sociedad estudiada (a la manera, podríamos decir, de la perspectiva emic). La crítica a esta propuesta del postprocesualismo ha señalado la inviabilidad metodológica de este planteamiento en la Arqueología, donde los supuestos informantes han desaparecido (al contrario de la Antropología, donde están vivos y pueden hablar, o la historia, donde han dejado sus testimonios escritos) y por tanto los portavoces de esa/s perspectivas interna/s ya no existen (Binford, 1989:70-71; Layton y Ucko, 1999:13). c) Con respecto a la fijación en el paisaje de las pautas de organización social, son abundantes las referencias etnográficas a la importancia que entre las sociedades prehistóricas tienen los símbolos en la articulación del espacio más inmediato a la experiencia diaria. La influencia de la cosmología en la forma y organización del espacio doméstico (a escala micro, la tienda, la cabaña; a escala semi-micro, el campamento, la aldea) ha sido ampliamente documentada en los estudios etnográficos (Richards, 1996a:194), de forma que el lugar de habitación constituye un todo articulado de partes, elementos y espacios que conforman complejas metáforas alusivas a narraciones de temática inspirada en lo natural o en lo sobrenatural. C. Tilley (1999) comenta desde una perspectiva fenomenológica el extraordinario caso de los Batammaliba de Togo, para quienes el espacio doméstico es un trasunto de la anatomía humana, tanto en cuanto a los materiales de construcción como en cuanto a sus diversas partes (Figura 115). Así, la tierra y el barro con el que se fabrica el adobe constituyen la carne del asentamiento, los guijarros empleados en suelos y basamentos de muros, los huesos, el agua es la sangre y el revoco con que las paredes se decoran, la piel: las decoraciones incisas sobre las superficies exteriores de las paredes y muros son trasunto de las escarificaciones con que los habitantes decoran su cuerpo. Igualmente, la puerta de acceso al hábitat es la boca, los orificios que permiten ver desde el interior el espacio que se abre frente al bastión que protege la puerta, los ojos, el desagüe en la parte posterior del hábitat, el ano, y así sucesivamente. Semejante importancia tienen los senderos y los caminos como “palabras” o “textos” escritos en el paisaje y dotados de significados muy precisos para los actuantes. Senderos y caminos como “señales” de actividad humana presente y pasada, provistos de significados que deben ser interpretados y con respecto a los cuales se reacciona de una u otra forma (Tilley, 1994:29-31; Bender, 2001:82). Igualmente, complejos simbolismos religiosos, místicos y cosmogónicos, que abarcan múltiples 161 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán aspectos de la vida y la experiencia humana en las sociedades primitivas, emanan desde diferentes hitos y lugares del paisaje (también desde marcas realizadas por el ser humano tales como grabados o pinturas rupestres), indicando formas “correctas” y “apropiadas” de movimiento en función de la identidad cultural (etnia) y/o de la escala que cada individuo ocupa en la sociedad por su género, su edad o su rango social. La experiencia corporal y sensorial del movimiento por el paisaje en general (y especialmente por paisajes con fuertes connotaciones simbólico-religiosas) es, antes que una experiencia de visualización o percepción global (como por ejemplo puede aportar una fotografía aérea o un mapa), una experiencia de carácter secuencial, donde el individuo encuentra y percibe subjetivamente primero un lugar, luego otro y así sucesivamente, creando en su mente una sucesión de eventos que conforman una verdadera narrativa (Thomas, 1990:169). Igualmente, en el ámbito de los lugares de carácter funerario (a escala micro, la tumba, el mausoleo, a escala semi-micro la necrópolis, el recinto de los muertos) complejos sistemas de significado impregnan cada lugar, todo el paisaje. La casuística etnográfica es abrumadora. Por citar un ejemplo, entre los Malangan de Nueva Irlanda (Nueva Guinea Papua, Melanesia) se utilizan en las ceremonias funerarias unos tótems de madera (fabricados ad hoc para la ocasión por artesanos especialistas) que fijan, mediante un sofisticado procedimiento nemotécnico, el conjunto de reglas y normas que deberán presidir la transmisión de los derechos de uso y explotación de la tierra que había ostentado el difunto, a la vez que establecen la memoria (la historia) de la secuencia de abandonos y sucesivas cubriciones por la selva que la casa y huertos del fallecido han experimentado a lo largo de su vida (Küchler, 1993). Con su complejo código (sistema semiológico), la representación artística creada con motivo del acto funerario se transforma en un poderoso símbolo con significado fundamental para la organización de la actividad productiva. En definitiva, el paisaje puede actuar como una verdadera plantilla organizativa de formas de comprensión, actuación, y presencia en el mundo. La capacidad de control del acceso a determinados lugares y escenarios se constituye como un mecanismo fundamental de dominio y poder. Las simbologías más complejas e intrincadas se extienden por todo el medio físico, dando sentido a la realidad social, económica e ideológica de un grupo humano dado c) Mención aparte merece la dimensión de temporalidad en la significación del paisaje entre las sociedades prehistóricas, ya que quizás se trate de una de las más vigorosas y originales contribuciones del discurso postprocesualista al análisis arqueológico del territorio. A este respecto, es preciso dejar sentado que la aproximación ecológico-cultural del procesualismo no carece de un interés definido por la temporalidad y la diacronía del paisaje; antes al contrario, como se discutió en la sección anterior, la Ecología Cultural construyó a partir de la nada (es decir, a partir del historicismo cultural) la noción de análisis diacrónico del paisaje en base a los estudios paleobotánicos o geoarqueológicos. La diferencia entre procesualismo y postprocesualismo estriba más bien en el aspecto de la temporalidad considerado, 162 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán la una incidiendo en la evolución del medio físico (nicho ecológico) a partir de los factores naturales y antrópicos, la otra más interesada por la temporalidad cultural (genealógica y mítico-cosmogónica). En efecto, quizás una de las contribuciones más perdurables de la Arqueología del paisaje postprocesualista sea la noción de que, para las sociedades humanas prehistóricas, el pasado es un elemento tan constitutivo e integrante del paisaje como sus propios elementos físicos. La misma acción toponímica sobre el paisaje, esto es, el acto consciente de dar nombre a sus eventos y elementos, actúa universalmente como un principio o regla nemotécnica destinada a fijar el Pasado en la memoria y en la experiencia subjetiva de los individuos. Esa memoria integra tanto el Pasado mítico (o pre-humano, es decir, cosmogonía) como el Pasado humano (genealogías) y, mediante la transmisión oral y el ritual, actúa como un elemento fundamental de la reproducción social y cultural de la comunidad (Cosgrove, 1993:281-282; Küchler, 1993:86; Tilley, 1994:32-33; Children y Nash, 1997:2; Gosden y Lock, 1998:4-5; Barrett y Fewster, 1998:851). Las cosmogonías y mitologías que explican el origen del mundo y de la humanidad están fijadas en el paisaje, en sus formas y en sus nombres. Paisaje y mito se articulan conformando sistemas a través de los cuales se reproducen y representan las relaciones sociales entre individuos y grupos, así como las relaciones entre la humanidad y la naturaleza. Igualmente, las genealogías e historias relativas a los antepasados, la propia historia de una comunidad humana dada está, en ausencia de documentos escritos que la registren, inscrita en el paisaje donde espera ser recreada y reencarnada en forma de tradiciones orales, creencias y rituales. El dominio de lo funerario, como registro material de los antepasados, cobra en este sentido una gran importancia como registro o testigo del Pasado. Entre las sociedades móviles de cazadores y recolectores, la memoria está inscrita en la propia naturaleza; en las sociedades de campesinos sedentarios la naturaleza es transformada y monumentalizada para recibirla y fijarla. En cualquiera de ambos casos, bosques, árboles, montañas, rocas, agujeros, cavernas, ríos, lagos, pozos, y una miríada de elementos de la naturaleza son integrados en una narrativa mítica y genealógica del Pasado de la que los individuos son plenamente conscientes y conocedores y con la que interactúan constantemente. La existencia (presencia) de esa memoria materializada (dimensión temporal humana) en el paisaje es de una importancia doble. Por una parte, de ella se nutren los códigos morales, éticos y de comportamiento, objeto de procesos y pautas de enculturación que se repiten generación tras generación (Tilley, 1994:33-34): el paisaje sostiene, sustenta y fija una narrativa de carácter temporal que constituye (nada menos) el marco de pensamiento con que el mundo puede ser pensado y entendido. Por otra parte (fundamentalmente entre las sociedades sedentarias) la memoria genealógica constituye también un recurso fundamental de poder social y político: aquellos colectivos (grupos, comunidades, segmentos parentales, clases o castas) que carecen de una plasmación física (por ejemplo, monumentos funerarios) o inmaterial (por ejemplo, las 163 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán tradiciones orales) de la memoria, carecen de un recurso de poder de importancia crítica (Parker Pearson y otros, 1999:406). En comunidades donde los ancestros son importantes recursos de legitimación y prestigio y donde su honra y veneración requiere importantes inversiones materiales, la presencia física y la recitación oral conforman un poderoso discurso ideológico. Precisamente, esta reflexión nos conduce al estudio de caso escogido para ilustrar el tema del análisis de la dimensión ritual del paisaje: el megalitismo europeo. 3.3.c.- Paisajes rituales en la Prehistoria Europea: el megalitismo. Como se dijo anteriormente, uno de los ámbitos empíricos en los que la aproximación postprocesualista a los sistemas de creencias y a los paisajes rituales ha tenido más influencia es el del megalitismo. El megalitismo presenta la notable particularidad de constituir un fenómeno cultural de escala planetaria. Durante las últimas décadas, la investigación arqueológica ha progresado en la definición y precisión del ámbito de distribución geográfica de este fenómeno, que, según sabemos actualmente, abarca regiones de Eurasia (Guilaine, 1999), Africa (Zangato, 1999; Joussaume, 1999), Madagascar (Bloch, 1981), el subcontinente indio (Allchin y Allchin, 1982; Moorti, 1994) y Melanesia (Terrell, 1986; Kirch, 1991). La discusión contemplada en esta sección en relación con el megalitismo como estudio de caso con el que ilustrar la plasmación empírica de la teoría postprocesualista del paisaje se restringe a la casuística europea. Sin embargo, el fenómeno en sí ofrece la virtualidad de trasladar al alumnado una serie de implicaciones interpretativas extensibles a una amplia gama de sociedades prehistóricas a escala mundial. A lo largo y ancho de nuestro planeta, numerosas sociedades prehistóricas enormemente alejadas entre sí desarrollaron de forma independiente, y durante un vasto arco temporal (desde el V milenio a.n.e. hasta el presente) pautas concomitantes de expresión ideológica y simbólica que llevaban implícitas la erección de grandes construcciones en piedra. Precisamente, como veremos a continuación, el megalitismo es primero interpretado desde la óptica teórica postprocesualista como una forma de pensamiento (Criado Boado, 1989:79), una forma de pensamiento, se podría añadir, que se constituye en un semi-universal entre un determinado tipo de sociedades humanas. En el caso específico europeo, los monumentos megalíticos fueron tratados desde el paradigma histórico-cultural como poco más que simples y descontextualizados depósito de objetos (Oliveira Jorge, 1997: 55-56). Desde esta óptica, el megalitismo fue estudiado como problema artefactual y como problema crono-geográfico en clave de difusión desde focos originarios ubicados en el mediterráneo oriental (en el caso de la Península Ibérica, colonias egeas). A partir del impacto del paradigma procesualista de los trabajos de Colin Renfrew a comienzos de los años 1970, el bloqueo difusionista se rompe definitivamente y el megalitismo es abordado, desde una óptica aloctonista, en su dimensión social, económica y territorial (Renfrew, 1973). A lo largo de la última década, la aproximación fenomenológica y simbolista ha actuado ciertamente como un segundo revulsivo en este dominio de la 164 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán investigación prehistórica europea. Precisamente, el planteamiento postprocesualista del problema parte de una crítica a la interpretación ecológico-cultural y funcionalista del megalitismo, acusada de restrictiva y determinista (Criado Boado, 1993:12), y de haber reducido el fenómeno a una representación geométrica y distribucional que ignora a las personas y su pensamiento (Thomas, 1993a:30), fracasando así en establecer su verdadera dimensión ideológica, su significado. La discusión que sigue a continuación no intenta otra cosa que sintetizar los resultados de la interpretación alternativa que se ha venido planteando en un importante grupo de trabajos sobre el megalitismo europeo occidental. Por supuesto no todos los temas o enfoques a este respecto aquí discutidos son aportaciones enteramente originales de los teóricos del postprocesualismo. En diversas ocasiones sí puede ser este el caso y realmente es innegable que desde este marco de análisis se han hecho propuestas muy novedosas, principalmente (no exclusivamente) en relación con el megalitismo en las Islas Británicas. Pero en muchos otros aspectos las lecturas postprocesualistas han supuesto simplemente revisiones de datos y enfoques ya previamente aceptados. a) Desde la óptica postprocesualista, el megalitismo es abordado ante todo como expresión de una forma de pensamiento, resultado de una reflexión conceptual, que atañe al ser humano, la sociedad, el mundo y el universo, dentro de un tipo específico de sociedades, esto es, las primeras sociedades agrarias. Este aspecto del análisis postprocesualista del megalitismo ha sido perfectamente analizado por F. Criado (1989; 1993) en términos de las claves que distinguen al pensamiento que de la naturaleza ostentan los cazadores y recolectores frente al que desarrollan las primeras sociedades campesinas. Evidentemente, la más importante brecha que en ese pensamiento se abre entre uno y otro grupo de sociedades deriva de la creciente separación de la sociedad y cultura humanas que se da entre los agricultores y ganaderos con respecto a la naturaleza. Frente a la identidad total entre vida natural y vida humana que se da entre los cazadores y recolectores, las sociedades agrarias desarrollan la dicotomía de lo doméstico-cultural por oposición a lo salvaje y natural. Con el Neolítico arranca la larga lucha de los campesinos por domesticar a la naturaleza, por roturar la tierra, clarear el bosque para abrir campos de cultivo y mantener a las “alimañas” apartadas del ganado, una lucha en la que, precisamente, la invención de los monumentos comienza pronto a jugar un importante papel ideológico. La propia selección de símbolos presentes en los monumentos megalíticos, es decir, lo que se ha dado en llamar arte megalítico, con hachas de piedra pulimentada como las utilizadas para el clareo de zonas del cultivo, arados, yugos y otros (Bradley, 1989:70), reflejaría desde los comienzos de este fenómeno el universo iconográfico de una sociedad agraria3. 3 Naturalmente, según se viene desprendiendo de los abundantes estudios realizados en este ámbito durante los últimos años, el universo simbólico reflejado en el arte megalítico no se detiene ahí, sino que incluye también otras representaciones naturalistas (como antropomorfos, objetos de prestigio, etc.) así como abstractas (que han sido interpretadas en algunos casos como entópticos*, siguiendo la línea de algunas propuestas formuladas en relación con el arte rupestre paleolítico). 165 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En tal sentido, el megalitismo actúa como un mecanismo de enculturación de la naturaleza. El postprocesualismo acomete aquí un refinamiento de la teoría procesualista según la cual los monumentos megalíticos actúan como hitos o mojones señaladores de las pautas de apropiación de la tierra y del sentido de la territorialidad cada vez más exclusivo que desarrollan las primeras sociedades agrarias. De acuerdo con las premisas estructuralistas y fenomenológicas que alimentan el análisis postprocesualista, esta interpretación es insuficiente, ya que no aborda la explicación de la significación paisajística de los monumentos megalíticos en términos, primero, de su simbología y, segundo, de la experiencia sensorial y cognitiva humana de la que forman parte b) En efecto, una prioridad para la aproximación postprocesualista a los monumentos megalíticos es la interpretación de las pautas de significación simbólica que les son inherentes en tanto que espacios ceremoniales y sagrados. A continuación, resumimos algunas de las propuestas realizadas en este sentido Tensión Visible/Oculto. Por una parte, las cámaras funerarias megalíticas muestran una evidente tensión entre la voluntad de ocultación y recogimiento de sus espacios interiores subterráneos y el afán de notoriedad y visibilidad en el paisaje que aportan los túmulos que los recubren. Con ello, sus constructores establecen una tensión conceptual y arquitectónica entre lo oculto y lo visible, entre lo exterior y lo interior, que ha sido objeto de diversas interpretaciones. En los monumentos megalíticos del Noroeste de España se han distinguido tres tipos distintos de regularidades en cuanto a su perceptibilidad o visibilidad, que enfatizan bien la dimensión exterior (monumentos con túmulos de gran tamaño), o bien la interior (monumentos con túmulos de tamaño reducido y corredores más elaborados y prominentes, o mayor inversión en los ajuares), hasta llegarse a algunos casos de práctica invisibilidad exterior de los monumentos (Criado Boado, 1989:88). En el caso de los megalitos irlandeses se ha propuesto que los diferentes tipos arquitectónicos (court tombs, o galerías con un amplio atrio de acceso, passage graves, o dólmenes de corredor y cámara circular, y portal dolmens, o pequeñas cistas megalíticas) implican realmente formas distintas de aproximación y visualización: a mayor elaboración arquitectónica (mayor complejidad y número de elementos físicos tales como hogares, accesos, cámaras y tramos de corredores, representaciones artísticas), tanto mayor el impacto sensorial (respectivamente, formas de iluminación, formas de movimiento corporal, mensajes simbólicos) sobre el individuo, que llega a alcanzar una verdadera saturación sensorial (Thomas, 1990:175). Esta tensión entre lo visible y lo oculto es identificada no solo en las cámaras funerarias, sino también en los henges*, espacios ceremoniales monumentalizados propios del Neolítico y la Edad del Bronce en las Islas Británicas, consistentes en un área circular o irregular delimitada por una zanja y/o un terraplén, y ocasionalmente por círculos de postes y/o bloques de piedra. Su tamaño puede oscilar entre los 30 y los 400 metros de diámetro (como ocurre en los de Avebury y Durrington 166 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Walls), y en su interior se han encontrado fosas ceremoniales, enterramientos, altares y otros elementos de carácter ritual. Henges y cámaras delimitan el espacio estableciendo una tensión entre lo visible y lo oculto (dentro y fuera) (Figuras 116 y 117). Tensión Perspectiva/Secuencia. Vista en su dimensión paisajística, la agregación de monumentos megalíticos en grandes necrópolis y/o centros ceremoniales ha sido interpretada en clave de pautas de movimiento ritualizado. Los grandes conjuntos ceremoniales prehistóricos de Stonehenge y Avebury en las Islas Británicas han sido objeto de estudios recientes que los interpretan como grandes paisajes de carácter ritual donde la topografía, la visibilidad y la perspectiva, las corrientes de agua, los enterramientos y los propios recintos circulares (en sus distintas variantes), serían parte integrante de una compleja simbología cosmogónica de la vida y la muerte presente durante el Neolítico y la Edad del Bronce (Parker-Pearson y Ramilisonina, 1998:316-322) (Figuras 118, 119 y 120). En relación con el conocido conjunto ceremonial de Avebury, que, aparte del propio henge de Avebury, integra en un espacio de pocos kilómetros cuadrados monumentos tan significativos en la Prehistoria de las Islas Británicas como el enterramiento dolménico de West Kenneth Barrow o el inmenso túmulo de Silbury Hill, se ha propuesto que el palimpsesto de monumentos funerarios y recintos ceremoniales en que la zona se había convertido para finales del III milenio a.n.e. habría requerido una percepción secuencial más que simultánea, de forma que, desde el punto de vista de un individuo o grupo en movimiento habría configurado una verdadera narrativa cosmogónica y genealógica (Thomas, 1993:38-39). El hecho de que a los grandes henges de Avebury y Stonehenge (¿lugares centrales ceremoniales?) se accediera a lo largo de grandes avenidas (en algunos casos flanqueadas por hileras de menhires de varios kilómetros de longitud) refuerza en efecto la impresión de un paisaje ceremonial donde el movimiento debe seguir una pauta pre-establecida. En el caso de la Península Ibérica, la lectura de determinados monumentos y elementos simbólicos del paisaje en clave de narrativa se ha vinculado fuertemente al análisis del arte rupestre, que constituye otro gran vector de manifestaciones artísticas y simbólicas de las sociedades constructoras de megalitos durante la Prehistoria Reciente. Se ha venido insistiendo recientemente en que el arte rupestre y el arte megalítico peninsulares parecen compartir un código (Bueno y Balbín, 1997:153). Por su posición y visibilidad, numerosos petroglifos de las edades del Cobre y del Bronce del Noroeste peninsular, asociados en muchos casos a comunidades constructoras de megalitos, actúan como señaladores de vías de paso y acceso, proximidad de asentamientos o límites territoriales (Bradley, 1998:244). Si las pinturas y grabados rupestres actúan como tatuajes o escarificaciones para denotar la etnicidad o propiedad del paisaje/territorio, también, como los monumentos megalíticos, pueden ser concebidos como emblemas transmisores de complejos simbolismos alusivos a los sistemas de creencias. 167 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Metáfora de la Tierra. Se ha propuesto que los monumentos megalíticos incorporan un cierto simbolismo relativo a la naturaleza, lo cual sería congruente con el tipo de pensamiento de la propia naturaleza que caracteriza a las sociedades agrarias y que se ha discutido arriba. Por un lado, la propia concepción deliberadamente subterránea (oculta) de muchas cámaras megalíticas, evoca una metáfora de la caverna o cueva (profundidades ctónicas) inscrita en el culto a la fertilidad de la tierra, de la Madre Tierra, que da comienzo en el Neolítico (Briard, 1987:11). Un hecho destacable es que en numerosas regiones de Europa occidental las cuevas naturales siguen siendo utilizadas como lugares ceremoniales y/o funerarios en pleno apogeo de la construcción de megalitos: en muchos casos, los mismos objetos votivos y representaciones simbólicas aparecen en uno y otro dominio, indistintamente. En la arquitectura del monumento de Maeshowe, en las Islas Orcadas (Escocia), se observan dos posibles metáforas de carácter ctónico: primero una tensión entre el ser conceptualmente subterráneo pero físicamente superficial (de forma que la “casa de los muertos” se sitúa en una posición ambigua entre dos mundos), y segundo una correspondencia entre los materiales empleados para la construcción (cámara de piedra y túmulo de arcilla) y la propia estructura geológica del mundo, con una base o lecho rocoso cubierto de depósitos arcillosos (Richards, 1996a:202) (Figura 116). Por otro lado, se ha observado la existencia de un cierto mimetismo entre determinadas formas megalíticas y determinadas formaciones naturales de aspecto peculiar, a las que parecen imitar. Tal es el caso de los dólmenes estudiados en Cornualles, al Sureste de Inglaterra, cuya estructura muestra fuertes similitudes con los afloramientos graníticos que abundan en la zona y que se caracterizan por incluir grandes bloques que, debido a la erosión, quedan exentos y superpuestos (Bradley, 1998a:16-17; 2000:110) (Figura 121). Curiosamente, esos son los mismos bloques de piedra que, con mayor o menor elaboración, se emplean luego en los recintos y cámaras megalíticas. En relación con los cromlechs escoceses se ha hablado de menhires como montañas (Richards, 1996a:205), verdaderas metáforas de las cordilleras que rodean ciertos espacios rituales. Por otro lado, un tema que ha comenzado a ser objeto de atención recientemente en el marco del megalitismo de las Islas Británicas es el de la relación entre los monumentos y el agua (Richards, 1996a; 1996b). Metáfora de la Sociedad. La arquitectura megalítica encapsula una representación metafórica no solo de la naturaleza, sino de la propia sociedad humana. Como contenedores funerarios donde se depositan los restos de los antepasados, los monumentos megalíticos se insertan en una dinámica doble, de competición y rivalidad entre grupos de parentesco (por ejemplo, clanes) por un lado (Bloch, 1981:138-141; Chapman, 1991:264-265), y de cooperación y comunalismo de toda la comunidad en el mantenimiento de los principios que vertebran el orden social por otro (Sherratt, 1995:355). Diversos aspectos subrayan la 168 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán significación que los lugares funerarios megalíticos tienen como expresión de la colectividad social por encima de la individualidad, empezando por supuesto por el propio carácter colectivo de muchos de ellos (Wason, 1994:89) y continuando por la mezcla o estandarización de los ajuares (Criado Boado, 1989:91) que niega por completo, o acaso subsume en la colectividad general, a la persona individual. Por otra parte, son cada vez más los casos en los que se observa que los enterramientos megalíticos se ubican encima de antiguos asentamientos o adoptan la misma forma (por ejemplo la planta arquitectónica) de los asentamientos, con lo que de hecho se convierten metafóricamente en “casas de los muertos” que reproducen el mundo de los vivos: la analogía entre la organización del espacio de la muerte y el de la vida se subraya, por ejemplo, con la elección del emplazamiento de las cámaras funerarias. c) Un apartado que merece especial atención en cuanto a la significación de los lugares sagrados megalíticos en tanto que instrumentos de intervención humana en el mundo es el de su simbología cósmica y astronómica. A partir de la propuesta postprocesualista, el análisis arqueoastronómico ha recibido un renovado impulso por su potencial para explicar los lugares y paisajes megalíticos como elementos materiales activamente implicados en la interpretación y asimilación cultural del orden cósmico. En este sentido, desde hace años se vienen recabando evidencias relativas a patrones de orientación astronómica recurrentes y homogéneos en el continente europeo (Heggie, 1981; Ruggles y Clive, 1984, Hoskin, 2001; etc.), por lo que en realidad la lectura simbólica en este caso concreto supone más una reevaluación de un problema ya tratado desde hace tiempo que una contribución novedosa. En amplias regiones del Viejo Mundo, las tumbas megalíticas muestran una orientación sistemática hacia el orto solar, es decir, hacia la parte del horizonte por la que nace cada día el sol. En el caso de la Península Ibérica, según las investigaciones más recientes llevadas a cabo por M. Hoskin (2001), hasta el 99% de todos los monumentos megalíticos cuya orientación ha podido ser establecida se orientan entre 55º y 125º, es decir, entre los puntos del orto solar de verano y el de invierno (Figura 122). Probablemente el caso más espectacular y conocido de la dimensión astronómica de los monumentos megalíticos europeos sea el del templo de Newgrange, el más grande de Irlanda. Este monumento tiene sobre la entrada un pequeño hueco por el que durante unos pocos minutos al amanecer de cada 21 de diciembre (es decir, el día del solsticio de invierno) los rayos del sol penetran a todo lo largo del corredor sepulcral para iluminar al fondo de su cámara una serie de grabados realizados en los ortostatos. Los datos arqueoastronómicos pueden ser vistos en conexión con otras evidencias como evidencia de un verdadero culto astronómico extendido por Europa occidental durante el Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce (Briard, 1987:2223). En este sentido, el megalitismo es un claro vestigio material de la nueva forma de pensar la naturaleza a la que se hacía referencia más arriba: dada su fuerte dependencia de los ciclos de la naturaleza, marcados y señalados por los movimientos 169 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de los astros, es perfectamente comprensible que las primeras sociedades campesinas desarrollasen una gran reverencia por los cuerpos celestes, sobre todo el sol, que marcan el paso del tiempo y de las estaciones (y por tanto de los ciclos agrícolas). La existencia desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro de un culto en el que el sol simboliza la fuerza creadora y fecundadora masculina que fertiliza la tierra está atestiguada por otras evidencias arqueológicas independientes como por ejemplo los denominados “carros solares” (Briard, 1987:67-69; Piggot, 1983:115). Esta dimensión astral del megalitismo europeo encaja perfectamente con el predominio de construcciones, espacios y representaciones de forma circular: tanto cromlechs como henges como numerosísimas cámaras sepulcrales (y los túmulos que las recubren) del megalitismo de Europa occidental son, efectivamente, de forma circular (Bradley, 1998b:132; Parker-Pearson y Ramilisonina, 1998:314). Además, muchas representaciones geométricas y abstractas del arte megalítico son circulares, con motivos que se han identificado como solares o esteliformes. d) Pero además de como parte de un complejo discurso simbólico, el postprocesualismo aborda el megalitismo como una experiencia sensorial y cognitiva, específica. Es decir, se interesa por aquellos elementos de la arquitectura y el paisaje megalíticos que configuran en la mente humana la experiencia subjetiva de estar en un paisaje megalítico. A este respecto, uno de los temas más exhaustivamente investigados en los últimos años ha sido el de la visibilidad (impacto visual/experiencia visual) de las construcciones megalíticas. Este análisis comporta a su vez diversos aspectos. Por un lado, la valoración de la morfología y, especialmente, tamaño de las construcciones sagradas (menhires, túmulos, abultamientos y elevaciones del suelo natural). En ciertos casos, el megalitismo muestra una fuerte determinación por alcanzar escalas de lo sobrehumano una verdadera vocación por competir con la naturaleza o incluso de trascenderla. De otra manera es difícil entender casos como el del colosal henge de Avebury, que tiene un diámetro de cerca de 400 metros, una zanja perimetral de hasta 9 metros de profundidad y un terraplén exterior (hecho con la tierra que se extrajo de la zanja) de unos 6 metros de altura. Dentro del henge de Avebury se disponía un cromlech principal que rodeaba toda la circunferencia del recinto (hecho con bloques de piedra de hasta 3 metros de altura) y al que se accedía mediante dos enormes avenidas ceremoniales de acceso de casi tres kilómetros de longitud en sus entradas Sur y Oeste. O casos como el del Gran Menhir Brisé de Locmariaquer, en la Bretaña francesa, elaborado mediante un bloque monolítico de 20 metros de altura y unas 280 toneladas de peso. La escala de determinadas construcciones megalíticas parece a veces explicarse, más que como metáfora de la naturaleza (según se ha comentado antes), como abierto desafío a la misma. Por otro lado, la elección de la posición topográfica en tanto que factor que que determina la visibilidad del monumento desde determinados puntos (Criado y 170 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Fábregas, 1989; 1994). El análisis del emplazamiento topográfico de numerosos megalitos gallegos muestra una utilización pautada de la topografía para incrementar la visibilidad de los monumentos: deliberadamente se escogen puntos elevados donde el monumento puede ser mejor visto (Figura 123). Pero la relación entre la visibilidad y la posición topográfica es doble, ya que no solo determinada la posibilidad del ser visto, sino también la capacidad o posibilidad de ver y la elección de lo que se ve. En relación con los monumentos megalíticos, la elección de la topografía es un factor determinante de la perspectiva escenario natural en el que el monumento o recinto se inserta, fijando (por ejemplo, a partir del eje de orientación o de la posición de los accesos y aberturas) una u otra visión del mundo circundante y sus elementos (montañas, horizonte, cielo) (Devereux, 1991:898; Gaffney y otros, 1996:151-153; Bradley, 1998b:124) (Figura 119). Por otra parte, algunos monumentos mortuorios podrían haber sido concebidos para ser mirados más que para ser entrados (Thomas, 1993a:34). A ello apuntan sin duda múltiples indicios de la arquitectura megalítica, como por ejemplo la presencia en numerosos casos de atrios y espacios parcialmente delimitados delante de las entradas de las cámaras o la deliberada estrechez de las puertas y corredores de acceso, que disuade al visitante de entrar por la angoostura del espacio por el que hay que desenvolverse. En tercer lugar, la selección de rocas utilizadas en la construcción por su valor simbólico, más que por sus cualidades físicas para la arquitectura, en tanto que dotadas de unos colores, brillos, texturas o cualesquiera propiedades simbólicas específicas (Tilley, 1994:157). Prueba de que las piedras utilizadas en la construcción de monumentos megalíticos eran (cuando menos en determinadas ocasiones) cuidadosamente seleccionadas por sus artífices es el transporte de las mismas desde criaderos y afloramientos naturales a veces situados a importantes distancias, un tema que ha suscitado un interesante debate (Thorpe y otros, 1991; Thorpe y Williams-Thorpe, 1991; Kalb, 1996; etc) y del que el caso más notorio y conocido es el de las bluestones utilizadas en la segunda gran re-estructuración de Stonehenge, que fueron traídas desde las montañas Preseli, ubicadas en Gales, a más de 300 km. de distancia de la llanura de Salisbury donde se ubica el monumento. La Figura 124 muestra el túmulo del monumento 7 de la necrópolis megalítica de Alcalar (Algarbe, portugal), para cuya construcción se utilizaron bloques de caliza blanca que reflejan vivamente la luz del sol, haciendo a los monumentos muy claramente visibles desde lejos. Un último factor influyente en el aspecto visual de la experiencia sensorial y cognitiva de estar en un espacio megalítico al que se ha venido prestando atención reciente es el del color, o más concretamente el de la decoración polícroma (a la que se ha prestado tradicionalmente menor atención que grabada por su menor grado de conservación). Entre los importantes avances que se están produciendo en esta dirección en el marco de la prehistoria peninsular destaca sin duda el caso del dolmen de Alberite (Cádiz), donde ha podido comprobarse en toda su extensión la riqueza de la coloración de los ortostatos que conformaban 171 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán la galería de este monumento, algunos de los cuales habían sido pintados por todas sus caras antes de ser colocados en su emplazamiento definitivo dentro de la construcción (Bueno y Balbín, 1996). Más allá de la visibilidad, recientemente se han hecho estudios realmente interesantes relativos a otra dimensión sensorial y cognitiva de los paisajes rituales megalíticos: la acústica. Los experimentos llevados a cabo en esta dirección por A. Watson y D. Keating (1999) en varios monumentos de las Islas Británicas han mostrado que las piedras que delimitan algunos cromlechs producen determinados pautas acústicas semejantes a las que pueden encontrarse en auditorios, o que la propagación de sonidos emitidos con ciertos instrumentos (por ejemplo tambores) desde dentro de cámaras funerarias cubiertas por grandes túmulos producen especiales efectos sensoriales dentro y fuera del monumento. En el caso concreto del passage grave de Camster Round (Escocia), el sonido de tambores emitido desde dentro de la cámara del monumento no era perceptible desde fuera del monumento, pero (increíblemente) sí desde la cámara de otro dolmen ubicado a casi doscientos metros de distancia en forma de un rumor o temblor procedente del propio subsuelo (por el que se propagan las ondas acústicas). e) Probablemente sea en el análisis de la dimensión de temporalidad en la significación de los monumentos y paisajes megalíticos donde la propuesta postprocesualista ha conseguido resultados más renovadores. En este sentido, un hecho comprobado desde antiguo es que el megalitismo es un fenómeno cultural de muy larga duración temporal. En algunas regiones europeas la construcción activa (ex novo) de monumentos megalíticos se extiende durante dos y hasta tres mil años, mientras que incluso después de que cesen y desaparezcan las dinámicas que dan lugar a su erección, muchos monumentos megalíticos de carácter funerarios son re-utilizados y re-interpretados durante cientos de años más (Sherratt, 1990:338)4. En un análisis del fenómeno megalítico en el norte de Alemania, los diversos estadios que han recorrido los monumentos megalíticos a lo largo de tan dilatados periodos de tiempo han sido descritos como infancia y juventud (construcción y uso original), vida adulta (reutilización por parte de comunidades no constructoras de megalitos) y vida anciana (abandono, desuso e inserción en el folklore y la mitología locales) respectivamente (Holtorf, 1998:35) (Figura 125). Dada esta constatada base empírica de su enorme vigencia cronológica, y de acuerdo con la premisa teórica post-procesualista discutida anteriormente según la cual uno de los aspectos fundamentales de la significación subjetiva del paisaje para el individuo es el de la memoria, un aspecto del megalitismo europeo que habría 4 De hecho, en cierto sentido, algunos monumentos megalíticos europeos son re-utilizados todavía en nuestros días. Cada año en junio se da una cierta polémica en el Reino Unido porque las asociaciones druídicas existentes en este país pugnan por celebrar el solsticio de verano dentro del recinto de Stonehenge, a lo que se oponen las autoridades culturales de English Heritage por el perjuicio que ello puede suponer para tan antiguo y frágil monumento. 172 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán sido sistemáticamente infravalorado (si no ignorado) tanto por las aproximaciones histórico-culturales como procesualistas, es el de su significación como lugares dotados de una potente significación subjetiva individual y colectiva como focos de memoria y de experiencia humana pasada. De hecho, si los megalitos viven y sobreviven a lo largo de lapsos temporales tan extraordinariamente dilatados es por que, de alguna forma, engloban una noción de tiempo. Quizás ellos mismos sean el tiempo, su encarnación, para las comunidades que los construyen. Frente al tiempo estancado de los cazadores y recolectores, los campesinos inventan un tiempo lineal (Criado Boado, 1989:85) que sería materialmente expresado en las cámaras funerarias megalíticas (depósitos de ancestros, inventario de generaciones) y en el papel que, según se ha discutido más arriba, los monumentos megalíticos juegan como centros de culto (y calendarios) de carácter astronómico. Como expresiones materiales de temporalidad, la historia de los monumentos megalíticos europeos es rica, integrando tanto el pasado humano (genealogías) como el pasado mítico (cosmogonía). Ya en el Neolítico, en la propia infancia del fenómeno megalítico, se constatan evidencias de esta potente y dual dimensión temporal. Por un lado, en muchas cámaras funerarias de las Islas Británicas los cuerpos son depositados completos y luego, una vez que los huesos han quedado secos, reorganizados parcial o completamente (Thomas, 1993a:35). Más que lugares de reposo, las cámaras mortuorias son lugares de transformación y control de los vestigios de las generaciones pasadas y por tanto del tiempo genealógico. Dado su papel como depósitos inmanentes de identidad cultural del grupo humano, no es de extrañar que la profanación de cámaras funerarias colectivas y el robo y destrucción de los huesos de los antepasados allí enterrados tenga el efecto de producir en las comunidades afrentadas una profunda desmoralización (Anderson, 1990). Similarmente, en la Bretaña francesa son numerosos los casos de re-utilización de menhires decorados y estelas-menhir pre-existentes dentro de la estructura de cámaras de nueva construcción (L’Helgouach, 1983; Le Roux, 1984; Briard, 1987; Bradley, 1989; Patton, 1993; etc.). Si los menhires decorados tienen un valor como expresión de un elemento sexual masculino presente en la cosmogonía de las comunidades constructoras de megalitos, entonces su re-adaptación y re-utilización en cámaras funerarias nuevas puede ser interpretada como evidencia de la significación de determinados lugares sagrados megalíticos como focos de permanencia del pasado mítico. En regiones del norte de las islas británicas donde durante la Edad del Bronce ya no se practica la construcción de megalitos se construyen viviendas a la entrada de antiguos dólmenes, controlando su acceso (Hingley, 1996:236). No parece probable que la construcción de espacios domésticos a la entrada de los antiguos mausoleos de los antepasados sea un acontecimiento aleatorio, carente de una significación simbólica. Por diversas regiones de Europa occidental es frecuente la presencia 173 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de inhumaciones de la Edad del Bronce y de incineraciones del Bronce Final y de la Edad del Hierro sobre los túmulos de viejos monumentos megalíticos. Enterramientos individuales en fosa o en cista, incineraciones en urnas, ofrendas y una multitud de prácticas escatológicas se añaden a la milenaria existencia de los monumentos megalíticos. En el norte de Alemania, donde estos casos han sido bien documentados, se ha estimado que hasta un tercio de los monumentos megalíticos funerarios presentan este tipo de reutilizaciones (Holtorf, 1998:28). Aunque esas comunidades prehistóricas no construían megalitos (de hecho, en la Edad del Hierro los megalitos eran ya ruinas milenarias), eran conscientes de su existencia y los reverenciaban como venerables focos de lo sagrado y como expresión material de la memoria. Incluso cuando la extensión del cristianismo por todo el continente europeo establece una importante barrera para la reproducción de viejos sistemas de creencias ahora paganos, los monumentos megalíticos seguirán ejerciendo una poderosa fascinación sobre las poblaciones locales. Tanto así, que las primeras iglesias cristianas se ven obligadas a adoptar medidas para combatir la existencia de cultos paganos asociados a lugares y templos prehistóricos, bien sea por la vía del rechazo radical y de la destrucción (purificación), bien sea mediante intentos de transformación y adaptación (asimilación) (Holtorf, 1997:81-82). En relación con la primera de ambas estrategias, por toda Europa encontramos hoy día una casuística extraordinaria de capillas e iglesias cristianas erigidas encima o alrededor de monumentos megalíticos, al igual que se detectan casos de continuidad milenaria de lugares que son sagrados durante la Prehistoria Reciente (por ejemplo, santuarios rupestres) y posteriormente son asimilados en forma de ermitas cristianizadas (Parcero y otros, 1998). En relación con la segunda ellas, una reciente biografía del monumento neolítico británico de Avebury deja vívida constancia de la fascinante historia de supervivencia que las grandes piedras de sus cromlechs y avenidas ceremoniales han vivido hasta nuestros días, superando milagrosamente, no ya solo la piqueta de los canteros locales, sino también la furia catártica de los autos de fe (sic) que la iglesia anglicana llegó a organizar en el siglo XVII d.n.e. para acabar con el paganismo y la brujería que el sitio suscitaba (Pollard y Reynolds, 2002). 3.3.d.- Lecturas recomendadas Aspectos teóricos y epistemológicos. Introductorias Criado, F. (1993): "Límites y posibilidades de la arqueología del paisaje.” Spal 2, 9-56. Sevilla. Universidad de Sevilla Hodder, I. (1988): Interpretación en Arqueología. Corrientes Actuales. Barcelona. Crítica Thomas, J. (1993): “The politics of vision and the archaeologies of landscape.” En Bender, B. (Ed.): Landscape, Politics and Perspectives, 19-48. Oxford. Berg Thomas, J. (2001): "Archaeologies of place and landscape." En Hodder, I. (Ed.): Archaeological 174 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Theory Today, 165-186. Cambridge. Polity Tilley, C. (1994): Places, Paths and Monuments. A Phenomenology of Landscape. Oxford. Berg Avanzadas Ashmore, W. y Knapp, A. B. (Eds.) (1999): Archaeologies of Landscape. Contemporary Perspectives. Oxford. Blackwell Ucko, P. J. - Layton, R. (Eds.) (1999): The Archaeology and Anthropology of Landscape: Shaping your Landscape, 31-45. London. Routledge Bradley, R. (2000): An Archaeology of Natural Places. London. Routledge Cosgrove, D. (1993): “Landscape and myths, gods and humans.” En Bender, B. (Ed.): Landscape, Politics and Perspectives, 281-305. Oxford. Berg Criado, F. (1993): "Visibilidad e interpretación del registro arqueológico.” Trabajos de Prehistoria 50. Madrid. CSIC Ingold, T. (1993): “The temporality of the landscape.” World Archaeology 25 (2), 152-174. Küchler, S. (1993): “Landscape as memory: the mapping of process and its representation in a Melanesian society.” En Bender, B. (Ed.): Landscape, Politics and Perspectives, 85-106. Oxford. Berg Nash, G. (Ed.) (1997): Semiotics of Landscape: Archaeology of Mind (Papers presented at a Session of 1994 TAG). BAR S661. Oxford. Archaeopress Santos Estévez, M. - Parcero Oubiña, C. -Criado F. (1997): "De la arqueología simbólica del paisaje a la arqueología de los paisajes sagrados.” Trabajos de Prehistoria 54 (2), 61-80. Madrid. CSIC Paisajes megalíticos en Europa occidental Introductorias Criado, F. (1988): "Arqueología del paisaje y espacio megalítico en Galicia.” Arqueología Espacial 12. Lisboa-Teruel. Colegio Universitario de Teruel CRIADO, F. (1989): “Megalitos, espacio, pensamiento.” Trabajos de Prehistoria 46, 75-98. Madrid. CSIC Thomas, J. (1993): “The hermeneutics of megalithic space.” En Tilley, C. 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(1998): ""The life-histories of megaliths in Mecklenburg-Vorpommern (Germany)." En Bradley, R. y Williams, H. (Eds.): The Past in the Past. The Reuse of Ancient Monuments. World Archaeology 30 (1), 23-39. London. Routledge Laporte, L. - Joussaume, R. - Scarre, C. (2002): "The perception of space and geometry: megalithic monuments of west-central France in their relationship to the landscape." Scarre,C. (Ed.): Monuments and Landscape in Atlantic Europe. Perception and Society during the Neolithic and Early Bronze Age, 73-83. London. Routledge Richards, C. C. (1996): “Monuments as landscape: creating the centre of the world in late Neolithic Orkney.” Bradley, R. (Ed.) (1996): Sacred Geography. World Archaeology 28 (2), 190-208. London. Routledge Thomas, J. (2000): “Death, identity and the body in Neolithic Britain.” The Journal of the Royal Anthropological Institute 6 (4), 653-668. London 176 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán 3.4.-Centros y Periferias. La Propuesta de la Teoría de los Sistemas Mundiales. 3.4.a.- Referentes epistemológicos. La Teoría de Sistemas Mundiales (en lo sucesivo TSM) constituye una aproximación bastante reciente e innovadora al estudio de las relaciones grupo-grupo a escala macro (inter-regional o incluso trans-continental). En apenas dos décadas, la TSM se ha constituido en un marco epistemológico ampliamente aceptado para el análisis de los procesos de interacción económica y política entre formaciones sociales y modos de producción (sistemas económico-sociales y políticos) a gran escala geográfica, analizando el problema del desarrollo y expansión del estado y las formas de dependencia y sumisión que el mismo genera en regiones periféricas ocupadas por sociedades de menor nivel de desarrollo tecnológico (a través de mecanismos como el comercio de larga distancia, el colonialismo o el imperialismo) y la interacción mutua experimentada entre el centro* y su periferia*. Frente al énfasis de la Ecología Cultural por las relaciones grupo-medio, la TSM plantea una aproximación a las relaciones grupo-grupo, que también incorpora la variable ecológica, pero que expande el foco de interés del análisis histórico y arqueológico mucho más allá, hacia lo económico, político e ideológico, asumiendo perspectivas verdaderamente ambiciosas en lo temporal (procesos de larga duración, cientos y miles de años) y espacial (procesos de interacción entre sociedades distantes cientos y miles de kilómetros). Para valorar la significación de la TSM en el análisis territorial arqueológico actual se plantea en primer lugar una discusión básica de los rasgos generales de la propuesta seminal de la que deriva la TSM, así como la crítica y posterior expansión y ampliación a que ha sido sometida. Posteriormente se discuten los aspectos generales de su integración en el análisis territorial arqueológico, planteándose el caso de las sociedades europeas de la Edad del Bronce como estudio de caso. a) La formulación original de la TSM se encuentra en la propuesta de Immanuel Wallerstein (1930 - ), historiador norteamericano y profesor en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY). En su obra The Modern World-System5 publicada en tres volúmenes a lo largo de 15 años (Wallerstein, 1974; 1980; 1989), Wallerstein se interesa por el origen histórico de lo que define como economía mundial capitalista contemporánea, donde los procesos económicos a escala local en regiones periféricas se ven fuertemente mediatizados por decisiones y procesos que tienen lugar en otras regiones (centros) situadas a cientos y miles de kilómetros de distancia. Ciertamente, Wallerstein no fue el primer historiador en interesarse por esta línea de análisis. Ya en el siglo XIX, K. Marx (1818-1893) había esbozado las relaciones 5 El título completo del primer volumen es El Moderno Sistema Mundial I. La Agricultura Capitalista y los Orígenes de la Economía Mundial Europea en el Siglo XVI. Edición española por Siglo XXI (1984) 177 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán estructurales de dependencia económica que desde el siglo XVI d.n.e. se habían establecido entre los centros capitalistas europeos por un lado y otras muchas regiones del planeta (notablemente América y África) por otro. Así, con su habitual vigor expresivo, Marx afirmaba en El Capital: “El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y condena de las poblaciones aborígenes a las minas, los comienzos de la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto para la cacería comercial de los hombres de piel negra, son los eventos que marcan el sonrosado amanecer de la producción capitalista. Estos idílicos asuntos constituyen los momentos principales de la acumulación primitiva de capital. Sobre sus talones camina la guerra comercial entre las naciones europeas, con el globo por teatro de operaciones.” Entrado el siglo XX, una serie de historiadores y sociólogos de inspiración marxista tales como André Gunder Frank, Samir Amín y otros, agrupados bajo la etiqueta genérica de teóricos del desarrollo, abundaron también en este enfoque, exponiendo que la pobreza y subdesarrollo del Tercer Mundo constituyen un resultado estructural de la división internacional del trabajo y la extracción de plusvalías patrocinadas por los países centrales del sistema capitalista. Es decir, las relaciones productivas, tecnológicas y financieras hacen que las regiones periféricas sean estructural e inevitablemente dependientes del poder del centro capitalista mundial, al que se encuentran sometidas. Con relativa independencia de estos precedentes, sin embargo, el trabajo de Wallerstein, logra un grado de sistematización conceptual y de penetración y rigor histórico que hará que, en un escaso margen de tiempo la TSM adquiera una gran influencia dentro de la comunidad de historiadores del mundo contemporáneo, así como (en un corto margen de tiempo) también para los antropólogos y arqueólogos6. Los elementos básicos de la propuesta de Wallerstein son los siguientes: Para Wallerstein existen dos tipos de sistemas mundiales: la economía mundial y los imperios mundiales. Tan solo ha existido en la historia una verdadera economía mundial: la capitalista. Con anterioridad existieron algunas economías de escala supra-regional que, no obstante, derivaron indefectiblemente hacia imperios mundiales, en los que una sola formación política se extendió hasta dominar áreas más o menos grandes ocupadas por sociedades de inferior grado de complejidad. Por ello, Wallerstein apenas presta atención en sus análisis a las sociedades pre-capitalistas (aún menos en las prehistóricas) a las que explícitamente excluye de su análisis. Su enfoque 6 Evidencia de la fuerza con la TSM arraiga en las ciencias sociales es que en 1995 se crea en Estados Unidos una revista científica en línea denominada Journal of World-Systems Research (csf.colorado.edu/jwsr/) con el objeto de dar cauce a las investigaciones que asumen este enfoque para abordar problemas de históricos, sociológicos, arqueológicos o antropológicos. 178 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán se centra y restringe al origen y desarrollo de la economía mundial capitalista contemporánea. En el centro del sistema se encuentra una serie de estados con instituciones económicas y financieras sofisticadas capaces de extraer las plusvalías de la periferia. Entre estos estados centrales existe una competición que hace que, con el transcurso del tiempo, se alternen en las posiciones de hegemonía y liderazgo. En la periferia del sistema existen sociedades provistas de instituciones productivas y financieras débiles, por lo que su economía se basa en la exportación de materias primas, que pueden ser de carácter subsistencial (algodón, fruta, madera) u orientadas a la elaboración de bienes de prestigio (oro, diamantes) y fuerza de trabajo barata al centro. El centro dispone del knowhow tecnológico y científico, exportando a la periferia artículos manufacturados sofisticados a cambio de las materias primas. La TSM según su definición por Wallerstein es básicamente coherente con la teoría sustantivista, según la cual las economías pre-capitalistas son cualitativamente diferentes a la capitalista, y no pueden ser analizadas con los mismos parámetros (por ejemplo, existencia de un mercado capitalista) que aplicamos en el análisis de ésta. b) Casi desde el mismo momento de su formulación básica se producen una serie de importantes re-elaboraciones de la TSM wallersteniana. Básicamente, un importante número de sociólogos, historiadores, antropólogos y arqueólogos advierten que Wallerstein ha sido poco perspicaz a la de hora de vislumbrar el potencial que su propia teoría tiene para ser aplicada a las sociedades precapitalistas y prehistóricas, proponiendo consecuentemente sucesivas ampliaciones de la misma. Así, por ejemplo, A. G. Frank y B. K. Gills proponen la tesis de que, al contrario de lo afirmado por Wallerstein, el sistema mundial moderno tiene una historia de al menos 5000 años, remontándose al origen de los estados e imperios del Próximo Oriente hacia 3000 a.n.e. (Frank y Gills, 1993; Frank, 1993). Los elementos fundamentales sobre los que sostienen esta propuesta son: El sistema mundial actual se extiende al menos 5000 años en el Pasado. No es que, como propone Wallerstein, hayan existido diversos sistemas mundiales (economías mundiales o imperios mundiales) que han aparecido y desaparecido: es que ha existido un único sistema mundial, en constante transformación desde entonces. Para Frank y Gills, el sistema mundial nace originalmente en el Próximo Oriente, uniendo regiones de Anatolia, Meosopotamia, Egipto y Siria-Palestina, en principio por razones ecológicas, es decir, para superar la ausencia de determinadas materias primas en cada una de esas regiones. 179 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán La fuerza motora de la prehistoria/historia del sistema mundial es la acumulación de capital. Descartan la especificidad del sistema mundial capitalista moderno en este sentido: la acumulación de capital por las élites viene siendo el motor central del sistema mundial desde hace al menos cinco milenios. El sistema mundial se ha caracterizado desde el principio por la dicotomía centro-periferia en los términos generales básicos propuestos por I. Wallerstein, aunque Frank y Gills proponen dos matizaciones importantes: por un lado, el comercio de materias primas y objetos manufacturados de prestigio ha tenido en el Pasado mucha más importancia de la supuesta, mientras que por otro, la capacidad de la periferia para inducir importantes cambios en el centro ha sido igualmente infraestimada. La historia del sistema mundial es una sucesión de periodos de hegemonía y rivalidad entre los estados centrales que compiten por la preeminencia dentro del sistema. La hegemonía política y militar permite al estado (o estados) hegemónicos controlar la acumulación de capital durante un periodo a expensas de la periferia o de otros estados centrales rivales. Pasado un tiempo, frecuentemente por sobre-extensión de sus límites y el consecuente desbordamiento de su capacidad de control del sistema, el estado hegemónico pierde su poder, que es transferido a un rival. Asimismo, la historia del sistema mundial se caracteriza por ciclos económicos expansivos (denominados de Tipo A) y recesivos (de Tipo B) de duración corta (por ejemplo 50 años) y larga (por ejemplo 250 años). Otra importante revisión de la TSM ha venido de la mano del trabajo de los sociólogos Thomas Hall y Christopher Chase-Dunn, quienes ha introducido nuevos y significativos elementos en la teoría wallersteniana seminal (Chase-Dunn y Hall, 1991; Hall y Chase-Dunn, 1996; Hall, 1996). Como Frank y Gills, Hall y ChaseDunn afirman la gran aplicabilidad e interés de la TSM para el estudio de las sociedades pre-capitalistas, proponiendo la profundización en su heurística y su aplicación a casos históricos y prehistóricos concretos, aunque en otros casos divergen de aquellos autores, matizando sus propuestas. Los elementos fundamentales de la propuesta de Hall y Chase-Dunn son los siguientes: La TSM debe ser el marco general desde el que se analice la interacción intersocial dentro de la totalidad de la evolución socio-cultural humana. Hall y Chase-Dunn proponen que la TSM debe aplicarse incluso a las sociedades neolíticas más antiguas, remontando por tanto su marco cronológico de referencia hasta c. 10.000 BP. Los ciclos de imperialismo y rivalidad de las potencias centrales y la gradual expansión de los sistemas mundiales, combinados con procesos demográficos, ecológicos y epidemiológicos de largo alcance conforman la base para el estudio de la evolución socio-cultural a gran escala. Hall y ChaseDunn, por tanto, atribuyen a la TSM una importancia sustancial en el futuro 180 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán estudio de la evolución social y cultural humana, una importancia que trasciende con mucho el estudio de la mera historia moderna o contemporánea. La inicial teoría wallersteniana debe ser sometida a una extensiva modificación para ser adaptada la mayor complejidad de situaciones que se dan entre las sociedades pre-capitalistas. Los sistemas mundiales tienden a una oscilación entre periodos de expansión y contracción, o al menos entre periodos de expansión acelerada y expansión lenta. Asimismo, conforme surgen entidades sociopolíticas jerarquizadas y estatales los sistemas mundiales empiezan a experimentar ciclos de auge y caída debido a la competencia y rivalidad de los mismos por la supremacía en el sistema. Los sistemas mundiales son, pues, de naturaleza eminentemente cíclica, en lo que coinciden con Frank y Gills. Los sistemas mundiales tienen cuatro tipos básicos de fronteras o delimitaciones territoriales, no necesariamente coincidentes, y que incluyen una que delimita el flujo de información, otra que limita el flujo de bienes de lujo o prestigio, otra que delimita la interacción político-militar y una cuarta que delimita la circulación de bienes subsistenciales. En base a la articulación territorial de esos cuatro tipos de flujos, sus delimitaciones, el grado de incorporación de la periferia al centro y la complejidad de las sociedades previamente existentes en torno al centro en expansión, distinguen tres tipos básicos de sistemas mundiales: o De carácter normativo-parental. o De carácter estatal, base tributaria y políticamente coercitivos (muchos de los cuales devienen imperios mundiales) o De carácter estatal, base capitalista y económicamente coercitivos. A partir de c. 3000 a.n.e. los sistemas mundiales devienen de carácter eminentemente tributario, rompiendo y subvirtiendo las reglas parentales (familiares) de ordenación social y reemplazándolas para siempre con el poder coercitivo. El surgimiento del estado y de los sistemas mundiales estatales permitió el comienzo de una acumulación de capital mucho más intensa de la que había sido anteriormente posible. Aunque se da una gran diversidad de formas de estado tributario, todos ellos se basan en el mismo principio: el de la exacción de la producción de sus productores directos. Consiguientemente, Hall y ChaseDunn perciben una relación directa entre la expansión del estado, la expansión de los sistemas mundiales y la expansión de la desigualdad a escala planetaria. La gradual expansión de los sistemas mundiales produce la formación y transformación de nuevas y viejas estructuras de relaciones sociales y políticas en 181 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán regiones cada vez más alejadas del centro y ocupadas por comunidades de menor grado de complejidad social y política. La importancia dada a la TSM es tal que no se concibe ya el estudio del cambio social si no es en relación con las fuerzas económicas y políticas que, a través de redes trans-regionales (a veces trans-continentales) de intercambio, afectan y alteran el curso de la evolución estrictamente endógena. En el proceso de interacción centro y periferia se influyen y transforman mutuamente, en un proceso bidireccional. La investigación futura debe prestar sobre todo más atención a los cambios generados por las sociedades periféricas en las regiones y entidades políticas centrales, ya que este aspecto ha sido inicialmente subestimado por los estudiosos. De acuerdo al grado de incorporación de la periferia al centro (es decir, hasta qué punto los cuatro tipos de flujos están directamente controlados por el centro), Hall y Chase-Dunn distinguen un continuo en la formación de los de sistemas mundiales. FUERZA DE LA INCORPORACION IMPACTO DEL NUCLEO SOBRE LA PERIFERIA IMPACTO DE LA PERIFERIA SOBRE EL NUCLEO TIPO DE PERIFERIA TERMINOLOGIA NINGUNA DEBIL MODERADA FUERTE Ninguna Fuerte Muy fuerte Extremadamente fuerte Ninguna Escasa Moderada Significativa Área Externa Periferia de contacto Periferia marginal o región de refugio Incorporación Periferia absoluta o periferia dependiente Periferalización Área Externa Tabla 11 El continuo de incorporación de centros y periferias Fuente: Hall (1996) Un último aspecto significativo de la propuesta de Hall y Chase-Dunn es el de la reversibilidad en la incorporación, que ocurre cuando el centro se derrumba o cuando las conexiones entre el centro y la periferia son cortadas. Ello puede redundar bien en una disminución de los niveles de desigualdad social implantados en la periferia por la acción del centro, o bien en un colapso estructural (a su vez) de la periferia, si había llegado a ser fuertemente dependiente del flujo de, por ejemplo, bienes de prestigio desde el centro, o bien en una transformación de la periferia en nuevo centro. En conjunto, por tanto, la TSM es sometida a una reformulación comprehensiva, incorporando diferentes sensibilidades epistemológicas, por lo que más que una teoría pasa realmente a ser una perspectiva (Hall, 1996; McGuire, 1996) que desborda ampliamente las implicaciones en principio sostenidas por I. Wallerstein. 182 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Buen ejemplo de ello son los múltiples trabajos que han desarrollado la TSM en el contexto de sociedades prehistóricas documentadas únicamente a través de la Arqueología. Tal es el caso de las sociedades estatales prehistóricas mesoamericanas y andinas (Pailes y Whitecotton, 1975; Di Peso, 1983; Blanton y Feinman, 1984; Patterson, 1991; Peregrine y Feinman, 1996; etc.) de los estados e imperios del Próximo Oriente (Kipp y Schortman, 1989; Edens, 1992; Edens y Kohl, 1993; Frank, 1992; Algaze, 1993a; 1993b; Stein, 1999; etc.), o de la relación del imperio romano con las poblaciones bárbaras de su entorno (Woolf, 1990). 3.4.b.- Aplicación arqueológica de la TSM. Los intentos de aplicación específica de los conceptos involucrados en la TSM a la resolución de problemas arqueológicos (intentos que después de unos primeros ensayos incipientes se han multiplicado con fuerza en la última década), han requerido del desarrollo y aplicación de algunos conceptos, métodos y técnicas específicas. a) La introducción de la TSM en el contexto de la Arqueología ha requerido una importante adaptación conceptual, sobre todo en relación con la complejidad de los aparatos institucionales involucrados en la relación entre centros y periferias (Champion, 1989). La TSM (sea según su definición seminal por Wallerstein o según re-lecturas posteriores) ha sido valorada como altamente productiva para la comprensión de determinados fenómenos de interacción y cambio social y económico en sociedades complejas tanto del viejo como del nuevo mundo. Tales casos son, básicamente, aquellos circunscritos por el desarrollo prístino del Estado en Mesopotamia, Mesoamérica y los Andes y el temprano comienzo de su expansión territorial a partir de la integración de sucesivas periferias (es decir, la absorción o asimilación de sociedades de tipo jerarquizado, tales como tribus, cacicazgos o jefaturas, y de tipo más igualitarista, como las bandas), notablemente en el caso del Viejo Mundo. Todavía no se ha propuesto seriamente la aplicabilidad de la TSM en el marco del análisis de las sociedades de cazadores y recolectores: como se vio anteriormente, las propuestas más audaces, en cuanto a la profundidad temporal de la virtualidad de la TSM como heurístico, no lo trasladan más allá de c. 10.000 BP, es decir, coincidiendo con el origen de la economía productora y el sedentarismo, un proceso íntimamente ligado al surgimiento prístino del estado. A este respecto, se ha abierto el debate respecto a la adecuación de las categorías conceptuales a utilizar, al menos en cuatro frentes: el de la tecnología del poder utilizada por el centro, el de la multiplicidad de niveles de complejidad sociopolítica presente entre las sociedades de la periferia que entran en el radio de acción e intervención de los estados centrales, el de los mecanismos a través de los cuales se verifica el intercambio comercial entre centro y periferia, y el de la definición y papel de la frontera. La tecnología del poder (es decir, la tecnología militar, y de comunicaciones y transporte) en que se basa la acción del centro sobre la periferia se encuentra 183 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán menos desarrollada entre las sociedades estatales prehistóricas que dentro del mundo capitalista moderno. No obstante, cabe observar que en muchos casos las diferencias a este nivel entre ciertos sistemas mundiales prehistóricos y ciertos sistemas mundiales históricos pre-capitalistas son bastante menores de lo que cabría imaginar en un primer momento. Otro problema significativo es el de la multiplicidad de niveles de complejidad socio-política observables tanto en el centro como en la periferia de los sistemas mundiales prehistóricos. Algunas contribuciones significativas en esta dirección han derivado del aggiornamento de las categorías que esbozara de forma muy somera por K. Marx en su investigación sobre los orígenes del capitalismo (Marx y Hobwbawm, 1979). En un artículo muy influyente, los arqueólogos norteamericanos C. Gailey y T. Patterson (1988) revisaron precisamente la heurística marxista de los modos de producción, actualizándola de acuerdo con el bagaje empírico actualmente disponible (notemos que cuando K. Marx propuso su heurística de los modos de producción pre-capitalistas tanto la Arqueología prehistórica como la etnografía se encontraban en su infancia). Básicamente, Patterson y Gailey proponen que el estado primigenio prístino7 puede ser de tipo tributario débil o de tipo tributario fuerte, de acuerdo con su menor o mayor capacidad para especificar con detalle los bienes y servicios que le deben ser tributados (los estados tributarios fuertes disponen de una tecnología del poder más avanzada que les permite especificar a los productores qué servicios y productos deben rendir al estado en calidad de tributos y al mismo tiempo emplear métodos coercitivos más persuasivos para lograr dicha tributación sea completa y efectiva). Según sea fuerte o débil, el estado prístino comenzará a desarrollar pautas de interacción diversas con las sociedades vecinas que se encuentran en su entorno, las cuales pueden ser, a su vez de muy variable grado de complejidad social (Figuras 126 y 127). Entre estos grados de complejidad, ambos autores distinguen como principales los modos de producción germánico, de linaje y comunal. Por tomar un ejemplo, un estado tributario fuerte con una sociedad de tipo germánico en su periferia inmediata comienza a desarrollar una pauta de interacción con la misma basada en el intercambio: la sociedad de tipo germánico proporciona al estado central materias primas exóticas y esclavos que obtiene mediante intercambio o razzias de sociedades menos complejas (de tipo linaje o banda) de su propio entorno, mientras que a cambio el estado proporciona a la elite de la sociedad germánica bienes manufacturados de lujo (quincalla). Con el transcurso de esta relación, la sociedad germánica, que en principio no es estatal, desarrolla una cada vez más potente clase militar, especializada en el saqueo y el pillaje necesarios para abastecer al centro de tales productos. Esa clase militar puede, en un estadio más avanzado, comenzar a integrarse en estructuras políticas y militares del propio estado central. En este 7 De acuerdo con la terminología propuesta por M. Fried, el estado puede clasificarse preliminarmente en términos de su origen, de acuerdo a si su desarrollo obedece fundamentalmente a causas endógenas (estado prístino) o si por el contrario resulta de la activa intervención de un estado ya existente (estado secundario) (Fried, 1967). 184 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán caso la interacción centro-periferia puede efectivamente producir cambios sociales y políticos a nivel interno dentro de las sociedades periféricas expuestas a la acción del estado, exactamente como postulan teóricos como Franks, Gills, Chase-Dunn o Hall. Incluso, en caso de que la evolución del estado central evolucione no hacia su consolidación y expansión, sino hacia el colapso, la sociedad germánica periférica puede transformarse en un centro estatal ella misma (un estado tributario débil, probablemente), produciendo así un efecto de corrimiento (o dominó) en la expansión del propio estado en el territorio. El tercer grupo de categorías conceptuales relativas a la complejidad de los aparatos institucionales involucrados en la relación centro-periferia que ha requerido de un proceso de adaptación para su traslado a la Prehistoria es el que corresponde a los mecanismos de intercambio a través de los cuales se verifica dicha relación. En este caso ha vuelto a cobrar vigencia el debate planteado en los años 1960 entre el sustantivismo y el formalismo (Rowlands, 1987:4; Hodges, 1987:120; Frank y Gills, 1993:41; Hall y Chase-Dunn, 1993:129), a las que se hizo referencia anteriormente en relación con el Análisis de Captación de Recursos. La mayor parte de las aplicaciones de la TSM a contextos prehistóricos han optado claramente por la teoría sustantivista propuesta por el historiador norteamericano de origen austro-húngaro K. Polanyi (1886 – 1964). Básicamente, Polanyi (1976) propone que en las sociedades no capitalistas, la economía no es una actividad racionalmente diferenciada como tal, sino que aparece integrada en todas las formas de actividad social: la economía viene constituida por un conjunto de medios y actividades subordinados a fines sociales, no a la maximización del beneficio en el sentido mercantil-capitalista, por lo que los productos, objetos y manufacturas carecen de un valor de mercado en sí mismos, una noción que han sido luego retomadas por teóricos neo-marxistas para el análisis del comercio de objetos de prestigio en la Prehistoria (Rowlands, 1987). Polanyi desarrolla conceptos alternativos al de mercado para explicar el funcionamiento económico de las sociedades primitivas, tales como el de reciprocidad o el de redistribución, conceptos que posteriormente han recibido amplia utilización para el estudio de la Prehistoria, y que de nuevo vuelven a un primer plano con la introducción de la heurística de la TSM. Un buen ejemplo es el modelo de sistemas dendríticos de lugar central que aparecen en la periferia de los sistemas mundiales y que se expresan en forma de comunidades de entrada (gateway communities) y puertos de intercambio (ports of trade) donde las élites locales encauzan y manipulan los bienes de prestigio recibidos desde el centro para sostener y reforzar su propio poder a la vez que actúan de intermediarias con los representantes comerciales del centro (Hodges, 1987:126). El análisis del papel de la frontera en la interacción entre centro y periferia conecta directamente con la abundante literatura sobre territorialidad teórica ya discutida en la sección dedicada al análisis espacial arqueológico. En este sentido, se ha planteado que la teoría original de Wallerstein tiene unas ciertas 185 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán connotaciones colonialistas por minimizar el papel cultural de las comunidades de la frontera y del hinterland* exterior, reduciéndolas a meras receptoras de las innovaciones del centro. Las fronteras del centro son así vistas como un conjunto de marcadores territoriales que delimitan el territorio de expansión colonial del Estado central, separándolo de los otros que habitan fuera, cuando en realidad, una abundante casuística histórica y etnográfica muestra el papel creativo que estas comunidades fronterizas asumen como focos de sincretismo cultural (Lighfoot y Martínez, 1995:472). b) El segundo orden de cuestiones principales en la que la TSM ha requerido de una importante adaptación para su aplicabilidad al análisis de problemas estrictamente arqueológicos es de carácter más metodológico-técnico, aunque sigue teniendo mucho que ver con el problema del intercambio y el comercio. Afortunadamente, el énfasis que la TSM pone en el análisis de las relaciones de intercambio de bienes subsistenciales y de prestigio entre el centro y la periferia se ha visto respaldado, por una parte por la larga experiencia de la Arqueología en el tratamiento de las tipologías de artefactos en base a su forma y decoración, y por otra por la eclosión de técnicas arqueométricas que ha tenido lugar en la disciplina arqueológica en las últimas dos décadas. En efecto, la Arqueología Prehistórica ha prestado tradicionalmente gran atención a la morfología y estilos decorativos de los objetos, permitiendo así establecer procedencias y rutas de intercambio de los mismos. Más recientemente, el desarrollo de técnicas arqueométricas de caracterización de materiales ha posibilitado una nueva aproximación de base más empírica a este problema (determinación de procedencias): un marco teórico de análisis nuevo (la TSM) y unas nuevas técnicas de análisis (la Arqueometría) han coincidido en el tiempo, aportando toda una serie de preguntas novedosas (el uno) y técnicas susceptibles de aportar las correspondientes respuestas (las otras). Como se expuso en la primera parte de esta obra, en tanto que aplicación de principios, técnicas y métodos físico-químicos para la resolución de problemas de orden arqueológico, la Arqueometría puede aportar evidencias esenciales relativas a la caracterización composicional (elementos químicos) de los bienes intercambiados (artefactos y ecofactos, bienes subsistenciales y de prestigio) entre el centro y la periferia. Ello, a su vez, permite la determinación de los procesos técnicos de fabricación, así como (en determinados casos) la procedencia de las materias primas empleadas. El análisis arqueométrico de los productos intercambiados (productos que conformaban los flujos de bienes susbsistenciales y de prestigio citados por Chase-Dunn y Hall) es absolutamente fundamental para una verdadera Arqueología de los sistemas mundiales prehistóricos. Los factores determinantes de la caracterización arqueométrica de tales bienes son tres. Por un lado, la naturaleza de los materiales según su carácter orgánico o inorgánico; la procedencia de los materiales exóticos y raros es naturalmente más fácil de determinar que la de los más comunes, ya que las fuentes de aprovisionamiento resultan más fáciles de rastrear a partir de las composiciones elementales. La 186 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán existencia de cartografías temáticas adecuadas es crucial para el estudio de las procedencias de materias primas. Por otro lado, son determinantes los propios procesos, manipulaciones y transformaciones a que las materias primas son sometidas durante su transformación en bienes de consumo: así, por ejemplo, la fundición de metales conlleva la desaparición (volatilización) de algunos elementos químicos, mientras que en condiciones de tecnología primitiva es común la reutilización de artefactos como materia prima (por ejemplo reciclaje de armas viejas que son fundidas para posibilitar la manufactura de otras nuevas). Si el análisis composicional de los artefactos permite determinar pautas regulares en conjuntos de objetos, ello suele atribuirse a un origen determinado (mismo taller, misma ciudad, misma tradición artesana), posibilitando la discusión de la procedencia de determinados bienes y sus técnicas o tradiciones decorativas. Finalmente, el tercer factor determinante es, claro, la propia precisión de los métodos y técnicas de laboratorio, que, como ya se comentó antes, han experimentado un tremendo avance en los últimos veinte años. Resumidamente, entre las técnicas actualmente utilizadas de forma regular para la caracterización de materiales y su lectura en el marco de redes de intercambio, se cuentan las siguientes (ver Tabla 11): MATERIAL Cerámica METODO ANALITICO Lámina delgada petrológica, XRD, Espectroscopía de Mössbauer, XRF, NAA, AAS, ICPS, PIXE & PIGME Sílex AAS, ICPS, NAA, XRF, PIXE & PIGME Mármol Análisis de isótopos de carbón y oxígeno Jade Difracción Rayos X Otras piedras Lámina delgada petrológica Obsidiana AAS, ICPS, NAA, XRF, PIXE & PIGME Concha Análisis de isótopos de carbón y oxígeno Ámbar Espectroscopía de absorción infrarroja Plomo Análisis de Isótopos de Plomo Plata Análisis de Isótopos de Plomo, NAA Cobre y bronce Isótopos de Plomo, NAA, AAS, ICPS Tabla 11 Método arqueométricos de caracterización de materiales Fuente: Renfrew y Bahn, 1991:320 Análisis microscópico de láminas delgadas. Principio: Reconocimiento de minerales, diatomeas, impurezas, etc. en rocas y cerámicas. Ámbito Aplicación: Cerámicas: estudio de desgrasantes, minerales utilizados y tamaños medios. Microscopía electrónica de barrido. Principio: La superficie de la muestra (en condiciones de alto vacío) es bombardeada, con un haz de electrones acelerados, lo que hace que la muestra emita otros electrones, que son 187 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán recogidos por un escáner y a partir de los cuales se forman las imágenes. Ámbito Aplicación: Materiales orgánicos e inorgánicos. Difracción de rayos X (XRF, del acrónimo inglés X-Ray Difraction). Principio: La determinación/identificación de minerales es posible a partir de su estructura cristalina, que refleja los rayos X en ángulos variables. Ámbito Aplicación: Cerámicas, estudio de desgrasantes. Espectroscopia de absorción de rayos infra-rojos. Principio: Los componentes orgánicos del material absorben diferentes longitudes de onda de radiación infrarroja. Ámbito Aplicación: Ámbar Espectrometría de fluorescencia de rayos X (XRF, del acrónimo inglés Xray Fluorescence). Principio: Se aplica un haz de rayos X a la superficie de la muestra, que hace que los electrones de la misma se activen. Cuando el haz de rayos X es cortado, los electrones emiten rayos X secundarios (o fluorescentes) con una fuerza y duración dependiente del elemento de que se trate, por lo que el filtrado de los rayos X secundarios (fluorescentes) se convierte en un indicador de los elementos presentes en los materiales. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana. Espectrometría de emisión óptica (OES, del acrónimo inglés Optical Emission Spectrometry). Principio: Se calienta la muestra sobre una base de carbón, de forma que los electrones de cada elemento químico se activan, produciendo emisiones de una longitud de onda variable. Esta luz producida es separada en un espectro cuando se la hace pasar por un prisma, lo que permite establecer los diferentes elementos presentes. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana. Espectrometría de emisión atómica en plasma de acoplamiento inductivo (del inglés ICPS - Inductively-Coupled Plasma Spectrometry). Principio: Igual que OES, pero sobre una base de plasma. Cinco veces más preciso con muestras de mucho menor tamaño. Ámbito de aplicación: cerámica, sílex, obsidiana y metal. Análisis de activación de neutrones (NAA, del acrónimo inglés Neutron Activation Analysis). Principio: Los núcleos de los átomos de los diferentes elementos químicos que componen el material son bombardeados con neutrones. La radiación causada por el bombardeo transforma los núcleos de los átomos en isótopos inestables que liberan rayos gamma conforme recuperan la estabilidad. Los niveles de energía de esos rayos gamma son variables en función del elemento del que se trate, lo cual se puede medir. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana, metales. 188 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Espectrometría de absorción atómica (AAS, del acrónimo inglés Atomic Absorption Spectrometry). Principio: Como en OES, se mide la luz emitida por los diferentes elementos integrados en la muestra. En este caso la muestra se disuelve en ácido, y luego se la calienta. Luego se aplican a ella diversos rayos de luz de diversas longitudes de onda (con valores previamente conocidos para diferentes elementos), midiéndose el reflejo de los rayos después de atravesar la solución. La concentración de un elemento concreto se expresa en la intensidad del haz de luz resultante. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana, metales. Emisión de rayos X por inducción de partículas y emisión de rayos gamma por inducción de partículas (PIXE y PIGME, de los acrónimos ingleses Proton-Induced X-Ray Emission y Proton-Induced Gamma-ray emission) Principio: Equivalentes a XRF y NAA, pero en este caso, en lugar de rayos X o neutrones se utiliza un haz de protones (producido por un acelerador) para bombardear la muestra, midiéndose los rayos X o gamma resultantes del bombardeo. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana. Análisis isotópico. Principio: Para la mayoría de los elementos, la composición isotópica tiene poco interés porque materiales procedentes de diferentes sitios tienen aproximadamente la misma composición isotópica. Sin embargo, la medición de la composición isotópica de elementos como el plomo, la plata, el estroncio, o el oxígeno en artefactos de metal, obsidiana o mármol es especial porque suele ser peculiar (única) a la formación geológica de la que proceden. Ámbito Aplicación: Metal, obsidiana, mármol. En conjunto, puede afirmarse que tan pronto como se realizaron los primeros experimentos tendentes a aplicar la TSM a la Prehistoria, se comprobó que existía dentro de la disciplina arqueológica un cuerpo teórico y metodológico-técnico lo suficientemente robusto como para, hechas las necesarias adaptaciones, obtener innovadoras interpretaciones de viejos problemas relativos a la dimensión interacción grupogrupo. Aparte de los ejemplos mencionados más arriba, un caso empírico específico en el que la TSM ha venido a aportar una nueva perspectiva de interés es el de las sociedades de la Edad del Bronce en el continente europeo. 3.4.c.- Sistemas Mundiales en la Prehistoria europea: la Edad del Bronce. La aplicación de la TSM al análisis de la Prehistoria Europea ha encontrado un ámbito especialmente fecundo en el contexto de las relaciones entre los EstadosImperio del Próximo oriente y las sociedades de la Edad del Bronce del continente europea durante el transcurso del II milenio a.n.e. Aunque la TSM ha sido también utilizada como heurístico para el análisis de fenómenos de interacción entre sociedades prehistóricas del I milenio a.n.e. e incluso del I milenio d.n.e. el análisis de las sociedades de la Edad del Bronce ha suscitado un gran número de estudios que 189 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán parten de las ideas seminales de Wallerstein (Kristiansen, 1987; 1998; Frank, 1993; Harding, 1993; Sherratt, 1993a; 1993b; 1994; Kardulias, 1996; Berg, 1999; Furmanek, 1999; etc.). La utilización de la TSM como marco en el que analizar las relaciones entre las formaciones sociales del II milenio dentro del continente europeo y entre el mismo y los emergentes estados de Anatolia, el Egeo y el Próximo Oriente debe ser entendida en la estela del abandono definitivo de las tesis difusionistas8. La demoledora crítica procesualista a las sobre-simplificaciones planteadas por el modelo difusionista de explicación del cambio socio-cultural dejó (literalmente) un amplio hueco epistemológico necesitado de revisión. A pesar de la práctica prospcripción de la noción de difusionismo desde los años 1970, la existencia de procesos de interacción entre las sociedades complejas de Asia occidental y las sociedades europeas desde el IV milenio a.n.e. seguía requiriendo de un marco general de análisis. De hecho, como afirma Andrew Sherratt, uno de los prehistoriadores que, junto a K. Kristiansen, más se ha interesado por la aplicación de la TSM a la Edad del Bronce europea, todo el continente europeo en sí actúa de hecho como ámbito espacial marginal-periférico durante 8000 años, por lo que proporciona un perfecto “laboratorio” para el análisis de la interacción a escala “mundial”. En su análisis del sistema mundial del II milenio a.n.e. Sherratt desarrolla los conceptos de núcleo y margen como alternativa a los de centro y periferia planteados en la TSM convencional. Núcleo y margen son regiones adyacentes en las cuales el mayor dinamismo y tasa más acelerada de cambio cultural de la primera acaba por influenciar a la segunda: esta influencia es, sin embargo, desarticulada y espontánea (coyuntural), no existiendo una articulación sistemática (por ejemplo, por medio de sistemas de intercambio regulares y establecidos) en el sentido en que están articulados el centro y la periferia de un sistema mundial. Tampoco hay, naturalmente, una dependencia económica del margen con respecto al núcleo. El esquema interpretativo planteado por A. Sherrat, G. Frank y K. Kristiansen para el sistema mundial europeo del II milenio es, a grandes trazos, el siguiente: Los precedentes del sistema mundial de la Edad del Bronce en Europa se remontan a los milenios V y IV a.n.e. cuando Europa es margen del núcleo agrario urbanizado en rápida expansión del Próximo Oriente. La ola de avance que supone la expansión de las primeras sociedades agricultoras europeas constituye un ejemplo de cómo el margen europeo experimenta potentes procesos de cambio por procesos generados originalmente en el núcleo, aunque no por ello Europa pase a convertirse en periferia. Para la segunda mitad del III milenio a.n.e., la expansión del imperio acadio convierte a Anatolia en periferia efectiva del centro estatal mesopotámico, y a partir de este momento ciertas regiones del 8 Se entiende por difusionismo la aplicación mecánica y sistemática de explicaciones de orden aloctonista/exogenista a todo fenómeno de cambio social o cultural mediante el recurso a procesos de intercambio comercial, migraciones o invasiones y la negación de la concurrencia de fenómenos de evolución y desarrollo endógeno a escala local. 190 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán SE europeo (los cárpatos, Grecia y el Egeo) comienzan a entrar en la órbita comercial directa del Próximo Oriente a través del inmediato vecino anatólico. Sin embargo, en ningún caso es posible, en opinión de Sherratt, hablar de un verdadero sistema mundial en el marco europeo, lo que contrasta con la propuesta difusionista predominante durante los 1960, que contemplaba en este momento la existencia de colonizadores egeos (portadores de la tecnología metalúrgica del cobre y de la arquitectura de los tholoi) en regiones tan distantes como la Península Ibérica. En la primera parte de la Edad del Bronce (c. 1800-1300 a.n.e.), las formaciones sociales de Anatolia y sur del Egeo asumen un carácter central (imperio hitita y ciudades-estado minoicas en el Egeo meridional y luego micénicas en Grecia continental), expandiéndose hacia el Norte y el Oeste del continente europeo (norte de Grecia, Sur de Italia) determinadas franjas de territorio estrictamente periférico. La eclosión de pautas de asentamientos altamente territoriales y con indicios de creciente estratificación social entre las comunidades de los cárpatos y centroeuropa (especialmente Hungría y Eslovaquia) indican la creciente implicación de comunidades locales en redes de comercio que enlazan Escandinavia y las regiones bálticas (productoras de ámbar) con el Egeo y Anatolia. Las vías de intercambio entre el centro, la periferia y el margen se hacen más regulares y sistemáticas a través de diversas rutas, fluyendo productos metalúrgicos acabados (armas, joyería y otros objetos de prestigio), ámbar, y posiblemente esclavos y múltiples otros objetos perecederos de los que no ha quedado apenas constancia en el registro arqueológico. La domesticación del caballo, y sus trascendentales implicaciones a efectos de comunicaciones y transporte (pero también por su inmediata transformación en elemento de prestigio social y de poder para las élites militaristas), introduce a las estepas meridionales rusas y a determinadas regiones de Europa oriental en el marco de este nuevo e incipiente sistema mundial (Figura 130). En la segunda parte de la Edad del Bronce (c. 1300-750 a.n.e.), se produce una fuerte recesión en gran parte del centro micénico, hitita y levantino (ugarítico): un colapso del poder central en varias regiones que ocurre de forma simultánea y para el que básicamente no se ha encontrado todavía una explicación satisfactoria. Ello proporciona un nuevo esquema geoestratégico y comercial donde las formaciones sociales europeas, y especialmente del occidente mediterráneo (comunidades nurágicas de Cerdeña) y atlántico (fachada atlántica de Iberia y Francia), refuerzan y extienden sus propios vínculos comerciales y sus redes regionales de intercambio. Entre 1300 y c. 700 a.n.e. se produce una relativa estabilización del proceso de paulatina incorporación del continente europeo a la periferia del área nuclear-central del Próximo Oriente, pero de hecho el resultado en buena parte de Europa occidental puede valorarse en términos de reforzamiento de los niveles de integración local, lo que vendrá a hacer mucho más rápida esa incorporación en la subsiguiente Edad del Hierro (Figura 128 y 129). 191 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán En la primera parte de la Edad del Hierro (c. 750-500) la extensión del sistema mundial del Viejo Mundo recupera impulso con la extensión de los colonos griegos y fenicios por todo el mediterráneo. Regiones de Italia, España y el Norte de África son efectivamente incorporadas al centro del sistema mundial, incorporándose a la periferia regiones anteriormente remotas (marginales) de España, Francia y el Magreb. El ejemplo propuesto, el análisis de la Edad del Bronce en Europa, aporta una nueva racionalidad (o heurístico) en el marco del cual valorar la tradicional (y falaz) dicotomía entre cambio de carácter endógeno e influencia de origen externo que había presidido buena parte de la investigación en este campo. Una vez adaptada conceptual y metodológicamente a la naturaleza de la interpretación arqueológica del Pasado (que es básicamente distinta de la interpretación histórica del Pasado para la que la TSM fue originalmente concebida) y a la temporalidad de la Prehistoria, la TSM hace plausible una elegante y parsimoniosa interpretación de la trayectoria evolutiva de las formaciones sociales europeas de la Edad del Bronce, alejada tanto de las caricaturescas e hiper-simplificadas exageraciones del difusionismo mecanicista, como de la autista interpretación ultra-autoctonista que ignora la realidad de la constante interacción de las sociedades humanas como un factor motor más de la evolución social, tan importante (al menos) como los motores tradicionalmente aceptados (adaptación, conflicto social, ingenio individual...). En el contexto general del análisis arqueológico del territorio, la TSM, aun cuando extremadamente joven e incipiente, ha mostrado un vasto potencial de renovación, contribuyendo con una perspectiva fundamental de la explicación del cambio social y cultural que no había sido todavía abordada por ninguna otra de las estrategias teóricas que han confluido en nuestra disciplina 3.4.d.- Lecturas recomendadas Aspectos teóricos y epistemológicos Introductorias Algaze, G. (1993): "Expansionary dynamics of some early pristine states.” American Anthropologist 95 (2), 304-333. New Hampshire. American Association of Anthropologists Frank, A .G. y Gills, B. K. (1993): "The 5000-year world system." En Frank, A. G. - Gills, B. K. (Eds): The World System. Five Hundred Years or Five Thousand?, 3-58. London. Routledge Gailey, C.W. - Patterson, T.C. (1988): “State formation and uneven development.” En Gledhill, J. Bender, B. - Larsen, M. T. (Eds.): State and Society. The Emergence and Development of Social Hierarchy and Political Centralization, 77-90. London Ruiz Rodríguez, A. – Molinos Molinos, A. -Rísquez, C. (1998): "Paisaje y territorio mundo: dos dimensiones de una misma teoría arqueológica.” Arqueología del Paisaje. Actas del Coloquio Celebrado en Teruel (septiembre, 1998). Arqueología Espacial 19-20, 21-32. Teruel Instituto de Estudios Turolenses 192 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Avanzadas Frank, A. G. y Gills, B. K. (Eds.) (1993): The World System. Five Hundred Years or Five Thousand?, 247-277. London. Routledge Chase-Dunn, C. y Hall, T. D. (Eds.) (1991): Core-Periphery Relations in Precapitalist Worlds. Boulder. Westview Champion, T. C. (Ed.) (1989): Centre and Periphery: Comparative Studies in Archaeology. One World Archaeology 11. London. Unwin Hyman Peregrine, P. y Feinman, G.M. (Eds.) (1996): Pre-Columbian World Systems. Monographs in World Archaeology 26. Madison. Prehistory Press Kohl, P. L. (1987): "The use and abuse of world systems theory.” Schiffer, M. B. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 11, 1-36. New York. Academic Press Rowlands, M. - Mogens, L. - Kristiansen, K. (Eds.) (1987): Centre and Periphery in the Ancient World. Cambridge. Cambridge University Press El sistema mundial de la Edad del Bronce en Europa Introductorias Edens, C. M. y Kohl, P. L. (1993):"Trade and world systems in Early Bronze Age Western Asia.” En Scarre, C. y Healy, F. (Eds.): Trade and Exchange in Prehistoric Europe, 17-34. Oxford. Oxbow Books Frank, A. G. (1993): "Bronze Age World System Cycles.” Current Anthropology 34 (4), 383-429. Chicago Sherratt, A. (1993): "What would a Bronze Age World System look like? Relations between temperate Europe and the Mediterranean in Later Prehistory.” Journal of European Archaeology 1 (2), 157. London Sherratt, A. (1994): "Core, Periphery and Margin: Perspectives on the Bronze Age.” En Mathers, C. y Stoddart, S. (Eds.): Development and Decline in the Mediterranean Bronze Age. Sheffield Archaeological Monographs 8, 335-345. Sheffield. Sheffield University Press Avanzadas Berg, I. (1999): "The Southern Aegean System.” Journal of World Systems Research 5 (3), 475-484. John Hopkins University Bouzek, J. (1985): The Aegean, Anatolia and Europe. Cultural Interrelations during the Second millennium BC. Jonsered. Paul Astroms Förlag Harding, A. (1993): "Europe and the Mediterranean in the Bronze Age. Cores and peripheries" En Scarre, C. y Healy, F. (Eds.): Trade and Exchange in Prehistoric Europe, 153-160. Oxford. Oxbow Books Kardulias, P. N. (1996): "Multiple levels in the Aegean Bronze Age World-System.” Journal of World Systems Research 2 (11), 1-35. John Hopkins University Kohl, P. (1989): "The use and abuse of World Systems theory: the case of the 'pristine' West Asian state." En Lamberg-Karlovsky, C. C. (Ed.): Archaeological Thought in America, 241-267. Cambridge. Cambridge University Press 193 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Kristiansen, K. (2001): Europa antes de la Historia. Los Fundamentos Prehistóricos de la Europa de la Edad del Bronce y la Primera Edad del Hierro. Barcelona. Península Stein, G. J. (1999): Rethinking World-Systems. Diasporas, Colonies and Interaction in Uruk Mesopotamia. Tucson. University of Arizona Press 194 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Glosario 9 Algoritmo: En informática, conjunto ordenado y finito de instrucciones y operaciones que sirven para calcular la solución de un problema matemático o modelar el comportamiento de un proceso a partir de unos datos suministrados por el operador o usuario y que suelen agregarse, conformando programas (software) más amplios. Anaeróbico: Ambiente postdeposicional caracterizado por la ausencia de aire (principalmente en medios sumergidos en agua o barro) donde por tanto no pueden sobrevivir los micro-organismos que causan la putrefacción de la materia orgánica. En este tipo de ambientes se ha dado ocasionalmente una conservación excepcional de tejidos orgánicos humanos y animales y de artefactos elaborados con materias primas orgánicas (madera, cuero), como por ejemplo en los túmulos de la Edad del Bronce de Dinamarca o en los palafitos alpinos. Antracología: Especialidad de la Arqueobotánica que se encarga del estudio de los macrorrestos vegetales (del tipo de ramas y troncos de plantas), que generalmente aparecen carbonizados en los yacimientos arqueológicos. Antrópico: Derivado de (o causado por) la acción humana. Arqueobotánica: Subdisciplina de la Arqueología y la Biología que se encarga del estudio de los restos botánicos encontrados en contextos arqueológicos, generalmente clasificados según su tamaño en microrrestos (menores de 1 mm tales como polen, diatomeas y fitolitos), macrorrestos (mayores de 1 mm, tales como semillas y restos de madera, a menudo carbonizados) y otros restos (impresiones vegetales, tejidos elaborados con fibra vegetal, etc.). La arqueobotánica es fundamental en los estudios paleoambientales (reconstrucción del clima y vegetación pasados) así como de la economía prehistórica. Arqueografía: Parte de la Arqueología consistente en la descripción de los elementos del registro arqueológico y sus relaciones físicas y materiales. Arqueología: Disciplina que persigue la inferencia e interpretación de las pautas de comportamiento humano a partir de sus residuos materiales. La Arqueología constituye la disciplina por excelencia para el estudio de las sociedades humanas en todo su desarrollo temporal, desde el origen de los primeros homínidos (en cuyo caso tiene un fuerte interfaz con la paleontología y la geología) hasta las sociedades históricas modernas y contemporáneas (en cuyo caso tiene una fuerte relación con la Historia). Arqueometría: Subdisciplina de la Arqueología que se encarga de la aplicación a materiales arqueológicos de técnicas físico-químicas de análisis con dos fines principales, por una parte caracterizar su composición (química, mineralógica, elemental, etc.), obteniendo así información relativa a los procesos tecnológicos y procedencia e intercambio de 9 Todas las definiciones son propias, a menos que se indique lo contrario. 195 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán materias primas, etc. y por otra datarlos (métodos como el radiocarbono, termoluminiscencia, potasio-argón, thorio-uranio, hidratación de obsidiana, resonancia de spin electrónico o racemización de aminoácidos). Arqueozoología: Subdisciplina de la Arqueología y la Biología que se encarga del estudio de los restos faunísticos encontrados en contextos arqueológicos, incluyendo animales domésticos y salvajes de cualquier tipo (mamíferos, aves, insectos, moluscos, etc.). Junto a la arqueobotánica, la arqueozoología es un elemento fundamental en los estudios paleoambientales y de economía prehistórica. Artefacto: En principio, cualquier objeto modificado por el ser humano en sus propiedades o atributos. La utilización más habitual del término, sin embargo, hace referencia específicamente a los objetos muebles o de carácter portátil (herramientas líticas, una vasija cerámica, un automóvil), aunque de modo más genérico también puede designar objetos inmuebles (edificios, muros, tumbas, etc.). [Definición adaptada de Menéndez y Fernández,1997: 38]. Convencionalmente, los artefactos son clasificados en términos bien funcionales, bien tecnológicos bien morfológicos. Una clasificación de carácter funcional bastante utilizada en Arqueología es la de Lewis Binford, quien distingue artefactos de tipo tecnómico (artefactos cuya función primaria es la transformación de los recursos naturales en energía asimilable por los seres humanos), sociotécnico (artefactos cuya función primaria es la definición y refuerzo de la posición de cada individuo dentro de la estructura de relaciones sociales) e ideotécnico (artefactos cuya función primaria es la definición del orden simbólico-ideológico en el que se inscribe cada individuo). [Definición adaptada de Binford, 1962:219-220] Banda: En teledetección, cada uno de los segmentos en que, mediante convenciones internacionales, está dividido el espectro electromagnético. Las bandas del espectro son grupos de frecuencias contiguas que presentan características comunes en su propagación o comportamiento general. Por vonceción también se denomina banda al segmento del espectro en que transmite o recibe un equipo concreto. [Definición adaptada de Bewley, 1999]. En Antropología Cultural y Arqueología Prehistórica se denomina banda a un modo de organización social humano caracterizado por grupos de pocas decenas de individuos como máximo y basado en una economía de caza y recolección nómada o semi-nómada. Buffer: Término inglés que en análisis espacial designa el espacio o ámbito de transición definido a partir de un radio determinado en torno a un elemento geométrico (punto, línea o polígono). En Arqueología espacial se utilizan para definir áreas de intervalos fijos (1 Km., 2Km., 5 Km.) alrededor de un asentamiento (definido como un punto) a efectos de valorar los elementos físicos y antrópicos que aparecen dentro. Campos Célticos: Término introducido por O. Crawford para denominar parcelas agrarias fósiles de la Prehistoria Reciente Europea identificables desde el aire en forma de microrrelieves. El término se utiliza actualmente para englobar las antiguas delimitaciones parcelarias hechas con pequeños terraplenes y a veces muretes de piedra datados en la Edad del Bronce y la Edad del Hierro que aparecen en el Noroeste de Europa (especialmente en las Islas Británicas). [Definición adaptada de Alcina, 1998: 161] 196 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Carpología: Especialidad de la Arqueobotánica que se encarga del estudio de los macrorrestos vegetales del tipo de semillas, frutos y otros órganos vegetales relacionados con ellos, como por ejemplo las partes estériles de espigas de los cereales. Carta de Riesgo: Documento de gestión patrimonial basado en los SIG en el que, sobre la base de la información contenida en un inventario de yacimientos arqueológicos, se evalúan los factores y variables de riesgo potencial y/o real para el mismo, Las variables generalmente empleadas incluyen criterios y normas de protección legal, pautas de uso del suelo, índices de erosión, riesgo sísmico, niveles de exposición a expolio y saqueo de yacimientos, etc. Cartografía: Conjunto de estudios y operaciones científicas, artísticas y técnicas que intervienen, a partir de los resultados de las observaciones directas de campo o de la explotación de una documentacción, en la producción de mapas. [Definición adaptada de de Joly, 1979:4] Centro: Formación social y política de rango estatal donde la élite gobernante se ha convertido en consumidora neta de ciertos recursos localizados en el territorio de sociedades periféricas (materias primas exóticas y de lujo), lo que genera pautas de interacción a larga distancia (sistema mundial) entre aquella y éstas. Estas pautas de interacción pueden ser de diversa naturaleza (intercambios comerciales de diversa naturaleza, razzias, colonización), aunque en todo caso se basan en la posición dominante del centro con respecto a la periferia. Ver también Periferia y Margen. CIDOC: Acrónimo francés de Comité International pour la Documentation (Comisión Internacional para la Documentación), organismo dependiente del Conseil International des Musées (Consejo Internacional de Museos) de la UNESCO que se ocupa de emitir y revisar normas y estándares de documentación museológica y científica. El CIDOC incluye desde mediados de los 1990 el denominado ASWG (Archaeological Sites Working Group o Grupo de Trabajo de Yacimientos Arqueológicos), integrado por especialistas de diversos países, y que se ha encargado de realizar estudios de criterios estandarizados y de documentación relativos a inventarios nacionales y regionales de yacimientos arqueológicos . Sitio web del CIDOC en www.cidoc.icom.org, y del ASWG en la pagina patrocinada por el Museo Nacional de Copenhague en cidoc.natmus.dk/engelsk/menu.asp Cista: Construcción de carácter funerario consistente en una fosa de planta rectangular o pseudo-rectangular revestida y cubierta por lajas (i.e. losas careadas y planas) de piedra. Es un tipo de enterramiento característico de la Edad del Bronce en numerosas regiones del continente Europeo. Cobertura: Conjunto de datos coherentes desde el punto de vista temático y que forman una “capa” o “tema” de información dentro de un SIG. Corriente eléctrica: Cociente del voltaje por la resistencia. [Definición adaptada de Clark, 1996] 197 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Cosmogonía: En las religiones, conjunto de relatos, mitos y leyendas que explican el origen del mundo, el universo y el ser humano. Cota: En cartografía topográfica, punto de altitud conocida. Cuenca Visual: Una cuenca visual puede ser definida como el conjunto de todas las localizaciones o puntos de un territorio que son visibles desde un punto de observación específico dado, considerando las condiciones de distancia máxima de visión aceptadas, cobertura vegetal, luminosidad ambiental, etc. El análisis arqueológico reciente de cuencas visuales se ha basado normalmente en MDT de tipo raster, de forma que en realidad el cálculo busca definir qué celdas son visibles desde la celda que constituye el punto de observación específico, dentro del perímetro de visión máxima establecido. Una vez que se señala el punto de origen del observador, el algoritmo calcula un nuevo mapa raster binario donde las celdas con valor 1 son visibles desde el punto de observación mientras que las celdas con valor 0 son invisibles. Se calcula por tanto la existencia o no de intervisibilidad, es decir, la existencia de una línea o radio de visibilidad ininterrumpido (en inglés line-of-sight) entre la celda del observador y todas y cada una de las restantes celdas incluidas en el campo de visión máximo teórico. [Definición adaptada de Wheatley y Gillings, 2002:201-216] Curva de nivel: En la cartografía topográfica, la forma cambiante del relieve se representa mediante curvas de nivel que no son sino isolíneas altimétricas o isohipsas. En el MTN español, estas curvas aparecen representando desniveles de 20 metros de altitud y para facilitar la lectura e intepretación de la topografía, cada 100 metros de desnivel (5 curvas) aparece una curva de trazado más grueso. [Definición adaptada de Estébanez y Puyol, 1976:13]. Ecofacto: Cualquier resto orgánico (vegetal o animal) derivado de una actividad antrópica registrado en un yacimiento arqueológico. Ecología Cultural: Corriente teórica de la Antropología Cultural que se centra en el estudio de los procesos por medio de los cuales una sociedad se adapta a su medio ambiente. El principal énfasis de esta teoría se dirige a la determinación de si esas adaptaciones inician transformaciones sociales internas o cambios evolutivos, utilizando como método el examen de la interacción de las sociedades y de las instituciones sociales entre sí y con el medio ambiente. [Definición adaptada de J. Steward según cita en Alcina, 1998: 282-283] Ecosistema: Sistema constituido por la interacción integrada de los organismos y su medio ambiente. [Alcina, 1998: 283] Edafología: (También conocida como pedología). Disciplina que estudia los procesos que conducen a la formación y evolución de los suelos. La Edafología se interesa por una serie de aspectos que son de gran interés para la Arqueología, como por ejemplo la acidez o alcalinidad de los suelos, la capacidad de absorción de humedad, (relevante para la fotografía aérea) la cantidad de materia orgánica, etc. [Definición adaptada de Alcina, 1998: 283] 198 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Enfoque ETIC: En etnografía, enfoque aplicado en el análisis de una serie de rasgos o fenómenos culturales, partiendo de un marco de referencia externo (científico), independiente de los valores y creencias de los informantes. Enfoque EMIC: En etnografía, enfoque aplicado en el análisis de una serie de rasgos o fenómenos culturales, partiendo del marco de referencia interno, es decir, del propio sistema de valores y creencias de los informantes. Entóptico: Término médico que hace referencia a sensaciones visuales (generalmente se trata de formas geométricas brillantes y parpadeantes) resultantes de las estructuras y funcionamiento del propio ojo humano. En antropología y Arqueología de las sociedades prehistóricas se ha utilizado en relación con determinados motivos artísticos altamente abstractos que aparecen reflejados en el arte rupestre o en el arte megalítico y que habrían resultado de estados alterados de la conciencia (visiones, alucinaciones) producidas por medio de sustancias alucinógenas o rituales de trance. Entropía [Principio de]: En su acepción relativa a la Física, la entropía puede ser la magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema o bien, más genéricamente, una medida del desorden de un sistema. En Arqueología, el principio de entropía establece que nuestro conocimiento potencial del Pasado está directamente relacionado con el estado de preservación del registro material o arqueológico, según las pautas de procesos de formación implicadas, existiendo por tanto un ruido en dicho registro que debe ser extraído antes de su interpretación en términos de conducta humana. [Definición adaptada de Schiffer, 1983:676] Electrodo: Del griego electro (“eléctrico”) y odós (“camino”). Extremo de un conductor en contacto con un medio al que lleva o del que recibe una corriente eléctrica. En general se denomina electrodo a cada uno de los polos entre los que circula una corriente eléctrica. Epistemología: Del griego episteme (“conocimiento”) logos (“ciencia”). La Epistemología es la “Ciencia del Conocimiento” por lo que, a efectos prácticos, la consideraremos sinónimo de “Filosofía del Conocimiento”. La epistemología o filosofía de la ciencia se interesa por la forma en que se produce, construye y expresa el conocimiento científico en los diferentes campos de la ciencia. Escala: Razón constante que existe entre las distancias lineales medidas sobre el mapa y las distancias lineales correspondientes medidas sobre el terreno. [Definición tomada de Joly, 1979:3] Escala numérica: Cociente entre la distancia que separa dos puntos situados en el mapa y sus homólogos situados en el terreno, medidos siempre con unidades de la misma especie. Una escala es “grande” cuando el denominador es pequeño, es decir abarca poco terreno (1:5.000, 1:10.000), mientras que es “pequeña” cuando el denominador es grande, es decir abarca mucho terreno (1:5.000.000, 1:40.000.000). [Definición tomada de Joly, 1982:4] 199 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Escatología: Conjunto de creencias y prácticas que tienen que ver con la muerte y la vida de ultratumba. Estereoscopía: Disciplina que trata de los efectos tridimensionales y los métodos mediante los cuales pueden ser producidos. En la interpretación de la fotografía aérea la visión estereoscópica es necesaria para visionar elementos del paisaje simultáneamente desde dos perspectivas diferentes (dos fotografías del mismo punto que se solapan parcialmente) y obtener así una imagen tridimensional de los mismos. [Definición adaptada de Lyons yAvery, 1977: 102] Estratigrafía: Término tomado de la Geología para definir la sucesión de capas, sedimentos y depósitos que conforman un yacimiento arqueológico. La estratigrafía se descompone en una serie de “unidades estratigráficas” (o “estratos”) que pueden ser de diverso carácter según su origen (antrópico o natural) o su morfología y proceso de sedimentación (verticales u horizontales, positivas o negativas). Cada capa o depósito se caracteriza además por una serie de propiedades físicas (textura, color, composición química, etc.) que son objeto de estudio por parte de la edafología y la geología. El análisis estratigráfico es un medio fundamental para el establecimiento de la secuencia temporal y ocupacional de un yacimiento arqueológico. [Definición adaptada de Menéndez y Fernández, 1997: 156] Fenomenología: Escuela filosófica cuyo propósito principal es el estudio de los fenómenos (o apariencias) de la experiencia humana subjetiva partiendo de un rechazo de cualquier consideración relativa a su realidad objetiva. Los fenómenos estudiados son principalmente aquellos relativos a los actos de conciencia, actos cognitivos y de percepción, aunque también aquellos de valoración y apreciación estética. [Definición adaptada de Audi, 1999:665] Fitoarqueología: Especialidad que estudia la vegetación como conjunto de indicios relativos a la localización y naturaleza de determinados elementos del registro arqueológico. Formalismo: Teoría de la antropología económica que se opone al sustantivismo, postulando que la economía de las sociedades pre-capitalistas se basa en la lógica de los intercambios de mercado tanto como la capitalista (especialmente la ley de la oferta y la demanda). Fotogrametría: Disciplina que trata de la obtención de mediciones precisas a partir de fotografías. En el caso de la fotografía aérea vertical, la fotogrametría sirve para la elaboración de mapas temáticos del territorio. [Definición adaptada de Lyons y Avery, 1977: 100] Franja: En el sistema de coordenadas UTM, cada una de las 25 filas que, con un ancho de 81, dividen la Tierra en sentido Este-Oeste. Se designan con letras de la C a la X empezando por el Sur (Andalucía se encuentra en la zona Franja S). 200 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Geoarqueología: Subdisciplina de la Arqueología y la Geología que se encarga del estudio de determinados aspectos del registro arqueológico como los procesos de formación y post-deposición de los yacimientos y las propiedades geológicas de sus estratigrafías (sedimentología, génesis del relleno), o como las transformaciones introducidas en el paisaje por la acción directa del ser humano durante el Holoceno (por ejemplo procesos de sedimentación aluvial derivados de erosión asociada a deforestaciones de origen antrópico). Geodesia: Del griego geo (tierra) e idea (imagen). Especialidad de las Matemáticas que se ocupa de la representación del globo terrestre y sus partes mediantes mapas. Geoglifo: Grabado o diseño de tema zoomórfico o geométrico realizado sobre la superficie terrestre a una escala que hace solo puedan ser contemplados en su totalidad desde el aire. Entre los más famosos se encuentran los animales (mono, araña) y motivos geométricos de Nazca (Perú). [Definición adaptada de Alcina, 1998: 361] Geomorfología: Rama de la Geografía que estudia las formas superficiales de la Tierra, describiéndolas (morfología) y ordenándolas sistemáticamente por su origen y desarrollo (morfogénesis). [Definición adaptada de AAVV, 1974: 80] Georadar: Instrumento de prospección geofísica que envía impulsos electromagnéticos en la banda UHF (Ultra High Frequency o ultra alta frecuencia, es decir en torno a 500 MHz) hacia el subsuelo, registrando luego la intensidad de la señal de retorno así como su retardo. [Definición adaptada de de Schmidt, 2001] Georreferenciación: Ubicación de un elemento del territorio en un sistema normalizado de coordenadas geográficas, sean de tipo geográficas-esféricas o rectangularesplanas (caso de las UTM, el más utilizado actualmente en Arqueología). Ver también Coordenadas. Henge: Término inglés utilizado para designar un tipo de monumento o espacio ceremonial propio del Neolítico y la Edad del Bronce en las Islas Británicas, consistente en un área circular o irregular delimitada por una zanja y/o un terraplén, y ocasionalmente por círculos de postes y/o bloques de piedra. Su tamaño puede oscilar entre los 30 y los 400 metros de diámetro (como ocurre en los de Avebury y Durrington Walls). Dentro de ellos se han encontrado fosas ceremoniales, enterramientos, altares y otros elementos arqueológicos. (Adaptado de Whitehouse, 1993:212) Hermeneútica: Literalmente, la hermeneútica hace referencia a la interpretación de textos sagrados, aunque en la filosofía alemana del siglo XX el término adquiere una significación mucho más amplia a través del trabajo de M. Heidegger. En el sentido en el que esta filosofía es asumida por una parte de la Arqueología postprocesual, el análisis del Pasado implica inevitablemente una interacción entre las evidencias materiales (texto) y el investigador que se convierte en parte del resultado interpretativo final. Asimismo, esta filosofía pone el énfasis en un concepto de las ciencias humanas entendida como una 201 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán recreación de la experiencia subjetiva de otros individuos (en el caso de la Arqueología post-procesual los individuos del Pasado). [Definición adaptada de Audi, 1999:377-378] Heurística: Del griego eurisko (“encontrar”). En términos filosóficos una heurística sería un dispositivo o conjunto de reglas adoptadas para reducir la complejidad de un problema teórico, lógico, matemático o computacional y hacerlo más manejable y comprensible. Más generalmente se utiliza este término en el sentido de una técnica o marco conceptual para la indagación y el estudio de un problema científico complejo. Hinterland: Del alemán hinter (detrás de) + land (tierra). Empleado en geografía humana, este término define de forma general el territorio de influencia de un asentamiento (habitualmente un núcleo urbano) o estado. Específicamente puede hacer referencia al territorio tierra adentro de una ciudad costera, a una región alejada de áreas urbanas o a la región en torno a centros metropolitanos principales. Historia: Disciplina que persigue la inferencia e interpretación de las pautas de comportamiento humano a partir de los textos y evidencias escritas. Periodo del Pasado humano caracterizado por la utilización de la escritura. Historicismo Cultural: Paradigma predominante en la Arqueología prehistórica de la primera mitad del siglo XX como reacción al evolucionismo decimonónico y caracterizado por su profundo anti-teoricismo, por su énfasis en el concepto de “cultura” definida a escala regional, y por la utilización mecanicista de la “difusión” como explicación del cambio social y cultural (los descubrimientos e invenciones tecnológicas se producen en unas regiones y luego se difunden a otros). El programa de investigación del historicismo cultural en Arqueología está fuertemente influenciado por el “particularismo histórico” boasiano de la antropología. Historiografía: Disciplina que se interesa por la “historia de las disciplinas históricas”, es decir, cómo se han conformado y han evolucionado las especialidades que se encargan del estudio del Pasado humano (la Historia, la Arqueología). La “historiografía arqueológica” estudia la evolución de la disciplina arqueológica desde su origen hasta nuestros días. Huso: En el sistema de coordenadas UTM, cada una de las 60 columnas que, con un ancho de 6º dividen la Tierra de Norte a Sur. Se numeran de 1 a 60 empezando por el meridiano 180º opuesto al de Greenwich, de forma que la mitad coincide con éste (España se encuentra entre los husos 29 y 30). Icono: Signo que comparte una propiedad con su significado (por ejemplo, el carácter sagrado de una imagen o escultura de una divinidad). En Historia del Arte, imagen del mundo cristiano ortodoxo. Iconografía: Disciplina que se encarga de la descripción de los sistemas de representación icónica en las artes plásticas de una determinada sociedad o cultura (la iconología sería la interpretación de esas representaciones icónicas en términos de sistemas 202 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán de creencias religiosas, cosmogonias, mitologías, leyendas, etc.). [Definición adaptada de Alcina, 1998: 408] Idealismo: En un nivel epistemológico, el idealismo plantea que la realidad es algo derivado o correlativo a la mente humana, esto es, que el “mundo real” no es enteramente independiente de nuestra actividad cognitiva. En el nivel teórico de las ciencias sociales, el idealismo es una corriente teórica opuesta al materialismo al enfatizar la prioridad de las causas ideológicas en la explicación e interpretación del comportamiento humano y el cambio social y cultural. Inventario de yacimientos: Base de datos de yacimientos arqueológicos que se utiliza como instrumento de trabajo en la política de gestión, protección y planificación de bienes culturales. Consta de tres tipos de datos fundamentalmente: los de carácter científico-técnico (derivado de reconocimentos y/o excavaciones practicadas en los yacimientos y del análisis de las evidencias obtenidas), los de carácter legal y administrativo (relativos a los diferentes elementos de protección de cada yacimiento), y los relativos a la georreferenciación. Isolínea: En una representación cartográfica (o espacial por extensión), cualquier línea que pasa por puntos que muestran idéntico valor para una variable dada. Una curva de nivel es una isolínea en la que todos los puntos están al mismo nivel sobre el nivel del mar. Isotropía: Propiedad de determinados espacios geográficos según la cual sus características son homogéneas en todas direcciones. Longitud de Onda: Distancia que separa dos valores iguales de una onda eléctrica o electromagnética periódica. Es la distancia que recorre esa onda, propagándose, en el tiempo que dura un ciclo de la misma. [Definición adaptada de Bewley,1999] Mapa: Representación selectiva y a escala de toda o una parte de la superficie terrestre sobre un plano. [Definición de Estébanez y Puyol, 1976:3]. Representación geométrica plana, simplificada y convencional, de toda o parte de la superficie terrestre, con una relación de similitud proporcionada, a la que se llama escala. [Definición de Joly, 1979:1] Mapa Topográfico Nacional (MTN). Mapa topográfico de todo el territorio nacional español a escala 1:50.000 confeccionado por el Instituto Geográfico Nacional (con la colaboración del Servicio Geográfico del Ejército), entre 1875 y 1968. Incluye 1106 hojas, cada una de las cuales cubre un territorio dentre 500 y 600 km2 aproximadamente, recibiendo cada una de ellas un número (que aparece en el ángulo superior derecho del mapa) y el nombre de la localidad principal que en ella aparece. [Definición adaptada de Estébanez y Puyol, 1976:4] Margen: Conjunto de formaciones sociales y políticas de rango pre-estatal que se encuentran en el entorno de sociedades periféricas a un estado. La influencia del centro estatal en la trayectoria evolutiva de las sociedades marginales es más atenuada que en el caso de las periféricas. 203 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Materialismo: Corriente teórica existente en las ciencias sociales que enfatiza la prioridad de las factores materiales en la explicación e interpretación del comportamiento humano y el cambio social y cultural. Por factores materiales deben entenderse factores tales como la producción y posesión de alimentos, la circulación de bienes subsistenciales básicos (tierra, agua), la adaptación medio-ambiental o la presión demográfica, entre otros. Megalito: Construcción prehistórica (dentro de la Prehistoria Europea aparece típicamente durante el Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce) elaborada con aparejo en seco y normalmente con grandes losas de piedra u ortostatos que se apoyan unos en otros para formas cámaras y corredores con funcionalidad funeraria y ritual. Algunos monumentos megalíticos europeos parecen haber tenido predecesores construido en madera, por lo que, estrictamente, puede hablarse de una arquitectura me megaxílica que antecede a la megalítica. [Definición propia parcialmente completada con Alcina, 1998: 768]. Meridiano: En el sistema de coordenadas geográficas o esféricas, semicírculo máximo cuyo extremo coincide con los polos N y S. El arco del meridiano marca la latitud, medida en grados entre ese punto y el Ecuador. Metadatos: En SGBD (Sistemas de Gestión de Bases de Datos), datos acerca de los datos. Modelo Digital del Terreno (MDT): Representación tridimensional de la topografía de un territorio realizada en un SIG por medio de un modelo de datos bien raster (matriz de valores topográficos) o vectorial (TIN). Un MDT es un caso específico (de representación de la topografía) de un Modelo Digital de Elevación (MDE), donde se representa tridimensionalmente la variación en el espacio de cualquier variable. Modelo vectorial: Modelo de representación de datos en el que los objetos espaciales son representados codificando de modo explícito sus fronteras (límite o perímetro que separa el objeto del entorno. Las líneas que actúan de “frontera” son representadas mediante las coordenadas de los puntos o vértices que delimitan los segmentos rectos que las forman. [Definición adaptada de Bosque Sendra, 1992:56] Modelo raster: Modelo de representación de datos en el que en lugar de codificar las fronteras de los objetos, se registra en interior y sus límites quedan implícitamente representados. Se superpone al mapa analógico fuente una rejilla de unidades regulares, de igual forma y tamaño, y en cada celda de la rejilla se registra el valor que las observaciones adoptan. [Definición adaptada de Bosque Sendra, 1992: 65]. Muestreo: Procedimiento estadístico utilizado para extraer y analizar una parte pequeña (muestra) de un conjunto de datos demasiado grande para ser estudiado en su totalidad (población), de forma que los resultados de la muestra sean representativos de los de la población (inferencia). Para que esta última condición se cumpla es necesario que la elección de la muestra sea aleatoria, es decir, que la probabilidad de inclusión en ella sea 204 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán igual para todos los elementos de la población. [Definición adaptada de Menéndez y otros, 1997: 275] Multiespectral: Dispositivo sensor capaz de captar simultáneamente diferentes longitudes de onda o frecuencias del espectro electromagnético. [Definición adaptada de Bewley, 1999] Palafito: Término italiano (palafitta; poste – pala – hincado – fitta) que designa una construcción habitacional construida sobre postes de madera fijados sobre los sedimentos de las orillas lacustres o pantanosas. Son abundantes entre el Neolítico y la Edad del Bronce en las zonas lacustres de Suiza, Italia y Francia. (Definición adaptada de Menéndez y otros, 1997:310). Palinología: Especialidad de la arqueobotánica que se encarga del estudio de los granos de polen desde el punto de vista fisiológico y morfológico. Paradigma Científico: De acuerdo con el filósofo de la ciencia Thomas Khun un paradigma científico es un conjunto de elementos científicos (teorías, técnicas, hipótesis) que conforman el marco epistemológico y teórico dentro del que las teorías científicas son contrastadas, evaluadas y revisadas. Un paradigma ocurre y se desarrolla durante un periodo de tiempo determinado, y compite e interactúa con otros paradigmas, evolucionando y cambiando y quizás, eventualmente, desapareciendo al ser reemplazado por paradigmas más adecuados y actualizados. Paralelo: En el sistema de coordenadas geográficas o esféricas, círculo menor completo formado por planos y paralelos al Ecuador. Pecio: Restos de un naufragio, tanto del contenido como del casco, que constituyen uno de los objetos principales de la Arqueología subacuática. [Definición adaptada de Alcina, 1998:620] Pendiente: En Topografía, la pendiente se define como el desnivel entre dos puntos, expresado en grados (el ángulo que forma el plano horizontal ideal del terreno con el plano que pasa por los dos puntos cuya pendiente se mide) o en porcentaje. [Definición de Estébanez y Puyol, 1976:13]. Periferia: Conjunto de formaciones sociales y políticas de rango pre-estatal que se encuentran en el entorno de un estado o Centro y que albergan materias primas clave (así como otros bienes y productos, como por ejemplo mano obra barata) por las que el centro se interesa. Las sociedades periféricas pueden tener un gran de complejidad socio-política muy variables, incluyendo desde bandas de cazadores-recolectores hasta sociedades fuertemente jerarquizadas en proceso de transición al estado, pero en todo caso una vez comenzado el proceso de interacción con el estado central su trayectoria evolutiva se ve fuertemente condicionada por los intereses y actuaciones de éste. Ver también Centro y Margen. 205 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Petroglifo: Grabado realizado sobre una formación rocosa natural (al aire libre) en la que se representan todo tipo de temas, desde figurativos (antropomorfos, zoomorfos) hasta geométricos o esquemáticos. Son parte del conjunto de manifestaciones que conocemos como arte rupestre” y se interpretan bien como parte de sitios rituales o ceremoniales, bien como señales o indicaciones relativas a determinados aspectos del paisaje. [Definición adaptada de Alcina 1998:620] Pithos: Vasija cerámica de gran tamaño utilizada para almacenaje de diversos productos y, ocasionalmente, como contenedor funerario. Es un tipo de enterramiento característico de la Edad del Bronce en diversas regiones del continente Europeo (Anatolia, Egeo, Península Ibérica). Píxel: Acrónimo del término inglés "picture element": define la unidad más pequeña de una imagen digital, uno de los cuadros o puntos coloreados que forman una imagen en una pantalla de ordenador. Un monitor VGA típico tiene una resolución de 640 (anchura) por 480 (altura) pixels. Planimetría: Proyección de elementos arquitectónicos sobre un plano, representando su integración respecto a los elementos del terreno circundante (por ejemplo topografía). [Definición adaptada de Fatás y Borrás, 2001:261] Polígonos de Thiessen: (A veces conocidos como polígonos de Voronoi). Modelo de análisis territorial incorporado al análisis espacial en Arqueología en los años 1970 procedente de la Geografía Locacional. Este modelo plantea un método de análisis de la territorialidad teórica basado en el cálculo de las mediatrices de las líneas que unen cada punto o lugar de asentamiento con sus vecinos. El enlace de la segunda serie de líneas unas con otras resulta en la creación de los polígonos que delimitan los territorios teóricos de los asentamientos. Ponderación: Procedimiento estadístico por el cual se atribuye más peso (pondus en latín) a una/s determinada/s variable/s dentro de un análisis a fin de ajustar mejor los resultados a la realidad conocida. En el caso de los polígonos de Thiessen, el factor de ponderación consiste en dar prioridad a un factor determinado, cual es el tamaño del asentamiento, para así obtener un reflejo más plausible de la pauta de territorialidad teórica estudiada. Procesos de formación: (También Procesos post-deposicionales). Procesos que actúan sobre los residuos materiales generados por una comunidad humana y que conducen a la transformación de los mismos en un “registro arqueológico”. De acuerdo con M Schiffer hay que considerar tres principios fundamentales dentro de los procesos de formación, a saber, que (1) transforman los elementos arqueológicos formalmente, espacialmente, cuantitativamente y relacionalmente, (2) pueden generar pautas artefactuales no relacionadas con pautas culturales, y (3) muestran regularidades de carácter estadístico. [Definición adaptada de Schiffer, 1983:678] 206 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Procesualismo: Paradigma predominante en la Arqueología prehistórica de la segunda mitad del siglo XX que surge como reacción al historicismo cultural. Se caracteriza por su fuerte énfasis en la formalización epistemológica y teórica del discurso arqueológico, por su decidida apuesta por los métodos científicos, y por el definitivo abandono de los postulados difusionistas, reemplazados por un mayor énfasis en el análisis de los procesos de carácter endógeno y ámbito local en términos de adaptación, estructura socio-económica e interacción política y cultural. Radar: Acrónimo de la expresión inglesa Radio Detection and Ranking. Sistema sensor activo que transmite ondas electromagnéticas en haces concentrados sobre un objeto, y analiza, tras recibirla, la propia onda reflejada en el objeto. Por el desfase entre la onda directa y la reflejada calcula la distancia al objeto, por el efecto Doppler calcula la velocidad si el objeto está en movimiento. [Definición adaptada de Bewley, 1999] Reconocimiento Arqueológico: Conjunto de métodos y procedimientos utilizados en Arqueología para identificar yacimientos y vestigios arqueológicos en la superficie terrestre sin el recurso de la excavación. Entre los procedimientos empleados se incluye el reconocimiento superficial directo o prospección pedestre, la exploración desde el aire o el espacio, la prospección geofísica y la toma de muestras de suelos y rocas (prospección edafológica y geoarqueológica). Rectificación: Conjunto de procedimientos matemáticos, óptico-mecánicos y gráficos mediante los cuales una fotografía aérea con un cierto grado de rotación (ángulo) es transformada en una fotografía plana susceptible de ser visualizada con cartografía. [Definición adaptada de Lyons y Avery, 1977:101] Regla rango-tamaño: Principio según el cual el rango político y territorial de un asentamiento tiende a ser tanto mayor cuanto mayor es la comunidad que lo habita, y que en el análisis espacial arqueológico se aplica a efectos de ponderar modelos locacionales como el de los polígonos de Thiessen. Regresión: Modelo de análisis estadístico extendido en la investigación científica en el que se busca establecer el grado de asociación o dependencia de una variable (dependiente) con respecto a otra (independiente). En este modelo de análisis el procedimiento de descripción se denomina regresión, mientras que el coeficiente numérico queda la medida del ajuste de una variable con respecto a la otra se denomina coeficiente de correlación (este coeficiente oscila entre 1 para máxima dependencia y -1 para mínima dependencia). La aplicación más típica de este modelo en Arqueología espacial es la de la caída (fall off) de la presencia de un determinado bien o producto conforme nos alejamos de su centro productor. [Definición adaptada de Shennan, 1992:128-139] Resistencia: Oposición que presentan los cuerpos a la circulación de la corriente eléctrica. Depende del cociente entre la longitud y la sección del conductor, y de su resistividad. Se mide (en ohmios) mediante la división de la tensión por la corriente eléctrica. [Definición adaptada de Clark, 1996] 207 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Resistividad: Resistencia eléctrica específica de un material concreto. De forma estandarizada se mide en base a la resistencia que ofrece un metro cúbico del material al paso de un voltaje de un voltio. Los materiales que tienen una resistividad muy baja son buenos conductores, y se utilizan para transportar la corriente eléctrica (por ejemplo la plata y cobre), mientras que los que tienen una resistividad muy alta se utilizan como aislantes (por ejemplo el plástico). [Definición adaptada de Clark, 1996] Resolución espacial: En teledetección, este término expresa la capacidad de un sensor remoto para distinguir objetos “pequeños” o dispuestos muy cerca los unos de los otros. El término es utilizado a menudo de forma un tanto ambigua en referencia al tamaño de los píxels de una imagen digital. [Definición adaptada de Bewley, 1999] Semiótica: Teoría general de los signos. En Cartografía se aplica para hacer inteligible el mensaje propuesto mediante el uso informado y pautado de los símbolos, tanto en cuanto a sus elementos (forma, tamaño, color, tono, grano, orientación) como en cuanto a sus tipos (pictogramas, ideogramas, tramas). SGBD: Acrónimo de Sistemas de Gestión de Bases de Datos. Colección de programas informáticos que permiten al usuario crear y mantener una base de datos, facilitando el proceso de su definición (estructura y tipos de datos), construcción (entrada de datos) y manipulación (consulta y recuperación de datos) para cualesquiera propósitos y aplicaciones. [Definición adaptada de Elmasri y Navathe, 1989:4] Signo: Representación simbólica (abstracta) de la realidad. Símbolo: Signo que no comparte una propiedad con el significado (por ejemplo, los signos de un sistema de escritura ideográfica o pictográfica). Sistema de Posicionamiento Global: (Del acrónimo inglés GPS Global Positioning System). Sistema de posicionamiento basado en una treintena de satélites que orbitan la tierra cada 12 horas, emitiendo constantemente una señal con datos sobre su posición y la hora precisa de emisión. Dentro de unas condiciones de recepción adecuada los aparatos receptores situados en cualquier punto de la superficie terrestre reciben la señal de varios de los satélites y calculan su posición con respecto al mismo, transformando esta información (a discreción del usuario) en cualquiera de los sistemas de coordenadas existentes internacionalmente. Dado que se trata de una tecnología portátil (se puede transportar por una sola persona a pie) y que actualmente existen receptores de alta precisión que pueden ubicar cualquier punto en latitud, longitud y altitud con márgenes de error sub-centimétricos, la aplicación de esta tecnología en la prospección arqueológica de superficie permite reflejar con gran precisión la ubicación de un yacimiento, así como su topografía. Sistema de Información Geográfica: Conjunto de herramientas informáticas para la entrada, almacenamiento, procesamiento, transformación, consulta, recuperación y salida de datos espacialmente referenciados. 208 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Sustantivismo: Teoría de la antropología económica que tiene como proponente más conspicuo a K. Polanyi (1886 - 1964) y que se opone al formalismo, postulando que la economía de las sociedades pre-capitalistas no se basa en la lógica del mercado capitalista (especialmente la ley de la oferta y la demanda) sino en principios como la redistribución y la reciprocidad. La tesis central de Polanyi es que, mientras que en las sociedades pre-capitalistas la economía está imbuida como un elemento más de las relaciones sociales, en el capitalismo, por el contrario, son las relaciones económicas las que definen las relaciones sociales. La gran victoria de la revolución industrial capitalista basado en el mercado es la sistemática destrucción de las reglas de reciprocidad, redistribución y obligaciones comunales que presidían la economía de las sociedades pre-capitalistas. Tafonomía: Estudio de los procesos a través de los cuales los restos de los organismos muertos en las diversas partes de la biosfera, una vez fosilizados, se convierten en parte de la litosfera. Teleología: En filosofía de la ciencia, una explicación teleológica es aquella basada en causas finales, a diferencia del modo de explicación basado en causas eficientes (es común llamar causalismo al modo de explicación por causas eficientes y teleologismo o finalismo al modo de explicación por causas finales). [Definición adaptada de Ferrater Mora 1991:348] Tell: Colina artificial (de carácter antrópico) formada por la acumulación de restos y sedimentos arqueológicos producto de una prolongada ocupación humana. En el Viejo Mundo son muy frecuentes en regiones del oriente próximo y el mediterráneo, en sitios que han sido habitados de forma ininterrumpida a veces durante cuatro o cinco mil años. En Anatolia se les denomina “tepe”. Teoría Científica: Conjunto de principios de alto nivel o leyes que pueden proporcionar un marco explicativo para acomodar un amplio abanico de fenómenos empíricos. [Definición de Salmon, 1982:140]. Alternativamente, siguiendo a C. Hempel, las teorías se introducen cuando estudios anteriormente realizados de una clase de fenómenos han revelado un sistema de uniformidades que puede expresarse en forma de leyes empíricas. Las teorías intentan, por tanto, explicar estas regularidades y proporcionar una comprensión más profunda y exacta de los fenómenos en cuestión. [Definición de Hempel, 1989:107] Teoría General de Sistemas: Propuesta por el biólogo alemán Ludwig von Bertalanffy en la década de los 1940, la Teoría de Sistemas propone el estudio transdisciplinar de la organización abstracta de los fenómenos con independencia de su substancia, tipo o escala espacio-temporal de existencia. Investiga tanto los principios comunes de todas las entidades complejas como los modelos (normalmente matemáticos) que se pueden utilizar para describirlas. [Definición de Audi, 1999:898] Teoría nomológica o nomotética: Teoría científica que persigue el descubrimiento y formulación de las leyes, regularidades y normas generales de acuerdo con las cuales funciona el mundo y el universo, en parte con un propósito predictivo. Las teorías nomológicas son rivales (o, según se mire, complementarias) de las teorías idiográficas, 209 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán que persiguen el descubrimiento y descripción de los aspectos únicos y excepcionales de la realidad en lugar de la definición de leyes y regularidades. Termorremanencia: Magnetismo adquirido por ciertos materiales al enfriarse. En contextos arqueológicos se da en materiales expuestos a procesos de combustión intensa (hornos, hogares, suelos quemados por incendios, etc.): al enfriarse, los componentes férreos de la arcilla se magnetizan en masa en relación con el campo magnético terrestre. El magnetismo termorremanente permanece activo durante muy largos periodos de tiempo y puede ser detectados con los sensores adecuados (i.e. magnetómetros). [Definición adaptada de Clark, 1996] Tesauro: Documento de gestión de sistemas de información documental y bases de datos que sistematiza y normaliza el lenguaje (es decir, la terminología) utilizado en un campo de trabajo específico, evitando ambigüedades semánticas, polisemias y otros problemas, y contribuyendo así a una mejor gestión de los datos. TIN: Del acrónimo inglés para Triangulated Irregular Network. Método de representación tridimensional de la topografía empleado en los SIG para generar modelos digitales del terreno (MDT), consistente en una serie de caras de triángulos conectadas producidas por una triangulación de Delaunay de puntos de observación (cotas) irregularmente distribuidos. Los modelos TIN son de tipo vectorial, con los nodos de los triángulos almacenando los valores altitudinales. [Definición adaptada de Wheatley y Gillings, 112- 113] Topología: De forma general, conjunto de relaciones espaciales que se establecen entre una serie de entidades. En el ámbito de los SIG se denominan relaciones topológicas a las existentes entre las entidades cartográficas y/o a las relaciones que definen geométricamente un objeto. Tal es el caso de la definición de líneas y áreas (en ambos casos relaciones entre puntos) y de las relaciones de contigüidad, adyacencia, conectividad, coincidencia o inclusión que se establecen entre ellas. [Definición adaptada de Espiago y Baena, 1997:22] Toponimia: Junto con la antroponimia (nombres de personas), la toponimia constituye una especialidad de la onomástica (ciencia de los nombres). La toponimia estudia los nombres de lugar, su historia, evolución e interpretación, y se utiliza en la prospección arqueológica de superficie para determinar lugares con probabilidad de contener evidencias de ocupación humana pasada. Transecto: En prospección arqueológica de superficie, unidad de muestreo para la recogida de datos de forma rectangular que se utiliza como marco, delimitación y referente del trabajo de campo. Transformaciones C: Procesos de formación de carácter antrópico o cultural [Definición adaptada de Schiffer, 1983:692] Transformaciones N: Procesos de formación de carácter natural o geológico [Definición adaptada de Schiffer, 1983:692] 210 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán UTM: Acrónimo de Universal Transverse Mercator. Proyección conforme que transforma la superficie pseudoesférica de la Tierra en un plano, superponiendo una cuadrícula de coordenadas rectangulares planas que tiene dos ejes X e Y. Dentro de este sistema las líneas son paralelas entre sí en cada uno de los ejes y equidistantes (al contrario que en las coordenadas geográficas). [Definición adaptada de Joly, 1979:58-60] 211 Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio Leonardo García Sanjuán Referencias. AAVV (1991): Jornadas sobre Teledetección y Geofísica Aplicadas a la Arqueología (Madrid, Mayo 1986; Mérida, Octubre 1987). Madrid. Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales AAVV (1994): Symposium Luftbildarchäologie En Ost- und Mitteleuropa. Kleinmachnow. Land Brandenburg AAVV (1995): La Administración del Patrimonio Arqueológico en Galicia. Santiago de Compostela AAVV (2000): Hace 4000 años. Vida y Muerte en Dos Poblados de la Alta Andalucía. Sevilla. Junta de Andalucía AAVV (2001): Miróbriga. Ruínas Romanas. Roteiros da Arqueología Portuguesa. Lisboa. IPPAR Aberg, F. A. - Leech, R. H. (1992): "The National Archaeological Record for England. Past, Present and Future” En Larsen, C. V. (Ed.): Sites and Monuments. National Archaeological Records, 157169. Copenhaguen. National Museum of Denmark Accardo, G. 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