Historia de la inmunología. La palabra inmunología deriva del latín immunitas, que era un término con el que se denominaba a quienes estaban "protegidos" de pagar impuestos. Dicha palabra sigue vigente en términos sociales y es aplicada, por ejemplo, a los embajadores, que están exentos de someterse a las leyes que rigen sobre el resto de los ciudadanos (inmunidad diplomática) o a los legisladores, que no pueden ser juzgados tan fácilmente al detentar fueros, también llamados "inmunidad". En medicina se define como inmunología a la ciencia que estudia todos los mecanismos fisiológicos de defensa de la integridad biológica de un organismo. A su vez, estos sistemas de defensa se dividen en dos grandes grupos: la inmunidad innata, que defiende al organismo rápidamente y de forma inespecífica, y la inmunidad adaptativa, que es específica contra los agentes agresores y actúa de forma mediata. Como tantas otras ciencias, la inmunología presenta un prolongado período precientífico, de observaciones y aproximaciones meramente empíricas. La resistencia a posteriores ataques de una enfermedad infecciosa fue ya recogida en escritos de la antigüedad; el historiador griego Tucídides (464-404 a.C.) narra que, en una epidemia sucedida durante la guerra del Peloponeso, los enfermos eran atendidos solo por aquellos que habían sobrevivido previamente a la enfermedad, en la seguridad de que éstos no volverían a ser contagiados. Igualmente, en la antigua China se había observado que las personas que en su niñez habían padecido la viruela no la adquirían más adelante en su vida. Los mismos chinos, en el siglo XI a. C., fueron los primeros en intentar una aplicación de estas observaciones que indicaban la inducción de un estado protector por medio de una forma suave de la enfermedad: la inhalación de polvo de costras de viruela provocaba un ataque suave que confería resistencia ante infecciones posteriores. Una modificación fue introducida en Occidente en el siglo XVIII por Pylarini y Timoni, y fue popularizada en Gran Bretaña por Lady Mary Wortley Montagu, esposa del embajador inglés en Constantinopla, tras una serie inicial de pruebas sobre "voluntarios" (prisioneros). Sin embargo, este tipo de prácticas no llegaron a arraigar ampliamente, ya que no estaban exentas de riesgos, entre los cuales figuraba la posibilidad de transmisión de otras enfermedades. El primer acercamiento a la inmunización con criterios racionales fue realizado por el médico inglés Edward Jenner (1749-1823), tras su constatación de que los ganaderos que habían adquirido la viruela vacunal (una forma benigna de enfermedad que sólo producía pústulas en las manos) no eran atacadas por la grave y deformante viruela humana. En mayo de 1796 inoculó a un niño fluido procedente de las pústulas vacunales de Sarah Nelmes; semanas después el niño fue inyectado con pus de una pústula de un enfermo de viruela, comprobando que no quedaba afectado por la enfermedad. Jenner publicó sus resultados en 1798 ("An enquiry into the causes and effects of the variolae vaccinae..."), pronosticando que la aplicación de su método podría llegar a erradicar la viruela. Jenner fue el primero en recalcar la importancia de realizar estudios clínicos de seguimiento de los pacientes inmunizados, consciente de la necesidad de contar con controles fiables. La falta de conocimiento, en aquella época, de las bases microbiológicas de las enfermedades infecciosas retrasó en casi un siglo la continuación de los estudios de Jenner, aunque ciertos autores, como Turenne, en su libro "La syphilization" (1878) lograron articular propuestas teóricas de cierto interés. El primer abordaje plenamente científico de problemas inmunológicos se debió, a Louis Pasteur. Estudiando la bacteria responsable del cólera aviar (más tarde conocida como Pasteurella aviseptica), observó (1880) que la inoculación en gallinas de cultivos viejos, poco virulentos, las protegía de contraer la enfermedad cuando posteriormente eran inyectadas con cultivos normales virulentos. De esta forma se obtuvo la primera vacuna a base de microorganismos atenuados. Fue precisamente Pasteur quien dio carta de naturaleza al término vacuna, en honor del trabajo pionero de Jenner. En los años siguientes Pasteur abordó la inmunización artificial para otras enfermedades; concretamente, estableció de forma clara que cultivos de Bacillus anthracis atenuados por incubación a 45° C conferían inmunidad a ovejas expuestas a contagio por carbunco. Una famosa demostración pública de la bondad del método de Pasteur tuvo lugar en Pouilly le Fort, el 2 de junio de 1881, cuando ante un gentío expectante se pudo comprobar la muerte del grupo control de ovejas y vacas no inoculadas, frente a la supervivencia de los animales vacunados. Años después, abordaría la inmunización contra la rabia, enfermedad de la que se desconocía el agente causal. Pasteur observó que éste perdía virulencia cuando se mantenían al aire durante cierto tiempo extractos medulares de animales infectados, por lo que dichos extractos se podían emplear eficazmente como vacunas. Realizó la primera vacunación antirrábica en humanos el 6 de julio de 1885, sobre el niño Joseph Meister, que había sido mordido gravemente por un perro rabioso. A este caso siguieron otros muchos, lo que valió a Pasteur reconocimiento universal y supuso el apoyo definitivo a su método de inmunización, que abría perspectivas prometedoras de profilaxis ante muchas enfermedades. Estos logros determinaron, en buena medida, la creación del Instituto Pasteur, que muy pronto reunió a un selecto grupo de científicos, que enfocarían sus esfuerzos en diversos aspectos de las inmunizaciones y de sus bases biológicas. A su vez, los norteamericanos Salmon y Smith (1886) perfeccionaron los métodos serológicos de Pasteur, lo que les permitió producir y conservar más fácilmente sueros tipificados contra la peste porcina. A finales del siglo XIX existían dos teorías opuestas sobre los fundamentos biológicos de las respuestas inmunes. Por un lado, el zoólogo ruso Ilya Ilich Mechnikov (1845-1916), que había realizado observaciones sobre la fagocitosis en estrellas de mar y pulgas de agua, estableció, a partir de 1883, su "Teoría de los fagocitos", tras estudiar fenómenos de englobamiento de partículas extrañas por los leucocitos de conejo y de humanos. Informó que existían fenómenos de eliminación de agentes patógenos por medio de "células devoradoras" (fagocitos) que actuaban en animales vacunados contra el carbunco, y explicó la inmunización como una "habituación" del hospedador a la fagocitosis. Más tarde, ya integrado en el Instituto Pasteur, propugnó la idea de que los fagocitos segregan enzimas específicos, análogos a los "fermentos" digestivos (1900). Esta teoría de los fagocitos constituyó el núcleo de la teoría de la inmunidad celular, de modo que la fagocitosis se consideraba como la base principal del sistema de defensa inmune del organismo. Por otro lado, la escuela alemana de Koch hacía hincapié en la importancia de los mecanismos humorales (teoría de la inmunidad humoral). Emil von Behring (18541917) y Shibasaburo Kitasato (1856-1931), a resultas de sus trabajos sobre las toxinas del tétanos y de la difteria, observaron que el cuerpo produce "antitoxinas" (más tarde conocidas como anticuerpos) que tendían a neutralizar las toxinas de forma específica, y evidenciaron que el suero que contiene antitoxinas es capaz de proteger a animales expuestos a una dosis letal de la toxina correspondiente (1890). La intervención de Ehrlich permitió obtener sueros de caballo con niveles de anticuerpos suficientemente altos como para conferir una protección eficaz, e igualmente se pudo disponer de un ensayo para cuantificar la "antitoxina" presente en suero. Ehrlich dirigió desde 1896 el Instituto Estatal para la Investigación y Comprobación de Sueros, en Steglitz, cerca de Berlín, y, a partir de 1899, estuvo al frente del mejor equipado Instituto de Terapia Experimental, en Frankfurt. Durante este último periodo de su vida, Ehrlich produce una impresionante obra científica, en la que va ahondando en la comprensión de la inmunidad humoral. En 1900 da a luz su "Teoría de las cadenas laterales", en la que formula una explicación de la formación y especificidad de los anticuerpos, estableciendo una base química para la interacción de éstos con los antígenos. Por su lado, R. Kraus visualiza por primera vez, en 1897, una reacción antígeno-anticuerpo, al observar el enturbiamento de un filtrado bacteriano al mezclarlo con un suero inmune específico (antisuero). Durante cierto tiempo se creyó que el suero posee distintas actividades inmunes humorales, cada una denominada de forma diferente: antitoxina (neutralización de toxinas), precipitina (precipitación de toxinas), aglutinina (aglutinación de bacterias) y bacteriolisina (lisis de bacterias). Hubo que esperara a los años 30 para caer en la cuenta que todas estas actividades se debían a un único tipo de entidad, que fue bautizado como anticuerpo. En 1898 Jules Bordet (1870-1961) descubre otro componente sérico relacionado con la respuesta inmunitaria, al que bautiza como "alexina", caracterizado, frente al anticuerpo, por su termolabilidad e inespecificidad. (Más tarde se impondría el nombre de complemento, propuesto por Ehrlich). El mismo Bordet desarrolló, en 1901, el primer sistema diagnóstico para la detección de anticuerpos, basado en la fijación del complemento, y que inició una larga andadura, que llega a nuestros días. La conciliación de las dos teorías (celular y humoral) se inició con los trabajos de Almorth Wrigth y Stewart R. Douglas, quienes en 1904 descubren las opsoninas, anticuerpos presentes en los sueros de animales inmunizados y que, tras unirse a la superficie bacteriana, incrementan la capacidad fagocítica de los leucocitos. En los años 50 se reconoce que los linfocitos son las células responsables de los dos componentes, humoral y celular, de la inmunidad. El área de la inmunopatología inicia su andadura con la descripción del fenómeno de anafilaxia producido por introducción en un animal de un suero de una especie distinta (Portier y Richet, 1902; Arthus, 1903), lo que a su vez abriría la posibilidad de métodos de serodiagnóstico, con aplicaciones múltiples en Medicina, Zoología y otras ciencias biológicas. En 1905 Pirquet sugiere que la enfermedad del suero (un fenómeno de hipersensibilidad) tiene relación directa con la producción de anticuerpos contra el suero inyectado, introduciendo el término de alergia para referirse a la reactividad inmunológica alterada. La inmunoquímica cobra un gran impulso en las primeras décadas del siglo XX con los trabajos de Karl Landsteiner (1868-1943). Su primera contribución de importancia había sido la descripción, mediante reacciones de aglutinación, del sistema de antígenos naturales (ABC0) de los eritrocitos humanos (1901-1902), completada (en colaboración con Von Dungern y Hirzfeld), con las subdivisiones del grupo A y el estudio de su transmisión hereditaria. Estos trabajos sirvieron de estímulo para avanzar en el desentrañamiento de la especificidad química de los antígenos que determinan la formación de anticuerpos. Landsteiner estudió sistemáticamente las características de inmunogenicidad y especificidad de reacción de antígenos con anticuerpos, valiéndose de la modificación química de antígenos, denominando haptenos a aquellos grupos químicos que por sí mismos no desencadenan formación de anticuerpos, pero sí lo hacen tras ser conjugados a proteínas portadoras. La cuestión de las reacciones antígeno-anticuerpo se convirtió en otra polémica entre escuelas hasta finales de los años 20. Mientras Ehrlich y sus seguidores mantenían que estas reacciones tienen una base puramente química, Bordet y sus discípulos las explicaban como fenómenos físicos de reacciones entre coloides. La resolución del debate debió aguardar hasta finales de los años 30, al incorporarse avances técnicos como la electroforesis, la cromatografía en papel, la ultracentrifugación y el microscopio electrónico. Heidelberg y Kendall (1936) purificaron anticuerpos a partir de sueros por disociación de precipitados. Tiselius (1939) demostró que los anticuerpos constituyen la fracción gamma-globulínica del suero. Veinte años después R.R. Porter y G.M. Edelman establecen la estructura de las inmunoglobulinas. Durante este lapso de tiempo se descubre que la síntesis de anticuerpos ocurre en las células plasmáticas, aunque éstas no son puestas en relación aún con los linfocitos; durante muchos años se siguió creyendo que los linfocitos eran células pasivas, sin función inmune. Por aquella época se describe, también, la diversidad de inmunoglobulinas, llegándose al establecimiento de una nomenclatura. Enseguida comienza la era de los múltiples experimentos sobre timectomía en ratones neonatos y sobre bursectomía en aves, así como los de reconstitución de animales irradiados, con timocitos y células de la medula ósea, y que permiten afirmar el papel esencial de los linfocitos, encuadrarlos en tipos funcionales T y B, y relacionarlos con las respuestas inmunes celular y humoral, respectivamente. Una importante faceta de la inmunología de la primera mitad del siglo XX fue la obtención de vacunas. Se lograron toxoides inmunogénicos a partir de toxinas bacterianas, en muchos casos por tratamiento con formol: toxoide tetánico (Eisler y Lowenstein, 1915) y toxoide diftérico (Glenny, 1921). En 1922 se desarrolla la vacuna BCG contra la tuberculosis, haciendo uso de una cepa atenuada de Mycobacterium tuberculosis, el bacilo de Calmette-Guérin. La utilización de coadyuvantes se inicia en 1916, por LeMoignic y Piroy. La inmunogenética nace cuando Bernstein describe en 1921 el modelo de transmisión hereditaria de los cuatro grupos sanguíneos principales, basándose en el análisis estadístico de sus proporciones relativas, y con el descubrimiento por Landsteiner y Levène (1927) de los nuevos sistemas MN y P. Los experimentos de transfusiones sanguíneas interespecíficas permitieron distinguir la gran complejidad de los antígenos sanguíneos, explicables según unos 300 alelos múltiples. Otra de las grandes controversias de los primeros tiempos de la Inmunología se refería al tipo de mecanismos postulados para explicar la especificidad de la reacción antígeno-anticuerpo. Se propusieron dos tipos de teorías: la selectiva y la instructiva. La primera formulación de tipo instructivo se debió a Paul Ehrlich (teoría de las cadenas laterales): suponía que las células inmunes expresan en su superficie una gran variedad de cadenas laterales preformadas; la unión de un agente patógeno determinado con una cadena lateral adecuada sería análoga a la complementariedad entre una llave y su cerradura; dicha interacción originaría la liberación de la cadena lateral, e induciría a la célula a producir y liberar más cadenas laterales de ese tipo concreto. Como se ve, esta teoría supone que la selectividad de la cadena lateral está determinada previamente a la exposición al antígeno, que sólo actúa seleccionando la producción y liberación de la cadena adecuada. En cambio, durante los años 30 y 40 se daba más crédito a las teorías instructivas. En ellas, el antígeno juega un papel central a la hora de determinar la especificidad del anticuerpo correspondiente. Se sugería que el antígeno serviría como un molde alrededor del cual se plegaría la molécula del anticuerpo, que de esta forma adquiriría su especificidad. Estas teorías, popularizadas sobre todo por Linus Pauling, podían encajar en aquellos tiempos en que aún existían muchas lagunas de los conocimientos, pero en los años 50, tras los nuevos descubrimientos en Biología Molecular (ADN, ARN, código genético, etc.), fueron descartadas. Una contribución esencial a las ideas sobre el mecanismo de formación de los anticuerpos la realizó el australiano Macfarlane Burnet (1899-1985), al establecer su teoría de la selección clonal; ésta argumenta que cada linfocito B, previamente al contacto con el antígeno, sintetiza un único tipo de anticuerpo, específico para cada antígeno determinante antigénico), de modo que la unión del antígeno causa la proliferación clonal del linfocito B, con la consecuente síntesis incrementada de anticuerpos específicos. Esta teoría resucitó las ideas selectivas, y actualmente es el paradigma aceptado por todos los inmunólogos. Más recientemente Niels Jerne ha realizado nuevas aportaciones y refinamientos a la teoría de la selección clonal, proponiendo un modelo de regulación inmune conocido como teoría de las redes idiotípicas. Los avances en Inmunología durante los últimos años han sido espectaculares, consolidando a ésta como ciencia independiente, con su conjunto propio de paradigmas, ya relativamente escindida de su tronco originario microbiológico. Entre los hitos recientes hay que citar la técnica de producción de anticuerpos monoclonales a partir de hibridomas, desarrollada originalmente por Cesar Milstein y Georges Kohler en 1975, y que presenta una enorme gama de aplicaciones en biomedicina, o el desentrañamiento de los fenómenos de reorganización genética responsables de la expresión de los genes de inmunoglobulinas, por Susumu Tonegawa. Células y tejidos del sistema inmunitario. Las células de los sistemas inmunitarios innato y adaptativo están presentes normalmente en forma de células circulantes en la sangre y en la linfa, en forma de grupos definidos por criterios anatómicos en órganos linfáticos y en forma de células dispersas en casi todos los tejidos. La organización anatómica de estas células y su capacidad para circular e intercambiarse entre la sangre, la linfa y los tejidos tiene una importancia fundamental para la generación de las respuestas inmunitarias. El sistema inmunitario se enfrenta a numerosos desafíos con el fin de generar respuestas protectoras eficaces contra microorganismos infecciosos. En primer lugar, el sistema debe ser capaz de responder con rapidez a cantidades reducidas de muchos microbios diferentes que pueden introducirse en cualquier lugar del cuerpo. En segundo lugar, en la respuesta inmunitaria adaptativa, muy pocos linfocitos vírgenes específicos reconocen y responden a un antígeno. En tercer lugar, los mecanismos efectores del sistema inmunitario adaptativo (anticuerpos y linfocitos T efectores) deben localizar y destruir microbios en lugares alejados de la zona donde se indujo la respuesta inmunitaria. La capacidad del sistema inmunitario de enfrentarse a estos desafíos y de realizar de forma óptima sus funciones protectoras depende de las respuestas notablemente rápidas y variadas de las células inmunitarias y de la forma en que estas células se organizan en los tejidos linfáticos y mantienen la capacidad de migrar de un tejido a otro. Las células que desempeñan funciones especializadas en las respuestas inmunitarias innatas y adaptativas son los fagocitos, las células dendríticas, los linfocitos específicos frente al antígeno y otros diversos leucocitos que actúan eliminando los antígenos. Fagocitos. Los fagocitos, entre los que se cuentan los neutrófilos y los macrófagos, son las células cuya principal función es ingerir y destruir los microbios y deshacerse de los tejidos dañados. Las respuestas funcionales de los fagocitos en la defensa del anfitrión consisten en una secuencia de pasos: reclutamiento de las células en las zonas de infección, reconocimiento de los microbios y activación por ellos, ingestión de los microbios por el proceso de la fagocitosis y destrucción de los microbios ingeridos. Además, a través del contacto directo y la secreción de citocinas, los fagocitos se comunican con otras células en diversas formas que promueven o regulan las respuestas inmunitarias. Estas funciones de los fagocitos son importantes en la inmunidad innata, y también en la fase efectora de algunas respuestas inmunitarias adaptativas. Neutrófilos. Los neutrófilos, también llamados leucocitos polimorfonucleares, son la población más abundante de leucocitos circulantes y median las primeras fases de las reacciones inflamatorias. Los neutrófilos circulan como células esféricas de unas 12 a 15 um de diámetro con numerosas proyecciones membranarias. El núcleo de un neutrófilo está segmentado en tres a cinco lóbulos conectados, de aquí el sinónimo leucocito polimorfonuclear. El citoplasma contiene gránulos de dos tipos. La mayoría, llamados gránulos específicos, están llenos de enzimas como la lisozima, la colagenasa y la elastasa. Estos gránulos no se tiñen intensamente con las tinciones básicas ni ácidas (hematoxilina y eosina, respectivamente), lo que distingue a los gránulos del neutrófilo de los de otros tipos de granulocitos circulantes, llamados basófilos y eosinófilos. El resto de los gránulos de los neutrófilos, llamados gránulos azurófilos, son lisosomas que contienen enzimas y otras sustancias microbicidas, como las defensinas y las catelicidinas. Los neutrófilos se producen en la médula ósea y surgen de los precursores que también originan los fagocitos mononucleares. La producción de neutrófilos es activada por el factor estimulador de colonias de granulocitos (G-CSF). Un ser humano adulto produce más de 1x10^11 neutrófilos al día, y cada uno circula en la sangre durante horas o días. Los neutrófilos pueden migrar a lugares de infección rápidamente tras la entrada de microbios. Después de entrar en los tejidos, los neutrófilos actúan durante 1 o 2 días y después mueren. Los neutrófilos defienden al organismo contra infecciones bacterianas o por hongos. Usualmente son los primeros en responder a una infección microbiana; su actividad y muerte en gran número forman el pus. Los neutrófilos se encargan de fagocitar bacterias y están presentes en grandes cantidades en el pus. Estas células no son capaces de renovar sus lisosomas (utilizados durante la digestión de microbios) y mueren después de haber fagocitado unos cuantos patógenos. Los neutrófilos son el tipo celular más encontrado en las fases tempranas de la inflamación aguda. Conforman del 60 al 70% de los leucocitos totales en la sangre del ser humano. Fagocitos mononucleares. El sistema fagocítico mononuclear comprende células circulantes llamadas monocitos y células residentes en los tejidos llamadas macrófagos. Los macrófagos, que se distribuyen ampliamente en los órganos y el tejido conjuntivo, desempeñan funciones centrales en las inmunidades innata y adaptativa. Muchos tejidos están poblados de macrófagos residentes de vida larga derivados de precursores del saco vitelino o del hígado fetal durante el desarrollo fetal y asumen fenotipos especializados dependiendo del órgano. Son ejemplos de ellas las células de Kupffer que recubren las sinusoides en el hígado, los macrófagos sinusoidales en el bazo, los macrófagos alveolares en el pulmón y las células microgliales en el encéfalo. En los adultos, las células de línea macrofágica surgen de células precursoras comprometidas que existen en la médula ósea, dirigidas por una proteína llamada factor estimulante de colonias de monocitos (o macrófagos) (MCSF). Estos precursores maduran en los monocitos, que entran y circulan en la sangre y después emigran a los tejidos, especialmente durante las reacciones inflamatorias, donde se convierten en macrófagos. Los monocitos tienen diámetros de 10a 15 um y poseen núcleos en forma de riñón y un citoplasma finamente granular que contiene lisosomas, vacuolas fagocíticas y filamentos del citoesqueleto. Los monocitos son heterogéneos y consisten en diferentes subgrupos distinguibles por marcadores de la superficie celular y funciones. En los seres humanos y en los ratones, los monocitos más numerosos, llamados a veces monocitos clásicos, producen abundantes mediadores inflamatorios y son reclutados con rapidez en los lugares de infección o lesión tisular. En los seres humanos, estos monocitos pueden identificarse por la expresión elevada en su superficie de CD 14 y la nula expresión de CD 16 (CD14” CD16-), y en los ratones el subgrupo equivalente puede identificarse como Ly6 alto. Los monocitos no clásicos, que suponen una minoría de los monocitos sanguíneos, son CD14’ CD16” en los seres humanos y Ly6 bajo en los ratones. Estas células ayudan a reparar los tejidos después de la lesión y se sabe que se arrastran por las superficies endoteliales (lo que se describe como patrullaje). También se ha descrito en humanos un subgrupo intermedio (CD14” CD16’). Maduración de los fagocitos mononucleares. Los macrófagos residentes tisulares, que se diferencian en formas especializadas en órganos particulares, derivan de precursores presentes en el saco vitelino y el hígado fetal durante la vida fetal. Los monocitos surgen de una célula precursora de la línea mielocítica en la médula ósea, circulan en la sangre y son reclutados durante las reacciones inflamatorias en los tejidos, donde maduran más hasta convertirse en macrófagos. Hay subgrupos de monocitos sanguíneos que tienen funciones inflamatorias o reparadoras distintas (no mostrados). Los macrófagos tisulares realizan varias funciones importantes en las inmunidades innata y adaptativa. • Una función importante de los macrófagos en la defensa del anfitrión es ingerir y matar microbios. Entre los mecanismos de eliminación, que se exponen en el capítulo 4, están la generación enzimática de especies reactivas del oxígeno y del nitrógeno, que son tóxicas para los microbios, y la digestión proteolítica. • Además de ingerir microbios, los macrófagos también ingieren células muertas del anfitrión, incluidas las células que mueren en los tejidos debido a traumatismos o interrupciones del aporte sanguíneo y los neutrófilos que se acumulan en los lugares de infección. Esto forma parte del proceso de limpieza que sigue a la infección o la lesión tisular estéril. Los macrófagos también reconocen e ingieren células apoptósicas antes de que estas puedan liberar su contenido e inducir respuestas inflamatorias. A lo largo del cuerpo y de la vida de un sujeto, las células no deseadas mueren por apoptosis, como parte de muchos procesos fisiológicos, como el desarrollo, el crecimiento y la renovación de tejidos sanos, y los macrófagos deben eliminar las células muertas. • Los macrófagos activados secretan distintas citocinas que actúan sobre células endoteliales que recubren los vasos sanguíneos para potenciar el reclutamiento de más monocitos y otros leucocitos de la sangre hacia las zonas de infecciones, lo que amplifica la respuesta protectora contra los microbios. Algunas importantes citocinas derivadas de macrófagos. • Los macrófagos sirven de APC que presentan antígenos a los linfocitos T y los activan. Esta función es importante en la fase efectora de las respuestas inmunitarias mediadas por linfocitos T. • Los macrófagos promueven la reparación de tejidos dañados al estimular el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos (angiogenia) y la síntesis de matriz extracelular rica en colágeno (fibrosis). Estas funciones están mediadas por citocinas secretadas por los macrófagos que actúan sobre varias células tisulares. Los macrófagos se activan para realizar sus funciones al reconocer muchos tipos diferentes de moléculas microbicidas, así como moléculas del anfitrión producidas en respuesta a las infecciones y lesiones. Estas diversas moléculas activadoras se unen a receptores específicos productores de señales localizados en la superficie del macrófago o en su interior. Un ejemplo de estos receptores es el receptor de tipo toll, que tiene una importancia fundamental en la inmunidad innata. Los macrófagos también se activan cuando receptores presentes en su membrana plasmática se unen a opsoninas en la superficie de los microbios. Las opsoninas son sustancias que cubren partículas para la fagocitosis. Ejemplos de receptores de opsoninas son los receptores para el complemento y los receptores para Ec de los anticuerpos. En la inmunidad adaptativa, los macrófagos son activados por citocinas secretadas y proteínas de membrana expresadas por los linfocitos T. Los macrófagos pueden adquirir capacidades funcionales especiales, dependiendo de los tipos de estímulos activadores a los que se exponen. El ejemplo más claro de esto es la respuesta de los macrófagos a diferentes citocinas producidas por subgrupos de linfocitos T. Algunas de estas citocinas activan a los macrófagos, que matan a los microbios de forma muy eficiente, lo que se llama activación clásica. Otras citocinas activan a los macrófagos para que promuevan la reestructuración y reparación tisulares, lo que se llama activación alternativa. Estas diferentes formas de activación y las citocinas implicadas. Los macrófagos también pueden asumir diferentes formas morfológicas después de activarse por medio de estímulos externos, como los microbios. Algunos desarrollan abundante citoplasma y se denominan células epitelioides por su parecido a las células epiteliales de la piel. Los macrófagos activados pueden fusionarse y formar células gigantes multinucleadas. Los macrófagos suelen responder a los microbios casi con tanta rapidez como los neutrófilos, pero los macrófagos sobreviven mucho más en las zonas de inflamación. AI contrario que los neutrófilos, los macrófagos no están diferenciados en su forma terminal y pueden sufrir divisiones celulares en una zona inflamatoria. Por tanto, los macrófagos son las células efectoras dominantes en los estadios finales de la respuesta inmunitaria innata, varios días después del comienzo de la infección. Mastocitos, basófilos y eosinófilos. Los mastocitos, los basófilos y los eosinófilos son tres células adicionales que participan en las respuestas inmunitarias innatas y adaptativas. Los tres tipos de células comparten la característica común de tener gránulos citoplásmicos llenos de varios mediadores inflamatorios y antimicrobianos. Otra característica común de estas células es su implicación en respuestas inmunitarias que protegen contra helmintos y reacciones que causan enfermedades alérgicas. Mastocitos. Los mastocitos son células derivadas de la médula ósea presentes en la piel y los epitelios mucosos que contienen abundantes gránulos citoplásmicos llenos de histamina y otros mediadores. La citocina factor de célula troncal (también llamada ligando de c-Kit) es esencial para el desarrollo del mastocito. Los mastocitos maduros no se encuentran normalmente en la circulación, sino que están en los tejidos, habitualmente junto a vasos sanguíneos pequeños y nervios. Su citoplasma contiene numerosos gránulos rodeados de membrana que están llenos de proteoglucanos ácidos que se unen a pigmentos básicos. Los mastocitos expresan en la membrana receptores de afinidad alta para un tipo de anticuerpo llamado IgE y suelen estar cubiertos por ellos. Cuando los anticuerpos que están en la superficie del mastocito se unen al antígeno, se inducen acontecimientos transmisores de señales que conducen a la liberación del contenido del gránulo citoplásmico hacia el espacio extracelular. El contenido granular liberado, incluida la histamina, promueve cambios en los vasos sanguíneos que producen inflamación. Los mastocitos actúan como centinelas en los tejidos, donde reconocen los productos microbianos y responden produciendo citocinas y otros mediadores que inducen la inflamación. Estas células proporcionan una defensa frente a los helmintos y otros microbios, pero son también responsables de los síntomas de las enfermedades alérgicas. Basófilos. Los basófilos son granulocitos sanguíneos con muchas similitudes estructurales y funcionales con los mastocitos. Como otros granulocitos, los basófilos derivan de progenitores de la médula ósea (una línea diferente a la de los mastocitos), maduran en la médula ósea y circulan en la sangre. Los basófilos constituyen menos del 1 % de los leucocitos sanguíneos. Aunque normalmente no están presentes en los tejidos, los basófilos pueden ser reclutados en algunas zonas inflamatorias. Los basófilos contienen gránulos que se unen a pigmentos básicos y son capaces de sintetizar muchos de los mismos mediadores que los mastocitos. Como los mastocitos, los basófilos expresan receptores para la IgE, ligan IgE y pueden activarse por la unión del antígeno a la IgE. Como el número de basófilos es bajo en los tejidos, su importancia en la defensa del anfitrión y en las reacciones alérgicas es incierta. Los basófilos son principalmente responsables de las respuestas alérgicas ya que liberan histamina, provocando vasodilatación. Su núcleo es bi- o tri-lobulado, pero es difícil de detectar ya que se oculta por el gran número de gránulos gruesos, estos gránulos son característicamente azules bajo la tinción HyE. Eosinófilos. Los eosinófilos son granulocitos sanguíneos que expresan gránulos citoplásmicos que contienen enzimas lesivas para las paredes celulares de los parásitos, pero que también pueden dañar los tejidos del anfitrión. Los gránulos de los eosinófilos contienen proteínas básicas que ligan pigmentos ácidos como la eosina. Como los neutrófilos y los basófilos, los eosinófilos derivan de la médula ósea. Las citocinas GM-CSF, IL-3 e IL-5 promueven la maduración del eosinófilo a partir de los precursores mielocíticos. Algunos eosinófilos están presentes normalmente en los tejidos periféricos, en especial en los recubrimientos mucosos de las vías respiratoria, digestiva y genitourinaria, y su número puede aumentar por su reclutamiento de la sangre en el marco de la inflamación. Los eosinófilos, ante todo, lidian con las infecciones parasitarias. También son las células inflamatorias predominantes durante una reacción alérgica. Las causas más importantes de eosinofilia incluyen alergias como: asma, rinitis alérgica y urticaria; así como infecciones parasitarias. En general, su núcleo es bi-lobulado. El citoplasma está lleno de gránulos que, con tinción de eosina, asumen un color rosáceo-anaranjado característico. Leucocitos fijos. Algunos leucocitos migran a los tejidos del organismo para residir ahí permanentemente y no en la circulación sanguínea. A menudo, estas células tienen nombres específicos dependiendo de en qué tejido se instalen; un ejemplo son los macrófagos fijos de hígado, conocidos como células de Kupffer. Estas células siguen jugando un papel importante en el sistema inmune. Histiocitos. Un histiocito es un tipo de célula animal, perteneciente al tejido conjuntivo, que ingiere sustancias extrañas para proteger al cuerpo de posibles infecciones. Su función es inmunitaria, siendo un macrófago que permanece en un órgano concreto, sin viajar a través de la sangre. Es una célula grande fagocitaria, que forma parte del sistema fagocítico mononuclear. Este tipo de célula se encuentra en gran parte de los órganos de los seres del reino animal: Ganglios linfáticos y amígdalas palatinas, bazo, hígado, placenta, tejido mamario y perimamario, cerebro. Un número irregular de histiocitos genera la patología llamada histiocitosis. Células dendríticas (aunque estas suelen migrar a nódulos linfáticos locales al ingerir antígenos) Mastocitos. Microglia. Las microglías, microgliales o células de Hortega son células neurogliales del tejido nervioso con capacidad fagocitaria que forman el sistema inmunitario del sistema nervioso central. Se originan durante el desarrollo a partir de precursores mesenquimales que, independientemente de la circulación sanguínea, penetran en el parénquima cerebral. Durante la vida adulta se ha propuesto que se pueden renovar por división in situ, a partir de precursores de la médula ósea, o desde monocitos que alcanzan el sistema nervioso a través de la sangre. Sin embargo, la producción de microglía a partir de precursores de la médula ósea o monocitos circulantes sólo se ha observado tras irradiar el sistema nervioso central. Representan el sistema mononuclear fagocítico en el sistema nervioso central. Células presentadoras de antígenos. Las células presentadoras de antígenos (APC) son células que capturan antígenos microbianos y de otros tipos, que los muestran a los linfocitos y producen señales que estimulan la proliferación y diferenciación de los linfocitos. Por acuerdo, APC suele referirse a una célula que presenta antígenos a los linfocitos T. El principal tipo de APC que participa en la iniciación de las respuestas de linfocitos T es la célula dendrítica. Los macrófagos y los linfocitos B presentan antígenos a los linfocitos T en las respuestas inmunitarias celulares y humorales, respectivamente. Un tipo celular especializado llamado célula dendrítica folicular presenta los antígenos a los linfocitos B durante fases particulares de las respuestas inmunitarias humorales. Muchas APC, como las células dendríticas y los macrófagos, reconocen también a los microbios y responden frente a ellos durante las reacciones inmunitarias innatas y así unen las reacciones inmunitarias innatas a las respuestas del sistema inmunitario adaptativo. Células dendríticas. Las células dendríticas son las APC más importantes que activan a los linfocitos T vírgenes y pueden desempeñar funciones importantes en las respuestas innatas a las infecciones y en la alianza entre las respuestas inmunitarias innatas y adaptativas. Tienen proyecciones membranarias largas y capacidad fagocítica, y están distribuidas ampliamente en los tejidos linfáticos, el epitelio mucoso y el parénquima de los órganos. La mayor parte de las células dendríticas constituyen la línea mielocítica de células hematopoyéticas y surgen de un precursor que puede diferenciarse también en monocitos, pero no en granulocitos. La maduración de las células dendríticas depende de una citocina llamada ligando de Flt3, que se une al receptor tirosina cinasa Flt3 situado en las células precursoras. De forma análoga a los macrófagos, las células dendríticas expresan receptores que reconocen moléculas producidas habitualmente por microbios y no por células de los mamíferos, y responden a los microbios secretando citocinas. La mayoría de las células dendríticas en la piel, las mucosas y el parénquima de los órganos, que se llaman células dendríticas clásicas (o tradicionales), responden a los microbios emigrando a los ganglios linfáticos, donde presentan los antígenos proteínicos microbianos a los linfocitos T. Una subpoblación de células dendríticas, llamadas células dendríticas plasmocitoides, responde pronto a la infección vírica. Reconocen ácidos nucleicos de los virus intracelulares y producen proteínas solubles llamadas interferones del tipo I, que tienen potentes actividades antivíricas. Las poblaciones de células dendríticas pueden derivar también de precursores embrionarios y, durante la inflamación, de monocitos. Maduración de las células dendríticas. Las células dendríticas surgen de una célula precursora común de la línea mielocítica en la médula ósea que se diferencia en subgrupos, y los principales son las células dendríticas clásicas y las células dendríticas plasmocitoides. Las células dendríticas inflamatorias pueden surgir de los monocitos en los tejidos inflamados, y algunas células dendríticas residentes en los tejidos, como las células de Langerhans de la piel, pueden surgir de precursores embrionarios. Otras células presentadoras de antígenos. Además de las células dendríticas, los macrófagos y los linfocitos B son importantes células presentadoras de antígenos para los linfocitos T cooperadores CD4+. Los macrófagos presentan los antígenos a los linfocitos T cooperadores en los lugares de la infección, lo que activa al linfocito T cooperador y lleva a la producción de moléculas que activan aún más a los macrófagos. Este proceso es importante para la erradicación de microbios ingeridos por los fagocitos que se resisten a ser eliminados; en estos casos, los linfocitos T cooperadores aumentan mucho las actividades microbicidas de los macrófagos. Los linfocitos B presentan antígenos a los linfocitos T cooperadores, lo que es un paso clave en la cooperación de los linfocitos T cooperadores con los linfocitos B en las respuestas de los anticuerpos frente a antígenos proteínicos. Estas funciones presentadoras de los macrófagos y los linfocitos B se expondrán en los capítulos 10 y 12. Los linfocitos T citotóxicos (CTL) son linfocitos T CD8 + efectores que pueden reconocer antígenos en cualquier tipo de célula nucleada y que se activan para matarla. Por tanto, todas las células nucleadas pueden ser APC para los CTL. Células dendríticas foliculares Las células dendríticas foliculares (FDC) son células con proyecciones membranarias que se encuentran entremezcladas entre cúmulos de linfocitos B activados en los folículos de los ganglios linfáticos, el bazo y los tejidos linfáticos de las mucosas. Las FDC no derivan de precursores de la médula ósea ni se relacionan con las células dendríticas que presentan antígenos a los linfocitos T. Las FDC ligan antígenos proteínicos en sus superficies y los muestran para su reconocimiento por los linfocitos B. Esto es importante para seleccionar linfocitos B que expresen anticuerpos que se unan a antígenos con elevada afinidad. Las FDC también contribuyen a la organización estructural de los folículos. Linfocitos. Los linfocitos, las células más características de la inmunidad adaptativa, son las únicas células del cuerpo que expresan receptores para el antígeno distribuidos deforma clonal, cada uno específico frente a un determinante antigénico diferente. Cada clon de linfocitos T y B expresa receptores para el antígeno con una sola especificidad, que es diferente de las especificidades de los receptores de todos los demás clones. De este modo, los receptores para el antígeno de estos linfocitos muestran una distribución clonal. Hay millones de clones de linfocito en el cuerpo, que posibilitan que el organismo reconozca y responda a millones de antígenos extraños. La función de los linfocitos como mediadores en la inmunidad adaptativa se estableció mediante varias líneas de evidencias durante décadas de investigación. Uno de los primeros indicios vino de la observación de que los seres humanos con estados de inmunodeficiencia congénita y adquirida tenían un número reducido de linfocitos en la circulación periférica y en los tejidos linfáticos. Experimentos realizados sobre todo con ratones mostraron que la inmunidad protectora frente a los microbios puede transferirse de forma adoptiva desde animales inmunizados a vírgenes solo con linfocitos o sus productos secretados. Experimentos de laboratorio establecieron que el estímulo de los linfocitos con antígenos da lugar a respuestas que muestran muchas de las características de las respuestas inmunitarias inducidas en condiciones más fisiológicas en vivo. Tras la identificación de los linfocitos como mediadores de la inmunidad humoral y celular, se realizaron muchos descubrimientos a gran velocidad sobre los diferentes tipos de linfocitos, sus orígenes en la médula ósea y el timo, sus funciones en distintas respuestas inmunitarias y las consecuencias de su ausencia. Entre los hallazgos más importantes, tenemos que los linfocitos expresan receptores distribuidos de forma clonal, específicos y muy diversos frente a los antígenos, los cuales no se encuentran en otros tipos celulares. Durante las últimas tres décadas se ha acumulado una enorme cantidad de la información sobre los genes, las proteínas y las funciones del linfocito. Probablemente ahora sabemos más de los linfocitos que de ninguna otra célula en toda la biología. Una de las cuestiones más interesantes sobre los linfocitos ha sido cómo se genera el enorme y diverso repertorio de receptores para el antígeno con diferentes especificidades a partir del pequeño número de genes para estos receptores que hay en línea germinal. Ahora sabemos que los genes que codifican los receptores para el antígeno de los linfocitos se forman por la recombinación de segmentos de ADN durante la maduración de estas células. Hay un aspecto aleatorio en estas recombinaciones somáticas que da lugar a la generación de millones de genes de receptores diferentes y a un repertorio muy diverso de especificidades frente a antígenos entre los diferentes clones de linfocitos. El número total de linfocitos en un adulto sano es de 5 X 1011. De ellos, ~2% están en la sangre, ~4 en la piel, ~10% en la médula ósea, ~15% en los tejidos linfáticos mucosos de las vías digestiva y respiratoria y ~65% en los órganos linfáticos (sobre todo, en el bazo y los ganglios linfáticos). Describiremos por primera vez las propiedades de estas células y su organización en varios tejidos linfáticos. Subgrupos de linfocitos. Los linfocitos constan de subgrupos distintos que difieren en sus funciones y productos proteínicos. Todos los linfocitos tienen una forma similar y su aspecto no refleja su heterogeneidad ni sus diversas funciones. Los linfocitos B, las células que producen los anticuerpos, se llamaron así porque se ha visto que en las aves maduran en un órgano llamado bolsa de Fabricio. En los mamíferos no existe ningún equivalente anatómico de la bolsa y los primeros estadios de maduración del Iinfocito B se producen en la médula ósea. De este modo, linfocitos B se refiere a linfocitos derivados de la médula ósea (del inglés bone marrow). Los linfocitos T, los mediadores de la inmunidad celular, surgen de la médula ósea, migran al timo y maduran allí; linfocitos T se refiere a linfocitos derivados del timo. Existen subgrupos de linfocitos B y T con diferentes características fenotípicas y funcionales. Los principales subgrupos de linfocitos B son los linfocitos B foliculares, los linfocitos B de la zona marginal y los linfocitos B -1, cada uno de los cuales se encuentra en diferentes localizaciones anatómicas dentro de los tejidos linfáticos. Los linfocitos B foliculares expresan tipos de anticuerpos muy diversos con distribución clonal que sirven de receptores para el antígeno en la superficie celular, así como de moléculas efectoras secretadas, clave de la inmunidad humoral adaptativa. Por el contrario, los linfocitos B-l y los de la zona marginal producen anticuerpos con una diversidad muy limitada. Los dos principales subgrupos de linfocitos T son los linfocitos T cooperadores CD4+ y los CTL CD8+, que expresan receptores para el antígeno llamado receptor aB del linfocito T (TCR, del inglés T cell receptor) y actúan como mediadores de la inmunidad celular. Los linfocitos T reguladores CD4+ son un tercer subgrupo de linfocitos T que expresan receptores aB; su función es inhibir las respuestas inmunitarias. Además, los linfocitos T NK y los linfocitos gamma y delta son dos subgrupos numéricamente inferiores de linfocitos T que expresan TCR con una diversidad limitada, como los anticuerpos producidos por los linfocitos B -1. La expresión de varias proteínas de membrana se utiliza para distinguir las diferentes poblaciones de linfocitos. Por ejemplo, la mayoría de los linfocitos T cooperadores expresan una proteína de superficie llamada CD4 y la mayoría de los CTL expresan una proteína de superficie diferente llamada CD8. A estas y a otras proteínas de superficie se las llama a menudo marcadores, porque identifican y discriminan (marcan) poblaciones celulares diferentes. Estos marcadores no solo perfilan diferentes clases de linfocitos, sino que también tienen muchas funciones en los tipos celulares o en que se expresan. La forma más frecuente de determinar si se expresa un marcador fenotípico de superficie en una célula es probar si anticuerpos específicos frente al marcador se unen a la célula. En este contexto, los investigadores o los médicos utilizan los anticuerpos como herramientas analíticas. Hay cientos de preparados puros de diferentes anticuerpos, llamados anticuerpos monoclonales, cada uno específico frente a una molécula diferente y etiquetado con sondas que pueden detectarse fácilmente en las superficies celulares mediante el uso de los instrumentos apropiados. La nomenclatura de grupos de diferenciación (CD, del inglés cluster of differentiation) es un método adoptado de forma uniforme para nombrar las moléculas de la superficie celular que son características de una línea celular en particular o de un estadio de diferenciación, tienen una estructura definida y son reconocidas por un grupo (cluster) de anticuerpos monoclonales. De este modo, todas las moléculas de superficie con una estructura bien definida reciben un número CD (p. ej., CD1, CD2). Aunque diseñados en un principio para designar subtipos de leucocitos, los marcadores CD se encuentran en todos los tipos de células del cuerpo. Maduración de los linfocitos. Los linfocitos se desarrollan a partir de células troncales de la médula ósea, maduran en los órganos linfáticos generativos (médula ósea y timo para los linfocitos B y T, respectivamente) y después circulan a través de la sangre a los órganos linfáticos secundarios (ganglios linfáticos, bazo, tejidos linfáticos regionales como los tejidos linfáticos asociados a mucosas). Los linfocitos T maduros dejan el timo, pero los linfocitos B inmaduros abandonan la médula ósea y completan su maduración en los órganos linfáticos secundarios. Los linfocitos vírgenes pueden responder a los antígenos extraños en estos tejidos linfáticos secundarios o volver mediante el drenaje linfático a la sangre y recircular a través de otros órganos linfáticos secundarios. Desarrollo de los linfocitos. Después del nacimiento, los linfocitos, como todas las células sanguíneas, surgen de las células troncales de la médula ósea. El origen de los linfocitos de progenitores de la médula ósea se demostró por primera vez mediante experimentos con quimeras de médula ósea inducidas con radiación. Los linfocitos y sus precursores son radiosensibles y mueren con dosis altas de radiación gamma. Si se irradia un ratón de una cepa endogámica y después se le inyectan células de la médula ósea o un pequeño número de células troncales hematopoyéticas de otra cepa que puedan distinguirse del anfitrión, todos los linfocitos que se desarrollen después derivarán de células de la médula ósea o de células troncales hematopoyéticas del donante. Estos métodos han sido útiles para examinar la maduración de los linfocitos y de otras células sanguíneas. Todos los linfocitos pasan por estadios complejos de maduración durante los cuales expresan receptores para el antígeno y adquieren las características funcionales y fenotípicas de las células maduras . Las zonas anatómicas donde tienen lugar los principales pasos del desarrollo del linfocito se denominan órganos linfáticos generadores. Entre ellos están la médula ósea, donde surgen los precursores de todos los linfocitos y maduran los linfocitos B, y el timo, donde maduran los linfocitos T. Estos linfocitos B y T maduros se llaman linfocitos vírgenes. Los linfocitos vírgenes no tienen actividad funcional, pero después de activarse por el antígeno, proliferan y experimentan cambios espectaculares en su fenotipo y en su actividad funcional. Poblaciones de linfocitos que se distinguen por la historia de exposición al antígeno. Los linfocitos vírgenes que emergen de la médula ósea o del timo migran a los órganos linfáticos periféricos, donde los antígenos los activan para que proliferen y se diferencien en células efectoras y memoria, algunas de las cuales migran a los tejidos. La activación de los linfocitos sigue una serie de pasos secuenciales que empiezan con la síntesis de nuevas proteínas, como receptores para citocinas y citocinas, que son necesarios para muchos de los cambios posteriores. Las células vírgenes proliferan después, lo que da lugar a un aumento del tamaño de clones específicos frente al antígeno, un proceso que se llama expansión clonal. En algunas infecciones, el número de linfocitos T específicos frente a los microbios puede aumentar más de 50,000 veces, y el número de linfocitos B específicos puede aumentar hasta 5,000 veces. Esta rápida expansión clonal de linfocitos específicos frente al microbio es necesaria para mantenerse a la altura de la capacidad de los microbios de replicarse rápidamente. A la vez que la expansión clonal, los linfocitos estimulados por el antígeno se diferencian en células efectoras, cuya función es eliminar el antígeno. Parte de la progenie de linfocitos T y B estimulados por el antígeno se diferencia en células memoria de vida larga, cuya función es mediar respuestas rápidas y potenciadas (es decir, secundarias) a exposiciones posteriores a los antígenos. Siempre hay mezclas (linfocitos vírgenes, efectores y memoria) en varios lugares por todo el cuerpo, y estas poblaciones pueden distinguirse por diversos criterios funcionales y fenotípicos. Linfocitos vírgenes. Los linfocitos vírgenes son linfocitos T o B maduros que residen en los órganos linfáticos periféricos y en la circulación, y que nunca se han encontrado con un antígeno extraño. (El término virgen se refiere a la idea de que estas células carecen de experiencia inmunitaria porque no han estado en contacto con el antígeno.) Los linfocitos vírgenes suelen morir 1 a 3 meses después si no reconocen antígenos. Los linfocitos vírgenes y memoria se denominan linfocitos en reposo, porque no se dividen activamente ni están realizando ninguna función efectora. Los linfocitos T y B vírgenes (y memoria) no pueden distinguirse fácilmente por su morfología, y a ambos se les denomina a menudo linfocitos pequeños cuando se los observa en extensiones sanguíneas. Un linfocito pequeño tiene 8 a 10 um de diámetro y un gran nucléolo con heterocromatina densa, y un anillo fino de citoplasma que contiene algunas mitocondrias, ribosomas y lisosomas, pero ningún orgánulo especializado visible. Antes del estímulo antigénico, los linfocitos vírgenes están en un estado de reposo, o en el estadio G0 del ciclo celular. En respuesta a la estimulación, entran en el estadio Gj del ciclo celular antes de comenzar a dividirse. Los linfocitos activados son más grandes (10a 12 um de diámetro), tienen más citoplasma y orgánulos y mayores cantidades de ARN citoplásmico, y se denominan linfocitos grandes o Iinfoblastos. La supervivencia de los linfocitos vírgenes depende de o las señales generadas por receptores para el antígeno y por citocinas. Se propone que el receptor para el antígeno de los linfocitos B vírgenes genera señales de supervivencia incluso sin el antígeno. Los linfocitos T vírgenes reconocen débilmente varios antígenos propios, lo suficiente para generar señales de supervivencia, pero sin desencadenar las fuertes señales necesarias para iniciar la expansión clonal y su diferenciación en células efectoras. La necesidad de expresar un receptor para el antígeno con el fin de mantener la reserva de linfocitos vírgenes en los órganos periféricos se demostró en estudios con ratones en los que se eliminaron los genes que codifican los receptores para el antígeno de los linfocitos B o T después de que los linfocitos maduraran. En estos estudios, los linfocitos vírgenes que pierden sus receptores para el antígeno mueren en 2 o 3 semanas. Las citocinas son también esenciales para la supervivencia de los linfocitos vírgenes, y los linfocitos B y T vírgenes expresan receptores para estas citocinas. Las más importantes de estas citocinas son la interleucina 7 (IL-7), que promueve la supervivencia y, quizás, el cambio de ciclo de baja intensidad de linfocitos T vírgenes, y el factor activador del linfocito B (BAEE), una citocina que pertenece a la familia TNE, que es preciso para la supervivencia de los linfocitos B virgen. En el estado estable, la reserva de linfocitos vírgenes se mantiene en un número bastante constante debido a un equilibrio entre la muerte espontánea de estas células y la generación de células nuevas en los órganos linfáticos generadores. Cualquier pérdida de linfocitos lleva a una proliferación compensadora de los restantes y a una mayor producción en los órganos generadores. Una demostración de la capacidad de la población de linfocitos de rellenar el espacio disponible es el fenómeno de la proliferación homeostática. Si se transfieren células vírgenes a un anfitrión que tiene una deficiencia de linfocitos (se dice que es linfopénico), los linfocitos transferidos empiezan a proliferar y a aumentar en número hasta que alcanzan aproximadamente las cifras de linfocitos de los animales normales. Este proceso se produce en la situación clínica del trasplante de células troncales hematopoyéticas para el tratamiento de ciertas neoplasias malignas y de enfermedades génicas. La proliferación homeostática parece estar dirigida por las mismas señales —reconocimiento débil de algunos antígenos propios y de citocinas, sobre todo de IL-7— necesarias para el mantenimiento de los linfocitos vírgenes. Pasos en la activación del linfocito. Los linfocitosT vírgenes que surgen del timo y los linfocitos B inmaduros que surgen de la médula ósea migran en los órganos linfáticos secundarios, incluidos los ganglios linfáticos y el bazo. En estas localizaciones, los linfocitos B completan su maduración; los linfocitos B y T vírgenes activados por antígenos se diferencian en linfocitos efectores y memoria. Algunos linfocitos efectores y memoria migran a zonas de infección en tejidos periféricos. Los anticuerpos secretados por los linfocitos B efectores en el ganglio linfático, el bazo y la médula ósea (no mostrado) entran en la sangre y llegan a los lugares de infección. Linfocitos efectores. Después de activarse los linfocitos vírgenes, se hacen más grandes y comienzan a proliferan. Algunas de estas células se diferencian en linfocitos efectores, que tienen la capacidad de producir moléculas capaces de eliminar antígenos extraños. Los linfocitos T efectores son los linfocitos cooperadores y los CTL, y los linfocitos B efectores son células secretoras de anticuerpos, incluidas las células plasmáticas. Los linfocitos T cooperadores, que suelen ser CD4+, expresan moléculas de superficie, como el ligando de CD40 (CD154), y secretan o citocinas que se unen a los receptores en los macrófagos y los linfocitos B, lo que los activa. Los CTL tienen gránulos cito- plásmicos llenos de proteínas que, cuando se liberan, matan a las células que los CTL reconocen, que suelen ser células infectadas por virus y tumorales. Los linfocitos T efectores CD4+ y CD8 + suelen expresar proteínas de superficie indicativas de una activación reciente, como CD25 (un componente del receptor para IL-2, el factor de crecimiento del linfocito T) y patrones alterados de moléculas de adhesión (selectinas e integrinas). La mayoría de los linfocitos T efectores diferenciados viven poco tiempo y no se autorrenuevan. Muchos linfocitos B secretores de anticuerpos pueden identificarse en función de su forma como células plasmáticas. Tienen núcleos característicos colocados de forma excéntrica en la célula y con la cromatina distribuida alrededor de la membrana nuclear en un patrón en rueda de carreta, citoplasma abundante con un retículo endoplásmico rugoso denso, que es el lugar donde se sintetizan anticuerpos (y otras proteínas de membrana y secretadas), y complejos de Golgi perinucleares diferenciados, donde las moléculas de anticuerpo se convierten en sus formas finales y se empaquetan para su secreción. Se calcula que la mitad o más del ARN mensajero de las células codifican proteínas de anticuerpo y una sola célula plasmática puede secretar miles de moléculas de anticuerpos por segundo. Las células plasmáticas se desarrollan en órganos linfáticos y en los lugares de las respuestas inmunitarias, y algunas de ellas migran a la médula ósea, donde pueden vivir y secretar anticuerpos durante períodos largos después de la inducción de la respuesta inmunitaria e incluso después de eliminarse el antígeno. Los plasmoblastos, que son los precursores circulantes de las células plasmáticas de vida larga, pueden encontrarse en la sangre en cifras bajas. Linfocitos memoria. Los linfocitos memoria pueden sobrevivir en un estado funcional inactivo o de cambio lento de ciclo durante meses o años sin necesidad de estimulación por el antígeno y, probablemente, después de que se elimine el antígeno. Pueden identificarse por su expresión de proteínas de superficie, que los distingue de los linfocitos efectores vírgenes o recién activados, aunque no está claro cuáles de estas proteínas de superficie son marcadores definitivos de las poblaciones memoria. Los linfocitos T memoria, como los linfocitos T vírgenes, pero no los efectores, expresan cantidades altas del receptor de la IL-7 (CD 127). Los linfocitos T memoria también expresan moléculas de superficie que promueven su migración a las zonas de infección en cualquier lugar del cuerpo. En los seres humanos, la mayoría de los linfocitos vírgenes T expresan una isoforma de 200 kDa de una molécula de superficie llamada CD45, que contiene un segmento codificado por un exón designado A y se llama, por lo tanto, CD45RA (por «restringido a A»), Por el contrario, la mayoría de los linfocitos T activados y memoria expresan una isoforma de 180 kDa de CD45 en la que se ha eliminado el ARN del exón A; esta isoforma se llama CD45RO. Sin embargo, esta forma de distinguir los linfocitos T vírgenes de los de memoria no es perfecta, y se ha registrado la interconversión entre poblaciones CD45RA+ y CD45RO+. Los linfocitos B memoria pueden expresar ciertas clases (isotipos) de Ig de membrana (p. ej., IgG, IgE o IgA), como resultado del cambio de isotipo, mientras que los linfocitos B vírgenes solo expresan IgM e IgD. En los seres humanos, la expresión de CD27 es un marcador de los linfocitos B memoria. Las células memoria parecen heterogéneas y hay subgrupos que difieren, especialmente con respecto a su localización y propiedades migratorias. Las características que distinguen a los linfocitos vírgenes, efectores y memoria reflejan diferentes programas de expresión génica que están regulados por factores de transcripción y por cambios epigénicos estables, como la metilación y acetilación de histonas y la reestructuración de la cromatina. Por ejemplo, es necesario un factor de transcripción llamado factor 2 similar a Kruppel (KLF-2) para el mantenimiento del fenotipo del linfocito T virgen. Los fenotipos de diferentes tipos funcionales de linfocitos T efectores CD4+, llamados linfocitos Th1, Th2 y Th17, dependen de los factores de transcripción T- bet, GATA-3 y ROR7 T, respectivamente, así como de cambios epigénicos en loci de genes de citocinas. Son necesarios otros factores de transcripción para mantener los fenotipos de los linfocitos B y T memoria. Nuestro conocimiento de estos determinantes moleculares del fenotipo del linfocito maduro es todavía incompleto y está evolucionando. Células linfocíticas innatas. Las células linfocíticas innatas (ILC, del inglés innate lymphoid cells) comprenden varios subgrupos de células relacionadas que derivan de la médula ósea, con forma de linfocito y funciones efectoras similares a las de los linfocitos T, pero que carecen de receptores para el antígeno del linfocito T. Las principales funciones de las ILC son proporcionar una defensa temprana contra los microorganismos patógenos infecciosos, reconocer células estresadas y dañadas del anfitrión y ayudar a eliminarlas e influir en la naturaleza de la respuesta inmunitaria adaptativa posterior. Las primeras células linfocíticas innatas y las mejor caracterizadas son los linfocitos citolíticos espontáneos (NK, del inglés natural killer), que matan a las células infectadas y dañadas y secretan IFN-7 , una citocina que también produce el subgrupo ThI de linfocitos T efectores CD4+. Otros subgrupos de células linfocíticas innatas secretan citocinas que producen también ciertos subgrupos de linfocitos T cooperadores CD4+, como la LL-5, la IL-13, la IL-17 y la IL-22. ANATOMÍA Y FUNCIONES DE LOS TEJIDOS LINFÁTICOS. Para optimizar las interacciones celulares necesarias para el reconocimiento del antígeno y la activación del linfocito en las respuestas inmunitarias adaptativas, los linfocitos y las APC se localizan y concentran en tejidos u órganos anatómicos, que también son los lugares a donde se transportan y en donde se concentran antígenos extraños. Tal compartimentalización anatómica no es fija, porque muchos linfocitos recirculan constantemente y cambian entre la circulación y los tejidos. Los tejidos linfáticos se clasifican en órganos generadores, también llamados órganos linfáticos primarios o centrales, donde los linfocitos expresan por primera vez receptores para el antígeno y consiguen la madurez fenotípica y funcional, y en órganos periféricos, también llamados órganos linfáticos secundarios, donde se inician y desarrollan las respuestas del linfocito a antígenos extraños. Dentro de los órganos linfáticos generadores en los mamíferos adultos se encuentran la médula ósea y el timo, los lugares de maduración para los linfocitos B y los linfocitos T, respectivamente. Los linfocitos B maduran parcialmente en la médula ósea, entran en la circulación, pueblan los órganos linfáticos secundarios, incluidos el bazo y los ganglios linfáticos, y completan su maduración principalmente en el bazo. Los linfocitos T maduran completamente en el timo, después entran en la circulación y pueblan los órganos linfáticos periféricos y los tejidos. Dos importantes funciones compartidas por los órganos generadores son proporcionar factores de crecimiento y otras señales moleculares necesarias para la maduración del linfocito, y presentar antígenos propios para el reconocimiento y la selección de linfocitos en proceso de maduración. Los tejidos linfáticos periféricos son los ganglios linfáticos, el bazo, el sistema inmunitario cutáneo y el sistema inmunitario mucoso. Además, en tejido conectivo y en muchos órganos se encuentran agregados de linfocitos poco definidos. Todos los órganos linfáticos periféricos comparten funciones comunes, como el transporte de antígenos y de linfocitos vírgenes respondedores en el mismo lugar, de manera que puedan iniciarse las respuestas inmunitarias adaptativas, y la organización anatómica que permite que los linfocitos T y B interactúen de forma conjunta. Médula ósea. La médula ósea es el lugar de generación de la mayoría de las células sanguíneas circulantes maduras, incluidos los eritrocitos, los granulocitos y los monocitos, y el lugar donde tienen lugar los primeros acontecimientos madurativos del linfocito B. La generación de todas las células sanguíneas, llamada hematopoyesis, ocurre al principio, durante el desarrollo fetal, en los islotes sanguíneos del saco vitelino y en el mesénquima para aórtico, después se desplaza al hígado entre el tercer y cuarto mes de gestación, y finalmente cambia a la médula ósea. En el nacimiento, la hematopoyesis tiene lugar, sobre todo, en los huesos de todo el esqueleto, pero cada vez se restringe más a la médula de los huesos planos, de manera que, en la pubertad, la hematopoyesis se produce sobre todo en el esternón, las vértebras, los huesos ilíacos y las costillas. La médula roja que se encuentra en estos huesos consta de una estructura reticular espongiforme localizada entre trabé- culas óseas largas. Los espacios en esta estructura contienen una red de sinusoides llenos de sangre recubiertos de células o endoteliales unidas a una membrana basal discontinua. Fuera de los sinusoides hay grupos de precursores de células sanguíneas en varios estadios de desarrollo, así como adipocitos maduros. Los precursores de las células sanguíneas maduran y migran a través de la membrana basal sinusoidal y entre las células endoteliales para entrar en la circulación vascular. Cuando la médula ósea se daña o cuando se produce una demanda excepcional de producción de células sanguíneas nuevas, el hígado y el bazo se convierten a veces en zonas de hematopoyesis extramedular. Los eritrocitos, los granulocitos, los monocitos, las células dendríticas, las plaquetas y los linfocitos B, T y NK se originan todos de una célula troncal hematopoyética (HSC, del inglés hematopoietic stem cell) común en la médula ósea. Las HSC son pluripotentes, lo que significa que una sola HSC puede generar todos los diferentes tipos de células sanguíneas maduras. Las HSC se autorrenuevan, porque cada vez que se dividen, al menos una célula hija mantiene las propiedades de la célula troncal, mientras que la otra puede diferenciarse a lo largo de una línea particular (lo que se llama división asimétrica). Las HSC pueden identificarse por la presencia de marcadores de superficie, como las proteínas CD 34 y c-Kit, y la falta de marcadores específicos de línea que se expresan en las células maduras. Las HSC se mantienen dentro de nichos anatómicos microscópicos especializados en la médula ósea. En estas localizaciones, las células estromales no hematopoyéticas proporcionan señales dependientes del contacto y factores solubles necesarios para el ciclo continuo de las HSC. Las HSC dan lugar a dos tipos de células progenitoras pluripotentes, uno que genera células linfocíticas y mielocí- ticas y otro que produce más células mielocíticas, eritrocitos y plaquetas. El progenitor común mielocítico-linfocítico da lugar a precursores comprometidos de las líneas celulares del linfocito T, el linfocito B o la célula linfocítica innata, así como algunas células mielocíticas. Los progenitores comunes mielocíticos-megacariocíticos-eritrocíticos dan lugar a precursores comprometidos de las líneas eritrocítica, megacariocítica, granulocítica y monocítica, que dan lugar, respectivamente, a eritrocitos, plaquetas, granulocitos (neutrófilos, eosinófilos, basófilos) y monocitos maduros. La mayoría de las células dendríticas proceden de una rama de la línea monocítica. La proliferación y maduración de las células precursoras en la médula ósea está estimulada por citocinas. Muchas de estas citocinas se llaman factores estimuladores de colonias, porque se detectaron en un principio por su capacidad de estimular el crecimiento y el desarrollo de varias colonias leucocíticas o eritroides de células medulares. Las citocinas hematopoyéticas las producen las células estromales y los macrófagos en la médula ósea, lo que proporciona el ambiente local para la hematopoyesis. También las producen linfocitos T estimulados por el antígeno y macrófagos activados por citocinas o microbios, lo que proporciona un mecanismo para el reabastecimiento de los leucocitos que puedan haberse consumido durante las reacciones inflamatorias e inmunitarias. Además de las células troncales que se autorrenuevan y su progenie en proceso de diferenciación, la médula contiene numerosas células plasmáticas secretoras de anticuerpos de vida larga. Estas células se generan en los tejidos linfáticos periféricos como consecuencia del estímulo antigénico de los linfocitos B que después migran a la médula ósea. La médula también contiene linfocitos B foliculares maduros recirculantes que pueden responder allí a los microbios vehiculados por la sangre. Además, algunos linfocitos T memoria de vida larga también migran a la médula ósea y residen allí. Timo. El timo es el lugar de maduración del linfocito T. El timo es un órgano bilobulado situado en la región anterior del mediastino. Cada lóbulo se divide en múltiples lóbulos por medio de tabiques fibrosos, y cada lóbulo consta de una corteza externa y una médula interna. La corteza contiene un cúmulo denso de linfocitos T y la médula que se tiñe de forma más tenue está poblada de forma más escasa por linfocitos. Los macrófagos y las células dendríticas derivados de la médula ósea se encuentran casi exclusivamente en la médula. Dispersos a lo largo del timo están las células epitelioides no linfáticas, que tienen abundante citoplasma. Las células epiteliales de la corteza tímica producen la IL-7, que es necesaria en fases tempranas del desarrollo del linfocito T. Un subgrupo diferente de células epitelioides que se encuentran solo en la médula, llamadas células epitelioides medulares tímicas (TMEC), desempeñan una función especial en la presentación de antígenos propios a los linfocitos T en desarrollo y provocan su eliminación. Este es uno de los mecanismos que aseguran que el sistema inmunitario siga tolerando lo propio. En la médula hay estructuras llamadas corpúsculos de Hassall, que están compuestos de espirales muy compactadas de células epiteliales que pueden ser restos de células en degeneración. El timo tiene un aporte vascular rico y vasos linfáticos eferentes que drenan en los ganglios linfáticos mediastínicos. El componente epitelial del timo deriva de invaginaciones del ectodermo en el cuello y el tórax del embrión, que forma estructuras llamadas bolsas branquiales. Las células dendríticas, los macrófagos y los precursores de los linfocitos derivan de la médula ósea. Los seres humanos con síndrome de DiGeorge sufren una deficiencia de linfocitos T debida a una deleción cromosómica que elimina los genes necesarios para el desarrollo del timo. En la cepa de ratones desnudos, que se ha usado ampliamente en la investigación inmunológica, una mutación en el gen que codifica un factor de transcripción causa un fallo en la diferenciación de ciertos tipos de células epiteliales que son necesarias para el desarrollo normal del timo y los folículos pilosos. En consecuencia, estos ratones carecen de linfocitos T y de pelo. Los linfocitos en el timo, también llamados timocitos, son linfocitos T en varios estadios de maduración. Las células más inmaduras entran en el timo y su maduración comienza en la corteza. A medida que los timocitos maduran, migran hacia la médula, de modo que la médula contiene la mayoría de los linfocitos T maduros. Solo salen del timo linfocitos T maduros, y entran en la sangre y los tejidos linfáticos periféricos. Morfología del Timo. Sistema linfático. El sistema linfático consiste en vasos especializados que drenan el líquido de los tejidos a los ganglios linfáticos y después hacia la sangre. Es esencial para la homeostasis hídrica y las respuestas inmunitarias. El líquido intersticial se forma de manera constante en todos los tejidos vascularizados por el movimiento de un filtrado de plasma que sale de los capilares, y la velocidad de formación local puede aumentar espectacularmente cuando el tejido se lesiona o infecta. La piel, el epitelio y los órganos parenquimatosos contienen numerosos capilares linfáticos que absorben este líquido de los espacios que hay entre las células tisulares. Los capilares linfáticos son conductos vasculares con un extremo ciego recubiertos de células endoteliales solapadas sin las uniones intercelulares herméticas ni membrana basal que son típicas de los vasos sanguíneos. Estos capilares linfáticos permiten la captación libre de líquido intersticial, y la disposición solapada de las células endoteliales y las válvulas en una dirección dentro de sus luces impide el reflujo de líquido. El líquido absorbido, llamado linfa, se bombea hacia vasos linfáticos cada vez mayores y convergentes por la contracción de células musculares lisas perilinfáticas y por la presión ejercida por el movimiento de los tejidos musculoesqueléticos. Estos vasos se funden en linfáticos aferentes que drenan en los ganglios linfáticos, y la linfa sale de los ganglios a través de los linfáticos eferentes. Como los ganglios linfáticos están conectados en serie por los linfáticos, un linfático eferente que sale de un ganglio puede servir de vaso aferente para otro. El vaso linfático eferente al final de una cadena de ganglios linfáticos se une a otros vasos linfáticos, lo que finalmente culmina en un gran vaso linfático llamado conducto torácico. La linfa procedente del conducto torácico se vacía en la vena cava superior, lo que devuelve el líquido al torrente sanguíneo. Los linfáticos procedentes de la región superior derecha del tronco, el brazo derecho y el lado derecho de la cabeza drenan en el conducto linfático derecho, que también drena en la vena cava superior. A la circulación vuelven cada día 2 litros de linfa normalmente, y la interrupción del sistema linfático por tumores o algunas infecciones parasitarias puede provocar una tumefacción tisular grave. El sistema linfático recoge antígenos microbianos de las puertas de entrada y los transporta a los ganglios linfáticos, donde pueden estimular respuestas inmunitarias adaptativas. Los microbios entran en el cuerpo más a menudo a través de la piel y los aparatos digestivo y respiratorio. Todos estos tejidos están recubiertos de un epitelio que contiene células dendríticas y todos drenan en los vasos linfáticos. Las células dendríticas capturan antígenos microbianos y entran en los vasos linfáticos. Otros microbios y antígenos solubles pueden entrar en los linfáticos independientemente de las células dendríticas. Además, los mediadores inflamatorios solubles, como las quimiocinas, que son producidos en los lugares de infección entran en los linfáticos. Los ganglios linfáticos están interpuestos a lo largo de los vasos linfáticos y actúan como filtros que muestrean los antígenos solubles y asociados a la célula dendrítica en la linfa antes de que alcance la sangre. Los antígenos capturados pueden ser vistos por las células del sistema inmunitario adaptativo. El sistema linfático. Se ilustran los principales vasos linfáticos, que drenan en la vena cava inferior (y la vena cava superior, no mostrada), y cúmulos de ganglios linfáticos. Se capturan antígenos de la zona de infección y se transportan al ganglio linfático que drena la zona, donde se inicia la respuesta inmunitaria. Ganglios linfáticos. Los ganglios linfáticos son órganos linfáticos secundarios vascularizados y encapsulados con características anatómicas que favorecen el inicio de respuestas inmunitarias adaptativas frente a antígenos transportados por los vasos linfáticos desde los tejidos. Los ganglios linfáticos están situados a lo largo de los conductos linfáticos por todo el cuerpo y, por tanto, tienen acceso a antígenos que se encuentran en el epitelio y se originan en el líquido intersticial en la mayoría de los tejidos. En el cuerpo humano hay alrededor de 500 ganglios linfáticos. Un ganglio linfático está rodeado de una cápsula fibrosa, por debajo de la cual hay un sistema sinusal recubierto de células reticulares, unidas por fibrillas de colágeno y otras proteínas de la matriz extracelular, y lleno de linfa, macrófagos, células dendríticas y otros tipos celulares. Los linfáticos aferentes se vacían en el seno subcapsular (marginal) y la linfa puede drenar desde allí directamente al seno medular conectado y después salir del ganglio linfático a través de los linfáticos eferentes. Por debajo del suelo interno del seno subcapsular está la corteza rica en linfocitos. La corteza externa contiene agregados de células llamados folículos. Algunos folículos contienen zonas centrales llamadas centros germinales, que se tiñen ligeramente con los pigmentos histológicos de uso habitual. Cada centro germinal consiste en una zona oscura llena de linfocitos B en proliferación llamados centroblastos y en una zona clara que contiene células llamadas centrocitos que han dejado de proliferar y están siendo seleccionadas para sobrevivir y diferenciarse más. Los folículos sin centros germinales se llaman folículos primarios, y los que tienen centros germinales son los folículos secundarios. La corteza que hay alrededor de los folículos se llama corteza parafolicular o paracorteza, y se organiza en cordones, que son regiones con una microanatomía compleja de proteínas de la matriz, fibras, linfocitos, células dendríticas y fagocitos mononucleares. Organización anatómica de los linfocitos B y T. Los linfocitos B y T están secuestrados en regiones diferentes de la corteza de los ganglios linfáticos, cada una con su propia arquitectura de fibras reticulares y células estromales. Los folículos son zonas de linfocitos B. Se localizan en la corteza del ganglio linfático y se organizan alrededor de las FDC, que tienen procesos que se interdigitan para formar una red densa. Los folículos primarios contienen, sobre todo, linfocitos vírgenes B maduros. Los centros germinales se desarrollan en respuesta a una estimulación antigénica. Son lugares con proliferación notable de linfocitos B, selección de linfocitos B productores de anticuerpos de afinidad alta y generación de linfocitos B memoria y células plasmáticas de vida larga. Los linfocitos T se localizan, sobre todo, por debajo y más centrales respecto a los folículos, en los cordones paracorticales. Estas zonas ricas en linfocitos T, con frecuencia llamadas paracorteza, contienen una red de células reticulares fibroblásticas (FRC, del inglés fibroblastic reticular cells), muchos de los cuales forman la capa externa de estructuras tubulares llamadas conductos de FRC (fig. 214). Los conductos tienen un diámetro de 0.2 a 3 um y contienen series organizadas de moléculas de la matriz extracelular, incluidos haces paralelos de fibras de colágeno embebidas en una red de microfibras de fibrilina, todas rodeadas de una membrana basal producida por un manguito de FRC. Estos conductos comienzan en el seno subcapsular y se extienden a los vasos linfáticos del seno medular y los vasos sanguíneos corticales, que se llaman vénulas de endotelio alto (HEV, del inglés high endotelial venules). Los linfocitos T vírgenes entran en las zonas de linfocitos T a través de las HEV. Los linfocitos T están muy apretados alrededor de los conductos en la corteza del ganglio linfático. La mayoría (~70%) de los linfocitos T corticales son linfocitos T CD4+ cooperadores, entremezclados con una relativa escasez de linfocitos CD8 +. Estas proporciones pueden cambiar espectacularmente durante el curso de una infección. Por ejemplo, durante una infección vírica, puede haber un aumento acentuado de linfocitos T CD8 +. Las células dendríticas se concentran también en la paracorteza de los ganglios linfáticos, muchos de los cuales se asocian estrechamente a los conductos de FRC. La segregación anatómica de los linfocitos B y T en diferentes zonas del ganglio depende de citocinas que secretan las células estromales del ganglio linfático en cada zona y que dirigen la migración de los linfocitos. Los linfocitos B y T vírgenes llegan al ganglio a través de una arteria y abandonan la circulación y entran en el estroma del ganglio a través de las HEV, que se localizan en el centro de los cordones corticales. El tipo de citocinas que determina dónde residen los linfocitos B y T en el ganglio se llaman quimiocinas (citocinas quimiotácticas), que se unen a receptores para las quimiocinas situados en los linfocitos. Las quimiocinas son una gran familia de citocinas de 8 a 10 kDa que participan en una gran variedad de funciones relacionadas con la motilidad celular e intervienen en el desarrollo, el mantenimiento de la arquitectura tisular y las respuestas inmunitarias e inflamatorias. Los linfocitos vírgenes T expresan un receptor llamado CCR7, que se une a las quimiocinas CCL19 y CCL21 producidas por las células estromales en las zonas de linfocitos T del ganglio linfático. Estas quimiocinas promueven el movimiento del linfocito T virgen desde la sangre, a través de la pared de las HEV, hacia la zona de linfocitos T. Las células dendríticas que son activadas por los microbios y entran en el ganglio a través de los linfáticos también expresan CCR7, y esta es la razón por la que migran a la misma zona del ganglio que los linfocitos T vírgenes. Los linfocitos B vírgenes expresan cantidades bajas de CCR7 y mayores de otro receptor para quimiodnas, CXCR5, que reconoce una quimiocina, CXCL13, producida solo en los folículos por las FDC. De este modo, los linfocitos B vírgenes circulantes también entran en los ganglios linfáticos a través de las HEV y después son atraídos por los folículos. Otra citocina llamada linfotoxina (que no es una quimiocina) interviene en la estimulación de la producción de CXCL13, especialmente en los folículos. Las funciones de las quimiocinas y de otras citocinas en la regulación del lugar donde se localizan los linfocitos en los órganos linfáticos y en la formación de estos órganos se han establecido mediante numerosos estudios realizados en ratones. Por ejemplo, los ratones que carecen de CXCR5 no tienen folículos con linfocitos B en los ganglios linfáticos y el bazo, y los ratones que carecen de CCR7 no tienen zonas de linfocitos T. El desarrollo de los ganglios linfáticos, así como de otros órganos linfáticos periféricos, depende de las células inductoras del tejido linfático y de las acciones coordinadas de varias citocinas, quimiocinas y factores de transcripción. Durante la vida fetal, las células inductoras del tejido linfático, que son un subgrupo de células linfocíticas innatas mencionadas previamente, estimulan el desarrollo de los ganglios linfáticos y de otros órganos linfáticos secundarios. Esta función está mediada por varias proteínas expresadas por las células inductores; las más estudiadas han sido las citocinas Iinfotoxina a (LTa) y linfotoxina B (LTB). Los ratones que carecen de estas citocinas no tienen ganglios linfáticos ni tejidos linfáticos secundarios en el intestino. El desarrollo de la pulpa blanca esplénica también está desorganizado en estos ratones. La LTB producida por las células inductoras estimula a las células estromales en los diferentes lugares en que se está desarrollando un órgano linfático secundario para que secreten quimiocinas que ayuden a organizar la estructura de los órganos linfáticos. Las FDC son activadas por la LTB para producir la quimiocina CXCL13, que sirve para reclutar linfocitos B y organizar el folículo en desarrollo. Las FRC se activan para producir CCL19 y CCL21, que reclutan linfocitos T y células dendríticas y forman la zona del linfocito T. La segregación anatómica de los linfocitos B y T asegura que cada población linfocítica esté en estrecho contacto con la APC apropiada, es decir, los linfocitos T con las células dendríticas y los linfocitos B con la FDC. Además, debido a esta segregación precisa, las poblaciones de linfocitos B y T se mantienen aparte hasta que llega el momento de que interaccionen entre sí de forma funcional. Después de la estimulación con el antígeno, los linfocitos T y B cambian la expresión de receptores para quimiocinas y empiezan a migrar los unos hada los otros en respuesta a las señales de las quimiocinas y de otros mediadores. Los linfocitos T activados migran hacia los folículos para ayudar a los linfocitos B o salir del ganglio y entrar en la circulación. Los linfocitos B activados migran hacia los centros germinales y, después de diferenciarse en células plasmáticas, pueden alojarse en la médula ósea. Transporte de antígenos a través de los ganglios linfáticos. Las sustancias transportadas por la linfa que entran en el seno subcapsular del ganglio linfático se clasifican por su tamaño molecular y se transportan a diferentes tipos celulares para iniciar varias respuestas inmunitarias. El suelo del seno subcapsular está construido de forma que permita a las células del seno entrar en contacto o migrar hacia la corteza subyacente, pero no permite el movimiento libre de moléculas solubles en la linfa hacia la corteza. Los microbios y antígenos de masa molecular alta son captados por los macrófagos sinusales y presentados a los linfocitos B corticales situados justo por debajo del seno. Este es el primer paso en las respuestas de los anticuerpos frente a estos antígenos. Los antígenos solubles de masa molecular baja son transportados fuera del seno a través de los conductos de FRC y pasan a las células dendríticas corticales residentes localizadas junto a los conductos. Las células dendríticas residentes extienden sus procesos entre las células que recubren los conductos y hacia el interior de la luz, y capturan y engloban por pinocitosis los antígenos solubles que hay dentro de los conductos. La contribución de esta vía de reparto de antígenos puede ser importante para las respuestas inmunitarias iniciales de los linfocitos T frente a algunos antígenos microbianos, pero las respuestas de mayor tamaño y mantenidas requieren el reparto de antígenos al ganglio mediante células dendríticas tisulares. Además de los antígenos, hay pruebas de que mediadores inflamatorios solubles, como las quimiocinas y otras citocinas, son transportados en la linfa que fluye a través de los conductos; algunas de ellas pueden actuar sobre las células dendríticas adyacentes y otras pueden transportarse hasta las HEV en que drenan los o conductos. Esta es una posible forma por la que el ganglio linfático puede percibir la inflamación tisular y así influir en el reclutamiento y activación de los linfocitos en el ganglio. Bazo. El bazo es un órgano muy vascularizado, cuyas principales funciones son eliminar células sanguíneas viejas y dañadas y partículas (como inmunocomplejos y microbios opsonizados) de la circulación e iniciar respuestas inmunitarias adaptativas frente a antígenos de transmisión hemática. El bazo pesa unos 150 g en los adultos y se localiza en el cuadrante superior izquierdo del abdomen. El parénquima esplénico se divide desde el punto de vista anatómico y funcional en la pulpa roja, compuesta sobre todo de sinusoides vasculares llenos de sangre, y la pulpa blanca, rica en linfocitos. La sangre entra en el bazo a través de una sola arteria esplénica, que atraviesa la cápsula en el hilio y se divide en ramas cada vez menores que permanecen rodeadas de trabéculas fibrosas protectoras y de apoyo. Algunas de las ramas arteriolares de la arteria esplénica acaban en sinusoides vasculares extensos que están llenos de un gran número de eritrocitos y recubiertos de macrófagos y otras células. Los sinusoides acaban en vénulas que drenan en la vena esplénica, que extrae la sangre del bazo hacia la circulación portal. Los macrófagos de la pulpa roja sirven de filtro importante para la sangre, eliminando microbios, células dañadas, y células y microbios cubiertos de anticuerpos (opsonizados). Los sujetos que carecen de un bazo tienden a las infecciones diseminadas por bacterias en- capsuladas, como los neumococos y los meningococos. Esto se debe a que tales microorganismos se eliminan habitualmente mediante la opsonización y la fagocitosis, y esta función es defectuosa cuando falta el bazo. La pulpa blanca contiene las células que median las respuestas inmunitarias adaptativas a antígenos transportados por la sangre. En la pulpa blanca hay muchos grupos de linfocitos muy apretados que aparecen como nodulos blancos contra el fondo de la pulpa roja. La pulpa blanca se organiza alrededor de arterias centrales, que son ramas de la arteria esplénica diferentes de las ramas que forman los sinusoides vasculares. Varias ramas pequeñas de cada arteria central pasan a través de la zona rica en linfocitos y drenan en el seno marginal. Una región de células especializadas que rodea al seno marginal, llamada zona marginal, forma el límite entre las pulpas roja y blanca. La arquitectura de la pulpa blanca es análoga a la organización de los ganglios linfáticos, con zonas de linfocitos T y B segregadas. En el bazo del ratón, las arterias centrales están rodeadas de manguitos de linfocitos, la mayoría linfocitos T. Debido a su localización anatómica, los morfólogos llaman a estas zonas de linfocito T vainas linfáticas periarteriolares. Los folículos ricos en linfocitos B ocupan el espacio que hay entre el seno marginal y la vaina periarteriolar. Como en los ganglios linfáticos, las zonas de linfocitos T en el bazo contienen una red de conductos complejos compuestos de proteínas de la matriz recubiertos de células análogas a las FRC. La zona marginal que está justo fuera del seno marginal es una región marcada poblada por linfocitos B y macrófagos especializados. Los linfocitos B en la zona marginal, conocidos como linfocitos B de la zona marginal, tienen funciones diferentes de los linfocitos B foliculares, y tienen un repertorio limitado de especificidades frente a los antígenos. La arquitectura de la pulpa blanca es más compleja en los seres humanos que en los ratones, con zonas marginales interna y externa y una zona perifolicular. Antígenos y alérgenos. Un antígeno ("anti", del griego αντι- que significa 'opuesto' o 'con propiedades contrarias' y "geno", de la raíz griega γεν, generar, producir; que genera o crea oposición) es una sustancia que desencadena la formación de anticuerpos y puede causar una respuesta inmunitaria específica. La definición moderna abarca todas las sustancias que pueden ser reconocidas por el sistema inmunitario adaptativo, bien sean propias o ajenas. Un antígeno suele ser una molécula ajena o tóxica para el organismo (por ejemplo, una proteína derivada de una bacteria) que, una vez dentro del cuerpo, atrae y se une con alta afinidad a un anticuerpo específico. Cada anticuerpo es capaz de lidiar específicamente con un único antígeno gracias a la variabilidad que le otorga la región determinante de complementariedad del anticuerpo dentro de la fracción de los mismos. Para que un antígeno sea reconocido por un anticuerpo, estos interactúan por complementariedad espacial. La zona donde el antígeno se une al anticuerpo recibe el nombre de epítopo o determinante antigénico, mientras que el área correspondiente de la molécula del anticuerpo es el parátopo. (Una analogía habitual para describir estas interacciones es el acoplamiento de una cerradura [epítopo] con su llave [parátopo]). Como se mencionó anteriormente, originalmente se consideraba un antígeno a una molécula que se liga específicamente a un anticuerpo; ahora, un antígeno se define como cualquier molécula o fragmento molecular que puede ser reconocido por una gran variedad de receptores antigénicos (receptores de células T o receptores de células B ) del sistema inmunitario adaptativo. Las células presentan antígenos al sistema inmunitario a través del complejo mayor de histocompatibilidad o (CHM). Dependiendo del antígeno presentado y del tipo de molécula de histocompatibilidad, se pueden activar diferentes tipos de leucocitos. Por ejemplo, para el reconocimiento por parte de los receptores de células T (TCR), los antígenos (mayoritariamente proteínas) deben ser procesado a pequeños fragmentos dentro de la célula (péptidos) y presentados al receptor de células T por el complejo mayor de histocompatibilidad. Los antígenos por sí solos no son capaces de provocar una respuesta inmune protectora sin la ayuda de un adyuvante inmunológico. Los componentes adyuvantes de las vacunas juegan un papel esencial para la activación del sistema inmunitario innato. Un inmunógeno es entonces, en analogía al antígeno, una sustancia (o una combinación de sustancias) capaz de desencadenar una respuesta inmune protectora cuando éste es introducido al organismo. Un inmunógeno debe iniciar una respuesta inmune innata, para más adelante continuar con la activación del sistema inmunitario adaptativo, mientras que un antígeno es capaz de unirse a los productos immunoreceptores altamente variables (receptores de células T o receptores de células B ) una vez que estos han sido producidos. Los conceptos superpuestos de inmunogenicidad y antigenicidad son, por lo tanto, ligeramente diferentes. Inmunogenicidad es la habilidad de inducir una respuesta inmune humoral (producción de anticuerpos) y/o una mediada por células (activación de linfocitos T). Antigenicidad es la habilidad de unirse específicamente con el producto final de la respuesta inmune (por ejemplo, los anticuerpos ya formados y/o receptores de superficie de células T). Todas las moléculas inmunogénicas son también antigénicas; aun así, no todas las moléculas antigénicas son inmunogénicas. Los antígenos son usualmente proteínas o polisacáridos. Esto incluye partes de bacterias (cápsula, pared celular, flagelos, fimbrias, y toxinas), de virus y otros microorganismos. Los lípidos y ácidos nucleicos son antigénicos únicamente cuando se combinan con proteínas y/o polisacáridos. Los antígenos no-microbianos exógenos (ajenos al individuo) pueden incluir polen, clara de huevo, y proteínas de tejidos y órganos trasplantados, o proteínas en la superficie de glóbulos rojos transfundidos. Las vacunas son un ejemplo de antígenos en una forma inmunogénica; estos antígenos son intencionalmente administrados para inducir el fenómeno de memoria del sistema inmunitario adaptativo hacia los antígenos que invaden al receptor. Los antígenos exhiben (o pueden mostrar) una serie de propiedades inmunológicas: Inmunogenicidad: capacidad de inducir una respuesta inmune específica, humoral y/o celular. En este sentido, antígeno sería sinónimo de inmunógeno. Antigenicidad: capacidad de combinarse con anticuerpos y/o con receptores de células T (TCR). Si una molécula es inmunogénica, también es antigénica; sin embargo, la inversa no siempre es verdad: p. ej., los haptenos, que por sí mismos no desencadenan respuesta inmune, pero que pueden ligarse a Ac (Anticuerpos) preformados. Alergenicidad: capacidad de inducir algún tipo de respuesta alérgica. Los alérgenos son inmunógenos que tienden a activar ciertos tipos de respuestas humorales o celulares que dan síntomas de alergia. Tolerogenicidad: capacidad de inducir una falta de respuesta específica en la rama celular o en la humoral. FACTORES QUE CONDICIONAN LA INMUNOGENICIDAD. Carácter de no-propia. Ante todo, la molécula ha de ser reconocida como una molécula extraña, ajena al individuo. Tenemos pues, que un primer rasgo condicionador de la inmunogenicidad es el grado de falta de parecido entre el antígeno con respecto a moléculas propias. En general, moléculas que han divergido ampliamente en los distintos linajes evolutivos actúan como buenos inmunógenos en especies heterólogas. En cambio, moléculas evolutivamente conservadas (como el colágeno, el citocromo c) no son buenas inmunógenas. Por otro lado, ciertas moléculas propias pueden actuar como autoantígenos, debido a que proceden de órganos inmunológicamente privilegiados (secuestrados respecto del sistema inmune) en las fases tempranas del desarrollo (p. ej., del esperma, tejido de la córnea). Tamaño molecular. En general, se puede decir que, a mayor tamaño, mayor inmunogenicidad. Sustancias de unos 100.000 dalton (Da) suelen ser buenos inmunógenos, mientras que las de menos de 5.000-10.000 Da son malos inmunógenos. Heterogeneidad en la composición química. A mayor heterogeneidad de composición química, mejor inmunogenicidad. Los copolímeros sintéticos repetitivos de un solo aminoácido, o los polisacáridos a base de un solo azúcar son malos inmunógenos. La poli [glu-lys] requiere tener 3040 kDa de p.m. para ser inmunogénica; pero el poli {[glu-lys]-tyr} sólo requiere 10 kDa; si al anterior copolímero lo volvemos más complejo añadiendo unidades de phe, ya sólo se necesitan tamaños moleculares de 4 kDa para desencadenar respuesta inmune. La complejidad química se expresa también en el hecho de que contribuye la estructura secundaria, terciaria y cuaternaria de las proteínas. La naturaleza química de los antígenos son principalmente proteínas. La mayor cantidad de antígenos son proteínas, seguidos de carbohidratos, glucoproteínas. Los lípidos puros no son inmunogénicos. La propiedad química es importante para efectos de antigenicidad o inmunogenicidad, ya que un cambio de un aminoácido en la estructura de una proteína, cambia la especificidad de éste y la respuesta inmune que desencadena no es la misma. Degradabilidad. Sólo las moléculas degradables por el hospedador son buenas inmunógenas. Como veremos, ello se debe a que la inmunidad humoral y la celular dependen de la activación de los linfocitos TH, que a su vez depende de que éste reconozca antígeno degradado, procesado y presentado por moléculas MHC-II de las células presentadoras de antígeno (APC). Las moléculas no degradables no son buenas inmunógenas. Por ejemplo, los polímeros de D-aminoácidos no pueden ser degradados por los macrófagos (éstos no tienen enzimas hidrolíticas adecuadas), por lo que no pueden ser procesados y presentados a los linfocitos TH. En general, las moléculas grandes e insolubles son mejores inmunógenos, ya que son mejor fagocitadas y procesadas. Genotipo del receptor. La influencia del genotipo del hospedador se puede comprobar en experimentos usando razas puras de animales de laboratorio. Supongamos que disponemos de una raza pura A que induce altos niveles de Ac (Anticuerpos) en respuesta a un determinado Ag (Antígenos), y otra raza B que produce bajos niveles de Ac ante ese mismo Ag. Los individuos de la F1 procedentes del cruce de AxB exhiben niveles intermedios de Ac al ser enfrentados con el citado Ag. Por análisis de retrocruzamiento se comprobó que los genes que controlan la mayor o menor respuesta se cartografiaban en una zona concreta de un cromosoma, dentro del llamado complejo principal de histocompatibilidad (MHC). Las proteínas sintetizadas por dicho complejo MHC funcionan para presentar el Ag procesado a las células T, y juegan un papel esencial en determinar el grado de respuesta a cada antígeno. Aparte de la dotación de alelos del complejo MHC que cada individuo posee, existen otros genes que también influyen en el grado de respuesta inmune, como los que codifican el BCR, el TCR y los de citoquinas. Dosis y ruta de administración del antígeno. Para cada inmunógeno experimental existe un protocolo de administración más adecuado, que supone usar una determinada ruta y cierta dosis, lo que condiciona una respuesta inmune óptima. Determinar estos parámetros reviste un especial interés a la hora de la administración de las vacunas. Dosis: Dosis muy bajas de Ag pueden no estimular a los linfocitos (falta de respuesta); dosis demasiado altas pueden provocar un estado activo de tolerancia inmunológica, por el que los linfocitos entran en una situación de no respuesta. Dosis adecuadas son capaces de estimulación. Un protocolo de dosis repetidas espaciadas a lo largo de varias semanas es mejor que una dosis única, porque provoca una mayor proliferación clonal de linfocitos T y B específicos. Rutas de administración: Determinan a qué organo linfoide irá a parar el antígeno. Por vía oral se estimula sobre todo el MALT del tracto digestivo (pero al mismo tiempo se puede inducir tolerancia sistémica). Por vía parenteral: Intravenosa: el antígeno podrá quedar retenido en el bazo. Intradérmica. Subcutánea: el antígeno terminará en algún ganglio regional. Intramuscular. Intraperitoneal. Adyuvantes (coadyuvantes). Los adyuvantes son sustancias que cuando se mezclan con un Ag y se inyectan con él, mejoran la inmunogenicidad de ese antígeno. Algunos adyuvantes y sus mecanismos de acción: Alúmina: Sales insolubles de sulfato alumínico-potásico. Actúa mediante varios mecanismos: 1. Precipita el antígeno. Al inyectarse va liberando el antígeno lentamente, con lo que se suministra un estímulo persistente (el Ag dura varios días en el lugar donde se inoculó). 2. El Ag precipitado tiene mayor tamaño, por lo que puede ser fagocitado más fácilmente, y por lo tanto es presentado más efectivamente. 3. Inducción de granulomas. Adyuvantes de Freund: El adyuvante incompleto de Freund consiste en una solución acuosa con el Ag, junto con un aceite mineral y un agente dispersante (p. ej., el manoleato). El adyuvante completo de Freund es como el incompleto, pero incorpora una suspensión de Mycobacterium muertos por calor. Ambas versiones liberan lentamente el Ag, con lo que se logra un estímulo persistente. El macrófago aumenta en su superficie el número de moléculas B7, lo que facilita su interacción con el receptor CD28 del linfocito TH. Como veremos en otro capítulo, ello suministra la llamada señal coestimulatoria, que potencia la interacción entre MHC (del macrófago), Ag procesado y TCR (de la célula T). Además, el completo es más potente porque suministra muramil-dipéptidos de la pared celular de las micobacterias: ello permite una buena activación de macrófagos, que liberan la citoquina IL-1, que a su vez activa a los linfocitos TH. El completo induce igualmente mejor los granulomas. El granuloma es una infiltración celular, con una masa densa y rica en macrófagos, con lo que se mejora el procesamiento y presentación del Ag. Se provoca una buena liberación de IL-1 de los macrófagos, que activan a los linfocitos TH. Polirribonucleótidos sintéticos: Estimulan la proliferación inespecífica de linfocitos. Lipopolisacárido bacteriano (LPS): Igual efecto que el anterior. Recientemente se están ensayando los liposomas: el antígeno se encierra en liposomas o se une a la bicapa lipídica de este tipo de vesículas membranosas. EPITOPOS. Los epitopos o determinantes antigénicos son cada uno de los sitios discretos de una macromolécula que son reconocidos individualmente por un anticuerpo específico o por un TCR específico. Son las regiones inmunológicamente activas de un inmunógeno (las que se unen de hecho a un receptor de linfocitos o a un Ac libre). Por lo tanto, a partir de ahora habremos de acostumbrarnos a pensar en los antígenos como estructuras complejas que suelen constar de varios tipos de epitopos, cada uno de ellos capaz de unirse con un Ac o un TCR específico diferente. En este sentido, las macromoléculas son antígenos multivalentes, con muchos tipos de determinantes antigénicos distintos. Si hablamos de Ag proteicos, esta unión suele implicar varios niveles de la estructura del antígeno, desde la primaria a la terciaria (y, en su caso) a la cuaternaria. En el caso de los polisacáridos, las ramificaciones debidas a distintos enlaces glucosídicos suponen conformaciones peculiares que son reconocidas de modo específico. Propiedades de los epitopos de células B. El tamaño de un epitopo depende del tamaño del sitio de unión que posea la inmunoglobulina específica respectiva. Cada sitio de unión a un epitopo en una inmunoglobulina se denomina paratopo. Los epitopos de células B de proteínas nativas suelen consistir en varios aminoácidos hidrófilos de la superficie de la proteína, y son los que están más accesibles al Ac libre o al Ac de membrana (del BCR). Los epitopos reconocidos por células B pueden ser secuenciales (es decir, una serie de aminoácidos contiguos) o no secuenciales (también llamados conformacionales). Los epitopos secuenciales suelen depender de regiones en forma de bucle, situadas entre cadenas a consecutivas. Los epitopos conformacionales dependen de la configuración nativa de la proteína. Si desnaturalizamos una proteína, se perderán los epitopos conformacionales, pero permanecerán los secuenciales. Los epitopos de B tienden a situarse en regiones flexibles de la molécula, capaces de "moverse" molecularmente. Parece que ello tiende a facilitar el encaje con las regiones complementarias (paratopo) del Ac. La mayor parte de la superficie de una proteína globular es potencialmente antigénica, y consiste en numerosos epitopos parcialmente superpuestos. Ahora bien, dada una determinada proteína, no todos los epitopos son igualmente inmunogénicos para distintos individuos de la misma especie. Para cada individuo y para cada Ag suele existir un epitopo llamado inmunodominante. Propiedades de los epitopos reconocidos por células T. Antes de desarrollar las características de estos epitopos describiremos sucintamente una serie de estudios clave que señalaron las diferencias esenciales entre el modo en que las células T reconocen los epitopos respecto a lo visto para las células B. Estudios de Benacerraf (1959): Si inmunizamos un animal por primera vez con una proteína nativa, se puede observar una respuesta celular primaria. Si inmunizamos al mismo animal una segunda vez con la misma proteína nativa, se La "sorpresa" (para las expectativas de la época) llega cuando esa segunda inoculación se hace con la proteína desnaturalizada: también ocurre una respuesta celular secundaria (algo que no ocurre con la respuesta humoral). La explicación a este fenómeno no llegó hasta los años 80: fue entonces cuando se descubrió que los linfocitos T no reconocen Ag soluble, sino Ag procesado, de modo que los péptidos resultantes son presentados en asociación con MHC. El tamaño del epitopo de células T queda determinado por el tamaño del surco de unión al Ag de la molécula de MHC. Las moléculas de MHC-I unen péptidos de entre 8 y 11 aminoácidos. Las moléculas de MHC-II unen péptidos de entre 11 y 17 aminoácidos. Los péptidos antigénicos reconocidos por células T forman un complejo trimolecular junto con el TCR del linfocito T y el MHC de la célula presentadora o diana. El antígeno reconocido por células T tiene dos zonas de unión: una para ligarse al TCR, denominada epitopo, y otra para engarzar al MHC, denominada agretopo. Los péptidos antigénicos implicados en el complejo trimolecular proceden del procesamiento intracelular del inmunógeno proteico original. Los antígenos reconocidos por las células T presentan péptidos anfipáticos. Precisamente, quizá la función del procesamiento sea "desplegar" el Ag y exponer estas regiones internas anfipáticas, de modo que la porción hidrófoba suele actuar de agretopo, mientras que la porción hidrófila actúa de epitopo propiamente dicho. Por programas de ordenador es posible predecir en una proteína aquellas regiones anfipáticas de tamaño adecuado que teóricamente podrían actuar como péptidos antigénicos. Esto se refleja en el llamado "índice anfipático", y se está aplicando actualmente al diseño de vacunas sintéticas peptídicas (como en el caso de la malaria). También se puede recurrir por ordenador a medir el "índice de protrusión" de distintas partes de las proteínas: las zonas con menor protrusión son mejores candidatas a funcionar como péptidos de células T. Debido a que los Ag reconocidos por células T lo son unidos a las moléculas de MHC del individuo, y debido a que a su vez existe una gran diversidad de alelos de MHC en las poblaciones de una especie, los epitopos inmunodominantes en cada individuo dependen en parte del juego de moléculas MHC de ese individuo (lo cual, depende de su dotación genética, obviamente). En una proteína sólo una minoría de zonas peptídicas tienen capacidad para unirse a las moléculas MHC de cada individuo, y de esas zonas, sólo algunos estimulan de hecho a la célula T. Tabla de diferencias en el modo de reconocimiento por parte de células B y T: HAPTENOS. Se define como hapteno aquel grupo químico definido, de pequeño tamaño, que por sí mismo es incapaz de desencadenar una respuesta inmune (es decir, no es inmunógeno), pero que unido covalentemente a una molécula portadora se comporta como inmunógeno (llegando a constituir el único determinante inmunodominante del conjugado). En los años 20 y 30 Karl Landsteiner realizó unos famosos experimentos que mostraron por primera vez la asombrosa especificidad del sistema inmune. Como haptenos empleó una serie de derivados del benceno, como el dinotrofenol (DNP), en configuraciones distintas (orto, meta, para), así como distintos derivados a base de distintos sustituyentes en determinadas posiciones conocidas. Como molécula portadora empleó la seroalbúmina bovina (BSA). Obtenía así distintas versiones de conjugados BSA-DNP. Inyectaba conjugados BSA-DNP en un animal de laboratorio, esperaba a que se produjera la respuesta inmune, y tras una sangría, obtenía suero enriquecido en anticuerpos frente al hapteno (antisuero específico). Finalmente, ponía en contacto el antisuero con el hapteno original, y en paralelo, con otros haptenos consistentes en variantes del original (lugar de la localización de algún radical, naturaleza química del radical). Las conclusiones que se pueden extraer de estos experimentos son: Casi más importante que la naturaleza química concreta del hapteno es la configuración global del mismo (obsérvese que el hapteno equivale a un epitopo inmunodominante) a la hora de determinar si dicho hapteno puede reaccionar (y en qué cuantía) con el antisuero (anticuerpos). En los experimentos se puede comprobar igualmente la existencia de algunas reacciones cruzadas, sobre todo cuando dos haptenos comparten una configuración parecida. Igualmente se puede advertir de estos experimentos la enorme diversidad posible de anticuerpos: cualquier estructura química definida, natural o artificial, puede dar origen, si va unida a un portador, a anticuerpos específicos. TIPO DE ANTÍGENOS. Antígenos T-independientes. Son aquellos antígenos que pueden estimular directamente a los linfocitos B para producir anticuerpos sin requerir de la presencia de los linfocitos T cooperadores. En general los lipopolisacáridos son antígenos T-independientes. La respuesta a estos antígenos difiere de la respuesta inducida por otros antígenos. Propiedades de los antígenos T-independientes: Estructura polimérica Estos antígenos se caracterizan por presentar el mismo determinante antigénico repetido varias veces. Activación policlonal de las células B Varios de estos antígenos pueden activar clonas específicas de células B para otros antígenos (activación policlonal). Los antígenos T-independientes pueden ser subdivididos en Tipo 1 y Tipo 2, basados en su habilidad para llevar acabo la activación policlonal. El Tipo 1 es un activador policlonal mientras que el tipo 2 no. Resistencia a la degradación Los antígenos timo-independientes son por lo general más resistentes a la degradación de tal forma que persisten por periodos largos de tiempo estimulando continuamente al sistema inmune. Antígenos T-dependientes. Los antígenos timo-dependientes son aquellos que no pueden estimular directamente la producción de anticuerpos sin la ayuda de las células T. Las proteínas son antígenos T-dependientes. Estructuralmente estos antígenos son caracterizados por la presentar pocas copias de muchos diferentes determinantes antigénicos. Antígenos inmunodominantes. Son los antígenos que dominan (sobre los demás antígenos de un mismo patógeno) en su habilidad para producir una respuesta inmune. Comúnmente se asume que las respuestas por parte de las células T son dirigidas hacia sólo unos pocos epítopos inmunodominantes, aunque en algunos casos dichas respuestas (por ejemplo la respuesta contra Plasmodium spp.) se dispersan hacia un grupo relativamente grande de antígenos del parásito. Exógenos: Son los que vienen de afuera; pueden haber de varios tipos como polen, polvo, heces de ratas, proteínas de la leche, bacterias, etc. Como producto de éstos podemos padecer de una enfermedad clínica con sintomatologías, como diarrea, asma, tifoidea, etc. Los antígenos exógenos son antígenos que han entrado al cuerpo desde el exterior, por ejemplo mediante inhalación, ingestión o inyección. A menudo, la respuesta inmune hacia antígenos exógenos es subclínica. Estos antígenos son tomados en las células presentadoras de antígenos (CPAs) mediante endocitosis o fagocitosis, y procesadas en fragmentos. Las CPAs entonces presentarán esos fragmentos a linfocitos T colaboradores (CD4+) con ayuda de moléculas de histocompatibilidad de clase II en su superficie. Los linfocitos T que reconocen de manera específica la dupla péptido:CMH son activados y comenzarán a secretar citocinas. Las citocinas son sustancias que a su vez pueden activar linfocitos T citotóxicos (CD8+), células productoras de anticuerpos o linfocitos B, macrófagos, y otras. Algunos antígenos entran al organismo como antígenos exógenos, para después pasar a ser antígenos endógenos (por ejemplo, un virus intracelular). Los antígenos intracelulares pueden ser liberados de nuevo al torrente sanguíneo una vez que la célula infectada sea destruida. Endógenos: Los antígenos endógenos son aquellos antígenos que han sido generados al interior de una célula, como resultado del metabolismo celular normal, o debido a infecciones virales o bacterianas intracelulares. Los fragmentos de esos antígenos son presentados sobre la superficie celular en un complejo con moléculas MHC de clase I. Si son reconocidos por linfocitos T citotóxicos (CD8+) activados, éstos comenzarán a secretar varias toxinas que causarán la lisis o apoptosis (muerte celular) de la célula infectada. Para prevenir que las células citotóxicas destruyan células normales que presenten proteínas propias del organismo, estos linfocitos T autoreactivos son eliminados del repertorio como resultado de la tolerancia (también conocida como selección negativa). Estos se subdividen a su vez en; Xenógeno o heterólogo: que son aquellos que se encuentran en diferentes especies animales, incluyendo al hombre. Ej.: antígeno de Forssman que no lo tiene el hombre pero si otras especies inferiores de animales. Alógenos u homólogos: estos son antígenos que se encuentran en la misma especie, pero en diferentes individuos, ej,: antígenos de los grupos sanguíneos; así, el antígeno A y el antígeno B son aloantígenos. Autoantígenos. Un autoantígeno se refiere a una proteína normal o un complejo de proteínas, algunas veces también ADN o ARN, que son reconocidos por el sistema inmunitario. Ocurre en pacientes que sufren de alguna enfermedad autoinmune específica. Estos antígenos no deberían, en condiciones normales, activar el sistema inmunitario, pero en estos pacientes, debido principalmente a factores genéticos y/o ambientales, se ha perdido una correcta tolerancia inmunológica. MITÓGENOS Y SUPERANTÍGENOS. Mitógenos. Los mitógenos son agentes capaces de inducir la proliferación de una gran cantidad de clones de linfocitos T y/o B, de modo inespecífico (por lo que también se denominan activadores policlonales). Ejemplos de mitógenos: Lectinas: conllevan la aglutinación de células (entre ellas linfocitos), pero aquí nos interesan sobre todo por su capacidad de activación policlonal de células T, B, o de ambas. Como ejmplos de lectinas tenemos; concanavalina A (conA), que es mitógeno de células T, <fitohemaglutinina (PHA), que es mitógenos de células T, mitógeno de fitolaca (PWM), que es mitógeno tanto de T como de B. Lipopolisacárido (LPS) de bacterias Gram negativas. Su actividad como mitógeno reside en la porción de lípido A. Superantígenos. Los superantígenos son unos potentes activadores policlonales de células T que expresan secuencias comunes en sus receptores: llegan a activar hasta la quinta parte del total de estos linfocitos). Esta activación es independiente de la especificidad hacia una combinación particular de Ag procesado-MHC. Unen la porción Vb del TCR y lo entrecruzan con la parte externa del MHC, fuera del surco que normalmente sirve para exponer y presentar el antígeno. De esta forma, entrecruzan de modo inespecífico las células TH con las APC, de modo que los linfocitos T se activan sin haber reconocido Ag procesado y presentado en el surco de MHC-II de las APC. El resultado es que un gran número de clones de células T segregan grandes niveles de citoquinas, lo que puede llevar a shock y a muerte. Ejemplos de superantígenos son ciertas toxinas de Staphylococcus aureus, como la toxina del síndrome del choque tóxico (TSS-1), o la enterotoxina. Alérgenos. Un alérgeno es una sustancia que puede inducir una reacción de hipersensibilidad (alérgica) en personas susceptibles que han estado en contacto previamente con él. Esta reacción de hipersensibilidad involucra el reconocimiento del alérgeno como sustancia "extraña", ajena al organismo en el primer contacto. En exposiciones posteriores, el sistema inmunitario reacciona a la exposición de forma excesiva, con la liberación de sustancias que alteran la homeostasis del organismo, lo que da lugar a los síntomas propios de la alergia. Un caso particular son los fármacos, destacando los antibióticos con anillos betalactámicos o similares en su estructura química, siendo este el caso de las penicilinas y cefalosporinas. También existen alergias a algunos metales. La más común, de este tipo, es la alergia al níquel, que se halla presente en prácticamente todas las aleaciones de metales no-nobles y a veces en algunas aleaciones de oro bajo. Tipos de alergia. Hay dos tipos principales de reacciones alérgicas: Hipersensibilidad inmediata: esto es a lo que se suele llamar la alergia. Está mediada por un anticuerpo llamado inmunoglobulina E (IgE), y ocurre en menos de 30-60 min. Este mecanismo está relacionado con trastornos tales como la rinitis o alergia a los alimentos. En este caso, las pruebas cutáneas para diagnosticar la alergia se realizan por ensayo de pinchazo, y la lectura se realiza a 10-15 min. Hipersensibilidad retardada: esta reacción está mediada por algunas células (células T), y se produce después de varias horas, por lo general 24-48h. Este mecanismo está relacionado con trastornos tales como el eccema de contacto (dermatitis alérgica de contacto). En este caso, las pruebas cutáneas para diagnosticar la alergia se realizan generalmente por las pruebas del parche (pruebas epicutáneas), y la lectura se realiza después de 2 a 4 días. Otro concepto que está estrechamente relacionado con la alergia es la atopia. La atopia es la tendencia de un individuo a desarrollar enfermedades alérgicas tales como el asma alérgica, dermatitis atópica (eczema) o rinitis alérgica. Por ejemplo, un niño con asma alérgica a los ácaros del polvo es un niño atópico, y si su padre también sufre de asma alérgica, se puede decir que este niño tiene antecedentes familiares de atopia. La atopia es una tendencia heredada a la alergia que está presente en algunas familias. Actores de la reacción alérgica. En la reacción alérgica están involucrados los siguientes elementos: Alérgenos. Sustancia, generalmente una proteína, capaz de generar una reacción alérgica. La inmunoglobulina (IgE). Típico tipo de anticuerpo implicado en las reacciones alérgicas, que también participa en la defensa contra los parásitos (por ejemplo, contra los gusanos). Mastocitos. Células del sistema inmunitario que se pueden encontrar en la mucosa respiratoria, tracto digestivo y la piel. La histamina. Una sustancia que se almacena dentro de la célula y es liberada durante la reacción alérgica. Es capaz de producir la dilatación de los vasos sanguíneos (vasodilatación), aumento de la permeabilidad de los vasos sanguíneos (fuga de líquido) y la estimulación nerviosa. Esto conduce al desarrollo de enrojecimiento (eritema), hinchazón (edema) y picor (prurito). Fases de la reacción alérgica. La reacción alérgica se produce en dos fases: Fase de sensibilización. En esta fase, el sistema inmune comienza a reaccionar contra el alérgeno. Se producen los anticuerpos contra el alérgeno. En esta etapa, el paciente no presenta síntomas. Fase sintomática. En los contactos posteriores del paciente con el alérgeno, el alérgeno se une a la IgE que está en la superficie de los mastocitos. Las sustancias que inducen los síntomas típicos de la alergia son liberados. Entre ellos se encuentra la histamina, más conocido mediador. Tipos de alergia. Respiratoria. Los ácaros del polvo están presentes en todas las casas, causando reacciones alérgicas a un alto porcentaje de niños asmáticos. El calor y la humedad crea un ambiente ideal de cultivo de ácaros. No pueden sobrevivir en condiciones extremadamente secas o frías. Como la mayoría de las criaturas vivientes, los ácaros requieren calor, alimento y agua. Las camas proporcionan el ambiente idóneo, ya que en ellas encuentran un alto suministro de células de nuestra piel (su fuente de alimento), agua del sudor y el aliento espirado, y calor. También encuentran células de piel y otras proteínas con las que alimentarse en las alfombras, muebles tapizados, telas y juguetes de peluche. Los alérgenos de animales son la segunda causa más frecuente de reacciones alérgicas. El alérgeno que desencadena las respuestas alérgicas a los animales se encuentra en la saliva, la piel y la orina. El tamaño de la partícula del alérgeno es muy pequeña y, por lo tanto, se mueve fácilmente en el aire y sin querer, se respira. Este hecho causa síntomas respiratorios, lloriqueo en los ojos, estornudos e irritación de la piel. La alergia a las esporas de moho es muy común. El moho es omnipresente tanto en interiores como en exteriores y está presente la mayor parte del año. Las esporas de moho también prefieren ambientes húmedos, más cálidos por lo se encuentran comúnmente en los baños, las cocinas, el sellado de la puerta del refrigerador, las cortinas de baño y sobre todo en las casas que tienen manchas de humedad y moho negro evidentes en los marcos de las ventanas. Los síntomas de la alergia al moho pueden ser mejor en climas cálidos y secos y llegar a ser molestos en los días húmedos, nublados y brumosos. Mientras que éstos alérgenos normalmente no producen anafilaxia, sí pueden causar síntomas muy molestos que pueden afectar gravemente la salud de una persona y su calidad de vida. Las alergias más comunes debido a los aeroalergenos son: La rinitis alérgica (fiebre del heno), que afecta a la nariz y a los ojos. El asma, que afecta a los pulmones. Eczema o urticaria (ronchas), que afectan a la piel. Sin embargo, no todos los pacientes con estas condiciones, sufren los síntomas de una reacción alérgica. Por tanto, es importante hablar con un profesional de la salud para saber si es una alergia la que puede estar contribuyendo a estas condiciones. ¿Cuáles son los síntomas causados por alérgenos respiratorios? Los alergenos de interior afectan más comúnmente a la nariz, el pecho, la piel y los ojos: Picazón y moqueo de la nariz. Congestión y estornudos. Irritación de las vías respiratorias. Tos, opresión en el pecho, respiración sibilante, falta de aliento. Picor, lagrimeo, inflamación de los dos ojos. Picazón en la piel, erupciones, ronchas. Fosas nasales congestionadas y dolor de cabeza. Trastornos del sueño. Falta de concentración. Alergias cutáneas. Son diversas las causas y factores que crean irritación en la piel. Algunos podrían ser el calor, un trastorno en el sistema inmunológico, medicamentos e infecciones. Cuando el sistema inmune responde ante la provocación de un alérgeno (algo que produce alergia), la irritación de la piel podría ser una condición alérgica. Tipos de alergias de la piel. Dermatitis (eczema). Este es el tipo de alergia que se produce cuando la piel contacta de forma directa con un alérgeno. Un ejemplo de dermatitis de contacto alérgica se daría si alguien alérgico al níquel en una joyería se prueba algo, incluso con una pequeña cantidad de níquel, y en la zona de contacto aparecen rojeces en la piel, escamas, bultos, picazón o hinchazón. La dermatitis atópica (eczema) es una enfermedad crónica de la piel que aparece normalmente en la infancia y se debe a una disfunción inmune en las capas de la piel. Muchas veces suele ligarse al asma, rinitis alérgica (fiebre del heno) o a la alergia alimentaria. A esta vinculación progresiva se la conoce como marcha atópica. Otros ejemplos de dermatitis alérgica serían los causados por el contacto con plantas, tales como la hiedra, el roble y el zumaque venenosos. Estas plantas están cubiertas por una capa aceitosa que causa la picazón, erupción y el enrojecimiento de la piel al tocarlas. El contacto con la ropa, las mascotas o incluso herramientas de jardinería que hayan estado en contacto con el aceite que cubre algunas plantas también podrían provocar reacciones alérgicas cutáneas. Algunas de las personas que sufren dermatitis alérgica sufren, además, intolerancia o sensibilidad alimentaria, lo que podría provocar un empeoramiento en los síntomas del eczema. Urticaria. La urticaria es una inflamación de la piel que se produce por la liberación de histamina por parte del sistema inmunológico. Este desencadenante provoca pequeños derrames en los vasos sanguíneos dando lugar a inflamaciones en la piel. Se conoce como angiodema el hinchazón que se produce en las capas profundas de la piel. Existen dos tipos de colmenas de urticaria: aguda y crónica. La urticaria aguda puede producirse al comer un alimento en particular o al entrar en contacto con una sustancia en particular. La urticaria crónica, sin embargo, aparece y puede durar meses o años. Hay causas no alérgicas como el calor o el ejercicio que pueden desencadenar la aparición de urticaria, así como reacciones alérgicas tales como, a los medicamentos, alimentos o picaduras de insectos. Pese al aspecto de la urticaria y el eczema y la incomodidad y dolor que generan, ambos resultan no contagiosos. Angioedema. El angioedema es la inflamación que se produce en las capas profundas de la piel, de aspecto similar algunas veces, a la urticaria (ronchas). El angioedema aparece de forma más frecuente en los tejidos blandos donde la piel es más fina como los párpados, la boca o los genitales. El angioedema agudo es aquel que dura un plazo corto de tiempo, como minutos o días. Generalmente está causado por una reacción alérgica a algún medicamento o alimento específico. El angioedema recurrente crónico es la condición que se mantiene durante un largo período de tiempo. En muchas ocasiones, no se sabe identificar cuál es su causa. El angioedema hereditario (AEH) es una enfermedad que se da en raras ocasiones, pero que tiene unas serias condiciones genéticas, involucrando la inflamación de varias partes del cuerpo, tales como las manos, pies, cara, pared intestinal y vías respiratorias. Alergia alimentaria. El trabajo del sistema inmunológico del cuerpo es identificar y destruir los gérmenes (bacterias o virus) que causan enfermedades. Se produce una alergia a los alimentos cuando el sistema inmunitario por error lucha contra la comida (un alérgeno) y, como si fuera una amenaza, lo ataca. A diferencia de otros tipos de trastornos alimenticios, como las intolerancias, las alergias alimentarias son mediadas por IgE. Esto significa que el sistema inmunitario produce cantidades anormalmente grandes de un anticuerpo llamado inmunoglobulina E (IgE, para abreviar). Los anticuerpos IgE combaten a los enemigos alérgenos alimentarios mediante la liberación de histamina y otros químicos, que desencadenan los síntomas de una reacción alérgica. Existen más de 120 alimentos que pueden causar alergias. Los alimentos que más comúnmente causan reacciones alérgicas graves a nivel mundial son la leche, el huevo, los cacahuetes (maní), los frutos secos, los cereales (principalmente trigo), soja, pescado y mariscos. La mayoría de reacciones alérgicas en los niños son debido a un número limitado de alimentos. La alergia al huevo y a la leche suelen superarse durante los primeros años de vida. Las frutas, verduras, frutos secos y cacahuetes son responsables de la mayoría de las reacciones alérgicas en adultos. Las personas con alergia al polen o al látex a menudo pueden experimentar síntomas alérgicos al comer ciertas frutas, hortalizas o frutos secos. Esta reactividad cruzada se produce porque el polen y látex contienen proteínas que son similares a las proteínas en los alimentos, y el sistema inmune puede reaccionar a ambos. De hecho, hasta un 70% de las alergias alimentarias están relacionados con la alergia al polen. Como regla general, el tratamiento de un alimento no altera la capacidad de la comida para inducir síntomas alérgicos. Sin embargo, la mayoría de las personas con alergia al polen pueden tolerar mejor las comidas de reacción cruzada cuando han sido cocinados, horneados o asados. Los síntomas de alergias a los alimentos varían según la persona, aunque una persona tendrá tendencia a tener las mismas reacciones cada vez que se consume el mismo alimento alergénico. Los síntomas de las alergias alimentarias van desde molestias leves a graves y potencialmente mortales reacciones de hipersensibilidad (anafilaxia) que requieren intervención médica inmediata. INMUNIDAD INNATA. La inmunidad innata (también llamada inmunidad natural o nativa) constituye la primera línea de defensa contra los microbios. Consta de mecanismos de defensa celulares y bioquímicos que existen antes incluso de la infección y que pueden responder con rapidez a ella. Estos mecanismos reaccionan con los productos de los microbios y de las células dañadas, y responden de una forma prácticamente idéntica a infecciones repetidas. Mecanismos efectores de la inmunidad innata. Primera línea de defensa; Barreras epiteliales. Las superficies epiteliales y su estado integro en conjunto forman una barrera física que separan el medio del huésped. Existen tres importantes interfaces, que son: la piel, el epitelio respiratorio y el epitelio digestivo. Estos epitelios además de constituir una capa protectora, poseen otras características que lo hace inmunológicamente importante, tales como: la síntesis de péptidos antibióticos, subpoblaciones de linfocitos intraepiteliales y células dendríticas. Péptidos antibióticos: La piel posee la capacidad de sintetizar y secretar proteínas con capacidad antibiótica y antimicótica denominados “Defensinas”. Estos son péptido de 29-34 aminoácidos, que aumentan sus concentraciones presencia de IL1 y TNF (factor de necrosis tumoral), ambos secretados por los macrófagos activos. El epitelio intestinal también produce una proteína con potentes efectos antimicrobianos denominada “Criptocidinas”. Linfocitos T intraepiteliales: Este tipo de células es una subespecie de linfocitos T y por lo tanto debería ser considerado como parte de la inmunidad adaptativa. Pero, este linfocito T, presenta una limitada diversidad de receptor antigénico, además las cadenas del TCR (receptor de las células T) no son αβ (como el resto de los linfocitos T), si no γδ. Otra diferencia de gran importancia es el hecho de que estos Linfocitos T intraepiteliales no reconocen al MHC (complejo mayor de histocompatibilidad) si no a una proteína similar al MHC, denominada CD1. Debido a estas notables desigualdades se considera al Linfocito T intraepitelial como parte de la inmunidad Innata. Una vez activado, el linfocito T intraepitelial, secreta una variada gama de citoquinas proinflamatorias como: IL1, TNF, Linfotaxinas e INFγ. Además, poseen una actividad citolítica mediada por “Perforinas” y “Fas-FasL”. Las Perforinas, son péptidos que se unen a la membrana de la célula blanco, creando un poro en esta, lo que lleva a la perdida de la homeostacia intracelular y la muerte de la célula en cuestión. A diferencia de lo que ocurre con las Perforinas, que llevan a la muerte celular por lisis de la membrana, “Fas-FasL” son proteínas de membrana que al interactuar una con otra, activan a un complejo enzimático citolítico, denominado “Caspasas”, que inducen a la célula blanco la apoptosis. Linfocitos B1: Los linfocitos B-1, son células presentes en el epitelio de la cavidad peritoneal y que también deberían ser considerados como integrantes de la inmunidad adaptativa, pero su receptor antigénico, posee baja diversidad y su estructura es similar a la del receptor del linfocito T intraepitelial. Debido a estas características se considera al linfocito B-1, como parte de la inmunidad innata. Las células B-1 secretan permanentemente IgM específica para antígenos compartidos por una amplia variedad de bacterias, tales como la “Fosforilcolina” y el “Lipopolisacarido o LPS”. Las glándulas sebáceas y el sudor: crean un pH ligeramente ácido muy eficaz contra los hongos. La capa córnea superficial de la piel está en un continuo proceso de descamación que contribuye a eliminar colonias bacterianas que haya podido infiltrarse. En las mucosas existentes en la boca, nariz, tractos digestivos, respiratorios y urogenitales que son epitelios humedecidos por mucus que colaboran en la eliminación de microorganismos. La saliva y las lágrimas contienen lisozima que es un enzima que destruye la pared de algunas bacterias. El pH ácido del estómago y la acción enzimática de los jugos gástricos e intestinales destruyen muchos microrganismos. La flora bacteriana autóctona contribuye a la defensa al impedir el asentamiento de otras bacterias (elaboran sustancias que lo impiden). La tos, estornudos, lagrimeo son mecanismos de eliminación de microorganismos. Se pueden clasificar de la siguiente manera: Barreras Físicas: Piel: solo suele ser atravesada cuando presenta soluciones de continuidad. Mucus: envuelve a los agentes extraños e impide que ejerzan su acción. Cilios (ej. tráquea): dificultan el avance del agente, ascensor mucociliar, con agentes surfactantes. Tos, estornudo, peristaltismo intestinal. Barreras químicas: pH ácido (ej. estómago, lágrimas, orina, vagina). Sales biliares, ácidos grasos. Lisozima (muraminidasa): en lágrimas, saliva, mucus, etc. Espermina: en semen. βlisina: producida por las plaquetas. Lactoperoxidasa: en leche y saliva. Proteínas secuestradoras del hierro: Lactoferrina: quela el Fe. En leche la Transferrina: compite con las bacterias por el Fe. Barreras biológicas: Microbiota normal: - Piel: superficie dérmica; glándulas sebáceas. - Boca: población heterogénea. - Intestino: en IG 1010 bacterias/ml. - Vagina. Segunda línea de defensa. Componentes del S.I. • Células: Fagocitos y células citotóxicas - Fagocitos: Macrófagos - PMN neutrófilos - Células asesinas naturales: NK - Eosinófilos Linfocitos B-1 y linfocitos T intraepiteliales (γδ). Neutrófilos o leucocitos polimorfonucleares: son las células blancas más abundantes en la sangre, correspondiendo entre un 50 y 60% del total de leucocitos. Los neutrófilos alcanzan el sitio de la infección en pocas horas y son los responsables de la primer “oleada” de células encargadas de la respuesta del huésped. Si éste no es “reclutado” en un tiempo no mayor a 6 horas, estos experimentan la apoptosis. Los neutrófilos presentan en su interior gránulos cuyo contenido es rico en Lisozima, Colagenasa y Elastasa. Monocitos/Macrófagos: Los monocitos son células maduras precursoras de los macrófagos, es decir, una vez que el monocito es activado este experimenta cambios morfológicos que lo adaptan para sus nuevas funciones como macrófagos. Los macrófagos son células de mayor tamaño y capacidad fagocítica que los neutrófilos, además poseen la capacidad de unirse a otros macrófagos y así originar las “células gigantes”, con una capacidad fagocitica aún mayor. Los Macrófagos constituyen la segunda “oleada” de células que acuden al sitio de la infección. Existen, además de los monocitos y macrófagos circulantes, otros macrófagos que se encuentran como células residentes de cada tejido, por ejemplo: en el hígado existen las células de Kupffer, en el SNC encontramos a la micróglia y en los alvéolos pulmonares a los macrófagos alveolares. Como el reconocimiento, fagocitosis y destrucción del microorganismo por parte de los neutrófilos y los macrófagos son similares. Células NK: Las células NK son un tipo de linfocitos, que participan en la inmunidad frente a virus y a microorganismos intracelulares. La pregunta es: ¿Cómo puede una célula NK reconocer a microorganismos intracelulares? Este tipo celular posee moléculas que reconocen al MHC I (debe tenerse en cuenta que el MHC I está presente en todas las células del cuerpo), de esta manera, si una célula expresa péptidos antigénicos en su membrana unidos al moléculas del MHC I, las células NK las reconocerán y serán activadas. Otro mecanismo, consiste en la activación de las NK, en caso de que no encuentren las moléculas del MHC I en la superficie de otra célula, este sistema es de gran utilidad, ya que existen virus que inhiben la síntesis de moléculas de MHC I. Además de estos dos mecanismos, las células NK, participan de un sistema conocido como “Citotoxicidad mediada por anticuerpos”. Esto consiste en la activación de las NK, frente a partículas que se encuentren recubiertas con anticuerpos, (en general son IgG), esto se lleva adelante mediante un receptor que poseen las NK, capaces de identificar la porción Fc de las IgG. Las funciones efectoras de las NK son, la destrucción de las células infectadas y la activación de macrófagos. Las funciones líticas de las NK, son llevadas a cabo mediante dos proteínas que se encuentran en el interior de gránulos citoplasmáticos, denominadas, “Perforinas” y “Granzimas”. Cuando las Células NK, son activadas liberan estos gránulos y de esta manera a las proteínas. Las Perforinas, crean un poro en la membrana de la célula blanco, mientras que las Granzimas ingresan por este poro e inducen la apoptosis. Las NK, son capaces de responder a la IL-12, esta citoquina es producida por los macrófagos. En repuesta a la IL-12, las células NK liberan INFγ, que como mencionamos con anterioridad, es la más potente activadora de macrófagos. Proteínas efectoras: Sistema del complemento: Este es un grupo de proteínas plasmáticas, cuyas principales funciones son: La inflamación, opsonización de microorganismos y lisis bacteriana. El reconocimiento del microorganismo y la activación del sistema del complemento, se realiza a través de tres posibles rutas: La vía clásica, capas de reconocer a los microorganismos recubiertos de anticuerpos. La vía alterna, capas de reconocer a estructuras propias de las bacterias. Y la vía de las lectinas, que puede reconocer a una proteína plasmática denominada: “Lectina de unión a manosa”, que reconoce los residuos de manosa en las glucoproteínas y glucolípidos de la membrana de la bacteria, a los cuales se adhiere y de esta manera puede ser reconocida por el complemento. Proteína C reactiva: La proteína C reactiva, pertenece a un grupo de proteínas denominadas: “Proteínas de la fase aguda”. Porque, sus niveles plasmáticos aumentan considerablemente durante los estados infecciosos agudos. Esta es una proteína capas de unirse a los fosfolípidos de las cápsulas bacterianas, actuando como opsonina. Además, posee la capacidad de activar al complemento por la vía clásica. Mecanismos de la respuesta inmune natural. Endocitosis: ingestión de material soluble (macromoléculas) del fluido extracelular por medio de invaginación de pequeñas vesículas endocíticas. - Pinocitosis. - Endocitosis mediada por receptor. Formación de lisosomas: digestión y eliminación. Fagocitosis: unión del agente particulado a la superficie de una célula fagocítica, emisión de pseudópodos y englobamiento. Formación de un fagosoma y destrucción: - Mecanismos dependientes de oxígeno: formación de radicales tóxicos. - Mecanismos dependientes de óxido nítrico. - Mecanismos independientes de oxígeno: enzimas hidrolíticas. Respuesta inflamatoria. Cuando se produce una rotura de la piel o de las mucosas, los microorganismos pueden pasar del medio externo al interno. Como reacción y en un intento de localizar al agente invasor, se produce una reacción en el tejido conectivo vascularizado que se denomina inflamación. Este complejo proceso produce el acúmulo de fluidos y leucocitos en el espacio extravascular. La inflamación puede ser originada por factores endógenos (necrosis tisular o rotura ósea) o factores exógenos como lesiones por agentes mecánicos (corte, etc.), físicos (quemaduras), químicos (corrosivos), biológicos (microorganismos) e inmunológicos (reacciones de hipersensibilidad). Aunque en algunos casos, como la hipersensibilidad, la inflamación puede tener consecuencias nocivas, por lo general es una respuesta protectora que trata de restaurar los tejidos lesionados. La respuesta consiste en un desplazamiento de leucocitos y moléculas plasmáticas hacia regiones de infección o de lesión tisular. Sus principales efectos son el aumento del flujo sanguíneo hacia la región, el aumento de la permeabilidad vascular frente a las moléculas séricas de gran tamaño y la migración de leucocitos a través del endotelio vascular local en dirección a la zona inflamada. Las características fundamentales de la reacción inflamatoria: la acumulación de líquido. Una reacción inflamatoria tiene lugar, por ejemplo, cuando la organización de la piel se rompe a causa de una herida cutánea y es preciso restablecer su integridad física. El resultado inmediatamente visible de una lesión en la piel es la pérdida de sangre que si la herida no es muy profunda cesa, gracias a la actuación de la "cascada" de los factores de coagulación que provoca la oclusión de las roturas vasculares. Uno de los factores dela coagulación sanguínea el factor XII es activado por contacto directo con un componente del tejido conectivo: el colágeno, en el lugar de la lesión. El factor XIl activa una cascada (conjunto de compuestos que van actuando escalonadamente) llamada de las quininas que va a desencadenar el proceso inflamatorio a partir de componentes inactivos presentes en la sangre. La cascada de las quininas provoca una intensa dilatación de los vasos sanguíneos dando lugar a los primeros síntomas de dolor, contracción de fibras musculares, etc. El mecanismo que lleva adelante la inmunidad innata, es la inflamación. Este es un complejo proceso en el cual existe, un aumento de la permeabilidad capilar y migración de los leucocitos desde la sangre, hacia la zona afectada. Esto se logra a través de cambios estructurales en los capilares sanguíneos, que permiten el paso de los leucocitos desde la sangre al tejido. Además, el reclutamiento celular se lleva a cabo por las citoquinas, especialmente el TNF y las quimioquinas, encargadas de activar y guiar a los fogositos hacia la zona afectada. Durante las primeras fases de la inflamación, son los neutrófilos los que actúan, luego acuden los macrófagos y finalmente los linfocitos. El fin de la inflamación es localizar a la infección a un solo sitio, impidiendo que esta se propague y afecte a otros tejidos, esto es posible mediante las proteínas de la coagulación que “amurallan” a la zona afectada. Además, proporcionan el lugar para que los leucocitos se encuentren con los microorganismos, y puedan ejercer su función. Durante la inflamación se liberan muchas otras citoquinas que estimulan a la inmunidad adaptativa, para poder finalmente erradicar al patógeno, debido a que, en ausencia de este mecanismo de defensa, la inmunidad innata no puede controlar completamente a la infección. Complemento. Se denomina complemento a un complejo sistema multiproteico con más de 30 componentes, en su mayoría proteínas plasmáticas, cuyas funciones principales son • Lisis del microorganismo o célula diana. • Opsonización. (Se marca el patógeno para su ingestión) • Anafilotoxinas en el control de la respuesta inflamatoria. • Amplificación de la respuesta humoral específica. • Eliminación de los inmunocomplejos. El complemento es uno de los mecanismos efectores más importantes de la respuesta inmune natural. El resultado de su activación y posterior amplificación es que se depositan grandes cantidades de algunos componentes del complemento sobre las partículas responsables de la activación, lo que determina su destrucción (lisis)al producir poros en la membrana, si se trata de un organismo celular, y/o su eliminación por las células del sistema fagocítico. El complemento puede ser activado de dos maneras: • Dependiente dela presencia de anticuerpos: Vía clásica. • Independiente de la existencia de anticuerpos: Vía alternativa y vía de las lectinas. El complemento normalmente está inactivado. El activador del complemento en la vía alternativa es una sustancia presente en la sangre (generalmente inactiva) llamada C3b que se activa en caso de inflamación. El activador del complemento (activa cinco factores), determina la liberación de anafilatoxinas. Las anafilatoxinas se fijan sobre la superficie de los mastocitos o células cebadas (que tienen en su superficie numerosos receptores), lo que provoca su desgranulación (liberan el contenido de los gránulos que tienen en su citoplasma). Una de las sustancias que liberan los mastocitos es la histamina, que provoca la dilatación de los capilares con la aparición de hinchazón y edema. Otras sustancias elaboradas por los mastocitos como los leucotrienos y las prostaglandinas, entre otras funciones, atraen a los fagocitos para eliminar a los agentes patógenos. Los basófilos acuden a los tejidos durante el proceso inflamatorio y suponen un refuerzo en la liberación de mediadores químicos. Los fibroblastos del tejido conectivo van colonizando la herida desde los bordes al centro, los capilares vascularizan y la herida va cerrándose. Las células en contacto con los microorganismos liberan también sustancias piretógenas que vía sanguínea estimulan al centro regulador de la temperatura corporal, localizado en el hipotálamo. La elevación de la temperatura corporal por encima de lo normal facilita la movilidad de los fagocitos y dificulta el desarrollo de los microorganismos, al alejarse la temperatura de la óptima para su crecimiento. INMUNIDAD ADAPTATIVA. La Inmunidad adaptativa o inmunidad específica, es un mecanismo de defensa mucho más evolucionado, que es estimulada luego de la exposición a agentes infecciosos, y cuya capacidad e intensidad defensiva aumenta después de cada exposición subsiguiente a un determinado microorganismo. Existen dos tipos de inmunidad adaptativa, la inmunidad celular y la inmunidad humoral. Ambas actúan en conjunto, con el fin de eliminar a los microorganismos, pero se las divide de esta manera para poder estudiarlas detalladamente. Principales características de la respuesta adaptativa: Diversidad: Es lo que permite al sistema inmunitario responder a una gran variedad de antígenos extraños. Se estima que el sistema inmunitario puede distinguir entre 109 y 1011 determinantes antigénicos diferentes. Los mecanismos moleculares que producen esta amplia diversidad son tratados junto con los capítulos y trabajos referidos a los Linfocitos B. Especificidad: Da a lugar a que cada microorganismo genere respuestas especificas en su contra. Memoria: La exposición del sistema inmunitario a un agente extraño mejora su capacidad para responder de nuevo a este, ante una reexposición. Es por esto que las respuestas inmunitarias adaptativas, son más rápidas y más eficientes. Especialización: Genera respuestas óptimas para la defensa frente a los microorganismos. Así, la inmunidad celular y la inmunidad humoral son estimuladas por diferentes microorganismos. Autolimitación: Permite al sistema inmunitario disminuir de intensidad frente a un antígeno, a medida que esta va siendo eliminado. Devolviendo al sistema inmune a su estado basal. Ausencia de autoreactividad: Es una de las propiedades más importantes del sistema inmune, que brinda la capacidad de reconocer lo propio de lo extraño, y no reaccionar frente las sustancias antigénicas propias. Esta propiedad es compartida con la inmunidad innata. Inmunidad celular. La inmunidad celular recibe este nombre debido a que sus mediadores son células, a diferencia de la inmunidad humoral cuyos mediadores son moléculas. Las células T o linfocitos T, son los principales efectores de la inmunidad celular. Estos se encargan básicamente de erradicar a los microorganismos intracelulares. Existen dos subpoblaciones de linfocitos T, los T colaboradores o helper (CD4+) y los T citolíticos o citotóxicos (CD8+). A su vez los LTh (linfocitos T helper), se subdividen en TH1 y TH2. Este tipo celular reconoce a los péptidos antigénicos de los microorganismos intracelulares, cuando se expresan en la superficie de la célula huésped asociados a moléculas del MHC I o MHC II, de acuerdo a quien sea el Linfocito T efector, CD4+ o CD8+ respectivamente. En este trabajo se analizará de manera superficial los mecanismos de reconocimiento y activación de las células T, dejando los mecanismos íntimos a los capítulos y trabajos sobre Linfocitos T exclusivamente. Luego se analizarán los mecanismos efectores de la respuesta celular y su interacción con los diferentes tipos celulares. Reconocimiento del antígeno por los Linfocitos T. Para que la respuesta celular se lleve a cabo, los linfocitos T inactivos o “naive” deben madurar a células efectoras. Ese paso se produce cuando las células T reconocen a los antígenos. Los linfocitos T por si solos no son capaces de identificar a los antígenos extraños, necesitan que estos les sean “presentados”. Para cumplir esta función de gran importancia el sistema inmunológico consta de un grupo de células denominadas “Células presentadoras de antígenos” o APC (Antigenpresenting cells), dentro de las cuales se incluyen a los: Macrófagos, Linfocitos B, Células dendríticas y células de Langherans. Estas células comparten la particularidad de que todas expresan en sus membranas moléculas del MHC II, a las cuales se les asocia el péptido extraño, y de esta manera se los pueden “presentar” a las células T. El reconocimiento de los antígenos por los Linfocitos T se hace en los órganos linfoides, en la mayoría de los casos en los ganglios linfáticos. En estos sitios anatómicos residen las células T naive, y es aquí donde se transforman en células efectoras que luego de la expansión clonal y diferenciación, migran del ganglio linfático para entrar en la circulación y dirigirse hacia el sitio de la infección. Además de la presentación del péptido extraño asociado a la molécula del MHC I o MHC II, los linfocitos T necesitan “coestimulación”. La coestimulación consiste en el reconocimiento de ciertas proteínas asociadas a las moléculas del MHC denominadas justamente “Coestimuladores”. Esta interacción genera una cascada de señalización intracelular, que lleva a la expresión de ciertos genes codificadores de proteínas de membrana las cuales son receptores para citoquinas. Este mecanismo prepara a los linfocitos T para recibir a su segunda coestimulación, las citoquinas. La citoquina más importante en la etapa de expansión clonal es la IL-2, esta es producida por los linfocitos T helper, ya sea para estimular a los CD8+ o a sí mismos. Mecanismos efectores de la inmunidad celular. Linfocitos T Helper (TH1 y TH2). La principal función de las células T CD4+, es como su nombre lo indica “colaborar” en la activación y actividad de otros tipos celulares mediante la secreción de diversas citoquinas, que además participan en el desarrollo de cada subespecie. Los linfocitos TH1 secretan principalmente INFγ, citoquina importante en la activación de macrófagos. Esta citoquina también estimula la diferenciación de CD4+ naive, a Linfocitos TH1, mientras que inhibe la diferenciación a TH2. A su vez, los TH2, secretan en primer lugar IL-4, IL-5 e IL-13, cuya principal función es la maduración y activación de mastocitos y eosinofilos, mientras que inhibe la activación del macrófago. Además, estimula la diferenciación celular de los CD4+ naive, a Linfocitos TH2 e inhiben la diferenciación hacia TH1. Se puede apreciar que los efectos de las citoquinas secretadas por cada subespecie, antagoniza las funciones de la otra, este sistema busca que la respuesta iniciada por un antígeno especifico sólo se desarrolle en el sentido más apropiado para su eliminación. La principal función de los TH1 es participar en la defensa mediada por fagocitos, es decir, frente a microorganismos que hayan podido ser fagocitados, esto se logra a través de los siguientes eventos: Luego de haber llegado al sitio de la infección los TH1 actúan en conjunto con los CD8+ estimulando la migración de los monocitos de la sangre hacia ellos, una vez realizado esto, se lleva adelante la interacción entre macrófagos y TH1 en la cual ambos generan estímulos para su expansión, el macrófago estimula al TH1 secretando IL-12 y este, en respuesta, secreta INFγ para activarlo. El macrófago activado, mejora su capacidad fagocítica, aumenta la secreción de citoquinas y la expresión de moléculas del MHC II junto con sus coestimuladores. En tanto los TH2 son los responsables de la defensa frente a helmintos artrópodos y reacciones alérgicas, debido a que sus citoquinas activan a esosinofilos y mastociots, a su vez, la IL-4, IL-5 e IL-13 también estimulan la producción de IgE por las células plasmáticas. Estas dos funciones de aparente discordancia, son complementarias, ya que los esosinofilos y mastocitos reconocen a los helmintos que se encuentren recubiertos por IgE. Linfocitos T citolíticos: Este tipo celular recibe este nombre por su capacidad de lisar a las células infectadas con microorganismos intracelulares, los cuales no pueden ser eliminados por los fagocitos. El primer paso es reconocer a las células infectadas. Los CD8+ reconocen a los péptidos presentados por las moléculas de clase I del MHC, las cuales pueden ser expresadas por todos los tipos celulares nucleados. Una vez que el linfocito T citolítico interactúa con el MHC I y sus coestimuladores, es activado y esto lleva a la exocitosis de sus gránulos. Los gránulos de lo CD8+ contienen las proteínas Perforinas y Granzimas, cuyos mecanismos de acción ya han sido expuestos. Los T citolíticos también expresan FasL, que interactúa con Fas en la membrana de las células blanco e inducen la apoptosis. Inmunidad humoral. La inmunidad humoral recibe este nombre, debido a que sus mediadores son los anticuerpos y las proteínas del complemento. Debido a que muchas de las funciones de la inmunidad humoral son mediadas por los anticuerpos. Los anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig), son una familia de glucoproteinas producidas por los linfocitos B en dos formas: unidos a membrana y de secreción, estos últimos son los que actúan en la inmunidad humoral. Todas las Ig poseen una estructura básica similar, compuesta por dos cadenas pesadas (H) idénticas unidas entre sí por enlaces covalentes y dos cadenas ligeras (L) unidas a las anteriores. Tanto la cadena pesada como la de la ligera de las Ig se componen de regiones variables (V) Nterminal y regiones constantes (C) carboxiterminal. Cada una de estas regiones V contiene tres regiones de hipervariabilidad independientes, que se ensamblan espacialmente para formar el sitio de unión al antígeno. Los anticuerpos se clasifican en diferentes isotipos dependiendo de las diferencias de sus regiones C de las cadenas pesadas, las distintas clases se denominan IgM, IgG, IgD, IgE e IgA. La mayoría de las funciones efectoras de los anticuerpos secretados son llevadas a cabo por la por las porciones Fc de las regiones C de las cadenas pesadas. Los anticuerpos de utilidad para la defensa del huésped se encuentran en la sangre, pero son producidos por los linfocitos B o las células plasmáticas en los ganglios linfáticos. Incluso algunos anticuerpos pueden proceder de antiguas células de memoria. El sistema del complemento es otro de los grandes efectores de la inmunidad humoral, en este trabajo e mencionaran las generalidades de sus mecanismos efectores, dejando su estudio detallado a los trabajos específicos sobre el tema. Se ha hecho hincapié en la importancia de los anticuerpos en la inmunidad humoral y su origen en los linfocitos B. por lo tanto consideramos conveniente describir los mecanismos de activación de una célula B primero y luego los mecanismos efectores de los anticuerpos. Activación de los Linfocitos B. Mecanismo de activación por Ag T dependientes Los Ag proteicos no pueden inducir por si solos la activación de los Linfocitos B, si no que requieren la estimulación de los Linfocitos CD4+ (LTh). Las células B específicas para el Ag, lo unen a su receptor, lo internalizan y lo procesan en vesículas endosomicas. Estas proteínas endocitadas son degradadas por enzimas presentes en los endosomas y lisosomas para generar pequeños péptido (10 a 30 AA) que podrán unirse a las moléculas del MHCII. Estas son sintetizadas en el Retículo endoplásmico rugoso y luego son transportadas al endosoma donde se unen a los péptido. Luego este complejo péptido MHCII se expresa en la membrana y junto con estos se expresan otras proteínas llamadas “coestimuladores”. Finalmente, en la membrana de Linfocito B se encuentran el péptido unido a la molécula del MHCII y sus coestimuladores, cuyo fin es poder “presentar” el Ag a los LTh. Por esta función a las células B se las incluye dentro del grupo de “células presentadoras de Ag” (APC). Los LTH presentan en su membrana receptores para el MHCII y ligándos para los coestimuladores, que cuando interactúan con estos activan a los LTh. Una vez activados estos secretan citoquinas para estimular la proliferación y diferenciación del Linfocito B. Las citoquinas no son específicas para cada Ag, aunque hayan sido secretadas por la activación de un LTh especifico. Las citoquinas desempeñas dos funciones principales: 1) Estimulan la proliferación y diferenciación de los Linfocitos B. 2) Determinan que tipo de Ig se producirá por la activación de las células B. Mecanismo de activación por Ag T independientes. Si bien a la mayoría de los Ag a los que nos vemos sometidos son Ag proteicos, existe otro tipo que pueden ser: polisacáridos, glucopeptidos y ácidos nucleicos. Estos Ag no son internalizados, si no que ejercen su acción por señalizaciones intracelulares producidas por el receptor del Linfocito B. Generalmente la respuesta producida por este tipo de Ag, se compone de Ac de escasa afinidad y un repertorio de células de memoria bajo. La importancia práctica de este tipo de reacción, es que muchos Ag de las paredes bacterianas son polisacáridos y este es el mecanismo principal de la activación de los Linfocitos B en la inmunidad frente a las infecciones bacterianas. Cooperación celular. Los receptores para el antígeno de los linfocitos B son inmunoglobulinas IgM o IgD unidas a la membrana. Asociadas a cada receptor se encuentran dos cadenas, denominadas Iga e Igb, que constituyen el módulo de señalización propiamente dicho del receptor para el antígeno. Aunadas a estas señales, se combinan aquellas generadas por moléculas co-receptoras tales como CR2 (receptor de complemento, CD21), CD19 y CD81. El reconocimiento simultáneo de un antígeno (opsonizado por complemento) por el co-receptor CR2 y por las inmunoglobulinas de superficie de un linfocito B intensifica mucho la magnitud del estímulo. Los antígenos reconocidos por los anticuerpos pueden ser tan diversos como polisacáridos, lípidos, péptidos, ácidos nucleicos y pequeñas sustancias químicas. Los anticuerpos pueden reconocer epítopes lineares o bien determinantes conformacionales, resultantes del plegamiento de las cadenas polipeptídicas. El reconocimiento antigénico induce la endocitosis del antígeno, y su procesamiento para ser presentado por el linfocito B mediante moléculas MHC II. Los receptores de linfocitos B que no han tenido contacto con antígenos (células vírgenes), son del isotipo IgM e IgD. Estas células B vírgenes circulan continuamente por los diversos tejidos linfoides hasta encontrar el antígeno específico de su receptor. En el momento en que esto sucede, los linfocitos B dejan de migrar, y como resultado de una secuencia de eventos moleculares se transforman en células plasmáticas productoras de anticuerpos dentro de los ganglios linfáticos o tejidos linfoides asociados a mucosas (amígdalas, apéndice, placas de Peyer etc.). Dependiendo de las características del antígeno, los linfocitos B pueden activarse con o sin ayuda de linfocitos T CD4+ (ayudadores). Aquellas macromoléculas que contienen antígenos polivalentes, es decir que constan de múltiples epítopes idénticos como es el caso de polisacáridos y glicolípidos de las cápsulas de algunas bacterias (Haemophilus influenzae, pneumococo y meningococo), pueden unirse simultáneamente a varios receptores IgM, lo cual lleva al entrecruzamiento de los receptores y a la activación del linfocito B. Sin embargo, cuando las características del antígeno no inducen el entrecruzamiento de varias moléculas de inmunoglobulinas, sino que solo comprometen a un receptor IgM, el linfocito B requiere de la ayuda de linfocitos TCD4+ para su activación. En este caso, los antígenos proteícos unidos a un receptor IgM son endocitados, procesados y expuestos de nueva cuenta en la superficie celular por las moléculas MHC II del linfocito B. Este proceso permite iniciar lo que se conoce como “cooperación entre linfocitos T y B”, proceso mediante el cual un linfocito T CD4+ cuyo TCR es específico para ese antígeno, reconoce al antígeno y genera una serie de señales intracelulares que ultimadamente van activar al linfocito B. Esta conversación molecular entre linfocitos T y B depende de la presencia simultánea de linfocitos B y T con receptores que reconocen determinantes antigénicos de un mismo microorganismo en los mismos órganos linfoides. Gracias a la migración constante de ambos grupos de linfocitos por el sistema linfoide, esto es posible. Actualmente se piensa que un linfocito T específico contra un antígeno microbiano determinado es activado previamente, y de manera independiente, por CPAs que capturaron, procesaron y presentaron determinantes antigénicos del microorganismo a ese linfocito T en los ganglios linfáticos. El determinante antigénico del microorganismo reconocido por los receptores de los linfocitos B puede ser totalmente distinto a los que le presente la célula B a los linfocitos T, y sin embargo la ayuda proporcionada por el linfocito T, favorece la producción de anticuerpos dirigidos contra el determinante antigénico inicial. En otras palabras, los anticuerpos que produce el linfocito B activado reconocerán el mismo determinante antigénico que fue reconocido inicialmente por los anticuerpos que constituyen el receptor para el antígeno del linfocito B. Las señales intracelulares generadas cuando los receptores para el antígeno reconocen a su antígeno no son suficientes para la activación adecuada del linfocito B y se requiere la participación de moléculas co-receptoras tanto de células B como T. Las moléculas co-receptoras expresadas por el linfocito B incluyen B7-1 (CD80) y B7-2 (CD86) cuyo ligando en células T es CD28. El linfocito T CD4+ a su vez expresa la molécula co-estimuladora CD40L cuyo ligando en la célula B es CD40 . Esta co-estimulación, o segunda señal, es indispensable para la activación mutua, ya que sin ella los linfocitos entran en un estado de anergia. Adicionalmente, la IL2 secretada por el linfocito T CD4+ induce la activación y proliferación del linfocito B, transformándolo en célula plasmática productora de anticuerpos. Uno de los eventos que ocurren en el linfocito B estimulado, es la activación del gen que codifica para la enzima TdT (desoxinucleotidil transferasa terminal), responsable de generar mayor polimorfismo en la región variable de los anticuerpos producidos por los linfocitos B. Mediante la inserción de nuevos nucleótidos en los segmentos génicos que codifican para la región variable de las inmunoglobulinas, las células pueden producir anticuerpos con distinta afinidad para el antígeno. La maduración de la afinidad permite generar un polimorfismo adicional al generado durante la recombinación genética de los receptores de linfocitos B, incrementando aún más (hasta109) el número de posibles diferentes anticuerpos de muy alta afinidad. Aquellos linfocitos B que expresan receptores de mayor afinidad para el determinante antigénico son seleccionados para seguir su desarrollo hacia células plasmáticas productoras de anticuerpos de mayor afinidad que los receptores originales de membrana de los linfocitos B, mientras que los linfocitos B cuyos receptores tienen menos afinidad por el antígeno, mueren por apoptosis. En general, los anticuerpos que se unen al antígeno durante la fase de reconocimiento antigénico son de menor afinidad y de otro isotipo que los que llevan a cabo la fase efectora de la respuesta humoral. Mediante los cambios de isotipos de los anticuerpos se generan anticuerpos con una misma especificidad antigénica (determinada por su fracción Fab), pero que tienen distintas regiones Fc. El isotipo es determinado por el tipo de citocinas secretadas por los linfocitos T CD4+: IL-4 favorece la producción de IgE, mientras que Il-5 y TGF-b inducen IgA e IFN-g favorece la diferenciación hacia las subclases IgG1 e IgG3. Esto es importante, ya que distintos isotipos de anticuerpos llevan a cabo distintas funciones efectoras, a traves de los distintos tipos de receptores para Fc expresados por diferentes células linfoides. Las células plasmáticas pueden salir de los ganglios linfáticos donde sufrieron su estimulación, proliferación y expansión clonal y migar a distintos sitios del sistema inmune (ganglios o médula ósea) y secretar anticuerpos mientras persista el reto antigénico o bien, transformarse en células de memoria, con capacidad de producir anticuerpos de alta afinidad muy rápidamente, en caso de la reaparición del reto antigénico. Mientras que la respuesta primaria tarda de 7 a 10 días para llegar a su máxima expresión, la respuesta inmune secundaria generada por linfocitos B de memoria, tarda entre 3 y 4 días. Los anticuerpos circulan por la sangre y dependiendo de su isotipo, se asocian preferentemente a distintos tejidos o células efectoras, siendo que IgA se encuentra asociada a mucosas, mientras que IgE se une a receptores FceRI de alta afinidad en células cebadas y basófilos. El entrecruzamiento de los receptores IgE en estas células lleva a la liberación instantánea de las substancias vasoactivas de sus gránulos. Macrófagos. Una vez que el macrófago reconoce la partícula extraña, la fagocita, entra a formar parte de un fagosoma, posteriormente al actuar los lisosomas en una vacuola digestiva en donde la partícula es digerida por los enzimas hidrolíticos. Un fragmento del antígeno se fija posteriormente a las glucoproteínas MHC de la case II del fagocito. De esta forma es presentado a otros componentes del sistema inmunitario como los linfocitos TCD4 y al mismotiempo elaboran una sustancia mensajera llamada interleucina I (citoquina). Linfocitos B. La superficie de los linfocitos B se encuentra recubierta por receptores específicos de los diferentes antígenos (inmunoglobulinas de superficie) existiendo tantas cepas de linfocitos B como antígenos pueden ser reconocidos. Los receptores proteicos son dela misma naturaleza que los antecuerpos que son capaces de reconocer. Los linfocitos B pueden tomar contacto con un antígeno: 1. Porque le es presentado por un macrófago 2. Se encuentra con él libre en el medio interno Una vez que el linfocito ha reconocido al antígeno, lo internaliza y lo procesa, presentando alguno de los péptidos del antígeno junto a MHC de la clase II. El linfocito B presenta el antígeno a un TCD4 específico formando un complejo BTCD4. El linfocito TCD4 elabora citoquinas (interleucinas) y mensajeros de inmunidad (BCGF y BCDF) que son recepcionados por los linfocitos B. Todo esto al mismo tiempo produce la activación de los linfocitos B de forma que: Parte de los nuevos linfocitos se diferencian en células plasmáticas que elaboran anticuerpos específicos contra el antígeno reconocido. Otra parte de los linfocitos y células plasmáticas permanecen como células de memoria. Linfocitos T. Al igual que los linfocitos B, las células T necesitan el puenteo de su receptor antigénico para la modificación de su fisiología y con ello la ganancia de ciertas funciones que antes no tenía, tales como secreción de citoquinas, expresión en membrana de moléculas de activación, etc. El receptor de linfocitos T (TCR), es una molécula de reconocimiento específica para cada antígeno, como las inmunoglobulinas, pero sólo está presente en la membrana y noes liberado al medio extracelular en respuesta al antígeno, es decir, no existe como forma soluble y no reconoce, tal y como lo hacen los linfocitos B, una enorme variedad de estructuras moleculares (incluyendo hidratos de carbono) sino que está sesgado para el reconocimiento de moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC) debido a un proceso de selección que tiene lugar en el timo. Las moléculas codificadas en el MHC son capaces de alojar péptidos en una hendidura que aparece en su estructura cuaternaria. El receptor de linfocito T sólo es capaz de unirse a complejos péptido MHC, interaccionando los aminoácidos de las cadenas que forman el receptor de linfocito T tanto con aminoácidos del péptido como de la molécula MHC en la que éste se encuentra alojado. Estos péptidos se generan por la proteólisis de proteínas generadas en el interior de la célula (por ejemplo, proteínas virales) o de aquellas captadas del medio externo tras su endocitosis o pinocitosis (proteínas bacterianas). Este proceso se denomina presentación antigénica. Los linfocitos T son aquellos cuyas células precursoras proceden de la médula ósea roja, pero que han madurado en el timo. Tres tipos: TCD4, TH, T4 o auxiliadoras que son activadas cuando toman contacto simultáneamente con un antígeno unido a glucoproteínas MHC de la clase II que le presentan las APC (células presentadoras de antígeno) y al mismo tiempo por citoquinas como las interleucinas I producidas por los APC que han tomado contacto con el antígeno Los linfocitos TCD8, T8, citotóxicos o citolíticos se activan al tomar contacto con antígenos asociados a glucoproteínas MHC de la clase I y al mismo tiempo las citoquinas como la interleucina 2 elaboradas por los linfocitos TCD4 Ts o supresores que detienen la respuesta inmunitaria. Anticuerpos. Los anticuerpos son proteínas circulantes que se producen en los vertebrados en respuesta a la exposición a estructuras extrañas conocidas como antígenos. Los anticuerpos son increíblemente diversos y específicos en su capacidad para reconocer estructuras moleculares extrañas, y son los mediadores de la inmunidad humoral contra todas las clases de microbios. Como estas proteínas se descubrieron como moléculas séricas que proporcionaban protección contra la toxina diftérica, al principio se las llamó antitoxinas. Cuando se vio que podían generarse proteínas similares contra muchas sustancias, no solo toxinas microbianas, estas proteínas recibieron el nombre general de anticuerpos. Las sustancias que generan o son reconocidas por anticuerpos se llamaron entonces antígenos. Los anticuerpos, las moléculas de complejo principal de histocompatibilidad (MHC) y los receptores del linfocito T para el antígeno, son las tres clases de moléculas que utiliza el sistema inmunitario adaptativo para unirse a los antígenos. De estos tres, los anticuerpos fueron los primeros en ser descubiertos, reconocen el espectro más amplio de estructuras antigénicas, tienen la mayor capacidad de discriminar entre diferentes antígenos y se unen a los antígenos con mayor fuerza. Los anticuerpos solo son sintetizados por células de la estirpe de los linfocitos B y existen en dos formas: los anticuerpos unidos a la membrana en la superficie de los linfocitos B actúan como receptores para el antígeno y los anticuerpos secretados neutralizan las toxinas, impiden la entrada y propagación de los microorganismos patógenos y eliminan los microbios. El reconocimiento del antígeno por los anticuerpos unidos a la membrana de los linfocitos B vírgenes activa a estos linfocitos e inicia una respuesta inmunitaria humoral. Los linfocitos B activados se diferencian en células plasmáticas que secretan anticuerpos de la misma especificidad que el receptor para el antígeno. Las formas secretadas de los anticuerpos están en el plasma (la porción líquida de la sangre), en las secreciones mucosas y en el líquido intersticial de los tejidos. En la fase efectora de la inmunidad humoral, estos anticuerpos secretados se unen a los antígenos y desencadenan varios mecanismos efectores que eliminan los antígenos. La eliminación del antígeno requiere, a menudo, la interacción del anticuerpo con otros componentes del sistema inmunitario, como moléculas del tipo de las proteínas del complemento, y células, como los fagocitos y los eosinófilos. Entre las funciones efectoras mediadas por los anticuerpos están la neutralización de microbios o productos microbianos tóxicos; la activación del sistema del complemento; la opsonización de microorganismos patógenos para potenciar su fagocitosis; la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos, por la que los anticuerpos hacen que el sistema inmunitario innato provoque la Iisis de las células infectadas; y la activación del mastocito mediada por anticuerpos para expulsar a parásitos helmintos. Cuando la sangre o el plasma forman un coágulo, los anticuerpos permanecen en el líquido residual llamado suero. El suero carece de factores de la coagulación (que se consumen durante la formación del coágulo), pero contiene, en cambio, todas las proteínas del plasma. Cualquier muestra de suero que contenga moléculas de anticuerpo detectables que se unan a un antígeno particular recibe el nombre de antisuero. El estudio de los anticuerpos y de sus reacciones con los antígenos se llama, por tanto, serología. La concentración de moléculas de anticuerpo en un suero específico frente a un antígeno particular se calcula, a menudo, determinando cuántas diluciones seriadas del suero pueden hacerse antes de que ya no pueda observarse la unión; de los sueros con una concentración alta de moléculas de anticuerpo específicos frente a un antígeno particular se dice que tienen un título alto. Un ser humano adulto sano de 70 kg produce unos 2 a 3 g de anticuerpos al día. Casi dos tercios son un anticuerpo llamado IgA, que producen los linfocitos B activados y las células plasmáticas en las paredes de los aparatos digestivo y respiratorio, que las células epiteliales transportan activamente a las luces de estos tubos. La mayor cantidad de IgA producida refleja la mayor área superficial de estos órganos. El anticuerpo típico está constituido por 2 unidades estructurales básicas, cada una de ellas con dos grandes cadenas pesadas y dos cadenas ligeras de menor tamaño, que forman, por ejemplo, monómeros con una unidad, dímeros con dos unidades o pentámeros con cinco unidades. Los anticuerpos son sintetizados por un tipo de leucocito denominado linfocito B. Existen distintas modalidades de anticuerpo, isotipos, basadas en la forma de cadena pesada que posean. Se conocen cinco clases diferentes de isotipos en mamíferos que desempeñan funciones diferentes, contribuyendo a dirigir la respuesta inmune adecuada para cada distinto tipo de cuerpo extraño que encuentran. Características. Proteínas de estructura globular sintetizadas por células del sistema inmune (Linfocitos B y células plasmáticas derivadas de ellos. ¾ Presentes en la sangre (plasma) y otros fluidos biológicos (saliva, lágrimas, secreción mucosa intestinal, líquido sinovial, líquido intersticial etc.) ¾ En el plasma se detectan dentro de la fracción de las γ globulinas. ¾ Capaces de reconocer a otras moléculas (antígenos) de manera muy específica, y formar complejos estables con ellos (inmunocomplejos). ¾ Su aparición en plasma forma parte de la respuesta inmunológica adaptativa, en lo que se conoce como respuesta humoral específica. ¾ Los anticuerpos tienen una vida media en el organismo relativamente larga (varias semanas). ¾ Constituyen una defensa muy eficaz contra agentes patógenos. Tipos de anticuerpos. Las clases de inmunoglobulinas que aparecen en la especie humana son: G, M, A, D y E. La clasificación en un tipo u otro depende de la cadena pesada que posean. Inmunoglobulina G: es la que se encuentra en mayor proporción (80% del total de inmunoglobulinas). Se encuentra en gran proporción en la respuesta inmune secundaria. Se une rápidamente con macrófagos y neutrófilos, provocando la destrucción del microorganismo. Es la inmunoglobulina responsable de la inmunidad del feto y del recién nacido, ya que puede atravesar la placenta y se secreta en la leche materna. La presencia de la misma indica que el proceso de infección es antiguo. Tiene la estructura tipo explicada en forma de Y. Se crean en gran cantidad al entrar en contacto, por segunda vez, con el antígeno. Están formadas por dos cadenas L y dos cadenas H de tipo gamma a las que se unen moléculas de oligosacáridos. Inmunoglobulina M: supone un 6% del total. En los linfocitos B aparece unida a su membrana plasmática. Actúa en la respuesta inmune primaria activando al sistema del complemento. Está formada por 5 unidades de IgG dispuestas en forma de pentámero. Inmunoglobulina A: representa un 13% del total. Se encuentra en las secreciones tanto serosas como mucosas, de la saliva, moco, leche o lágrimas. Actúa como barrera protectora de la superficie corporal y los conductos secretores. Se produce, junto con la inmunoglobulina G. Genera inmunidad al recién nacido, al encontrarse en la leche. Está formada por dos IgG unidas mediante la pieza secretora que evita la degradación en ciertas zonas como el intestino donde hay proteasas. Inmunoglobulina D: aparece en muy baja concentración (1%). Su estructura es semejante a la de la inmunoglobulina G, pero se diferencia en la posición de los restos glucocídicos de las cadenas proteicas. Son las primeras inmunoglobulinas sintetizadas por los linfocitos B. Su función puede estar relacionada con la activación de estas células. Inmunoglobulina E: se encuentra en concentraciones mínimas (0.002%) en el suero y secreciones que se liberan al exterior. Se une a receptores de mastocitos y basófilos haciendo que estos segreguen histamina. Está íntimamente relacionada con los procesos alérgicos. Tiene la misma estructura que la IgG. Estructura. Son proteínas globulares de gran peso molecular, formadas por 4 cadenas polipeptídicas, dos pesadas, llamadas H (heavy), y dos ligeras, denominadas L (light). Estas cadenas se unen mediante puentes disulfuro, uno entre las cadenas L y H, y dos entre las cadenas H. Estas cadenas proteicas presentan radicales glucídicos. Existen dos tipos de cadenas L (l y k) y cinco tipos de cadenas H (a, d, e, g y m), que dan lugar a los cinco isótopos de inmunoglobulina existentes (A, D, E, G y M). Las cadenas H y L presentan dos regiones, o dominios, diferenciados: el dominio variable, V, y el dominio constante, C. El dominio variable es el responsable de reconocer al antígeno y unirse a él, ya que ahí se encuentra el paratopo. El dominio constante se une a las células del sistema inmune para activarlas. En las cadenas H aparece una zona denominada región bisagra. Esta región posee la característica de ser muy flexible, permitiendo adquirir distintos ángulos entre las regiones V y C, y entre los brazos de la inmunoglobulina. Linfocitos T. Los linfocitos T o células-T son linfocitos producidos en la médula ósea y que luego maduran en el timo, cuyas funciones son parte importante del sistema inmunitario adaptativo. La célula inmadura se denomina timocito, el cual durante el proceso de maduración en el timo se diferencia en linfocito T cooperador (CD4+) o bien en linfocito T citotóxico (CD8+). Los linfocitos así desarrollados circulan posteriormente por la sangre y el sistema linfático hasta que son activados al contactar con un antígeno específico, el cual interactúa con el receptor de linfocitos T que hay en su superficie. Estos antígenos les deben ser presentados a los linfocitos T por células presentadoras de antígenos, tales como las células dendríticas o los macrófagos mediante moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad. De esta forma, los linfocitos T pueden responder en forma específica contra patógenos y células tumorales.1 Los linfocitos T así activados son los responsables de la inmunidad celular destruyendo células infectadas o activando macrófagos, linfocitos B u otros linfocitos T mediante citocinas y otras proteínas coestimulatorias que se encuentran en su membrana celular. Este tipo de inmunidad requiere un contacto directo y estrecho con otras células. Existen varios tipos de linfocitos T dependiendo de las moléculas de superficie que presenta, de las sustancias que secreta y de su función principal. Se diferencian de los linfocitos B y de las células NK (o célula Natural Killer, en español «asesina natural») por poseer un receptor especial en la superficie de la membrana, el receptor de linfocitos T (también llamado TCR, por su denominación en inglés T cell receptor). Sin embargo, en un frotis microscópico de sangre no es posible distinguir uno de otro a simple vista. La denominación de estos linfocitos como T se debe a que su maduración tiene lugar en el timo (órgano linfoide que constituye uno de los controles centrales del sistema inmunitario del organismo). El número de leucocitos en sangre periférica en un humano promedio es de 4 a 11 x 10^9 por litro, del cual, normalmente, un 20 % son linfocitos. Los linfocitos T de un individuo concreto presentan una propiedad denominada restricción CMH: solo pueden detectar un antígeno si este viene presentado por una molécula del complejo mayor de histocompatibilidad (CMH) del mismo individuo. Esto se debe a que cada linfocito T tiene una especificidad dual: el receptor del linfocito T (TCR) reconoce algunos residuos del péptido y simultáneamente algunos residuos de la molécula CMH que lo presenta. Esta propiedad es muy importante en el trasplante de órganos, e implica que, durante su desarrollo, los linfocitos T deben aprender a reconocer las moléculas CMH propias del individuo, un proceso complejo que tiene lugar en el timo. Puesto que las moléculas CMH solo pueden presentar péptidos, esto implica que los linfocitos T, dado que solo pueden reconocer un antígeno si viene asociado a una molécula CMH, solo pueden reaccionar ante antígenos de origen proteico (procedentes de microorganismos) y no a otro tipo de compuestos químicos (ni lípidos, ni ácidos nucleicos, ni azúcares). Las moléculas CMH adquieren el péptido que presentan en el exterior de la membrana celular durante su propia biosíntesis, en el interior celular. Por tanto, los péptidos que presentan las moléculas CMH provienen de microorganismos que están en el interior celular, y esta es la razón por la cual los linfocitos T solo detectan microorganismos asociados a células y desencadenan una respuesta inmune contra microorganismos intracelulares. Tipos. Se han descrito varios subtipos de células T, cada uno de ellos con una función distintiva. Linfocitos T citotóxicos (CTL, por sus siglas en inglés) o linfocitos CD8+ encargados de las funciones efectoras de la inmunidad celular, mediante la interacción con un complejo "péptido-CMH-I"; los CTL reconocen las células infectadas por el patógeno parao células tumorales, y las destruyen segregando una serie de moléculas (perforina, granzimas, FasL) que activan la apoptosis de la célula diana. Los virus han evolucionado para utilizar varias moléculas de la superficie celular con el fin de acceder a las células del anfitrión y utilizar su maquinaria génica y sintética de proteínas y así replicarse y diseminarse de una célula a otra. Los virus pueden infectar y sobrevivir en una amplia variedad de células. Los virus no pueden destruirse si las células infectadas carecen de mecanismos microbicidas intrínsecos o si los virus están en el citosol donde son inaccesibles para estos mecanismos. En estas situaciones, la única forma de erradicar la infección establecida es matar a las células infectadas, sacar al virus de su hogar e incapacitarle para sobrevivir y replicarse. Esta función de matar a las células con virus en su citosol está mediada por los linfocitos T citotóxicos CD8+ (CTL, del inglés cytotoxic T lymphocyte), los linfocitos efectores de la línea CD8 +. Las citocinas producidas por los linfocitos T CD8 + efectores también contribuyen a la eliminación de varios microbios intracelulares. Además de su papel en la defensa contra los microbios, la segunda función importante de los CTL CD8 + es erradicar muchos tumores. Estas células también desempeñan funciones cruciales en el rechazo agudo de aloinjertos. La activación de los linfocitos T CD8 + vírgenes requiere el reconocimiento del antígeno y segundas señales, y procede en pasos igual que otras respuestas de los linfocitos T. Sin embargo, la activación de los linfocitos T CD8 + vírgenes depende de una vía específica de presentación del antígeno en un subgrupo especializado de células dendríticas y puede precisar también la ayuda del linfocito T CD4+. La diferenciación de los linfocitos T CD8+ en CTL efectores implica la adquisición de la maquinaria necesaria para matar a las células diana. La célula infectada o tumoral que muere por la acción del CTL suele llamarse célula diana. Los linfocitos CD8 + vírgenes reconocen antígenos, pero necesitan proliferar y diferenciarse para generar un grupo suficientemente grande de CTL que destruya la fuente del antígeno. Dentro del citoplasma de los CTL diferenciados hay numerosos lisosomas modificados (llamados gránulos) que contienen proteínas, incluidas la perforina y las granzimas, cuya función es matar a otras células (que se describirán después). Además, los CTL diferenciados son capaces de secretar citocinas, sobre todo IFN7 , que activan a los fagocitos. La activación de los linfocito T CD8+ vírgenes, como la de todos los linfocitos T vírgenes, empieza mejor si los antígenos los presentan las células dendríticas. Este requisito plantea el problema de que los antígenos reconocidos por los linfocitos T CD8+ pueden ser virus que infecten a muchos tipos de células, incluidas células diferentes a las células dendríticas, o pueden ser antígenos de tumores que también derivan de varios tipos celulares. La vía de la clase I del MHC de presentación del antígeno a los linfocitos T CD8 + exige que los antígenos proteínicos estén presentes en el citosol de las células infectadas de modo que estas proteínas puedan degradarse en los proteasomas y puedan entrar en el retículo endoplásmico a través del transportador TAP. Las proteínas procedentes de un virus que infecta a un tipo de célula específico como los hepatocitos pueden acceder al citosol y a los proteasomas de estas células, pero no a los de la mayoría de las células presentadoras de antígenos (APC), dado que estas APC no están infectadas por el virus y no sintetizan en su interior el antígeno vírico. El sistema inmunitario se enfrenta a este problema mediante el proceso de la presentación cruzada. En este proceso, células dendríticas especializadas ingieren células infectadas, células tumorales o proteínas expresadas por ellas, transfieren los antígenos proteínicos al citosol y procesan los antígenos para que entren en la vía de presentación del antígeno de la clase I del MHC para su reconocimiento por los linfocitos T CD8 +. Solo algunos subgrupos de células dendríticas realizan la presentación cruzada de forma eficiente y, por lo tanto, estos subgrupos de células dendríticas son cruciales para la activación del linfocito T CD8 + virgen. Los resultados obtenidos en experimentos realizados en ratones indican que las APC más eficientes en la presentación cruzada son las células dendríticas del tejido linfático que expresan el CD8 o el subgrupo tisular periférico que expresa la integrina CD103. Las células dendríticas correspondientes especializadas en la presentación cruzada en los tejidos humanos expresan cantidades aftas del CDI4I, también conocido como BDCA-3. Además, las células dendríticas plasmocitoides pueden presentar también de forma cruzada proteínas derivadas de virus sanguíneos a los linfocitos T CD8+ vírgenes en el bazo. Además de presentar antígenos en forma de complejos péptido-MHC, las células dendríticas proporcionan también probablemente una coestimulación a través de las moléculas B7 u otras. Función de los linfocitos T cooperadores. La activación completa de los linfocitos T CD8+ vírgenes y su diferenciación en CTL funcionales y linfocitos memoria pueden requerir la participación de los linfocitos T cooperadores CD4+. En otras palabras, los linfocitos T cooperadores pueden proporcionar segundas señales a los linfocitos T CD8+. Los linfocitos T cooperadores son activados por el antígeno presentado en las moléculas de la clase II del MHC y los coestimuladores B7 expresados en las células dendríticas. El requisito de linfocitos cooperadores puede variar en función del tipo de exposición al antígeno. En el marco de una respuesta inmunitaria innata fuerte frente a un microbio, o si las APC han sido infectadas directamente por el microbio, la ayuda del linfocito T CD4+ puede no ser crucial. Los linfocitos T cooperadores CD4+ pueden ser necesarios para las respuestas del linfocito T CD8 + frente a infecciones víricas latentes, trasplantes de órganos y tumores, todos los cuales tienden a desencadenar reacciones inmunitarias innatas relativamente débiles. La importancia variable de los linfocitos T CD4+ en el desarrollo de las respuestas de CTL la ilustran estudios realizados en ratones que carecen de linfocitos T cooperadores. En estos ratones, algunas infecciones víricas no generan CTL eficaces ni linfocitos CD8 + memoria y no son erradicadas, mientras que otros virus estimulan respuestas de CTL eficaces. La falta de la función cooperadora del linfocito T CD4+ es la explicación aceptada de los defectos en la generación de CTL en los sujetos infectados por el VIH, que infecta y elimina solo a los linfocitos T CD4+. También hay pruebas de que los o linfocitos CD4+ cooperadores son más importantes para la generación de linfocitos T CD8 + memoria que para la diferenciación de los linfocitos T CD8 + vírgenes en CTL efectores. Los linfocitos T cooperadores pueden promover la activación del linfocito T CD8 + por varios mecanismos. • Los linfocitos T cooperadores pueden secretar citocinas que estimulan la diferenciación de los linfocitos T CD8 +. La naturaleza de estas citocinas se expondrá en la siguiente sección. • Los linfocitos T cooperadores activados expresan el ligando del CD40 (CD40L), que puede unirse al CD40 en las células dendríticas cargadas con el antígeno. Esta interacción activa a las APC para que sean más eficientes estimulando la diferenciación de los linfocitos T CD8 +, induciendo en parte la expresión de coestimuladores. Este proceso se ha denominado concesión de licencia a las APC. Linfocitos T CD4+ o cooperadores. Las funciones de los linfocitos T efectores CD4+ son reclutar y activar a los fagocitos (macrófagos y neutrófilos) y otros leucocitos para que destruyan a los microbios intracelulares y a algunos extracelulares, y ayudar a los linfocitos B a producir anticuerpos. Los linfocitos T CD4+ son cruciales para eliminar los microbios por medio de los fagocitos, mientras que los linfocitos efectores CD8 + son responsables de la erradicación de los microbios, habitualmente virus, que infectan y se replican dentro de todas las células, incluidas las células no fagocíticas . Por razones históricas, la inmunidad celular se refiere al proceso de lisis de los microbios mediado por los fagocitos y estimulado por los linfocitos T CD4+. Algunos linfocitos T CD4+ activan a otras células diferentes a los fagocitos, como los eosinófilos, para que destruyan tipos particulares de microbios. Aunque estas reacciones no estaban incluidas en la definición original de inmunidad celular, son funciones importantes de los linfocitos T efectores. En este capítulo describiremos las funciones de los linfocitos T CD4+ en la eliminación de los microbios. Al final expondremos algunas de las numerosas poblaciones de linfocitos T cuyas principales funciones están mediadas por citocinas secretadas. La secuencia de acontecimientos en las respuestas de los linfocitos T CD4+ es la activación inicial de estas células en los órganos linfáticos para generar linfocitos efectores y memoria, la migración de los linfocitos efectores a los lugares de infección y la eliminación de microorganismos patógenos infecciosos en estos lugares. Los linfocitos T CD4+ efectores se generan por el reconocimiento del antígeno en los órganos linfáticos secundarios, pero la mayoría de ellos abandonan estos órganos y migran a las zonas periféricas de infección donde eliminan a los microbios. Esta migración de los linfocitos T efectores (y memoria) a los lugares de infección depende de moléculas de adhesión endoteliales y de quimiocinas expresadas en estos lugares. Aunque la migración es en gran medida independiente del antígeno, los linfocitos T que reconocen el antígeno en los tejidos extravasculares pueden retenerse de forma preferente en esos lugares. Una vez en los tejidos, los linfocitos T encuentran a los antígenos microbianos presentados por los macrófagos y otras células presentadoras de antígenos (APC). Los linfocitos T que reconocen antígenos específicos reciben señales a través de los receptores para el antígeno que incrementan la afinidad de las integrinas por sus ligandos. Dos de estas integrinas, VLA-4 y VLA-5, se unen a la fibronectina presente en las matrices extracelulares, y una tercera molécula de adhesión, CD44, que también se expresa en grandes cantidades en los linfocitos T activados, se une al hialuronano. Como resultado de ello, los linfocitos T efectores y memoria específicos frente al antígeno que se encuentran con el antígeno son retenidos de forma preferente en la zona extravascular. Los linfocitos T que no son específicos frente al antígeno y migran a la zona de la inflamación pueden morir en el tejido o volver a través de los vasos linfáticos hasta la circulación. Algunos linfocitos T CD4+ que se activan en los órganos linfáticos secundarios no salen de estos órganos, sino que mi- gran a los folículos linfáticos que están dentro de ellos, donde ayudan a los linfocitos B a producir anticuerpos de afinidad alta de diferentes isotipos. Los mejor definidos de estos linfocitos T cooperadores se llaman linfocitos T cooperadores foliculares. En las respuestas inmunitarias celulares contra los microbios fagocitados, los linfocitos T reconocen específicamente a los antígenos microbianos, pero son los fagocitos los que destruyen realmente a los microorganismos patógenos. De este modo, los linfocitos T efectores de la línea CD4+ ligan el reconocimiento específico de los microbios con el reclutamiento y activación de otros leucocitos que destruyen a los microbios. Este concepto fundamental procede de estudios realizados sobre la inmunidad celular frente a la bacteria intracelular Listeria monocytogenes. En la década de los cincuenta se demostró que ratones previamente infectados con una dosis baja de Listeria estaban protegidos de la provocación con dosis mayores que eran mortales en animales previamente no infectados. La protección podía transferirse a los animales vírgenes con linfocitos (que después se demostró que eran linfocitos T) procedentes de ratones infectados, pero no con el suero, la fracción líquida de la sangre coagulada que contiene los anticuerpos. En el laboratorio, las bacterias no eran lisadas por los linfocitos T de los animales inmunizados, sino por los macrófagos activados, lo que subraya el papel central de los macrófagos en la ejecución de la función efectora. Linfocitos T cooperadores o linfocitos CD4+ o helper T cells: se encargan de iniciar la cascada de la respuesta inmune coordinada mediante la interacción con un complejo "péptido-CMH-II". Cuando se activan, los linfocitos CD4+ se especializan, diferenciándose a su vez en linfocitos efectores, que se distinguen por el tipo de citoquinas que producen: Th1, que migran a los tejidos infectados y colaboran en la activación de los macrófagos, ya que los Th1 segregan fundamentalmente interferón γ; los Th1 son importantes en la defensa frente a los microbios intracelulares y la inflamación; Th2, que permanecen sobre todo en los tejidos linfoides y colaboran en la activación de los linfocitos B; segregan principalmente IL-4 (que estimula la secreción de Ig-E, que a su vez activa los mastocitos) e IL-5 (que activa los eosinófilos); los Th2 son importantes en las reacciones alérgicas y en la defensa frente a parásitos; Th17, denominados así porque segregan IL-17, además de IL-22; son los principales mediadores en algunas reacciones alérgicas, y parecen estar implicados en el desarrollo de enfermedades como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide y la enfermedad inflamatoria intestinal. La diferenciación en Th1, Th2 o Th17 no es al azar, sino que depende de los estímulos que reciba el linfocito T4 virgen cuando contacte un antígeno extraño. Linfocitos T de memoria. Son células que se generan después de la activación de los linfocitos T, por exposición a un antígeno extraño (un patógeno). Tienen vida larga, son funcionalmente inactivos, y pueden circular durante meses o años, preparados para responder a nuevas exposiciones al mismo microbio. El objetivo de las vacunas es precisamente generar linfocitos de memoria (T y B) mediante la exposición a un patógeno atenuado, de manera que el organismo responda de manera rápida y eficaz frente al patógeno activo. Linfocitos T reguladores (células Treg). Anteriormente conocidos como células T supresoras. Su función principal es eliminar la inmunidad mediada por células al final de la reacción inmune y eliminar células T auto-reactivas que escaparon al proceso de selección negativa en el timo. El interés en los Linfocitos T reguladores ha aumentado gracias a modelos experimentales en ratones que demuestran como el potencial inmunosupresor de estas células podría aprovecharse para mejorar la tolerancia de trasplantes, en tratamientos contra enfermedades autoinmunes o en su eliminación específica para potenciar inmunoterapias contra cáncer. Citocinas. Las citocinas (también denominadas citoquinas) son proteínas que regulan la función de las células que las producen sobre otros tipos celulares. Son los agentes responsables de la comunicación intercelular, inducen la activación de receptores específicos de membrana, funciones de proliferación y diferenciación celular, quimiotaxis, crecimiento y modulación de la secreción de inmunoglobulinas. Son producidas fundamentalmente por los linfocitos y los macrófagos activados, aunque también pueden ser producidas por leucocitos polimorfonucleares (PMN), células endoteliales, epiteliales, adipocitos, del tejido muscular (miocitos) y del tejido conjuntivo. Las citocinas secretadas por linfocitos se llaman linfocinas, aquellas producidas por macrófagos (Mf) son monocinas, etc. (dependiendo del tipo de célula). Su acción fundamental consiste en la regulación del mecanismo de la inflamación. Linfocina. Las linfocinas son una familia de moléculas del tipo de las citocinas o mensajeros químicos, que son producidas y liberadas por las células llamadas linfocitos T. Su función es atraer a las células macrófagos al lugar en que se ha producido una infección o inflamación, además de prepararlos para el ataque a los posibles invasores extraños que estén produciendo dicha infección. Ejemplos de linfocinas son: el factor inhibidor del macrófago, el factor mitogenético y la linfotoxina. FUNCIONES DE OTROS SUBGRUPOS DE LINFOCITOS T. Además de los linfocitos T CD4+ y CD8 +, hay poblaciones menores de linfocitos T que tienen características distintivas y probablemente realizan funciones especializadas en la defensa del anfitrión. Los subgrupos mejor definidos son los linfocitos T gamma/delta y los linfocitos NKT. Ambos subgrupos tienen características comunes que les distinguen de los linfocitos T CD4+ y CD8 +. • Los linfocitos T gamma/delta y los linfocitos NKT reconocen una amplia variedad de antígenos, muchos de los cuales no son péptidos, y que no se muestran en las moléculas del MHC de las clases I y II en las APC. • Los receptores para el antígeno de muchos linfocitos T gamma/delta y de los linfocitos NKT tienen una diversidad limitada, lo que lleva a pensar que los dos tipos de células pueden haber evolucionado para reconocer un pequeño grupo de antígenos microbianos. Debido a esta característica, de estos linfocitos T se dice a menudo que están en el cruce entre las inmunidades innata y adaptativa. • Los dos tipos de células abundan en los tejidos epiteliales, como el tubo digestivo. Debido a estas propiedades inusuales, se ha propuesto que los linfocitos T gamma/delta y los linfocitos NKT realizan funciones especiales en la defensa del anfitrión, similares a las funciones de las células linfocíticas innatas. Sus funciones comunes pueden ser las siguientes: • La defensa temprana contra los microbios encontrados en los epitelios, antes de que se hayan desarrollado las respuestas inmunitarias adaptativas. • La vigilancia contra las células estresadas, como las células que han sufrido una lesión en el ADN o están infectadas, y la eliminación de estas células. • La producción de citocinas que influyen en respuestas inmunitarias adaptativas posteriores. Células T gamma/delta. Son un pequeño grupo de células T que poseen un TCR específico en su superficie. La mayor parte de los linfocitos tienen un TCR compuesto por dos cadenas glucoproteicas denominadas α y β. Sin embargo, en las células γδ, el TCR está formado por una cadena γ y una cadena δ. Este grupo de linfocitos es muy poco frecuente (5% del total), pero son abundantes en la mucosa del intestino, formando parte de una población de linfocitos denominada linfocitos intraepiteliales. Los antígenos que activan estos linfocitos eran desconocidos, se ha descubierto una presentación de glucoproteinas como antigenos, en vez de péptidos. Sin embargo, los linfocitos γδ no presentan restricción CMH, y parece que reconocen proteínas completas en lugar de péptidos, aunque algunos reconocen moléculas CMH-IB. Células T natural killers (NK). Son un tipo especial de linfocitos, situados entre la respuesta inmune adaptativa (mediada por linfocitos), y la respuesta inmune innata (la inflamación). Las células NK provienen del mismo precursor hematopoyético que el resto de los linfocitos T, pero no expresan el TCR. Sin embargo, estas células pueden recibir dos tipos de señales • activadoras: - las células NK expresan las moléculas Fas-L o TRAIL, capaces de detectar la presencia de Fas o TRAIL-R en la célula diana, relacionadas con la apoptosis; - la ausencia de moléculas CMH-I en la superficie de la célula diana, bien por infección viral o desarrollo tumoral (que ha bloqueado la producción de moléculas CMH-I), bien porque se trata de una célula exógena, en el caso de un transplante • inhibidoras: mediada por los receptores específicos para las moléculas CMH-I, denominados KIR, por killer-cells immunoglobulin receptor. Estos receptores pertenecen a una familia de multigenes similares a las inmunoglobulinas, que han evolucionado recientemente; son los receptores principales tanto para moléculas CMH-I clásicas (HLA-A, HLA-B, HLA-C) y para la molécula CMH-I no clásica HLAG en primates. Algunos KIR son específicos para ciertos subtipos HLA. Durante su desarrollo, es necesario que la célula NK reconozca con sus receptores inhibidores el CMH-I para convertirse en célula asesina. La expresión de los receptores inhibidores es al azar, de manera que se expresan en ausencia de ligando. Además, las células NK son "anérgicas": no son funcionales, en ausencia de activación. Una vez activadas, estas células pueden realizar funciones relacionadas tanto con los linfocitos T4 (cooperadores) como con los T8 (citotóxicos): producción de citoquinas y liberación de moléculas citolíticas, capaces de destruir la célula objetivo. Las células NK, por tanto, van a destruir todas aquellas células que carezcan de moléculas CMH-I, ya que éstas son células que se identifican como potencialmente dañinas: infectadas o tumorales. En el caso de las células transplantadas (exógenas), es una situación no fisiológica, y la activación de las células NK constituye una de las principales barreras al transplante. En general, la tolerancia de las células NK hacia las células propias está asegurada porque un único receptor CMH-I activado es suficiente para asegurar la inhibición, ya que la señalización inhibidora es dominante frente a la activadora. Las células NK se activan por interferones, los cuales son producidos por las células infectadas por virus (es un proceso feed-back). También se activan por otras citocinas: las interleucinas-2, las cuales se forman en los linfocitos T activados. 2 Una vez que el sistema inmunitario específico se ha activado, los anticuerpos tienen un papel de activación de las células NK, pues éstas también tienen función citotóxica (tóxicas para la célula). Las células NK poseen receptores específicos para la región Fc de la inmunoglobulina G (FcγRIII). Cuando una célula está infectada por virus, los antígenos de éstos, se presentan en la superficie de la célula infectada y los anticuerpos unidos a la NK, a su vez se unen a la célula infectada. A las células NK activadas por interleucinas-2 en laboratorio, se las denomina células LAK. HIPERSENSIBILIDAD. La hipersensibilidad clásicamente se refiere a una reacción inmunitaria exacerbada que produce un cuadro patológico causando trastornos, incomodidad y a veces, la muerte súbita. Tiene muchos puntos en común con la autoinmunidad, donde los antígenos son propios. Las reacciones de hipersensibilidad requieren que el individuo haya sido previamente sensibilizado, es decir, que haya sido expuesto al menos una vez a los antígenos en cuestión. La clasificación en cuatro grupos distintos fue propuesta por P. H. G. Gell y Robin Coombs en 1963.1 En la década de 1930 Coombs sistematizó estas reacciones de acuerdo al tiempo que demoraba la aparición de los síntomas y la dosis de desafío. Esta clasificación no solamente apuntaba a la cinética de las reacciones, sino también a los mecanismos involucrados, y ha sido fundamental para orientar la terapia y conocer los mecanismos. Clasificación de Gells y Coombs. • La hipersensibilidad inmediata (hipersensibilidad del tipo I) causada por anticuerpos IgE específicos frente a antígenos ambientales es el tipo más frecuente de enfermedad por hipersensibilidad. Las enfermedades por hipersensibilidad inmediata, llamadas con frecuencia trastornos alérgicos o atópicos, son los prototipos de las enfermedades causadas por la activación linfocitos T cooperadores productores de IL-4, IL-5 e IL-13, clásicamente los linfocitos TH2, en las que los linfocitos T estimulan la producción de anticuerpos IgE y la inflamación. La hipersensibilidad tipo 1 es una reacción alérgica provocada por re-exposición a un tipo específico de antígeno referido como un alérgeno. La exposición puede haber sido por ingestión, inyección o por contacto directo. La diferencia entre una respuesta inmunitaria normal y una hipersensibilidad de tipo 1 es que las células plasmáticas secretan IgE de una forma descontrolada, superando ampliamente las 100 U/I establecidas como el conteo estándar de este tipo de Ig. Esta clase de anticuerpos se unen a los receptores para la porción constante (Fc) del anticuerpo sobre la superficie de los mastocitos tisulares y basófilos circulantes. Al cubrirse estas células con IgE son sensibilizadas al momento de la aparición inicial del alergeno. Con subsecuentes exposiciones al mismo alergeno, hace que las IgE se entrecrucen en la superficie celular de células sensitizadas, resultando en una desgranulación y secreción de mediadores farmacológicamente activos, tales como la histamina, leucotrieno y prostaglandina. Los principales efectos de estos productos son la vasodilatación y la contracción del músculo liso. Este tipo de reacción puede ser localizada o sistémica. Los síntomas varían de una irritación leve a la muerte súbita por anafilaxia. El tratamiento generalmente involucra el uso de epinefrina, antihistamínicos y corticosteroides. • Hipersensibilidad tipo II. Los anticuerpos IgG e IgM pueden provocar lesiones tisulares al activar el sistema del complemento, reclutar células inflamatorias e interferir con las funciones celulares normales. Algunos de estos anticuerpos son específicos frente a antígenos de células particulares o de la matriz extracelular, y se encuentran unidos a estas células o a los tejidos o en forma de anticuerpos libres en la circulación; las enfermedades inducidas por tales anticuerpos se llaman trastornos por hipersensibilidad del tipo II. En la hipersensibilidad tipo 2, los anticuerpos producidos por el sistema inmunitario se unen a antígenos en la superficie misma de las células del paciente. Los antígenos así reconocidos pueden ser de naturaleza intrínseca (son parte innata de la célula del paciente) o extrínseca (absorbidas a la célula durante la exposición a un antígeno extraño, posiblemente una infección por algún patógeno). Estas células son reconocidas por macrófagos o células dendríticas que actúan como células presentadoras de antígeno, lo que causa que los linfocitos B respondan produciendo anticuerpos en contra del susodicho antígeno. Un ejemplo es la reacción a la penicilina, en el que la droga se une a los eritrocitos causando que éstas sean reconocidas como extrañas para el cuerpo. Ello hará proliferar los linfocitos B junto con la secreción de anticuerpos en contra del medicamento. Los anticuerpos de tipo IgG e IgM se unen a estos antígenos formando complejos que activan la vía clásica del complemento iniciando una secuencia que terminará con la eliminación de las células que presentan los antígenos extraños, causando lisis y muerte celular. Ese es el proceso regular de eliminación de patógenos, volviéndose peligroso para el hospedador si el proceso se activa en contra de sus propias células. La reacción puede durar horas o días en completarse. Otro tipo de hipersensibilidad de tipo 2 es la llamada citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos (CMCDA o CCDA). En este caso, las células que exhiben los antígenos extraños son marcados con anticuerpos (IgG o IgM), los cuales son luego reconocidos por células asesinas naturales y macrófagos (reconocidos vía IgG unido a la superficie del receptor, CD16 y FcγRIII), los cuales terminan liquidando a la célula así marcada. Algunos ejemplos: Anemia autoinmune hemolítica Síndrome de Goodpasture Eritroblastosis fetal Pénfigo Anemia perniciosa autoinmune Trombocitopenia inmune Reacciones de transfusión Tiroiditis de Hashimoto Enfermedad de Graves Miastenia gravis Fiebre reumática Hipersensibilidad tipo III. Otros anticuerpos pueden formar inmunocomplejos en la circulación y los complejos depositarse después en los tejidos, particularmente en las paredes de los vasos sanguíneos, y producir lesiones. Las enfermedades por inmunocomplejos también se llaman trastornos por hipersensibilidad del tipo III. En la hipersensibilidad tipo 3, se forman en la sangre complejos inmunes solubles, es decir, agregados de anticuerpos IgG e IgM, que son depositados en varios tejidos (típicamente la piel, los vasos sanguíneos, riñón y las articulaciones) donde disparan una respuesta inmunitaria fundamentado en la vía clásica de la activación del complemento y causan vasculitis, glomerulonefrítis y artritis. Hay dos etapas relacionadas al desarrollo de complejos inmunes, primero el complejo se forma cuando los anticuerpos IgG e IgM se unen al antígeno, luego de lo cual, los complejos se tornan de mayor tamaño los que pueden ser eliminados del cuerpo. Es en la primera etapa de esta formación que no es posible eliminar estos complejos antígeno: anticuerpo del organismo, por lo que son esparcidos y depositados en los tejidos mencionados. La reacción puede tardar desde varias horas hasta días para desarrollarse. Algunos ejemplos: Glomerulonefritis por complejos inmunes Artritis reumatoide Enfermedad del suero Endocarditis bacteriana subaguda Algunos de los síntomas del paludismo Lupus eritematoso sistémico Reacción de Arthus (Pulmón del granjero) • Hipersensibilidad tipo IV. La lesión tisular puede deberse a linfocitos T que inducen inflamación o matan directamente a las células diana; tales trastornos se llaman trastornos por hipersensibilidad del tipo IV. Se deben sobre todo a la activación de linfocitos T cooperadores CD4+, que secretan atocinas que promueven la inflamación y activan a los leucocitos, sobre todo los neutrófilos y los macrófagos. Los linfocitos T cooperadores también estimulan la producción de anticuerpos que dañan los tejidos e inducen inflamación. Los CTL pueden contribuir también a la lesión tisular en algunas enfermedades. La hipersensibilidad tipo 4 es frecuentemente llamada tardía, pues la reacción tarda 2 o 3 días en instaurarse. A diferencia de los otros tipos, no es mediada por anticuerpos, sino por células inmunitarias. Los linfocitos T CD8 y CD4 cooperadores reconocen los antígenos en un complejo con el complejo mayor de histocompatibilidad tipo I y II. Las células presentadoras de antígeno en este caso son los macrófagos que secretan IL-12, el cual estimula la proliferación de más linfocitos T. Los CD4+ secretan también IL-2 e interferón gamma, estimulando aún más la liberación de citocinas, de ese modo mediando la respuesta inmunitaria. Las células CD8 destruyen las células diana al entrar en contacto con ellas mientras que los macrófagos activados producen enzimas hidrolíticas y, ante ciertos patógenos intracelulares, se transforman en células gigantes multinucleadas. Algunos ejemplos: Arteritis temporal Algunos síntomas de la lepra Algunos síntomas de tuberculosis Rechazo de trasplantes Enfermedad celíaca. Dermatitis alérgica. Hipersensibilidad tipo V. Roitt incluyó un tipo de hipersensibilidad mediado por anticuerpos que no encajan exactamente en ninguno al cual llamó hipersensibilidad estimuladora (o de tipo V). Esta forma de hipersensibilidad se refiere a la sobre estimulación de la célula secretora cuando esta interacciona con anticuerpos dirigidos contra componentes de su superficie (enfermedad de graves o boci exoftalmico). Se refiere a la excesiva o inadecuada respuesta inmunitaria frente a antígenos ambientales, habitualmente no patógenos, que causan inflamación tisular y malfuncionamiento orgánico. La hipersensibilidad estimuladora mediada por anticuerpos antirreceptor, que en lugar de destruir la célula produce su estimulación. En cada uno de los tipos de hipersensibilidad participan de forma secuencial diferentes tipos de células y mediadores solubles. Algunos Ac pueden actuar sobre receptores de las membranas celulares dando lugar a un estímulo para que se produzca de forma incontrolada alguna sustancia que la célula produce normalmente. Esta esta mediada por anticuerpos dirigidos frente a receptores de hormonas que, tras su unión a los receptores, induce el mismo efecto que las hormonas o inhiben a recepción de los agonistas, provocando efectos nocivos como la inflamación. Cuando la hormona estimulante de tiroides (TSH) se une a su receptor tiroideo de las células epiteliales, la adenilciclasa es activada y el 2do mensajero cAMP generado activa para estimular la producción de la hormona tiroidea. Una vez que se producen concentraciones suficientes de las hormonas el circuito de retroalimentación negativa interrumpe la producción de TSH. Los anticuerpos tiroideos estimulantes presentes en pacientes con enfermedad de Graves están dirigidos contra el receptor TSH y mimetizan el efecto de TSH, excepto que en este caso la secreción continua de autoanticuerpos por los plasmocitos lleva a la estimulación constante de la glándula tiroides que conduce al hipertiroidismo. En pacientes con preeclampsia y con hipertensión se describieron autoanticuerpos agonistas que estimulan el receptor AT1 para angiotensina II. Desarrollo del sistema inmune. El sistema inmune comienza a desarrollarse antes de que un niño nazca. Una combinación de resistencia innata a ciertas enfermedades, de los anticuerpos maternos adquiridos y de la exposición activa a gérmenes, ayuda a desarrollar el sistema inmune del niño a medida que crece hasta llegar a ser adulto. Las vacunas pueden protegerlo contra las enfermedades que pudieran perjudicar su desarrollo en caso de contraerlas, al no ser lo suficientemente fuerte como para luchar por su cuenta. El sistema inmune varía de persona a persona, ya que algunas son más fuertes y otras más débiles. Este sistema protege al cuerpo de enfermedades e infecciones, encargándose de atacar a los gérmenes peligrosos que penetran en el cuerpo y luchando contra ellos. A esto se denomina respuesta inmune y existen tres tipos de respuestas: innata, adaptativa y pasiva. Todos nacemos con una inmunidad innata o natural ante ciertas enfermedades. Por ejemplo, podemos contagiarnos de ciertas enfermedades que padecen los animales. Nuestra piel y membranas mucosas, como las que se encuentran en nuestras narices, bocas e intestinos también forman parte de nuestro sistema inmune natural, ya que son barreras que custodian al cuerpo contra infecciones. La inmunidad activa o adaptativa se desarrolla a medida que crecemos. Entre más edad tengamos, nos volvemos inmunes a una mayor cantidad de gérmenes al haber estado expuestos a ellos. También podemos inmunizarnos contra las enfermedades a través de vacunas con antígenos. La inmunidad pasiva proviene de una fuente diferente; por ejemplo, un niño recibe anticuerpos a través de la leche materna. La inmunidad pasiva no dura mucho. Podemos recibir lo que se llama inoculación "pasiva" si ya hemos sido infectados con una enfermedad en particular o expuestos a ella. Este tipo de inoculación nos ayudará a combatir la enfermedad que ya tenemos, en vez de prevenirnos de contagiarnos en primer lugar. Por lo general se hace con un suero que contiene anticuerpos de personas (con frecuencia gamma globulina), o de animales inmunes. El sistema inmune comienza a desarrollarse a partir de las células madre cuando el embrión tiene alrededor de cinco semanas. Cuando un bebé nace, su sistema inmune es estimulado por los nuevos gérmenes a los que se está expuesto y comienza a producir anticuerpos aproximadamente seis días después de su nacimiento. El recién nacido es temporalmente inmune a algunas enfermedades gracias a que su madre le ha transmitido inmunidad pasiva mientras estuvo en el útero. Si el niño toma leche materna, también recibe anticuerpos a través de esta. Este tipo de inmunidad pasiva, llamada inmunidad materna, irá disminuyendo lentamente alrededor de los seis u ocho meses. Su propio sistema inmune se irá fortaleciendo y cuando tenga un año de edad, contará ya con una inmunidad a nivel de adulto para algunas enfermedades. Sin embargo, el niño estará constantemente expuesto a nuevos gérmenes. Si los gérmenes de un resfriado están en el ambiente, el sistema inmune de un adulto puede haber aprendido cómo combatirlo, mientras que el mismo resfriado podría tener a un bebé resoplando y estornudando al ser la primera vez que se encuentra con este germen. Vacunas. Las vacunas funcionan introduciendo antígenos dentro del cuerpo del niño sin enfermarlo. Los linfocitos B del cuerpo, que son las células de la médula ósea que protegen el cuerpo contra las enfermedades, producen anticuerpos que se adhieren a los antígenos e impiden que causen daño. Estos anticuerpos permanecen en el cuerpo de manera que, si el niño entra en contacto de nuevo con esos antígenos en particular, los anticuerpos están listos para desactivarlos. Tradicionalmente, a un niño se le aplican una serie de vacunas a intervalos regulares después de nacer, que incluyen hepatitis B, una combinación de difteria/tétano/tosferina, polio, rotavirus y una combinación de sarampión/paperas/rubéola. Estas inyecciones de inmunización ayudan a proteger a un bebé o un niño de contraer enfermedades que pueden ser demasiado fuertes para que un sistema inmune inmaduro pueda evitarlas, y que, si enferma, puedan afectar negativamente su crecimiento y desarrollo. También protegen a la sociedad, ya que entre más niños estén vacunados contra la enfermedad, menos probabilidades hay de que la enfermedad entre a una comunidad y afecte a los niños que no han sido vacunados. Algunos padres eligen no vacunar a sus hijos debido a preocupaciones acerca del conservante usado en las vacunas de sarampión/paperas/rubéola, que ha sido anecdóticamente relacionado con el autismo. (Gracias a esto, tenemos de nuevo casos de Sarampión en México.) Inmunosupresión. La inmunosupresión se define como la inhibición de uno o más componentes del sistema inmunitario adaptativo o innato (la inflamación), que puede producirse como resultado de una enfermedad subyacente o de forma intencional mediante el uso de medicamentos (llamados inmunosupresores) u otros tratamientos, como radiación o cirugía (ablación del bazo), con el propósito de prevenir o tratar el rechazo de un trasplante o una enfermedad autoinmune. Tratamiento. Cuando una persona está bajo tratamiento inmunosupresor, o cuyo sistema inmune está debilitado por otro motivo (por ejemplo, quimioterapia, radioterapia, sida o Lupus), se dice que está inmunodeprimida. Después de un trasplante de órganos, el cuerpo casi siempre rechazará el nuevo órgano porque el envoltorio proteico de sus células difiere del órgano original. Como consecuencia de esto, el sistema inmunitario detecta el nuevo tejido como "hostil", e intenta eliminarlo atacándole con leucocitos, causando la muerte del tejido. Los inmunosupresores se aplican para bloquear esta respuesta. El tratamiento inmunosupresor más eficaz en el caso de trasplantes es la ciclosporina, que funciona bloqueando la activación de los linfocitos T. La utilización de ciclosporina como tratamiento abrió la vía a la medicina de trasplantes, permitiendo el desarrollo de las técnicas de trasplante de corazón, hígado y pulmones. En la actualidad se usan muchos otros medicamentos conjuntamente o en lugar de la ciclosporina. Los tratamientos inmunosupresores tienen el problema de ser poco específicos: inhiben no sólo la respuesta concreta que se desea bloquear, sino que producen una reducción general de la respuesta inmune. Por esta razón, los pacientes inmunodeprimidos devienen susceptibles a las infecciones, particularmente frente a microbios intracelulares (que son las dianas de los linfocitos T) y presentan una mayor incidencia de cáncer, sobre todo tumores causados por virus oncogénicos. TOLERANCIA INMUNITARIA. La tolerancia inmunitaria se define como una falta de respuesta a un antígeno inducida por la exposición anterior a ese antígeno. El término procede de la observación experimental de que los animales que se han encontrado con un antígeno en condiciones particulares no responden, o toleran, exposiciones posteriores al mismo antígeno. Cuando los linfocitos específicos se encuentran con sus antígenos pueden activarse, lo que conduce a las respuestas inmunitarias, o pueden inactivarse o eliminarse, lo que lleva a la tolerancia. Diferentes formas del mismo antígeno pueden inducir una respuesta o tolerancia inmunitaria. Los antígenos que inducen tolerancia se llaman tolerógenos o antígenos tolerogénicos, para distinguirlos de los inmunógenos, que generan inmunidad. Un solo antígeno puede ser un inmunógeno o un tolerógeno, dependiendo de las condiciones en las que se muestre a los linfocitos específicos (p. ej., en presencia o no, respectivamente, de inflamación y de respuestas inmunitarias innatas). La tolerancia a los antígenos propios, también llamada tolerancia frente a lo propio, es una propiedad fundamental del sistema inmunitario normal, y no tolerar lo propio da lugar a reacciones inmunitarias contra antígenos propios (autógenos). Tales reacciones se llaman autoinmunidad, y las enfermedades que causan se llaman enfermedades autoinmunes. La importancia de la auto tolerancia para la salud de los sujetos se supo desde los primeros días de la inmunología. La tolerancia tiene varias características en las poblaciones de linfocitos T y B. Es importante conocer los principios generales antes de exponer los mecanismos específicos de la tolerancia en estos linfocitos. • Los sujetos normales toleran sus propios antígenos porque los linfocitos que reconocen los antígenos propios mueren o son inactivados o porque la especificidad de estos linfocitos cambia. Todos los sujetos heredan prácticamente los mismos segmentos génicos del receptor para el antígeno y se recombinan y expresan en los linfocitos a medida que la célula surge de las células precursoras. Las especificidades de los receptores codificados por los genes recombinados son aleatorias y no están influidas por lo que es propio o extraño en ningún sujeto. No es sorprendente que durante este proceso de generación de un repertorio grande y diverso, algunos linfocitos T y B en desarrollo de cualquier individuo puedan expresar receptores capaces de reconocer moléculas normales en ese individuo (es decir, antígenos propios). Por tanto, existe un riesgo de que los linfocitos reaccionen contra las células y tejidos de ese individuo y provoquen una enfermedad. Los mecanismos de tolerancia inmunitaria pretenden impedir tales reacciones. • La tolerancia se debe al reconocimiento de antígenos por linfocitos específicos. En otras palabras, la tolerancia, por definición, es específica del antígeno. Esto contrasta con la inmunosupresión terapéutica, que afecta a los linfocitos T de muchas especificidades. Los avances clave que permitieron a los inmunólogos estudiar la tolerancia fueron la inducción de este fenómeno en los animales mediante la exposición a antígenos definidos bajo varias condiciones y el análisis de las funciones de los linfocitos que se encuentran con los antígenos. Peter Medawar et al. en los años cincuenta del siglo xx mostraron que los ratones recién nacidos de una cepa expuestos a células de otras cepas no reaccionan a los injertos cutáneos posteriores procedentes de la cepa donante. Estudios posteriores demostraron que la tolerancia podía inducirse no solo frente a células extrañas sino también a proteínas y otros antígenos. • La tolerancia frente a lo propio puede inducirse en linfocitos autorreactivos inmaduros en los órganos linfáticos generadores (tolerancia central) o en linfocitos maduros en zonas periféricas (tolerancia periférica). La tolerancia central asegura que el repertorio de linfocitos B maduros sea incapaz de responder a antígenos propios expresados en los órganos linfáticos generadores (el timo para los linfocitos T y la médula ósea para los linfocitos B, también llamados órganos linfáticos centrales). No obstante, la tolerancia central no es perfecta, y algunos linfocitos autorreactivos completas su maduración. Por tanto, son necesarios los mecanismos de la tolerancia periférica para impedir la activación de estos linfocitos potencialmente lesivos. • La tolerancia central se produce durante una fase de la maduración de los linfocitos en la que el encuentro con el antígeno puede llevar a la muerte celular o a la sustitución del receptor para el antígeno autorreactivo por uno que no sea autorreactivo. Los órganos linfáticos generadores contienen, sobre todo, antígenos propios y no antígenos extraños, porque los antígenos extraños (p. ej., microbianos) que entran desde el ambiente externo suelen capturarlos los órganos linfáticos periféricos, como los ganglios linfáticos, el bazo y los tejidos linfáticos mucosos, y no se concentran en el timo ni la médula ósea. Los antígenos que se presentan normalmente en el timo y en la médula ósea abarcan antígenos propios ubicuos o muy diseminados, incluidos los que transporta la sangre. Además, muchos antígenos específicos de tejidos periféricos se expresan en células en el timo mediante mecanismos que se describen más adelante. Por tanto, en los órganos linfáticos generadores, los linfocitos inmaduros que reconocen específicamente antígenos suelen ser células específicas frente a antígenos propios y no extraños. Los destinos de los linfocitos inmaduros que reconocen antígenos propios con elevada afinidad se describirán más tarde. • La tolerancia periférica se induce cuando los linfocitos maduros reconocen antígenos propios y mueren por apoptosis, o se hacen incapaces de activarse tras exponerse a ese antígeno. La tolerancia periférica es importante para mantener la falta de respuesta a los antígenos propios que se expresan en los tejidos periféricos y no en los órganos linfáticos generadores, y para la tolerancia a los antígenos propios que se expresan solo en la vida adulta, después de que se hayan generado los linfocitos maduros específicos para esos antígenos. Como ya se ha mencionado, los mecanismos periféricos también pueden servir de apoyo a los mecanismos centrales, que no eliminan todos los linfocitos autorreactivos. • La tolerancia periférica también la mantienen linfocitos T reguladores (Treg) que suprimen activamente a los linfocitos específicos frente a antígenos propios. La supresión por los Treg se produce en los órganos linfáticos secundarios y en los tejidos extralinfáticos. • Algunos antígenos propios son secuestrados por el sistema inmunitario y otros pueden ser ignorados. Los antígenos pueden estar separados del sistema inmunitario por barreras anatómicas, como en los testículos y en los ojos, y así no pueden unirse a los receptores para el antígeno. En modelos experimentales, algunos antígenos propios están disponibles para ser reconocidos por los linfocitos, pero, por razones desconocidas, no desencadenan ninguna respuesta y son ignorados. No se ha establecido la importancia de este fenómeno de ignorancia en el mantenimiento de la autotolerancia. • Los antígenos extraños sin señales coestimuladoras pueden inhibir las respuestas inmunitarias al inducir tolerancia en linfocitos específicos. Muchos de los mecanismos de tolerancia a los antígenos extraños son similares a los de la tolerancia frente a lo propio en los linfocitos maduros (tolerancia periférica). Algunos microbios y tumores también pueden evadirse del ataque inmunitario induciendo la falta de respuesta en los linfocitos específicos. • La inducción de tolerancia inmunitaria se ha explotado como un método terapéutico para evitar respuestas inmunitarias lesivas. Se está dedicando un gran esfuerzo al desarrollo de estrategias para inducir tolerancia con el fin de tratar enfermedades autoinmunes y alérgicas y evitar el rechazo de órganos trasplantados. La inducción de tolerancia también puede ser útil para evitar reacciones inmunitarias a los productos de genes recién expresados en los protocolos de genoterapia, para evitar reacciones a proteínas inyectadas en pacientes con deficiencias de estas proteínas (p. ej., hemofílicos tratados con factor VHI) y para promover la aceptación de trasplantes de células troncales. Los métodos experimentales, especialmente la creación de ratones con modificaciones génicas, han ofrecido métodos valiosos para analizar la tolerancia frente a lo propio y muchas de nuestras ideas actuales se basan en los estudios de tales modelos. Además, al identificar genes que puedan asociarse a la autoinmunidad en ratones y seres humanos, ha sido posible deducir algunos de los mecanismos fundamentales de la tolerancia frente a lo propio. No obstante, desconocemos qué antígenos propios inducen las tolerancias central o periférica (o son ignorados). Y lo que es más importante, tampoco se sabe qué mecanismos de tolerancia podrían fracasar en las enfermedades autoinmunes humanas frecuentes, y esto sigue siendo un desafío importante para entender la autoinmunidad. En los apartados que siguen expondremos las tolerancias central y periférica, en primer lugar, en los linfocitos T y después en los linfocitos B, pero muchos aspectos de los procesos son comunes a las dos líneas. Inmunodeficiencia. La inmunodeficiencia es un estado patológico en el que el sistema inmunitario no cumple con el papel de protección que le corresponde dejando al organismo vulnerable a la infección. Las inmunodeficiencias causan a las personas afectadas una gran susceptibilidad a padecer infecciones y una mayor prevalencia de cáncer. Las personas con inmunodeficiencia normalmente se tratan con la inmunidad pasiva para superar infecciones. Tipos. Las inmunodeficiencias pueden ser primarias (o congénitas) y secundarias (o adquiridas). Primarias o congénitas. Las primarias se manifiestan, salvo algunas excepciones, desde la infancia, y se deben a defectos congénitos que impiden el correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Por ejemplo, en la agammaglobulinemia en el síndrome de Di George. Secundarias o adquiridas. Las secundarias, en cambio, son el resultado de la acción de factores externos, como desnutrición, cáncer o diversos tipos de infecciones. Un ejemplo de inmunodeficiencia adquirida por una infección viral es el SIDA. También se debe a una carga hormonosupresora que se adhiere a las moléculas del ADN produciendo una sobre carga pulmonar en el riñón. Causas. La inmunodeficiencia (debilidad del sistema inmunitario) puede tener gran variedad de causantes, incluidas las enfermedades de la médula ósea, problemas de riñón y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH o sida). Clasificación. La clasificación de las inmunodeficiencias propuesta por la OMS en 1978 las clasifica según el efector de la respuesta inmunitaria afectado: Carencia de los linfocitos B. Carencia de los linfocitos T. Carencia combinada de linfocitos B y T. Disfunciones de los fagocitos. Carencia en el sistema del complemento. Inmunología clásica. La inmunología clásica está incluida dentro de los campos de la epidemiología. Estudia la relación entre los sistemas corporales, patógenos e inmunidad. El escrito más antiguo que menciona la inmunidad se considera el referente a la plaga de Atenas en el 430 a. C. Tucídides notó que la gente que se había recobrado de un ataque previo de la enfermedad podía cuidar a los enfermos sin contraer la enfermedad por segunda vez. Muchas otras sociedades antiguas tienen referencias de este fenómeno, pero no fue hasta los siglos XIX y XX donde el concepto fue llevado a la teoría científica. El estudio de los componentes celulares y moleculares que comprende el sistema inmunitario, incluyendo sus funciones e interacciones, es el tema central de la inmunología. El sistema inmunitario ha sido dividido en un más primitivo sistema inmunitario innato, y un sistema inmunitario adaptativo o adquirido de los vertebrados; este último a su vez está dividido en sus componentes humorales y celulares. La respuesta humoral (anticuerpos) es definida como la interacción entre los anticuerpos y los antígenos. Los anticuerpos son proteínas específicas liberadas de cierta clase de células inmunitarias (linfocitos B). Los antígenos son definidos como elementos que promueven la generación de anticuerpos. La inmunología trata de comprender las propiedades de estas dos entidades biológicas. Sin embargo, igualmente importante es la respuesta celular, que puede no solamente matar a las células infectadas, sino que también es crucial en el control de la respuesta de los anticuerpos. Se observa entonces que ambos sistemas son altamente interdependientes. En el siglo XXI, la inmunología ha ampliado sus horizontes con las investigaciones desarrolladas en los nichos más especializados de la inmunología. Esto incluye la función inmunitaria de las células, órganos y sistemas normalmente no asociados con el sistema inmunitario, así como la función del sistema inmunitario fuera de los modelos clásicos de inmunidad. Inmunología clínica. La inmunología clínica es el estudio de las enfermedades causadas por los trastornos del sistema inmunitario (fallo, acción anormal y crecimiento maligno de los elementos celulares del sistema). También involucra enfermedades de otros sistemas, donde las reacciones inmunitarias juegan un papel en los rasgos clínicos y patológicos. Las enfermedades causadas por los trastornos del sistema inmunitario se dividen en dos amplias categorías: Inmunodeficiencia, en la cual partes del sistema inmunitario fallan en proveer una respuesta adecuada (p. ej. en el sida). Autoinmunidad, en la cual el sistema inmunitario ataca las células del propio organismo (p. ej. lupus eritematoso sistémico, artritis reumatoide, (Púrpura Trombocitopénica Idiopática de origen autoinmune), enfermedad de Hashimoto y miastenia gravis). Otros desórdenes del sistema inmunitario incluyen diferentes grados de hipersensibilidad, en los que el sistema responde inapropiadamente a componentes inofensivos (asma y otras alergias) o responde con excesiva intensidad. La enfermedad más conocida que afecta al sistema inmunitario es el sida, causado por el VIH. El sida es una inmunodeficiencia caracterizada por la pérdida de células T CD4+ ("helper") y macrófagos, que son destruidos por el VIH. Los inmunólogos clínicos también estudian las formas de prevenir el rechazo a trasplantes, en el cual el sistema inmunitario destruye los alógenos o exógenos. Inmunoterapia. El uso de los componentes del sistema inmunitario en el tratamiento a una enfermedad o trastornos conocido como inmunoterapia. La inmunoterapia se usa en el contexto del tratamiento de los cánceres junto con la quimioterapia (drogas) y la radioterapia (radiación). Sin embargo, la inmunoterapia se usa frecuentemente en los pacientes inmunosuprimidos (como los enfermos de sida) y las personas que sufren otras deficiencias inmunitarias y enfermedades autoinmunitarias. Inmunología diagnóstica[editar] INMUNOLOGÍA DIÁGNOSTICA. La especificidad del enlace entre antígeno y anticuerpo ha creado una herramienta excelente en la detección de las sustancias en una variedad de técnicas diagnósticas. Los anticuerpos específicos para determinado antígeno pueden ser conjugados con un radio-marcador, marcador fluorescente, o una enzima reveladora (por escala de color) y son usados como pruebas para detectarlo. De una manera un poco simplista, podemos hablar de subdivisiones de la inmunología, como inmunidad, serología, inmunoquímica e inmunobiología. Durante los primeros años de esta ciencia, inmunología e inmunidad eran prácticamente sinónimos y se enfocaba en forma casi exclusiva a la prevención de las enfermedades infecciosas mediante vacunación, y aunque actualmente se destina gran parte de los esfuerzos de investigación a la mejora de vacunas y de las técnicas de inmunización, las diferencias entre ambas son tangibles. La serología como tal se convirtió en un elemento con fines meramente diagnósticos, actualmente no sólo se busca descubrir nuevas pruebas en serología especificas para cada enfermedad, sino también mejorar y sobre todo, automatizar las técnicas existentes. Por otro lado, la inmunoquímica y la inmunobiología se han dedicado al estudio del conocimiento de la estructura de los antígenos, inmunoglobulinas, la química del complemento y otros componentes del sistema inmune, así como al estudio de las bases biológicas, genéticas y moleculares de la respuesta inmune. Dado que las líneas divisorias entre estas áreas de la inmunología son poco claras, un laboratorio de inmunología diagnóstica moderno, deberá involucrar técnicas que permitan evaluar la respuesta inmune. Actualmente podemos clasificar las técnicas diagnósticas en: a) cuantificación y detección de anticuerpos o antígenos específicos mediante interacciones antígeno-anticuerpo, b) detección, enumeración y fraccionamiento de celulas inmunocompetentes, c) ensayos de inmunidad celular, d) evaluación de los componentes del complemento y su función y e) inmunología de transplantes. La cuantificación y detección de anticuerpos o antígenos específicos mediante interacciones antígeno-anticuerpo, es definitivamente el área más importante dentro de un laboratorio de inmunología, ya que la mayoría de los análisis son IgG e IgM específicos contra agentes infecciosos, determinación de inmunoglobulinas totales (IgA, IgG e IgM) y las subclases de IgG, determinación de autoanticuerpos, e IgE alergenos específicos, determinación de marcadores de infección como la Proteína C Reactiva, marcadores tumorales y la cuantificación de linfoquinas. La detección, enumeración y fraccionamiento de celulas inmunocompetentes prácticamente se realizan en forma exclusiva mediente citometría de flujo, lo que hace imprescindible una relación estrecha entre el laboratorio de inmunología y el laboratorio de citometría de flujo. La evaluación de la respuesta celular en un paciente involucra desde pruebas muy sencillas y prácticamente rutinarias como son las intradermoreacciones, hasta pruebas sumamente específicas como la evaluación de la función fagocítica y de la capacidad microbicida de los fagocitos (NBT) así, como pruebas de estimulación linfocítica a mitógenos y a antígenos específicos. Evaluar los componentes del complemento y su función, pretende determinar la concentración de los componentes individuales del complemento (C3, C4, C1q, inhibidor de Cl), y determinar su capacidad funcional. (CH50 o CHl00). La inmunología de transplantes ha tomado mucha importancia en los últimos años dentro de los laboratorios de inmunología, la determinación de los antígenos de HLA, tanto clase I como clase II, así como las pruebas cruzadas son casi imprescindibles tanto en los transplantes de órganos sólidos como en los de medula ósea Lo ideal sería poder identificar los antígenos de HLA por técnicas moleculares aplicando Ia tecnología de la reacción en cadena de Ia polimerasa (PCR), pero si no es posible, se deberá aplicarse al menos en los transplantes de médula ósea, Ia determinación de HLA clase I por técnicas serológicas de micro-citotoxicidad y Ia determinación de HLA clase H por PCR. En aquellos transplantes de órganos sólidos, en los cuales Ia compatibilidad de HLA entre receptor y donador no sea tan relevante, se recomienda realizar las pruebas cruzadas, y el conocimiento del HLA (clase I y II) le ayudaría al médico a estimar el grado de rechazo y la sobrevida del órgano transplantado. Las técnicas utilizadas en el laboratorio de inmunología diagnóstica varían a gran velocidad, cada día son más las técnicas moleculares y genéticas que están a disposición y es por ello, que el personal profesional y técnico debe estar actualizado constantemente; sin embargo, la incorporación de algunas de estas novedosas técnicas resulta costoso, no sólo desde el punto de vista de adquisición de los reactivos, sino también en cuanto a infraestructura necesaria; pero hay que reconocer que nuestro país cuenta con el equipo humano capaz de trabajar cualquiera de estas técnicas modernas. Las autoridades en Salud deben impulsar el uso rutinario de estas técnicas no solamente con fines diagnósticos, sino también promoviendo la investigación para el desarrollo de las diferentes áreas de la inmunología diagnóstica Conceptos/técnicas: fluctuación, aglutinación, precipitación, neutralización y dermorreacción. Fluctuación. La palabra fluctuación proviene de raíces latinas, de la voz “fluctuatĭo”. El diccionario de la real academia española describe el término como la acción y el efecto de fluctuar; y fluctuar puede definirse como la experimentación de una variación de una medida o valor. Fluctuación es una entrada que puede encontrarse en diferentes ámbitos y contextos, pero que alude al incremento y reducción de algo en particular y de manera alternada, es decir es la variación, alteración o transformación en el valor, cualidad o intensidad de algo. En el ámbito empresarial fluctuación es cuando ocurren oscilaciones a la baja y al alza que pueden sufrir las cotizaciones de los valores objeto de negociación en ciertos mercados financieros; generalmente son variaciones que sufren debido a una variable o magnitud entre el valor en cierto momento y su valor medio. Aglutinación. Se denomina aglutinación a la interacción secundaria in vitro de un antígeno “particulado” con su anticuerpo específico. Si el antígeno (proteína, hidrato de carbono, etc.) se encuentra presente en la superficie de células, bacterias u otras partículas naturales el fenómeno se denomina aglutinación directa. Cuando el antígeno con el que interacciona el anticuerpo específico no forma parte de la estructura nativa de la partícula, sino que se incluye artificialmente en su superficie, la aglutinación que tiene lugar se denomina genéricamente aglutinación pasiva o indirecta. Las partículas utilizadas como soportes pueden ser inertes (partículas de látex) o bien glóbulos rojos, en cuyo caso el método recibe el nombre de hemoaglutinación pasiva o indirecta. Precipitación. En este caso el antígeno es una molécula soluble y al ponerse una solución del mismo, en contacto con los anticuerpos que originó, se forman complejos Ag-Ac que, al insolubilizarse en su mayor parte, dan una reacción de precipitación. Esto se da en 2 etapas, la primera se desarrolla rápidamente formándose los complejos Ag-Ac, esta etapa es influenciada muy poco por la temperatura, la concentración de electrólitos y la agitación. En la 2º etapa los complejos se agregan formando micelas o redes que al alcanzar determinado tamaño precipitan. Esta etapa se acelera con el aumento de la Tº (se la lleva a cabo normalmente a 37ºC) y es además dependiente de la concentración de electrolito (se usa generalmente ClNa 0,15M). Es mucho más lenta que la anterior. La formación de estas redes está dada por la bivalencia del Ac. y la polivalencia del Ag., esta polivalencia se debe, como ya mencionamos, a la presencia de distintos determinantes antigénicos. Los sueros inmunes obtenidos de animales inoculados con este tipo de Ag. poseen una mezcla de Ac. cada uno de los cuales interacciona con un epitópe distinto (antisuero policlonal). Con Ac. monoclonales en general no se produce precipitación, esto es porque en la mayoría de los casos están dirigidos contra un único epitope de manera que para el caso el Ag. será monovalente, y solo se evidencia el fenómeno cuando se trata de Ag. con epitopes muy repetidos. Con haptenos monovalentes o Ag. que posean un solo determinante antigénico, o cuando los Ac. son funcionalmente monovalentes como es el caso de los anticuerpos asimétricos tampoco se formará precipitado. Como se dijo anteriormente, la aparición de precipitado se produce cuando las redes de complejos Ag. Ac. alcanzan un determinado tamaño. Neutralización. Mediante anticuerpos específicos se pueden neutralizar toxinas, virus o enzimas, Los anticuerpos neutralizantes requieren un solo tipo de combinación con el antígeno para poder actuar y así pueden ser univalentes, aunque anticuerpos bivalentes o multivalentes pueden neutralizar también. Un antisuero que contiene anticuerpos neutralizantes contra una toxina se denomina "antitoxina". Dermorracción. Pruebas cutáneas. • Prick test (test por punción), de lectura inmediata y con diferencia la más usada, reproduce reacciones alérgicas por hipersensibilidad tipo I. • Intradermorreacción, usada en dos variantes, una de lectura rápida para el estudio de reacciones de tipo I y III (por ejemplo, neumonitis por hipersensibilidad) y otra de lectura retardada para el estudio de reacciones de tipo IV (respuesta celular tardía) característica frente a patógenos intracelulares (micobacterias, hongos y parásitos). • Patch test (test de parche), también llamadas pruebas epicutáneas, son de lectura retardada (48-72 horas) y se aplican en el diagnóstico del eccema de contacto. Complemento. Además de las reacciones antígeno-anticuerpo ya descritas, existen otros tipos de reacciones de gran importancia en inmunidad donde participa el Complemento. El complemento actúa junto con los anticuerpos específicos para llevar a cabo varios tipos de reacciones antígeno-anticuerpo que de otra manera no podrían ocurrir, tales como: lisis de células bacterianas, muerte de células bacterianas, hemólisis, etc. El complemento no es un anticuerpo (por lo tanto, no aumenta con la inmunización), sino una serie de enzimas que se encuentran en el suero normal y que atacan a las células bacterianas u otros agentes extraños. Estas enzimas, que se encuentran aún en individuos no inmunizados, son normalmente inactivas, pero se activan cuando ocurre una reacción antígeno-anticuerpo.Una de las principales funciones del anticuerpo es reconocer las células invasoras y activar el sistema del complemento para que actúe. Ciertos componentes del complemento son muy termolábiles, se destruyen por calentamiento a 56°C por 30 minutos, por otra parte, los anticuerpos son termoestables. Acciones del complemento. Entre las principales acciones del complemento tenemos: Lisis de los glóbulos rojos (hemólisis) Si un antisuero contra glóbulos rojos se mezcla con una suspensión de glóbulos rojos y se le añade suero normal como fuente de complemento ocurre la lisis a los 30 minutos de incubación a 37°C. La hemólisis se usa a menudo como prueba de la presencia de complemento en sueros desconocidos o para medir la fijación de complemento. Lisis bacteriana Especialmente de bacterias Gram negativas, cuando los anticuerpos específicos se combinan con el antígeno de la superficie bacteriana en presencia de complemento. Muerte microbiana En ausencia de lisis ocurre la muerte microbiana cuando los anticuerpos específicos se combinan con los antígenos de la superficie bacteriana en presencia de complemento. Promoción de la acción fagocitaria: Cuando se combinan bacterias capsuladas con el anticuerpo específico en presencia de complemento se promueve la acción fagocitaria. Este proceso en el cual los anticuerpos específicos más complemento hacen una célula susceptible a la fagocitosis se llama opsonización. Prueba de fijación de Complemento. Una propiedad importante del sistema del complemento es que sus componentes son enzimáticamente alterados durante la reacción, de modo que no reaccionarán en una nueva secuencia de reacciones, es decir si el complemento es consumido durante las reacciones antígeno-anticuerpo esto es llamado fijación de complemento y ocurre cuando un anticuerpo de tipo IgG o IgM reacciona con el antígeno en presencia de complemento, aun cuando éste no sea requerido en la reacción. La prueba de fijación de complemento se lleva a cabo en dos fases. En la fase primera se mezclan el suero del paciente (previamente calentado a 56°C) y el antígeno en presencia de una cantidad determinada de complemento; esta mezcla es generalmente incubada durante 30 minutos a 37°C. Si se forman los complejos antígeno-anticuerpo, el complemento es fijado. En la segunda fase se añade el sistema indicador que consiste en glóbulos rojos de carnero y anticuerpos contra glóbulos rojos de carnero. La ocurrencia de hemólisis indica que el complemento no fue utilizado, por lo tanto, en la fase 1 no se ha producido una reacción Ag-Ac específica. En cambio, la ausencia de hemólisis, indica que el complemento ha sido fijado y por lo tanto que en la fase 1 se ha producido una reacción Ag-Ac, en este caso se considera una reacción de fijación del complemento positiva, mientras que en el primer caso se considera negativa la reacción de fijación de complemento. Utilizando un antígeno conocido, esta técnica puede ser empleada para detectar y medir anticuerpos presentes en sueros. Al ocurrir la reacción del antígeno con los anticuerpos del suero, ésta reacción Ag-Ac se puede poner de manifiesto mediante una prueba de fijación de complemento. DETERMINACIÓN DE GRUPO SANGUÍNEO. La determinación del grupo sanguíneo es un método para indicar cuál es el tipo de sangre que el individuo en cuestión posee. La determinación del grupo sanguíneo se realiza para que el individuo pueda donar sangre o recibir una transfusión de sangre de manera segura. También se realiza para ver si el individuo posee una sustancia llamada factor Rh en la superficie de sus glóbulos rojos. El tipo de sangre que se tenga depende de si hay o no ciertas proteínas, llamadas antígenos, en los glóbulos rojos. Estas proteínas se llaman antígenos. El tipo de sangre (o grupo sanguíneo) depende de qué tipos de sangre se heredó de los padres. Factor Rh. El factor Rh es una proteína integral de la membrana de los glóbulos rojos. Los Rh positivos son aquellas personas que presentan dicha proteína en sus eritrocitos y Rh negativa quienes no presenten la proteína. Un 85 % de la población tiene en esa proteína una estructura dominante, que corresponde a una determinada secuencia de aminoácidos que en lenguaje común son denominados habitualmente Rh+. Alrededor de la sexta semana de gestación, el antígeno Rh comienza a ser expresado en los glóbulos rojos humanos. Tener Rh– significa que se tiene la misma proteína pero con modificaciones en ciertos aminoácidos que determinan diferencias significativas en la superficie de los glóbulos rojos, y hacen a los humanos Rh– disponer de anticuerpos (aglutininas) en el plasma que reaccionan contra los glóbulos rojos Rh+.1 El principal antígeno Rh es el D y el anticuerpo presente en quienes carecen de antígeno D es el anti-D. Si el antígeno D está presente el fenotipo es Rh positivo y si D está ausente (situación representada como "d") es Rh negativo. Se han identificado más de 45 antígenos del sistema Rh, pero de todos ellos apenas cinco son frecuentes, estos son: D, C, E, c, e. Los anticuerpos a los distintos antígenos Rh aparecen después de exponerse un individuo Rh negativo a eritrocitos de sangre Rh positivo. La herencia de los antígenos Rh es determinada por un complejo de dos genes, de los cuales uno codifica la proteína transportadora de antígeno D y otro codifica la proteína transportadora de antígeno «C» o «c», o de «E» y «e». Las personas Rh positivas poseen genes RHD, que codifica la proteína transportadora de antígeno D y RHCE, que codifica la especificidad de la proteína transportadora de C y E. Mientras las Rh negativas tienen únicamente el gen RHCE. Mutaciones en el gen RHCE dan lugar al síndrome del Rh nulo y cursa con anemia hemolítica. Variantes no codificantes (intrónicas) del mismo gen se han asociado a la velocidad de sedimentación globular (VSG) en un estudio realizado E la población de Cerdeña, donde los valores de la VSG eran mayores en los individuos que presentaban Rh positivo.2 Los autores sugieren un posible efecto causal del polimorfismo, a pesar de no estar localizado en una región del gen codificante para proteína.3 El 45 % de los individuos Rh positivos es homocigoto al factor D, y el 55 % restante es heterocigoto por haber heredado un factor D positivo y otro negativo de sus progenitores. La transfusión de sangre de un Rh+ a un Rh– que no tiene dicho aglutinógeno induce la formación de anticuerpos, que en sucesivas donaciones puede aglutinar la sangre (formar coágulos).4 De ahí que en las donaciones de sangre y órganos se tenga en cuenta dicho factor. El factor Rh (Rhesus) fue descubierto por Karl Landsteiner y Wiener en 1940. La sangre a menudo se clasifica de acuerdo con el sistema de tipificación ABO. Los cuatro tipos de sangre principales son: Tipo A Tipo B Tipo AB Tipo O. Nombres alternativos Pruebas cruzadas; Determinación del Rh; Determinación del grupo sanguíneo ABO (hemoclasificación); Grupo sanguíneo; Anemia - tipo de sangre hemolítica inmunitaria; tipo de sangre ABO; Tipo de sangre A; Tipo de sangre AB; Tipo de sangre O. Forma en que se realiza el examen. Se necesita una muestra de sangre. El examen para determinar el grupo sanguíneo se denomina tipificación ABO. La sangre se mezcla con anticuerpos contra sangre tipo A y tipo B. Entonces, la muestra se revisa para ver si los glóbulos sanguíneos se aglutinan. Si los glóbulos se aglutinan, eso significa que la sangre reaccionó con uno de los anticuerpos. El segundo paso se llama prueba inversa. La parte líquida de la sangre sin células (suero) se mezcla con sangre que se sabe que pertenece al tipo A o al tipo B. Las personas con sangre tipo A tienen anticuerpos anti-B. Las personas que tienen sangre tipo B tienen anticuerpos anti-A. El tipo de sangre O contiene ambos tipos de anticuerpos. Estos dos pasos pueden determinar con precisión el tipo de sangre. La determinación del Rh usa un método similar a la determinación del grupo sanguíneo. Cuando se realiza la determinación del tipo de sangre para ver si la persona posee el factor Rh en la superficie de sus glóbulos rojos, los resultados serán uno de estos: Rh+ (positivo), si tiene esta sustancia Rh- (negativo), si no tiene esta sustancia. Razones por las que se realiza el grupo sanguíneo. Este examen se hace para determinar el tipo de sangre de una persona. Los médicos necesitarán conocer su tipo de sangre cuando le vayan a hacer una transfusión de sangre o un trasplante, debido a que no todos los tipos de sangre son compatibles entre sí. Por ejemplo: Si usted tiene sangre tipo A, únicamente puede recibir sangre tipo A y tipo O. Si usted tiene sangre tipo B, únicamente puede recibir sangre tipo B y tipo O. Si usted tiene sangre tipo AB, puede recibir sangre tipo A, B, AB y O. Si usted tiene sangre tipo O, únicamente puede recibir sangre tipo O. La sangre tipo O se le puede dar a alguien con cualquier tipo de sangre, razón por la cual las personas con este tipo de personas son llamadas donantes de sangre universales. La determinación del grupo sanguíneo es especialmente importante durante el embarazo. Si se detecta que la madre tiene sangre Rh negativa, entonces el padre también debe ser evaluado. Si el padre tiene sangre Rh positiva, entonces la madre necesita recibir un tratamiento para ayudar a prevenir el desarrollo de sustancias que le pueden hacer daño al feto. Ver: incompatibilidad Rh Si usted es Rh+, puede recibir sangre Rh+ o Rh-, pero si es Rh-, únicamente puede recibir sangre Rh-. Si la sangre se aglutina únicamente cuando se agregan células B a la muestra, usted tiene sangre tipo A. Si la sangre se aglutina únicamente cuando se agregan células A a la muestra, usted tiene sangre tipo B. Si la sangre se aglutina cuando se agregan cualquiera de los tipos de células a la muestra, usted tiene sangre tipo O. La falta de aglutinación de los glóbulos sanguíneos cuando la muestra se mezcla con ambos tipos de sangre indica que usted tiene sangre tipo AB. Tipificación del Rh: Si los glóbulos sanguíneos se pegan o aglutinan al mezclarlos con suero anti-Rh, usted tiene sangre de tipo Rh positivo. Si la sangre no coagula al mezclarse con suero anti-Rh, usted tiene sangre de tipo Rh negativo. Existen muchos antígenos además de los mayores (A, B y Rh). Muchos antígenos menores no se detectan rutinariamente durante la determinación del grupo sanguíneo. Si no se detectan, usted puede aún experimentar una reacción al recibir ciertos tipos de sangre, incluso si los antígenos A, B y Rh son compatibles. Un proceso llamado pruebas cruzadas, seguido de una prueba de Coombs, puede ayudar a detectar estos antígenos menores y se realiza de manera rutinaria antes de las transfusiones, excepto en situaciones de emergencia. Artículo de interés. Una prueba para averiguar el grupo sanguíneo en 30 segundos. Joana Oliveira. El País. Madrid 15 MAR 2017 - 19:00 CET Un simple análisis de sangre puede salvar vidas y en zonas de guerra, todavía más. Médicos Sin Fronteras denunció en 2013 que personas que sobrevivían a bombardeos en Siria morían en los hospitales después de recibir una transfusión, porque los centros de salud locales no tienen los materiales necesarios para analizar y determinar el grupo sanguíneo de los pacientes. Para solventar problemas como ese, un grupo de científicos chinos acaba de crear un análisis de sangre basado en papel que puede llevarse a cabo, sin la necesidad de equipo especializado, en zonas de conflicto, áreas remotas con pocos recursos o en situaciones de emergencia. La prueba, desarrollada por el biólogo Hong Zhang y su equipo, consiste en dos pasos: primero, los investigadores aplicaron una pequeña muestra de sangre en una tira de papel con extremidades A y B que contenía anticuerpos que reconocen diferentes marcadores de tipos sanguíneos (antígenos); después, aplicaron bromocresol (una solución de color verde). Los resultados aparecieron como cambios de color en las extremidades de la tira —verde si un antígeno de determinado grupo sanguíneo estaba presente en la muestra y marrón si no—. Después de analizar 3.500 muestras, la prueba demostró un 99,9% de precisión, según los resultados publicados este miércoles en la revista Science Translational Medicine, y las únicas inconsistencias ocurrieron en ensayos con tipos sanguíneos muy poco frecuentes. Esa tecnología clasificó las muestras en los sistemas comunes ABO y Rh (los dos más importantes) en menos de 30 segundos y fue capaz de identificar múltiples tipos de sangre rara en menos de dos minutos. “Los enfoques tradicionales para el agrupamiento de la sangre no permiten realizar las dos pruebas a la vez sin el uso de una centrifugadora. Nuestro diseño es novedoso porque elimina ese paso”, explica Zhang. Los investigadores también incorporaron una membrana de separación para aislar el plasma de la sangre entera, lo que les permitió identificar simultáneamente antígenos específicos de células sanguíneas y detectar anticuerpos en el plasma, basándose en la forma en que las células se agruparon. “Ese enfoque y el tiempo de respuesta rápida proporcionan una estrategia más rentable para los análisis de agrupamiento de la sangre”, escriben los científicos. Diagnósticos en un trozo de papel Esta no es la primera vez que se utiliza papel para llevar a cabo análisis biológicos. En 2014, un equipo de la Universidad de Harvard creó un sistema para diagnosticar el ébola que implica imprimir cadenas de ADN sobre papel, y secar las muestras mediante frío extremo, utilizando un marcador genético que solo se activa ante la presencia de moléculas específicas asociadas a un virus concreto. La prueba reacciona en media hora, cambiando de color si detecta algún virus conocido. Fabricar un sensor de papel de este tipo lleva unas 12 horas y cuesta cerca de 21 dólares (20 euros, aproximadamente). Un año antes, Scott Phillips, jefe del departamento de Química de la Universidad de Pensilvania, presentó un aparato de papel del tamaño de una lámina de chicle capaz de medir el nivel de determinadas proteínas en la sangre y de detectar enzimas relacionadas con problemas en los huesos y en el hígado. En 2016, investigadores de la Universidad de Ohio desarrollaron un sistema para diagnosticar la malaria, el cáncer y otras enfermedades en una tira de papel, que cuesta 50 céntimos y detecta los anticuerpos presentes en una gota de sangre. Bibliografía, Referencias y Cibergrafía. Abul K. Abbas, Andrew H. Lichtman, Shiv Pillai. “Cellular and Mollecular Inmunology.” “Inmunología celular y molecular.” Elsevier. 2015. España. Peter J. Delves, Seamus J. Martin, Dennis R. Burton, Ivan M. 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